Socialismo y Movimiento Obrero en La
Socialismo y Movimiento Obrero en La
Socialismo y Movimiento Obrero en La
Francia.
Carrera de Historia
Introducción
El Socialismo en Inglaterra.
La industrialización inglesa.
El Cartismo.
El Socialismo en Francia.
La industrialización francesa.
Bibliografía General.
Introducción
La industrialización inglesa.
Una de las originalidades del Socialismo ingles será nacer y arraigar en un país en plena
industrialización. En esta isla de la Europa occidental, para 1831 la mitad de su población
activa ya trabajaba en la industria o en el comercio, según estima el historiador francés
Francois Bedarida. El proceso que conocemos como “Revolución industrial” se inicia y
desarrolla en Gran Bretaña. No por nada, Karl Marx denominará la transición inglesa al
capitalismo como “Vía clásica”. Hobsbawn señalará en “La Era de la Revolución”, las
décadas de 1760, 1770 y 1780 como el inicio de estas transformaciones en la producción de
mercancías que dará a Inglaterra el papel de “piloto de la industrialización”, con un
dinamismo que no decrece durante los tres cuartos del siglo diecinueve. Se abre así una era
de grandes cambios en las relaciones sociales y de producción, con el maquinismo como
desarticulador de los antiguos vínculos entre patronos y obreros en el trabajo, e instaurador
de otros ritmos de vida social. El sistema de maquinas se introducirá de forma total en la
industria algodonera británica, mientras que los restantes sectores económicos, como
señalará Georgio Mori, no llegarán a compararse, ni en dimensiones ni en el papel
subversivo sobre las antiguas relaciones de trabajo, con la producción de bienes de algodón
en la segunda mitad del siglo dieciocho.
“Será en ella (la industria algodonera) en la que el capitalismo industrial mostrará de forma
tan clamorosa como repentina sus capacidades intrínsecas de promover progreso técnico,
desarrollo económico y, en conjunto, la formación de ese ejercito obrero históricamente
destinado a favorecer su existencia y, al tiempo, a ponerla continuamente en discusión”
(G.Mori). Lo que afirma el historiador italiano se relaciona con otro aspecto de la
industrialización que es la creación de un poderoso mercado interno que será “condición
necesaria, aunque no todavía suficiente, para la definitiva e irreversible transformación en
sentido capitalista de las relaciones sociales de producción en la isla”, una vez consolidado
este proceso Inglaterra dominará el mercado mundial capitalista en expansión y se
convertirá en el “Taller del mundo”.
La contracara de este estrepitoso crecimiento industrial y avance del privatismo, inherente a
las relaciones capitalistas, será un proletariado que expropiado de sus medios de producción
acudirá en masa a los centros urbanos fabriles, para trabajar en condiciones deplorables y
engrosar las filas de aquel “ejercito industrial de reserva” al que se referirá Marx en su obra
“El Capital”.
Rompiendo con el cuadro familiar de la antigua industria domestica, donde los oficiales
tenían una relación personal con el dueño, el trabajo mecanizado de la gran industria
impone una disciplina rigurosa y monótona. La existencia obrera se desarrolla en un nuevo
marco de vida: El ámbito urbano. Las migraciones masivas supusieron un trastorno
profundo de las costumbres, los individuos se encontrarán entregados al aislamiento de una
sociedad individualista donde reina la competencia salvaje. El descontento no abarcará
únicamente a los obreros pobres, los pequeños negociantes y otras ramas especiales de la
economía, resultaron también víctimas de la Revolución Industrial.
Los trabajadores reaccionarán frente al nuevo sistema de manera impulsiva, destrozando las
maquinas con las que compartían alrededor de 16 hs diarias, como forma de presión sobre
los patronos.
“La destrucción de maquinas fue el arma más importante utilizada en los famosos mítines
de 1778, básicamente integrados dentro de un movimiento de resistencia contra la
reducción de los salarios” señala Hobsbawm en “Trabajadores: Estudios de historia de la
clase obrera”. Este fenómeno de la destrucción de maquinas comienza en el siglo diecisiete
y se extiende hasta aproximadamente 1830. El movimiento social que tendrá como
estrategia la destrucción de las maquinarias se denominará Ludismo, remontándose sus
orígenes a la acción de Ned Ludd, un tejedor que en 1779 fue supuestamente pionero en
este tipo de prácticas tras destruir el telar mecánico que manipulaba. Sus intervenciones
estuvieron jalonadas por una oleada de amenazas, tumultos y desórdenes que amedrentó a
los patronos y provocó la intervención del gobierno. La destrucción de las herramientas de
trabajo servía como forma de protesta ante el avance de la técnica-mecánica que disminuía
la mano de obra empleada en los establecimientos productivos, provocando un creciente
desempleo.
El ludismo mantendrá rasgos característicos de los motines del Antiguo Régimen,
frecuentes en períodos de crisis de subsistencias. Coincidió con ellos en la espontaneidad y
en la ausencia de una ideología política definida que los vertebrase.
El movimiento alcanzara su cénit coincidiendo con los enfrentamientos que se
desarrollaron en Inglaterra durante los años 1811 y 1812, reprimidos con suma dureza por
el gobierno, a raíz de los cuales fueron detenidos y juzgados numerosos ludistas, de los
cuales unos treinta fueron condenados a la horca.
A lo largo del siglo dieciocho, de manera más o menos ilegal, se fueron formando
asociaciones de obreros en los diversos oficios que constituirán el primer esbozo de
sindicalismo. Pero solo a finales de siglo las asociaciones profesionales comenzarán a
extenderse. Huelgas y sociedades reformistas proliferarán al calor de la agitación de los
movimientos democráticos ligados a la Revolución Francesa. Estas organizaciones
corporativas, llamadas “clubs” o “sociedades de amistad”, se esfuerzan en oponer
resistencia a las disminuciones salariales, en presionar a los patronos, organizar huelgas y
sobre todas las cosas, proteger a sus socios. Estas primeras organizaciones de defensa
obrera se constituyen principalmente en el artesanado local, y no tanto en la industria
mecanizada. En los años 1799 y 1800 el gobierno inglés hará votar en el congreso dos leyes
(las Combinations Laws) que prohíben todo intento de asociación entre obreros.
Ese mismo congreso veinticinco años después, cuando la agitación social había decrecido a
raíz de la represión, y de cierta vuelta a la prosperidad económica, vota otras dos leyes que
vetan las anteriores y autoriza las coaliciones entre los trabajadores, quedando legalizado el
movimiento sindical organizado (Trade-Unions). Se asiste a partir de este momento a un
auge del sindicalismo. En 1829 se da una gran irrupción de las luchas obreras en las
grandes fábricas, los focos más candentes son Londres, Birmingham, Lancashire, Yorkshire
y la zona alfarera de Staffordshire. En lugar de las pequeñas sociedades obreras
fragmentadas y localizadas, se asiste a una ampliación del sindicalismo de tipo
“tradeunionism”. Nace así la idea de un “Sindicato General” que agrupase a nivel nacional
los diversos niveles de la jerarquía obrera.
De manera que a finales de este año se funda la “Gran Unión general de obreros hilanderos
del Reino Unido”. Este será el primer gran sindicato moderno en Gran Bretaña. En Julio de
1830 en un congreso en Manchester impulsado por un owenista irlandés, Jhon Doherty;
Se constituye el primer Sindicato general que reagrupa a diversos sindicatos locales: es la
“Asociación Nacional de Oficios Unidos para la Protección del Trabajo”. Mientras tanto los
disturbios y las huelgas se extienden por todas partes llegando hasta Gales. En 1832 ya hay
500 sociedades cooperativas y es cuando, según Bedarida; “Se realiza el encuentro entre el
socialismo de Owen y el sindicalismo en plena fase ascendente (…) El movimiento obrero
se lanza simultáneamente a la conquista de varios objetivos. Una campaña dirigida por
Owen intenta limitar la duración de la jornada de trabajo (1832-33), luego junto con
Doherty crea la ´Sociedad para la Regeneración Nacional´ que tendrá como objetivo apoyar
e impulsar la idea de la jornada de 8 hs”.
El año 1833 será un año de intensificación de los conflictos de clase y de violentas
protestas. En ese mismo año Owen propone lanzar una amplia organización sindical y
cooperativa, que verá la luz un año después con la fundación del sindicato general
denominado “Gran Unión Nacional Consolidada de los Oficios” (GNCTU). La GNCTU
recibe la masiva adhesión de jornaleros, peones, obreros de la gran industria, trabajadores
agrarios, incluso de algunos sectores profesionales de bajo nivel. La contracara lógica será
una encarnizada resistencia de los patrones; “Decididos ya a romper el sindicato, éstos (los
patrones) multiplican los Lock-out e imponen la firma de un ´documento´ mediante el cual
sus obreros se comprometen a no inscribirse a ninguna Trade-Union”, esta medida anti-
sindical es apoyada por el gobierno liberal. La GNCTU será disuelta en 1834.
Como se observa, si bien Owen se mostro contrario a la lucha de clases, supo interpretar en
la huelga y la unión sindical, herramientas fundamentales para resistir a los efectos más
degradantes del capitalismo. Su búsqueda fue la de un socialismo cooperativo y se lo puede
considerar dentro de los “Socialistas utópicos”.
Este precursor del socialismo británico se impondrá, entre los años 1828 y 1834 como
“guía espiritual” del movimiento obrero.
Su intento de unificar a la clase obrera, a la vez que ponía en práctica sus esquemas
cooperativos, lo convertirá en el más audaz e influyente crítico del sistema industrial
capitalista en pleno auge, por lo menos hasta mediados del siglo diecinueve. Tras el
hundimiento de la Gran Federación Sindical en 1834, Owen se retira del movimiento
obrero, aunque seguirá escribiendo, e incluso viajará a Paris para seguir los acontecimiento
de 1848. Morirá en Londres diez años después.
El Cartismo.
Hobsbawn señala que para 1830 no existía en Europa una clase revolucionaria o socialista,
salvo en Inglaterra. “Donde un proletariado con ideología política había surgido bajo la
egida de la cooperación owenista”. Sin embargo, señala el historiador británico, “De los
movimientos revolucionarios en Inglaterra fue el cartismo, que aunque ideológicamente
menos avanzado, fue el más maduro políticamente”.
Bedarida acuerda y postula al cartismo como “El más potente, profundo y rico de los
movimientos populares de emancipación que ha conocido la Inglaterra moderna”, Lenin lo
definió como “el primer movimiento revolucionario del proletariado apoyado
auténticamente en las masas y políticamente organizado”.
El cartismo no tendrá relación con el socialismo, aunque algunos militantes socialistas
adhieran al movimiento. Ni en sus objetivos ni en sus doctrinas, el cartismo buscó una
transformación económica estructural de la sociedad. La angustia de los cartistas no
desemboca en una reestructuración deliberada de la sociedad, sino en la oposición a las
fuerzas que buscan oprimirlos. Como mucho aspirarán a la intervención del Estado para
proteger mediante legislación los salarios, limitar la duración de la jornada de trabajo e
imponer mejoras en las condiciones de higiene y seguridad en las fábricas. La clave del
cartismo será, según Bedarida, que “En tanto reivindicación de emancipación política, el
cartismo se desliza inevitablemente hacia la emancipación social”, por eso movilizará por
una decena de años las fuerzas populares en Gran Bretaña.
La gran época del cartismo como agitación popular de masas se extiende de 1836 a 1841.
Su programa clásico será el de la reforma parlamentaria que expresaba los “seis puntos” de
la “Carta del Pueblo”, los cuales eran: Sufragio universal, voto por papeleta, igualdad de
distritos electorales, pago a los miembros del Parlamento, Parlamentos anuales y abolición
de la condición de propietarios para los candidatos. (Hobsbawn). Este programa será
compatible con el de la burguesía radical benthamiana, pero tendrá un claro contenido
popular en sus bases sociales. El movimiento irá adquiriendo la forma de un movimiento de
masas de obreros pobres que desconfían de los liberales y consideran a los conservadores
como sus enemigos naturales.
En 1839 se reúne en Londres el “Parlamento del pueblo”, nombre con que se conoce a la
primera convención de los cartistas. Se prepara una petición a la Cámara de los Comunes,
pero la convención será reprimida y disuelta en medio de grandes disturbios. 500 cartistas
serán detenidos.
Se crea la “Asociación nacional en pro de la Carta”, que intentará coordinar la agitación a
nivel nacional. La nueva campaña cartista alcanza su punto culminante hacia 1842; donde
luego de un largo debate en torno al sufragio universal, el Parlamento rechaza la Carta.
En 1848 tras el resurgir del movimiento, se llevará a cabo la última convención cartista
donde se redacta una tercera petición que nuevamente es rechazada. A raíz de esto se
generan mítines en el noroeste de Inglaterra y en Irlanda que serán reprimidos y sofocados
rápidamente por el gobierno. Para finales de 1848 se extinguirá el movimiento en medio de
la decepción general.
Pero sin lugar a dudas el Cartismo dejará una huella indeleble en la tradición emancipadora
británica, y si bien sus demandas fueron más bien de tipo políticas, el popular movimiento
cartista sentará las bases para las posteriores luchas del pueblo inglés. Así lo refleja también
el historiador Gian Mario Bravo, en su obra sobre los comienzos del Socialismo:
“El cartismo supuso la toma de contacto de las masas obreras, con la acción política (…) y
contribuyó a aumentar la conciencia de clase y a que los obreros luchasen por aumentar la
representación popular en el Parlamento”.
El Socialismo en Francia.
Como señala Albert Soboul: “La Revolución francesa abrió las tres vías (Liberalismo
burgués, Radicalismo, Socialismo) sobre las cuales se formó la cultura política europea”,
dejando de esta manera clara la trascendencia que tuvo la también denominada Revolución
liberal en el campo de las ideas políticas. Hobsbawm sintetiza esto mismo en su clásica
obra, ya mencionada; “Si la economía del mundo del siglo diecinueve se formó
principalmente bajo la influencia de la Revolución industrial inglesa, su política e ideología
se formaron principalmente bajo la influencia de la Revolución francesa”.
Francia también es cuna de las primeras ideas socialistas. Salvo Robert Owen, la mayoría
de los precursores del socialismo son de origen francés: Babeuf, Saint Simon, Fourier,
Blanqui, Proudhon, L. Blanc, entre otros. También será en Francia donde el socialismo
alcanzará la dimensión de un verdadero movimiento de masas, en el periodo revolucionario
de 1848.
La Revolución francesa, que fue una revolución social de masas y marca el desplome del
Antiguo Régimen, es por su radicalidad, por mucho superior a cualquier otro estallido
social europeo.
“La influencia indirecta de la Revolución francesa es universal, pues proporciono el patrón
para todos los movimientos revolucionarios subsiguientes, y sus lecciones fueron
incorporadas en el moderno socialismo y comunismo”. (Hobsbawm)
En los diez años que van de 1789 a 1799, la intensidad de las luchas sociales en Francia,
llegaron a su punto máximo. La alianza entre la burguesía revolucionaria y los sectores
populares fue socavando a la Monarquía hasta derrumbarla. Todo este proceso fue
acompañado por una fuerte agitación social y por el nacimiento de diversas utopías en
búsqueda de un radical cambio social.
Los sectores populares urbanos tuvieron un rol predominante en las luchas sociales del
periodo (lo mismo que los sectores campesinos). Al grupo más dinámico de estos, se los
conocerá como los sans culottes.
Como señala Soboul en “Utopía y Revolución Francesa”: “Los sans culottes no constituían
una clase, estaban divididos en diversas categorías sociales, con aspiraciones discordantes,
que iban desde pequeños propietarios, como el artesano y el tendero hasta oficiales
asalariados”. Lo que más bien definía a los sans culottes y determinaba su mentalidad, era
el odio a los aristócratas, a los rentistas y a los ricos.
Los sans culottes nunca pusieron en el centro de sus preocupaciones sociales el problema
del trabajo. Fueron más sensibles a sus intereses como consumidores; el problema de la
subsistencia, en épocas de alza de los precios del pan, los llevo a la sublevación y no las
reivindicaciones salariales. No por esto no fueron significativos los aportes de los sans
culottes. El historiador George Rudé en su “Revolución Francesa” enumera una cantidad de
ciudades donde los sans culottes comandan los levantamientos populares, un ejemplo de
estos son las ciudades de Paris, Lille, Toulouse, Dijon, etc. Todas estas ligadas a la
producción artesanal.
Su unidad provendrá del igualitarismo básico que caracterizaba el comportamiento de los
sectores populares, y que es el germen del futuro socialismo de masas francés, casi medio
siglo después. La reivindicación de la “igualdad de goces” corresponde a uno de los rasgos
fundamentales de esta mentalidad popular encarnada en los sans culottes.
Francois Babeuf nació en San Quentin, al norte de Francia, en 1760. Para muchos fue el
“primer comunista”. Sin dudas, puede ser considerado el más radical pensador del
movimiento revolucionario francés del “Siglo de las luces”. Creía en la abolición de la
propiedad privada y la colectivización de la tierra, murió ejecutado por el gobierno del
Directorio en 1797. También se lo conocía como el Tribuno del Pueblo.
Para Soboul, “La comunidad de bienes y trabajo predicada por Bebauf, fue la primera
forma de la ideología revolucionaria de la nueva sociedad surgida de la revolución misma”,
Babeuf le va a conferir al principio de la igualdad de derechos, considerados de manera
abstracta por la burguesía liberal, una extensión y una amplitud formidable. El mismo
historiador francés, señala en otro de sus trabajos: “Babeuf fue el primero en la Revolución
francesa que superó la contradicción entre la afirmación del derecho a la existencia y el
mantenimiento de la propiedad privada y de la libertad económica, contradicción con la que
hasta entonces habían chocado los revolucionarios fieles a la causa popular. Por el
pensamiento y la acción se adelantó a su época y se reafirmo como el iniciador de una
nueva sociedad”.
Babeuf proclamaba que el objetivo de la sociedad debe ser lograr “la dicha común”; la
Revolución debe asegurar “la igualdad de goces”. Pero ante la evidencia objetiva de que es
la propiedad privada la que siembra la desigualdad, llega a formular que el único medio
para llegar a la “igualdad de hecho” es suprimir la propiedad particular y establecer “la
comunidad de bienes y de trabajos”. Este programa será expuesto el 30 de noviembre de
1795 en su “Manifiesto de los Iguales”. El Manifiesto “constituía una profunda renovación
o más bien una brusca mutación en relación a las ideologías de los sans culottes y los
jacobinos, caracterizadas ambas por su vinculación a la propiedad privada basada en el
trabajo personal” (Soboul).
Babeuf se incorporará tarde al movimiento revolucionario francés, es un momento de
reflujo del avance popular, en lo que se conoce como la época “termidoriana”.
“En este clima de reacción política, Babeuf va a organizar, en octubre de 1795, la Sociedad
del Panteón, su primera estructura política importante. El eje político es la defensa de la
igualdad económica como base de la igualdad política”. (Sartelli)
En 1796, con la crisis agobiando al pueblo francés y la incapacidad gubernamental para
afrontar los problemas, Bebauf en la clandestinidad y perseguido por la policía, comienza a
concebir su plan revolucionario de toma del poder.
Junto a miembros de la sociedad del Panteón, algunos discípulos suyos y ex jacobinos,
constituyen un Comité de insurrectos, y organizan lo que se conoce como “Conspiración de
los iguales”, último intento de la “revolución popular” por imponerse.
“La organización de la Conspiración constituye una ruptura con los métodos seguidos hasta
entonces por el movimiento popular y marca también una mutación en la historia de las
practicas revolucionarias”. (Soboul). Ese mismo años de 1796, monta junto a sus dos más
importantes discípulos, Buonarrotti y Darthé, una organización clandestina, con militantes
de bases y agentes de propaganda. El objetivo: Organizar la insurrección.
Para Sartelli, es por esto “el primer teórico del partido revolucionario”.
Convencido de que la burguesía liberal había traicionado al movimiento popular, Babeuf
proclamará que después de la toma del poder por la insurrección, será necesario mantener
una dictadura de la minoría revolucionaria durante todo el tiempo suficiente para la
reorganización de la sociedad y la puesta a punto de las nuevas instituciones.
Pero finalmente, la Conspiración será traicionada desde adentro, y Babeuf, junto con la
cúpula dirigente, es atrapado y detenido para ser guillotinados el 27 de mayo de 1797, no
sin que a fines de ese mes, miembros de la Sociedad del Panteón intenten, en vano,
sublevar a la población para liberar a los prisioneros. Otra insurrección posterior fue
preparada por seguidores de Babeuf en septiembre, y dejó como resultado ochocientos
nuevos detenidos y más de treinta fusilados.
La Conspiración de los Iguales fue la última jornada revolucionaria de la Revolución
francesa, y al mismo tiempo fue cuando “por primera vez, la idea comunista se convirtió en
fuerza política” (Soboul)
Años más tarde, en 1828, Buonarrotti publicará en Bruselas, la historia de la “Conspiración
para la igualdad llamada de Babeuf”, esta obra ejerció una profunda influencia en la
posterior generación revolucionaria.
De este modo, el babuvismo pasara a ser el primer eslabón en el desarrollo del
pensamiento comunista. Y como dirá Marx, sus ideas conducirán a ir “más allá de las
ideas del antiguo estado de cosas”, para instalar un nuevo orden social superador del orden
capitalista.
La industrialización francesa.
Aunque Francia no experimento una revolución industrial al estilo
británico, la sociedad francesa fue transformada fuertemente por el capitalismo industrial,
principalmente en el siglo diecinueve.
Pero lo peculiar del proceso de industrialización francés radica en que, “Se dio un
predominio continuado de la producción artesanal y un crecimiento relativamente lento de
la industria en las fábricas. La productividad reciente que resulto de la mecanización y el
uso de la energía a vapor no fue, por lo tanto, el origen del crecimiento industrial moderno
francés, sino que fue añadido a una base de expansión constituida por la producción
industrial artesanal” (W.Sewell). Esta peculiar pauta dejo sus huellas en el movimiento
obrero francés.
Fue a partir de la supresión de los gremios en la Revolución francesa y la acelerada
expansión de los mercados nacional y mundial cuando el capitalismo industrialista empezó
a tener efectos profundos sobre un amplio espectro de trabajadores industriales artesanales.
Así y todo gran parte del crecimiento industrial del siglo diecinueve siguió centrándose en
la artesanía. Mientras Gran Bretaña dominaba el mercado de acero y textiles baratos, la
“ventaja comparativa” francesa eran los artículos de lujo, que requerían una mano de obra
especializada. La minería y la metalurgia constituían importantes núcleos de desarrollo
industrial para Francia, pero no eran comparables con los de Inglaterra o (mas adelante)
Alemania.
Siguiendo a W.Sewell, que en su trabajo sobre la formación de la clase obrera francesa,
señala que el “modelo francés” de industrialización tendrá dos importantes consecuencias
para la formación del movimiento obrero en Francia:
Por un lado, una relativa continuidad en la experiencia urbana-artesanal de los obreros, que
les permitió retener gran parte de su tradición regional y cultural. Sus formas de lucha
estarán impregnadas por esta tradición urbana y artesana. Por el otro, y lógicamente, la
mayoría del proletariado francés eran artesanos, superando ampliamente a los trabajadores
de las fábricas mecanizadas.
La conciencia de clase surgirá en Francia como una transformación del concepto
corporativo del trabajo de los artesanos, bajo el doble impacto del desarrollo del
capitalismo y de la política revolucionaria. Será en los enfrentamientos sociales de 1830
cuando los artesanos transforman su concepción corporativa del trabajo en conciencia de
clase.
Los obreros y el socialismo, principalmente en Paris, jugaron un papel aún más decisivo en
1848 que durante 1830. La crisis económica iniciada un año antes fue el caldo de cultivo
para la explosión, en lo que se conoce como “Las jornadas de Febrero de 1848”. Alexis de
Tocqueville llegó a decir:
“El socialismo será la característica esencial y el mas imperecedero recuerdo de la
revolución de febrero. La Republica aparecerá claramente como un medio y no como un
objetivo”.
Para muchos se trataba de un proyecto socialista de transformación de la sociedad, y para
otros (las mayorías obreras) significaba luchar por su salario y por la disminución de la
jornada laboral.
Del 24 de febrero al 2 de marzo, se sucederán una tras otra, las manifestaciones obreras y
los enfrentamientos con la Guardia Nacional, a raíz de esto se irán conquistando diferentes
derechos, como que el Gobierno tuviera que reconocer el derecho al trabajo, una demanda
que venía desde que Babeuf lo proclamó como un derecho natural, la apertura de los
“Talleres Nacionales” que absorben a muchos obreros que estaban desempleados, la
supresión del trabajo a destajo y la proclamación del sufragio universal masculino.
Será la primera vez que el socialismo y la clase obrera participen en un Gobierno, esto es
con el obrero mecánico Alexandre Martin, y el socialista reformista Louis Blanc.
Blanc se pone al frente de los “Estado generales del Trabajo”, una Comisión radicada en
Luxemburgo. La Comisión acogía a delegados obreros que crearon un Comité central de
los obreros en el departamento del Sena.
Las doctrinas socialistas se difunden gracias a clubs y periódicos.
Se multiplican los clubs donde se reúnen los debates en torno al socialismo, en ellos se
reúnen diversos militantes y pensadores como, Blanqui, Barbés, Raspail, Cabet, Proudhon,
etc. Se multiplican las asambleas obreras donde se discute desde las reivindicaciones más
concretas hasta los proyectos sociales más utópicos.
Las insurrecciones de febrero harán abdicar a Luis Felipe y se proclama la Segunda
Republica francesa e inmediatamente se llama a elecciones, hecho que Blanqui observa
como una especie de suicidio del socialismo, y no se equivoca ya que triunfa la burguesía y
deja en evidencia el carácter minoritario del socialismo. Los resultados serán cuestionados
por los obreros y habrá disturbios en Paris, Limoges y Rouen, que serán reprimidos
brutalmente por los guardias nacionales.
Esto consolidó a la Republica burguesa; se rechazó el proyecto de Louis Blanc de crear un
Ministerio del Progreso y el Trabajo, se cierran los clubs, la Comisión de Luxemburgo es
suspendida y son arrestados Blanqui, Raspal y Alexandre Martin. La disolución de los
Talleres Nacionales, será el golpe mas bajo para un socialismo construido mediante “la
organización del trabajo”. Los obreros parisienes responden con una insurrección
espontanea que alcanzo su punto máximo en el 22 y el 26 de junio.
Este es el momento, según Marx en su célebre “18 Brumario de Luis Bonaparte”, en que
“todos los partidos y todas las clases se unen en un ´Partido del Orden´ en contra del
proletariado”. Las “jornadas de junio” dejan un saldo de entre 4000 y 15000 obreros
muertos en combate o fusilados y más de 25000 insurgentes detenidos.
Las consecuencias de las jornadas de junio de 1848 son decisivas para la historia del
socialismo francés. Los fusilamientos mataron a los amotinados y a las ilusiones también.
“Supuso un golpe para las esperanzas socialistas y rompieron provisionalmente los vínculos
que se habían establecido entre la idea de Republica y la de socialismo” (J.Bruhat)
La revolución francesa de 1848 tendrá una gran repercusión en otros países de Europa
como Austria, Hungría, Alemania e Italia, donde sendas insurrecciones populares
consiguieron significativos avances democráticos.
Este periodo que es denominado por Hobsbawn como “La primavera de los pueblos”,
marcó un modo de concebir la acción revolucionaria, será 1848 el año en que Marx y
Engels escriban el Manifiesto Comunista, como el año en que la revolución social estuvo
más cerca que nunca en Europa. Fue ese mismo años cuando por primera vez la revolución
fue comandada por socialistas y comunistas a la vanguardia de los movimientos
insurreccionales.
La derrota obrera en las insurrecciones de junio dejó el camino libre para que el Partido del
Orden dominado por la burguesía financiera, avance sobre los proyectos obreros y
socialistas y construya la Francia capitalista y colonialista de finales del siglo diecinueve.
Sin embargo, el socialismo no morirá, las ideas de la revolución social volverán a nacer
décadas después con la Comuna y posteriormente, ya en el siglo veinte, con la Revolución
rusa.
La represión y los desaciertos políticos apagaron los estallidos revolucionarios de 1848 e
instauraron nuevamente a los gobiernos burgueses europeos. No obstante el fantasma
volverá a recorrer Europa y se extenderá mas allá, incluso a donde el mismo Marx, jamás lo
previó.
Bibliografía general:
Bravo, Gian Mario, Historia del socialismo 1789-1848. El pensamiento socialista antes de
Marx.
Bedarida, François. «El socialismo en Gran Bretaña hasta 1848». En Jacques Droz
Soboul, Albert. «Ilustración, crítica social y utopía durante el siglo XVIII francés». En
Jacques Droz (dir.). Historia general del socialismo. De los orígenes a 1875.
Soboul, Albert. Utopía y Revolución Francesa». En Jacques Droz (dir.). Historia general
Sewell, William. “Los artesanos, los obreros de las fabricas y la formación de la clase
Bruhat, Jean. «El socialismo francés de 1815 a 1848». En Jacques Droz (dir.). Historia
Sartelli, Eduardo. Babeuf, el hombre que quiso hacer popular la Revolución Francesa. En