Mística

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Santa Teresa por vuestra sabia mano gobernada.

Vivo sin vivir en mí A cuyo son divino


y tan alta vida espero el alma, que en olvido está sumida,
que muero porque no muero. torna a cobrar el tino
y memoria perdida
Vivo ya fuera de mí, de su origen primera esclarecida.
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor, Y como se conoce,
que me quiso para sí; en suerte y pensamientos se mejora;
cuando el corazón le di el oro desconoce,
puso en mí este letrero: que el vulgo vil adora,
«Que muero porque no muero». la belleza caduca, engañadora.

Esta divina unión, Traspasa el aire todo


y el amor con que yo vivo, hasta llegar a la más alta esfera,
hace a mi Dios mi cautivo y oye allí otro modo
y libre mi corazón; de no perecedera
y causa en mí tal pasión música, que es la fuente y la primera.
ver a mi Dios prisionero,
que muero porque no muero. Ve cómo el gran maestro,
aquesta inmensa cítara aplicado,
¡Ay, qué larga es esta vida! con movimiento diestro
¡Qué duros estos destierros, produce el son sagrado,
esta cárcel y estos hierros con que este eterno templo es sustentado.
en que está el alma metida!
Sólo esperar la salida Y como está compuesta
me causa un dolor tan fiero, de números concordes, luego envía
que muero porque no muero. consonante respuesta;
y entrambas a porfía
Acaba ya de dejarme, se mezcla una dulcísima armonía.
vida, no me seas molesta;
porque muriendo, ¿qué resta, Aquí la alma navega
sino vivir y gozarme? por un mar de dulzura, y finalmente
No dejes de consolarme, en él ansí se anega
muerte, que ansí te requiero: que ningún accidente
que muero porque no muero. estraño y peregrino oye o siente.

¡Oh, desmayo dichoso!


¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido!
¡Durase en tu reposo,
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!

A este bien os llamo,


gloria del apolíneo sacro coro,
amigos a quien amo
sobre todo tesoro;
que todo lo visible es triste lloro.

¡Oh, suene de contino,


Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos
quedando a lo demás amortecidos!
Cántico espiritual, de San Juan de la Cruz
Canciones entre el alma y el esposo

Esposa:

Fray Luis. Oda a Salinas


¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
El aire se serena
Como el ciervo huiste,
y viste de hermosura y luz no usada,
habiéndome herido;
Salinas, cuando suena
salí tras ti, clamando, y eras ido.
la música estremada,
Pastores, los que fuerdes ¡Oh cristalina fuente,
allá, por las majadas, al otero, si en esos tus semblantes plateados,
si por ventura vierdes formases de repente
aquél que yo más quiero, los ojos deseados,
decidle que adolezco, peno y muero. que tengo en mis entrañas dibujados!

Buscando mis amores, ¡Apártalos, amado,


iré por esos montes y riberas; que voy de vuelo!
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras. Esposo:

(Pregunta a las Criaturas) Vuélvete, paloma,


que el ciervo vulnerado
por el otero asoma,
¡Oh bosques y espesuras, al aire de tu vuelo, y fresco toma.
plantadas por la mano del amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado, Esposa:
decid si por vosotros ha pasado!
¡Mi amado, las montañas,
(Respuesta de las Criaturas) los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
Mil gracias derramando, el silbo de los aires amorosos;
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura la noche sosegada,
vestidos los dejó de hermosura. en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
Esposa: la cena que recrea y enamora;

¡Ay, quién podrá sanarme! nuestro lecho florido,


Acaba de entregarte ya de vero; de cuevas de leones enlazado,
no quieras enviarme en púrpura tendido,
de hoy más ya mensajero, de paz edificado,
que no saben decirme lo que quiero. de mil escudos de oro coronado!

Y todos cantos vagan, A zaga de tu huella,


de ti me van mil gracias refiriendo. las jóvenes discurran al camino;
Y todos más me llagan, al toque de centella,
y déjame muriendo al adobado vino,
un no sé qué que quedan balbuciendo. emisiones de bálsamo divino.

Mas ¿cómo perseveras, En la interior bodega


oh vida, no viviendo donde vives, de mi amado bebí, y cuando salía,
y haciendo, porque mueras, por toda aquesta vega,
las flechas que recibes, ya cosa no sabía
de lo que del amado en ti concibes? y el ganado perdí que antes seguía.

¿Por qué, pues has llagado Allí me dio su pecho,


aqueste corazón, no le sanaste? allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
Y pues me le has robado, y yo le di de hecho
¿por qué así le dejaste, a mí, sin dejar cosa;
y no tomas el robo que robaste? allí le prometí de ser su esposa.

Apaga mis enojos, Mi alma se ha empleado,


pues que ninguno basta a deshacellos, y todo mi caudal, en su servicio;
y véante mis ojos, ya no guardo ganado,
pues eres lumbre dellos, ni ya tengo otro oficio,
y sólo para ti quiero tenellos. que ya sólo en amar es mi ejercicio.
Pues ya si en el ejido aguas, aires, ardores
de hoy más no fuere vista ni hallada, y miedos de las noches veladores,
diréis que me he perdido;
que andando enamorada,
me hice perdidiza, y fui ganada. por las amenas liras
y canto de serenas os conjuro
que cesen vuestras iras
De flores y esmeraldas, y no toquéis al muro,
en las frescas mañanas escogidas, porque la esposa duerma más seguro.
haremos las guirnaldas
en tu amor florecidas,
y en un cabello mío entretejidas: Esposa:

en sólo aquel cabello Oh ninfas de Judea,


que en mi cuello volar consideraste; en tanto que en las flores y rosales
mirástele en mi cuello, el ámbar perfumea,
y en él preso quedaste, morá en los arrabales,
y en uno de mis ojos te llagaste. y no queráis tocar nuestros umbrales.

Cuando tú me mirabas, Escóndete, carillo,


tu gracia en mí tus ojos imprimían; y mira con tu haz a las montañas,
por eso me adamabas, y no quieras decillo;
y en eso merecían mas mira las compañas
los míos adorar lo que en ti vían. de la que va por ínsulas extrañas.

No quieras despreciarme, Esposo:


que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
La blanca palomica
después que me miraste,
al arca con el ramo se ha tornado,
que gracia y hermosura en mí dejaste.
y ya la tortolica
al socio deseado
Cogednos las raposas, en las riberas verdes ha hallado.
que está ya florecida nuestra viña,
en tanto que de rosas
En soledad vivía,
hacemos una piña,
y en soledad he puesto ya su nido,
y no parezca nadie en la montiña.
y en soledad la guía
a solas su querido,
Deténte, cierzo muerto; también en soledad de amor herido.
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
Esposa:
y corran sus olores,
y pacerá el amado entre las flores.
Gocémonos, amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
Esposo:
al monte o al collado
do mana el agua pura;
Entrado se ha la esposa entremos más adentro en la espesura.
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
Y luego a las subidas
el cuello reclinado
cavernas de la piedra nos iremos,
sobres los dulces brazos del amado.
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
Debajo del manzano, y el mosto de granadas gustaremos.
allí conmigo fuiste desposada,
allí te di al mano,
Allí me mostrarías
y fuiste reparada
aquello que mi alma pretendía,
donde tu madre fuera violada.
y luego me darías
allí tú, vida mía,
O vos, aves ligeras, aquello que me diste el otro día:
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
el aspirar del aire,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donaire,
en la noche serena
con llama que consume y no da pena;

que nadie lo miraba,


Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía.

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