El Derecho Natural Clásico
El Derecho Natural Clásico
El Derecho Natural Clásico
La filosofía del derecho natural está dominada, como cualquier filosofía del
derecho, por una doble problemática: por un lado, por el problema de la fundamentación, y
por el de la realización práctica, por otro. Desde el punto de vista de la fundamentación se
plantea, tanto respecto de la historia de la filosofía como de la sistemática, la pregunta
importante por la vinculación interna del derecho natural y de la metafísica. Desde el punto
de vista práctico se debe formular la pregunta si una orientación normativa del derecho
natural es «positivizable» y, particularmente, si esto es posible de manera liberal cara a la
moderna crítica ideológica. La historia del derecho natural da respuestas muy diversas a las
dos preguntas. Simplificando, parece que se puede observar que el primer complejo de
preguntas haya sido tratado especialmente en la doctrina clásico-universalista del derecho
natural, y el segundo ante todo en el derecho natural individualista y racionalista. Como
veremos, una contemplación tan reducida pasa por alto el hecho de que el derecho natural
clásico propugnó, a pesar de la exclusividad de su división del derecho en derecho natural y
derecho positivo, todo menos un dualismo estricto.
El padre del derecho natural clásico se tiene anotado, fue Santo Tomás de Aquino el
primero en formular la propuesta de mutabilidad del Derecho Natural, la cual se producía
por adición o sustracción. (Müller-Schmid, s.f.)
Cuando hablamos del Derecho Natural clásico no hablamos de la “ley natural” sino que el
oficio de descubrir el Derecho –en los mundos agonales del “poder” de la política y del
“haber” de los mercados– es una tarea propia de laicos. Subalternada si se quiere a muchos
otros saberes, incluso a la teología por sus fines y principios, pero fundamentalmente obra
de jurisprudentes.
Cuando hablamos del Derecho Natural clásico tampoco hablamos de ese derecho racional y
matemáticamente deductivo del que se hablaba en los círculos intelectuales europeos al
tiempo de la codificación decimonónica, que no resulta más que el devengamiento de los
intereses del cartesianismo católico y del gran capital supérstite de la cristiandad medieval
europea.
Cuando hablamos del Derecho Natural clásico tampoco estamos hablando de los “derechos
naturales” que pueblan nuestras modernísimas constituciones. Las libertades de la
Declaración de 1789 suponían un Estado existente al que se exige el respeto de algunas
regiones interiores supuestamente excluidas del pacto social, o “libertades”, si se quiere
llamar así. El problema con este mito estoico que reflotan los filósofos modernos como
Hobbes, Rousseau, Locke, etcétera, ¿dónde queda si el contrato social no ha existido? Es
una teoría indemostrable. Una teoría que nada tiene que ver con la realidad es una mala
teoría y debe abandonarse. Pero el asunto es peor si estos Derechos Naturales aparecen
como expresiones del individuo aislado, como sucede con la visión contemporánea, en la
ordenación del hombre a su fin, con-fundiéndose el orden ético y antropológico con una
cadena de llamados “derechos” o, peor aún, llevados a la noción de “garantías”, como en el
Estatuto orgánico de esta Ciudad de Buenos Aires.
Si bien existió un abuso, tanto en el Iluminismo como en la Escolástica, sobre el tema del
Derecho Natural, resulta clara su relación. En el Iluminismo se llamó “Derecho Natural” a
una serie de principios racionales prácticos –en el sentido de que impulsan a la acción– que
se pensaron como punto de partida para que luego, mediante el uso racional de la
deducción, se fueran sacando conclusiones cada vez más cercanas a la realidad. Así, de los
tres principios clásicos de Grocio –cumplir con la palabra empeñada, abstenerse de la
propiedad de otro y reparar los daños producidos por culpa– se pretendió sacar, por vía de
conclusión, verdaderos códigos de “Derecho Natural”. También la Escolástica –y la
escolástica hispano-americana– pretendió un Derecho Natural que fuera conclusión de
principios conocidos por los teólogos a partir de ciertos principios de la ley eterna.
Así, el “Derecho Natural” terminó convertido en ley natural, ley racional o norma moral
revestida de coacción pública por el poder temporal. Es en ese contexto y a través de esas
claves que aparece el fenómeno de la codificación, presentado no ya como una
consolidación o sistematización de normas positivas, sino como una construcción
autónoma, autosuficiente, con absoluta coherencia. Expresión del legislador, como vocero
de una supuesta “voluntad general”, surgida de la concurrencia cívica y organizada “more
geométrico”.
La educación es, precisamente, la entrega de las herramientas para hacer la valoración del
pasado y del presente y de organizar el futuro. Entonces, no cabe pensarse en una
educación a-valorativa; puramente técnica, aséptica axiológicamente.
La sociedad en la que nacemos tiene una determinada estructura política. Cada nación tiene
una historia y una trayectoria, en la cual el pasado determina el presente y la lanza hacia el
futuro.
La revolución, como ruptura con el pasado, no existe. Los hombres que hacen las llamadas
revoluciones son hombres con la cultura del pasado y, superado el estado de inestabilidad,
las sociedades siguen su curso sin grandes variaciones. Si el principio aristotélico nos dice
natura non facit saltus, esto también se da en la naturaleza de las cosas sociales. La
Revolución Francesa terminó en Napoleón, luego de un lapso de desconcierto. La
Revolución Rusa contra los zares terminó en Stalin y luego en la disgregación del imperio a
la espera de una nueva forma de grandeza.
El Derecho Natural clásico del que hablamos es el que busca reflejar en los asuntos
humanos el orden del “cosmos” (la creación en cristiano) y hacer de la Ciudad una entidad
ordenada que ayude e impulse a los hombres a vivir en la virtud, en la amistad cívica (como
lo entendían los antiguos) y les posibilite buscar a Dios, el sentido de su vida y de su
muerte.
El Derecho Natural clásico entiende el Derecho como la mejor disposición posible, en un
tiempo y en un espacio determinados, de los grupos sociales y de los hombres que los
conforman y que tiene como resultado la paz social.
BIBLIOGRAFÍA
Sanz, C.R. (2020). “La respuesta del Derecho Natural clásico a los desafíos del siglo
XXI”. Prudentia Iuris, N. Aniversario, pp. 19-29. DOI:
https://doi.org/10.46553/prudentia.aniversario.2020.pp.19-29