El Evangelio Swgun San Juan, Cartas y Apocalipsis
El Evangelio Swgun San Juan, Cartas y Apocalipsis
El Evangelio Swgun San Juan, Cartas y Apocalipsis
Esta intención pastoral hace que los evangelios mezclen la fidelidad a la historia y a la
tradición sobre Jesús con las necesidades de los destinatarios, caracterizándose por lo
siguiente:
1. Provienen de una tradición transmitida por los discípulos de Jesús, en el seno de las
comunidades cristianas.
2. Siguen un ideal común, con raíces en la predicación cristiana primitiva. Tienen como
centro y cúspide el relato de la muerte y resurrección de Jesús.
3. Tienen como fin proclamar la salvación, por lo que son auténticas catequesis sobre el
Señor.
4. Son un testimonio de la fe, pues quienes los escribieron querían comunicar una
experiencia que había cambiado radicalmente su vida.
El libro de los Hechos de los apóstoles continúa la historia del evangelio de Lucas.
Narra los orígenes del cristianísimo después de la muerte y resurrección de Jesús, hasta
el año 64 d. C.
Aunque da información sobre los primeros líderes de la Iglesia como Pedro y Pablo, no
presenta sus biografías, sino que ofrece una interpretación de los hechos, poniendo de
relieve la salvación de Dios y la expansión del cristianismo en el mundo no judío.
Junto con Pedro y su hermano fue testigo de la resurrección de la hija de Jairo (Mc
5,37), la transfiguración (Mc 9,2) y la “agonía” en Getsemaní (Mc 14,33).
En la última cena “descansó en el pecho del Señor” y le preguntó quién sería el traidor
(Jn 13,23ss).
Estuvo junto a la cruz, y Cristo le encomendó a su Madre (Jn 19,26ss).
Fue el primero de los discípulos que conoció al Señor resucitado junto al lago de
Tiberíades (Jn 21,7).
Por confrontación de textos evangélicos, es el “discípulo al que amaba el Señor” (Jn 21,2-
7.20.23-24; 13,23-24; 20,2).
Después de Pentecostés aparece unida en especial amistad con Pedro (Lc 22,8; Jn 20,2-
10; 21,20-22).
Desempeñó en Jerusalén su misión apostólica (Hch 3,1-4,31) y luego en Samaría (Hch
8,14-25).
San Pablo se encontró con él, en su segundo viaje, en Jerusalén, en donde era
reconocido por una de las tres “columnas” de aquella Iglesia (Gal 1,19; 2,1).
Muerte del apóstol Juan
Una antiquísima tradición, que comienza con San Ireneo, dice que Juan vino a la
provincia de Asia y moró en Éfeso, donde escribió su evangelio, muriendo allí en los días
de Trajano (98-117).
No se sabe cuándo vino. Pues sobre el 66, San Pablo escribe la segunda epístola a
Timoteo, al que le había encargado la Iglesia de Éfeso, y nada dice de San Juan.
Lo mismo dice San Polícrates (189-199), obispo de Éfeso, y San Justino (c.100-163), que
se convirtió a la fe en Éfeso.
De los últimos años de la vida de San Juan
El más importante es el citado por Tertuliano, según el cual, bajo Domiciano (81-96),
sufrió el martirio al arrojarlo en una caldera de aceite hirviendo, saliendo ileso, después
de lo cual fue desterrado a la isla de Patmos.
San Jerónimo narra que Juan repetía incesantemente este dicho sobre la caridad:
“Hijitos, amaos mutuamente.” De Patmos volvió a Éfeso, donde se dice que murió el año
séptimo de Trajano, sobre el 104.
Muchas posiciones acatólicas negaron que el apóstol fuese el autor del evangelio.
Alegaban varias razones.
Bretscheider sostuvo que su evangelio no respondía a realidades históricas, sino que
eran ficción.
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para Straus era obra de la filosofía alejandrina, que excedía la capacidad de cualquier
apóstol.
Loisy lo tiene por meramente alegórico y simbólico
Harnack sostiene que es un evangelio compuesto por Juan, presbítero jerosolimitano,
que tenía gran familiaridad con Juan el Apóstol. Así, el cuarto evangelio es el evangelio
de Juan “el Presbítero,” según refería Juan el Apóstol.
Cristo estaba “fatigado” sobre el pozo de Jacob, y era “como la hora de sexta” (4,6)
y en un caso de curación, y a distancia, lo dejó la fiebre “ayer a la hora séptima” (4,52)
en el lago ven a Cristo después de haber remado unos 25 ó 30 estadios (6,19); en casa
de Caifás, Pedro estaba “a la puerta, afuera” (18,16).
Conoce la índole de varios apóstoles, y cita a veces sus palabras.
Así habla de Andrés y Felipe (1,45; 6,7; 12,21ss; 14,8-10)
de Natanael (1,46-48ss)
de Tomás (11,16; 14,5; 20,25.28),
de Judas Tadeo (14,22),
y especialmente de Pedro (1,42; 6,68ss; 13,6-9.24.36ss; 18,17; 20,2-10; 21,3.7.11.15-
22).
La descripción que hace en el capítulo 13 sobre la denuncia de Judas supone,
normalmente, un testigo ocular.
Destinatarios
Son los fieles de la gentilidad.
Lo confirma el origen “asiático” que le asigna la tradición.
Además, no podía ser para un público judío, ya que explica voces aramaicas, fiestas y
costumbres judías.
Supone desconocida para sus lectores la topografía palestinense, pues la precisa mucho,
v.gr., el “mar de Galilea,” y añade el nombre griego para que lo conozcan con el nombre
con que fue denominado entre las gentes helenistas después de la fundación de Tiberias
por Antipas, “que es Tiberíades.”
La iglesia entera.
el cuarto Evangelio se presenta dirigido a diferentes grupos de creyentes:
a judeo-cristianos y a cristianos convertidos del paganismo, pero siempre con un
enfoque fundamental:
mostrar que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios, para que, creyendo en Él, tengan vida
en su nombre.
Características esenciales.
1. Escrito doctrinal en forma de evangelio.
Una lectura serena del evangelio nos producirá la impresión de que estamos ante un
libro cuya intención no se centra en la narración, sino en la enseñanza.
Diríamos que la narración es simplemente como el vestido del cuerpo doctrinal.
El interés no es, al menos primariamente, histórico, sino, teológico.
Nos hallamos ante un escrito doctrinal en forma de evangelio.
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5. La incomprensión joánica.
El evangelista recurre frecuentemente a la incomprensión de los oyentes de Jesús para
provocar las explicaciones necesarias del misterio o asunto tratado en cada caso.
Al mismo tiempo esta incomprensión sirve para caracterizar a las personas.
Incomprensión que se da también en los discípulos (ver 14, 8-9).
Aunque esta incomprensión de los discípulos obedece también a una razón teológica que
podría formularse así:
imposibilidad de comprender a Jesús durante el tiempo de su vida terrena.
6. Intención teológica, más que un interés histórico por los personajes del
Evangelio.
En la presentación que el evangelista hace de las personas está profundamente
influenciado por su intención teológica, más que por un interés histórico por ellas.
La figura del Bautista es completamente distinta a la que nos ofrecen los Sinópticos:
no se describe su aspecto de asceta
no se dice que bautice a Jesús (aunque no resulte difícil suponerlo).
La figura de Pilato es particularmente significativa:
es casi amigo de Jesús
insiste una y otra vez en su inocencia
se halla maniatado por los "judíos".
La verdad es que resulta inverosímil que un procurador romano actúe como lo hace en
el caso de Jesús
7. Importancia de Judas en función de la cristología joánica.
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DIOS Y JESÚS
I. Teología
Juan es la historia de Jesús de Nazaret, escrita para comunicar fe en él y en el poder
salvífico de su vida, muerte y resurrección.
Podría llegarse fácilmente a esta conclusión leyendo primeramente el prólogo cristológico
(1,1-18).
y a continuación las palabras conclusivas: «Éstos han sido escritos para que creáis que
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios: y para que, creyendo, tengáis en él vida eterna»
(20,31).
A. Contar la historia de Dios
Prólogo
Según muchos estudiosos, san Juan compuso este pasaje para la liturgia de sus fieles y
luego lo acopló con posibles retoques, al evangelio que sería un desarrollo de las tres
ideas básicas del prólogo:
1. Jesús que revela al Padre
2. Respuesta de los hombres a esa revelación
3. Salvación para aquellos que ha creído en Jesucristo.
El Prólogo es ciertamente una confesión cristológica, pero es también algo más.
El Logos existe desde siempre, vuelto en unión amorosa hacia Dios (1,1-2); y el
significado de este hecho no es únicamente cristológico sino teológico.
El resto del Prólogo nos cuenta la eclosión del Logos como:
«vida»( zoé /bíos) (vv. 3.4). Bios, se refiere a la vida fisca/ zoé, vida increada,
eterna, la vida poseída exclusivamente por Dios.
y «luz»(vv5.7.9) la Palabra como luz verdadera nos recuerda otros pasajes bíblicos,
que nos hablan de la Palabra de Dios como lámpara que ilumina el caminar del
hombre.
La Palabra como luz, se refuerza al decir que «habitó entre nosotros»
Habitó en gr. Skenosen, recuerda la shekinah hebrea o presencia divina de Yahvé en el
templo o Tienda( gr. Skene)
Aquí se insinúa lo que más adelante se dirá más claramente, que Jesucristo, el Verbo
hecho carne , es el nuevo Templo.
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Por otro lado, el evangelio según san Juan es, en cierta manera, una historia de lo que
Jesús ha hecho por Dios.
Esto queda particularmente claro en la oración final de Jesús a su Padre y en sus
últimas palabras en la cruz.
Su oración final se inicia con la exclamación: «Yo te he glorificado aquí en el mundo,
cumpliendo la obra que me encomendaste» (17,4).
«Elevado» en la cruz, Jesús proclama en el momento de su muerte: «Todo está cumplido»
(tetelestai 19,30).
En cierta manera, la vida (durante la cual Jesús realiza «las obras» del Padre) y la
muerte de Jesús son la realización de la obra de Dios.
En esta vida y en esta muerte Dios se da a conocer.
II. Cristología.
La historia de Juan sobre Dios está, pues, unida inextricablemente a la vida, muerte,
resurrección y retorno al Padre de Jesús,el Hijo.
Si la revelación de un Dios que ama hace de este evangelio un evangelio «teológico», su
teología se articula solamente a través de una «cristología».
A. Jesús, gloria de Dios.
En 1,43-51, los primeros discípulos llegan a la conclusión de que han encontrado «a
aquel de quien escribieron Moisés y los profetas» (v. 45), «Maestro, Hijo de Dios y Rey de
Israel» (v. 49).
Jesús resalta que han llegado a esta profesión de fe simplemente porque él ha adivinado
que Nata-nael estaba debajo de la higuera. Esto es solamente el principio.
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Resurrección de Lázaro
Ya en 11,4 encontramos indicios de que el momento culminante de la glorificación aún
está por llegar:
«Esta enfermedad no terminará en la muerte, sino que tiene como finalidad manifestar la
gloria de Dios; a través de ella se dará también a conocer la gloria del Hijo de Dios».
V. 28 Nos hallamos ante dos cuestiones que deben distinguirse: la revelación de la gloria
de Dios en la resurrección de Lázaro y en la futura glorificación del Hijo que seguirá a
este hecho.
La «hora de Jesús» se inicia con el episodio de Lázaro.
La presencia del poder de Dios en el milagro es una manifestación de la «gloria» de Dios,
pero eEn la línea narrativa de Juan este milagro conduce a la decisión de que Jesús
debe morir por el bien de la nación y no sólo por la nación, sino también para conseguir
la unión de todos los hijos de Dios que estaban dispersos.
Hasta este momento, Juan no había mencionado explícitamente la muerte de Jesús.
Se había referido a ella mediante el uso de los significativos términos joánicos:
«levantar» (3,14; 8,28) y «la hora» (2,4; 4,21.23; 7,30; 8,20), pero la primera referencia al
destino de Jesús en términos explícitos de «muerte» se encuentra en 11,16.s algo más
que eso.
Luego, en los caps. 11-12, a medida que Jesús se aleja del ministerio público para
acercarse a su «hora de gloria» (caps. 13-20), estas referencias se vuelven cada vez más
frecuentes (11,16.50.51; 12,24.33).
La relación entre la resurrección de Lázaro -en sí misma un hecho que manifiesta «la
gloria de Dios» (11,40)- y la futura glorificación del Hijo (11,4) es importante.
Cuando algunos griegos acuden a ver a Jesús (12,20-22), éste puede anunciar la llegada
de un punto de inflexión en su historia:
«Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado» (12,23).
Hasta este momento, en el evangelio «la hora» no había llegado aún (2,4; 7,6.30; 8,20);
pero ahora está aquí y en ella el Hijo del hombre será glorificado.
Existe una conexión entre la hora, la glorificación y la muerte de Jesús en 12,31-32:
«Es ahora cuando el mundo va a ser juzgado; es ahora cuando el que tiraniza a este
mundo va a ser arrojado fuera. Y yo, una vez que haya sido elevado sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí».
la cruz de Jesús es el lugar donde resplandecerá la gloria de Dios, atrayéndolo todo
hacia él.
Juan presenta la cruz como clímax de la actividad reveladora de Jesús.
C. Hijo de Dios.
Ser Hijo de Dios es central en la misión reveladora de Jesús.
Juan no es el primero en usar esta expresión para referirse a Jesús.
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