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TRABAJO PRACTICO INEGRADOR N°2

LOS 40 AÑOS DE LA DEMOCRACIA EN ARGENTINA.

PRACTICAS CULTURALES
PROF: GASTON KNEETEMAN
COM N° 162
DARIO MOLINELLI
GONZALEZ AGUSTINA (Grupal)
-Individual:

La musica y la democracia

El Plan Cóndor y los métodos de censura en Latinoamérica

La prohibición de la música popular no fue un patrimonio exclusivo de la dictadura argentina, sino


un objetivo central de todos los Gobiernos de facto que aniquiliban a Latinoamérica. “Fue el Plan
Cóndor en su versión de censura cultural”, enfatiza Sergio Pujol a Página/12.

Durante los primeros años, el epicentro de la persecución a la cultura del continente fue Chile,
donde a partir de 1973 el Gobierno de facto de Augusto Pinochet se ensañó con todo el
movimiento del Canto Popular trasandino. En septiembre de ese mismo año las tropas militares
torturaron y asesinaron al reconocido artista Víctor Jara, que fue detenido en la Universidad
Técnica del Estado –hoy Universidad de Santiago de Chile—, donde soportó las primeras horas de
la dictadura junto a estudiantes y colegas. Muchos otros cantautores debieron exiliarse o,
directamente, llamarse al silencio para sobrevivir.

Algo muy parecido ocurrió con el canto popular uruguayo, lo que generó que exponentes como
Alfredo Zitarrosa y Daniel Viglietti abandonaran su país. “A diferencia de estos países –continúa
Pujol– en Brasil la lista de canciones censuradas tenían estado público, por lo que los artistas ya
conocían el panorama donde actuar”.

Casos como los de Caetano Veloso y Gilberto Gil son los más recordados: ambos fueron detenidos
en diciembre de 1968 tras la promulgación del AI-5, una medida dictatorial que cerró el congreso y
exacerbó la represión. Al no haber una causa fehaciente de la detención, Veloso y Gil fueron
acusados de burlarse del Himno Nacional de Brasil durante la presentación en un club nocturno. El
propio Caetano narra este arresto en una entrevista devenida en documental, llamado “Narciso em
férias”. Luego de tres meses de detención, los amigos debieron emigrar a Europa...

La música como arma de tortura:

Al mismo tiempo que la Junta Militar censuraba parte de la cultura para “expurgar de contenidos
políticos e inmorales a los repertorios de las canciones populares” —según el historiador Sergio
Pujol— , las melodías de muchos de esos artistas eran usadas para llevar a cabo un cruento
proceso de tortura contra miles de personas detenidas clandestinamente.

Mientras Serú Girán debutaba con uno de sus primeros conciertos en el Estadio Obras en 1978,
canciones de Mercedes Sosa o de los Rolling Stones —entre otras— sonaban en forma repetitiva y
con excesivo volumen en las salas de tortura de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) para
desgastar y tapar los gritos de las personas secuestradas ilegalmente.
8 canciones censuradas en la Dictadura Militar argentina

En un proceso militar caracterizado por políticas neoliberales, una deuda externa de 45 mil
millones de dólares y la desaparición forzada de todo aquel que pensaba diferente, la represión
fue utilizada como una política de estado que avanzó contra las libertades individuales. La música,
y muchos de sus artistas, se transformaron en un blanco de persecución y censura.

Por esa razón, muchos artistas debieron ocultarse, exiliarse o autosilenciarse. Otros se quedaron
en el país para intentar evadir la persecución de sus letras mediante las metáforas y los recursos
literarios. De esta manera, la denuncia y la libertad de opinión se escondieron (sobrevivieron
verdaderamente) detrás de más cultura.

En un recordado discurso en la Universidad del Salvador, el almirante Massera sostuvo que “el
alma del hombre se convirtió en un campo de batalla”. Ese discurso pone de manifiesto porque la
dictadura persiguió a quienes alimentaban esas almas: los artistas.

Hubo que esperar hasta 2009 para que el Comité Federal de Radiodifusión (COMFER) publicara
una lista con más de 200 canciones prohibidas por el gobierno de facto. Catalogada como “lista
negra”, incluía a aquellas que para los militares eran “canciones cuyas letras no son aptas para ser
difundidas por los servicios de radiodifusión”.

1. "Marcha" de la Bronca de Pedro y Pablo

"Bronca porque está prohibido todo / hasta lo que haré de cualquier modo / Bronca porque no se
paga fianza / si nos encarcelan la esperanza" cantan Miguel Cantilo y Jorge Durietz en una de las
primeras canciones de protesta del rock argentino. Incluida en su primer álbum Yo vivo en esta
ciudad, de 1970, fue compuesta durante la dictadura autodenominada “Revolución Argentina” y se
transformó en un himno del rock argentino.

2. "Cómo la Cigarra" de Mercedes Sosa

“Tantas veces me borraron, tantas desaparecí. A mi propio entierro fui sola y llorando. Hice un
nudo del pañuelo pero me olvidé después que no era la única vez y seguí cantando…”.Este clásico,
originalmente compuesto por María Elena Walsh, iba a incluirse en el álbum Serenata para la
Tierra de Uno. “La negra” grabó una versión en 1978 pero finalmente no se publicó en discho
álbum por la fuerte censura que recibió durante el gobierno de facto.

3. "La Cultura es la sonrisa" de León Gieco

En 1981 León Gieco publicó el álbum Pensar en Nada, que incluía esta canción de protesta al cierre
de la Universidad de Luján. El artista ya había sufrido la censura en otras obras como Canción de
amor para Francisca y Tema de los mosquitos.

“La cultura es la sonrisa que brilla en todos lados, en un libro, en un cine o en un teatro. Solo tengo
que invitarla para que venga a cantar un rato. Ay, ay,ay que se va la vida más la cultura se queda
aquí…”
4. "Ayer Nomás" de Moris y Pipo Lernoud

“Ayer nomás, en el colegio me enseñaron, que este país es grande y tiene libertad”, remarca la
canción originalmente escrita por Moris y Lernoud. Prohibida en la dictadura de 1966 y
nuevamente en 1976, Litto Nebbia —líder de Los Gatos— realizó una nueva versión para evitar
problemas con la censura. Fue incluida en el álbum Los Gatos de 1967, uno de los pilares del rock
argentino.

5. "Me gusta ese tajo" de Pescado Rabioso

La letra de este hit del grupo liderado por Luis Alberto Spinetta contiene una clara connotación
sexual y resultaba transgresora para los años 70: “me gusta ese tajo que ayer conocí, ella me
calienta, la quiero invitar a dormir”, canta el Flaco en esta canción incluida en un disco simple de
1973.

6. "Viernes 3 AM" de Serú Girán

En 1978, luego de la separación de La Máquina de Hacer Pájaros, Charly García conformó Serú
Girán junto a David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro. Apodados “los Beatles Criollos”, fueron uno
de los grupos más reconocidos de la música argentina por su alta calidad musical y su poderosa
puesta en escena.

Viernes 3 AM, incluida en el álbum La Grasa de las Capitales (1979), fue censurada por la dictadura
militar por "incentivar al suicidio". “Y llevas el caño a tu sien, apretando bien las muelas”, dice un
fragmento de este himno compuesto por Charly García.

7. "El Twist de Mono Liso" de María Elena Walsh

La reconocida cantautora y escritora ya había sufrido en primera persona la censura del libro
Dailan Kifki, una historia publicada en 1962 que trata de un elefante que cambiaría la vida de toda
una familia con su llegada.

El Twist de Mono Liso, canción infantil lanzada en 1962, fue considerada “impropia” por la
dictadura militar, ya que habla de una naranja excéntrica que vive en libertad a pesar de los
intentos de domesticación: “La naranja se pasea de la sala al comedor, no me tires con cuchillo,
tírame con tenedor”

8. "Guerrillera" de Horacio Guarany

Guarany, considerado uno de los folcloristas argentinos más importantes de esa época,
acostumbraba decir que pertenecía "al glorioso Partido Comunista". Esa declaración lo condenó
como uno de los músicos incluidos en las listas negras de censura. Publicada en el álbum Luche
Luche de 1977, la canción La Guerrillera era un canto emotivo a la libertad y el valor, por lo que
generó una gran molestia en los militares. (“La Libertad se hace novia de mi pañuelo, la Guerrillera
tiene sangre en el alma!”)

Ariel Ramírez, Gustavo Santaolalla, Miguel Cantilo, Miguel Abuelo, Marilina Ross, Piero, Pappo,
Víctor Heredia y Roque Narvaja son otros ejemplos de los cientos de artistas que sufrieron el
embate de la maquinaria represiva del estado.
El regreso del rock nacional en la década de los 80´
Almendra a fines de 1979 y Mercedes Sosa en 1982, fueron los primeros en volver a los escenarios.
Con ellos, muchos artistas que estaban exiliados, como Litto Nebbia, León Gieco o Miguel Abuelo
comenzaron a reconstruir el tejido de la cultura del rock en Argentina. El silencio se fue abriendo
en forma de prosa y melodía. La libertad mutó lentamente hacia la poesía y el ritmo.

En 1982, con un gobierno de facto aún vigente y con la Guerra de Malvinas ya comenzada, entró
en vigencia la inédita prohibición de la música en inglés. Los militares creían que con esta decisión
se iba a enaltecer el sentimiento patriótico y nacional, desconociendo el principio universal de que
la cultura no tiene fronteras.

Además, la represión no contó con la rebeldía de los artistas nacionales, que a través de la
metáfora, elevarían su rebeldía y oposición al régimen. Los militares no detectaban letras que
tenían verdaderos mensajes de libertad y que fueron cantos a la democracia y a la lucha.

Mercedes Sosa junto a Horacio Guarany (1982)

Con el paso del tiempo y junto a la conquista de la democracia, las canciones prohibidas durante el
gobierno de 1976 se fueron convirtiendo en himnos de nuestra cultura. Cada 24 de marzo se
recuerda las atrocidades cometidas por la dictadura en un ejercicio de memoria, y se reivindica a
todos aquellos artistas que hicieron del arte y la música, una bandera de la libertad y la democracia

Cuando Litto Nebbia se presentó en el masivo festival Lollapalooza en 2022 introdujo, nuevamente,
la canción "Ayer nomás" a muchos “hijos de la democracia”. Como si todos los días fueran, ayer
nomás, hoy y siempre, el día de la memoria. Y acaso el clásico de Nebbia volvió, ayer y hoy, a
inspirar a toda una generación:

“Ayer nomás, en el colegio me enseñaron, que este país, es grande y tiene libertad”.

La Musica fue usada como una expresión artística, dándole una utilidad, -como menciona Cesar
Aira- ,”El arte sigue siendo el mejor campo de práctica y experimentación de la vieja inteligencia, la
que se imponía el objetivo de saber cómo funcionaban las cosas, y cómo funcionaba el mundo.”
PARTE GRUPAL :

Graffiti:

“LOS BASTONES NOS VIVIERON JODIENDO Y LOS LAPICES SIGUEN


ESCRIBIENDO”

La idea principal de este graffiti, hace referencia a coocurrido en la noche del 16 de septiembre del
1976, -en coincidencia con el aniversario 21 del golpe de Estado que derrocó a Juan Domingo
Perón- se inició un operativo conjunto de efectivos policiales y del Batallón 601 de Ejército para
capturar a nueve jóvenes que tenían entre 16 y 18 años.

La mayoría de ellos integraba la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), una agrupación de


superficie que estaba ligada a la organización Montoneros.

Claudio De Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Daniel
Racero y Horacio Ungaro eran arrancados de sus domicilios en la primera jornada de esa acción
criminal.

El 17 de septiembre, los represores apresaban a Emilce Moler y Patricia Miranda, que estudiaba en
el Colegio de Bellas Artes de La Plata. Cuatro días después era detenido Pablo Díaz, quien formaba
parte de las Juventud Guevarista, un grupo vinculado al Partido Revolucionario de los Trabajadores
(PRT).

Todos fueron conducidos al centro clandestino de detención conocido como Arana, donde se los
torturó durante semanas, y luego se los trasladó al Pozo de Banfield.

Moler y Díaz recuperaron la libertad tras permanecer dos años, entre cautivos y detenidos.

Miranda también salió con vida de Arana, la trasladaron al Pozo de Quilmes y finalmente quedó
alojada en la cárcel de Villa Devoto, a disposición del Poder Ejecutivo hasta marzo de 1978.

Gustavo Calotti, que había terminado el secundario un año antes, cayó en cautiverio el 8 de
septiembre, y se lo considera un sobreviviente de estos hechos, ya que padeció la tortura junto a
estos jóvenes.

En 1985, Díaz testimonió en el Juicio a la Juntas donde dio cuenta de sus padecimientos, que
dieron origen a una causa judicial, pero la sanción en 1987 de la Ley de Obediencia Debida impidió
que el comisario Miguel Etchecolatz, autor material de estos secuestros y desapariciones,
enfrentara la acción de la Justicia. Tras derogarse en 2003 las leyes de Obediencia Debida y Punto
Final, y los indultos dictados por el expresidente Carlos Saúl Menem, se iniciaron los juicios de lesa
humanidad y Etchecolatz recibió sentencias por varios crímenes.

Al expolicía se lo halló culpable junto a otros 15 represores en el juicio por los delitos cometidos en
el Circuito Camps, un proceso en el que se investigó el caso de La Noche de los Lápices, además de
otros crímenes perpetrados en los centros clandestinos de detención de La Plata y zonas cercanas.

Pese al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), los cuerpos de las víctimas
aún no pudieron ser identificados.

El excabo de la policía Roberto Grillo, que participó en el secuestro de los estudiantes, le confió
hace años a la familia Ungaro que debió «quemar los cuerpos de los chicos», pero que él no los
mató.

En reconocimiento a la lucha de este grupo de jóvenes militantes desparecidos se conmemora


cada 16 de septiembre, desde el 2006 y por decisión del entonces presidente Néstor Kirchner, el
Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios, un homenaje para que «los lápices sigan
escribiendo» páginas en la tarea de establecer Memoria, Verdad y Justicia.El resto de estos
estudiantes secundarios permanecen aún desaparecidos y componen la nómina de 232 de
adolescentes secuestrados durante la última dictadura cívico militar.

El proceso de elaboración, surge a partir de este genocidio aplicado por el gobierno de Facto,
recurriendo a las investigaciones arduas, de diferentes sitios web.

Para nuestra investigación decidimos relacionarla con el texto de Rosana Reguillo. "Políticas de la
(in)visibilidad. La construcción social de la diferencia" visto en la cursada. Como anteriormente
explicábamos, la dictadura como momento de nuestra historia planteo sucesos y formas de vida en
la sociedad, bajo restricciones y leyes que fomentaban todo tipo de violencia por parte del
gobierno como una Políticas de in-visibilidad que alude a ese conjunto de tácticas y estrategias
que, de manera cotidiana, gestionan la mirada, esa que produce efectos sobre el modo en que
percibimos y somos percibidos, esa que clausura y abre otros caminos, esa que reduce o esa que
restituye complejidad. Políticas de la vida cotidiana que “no vemos” porque a través de ellas,
vemos.

Que hoy en día nosotros podamos tener una visibilidad sobre lo sucedido en la dictadura es en
parte gracias a el número y la estadística como instrumentos que se revisten de una cierta
neutralidad y de objetividad incuestionable, es decir la evidencia que, se le acompaña con el relato
etnográfico contemporáneo, a la escena proscrita y nos hace “ver”, mediante los dispositivos
tecnológicos, la realidad de esa epoca. Como, por ejemplo, los medios de comunicación,
especialmente la televisión, que en ese periodo estaban totalmente restringidos a una estricta
forma de comunicación y de contenidos autorizados por el gobierno, construían y ayudaban a
construir cotidianamente el relato de la otredad monstruosa a través de diferentes géneros y
estrategias narrativas, fue una herramienta de la dictadura cívico-militar.
Clarín utilizó las noticias para difundir información en favor de la dictadura. Así habló de
“concentración pacífica” y “extremistas abatidos”. Créditos: Collage Nota al Pie.

REFLEXION FINAL:

Para concluir nos gustaría hablar de nuestra investigación como forma de concientización y
memoria a la sociedad, nos parece favorable recordar estos momentos de la historia para que
sepamos a que nos referimos cuando decimos cumplir 40 años de democracia. Es muy importante
que como país no nos olvidemos de todos estos sucesos llevados a cabo por el gobierno cívico-
militar. El poder decir que somos un país democrático tiene que ser un orgullo y un respeto a los
cientos de desaparecidos, a los jóvenes de Malvinas y a las abuelas de plaza de mayo, y nosotros
como estudiante de la universidad pública tenemos que recordar lo sucedido esa noche del 16 de
septiembre de 1976 como forma de valoración a nuestra libertad de hoy en día de elegir que
estudiar y en donde, que autores leer o que música escuchar, que los temas en clases sean los que
la universidad elija como mejor conceptos de la carrera, que lo horarios sean abarcativos para todo
tipo de rutinas, es decir, que podemos elegir en que horarios cursar durante todo el día con total
libertad movilizarnos en cualquier horario sin ser detenidos, votar a nuestros centros de estuantes
y tener total libertad de expresión.

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