El Ciclo de Aplicación de La Ética

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Vol. 4, núm. 2, julio, pp.

39-55
ISSN: 2659-7071
https://doi.org/10.14198/DISJUNTIVA2023.4.2.3

Disjuntiva-Crítica de les Ciències Socials. Departament de Sociologia II


Universitat d’Alacant/Universidad de Alicante

Fecha de recepción: 27-03-2023 Fecha de aceptación: 12-06-2023 Fecha de publicación: 15-07-2023

El ciclo de aplicación de la ética en el diseño


de infraestructuras institucionales para la integridad
The ethics’ cycle of application in the design of institutional infrastructures for integrity

Jaime Rodríguez Alba


(Universidad Autónoma del Estado de México, México)

Cita bibliográfica: Rodríguez, J. (2023). El ciclo de aplicación de la ética en el diseño de infraestructuras institucionales para la
integridad. Disjuntiva, 4(2), 39-55. https://doi.org/10.14198/DISJUNTIVA2023.4.2.3

Resumen Abstract
La ética en la gestión pública es una ética pública aplicada Ethics in public management is applied public ethics that
que exige la intersección de la ética profesional, la ética requires the intersection of professional ethics, organizational
organizacional, la ética cívica y la ética política. Cuando ethics, civic ethics, and political ethics. When we explore
exploramos autores que la conciben como ética aplicada authors who conceive it as applied ethics, we observe that
observamos que no hay claridad sobre el sentido de la aplicación. there is no clarity about the meaning of the application. This
Esto es una característica común en las éticas aplicadas. En is a common feature in applied ethics. In this paper we explore
este artículo exploramos trabajos ya clásicos sobre la noción, classic works on the notion, meaning and problems involved
sentido y problemas involucrados en la concepción de las éticas in the conception of applied ethics. We focus on ethics applied
aplicadas. Ponemos foco en la ética aplicada a la gestión pública to public management, highlighting as a thesis that it, by its
destacando como tesis que la misma, por su naturaleza, así nature, as well as by the characteristics of its field of work
como por las características de su campo de trabajo -la gestión -public management, with its problems and specificities-
pública, con sus problemáticas y especificidades- supone supposes recognizing the presence of a materiality of principles
reconocer la presencia de una materialidad de principios that, when followed from the usual moral reflection in the
que, cuando se siguen desde la reflexión moral usual en el design of normative and institutional devices for ethical
diseño de dispositivos normativos e institucionales para las infrastructures in public institutions, throw up certain
infraestructuras éticas en las instituciones públicas, arrojan difficulties. The founding task is central in this sense. We
ciertas dificultades. La tarea fundamentadora es central en address the centrality that it acquires, especially in the face of
este sentido. Abordamos la centralidad que la misma adquiere the impacts of exponential technologies. This founding task,
en especial ante los impactos de las tecnologías exponenciales. inserted in a cycle of application of ethics -which goes through
Esta tarea fundamentadora, inserta en un ciclo de aplicación descriptive, normative and meta-ethical moments- allows to
de la ética -que pasa por momentos descriptivos, normativos y overcome present difficulties in the design and implementation
metaéticos- permite superar dificultades presentes en el diseño of ethical infrastructures.
e implementación de infraestructuras éticas.
Key words
Palabras clave Ethics in public management; ethics; normative ethics;
Ética en la gestión pública; ética; ética normativa; meteaética. meteaethics.

Correo electrónico de correspondencia: [email protected] . https://orcid.org/0000-0003-4612-3498 (Jaime Rodríguez Alba)

Este trabajo está sujeto a una licencia de Reconocimiento 4.0 Internacional de Creative Commons (CC BY 4.0).
Licencia de Creative Commons. https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es

© Jaime Rodríguez Alba, 2023

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EL CICLO DE APLICACIÓN DE LA ÉTICA EN EL DISEÑO DE INFRAESTRUCTURAS INSTITUCIONALES PARA LA INTEGRIDAD

Introducción
La ética en la gestión pública es un campo que tiene mucha historia y enfoques. La presencia de valores en los
diversos modelos de gestión pública ha sido constatada en diversas obras -alguna de ellas ya referente, como
la de Diego Bautista (2007), compila la información. Como hemos estudiado respecto al campo de la ética en
la gestión pública (Rodríguez Alba, 2019), ésta puede comprenderse en dos momentos: uno material, relativo
a la inserción de la reflexión moral en las propias prácticas de gestión pública, así como los modelos éticos
que se enhebran en los modelos mismos de gestión pública; otro formal, vinculado a las tematizaciones
éticas (combate a la corrupción, dilemas morales, profesionalización, etc.) que desde su constitución como
campo académico han ido cristalizando.

Pero el campo de estudio de la ética en la gestión pública, si se considera como una ética aplicada, está
relativamente poco estructurado. Precisa una visión integrativa que permita comprender el sentido de la
aplicación ética, los modelos de referencia, así como las posibilidades de arbitrar un campo más homogéneo
de términos, conceptos y teorías. Generar un cierto aire de familia entre teorías, modelos de aplicación y
cómo los mismos permean hacia las instituciones públicas, y, en general, organizaciones.

Lo que hemos observado (2019, 2020) en diversos casos analizados, en especial casos de Argentina, es que
el campo de la ética en su capacidad de aplicarse a contextos institucionales -al diseño de infraestructuras
éticas- dista de ser un campo que adquiera una tematización reflexiva. Antes se imitan modelos, se definen
normas e instituciones sin explicitar los valores implícitos en los modelos, se definen herramientas de gestión
ética sin arbitrar su adecuada fundamentación, o se ponen en marcha estos modelos sin analizar cómo son
socializados en las organizaciones, por poner alguna de las problemáticas.

No sólo el diseño de instrumentos éticos, sino también abordar cómo se implementan es algo a tematizar.
Trabajos ya clásicos (Denhardt, 1988; Cooper, 2012) han señalado para el ámbito anglosajón la necesidad
de comprender el razonamiento moral en situaciones problemáticas de gestión pública. En el ámbito
hispanohablante reportes como el de Villoria y Cruz Rubio (2021) explicitaron con una recopilación de
dilemas morales en la administración peruana la complejidad que tiene llevar a las prácticas de gestión
pública la perspectiva ética. Trabajos que muestran la necesidad de perfilar modelos de aplicabilidad.

Pero estos trabajos aúnan diversidad de perspectivas éticas sin problematizar la noción misma de
aplicabilidad, así como el sentido que la fundamentación de principios ha de tener para una ética aplicada a
la gestión pública. De modo tal que estamos así ante un campo disciplinar que precisa estructuración, y a la
vez delimitar los sentidos de su aplicabilidad a los procesos mismos de gestión pública.

En este trabajo nos preguntamos por la conexión que hay entre el modo de entender la aplicación de
la ética y los diseños normativo-institucionales que la misma puede lograr en el campo de las prácticas de
gestión pública. Asumimos que esta temática deviene de especial relevancia en nuestros días, dado que los
contextos problemáticos que las tecnologías exponenciales generan en los procesos de gestión pública hacen
emerger con fuerza el sentido de la fundamentación ética -la búsqueda de principios universales que regulen
éticamente estas tecnologías que, por su propia naturaleza, tienen impactos globales.

Al mismo tiempo, la ética aplicada en y a la gestión pública no puede recibir el formato de una
fundamentación tradicional -más anclada a la construcción teórica y conceptual. Por lo mismo esta
fundamentación ha de estar implícita en el proceso mismo de aplicación de la ética. A esto se suma que
en el diseño de las infraestructuras normativas e institucionales para tal aplicación ética a los contextos
de gestión pública, se observan falencias -incongruencia entre herramientas de gestión ética, inoperancia
de las infraestructuras éticas, y otras afines. Las mismas ameritan un modelo de aplicabilidad que las
permita abordar.

Nuestro objetivo es así determinar en qué sentido puede comprenderse la aplicabilidad de la ética en una
suerte de ciclo que involucre la descripción de las condiciones sobre las que se asientan los modelos éticos, sus

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fundamentos y las cuestiones metaéticas (relativas a la comprensión y razonamiento moral, especialmente)


involucradas en la aplicación de la ética en las instituciones públicas.

Partiendo de otras investigaciones realizadas (Rodríguez Alba, 2019, 2020, 2021), apoyadas en el análisis
de los modelos éticos implícitos en los diseños normativos, así como el diagnóstico de las dinámicas de
aplicación de la ética en las instituciones públicas, pretendemos delimitar -desde un análisis con anclaje en la
filosofía moral y política- cómo poder pensar la ética en la gestión pública como ética aplicada. Posteriormente
ofrecemos una propuesta tentativa de un modelo de aplicabilidad que tiene dos momentos: la comprensión
del lugar de los principios, así como su inserción en modelos de aplicabilidad, desde la propuesta de una
fundamentación que avance in media res entre tanto el propio modelo de aplicabilidad permita situar de
vuelta la posibilidad de una fundamentación práctica, emanada de las prácticas mismas de gestión pública.

En esta dirección consideramos en primer lugar cómo entender la ética en la gestión pública de modo
integral, así como su consideración como ética aplicada. Seguidamente, tras problematizar el sentido
mismo de las éticas aplicadas, proponemos una superación de la reflexión moral espontánea presente en
muchas instancias de aplicación mediante la propuesta de una tematización ética que contemple el lugar
de los principios considerados desde la materialidad de las prácticas de gestión pública. A continuación,
insertamos estas problemáticas en una concepción de modelos de aplicabilidad, situando nuestra propuesta
-la revitalización estratégica de los problemas de fundamentación ética- en la consideración de un ciclo que
involucra diversos tipos de tematización ética (descriptiva, normativa y metaética).

La ética en la gestión pública como ética aplicada


La ética en la gestión pública es una ética pública, cuyo objetivo es “un hacerse público” (Villoria, 2000, p.
18). No se restringe a la esfera política ni a la estatal (Merino Amand, 2013). Opuesta a la ética privada, pero
no a la individual (Muguerza, 2009). Aborda al individuo en relación, sus interacciones en el espacio público:
relaciones interpersonales (ego/alter) y relaciones impersonales (relaciones sociales institucionalizadas)
(Muguerza, 2009).

La ética pública en el ámbito de la administración es un fenómeno complejo derivado de la enorme


cantidad de variables que se interrelacionan en las conductas éticas o corruptas (Villoria, 2000). En base a
esto afirmamos que la ética en la gestión pública involucra interacciones entre la ética cívica, la ética política
-tanto en los momentos asociados a las políticas públicas (Lever y Poama, 2018), como problemáticas
vinculadas a la política o a los cargos públicos (Thompson, 1999)-, la ética organizacional (Etkin, 2012;
Svara, 2015) y la ética profesional.

La administración pública tiene una doble dimensión, lo que induce una doble dimensión en la reflexión
ética (Ausin, 2011). Por un lado, la administración pública es una actividad orientada al interés general y el
desarrollo humano (ética cívica, ética política). Por otro, es una actividad referida tanto al grupo como al
individuo que administra (ética organizacional y ética profesional). De tal modo, como ética aplicada a las
actividades de la administración, estamos ante una ética en la administración. Pero como ética aplicada a
las organizaciones, nos situamos ante una ética de las administraciones. Para potenciar la ética en la gestión
pública se precisa gestionar éticamente las organizaciones públicas -fortaleciendo los sistemas de ética e
integridad- pero también la revalorización del ethos profesional asociado a la gestión pública (administrativa
o política). El cultivo del ethos profesional remite al horizonte social, al sistema de la eticidad que envuelve
instituciones e interacciones entre las mismas (Ferraro y Garófalo, 2010).

El objetivo fundamental de una ética de las organizaciones es el análisis –no puramente descriptivo, sino
también prescriptivo- de las prácticas que se dan en su seno. Esto es, el estudio y tematización del ethos
organizacional, con la vista puesta en potenciar prácticas virtuosas y desarrollar herramientas concretas y
adaptadas a cada situación concreta para fomentar que la organización se dirija hacia los bienes internos y
fines sociales que persigue.

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El ethos de una organización “cristaliza como resultado de las prácticas cotidianas” (Etkin, 2012, pág. 54).
Más que un “propósito” es un “cauce, o un marco, donde la organización se afianza y actualiza” (Etkin, 2012,
pág. 54). El abordaje de la ética en la gestión pública ha de contemplar la centralidad que sobre la cultura
organizacional tiene la aplicación de la ética.

En cuanto ética aplicada, a nivel epistémico, es central la comprensión del estatuto que se concede a
los principios y modos de aplicación. El campo de aplicación de la ética en la gestión pública está surcado
por problemáticas, tensiones y conflictividades (Rodríguez Alba, 2021) –entre principios, valores, normas y
actitudes. Esto hace inabordable una ética universal que pretenda la aplicación como deducción de normas
–criterios, valores. Pero a la vez se precisa no arrojarse a la postura inversa: un contextualismo extremo que
conduzca a generar normas de modo inductivo (Muguerza, 2009).

Las éticas aplicadas emergen de la realidad social, no por la simple curiosidad de los expertos (Camps
y Cortina, 2009). Están íntimamente unidas a las organizaciones, comités, gobiernos, en su pretensión de
generar herramientas para abordar las problemáticas que se presentan en sus respectivos ámbitos. Necesarias
para las sociedades pluralistas actuales -pues éstas no permiten una ética de máximos común. Algunas éticas
aplicadas –como la ética empresarial o la ética en la administración pública- respondieron a la necesidad
de confianza generada por escándalos como Watergate o las necesidades de información veraz, buscando
“remoralizar las instituciones para evitar que las gentes tengan que ser héroes en la vida cotidiana” (Cortina,
2009, p. 449).

Cuando nos asomamos a algunos autores que inscriben la ética en la gestión pública como ética aplicada,
atisbamos diversos paradigmas tanto de aplicación cuanto a los horizontes teóricos de fondo. Así Villoria
(2000) -Villoria e Izquierdo (2018)- toman como referencia normativa la ética dialógica de Habermas.
Ciertamente estos autores se mueven en una tradición institucionalista, y gran parte de sus obras así lo
testimonia –en lo relativo especialmente al abordaje del diseño de infraestructuras éticas o problemáticas
éticas involucradas. También toman, como Habermas, la teoría del juicio moral de Kohlberg como referencia
para fraguar conceptos como el de “instituciones postconvencionales” (Villoria, 2007). Otros autores clásicos
en el campo como Cooper (2001), oscilan eclécticamente entre tomar como horizonte teórico la tradición
utilitarista –hegemónica en el campo de la ética en la administración pública-, y apostar por revalorizar
el discurso de las éticas clásicas relativo a las virtudes. Diego Bautista por su parte (2007) remite en la
consideración de la ética a la teoría aristotélica de la prudencia y la deliberación, así como apela en diversas
de sus obras a la teoría política de Aristóteles. Merino Amand (2013), por citar sólo alguno de los autores
que específicamente han tematizado la cuestión, considera la aplicación de la ética en la gestión pública en la
línea de la filosofía del reconocimiento.

Esta diversidad de posturas –y otras tantas que pudieran seguir enumerándose- no es extraña al campo de
las éticas aplicadas. En obras recientes -por ejemplo, en Jackson, Goldschmitt, Crummett y Chan (2021)- se
aprecia que se considera la aplicación de la ética a temas como el aborto, los animales, el medioambiente, la
discapacidad, etc., poniendo énfasis en la tradición utilitarista, desde un eclecticismo teórico considerable.
Se refuerza así la necesidad de contemplar una ambigüedad implícita en la concepción de la “ética aplicada”
(De la Vieja, 1997): como aplicación de la ética (aplicar la ética) y como una ética aplicada, esto es, una más
de las éticas aplicadas. La primera noción nos remite a la posibilidad de principios morales que se apliquen
en campos y situaciones concretas, la segunda nos pone ante la consideración de un campo de estudio que se
ha ido constituyendo durante un cierto tiempo.

El problema de la aplicabilidad ética y la necesidad de fundamentación


en contextos de tecnologías exponenciales
La aplicación de principios en un sentido nomológico -aplicación de un conjunto de principios cerrados-
resulta cuestionable no sólo por la condición de pluralismo valorativo de nuestras sociedades, como señala

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Cortina (1993, 1996, 2003), sino también por la multidimensionalidad –normativa y axiológica- que tiene la
conflictividad inherente al campo de la gestión pública (Rodríguez Alba, 2019, 2021). Una conflictividad que
se expande por el desarrollo material mismo de las prácticas de gestión pública.

Consideremos las implicaciones relativas a los cambios que las nuevas tecnologías suponen respecto
a los valores tradicionales implícitos en los modelos de gestión pública (Ramió, 2017, 2020). O las diversas
cuestiones éticas -sesgos, trasparencia, trazabilidad, garantías ciudadanas, o manipulación- involucradas en el
uso de las tecnologías disruptivas en los procesos de gestión pública (Cotino Hueso y Castellanos Claramunt,
2022). Sin dejar de lado un nuevo campo para las éticas aplicadas: la Ética aplicada a la Inteligencia Artificial
(Coeckelberg, 2020) -que involucra desde el diseño ético de algoritmos hasta la preocupación por los impactos
que la Inteligencia Artificial tiene en el mundo social y personal. Estos nuevos campos introducen cuestiones
filosóficas que, si bien han sido tematizadas a lo largo de la historia bajo otros formatos, ahora adquieren nuevas
narrativas. Cuestiones tales como la naturaleza del sujeto moral considerando la posibilidad de un sujeto moral
computacional (Comenarejo Fernández, 2018) ahora cobran nuevos carices en su viabilidad práctica.

Muchos de los problemas éticos asociados a la tradición utilitarista –la búsqueda de criterios legítimos
para decisiones que suponen costes morales, que generan daños morales, buscando así evaluar la relación
coste-beneficio, minimización de daños y maximización de bienes- de la ética son rescatados en contextos
tecnológicos. Tal es el caso de la agencia artificial en los automóviles automáticos (Fossa, 2023): cómo diseñar
automóviles dirigidos por IA que en caso de dilema –chocar y hacer perder vida de pasajeros o atropellar
transeúntes para salvar pasajeros- puedan responder conforme al modo de razonamiento y decisión humana.
Otros campos de tematización ética emergen, o se renuevan con fuerza, ante el desarrollo material de las
tecnologías. Así los relativos al manejo de datos (Shukla, Georg, Tiwari, y Varghese Kureethara, 2022):
privacidad, seguridad, alteración de pautas éticas mediante uso de datos, entre tantos.

El análisis filosófico cobra nueva vitalidad ante las tecnologías exponenciales, planteando las mismas
nuevas modulaciones de viejas tópicas filosóficas (Müller, 2021): la responsabilidad –ahora en su relación a
los sistemas artificiales-, la autonomía del sujeto, la opacidad de los condicionantes y razones de la decisión,
la dignidad de las personas frente a los seres artificiales, la manipulación de las conciencias mediante IA, o
los previsibles derechos de los robots.

Como ya reconociera Hare (1972) la filosofía moral puede abonar el terreno de las éticas aplicadas
de múltiples modos. Así como la reflexión ética es oportuna en el ciclo de las políticas públicas (Rosales
Ubeda, 2011) -contrastando lo social fáctico con lo ideal normativo-, cuestiones como la responsabilidad, la
decisión libre, las éticas de las virtudes, entre tantas, han estado presentes en el campo de estudio ético de la
administración pública (Fox, 2001; Gildenhuys, 2004). Pero la tematización ética ha de precisar el paradigma
de aplicabilidad con la posibilidad de traducción a y de tradiciones filosóficas, culturales y políticas diversas.

Para De la Vieja (2004) las éticas aplicadas se han comprometido con una determinada visión de la
teoría y de la práctica. Compromiso comprensible pues las mismas se conforman respecto a un campo de
prácticas (materialidad ética), surcado por horizontes normativos y axiológicos diversos. La aplicación de
la ética exige la comprensión de la materialidad misma de estas tradiciones: cómo las mismas cristalizan
en los campos prácticos de la gestión pública (dispositivos normativos y diseños institucionales). En el
basto campo de instrumentos éticos pudiera encontrarse una suerte de trasfondo ético que se busca avalar
con la aplicación de principios, reglas de conducta o los diseños institucionales. Cuando analizamos estos
dispositivos normativo-institucionales (Rodríguez Alba, 2019; 2020) podemos apreciar que tras los mismos
subyacen supuestos relativos a la concepción de la acción humana o regulación de la conducta. Sin embargo,
lo hacen de modo tácito, sin problematizar los mismos. Se aplica la ética con el trasfondo de nebulosas
ideológicas incuestionadas o desde una reflexión moral espontánea.

Si concebimos la ética como una tematización del ethos (Maliandi, 2009, 2010) - “conglomerado de
creencias, actitudes, costumbres, códigos de normas, etc.” (Maliandi, 2009, p. 47)- es preciso comprender
cómo la misma se distancia de la reflexión moral espontánea. En esta la moralidad es objeto de una primera
reflexividad, sin salirse de su horizonte estrictamente moral. Estamos ante una ética espontánea y poco

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elaborada. Como diría Kant (Kant, 2005), una razón espontánea, o un “entendimiento vulgar”. Entendimiento
que nos lleva a colegir que el quehacer ético como un dar razón o cuestionamiento del mundo moral (Cortina,
2010). Se reproducen referencias morales (moral como contenido), pero no se profundiza, por ejemplo, en
la forma de la moralidad (moral como estructura) (Cortina 2000; García Marzá y González Esteban, 2014).
Esta reflexividad de segundo nivel que involucra la tematización ética -sobre la moralidad espontánea- es
una vacuna cara a evitar que el diseño de infraestructuras éticas acabe avalando lo que Green llama tribus
morales (2013): una tendencia a reafirmar los propios sesgos morales.

La tematización ética -respecto a la reflexividad moral- abre el juego a la consideración del estatuto de los
principios éticos involucrados. La aplicación de la ética en la gestión pública no es así una puesta en práctica
de principios dados con anterioridad, sino el proceso por el que se edifica un suelo de principios, normas,
valores y estándares de conducta, fundamentando los mismos, pero comprendiendo que las instancias de
aplicación de la ética -momentos legislativos, procesos de diseño institucional, tribunales de ética, comités,
comisiones de ética, auditorías y otros instrumentos.- suponen un ejercicio de deliberación, similar a
mecanismos como la ponderación jurídica, la tipificación de conductas en base a una hermenéutica de reglas
asociadas a principios de orden diferenciado. Parafraseando a Atienza (1998) -su trabajo versaba sobre la
bioética-, diríamos que las instancias de aplicación de la ética en la gestión pública han de tematizar (ordenar,
analizar, explicitar) reglas para el abordaje de casos problemáticos y conflictivos, para lo cual: se construye
una taxonomía que ubica el caso en categorías; se establecen reglas de prioridad de los principios (que son
una suerte de reglas abiertas). Avalando nuestro argumento: la aplicación de la ética ha de incorporar el
momento de fundamentación normativa, máxime cuando las prácticas materiales mismas (ejemplo con las
tecnologías exponenciales) alteran el suelo nutricio de las fundamentaciones tradicionales.

El problema para una ética aplicada vinculada a prácticas sociales y administrativas atravesadas por
multiplicidad de actores y dimensiones reside en que la fundamentación -momento de la ética normativa- es
en sí una tarea compleja. Pero la ausencia de fundamentación normativa puede arrojar el desglose de sus
principios al terreno de las reglas de habilidad, reglas pragmáticas y reglas prudenciales, suponiendo esto un
serio revés para los criterios de universalización que toda ética ha de seguir. Para comprender la dificultad
basta que nos asomemos a las dificultades que está teniendo la conformación de un código que regule la
investigación y aplicación en Inteligencia Artificial (Abdala, Lacroix, Eussler y Suubie, 2019; Boix Palop,
2020; Calvo, 2019,2020,2021; Digital Future Society, 2021; Kai-Fu Lee, 2020; Ortega Klein, 2020).

Reconociendo la necesidad de una fundamentación, el gran problema de dicha fundamentación estriba


en la complejidad de actores y dimensiones involucradas. En bioética la fundamentación puede apoyarse en
el estatuto biológico mismo de los seres vivos, lo que permite su universalidad. Pero el suelo valorativo de la
gestión pública está surcado por la pluralidad y el conflicto en mayor medida. Si se optara por paradigmas
de fundamentación como el habermasiano o el apeliano –como para las éticas aplicadas sostienen Cortina,
Marzá, Conill o el propio Villoria-, la tarea sería cuanto menos ingente. No sólo por los procedimientos,
cuanto por las dimensiones mismas de la ética aplicada a la gestión pública.

Esta dificultad podría abordarse desde el modelo de fundamentación que pretende Maliandi. Por un lado,
la fundamentación no lo es de unos principios cerrados, pues involucra la concepción apeliana de la restricción
compensada. Maliandi (2002) estima que la aplicación ha de ser restringida –no cabe una aplicación directa de
los principios que se hayan fundamentado (Maliandi, 2010). Pero esta restricción ha de compensarse mediante
el reconocimiento y efectiva asunción de responsabilidades. Maliandi apela a una compensación por la vía
de la ética profesional. En su consideración, los principios éticos son plurales, pudiendo contemplarse bajo
las relaciones de conflictividad entre cuatro principios básicos -universalidad, individualidad, conservación y
realización (Maliandi 2010). Principios que equivalen respectivamente a los principios de la bioética: justicia,
autonomía, no maleficencia y beneficencia. La aplicación, toda vez que se determinen los principios y reglas,
en sintonía con Atienza (1998), sobre situaciones diversas y plurales, posibilita un cierto ordenamiento de
reglas de conducta. Atienza apela como modelo a la ponderación jurídica en un tribunal constitucional.
Una ponderación que sopesa el equilibrio entre principios y principios secundarios derivados, respecto a la
taxonomía de casos, articulando reglas prácticas para la decisión. Maliandi (2010, 2012) por su parte considera
que la geometría de posiciones en la conflictividad entre principios sólo puede ser encauzada apelando a un

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metaprincipio –que denomina metaprincpio de convergencia. Metaprincipio que establece que en casos de
conflictividad entre principios ha de actuarse de modo que se logre la máxima convivencia entre los mismos.
Lo que Atienza insinúa con su sugerencia del mecanismo de la ponderación, es así equivalente a la propuesta
de convergencia de principios en situaciones de conflictividad.

Esta postura –reconocer la pluralidad de principios dada por la complejidad de contextos prácticos y
dimensiones involucradas en la gestión pública, pero sosteniendo que el proceso mismo de aplicación exige
momento fundamentador- nos permite avanzar en una suerte de fundamentación in media res (Rodríguez
Alba 2019, 2020). Fundamentación que, sin disolver la existencia de principios, avanza por la construcción de
principios medios y reglas de aplicación, apostando por ir armonizando principios universales para regular
conflictos de gestión pública globales.

La aplicación de la ética en la gestión pública no remitirá a una fundamentación unilateral, sino que
involucra la centralidad de la ética profesional –como señala Maliandi. Pues mediante las profesiones
involucradas en la gestión pública se puede convocar conocimiento moral relevante para la aplicación de
la ética (Hortal, 2002, 2003). Unas profesiones que operan sobre el trasfondo de paradigmas de gestión
pública (cargados moralmente) que ponen cada vez más énfasis en la interrelación, interdependencia, inter
y transdisciplinariedad –la intertransdisciplinariedad es un rasgo de las éticas aplicadas (Maliandi, 2003;
Cortina 1993, 1996, 2003)-, y en especial en el involucramiento de la sociedad civil, las empresas y el mundo
académico (García Marzá, 2003).

No coincidimos así con la visión neoaristotélica de MacIntyre (2003) para quien las éticas aplicadas o son
trampas situacionales o redescubren la moralidad y sus principios –sitos en las moralidades comunitarias
concretas. Las resignificaciones morales ante nuevos contextos prácticos, así como las tecnologías disruptivas
exigen plantear el quiebre con la fundamentación tradicional. La razón de no limitarse a estos paradigmas de
aplicabilidad -próximos a lo que Maliandi (2009, 2010) llama el paradigma de la autoridad- estriba en que las
democracias contemporáneas y sus contextos exigen reconocer la profunda transformación del sujeto moral,
como sujeto abierto (Cortina, 1993). Rasgo este de la apertura que sin duda reafirman las problemáticas
dadas no sólo por los impactos de las nuevas tecnologías, pues las mismas suponen una reconsideración de la
anatomía e las decisiones humanas: autonomía, intersubjetividad, etc. Baste rastrear cómo las nuevas formas
de vínculo mediado por tecnologías supone una alteración de la noción clásica de sujeto moral.

Tampoco, a nuestro entender, puede reducirse la cuestión del problema de la fundamentación apelando
a la tradición de mínimos utilitarista –como sugiere Singer (1986, 1995)-, pues es complicado pensar el
requisito de la universalización sobre la base de una toma de posturas interesada. El caso de la regulación
de la IA y las TIC en la gestión pública es un buen testimonio de lo mismo: mientras EEUU reclamaba
una IA artificial con valores americanos (Ortega Klein, 2020), China pone en el horizonte situar valores
confucianos y comunitarios entre las directrices de la gestión de la regulación de la IA (Kai-Fu Lee, 2020).
O, como muestra Moral Machine Experiment (Awad, 2018), las tradiciones morales orientales conceden más
valor a la vida de los ancianos, que las occidentales, en una supuesta programación de la decisión moral de
un automóvil automático. El utilitarismo en contextos prácticos como el de los automóviles de conducción
automática avala ciertos rasgos de convencionalismo (Calvo, 2020), o de artificialización (Nurock, 2020)
-llevar los sesgos del mundo social humano a su legitimidad por supuesta neutralidad, en el mundo artificial
de las tecnologías. Pero los impactos y los diseños de las tecnologías exponenciales son cada vez más globales,
lo que hace necesaria la tarea fundamentadora.

La fundamentación in media res es compatible con posturas como la de Francés Gómez (2005) -quien
considera, apoyándose en modelos de racionalidad consecuencialista, especialmente valioso para el campo
de la ética aplicada a la empresa- la posibilidad de reconstrucción normativa de reglas en situaciones
problemáticas y de gestión organizacional sin necesidad de suponer la derivación de principios respecto
a una teoría moral específica. En su concepción estas reglas se establecen al comprender que las prácticas
mismas suponen compromisos mutuos que fomentan ciertos fines. La normatividad de las reglas está así
implícita en los compromisos compartidos que las prácticas exigen. En éticas aplicada como la ética en os
negocios (Gibson, 2023) esto es relevante: es preciso resolver sin un acuerdo normativo firme.

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EL CICLO DE APLICACIÓN DE LA ÉTICA EN EL DISEÑO DE INFRAESTRUCTURAS INSTITUCIONALES PARA LA INTEGRIDAD

La tarea fundamentadora, inserta en la aplicación misma de la ética, ha de volcarse a otorgar validez


universal a los principios, pues la función de los mismos permite “sistematizar problemas prácticos,
aportando coherencia y racionalidad” (De la Vieja, 1997). La apelación a la fundamentación no invalida la
relevancia de los campos prácticos, sino que la fortalece, pues, como ya señalaran Ferrater Mora y Cohen
(1981), el trabajo de las éticas aplicadas es un trabajo interdisciplinar que no puede quedar en manos de
filósofos, por lo que la tarea de la fundamentación ética no ha de desentenderse de las éticas descriptivas o
de los elementos metaéticos. Máxime en una época en que vivimos una creciente expansión de la capacidad
humana de actuar (EScribar Wicks, 2004).

El ciclo de aplicación de la ética en la gestión pública


Como hemos analizado (Rodríguez Alba, 2019, 2020), la construcción de normas y diseños institucionales
para la ética en la gestión pública, en la medida en que se desentiende de la tematización ética y apuesta por la
reflexividad moral –una reflexividad que queda abnegada en las prácticas mismas de las profesiones asociadas
al ciclo normativo- más o menos elaborada, tiende a generar diversos inconvenientes. Uno de ellos, llevar
al terreno de la ética principios, normas y valores que están ya implícitos en las fuentes normativas que le
son fundamento –olvidando la especificidad de la gestión ética respecto a los instrumentos jurídicos. Por el
contrario, si se apuesta por considerar la ética como desgajada del mundo jurídico y de la gestión organizacional,
sucede que los diseños que se implementan resultan inermes. Otro error usual es incorporar modelos éticos
que están pensados para otras sociedades, replicando los mismos sin considerar las peculiaridades culturales,
institucionales y de organización de procesos, locales. Tal es el caso de modelos tan exitosos como el modelo
de infraestructura ética (OCDE/INAP, 1997) o el modelo de los marcos y sistemas de integridad (OCDE,
2020). Modelos que han realizado y realizan importantes aportes en la construcción de integridad pública,
pero que adolecen de, a nuestro juicio, objeciones como, por poner un caso, la extrapolación de modelos
burocráticos propios de los países centrales. Desconociendo las dificultades de las administraciones públicas
con modelos burocrático-clientelares, con lo que ello implica para la gestión ética estratégica (contar con la
diversidad específica e intereses de actores involucrados). También en los modelos de la OCDE se podría
atisbar, en la medida en que se apela a herramientas innovadoras como la economía conductual o las
percepciones conductuales (OCDE, 2018), a ciertas dificultades de atribución ética (suponer que la naturaleza
de la conducta empíricamente dada tiene valor normativo) o incluso rasgos de falacia naturalista –suponer
que el ser de la conducta moral humana condiciona el deber ser de la dimensión normativa.

Por todo ello en la conformación del campo de la ética en la gestión pública se hace necesario tematizar
para garantizar, por la vía reflexiva, una adecuado diseño normativo e institucional. Esto nos exige considerar,
en primer lugar, que aun cuando los principios éticos estuvieran implícitos en las situaciones materiales
que dan pie a los diseños normativo-institucionales de la ética, los mismos deberían ser problematizados,
analizados, ordenados, explicitados -figuras de la tematización ética según Maliandi (2009)- para comprender
su alcance, límites, sentido y hasta vínculos ideológicos con supuestos inherentes a los modelos de gestión
pública (burocrático, gerencialista, neopúblico, gobernanza), o con consideraciones generales de la filosofía
moral y política -como el tipo de acción humana que se supone, o la consideración respecto a la identidad
moral y política de los sujetos y actores institucionales.

La tematización ética ha de involucrar diversos niveles de reflexión: un momento de descripción del


ethos (normas, principios, valores, actitudes) implícitos en prácticas, modelos e interacciones dadas en el
seno de las organizaciones; un momento normativo cuya función central es doble, por un lado estimar la
posibilidad de fundamentar principios éticos de tipo universal (piénsese la urgencia, por ejemplo, de unos
principios éticos universales para la regulación de la Inteligencia Artificial), pero también para que los diseños
regulatorios, estándares y normas éticas, códigos, y otros instrumentos éticos, tengan los adecuados vínculos
con el sistema normativo; finalmente, la comprensión de las narraciones y argumentaciones morales de los
actores coadyuvará a los procesos de socialización ética, tanto en los momentos organizacionales como de
construcción cívico-política. Esto es, siguiendo la consideración de Maliandi (2009, 2010) sobre los niveles
de reflexión ética: un momento de ética descriptiva –que usa las metodologías científicas para comprender

46
Jaime Rodríguez Alba

el entramado moral de personas, organizaciones y sociedades-, un momento de ética normativa –asociado


a la tradicional tarea fundamentadora-, y un momento de metaética -orientado a la comprensión teórica y
práctica de las justificaciones y razonamientos morales.

El ciclo de aplicación de la ética supone el tránsito por estos momentos de ética descriptiva -descripción
del ethos-, ética normativa -fundamentación- y metaética -semiosis o construcción significativa del ethos.
Esta visión que sostenemos permite comprender que la aplicación no niega la evaluación de adecuación entre
situaciones y principios validados (García Marzá y González Esteban, 2014). Evaluación que no se reduce
ni al situacionismo (la valoración mediante método de casos en función exclusiva del contexto concreto) ni
al causismo (la reducción normativa del contexto, esto es, la pretensión de deductibilidad desde la norma
genérica al caso concreto). Ambos son dos momentos involucrados en el proceder de la ética aplicada, pero
no lo agotan (Cortina, 1996; García Marzá y González Esteban, 2014).

La consideración del ciclo de aplicación es solidaria también de la hermenéutica crítica (Cortina, 1996),
pues remite a un ethos intersubjetivo que permea los problemas derivados de los campos prácticos en la
pretensión de diseño de reglas, normas y principios que puedan lograr la máxima universalidad. El diseño
estratégico y participativo de infraestructuras éticas -así como la aplicabilidad en instancias de conflicto
moral concretas- puede incorporar momentos como lo siguientes (adaptados de García Marzá y González
Esteban, 2014: 153):

—— Momento aristotélico: deliberación de los medios respecto a los fines o bienes internos
—— Momento estratégico: valoración de responsabilidades y consecuencias de las estrategias morales
involucradas, juicio de responsabilidad
—— Marco jurídico: que ha de ser respetado, sin olvidar que la moralidad no se reduce a la legalidad
—— Marco deontológico: instancia normativa, conciencia moral cívica, juicio deontológico.

Cortina (1993, 1996, 2003) sostiene que esta hermeneusis se ejerce sobre un horizonte de intersubjetividad
ética que cristaliza mediante diversos dispositivos institucionales, y sociales, orientados por una suerte de
ética cívica trasnacional. Ciertamente, como se puede apreciar en el emergente terreno de las éticas aplicadas
a las tecnologías disruptivas, parece avanzarse en esta dirección, como testimonian abordajes como el
europeo, pero también apuestas de la ONU o UNESCO.

A nuestro juicio esta visión recoge los hechos –la evolución y emergencia de éticas aplicadas y su
cristalización institucional, práctica. Pero no creemos que la tarea de “detectar hermenéuticamente en los
diversos ámbitos de la vida social, principios éticos y valores que se modulan de forma distinta en cada
ámbito” (Cortina, 2003, p. 31) -tarea que Cortina atribuye a las éticas aplicadas- sea tan sencilla o eficaz.
Los principios éticos no se descubren sólo en el ejercicio de la reflexión moral, en el sentido antes señalado,
sino que supone precisamente la tematización y aplicación ética rigurosa. Inmunizando así la aplicabilidad
respecto a las nebulosas ideológicas. Tematización que incorpora la comprensión: “la aplicación es un
ingrediente constitutivo de la comprensión, es decir, de una mejor aprensión de la lógica real de la actividad
humana” (2003, p. 123). Esta comprensión supone el momento de la reflexión moral, pero avanzar también
mediante el ejercicio de la ética descriptiva, la ética normativa y la metaética.

Por otra parte, si bien el horizonte deliberativo que plantea la hermenéutica crítica es ineludible -máxime
si asumimos modelos de gobernanza ética-, es necesario reconocer (García Marzá, 2003) que la sociedad
civil es más compleja en sus dinámicas de lo que postula la concepción habermasiana -también seguida por
Villoria Mendieta. Por eso justamente en la aplicación de la ética, más en nuestro caso que exige la tarea de
metagobernanza por parte de las instituciones públicas, se precisa aunar a los procesos de aplicación en un
paradigma multistakeholder orientado a la construcción de ecosistemas éticos (Calvo, 2020), un abordaje
relativamente sistemático del ciclo de aplicación de la ética.

Esta postura sobre el ciclo de aplicación de la ética es solidaria de la concepción que hace de la ética
organizacional (ej. Guillén Parra, 2006) una ética aplicada que trabaja con niveles: micro-organizacional,

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DISJUNTIVA- Crítica de les Ciències Socials
EL CICLO DE APLICACIÓN DE LA ÉTICA EN EL DISEÑO DE INFRAESTRUCTURAS INSTITUCIONALES PARA LA INTEGRIDAD

organizacional y macro-organizacional. También es solidaria de la radicalización de la democracia (Cortina,


1993), por cuanto reconoce la transformación del sujeto moral en un sentido participativo, inclusivo y
colaborativo, especialmente pertinente –siguiendo diversas responsabilidades y vínculos con los momentos
de aplicación- para las éticas aplicadas a la gestión pública. Con Cortina reconocemos en efecto que la
ética aplicada “no puede ser una moral más. No hay una ética aceptada por todos. Los distintos ámbitos de
aplicación presentan peculiaridades inalienables” (1993, pág. 167). Pero se insiste, siguiendo a Maliandi y
su reconocimiento de la conflictividad entre principios y/o normas y/o valores –conflictividad dada en el
terreno de los principios materiales mismos de las prácticas de gestión pública-, en la necesidad de una tarea
de tematización ética que, pasando por diversos niveles de reflexión, arroje un abordaje más sistemático de
la facticidad normativa y sus retos.

En la aplicabilidad ética se integra un momento aristotélico, asociado más a lo axiológico y las virtudes,
y un momento kantiano, vinculado al establecimiento y reconocimiento de deberes y principios (Camps
y Cortina, 2009). Las éticas aplicadas permiten reducir la brecha entre concepciones deontológicas y
concepciones teleológicas, por cuanto son síntesis de momentos kantianos, orientados a la autonomía; y
momentos aristotélicos, orientados a la autorregulación. Autorregulación no tanto como propiedad de la
conciencia solitaria, sino como autorregulación colectiva, organizada (2009, p. 461); y autonomía como
intento de “descubrir conjuntamente la razón práctica” (2009, p. 461).

El paradigma de aplicabilidad que sostiene Maliandi y que ofrece virtualidades a nuestro caso puede
sintetizarse en la siguiente figura (figura 1). El mismo permite comprender cómo la aplicabilidad de la
ética exige tanto momentos descriptivos (científicos, técnicos), como momentos normativos y metaéticos.
Matizamos que este modelo no sólo es válido para situaciones, contextos, problemáticas concretas. Su
despliegue temporal en el diseño mismo de las infraestructuras éticas es relevante para solventar los problemas
asociados a que el mismo sea ejercido desde la reflexión moral espontánea de los actores involucrados.

Figura 1: Pasos mediatos en la aplicación de la ética

Nivel de la reflexión
ético-normativa Información
(eventualmente científica
metaética)

1º paso
de aplicación Nivel de
reflexión moral

Ética aplicada

2º paso
de aplicación Situación
práctica

Fuente: Maliandi, 2009, p. 70

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Jaime Rodríguez Alba

Como puede apreciarse, la aplicación no es nunca un proceso inmediato, sino que exige dos pasos mediatos.
El primero une a la información científica – y técnica podríamos añadir- el nivel de reflexión ético-normativa y
metaética (en los sentidos antes señalados: uno respecto al plano de la fundamentación de normas y principios;
otro relativo al esclarecimiento de la semiosis del ethos: cómo los sujetos interpretan el mismo). En un momento
posterior se vehiculiza la reflexión derivada del primer paso de la aplicación hacia la situación práctica.

Este modelo permite cristalizar en situaciones concretas una ética aplicada que aborda problemas morales que
derivan de las nuevas modalidades de gobernanza, de los modelos diversos de gestión pública, de las prácticas
de gestión en su sentido amplio, y por supuesto de la aplicación de nuevas tecnologías en el proceso de gobierno
(gobernanza de datos, uso de IA en la gestión pública, gobierno abierto, por ejemplo). Como ética aplicada se
encarga no sólo de abordar las situaciones de conflictividad concreta, siguiendo diversas herramientas éticas
(códigos, comités, canales de denuncia, evaluación de riesgos para la integridad, auditorías, normas éticas,
etc.), sino que ha de volcarse reflexivamente sobre el diseño de infraestructuras normativo-institucionales. De
tal modo la ética aplicada a la gestión pública, como campo formal de saber que está en curso de constitución
en diversos espacios académicos y de gestión, permitiría sobre la base de la reflexión moral espontánea -por de
los legisladores, o de los directivos públicos encargados de procesos de contraloría, auditoría, etc.- arrojar una
construcción más sólida que se aleje de ideologías concretas y permita edificar un abordaje eficaz de la ética.

La aplicación de la ética al diseño de infraestructuras para las organizaciones, especialmente para las
instituciones públicas, aunque el modelo que proponemos es válido para cualquier tipo de organización,
supone tematizaciones diversas -diagnósticos, análisis, proyectos de investigación acción participativa, etc.-
que contemplen, de maneras diversas y conforme a distintas metodologías, instancias de ética descriptiva, ética
normativa y de metaética (ver figura 2).

Figura 2: el ciclo de aplicación de la ética

Ética descriptiva
- Isomorfismo estructural
- Lógicas de lo apropiado

Ética Ética normativa


Aplicada - Fundamentación de
Gestión los diseños institucionales
- Articulación con procesos de gestión
pública

Metaética
- Justificación moral (argumentos y narrativas)
- Abordaje de conflictos

Fuente: elaboración propia

Como hemos señalado la tematización ética puede evitar problemas asociados a la imitación de modelos –sin
comprender la estructura moral de referencia; definir herramientas éticas descoyuntadas de su fundamentación
normativa universalizable; o generar procesos de socialización ética que, por alejarse de la semiosis del
entramado moral, termina siendo puramente declarativa.

Desde la ética descriptiva, podrían contemplarse con las ciencias sociales y políticas, aunque no sólo, aportes
como los siguientes. Un enfoque institucionalista permite situar, bajo el paraguas del isomorfismo estructural, la

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DISJUNTIVA- Crítica de les Ciències Socials
EL CICLO DE APLICACIÓN DE LA ÉTICA EN EL DISEÑO DE INFRAESTRUCTURAS INSTITUCIONALES PARA LA INTEGRIDAD

presencia de pautas morales vigentes en las instituciones de la sociedad de referencia. También captar cómo en las
mismas se dan diversas lógicas de lo apropiado (Villoria, 2007): tendencia a prácticas mayormente convencionales
que se alejan de lo correcto. Las éticas descriptivas, apoyadas en especial en diagnósticos realizados mediante las
ciencias –sociales y naturales, considérese el caso de las ciencias de la conducta- pueden también aportar luz
sobre la presencia de doble moral en las organizaciones, o de una racionalidad dominante que bloquea la ética
(Etkin, 2012). También podría, con enfoques de campo sociológicos, aportar elementos para la comprensión
del hábitus clientelar (Auyero y Bencecry, 2016) de las prácticas políticas. Comprender así las dinámicas de
captura de las administraciones públicas, aproximando las burocracias hacia los modelos de burocracia clientelar
(Rodríguez Alba y Sesma, 2018). Asimismo, las ciencias de la conducta pueden hacer aportes interesantes a la
comprensión del ethos organizacional y personal (OCDE, 2018), permitiendo superar enfoques racionalistas
y comprender cómo los mecanismos cognitivos –pensamiento automático, trampas en el procesamiento de
información, pensamiento social, modelos mentales, etc.- inciden en el modo como se comprenden las acciones
morales (e inmorales). Este tipo de análisis sería pertinente para el diseño de sistemas de evaluación de riesgos
de integridad, o el abordaje de los conflictos de interés. Pero también las ciencias de la conducta ayudan en
la definición de sistemas de reciprocidad indirecta –refuerzo positivo mediante sentimiento de honor, orgullo,
pertenencia-, así como contribuyen a evitar las trampas de acción colectiva –actuar en base a la suposición de que
la conducta generalizada tiende hacia determinada pauta, por ejemplo la corrupción. En síntesis, las ciencias de la
conducta permiten comprender la arquitectura decisional, así como arrojan recomendaciones para la elaboración
de políticas, sistemas y pautas de integridad (OCDE, 2018): transparencia focalizada, reciprocidad indirecta
compleja, integridad como norma social, construcción de instrumentos de socialización ética, entre otros.

Complementando este momento de ética descriptiva la ética normativa aportará en este ciclo de aplicación
de la ética elementos centrales como la fundamentación de la norma ética en el sistema jurídico-administrativo.
Esto es central para evitar problemas relativos a la imposibilidad de efectivizar los diseños éticos, por no estar
anclados en el sistema jurídico e institucional. La fundamentación de procesos de sanción, o la vinculación de
las auditorías éticas a estándares y normas de gestión ética, exige esta tarea fundamentadora. Además, como
hemos señalado, los riesgos globales que abren las tecnologías exponenciales ameritan una ardua tarea en la
fundamentación ética. Tarea que precisa también la comprensión de los modelos, hoy mutantes, filosófico-
políticos que están tras los diseños normativos e institucionales. La fundamentación in media res que hemos
pergeñado permite que la tarea desde los principios implícitos en las diversas tradiciones normativas, pero la
ética normativa inscripta en una aplicación que aspire a la universalidad –hasta exigida por las tecnologías
exponenciales- supone una tarea de armonización -convergencia, ponderación- de principios y valores erigidos
sobre suelos nutricios diversos.

Finalmente, el abordaje metaético puede ayudar en la construcción colaborativa de herramientas éticas,


fomentar el abordaje de dilemas (Villoria Mendieta y Cruz Rubio, 2020), mejorar los procesos de comunicación,
las estructuras de justificación moral, o prevenir sesgos cognitivos en la implementación de las infraestructuras
éticas. Avanzando así hacia instituciones públicas postconvencionales (Villoria Mendieta, 2007)

Conclusiones
La aplicación de la ética en el diseño de infraestructuras éticas y el abordaje de sistemas y marcos de integridad
en las instituciones públicas exige comprender de modo holístico la tarea (Diego Bautista y Rodríguez Alba,
2021). Integrar elementos de ética cívica, ética política, profesional y ciudadana. Apostar por metodologías que
combinen momentos Top Down -elaboración normativa- con momentos Bottom Up -participación con enfoques
multistakeholders.

Sin embargo, la aplicación de la ética precisa, primeramente, una clarificación conceptual: cómo entender la
tematización ética, así como la aplicabilidad. En este trabajo hemos hecho una propuesta al efecto. Para ello hemos
partido de investigaciones previas que nos arrojaron algunas áreas de oportunidad para la tematización ética en la
gestión pública. Visualizamos que en los diseños normativos e institucionales lo frecuente es una suerte de aplicación
ética desde la reflexión moral espontánea. En esta dirección apostamos por la necesidad de una tematización

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Jaime Rodríguez Alba

reflexiva que ayude a evitar que los diseños éticos incurran en una suerte efecto afín a las tribus morales de las
que habla Green (2013). Esto es, que nos vacune contra la ideologización ética, generando infraestructuras éticas
sesgadas, que no ponen en consideración los principios, valores y normas tácitos tras los modelos definidos.

De central relevancia resulta retomar la tarea de fundamentación ética, dados los retos ante los que nos ponen
las tecnologías exponenciales. Las mismas tienen diseños y efectos globales, pero ante las mismas la normación
avanza bajo la relatividad del suelo moral de tradiciones divergentes. La tarea fundamentadora permitirá superar
esta situación. Pero tal como hemos analizado, la fundamentación en una ética aplicada a la gestión pública tiene
una especial dificultad, dada los rasgos del ethos en la gestión pública: la conflictividad del mismo y la especial
falta de tematización del problema de la aplicabilidad.

La fundamentación por la que apostamos, que denominamos in media res, tiene como virtudes centrales: que
parte del paradigma imperante en la ética en la administración pública (el enfoque utilitarista), pero permite a
su vez superarlo. Con la tradición utilitarista suscribe la central noción de que los principios éticos que han de
buscarse están inscriptos en la materialidad misma de las prácticas de gestión pública. En esto pues se distancia de
tentaciones trascendentalistas que tienden a situar un campo de principios absoluto, pero complejamente aplicable
en un mundo de la gestión pública atravesado por la precariedad de medios. En el caso de la ética en la gestión
pública se reconoce así la necesidad de una ética organizacional que prescriba principios a partir de la materialidad
dada de procesos de gestión. Sin embargo, siguiendo el paradigma de la aplicación restringida de Maliandi,
comprendemos que el conocimiento moral implícito en las profesiones de la gestión pública es una base firme
para iniciar un camino de fundamentación que supere las barreras del contextualismo y el relativismo valorativo.

La fundamentación tampoco puede seguir el modelo habermasiano usual para muchos autores de la ética en
la administración pública. La construcción de consensos en base a una pragmática del discurso se nos antoja casi
imposible. Pero a la vez es preciso rescatar el modelo de aplicabilidad de la hermenéutica crítica (Cortina, Camps,
Conil y Marzá). Partiendo de la comprensión de las prácticas éticas en la gestión pública podríamos avanzar hacia
una fundamentación ética, como de hecho ya se está haciendo en el terreno de la Inteligencia Artificial.

Un gran reto empero para que esta fundamentación sea fructífera es superar las complejidades y falencias
propias de los diseños normativos e institucionales para gestionar la ética en las instituciones públicas. A todas
luces se observa la relatividad de estos diseños. Creemos que esta relatividad viene de la mano de la urgencia por
una tematización ética genuina. Tematización que, como hemos señalado, permita superar el nivel de reflexión
moral. Pero justo esta superación puede insertarse en un modelo de aplicación de la ética como el de Maliandi:
regresar desde la reflexión moral -de los profesionales que delimitan infraestructuras éticas- hacia campos de
ética descriptiva, normativa y metaética. Esta tarea específicamente filosófica ayudaría a la definición de sistemas
éticos que abandonan la relatividad y la concavidad moral de tradiciones que hoy son problematizadas por las
tecnologías disruptivas.

El abordaje integral inserto en una tematización reflexiva supone, en nuestro análisis, la necesidad de insertar
el momento fundamentador en el ciclo de aplicación de la ética, comenzando por el propio diseño de las
infraestructuras éticas. Ciertamente no es posible una fundamentación universal que proceda desde el factum
normativo, pues más allá de la problemática falacia naturalista, justo el déficit ético viene de la ignorancia relativa
a la traducción entre tradiciones éticas divergentes. Pero tampoco ha lugar una normatividad descoyuntada
del mundo moral de referencia. Por esto apostamos por un ciclo que inserte la ética normativa en un doble
flanco: ética descriptiva (que descubre las estructuras del mundo moral) y metaética (que permite comprender
la justificabilidad ética, el modo como el razonamiento moral incide en la aplicabilidad).

En esta dirección cristalizamos nuestro principal argumento: un modelo de aplicabilidad como el de


Maliandi no es sólo válido para situaciones concretas de conflictividad, sino también para el diseño mismo
de infraestructuras éticas. Sólo avizorando los descubrimientos desde la ética descriptiva, situando la claridad
normativa -jurídica y la apuesta por la fundamentaicón universal- de la ética normativa en la senda de dictaminar
qué del ethos es universalizable y qué no, pero comprendiendo cómo los sujetos morales otorgan significado a la
normatividad ética (metaética), podremos definir diseños normativos e institucionales apropiados para la tarea
de fundamentación que consideramos especialmente relevante para la gestión pública en épocas exponenciales.

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DISJUNTIVA- Crítica de les Ciències Socials
EL CICLO DE APLICACIÓN DE LA ÉTICA EN EL DISEÑO DE INFRAESTRUCTURAS INSTITUCIONALES PARA LA INTEGRIDAD

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