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EL RENACIMIENTO
De la técnica imperial y la popular
TÉCNICA E INGENIERÍA
EN ESPAÑA
MANUEL SILVA SUÁREZ, ed.
TÉCNICA E INGENIERÍA
EN ESPAÑA
I
EL RENACIMIENTO
De la técnica imperial y la popular
FICHA CATALOGRÁFICA
SILVA SUÁREZ, Manuel
El Renacimiento: De la técnica imperial y la popular / Manuel Silva Suárez. —
Zaragoza: Real Academia de Ingeniería : Institución «Fernando el Católico» :
Prensas Universitarias, 2008
Algunos de los títulos griegos y latinos que los humanistas recuperaron y difun-
dieron eran tan importantes para el problema que nos ocupa como la Naturalis
Historia de Plinio el Viejo4, un extenso repertorio misceláneo que al tratar de los
metales, los colores y las piedras incorpora noticias sobre obras de arte y arquitectu-
ra de la Antigüedad confeccionadas con esos materiales y, en algunos casos, tam-
bién sobre sus autores. Sin embargo, el hallazgo más crucial corresponde a Poggio
Bracciolini, que en 1416 localizó un excelente ejemplar del De architectura de
Marco Vitruvio en la biblioteca del monasterio de Saint-Gall. En realidad, este texto5
había circulado con fluidez en la Europa medieval y, de hecho, conservamos un
número importante de copias de esa época, pero a partir de su redescubrimiento en
los albores del Quattrocento iba a ejercer una influencia capital6.
En los siglos precedentes no habían faltado los prontuarios de recetas artesana-
les, concebidos como instrumentos de trabajo en el seno del taller, a la manera del
bien documentado Libro del arte (h. 1390) de Cennino Cennini, una cartilla en la que
los pintores podían encontrar informaciones sobre la naturaleza y elaboración de
los pigmentos o las diferentes técnicas pictóricas7, pero el De architectura, redacta-
do en la Roma de finales del siglo I a. C. y dedicado al emperador Augusto, pertene-
cía a otra categoría literaria y su exégesis marcó un salto cualitativo que se sitúa en la
base de algunos de los cambios más decisivos que asociamos con el arte renacentis-
ta. A pesar de las notables dificultades lingüísticas y de interpretación que entra-
ñaba, se convirtió muy pronto en arquetipo de un género novedoso dentro del
campo de la literatura artística llamado a gozar de enorme éxito a lo largo de los
siglos siguientes.
Los artistas del Renacimiento se interesaron por la definición que Vitruvio efec-
túa del arquitecto [lib. I, cap. 1], en buena medida incompatible con el tradicional
maestro de obras al centrar su responsabilidad en las tareas de creación y proyec-
ción, liberándole, de paso, de las de ejecución material de la obra. Fue Leon Battista
Alberti quien se hizo eco por vez primera de esta doctrina en su De re aedificatoria8
(1443-1452), sentando las bases para la futura racionalización del dibujo arquitectó-
nico en el ambiente romano de la segunda década del Cinquecento, cuando la nece-
4 En circulación en el ambiente florentino desde 1430, la primera edición latina es de 1469 y un año
después se tradujo a lengua toscana (André CHASTEL, 1991, p. 111). Una edición hispana de los tex-
tos artísticos en PLINIO EL VIEJO, 2001.
5 Una edición de fácil acceso en Marco VITRUVIO, 1995.
6 Sobre la localización en 1416 del códice del monasterio de Saint-Gall véase Luis CERVERA VERA,
1978, pp. 75-77. En esta obra se da cuenta de los códices medievales de Vitruvio que han llegado a
nuestros días.
7 Cennino Cennini era discípulo del pintor florentino Agnolo Gaddi (Cennino CENNINI, 1988, p. 5).
8 Leon Battista ALBERTI, 1991, Prólogo al tratado. A este respecto, véase el acertado análisis de Luis
CERVERA VERA, 1979, pp. 119-145.
Técnica y estética: los tratados de arquitectura 205
9 Sobre la definición del arquitecto vitruviano-albertiano véase Leopold D. ETTLINGER, 1984, pp. 99-
123. Para la España del Renacimiento Fernando MARÍAS, 1979, pp. 173-216; una interpretación dife-
rente en Carmen GÓMEZ URDÁÑEZ, 1996, pp. 265-296.
10 Juan M.ª MONTIJANO GARCÍA, 2002, pp. 118-119.
11 Tal y como postula Mario CARPO, 2003, pp. 16-36, espec. p. 24.
206 Jesús Criado Mainar
I
LOS TRATADOS DE ARQUITECTURA
DE LA ITALIA RENACENTISTA
12 Sobre la editio princeps véase Agustín BUSTAMANTE y Fernando MARÍAS, 1985 (I), pp. 184-185, ficha
B 27.
13 Ibidem, pp. 185-186, ficha B 28.
14 [Cesare CESARIANO, traductor y editor], 1981.
15 Previamente, en 1544, había publicado sus comentarios de modo independiente. Sobre las dis-
tintas ediciones del texto véase Agustín BUSTAMANTE y Fernando MARÍAS, 1985 (I), pp. 191-193, ficha
B 34. Ahora también Frédérique LEMERLE, 2000, pp. 23-27 y 48-49.
16 [Daniele BARBARO, traductor y editor], 1987.
Técnica y estética: los tratados de arquitectura 207
[Prólogo] y el dibujo arquitectónico [lib. II, cap. I], establece reglas para construir a la
antigua y también se ocupa de los órdenes —de forma muy incipiente si pensamos
en la relevancia que ese tema alcanzaría en los tratados del Cinquecento—, a los que
considera el principal ornato del edificio [lib. VI, cap. XIII]. Entre las aportaciones ori-
ginales sobresale la definición del concepto de concinnitas, basado en las propor-
ciones que deben unificar el todo a partir de elementos modulares, cuyo origen está
en las relaciones matemáticas de la naturaleza y la música [lib. VI, cap. II].
Para 1452 Alberti había efectuado otras contribuciones al género de la tratadís-
17
tica , pues ya había escrito su célebre De pictura (1434-1436) y, probablemente,
también el De statua (h. 1451). Todas estas obras comparten una importante carac-
terística con el De architectura: pertenecen a una tradición manuscrita, lo que signi-
fica que casi con certeza fueron concebidas sin ilustraciones que, dada su compleji-
dad, resultaban con frecuencia mucho más difíciles de reproducir que el texto18.
Además, tanto el De re aedificatoria como los otros dos tratados están dirigidos a un
público culto y no al de los profesionales de la construcción, razón por la cual se
redactaron en latín. Todo ello justifica que el De re aedificatoria no fuera impreso
hasta 148519, muerto ya su autor —que nunca demostró un interés particular hacia
tan revolucionario avance técnico—, y que hasta el siglo XVI no aparecieran edicio-
nes en lengua vernácula y con ilustraciones. No hay duda de que se ideó para una
circulación restringida.
El ambiente erudito y anticuario de la Roma del Cinquecento anterior al Saco de
1527 hizo posible la maduración del estilo clásico acuñado por Donato Bramante y
sus seguidores —en especial, Rafael y Antonio da Sangallo el Joven— de cara a su
posterior diáspora. Allí completó su formación el arquitecto y pintor boloñés
Sebastiano Serlio (1480-1554) junto a Baldasare Peruzzi. De la Ciudad Eterna pasa-
ría a Venecia (1527-1540), donde compaginó la realización de diferentes encargos
perdidos con la preparación de un tratado de arquitectura —las Regole generali di
architectura sopra le cinque maniere degli edifici— que nunca terminaría de edi-
tar20, pero cuyo novedoso planteamiento marca un cambio de orientación decisivo
para este singular género literario. En 1540 se trasladó a Francia para entrar al servi-
cio de Francisco I y allí publicaría los libros I, II, V y Extraordinario de su obra, falle-
ciendo probablemente en Lyon en 1554.
Para 1537, fecha de la edición del libro IV de las Regole generali, la imprenta era
un medio de reproducción mecánica consolidado que había modificado el pensa-
17 Leon Battista ALBERTI, 1999, pp. 61-122 [De la pintura], y pp. 123-144 [De la escultura].
18 Según la opinión más extendida en los últimos años. Véase al respecto la convincente argumen-
tación aducida por Mario CARPO, 2003, pp. 37-47 y 199-208.
19 Leon Battista ALBERTI, 1989, 2 vols.
20 Sebastiano SERLIO, 2001, 2 vols. Véase también Sebastiano SERLIO, 1996, 2 vols.
208 Jesús Criado Mainar
miento y los intereses de los autores de tratados; de hecho, ya habían aparecido las
primeras ediciones impresas —en latín y romance— con ilustraciones del De archi-
tectura de Vitruvio, facilitando una amplia difusión de su doctrina. En palabras de
Mario Carpo, «cuando la reproducción mecánica de la imagen se haya difundido
universalmente, incluso los teóricos de la arquitectura podrán aspirar a una docu-
mentación gráfica sistemática, extensa y concreta de las obras maestras de la arqui-
tectura antigua. Tras varios siglos de primacía de la palabra, el discurso arquitectóni-
co podrá contar ya con la imagen, componer con ella y aprovechar sin reservas una
imagen fiel, reproducida y transmitida conforme a su arquetipo»21.
Consciente de la nueva situación, Serlio presenta su tratado al lector como una
recreación de la ilustración perdida de Vitruvio, en lo que cabe considerar como una
verdadera declaración de intenciones22. No extraña que las primeras partes impre-
sas fueran los libros III (Venecia, 1540) y IV (Venecia, 1537), dedicados, respectiva-
mente, a los monumentos clásicos de Roma y el estudio de los órdenes23. Las figuras
alcanzan una importancia similar al texto: el público potencial hacia el que se dirige
el autor no es solo la minoría cultivada y erudita que hasta entonces había sido la
principal consumidora de este género literario, sino también el grupo más amplio
de los profesionales de la arquitectura y otras disciplinas concomitantes.
La ilustración de este tratado adopta el nuevo dibujo ortogonal desarrollado en
Roma en la década de 1510 a partir de la interpretación de las tres especies vitruvia-
nas24 que caracterizan al dibujo propio del arquitecto, la ichnographia, la ortogra-
phia y la scenographia [lib. I, cap. 2], identificadas con la planta, el alzado exterior y
la sección interior —en este caso, no sin titubeos— y perfectamente descritas en la
denominada Carta a León X25. Estos instrumentos permitían definir el proyecto de
modo muy preciso, posibilitando la ausencia del arquitecto —al menos, en teoría—
y sentando las bases para la difusión de una práctica arquitectónica fundada en la
concepción vitruviano-albertiana.
La siguiente obra que interesa mencionar aquí, la Regola delli cinque ordini
d’architettura de Giacomo Barozzi da Vignola (1507-1573), supone el triunfo de
la imagen sobre el texto. Viajero a Francia, donde trabajó entre 1541 y 1543 junto a
Primaticcio en Fontainebleau, las primeras obras de Vignola tras su regreso acusan
la influencia del tratado de Sebastiano Serlio —con quien había coincidido en ese
Los contenidos de la obra son también muy próximos a los de Serlio. Así, en el
libro I Palladio se ocupa de los órdenes clásicos —equivalente al libro IV de Serlio—.
El libro II está dedicado a la arquitectura civil y en el mismo nos presenta algunos de
sus propios proyectos de palacios y villas. El libro III versa sobre edificios de carác-
ter público tales como puentes o basílicas, tanto romanas —basílica Porcia de Ro-
ma— como de la época —basílica de Vicenza—. El libro IV, por su parte, está consa-
grado a los templos, siendo la única construcción renacentista incluida el tempietto
bramantesco de San Pietro in Montorio; el resto de los monumentos seleccionados
son de época romana y en su mayoría aparecen en el libro III de Serlio.
II
LA ARQUITECTURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVI
Y LOS TRATADOS
29 Tal y como proponen Víctor NIETO, Alfredo J. MORALES y Fernando CHECA, 1996. Una actualizada
visión sintética, en la que se mantienen estos jalones pero en la que también se proponen itinera-
rios complementarios, en Fernando MARÍAS, 1999, pp. 363-397.
30 José E. GARCÍA MELERO, 2002, pp. 27-38, 55-67, 79-90 y 99-109.
31 En concreto, la que representa el edificio de la Banca Medicea en Milán.