0718 0012 Iusetp 24 02 00469
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469 - 512
ISSN 0717 - 2877
Universidad de Talca - Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
La evolución de la custodia unilateral conforme a los principios de interés superior del niño
Rodrigo Barcia Lehmann
99
Rodrigo Barcia Lehmann**
Resumen
El presente trabajo aborda cómo los principios de interés superior del niño, en un comienzo, y, de
corresponsabilidad, de forma posterior, han ido modificando las formas de custodia unilateral. Así,
el Derecho ha evolucionado desde formas judiciales de custodia unilateral a favor, del padre, y
luego a favor de la madre, a formas de asignación unilateral regidas por los susodichos principios.
El presente trabajo destaca que, dada nuestra regulación, el establecimiento de deberes/facultades
específicos para el padre no custodio obedece a un imperativo legal que lamentablemente, y
a pesar de la Reforma de la Ley Nº 20.680, no se está cumpliendo. Para el establecimiento de
facultades/deberes del padre no custodio los tribunales deben recurrir a la regulación estatutaria
de infancia, concretizando estas facultades/deberes a través de la RDR.
Abstract
The present work deals with how the principles of the best interest of the child, in a beginning,
and, of co-responsibility, of a later form, have been modifying the forms of unilateral custody. Thus,
law has evolved from unilateral judicial custody in favor of the father, and then in favor of the
mother, to forms of unilateral allocation governed by the aforementioned principles. The present
work emphasizes that, given our regulation, the establishment of specific duties/powers for the
non-custodial parent obeys a legal imperative that unfortunately, and despite the Reform of Law
No. 20,680, is not being fulfilled. For the establishment of faculties/duties for the non-custodial
parent, the courts must resort to statutory regulation of childhood, concretizing these faculties/
duties through the direct relationship and regulate.
Palabras clave
Cuidado personal, relación directa y regular, igualdad de los
padres, interés superior del niño y guarda y custodia
*
El presente artículo forma parte de la investigación titulada: “Facultades y deberes del padre no
custodio”, Proyecto Fondecyt Nº 1150454, 2015-2016. Mi especial agradecimiento a Flavia Urqueta
Sánchez, ayudante de investigación de la UFT.
**
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, MBA Economía y Dirección Internacional de Empresas,
MEDI, Universidad Autónoma de Madrid, 1997; European Master in Law and Economics, Complutense
y Hamburg Universität, 1998 y Doctor en Derecho Civil, Universidad Complutense de Madrid, 2002.
Profesor titular, Facultad de Derecho, Universidad FinisTerrae. Correo electrónico: [email protected].
Key words
Child custody, direct relationship and regulate, equality of
parents, the best interests of the child and custody
I. Introducción
Los países que han adoptado sistemas de responsabilidad parental compar-
tida, o incluso de custodia compartida, en su momento establecieron regímenes
de asignación de facultades y derechos de filiación a favor del padre y luego
a favor de la madre1. Y como estadio intermedio, entre ambos extremos, estos
regímenes, en su mayoría, otorgaron al padre no custodio primero por vía ju-
risprudencia y, luego, mediante reformas legales, deberes/facultades exclusivos,
conforme al principio de igualdad de los padres2, como una forma de manifes-
tación del principio del interés superior del niño. El establecimiento de deberes/
facultades exclusivos para el padre no custodio en los hechos condujo a que
estos regímenes fueran evolucionando hacia regímenes de corresponsabilidad
1
En este trabajo se rehúye la utilización de la expresión deberes-facultades que, aunque más exacta,
no se refiere al tema del presente artículo: determinar las facultades y derechos tienen los padres no
custodios, conforme al interés superior. Para una terminología adecuada como regla general en la materia
se debe recurrir a las nociones de deber –que se ve representado fundamentalmente por el deber de
cuidado de los padres respecto de sus hijos–, derecho o privilegio –que representa el derecho de crianza
y educación preferente de los padres respecto de sus hijos– y responsabilidad –que es contrario a la
discrecionalidad en las facultades y derechos de los padres respecto de sus hijos–. Espejo (2016), p. 209.
La referencia a las facultades y derechos de los padres con relación a los hijos recibe distintos nombres
en los distintos ordenamientos jurídicos. En el presente trabajo se recurre a la terminología propia
de cada país, que no coincide necesariamente con la nuestra. El ejemplo más evidente de ello es la
patria potestad, que entre nosotros atiende a los aspectos patrimoniales, pero en el Derecho español
y en el francés, antes de ser dejada sin efecto, afecta y afectaba aspectos patrimoniales y personales.
2
No es del caso tratar acá la igualdad entre los padres, como un principio de derecho de la infancia
por cuanto nuestra doctrina hace tiempo viene ocupándose de ello. La igualdad entre los cónyuges ya
era el principio inspirador de la Ley Nº 18.802, que como destacara Merino terminaría con la potestad
marital, que regulaba el exartículo 132 del CCch. Veloso sería una de las primeras autoras en tratar
la no discriminación relacionada con la igualdad, señalando que: “por ello además de los cambios
legislativos a que están obligados los Estados, se exige asumir programas y políticas activas con el
propósito de lograr la igualdad”. En torno a la igualdad, como principio rector del Derecho de familia,
Domínguez señala que: “a ella pertenece también la paulatina igualación de los derechos de los padres
respecto de sus hijos que, en el hecho, ha supuesto una mejora de la situación jurídica de la madre
en cuanto ha atenuado, incluso suprimido, la antigua potestad paternal”. A su vez, Corral entiende
que uno de los sustentos de la Reforma de la LPG era la igualdad entre hombres y mujeres, como se
aprecia de la derogación del adulterio penal y la equiparación entre el adulterio civil del marido y
de la mujer. Y Lepin agrega, siguiendo a la doctrina española, que el Derecho de familia ha mutado
desde un Derecho eminentemente jerárquico a uno igualitario y asociativo. Merino (1990), pp. 9-10;
Veloso (1998), p. 42; Domínguez (2005), pp. 211-212; Corral (2007), p. 25 y Lepin (2014), pp. 24-40.
3
La referencia a las facultades y derechos de los padres con relación a los hijos recibe distintos nombres
en los distintos ordenamientos jurídicos. En el presente trabajo se recurre a la terminología propia
de cada país, que no coincide necesariamente con la nuestra. El ejemplo más evidente de ello es la
patria potestad, que entre nosotros atiende a los aspectos patrimoniales, pero en el Derecho español
y en el francés, antes de ser dejada sin efecto, afecta y afectaba aspectos patrimoniales y personales.
En este trabajo se rehúye la utilización de la expresión deberes– facultades, que aunque más exacta,
no se refiere al tema del presente artículo: determinar las facultades y derechos tienen los padres no
custodios, conforme al interés superior. Para una terminología adecuada como regla general en la
materia se debe recurrir a las nociones de deber –que se ve representado fundamentalmente por el
deber de cuidado de los padres respecto de sus hijos–, derecho o privilegio –que representa el derecho
de crianza y educación preferente de los padres respecto de sus hijos– y responsabilidad –que es
contrario a la discrecionalidad en las facultades y derechos de los padres respecto de sus hijos–. Ver:
Espejo (2016), p. 209.
derechos y facultades para uno de los padres, en principio a favor del padre y
luego de la madre, hacia sistemas de custodia conjunta o cuidado compartido.
4
Así, Guilarte señala que en España: “…el artículo 159 del Código Civil, en relación con la guarda y
custodia, establecía que, si los padres viven separados y no decidieren de común acuerdo, los hijos e
hijas menores de 7 años quedarían al cuidado de la madre, salvo que el juez por motivos especiales
proveyere de otro modo. Este proyecto, discriminatorio para los padres de los hijos e hijas menores
de 7 años, fue modificado por la Ley Nº 11/1990, de 15 de octubre de Reforma del Código Civil en
aplicación del principio de no discriminación por razón de sexo que le dio la redacción actual y que
suprime el criterio legal de atribución de la guarda a la madre, si se trata de hijos menores de 7 años.
El Código Civil español limitaba la coparentalidad en el ejercicio a los supuestos de convivencia y
para las situaciones de ruptura preveía el ejercicio exclusivo de la patria potestad que correspondía
al progenitor en cuya compañía quedaban los hijos, con lo que se pretendía asegurar la unidad de
dirección y preservar a los menores de posibles conflictos. Este esquema legal no responde a la nueva
realidad familiar, caracterizada por un número creciente de divorcios y la normalización social de las
rupturas, ya no se trata de mantener a los menores alejados del conflicto, sino de garantizar su derecho
a relacionarse y a ser educado por sus dos padres”. Guilarte (2014), pp. 21-22.
5
Guilarte se refiere a estos criterios históricos en España en los siguientes términos: “a lo largo de los
años, el interés del menor se ha personificado en distintos criterios que facilitaban la adopción del sistema
de guarda y custodia. Así, y sin ánimo de exhaustividad pueden citarse: a) La preferencia de la madre
para el cuidado de los hijos de corta edad: la madre por el hecho de serlo está mejor cualificada que
el padre para atender el cuidado de los hijos pequeños, de manera que se atribuirá la guarda a aquélla,
9
El presente trabajo se detiene en el sistema español dada su similitud con el sistema chileno, por cuanto
en ambos se atribuye el cuidado personal (Chile) o la guarda y custodia (España) por regla general de
forma indistinta, y ambos ordenamientos jurídicos establecen mecanismos que permiten que el padre
no custodio tenga un rol activo y equitativo en la crianza y educación de los hijos.
10
Picontó (2012), p. 59.
11
El antiguo artículo 159 del CCE contemplaba una atribución directa del cuidado de los hijos
menores de siete años a la madre, salvo que el juez por motivos especiales estableciera lo contrario.
Naturalmente que a la vuelta de la democracia en España se discutió su constitucionalidad. A favor
de la constitucionalidad de dicha disposición se indicaba que su objetivo era no separar a la madre
de los hijos en la etapa de lactancia, y no era fijar directamente un criterio de asignación de la guarda
y custodia. Lathrop señala que en la Ley Nº 11/1990, en la redacción que le dio al artículo 159 del
CCE, entregó la decisión sobre el cuidado de los hijos al juez, sin supeditarla a la edad de los niños,
tras oírlos, si tienen suficiente juicio, y, en todo, caso si fuesen mayores de doce años. La autora agrega
que esta Reforma no introduce ninguna originalidad a la forma de asignación del ejercicio de la patria
potestad, por cuanto “conforme al actual párrafo cuarto del art. 92 del CC, los padres pueden acordar
en el convenio regulador o el juez decidir, en beneficio de los hijos, que la patria potestad sea ejercida
total o parcialmente por uno de los cónyuges”. Lathrop (2008a), p. 96.
la madre. Criterio que fue suprimido por el artículo 76 de la LMC que suprimió el
término “siempre”12. La Reforma de la Ley Nº 17.711 estableció que la preferencia
materna quedaba descartada ante “causas graves”. La Ley Nº 23.515 modificó el
concepto de “causa grave” por las causas “que afecten el interés del menor”. La
jurisprudencia y doctrina argentinas se plantearon los límites al ejercicio paterno
de los derechos de filiación recurriendo a la noción de abuso del Derecho. Esta
noción permitió revisar decisiones de los padres contrarias al interés del menor
frente a casos en que un padre exigía el reintegro de una hija para ayudarle en
un negocio, o la negativa del padre custodio a que el menor se relacione con sus
abuelos13. En este sentido es clarificadora la jurisprudencia argentina, que antes
de las reformas precedentes, era criticada por la doctrina al atribuir la tenencia
de los hijos a la madre; pero al menos se respetaba el interés superior del niño al
otorgarle contenido a las facultades y derechos del padre no custodio14.
El Código Civil chileno, al tiempo de su promulgación, establecía en el exar-
tículo 223 que a la madre divorciada, haya dado o no motivo al divorcio, toca el
cuidar personalmente de los hijos menores de cinco años, sin distinción de sexo,
y de las hijas de toda edad15. Y agregaba que, sin embargo, no se le confiará el
cuidado de los hijos, cuando por su depravación sea de temer que se perviertan,
lo que se presumirá, si ha sido el adulterio de la madre lo que ha dado lugar al
divorcio16. La Ley Nº 18.802 estableció que a la madre le correspondía el cuidado
de todos los menores, cualquiera que fuese su sexo, salvo depravación. Estas re-
glas fueron modificadas levemente, sin un mayor debate, por la LF, que derogó la
12
Polakiewicz (1998), p. 170.
13
Zannoni (1989), pp. 693-694.
14
De esta forma es posible consultar los fallos de la Capel. CC Morón, Sala II, 1/6/82, “E.D.”, t. 19,
pág. 958, sum. 64 y CNC iv, Sala B, 29/5/84, “L.L.”, 1984-D, p. 25. Polakiewicz (1998), p. 175.
15
En España en la atribución de la guarda y custodia se ponderaba la culpabilidad de los cónyuges en
la ruptura y la edad y sexo de los hijos. La edad fue un criterio a considerar en la nulidad (exartículo
70 del CCE), que se extendería a la separación, mediante una Ley de 1958. El Código Civil además
asignaba el cuidado personal del hijo, recurriendo a criterios como la buena o mala fe –en el evento
de la nulidad (exartículo 70 del CCE)– y la culpa, en el caso de la separación matrimonial (antiguo
artículo 73.2º del CCE). De este modo, el Código Civil español, influenciado por las Siete Partidas,
distinguía en cuanto a la edad y sexo de los hijos y a la mala fe y la culpa de los padres en la nulidad
o la separación, respectivamente. Lathrop (2008a), p. 58.
16
A su vez, las normas que regulaban el cuidado de los hijos han variado modificadas en varias ocasiones
desde la promulgación del CCch. De este modo, bajo la vigencia del CCch, el cuidado de los hijos
correspondía a la madre, excepto en lo que respecto a los hijos varones mayores de cinco años que
pasaban a estar al cuidado del padre. El fundamento de estas distinciones estaba en que los hijos en su
temprana edad requieren del cuidado de la madre. Sin embargo, los hijos varones debían seguir el ejemplo
paterno. Las Leyes Nº 5.680/35 y Nº 10.271/52 siguieron el mismo criterio del CC, pero aumentaron la
edad del hijo varón para estar al cuidado paterno, la primera a diez años y la segunda a catorce años.
17
Esta regla, denominada como preferencia materna, se intentó modificar en el Congreso en la discusión
de la LF, lamentablemente sin ningún éxito. Lathrop (2010b), p. 151.
18
Sara Rodríguez se inclinaba, antes de la declaración de inaplicabilidad por inconstitucionalidad de
la regla del exartículo 225.3° y de la derogación del exartículo 225.1° y 3°, por la constitucionalidad
de asignación supletoria legal y judicial calificada a la madre. En lo que toca a su constitucionalidad,
la referida autora señala que: “recapitulando, entonces, puede afirmarse que las objeciones de
constitucionalidad de la preferencia materna no pueden apoyarse en la regla constitucional que prohíbe
diferencias arbitrarias: es una regla supletoria de la voluntad de los padres que no confiere a la madre
derecho subjetivo alguno, sino una función o un deber de los que no está privado el padre y que no
impide la modificación judicial de la atribución legal en función del interés del niño. La preferencia
materna tampoco ofende el interés del hijo. Al contrario, evita litigios y la excesiva judicialización de
los conflictos de los padres sobre el cuidado personal de sus hijos y favorece los acuerdos. Todo lo cual
no quiere decir que esta regla no admita otras formulaciones, como las que existieron en el Derecho
chileno hasta la reforma de la Ley Nº 18.802 de 1989”. Rodríguez (2009), p. 564.
19
Ver fallos de la CS (de fecha 24 de junio del 2010 y 16 de agosto del 2010, respectivamente, y
corresponden a los autos roles Nº 608-2010 y 4.372-2010) que acogen recursos de casación en el
fondo contra sentencias pronunciadas por las CA de Santiago y Antofagasta, respectivamente.
20
Para Gregorio Delgado, aceptar que la madre es la más idónea –con relación al padre– se torna en
un principio doctrinario del feminismo de género, sin bases científicas que documenten una aptitud
específica de la mujer relacionada con la función que está llamada a desarrollar en los primeros
meses y años del hijo; y agrega que si se formulan fundamentos científicos es sólo porque sirven en
la lucha de género, permitiéndole a la mujer una ventaja económica frente al padre al momento de
organizar la ruptura. No obstante, no niega la importancia de la madre en los primeros años de vida
del hijo, pero tampoco desconoce la necesaria presencia del padre. En su versión más jurídica, Carlos
Villagrasa señala que el feminismo sostiene que la custodia compartida oculta cuestiones económicas
y patrimoniales relacionadas con la vivienda familiar y la pensión alimenticia, y que en realidad no
tiene sustento en la pretendida cooperación entre hombres y mujeres. Finalmente, los hijos siguen al
cuidado de las mujeres, lo que incide en incrementar aún más la feminización de la pobreza. Delgado
(2010), pp. 43-44 y Villagrasa (2012), pp. 89-90.
21
En todo caso esta jurisprudencia fue un avance, por cuanto permitió proteger eficazmente a los niños
respecto de las madres que, sin recaer en una causal de inhabilidad, estaban afectando el bienestar
de sus hijos.
22
El TC, mediante sentencia de veinte de noviembre de dos mil doce, declaró constitucional la regla del
exartículo 225.3° del CCch; pero a lo menos se contó con los votos de minoría por una parte por el ministro
Raúl Bertelsen y, por la otra, por los ministros Marcelo Venegas y José Antonio Viera Gallo. El primero
de los votos disidentes señaló, en el considerando 3°, que la regla de atribución del cuidado personal
al padre contenida en el artículo 225.3° del CCch “resulta excesivamente onerosa y desproporcionada
pues exige la ocurrencia de circunstancias tan altas y calificadas que constituyen una diferencia de trato
que cabe calificar de arbitraria y que no tiene amparo en la Constitución”; agregando que la referencia a
que la asignación al padre sea indispensable para el interés del hijo, pero en atención al únicamente por
maltrato, descuido u otra causa calificada “impide al juez, si no concurren estas circunstancias, confiar
al padre el cuidado de los hijos aunque fuere simplemente beneficioso de acuerdo a las circunstancias
del caso” para, finalmente, en el considerando 4°, resolver que ”tal diferencia de trato entre el padre y
la madre, excede lo que es lícito hacer al legislador conforme a la garantía constitucional de igualdad
ante la ley, puesto que no puede calificarse de razonable o justificada, máxime si la Carta Fundamental,
específicamente señala que <<hombres y mujeres son iguales ante la ley>>, por todo lo cual debiera
declararse la inaplicabilidad de la norma impugnada”. El segundo voto disidente, de los ministros
Marcelo Venegas y José Antonio Viera Gallo, en su considerando 12° falla que “esta regla de atribución
judicial del cuidado de los hijos de padres separados, aunque declara velar por el interés del niño, en
la práctica exige para su aplicación atender a consideraciones de otra naturaleza: Primero, a una virtual
inhabilitación moral del padre o madre que perderá el cuidado, pues habrá de acreditarse que hubo,
de su parte, maltrato, descuido u otra causa calificada que haga indispensable la separación de su hijo.
Y luego, escrutar si el padre o madre que ahora puede ofrecer buen trato y cuidado al niño en peligro,
contribuyó o no a la mantención del hijo mientras estuvo al cuidado del otro padre, pudiendo hacerlo”,
y agrega, en el considerando 13°, que “no sólo es inconstitucional, sino que resulta contraria al sentido
común una regla que, supuestamente concebida para proteger el interés del niño, lleva, en la práctica, al
extremo de obligar a un padre a invocar la inhabilidad moral de la madre de su hijo, como único motivo
plausible para obtener la custodia del niño, cuando cree que estará mejor a su cuidado (…) Una regla
que lleva a este extremo no sólo es contraria a la igualdad sino que atenta contra la dignidad humana
y, por cierto, en contra del interés superior del niño”. Como sustento del precedente voto de minoría
se citan los artículos 3.1°, 9º y 12 de la CDN, 16 de la LTF e incluso sentencias del propio TC chileno,
referente al interés superior del niño como principio medular del ordenamiento jurídico (roles Nº s. 465,
786, 1537, 1656 y 1683). Ver: http://www.tribunalconstitucional.cl/wp/ver.php?id=2593.
23
A este respecto es conveniente traer a colación las palabras de Delgado, que señala: “… no me resisto
a transcribir una valoración –que comparto– de la Juez María Sanahuja. Dice así: <<si queremos superar
el modelo de la caverna –él caza, ella se ocupa de la prole– crecer profesionalmente y enriquecer
a nuestros hijos, la custodia compartida tiene que ser nuestro modelo>>”. Delgado (2010), p. 205.
24
La sentencia del TC, de 30 de mayo del 2013, rol Nº 2306-12-INA, acogió parcialmente un
requerimiento de inaplicabilidad por inconstitucionalidad presentado por Luis Palma Bustamante
respecto del exartículo 225.1° (asignación legal supletoria a la madre) y 3° (asignación calificada al
padre) del Código Civil, en los autos sobre alimentos de que conoció el Segundo JF de San Miguel, bajo
el RIT Nº C-1303-2012, RUC 12-2-0181864-6. Y, a este respecto, resolvió: “que se acoge parcialmente
el requerimiento de inaplicabilidad deducido a fojas 1, solo en cuanto se declara la inaplicabilidad
de la frase que <<cuando el interés del hijo lo haga indispensable, sea por maltrato, descuido u otra
causa calificada”, contenida en el artículo 225 del Código Civil>>”. Los incisos precedentes eran del
siguiente tenor: “Artículo 225.- Si los padres viven separados, a la madre toca el cuidado personal de
los hijos” (inciso 1°) y “en todo caso, cuando el interés del hijo lo haga indispensable, sea por maltrato,
descuido u otra causa calificada, el juez podrá entregar su cuidado personal al otro de los padres. Pero
no podrá confiar el cuidado personal al padre o madre que no hubiese contribuido a la mantención
del hijo mientras estuvo bajo el cuidado del otro padre, pudiendo hacerlo” (inciso 3°).
Esta sentencia acoge el requerimiento parcialmente fundado en la garantía de igualdad ante la ley
(los fundamentos del recurso son los artículos 12, 14, 16 y 18 de la CDN). Los argumentos con que la
madre demandada de cuidado personal evacúa el traslado son absolutamente claros a este respecto.
En este sentido, la recurrida se defiende alegando que: “…en el mundo animal es la hembra la que cría
y alimenta, que el cuidado personal para la madre no es un privilegio ni un acto discriminatorio”, y
agrega el TC, respecto de la defensa de la madre, que: “a continuación se refiere a la igualdad ante la
ley, señalando que tiene elementos formales y materiales, debiendo tratarse diferente a los desiguales,
en el marco del principio de proporcionalidad, por lo que las excepciones a reglas generales no son
per se un atentado a la igualdad, ya que hipótesis de hecho diferentes se tratan de manera diferente”.
El TC desechó la inaplicabilidad respecto del ex art. 225.1°, por dos razones. La primera es que en
concreto el cuidado personal se radicó en la madre por acuerdo de los padres, y no por aplicación
de la referida norma. La segunda, se refiere al fondo y se inclina por la constitucionalidad del referido
inciso, resolviendo que: “…así, cabe concluir que: la regla de atribución preferente a la madre del
cuidado personal de los hijos no representa, por sí misma, una vulneración a la garantía de igualdad
ante la ley, pues aunque introduzca una diferencia de trato entre la madre y el padre, la misma tiene
justificación en la realidad social de nuestro país. De ahí que la adopción de esta regla por el legislador
es una opción lícita, que, además, por su fácil aplicación, simplifica la solución de un problema que
muchas veces requiere de una definición urgente para no lesionar el interés superior de los niños. Por
lo demás, no se trata de una regla absoluta, desde el momento que ella puede ser alterada por acuerdo
de los padres, como también por resolución judicial dictada conforme al inciso tercero del artículo en
cuestión, lo que se analizará a continuación” (considerando 15°).
El sustento de la inconstitucionalidad del inciso 3° para el TC, se basa en lo siguiente: “que, por lo expuesto,
puede apreciarse que la aplicación en el caso que nos ocupa del inciso tercero del artículo 225 del Código
Civil, produce una diferencia de trato que excede lo que es lícito hacer al legislador conforme a la garantía
constitucional de igualdad ante la ley, la que sólo admite la diferencia que pueda calificarse de razonable o
justificada, máxime si la Carta Fundamental, específicamente señala que <<hombres y mujeres son iguales
ante la ley>>, por todo lo cual debe declararse la inaplicabilidad del inciso tercero del artículo 225 del
Código Civil, únicamente respecto de la frase que dice <<cuando el interés del hijo lo haga indispensable,
sea por maltrato, descuido u otra causa calificada>>, y así se declarará” (considerando vigésimo primero).
Para finalizar existen tres votos de minoría. El primero es una prevención, el segundo está por desechar
la inconstitucionalidad parcial y el tercero está por declarar también la inconstitucionalidad del inciso 1°
(Carmona, García y Brahm). Ver: file:///C:/Users/rbarcia/Downloads/2779.pdf.
25
Gregorio Delgado señala que es contrario al hecho de que sea uno de los progenitores quien ostente
la patria potestad –habitualmente la mujer y madre– pues: “origina de hecho la marginación del varón/
padre y perjudica, a la corta y a la larga, a los menores (vacío afectivo)”, debiendo ser reservada a
ambos progenitores. Delgado (2010), p. 235.
2. El principio del interés superior del niño como una forma de articular un
sistema de custodia conjunta (aplicación del principio de igualdad de los
padres): Extensión de la participación progresiva del padre no custodio en la
crianza y educación de los hijos (aplicación de la corresponsabilidad)
No cabe la menor duda de que el principio del interés superior del niño ha
sido la piedra angular sobre la cual se ha construido el actual Derecho de la
26
Una sentencia del TC, de 16 de junio del 2015, rol Nº 2.699-2014, rechazó un recurso de
inconstitucionalidad en contra del inciso 3° del artículo 225 CCch. Y en torno a lo que nos interesa
resolvió que la corresponsabilidad no faculta al juez para decretar el cuidado personal con oposición,
por cuanto se trata de instituciones diferentes; y que es la RDR la llamada a hacer efectiva la
corresponsabilidad (cons. 6° y 7°).
27
Para Polakiewicz las numerosas demandas por alimentos son prueba suficiente de ello. Polakiewicz
(1998), p. 171.
28
En Argentina Polakiewicz nos señala con claridad, respecto a la regulación que precede al reciente
Código Civil Argentino, que: “con independencia de la evaluación de los criterios para la atribución
de la tenencia de los hijos, cabe una consideración respecto del significado propio de la atribución
de la tenencia a uno de los progenitores, como concesión de una facultad o un poder a uno de ellos
en detrimento del otro. La influencia de esta decisión judicial, aun antes de que ésta se produzca,
es determinante de la organización de las relaciones de poder en la familia, sobre todo en la pareja
parental. Polakiewicz (1998), p. 171.
29
Como destaca De la Válgoma, la idea del interés del niño se puede encontrar hacia fines del siglo
XVI, pero cobró fuerza en los siglos XVIII y XIX. Dicho principio se consagraría por primera vez en
la Guardianship of Infants Act, que hizo del bienestar del niño la primera y suprema consideración,
convirtiendo en ley lo que sólo era un compromiso moral de los padres. El principio se universalizó
con la Convención de Derechos del Niño. De la Válgoma (2013), p. 73.
30
Roca defiende la teoría de que la determinación del interés del menor estaría en la defensa de los
derechos fundamentales. La referida autora señala que todo el derecho de familia tiene esa eficacia, y,
por tanto, promueve los derechos fundamentales de los miembros del grupo familiar, no los de la familia
como tal. De la Válgoma, citando a Roca Trías, sostiene que el interés del menor se reconoce a través
de dos sistemas: identificándolo en situaciones incluidas en el concepto general y que proporciona al
juez una guía al tomar decisiones que afectan al menor, o introduciendo una cláusula general en la
que sólo se impone la necesidad de actuar en interés del menor, sin darle un contenido concreto. Este
último sistema es el elegido por prácticamente todo el derecho continental. De la Válgoma (2013), p. 81.
Igual fenómeno es percibido en Argentina. Así, para Herrera, el final del siglo pasado se caracteriza
por la democratización de las relaciones de familia y la autonomía de los miembros de la familia.
Herrera (2015), p. 597.
31
Los tribunales no deben hacer una aplicación descontextualizada del principio del interés superior
con relación a otros derechos fundamentales. En este sentido es conveniente recordar el reproche que
le hizo a Chile la CIADH, en el fallo de fecha 24 de febrero de 2012, autos “Atala Riffo y niñas vs.
Chile”. La crítica fundamental de la sentencia de la CIADH fue que, aunque el interés concreto de las
niñas sea evitarles el sufrimiento de la discriminación porque su madre tenía una pareja del mismo
sexo, no se puede soslayar que dicha forma de entender el interés superior del niño era discriminatoria
por razones de sexo. La CIADH, en su considerando 121º, resuelve que: “…en cuanto al argumento
de que el principio del interés superior del niño puede verse afectado por el riesgo de un rechazo por
la sociedad, la Corte considera que un posible estigma social debido a la orientación sexual de la
madre o el padre no puede considerarse un <<daño>> válido a los efectos de la determinación del
interés superior del niño. Si los jueces que analizan casos como el presente constatan la existencia
de discriminación social es totalmente inadmisible legitimar esa discriminación con el argumento de
proteger el interés superior del menor de edad. En el presente caso, el Tribunal resalta que, además,
la señora Atala no tenía por qué sufrir las consecuencias de que en su comunidad presuntamente las
niñas podrían haber sido discriminadas debido a su orientación sexual”. Ver: http://www.corteidh.or.cr/
docs/casos/articulos/seriec_239_esp.pdf (consultado el 9 de mayo de 2012).
de los padres con relación a los hijos. Naturalmente que es ésta la vertiente en
que se analiza el principio del interés superior en el presente trabajo, por cuanto
plantea la necesidad de construir facultades y deberes del padre no custodio.
La Reforma de 2013 reformó la forma de asignar el cuidado personal respecto
de los padres que estén separados y en caso que no haya mediado acuerdo entre
ellos. Al respecto se estableció en el artículo 225.4° a 6° del CCch, que: [e]n
cualesquier de los casos establecidos en este artículo, cuando las circunstancias
lo requieran y el interés superior del hijo lo haga conveniente, el juez podrá
atribuir el cuidado personal del hijo al otro de los padres, o radicarlo en uno
solo de ellos, si por acuerdo existiere alguna forma de ejercicio compartido.
Lo anterior debe entenderse sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 226.
En ningún caso el juez podrá fundar exclusivamente su decisión en la ca-
pacidad económica de los padres.
Siempre que el juez atribuya el cuidado personal del hijo a uno de los pa-
dres, deberá establecer, de oficio o a petición de parte, en la misma resolución,
la frecuencia y libertad con que el otro padre o madre que no tiene el cuidado
personal mantendrá una relación directa y regular con los hijos, considerando
su interés superior, siempre que se cumplan los criterios dispuestos en el artículo
229”. A su vez, los artículos 234.2° y 242.2°del CCch contemplan un deber
de resguardo para el juez, oponible a cualquiera que pudiere o menoscabare
al menor. El criterio fundamental para la asignación del cuidado personal y la
consagración de las facultades y derechos del padre no custodio será el bienestar
del hijo, conforme al cual los padres podrán solicitar al juez que determine lo
más conveniente para su vida futura. Este principio también se consagra en los
artículos 3.1°, 27.2°, 54.1°, Nº 5 y 6, y 85.2° de la LMC y 105, letra e) de la LTF.
La doctrina ha señalado que el interés superior del niño es una expresión
superlativa, que hace que este interés deba ser preferido sobre otras conside-
raciones, sobre todo en lo que se refiere a los derechos fundamentales de la
infancia32. Sin embargo, como los derechos fundamentales deben ser ponderados
respecto de otros derechos fundamentales, en los casos en que se produce un
conflicto, la máxima precedente es sólo una regla general.
En Argentina, antes de la promulgación del CC y C, la titularidad de la pa-
tria potestad correspondía a ambos padres, aun cuando estén separados, y la
tenencia, se asignaba a uno de los padres (exartículo 264.2° e 5° CCiv). Al otro
32
Así se puede consultar a Javier Barrientos, que señala que los derechos fundamentales del niño
deben prevalecer sobre cualquier otra consideración. Para el referido autor, siguiendo a Peña, el
interés superior –al que hace referencia nuestra legislación– se centra en “el respeto de los derechos
fundamentales de los niños, con la limitación de su <<estado de maduración>>, por sobre cualquier
otro <<interés>>”. Barrientos (2011), pp. 115 y 116.
33
En este sentido se puede consultar a Cataldi: “se infiere implícitamente de este texto un resultado
poco razonable: uno tiene el derecho-deber de educar al hijo y el padre no guardador sólo puede
vigilar desde afuera el modo en que es ejercido, como si fuera un extraño. Esta comprensión contradice
la idea de participación y colaboración e implica para el hijo una pérdida que vulnera su derecho a
ser cuidado y educado por ambos padres (arts. 7° y 18 de la CDN). De ordinario, es la madre la que
toma a su cargo el cuidado del hijo, pues a ella se le adjudica, generalmente, la guarda de los hijos,
ya sea por acuerdo de los padres o por decisión judicial. El sistema legal argentino, que otorga el
ejercicio de la responsabilidad parental sólo al padre a quien se le ha conferido <<la tenencia>>, ha
sido juzgado por una gran parte de la doctrina nacional como contrario a la igualdad de derechos y la
adecuada equivalencia de responsabilidades de los progenitores en la crianza y educación de los hijos
asegurado en diversos tratados de derechos humanos, que en nuestro país tienen rango constitucional
(en especial, la Convención sobre Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer,
arts. 5.b y 16.d y CDN, art. 18.1)”. Cataldi (2015), p. 3.
34
Medina (2014), p. 2 y Cajigal (2016), p. 291.
Las normas que regulan esta figura en caso de desacuerdo entre los padres son las siguientes:
“rt. 640 [Figuras legales derivadas de la responsabilidad parental].
Este Código regula: a) la titularidad y el ejercicio de la responsabilidad parental (…)”.
“art. 641 [Ejercicio de la responsabilidad parental].
El ejercicio de la responsabilidad parental corresponde: (…)
b) en caso de cese de la convivencia, divorcio o nulidad de matrimonio, a ambos progenitores. Se
presume que los actos realizados por uno cuentan con la conformidad del otro, con las excepciones del
inciso anterior. Por voluntad de los progenitores o por decisión judicial, en interés del hijo, el ejercicio
se puede atribuir a sólo uno de ellos, o establecerse distintas modalidades (…)”.
“art. 642. [Desacuerdo].
En caso de desacuerdo entre los progenitores, cualquiera de ellos puede acudir al juez competente,
quien debe resolver por el procedimiento más breve previsto por la ley local, previa audiencia de los
progenitores con intervención del Ministerio Público.
Si los desacuerdos son reiterados o concurre cualquier otra causa que entorpece gravemente el ejercicio
de la responsabilidad parental, el juez puede atribuirlo total o parcialmente a uno de los progenitores,
o distribuir entre ellos sus funciones, por un plazo que no puede exceder de dos años. El juez también
puede ordenar medidas de intervención interdisciplinaria y someter las discrepancias a mediación”.
Ver: http://www.scba.gov.ar/leyorganica/CCyc30/CODIGO30.html#__RefHeading__31482_628858921.
35
Notrica y Rodríguez, señalan, respecto de la referida Reforma, que: “… la reforma propuesta
adaptó la institución a las exigencias sociales y a la tendencia dominante en el derecho comparado,
al remplazarse el sistema vertical creado por el codificador, por un sistema que plantea, en términos
horizontales, la relación entre todos los miembros de la familia, fundado en principios de libertad,
38
García (2013), p. 116.
39
Por señalar algunos ejemplos, en el Estado de Maine las formas de custodia conjunta son las supletorias
y el juez puede conceder la custodia indistinta, pero dando las razones para negar la coparticipación de
los derechos y responsabilidad parentales. La Maine Revised Statutes Annotated, title 19-A; Domestic
Relations § 1653, sub-§1.a, dispone: “2. Parental rights and responsibilities; order. This subsection
governs parental rights and responsibilities and court orders for parental rights and responsibilities)”.
En Italia, por aplicación del artículo 155 del Codice, ocurre otro tanto.
40
Delgado, respecto de la interacción de los principios de igualdad de los padres e interés superior,
señala que: “… la presencia de las dos figuras parentales es prioritaria para los menores en cualquier
tipo de guarda que se arbitre. No sólo en los supuestos de custodia compartida... La necesaria referencia
a ambos padres, la efectiva contribución de ambos progenitores –rasgo vital de la vida humana– la
participación y colaboración activa de ambos padres sigue siendo una de las asignaturas pendientes en
torno al tema. (…) no existe en nuestro ordenamiento jurídico una suerte de presunción de idoneidad
–en cuanto a la guarda y custodia de los hijos– que juegue a favor de alguno de los progenitores…”.
Delgado (2010), p. 247.
41
Así, lo han entendido Cruz, Delgado y Rabadán, entre otros. Cruz señala que el interés del menor
“debe por tanto coordinarse con los demás intereses del grupo donde se inserte, por lo que no siempre
en términos absolutos podrá tener un valor prioritario”. El interés del niño, como interés primordial,
juega sobre todo en los casos de peligro para el niño o en los casos que debamos aplicar el principio
del interés superior como principio de protección de los derechos de la infancia. Un arrinconamiento
de los demás derechos de los padres naturalmente que va en perjuicio del niño. Esta tendencia, como
señala Cruz, también es reconocida por la sentencia del TCE, Nº 176/2008, de 22 de diciembre,
que resuelve: “…el criterio que ha de presidir la decisión que en cada caso corresponde adoptar al
juez, a la vista de las circunstancias concretas, debe ser necesariamente el del interés prevalente del
menor, ponderándolo con el de sus progenitores, que aun siendo de menor rango, no por ello resulta
desdeñable”. Y Delgado, a este respecto, es aún más tajante cuando se pregunta: “desde la perspectiva
del interés/beneficio de los hijos, se impone (…) una pregunta, que ya formulamos en otro momento.
Es ésta: ¿es entendible un desarrollo armónico y equilibrado del proceso de maduración personal de
los hijos sin una permanente referencia a ambos progenitores? La respuesta, a mi entender, ha de ser,
en principio, negativa. Y ello con independencia del sistema de guarda que se establezca e incluso en
el ámbito de una convivencia conyugal normal.
El interés del menor responde a situaciones más complejas que las habituales. Su tutela sólo se satisface
de modo eficaz en casos excepcionales cumplidamente acreditados, mediante una guarda atribuida
exclusivamente a uno de los padres. En principio, el contacto regular y fluido con ambos padres parece
más viable y eficaz en el desarrollo equilibrado y armónico de los hijos.
Finalmente, Rabadán señala que, en los casos de desavenencia en torno a aspectos fundamentales de
la infancia con relación al enfrentamiento entre padres e hijos, no se debe recurrir el juez, sino dejar a
la solución en el seno de la familia, o recurrir a una mediación. La intervención judicial sería el último
recurso. Cruz (2012), p. 179; Delgado (2010), p. 213 y Rabadán (2011), p. 38. En el mismo sentido
anterior se puede consultar a Linacero (2006), p. 64 y Ruisánchez (2006), p. 30.
42
En esta parte la referida Ley se hace cargo de varias sentencias (R vs United Kingsom, W vs UK y O
vs UK) del TEDH que condenaban al RU por no establecer mecanismos de ejecución de visitas contra
los organismos de seguridad social y respecto de los padres no matrimoniales.
43
A raíz de las modificaciones a la Children Act 1989, los autores se hacen cargo del debate de variados
temas que son resueltos por las Cortes en los siguientes sentidos: “El contacto entre padre e hijo es
un elemento fundamental de la vida familiar y es, prácticamente siempre, en el interés del menor;
el contacto entre padre e hijo debe terminar sólo en circunstancias excepcionales, en que existen
razones convincentes para hacerlo y cuando no hay alternativa. El contacto se debe terminar sólo si es
perjudicial para el bienestar del menor; existe una obligación positiva del Estado, y por consiguiente
del juez, de tomar medidas para mantener y reconstituir la relación entre padre e hijo, en definitiva,
para mantener o restablecer el contacto. El juez tiene un deber positivo de procurar promover el
contacto. El juez debe lidiar con todas las alternativas disponibles antes de abandonar la esperanza
de lograr algún tipo de contacto. El juez debe ser cuidadoso de no llegar a una decisión prematura, el
contacto debe detenerse sólo como último recurso y sólo una vez que ha quedado claro que el menor
no se beneficiará de continuar con el intento. La Corte debe considerar tanto una visión de mediano
como de largo plazo y no otorgar un peso excesivo a lo que probablemente parezca ser un problema
transitorio o de corto plazo; la pregunta clave, que debe hacerse el juez es si ha tomado todos los
pasos necesarios para facilitar el contacto, como puede ser razonablemente dadas las circunstancias
del caso particular, y todo lo anterior constituye el bienestar del menor, que debe verse reflejado en que
Esta mirada crítica al actuar del Estado con relación al Derecho de la Infancia y
a los excesivos poderes que se les otorga a los tribunales y a la Administración
es de larga data, ya era manifestada en 1971 y en 1976 en los Estados Unidos
de América44.
La visión del interés superior del niño, aislada del interés de los padres, ha
generado una fuerte crítica a la forma en que la jurisprudencia ha comprendido
este principio. Así, en España, De la Válgoma señala que muchos autores se
han mostrado críticos, no con el principio del superior interés del niño, sino
respecto de la forma en que los jueces lo vienen aplicando. De este modo cita,
entre estos autores, en Francia, a Carbonnier y Donnier; en Italia, Dogliotti y
en España, a Alonso Pérez, Gullón y Díez-Picazo45. Y ello se debe a que el
principio apela a una concepción objetiva del interés primordial de la infan-
cia, que se completa conforme a los derechos fundamentales; pero también a
una concepción más dúctil (en sentido positivo) o vaga (en sentido negativo),
respetuosa de los estándares culturales de cada sociedad. Así, no obstante la
universalidad de los derechos fundamentales, éstos deben ser considerados te-
niendo en cuenta la significación de las particularidades nacionales o locales y
sus antecedentes culturales y religiosos46. El interés superior del niño no puede
ser aplicado de la misma manera, en distintos lugares del mundo, aunque el
principio sea el mismo47.
A pesar que de lo señalado precedentemente se desprenden dos concep-
ciones del interés superior. Una que atiende a los derechos fundamentales,
comprendidos de forma universal y absoluta, y otra que atiende a las particu-
laridades de cada sociedad en la que se aplica el referido principio. En realidad
es posible complementar ambas formas de comprender el interés superior con
el interés primordial es ‘el interés del menor´ que tiene prioridad sobre cualquier otra consideración’”.
Herring y otros (2015), pp. 94-95.
44
A este respecto Foster y Freed recuerdan la opinión que el prof. Sanford N. Katz mantenía en la
década de los 70, señalando: “Professor Sanford has pointed out, most effectively, that the greatest
intrusion of government into family life has been with reference to the parent-child relationship which
most often occurs in the case of the poor”. Sin perjuicio de lo anterior, este problema es más o menos
reciente, como se desprende de lo señalado por Hafen, para el cual existe una presunción a favor
de la decisión de los padres y en contra de la intervención del Estado en los años 70. Así, el referido
autor de la opinión que: “a series of Supreme Court opinion has addressed the subject of parental
prerogatives in a number of contexts and appears to have established a strong presumption favoring
parental control, at least as against intervention from the state”. Foster y Freed (1992) (1972), pp. 6 y
346 y Hafen (1992) (1972), y pp. 619 y 127.
45
De la Válgoma (2013), pp. 137-139.
46
Alston, Parker, Eekelaar, Freeman, entre otros.
47
De la Válgoma (2013), pp. 143-144.
relación a los padres. Sin lugar a dudas, el interés superior del niño lo que bus-
ca es la mejor forma de desarrollo de los derechos de la infancia en concreto;
pero ello no significa que se pueda desconocer que ambos padres tienen un
derecho preferente en la determinación de lo que concretamente es mejor para
sus hijos, dentro de los parámetros estatutarios que da la sociedad y el Derecho.
Por ello una forma abordar esta tensión es centrarse en los derechos funda-
mentales de la infancia. En este sentido Greeven, siguiendo a Miguel Cillero,
señala que el interés superior del niño es la plena satisfacción de todos sus dere-
chos48. La correcta aplicación del principio requiere de un análisis conjunto de
todos los derechos afectados y de los que se pueden afectar por una resolución
judicial. A este respecto, Greeven señala que: “siempre ha de tomarse aquella
medida que asegure:
a) La máxima satisfacción de los derechos que sea posible.
b) La menor restricción de ellos.
c) Debiendo considerar el número de derechos afectados y su importancia
relativa”49.
Nótese que esta forma de entender el interés superior del niño, dentro de
un contexto de respeto de los derechos fundamentales y especialmente del
derecho de los padres, tiene acogida, en la Observación General Nº 14 (2013)
del Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas sobre el derecho del
niño a que su interés superior sea una consideración primordial (artículo 3º,
párrafo 1). La referida Observación indica que el interés superior del niño tiene
una triple dimensión: un derecho sustantivo, un principio jurídico interpretativo
fundamental y una norma de procedimiento. El Comité de Derechos del Niño
establece que para su aplicación al caso concreto se deben seguir dos pasos: a)
determinar cuáles son los elementos pertinentes, en el contexto de los hechos
concretos del caso, para evaluar el interés superior del niño, dotarlos de un
contenido concreto y ponderar su importancia en relación con los demás; b)
para ello, seguir un procedimiento que vele por las garantías jurídicas y la apli-
cación adecuada del derecho50. Asimismo se refiere expresamente a los padres
separados, agregando que: “el Comité reconoce la necesidad de cierto grado
48
Greeven (2014), pp. 66-67.
49
Greeven (2014), p. 65.
50
El instrumento precedente es importante por cuanto los que le siguieron guardaron relación con la
infancia comprendida en sentido asistencial y cultural, como se puede desprender de las Observaciones
Generales: Nº 15 en torno al derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud; Nº 16:
relativa a las obligaciones del Estado en relación con el impacto del sector empresarial en los derechos
del niño y Nº 17 relacionada con el derecho del niño al descanso, el esparcimiento, el juego, las
actividades recreativas, la vida cultural y las artes. Observación General Nº 14, p. 3, disponible en:
http://www2.ohchr.org/English/bodies/crc/docs/GC/CRC.C.GC.14_sp.pdf.
51
Observación General Nº 14, p. 3, disponible en: http://www2.ohchr.org/English/bodies/crc/docs/
GC/CRC.C.GC.14_sp.pdf, PP. 10-11.
52
Probert (2009), p. 250.
53
A este respecto Bromley y Lowe señalan que: “in producing what the Department of Health’s
Introduction to the Children Act 1989 describes as a ‘practical and consistent code’ the 1989 Act
embodies three fundamental changes of concept, namely, parenthood replacing guardianship as the
primary concept, ‘parental responsibility’ replacing the concept of parental rights and duties and new
powers to make residence orders rather than custody orders”. Bromley&Lowe (1992), p. 253.
ejercicio de los derechos de filiación conjunto de los padres54. Y son los padres
los que tienen un derecho preferente, con relación al Estado, para determinar la
forma de educación y los valores de los hijos55. Este es un punto de vital impor-
tancia, porque, dado el conflicto entre los padres y el interés superior del niño,
pudiera entenderse que el Estado puede optar exclusivamente por otorgar las
facultades y derechos de filiación a uno de los padres; pero dicha posibilidad,
en principio, le está vetada. El juez debe velar por que el derecho a la crianza
y educación sea conjunto. Por tanto, el reto para el juez será establecer formas
que compatibilicen dos formas de crianza y educación de los padres, aunque
ellas no sean del todo compatibles. El juez no puede recurrir al interés superior
del niño como un criterio de asignación de la crianza y educación indivisible,
por el cual la decisión se le otorga a uno de los padres. En otras palabras, el
juez al aplicar la ley debe velar por establecer mecanismos por los cuales con-
cepciones diferentes de los padres, en torno a la crianza y educación de los
hijos, sean respetadas.
El Derecho americano ha hecho un esfuerzo por separar <<lo cotidiano>>,
que puede ser conjunto o no, de los demás derechos y facultades, que necesa-
riamente son conjuntos. En este sentido se debe distinguir una custodia física
del menor, que otorga al padre ciertos derechos y facultades inherentes a lo
cotidiano, y otros aspectos que son necesariamente conjuntos y no dependen
directamente de lo cotidiano. La delimitación de este imperceptible límite es de
trascendental relevancia y su determinación es una de las labores fundamentales
de los tribunales56.
54
Bromley y Lowe traen a colación las influyentes palabras del profesor Hoggett con relación a esta
ley: “the [Act] assumes that bringing up children is the responsibility of their parents and that the
State’s principal role is to help rather than to interfere. To emphasise the practical reality that bringing
up children is a serious responsibility, rather than a matter of legal rights, the conceptual building used
throughout the [A]ct is “parental responsibility”. This covers the whole bundle of duties towards the
child, with their concomitant powers and authority over him, together with some procedural rights to
protection against interference (…) It therefore represents the fundamental status of parents”. Bromley
& Lowe (1992), p. 253.
55
A este respecto se puede consultar a Probert, que señala: “it is however important to emphasize that
the welfare of the child is not by itself sufficient to justify state intervention, reflecting another aspect of
parental responsibility, namely the privilege of bringing up one’s chi1dren without state interference.
As Baroness Hale put it in R (Williamson) v Secretary of State for Education and Employment [2005]
UKHL 5”. Probert (2009), p. 241.
56
En este sentido es destacable un fallo de la CS de New Jersey, que dispone: “under a joint custody
arrangement legal custody –the legal authority and responsibility for making <<major>> decisions
regarding the child’s welfare– is shared at all times by both parents. Physical custody, the logistical
arrangement whereby the parents share the companionship of the child and are responsible for
<<minor>> day-today decisions, may be alternated in accordance with the needs of the parties and
the children”. De Wittety otros(2005), p. 480.
57
García destaca los buenos resultados que generó en la sociedad francesa la Reforma de 1987.
García (1997), p. 167.
58
La Ley de 23 de diciembre de 1985 establecería un régimen más igualitario para la administración
de los bienes del hijo. Terré y Fenouillet (2005), pp. 962-968.
59
Ver: https://www.legifrance.gouv.fr/affichCode.do?idArticle=LEGIARTI000006426462&idSectionTA
=LEGISCTA000006136194&cidTexte=LEGITEXT000006070721&dateTexte=20160310[sitio visitado
el 8 de marzo del 2015].
60
Ver:http://legifrance.org/affichTexte.do;jsessionid=E4C4C3BBB8415D422759BE137FEF408C.tpdjo
09v_3?cidTexte=JORFTEXT000000776352&idArticle=&dateTexte=20121219[sitio visitado el 13 de
diciembre del 2012].
61
La referida norma era del siguiente tenor: “el esposo al que la guarda de los hijos no le ha sido
confiada, conserva el derecho de vigilar su desarrollo y educación, debiendo contribuir en proporción
a sus recursos”. En igual sentido, conforme al artículo 356.1º del CP francés, era obligación del padre,
que ostenta el ejercicio de la patria potestad, comunicar las decisiones que tome en torno al menor y
especialmente su cambio de domicilio; agregando el artículo 373-2-1, que “este padre (se refiere el
no custodio) conservará el derecho y el deber de cuidar del sustento y educación del hijo. Habrá de
ser informado sobre las decisiones importantes relativas a la vida de este último. Y deberá respetar la
obligación que le impone el artículo 371-2” (lo destacado entre paréntesis y cursiva es mío).
62
Se puede consultar jurisprudencia a partir del fallo del Tribunal de Gran Instancia de París de 23
de febrero de 1971.
63
http://www.senato.it/leg/17/BGT/Schede/FascicoloSchedeDDL/ebook/42930.pdf, pp. 16-17.
64
La Ley aragonesa Nº 2/2010, de 26 de mayo, y la Ley catalana Nº 25/2010, de 29 de julio, establecen
la custodia compartida como régimen judicial supletorio. De este modo, conforme a la Ley aragonesa, el
juez deberá otorgar el cuidado compartido a los hijos como régimen preferente en caso de desacuerdo
de los padres (artículo 6.2° de la Ley aragonesa). La Ley catalana faculta al juez para distribuir la
responsabilidad parental de forma compartida.
65
El problema de la igualdad de los padres en torno al sistema de asignación de derechos de filiación,
también se presenta en los casos de guarda compartida, como destaca Villagrasa. Para el referido
autor el sistema de guarda compartida no implica que, durante el periodo de guarda con el hijo, el
progenitor que lo tenga consigo sea soberano para tomar decisiones referidas a la potestad, sino que
sólo será responsable de su cuidado y de adoptar decisiones relativas a los actos cotidianos. Villagrasa,
(2012), p. 97.
66
De este modo, en el Mensaje de esta Ley se señala que: “consiguientemente, los padres deberán
decidir si la guarda y custodia se ejercerá sólo por uno de ellos o bien por ambos de forma compartida.
En todo caso, determinarán, en beneficio del menor, cómo éste se relacionará del mejor modo con el
progenitor que no conviva con él, y procurarán la realización del principio de corresponsabilidad en
el ejercicio de la potestad”; y el artículo 10 de la Ley que dispone: “El párrafo primero de la medida
1.ª del artículo 103 del Código Civil quedará redactado como sigue: «1.ª Determinar, en interés de
los hijos, con cuál de los cónyuges han de quedar los sujetos a la patria potestad de ambos y tomar
las disposiciones apropiadas de acuerdo con lo establecido en este Código y, en particular, la forma
en que el cónyuge que no ejerza la guarda y custodia de los hijos podrá cumplir el deber de velar
por éstos y el tiempo, modo y lugar en que podrá comunicar con ellos y tenerlos en su compañía»”.
67
Para Rabadán la pérdida de la titularidad de la patria potestad implica la pérdida de su ejercicio;
pero la pérdida del ejercicio, como se desprende del art. 156.2°, 4° y 5° del CCE, no implica la pérdida
de la titularidad. Naturalmente esta distinción, aunque doctrinariamente clara, no lo es tanto para la
jurisprudencia de los tribunales, por cuanto suele referirse a estas figuras confundiéndolas (STS, de 17
de junio de 1995). Rabadán (2011), pp. 27-28.
68
Para Rabadán: “la titularidad (se refiere a la patria potestad) atribuye una serie de facultades y deberes
que conforman el contenido de la patria potestad y que a tenor del artículo 154 del Código Civil son
velar por los hijos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral,
representarlos y administrar sus bienes. Pero la patria potestad estaría vacía de sentido si estas facultades
y deberes no pudieran llevarse a la práctica, es decir, ejercerse. El ejercicio, por tanto, sería la puesta
en práctica del conjunto de facultades y deberes que integran el contenido de la patria potestad (hay
nota al pie)” (lo destacado entre paréntesis y en cursiva es mío). Rabadán (2011), pp. 22-23.
69
Una forma de evitar esta indefinición ha llevado a una parte de la doctrina española a señalar que
la custodia no es exclusiva, sino indistinta. La diferencia entre ambas concepciones de la custodia es
radical, y excede el presente trabajo, pero la custodia indistinta supone una custodia principal y otra
accesoria. Roda (2014), p. 133.
70
Delgado (2010), p. 231.
71
El artículo 7º de la Convención Europea sobre los Derechos del Niño, aunque naturalmente no es
aplicable en Chile consagra el derecho del niño a ser cuidado por ambos padres en tanto sea posible.
Este criterio se profundiza en el artículo 18, que establece que los Estados Partes deben reconocer
el principio de que ambos padres tienen una responsabilidad común en relación a sus hijos e hijas.
Lo anterior ha llevado a algunos autores a entender que en Europa lo que debe primar es la custodia
compartida.
72
En este sentido son interesantes las palabras de Grant, Director Ejecutivo de UNICEF, que tras la
ceremonia de firma de la Convención en Nueva York, el 26 de enero de 1990, manifestó: “la Convención
ha dado prioridad a los niños en las agendas nacionales e internacionales. La Comunidad Internacional
ha proporcionado una base firme para una nueva ética que define al niño como individuo con derechos
inalienables no menos valiosos que los del adulto”.
73
Esta Observación tiene como precedente la Opinión Consultiva 17/2002 de la CIADH que fijaba el
alcance precisamente del artículo 3º de la CDN en cuanto a que el interés superior del niño implica
el pleno desarrollo de los menores y el ejercicio pleno de sus derechos, como criterio rector para la
elaboración y aplicación de normas. Ver: http://www.corteidh.or.cr/docs/opiniones/seriea_17_esp.pdf.
74
Observación General Nº 14, p. 3, disponible en: http://www2.ohchr.org/English/bodies/crc/docs/
GC/CRC.C.GC.14_sp.pdf, p .15.
75
Naturalmente que esto está en íntima relación con el principio de intervención mínima del Estado.
Pinochet y Ravetllat (2015), pp. 81-86.
76
Goldstein (2000), p. 115.
40% de habilidades parentales (artículos 225.4° y 225-2 del CCch). Frente a este
supuesto, el sistema chileno, aunque opte por la madre, no violará los derechos
del niño sólo sí suma el 40% de las habilidades parentales del padre no custodio,
lo que permitirá que el niño afronte el futuro con el apoyo de ambos padres, es
decir, recibiría habilidades parentales por 120% y no sólo por 80%. Por ello es
deber del juez que el padre no custodio realmente participe: “…en forma activa,
equitativa y permanente en la crianza y educación de sus hijos” (art. 224 del
CCch). Este caso nos demuestra cómo los principios del interés superior del niño
y de la igualdad de los padres están, por regla general, entrelazados. A pesar que
parte de la doctrina se ha mostrado crítica en torno a la nueva terminología77.
Conforme a lo ya señalado, los jueces, que son los llamados a aplicar la ley,
deben fomentar que el padre no custodio participe en la formación y educa-
ción de sus hijos. En resumidas cuentas, se ha podido apreciar porque los dos
principios, ordenadores de las deberes y facultades de filiación, respecto del
padre no custodio, son el interés superior del niño y la igualdad de los padres.
77
Para Tapia el término corresponsabilidad no es adecuado para nuestro Derecho civil que utiliza
este término para la responsabilidad civil. A su vez, el referido autor destaca una cierta confusión en
los artículos 224, que se refiere a la corresponsabilidad, y 225.2°, que define el cuidado compartido
con relación a lo señalado por el Sernam en la discusión de la ley. El Sernam sostenía que no se podía
decretar residencias alternadas como forma de cuidado compartido, pero ello es contradictorio con
lo señalado en las dos normas precedentes. Tapia (2013), pp. 478-483.
78
El Primer Informe de la Comisión de Constitución de la Historia de la Ley Nº 20.680, señala: “sus
fundamentos recuerdan que las disposiciones pertinentes del señalado cuerpo normativo, en especial,
su artículo 224, establecen el derecho-deber de los padres de crianza y educación de los hijos por su
calidad de tales y no por tener a su cargo el cuidado personal de los mismos, por lo que en caso de
separación, no sólo mantiene este deber aquel de los dos que asume el cuidado personal, sino también
el que es privado del mismo. Lo anterior guardaría relación con la Convención de los Derechos del
Niño, cuyo artículo 18 dispone que los Estados deberán poner su máximo empeño en garantizar el
reconocimiento del principio de que ambos padres tienen obligaciones comunes en lo que respecta
a la crianza y desarrollo del niño, siendo su preocupación fundamental el interés superior del menor,
como también con la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que consagra en su artículo
17 la obligación de los Estados Partes de tomar medidas apropiadas para asegurar la igualdad de
derechos y la adecuada equivalencia de responsabilidades de los cónyuges en cuanto al matrimonio,
durante el matrimonio y en caso de su disolución. (…) Explica, en seguida, que, con el objetivo de
reforzar la igualdad de responsabilidades parentales, otras legislaciones contemplan un sistema de
tenencia compartida o custodia alternada, en cuya virtud el hijo convive con cada uno de los padres
durante cierto tiempo, durante el cual uno de ellos ejerce el cuidado personal y el otro mantiene un
régimen comunicacional. Agregan que si bien tal sistema presenta ventajas y desventajas, resulta de
justicia considerarlo y apreciar su implementación caso a caso, teniendo en cuenta el interés superior
del menor. Se expone, luego, el contenido de su propuesta, señalando que además de introducir el
sistema compartido recién reseñado, se suprime la parte del artículo 225 que impide entregar el cuidado
personal del hijo a aquel de los padres que no ha contribuido a su mantención mientras estuvo al
cuidado del otro, pudiendo hacerlo, por cuanto, atendiendo al interés personal del menor, en términos
generales, debe permitirse evaluar el caso particular de que se trate, puesto que puede ser mucho más
nocivo asignar el cuidado personal del hijo a un tercero que a aquél de los padres que incumplió en
los términos que trata este artículo”. Ver: Historia de la Ley Nº 20.680, pp. 262-264.
79
Ver: Historia de la Ley Nº 20.680, p. 283.
80
A su vez, la indicación sustitutiva al PL que introduce modificaciones al Código Civil con el objeto
de proteger la integridad del menor en caso de que sus padres vivan separados (Boletín Nº 5917-
18), 30 de marzo de 2011, de la Cámara de Diputados, contemplaba la posibilidad de que el juez
decretase un cuidado personal compartido, con oposición de uno de los padres. De esta forma se
señalaba en la moción de la Cámara que: “(…) El juez podrá decretar el cuidado personal compartido
por estas causales, siempre que se esté velando por el interés superior del hijo, ya que este principio
es preferente al derecho de los padres”, y se regulaba dicha figura en el artículo único, que introducía
las siguientes modificaciones en el Código Civil: “a. Introdúcese, en el artículo 225, las siguientes
modificaciones: (…) ii. Se incorporan los siguientes incisos (…): Velando por el interés superior del
hijo, podrá el juez entregar el cuidado personal a ambos padres, cuando el padre custodio impidiere o
dificultare injustificadamente, el ejercicio de la relación directa y regular del padre no custodio con el
hijo o hijos, sea que ésta se haya establecido de común acuerdo o decretado judicialmente. También
podrá entregarlo cuando el padre custodio realice falsas denuncias o demandas a fin de perjudicar al
no custodio y obtener beneficios económicos…”.
81
Esta norma ha sido
82
Es por ello que Acuña sostiene que: “a partir de ahí, es posible afirmar que la corresponsabilidad
parental debe ser ejercida con independencia del tipo de custodia que acordaron los padres o que
decretó el juez”. Y a pesar de que no señala en qué consistiría la corresponsabilidad parental, en los
casos de cuidado personal indistinto, indica que “un buen régimen de relación directa y regular puede
concretar también tal principio”. Acuña (2013), pp. 45 y 46.
83
Tapia critica fuertemente la Reforma por no haber establecido un catálogo de deberes/facultades
conjuntos. Tapia (2014), pp. 14-17. Rodríguez no critica la Reforma, pero la circunscribe al cuidado
personal compartido de común acuerdo, limitando las atribuciones de los jueces. Rodríguez (2014),
p. 80.
84
En este sentido nos inclinamos a favor de la posición de Illanes que estima que es posible
aplicar sanciones al incumplimiento por parte del padre no custodio frente a los aspectos de la
corresponsabilidad que la nueva normativa exige que se integren a la RDR. A ello se debe agregar que
las reglas de incumplimiento (artículo 66 LPM) se deben aplicar a la infracción de deberes concretos
por parte del padre no custodio. Y ello exige, en último término, que la sentencia determine los aspectos
concretos de participación del padre no custodio en la educación y crianza de sus hijos, conforme a
la exigencia de los artículos 224 y 229.3° y 4° CCch.
Illanes (2014), pp. 299-301.
derechos y facultades del padre no custodio en los términos señalados por las
normas precedentes.
85
Se hace la prevención de que se escogieron al azar varias sentencias para ver si los tribunales
de familia efectivamente están otorgando RDR conforme a los artículos 224 y 229 del CCch. A este
respecto cabe señalar que no interesan los motivos por los cuales se otorga el cuidado personal al
otro padre (que podría ser otro aspecto a analizar). Asimismo, se ha tenido el cuidado de desechar
las causas que decretan la inhabilidad de uno de los padres. En los casos tratados el juez pudo elegir
tanto a uno como al otro padre, por cuanto se estableció en las respectivas sentencias que el padre no
custodio estaba habilitado para ejercer el cuidado personal. También se hace la prevención de que los
fallos reproducen los aspectos sustanciales de la RDR (lo que se denomina como régimen ordinario).
86
La CA de Santiago confirmó por sentencia de 27 de mayo de 2015, rol Nº 1188-2015.
87
La CA de Santiago confirmó por sentencia de 6 de julio de 2015, rol Nº Familia-1276-2015.
régimen comunicacional con su hijo todos los días en los horarios que las partes
deberán acordar”88. (e) En S con C (2014): Tercer JF de Santiago, 20 de abril
de 2014 (demanda de aumento y modificación de RDR), rol Nº 1405-2013, se
acoge parcialmente la demanda, resolviéndose: “A) Que el padre retirara a sus
hijos fin de semana por medio, pernoctando con ellos el segundo de estos fines
de semana retirándolos del hogar materno, en horario comprendido entre las
19 del día viernes hasta el día domingo, en que los restituirá a la casa materna
a las 18:00 hrs. en período de clases y a las 20 hrs. si es período de vacaciones.
Si el fin de semana que correspondiere incluyere un feriado, la visita de en estos
casos incluirá el día festivo. B) Que el otro fin de semana, el padre podrá estar
con sus hijos por el día sábado y domingo, ambos días de 11 a 20 hrs. día sá-
bado y 11 a 18 hrs. día domingo y hasta las 20 hrs., en época de vacaciones”.
(f) En Z con Ch (2014): Juzgado de Letras y Familia de San Javier, 26 de marzo
de 2014, rol Nº 377-2013, se acoge la demanda de cuidado personal contra
una tía que mediante engaño obtiene transacción por la cual la madre le otorga
el cuidado personal, fijándose como RDR el siguiente régimen: “…se regula un
régimen comunicacional entre el niño y su padre mediante el cual este adulto
podrá vincularse con (si hijo) fin de semana por medio, en aquellos fines de
semana donde no le corresponda vincularse con la madre, pudiendo el padre
retirar al niño del domicilio de la guardadora el día viernes a las 19:00 horas y
regresarlo al mismo domicilio el día domingo a las 18:00 horas, régimen que
comenzará a regir el fin de semana siguiente a aquel en que el presente fallo
quede ejecutoriado, no obstante, en caso de corresponderle al niño en aquel
fin de semana vincularse con la progenitora, se iniciará el presente régimen el
fin de semana siguiente”.
9. Conclusiones parciales
a) La Reforma de 2013 se basa en el principio del interés superior del niño que
vincula al de la igualdad de los padres, y no se inclinó por establecer como un
sistema general de cuidado personal compartido, sino por un sistema de custodia
conjunta. Así se desprende del principio de la corresponsabilidad consagrado en
el artículo 224 del CCch. Pero, como ello no es suficiente, en el artículo 229.3°
y 4°, segunda parte, estableció el contenido de la corresponsabilidad en torno
a la RDR. Esta es una técnica legislativa que establece una cláusula general que
debe ser llenada concretamente por los Juzgados de Familia.
88
La CA de Puerto Montt confirmó por sentencia de 25 de julio de 2014, rol Ingreso Corte Nº 88-2014.
La casación presentada por el padre ante la CS también fue desechada (fallo de 20 de julio del 2015,
rol Ingreso Corte Nº 23.113-2014).
V. Conclusiones finales
1. El Derecho de la infancia ha ido variando desde formas de asignación
de custodia unilateral exclusiva a favor de uno de los padres –en un principio
al padre, y luego a la madre– a formas de custodia indistintas en las cuales el
padre no custodio debe participar en la formación de sus hijos.
2. La solución al problema precedente en el Derecho Comparado de la
Infancia es transitar desde un sistema de asignación unilateral de deberes/
facultades de filiación, a favor de uno de los padres, a un sistema de ejer-
cicio conjunto de facultades y derechos de filiación (custodia compartida).
Ello se ha debido a que una de las aplicaciones más relevantes del principio
del interés superior del niño es la igualdad de los padres, por cuanto dicha
aplicación asegura que los niños recibirán la formación y apoyo de ambos
progenitores.
3. Sin perjuicio de lo anterior, no necesariamente las formas de asignación
de cuidado unilaterales son contrarias al interés superior. La asignación de las
formas de custodia, conforme al principio del interés superior a favor de cual-
quiera de los padres, puede respetar el principio del interés superior del niño;
pero exige el cumplimiento de tres premisas: La primera es que los tribunales
asignen estos derechos conforme al interés superior del niño. La segunda es
que no se debe establecer un sistema de facultades y derechos desnudos para
el padre no custodio, sino uno de cuidado conjunto (entre nosotros un sistema
de corresponsabilidad). La Reforma de 2013, a lo menos reglamentariamente,
cumple con estas dos premisas. La tercera es que el juez pueda decretar la cus-
todia compartida con oposición del padre, en casos excepcionales, conforme
al interés superior del niño.
89
La primera premisa también se estaría cumpliendo reglamentariamente en los artículos 225.4°
y 6° y 225-2 del CCch (faltaría analizar si los tribunales efectivamente están aplicando los criterios
establecidos en la normativa precedente) y la tercera premisa no tendría una regulación expresa.
Sin perjuicio de lo cual, la CS se inclina por la negativa de dicha posibilidad, pero en casos en
que la custodia compartida no era beneficiosa para los menores. Ver: Sentencia de la CS, de 17
de diciembre de 2015, rol Ingreso de la Corte Nº 6320-15 anuló un fallo de la CA de Coyhaique,
de 7 de abril de 2015, rol Ingreso de la Corte Nº 8-2015. La referida sentencia de la CA había
confirmado un cuidado compartido con oposición de un padre, ordenado por sentencia del Tribunal
de Familia de Coyhaique, de 6 de febrero de 2015, rol Nº C-314-2014. El fundamento último del
fallo anulatorio es que esta figura no procede en la especie dada la continua conflictividad de
los padres.
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