18 Educar en La Escuela Intercultural
18 Educar en La Escuela Intercultural
18 Educar en La Escuela Intercultural
Pedro Sáez
Educar
en una escuela
intercultura
Pedro Sáez
DESAFÍOS
MadridDEL/ Roma
MUNDO2019
DE HOY
CUADERNO 18
IDENTIDAD ESCUELA SOLIDARIA DESAFÍOS DEL MUNDO DE HOY
Martin Gelabert
1 Regenerar la cultura desde
el Evangelio
Carlos Díaz
2 El educador: agente de
transformación social
Fernando Marhuenda
3 Trabajo y educación
Enrique Lluch
4 Gestión fraterna
de un centro educativo
María Vicenta Mestre
5 La persona prosocial: procesos
psicológicos y prop. educativas
Javier Aguirregabiria
6 Quien trabaja por la paz puede
sentirse feliz: es hijo de Dios
Joaquín García
7 Escuela solidaria. Espacio popular
Luis A. Aranguren
8 Una escuela abierta al barrio
Grupo Entorno
En torno a la educación
9 socioambiental: ecología,
desarrollo y solidaridad
Jordi Giró i París
10 El proyecto humanista
del cristianismo
R. García / J. A. Traver / I. Candela
11 Aprendizaje cooperativo
Enric Canet
12 Pobreza y exclusión social
Antonio Botana
13 La escuela como proyecto
evangélico
Francesc Torralba
14 Pedagogía de la vulnerabilidad
Pedro Sáez
18 Educar en una escuela intercultural
– Cuaderno 18 –
Pedro Sáez
Educar en una escuela intercultural
Pedro Sáez
© Pedro Sáez
© Editorial CCS
© Publicaciones ICCE
(Instituto Calasanz de Ciencias de la Educación)
Conde de Vilches, 4 - 28028 Madrid
www.icceciberaula.es
Carlos Cano,
Canción para Lucrecia, 1994
En fin, la tercera parte del Cuaderno aporta recursos para favorecer la pues-
ta en práctica en el aula del discurso pedagógico enunciado antes. Más que
inexistentes recetas mágicas o extraordinarias guías didácticas, imposibles de
traducir a la realidad, ofrecemos unos cuantos materiales, entre los que consi-
deramos más aptos para que los educadores afronten con relativa confianza los
problemas derivados de una acción educativa intercultural.
Una parte importante de este texto se apoya en el libro que escribimos junto con
Luis A. Aranguren Gonzalo, De la tolerancia a la interculturalidad. Un proceso
educativo en torno a la diferencia (Madrid, Anaya, 1998), y que fue finalmente
publicado gracias al impulso de Fernando González Lucini, así como en algunos
artículos y capítulos de obras colectivas que desarrollaron previamente ciertos
epígrafes del libro citado —por ejemplo, las voces «Racismo» y «Tolerancia»,
en Mariano Moreno Villa (dir.), Diccionario de pensamiento contemporáneo,
Madrid, San Pablo, 1997, pp. 1003-1007 y 1169-1174, respectivamente, o «Apuntes
para una pedagogía de la interculturalidad», Misión Joven núm. 243, abril de
1997, pp. 5-16—, cuyos contenidos hemos utilizado para confeccionar los cuadros
y documentos que aparecen en las páginas siguientes. Igualmente, los cursos
de Educación Intercultural que llevamos impartiendo desde 1993, coordinados
por Santiago Sánchez Torrado, dentro del Programa de Temas Transversales del
Servicio de Formación del Profesorado de la Comunidad de Madrid, han resulta-
do decisivos a la hora de debatir, compartir y enriquecer junto con los asistentes
a los mismos las experiencias que han dado forma a este ensayo. Una licencia
por Estudios, concedida para el curso 2001-2002 por la Dirección General de
Recursos Humanos de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid,
nos ha permitido disponer del mínimo tiempo indispensable para ampliar, ac-
tualizar y recoger en estas páginas las cuestiones planteadas en las publicacio-
nes citadas. La generosa paciencia de los editores ha contribuido de manera más
que notable a culminar el proyecto, lejos de los plazos establecidos, pero con la
intensidad y hondura indispensables, dadas las urgencias y complejidades de la
propuesta. Como siempre, mis alumnos se han encargado de dar vida y alimen-
tar la esperanza que enhebra cada una de las palabras de este Cuaderno.
ENCUENTROS
Están por ahí, llegaron de allá,
sacados de luz, ahogados en dos,
vinieron aquí, salvando la sal,
rezándole al mar, perdidos de Dios.
Gente que mueve su casa
sin más que su cuerpo y su nombre.
Gente que mueve su alma
sin más que un lugar que lo esconde.
Están por aquí, cruzaron el mar,
queriendo París, buscando un papel,
llegaron de allí, vivieron sin pan,
intentan seguir, no quieren volver.
Por ser como el aire su patria es el viento,
por ser de la arena su patria es el sol, p
or ser extranjero su patria es el mundo,
por ser como todos su patria es tu amor.
Recuerda una vez que fuimos así,
los barcos y el mar, la fe y el adiós,
llegar a un lugar, pidiendo vivir,
huir de un lugar, salvando el dolor.
Afirmar a estas alturas que uno de los grandes desafíos que tiene que afrontar la
escuela hoy es la presencia de múltiples realidades culturales en las aulas, pue-
de parecer una obviedad. Sin embargo, creemos que los diferentes estamentos
educativos, desde las autoridades ministeriales y autonómicas —enzarzadas en
disputas políticas acerca de los temas y las horas que deben dedicarse a la ense-
ñanza de la Historia o de la resurrección de la reválida como medio para com-
batir el fracaso escolar y aumentar la calidad educativa—, hasta los claustros de
profesores —preocupados por el descrédito de sus respectivas disciplinas, alar-
mados ante la falta de motivación y la indisciplina de sus alumnos, enfrentados
a menudo a los padres—, todavía no han asumido este reto de dimensiones pla-
netarias con todas sus consecuencias, o lo han hecho de manera irresponsable
o errónea, al menos desde nuestro punto de vista.
Estos problemas no son, sin embargo, una novedad. Las relaciones entre diver-
sidad cultural y homogeneización educativa han formado parte de la historia
de la escuela desde siempre. Especialmente en la época contemporánea, a par-
tir del lento pero inexorable proceso de generalización de la educación básica
y obligatoria, la enseñanza reglada se concibe como un factor de uniformidad
social —desde la perspectiva de la cultura dominante—, por encima de las exis-
tencias individualizadas y culturalmente diferentes.
En este contexto escolar tan errático, por un lado desprestigiado por el resto de
los agentes de socialización, por otro lado acuciado perentoriamente a asumir
cualquier problema generado por la sociedad en que vivimos, aparecen los re-
sultados humanos de los procesos migratorios, con otros referentes culturales
y vitales, que pretenden incorporarse a la sociedad de acogida, incluso si su
propia tradición cultural la niega —independientemente de sus justificacio-
nes, los prejuicios no son patrimonio exclusivo de Occidente—, y que plan-
tean cuestiones de una enorme complejidad, incluso a la hora de formularlas
adecuadamente.
Indudablemente, existen diferencias notables entre las tres respuestas que he-
mos descrito, sobre todo cuando se aplican al tratamiento político —leyes sobre
emigración— o educativo —atención a las minorías étnicas en el aula— de los
problemas descritos. Nosotros, sin embargo, vamos a intentar hacer una lectu-
ra didáctica integradora de estos tres modelos, interpretándolos como fases o
etapas sucesivas o paralelas —en todo caso, interdependientes— de un mismo
proceso. En el capítulo que sigue estudiaremos los acontecimientos que pue-
den justificar semejante opción.
• Comenzamos por lo más obvio, aquello sobre lo que parece existir un con-
senso generalizado: vivimos en un mundo global e interdependiente en el
que, tras la guerra fría, los referentes ideológicos generadores de significa-
do en el terreno político, social y cultural han perdido su simplicidad —co-
munismo frente a capitalismo—, haciéndose más complejos y difíciles de
afrontar: el mercado, en el plano económico, con sus intereses centrados en
la búsqueda del máximo beneficio a lo largo y a lo ancho de todo el planeta,
y los medios de comunicación social, que a diario difunden a través de sus
canales audiovisuales una cultura uniforme y descontextualizada, buscan-
do su aceptación universal en términos de niveles de audiencia, parecen
ser los dos grandes símbolos transnacionales del nuevo orden mundial.
Todas estas actitudes, que se han descrito de manera un tanto simple por razo-
nes didácticas, pero que podrían admitir matices e interpretaciones diversas,
tampoco se dan en estado puro. Varían según las épocas históricas y los espa-
cios en que se manifiestan. Por lo que respecta al territorio en que nos situamos,
la cultura escolar pueden situarse dentro de los modelos que dicha cultura uti-
liza para acercarse a la realidad, y que quedan definidos en el cuadro adjunto:
Fuente: Adaptado de Pedro Sáez, El Sur en el aula. Una didáctica para la solidaridad, Zaragoza,
Seminario de Investigación para la Paz, 1995, p. 32.
DISCURSOS
No cuento más que fronteras Fronteras notorias
hacia cualquier dirección. fronteras quemantes,
Mi estrella fue de tercera, fronteras famosas,
no mi sol. fronteras de hambre,
Mi cuerpo choca con leyes fronteras de oprobio,
para cambiar de lugar. fronteras legales,
Mi sueño, rey entre reyes, fronteras de odio,
echa a andar. fronteras infames.
Cuento larga lista de todavías, Mi país es pobre, mi piel mejunje,
marginado de un mundo que mi gobierno proscrito,
hago y no vivo. mis huestes utópicas.
Cada confín es un agravio Soy candidato al inventario
a mi sudor, de la omisión,
mi verso, mi sangre. por no ser globable.
Fronteras de tierra, Fronteras que rigen
fronteras de mares, los sumos lugares,
fronteras de arena, fronteras tangibles
fronteras de aire, y siempre intocables.
fronteras de sexo, Lo mismo perpetuas
fronteras raciales, que provisionales,
fronteras de sueños me envuelven fronteras
y de realidades. por todas mis partes.
• Hay que desechar la imagen de la tolerancia como una virtud pasiva, que
se limita a reconocer y aceptar los hechos diferenciales de manera asépti-
ca o neutral, manteniendo incluso posturas eurocéntricas de superioridad
y afirmación de la propia verdad por encima del resto. La tolerancia debe
articularse como herramienta para la convivencia, en la medida en que
provoca una apertura hacia los demás desde sus referentes y posibilidades
singulares de realización humana, y no solo desde los propios.
¿Qué hacer frente a las personas que no siguen los modelos generales sobre los
que está construido el currículo escolar? No nos referimos solamente a aquellos
Claves de
Algunas posiciones
comprensión
Posición cultural culturales minoritarias
cultural que
dominante o mayoritaria (dentro o fuera
se difunden
de la cultura dominante)
o socializan
Fuente: Elaboración propia, a partir de las ideas expuestas por Jurjo Torres Santomé en «Los
silencios en la selección de la cultura en el currículo», Boletín del Centro de Documentación de
la Asociación de Enseñantes con Citanos, núm. 6, 2.a época, 1992, pp. 28-46.
Tan importante como formular los ejes axiales en torno a los que se construyen
los conocimientos necesarios para generar una pedagogía desde la intercultu-
ralidad es diseñar metodologías que posibiliten su traducción a las dimensio-
nes de la escuela. En estos procedimientos de trabajo reside a menudo la clave
para evaluar la autenticidad de los enunciados propuestos, la capacidad de los
mismos para ser explicados y aprendidos en profundidad. Para desarrollar este
epígrafe seguimos literalmente lo expuesto en De la tolerancia a la intercultu-
ralidad..., pp. 136-140.
¿Cuáles son los elementos que debemos tener en cuenta a la hora de describir y
tratar los conflictos multiculturales? Seguimos las ideas expuestas por Beatriz
Aguilera en «El conflicto multicultural», Documentación Social, núm. 97, octu-
bre-diciembre de 1994, pp. 35-56:
No olvidemos que los conflictos que aparecen habitualmente dentro del grupo es-
colar—pertenencia, dentro-fuera; afectividad, cerca-lejos; liderazgo, arriba-aba-
jo—, se solapan y confunden con los que vienen de fuera; incluso hay alumnos
que menosprecian o rechazan abiertamente su propia cultura autóctona, o las
diferencias de género. Es muy difícil imponer o forzar la convivencia ante tales
enfrentamientos —incluso, contraproducente—, de manera que lo mejor es abrir
otras puertas, que vayan de la expresión corporal al conocimiento existencial y
de ahí a marcos mínimos pero sustanciales de respeto y convivencia, aunque es
posible que existan barreras que no pueden franquearse de buenas a primeras,
con un mero discurso admonitorio que no solo no evita dichas barreras, sino que
las hace infranqueables. La perspectiva individual tiene el peligro de convertir la
casuística privada —lo que a mí me ha ocurrido con los de fuera—, en una suerte
de categoría universal, pero a veces no queda otro remedio que empezar por ella.
Por otro lado, como ya hemos advertido, el enfoque socioafectivo no funciona
siempre, requiere una mínima disposición previa que frecuentemente no se da,
de manera que se recurre a la actuación, al fingimiento.
Con todo, es preciso advertir que la puesta en práctica de estas guías para tratar
conflictos no solo no conduce automáticamente a su solución, sino que incluso
puede ser contraproducente, al intentar resolver en el espacio escolar y de ma-
nera directa y rápida tensiones y enfrentamientos complejos de años o de siglos
—palestinos e israelíes, por poner un caso flagrante—. En muchas ocasiones, la
estrategia más adecuada, la única posible, es de carácter paliativo: aprender a
convivir con los problemas, al tiempo que se intenta abrir otros cauces de en-
cuentro al margen de los mismos, que favorezcan el mínimo diálogo posible.
Para concluir este epígrafe, es preciso afirmar que una pedagogía intercultural
que se apoye en los ejes mencionados resulta sumamente desafiante y exigente,
dadas las tareas de desarme social y cultural —tomamos la expresión del texto
de Raimon Panikkar, Paz y desarme cultural, Maliaño (Cantabria), Sal Terrae,
1993— que debe encarar, entre las que destacamos:
Junto con los Derechos Humanos, existen otros presupuestos mínimos a partir
de los cuales crear los espacios para el diálogo entre culturas. Ningún modelo
de pedagogía intercultural puede ser autoritario, militarista, desarrollista, ar-
monioso o sexista. Esto supone más enfrentamientos de los que aparentemente
se tenían previstos, ya que algunas tradiciones culturales incorporan sin cues-
tionarlos cualquiera de los presupuestos mencionados.
El diálogo con otras culturas obliga, por lo mismo, a redefinir y, en muchas oca-
siones, descubrir y recuperar los componentes esenciales de la propia. No obs-
tante, este proceso está lleno de dificultades. En primer lugar, la que proviene de
nuestro particular etnocentrismo: acostumbrados a estudiar las culturas ajenas
con la minuciosidad y el distanciamiento —a veces, el desprecio oculto— del
antropólogo, cuesta mucho auto-observarnos y, por lo tanto, relativizarnos, en
nuestra propia cultura. La lectura de Los papalagi, colección de discursos que el
jefe samoano Tuavii deTiavea pronunció ante su pueblo para explicarle la civili-
zación occidental, tal como la percibió en sus viajes a las tierras de los hombres
blancos (Barcelona, Oasis, 1977), resulta verdaderamente aleccionadora.
También ocurre con cierta frecuencia que en el encuentro con las otras culturas,
estas se exalten muy por encima de la propia, a la que se acaba menosprecian-
Al volver a su alcoba, toma la ropa que está colocada en una silla, mueble pro-
cedente del sur de Europa, y comienza a vestirse. Para ello, utiliza prendas
cuya forma originalmente se derivó de los vestidos de piel de los nómadas de
las estepas asiáticas, y calza zapatos hechos de cueros, curtidos por un proceso
inventado en el antiguo Egipto, y cortados según un patrón derivado de las ci-
vilizaciones clásicas del Mediterráneo. Alrededor del cuello se anuda una tira
de tela de colores brillantes, supervivencia de los chales o bufandas que usaban
Una vez que ha terminado de comer, se pone a fumar, costumbre del indio ame-
ricano, consumiendo una planta, domesticada en Brasil, ya sea en una pipa,
derivada de los indios de Virginia, o en un cigarrillo, derivado de México. Si
es suficientemente vigoroso, elegirá un puro, que nos ha sido transmitido de
las Antillas, a través de España. Mientras fuma, lee las noticias del día, impre-
sas con caracteres inventados por los antiguos semitas, sobre un material in-
ventado en China, según un proceso inventado en Alemania. A medida que se
va enterando de las dificultades que hay por el extranjero, si es un consciente
ciudadano conservador, irá dando gracias a una deidad hebrea, en un lenguaje
indoeuropeo, por haber nacido en el continente americano.
Ralph Linton, Estudio del Hombre, México, FCE, 1942, pp. 318-319.
PRÁCTICAS
Soy tú, soy él... O legales sin palabra.
Y muchos que no conozco Soy tú, soy él...
En las fronteras del mundo Y una foto en la cartera
En el miedo de tus ojos Donde te miran los ojos
Abandonado a tu suerte De tres hijos y una abuela
Y a la ambición de unos pocos. Que esperan poder salvarse
Soy tú, soy él... Con el dinero que no llega.
Y muchos que aquí no llegan Soy tú, soy él...
Desperdigados del hambre En el nuevo paraíso
Despojados de la tierra Horizonte de grandeza
Olvidados del destino De los que serán más ricos
Heridos de tantas guerras. Construyendo su fortuna
Soy tú, soy él... Con la sangre de tus hijos.
Nosotros y todos ellos Soy tú, soy él...
Esclavos del nuevo siglo Acuarela de colores
Obligados al destierro Humano de muchas razas
Desterrados de la vida Olor de muchos sabores
Condenados al infierno. A las puertas del futuro
Soy tú, soy él... Que te niega sus favores.
Mano de obra barata
Sin contrato, sin papeles Luis Pastor, En las fronteras
Sin trabajo y sin casa del mundo, 2002
Ilegales sin derecho
En este capítulo ofrecemos unas sugerencias acerca del cómo construir una escue-
la intercultural desde la vivencia cotidiana de los principales problemas que tiene
que atender, cuando intenta poner en práctica el programa descrito en el bloque
anterior. Vamos a distinguir tres espacios diferenciados, que ordenamos desde el
interior más inmediato, el aula, pasando por el centro educativo, hasta desbordar
el marco escolar, pero sin perder de vista el impacto del entorno inmediato:
7.1. En el aula
• Por un lado, está el trabajo sobre los contenidos curriculares, que, a nuestro
juicio, ha de desarrollarse en dos escenarios diferentes y complementarios:
a) Incorporar referencias culturales externas al discurso didáctico domi-
nante —a veces, más que una incorporación, se trata de un desvelamiento
revalorizador de lo que estaba presente, aunque permanecía oculto —por
ejemplo, el recuerdo de la digitación numérica con la que organizamos los
conocimientos matemáticos en Occidente, que procede de la cultura ára-
• Este cambio en los contenidos tiene que ser coherente con la metodología
que desarrollamos en clase. A este respecto, nos parecen muy útiles las si-
guientes sugerencias: a) Comenzar con el inventario de conexiones y rela-
ciones que podemos establecer en todos los planos de la existencia indivi-
dual y las relaciones sociales de los alumnos, a fin de encontrar un espacio
de vivencias compartidas entre todos; b) Abrir puertas en contenidos rela-
cionados con sus horizontes vitales y sus preocupaciones más inmediatas
—todo puede convertirse en recurso didáctico, con tal de que sepamos
utilizar el punto de vista adecuado—; c) Buscar canales de comunicación
para facilitar la curiosidad y el interés; no importa que, en un principio,
esta acogida y este interés obedezcan a razones alejadas de las propues-
tas interculturales: los álbumes de Tintín pueden favorecer la apertura al
mundo extraeuropeo a determinadas edades, a pesar del mensaje racista y
eurocéntrico de algunas de sus historias —Tintín en el Congo, El imperio
del sol—, compensado por las actitudes anti- rracistas y solidarias de otros
argumentos —Stock de coque, Las joyas de la Castafiore—; d) Cuestionar
aquellos aspectos de la cultura de cada cual que dificulten el diálogo< o que
generen problemas, sin degradar o menospreciar a la persona que los en-
carna o defiende: en todo caso, se trata de hacer pensar, de suscitar una
reflexión en profundidad y a largo plazo de los aspectos oscuros y proble-
máticos de toda cultura, especialmente de la propia; e) Valorar las acciones
prácticas, el trabajo en común en torno a objetivos y procedimientos esta-
blecidos de cara a obtener o alcanzar unas determinadas metas.
7.2. En la escuela
• Como se puede deducir por lo dicho más atrás, es muy importante la elabo-
ración de un diseño curricular verdaderamente intercultural, en especial la
reflexión y el trabajo que hagamos sobre el currículo oculto, es decir, el fun-
damento.cultural del discurso didáctico, pero, desde nuestro punto de vista,
resulta igualmente significativo el ecosistema organizativo, la organización
ética de la escuela, en palabras de Josep María Duart (La organización ética
de la escuela y la transmisión de valores, Barcelona/Buenos Aires, Paidós,
1999), concretada en cuestiones como: a) Los protocolos establecidos por
la comunidad escolar para la acogida y la hospitalidad; b) Las estructuras
espaciales que eviten la segregación y favorezcan la relación y el encuentro
—patios, pasillos, aulas: son esclarecedoras las reflexiones que a este res-
pecto realiza Miguel Ángel Santos Guerra en Entre bastidores. El lado ocul-
to de la organización escolar, Archidona (Málaga), Ediciones Aljibe, 1994—;
c) Los hitos educativos que, a lo largo del curso, amparen y favorezcan la
comunicación: taller de cuentos, intercambio de alimentos, bailes del mun-
do, oficios tradicionales de cerca y de lejos; d) El grado de implicación de
las familias —padres, abuelos—, para consolidar y recrear los vínculos con
la cultura de origen y facilitar la transición y el conflicto con la cultura de
acogida, a fin de construir síntesis personalizadoras; e) Potenciar la cone-
xión con los espacios institucionales y alternativos de educación no formal
y participación ciudadana: ayuntamientos, centros socioculturales, organi-
zaciones no gubernamentales, en especial con el barrio como entorno físico
y humano donde se inserta e irradia el centro educativo —por ejemplo, de la
misma manera que en Colombia abunda la proclamación de colegios como
Territorios de Paz (cfr. Mandato Ciudadano por la Paz/Oficina de Área para
Colombia y Venezuela de UNICEF, Eclipse de la guerra, Santa Fe de Bogotá,
7.3. En el entorno
• A la hora de trabajar con las familias, algunas estrategias que pueden fun-
cionar: a) Estudiar la discriminación concreta dentro del propio grupo, fa-
miliar y étnico, y la forma en la que se excluye y margina; b) Evitar el jardín
zoológico del exotismo. Trabajamos con alumnos y familias, no con cultu-
ras —cada cultura se expresa individual o comunitariamente de manera
muy distinta; c) Apoyar y favorecer las disidencias, en la medida que di-
namizan y enriquecen la propia cultura, y no como aliados para facilitar la
integración en la propia; d) Nunca quedarse en las culturas, abrirlas a otras
realidades mundiales de manera permanente; e) Generar un marco común
de integración, donde también se tengan en consideración las necesidades
y los sentimientos de la mayoría.
Emigrante
Mi amigo polaco
Educar es universalizar
Una de las tareas más urgentes que cabe realizar para afrontar el diálogo inter-
cultural es replantear los discursos sobre ciertas etapas históricas, a la luz de
acontecimientos que hasta ahora habían permanecido invisibles tanto a pro-
fesores como a investigadores, y que necesitan ser rescatados del olvido. Estas
nuevas lecturas no se deben limitar a añadir datos o hechos relacionados con
otras culturas y grupos marginados por la historia oficial, a modo de apéndi-
ce o capítulo aparte dentro del esquema académico oficial: es preciso revisar
las explicaciones causales, releer los comportamientos individuales y sociales,
modificar las terminologías y las divisiones cronológicas, cambiar los objetivos
de enseñanza y aprendizaje en torno a un período. De alguna manera, tenemos
que subvertir nuestra memoria colectiva, para comprender que las múltiples
culturas y conflictos que se manifiestan en el presente no han aparecido por
arte de magia: se deben al espacio y al tiempo, en estas dos coordenadas se han
mezclado y transformado continuamente, y seguirán haciéndolo en el futuro.
Es necesario, por tanto, incorporar al conocimiento del pasado hechos como los
que se narran en el documento adjunto:
El 30 de julio de 1749 tuvo lugar uno de los episodios más vergonzosos en la his-
toria de la persecución contra los gitanos en Europa. Bajo el reinado del ilustra-
Los orígenes inmediatos de una decisión política de tal envergadura, que afectó
directamente a una cifra que oscila entre 9.000 y 12.000 personas, se remontan a
1746. El 23 de agosto de ese año, Gaspar Vázquez Tablada, obispo de Oviedo, acce-
de a la presidencia del Consejo de Castilla, recordando la necesidad de observar
las pragmáticas contra los gitanos que se habían promulgado en años anteriores.
El 5 de julio de 1747, el Consejo de Castilla envía una consulta al rey, Femando VI,
defendiendo la adopción de remedios extraordinarios para solucionar de una vez
por todas el problema gitano, habida cuenta del fracaso de las medidas anterio-
res. Las conclusiones de la consulta se refieren a dos tipos de medidas para sepa-
rar a los gitanos del resto de la sociedad: por un lado, su expulsión perpetua del
reino, bajo la amenaza de la pena de muerte si regresaban, en la línea de las prag-
máticas promulgadas infructuosamente desde el reinado de los Reyes Católicos
(la primera en 1499), hasta la época de Felipe IV, en 1633; por otro lado, su recogi-
da forzada, con el fin de llevarlos a la cárcel, y disponer después lo que se estime
más conveniente. Se trata, pues, de realizar una gran redada contra los gitanos,
como medida preventiva contra personas consideradas peligrosas e indeseables.
¿Qué razones justificaban esta condición de peligro social atribuida a los gita-
nos? Por una parte, su movilidad: la carencia de una vecindad estable chocaba
con los intentos de control de la ciudadanía por parte del centralismo borbóni-
co. Por otra parte, los oficios y ocupaciones que desempeñaban, difícilmente
homologables desde el punto de vista legal. En definitiva, las formas de vida de
los gitanos suponían, desde la óptica de los gobernantes, una clara violación de
las leyes del reino. De ahí que, bajo la etiqueta jurídica de gitano aparecieran en
este momento aquellas personas que cumplían las características menciona-
das, pertenecieran o no a la mencionada etnia.
Una vez capturados, la suerte de los gitanos variaría, según edad y sexo: las
mujeres serían conducidas a tres depósitos o casas, mezcla de cárcel, cuartel
y fábrica. Los varones, hasta los 12 años, irían con las mujeres; los que tuvie-
ran de 12 a 15 años, aprenderían un oficio útil en las fábricas y arsenales de la
Armada; los mayores de 15 años se emplearían en las atarazanas de los presi-
dios de África y en sus regimientos. Los gitanos de más de 50 años residirían
en pueblos grandes, vigilados y dedicados a oficios según su robustez. Los en-
fermos, con alguna discapacidad y ancianos se llevarían a hospitales y asilos.
Las circunstancias posteriores a la redada variarían tanto los criterios de edad
como los destinos de los distintos grupos. De todas formas, resulta llamativa la
nula referencia a las consecuencias que para las familias gitanas tendrían estas
separaciones impuestas.
La redada se llevó a cabo con relativo éxito. Los apresamientos se hicieron casa
por casa, una vez cercadas las calles o los barrios donde estaban asentados los
gitanos. Otras veces se recurrió al engaño, convocando a los gitanos a un censo
inexistente en las oficinas del corregimiento. En general, el apresamiento fue
pacífico, aunque hubo algún hecho sangriento. La colaboración de los vecinos
en las delaciones y denuncias ayudó bastante, aunque no fue todo lo efectiva
que las autoridades querían. De hecho, se llegó a amenazar con la confiscación
de bienes y otros castigos para quienes ocultasen a gitanos o sus pertenencias,
o no los delatasen. Hubo protestas por el rigor y la injusticia de la medida, que
Una vez ejecutada la redada, hubo que trasladar a presos y presas a sus lugares
de destino correspondientes. Las expediciones estuvieron vigiladas por sol-
dados, mientras que los funcionarios civiles del corregimiento se encargaban
de la intendencia. Las dificultades fueron muchas, dada la gran cantidad de
apresados y la saturación en los lugares de destino que, al haberse realizado la
operación con el sigilo ya mencionado, no reunían las condiciones adecuadas.
La falta de alojamientos seguros para presos y tropas de vigilancia; la ausencia
de hábitos laborales en los presos para sustituir al peonaje libre; los motines y
revueltas debidos a las condiciones de vida —por ejemplo, en Cartagena, los
presos fueron instalados en galeras ancladas en el puerto y destinadas al des-
guace, en espera de la construcción de barracones donde alojarlos—, fueron
algunas de las dificultades más importantes señaladas por las fuentes.
El destino definitivo de los gitanos presos no está claro. Unos defienden la idea
de deportarlos a América; otros, de repartirlos por presidios, con el fin de de-
dicarlos a trabajos forzados en minas y obras públicas. Muy pronto se pone en
evidencia la indiscriminación de la redada y se ve la necesidad de introducir
correcciones. La cuestión de fondo es la identificación entre un determinado
modo de vida y la condición de gitano: en el caso de que ese modo de vida hu-
biera cambiado, el gitano dejaba de serlo. Hay, por lo tanto, que objetivar los cri-
Los expedientes secretos para delimitar la condición buena o mala de cada cual
se fueron realizando con muchísima lentitud y sin la participación de los im-
plicados, que dependían en numerosas ocasiones de la buena fe o de la amistad
previa contraída con las autoridades y vecinos de las ciudades que habitaban
antes de la redada. La dificultad en la restitución de los bienes retrasó muchas
de las resoluciones. La situación se hizo en muchas ocasiones casi desespera-
da, y las fugas, motines y sublevaciones eran las respuestas mayoritarias, que
ni siquiera algunas resoluciones favorables podían frenar. La inexistencia de
juicios, porque no se había clarificado el delito, las rupturas familiares, que
contradecían los más elementales principios de la religión cristiana, los casos
concretos de grupos de presos, como los que fueron trasladados de La Carraca
en Cádiz al arsenal de La Graña, en El Ferrol, el 14 de enero de 1752, o los gitanos
presos en las minas de Almadén, fruto de una redada anterior, en 1745, en el
Puerto de Santa María, así como la imposibilidad de autofinanciar los depó-
sitos mediante el trabajo de los presos, son factores que conducen a señalar la
conveniencia de acabar con el encierro de gentes que solo ocasionaban gastos
y cuya rentabilidad política se juzgaba escasa. Diversos informes señalan que,
a la altura de 1762, quedaban aún 165 presos gitanos en los arsenales. El indulto
de Carlos III, el 16 de junio de 1763, no terminará de hacerse efectivo para ellos
hasta 2 años después, en 1765.
Obras de consulta sobre el tema, que han servido para confeccionar el texto:
Ma Elelena Sánchez Ortega, «Evolución y contexto histórico de los gitanos es-
pañoles», en Teresa San Román (comp.), Entre la marginación y el racismo.
Reflexiones sobre la vida de los gitanos, Madrid, Alianza, 1986, pp. 13-60: donde
se hace un recorrido histórico acerca de la presencia de los gitanos en España,
desde su llegada, a principios del siglo XV, hasta la Pragmática de 1783, a partir de
la cual ya no hay leyes específicamente dirigidas contra los gitanos; Jean-Pierre
Liégeois, Gitanos e itinerantes, Madrid, Ed. Presencia Gitana, 1987: informe ela-