Antropología

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Acerca de la traducción de topónimos hebreos: por qué algunos nombres de lugares o sitios se traducen y otros no?

Recopilación por Briah Yetzirah.

Luis Alonso Schökel y Eduardo Zurro señalan:

[La toponimia bíblica es para nosotros extraña, por su fonética y su significado. Lo que se estila en las traducciones
modernas es traducir unos cuantos nombres, bastantes componentes y adaptar fonéticamente la mayoría, muchas veces a
través de la tradición latina, más cercana a nuestra lengua.

Por ejemplo, en traducciones españolas del AT se pueden encontrar nombres enteramente traducidos, como Arroyo de los
Sauces, Valle del Rey, Valle de la Sal, Ciudad de las Palmeras; nombres traducidos a medias, como Era de Atad, Subida
de Acrabín, Valle de Acor, y nombres sin traducir, como Bet-hak-Kerem, En-Rimmón,Quiryat-Yearim (lo mismo sucede
en traducciones extranjeras).

Uno se puede preguntar por qué se traduce Arroyo de los Sauces y no se traduce Fuente del Granado (En rimmon), por
qué Valle de la Sal y no Casa del Huerto (Bet hak-Kerem), por qué Ciudad de las Palmeras y no Ciudad de los Bosques
(Qiryat Yearim); más aún, por qué se traduce la Era y no el Cardo, por qué la Subida y no los Escorpiones. Una falta de
lógica en la traducción de topónimos creo que es razonable, pues llevar la traducción a las últimas consecuencias
resultaría absurdo o ridículo, o bien resultaría en castellano más extraño que si no conociéramos el significado.

Supuesto que ninguna traducción aplica un criterio riguroso, las diferencias resultantes serán graduales, de tendencia. En
este sentido sí se puede distinguir entre una traducción bíblica que tienda a conservar los nombres originales y otra que
tiende a traducirlos cuando es posible. Posible quiere decir que conozcamos el significado y que el resultado encaje bien
en la toponimia española. Las dos tendencias son legítimas. Cuando se visita el país, interesa la identificación o
localización del nombre; cuando estudiamos la geografía o sus consecuencias en la historia, nos interesa una descripción
exacta del lugar; cuando nos vamos a contentar con leer listas de nombres o nombres pertenecientes a narraciones, nos
puede interesar acercarnos a lo que los antiguos querían decir o entendían con sus nombres geográficos.

La empresa tropezará siempre con límites insuperables.El diverso efecto se puede apreciar en dos ejemplos:

«Subían por Maale Aqrabim»,


«Subían por la Cuesta de los Alacranes». ]

«Cargan con sus haberes hacia Najal Arabim»,


«Cargan con sus haberes hacia el Torrente de los Sauces».

Dificultades.

Pero ¿es posible traducir los nombres hebreos de lugar?Si buscamos una etimología científica, la empresa resulta
dificilísima. En primer lugar, los hebreos respetaron muchos nombres que encontraron en el país, nombres hurritas o
heteos, sin parentesco con las lenguas semíticas. Aunque adaptaran la fonética, esos nombres no significaban nada para
ellos, sólo servían para designar lugares. Si se trataba de nombres cananeos (lengua semítica occidental), los israelitas
pudieron conservar los nombres autóctonos con ligeras adaptaciones fonéticas y reconociendo muchas veces el
significado, eso no quitaba que, con el paso del tiempo, se apagase el significado y el nombre quedase en pura
designación.

Otros nombres serían creación de los hebreos, según los hábitos típicos de un pueblo que funda nuevas poblaciones o
según hábitos peculiares. Estos nombres originariamente tenían un significado o bien añadían un nombre genérico, como
villa, fuente, valle, a un topónimo existente en la comarca.

Cuando se trata de un nombre semítico, o incluso hebreo, puede quedar una dificultad para traducirlo, y es que sepamos el
sentido genérico de la raíz sin conocer el sentido concreto del nombre. No se puede negar la relación etimológica de Eglón
con el nombre hebreo de becerro ('egel); pero ¿cuál es la relación concreta? ¿Es mi adjetivo que indica la abundancia de
becerros en la localidad?, o ¿es un adjetivo que indica la dedicación a la divinidad en figura de becerro? Sabemos que el
verbo saraf significa «quemar»; por tanto, misrepot maym significa «unas aguas que queman» o algo parecido; bahurim
significa «mozos» (incluido el sentido militar), lo cual no basta para individuar el sentido del nombre.

Otras veces es dudoso que el nombre derive de la raíz que se sospecha. Holon podría venir de arena y significar «arenal»;
jor parece venir de agujero y significar «hornacho». El verbo g'y significa «mugir»; ¿está relacionado con él el nombre
Goá? (Jr 31,39). La raíz hebrea de pañales es jtl; ¿tiene algo que ver con ella la localidad Hetlon? Si jaljul viene de la raíz
que significa «girar», podría significar «ronda»; mepaat podría ser «fuente del clamor», etc.
Una última dificultad nace de los cambios o correspondencia» consonánticas, según la pronunciación de épocas o
regiones. Así, la escritura nob podría responder a la raíz nub, que aludiría a la fertilidad del lugar, y también podría
equivaler a un nop con sentido de «cima»; jadid significa «agudo», a no ser que equivalga a jaziz, con significado de
centella o rayo.

Soluciones.

A pesar de las citadas dificultades es posible el intento de traducir parte de la toponimia hebrea.

En primer lugar hay palabras, sobre todo componentes comunes, cuyo sentido es inequívoco. Hemos visto que en tales
casos muchos traductores modernos traducen los componentes valle, monte, fuente, arroyo, ciudad, a los que se pueden
añadir otros, según veremos.

En segundo lugar, más que la etimología científica puede interesar lo que sonaba a oídos hebreos. Quiero decir cuando
paraban mientes en la significación, no cuando usaban los nombres como pura designación o cuando los empleaban para
ingeniosos juegos de palabras (si bien esto último nos da una pista sobre su hábito de escuchar) '. No podemos traducir
anatot por «respuesta», a pesar de Is 10,30, ni maresa por «conquista», como sugiere Mal 1,14. Tampoco podemos
tomarnos las libertades de los antiguos onomásticos, que, contra el sentido claro del original, podían traducir kaleb ( =
perro) por «como el corazón» (kalleb), o «todo corazón» (kol leb).

En tercer lugar, a formas vagas hebreas pueden corresponder formas vagas castellanas de raíz equivalente, como Eglón y
Becerril, Yesimon y Estepona. Planteada la tarea en estos términos, es posible en bastantes casos encontrar formas
castellanas que respondan razonablemente al original hebreo.

Pero para ello creo que no basta traducir gramaticalmente al castellano; hay que traducir a la toponimia castellana. Quiero
decir que la toponimia es una especificación del lenguaje con muchos hábitos limpios. Por ejemplo: maale se puede
traducir por «subida» correctamente; pero si queremos darle sabor hemos de preferir «cuesta»; la llamamos Cuesta de las
Perdices, no Subida de las Perdices. Por eso, antes de abordar la tarea descrita es necesario recorrer la toponimia española
en busca de correspondencias. Así podremos recrear por analogía, logrando resultados aceptables.]
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"La traducción bíblica: lingüística y estilística" por L. Alonso Schökel y Eduardo Zurro, págs. 279-283.
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Imágen de:

http://www.indubiblia.org/mapas-1cr

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