Ensayos Guia Modulo I Horacio Costa

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HORACIO COSTA MAR ABIERTO Ensayos sobre literatura brasilena, portuguesa e hispanoamericana UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO FACULTAD DE FiLosoria y Lerras FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO Primera edicién, 1998 Primera reimpresién, 2000 Se prohibe la reproduccién total 0 parcial de esta obra —incluide ¢] diseito tipogréfico y de portada—, sea cual fuere el medio, electrénico o mecanico, sin el consentimiento por escrito del editor, D. R. © 1998, FACULTAD DE Firosoria y LETRAS ‘UNIVERSIDAD NAGIONAL AUTONOMA DE MEXICO. Giudad Universitaria, 04510, México, D. F. D. R: © 1998, FonDo DE CULTURA Econo! Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200, Mé: ISBN 968-16-5571-0 0, D. F. Impreso en México BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTICA Y LA PARED ANDINA Seja bala, relégio, ou lamina colérica, é contudo wna auséncia 0 que esse homem leva, Joao Cabral de Melo Neto, “Uma faca sé lamina” En 1990 organicé un encuentro de poetas en Sao Paulo, en la Fun- daci6n Memorial de América Latina: “La Palabra Poética en Améri- ca Latina: evaluacién de una generacién”. En él estuvieron presen- tes nueve poetas hispanoamericanos y ocho brasilefios, inclusive yo mismo. Mi punto de vista basico al proponer este encuentro fue el de llevar a cabo el didlogo entre las culturas ibéricas en el Nuevo Mundo, partiendo del principio de que, después de 1a historia de las relaciones entre les que hablamos y escribimos en espafiol y en portugués, los vinculos culturales serfan expresivos y que la mec4- nica tradicional de cambios poéticos intraiberoamericanos, refor- zada en aquella ocasién, podria conocer un nuevo momento. Las ideas rectoras que llevaron a la organizacién del encuen- tro eran las de evaluar colectivamente la escritura de poesfa en Amé- rica Latina hoy, a través de un intercambio de informaciones y, mas que esto, propiciar la oportunidad de establecer lineas de identidad y de diferencia entre los participantes, consideradus cummo produc- tores sintomaticos del lenguaje en sus culturas de origen. Sin el pro- pésito de repetirme, me parece importante remitir la atenci6n a algunas partes del texto titulado “El centro esta en todas par- tes”,! que escribi para aquel encuentro. Después de hacer un re- cuento en él de las relaciones entre la poesia portuguesa y la bra- | Vid, infra, pp. 437-446. 423 424 BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTICA, silefia con la espajfiola e hispanoamericana, en un momento dado mencionaba: Una primera caracteristica clave del mundo que hoy se delinea ante nuestros ojos es la descentralizaci6n, que surge inmedia- tamente después de la fractura del sistema polftico-militar bipolarizado que rigié la historia reciente. En un mundo des- centralizado, deja de estar vigente el esquema que relaciona el centro y la periferia, coda la humanidad, especialmente en términos culturales, esta en el centro y, al mismo tiempo, en la periferia. Ante el signo de emergencia total, de la inchusividad y de la mudanza, enfatizar el diélogo en un drea considerada excéntrica, como ahora hacemos, es reclamar o apostar por su centralizacion en el seno de una configuracién internacional excentralizadora: nuestra proverbial excentricidad frente a un logos centralizador y autoritario no es hoy ni mas ni menos excéntrico que este propio logos, tornado simulacro y farsa de si mismo. En pocas palabras, si el centro esta en todas partes, nosotros somos parte de él. Mas adelante, hacia referencia a la idea del resurgimiento de los nacionalismos y de los regionalismos, entre ellos los que reclaman. su presencia en el seno mismo del mundo ibérico, y consideraba, en forma indirecta, Ja tradicién del vinculo luso-hispanoamericane como fndice de una posible “regién cultural” que, si ya se habia formado en el pasado y eminentemente en el periodo barroce, po- dria, por qué no, volver a afianzarse en el presente. Recapitulando, teflexionaba sobre la policentralidad de la formacién de grupos re- gionales, de un nuevo tipo de identidad ailtural pannacional, como indices del mundo contemporaneo. La discusién surge directamen- te de la dificultad, como dije arriba, de reanudar esta tradicién del didlogo intraiberoamericano. Mas alla de los problemas funcionales 0 practicos, el proceso de apertura, de aceptacién mutua entre lati- noamericanos, es de hecho complejo y se refleja, por asi decir, en patrones personales de comportamiento que indican situaciones mds amplias. En el area de la cultura, para no hablar de aquélla de la politica, hay antecedentes precisos de este impasse. Aqui quiero sefialar dos momentos significativos de Ja literatu- ra brasilefia, considerados, para efectos de este trabajo, como se- fiales de este conflicto. Me refiero a dos escritores de primer or- den: José de Alencar y Jo4o Guimardes Rosa. Quiero mencionar la BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTICA, 425 posicién de ambos frente a nuestros. vecinos, como forma de ayu- dar a Ja comprensién de esta dificultad latinoamericana todavia hoy vigente. Antes que nada, quiero subrayar que esta situacién, evidente- mente, no es tan sélo relativa a nuestro lado y encuentra su contra- partida en el hispanoamericano. Pensemos, por ejemplo, en el gran hbro del paraguayo Augusto Roa Bastos, Yo el supremo, en el cual el estereotipo del brasilefio, en un momento dado de la historia suramericana, el de la Guerra del Paraguay, se acrisola. No obs- tante, en esta ocasién me quiero referir. solamente a des obras —la novela O Gaticho (1870), y el cuento “Paramo”, incluido en Estas estorias (publicacién péstuma, 1968), de Alencar y Rosa respectiva- mente. Asimismo, haré alusién a partes escogidas de discursos po- liticos del primero, reunidos en las Cartas de Evasmo, y también a pasajes de una entrevista al segundo, hecha por el critico aleman Giinther Lorenz, llamado “Didlogo com Guimaraes Rosa”, inclui- do en el volumen de su Fortuna critica. Con O Gaticho, Alencar da inicio a su produccién de novelas “re- gionales”. En este libro, asi como en O sertanejo, el autor tratard del noreste y en O tronco do ipé de la region del Valle del Paraiba, el novelista cearense tratara de la frontera sur, vista posiblemente como la menos brasilefia en la época del Imperio, debido a la radicalidad de la Revolucién Farroupilha y a la dificultad del po- der central en controlarla. La intencién que subyace en-la escritu- ra de esta novela es, por tanto, politica: demuestra el apego de Alencar al proyecto de construir una “literatura nacional” para el pafs naciente. En otros escritos ya me dediqué a hablar de este libro como ejemplo de la literatura regionalista brasilefia del siglo pasado (vid. supra, pp. 207-227 aqui, me limitaré a tratar tan sélo la tipificacién del hispanoamericano en O Gaticho. En esta novela, la humanidad hispanoamericana se vincula a dos érdenes de referencias. Por un lado, siguiendo los sefiala- mientos de Scott, estén los personajes histéricos, como el caudillo Lavalleja y el general Fructuoso Rivera, héroes y enemigos entre sf en el proceso de independentizacién del Uruguay, que se relacio- nan con figuras histéricas brasilefias como el caudillo de Rio Gran- de do Sul Bento Gongalves. Limitado por la referencia a la historia real, Alencar no puede desarrollar estos personajes con gusto, aun conforme el esquema scottiano, estos “figurones” asumen en el rela- 426 BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTICA. to un lugar poco destacado, mas para enfatizar el cardcter de ve- rosimilitud del mismo que para desemperiarse libremente como seres de ficcién, Por otro lado, estén los personajes inventados; éstos son, cla- ramente, aquellos que més nos interesan. Limitémonos a dos de ellos. El primero es don Romero, un vendedor ambulante chileno de quien el héroe brasilefio de la novela, Manuel Canho, “el Gaticho”, gana la hermosa yegua Morena, su compatiera fiel a lo largo de toda la novela, después de apostar con don Romero, que él, Canho, conseguirfa domarla, hecho imposible para el mismo don Romero. A pesar de los modales sencillos del chileno, en Ma- nuel Canho su presencia “le producia una impresién desagrada- ble” proveniente, como dice Alencar, de “stibitas antipatias. que son incomprensibles, como un misterio del alma”, antipatfa que se desarrolla mas adelante en una “aversién irresistible”.2 Dice Alencar: “Manuel lo habja visto por vez primera hacfa una hora, habia intercambiado con él pocas palabras y, no obstante, le pare- cfa que desde mucho tiempo atrds lo detestaba”. Esto, a pesar de que la figura de don Romero era “mas propia para despertar sen- timientos benévolos”. Aun asi, en la deseripcién del chileno —‘mancebo de vienticinco afios, tenfa un semblante placentero; el bigote negro y la barba destacaban bien sobre la tez alba y rosa- da”— el novelista cearense no perdona un poco de ironfa: don Romero “tenia un porte airoso, aunque con el donaire excesivo que generalmente afecta a la raza espafiola”. Este rechazo aparen- temente gratuito de Canho-en relacién con don Romero tiene su raz6n de ser: mds adelante él sera el conquistador de la amada del gaticho, Catita —a quien seduce con la ayuda de un filtro amoro- so, después de haber sido el seductor de la hermana de Canho, Jacintinha. El segundo personaje, no tan importante en el relato como el anterior, aunque si fundamental para la caracterizacién del héroe, es Barreda, un castellano de Ja provincia argentina de Entre Rios, asesino “cobarde” del padre de Canho, que éste liqui- da, evidentemente;.en combate leal, después, nétese bien, de haberlo curado de una enfermedad, habiéndole servido de fiel ? José de Alencar, Ficeao completa e outros escritos, vol. 1, p. 42. (N. del trad. Para este ensayo se han traducido las citas del portagués al castellano toda vez que esta novela no se encuentra traducida, segin mi conocimiento). Las citas siguientes en. este parrafo pertenecen a la dltima pagina del mencionado libro. BRASIL; ENTRE LA ESPADA ATLANTICA, 427 enfermero. Quedémonos aqui en esta breve caracterizacién, Como veinos, ef uno 0 en otro personaje hispanoamericano, rige la per- fidia, la traicién, el enigma, la cobardia, ademas de, claro, una imptidica sensualidad en el caso de don Romero. Esta caracterizacién encuentra, para sorpresa nuestra, una telacién directa con la ideologia antihispanoamericana que Alencar expresa en las Cartas de Erasmo. Escritas y publicadas al- gunos afios antes de O Gazicho, contrapartida de los discursos parlamentarios de Alencar, estas cartas resumen la filosofia polf- tica del escritor en la década de 1860, en plena vigencia de la Guerra del Paraguay. Los t6picos que Alencar desarrolla en éstas son diversos: van desde la polftica financiera del Imperio hasta consejos al monarca de cémo preservar su majestad, don Pedro II. Este no los pudo tolerar y, en funcién de ellos, impidié que Alencar fuera senador del Imperio, ademas de, mediante diver- sas presiones, haber conseguido que el escritor renunciara a su cargo de Ministro de Justicia. La aversion del monarca contra aquel que fuera el primer intelectual brasilefio en interpelar el poder resalta en la frase que Pedro II pronuncié, segan informa- cién de Brito Broca, a la muerte de Alencar: “Era un hombrecito muy malcriado”,? frase que nos revela, pasados més de cien afios, la relaci6n paranoica del Estado brasilefio contra los intelectuales que intentan salir de la esfera de la creaci6n para adentrarse en aquélla de la “malcriacién”, esto es, en la de la critica social o politica. En sus cartas, Alencar preconizaba un Estado mds pobre y un poder central mas autoritario menos caprichoso y permeable a la adulacién y a la politiquerfa 0, como dice Brito Broca, un Estado regido por “un Emperador fascista”.* Sin entrar en detalles de su filosofia politica de “halcén” —uso la terminologfa de la polftica cstadounidensc que divide a los politicos en “halcones” y “palo- mas”—, en este momento de implantacién de Ja politica externa brasilena, Alencar justificaba el intervencionismo abierto en los paf- ses vecinos. Al referirse a la cuestion platina, después de decir que “Brasil no podia representar eternamente el papel de expulsor de caudillos que renacian no de las cenizas, sino de la rabadilla el uno 3 Véase Brito Broca, “O drama politico de Alencar”, ibid., p. 868. 4 Ibid, p. 863. 428 BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTICA del otro”, Alencar reza: “Ayer Rosas, hoy Lépez, mafiana Urquiza, después cualquier otro y tal vez de nuestros presuntos amigos”. > Lo que ve el escritor es un papel altisonante para Brasil en la cuestion suramericana, un papel de Arbitro incontestable. Por un lado, ¢ imperialisticamente, dice considerarnos la punta de lanza de la civilizaci6n latina en América del Sur —civilizaci6n mudada que, por cierto, “no debe olvidar sus raices americanas’—;° por otro, e imperiaimente, dice que la intervencién de Brasil en los paises vecinos es “sobre todo filantrépica”:’ al levar nuestro ejem- plo de pafs “civilizado” a tierras dominadas por la “barbarie”, manifestamos “la caridad internacional de un pueblo por sus hermanos dilacerados” por su propia historia. La guerra con los vecinos no deberja haber sido de alianzas y sf unilateral para ser consecuente con “el legado transmitido por Ja sangre heroica de que provenimos. Los manes de Alfonso Henriques y de Juan I exigian este homenaje”. Como vemos, la tipificacin de don Romero, en este contexto, puede ser considerada como una especie de “revancha nacional” heredada de las peleas ibéricas. Sobre la Guerra del Paraguay, de- sarrollada como una guerra de guerrillas y no como una campafia militar 4.Ja curopea, cuyo comando quedara en un punto dado de su curso con Argentina para enorme repudio de Alencar, el escri- tor dice: Que se batan asf los paraguayos, los argentinos y los orientales, no hay que admirarse; son guerrilleros, nunca fueron soldados; sus generales son comandantes de caballerfa; saben dar carga y huir Brasil, sin embargo, tenia la indeclinable obligacién de ha- cer la guerra civilizada [...]. La nobleza exige. Es forzoso que Brasil mantenga su nom- bre de nacién culta y de segunda gran potencia de América, 0 entonces que se reduzca a una tierra de mercaderes.8 En resumen, en la obra de nuestro primer novelista de impor- tancia, percibimos la caracterologia poco encomiable que antes id., p. 953. id, p. 981. 7 Ibid , p. 954. Las citas siguientes en este parrafo pertenecen a la misma pagi- na del libro citado arriba. 8 Ibid, p. 961. BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTICA 429 resumf en lo que toca al hispanoamericano, sea éste considerado a través de su psicologia, de su nacionalidad, o incluso de su cultura, en el sentido amplio del término. El pensamiento de Alencar, evidentemente, no puede y no debe ser reducido a esto: poco liberal en el cuadro de su tiempo y de su pais, el novelista cearense no deja de ser, observado retrospec- tivamente, un mana en el cuadro literario brasilefio, que tanto le debe como inventor de formas y propulsor de discursos. Es im- portante hacer hincapié de que su antiespafiolismo y su anti- hispanoamericanismo caracterizan un modus, afin con el cuadro de la primera modernidad de una Europa expansionista en todo el mundo, de una época en la cual el imperialista, para decirlo en una sola palabra, no tenia vergiienza de serlo. Es.en el cuadro de esta modernidad de mediados del siglo x1x que la posicién guerrera y aguerrida de Alencar en relacién con el lugar de Brasil en Améri- ca debe ser entendida. En un segundo momento de la moderni- dad, en el cual el discurso imperialista ya habfa perdido su vigen- cia y se habia convertido en nftida plataforma de una derecha —o, como tan bien sabemos, también de una izquierda apenas en la apariencia internacionalizadora—, encontramos, en el ambito de la literatura brasilefia, un segundo documento sobre la dificultad de la relacién entre Brasil y sus vecinos. Me refiero al cuento de Guimardes Rosa antes mencionado. En “Paramo”, el narrador es, probablemente, una proyeccién bio- grafica del mismo escritor a partir de sus andanzas como miembro del servicio diplomatico brasilefio en América del Sur. En el cuento, este personaje extranjero pasa por algo asi como una especie de experiencia de “muerte en vida” de un ritual del paso simbélico, sobre lo que, al iniciar su relato y un tanto patéticamente, dice: [...] todo verdadero paso adelante, en el crecimiento del espiri- tu, exige el chogue entero del ser, ei palpar inmenso de los peli- gros, un fallecer en medio de tinieblas; el paso. Pero lo que viene después, es lo renacido, wn hombre mas real y nuevo, segan lo refieren los antiguos grimorios. Hermanos, créanme.® 8 Jo&o Guimaraes Rosa, “Paramo”, en Estas estérias, p. 177... del trad. Para este ensayo se han traducido las citas del portugués al castellano toda vez que este cuento no se encuentra traducido al espatiol, seg mi conocimienta: 430 BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTIGA. La particularidad del cuento es que este “paso”, esta depura- cién del ser que, como sabemos, integra uno de los grandes temas rosianos, ocurre en tierras hispanoamericanas, mAs exactamente en una ciudad situada en la Cordillera de los Andes —referidos como “cinéreos” e irradiadores de una “mortal tristeza”. De estas montafias, que son “como una perrera de vientos”, dice el perso- naje, “[...] de alld, de la desolacién del paramo, me habfa de venir Ja muerte. No la muerte final —ecuestre, segadora, huesuda, tan retrasada, sino otra, aguélla.”*0 Al llegar a la ciudad, e] extranjero reconoce: “Yo ya la habia visto, ya la habfa conocido desde antes, pesadilla distante”. £1 trafa, “feliz y 4vido”, todas las “alegrias”. de su cultura original. Des- pués de pasar por seis capitales latinoamericanas, llega a su desti- no para inmediatamente verse victimado por el soroche, el mal de montafia. Atendido por un médico judio y necesitado de reposo, cl personaje comienza a sentir “lo absoluto de la soledad”.!2 En relaci6n con este tema, que serd el central del libro, define asi su situacion: Soledad. ¢Y de qué podian aliviarme, en el momento que fue- ra, una cualquicra de entre las millares de personas de esta ciudad, y de ellas, las poquisimas que frecuentaré, si no las siento iguales a mi, a través de los ventanales de las horas? Paso jun- to a ellas, les hablo, las escucho, y no se toca ninguna orla de nuestras almas; me parece que no tengo alma; éno tendré? O sera de otra especie. Estaran mAs muertos que yo mismo, o es que mi muerte es més profunda? Ah, son seres demasiado con- cretos, demasiado carnales, pero casi pétreos, silicosos. Me asusta sobremanera, porque es de mi raza, el Hombre con aspecto de caddver, E] es el mAs muerto. Su presencia obligatoria me re- pugna [...] Tengo que soportarla, iay de mil, y es una eternidad de torturas. 1® Fsta, la medida de soledad ontolégica del narrador de “Para- mo”, de su conciencia de “falta de registro”, de su desubicacién total, de extraterritorialidad y extrafamiento de lugar. © foid., p. 179. 1 Idem. 2 [bid., p. 182. 13 Peid., pp. 183 y ss. BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTICA 431 Para proseguir con el esquema del cuento, este “Hombre con aspecto de cadaver” referido en el pasaje de arriba, persegui- ra, con su nombre sucesivamente mudado —“Hombre frio como un cadaver” u “Hombre que es un cadaver”, “Hombre con aire de cadaver”, “Hombre con fluidos de cadaver”, “Hombre con la pre- sencia de cadaver”, por ejernplo—, al narrador a lo largo de todo el relato —cuyo texto, ademas, est4 punteado de expresiones como “calles” y “rejas”, que revelan su raz castellana, o incluso se entremezclan didlogos en espafiol. Asediado por esta intromisién del mis alld, tal vez una exhalacién del paramo frio y extrafio en el que el narrador se encuentra, éste, ya tornado por la desesperacién y después de constatar que esta “muerto, muerto, muerto”, resuel- ve seguir un entierro anénimo —que pasaba como urio de los “ca- prichos de Goya"! por una de las callejuelas de esta ciudad ya vista en pesadillas. Este acompafiamiento de un cortejo fiinebre es Ja Gltima forma que é] tiene que comprender lo que le sucede: “Y venia. Hasta atras. ‘Después de todos. Como un perro”.!® Ya en el cementerio, se da la conclusi6n de “Péramo”. A pesar de que el extranjero trata de pasar desapercibido, el padre del muerto lo intercepta y, sorprendentemente para él, le entrega, con un gesto natural, el “Libro” —cuya verdadera identidad Rosa substrae al lector—, que el mismo narrador perdiera antes, debi- do al asedio del fantasmal “Hombre con el todo de un cadiiver”. Entonces se da un didlogo que aqui reproduzco: Nos mirabamos mutuamente. ¥, entonces, como si s6io con dificultad pudiera hacer la pregun- tacon la que intentaba aproximarnos, y al mismo tiempo procu- raba lo inteligible de aquella situacién, él, mansa y nostélgicamen- te, dijo, bajando los ojos: —"Entonces...perdimos nuestro Pancho,,.”“% Y volteaba a mirarme. Esperarfa una respuesta que viniera del corazén. El temblor de su voz era demasiado sincero. Pero yo no pude. Asentf con un simple. si. M4 Jbid., pp. 183-185. 8 Tbid., p. 194. 16 Pid, p. 195 17 N. del trad. Las cursivas indican que estas frases estén en espafiol en el original. 432 BRASIL; ENTRE LA ESPADA ATLANTICA, El hombre no se movi. ¥ ahora , yo sabia que nuestro muer- to era un muchachito, y que se llamaba Pancho. Qué iba a saber yo? No obstante, tenia que decir algo. —"Andaré ya en el cielo...” —dije. Fl hombre me miraba, eternamente. Me vio con el rigor mas oscuro. Me respondid: —“iQuién sabe?” Estabamos tan cerca y tan Iejos uno del otro, y yo no podia soportarlo mas, Estornudaba, y ansiosamente me despedi.!8 En los pasajes anteriores, pudimos observar la intensidad de la dificultad de la comunicaci6n entre el narrador-personaje de “Pa- ramo’, el extranjero-diplomatico que probablemente es el antifaz del autor y, lamémoslo asi, l pathos hispanoamericano. En esta relaci6n, todo se resume, por asf decirlo, a la imposibilidad del contacto ordinario, humano, directo, real. Tangencialmente, la si- tuacin descrita en el cuento recuerda la famosa novela de Juan Rulfo, Pedro Péramo, en la que todo ocurre en un mundo de tinie- blas y los didlogos se dan entre fantasmas; recuerda también la experiencia que Malcolm Lowry describe en Under the Volcano, li- bro en el que el narrador-personaje, el cénsul de Inglaterra en Cuernavaca, vive una especie de “infierno astral” en tierras hispa- noamericanas —experiencia psiquica que, digase de paso, yadi- ferencia de aquélla descrita en nuestro “Paramo’”, lleva al consul de Lowry a su total destruccién. Mientras tanto, la verdad es que el relato rosiano se abre a una segunda interpretacién. Al recibir de vuelta el libro desaparecido de las manos del padre del muerto, aunque con la comunicacién verbal comprometida, se establece un intercambio simbdlico entre el extranjero y el nativo del Paramo. Mas adelante volveré a este punto lleno de significado. Mientras tanto, me interesa encontrar, en la mencionada en- wevista de nuestro indudable mayor escritor, una explicacién, en el contexto ya no de la obra aunque si del pensamiento de Gui- mardes Rosa, una posible explicacién de este aislamiento, de esta especie de silencio aterrador, visceral, ontolégico. Forzado por la insistencia de su entrevistador alemén, Rosa hace algunas revelaciones dignas de nota. Una de ellas se refiere a 38 Ibid, p. 198. seittthtie inte gs BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTICA 433 su vinculo con la lengua portuguesa. “Considero la lengua como Mm instrumento metafisico”,1° confiesa el escritor en un momento dado. El portugués en Brasil serfa para él una lengua en forma- cién, todavia “jenseits von Gut und Bésel”,2° mas allé del Bien y del Mal, como él se expresa, recurriendo al titulo de la famosa obra de Nietzsche. Mas alla del cédigo de la lengua, también esta- blece una relacién metafisica con su lenguaje. Cuestionado sobre algo que habia mencionado anteriormente ——que 4 escribia para acercarse a Dios—, Rosa responde: “Esto proviene de que yo do- mino la metaffsica de mi lenguaje, pues éste debe ser la lengua de la metafisica”; avanzando, en nea analégica, otra consideracion algunos p4rrafos mds adelante: “f...] mi lengua brasilefia es la len- gua del hombre del mafiana, después de su purificacién”.2! Una segunda idea que pasa junto a la mencionada entrevista de Rosa se vincula a la anterior y se refiere directamentea la cues- tién de la identidad nacional brasilefia. Asumiendo como “l6gica” la existencia de la nocién de brasilianidad, Rosa la define, un tan- to indefinidamente, llam4ndola un “sentir-pensar”. Azuzado por el entrevistador, y después de mencionar las nociones gemelas de “duende” en Garcia Lorca y de “hispanidad” en Unamuno, termi- na por ejemplificar su idea de brasilianidad, al decir que “nosotros los brasilefios estamos firmemente persuadidos, en el fondo de nuestros Corazones, de que sobreviviremos al fin de! mundo que acontecer4 un dia. Fundaremos entonces un reino de justicia, pues somos el Gnico pueblo de la tierra que practica diariainente la 16- gica de lo ilégico, come lo prueba nuestra politica”. Hasta aqui las citas de la entrevista a Guimaraes Rosa. A tra- vés de las pequefias partes mencionadas anteriormente; se pue- den afianzar dos valores interpretativos: primero, que para él, len- gua y lenguaje estan imbuidos de un pulsar metafisico Propiciatorio de su propia escritura; segundo, que los brasilefios, practicantes de esta lengua de esencia indiscutible, son, en pocas palabras, “el pue- blo del futuro”, si no es que simplemente el pueblo elegido. Un 18 Giinther Lorenz, "Didlogo com Guimaraes Rosa”, en Forhina Critica, pp. 62- 97. Véase Horacio Costa, “Sobre as afinidades eletivas: Guimaraes Rosa ea Alemanha’”, en Revista USP, ntim. 22, pp. 110-127 20 Thid., p. 87. 22 Idem 22 Thid., p. 92. 434 BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTICA mesianismo algo judaizante resumen estas nociones del resto vin- culables a toda la tradicién sebastianista lusitana. Come hice antes con Alencar, creo que debo una explicacion sobre todo lo que dije acerca de Guimaraes Rosa. Evidentemente, los motores de su obra, magma puro, no pueden ser reducidos a una interpretaci6n tan parcial como a la que r4pidamente proce- di. Rosa encierra en s{ todo un continente textual imposible de reducciones, sean las que fueren. Por otro lado, éno serfan estas nociones gemelas de providencialismo lingitistico y de nacionalis- mo (tomado aguf como factor de.identidad y no como manifesta- cién de una inteligencia polftica cualquiera), factores que ilumina- rian directamente el trance del extranjero de “Péramo”? Frente a un cédigo lingiifstico tan semejante como el de la lengua espafiola y en un espacio tan distinto del brasilefio como puede ser la cordi- llera andina, éno ejemplificarfa este personaje la puesta en prueba de las ‘nociones de Rosa, en el espacio de un “otro” tan préximo al “mismo”, un “otro” que lo amenaza, debido a esta proximidad/ perdicién, en sus sefiales minds rec6nditas de identidad? Si esta linea interpretativa fuera correcta, en “Paramo” verifi- camos, escénicamente, los limites de.las nociones rosianas de dife-” rencia lingiifstica y nacional. Sin duda, pese a su genio literario incuestionable, Rosa era un hombre de su tiempo, que presencid el periodo getulista-jusceliniano y la construcci6n, tan mesidnica, de nuestra utépica o distépica capital federal, Brasilia. Rosa co- rresponde, asi, al final del espectro del periodo de la moderniza- cién acelerada del pais, en cuanto un observador-hacedor privile- giado y cuya presencia honra, excelsamente, nuestra cultura. La problematica del narrador-personaje en “Paramo” difie- re sustancialmente de la posicién del autor en O Gaticho. Si Alencar no aceptaba a los vecinos, Rosa no podfa comunicarse con ellos; si el primero vinculaba esta inaceptacién a un pretendide papel continental del Brasil-potencia, en Rosa su incomunicacién lo eva a una malaise quintaesencialemente humana, mas-allé de lo meramente nacional. Aun asf, esta incomunicaci6n, vista a la luz de las nociones antes apuntadas, asume un nuevo y revelador ca- riz. Mudado el juego internacional de 1870 a 1970, persiste en Rosa el extrafiamiento; éste, belicoso ¢ intolerante en Alencar, ahora se da sobre las formas gemelas de la angustia y la ansiedad. En los parrafos anteriores quise demostrar que la dificultad de comunicacién entre los dos grandes bloques lingiifstico-culturales BRASIL: ENTRE LA ESPADA ATLANTICA. 435 latinoamericanos, lejos de ser una conversacién de salon, un topos esclavizante, tiene origenes que no sélo van lejos, sino también encuentran su guarida en el propio cuerpo de la mas significativa produccién literaria nacional de siempre. Mas allé de evidenciar una de las tantas situaciones de tensién entre bloques lingitisticos en escala mundial, esta cuestién nos leva al tema con que inicié este ensayo. Asumamos como correcta la asuncién de. que hoy “el centro est en todas partes” y que, por tanto, “ya no hay mas periferia”. Segtin esta doble nocién, en este nuevo panorama, panorama tipi- co de la posmodernidad que estamos viviendo brasilefios y coreanos, mexicanos y polacos, y desvinculada de la trabazon, de la servidumbre de Ja centralidad, América Latina en lo particular —incluso América como un todo, si se impusiera en el futuro una nueva vision del continente como un “espacio americano"—, se con- vertiria automaticamente, en uno de los policentros mundiales. Mien- tras tanto, claro esté que este camino es més bien ideal que real, como bien nos pueden ilustrar los problemas que dos de nuestros mayores escritores tuvieron para tratar el ugar de Brasil frente al espacio y a la humanidad que nos circunda, del Amazonas al Plata, dificultades que responderian por las que tuvimos todos tos partici- pantes del encuentro “La palabra poética en América Latina: eva- luacién de una generacién”, que afrontar cada quien a su manera. En términos de cultura brasilefia, una tarea esencial dé este sentir posmoderno que nos llega debido a los cambios que vivi- mos, seria superar el problema con nuestro lugar, metaforizado por la situacién de Alencar y Guimaraes Rosa, convirtiéndonos plenamente en habitantes del terrén que nos fue dado ocupar al sur de la gran América que, no nos olvidemos, se extiende mucho mas alla de nuestras fronteras hispanicas y del gran y dispar blo- que de lenguas, culturas, modales y naciones; va, americanamente, desde el Labrador que habla francés, inglés y esquimal, hasta la Patagonia que habla espafiol e incluso lenguas indigenas. El mar que vinculaba todos los rincones del mundo al sistema de valores eurocéntrico y, posteriormente, euro-occidental y nor- teamericano, mar que el portugués descubrié unia chinos y léquios, galos y normandos, lamina lusfada que nos caracteriz6 como un pais “de cangrejos agarrados a la espalda”, como reza nuestro tra- dicional adagio, perdido el centro, ya no se esparza mas por el mundo de la misma forma. Es en el aire como viajamos y por las 436 BRASIL; ENTRE LA ESPADA ATLANTICA ondas en él invisiblemente escondidas que nuestros telefonemas, nuestra correspondencia y nustros faxes se deslizan. Si el mar cam- bi, la tierra no: continuamos entre la espada del mar, que hoy nos separa como que cortandonos del resto del mundo, ya que es el mar lo que une cada vez mas el mundo en que vivimos, y la pared andina: cimérea, solemne, aparentemente impermeable. Continua- mos, nunca est de'mas decirlo, en el mismo lugar. Sdlo que el sen- udo de lugar de nosotros, brasilefios, tiene que cambiar en esta posmodernidad que, como al resto del mundo, parece convenir- nos, y a la que legamos medio sorprendidos, como quien se duer- me con el ir y venir de las olas y, al despertar, se descubre en la falda de la montaiia, con un libro en las manos —tal vez el mismo que le es devuelto al extranjero de “Péramo”, tal vez incluso un libro que sea pura memoria y poesfa, un libro “demasiado concre- to, demasiado carnal, pero casi pétreo, silicoso”. Entre la espada atléntica y la pared andina, aunque nos haya sido un tanto lento y dificil aceptarlo, hay vecinos. ne EL CENTRO ESTA EN TODAS PARTES El didlogo entre la poesfa hispanoaméricana y la brasilefia, si no es en términos histéricos el mas importante en ambas literaturas, por lo menos tiene una caracteristica distintiva: se sittia entre los mas antiguos de cada una de ellas, Esto porque, como es sabido, se trata de un didlogo que principia en el medioevo de la peninsula Ibérica, en el momento de la formacién misma de las lenguas por- tuguesa y castellana. Por citar un tinico ejemplo, quizd el que lo funda, don Alfonso X de Castilla —que escribe sus Cantigas a sania Maria en galaico-portugués y la Crénica general de Espafia en caste- Mano— hereda a su nieto don Dinfs (Dionisio) de Portugal no sélo el gusto por la trova, por la composicién poética, sino también una cierta sensibilidad, una sensibilidad bilingiie, por la lectura lo inis- mo que por la escritura en una de las lenguas-tronco de la penin- sula; gusto cultivado por los hablantes de otra de ellas. En la época de ese no tan difuso origen, juglares y trovadores —como abejas, llevando palabras de una a otra region linguistica, del dominio de la lengua del “oc” para el dominio de la del “si” para el del “sim”— distribuian el polen de la poesia por-la geogra- fia ibérica. La miel producida en sus andanzas se teflejarfa dos- entos afios mds tarde, en el papel que habfa ocupado un Gil Vi- cente en ambas literaturas gracias a su teatro escrito en portugués y en castellano; se reflejaria, ademas, hablando en términos hu- manos, en la amistad de S4 de Miranda con Garcilaso de la Vega, quienes promovieron, en sus respectivas literaturas, el didlogo ibé- rico con la Europa transpirenaica, a través de su contacto con la toda italianizante del dolce stil nuovo. De hecho, el encuentro de estos dos poetas en Roma, en los salones de Vittoria Colonna —aunque el dato no es histéricamen- te comprobable, puede ser poéticamente aceptado— nos propor- * Discurso proferido en Ja inauguracién del encuentro “A palabra poética na América Latina: Avaliagado de uma geragio”. Sao Paulo, Memorial da. América Latina, 5 de diciembre de 1990, 437 438 EL CENTRO ESTA EN TODAS PARTES ciona una especie de emblema para lo que sucederia después en el contexto de ambas literaturas: la lectura de Garcilaso via S4 de Miranda conforma una de las matrices textuales de Camées; a su vez, la lectura de éste se imprime sobre el debut literario de Géngora en 1580, que consistié en un poema en homenaje a la prime- va traduccion en castellano de Los Lusiadas; asimismo la influencia del cordobés en Portugal, en la era barroca, llegarfa a hacer som- bra a la del gran pico lusitano, como en su momento ~en el Portugal posterior a la restauracién de la monarquia nacional en 1640— deploré el apasionado exegeta camoniano Faria e Sousa. Todo aquel que escribe en portugués o en espafiol de este lado de] Atlintico, lo quiera 0 no, es heredero —entré otras muchas tra- diciones ante cuyo encuentro se acceda 0 se retraiga—- de esta sin- gular tradici6n de mutua contaminacién en términos literarios, entre las lenguas de las dos potencias ibéricas. En tierras america- nas, éste patr6n dialégico no decrecié én los primeros siglos de la colonia. Por un lado, como nos indica Irving A. Leonard, una bue- na biblioteca nevohispana del siglo xvu incluia titulos en portu- gués o de la literatura portuguesa, al Jado de otros en italiano y latin;’ ademdas de eso, sabemos que las metrdpolis colonialés his- panoamericanas contaban, sin excepcién, con. una significativa co- lonia de portugueses residentes. En su monumental Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Octavio Paz sefiala que la monja- poeta mexicana probablemente habria leido en portugués obras de don Francisco Manuel de Melo, de la duquesa de Aveyro y, naturalmente, del padre Ant6nio Vieyra, dado que sélo asi se acla- raria el hecho de haber ella refutado —si no con raz6n, al menos con conocimiento de causa— el “Sermén del mandato” del predi- cador luso-brasilefio, en su famosa “Carta Atenagérica”, lo que a Ja postre ocasionarfa su ruina.? Desde mi perspectiva, creo identificar un posible trazo textual entre Los infortunios de Alonso Ramirez, primera novela novohispana, escrita alrededor de 1670 por el sabio Carlos de Sigitenza y Géon- gora, y el esquema narrativo que Ferndo Mendes Pinto desarrollé ‘Irving A. Leonard, La época barroca en el México colonial, pp. 126 y 146 passim. 2 Octavio Paz, Sor Juana Inds de la Cruz o las trampas de la fe, pp. 827-328, passim. Dicho sea de paso que sor Juana escribié un poema en Inso-castellano (en “porvufiol”), con el sugerente nombre de “ensalada”, haciendo eco de una practica que Géngora desarrollara en varios momentos de sus “letrillas”. EL GENTRO ESTA EN TODAS PARTES 439 cerca de cien afios antes en su extenso relato autobiografico Peregrinagéo, obra fundamental de la literatura de los descubrimien- tos portugueses.3 For otro lado, la presencia de Ja hispanidad en tierras brasile- fas, importante en todos los aspectos de la vida y la cultura colo- niales —particularmente durante los sesenta afios de la Unién Tbérica— ya ha sido estudiada en detalle por muchos historiadores Y socidlogos, entre los que figuran Sérgio Buarque de Holanda y Gilberto Freyre.4 En el caso especifico de la historia de So Paulo, Ernani da Silva Bruno y Aracy Amaral ya resaltaron el factor his- panico en la formacién de la cultura y del perfil étnico de la re- gi6n,* trazo que fue anotado una y otra vez por los viajeros extran- jeros de paso por esta ciudad, en el siglo x1x. Por ejemplo, segtin Ferdinand Denis —quien publicé la primera noticia sobre la histo- ria de la hteratura brasilefia en 1826— era notable la semejanza de aspecto y costumbres que presentaba la poblacién paulista de entonces con las ciudades de Andalucia.® Sin embargo, tal vez valga la pena recordar que el primer libro de poemas impreso por un brasilefio (tardiamente, en 1705), Mu- sica do Parnasso, del culterano Manuel Botelho de Oliveira, presen- taba Ja particularidad de incluir versos en portugués, espafiol, la- {in e italiano, ademas de dos comedias en castellano, “Hay amigo para amigos” y “Amor, engafios y celos”.” Si bien es cierto que el bilingitismo, asf como el interés rhutuo entre la cultura hispanoamericana y la brasilefia, disminuyé a par- ur de nuestra emancipacién de las metrépolis ibéricas, también es cierto que, al menos en el caso brasilefio, la presencia de un 3 Como sabemos, la primera edicién portuguesa de la Feregrinagio data de 1614; ya por 1620 aparece una traduccién en castellano hecha por el licenciado Francisco Herrera Maldonado, por encomienda de Felipe II, recientemente reeditada (por Alfguara), con un prélogo de José Agustin Mahieu. 4 Vid. Del primero de esos nombres, los libros Raizes do Brasil, especialmente el cap. 1V. “O semeador ¢ 0 ladrilador” y Vaso do Paraiso, especialmente el cap, XII “América portuguesa ¢ indias de Castela”; ademis, de Freyre baste mencionar de momento 0 brasileiro entre outros hispanas: afinidades, contrastes e posstueis futncros nas suas inter-relagoes. 5 Vid. Ernani da Silva Bruno, Histériae tradigées da cidade de Sdo Paso, especial- mente el vol. 1, pp. 52 y s8.; Aracy Amaral, A hispanidade em Sho Paulo. 8 Idem. 7 Antenor Nascentes, apud Alfredo Bosi, Histéria concisa da literatura brasileira, 440 ELCENTRO ESTA EN TODAS PARTES, Sousandrade en el siglo xix —que se vale de un mito de los indige- nas muiscas de Colombia como arcabuz de su sorprendente poema “O guesa errante”— confirma el hecho de que, a pesar de encon- trarse obnubilada por factores politicos conyunturales, la relacion cultural entre las regiones de habla portuguesa y espariola en Amé- Tica se mantenfa latente, a contracorriente, en espera de una nue- va configuracién que redefiniera la insercién de los paises lati- noamericanos —en cuanto productores de cultura—~ en un nuevo horizonte, cada vez mas amplio, que aquel dictado por la matriz ibérica. Esta nueva configuracién dialégica se genera por la irrupcién de los movimientos artisticos de vanguardia, a partir de la terce- ra década del presente siglo. Por ejemplo, las afinidades entre los movimientos ultrafsta y martinfierrista argentinos y el modernismo brasilefio no s6lo son estéticas 0 ideoldgicas, sino también factuales: hacierido eco al interés ya demostrado por la literatura hispano- americana en la primera década del siglo por un critico de la im- portancia de José Verfssimo,' el siempre atento Mario de Andrade escribe entre 1927 y 1928 una serie de articulos sobre la situacién de la literatura argentina contemporanea, en los cuales presenta al ptiblico brasilefio nombres como Gitiraldes, Borges y Girondo.® Con este tiltimo mantuvo correspondencia el “antropofago” Oswald de Andrade, cuya visién y proyecto de cultura brasileiia y, por ende, americana, como un consumo cantbal del elemento co- lonizador se extiende, metaféricamente, a toda la cultura que nos pudiera interesar; su visién de la cultura americana como un continuum definido por la “deglucién” irrespetuosa y carnavalesca de las civilizaciones europeas llegé al insospechado Alfonso Reyes —entonces embajador mexicano en Rio de Janeiro— quien pare- ce haberse inspirado en ella para escribir su “Canto del Halibut”.!° ® Vid. José Verissimo, Cultura e politica na América Latina, 8 Enel Didrio de Sao Paulo, entre 1927 y 1928, Vid. Rail Antelo, EI pautista de la Calle Florida, apud Jorge Schwartz, Homenaje a Girondo, en el capitulo llamado, significativamente, "Voces del Brasil”, pp. 313-825. 19 Sobre las relaciones Oswald/Girondo, vale la pena consultar el estudio de Jorge Schwartz, Vanguarda e cosmopolitismona década de vinte: Oliverio Girondo e Oswald de Andrade, sobre el texto de Reyes, véase el eusayo de Manuel Ulacia, “Alfonso Reyes: ficcion, parodia y antropofagia”, en Vuelta nim. 154, pp. 21-23 también publicado en O Estado de Séo Paulo el 10 de junio de 1989. EL GENTRO ESTA EN TODAS PARTES, 441 A partir de este reencuentro en el marco de las vanguardias, el dialogo de la poesfa brasilefia con Ja escrita en lengua espafiola no cesara de intensificarse. Por encima de la coincidencia con mu- chos de los postulados de la vanguardia internacional en el primer tercio del siglo, entre modernistas brasilefios y sus equivalentes en la América hispdnica, la presencia de la poesfa producida en caste- Ilano se refleja en dos momentos de la poesfa brasilefia, desde el modernismo hasta el dia de hoy. En el primero de ellos, observamos una reincorporacion de la tradicién ibérica en diferentes aspec- tos de la obra de algunos de los més significativos poetas brasilefios. En Carlos Drummond de Andrade, para sefialar uno solo de los nombres fundamentales de la segunda generacién modernista, es notable el contacto con formas clasicas o propias del barroco ibérico; en este sentido, se sigue en la América de habla portugue- sa el mismo proceso de retomada critica de la tradicién desarrolla- do por algunos de los miembros de la Generacién del 27 espafio- la. Por ejemplo, poemas como “A maquina do mundo”, incluido en Claro Enigma (1951), entre tantos otros, bien pueden ilustrar este proceso de relectura. En el Jorge de Lima de “Invengdo de Orfeu” (1952) y, menos acentuadamente, en el Murilo Mendes de Tempo Espanhol (1959), también encontramos —si bien en di- recciones y con resultados diversos-—~ este mismo vector. En un contexto dialégico, mas alla de este aspecto meramente textual, y por otro lado, en un nivel de coincidencia tanto tematica como ideolégica, vale la pena recordar que la voz inflamada de un Neruda, de un Alberti o de un segundo Vallejo tienen eco en poe- mas escritos a partir de la década de los cuarentas eri }a produc- cién “comprometida” de muchos brasilefios; desde la “Carta a Stalingrado” que Drummond de Andrade publica en A rosa do povo (1945) hasta producciones més recientes y, por qué no decirlo, un tanto epigonales. SerA, sin embargo, en.la obra de Joao Cabral de Melo Neto, poeta por excelencia critico, que se dara con mayor plenitud este contacto con la “cosa” hispanica. En Cabral, este didlogo que, has- ta entonces, en la poesia brasilefia se limitaba a afinidades temati- cas o sensibles, de gusto o culturales, se vuelve una pasion: una pasion a la vez ferviente y contenida, que lo lleva a leer y absorber la memoria de Ja lengua espariola desde los romanceros al cante jondo, el tono de las coplas de Manrique o la tensién que un Anto- nio Machado o un Miguel Hernandez imprimieran en sus textos, 442 EL CENTRO ESTA EN TODAS PARTES Y que se mantiene como un norte en Ja empresa poética de “em verso/dar a conhecer Sert&o e Sevilha”, como dice el poeta en “Autocritica” (incluido en A escola das facas, 1980), Al referirme a Cabral de Melo ya estoy, gracias a la aplicacién continua de su “pa- sion”, implicitamente hablando del segundo momento de relacién entre la poesia brasilefia con la escrita en espafiol en el presente siglo. Lo caracteriza, mas que al primero, tanto el didlogo entre sensibilidades afines como el estudio sistematico, la critica y la prac- tica de la traduccién. Este segundo momento es el que vivimos. Fue Manuel Bandeira, el decano de la poesia brasileyia en este siglo —en cuya obra, por cierto, despunta, aqui y alla, una referen- cia a la poesia escrita en castellano (como en el poema “Em vosso em meu coragdo”, de Belo Belo)— quien inauguré, al ocupar por primera vez la catedra de Literatura hispanoamericana en la Universidad del Brasil en Rio de Janeiro, en el dmbito de la cultu- Ta universitaria brasilefia, con su Historia da literatura Hispano-Ame- ricana (1949), una ya establecida vertiente —en los dias que co- rren— de ensefianza e investigaci6n dedicada, en parte, al estudio de la poesfa.” En: Las tiltimas décadas, esta actividad creciente del universo académico brasilefio encontré en criticos como Emir Ro- driguez Monegal valiosos interlocutores en el 4rea lingiiistica his- panica. Digase de paso que hace poco tiempo las universidades hispanoamericanas comenzaron a abrirse aun proceso andlogo de estudio sistematico de las culturas de lengua portuguesa. Excepto por el avance hacia Ja formacién de un tesoro acadé- mico-critico intra-latinoamericano, este segundo momento de re- lacion entre la poesia brasilefia y la hispanoamericana puede ser emblematizado por los contactos de la poesia concreta de Sao Pau- lo con dialogantes hispanoamericanos, tanto en términos criticos como textuales. En el didlogo Haroldo de Campos-Octavio Paz, identificaremos un ejemplo significativo de este proceso, El Haroldo que traduce el poema “Blanco” de Paz, insertando este acto en cl contexto mas amplio de la teoria de la traduccion, es aquel que en el thro Ruptura dos géneros na literatura latincamericana traza un panorama sucinto de la evolucién de las posiciones de. las van- 1 El estudio de Inlemar Chiampi sobre La expresién americana, libro funda- mental sobre José Lezama Lima, es un ejemplo de la contribucién de la cultura universitaria brasileria para la comprensién de la produccién poética hispanoarne- ricana. EL GENTRO ESTA EN TODAS PARTES, 443 guardias literarias que, a Jo largo del siglo xx, aproximaron entre sia las generaciones ideolégica y literariamente mas ambiciosas y problematizadoras del continente, apuntando lo que esto podria significar para la consecucién de un no tan mirffico proyecto cul- tural latinoamericano.!” La posicion intelectual de Haroldo de Campos, que busca dar cuerpo a una tradicién de vanguardia continental, sin con eso des- preciar en sus dems escritos la apreciacién de otros bloques cultu- rales, entra en sintonfa con la actividad critica de Octavio Paz que, en su produccién ensayfstica, interpreta el corpus poético de la mo- dernidad y abre, como verdadera punta de lanza, la cultura poética Jatinoamericana a regiones nunca antes transitadas entre nosotros por el pensamiento critico, completando un arco cuya amplitud sélo se compara con la agudeza de su perfil. Sin abarcar del todo el aba- nico de su obra, Octavio Paz reserva un espacio —no pequefo— alaexpresién en lengua portuguesa, ya sea a través de la traduccién y de la critica-de Fernando Pessoa, ya sea a través de los textos visuales de Topoemas, inspirados en las proposiciones de la poesia concreta, ya sea, en otro nivel, en la frecuente mencién de la historia 0 la problematica brasilefias en sus ensayos de andlisis polftico.’ En los parrafos anteriores, procuré resumir el proceso dialégico entre la poesia brasilefia y la hispanoamericana a lo largo de la his- toria, para sustentar la aseveracién que formul€é al principio. El he- cho de que nos reunamos en esta ocasion se inserta en nuestra tra- dicién dialégica; en si, significa una revalorizaci6n y una reivindica- cién de la misma, tenida y hecha como una memoria viva. Tal vez éste sea el significado més importante de este nuestro encuentro. 2 Haroldo de Campos, Transblanco y Ruptura dos géneros na literatura lalino- americana. 13 Las traducciones de Fernando Pessoa hechas por Octavio Paz se incluyen en Versiones y Diversiones. Ademas, sobre el pocta portugués, el mexicano escribié el excelente ensayo “El desconocido de s{ mismo” reunido en Guadrivio. En cuanto a los ensayos de andlisis politico en que Paz considera el proceso brasilefio, destaco: “Los centuriones de Santiago”, en El ogro filantrépico y “Mutaciones-perspectiva latinoamericana”, en Tiempo nublado; naturalmente la lectura de su andlisis de la constante patrimonialista del Estado mexicano (especialmente en El ogro filantrépico), de muchas forms puede ser, indirectamente, de interés para el lector brasilesio Por dltimo, Paz publicé en La otra vos-poesta y fin de siglo un ensayo titulado “El poema largo” en el cual considera, entre otros poemas, la importancia de Os Zusiadas en la formacién del canon poético occidental, 444 EL CENTRO ESTA EN TODAS PARTES Sin embargo, me parece que no sélo es el actualizar este didlo- 80 y perpetuar esta memoria lo que nos tiene reunidos aqui por primera vez. Al hacerlo, quiero creer que fuimos, todos los aqui presentes, tacitamente Ilevados por la conciencia de que estamos situados frente a dos imposiciones complementarias. La primera de cllas presenta una caracteristica ampliamente biografica; la se- gunda, una ampliamente ideolégica. Por un lado, asumimos una condicién generacional, despidién- donos de cualquier intento 0 deseo homogeneizador. Los que aqui participamos, hemos nacido en la década de 1950 0 alrededor de ella y crecimos ala sombra de una guerra fria cuyos reflejos en nues- tros pafses se materializaron en sistemas politicos limitantes y antidemocraticos, con los que tuvimos que convivir. Victimas direc- tas o indirectas de esta dificil convivencia, muchos de los que aqui deberian estar-se quedaron en el camino, como —para citar los pri- Teros nombres que se me ocurren— los brasilefios Paulo Leminski y Ana Cristina César. Llegamos a esa edad en que contamos los muertos, para estrechar nuestros vinculos con los vivos. En este sen- tido, el hecho de saber que producimos poesia a contracorriente, contra una persuasiva orden de silencio que parecia salir de casi todos los rincones de la realidad llamada objetiva, y en oposicién a la cual nuestro contacto con la tradicion dialogica antes referida siempre significé un poderoso antfdoto, es la primera, y no la me- nos importante, instancia biogréfica que nos aproxima. Sin duda, esta area biografica comin responde, con mucho, a Jo que hace un momento mencioné: el caracter no homogeneizador de este encuentro. Nos reunimos en numero pequefio —muchos olros compaheros de generacién, brasilefios e hispanoamerica- nos, podrian estar presentes— y la poesfa que escribimos se distin- gue por la diversidad de formas y de diccién, de posiciones estéticas que revelan miiltiples aproximaciones 0 apropiaciones de la tra- dicién y la cultura, del horizonte de la sensibilidad y la experien- cia vivencial. Somos una generacién que aprendio con Ja historia reciente, tanto a desconfiar del orden de las palabras —como lo hicieran, dicho sea de paso, desde siempre los poetas— como de Jas palabras de orden, sean ellas ideolégico-politicas, estético-for- males o de comportamiento —més atin en la coyuntura de la ace- lerada transformaci6n que a escala mundial vivimos. Esta disyuntiva, si bien por un lado nos hace resistentes a cualquier idea de reduccién a la homogeneidad —en el sentido de abrazar opcio- EL CENTRO ESTA EN TODAS PARTES. 445 nes que se nos presentaban en bloque—, por otro nos abre el cami- no para_una operacion dialégica real, la de quien procura no una extensién de lo mismo, sino una cristalizacién de la alteridad. Por otro lado, las nuevas circunstancias aludidas, provenientes de Jas nuevas condiciones de la siempre mutante y sorprendente realidad, acrescentan un significado especial a este nuestro encuen- tro. Quiero creer que es, de orden ideoldégico; no referente a una ideologia politica, sino, si se quiere, a la ideologia de la cultura. Una primera caracteristica-[lave del mundo que hoy se delinea ante nuestros ojos es la descentralizacién, que es una de las consecuen- cias de la fractura del sistema politico-militar bipolarizado que rigié la historia reciente. En un mundo descentralizado, deja de tener vigencia e] esquema relacional centro-periferia: toda la humanidad, especialmente en términos culturales, esta en e} centro y esta, al mismo tiempo, en la periferia. Ante el signo de la emergencia to- tal, de la inclusividad y el cambio, enfatizar un didlogo en una area tradicionalmente considerada periférica o excéntrica, como ahora hacemos, es reclamar 0 apostar por su centralizaci6n en el seno de una configuraci6n internacional excentralizadora: nuestra proverbial excentricidad latinoamericana frente a un logos centralizador y au- toritario no es hoy, ni ms ni menos excéntrica que él mismo, vuelto simulacro, mascara, farsa de si mismo. En pocas palabras, si el centro est4 en todas partes, parte de él somos nosotros. Gomo he dicho ya, creo que la asuncién de esta nueva configuracién multipolar otorga un segundo significado —-eminentemente prag- matico— a este encuentro nuestro. Ademés, la superaci6n de la idea de estado-nacién por la de regién o de bloque regional, tanto en la esfera econé6mica como en la politica y la cultural, fenémeno en parte subsidiario del quebrantamiento del orden bipolar antes aludido, segunda carac- teristica-Have de este mundo que cada vez se asemeja mas a un acelerador de particulas, nos permite percatarnos de un tltimo significado para el encuentro que iniciamos: nuestro didlogo —tradicional y tan excéntrico como central en los dias que co- rren— se abre a una idea de regi6n cultural, la latino o ibero- americana, no sélo fusionable como fusionante en niveles que hoy apenas intuimos, y cuya expresion, en su identidad plural y compleja, bien podria ejercerse como uno de los paradigmas de las nuevas condiciones mundiales a las que damos la bienvenida. 446 EL CENTRO ESTA EN TODAS PARTES Si todo esto parece delinear el vector de la historia actual, en ella elaboraremos —abejas también nosotros— como jaglares y trovadores de un viejo y nuevo medioevo, nuestra miel. Un capitu- lo mas en la historia dialégica entre la poesia brasilefia y la hispa- noamericana se abre.

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