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Juan José Castelli y su autobiografía

ficcional
Teresita Frugoni de Fritzsche, Universidad de Buenos Aires

La lectura de la novela La revolución es un sueño eterno,1 nos remite a la


problemática del discurso autobiográfico en la medida en que el autor-
narrador asume la primera persona de un vencido, el procer de la
Revolución de Mayo, y cuenta por él circunstancias relacionadas con el
proceso al que lo sometió el Triunvirato a raíz de la derrota de Huaqui.
Sostenemos, de acuerdo con el concepto de 'construcción cultural'
aplicable tanto a la escritura histórica como a la literatura, que toda
autobiografía es ficcional.2
Reconocemos sí la existencia de diferentes formas autobiográficas: las
ortodoxas en las que coinciden autor, narrador y personaje; aquéllas en
las que hay un autor/narrador que asume la primera persona de un
personaje creado por él y por fin otras en las que, como ocurre en la
novela de Rivera, cumple el narrador un proceso de identificación con
un personaje histórico que, de este modo se ficcionaliza.3
A estas formas habituales se unen otras variantes en apariencia menos
'dignas': la del escritor profesional que escribe supuestas autobiografías
por amistad o dinero; la del que pretende escribir la de otra persona,
pero se refiere constantemente a sí mismo - L'Autobiographie d'Alice B.
Toklas por Gertrude Stein; las autobiografías paródicas que ridiculizan
la sinceridad y actitud confesional que exige la tradición - Lolita o Parle,
mémoire de Nabokov; las novelas que incluyen datos incuestionablemente
referidos a la persona del autor - El Zorro de arriba y el Zorro de abajo de
José María Arguedas, Lo que la noche le cuenta al día de Héctor Bianciotti.
Casi todos estos discursos autobiográficos poseen pretensiones de
referencialidad o al menos de verosimilitud, aunque la primera sea muy
limitada y la segunda se circunscribe al ámbito textual. Además, por
tratarse de discursos literarios relativamente cercanos en el tiempo, todos
tienen ambiciones estéticas.
Otro problema se plantea si se pretende establecer diferencias formales
con otros discursos en los que hay también un sujeto convertido en objeto
de una reflexión literaria - biografías, memorias, diarios íntimos, cartas,
confesión personal - y se intenta deslindar en ellos, itinerario espiritual y
vida pública. De hecho, hay que aceptar con Elizabeth Bruss que todos
esos discursos se han modificado a lo largo del tiempo en virtud de
convenciones sociales y literarias.4 Solamente en el prerromanticismo se
toma conciencia colectiva del género y nace el término 'autobiografía'.

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A pesar de los numerosos factores que inciden en la problemática


autobiográfica - móviles racionales o afectivos, distancia con que se
enfrenta el pasado, memoria u olvido voluntarios o involuntarios,
importancia asignada a acontecimientos o personajes, falsificación o
impostura con que se narra - cabe pensar que siempre estamos en presencia
de una re-interpretación.

GÉNESIS DE LA NOVELA DE ANDRÉS RIVERA

La revolución es un sueño eterno puede asimilarse parcialmente a novelas


como las Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, a Urraca de Lourdes
Ortiz - donde la protagonista se manifiesta como cronista, reina y mujer -
o a El manuscrito carmesí en la que Antonio Gala finge transcribir textos de
Boabdil, sultán de la época en que concluía el islamismo en España.
Cuenta Andrés Rivera que su obra nació en el momento en que supo
que Castelli, llamado 'el orador de la revolución' había muerto de un
cáncer de lengua, después de negarse a asumir por escrito su defensa.5 Al
escribir por él lo sintió su contemporáneo y aspiró a fijar paralelamente,
en proceso de presentificación, el perfil de algunos hombres de nuestro
tiempo que coincidieron con su idea de la revolución como utopía.
Esta 'confesión' del novelista nos remite a otro aspecto de su relato.
Más que en los hechos - aunque éstos aparezcan - se centra en los sueños
incumplidos de toda gesta revolucionaria, y, en eterno retorno
nietzscheano une 1810 con 1780 - suplicio de Tupac Amaro - 1789,
1839 - revolución de los libres del Sur donde muere Pedro, el hijo de
Juan José Castelli - y 1973, intentos de rebelión contra los gobiernos
militares argentinos. A la vez, los epígrafes de Lenín o Tsinzadze, vinculados
con lo utópico, se contraponen con expresiones de Perón cuando afirma
que 'la única verdad es la realidad'.

CARACTERIZACIÓN DEL PROTAGONISTA


Sin duda sujeto histórico y sujeto autobiográfico nunca coinciden, del mismo
modo que existen distancias entre el individuo concreto y su rol mundano.
Todo escritor forja una 'figura' deseable y adecúa a ella su construcción
literaria y aun su comportamiento personal. En ocasiones extremas, miente
deliberadamente.6 Supone como narrador un narratario externo o interno
que lo lleva a un movimiento dialógico que intensifica cuando ese sujeto -
como ocurría por ejemplo con la mujer escritora en el siglo XIX - se percibe
como transgresor contra el discurso público dominante.
Los críticos postmodernos y Lacan en el ámbito psicoanalítico, han
estudiado al sujeto no como unidad sino en su condición fragmentada.7
Han considerado que la clave para la constitución del ego está en la

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otredad y han procurado re-situar al sujeto en función de raza, sexo o


condición social.8
El sujeto del enunciado de la novela de Rivera es Castelli, personaje en
cierto modo inasible en su conducta previa y posterior a los sucesos
vinculados con la Revolución de Mayo. El sujeto de la enunciación es un
narrador que intenta explicar y explicarse su conducta frente a los jueces,
su hija y la posteriodad. No lo hace desde un presente fijo sino a lo largo
de un breve proceso de degradación física y espiritual.9
A partir de esa conjunción se postula un tercer sujeto10 que es una
figura construida según pautas que, de acuerdo con su lectura de la
historia, le atribuye el novelista. Hay pues solamente una 'ilusión
referencial'.11
Esa interpretación de la identidad de Castelli se dibuja pues en La
revolución es un sueño eterno en un juego especular Castelli/Rivera, a
través de una escritura reiteradamente obsesiva. El hablante se deconstruye
y reconstruye; se ve a sí mismo escindido, al punto de que se pregunta
'¿quién soy?', '¿quién escribe?', y cuando sale a la calle, sobre la montura
del caballo, se califica como un 'eso' que se vacía. Pasa de la soberbia del
SOY CASTELLI escrito con mayúsculas, al protocolar 'Yo, Juan José
Castelli', o al sugestivo 'yo', pleno de suficiencia, según los tiempos del
recuerdo. Pero inmediatamente tiene la sensación de no saber cuál es su
papel - loco, idiota, ventrílocuo - en una tragedia que no escribió y que
se juega en un escenario que 'puede ser el de la historia'. Entiende que no
sabe ese papel, o que va más lejos de lo que representa. Eso le ocurre
cuando da la orden de muerte para Nieto y algunos altoperuanos y percibe
que los otros - como Rivadavia convertido en restaurador del orden al
ser ahorcado Alzaga - también asumen una máscara.
La escritura lleva al personaje a monologar, a desdoblarse y dialogar consigo
mismo, a evocar el pasado o a preanunciar conductas. De ese modo los
tiempos - presente, pretérito, futuro - se alternan y contribuyen a que la
figura protagónica se ofrezca en una fragmentación más acentuada.
El yo es espíritu pero también cuerpo. La caracterización de un personaje
condenado a una inevitable muerte física implica la convivencia con un
cuerpo degradado, con una lengua que se pudre, una risa que cruje en el
vientre, una voz gangosa, torpe y lenta; un miembro viril que sangra;
vómitos, mierda verdosa. La letra apretada y firme del primer cuaderno
va dando paso a la angulosa y frágil del segundo, como prueba del avance
de la enfermedad.

EL YO Y LOS OTROS
El yo no es pues una entidad definida que se limita a reflexionar sobre su
pasado. Es un sujeto sometido a otros y a la identidad que va diseñando
en este juego de autoconocimiento.12

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Durante el proceso - que vive en tiempo presente - es Castelli mismo


quien contesta las preguntas que se dirigieron a los testigos acerca de su
conducta pública y privada como jefe de la expedición al Alto Perú, en
especial por manejo de dinero, relación con mujeres u opiniones vinculadas
con la religión y la iglesia.
Los recuerdos fluyen en forma deliberadamente desordenada y van
diseñando su relación con los otros. Constituyen dos grupos. Los que
quieren la revolución - Moreno, Agrelo, Beruti, Vieytes, French, Warnes
- son sus pares, irónicamente designados por el calificativo que les
endilgan sus adversarios, 'los empiojados' o 'los vagos o mal
entretenidos'. 13 Se definen como 'demócratas furiosos' o 'jacobinos',
partidarios del Contrato Social de Rousseau, lectores del Dictum de Marat
traducido por Agrelo y convencidos como Robespierre de la necesidad
de instaurar el terror.
Cada uno de sus amigos es un doble del protagonista, como lo prueban
las biografías finales que multiplican ese yo en sueños y fracaso. La lengua
informativa empleada en este paratexto remite a una historia paralela a
la oficial14 y establece una explícita autotextualidad con el texto literario
que lo precede.
En el discurso central de la novela todos esos amigos aparecen
personalizados a partir de la referencia a ciertas circunstancias decisivas.
Moreno cuando en 1807, antes de la segunda invasión inglesa, intenta
seducir a Beresford; en 1811 cuando insta a Castelli a fusilar a Liniers.
Agrelo como aquel que no pacta con nadie. Monteagudo como el único
que permanece a su lado en la proximidad de la muerte y como aquel
que continuará la prédica revolucionaria de Moreno a través de Mártir o
libre; Belgrano en su calidad de primo y como abogado convertido en
improvisado militar por exigencias revolucionarias; condenado a pesar
de sus triunfos en Salta y Tucumán a padecer como Castelli la ingratitud
y la censura. Los sueños de este grupo de utopistas se enfrentan a los
designios del poder. Los partidarios del orden juzgan que la revolución
es una simple compadrada. Para Castelli en cambio, si triunfara, le daría
la posibilidad de poner en práctica principios de libertad y extender la
igualdad a paisanos, indios y negros. Así lo percibe en el recuerdo de dos
momentos decisivos: como estudiante que va en muía hacia Chuquisaca
y cuando concede el tratamiento de 'Don' a Segundo Reyes, un mulato
que se ha destacado en el combate.
Entre esos otros que detentan el poder, hay también representantes de
la economía - comercio y contrabando - como Abraham Hurguer, un
inglés que disfruta de un cómodo pasar y que posee un documento
estadounidense aparentemente más informado que los locales sobre los
sucesos del Río de la Plata. La alusión a ese escrito muestra que el novelista
no procura llegar a la verdad que oculta la historia oficial. La bastardilla
o las construcciones parentéticas indican constantemente que existe más
de una versión sobre los hechos, que toda interpretación es subjetiva.

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La relación del protagonista con las mujeres es fundamental. De María


Rosa, la esposa, poco se dice. Trata a su marido de usted y cumple
silenciosamente su labor de hembra. Hacia Angela, la hija, existe un
confesado deseo, un sentimiento de impotencia al verla junto a un hombre
enemigo de la revolución y poder y felicidad cuando logra que cumpla,
'desdeñosa y seductora', la misión de entregar una carta a Saavedra, jefe
del regimiento de Patricios que no comparte sus proyectos
revolucionarios.
Las relaciones más intensas se dan con una aristócrata, Irene, y con su
criada Belén. En Irene se pone de relieve la marca del dinero - la pulsera
de plata en el tobillo es signo contrario a la esclavitud - y el temor a
perder sus bienes. De ahí el sadismo que practica Castelli, cuando
humillado por la enfermedad, la humilla a su vez con los humores que
destila su cuerpo destruido. Hacia Belén hay complicidad y afecto, que
se vuelve entrañable cuando el ama se va y le compra la libertad, a pesar
de que - como afirma Hurguer - no hay razón para liberar a los esclavos.

LOS TIEMPOS Y LOS ESPACIOS DEL YO

El proceso de enunciación abarca en su movilidad, escasos tres meses de


1812. No obstante hay en ellos sucesos significativos como las alternativas
del 'proceso del Desaguadero' que le sigue el primer Triunvirato a raíz de
la derrota de Huaquí15 o el ahorcamiento del pro-realista Martín de
Alzaga en julio de 1812. A la vez se ahondan aspectos íntimos vinculados
con los sentimientos que lo ligan a su hija o a amigos como Monteagudo.
El enunciado se extiende, como tiempo evocado, hasta los orígenes
venecianos del padre del protagonista, llegado a la Argentina como
inmigrante. Se refiere, con deliberados saltos temporales a circunstancisas
que hacen a su vida pública - invasiones inglesas, revolución de Mayo,
fusilamiento de Liniers, expedición al Norte - y menos, a su vida privada.
Ese yo escindido del protagonista se ubica simultánea o sucesivamente
en distintos espacios. En principio en el cuaderno de la escritura, pero a
la vez en la conciencia, donde libra antes de morir infinitas batallas. El
espacio físico del plano enunciativo remite a un lugar de clausura. Es
una zona cerrada que no tiene la protección de una casa; se trata de una
pobre habitación sin ventanas, prácticamente una celda, cuyos muros lo
separan del mundo y lo abren al silencio de la soledad. Su escaso
mobiliario: mesa y silla, tintero, vela, catre de soldado, manta, un juego
de ajedrez que le permite luchar sin palabras y sin armas, son los únicos
bienes que connotan pobreza en el inventario que realiza antes de morir.
Los dos cuadernos de tapas rojas - único legado a su hijo Pedro - preservan
una escritura entendida como único medio de comunicación con
contemporáneos y posterioridad.

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De ese cuarto no sale sino una vez, cuando ingresa al espacio de la


ciudad natal que describe sin complacencias como 'aldea atolondrada,
reproba y pretenciosa', 'ciudad de comerciantes, usureros, contrabandistas,
frailes y puteríos', 'el más grande quilombo'. Aun hay un espacio mayor,
el 'enajenable Virreinato' de las Provincias Unidas y otro imaginario, el
gran teatro del mundo donde vive Castelli una situación límite.

POSIBLES LECTURAS

Si consideramos el móvil que lleva a la autobiografía, en nuestro caso


deberíamos colocarnos en el lugar del novelista. En su actitud poética,
creativa, y en la intención reivindicativa de alguien que, a diferencia de
otros proceres contemporáneos, no pudo o no quiso asumir por escrito
su defensa. De ahí la implícita apelación al lector.
¿Cómo entonces leer una novela fundada en una amplia documentación
histórica y a la vez consciente de la imposibilidad de representar 'la
verdad'? Caben varias perspectivas. Una ideológica, en la medida en que
la impronta revolucionaria del personaje coincide con la posición política
del escritor. Pero no hay un diseño idealizador o triunfalista. Castelli es
un vencido. Sólo le quedan sueños incumplidos.
Otra lectura opondría los héroes petrificados de la historia oficial a los
personajes de una intrahistoria que se mete en la intimidad de un hombre
que no es perfecto, que no carece de claudicaciones o rencores. La capa
azul del ensueño y la esperanza contrasta con la capa roja que huele a
bosta y a sangre. Hay mucho de azaroso en el destino representado en el
'mazo de barajas españolas que el virrey [Cisneros] abre como abanico y
Castelli deshace'. Se manifiestan pasiones que, como una 'combustión
lenta y pálida' sobrecogen al personaje frente a Irene, al saber la venta de
Belén o cuando reacciona ante los desmanes de los poderosos.
La revolución es un sueño eterno es pues una autobiografía ficcional
cuya funcionalidad deberá interpretarla el lector en relación con un 'texto
global' - el de la historia argentina. Allí podrá cumplir, no un proceso de
'verificación' pero sí una confrontación e integración de versiones, porque
este discurso, que es tan imaginario como el de cualquier otra
autobiografía, develerá así su cuota de verdad y entrará a la vez en relación
con el contexto que vive cada receptor.

NOTAS
1
Andrés Rivera, La revolución es un sueño eterno (Buenos Aires: Alfaguara,
1993).
2
Hayden White, El contenido de la forma (Buenos Aires: Paidós, 1992).
Véase también Philippe Lejeune, Le pacte autobiographique (París: Seuil,

AIH. Actas XII (1995). Actas XII. AIH. Juan José Castelli y su autobiografía ... TERESITA FRUGONI DE FRITZSCHE.
Castelli y su autobiografía ficcional 203
1975).
3
Lubomir Dolezel, 'Mimesis and Poetic Worlds', Poetics Today, 9 (1988),
3.
4
Elizabeth Bruss, 'L'autobiographie considérée comme acte littéraire',
Poétique, 17 (1974), 14-26.
5
Andrés Rivera, 'Historia de una novela', Clarín, Buenos Aires, 4 de marzo
de 1993.
6
Nora Catelli, El espacio autobiográfico (Barcelona: Lumen, 1991).
7
J. Lacan, Escritos, I y 11 (México: Siglo XXI, 12a ed., 1984).
8
Jacques Derrida, La escritura y la diferencia (Barcelona: Anthropos, 1989).
9
Paul De Man, 'Autobiography as De-Facement', en The Rhetoric of
Romanticism (New York: Columbia University Press, 1984).
10
Ángel G. Loureiro, 'Direcciones en la teoría de la autobiografía', en
Escritura autobiográfica (Madrid: Visor, 1993).
11
Roland Barthes, 'El efecto de la realidad', en Lo verosímil (Buenos Aires:
Tiempo contemporáneo, 1970); Paul De Man, 'Autobiography as De-
Facement'.
12
Michel Foucault, El discurso del poder (Buenos Aires: Folios, 1983).
13
La denominación de 'vagos y mal entretenidos' fue aplicada por el
gobernador Hernandarias, a principios del siglo XVII, a individuos de
tipo gauchesco que vivían del sustento que les proporcionaban las
vaquerías.
14
Historia y ficción a menudo se entrecruzan, la literatura apoyándose en
hechos históricos, la historia acudiendo a la tramatización lingüística.
Sobre este último punto, véase Djelal Kadir, 'Historia y novela,
tramatización de la palabra', en Historia y ficción en la narrativa
hispanoamericana (Caracas: Monte Ávila, 1984).
15
El proceso seguido al doctor Juan José Castelli, su conducta pública y
militar desde que fue nombrado representante hasta después del
Desaguadero, en los años 1811-1812, se encuentra documentado en la
Biblioteca de Mayo, XIII (Buenos Aires, 1962), 11.497-850.

AIH. Actas XII (1995). Actas XII. AIH. Juan José Castelli y su autobiografía ... TERESITA FRUGONI DE FRITZSCHE.

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