Literatura Aura
Literatura Aura
Literatura Aura
Keyla Vargas
Agustina Sierra
Ludmila Acuña
Castellano
Guadalupe Valdivia
Capítulo 1 : Los Ojos
Verdes
Lees ese anuncio: Una oferta de esa naturaleza no se hace todos los
días. “se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor
de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de
desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés,
preferible si ha vivido en Francia. Tres mil pesos mensuales, comida y
recamara cómoda, asoleada, apropiada estudio.”
Tratas de olvidar mientras caminas a la esquina a esperar el autobús.
Al bajar descubres 815, antes 69. Tocas esa puerta que huele a pino
viejo y húmedo; buscas una manija; terminas por empujar.
Levantas los ojos hacia el tragaluz inmenso que hace las veces de
techo. Sonríes al darte cuenta de que ha bastado la luz del
crepúsculo para cegarte y contrastar con la penumbra del resto
de la casa.
Capítulo 2 : Luz en Medio
de la Oscuridad
En el comedor, encuentras tu
desayuno servido: un solo
cubierto. Comes rápidamente,
regresas al vestíbulo, tocas a la
puerta de la señora Consuelo.
Revisas todo el día los papeles, pasando en limpio los
párrafos que piensas retener, redactando de nuevo.
Escuchas la campana.
Al despertar, buscas la
espalda de Aura solo tocas
esa Almohada, caliente aun,
y las sábanas blancas que te
envuelven.
La señora Consuelo que esta sentada en ese sillón que tu notas por
primera vez: las dos sonrien, te agradecen. Recostado, piensas que
la vieja ha estado todo el tiempo en la recamara; recuerdas sus
movimientos, su voz, su danza, por mas que te digas que no ha
estado allí.
Las dos se levantaran al mismo tiempo, Consuelo de la silla, Aura
del piso. Las dos te darán la espalda, caminaran pausadamente
hacia la puerta que comunica con la recamara de la anciana,
pasaran juntas al cuarto donde tiemblan las luces colocadas frente a
las imágenes, cerraran la puerta detrás de ellas, te dejaran dormir en
la cama de Aura.
Al despertar, buscas otra presencia en el
cuarto y sabes que no es la de Aura la
que te inquieta. Te llevas las manos a a
las sienes, tratando de calmar tus
sentidos en desarreglo. Recordaras a la
vieja y a la joven que te sonrieron,
abrazadas antes de salir juntas: te repites
que siempre, cuando están juntadas,
hacen exactamente lo mismo: se
abrazan, sonrien, comen, hablan,
entran, salen, al mismo tiempo, como si
una imitara a la otra, como si de la
voluntad de una dependiese de la otra.