Agamben: La Amistad
Agamben: La Amistad
Agamben: La Amistad
Una visita a la biblioteca fue suficiente para aclarar el misterio. En el año 1616,
el gran filólogo de Ginebra Isaac Casaubon decide publicar una nueva edición
de las Vidas. Junto al pasaje en cuestión -que todavía en la edición procurada
por el suegro Henri Etienne decía ô phíloi (oh, amigos)- corrigió sin titubear la
enigmática lección de los manuscritos, que se volvió así perfectamente
inteligible, y por esto, fue acogida por los editores modernos.
El que ve, siente (aisthánetai) el ver; el que escucha, siente el escuchar, el que
camina, siente el caminar, y así para todas las otras actividades hay algo que
siente que estamos ejerciéndolas, de modo que si sentimos, nos sentimos
sentir, y si pensamos, nos sentimos pensar, y esto es lo mismo que sentirse
existir: existir significa en efecto sentir y pensar.
Sentir que vivimos es de por sí dulce, ya que la vida es por naturaleza un bien
y es dulce sentir que un bien tal nos pertenece.
Vivir es deseable, sobre todo para los buenos, ya que para ellos existir es un
bien y una cosa dulce. Con-sintiendo, prueban la dulzura por el bien en sí, y lo
que el hombre bueno prueba con respecto a sí, también lo prueba con
respecto al amigo: el amigo es, en efecto, un otro sí mismo. Y como, para cada
uno, el hecho mismo de existir es deseable, así -o casi- es para el amigo.
La existencia es deseable porque se siente que ella es una cosa buena y esta
sensación es en sí misma dulce. Pero entonces también para el amigo se
deberá consentir que él existe, y esto adviene en el convivir y en el tener en
común (koinomeîn) acciones y pensamientos. En este sentido se dice que los
hombres conviven (syzên), y no como el ganado, que comparte la pastura. [...]
La amistad es, en efecto, una comunidad y, así como es con respecto a sí
mismo, así también para el amigo: y como, con respecto a sí mismo, la
sensación de existir es deseable, así también será para el amigo.
3) Hay una equivalencia entre ser y vivir, entre sentirse existir y sentirse vivir.
Es una decidida anticipación de la tesis nietzscheana según la cual "ser: no
tenemos de ello otra experiencia más que vivir".
Que este compartir tiene, para Aristóteles, un significado político, está implícito
en un pasaje del texto que acabamos de analizar y sobre el cual es oportuno
volver:
Es esencial, en todo caso, que la comunidad humana sea definida aquí, con
respecto a la animal, a través de un convivir (syzên adquiere aquí un
significado técnico) que no está definido por la participación en una sustancia
común, sino por un compartir puramente existencial y, por así decir, sin objeto:
la amistad como con-sentimiento del puro hecho de ser.
(1) Se trata del cuadro Incontro di San Pietro e San Paolo sulla via del martirio,
de Giovanni Serodine (1624-1625)