Tema 3 Literatura Del Siglo XVI
Tema 3 Literatura Del Siglo XVI
Tema 3 Literatura Del Siglo XVI
2. Utopía
Poniendo de ejemplo las obras de Alfonso de Valdés, hermano de Juan de Valdés,
vemos que la recepción de la modalidad de diálogo propia de Erasmo de Rotterdam
también es compatible con el tema renacentista de las utopías, encabezado esta vez
por Tomás Moro.
Tomás Moro jugó un papel fundamental para la pervivencia de la utopía en la literatura
posterior. Por ejemplo, en él ya encontramos un elemento como la ínsula, que será
usada un tiempo después en obras como La lozana andaluza de Francisco Delicado o en
la ficción, como en el Quijote de Cervantes. En esta última la utopía está muy presente,
pues situando a Sancho Panza como gobernador se nos da una imagen invertida de la
realidad y de los estatus sociales. Sí es cierto que la utilización de Sancho Panza en esta
ocasión intenta despertar la burla, pero eso no impide la presentación de un mundo
alternativo.
La diferencia entre el tirano y el buen soberano es un tema que interesa mucho en el
pensamiento de la época, puesto que constantemente se trata de abogar por un
mundo mejor. Los humanistas saben que los gobernantes deben estar preparados, para
lo que les ofrecen una serie de obras (tema vinculado con El príncipe de Maquiavelo).
En el caso de Sancho Panza, este no ha sido educado para guerrear y hacer invasiones,
sino que va a tirar de su buen sentido común, sin atender a ningún espejo de príncipe:
él no está contaminado por las ambiciones mundanas de otros gobernantes. En
definitiva, se vuelve a poner en tela de juicio el orden establecido (en sociedad,
economía...) a través de la locura cuerda, al trasluz de la imaginación.
Otro caso destacable es el de Fernando de Herrera, que fue condenado a prisión por
Enrique VIII. Estando privado de contacto y tan cercano a la muerte, su visión
(cercana a la de un cronista o historiador) mostró templanza y equilibrio. Igual que
Tomás Moro, nunca se retractó de su ideal. En este sentido, vemos cómo la literatura
es una declaración de ser y estar en la vida, no solo letras. Esta estoica actitud ante la
muerte nos recuerda precisamente a Sócrates (de nuevo, relación con Platón).
Otra fuente básica es, por ejemplo el Cortesano, traducido por Juan Boscán. Este hecho
pone de relieve la gran importancia que Juan de Valdés otorga a los romanceamientos.
Alude a la importancia de las traducciones y de su valor en la pedagogía. Los autores
griegos también se vinculan con los autores castellanos, y probablemente Valdés no
accedió a estas fuentes clásicas directamente, sino con ediciones bilingües (de algunas
de las cuales hace incluso juicios valorativos). De estos autores griego vuelve a sacar a la
luz a Luciano, pero sobre todo trata el género de la oratoria, centrándose en los
discursos de Demóstenes.
Lo clásico también se encuentra en la referencia a historiadores de la literatura latina.
Encontramos notas entre lo mítico y lo histórico: no solo se alude (además de en más
de una ocasión) a César, por ejemplo, sino que hay personajes como Hispán que son
fronterizos entre la historia y la leyenda. Se centra también en dramaturgos como
Terencio.
Otro modelo de referencia fundamental es el Amadís, constante a lo largo de todo el
Diálogo de la lengua. De entre otras obras castellanas (que parecen ir conformando esa
biblioteca ideal) se menciona también la Celestina.
De todas estas obras, Valdés habla de sus virtudes retóricas, vinculadas a la admiratio:
deben ser capaces de sorprender al lector con la retórica. Uno de los rasgos más
valorados dentro de la admiratio es la perspicuita.
En definitiva, Valdés va proponiendo un canon y un contracanon con las lecturas que se
deben hacer y las que no para entender el castellano como él considera. En este campo
importa el concepto del juicio: nos permite discernir los buenos de los malos modelos.
Cabe mencionar que, según la repercusión posterior que han tenido, Valdés acierta en
muchas de las puntualizaciones que hace de ciertos autores, y se adelanta sobre todo a
la pervivencia de la poesía.
5.3.1. Torres Naharro
Valdés muestra especial gusto por el estilo de Torres Naharro en su Propalladia. Sí que
se muestra algo reticente a la propuesta que hace del decoro: considera que no lo
guarda con sus personajes (criterio que debemos tener en cuenta, puesto que este será
precisamente el cambio de paradigma que se dará en el teatro prelopesco). Lo valora
principalmente porque es bastante llamo y no contiene afectaciones innecesarias.
El juicio de la Propalladia se hace a modo de crítica literaria, pero también desde el
punto de vista de la creación literaria al aconsejar el cambio de algunos aspectos, temas
con variaciones (por ejemplo, haría que algunos decires fueran más claros y sencillos).
En este sentido, Valdés remite a la aemulatio o emulación: consiste en la imitación con
aspiración de mejora del modelo que sirve de referente. Este ejercicio se aplica
principalmente a su concepto del decoro.
Valdés puntualiza también la diferencia entre el teatro representado presencialmente y
el impreso. Cree que el primero es más cercano a la poesía oral y, por tanto, a lo
popular. El texto impreso de la Propalladia no es exactamente el mismo que se
representaba en los teatros.