Filosofia Moderna
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TEMAS ROMÁNTICOS
Egocentrismo:
El alma del hombre es su enemigo interior, identificable con una obsesión incurable por
lo imposible, que priva del goce de la vida al individuo y hace que ésta le sea adversa.
El alma romántica no es dada desde fuera al individuo, sino que éste la crea cuando
tiene conciencia de sus sentimientos. Convierte al individuo en singular y universal, de
modo que el Universo sólo es posible concebirlo partiendo del conocimiento de sí
mismo, pues el hombre es la imagen del Macrocosmos.
El egocentrismo en gran parte remite a Fichte: el Yo es la única realidad existente, pues
"no hay más objetos que aquellos de los cuales tiene conciencia. Tú mismo eres tu
propio objeto". Por tanto sólo el Yo es real, es el Absoluto, y la poesía permite hacer
sensible y comunicativa esta experiencia en tanto que es representación del alma y
representación del mundo interior en su totalidad. El poeta es alma y Universo.
Este egocentrismo romántico tiene sus raíces en la filosofía kantiana y en el idealismo
trascendental. Kant llevó el centro de gravedad de la filosofía hacia el interior del propio
hombre y valoró el sentimiento para el acto del conocer. Y Schelling, con su filosofía de
la Naturaleza dio salida a la circularidad destructora de Fichte, pues el mundo entero se
le acababa convirtiendo en un espejo que eternamente le presentaba al yo su propia
soledad.
Schelling liberaba al hombre de encontrarse a sí mismo y sólo a sí mismo en todas
partes. Admite la existencia de un mundo exterior opuesto al mundo interior (Yo). La
intuición realiza la síntesis entre el Uno ("yo") y el Todo (La Naturaleza). Él Yo, el Uno
se acerca a ese mundo externo para dialogar con él, coexistir con él y reconciliarse con
él. El sistema de Schelling contiene, pues, en una suerte de panteísmo, la proyección del
hombre en el infinito. El sujeto cree en una visión de algo que está más allá de la cosa,
que puede percibir gracias a una intuición esencial en un ámbito de libertad.
La Libertad:
El reino de la libertad absoluta es el ideal romántico, el principio de toda ética
romántica: libertad formal en el arte, entendida como necesidad del individuo para
explorarse y explorar el mundo exterior, y para lograr la comunicación del Uno con el
Todo, en una marcha progresiva hacia la infinitud.
El romántico se concibe como un ser libre, el cual se manifiesta como un querer ser y un
buscador de la verdad. No puede aceptar leyes ni sumisión a ninguna autoridad. Muchos
románticos heredaron la crisis de la conciencia europea que la Ilustración provocó al
cuestionar, en nombre de la razón, los dogmas religiosos.
La libertad, como el infinito, es más una aspiración que una realidad. A través de ella
cree el romántico poder superar los límites del Yo y reconciliar sujeto con objeto.
El amor y la muerte:
El romántico asocia amor y muerte, como ocurre en el Werther de Goethe. El amor
atrae al romántico como vía de conocimiento, como sentimiento puro, fe en la vida y
cima del arte y la belleza. Pero el amor acrecienta su sed de infinito. En el objeto del
amor proyecta una dimensión más de esta fusión del Uno y el Todo, que es su principal
objetivo. Pero no alcanzará la armonía en el amor.
El romántico ama el amor por el amor mismo, y éste le precipita a la muerte y se la hace
desear, descubriendo en ella un principio de vida, y la posibilidad de convertir la muerte
en vida: la muerte de amor es vida, y la vida sin amor es muerte.
En el amor romántico hay una aceptación de la autodestrucción, de la tragedia, porque
en el amor se deposita la esperanza en un renacer, en la armonía del Uno y el Todo. En
el amor se encarna toda la rebeldía romántica: "Todas las pasiones terminan en tragedia,
todo lo que es limitado termina muriendo, toda poesía tiene algo de trágico" (Novalis).
En la muerte, el alma romántica encuentra la liberación de la finitud.
La religión de los románticos:
Las posturas románticas acerca de la religión son variadas. No obstante, en general la
creencia no la fundan los románticos en ninguna norma establecida, en ninguna moral
instituida, sino en un sentimiento interior y en una intuición esencial de lo divino que
conduce a una unión mística con Dios.
Lo que hay de esencialmente nuevo en la religión de los románticos, sobre todo en
Alemania, es este sentimiento interior. El intercambio o comunicación entre el
individuo y el universo denota una vida superior, y la primera condición de la vida
moral. La conciencia de pertenecer a un todo, de formar parte de él desde la propia
individualidad, conlleva una responsabilidad moral.
Para todos los románticos no existe Dios fuera del mundo y del hombre, y debemos
actuar motivados por el entusiasmo y el amor ("sintiéndose lleno de Dios", F. Schlegel),
una comunicación directa entre el hombre y la Naturaleza, el hombre y Dios, el Uno y el
Todo.
Nacionalismo romántico y Literatura
La reivindicación del espíritu nacional (Volkgeist), la manifestación de ese espíritu en
las creaciones del pueblo y en los grandes poetas y la oposición al clasicismo francés
favoreció el cultivo de literaturas nacionales modernas o románticas.
El Romanticismo en literatura significa libertad, en la elección de la forma y en la
elección del contenido. Se trata de una literatura revolucionaria por cuanto supone la
liquidación de la norma clásica y la enemiga de los neoclasicistas. En Francia se dio la
más cruenta batalla entre clásicos y románticos.
Si bien la poesía vio la aparición de nuevas formas como el lied alemán, la balada o el
poema dramático, es en el teatro donde se producen los mayores cambios respecto a la
normativa neoclasicista. El drama nuevo exige una libertad que sólo se había alcanzado
en la obra de Shakespeare, y en casi todos los países europeos es producto entre otros
factores de un desarrollo del espíritu nacional y nacionalista que propugna la necesidad
de suprimir la influencia extranjera y la importación del programa clásico procedente de
Francia, y de crear una literatura nacional. De ahí que los temas históricos y nacionales
desempeñen en este nuevo drama un papel de suma importancia, en la medida que se
reivindica la propia identidad.
Frente a las unidades que los clásicos defendían como necesarias para componer un
drama, los románticos consideran que cada tema impone reglas particulares. Es decir
que la forma debe ser orgánica y no mecánica. Los temas los prefieren históricos y que
expresen los derechos de los oprimidos. Shakespeare, Lope de Vega, Calderón o
Schiller pasan a ser los modelos invocados.
La nueva novela se convierte en un medio de describir sensaciones y pasiones, y se crea
la novela histórica, cuyo maestro fue Walter Scott. El protagonista frecuentemente es el
doble del autor, el cual penetra en su interior y describe sus sentimientos, al igual que
recrea lo maravilloso, lo exótico o la aventura. Werther, de Goethe, fue para los
románticos el modelo bajo la forma una novela-diario que penetra en la interioridad del
personaje, comunica sus sentimientos, y los hace universales.