La Investigación Filosófica Sobre El Origen Del Lenguaje
La Investigación Filosófica Sobre El Origen Del Lenguaje
La Investigación Filosófica Sobre El Origen Del Lenguaje
Jaime Nubiola
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INTRODUCCIÓN
La más antigua investigación sobre esta materia de la que tenemos noticia es la que nos
cuenta Herodoto (484-420 a. de C.) acerca del rey egipcio Psamético I (663-525) que vivió
en el siglo VII antes de Cristo:
"Los egipcios, antes de que Psamético reinara sobre ellos, se consideraban los hombres más
antiguos del mundo; pero desde que Psamético, al ocupar el trono, quiso saber qué pueblo
era el más antiguo, consideran desde entonces que los frigios son más antiguos que ellos y
ellos más antiguos que todos los demás. Resulta que Psamético, como no podía hallar, pese
a sus indagaciones, ninguna solución al problema de quiénes eran los hombres más antiguos,
puso en práctica la siguiente idea. Entregó a un pastor dos niños recién nacidos, hijos de las
personas que te
nía más a mano, para que los llevara a sus apriscos y los criara con arreglo al siguiente
régimen de vida: le ordenó que nadie pronunciara palabra alguna delante de ellos, que
permaneciesen aislados en una cabaña solitaria y que, a una hora determinada, les llevara
unas cabras y que, después de saciarlos de leche, cumpliese sus restantes ocupaciones.
Psamético puso en práctica este plan y dio esas órdenes porque quería escuchar cuál era la
primera palabra que, al romper a hablar, pronunciaban los niños, una vez superada la etapa
de los sonidos ininteligibles. Y, en efecto, así sucedieron las cosas. Dos años llevaba ya el
pastor en este menester, cuando un día, al abrir la puerta y entrar en la cabaña, los dos niños
lanzándose a sus pies, pronunciaron la palabra becós al tiempo que extendían sus brazos.
Como es lógico, la primera vez que la escuchó, el pastor no le dio importancia, pero como
en sus frecuentes visitas para cuidar de ellos, esta palabra se repetía insistentemente, acabó
por informar a su señor y, por orden suya, condujo a los niños a su presencia. Entonces
cuando Psamético los hubo escuchado personalmente, se puso a indagar qué pueblo daba a
algún objeto el nombre de becós y, en sus indagaciones, descubrió que los frigios llaman así
al pan. Por tanto, y sacando deducciones de este hecho, los egipcios convinieron en que los
frigios eran más antiguos que ellos"2.
He traído este largo relato para el arranque de mi exposición porque ilustra bien acerca
de varias cosas:
2) El segundo comentario tiene una cierta carga política. Psamético acometió aquella
investigación porque quería saber qué pueblo era el más antiguo y por tanto el más honorable.
Llega a la conclusión de que los frigios son más antiguos que ellos por la palabra becós que
brota espontáneamente de esos niños criados por cabras y por un pastor silencioso. Pero lo
sorprendente es que de este experimento parece concluir también que los egipcios, después
de los frigios, son un pueblo más antiguo que todos los demás. Como es obvio del
experimento no se desprende esa consecuencia, sino más bien se desprende una consecuencia
contraria: Psamético pensaba que unos niños educados en silencio prorrumpirían
espontáneamente en palabras egipcias, demostrando así que el egipcio era la lengua natural
y primigenia de los seres humanos.
La búsqueda de la lengua primitiva, la lengua del paraíso, la lengua perfecta es una
investigación realmente fascinante. Remito al libro de Umberto Eco La búsqueda de la
lengua perfecta en la cultura europea para quienes estén interesados. Yo he rastreado alguno
de los textos de los eruditos vascos de siglos pasados que "demostraban" de manera
fehaciente en base a la toponimia bíblica cómo Adán y Eva hablaban en vasco. El mismo
fenómeno ocurre para el gaélico, el gótico, el flamenco, el sueco y otras muchas lenguas3.
Por supuesto, durante siglos se pensó que el hebreo era la lengua con la que Adán había dado
nombre a los animales y a las cosas y constituía por esa razón su verdadero nombre. Por eso
la alquimia está llena de abracadabras cabalísticos que se remontan a términos hebreos.
La discusión sobre esta materia durante el siglo pasado llegó a ser objeto de tan fuertes
controversias faltas de control empírico que la Sociedad de Lingüística de París se vio
obligada en 1866 a hacer pública una prohibición de cualquier debate sobre este asunto en
sus reuniones. Sin embargo, en la actualidad ha resurgido el interés por esta cuestión 5, tanto
por los hallazgos arqueológicos más recientes, como por las técnicas modernas de análisis
que proporcionan nuevas pistas sobre lo que pudo ocurrir en el inicio de la especie humana,
pero sobre todo —tengo para mí— por la perenne inquietud que tenemos los seres humanos
acerca del origen de aquellas cosas que, siéndonos tan familiares, nos resultan más
enigmáticas.
Desde tiempo inmemorial se sabe que los seres humanos estamos configurados de tal
manera que lo más familiar nos resulta transparente y por ello de ordinario no lo advertimos,
mientras que sólo lo novedoso llama nuestra atención6. "Los aspectos de las cosas que nos
son más importantes —anotó Wittgenstein7— nos están ocultos por su simplicidad y
familiaridad. (Uno es incapaz de advertir algo porque lo tiene siempre delante de sus ojos)".
Pasa esto con muchas cosas de la vida, pero quizá en especial con nuestra facultad lingüística.
El lenguaje nos es tan connatural que cuando alguna de sus sorprendentes características
llama nuestra atención, todos nos consideramos un poco filósofos.
Al preguntarnos sobre el origen del lenguaje no sólo nos interesa cuándo comenzó el
ser humano a hablar, sino sobre todo cómo y por qué lo hizo. Seguro que todos los lingüistas
que me escuchan recuerdan del bachillerato cómo la primera pregunta filosófica es la
pregunta por el arjé, por el principio o causa de las cosas. De hecho, el origen y adquisición
del lenguaje es un tema que ha preocupado a todas las culturas8: en casi todas ellas pueden
encontrarse relatos que asocian a un don divino el origen del lenguaje. Para los japoneses la
diosa del sol, Amaterasu, fue la creadora del lenguaje. En la China fue el Hijo del Cielo,
T’ien-tzu quien dio el lenguaje a los hombres. Entre los griegos su origen está asociado a
Prometeo quien al robar el fuego del Olimpo y traerlo a los hombres hace que estos se tornen
sociables y comiencen a hablar: el control del fuego no es sólo lo que distingue al hombre de
los animales, sino que, además, alrededor de las hogueras empiezan los hombres a hablarse
unos a otros9.
Suele decirse que en Occidente las teorías primitivas sobre el lenguaje adoptaron una
perspectiva naturalista, pues sostenían la existencia de una relación natural entre los objetos
y sus nombres. Las palabras serían, en cierto modo, imitaciones de las cosas. Esta teoría fue
sostenida por Pitágoras y por los estoicos y el propio Platón en el Cratilo afirma que unas
palabras guardan una relación natural con los objetos, mientras que otras son convencionales.
Defienden la perspectiva naturalista quienes piensan que las palabras están asociadas con las
cosas, independientemente de nuestra intervención.
"los sonidos vocales son símbolos de las afecciones del alma, y las letras lo son de los sonidos
vocales. Y así como la escritura no es la misma para todos, tampoco los sonidos vocales son
los mismos. Pero aquello de lo que éstos son primariamente signos, las afecciones del alma,
son las mismas para todos, y aquello de las que éstas son imágenes, las cosas reales, son
también las mismas"10.
En la Edad Moderna la cuestión del origen se convierte en una de las áreas más
importantes de discusión filosófica sobre el lenguaje 11. El relato bíblico tradicional fue cada
vez más disputado y conforme se desarrollaban teoría más naturalistas, —en el sentido de
opuestas a una explicación sobrenatural del origen de la facultad lingüística— el problema
acerca de por qué los demás animales no pueden hablar se tornó muy acuciante. En cierta
manera, nos encontramos todavía dentro de ese programa de investigación. En los últimos
meses ha circulado por toda la prensa la información sobre los dos monos Rosencrantz y
Macduff capaces de sumar hasta nueve12 o sobre Kanzi, el chimpancé pigmeo capaz de
obtener en un test de comprehensión sintáctica 475 respuestas correctas sobre 660 preguntas,
cuarenta más de las que obtendría un niño de dos años13.
En particular lo discutido del relato bíblico en tiempos modernos fue la imagen de un
Adán solitario dando nombre a los animales. La doctrina aristotélica que situaba el origen de
los nombres en la convención social, en el encuentro de unos con otros, es en cambio la que
encuentra eco en los filósofos modernos desde Hobbes y Locke hasta Rousseau. En 1746
Condillac publicó su Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos destacando cómo
los seres humanos nos hacemos dueños de nuestros pensamientos y de nosotros mismos
mediante el uso de las palabras. Los animales carecen de la habilidad que tenemos los
humanos de establecer relaciones convencionales entre dos realidades, esto es de crear
signos: la causa de esto se encuentra en la falta de capacidad de reflexión por parte de los
animales para establecer ese vínculo convencional entre los signos y sus significados. El
desarrollo de la reflexión y del lenguaje están entremezclados: el uno requiere al otro y tira
para arriba de él14.
"Se puede, pues, creer que las necesidades dictaron los primeros gestos y que las pasiones
arrancaron las primeras voces. (...) Así debió ser. No se empezó por razonar, sino por sentir.
Se pretende que los hombres inventaron la palabra para expresar sus necesidades: tal opinión
me parece insostenible. El efecto natural de las primeras necesidades fue separar a los
hombres en vez de acercarlos. (...) Sólo de esto se deduce con evidencia que el origen de las
lenguas no se debe a las primeras necesidades de los hombres; sería absurdo que la causa que
los separa deviniese el medio que los une. ¿De dónde puede, pues, venir ese origen? De las
necesidades morales, de las pasiones. Todas las pasiones acercan a los hombres, a los que la
necesidad de tratar de vivir obliga a evitarse. No es ni el hambre ni la sed, sino el amor, el
odio, la piedad, la cólera, los que les han arrancado las primeras voces" 15.
Para Rousseau, que sigue la tradición de Vico, "como los primeros motivos que hicieron
hablar al hombre fueron las pasiones, sus primeras expresiones fueron los Tropos. (...) Al
principio no se habló más que en poesía; no se les ocurrió razonar hasta mucho después". El
lenguaje original fue, pues, una bellísima melodía, que ha degenerado a través de esos signos
opacos interpuestos masivamente que son nuestras palabras modernas, que degeneraron a su
vez en escritura16.
Muchos otros autores modernos de los siglos XVII, XVIII y XIX podrían ser traídos a
colación aquí, pero sólo mencionaré a uno más, Johan Gottlieb Fichte, quien en su
ensayo Sobre la capacidad lingüística y el origen de la lengua, de 1795, destaca de manera
especial que "la lengua es la capacidad de denominar voluntariamente los pensamientos",
que nace del impulso natural del ser humano de encontrar racionalidad fuera de sí mediante
la interacción con sus congéneres17. En estas afirmaciones se expresan bien los dos polos que
han configurado históricamente el campo de la investigación acerca del origen del lenguaje
y que llegan hasta nuestros días: unos autores privilegian el pensamiento sobre el lenguaje,
otros consideran que más bien es la comunicación la que alimenta el pensamiento; unos
acentúan el carácter innato de la facultad lingüística, otros el papel de la educación por parte
de los demás.
En los últimos años ha habido un cierto avance en la comprensión de todo este problema
al entender el lenguaje no sólo como un sistema de comunicación, sino sobre todo como un
sistema social de representaciones. Un acto de comunicación está basado siempre en la
expectativa mutua de cooperación entre hablante y oyente. Los sujetos que comienzan a
comunicarse han de compartir sentimientos, intenciones y deseos. Si se logra esa sintonía,
una secuencia de sonidos que se refiera a estados mentales compartidos, sí que resulta una
ventaja adaptativa20.
Descartes consideró que no podía haber pensamiento sin lenguaje21. Hoy en día muchos
respaldan esa posición, mientras que otros sostienen más bien que sin pensamiento no hay
lenguaje. David Premack ha mostrado que los chimpancés son capaces de algún modo de
compartir intenciones. Esto lleva a pensar que si el Homo erectus o el Homo habilis carecían
de un lenguaje tal como lo entendemos nosotros, es posible que pudieran podían compartir
estados mentales22.
El desarrollo de Bin durante el primer año ayudó a aclarar mi pensamiento. Hasta entonces
la mayor parte de mi vida adulta en la selva habían sido orangutanes y más orangutanes.
Compartíamos nuestras colchonetas con cinco o más orangutancitos; estábamos rodeados por
ellos. Les veíamos nacer, les veíamos morir y observábamos todo lo que mediaba entre
ambos momentos. Después de cinco años de vivir con orangutanes, había llegado a un punto
en que la línea entre un humano y un simio se me había difuminado bastante. (...) La conducta
de Bin en su primer año hizo destacar muy claramente las diferencias y me ofreció una nueva
perspectiva. En esa misma época yo estaba criando con papillas a Princess, una orangutancita
de entre uno y dos años. Un orangután de un año simplemente se cuelga de su madre (o de
mí en este caso), mostrando poco interés por las cosas salvo en mascarlas o ponérselas sobre
la cabeza. Para Princess el principal interés parecía ser su alimentación. Esta cualidad
continuaría a lo largo de toda su vida: los orangutanes están extremadamente orientados hacia
la comida.
Bin, en cambio, no estaba especialmente interesado por la comida; de hecho, a no ser que
estuviera muy hambriento, le daba toda su comida a Princess. Le atraían muchísimo los
objetos y cosas y los observaba con gran concentración cuando Rod o yo, o para el caso un
orangután, usaba uno de ellos. Estaba constantemente manipulando objetos. Otra diferencia
importante es que Bin balbuceaba constantemente, mientras que Princess estaba en silencio,
excepto cuando chillaba. Encontré fascinante que muchas de las propiedades asociadas con
la emergencia de la humanidad se expresaran ya en el desarrollo de Bin antes de su primer
año de edad: locomoción bípeda, compartir alimentos, uso de herramientas, habla. Éstas le
diferenciaban del todo de un orangután de edad equivalente" 23.
La posición de quienes piensan que el lenguaje apareció por selección natural como una
adaptación para la comunicación y que de ahí nace nuestra vida mental como un producto
derivado es persuasiva. "Según esta hipótesis, ser inteligente no es —como muchos han
supuesto— tener lenguaje, sino que tener lenguaje es lo que le hace a uno inteligente" 24. Sin
embargo, conviene añadir de inmediato que no todos los aspectos que configuran la
inteligencia son reductibles al lenguaje: hay pruebas evidentes de ello tanto en la conducta
inteligente de los niños pre-lingüísticos como en la notable vida intelectual de personas sin
lenguaje25.
Sin duda el área de mayor avance para la comprensión del origen del lenguaje ha sido
la del estudio de su desarrollo en los niños. La ley biogénetica fundamental formulada por
Ernst Haeckel (1834-1919) en el siglo pasado que sostenía que la filogenia es igual a la
ontogenia, esto es, que el individuo en su desarrollo recapitulaba el desarrollo de toda la
especie, ha venido aplicándose con resultados bastante satisfactorios en el estudio
interdisciplinar del origen del lenguaje. Por ejemplo, en un reciente número de la
revista Behavioral and Brain Sciences incluye una extensa discusión multidisciplinar de un
trabajo de Peter F. MacNeilage sobre la evolución de la acción discursiva desde el balbuceo
a los tres meses hasta la fonación del adulto26. Quienes tengan interés en este tema pueden
aprender mucho en el libro de Mehler y Dupoux Nacer sabiendo, en el de Gerardo Aguado El
desarrollo del lenguaje de 0 a 3 años, o en El instinto del lenguaje de Steven Pinker27.
Cuando un niño de dos años que va correteando por el campo, agarra una flor y balbucea
mirando hacia su madre "a flo" o algo parecido, en su conducta aúna un sonido, una flor y a
su madre, siendo él mismo el autor de la unificación de los otros tres elementos. Esta extraña
capacidad de aunar, de relacionar elementos dispares, es exclusiva del Homo sapiens, y es
esa exclusividad lo que quizá resulta más incomprensible para muchos cientistas. Los
intentos denodados de enseñar el lenguaje de los sordomudos a chimpancés y otros primates
superiores muestran con claridad que en el máximo desarrollo de su actividad comunicativa
no llegan a alcanzar esa estructura triádica (objeto/flor, signo/"a flo", y agente consciente de
su articulación), sino que no pasan del estadio de los balbuceos pre-lingüísticos del niño de
pocos meses reclamando la leche materna.
Pero, ¿de dónde le brota el lenguaje al niño de dos años que al ver una flor mira a su
madre y dice "a flo"? En nuestra cultura se pasa de la biología a la lingüística sin explicar ese
salto, que incluso en términos evolucionistas resulta tan extraordinario 28. Los seres humanos
aparecen así a finales del siglo XX como unas criaturas divididas entre biología y lingüística
sin que se ofrezca una explicación global suficientemente comprensiva. El ser humano no
puede ser entendido sin estrategias intencionales, comunicativas: no se puede hablar con
alguien sin pensar en lo que el otro piensa. Hasta el silencio resulta comunicativo. El bebé
humano —dice gráficamente Aguado— está 'programado' desde su nacimiento para la
comunicación29. La aparición del lenguaje sólo es explicable si se lo considera un
instrumento compartido de comunicación. Así como la racionalidad humana no es una
compleja maquinaria computacional que pueda ser reducida a sus piezas elementales, sino
que su corazón —la matriz de su capacidad creativa— es la imaginación y ésta se desarrolla
en la interacción con los demás, de modo semejante el lenguaje humano se aprende y se
desarrolla en la comunicación con nuestros congéneres.
En estos últimos años se ha estudiado con gran atención el maternés, esa peculiar
modalidad de voz con la que los padres universalmente se dirigen a sus hijos con un tono
aflautado para atraer más su atención y envolverlos así con su cariño. Se ha estudiado también
la extraordinaria influencia que —al menos en los Estados Unidos— tienen los iguales, los
demás niños, en la educación de los hijos: los hijos de inmigrantes cuyos padres hablan con
un acento fuerte aprenden un inglés sin acento extranjero alguno30. Ha avanzado también
mucho la comprensión del autismo, de esa peculiar patología del desarrollo por la que a
algunos niños que saben hablar les resulta imposible utilizar el lenguaje por su incapacidad
para establecer mediante su imaginación espacios compartidos 31.
Notas
8. Cfr. CONESA, F. y NUBIOLA, J., Filosofía del Lenguaje, Herder, Barcelona, 1999,
30.
14. CONDILLAC, E. B., Essai sur l'origine des connaisances humaines, I, ii, 49; cfr.
Z. G. Szabó: "Early Modern Philosophy of Language", 376-377.
15. ROUSSEAU, J. J., Ensayo sobre el origen de las lenguas, trad. cast. de M. Armiño,
Akal, Madrid, 1980, II, 32-33.
16. ROUSSEAU, J. J., Ensayo sobre el origen de las lenguas, III, 34-35. Estoy en deuda
a este respecto con un seminario de mi colega Fernando Múgica; sobre Vico, véase CRUZ
CRUZ, J., La barbarie de la reflexión, Eunsa, Pamplona, 1991, cap. IX y DANESI, M., Vico,
Metaphor and the Origin of Language, Indiana University Press, Bloomington, 1993.
19. PINKER, S., El instinto del lenguaje: Cómo crea el lenguaje la mente. Alianza,
Madrid, 1995, 403. Me baso en el trabajo de investigación doctoral de J. Machado: El instinto
del lenguaje en S. Pinker (en preparación).
22. PREMACK, D. y PREMACK, A. J., La mente del simio, Debate, Madrid, 1998.
Para un panorama reciente y favorable sobre cómo animales y humanos comparten estados
mentales, véase SAVAGE-RUMBAUGH, E. S. y RUMBAUGH, D. M., "Perspectives on
Consciousness, Language, and Other Emergent Processes in Apes and Humans", en
HAMEROFF, S. R. et al (eds.), Toward a Science of Consciousness II. The Second Tucson
Discussions and Debates, MIT Press, Cambridge, MA, 1998, 533-549.
23. GALDIKAS, B. M. F., "Living with the Great Orange Apes", National
Geographic 157 (1980), 845.
25. SCHALLER, S., Un hombre sin palabras, Anaya/Mario Muchnik, Madrid, 1993.
26. MACNEILAGE, P. F., "The Frame/Content Theory of Evolution of Speech
Production", Behavioral and Brain Sciences 21: 4 (1998), 499-568.
28. Cfr. PERCY, W., "La criatura dividida", Anuario Filosófico 29 (1996), 1146-7 y
1148.
30. RICH HARRIS, J., The Nurture Assumption: Why Children Turn Out the Way They
Do, Free Press, Nueva York, 1998. Para una discusión de este trabajo, véase la recensión de
GARDNER, H., "Do Parents Count?", The New York Review of Books, 45: 17, 5 noviembre
1998, 19-22.
32. PAZ, O., "La búsqueda del presente", El Extramundi, I (1995), 151.