Reino de Dios - Gerardo Cárdenas - Clase 3

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RD 104.

Reino de Dios i
REMA University

Asignatura

RD 104. Reino de Dios

Módulo I

Unidad de aprendizaje III. Diferentes interpretaciones y aplicaciones del reino de Dios

Clase 3

Catedrático

Dr. Gerardo Cárdenas

Houston, Texas (EE. UU.), 15 de agosto de 2020


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Introducción

Ideas falsas acerca del reino de Dios

Sobre el reino existen dos puntos de vista extremistas, que son los más comunes entre los

cristianos evangélicos. El primero dice que el reino de Dios es algo futuro y que Jesús lo

instituirá por un periodo de mil años. Según esta versión, los hijos de Dios tendremos cuerpos

que traspasarán paredes, volaremos, nos trasladaremos de un sitio a otro de manera instantánea,

nada nos dañará y no moriremos. Asimismo, los hijos de Dios gobernaremos a todos los mortales

y pondremos orden en la tierra. Nadie desobedecerá, Jesús gobernará el mundo desde Israel,

nosotros seremos sus reyes y gobernadores y estableceremos sus decretos en la tierra donde

debamos estar. En efecto, la misma versión asegura que entre mejores personas seamos en la

tierra, nuestra recompensa será tener mejor posición de autoridad en ella.

Dicho brevemente, esta postura teológica lo ubica todo en el futuro, espera que Dios lo

haga todo y que establezca su reino en la tierra. De acuerdo con esto, ¿de quién depende que se

establezca el reino?, ¿quién es el responsable? y ¿quién forzará a que se sometan al reino? En

este sentido, los creyentes esperan un reino, tierra, trono, templo y corona físicos, en

concordancia con la teología de los judíos.

Por otra parte, el segundo punto de vista o enseñanza sobre el reino es opuesto al primero.

Este dice que el reino es presente, que la responsable de establecerlo es la iglesia y que lo hará

con gente rica y con poder en el gobierno y en la sociedad. Esto es, cada vez que un individuo

sea el gobernador de su estado o el presidente municipal de su ciudad, establece el reino porque

ayudará a las iglesias de ese sitio a crecer, tener programas sociales y darle ayuda a la gente, y
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que así vaya a la iglesia. Según esta postura, esta iglesia es de reino, porque lo establece por

tener una visión de ayuda social a su comunidad. En definitiva, el énfasis está en tener posiciones

de poder y ganar dinero para manifestar el reino. En otras palabras, este se manifiesta con poder

político, social y económico.

Hay que mencionar, además, otra comprensión del reino, basada en todo lo que las

Escrituras dicen de él y no en pasajes aislados. Esta tiene su esencia en el entendimiento de la

revelación de todo lo que la Biblia enseña al respecto. De ahí que la responsabilidad de ver la

realidad del reino no dependa de Dios ni de la cantidad de dinero o poder político, sino de cada

persona que es hija de Dios y que se convierte en heredera de ese reino.

Por todo lo anterior, vale la pena profundizar a continuación en estas ideas falsas acerca

del reino de Dios.

El reino se pospuso hasta un tiempo futuro

La mayoría de los evangélicos y católicos tienen una posición futurista sobre el

establecimiento del reino de Dios. En otras palabras, con base en esa posición, el reino no ha sido

aún establecido en la tierra y ello sucederá cuando Jesús esté físicamente en ella y reine desde la

ciudad de Jerusalén. Esta es la posición dispensacionalista más común. Y aunque no enseñamos

una posición teológica específica, señalamos verdades que son claras en las Escrituras, sin atacar

esa posición, sino a través de señalar aspectos claros que estas nos marcan.

Por otro lado, quienes creen en un reino futuro dicen que Jesús y los discípulos

predicaban el evangelio del reino a los judíos y que a nosotros se nos predica el evangelio de la
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gracia, y que, en el futuro, durante un tiempo de tribulación nunca antes visto, se les volverá a

predicar a los judíos el evangelio del reino.

La verdad en las Escrituras es que no hay dos evangelios, sino solo uno. Pablo dice que

no hay otro evangelio y que, si alguien enseña otro, este no debe ser recibido. Hechos 8:12 dice:

«Pero cuando creyeron a Felipe mientras anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre

de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres» (Reina Valera Actualizada [RVA], 2015). Allí

el que predicaba era Felipe en Samaria, ciudad de gentiles.

El reino es solo una doctrina de moda

Para muchos, esto es como se llama en el ámbito evangélico «un mover», o una «nueva

onda» o «moda». Sin embargo, el reino de Dios no es un mover nuevo ni una doctrina, sino el

centro de la realidad donde Dios y el hombre operan en la tierra. Así que, ¿de qué somos

responsables? De la familia, la mayordomía, administrar nuestro cuerpo y alma (emociones y

mente) y desarrollar crecimiento en el espíritu. Por tanto, el gobierno de todas estas esferas en el

orden divino no es otra cosa que el reino de Dios.

Todo el que es salvo experimenta o será parte del reino de Dios

Se ha creado una religión evangélica que da normas humanas externas igual que toda

religión, que no produce un continuo avance en Dios ni tampoco una transformación de carácter.

Esa religión está más preocupada por una declaración de fe memorizada, aunque en la casa se
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viva en una sucursal del infierno. Es por esto que no necesitamos una declaración de fe, sino una

vida de fe. Además, es importante tener en cuenta que:

• Algo está mal cuando ponemos más atención a lo que la gente dice que cree que a lo que

vive.

• Algo está mal cuando es más importante la doctrina que el carácter.

• Algo está mal cuando medimos a una persona por sus obras y no por sus frutos.

Por consiguiente, nuestra forma de vida debe ser la que trazan las Escrituras. Mateo 7:21

dice: «No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que

hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos» (Nueva Biblia de las Américas [NBLA],

2005). Por ende, solo se entra en el ámbito de ser gobernado por Dios, es decir, el del reino,

cuando se hace la voluntad del Padre en el ámbito donde vivo a partir de los principios del reino

o de su autoridad.

Nosotros podemos llamarlo «Señor» y eso nos hace salvos, porque el que confiesa con su

lengua que Jesús es el Señor, es salvo. No obstante, solo quienes le dan en su vida la autoridad de

ser su Señor con la renovación de su entendimiento, con dejar a un lado patrones incorrectos y

con la adopción de nuevos patrones de la cultura del reino de Dios, traspasan la puerta para

entrar a la realidad del reino. Asimismo, nosotros podemos decir que Cristo es el Señor y gritar

que él reina, pero con todo eso nunca entraremos a la realidad del reino en nuestra vida, porque

esto es lo mismo que no expresar la gloria del reino.


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El reino es donde voy cuando muero

El reino es el cielo. Las llaves que Jesús dio no fueron las del cielo, sino las del reino. Así

que uno debe estar en la tierra para emplear estas llaves. En consonancia con esto, Mateo 16:19

dice: «Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los

cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos» (NBLA, 2005).

Por lo tanto, lo que atemos y soltemos en la tierra es lo que determina el ámbito espiritual

en que vivimos. Las llaves no son para entrar al cielo, sino para que el cielo sea afectado por lo

que hacemos aquí. Esas llaves son para usarse en la tierra con la actividad correcta.

El reino en la vida práctica

Ahora bien, profundicemos en el reino que tiene su esencia en el entendimiento de la

revelación de todo lo que la Biblia enseña al respecto. A propósito, Mateo 6:33 dice: «Pero

busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» (NBLA, 2005).

Jesús le dijo a su generación, preocupada por la economía y por cómo ganarse el sustento, lo que

vemos en este pasaje: «busquen primero Su reino». Por tanto, ¿para qué buscar algo que solo

Dios sabe cuándo va a suceder y que todavía no existe en el presente?

En este orden de ideas, lo que Jesús enseñó es que lo primero, la prioridad, lo más

importante es encontrar el reino y se lo dijo a gente preocupada por su manutención y por saber

qué iban a comer al otro día. Además, les dio a entender que lo más importante no es buscar

cómo salir de su condición económica de escasez, sino que encuentren el reino, porque, si lo
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encuentran, sucederá que, o se resuelve su problema económico, o dejan de estar preocupados

por su condición económica.

Si tomamos el ejemplo de la economía, la realidad del reino no está en la abundancia,

sino que va mucho más allá. Si la abundancia de dinero fuera evidencia de que vivimos el reino

en nuestra economía, entonces un famoso narcotraficante viviría el reino en su economía y él nos

debería enseñar cómo vivir la vida del reino en las finanzas. Así que, ¿a quién le gustaría que

este tipo de personas les enseñara a sus hijos cómo hacer dinero en el reino? Quizás hagan

dinero, pero nunca verán el reino de Dios en su economía.

Dicho lo anterior, el reino es justicia, paz y gozo en el espíritu. Este narcotraficante no

ganó el dinero con justicia, no tiene paz y no puede disfrutar con sus hijos en un lugar público,

por ende, no tiene gozo en el espíritu. En cambio, la realidad del reino, en ocasiones, es

totalmente contraria a la realidad material.

Con referencia a lo anterior, Jesús estaba en el templo y vio a los ricos que depositaban

sus ofrendas. Buenas cantidades sonaban al caer y llegaba otro y la dejaba caer desde más alto. Y

llegó una viuda pobre y depositó dos blancas, que eran monedas que equivaldrían hoy a un

quinto de un centavo americano. Sus monedas sonaron a reino. Jesús se impresionó, y dijo: «esta

viuda (…) echó más que todos» (NBLA, 2005, Lucas 21:3). Aquella mujer encontró el reino al

dar. Ella vivía el reino en sus finanzas, porque para ella era más importante dar que comer.

Como se afirmó arriba, no vamos a ver el reino de Dios en nuestras finanzas hasta que no

seamos dadores alegres. Ser un dador alegre (gozo en el espíritu) es estar dispuesto a que Dios y

sus propósitos tomen la prioridad; es alguien alegre de ser un canal de bendición para otros y que

no le duele serlo.
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Por otro lado, para ver el reino de Dios en las finanzas es necesario hacer lo que él enseña

sobre ese tema. Eso no depende de ser hijos de Dios, sino de heredar el reino. Hay que heredar el

reino en todas las esferas. Podemos ser hijos de Dios, salvos por gracia, justificados por la fe, sin

condenación, pero sin reino. Por lo tanto, debemos heredar el reino en todas las áreas.

En nuestra familia debemos heredar el reino. Si alguien maltrata a su esposa, su relación

no será buena y sus hijos sufrirán las consecuencias. Esa persona es salva por gracia, pero no

heredó el reino en el área familiar. Asimismo, debemos heredar el reino en el ámbito laboral, en

el carácter interno, en la vida económica, en las relaciones, en nuestra función como miembros

del cuerpo de Cristo, en nuestra área emocional, en nuestro crecimiento personal, en nuestro

desarrollo espiritual, etc.

La expresión del reino se produce por experimentar tres realidades: ver, entrar y heredar.

Ver el reino

Juan 3:3 dice: «Respondió Jesús y le dijo: —De cierto, de cierto te digo que, a menos que

nazca de nuevo, uno no puede ver el reino de Dios» (RVA, 2015). La realidad del reino de Dios

no depende de si lo ves o no. El reino existe y trasciende, es universal y operante, aun en los

lugares donde nunca se ha escuchado hablar de Jesús, con la diferencia de que allí no lo verán.

Por ejemplo, el hecho de que no veamos físicamente a nuestro presidente no quiere decir que no

exista. Por lo tanto, la primera condición para ver el reino es nacer de arriba o de nuevo, porque,

si no tenemos esta experiencia espiritual, no lo podremos ver nunca.

El reino es semejante a la levadura que una mujer escondió en tres medidas de masa y a

un tesoro escondido. En ambos casos el reino no se puede ver porque está oculto. De igual
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manera, el reino es semejante a un mercader que busca perlas caras, porque no las ha encontrado.

Estas son iguales al reino, porque, de igual forma, muchos no lo han encontrado, porque no lo

han visto. Si ya nacimos de arriba, de la vida que solo Dios puede dar, entonces tenemos la

capacidad de verlo, porque solo lo podemos ver por la fe, así como la salvación. Sin embargo, no

es solo verlo.

Entrar en el reino

Hechos 14:22 dice: «(…) fortaleciendo el ánimo de los discípulos y exhortándoles a

perseverar fieles en la fe. Les decían: “Es preciso que a través de muchas tribulaciones

entremos en el reino de Dios”» (RVA, 2015). Igualmente, Mateo 11:12 dice: «Desde los días de

Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos se apoderan

de él» (RVA, 2015).

En el original, «reino de Dios» se asocia con la palabra griega biazo, que significa

«presionando» o «usar violencia». En este sentido, los que presionan arrebatan el reino. Es como

en el fútbol, para quien quita el balón a un jugador del equipo contrario, solo lo hace cuando

presiona y arrebata el balón. Así, debemos entrar con presión sobre aquello que nos impide que

entremos. Es como entrar al metro (medio de transporte) en periodos en que normalmente se

producen congestiones.

En otra referencia bíblica, Lucas 16:16 dice: «La Ley y los Profetas fueron hasta Juan. A

partir de entonces son anunciadas las buenas noticias del reino de Dios, y todos se esfuerzan

por entrar en él» (RVA, 2015). Es necesario esforzarnos o entrar por la fuerza, porque hay
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cosas que debemos hacer para traspasar a la dimensión del reino. Eso solo nosotros lo podemos

hacer.

Por otra parte, Lucas 18:17 dice: «De cierto les digo que cualquiera que no reciba el reino

de Dios como un niño, jamás entrará en él» (RVA, 2015). Un niño lo recibe creyéndolo, sin

estructuras mentales previas, con una mente nueva, como si aprendiera a leer y a escribir o a

hablar. Un niño aprende un idioma nuevo en meses, lo habla, entiende y pronuncia. Por el

contrario, un adulto quizás nunca aprenderá a hablarlo bien, porque la influencia de su lengua

materna y su expresión le impiden pronunciar correctamente.

Por otro lado, Marcos 9:47 dice: «Y si tu ojo te hace tropezar, sácalo. Mejor te es entrar

con un solo ojo al reino de Dios que, teniendo dos ojos, ser echado al infierno» (RVA, 2015).

Esto es, sacar de nuestra vida todo lo que nos impida que entremos al reino, porque hay muchas

cosas que no nos han dejado entrar al ámbito en nos gobierna Dios. También, Marcos 10:23-25

dice:

Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: —¡Cuán difícilmente entrarán

en el reino de Dios los que tienen riquezas! Los discípulos se asombraron por sus

palabras; pero Jesús, respondiendo de nuevo, les dijo: —Hijitos, ¡cuán difícil es entrar

en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un

rico entrar en el reino de Dios (RVA, 2015).

En este caso, Jesús se refiere a un hombre cuyas riquezas ocupaban el primer lugar en la

vida y ese orden equivocado le hacía imposible entrar al reino.


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Finalmente, retomamos nuevamente la referencia de Mateo 7:21, que dice: «No todo el

que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de

Mi Padre que está en los cielos» (RVA, 2015).

Heredar el reino

Finalmente, además de ver y entrar, es necesario que heredemos el reino. Al respecto, 1

Corintios 6:9-11 dice:

¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se engañen: que ni los

inmorales sexuales ni los idólatras ni los adúlteros ni los afeminados ni los homosexuales

ni los ladrones, ni los avaros ni los borrachos, ni los calumniadores ni los estafadores,

heredarán el reino de Dios. Y esto eran algunos de ustedes, pero ya han sido lavados,

pero ya son santificados, pero ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo

y en el Espíritu de nuestro Dios (RVA, 2015).

Vemos que el reino en ese contexto lo explica Pablo a los Corintios, que eran salvos, que

operaban en milagros, pero cuyas vidas estaban muy desordenadas y no vivían en el orden del

reino. De igual manera, Gálatas 5:19-21 dice:

Ahora bien, las obras de la carne son evidentes. Estas son: inmoralidad sexual, impureza,

desenfreno, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas,

disensiones, partidismos, envidia, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas, de las


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cuales les advierto, como ya lo hice antes, que los que practican tales cosas no

heredarán el reino de Dios (RVA, 2015).

¿Un hijo de Dios que tiene enemistades pierde la salvación? No, pero no hereda el reino

en sus relaciones interpersonales. ¿Una mujer celosa pierde la salvación? Tampoco, pero no

hereda el reino con la persona a la que cela, porque su relación será de guerra. ¿Un iracundo

pierde la salvación? No, pero pierde a la esposa, a los hijos, a los trabajadores y a los amigos y,

lo peor, es que pierde el reino.

Lucas 22:29 dice: «Yo, pues, dispongo para ustedes un reino, como mi Padre lo

dispuso para mí, para que coman y beban en mi mesa en mi reino» (RVA, 2015). Por tanto,

Cristo declaró que él está a la puerta y llama. Si le abrimos, cenará con nosotros. Él nos ofrece su

reino, su poder y su forma de hacer las cosas. Así que podemos hoy caminar en la voluntad de

Dios y con presión para entrar en todas las áreas de nuestra vida en la dimensión de su reino.

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