La Constitución Comentada Tomo IV (Gaceta Jurídica)
La Constitución Comentada Tomo IV (Gaceta Jurídica)
La Constitución Comentada Tomo IV (Gaceta Jurídica)
CONSTITUCIÓN
COMENTADA
ANÁLISIS ARTÍCULO
POR ARTÍCULO
Edición actualizada
y con nueva jurisprudencia
del Tribunal Constitucional
TOMO IV
ARTÍCULOS 150 al 206
Disp. finales y transitorias
CUARTA EDICIÓN
Coordinadores
MANUEL MURO ROJO
ARTURO CRISPÍN SÁNCHEZ
W^AACETA
^^^Z>JURIDICA
Av. Angamos Oeste N° 526, Urb. Miradores
Miradores, Lima - Perú / 9(01) 710-8900
www.gacetajuridica.com.pe
LA CONSTITUCIÓN COMENTADA
Análisis artículo por artículo
TOMO IV
Coordinadores:
Manuel Muro Rojo
Arturo Crispín Sánchez
DE LA ESTRUCTURA
DEL ESTADO
(continuación)
CAPITULO IX
CONCORDANCIAS:
CONCORDANCIAS: C.: arts. 31, 39, 91 inc. 2), 99, 139 inc. 17), 142, 149, 152,
154 al 158, 182, 183, 201; C.P.Ct.: arts. 7 incs. 2), 6), 108; L.O.P.J.: arts. 17, 183;
L.O.J.N.J.; Ley 29277: arts. 2, 5 al 10; C.A.D.H.: art. 23 inc. l.c; D.U.D.H.: art. 21
inc. 2; P.I.D.C.P.: art. 25.c
(*) Se ha colocado la denominación “Junta Nacional de Justicia” en virtud de lo dispuesto por la única
disposición complementaria final de la Ley N° 30904 del 10/01/2019.
(**) Idem
(***) Idem
(1) GONZALES, Gorki. “La carrera judicial en el Perú. Estudio analítico y comparativo”. En: Pensamiento
Constitucional. N° 8, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2002, p. 332.
Es interesante la precisión que nos hace en ese sentido el profesor Peña: “(•••) Ia ca-
rrera judicial y el sistema de nombramientos que lleva asociado esa misma carrera, es una
cuestión que depende estrictamente del lugar que asignemos a los jueces al interior del
sistema político y legal. La carrera judicial, pues, no es una cuestión jurídica y política
mente inocente que pueda ser resuelta con ánimo desaprensivo (...) La carrera judicial ex
presa o trasunta el lugar que asignamos a los jueces al interior del Estado. Así, por ejem
plo, la inexistencia de una carrera judicial -o sea, la inexistencia de reglas claras referidas
a la selección y promoción de sus miembros- favorece que los jueces queden entregados
a los caprichos del poder; que sea, como lo muestran la experiencia de países latinoame
ricanos, un instrumento de poder y no, como debiera ocurrir, un límite de ese poder”(2).
Cuando hablamos de carrera judicial, ¿de qué hablamos? Podemos decir con Rico y
Salas que “[s]egún algunos autores, las principales características que definen una carre
ra judicial son: mecanismos de selección y nombramiento de los nuevos jueces, el siste
ma de destino y ascensos y un régimen de retribución económica. A estos rasgos conviene
añadir una formación especializada del personal y la existencia de normas deontológicas
sobre la profesión”(3).
(2) PEÑA GONZÁLEZ, Carlos. “Sobre la carrera judicial y el sistema de nombramientos”. En: Academia de
la Magistratura. Revista, N° 1, Lima, enero de 1998, p. 10.
(3) RICO, José María y SALAS, Luis. Carrera judicial en América Latina. Centro para la Administración de
Justicia, San José, 1990, pp. 8-9.
(4) De estos problemas han dado cuenta diversos autores. A propósito del Proyecto de Ley Orgánica del Poder
Judicial, conocido como “Proyecto Alzamora”: BELAUNDE LÓPEZ DE ROMAÑA, Javier. “Objetivos del
Anteproyecto de Ley Orgánica del poder Judicial”. En: CATACORA, Manuel; DE BELAUNDE, Javier;
LINÁRES, Octavio y MANCHEGO, Hugo. Nueva estructura del Poder Judicial. Edimssa, Lima, 1988;
pp. XI y ss.
(5) CERIAJUS. Comisión Especial de Estudio del Plan Nacional de Reforma Integral de la Administración
de Justicia. Avances en la implementación de las propuestas planteadas por la Ceriajus. Congreso de la
República, Lima, 2005.
(6) Norma que ya no forma parte del ordenamiento jurídico, según el artículo 1 de la Ley N° 29744 publicada
el 9 de julio de 2011.
en que incurran los jueces en el ejercicio de sus funciones. No obstante, algunas de sus dis
posiciones fueron declaradas inconstitucionales por el Tribunal Constitucional.
En el Perú, desde los inicios de la República hasta la Constitución de 1993, con algu
nas variantes, la selección y nombramiento de jueces profesionales estuvo confiada a los
poderes Legislativo y Ejecutivo. No obstante, constituyen importantes antecedentes del di
suelto Consejo Nacional de la Magistratura (en adelante, CNM), tanto el Consejo Nacional
de Justicia creado durante el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada (1968-1980)
como el Consejo Nacional de la Magistratura contemplado en la Constitución de 1979.
Esta ha sido, a grandes rasgos, la construcción teórica que sustentó nuestras Cons
tituciones Políticas hasta la Constitución de 1993(8). Paralelamente, una creciente crítica
social y académica identificó en este sistema una de las causas más importantes de la po
litización del Poder Judicial y de su falta de independencia frente al poder político, no im
portando la diferencia de gobiernos civiles o militares(9). Con ella vino el reclamo de la
instauración de sistemas que garantizaran la idoneidad profesional de los jueces y que de
jaran de lado la elección por preferencias políticas.
(7) SAGÜÉS, Néstor Pedro. Reforma judicial. Astrea, Buenos Aires, 1978, pp. 31-66.
(8) Encontramos interesantes aproximaciones históricas en GARCÍA TOMA, Víctor. Análisis sistemático de
la Constitución peruana de 1993. Universidad de Lima, Lima, 1998, pp. 420 y ss.; RUBIO CORREA,
Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo 5. Pontificia Universidad Católica del Perú,
Lima, 1999, p. 222; y GONZALES, Gorki. Ob. cit., p. 305.
(9) “El control político sobre los jueces se ejerce a través de los mecanismos de nombramiento, ascenso
y destitución. Esto explica por qué quienes detentan el poder político se han reservado siempre tales
atribuciones, para ser ejercidas de modo directo o indirecto. Nuestra historia constitucional da cuenta de
cómo se ha plasmado el control sobre los jueces, como una constante que ha regido al país en 160 años
de vida republicada. Basadre ha examinado con atención esa constante constitucional”. PÁSARA, Luis.
Jueces, justicia y poder en el Perú. Cedys, Lima, 1982, p. 103.
Domingo García Belaunde da cuenta de que un órgano como el CNM responde a una
viej a aspiración, ubicando en 1915 y 1927 los primeros antecedentes en el texto de Bemar-
dino León y León y Enrique Echecopar0^, para luego recordar que en 1931 la Comisión
Villarán -comisión ad hoc encargada de elaborar un anteproyecto de Constitución- con
templó un Consejo de Justicia dentro de un sistema sui generis de selección que termina
ba en el Senado.
(10) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. El Poder Judicial en la encrucijada. Ara Editores, Lima, 2004, pp.
55-56.
(11) ZOLEZZI, Lorenzo. “El Consejo Nacional de la Magistratura”. En: Derecho PUCP. N° 4, Lima, 1995, p
126, recuerda que “desde la creación del Consejo, hasta 1976, el Ejecutivo nombró siempre a los magistrados
propuestos por aquel, pero en noviembre de 1976 se produjo una primera discrepancia. Un vocal supremo
elegido por el Consejo no fue nombrado por el gobierno y en su lugar se nombró a uno que no había
concursado”. Zolezzi cita el trabajo de un ex miembro del CNJ, quien afirma: “Este incalificable atropello
que motivó la renuncia del presidente y vicepresidente del Consejo ha puesto en evidencia la necesidad
de que solo la elección, sino también el nombramiento, deba recaer exclusivamente en el organismo
especializado creado por la ley para efectos” (DELGADO BARRETO, César. “Consejo Nacional de la
Magistratura”. En: Derecho PUCP, N° 35, Lima, 1981, p. 55).
(12) El mismo Zolezzi afirma: “Si bien es cierto que el gobierno podía asegurar un control del Poder Judicial
con este sistema, es necesario aclarar que los integrantes del consejo, y en particular sus presidentes,
fueron reputados juristas que siguieron concitando respeto intelectual y popular después de instaurada la
democracia en 1980” (ZOLEZZI, Lorenzo. Ob. cit., p. 125).
Restaurada la democracia, la Constitución de 1979 estableció el Consejo Nacional
de la Magistratura, como un órgano técnico en el proceso de selección, pero no le dio fa
cultades de nombramiento. El CNM proponía y era el presidente de la República quien
nombraba a los jueces. El Senado ratificaba los nombramientos de los vocales de la Cor
te Suprema. Respecto de los jueces de paz, la Constitución guardó silencio, quedando a
la definición legal.
(13) “Siendo la función judicial una actividad inherente al ejercicio del poder soberano del pueblo, debe este,
en todo caso, ser el origen primario de los nombramientos judiciales. De allí que, para la elección de los
vocales de la Corte Suprema, la ponencia proponga la intervención conjunta de los poderes legislativo y
ejecutivo (...) Lo importante es que los magistrados de la Corte Suprema reciban su investidura de los
representantes del pueblo (...). Se afirma que la intervención de los poderes políticos tifie la elección de
los magistrados de posiciones partidistas. Es posible, pero inevitable” (ASAMBLEA CONSTITUYENTE.
Diario de Debates de la Comisión Principal de la Asamblea Constituyente de 1978. Tomo II. Anexos y
Ponencias, p. 169).
(14) Carlos Ernesto Giusti, un juez paradigmático, afirmaba al responder una entrevista: “Existe, pues, una forma
de nombramiento que permite controlar al magistrado. Y como se trata de una decisión política, el político
III. El debate y la configuración orgánica y funcional del disuelto
CNM en la Constitución de 1993
Al denominado Congreso Constituye Democrático, convocado después del golpe de
Estado del 5 de abril de 1992, llegaron diversas propuestas sobre la selección y nombra
miento de magistrados. Quizás la más consistente provino de la Corte Suprema, la que
con algunos retoques remitió un Anteproyecto de Reforma Constitucional del Poder Ju
dicial, elaborado por una comisión de juristas que, asumiendo que el Congreso Consti
tuyente era el mejor camino de salida política a la indeseable situación a la que llevó el
autogolpe, propuso una normativa sobre administración de justicia, con contenidos real
mente innovadores(15).
Con relación al CNM, entre otras cuestiones, cabe destacar que se diseñó un órga
no integrado por personas ajenas a la función política (sin representantes del Poder Eje
cutivo o Legislativo). No solo debía participar en la selección, sino también nombrar a
los jueces y fiscales supremos. Se previo que los de inferior jerarquía fueran nombrados
por los Consejos Distritales de la Magistratura. Además, ostentaría función disciplinaria
y debía supervisar a la Academia de la Magistratura, así como los estudios de actualiza
ción y perfeccionamiento que, de manera periódica, necesariamente debían realizar to
dos los jueces y fiscales.
Este Anteproyecto puso pues en debate una propuesta para que la selección y nombra
miento de jueces y fiscales sea hecha por el propio CNM. No habría intervención de los
poderes políticos ni en la conformación del CNM, ni en el nombramiento. Esta propues
ta mereció el apoyo del Colegio de Abogados de Lima y de amplios sectores de opinión.
No obstante, una revisión del debate constitucional nos permite apreciar las hondas
cavilaciones de los constituyentes en esta materia. Una sucesión de propuestas y reconsi
deraciones muestran un arduo debate entre un sistema como el que finalmente triunfó: un
órgano técnico que selecciona y nombra; y, por otro lado, amparados en la construcción
teórica antes señalada, la propuesta de mantener, con variantes, el esquema de 1979. Esto
es, el CNM evalúa y selecciona, pero los poderes políticos nombran. El debate muestra
no solo la resistencia de algunos sectores a aceptar un sistema sin intervención de los po
deres políticos, sino el enorme peso que tuvo en ese momento una opinión pública adver
sa a un sistema (como el vigente desde 1979) que más allá de su consistencia teórica, ha
bía demostrado en la práctica su inconveniencia para alcanzar estándares razonables de
de tumo tratará de designar como magistrado a aquel que le merezca confianza”. Asimismo, señalaba:
“Mientras sepan que su futuro como magistrados, que sus eventuales nombramientos o promociones
dependen del político de tumo (quien puede ejercer contra ellos algún tipo de venganza a la hora de hacer
alguna designación), las cosas seguirán igual” (“Los políticos quieren controlar el Poder Judicial”, entrevista
a Carlos Ernesto Giusti Acuña, vocal titular de la Corte Superior de Justicia de Lima. En: Justicia. N° 3,
Lima, agosto de 1990, p. 28).
(15) El referido Anteproyecto, así como la Exposición de Motivos ha sido publicado por GARCÍA BELAUNDE,
Domingo. Ob. cit., pp. 85 y ss.
independencia en los nombramientos judiciales y que, además, reclamaba la renuncia de
los políticos a intervenir en el Poder Judicial(16).
Así, podemos definir que la Constitución de 1993 estableció un doble sistema para la
selección y nombramiento de jueces: a) para los jueces profesionales, el nombramiento por
un órgano técnico, el CNM -actualmente Junta Nacional de Justicia-; y, b) para los jue
ces de paz, elección popular, abriendo la posibilidad de que por ley se extienda este siste
ma a un grado de la justicia profesional, los jueces de primera instancia.
La evaluación busca valorar, de acuerdo con ciertos criterios y perfiles, los conoci
mientos y aptitudes de quienes pretendan un cargo judicial. La selección importa el cum
plimiento de determinados requisitos y la identificación, sobre la base de la evaluación,
de quien se considera el más idóneo para el cargo. La formación ocupa diversos lugares
en el proceso dependiendo de su propósito. Suele entenderse como la capacitación para la
asunción del cargo. La designación o nombramiento es el acto jurídico por el cual el can
didato elegido es nombrado para el desempeño del cargo(18).
Pues bien, las fases a), b) y d), correspondían al CNM. La c), como veremos, a la Aca
demia de la Magistratura. De este modo se consagró en el Perú un sistema de ingreso a la
judicatura exento de la intervención tanto del Poder Ejecutivo como del Legislativo, los que
tampoco tenían presencia en la conformación orgánica del disuelto CNM (artículo 155).
(16) En este sentido es interesante, por demostrativa, la intervención del congresista Enrique Chirinos Soto a
propósito de uno de los pedidos de reconsideración del articulado sobre el CNM:
“En el proyecto original la mayoría, como homenaje a la opinión pública -a una opinión pública a mi
modo de ver, equivocada- abdica de la potestad que tiene el Congreso de ratificar los nombramientos
de vocales supremos efectuados por el Presidente de la República; es decir el mismo sistema que en los
Estados Unidos de Norteamérica, sistema que allá ha producido una Corte Suprema independiente pero
aquí no. Por consiguiente, el quid del asunto no está, definitivamente, en el sistema de nombramiento.
Entonces, ¿qué hace la mayoría? La mayoría se rinde a la opinión pública, se rinde a los sectores de
oposición (...) y nos trae un texto en que esa facultad se confía al Consejo Nacional de la Magistratura,
que, de todas maneras, va a ser una oligarquía de abogados, que va a tener el máximo poder del Estado:
el de ratificar el nombramiento y -uno más grave- ratificar a los vocales supremos cada cinco años, en
sus cargos o no. De manera que esta entidad oligárquica va a tener el poder de hacer y deshacer jueces”.
CONGRESO CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICO. Diario de los debates. Debate Constitucional. Pleno
1993. Publicación oficial. Tomo II, Lima, pp. 1382-1383.
(17) GONZALES, Gorki. Ob. cit., p. 260.
(18) SAGÜÉS, Néstor Pedro. Ob. cit., p. 25.
a ningún funcionario o autoridad que sea ajeno al propio CNM. Sus decisiones solo se su
jetan al mandato imperativo de la Constitución y a su ley orgánica (Ley N° 26397)”(19).
Es así que, incluso antes del último escándalo de corrupción del CNM en el 2018,
teníamos ya un historial penoso: un consejero removido por reunirse con un postulan
te durante el desarrollo del respectivo concurso público; otro que cometió la misma falta
pero no fue sancionado; otro que tuvo que ser vacado -con bastante resistencia del pro
pio CNM- luego de que salió a la luz un audio que lo comprometía con presuntos actos
ilegales y manifiestamente inmorales; varios otros que participaron o pretendieron parti
cipar en la adopción de decisiones en casos en los que tenían evidentes conflictos de inte
reses; otros que tenían una alarmante cercanía con determinados partidos políticos. Todo
esto, por supuesto, ha estado acompañado de la adopción de decisiones cuestionables que
han hecho sospechar que la actuación de algunos consejeros ha estado motivada por inte
reses ajenos al cumplimiento de la norma constitucional y a su deber de actuar como ga
rantes de la probidad de la magistratura(25)26
.
Los cuestionamientos que fue acumulando el CNM revelaron la necesidad de una re
forma. Un sector importante de la sociedad civil organizada y académica intentó impul
sar el debate y formuló propuestas para solucionar los principales problemas identifica
dos^0. Lamentablemente, pese a los indicios de graves irregularidades, y sin perjuicio de
la voluntad expresada por algunos políticos, no hubo consenso e interés para sacar ade
lante la reforma.
El punto de quiebre de esta situación, finalmente, tuvo lugar en julio del año 2018,
cuando una investigación periodística sacó a la luz una serie de audios que fueron regis
trados en el marco de una investigación fiscal a una presunta organización criminal. A pe
dido de la fiscal a cargo, se autorizó la interceptación telefónica de personas a las que solo
se conocía bajo determinados pseudónimos. IDL Reporteros(27) reveló parte de los audios
(24) A mi parecer, el principal problema no estaba en el diseño de la norma constitucional. Aunque esta era
perfectible (y existían varias propuestas en ese sentido), el tema medular consistía en que “aguas abajo”, la
regulación sobre la elección de los consejeros era inexistente o dejaba grandes espacios para que se cuelen
intereses que terminaban promoviendo a candidatos cuestionables, en desmedro de los mejores cuadros.
Por ello, una opción era mejorar los procedimientos de elección con la reglamentación de etapas claves
que ya habían sido identificadas, así como incorporar elementos que permitan una elección de mérito. La
reforma aprobada, sin embargo, ha optado por un camino distinto.
(25) Para una revisión detallada sobre el perfil de los consejeros elegidos y los procedimientos que los llevaron
al cargo, recomendamos revisar: SILVA, Cruz. Paren lafarsa. Apuntes sobre la elección y lafiscalización
a los consejeros del Consejo Nacional de la Magistratura. Instituto de Defensa Legal, Lima, 2016.
(26) Véase, por ejemplo, COMISIÓN DE PROFESORES PARA IMPULSAR EL DEBATE SOBRE LA
REFORMA DE LA JUSTICIA EN EL PERÚ. “Selección, nombramiento, evaluación, ratificación y
destitución de jueces y fiscales por el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM). Breve balance y algunas
propuestas”. Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2014. Recuperado
de: http://facultad.pucp.edu.pe/derecho/wp-content/uploads/2017/08/SELECCIONNOMBRAMIENTO.pdf.
(27) IDL REPORTEROS. “Corte y corrupción”. Primera entrega. Lima, 7 de julio de 2018. Recuperado de.\
https://idl-reporteros.pe/corte-y-corrupcion/
registrados y, con ello, destapó una escandalosa red de corrupción que alcanzó a jueces y
fiscales supremos, al fiscal de Nación y al presidente de una Corte Superior, partidos polí
ticos, funcionarios públicos de diversas instituciones, empresarios y consejeros del CNM.
Además, los consejeros del CNM fueron removidos y mediante Ley N° 30833, se de
claró en emergencia al Consejo y se suspendieron sus funciones por un periodo de nueve
meses. Finalmente, en septiembre del 2018, el Congreso dispuso la destitución de cuatro
consejeros y en el caso de dos de ellos, también la inhabilitación y la acusación por pre
suntos delitos cometidos.
La iniciativa del presidente para liderar la reforma fue saludada por diversos sectores;
sin embargo, el proyecto no estuvo exento de observaciones de fondo. Principalmente,
se cuestionó la propuesta de reducir el número de miembros de consejeros de siete a cin
co, considerando que se trata de un órgano de alcance nacional, con una carga significati
va; la exclusión de la sociedad civil en su conformación, al prescindir de la participación
de las universidades y colegios profesionales; y, relacionado con lo anterior, la propuesta
de un modelo que se ha denominado “endogámico judicial”, al pretender que la selección
de los consejeros dependa casi íntegramente de los titulares de los órganos de justicia(28).
(28) LANDA, César y otros. “Informe sobre proyecto de reforma constitucional del CNM presentado por el
señor Presidente de la República. Proyecto de Ley N° 3159/2018-PE”. Facultad de Derecho de la Pontificia
Con fecha 4 de octubre de 2018, el Presidente del Congreso remitió al Presidente de
la República las autógrafas de la reforma constitucional sobre la conformación y funcio
nes de la Junta Nacional de Justicia, la cual incorporó algunas modificaciones al proyec
to presentado por el Ejecutivo. Seguidamente, por Decreto Supremo N° 101-2018-PCM,
publicado el 10 de octubre de 2018, se convocó a referéndum nacional para el 9 de di
ciembre de 2018 y la pregunta respecto al tema en comentario fue: “¿Aprueba la reforma
constitucional sobre la conformación y funciones de la Junta Nacional de Justicia (antes
Consejo Nacional de la Magistratura)?”. Como ya se conoce, la población - comprensi
blemente indignada por lo acontecido y deseosa de un cambio institucional- aprobó de
forma arrasadora la propuesta de reforma con un total de casi el 90 % de votos válidos.
Universidad Católica del Perú, Lima, septiembre de 2018. Recuperado de: http://facultad.pucp.edu.pe/
derecho/wp-content/uploads/2018/09/informe-sobre-reforma-constitucional-CNM-final.pdf
(29) Previamente, la Ley de Carrera Judicial pretendió asignar esta función al CNM, pero sus disposiciones
fueron declaradas inconstitucionales, precisamente por no estar previstas en la Constitución. Ver STC Exp.
N° 00006-2009-PI/TC.
registrar, custodiar, mantener y publicar el Registro de Sanciones Disciplinarias de Jueces
y Fiscales; y, presentar anualmente un informe ante el Pleno del Congreso.
Dicho esto, hay un aspecto que sí merece atención. Se trata de los integrantes de la
Comisión Especial a cargo de la designación de los miembros de la Junta. Esta Comisión
está conformada por el Defensor del Pueblo (quien la preside), el presidente del Poder Ju
dicial, el fiscal de la Nación, el presidente del Tribunal Constitucional, el contralor general
de la República, un rector elegido en votación por los rectores de las universidades públi
cas licenciadas con más de cincuenta años de antigüedad y un rector elegido en votación
por los rectores de las universidades privadas con más de cincuenta años de antigüedad.
Las observaciones sobre esta modificación son las siguientes:
(35) En ese sentido, el ex juez supremo César Hinostroza Pariachi le recordó al Pleno del Congreso que durante
35 años había participado y ascendido mediante “concurso público de méritos”. CONGRESO DE LA
REPÚBLICA. Diario de los Debates. Primera legislatura ordinaria de 2018. Sesión del 4 de octubre de
2018. Recuperado de: http://www.congreso.gob.pe/Diariodelosdebates/
Para finalizar debemos señalar que ninguna fórmula regulatoria es inmune a los ni
veles de corrupción que imperan en nuestro país y que pretenden instalarse en los órga
nos de justicia. La reforma aprobada no es la excepción, y nos obliga a reflexionar sobre
la necesidad de abordar el problema de manera sistémica. No solo revisando la regulación
de todo el aparato jurisdiccional (y no solo de la JNJ) sino también reforzando la educa
ción cívica en nuestro país. Necesitamos comprender que la corrupción nos afecta a to
dos, reduce nuestra capacidad de ejercer ciudadanía y las posibilidades de vivir en una
auténtica democracia.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj| La Junta Nacional de Justicia debe cumplir obligaciones establecidas en su ley orgánica
como el nombramiento, ratificación y destitución de magistrados con respeto a los pará
metros constitucionales que ha establecido el Tribunal Constitucional (previa audiencia y
debida motivación de las resoluciones administrativas), pues en todo estado constitucional
de derecho no hay zonas exentas de control constitucional: STC Exp. N° 0429-2015-PA/
TC(f. j.49).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 138,139 inc. 1), 150,154,158; C.P.Ct.: art. 7 inc. 6); L.O.P.Jart. 82 ines.
22), 23); Ley 26335; Ley 29277; R. 22-2001-AMAG-CD; P.I.D.E.S.C.: art. 13.1
I. Introducción(1)
Como sabemos, la capacitación es una necesidad transversal a todos los oficios o pro
fesiones, públicas o privadas. En particular, en el caso del sistema de justicia “los desa
fíos de la vida moderna, los continuos cambios en las normas positivas y la aparición de
nuevas tendencias en la interpretación del derecho, requieren de un juez conocedor de la
realidad en la que está inserto y capaz de utilizar el derecho como un instrumento eficaz
para solucionar los conflictos (...)”1(2), lo que exige un compromiso de capacitación y ac
tualización constante.
Pese a lo antes indicado, una de las críticas frecuentes a los magistrados es la defi
ciente capacitación, la escasa actualización y la pobre especialización. Tributarios de una
formación universitaria deficiente(3), nuestros jueces suelen tener además, una preparación
limitada en lo que se refiere al conocimiento no jurídico.
(1) Agradezco el apoyo de Kelly Patricia Villa Tejada en la actualización de las versiones anteriores y los
comentarios del Dr. Ernesto Lechuga.
(2) MUÑOZ, Andrea y VILLAREAL Cristina. Aportes para elaborar un programa de formación y
perfeccionamiento de jueces. Centro de Desarrollo Jurídico Judicial, Santiago de Chile, 1995, p. 23.
(3) Para revisar una aproximación a la situación de los estudios de Derecho en el país: PÁSARA, Luis. La
Asimismo, incluso las instituciones educativas que operan bajo altos estándares de
calidad (que son las menos), no necesariamente han tenido en cuenta las necesidades for-
mativas del perfil del magistrado. En tal sentido, persiste la necesidad de superar la figu
ra del abogado litigante como único paradigma de las escuelas de Derecho, en desmedro
de otros modelos de ejercicio profesional igualmente valiosos(4).
Ahora bien, no obstante, la bondad del propósito constitucional, el texto del artículo
151 ha suscitado algunas dudas y observaciones, sobre todo en lo que respecta a su ubi
cación orgánica y sus funciones institucionales, a lo que nos referiremos a continuación.
La lógica de esta ubicación no solo es deficiente, sino también peligrosa. Este es pro
bablemente el aspecto de crítica más consensuado, sobre todo porque en el pasado la Aca
demia ya ha sufrido la intervención del Poder Ejecutivo a través de la Ley N° 26623, pu
blicada el 19 de junio de 1996, que creó el Consejo de Coordinación Judicial y dejó en
suspenso la competencia de los órganos rectores de la Academia. Como es de conocimien
to, esta influencia sirvió para dilatar la situación de provisionalidad de los jueces del Poder
Judicial y el Ministerio Público, con la finalidad última de controlar a la magistratura^.
En esa línea, se ha propuesto que la Academia pase a formar parte del Consejo Nacio
nal de la Magistratura (hoy Junta Nacional de Justicia), debido a la estrecha vinculación
de sus funciones con la selección y el ascenso de los magistrados(7); o, que se establezca
como un organismo autónomo, a fin de que no sea instrumentalizada por otros organis-
mos(8). Ambas propuestas tienen más sentido que la regulación actual referente a ubica
ción de la Academia.
1. Breves antecedentes
En realidad, se trata de un viejo debate entre quienes consideran que ante las defi
ciencias de la formación universitaria es necesario establecer una capacitación previa al
ingreso a la judicatura y entre quienes consideran que un centro de capacitación judicial
debe servir para perfeccionar y actualizar a quienes ya son jueces, dotándolos además de
un ámbito de reflexión y revisión permanente de su quehacer.
Judicial. Asimismo, véase EGUIGUREN, Francisco José (coordinador) y otros. Propuestas para la reforma
de la Ley Orgánica del Poder Judicial: Gobierno y administración del Poder Judicial, organización de la
función jurisdiccional y sistema de carrera judicial. Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2002.
(7) EGUIGUREN, Francisco José (coordinador) y otros. Ob. cit.
(8) CERIAJUS. Comisión Especial para la Reforma Integral de la Administración de Justicia. Plan Nacional
de Reforma Integral de la Administración de Justicia. Lima, 2004; y RUBIO, Marcial. Estudio de
la Constitución Política de 1993. T. 5. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, 233.
Concretamente, Rubio señala: “A nuestro juicio lo más adecuado hubiera sido que la Academia fuera un
organismo independiente de los otros órganos a los que sirve directa o indirectamente y que se constituya en
una institución con dirección propia y autónoma, que es lo único que garantiza que sus planes de formación
sean serios y orientados hacia el servicio a jueces y fiscales, antes que a intereses subalternos” (p. 233).
de la Institución Académica de la Magistratura. Dicho proyecto definió sus objetivos en
el desarrollo de un sistema integral y continuo de capacitación y perfeccionamiento de
magistrados. Se focalizaba en la capacitación de los jueces recién nombrados y en el per
feccionamiento y actualización de quienes ya estaban en ejercicio. Acentuaba sus obje
tivos en la necesidad de propiciar una conciencia creadora en materia de Derecho judi
cial y una permanente reflexión y análisis sobre las formas en que se administra justicia(9).
Visto lo expuesto hasta este punto, se advierte que la idea que primó en todos los casos
citados fue brindar capacitación a quienes ya estaban en ejercicio de funciones. No obs
tante, en la década del 90 se plasmó legislativamente la aspiración de la escuela judicial,
en un sentido diverso. El Decreto Ley N° 25726, publicado en setiembre de 1992, creó la
Academia de Altos Estudios en Administración de Justicia para el desarrollo de progra
mas de postgrado como un requisito previo para el ingreso a la carrera judicial y fiscal.
Esta Academia nunca llegó a funcionar, pero fue un referente frecuente en los debates del
Congreso Constituyente Democrático. En ese sentido, tenemos que tanto la capacitación
de los magistrados en carrera como la de aspirantes ha sido considerada como parte de los
propósitos constitucionales de la Academia de la Magistratura.
Sucede que el texto del artículo 151 de la Constitución no resulta claro; parece suge
rir que la Academia se instituye para formar y capacitar a candidatos a jueces y fiscales
Al respecto, coincidimos con Marcial Rubio cuando interpreta el primer párrafo del
artículo 151 y sostiene que caben dos interpretaciones: a) La primera es que todo candida
to a juez o fiscal debe llevar un curso en la Academia, por lo que, en este supuesto, la Aca
demia podría verse obligada a dar el mismo curso a miles de personas; b) La segunda es
“considerar que dicho curso es una etapa indispensable en el proceso de selección y, así,
el curso podría darse a candidatos preseleccionados y no a todos los postulantes lo
que -comenta el autor- parece más acorde con las posibilidades reales y con el fin de pre
parar a quienes ingresarán al Poder Judicial. No obstante, el mismo Rubio señaló: “Para
nosotros las dos alternativas son interpretaciones razonables y, por razones operativas y
de ratio legis la segunda es la más adecuada”(12).
El debate constitucional aportó poco, pero sí parece claro que los constituyentes con
cibieron a la Academia en una doble función: como un centro de perfeccionamiento de
quienes estaban en la judicatura, pero también como un centro de capacitación dentro del
proceso de selección(13).
(14) CONGRESO CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICO. Diario de los Debates. Primera legislatura ordinaria
de 2001. Sesión del 18 de diciembre de 2001. http://spij.minjus.gob.pe/Textos-PDF/Debates_2/2002/
ENERO/Ley_2763 8_16-01 -02 .pdf
la norma fue considerada inconstitucional. En específico, el Tribunal señaló que una
alternativa regulatoria era permitir una postulación abierta (sin el requisito previo del
curso) y, que luego, solo aquellos que superen la selección del entonces CNM, cursaran
la capacitación pertinente, condicionando su nombramiento a la superación de dichos
cursos. Estando a ello, el Tribunal declaró inconstitucional la norma en comentario;
y, el PROFA dejó de ser un requisito mandatorio, sin perjuicio de lo cual, muchos
interesados en acceder a la carrera judicial deciden llevarlo de forma facultativa.
Posteriormente, la Ley N° 29277, Ley de Carrera Judicial, estableció como una de las
fases del proceso de ingreso a la carrera judicial, la participación de los candidatos en
programas de “habilitación” y de “inducción” a cargo de la Academia de la Magistratura
“en los casos que corresponda”. Concretamente, la habilitación ha sido establecida para
los seleccionados a cargos de jueces de paz letrado y jueces especializados o mixtos;
y, de acuerdo con el artículo 28 de la Ley de Carrera Judicial, tiene como objetivo:
i) preparar al futuro juez para su desempeño en el cargo; y, ii) desarrollar destrezas,
habilidades y conocimientos requeridos para ejercer debidamente el cargo(15). Por otro
lado, la inducción estaba dirigida a los seleccionados por el entonces CNM para las
posiciones de jueces superiores y supremos y busca familiarizarlos con el despacho
judicial (art. 32).
Es importante precisar que estos programas tienen como destinatarios a abogados
que están ingresando a la carrera judicial en los respectivos niveles indicados, y no a
magistrados que buscan ascender, pues en tales casos la vía de capacitación es distinta.
Asimismo, siguiendo lo establecido por el Tribunal Constitucional, estos cursos se
dictan a los candidatos que han sido seleccionados para cubrir las plazas disponibles
en cada posición al haber superado las pruebas previstas para tales efectos por el
CNM (hoy, Junta Nacional de Justicia); es decir que no es un requisito haber aprobado
cualquiera de estos cursos antes de la postulación. Cabe añadir que, conforme a lo
establecido en el Reglamento de los Cursos de Habilitación e Inducción, aprobado
por la Academia, estos cursos están dirigidos a los candidatos seleccionados que no
hayan cursado el PROFA, pues se entiende que ellos (los que facultativamente deci
dieron seguir este programa) ya han recibido la capacitación requerida para asumir
sus respectivos cargos.
Estimo que la regulación sobre la capacitación de magistrados debe ser revisada de
manera integral. Tengo la impresión de que las últimas modificaciones aprobadas
responden a la necesidad de satisfacer las demandas de capacitación de los nuevos
(16) BERNALES, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. 5a edición. Rao, Lima, 1999, p. 687.
(17) ACADEMIA DE LA MAGISTRATURA. Recuperado de: http://www.amag.edu.pe/es/content/programa-
de-actualizacion-y-perfeccionamiento
Como se puede advertir, se trata de un componente formativo muy importante porque
dada la flexibilidad de los formatos considerados, puede responder con mayor velocidad
a las situaciones cambiantes de la realidad. Asimismo, es una herramienta esencial para
lograr los objetivos de especialización de la magistratura y la tan necesaria vinculación
del magistrado con su contexto social.
Por otro lado, además de la Academia, existen otras instituciones con objetivos de ca
pacitación que deben compatibilizar su trabajo con la Academia, tales como el Centro de
Investigaciones Judiciales del Poder Judicial^8) y la Escuela del Ministerio Público “Gon
zalo Ortiz de Zevallos Roedel”.
(18) De acuerdo con la Ley Orgánica del Poder Judicial, el Centro de Investigaciones Judiciales tiene como
función “coordinar con la Academia de la Magistratura para el desarrollo de actividades de capacitación”.
Mientras que la Escuela del Ministerio Público “Gonzalo Ortiz de Zevallos Roedel” brinda capacitaciones
en materia jurídica, forense y administrativa.
(19) Acuerdo Nacionalpor la Justicia, 2017, p. 21. Recuperado de: https://www.minjus.gob.pe/acuerdo-nacional-
por-la-justicia-3/
(20) Como ha señalado, la Defensoría del Pueblo: “La formación y capacitación de los operadores del sistema
judicial, -especialmente los magistrados y funcionarios judiciales- no empiezan cuando ingresan a laborar
en el Poder Judicial, sino que se inician en su etapa universitaria”. DEFENSORIA DEL PUEBLO. Informe
Defensorial N° 109. Propuestas básicas de la Defensoría del Pueblo para la reforma de la justicia en el
Perú. Lima, 2006, p. 52.
formativos y perfil de los alumnos universitarios (...) bajo el enfoque de cubrir las pers
pectivas y necesidades del sistema de justicia actual”(21).
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(Jl Todo funcionario que desempeñe función fiscal debe recibir formación de la Academia de
la Magistratura y debe cumplir con los estudios que esta exija para el ascenso: STC Exp.
N° 00006-2006-PI/TC (f. j. 51).
BIBLIOGRAFÍA
BERNALES, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. 5a edición. Rao, Lima, 1999;
CATACORA, Manuel; DE BELAUNDE, Javier; LINARES, Octavio y MANCHEGO, Hugo. Nueva
estructura del Poder Judicial. Edimssa, Lima, 1988; CERIAJUS. Comisión Especial para la Reforma
Integral de la Administración de Justicia. Secretaría Técnica. Los problemas de lajusticia en el Perú:
hacia un enfoque sistémico. Diagnóstico interinstitucional. Comisión Andina de Juristas, Lima,
2004; CERIAJUS. Comisión Especial para la Reforma Integral de la Administración de Justicia.
Plan Nacional de Reforma Integral de la Administración de Justicia. Lima, 2004; CONGRESO
CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICO. Diario de los Debates. Primera legislatura ordinaria de
2001. Sesión del 18 de diciembre de 2001. http://spij.minjus.gob.pe/Textos-PDF/Debates_2/2002/
ENERO/Ley_27638_16-Ol-O2.pdf; CORTE SUPREMADE LAREPÚBLICA. Centro de Investiga
ciones Judiciales. Proyecto de creación de la Institución Académica de la Magistratura. Lima, 1985;
DEFENSORÍA DEL PUEBLO. Informe Defensorial N° 109. Propuestas básicas de la Defensorio
del Pueblo para la reforma de la justicia en el Perú. Lima, 2006; EGUIGUREN, Francisco José
(coordinador) y otros. Propuestas para la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial: Gobierno
y administración del Poder Judicial, organización de la función jurisdiccional y sistema de carrera
judicial. Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2002; GARCÍA TOMA, Víctor. Análisis sistemático de la
Constitución peruana de 1993. Universidad de Lima, Lima, 1998; MUÑOZ, Andrea y VILLAREAL
Cristina. Aportes para elaborar un programa de formación y perfeccionamiento de jueces. Centro
de Desarrollo Jurídico Judicial, Santiago de Chile, 1995; PÁSARA, Luis. La enseñanza del Derecho
en el Perú: su impacto en la administración de justicia. Ministerio de Justicia, Lima, 2004; RUBIO,
Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. T. 5. Pontificia Universidad Católica del Perú,
Lima, 1999; SAN MARTÍN, César. “La carrera judicial”. En: Derecho & Sociedad. Afio 5, N° 8-9.
(21) Acuerdo Nacional por la Justicia, 2017, pp. 24-25. Recuperado de: https://www.minjus.gob.pe/acuerdo-
nacional-por-la-justicia-3/
Artículo 152 Elección popular de jueces de paz
Los Jueces de Paz provienen de elección popular. Dicha elec
ción, sus requisitos, el desempeño jurisdiccional, la capacita
ción y la duración en sus cargos son normados por ley.
La ley puede establecer la elección de los jueces de primera
instancia y determinar los mecanismos pertinentes
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17), 31, 138, 139 ines. 1), 17), 149 al 151, 176; L.O.P.J.: arts. 61, 62,
183; Ley 26300: art. 20 inc. c); L.O.E.: arts. 24,25; Ley 29824: arts. 1,8; R.Adm.098-
2012-CE-PJ; R. 228-2016-CNM; C.A.D.H.: art. 23.1.b; D.U.D.H.: art. 21 inc. 1), 3);
P.I.D.C.P.: art. 25.b
(1) ARDITO VEGA, Wilfredo. La promoción del acceso a la justicia en las zonas rurales. Tesis doctoral en
Derecho. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2011.
200 años de cambios sociales, debido a que se ha mantenido fiel al objetivo de “resolver
los problemas de la gente” a partir de un conocimiento profundo de la comunidad y una
lógica basada en los criterios de justicia aplicables a su contexto particular.
De esta manera, es claro que la justicia de paz está profundamente arraigada en nues
tra tradición republicana. Su presencia en todas nuestras cartas fundamentales revela su
trascendencia y nos permite afirmar que “es tan antigua como la República misma”(3). En
esta línea, el artículo 152 de la Constitución de 1993 se inserta perfectamente en la tra
dición constitucional de reconocimiento de la justicia de paz entendida, como se ha di
cho, como una justicia “comarcal, vecinal o territorial”(4)5impartida por jueces ciudadanos.
Contrastando, como muchas veces ocurre en nuestro país, con este reconocimiento
constitucional, se advierte que, por mucho tiempo, la justicia de paz padeció el abandono
estatal y poco era lo que se sabía de su funcionamiento real hasta la pasada década del 80,
cuando con el impulso del Centro de Investigaciones de la Corte Suprema y de la Funda
ción alemana Friedrich Naumann, se iniciaron investigaciones y programas de capacita
ción que nos hicieron conocer y comprender un ámbito del sistema de ji sticia que goza
de impactante reconocimiento popular^.
(2) LOVATÓN PALACIOS, David. “La justicia de paz en el Perú: aspectos positivos y límites”. En: Justicia
de paz en la región andina. Corporación Excelencia en la Justicia, Bogotá, 2000, p. 19.
(3) LOVATÓN PALACIOS, David y otros. La justicia de paz en los andes. Instituto de Defensa Legal, Lima,
2005, p. 15.
(4) LOVATÓN PALACIOS, David y otros. Justicia de paz: el otro lado del Poder Judicial. Instituto de Defensa
Legal, Lima, 1999, p. 21.
(5) Entre los diversos trabajos producidos destacan: BRANDT, Hans Jürgen. Justicia popular. Fundación
Friedrich Naumann, Lima, 1987; y del mismo autor: En nombre de la paz comunal. Un análisis de la
justicia de paz en el Perú. Fundación Friedrich Naumann, Lima, 1990.
(6) No solo a través de obras como: La justicia de paz en debate. IDL, Lima, 1999; Manual del sistema de
justicia peruano (VILLAVICENCIO, Alfredo y otros). Justicia Viva, Lima, 2003; y otros mencionados en
el presente comentario, sino también a través de actividades de capacitación y auspicio como el concurso
“El juez de paz del año”.
(7) Ha sido destacable también el continuado interés de la Comisión Andina de Juristas y de trabajos de
investigación individual como LEDESMA NARVÁEZ, Marianella. La justicia de paz en Lima. Fondo
más ajustado de una justicia que, a diferencia de la justicia profesional, sí goza de un in
dudable prestigio social y que ha motivado el interés de otros países del área andina de in
troducir esta figura en su legislación.
En lo que respecta a la respuesta normativa del Estado, en los últimos veinte años, se
ha emitido un frondoso, complejo y oscuro conjunto de dispositivos legales y reglamen
tarios, que ha sido considerado “aluviónico”(9) en la medida que fue sucediéndose, super
poniéndose y en algunos casos -debemos agregar- llegó a socavar las mejores cualidades
de la justicia de paz. En una versión anterior de estos comentarios, se mencionó que era
indispensable aprobar un marco legal sencillo y claro que, entre otras cosas, desarrolle de
bidamente el artículo comentado de la Constitución. Observamos con satisfacción que se
ha avanzado en este extremo con la publicación, en el año 2012, de la Ley N° 29824, Ley
de Justicia de Paz y su Reglamento aprobado por Decreto Supremo N° 007-2013-JUS(10).
Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Lima, 2002; GUERRA CERRÓN, María Elena.
Hacia una justicia de paz. Un asunto de interés nacional. Lima, Grijley, 2005.
(8) Las funciones de la ONAJUP y las ODAJUP han sido definidas en los artículos 58 y 59 de la Ley N° 29824,
y en los artículos 68 y 70 del Reglamento aprobado por D.S. N° 007-2013-JUS; así como en el Reglamento
de Organizaciones y Funciones aprobado por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial mediante R.Adm.
N° 284-2016-CE-PJ.
(9) LOVATÓN PALACIOS, David. “La justicia de paz en el Perú: aspectos positivos y límites”. Ob. cit. pp.
21-22.
(10) Se han aprobado también los siguientes reglamentos: Reglamento de Elección Popular de Jueces de
Paz y Reglamento de Selección de Jueces de Paz (R.Adm. N° 098-2012-CE-PJ); Reglamento para el
Otorgamiento de Certificaciones y Constancias Notariales por Jueces de Paz (R.Adm. N° 341-2014-CE-PJ);
Reglamento para el Ejercicio de Competencias de Jueces de Paz en Conflictos Patrimoniales (R.Adm. N°
340-2014-CE-PJ); Reglamento para la Formulación de Aranceles por Servicios Prestados por los Juzgados
de Paz (R.Adm. N° 392-2014-CE-PJ), y Reglamento del Régimen Disciplinario del Juez de Paz (R.Adm.
N° 297-2015-CE-PJ).
Si bien siempre hay espacio para mejorar (sobre todo, debemos cuidamos de no
sobrerregular algunos aspectos de un fenómeno social tan sensible a intromisiones des-
contextualizadas), en líneas generales, compartimos la opinión de que la normativa apro
bada “contiene avances fundamentales en relación a los derechos de los jueces de paz,
las competencias, su régimen económico y la organización dentro del Poder Judicial para
apoyarlas”00. En el desarrollo del presente comentario procuraremos hacer referencias a
algunos de los aspectos esenciales de esta normativa.
Cabe agregar que hasta bien entrado el siglo XX, el cargo de juez de paz -aunque ya
recaía en un vecino notable- estuvo reservado para las élites. En las zonas rurales -donde
hasta la fecha se concentra la mayor cantidad de jueces de paz- dicha función fue asumi
. En la década de los 70, esto empezó a
da por hacendados o personas cercanas a estos(15)16
cambiar debido a la disolución de las haciendas, la titulación de las tierras a favor de las
comunidades campesinas, la migración masiva del campo a la ciudad y el fortalecimiento
de las organizaciones campesinas06). Como resultado, los cargos de jueces de paz pasaron
a ser ocupados por “personas que la comunidad reconoce como pares”(17).
Actualmente, para ser juez de paz en el Perú, se requiere ser peruano o peruana de
nacimiento; tener más de 30 años; cumplir los requisitos establecidos en el artículo 1 de
la Ley N° 29824(18), entre los cuales destaca contar con el respaldo la comunidad y residir
(11) VERONA BADAJOZ, Aarón y otros. Balance de la justicia y de los derechos de los pueblos indígenas
en el Perú del 2011. Instituto de Defensa Legal, Lima, 2012, p. 87.
(12) ARDITO VEGA, Wilfredo. Ob. cit.
(13) LOVATÓN PALACIOS, David y otros. La justicia de paz en los andes. Ob. cit.
(14) LOVATÓN PALACIOS, David y otros. Justicia de paz: el otro lado del Poder Judicial. Ob. cit.
(15) ARDITO VEGA, Wilfredo. Ob. cit.
(16) LOVATÓN PALACIOS, David y otros. Justicia de paz: el otro lado del Poder Judicial. Ob. cit.
(17) Ibídem, p. 32.
(18) “Artículo 1. Requisitos para ser juez de paz
Los requisitos para ser juez de paz son los siguientes:
1. Ser peruano de nacimiento y mayor de treinta (30) años.
2. Tener conducta intachable y reconocimiento en su localidad.
3. Ser residente por más de tres (3) años continuos en la circunscripción territorial del juzgado de paz
al que postula. La residencia estacional no acredita el cumplimiento del presente requisito, aunque
supere los tres (3) años.
4. Tener tiempo disponible para atender el despacho y satisfacer la demanda del servicio de la población.
5. Tener ocupación conocida.
de forma permanente en la circunscripción; y no estar incurso en las situaciones impedi
tivas que establece el artículo 2 del mismo cuerpo normativo0 9), particularmente referido
al hecho de ocupar cargos incompatibles con el de juez de paz.
Con respecto a la legitimidad del juez de paz, Chunga señala que: “(L)a participa
ción del pueblo en “hacer justicia” se canalizó en la experiencia del hombre bueno y res
petado a quien la comunidad le otorga el poder de administrarla porque confiaba en su
rectitud”(20). Así, tradicionalmente, el juez de paz ha sido un miembro conocido y respe
tado00, que resuelve los conflictos utilizando los valores y costumbres de la comunidad,
así como su leal saber y entender. En tal sentido, a diferencia de lo que sucede en la jus
ticia ordinaria o “profesional”, los jueces de paz no están obligados a conocer ni a apli
car el Derecho objetivo y, conforme al artículo 4 de la Ley N° 29824, tienen derecho a:
“Que se reconozca, aprecie y respete su cultura, sus costumbres, sus tradiciones, sus nor
mas y procedimientos para solucionar conflictos y promover la paz social”, lo que no sig
nifica que pueden apartarse de los valores de la Constitución Política del Perú” (art. I de
la LeyN° 29824°°).
Las competencias del juez de paz que han sido consideradas en la Ley N° 29824 son
bastante amplias. A nivel jurisdiccional pueden conocer controversias sobre alimentos con
las precisiones que indica la ley; conflictos patrimoniales hasta el tope económico estable
cido; faltas y casos de violencia familiar cuando no exista un juez de paz letrado; inter
venciones sumarias para brindar protección urgente a menores; y, otros sobre derechos de
libre disponibilidad o que sean determinados por ley especial. Asimismo, brindan apoyo
jurisdiccional (por ejemplo, tramitación de exhortos) y pueden ejercer función notarial, en
6. Conocer el idioma castellano, así como la lengua y/o los dialectos predominantes en la localidad.
7. No haber sido condenado por la comisión de delito doloso.
8. No haber sido destituido de la función pública.
9. No haber sido objeto de revocatoria en cargo similar.
10. No ser deudor alimentario moroso.
11. No estar incurso en ninguna incompatibilidad establecida por ley”.
(19) “Artículo 2. Impedimentos
Está impedido de acceder al cargo de juez de paz, mientras ejerza función pública:
1. El que ocupa un cargo político por designación o elección popular.
2. El que pertenece a las Fuerzas Armadas o a la Policía Nacional del Perú.
3. El funcionario público.
De presentarse cualquiera de estas circunstancias, con posterioridad al nombramiento o designación
del juez de paz, se procederá a la separación del cargo”.
(20) Véase GUERRA CERRÓN, María Elena. Ob. cit., p. 123
(21) Esto, sin embargo, puede no aplicarse en algunos espacios urbanos, en donde las “agrupaciones humanas
son más anónimas” y, por lo tanto, existe mayor distancia entre el juez de paz y la comunidad, sobre todo
si éste no ha sido nombrado por ésta a lo que nos referiremos más adelante. ARDITO VEGA, Wilfredo.
Ob. cit.
(22) “Artículo I. Definición de Justicia de Paz
La Justicia de Paz es un órgano integrante del Poder Judicial cuyos operadores solucionan conflictos y
controversias preferentemente mediante la conciliación, y también a través de decisiones de carácter ju
risdiccional, conforme a los criterios propios de justicia de la comunidad y en el marco de la Constitución .
Política del Perú”.
las circunstancias que determina la ley. Tienen además la facultad de dictar medidas cau
telares, administrativas y disciplinarias.
Mención aparte merece la función conciliadora que es muy utilizada por los jueces
de paz; pese a que cuentan con facultades coercitivas. Esto se explica porque, dentro del
modelo tradicional de justicia de paz, las personas que comparecen ante el juez están y
continuarán estando vinculadas por relaciones comunitarias estables e interdependientes,
que a su vez pueden incidir sobre el orden social general. Esto lo saben muy bien los jue
ces de paz; por la tanto, buscan promover soluciones que verdaderamente puedan resta
blecer la paz social, más que limitarse a determinar qué posición prevalece sobre la otra.
Es importante mencionar que ya desde los años 80, las investigaciones han mostrado
que casi el 80 % de quienes concurren a la justicia de paz tienen confianza en ella. Este
porcentaje de aprobación se ha mantenido, con variantes, hasta la fecha y siempre me ha
parecido de mucho interés constatar y sobre todo buscar explicaciones sobre cómo el gra
do de aprobación de la justicia de paz, coincide generalmente con el índice de desaproba
ción ciudadana de la justicia ordinaria, profesional. Parece claro que, además de la figura
del juez de paz, esta confianza se sustenta en el acceso fácil y directo a esta instancia, sin
filtros formales (no se requiere, por ejemplo, un abogado), con costos muy bajos (la regla
general es la gratuidad), alta celeridad y la posibilidad del pueblo de controlar de facto la
actuación del juez, sin perjuicio del control disciplinario establecido en la ley. En conjun
to, estas características explican el éxito de este modelo de justicia.
Considero que, ante las graves deficiencias de la justicia ordinaria, de la cual forma
mos parte jueces y abogados, el sistema de solución de conflictos en el Perú no ha estalla
do totalmente, en gran medida, por el eficiente trabajo de la justicia de paz. Por todo ello,
existe la necesidad permanente de fortalecer la justicia de paz.
(23) CATACORA, Manuel; DE BELAUNDE, Javier; LINARES, Octavio y MANCHEGO, Hugo. Nueva
estructura del Poder Judicial. Edimssa, Lima, 1988, p. 37.
(24) Diario oficial El Peruano del 18 de febrero de 1993.
(25) CONGRESO CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICO. Diario de los Debates. Debate constitucional 1993.
T. III, Lima, pp. 1593 y ss.
(26) El artículo 69 de la LOPJ, posteriormente derogado por la Ley N° 27539, establecía:
“Artículo 69.- Los Jueces de Paz son designados por el respectivo Consejo Ejecutivo Distrital, por un
período de dos años (...).
Conjuntamente con esta designación se debe establecer como accesitarios de su tema a los candidatos que
por su orden suplen al titular en caso de vacancia, impedimento o ausencia.
Para efectos de la designación se deben tener en cuenta las propuestas de los Concejos Municipales
Distritales, Concejos Municipales Menores, Comunidades Campesinas, Nativas, Parcialidades y Agencias
Municipales y los sectores representativos que lo requieran.
Los candidatos deben reunir los requisitos establecidos por el reglamento que apruebe el Consejo Ejecutivo
del Poder Judicial. Tienen preferencia los titulados, egresados y estudiantes de Derecho
(...)”.
Poco después, en octubre del año 2001, se promulgó la Ley N° 27539(27), Ley de Elec
ciones de Jueces de Paz, que derogó el artículo 69 del TUO de la LOPJ y estableció un
plazo de dos años para la organización del proceso electoral. Con esta norma, por prime
ra vez, se pretendió llevar a cabo una elección a escala nacional cuya organización y/o su
pervisión estaría a cargo la Oficina Nacional de Procesos Electorales (en adelante, ONPE).
Esta norma fue duramente cuestionada por distintos especialistas. Wilfredo Ardito(28),
por ejemplo, observó que la jurisdicción de los jueces de paz no coincide normalmente
con los distritos, por lo que la norma suponía realizar una demarcación previa y el empa
dronamiento de millones de personas, con un costo económico elevadísimo. “Un pobla
do de Aymaraes puede organizar una elección de juez de paz en pocas horas. La ONPE
requiere de seis meses de anticipación. Además, deben participar el JNE, el RENIEC, las
Fuerzas Armadas y Policiales. La tranquila asamblea de un caserío sería invadida por un
cúmulo de funcionarios que muchas veces ni siquiera podrían comunicarse con la pobla
ción. ¿Acaso se necesita capacitación, fiscalización o custodia militar en estas elecciones?”,
para continuar luego expresando, “es que la naturaleza misma de la justicia de paz impli
ca la elección directa, para permitir el control permanente del juez por su comunidad. Por
todo ello, ¿no es necesario modificar la Ley N° 27539 y devolver a la población su dere
cho a elegir directamente, y cuanto antes mejor, a sus jueces de paz?”.
En los hechos, la elección bajo la Ley N° 27539 nunca llegó a realizarse, debido a que
resultó materialmente imposible cumplir los requisitos formales establecidos. En julio de
2003 se promulgó la Ley N° 28035, que postergó las elecciones de jueces de paz previstas
para octubre de ese año. Esta norma pretendió superar los problemas de la Ley N° 27539
estableciendo formas de elección diferenciadas para zonas urbanas y rurales. En estas úl
timas, la ONPE no debía intervenir y la elección debía realizarse de acuerdo con los usos
y costumbres de la comunidad. Pese a ello, la norma no consiguió su objetivo debido a
que aún contenía requisitos de muy difícil cumplimiento. Al respecto, Ardito nos recuerda
que: “Durante el tiempo que estuvo vigente la Ley N° 28035, la funcionaría de la ONPE a
cargo del proceso señalaba que era necesario que cada candidato a Juez de Paz adquirie
se en Lima un “kit electoral” o, en todo caso, que estos fueran vendidos en las Cortes Su
periores. Planteaba además que se requerirían carteles con las fotos de los jueces de paz,
así como un procedimiento de tachas e inscripción de personeros”(29).
Las elecciones de jueces de paz en las comunidades pudieron llevarse a cabo en el año
2004, aplicando los usos y costumbres locales(30); pero las elecciones en las que debía in
tervenir la ONPE resultaron impracticables debido a que el Poder Judicial no tenía
(27) Dicha norma fue derogada por el artículo 8 de la Ley N° 28545. Actualmente, la norma sobre la cual se
rige la justicia de paz es la Ley N° 29824.
(28) ARDITO VEGA, Wilfredo. “Entre la tinta indeleble y la justicia de paz”. En: JUSTICIA VIVA, Boletín
N° 36, Lima, 2003.
(29) ARDITO VEGA, Wilfredo. La promoción del acceso a la justicia en las zonas rurales. Ob. cit., p. 164.
(30) LOVATÓN PALACIOS, David y otros. La justicia de paz en los andes. Ob. cit.
información suficiente sobre la demarcación territorial de los juzgados de paz(31). No obs
tante, la Ley citada permitió, en disposición transitoria, que el Consejo Ejecutivo del Po
der Judicial dicte un Reglamento Transitorio de Designación de Jueces de Paz (Resolución
Administrativa N° 019-2004-CE-PJ), el cual dispuso, entre otras cosas, que las comuni
dades campesinas y nativas elijan de manera directa a sus jueces de paz, lo que resultaba
positivo; pero, para los otros casos, se generó un complejo mecanismo de designación a
través de una Comisión Especial de Designación integrada por magistrados.
Esta comisión debía efectuar una convocatoria pública recibir propuestas, evaluar re
quisitos y proclamar a quienes tuvieran el mayor puntaje. Así, “se ha perdido el sentido
democrático de la elección, dado que es más importante presentar una hoja de vida pro
fesional sin importar el reconocimiento de la comunidad (...). Estaba demostrado que las
prácticas democráticas de elección de los últimos años no solo son más eficientes, sino
que garantizan legitimidad social de los jueces de paz (...). El proceso ha terminado o ha
avanzado de forma adecuada solamente en las zonas donde se permitió a las comunida
des campesinas y nativas actuar según sus costumbres o la Comisión fue flexible respec
to de las formalidades dispuestas (...)(32)”.
El 16 de junio de 2005, se publicó la Ley N° 28545, Ley que regula la Elección de los
Jueces de Paz, la cual derogó las Leyes N° 27539 y N° 28035. Esta norma dispuso ade
cuadamente que, en las comunidades campesinas y nativas, las elecciones de los jueces de
paz, debían realizarse conforme a sus usos y costumbres. Asimismo, señaló que la inter
vención de los órganos electorales estaba limitada a lugares “de mayor población u otras
razones que lo justifiquen”. Al respecto, se ha afirmado que: “Este artículo fue redactado
teniendo en mente aquellos Juzgados de Paz que se encuentran en las ciudades de la costa
donde la realización de una asamblea es realmente imposible. Sin embargo, la expresión
“otras razones que lo justifiquen” resulta ser sumamente vaga”(33).
Para finalizar con este repaso normativo, como ya hemos señalado, en el año 2012 se
expidió la Ley N° 29824, que buscó ordenar en un solo cuerpo normativo, todos los as
pectos relevantes acerca de la justicia de paz, tales como principios, acceso, competen
cias, procedimientos, y, régimen disciplinario. A continuación, nos referimos específica
mente a lo establecido respecto del sistema de elección de jueces de paz.
La Ley N° 29824 dispuso que ambos procesos de elección debían ser reglamentados
por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial. En virtud de dicha delegación, el Consejo ha
emitido la Resolución Administrativa N° 098-2012-CEPJ, por el que aprobó el “Regla
mento de Elección Popular del Juez de Paz” y el “Reglamento de Selección del Juez de
Paz”. En ambos casos, el proceso de elección se inicia con la convocatoria efectuada por
el Poder Judicial, y es la Presidencia de la Corte Superior, previo informe de la ODAJUP
la que determina el tipo de mecanismo de elección aplicable a cada localidad.
Con respecto al proceso ordinario, como ya se ha indicado se trata de una elección por
voto directo que se realiza en asamblea. De la revisión del “Reglamento de Elección Po
pular del Juez de Paz”, se advierte que se ha regulado un procedimiento secuencial y, en
principio, obligatorio para el desarrollo de esta elección, el cual comprende la convocato
ria, comunicación a la autoridad local, elección de un comité electoral, aprobación y co
municación del cronograma de elecciones, aprobación y publicación del padrón electoral,
(34) ídem.
inscripción de candidatos, recepción y resolución de tachas, asamblea eleccionaria, pro
clamación del ganador y remisión de la información al Poder Judicial.
El artículo 21 del Reglamento establece que las cortes superiores pueden celebrar con
venios con la ONPE a fin de que esta brinde capacitación electoral para el desarrollo del
proceso de elección; lo que previsiblemente resulta necesario, considerando que se ha es
tablecido un procedimiento altamente específico y reglamentado. Sin embargo, el artículo
87 del mismo Reglamento ha introducido un atenuante al disponer que el “proceso espe
cial”, es decir el que se desarrolla de acuerdo con los usos y costumbres de cada comuni
dad, puede ser utilizado, previa coordinación con la Corte Superior de Justicia, por toda
comunidad rural -aunque no se trate de una comunidad campesina o nativa- siempre que
ésta cuente con un mecanismo de elección de autoridades.
Consideramos atinado permitir que se prioricen los mecanismos de elección que fun
cionan para la comunidad antes de imponer una regulación que podría sobre complejizar
innecesariamente la elección. Como se ha destacado a lo largo de estos comentarios, la
justicia de paz opera sobre una realidad particular y sensible a intromisiones que no res
petan la lógica del funcionamiento comunal. Ya hemos visto que, en el pasado, un exce
so de formalismos detuvo los procesos de elección. Por ello, nos inclinamos a considerar
que el procedimiento ordinario debe utilizarse como una alternativa supletoria a otras for
mas de organización que pueda tener o establecer la comunidad y que resulten más apro
piadas y fluidas para su realidad(35). Asimismo, estimamos que esta posibilidad no debe
limitarse a las comunidades rurales, como actualmente establece el Reglamento. Lo im
portante debe ser determinar si el grupo social donde se realizará la elección tiene o no la
capacidad para organizaría de una forma más eficiente bajo sus propias reglas (evidente
mente, con ciertas garantías procedimentales); y, de no ser el caso se puede aplicar de for
ma supletoria el Reglamento.
Una segunda observación a tener en cuenta respecto del “proceso ordinario” es que,
para su aplicación, el Reglamento requiere un padrón electoral elaborado por el Comité
Electoral, el cual es nombrado ad hoc entre los ciudadanos para efectos de la elección; y,
sobre la base de la relación de personas de la circunscripción que deberá entregar el Po
der Judicial. Si bien se entiende la importancia de contar con un padrón electoral, su pue
de resultar problemático porque la información no necesariamente se encuentra en un re
gistro existente (la circunscripción distrital puede no coincidir con la jurisdicción del juez
de paz), sino que debe levantarse esta data y, en este caso, además, ello se ha encomen
dado a instituciones como el Poder Judicial y el Comité Electoral que no necesariamen
te tienen experiencia o recursos para cumplir esta tarea. Por ello, sería importante evaluar
cómo se ha previsto cumplir con esta etapa del proceso.
(35) Sería importante evaluar la recepción de la regulación del proceso ordinario en las comunidades en donde
existe justicia de paz, inclusive a nivel urbano, en donde también es posible que dicha regulación interactúe
con patrones de organización vecinal. Lamentablemente, no he podido encontrar estudios recientes que x
hayan abordado este análisis.
Con respecto al “proceso excepcional”, el Reglamento establece que se ejecuta con
la intervención de los organismos del sistema electoral y se rige por la Ley N° 29824, Ley
Orgánica de Elecciones, en lo que resulte aplicable. Sin embargo, la Ley N° 29824 úni
camente establece, en su artículo 24, que la elección de los jueces de paz debe regularse
“por ley especial”. Es decir que el Reglamento de Elección Popular del Juez de Paz y la
Ley N° 29824 contienen remisiones mutuas sin mayor desarrollo. En realidad, el artícu
lo 86 del Reglamento establece que el Poder Judicial debe emitir una normativa especial
para regular el proceso de elección excepcional. Es importante destacar que esta normati
va deberá abordar uno de los aspectos que ha resultado más conflictivo en la experiencia
de regulación de procesos de elección de jueces de paz, esto es la intervención de los ór
ganos electorales, pues, como se ha visto, en el pasado, se han establecido requisitos for
males que, en la práctica, hicieron inoperantes los procedimientos de elección.
Para culminar con los comentarios al “Reglamento de Elección Popular del Juez de
Paz”, el “proceso especial” se aplica a las comunidades campesinas y nativas, que podrán
realizar la elección conforme a sus usos, costumbres y/o tradiciones. Con esta atinada de
cisión, se busca no sobre complicar innecesariamente el proceso de elección, imponiendo
a las comunidades un procedimiento que puede resultar extraño a sus sistemas de organi
zación tradicionales, más aún, teniendo en cuenta que históricamente la elección popular
a nivel de comunidades campesinas ha funcionado de forma exitosa.
*
Con relación al proceso de selección 36’, como hemos señalado, la ley establece que
este es excepcional respecto de la elección popular directa. El Reglamento de Selección
del Juez de Paz, también aprobado por la Resolución Administrativa N° 098-2012-CEPJ,
señala que la selección solo debe aplicarse cuando la elección directa no resulte posible.
(36) Creo que “selección” en oposición de “elección popular” no es un nombre muy feliz porque pareciera
que nos alejamos de lo dispuesto por la Constitución (elección popular), cuando en realidad entiendo
que lo que ha buscado procedimiento de selección es sustentar la designación en formas de participación
representativa porque materialmente a veces no es posible hacer una elección directa.
El Reglamento de Selección del Juez de Paz establece que deberá conformarse una
Comisión(37) de tres (3) miembros designados por el Presidente de la Corte Superior, quie
nes evaluarán a los postulantes en base a los siguientes criterios: Desempeño previo en
cargos comunales, vecinales o gremiales; experiencia en el cargo de juez de paz; y, gra
do de instrucción. El Anexo VII establece que el peso de cada factor es determinado por
el respectivo Comité de Selección. Asimismo, precisa que el criterio de grado de instruc
ción solo deberá aplicarse en lugares donde la población tiene acceso a la educación pú
blica o privada, aunque no queda claro si con esto quiere decir que sea teóricamente posi
ble acceder a este nivel de educación superior o si es una característica que se aprecia de
forma representativa en los miembros de la comunidad. En todo caso, es claro el grado de
instrucción no debe utilizarse como barrera de acceso al cargo de juez de paz ni para fa
vorecer a los candidatos con formación jurídica, tendencia que ha existido en el pasado.
(37) El Reglamento establece que la Comisión estará compuesta por dos (2) jueces ordinarios y un (1) un
representante de la ODAJUP que asumirá la función de secretario técnico. Si la Corte tiene un Consejo
Ejecutivo Distrital, el tercer integrante de la Comisión será un representante de la sociedad civil y el
representante de la ODAJUP asumirá la función de secretario técnico.
ni en el texto constitucional ni en el debate constituyente, debemos asumir que esta fa
cultad comprende a la justicia de paz letrada, que en los hechos es otra justicia profesio
nal de primera instancia.
No existen las mismas razones para sustentar la elección popular en ambos casos. La
justicia de paz es una esencialmente conciliadora, donde lo fundamental no se encuentra
ni en la aplicación de la ley ni en la evaluación de las condiciones técnicas del juez para
tal propósito. En el proceso de selección del juez profesional debe primar no solo una eva
luación de su idoneidad moral, sino de su capacidad técnica para resolver conflictos de
acuerdo a derecho; para ello, la elección popular no parece el mejor sistema.
Por otro lado, nos preocupó y nos preocupa las ligazones que el candidato a juez re
queriría con los partidos políticos(39) o quienes puedan brindar apoyo económico a sus
campañas. En un país como el nuestro que afronta problemas de organizaciones crimina
les que llegaron y continúan penetrando el aparato del Estado, esta preocupación resul
ta algo más que teórica.
Se suele citar por quienes son partidarios de generalizar el sistema de elección po
pular, el ejemplo de los Estados Unidos de América, sin advertir que en muchos de los
estados donde rige este sistema, existen severos cuestionamientos al mismo, basados
principalmente en la dependencia con grupos de poder económico que generan las cam
pañas electorales.
Es de esperar que el legislador cumpla con diseñar un sistema acorde de elección po
pular -como hemos dicho- para la justicia de paz; las dificultades han quedado más o me
nos establecidas y se requiere imaginación y conocimiento de la realidad para superarlas.
Sería irresponsable transitar por el camino abierto por el último párrafo del artículo 152
de la Constitución. En esta materia, el esfuerzo legislativo debe estar concentrado en for
talecer la carrera judicial y perfeccionar el sistema de selección y nombramiento previsto
en los artículos inmediatamente anteriores.
(38) DE BELAUNDE LÓPEZ DE ROMAÑA, Javier. “Elección popular de jueces”. En: La Constitución de
1993. Análisis y comentarios. Comisión Andina de Juristas, Lima, 1994, pp. 214 y ss.
(39) “(...) como bien lo ha sostenido el Tribunal Constitucional español “la lógica de Estado de partidos empuja
a mantener al margen de la lucha de partidos ciertos ámbitos de poder, y entre ello, y señaladamente, el
Poder Judicial”. Véase LOVATÓN PALACIOS, David. “La justicia de paz en el Perú: aspectos positivos
y límites”. Ob. cit. p. 23.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
|J| La Constitución ha designado a los jueces de paz la potestad de impartir justicia: STC Exp.
N° 0006-2006-PC/TC (f. j. 14).
(Jl La impartición de justicia que realizan los jueces de paz debe ser dentro de un marco de
respeto de los derechos fundamentales y de los principios constitucionales: STC Exp. N°
00006-2006-PC/TC (f.j. 14).
BIBLIOGRAFÍA
ARDITO VEGA, Wilfredo. “Entre la tinta indeleble y la justicia de paz”. En: JUSTICIA VIVA,
Boletín N° 36, Lima, 2003; ARDITO VEGA, Wilfredo. La promoción del acceso a la justicia en
las zonas rurales. Tesis doctoral en Derecho. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2011;
BRANDT, Hans Jürgen. En nombre de la paz comunal. Un análisis de la justicia de paz en el Perú.
Fundación Friedrich Naumann, Lima, 1990; BRANDT, Hans Jürgen. Justicia popular. Fundación
FriedrichNaumann, Lima, 1987; CATACORA, Manuel; DE BELAUNDE, Javier; LINARES, Octavio
y MANCHEGO, Hugo. Nueva estructura del Poder Judicial. Edimssa, Lima, 1988; CONGRESO
CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICO. Diario de los Debates. Debate constitucional 1993. T.
III, Lima; DE BELAUNDE LÓPEZ DE ROMAÑA, Javier. “Elección popular de jueces”. En: La
Constitución de 1993. Análisis y comentarios. Comisión Andina de Juristas, Lima, 1994; FARFÁN
MARTÍNEZ, George. 'Urgencia de una nueva Ley de Elecciones de Paz ”. En: JUSTICIA VIVA,
Boletín N° 148, Lima; GUERRA CERRÓN, María Elena. Hacia una justicia de paz. Un asunto de
interés nacional. Lima, Grijley, 2005; LEDESMANARVÁEZ, Marianella. Lajusticia de paz en Lima.
Fondo Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Lima, 2002; LOVATÓN PALACIOS,
David y otros. Justicia de paz: el otro lado del Poder Judicial. Instituto de Defensa Legal, Lima,
1999; LOVATÓN PALACIOS, David y otros. La justicia de paz en los andes. Instituto de Defensa
Legal, Lima, 2005; LOVATÓN PALACIOS, David. “La justicia de paz en el Perú: aspectos positivos
y límites”. En: Justicia de paz en la región andina. Corporación Excelencia en la Justicia, Bogotá,
2000; VERONA BADAJOZ, Aarón y otros. Balance de la justicia y de los derechos de los pueblos
indígenas en el Perú del 2011. Instituto de Defensa Legal, Lima, 2012; VILLAVICENCIO, Alfredo
y otros. Manual del sistema de justicia peruano. Justicia Viva, Lima, 2003.
Artículo 153 Prohibiciones de los jueces y fiscales
Los jueces yfiscales están prohibidos de participar en política,
de sindicarse y de declararse en huelga.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17, 28, 42, 169; Ley 29277: arte. 35 inc. 12), 40 inc. 6); C.A.D.H.:
art. 16.3; D.U.D.H.: art. 20, 23 inc. 4); P.I.D.C.P.: art. 22.2; P.I.D.E.S.C.: art. 8.2;
Convenio 151 OIT: arts. 1, 9
Al parecer lo que se busca es impedir que los compromisos políticos afecten la “auto
nomía” e “independencia” del juez; categorías que han adquirido la calidad de principios
por su condición de herramientas esenciales para la labor judicial en un Estado social y
Democrático de Derecho; trascendencia que se garantiza con su reconocimiento legislati
vo a nivel nacional e internacional; así, el artículo 139 de la Constitución Política del Es
tado garantiza la independencia de la función jurisdiccional(1), y por su parte, el artículo 8
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que toda persona tie
ne derecho a ser oída por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial.
Teniendo en cuenta que la pugna por el poder político puede contaminar las decisio
nes judiciales e inclinar la balanza de la justicia en función al interés de un sector en pug
na, mas que en el interés por el derecho y la justicia, es que se trata de colocar al juez a
buen recaudo, al margen de esta pugna. Sin embargo ello no debe significar que el juez
tenga que estar al margen del conocimiento de la lucha política o coincidir o rechazar las
opciones que en esta materia se expongan, expresando con ello sus opiniones, cuidando1
(1) En cuanto a la legislación ordinaria, el TUO de la Ley Orgánica del Poder Judicial -D.S. N° 017-93-JUS-
es expreso al señala en su artículo 2 que: “El Poder Judicial en su ejercicio funcional es autónomo en lo
político, administrativo, económico, disciplinario e independiente en lo jurisdiccional, con sujeción a la
Constitución y a la presente ley”; por su parte, la Ley de la Carrera Judicial -Ley N° 29277- establece en su
artículo I del Título Preliminar, que: “Los jueces ejercen sus funciones jurisdiccionales con independencia
e imparcialidad, sujetos únicamente a la Constitución y a la ley”.
obviamente que sus expresiones públicas no comprometan sus decisiones en sede judicial
o que genere una percepción de ausencia de imparcialidad.
En razón a lo citado y considerando -en menor grado- la especial naturaleza del ejer
cicio de los jueces(3) y fiscales(4), se les ha prohibido participar en política.
Sin embargo, para el caso que nos compete, no todas las conductas citadas le son pro
hibidas al magistrado, sino únicamente, aquellos actos que puedan comprometer o dañar
su imparcialidad, lo cual puede suceder con la pertenencia a un partido político.
Justamente, por tal limitación, autores como Serra Cristóbal consideran tal prohibición
como una restricción a la manifestación externa de la libertad ideológica del juez (inclú-
yase al fiscal), por constituir la inclusión en actividades políticas (pertenencia a un parti
do político) una manifestación de la propia ideología del juez. Al respecto, la misma au
tora es clara al advertir que la adscripción del juez a organizaciones de carácter político,
por un lado, dañaría la imagen de imparcialidad que se predica de los jueces, puesto que
puede entenderse como una especie de formalización o exteriorización de un compromi
so con una determinada ideología y ello puede hacer pensar a un particular que su asun
to va a decidirse bajo la directa influencia de la conciencia ideológica del juez. Y por otro
lado, la adscripción de este a un partido político permitiría especular sobre las presiones
político-partidistas a las que puede verse sometido el juez, presiones que pueden provenir
de la disciplina interna que imponen, en muchas ocasiones, los partidos a sus afiliados(5).
Sin embargo, y no obstante la validez de los fundamentos expuestos, debe tenerse pre
sente que la prohibición esbozada no garantiza la exclusión de ideología política del fuero
interno del magistrado, ni la omisión de tal influencia en sus decisiones; ello se debe a que
el magistrado no es un ser aislado, sino parte de la sociedad, y como tal, se encuentra im
buido de un sin número de influencias ideológicas provenientes del mismo devenir histó
rico; de ahí que no solo la política puede influenciar en un magistrado, sino también -por
ejemplo- su pertenencia a instituciones o asociaciones culturales, ecológicas, religiosas, etc.
(6) RUBIO CORREA, Marcial y BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Constitución y sociedad política.
Mesa Redonda, Lima, 1985, p. 170 y ss.
(7) Cuya infracción en sancionada con destitución, acorde a los artículos 48 incisos 11 y 55 de la Ley de la
Carrera Judicial.
III. La prohibición de declararse en huelga
El derecho de huelga constituye una manifestación del derecho de sindicación, cuyo
fundamento de prohibición radica en la calidad de servicio esencial que ostenta la admi
nistración de justicia, con los consecuentes perjuicios que su ejercicio irrogaría en los liti
gantes (negación del derecho de acción y dilación procesal) y al Estado mismo.
No puede desconocerse por otro lado, que esta prohibición constituye además, un me
canismo para acallar e impedir la negociación directa de los requerimientos reivindica-
tivos de los magistrados no solo en pos de sus propias condiciones de trabajo, sino res
pecto a las deficiencias y carencias del sistema de administración de justicia en general.
Creo por ello que esta norma constitucional resulta excesiva en relación a impedir a
los jueces y fiscales a sindicarse o a constituir organizaciones de carácter gremial que le
permitan defender de modo activo sus derechos corporativos o individuales, o cuando es
tos se ven amenazados por el poder político de tumo, o cuando sus miembros son injusta
o arbitrariamente amenazados o afectados en sus derechos.
BIBLIOGRAFÍA
GONZALES MANTILLA, Gorki. Los jueces. Carrera judicial y cultura jurídica. Palestra, Lima,
2009; RUBIO CORREA, Marcial y BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Constitución y sociedad
política. Mesa Redonda, Lima, 1985; SERRA CRISTOBAL, Rosario. “Algunas reflexiones sobre la
libertad ideológica del juez”. En: <congreso.us.es>.
(8) GONZALES MANTILLA, Gorki. Los jueces. Carrera judicial y cultura jurídica. Palestra, Lima, 2009,
p. 414.
Artículo 154 Funciones de la Junta Nacional de Justicia
** ’
Son funciones de la Junta Nacional de Justicia:
1. Nombrar, previo concurso público de méritos y evaluación
personal, a los jueces yfiscales de todos los niveles. Dichos
nombramientos requieren el voto público y motivado con
forme de los dos tercios del número legal de sus miembros.
2. Ratificar, con voto público y motivado, a losjueces yfiscales
de todos los niveles cada siete años; y ejecutar conjuntamen
te con la Academia de la Magistratura la evaluación parcial
de desempeño de los jueces y fiscales de todos los niveles
cada tres años seis meses. Los no ratificados o destituidos
no pueden reingresar al Poder Judicial ni al Ministerio
Público.
3. Aplicar la sanción de destitución a los jueces de la Corte
Suprema yfiscales supremos; y, de oficio o a solicitud de la
Corte Suprema o de la Junta de Fiscales Supremos, respec
tivamente, a los jueces yfiscales de todas las instancias. En
el caso de los jueces supremos yfiscales supremos también
será posible la aplicación de amonestación o suspensión
de hasta ciento veinte (120) días calendario, aplicando
criterios de razonabilidad y proporcionalidad. La reso
lución final debe ser motivada y con previa audiencia del
interesado. Tiene naturaleza de inimpugnable.
4. Registrar, custodiar, mantener actualizado y publicar el
Registro de Sanciones Disciplinarias de Jueces y Fiscales.
5. Extender a los jueces y fiscales el título oficial que los
acredita.
6. Presentar un informe anual al Pleno del Congreso.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 41, 100, 142, 146.3, 150 al 152, 158, 182, 183; C.P.; art. 361; L.O.P.J.:
arts. 19, 20, 80 incs. 8) y 9), 183, L.O.M.P.: arts. 82, inc. 3), 87; L.O.J.N.J.: arts. 2,
24, 28 al 35,41,42,44,45; Ley 29277: arts. 2, 5 al 9,11,15,20 al 23, 33, 63, 84; R.
22-2001-AMAG-CD; C.A.D.H.: art. 23.1.c; D.U.D.H.: art. 21.2; P.I.D.C.P.: art. 25.c.
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 30904 del 10/01/2019.
comentario. Para la cual creemos de utilidad describir brevemente los modelos a nivel in
ternacional a partir de los cuáles se definen las atribuciones y competencias de los deno
minados Consejos de la Magistratura o Judicatura.
Con respecto al Consiglio Superiore della Magistratura italiano, sus atribuciones son
muchos más amplias, pudiendo decidir prácticamente sobre todas las materias referidas
a la carrera judicial, incluyendo la selección y nombramiento de magistrados; su capaci
tación, evaluación y ascensos; los traslados, licencias y permisos; el régimen de salarios,
beneficios y jubilación; y la imposición de sanciones disciplinarias. Asimismo, tiene la fa
cultad de emitir sus propios reglamentos internos; emitir resoluciones, directivas y circu
lares sobre las funciones a su cargo; emitir dictámenes respecto de los actos regulatorios
que emita el ministro de Justicia, y formular propuestas legislativas ante el Parlamento en
los temas de su competencia. Por tal motivo se le suele considerar la principal expresión
de un “autogobierno judicial”.
Finalmente, el Consejo General del Poder Judicial español cuenta con diferentes fun
ciones relativas al estatuto de jueces y magistrados -como la selección y nombramien
to, promociones y ascensos, formación y protección ante quejas- incluyendo facultades
(1) GUILLEN VICENTE, L. El Consejo General del Poder Judicial y sus figuras homologas en Francia,
Italia y Portugal. Facultad de Derecho, Universidad de Salamanca, 2017.
disciplinarias. Asimismo, posee competencias en áreas más administrativas, como son la
organización y el funcionamiento de juzgados y tribunales, pudiendo confeccionar sus pro
pios presupuestos y aprobar sus reglamentos internos. También está facultado para plantear
conflictos ante el Tribunal Constitucional en defensa de sus competencias, si bien cabe re
saltar que, a diferencia de los otros modelos presentados, sus resoluciones están sujetas al
control de legalidad por parte de la jurisdicción contencioso-administrativa.
Como podemos apreciar, como regla general estas entidades cuentan con amplias fun
ciones que desarrollan con plena autonomía, las cuales suelen ser finalmente definidas,
como bien recalca Hammergren, a partir de la problemática judicial y la cultura jurídica
de cada país, así como de las negociaciones políticas que se dan en cada contexto sobre
su composición y atribuciones(2). Como veremos, ello explica los cambios adoptados so
bre las funciones asignadas inicialmente al Consejo Nacional de la Magistratura (CNM)
en la Constitución de 1993, respecto a las otorgadas a la Junta Nacional de Justicia con la
reforma constitucional del 2019.
(2) HAMMERGREN, L. “Do Judicial Councils further judicial reform? Lessons from Latin America”.
Working Papers, Rule ofLaw Series N° 28. Camegie Endowment for International Peace, Washington,
2002.
(3) Estos nuevos órganos de control fueron creados en el marco de la reforma del sistema de justicia del año .
2019, mediante Ley N° 30943, Ley de creación de la Autoridad Nacional de Control del Poder Judicial; y
Ley N° 30944, Ley de creación de la Autoridad Nacional de Control del Ministerio Público.
Competencias complementarias, como son la gestión del Registro de Sanciones
Disciplinarias de Jueces y Fiscales; la rendición anual de cuentas ante el Con
greso; la de iniciativa legislativa, la de auto reglamentación y la de conformar
las comisiones que considere convenientes.
Competencias temporales, como es la de revisar, de oficio o por denuncia, los
nombramientos, ratificaciones, evaluaciones y procedimientos disciplinarios
efectuados por los ex consejeros removidos del cargo por el Congreso de la Re
pública, en los casos que existan indicios de graves irregularidades.
Aquí, por razones de espacio, nos centraremos en las funciones que la JNJ ejerce de
manera exclusiva, haciendo una breve mención a las funciones compartidas, complemen
tarias y temporales.
Para ello, el artículo 154° dispone que la selección y nombramiento debe realizarse
mediante concurso público de méritos y evaluación personal, a través de las etapas defi
nidas en la LOJNJ, como son las de evaluación de conocimientos, evaluación curricular,
pruebas de confianza y entrevista personal. La reforma del 2019 agregó a ello dos exi
gencias: a) que todos los votos que emitan sus miembros en el marco de estos concursos
sean públicos y motivados; y b) que la votación “no altere los resultados del concurso de
méritos”; esto es, que debe respetarse estrictamente el cuadro final de méritos que resul
te de cada concurso, buscando evitar los casos de discrecionalidad y falta de motivación
que se dieron en el antiguo CNM.
Cabe agregar además que, a partir de la Ley de Carrera Judicial, los concursos de se
lección y nombramiento son de dos tipos: de acceso abierto y de ascenso, habiendo dis
puesto recientemente la JNJ que los concursos de acceso abierto sean convocados con pos
terioridad a los de ascenso, solo respecto de aquellas plazas del segundo y tercer nivel que
hayan quedado vacantes, manteniendo un carácter abierto las de primer y cuarto nivel(4).
Esta decisión es importante porque fortalece la carrera judicial en el país, dando prio
ridad a aquellos magistrados de carrera que demuestren mayor capacidad e idoneidad en
el ejercicio de sus funciones para el ascenso. Sin embargo, considero que un mecanismo
(4) Reglamento de Concursos para a Selección y Nombramiento de Jueces y Fiscales, aprobado mediante
Resolución N° 047-2021-JNJ.
que permitiría garantizar mejor dicha idoneidad es que la carrera judicial sea cerrada (im
plica reforma constitucional) al que se ingrese por el primer nivel a una verdadera Escue
la de la Magistratura, donde los postulantes aprobados luego de una formación estricta de
dos años, sean nombrados directamente de acuerdo a su ubicación en el cuadro de méritos.
Cabe precisar que, si bien se mantuvo vigente lo dispuesto en el artículo 5o, inciso 7
del Código Procesal Constitucional por un tiempo, hasta la entrada en vigencia del nue
vo Código Procesal Constitucional (Ley N° 31307) de acuerdo al cual procedía la acción
constitucional contra las resoluciones en materia de destitución y ratificación de jueces y
fiscales, cuando éstas no hayan sido motivadas o se hayan dictado sin previa audiencia al
interesado, la LOJNJ incluyó disposiciones destinadas a evitar dicha situación. Así, el ar
tículo 37° de la LOJNJ abre la posibilidad de que el juez o fiscal no ratificado pueda so
licitar la reconsideración de dicha decisión dentro de los 05 días hábiles siguientes a su
notificación, la que debe ser resuelta por la JNJ en un plazo de 30 días hábiles, señalando
expresamente que dicha decisión “se emite en única y definitiva instancia”.
Por otro lado, a pesar de que el artículo 154° las menciona como competencias dis
tintas, la JNJ ha mantenido el criterio del CNM de considerar a la ratificación y la evalua
ción de desempeño como una sola función, habiendo expedido un reglamento único en la
materia(5). Sin embargo, a nuestro entender este criterio es erróneo, dado que desdibuja un
mecanismo válido para evaluar la competencia, profesionalidad e idoneidad de los magis
trados para acercarlo a la figura de la ratificación, utilizada históricamente por regímenes
dictatoriales para someter a la magistratura a sus intereses políticos(6).
(5) Ver Reglamento de Procedimiento de Evaluación Integral y Ratificación de Jueces y Juezas del Poder
Judicial y Fiscales del Ministerio Público, aprobado mediante Resolución N° 260-2020-JNJ.
(6) PASARA, L. Jueces, justicia y poder en el Perú. Cedys, Lima, 1981.
Esperamos en todo caso que esta interpretación “democrática” de la ratificación ayu
de a brindar la tranquilidad que necesitan jueces y fiscales para ejercer sus funciones de
manera autónoma, sin el temor de ser cuestionados políticamente a través de este meca
nismo. Claro que en una futura reforma la ratificación debe eliminarse a cambio de forta
lecerse el sistema de control.
A largo plazo, una función más relevante es la participación que tendrá la JNJ en la
formulación del perfil de jueces y fiscales, lo que permitirá contar con magistrados que
respondan mejor a las exigencias del servicio de justicia a nivel nacional. Sin embargo,
para ello sería más conveniente que la JNJ sea la encargada de definir la curricula de for
mación, capacitación y ascenso de magistrados, que sea implementada a través de una Es
cuela de la Magistratura que trabaje de manera coordinada con las Facultades de Dere
cho de mayor prestigio.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
|J| Ante la eventual afectación del derecho al debido proceso -solo en los casos de ausencia de
una resolución final debidamente motivada y/o dictada sin previa audiencia al interesado,
conforme a los límites previstos por el artículo 154 inc. 3 de la Constitución-, correspon
derá que este Tribunal module los efectos de su sentencia, disponiendo que el proceso de
ratificación o disciplinario, según sea el caso, vuelva al estado en que se encontraba antes
de la vulneración, de conformidad con el artículo 1 del Código Procesal Constitucional:
STC Exp. N° 01249-2018-PA/TC (f. j. 20).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17), 20,39,91 inc. 2), 99,100,150,154,156,157,179 inc. 2); L.O.P.J.:
art. 80 inc. 3); L.O.J.N.J.: arts. 5 al 10, 79; L.O.E.: art. 107 inc. b), 113 inc. b); Ley
29277: art. 5; D.Leg. 807: art. 44; R. 22-2001-AMAG-CD.
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 30904 del 10/01/2019.
(1) ATIENZA, Manuel. “Virtudes judiciales. Sobre la selección y formación de los jueces en el Estado de
Derecho”. En: Jueces y Derecho. Problemas contemporáneos. Porrúa - UNAM, México, 2004, p. 19.
caso. Para ello, una de las instituciones clave es el Consejo Nacional de la Magistratura.
Según el texto original de la Constitución (1993), dicha entidad nombraba jueces y fisca
les, los ratificaba cada siete años y podía destituirlos (artículo 154). La realidad evidenció
que era indispensable y urgente su reforma. Graves denuncias de corrupción fueron el de
tonante para que ello suceda. El referéndum realizado el 09 de diciembre del 2018 mar
có el inicio del cambio. Se aprobó la propuesta de reforma constitucional presentada por
el Ejecutivo con las modificaciones introducidas por el Congreso, entre estas últimas, un
innecesario cambio de nombre: Junta Nacional de Justicia.
Este modelo fracasó. Fue “capturado ” por personas que carecían de principios éticos
y que trataron de copar el sistema de justicia con sus allegados. Ratificaciones y nombra
mientos irregulares, denuncias por corrupción, subordinación al poder político, entre otras
razones, justificaron la remoción de todos sus integrantes por el Congreso de la República.
La Resolución Legislativa N° 016-2017-2018, publicada el 21 de julio del 2018, dispuso
la remoción de los entonces consejeros Orlando Velásquez, Iván Noguera, Julio Gutiérrez,
Baltazar Morales, Hebert Cubas, Guido Águila y Maritza Aragón, por la comisión de ac
tos que configuran una “causa grave ”, en aplicación del artículo 157 de la Constitución.
La Ley N° 30833, publicada el 28 de julio, declaró en situación de emergencia el Conse
jo Nacional de la Magistratura, suspendió su funcionamiento y la vigencia de su ley orgá
nica por un periodo de nueve meses (artículos 1 y 2). Por ello, desde julio del 2018 hasta
el nombramiento y ejercicio de funciones de los miembros de la Junta Nacional de Justi
cia, no se podía destituir a un juez o a un fiscal corrupto. No había quien pudiera hacerlo.
(2) ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Estructuras judiciales. Ediar, Buenos Aires, 1994, pp. 217 y ss.
(3) Estuvo conformada por Alian Wagner Tizón, quien la presidió, Delia Revoredo Marsano, Hugo Sivina
Hurtado, Samuel Abad Yupanqui, Eduardo Vega Luna, Ana Teresa Revilla Vergara y Walter Albán Peralta.
del sistema de justicia. Dicho informe incluiría la propuesta de creación de un mecanis
mo de coordinación y articulación de los diversos actores del sistema de justicia, que ga
rantice la sostenibilidad de una reforma integral (artículo 6).
(4) https://www.presidencia.gob.pe/docs/informes/INFORME_COMISION_CONSULTIVA.pdf
propuso reformar los artículos 155 y 156 de la Constitución, introduciendo una disposi
ción complementaria transitoria única. Veamos:
Artículo 155.- Los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura son elegidos por
concurso público de méritos por una Comisión Especial conformada por el Presidente
del Poder Judicial, quien la preside, el Fiscal de la Nación, el Presidente del Tribunal
Constitucional, el Defensor del Pueblo y el Contralor General de la República.
La Comisión Especial deberá instalarse seis (6) meses antes del vencimiento del
mandato de los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura convocada por el
Presidente del Poder Judicial.
La elección de los consejeros es realizada a través de un procedimiento regulado legal
mente, con el apoyo técnico del órgano rector para los recursos humanos del Estado
a cargo del servicio civil y la carrera pública. El procedimiento de selección brinda
garantías de máxima publicidad y transparencia y promueve la vigilancia ciudadana.
Los miembros titulares del Consejo Nacional de la Magistratura son cinco (5) y son
elegidos conjuntamente con tres (3) suplentes, por un período de cinco (5) años.
La elección de los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura garantiza una
participación equilibrada de consejeros hombres y mujeres.
Artículo 156.- Para ser miembro del Consejo Nacional de la Magistratura se requiere
ser peruano de nacimiento, abogado con más de treinta (30) años de ejercicio profe
sional, una intachable trayectoria personal, profesional, democrática, de integridad
y respeto a los derechos humanos. Asimismo, haber ejercido con solvencia cargos
públicos o privados y no tener antecedentes penales o judiciales. Adicionalmente, se
garantiza que los postulantes seleccionados no incurran en conflicto de interés.
El miembro del Consejo Nacional de la Magistratura goza de los mismos beneficios
y derechos de un juez de la Corte Suprema y está sujeto a las mismas obligaciones e
incompatibilidades.
Disposición Complementaria Transitoria
ÚNICA.- Revisión a cargo de la nueva composición del Consejo Nacional de la
Magistratura
El Consejo Nacional de la Magistratura, elegido bajo la presente reforma constitucional,
en un plazo no mayor de dieciocho (18) meses, se encuentra facultado para revisar los
nombramientos, ratificaciones y evaluaciones en trámite efectuados por los consejeros
removidos por el Congreso de la República conforme a la Resolución Legislativa
N° 016-2017-201CR, en aquellos casos que existan indicios de graves irregularidades.
El Congreso aprobó la propuesta del Poder Ejecutivo introduciendo algunas modifi
caciones en el texto sustitutorio aprobado. Entre ellas, incluyó la reforma del artículo 154
de la Constitución para ampliar las funciones del Consejo Nacional de la Magistratura lo
cual resultaba innesario.
Luego de su ratificación en el referéndum realizado el 09 de diciembre, se publicó la
Ley N° 30904, el 10 de enero del 2019, que reformó los artículos 154 (funciones), 155
(conformación y proceso de selección) y 156 de la Constitución (requisitos de sus inte
grantes). Introdujo dos disposiciones complementarias transitorias y una disposición com
plementaria final. La primera señala que la selección de sus integrantes se realizará en un
plazo no mayor de noventa días calendario luego de entrada en vigencia de la modifica
ción de la ley, la segunda autoriza un proceso de revisión de las actuaciones irregulares
efectuadas por los consejeros removidos por el Congreso de la República. Y, la disposi
ción complementaria final dispuso que se sustituya la denominación “Consejo Nacional
de la Magistratura ” por la de “Junta Nacional de Justicia ” en todas las normas vigentes.
El debate efectuado en el Congreso nos da luces sobre los cambios introducidos.
El proyecto fue sometido a votación en el Pleno luego de rechazarse una cuestión pre
via presentada por la congresista Pariona Tarqui (Nuevo Perú) a fin de votar por separa
do el artículo 155 que no incluía una disposición que garantice el “equilibrio de la repre
sentación entre hombres y mujeres en la conformación del Consejo ”. La cuestión previa
fue desestimada: contó con 69 votos en contra, 42 a favor y una abstención. Finalmente el
texto sustitutorio del proyecto de ley de reforma constitucional, fue aprobado por 112 vo
tos, ninguno en contra y ninguna abstención(5). ¿Qué cambios introduce?
“(. • •) cómo vamos hacer saber a la población que hay un cambio en el Consejo Na
cional de la Magistratura.
Yo creo que un nombre que ya ha tenido la desgracia de haber vivido, no es cosa menor,
deberíamos cambiar el nombre por la Asamblea Nacional de Justicia”(6)
Y posteriormente señaló que “En el transcurso de la tarde hemos estado viendo la
posibilidad y el consenso hacia el cambio de nombre, y quisiera proponer un cambio, a
la “Junta Nacional de Justicia” (7).
(5) CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Diario de los Debates. Primera legislatura ordinaria 2018,8o A Sesión
(Matinal), 18 de setiembre de 2018, pp. 119-121.
(6) Ibidem, p. 31.
(7) Ibidem, p. 114.
La segunda disposición complementaria transitoria(8) dispuso que en un plazo no mayor de
dieciocho meses, revisará los nombramientos y ratificaciones irregulares efectuados por
el anterior Consejo, pudiendo declarar su nulidad. Se trata de una ardua pero indispensa
ble tarea destinada a corregir las irregularidades cometidas por el desactivado Consejo.
(8) “Autorízase a la Junta Nacional de Justicia para que en un plazo no mayor de dieciocho (18) meses pro
ceda a revisar los nombramientos, ratificaciones, evaluaciones y procedimientos disciplinarios efectuados
por los consejeros removidos por el Congreso de la República, conforme a la Resolución Legislativa del
Congreso N° 016-2017-2018-CR, en los casos que existan indicios de graves irregularidades”.
(9) CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Ob. cit., p. 53.
(10) SAGÚES, Néstor. El Tercer Poder. Notas sobre el perfil político del Poder Judicial. LexisNexis, Buenos
Aires, 2005, p. 267.
(11) SILVA DEL CARPIO, Cruz. Paren la farsa. Apuntes sobre la elección y la fiscalización a los consejeros
del Consejo Nacional de la Magistratura. Instituto de Defensa Legal Justicia Viva, Lima, 2016, pp. 103
y ss.
(12) COMISIÓN DE PROFESORES PARA IMPULSAR EL DEBATE SOBRE LA REFORMA DE LA JUS
TICIA EN EL PERÚ. Selección, nombramiento, evaluación, ratificación y destitución de jueces y fiscales
por el Consejo Nacional de la Magistratura. Breve balance y algunas propuestas. PUCP, Lima, 2014, p. 20.
(13) GRÁNDEZ CASTRO, Pedro. “La nueva Junta Nacional de Justicia y los desafíos pendientes”. En: PRIO-
RI POSADA, Giovanni (coordinador). Justicia y proceso en el siglo XXI. Desafios y tareas pendientes.
Palestra Editores, Lima, 2019, p. 715.
el debate en el Pleno. Se dejó de lado una valiosa oportunidad bajo la equivocada idea de
privilegiar el mérito, pese a que ello no resulta incompatible con la participación iguali
taria de mujeres. Veamos:
|jj| La Junta Nacional de Justicia asume distintas funciones que antes correspondían al Consejo
Nacional de la Magistratura, una de ellas es la facultad de imponer sanciones: STC Exp.
N° 04865-2016-PA/TC (f. j. 6).
H La Junta Nacional de Justifica se creó, mediante Ley 30904, con sujeción a su ley orgá
nica, en reemplazo del antes llamado Consejo Nacional de la Magistratura: STC Exp.
N° 0429-2015-PA/TC.
|j| La Junta Nacional de Justicia debe cumplir con sus obligaciones establecidas en su Ley
Orgánica como el nombramiento, ratificación y destitución, respetando los parámetros
constitucionales establecidos por el Tribunal Constitucional: STC Exp. N° 0429-2015-PA/
TC (f.j.49).
BIBLIOGRAFÍA
ATIENZA, Manuel. “Virtudes judiciales. Sobre la selección y formación de los jueces en el Estado
de Derecho”. En: Jueces y Derecho. Problemas contemporáneos, Porrúa - UNAM, México, 2004;
COMISIÓN DE PROFESORES PARA IMPULSAR EL DEBATE SOBRE LA REFORMA DE LA JUS
TICIA EN EL PERU. Selección, nombramiento, evaluación, ratificación y destitución de jueces y fiscales
por el Consejo Nacional de la Magistratura. Breve balance y algunas propuestas. PUCP, Lima, 2014;
CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Diario de los Debates. Primera legislatura ordinaria 2018,8o A Sesión
(Matinal), 18 de setiembre de 2018; GRÁNDEZ CASTRO, Pedro. “La nueva Junta Nacional de Justicia
y los desafíos pendientes”. En: PRIORI POSADA, Giovanni (coordinador). Justicia y proceso en el siglo
XXI. Desafíos y tareas pendientes. Palestra Editores, Lima, 2019; SAGÚES, Néstor. El Tercer Poder. Notas
sobre el perfil político del Poder Judicial. LexisNexis, Buenos Aires, 2005; SILVA DEL CARPIO, Cruz.
Paren la farsa. Apuntes sobre la elección y lafiscalización a los consejeros del Consejo Nacional de
la Magistratura. Instituto de Defensa Legal Justicia Viva, Lima, 2016; ZAFFARONI, Eugenio Raúl.
Estructuras judiciales. Ediar, Buenos Aires, 1994.
Artículo 156 Requisitos para ser miembro de la Junta
Nacional de Justicia
Para ser miembro de la Junta Nacional de Justicia se requiere:
l. Ser peruano de nacimiento.
2. Ser ciudadano en ejercicio.
3. Ser mayor de cuarenta y cinco (45) años, y menor de setenta y
cinco (75) años.
4. Ser abogado:
a. Con experiencia profesional no menor de veinticinco (25)
años; o,
b. Haber ejercido la cátedra universitaria por no menos de
veinticinco (25) años; o,
c. Haber ejercido la labor de investigador en materia jurídica
por lo menos durante quince (15) años.
5. No tener sentencia condenatoria firme por delito doloso.
6. Tener reconocida trayectoria profesional y solvencia e idoneidad
moral.
Los miembros de la Junta Nacional de Justicia gozan de los
mismos beneficios y derechos y están sujetos a las mismas
obligaciones e incompatibilidades que los jueces supremos. Su
función no debe incurrir en conflicto de intereses y es incompa
tible con cualquier otra actividad pública o privada fuera del
horario de trabajo. Salvo la docencia universitaria^
CONCORDANCIAS:
C.: arts.; 31, 39, 91 inc. 2), 146, 147 ines. 1), 2), 3), 4), 150, 154; C.P.: arts. 385, 401;
L.O.C.N.M.: arts. 4, 5, 6, 8, 9, 10; Ley 29277: art. 5; R. 22-200LAMAG-CD; C.A.D.H.:
art. 23.1c; D.U.D.H.: art. 21.2; P.I.D.C.P.: art. 25.c; P.I.D.E.S.C.: art. 1.1
I. Requisitos
La reforma cambia el perfil de los integrantes del Consejo Nacional de la Magistratu
ra, en la actualidad, Junta Nacional de Justicia. Dispone que serán abogados de reconoci
da trayectoria profesional y solvencia e idoneidad moral, mayores de 45 y menores de 75
años, con experiencia profesional o ejercicio de la docencia universitaria no menor de 25
años. O, en todo caso, que acrediten haber ejercido la labor de investigador en materia ju
rídica por lo menos durante quince años. Esto último fue introducido por el Congreso sin
que se precise a que se referían cuando se refiere a un “investigador en materiajurídica”.
Además, no deben tener sentencia condenatoria firme por delito doloso.(*)
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 30904 del 10/01/2019.
Durante el debate en el Pleno del Congreso existieron algunas críticas a la propuesta
de que solo sean abogados quienes integren la Junta. Así, por ejemplo, la congresista Ma
risa Glave (Nuevo Perú), consideraba(1) “que no sean únicamente profesionales del de
recho quienes conformen el Consejo Nacional de la Magistratura Por su parte, para el
congresista Arana Zegarra del Frente Amplio1 (2) el tema de la justicia no es solo un tema
de abogados, y consideraba que debía promoverse la participación de la sociedad civil.
Desde otro ángulo, el congresista Acuña Nuñez (Alianza para el Progreso) propuso
incorporar un “nuevo requisito ” a fin de que “ningún miembro tenga ningún tipo de afi
liación política vigente ”(3). Se trataba con ello de evitar la presencia política en la Junta
que tanto daño hizo a gestiones anteriores del Consejo Nacional de la Magistratura. Por
su parte, la congresista Gloria Montenegro (Alianza para el Progreso) propuso como re
quisito para integrar la Junta “no tener proceso abierto ni sentencia condenatoria por de
lito doloso ”(4). Tales propuestas, lamentablemente, fueron desestimadas por la mayoría
del Congreso.
Asimismo, el congresista Gino Costa afirmaba que “hay una contradicción entre pe
dir 45 y 75 años de edad como requisito para ser consejero, y al mismo tiempo exigir 25
años de experiencia profesional, es muy difícil que alguien con experiencia profesional
de 25 pueda tener 45 años de edad". También, proponía que los candidatos a consejeros
“no tengan antecedentes penales ni judiciales”(5).
A su tumo, el congresista Oliva Corrales (Peruanos por el Kambio) planteó que “Se
incluyan los principios fundamentales que orienten la selección de los miembros del Con
sejo Nacional de la Magistratura, (...): transparencia, rendición de cuentas, ética públi
ca y vigilancia ciudadana”. Y que “se incluyan los principios fundamentales que guíen
la actuación de los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura, estos son: inte
gridad, independencia, imparcialidad y dignidad del cargo”(6).
(1) CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Diario de los Debates. Primera legislatura ordinaria 2018,8o A Sesión
(Matinal), 18 de setiembre de 2018, p. 28.
(2) Ibidem, p. 114.
(3) Ibidem, p. 30.
(4) Ibidem, p. 42.
(5) Ibidem, p. 54.
(6) Ibidem, p. 115.
El texto final no acogió los términos de la propuesta formulada por el Poder Ejecuti
vo que, a nuestro juicio, exigía un estándar mayor a los postulantes a la Junta Nacional de
Justicia, es decir, "una intachable trayectoria personal, profesional, democrática, de in
tegridad y respeto a los derechos humanos. Asimismo, haber ejercido con solvencia car
gos públicos o privados y no tener antecedentes penales o judiciales”.
La remoción fue aplicada por primera vez tratándose del consejero Éfraín Anaya Cár
denas en la sesión del Pleno del Congreso realizada el 06 de abril del 2010. La “causa
grave ” consistió en su inadecuada conducta funcional al haberse reunido fuera de las ins
talaciones del Consejo Nacional de la Magistratura con el entonces candidato -hoy fiscal
supremo- Tomás Aladino Gálvez Villegas durante un proceso de concurso público (Re
solución Legislativa N° 006-2009-2018). La segunda vez se aplicó a los integrantes del
último Consejo Nacional de la Magistratura (Resolución Legislativa N° 016-2017-2018).
Debido a las denuncias presentadas contra los últimos integrantes del Consejo Na
cional de la Magistratura por delitos cometidos en el ejercicio de la función, el Pleno del
Congreso acordó acusar constitucionalmente a los exconsejeros Guido Águila Grados, por
la presunta comisión del delito de organización criminal, tipificado en el artículo 317 del
Código Penal (Resolución Legislativa N° 011-2020-2021-CR, publicada el 13 de febre
ro de 2021); Julio Gutiérrez Pebe por la presunta comisión de los delitos de organización
criminal y patrocinio ilegal, tipificados en los artículos 317 y 385 del Código Penal (Re
solución Legislativa N° 010-2020-2021-CR, publicada el 13 de febrero de 2021); Orlan
do Velásquez Benites, por la presunta comisión del delito de organización criminal, tipifi
cado en el artículo 317 del Código Penal (Resolución Legislativa N° 012-2020-2021-CR,
publicada el 13 de febrero de 2021); y, finalmente, Iván Noguera Ramos (Resolución Le
gislativa N° 012-2020-2021-CR, publicada el 13 de marzo de 2021), por la presunta co
misión de los delitos de organización criminal y cohecho pasivo específico, tipificados en
los artículos 317 y 395 del Código Penal.
La Junta Nacional de Justicia tendrá una ardua tarea. No solo por sus nuevas funcio
nes (evaluación parcial del desempeño), sino por la labor de revisar nombramientos, rati
ficaciones, evaluaciones y procedimientos disciplinarios efectuados por los consejeros re
movidos por el Congreso de la República. Deberá priorizar su trabajo para evitar colapsar.
BIBLIOGRAFÍA
CENTRO DE INVESTIGACIÓN. Capacitación y asesoría Jurídica del Departamento Académico de
Derecho. Balance del proceso de conformación de la Junta Nacional de Justicia (JNJ): meses después
seguimos sin Junta. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2019; CONGRESO DE LA RE
PÚBLICA. Diario de los Debates. Primera Legislatura Ordinaria 2018, 8o A Sesión (Matinal), 18 de
setiembre de 2018; HAMMERGREN, Linn. “La experiencia peruana en reforma judicial: tres décadas
de grandes cambios con pocas mejoras”. En: PÁSARA, Luis (compilador). En busca de una justicia
distinta. Experiencias de reforma en América Latina. UNAM, México, 2004; PÁSARA, Luis. Una
reforma imposible. La justicia latinoamericana en el banquillo. Fondo Editorial PUCP, Lima, 2014.
(9) PÁSARA, Luis. Una reforma imposible. La justicia latinoamericana en el banquillo. Fondo Editorial
PUCP, Lima, 2014, p. 179.
(10) HAMMERGREN, Linn. “La experiencia peruana en reforma judicial: tres décadas de grandes cambios
con pocas mejoras”. En: PÁSARA, Luis (compilador). En busca de una justicia distinta. Experiencias de
reforma en América Latina. UNAM, México, 2004, pp. 331-332.
Artículo 157 Remoción de los miembros de la Junta
Nacional de Justicia
Los miembros de la Junta Nacional de Justicia pueden ser
removidos por causa grave mediante acuerdo del Congreso
adoptado con el voto conforme de los dos tercios del número
legal de miembros^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 31,39,99,100,102, inc. 10), 146,147 inc. 1),2),3), 150,154,156;L.O.J.N.J.:
arts. 4,41
El caso del exconsejero Efraín Anaya constituye el antecedente más conocido, pues
sus reuniones celebradas con el postulante Tomás Aladino Gálvez fuera del local del
CNM no solo generaron la anulación de una convocatoria para la elección de vocales y
fiscales supremos -por la denuncia de graves irregularidades y actos de corrupción en el
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 30904 del 10/01/2019.
(1) Véase CRUZ SILVA DEL CARPIO. Paren la farsa. Apuntes sobre la elección y la fiscalización a los
consejeros del Consejo Nacional de la Magistratura. IDL, Lima, 2016.
(2) Véase LOVATÓN PALACIOS, David. “El problema del CNM en Perú: ¿Por qué no pedir apoyo inter
nacional?”. En: Blog de la Fundación para el Debido Proceso (DPLF), de fecha 17 de agosto de 2016.
Recuperado de: El Problema del CNM en el Perú: ¿Por qué no pedir apoyo internacional? - Justicia en las -•
Américas (dplfblog.com)
procedimiento- sino también la remoción del cargo del exconsejero, conforme a lo esti
pulado en el artículo 157 de la Constitución Política.
[E]l bien jurídico constitucional afectado por la causa grave son las funciones
constitucionales del Consejo Nacional de la Magistratura, contenido en el Art.
154 de la Constitución Política del Perú. Por tanto, este bien jurídico implica,
en el presente caso, cumplir con seleccionar y nombrar a jueces y fiscales su
premos, con las garantías de objetividad, imparcialidad, probidad y dignidad de
la función; en consecuencia, producida la causa grave por el Consejero Anaya,
el CNM no pudo continuar con el proceso de nombrar jueces y fiscales supre
mos ni convocar a otros procesos(3).
Así, a través de la Resolución Legislativa N° 0006-2009-CR, de fecha 10 de abril de
2010, el Congreso de la República terminó removiendo del cargo al exconsejero Efraín
Anaya por incurrir en causa grave. Este caso sentaría las bases para la remoción posterior
de los siete últimos miembros del CNM y también sobre la futura aplicación del artículo
157 de la Carta Fundamental.
Sin perjuicio de lo mencionado, vale precisar que los miembros de la actual Junta Na
cional de Justicia también se encuentran comprendidos dentro de los alcances de los artícu
los 99 y 100 de la Constitución Política. Por lo tanto, estos pueden ser sometidos ajuicio
y/o antejuicio político según corresponda en cada caso en concreto, por infracción políti
ca o por la presunta comisión de delitos que hayan cometido durante el ejercicio del car
go y hasta cinco años después de que hayan cesado en sus funciones.
(3) COMISIÓN DE JUSTICIA Y DERECHOS HUMANOS. Informe 002-2009-2010, que aprueba la remoción
en el cargo al Sr. Efraín Javier Anaya Cárdenas, fundamento décimo octavo.
país, en este caso en concreto, el intercambio de favores entre miembros del CNM, jueces
de Cortes Superiores y Corte Suprema.
“Art. 8.-(...)
Constituye causa grave en el ejercicio del cargo, aceptar, llevar a cabo o propi
ciar reuniones o comunicaciones con los postulantes a juez o fiscal, de cualquier
nivel, durante la etapa de postulación a concurso público de méritos y evalua
ción personal, o proceso de ascenso, así como con juez o fiscal sometido a ra
tificación o procedimiento disciplinario, con el objeto de obtener algún tipo de
beneficio para sí o para terceros. En estos casos procede conforme al artículo
157 de la Constitución Política del Perú
(...)”.
Así, se propuso por un lado que el procedimiento se llevara a cabo con base en el an
tecedente parlamentario recaído en el caso Anaya, pero, por otro, se sostuvo que debía
llevarse a cabo el procedimiento de acusación constitucional, conforme a lo estipulado en
los artículos 99 y 100 de la Constitución Política.
Evidentemente, dicha decisión fue motivada en razón a que los hechos no encuadra
ban de manera exacta en lo estipulado en la definición de ‘causa grave’ consagrada en la
Ley Orgánica del CNM4(5) y el Congreso de la República deseaba acelerar la tramitación
de la remoción de los consejeros, garantizando al mismo tiempo el debido proceso, ya que
los indicios de presuntos actos de corrupción eran contundentes y, detrás de todo lo men
cionado, se encontraba el funcionamiento de un órgano constitucionalmente autónomo de
enorme relevancia para la administración de justicia en nuestro país.
Ahora bien, el informe se basó en los diferentes audios difundidos por IDL-Reporte-
ros y notas difundidas por diferentes medios periodísticos, como El Comercio y La Repú
blica, entre otros. Las conductas que se consideraron cometidas por los exconsejeros fue
ron las siguientes: i) supuestos actos que contravendrían la ética pública y la exigencia de
dignidad y probidad en el ejercicio del cargo; ii) presuntos actos de corrupción realizados
en el desempeño de sus funciones; iii) presuntos actos que vulnerarían el principio demo
crático; iv) probables actos que contravendrían el Estado Constitucional de Derecho, y
v) supuestos actos que vulnerarían la Constitución y reglas de convivencia constitucional(6).
En síntesis, los argumentos más fuertes -desde nuestro punto de vista- que utilizó la
Comisión de Justicia y Derechos Humanos fue el referido al menoscabo de la ética públi
ca, dignidad del cargo y desmerecimiento público del ahora disuelto CNM y la alta pro
babilidad de comisión de actos de corrupción, los cuales impactaban el ámbito de los de
rechos fundamentales de la ciudadanía(7), en especial de aquellas personas que deseaban
acceder a la función pública, pero en igualdad de condiciones que los demás.
Con el fin de resguardar el debido proceso, la comisión brindó espacio para que los
exconsejeros ejercieran su derecho a la defensa respecto de las denuncias que se les ha
bía realizado, pero algunos no asistieron al Congreso para realizar sus descargos y los que
sí lo hicieron no lograron desvirtuar los hechos denunciados en su contra. De esta mane
ra, la Comisión de Justicia y Derechos Humanos emitió su informe final recomendando
al Pleno del Congreso de la República proceder conforme al artículo 157 de la Constitu
ción Política y remover -en su totalidad- a los exconsejeros del CNM.
Luego del otorgamiento de la confianza por el Parlamento, las medidas fueron some
tidas a referéndum el 9 de diciembre del mismo año -uno de los escenarios más emble
máticos respecto a participación de la ciudadanía sobre asuntos referidos a la parte orgá
nica de la Constitución- y culminaron aprobándose por amplia mayoría, con excepción
de la propuesta de la bicameralidad. (No olvidemos que esto último sucedió así debido a
que se tergiversó la propuesta de reforma de tal manera que, en un eventual regreso al bi-
cameralismo, se permitiese a los congresistas reelegirse en una cámara distinta).
De dicho modo -y sin profundizar en los detalles del procedimiento de selección por
razones de espacio y objetivos del presente comentario- la Junta Nacional de Justicia fi
nalmente terminaría conformada a la fecha por Henry Ávila (actual Presidente de la JNJ),
Humberto de la Haza (vicepresidente), Luz Tello Valcárcel, Aldo Vásquez, Imelda Tumia-
lán, María Zavala y Guillermo Thomberry.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jjl Los artículos 157yl61dela Constitución establecen que para la remoción de los miembros
del Consejo Nacional de la Magistratura y del Defensor del Pueblo se requiere el voto con
forme de los 2/3 del número legal de los miembros del Congreso, por lo que a fin de evitar
incongruencias que puedan desprenderse del propio orden constitucional, es necesario que
el número de votos para destituir del cargo a los otros funcionarios previstos en el artículo
99 de la Constitución, o, en su caso, para inhabilitarlo hasta por 10 años para el ejercicio de
la función pública por infracción de la Constitución, no sea menor a los 2/3 del Congreso,
sin participación de la Comisión Permanente: STC Exp. N° 00006-2003-AI/TC (f. j. 23).
(11) Véase el artículo 4 de la Ley N° 30916, Ley Orgánica de la Junta Nacional de Justicia.
de Justicia” cumplió con parámetros constitucionales, por cuanto se refiere, razonable y di
rectamente, al contenido de los artículos 154, 155 y 156 de la Constitución, que eran objeto
de reforma: STC Exp. N° 00013-2020-PI/TC (f. j. 68).
(Jl La Junta Nacional de Justicia debe cumplir obligaciones establecidas en su ley orgánica
como el nombramiento, ratificación y destitución de magistrados con respeto a los pará
metros constitucionales que ha establecido el Tribunal Constitucional (previa audiencia y
debida motivación de las resoluciones administrativas), pues en todo estado constitucional
de derecho no hay zonas exentas de control constitucional: STC Exp. N° 0429-2015-PA/
TC (f.j.49).
BIBLIOGRAFÍA
CRUZ SILVA DEL CARPIO. Paren la farsa. Apuntes sobre la elección y la fiscalización a los con
sejeros del Consejo Nacional de la Magistratura. IDL, Lima, 2016; LOVATÓN PALACIOS, David.
“El problema del CNM en Perú: ¿Por qué no pedir apoyo internacional?” En: Blog de la Fundación
para el Debido Proceso (DPLF), de fecha 17 de agosto de 2016.
CAPITULO X
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 39,91 inc. 2), 99,100,146,147,150,153,154 inc. 3), 203 inc. 2); C.C.: arts.
1366, 1368; C.P.; arts. 385, 395, 401, 418, 420, 424; L.O.M.P.: arts. 1, 2, 5, 15, 18,
19, 21, 22, 30, 81, 84, 85 inc. 2); Ley 26335: art. 11; Ley 29277; C.A.D.H.: art. 23;
D.U.D.H.: art. 21; P.I.D.C.P.: art. 25.b
(1) Citado por RUSCONI, Maximiliano A. “Reforma procesal y la llamada ubicación institucional del Ministerio
Público”. En: El Ministerio Público en elproceso penal. Compilador Julio B. J. Maier. Ia edición. Ad-Hoc,
1993, p. 74.
(2) RUSCONI, Maximiliano A. “División de poderes en el proceso penal e investigación a cargo del Ministerio
Público”. Ibidem, p. 105.
(3) El 7 de julio del 2018 se publicaron audios que ponían en evidencia que la corrupción había alcanzado
las altas esferas de los órganos encargados de la Administración de Justicia, Poder Judicial, Ministerio
Publico, Consejo Nacional de la Magistratura; razón por la cual se promovió la reforma del CNM que
fue aprobada por Ley N° 30904 del 10 de enero de 2019 que modificó los artículos 154, 155 y 156 de
la Constitución Política dando lugar a la creación de la Junta Nacional de Justicia, cuya Ley Orgánica
N° 30916 fue publicada el 19 de febrero de 2019.
1. Promover de oficio o a petición de parte la acción de la justicia en defensa de la le
galidad, de los derechos ciudadanos y de los intereses públicos tutelados por la ley.
2. Velar por la independencia de los órganos judiciales y por la recta administra
ción de justicia.
3. Representar a la sociedad en juicio.
4. Vigilar e intervenir en la investigación del delito desde la etapa policial, y pro
mover la acción penal de oficio o a petición de parte.
Conforme a lo dispuesto por el artículo 251 de la Ley Fundamental, los órganos del Mi
nisterio Público eran: el Fiscal de la Nación, los Fiscales ante la Corte Suprema, nombrados
por el Presidente de la República con aprobación del Senado, quienes se turnaban cada dos
años en el ejercicio del cargo de Fiscal de la Nación; los Fiscales ante las Cortes Superiores
y los Fiscales ante los juzgados de primera instancia y de instrucción. A renglón seguido es
tablecía que los miembros del Ministerio Público tienen las mismas prerrogativas que los in
tegrantes del Poder Judicial en sus respectivas categorías; les afecta las mismas incompatibi
lidades, su nombramiento está sujeto a idénticos requisitos y procedimientos y que una ley
orgánica fijará las demás disposiciones relacionadas con la estructura y el funcionamiento.
(4) CRUZ, Femando. De la exclusión a la confianza mediante el acceso a la justicia. Informe de la misión
Fortalecimiento Institucional de la Justicia en el Perú. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) Ministerio de Justicia República del Perú, abril de 2001, p. 30.
La promulgación de la Ley Orgánica, significó un retroceso con respecto al manda
to constitucional, en efecto, el artículo 94.2 que regula las atribuciones del Fiscal Provin
cial, establece que:
Como lo apunta Juan Bustos Ramírez, citado por César San Martín, los principios
de unidad y dependencia jerárquica son características orgánicas del Ministerio Público
(provienen del axioma del Derecho francés: El Ministerio Público es uno e indivisible).
Unidad se entiende en el sentido de que cuando actúa un fiscal representa a la institución
en su totalidad y dependencia jerárquica implica que todas las cuestiones técnicas y
de táctica y estrategia han de surgir desde el cuerpo de instrucciones y del principio de
obediencia jerárquica; empero, ello en modo alguno puede ser obstáculo a la independencia
del fiscal en sus decisiones jurídicas; no hay que confundir unidad y dependencia que tienen
relación con cuestiones orgánicas institucionales y administrativas con la función jurídica
del fiscal que para ser imparcial necesariamente ha de estar fundada en la independencia
de su opinión jurídica(7).
(7) INSTITUTO DE INVESTIGACIONES DEL MINISTERIO PÚBLICO. Legislación penal contra los delitos
de corrupción. Texto de la Conferencia dictada por César San Martín, sobre “Corrupción y organización
del Ministerio Público”. Ediciones Jurídicas, Lima, 2001, p. 216.
e interpretación, todo en función al servicio de su unidad de actuación, como condición
de la unidad legal, nacional, judicial o jurisdiccional”.
Como consecuencia de la crisis institucional generada por la difusión de los CNM Au-
dios y luego de la remoción de todos los miembros del Consejo de la Magistratura, el en
carcelamiento del Presidente de la Corte Superior de Justicia del Callao y la renuncia del
Presidente del Poder Judicial, el expresidente de la Corte Suprema de Justicia, Dr. Víctor
Prado, como primera medida de reforma institucional anunció la elección del Presidente
(8) Ley N° 29286 modifica la Ley Orgánica del Ministerio Público en lo referente al sistema de elección y
funciones de las máximas autoridades en los distritos judiciales.
del Poder Judicial por votación directa, universal, secreta y obligatoria de todos los jue
ces titulares. Ello evitaría componendas promovidas por los integrantes de organizacio
nes criminales como los Cuellos Blancos del Puerto, en su afán de infiltrar y controlar las
instituciones.
Desde el 1 de julio del 2006 conforme a lo dispuesto por el Decreto Legislativo N° 957
promulgado el 29 de julio del 2004, se ha implementado progresivamente la Reforma
Procesal Penal, la misma que está orientada a un sistema procesal de carácter acusatorio.
El nuevo Código Procesal Penal (en adelante, CPP) no eliminó la posibilidad de inje
rencia del poder político y tampoco posicionó a las instituciones para luchar frontalmente
contra la delincuencia común, la corrupción, el crimen organizado; todo lo cual es conse
cuencia de la crisis política e institucional que venimos atravesando en las últimas déca
das y se manifiesta en el desinterés de la clase política por fortalecer las instituciones de
mocráticas en general y el Ministerio Publico en particular, prueba de ello es que desde
1981 hasta la fecha no se ha actualizado su Ley Orgánica.
También enfrentó una grave crisis institucional como consecuencia de haberse difun
dido los audios que ponen en evidencia la existencia de una verdadera organización cri
minal integrada por jueces y fiscales supremos, miembros del disuelto Consejo Nacional
de la Magistratura, magistrados de otras jerarquías, abogados defensores, etc. Esta situa
ción fue totalmente incierta y de imprevisibles consecuencias.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
La autonomía del Ministerio Público debe entenderse en relación con cada uno de los fisca
les en tanto representantes de su institución: STC Exp. N° 06204-2006-PHC/TC (f. j. 13).
(j] No se le puede obligar al representante del Ministerio Publico a denunciar cuando este
considere que no se trata de un hecho de connotación penal, ni a imputar un delito distinto
al que este considere que se haya cometido: STC Exp. N°s 00012-2018-PI/TC y 0013-
2018-PI/TC (Acumulados) (f. j. 6).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 ines. 5), 24)f, 41, 80, 107, 100, 139 inc. 2), 143, 146 inc. 1), 158, 166, 179
inc. 2), 203 inc. 2); C.P.Ct.: arts. 17,18,36,37 inc. 4), 42,97,98; C.P.C.: arts. 82,113
al 118, 336,481, 507, 827 inc. 5), 835; C.P.P.: art. IV, 60 al 69; C. de P.P.: arts. 2, 59
y ss.; L.O.P.J.: arts. 1, 2,4, 16, 24, L.O.M.P.: arts. 1,4, 5, 8, 9, 11,12, 30, 71, 84,94
inc. 2); C.A.D.H.: art. 8; P.I.D.C.P.: arts. 14, 15
En cuanto a las funciones del Ministerio Público, como se tiene expuesto, a partir de
1979 debía operarse un cambio radical al considerarlo como un organismo autónomo y
jerárquicamente organizado, y si bien es parte de la estructura del Estado, no constituye
un nuevo Poder, como el Ejecutivo, Legislativo o Judicial, sino un órgano extrapoder; con
funciones que lo vinculan con estos, específicamente con el último de los citados. Actual
mente sus funciones están señaladas en el artículo 159 de la Constitución Política, en el
que encontramos modificaciones importantes con respecto a la anterior:
Pero el Perú es el país de las reformas frustradas y de las ocasiones pérdidas, la ra
dical reforma procesal no se llevó a cabo inmediatamente y continuó teniendo vigencia
el Código de Procedimientos Penales promulgado en 1940 y lo que es más grave, sufri
mos una involución, pues de tener un sistema procesal penal mixto, con un Procedimien
to Penal Ordinario para todos los delitos perseguibles por acción pública, pasamos a te
ner un Procedimiento Penal Sumario de carácter acentuadamente inquisitivo cuyo ámbito
de acción ha ido en aumento a partir de 1969 en que se introdujo para el cinco por cien
to de tipos penales hasta alcanzar el noventa por ciento de tipos penales y a pesar de estar
en el siglo XXI el Fiscal Provincial continuó con sus facultades de investigación recorta
das, pues solo podía practicar la Investigación Preliminar para determinar si existe causa
probable, es decir si existen los requisitos legales para promover acción penal ante el juez
instructor. Esta situación afortunadamente llegará a su fin con la culminación de la imple-
mentación progresiva del Código Procesal Penal conforme a lo dispuesto por el Decreto
Legislativo N° 005-2021-JUS.
Las funciones del Ministerio Público en el contexto de los sistemas inquisitivos refor
mados o mixtos eran muy secundarias, los fiscales cumplían funciones de carácter burocrá
tico y no un rol de investigador activo, el rol cumplido ha sido absolutamente irrelevante
y la irrelevancia de los roles desempeñados han impactado en los aspectos organizacio-
nales de la institución. Para el cambio se le ha agregado nuevas potestades a la ya tradi
cional potestad de ser titular del ejercicio de la acción penal pública. Se le ha adjudica
do la responsabilidad de llevar adelante la investigación preparatoria de los delitos; se le
han otorgado algunas facultades discrecionales para el ejercicio de la acción penal. Así
(1) SAN MARTÍN CASTRO, César. Legislación penal contra los delitos de corrupción. Instituto de Inves
tigaciones Gonzalo Ortiz de Zevallos, Ministerio Público, Lima, 2001, p. 218.
(2) DUCE, J. Mauricio. “El Ministerio Público en la reforma procesal penal en América Latina: visión general
acerca del Estado de los cambios”. En: El nuevo proceso penal, estudiosfundamentales. CUBAS VILLA-
NUEVA, Víctor; DOIG DÍAZ, Yolanda y QUISPE FARFÁN, Fany Soledad (coordinadores). Palestra,
Lima, 2005, p. 89.
se pretende contar con un Ministerio Público fuerte y protagonista, responsable de llevar
adelante la investigación de los delitos, acusar a los presuntos responsables y ejercer fa
cultades discrecionales relevantes para mantener la carga de trabajo del sistema en volú
menes razonables. Con ello se esperaba que el Ministerio Público fuera capaz de contri
buir en la consolidación del nuevo sistema procesal en tres áreas:
Para que el Ministerio Público pudiese cumplir sus nuevas funciones, era indispen
sable modificar las disposiciones constitucionales o las leyes orgánicas y ello se ha rea
lizado en la mayoría de países ubicando institucionalmente al Ministerio Público como
un organismo extra poder, tales son los casos de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Sal
vador, Guatemala, Perú, Venezuela. Sin embargo, con posterioridad a ello, los problemas
que pueden detectarse en el trabajo del Ministerio Público, se relacionan con su rol insti
tucional y con su rol procesal.
En relación a las Medidas de Coerción Personal establece que los derechos fundamen
tales reconocidos por la Constitución y los tratados relativos a Derechos Humanos ratifi
cados por el Perú, solo podrán ser restringidos en el marco del proceso penal, si la ley lo
permite y con las garantías previstas en ella. Rigen los principios de legalidad, necesidad,
proporcionalidad y judicialidad. Regula las medidas coercitivas personales ya conocidas
tales como: La detención policial, la detención preliminar judicial, la prisión preventiva.
La comparecencia simple y con restricciones, la detención domiciliaria (medida sustitu-
tiva de la prisión preventiva) y el impedimento de salida, que puede aplicarse también al
testigo. Habiéndose incorporado otras que constituyen una novedad, tales como: el arres
to en estado de flagrancia, (que puede practicar cualquier ciudadano), la suspensión pre
ventiva de derechos, (cuando se trate de delitos sancionados con pena de inhabilitación)
y la conducción compulsiva, única medida que puede disponer directamente el fiscal. Por
otro lado diferentes artículos del código regulan una serie de medidas coercitivas de ca
rácter real como el allanamiento, la exhibición e incautación de bienes y documentos, la
interceptación e incautación postal, la intervención de comunicaciones y telecomunica
ciones, el levantamiento del secreto bancario y la reserva tributaria, la clausura o vigilan
cia de locales, el embargo, la incautación; es preciso anotar que por tratarse de medidas
que afectan derechos fundamentales, solo pueden ser restringidos por mandato judicial y
observando estrictamente las disposiciones contenidas en los artículos 202 y siguientes.
1. Investigación preparatoria dirigida por el fiscal para reunir los elementos de con
vicción, de cargo o descargo que le permitan decidir si formula acusación o si
hace un requerimiento de sobreseimiento de la causa.
2. Etapa intermedia dirigida por el juez de la investigación, para control y sanea
miento procesal.
3. Juzgamiento o juicio, dirigida por el juez de juzgamiento para llevar a cabo de
actividad probatoria, se realiza sobre la base de la acusación, con las garantías
procesales reconocidas por la Constitución y los Tratados de Derecho Interna
cional de Derechos Humanos aprobados y ratificados por el Perú.
Con relación a los medios de impugnación, regula los principios y presupuestos comu
nes a cualquiera de los recursos y el procedimiento correspondiente a cada uno de ellos.
Los recursos contra las resoluciones judiciales son: reposición, apelación, casación y queja.
Con relación a los Procesos Especiales conjuntamente con el proceso común regula
una gama de vías alternativas que permitan diversificar las especialidades procedimenta-
les por razón de las personas y por razón de la materia. De otro lado, los procesos simpli
ficados desarrollados bajo el principio de consenso, tales como:
Nos atrevemos a sostener que en ese contexto, no llama la atención que cuatro (04)
de los seis (06) Fiscales Supremos del Ministerio Público, en aquel entonces, aparecieron
los audios y videos en situaciones completamente irregulares incurriendo en graves faltas
administrativas y cuando no delitos; y ello sin contar con un número no menos importan
te de Fiscales Superiores y Provinciales igualmente comprometidos en tales actos ilegales.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
gjl La facultad de ejercitar la acción penal es discrecional y debe ejecutarse de una forma
razonable y sin desconocer los principios y valores constitucionales, ni trasgrediendo los
derechos fundamentales: STC Exp. N° 06204-2006-PHC/TC (f. j. 7).
(jl El fiscal al ejercitar la acción penal está solicitando al órgano jurisdiccional determinar la
responsabilidad penal del acusado: STC Exp. N° 03681-2012-PHC/TC (f. j. 2).
lH El Ministerio Público ejercita la acción penal de oficio o a petición de parte: STC Exp.
N° 06653-2008-PA/TC (f. j. 4).
(jl El Ministerio Público es un órgano autónomo que tiene como atribuciones velar por la
independencia de los órganos jurisdiccionales y por la recta administración de justicia:
STC Exp. N° 06653-2008-PA/TC (f. j. 4).
iJI Las funciones principales del Ministerio Público son representar a la sociedad en los
procesos judiciales y defender la legalidad y los intereses públicos: STC Exp. N° 00022-
2004-AI/TC (f.j.26).
|J| El Ministerio Público no juzga, sino que es el titular de la acción penal. Sin perjuicio de
que también deba actuar con imparcialidad, el alcance de ella no es exigible en el mismo
nivel ni con similar sentido con que actúa en el espacio de la jurisdicción, cual, merced a
su rol de heterocomposición, debe guardar equidistancia entre las partes y no pre-juzgar
la cuestión litigiosa: STC Exp. N° 04968-2014-PHC/TC (f. j. 73).
gil Si bien hay facultades discrecionales que le han sido atribuidas al Ministerio Público, estas
no pueden ser ejercidas de manera irrazonable, con desconocimiento de los principios y
valores constitucionales, ni tampoco al margen del respeto de los derechos fundamentales:
STC Exp. N° 01587-2018-PHC/TC (f. j. 36).
BIBLIOGRAFÍA
DUCE, J. Mauricio. “El Ministerio Público en la reforma procesal penal en América Latina: visión
general acerca del Estado de los cambios”. En: El nuevo proceso penal, estudios fundamentales.
CUBAS VILLANUEVA, Víctor; DOIG DÍAZ, Yolanda y QUISPE FARFÁN, Fany Soledad (coordi
nares). Palestra, Lima, 2005; SAN MARTÍN CASTRO, César. Legislación penal contra los delitos
de corrupción. Instituto de Investigaciones Gonzalo Ortiz de Zevallos, Ministerio Público, Lima,
2001; Diario La República, editorial publicada el 13 de agosto del 2018.
Artículo 160 Presupuesto del Ministerio Público
El proyecto de presupuesto del Ministerio Público se aprueba
por la Junta de Fiscales Supremos. Se presenta ante el Poder
Ejecutivo y se sustenta en esa instancia y en el Congreso.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 77, 78, 80, 102 inc. 4), 145, 162, 178, 182; L.O.M.P.: arts. 30, 62 inc. 2), 97
inc. 2); P.I.D.C.P.: art. 1.2; P.I.D.E.S.C.: arts. 1.2,25
Si bien es cierto que en el marco de la reforma procesal es necesario realizar una pro
funda reingeniería, que permita racionalizar los recursos humanos y la distribución de la
carga procesal, todo ello debe hacerse sin perder de vista que la reforma procesal penal, es
sobre todo un problema cultural; se requiere cambiar la manera de pensar y de actuar de
los operadores, esto se logra mediante la capacitación; en el Perú, no es fácil, pero tampo
co es imposible. Se tiene que capacitar a los fiscales para que puedan dirigir el ciclo com
pleto de la investigación, pues solo hacían la parte preliminar. Igualmente quienes ejercían
como jueces instructores, en la reforma serán jueces de garantías o jueces de juzgamien
to y ambas tareas le son ajenas y por lo tanto no tienen experiencia en su desarrollo; los
jueces superiores que dirigían la etapa de juzgamiento, en la reforma serán jueces de ape
laciones; por lo tanto, se tiene que determinar el perfil adecuado de fiscales y jueces, con
sólida formación en valores, con profundo conocimiento de la Constitución, con una con
ducta intachable y probada defensa del sistema democrático, en ello tiene una tarea fun
damental la Junta Nacional de Justicia que debería estar integrada por personas de sólida
formación moral y ética y de reconocida solvencia académica, dejando atrás la mediocri
dad y otros vicios del pasado.
Finalmente es indiscutible que el Ministerio Público requiere una nueva Ley Orgáni
ca, cuyas normas permitan la adecuación de la institución a las necesidades del siglo XXI,
para el efecto la Fiscalía de la Nación ha presentado los proyectos de Ley correspondien
tes, que lamentablemente no han recibido la atención que requerían.
Nos hemos preguntado por ejemplo cuánto ha gastado el Estado en atender a las muje
res víctimas que les rociaron combustible y les prendieron fuego: Eyvi Liset Agreda Mar-
chena (22), quien fue quemada por Carlos Javier Hualpa Vacas, en un bus en Miradores,
Lima. Aquella fue internada en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Almena
ra y le practicaron múltiples intervenciones quirúrgicas, pero, lamentablemente, falleció.
En el segundo caso, Juanita Mendoza fue quemada viva por la expareja de su her
mana, quien la roció de gasolina cuando se encontraba trabajando frente a su vivienda en
Cajamarca. La víctima fue trasladada a Lima e internada en los Servicios de Cuidados
Intensivos y de Quemados del Hospital Guillermo Almenara de EsSalud, donde fue so
metida a tres intervenciones quirúrgicas, en dos de ellas se le injertó piel, pero el alto gra
do de quemaduras de hasta el 80% en su cuerpo no permitió que resistiera más y falleció.
El Estado tiene que gastar para cumplir sus fines constitucionales y en consecuencia
tiene la obligación de asignar el presupuesto correspondiente a cada una de las institucio
nes, sin chantajes ni condicionamientos, si bien es cierto tiene que establecer con transpa
rencia los controles necesarios para determinar cómo se ejecuta el presupuesto institucio
nal, evitando así actos de corrupción.
CAPITULO XI
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 39 al 41, 91 inc. 2), 93, 99, 100, 146, 162, 188, 200 inc. 3), 203 inc. 3);
C.C.: arts. 1366, 1368; C.P.; arts. 385, 395, 401; TUO Rgmto. Congreso: arts. 6,
93; L.O.D.P.: 26520: arts. 1 al 8; C.A.D.H.: arts. 13.3, 23; D.U.D.H.: arts. 19, 21;
P.I.D.C.P.: arts. 19.1,25
I. Definición
Raymundo Gil Rendón(1) refiere que “en términos de Gerald Caiden, la palabra Om-
budsman -acepción original de la Defensoría del Pueblo- proviene de la lengua de las tri
bus germánicas medievales, los cuales aplicaron el vocablo a un ‘agente’ encargado de
transferir bienes de familias o de grupos que afectaban a otras personas, a las víctimas o a
sus familiares, y, con el paso del tiempo se aplicó a cualquier clase de ‘agente’”.
(1) GIL RENDÓN, Raymundo. El ombudsman en el Derecho Constitucional comparado. Me Graw Hill,
México, 2002, p. 3.
Como consecuencia de la evolución semántica actualmente suele ser ligada con los
actos de representación, delegación, comisión o gestión.
(2) FAIRÉN GUILLÉN, Víctor. El Defensor del Pueblo. Tomo I, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1982, p. 33.
(3) GARCÉS PERALTA, Carolina. La Defensoría del Pueblo en el Perú. Ara, Lima, 1997, p. 31.
(4) INSTITUTO LIBERTAD Y DEMOCRACIA. El Defensor del Pueblo. Serie Cuadernos de Trabajo, N° 1,
Lima, 1986, p. 1.
(5) ARIAS SÁNCHEZ, Óscar. Coloquio sobre el proyecto del ombudsman para América Latina. San José,
setiembre 1988, p. 40.
En buena cuenta, dicho órgano deviene en un garante moral de los derechos y liberta
des de la persona y la comunidad, del cumplimiento de los deberes de administración es
tatal; así como, de la correcta satisfacción de las necesidades colectivas de la ciudadanía.
Este ente tutelador de los derechos ciudadanos en relación a los deberes de la Admi
nistración Pública y los servicios públicos es definido en el artículo 2 del Reglamento de
Organización y Funciones de la Defensoría del Pueblo, como “un órgano constitucional
autónomo con personalidad de Derecho Público”.
Jorge Luis Maiorano(6) expone con acierto que la Defensoría del Pueblo no debe ser
percibida como una panacea o un ente sabelotodo, ni observado como el remedio mági
co contra todas las injusticias, sino como la colaboradora eficaz de la Administración y
de los administrados.
(6) MAIORANO, Jorge Luis. El ombudsman. El Defensor del Pueblo y las instituciones democráticas. Macci,
Buenos Aires, 1987, p. 4.
La Defensoría del Pueblo es un organismo estatal de control tuitivo en la medida que
se trata de una unidad impersonal que tiene a su cargo el desarrollo de las tareas anterior
mente señaladas.
Como ente autónomo goza de la atribución -dentro del marco establecido por la Cons
titución y la legislación sobre la materia- de establecer per se las políticas instituciona
les, su manejo económico-administrativo, así como, la capacidad de autorregulación re
glamentaria. Por ende, se encuentra exento de la injerencia de los poderes públicos en lo
que le es inherente y de competencia institucional.
La actuación de la Defensoría del Pueblo solo tiene real sentido en la medida que el
Estado se encuentre sometido y regulado por el Derecho, amén de inspirar su accionar en
los valores, principios y prácticas democráticas.
Con relación a esto último, actúa como una “vacuna” para combatir los virus de la pre
potencia y negligencia que pudieren aflorar en la relación entre gobernantes y gobernados.
Al respecto, Rudolf Hom citado por Luis Fuentes(7) señala que la institución solo pue
de actuar dentro del Estado de Derecho “con base en la independencia de sus sugerencias,
autonomía en la dirección política y el diálogo con los representados”.
“Constituye una magistratura de sólida base moral y ética que goza de profundo
prestigio y autoridad cívica (...) que ejerce una influencia fundamentalmente docente
sobre la administración no a través de la confrontación sino de la colaboración crítica,
y que erige a la opinión pública en auténtica sombra ética del poder”.
La actividad de la Defensoría del Pueblo es una magistratura sui géneris en razón a
que conlleva una dignidad funcional que opera sobre el cuerpo político. Como bien afirma
(7) FUENTES, Luis. El ombudsman: retos en materia de derechos humanos. Separata de Derecho Constitu
cional. Universidad de Lima, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Lima, 1995, p. 28.
(8) MAIORANO, Jorge Luis. Ob. cit., p. 4.
Alvaro Gil Robles y Gil Delgado(9), “sus decisiones se sustentan en la información obte
nida, en la investigación de hechos, sucesos o acontecimientos que afecten la coexisten
cia social, en la confrontación de aquello con la normativa imperativo-atributiva vigente
y en la imparcialidad de sus conclusiones y recomendaciones”.
Tal como previene Francisco Fernández Segado(10)11, “se trata de una magistratura de
consejo, opinión y persuasión, pero nunca de acción y ejecución”.
A la manera de lo planteado por Víctor Fairén Guillén(11) debe señalarse que aun cuan
do carece de la potestad coactiva de las instituciones jurisdiccionales, en cambio tiene dual
ascendiente ante la Administración y la ciudadanía, en razón de las cualidades éticas e in
telectuales reconocidas a su titular.
Edgard Balsells Tojo(14) citando a Carlos Giner De Grado señala, que “lo cierto es que
no es un Don Quijote mítico que pueda solucionarlo todo con su espada, pero tampoco es
un gnomo fantástico, sin operatividad real. En el Estado moderno de finales del siglo XX
es un indiscutible signo de identidad que posibilita distinguir los Estados democráticos de
los totalitarios y autocráticos”.
Debe añadirse en esa perspectiva, que el ejercicio de la queja ciudadana ante la De
fensoría del Pueblo influye en gran medida para la vigencia plena de los derechos huma
nos y la prestación jurídicamente igualitaria e idónea de los servicios públicos esenciales.
Debe recordarse que en algunas ocasiones las quejas ciudadanas pueden promover cam
bios cualitativos de mayor significación que aquellas que se intentan por la vía del sufragio.
En ese orden de ideas la Defensoría del Pueblo aspira a la consolidación de fines ins
titucionales propios de la democracia, a saber:
(14) BALSELLS TOJO, Edgard. Elprocurador de derecho derechos humanos. Colección de Derechos Humanos
1-90. Guatemala, s.f. p. 9.
a la acción eficaz, diligente y ética en la prestación de servicios públicos; e indirectamen
te permite consolidar la seguridad jurídica de los administrados, usuarios y consumidores.
Para tal efecto, como bien afirma Osvaldo Gozaíni(15) discurre, disiente y promueve
la innovación y la creatividad de los administradores en sentido lato de dichos servicios.
Osvaldo Gozaini(16) señala, que la Defensoría del Pueblo “no necesita que las denun
cias que le sean formuladas reúnan requisitos formales de naturaleza alguna; hasta puede
y debe investigar las denuncias anónimas que le lleguen, en tanto contengan visos míni
mos de seriedad intrínseca”.
(15) GOZAINI, Osvaldo. Notas y estudios sobre el proceso civil. Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 1994, p. 73.
(16) ídem.
La Defensoría del Pueblo carece de atributos para desconocer la validez de los actos
administrativos, aun cuando constatase en ellos una expresión clara e inequívoca de in
justicia o deficiencia administrativa. Ello en razón a que sus resoluciones carecen de im-
peratividad, por no ser una institución con atribuciones jurisdiccionales.
Como bien refiere Manuel Arenas Castro0 7) el objetivo que persigue es el de solucio
nar los conflictos y problemas que conozca mediante el convencimiento, la mediación y
la conciliación”.
Como bien refiere Edgard Balsells Tojo(19) su papel reside en hacer de “puerta o in
termediario” para la solución de conflictos. En ese contexto, “para evitar convertirse en
una mera figura decorativa ha de permanecer constantemente alerta a las demandas de los
ciudadanos”.
(17) ARENAS CASTRO, Manuel. La Defensoría del Pueblo en la tutela de los intereses difusos. Tesis para
optar el título de abogado. Universidad de Lima, Lima, 1999, p. 63.
(18) VALLE-RIESTRA, Javier. En: Prólogo al libro de TORRES CARO, Carlos Alberto. El Defensor del
Pueblo: la magistratura de la persuasión. Gráfica Horizonte, Lima, 2001.
(19) BALSELLS TOJO, Edgard. Ob. cit., p. 18.
10. La posición que adopta se respalda en el apoyo de la publicidad de las
resoluciones que dicta
Estas pueden aparecer en los medios de comunicación gubernamental, servicios de
prensa privados, así como, en los informes anuales que se ofrecen al pueblo representa
do en el seno del Parlamento.
Es del caso, que la Defensoría del Pueblo “descubre” los defectos y deficiencias en
sentido lato (lagunas, incoherencias, etc.) existentes en un ordenamiento jurídico, como
resultado de haber iniciado y culminado, una investigación conducente al esclarecimien
to de los actos y resoluciones de la Administración Pública y sus agentes que, implicando
el ejercicio ilegítimo, inconveniente, defectuoso, irregular, moroso, abusivo o excesivo,
arbitrario o negligente de sus funciones genere la afectación de alguna de las circunstan
cias anteriormente referidas.
En ese contexto, la parte in fine del artículo 162 de la Constitución le otorga la potes
tad de presentar su propio proyecto de presupuesto ante el órgano Ejecutivo, y de susten
tarlo sin ningún tipo de supeditación ante dicha instancia y posteriormente en el seno del
Congreso de la República.
Ahora bien, la condición de ser un ente con personalidad jurídica de Derecho Públi
co que se desprende de su condición de órgano constitucional, implica que el conjunto
de sus competencias y responsabilidades emanan y se respaldan en la normativa estatal.
Debe advertirse que a pesar que el Defensor del Pueblo es elegido por el Pleno del
Congreso de la República, ello no lo convierte en un agente o dependiente de dicho ór
gano político.
En ese sentido, el titular de la Defensoría del Pueblo actúa dentro del marco de la
Constitución y las leyes con poder discrecional a efectos que se conduzca por propia ini
ciativa y bajo su exclusiva autoapreciación.
Ahora bien, el hecho de que el titular de la Defensoría del Pueblo se encuentre do
tado de autonomía y, por ende, no sujeto a mandato imperativo del ente que lo eligió, no
enerva el quedar sujeto al contralor parlamentario y a la obligatoriedad anual de dar cuen
ta de sus actividades funcionales.
1. Titularidad
De conformidad con lo establecido en el artículo 161 de la Constitución concordante
con el artículo 1 y ss. de la Ley N° 26520, se estable que el titular de la institución recibe
la denominación de Defensor del Pueblo.
2. Designación
De conformidad con lo establecido en el artículo 161 de la Constitución concordante
con el artículo 2 de la Ley N° 26520, el titular de la Defensoría del Pueblo es designado
por el Congreso de la República con el voto aprobatorio de los dos tercios del número le
gal de sus miembros.
Es evidente que dicha exigencia obliga a un saludable consenso de las fuerzas políti
cas acreditadas en el Congreso; por ende, la reputación ética y profesional del elegido de
berá ser manifiesta y rotunda.
La designación del Defensor del Pueblo se efectúa dentro de los sesenta días natura
les a la expiración del mandato del anteriormente elegido por el Congreso.
Para tal efecto, el Pleno del Congreso designa una Comisión Especial, la cual está in
tegrada por un mínimo de cinco y un máximo de nueve congresistas.
El artículo 3 de la Ley N° 26520 establece el criterio que el Pleno del Congreso de
berá respetar en lo posible, la proporción de cada grupo parlamentario para la conforma
ción de la referida comisión.
Dicha comisión se encarga de recibir las propuestas y de seleccionar entre uno y cin
co candidatos a ocupar el cargo.
En lo relativo a la tacha, esta tiene por finalidad que la ciudadanía exponga causales
de hecho y derecho que harían inválida la postulación de un candidato.
Dicha tacha debe ir acompañada de prueba documental; esto es, deben presentarse es
critos u objetos que acrediten los fundamentos de hecho. Tales los casos, de impresos, fo
tocopias, facsímiles, faxes, fotografías, cintas cinematográficas, reproducciones de audio
o videos, resoluciones judiciales o administrativas, etc.
En caso de no alcanzarse la mayoría de los dos tercios del número legal de miembros
del Congreso (ochenta congresistas), la Comisión Especial procede en un plazo máximo
de diez días naturales a formular sucesivas temas, hasta consumar la designación.
6. La inelegibilidad
Dicha noción alude a la imposibilidad legal de determinados altos funcionarios pú
blicos, de postular y ser elegidos como Defensor del Pueblo, en tanto no acrediten haber
cumplido con renunciar a sus cargos anteladamente a la fecha establecida para la realiza
ción del proceso de excogitación.
La referida restricción se basa en la necesidad de evitar que los altos funcionarios pú
blicos, pudieren utilizar las potestades que nuestro ordenamiento jurídico les asigna en
provecho de su propia postulación.
El Presidente de la República.
Los Vicepresidentes.
Los representantes al Congreso.
El Contralor General.
Los Ministros de Estado.
Los miembros del Tribunal Constitucional.
Los miembros de la Junta Nacional de Justicia.
El Subcontralor General.
Los Viceministros de Estado.
Los Directores Generales de los ministerios.
Los funcionarios que ejercen autoridad política (prefectos, subprefectos).
Los Alcaldes.
7. Las incompatibilidades
Estas expresan la imposibilidad jurídica que tiene una persona para el ejercicio de va
rias funciones públicas de manera simultánea.
a) Por renuncia
Ello implica la dejación voluntaria del cargo. Tal el caso, del doctor Jorge Santiste-
van de Noriega, a efectos de postular a la Presidencia de la República durante los comi
cios de 2001.
La declaración de cese será adoptada previo debate y derecho de defensa por el Pleno
del Congreso de la República. Para tal efecto, se requiere la conformidad de los dos ter
cios del número legal de miembros de la representación nacional (ochenta votos).
Andró Hauriou señala, que ellas hacen referencia “a un sistema de protección contra
las eventuales amenazas o medidas de que pudiere ser objeto un parlamentario con oca
sión del ejercicio de su mandato”.
En puridad, presuponen cuestiones de ratio juris y de orden público, con el objeto
de salvaguardar al representante o congresista de presuntas amenazas o efectivos atrope
llos por parte de entes o personas con poder político o de enorme influencia económica.
a) La inviolabilidad
Es definida como aquella garantía procesal de naturaleza político-constitucio
nal, por la cual los miembros del Congreso y por extensión el Defensor del Pue
blo no pueden ser objeto de detención policial ni procesamiento judicial sin que
exista de manera previa una autorización expresa.
La existencia de dicha autorización parlamentaria, constituye un requisito de
procedibilidad sin el cual el acto de detención o procesamiento devendría en
una manifestación de atropello, abuso o ilegalidad.
En ese sentido, Plácido Fernández Viaga Bartolomé la describe como “una con
dición de procedibilidad a cuyo tenor es imposible, procesalmente, continuar las
diligencias incoadas contra un representante, sin haberse obtenido el placet de
la cámara”.
Esta garantía no tiene carácter absoluto, ya que por excepción, en el caso de ser
sorprendido en la comisión de delito flagrante, el Defensor del Pueblo puede ser
puesto a disposición del Congreso o de la Comisión Permanente dentro del lap
so de veinticuatro horas, a fin de que se autorice o deniegue la solicitud de pri
vación de su libertad y su posterior enjuiciamiento.
b) El antejuicio político en el marco de una acusación constitucional
Alude a un mecanismo procesal y político destinado a promover de un lado, la
defensa y eficacia de las normas e instituciones previstas en la Carta de la Cons
titución, contra el abuso del poder en que pudiesen incurrir los altos funciona
rios públicos; y del otro, promover la intervención jurisdiccional en la investi
gación, juzgamiento y eventual penalización de determinadas altas autoridades
o autoridades anteriores estatales, cuando pesan sobre ellos demandas con ra-
zonabilidad jurídica de perpetración de un ilícito penal cometido en el desem
peño de la función pública.
El artículo 99 de la Constitución, consagra la prerrogativa del Defensor del Pue
blo a que el Pleno del Congreso sea quien expida el placet de autorización para
que pueda ser objeto de procesamiento, siempre que se acredite que la denun
cia formulada en su contra por la supuesta comisión de un ilícito penal, no res
ponde a motivaciones políticas y reúna el requisito de verosimilitud.
Dicho procedimiento que puede terminar con el placet de autorización de pro
cesamiento ante el Poder Judicial, se extienda hasta cinco años después de que
hubiere cesado en el cargo.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
lUj La Defensoría del Pueblo es un órgano constitucional autónomo que, conforme al principio
de soberanía jurídica de la Constitución y al deber estatal de garantizar la vigencia de los
derechos humanos, goza de reserva de ley orgánica la regulación de su estructura y funcio
namiento, y su función principal es defender los derechos constitucionales y fundamentales
de la persona y de la comunidad: STC Exp. N° 00023-2008-PI/TC (f. j. 13).
BIBLIOGRAFÍA
ARENAS CASTRO, Manuel. La Defensoría del Pueblo en la tutela de los intereses difusos. Tesis para
optar el título de abogado. Universidad de Lima, Lima, 1999; ARIAS SÁNCHEZ, Óscar. Coloquio sobre
el proyecto delombudsman para América Latina. San José, setiembre 1988; BALSELLS TOJO, Edgard.
El procurador de derecho derechos humanos. Colección de Derechos Humanos 1-90. Guatemala;
FAIRÉN GUILLEN, Víctor. El Defensor del Pueblo. Tomo I, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1982; FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. El sistema constitucional español. Dykinson,
Madrid, 1992; FUENTES, Luis. El ombudsman: retos en materia de derechos humanos. Separata
de Derecho Constitucional. Universidad de Lima, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Lima,
1995; GARCÉS PERALTA, Carolina. La Defensoría del Pueblo en el Perú. Ara, Lima, 1997; GIL
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man. Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, 1981; GIL RENDÓN, Raymundo. El
ombudsman en el Derecho Constitucional comparado. Me Graw Hill, México, 2002; GOZAÍNI,
Osvaldo. Notas y estudios sobre el proceso civil. Universidad Nacional Autónoma de México, Mé
xico, 1994; INSTITUTO LIBERTAD Y DEMOCRACIA. El Defensor del Pueblo. Serie Cuadernos
de Trabajo, N° 1, Lima, 1986; MAIORANO, Jorge Luis. El ombudsman. El Defensor del Pueblo
y las instituciones democráticas. Macci, Buenos Aires, 1987; VALLE-RIESTRA, Javier. En: Prólogo
al libro de TORRES CARO, Carlos Alberto El Defensor del Pueblo: La magistratura de la persuasión.
Gráfica Horizonte, Lima, 2001.
Artículo 162 Funciones y presupuesto de la Defensoría
del Pueblo
Corresponde a la Defensoría del Pueblo defender los dere
chos constitucionales y fundamentales de la persona y de la
comunidad; y supervisar el cumplimiento de los deberes de la
administración estatal y la prestación de los servicios públicos
a la ciudadanía.
El Defensor del Pueblo presenta informe al Congreso una vez
al año, y cada vez que este lo solicita. Tiene iniciativa en la
formación de las leyes. Puede proponer las medidas que faci
liten el mejor cumplimiento de sus funciones.
El proyecto de presupuesto de la Defensoría del Pueblo es
presentado ante el Poder Ejecutivo y sustentado por su titular
en esa instancia y en el Congreso.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2, 39 al 41, 44, 80, 91 inc. 2), 99, 100, 102.4, 107, 145, 159, 160, 162, 178,
182, 188, 200 inc. 3), 203 inc. 3; C.P.Ct.: arts. 31, 40, 67, 97, 98; TUO Rgmto.
Congreso: arts. 94, 95; L.O.D.P.: arts. 1, 9 al 18, 34; Ley 29973: art. 86; C.A.D.H.:
art. 25; D.U.D.H.: art. 8; P.I.D.C.P.: art. 2.3
En ese sentido, Rubén Hernández Valle(1) expone que “son aquellos reconocidos y or
ganizados por el Estado, por medio de los cuales el hombre, en los diversos dominios de
la vida social, escoge y realiza (...) su comportamiento, dentro de los límites establecidos
por el ordenamiento jurídico”.
(1) HERNÁNDEZ VALLE, Rubén. Derechos fundamentales y jurisdicción constitucional. Jurista Editores,
Lima, 2006.
En nuestro país, a lo largo del texto constitucional se usa indistintamente las expre
siones derechos humanos, derechos fundamentales y hasta derechos constitucionales (ter
minología recepcionada del constitucionalismo español, que insularmente tras reconocer
y garantizar una pluralidad de facultades o atribuciones de la persona en la Constitución,
distingue entre derechos constitucionales fundamentales y derechos constitucionales no
fundamentales).
Al respecto, Luis Castillo Córdova(2) señala que “los vocablos Derechos Humanos,
Derechos Fundamentales y Derechos Constitucionales son expresiones que en el ordena
miento jurídico peruano pueden emplearse indistintamente para referirse a los derechos de
la persona en cuanto persona y al margen de supuestos grados de fundamentalidad y del
nivel internacional o solo nacional en el que ocurre el reconocimiento jurídico”.
A manera de colofón, es dable advertir que las fuentes jurídicas de donde emanan
dichos deberes pueden ser los tratados internacionales de los que un Estado es parte, la
Constitución, la costumbre y la jurisprudencia constitucional. Por ende, los derechos de
rivados de la dignidad - cualesquiera que sea su denominación formal- son aquellos que
se encuentran expresa o implícitamente reconocidos en las fuentes formales previstas en
el ordenamiento.
“Existen derechos (...) que el hombre posee por el hecho de ser hombre, por su propia
naturaleza y dignidad; derechos que le son inherentes, y que, lejos de nacer de una
concesión de la sociedad política han de ser por esta consagrados y garantizados”.
Como se ha expuesto, su existencia no depende de su otorgamiento o concesión plas
mados en reglas político jurídicas de convivencia. Ellos tienen la condición de inheren
tes, ya que como bien consignan María Teresa Hernández y Dalia Fuentes(4): “Son los que
la persona tiene por su calidad humana”.
(2) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. Los derechos constitucionales. Elementos para una teoría general. Palestra,
Lima, 2005.
(3) TRUYOLI SIERRA, Antonio. Los derechos humanos. Madrid, Tecnos, 1977, p. 8.
(4) HERNÁNDEZ, María Teresa y FUENTES, Dalia. Hacia una cultura de los derechos humanos. Comisión
Nacional de Derechos Humanos, México, 1991, p. 7.
Por nacer de la calidad misma de ser miembros de la especie humana son exigibles
ante la sociedad y el Estado, a efectos de que cada uno de sus integrantes pueda alcanzar
su plena y cabal realización.
Estos derechos tienen una expresión formal inacabada y están en continuo desenvol
vimiento social, cultural, político y jurídico de lo que constituye el modo fundamental de
ser cabalmente hombres. Es decir, son consustanciales con su matriz ontológica.
En puridad, como bien afirma Luis E. Bacigalupo Cavero-Egúsquiza(5) ellos pueden ser
asumidos como un razonamiento ético y jurídico sobre la normativa de la acción humana.
(5) BACIGALUPO CAVERO-EGÚSQUIZA, Luis E. “Los derechos humanos desde una perspectiva filosófica
a partir del cincuentenario de la Declaración de los Derechos Humanos”. En: Declaración Universal de
los Derechos Humanos. Pontificia Universidad Católica del Perú e Instituto de Estudios Internacionales.
Lima, 1999, pp. 33-60.
La condición de administrado es aquella que surge de la relación intersubjetiva de un
ciudadano y un organismo estatal con funciones administrativas.
En ese contexto, Roberto Dromí(7) señala, que las actividades administrativas del Estado
cubren un amplio espectro consistente en:
El dictado de normas generales (reglamentos y actos administrativos).
La actuación material en ejecución de decisiones para satisfacer necesidades pú
blicas (hecho administrativo).
La certificación de hechos jurídicamente relevantes, ya sea por petición de par
te o por actuación de oficio (registro, transcripciones, actas, inspecciones, etc.).
La constitución, modificación y extinción de relaciones entre los propios admi
nistrados (inscripciones de registros públicos: propiedad, estado civil, comer
cio, etc.).
La emisión de consultas a efectos de ilustrar técnicamente a los órganos admi
nistrativos (dictámenes, pericias, informes, etc.).
El control preventivo o sucesivo de legitimidad y de oportunidad de la activi
dad de los órganos administrativos.
La promoción de la actividad de los órganos destinados a satisfacer un interés
público concreto (propuestas, peticiones, etc.).
(6) DROMI, Roberto. Derecho Administrativo. Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1997, p. 131.
(7) Ibídem, p. 132.
La efectiva realización de los intereses públicos por medio de actos, contratos,
etc.
En puridad, como bien refiere Juan Felipe Isasi Cayo(8) la actividad administrativa
del Estado puede ser presentada bajo las cuatro siguientes modalidades: policía ad
ministrativa, fomento, servicio público y actividad comercial e industrial del Estado.
Al respecto, veamos lo siguiente:
b.l.) Policía administrativa
La actividad administrativa se caracteriza por la elaboración de un conjunto de
prescripciones reglamentarias o actos administrativos, en cuya virtud se obliga a los
administrados a adecuar su conducta conforme al interés público. Tales los casos, de
los reglamentos de edificaciones, de tránsito, etc.
b.2.) Fomento
La actividad administrativa se caracteriza por orientar las situaciones económicas y
sociales de los administrados conforme al interés público. Tales como las medidas
promotoras e incentivadoras en materia tributaria, etc.
b.3.) Servicio público
La actividad administrativa se caracteriza por la prestación o concesión de servicios
necesarios para la satisfacción de las necesidades genéricas de los administrados. Tales
los casos, de los servicios de agua potable, electricidad, telefonía, etc.
Debe advertirse que el legislador constituyente del 93 ha desgajado esta modalidad
como una función diferente. Posteriormente, regresaremos sobre el tema.
b.4.) Actividad comercial e industrial del Estado
La actividad administrativa se caracteriza por la intervención subsidiaria del Estado
en dicho campo. Tal el caso de las empresas públicas.
Finalmente, debe consignarse que la labor de supervisión específica y concreta de la
actividad administrativa del Estado por parte del Defensor del Pueblo, se efectúa a
través de las seis instituciones siguientes:
Poder Ejecutivo y Judicial.
Gobiernos descentralizados.
Organismos autónomos.
Organismos descentralizados.
Organismos públicos descentralizados.
Empresas públicas.
(8) ISASI CAYO, Juan Felipe. Introducción al Derecho Administrativo. Isasi & Ruiz Eldredge Abogados,
Lima, s.f., p. 31.
III. La función de supervisión de la prestación de los servicios pú
blicos a la comunidad
Dicha función -designada por el legislador Constituyente del 93- hace referencia a la
labor de vigilancia sobre el cabal cumplimiento de las actividades dirigidas a la satisfac
ción de necesidades individuales de importancia colectiva. Para tal efecto, se hace nece
sario acreditar la realización de prestaciones materiales periódicas y sistemáticas.
Femando Garrido Falla(9) estima que alude a una prestación técnica al público, esta
blecida de “manera regular y constante, mediante una organización de medios persona
les y materiales; y cuya titularidad pertenece a la Administración Pública bajo un régi
men jurídico especial”.
Tal como lo plantea Jorge Sarmiento García(11) el servicio público plantea la realiza
ción, ejecución o uso de un medio técnico. Tal el caso, de un suministro de energía eléc
trica, agua potable, telefonía, etc.
(9) GARRIDO FALLA, Femando. “El concepto de servicio público en el Derecho español”. En: Revista de
Administración Pública. N° 135, Madrid, 1999, p. 7.
(10) DROMI, Roberto. Ob. cit., p. 583.
(11) SARMIENTO GARCÍA, Jorge. Derecho Público. Buenos Aires, 1998, p. 632.
Las notas distintivas o características del servicio público son las cinco siguientes:
a) Continuidad
Alude a una actividad ininterrumpida en el tiempo.
b) Regularidad
Alude a una actividad que debe prestarse conforme a las reglas o normas preestable
cidas.
c) Uniformidad
Alude a la isonomía prestacional para los usuarios.
d) Generalidad
Alude a la exigibilidad y uso por móviles de interés comunitario.
e) Obligatoriedad
Alude a la inexorabilidad de la prestación y al derecho de exigibilidad por parte de
los usuarios.
bibliografía
DE LA SEGURIDAD Y
DE LA DEFENSA NACIONAL
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 56 inc. 3), 118 ines. 4), 14), 164 al 168; C.P.; arts. 316, 317, 331, 332, 404;
Ley 24150: art. 3; D.S. 021-2019-JUS: art. 15 al 17; Ley 31061: arts. 2, 3, 7,17,18;
D.Leg. 1129; D. Leg. 1266: art. 5 inc. 20); D. Leg. 1134: arts. 4 inc. 1), 5 ines. 1),
3), 6 ines. 1), 4), 7); D.S. 002-2022-DE; D.S. 037-2013-PCM; D.S. 017-2008-DE;
D.U.D.H.: art. 28; P.I.D.C.P.: art 2.1; P.I.D.E.S.C.: art. 2.1
I. Introducción
El Estado contemporáneo, cuya organización jurídica se modeló básicamente a lo largo
del siglo XIX, perfeccionándose en el siglo XX, tiene entre sus características principales
el ser un Estado constitucional, encargado de la producción jurídica, el orden, la seguri
dad y la atención de los servicios básicos de la población. El Estado está dotado de poder
y es uno y soberano, radicando en él la autoridad. Para el ejercicio de los fines y objeti
vos que le están encomendados, los órganos competentes dictan el Derecho, se gobiernan
a través de la ley, se ejerce la coerción necesaria y se apela discrecionalmente a los apara
tos con los que el Estado-Nación cuenta para que sus mandatos se cumplan, la autoridad
se respete y la soberanía pueda ser defendida.
Esta es la concepción básica del Estado liberal; de conformidad con ella, el Estado y
solo él tiene Fuerzas Armadas y Fuerzas Policiales. Ambas son aparatos del Estado y se en
cuentran subordinadas a quien ejerce la autoridad de este por determinación de pueblo. La
filosofía básica del Estado liberal ha figurado en todas las Constituciones peruanas. La de
1993 no es la excepción. Así, el artículo 45 dispone: “El poder del Estado emana del pueblo.
Quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la Constitución y
las leyes establecen”. En su segundo párrafo, el citado artículo añade: “Ninguna persona,
organización, Fuerza Armada, Policía Nacional o sector de la población puede arrogarse
el ejercicio de ese poder. Hacerlo constituye rebelión o sedición”. Aun cuando la sola refe
rencia a las fuerzas con armas resulta poco técnica, este principio constitucional puede ser
resumido de la siguiente manera: Nadie dentro del Estado puede invocar autonomía, pro
clamarse autoridad propia o desconocer que la única fuente del poder estatal es el pueblo.
En aplicación de este precepto, debemos señalar que ninguna institución puede con
vertirse en un fuero propio y con derecho protegido. Cualquier reglamento particular no
puede ser invocado contra la Constitución. Cuando ello sucede, el gobierno constitucio
nal pierde fuerza y autoridad y cede ante las tentaciones autoritarias. Al respecto, el pro
fesor italiano Giuseppe de Vergonttini con mucha razón opina que “(...) dado que la inter
vención militar se hace por lo general fuera o contra las reglas constitucionales, y puesto
que una vez inmiscuidos, los gobiernos militares ejercen su función fuera de los princi
pios y procedimientos que se identifican generalmente con los propios de los ordenamien
tos democráticos, se afirma que los ordenamientos caracterizados por la función activa de
los militares son autoritarios”(1).
En ese sentido, se debe tener claro que las instituciones militares son entidades estata
les, organizadas de acuerdo con la ley y sometidas a la Constitución. Reclamar la naturale
za castrense para establecer reglamentos militares opuestos a las normas constitucionales
(1) DE VERGOTTINI, Giuseppe. Diritto Costituzionale comparato. 4a edizione, Cedam, Padova, 1993, pp.
296-297.
es simplemente inaceptable. La Constitución manda y civiles y militares tienen la mis
ma obligación de someterse a sus mandatos. Es absolutamente concluyente que las nor
mas, códigos, reglamentos y ordenanzas militares están inexorablemente subordinadas a
la Constitución. Por lo tanto, las autoridades militares, y sus organismos tienen que ajustar
su conducta, organización y atribuciones a lo que dispongan la Constitución y las leyes.
Al respecto, el profesor Germán Bidart Campos escribe que “(...) si una razón hubié
ramos de dar para propiciar la separación entre poder militar y poder civil, y para fundar
la negativa a que las fuerzas armadas ocupen a título propio el poder del Estado, volvería
mos a la noción del poder político como poder ‘total’ (‘de’ y ‘para’ toda la sociedad), que
no se compadece con su ocupación y ejercicio por un ‘poder’(el militar) que es sectorial y
que, marginando la participación social en la designación de los gobernantes, asume por
sí y para sí las funciones estatales”(2).
Desde esta perspectiva, no debe quedar duda sobre la relación intrínseca que debe
existir entre la vigencia y consolidación del Estado de Derecho con el control civil de las
Fuerzas Armadas. Estas últimas son un componente importante del sistema y deben supe
ditarse a las reglas de la democracia, las cuales implican, desde luego, el acatamiento de
las órdenes y políticas emanadas del poder constituido. Ya desde la década de los sesenta
Samuel Huntigton desarrolló esta teoría, en virtud de la cual una de las condiciones para
legitimar el profesionalismo militar es la subordinación al poder civil. El autor citado es
categórico con este concepto: “El control civil objetivo alcanza su fin militarizando a los
militares, haciendo de ellos un instrumento del Estado”(3).
El Capítulo XII, Título IV de la Constitución peruana, con todos sus aciertos y erro
res, propende a limitar el poder de las armas, es decir, a constitucionalizar la misión de las
Fuerzas Armadas y la Policía Nacional; o, en otra lectura, a hacer explícita y controlada su
presencia al interior del Estado. No debemos olvidar que han transcurrido cuarenta y dos
años desde la promulgación de la Constitución de 1979 y veintiocho desde la vigencia de
la Carta de 1993, y debe hacerse una evaluación crítica sobre la aplicación concreta de este
Capítulo. Un dato cierto es que nuestra Constitución histórica nos demuestra que, paula
tinamente, se han ido ampliando en los textos fundamentales el rol, funciones y participa
ción de las Fuerzas Armadas en la conducción del Estado. Sin embargo, la experiencia no
ha sido necesariamente buena, sobre todo cuando ingresaron a actividades económicas,
a la lucha contra el narcotráfico o fueron cooptadas por proyectos políticos autoritarios.
(2) BIDART CAMPOS, Germán. “El status constitucional de las Fuerzas Armadas en Argentina”. En: Juris
dicción militar y Constitución en Iberoamérica. (Libro homenaje a Domingo García Belaunde). Grijley,
Lima, 1997, p. 39.
(3) HUNTINGTON, Samuel. El soldado y el Estado. Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, Buenos Aires,
1964, p. 486.
A las primeras definiciones -quizá las mejores- provenientes de inicios de la Repú
blica, que pese a la evidente influencia del militarismo libertador se circunscribieron a
asignarle a las Fuerzas Armadas o “milicias” el rol primigenio que naturalmente les co
rresponde (defensa ante agresiones externas y cuidado del orden interno), las Cartas es
pecialmente de fines del siglo XX ingresaron más bien a la ampliación de estos roles, lo
cual ha generado, ciertamente, una gran confusión que no ha sido solucionada por las dos
últimas constituciones. ¿Ha sido adecuada y oportuna esta ampliación de roles?
Desde un punto de vista teórico entendemos que no, pues no es tarea principal de las
Fuerzas Armadas y de las fuerzas del orden, cualquier misión que las aleje de su natura
leza estrictamente castrense y que sensiblemente se ha ido ampliando en nuestro consti
tucionalismo histórico atendiendo a la realidad de la estructura y organización del Estado
peruano, donde instituciones organizadas y con capacidades logísticas y administrativas
bien pueden hacerse cargo con mayor eficacia para lograr el objetivo central de nuestra
Constitución: la consecución del bienestar general de la población(4).
Desde esta perspectiva, entendemos que unas Fuerzas Armadas modernas deben con
tar con cinco atribuciones bien definidas:
(4) ROBLES MONTOYA, José. “Conducción de la política pública de defensa: retos de un nuevo gobierno en
Democracia”. En: Defensa pública. Aportes para la gestión de la política de Defensa. Serie Democracia
y Fuerza Armada. Instituto de Defensa Legal, Volumen 7, p. 60 y ss.
(5) Pese a las reservas que se formularon, el 21 de junio del 2018 se publicó la Ley N° 30796, que autoriza
la participación de las Fuerzas Armadas en la interdicción contra el tráfico ilícito de drogas en zonas
declaradas en estado de emergencia. La única condición que se pone es que las circunstancias rebasen la
capacidad operativa policial. No es una norma feliz no solamente por las objeciones sobre la naturaleza,
entrenamiento y capacidad operativa de las Fuerzas Armadas, que no están entrenadas para combatir al
narcotráfico (que no tiene tropas convencionales y más bien actúa desde el anonimato y el camuflaje de
sus operadores en centros poblados), sino también por su enorme capacidad corruptora.
c) Participar en las misiones de paz internacionales promovidas por las Naciones
Unidas. Esta misión, aplicada en la práctica hace muchos años, se debe cons-
titucionalizar, en el entendido que las Fuerzas Armadas y la propia política de
seguridad hemisférica no pueden estar ajenas a los cambios y obligaciones que
generan la globalización y el mantenimiento de la paz internacional.
d) Poner a disposición del país todo su aparato logístico en caso de desastres natu
rales o, como sucedió en los años 2020 y 2021, contribuir con el control de las
epidemias, sobre todo la mortal Covid-19. Esto último sin obviar que la recto
ría siempre debe estar en manos del ente especializado, en este caso el Ministe
rio de Salud. Reiteramos que una nueva concepción sobre Defensa también im
plica la previsión de nuevas amenazas contra nuestra seguridad, que en los años
citados quitaron la vida a miles de peruanos. Como lo sostuvimos en un traba
jo reciente, en la trágica coyuntura sanitaria “... se observó la presencia de las
fuerzas armadas, produciéndose un giro importante de sus competencias y un
verdadero desafío para sus capacidades”. Sin embargo, puntualizamos que “...
esta superabundancia de facultades fue únicamente a consecuencia de la pande
mia. Se trata de una intervención excepcional que no debe confundir los roles
que por mandato constitucional cumplen”(6).
e) Participar en el desarrollo económico social del país, excepcionalmente y sin
competir con la empresa privada, de acuerdo con el principio constitucional de
subsidiariedad de la actividad empresarial del Estado. La organización y las ca
pacidades logísticas y administrativas de las Fuerzas Armadas permite que lle
guen a lugares alejados; es ahí donde pueden intervenir en la construcción de
obras e infraestructura social básica. La división de ingeniería del Ejército es un
claro ejemplo de esta presencia y necesidad.
(6) OTÁROLA PEÑARANDA, Alberto: “Fuerzas Armadas, seguridad humana y Covid-19: nuevos retos y
acción multidimensional del Estado”. En: El Covid-19 como amenaza a la seguridad nacional: retos y
desafíos post cuarentena rumbo al Bicentenario. CAEN, Escuela de Post Grado, Cuadernos de Trabajo s
N° 5, Lima, agosto de 2020, p. 10.
La Constitución de 1867 sí incorporó un artículo indirecto en el que se prohibía el re
clutamiento militar, salvo a través de autoridades civiles, situación que no se mantuvo en
la Constitución de 1920.
La Constitución de 1979 tiene varias referencias sobre el tema. En primer lugar, pre
cisa que el Estado garantiza la seguridad de la Nación mediante la Defensa Nacional, en
la que debe participar toda persona. Asimismo consigna que la dirección, la preparación
y el ejercicio de la defensa nacional se realizan a través de un sistema cuya organización
y funciones determina la ley. Como veremos más adelante, esta concepción ha variado
sustantivamente.
En el año 2012 fue expedido el Decreto Legislativo N° 1129, que derogó la Ley
N° 28478. Esta norma regula el Sistema de Defensa Nacional y define a este sistema como
(...) “el conjunto interrelacionado de principios, normas, procedimientos, técnicas, instru
mentos y elementos del Estado, cuya finalidad es garantizar la Seguridad Nacional median
te la concepción, planeamiento, dirección, preparación, ejecución y supervisión de accio
nes en todos los campos de la Defensa Nacional”(7). Esta norma está reglamentada por el
Decreto Supremo No. 037-2013-PCM. Se puede observar que el nuevo marco normativo
es más preciso en cuanto a la referencia a la seguridad nacional. Como lo sostienen estu
dios recientes, en los últimos decenios la Defensa ha pasado a formar parte del concepto
más amplio de la Seguridad, que tiene un carácter multidimensional y, en consecuencia,
exige un mayor nivel de protección frente a cualquier circunstancia más allá de preservar
la integridad territorial, el bienestar de los ciudadanos, el funcionamiento de las institu
ciones y el ejercicio de las libertades públicas(8).
(7) En España el Ministerio de Defensa trabaja otros campos adicionales, que convergen en el Sistema de
Defensa Nacional: “Conjunto de órganos, recursos y procedimientos integrados en una estructura, que
permite a los órganos competentes en materia de seguridad nacional, evaluar los factores y situaciones de
amenaza, recabar y analizar información para la toma de decisiones relativas a las situaciones de crisis”.
Ministerio de Defensa: “Doctrina para el empleo de las FAS”. Madrid, 2018, p. 29.
(8) CARACUEL, María y MOLINER, Juan. Apuntes para una conceptualización de Defensa Nacional y
Política de Defensa. Grupo de Estudios en Seguridad Internacional. Universidad de Granada, 2018, p. 3.
enfrentar, con razonables posibilidades de éxito, amenazas y agresiones de origen interno
y externo, que puedan afectar la consecución del objetivo nacional”(9).
(9) TOCHE, Eduardo. “Defendiendo al Estado. Aproximación a las ideas de defensa y seguridad en el Perú
durante el siglo XX”. En: Modernización democrática de las Fuerzas Armadas. Comisión Andina de
Juristas, Lima, 2002, p. 12.
(10) Tribunal Constitucional STC Exp. N° 0017-2003-AI/TC, fundamento 31.
Para garantizar que esta política se diseñe, apruebe y ejecute, existe en el Perú como
en buena parte de los demás países, un Sistema de Defensa Nacional, que -como ya se
ha precisado- es un conjunto de órganos, procedimientos, normas y políticas destinadas
a lograr que todas las personas y recursos del país puedan estar disponibles para garanti
zar la seguridad, en las distintas fases de amenaza que puede sufrir: desde las más pacífi
cas hasta la guerra de largo aliento.
Marcial Rubio precisa al respecto, analizando las relaciones que sobre la materia tie
nen las Cartas de 1979 y 1993, que equivocadamente ambas constituciones “(...) entre
mezclan en este capítulo las normas sobre seguridad integral y defensa nacional, con las
reglas sobre la institucionalidad de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional”. Agre
ga que “la seguridad integral y la defensa nacional son, respectivamente, un concepto y
la política que lo sirve. En relación a ellos se movilizan el poder, la fuerza pública (...) y
las personas en general. Así, seguridad integral y defensa nacional involucran a personas,
instituciones, normas y acciones. La fuerza pública, por el contrario, está conformada por
instituciones que tienen una determinada organicidad, entendiendo por ella una finalidad,
una estructura funcional y unas reglas de conducta que las identificaif,(11).
(11) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo V, Pontificia Universidad
Católica del Perú, Lima, 2000, p. 307.
(12) Sobre el particular, debemos citar un interesante trabajo sobre las relaciones entre civiles y militares en
el Perú desde 1930 hasta el año 2000. La publicación de referencia, cuya autoría pertenece al historiador
norteamericano Daniel Masterson, es de indispensable consulta porque se basa, como el propio autor lo
precisa, en “(•••) una extensa investigación llevada a cabo a lo largo de tres décadas, en archivos peruanos
como norteamericanos, y a través de numerosas entrevistas con políticos y militares de ambos países (...)”.
Un elemento a tener en cuenta es el denominado “sistema” de defensa nacional, repe
tido por las dos últimas cartas con la intención de preparar y ejercer la defensa nacional
bajo la jefatura del Presidente de la República. A más de dos décadas del surgimiento de
este “sistema” podemos concluir preliminarmente que el modelo no ha funcionado, aun
cuando el nuevo marco legal tenga mejores precisiones respecto de su tratamiento pre
cedente; una de las más importantes, por ejemplo, es la obligación recaída en el Conse
jo de Seguridad Nacional, que se debe reunir de manera ordinaria una vez cada seis me
ses y de manera extraordinaria cuando sea convocado por el Presidente de la República.
Desde otra óptica, en los extramuros de las concepciones provenientes del sector De
fensa, la seguridad nacional también puede entenderse como un sistema que, en su aplica
ción concreta, puede limitar el ejercicio de una serie de derechos constitucionales, como
el acceso a la información pública y la libertad de expresión. De hecho, algunas leyes so
bre seguridad constriñen sobre todo el acceso a la información pública bajo el rótulo de
“seguridad nacional”, que se suele otorgar a algunos asuntos de Estado. Era por ello un
exceso el artículo 12 del Decreto Legislativo N° 1129 que declaraba como “secreto” prác
ticamente todo lo tratado en materia de seguridad y defensa nacional. Esta situación fue
corregida por el Decreto Legislativo N° 1353, que determinó que estos asuntos se rijan por
la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública. El Tribunal Constitucional,
además, eliminó la frase “en lo que fuere aplicable”(13). Desde el punto de vista de los de
rechos fundamentales es el punto de quiebre del secretismo militar en el Perú.
En ella se pueden encontrar los signos vitales de una relación tensa, conflictiva y, sobre todo, un intere
sante estudio sobre una realidad que permaneció a veces negada en los textos pero presente en los hechos:
las permanentes negociaciones políticas entre las Fuerzas Armadas, los gobiernos de tumo y la sociedad
civil. Cfr. MASTERSON, Daniel. Fuerza Armada y sociedad en el Perú moderno: un estudio sobre las
relaciones civiles militares 1930-2000. Instituto de Estudios Políticos y Estratégicos, Lima, 2001, p. 474.
(13) Tribunal Constitucional. STC Exp. N° 00005-2013-PI/TC.
contiene una visión aceptable que incorpora al desarrollo humano y lo vincula con el in
cremento racional, sostenido y sustentable de las condiciones económicas, sicosociales,
políticas, científicas, tecnológicas, ambientales y militares, que permitan alcanzar crecien
tes niveles de bienestar general.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
HJ Los profesionales de las armas (FF. AA. y PNP) representan solo una de las áreas de la
defensa nacional en la que participan todos los miembros de la Nación: STC Exp. N° 00017-
2003-AI/TC (f. j. 31).
jgj] Los institutos armados persiguen la defensa nacional entendida como salvaguarda de la
estructura política y social que se expresa en el Estado constitucional y democrático de
Derecho: STC Exp. N° 00022-2011-PI/TC (f. j. 72).
(14) SAGÁSTEGUI, Fredy. La seguridad nacional en el Estado Constitucional de Derecho. Tesis doctoral.
Universidad Carlos III de Madrid, 2015, p. 246.
(¡I Se íes reconoce a las FF. AA. funciones de policía para preservar el orden interno en si
tuaciones donde no se ha declarado estado de emergencia siempre que la capacidad de la
PNP haya sido superada: STC Exp. N° 00022-2011-PI/TC (f. j. 389).
BIBLIOGRAFÍA
BIDART CAMPOS, Germán. “El status constitucional de las Fuerzas Armadas en Argentina”. En:
Jurisdicción militar y Constitución en Iberoamérica {Libro homenaje a Domingo García Belaundé).
Grijley, Lima, 1997; CARACUEL, María y MOLINER, Juan. Apuntes para una conceptualización de
Defensa Nacional y Política de Defensa. Grupo de Estudios en Seguridad Internacional. Universidad de
Granada, 2018; DE VERGOTTINI, Giuseppe. Diritto Costituzionale comparato. 4a edizione, Cedam,
Padova, 1993; HUNTINGTON, Samuel. El soldado y el Estado. Círculo Militar, Biblioteca del Oficial,
Buenos Aires, 1964; MASTERSON, Daniel. Fuerza Armada y sociedad en el Perú moderno: un
estudio sobre las relaciones civiles militares 1930-2000. Instituto de Estudios Políticos y Estratégicos,
Lima, 2001; OTÁROLA PEÑARANDA, Alberto: “Fuerzas Armadas, seguridad humana y Covid-19:
nuevos retos y acción multidimensional del Estado”. En: El Covid-19 como amenaza a la seguridad
nacional: retos y desafíos post cuarentena rumbo al Bicentenario. CAEN, Escuela de Post Grado,
Cuadernos de Trabajo N° 5, Lima, agosto de 2020; ROBLES MONTOYA, José. “Conducción de la
política pública de defensa: retos de un nuevo gobierno en Democracia”. En: Defensa pública. Aportes
para la gestión de la política de Defensa. Serie Democracia y Fuerza Armada. Instituto de Defensa
Legal, Volumen 7; RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo
V, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2000; TOCHE, Eduardo. “Defendiendo al Estado.
Aproximación a las ideas de defensa y seguridad en el Perú durante el siglo XX”. En: Modernización
democrática de las Fuerzas Armadas. Comisión Andina de Juristas, Lima, 2002.
Artículo 164 Dirección, preparación y ejercicio de la
Defensa Nacional
La dirección, la preparación y el ejercicio de la Defensa Na
cional se realizan a través de un sistema cuya organización y
cuyas funciones determina la ley. El Presidente de la República
dirige el Sistema de Defensa Nacional.
La ley determina los alcances y procedimientos de la moviliza
ción para los efectos de la defensa nacional.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 118 ines. 4), 14), 119 inc. 14), 137,163 y 165 al 168; Ley 28101; D.Leg. 1129;
D.Leg. 1141; D.Leg. 1134; D.Leg. 1136; D.Leg. 441; D.S. 002-2022-DE; D.S. 037-
2013-PCM; D.U.D.H.: art. 28; P.I.D.C.P.: art. 2.1; P.I.D.E.S.C.: art. 2.1
El concepto Defensa Nacional proviene de una evolución teórica que en los escena
rios castrenses era identificada como política de guerra, definida por el antiguo Dicciona
rio Militar de Cabanellas de Torres como “(...) el plan de acción nacional y de amistades
internacionales que cada país debe desarrollar para mantener la paz deseada o para llegar
a las hostilidades en las condiciones más favorables para la obtención de la victoria”(1).
Como se puede observar, ya desde hace varias décadas se asociaba a este tipo de políticas
con un plan de relaciones internacionales para la defensa y con la capacidad del Estado
de enfrentar un conflicto utilizando todos los medios posibles para un resultado exitoso.
Hoy en día la Defensa Nacional es esencialmente una política de Estado. Varios son
los elementos que debe contener esta política; uno de ellos -quizá el principal- es la pers
pectiva estratégica que tiene el Estado de sus propias milicias. En ese sentido, resulta muy
útil el estudio que impulsó en el 2002 la Comisión para la reestructuración integral de
las Fuerzas Armadas, que ensayó lo que quizá es la primera visión a futuro de estas ins
tituciones y que -entendemos- debe servir para todo plan de modernización del Estado.
Para la Comisión las Fuerzas Armadas deben ser “modernas, flexibles, eficientes y efica
ces, regidas por valores éticos y morales propios de una democracia”1 (2). Otro elemento de
suma importancia es la perspectiva geoestratégica del país, teniendo como base las forta
lezas estratégicas del país, el perfeccionamiento de los mecanismos de fomento de la con
fianza con los Estados especialmente limítrofes y el trabajo conjunto con los organismos
(1) CABANELLAS DE TORRES, Guillermo. Diccionario Militar. Tomo V, Claridad, Buenos Aires, p. 280.
(2) Cfr. Informefinal de la Comisión para la reestructuración integral de las Fuerzas Armadas, aprobado por
Resolución Suprema N° 038-DE-SG, publicada el 9 de marzo de 2002. A esta visión se debe agregar la
interoperatividad y el accionar conjunto, que consiste en la progresiva estandarización de los pertrechos
militares para que en el futuro no se tengan problemas de abastecimiento y se cuente, en casos de conflicto,
con un mando unificado que permita, además, la aplicación de métodos y tácticas únicos.
regionales y mundiales. El documento que contiene todo este análisis se denomina Libro
Blanco y es un elemento indispensable para complementar la política de Defensa Nacional.
La defensa nacional tiene asimismo relación con todos sus recursos humanos y ma
teriales. Por consiguiente, es un tema de decisión política del más alto nivel. Requiere de
leyes que le den un marco institucional y de procedimientos, y también de un conjunto de
organismos que la hagan viable.
Por muchos años el Sistema de Defensa Nacional fue regulado por el Decreto Legis
lativo N° 743(3), que instaló un comando unificado y un comando operativo. Bajo la lógi
ca de la lucha antisubversiva de los años noventa, el Sistema de Defensa Nacional estu
vo presidido por el Presidente de la República e integrado por el Comando Unificado de
Pacificación, el Consejo de Defensa Nacional, el Sistema de Inteligencia Nacional, el Mi
nisterio de Defensa, el Sistema Nacional de Defensa Civil, la Secretaría de Defensa Na
cional y los ministerios, organismos públicos y sus correspondientes oficinas de Defensa
Nacional. ¿Fue útil este modelo? Creemos que no.
En realidad, la organización prevista por la norma citada fue una ficción. El Siste
ma de Defensa Nacional, tal como estuvo concebido, nunca funcionó, ni como sistema ni
como espacio estratégico de preparación de la Defensa Nacional. Así, uno de sus compo
nentes, el Consejo de Defensa Nacional, se reunió tarde, mal y nunca.
(3) Este decreto legislativo fue derogado por la cuarta disposición de final de la Ley N° 28478, la cual a su
vez también fue derogada por el vigente Decreto Legislativo N° 1129, Decreto Legislativo que regula el
Sistema de Defensa Nacional.
según esta norma, es “garantizar” la soberanía, la independencia, la integridad territorial
y la protección de los intereses nacionales. Nótese el entrecomillado del verbo garanti
zar. que no creemos que sea el más adecuado, pues proviene del léxico antiguo que se re
fería al rol de tutelaje político de Fuerzas Armadas en el Perú. Debe entenderse que en el
moderno Estado democrático de Derecho es la Constitución y su vigencia efectiva lo que
verdaderamente garantiza el funcionamiento de las instituciones, el respeto de los dere
chos humanos y, por supuesto, la participación de las Fuerzas Armadas en estos propósitos.
El Sistema al que se refiere la Constitución -al que en una reforma constitucional ha
brá que agregarle, entre otras modificaciones, el término seguridad- tiene las siguientes
notas distintivas:
La movilización debe ser declarada como tal por el poder político y asignársele todos
los recursos humanos y materiales que pueden ser dispuestos para la Defensa Nacional.
En el ámbito de los recursos humanos, como ya se dijo, se puede convocar a los reservis
tas -todo peruano mayor de 18 años lo es- y en el aspecto material se pueden hacer, por
ejemplo, incautaciones de bienes, especialmente en zonas de frontera, que reconocidos por
el Estado con una compensación, servirán para posicionar mejor una estrategia de defen
sa; una y otra cosa no son habituales, pero son situaciones que pueden darse en casos ca
lificados en que la Defensa Nacional debe operar extremando su eficiencia. Actualmente
está en vigencia la Ley N° 31061, Ley de movilización para la defensa nacional y el or
den interno, que contiene algunos aportes interesantes sobre la participación de las Fuer
zas Armadas en un asunto que en realidad compete a toda la Nación.
La norma citada también incorpora una figura jurídica llamativa, a la que denomina
“requisición”, que es una medida de carácter temporal por la que se embarga un bien, po
niéndolo a disposición de la autoridad competente para los fines de la movilización. No
debe olvidarse que luego de la expedición de la Ley N° 31061 se presentó en el país la
pandemia nacional originada por la Covid-19. ¿Pudo haberse utilizado la norma para, por
ejemplo, poner a disposición del Ministerio de Salud las salas de emergencia UCI de las
clínicas privadas, y evitar así los cobros indebidos a los usuarios? La respuesta no es fácil,
pues la pandemia tendría que relacionarse con la Seguridad Nacional, aun cuando existen
normas complementarias del sector Salud que también autorizan la intervención del Es
tado en eventos excepcionales. Es el caso típico de una situación de emergencia nacional
que debe llamar a la movilización integral para cautelar el contenido constitucionalmen
te protegido del derecho a la salud de los peruanos.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
||ÍI Conforme a los artículos 118 inc 8) y 164° de la Constitución, la dirección del Sistema de
Defensa Nacional recae en el Presidente de la República, quien tiene la facultad exclusiva
de decretar cualquiera de los estados de excepción contemplados en el artículo 137°, con el
acuerdo del Consejo de Ministros y dando cuenta al Congreso o a la Comisión Permanente:
STC Exp. N° 00002-2008-PI/TC (f. j. 20).
(J La Constitución prescribe una equivalencia en sentido horizontal entre oficiales de las Fuer
zas Armadas y oficiales de la Policía Nacional, es decir, que la remuneración o pensión que
percibe un coronel del Ejército sea equivalente a la remuneración o pensión de un Coronel
de la Policía Nacional: STC Exp. N° 0009-2015-PI/TC (f. j. 69).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 20), 34,42,44,46,91 inc. 4), 98,118 inc. 14), 124,137,138,163,164,
166 al 175, 186; C.P.Ct.: art. 36; C.P.; art. 425 inc. 5); D.Leg. 1137: art. 3; D.Leg.
1138: art. 3; D.Leg. 1139: art. 3; D.Leg. 1136: art. 3; C.A.D.H.: art. 27; P.I.D.C.P.:
arts. 4 y 5.1; C.I.C.C.: art. 2
En efecto, durante nuestra vida republicana se han sucedido diversos gobiernos mi
litares, que por tal característica han sido gobiernos de facto. Al respecto, podemos men
cionar el conocido esquema de Jorge Basadre relativo a los ciclos militaristas que ha vi
vido el Perú hasta fines de la década de los años 70 del siglo XX, que se inicia con los
militares victoriosos de la guerra de independencia que toman el poder en diversas opor
tunidades durante los dos primeros tercios del siglo XIX (primer militarismo), continuan
do con los regímenes castrenses producto de la ruina nacional que trajo la derrota de la
Guerra del Pacífico (segundo militarismo, 1883-1895), y concluyendo con el tercer mi
litarismo en dos fases: la primera dividida en dos periodos que van de 1930 a 1939 (go
biernos de Luis M. Sánchez Cerro y Óscar R. Benavides) y de 1948 a 1956 (gobierno de
Manuel A. Odría), y la segunda, con otras características, de 1962 a 1963 (Junta Militar
presidida por Ricardo Pérez Godoy y luego por Nicolás Lindley) y de 1968 a 1980 (Go
bierno Revolucionario de la Fuerza Armada dirigido por Juan Velasco y luego por Fran
cisco Morales Bermúdez)(1).
(1) Cfr. BASADRE, Jorge. Historia de la República del Perú. Volumen X, 7a edición, Universitaria, Lima,
1983, p. 63.
No obstante, desde nuestro punto de vista, a partir del golpe militar de 1962 nace un
cuarto militarismo, caracterizado por una intervención institucional y no caudillista de las
Fuerzas Armadas(2), y por la implementación de reformas sociales. Finalmente, se produjo
un quinto militarismo con el Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional (1992),
que en los hechos se postergó hasta la caída de Alberto Fujimori en el año 2000, compues
to por una cúpula militar corrupta, un militarismo de la corrupción.
Por otra parte, durante las décadas de los años 80 y 90 del siglo pasado, conforme
con lo señalado en las conclusiones generales del Informe Final de la Comisión de la Ver
dad y Reconciliación:
(2) Cfr. CONTRERAS, Carlos y CUETO, Marcos. Historia del Perú contemporáneo. Red para el Desarrollo
de las Ciencias Sociales en el Perú. Lima, 1999, pp. 255, 263 y 275. Los autores señalan que Velasco
asumió ulteriormente poderes dictatoriales, motivo por el cual en 1975 un grupo de militares lo retiraron
del poder ya que reclamaban una conducción “más institucional y menos personalizada del gobierno”.
(3) Cabe señalar que la Comisión de la Verdad y Reconciliación considera que el grupo terrorista Sendero Lumi
noso “fue el principal perpetrador de crímenes y violaciones de los derechos humanos” (Conclusión N° 13).
(4) De acuerdo con lo señalado por el filósofo Ciro Alegría Varona, muchas democracias latinoamericanas han
delegado a las Fuerzas Armadas la responsabilidad de velar por los factores más amplios de la continuidad
del Estado (por ejemplo el control territorial, la defensa, la seguridad, la paz, etc.), evidenciándose una
“claudicación habitual de los políticos a su responsabilidad como representantes del pueblo soberano”.
Cfr. ALEGRÍA VARONA, Ciro. “Política militar y responsabilidad estratégica en el Perú”. En: OTÁRO-
LA, Alberto (director de la investigación). Modernización democrática de las Fuerzas Armadas (Serie:
Democracia N° 6). Comisión Andina de Juristas, Lima, 2002, p. 158.
(5) En esta parte reproducimos parcialmente las ideas plasmadas en nuestro artículo titulado: “La armonización
entre la seguridad nacional y los derechos fundamentales en un Estado Democrático de Derecho: el caso
del acceso a la información pública”. Publicado en OTÁROLA, Alberto (director de la investigación) Ob.
cit., pp. 131-152.
Este término jurídico es amplio y de contornos poco precisos, por lo que en el pasado ha
sido irrazonable y desproporcionadamente ampliado hacia ámbitos ajenos a la misión
constitucional de las Fuerzas Armadas. Es por ello que resulta necesaria una delimita
ción conceptual.
Por su parte, la seguridad ciudadana, también denominada orden interno u orden pú
blico, hace referencia a un estado de ausencia de afectaciones o amenazas a los derechos
fundamentales de las personas. Sobre el particular, como afirma el autor español Tomás
de Domingo, el orden público está intrínsecamente ligado a preservar la convivencia pa
cífica de las personas, de tal manera que puede definírsele como “aquel orden social que
permite una vigencia efectiva de los derechos fundamentales”(7).
(6) COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS. Seguridad ciudadana: cambios necesarios. CAJ, Lima, 1999,
p. 21.
(7) DE DOMINGO PÉREZ, Tomás. ¿ Conflictos entre derechosfundamentales?. Centro de Estudios Políticos
y Constitucionales, Madrid, 2001, p. 225.
(8) ROLLA, Giancarlo. “Derechos fundamentales y Estado Democrático: el papel de la justicia constitucional”.
En: Revista Peruana de Derecho Constitucional. N° 2, Tribunal Constitucional, Lima, 2000, p. 15.
En consecuencia, la seguridad nacional y la seguridad ciudadana tienen el objetivo
común de repeler las vulneraciones o amenazas a los derechos fundamentales de las per
sonas. La distinción entre ambas radica en que la primera enfrenta situaciones gravosas
que pueden desestabilizar las bases mismas del Estado y del sistema democrático; y la se
gunda trata de neutralizar acciones que afectan los derechos de las personas, pero con ta
les acciones no se pretende derribar el orden político y social establecido.
(9) Exp. N° 005-2001-AI/TC. Las sentencias del Tribunal Constitucional pueden consultarse en su página
web (<www.tc.gob.pe>).
presencia nacional y armamento, pero que tenga como ideología instaurar un sistema
autoritario. En este caso, por el contrario, estaríamos ante una afectación a la seguri
dad ciudadana.
(10) QUINTANA TABORGA, Juan Ramón. “El proceso de institucionalización de la política de defensa en
Bolivia”. En: Libros blancos de defensa. Concertaciónpolíticay diseño estratégico comparado. Ministerio
de Defensa Nacional. La Paz, 2001, pp. 29 y 31.
(11) QUINTANA TABORGA, Juan Ramón. Ob. cit., pp. 32-33.
III. El control del orden interno por parte de las Fuerzas Armadas
El artículo 165 tiene su antecedente en el artículo 275 de la Constitución de 1979
que señalaba en esencia lo mismo. Las Constituciones anteriores establecieron artículos
casi similares respecto a la composición y finalidad de las Fuerzas Armadas(12), aunque
con un elemento que no se reitera desde la Carta de 1979, relativo a las Fuerzas Arma
das como garantes del orden público interno. Dicha finalidad es encomendada expresa
mente, a partir del referido texto constitucional, a la Policía Nacional(13). No obstante,
los constituyentes de 1979 y 1993 creyeron oportuno que las Fuerzas Armadas asuman
el control del orden interno durante un estado de emergencia si así lo disponía el Presi
dente de la República(14).
Esta función excepcional de las Fuerzas Armadas se regula en la Ley N° 24150, pu
blicada el 7 de junio de 1985. La citada norma fue severamente cuestionada en la medi
da que otorgaba amplias competencias a las Fuerzas Armadas en las zonas declaradas en
estado de excepción, lo que permitió la comisión de actos arbitrarios contra la población.
• Extiende la competencia de las Fuerzas Armadas más allá del control del orden
interno, vulnerando los artículos 137 y 166 de la Constitución, al señalar, por
ejemplo, que dicho control “comprende los diferentes campos de la actividad
en que se desarrolla la Defensa Nacional”.
• La figura del Comando Político Militar es ajena al modelo constitucional de Fuer
zas Armadas políticamente neutras y subordinadas a las autoridades civiles. En
efecto, en la ley en cuestión estos comandos desarrollan verdaderas facultades
gubernativas, como por ejemplo ejercer competencias propias de los gobiernos
regionales o locales, entre otros aspectos.
Se fija la competencia de la jurisdicción militar apelando a los criterios del fue
ro personal y del lugar de la comisión del delito, contrarios al artículo 173 de la
Constitución.
• En el caso del estado de sitio, se establece una suerte de dictadura militar excep
cional contraria a la Constitución, por ejemplo cuando la ley permite que el ofi
cial que dirige el Comando Político Militar pueda adoptar acciones de gobierno
y de control político administrativo.
(12) Por ejemplo, los artículos 118 y 119 de la Constitución de 1856; 119 y 120 de la Constitución de 1860; 116
y 117 de la Constitución de 1867; 143 y 144 de la Constitución de 1920; y el artículo 213 de la Constitución
de 1933, por mencionar solo los últimos 150 años aproximadamente.
(13) Artículo 277 de la Constitución de 1979 y artículo 166 de la Constitución de 1993.
(14) Artículo 231 de la Constitución de 1979 y artículo 137 de la Constitución de 1993.
(15) DEFENSORÍA DEL PUEBLO. Restricción de derechos en democracia. Supervisando el estado de
emergencia. Informe Defensorial N° 76, Lima, 2003.
Las críticas de la Defensoría del Pueblo a la citada ley se plasmaron en una deman
da de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional, el cual la declaró fundada en
parte en su STC Exp. N° 0017-2003-A1/TC, publicada el 24 de agosto de 2004.
Una futura ley que desarrolle el artículo 137 y la última parte del artículo 165 de la
Constitución debe establecer, entre otros aspectos, que la intervención de las Fuerzas Ar
madas como garantes del orden interno durante un estado de excepción es, valga la redun
dancia, excepcional y temporal, y debe entenderse como una actividad de colaboración
con la Policía Nacional y la autoridad civil, en la medida de que su capacidad operativa
ha sido rebasada por acontecimientos que afectan el normal desarrollo de la sociedad. En
esa dirección, los actos de restricción de derechos que ejecuten directamente los miembros
de las Fuerzas Armadas deben respetar los parámetros de necesidad, razonabilidad y pro
porcionalidad. Así por ejemplo, si un militar se ve obligado a detener a una persona ante
la ausencia de la policía, el detenido debe ser puesto a disposición de la Policía Nacional
de manera inmediata o en el término de la distancia, no pudiendo ser interrogado por un
miembro de las Fuerzas Armadas ni recluido en un establecimiento militar.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
[jj El Estado se ve en la obligación de dotar a las Fuerzas Armadas de los medios necesarios
para que puedan asegurar y preservar la defensa nacional: STC Exp. N° 00017-2003-AI/
TC (f.j. 30).
|jj] El Estado debe garantizar que las personas que se encuentran en las zonas declaradas en
emergencia conozcan las medidas adoptadas para pacificar esa parte del territorio: STC
Exp. N° 00017-2003-AI/TC (f. j. 102).
La seguridad interna se ve afectada ante cualquier amenaza o agresión dentro del territorio
nacional proveniente del interior, exterior, de la acción del hombre o de la propia naturaleza:
STC Exp. N° 00017-2003-AI/TC (f. j. 32).
(jl El fin de la defensa interna es garantizar el desarrollo económico y social del país y, el
ejercicio de los derechos fundamentales e impedir agresiones en el interior del territorio:
STC Exp. N° 00017-2003-AI/TC (f. j. 32).
(jl Las estrategias elegidas por el Ejecutivo con la finalidad de controlar el orden interno bajo
ningún concepto deben desconocer el principio general de libertad: STC Exp. N° 00017-
2003-AI/TC (f.j. 65).
BIBLIOGRAFÍA
ALEGRÍA. VARONA, Ciro. “Política militar y responsabilidad estratégica en el Perú”. En: OTÁRO-
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la República del Perú. Volumen X, 7a edición, Universitaria, Lima, 1983; COMISIÓN ANDINA DE
JURISTAS. Seguridad ciudadana: cambios necesarios. Comisión Andina de Juristas, Lima, 1999;
CONTRERAS, Carlos y CUETO, Marcos. Historia del Perú contemporáneo. Red para el Desarrollo de
las Ciencias Sociales en el Perú, Lima, 1999; DEFENSORÍA DEL PUEBLO. Restricción de derechos
en democracia. Supervisando el estado de emergencia. (Serie de Informes Defensoriales: Informe
Defensorial N° 76). Defensoría del Pueblo, Lima, 2003; DE DOMINGO PÉREZ, Tomás. ¿Conflic
tos entre derechos fundamentales?. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2001;
QUINTANA TABORGA, Juan Ramón. “El proceso de institucionalización de la política de defensa
en Bolivia”. En: Libros blancos de defensa. Concertación política y diseño estratégico comparado.
Ministerio de Defensa Nacional, La Paz, 2001; ROLLA, Giancarlo. “Derechos fundamentales y Estado
Democrático: el papel de la justicia constitucional”. En: Revista Peruana de Derecho Constitucional.
N° 2, Tribunal Constitucional, Lima, 2000. SORIA LUJÁN, Daniel. “La armonización entre la seguridad
nacional y los derechos fundamentales en un Estado Democrático de Derecho: el caso del acceso a la infor
mación pública”. En: OTÁROLA, Alberto, (director de la investigación) Modernización democrática
de las Fuerzas Armadas. (Serie: Democracia N° 6) Comisión Andina de Juristas, Lima, 2002;
Artículo 166 Policía Nacional
La Policía Nacional tiene porfinalidadfundamental garantizar,
mantener y restablecer el orden interno. Presta protección y
ayuda a las personas y a la comunidad. Garantiza el cumpli
miento de las leyes y la seguridad del patrimonio público y del
privado. Previene, investiga y combate la delincuencia. Vigila
y controla las fronteras.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 20), 34, 42, 44, 45, 91 inc. 4), 98, 118 inc. 14), 124, 159 inc. 4), 167
al 175, 186, 195, 197; C.P.Ct.: art. 36; C.P.; arts. 378, 404, 425 inc. 5); C. de P.P.:
arts. 59 y ss.; C.N.A.: arts. 151 y ss.; D. Leg. 1241: arts. 15 al 17; D.Leg. 824: arts.
5 al 9; D.S. 006-89-IN; D.S. 026-2017-IN; D.U.D.H.: art. 28; P.I.D.C.P.: art. 2.1;
P.I.D.E.S.C.: art. 2.1
(1) COUSELO, Gonzalo Jar. “El papel de la Policía en una sociedad democrática”. En: Revista Reís N° 85.
Año 1999, p. 212.
(2) TUDELA, Patricio. “Sociedad y Policía: desarrollo y retos de la función policial en las democracias
latinoamericanas”. Diciembre de 2007. p. 19
(3) Dicha norma fue publicada en el diario oficial El Peruano, el día 6 de diciembre de 1988.
II. Marco constitucional
La Constitución Política del Perú, estipula en el Capítulo XII, denominado: “De la
Seguridad y de la Defensa Nacional”, estipulan en su artículo 166° y siguientes, las fun
ciones y atribuciones de la Policía Nacional:
Para la realización de todos estos fines se requiere, que la Policía Nacional cuente con
personal idóneo, con conducta intachable y honorable en concordancia con la importan
te función que desempeña, y con los conocimientos sobre tópicos que orienten su actua
ción en derechos humanos.
“El Estado debe adoptar todas las providencias necesarias para ello y, en parti
cular, las tendientes a formar y capacitar a todos los miembros de sus cuerpos
armados, de policía y de sus organismos de seguridad sobre los principios y nor
mas de protección de los derechos humanos, aun bajo los estados de excepción.
En particular, el Estado debe incluir, dentro de los cursos de formación de los
miembros de sus fuerzas armadas, de la policía y de sus organismos de seguri
dad, capacitación en materia de derechos humanos y de Derecho Internacional
Humanitario”.
Es por todo ello que resulta importante seguir fortaleciendo la labor de la Policía Na
cional del Perú, orientada al cumplimiento de sus fines a través de la capacitación especia
lizada del personal, el establecimiento de criterios claros en materia de cambios de coloca
ción y ascensos, debidamente sustentados bajo criterios objetivos y debidamente motivados.
(5) DEFENSORÍA DEL PUEBLO. Informe Defensorial N° 142, Fortalecimiento de la Policía Nacional del
Perú: cinco áreas de atención urgente. Defensoría del Pueblo, Lima, 2010, p 66.
(6) Tribunal Constitucional. STC Exp. N° 0022-2004-AI/TC. Demanda de inconstitucionalidad interpuesta
por Dino Baca Herrera y más de cinco mil ciudadanos contra la Ley N° 28078., f. j. 52.
(7) Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Myrna Mack Chang contra Guatemala. Sentencia de
25 de noviembre de 2003, fundamento 282.
III. El rol de la Policía Nacional respecto a las personas en situación
de vulnerabilidad
Respecto a la finalidad constitucional de prestar protección y ayuda a las personas y
a la comunidad, esta función se encuentra relacionada con el deber de garantizar la segu
ridad ciudadana, y por ende el personal policial constituye la primera línea de atención y
apoyo de la ciudadanía, siendo que la misma cobra mayor relevancia cuando hacemos re
ferencia a los grupos en situación de vulnerabilidad.
Sin embargo, a través de una rápida mirada respecto a la atención de las personas ads
critas a los grupos en situación de vulnerabilidad, podemos notar que existe aún un lar
go camino por recorrer; como en la lucha contra la violencia de género, puesto que tras
una supervisión a 21 comisarías ubicadas en distintas localidades de Pasco realizada por
la Defensoría del Pueblo anteriormente(8), se pudo constatar que 12 comisarías no comu
nicaron hechos de violencia a Centros Emergencia Mujer; evidenciando la necesidad de
mejorar la capacidad de respuesta que se viene dando en las diferentes comisarías frente a
los casos de violencia hacia las mujeres, a fin de que se actúe inmediatamente con el ob
jetivo de brindar las medidas de protección a favor de las víctimas.
Estas falencias tienen una particular relevancia tomando en cuenta que nuestro país
ha ratificado la “Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la vio
lencia contra la mujer \ que obliga a los estados a velar por que las autoridades, sus fun
cionarios, personal y agentes e instituciones se abstengan de realizar cualquier acción o
práctica que perpetúe la violencia de género; así como fomentar la educación y capacita
ción del personal en la administración de justicia, policial y demás funcionarios encarga
dos de la aplicación de la ley, así como del personal a cuyo cargo esté la aplicación de las
políticas de prevención, sanción y eliminación de la violencia contra la mujer, para gene
rar un trato que sea empático y profesional de acuerdo al momento en el que el servicio
lo demande, evitando juicios de valor o apreciaciones morales.(9)
(8) Se puede encontrar mayor información en la Nota de Prensa N° 1263/OCII/DP/2020 emitido en octubre
pasado por la Defensoría del Pueblo.
(9) Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer. Artículo 7,
inciso a y b; artículo 8, inciso c.
aplicable para las mujeres trans, estableciendo un nuevo estándar de protección al que de
ben adecuar su atención el personal de la Policía Nacional.
“Es la atribución del Estado, ejercida por la Policía Nacional del Perú que faculta el
uso de la fuerza de manera legítima en el cumplimiento de su finalidad, para la con
servación del orden interno y para garantizar el funcionamiento de los poderes del
Estado dentro del orden constitucional.”
Para ello, dicha norma resalta que para que el uso de la fuerza sea considerado como
legítimo, debe ser ejercido con pleno respeto de los derechos fundamentales y ser realizado
bajo los parámetros -tanto nacionales como internacionales- establecidos sobre la materia.
Respecto a los estándares internacionales sobre el uso de la fuerza por parte de las
fuerzas policiales, dentro del Sistema Universal de Derechos Humanos se encuentran: el
Código de Conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley; y los “Princi
pios Básicos sobre el empleo de la fuerza y de armas de fuego por los funcionarios encar
gados de hacer cumplir la ley”.
(10) Corte Interamericana de Derechos Humanos. Sentencia Caso Azul Rojas Marín vs. Perú, f. j. 166.
Ambas directrices internacionales tienen como principal objetivo motivar en los agen
tes estatales el uso diferenciado de la fuerza y de las armas de fuego, mediante la utiliza
ción de métodos no violentos, y el uso de las armas de fuego de manera excepcional, solo
ante la ineficacia de otros medios; con el fin de proteger a las personas de ataques arbitra
rios o injustificados por parte de la PNP, que los coloquen en una situación de indefensión
y vulneración del derecho a la vida, integridad, entre otros.
“En situaciones de paz, los agentes del Estado deben distinguir entre las personas
que, por sus acciones, constituyen una amenaza inminente de muerte o lesión grave
y aquellas personas que no presentan esa amenaza, y usar la fuerza sólo contra las
primeras
Del mismo modo, en el caso Mujeres víctimas de tortura sexual en Ateneo vs. Méxi
co, este Alto tribunal establece que el uso de la fuerza ejercido por los miembros de la Po
licía debe respetar los principios de legalidad, absoluta necesidad y proporcionalidad, en
tendiéndose los mismos como:
(11) Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Zambrano Vélez y otros vs. Ecuador, sentencia del 04
de julio de 2007, f. j. 85.
(12) Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Mujeres víctimas de tortura sexual en Ateneo vs. México,
Sentencia del 28 de noviembre de 2018, f. j. 162.
(13) El reglamento responde al Decreto Supremo N° 012-2016-IN, que Aprueba el Reglamento del Decreto
Legislativo N° 1186, “Decreto Legislativo que regula el uso de la fuerza por parte del personal de la Policía
Nacional del Perú”.
se exime de responsabilidad penal al personal de la Policía Nacional, que en el cumpli
miento de “su función constitucional y en uso de sus armas u otro medio de defensa”,
cause lesiones o muerte(14), sin estipular de qué manera se determinará si el cumplimien
to de estas funciones llegan a proteger un objetivo constitucional, y con ello se contra
viene los estándares internacionales, generando obstáculos para la lucha contra la impu
nidad y el acceso a la justicia.
Además, “se identificó un patrón de detenciones arbitrarias en conexión con las pro
testas, incluso por parte de policías de civil sin identificarse, así como violaciones de las
garantías procesales, casos de malos tratos y ataques contra el derecho de reunión pacífi
ca, la libertad de expresión y el derecho a defender los derechos humanos”00.
Siendo que las mismas han evidenciado la necesidad de una reforma policial, a fin de
reducir el margen de discrecionalidad del personal policial en aras de una férrea y estricta
protección de los derechos fundamentales de los ciudadanos, a través de la aplicación de
una perspectiva de derechos humanos durante la formación y capacitación policial, a tra
vés de la profesionalización de su personal.
(14) De acuerdo con el artículo 5 de la Ley N° 31012, que modifica el numeral 11 del artículo 20 del Decreto
Legislativo N° 635, Código Penal.
(15) Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Informe sobre la misión
a Perú: 17-22 de noviembre de 2020, f. j. 15.
(16) Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Informe sobre la misión
a Perú: 17-22 de noviembre de 2020, f. j. 5.
(17) Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Comunicado de prensa “La CIDH culmina visita de
trabajo al Perú, disponible en: https://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2020/290.asp
En el Informe Defensorial N° 142 la Defensoría del Pueblo señaló que para lograr
esta profesionalización se debe poner énfasis en la capacitación y especialización(18)19
, sien
do que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos señaló a través del Informe
sobre Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos, que es una obligación de los Estados
“actualizar los conocimientos y prácticas profesionales de todo el personal policial, pla
nificando e implementando por medio de las instituciones competentes cursos, semina
rios y conferencias
Por todo ello es que se requiere el diseño de un sistema de capacitación constante que
permita consolidar y actualizar los conocimientos acerca del uso legítimo y proporcio
nal de la fuerza, así como de estándares sobre derechos humanos desde una perspectiva
de género, interculturalidad, de discapacidad, entre otros enfoques necesarios para garan
tizar el respeto a la dignidad y derechos humanos por parte de la PNP durante el cumpli
miento de sus funciones constitucionales.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
lHI El mantenimiento del orden interno es parte del Sistema de Defensa Nacional cuya res
ponsabilidad le corresponde principalmente a la Policía Nacional: STC Exp. N° 00002-
2008-PI/TC (f.j. 17).
El orden interno es sinónimo de orden policial, ya que a través de la actividad que este
implica se evita todo desorden que pudieran provocar individual o colectivamente miembros
de la ciudadanía: STC Exp. N° 00017-2003-AI/TC (f. j. 7).
f La Constitución reconoce a la PNP como el órgano competente para el control del orden
interno, aunque debe destacarse que en determinadas condiciones constitucionalmente
delimitadas puede recibir el apoyo de las FE AA.: STC Exp. N° 00011-2019-PI/TC (f. j. 21).
lU El pase a retiro por renovación de cuadros del personal policial de la PNP debe realizarse
con plena observancia de los principios de interdicción de la arbitrariedad, razonabilidad
y proporcionalidad: STC Exp. N° 00002-2018-PCC/TC (f. j. 66).
(18) DEFENSORIA DEL PUEBLO. Informe Defensorial N° 142. Fortalecimiento de la Policía Nacional del
Perú: cinco áreas de atención urgente. Ob. cit., pp. 445/448.
(19) Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe Sobre Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos,
2009, p. 40.
BIBLIOGRAFÍA
COUSELO, Gonzalo Jar. “El papel de la Policía en una sociedad democrática”. En: Revista Reís
N° 85. Año 1999; TUDELA, Patricio. “Sociedad y Policía: desarrollo y retos de la función policial
en las democracias latinoamericanas”. Diciembre de 2007; DEFENSORÍA DEL PUEBLO. Infor
me Defensorial N° 142, Fortalecimiento de la Policía Nacional del Perú: cinco áreas de atención
urgente, Defensoría del Pueblo, Lima, 2010; Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para
los Derechos Humanos, Informe sobre la misión a Perú: 17-22 de noviembre de 2020; Comisión
Interamericana de Derechos Humanos. Informe sobre seguridadciudadanay derechos humanos, 2009.
Artículo 167 Jefe supremo de las Fuerzas Armadas y de
la Policía Nacional
El Presidente de la República es el Jefe Supremo de las Fuerzas
Armadas y de la Policía Nacional.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 98, 118 inc. 14), 23), 163, 164, 168, 169; D. Leg. 1267: art. 2 inc. 13); Ley
27594: art. 2; D.Leg. 1136: arts. 6, 7; D.S. 006-89-IN; D.S. 026-2017-IN; D.U.D.H.:
art. 21.3; P.I.D.C.P.: art. 1.1; P.I.D.E.S.C.: art. 1.1
(1) ESCALANTE, María Antonieta. “Las Fuerzas Armadas en la estructura del Estado peruano del siglo
XIX”. En: Pensamiento Constitucional. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú,
Lima, 1995, p. 201.
El asunto en cuestión es que en la actualidad las Fuerzas Armadas tienen una cadena
de mando establecida cuyo respeto es consustancial con la disciplina necesaria en una or
ganización castrense. En contraste, al no existir normativa que establezca los parámetros
principios según los cuales se ejerce la jefatura suprema, quedará a discreción del Presi
dente de tumo el interpretarla en una acción de naturaleza esencialmente política o el im
partir órdenes en cualquier nivel sin tomar en cuenta eventualmente la cadena de mando.
La concepción inicial sobre los alcances del “mando supremo” ha variado conforme se
ha ido consolidando el Estado constitucional de Derecho. Es por ello que las órdenes im
partidas tienen que ir de consuno con la naturaleza constitucional del cargo. En esa me
dida, una decisión arbitraria sería intrínsecamente inconstitucional; por ello siempre se
espera disposiciones cautas y respetuosas de la Constitución y de los derechos humanos.
Es, en buena cuenta, una conducción muy delicada, que requiere un alto valor cívico de
quien ejerce -temporalmente, siempre es bueno recordarlo- la institución de la Presiden
cia de la República.
(2) Corte Suprema de la República. Sala Penal Especial, STC del 7 de abril del 2009, recaída en el Expediente
N° AV 19-2001. En esta ejecutoria se condena a Fujimori a 25 años de pena privativa de la libertad, como
autor mediato del delito de homicidio calificado y lesiones graves, entre otros.
(3) Corte Suprema de la República. STC 19-2001, p. 220.
delitos o infracciones disciplinarias, que consisten precisamente en el quebrantamiento
de los deberes del mando”(4).
Con fecha 26 de junio de 2002, la referida Comisión presentó ante la Presidencia del
Congreso el Dictamen del Proyecto de Ley referido, que fue aprobado por unanimidad por
todos los grupos políticos. El debate en el Pleno fue postergado hasta el 10 de octubre del
mismo año, fecha en la que fue aprobado el Proyecto de Ley y remitida la autógrafa para
su promulgación por el Presidente de la República. La firma de la Ley se efectivizó el 11
de noviembre y al día siguiente se publicó la misma con el N° 27860.
Una visión de conjunto de esta reforma, iniciada hace más de veinte años y todavía
inconclusa, conduce a afirmar dos ideas centrales. En primer lugar, se trató de un esfuer
zo que posicionó a las autoridades civiles como conductoras de las Fuerzas Armadas y de
(4) DE OTTO, Ignacio. El mando supremo de las Fuerzas Armadas. En STC Sala penal Especial. Ob. cit. p.
222
(5) Una interesante evaluación sobre el proceso de reforma del sector Defensa en el Perú se puede encontrar
en TAMAYO, Ana María. “Avances y retrocesos en la conducción democrática de la defensa en el Perú”.
En: Los nudos de la Defensa. Enredos y desenredos para una política pública en democracia. Instituto de
Defensa Legal, Serie Democracia y Fuerza Armada, Lima, 2005, pp. 173-189.
todo el sector Defensa. No es necesariamente negativo que los militares en actividad o en
retiro participen en la gestión de este ministerio, pero antes era impensado que un civil sea
nombrado, por ejemplo, ministro de Defensa o que las instituciones armadas sean super
visadas en la ejecución de sus presupuestos por un viceministro especializado.
En ese mismo proceso se expidieron las nuevas leyes del Ejército del Perú (Decreto
Legislativo N° 113 7), de la Marina de Guerra del Perú (Decreto Legislativo N° 113 8), de
la Fuerza Aérea del Perú (Decreto Legislativo N° 1139) y del Comando Conjunto de las
Fuerzas Armadas (Decreto Legislativo N° 1136). También fueron expedidos el Decreto
Legislativo N° 1129, que regula el Sistema de Defensa Nacional, el Decreto Legislati
vo N° 1131, que crea la Secretaría de Seguridad y Defensa Nacional; entre otras normas.
Mención especial merece la Ley N° 30339, Ley de control, vigilancia y defensa del
espacio aéreo nacional, norma que se expidió para intervenir el puente aéreo que el narco
tráfico ha tendido en la zona sur del país, a través de la incursión de avionetas provenien
tes básicamente de Bolivia. Esta norma reúne los protocolos internacionales para la inter
dicción aérea de naves civiles. A la fecha no se ha aplicado en toda su extensión, pese a
contar con un amplio consenso político interno.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 44,45,163 al 167, y 169 al 175; CP.Ct.: art. 33 inc. 9); D.Leg. 1267: art. 1
y ss.; Ley 28359; Ley 29248; D.Leg. 1136; D.S. 006-89-IN; D.S. 026-2017-IN;
D.S. 003-2013-DE; D.U.D.H.: art. 28; P.I.D.C.P.: art. 2.1; P.I.D.E.S.C.: art. 2.1
Los artículos 274 y 276 de la Constitución de 1979 son los antecedentes inmediatos
de esta norma constitucional. El primero de ellos establecía que “Las leyes y reglamen
tos respectivos regulan la organización, funciones, preparación, empleo y disciplina de la
Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional” y, el segundo, señalaba que “Las Fuerzas Ar
madas organizan sus reservas y disponen de ellas, según las necesidades de la Defensa
Nacional y de acuerdo a ley”. Ambas normas, con mínimos cambios, han sido recogidas
en el artículo 168 de la Carta Magna vigente.
El sentido de la norma constitucional es que mediante normas con rango de ley y sus
respectivos reglamentos se establezca, principalmente, la organización, estructura y fun
ciones de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, asegurando así, el sometimiento de las
armas al poder civil.
(1) RUBIO CORREA, Marcial. Estudios de la Constitución Política de 1993. Ia edición. Fondo Editorial de
la Pontificia Universidad Católica del Perú, .Lima, 1999, p. 345.
En otras palabras, teniendo una normatividad clara y expresa sobre los aspectos esen
ciales que componen la estructura y funcionamiento de las fuerzas del orden, resulta po
sible la exigencia de su cumplimiento, con cual se aleja del país, la sombra del nefasto
militarismo.
De acuerdo a los textos legales que conforman el marco regulatorio de las fuerzas del
orden, se tiene que las Fuerzas Armadas que dependen del Ministerio de Defensa, se en
cuentran reguladas por la Ley del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas (D. Leg.
N° 1136), Ley del Ejército del Perú (D. Leg. N° 1137), Ley de la Marina de Guerra del
Perú (D. Leg. N° 1138) y Ley de la Fuerza Aérea del Perú (D. Leg. N° 1139).
Por su parte, la Policía Nacional del Perú que integra el Ministerio del Interior se en
cuentra regulada por el Decreto Legislativo N° 1267, Ley de la Policía Nacional del Perú.
Cabe señalar además que la Policía Nacional del Perú y las Fuerzas Armadas (com
puesta por el Ejército, la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea), son organismos que for
man parte de sistemas organizados, los cuales están compuestos por entidades que se in
terrelacionan y colaboran entre sí, para que, de manera eficiente y eficaz, cumplan sus
objetivos de servicio al país.
Es así que, las Fuerzas Armadas forman parte del sistema de Seguridad y Defensa
Nacional regulado por la Ley N° 28478, cuya finalidad es garantizar la seguridad nacio
nal, mediante la concepción, planeamiento, dirección, preparación, ejecución y supervi
sión de la defensa nacional; mientras que la Policía Nacional del Perú integra el sistema
de Seguridad Ciudadana, normado mediante Ley N° 27933, que tiene como objetivo ga
rantizar la paz y tranquilidad ciudadana, así como reducir o neutralizar la criminalidad y
delincuencia a nivel nacional.
Con este marco regulatorio, en cumplimiento de lo preceptuado en la Constitución,
se busca asegurar la sujeción de las fuerzas de orden a lo determinado por el ordenamien
to constitucional, además de la obligación de cumplir las políticas de estado que planteen
los gobiernos de tumo, elegidos democráticamente.
Esta normatividad cobra mayor importancia, sobre todo, en los casos de protestas ciu
dadanas o bajo los regímenes de excepción (estado de emergencia y estado de sitio), en los
cuales se suspende el ejercicio de determinados derechos fundamentales.
Por ello, cobra relevancia la existencia de una regulación clara y precisa, que esta
blezca una actuación si bien eficaz, empero sin excesos que afecten la integridad, salud y
la vida de los ciudadanos, esto es, que el empleo de la fuerza se enmarque dentro del or
den constitucional.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(j) La Constitución ha establecido una reserva de ley para la regulación de todo lo que con
cierne a la organización, funciones, especialidades, preparación, empleo y disciplina de
las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional: STC Exp. N° 02050-2002-AA/TC (f. j. 4).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 20), 34, 35, 38, 45, 46, 91.4, 118 inc. 4), 124,137, 165,167, 168, 186;
C.P.Ct.: arts. II, 1,2; C.P.; art. 346; C.P.M.P.: arts. 60,64; L.O.M.P.: art. 8; D.U.D.H.:
art. 21.3; P.I.D.C.P.: art. 11.1; P.I.D.E.S.C.: art. 1.1.
(1) COTINO HUESO, Lorenzo. El modelo constitucional de las Fuerzas Armadas. Instituto Nacional de.
Administración Pública, Madrid, 2002, p. 107-108.
El Tribunal Constitucional ha precisado a este respecto que el artículo que comenta
mos es una norma garantista. Implica que estando las Fuerzas Armadas sometidas al po
der constitucional “cualquier decisión que este último pueda adoptar no requiere la opi
nión, el pronunciamiento o aprobación de aquellas”(2). Ello no quiere decir que dichos
institutos no puedan hacer llegar al Presidente de la República sus puntos de vista o sus
opiniones sobre determinados problemas nacionales, cuando así se les requiera, pero di
cho criterio institucional no obliga ni vincula al Presidente de la República o al Gobier
no. El supremo intérprete de la Constitución nos deja una reflexión trascendental para la
vida política peruana en la sentencia citada: “La subordinación de las Fuerzas Armadas y
de la Policía Nacional al poder constitucional pretende asegurar la sujeción de éstas a la
Constitución y, por mandato de ella, a la jefatura suprema del Presidente de la República,
con el fin de sustraer a los ‘profesionales de las armas’ de las veleidades de la vida polí
tica nacional y evitar su politización institucional, es decir, permitir que ellas puedan ser
vir objetivamente al cumplimiento de los fines que la Constitución les asigna, al margen
de los intereses particulares de los gobiernos de tumo o los suyos propios, sean estos cor
porativos o privados”(3).
El inciso 20 del artículo 2, que permite que los miembros de las Fuerzas Arma
das y de la Policía Nacional solo puedan ejercer el derecho de petición indivi
dualmente. Se les prohíbe el uso colectivo del mismo.
El artículo 42, que prohíbe los derechos de sindicalización y huelga a los miem
bros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional.
El artículo 91, inciso 4, que prohíbe postular a los miembros de las Fuerzas Ar
madas y de la Policía Nacional y ser elegidos congresistas si no han dejado tal
situación seis meses antes de la elección.
El artículo 98, que establece la prohibición de ingreso en el recinto del Congre
so sin autorización de su propio Presidente, a las Fuerzas Armadas y la Policía
Nacional.
El inciso 14 del artículo 188, que establece la atribución del Presidente de la Re
pública de ser él quien presida el Sistema de Defensa Nacional -ahora denomi
nado Sistema de Seguridad y Defensa Nacional- y organice, distribuya y dis
ponga el empleo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional.
El artículo 124, que permite a los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Po
licía Nacional ser ministros de Estado.
Un sector de la doctrina nacional reclama también por los derechos ciudadanos de los
miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional. El profesor Enrique Bemales es
cribe que este dispositivo constitucional no convierte a los integrantes de las Fuerzas Ar
madas en “muertos civiles”. Agrega que “(...) en el Perú se ha entendido usualmente que
el carácter no deliberante de estas instituciones equivale a su total proscripción aun de la
opinión sobre asuntos de interés nacional. No obstante, debe admitirse que, como insti
tuciones de importancia trascendente para el país, deben ejercer la posibilidad de opinar
sobre ciertas materias e, inclusive, de ilustrar las grandes decisiones nacionales”(5). Con
venimos con esta posición.
(4) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. Teoría y práctica de la Constitución peruana. Tomo II, Eddili, Lima,
1989, p. 255.
(5) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. 5a edición, Instituto
Constitución y Sociedad, Lima, 1999, p. 735.
De la misma manera, con la reforma del artículo 34 de la Constitución, que concede
el derecho al voto y a la participación ciudadana de los miembros de las Fuerzas Armadas
y Policía Nacional, se ha dado un avance sustantivo no solamente en materia de reconoci
miento de derechos políticos, varias veces reclamado por los propios militares y policías,
sino también en la incorporación de estos funcionarios públicos en la “gestión” de la demo
cracia. Se trata sin duda de una decisión muy importante que pretende que estos funciona
rios públicos puedan ejercer plenamente su derecho fundamentar a elegir a sus autoridades.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j[] Los institutos de las Fuerzas Armadas pueden hacer llegar al Presidente de la República sus
puntos de vista sobre determinados problemas nacionales pero ello no vincula al Presidente
o al Gobierno: STC Exp. N° 00017-2003-AI/TC (f. j. 48).
[U Sustraer a los “profesionales de las armas” de las veleidades de la vida política nacional
y evitar su politización institucional permite que puedan servir objetivamente al margen
de los intereses particulares de los gobiernos de tumo o los suyos propios: STC Exp.
N° 00017-2003-AI/TC (f. j. 49).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 41,76,77,80,82,163,168,172; C.P.M.P.: arts. 134,135; Ley 26300: art. 31;
D.Leg. 1267; D.Leg. 1134: art. 10 ines. 3), 10), 14); P.I.D.C.P.: art. 1.2; P.I.D.E.S.C.:
art. 1.2
“La ley asigna fondos destinados a garantizar el equipamiento que requieren las Fuerzas
Armadas y la Policía Nacional, respectivamente. Tales fondos no pueden ser dedicados
sino a los fines que corresponden a cada una de dichas instituciones”1 (2).
Como se puede apreciar, actualmente el artículo 170 establece tres cambios a lo con
signado en la Carta de 1979. Primero, en vez de aludir al “equipamiento” alude a los “re
querimientos logísticos”. No estamos ante una modificación de términos que no haya ge
nerado algún debate(3). En segundo lugar, hace referencia a “fines institucionales”, que se
aproxima a la fórmula contenida en la Constitución de 1979, que aludía a “los fines que
correspondan a cada una de dichas instituciones”. Esta última modificación tampoco ha
estado libre de generar alguna controversia en el Debate Constitucional de 1993(4).
(1) En el artículo 174 se establecía, pues, que las ordenanzas que prefijare el Congreso, determinarán todo lo
relativo a la organización de estos cuerpos, la escala militar, disciplina y arreglo económico del ejército.
(2) Así quedó esta disposición luego de su modificación por la Ley N° 24949.
(3) Véase al respecto: COMISIÓN DE CONSTITUCIÓN Y REGLAMENTO. Diario de Debates de la Cons
titución de 1993. Especialmente p. 2310.
Actualmente, según la vigésimo segunda edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española,
se entiende por equipamiento el conjunto de todos los servicios necesarios en industrias, urbanizaciones,
ejércitos, etc.
(4) Revísese al respecto COMISIÓN DE CONSTITUCIÓN Y REGLAMENTO. Ob. cit., p. 2293 y ss.
Por último, establece expresamente la existencia de una autoridad que se encargará de
controlar la forma cómo son utilizados los fondos que se le confían a las Fuerzas Arma
das y la Policía Nacional. Esta modificación fue producto también de un intenso debate al
momento de elaborar la Constitución vigente, en particular por lo ocurrido con la Marina
de Guerra tiempo atrás, esto es, que luego de quince años recién se puso en evidencia el
mal manejo de los fondos destinados a dicha institución.
Había quienes planteaban que se trataba de una disposición innecesaria, toda vez que
el uso de todos los recursos del Estado se encuentra sujeto a fiscalización y, en tal sentido,
se entiende que tanto los fondos de las Fuerzas Armadas como los de la Policía Nacional
corren esa misma suerte(5)6.
La Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional^ parece ir en la
misma línea de esta última postura cuando establece que: “(•••) Ia asignación de fondos a
las Fuerzas Armadas debe hacerse por ley, pero (...) esa es una disposición que no corres
ponde incorporarla en la Constitución, porque va de suyo en cuanto a la asignación de
cualquier fondo público que debe hacerse por esa vía”(7).
Por otro lado, algunos congresistas consideraban indispensable la precisión de que sería
otro órgano el que se encargaría de dicho control, es decir, distinto a las mismas Fuerzas
Armadas y Policía Nacional, órgano que debía estar recogido en la Constitución, cuyas
atribuciones y límites estarían consignadas en la ley(8).
A nuestro juicio, resulta de suma relevancia que sea un órgano externo el que efec
túe tal control, así como que dicho órgano esté libre de sufrir cualquier eventual injeren
cia arbitraria en el ejercicio de sus funciones por parte de quien es controlado. Ello cons
tituye un elemento indispensable para que el control esté garantizado y así contribuir a la
transparencia que debe existir en el manejo de los fondos públicos.
(5) En esta línea de pensamiento el en ese entonces congresista Enrique Chirinos Soto (véase Ibídem, p. 2309)
o el congresista Henry Pease García (Ibídem, p. 2311). La congresista Martha Chávez Cossío planteó por
ello la eliminación de todo el artículo 170 (Ibídem, p. 2310).
(6) Nos referimos aquí a la Comisión creada en virtud del Decreto Supremo N° 018-2001-JUS, de fecha
26/05/2001, durante el Gobierno de Transición del Doctor Valentín Paniagua Corazao. Dicha Comisión,
denominada “Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional”, estuvo integrada por
veintiocho juristas, personas de reconocida trayectoria profesional y académica, designados por Res. Sup.
N° 232-2001-JUS con fecha 31/05/2001, y debía proponer tres productos:
1. Las normas constitucionales que podrían ser reformadas, a partir de la evaluación de su contenido,
de su análisis sistemático y de la regulación de las instituciones políticas.
2. Las opciones sobre el contenido de las reformas propuestas.
3. El procedimiento para desarrollar las reformas constitucionales propuestas.
El producto final de este trabajo conjunto fue publicado por el Ministerio de Justicia en julio de 2001.
(7) Véase: MINISTERIO DE JUSTICIA. Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional.
Lima, julio 2001, p. 85. Ese parece haber sido el tenor común, ya que luego tanto en el Anteproyecto de
Ley de Reforma de la Constitución (CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Anteproyecto de Ley de Reforma
de la Constitución. Texto para el debate. Lima, abril de 2002) como en el Proyecto de Ley de Reforma
de la Constitución (CONGRESO DE LA REPÚBLICA, Proyecto de Ley de Reforma de la Constitución.
Lima, julio 2002) no se consigna una disposición similar.
(8) En ese sentido, los congresistas Henry Pease García y Carlos Ferrero Costa. Sobre el particular puede
revisarse COMISIÓN DE CONSTITUCIÓN Y REGLAMENTO. Ob. cit., p. 2307 y ss.
II. ¿Por qué es la ley la que se encarga de asignar los fondos a las
Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional?
El hecho de que el artículo 170 haga referencia expresa a que será la ley la que se en
cargará de determinar los recursos que serán destinados a las Fuerzas Armadas y la Policía
Nacional, es expresión de lo que Duverger(9) calificaba como el “poder de delimitación”
que ostenta el Congreso frente al Gobierno. Y es que siendo el Congreso la institución
política que se encarga de aprobar la Ley General del Presupuesto de la República, esta
blece un importante límite a cualquier futuro interés político por parte del gobernante de
tumo. No obstante, no debe tampoco dejarse de lado que en el caso peruano el Presiden
te de la República maneja los créditos suplementarios, las habilitaciones y las transferen
cias de partidas, que le permiten destinar más fondos para determinados fines, atribución
que debe ser manejada en aras del interés nacional, bajo criterios de prioridad real, efica
cia y eficiencia; en función de los requerimientos a satisfacer y de conformidad con el or
denamiento jurídico.
Durante la década fujimorista, la Policía Nacional pasó a ser la gran relegada, pese
a que existían demandas por parte de la sociedad civil a efectos de iniciar una profunda
reforma institucional. No obstante, se intentó realizar algunas modificaciones destinadas a
mejorar la eficiencia del sector y destacar el importante rol que está encargada de cumplir
en la sociedad. En ese sentido, se procuró un mejor equipamiento de la institución, apoyado
por los empresarios organizados en el Sistema Nacional de Cooperación con la Policía
Nacional (Sinacoop); se establecieron áreas metropolitanas en Lima; se buscó promover la
(9) DUVERGER, Maurice. Instituciones políticas y Derecho Constitucional. Ariel, Barcelona, 1970, p. 186
y ss.
participación ciudadana, por medio de comités de apoyo; se les dotó de mayores recursos a
las unidades especializadas, entre otros(10)11
. Según nos da cuenta Gino Costa01}, los recursos
que en aquel entonces se le destinaba a la Policía Nacional llegaban a un aproximado
de 10% del presupuesto nacional, sin embargo, la ausencia de una política policial clara
impidió aprovecharlos mejor.
Según Juan Rial(12), el Ministerio de Economía del gobierno transitorio del doctor
Valentín Paniagua Corazao estimó un presupuesto para las Fuerzas Armadas para el periodo
2001-2005 de 4 476 millones de dólares, es decir, en aquella coyuntura un aproximado
de 826 millones por año. Esto último suponía una reducción de 8% en el sector. El
destino de tales fondos sería el siguiente: 3 111,4 millones para la tarea de perfeccionar
la administración y el desarrollo institucional de los componentes del sector defensa, 385
millones para mantener la participación de las fuerzas militares en tareas de desarrollo y
de apoyo a la defensa civil y 162 millones a las labores de pacificación, que comprendía el
manejo institucional de las rondas campesinas y el apoyo al proceso de repoblamiento en
zonas serranas. Finalmente, se destinaban 818 millones de dólares, es decir, 163 millones
anuales, para el mantenimiento de una fuerza “convencional-disuasiva”.
(10) COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS. Seguridad ciudadana. Cambios necesarios. Comisión Andina de
Juristas. Lima, julio de 1999, pp. 219-220.
(11) COSTA, Gino. “Comentarios a los Proyectos de Ley Orgánica de la Policía Nacional del Perú”. En:
Mecanismos de control democrático en el mantenimiento de la seguridad interior. Centro de Estudios
del Desarrollo, Chile, 1998. Citado por: Ibídem, p. 220.
(12) RIAL, Juan. “Los militares tras el régimen Fujimori-Montesinos”. Vide: <www.resdal.org/art-rial.htm>.
esto es, vinculando a los diversos países del área, permitiría un proceso largo de raciona
lización del gasto de defensa. Y es que, según dicho informe, ya no habría que destinar
fondos a efectos de defenderse eventualmente de algún país vecino, sino que se determi
narían intereses comunes y se asignarían los recursos en forma estratégica a su consecu
ción. Añade el mismo informe respecto del equipamiento y la ejecución presupuestal del
Ministerio de Defensa, entidad vinculada con el tema que nos ocupa, lo siguiente:
En un país pobre sin lugar a dudas uno de los temas que no dejará de generar controver
sia es el de los fondos que se destinan a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. En todo
caso, no conviene dejar de lado la necesidad de contar con unas Fuerzas Armadas y Policía
Nacional del Perú altamente preparadas y con la infraestructura suficiente para que cumplan
debidamente las importantes funciones y finalidad que se les confían, salvo mejor parecer.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts.; 14, 38, 44, 58, 69, 165, 168, 188; Ley 24150: art. 6; D.Leg. 1134: art. 4
inc. 3); Ley 29664: art. 13; D.S. 043-2013-PCM; D.S. 048-2011-PCM: arts. 8 al 10;
P.I.D.C.P.: art. 1.2; P.I.D.E.S.C.: art. 1.2
I. Introducción
Involucrar a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional en el desarrollo económi
co y social del país ha dado lugar a más de una interesante discusión. Y es que, sin per
juicio de lo atendible de la finalidad que se busca, en atención a la naturaleza y a las
funciones que son propias de ambas entidades, resulta que el constituyente estaría am
pliando indebidamente su margen de acción. Cosa distinta es lo que sucede con su par
ticipación en la defensa civil, en donde encontramos más de un argumento de fuerza
para que tanto los institutos armados como los policiales asuman un rol por demás ne
cesario e importante.
La Carta de 1839 omite hacer alguna referencia al tema que nos ocupa, sin embargo, la
Constitución de 1856 sí va a abordar la materia en el artículo 118, señalando que la “fuer
za pública” debe garantizar los derechos de la nación en el exterior; y asegurar el orden y
ejecución de las leyes en el interior. La misma fórmula será la que el texto constitucional
de 1860 preverá en su artículo 119, la Carta Magna de 1867 en su artículo 116 y la Cons
titución de 1920 en su artículo 143.
Con posterioridad, la Carta Política de 1933 estableció en su artículo 213 que la fina
lidad de la fuerza armada es asegurar los derechos de la República, el cumplimiento de
la Constitución y de las leyes, y la conservación del orden público. La Constitución de
1979, por su parte, previo una redacción idéntica a la que vemos hoy en día en el artícu
lo 171 de la Constitución de 1993.
Lo expuesto hasta aquí nos lleva necesariamente a inferir que el rol que cumplen
actualmente las Fuerzas Armadas, esto es, en un escenario en el cual el diálogo ha pasa
do a ser la principal arma frente a alguna amenaza externa, es sin duda relevante, pero
subsidiario. En otros términos, pasan a adoptar una función fundamentalmente disuasi
va frente a aquella amenaza externa que atente contra la independencia, soberanía e in
tegridad territorial del país, ya que dicha amenaza externa intentará ser superada prin
cipalmente a través de métodos pacíficos y, por lo tanto, sin necesidad de entrar a un
enfrentamiento armado.
Por otro lado, a la Policía Nacional se le encomienda la tutela del orden interno, que
comprende la vigencia y la ejecución de las leyes en el interior del territorio nacional. Esto
último marca una diferencia clara con las labores que corresponden a los institutos cas
trenses y, a su vez, conduce a reflexionar si el artículo 171 hace bien en confiarles, entre
otras instituciones que también estarían implicadas, que participen en el desarrollo eco
nómico y social del país.
Este sentir ha sido muy bien retratado por la Comisión de Estudio de las Bases de
la Reforma Constitucional
* 0, la cual en su informe final destaca claramente la distorsión
(1) En esta línea de pensamiento se encuentra FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. “La jurisdicción militar
en la Constitución española de 1978. Su organización y ámbito competencial”. En: BIDART CAMPOS,
Germán y PALOMINO MANCHEGO, José (coordinadores). Jurisdicción militar y Constitución en Ibe
roamérica. Libro homenaje a Domingo García Belaunde. Grijley, Lima, 1997, p. 152.
(2) Nos referimos aquí a la Comisión creada en virtud del Decreto Supremo N° 018-2001-JUS, de fecha
26/05/2001, durante el Gobierno de Transición del Doctor Valentín Paniagua Corazao. Dicha Comisión,
denominada “Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional”, estuvo integrada por vein
tiocho juristas, personas de reconocida trayectoria profesional y académica, designados por Resolución
Suprema N° 232-2001-JUS con fecha 31/05/2001, y debía proponer tres productos:
1. Las normas constitucionales que podrían ser reformadas, a partir de la evaluación de su contenido,
de su análisis sistemático y de la regulación de las instituciones políticas.
2. Las opciones sobre el contenido de las reformas propuestas.
3. El procedimiento para desarrollar las reformas constitucionales propuestas.
El producto final de este trabajo conjunto fue publicado por el Ministerio de Justicia en julio de 2001.
de atribuciones que subyace a la disposición constitucional que venimos comentando
Así, a este respecto la citada comisión señaló lo siguiente(3):
“Las tareas de desarrollo del país, tanto económico como social no deben encomendar
se a las Fuerzas Armadas y Policiales, y en caso de ser necesaria la utilización de su
estructura o de su personal, debe ser definido en cada oportunidad por el poder civil,
tanto en la extensión de su ayuda, como en su duración y en el sentido de la misma.
Siempre, cuando participen en estas tareas han de hacerlo bajo la dirección de las
autoridades civiles y políticas”.
Ello puede explicar por qué tanto el Anteproyecto de Ley de reforma de la Constitu-
ción(4) como el Proyecto de Ley de reforma de la Constitución(5), ambos de 2002, no con
tuvieron disposición alguna en el sentido del artículo 171 que venimos comentando, sino
solo, en el caso del Anteproyecto el artículo 251 y en el caso del Proyecto el artículo 224,
hicieron referencia a la participación de las Fuerzas Armadas en la defensa civil. Igual
mente, hay una previsión similar para la Policía Nacional en el artículo 235 del Antepro
yecto y en el artículo 226 del Proyecto de Ley de reforma de la Constitución. Ocupémo
nos entonces de ese otro extremo del artículo bajo comentario.
(3) MINISTERIO DE JUSTICIA. Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional. Lima,
julio, 2001, p. 82.
(4) CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Anteproyecto de Ley de Reforma de la Constitución. Texto para el
debate, Lima, abril, 2002.
(5) CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Proyecto de Ley de Reforma de la Constitución. Lima, julio, 2002.
(6) Definición extraída del Manual de Conocimientos Básicos para Comités de Defensa Civil y Oficinas de
Defensa Civil. Instituto Nacional de Defensa Civil, Lima, 2010, p. 17 y que reproduce en rigor el primer
considerando del Decreto Ley N° 19338, el cual fue derogado por la única disposición complementaria
derogatoria de la Ley N° 29664.
(7) El Reglamento de esta ley fue aprobado mediante Decreto Supremo N° 048-2001-PCM, publicado en el <
diario oficial El Peruano el 26/05/2011.
Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, que es el órgano de máximo nivel de deci
sión política y de organización estratégica.
Ahora bien, lo que nos interesa destacar en esta oportunidad es el papel que le depa
ra dicho sistema, descrito aquí a muy grandes rasgos, tanto a las Fuerzas Armadas como a
la Policía Nacional. Para estos efectos, el artículo 17 de la Ley N° 29664 resulta de suma
utilidad, según él a ambos institutos les corresponden tres tareas esenciales. En primer lu
gar, participan en la Gestión del Riesgo de Desastres en lo referente a la preparación y
respuesta ante situaciones de desastre, obviamente de acuerdo con sus competencias y en
coordinación con las demás entidades que integran el sistema. En segundo término, parti
cipan de oficio en la atención de situaciones de emergencia que requieran acciones inme
diatas de respuesta, realizando las tareas que les compete, aun cuando no se haya declara
do el estado de emergencia. Finalmente, deben establecer las previsiones presupuéstales
correspondientes a fin de asegurar su participación en la atención de situaciones de emer
gencia que requieran acciones inmediatas de respuesta. En ese orden de ideas, deben man
tener en situación de disponibilidad inmediata aeronaves, embarcaciones y otros vehícu
los, así como recursos humanos, materiales e infraestructura necesarios para su empleo en
caso de situaciones extraordinarias de emergencias y de desastres, de acuerdo a sus pla
nes de contingencia.
No cabe, pues, ninguna duda de que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional pue
den contribuir a superar los perjuicios que traen consigo alguna calamidad o desastre. Es
más, hemos comprobado en más de una ocasión que ello resulta no solo necesario sino su
mamente importante. La infraestructura, los equipos e instrumentos con que cuentan, así
como el valioso recurso humano que en ellos se forman, deben ser puestos al servicio del
país cuando la emergencia y la furia de la naturaleza nos toman por asalto.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
Las Fuerzas Armadas y Policía Nacional pueden recibir parte de las regalías mineras debido
a que son instituciones que coadyuvan al desarrollo del país: STC Exp. N° 00048-2004-AI/
TC(f.j. 118).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 77, 80,98,118 inc. 14), 165,167 al 170; Ley 29108; D.S. 006-2007-DE/EP;
D.S. 011-2008-DE; C.A.D.H.: art. 23.1.c; D.U.D.H.: art. 21.2; P.I.D.C.P.: art. 25.c
Un primer rasgo a tomar en cuenta es el de que estamos ante cuerpos plenamente pro
fesionales, lo cual supone la existencia de un sistema conjunto de selección y evaluación
de sus principales mandos, de conformidad con sus capacidades y con los valores éticos
que deben inspirar la actuación de cada uno de sus integrantes, tema especialmente impor
tante para el otorgamiento de los ascensos. Una segunda característica es la de contar con
suficiente capacidad tecnológica, lo cual no quiere decir necesariamente que las Fuerzas
(1) Así lo había previsto la fórmula original del artículo 216 de la Constitución de 1933, sin embargo, creemos
nosotros que debía precisarse que es el número de efectivos el que se determina por ley y no al efectivo
en sí mismo.
(2) Las características a las que hacemos mención en este apartado se encuentran recogidas con más detalle
en PEDRAGLIO, Santiago; TAMAYO, Ana María y CASTILLO, Eduardo. Fuerzas Armadas: control
civil y relaciones civiles-militares. Especial Ideele, Instituto de Defensa Legal, Lima, p. 49 y ss.
Armadas tengan que abastecerse con los últimos avances tecnológicos, por ejemplo, en
lo que al armamento se refiere, sino, sobre todo, tener una fuerza disuasiva suficiente, efi
ciente y eficaz. Esto último guarda relación con lo que señalamos en nuestro comentario
al artículo 170 de nuestra Constitución vigente.
En tercer lugar, y aquí entramos justamente al tema que nos ocupa, se debe contar con
unas Fuerzas Armadas con un tamaño idóneo para cumplir con los fines que se le con
fían. Y es que parece ser que hoy en día se privilegia más que un ejército numeroso, unas
Fuerzas Armadas con el número de efectivos suficiente y debidamente calificados y pre
parados. Como se suele decir, cantidad no es sinónimo de calidad(3)4 . Finalmente, otro de
los rasgos que se le atribuyen a unas Fuerzas Armadas “modernas” es la de ser móviles y
flexibles, es decir, susceptibles de subdividirse modularmente sin deteriorar sus capacida
des0). La tendencia pareciera ir dirigida a privilegiar la formación de un número razona
ble de personal militar, cifra que cubra las exigencias del servicio y cualquier contingencia
que pongan en riesgo los bienes jurídicos cuya protección se le confía. Sin embargo, ac
tualmente, no por esta razón, los efectivos de las Fuerzas Armadas son cada vez menores.
La introducción de un servicio militar voluntario, la falta de incentivos para seguirlo y una
que otra grave crisis institucional se ubican entre las principales razones de esta realidad.
Otro de los asuntos que guarda relación con el tema de los efectivos policiales es el
de su distribución. Según un cuadro elaborado en el año 1998 respecto de la distribu
ción operativa de la Policía Nacional, se detectó que de los 106,000 efectivos que había
(3) En el Informe Final de la Comisión para la Reestructuración Integral de las Fuerzas Armadas, dentro del
apartado referido a las acciones que corresponde adoptar al Ministerio de Defensa, se establece expresa
mente lo siguiente:
“a) Ejecución progresiva de las acciones necesarias para la reestructuración de las Fuerzas Armadas. Debe
adecuarse el tamaño de los tres Institutos a las necesidades de defensa actuales y también a la situación
económica y las posibilidades fiscales del país. Esto requiere definir unas Fuerzas Armadas más reducidas
y más eficaces. La reducción debe ser equilibrada, tanto en efectivos como en equipamiento e instalaciones.
Definido por el Poder Ejecutivo el número de efectivos adecuados a una estructura piramidal, el Ministerio
de Defensa procederá a formular un programa plurianual de acercamiento gradual al número señalado”.
(4) GARCÍA COVARRUBIAS, Jaime. “La modernización militar”. En: Fuerzas Armadas y sociedad. Año
14, N° 1, enero-marzo, p. 5. Citado por: PEDRAGLIO, Santiago; TAMAYO, Ana María y CASTILLO,
Eduardo. Ob. cit., p. 50.
en aquel entonces, 55,000 estaban en la ciudad de Lima(5). Aun cuando sabemos que se
han adoptado una serie de medidas en aras de hacer frente a esta problemática, al pa
recer todavía resultan insuficientes frente a la importante tarea que involucra la segu
ridad ciudadana.
Una vez que hemos abordado de forma muy sucinta el tema del número de efectivos
policiales y militares -y es que por cuestiones de espacio tiene que ser así-, nos ocupare
mos del tema de los ascensos en ambos institutos.
Luego, la Constitución de 1839 establecería en el artículo 147, que al interior del Ejér
cito no habrá más que un gran mariscal, tres generales de división y seis de brigada, y en
el artículo 148 que en la armada habrá un vicealmirante y un contralmirante y demás sub
alternos, según la ordenanza naval. Esta fórmula de establecer en la Constitución el nú
mero de generales o almirantes fue luego reiterada en el artículo 121 de la Constitución
de 1856. Allí se estableció que en el Ejército no podían haber más de dos generales de di
visión y cuatro de brigada, y en la armada no más de un contralmirante.
(5) COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS. Seguridad ciudadana. Cambios necesarios. CAJ, Lima, julio, 1999,
pp. 220 y 221.
Ahora bien, la Constitución de 1979 va a establecer expresamente en el artículo 281 que
los ascensos se otorgarán solo en caso de vacancia y que sería el Senado el que se encar
garía de ratificar los correspondientes a los Generales y Almirantes de las Fuerzas Arma
das, y de los Generales y grados equivalentes de la Policía Nacional. Los cambios que
vendrían luego con la Constitución de 1993 van a tener un norte muy claro. Las modifi
caciones a la que hacemos referencia son fundamentalmente dos: la sustitución de la fór
mula de que se otorgarán los ascensos solo en caso de vacancia por la de “de conformi
dad con la ley” y la eliminación de la ratificación por parte del Senado. En este sentido,
¿sería recomendable mantener por lo menos esta última exigencia de someter al Congre
so la decisión del gobernante de tumo o conviene dejar en la sola decisión del Presiden
te de la República el otorgamiento de los ascensos a los altos mandos de las Fuerzas Ar
madas y la Policía Nacional?
En contra más bien de la ratificación de los ascensos por parte del Congreso se ma
nifestó que ello contribuye a politizar la institución, toda vez que los integrantes de las
Fuerzas Armadas y Policiales se verían obligados a recurrir a recomendaciones o amista
des políticas en aras de obtener lo que pueden considerar ellos una decisión justa(9)10
. Otros
planteaban que antes se mantenía la ratificación por parte del Senado en virtud de que lo
que se buscaba era evitar que los miembros de las Fuerzas Armadas efectúen golpes de
Estado0 0), lo cual, a su parecer, finalmente no tiene ninguna utilidad.
(6) Los señores Roger Cáceres Velásquez, Enrique Chirinos Soto y Henry Pease García se mostraron, por
ejemplo, a favor de mantener la ratificación por parte del Senado. Vide al respecto: COMISIÓN DE
CONSTITUCIÓN Y REGLAMENTO. Diario de Debates de la Constitución de 1993, p. 2296 y ss.
(7) Perrero Costa manifestó estar en contra, apoyándose en las opiniones vertidas sobre el particular por García
Belaunde, Domingo y Quispe Correa, Alfredo. ídem.
(8) Así lo sostuvo Henry Pease García. Ibídem, p. 2297.
(9) Así lo sostuvo Carlos Perrero Costa. ídem.
(10) Así lo sostuvo Carlos Perrero Costa. Ibídem, p. 2298.
además, a promover una relación más fluida, transparente, respetuosa y distendida entre
la clase política y los institutos armados y policiales00.
La Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional11 (12) planteó que los
ascensos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional debieran ser propuestos por la au
toridad que fije la ley, siguiendo el orden de méritos y decididos, en el caso de los miem
bros de las Fuerzas Armadas, por el Consejo de Defensa(13), con ratificación del Poder Eje
cutivo y en el caso de los ascensos de los oficiales generales (y de alto rango para el caso
de los policías), debían ser además ratificados por el Senado (la propuesta suponía asu
mir un Congreso bicameral)(14). Esta fórmula, a criterio de la misma Comisión, expresa la
opinión del pueblo respecto del compromiso democrático de las Fuerzas Armadas y evi
ta que sean consideradas como “coto privado del Presidente de la República, cuidándo
se de la tentación de convertirlas en una institución que tenga una relación personal y no
institucional con su persona”.
(11) En ese sentido CHIRI MÁRQUEZ, Renzo. “Democracia, ciudadanía y Fuerzas Armadas en el Perú del
siglo XXI”. En: Las tareas de la transición democrática. Serie: Democracia N° 1, Comisión Andina de
Juristas, Lima, setiembre de 2001, p. 257.
(12) Nos referimos aquí a la Comisión creada en virtud del Decreto Supremo N° 018-2001-JUS, de fecha
26/05/2001, durante el Gobierno de Transición del Doctor Valentín Paniagua Corazao. Dicha Comisión,
denominada “Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional”, estuvo integrada por vein
tiocho juristas, personas de reconocida trayectoria profesional y académica, designados por Resolución
Suprema N° 232-2001-JUS con fecha 03/05/2001, y debía proponer tres productos:
1. Las normas constitucionales que podrían ser reformadas, a partir de la evaluación de su contenido,
de su análisis sistemático y de la regulación de las instituciones políticas.
2. Las opciones sobre el contenido de las reformas propuestas.
3. El procedimiento para desarrollar las reformas constitucionales propuestas.
El producto final de este trabajo conjunto fue publicado por el Ministerio de Justicia en julio de 2001.
(13) El Consejo de Defensa Nacional, en los términos de la Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma
Constitucional, se encargaría de la propuesta, por medio del Gobierno, de las leyes y los reglamentos
respectivos que determinen la organización, funciones, especialidades, preparación, empleo y disciplina
de las Fuerzas Armadas, así como la supervisión de su funcionamiento y la disposición de lo necesario
para la formación, composición, organización de las reservas, equipamiento y repliegue de las Fuerzas
Armadas.
Estaría conformado por el Presidente de la República, el Presidente del Senado, el Presidente de la Cá
mara de Diputados, el Presidente del Consejo de Ministros, por los ministros de Defensa, de Relaciones
Exteriores, de Economía, del Interior y los Jefes de Estado Mayor de cada arma. A criterio de la misma
Comisión, esta composición garantiza una presencia mixta e incorpora los diversos funcionarios civiles
que tienen relación con el proyecto nacional de defensa, evitando que la labor en cuestión esté consagrada
solo a las fuerzas militares.
(14) MINISTERIO DE JUSTICIA. Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional. Lima,
julio 2001, pp. 85 y 86, en el caso de los militares, y, p. 88, para el caso de los policías.
(15) CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Anteproyecto de Ley de Reforma de la Constitución. Lima, abril,
2002, p. 117.
también de 2002, estableció en el inciso 16 del artículo 173 que el Presidente de la Repú
blica otorga los ascensos a los oficiales generales y almirantes de las Fuerzas Armadas
y Policía Nacional, señalando además en el inciso 1 del artículo 153, entre las atribucio
nes del Senado, la de ratificar tal otorgamiento.
En realidad el tema se presta para un debate mucho más amplio que por cuestiones
de espacio no podemos desarrollar aquí. Resulta fundamental a fin de tomar una posición
clara en esta materia, el dar respuesta a interrogantes tales como si se debe dejar que las
Fuerzas Armadas y la Policía Nacional evalúen sus ascensos sin ningún tipo de injerencia
de alguna entidad política como puede ser el Gobierno o el Congreso; o si se va a acep
tar algún tipo de intervención, qué organismos se encargarían de ello, bajo qué criterios
o pautas, y sobre todo límites y control, pues tampoco debe perderse de vista que los al
tos mandos militares y policiales le deben obediencia básicamente al Estado Constitucio
nal y no puede o debe utilizarse el mecanismo de los ascensos para someter incondicio
nalmente a sus integrantes al régimen de tumo.
Primero, tal como lo establece el artículo 172, será conforme a la ley que se otorga
rán los ascensos. Dicha norma legal debe contener pautas objetivas, tales como el respe
to al cuadro de méritos, y mecanismos que permitan a los ciudadanos en general y a los
mismos militares y policías en particular conocer los criterios sobre la base de los cuales
son evaluados a efectos de que se les otorgue o no el ascenso correspondiente. Estas pau
tas o criterios evidentemente deben guardar estrecha relación y coherencia con las funcio
nes y fines que se confían a los institutos armados y policiales, así como con el cargo es
pecífico que cada quien desempeña dentro de cada institución. Somos de la opinión que
esto resulta de particular relevancia no solo para la transparencia de un tema tan delica
do como es este y en el que los intereses en juego pueden conducir a obrar de forma ar
bitraria, sino para que los mismos integrantes de ambas instituciones tengan conocimien
to pleno de cómo debe ser su desempeño si lo que aspiran es ostentar un alto grado en la
entidad que conforman.
En segundo lugar, y en la línea de lo antes dicho, debe haber una motivación en las re
soluciones por las cuales se ha otorgado el ascenso. De esa forma, tanto el ascendido como
aquella persona que no pudo acceder al grado inmediato superior, tendrá conocimiento de
cuáles fueron las razones en virtud de las cuales no obtuvo dicho grado. Hay quienes(16)
incluso plantean la existencia de un recurso que le permita al personal que no ascendió
solicitar la revisión de su caso con pleno respeto del derecho a la tutela procesal efecti
va, derecho que como sabemos trasciende del escenario jurisdiccional al administrativo y
a las relaciones corporativas entre particulares. De lo que se trata es de abrir espacio a la
transparencia en el ejercicio de esta facultad del Presidente de la República y así también
su respectivo control, elemento tan propio de un Estado Constitucional.
Como señalamos anteriormente, debe tenerse presente que la decisión, que recae en
este caso sobre el Presidente de la República, no debe estar libre de pautas o criterios ob
jetivos, en la medida en que resulta de particular relevancia evitar el uso arbitrario de ella
y así contribuir al fortalecimiento institucional de las Fuerzas Armadas y la Policía Na
cional. Ningún favor se le hace a la institución cuando ascienden quienes no tienen una
carrera meritoria y tal vez su única virtud es gozar de la simpatía política del Presiden
te de la República. Por el contrario, premiar a los que destacan por su entrega, alta califi
cación, idoneidad ética y profesional da señales de que la carrera militar o policial debe
ser tomada en serio.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
|j¡| El Presidente de la República puede aceptar o rechazar la propuesta de los ascensos de los
generales o almirantes de las Fuerzas Armadas y de los generales de la Policía Nacional
hecha por los institutos correspondientes: STC Exp. N° 09754-2005-PC/TC (f. j. 31).
jjj El pase a retiro por renovación de cuadros del personal de la PNP debe realizarse con
plena observancia de los principios de interdicción de la arbitrariedad, razonabilidad y
proporcionalidad: STC Exp. N° 00002-2018-PCC/TC (f. j. 66).
BIBLIOGRAFÍA
COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS. Seguridad ciudadana. Cambios necesarios. CAJ, Lima, julio,
1999; COMISIÓN DE CONSTITUCIÓN Y REGLAMENTO. Diario de Debates de la Constitución
de 1993; CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Anteproyecto de Ley de Reforma de la Constitución.
Lima, abril, 2002; CHIRI MÁRQUEZ, Renzo. “Democracia, ciudadanía y Fuerzas Armadas en el
Perú del siglo XXI”. En: Las tareas de la transición democrática. Serie: Democracia N° 1, Comisión
Andina de Juristas, Lima, setiembre de 2001; GARCÍA COVARRUBIAS, Jaime. “La modernización
militar”. En: Fuerzas Armadas y Sociedad. Afio 14, N° 1, enero-marzo; MINISTERIO DE JUSTICIA.
Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional. Lima, julio 2001; PEDRAGLIO,
Santiago; TAMAYO, Ana María y CASTILLO, Eduardo. Fuerzas Armadas: control civil y relaciones
civiles-militares. Especial Ideele, Instituto de Defensa Legal, Lima.
(16) En esta línea de pensamiento: PEDRAGLIO, Santiago; TAMAYO, Ana María y CASTILLO, Eduardo.
Ob. cit., p. 55.
Artículo 173 Delito de función
En caso de delito de función, los miembros de las Fuerzas
Armadas y de la Policía Nacional están sometidos al fuero
respectivo y al Código de Justicia Militar. Las disposiciones de
este no son aplicables a los civiles, salvo en el caso de los deli
tos de traición a la patria y de terrorismo que la ley determina.
La casación a que se refiere el artículo 141 solo es aplicable
cuando se imponga la pena de muerte.
Quienes infringen las normas del Servicio Militar Obligatorio
están, asimismo, sometidos al Código de Justicia Militar.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 41, 97, 118.9, 139 ines. 1), 3), 140, 141, 165, 168, 169, 174, 205; C.P.; arts.
36 inc. 8), 229, 284, 319 al 333, 341, 346 al 353, 360, 361; C.P.P.: arts. 18 inc. 1), 26
inc. 8); C.P.M.P.: arts. 10 al 132; L.O.P.J.: art. 1; L.O.M.P.: art. 64; Ley 29182; Ley
29248; D.S. 003-2013-DE; D.S. 016-2007-DE/MGP; C.A.D.H.: art. 4; D.U.D.H.:
art. 3; P.I.D.C.P.: arts. 6.2 a 6.6
1) Que la existencia de los tribunales militares solo se justifica para juzgar deli
tos de función, cuyo ámbito de competencia se limita únicamente a la materia
penal-militar.
2) Que los civiles no están sujetos a la justicia castrense, excepto si traicionan al
país en el marco de un conflicto armado entre el Perú y otros Estados.
Esta disposición buscó impedir que los gobiernos de tumo utilizaran a los tribunales
militares como mecanismos ordinarios destinados al aseguramiento del orden y la
tranquilidad pública, tal y como había ocurrido en el pasado con la promulgación de leyes
abiertamente inconstitucionales como la Ley de Emergencia de 1932, la Ley de Seguridad
Interior de la República de 1948 o la Ley N° 15590 de 1965, tal y como nos lo recuerda
Hurtado Pozo en el libro La reforma del Derecho Penal Militad.
(1) LANDA ARROYO, César; CAMPOS TORRES, Joseph y SORIA LUJÁN, Daniel. Base de datos sobre
estados de emergencia en el Perú. Lima, s/e., 1995, p. 6.
señalar que durante esos años se extendió indebidamente la competencia de la justicia
militar al juzgamiento de delitos comunes cometidos en zonas declaradas en estado de
emergencia por algunos efectivos militares y policías, como por ejemplo los delitos contra
los derechos humanos (ejecución extrajudicial, desaparición forzada, torturas, violaciones)
atribuyéndose dicha facultad en función al criterio del lugar de la comisión del delito
(zona de emergencia) o del fuero personal (efectivo militar o policial) y no en atención
al criterio constitucional establecido en tomo a la naturaleza del delito de función y a los
bienes jurídico-institucionales que este protege(2).
(2) SORIA LUJÁN, Daniel. “Artículo 173: Delito de función”. En: La Constitución comentada. Análisis
artículo por artículo. Tomo II, Ia edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2005, pp. 850-857.
(3) Recordemos que, desde hace algunos años, en nuestro país, el Servicio Militar es voluntario y no obligatorio.
Sobre este punto se puede revisar la Ley N° 29248, Ley del Servicio Militar.
constitución y funcionamiento se rige exclusivamente por las normas que contienen
esta Ley y el Código de Justicia Militar”.
Por esta razón, afirma Rubio Correa, los tribunales militares tuvieron desde su génesis
que ver con los delitos de función que cometía el personal de los institutos armados y
policiales. Excepcionalmente, y así se señaló expresamente, juzgaban a los civiles que
incumplían las normas del servicio militar obligatorio(4). Sin embargo, debido a la violencia
fratricida de la subversión y a la incapacidad del sistema de administración de justicia
ordinaria para hacer frente a este flagelo, se convirtió en un lugar común el pasar los
procesos de traición a la patria y de terrorismo a la jurisdicción militar. Fue esta situación
de anormalidad la que fue constitucionalizada por la mayoría de representantes en el
Congreso Constituyente Democrático de 1993(5), situación anómala que ha venido siendo
superada durante los últimos años, luego de la caída de la dictadura de Alberto Fujimori,
a inicios del nuevo siglo(6).
Se dijo en aquel entonces que los tribunales ordinarios eran incapaces de hacer fren
te y juzgar drásticamente los delitos de traición a la patria y terrorismo. Nosotros creemos
que dicha afirmación no solo es efectista, sino también falaz. El Poder Judicial siempre
estuvo mal equipado, siempre sintió la ausencia de recursos para desarrollar de mejor ma
nera su función jurisdiccional. Problemas de este tipo exigen el compromiso de los Esta
dos y de los gobiernos por fortalecer a los tribunales ordinarios, brindándoles protección
a los jueces y fiscales, y diseñando un sistema de protección de testigos eficaz, sobre todo
para delitos graves como el terrorismo. Eso no se hizo, y jamás se haría durante los diez
años de dictadura fujimorista. Recordemos que las dictaduras suelen denostar histórica
mente de dos instituciones democráticas: El Poder Judicial y el Poder Legislativo. La dic
tadura fujimorista no fue la excepción a esta regla.
Es decir, para nosotros si los tribunales del Poder Judicial hubieran recibido el apo
yo y respaldo del Estado, no habríamos tenido que recurrir a la jurisdicción militar como
mecanismo de lucha y juzgamiento de actos terroristas o criminales. Sobre todo, tomando
en consideración que los tribunales militares no se han caracterizado nunca por su apego
al respeto de derechos como el debido proceso o la tutela jurisdiccional efectiva.
(4) Como ya señaláramos en líneas precedentes, esta excepción ha perdido vigencia, pues en nuestro país el
servicio militar en la actualidad es voluntario.
(5) Fue la mayoría fujimorista de ese entonces la que contribuyó con la desnaturalización de la justicia militar,
aprobando una legislación que ponía en serio peligro los derechos fundamentales de los civiles que eran
sometidos ajuicio ante los tribunales castrenses.
(6) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo V, Ia edición, Fondo
Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, pp. 363-371.
Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional en el ejercicio de sus funciones y, normalmente,
por incumplimiento o exceso en las mismas. Una denominación más exacta, señala el
profesor, sería la de “delito militar”. De ese modo evitaríamos caer en ambigüedades que
permitan sustraer de lajusticia ordinaria a personal castrense que cometa delitos comunes(7).
De esta opinión también participa Rubio Correa, para quien es inconcebible la presencia
de dos tipificaciones paralelas en el Derecho para el mismo acto, fenómeno o hecho, ya que
eso supone una notable diferencia en la sanción aplicable, porque en realidad se convierte
en un fuero de privilegio donde no todos somos iguales ante la ley. Este es evidente desde
alguien que asesina a varias personas y es considerado un homicida agravado en un tribunal
ordinario, y otro que hace lo mismo en el fuero castrense es considerado un delincuente de
función por excederse en el cumplimiento de órdenes. Esta situación lesiona el derecho a
la igualdad, pues se estaría midiendo con dos haremos distintos una misma situación, un
mismo hecho que lesiona un mismo bien jurídico, en este caso la vida(8).
Ante ello, una propuesta planteada por el profesor Bemales, fue la de reformar este
artículo constitucional y establecer claramente que cuando la misma conducta pueda ser
tipificada en el Código Penal y en el Código de Justicia Militar y/o Policial, la norma apli
cable será la primera y el juicio se llevará ante el Poder Judicial con el respeto por todos
y cada una de las garantías del debido proceso. La normativa existente en cambio es di
ferente y se presta a presiones de todo tipo, pues esta sostiene que cuando se forme una
contienda de competencia entre los tribunales militares y el Poder Judicial, resolverá la
Corte Suprema de Justicia.
(7) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. 5a edición, Konrad
Adenauer Stiftung y Ciedla, Lima, 1996, pp. 742-745.
(8) RUBIO CORREA, Marcial. Ob. cit., pp. 363-371.
(9) AZABACHE, César. “De nuevo sobre lajusticia militar”. En: La Constitución comentada de 1993. Análisis
y Comentarios. Tomo II, Comisión Andina de Juristas, Lima, 1995, p. 165.
Esta última precisión es muy importante, pues en el pasado fue la propia Corte Su
prema la que llegó a considerar como delitos de función casos en los cuales la imputa
ción fiscal versaba sobre los delitos de desaparición forzada y asesinato. Ese fue el crite
rio adoptado por la Corte Suprema en los casos Cantuta y Chavín de Huántar. En ambas
ocasiones, so pretexto de la aplicación del principio de ocasionalidad, según el cual esta
remos ante un delito de función si es cometido por un militar o policía en circunstancias
calificadas como acto de servicio o nociones análogas vinculadas a la función militar o
como consecuencia de estas, terminó ampliando, de modo inconstitucional, la competen
cia de los tribunales castrenses para el juzgamiento de delitos que son competencia ex
clusiva del fuero ordinario.
Sobre este criterio, el expresidente del Poder Judicial y destacado especialista en materia
procesal penal, el profesor César San Martín Castro, ha señalado que es “absolutamente
insuficiente destacar como punto definitorio una circunstancia externa del hecho, como es
que el agente se encuentre de servicio o el hecho se vincule, ocasionalmente, al servicio
que presta, para determinar si un delito es de función o no”(10). Esa misma opinión, la
cual compartimos, es expuesta también por Soria Luján, para quien los criterios de la
comisión del hecho, del fuero personal o de la ocasionalidad deben ser descartados como
aproximaciones válidas para concretizar el delito de función, ya que desde el punto de
vista del Estado Democrático de Derecho, en el cual el respeto y la tutela efectiva de los
derechos humanos constituye uno de los deberes primordiales del Estado, solo un criterio
material, que indague sobre la naturaleza del delito y del bien jurídico lesionado, puede ser
fiel al diseño constitucional de una jurisdicción militar de excepción, que fue y es pensada
únicamente para la represión de conductas que afecten o pongan en riesgo el ejercicio de las
(10) SAN MARTÍN CASTRO, César. “Algunos aspectos de la justicia militar (a propósito del caso peruano)”.
En: HURTADO POZO, José. “La reforma del Derecho Penal militar”. En: Anuario de Derecho Penal
2001-2002, p. 180.
atribuciones constitucionales de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, las cuales
deben ser siempre ejercidas en armonía con el orden constitucional y democrático vigente(11).
En relación a este nuevo enfoque, debemos señalar y felicitar al Poder Judicial, quien
a través de su Corte Suprema, abandonó los criterios que hemos criticado, mediante la re
solución de la Sala Penal Permanente del 17 de noviembre de 2004, en la cual el supre
mo órgano de justicia dirimió a favor de la justicia común en una contienda de competen
cia con la jurisdicción militar.
Otro problema que estuvo presente desde los inicios de la denominada jurisdicción
militar fue el tratamiento de los militares en retiro que habiendo recuperado su ciudadanía
en los términos del artículo 34 de la Constitución, como bien lo señaló en su momento
Rubio Correa, en no pocos casos, fueron juzgados en los tribunales militares por haber
hecho declaraciones en medios de comunicación masiva. Esta conducta jurisdiccional es
a todas luces inconstitucional, pues desconoce el principio bajo el cual no hay delito de
opinión (inciso 3, del artículo 2 de la Constitución vigente) y porque de acuerdo al inciso
4, de ese mismo artículo, los delitos cometidos por los medios de comunicación se tipifican
en el Código Penal y se juzgan en el fuero común11 (12).
Es preciso señalar que en ninguno de los casos antes mencionados hubo comisión de
delito alguno. Pero el atropello, arbitrariedad y vejación fueron posibles, porque no exis
tiendo delito se les sometió a la jurisdicción militar, que en todo caso no era competente
para conocer, por tratarse de militares retirados.
(11) SORIA LUJÁN, Daniel. “Artículo 173: Delito de función”. En: Ob. cit., pp. 850-857.
(12) RUBIO CORREA, Marcial. Ob. cit., pp. 363-371.
Finalmente, compartimos la opinión de Bemales Ballesteros cuando señala que los
militares en retiro no pueden ser juzgados por los tribunales militares en virtud de su
actuación como ciudadanos porque estos hechos, en el supuesto que fueran delito, no
están bajo la competencia de dichos tribunales y, además, porque al estar en el retiro
no ejercen función y por consiguiente, no pueden cometer delitos de función. Siendo la
verdad tan evidente, uno podría preguntarse la razón por la cual durante todo el Gobierno
de Fujimori se presentaron este tipo de excesos(13). La respuesta parece ser una sola, la
“democradura o dictocracia” encabezada por Alberto Fujimori jamás respetó el orden
democrático, los principios del orden constitucional y mucho menos la majestad de los
derechos fundamentales de las personas. Ello permitió que durante largos años la violación
de derechos fundamentales de orden procesal se convirtiese en una práctica cotidiana
autorizada o aceptada por las más altas autoridades de nuestro país.
(13) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. “La Constitución de 1993 y la jurisdicción militar”. En: Themis,
Revista de Derecho. Asociación Civil Themis, N° 31, Lima, julio de 1995, pp. 202 y 203.
el criterio material del delito de función. Este criterio, a diferencia de los antes menciona
dos, permite una lectura constitucional de este.
“a) En primer lugar, se trata de afectaciones sobre bienes jurídicos de las Fuerzas
Armadas o de la Policía Nacional tutelados por el ordenamiento legal, y que se
relacionan con el cumplimiento de los fines constitucionales y legales que se les
encargan. Se trata de una infracción a un bien jurídico propio, particular y relevante
para la existencia organización, operatividad y cumplimiento de los fines de las ins
tituciones castrenses.
Para ello es preciso que la conducta considerada como antijurídica se encuentre prevista
en el Código de Justicia Militar. Ahora bien, no es la mera formalidad de su recepción
en dicho texto lo que hace que la conducta antijurídica constituya verdaderamente
un delito de función. Para que efectivamente pueda considerarse un ilícito como de
‘función’ o ‘militar’, es preciso que:
i) Un militar o policía haya infringido un deber que le corresponda en cuanto tal;
es decir, que se trate de la infracción de una obligación funcional, por la cual el
efectivo estaba constreñido a mantener, o a realizar, o no, un comportamiento a
favor de la satisfacción de un interés considerado institucionalmente como va
lioso por la ley; además, la forma y modo de su comisión debe ser incompatible
con los principios y valores consagrados en el texto fundamental de la Repúbli
ca (deber militar).
Por ende, no se configura como infracción al deber militar o policial la negati
va al cumplimiento de órdenes destinadas a afectar el orden constitucional o los
derechos fundamentales de la persona.
ii) Con la infracción del deber militar, el autor haya lesionado un bien jurídico mi
litar que comprometa las funciones constitucionales y legalmente asignadas a
las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional.
iii) La infracción revista cierta gravedad y justifique el empleo de una conminación
y una sanción penal.
“[L]as normas que definen la jurisdicción penal militar en Chile no se limita[n] [a]
1 conocimiento de los tribunales militares a los delitos que por la naturaleza de los
bienes jurídicos penales castrenses protegidos son estrictamente militares y constituyen
conductas graves cometidas por militares que atenían contra dichos bienes jurídicos. El
Tribunal destaca que esos delitos solo pueden ser cometidos por los miembros de las
instituciones castrenses en ocasión de las particulares funciones de defensa y seguridad
exterior de un Estado. La jurisdicción penal militar en los Estados democráticos, en
tiempos de paz, ha tendido a reducirse e incluso a desaparecer, por lo cual, en caso
de que un Estado lo conserve, este debe ser mínimo y encontrarse inspirado en los
principios y garantías que rigen el derecho penal modemo”(16).
Anteriormente, en el caso Castillo Petruzzi vs. Perú ya había delineado algunas ideas
respecto a este tema, advirtiendo que:
“[La] jurisdicción militar ha sido establecida por diversas legislaciones con el fin
de mantener el orden y la disciplina dentro de las Fuerzas Armadas. Inclusive, esta
jurisdicción funcional reserva su aplicación a los militares que hayan incurrido en
delito o falta dentro del ejercicio de sus funciones y bajo ciertas circunstancias. En
este sentido se definía en la propia legislación peruana (artículo 282 de la Constitución
Política de 1979). El traslado de competencias de la justicia común a la justicia militar
y el consiguiente procesamiento de civiles por el delito de traición a la patria en este
fuero supone excluir al juez natural para el conocimiento de estas causas. En efecto, la
jurisdicción militar no es la naturalmente aplicable a civiles que carecen de funciones
militares y que por ello no pueden incurrir en conductas contrarias a deberes funcionales
de este carácter”(17).
Es decir, se trata de una decisión política que debe ser adoptada bajo circunstancias
“excepcionales”. Un Estado de Excepción solo será declarado cuando la situación de anor
malidad no puede ser resuelta a través de la implementación de los medios ordinarios. En
otras palabras, la declaración de un Estado de Excepción supone la valoración adecuada
del principio de necesidad, el mismo que impone al Estado la obligación de haber agota
do otros medios menos restrictivos de los derechos en el esfuerzo por restablecer el orden
interno. Por tanto, los gobiernos democráticos no pueden convertir a la declaración de Es
tados de Excepción en una práctica de uso común ante cualquier hecho de violencia que
altere la tranquilidad de la población.
Entonces, es preciso que todos los ciudadanos tengamos presente que la declarato
ria de Estado de Emergencia es una medida legítima y democrática que puede adoptar un
Gobierno con el objetivo de restablecer el orden interno en un escenario de extrema con
vulsión social, el cual puede desencadenar una serie de actos ilícitos que atenten contra
los derechos de las personas o contra el propio Estado. Pero al mismo tiempo, debemos
observar que esta salida debe operar siempre ante la ausencia de otros medios menos li
mitativos de derechos fundamentales pero igualmente eficaces.
Por estas razones, los órganos jurisdiccionales tienen el deber de velar por la aplica
ción estrictamente legal del Estado de Emergencia. Eso quiere decir que las fuerzas del
orden deberán actuar de manera constitucional y democrática, reconociendo la vigencia
de los derechos, solo pudiéndolos limitar de manera razonable y proporcional, ya que una
democracia no puede permitir que una medida legítima como esta se convierta en un arma
para justificar los posibles excesos que se pudiesen cometer en contra de la población ci
vil, o peor aún, que se convierte en una forma de justificar crímenes o delitos comunes
bajo el argumento que se tratan de Delitos de Función.
En esa misma línea, y con la finalidad de establecer una frontera clara entre el uso le
gítimo de la fuerza letal para restablecer la paz quebrada producto de la protesta social, y
el abuso o la comisión de delitos (nunca Delitos de Función, como ya lo hemos adverti
do), cometidos por las Fuerzas Armadas o Policiales, inclusive en el marco de un Estado
de Emergencia, es importante analizar lo señalado en la Ley N° 30151, en la que se es
tablece que “el miembro de las Fuerzas del Orden que, en el cumplimiento de su deber y
en uso de sus armas u otro medio de defensa, cause lesiones o muerte, está exento de res
ponsabilidad penal”.
Este análisis resulta fundamental, ya que como puede suponerse, si interpretamos esta
ley de manera literal podríamos cometer un error al dejar abierta la posibilidad para que
los efectivos de las Fuerzas del Orden cometan excesos que acaben con la vida o generen
graves daños a la integridad de los ciudadanos y queden totalmente impunes, so pretexto
de ser calificados como Delitos de Función.
Por ello, me parece necesario recordar los criterios básicos, que de manera uniforme
y reiterada ha señalado tanto nuestro Tribunal Constitucional como la Corte ínterameri-
cana de Derechos Humanos (en adelante Corte IDH) y otros organismos internacionales)
sobre el uso de la fuerza letal por parte de las Fuerzas del Orden en el marco de una de
mocracia constitucional.
(18) La reflexión expuesta sobre los estados de excepción la encontramos en el artículo elaborado por RO
DRÍGUEZ CAMPOS, Rafael. “Los Estados de Excepción y la Protesta Social en el Perú” (Ver: https://
lamula.pe/2015/06/ll/los-estados-de-excepcion-y-la-protesta-social-en-el-peru/rafaelrodriguez/)
Así, podríamos iniciar diciendo que el Derecho Internacional reconoce que la priva
ción de la vida de un ser humano representa uno de los aspectos más complejos en la re
gulación del Estado. Ya que si bien no existen derechos absolutos (la vida tampoco lo es)
y en algunas “especiales” circunstancias la privación de este derecho resulta justificada,
esta lo será siempre y cuando dicha restricción no haya sido realizada de manera arbitraria.
6. El uso de la fuerza letal por parte de las Fuerzas del Orden y el Derecho
Internacional
Es importante señalar que la normativa internacional sobre la materia, recogida en la
Convención Americana de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civi
les y Políticos (entre otros), fue elaborada básicamente para prevenir la actuación arbitra
ria por parte de las Fuerzas del Orden, no obstante ello, la jurisprudencia progresivamen
te ha determinado las situaciones y condiciones bajo las cuales el uso de la fuerza letal sí
resulta acorde con el Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
Por esta razón, el uso de la fuerza letal debe estar circunscrito a las personas que efec
tivamente sean una amenaza y que se encuentren en situaciones preestablecidas por la ley;
y que e inclusive, encontrándose las Fuerzas del Orden frente a estas situaciones, en las
cuales el uso de la fuerza letal estaría justificado legalmente, dicho uso debe orientarse
bajo los principios de proporcionalidad, necesidad y humanidad.
Sobre este punto, la Corte IDH ha señalado que la fuerza excesiva o desproporcionada
por parte de las Fuerzas del Orden queda absolutamente prohibida pues puede generar la
pérdida de la vida que no es otra cosa que una ejecución sumaria, acción que constituye
una grave violación contra los derechos humanos, que jamás podrá ser concebida como
un Delito de Función. De allí la importancia que cobra la observancia de los principios
de necesidad y humanidad por parte de los agentes del Estado en el uso de la fuerza letal.
8. Principios que rigen el uso de la fuerza letal por las Fuerzas del Orden
El principio de necesidad justifica sólo las medidas de violencia estatal no prohi
bidas por el derecho internacional, que son relevantes y proporcionales para garanti
zar el restablecimiento del orden con el menor gasto posible de recursos humanos y
económicos. Por su parte, el principio de humanidad prohíbe las medidas de violen
cia que no son necesarias (es decir, relevantes y proporcionales). En ese mismo senti
do, resulta fundamental recordar los principios básicos que sobre el Empleo de la Fuer
za y de Armas de Fuego, también ha adoptado la Organización de las Naciones Unidas
(en adelante, ONU)
Para la ONU, las Fuerzas del Orden no deben emplear armas de fuego contra las
personas salvo en defensa propia o de otras personas, en caso de peligro inminente de
muerte o lesiones graves, o con el propósito de evitar la comisión de un delito particu
larmente grave que entrañe una seria amenaza para la vida, o con el objeto de detener a
una persona que represente ese peligro y oponga resistencia a su autoridad, o para im
pedir su fuga, y sólo en caso de que resulten insuficientes medidas menos extremas para
lograr dichos objetivos.
Además, señala este organismo internacional, las Fuerzas del Orden se deben identi
ficar como tales y dar una clara advertencia de su intención de emplear armas de fuego,
con tiempo suficiente para que se tome en cuenta, salvo que al dar esa advertencia se pu
siera indebidamente en peligro a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, se
creara un riesgo de muerte o daños graves a otras personas, o resultara evidentemente in
adecuada o inútil dadas las circunstancias del caso.
En síntesis, podríamos afirmar que el uso de la fuerza letal por parte de las Fuerzas
del Orden debe ser considerada como una medida de último recurso y que el criterio para
emplear la fuerza letal es que esté en peligro la vida o integridad de otra persona. Segun
do, en la legislación se deben fijar pautas lo suficientemente claras para el uso de la fuerza
letal, así como para asegurar un control independiente acerca de la legalidad de la misma.
Y finalmente, la Ley que regule esta materia, debe interpretarse “siempre” siguiendo los
criterios antes señalados, pues de no ser así se convertirá en un instrumento para garan
tizarle impunidad a las Fuerzas del Orden, las mismas que deberían recibir capacitación
continua sobre los principios y normas que rigen la protección de los derechos humanos
y sobre los límites al uso de las armas letales, algo que en nuestro país no se ha hecho ja
más, al menos no con la seriedad y profesionalismo que su importancia lo exige(19).
(19) La reflexión expuesta sobre el uso de la fuerza letal por parte de las fuerzas del orden la encontramos en
el artículo elaborado por RODRÍGUEZ CAMPOS, Rafael. “El uso de la fuerza letal para el control de la
VI. Servicio militar y justicia militar
Con respecto a este punto, debemos dejar muy en claro que la parte final del artículo
materia de análisis no consagra la obligatoriedad del servicio militar. En este apartado la
Carta Política se limita únicamente a establecer cuál es la legislación aplicable en caso de
que el modelo peruano opte por la obligatoriedad del servicio militar. Ello es así por dos
razones importantes que señalaremos brevemente.
a) La Constitución de 1993 solo señala que toda persona está obligada a participar
en la defensa nacional de acuerdo a lo establecido en el artículo 163 de la Carta.
Artículo 163, segundo párrafo: La Defensa Nacional es integral y permanente.
Se desarrolla en los ámbitos interno y externo. Toda persona, natural o jurídica,
está obligada a participar en la Defensa Nacional, de conformidad con la ley.
Situación distinta se presentaba en la Constitución de 1979, en donde el artícu
lo 78 establecía que el servicio militar era una obligación patriótica de todos los
peruanos.
Artículo 78: El servicio militar es obligación patriótica de todos los peruanos.
Se cumple en la forma y condiciones y con las excepciones que fija la ley.
b) A partir de la promulgación y entrada en vigencia de la Carta de 1993 en nues
tro país se optó en primer lugar por un servicio militar parcialmente obligato
rio, de acuerdo a lo señalado en la Ley N° 27178, publicada el 29 de setiembre
de 1999, para luego, en la actualidad, consagrar a nivel normativo la adopción
de un modelo de servicio militar voluntario, en los términos de la ya menciona
da Ley N° 29248, “Ley del Servicio Militar”.
No obstante, lo antes señalado, en 2013, el Gobierno de tumo, a través del Ministe
rio de Defensa, buscó restablecer en el Perú el “servicio militar obligatorio”, disfrazado
esta vez de sorteo público. El atropello a la libertad individual de los jóvenes (de los más
pobres, como veremos luego) se configuró con la promulgación del Decreto Supremo N°
001-2013-DE-EP, el mismo que a la letra decía lo siguiente:
Ahora bien, la norma -inconstitucional desde todo punto de vista-, señala que están
exonerados de este proceso de selección:
1) Personas con discapacidad física o mental grave y permanente.
2) Aquellos que acrediten ser los responsables del sostenimiento del hogar.
4) Los que sufren pena privativa de libertad (era más que obvio).
5) Residentes en el extranjero.
“Muy bien, si esas son las excepciones, por qué no incluimos también a los jóvenes
que son padres de familia, a los que estudian una carrera técnica y no universitaria, a
los que sin tener a cargo el sostenimiento de su familia contribuyen económicamente
con la misma dentro de sus posibilidades, o simplemente a aquellos que trabajan
dignamente porque así lo han decidido hacer. ¿Es que acaso estos supuestos no son
igual de atendibles como los que la citada norma establece? He allí el problema de
promulgar una norma con tantos vicios de inconstitucionalidad y con tan escaso
rigor técnico”.
“La norma también señala que estos jóvenes serán sancionados con una multa del
50% de la Unidad Impositiva Tributaria. Es decir, si usted tiene un hijo que ha sido
seleccionado para el servicio militar obligatorio y no quiere que este lo cumpla, debi
do a los serios riesgos que ello trae consigo para su vida, o por cualquier otra razón,
simplemente deberá acercarse al lugar que corresponda y pagar S/. 1850.00”.
“Esto último hacía que la norma en sí misma sea absolutamente discriminatoria.
Volveremos a épocas pretéritas en las cuales los hijos de los más pobres eran quienes
cumplían el servicio militar obligatorio. Estoy seguro de que cualquier padre que
tenga la posibilidad económica de librar a su hijo de este atentado contra su libertad
personal estará gustoso de pagar es suma de dinero”.
“Entonces, el Gobierno de tumo volvió a caer en el facilismo en este tema (como
los que lo antecedieron), creyendo que con salidas erradas podría corregir problemas
estructurales, sin importarle el respeto por los derechos de sus ciudadanos, pues pre
tendía violar la libertad de los jóvenes para cubrir las necesidades que su incapacidad
y desinterés le han impedido atender”.
Al respecto, es importante reconocer que tanto las Fuerzas Armadas, como la Policía
Nacional del Perú, requieren una urgente reforma, un cambio de timón que las lleve por
el camino de la modernización y profesionalización. Es cierto que necesitamos contar con
personal altamente calificado, gente con formación especial que sea capaz de enfrentar a
la criminalidad, el terrorismo y el narcotráfico, pero no podemos obligar a los jóvenes a
pelear una batalla que los adultos no hemos sido capaces de afrontar con valor y decisión.
VII. Conclusiones
A modo de breve conclusión, expondremos algunas ideas que tratan de resumir toda
la reflexión vertida en este comentario. Por razones de espacio y límites editoriales para la
obra no hemos podido desarrollar a profundidad todos y cada uno de los temas vinculados
a este artículo constitucional. Sin perjuicio de ello, creemos haber logrado el objetivo de
dar a conocer a la comunidad jurídica, sobre todo a los alumnos de Derecho, el contenido y
alcances de esta disposición constitucional. Así, de manera sintética decimos lo siguiente:
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
|J| El delito de función es aquella acción tipificada expresamente en la ley de la materia y que
es realizada por un militar o policía en acto de servicio o con ocasión de él, y respecto de
sus funciones profesionales: STC Exp. N° 00017-2003-AI/TC (f. j. 132).
(J| La justicia castrense no constituye un “fuero personal” sino un “fuero privativo” centrado
en el conocimiento de las infracciones cometidas a los bienes jurídicos de las Fuerzas
Armadas y la Policía Nacional: STC Exp. N° 00017-2003-AI/TC (f. j. 129).
|J] Los civiles acusados de los delitos de traición a la patria y terrorismo no serán procesados
por tribunales militares ya que se afectaría su derecho al juez natural: STC Exp. N° 00010-
2002-AI/TC (ff. jj. 105 y 106).
[J Para que se configure el delito de función no basta con que el ilícito se presente cuando
el agente realiza un acto de servicio, que el resultado se produzca como consecuencia del
mismo o que el hecho se produzca en la zona de conflicto: STC Exp. N° 00022-2011-PIZ
TC (f.j. 68).
HJ La Constitución proscribe que civiles que ocasionen agravios sobre bienes jurídicos de
las instituciones castrenses o de la Policía Nacional puedan ser sometidos a los tribunales
militares: STC Exp. N° 00017-2003-AI/TC (f.j. 130).
BIBLIOGRAFÍA
AZABACHE, César. “De nuevo sobre la justicia militar”. En: La Constitución comentada de 1993.
Análisis y Comentarios. Tomo II, Comisión Andina de Juristas, Lima, 1995; BERNALES BALLES
TEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. 5a edición, Konrad Adenauer Stif-
tung y Ciedla, Lima, 1996; BERNALES BALLESTEROS, Enrique. “La Constitución de 1993 y la
jurisdicción militar”. En: Themis, Revista de Derecho. Asociación Civil Themis, N° 31, Lima, julio
de 1995; LANDA ARROYO, César; CAMPOS TORRES, Joseph y SORIA LUJÁN, Daniel. Base
de datos sobre estados de emergencia en el Perú. Lima, s/ed., 1995; RUBIO CORREA, Marcial.
Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo V, Ia edición, Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú. Lima, 1999; SAN MARTÍN CASTRO, César. “Algunos aspectos
de la justicia militar (a propósito del caso peruano)”. En: HURTADO POZO, José. “La reforma del
Derecho Penal militar”. En: Anuario de Derecho Penal 2001-2002; SORIA LUJÁN, Daniel. “Artículo
173 : Delito de función”. En: La Constitución comentada. Análisis artículo por artículo. Tomo II, Ia
edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2005.
Artículo 174 Derechos análogos entre las Fuerzas
Armadas y la Policía Nacional
Los grados y honores, las remuneraciones y las pensiones
inherentes a la jerarquía de oficiales de las Fuerzas Armadas
y de la Policía Nacional son equivalentes. La ley establece las
equivalencias correspondientes al personal militar o policial
de carrera que no tiene grado o jerarquía de oficial.
En ambos casos, los derechos indicados solo pueden retirarse
a sus titulares por sentencia judicial.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 10, 11, 24, 138,139 inc. 3), 143, 165, 172,173; C.P.; art. 36 inc. 8); C.P.C.:
art. 648 inc. 4); Ley 28359
El primer párrafo establece la equivalencia de grados análogos entre las Fuerzas Ar
madas y la Policía Nacional, de manera que queden totalmente homologados a pesar de
ser instituciones bastante diferentes entre sí. Existe algún personal que no tiene grado o
jerarquía de oficial en las instituciones castrenses o policiales. Se ordena establecer las
equivalencias.
El segundo párrafo es una garantía totalmente razonable en virtud del carácter verti
cal y del espíritu de disciplina de estas instituciones: los derechos solo pueden ser retira
dos por sentencia judicial. De lo contrario, sería relativamente fácil que un jefe o una cú
pula cometan arbitrariedades con sus subordinados, privándolos por órdenes propias de
estos derechos.
En el caso de los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional del Perú exis
te un régimen “especial” de pensiones militar policial, inicialmente regulado por Decreto
Ley 19846. En el año 2012 fue “cerrado” mediante el Decreto Legislativo 1133, que crea
un nuevo régimen previsional aplicable al personal militar de las Fuerzas Armadas y po
licial de la Policía Nacional del Perú. Este último régimen ha sido recientemente modifi
cado por la Ley 30683.
La problemática referida al nuevo marco legal establecido por los Decretos Legis
lativos 1132 y 1133 ha generado una serie de distorsiones en su aplicación concreta. En
realidad, son normas que, en su esencia, se contraponen a las expectativas racionales del
personal y al modus operandi del personal de las Fuerzas Armadas. Responden al contex
to de una reforma pensionaría impulsado fundamentalmente desde el Ministerio de Eco
nomía y Finanzas que consiguió, primero, el cierre de la cédula viva para el régimen de
la Ley 20530, y después acometió contra la pensión renovable de las Fuerzas Armadas.
Luego de transcurridos algunos años de vigencia de estas normas, se puede observar
algunas complicaciones por ejemplo en los procesos de renovación al retiro de oficiales
y personal subalterno, debido a que la compensación del retiro ha sufrido modificaciones
sustantivas, pues, entre otras cosas, se ha variado la promoción remunerativa al grado in
mediato superior, rebajándose el monto de las pensiones de manera sustantiva.
Debe tomarse nota, en adición, de dos situaciones ocurridas con posterioridad a la pro
mulgación de los Decretos Legislativos 1132 y 1133.
“17. (...), del análisis de las normas jurídicas impugnadas se aprecia que la diferen
ciación entre el supuesto de hecho del recurrente [supuesto de hecho 1] y los otros
supuestos de hecho [supuestos de hecho 2 y 3] que se alegan como términos de
comparación, no constituye una distinción subjetiva entre los miembros de un grupo
o de otro, sino una que establece una diferencia de trato fundada en bases objetivas y
razonables relacionadas con la reforma institucional en la escala de ingresos y en las
pensiones de militares y policías, realizadas a partir del 10 de diciembre de 2012, con
carácter general, tal como se expone en la Ley N° 29915, (...), como se ha podido
verificar en el presente caso, no vulnera las disposiciones constitucionales que se
invocan en la demanda.”
En ese sentido, conforme al criterio señalado en dicha sentencia por el Tribunal Cons
titucional (reiterado en el Exp. 01360-2014-PA/TC), este órgano arribó a las siguientes
conclusiones:
Sin embargo, al reglamentarse esta norma a través del Decreto Supremo 014-2018-
EF, se dispuso que el pago del nuevo monto de las pensiones se diera a partir del mes de
enero del 2018, “sin generar devengados por periodos anteriores”. Se estableció, además,
que los Ministerios de Defensa e Interior serían los responsables de efectuar el llamado
“recálculo” de los montos que recibirán los pensionistas, el cual debía ser equivalente a
la remuneración consolidada que se otorga al personal militar y policial en actividad, se
gún el grado remunerativo.
La norma indicó que en ningún caso el monto de la pensión recaculada sería mayor
a la remuneración consolidada. También se precisó que no se podrían percibir conceptos
pensionarios adicionales a la remuneración consolidada. Es decir, los pensionistas solo
percibirán anualmente 12 pensiones mensuales, con derecho a percibir aguinaldo por Fies
tas Patrias y Navidad y la bonificación por escolaridad. En suma, no se altera sustancial
mente el régimen establecido en el año 2012.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
|J| Los grados de los miembros de la Policía Nacional del Perú no pueden ser retirados a sus
titulares a través de una resolución del Ministerio del Interior: STC Exp. N° 00394-2000-
AA/TC (f.j.4).
jl Los “pensionistas” tanto de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional no pueden recibir
el mismo ingreso mensual que los militares y policías en actividad: STC Exp. N° 07357-
2013-PA/TC (f.j. 16).
(jl Los grados y honores, remuneraciones y pensiones de oficiales de las Fuerzas Armadas y
la Policía Nacional deben ser equivalentes siempre y cuando dichos oficiales se encuen
tren en situaciones sustancialmente idénticas: STC Exp. N° 07357-2013-PA/TC (f. j. 16).
jj] El primer párrafo del artículo 174 de la Constitución no dispone la denominada “equiva
lencia entre remuneración y pensión” para militares y policías, lo único que prescribe es
una equivalencia en sentido horizontal entre oficiales de las Fuerzas Armadas y oficiales
de la Policía Nacional, es decir, por ejemplo, que la remuneración o pensión que percibe
un Coronel del Ejército sea equivalente a la remuneración pensión de un Coronel de la
Policía Nacional: STC Exp. N° 0009-2015-PI/TC (ff. jj. 68 y 69).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 12), 24)f, 37, 140, 163 al 166, 173; C.P.; art. 279, Ley 30299; D.Leg.
898: arts. 1 y ss.; D.S. 010-2017-IN; C.A.D.H.: art. 15
I. Introducción®
En esta ponencia nos proponemos realizar una reflexión acerca de la posesión y uso
de armas por parte de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional del Perú y los civiles, en
general. Estamos, indudablemente, frente a un tema de suma importancia en nuestro país,
cuya problemática cobra cada día más interés en la sociedad a partir de la existencia del
incremento del nivel de inseguridad ciudadana actual, así como por el mal entendimien
to que existe respecto del derecho a defenderse, por mano propia, frente amenazas, como,
por ejemplo, sucede con el empleo de armas de fuego por parte de los particulares para
esta finalidad.
En este tenor, cabe señalar que el artículo 175 de la Constitución Política del Perú es
la norma más relevante en lo que se refiere a las posibles situaciones en las que se puede
dar el uso legítimo de armas. Así, a continuación, pasaremos a abordar los distintos con
textos que nos plantea la presente disposición constitucional a efectos de procurar clarifi
car los alcances y límites que tiene el derecho al uso de armas1(2).
(1) Este texto tuvo la colaboración y aportes doctrinarios del Dr. Ronny Rojas Álvarez, maestrando en De
recho Constitucional de la Pontificia Universidad Católica del Perú. La presente ponencia es una versión
actualizada, ampliada y corregida de la publicada en las ediciones anteriores de esta obra colectiva (2a
edición-2013 y 3a edición-2015).
(2) ABAD YUPANQUI, Samuel. Constitución y procesos constitucionales. Estudio introductorio, legislación,
jurisprudencia e índices. 4a edición. Palestra, Lima, 2010.
situaciones donde el uso de este tipo de armas se da por personas que no pertenecen a di
chas entidades castrenses, dando cuenta acerca de las consecuencias jurídicas que aca
rrean dichas circunstancias.
En segundo lugar, haremos referencia a los límites que existe en el asunto relaciona
do con la fabricación de armas de guerra por parte de los particulares y los contextos en
los cuales los mismos se encuentran autorizados a fabricar armas de uso civil.
Finalmente, abordaremos el tema del uso de armas por parte de civiles, poniendo én
fasis no solo en la regulación aplicable a dicho supuesto, sino, además, en la relación que
guarda con la inseguridad ciudadana, el derecho a la legítima defensa y la tenencia de ar
mas de fuego por parte de los particulares(3).
II. Análisis
Según este párrafo, los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional
-de manera exclusiva- pueden poseer y usar armas de guerra, prerrogativa que también la
contemplan sus correspondientes leyes orgánicas y las demás disposiciones legales referi
das de esta materia, entendiéndose que tal uso deberá ser efectuado en ocasión del servi
cio y no en situaciones diferentes tales como sería su uso particular. Esta disposición esta
blece entonces la prohibición constitucional de que los civiles posean y usen este tipo de
armas. Sobre esta situación en particular, se puede advertir que el artículo bajo estudio no
menciona cuáles son armas de guerra y cuáles no lo son; por ello, fue necesario que una
ley y su respectivo reglamento desarrollen de forma más detallada y exhaustiva la tipolo
gía de estas armas de fuego, que luego mencionaremos en nuestro análisis.
(3) RUBIO CORREA, Marcial. Para conocer la Constitución de 1993. 2a edición. Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2009, p. 273.
Siguiendo la lectura de este párrafo del artículo constitucional materia de comenta
rio, se establece por regla general que todas las armas de guerra que se fabriquen o se in
troduzcan en el Perú, constituyen propiedad del Estado; y cuando se decomisan, no hay
obligación de indemnizar a la persona que lo tenga a título de propiedad(4). En esta misma
línea de argumentación se ha expresado nuestro Tribunal Constitucional al declarar que:
“(•..) solo se encuentran restringidas para los civiles las armas que sean para uso especí
fico de fuerzas militares y/o policiales”(5).
Entonces, podemos señalar que este primer párrafo analizado establece de manera
clara que las armas de guerra no pueden ser propiedad y/o utilizadas por personas que no
son personal de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, y cuando sucede lo contrario,
como ya se dijo líneas arriba, deberán ser decomisadas sin ningún tipo de proceso ni in
demnización; es decir, no será reconocido derecho alguno respecto a la posesión de quie
nes las hubiesen tenido en su poder(6). Es importante considerar que, siguiendo a Marcial
Rubio Correa, la sola posesión de estas armas otorga un gran poder a quien las posee, por
la capacidad destructiva que ostentan(7), siendo esta, a nuestra consideración y a partir de
lo previamente analizado, la justificación constitucional de limitar su posesión y empleo
a determinadas personas, como son las pertenecientes a estas instituciones públicas de de
fensa y de orden interno.
(...)
Se exceptúa la fabricación de armas de guerra por la industria privada en los casos
que la ley señale (...)”.
En nuestro país, siguiendo el análisis del apartado anterior, la comercialización de ar
mas de guerra se encuentra expresamente prohibida. No obstante, en lo relacionado a la
(4) Al respecto, podríamos decir que, en cierto modo, se podría estar limitando el derecho a la propiedad de los
ciudadanos, sobre lo cual nuestro Tribunal Constitucional ha declarado que no existen derechos absolutos
y que estos pueden ser restringidos justificadamente por la acción Estatal. En tal sentido, este Tribunal ha
expresado que: “En reiterada jurisprudencia este Tribunal ha precisado que los derechos fundamentales
pueden ser limitados, restringidos o intervenidos en alguna medida cuando dicha limitación, restricción o
intervención resulten justificadas en la protección proporcional y razonable de otros derechos fundamentales
o bienes de relevancia constitucional. Por ello se afirma que los derechos fundamentales no son absolutos
sino relativos, es decir, que el contenido de cada derecho fundamental no es definitivo, sino que en cada
caso concreto se va a definir en función de las circunstancias específicas y de los grados de restricción y
satisfacción de los derechos o bienes constitucionales que se encuentren en conflicto”: STC Exp. N° 0004-
2010-PI/TC, f. j. 26.
(5) STC Exp. N° 43 87-2014-PA/TC, f. j. 6.
(6) RUBIO CORREA, Marcial. Loe. cit.
(7) Idem.
fabricación de municiones, el Ministerio de Defensa (MINDEF) tiene a su cargo la direc
ción de la Fábrica de Armas y Municiones del Ejército (FAME), la cual satisface en for
ma limitada los requerimientos de municiones de pequeño calibre de las Fuerzas Arma
das, de acuerdo a la Ley N° 29314(8).
• Artículo 71: Toda persona (natural o jurídica) que opte por dedicarse a la fabri
cación de armas de uso civil, debe cumplir con las condiciones y requisitos es
tablecidos en el precitado marco normativo.
• Artículo 72: El Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas se encuentra facul
tado a efectuar control posterior en relación a las autorizaciones expedidas por
SUCAMEC.
• Artículo 73: Prescribe que la autorización tiene una vigencia de 5 años renova
ble por el mismo período, siendo necesaria además la inscripción en el Registro
de Control para la fabricación de armas de fuego, municiones y materiales rela
cionados de uso civil del Ministerio de la Producción.
• Artículo 74: Regula las características y condiciones de infraestructura de la fá
brica de armas y su almacén.
• Artículo 75: Prescribe las obligaciones de las personas autorizadas para la fabri
cación de armas.
(8) Ley N° 29314, Ley de la Fabricación de Armas y Municiones del Ejército-FAME S.A.C.
• Artículos 77, 78 y 79: Prescribe los requisitos para la autorización y su renova
ción para la fabricación de armas de uso civil.
Por otro lado, el Código Penal establece en su artículo 279-G que: “El que, sin estar
debidamente autorizado, fabrica, ensambla, modifica, almacena, suministra, comerciali
za, trafica, usa, porta o tiene en su poder armas de fuego de cualquier tipo, municiones,
accesorios o materiales destinados para su fabricación o modificación, será reprimido con
pena privativa de libertad no menor de seis ni mayor de diez años, e inhabilitación (.. .)”(9).
De igual modo, cabe citar los siguientes artículos:
• Artículo 279-A: Producción, desarrollo, comercialización, almacenamiento, ven
ta, adquisición, uso y posesión de armas químicas con una pena privativa de li
bertad no menor de cinco ni mayor de veinte años.
• Artículo 279-B: Sustracción o arrebato de armas de fuego a miembros de las
Fuerzas Armadas o Policía Nacional con una pena privativa de libertad no me
nor de diez ni mayor de veinte años.
Se entiende que este supuesto es cuando se sustrae el arma de un efectivo de las
FF.AA. o PNP, para luego comercializarla.
A modo de cierre de este apartado, tenemos que este párrafo del artículo 175 de nues
tra Constitución imposibilita la fabricación, en nuestro país, de las armas de guerra; no
obstante, como ya se indicó líneas arriba, la Ley N° 30299 y el Decreto Supremo N° 010-
2017-IN son las normas que contemplan todo lo relacionado al registro de fabricación, la
tenencia y uso de armas civiles. De igual manera, la Ley N° 29314 permite la fabricación
de municiones por parte del MINDEF, teniendo a su cargo la FAME, la cual, conforme
hemos expresado, satisface en forma limitada los requerimientos de municiones de pe
queño calibre de nuestras Fuerzas Armadas.
(...)
La ley reglamenta la fabricación, el comercio, la posesión y el uso, por los particulares,
de armas distintas de las de guerra”.
Este párrafo requiere un análisis más exhaustivo, al ser un tema controversia!, porque
este dispositivo constitucional permite que los civiles tengan autorización para la com
pra y uso de armas, originando ello muchas situaciones jurídicas que pueden extraerse
de este último párrafo de la disposición constitucional. En ese sentido, y con el propósito
(9) Disposición incorporada mediante Decreto Legislativo N° 1244, Decreto Legislativo que fortalece lucha
contra el crimen organizado y la tenencia ilegal de armas.
de orientar la presente ponencia hacia una perspectiva más integral, nos parece pertinen
te hacer una referencia a la normativa comparada que nos permita analizar las prohibi
ciones y permisos constitucionales otorgados a los civiles para la compra y uso de armas.
(10) En su idioma original, esta Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica
dispone: “A well-regulated Militia, being necessary to the security of a free State, the right of thepeople
to keep and bearArms, shall not be infringed”.
Así, teniendo como referencia los escenarios proporcionados por el Derecho compa
rado, a continuación, desarrollaremos las implicancias de este último párrafo del artículo
175 de nuestra Constitución de 1993.
De acuerdo al inciso 1 del artículo 16° del Decreto Supremo N° 010-2017-IN: “Las
armas de fuego autorizadas para uso civil son las armas cortas o largas que no presenten
la misma cadencia, calibre y potencia de las armas de uso militar o armas de guerra”; de
biendo presentar de modo obligatorio, la capacidad de abastecimiento para munición con
forme se expone a continuación: “(...)
Revólver con tambor con capacidad de carga hasta doce (12) cartuchos.
Pistola con cargador de capacidad de carga de hasta diecisiete (17) cartuchos.
Escopeta con sistema de abastecimiento monotiro, superpuesta o yuxtapuesta,
semiautomática y de bombeo: con capacidad de hasta ocho (8) cartuchos con
alojamiento tubular.
(15) Cabe precisar que el artículo 19.2 del Decreto Supremo N° 010-2017-IN prescribe que: “Las armas de
calibre mayor que el Calibre 9x17mm (con excepción del calibre 38) son autorizadas únicamente para
personal que realice servicios de seguridad privada bajo las modalidades de agentes de vigilancia para el
sistema financiero, servicio de protección personal, servicio de transporte y custodia de dinero y valores,
servicio de custodia de bienes controlados y servicio individual de seguridad personal”.
(16) Conforme con el literal c) del artículo 4 de la Ley N° 30299, Ley de armas de fuego, municiones, explosi
vos, productos pirotécnicos y materiales relacionados de uso civil, que define a las armas de fuego de uso
civil como: “Son aquellas, distintas de las de guerra, destinadas a defensa personal, seguridad y vigilancia,
deporte y tiro recreativo, caza y colección conforme a lo regulado por la presente Ley. Son también, armas
de uso civil, aquellas que adquieran los miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú
para su uso particular”.
(17) STC Exp. N° 5190-2005-AA/TC, f. j. 5.
Carabinas con sistema de abastecimiento monotiro, superpuesta, semiautomáti-
ca y de bombeo con capacidad de tiro: con cargadores de hasta treinta (30) car
tuchos.
Ahora bien, la autorización para la tenencia y uso de armas para civiles para ejercer la
legitima defensa se puede desprender de una interpretación sistemática de nuestra Cons
titución Política(18). Así, de conformidad con los principios de unidad de la Constitución y
concordancia práctica(19)20 , tenemos tanto el citado artículo 175, tercer párrafo como el ar
tículo 2, inciso 23, del precitado cuerpo normativo constitucional, el cual hace referencia
al derecho a la legitima defensa.
Efectivamente, este último hace referencia a que: “Artículo 2.- Toda persona tiene su
derecho: (...) 23. A la legítima defensa (...)”. Al respecto, y a partir de la disposición cons
titucional previamente citada, la legítima defensa es un derecho constitucional que tene
mos a efectos de ejercer, razonablemente, la fuerza para custodiamos de una agresión di
recta ilegítima por parte de algún tercero. Son pues requisitos para el ejercicio del derecho
a la legítima defensa que: i) la agresión sea ilegitima; ii) no se haya provocado dicha agre
sión; y iii) que los medios utilizados para repeler esta agresión no sean desproporciona
dos^. En este sentido, las armas que no se encuentran consideradas para el uso en gue
rra, si pueden ser utilizadas para el uso particular^1) y, de ser el caso, para el ejercicio de
la legítima defensa, la misma que es un derecho reconocido por el constituyente peruano.
Sobre esto último, José Hurtado Pozo explica que se ha estipulado de manera equivoca
da en nuestra Constitución el artículo 2, inciso 23, como un derecho constitucional, puesto
que no debería de entenderse a la legítima defensa como uno de los derechos fundamenta
les de la persona(22). El jurista nacional sostiene que: “El derecho a defenderse no debería,
(18) Al respecto, Martín Borowski explica que: “La interpretación sistemática tiene varios elementos que par
cialmente están en función del fin subjetivo de la interpretación y parcialmente lo están del fin objetivo. En
cuanto, mediante la interpretación sistemática, se intente ubicar una disposición en el texto de la ley, dicha
interpretación aparece en definitiva como una parte de la interpretación semántica, la cual, (...), está en
función del fin subjetivo de la interpretación. No obstante, en la medida en que lo sistemático se entienda
de forma material o sustancia[l], se trata entonces de producir coherencia material”. En: BOROWSKI,
Martín. La estructura de los derechosfundamentales. Universidad Externado de Colombia, Serie de Teoría
y Filosofía del Derecho, Bogotá, 2003, p. 104.
(19) Conforme a la jurisprudencia vinculante de nuestro Tribunal Constitucional estos son: el Principio de
concordancia práctica (STC Exp. N° 5854-2005-PA/TC, f. j. 12. b); el Principio de corrección funcional
(STC. Exp. N° 5854-2005-PA/TC, f. j. 12. C); el Principio de fuerza normativa de la Constitución (STC.
Exp. N° 5854-2005-PA/TC, f. j. 12. E); el Principio de fiinción integradora (STC. Exp. N° 5854-2005-PA/
TC, f. j. 12.d); el Principio de unidad de la Constitución (SSTC. Exps. N°s 4747-2007-HC/TC, f. j. 5 y
5854-2005-PA/TC, f. j. 12. A).
(20) Estos tres elementos que son esenciales para justificar el ejercicio del derecho a la legitima defensa son
abordados por Percy García Cavero. Quien explica que son: i) la agresión ilegitima; ii) la falta de pro
vocación suficiente; y, iii) la racionalidad de la defensa. En: GARCÍA CAVERO, Percy. Derecho Penal.
Parte General. T edición. Jurista Editores, Lima, 2012, pp. 584-589.
(21) RUBIO CORREA, Marcial. Loe. cit.
(22) Al respecto, Hurtado Pozo expone que: “De manera singular, pero incorrecta, se ha previsto, en la Cons
titución de 1993 (art.2, inc. 23), el derecho a la legítima defensa como uno de los derechos fundamentales
de la persona. Estos últimos son derechos humanos garantizados por el ordenamiento jurídico positivo, en
pues, ser elevado al nivel de los derechos humanos, porque esto podría dar lugar a que se
le hiciera prevalecer siempre sobre los otros, incluidos los derechos humanos propiamen
te dichos. De tal manera, se desnaturalizaría la legítima defensa y se abrirían las puertas
a los excesos que se tratan, con razón, de evitar, mediante su regulación en el Código Pe
nal. Además, se incurre en un error de técnica legislativa al insertarse, de modo inconve
niente, una regla (indicando cómo se debe o no se debe actuar) cuando es preferible reser
var la Constitución para, sobre todo, establecer principios (relativos a los derechos)”(23)24
.
25
A diferencia de Hurtado Pozo, creemos que la legítima defensa es un derecho con re
conocimiento y protección constitucional, el mismo que como cualquier otro derecho, tie
ne límites que evitan su abuso(24)(25). Así, a partir de lo expuesto, podríamos decir que la
legítima defensa es un derecho reconocido en nuestra Constitución Política(26), en tanto fa
culta a los ciudadanos a ejercer y proteger un bien o derecho fundamental que pueden ser
los derechos a la vida, a la integridad física, a la salud, entre otros, según sea el caso(27).
particular mediante la carta fundamental”. En: HURTADO POZO, José. Manual de Derecho Penal-Parte
GeneralI. 3a edición. Grijley, Lima, 2005, p. 523.
(23) HURTADO POZO, José. Ob. cit., pp. 523-524.
(24) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “¿Existen los llamados conflictos entre derechos fundamentales?”. En:
Cuestiones Constitucionales: revista mexicana de Derecho Constitucional, N° 12, enero-junio, Universidad
Nacional Autónoma de México, México, 2005, pp. 109-111. Disponible en Internet: http://www.revistas.
unam.mx/index.php/cuc/article/view/2130/1692
(25) Sobre este tema, nuestro Tribunal Constitucional ha declarado que: “El contenido esencial de un derecho
fundamental está constituido por aquel núcleo mínimo e irreductible que posee todo derecho subjetivo
reconocido en la Constitución, que es indisponible para el legislador, debido a que su afectación supon
dría que el derecho pierda su naturaleza y entidad. En tal sentido, se desatiende o desprotege el contenido
esencial de un derecho fundamental, cuando este queda sometido a limitaciones que lo hacen impracticable
y lo despojan de la protección constitucional otorgada”: STC Exp. N° 1042-2002-AA/TC, f. j. 2.2.4.
(26) En relación con la efectividad de nuestra Constitución Política dentro del Estado peruano, nuestro Tribunal
Constitucional ha declarado que: “El tránsito del Estado Legal de Derecho al Estado Constitucional de
Derecho supuso, entre otras cosas, abandonar la tesis según la cual la Constitución no era más que una
mera norma política, esto es, una norma carente de contenido jurídico vinculante y compuesta únicamente
por una serie de disposiciones orientadoras de la labor de los poderes públicos, para consolidar la doctrina
conforme a la cual la Constitución es también una Norma Jurídica, es decir, una norma con contenido
dispositivo capaz de vincular a todo poder (público o privado) y a la sociedad en su conjunto”: STC Exp.
N° 5854-2005-PA/TC, f. j. 3.
(27) Sobre este tema, el mismo Hurtado Pozo explica que: “La protección de la persona y sus bienes no puede ser
plena ni permanente garantizada por el Estado, aun cuando se trate de un Estado policíaco. Por esto existe
un interés de reforzar el orden jurídico reconociendo, de un modo excepcional, a cada persona, el derecho
a protegerse y de proteger a terceros. (...) El bien que el agresor trata de lesionar puede ser cualquier bien
jurídico individual, perteneciente a una persona natural o jurídica, protegido por el derecho penal o por
las demás ramas del orden jurídico”. En HURTADO POZO, José. Ob. cit, pp. 524, 531 y 532.
acciona(28). De ahí que el artículo 20, inciso 3, del Código Penal(29) establezca lo referente
a las eximentes de responsabilidad penal, entre otros, la defensa de bienes jurídicos pro
pios o de terceros, siempre que concurran los presupuestos dispuestos en el artículo antes
mencionado del Código sustantivo penal. A partir de lo expresado, se excluye para la va
loración de este requisito el criterio de proporcionalidad de medios, considerándose así en
su lugar, entre tantas otras circunstancias, la intensidad y la peligrosidad de la agresión, la
forma de interceder del malhechor y los medios con que se disponga para la defensa, así
como la falta de provocación suficiente de quien hace su defensa.
Entonces, debemos resolver las grandes interrogantes que se tienen al escoger esta al
ternativa: ¿Cuáles son los parámetros de acción que tenemos las personas para defendemos
ante situaciones de peligro frente a los delincuentes? ¿Qué respuesta esperamos obtener de
nuestras autoridades, si luego de participar en un acto de legítima defensa nos enfrentamos
a una investigación policial, fiscal y subsecuentemente la apertura de un proceso judicial?
(28) Cabe señalar que nuestro Tribunal Constitucional ha diferenciado este derecho en relación con el derecho
a la defensa en el ámbito procesal, llegando a declarar que: “En principio, llama la atención la afirmación
del accionante respecto de la presunta afectación a su derecho a la legítima defensa, el cual es distinto del
correspondiente a la defensa, pues en el primer caso, en términos latos, estamos frente a la respuesta o
actuación que puede realizar cualquier ciudadano en caso de ser agredido de manera sorpresiva o irregular
y que además va a influir en el análisis que vaya a realizar el juez penal; mientras que en el segundo caso,
estamos frente al derecho fundamental que tiene todo ciudadano en los procesos en que sea parte o en los
que se vea incurso”: STC. Exp. N° 3802-2004-AA/TC, f. j. 3.
(29) Inimputabilidad
“Artículo 20.- Está exento de responsabilidad penal:
1. El que, por anomalía psíquica, grave alteración de la conciencia o por sufrir alteraciones en la per
cepción, que afectan gravemente su concepto de la realidad, no posea la facultad de comprender el
carácter delictuoso de su acto o para determinarse según esta comprensión;
2. El menor de 18 años.
3. El que obra en defensa de bienes jurídicos propios o de terceros, siempre que concurran las
circunstancias siguientes:
a) Agresión ilegítima;
b) Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla. Se excluye para la valoración
de este requisito el criterio de proporcionalidad de medios, considerándose en su lugar, entre otras
circunstancias, la intensidad y peligrosidad de la agresión, la forma de proceder del agresor y los
medios de que se disponga para la defensa.
c) Falta de provocación suficiente de quien hace la defensa; (...)”.
En nuestra normativa penal, el artículo 20 del Código Penal peruano, alude a esta si
tuación^. En tal sentido, frente al masivo incremento de la delincuencia, se ha logrado de
sarrollar una considerable legislación que, en la medida de una aplicación e interpretación
correcta tanto por el Poder Judicial como por el Ministerio Público, puede salvaguardar
a las víctimas que hayan ejercido legítimamente este derecho constitucional a la defensa.
De esta forma, queda muy claro que el fin es tratar de neutralizar el riesgo o amenaza, re
peliendo una agresión injustificada que pone en peligro cualquier bien jurídico del agra
viado o de algún tercero. Frente a esto, la figura jurídica de la legítima defensa es un me
dio para repeler o impedir alguna agresión, que ocurre en situaciones en donde no existe
la presencia del Estado capaz de auxiliar al agredido de manera oportuna y eficaz30 (31), de
acuerdo a lo previamente expresado en esta ponencia.
(30) El Código Penal peruano, en el Capítulo III, sobre las causas que eximen o atenúan la responsabilidad penal,
en específico el literal b), que dice: “b) Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla.
Se excluye para la valoración de este requisito el criterio de proporcionalidad de medios, considerándose
en su lugar, entre otras circunstancias, la intensidad y peligrosidad de la agresión, la forma de proceder
del agresor y los medios de que se disponga para la defensa”.
(31) Sobre este extremo, seguimos lo expuesto por Percy García Cavero, quien expone que: “Los requisitos de la
legítima defensa se ordenan en función de los actos de organización de los intervinientes en esta situación
de justificación. En cuanto al acto de organización del agresor, se exige que éste sea ilegítimo y que no
exista una provocación previa suficiente que dé lugar a dicha agresión. En cuanto al acto de defensa del
agredido, se requiere que los medios empleados sean racionales para impedir o repeler la agresión”. En:
GARCÍA CAVERO, Percy. Ob. cit., p. 584.
(32) En este extremo seguimos lo expresado por Hurtado Pozo, en cuanto a que: “La defensa, además de
necesaria, debe ser racional, conforme a la razón. Esta expresión indica un juicio de valor con referencia
a la justicia y equidad. De esta manera, se introduce en la acción de defenderse una dimensión ética, que
sirve así mismo de límite a la legítima defensa. La racionalidad de la defensa se determina apreciando la
proporcionalidad entre el peligro propio a la agresión y la acción de defenderse; es decir, entre las condi
ciones, instrumentos y riesgos de la agresión y los propios del comportamiento defensivo”. En: HURTADO
POZO, José. Ob. cit., p. 536.
(33) En este mismo sentido, advertimos lo expuesto por Percy García Cavero, quien explica que: “El acto de
defensa del que se defiende debe ajustarse al criterio de la necesidad racional de la defensa. En efecto, tal
como lo dispone el artículo 20, inciso 3, literal b) del CP, constituye un requisito de la legítima defensa la
racionalidad del medio empleado para impedir o repeler la agresión ilegítima. Está claro que el término
'medio empleado' no debe entenderse únicamente en el sentido de un instrumento, sino como la reacción
necesaria de defensa, la cual puede hacerse con algún instrumento o directamente por el autor. Por esta
razón, la doctrina penal no habla de medio necesario, sino de defensa necesaria”. En: GARCÍA CAVERO,
Percy. Ob. cit., p. 589.
Conforme se puede advertir de la norma penal invocada, la valoración de la propor
cionalidad de los medios empleados fue excluida mediante la ley dada en el 2003(34), lo
que significa que, de acuerdo a dicha ley, una vez sea invocada la legítima defensa, esta
deber ser materia de examen y decisión por parte del Ministerio Público, a efectos de abs
tenerse de ejercer la acción penal, de formular acusación o de retirarla.
A nivel administrativo, el inciso 4 del artículo 343 del Decreto Supremo N° 010-2017-
IN refiere que la SUCAMEC puede disponer de modo inmediato el decomiso y la dispo
sición final de armas, cuando no se cuente con autorización para su posesión, en conside
ración a que, conforme al artículo 6 del Decreto Legislativo N° 1127, dicha entidad tiene
como una de sus funciones, “Controlar, administrar, supervisar, fiscalizar, normar y san
cionar las actividades en el ámbito de los servicios de (...) fabricación y comercio de ar
mas (...), de conformidad con la Constitución Política del Perú, los tratados internaciona
les y la legislación nacional vigente (..
En este orden de ideas, podemos decir que cuando no se cuenta con la adecuada au
torización para la tenencia de armas, se puede caer en una tenencia irregular o ilegal. Res
pecto de este último supuesto de la tenencia ilegal de armas, se produce cuando la posesión
de un arma de fuego se da sin estar habilitado para ello. Otra interpretación que se pue
de dar sobre la tenencia ilegal de armas es la que se configura cuando el ciudadano entra
(34) Ley N° 27936, Ley de Condiciones del Ejercicio de la Legítima Defensa, publicada en el diario oficial El
peruano el 12 de febrero de 2003.
(35) Afirmamos esto porque este delito se encuentra establecido en el Título XII del Código Penal, en el cual
se encuentran detallados los delitos contra la seguridad pública.
en posesión del arma o la mantiene en una forma ilegal o como producto de algún delito.
Al respecto, nuestra Corte Suprema de Justicia ha señalado, en relación a este tema, que:
“(...) se advierte que existe la delgada línea de interpretación legal entre la irregularidad
administrativa ocasionando una tenencia irregular de un arma de fuego, frente a la inexis
tencia de licencia, que configura por sí misma, la tipicidad del delito de tenencia ilegal de
arma de fuego; lo cual puede ser resuelto al amparo del análisis conforme al fin de protec
ción de la ley penal, propuesta por la moderna teoría de la imputación objetiva, (...), por
el que prima el ámbito de tutela de la norma penal, debiendo entenderse que la norma pe
nal que regula el delito de tenencia ilegal de armas, está dirigida a preservar la seguridad
pública frente al peligro o ejercicio ilegítimo en el uso de un arma que no presenta regis
tro o inscripción en la Administración correspondiente; en consecuencia esa ilegitimidad
es absoluta y no relativa; ámbito de tutela que se contrapone respecto de quien habiendo
tenido licencia válida para la posesión de armas, se encuentra luego en posesión irregular
por efectos de la licencia vencida o no renovada”(36).
Conforme podemos apreciar, este es el supuesto más gravoso en el marco del uso
de armas de fuego, por cuanto en este no solo se está incumpliendo lo establecido en
las disposiciones legales encargadas de regular su adquisición y empleo, sino, además,
se está incurriendo en un delito penal por la puesta en peligro y posible afectación de
la seguridad pública, el mismo que se encuentra castigado con pena privativa de liber
tad no menor de seis ni mayor de diez años e inhabilitación para tenencia y uso futu
ro de armas(37).
Por otro lado, tenemos la situación menos gravosa, que, como mucho, llega a ser una
posesión irregular de armas. En este supuesto, tenemos que no se configura delito alguno,
puesto que, en este caso, se posee una licencia para el manejo de arma la misma que se
encuentra caduca, en consideración a la no oportuna renovación de dicha licencia, lo cual
implicará una irregularidad de carácter administrativo, pero que no configura como deli
to penal, por cuanto dicha posesión sí es legítima, pero irregular, pudiendo ser corregida
o subsanada a través del procedimiento administrativo correspondiente(38).
(36) PODER JUDICIAL DEL PERÚ. Casación N° 211-2014-ICA, expedida por la Sala Penal Permanente de
la Corte Suprema de Justicia con fecha 22 de julio de 2015, quinto fundamento de Derecho.
(37) Inhabilitación
“Artículo 36°. - Inhabilitación. La inhabilitación produce, según disponga la sentencia:
(•••)
6. Suspensión o cancelación de la autorización para portar o hacer uso de armas de fuego. Incapacidad
definitiva para renovar u obtener licencia o certificación de autoridad competente para portar o hacer
uso de armas de fuego, en caso de sentencia por delito doloso o cometido bajo el influjo del alcohol
o las drogas.
(38) PODER JUDICIAL DEL PERÚ. Loe. cit.
la autorización administrativa correspondiente de la SUCAMEC, por lo que se encuentra
considerado dentro del rubro de delitos contra la seguridad pública(39).
III. Comentarios
El artículo 175 de la Constitución Política del Perú establece qué sujetos pueden o no
poseer y usar armas de fuego, así como la clase de armas a las que pueden tener acceso.
Así, esta disposición constitucional regula tres situaciones jurídicas distintas: i) el uso ex
clusivo de armas de guerra por parte de las instituciones castrenses, ii) la fabricación de
armas en nuestro país y iii) la tenencia de armas por parte de civiles.
La tercera y última situación se encuentra referida a las armas que no son de guerra,
cuya posesión podría estar a cargo de civiles, siempre y cuando, estos cumplan con los re
quisitos establecidos tanto en la ley como en el reglamento.
(39) Siguiendo esta noción de seguridad pública como un límite al ejercicio de los derechos constitucionales y
el deber del Estado de garantizarla, nuestro Tribunal Constitucional ha declarado que: “El poder de policía
de la Administración y los derechos de libertad y propiedad ciudadanos, entonces, se presentan como las
dos caras de una misma moneda. Mientras el poder de policía encuentra su límite en los derechos ciuda
danos, estos a su vez, tienen el deber de ejercer sus derechos respetando el orden público. En este sentido,
será legítimo el ejercicio del poder de policía de la Administración cuando la limitación impuesta se
encuentre legitimada por una razón de interés público; o dicho de otra manera, cuando la actuación
de la Administración tenga por finalidad garantizar la seguridad pública o proteger los derechos de
libertad o propiedad de los ciudadanos”: STC Exp. N° 3951-2007-PA/TC, ff. jj. 11 y 12.
penal de la tenencia ilegal de armas de fuego, que muchas veces es consecuencia del uso
de armas por parte de particulares que no han observado los requisitos, tanto legales como
reglamentarios, previos para su posesión y uso de estas.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
[H El empleo de las armas, incluyendo el uso de la fuerza, debe desarrollarse bajo los principios
constitucionales de proporcionalidad, necesidad, legitimidad y humanidad, siendo estos
aplicados a la luz de los tratados internacionales sobre derechos humanos y del derecho
internacional humanitario ratificados por el Perú, según el artículo IV de la Disposición
Final y Transitoria de la Constitución: STC Exp. N° 00002-2008-PI/TC (f. j. 2).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17), 31,32,34,90,111,113 inc. 5), 114 inc. 2), 117,134,152,178,181
al 185, 190, 191, 206, 14a DFT; C.P.Ct: art. 44 inc. 16); L.O.E.: arts. 1, 2, 26 al 28;
L.O.J.N.E.: arts. 1,2; L.O.O.N.P.E.: arts. 1,2; R. 001-2016-JNE; R. 335-2020-JNE;
C.A.D.H.: arts. 23.1.a, 23.1 .b; D.U.D.H.: art. 21 ines. 1), 3); P.I.D.C.P.: arts. 25.a, 25.b
Este artículo al referirse al sistema electoral, entendiendo por tal aquel cuya finalidad
es planear, organizar y ejecutar los procesos electorales con la finalidad de que estos tra
duzcan la expresión auténtica, libre y espontánea de los ciudadanos y, asimismo, que los
escrutinios sean el reflejo exacto y oportuno de la voluntad del elector, incurre en un serio
error conceptual y terminológico al bautizar como sistema electoral al conjunto de orga
nismos estatales encargados de realizar aquellos fines. En efecto, en la Ciencia Política y
el Derecho Electoral por sistema electoral se entiende “(•..) al procedimiento mismo, por
medio del cual los electores expresan su voluntad política en votos que a su vez se con
vierten en escaños o poder público”(1). En este sentido es que se alude a los sistemas ma-
yoritario y proporcional, como dos de los principales procedimientos de conversión de
votos en escaños, -sin perjuicio de otros, que combinan elementos de estos- y dentro de
cada uno de ellos, a su vez, pueden encontrarse una serie de variantes, todas ellas dirigidas
Hecha esta atingencia, que evidencia el descuido del legislador constituyente, proce
de ahora analizar, con mayor profundidad el contenido del precepto constitucional mate
ria de este comentario.
El derecho de sufragio, como derecho subjetivo del ciudadano, no puede, sin embar
go, ser ejercido directamente por este, como sí ocurre con otros, como la libertad de trán
sito, la de asociarse, la de contratar o la de reunirse, pues, a diferencia de estos, se trata
de un derecho que siendo individual solo deviene eficaz y cumple su función si se ejer
ce simultáneamente con los demás ciudadanos, en determinadas ocasiones y para obje
tivos específicos. Nadie vota individualmente cuando quiere y como quiere, sino dentro
del marco de un proceso electoral al cual están convocados y pueden -o deben- concu
rrir todos los ciudadanos para elegir a ciertas autoridades o adoptar determinadas deci
siones. El ejercicio del derecho de sufragio exige, por consiguiente, por parte del Estado,
prestaciones de organización y procedimiento, esto es la creación de un marco legal, ins
titucional, administrativo y operativo, que posibilite que la expresión de voluntad de los
ciudadanos mediante el sufragio se manifieste simultáneamente, en forma libre y autén
tica, y que sea verificada y conocida a fin de que mediante ella resulten elegidas las auto
ridades políticas correspondientes o se adopten -o rechacen- aquellas decisiones someti
das al veredicto popular.
De este modo, el éxito de un proceso electoral libre y auténtico depende, en gran me
dida, de la existencia de una organización eficiente que cree las condiciones políticas y
materiales para que los ciudadanos ejerzan el sufragio, tales como lugares de votación ac
cesibles y cercanos, información adecuada (sobre los candidatos, forma de votación, lu
gares de votación, etc.), padrones veraces y actualizados que permitan registrar e iden
tificar a todos los ciudadanos, así como contar con el material electoral necesario para
permitir el sufragio y el escrutinio (cédulas de votación, ánforas o urnas, actas de sufra
gio y de escrutinio, etc.). Asimismo, el buen resultado de todo proceso electoral, está su
peditado a la existencia de una autoridad independiente que resuelva definitivamente los
conflictos que inevitablemente se presentan en todo proceso electoral, ya sea en relación
a la inscripción de candidatos, al acto de sufragio o al escrutinio de los votos emitidos, de
modo tal que todos los contendientes cuenten con la garantía de que sus eventuales recla
mos u objeciones sobre cualquiera de estos aspectos, serán resueltos con neutralidad, im
parcialidad y objetividad.
El proceso electoral es, por consiguiente, una operación compleja, para cuyo éxito
es indispensable establecer una organización adecuada, que contemple todos los aspectos
que aquel implica, a fin de que el ejercicio del derecho de sufragio alcance su plena reali
zación y cumpla la función que le corresponde en la democracia.
a) Uno de estos modelos consiste en confiar a los poderes públicos ordinarios, prin
cipalmente los poderes ejecutivos (gobierno) y judicial, las diversas funciones
del proceso electoral, lo que supone descartar la creación de organismos ad hoc.
Se aplica en Estados en los cuales dichos poderes gozan de gran legitimidad y res
peto, razón por la cual no se duda de su imparcialidad, objetividad y apego a la ley en la
tarea de organizar y ejecutar el proceso electoral. En este sentido, la organización y rea
lización del proceso corresponde a órganos del poder ejecutivo, en tanto que la solución
de las controversias compete al poder judicial, mediante procedimientos jurisdiccionales.
En este esquema, los conflictos derivados del proceso electoral se someten a la deci
sión de los órganos del Poder Judicial quienes los tramitan y resuelven con arreglo a sus
procedimientos propios.
De acuerdo con la evolución experimentada por estos organismos, en los países que
desarrollaron este modelo, se han construido, dos grandes variantes, en función a la con
centración o distribución de las funciones electorales en uno solo o en varios organismos.
De esta manera, podemos identificar una variante monista y otra dualista.
a) La primera, abarca desde 1827 hasta 1895, un periodo ciertamente extenso, cu
yas instituciones electorales quedaron condensadas en la Ley del 4 de abril de
1861 y cuyas características esenciales fueron: el sufragio indirecto prácticamen
te universal, el registro electoral a cargo de los notables o las municipalidades, la
administración electoral en manos de los propios sufragantes y la justicia elec
toral encomendada al Congreso (autocalificación). Según dicho autor esta fue
“(...) la etapa del empirismo puesto al servicio de la imposición y el fraude”(2).
Esta etapa concluye, con la Ley de Elecciones del 17 de diciembre de 1892.
b) La segunda etapa, se inicia coincidentemente con el gobierno de Piérola (1895-
1899) y el nacimiento de la República Aristocrática, culminando en 1931. La
reforma electoral se materializó mediante dos instrumentos: la reforma de la
Constitución de 1860 (noviembre de 1895) que exigió ser alfabeto para sufra
gar (voto capacitario), dejando fuera del cuerpo electoral a los indígenas, a los
cuales las anteriores constituciones habían reconocido el derecho de sufragio;
y la Ley de Elecciones de 20 de noviembre de 1896. El nuevo sistema electo
ral abolió el sufragio indirecto y, por ende, los colegios electorales, consagran
do el sufragio directo, público y en doble cédula. Esta reforma, creo el Registro
Electoral, haciendo obligatoria su inscripción en él y, asimismo, estableció una
administración electoral independiente a cargo de las Juntas Electorales consti
tuidas en los ámbitos nacional, departamental y provincial, confiando a la Cor
te Suprema decidir sobre la impugnación de las elecciones. Pero, en 1912, las
juntas fueron suprimidas y los mayores contribuyentes asumieron la adminis
tración electoral, bajo un sistema muy parecido al de la primera etapa.
(2) Paniagua Corazao, Valentín. Los orígenes del gobierno representativo en el Perú. Las elecciones (1809 -
1826). Fondo Editorial de la PUCP/FCE, Lima, 2003, p. 43.
c) La tercera etapa comprende el periodo que media entre 1931 y 1962. Su inició
está marcado por el Estatuto Electoral de 1931 que estableció el sufragio secre
to y obligatorio y la representación de las minorías mediante el sistema de la lis
ta incompleta. A esta fase corresponde la creación del Jurado Nacional de Elec
ciones y los jurados departamentales y la presencia de los partidos y personeros
en las mesas de sufragio. La Constitución de 1933, aunque no definió ni enun
ció las funciones del Jurado, señaló que el Poder Electoral es autónomo e in
directamente lo constitucionalizó al mencionarlo expresamente en relación a la
elección del Presidente de la República (art. 138) y a la acusación constitucio
nal contra este por impedir su reunión o funcionamiento (art. 150).
d) El cuarto periodo empieza en 1962, al dictarse nuevas normas electorales, el De
creto Ley N° 14207 y el decreto Ley N° 14250n que introdujeron otras impor
tantes reformas: el escrutinio público e irrevisable en mesa, la cédula única de
sufragio y la representación proporcional para la elección del Congreso. Pos
teriormente, la Constitución de 1979, constitucionalizó las reformas electora
les que databan de 1931 y extendió el derecho de sufragio a los jóvenes de 18
años y a los analfabetos. Esta constitución reconoció plenamente la existencia
del JNE, centralizando en este todas las competencias en materia electoral, per
filando claramente un esquema de monismo institucional. Completando este es
quema, le atribuyó, además, autoridad sobre el Registro Electoral y el Registro
de Partidos Políticos.
e) La quinta etapa corresponde a la actual Constitución la cual establece un siste
ma electoral integrado por tres instituciones: la Oficina Nacional de Procesos
Electorales, el Jurado Nacional de Elecciones y el Registro Nacional de Identi
ficación y Estado Civil, pasando a un esquema de “dualismo institucional”.
En el modelo dualista -porque, en estricto la Reniec no es un órgano de la adminis
tración electoral- la ONPE se convierte en la entidad máxima en la organización y eje
cución de los procesos electorales y consultas populares, hasta la realización del cómpu
to de estos. Las funciones del JNE son recortadas al perder las relativas a la organización
y ejecución de los procesos electorales, por lo que se transforma en un organismo de jus
ticia electoral, a quien compete fiscalizar la legalidad del ejercicio del sufragio y de los
procesos electorales, de referéndum y consultas populares, administrar justicia en materia
electoral, velar por el cumplimiento de las normas sobre partidos políticos y electorales,
así como proclamar a los candidatos elegidos o los resultados de las consultas populares.
Además conserva la competencia, de naturaleza administrativa, de mantener y custodiar
el registro de organizaciones políticas.
Las razones que abonan a favor del dualismo descansan, básicamente, en el criterio de
especialización, el cual recomienda distinguir entre funciones predominantemente admi
nistrativas, de carácter organizativo y operativo, destinadas a garantizar, de modo efectivo,
el acto de sufragio y el de escrutinio, de aquellas funciones esencialmente jurisdicciona
les, en ejercicio de las cuales se resuelven los conflictos jurídico-electorales. La diferen
cia de funciones determina, igualmente, la selección de personal con formación profesio
nal distinta para conformar cada uno de esos organismos, pues resulta evidente que los
miembros del JNE deben poseer conocimientos jurídicos y procesales que los califiquen
para resolver conflictos de derecho, mientras que la ONPE requerirá autoridades y fun
cionarios versados en disciplinas próximas a las funciones que esta entidad debe realizar.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
J] Los procesos electorales tienen plazos perentorios y preelusivos, y una de las garantías para
la estabilidad democrática es conocer exacta y oportunamente el resultado de la voluntad
popular manifestada en las urnas: STC Exp. N° 05854-2005-PA/TC (f. j. 38).
[U Toda afectación de derechos fundamentales en la que incurra el JNE será irreparable cada
vez que precluya una etapa del proceso electoral o que la voluntad popular haya sido ma
nifestada en las urnas: STC Exp. N° 05854-2005-PA/TC (f. j. 39.b).
|U A tenor de los criterios de soberanía política y representación están sujetos a reserva de
ley orgánica la estructura y funcionamiento de las entidades del sistema electoral (Jurado
Nacional de Elecciones, Oficina Nacional de Procesos Electorales y Registro Nacional de
Identificación y Estado Civil), cuyas funciones son vitales para el adecuado funcionamiento
del modelo democrático representativo y de las instituciones de democracia directa: STC
Exp. N° 0002-2011-PCC/TC (f. j. 17).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 43,177, 178,182,183, 203 inc. 3); L.O.J.N.E.: arts. 1, 3, 6; L.O.O.N.P.E.:
arts. 1,3; L.O.R.E.N.I.F.C.: arts. 1,3; R.J. 063-2014-J/ONPE; R.J. 086-2021-JNAC/
RENIEC; R 001-2016-JNE
(1) NOHLEN, Dieter. “Sistema electoral”. En: Diccionario Electoral. Tomo II. Instituto Interamericano de
Derechos Humanos. San José, p. 1158.
realizar educación electoral y fiscalizar la legalidad del proceso; y al Reniec elaborar y
mantener actualizado el registro o padrón electoral.
Esta reforma debería haber creado una organización electoral más eficiente y garan-
tista. Y de alguna manera lo hizo. No existe, por ejemplo, punto de comparación entre la
forma moderna, altamente eficiente y especializada en que el Reniec conduce el registro
de ciudadanos y los documenta y la forma rudimentaria y sumamente ineficiente en que
el antiguo registro electoral del JNE realizaba tales funciones.
Sin embargo, el diseño de la Constitución de 1993 tiene una gran falla de origen: ha
ber distribuido las competencias propias de la función electoral del Estado, entre los tres
organismos que lo conforman, sin un adecuado criterio y sin tener en cuenta la naturaleza
de cada uno de esos organismos. Y esto ocurrió principalmente por no haber diferenciado
claramente la función jurisdiccional de resolución de conflictos o impartición de justicia
electoral de las funciones de administración y organización electoral.
Fernando Tuesta considera que “dos organismos separados constituyen una garantía
de independencia e imparcialidad en las resoluciones del órgano jurisdiccional. Por lo
tanto, uno debe dedicarse a la organización y ejecución del proceso y otro a impartir
justicia. Como es sabido, un principio básico en los Estados modernos y democráticos
es que quien ejecuta una función no puede ser a la vez quien la juzgue. No se puede ser
juez y parte de un proceso. Este espíritu está consagrado en todas las Constituciones
del mundo y el Perú no es una excepción”.
Enrique Bernales señalaba que es necesaria la permanencia de la ONPE en el sistema
electoral, ya que este organismo aporta un criterio técnico a los procesos electorales
y que las funciones de la ONPE no pueden pasar al JNE, ya que ambos organismos
son distintos pero complementarios.
Francisco Eguiguren sostiene que es necesario mantener la separación de los organis
mos electorales, los cuales en los últimos años se han consolidado institucionalmente,
mereciendo el reconocimiento y valoración positiva de la opinión pública.
Raúl Ferrero no solo criticó por inoportuna la presentación de un proyecto de ley
que pretendía la unificación de los organismos electorales, a pocas semanas de las
Elecciones Regionales y Municipales 2006, sino que también consideró que en los
últimos años los tres organismos electorales han funcionado bien, más allá de ciertas
desavenencias.
Henry Pease, siendo presidente del Congreso de la República, promovió un proyecto de
reforma constitucional, dentro de cuyo texto se deslinda definitivamente las funciones
electorales en administrativas (a cargo de la ONPE) y jurisdiccional (a cargo del JNE).
Jorge Santistevan sostuvo que el actual modelo de organismos electorales tiene
defectos, pero considera que ninguno de ellos justifica retomar a la concentración
de funciones administrativas y jurisdiccionales en un solo órgano; ya que la clara
delimitación entre funciones administrativas propias de los procesos electorales, de
aquellas que corresponden a la jurisdicción electoral, resulta fundamental. En tal
sentido, considera que el fondo del problema de los organismos electorales se origina
en la inadecuada regulación constitucional y legal que le asigna al JNE competencias
sobre asuntos de administración electoral, no separando clara y definitivamente las
competencias administrativas de la jurisdiccional, convirtiendo a un mismo organismo
en juez y parte, atentando contra la imparcialidad del juzgador y consecuentemente
contra el derecho al debido proceso. Por lo tanto, propone reformar la Constitución
en lo concerniente a las competencias de los organismos electorales, unificando las
funciones de la administración electoral en un organismo y las jurisdiccionales en otro.
Jorge Avendaño considera que si bien el modelo de concentración de funciones
administrativas y electorales en un solo organismo responde a la historia y tradición
constitucionales peruanas, no es menos cierto que las características de los procesos
electorales han cambiado y exigen la participación de organismos muy especializados,
capaces de afrontar los retos que les imponen los nuevos procesos electorales, así como
el crecimiento de la población votante. Asimismo, unificar a los organismos electo
rales atenta contra el principio de separación de poderes al conferir a un organismo
un poder absoluto, exclusivo e ilimitado; y afecta el principio de imparcialidad en la
administración de justicia, ya que el JNE resolvería en primera y segunda y definitiva
instancia sobre controversias originadas en el ejercicio de sus propias atribuciones,
pronunciándose sobre decisiones adoptadas por él mismo a través de sus órganos
internos, vale decir, haría las veces de juez y parte.
En ese sentido, antes de rectificar su posición, Jorge Santistevan señalaba que: “En
un intento fallido por innovar y reformular los contenidos que a lo largo del presente siglo
han sido vertebrados por el constitucionalismo peruano, la Carta de 1993 ha equivocado
conceptos y distribuido atribuciones electorales sin orden ni concierto (...)”(2).
Por su parte, Raúl Ferrero sostuvo que “desde que el sistema electoral peruano empezó
a funcionar con sus tres órganos separados creados por la Constitución de 1993, se han
presentado muchos conflictos de competencia, los cuales demuestran que, efectivamente, no
existe claridad respecto a la separación de las atribuciones asignadas, las cuales estuvieron
reunidas antes en una sola entidad”(3).
(2) SANTISTEVAN DE NORIEGA, Jorge. “El Jurado Nacional de Elecciones y la necesaria unidad del
sistema electoral”. En: JNE, Razones para una unificación: opiniones y análisis de juristas. Lima, 2002,
p. 31.
(3) FERRERO COSTA, Raúl. “Informe sobre la conveniencia de fusionar los organismos electorales”. En:
JNE, Razones para una unificación: opiniones y análisis de juristas. Ob. cit., p. 63.
(4) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. Rao, Lima, 1999
p. 758.
claridad, generando gran confusión. Y esa es precisamente la crítica fundamental formu
lada por quienes postulamos por corregir los defectos de la reforma de 1993.
Dicha confusión ocurrió no porque existan varios organismos electorales, sino porque,
al asignarse las competencias, no se respetó el criterio de la separación de funciones según
su naturaleza jurisdiccional o administrativa. Concretamente, se atribuyó al organismo ju
risdiccional una gran cantidad de competencias administrativas que debieron haber sido
atribuidas al organismo que organiza las elecciones o al que se encarga de los registros.
Precisamente para corregir los referidos problemas derivados de una inadecuada atri
bución de competencias, es necesario delimitar claramente las funciones administrativas
de las jurisdiccionales. Para ello, proponemos los siguientes lincamientos:
a) La primera, más sencilla, sería mantener el actual JNE únicamente como un or
ganismo jurisdiccional, debiendo trasladarse sus actuales funciones administra
tivas al organismo u organismos administrativos, de acuerdo a la naturaleza de
las funciones de cada uno de estos.
b) La segunda, que es la que particularmente preferiríamos, sería conformar un
nuevo organismo jurisdiccional electoral: un Tribunal Supremo Electoral, que
no cargue con el pasivo histórico del JNE de sentirse un organismo mutilado.
Tal denominación daría cuenta de su naturaleza jurisdiccional, colegiada, espe
cializada y autónoma.
Cabe señalar que la denominación “Jurado” (que es más propia del sistema ju
rídico anglosajón que del romano germánico), no da cuenta del carácter juris
diccional y especializado del organismo encargado de impartir justicia. Como
señala Guillermo Cabanellas, la acepción principal de Jurado alude a una insti
tución pseudojudicial que consiste en: “(...) la reunión o junta de cierto número
de ciudadanos que, sin tener carácter público de magistrados, son elegidos por
sorteo y llamados ante el tribunal o juez de Derecho para declarar según su con
ciencia, a fin de que aquel pronuncie su sentencia de absolución o condena, y
aplique, en este caso, la pena con arreglo a las leyes. Se dice también Jurado a
cada uno de los ciudadanos que componen dicha reunión; los cuales se denomi
nan, asimismo, jueces de hecho, porque sus funciones se reducen a decidir úni
camente sobre puntos de hecho, y no sobre cuestiones que tengan relación con
puntos de Derecho. (...) [Estos] no pertenecen a la clase de jueces profesionales
[y son] llamados por la ley para concurrir transitoriamente a la administración
de justicia, haciendo declaraciones, que se llaman veredictos, según su convic
ción íntima sobre los hechos sometidos a su apreciación”.
c) Una tercera alternativa sería que la impartición de justicia electoral se encargue
al Poder Judicial. Sin embargo, debido al grave descrédito que afecta a la justi
cia ordinaria, por la imagen de ineficiencia y corrupción que tiene, quizá no sea
la mejor alternativa. En tal sentido, parece preferible que el país cuente con una
jurisdicción electoral especializada, autónoma del Poder Judicial.
Sin perjuicio de lo señalado, consideramos que la justicia electoral debería contar con
órganos jurisdiccionales subnacionales (regionales) permanentes, que garanticen el princi
pio de la doble instancia de la impartición de justicia en materia electoral. Estos jurados (o
tribunales) electorales regionales dependerían administrativa y funcionalmente del Jura
do Nacional de Elecciones (o del Tribunal Supremo Electoral, de ser el caso), pero serían
independientes en el ejercicio de su función jurisdiccional. Su conformación, funciones y
atribuciones deberían estar reguladas por la ley orgánica del Jurado Nacional de Elecciones.
Ahora bien, el JNE también ejerce competencias administrativas ejecutivas, como man
tener y custodiar el registro de organizaciones políticas; proclamar los resultados del refe
réndum o de las consultas populares; proclamar a los candidatos elegidos en los procesos
electorales; expedir las credenciales a los candidatos elegidos; entre otras (f. j. 37). Al res
pecto, el TC precisa que, “las competencias administrativas ejecutivas del JNE deben ser
realizadas sin afectar las competencias ejecutivas de los otros órganos constitucionales del
sistema electoral, los cuales, fundamentalmente, ejercen este tipo de funciones” (f. j. 38).
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj] La interpretación más razonable del artículo 177 de la Constitución supone que el sistema
electoral no significa adoptar tres entes aislados uno del otro, sino la presencia de tres
dependencias que, no obstante ser autónomas, están estrictamente vinculadas la una a las
otras por las atribuciones que poseen: STC Exp. N° 00001-1997-CC/TC (f. j. 2).
ij] Las relaciones de coordinación entre JNE y ONPE exigen que cuando esta implementa y
ejecuta la franja electoral, aquel ejerza sus competencias administrativas supervisores y
jurisdiccionales. La ONPE está obligada a reconocerlas y a contribuir con el JNE para su
debido ejercicio, remitiendo los informes y documentos que este solicite para tal propósito:
STC Exp. N° 00002-2011-PCC/TC (f. j. 46).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 35, 80, 96, 107, 113 inc. 5), 114 inc. 2), 117, 118 inc. 10), 142, 177, 179 al
181,186,190,203 inc. 5), 206,14a DFT; L.O.E.: arts. 26 al 28,370; L.O.J.N.E.: arts.
1, 5 al 7; Ley 26533: art. 3; R. 662-2011-JNE; R. 001-2016-JNE; R. 604-2011-JNE;
R. 335-2020-JNE; C.A.D.H.: arts. 23.1.a, 23.1.b; D.U.D.H.: art. 21 ines. 1), 3);
P.I.D.C.P.: arts. 25.a, 25.b
El artículo 178 de la Constitución delimita el marco del ámbito funcional del Jurado
Nacional de Elecciones (JNE), enumerando las atribuciones que le corresponde según el
nuevo rol que se le asigna dentro del modelo tripartito de organización electoral asumido
por la Constitución de 1993. Desde la creación de este organismo, mediante Decreto Ley
N° 7177, Estatuto Electoral, expedido el 26 de mayo de 1931, su ámbito de competencias
ha ido variando en el tiempo. Conforme a lo establecido en dicho Estatuto, el JNE por ser
jurado electoral, tenía funciones generales relativas a la fiscalización electoral(1); y, funciones
(1) El Capítulo II del Decreto Ley N° 7177, Estatuto Electoral, titulado “Jurados Electorales”, distinguía -en
el artículo 49- entre el Jurado Nacional de Elecciones y los Jurados Departamentales de Elecciones.
especiales inherentes a su carácter nacional. Para el primer caso, el artículo 50 del Estatu
to precisaba que “los jurados electorales tendrán a su cargo, con plena autonomía, pero de
acuerdo con este Estatuto, la supervigilancia del Registro Electoral Nacional, de las elec
ciones mismas, del escrutinio, de la proclamación, y, en general, de todos los actos inhe
rentes a las elecciones para el Presidente de la República y representantes a Congreso”.
Para el segundo caso, el artículo 82 de la referida norma otorgaba al JNE las siguien
tes atribuciones: 1) revisar los escrutinios de las elecciones para presidente de la Repúbli
ca, realizar el cómputo general y proclamar al elegido; 2) determinar el cuociente electoral
para los efectos de la representación de las minorías y señalar, conforme a las disposicio
nes pertinentes de este Estatuto, la proporción en que los partidos tengan derecho a tal
representación; 3) proclamar y otorgar las respectivas credenciales a los candidatos ele
gidos por voto acumulativo cuyos nombres figuren en las listas oficiales inscritas y regis
tradas por los partidos; 4) resolver los recursos de nulidad referentes a las elecciones de
representantes, en las formas prescritas por este Estatuto; 5) resolver las reclamaciones y
tachas que se presenten dentro de los plazos establecidos en este Estatuto sobre la consti
tución de los jurados departamentales de elecciones; la calificación y registro de las listas
de candidatos; el ejercicio de sus derechos por los personeros de los partidos; la validez
del sufragio y la legalidad del escrutinio y, en general, todos los casos que el presente Es
tatuto contempla; y, 6) aclarar todas las dudas que se presenten sobre la aplicación de este
Estatuto y dictar los reglamentos e instrucciones que juzgue necesarios.
(2) PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Derecho Constitucional peruano. 4a edición aumentada, Biblioteca de
Derecho, Librería Studium, Lima, 1966, p. 373. Sobre el término Poder Electoral, el constitucionalista
precisa lo siguiente: “El Poder Electoral tiene a su cargo la organización de la función electoral. Es el ór
gano supremo y directo del Estado encargado de organizar el proceso electoral, de constatar sus resultados
XIV lo incorpora a la estructura del Estado, poniendo a su cargo los procesos electorales,
de conformidad con el artículo 286 de esta ley de leyes. También le otorga, como parte de
sus funciones, “el conocimiento de las materias relativas al ejercicio del sufragio, la va
lidez o nulidad de las elecciones, la proclamación de los elegidos, la expedición de cre
denciales, los procedimientos electorales y las demás señaladas en la ley”. Asimismo, en
el artículo 294 de dicha Carta Política se estableció que el Registro Electoral y el Regis
tro de Partidos Políticos dependen del JNE, lo cual fortalecía a este organismo como ente
rector del Poder Electoral*(3).
y de proclamar a los elegidos, otorgándoles las respectivas credenciales. Es una función de Estado que
representa una voluntad autónoma: la del cuerpo electoral. Sus decisiones tienen fuerza obligatoria. El Poder
Electoral tiene menor o mayor extensión según la amplitud del régimen del sufragio en los diversos países”.
(3) CHÁVEZ MOLINA, Juan. Mis votos singulares: historia delfraude que nunca se debe repetir. Horizonte,
Lima, 2000, p. 38. Para el referido autor, en la Constitución de 1979, “la función electoral continuó con la
potestad y atribuciones de un poder autónomo del Estado, ejercido por una institución con el carácter de
Jurado Nacional (...)”.
(4) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. 5a edición, Instituto
Constitución y Sociedad, Lima, 1999, p. 749.
(5) HURTADO CRUZ, Virgilio. “Reforma electoral”. En: diario oficial El Peruano. Miércoles 5 de mayo de
2004, p. 8.
objeto de asegurar que los comicios se lleven adelante conforme a la legislación electoral
y traduzcan la expresión libre, espontánea y auténtica de los cíudadanos(6).
Entendida así, se observa que, desde una perspectiva funcional, la fiscalización cum
ple dos roles fundamentales. Por un lado se constituye en una función orientada a garan
tizar el ejercicio de los derechos políticos enunciados en el primer párrafo del artículo 31
de la Constitución, los cuales revisten el carácter de fundamentales al estar consagrados
en el inciso 17) del artículo 2 de dicha Carta Fundamental; en tanto que, por otro lado, es
garantía a los intereses de los partidos políticos y a la legitimidad de la democracia repre
sentativa en la medida en que permite al JNE actuar como ente tutelar de los procedimien
tos de construcción de la voluntad popular.
(6) HERNÁNDEZ BECERRA, Augusto. “Fiscalización de elecciones”. En: Diccionario Electoral. Tomo I.
2a edición, Instituto Interamericano de Derechos Humanos - Centro de Asesoría y Promoción Electoral
(Capel), San José, 2000, pp. 594-595.
(7) JURADO NACIONAL DE ELECCIONES. Manual del fiscalizador electoral. Elecciones generales
2001, pp. 7-8.
(8) SILIE GATON, José A. Tratado de Derecho Electoral. D. N. Santo Domingo, 1994, p. 244. El autor de
fine a la elección como “un conjunto de actos de carácter técnico jurídico conducentes a un ordenamiento
político, para civilizadamente seleccionar las personas con actitudes legales y que por delegación popular
han de gobernar la nación durante el periodo constitucional establecido”. De ello se colige que la función
de fiscalización de la legalidad del sufragio importa también la de las normas adjetivas en su conjunto.
(9) Precisamente, las garantías electorales “son todas aquellas medidas dispuestas en la ley con la finalidad de
asegurar que el proceso electoral se desarrolle dentro del marco legal establecido”. JNE. Manual de procedi
mientos defiscalización para procesos electorales. Versión 2010 -1, p. 19.
de fiscalización(10). El carácter personal del voto implica la diligencia de verificar que
sea la persona del propio elector titular del derecho registrado en el padrón electoral la
que emita el voto, por cuanto se trata del ejercicio del sufragio directo. Esta razón hace
inadmisible toda forma de representación, disponiendo la legislación la figura de “im
pugnación a la identidad del elector” y sancionando penalmente la suplantación del ti
tular del derecho a voto, según lo dispuesto por el artículo 386 de la Ley Orgánica de
Elecciones - LOE*(11). El carácter igual, se plasma en el principio un ciudadano un voto
que a su vez refleja el clásico principio de igualdad democrática02), por lo que signifi
ca que el voto emitido por una persona tiene el mismo efecto y valor que el emitido por
las demás, lo que exige un conjunto de medidas destinadas a verificar que en cada mesa
de sufragio las cédulas de votación que se encuentran en las ánforas electorales coinci
dan en igual número con los ciudadanos que han emitido el voto y han firmado el “pa
drón de electores” de su respectiva mesa de sufragio, dejando constancia de ello en las
actas electorales. El carácter libre implica que el elector cuente con todas las garantías
para que su voto sea el fiel reflejo de su voluntad interna (autónoma)03) y no sea emitido
mediante actos de coacción, coerción o inducción04). El carácter secreto del voto es una
garantía muy importante para proteger la libertad de elegir que asiste al ciudadano05) en
una democracia frente a otras formas públicas como la aclamación donde las minorías
difícilmente pueden expresar su decisión política por la presión que sobre ellas suelen
ejercer las aplastantes mayorías06). De ahí que el carácter secreto del voto implica la
La obligatoriedad del voto está relacionada con el deber que tienen todos los
ciudadanos de integrar el cuerpo electoral(19) y ser partícipes de la decisión política
agregada que se determina en el proceso electoral. Esto no implica que el ciudadano va
a ser requerido por el Estado bajo el imperio de la coerción para que emita el voto, sino
que simplemente será sancionado con una multa por ser omiso al acto de sufragio, salvo
el caso de los peruanos residentes en el exterior que participan en elecciones nacionales y
que por ley, están exonerados del pago de la multa(20), así como el de aquellas situaciones
de España- perdura en la actualidad para las precandidaturas en los países de partido único y de oficial
verticalidad. CABANELLAS, Guillermo. Diccionario enciclopédico de Derecho usual. T. I. A-B, 25a
edición, revisada, actualizada y ampliada por Luis Alcalá Zamora y Castillo. Heliasta, Buenos Aires,
1997, p. 105.
(17) El artículo 257 de la Ley N° 26859, Ley Orgánica de Elecciones, establece que: “la cámara secreta es un
recinto cerrado, sin otra comunicación al exterior que la que permita la entrada y salida al lugar donde fun
ciona la mesa de sufragio. Si el recinto tiene, además, otras comunicaciones con el exterior, el Presidente
las hace clausurar, para asegurar su completo aislamiento. En el caso en que el local sea inadecuado para
el acondicionamiento de la cámara secreta, se coloca, en un extremo de la habitación en que funciona la
mesa de sufragio, una cortina o tabique que aísle completamente al elector mientras prepara y emite su voto,
con espacio suficiente para actuar con libertad. No se permite dentro de la cámara secreta efecto alguno de
propaganda electoral o política”.
(18) El artículo 263 de la Ley Orgánica de Elecciones en su redacción original estableció que: “los invidentes
son acompañados a la cámara secreta por una persona de su confianza y, de ser posible, se le proporciona
una cédula especial que le permita emitir su voto”. Dicha norma fue modificada por la Ley N° 29478, a
fin que cualquier elector con discapacidad que lo requiera ingrese a la cámara secreta con una persona de
su confianza. La norma actualmente tiene el siguiente texto:
“Artículo 263°.- Las personas con discapacidad, a su solicitud, pueden ser acompañadas a la cámara
secreta por una persona de su confianza y, de ser posible, se le proporciona una cédula especial que le
permita emitir su voto. La Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) implementa las medidas
y emite las disposiciones que resulten necesarias para facilitar que las personas con discapacidad
emitan su voto en condiciones de accesibilidad y de equidad.”
(19) RODRIGUEZ ZAPATA, Jorge. Teoría y práctica del Derecho Constitucional. Tecnos, Madrid, 1996,
p. 269. Anota el autor que: “El Cuerpo Electoral está constituido por todos los ciudadanos mayores de
edad con derecho de sufragio activo (...)”. Asimismo, precisa que el Cuerpo Electoral “está formado por
los miembros de la comunidad nacional capaces de manifestar las decisiones que condicionan cualquier
actividad pública en un Estado democrático, incluso la forma política de ese mismo Estado mediante la
reforma constitucional”.
(20) Así, el artículo 4 de la Ley N° 28859, Ley que suprime las restricciones civiles, comerciales, administra
tivas y judiciales; y reduce las multas a favor de los ciudadanos omisos al sufragio, señala en su segundo
párrafo que “a los peruanos en el exterior no se les sancionará con multa a la omisión de sufragio”, de manera
que, si bien para este sector del electorado subsiste el voto como un deber ciudadano, la ley les exonera de la
consecuencia jurídica de su incumplimiento. La referida norma reafirma lo dispuesto en el artículo 381 de la
Ley N° 26859, Ley Orgánica de Elecciones, que a la autoridad electoral dejar de cobrar la multa cuando así
lo establezca la ley.
excepcionales donde cabe solicitar la dispensa del acto de sufragio(21). En tal sentido, el
JNE también fiscaliza la obligatoriedad del voto en acto posterior al sufragio imponiendo
(21) La Ley N° 26859, Ley Orgánica de Elecciones establece en su artículo 241, que: “Los ciudadanos peruanos
residentes en el extranjero que, por razones de salud o causa de fuerza mayor, no puedan justificadamente
emitir su voto, deben solicitar al JNE, a través de la Oficina Consular, una dispensa de sufragio”. En
virtud de esta norma, la obligación de votar se flexibiliza, es decir se relativiza, en la medida que existan
situaciones -ajenas a la voluntad del elector- que impidan acudir a su mesa de sufragio para emitir su
voto. Una de esas causas es la salud. Pero, también la citada norma hace referencia a “causa de fuerza
mayor”, es decir, a aquellas situaciones no pueden ser imputadas y atribuidas al elector, en la medida que
son pueden ser evitadas ni previstas y en donde ciertamente sería injusto sancionarlo con una multa ante
una situación ajena a su voluntad. Este tema ha sido extensamente desarrollado en la doctrina nacional, al
comentarse el artículo 1315 del Código Civil, que contempla al caso fortuito y fuerza mayor como causa no
imputable en el incumplimiento de las obligaciones. Trasladado al caso electoral, se trata pues de situaciones
de incumplimiento de la obligación de votar o de instalar la mesa de sufragio, que no pueden ser imputadas al
elector; en consecuencia, el omiso a dichas obligaciones que se encuentre en estos casos, debe quedar liberado
de la imposición de la multa de ley. Estas situaciones se caracterizan por la extraordinariedad, imprevisibilidad
e irresistibilidad de los acontecimientos. (Ver a: FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón y LEYSSER LEÓN, Hilario.
“Caso fortuito o fuerza mayor”. En: Código Civil Comentado por los 100 mejores especialistas. Tomo VI.
Derecho de Obligaciones. Gaceta Jurídica, Lima, 2004, pp. 875 - 888).
En tal sentido, el Jurado Nacional de Elecciones ha establecido en el artículo 9 del “Reglamento de Jus
tificación, Dispensa y Multa Electoral”, aprobado por Resolución N° 0308-2020-JNE , como causales de
justificación y/o dispensa por omisión al sufragio las siguientes:
CAUSAL DOCUMENTO SUSTENTATORIO
Copia simple del pasaporte u otro documento donde conste la salida y
A. Ciudadanos que viajan al extranjero para rea- entrada al país.
fizar estudios académicos. Copia simple del documento que acredite de manera indubitable los es
tudios realizados en el extranjero.
Copia simple del pasaporte u otro documento donde conste la salida y
B. Ciudadanos que salen del país para ser aten- entrada al país.
didos por motivos de salud en el extranjero. Copia simple del documento que certifique el tratamiento médico reali
zado en el extranjero.
Copia simple del documento suscrito por funcionario público compe
C. Desastres Naturales / Desastre Humano tente o documento sustentatorio análogo que acredite fehacientemente
el desastre natural / humano que impidió cumplir con el deber cívico.
Copia simple de la constancia de asistencia a la mesa de sufragio expe
D. Error en el Padrón Electoral. dida por el presidente de la mesa donde le corresponda emitir su voto,
conforme su mesa de votación.
E. Defectos en la actualización, organización y Copia simple del informe o documento de sustento, emitido por la enti
ejecución de actividades durante el desarro dad electoral, que acredite el defecto en la actualización, organización y
llo de la elección atribuible a las entidades ejecución de las actividades electorales y que indefectiblemente no sea
del sistema electoral. imputable al ciudadano.
Copia simple de la partida de defunción.
Se aplica al cónyuge, familiares con vínculo de parentesco hasta el se
F. Fallecimiento de familiar directo gundo grado de consanguinidad en línea recta (padres, hijos, abuelos y
nietos) o en segundo grado de consanguinidad en línea colateral (her
manos), acaecido en la fecha de la elección o dentro de los cinco (5)
días previos a esta.
G. Impedido del ejercicio de derecho de sufra Copia simple del documento emitido por la entidad electoral. Este docu
gio e instalación, en los casos originados por mento no es exigido al administrado, es generado de haberse producido
incidencias electorales la incidencia electoral y obra en poder de la Entidad.
Copia simple del certificado de discapacidad, Dictamen de Comisión
Médica, o la Resolución Ejecutiva de Inscripción y/o carné del Conadis,
H. Discapacidad física, mental, sensorial y/o o documento que declare la interdicción
intelectual No se requerirá de dicha documentación sustentatoria, en caso de tra
tarse de una discapacidad evidente, para lo cual se dejará constancia de
dicha situación mediante un acta.
y cobrando la multa correspondiente, la misma que debe ser cobrada por la autoridad
electoral bajo responsabilidad(22).
Pero, si bien, el artículo 241 establece causales aplicables a los electores peruanos residentes en el exterior,
algunos supuestos de hecho, referidos a la salud así como a causa de fuerza mayor, suelen ocurrir en el
caso de los electores residentes en el país. Es por esta razón que el JNE, como intérprete de la normativa
electoral, aplicando el principio de igualdad y razonabilidad, hace extensivo el derecho de solicitar dispensa
de sufragio, a los ciudadanos que residiendo en el país, por razones de salud no pudieron acudir a emitir
su voto. Ver artículo 2 de la Constitución Política. Asimismo, el Tribunal Constitucional, en fallo recaído
en el Exp. N° 0261-2003-AA-TC ha señalado que la igualdad “es un principio - derecho que instala a las
personas situadas en idéntica condición, en un plano de equivalencia. Ello involucra una conformidad o
identidad por coincidencia de naturaleza, circunstancia, calidad, cantidad o forma, de modo tal que no se
establezcan excepciones o privilegios que excluyan a una persona de los derechos que se conceden a otra,
en paridad sincrónica o por concurrencia de razones”. (Ver RUBIO CORREA, Marcial. La interpretación de
la Constitución según el Tribunal Constitucional. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del
Perú, Lima, 2005, pp. 157-158). La causal invocada en la solicitud de dispensa tiene que estar debidamente
acreditada, sea por motivos de salud o por los casos de fuerza mayor antes mencionados y por otros que
están sujetos a calificación por el JNE, toda vez que las situaciones de fuerza mayor no se agotan en las
específicamente mencionadas, por lo que no pueden especificarse taxativamente, sino dejando la posibilidad
para las distintas situaciones que se vayan presentando, las mismas que deben evaluarse caso por caso.
(22) Véase artículo 381 de la Ley Orgánica de Elecciones.
(23) Por cuanto el derecho a elegir y ser elegido, así como la realización de los demás procesos electorales
como la revocatoria y el referéndum se ejerce conforme a ley (art. 2, inc. 17 y art. 31 de la CP). Es decir,
está sujeto al desarrollo normativo (formal) que desarrolle el legislador en las leyes que apruebe. Ver: STC
Exp. N° 0030-2006-AI (Fojas 27)
(lex scripta, lexprevia, lex certa). Los tres procesos se inician con la convocatoria(24) y cul
minan con la proclamación de los resultados, de las opciones políticas o ciudadanos ele
gidos o con la posesión de sus cargos(25) y administrativamente con la resolución que pone
fin al proceso electoral(26); por lo que se sobrentiende que dentro de ellos están implícitos
la elaboración del padrón electoral, así como el acto de votación, de manera que este se
gundo supuesto de hecho pudo ser suficiente para que se fiscalice todo. Sin embargo, el
Constituyente de 1993 hace el distingo correspondiente, para que en cada caso se tomen
acciones específicas de fiscalización.
Pero, la fiscalización no queda allí. Los partidos durante los procesos electorales son
parte de la “lucha electoral”, tienen espacios en los medios, despliegan maquinaria publi
citaria y en ese escenario son actores electorales y no deben alterar el curso del proceso.
En este sentido, el JNE centra su atención en el cumplimiento de las normas sobre demo
cracia interna como veremos más adelante, así como en la campaña electoral(28) a efectos
(24) El proceso electoral se inicia con la convocatoria efectuada por el presidente de la República (numeral 5)
del artículo 118 de la Constitución, artículos 80 y 81 de la Ley N° 26859, artículo 4 de la Ley N° 27683 y
artículo 3 de la Ley N° 26864), el referéndum con la convocatoria de la autoridad electoral (art. 44 de la Ley
N° 26300) y las revocatorias con la convocatoria efectuada por el Jurado Nacional de Elecciones (art. 21 de
la Ley N° 26300)
(25) GARCÍA SORIANO, María Vicenta. Elementos de Derecho Electoral. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999,
p. 67. Define al proceso electoral como “un iter que integra diferentes momentos hasta llegar a aquel en
que los electos puede tomar posesión de sus cargos, legitimándose así las instituciones representativas”.
Asimismo, la autora acota que resulta necesario comenzar el estudio del proceso electoral “por el acto con
que se inicia, es decir, la convocatoria de la elección”. Este enfoque implica que, en la doctrina, el proceso
puede concluir con la posesión del cargo y no con la sola proclamación del candidato ganador.
(26) Ello, en atención a lo dispuesto en el artículo 334 de la Ley N° 26859, Orgánica de Elecciones que dispone
lo siguiente:
“Artículo 334°.- Los Jurados Electorales Especiales dejan de funcionar luego de la Proclamación de
Resultados y después de haber entregado el informe final y rendición de gastos al Jurado Nacional de
Elecciones de acuerdo al artículo 48 de la presente Ley. Este lapso no debe ser mayor de diez (10) días,
contados a partir de la proclamación.” Sobre la base de esta disposición el JNE emite las resoluciones
de conclusión del proceso electoral. En el caso de las Elecciones Congresales Extraordinarias 2020, se
mitió la Resolución N° 0134-2020-JNE en cuyo artículo primero resolvió: “DECLARAR concluido
el proceso de Elecciones Congresales Extraordinarias 2020, convocado mediante el Decreto Supremo
N° 165-2019-PCM.”
(27) El artículo 1 de la Ley N° 26487, Orgánica de la Oficina Nacional de Procesos Electorales prescribe que
este organismo “es la autoridad máxima en la organización y ejecución de los procesos electorales, de
referéndum u otras consultas populares (...)”.
(28) BARAS GÓMEZ, Monserrat y BOTELLA CORRALES, Juan. El sistema electoral. Colección Temas
clave de la Constitución española, Tecnos, Madrid, 1996, p. 83. Señala que “la campaña electoral es el
periodo de tiempo destinado por las candidaturas, y los grupos políticos que las apoyan, a captar los votos
del día de la elección”.
de que los partidos políticos accedan a los medios de comunicación, de publicidad y pro
paganda electoral para que la ciudadanía conozca a sus candidatos y sus propuestas polí-
(31), así como la
ticas(29)(30); observando el respeto a parámetros de igualdad en la contienda29
30
conservación de los bienes públicos, de relevancia histórica, nacional o pertenecientes a
privados; el deber de neutralidad de los funcionarios públicos y las prohibiciones a quie
nes postulan a la reelección (inmediata) o siendo funcionarios públicos.
La función de sancionar los actos que contravengan este tipo de disposiciones son
parte de la fiscalización de la legalidad del proceso y el Jurado como órgano electoral en
cargado de esta fiscalización tiene un papel importante y expide la normativa reglamen
taria para que se cumpla lo previsto en la ley. En virtud de esta función, el Jurado expidió
la Resolución N° 0922-2021-JNE que aprueba el Reglamento sobre Propaganda Electo
ral, Publicidad Estatal y Neutralidad en Periodo Electoral, el el cual regirá para los próxi
mos procesos electorales(32).
Desde una perspectiva operativa, la función de fiscalización del JNE, es llevada a
cabo de manera orgánica y sistematizada, por los Jurados Electorales Especiales y por la
Dirección Nacional de Fiscalización y Procesos Electorales, el personal adscrito a am
bas áreas (los fiscalizadores) y no se circunscribe únicamente a los organismos electora
les, sino también a los partidos políticos a efectos de que la campaña y/o lucha electoral
no contravenga los límites que dispone el ordenamiento jurídico(33).
Asimismo, la fiscalización también alcanza a los demás actores electorales que con
forme a las disposiciones de ley participan en el proceso electoral, como, por ejemplo, los
miembros de las Fuerzas Armadas, los observadores electorales y los propios electores.
(29) ALCUBILLA, Enrique Amaldo. “Los sondeos electorales: ¿Liberalización o reglamentación?”. En:
Comentarios a la Constitución de 1993. Comisión Andina de Juristas, p. 223. Afirma que: “la campaña
electoral asegura la difusión de los programas electorales de las candidaturas en liza ante el universo de
los electores a fin de obtener su apoyo; la campaña electoral hace posible, en términos de auténtica com
petencia, la presentación y discusión de las distintas opciones o alternativas que demandan el apoyo del
cuerpo electoral”.
(30) PLANAS SILVA, Pedro. “Normas para regular la campaña electoral”. En: Simposio sobre reforma electoral.
Memoria. Fundación Internacional para Sistemas Electorales - IFES, Lima, 1996, p. 215. Afirma que la
campaña electoral “requiere de un conjunto previo de actividades y de esfuerzos encaminados a orientar
las decisiones a favor de cada partido, programa y candidatura”.
(31) PEASE GARCÍA, Henry. “El financiamiento de la campaña electoral en el Perú 1989 - 1990”. En: Finan-
ciamiento y democratización interna de partidos políticos. Aproximaciones. Memorias del IV Curso Anual
Interamericano de Elecciones. IIDH - Instituto Interamericano de Derechos Humanos; Capel - Centro de
Asesoría y Promoción Electoral. Costa Rica, 1991, p. 142. Coincidimos con el autor en el marcado nivel
de desigualdad en el tema de las campañas electorales por lo que la ley debe procurar la participación
equitativa entre las diversas fuerzas políticas durante las elecciones.
(32) Se trata de materias que son reglamentadas por el JNE y hay antecedentes al respecto. La Resolución N° 182-
2002-JNE aprobó la Directiva N° 002-ERM/JNE-2002 que reguló la “Difusión y Control de Propaganda Electo
ral durante el Proceso de Elecciones Regionales y Municipales de 2002”, en cuyo marco se sancionó a autoridades
públicas y a los propios partidos por incurrir en diversas prohibiciones, tal como se muestran en las Resoluciones
N°s 752-2002-JNE, 767-2002-JNE, 774-2002-NE y la Resolución N° 288-2002-JNE; entre otras.
(33) RADUNSKY, PETER. Las luchas electorales. Colección Material de Formación Política N° 5. Konrad
Adenauer Stiftung, Bonn, 1983.
En síntesis, a través de estas competencias denominadas por la doctrina constitucional
como administrativas supervisoras, el JNE es el ente tutelar de toda la estructura elec
toral del Estado denominado sistema electoral por el Constituyente(34).
(34) Ello ha sido también ratificado por el TC en la sentencia recaída en el Exp. 00002-2011-PCC/TC, cuyo
fundamento 34 señala lo siguiente: “El Tribunal Constitucional considera que, de acuerdo a lo previsto
por la Constitución, las funciones administrativas que compete realizar al JNE son predominantemente,
aunque no solamente, indirectas o supervisoras, extendiéndose ellas al funcionamiento del sistema electoral
en su conjunto, con la finalidad última de coadyuvar a su unidad y a la acción coordinada de sus órganos
conformantes. Ello se desprende de lo previsto en el artículo 178 de la Constitución, incisos 1) y 3), los
cuales, respectivamente, disponen que son competencias del JNE, ‘[fiscalizar la legalidad del ejercicio del
sufragio y de la realización de los procesos electorales, del referéndum y de otras consultas populares, así
como también la elaboración de los padrones electorales’, y ‘ [v]elar por el cumplimiento de las normas sobre
organizaciones políticas y demás disposiciones referidas a materia electoral’. Se trata, como se observa, de
funciones administrativas supervisoras fundamentales y generales, que sitúan al JNE en un rol contralor del
adecuado desenvolvimiento del sistema electoral en su conjunto”. El resaltado es nuestro. El fundamento
36 de la referida sentencia hace un desarrollo nominal de las funciones de carácter administrativas super
visoras: “Las competencias administrativas supervisoras del JNE se encuentran desarrolladas en diversos
literales del artículo 5 de su ley orgánica. Así, por ejemplo, el literal b), establece que tiene competencia
para ‘[fiscalizar la legalidad del ejercicio del sufragio’; el literal c), para ‘[fiscalizar la legalidad de la
realización de los procesos electorales, del referéndum y de otras consultas populares’; el literal d), para ‘ [f
iscalizar la legalidad de la elaboración de los padrones electorales; luego de su actualización y depuración
final previa a cada proceso electoral’; el literal g), para ‘[v]elar por el cumplimiento de las normas sobre
organizaciones políticas y demás disposiciones referidas a materia electoral’; el literal q), para ‘[d]enunciar
a las personas, autoridades, funcionarios o servidores públicos que cometan infracciones penales previstas
en la ley’; el literal r), para ‘[fevisar, aprobar y controlar los gastos que efectúen los Jurados Electorales
Especiales, de acuerdo con los respectivos presupuestos’”.
(35) Los ciudadanos hábiles son los ciudadanos peruanos con derechos civiles vigentes, como lo define el
artículo 9 de la Ley N° 26859, Ley Orgánica de Elecciones.
(36) El artículo 203 de la Ley Orgánica de Eleciones textualmente establece:
“Artículo 203.- En el Padrón se consignan los nombres y apellidos y el código único de identificación
de los inscritos, la fotografía y firma digitalizadas de cada uno, los nombres del distrito, la provincia
y el departamento y el número de Mesa de Sufragio. Asimismo, debe consignarse la declaración
voluntaria de alguna discapacidad de los inscritos, sin perjuicio de su posterior verificación y sujeto
a las sanciones previstas en la ley en caso de falsedad. El padrón también contendrá los datos de
es decir, de titular del derecho a elegir y ser parte del cuerpo electoral. Asimismo, permi
te conocer la ubicación y distribución geográfica del electorado, es decir, la pertenencia de
cada elector a una mesa de sufragio y a una circunscripción electoral para que puedan ejer
cer su derecho a voto de, así como orientar la campaña de las organizaciones políticas, me
dir la abstención electoral verdadera y servir de prueba documental del derecho de votar(37).
En este orden de ideas, el JNE debe verificar que todo el proceso de elaboración del
padrón electoral se circunscriba a los pasos y actos previstos en la Ley. Para este efecto
el padrón electoral se cierra 365 días calendario antes de la fecha prevista para las elec
ciones09). El Reniec debe remitirlo al Jurado con 90 días de anticipación a la fecha de las
elecciones, para que apruebe su uso dentro de los 10 días posteriores a su recepción. La
ausencia de pronunciamiento del Jurado dentro de dicho plazo importa el silencio adminis
trativo positivo, produciéndose la aprobación automática y definitiva del padrón electoral.
domicilio, así como la información de la impresión dactilar. Esta última será entregada en formato
JPEG a una resolución de 500 píxeles por pulgada (dpi), la misma que será tratada y comprendida en
soportes que garanticen su confidencialidad.”
(37) LEÓN-ROCH, Marta. “Los registros electorales”. En: Tratado de Derecho Electoral Comparado de Amé
rica Latina. Dieter Nohlen, Sonia Picado, Daniel Zovatto (compiladores). Ia edición, Fondo de Cultura
Económica, México D.F., 1998, p. 253.
(38) Jurado Nacional de Elecciones. 3) “Resultados de la fiscalización del padrón electoral para las elecciones
regionales y municipales 2002. Elaborado por la Gerencia de Fiscalización Electoral, Lima, 2002.
(39) Sobre este tema, el artículo 201 de la Ley N° 30673 establece el siguiente procedimiento: “En todos los
procesos electorales, incluidos los previstos en la Ley 26859, Ley Orgánica de Elecciones, en la Ley 26864,
Ley de Elecciones Municipales y en la Ley 27683, Ley de Elecciones Regionales, el padrón electoral se
cierra trescientos sesenta y cinco (365) días calendario antes de la fecha de la respectiva elección, y com
prende a todas aquellas personas que cumplan la mayoría de edad hasta la fecha de realización del acto
electoral correspondiente”.
(40) El artículo 86 del Estatuto Electoral de 1931 establecía que: “los partidos políticos deberán registrarse ante
el Jurado Nacional de Elecciones, si tienen candidato propio a la Presidencia de la República o lista de
candidatos para representación de las minorías, y ante los Jurados Departamentales en los cuales lancen
candidatos a representantes por mayoría (...)”.
(41) En todas las normas posteriores, tal como el artículo 60 del Decreto Ley N° 14250, Estatuto Electoral, se
reafirma dicha función.
A diferencia de estas normas, el artículo 35 de la Constitución incorpora el término orga
nizaciones políticas para hacer referencia a toda una gama de modelos societarios para la
participación política, tales como los partidos, movimientos y alianzas electorales(42)43 . En
tal sentido, el inciso 2) del artículo 178 de la Carta vigente y el inciso e) del artículo 5 de
la Ley Orgánica del JNE, hacen referencia al Registro de Organizaciones Políticas, distin
guiendo asientos para cada uno de los modelos societarios antes referidos.
En tales asientos se inscriben las organizaciones políticas para tener su personería jurí
dica^. La inscripción genera efectos políticos(44) inmediatos para la organización, pudien-
do a partir de ella, participar en los procesos electorales y presentar listas de candidatos al
Congreso, entre otros previstos en la LOE y demás normas electorales. Ley N° 28094, Ley
de Organizaciones Políticas, en su artículo 4, consagró la existencia de un Registro de Or
ganizaciones Políticas como órgano especializado a cargo del JNE. En virtud de esta dis
posición se crea la Oficina de Registro de Organizaciones Políticas - OROP, actualmente
Dirección Nacional de Registro de Organizaciones Políticas - DNROP, como entidad en
cargada de la inscripción de las organizaciones políticas de alcance nacional y regional(45),
lo que permitirá al JNE cumplir con este mandato constitucional de manera más organiza
da, sistemática y especializada, ante el notable incremento de organizaciones políticas(46).
La norma constitucional sometida a análisis distingue dos deberes a cumplir por par
te del Jurado: mantener el Registro de Organizaciones Políticas y custodiar dicho regis
tro. El primero implica un conjunto de actos administrativos y diligencias orientadas al
(42) La Ley N° 28094, Ley de Organizaciones Políticas ha desarrollado esta distinción, definiendo cada uno de
estos modelos societarios para la participación política. Así, el segundo párrafo del artículo 1 de la referida
ley establece que “los partidos políticos son asociaciones de ciudadanos que constituyen personas jurídi
cas de derecho privado cuyo objetivo es participar por medios lícitos, democráticamente, en los asuntos
públicos del país dentro del marco de la Constitución Política del Estado y de la presente ley”. Del mismo
modo, el primer párrafo del artículo 17 de la mencionada norma, en su redacción original, prescribe que
“se entienden como movimientos las organizaciones políticas de alcance regional o departamental”. Las
alianzas electorales se reservan a los partidos y a los movimientos. El artículo 15 de la Ley de Organizaciones
Políticas establece que “Las organizaciones políticas inscritas pueden hacer alianzas entre ellas, bajo una
misma denominación y símbolo común, para poder participar en cualquier tipo de elección popular. (...)”.
(43) PATIÑO CAMARENA, Javier. Nuevo Derecho Electoral mexicano”. 7a edición, Constitucionalista, México,
2002, p. 308. En diversos países latinoamericanos ocurre lo mismo, señalando el citado autor sobre este
tema que “los partidos políticos inscritos tienen personalidad jurídica, gozan de derechos y prerrogativas
y quedan sujetos a las obligaciones que establecen la Constitución”.
(44) GARCÍA TOMA, Víctor. Los derechos humanos y la Constitución. Gráfica Horizonte, Lima, 2001, p. 402.
(45) Artículo 4 del Reglamento del Registro de Organizaciones Políticas, aprobado por Resolución N° 015-2004-
JNE. Se entiende en dicho Reglamento que el Registro de Organizaciones Políticas “es una dependencia
del Jurado Nacional de Elecciones; es de carácter público y está abierto permanentemente, excepto seis (6)
meses antes y tres meses después de cualquier proceso electoral, entendiéndose que se refiere a la fecha
de los comicios.
(46) Antes de la Ley N° 28094, el Jurado Nacional de Elecciones, cumplía con la función de inscripción de
organizaciones políticas dentro de los parámetros establecidos por las leyes electorales. A este respecto
expidió, por ejemplo, la Resolución N° 109-2002-JNE, publicada el 3 de abril de 2002 en el diario oficial
El Peruano, en cuya virtud se aprueba el “Reglamento de Inscripción de Organizaciones Políticas”. La
norma tiene el carácter de Reglamento Secundum Legem (reproduce la ley) y no establece el procedimiento
administrativo a seguirse en el Jurado, lo que hoy en día se ha institucionalizado por lo establecido en la
LeyN°28094.
funcionamiento permanente del Registro, salvo el periodo comprendido entre el cierre de
las inscripciones de candidatos, es decir, 110 días anteriores al día de la elección(47) y un
mes después de cualquier proceso electoral. Durante su funcionamiento -conforme a lo
dispuesto en el artículo 4 de la Ley de Organizaciones Políticas- se registran el nombre del
partido político, la fecha de su inscripción, los nombres de los fundadores, de sus dirigen
tes, representantes legales, apoderados y personeros, la síntesis del Estatuto y el símbolo.
Esta función bajo comentario, también se encuentra prevista en el inciso g) del artículo
5 de la Ley Orgánica del JNE y distingue dos atribuciones claramente diferenciadas que
conviene analizar. La primera es la de velar por el cumplimiento de las normas sobre or
ganizaciones políticas, requiriéndose para su ejecución de una ley especial que desarro
lle oportunamente el artículo 35 de la Constitución, tarea legislativa de suma importancia
para la paulatina construcción del sistema de partidos y el consecuente fortalecimiento de
la democracia representativa; y que desde una perspectiva institucional era de imperiosa
necesidad para que el país inicie la reconstrucción de las instituciones políticas median
te el concurso de partidos con estructura democrática(48) capaces de canalizar la participa
(47) De onformidad con lo dispuesto en el tprimer párrafo del artículo 109 y tercer párrafo del artículo 115 de
la Ley Orgánica de Elecciones, el plazo para el cierre de inscripión de fórmulas presideniales y listas de
csndidatos al Congreso de la República vence ciento diez (110) días calendario antes de la fecha de las
elecciones.
(48) RUBIO CORREA, Marcial. Ley de partidos políticos: las reglas que nadie quiso aprobar. Fondo Editorial
de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1997. Anota el constitucionalista que “el sistema de
partidos aparece como un requisito indispensable pero no suficiente para el aporte partidario a la democracia.
También es evidente que para que el sistema en su conjunto sea democrático, cada partido debe también
serlo a su interior y en la relación con los demás”.
ción política y generar todo un circuito que genere mayor vinculación entre los ciudada
nos y las instituciones públicas(49).
Sobre este tema, debemos recordar que desde la vigencia de la Constitución Políti
ca de 1993 hasta el 2 de noviembre de 2003 -fecha en que se expide la Ley N° 28094,
Ley de Organizaciones Políticas- el Congreso no reguló el accionar de las organizacio
nes políticas en un Corpus iuris especializado que sistematice el tema, por lo que la fun
ción de observancia de las normas sobre partidos políticos quedó reducida a las disposi
ciones previstas en la LOE, que señalan un conjunto de formalidades para la inscripción
de las organizaciones políticas y, a su vez, prestan mayor atención al requisito de la lis
; así como la presentación de la proyección de gastos de campaña y la
ta de adherentes(50)51
sustentación respectiva con carácter de declaración jurada conforme al artículo 183; y, el
acceso gratuito a los medios de comunicación del Estado previsto en el artículo 194, pos
teriormente modificado por el artículo 20 de la Ley N° 27369 que establece la franja elec
toral. La LOE regula estas dos últimas actividades en el marco del proceso electoral, lo
que ha dado a la supervisión del JNE en estos temas, un carácter estrictamente temporal.
La ausencia de una norma de esta naturaleza, así como la falta de voluntad política
por parte del Congreso para desarrollar el artículo 35 de la Constitución y expedir la tan
ansiada Ley de Organizaciones Políticas, ha sido muy criticada por la doctrina nacional51}.
(49) ALCÁNTARA SÁEZ, Manuel. Gobernabilidad crisis y cambio. Elementos para el estudio de la goberna-
bilidad de los sistemas políticos en épocas de crisis y cambio. Ia reimpresión, Fondo de Cultura Económica,
México, 1995. El tratadista anota que “los partidos políticos han desempeñado desde hace dos siglos el
papel fundamental de vincular la estructura formal del sistema político con los distintos elementos de la
sociedad civil, fuesen ciudadanos individuales o integrados en los muchos tipos de grupos constituidos
según criterios económicos, culturales, religiosos y raciales, entre otros”.
(50) Ver artículos 87 al 103 de la Ley Orgánica de Elecciones.
(51) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Ob. cit., p. 762.
(52) CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Partidos políticos, camino a una ley. Aportes y propuestas. Centro
de Investigación Parlamentaria. Lima, 2003, pp. 25-37. En el texto se comprenden todos estos temas
relativos a los partidos políticos, en tres: “democracia interna, financiamiento y acceso a los medios de
comunicación”.
Especiales se constituye en el garantes de la veracidad y transparencia de lo declarado por
cada postulante, sancionando con la exclusión de aquellos que han incurrido en omisión
o vertido información falsa en la información que por mandato de la ley deben declarar.
Sin embargo, a pesar de que la Constitución Política y la Ley Orgánica del JNE le asig
nan al Jurado la atribución de “velar por el cumplimiento de las normas sobre organizacio
nes políticas”, la Ley de Organizaciones Políticas, en un claro error de técnica legislativa,
otorga a la Gerencia de Supervisión de Fondos Partidarios de la ONPE funciones relati
vas a la verificación y control de la actividad económica y financiera de los partidos polí
ticos, convirtiendo al JNE en un ente que hace fiscalización jurisdiccional del supervisor,
en tanto exista un recurso de apelación respecto de lo que resuelva este último. El Tribu
nal Constitucional, en la STC Exp. N° 00002-2011-PCC/TC(53) ha reconocido que la fun
ción fiscalizadora del JNE en materia de supervisión de fondos partidarios es una función
administrativa supervisora permanente, pudiendo el JNE en ejercicio de la misma exigir
a la ONPE la remisión de los informes y documentos que se requieran(54).
Por último, el JNE debe velar por el cumplimiento de las demás normas electorales,
tales como la Ley N° 28360, Ley de Elección de Representantes ante el Parlamento An
dino, la Ley N° 27683, Ley de Elecciones Regionales; la Ley N° 26864, de Elecciones
Municipales; y, por extensión la Ley N° 26300, Ley de los Derechos de Participación y
Control Ciudadanos que regula el referéndum y la revocatoria de autoridades, por cuanto
el artículo 6 de la LOE los comprende dentro de la tipología de los procesos electorales.
(53) Proceso competencial seguido ante el TC por la ONPE contra el JNE, con la finalidad de que: a) se reco
nozca a aquella la competencia para regular íntegramente todo aquello relativo a la franja electoral prevista
en la Ley N° 28094 -Ley de Organizaciones Políticas-, y, en consecuencia, se declare la nulidad de la
Resolución N° 031-2011-JNE, que aprueba el Reglamento de Franja Electoral para las Elecciones Gene
rales 2011, publicada el 4 de febrero de 2011; y b) se reconozca a la ONPE la competencia exclusiva para
supervisar los fondos y recursos de las organizaciones políticas, y, en consecuencia, se declare la nulidad
de la Resolución N° 032-2011-JNE, que aprueba el Reglamento de la Supervisión del Cumplimiento de
las Normas sobre Financiamiento de las Organizaciones Políticas, publicada el 4 de febrero de 2011.
(54) Véase los fundamentos 70 y 73 de la mencionada sentencia.
IV. Administrar justicia en materia electoral
La administración de justicia en materia electoral es otra de las atribuciones históri
cas del JNE. La justicia electoral en sentido técnico o estricto, según el enfoque de Jesús
Orozco Henríquez, comprende los diversos medios jurídicos - técnicos de impugnación
o control, sean juicios, recursos o reclamaciones, de los actos y procedimientos electora
les, ya sea que se substancien ante un órgano de naturaleza administrativa, jurisdiccional
y/o política, para garantizar la regularidad de las elecciones y que las mismas se ajusten a
derecho, esto es, a los principios de constitucionalidad y/o legalidad, resolviendo los di
versos conflictos o controversias electorales y corrigiendo eventuales errores o infraccio
nes a la norma correspondiente(55)(56).
(55) OROZCO HENRÍQUEZ, Jesús. “Justicia electoral”. En: Diccionario Electoral. Instituto Interamericano
de Derechos Humanos - Centro de asesoría y promoción electoral (Capel). Tomo I, 2a edición, San José,
2000, pp. 752-768.
(56) COVARRUBIAS DUEÑAS, José de Jesús. Derecho Constitucional Electoral. 3a edición, Porrúa, México,
2003, p. 236. Siguiendo un parecer similar precisa que la justicia electoral en sentido estricto garantiza
“la constitucionalidad y legalidad de los actos y resoluciones electorales; en la transmisión del poder, en
la elección de los poderes Legislativo y Ejecutivo de la Unión y de los Entes Federados, así como los
Munícipes en el ejercicio de los Derechos Políticos Electorales de los Ciudadanos, en el control de la
Constitucionalidad de las leyes electorales; en la definitividad e inatacabilidad de los actos consentidos
durante el proceso electoral y todo ello en la expedición de una justicia a través del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación, el cual está expedito para administrar justicia de manera gratuita en los
plazos y términos que fija la ley tendiendo a que sea completa e imparcial”.
(57) OROZCO HENRÍQUEZ, Jesús. “El contencioso electoral / La calificación electoral”. En: Tratado de
Derecho Electoral comparado de América Latina. Dieter Nohlen, Sonia Picado, Daniel Zovatto (compi
ladores). Ia edición, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1998, p. 709.
En este sentido, resulta importante reflexionar sobre el modelo peruano, porque es
evidente que el JNE al tener funciones administrativas como el Registro de Organizacio
nes Política va a ejercer justicia administrativa, por un lado; en tanto que en lo contencio
so electoral ejerce funciones de máximo tribunal electoral como lo señala el artículo 181 de
la Carta Política, además de ser instancia definitiva para revisar las resoluciones de los de
más organismos electorales, configurándose con todo ello un diseño institucional propio de
los organismos que ejercen funciones jurisdiccionales. Estos elementos nos permiten ubi
car al modelo peruano dentro del paradigma contencioso-electoral mixto, el cual también es
consecuencia de la división del Poder Electoral en tres órganos autónomos previstos en la
Carta de 1993, diseño que ha mostrado graves problemas de ingeniería constitucional. Ex
presamente, Orozco Henríquez, ha precisado que la organización electoral peruana se en
cuentra inmersa en el modelo contencioso electoral mixto por combinar la posibilidad de
impugnar ante un órgano electoral administrativo autónomo y ante un órgano elec
toral jurisdiccional8.
El artículo 178 solo enumera las funciones del JNE, por lo que el espíritu de la justi
cia electoral se encuentra desarrollado en el artículo 181 de la Constitución, el cual preci
sa sus principales características, como veremos más adelante.
1. Carácter jurisdiccional
A pesar de que el inciso 1) del artículo 139 de la Constitución Política, referido a la
unidad y exclusividad de la función jurisdiccional (Poder Judicial) establece que “no existe,
2. Carácter autónomo
Para garantizar la imparcialidad que es un principio fundamental en la imparti
ción de justicia, los modelos jurisdiccionales como el nuestro suelen otorgar autono
mía a los órganos titulares de esta función a efectos de que se ejerza sin interferencia,
dependencia jerárquica o subordinación respecto a otro organismo o poder del Estado,
de manera que el resultado de las decisiones sean consecuencia de un proceso transpa
rente, imparcial y justo, respetando todos los derechos de los ciudadanos de acceder a
la justicia electoral.
(63) Con el Decreto Ley N° 7177 del 26 de mayo de 1931 nace el Jurado Nacional de Elecciones, como organismo
estatal electoral autónomo e independiente de los clásicos poderes del Estado, otorgándose así a un ente
libre de injerencia política, la función electoral del Estado para garantizar los principios de imparcialidad
y neutralidad electorales y brindar mayor protección al proceso de determinación de la voluntad popular
expresada en las urnas.
(64) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. “El nuevo sistema electoral”. En: La Constitución y su dinámica. 2a
edición revisada y ampliada, Palestra, Lima, 2006, p. 2006, p. 198. Afirma el tratadista que “esto ha sido bien
analizado por historiadores y analistas. Y un vocero tan autorizado como Basadre, dice muy claramente
que en el Perú nació científicamente el sistema electoral en 1931”.
(65) SOLANO BÁRCENAS, Orlando. Tratado de ingeniería electoral y Derecho Electoral. Leyer. Bogotá
D. C., p. 67. El autor señala que “la inmensa mayoría de países del mundo no han sabido o podido dar el
salto superior hacia la constitución de la cuarta rama del poder público o Rama Electoral o Poder Electo
ral; posición de retraso que, en nuestro concepto, está atada a la desvalorización que sufre actualmente la
materia sobre la cual trabaja como posible nueva rama: la política”.
(66) En el caso contrario, es decir, de ser sus decisiones revisables por otra autoridad u organismo constitucional,
se afectaría la autonomía funcional. Sobre ello, véase LANDA ARROYO, César. Constitución y fuentes
del Derecho. Palestra, Lima, 2006.
de Elecciones no permite la interposición de acciones de garantía, entre ellas el amparo
electoral, contra las resoluciones del JNE.
Pero esta exclusividad tiene una razón que es, establecer una organización estatal
especial para que el ciudadano ejerza sus derechos políticos de manera oportuna y se
respete la voluntad popular determinada en las urnas. La alternativa a ello es que la ma
teria electoral se deje a los ámbitos administrativo y jurisdiccional ordinarios, lo que
trae como consecuencia no solo el avocamiento coyuntural y temporal de estos a la te
mática electoral, supuesto que de acuerdo a los antecedentes históricos no ha favoreci
do la especialización del derecho electoral como rama autónoma de la ciencia jurídica,
ni ha funcionado adecuadamente en el país. Desde esta perspectiva puede perfectamen
te sostenerse que la justicia electoral ejercida de manera autónoma para estos fines se
constituyó como una garantía institucional. De ahí ha nacido la competencia y la espe
cialización en la administración de justicia electoral plasmada en el artículo 289 de la
Constitución de 1979, expidiéndose a partir de dicha norma la Ley N° 24069 que en su
artículo 2 estableció que “no procede ninguna acción judicial contra las resoluciones
del Jurado Nacional de Elecciones” y la Ley N° 26337, anterior Ley Orgánica Electo
ral derogada, que recogió en su artículo 13 la irrevisabilidad de sus resoluciones como
también lo hizo el Decreto Ley N° 14250, Estatuto Electoral de 1962(67).
(67) El artículo 13 de esta norma estableció lo siguiente “Artículo 13.- El Jurado Nacional de Elecciones es
la autoridad suprema en materia electoral. Contra sus decisiones no procede recurso alguno. No podrá el
mismo Jurado reconsiderar, revisar o modificar sus fallos.
No son revisables en sede judicial las resoluciones del Jurado Nacional de Elecciones en materia electoral.
El Jurado Nacional de Elecciones resolverá sobre la aplicación de las leyes durante el próximo proceso
electoral según las normas de la Constitución.
En caso de vacío o deficiencia de la ley, debe aplicar los principios generales del derecho y el derecho
consuetudinario. Las resoluciones que el Jurado Nacional de Elecciones pronuncie en ejercicio de sus
atribuciones, serán cumplidas por las autoridades a quienes se dirija, bajo responsabilidad de estas”.
(68) PLANAS SILVA, Pedro. Democracia y tradición constitucional en el Perú. (Materiales para una
historia del Derecho Constitucional en el Perú). Ia edición, San Marcos, Lima, 1998, p. 467. “Esta
importantísima ley electoral de 20 de noviembre de 1896 fue la primera de carácter estatutario en el
Perú e inició la progresiva -y algo lenta- modernización del derecho electoral peruano. Se aprobó en
función a un proyecto de ley que remitió Piérola el 1 de octubre de 1895 a la Cámara de Diputados
como una de sus principales y más apreciadas medidas. Inicialmente, el proyecto no llegó a aprobarse
debido a divergencias surgidas en la Cámara de Diputados con algunas de sus disposiciones. Luego, se
debatió y aprobó en ambas Cámaras en la Legislatura Extraordinaria de 1896, convocada por Piérola
exclusivamente con ese objetivo”.
formalmente partidarizadas han contribuido a garantizar la imparcialidad y autonomía tan
to institucional como funcional de la estructura electoral estatal.
De ahí que la actual Constitución (1993), en el tercer párrafo de su artículo 180, así
como en el inciso c) del artículo 12 de la Ley Orgánica del JNE, prohíban a quienes han
sido candidatos a cargos de elección popular o que desempeñan cargos directivos con
De lo expuesto en este punto, y a modo de síntesis, podemos confirmar que las cate
gorías de definitividad e irrevisabilidad de las resoluciones del JNE no son meras cuali
dades de las decisiones electorales, sino principios constitutivos del modelo jurisdiccio
nal de administración de justicia, el cual es consecuencia de un reparto de competencias
que emanan directamente de la Constitución Política de 1993, que excluye expresamente
al Poder Judicial de la materia electoral73
(76).
75
74
En virtud de estos principios, se fortalecen las demás características del modelo juris
diccional peruano, como lo son la autonomía y la exclusividad en el avocamiento a la ma
teria electoral, de referéndum y otras consultas populares. Estos principios no se aplican
en un modelo administrativo cuyas decisiones son recurribles en procesos contenciosos ad
ministrativos en sede judicial. Empero, entendido ello en su conjunto, hacen que el princi
pal objetivo de dichos principios sea la invariabilidad de lo resuelto en última instancia en
(73) El tercer párrafo del artículo 180 de la Constitución Política ha establecido que: “No pueden ser miembros
del Pleno del Jurado los candidatos a cargos de elección popular, ni los ciudadanos que desempeñan cargos
directivos con carácter nacional en las organizaciones políticas, o que los han desempeñado en los cuatro
años anteriores a su postulación”. Del mismo modo el inciso c) del artículo 12 de la Ley N° 26486, Orgánica
del JNE establece que se encuentran impedidos de integrarse al Pleno del JNE: c) Los ciudadanos que
pertenecen formalmente o hayan pertenecido en los último cuatro (4) años a una organización política,
que desempeñen cargos directivos con carácter nacional en las organizaciones políticas o que los han
desempeñado en los cuatro (4) años anteriores a su postulación, o que hayan sido candidatos a cargos de
elección popular en los últimos cuatro (4) años”. El artículo 35 de la mencionada ley orgánica establece
que los miembros de los Jurados Electorales Especiales están sujetos a los mismos impedimentos que los
miembros del JNE.
(74) ALBANESE, Susana. “Convergencia interpretativa de los órganos internacionales de derechos humanos”.
En: Derecho Constitucional. Susana Albanese, Alberto Dalla Vía, Roberto Gargarella, Antonio Hernández y
Daniel Sabsay. Ia edición, Universidad, Buenos Aires, 2004. La garantía del “juez imparcial” que integra el
debido proceso importa evaluar la convicción persona de los juzgadores en determinada ocasión; así como
la predisposición del tribunal a ofrecer garantías suficientes para excluir toda duda legítima. Esto implica,
que el juzgador “no debe tener ningún interés en el resultado del juicio, ninguna relación personal con el
conflicto, y ofrecer la seguridad de que mantendrán una posición objetiva al momento de resolverlo; no
deberán ser influenciados por presiones, amenazas u opiniones”. La garantía del debido proceso se encuentra
contemplada en el inciso 3) del artículo 139 de nuestra Constitución Política. La garantía del juez imparcial
está contemplada en el numeral 1) del artículo 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
aprobada por el Perú por Decreto Ley N° 22231 y que es parte del Derecho nacional de conformidad con
lo dispuesto en el artículo 55 de la Constitución Política del Estado.
(75) Esto a su vez, demuestra una condición necesaria del juez electoral, la misma que no la tienen, los magistrados
que vienen de una legitimación estrictamente política partidaria. Respecto a los riesgos de que sean estos
últimos los que participen como organismos de cierre en materia electoral, Falconí Gálvez ha sostenido una
interesante crítica en el artículo intitulado: “Un déjá vu jurídico. Reflexiones sobre otra sentencia política del
TC contra el JNE en el caso del referéndum para la devolución de aportes al Fonavi”. En: JUS Jurisprudencia.
Comentarios a la Jurisprudencia y Praxis Jurídica. N° 7, Grijley, Lima, diciembre, 2007, p. 31.
(76) En otros países como en la República de Argentina, el modelo de administración de justicia electoral
recae en la Excma. Cámara Nacional Electoral, adscrita al Poder Judicial de la Nación, permitiéndose
así, a diferencia del Perú, un control judicial del proceso electoral, así como de las normas sobre partidos
políticos. Ver: El controljudicial del proceso electoral. La experiencia argentina 2002 - 2003. Publicado
por el PNUD en Buenos Aires, 2004.
materia electoral, por razones de seguridad jurídica, salvo las excepciones establecidas por
el Tribunal Constitucional en el precedente vinculante recaído en el Exp. N° 5854-2005-
PA/TC (caso del ciudadano Pedro Andrés Lizana Puelles Vs. Jurado Nacional de Elec
ciones) en el que establece la viabilidad e idoneidad del proceso de amparo cuando dicho
organismo electoral emita resoluciones que no observen el debido proceso o vulnere de
rechos fundamentales de las personas, por lo que en materia electoral, excepcionalmente,
cabe también la interposición de esta garantía constitucional(77).
Para que pueda efectuarse la proclamación se debe resolver previamente los recursos
de nulidad o apelación interpuestos en el transcurso del proceso, culminar la calificación
de todas las actas de cómputo emitidas por los Jurados Electorales Especiales así como
de las actas de las mesas de sufragio instaladas para ciudadanos que residen en el exte
rior, efectuar el cómputo de la elección, referéndum o consulta sometida a proceso, efec
tuar el cómputo de votos correspondiente; y, resolver, en sede del JNE, las observaciones
hechas por sus miembros y por los personeros. Cumplido ello, el Jurado procede a pro
clamar los resultados del proceso electoral, de referéndum u otras consultas populares(83).
(79) La proclamación de los resultados, así como de los candidatos elegidos son la última etapa del proceso
electoral, de referéndum o consulta popular, procediendo luego el repliegue de toda la maquinaria elec
toral que se extendió a lo largo y ancho del territorio de la República para la organización y ejecución de
tales procesos. En este sentido, el artículo 48 de la Ley N° 26859, Orgánica de Elecciones, que regula la
vigencia de los Jurados Electorales Especíales-órganos temporales del Jurado Nacional de Elecciones,
establece que “los cargos de los miembros de los Jurados Electorales Especiales se mantienen vigentes
hasta la proclamación de los candidatos y la entrega de las respectivas credenciales”. Asimismo, precisa
que “el cargo de presidente del Jurado Electoral Especial mantiene vigencia hasta la rendición de cuentas
de los fondos asignados, plazo que no puede ser mayor de diez (10) días, bajo responsabilidad, contados
desde la proclamación de los candidatos y la entrega de las respectivas credenciales”.
(80) En este sentido, el artículo 48 de la Ley N° 26859, Orgánica de Elecciones, que regula la vigencia de los
Jurados Electorales Especiales - órganos temporales del Jurado Nacional de Elecciones, establece que “los
cargos de los miembros de los Jurados Electorales Especiales se mantienen vigentes hasta la proclamación
de los candidatos y la entrega de las respectivas credenciales”. Asimismo, precisa que “el cargo de presidente
del Jurado Electoral Especial mantiene vigencia hasta la rendición de cuentas de los fondos asignados,
plazo que no puede ser mayor de diez (10) días, bajo responsabilidad, contados desde la proclamación de
los candidatos y la entrega de las respectivas credenciales”.
(81) El inciso 3) del artículo 265 de la Constitución Política de Colombia de 1991, precisa que corresponde a
este colegiado “conocer y decidir definitivamente los recursos que se interpongan contra las decisiones de
sus delegados sobre escrutinios generales y en tales casos hacer la declaratoria de elección y expedir las
credenciales correspondientes.
(82) El inciso 8) del artículo 102 de la Constitución Política de la República de Costa Rica establece como función
de este organismo electoral la de “hacer la declaratoria definitiva de la elección de presidente y Vicepresidentes
de la República, dentro de los treinta días siguientes a la fecha de la votación y en el plazo que la ley determine,
la de otros funcionarios citados en el inciso anterior”.
(83) DÍAZ ZEGARRA, Walter. Derecho Electoral en el Perú. Palestra, Lima, 2000, p. 126.
VI. Las demás que la ley señala
Este inciso 6) del artículo 178 de la Constitución es una fórmula jurídica que la doc
trina denomina númerus apertus y permite que las funciones del JNE no se agoten en las
que menciona literalmente la Carta Política, sino que, puedan establecerse otras en la le
gislación especial y demás normas de desarrollo constitucional. Por ejemplo, la Ley N°
26486, Orgánica del JNE incorpora en su artículo 5) como atribuciones de este órgano
constitucional: declarar la vacancia de los cargos y proclamar a los candidatos que por ley
deben asumirlos. Esta función ha sido desarrollada por el artículo 23 de la Ley N° 27972,
Orgánica de Municipalidades y 30 de la Ley N° 27867 Orgánica de los Gobiernos Regio
nales, a la que se agrega además la resolución de recursos de apelación recaídos en mate
ria de suspensión de dichas autoridades.
Esta tesis no es nueva, pues se plasmó en la Ley N° 15265, Ley que adiciona dispo
siciones a la Ley de Elecciones Municipales N° 14669 de 1964, que otorgó al JNE el co
nocimiento -vía apelación- de las vacancias declaradas por los Concejos Municipales(91).
Todo ello demuestra que la declaratoria de vacancia tiene una naturaleza electoral en
la medida que atañe la relación de representación y el derecho de ser elegido del vacado
y su reemplazante, lo que debe importar un pronunciamiento en la jurisdicción electoral.
Por lo tanto, si la vacancia es competencia del JNE, sus resoluciones sobre este tema son
dadas en última instancia, siendo definitivas e irrevisables, como lo establecen los artícu
los 142 y 181 de la Constitución, así como el artículo 23 de la Ley N° 27972, Orgánica de
Municipales y el artículo 30 de la Ley N° 27867, Ley Orgánica de Gobiernos Regiona
les, con excepción de los casos advertidos por el Tribunal Constitucional en el preceden
te vinculante antes mencionado.
Otra de las funciones previstas en el inciso w) del artículo 5 de la Ley Orgánica del
JNE es la de diseñar y ejecutar programas de capacitación electoral dirigidos a los miem
bros de los organismos conformantes del Sistema Electoral; así como desarrollar progra
mas de educación electoral que permitan crear conciencia cívica en la ciudadanía, función
(89) La acreditación de los elegidos es otra de las instituciones del derecho electoral. Se encuentra expresamente
establecida en el artículo 325 de la Ley N° 26859, Ley Orgánica de Elecciones.
(90) Cuando se vaca a cualquiera de estas autoridades, se reconstituye el cuerpo político, designándose a los
reemplazantes. Para ello, el Jurado Nacional de Elecciones realiza nuevamente una labor de ingeniería
electoral, verificando el orden de prelación en las listas de las autoridades vacadas y siguiendo un
conjunto de pasos previstos en la Ley Orgánica de Elecciones, como la expedición de las credenciales
de las nuevas autoridades, conforme a lo establecido en los artículos 319 y 325 de la Ley Orgánica de
Elecciones. La credencial es el título oficial en virtud del cual el ciudadano queda autorizado para tomar
la posición del cargo.
(91) El artículo 7 de la Ley N° 15265, señala que “los casos de vacancia enumerados en el artículo anterior, en
cuanto a los Concejos Distritales, serán resueltos por el Concejo Provincial respectivo, pudiendo apelarse
ante el Jurado Nacional de Elecciones; y, en cuanto a los Concejos Provinciales, serán resueltos por estos,
pudiendo apelarse ante el Jurado Nacional de Elecciones.”
última que es fundamental para la consolidación democrática(92) y que corresponde de ma
nera permanente al JNE tal como lo ha establecido la Ley N° 28582, sin perjuicio de la
función de brindar información a los electores que corresponde a la ONPE durante los
periodos electorales. En virtud de esta norma, el JNE debe brindar educación cívica elec
toral a las instituciones públicas o privadas que lo soliciten. El objeto de esta función es
crear y fomentar la conciencia cívica de los ciudadanos. Esta función guarda coherencia
con la atribución que el artículo 5 de la Ley N° 28360, Ley de Elecciones de Represen
tantes ante el Parlamento Andino otorga al JNE para que informe e instruya “al electora
do de la importancia del Parlamento Andino en el proceso de integración supranacional
desarrollado por la Comunidad Andina, para la vida en democracia”.
Con ello se entiende que el rol del JNE en el sistema electoral va más allá de su fun
ción fiscalizadora y jurisdiccional que apuntan a tutelar y hacer cumplir la voluntad popu
lar. La Ley N° 29688(94), consolida a la ESEG como el ente que debe brindar alta forma
ción en materia electoral, de democracia y gobemabilidad. La referida norma otorga a la
ESEG nuevo estatus jurídico, en tanto le dan un reconocimiento legal dentro de la estruc
tura del JNE y sobre todo, reafirma su condición de órgano de altos estudios electorales y
de investigación en las mencionadas materias.
(92) IDEA - International Institute for Democracy and Electoral Assistance & Grupo de Río. Gobemabilidad
democrática y partidos políticos en América Latina. Suecia, 2003, pp. 10, 11, 12. En el texto se precisa
que uno de los factores del nivel de insatisfacción de la democracia es “la insuficiente educación y cultura
democráticas, que afecta a extensos sectores sociales, secularmente excluidos de la vida política, así como
a sectores dominantes que a menudo impregnan de prácticas autoritarias la vida democrática”.
(93) La Ley N° 29688, otorga reconocimiento legal a la Escuela Electoral y de Gobemabilidad, incorporándola
legalmente a la estructura orgánica del JNE.
(94) Publicada el 20 de mayo de 2011 en el Boletín de Normas Legales del diario oficial El Peruano. Dicha
Ley modifica la Ley N° 26859, Orgánica de Elecciones así como la Ley N° 26486, Orgánica del Jurado
Nacional de Elecciones, cuyo artículo 3 modifica el literal x) del artículo 5 de la Ley Orgánica del JNE, a
efectos de incorporarle un segundo párrafo en los siguientes términos: “x. (...) La Escuela Electoral y de
Gobemabilidad es el órgano de altos estudios electorales, de investigación, académico y de apoyo técnico
al desarrollo y cumplimiento de los objetivos del Jurado Nacional de Elecciones. Organiza cursos de
especialización en materia electoral, de democracia y gobemabilidad. Su implementación no irroga gasto
público distinto al previsto en su presupuesto. El Pleno aprueba su reglamento”.
Esta configuración le permite desarrollar sus actividades académicas en tomo al pro
ceso político que tiene su origen en elecciones competitivas conducidas por una adminis
tración electoral autónoma, independiente y profesionalizada; y que involucra el periodo
de gestión de los elegidos y culmina con el retomo al periodo electoral en el que se renue
va el mandato de los mismos. Acompañan a este ciclo, el ejercicio de mecanismos de ren
dición de cuentas, revocación del mandato y la opinión pública, en cuyas arenas no solo
se discuten las decisiones políticas tomadas por los agentes estatales y los partidos políti
cos representados en el parlamento, sino también las demandas de la sociedad civil y las
soluciones a los problemas de la comunidad(95). La Ley N° 29688 hace de la ESEG un ór
gano de “altos estudios electorales”, especializado en alta formación académica en la ma
teria electoral, así como en democracia y gobemabilidad con la capacidad de desarrollar
eventos académicos de nivel avanzado y de mayor profundidad en el estudio de las cate
gorías de análisis propios de dichas materias y en el tratamiento científico de los fenóme
nos y problemas que ellos suscitan.
Otra de las funciones que la ley otorga al JNE es la de acreditar a las instituciones y
organizaciones facultadas para presentar observadores electorales en las Mesas de Sufra
gio, en los Jurados Electorales Especiales y en el propio JNE, conforme a los establecido
en el artículo 340 de la LOE. Sobre ello cabe indicar que la observación electoral es una
institución reconocida por nuestro derecho electoral con la finalidad de contribuir a que
las votaciones traduzcan la expresión auténtica, libre y espontánea de los ciudadanos, y
que los escrutinios sean reflejo exacto y oportuno de la voluntad del elector expresada en
las umas(96), es decir, procurar que la elección observe el carácter de ser pública y trans
parente. Para ello, las organizaciones no gubernamentales de la sociedad civil, que lo so
liciten conforme a ley, pueden acreditar observadores al proceso electoral. La función de
(95) Como se ha demostrado en el símil realizado entre el Centro de Estudios Constitucionales y la ESEG,
queda claro que no hay incompatibilidad alguna en desarrollar la estructura de la ESEG en el Reglamen
to ordenado por la Ley N° 29688 y la incorporación de la ESEG dentro del ROF del JNE que está más
relacionado a la estructura institucional del JNE. Efectivamente, el Reglamento del Centro de Estudios
Constitucionales del TC en sus artículos 5, 6, 7 y 8 desarrolla la estructura de este órgano, sin perjuicio
de su inclusión dentro del ROF del TC. Lo que evidentemente ocurre es que se trata de dos normas que
tienen un objetivo distinto. En tanto que el ROF desarrolla la estructura orgánica del TC, el Reglamento
del Centro de Estudios Constitucionales es más específico y solo desarrolla la estructura de un órgano en
cumplimiento expreso de la ley. Lo que exige la técnica normativa en este tipo de situaciones es que en
aplicación del principio de jerarquía normativa antes invocado, los reglamentos se elaboren desarrollando
lo que expresamente establece la ley. Artículo 5 incisos w) y x) de la Ley N° 26486 o L.O. del JNE. De
ahí que autores como Eduardo García de Enterría y Tomás Ramón Fernández, señalan que el Reglamento
es una norma secundaria, subalterna, inferior y complementaria de la Ley. (...) Su sumisión a la Ley es
absoluta, en varios sentidos: no se produce más que en los ámbitos que la Ley le deja, no puede intentar
dejar sin efecto los preceptos legales o contradecirlos, no puede suplir a la Ley allí donde esta es necesaria
para producir un determinado efecto o regular un cierto contenido”. GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y
FERNÁNDEZ, Tomás-Ramón. Curso de Derecho Administrativo. Tomo I. Temis-Palestra, Lima - Bogotá,
2006, p. 192. De ahí que la limitación constitucional a esta facultad reglamentaria que -por lo general
corresponde al Poder Ejecutivo- es que la misma se ejerza sin desnaturalizar la ley, lo cual precisamente
garantiza y reafirma el principio de jerarquía de la ley sobre el Reglamento.
(96) LANDA ARROYO, César. “Procedimiento de votación y escrutinio”. En: Simposio sobre reforma electoral.
Memoria. Fundación Internacional para Sistemas Electorales - IFES. Lima, 1996, p. 276.
la observación electoral es la de presenciar actos electorales relativos a la instalación de
la mesa de sufragio, acondicionamiento de la cámara secreta, verificación de la confor
mación de las cédulas de votación, las actas, las ánforas, los sellos de seguridad y cual
quier otro material electoral; entre otras funciones, siendo en la práctica, compatible con
la fiscalización institucional que realiza el JNE, pero que a diferencia de esta es facultati
va, temporal y no tiene carácter vinculante. La observación, conforme lo determina el in
ciso a) del artículo 339 de la LOE, no puede reemplazar o sustituir y obstaculizar la labor
fiscalizadora que realiza el JNE.
Por otro lado, el artículo 18 de la Ley N° 27369, otorga una nueva función al Jura
do cuando precisa que “toda persona o institución que realice encuestas electorales para
su difusión debe inscribirse ante el Jurado Nacional de Elecciones(97)”. En virtud de esta
disposición, el Jurado crea el Registro Electoral de Encuestadoras mediante Resolución
N° 142-2001-JNE(98), reglamentándose una actividad que en el Proceso de Elecciones Ge
nerales de Año 2000 y anteriores, era de libre ejercicio, sin que se requiriera la publicación
adjunta de datos sobre la metodología aplicada(99). Esta normativa reglamentaria es actua
lizada permanentemente para ajustarse a las necesidades y retos de cada proceso electoral,
de ahí que mediante Resoluciones N° 5011-2010-JNE, 435-2014-JNE, 0462-2017-JNE y
309-2020-JNE se aprobó el Reglamento del Registro Electoral de Encuestadoras, cuyas
reglas de juego han ordenado las actividades de dichas organizaciones en los procesos de
Elecciones Regionales y Municipales 2010, 2014, 2018, así como en el Proceso de Elec
ciones Generales 2011, 2016 y 2020.
(102) NOLTE, Detlef. “Encuestas y sondeos durante el proceso electoral”. En: Tratado de Derecho Electoral
comparado de América Latina. Dieter Nohlen, Sonia Picado, Daniel Zovatto (compiladores). Ia edición,
Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1998, p. 489.
(103) Consejo Nacional Electoral de Colombia. En el segundo Considerando de la Resolución N° 23 de 1996, se
precisa la finalidad de la reglamentación de las encuestas electorales y políticas declarando expresamente que
“el Consejo Nacional Electoral debe ejercer especial vigilancia sobre las entidades o personas que realicen
profesionalmente esta actividad, cuando se trate exclusivamente de encuestas sobre partidos, movimientos,
candidatos o grado de apoyo a los mismos, para que las preguntas al público no sean formuladas de tal
forma que induzca a una respuesta determinada, o que el resultado global de las mismas pretenda alterar
artificialmente la realidad circundante”.
(104) El artículo 14 del Reglamento del Registro Electoral de Encuestadoras aprobado por Resolución N° 5011-
2010-JNE establece las sanciones de multa y suspensión del Registro Electoral de Encuestadoras.
(105) Ver incisos 1) y 5) del artículo 265 de la Constitución de Colombia.
(106) Publicada en las “Normas Legales” del diario oficial El Peruano el 15 de octubre de 2004, p. 278346.
El inciso 6) del artículo 178 de la Constitución da al legislador la posibilidad de adap
tar al JNE a las circunstancias históricas, haciendo más funcional su rol en la institucio-
nalidad democrática del país. Sin embargo, consideramos que la redacción de esta nor
ma no solo debió referirse a las demás funciones señaladas por la ley, sino también, a las
otras que le asigna la Constitución, por dos casos muy puntuales. El primero es el refe
rido al artículo 184 de la Carta Magna, que otorga al JNE la función de declarar la nuli
dad de un proceso electoral, de un referéndum o de otro tipo de consulta popular cuan
do los votos nulos o en blanco, sumados o separadamente, superan a los dos tercios del
número de votos emitidos; función que, afortunadamente ha sido recogida en el inciso
k) del artículo 5 de la Ley Orgánica del JNE. El segundo caso, es el previsto en el inci
so 6) del artículo 203 de la Constitución, que atribuye al Jurado la función de compro
bar las cinco mil firmas de los ciudadanos que interponen una acción de inconstitucio-
nalidad, facultad que no está contemplada en la Ley Orgánica de esta institución ni en la
Ley N° 26300, Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadanos porque efec
tivamente, este derecho no se encuentra comprendido dentro de los derechos políticos;
por lo que concluimos que la Constitución misma otorga al Jurado otras funciones, dis
tintas a las establecidas en su artículo 178 y en la Ley.
(107) El artículo 299 de la Constitución de 1979 prescribió que: “Están facultados para interponer acción de
inconstitucionalidad:
1. El Presidente de la República.
2. La Corte Suprema de Justicia.
3. El Fiscal de la Nación.
4. Sesenta diputados.
5. Veinte senadores y
6. Cincuenta mil ciudadanos con firmas comprobadas por el Jurado Nacional de Elecciones.
(108) Ley N° 26497, Orgánica del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil, artículo 7, inciso f).
derogada- Ley N° 26435 (Orgánica del Tribunal Constitucional), en cuyo artículo 30, in
ciso 3), trasladó esta responsabilidad de carácter técnico al Reniec, estableciendo que se
debe acompañar a la demanda de inconstitucionalidad: “la certificación en cada caso por
el Jefe del Reniec, en los formatos que proporcione el Tribunal, si los actores son cinco
mil ciudadanos del respectivo ámbito territorial”.
Por más que esta fórmula jurídica respondiera a un criterio técnico, contravenía el
propio mandato de la Constitución. La norma pudo prever salidas como la coordinación
entre los organismos electorales, porque el mandato constitucional no exige que el JNE
verifique directamente las firmas de los ciudadanos que piden ante el Tribunal Constitu
cional la declaratoria de inconstitucionalidad de una ley o norma con rango de ley que
vulnere la Constitución, sino que emita una declaración de certeza de que efectivamen
te son cinco mil o más los ciudadanos que debidamente identificados, solicitan dicho pe
titorio ante el Tribunal.
(109) Publicada en las Normas Legales del diario oficial El Peruano el 5 de noviembre de 2004. Los dos prime
ros considerandos de la norma, así como el artículo único de la parte resolutiva son fundamentales para
entender este procedimiento. Ambos considerandos de la resolución ad literem rezan: “Que, mediante
resolución de fecha 15 de julio de 2004 el Tribunal Constitucional concedió plazo de veinte días para que
los demandantes de la Acción de Inconstitucionalidad subsanen la omisión de la comprobación de firmas
de adherentes por parte del Jurado Nacional de Elecciones, conforme al inciso 5) del artículo 203 de la
Constitución Política del Perú; Que, el Jurado Nacional de Elecciones no realiza la tarea de verificación de
la autenticidad de firmas y documentos de identidad de ciudadanos, labor que, para el caso de los adherentes
a las solicitudes presentadas en el ejercicio de los derechos políticos previstos por la Constitución y las
leyes, desarrolla el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil, de acuerdo al literal o) del artículo
7 de su Ley Orgánica N° 26497, modificada por Ley N° 27706”. En el artículo único, el Jurado resuelve
“poner en conocimiento del Tribunal Constitucional y del ciudadano Luis Nicanor Maraví Arias, que el
Jurado Nacional de Elecciones hace suya la certificación otorgada por el Registro Nacional de Identificación
y Estado Civil en la Acción de Inconstitucionalidad promovida por dicho ciudadano, para los efectos del
numeral 5) del artículo 203 de la Constitución Política del Perú”.
por ciento de los ciudadanos del respectivo ámbito territorial, conforme al artículo 203
inciso 5) de la Constitución”.
Por otro lado, también existen omisiones en temas que son clave, como, por ejem
plo, el procedimiento de declaración de ilegalidad por conducta antidemocrática que se
sigue contra los partidos políticos cuyo accionar vulnere sistemáticamente los derechos
fundamentales de las personas o se valgan del terrorismo o del narcoterrorismo para
lograr sus objetivos políticos. En este procedimiento, se ha excluido al JNE. También
está pendiente un tema que es de fondo y está referido a la desvinculación del JNE en el
procedimiento de declaración de ilegalidad. Esto resulta ser un misterio por cuanto un
desarrollo coherente con el cuadro de repartos establecido en la Constitución nos con
firma que dicho organismo sí debería estar vinculado a este proceso, ya que de acuerdo
al inciso 3) del artículo 178 de la Constitución le corresponde velar por el cumplimien
to de las normas sobre partidos políticos y demás normas electorales. La cuestión pue
de aún ir más lejos, porque si consideramos que de acuerdo a dicha cláusula constitu
cional, la normativa sobre partidos políticos es materia electoral, concluiríamos que la
ley debió encomendar al JNE competencia para resolver las solicitudes de declaración
de ilegalidad de un partido político por conducta antidemocrática, por cuanto la propia
Constitución le encarga también la administración de justicia en materia electoral y lo
hace juez natural para ello(110)111
.
113
112
La iniciativa legislativa concreta, según afirma Pedro Planas0 n), se deriva de los su
jetos que tienen derecho a ella, generalmente por prescripción constitucional. El ar
tículo 107 de la Constitución Política, consagra el derecho a iniciativa legislativa y otorga
al titular del mismo, la capacidad de presentar proposiciones de ley ante el congreso012).
Según la mencionada norma, tienen derecho a iniciativa legislativa en todas las materias
susceptibles de ser reguladas por ley, el Presidente de la República, los congresistas y, los
ciudadanos en tanto cumplan con los requisitos previstos en la Ley N° 26300, Ley de los
Derechos de Participación y Control Ciudadanos013). La referida norma otorga el mismo
derecho a los otros poderes del Estado, las instituciones públicas autónomas, los municipios
(110) HURTADO CRUZ, Virgilio Isaac. “Declaración de ilegalidad de los partidos Políticos por conducta an
tidemocrática. Un comentario al artículo 14 de la Ley de Partidos Políticos”. En: Gaceta Constitucional.
Tomo 22, octubre 2009. Gaceta Jurídica, Lima, p. 405.
(111) PLANAS SILVA, Pedro. Derecho parlamentario. Ia edición. Forenses, Lima, 1997, pp. 331-332.
(112) Artículo 74 del Texto Único Ordenado del Reglamento del Congreso. Edición Oficial: setiembre de 2003.
(113) Artículos 11-16 de la Ley N° 26300, Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadanos.
y los colegios profesionales, pero solo en las materias que les son propias, quedando esta
facultad, restringida a su ámbito funcional.
Dentro de la estructura del Estado, el JNE es una institución pública autónoma, por
lo que en principio le corresponde el derecho a iniciativa legislativa en las materias que
les son propias, o vale decir, respecto de las atribuciones que le confiere la Constitución y
las contempladas en su propia ley orgánica. Sin embargo, el artículo 178 extiende el dere
cho a iniciativa legislativa a todo el ámbito electoral, por lo que el Jurado también puede
ejercerlo en materias que atañen el ámbito competencial de los demás órganos electorales.
(114) En la vigésima tercera sesión de la Comisión de Constitución y Reglamento del Congreso de la República
celebrada el 25 de marzo de 1997, se absolvió la consulta formulada por el Jefe de la Oficina Nacional
de Procesos Electorales mediante Oficio N° 617-96-J-ONPE. Se consulta si la ONPE como organismo
autónomo integrante del Sistema Electoral tiene derecho a iniciativa legislativa en materia electoral. En
sesión de fecha 19 de noviembre del 1996 se encargó al Dr. Enrique Chirinos Soto opinar sobre la materia.
(115) La opinión de Enrique Chirinos Soto se explicó en el siguiente silogismo:
1ro. Tienen derecho a iniciativa legislativa las instituciones públicas autónomas en las materias que les
son propias (art. 107 de la CP).
2do. La ONPE es una institución pública que actúa con autonomía (art. 177 de la CP).
3ro. El Jurado Nacional de Elecciones tiene iniciativa legislativa establecida expresamente en el artículo
178, pero no excluye a la ONPE del ejercicio de ese derecho.
Conclusión: La Oficina Nacional de Procesos Electorales tiene iniciativa legislativa en las materias que le
son propias sin interferir con las potestades del Jurado Nacional de Elecciones.
de la ONPE como sí lo hace expresamente con el JNE. En este sentido, el artículo 178 de
la Constitución es una norma especial, que excluye tanto a la ONPE como al Reniec, del
derecho a iniciativa legislativa previsto en el artículo 107, que era una norma general”.
(116) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. Ob. cit., p. 658. Anota el auto, sobre la iniciativa legislativa de los
demás órganos electorales: “Los dos últimos párrafos del artículo 178 abordan los temas de la iniciativa
legislativa y del Presupuesto del Sistema Electoral. Sobre la primera, resulta, evidentemente, una atribución
inherente al Jurado Nacional de Elecciones las propuestas que este haga en lo referido a materia electoral.
Ello es permitido por idéntica razón a la de los organismos autónomos: la especialidad en el tema y su
condición de autoridad, que en este aspecto sobresale sobre la ONPE y el Reniec”.
(117) Mediante Carta N° 397-2008/VAGB-CR, suscrita por el Congresista Víctor Andrés García Belaúnde, se
consulta a esta Comisión respecto a cuáles deben ser los parámetros y límites de la ONPE para ejercer la
facultad de iniciativa len la formación de las leyes, toda vez que el artículo 178 de la Constitución de la
Constitución establece expresamente que en materia electoral corresponde dicha facultad al JNE.
(118) En este orden de ideas, si bien el artículo 178 de la Constitución confiere al Jurado Nacional de Eleccio
nes, como una competencia exclusiva, la iniciativa en la formación de leyes en materia electoral, dicho
precepto, como es lógico, deja fuera del alcance, en esta especifica materia, a los otros dos órganos del
Sistema, lo que no significa que por la propia necesidad de perfeccionar y adecuar los actos del procedi
miento electoral, en aplicación de la cooperación y coordinación que en principio rige el accionar de los
organismos electorales, la Oficina Nacional de Procesos Electorales, así como el Reniec y Estado Civil
puedan canalizar sus iniciativas a través del JNE, por lo que desde esta perspectiva, podrían perfectamente
ejercer en materia electoral, iniciativa legislativa indirecta.
Se arribó a esa conclusión en la medida que una interpretación aislada del artículo 107
de la Constitución Política llevaría a sostener que los tres organismos constitucionales que
integran la estructura electoral del Estado, es decir, el JNE, la ONPE y el Reniec, tendrían
en principio, iniciativa en la formación de las leyes en las materias que le son propias.
En tal sentido, los tres organismos electorales podrían presentar iniciativas de ley en
aquellas atribuciones - funciones que de acuerdo al reparto constitucional, le han sido
asignadas a cada uno. Con ello, la mención a que se refiere el artículo 178 de la Consti
tución Política que establece que: “En materia electoral el Jurado Nacional de Eleccio
nes tiene derecho a iniciativa en la formación de las leyes” quedaría como una mención
declarativa e innecesaria por cuanto los 3 organismos podrían irrestrictamente ejercer la
iniciativa en la formación de las leyes en aplicación del segundo párrafo del artículo 107
de la Constitución.
Ello podría inclusive producir conflictos en sede legislativa en la medida que en ejer
cicio de la referida potestad, los organismos electorales presenten iniciativas legislativas
totalmente distintas y en algunos casos hasta contradictorias por defender perspectivas y
criterios distintas, cuando uno de los efectos de que exista una última instancia en mate
ria electoral es que se unifiquen los criterios electorales de la voluntad estatal, hecho que
ha quedado evidenciado en el Proyecto de Ley N° 2615/2008-ONPE, en virtud del cual la
ONPE, propone derogar la Ley N° 28582, siendo que el efecto jurídico de esta propuesta
es la derogatoria del inciso x) del artículo 5 de la Ley Orgánica del JNE(119). Es decir, un
organismo constitucionalmente autónomo propone la derogatoria de un artículo de la Ley
Orgánica de otro(120). Este episodio dejó en manifiesto el extremo de las tensiones entre
ambos organismos electorales. De ahí que la Comisión, en aras de salvaguardar la coor
dinación que debe existir en una estructura estatal sistémica como la electoral. Así, en el
mencionado informe aprobado por la Comisión se señala que si bien el JNE tiene una fa
cultad de iniciativa legislativa que es exclusiva, no debe entenderse que es excluyente por
la propia naturaleza de la estructura sistémica del Estado en materia eléctoral, y por cuan
to la macroperspectiva del JNE sobre la materia electoral en ejercicio de sus funciones
de administrar justicia y fiscalización electorales se alimenta de los actos administrativos
electorales primarios a cargo de la ONPE, el Reniec, los organismos electorales tempo
rales y el Registro de Organizaciones Políticas. De manera que el reconocimiento de ini
ciativa legislativa indirecta, en aplicación del principio de concordancia práctica coadyu
va a integrar la estructura electoral sistémica del Estado (Cap. XIII - Título IV de la CP).
(119) Con ello inclusive habría hasta un abusivo ejercicio de dicha facultad en la medida que la iniciativa de
ley otorgada a los organismos constitucionalmente autónomos es en cuanto a las materias que les son
propias, es decir en cuanto a las atribuciones otorgadas por la Constitución y las leyes, principalmente su
ley orgánica, más no en las competencias y atribuciones de otros organismos.
(120) En virtud de la Ley N° 28582, se modifica el inciso x) del artículo 5 de la Ley N° 26486, Orgánica del
Jurado Nacional de Elecciones a efecto que su función de educación cívica electoral sea ejercida de manera
permanente. Por la derogatoria de dicha ley no recobra vigencia la norma modificada.
Por otro lado en el informe señala que “no obstante que el legislador no ha estable
cido expresamente ni implícitamente la facultad de presentar iniciativas legislativas a la
Oficina Nacional de Procesos Electorales ni al Registro Nacional de Identificación y Es
tado Civil, porque no está prevista en sus leyes orgánicas ni en el Reglamento del Con
greso, respetando la fuerza normativa de la Constitución Política y la supremacía de esta
norma sobre las normas precitadas(121), es que es fundamental reconocer la participación
de estos organismos en el proceso de construcción del ordenamiento jurídico nacional,
a través de mecanismos que sean compatibles, a su vez, con la estructura sistémica a la
cual pertenecen, así como a la titularidad y ejercicio directo del Jurado Nacional de Elec
ciones sobre la referida facultad en materia electoral, que están expresamente consagra
dos en la Constitución”.
Así es que los tres organismos integrantes del “Sistema Electoral” suscribieron de ma
nera conjunta los Proyectos de Ley N° 03060-2013-JNE y 02274-2013-JNE que propuso la
Ley de Organizaciones Políticas y la Nueva Ley de los Derechos de Participación y Con
trol Ciudadanos(122). Asimismo, el JNE en ejercicio de su facultad de iniciativa legislativa
presentó, entre otros, el Proyecto de Ley N° 01313-2016-JNE ingresado al parlamento el
26 de abril de 2017 en virtud del cual proponen la aprobación de un Código Electoral, es
decir de una ley orgánica en virtud de la cual se regulan todas las instituciones del Dere
cho Electoral Peruano en su conjunto de manera armónica y sistemática.
(121) La supremacía constitucional es uno de los dogmas más paradigmáticos del Estado Constitucional de
Derecho. Conforme a este principio, la Constitución, obra del Poder Constituyente, se constituye en un
límite infranqueable a la actuación de los poderes y órganos constitucionales diseñados y consagrados en
fórmulas normativas positivizadas en el texto fundamental.
(122) Véase Proyecto de Ley N° 01313-2016-JNE, Código Electoral, foja. 156, ítem 1.2 referido a los proyectos
conjuntos del sistema electoral, en: https://leyes.congreso.gob.pe.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(J| Las atribuciones del JNE en el proceso electoral se delimitan según las diferentes etapas
perentorias y preelusivas de este, para preservar la voluntad del pueblo en las urnas y
garantizar la seguridad jurídica: STC Exp. N° 05448-2011-PA/TC (f. j. 21).
(J| Según el principio de corrección funcional, el JNE está impedido de desconocer las decisio
nes vinculantes que otros órganos constitucionales expidan en el ejercicio de sus funciones:
STC Exp. N° 05854-2005-PA/TC (f. j. 19).
(J| Más allá de la denominación que adopte un recurso, cada vez que el JNE resuelve un
conflicto íntersubjetivo de intereses en materia electoral, actúa ejerciendo funciones juris
diccionales: STC Exp. N° 00002-2011-PCC/TC (f.j. 31).
(J| Las funciones administrativas del JNE son indirectas o supervisores (controla actos de los
órganos administrativos que realizan funciones directas o ejecutivas), que se extienden al
funcionamiento del sistema electoral en su conjunto, para coadyuvar a su unidad y a la ac
ción coordinada de sus órganos conformantes: STC Exp. N° 00002-2011-PCC/TC (f. j. 33).
(J| El sistema electoral tiene por finalidad constitucional asegurar que las votaciones traduzcan
la expresión auténtica, libre y espontánea de los ciudadanos y que los escrutinios sean reflejo
exacto y oportuno de la voluntad del elector expresada en las urnas por votación directa:
STC Exp. N° 0002-2011-PCC/TC (f. j. 25).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 20, 144, 155, 176 al 178, 180, 181 y 9a D.F.T.; L.O.J.N.E.: arts. 9 y ss.;
R. 001-2016-JNE
I. Introducción
La regulación constitucional de la designación de los magistrados del Jurado Nacio
nal de Elecciones (en adelante, JNE) constituye una garantía para su independencia insti
tucional, así como para asegurar la idoneidad de sus integrantes.
No obstante, es posible efectuar una breve reseña histórica que ponga en evidencia la
estrecha relación entre el mecanismo de designación de sus miembros y la posibilidad de
afectar su independencia y autonomía. En tal sentido, son tres las etapas marcadas por la
forma en que se encontraba estructurada la justicia electoral en nuestro país: la etapa de
los Colegios Electorales (1822-1896), la de la Junta Nacional Electoral (1896-1931) y la
del Jurado Nacional de Elecciones (1931 a la fecha).
(1) Al respecto puede consultarse: ALJOVÍN DE LOSADA, Cristóbal y LÓPEZ, Sinesio (editores). Historia
de las elecciones en el Perú. Estudios sobre el gobierno representativo. Instituto de Estudios Peruanos.
Lima, 2005.
(2) AGUILAR GIL, Roisida. Las elecciones de hace un siglo: la Junta Electoral Nacional de 1896-1912.
Oficina Nacional de Procesos Electorales. Serie Documentos de Trabajo N° 4. Lima, 2002. Disponible en
la Internet en: http://www.web.onpe.gob.pe/modEscaparate/downloads/L-0020.pdf
(3) BO YER CARRERA, Janeyri. “El contencioso electoral en el Perú: ¿un asunto de Derecho Administrativo?”
En: La Administración Electoral en el Perú. Funciones, competencias y organismos electorales. Oficina
constituyente de 1822, fue una comisión nombrada por San Martín la que efectuó el exa
men de los poderes de los constituyentes; otro ejemplo de injerencia política en las elec
ciones lo fue el promovido por la ley electoral aplicable a las elecciones congresales de
1825, que sometía la verificación de poderes al Consejo de Gobierno.
En síntesis, puede apreciarse una evolución positiva a nivel normativo y fáctico de los
mecanismos de designación de los miembros del JNE, modelo que es seguido por la ac
tual Constitución y cuyas particularidades hemos de examinar en los siguientes apartados.
(8) Artículo 287 de la Constitución de 1979.- “El Jurado Nacional de Elecciones, con sede en la Capital de la
República, está constituido por siete miembros:
1. Uno elegido por la Corte Suprema de Justicia entre sus magistrados jubilados o suplentes quien preside
el Jurado, art.287
2. Uno elegido por la Federación Nacional de Colegios de Abogados del Perú.
3. Uno elegido por el Colegio de Abogados de Lima.
4. Uno elegido por los Decanos de las Facultades de Derecho de las universidades nacionales y
5. Tres elegidos por sorteo entre los ciudadanos propuestos por los Jurados Regionales de Norte, Centro
y Sur de la República, de acuerdo a ley.
6. Al tiempo de designarse los miembros titulares se procede a nominar a los suplentes de cada uno de
ellos.”.
(9) Pueden contarse, entre ellas, “la presión ejercida por el presidente Benavides, quien pudo consumar así
los fraudes electorales de 1936 y 1939 (...) y algo análogo podría decirse del Presidente Odría en los años
1950 y 1956”, sin desconocer también el fraude electoral perpetrado por Alberto Fujimori en las eleccio
nes del año 2000. Al respecto, véase: FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. “Los órganos electorales en
el ordenamiento constitucional peruano”. En: La Constitución de 1993. Análisis y comentarios II. Serie:
Lecturas sobre Temas Constitucionales 11. Comisión Andina de Juristas y Konrad Adeauer Stiffung. Lima,
1995, p. 211.
(10) El cuadro ha sido tomado de JARAMILLO, Juan. “Los órganos electorales supremos”. En: Tratado de
Derecho Electoral comparado (América Latina). Fondo de Cultura Económica, México. 2007, p. 411 y
412, con las debidas adaptaciones en el caso peruano y chileno.
Ubicación
¿Regulación Núm. de
País Organismo dentro del Entidad nominadora
constitucional? miembros
Estado
Órgano
Panamá Tribunal Electoral Yes 3 Tres ramas del poder público
Autónomo
Existe una gran tendencia a que sean los poderes políticos (Gobierno, Parlamento, Po
der Judicial) los entes encargados de designar a dichos miembros. El Perú, sin embargo,
destaca por ser la excepción, ya que, de todos los poderes públicos, solo el Poder Judicial
está encargado de elegir a un miembro del JNE, mientras que el resto es elegido por ins
tituciones de la sociedad civil. Por tanto, en el caso peruano el legislador ha optado por
despolitizar la selección de los miembros del organismo electoral, medida que favorece a
su autonomía e imparcialidad.
Cabe señalar, sin embargo, que la imparcialidad del organismo electoral no puede ser
alcanzada exclusivamente a través de su regulación. Es preciso tomar en cuenta, como se
ñala Sagüés, que ciertos factores sociales (plasmados en costumbres constitucionales, tra
diciones políticas, regímenes de consultas y consejos, presiones de cuerpos profesionales,
etc.) han atemperado las competencias discrecionales de legislaturas, jefes de estado o ga
binete, en el nombramiento de magistrados00.
Resta, por tanto, efectuar un análisis de carácter normativo a la regulación que la Cons
titución de 1993 establece con relación a la composición del JNE, tema que abordaremos
en los apartados siguientes.
1. Independencia y autonomía
Dotar de independencia y autonomía a la labor ejercida por los miembros del JNE ha
sido, a la luz de las malas experiencias históricas, el criterio que ha motivado los sucesi
vos cambios normativos en la forma de regular los mecanismos de elección de esta clase
de funcionarios. A partir de su creación en 1931, el JNE posee, por consiguiente, una com
posición proveniente únicamente de dos ámbitos: el fuero jurisdiccional (Poder Judicial
y Ministerio Público) y la sociedad civil (colegio de abogados y universidades públicas y
privadas). La Constitución de 1993 se inserta en esa tradición, la cual nos parece acerta
da, no sólo porque ella ha sido configurada a partir de nuestro propio contexto histórico
y político, sino también por el hecho de que difícilmente la injerencia de los otros pode
res del Estado podrá infiltrarse en entidades que por naturaleza resultan autónomas (mi
nisterio Público, Poder Judicial, universidades públicas y privadas) y que, presuntamente,
(11) SAGÜÉS, Néstor Pedro. Reformajudicial: los sistemas de designación de magistrados y la escuelajudicial
en el derecho. Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires, 1978, p. 27.
reflejan la participación de una ciudadanía crítica e informada respecto del ejercicio del
poder (colegio de abogados y universidades).
Estatuto
Ámbito del que Constitución Constitución
Origen del Miembro Electoral
proviene la elección de 1979 de 1993
de 1931
Poder Judicial 1 1 1
Jurisdiccional
Ministerio público - - 1
Universidades Públicas 4 1 1
Universidades Privadas - - 1
Colegio de Abogados de
- 1 1
Lima
Sociedad Civil
Colegio de Abogados a
- 1 -
Nivel nacional
Total de miembros 9 7 5
¿Qué criterios han justificado estos cambios a lo largo del tiempo? Ya hemos mencio
nado que uno de ellos, acaso el principal, es la búsqueda de independencia y autonomía
del organismo electoral, razón por el cual se incrementó el número de organizaciones de
la sociedad civil encargadas de seleccionar a los miembros del colegiado. Pero además de
este criterio, parece que el legislador ha buscado garantizar la especialización técnica de
los miembros del JNE. Esta sería la única razón que explicaría por qué se suprimió la de
signación de miembros elegidos directamente de entre la ciudadanía.
Por otro lado, es necesario tomar en cuenta que la naturaleza de los organismos en
cargados de la designación no es el único criterio para garantizar la autonomía e indepen
dencia de los magistrados del JNE. Se suman otros elementos tales como la coincidencia
o no de los periodos de ejercicio con los del Ejecutivo o el Legislativo (impedimentos), la
existencia o ausencia de restricciones referentes a la actividad política de los candidatos a
integrar el organismo electoral (incompatibilidades) y el establecimiento de los organis
mos en los cuales reside la facultad de remover a los integrantes de estos organismos(12).
Estos elementos han sido relegados al ámbito de la ley.
De igual manera, debe tomarse en cuenta que los artículos 13 y 14 de Ley Orgánica
del JNE otorgan a los miembros del JNE las mismas prerrogativas que los vocales de la
Corte Suprema de Justicia, lo que contribuye a garantizar su autonomía. Por otro lado, el
artículo 21 de dicha norma prescribe la renovación de los miembros del Pleno cada dos
años y el artículo 17 establece un período de mandato de 4 años, abierto a la reelección
únicamente por un periodo adicional. Estos dispositivos contribuyen, a nuestro juicio, a
reducir las posibilidades de influencia sobre los miembros del JNE. Finalmente, la remo
ción de magistrados, presente en la regulación de otros países, no ha sido contemplada.
En ese sentido, cabe señalar que sobre los magistrados del JNE solo existen responsabili
dades penales o administrativas, mas sería necesario tomar en cuenta su responsabilidad
política, pudiendo ser incluidos entre los funcionarios pasibles de ser sometidos a un pro
ceso de acusación constitucional (Art. 99 de la Constitución).
Sin embargo, nada impide, al mismo tiempo que es deseable, que otros criterios pue
dan ser añadidos para asegurar la idoneidad de la magistratura electoral. De acuerdo a la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, los procesos de selec
ción y nombramiento deben garantizar estándares mínimos para asegurar la independencia
de la magistratura, entre los cuales se mencionan la igualdad de condiciones y la no discri
minación de los aspirantes a magistrados; la selección en base al mérito y las capacidades;
3. Número de miembros
Según los antecedentes legislativos antes señalados, se puede constatar que el nú
mero de miembros del JNE ha decrecido de 9 a 7 (Const. de 1979) y de 7 a 5 magistra
dos (Const. de 1993). Si partimos de la hipótesis de que el número de jueces que compo
nen un tribunal depende de la carga de sus labores, se podría justificar el nuevo número,
ya que la Constitución redujo las funciones del JNE al establecer un sistema tripartito de
organismos electorales en el que la ONPE se encuentra a cargo de la organización y eje
cución de los procesos electorales. No obstante, la función que cumple el JNE en épocas
electorales resulta ser bastante compleja, más aún si se toma en cuenta que los procedi
mientos en materia electoral van consolidándose cada vez más(15)16y que la población elec
toral, así como su conocimiento del proceso, crece con mayor celeridad.
Algo que también llama nuestra atención con relación al número de integrantes es la
omisión de la norma constitucional en establecer la designación de suplentes. Si bien el ar
tículo 11 de la LO JNE señala que cada una de las instituciones mencionadas en el artículo
4. Forma de votación
La elección de cada uno de los miembros del JNE supone una votación secreta. Tal es
el requisito mínimo que la Constitución ha establecido. El artículo 10 de la LOJNE com
plementa esta disposición al señalar que los miembros del Pleno del JNE serán elegidos
mediante voto secreto, pero también directo, universal y por mayoría simple.
Una última cuestión atañe a la forma de votación, si bien ello no necesariamente tiene
que ver con la regulación constitucional. Se trata de saber cuál es el procedimiento a se
guir en caso se presenten irregularidades en el procedimiento de elección a cargo de cada
una de las entidades contempladas en el artículo bajo comentario. ¿Cuál sería el meca
nismo de impugnación y a qué entidad correspondería pronunciarse? Creemos que dicha
competencia bien podría recaer en el propio JNE, en tanto que ejerce funciones de fisca
lización en materia de elecciones (aunque ello debería regularse), si bien existen ya me
canismos como el amparo electoral que ayudan a salvaguardar el derecho de los aspiran
tes a magistrados-miembros.
VI. Conclusiones
Considerando todo lo expuesto, es posible arribar a las siguientes conclusiones:
BIBLIOGRAFÍA
AGUILAR GIL, Roisida. Las elecciones de hace un siglo: la Junta Electoral Nacional de 1896-
1912. Oficina Nacional de Procesos Electorales. Serie Documentos de Trabajo N° 4. Lima, 2002;
ALJOVÍN DE LOSADA, Cristóbal y LÓPEZ, Sinesio (editores). Historia de las elecciones en el
Perú. Estudios sobre el gobierno representativo. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 2005; BOYER
CARRERA, Janeyri. “El contencioso electoral en el Perú: ¿un asunto de Derecho Administrativo?”
En: La Administración Electoral en el Perú. Funciones, competencias y organismos electorales.
Oficina Nacional de Procesos Electorales. Lima, 2004; COMISIÓN INTERAMERICANA DE
DERECHOS HUMANOS. Garantías para la independencia de las y los operadores de justicia.
Hacia elfortalecimiento del acceso a lajusticia y el estado de derecho en las américas. CIDH, 2013;
FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. “Los órganos electorales en el ordenamiento constitucional
peruano”. En: La Constitución de 1993. Análisis y comentarios II. Serie: Lecturas sobre Temas Cons
titucionales 11. Comisión Andina de Juristas y Konrad Adeauer Stiffung. Lima, 1995; JARAMILLO,
Juan. “Los órganos electorales supremos”. En: Tratado de Derecho Electoral comparado (América
Latina). Fondo de Cultura Económica, México. 2007; OEA. Observando sistemas dejusticia electoral:
un manual para las misiones de observación electoral de la OEA. Washington, 2019; SAGUES,
Néstor Pedro. Reforma judicial: los sistemas de designación de magistrados y la escuelajudicial en
el derecho. Astrea de Alfredo y Ricardo Depalma, Buenos Aires, 1978;
Artículo 180 Miembros del Pleno del Jurado Nacional de
Elecciones
Los integrantes del Pleno del Jurado Nacional de Elecciones
no pueden ser menores de cuarenta y cinco años ni mayores de
setenta. Son elegidos por un periodo de cuatro años. Pueden ser
reelegidos. La ley establece la forma de renovación alternada
cada dos años.
El cargo es remunerado y de tiempo completo. Es incompatible
con cualquiera otra función pública, excepto la docencia a
tiempo parcial.
No pueden ser miembros del Pleno del Jurado los candidatos a
cargos de elección popular, ni los ciudadanos que desempeñan
cargos directivos con carácter nacional en las organizaciones
políticas, o que los han desempeñado en los cuatro años ante
riores a su postulación.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 40, 91 inc. 2), 92, 96, 99, 146; C.C.: arts. 1366, 1368; C.P.; arts. 385, 395,
401; L.O.J.N.E.: arts. 10 al 12; R. 662-2011-JNE; R. 001-2016-JNE; C.A.D.H.: art.
23.1.a; D.U.D.H.: art. 21.1; P.I.D.C.P.: art. 25.a
Asimismo, el artículo 180 de la Carta Magna establece que estos magistrados pueden
ser reelegidos, pero no establece de qué tipo de reelección se trata, es decir, si de inmedia
ta o mediata. Por práctica constitucional en tanto la norma no establezca esta distinción
técnica, se entiende que también comprende a la reelección inmediata, la cual se aplica en
un periodo de ejercicio consecutivo al que acaba de concluir. El Constituyente de 1993, al
(1) CUBAS VILLANUEVA, Víctor. Constitución, proceso y poder político, Palestra, Lima, 2000, p. 76. El
autor nos demuestra cómo el problema de origen puede influir en el ejercicio de la función. Explicando el
caso del Tribunal de Garantías Constitucionales el autor advierte el problema en el nombramiento de los
magistrados de este órgano que finalmente incidían en su independencia funcional: “la designación de los
nueve magistrados del Tribunal de Garantías Constitucionales, tres por el Poder Legislativo, tres por el
Poder Ejecutivo y tres por el Poder Judicial, generó una dependencia de origen de la cual muchos de los
magistrados no se llegaron a desligar, lo que determinó una tímida actuación en el ejercicio de sus funciones.
(2) En la redacción original, la norma hacía referencia a las elecciones parciales. El Decreto Ley N° 22652,
modificó el artículo 14 del posteriormente derogado Decreto Ley N° 14250, para hacer referencia a las
elecciones complementarias.
(3) Con la expedición del Texto Único Integrado del Decreto Ley N° 14250, aprobado por la Ley N° 26337,
Ley Orgánica Electoral, se consagra la permanencia de los miembros del Pleno. Así, el artículo 14 de esta
norma estableció:
“Los integrantes del Pleno del Jurado Nacional de Elecciones son elegidos por un periodo de cuatro años.
Pueden ser reelegidos.
El cargo es remunerado y de tiempo completo. Es incompatible con cualquiera otra función pública, excepto
la docencia a tiempo parcial.
Los miembros del Jurado Nacional de Elecciones gozarán de los mismos honores, preemiñencias y remu
neraciones de los vocales de la Corte Suprema de Justicia.
Son aplicables a los miembros del Jurado Nacional de Elecciones las disposiciones del artículo 99 de la
Constitución Política”.
elaborar la Ley N° 26486, Orgánica del JNE optó de manera expresa por la reelección in
mediata, como se aprecia en el artículo 17 de la misma. Pero, a su vez, la norma evita la re
elección inmediata, consecutiva e indefinida, a fin de que no se produzca el continuismo
que sería muy nocivo para el funcionamiento democrático de este colegiado(4). Para ello,
luego de la reelección, deberá transcurrir un periodo de 4 años para que el exmagistrado
vuelva a postular y ser elegido.
También precisa este artículo que la ley establece la forma de renovación alternada
cada dos años, precepto que es recogido literalmente por el artículo 21 de la Ley Orgáni
ca del JNE. Sobre este tema, hay que hacer un distingo entre reelección y renovación. En
tanto la primera es una institución que tiene carácter in personae por aplicarse estricta
mente al magistrado como persona para posibilitar su continuidad en el cargo, la segunda
designa la frecuencia del sistema de elección y cambio de magistrados, pero a nivel del
todo, o vale decir, del órgano colegiado o pleno, debiendo ser alternada cada dos años.
Esto quiere decir que el proceso para la renovación de los miembros del pleno no pue
de ser de manera simultánea para todos los magistrados, sino que por intervalos de tiem
po teniendo que distar, por ejemplo, dos años uno del otro, lo que hace menos probable
que las mismas personas se mantengan en el ejercicio del cargo simultánea e indefinida
mente, hecho que de producirse resultaría contrario a toda alternancia y por ende al orden
democrático(5). Sobre este tema, la novena disposición final y transitoria de la Constitu
ción de 1993 establece que “la renovación de los miembros del Jurado Nacional de Elec
ciones, instalado conforme a esta Constitución, se inicia con los elegidos por el Colegio
de Abogados de Lima y por las facultades de Derecho de las universidades públicas”, lo
que, en opinión de Enrique Bemales Ballesteros(6) implica una “contradicción con el artí
culo 180, pues para viabilizar la renovación parcial recorta, efectivamente, el mandato de
los elegidos por el Colegio de Abogados de Lima y por las facultades de Derecho de las
universidades públicas(7)”.
(4) El artículo 17 de la Ley N° 26486, Orgánica del Jurado Nacional de Elecciones, establece lo siguiente:
“Los miembros del Pleno del Jurado Nacional de Elecciones son elegidos por un período de cuatro (4)
años, pudiendo ser reelegidos, de inmediato, para un período adicional. Transcurrido otro período, pueden
volver a ser elegidos miembros del Pleno, sujetos a las mismas condiciones.
Vencido el período de cuatro (4) años sin que las instituciones involucradas hayan elegido a un reemplazante,
asume el cargo de miembro del Pleno del Jurado Nacional de Elecciones el primer miembro suplente y en
defecto de este el segundo miembro suplente, elegidos de conformidad con el artículo 11 de la presente ley.
El mandato de los miembros suplentes se extiende hasta que tomen posesión los miembros titulares elegidos
por las instituciones correspondientes, sin perjuicio de las responsabilidades de ley”.
(5) HURTADO CRUZ, Virgilio Isaac. Teoría de la alternancia y su aplicación en el sistema democrático
peruano. Tesis para optar el título de abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, p. 99.
(6) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. Instituto Consti
tución y Sociedad, 5a edición, Lima, 1999, pp. 765-766.
(7) Sobre el tema, la disposición complementaria única de la Ley N° 26486, Orgánica del Jurado Nacional de
Elecciones, establece el siguiente procedimiento: “La renovación alternada de los miembros del Jurado
Nacional de Elecciones a que se refiere el artículo 21 de la presente ley y la novena disposición final de la
Constitución Política del Perú se iniciará a los dos (2) a los de transcurrida la instalación formal del actual
Pleno del Jurado Nacional de Elecciones.
Para efectos de lo dispuesto en el párrafo anterior, la renovación se iniciará con los miembros elegidos por el
Colegio de Abogados de Lima y por las Facultades de Derecho de las universidades públicas. Transcurridos
En el segundo párrafo, el artículo 180 de la Constitución hace referencia al cargo de
miembro del Pleno del JNE en dos enunciados. El primero que está referido a las carac
terísticas del cargo, en tanto que el segundo, indica las personas que no pueden ejercer el
cargo. En el primer enunciado, la norma establece que este cargo es remunerado y de tiem
po completo. Las formas de ejercicio de la función pública pueden ser a tiempo completo
o parcial. El artículo 14 de la Ley Orgánica de esta entidad, desarrolla el referido precepto
indicando que corresponde a estos magistrados una remuneración equivalente al de uno de
la Corte Suprema de Justicia. Además precisa que el cargo es de dedicación exclusiva, vale
decir que quien ejerce la función de miembro del Pleno con todo lo que importa y brin
da, solo puede estar al servicio de la institución, con la salvedad de la docencia. En sí, el
artículo 180 precisa que el cargo de Miembro del JNE es incompatible con cualquier otra
función pública, excepto la docencia. En este sentido, los magistrados del JNE pueden
ejercer la docencia, en tanto ello no afecte el cumplimiento de sus funciones dentro de su
régimen laboral.
Con ello reafirma el principio general referido a toda función pública previsto en el ar
tículo 40 de la Constitución que establece que “ningún funcionario o servidor público pue
de desempeñar más de un empleo o cargo público remunerado, con excepción de uno más
por función docente. De esta manera, los magistrados del JNE pueden paralelamente tras
mitir sus conocimientos y experiencia en materia electoral o de sus respectivas especiali
dades en la cátedra universitaria en universidades públicas. La regla, conforme al artículo
38 de la Ley N° 30057, Ley del Servicio Civil* (8), es que ningún empleado público puede
percibir del Estado más de una remuneración, retribución, emolumento o cualquier tipo de
ingreso, siendo de igual modo incompatible la percepción simultánea de remuneración y
pensión por servicios prestados al Estado. Sin embargo, esta norma recoge en su segundo
párrafo la excepción de la función docente y la percepción de dietas por participación en
uno de los directorios de entidades o empresas públicas, supuesto último que no alcanza
a los magistrados del JNE porque la Constitución solo permite la excepción de docencia.
En el segundo enunciado, la norma constitucional, precisa que “no pueden ser miem
bros del Pleno del Jurado los candidatos a cargos de elección popular”. Los cargos de
elección popular en el Perú son aquellos designados por sufragio directo. En este senti
do, la norma hace clara alusión a los candidatos a Presidente, Vicepresidentes y congre
sistas de la República, cuya titularidad se define en los Procesos de Elecciones Genera
les. También hace tácita referencia a los candidatos a Presidente y consejeros regionales;
a alcalde y regidores en el ámbito provincial y local, cuya titularidad se determina en los
procesos de elecciones regionales y municipales. Es indudable que la norma alcanza tam
bién a quienes hayan sido candidatos a representantes al Parlamento Andino, al momen
to en que se determine a los titulares de dicha función mediante un proceso de elección
dos (2) años de la primera renovación, se procederá a una segunda con los miembros nombrados por la Corte
Suprema, Junta de Fiscales Supremos y Junta de Decanos de las Facultades de Derecho de las universidades
privadas. Las posteriores renovaciones alternadas se sujetarán al mismo orden señalado precedentemente”
(8) Publicada en el diario oficial El Peruano el 4 de julio de 2013.
popular. Los candidatos a jueces de paz, que de acuerdo con lo establecido en el artícu
lo 152 de la Constitución Política, al provenir de elección popular tienen similar proce
dencia y están comprendidos dentro del supuesto de la norma. Los candidatos a jueces de
primera instancia podrían ser comprendidos en este supuesto, en tanto la ley de desarro
llo de desarrollo constitucional del citado precepto los incluya como cargos provenien
tes de elección popular^.
Complementariamente, la norma prevé que tampoco pueden ser miembros del Ple
no los ciudadanos que desempeñan cargos directivos con carácter nacional en las or
ganizaciones políticas, o que los han desempeñado en los cuatro años anteriores a su
postulación. Es evidente que este supuesto no salva el vacío del enunciado anterior por
que no todos los candidatos a cargos de elección popular son dirigentes nacionales, sino
también son dirigentes regionales, provinciales y locales, que al no estar comprendidos
en la norma, bien pueden acceder a esta función pública. Del mismo modo, el precepto
no objeta la militancia o afiliación, concepto de singular importancia si se quiere que los
miembros del JNE tengan un rol totalmente imparcial.
(9) El artículo 152 de la Constitución prescribe lo siguiente: “Los jueces de paz provienen de elección popular.
Dicha elección, sus requisitos, el desempeño jurisdiccional, la capacitación y la duración en sus cargos
son normados por ley. La ley puede establecer la elección de los jueces de primera instancia y determinar
los mecanismos pertinentes”.
funcional transparente e imparcial de los miembros del Pleno del Jurado, para lograr el fin
de la organización electoral, el cual es traducir fielmente la voluntad popular”.
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17), 31,118 inc. 10), 142,178 inc. 4), 185,187; L.O.E.: arts. 26 al 28,
34 al 36; L.O.J.N.E.: art. 9; Ley 26533: arts. 1,2,4; R. 001-2016-JNE; R. 335-2020-
JNE; C.A.D.H.: art. 25; D.U.D.H.: art. 8; P.I.D.C.P.: art 2.3
I. Introducción
El reconocimiento de la fuerza normativa y supremacía de la Constitución no debe
ría suponer el desconocimiento de sus orígenes. Es decir, no podemos desconocer que la
Constitución es fruto de un consenso mínimo entre los diversos sectores de la sociedad y
que, por lo tanto, puede encontrarse expuestas a contradicciones -reales o aparentes- en
tre sus distintas disposiciones o enunciados normativos.
Ello es lo que se evidencia, entre otros, con el artículo 181 de la Constitución Política
del Perú. Mientras que el artículo en cuestión establece que las resoluciones que emite el
Pleno del Jurado Nacional de Elecciones en materia electoral no son revisables, no proce
diendo contra ellas recurso alguno. El artículo 200, numeral 2, nos informa que el proceso
de amparo procede contra un hecho u omisión por parte de cualquier autoridad, funciona
rio o persona, que vulnera o amenaza los demás derechos reconocidos por la Constitución.
Si el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones es un órgano al interior del citado orga
nismo que ejerce una competencia constitucional y legalmente prevista y que, por lo tanto,
ejerce un cargo de autoridad, esto es, representa el ius imperium del Estado, resulta razona
ble sostener que sus decisiones son pasibles de resultar lesivas de derechos fundamentales.
Salvo que se entienda que las resoluciones en materia electoral que adopta el Pleno
del Jurado Nacional de Elecciones en ningún supuesto resultarán lesivas de derechos fun
damentales, lo cierto es que este conflicto entre ambos enunciados normativos -los artí
culos 181 y 200, numeral 2, de la Constitución- resultaría evidente.
Sin embargo, cabría preguntamos: ¿nos encontramos ante un conflicto real o solo
aparente?
II. La negación del conflicto a partir de los métodos de interpreta
ción clásicos o legales
Adviértase que el artículo 181 hace referencia a que contra las resoluciones que
adopta el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones en materia electoral, no procede re
curso alguno. Pues bien, una interpretación semántica, literal del enunciado normati
vo bajo comentario, si bien no resulta propia o, en todo caso, suficiente para interpretar
adecuadamente la Constitución, nos permitiría arribar a la conclusión de que, en estric
to, no existe ningún conflicto real con lo dispuesto en el artículo 200, numeral 2, de la
Constitución.
¿Por qué? Porque el amparo, atendiendo a cómo ha sido regulado en nuestro país, no
es recurso, sino más bien un proceso. A diferencia de un recurso, que es un medio impug-
natorio que se encuentra subordinado a la existencia previa de un proceso -no podría en
tenderse un recurso fuera de un proceso o desligado del mismo- el proceso es autónomo.
Asimismo, mientras el recurso se reduce, en estricto, a un “acto procesal”, el proceso -ju
risdiccional, para ser más precisos- es un cúmulo de actos y procedimientos que tendrán
por finalidad arribar a una decisión que ponga fin a la controversia jurídica y que, con
tra esta, no proceda un “recurso” posterior ante el superior jerárquico ni cuestionar dicha
decisión a través de un nuevo proceso, siendo que la discusión en tomo a esto último gi
rará sobre si por “nuevo proceso” se debe entender al tipo de proceso o a cualquier pro
ceso jurisdiccional, es decir, el debate sobre la cosa juzgada “ordinaria” y la cosa juzga
da “constitucional”.
Esto último tiene como correlato la reafirmación de la autonomía del Jurado Nacio
nal de Elecciones, puesto que, al convertirse en órgano de cierre del sistema, no solo se
ubica en la cúspide del sistema electoral, sino que ningún otro organismo, a pesar de que
comparta su misma posición constitucional (sea que se trate de un poder del Estado, un
nivel de gobierno u otro organismo constitucional), tampoco podrá revisar ni pronunciar
se sobre la materia electoral.
¿Cómo compatibilizar esta división tripartita del sistema electoral con el hecho de que
el Poder Constituyente le haya atribuido al Jurado Nacional de Elecciones, específicamen
te al Pleno del citado organismo, la condición de organismo de cierre del referido siste
ma electoral? Adviértase que tanto el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil
como la Oficina Nacional de Procesos Electorales son organismos constitucionales autó
nomos como el Jurado Nacional de Elecciones.
A ello habría que agregar que, a nivel legal, específicamente el artículo 34 de la Ley
N° 26859, Ley Orgánica de Elecciones, se indica lo siguiente:
Ahora bien, el Tribunal Constitucional ha señalado que el Pleno del Jurado Nacional
de Elecciones es un organismo que ejerce funciones fundamentalmente jurisdiccionales
y que ello es lo que ocurre con los “recursos” que se interponen contra las decisiones que
adoptan la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) y el Registro Nacional de
Identificación y Estado Civil (Reniec). A criterio del Tribunal Constitucional, más allá de
que la ley haga referencia a “recursos”, en realidad se trataría de “acciones”, siendo que,
mientras que la ONPE y el Reniec, en el marco de un procedimiento, ejercen función ad
ministrativa, el JNE, cuando resuelve un “recurso” contra las decisiones de los primeros,
ejerce función jurisdiccional.
“9. Con relación al contenido del derecho a la pluralidad de la instancia, este Cole
giado tiene establecido que se trata de un derecho fundamental que tiene por objeto
garantizar que las personas, naturales o jurídicas, que participen en un proceso judicial
tengan la oportunidad de que lo resuelto por un órgano jurisdiccional sea revisado
por un órgano superior de la misma naturaleza, siempre que se haya hecho uso de los
medios impugnatorios pertinentes, formulados dentro del plazo legal” (Cfr. RRTC
N°s 3261-2005-PA, f. j. 3; 5108-2008-PA, f. j. 5; 5415-2008-PA, f. j. 6; y STC Exp.
N° 0607-2009-PA, f. j. 51). En esa medida, el derecho a la pluralidad de la instancia
guarda también conexión estrecha con el derecho fundamental a la defensa, reconocido
en el artículo 139, inciso 14, de la Constitución.
(...)
25. En resumen, a criterio del Tribunal Constitucional, prima facie y sin perjuicio de
ulteriores precisiones jurisprudenciales que pueda ser preciso realizar, pertenece al
contenido esencial del derecho fundamental a la pluralidad de la instancia, el derecho
de toda persona a un recurso eficaz contra:
a) La sentencia que le imponga una condena penal.
b) La resolución judicial que le imponga directamente una medida seria de coer
ción personal.
c) La sentencia emitida en un proceso distinto del penal, a menos que haya sido
emitida por un órgano jurisdiccional colegiado y no limite el contenido esencial
de algún derecho fundamental.
d) La resolución judicial emitida en un proceso distinto del penal, con vocación de
poner fin al proceso, a menos que haya sido emitida por un órgano jurisdiccio
nal colegiado y no limite el contenido esencial de algún derecho fundamental”.
Siendo más concluyente STC Exp. N° 0010-2001-AI/TC, en la que indicó lo siguiente:
“(...) el derecho a la pluralidad de instancias no es un contenido esencial del derecho
al ‘debido proceso administrativo’ -pues no toda resolución es susceptible de ser im
pugnada en dicha sede-; pero sí lo es del derecho al debido proceso ‘judicial’, pues la
garantía que ofrece el Estado constitucional de derecho es que las reclamaciones de
los particulares contra los actos expedidos por los órganos públicos, sean resueltas por
un juez independiente, imparcial y competente, sede esta en la que, además, se debe
posibilitar que lo resuelto en un primer momento pueda ser ulteriormente revisado,
cuando menos, por un órgano judicial superior”.
Queda claro, entonces, que resultará abiertamente contrario a la Constitución que el
Pleno del Jurado Nacional de Elecciones resuelva en instancia única y definitiva un “re
curso” interpuesto contra las resoluciones de ONPE y Reniec. Ahora bien, cabe mencionar
que el JNE también conoce, en vía de “apelación”, procedimientos que se inician fuera de
la entidad, como ocurre con los procedimientos de vacancia y suspensión de autoridades,
que se inician ante los concejos municipales o consejos regionales, quienes resuelven en
“primera instancia” este tipo de procedimientos.
¿Cómo ha procurado resolver esta situación lesiva del derecho a la pluralidad de ins
tancias, el Jurado Nacional de Elecciones? A través de la creación, mediante la Resolu
ción N° 306-2005-JNE, del recurso extraordinario por afectación al debido proceso y a la
tutela procesal efectiva, el mismo que procede contra decisiones del Pleno del Jurado Na
cional de Elecciones que ponen fin a una controversia jurídica.
No obstante, estimamos que el problema o las dudas surgen cuando nos encontramos
ante procedimientos sancionadores o no contenciosos, que difieren de los trilaterales en
los que el órgano de “primera instancia” actúa como un tercero imparcial, ejerciendo una
función cuasi-jurisdiccional, sino jurisdiccional propiamente dicha.
Pero adicionemos un supuesto a este escenario: ¿qué ocurre cuando lo que resuelve
el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones es un “recurso” interpuesto contra un órgano
interno como el Registro de Organizaciones Políticas? ¿En la medida que se trata de un
procedimiento que se tramita al interior de un mismo organismo, podría entenderse que se
trata de un único procedimiento y, en ese sentido, el “recurso” debe ser entendido como
un medio impugnatorio y no como una “acción”?
A nuestro juicio, consideramos que los pronunciamientos que emite el Registro de Or
ganizaciones Políticas no pueden ser entendidos como el ejercicio de una función juris
diccional, por lo que el “recurso de apelación” interpuesto contra sus pronunciamientos
debe ser entendido como una “acción”. Si esto es así, el Registro de Organizaciones Polí
ticos debería ser emplazado como parte demandada ante el Pleno del Jurado Nacional de
Elecciones, lo que generaría el inusual escenario de que el procurador del JNE se aperso
ne a un proceso tramitado ante el mismo organismo para defender una resolución adopta
da por uno de sus órganos internos.
Ahora bien, ya el hecho de que el artículo 181 de la Constitución Política señale que
el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones resuelve “con arreglo a ley”, dice mucho so
bre los alcances y limitaciones de la utilización de los métodos de interpretación clásica.
Efectivamente, una interpretación literal o semántica supondría negar la fuerza normativa
y supremacía de la Constitución y desconocer que, antes que resolver “con arreglo a ley”,
el Jurado Nacional de Elecciones resuelve de conformidad con la norma a la cual se en
cuentra supeditada esta, es decir, a la Constitución.
Eso último nos genera la necesidad de abordar la interpretación del artículo 181 de la
Norma Fundamental a la luz de los métodos y principios de interpretación constitucional,
ello con la finalidad de procurar legitimar únicamente el control constitucional de las de
cisiones del Pleno del Jurado Nacional de Elecciones.
El ejercicio de la función jurisdiccional, supone, entonces, que las decisiones del Ju
rado Nacional de Elecciones en materia electoral adquieren la calidad de cosa juzgada, es
decir, que no pueden ser revisadas mediante la interposición de un medio impugnatorio
al interior del mismo proceso jurisdiccional que es sometido al conocimiento del Jurado
Nacional de Elecciones, ni tampoco mediante la interposición de una nueva demanda o
acción, sea ante el mismo órgano o ante otro órgano jurisdiccional.
Ahora bien, la cuestión entonces pasa por dilucidar si esta irrevisabilidad es absoluta
o si, por el contrario, se encuentra relativizada. En este punto, conviene realizar una pre
cisión: el conflicto no es entre organismos, sino entre especialidades al interior de una ju
risdicción que es única.
Considerar que la “irrevisabilidad” de las resoluciones del Pleno del Jurado Nacional
de Elecciones confronta al Tribunal Constitucional con el citado organismo electoral, su
pondría desconocer que los procesos constitucionales predominantemente subjetivos ini
cian ante el Poder Judicial y que no necesariamente culminan ante el Tribunal Constitu
cional -bien podría declararse fundada una demanda de amparo en sede judicial y que esta
no sea impugnada-; implicaría desconocer que, en el Perú, el amparo es un proceso y no
un recurso que es conocido en instancia única por el Tribunal Constitucional; implicaría
desconocer que nuestro modelo de control constitucional es mixto y no dual o paralelo ni
mucho menos concentrado, en el sentido de que el Tribunal Constitucional no es el único
que resuelve las controversias jurídicas constitucionales o ejerce, de manera separada del
Poder Judicial, la magistratura constitucional, a quien se le asignan funciones distintas.
“(...). En efecto, para que una sentencia, dictada dentro de un proceso judicial ordi
nario o un proceso constitucional, adquiera la calidad de cosa juzgada, no basta con
que estén presentes sus elementos formal y material; tampoco es suficiente que exista
un pronunciamiento sobre el fondo, tal como prevé el artículo 6 del Código Procesal
Constitucional. Al efecto conviene recordar que el Tribunal Constitucional es el órgano
de control de la Constitución (art. 201), y que, en determinados procesos constitucio
nales -hábeas corpus, amparo, hábeas data y cumplimiento-, es instancia final de fallo
(art. 202, inc. 2 de la CP) de las resoluciones del Poder Judicial; en otros -proceso de
inconstitucionalidad y proceso competencial- es instancia única (art. 202 inc. 1); de
ahí que sea el supremo intérprete de la Constitución (art. 1 de la LOTC).
69. Por eso mismo, porque su interpretación es suprema, el Código Procesal Cons
titucional ha reconocido la potestad jurisdiccional de este Tribunal para establecer
doctrina jurisprudencial (art. VI del TP) y para fijar precedentes vinculantes con efectos
normativos (art. VII del TP); los que, en tanto se integran en el sistema de fuentes de
nuestro sistema jurídico, constituyen parámetros de validez y legitimidad constitucio
nales de las sentencias y resoluciones que dicten los demás órganos jurisdiccionales.
Por ello es que una sentencia dictada dentro de un proceso judicial ordinario o un
proceso constitucional, aun cuando se pronuncie sobre el fondo, pero desconociendo
la interpretación del Tribunal Constitucional o sus precedentes vinculantes, no puede
generar, constitucionalmente, cosa juzgada.
70. Ello es así porque lo que la Constitución garantiza, a través de su artículo 139,
inciso 2, es la cosa juzgada constitucional, la que se configura con aquella senten
cia que se pronuncia sobre el fondo de la controversia jurídica, de conformidad con
el orden objetivo de valores, con los principios constitucionales y con los derechos
fundamentales, y de acuerdo con la interpretación que haya realizado el Tribunal
Constitucional de las leyes, o de toda norma con rango de ley, o de los reglamentos y
de sus precedentes vinculantes, como lo prescriben los artículos VI y VII del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional, respectivamente. Solo de esa manera
un ordenamiento constitucional puede garantizar a la ciudadanía la certeza jurídica y
la predictibilidad de las decisiones jurisdiccionales”.
Bajo la lógica del Tribunal Constitucional, solo se podrá verificar la existencia de la
cosa juzgada constitucional si es que la decisión adoptada por la jurisdicción ordinaria y
que se encuentra investida de la cosa juzgada, valga la redundancia, ordinaria, es pasible
de ser sometida al control de la jurisdicción constitucional y, sobre todo, del propio Tri
bunal Constitucional.
No obstante, dicha interpretación del Tribunal Constitucional, consideramos que la
cosa juzgada es única y solo se producirá la misma si es que esta, efectivamente, resul
ta conforme con la Constitución. Desde nuestro modesto punto de vista, la garantía de la
cosa juzgada está pensada en función de la misma jurisdicción, es decir, que no se vuel
va a someter la controversia jurídica a discusión en un proceso jurisdiccional de la misma
naturaleza. Dicho en otros términos, nuevamente, lo relevante pasa por la competencia o
la especialización del órgano jurisdiccional.
Nos explicamos. A nuestro juicio, lo que se procura evitar con la cosa juzgada es que
se no se vuelva a someter a discusión una controversia jurídica sobre los mismos cánones
o parámetros respecto de los cuales un órgano competente normativamente ya ha emitido
un pronunciamiento sobre el fondo de la pretensión jurídica. Así, por ejemplo, no resul
taría legítimo que lo resuelto en un proceso penal -incluso en lo referido a la reparación
civil- pueda ser revertido a través de un proceso civil, en donde no puede dilucidarse en
modo alguno la responsabilidad penal de un imputado. Es decir, la cosa juzgada, desde
nuestra perspectiva, procura salvaguardar y defender la competencia o especialidad juris
diccional, a efectos de que una especialidad u órgano jurisdiccional, no podrá “revisar” o
conocer una controversia jurídica que ya fue resuelta de manera definitiva por un órgano
jurisdiccional competente, siendo que, de resultar pasible de ser sometido dicho pronun
ciamiento, a un control por parte de un segundo órgano jurisdiccional, este tendrá que tu
telar bienes jurídicos distintos, utilizando parámetros y criterios de interpretación distintos
y, fundamentalmente, este segundo órgano jurisdiccional no podrá “suplantar” o “reem
plazar” al primero, emitiendo un pronunciamiento sobre el fondo de la pretensión resuel
ta por el primer órgano jurisdiccional.
Aquí, entonces, surge la interrogante sobre cuáles deben ser los alcances del control
constitucional. Si entendemos que las resoluciones que emite el Pleno del Jurado Nacio
nal de Elecciones tienen naturaleza jurisdiccional, entonces debe predicarse el mismo aná
lisis que se realiza para determinar la procedencia del “amparo contra resoluciones judi
ciales”, ya que solamente podrá cuestionarse una decisión del Pleno del Jurado Nacional
de Elecciones a través de la jurisdicción constitucional.
“En definitiva, una interpretación del segundo párrafo del inciso 2) del artículo 200
de la Constitución bajo los alcances del principio de unidad de la Constitución, no
puede concluir sino con la afirmación de que la competencia ratione materiae del
amparo contra resoluciones judiciales comprende a todos y cada uno de los derechos
fundamentales que se puedan encontrar reconocidos, expresa o implícitamente, por
la Norma Suprema. En su seno, los jueces constitucionales juzgan si las actuaciones
jurisdiccionales de los órganos del Poder Judicial se encuentran conformes con la
totalidad de los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución. De modo que
la calificación de regular o irregular de una resolución judicial, desde una perspectiva
constitucional, depende de que estas se encuentren en armonía con el contenido cons
titucionalmente protegido de todos los derechos fundamentales”.
En lo que respecta a la procedencia del amparo contra las resoluciones del Pleno del
Jurado Nacional de Elecciones, ¿qué es lo que ha señalado el Tribunal Constitucional? Ya
en la sentencia del caso Espino Espino (STC Exp. N° 2366-2003-AA/TC), el intérprete
final de la Constitución señaló que:
“(...) En efecto, aun cuando de los artículos 142 y 181 de la Norma Fundamental, se
desprende que en materia electoral no cabe revisión judicial de las resoluciones emi
tidas por parte del Jurado Nacional de Elecciones, y que tal organismo representa la
última instancia en tal asunto, dicho criterio solo puede considerarse como válido
en tanto y en cuanto se trate de funciones ejercidas en forma debida o, lo que
es lo mismo, compatibles con el cuadro de valores materiales reconocidos por la
misma Constitución”.
Sin embargo, será con el caso Lizana Puelles (STC Exp. N° 5854-2005-AA/TC)
que el Tribunal Constitucional, acogiendo el método de interpretación institucional de la
Constitución, analizará el artículo 181 de la Constitución. Así, remitiéndose a los principios
de interpretación constitucional identificados por Konrad Hesse(1), señalará lo siguiente:
“17. Qué duda cabe de que una interpretación literal y aislada de los artículos 142
y 181 de la Constitución, concluirá en que, sin ingresar en consideración adicional
alguna, una resolución en materia electoral expedida por el JNE es inatacable jurisdic
cionalmente; es decir, incluso en aquellos supuestos en los que afecten los derechos
fundamentales de la persona. Empero, el resultado de esta interpretación ¿es sustentable
constitucionalmente?
18. Son distintas las razones que permiten al Tribunal Constitucional sostener que tal
interpretación resulta manifiestamente inconstitucional. En primer lugar porque, lejos
de optimizar el contenido constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales,
desconoce la limitación que dicho contenido representa para los actos llevados a cabo
por todo poder público, incluyendo, desde luego, los que efectúe el JNE.
Si bien es cierto que esta entidad es el máximo órgano de administración de justicia
electoral del país, no lo es menos que, como cualquier otro poder público, se encuentra
obligado a respetar los derechos fundamentales, en el marco del respeto al derecho al
(2) HESSE, Konrad. Escritos de Derecho Constitucional. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983, p. 91.
Así, estimamos que el Tribunal Constitucional realizó una mutación constitucional
por medio de interpretación constitucional y no así una reforma de la Constitución, no so
lamente al no alterar el texto de la disposición constitucional -habida cuenta que a la mis
ma le agregó el salvo que vulneren derechos fundamentales”-, sino al adecuar la re
ferida disposición constitucional al principio de unidad de la Constitución.
Efectivamente, si bien el caso Espino Espino, que dio origen a la controversia en tor
no a la posibilidad de ejercer control constitucional, vía proceso constitucional de ampa
ro, de las resoluciones del Jurado Nacional de Elecciones, sí se originó como consecuen
cia de un acto lesivo generado en el marco de un proceso electoral, específicamente las
elecciones municipales realizadas el 2002; los casos Pedro Andrés Lizana Puelles y Ar
turo Castillo Chirinos, precisamente los casos con mayor contenido argumentativo y que
mayor polémica generaron, se produjeron como consecuencia no de un acto propio de un
proceso electoral (por ejemplo, la denegatoria de inscripción de la lista de candidatos, una
tacha o exclusión de candidatos), sino más bien como consecuencia de un procedimiento
de declaratoria de vacancia de autoridades municipales que ya habían sido elegidas y se
encontraban ejerciendo sus correspondientes cargos de alcaldes.
¿Por qué consideramos que esto resulta singularmente llamativo o singular? Porque,
al parecer el Tribunal Constitucional olvidó que el artículo 181 de la Constitución dispone
que: En materias electorales, de referéndum o de otro tipo de consultas populares, sus
resoluciones son dictadas en instancia final, definitiva, y no son revisables. Contra ellas
no procede recurso alguno” (énfasis agregado).
Es decir, para el poder constituyente, antes que dilucidar si una determinada materia
o competencia atribuida al Jurado Nacional de Elecciones es de naturaleza administrati
va o propiamente jurisdiccional, lo relevante es determinar si es que dicha competencia
es, efectivamente, electoral.
En ese sentido, consideramos que deberá considerarse como materia electoral todos
los procedimientos que se realizan desde la convocatoria hasta la finalización del proceso
electoral y, desde luego, la regulación de los actores que intervienen en el proceso electoral.
En lo que respecta a los procedimientos que se enmarcan dentro del proceso electo
ral, tenemos que precisar que estos no solo comprenden a aquellos que siguen un orden
secuencial interno, sino a todos aquellos que pueden tener una incidencia directa o indi
recta en el resultado del proceso electoral.
Por ejemplo, tenemos que los procedimientos propios o inherentes a esta secuencia
convocatoria-proclamación de resultados, serían, entre otros, los siguientes:
Por su parte, los procedimientos que si bien no se enmarcan dentro de dicha secuen
cia pero que, definitivamente, están directamente vinculados con el proceso electoral por
su poder de influencia en el resultado serían:
A nuestro juicio, es sobre las resoluciones que emita el Pleno del Jurado Nacional de
Elecciones en el marco de este tipo de procedimientos respecto de las cuales se predica la
irrevisabilidad ante la jurisdicción ordinaria (a nuestro juicio, no cabe hacer una referen
cia institucional u orgánica al Poder Judicial, como erróneamente lo propone la Constitu
ción, puesto que las primeras instancias de los procesos constitucionales se tramitan ante
dicha institución) precisamente porque se trata de “materia electoral”.
En ese sentido, el hecho de que el Jurado Nacional de Elecciones y, en otros casos, los
Jurados Electorales Especiales, tengan competencia constitucional para expedir las cre
denciales de los candidatos elegidos, lo cual sí puede ser concebido como una competen
cia inherente al propio proceso electoral; no puede suponer ni conducimos a la afirmación
de que, en la medida que la vacancia va a suponer dejar sin efecto la credencial y expedir
otra a aquel candidato que no fue elegido para que lo reemplace, o en su defecto, al acce-
sitario, las vacancias y suspensiones versen sobre “materia electoral”.
Sin embargo, desde nuestro modesto punto de vista, una cosa es que la Constitución
le atribuya y reconozca legitimidad al Jurado Nacional de Elecciones para que conozca
de todos aquellos procedimientos que la ley (en este caso, la Ley Orgánica de Gobiernos
Regionales y la Ley de Orgánica de Municipalidades) le atribuya, y otra muy distinta que
dicha competencia se enmarque, efectivamente, dentro de la materia electoral y en con
secuencia, se encuentre investida de irrevisabilidad ante la jurisdicción ordinaria.
Fue precisamente el caso Lizana Puelles el que planteó dicha cuestión, pero errada
mente, puesto que el demandante pretendía desconocer la competencia del Jurado Nacio
nal de Elecciones para conocer los recursos de apelación que se interpongan en el marco
de procedimientos de vacancia de autoridades municipales, por lo que pretendía que se
conozca directamente en un proceso contencioso-administrativo.
Aquí el tema pasa, también, a nuestro juicio, por los alcances de la “revisabilidad” de
las decisiones del Jurado Nacional de Elecciones. En el caso de los procesos de amparo
contra resoluciones del Jurado Nacional de Elecciones que versen sobre materia electoral
y que, en consecuencia, son por disposición constitucional irrevisables ante la jurisdic
ción ordinaria, solo cabe ejercer un control constitucional, esto es, si se han respetado los
derechos fundamentales del demandante, pero en ningún modo el juez constitucional se
encuentra legitimado para “suplantar” al órgano electoral en su decisión. Es decir, lo úni
co que puede hacer el juez constitucional en este caso es declarar fundada la demanda de
amparo, nula la resolución del Jurado Nacional de Elecciones y disponer que dicho órga
no constitucional autónomo vuelva a emitir pronunciamiento respecto de la materia sobre
la que versaba la resolución que ha sido declarada nula.
Al respecto, habría que recordar que los miembros del Pleno del Jurado Nacional de
Elecciones, independientemente de donde provengan, han de ser abogados, porque está
compuesto por un juez supremo, un fiscal supremo, un representante del Colegio de Abo
gados de Lima y un representante de facultades de Derecho de Universidades Públicas y
Privadas. A ello, habría que adicionar que el Jurado Nacional de Elecciones es autónomo,
ello en modo alguno lo pone encima de la Constitución Política ni sobre otros poderes cons
tituidos, porque es el Poder Constituyente, el pueblo, quien le confiere dicha autonomía.
Con relación a esto último, esto es, al respeto a la ley, habría que recordar que su mar
co de acción lo constituye la propia Constitución Política, la Ley Orgánica de Elecciones,
la Ley de Organizaciones Políticas y, en virtud de la denominada regla de inmodificabili-
dad de las normas electorales, los reglamentos electorales. El respeto al principio de lega
lidad en el marco de la Administración Pública (que solo se puede hacer aquello a lo que
una entidad se encuentra legitimada o facultada a realizar) conlleva a que el “criterio de
consciencia” no puede ser interpretado como una cláusula habilitante para actuar y resol
ver más allá de lo que prevé a la ley.
Ahora bien, habría que destacar también que la norma constitucional precisa que lo
que se aprecia con criterio de conciencia son “los hechos”, no las normas. Ese análisis o
apreciación se debe reencausar en términos jurídicos, sobre la base de normas o principios
constitucionales y tomando como premisa que los derechos a elegir y ser elegidos son de
rechos constitucionales de configuración legal, no derechos que son llenados de contenido
en caso concreto con conceptos jurídicos indeterminados o evaluaciones de “conciencia”.
VI. Conclusiones
1. Si bien podría sostenerse que bastaría con la aplicación de los métodos clásicos de
interpretación normativa propios de las normas legales, como la interpretación lite
ral o semántica, para sostener que resulta viable, a partir de la distinción entre “recur
sos” y “acciones” y “procesos”, el control constitucional de las decisiones del Pleno
del Jurado Nacional de Elecciones, ello no resultaría suficiente ni adecuado tratándo
se de la interpretación de una disposición normativa constitucional.
2. La revisabilidad de las decisiones del Pleno del Jurado Nacional de Elecciones en
materia electoral no resulta contraria a la Constitución ni tampoco supone una refor
ma constitucional sostener ello, debido a que lo que se ha producido es una mutación
constitucional por interpretación.
3. La revisabilidad de las decisiones del Pleno del Jurado Nacional de Elecciones en ma
teria electoral se sustenta en el método institucional de interpretación constitucional.
5. Lo relevante para determinar la irrevisabilidad de las decisiones del Pleno del Jurado
Nacional de Elecciones es la identificación de lo que se entiende por materia electoral.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
¡j) Junto con el artículo 142, esta norma busca garantizar que ningún otro órgano del Estado
se arrogue la administración de justicia en asuntos electorales, pues el JNE es instancia
definitiva en dicha materia: STC Exp. N° 05854-2005-PA/TC (f. j. 20).
jj] En materia electoral no cabe revisión judicial de las resoluciones emitidas por el Jurado
Nacional de Elecciones, tal organismo representa la última instancia en tal asunto, dicho
criterio sólo puede considerarse como válido en tanto y en cuanto se trate de funciones
ejercidas en forma debida o, lo que es lo mismo, compatibles con el cuadro de valores
materiales reconocido por la misma Constitución: STC Exp. N° 2730-2006-PA/TC (f. j. 3).
jj] Toda vez que el JNE emita una resolución que vulnere derechos fundamentales, la demanda
de amparo planteada en su contra resultará plenamente procedente: STC Exp. N° 02466-
2019-PA/TC (f.j.2).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 31, 40, 117, 118 inc. 5), 150, 154.3, 176 al 179, 182, 183, 186; L.O.E.:
arts. 26 al 28, 37 al 41, 74; L.O.J.N.J.: art. 2 inc.d); L.O.O.N.P.E.: arts. 5, 8 al 10;
063-2014-J/ONPE; R. 604-2011-JNE; R. 335-2020-JNE; C.A.D.H.: art. 23.1.c;
D.U.D.H.: art. 21.2; P.I.D.C.P.: art. 25.c
(*) Se ha colocado la denominación “Junta Nacional de Justicia” en virtud de lo dispuesto por la única dispo
sición complementaria final de la Ley N° 30904, del 10/01/2019.
(1) Actualmente, además de los tres poderes de la teoría clásica de la organización del poder del Estado poder
estatal (legislativo, ejecutivo y judicial), se han ido creando a nivel constitucional, diversos organismos
autónomos que desempeñan competencias específicas que coadyuvan al funcionamiento del Estado, como
son el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio Público, el Banco Central de Reserva,
la Superintendencia de Banca y Seguros, la Contraloría General de la República, el Consejo Nacional de
la Magistratura y los tres organismos electorales. En lo que respecta a estos últimos (específicamente, al
JNE y a la ONPE), el TC ha señalado que su condición de órganos constitucionales “les dota de indepen
dencia estructural y autonomía administrativa, motivo por el cual no tienen superiores jerárquicos a nivel
administrativo que puedan conminarlos a adoptar una u otra decisión (STC Exp. N° 0002-2010-CC/TC,
f.j.35).
funciones jurisdiccionales, administrativas y de registro, respectivamente, haciendo que
cada uno de esos órganos asuma una de tales funciones respectivamente.
La actual Constitución, por su parte, recorta las atribuciones del JNE y encarga a un
nuevo órgano, la ONPE, la organización de los procesos electorales. Esta división no ha
estado exenta de polémicas. En la época en que se proclamó esta Constitución, la novedo
sa organización electoral dividido en tres órganos, fue vista como parte de la sumisión del
poder electoral al poder ejecutivo, sobre todo, al gobierno del presidente Fujimori, pues
era considerado como un retroceso frente a lo que significó la constitucionalización del
JNE en 1979. Es por ello que existen argumentos que señalan que es conveniente volver
a la unificación de la gestión electoral debido, entre otros, a que la división que estableció
la Constitución de 1993 podría haberse realizado solo para debilitar el poder electoral y
respaldar el fraude, a que la división significaba un atentado contra la denominada “Cons
titución histórica” que desde 1855 centralizó la organización electoral en colegios electo
rales que se conformaban en cada parroquia; a que se aumentaba el presupuesto público
y distorsionaba el modelo de régimen electoral al haber atribuido competencias desorde
nadas a los tres órganos, sobre todo, al JNE y a la ONPE entre sí. Los motivos a favor de
volver a la unificación de las funciones en un solo organismo, se vieron reforzados con
los sucesos de fraude electoral y corrupción que se denunciaron en las elecciones de 2000,
fecha de la segunda reelección inconstitucional del entonces presidente Alberto Fujimori.
(2) El artículo 286 de la derogada Constitución señalaba que le competía al JNE: “(...) conocer las materias
relativas al ejercicio del derecho del sufragio, la validez o nulidad de las elecciones, la proclamación de los
elegidos, la expedición de credenciales, los procedimientos electorales y las demás señaladas en la ley”.
También le competía declarar la nulidad de las elecciones (art. 290) y realizar el escrutinio de los votos
(art. 291).
electorales de 2001(3). Así, en los últimos años, con la práctica democrática de los proce
sos electorales generales de 2001, 2006 y 2011, el debate sobre la vuelta a la unificación
electoral casi ha desaparecido.
(3) VILLAREAL DÍAZ, María. “Conflictos de competencia en la función de fiscalización del JNE”. En:
Elecciones. N° 1, Lima, noviembre, 2002, pp. 225-246.
(4) La Ley N° 30904, Ley de Reforma Constitucional sobre la conformación y funciones de la Junta Nacional
de Justicia si bien no modifica expresamente el artículo 182 de la Constitución, en su Disposición Comple
mentaria Final Única dispone que se modifiquen todas las disposiciones correspondientes del ordenamiento
jurídico nacional que hagan referencia a la denominación de “Consejo Nacional de la Magistratura” por
el de “Junta Nacional de Justicia”.
Final Única de dicha Ley estableció que todas aquellas funciones que constitucionalmen-
te eran ejercidas por el denominado Consejo Nacional de la Magistratura pasan al nuevo
organismo constitucionalmente autónomo.
Por su parte, la Ley N° 30916, Ley Orgánica de la Junta Nacional de Justicia -LOJNJ-
desarrolla algunos de los requisitos para la elección del Jefe de la Onpe. En el artículo II
de la mencionada Ley se señala que la JNJ tiene por finalidad establecer las exigencias
legales para el nombramiento del Jefe de la Onpe y garantizar procedimientos idóneos,
meritocráticos e imparciales para el nombramiento, ratificación y evaluaciones parciales
y procedimientos disciplinarios de dicha autoridad. Por su parte, en su artículo 2, en el
cual se desarrollan expresamente las competencias de la JNJ se le atribuye la de nombrar,
el nombramiento, ratificar, evaluar, evaluar y renovar en el cargo al Jefe de la ONPE, así
como aplicarles la sanción de destitución.
Cabe señalar que el periodo de duración del cargo de Jefe de la ONPE es de 4 años, el
cual se puede renovar por uno similar. Este procedimiento está regulado en la Ley N° 28733,
Ley que Regula el Procedimiento de Renovación de los Jefes de la Oficina Nacional de
Procesos Electorales y del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil, que modi
fica el artículo 8 de la Ley N° 26847, Ley Orgánica de la ONPE (LOONPE). Dicha nor
ma dispone principalmente, respecto a la renovación, que esta se efectuará previa ratifica
ción del Jefe de la ONPE por la JNJ. En caso de que no sea ratificado, no podrá postular
nuevamente para acceder al cargo.
Por su parte, la ratificación del Jefe de la ONPE está a cargo de la JNJ, de acuerdo a
la LOJNJ; con este procedimiento se le renueva la confianza al Jefe de la ONPE para que
siga desempeñando el cargo por un periodo adicional. Actualmente, este procedimiento
también se encuentra regulado en la Resolución N° 229-2006-CNM. Dicha Resolución
destaca que “la ratificación es el proceso de evaluación del resultado de la gestión y de la
labor desarrollada por el Jefe de la ONPE y el Jefe del Reniec, correspondiente al perio
do que han desempeñado dichos cargos, para efectos de la renovación en los mismos, por
un periodo adicional”.
Las causales de destitución deben responde a la comisión de falta grave que debe
rá ser evaluada por la JNJ. La Ley N° 28733, que modificó el artículo 8 de la LOONPE
señala que se considera falta grave, a título enunciativo, la comisión de actos que com
prometan la dignidad del cargo o lo desmerezcan con el concepto público. Consideramos
que esta regulación imprecisa debería ser profundizada debido a que se trata de causa
les que deben ameritar la máxima sanción como es la destitución, razón por la cual di
chas causales no pueden ser a título enunciativo y dejar a quien evalúe la comisión de la
falta grave un amplio margen de discrecionalidad al momento de sancionar^. Más aún si
(5) En la STC Exp N° 3361-2004-AA/TC (Caso Álvarez Guillén), el TC estableció por primera vez y como
precedente vinculante que las resoluciones del CNM sobre ratificación de magistrados debían ser motiva
das, que debía existir una doble instancia en el CNM, y siguiendo sentencias emitidas con anterioridad en
algunos hábeas data, que el sometido a ratificación podría tener acceso al expediente.
(6) Aparte de proscribirse la arbitrariedad en las decisiones administrativas, sino fomentarse la razonabilidad
de las medidas adoptadas (Vide STC Exp N° 0090-2004-AA/TC, Caso Callegari), también el TC ha
señalado que a la hora de sancionarse debe tomarse en cuenta tanto el principio de legalidad como el de
tipicidad. El principio de legalidad en materia sancionatoria impone tres exigencias -la existencia de una ley
(lex scriptá), que la ley sea anterior al hecho sancionado (lexpraevia), y que la ley describa un supuesto de
la única regulación se circunscribe a conceptos como el de “dignidad del cargo”, que se
presta para subjetividades.
En lo que respecta a las incompatibilidades del cargo, el Jefe de la ONPE posee las
mismas incompatibilidades que tienen los integrantes del Pleno del JNE. Es decir, en con
cordancia con el artículo 180 de la Constitución, el cargo de Jefe de la ONPE es incompa
tible con cualquier otra función pública, salvo la docencia a tiempo parcial.
hecho estrictamente determinado (lex certa)- e impide que se pueda atribuir la comisión de una falta si esta
no está previamente determinada en la ley, y también prohíbe que se pueda aplicar una sanción si esta no está
también determinada por la ley (STC Exp N° 0010-2002-AI/TC, Caso de la Legislación Antiterrorista). De
otro lado, “El subprincipio de tipicidad o taxatividad constituye una de las manifestaciones o concreciones del
principio de legalidad respecto de los límites que se imponen al legislador penal o administrativo, a efectos
de que las prohibiciones que definen sanciones, sean estas penales o administrativas, estén redactadas con
un nivel de precisión suficiente que permita a cualquier ciudadano de formación básica, comprender sin
dificultad lo que se está proscribiendo bajo amenaza de sanción en una determinada disposición legal”
(STC Exp N° 2192-2004-AA/TC).
todos los procesos electorales, del referéndum y otras consultas populares; diseñar la
cédula de sufragio, actas electorales, formatos y todo material en general; planificar,
preparar y ejecutar todas las acciones necesarias para el desarrollo de los procesos a su
cargo en cumplimiento estricto de la normativa vigente; preparar y distribuir a las Ofi
cinas Descentralizadas de Procesos Electorales el material necesario para el desarrollo
de los procesos a su cargo; brindar, desde el inicio del escrutinio permanente informa
ción sobre el cómputo en las mesas de sufragio; dictar las instrucciones y disposiciones
necesarias para el mantenimiento del orden y la protección de la libertad personal du
rante los comicios; divulgar por todos los medios de publicidad que juzgue necesarios,
los fines, procedimientos y formas del acto de elección y de los procesos a su cargo en
general; garantizar al ciudadano el derecho al ejercicio del sufragio; diseñar y ejecu
tar un programa de capacitación operativa dirigida a los miembros de mesa y ciudada
nía en general, durante la ejecución de los procesos electorales; establecer los mecanis
mos que permitan a los personeros de las organizaciones políticas y de los organismos
de observación hacer el seguimiento de todas las actividades durante los procesos a su
cargo, entre otras.
No obstante, tal como se afirmó supra, las atribuciones entre el JNE y la ONPE no
han sido correctamente delimitadas por la Constitución, de tal forma que el JNE no tiene
competencias únicamente jurisdiccionales, sino que también se vislumbra en el artículo
178 que también posee competencias administrativas, lo cual ha ocasionado fricciones y
conflictos de competencias. Por ejemplo, en lo que respecta a la función de fiscalización
-artículo 178.1 de la Constitución-, no existen normas específicas sobre el desarrollo de
la misma a cargo del JNE, lo que ha dado lugar a que el JNE interprete la fiscalización
como una facultad de inspeccionar las actividades de la ONPE. Asimismo, a la ONPE le
compete, como hemos señalado, emitir reglamentos para la organización y ejecución del
proceso electoral dentro del marco legal. A falta de normas sobre la fiscalización electo
ral, el JNE ha determinado qué actividades comprende esta función, de manera que ha in
cluido entre ellas la de revisar de oficio aquellas normas y procedimientos que la ONPE
desarrolla para el cumplimiento de sus funciones. La ONPE interpreta esto como una in
tromisión en sus facultades, más aún si no existe jerarquía entre los órganos electorales
constitucionales, sino relaciones de coordinación(7)
En este sentido, atendiendo a los problemas que pueden surgir por una inadecuada
delimitación de las facultades entre el JNE y la ONPE, sería adecuada una precisión que
consolidara las funciones de cada uno de dichos órganos, a pesar de que la jurisprudencia
del TC lo haya estado haciendo en su calidad de Supremo Intérprete de la Constitución.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
La función de informar y verificar los requisitos formales necesarios para ejercer los
derechos de participación y control ciudadanos le corresponde a la Oficina Nacional de
Procesos Electorales: STC Exp. N° 00001-1997-CC/TC (parte resolutiva).
[H La franja electoral, tal como está regulada, tiene una relación necesaria e indisoluble con
la realización y ejecución de un proceso electoral, por lo que todo aspecto vinculado con
su regulación y ejecución es competencia de la Oficina Nacional de Procesos Electorales:
STC Exp. N° 00002-20011-PCC/TC (f. j. 43).
|jj| La ONPE tiene la facultad de efectuar las acciones necesarias para los espacios en donde
se difundirá la franja electoral: STC Exp. N° 0003-2006-PI/TC (f. j. 39).
BIBLIOGRAFÍA
VILLAREAL DÍAZ, María. “Conflictos de competencia en la función de fiscalización del JNE”. En:
Elecciones. N° 1, Lima, noviembre, 2002.
Artículo 183 Registro Nacional de Identificación y
Estado Civil
El Jefe del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil es
nombrado por la Junta Nacional de Justicia^ por un periodo
renovable de cuatro años. Puede ser removido por dicha Junta
por falta grave. Está afecto a las mismas incompatibilidades
previstas para los integrantes del Pleno del Jurado Nacional
de Elecciones.
El Registro Nacional de Identificación y Estado Civil tiene a su
cargo la inscripción de los nacimientos, matrimonios, divorcios,
defunciones, y otros actos que modifican el estado civil. Emite
las constancias correspondientes. Prepara y mantiene actuali
zado el padrón electoral. Proporciona al Jurado Nacional de
Elecciones y a la Oficina Nacional de Procesos Electorales la
información necesaria para el cumplimiento de sus funciones.
Mantiene el registro de identificación de los ciudadanos y emite
los documentos que acreditan su identidad.
Ejerce las demás funciones que la ley señala.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 1), 30, 40, 52, 113.5, 114.2, 117, 176, 178, 10a D.F.T.; C.P.; art. 143;
C.P.Ct.: art. 37 inc. 11); C.N.A.: arts. 6, 7; L.O.E.: arts. 42, 43, 74; L.O.J.N.J.: art.
2 inc. e); L.O.RENIEC.: arts. 1, 2, 7, 10; Ley 29312; R.J. 086-2021-JNAC/RE-
NIEC; R.J. 755-2009-JNAC/RENIEC; C.A.D.H.: art. 23.1c; D.U.D.H.: art. 21.2;
P.I.D.C.P.: art. 25 c
(*) Se ha colocado la denominación Junta Nacional de Justicia en virtud de lo dispuesto en la única disposición
complementaria final de la Ley N° 30904 del 10/1/2019.
(1) Son órganos autónomos, desde el punto de vista constitucional, aquellos que desempeñan competencias
específicas que coadyuvan al funcionamiento del Estado, entre los que encontramos a los tres electorales.
Precisamente el artículo 183 de la Constitución es el que se encarga de desarrollar lo
concerniente a la designación, duración del cargo y remoción de la autoridad máxima del
Reniec, así como de las funciones que tiene a su cargo. Hay que tener en cuenta también
lo que dispone la norma encargada de desarrollar el contenido constitucional del artículo
bajo comentario que en este caso es Ley Orgánica del Reniec -LOR-, en donde se seña
la que: “El registro es un organismo autónomo que cuenta con personería jurídica de de
recho público interno y goza de atribuciones en materia registral, técnica, administrativa,
económica y financiera” -artículo 1-
1. Nombramiento
En lo que respecta al nombramiento del jefe del Reniec, la disposición constitucional
señala textualmente que su designación es competencia del Consejo Nacional de la Magis
tratura -CNM-, tal como sucede con el jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electora
les -ONPE-. No obstante, se debe tener en cuenta que el CNM era el encargado de dicho
nombramiento antes de la reforma constitucional aprobada por la Ley N° 30904, Ley de
Reforma Constitucional sobre la conformación y funciones de la Junta Nacional de Jus
ticia, la cual en su Unica Disposición Complementaria Final establece que todas aquellas
funciones que constitucionalmente eran ejercidas por el denominado CNM pasan al nue
vo organismo constitucionalmente autónomo, la JNJ(2).
2. Duración y ratificación
Con relación a la duración del cargo del jefe del Reniec, este se circunscribe a un pe
riodo de cuatro años que puede ser renovado por un periodo de tiempo similar.
La LOR señala en su artículo 10 que la renovación del periodo en el cargo de jefe del
Reniec se efectúa previa ratificación de la JNJ. En la resolución del 2006 expedida por
el CNM se señala que la ratificación del jefe del Reniec, es un proceso de evaluación del
(2) La Ley N° 30904, Ley de Reforma Constitucional sobre la conformación y funciones de la Junta Nacional
de Justicia si bien no modifica expresamente el artículo 183 de la Constitución, en su Disposición Comple
mentaria Final Unica dispone que se modifiquen todas las disposiciones correspondientes del ordenamiento
jurídico nacional que hagan referencia a la denominación de “Consejo Nacional de la Magistratura” por
el de “Junta Nacional de Justicia”.
resultado de la gestión y de la labor desarrollada por el mismo, del periodo durante el cual
ha desempeñado su cargo, a efectos de lo que la Constitución ha denominado renovación
por un periodo adicional. Es decir, la ratificación es un proceso de evaluación que culmi
na, o no, con la renovación del cargo de jefe del Reniec, según haya sido el resultado del
examen realizado por los miembros de la JNJ, en lo que el Reglamento denomina renova
ción o no de la confianza del evaluado en el cargo desempeñado.
3. Remoción
Por su parte, la remoción del cargo de jefe del Reniec también está constitucional
mente encargada a la JNJ, en caso, según el propio texto de la Carta, haya cometido falta
grave. En el artículo 12 de la LOR se señala que: “Se considera falta grave a título enun
ciativo mas no limitativo, la comisión de actos que comprometan la dignidad del cargo o
la desmerezcan en el concepto público”. En este sentido, se repite la regulación que le
galmente desarrolla el artículo 182 de la Constitución, pues se usan conceptos subjetivos
como “dignidad del cargo” que ameritan ser desarrollados de manera objetiva.
4. Incompatibilidades
En lo que respecta a las incompatibilidades del cargo de jefe del Reniec, estas son las
mismas previstas para los integrantes del Pleno del JNE. La LOR señala en su artículo 10
que el desempeño del cargo es “incompatible con cualquier otra función pública, excep
to la docencia a tiempo parcial”.
1. Inscripción
Respecto a la función constitucional de inscripción, la LOR señala que está a cargo de
planear, organizar, dirigir, normar y racionalizar las inscripciones de su competencia; asi
mismo, registrar los nacimientos, matrimonios, divorcios, defunciones y demás actos que
modifiquen el estado civil de las personas, así como las resoluciones judiciales o administra
tivas que a ellos se refieran susceptibles de inscripción y los demás actos que señale la ley.
(3) La LOR señala que la función de emisión del documento de identidad también tiene la función de emitir
los duplicados de estos.
b) Las rectificaciones y cancelaciones de las inscripciones producto de errores u
omisiones del propio Registro.
c) Los demás servicios que determine la Jefatura Nacional del Registro.
Con base a lo establecido en el literal c) del citado artículo, se han ido emitiendo di
versas Resoluciones Jefaturales en las cuales se dispone la gratuidad de ciertos actos de
inscripción. Por ejemplo, en el 2008, mediante Resolución Jefatural N° 029-2008-JNAC-
RENIEC, de 25 de enero de 2008, el Reniec estableció la tramitación y emisión gratuita
del Documento Nacional de Identidad -DNI- en la modalidad de inscripción por prime
ra vez para la población mayor y menor de edad de los ámbitos rural y urbano marginal.
El Reniec en ejercicio de su función de emitir documentos que acrediten la identidad de
las personas, implemento una política de acercamiento a la ciudadanía enfocada en la ne
cesidad de documentación de las personas en situaciones vulnerables. Es por ello que el
artículo primero de la mencionada resolución establece “la tramitación y emisión gratui
ta del DNI en la modalidad de inscripción por primera vez para la población de mayores
y menores de edad de los ámbitos rural y urbano marginal en los distritos que determina
rá la Gerencia de Restitución de la Identidad y Apoyo Social, en concordancia con el Plan
Nacional de Restitución de la Identidad y el Plan Operativo Institucional, en el marco del
Presupuesto por Resultados”. Asimismo, la Resolución Jefatural N° 742-2008-JNAC-RE-
NIEC, establece disposiciones para el empadronamiento de personas mayores de edad que
requieran tramitar el DNI por primera vez y no cuentan con copia certificada de acta de
nacimiento, con la finalidad de luchar en contra de la exclusión social de las personas in
documentadas, estableciendo la gratuidad de la emisión de la copia certificada del acta de
nacimiento para su emisión.
Sobre este punto regresaremos infra cuando resaltemos las atribuciones del Reniec
con relación al ejercicio de derechos fundamentales de los ciudadanos, específicamente,
el relativo a la identidad.
4. Otras funciones
Como funciones adicionales a las expresamente constitucionales la LOR señala lo
siguiente:
III. Relación entre las funciones del Reniec y el respeto del derecho
a la identidad
Como hemos señalado anteriormente el cumplimiento de las funciones encargadas al
Reniec se relaciona directamente con la eficacia y vigencia de diversos derechos funda
mentales como son la identidad, la información o la intimidad.
(4) En principio, el TC ha mencionado que el derecho a la identidad se desprende de entre los atributos esen
ciales de la persona y ocupa un lugar primordial consagrado en el inciso 1) del artículo 2 de la Constitu
ción. El derecho a la identidad es entendido como el “derecho que tiene todo individuo a ser reconocido
estrictamente por lo que es y por el modo como es. Vale decir, el derecho a ser individualizado conforme
a determinados rasgos distintivos, esencialmente de carácter objetivo (nombres, seudónimos, registros,
herencia genética, características corporales, etc.) y aquellos otros que se derivan del propio desarrollo y
comportamiento personal, más bien de carácter subjetivo (ideología, identidad cultural, valores, reputación,
etc.)”. (SSTC Exps. N°s 02273-2005-PHC/TC, f. j. 21 y 05829-2009-PA/TC, f. j. 2).
que en nuestro Estado sirve para la identificación de los ciudadanos, constituye un refe
rente objetivo con el que se determina la identidad de las personas(5).
En este sentido, el DNI es “un instrumento que permite no solo identificar a la perso
na, sino también le facilita realizar actividades de diverso orden, como participar en comi
cios electorales, celebrar acuerdos contractuales, realizar transacciones comerciales, etc.”.
(SSTC Exps. N°s 05829-2009-PA/TC, f.j. 5 y 02273-2005-PHC/TC, f.j. 25). Así, el DNI
permite que el derecho a la identidad se haga efectivo, al posibilitar la identificación de su
titular y, al mismo tiempo, es un requisito para el ejercicio de los derechos civiles y po
líticos consagrados en la Constitución, así como de actividades judiciales, comerciales y
otros de carácter personal. Por ello, su carencia es una limitación al ejercicio de los dere
chos mencionados, tal como está establecido en el artículo 26 de la LOR(6).
(5) A propósito de la sentencia del caso “Karen Mafiuca”, el TC señaló con calidad de precedente vinculante,
lo siguiente en la STC Exp. N° 1966-2005-PHC/TC: “En el caso de autos se advierte que el demandante
inició un procedimiento administrativo ante Reniec que fue observado debido a que se constató que en
la boleta y en el libro Registro de Inscripción su apellido materno se encontraba enmendado, motivo por
el cual se le requirió para que presentara su partida de nacimiento y se haga una prueba decadactilar.
Dicha enmendadura se presenta en documentos en los cuales la consignación de datos -y por lo tanto lo
errores en que se haya incurrido- es de exclusiva responsabilidad del ente administrador; documentos
que, por lo demás, obran actualmente en su poder. De otro lado, es responsabilidad y competencia del
Reniec la custodia de los documentos que sustentan los hechos inscritos (títulos archivados), los mismos
que, en el caso de autos, deberán servir para verificar los datos del Registro. En caso no se cuente con
el título archivado requerido -por haber desaparecido, haber sido mutilado o destruido a consecuencia
de negligencia propia, hechos fortuitos o actos delictivos-, también es responsabilidad del Reniec, a fin
de verificar datos que pudieran estar observados, gestionar de oficio dichos documentos, solicitándolos
a las entidades correspondientes, más aún si se trata de oficinas regístrales que forman parte del sistema
registral o de municipalidades con las cuales tiene estrecha y permanente vinculación por mandato de su
propia ley orgánica. En el presente caso es evidente que la actuación de Reniec no se ha sujetado a tales
prescripciones, de modo que ha inobservado los principios de impulso de oficio, celeridad y simplicidad,
vulnerando el derecho constitucional del demandante al debido proceso en sede administrativa, al causar
una demora innecesaria en la expedición de su Documento Nacional de Identidad. Por lo expuesto, este
Colegiado considera necesario disponer que el Reniec, en un plazo máximo de cinco días útiles de notificada
la presente demanda, gestione ante la oficina registral o entidad correspondiente la expedición de la partida
de nacimiento del recurrente, quien, por su parte, deberá cumplir con registrar sus huellas decadactilares,
a fin de culminar el trámite de canje de libreta electoral por el DNI”.
(6) Es por ello, que el TC ha señalado que cuando “se pone en entredicho la obtención, modificación, renovación
o supresión de tal documento, no solo puede verse perjudicada la identidad de la persona, sino también
un amplio espectro de derechos, siendo evidente que la eventual vulneración o amenaza de vulneración
podría acarrear un daño de mayor envergadura, como podría ocurrir en el caso de una persona que no
pueda cobrar su pensión de subsistencia, por la cancelación intempestiva del registro de identificación y
del documento de identificación que lo avala”. (STC Exp. N° 05829-2009-PA/TC, f. j. 8).
Asimismo, el TC ha señalado que el Reniec está en la obligación de proveer a todo
ciudadano que así lo solicite, de un DNI, lo cual resultará procedente en la medida que
se presente la documentación sustentatoria necesaria para tales efectos y que permita su
plena identificación, como la partida de nacimiento o cualquier otra documentación que
estime conveniente siempre que ello no se convierta en un obstáculo irrazonable que no
permita llegar a una solución respecto ala identidad de las personas (STC Exp. N° 02273-
2005-PHC/TC, f. j. 36).
En esa misma línea, también es importante traer a colación el Case Ugarteche con
tra Reniec. Han pasado diez años desde que el señor Ugarteche empezó a recorrer las ins
tancias nacionales para exigir que se inscriba su matrimonio con Fidel Aroche, el cual fue
celebrado en el 2010 en México.
La Reniec se negó a realizar dicho procedimiento, pues, sostuvo que en nuestro país
no existe respaldo normativo para la inscripción de una unión de esa naturaleza, así como
también, su principal argumento hacía referencia al artículo 234° del Código Civil en tan
to consideraba que dicho acto es contrario a este.
Dada la negación de la Reniec por inscribir dicho acto, el señor Ugarteche llevó a sede
judicial el caso, mediante una demanda de amparo; la cual fue declarada improcedente. En
ese curso, en grado de apelación, la Cuarta Sala Civil de Lima dispuso su nulidad y orde
nó la admisión de la demanda a trámite. Posteriormente, el Séptimo Juzgado Constitucio
nal de Lima declaró fundada la demanda de amparo y ordenó a Reniec que proceda a re
gistrar el matrimonio entre el demandante y su pareja Fidel.
Por otra parte, en la Opinión Consultiva (2003) de la Corte IDH se ha establecido que
el principio de no discriminación tiene carácter de norma imperativa del derecho interna
cional^. El mismo TC ha sostenido que la interpretación de la Corte IDH abordada en sus
sentencias es vinculante para los poderes públicos internos peruanos.
La decisión del Tribunal fue declarar improcedente la demanda interpuesta por el se
ñor Ugarteche, lo cual motivó que el demandante acudiera posteriormente a instancias
internacionales.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
|j| El Tribunal Constitucional señala que, en las situaciones de cambio de nombre, la vía judi
cial ordinaria puede aceptar estos pedidos, constituyendo ello una vía judicial igualmente
satisfactoria: STC Exp. N° 06040-2015-PA/TC (f. j. 31).
Ij] Reniec fiscaliza los registros a fin de detectar irregularidades o duplicidad de inscripciones:
STC Exp. N° 06088-2014-PHC/TC (f. j. 6).
lH Reniec debe velar por la corrección y autenticidad de los registros de estado civil, respe
tando el derecho fimdamental a la identidad de los administrados: STC Exp. N° 00388-
2015-PHC/TC (f.j.25).
jj] Reniec es un órgano constitucional autónomo integrante del Sistema Electoral Peruano que,
además, debe mantener y custodiar el registro único de identificación de las personas; y el
registro de los actos que modifican el estado civil: STC Exp. N° 05829-2009-PA/TC (f. j. 9).
(7) Corte IDH. Identidad de género, e igualdad y no discriminación a parejas del mismo sexo. Opinión Con
sultiva OC-24/17, 24 de noviembre de 2017, párrafo 228.
Artículo 184 Facultad de declarar nulidad de las
elecciones
El Jurado Nacional de Elecciones declara la nulidad de un
proceso electoral, de un referéndum o de otro tipo de consulta
popular cuando los votos nulos o en blanco, sumados o separa
damente, superan los dos tercios del número de votos emitidos.
La ley puede establecer proporciones distintas para las elec
ciones municipales.
CONCORDANCIAS:
C.: arts.2 inc. 17), 31, 111, 118 inc. 5), 134, 136, 176 al 178, 181, 182, 5a D.F.T.;
L.O.E.: arts. 26 al 28; L.O.J.N.E.: arts. 5 inc. k); R. 001-2016-JNE; C.A.D.H.:
art. 23; D.U.D.H.: art. 12; P.I.D.C.P.: arts. 25
I. Introducción
La nulidad del proceso electoral implica declarar que la votación emitida carece de
validez (y, por ello, eficacia), por razones que afectan la formación de voluntad de quie
nes intervienen en los actos, o por la inobservancia de las formalidades exigidas por los
dispositivos legales propios del acto de que se trate(1).
Se trata de una solución que solo puede entenderse como el último mecanismo jurídi
co posible cuando se han intentado todos los medios para salvaguardar el voto, al ser este
una manifestación de la voluntad popular, y solo puede proceder ante causales expresas
que normativamente habiliten esta posibilidad. El contexto es que resulta imperativo de
clarar nula la elección, ya que los vicios presentados no permiten establecer con certeza
que los resultados oficiales son estricto reflejo de lo decidido por la ciudadanía al favore
cer con su voto a una determinada candidatura, organización política u opción.
(1) ARCHILA, L. “Nulidad de elecciones”. En: Diccionario Electoral. 2a edición. Instituto Interamericano
de Derechos Humanos, San José, 2000. El autor habla directamente sobre “eficacia”, pero consideramos
que es un tema más bien de validez y, como consecuencia, de eficacia.
(2) “Artículo 4.- La interpretación de la presente ley, en lo pertinente, se realizará bajo la presunción de la
validez del voto. (...)”.
y así también se ha interpretado desde las decisiones del Pleno del Jurado Nacional
de Elecciones(3)45.
Al respecto, se considera que analizar los alcances de este artículo, requiere distin
guir tres aspectos:
(3) “(...) en medida en que la nulidad de un proceso electoral incide en el ejercicio de los derechos a la
participación política, no solo de las organizaciones políticas y candidatos participantes en la contienda
electoral, sino también en la ciudadanía que ejerce su derecho-deber constitucional de sufragio, generando
consecuencias gravosas en dichos derechos, los supuestos previstos por el legislador para que se declare
de manera válida la nulidad de una elección, deben ser interpretados de manera estricta y restringida. De
ahí que, en caso de duda sobre la validez o legitimidad de un proceso electoral, debe optarse por la pre
servación de la validez de los resultados antes que por la nulidad del proceso en cuestión, situación que,
además, encuentra sustento en el principio de presunción de validez del voto reconocido en el artículo 4
de la LOE” (Resolución N.° 3418-2014-JNE, f. j. 6).
(4) STC Exp. N° 00030-2005-AI/TC, ff. jj. 9 y 16.
(5) STC Exp. N° 00030-2005-AI/TC, fundamento de voto del magistrado Alva Orlandini. En estricto, es solo
el fundamento de voto de este magistrado (y no el pronunciamiento en mayoría) el que deriva la relación
entre el artículo 184 de la Constitución y la expresión de la voluntad popular, pero resulta interesante re
saltar esta vinculación. Incluso, desde la perspectiva del magistrado (por estricto respecto al principio de
representación proporcional), si los votos nulos o en blanco (sumados o separadamente) exceden el 50%
de los votos, debería declararse la nulidad, pese a que reconoce que esa ha sido la opción del constituyente
peruano en el precitado artículo 184.
(6) ASTUDILLO, C. “Nulidad de elecciones”. En: Diccionario Electoral. 3a edición. Instituto Interamerica-
no de Derechos Humanos, San José, 2017. Disponible: <https://www.iidh.ed.cr/capel/diccionario/index.
html#dflip-flipbookContainer/3/>, p. 737.
(7) Ibídem, p. 738. (“De este modo, la nulidad en materia electoral puede entenderse de dos formas: 1) como
garantía de constitucionalidad y legalidad de las elecciones, y 2) como la sanción que priva de eficacia
a la votación recibida cuando ésta no reúne los elementos mínimos que le dan validez, o cuando deja
de observar los principios y normas fundamentales que deben regir los comicios para ser considerados
auténticos, libres y periódicos”).
Las causales que habilitan la declaratoria de nulidad.
La posibilidad de establecer porcentajes diferentes para la declaratoria de nuli
dad en el marco de las Elecciones Municipales.
II. Antecedentes
La Constitución de 1979 establecía un único organismo encargado de atribuciones re
lativas al proceso electoral (en todas sus etapas): el Jurado Nacional de Elecciones.
Una de las atribuciones que le otorgaba dicha Carta Constitucional era justamente
el declarar la nulidad del proceso electoral. En ese sentido, los artículos 290 y 292 se
refieren a la nulidad del proceso electoral(8), al identificar dos (2) supuestos: (a) la nulidad
del proceso electoral nacional y (b) la nulidad del proceso electoral realizado en una
determinada circunscripción.
Nulidad de proceso electoral nacional (190) Nulidad de elecciones de una determinada circuns
cripción (192)
Cuando los sufragios emitidos, en sus dos terceras Cuando comprueba que los votos emitidos, en sus
partes, son nulos o en blanco (inciso 1) dos terceras partes, son nulos o en blanco (inciso 2)
■ En la nulidad del proceso electoral nacional, las dos causales que lo habilitan im
plican un cálculo numérico (cantidad de votos nulos o blancos).
Desde el artículo bajo análisis, incluso una interpretación literal deja claro que la de
claratoria de nulidad sería competencia del Jurado Nacional de Elecciones (como orga
nismo o institución). Sin embargo, no se define qué órgano al interior de dicha institución
asumiría específicamente la declaratoria, lo que podría llevar a interpretar que se resuelve
(9) Se formula esta precisión en la medida en que, desde la Ciencia Política, se utiliza el término “sistema
electoral” para referirse a los métodos para derivar del porcentaje de votos obtenidos la cantidad de escaños
o posiciones en el gobierno que corresponden a cada organización política, y no a los organismos con
competencias electorales.
en instancia única por el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones, tribunal electoral pe
ruano con competencia de carácter nacional.
Frente a ello, debe recurrirse, según el tipo de proceso, a la Ley Orgánica de Eleccio
nes (en adelante, LOE) y la Ley de Elecciones Municipales (en adelante, LEM) e incluso
a la propia lectura que efectúe el Jurado Nacional de Elecciones para cada proceso electo
ral (lo que generalmente plasma en reglamentos y/o resoluciones normativas).
Para poner este tema en contexto, no debe olvidarse que, en cada proceso electoral, el
Jurado Nacional de Elecciones y la Oficina Nacional de Procesos Electorales crean órga
nos de carácter temporal, con competencia en un determinado ámbito territorial, a efectos
del ejercicio más eficiente de sus funciones frente a los actores políticos en cada circuns
cripción (ciudadanía, candidaturas y organizaciones políticas). En el caso de la Oficina
Nacional de Procesos Electorales, son las Oficinas Descentralizadas de Procesos Electo
rales, mientras que en el Jurado Nacional de Elecciones, para la impartición de justicia en
materia electoral, se trataría de los Jurados Electorales Especiales.
A dicha tarea se ha abocado el propio Pleno del Jurado Nacional de Elecciones, que
determinó que, en primera instancia, la declaratoria de nulidad le corresponde -indepen
dientemente del ámbito electoral cuya nulidad se pretenda- a los Jurados Electorales Es
peciales, órganos que, como ya se explicaba, dependen funcionalmente del Jurado Na
cional de Elecciones y se constituyen con carácter temporal para cada proceso electoral,
para un determinado ámbito territorial. Contra dicho pronunciamiento, resulta posible in
terponer recurso de apelación, que resolverá el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones
(ver Gráfico 1). Se trata de un criterio que ha reiterado en los procesos electorales (nacio
nales, regionales y municipales) desde entonces (ver Cuadro 2).
Apelación
Pleno del
Solicitud de Jurado Electoral
Jurado Nacional
nulidad Especial
de Elecciones
........ J X n J
Cuadro 2: Nulidad de elecciones regulada por el JNE para cada proceso electoral
Del tenor literal y aislado de los artículos aplicables de la LOE y la LEM, parecería
derivarse que solo la nulidad de la votación en las mesas de sufragio (art. 363 de la LOE)
resulta de competencia de los Jurados Electorales Especiales, y que todas las demás, al
aludir al “Jurado Nacional de Elecciones” resultarían atribuibles al Pleno del Jurado Na
cional de Elecciones.
Por lo tanto, la alternativa más compatible con brindar tutela,judicial efectiva es que
cualquier pedido de nulidad sea valorado en primera instancia por el Jurado Electoral Es
pecial competente y, en apelación, por el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones, con
forme con la garantía de doble instancia (configurada legalmente dentro del contenido del
derecho al debido proceso) y además no contraviene la normativa antes citada, en la me
dida en que siempre es el Jurado Nacional de Elecciones (a través de los Jurados Elec
torales Especiales o su Pleno) el que resuelve los pedidos de nulidad del proceso electo
ral, conforme también ha interpretado esta misma institución en las resoluciones emitidas
para cada proceso electoral.
Sin embargo, un análisis más global de la normativa precitada, permite identificar los
distintos tipos posibles de nulidad, así como las causales que habilitan a la declaración de
nulidad en cada supuesto.
Instalación de la Mesa de Votos nulos mayo Votos nulos mayo Votos nulos mayo Votos nulos mayo
Sufragio en lugar distinto res a 2/3 de los vo res a 2/3 de los vo res a 2/3 de los vo res a 2/3 de los vo
o en condiciones diferen tos válidos. tos emitidos. tos válidos. tos emitidos.
tes, o después de las doce
(12.00) horas, siempre no
justificación o impedido
libre ejercicio del derecho
de sufragio.
Miembros de la Mesa de Votos nulos y en Votos nulos y en Votos nulos y en Votos nulos y en
Sufragio hayan ejercido blanco (sumados) blanco (sumados) blanco (sumados) blanco (sumados)
violencia o intimidación mayores a 2/3 de mayores a 2/3 de mayores a 2/3 de mayores a 2/3 de
sobre los electores, con los votos válidos. los votos emitidos. los votos válidos. los votos emitidos.
el objeto inclinar la vota
ción a favor de un deter
minado candidato o lista
de candidatos.
Graves irregulari
dades, por infrac
ción de la ley, que
hayan modificado
los resultados de la
votación.
En ese sentido, por ejemplo, determinar si un elector es o no quien dice ser para ad
mitir o rechazar su voto (impugnación de identidad) o si un voto es válido o nulo al mo
mento del escrutinio para incluirlo o no en las actas electorales son solo algunas de las
funciones que ejercen los miembros de mesa.
Por la importancia de dichas atribuciones, para garantizar que los resultados de la vo
tación reflejen de manera fidedigna el sentido en que se ha emitido el voto, resulta impor
tante verificar que los integrantes de la mesa de sufragio actúen dentro del marco de la le
galidad y no incurran en irregularidad alguna que pueda afectar estos resultados electorales.
Es ante la búsqueda de dicha finalidad que se prevé determinadas causales que permi
ten declarar la nulidad de la votación realizada en una mesa de sufragio.
La única excepción es la causal referida al literal b), que, por tratarse de hechos exter
nos a la mesa de sufragio, sí podría plantearse posteriormente (hasta tres día después del
día de la elección(12)), por lo que se analizará de manera independiente.
(12) La causal plasmada en el literal b (“Cuando haya mediado fraude, cohecho, soborno, intimidación o
violencia para inclinar la votación en favor de una lista de candidatos o de determinado candidato”) al
1. 1. Hora y condiciones de instalación de la mesa de sufragio
El artículo 249 de la LOE establece que los miembros de la mesa de sufragio deben
acudir al local de votación a las 07.30 horas del día de las elecciones, con la finalidad de
que las mesas de sufragio (preestablecidas para funcionar en dicho local) se instalen a más
tardar a las 08.00 horas*(13). Sin embargo, en los artículos posteriores (250 a 252 de la LOE)
también incluye previsiones ante la eventualidad de que los miembros de mesa (titula
res y suplentes) no acudan a cumplir dicha función el día del acto electoral. En ese senti
do, establece la suplencia de miembros titulares ausentes por miembros suplentes presen
tes e incluso la exigencia de convocar a ciudadanos/as que no hayan resultado sorteados,
pero que se encuentren presentes, para integrar la mesa de sufragio. En dicho supuesto,
la mesa debería comenzar a funcionar luego de todos estos actos, pero, como máximo, a
las 12.00 horas.
Como correlato a dichas disposiciones es que surge la causal bajo análisis, según la
cual se declara la nulidad de la votación en una mesa de sufragio si esta se hubiera ins
talado en condiciones distintas a las antes señaladas o posteriormente a las 12.00 horas.
Sin embargo, esta causal no exige únicamente constatar las condiciones divergentes
o la hora posterior de instalación de la mesa de sufragio, sino que además requiere, para
la declaratoria de nulidad, que tales circunstancias hayan sido injustificadas o impedido
el libre ejercicio del derecho de sufragio.
Ello ante la eventualidad, por ejemplo, que, por hechos de la naturaleza (terremoto,
inundación u otro desastre natural), se requiera modificar el lugar prefijado para instalar
una mesa de sufragio, o que su acondicionamiento exija que esta se instale después de las
12.00 horas. En dicho supuesto, al mediar justificación y apuntar más bien la medida a fa
cilitar el ejercicio del derecho de sufragio de los ciudadanos que votarían en determinada
mesa, la nulidad no procedería.
Por lo tanto, una declaratoria de nulidad bajo esta causal exige la concurrencia de lo
siguiente: (i) instalación de la fecha de sufragio en condiciones diferentes o posteriormen
te a las 12.00 horas; y (ii) que la instalación en las condiciones del literal i) se haya efec
tuado sin justificación o haya impedido el libre ejercicio del derecho de sufragio.
Al mediar el elemento que exige probar la ausencia de justificación o que -de manera
tangible- se ha afectado el derecho de sufragio (hasta el punto de impedirlo), se trata de
una causal que, salvo acreditaciones en casos excepcionales y poco frecuentes, no resulta
incorporar otro tipo de connotaciones, que exceden a la propia mesa de sufragio, sí podría ser invocada
ante los Jurados Electorales Especiales, dentro de los tres días hábiles de realizado el acto electoral. Para
las Elecciones Generales 2021, ello estuvo regulado en la Resolución N° 0086-2018-JNE y, en términos
del horario de presentación de estos pedidos (hasta las 20.00 horas) en la Resolución N° 0363-2020-JNE.
(13) Para las Elecciones Generales 2021, a consecuencia de la pandemia, el horario de votación inició a las
07.00 horas (hasta las 19.00 horas), como se estableció mediante Ley N° 31038, Ley que establece normas
transitorias en la legislación electoral para las Elecciones Generales 2021, en el marco de la emergencia
nacional sanitaria ocasionada por la COVID-19.
de las más invocadas para sustentar un pedido de nulidad, aunque sí suele generar que los
organismos electorales (especialmente la Oficina Nacional de Procesos Electorales) re
doble esfuerzos para lograr la instalación de la totalidad de las mesas antes del mediodía.
Al igual que en el supuesto anterior, también debe acreditarse que con dicha intimi
dación o violencia se persigue el objetivo de inclinar la votación en favor de una lista o
de determinada candidatura.
Sin embargo, si bien incurrir en esta práctica (incluso en el caso de una cantidad mí
nima de ciudadanos) puede derivar en responsabilidad penal de los miembros de la mesa
de sufragio, para la declaratoria de nulidad de votación de la mesa, se exige además que
esta admisión o rechazo se haya efectuado en “número suficiente para hacer variar el re
sultado de la elección”.
En lo que difieren los artículos precitados es en el universo de votos con los cuales se
comparan dichos dos tercios (2/3): los votos emitidos o los votos válidos.
Como se sabe, los votos que se emiten en una elección pueden ser de distintas cate
gorías: (i) válidos (cuando se marca el voto con una cruz o aspa cuya intersección se en
cuentra dentro del recuadro de la fotografía y/o símbolo de la organización o candidatu
ra elegida); (ii) nulos (por no cumplir con la condición para ser válidos); o (iii) en blanco
(cuando no se presenta marca alguna en la cédula de sufragio).
Sin embargo, la LOE alude a un universo menor de votos respecto de los cuales debe
calcular el porcentaje de dos tercios (2/3) antes mencionado: los “votos válidos”. Por ello,
se requiere una cantidad menor de votos nulos y/o en blanco para la declaratoria de nuli
dad por esta causal numérica.
El artículo 184 de la Constitución establece una previsión específica por la cual dispo
ne que se calcula el porcentaje de votos nulos y/o en blanco sobre la base de “votos emi
tidos” y a la cual solo se permite porcentajes divergentes en elecciones municipales (y no
generales o regionales).
(14) El Pleno del Jurado Nacional de Elecciones también ha establecido que, ante un posible entre la Consti
tución y la LOE, sobre si se aplica el universo de votos emitidos o votos válidos, debe prevalecer el de
“votos emitidos” porque proviene de la Constitución (Resolución N° 3674-2014-JNE, f. j. 2).
Cuadro 4: Supuestos numéricos de nulidad de elección nacional
Por su parte, el “cohecho” implica que se efectúa una disposición patrimonial a favor
de un funcionario público (o quien ejerza función pública en determinadas circunstancias),
en este caso, de los miembros de mesa de sufragio, para que actúen contrariamente a lo dis
puesto a la ley o faciliten determinados actos. A similar supuesto se refiere el “soborno”,
solo que no se incide en el carácter de funcionario público de quien recibe dicho dinero.
Sin duda con mayor claridad es posible identificar la “intimidación” (como amena
za de empleo de violencia) o la propia violencia, como el uso de la fuerza física o inclu
so psicológica.
En las Elecciones Generales 2021, se esgrimió esta causal para solicitar la nulidad de
diversas mesas de sufragio. El sustento fue que existían problemas estadísticos y numé
ricos (ya que, por ejemplo, en algunas mesas de sufragio uno de los partidos políticos no
consigue ningún voto), mesas de sufragio en que familiares frieron miembros de mesa, y
supuesta falsificación de firmas y/o suplantación de miembros de mesa. La totalidad de
los pedidos fueron desestimados por los Jurados Electorales Especiales y el Pleno del Ju
rado Nacional de Elecciones, al presentar recursos de apelación, por considerar que las
razones para sustentar la nulidad no se habían acreditado.
La verificación de estos supuestos, además, debe probarse por quienes solicitan la nu
lidad. El Jurado Nacional de Elecciones ha sido muy enfático en señalar que quien ale
ga “fraude” debe acreditarlo y que los supuestos de nulidad deben ser interpretados de
manera “estricta y restringida” (15); en otras palabras, afirma que la carga de la prueba del
fraude es de quien señala que se ha producido, en aplicación del artículo 196 del Código
Procesal Civil(16). Estos criterios también han sido reiterados en resoluciones emitidas en
el marco de las Elecciones Generales 2021(17).
(15) Resolución 0250-2017-JNE FFJJ 4-5; Resolución N° 3399-2018-JNE, ff. jj. 4-5.
(16) “Artículo 196.- Carga de la prueba
Salvo disposición legal diferente, la carga de probar corresponde a quien afirma hechos que configuran su
pretensión, o a quien los contradice alegando nuevos hechos”.
(17) Cff., entre otras, la Resolución N° 0700-2021 - JNE.
2.3.2. Causales diferentes a criterios numéricos: “graves irregularidades”
Hasta este punto, salvo algunas referencias específicas en la nulidad de mesa de su
fragio, las causales han hecho referencia especialmente a criterios numéricos que habili
tan la declaratoria de nulidad, de votos nulos, votos en blanco o de electores que no con
currieron a votar.
Sin embargo, el artículo 36 de la LEM, solo aplicable para las elecciones municipales,
establece otro supuesto de nulidad de elecciones con alcances bastante amplios: “graves
irregularidades, por infracción de la ley, que hubiesen modificado los resultados de la vo
tación”, supuesto similar al incluido en el artículo 192, inciso 1 de la Constitución de 1979.
Por lo general, al aludir dicha causal a “graves irregularidades”, los peticionantes pre
tenden subsumir en sus pedidos de nulidad toda clase posible de contravenciones a la nor
mativa. Se puede citar, a modo de ejemplo, la realización de propaganda electoral el día
de la elección (incluso al portar vestimenta o determinados signos que caracterizan a una
organización política o candidatura), la existencia de “electores golondrinos”0 8) (“trans-
humancia electoral”), supuestas irregularidades en el accionar del personal de los orga
nismos electorales (o de sus entes desconcentrados, los Jurados Electorales Especiales y
las Oficinas Descentralizadas de Procesos Electorales), la destrucción de material electo
ral, la verificación de actos de violencia, entre otros diversos supuestos.
En ese sentido, incluso ante el tenor actual de dicha causal del artículo 36 de la LEM,
la interpretación debe ser restrictiva e incidir en la “gravedad” que debe tener la irregula
ridad que se verifica, así como en la exigencia de que esta hubiese efectivamente afecta
do el sentido de la votación (lo que ha impedido que los resultados reflejen la verdadera
voluntad de los electores plasmada en sus votos).
Además, no debe perderse de vista que si bien en todos los casos, existe una carga de
la prueba para quien presenta la solicitud de nulidad respecto de todos los hechos que ale
ga (en aplicación del ya citado artículo 196 del Código Procesal Civil), esta exigencia de
probanza se hace más intensa ante causales que tienen contenido abierto, y que su verifi
cación deriva en una consecuencia tan determinante como es la nulidad de la votación en
la elección municipal en una provincia o distrito.
Una decisión particularmente interesante sobre este tema fue la nulidad de las elecciones
regionales y municipales declarada en Illimo, provincia y departamento de Lambayeque,
(18) Los ‘‘electores golondrinos” son quienes efectúan cambios de su lugar de domicilio a otra localidad, para
poder favorecer a determinada organización política o candidatura.
en el año 2014. La resolución emitida por el Pleno del JNE en dicha oportunidad es im
portante no solo porque finalmente confirma la decisión de declarar la nulidad en dicha
circunscripción, sino porque desarrolla criterios relevantes. Al respecto, determinó los ele
mentos o requisitos que deben concurrir para la declaratoria de nulidad por esta causal:
i) graves irregularidades, esto es, no cualquier acto o hecho irregular constituirá mérito
suficiente para la declaratoria de nulidad de un proceso electoral, sino solo aquellos
de una intensidad tal que tengan una incidencia negativa en el derecho de sufragio;
ii) el hecho o acto que constituya una irregularidad grave debe haberse producido
o realizado en contravención del ordenamiento jurídico, vale decir, una norma o
principio jurídico específico y concreto; y (iii) el acto que suponga una ilegal y grave
irregularidad debe, a su vez, de haber modificado de manera tangible el resultado de
la votación, para lo cual deberá de acreditarse la relación directa entre la variación del
resultado del proceso y el acto irregular grave e ilegal(19) (20).
Con dicho desarrollo, se determinó, además, que la declaratoria de nulidad estaba re
gida por el principio de legalidad, pero también por el principio de proporcionalidad (“no
toda irregularidad debe suponer la anulación del proceso electoral, toda vez que ello su
pondría, además, postergar el ejercicio del derecho de sufragio de los ciudadanos de una
determinada localidad, lo que incidiría negativamente en el principio de soberanía popu
lar, sino que, esta irregularidad, aparte de ser de una gravedad intensa, debe haber incidi
do necesariamente en el resultado de la votación”(21).
En el caso de la elección regional, sería una nulidad total si se vuelve a realizar el pro
ceso electoral en todo el ámbito regional, mientras sería parcial si se anula la elección re
gional en algún o algunos distritos y/o provincias.
(24) Si bien podría considerarse la nulidad en una mesa de sufragio también como parcial, ese supuesto suele
denominarse más bien como nulidad de mesa de sufragio, para delimitar bien su ámbito (y las causales
por las que procede).
(25) Desde hace varios procesos electorales, se regula lo relativo a las “actas observadas” (las que no pueden
ser ingresadas directamente al cómputo, sino que requieren una decisión previa por los JEE) mediante
reglamento aprobado por Resolución N.° 0331-2015-JNE.
Se declara nula la votación de una mesa si se
LOE, artículo 363
acredita alguna de las causales.
(26) Este es un tema discutible que no se ha aplicado nunca en la práctica, pero que se analizó también en las
Elecciones Generales 2021. Desde nuestra interpretación, cada elección (“primera vuelta” y “segunda
vuelta”) son independientes, por lo que la verificación de votos nulos y blancos se debe hacer respecto
de cada elección y con efectos para cada una. Si, por ejemplo, se llega a los 2/3 de votos nulos y blancos
(sumados o por separado) en la “segunda vuelta”, se debería repetir dicha elección, y no el proceso que se
produjo desde la “primera vuelta”, la que sí cumplió los requisitos para su validez.
(27) Cfr. BREWER-CARÍAS, A. “La nulidad de los actos electorales: Una perspectiva constitucional com
parada”. En: Transición democrática en América Latina: reflexiones sobre el debate actual, Memoria III
Curso Anual Interamericano de Elecciones, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José,
1990, pp. 89-137. En el mismo sentido, ASTUDILLO, C. Ob. cit, especialmente, pp. 739-742.
Cuadro 6: Nulidad de elecciones en algunos países de América Latina
(28) Sobre la nulidad de elecciones en México se ha debatido mucho, especialmente cuando se aprobó la “nu
lidad abstracta” de elecciones fuera de las causales específicas de la ley. Para ver un completo análisis del
tema, se recomienda ACKERMAN, J. Autenticidad y nulidad. Por un derecho electoral al servicio de la
democracia. México, UNAM, 2012.
j) La existencia de
alteración de datos, bo
rrones o tachaduras en
el Acta Electoral, que
no hayan sido señaladas
en las observaciones de
la propia Acta.
k) La violación de la
integridad del sobre de
seguridad o el extravío
del Acta original, cuan
do no pueda ser reem
plazada por dos copias
auténticas e iguales.
1) La consignación de
un número de votos en
el Acta Electoral que
supere la cantidad de
personas inscritas en la
mesa.
(Ley del Régimen Elec
toral: artículo 177,1).
Nulidad a) Cuando la electo 1. Si se hubieren a) Instalar la casilla, sin
de mesa ra o el elector viole el realizado en un día y causa justificada, en lugar
de sufra principio del voto se hora distintos al se distinto al señalado por el
gio (o si creto, mostrando su pa ñalado en la convo Consejo Distrital corres
milar) peleta de sufragio mar catoria; pondiente.
cada; o dando a conocer 2. Si se hubie b) Entregar, sin causa jus
de cualquier manera su re practicado sin la tificada, el paquete que
voto, su intención de concurrencia del contenga los expedien
voto, o su preferencia Presidente y del Se tes electorales al Consejo
electoral. cretario de la Junta Distrital, fuera de los pla
b) Cuando la electo Receptora del Voto zos que el Código Federal
ra o el elector inten respectiva o si el es de Instituciones y Proce
ta depositar en el ánfo crutinio se hubiere dimientos Electorales se
ra una papeleta distinta, efectuado en un lu ñale.
a la que le fue entrega gar distinto de aquel c) Realizar, sin causa jus
da, o cualquier otro do en que se realizó el tificada, el escrutinio y
cumento u objeto. sufragio, excepto en cómputo en local diferen
c) Cuando el voto es los casos permitidos te al determinado por el
emitido mediante coac por esta Ley; Consejo respectivo.
ción, intimidación, in 3. Si se comprobare d) Recibir la votación en
ducción o persuasión suplantación, altera fecha distinta a la señala
por un tercero. ción o falsificación da para la celebración de
d) Cuando la electo del registro electo la elección.
ra o el elector emita su ral, o de las actas de e) Recibir la votación per
voto en presencia de instalación o de es sonas u órganos distin
otra persona, salvo en crutinio; tos a los facultados por el
los casos de voto asisti 4. Si las actas de es Código Federal de Institu
do establecidos en esta crutinio no llevaren ciones y Procedimientos
Ley. ni la firma del Presi Electorales.
(Ley del Régimen Elec dente ni la del Secre f) Haber mediado dolo o
toral: artículo 163,1). tario de la Junta; y, error en la computación
5. Si se hubiere utili de los votos y siempre
zado papeletas o for que ello sea determinante
mularios de actas no para el resultado de la vo
suministrados por el tación.
Consejo. g) Permitir a ciudadanos
(Código de la De sufragar sin Credencial
mocracia, artículo para Votar o cuyo nombre
143) no aparezca en la lista no
minal de electores y siem
pre que ello sea determi
nante para el resultado de
la votación, salvo los ca
sos de excepción señala
dos en el Código Federal
de Instituciones y Proce
dimientos Electorales y en
el artículo 85 de esta ley.
h) Haber impedido el ac
ceso de los representantes
de los partidos políticos o
haberlos expulsado, sin
causa justificada.
i) Ejercer violencia física
o presión sobre los miem
bros de la mesa directi
va de casilla o sobre los
electores y siempre que
esos hechos sean deter
minantes para el resulta
do de la votación.
j) Impedir, sin causa jus
tificada, el ejercicio del
derecho de voto a los ciu
dadanos y esto sea deter
minante para el resultado
de la votación.
k) Existir irregularidades
graves, plenamente acre
ditadas y no reparables
durante la jomada elec
toral o en las actas de es
crutinio y cómputo que,
en forma evidente, pon
gan en duda la certeza de
la votación y sean deter
minantes para el resulta
do de la misma.
(Ley General del Siste
ma de Medios de Impug
nación en Materia Electo
ral, artículo 75)
Nufidad Nulidad de elección de
parcial senadores y diputados:
Se hayan cometido en
forma generalizada vio
laciones sustanciales en
la jomada electoral, en
el distrito o entidad de
que se trate, se encuen
tren plenamente acredi
tadas y se demuestre que
las mismas fueron de
terminantes para el re
sultado de la elección,
salvo que las irregulari
dades sean imputables a
los partidos promoven-
tes o sus candidaturas.
(Ley General del Siste
ma de Medios de Impug
nación en Materia Electo
ral, artículo 78)
Nulidad El Tribunal Supremo Se declarará la nu Nulidad por violación de 1. La celebración de
total Electoral declara de ofi lidad de las eleccio la Constitución elecciones sin la convo
cio la nulidad del pro nes en los siguientes Violaciones graves, dolo catoria previa del Tribu
ceso electoral convo casos: sas y determinantes en los nal Electoral o en fecha
cado al margen de la 1. Cuando se hubie casos previstos en la Base distinta a la señalada,
normativa vigente. ra declarado la nuli VI del artículo 41 de la de conformidad con los
(Ley del Órgano Elec dad de las votacio Constitución, en caso: términos descritos en el
toral Plurinacional: ar nes en al menos el a) Se exceda el gasto de presente Código.
tículo 22, II). treinta por ciento de campaña en un cinco por 2. Que el cómputo de los
juntas receptoras del ciento del monto total au votos, consignados en
voto, siempre que torizado; las actas de las mesas de
esto afecte los resul b) Se compre o adquiera votación o en las actas de
cobertura informativa o
tados definitivos de los escrutinios generales,
tiempos en radio y televi
la elección de cargos sión, fuera de los supues contenga errores o alte
nacionales o locales. tos previstos en la ley; raciones.
2. Cuando no se hu c) Se reciban o utilicen 3. La constitución ilegal
bieran instalado o se recursos de procedencia de la junta de escrutinio o
hubieran suspendido ilícita o recursos públicos de las mesas de votación.
las votaciones en al en las campañas. 4. La no instalación de la
menos el treinta por Si procede nulidad, se mesa, la instalación in
ciento de juntas re realizan nuevas eleccio completa que impida el
ceptoras del voto, nes en que no puede par desarrollo normal de la
siempre que esta si ticipar la persona sancio votación y la suspensión
tuación afecte los nada. del desarrollo de la vo
resultados definiti (Constitución, artículo tación.
vos de la elección de 41, base VI; Ley General 5. La falta de materia
les indispensables para
cargos nacionales o del Sistema de Medios de
el desarrollo de la vota
locales. Impugnación en Materia ción. Son materiales in
3. Cuando los vo Electoral, artículo 78 bis) dispensables aquellos sin
tos nulos superen a los cuales no se puede dar
los votos de la totali certeza sobre la volun
dad de candidatas o tad popular, tales como
candidatos, o de las las boletas de votación, el
respectivas listas, en padrón electoral, las actas
una circunscripción y las urnas. El Tribunal
determinada, para Electoral los establecerá
cada dignidad. para cada elección.
(Código de la De 6. La elaboración de las
mocracia, artículo actas correspondientes a
147) la junta de escrutinio o
a las mesas de votación,
por personas no autori
zadas por este Código, o
fuera de los lugares o tér
minos establecidos.
7. La alteración o false
dad del padrón electoral
de mesa o de las boletas
de votación.
8. La violación de las
mesas o la violencia o
amenaza ejercida sobre
miembros de la mesa o de
la junta de escrutinio, du
rante el desempeño de sus
funciones.
9. La celebración del es
crutinio o de la votación
eñ lugar distinto al seña
lado por el Código y el
Tribunal Electoral.
10. La iniciación de la
votación después de las
doce mediodía, siempre
que sufraguen menos del
cincuenta por ciento de
los electores inscritos en
el padrón electoral de la
mesa respectiva.
11.La ejecución de ac
tos de violencia o coac
ción contra los electores,
de tal manera que se les
hubiera impedido votar u
obligado a hacerlo contra
su voluntad. Se conside
ra igualmente un acto de
coacción las entregas, por
sí mismo o por interpues
tas personas, de dádivas,
donaciones, regalos en
efectivo o en especie y si
mulación de rifas, con el
propósito velado o expre
so de recibir respaldo en
votos.
12. Que el acta corres
pondiente no haya in
cluido, en el escrutinio,
la totalidad de las actas
de mesa de votación den
tro de la circunscripción
de que se trate.
13. El cierre de las me
sas de votación antes del
tiempo estipulado, vio
lando las normas que la
reglamentan.
14. Si desde la apertura
del proceso electoral se
violentan los derechos
y prohibiciones estable
cidos en la Constitución
Política y en el presente
Código incidiendo en sus
resultados.
15. El haberse excedido
los topes de gastos es
tablecidos en el artícu
lo 211.
(Código Electoral, artí
culo 416)
V. Reflexiones finales
La declaratoria de nulidad de un proceso electoral es una solución prevista en el or
denamiento jurídico peruano, que distingue las causales según el alcance de la estima
ción de dicho pedido, limitado a una mesa de sufragio, de manera parcial o incluso de
manera total. Todo lo cual enmarca su desarrollo legislativo en el artículo 184 de la
Constitución.
Se trata de una atribución del Jurado Nacional de Elecciones (que recae en primera
instancia en los Jurados Electorales Especiales y, en segunda, en el Pleno), que presen
ta matices en cada uno de los procesos electorales en los cuales se habilita su utilización,
ante lo dispuesto en la Constitución, la LOE y la LEM.
Ahora bien, incluso al reconocer la viabilidad jurídica de esta figura, no debe per
derse de vista que restringir la validez de un proceso electoral implica no tomar en cuen
ta la totalidad o parte de la votación emitida por un grupo de la ciudadanía, que se rea
lizó en ejercicio regular de su derecho de sufragio y sus derechos de participación
política.
Por lo tanto, no puede tratarse de una solución ordinaria ante cualquier situación que
pueda reflejar ciertas irregularidades o ilícitos, sino un mecanismo con alcances limitados,
circunscrito a aquellos supuestos en los cuales se ha producido un acto o situación de tal
naturaleza o magnitud que no es posible tener certeza sobre que los resultados de la vota
ción (en una mesa de sufragio, una circunscripción electoral o todo un proceso electoral)
reflejan la voluntad popular expresada por la ciudadanía al emitir su voto.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj] El artículo 184 de la Constitución establece que el JNE puede declarar la nulidad de un
proceso electoral o referéndum si los votos nulos o en blanco, sumados o separadamente,
superan los dos tercios del número de votos emitidos: STC Exp. N° 00002-2011-PCC/
TC (f.j. 27).
U Sobre la base del principio de la seguridad jurídica, en ningún caso la interposición de una
demanda de amparo contra el JNE suspende el calendario electoral, el cual sigue su curso
inexorable: STC Exp. N° 05854-2005-PA/TC (f. j. 39).
BIBLIOGRAFÍA
Una de las premisas de las cuales debe partirse es que nos encontramos ante una de
mocracia representativa en la cual los ciudadanos y los ciudadanas no formamos parte di
recta e inmediata de cada decisión que toma el Estado, sea una ley o una política pública.
Los que participarán de manera directa en el proceso deliberativo y tomarán, como regla
general, dichas decisiones, son nuestros “representantes”. ¿A. través de qué son designa
dos o elegidos estos? Mediante procesos electorales. ¿Cómo o por qué mecanismo son
elegidos los representantes? Mediante votos que emite la ciudadanía. ¿Y dónde se plas
ma el sentido de los votos? En las actas electorales. Esto es, los votos se traducen en nú
meros y estas cifras en cargos públicos representativos.
Aunque los principios no requieren ser positivizados para ser considerados como ta
les y resultar exigióles y respetados por los operadores jurídicos, habría que recordar que
el principio de presunción de validez del voto se encuentra expresamente reconocido en
el primer párrafo del artículo 4 de la Ley N° 26859, Ley Orgánica de Elecciones.
Una premisa adicional para tomar en cuenta, también en ámbito de la esfera de los
principios y vinculado con lo mencionado en el párrafo anterior, es que la duda favorece la
validez o regularidad de un procedimiento, acto o ejercicio del derecho. Principios como
el in dubio pro homine. in dubio pro operario o favor processum, son una muestra de que
en caso de duda debe interpretarse que el derecho invocado debe ser ejercido o se ejerció
de manera regular y legítima, en el caso concreto, el derecho al voto.
Por su parte, un aspecto trascendente que amerita recordar es que los derechos a la
participación política, en concreto, los derechos a elegir y ser elegidos, son derechos cons
titucionales de configuración legal, lo cual implica que, como regla general, sea el legis
lador quien desarrolle las condiciones y límites para el ejercicio de tales derechos, ello,
desde luego, dentro de parámetros de proporcionalidad y razonabilidad. Con relación al
derecho a ser elegido, el Tribunal Constitucional ha señalado en la sentencia recaída en el
Expediente N. ° 0030-2005-PI/TC (Fundamento Jurídico N.° 27) lo siguiente:
De otro lado, habría que considerar otro elemento no menor para comprender el pre
cepto normativo materia de comentario: realizar un proceso electoral, más aún en el caso
de los de alcance nacional, no resulta una tarea ni sencilla ni económica. Se requiere de
planificación, tiempo y, desde luego, recursos económicos y humanos.
Con relación a los derechos a la participación política, habría que resaltar también
que los procesos electorales permiten que la ciudadanía ejerza también un derecho cons
titucional de singular relevancia para la democracia representativa, como es el derecho a
elegir. Es decir, a efectos de evaluar o diseñar el marco normativo de un proceso electoral
no solo hay que considerar a los que están a cargo del mismo (entiéndase, a los organis
mos del Sistema Electoral) y las organizaciones políticas que presentan candidatos, sino
también a los electores.
Así las cosas, se busca con el proceso electoral que quienes accedan al poder públi
co sean aquellos por quienes la ciudadanía eligió, sea por mayoría simple o un porcenta
je mínimo exigido en las normas, lo cual dependerá del tipo y alcance del cargo público
al que se pretende aspirar.
(1) Este razonamiento puede desprenderse también de lo señalado por el Tribunal Constitucional en la sentencia
recaída en el Expediente N° 0030-2005-PI/TC, en la que el Intérprete Final de la Constitución indicó lo
siguiente:
“16. Sin duda, la democracia representativa es una democracia pluralista, pues la representación
encuentra en la soberanía popular a su fuente de poder y debe ser seno de contrapesos y controles
mutuos entre las distintas fuerzas políticas. Pero no puede ser una democracia fragmentaria en la que
no exista posibilidad de generar consensos entre las mayorías y minorías parlamentarias. En otras
palabras, no cabe que so pretexto de identificar matemáticamente a la democracia representativa con
la representación 'de todos', se termine olvidando que, en realidad, de lo que se trata es que sea una
representación 'para todos'.
(...)
18. Así pues, al evaluarse la constitucionalidad de la 'barrera electoral', deberá tenerse en cuenta,
por un lado, que la gobemabilidad exige la participación política plural, pero también que una repre
sentación atomizada elimina la posibilidad de gobernar o, cuando menos, la posibilidad de hacerlo
eficientemente”.
Sobre la base de dichas premisas y lo expuesto en los párrafos anteriores, podríamos
sostener que los costos, representatividad y voluntad popular serían los elementos que sos
tienen, independientemente de su vocación o interpretación originaria, el precepto norma
tivo contenido en el artículo 184 de la Constitución Política de 1993.
Ahora bien, en concreto, el artículo 184 de la Constitución Política de 1993 prevé una
causal de nulidad total y numérica, la cual toma como parámetro el total de los votos emi
tidos, no los votos válidos. No prevé como parámetro adicional o complementario la ina
sistencia de un porcentaje del total de electores hábiles.
a) Causales por hechos pasibles de ser conocidos por la mesa de sufragio (en cuyo
caso el pedido debió ser invocado el mismo día de la jomada electoral por el
personero acreditado ante la mesa de sufragio, de lo cual debe quedar constan
cia en el acta electoral respectiva, sea en la sección de instalación, sufragio o es
crutinio, dependiendo de la oportunidad en la que se configuró la causal de nu
lidad); o,
b) Causal(es) por hechos que no fueron pasibles de ser conocidos por los miembros
de la mesa de sufragio (en cuyo caso, el pedido de nulidad debiera ser planteado
por el personero legal de la organización política en un plazo razonable que, de
conformidad con la regla establecida en ejercicio de su función normativa por
el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones, no podría exceder los tres días ca
lendario luego de realizada la jomada electoral).
Por su parte, si se toma en cuenta el tipo de vicio o el sustento, podría establecerse la
existencia de nulidades cualitativas y nulidades cuantitativas. Con relación a las causales
de nulidad cualitativas, estas se encuentran desarrolladas en el artículo 363 de la Ley Or
gánica de Elecciones, y son las siguientes:
Ahora bien, ¿por qué la redacción de las causales de nulidad cualitativas es más am
plia y abierta a nivel municipal en comparación con las elecciones de alcance nacional?
A nuestro juicio por el impacto que generan una u otra: el presupuesto con el que cuen
tan ambos niveles de gobierno es diferente; el alcance territorial es diferente; los costos
de llevar a cabo un nuevo proceso electoral y a nivel municipal existe una norma (entién
dase, la Ley de Elecciones Municipales), la que contempla la figura de Elecciones Mu
nicipales Complementarias, esto porque en un proceso de calendario fijo no se elige a un
solo gobierno local, lo que no ocurre con las elecciones generales, en las que se elige a
una única forma presidencial y a los integrantes de un único Congreso de la República.
Por su parte, con relación a las causales de nulidad numéricas, sin perjuicio de lo pre
visto en el artículo 184 de la Constitución Política de 1993 materia de comentario se tie
ne a nivel general lo previsto en el artículo 364 de la Ley Orgánica de Elecciones, que
prevé lo siguiente:
“8. Ahora bien, atendiendo a que la Constitución Política de 1993, en su artículo 184,
contempla expresamente la posibilidad de que se establezcan 'porcentajes' distintos
para las elecciones municipales, pero no cambiar el parámetro de los votos emitidos,
no resulta aplicable, por inconstitucional, el supuesto consistente en que los votos
nulos o en blanco, sumados o separadamente, superen los dos tercios del número de
votos válidos.
9. Igualmente, a pesar de que la Norma Fundamental habilitaba a que, a través de una
ley, se modificase el porcentaje para el caso de las elecciones municipales, ello no ha
ocurrido, porque se ha mantenido la redacción constitucional, conforme se advierte
del artículo 36 de la LEM y del artículo 5, literal k, de la LOJNE.
10. En esta línea de razonamiento, este Supremo Colegiado Electoral, en el presente
proceso electoral, ha emitido las Resoluciones N.° 3646-2014-JNE y N.° 3647-2014-
JNE, del 25 de noviembre de 2014.
11. En ese contexto, si bien se considera un pedido de nulidad por causal cuantitativa
o numérica (artículo 364 de la LOE) contra el acta de proclamación de resultados,
esta deviene en infundada por sostener el pedido en una causal inaplicable, atendiendo
específicamente al parámetro de la LOE que sostuvo el legislador, en contraposición
al Poder Constituyente, por cuanto alude a votos válidos y no emitidos, (...)”.
A nivel municipal se prevé una causal de nulidad numérica total adicional: la relacio
nada con el ausentismo. Efectivamente, el artículo 36 de la Ley N° 26864, Ley de Elec
ciones Municipales, prevé en su segundo párrafo que “Es causal de nulidad de las elec
ciones la inasistencia de más del 50% de los votantes al acto electoral o cuando los votos
nulos o en blanco, sumados o separadamente, superen los 2/3 del número de votos emi
tidos” (Énfasis agregado).
Lo que se busca con ello, a falta de una noma que exija un porcentaje mínimo de vo
tos válidos para obtener el triunfo en las elecciones municipales, es que la organización
política tenga un mínimo de legitimidad democrática de origen, de representatividad. ¿Era
aquella la única alternativa? ¿Debiera aplicarse dicho parámetro de participación electoral
a otro tipo de procesos electorales, como los de elecciones regionales, elecciones congre-
sales o presidenciales? Son interrogantes que ameritan una reflexión que debieran consi
derar los parlamentarios. Si el énfasis se coloca en la representatividad, específicamente,
de las autoridades locales, lo recomendable sería establecer un mínimo de votos válidos
para lograr el triunfo electoral, ello pese a que pueda conducir a un considerable número
de “segundas vueltas municipales”. Si el énfasis se coloca en la representatividad total o
legitimidad democrática de origen, es decir, de cualquier autoridad electa por voto popu
lar, entonces debiera incorporarse la causal de nulidad cuantitativa total por ausentismo
también debiera resultar de aplicación para las elecciones presidenciales y las elecciones
congresales, así como para las elecciones regionales.
¿Existen vacíos a nivel constitucional que requieren ser desarrollados, sea a través de
una reforma constitucional o una ley de desarrollo, en concreto, una modificación a una
ley orgánica? A nuestro juicio, sí, ya que por ejemplo:
(2) En el ámbito municipal, el legislador prevé una fecha fija para la realización de las denominadas “Elec
ciones Municipales Complementarias”, las cuales son realizadas luego de que se inició el periodo del
mandato representativo de las autoridades para las que se convocó al proceso electoral de calendario fijo,
lo que conlleva a que aquellas autoridades cuyo periodo de mandato representativo vencía, se extiendan
de manera extraordinaria. En concreto, nos referimos al artículo 4 de la Ley N° 26864, Ley de Elecciones
Municipales, que establece lo siguiente:
“Artículo 4.- La convocatoria a Elecciones Municipales Complementarias se efectúa dentro de los
noventa (90) días naturales siguientes a la instalación de los Concejos Municipales y se realizan el
primer domingo del mes de julio del año en que se inicia el mandato legal de las autoridades muni
cipales”.
las mismas organizaciones políticas y personas? - y cuál sería el plazo, de ser
el caso, para presentar las nuevas candidaturas, puesto que el plazo para presen
tarlas vence ciento diez (110) días antes de la elección.
b) No prevé cuál sería la consecuencia de la nulidad en procesos electorales de do
ble vuelta, en concreto, las elecciones presidenciales y de gobernadores y vi
cegobernadores regionales. ¿Se debiera repetir solo la segunda vuelta o toda la
elección correspondiente? ¿Qué ocurre en el caso de las elecciones generales,
se debiera repetir solo las elecciones presidenciales o todas las elecciones reali
zadas con la primera vuelta, es decir, las elecciones congresales y de represen
tantes peruanos ante el Parlamento Andino? Si se parte de las premisas descritas
al inicio, y en concreto el principio de presunción de validez y la consideración
de que nos encontramos ante el ejercicio del derecho constitucional a elegir (no
solo el de ser elegido), los alcances de la nulidad debieran circunscribirse a aque
lla elección en la que se produjo. Esto último resulta meridianamente sencillo
en las causales de nulidad cuantitativa, pero ¿qué ocurre en aquellos casos en el
que la irregularidad estuvo destinada a favorecer o perjudicar a una organiza
ción política que participó en los tres tipos de elección, esto es, en los casos de
nulidad cualitativa? Ahí pareciera que se ingresa a una zona gris que ameritaría
ser precisada de manera clara por el legislador.
Ciertamente, al formularse estas interrogantes o advertirse tales “vacíos” no se preten
de que la Constitución se convierta en una norma reglamentarista; no obstante, considera
mos que, si se va a optar por positivizar una norma regla con un supuesto tan preciso como
la nulidad total cuantitativa de un proceso electoral, lo mínimo que se espera es que una
norma del mismo rango prevea cuál es la consecuencia de dicha declaratoria de nulidad.
Con tantas variables, estimamos que sería pertinente introducir reformas de índole le
gal más que constitucional, respecto a lo relacionado con las causales de nulidad cualita
tivas. Solo si esta no resulta suficiente a nivel práctico para garantizar que los resultados
electorales reflejen la auténtica, libre y espontánea expresión de la voluntad popular, de
biera evaluarse ir a un siguiente nivel: la reforma constitucional.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jjl El JNE puede declarar la nulidad de un proceso electoral o referéndum si los votos nulos o
en blanco, sumados o separadamente, superan los dos tercios del número de votos emitidos:
STC Exp. N° 00002-2011-PCC/TC (f. j. 27).
(J] El proceso electoral es un conjunto de etapas con efectos perentorios y preelusivos que
tienen como fin el planeamiento, la organización, ejecución y realización de los distintos
procesos electorales previstos en la Ley Orgánica del Jurado Nacional de Elecciones, in
cluida la posterior acreditación de los elegidos de acuerdo con lo manifestado en las urnas:
STC Exp. N° 05448-2011-AA/TC (f. j. 19).
[jj] En atención a la seguridad jurídica que debe rodear todo proceso electoral y a las especia
les funciones conferidas a los órganos del sistema electoral en su conjunto (JNE, ONPE,
RENIEC), en ningún caso la interposición de una demanda de amparo contra el JNE
suspende el calendario electoral, el cual sigue su curso inexorable: STC EXP. N° 5854-
2005-PA/TC (f.j.39).
Artículo 185 Carácter público e ininterrumpido del
escrutinio electoral
El escrutinio de los votos en toda clase de elecciones, de refe
réndum o de otro tipo de consulta popular se realiza en acto
público e ininterrumpido sobre la mesa de sufragio. Solo es
revisable en los casos de error material o de impugnación, los
cuales se resuelven conforme a ley.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17), 31, 111, 118 inc. 5), 134, 136, 176 al 178, 181, 182, 184;
L.O.E.: arts. 26 al 28, 242 al 245, 278 al 281, 284; R. 457-2000-JNE; C.A.D.H.:
art. 23; D.U.D.H.: art. 21; P.I.D.C.P.: art. 25
De esta manera el artículo 185 bajo comentario menciona que el escrutinio se aplica
a todo tipo de elecciones. Esto significa que, de conformidad con el artículo 6 de la Ley
N° 26859, Ley Orgánica de Elecciones -LOE-, la Constitución hace referencia a:
La Constitución señala también que el escrutinio debe realizarse sobre la mesa de su
fragio. Las mesas de sufragio son “órganos que forman parte de la estructura del siste
ma electoral, junto con los órganos electorales de jurisdicción nacional y otros de carácter
Además de la presencia de los miembros de mesa, quienes son elegidos por sorteo
para garantizar la transparencia,(5) existe la figura de los personeros que son enviados por
los partidos políticos que luchan en la contienda electoral los cuales defienden los votos
de sus partidos y, así, la transparencia del escrutinio. De acuerdo a Ley, los personeros tie
nen el derecho a formular observaciones o reclamos contra el procedimiento de escruti
nio, los cuales son enviados al JNE, al Jurado Electoral Especial, al miembro de las fuer
zas armadas o policía nacional presente en la votación, dejando constancia de tal reclamo
en el Acta de Escrutinio, así como a la Oficina Descentralizada de Procesos Electorales -
artículo 285 de la LOE-.
Para Schmidt los delegados de los partidos tienen una función paradójica en el sis
tema electoral peruano, pues se supone que los personeros de distintas agrupaciones po
líticas que controlen entre sí y también a los miembros de mesa; pero detrás de este afán
de transparencia se esconde también el afán de que su partido gane las elecciones, lo cual
puede generar presiones sobre los miembros de mesa o comportamientos obstruccionis
tas en el ejercicio de su derechos a impugnar las cédulas de votación(6).
El escrutinio ante la mesa de sufragio garantiza que pueda ser observado también por
enviado de instituciones imparciales como ha sucedido en muchas elecciones con miem
bros de Transparencia Internacional o de enviados especiales de la Organización de Es
tados Americanos.
(4) STOLLI, Susana. “Las mesas electorales”. En: Tratado de Derecho Electoral comparado de América Latina.
T edición. NOHLEN, Dieter; ZOBATO, Daniel; OROZCO, Jesús; THOMPSON, José (compiladores),
México, FCE, 2007, p. 878.
(5) También se eligen a tres miembros de mesa suplentes.
(6) SCHMIDT, Gregory D. “¿Crimen perfecto? Personeros, observadores y fraude en el escrutinio de la
elección presidencial de 2000 en el Perú”. En: Elecciones, N° 5. Lima, 2005, pp. 141-171.
Constitución y el artículo 278 de la LOE, luego de firmado el Acta de Sufragio, la mesa
realiza el escrutinio en el mismo local en que se efectuó la votación y en un solo acto pú
blico ininterrumpido. Es decir, ni bien se declaran concluidas las votaciones se comien
za con el escrutinio de manera ininterrumpida hasta que se termine con el mismo, sin lí
mite de horario.
Así, cuando ha terminado la elección, los miembros de mesa abren el ánfora donde
se han depositado los votos. El presidente de la mesa debe constatar que cada cédula esté
con su firma y que el número de cédulas que tenía el ánfora coincidan con el número de
electores que ese día emitieron su voto en la mesa y que consta en el Acta de Sufragio.
En caso en que el número de cédulas sea mayor al de votantes indicados en dicha acta, el
Presidente debe separar al azar el número de cédulas excedentes, las que serán destruidas.
En caso de que las cédulas del ánfora sean menos que las del Acta de Sufragio, se con
tinúa con el conteo de votos sin que se anule la votación -artículo 279 de la LOE-.Lue-
go de ello el presidente de la mesa procede a abrir las cédulas una por una y lee el voto
en voz alta, pasa las cédulas a los otros dos miembros de mesa quienes también deben de
leer el voto en voz alta y hacer las anotaciones correspondientes -artículo 281 de la LOE-.
Así, el número de votos válidos se obtiene luego deducir del total de votos emitidos
aquellos que han sido votos en blanco y nulos.
Debido a la publicidad del escrutinio es difícil realizar grandes fraudes en esta etapa
de la votación. Ello se debe al sistema descentralizado de conteo por ciudadanos que son
elegidos por sorteo y a la presencia de los personeros de los partidos políticos, como de
organizaciones nacionales e internacionales de vigilancia en la mayoría de las mesas de
sufragio(7). De esta forma quien esté interesado en realizar fraude, generalmente el parti
do de gobierno que presenta candidatos en la nueva elección, se le dificulta saber dónde
se presentarán personeros y los mencionados observadores para tratar de cambiar los vo
tos en las mesas no vigiladas en el corto tiempo que dura el proceso de elección. Lo cual
puede ser realizado en zonas rurales en donde no se envían observadores. Esta dificul
tad no significa imposibilidad como probablemente haya sucedido en las elecciones de
2000, en la cual, según un estudio de Schmidt, en tanto ha comprobado que algunos los
personeros, sobre todo de partidos grandes, no defendieron solo los votos de su partido
sino también algunos tratan de conseguir los votos de otros partidos; asimismo algunos
de ellos se coludieron entre sí para conseguir más votos. Los indicios en su trabajo apun
tan a que fueron los seguidores de Fujimori los que cometieron más fraudes y que este
hubiera sido mayor de haber existido más mesas desprotegidas; sin dejar de lado que se
guidores de otros partidos también cometieron fraudes en las mesas de lugares donde ha
bía más apoyo electoral(8).
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(Jl Las etapas del proceso electoral tienen efectos perentorios y preelusivos ya que cada una
de ellas representa una garantía, las cuales en su conjunto buscan como fin último respetar
la voluntad del pueblo en las urnas, asegurar que las votaciones traduzcan la expresión
auténtica, libre y espontánea de los ciudadanos, que el escrutinio sea el reflejo exacto y
(U La etapa de proclamación de resultados del proceso electoral tiene como obj etivo lograr que
el escrutinio sean reflejo exacto de la voluntad del elector expresada en las urnas mediante
la votación directa, así como la acreditación de los elegidos: STC Exp. N° 05448-2011-
PA/TC (f.j.24).
jjl Conforme a su Ley Orgánica, la ONPE brinda, desde el inicio del escrutinio, permanente
información sobre el cómputo en las mesas de sufragio: STC Exp. N° 0002-2011-PCC/
TC(f.j.4O).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 31, 117,118 inc. 5), 165,166,177,178 y 182; C.P.: 354 al 360; L.O.E.: art.
40; C.A.D.H.: art. 23.1.b; D.U.D.H.: art. 21.3; P.I.D.C.P.: art. 25.b
I. Cuestiones generales
La Oficina Nacional de Procesos Electorales -ONPE-, de acuerdo con su Ley Orgá
nica, Ley N° 26487, de 2 de junio de 1995, es la autoridad máxima en la planificación,
organización y ejecución de los procesos electorales, de referendos u otras consultas po
pulares. Su función esencial es planificar y organizar comicios, velando porque las deci
siones tomadas por la ciudadanía sean la fiel y libre expresión de la voluntad popular, tal
como lo analizamos en el comentario al artículo 182 de la Constitución, en el cual seña
lamos cuáles eran las funciones encargadas a la ONPE.
Además, cabe destacar que este artículo constituye otra excepción constitucional a
las funciones originarias de las Fuerzas Armadas, ya que este órgano solo puede asumir
el control del orden interno de manera excepcional, de acuerdo a lo que dispone el artí
culo 137 de la Constitución que hace referencia al estado de emergencia, en su inciso 1,
que se activa cuando haya “perturbación de la paz o del orden interno, de catástrofe o de
graves circunstancias que afecten la vida de la Nación”, ya que corresponde solo a la Po
licía Nacional el control del orden interno en estados de normalidad, tal como lo dispo
ne el artículo 166 de la Constitución que señala que: “La Policía Nacional tiene por fina
lidad fundamental garantizar, mantener y restablecer el orden interno. Presta protección y
ayuda a las personas y a la comunidad. Garantiza el cumplimiento de las leyes y la segu
ridad del patrimonio público y del privado. Previene, investiga y combate la delincuen
cia. Vigila y controla las fronteras”. Y, más bien, las Fuerzas Armadas asumen el control
del orden interno de conformidad con el artículo 137 constitucional antes mencionado,
según el artículo 165 de la Carta.
Hay que tener en cuenta también que desde la promulgación de la Ley N° 28480 que
reformó los artículos constitucionales 31 y 34 de la Constitución, se ha facultado a los
miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional ha ejercer su derecho al voto
y a la participación ciudadana(1).
Sobre esta reforma en su momento la ONPE señaló que el reconocimiento del dere
cho de votar a los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional no podía de
jar de considerar la función que tienen estos dos organismos durante las elecciones pues
son ellas las responsables de la seguridad durante los procesos electorales. La ONPE ad
virtió que para ello los institutos armados y la Policía Nacional ordenan la inamovilidad
de un sector importante de sus efectivos durante el día de las elecciones y destacan a los
otros para el cuidado de los locales de votación y centros de cómputo, lo cual significa un
problema para aquellos que no se encuentran físicamente en la circunscripción donde de
berían ejercer su voto (Informe N° 068-2004-CMSC-GAJ/ONPE, de fecha 13/10/2004).
Ante esta dificultad, la propia ONPE, una vez aprobada la norma que se puso en fun
cionamiento por primera vez durante las elecciones generales de 2006, tuvo que adoptar
un plan de capacitación a los miembros del orden, que fue plasmado en una serie de dispo
siciones contenidas en la Resolución Jefatural N° 036-2006-J-ONPE, que reguló el ejerci
cio del voto de los ciudadanos miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional
del Perú que deban cumplir servicio el día en que se realizan los procesos electorales o de
consulta popular. Estas disposiciones incluyen, su exclusión del sorteo para ser miembros
de mesa; el acondicionamiento de un lugar especial de custodia de armas en los locales
de votación ya que no pueden portar armas al momento de ejercer el voto; se les concede
el derecho al “voto rápido”, evitando hacer colas al ambiente de votación y a la mesa co
rrespondiente; y, finalmente, la obligación del Comando militar y policial de permitir a sus
miembros relevarse del servicio al cual hayan sido asignados para que puedan dirigirse al
(1) Mas no de postular a cargos de elección popular, participar en actividades partidarias o manifestaciones
ni realizar actos de proselitismo, mientras no hayan pasado a la situación de retiro.
local de votación que les corresponda. En este sentido, en la actualidad conviven el dere
cho-deber de sufragio activo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, con el deber
de resguardar el orden y la seguridad durante los comicios electorales.
Específicamente, el artículo 348 de la LOE desarrolla las obligaciones que tiene el Co
mando de las Fuerzas Armadas respecto a las disposiciones que emita la ONPE. La nor
ma señala que aquel debe poner a disposición los efectivos necesarios para asegurar el li
bre ejercicio del derecho de sufragio, la protección de los funcionarios electorales durante
el cumplimiento de sus deberes y la custodia del material, documentos y demás elemen
tos destinados a la realización del acto electoral. Asimismo, señala de manera enunciati
va, las funciones específicas que tendría el Comando que son:
Para garantizar la libertad del voto se establecen ciertas prohibiciones por parte de di
versos sectores, como el clero, quienes no pueden participar vistiendo su hábito religioso,
sea del credo que sea -artículo 354 de la LOE-.
La Secretaría General de la ONPE emite una resolución que contiene las “Disposi
ciones para garantizar el orden, la seguridad y la libertad personal durante los procesos
electorales”. Actualmente se encuentra vigente la Resolución Jefatural N° 000074-2019-
J/ONPE, que aprobó las disposiciones a ser aplicadas durante los procesos electorales, de
referéndum u otras consultas populares. Esta Resolución obliga al Comando Conjunto de
las Fuerzas Armadas -CCFFAA- y la Policía Nacional del Perú -PNP- a cumplir las dis
posiciones e instrucciones sobre esta materia, a través de una permanente coordinación
con la Oficina de Seguridad y Defensa Nacional -OSDN- de la ONPE y con las Oficinas
Descentralizadas de Procesos Electorales -ODPE- y/o Oficinas Regionales de Coordina
ción -ORC—artículo 2-.
Los locales de votación deben ser resguardados desde 48 horas antes del día en que
se van a realizar los procesos electorales, hasta que concluya el escrutinio de las actas y se
remitan a los centros de cómputo. El retiro de las actas escrutadas y demás material elec
toral debe realizarse solamente por personal de la ONPE debidamente acreditado -artícu
los 8 y 9- Respecto al ingreso de personas a los locales de votación, los efectivos de las
FFAA y de la PNP, solamente permitirán el ingreso de los ciudadanos que votan en dichos
locales, de los funcionarios de los organismos electorales, del personal del Ministerio Pú
blico, de los personeros y de los observadores debidamente acreditados. También pueden
permitir el ingreso de personas que acompañen a electores con discapacidad, adultos ma
yores y mujeres embarazadas y/o que se encuentran dando de lactar a sus hijos y de per
sonal de los medios de comunicación debidamente acreditados y que cuente con la auto
rización del Coordinador de Local de Votación -artículo 9-.
El artículo 342 de la LOE establece que los miembros titulares y suplentes de las me
sas de sufragio, así como los personeros de los partidos, agrupaciones independientes y
alianzas, no pueden ser apresados por ninguna autoridad desde 24 (veinticuatro) horas an
tes y 24 (veinticuatro) horas después de las elecciones, salvo caso de flagrante delito; en
el caso de los votantes, esta prohibición se reduce solo al mismo día de las elecciones y
24 (veinticuatro) horas antes de las mimas.
Tan particular es esta garantía que la LOE establece que quienes supervisan si ha ha
bido la detención ilegal de algún ciudadano son las autoridades electorales, ante denun
cias presentadas por los personeros u otros y de comprobarse la detención ilegal, se pue
de interponer la acción de Hábeas Corpus ante el Juez penal correspondiente.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(jl Las Fuerzas Armadas están autorizadas por la Constitución para mantener el orden durante
los comicios, de acuerdo con las disposiciones que dicte la Oficina Nacional de Procesos
Electorales: STC Exp. N° 00002-2008-PI/TC (f. j. 15).
BIBLIOGRAFÍA
AA. W. Tratado de Derecho Electoral comparado de América Latina. 2a edición. NOHLEN, Dieter;
ZOBATO, Daniel; OROZCO, Jesús; THOMPSON, José (compiladores), México, FCE, 2007.
Artículo 187 Representación proporcional y voto de
residentes en el extranjero
En las elecciones pluripersonales hay representación propor
cional, conforme al sistema que establece la ley.
La ley contiene disposiciones especiales para facilitar el voto
de los peruanos residentes en el extranjero.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17), 31,90,111,113 inc. 5), 114 inc. 2), 117,118 inc. 5), 165,166,177,
178, 182,183,185,186, 3a DTE; L.O.E: arts. 21, 224; C.A.D.H.: art. 23; D.U.D.H.:
art. 21; P.I.D.C.P.; art. 25
I. Cuestiones generales
Como diría Sartori(1), antes de entrar en “complicaciones” deben aclararse ciertos as
pectos, en este caso, el artículo 187 de la Constitución hace referencia al tipo de represen
tación que debe haber en las elecciones pluripersonales.
Para entender dicho artículo constitucional, resulta relevante señalar que en doctrina
se distinguen dos tipos de elecciones:
(1) SARTORI, Giovani. Ingeniería constitucional comparada. Una investigación de estructuras, incentivos
y resultados. Fondo de Cultura Económica, México, 2003, p. 15.
Por ello, en primer lugar, es importante distinguir entre derecho electoral y sistema
electoral. El primero es el conjunto de reglas que regulan el proceso electoral: desde que
se llaman a elecciones, pasando por la nominación de candidatos, el desarrollo de la cam
paña electoral y la votación, hasta el conteo de votos y la determinación de los resultados
de la elección desde el punto de vista de la ciencia jurídica. En este conjunto de normas
hay un tipo específico de ellas que se relacionan con el proceso de elección en sí mismo:
cómo votan los ciudadanos, el tipo de cédula electoral, el método de conteo de votos y fi
nalmente la determinación de quién ha sido elegido, lo cual es denominado “Sistema elec
toral”. Este último es definido como el mecanismo que se usa para la determinación de
quién gana y quién pierde, que se pone en acción cuando la campaña ha terminado(2). Esa
es la función del sistema electoral, trabajar la transformación de votos en representantes
en el proceso de elección política.
Creemos que Nohlen hace una interesante diferencia entre lo que significa derecho
electoral y sistema electoral(3):
(2) FARREL, David. Electoral systems. A comparativo introduction. 2a edición. Palgrave Macmilan, New
York, 2011, p. 3.
(3) NOHLEN, Dieter. Sistemas electorales del mundo. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981,
P-35.
En doctrina, concluye Nohlen, el concepto que prima de sistema electoral es este últi
mo, es decir, el sentido estricto. Por lo tanto, suele definirse a un “Sistema electoral” como
los procedimientos por medio de los cuales los electores expresan su voto y los votos, a
su vez, se convierten en escaños, conteniendo regulaciones técnicas del conjunto del pro
ceso electoral: la (posible) subdivisión del territorio en circunscripciones, la forma de la
candidatura, los procedimientos de emisión del voto y los procedimientos de escrutinio.
Esta aclaración conceptual resulta necesaria si atendemos a cómo se utiliza este tér
mino en la regulación constitucional peruana. En la Capítulo XIII “Del sistema electo
ral”, del Título IV “De la estructura del Estado”, de la Constitución de 1993, el término
“Sistema electoral” es utilizado para todo lo relacionado con elecciones, leyes, reglamen
tos y la organización electoral, en detrimento del uso mayoritario en doctrina. La forma
en que es definido puede encontrarse en el artículo 176, en el cual señala que “tiene por
funciones básicas el planeamiento, la organización y la ejecución de procesos electorales
o de referéndum u otras consultas populares; el mantenimiento y la custodia de un regis
tro único de identificación de personas; y el registro de los actos que modifican el regis
tro civil”. Posteriormente, en el artículo 177 señala que: “El sistema electoral está confor
mado por el Jurado Nacional de Elecciones; la Oficina Nacional de Procesos Electorales;
y el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil”.
La elección por un principio u otro hace que el diseño del sistema electoral se encuen
tre en un constante conflicto entre la protección de la mayoría y la formación de gobier
nos sólidos -que se protege con el principio mayoritario-, y la protección de la represen
tación o la mejor defensa de la voluntad del electorado -que se protege con el principio
proporcional-; en la medida en que se sostiene que la representación mayoritaria produ
ce un alto grado de desproporcionalidad, que a su vez conduce a un sistema bipartidista y,
como contrapartida, la representación proporcional produce un alto grado de proporcio
nalidad que a su vez conduce a un sistema pluripartidista(5).
(5) NOHLEN, Dieter. “Sistemas electorales: diez diferenciaciones y una recomendación”. En: Elecciones,
N° 1, Lima, noviembre, 2002, p. 15.
Orgánica de Elecciones (LOE), en su artículo 30, la fórmula de conversión en
las elecciones pluripersonales es la denominada “cifra repartidora” que se apli
ca desde 1963. De acuerdo a lo que establece el artículo 29 de la LOE el objeto
de usar dicho método es propiciar la representación de minorías.
Para Nohlen, los sistemas electorales pueden ubicarse en un continuum entre la ma
yoría y la proporcionalidad, algunos tienen más elementos de mayoría, otros de propor
cionalidad, incluso, pueden combinar estos elementos unos con otros(6)7 . El diseño de los
elementos del sistema electoral es también un indicador de la relevancia del sistema electo
ral^ en la conformación del poder, específicamente sobre el sistema de gobierno y el siste
ma de partidos(8), tomando en cuenta también los factores históricos, políticos y sociales(9).
Para ilustrar como la estructura del sistema electoral define el resultado de las elec
ciones y, por ende, la distribución del poder, basta mirar la regulación de las circunscrip
ciones electorales en las elecciones pluripersonales, la cual ha sufrido varias modifica
ciones durante la vigencia de la Constitución de 1993. Su texto original establecía que la
elección de congresistas se realizaba en circunscripción única(10); es decir, todos los pe
ruanos votaban en igualdad de condiciones numéricas por dichos representantes y todos
los peruanos teníamos los mismos representantes con independencia del lugar de proce
dencia de los electores. Esta distribución se aplicó en las elecciones generales de los años
(6) ídem.
El continuum se da entre dos polos claros, la elección proporcional pura y la elección mayoritaria relativa,
entre estos dos existen diversas opciones que no siempre son claras.
(7) NOHLEN señala que: “El concepto de sistema expresa de modo más adecuado la interdependencia de
distintos elementos que constituyen lo que llamamos un sistema. El concepto sistema implica, además, el
hecho de que la transformación de un elemento pueda hacer cambiar de modo fundamental las funciones
y las consecuencias del sistema”. (Sistemas electorales (...) Ob. cit., p. 53).
(8) Existe una interrelación entre los tres sistemas que conforman una “trilogía”: sistema de gobierno, sistema
electoral y sistema de partidos. NOHLEN señala: “Nuestra trilogía no se conforma, pues, solo de tres elementos,
sino de tres elementos interrelacionados”. (NOHLEN, Dieter. Sistemas electorales (...) Ob. cit. p. 3).
(9) TUESTA, Femando. Representación política. Las reglas también cuentan: sistemas electorales y partidos
políticos. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2005, p. 39.
(10) Según el texto de la sétima disposición final y transitoria de la Constitución de 1993 “el primer proceso de
elecciones generales que se realice a partir de la presente Constitución, en tanto se desarrolla el proceso
de descentralización, se efectúa por distrito único”.
1993, 1995 y 2000. Esta forma de organizar las elecciones de representantes en una gran
circunscripción es un elemento que caracteriza a los sistemas de representación puramen
te proporcionales, pues los resultados de las elecciones tienden a reflejar de manera más
cercana la voluntad del electorado; sin embargo, al mismo tiempo, permite que una gran
variedad de partidos políticos puedan acceder al poder y muchos de ellos con un número
reducido de representantes, estimulando la fragmentaciónpartidaria.
Es por ello que, por ejemplo, en las elecciones de 1995, 13 partidos políticos obtuvie
ron escaños en el Congreso. De los 20 partidos que obtuvieron votos, solamente 1 (Cam
bio 90-Nueva Mayoría, el partido del gobierno) obtuvo la mayoría de los mismos suman
do el 51.1 % de los votos. El segundo lugar obtuvo el 13.6% -Unión por el Perú-; el tercer
lugar 6,4% -Partido Aprista Peruano-; el resto de partidos obtuvo menos del 5% de los
votos. En la medida en que el sistema era de elección proporcional pura -con circuns
cripción electoral única, sin barrera electoral- existieron tres partidos políticos que solo
obtuvieron un escaño -Movimiento Independiente Agrario; Perú al 2000-Frenatraca y el
Frente Popular Agrícola- dos partidos con solo dos representantes -Movimiento Cívico
Nacional Obras e Izquierda Unida-. Esto significó que existiera un partido mayoritario,
que obtuvo 67 representantes de 120 y, por otro lado, varios partidos que obtuvieron me
nos de 5 representantes. Lo cual se tradujo en una oposición desmembrada, con partidos
cuyos votos no tenían ninguna influencia en la toma de decisiones. Este tipo de situacio
nes son las que abonan a la teoría de que los sistemas proporcionales no contribuyen a la
gobemabilidad al ampliar el número de partidos políticos que obtiene el poder pero con
poca representación.
A esta reforma se sumó la del 2005, con la dación de la Ley N° 28617, que modificó
el artículo 20 de la LOE, en la cual se aprobó el establecimiento de la denominada barrera
electoral. La norma exige que para ser congresista se necesita “haber alcanzado al menos
Por lo tanto, el grado de proporcionalidad es una medida para clasificar los sistemas
electorales, incluso para definirlos como representación mayoritaria o representación pro
porcional y, también, para definir el sistema de partidos. El mayor o menor grado de pro
porcionalidad se va determinando según la regulación de cada uno de los elementos del sis
tema electoral, que de acuerdo a la misma tiende más o menos hacia la proporcionalidad.
(14) Para la elecciones de 2011 el JNE emitió la Resolución N° 015-2011-JNE de 20 de enero de 2011, en
la cual precisó que para que un partido político obtenga representación en el Congreso, requiere haber
alcanzado al menos 7 representantes en cada una de las circunscripciones electorales o el 5% de los votos
válidos a nivel nacional, antes de acceder al procedimiento de distribución de escaños. Ello debido a que
mediante Ley N° 29402 se reformó el artículo 90 de la C-93 por medio de la cual se aumentó a 130 el
número de congresistas. Por lo que a través de esta resolución se precisó que el 5% de 130 escaños es de
7 representantes en más de una circunscripción o el 5% de votos válidos a nivel nacional (redondeando la
cifra de 6,5 resultante), consistiendo en este número la barrera electoral.
(15) De conformidad con la única disposición transitoria de la Ley N° 28617, publicada el 29 octubre 2005,
solo en la elecciones presidenciales y parlamentarias de 2006 el número de parlamentarios exigidos fue de
al menos de cinco (5) y el porcentaje de los votos válidos a nivel nacional de cuatro por ciento (4%). No
obstante, para las elecciones de 2001 se utilizara lo dispuesto en la norma, es decir, al menos 6 congresistas
y al menos 5% de votos válidos a nivel nacional.
(16) La barrera electoral si bien redujo los partidos políticos que tuvieron acceso al Congreso en las elecciones
de 2006, no eliminó la fragmentación intema del Parlamento debido a que el Reglamento del Congreso
permite que dentro del mismo se formen “bancadas”, sin más requisito que ser más de 6 congresistas, del
mismo partido o no, que decidan formarla, lo cual ha producido que los partidos se escindan en numerosas
bancadas dentro del Congreso.
(17) Vide <http://blog.pucp.edu.pe/femandotuesta/las-reformas-ineludibles-lineamientos-para-modificar-el-
sistema-politico-y-electoral>.
El título X de la LOE se dedica exclusivamente a regular este tema. En términos ge
nerales dispone que un ciudadano para que emita su voto en el extranjero debe estar ins
crito en el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) -artículo 224-;
asimismo, el voto de los ciudadanos peruanos residentes en el extranjero se emite en la mis
ma fecha señalada para las elecciones en el territorio de la República -artículo 225- En este
punto cabe señalar que solo participan en las elecciones generales y en los referéndums.
Un elemento que fue novedoso es el denominado voto postal o voto por correspon
dencia, que consiste en la emisión del voto por el ciudadano en una cédula que previamen
te solicita y luego de ejercido su derecho devuelve por la vía postal o de correos al con
sulado en que se encuentra inscrito, dentro de los términos establecidos en el Reglamento
correspondiente. Este tipo de voto únicamente se puede utilizar en caso de referendos o
elecciones generales -artículo 239-.
Ahora bien, el artículo 21° de la Ley Orgánica de Elecciones fue modificado por la
Ley N° 31032, publicada el 23 de julio de 2020. Lo sustancial de esta modificación es
que, ahora, para la elección de los congresistas, el territorio de la República contará con
una división de circunscripciones electorales, que asignará 1 de ellas a los Peruanos Re
sidentes en el Extranjero. Asimismo, el Jurado Nacional de Elecciones asignará dos esca
ños a dicha circunscripción. Si bien esto otorga la representación que no tenían los perua
nos residentes en el extranjero, cabe señalar que, al no haberse incrementado el número
total de congresistas, solo se han reordenado la distribución de circunscripciones de tal
forma que Lima (que incluía el voto de los extranjeros) tenía para la elección de Congre
sistas del año 2016 un total de 36 circunscripciones, en las elecciones generales del 2021
tuvo un total de 33 representantes08).
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(Jl El artículo 187 de la Constitución exige que las elecciones pluripersonales se rijan por
el principio de representación proporcional y ha derivado a la ley configurar el sistema
proporcional que se adopte: STC Exp. N° 00030-2005-PI/TC (f. j. 28).
(18) Resolución N° 0304-2020-JNE, Establecimiento del número de escaños del Congreso de la República que
corresponde a cada una de las circunscripciones electorales en las Elecciones Generales 2021.
(I El derecho fundamental a ser elegido representante es un derecho de configuración legal
porque el artículo 3 Io de la Constitución establece que los ciudadanos tienen derecho a ser
elegidos representantes, ‘de acuerdo con las condiciones y procedimientos determinados
por ley orgánica’, sino también porque el principio de representación proporcional -enten
dido en este caso como el mecanismo, regla o fórmula que permite traducir los votos en
escaños- recogido por el artículo 187° de la Constitución, queda determinado “conforme
al sistema que establece la ley”: STC Exp. N° 0008-2018-PI/TC (f. j. 24).
BIBLIOGRAFÍA
DE LA DESCENTRALIZACIÓN
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 32 inc. 4), 43,44,77,189 al 191,8aDTF; Ley 27783: arts. 1 al 3; Ley 27867;
Ley 27972; R. 036-CND-P-2006; P.I.D.C.P.: art. 1.1; P.I.D.E.S.C.: art. 1.1
I. El caso peruano
La organización territorial del poder estatal se ha clasificado en unitaria, regional o fe
deral. La doctrina señala como diferencias principales entre un Estado federal y uno regio
nal que los Estados miembros de un Estado federal mantengan todas las funciones típicas
de un Estado (funciones ejecutiva, legislativa y judicial); que las competencias residuales
en un Estado federal corresponden a los Estados miembros; que los Estados federales son
bicamerales, existiendo una cámara que representa a los Estados miembros; y que los Es
tados miembros participan en el proceso de reforma de la Constitución Federal.
No obstante existen estas diferencias por orígenes históricos en las diversas experien
cias de descentralización en el mundo occidental o de influencia occidental, la doctrina -o
parte de ella- también plantea que la distinción más cierta entre el Estado federal y el Es
tado regional radicaría en el mayor o en el menor grado de autonomía política y financie
ra que se reconoce a cada uno de ellos. Así, los Estados miembros de un Estado federal
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 27680 del 07/03/2002.
tienen el mayor grado posible de autonomía compatible con la unidad estatal y las entida
des territoriales de un Estado regional tienen una menor autonomía que los citados Esta
dos miembros del Estado federal.
El texto constitucional reformado define como elementos esenciales del proceso de des
centralización tanto a la gradualidad como a la sustentación técnica de la transferencia de
las materias de competencia, las funciones y los recursos hacia los gobiernos subnacionales.
La actual Carta Política de 1993, reformada el 2002 en esta materia, establece -como
todas las experiencias de descentralización en el mundo occidental o de influencia occi
dental- que la descentralización es una forma de organización democrática y constituye
una política permanente de Estado, de carácter obligatorio, que tiene como objetivo fun
damental el desarrollo integral del país.
1. Modernización estatal
La propuesta de unir la descentralización con un proceso de modernización del Esta
do busca garantizar que los servicios transferidos a los gobiernos regionales y locales im
pliquen la mejora de la calidad de estos servicios para beneficiar a los ciudadanos y ciu
dadanas. La descentralización debe trascender -y así se planteó en el diseño normativo e
institucional del actual proceso- una perspectiva únicamente estatal de distribuir poder al
interior de los tres niveles de gobierno, para sustentarse en una mejora de la calidad de los
servicios a favor de la ciudadanía que legitime socialmente el proceso.
2. Participación ciudadana
El diseño normativo e institucional también planteó unir el proceso de descentraliza
ción con amplias formas de participación ciudadana. Estos mecanismos de participación
ciudadana se plantearon como complementarios a las formas de democracia representativa.
(1) Para conocer los antecedentes inmediatos que explican el actual proceso de descentralización política
consultar: ZAS FRIZ BURGA, Johnny. La insistencia de la voluntad. El actual proceso peruano de
descentralización política y sus antecedentes inmediatos (1980-2004). Defensoría del Pueblo, Lima, 2004.
La incorporación de mecanismos de democracia participativa o directa en el mar
co del actual proceso de descentralización ha sido muy importante, especialmente para
el caso peruano, por la grave crisis de representación política que sufre el país desde fi
nes de los años ochenta del siglo XX y que aún no se resuelve, como se sigue constando
por la alta fragmentación política y la alta volatilidad electoral presentes en los tres nive
les de gobierno peruano.
Estas críticas, sin embargo, no han considerado -según mi opinión- que si bien el ac
tual proceso de descentralización peruano, en sus inicios, reconoció legislativamente es
tos mecanismos de participación ciudadana, especialmente en la reforma constitucional
de 2002 y en la Ley de Bases de la Descentralización (Ley N° 27783), la regulación nor
mativa posterior restringió sus contenidos, por ejemplo, en las leyes orgánicas de gobier
nos regionales y de municipalidades.
3. Integración regional
La integración para constituir regiones propiamente tales en el nivel intermedio pe
ruano es un elemento central del diseño normativo e institucional del actual proceso de
descentralización.
Los actuales departamentos no constituyen unidades geográficas, económicas ni cul
turales que puedan permitir un desarrollo autónomo, sostenible y equitativo en el largo
plazo de entidades territoriales intermedias.
La configuración de regiones fuertes que puedan promover su desarrollo, así como
la generación de ingresos propios, sería la única forma de evitar que varios gobiernos re
gionales sobre base departamental dependan solo de transferencias del gobierno nacional.
Las futuras regiones requieren contar con condiciones geográficas y de infraestructu
ra, económicas, políticas e institucionales, así como culturales e históricas, que permitan
su viabilidad, esta no está garantizada y no podrá generalizarse sobre la base de los actua
les espacios territoriales definidos por las presentes circunscripciones departamentales.
(2) TANAKA, Martín. “Situación y perspectivas de los partidos políticos en la región andina: el caso peruano”.
En: Partidos políticos en la región andina: entre la crisis y el cambio, IDEA, Lima, 2004, pp. 100 y 101.
Esta última es la idea central por la cual se ha insistido e insiste en configurar regio
nes propiamente dichas, no obstante, el Perú no cuente con sólidos regionalismos histó
ricos como sí ocurre con otras experiencias de descentralización del mundo occidental o
de influencia occidental.
Todos los principios generales están entrelazados y son expresiones de un mismo pro
ceso de descentralización. Al definirse el proceso de descentralización como permanente
se asume que este no concluirá y que su desarrollo será constitutivo de la futura organiza
ción estatal peruana. El dinamismo del proceso está ligado a su permanencia y a su gra
dualidad. La continuidad de un proceso implica la acción dinámica de los tres niveles de
gobierno: nacional, intermedio y local con la participación de la sociedad civil, residien
do aquí la integralidad del proceso de descentralización. Este, a su vez, tiene un carácter
democrático, al ser un proceso de distribución territorial del poder.
La propuesta de los principios generales es ambiciosa al definir al proceso de des
centralización como irreversible. Probablemente, ello se explique por la presencia de di
versas experiencias de descentralización fallidas a lo largo de nuestra historia republica
na que no se desea repetir.
El principio de subsidiariedad se define en los principios generales señalándose que
las actividades de gobierno en sus distintos niveles alcanzan mayor eficiencia, efectividad
y control de la población si se efectúan descentralizadamente. Sin embargo, este princi
pio se explica mejor cuando la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales define el criterio
de subsidiariedad así: el gobierno más cercano a la población es el más idóneo para ejer
cer la competencia o función.
La Ley Orgánica de Gobiernos Regionales también reconoce -en su artículo 8- un
significativo conjunto de principios rectores de las políticas y la gestión regionales, tales
como la participación, la transparencia, la gestión moderna y rendición de cuentas, la in
clusión, la eficacia, la eficiencia, la equidad, la sostenibilidad, la imparcialidad y neutrali
dad, la subsidiariedad, la concordancia de las políticas regionales, la especialización de las
funciones de gobierno, la competitividad y la integración. Además, la misma disposición
establece que el cumplimiento de estos principios rectores será materia de evaluación en
el Informe que anualmente presentará cada Presidente Regional.
El Tribunal Constitucional también se ha pronunciado sobre los principios de solida
ridad, de colaboración, de subsidiariedad, de selectividad y eficacia en el proceso de des
centralización, de cooperación y lealtad regional, de taxatividad, de control y tutela, del
efecto útil y de progresividad en la asignación de competencias y transferencia de recursos.
(3) STC Exp. N° 00012-2003-AI/TC, f. j. 3, sobre la demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el Go
bierno Regional de Tacna contra la segunda disposición transitoria y final de la Ley N° 27825, mediante
la cual se declara infundada la demanda de inconstitucionalidad.
publicada con fecha 20/07/2002, que declara que: “Las actividades de gobierno en sus
distintos niveles alcanzan mayor eficiencia, efectividad y control de la población si se
efectúan descentralizadamente. La subsidiariedad supone y exige que la asignación
de competencias y funciones a cada nivel de gobierno, sea equilibrada y adecuada
a la mejor prestación de los servicios del Estado a la comunidad”. Asimismo, el
artículo 14 de la precitada ley declara que: ‘El gobierno más cercano a la población
es el más idóneo para ejercer la competencia o función; por consiguiente, el gobierno
nacional no debe asumir competencias que pueden ser cumplidas más eficientemente
por los gobiernos regionales, y estos, a su vez, no deben hacer aquello que puede
ser ejecutado por los gobiernos locales, evitándose la duplicidad y superposición
de funciones”’(4)5.
(4) STC Exp. N° 00013-2003-AI/TC ff. jj. 13 y 14, sobre acción de inconstitucionalidad contra la Ordenanza
Municipal N° 003/MDM/2003 expedida por la Municipalidad Distrital de Machupicchu, mediante la cual
se declara inconstitucional la Ordenanza Municipal N° 003/MDM/2003.
(5) STC Exp. N° 00001-2004-CC/TC, f. j. 9 a) sobre demanda de conflicto de competencias interpuesta por
la Municipalidad Distrital de San Juan de Miraflores contra la Municipalidad Metropolitana de Lima,
mediante la cual se declara infundada la demanda de conflicto de competencias.
municipalidad sin interferir sus funciones y atribuciones’ (art. 191 de la CP). En suma, en
‘armonía con las políticas y planes nacionales y locales de desarrollo’ (art. 192 de la CP)”.
“Por ello, los gobiernos regionales tienen la obligación genérica de respetar la Cons
titución y las leyes que por encargo de ella limitan su actuación competencial. Y la
obligación específica de cooperar con el Gobierno nacional y los gobiernos locales,
cuando estas precisen de la asistencia regional para el cumplimiento de sus fines”.
“Si bien el gobierno del Perú es descentralizado, su Estado es uno e indivisible (art.
43 de la CP), motivo por el cual ninguna política descentralizadora puede soportar
decisiones gubernativas incompatibles o asistemáticas. Por el contrario, el proceso de
descentralización debe ser concebido como el sistema más eficiente para asegurar el
desarrollo integral del país (...)”(6).
“Las regiones se crean sobre la base de áreas contiguas integradas histórica, cultural,
administrativa y económicamente, conformando unidades geoeconómicas sostenibles”.
(6) STC Exp. N° 0020-2005-PI/TC y N° 0021-2005-PI/TC acumulados, ff. jj. 39,41,42,43,44 y 45, sobre la
demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el Presidente de la República contra la Ordenanza Regional
N° 031 -2005-GRC/CRC del Gobierno Regional del Cusco y las Ordenanzas Regionales N° 015-2004-GR-
GRH y N° 027-2005-E-CR-GRH del Gobierno Regional de Huánuco, mediante la cual se declaran fundadas
las demandas de inconstitucionalidad.
federal resulta incompatible con los presupuestos de un Estado unitario, el sistema
regional es perfectamente compatible con la unicidad estatal”.
“En efecto, por lo general, en los países de sistema federal la presunción de la unidad
estatal no es una herramienta a favor del Estado Federal, sino más bien de los Estados
federados, sobre la base de una delicada atribución de competencias. De esta manera,
la ausencia de una clara delimitación competencial, desencadena que la específica
competencia sea atribuida a los Estados federados”.
“Bajo tal perspectiva, a tal como ha tenido oportunidad de reseñar este Tribunal”, “Por
más que la cláusula de residualidad no está expresamente reconocida en la Constitución,
a diferencia de lo que sucede en ordenamientos comparados (...), a partir del principio
de unidad (...) cabe señalar que las competencias regionales solo serán aquellas que
explícitamente estén consagradas en la Constitución y en las leyes de desarrollo de
descentralización, de modo que lo que no esté señalado en ellas, corresponde a la
competencia exclusiva del Gobierno Central (...)”.
“Los gobiernos regionales no tienen más competencias que aquellas que la Constitución
y las leyes orgánicas les hayan concedido. En otras palabras, los gobiernos regionales
se encuentran sometidos al principio de taxatividad, de modo tal que aquellas com
petencias que no les han sido conferidas expresamente, corresponden al Gobierno
nacional (cláusula de residualidad)”.
“El principio de taxatividad se desprende del segundo párrafo del artículo 192 de la
Constitución que establece cuáles son las competencias de los gobiernos regionales. Y
se encuentra reforzado en el inciso 10) del mismo precepto constitucional, al estable
cerse que también son competentes para”. “Ejercer las demás atribuciones inherentes
a su función, conforme a ley”, (el resaltado es agregado)”.
“(...)En virtud del principio sub examine, los gobiernos regionales (y, desde luego,
también los locales) se encuentran sometidos a supervisión directa y permanente
por órganos del Gobierno nacional. Principio que se explica por la función de la
Constitución de integrar, tanto a nivel social como jurídico. Lá integración exige que
el ordenamiento jurídico regional se articule armónicamente con el ordenamiento
constitucional y legal”.
Tal principio de control, sin embargo, no debe entenderse solo en el sentido de que
los únicos autorizados para realizar el control sean los órganos estatales competentes.
Conforme al principio democrático, que transversalmente informa al proceso de descen
tralización mediante la regionalización, el artículo 8.3 de la LOGR, ha establecido que:
“La Administración Pública regional está orientada bajo un sistema moderno de gestión
y sometida a una evaluación de desempeño. Los gobiernos locales incorporarán a
sus programadas de acción mecanismos concretos para la rendición de cuentas a
la ciudadanía sobre los avances, logros, dificultades y perspectivas de su gestión.
La Audiencia Pública será una de ellas. Los titulares de la Administración Pública
“El principio del efecto útil, así, pretende flexibilizar la rigidez del principio de taxa-
tividad, de modo que la predeterminación difusa en tomo a los alcances de una com
petencia por la ley orgánica o la Constitución, no termine por entorpecer un proceso
que, en principio, se ha previsto como progresivo y ordenado conforme a criterios que
permitan una adecuada asignación de competencias (art. 188 de la CP)”.
“En ese sentido, sobre el legislador nacional pesa un mandato constitucional que lo
obliga a no adoptar medidas regresivas que posterguen el proceso de regionalización
o dificulten irrazonablemente la asignación adecuada de competencias y transferencia
de recursos del Gobierno nacional hacia los gobiernos regionales y locales, conforme
8. Principio de competencia
Otro principio fundamental sobre el cual se ha pronunciado el Tribunal Constitucional,
en diversas sentencias, es el principio de competencia. En STC Exp. N° 0013-2003-AI/TC:
“El principio de competencia resulta fundamental para explicar las relaciones y articu
laciones que se pudieran presentar entre normas jurídicas que tienen un mismo rango
y, en ese sentido, ocupa un lugar central en la articulación horizontal del sistema de
fuentes del derecho diseñado por la Constitución”.
“Este principio se manifiesta en todos los casos en que la Constitución establece que la
disciplina de determinados objetos o materias deberá realizarse a través de determinadas
fuentes, de modo tal que otras fuentes que intervinieran en aquellas materias serían,
por eso mismo -es decir, independientemente de su contenido-, inválidas. [Federico
Sorrentino, ‘Le fonti del diritto (...)’ pp. 121-122]”.
“Esa competencia de la fuente para regular determinadas materias, puede ser de dos
clases:”
“a) es positiva, cuando la Constitución declara que determinada fuente formal es apta
para regular una materia determinada. Así, por ejemplo, el artículo 106 de la Cons
titución precisa que la fuente denominada ‘ley orgánica’ es competente para regular
solo la estructura y el funcionamiento de los órganos constitucionales y de relevancia
constitucional, esto es, Tas entidades del Estado previstas en la Constitución’, así como
todas las materias cuya regulación la Constitución ha reservado a tal fuente. De ahí
que sería inconstitucional que una ley ordinaria pretenda regular materias reservadas
a leyes orgánicas”.
“En ambos casos, la violación de este principio de competencia, como criterio regulador
de las relaciones horizontales entre fuentes formales del derecho del mismo rango,
genera un problema de inconstitucionalidad”00.
“Por ello, una adecuada articulación de las fuentes del derecho regional, tanto con las
fuentes del Derecho nacional como con las del Derecho local, exige que se delimite los
ámbitos para los cuales cada una de ellas es competente. Obviamente, tal delimitación
no puede realizarse sino mediante el ya referido principio de competencia”.
“En ese sentido, para que una antinomia entre dos normas del mismo rango sea resuelta
mediante el principio de competencia, es preciso que:
“En efecto, la Constitución no solo es la norma jurídica suprema formal y estática, sino
también material y dinámica, por eso es la norma básica en la que se fundamentan las
distintas ramas del Derecho, y la norma de unidad a la cual se integran”.
“Es así que por su origen y su contenido se diferencia de cualquier otra fuente del
Derecho. Y una de las maneras cómo se traduce tal diferencia es ubicándose en el
vértice del ordenamiento jurídico. Desde allí, la Constitución exige no solo que no se
(12) STC Exp. N° 047-2004-AI/TC ff. jj. 120, 121, 122, 123, 124, 125, 126 y 127, sobre la demanda de
inconstitucionalidad interpuesta por el Gobierno Regional de San Martín contra la Ley N° 27971, mediante
la cual se declara infundada la demanda de inconstitucionalidad.
cree legislación contraria a sus disposiciones, sino que la aplicación de tal legislación
se realice en armonía con ella misma (interpretación conforme con la Constitución)”.
“El artículo realiza una clara alusión al principio de jerarquía normativa que, como
se adelantara, es el que, en última y definitiva instancia, determina la validez o inva
lidez constitucional de una ley o norma con rango de ley. En dicha perspectiva, este
Colegiado ha señalado que”:
“En ese sentido, la articulación de las fuentes del derecho regional, tanto con las fuentes
del derecho nacional como con las del derecho local, exige que se delimiten los ám
bitos competenciales a través de la técnica constitucional del test de la competencia,
postulada en el artículo 13 de la LBD al distinguir entre competencias exclusivas,
compartidas y delegables. Ello es así puesto que no solo el ámbito competencial
constitucionalmente garantizado de los gobiernos regionales está supeditado a que su
ejercicio se efectúe ‘en los términos que establece la Constitución y la ley’ (art. 189 de
la CP), sino, adicionalmente, sin perder de vista que sus atribuciones deben realizarse
‘en armonía con las políticas y planes nacionales y locales de desarrollo’ (art. 192 de
la CP), no pudiendo interferir en el ejercicio de las funciones y atribuciones de los
gobiernos locales (art. 191 de la CP)”.
“De ahí que el artículo 11.1 de la LBD establezca que los órganos con competencia
normativa, como consecuencia del proceso de descentralización”,
“Y, a su vez, el artículo 5 de la LOGR haya previsto que la misión de los gobiernos
regionales es:”
“En el literal c) del Fundamento 28, supra, ha quedado dicho que forman parte del
bloque de constitucionalidad o parámetro de control constitucional, aquellas leyes a
las que la Constitución delega la determinación de las competencias o límites de las
competencias de los distintos órganos constitucionales”.
“En tal sentido, si bien de la colisión de dos fuentes del mismo rango normativo, no
se deriva, prima facie, un problema de validez constitucional, sino”
“Un típico problema de antinomia (...), que se resuelve conforme a las técnicas que
existen en nuestro ordenamiento jurídico (v gr. ‘ley especial deroga ley general’, ‘ley
posterior deroga ley anterior’, etc.)” (STC Exp. N° 0032-2004-AI, f. j.3)”.
“En el análisis del presente caso, nos encontramos ante ordenanzas regionales del
mismo rango que una ley del Congreso, lo cual no supone que la norma posterior
y especial -ordenanza- prime sobre la ley nacional, por cuanto en un modelo
jurídico de Estado Unitario, pero descentralizado, no es, en primera instancia,
el principio de jerarquía kelseniano, sino el principio jurídico de competencia el
que sustenta y ordena la resolución de los conflictos entre normas jurídicas del
mismo rango legal”.
“Así las cosas, sin perjuicio de la autonomía normativa de los gobiernos regionales, sus
ordenanzas no solo se encuentran limitadas territorialmente (solo resultan aplicables
en la respectiva circunscripción territorial del gobierno regional), sino que su validez
se encuentra supeditada a su compatibilidad con la Constitución y las normas legales
que, para tales efectos, integren el bloque de constitucionalidad”(13).
(13) STC Exp. N° 0020-2005-PI/TC y STC Exp. N° 0021-2005-PI/TC acumulados, ff. jj. 19, 20, 57, 58, 59,
60,61,62,63 y 64, sobre la demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el Presidente de la República
contra la Ordenanza Regional N° 031-2005-GRC/CRC del Gobierno Regional del Cusco y las Ordenanzas
Regionales N°s 015-2004-GR-GRH y 027-2005-E-CR-GRH del Gobierno Regional de Huánuco, mediante
la cual se declaran fundadas las demandas de inconstitucionalidad.
9. El bloque de constitucionalidad
Vinculado directamente con el principio de competencia está el concepto de bloque
de constitucionalidad, sobre el cual el Tribunal Constitucional se ha pronunciado en di
versas sentencias. En la STC Exp. N° 0046-2004-PI/TC:
“En ese sentido, debe rescatarse lo también expuesto por el Tribunal Constitucional en
la sentencia precitada, cuando señala que: ‘La competencia hace referencia a un poder
conferido por la Constitución y demás normas del bloque de constitucionalidad para
generar un acto estatal (...)’, y donde las normas del bloque de constitucionalidad son
aquellas que se caracterizan por desarrollar y complementar los preceptos constitucio
nales relativos a los fines, estructura, organización y funcionamiento de los órganos
y organismos constitucionales, amén de precisar detalladamente las competencias y
deberes funcionales de los titulares de estos, así como los derechos, deberes, cargas
públicas y garantías básicas de los ciudadanos (...); en consecuencia, y desde una
perspectiva orgánica, “(...) dicho concepto alude a la aptitud de obrar político-jurídica
o al área de facultades de un órgano u organismo constitucional, lo cual conlleva a
calificar la actuación estatal como legítima o ilegítima en función de que el titular
responsable de aquel hubiese obrado dentro de dicho marco o fuera de él” (STC Exp.
N° 0689-2000-AA, f.j. 10.5).
“Por ello, debe precisarse que la Constitución y las normas que conforman el bloque de
constitucionalidad establecen tanto la competencia material así como la competencia
territorial, entre otros aspectos vinculados al tema, siendo la nota condicionante de la
competencia estatal, la de ser indelegable, taxativa, razonable y proporcional”.
“Esta capacidad que tienen las fuentes que formalmente no son constitucionales es lo
que se ha denominado bloque de constitucionalidad, y, por ello, “La interpretación
que efectúa el Tribunal Constitucional no solo abarca las normas constitucionales
propiamente dichas, sino que se extiende a todas las demás comprendidas en el deno
minado bloque de constitucionalidad” (STC Exp. N° 1049-2003-AA) (...)”.
“Por otro lado, la propia Constitución, en su artículo 195, regula de manera genérica al
conjunto de facultades que deben ser ejercidas de manera excluyente y exclusiva por
los gobiernos locales, lo que de por sí es insuficiente para que los gobiernos locales
funcionen de manera adecuada y cumplan con las atribuciones que la Constitución
les otorga; es por ello que se requiere de una norma ‘complementaria’ que desarrolle
los preceptos constitucionales, más aún cuando la propia Constitución, en el inciso 10
del mismo artículo, dispone que los gobiernos locales son competentes para ejercer
las demás atribuciones inherentes a su función, conforme a ley, lo que constituye
una auténtica reserva de ley, la misma que debe ser implementada por el legislador
ordinario -como ya ocurrió-, a través de una norma en los términos del artículo 106
de la Constitución, esto es, de una ley orgánica que permita regular la estructura y
funcionamiento de los gobiernos locales”.
“Así, dado que la Ley Orgánica de Municipalidades ha sido dictada dentro del marco
constitucional para determinar la competencia de los gobiernos locales, también forma
parte del bloque de constitucionalidad y constituye un parámetro que puede y debe ser
utilizado cuando se trate de realizar un control de constitucionalidad; la afirmación
de que la precitada Ley Orgánica forma parte del referido bloque ya ha sido expuesta
por el Tribunal Constitucional en la sentencia del Exp. N° 0689-2000-AC (f. j. 4),
lo que también ha sido afirmado cuando se ha hecho referencia a otras normas que
forman parte del bloque de constitucionalidad, como es el caso de la Ley Orgánica
del Poder Judicial (resoluciones recaídas en el Exp. N° 2483-2002-AA (f. j. 2.) y el
Exp, N° 0669-2003-AA (f. j. 4.)”.
(14) STC Exp. N° 0046-2004-PI/TC, ff. jj. 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 11, sobre demanda de inconstitucionalidad
interpuesta por el Alcalde de la Municipalidad Metropolitana de Lima contra la Ordenanza N° 181-MSS
emitida por la Municipalidad Distrital de Santiago de Surco, mediante la cual se declara fundada en parte
la demanda de inconstitucionalidad.
porque la invalidez constitucional de la norma impugnada no puede quedar acreditada
con un mero juicio de compatibilidad directo frente a la Constitución, sino solo luego
de una previa verificación de su disconformidad con una norma legal perteneciente al
parámetro de constitucionalidad”.
“En un Estado descentralizado como el peruano, los distintos niveles de gobierno deben
apuntar hacia similares objetivos, de modo que el diseño de una política tributaria inte
gral puede perfectamente suponer -sin que con ello se afecte el carácter descentralizado
que puedan tener algunos niveles-, la adopción de mecanismos formales, todos ellos
compatibles entre sí, lo que implica que un mecanismo formal como la ratificación
de ordenanzas distritales por los municipios provinciales coadyuva a los objetivos
de una política tributaria integral y uniforme acorde con el principio de igualdad que
consagra el artículo 74 de la Constitución (...)”.
Esta misma sentencia -de los Exps. N°s 0020-2005-PI/TC y 0021-2005-PI/TC acu
mulados- señala de manera más específica, con relación al bloque de constitucionalidad
de las ordenanzas regionales, lo siguiente:
“mientras que, de otro lado, el inciso 10 del mismo artículo estipula que los gobiernos
regionales son competentes para”
“En criterio del Tribunal Constitucional, la “ley” a la que hacen alusión los artículos
referidos es la ley parlamentaria, y, más concretamente, la ley orgánica, pues, de con
formidad con el artículo 106 de la Constitución,”
(15) SSTC Exps. N°s 0020-2005-PI/TC y 0021 -2005-PI/TC acumulados, ff. jj. 26,27,28 y 29 sobre la demanda
de inconstitucionalidad interpuesta por el Presidente de la República contra la Ordenanza Regional N° 031 -
2005-GRC/CRC del Gobierno Regional del Cusco y las Ordenanzas Regionales N°s 015-2004-GR-GRH
y 027-2005-E-CR-GRH del Gobierno Regional de Huánuco, mediante la cual se declaran fundadas las
demandas de inconstitucionalidad.
“Así, si bien no está expresamente prevista en la Constitución una reserva de ley
orgánica para determinar las competencias de los gobiernos regionales, tal como sí
ocurre con el caso de los gobiernos locales (art. 194), sin embargo, dicha exigencia
se encuentra prevista de modo indirecto en el artículo 106. Ello, empero, no debe ser
interpretado en el sentido de que el establecimiento de la categoría de ley orgánica
prevista en el primer párrafo, ab initio, del artículo 106, sea un mandato númerus
apertus, pues es númerus clausus en tanto queda limitada la regulación mediante ley
orgánica solo la estructura y el funcionamiento de las entidades del Estado previstas
en la Constitución -entiéndase, los poderes del Estado, gobiernos locales, regionales
y organismos autónomos-, mas no cualquier actividad, función o servicio público que
la Constitución reconozca”.
“Las leyes orgánicas encargadas de determinar las competencias de los gobiernos re
gionales, son la LBD y la LOGR. Dichas competencias, de conformidad con el artículo
13 de la referida ley, pueden ser exclusivas, compartidas o delegadas:”
“Competencias compartidas: Son aquellas en las que intervienen dos o más niveles de
gobierno, que comparten fases sucesivas de los procesos implicados. La ley indica la
función específica y responsabilidad que corresponde a cada nivel”.
“En tanto las competencias compartidas dan lugar a funciones específicas que cada
uno de los niveles de gobierno debe llevar a cabo, tales funciones, en el caso de los
gobiernos regionales, han sido recogidas en su respectiva ley orgánica; específicamente
en sus artículos 47 a 64”.
“En tal sentido, la validez de las ordenanzas regionales se encuentra sujeta al respeto
del marco normativo establecido tanto en la LBD como la LOGR, por lo que forman
parte del parámetro de control en la presente causa
“Sin embargo, lo recién expresado no significa que allí se agoten las normas que pueden
conformar el bloque de constitucionalidad. La apertura de este a otras normas, ya sean
leyes orgánicas o simples leyes estatales o decretos legislativos, depende del tipo de
materias que hayan sido reguladas por una ordenanza regional y, particularmente, de
la clase de competencia (exclusiva, compartida o delegable) de que se trate”.
“Así, por ejemplo, si se trata de una norma que regula una competencia compartida,
esto es, aquella en la cual el Gobierno nacional y el Gobierno regional concurren y
colaboran en la regulación de una materia dada, correspondiendo al primero de ellos
precisar los principios fundamentales a los cuales está sujeta, en tanto que a la orde
nanza regional completar la regulación estatal, el control de constitucionalidad de la
ordenanza no solo deberá de realizarse conforme a la Constitución, la LBD y LOGR,
sino también conforme a las normas legales dictadas por el Gobierno nacional que
hayan establecido dichas pautas fundamentales”.
“Tal es el sentido en el que debe ser interpretado el artículo 79 del CPConst. cuando
establece que”
“Lo mismo puede sostenerse en relación con las competencias ‘delegadas’ de los go
biernos regionales. En efecto, tratándose de la impugnación de una ordenanza regional
que haya regulado una materia supuestamente delegada, la determinación de validez
constitucional de tal regulación no solo habrá de efectuarse tomando únicamente como
cánon interpretativo de control a la Constitución, la LBD y la LOGR, sino también al
acto normativo que contiene el acuerdo entre ambos niveles de gobierno que exprese
el ámbito de la materia delegada a favor del gobierno regional. Tal integración del
acuerdo dentro del parámetro de control se debe al hecho de que este contiene los
límites materiales a los cuales se encuentra vinculada la legislación regional”.
“En suma, pues, existe un parámetro, por así decirlo, ‘natural’ del control de constitu
cionalidad de las ordenanzas regionales, que se encuentra integrado por la Constitución,
la LBD y la LOGR. Pero también, tratándose de la regulación de determinadas mate
rias, el bloque de constitucionalidad puede encontrarse conformado, adicionalmente,
por otras leyes nacionales. En estos casos, dichas normas forman parte de lo que bien
podría denominarse parámetro ‘eventual’ de constitucionalidad”(16).
“Dentro de dicho esquema, detalla las fuentes normativas con rango de ley (f. j. 16),
entre las cuales considera a la ley de reforma constitucional, a la ley ordinaria, a la
Ley de Presupuesto de la República, a la Ley de la Cuenta General de la República y
(16) Ibídem, ff. jj. 65, 66, 67, 68, 69, 70 y 71.
a la ley orgánica; del mismo modo, a las resoluciones legislativas que representan la
excepción a la característica de generalidad de la ley (f. j. 17), para lo cual, conforme
a lo expuesto en el artículo 102.1 de la Constitución se recurre a los artículos 72, 75
y 76 del Reglamento del Congreso”.
“También, incluye a los Tratados (ff. jj. 18 y ss.), conforme a lo dispuesto en los artículos
55, 56 y 57 de la Constitución y conforme a la cuarta disposición final y transitoria”.
“Del mismo modo, considera al Reglamento del Congreso (f. j. 23), por disposición
del artículo 94 de la Constitución; a los decretos legislativos (f. j. 25), conforme al
artículo 104 de la misma; y a los decretos de urgencia (f. j. 26), de acuerdo al contenido
del artículo 118.19. de la Norma Fundamental”.
“Finalmente incluye, también, a las ordenanzas regionales y municipales (ff jj. 28 y 29,
según corresponda), a tenor de lo dispuesto en los artículos 191 y 194, respectivamente”.
“Por esta razón tales normas forman parte del denominado bloque de constitucionalidad,
aunque no por ello gozan del mismo rango que la lex legum, pues, en tales supuestos,
las normas delegadas actuarán como normas interpuestas; de ello se concluye que su
disconformidad con otras normas de su mismo rango que sean impugnadas a través
de un proceso de inconstitucionalidad, acarreará su invalidez”0 7).
(17) STC Exp. N° 0033-2005-PI/T, ff. jj. 6 y 7, sobre la demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el
Presidente del Gobierno Regional de Pasco contra la Ley N° 26458 que crea la provincia de Lauricocha en
el departamento de Huánuco, mediante la cual se declara infundada la demanda de inconstitucionalidad.
El Tribunal Constitucional ha reiterado el concepto de bloque de constitucionalidad
y el contenido de las sentencias antes citadas(18).
“En el Estado unitario centralizado el poder central ‘domina’ a los poderes locales y
particulares. No confiere poder a ningún otro órgano, simplemente, acrecienta su bu
rocracia a través de entidades directamente dependientes, a las que en todo momento
puede subrogarse. Por lo general, en este tipo de Estado, no tiene cabida la resolu
ción de conflictos mediante el principio de competencia. La absoluta subordinación
orgánica al poder central se proyecta en una configuración vertical del ordenamiento
jurídico, de modo tal que, comúnmente, las incompatibilidades entre las fuentes del
Derecho son resueltas apelando al principio de jerarquía normativa o a las técnicas
que permiten resolver antinomias”.
“Como quedó dicho, no es ese el caso del ordenamiento jurídico de la República del
Perú. En efecto, siendo el Estado peruano un Estado unitario, sin embargo, este no ha
sido configurado como un Estado centralizado. En efecto, el tercer párrafo del artículo
43 de la Constitución establece que el Estado unitario es de carácter descentralizado,
entendiendo por descentralización”.
(18) STC Exp. N° 00017-2006-PI/TC, ff. jj. 4, 5 y 6 sobre la demanda de inconstitucionalidad interpuesta por
el Colegio de Arquitectos del Perú contra las Ordenanzas N°s 105-MDLM y 122-MDLM, mediante la cual
se declara fundada la demanda de inconstitucionalidad, publicada el 5 de diciembre de 2007.
“La descentralización, tal como sostiene Prélot, responde, fundamentalmente, a las
siguientes características:”
“Mientras que, tal como disponen los artículos 191 y 194 de la Constitución, los go
biernos regionales y locales, respectivamente, gozan de autonomía política, económica
y administrativa”.
“Un análisis conjunto de las referidas disposiciones permite sostener que el Estado
peruano no es ‘unitario descentralizado’, sino ‘unitario y descentralizado’. La dife
rencia entre uno y otro caso no es un simple juego de palabras. Encierra profundas
diferencias en lo que a la distribución horizontal del poder respecta”.
(19) STC Exp. N° 0020-2005-PI/TC y STC Exp. N° 0021-2005-PI/TC acumulados, ff. jj. 34, 35, 36, 37 y 38,
sobre la demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el Presidente de la República contra la Ordenanza
Regional N° 031-2005-GRC/CRC del Gobierno Regional del Cusco y las Ordenanzas Regionales
N° 015-2004-GR-GRH y N° 027-2005-E-CR-GRH del Gobierno Regional de Huánuco, mediante la cual
se declaran fundadas las demandas de inconstitucionalidad.
IV. El marco normativo
Las metas del Acuerdo Nacional, por su parte, señalaban que a diciembre de 2002,
el país debía contar con una delimitación de funciones y competencias entre los diversos
niveles de organización del Estado, así como con una metodología y un Plan Nacional
para la transferencia de las mismas. Las propuestas normativas que debían aprobarse para
cumplir con esta meta eran la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo; la Ley Orgánica de Go
biernos Regionales; la Ley Orgánica de Gobiernos Locales; la Ley de Carrera Pública; la
Ley de Descentralización Fiscal; la Ley General de Transparencia de los actos de Gobier
no, Acceso a la Información Pública y Rendición de Cuentas; la Ley de Bases de la Des
centralización; y la Ley de Sistema Nacional Descentralizado de Diálogo y Concertación.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(jl Las competencias de los órganos constitucionales pueden ser exclusivas (positivas si
pueden ser delegadas o negativas si son, además, excluyentes), compartidas (divididas
en determinadas áreas, reparten responsabilidades entre dos o más niveles de gobierno) y
delegadas (un nivel de gobierno delega a otro, de mutuo acuerdo y conforme a ley): STC
Exp. N° 00006-2008-PI/TC (f. j. 12).
d El proceso de descentralización no desemboca en uno de desintegración, ni la autonomía
que la Constitución reconoce a las municipalidades se convierte en autarquía: STC Exp.
N° 0008-2019-PI/TC (f.j. 12).
jjl El legislador constituyente en los artículos 188,189 y 194 establece que la descentralización
es un proceso de desarrollo integral y armónico, llevado a cabo a través de la asignación
de competencias a los gobiernos regionales y locales: STC Exp. N° 0007-2016-PI y Exp.
N° 0003-2017-PI (f.j. 54).
([I El artículo 188 de la Constitución señala que la descentralización es una forma de organi
zación democrática y constituye una política permanente de Estado, de carácter obligatorio,
que tiene como objetivo fundamental el desarrollo integral del país. Asimismo, afirma
que el proceso de descentralización se realiza por etapas, en forma progresiva y ordenada
conforme a criterios que permitan una adecuada asignación de competencias y transferen
cia de recursos del gobierno nacional hacia los gobiernos regionales y locales: STC Exp.
0005-2015-PI/TC (f.j. 8).
(J] El proceso de la descentralización cuenta con diversas etapas a través de las cuales se
posibilitará las respectivas transferencias en materia de protección del medio ambiente
y otras de vital importancia para las regiones y los gobiernos provinciales y locales,
proceso en el cual será necesario hacer uso de diversos mecanismos y principios rectores
para alcanzar la finalidad para el que fue diseñado este proceso -el desarrollo integral del
país- sin que ello implique olvidar que nuestro país políticamente es unitario: STC Exp.
N° 00008-2010-PI/TC (f. j. 40).
BIBLIOGRAFÍA
ZAS FRIZ BURGA, Johnny. “Un balance panorámico del diseño normativo e institucional del actual
proceso peruano de descentralización política (2002-2010)”. En: Politai, Revista de Ciencia Política.
Descentralización y Gobiernos Subnacionales. 2a edición, Año 1, N° 2, Lima, 2010; ZAS FRIZ
BURGA, Johnny. La continuidad crítica. Balance del diseño normativo e institucional del actual
proceso peruano de descentralización política (2002-2008). Palestra, Lima, 2008; ZAS FRIZ
BURGA, Johnny. La insistencia de la voluntad. El actual proceso peruano de descentralización
política y sus antecedentes inmediatos (1980-2004). Defensoría del Pueblo del Perú, Lima, 2004;
ZAS FRIZ BURGA, Johnny. La descentralización ficticia. Perú 1821-1998. Centro de Investi
gación de la Universidad del Pacífico, Lima, 1998; TANAKA, Martín. “Situación y perspectivas
de los partidos políticos en la región andina: el caso peruano”. En: Partidos políticos en la región
andina: entre la crisis y el cambio. IDEA, Lima, 2004.
Artículo 189 Territorio de la República, demarcación
territorial y niveles de gobierno
El territorio de la República está integrado por regiones, de
partamentos, provincias y distritos, en cuyas circunscripciones
se constituye y organiza el gobierno a nivel nacional, regional
y local, en los términos que establece la Constitución y la ley,
preservando la unidad e integridad del Estado y de la Nación.
El ámbito del nivel regional de gobierno son las regiones y
departamentos. El ámbito del nivel local de gobierno son las
provincias, distritos y los centros poblados^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 43, 44, 54, 56 inc. 1), 77, 102 inc. 7), 188, 190, 190, 7a DFT; 8a DFT; 12a
DFT; Ley 27783: arts. 7, 29, 30; Ley 27795; Ley 27867; Ley 27972; P.I.D.C.P.: art.
1.1; P.I.D.E.S.C.: art. 1.1
Al respecto, por ejemplo, la Ley del 2 de enero de 1857 -que se dictó para crear las pri
meras municipalidades establecidas por la Carta Política de 1856 y permitir la realización
de elecciones populares- estableció en su artículo 1, en concordancia con la Ley Orgánica
de Municipalidades de 1856, las municipalidades presentes en las provincias de los depar
tamentos del país; y los demás artículos regularon la constitución de Juntas Electorales. Sin
embargo, la Ley del 2 de enero de 1857 solo enumeró las municipalidades cuyas existencias
reconoció y no definió los límites de ninguno de los distritos involucrados.
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 27680 del 07/03/2002.
(1) Plan Nacional de Demarcación Territorial, aprobado mediante la Resolución Ministerial N° 374-2003-PCM,
del 25/11/2003, como “un instrumento técnico y de gestión que va a desarrollar al 2011, de manera ordenada
y progresiva el proceso de saneamiento de los distritos y provincias y la organización del territorio de la
República. Dicho instrumento desarrolla una metodología que permite programar, priorizar y seleccionar
las provincias para su tratamiento respectivo” (Dirección Nacional Técnica de Demarcación Territorial de
la Presidencia del Consejo de Ministros de la República del Perú).
El Plan Nacional de Demarcación Territorial de 2003 señalaba en su diagnóstico que
“los conflictos actuales entre circunscripciones distritales y provinciales, producto de la
imprecisión y carencia de límites territoriales, obedece principalmente a la antigüedad de
las leyes de creaciones, así como a la falta de instrumentos técnico cartográficos, que hasta
1950 no permitían una lectura detallada del territorio”(2).
Un breve diagnóstico del ordenamiento territorial peruano nos plantea los siguientes
problemas(3):
a) Un 49% de todos los distritos del país no cumplen con el requisito mínimo de
población establecido por la Ley de Demarcación y Organización Territorial
-Ley N° 27795(4)- y su reglamentación según regiones naturales: 12,000 habi
tantes en la costa; 3,800 en la sierra; y 4,000 en la selva.
b) Hay 2,405 municipalidades de centros poblados que, potencialmente, podrían
convertirse en distrito.
c) La Ley de Promoción para la Fusión de Municipios Distritales -Ley N° 29021-
y su reglamentación han desarrollado un conjunto de incentivos para la referida
fusión, destacando el incentivo de transferir el 50% más de recursos de Fonco-
mún a los distritos que se fusionen. Sin embargo, y no obstante los incentivos
planteados, no se ha producido ninguna fusión de distritos hasta hoy.
La Ley de Demarcación y Organización Territorial, Ley N° 27795, considera un con
junto de mecanismos para enfrentar los problemas derivados de esta imprecisión y caren
cia de límites.
(2) Consultar el numeral III, sobre Diagnóstico y Situación Actual de los Límites de los Distritos y Provincias
y la Organización del Territorio de la República del citado Plan Nacional de Demarcación Territorial.
(3) ProDescentralización - USAID/PERÚ. Brújula de la Descentralización 2009-2010. ProDescentralización
- USAID/PERÚ, Lima, 2009.
(4) Publicada el 25/07/2002.
I. La Ley de Demarcación y Organización Territorial, Ley N° 27795
1. Finalidad
La finalidad de la Ley es establecer las definiciones básicas, criterios técnicos y los
procedimientos para el tratamiento de la demarcación territorial como competencia ex
clusiva del Poder Ejecutivo, así como lograr el saneamiento de límites y la organización
racional del territorio de la República.
2. Objetivos
Los objetivos de la demarcación territorial son: definir circunscripciones territoriales
de nivel distrital, provincial y departamental, que garanticen el ejercicio del gobierno y
la administración, y faciliten la conformación de las regiones; generar información de ca
rácter técnico-cartográfica que contribuya en la elaboración de los planes de desarrollo de
nivel local, regional y nacional; y definir criterios técnicos para la demarcación territorial.
3. Regulación
Toda iniciativa sobre acciones de demarcación territorial deberá sustentarse en prin
cipios de unidad, contigüidad, continuidad e integración, y criterios técnicos de orden po-
blacional, geográfico, socio-económico y cultural mínimos que justifiquen la propuesta
correspondiente.
1. Volúmenes mínimos de población del ámbito territorial propuesto, así como del
centro poblado que será su capital, según corresponda a la región natural (cos
ta, sierra y selva).
2. Niveles mínimos de infraestructura y equipamiento de servicios de salud, edu
cación, saneamiento y otros con los que cuente, de acuerdo con los planes urba
nos vigentes.
3. Características geográfico-ambientales y urbanas favorables, y potencialidades
económicas que sustenten su desarrollo.
4. Condiciones territoriales de ubicación, accesibilidad, vulnerabilidad, y áreas de
influencia del centro poblado propuesto como capital.
Las zonas de frontera u otras de carácter geopolítico relacionadas con la intangibi
lidad del territorio y la seguridad nacional, tendrán un tratamiento prioritario y especial.
4. Entidades competentes
Son entidades competentes en materia de demarcación territorial:
5. Procedimiento
1. La tramitación de los petitorios de demarcación territorial se sustanciará siem
pre que exista el Plan de Acondicionamiento Territorial o Planes Urbanos apro
bados por la municipalidad provincial en cuya jurisdicción se realice la acción
de demarcación territorial.
2. Los petitorios de demarcación territorial deberán estar respaldados por no menos
del veinte por ciento (20%) de los electores del área involucrada, debidamente
acreditados por el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec).
3. Los petitorios y/o iniciativas de demarcación territorial, para su evaluación, con
tarán con los documentos técnicos siguientes:
• Estudios de “Diagnóstico y Zonificación” a nivel provincial, e informes
emitidos por los organismos competentes, sobre la seguridad física de los
centros poblados ubicados en la circunscripción.
• Los mapas temáticos y/o documentos cartográficos deben estar referidos a
la Carta Nacional, utilizando escalas adecuadas para asegurar precisiones
y referencias suficientes e identificables, según la dimensión de las unida
des de demarcación correspondientes.
• Otros que establezca el Reglamento.
4. El Reniec, elabora y distribuye los formularios a través de los cuales los electo
res con su firma respaldan el petitorio de una determinada acción de demarca
ción territorial, y en su caso, certifica la autenticidad de las firmas de los solici
tantes, quienes deberán ser residentes del área involucrada en la propuesta.
5. Los petitorios que promueva la población organizada, así como las iniciativas
de oficio, deberán cumplir los requisitos y documentos técnicos necesarios, con
forme lo establece la Ley y su Reglamento.
6. El procedimiento se inicia en el respectivo Gobierno Regional, continúa en la
PCM y concluye en el Congreso de la República con la Ley que aprueba la pro
puesta correspondiente. Los expedientes que no reúnen los requisitos ni las eva
luaciones técnicas para su trámite regular, se declaran improcedentes.
1. Caserío
2. Pueblo
3. Villa
4. Ciudad
5. Metrópoli
La categorización y recategorización de centros poblados son acciones de normaliza
ción que están a cargo de los Gobiernos Regionales, y el Reglamento señala los requisi
tos y las características de las categorías.
7. Creación de regiones
La creación de Regiones requiere que la propuesta sea aprobada mediante referéndum
por las poblaciones departamentales involucradas, conforme a lo dispuesto en la Ley de
Bases de la Descentralización.
Cuando el resultado del referéndum haya sido favorable, el Poder Ejecutivo formu
lará las propuestas ante el Congreso de la República para su aprobación por ley expresa.
2. Las acciones en zonas de frontera, se promueven previa consulta con los Mi
nisterios de Relaciones Exteriores, de Defensa y del Interior. Para este efecto se
define como zona de frontera a la circunscripción político administrativa cuyos
límites coincidan con los límites internacionales de la República.
15. Reglamento
Esta Ley de Demarcación y Organización Territorial fue inicialmente reglamentada
mediante el Decreto Supremo N° 019-2003-PCM(6), posteriormente derogado y sustituido
por el nuevo reglamento aprobado por el Decreto Supremo N° 191-2020-PCM(7), que
establece definiciones, principios, criterios, procesos y requisitos para el tratamiento de
las acciones de demarcación territorial, y que es de obligatorio cumplimiento por todas
las entidades públicas cuyas competencias, funciones y actos tienen una relación directa
o indirecta con el tratamiento de las acciones de demarcación territorial.
La Ley mencionada considera como una de sus finalidades orientar una acción demar-
catoria de fusión de distritos para lograr un mejor ordenamiento territorial, procurando ta
maños de circunscripción adecuados para la gestión pública, elevando la calidad de los ser
vicios públicos que se prestan a los ciudadanos y ciudadanas, haciendo posible la gestión
de la competitividad territorial y coadyuvando en las estrategias de lucha contra la pobreza.
Según la Ley N° 29021, la Municipalidad que resulte del proceso de fusión de los mu
nicipios distritales, gozará de los beneficios siguientes:
Asimismo, la Ley prevé que los Gobiernos Regionales establecerán una Mesa de Diá
logo como espacio de concertación y coordinación, con el objetivo de evaluar las iniciativas
de fusión, las estrategias y propuestas que las sustentan y la aplicación de los incentivos,
siempre en el marco de la Ley de Demarcación y Organización Territorial, Ley N° 27795.
La Ley N° 29021 -en sus disposiciones complementarias y finales- establece que co
rresponde a los Gobiernos Regionales promover la fusión de los distritos que no alcan
cen el 40% del requisito mínimo de población establecido por la norma de la materia, así
como tomar una iniciativa prioritaria para la fusión de los distritos que no alcancen el 20%
del requisito mínimo de población mencionado. Por último, regula-de manera general-
varias materias del proceso de fusión relacionadas con la transferencia de bienes, recur
sos, personal y acervo documentario.
Según el artículo 128 de la citada Ley Orgánica, las Municipalidades de Centros Po
blados son creadas por ordenanza de la municipalidad provincial, la que determinará la
delimitación territorial, el régimen de organización interior, las funciones que se le dele
gan, los recursos que se le asignan y sus atribuciones administrativas y económico-tribu
tarias; y el artículo 135 señala que no se pueden dictar ordenanzas de creación de Muni
cipalidades de Centro Poblado durante el último año del periodo de gestión municipal.
2. El centro poblado no se halle dentro del área urbana del distrito al cual pertenece.
Con relación a los recursos de las Municipalidades del Centro Poblado -conforme lo
dispone el artículo 133 de la citada Ley- las Municipalidades Provinciales y Distritales
están obligadas a entregar a las Municipalidades de Centros Poblados de su jurisdicción,
(10) Publicada el 9 de enero de 2005 y luego derogada por la Ley N° 30937 publicada el 24 de abril de 2019.
en proporción a su población y los servicios públicos delegados, un porcentaje de sus re
cursos propios y los transferidos por el Gobierno Nacional, para el cumplimiento de la
prestación de los servicios públicos delegados. Así, la distribución de un porcentaje de los
recursos propios y los recursos transferidos por el Gobierno Nacional, deberá sujetarse a
las condiciones legales estipuladas en el artículo 133 de la actual Ley Orgánica de Muni
cipalidades, y a lo previsto en sus artículos 128 y 129.
(11) PAJUELO, Ramón. Municipalidades de centros poblados: las lecciones del caso de llave. Asociación de
Servicios Educativos Rurales - SER, Lima, 2005, pp. 101 y 102.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(J Las acciones técnicas de demarcación territorial pueden ser de tres clases: normalización,
regularización y formalización. La redelimitación es, específicamente, una acción de re-
gularización que define los límites territoriales cuando existe duda respecto de ellos: STC
Exp. N° 00007-2004-AI/TC (f. j. 4).
¡¡¡J Los gobiernos locales no tienen la competencia para delimitar su territorio. Ello implica
que no están constitucionalmente facultados para crear centros poblados en territorios
objeto de disputa, ya que ello implicaría una demarcación territorial implícita. Así, en caso
se determine la existencia de un territorio en disputa entre dos o más gobiernos locales
o regionales, estos tendrán que abstenerse de establecer los límites unilateralmente: STC
Exp. N° 0011-2017-PI/TC y 0014-2017-PI/TC (Acumulados) (f. j. 50).
BIBLIOGRAFÍA
PAJUELO, Ramón. Municipalidades de centros poblados: las lecciones del caso de llave. Aso
ciación de Servicios Educativos Rurales-SER, Lima, 2005; ProDescentralización-USAID/PERÚ,
Brújula de la Descentralización 2009-2010, ProDescentralización-USAID/PERÚ, Lima, 2009;
ZAS FRIZ BURGA, Johnny. La continuidad crítica, balance del diseño normativo e institucional
del actual proceso peruano de descentralización política (2002-2008). Palestra, Lima, 2008; ZAS
FRIZ BURGA, Johnny. La insistencia de la voluntad. El actual proceso peruano de descentralización
política y sus antecedentes inmediatos (1980-2004). Defensoría del Pueblo del Perú, Lima, 2004; ZAS
FRIZ BURGA, Johnny. La descentralización ficticia Perú 1821-1998. Centro de Investigación de la
Universidad del Pacífico, Lima, 1998.
Artículo 190 Regiones y proceso de regionalización
Las regiones se crean sobre la base de áreas contiguas inte
gradas histórica, cultural, administrativa y económicamente,
conformando unidades geoeconómicas sostenibles.
El proceso de regionalización se inicia eligiendo gobiernos en
los actuales departamentos y la Provincia Constitucional del
Callao. Estos gobiernos son gobiernos regionales.
Mediante referéndum podrán integrarse dos o más circunscrip
ciones departamentales contiguas para constituir una región,
conforme a ley. Igual procedimiento siguen las provincias y
distritos contiguos para cambiar de circunscripción regional.
La ley determina las competencias y facultades adicionales,
así como incentivos especiales, de las regiones así integradas.
Mientras dure el proceso de integración, dos o más gobiernos
regionales podrán crear mecanismos de coordinación entre sí.
La ley determinará esos mecanismos^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 32 inc. 4), 43, 44, 54, 77, 188, 189, 191, 192, 197 al 199, 7a DFT, 8a DFT,
12a DFT, 3a DTE; Ley 26300: art. 39 inc. d); Ley 27783: arts. 29,30; Ley 27795; Ley
27867; P.I.D.C.P.: art. 1.1; P.I.D.E.S.C.: art. 1.1
El artículo 190 de la Carta Política reformada define las características de las regiones
propiamente dichas, estas se crean sobre la base de áreas contiguas integradas histórica,
cultural, administrativa y económicamente, conformando unidades geoeconómicas soste
nibles; que mediante referéndum podrán integrarse dos o más circunscripciones departa
mentales contiguas para constituir una región, conforme a ley; y que igual procedimien
to siguen las provincias y distritos contiguos para cambiar de circunscripción regional.(*)
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 27680 del 07/03/2002.
La Ley de Incentivos para la Integración y Conformación de Regiones, prevista en
la Ley de Bases de la Descentralización, se sustenta en esta disposición expresa de la ac
tual Carta Política.
La referida Carta Política dispone que una Ley determina las competencias y facul
tades adicionales, así como incentivos especiales, de las regiones así integradas. Estos
incentivos especiales están previstos en la Ley de Incentivos para la Integración y Con
formación de Regiones, así como en el Decreto Legislativo de Descentralización Fiscal.
Sin embargo, con la modificación realizada por la Ley Orgánica de Gobiernos Regio
nales, mediante la cual la transferencia de competencias sectoriales se inició en el 2004,
se ha modificado el carácter consecutivo de las etapas previstas en la Ley de Bases de la
Descentralización, ya que no se transferirán a las regiones propiamente tales -es decir, a
aquellas integradas- las competencias sectoriales, sino que esta transferencia podrá veri
ficarse en los Gobiernos Regionales sobre base departamental.
La Ley citada -modificada por la Ley N° 29379(5)- establece las siguientes funciones
para las Juntas de Coordinación:
La citada Ley N° 28997 dispuso que las Juntas de Coordinación Interregional, con el
acuerdo de sus integrantes, también pueden presentar propuestas de conformación de re
giones, para ser aprobadas mediante referéndum por las poblaciones involucradas.
Los incentivos que la Ley objeto de análisis considera para las regiones conformadas
son beneficios en el -hoy derogado- Fondo Intergubemamental para la Descentralización
(FIDE), prioridad para el acceso al crédito internacional, facultad para el endeudamiento
en créditos sin aval del Gobierno Nacional, canje de deuda por inversión, asignación de la
recaudación de los impuestos internos, convenios de autogravamen y una bonificación en
contratos y adquisiciones del Estado para las empresas ubicadas y registradas como con
tribuyentes en las circunscripciones de las regiones.
Las regiones ya conformadas también gozarán de los beneficios asignados a las Juntas
de Coordinación Interregional y las controversias que surgieran entre estas últimas se re
solverían por el -hoy extinto- Consejo Nacional de Descentralización (CND), con acuer
do de su Consejo Directivo.
(10) La Ley N° 28465, publicada el 13/01/2005, estableció que para el referéndum de 2005, el plazo para la
presentación del expediente sería el 31 de marzo, que a más tardar el 15 de mayo el CND remitiría la
conformidad o no del expediente técnico, que hasta el 25 de mayo la PCM tendría plazo para emitir las
resoluciones correspondientes y remitirlas al JNE y este tendría plazo hasta el 1 de junio para convocar a
referéndum. Nuevamente, otra norma, la Ley N° 28481, publicada el 30/03/2005, amplió el plazo para la
presentación de expedientes técnicos hasta el 30 de abril de 2005; y estableció el 20 de mayo del mismo
afío como plazo para las resoluciones del CND, el 27 de mayo como fecha de remisión por la PCM al JNE
de las resoluciones aprobatorias y el 1 de junio como fecha de convocatoria a elecciones por parte del JNE.
(11) La demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el Presidente del Gobierno Regional de Lambayeque
contra el artículo 22 de la Ley N° 28274 fue declarada infundada. Al respecto, consultar STC Exp. N° 0028-
2005-PI/TC.
configuración de una respectiva Junta de Coordinación Interregional (es así como varias
de estas Juntas de Coordinación Interregional, originalmente, se constituyeron solo sobre
la base de proyectos específicos en materia turística, energética o forestal) y subordina la
creación de la región a la decisión de las poblaciones involucradas.
La Ley Orgánica de Gobiernos Regionales plantea enfrentar la gestión del área me
tropolitana de las ciudades de Lima y el Callao con la creación de Comités de Coordina
ción Interregional; y, en general de las áreas metropolitanas, mediante la gestión común
de los servicios públicos regionales. Sin embargo, estos Comités de Coordinación Inte-
rregional para Lima Metropolitana y el Callao, previstos por el artículo 70 de la Ley Or
gánica de Gobiernos Regionales, aparecen como instancias insuficientes para enfrentar el
requerimiento de una gestión común.
También -en la citada Ley Orgánica- hay una referencia a los espacios macrorregio
nales, vinculándolos con la creación de las regiones propiamente tales (especialmente, en
el citado artículo 91). Asimismo, la Ley de Bases de la Descentralización considera para
la segunda etapa del proceso de descentralización la difusión amplia de propuestas y al
ternativas de regiones macro; y, cuando define el carácter dinámico del proceso, plantea
la promoción de la integración regional y la constitución de macro regiones.
Los criterios para la conformación de regiones no deberían ser requisitos sino elemen
tos a considerar para fundamentar la futura región, estos criterios no podrían ser requisi
tos por la dificultad de cumplir con ellos previamente. Al respecto, se debe indicar que la
mayoría de estos criterios deben ser un efecto de la integración regional. Así por ejemplo,
la competitividad debería ser una consecuencia de la integración, hay un grave problema
de integración vial y hay una fuerte debilidad en la generación de capacidades.
Los incentivos para la conformación e integración de regiones habrían sido poco sig
nificativos y la incidencia del incentivo fiscal más importante -la cesión del cincuenta por
ciento de la recaudación de impuestos internos nacionales hacia los Gobiernos Regionales-
debía ser evaluada sobre la base de la determinación de la recaudación efectiva en cada cir
cunscripción regional.
El incentivo político más importante habría podido ser la transferencia de las compe
tencias sectoriales solo a las regiones propiamente tales (es decir, integradas). Sin embar
go, con la modificación actuada por la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales, las com
petencias sectoriales pueden ser transferidas (incluidas salud y educación) desde el 2004.
(12) Al respecto consultar la propuesta de Efraín Gonzáles De Olarte. En: GONZALES DE OLARTE, Efraín.
Regiones integradas. Ley de Incentivos para la integración y conformación de regiones. Lineamientos
económicos y políticos. Walter Alejos Calderón (compilador), Fondo Editorial del Congreso del Perú y
Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del
Perú, Lima, 2003.
(13) GONZALES DE OLARTE, Efraín. La difícil descentralizaciónfiscal en el Perú. Teoría y práctica. Instituto
de Estudios Peruanos - IEP, Lima, 2004, p. 172.
(14) Publicadas el 27/05/2005.
Los resultados del referéndum del 30 de octubre de 2005 fueron negativos para la con
formación de regiones.
Porcentaje
Propuesta de Ciudadanos Porcentaje de
Departamento de votos por
Región que votaron votos por el sí
el no
Fuente: ONPE
Elaboración: PRODES
Los resultados negativos del referéndum indicaron -entre otros temas- la ruptura del
consenso alrededor del proceso de descentralización en la última transición democrática.
Diversas organizaciones políticas departamentales y nacionales se opusieron a la integra
ción. Se verificó la inexistencia de incentivos políticos para ampliar las fronteras departa
mentales y pasar a circunscripciones regionales. Las citadas organizaciones políticas sin
tieron que se debilitaba su poder departamental o nacional y asumieron que la integración
significaría una pérdida de poder territorial.
Entre las principales causas de los resultados negativos en el referéndum de 2005
podrían indicarse, entre otras, que los promotores del proceso de descentralización no
lograron generar masivos niveles de información ni tuvieron capacidad persuasiva ante los
ciudadanos y ciudadanas involucrados, que la viabilidad técnica de algunas propuestas de
conformación de regiones no se sustentó con total suficiencia, y que no se pudo enfrentar
con éxito la fragmentación de nuestra sociedad productora de discursos heterogéneos
y disímiles. Tampoco se lograron eliminar las percepciones ciudadanas negativas de la
experiencia de integración del proceso de regionalización anterior de fines del ochenta e
inicios del noventa del siglo pasado0 5).
Durante el anterior proceso de regionalización de los años ochenta e inicios del no
venta del siglo XX, las regiones se determinaron exclusivamente desde el Gobierno Na
cional sin la participación ciudadana y ello generó un problema grave de legitimación so
cial de las regiones creadas. Estuvo el caso paradigmático de la región La Libertad-San
Martín que se escindió, luego que la población de San Martín lo decidió mediante un re
feréndum. En los inicios de los años noventa se presentaron críticas a las conformaciones
regionales de aquel periodo, pero estas críticas, probablemente, no tuvieron un mayor de
sarrollo por la supresión de los Gobiernos Regionales en 1992.
Es por esta razón, que el actual diseño del proceso de descentralización ha introdu
cido la participación de la población como requisito para definir la conformación territo
rial de una región y dar legitimación social a la propuesta. El diseño actual del proceso
de conformación de regiones es razonable porque busca armonizar una propuesta técni
ca que sustente la viabilidad de la región con la decisión de las poblaciones involucradas.
Es cierto que ello implica un importante esfuerzo de persuasión social que hace más com
plejo el proceso, pero se trata de trascender la precariedad de una decisión basada solo en
el Ejecutivo Nacional.
Las Mancomunidades Regionales son personas jurídicas de derecho público, cada una
constituye un pliego presupuestal y no son un nivel de gobierno.
(15) ZAS FRIZ BURGA, Johnny. “La frustrada regionalización”. En: Nueva Crónica del Perú 2000 - 2005.
Santiago Foms Broggi (editor), Santo Oficio, Lima, 2006, p. 228.
(16) Publicada el 26 de julio de 2011.
1. Principios
Los Gobiernos Regionales mancomunados se rigen por los siguientes principios:
1. Integración: Promueve la conformación de regiones para la integración y articu
lación de dos o más departamentos en los aspectos económico, social, ambien
tal, cultural o político.
2. Pluralismo: Asocia a cualquier Gobierno Regional al margen de las conviccio
nes políticas, religiosas o de otra índole de sus autoridades.
3. Concertación: Orienta la distribución concertada de responsabilidades de sus
miembros, de otras instituciones y de las organizaciones representativas de la
población.
4. Desarrollo regional: Impulsa el desarrollo interregional integral y sostenible en
armonía con los planes de desarrollo concertado de los Gobiernos Regionales
que los conforman.
5. Autonomía: Otorga la facultad para ejercer actos administrativos con respeto
mutuo de las competencias regionales.
6. Equidad: Apoya la igualdad de oportunidades y el acceso a los beneficios de la
población de los departamentos y de los Gobiernos Regionales que la componen.
7. Eficiencia: Promueve la optimización y adecuada utilización de recursos en fun
ción a los objetivos propuestos.
8. Solidaridad: Afronta los retos de la gestión regional en forma conjunta para ob
tener resultados satisfactorios.
9. Sostenibilidad: Se sustenta en la integración equilibrada y permanente de los
Gobiernos Regionales para la satisfacción de las necesidades de las actuales y
futuras generaciones.
10. Transparencia: Con la finalidad de garantizar la transparencia y rendición de
cuentas de los actos y acciones de las mancomunidades regionales, y regular el
acceso a la información.
2. Objetivos
Los Gobiernos Regionales se vinculan a través de las mancomunidades con cualquie
ra de los siguientes objetivos:
1. Articular las políticas regionales en el ámbito de la mancomunidad con las po
líticas nacionales, sectoriales y locales para la prestación conjunta de los servi
cios públicos.
2. Promocionar, cofinanciar o ejecutar planes, programas y proyectos que, por su
monto de inversión, magnitud de operación o capacidades, superen el ámbito
jurisdiccional o las posibilidades particulares de cada gobierno regional.
3. Ejecutar acciones, convenios interinstitucionales y proyectos conjuntos entre
los gobiernos regionales que comparten cuencas hidrográficas, corredores via
les, turísticos, económicos y zonas ecológicas comunes, que involucren partici
pación financiera, técnica y equipamiento.
4. Elaborar, promover e implementar proyectos ante entidades nacionales e interna
cionales, públicas o privadas, que faciliten o auspicien el desarrollo económico,
productivo, ambiental y sociocultural, gestionando la captación de recursos financie
ros, humanos y técnicos, en concordancia con las normas vigentes sobre la materia.
5. Procurar la mejora de los niveles de eficiencia y eficacia en la gestión de los go
biernos regionales dando cumplimiento a las normas de transparencia, rendición
de cuentas y acceso a la información, propiciando la participación ciudadana, la
modernización de la gestión, y los procesos de integración y desarrollo econó
mico regional.
6. Desarrollar e implementar planes y experiencias conjuntas de desarrollo de capa
cidades, asistencia técnica e investigación tecnológica en convenio con universi
dades, instituciones superiores y otras entidades educativas públicas y privadas.
7. Gestionar y administrar entidades u organismos públicos de naturaleza interre
gional, dando cuenta anualmente a los gobiernos regionales que las componen.
8. La prestación de servicios públicos que brinde la mancomunidad regional de
berá darse considerando el enfoque de gestión descentralizada para lo cual de
berá tener en consideración la articulación y coordinación entre niveles de go
bierno y la territorialidad.
9. Elaborar la propuesta, acordar y plantear la iniciativa para conformar una re
gión, en el marco del proceso de descentralización previsto en la Constitución
Política del Perú.
3. Reglas para la constitución de una mancomunidad regional
Para la constitución de una Mancomunidad Regional se requiere:
6. Transferencias presupuéstales
Los Gobiernos Regionales efectuarán las transferencias financieras o presupuéstales
a la Mancomunidad Regional mediante acuerdo de Consejo Regional; el Poder Ejecutivo
efectuará las transferencias financieras o presupuéstales a la Mancomunidad Regional; y
todas las transferencias presupuéstales deberán efectuarse oportunamente y de conformi
dad con lo establecido por el ente rector del Sistema Nacional de Presupuesto.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(jl El legislador nacional está impedido de sujetar o condicionar la capacidad de autodesen-
volvimiento de los gobiernos regionales a relaciones que puedan ser arbitrarias: STC Exp.
N° 00011-2008-PI/TC (f. j. 35).
(j| La Constitución prohíbe adoptar medidas regresivas que posterguen el proceso de re
gionalización o dificulten irrazonablemente la asignación adecuada de competencias y
transferencia de recursos del Gobierno nacional a los gobiernos regionales: STC Exp.
N° 00011-2008-PI/TC (f. j. 35).
(|J La regionalización se caracteriza por distribuir horizontalmente el poder público, asignando
autonomía a las instancias de gobierno en el marco de las competencias que constitucio
nalmente se les reconoce: STC Exp. N° 00005-2012-PI/TC (f. j. 9).
En el marco del proceso de descentralización mediante la regionalización, la declaración
de un interés público regional es una competencia que busca que los gobiernos regionales
promuevan su desarrollo económico: STC Exp. N° 00005-2012-PI/TC (f. j. 12).
(j| La regionalización es un componente básico del proceso democrático del Estado que
está encaminado a institucionalizar un pluralismo político de base territorial y supone la
distribución, el reparto y la difusión del poder del Estado por el territorio nacional: STC
Exp. N° 00002-2005-PI/TC (f. j. 39).
(jl Los procesos de regionalización y autonomía pueden contribuir a garantizar el derecho de
los pueblos al reconocimiento de sus particularidades culturales e históricas y asegurar una
mejor adecuación de la acción del Estado a las peculiaridades de los territorios o regiones:
STC Exp. N° 00002-2005-PI/TC (f. j. 39).
(j| Los gobiernos locales ejercen descentralizadamente el poder del Estado en las distintas
provincias y distritos del país, orientados por los intereses y necesidades particulares de
los vecinos: STC Exp. N° 00008-2010-PI/TC (f. j. 6).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17), 31,39,40,43,44, 54, 77,91.1, 113.5,114.2, 117, 118 inc. 5), 134,
176,188,189,203.6; 7a DTF, 8a DFT; 3a DTE; Ley 27867; Ley 26300; Ley 27683; Ley
27972; C.A.D.H.: arts. 23.1.a, 23.1.b; D.U.D.H.: art. 21; P.I.D.C.P.: arts. 25.a, 25.b(*)
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 30305 del 10/03/2015.
Johnny Zas Friz Burga
“Por otra parte, debe tenerse en cuenta que, aunque la autonomía concedida a los
gobiernos municipales les permite desenvolverse con plena libertad en los aspectos
administrativos, económicos y políticos (entre ellos, los legislativos), la misma no
supone autarquía funcional al extremo de que, de alguna de sus competencias, pueda
desprenderse desvinculación parcial o total del sistema político o del propio orden
jurídico en el que se encuentra inmerso cada gobierno municipal. En consecuencia,
no porque un organismo sea autónomo deja de pertenecer al Estado, pues sigue dentro
de él y, como tal, no puede apartarse del esquema jurídico y político que le sirve de
fundamento a este y, por supuesto, a aquel”.
“Dentro del contexto descrito, si un Estado como el peruano se organiza de forma
descentralizada y, dentro de tal esquema, los distintos niveles de gobierno deben
apuntar hacia similares objetivos, el diseño de Una política tributaria integral (que es
uno de dichos objetivos) puede perfectamente suponer, sin que con ello se afecte el
carácter descentralizado que puedan tener algunos de tales niveles, la adopción de
mecanismos formales, todos ellos compatibles entre sí. Lo dicho implica que, si un
mecanismo formal como la ratificación de ordenanzas distritales por los municipios
provinciales coadyuva a los objetivos de una política tributaria integral y uniforme
acorde con el principio de igualdad que consagra el artículo 74 de la Constitución, tal
opción no puede entenderse como contraria a su texto, sino como un modo de realizar
los propios objetivos propugnados por la misma norma fundamental”(1).
En la STC Exp. N° 010-2001-AI/TC:
“La autonomía municipal constituye, en esencia, una garantía institucional, esto es, un
instituto constitucionalmente protegido que, por su propia naturaleza, impide que el
legislador pueda desconocerla, vaciarla de contenido o suprimirla; protege a la insti
tución de los excesos que pudieran cometerse en el ejercicio de la función legislativa,
y persigue asegurar que, en su tratamiento jurídico, sus rasgos básicos o su identidad
no sean trastocados de forma que la conviertan en impracticable o irreconocible”.
“La autonomía municipal supone capacidad de autodesenvolvimiento en lo adminis
trativo, político y económico de las municipalidades, sean estas provinciales o distri
tales. Ciertamente, la garantía de la autonomía municipal no impide que el legislador
(1) STC Exp. N° 007-2001-AI/TC, ff. jj. 7, sobre la demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el Defensor
del Pueblo contra la Ordenanza N° 003 aprobada por el Concejo Distrital de San Juan de Lurigancho, ■
mediante la cual se declara fundada la demanda de inconstitucionalidad.
nacional pueda regular su régimen jurídico, siempre que, al hacerlo, se respete su
contenido esencial. En este contexto, respetar el contenido esencial de la institución
constitucionalmente garantizada quiere decir no sujetar o condicionar la capacidad
de autodesenvolvimiento pleno de los gobiernos locales a relaciones que se puedan
presentar como injustificadas o irrazonables”.
“Por consiguiente, ha de tratarse de relaciones que sean, en lo fundamental, de coor
dinación y, solo excepcionalmente, de subordinación, en aquellos casos en que la
Constitución expresamente lo permita, a fin de que la capacidad de autodesenvolvi
miento no termine vaciada de contenido. Autonomía no significa autarquía; por ello,
cuando a un órgano se le reconoce tal garantía institucional, se le impone implícita
mente que dicha capacidad de autonormación y administración deba realizarse dentro
del ordenamiento jurídico y, en particular, dentro de los límites constitucionalmente
establecidos. Y es que la capacidad de autogobierno, esto es, el desenvolvimiento con
libertad y discrecionalidad, no significa dejar de pertenecer a una estructura general
de la cual se forma parte en todo momento, que está representada por el Estado y
por el ordenamiento jurídico que lo rige. Por su propia naturaleza, la autonomía hace
referencia a un poder limitado, en el que se ejercita un conjunto de atribuciones, pero
respetando el principio de unidad del Estado, al que se refiere el segundo párrafo del
artículo 43 de la Constitución” (...).
“[C]ualquiera que sea su naturaleza (municipalidad provincial, distrital o de centro
poblado menor), entre ellas no existen relaciones de subordinación, sino, como indica el
reformado artículo 194 de la Constitución, una garantía de desenvolvimiento autónomo
en lo administrativo, económico y político”(2).
En la STC Exp. N° 011-2001-AI/TC:
“[L]a regulación impugnada tampoco afecta la autonomía administrativa, económica
y financiera de los gobiernos locales, dado que el ejercicio de las competencias y
atribuciones consagradas a su favor por la Constitución no son ilimitadas, y por el
contrario, es ella la que para evitar excesos en el desarrollo de la potestad tributaria
concedida a las municipalidades, establece que el ejercicio de dicha potestad debe ser
concordante no solo con la Constitución, sino también con el marco legislativo que
se dicte para tal efecto”(3).
(2) STC Exp. N° 010-2001 -AI/TC, f. j. 3, sobre la demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el Defensor
del Pueblo contra la Ordenanza N° 290 emitida por la Municipalidad Metropolitana de Lima, mediante la
cual se declara fundada la demanda de inconstitucionalidad.
(3) STC Exp. N° 011-2001-AI/TC, f. j. 9, sobre la demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el
Alcalde Metropolitano de Lima contra la Ley N° 27180 que modifica diversos artículos del Decreto
Legislativo N° 776, Ley de Tributación Municipal, mediante la cual se declara infundada la demanda de
inconstitucionalidad.
de su competencia. Como lo ha sostenido este Tribunal en la sentencia recaída en
el Exp. N° 0007-2001-AA/TC, mediante la autonomía municipal se garantiza a los
gobiernos locales ‘desenvolverse con plena libertad en los aspectos administrativos,
económicos y políticos (entre ellos, los legislativos)’ (f. j. 6). Es decir, se garantiza
que los gobiernos locales, en los asuntos que constitucionalmente les atañen, puedan
desarrollar las potestades necesarias para garantizar su autogobierno. Sin embargo,
autonomía no debe confundirse con autarquía, pues desde el mismo momento en
que aquella le viene atribuida por el ordenamiento, su desarrollo debe realizarse con
respeto a ese ordenamiento jurídico. ‘No supone autarquía funcional al extremo de
que, de alguna de sus competencias pueda desprenderse desvinculación parcial o total
del sistema político o del propio orden jurídico en el que se encuentra inmerso cada
gobierno municipal. En consecuencia, no porque un organismo sea autónomo deja
de pertenecer al Estado, pues sigue dentro de él y, como tal, no puede apartarse del
esquema jurídico y político que le sirve de fundamento a este y, por supuesto, a aquel’
(STC Exp. N° 007-2001-AI/TC, f. j. 6)”.
“Tal capacidad para regirse mediante normas y actos de gobiernos se extiende a todas
aquellas competencias que constitucionalmente le hayan sido atribuidas. Sin embargo,
ello no quiere decir que el desarrollo y ejercicio de cada una de estas pueda realizarse,
siempre y en todos los casos, con idéntica intensidad de autonomía. Es constitucional
mente lícito modularlas en función del tipo de interés que con su ejercicio se persigue.
La Constitución garantiza a los gobiernos locales una autonomía plena para aquellas
competencias que se encuentran directamente relacionadas con la satisfacción de los
intereses locales. Pero no podrá ser de igual magnitud respecto al ejercicio de aquellas
atribuciones competenciales que los excedan, como los intereses supralocales, donde
esa autonomía tiene que necesariamente graduarse en intensidad, debido a que en
ocasiones de esas competencias también coparticipan otros órganos estatales (...)”.
“(...) Como antes se expresó, la autonomía no garantiza un desenvolvimiento autárquico
de las competencias constitucionalmente previstas a favor de los gobiernos locales.
Estas deben efectuarse dentro [de] los límites que la Constitución establece (...)”.
“(...) En reiterada jurisprudencia, este Tribunal ha precisado que el legislador no puede
vaciar de contenido a una disposición constitucional, de manera tal que, sin que siga
el proceso de reforma constitucional, suprima en los hechos una competencia cons
titucionalmente establecida a los gobiernos locales, o que, sin llegar a ese extremo,
haga inoperativo su desarrollo”(4).
En la STC Exp. N° 0010-2003-AI/TC:
“Este Tribunal, en la sentencia recaída en el Expediente N° 0012-1996-I/TC, ha pre
cisado el carácter restringido del concepto de autonomía de los órganos creados por
la Constitución, estableciendo que: ‘(...) la autonomía es id capacidad de autogobierno
(4) STC Exp. N° 007-2002-AI/TC, f. j. 3, sobre la demanda de inconstitucionalidad interpuesta por la Mu
nicipalidad Metropolitana de Lima contra la Ley N° 27580 que dispone medidas de protección que debe
aplicar el Instituto Nacional de Cultura para la ejecución de obras en bienes culturales inmuebles, mediante
la cual se declara infundada la demanda de inconstitucionalidad.
para desenvolverse con libertad y discrecionalidad, pero sin dejar de pertenecer a
una estructura general de la cual en todo momento se forma parte, y que está repre
sentada no solo por el Estado sino por el ordenamiento jurídico que rige a este’. En
ese sentido, debe entenderse que dicha autonomía debe ser ejercida dentro del marco
constitucional y legal”.
“El Tribunal Constitucional español, en criterio aplicable mutatis mutandis a la presente
causa, ha manifestado que la autonomía ‘(...) hace referencia a un poder limitado.
Autonomía no es soberanía, y dado que cada organización dotada de autonomía es
una parte del todo, en ningún caso el principio de autonomía puede oponerse al de
unidad, sino que es precisamente dentro de este donde alcanza su verdadero sentido’
(STC 4/1981, f.j. 8)”.
“En cuanto a la autonomía municipal, este Tribunal, en su STC N° 0007-2002-AI/TC,
de fecha 9 de setiembre de 2003, ha precisado que: ‘El artículo 191 (ahora artículo 194,
en aplicación de la Ley N° 27680) de la Constitución garantiza el instituto constitucio
nal de la autonomía municipal, en sus ámbitos político, económico y administrativo,
en los asuntos de su competencia’”.
“En efecto, dicha garantía permite a los gobiernos locales desenvolverse con plena
libertad en dichos ámbitos; es decir, se garantiza que los gobiernos locales, en los
asuntos que constitucionalmente les atañen, puedan desarrollar las potestades necesarias
que garanticen su autogobierno”.
“Sin embargo, no debe confundirse autonomía con autarquía, pues desde el mismo
momento en que el ordenamiento constitucional lo establece, su desarrollo debe
realizarse respetando a ese ordenamiento jurídico. Ello permite concluir que la auto
nomía no supone una autarquía funcional, o que alguna de sus competencias pueda
desvincularse total o parcialmente del sistema político, o del propio orden jurídico en
el que se encuentra comprendido todo gobierno municipal”.
“Conviene precisar que el término autonomía difiere del de soberanía, que tiene un
alcance mayor, y que se constituye como un atributo exclusivo del Estado. El concep
to de autonomía es más bien restringido, puesto que está limitado a ciertos ámbitos
competenciales”.
“Igualmente, en la STC Exp N° 010-2001-AI/TC, de fecha 28 de octubre de 2003,
este Tribunal precisó que la autonomía municipal constituye, en esencia, una garantía
institucional que, por su propia naturaleza, impide que el legislador pueda desconocerla,
vaciarla de contenido o suprimirla, protegiendo a la institución edil de los excesos
que pudieran cometerse en el ejercicio de la función legislativa, y su objeto es
asegurar que, en su tratamiento jurídico, sus rasgos básicos o su identidad no sean
trastocados de forma tal que la conviertan en impracticable o irreconocible. En buena
cuenta, la autonomía municipal supone la capacidad de autodesenvolvimiento en lo
administrativo, político y económico de las municipalidades, sean estas provinciales
o distritales”(5).
interpuesta por el Alcalde de la Municipalidad Provincial del Santa contra el artículo 30 de la Ley General
de Transporte y Tránsito Terrestre, Ley N° 27181, mediante la cual se declara infundada la demanda de
inconstitucionalidad.
‘La autonomía local en la Constitución’. En: Tratado de Derecho Municipal. Tomo I,
Civitas, Madrid, 1988, p. 26)”.
“Por ello, frente a la diversidad de significados y contenidos de la garantía institu
cional de la autonomía municipal, deben tenerse en consideración, principalmente,
los siguientes: a) contenido subjetivo u organizativo de la autonomía: la existencia
de las municipalidades; b) contenido objetivo o sustantivo de la autonomía, esto
es, la autonomía como garantía de la gestión de los asuntos que interesen a la co
munidad local, y c) contenido institucional de la autonomía, que hace referencia a
la posición de las municipalidades en el desempeño de sus funciones, es decir, la
autonomía como ejercicio bajo la propia responsabilidad del ámbito de funciones
públicas confiado por el legislador, con lo que se alude a cierto grado de libertad e
independencia que caracteriza la posición de la actuación de las municipalidades
frente a injerencias de instancias superiores (FAULO LORAS, Antonio. Funda
mentos constitucionales de la autonomía local. Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1990, pp. 256 y 257)”.
“Desde tal perspectiva, si bien los gobiernos regionales, los gobiernos locales, pro
vinciales y distritales poseen autonomía, no puede olvidarse que estos forman parte
de un ordenamiento presidido por la Constitución, de modo que sus relaciones deben
respetar las reglas inherentes al principio de ‘lealtad constitucional’, que impone a cada
sujeto institucional el deber de ejercitar sus propias competencias, teniendo en cuenta
los efectos que sus decisiones pueden ocasionar en otros niveles constitucionales”.
“Al respecto, el Tribunal Constitucional de España ha sostenido que ‘(...) Ante todo,
resulta claro que la autonomía hace referencia a un poder limitado. En efecto, auto
nomía no es soberanía -y aún este poder tiene límites-, y dado que cada organización
territorial dotada de autonomía es una parte del todo, en ningún caso el principio de
autonomía puede oponerse al de unidad, sino que es precisamente dentro de este donde
alcanza su verdadero sentido’ (STC 4/1981)”.
“De este modo, la consagración de la autonomía municipal no debe ser entendida como
un modo de favorecer tendencias centrífugas o particularistas, sino como un elemento
básico en el proceso de descentralización que se viene implementando, el mismo que
tiene por objetivo fundamental el desarrollo integral del país (art. 188 de la CP)”.
“De ahí que, en materia de descentralización, existan tres retos fundamentales: a)
garantizar la autonomía; b) asegurar la unidad del ordenamiento, y c) favorecer la
integración y el dinamismo del sistema”.
“En este sentido, como lo ha sostenido este Colegiado en la STC Exp. N° 0007-2001-AI/
TC, mediante la autonomía municipal se garantiza el funcionamiento de los gobiernos
locales con plena libertad en los ámbitos administrativos, económicos y políticos
(entre ellos los legislativos). Es decir, se garantiza que los gobiernos locales, en los
asuntos que constitucionalmente les atañen, puedan ejercer las potestades necesarias
para garantizar su autogobierno. Sin embargo, la autonomía no debe confundirse con
autarquía o autosuficiencia, puesto que es atribuida y limitada por el propio ordena
miento jurídico. ‘No supone autarquía funcional al extremo de que, de alguna de sus
competencias, pueda desprenderse desvinculación parcial o total del sistema político
o del propio orden jurídico en el que se encuentra inmerso cada gobierno municipal’”.
“De modo que la ‘capacidad para regirse mediante normas y actos de gobierno se
extiende a aquellas competencias que constitucionalmente le hayan sido atribuidas.
Sin embargo, ello no quiere decir que cada una de estas pueda ejercerse, siempre y
en todos los casos, con idéntica intensidad. Es constitucionalmente lícito modularlas
en función del tipo de interés respectivo. La Constitución garantiza a los gobiernos
locales una autonomía plena para aquellas competencias que se encuentran directa
mente relacionadas con la satisfacción de los intereses locales. Pero no podrá ser de
igual magnitud respecto de aquellas que los excedan, como los intereses supralocales,
donde esa autonomía tiene necesariamente que graduarse en intensidad, debido a que
de esas competencias pueden también, según las circunstancias, coparticipar otros
órganos estatales’”.
“En síntesis, la garantía institucional de la autonomía municipal no puede contraponerse,
en ningún caso, al principio de unidad del Estado, porque si bien este da vida a
subordenamientos que no deben encontrarse en contraposición con el ordenamiento
general, resultan necesarios para obtener la integración política de las comunidades
locales en el Estado”(6).
En la STC Exp. N° 0015-2003-AI/TC:
“Este Tribunal en su STC Exp. N° 0007-2002-AI/TC, y citando a la STC Exp.
N° 0007-2001-AA/TC, expresó que a través de la autonomía municipal se garantiza
a los gobiernos locales que puedan desenvolverse con plena libertad en los asuntos
administrativos, económicos y políticos que les conciernan; esto es, que ejerzan las
potestades necesarias para garantizar su autogobierno, siempre que lo hagan respetando
el ordenamiento jurídico; de otro lado, en la STC Exp. N° 010-2001-AI/TC, precisó
que la autonomía municipal constituye, en esencia, una garantía institucional que,
por su propia naturaleza, impide que el legislador pueda desconocerla, vaciarla de
contenido o suprimirla, protegiendo a la institución edil de los excesos que pudieran
cometerse en el ejercicio de la función legislativa, y su objeto es asegurar que, en su
tratamiento jurídico, sus rasgos básicos o su identidad no sean trastocados de forma
tal que la conviertan en impracticable o irreconocible. En buena cuenta, la autonomía
municipal supone la capacidad de autodesenvolvimiento en lo administrativo, político
y económico de las municipalidades, sean estas provinciales o distritales”.
“Por ello, y tal como se expusiera en la STC Exp. N° 0016-2003-AI/TC, las compe
tencias que corresponden a una autoridad municipal deben ser ejercidas dentro de la
circunscripción territorial correspondiente; de lo contrario, se llegaría al absurdo de
(6) STC Exp. N° 0013-2003-AI/TC, ff. jj. 5,6,7,8 y 9, sobre acción de inconstitucionalidad contra la Ordenanza
Municipal N° 003/MDM/2003 expedida por la Municipalidad Distrital de Machupicchu, mediante la cual
se declara inconstitucional la Ordenanza Municipal N° 003/MDM/2003. Esta sentencia ha sido citada en
los fundamentos de la STC Exp. N° 0020-2007-PI/TC, sobre proceso de inconstitucionalidad interpuesto
por la Municipalidad Provincial de Huaraz contra el artículo 2 de la Ley N° 28870, mediante la cual se
declara infundada la demanda de inconstitucionalidad.
pretender que los actos administrativos de una entidad municipal puedan vincular y
obligar a las demás corporaciones municipales, más aún cuando el artículo 194 de la
Constitución no distingue entre un gobierno municipal y otro, sean de rango provincial
o distrital, debido, justamente, al ámbito territorial dentro del que cada uno de ellos
puede hacer uso de sus atribuciones”.
“Así, y dado que la Constitución no ha previsto el tipo de relaciones que deben tener
los gobiernos locales entre sí, dicha obligación ha quedado librada al legislador
ordinario, el cual ha llenado dicho vacío mediante la Ley N° 27972, Ley Orgánica
de Municipalidades (LOM) que, en su artículo 123, dispone que: ‘Las relaciones que
mantienen las municipalidades entre ellas, son de coordinación, de cooperación o de
asociación para la ejecución de obras o prestación de servicios. Se desenvuelven con
respeto mutuo de sus competencias y gobierno”’(7).
En la STC Exp. N° 0016-2003-AI/TC:
“[E]ste Tribunal se ha pronunciado en reiteradas oportunidades; así, en el fundamento
9 de la sentencia recaída en el Exp. N° 0007-2002-AI/TC, de fecha 9 de setiembre
de 2003, expresó que: ‘El artículo 191 (ahora artículo 194, en aplicación de la Ley
N° 27680) de la Constitución garantiza el instituto constitucional de la autonomía
municipal, en sus ámbitos político, económico y administrativo, en los asuntos de
su competencia’. Como lo ha sostenido este Tribunal en la sentencia recaída en el
Exp. N° 0007-2001-AA/TC, mediante la autonomía municipal se garantiza a los
gobiernos locales ‘desenvolverse con plena libertad en los aspectos administrativos,
económicos y políticos (entre ellos, los legislativos)’ (f. j. 6). Es decir, se garantiza
que los gobiernos locales, en los asuntos que constitucionalmente les atañen, puedan
desarrollar las potestades necesarias para garantizar su autogobierno. Sin embargo,
autonomía no debe confundirse con autarquía, pues desde el mismo momento en
que aquella le viene atribuida por el ordenamiento, su desarrollo debe realizarse con
respeto a ese ordenamiento jurídico. ‘No supone autarquía funcional al extremo de
que, de alguna de sus competencias pueda desprenderse desvinculación parcial o total
del sistema político o del propio orden jurídico en el que se encuentra inmerso cada
gobierno municipal. En consecuencia, no porque un organismo sea autónomo deja
de pertenecer al Estado, pues sigue dentro de él y, como tal, no puede apartarse del
esquema jurídico y político que le sirve de fundamento a este y, por supuesto, a aquel
(STC Exp. N° 007-2001-AI/TC, f. j. 6)”.
“Igualmente, en el fundamento 4 de la sentencia recaída en el Exp. N° 010-2001-
AI/TC, de fecha 28 de octubre de 2003, este Tribunal expuso que: ‘La autonomía
municipal constituye, en esencia, una garantía institucional, esto es, un instituto
constitucionalmente protegido que, por su propia naturaleza, impide que el legislador
pueda desconocerla, vaciarla de contenido o suprimirla; protege a la institución de los
(7) STC Exp. N° 0015-2003-AI/TC ff. jj 3 y 4, sobre acción de inconstitucionalidad interpuesta por la Alcaldesa
de la Municipalidad Provincial de Huarochirí contra los artículos 1, 2, 3 y 4 de la Ordenanza Municipal
N° 533 expedida por la Municipalidad Metropolitana de Lima, mediante la cual se declara infundada la
acción de inconstitucionalidad.
excesos que pudieran cometerse en el ejercicio de la función legislativa, y persigue
asegurar que, en su tratamiento jurídico, sus rasgos básicos o su identidad no sean
trastocados de forma que la conviertan en impracticable o irreconocible’; agregando
que: ‘La autonomía municipal supone capacidad de autodesenvolvimiento en lo
administrativo, político y económico de las municipalidades, sean estas provinciales
o distritales. Ciertamente, la garantía de la autonomía municipal no impide que el
legislador nacional pueda regular su régimen jurídico, siempre que, al hacerlo, se
respete su contenido esencial. En este contexto, respetar el contenido esencial de la
institución constitucionalmente garantizada quiere decir no sujetar o condicionar la
capacidad de autodesenvolvimiento pleno de los gobiernos locales a relaciones que
se puedan presentar como injustificadas o irrazonables’”.
“En ese sentido, el ejercicio de las competencias que corresponden a una autoridad
municipal deben ser ejercidas dentro de la circunscripción territorial correspondiente,
pues, de lo contrario, se llegaría al absurdo de pretender que los actos administrativos
de una entidad municipal pudieran vincular y obligar a las demás corporaciones
municipales, más aún cuando el artículo 194 de la Constitución no distingue entre
uno u otro gobierno municipal, así sea uno de rango provincial y el otro distrital, en
razón, justamente, del ámbito territorial dentro del cual cada uno de ellos puede hacer
uso de sus atribuciones”(8).
En la STC Exp. N° 26-2004-AI/TC:
“[S]i bien la Constitución declara, en su artículo 194, que las municipalidades provin
ciales y distritales tienen autonomía política, económica y administrativa en los asuntos
de su competencia, este Colegiado ha precisado que dicha autonomía les permite
desenvolverse con plena libertad en los aspectos administrativos, económicos y polí
ticos en los asuntos de su competencia, pero que la autonomía no puede ser entendida
como autarquía. Del mismo modo, la autonomía no puede estar desvinculada parcial o
totalmente del sistema político, del sistema jurídico que preside la Constitución y del
Estado del que forman parte los municipios. Por ello, la autonomía municipal estará
limitada por los derechos constitucionales, los bienes jurídicos constitucionales y por el
ordenamiento jurídico (mutatis mutandis Exps. N°s 0007-2001-AI-TC; 0011-2001-AI-
TC, f. j. 9; 0007-2002-AI-TC, f. j. 9; 0013-2004-AI-TC, ff. jj. 6, 7, 8 y 9)”.
“Según se ha expuesto (...), la autonomía municipal no puede estar desvinculada del
ordenamiento jurídico que preside la Constitución. En tal sentido, el artículo VIII del
Título Preliminar de la Ley N° 27972, Orgánica de Municipalidades, dispone que los
gobiernos locales están sujetos a las leyes y disposiciones que, de manera general y
de conformidad con la Constitución, regulan las actividades y funcionamiento del
Sector Público (...)”(9).
(8) STC Exp. N° 0016-2003-AI/TC, ff. jj. 4 y 5, sobre acción de inconstitucionalidad interpuesta por el
Alcalde de la Municipalidad Metropolitana de Lima contra la Ordenanza Municipal N° 00006, expedida
por la Municipalidad Provincial de Huarochirí, mediante la cual se declara fundada en parte la demanda
de inconstitucionalidad.
(9) STC Exp. N° 26-2004-AI/TC, ff. jj. 5 y 12, sobre acción de inconstitucionalidad interpuesta por la
En la STC Exp. N° 0038-2004-AI/TC:
“[E]n la sentencia recaída en el Exp. N° 0007-2001-AI/TC, el Tribunal Constitucional
sostuvo que mediante la autonomía municipal se garantiza el funcionamiento de los
gobiernos locales con plena libertad en los ámbitos administrativos, económicos y
políticos (entre ellos los legislativos). Es decir, se garantiza que los gobiernos locales,
en los asuntos que constitucionalmente les atañen, puedan ejercer las potestades nece
sarias para garantizar su autogobierno. Sin embargo, la autonomía no debe confundirse
con autarquía o autosuficiencia, puesto que la autonomía es atribuida y limitada por
el propio ordenamiento jurídico. Justamente se precisaba que: ‘No supone autarquía
funcional al extremo de que, de alguna de sus competencias, pueda desprenderse
desvinculación parcial o total del sistema político o del propio orden jurídico en el
que se encuentra inmerso cada gobierno municipal’ (f. j. 6)”.
“Si bien la Constitución ha establecido que los gobiernos locales gozan de la garantía
institucional de la autonomía municipal en materia política, económica y adminis
trativa, y, además, que son competentes para aprobar su organización interna y su
presupuesto, ello no implica que tales organismos gocen de una irrestricta discrecio-
nalidad en el ejercicio de tales atribuciones, toda vez que, conforme al principio de
unidad de la Constitución, esta debe ser interpretada como un todo, como una unidad
donde todas sus disposiciones deben ser entendidas armónicamente”.
“Entre estas disposiciones de la Constitución debe considerarse el artículo 43, que
prescribe que el Estado es uno e indivisible; el artículo 189, según el cual el territorio
de la República está integrado por regiones, departamentos, provincias y distritos, en
cuyas circunscripciones se constituye y organiza el gobierno a nivel nacional, regio
nal y local, en los términos que establecen la Constitución y la ley, preservando
la unidad e integridad del Estado y de la Nación; el primer párrafo del artículo 195,
que preceptúa que los gobiernos locales promueven el desarrollo y la economía local
en armonía con las políticas y planes de nacionales de desarrollo; el inciso 4) del
artículo 102 de la Constitución, que establece como atribución del Congreso de la
República ‘Aprobar el Presupuesto y la Cuenta General’; y el artículo 77, en cuanto
dispone que: ‘La administración económica y financiera del Estado se rige por el
presupuesto que anualmente aprueba el Congreso. La estructura del presupuesto del
Sector Público contiene dos secciones: Gobierno Central e instancias descentraliza
das. El Presupuesto asigna equitativamente los recursos públicos, su programación
y ejecución responden a los criterios de eficiencia de necesidades sociales y básicas
y de descentralización (...)’”.
“Asimismo, los gobiernos locales deben tener en cuenta, en el desarrollo de sus
actividades, normas como la Ley N° 27972, Orgánica de Municipalidades, que en
el artículo VIII de su Título Preliminar dispone que: ‘Los gobiernos locales están
sujetos a las leyes y disposiciones que, de manera general y de conformidad con la
Municipalidad Provincial de Cañete contra los artículos 3 y 23 de la Ley N° 26979 y contra la segunda
y sétima disposiciones finales de la Ley N° 28165, mediante la cual se declara infundada la acción de
inconstitucionalidad.
Constitución Política del Perú, regulan las actividades y funcionamiento del Sector
Público; así como a las normas técnicas referidas a los servicios y bienes públicos,
y a los sistemas administrativos del Estado que por su naturaleza son de observancia
y cumplimiento obligatorio. Las competencias y funciones específicas municipales
se cumplen en armonía con las políticas y planes nacionales, regionales y locales de
desarrollo’”.
“Por lo tanto, el Tribunal Constitucional no comparte los argumentos expuestos por
los demandantes, respecto de la alegada vulneración de la autonomía económica de
los gobiernos locales y la competencia para que fijen su organización interna y su
presupuesto, toda vez que, como se ha expuesto precedentemente, tal autonomía
y competencia no son ilimitadas, pues si bien es cierto que son competentes para
aprobar su presupuesto, gestionando con autonomía los intereses propios de las
correspondientes colectividades, también lo es que tal ejercicio debe ser compatible
con normas constitucionales que declaran que la administración financiera del Estado se
rige por el Presupuesto General de la República que anualmente aprueba el Congreso, o
aquella que establece que los gobiernos locales promueven el desarrollo y su economía
en armonía con las políticas nacionales de desarrollo”(10).
En la STC Exp. N° 0054-2004-PI/TC:
“El artículo 194 de la Constitución reconoce la garantía institucional de la autonomía
municipal: ‘Las municipalidades provinciales y distritales son los órganos de go
bierno local. Tienen autonomía política, económica y administrativas en los asuntos
de su competencia (...)’. Como tales, los gobiernos locales gozan de un conjunto de
competencias especificadas en el artículo 195. Según el inciso 5, pueden organizar,
reglamentar y administrar los servicios públicos locales de su responsabilidad, y con
forme al inciso 8) pueden desarrollar y regular actividades y/o servicios en materia
de transporte colectivo, entre otros, de acuerdo a ley”.
“En el ejercicio de esta garantía institucional, los gobiernos locales se encuentran
vinculados por el principio de unidad del Estado, que se encuentra consagrado tanto
en el artículo 43 de la Constitución, en cuanto declara que ‘(...) El Estado es uno e
indivisible. Su gobierno es unitario, representativo, descentralizado y se organiza se
gún el principio de separación de poderes’; como en el artículo 189, que dispone que:
‘El territorio de la República está integrado por regiones, departamentos, provincias
y distritos, en cuyas circunscripciones se constituye y organiza el gobierno a nivel
nacional, regional y local, en los términos que establecen la Constitución y la ley,
preservando la unidad e integridad del Estado y de la Nación’ (...)”
“Desde esta óptica, como lo ha sostenido el Tribunal Constitucional, si bien los
gobiernos regionales, los gobiernos locales, provinciales y distritales poseen auto
nomía, no puede olvidarse que estos forman parte de un ordenamiento presidido por
(10) STC Exp. N° 0038-2004-AI/TC, ff. jj. 10,11,12,13 y 14, sobre acción de inconstitucionalidad interpuesta
por más de cinco mil ciudadanos y ciudadanas contra los artículos 1,2, 3,4, 5, segunda disposición final y
tercera, cuarta y sexta disposiciones transitorias de la Ley N° 28212 que crea la unidad remunerativa del
Sector Público (URSP), mediante la cual se declara infundada la acción de inconstitucionalidad.
la Constitución, de modo que sus relaciones deben respetar las reglas inherentes al
principio de ‘lealtad constitucional’, que impone a cada sujeto institucional el deber de
ejercitar sus propias competencias, teniendo en cuenta los efectos que sus decisiones
pueden ocasionar en otros niveles constitucionales (STC N° 0013-2003-AI/TC, f. j. 8)”.
“Al respecto, el Tribunal Constitucional de España ha sostenido, en criterio compartido
por este Colegiado, que ‘(...) Ante todo, resulta claro que la autonomía hace referencia
a un poder limitado. En efecto, autonomía no es soberanía -y aún este poder tiene
límites-, y dado que cada organización territorial dotada de autonomía es una parte
del todo, en ningún caso el principio de autonomía puede oponerse al de unidad, sino
que es precisamente dentro de este donde alcanza su verdadero sentido STC 4/1981’”.
“En suma, la garantía institucional de la autonomía municipal no puede contraponerse,
en ningún caso, al principio de unidad del Estado, pues si bien da vida a subordena
mientos que resultan necesarios para obtener la integración política de las comunidades
locales en el Estado, estos no pueden encontrarse en contraposición con el ordenamiento
general, por lo que en el ejercicio de su autonomía los gobiernos locales deben respetar
el sistema de competencias establecido en la Constitución, en las leyes orgánicas y,
de ser el caso, en leyes ordinarias”(11).
En la STC Exp. N° 002-2005-PI/TC:
“En la Ley de Bases de la Descentralización se ha llegado a proponer una definición
para autonomía, la misma que debe ser entendida como una garantía institucional (...)
que indica que”
“Es el derecho y la capacidad efectiva del gobierno en sus tres niveles, de normar,
regular y administrar los asuntos públicos de su competencia. Se sustenta en afianzar
en las poblaciones e instituciones la responsabilidad y el derecho de rromover y ges
tionar el desarrollo de sus circunscripciones, en el marco de la unidad de la nación.
La autonomía se sujeta a la Constitución y a las leyes de desarrollo constitucional
respectivas (...)”.
“Para hacerlo más claro aún, este Colegiado ha venido a señalar que
la autonomía es capacidad de autogobierno para desenvolverse con libertad y discre-
cionalidad, pero sin dejar de pertenecer a una estructura general de la cual en todo
momento se forma parte, y que está representada no solo por el Estado sino por el
ordenamiento jurídico que rige a este (...)”.
“Lo importante del actual proceso descentralizador es que la autonomía ha sido re
visada para el caso de todos los gobiernos reconocidos. Es decir, tanto el Gobierno
nacional como el regional y el local poseen autonomía a nivel del Derecho Público
Interno, pero solo el Gobierno nacional detenta la soberanía a nivel del Derecho Pú
blico Internacional. (...)”.
(11) STC Exp. N° 0054-2004-PI/TC, ff. jj. 1, 2, 3, 4 y 5, sobre demanda de inconstitucionalidad interpuesta
por el Alcalde de la Municipalidad Metropolitana de Lima contra las Ordenanzas N° 018-2004-CM-M y
N° 040-2004-CM-MPH-M expedidas por la Municipalidad Provincial de Huarochirí, mediante la cual se
declara fundada la demanda de inconstitucionalidad.
“Un elemento básico que se ha considerado inteligentemente para que realmente las regiones
puedan funcionar y tengan realidad social es su autonomía:”
“Los gobiernos regionales tienen autonomía política, económica y administrativa en
los asuntos de su competencia
“La autonomía política se traduce básicamente en la elección de sus representantes
(...), así como en la elaboración del Plan de Desarrollo Regional (...), en virtud de la
cual ejercen funciones ejecutiva y normativa. En esta última se percibe la posibilidad
de autonormarse”.
“De otro lado, la autonomía económica es esencial para las regiones, puesto que sin
rentas propias y sin una reserva presupuestal mínima, su actuación solo podría llegar
a mostrarse como aparente. Por eso, con un mandato constitucional y legal claro, se
han establecido los bienes y rentas que le corresponden a las regiones
“Esta definición de autonomía está subyacente en todo el debate que se ha formulado
a lo largo de la presente sentencia, pues es el Gobierno Regional de Lima el que ase
vera que la intromisión supuesta del Gobierno nacional se encontraría afectando su
autonomía, y por lo tanto sus competencias
“En el Perú, el gobierno local recae sobre las municipalidades, que ejercen su auto
ridad sobre un ámbito territorial denominado Municipio. Su tema central se puede
considerar que es urbano y local”.
“Promueven el desarrollo y la economía local, y la prestación de los servicios públicos
de su responsabilidad, en armonía con las políticas y planes nacionales y regionales
de desarrollo (...)”.
“La autonomía, en un triple sentido (política, económica y administrativa) ha sido
reconocida constitucionalmente (...). La administrativa nos permite observar que en
la actualidad se reconocen dos niveles en el gobierno local: el provincial y el distrital
(...). Adicional y excepcionalmente, por creación legal, se puede crear un gobierno
delegado municipal (...). Dotarle de autonomía política ha sido una innovación de la
Constitución de 1993 respecto a la de 1979. Dentro de los órganos que integran las
municipalidades, están el Concejo Municipal y la Alcaldía. Con respecto a la autono
mía económica, sus ingresos están claramente establecidos en la Constitución (...), y
desarrollados legalmente. Tampoco se les reconoce la potestad tributaria”.
“De esta forma,
los órganos del municipio pueden tener competencia también para establecer normas
generales que no tendrán el nombre de leyes, pero que lo serán en el fondo, desde el
momento que habrán sido establecidas por el cuerpo colegial representativo, por un
concejo municipal o ayuntamiento elegido por los vecinos del municipio
“Así concebido el país, es interesante que en el presente caso se pueda respetar, a partir
de la autonomía nacional, sobre todo en el ámbito parlamentario, reconocer y respetar
la autonomía regional. Los parámetros de esta última deben fijarse de manera correcta,
a partir de una distribución de competencias circunspecta, la cual debe basarse en los
criterios de unidad y subsidiariedad”.
“Para este Colegiado, autonomía no puede ser confundida con autarquía, por más que
puedan desenvolverse con plena libertad en los aspectos administrativos, económi
cos y políticos. La autonomía debe ser realizada con pleno respeto del ordenamiento
jurídico toda vez que”.
“No supone autarquía funcional al extremo de que, de alguna de sus competencias
pueda desprenderse desvinculación parcial o total del sistema político o del propio orden
jurídico en el que se encuentra inmerso cada gobierno municipal. En consecuencia, no
porque un organismo sea autónomo deja de pertenecer al Estado, pues sigue dentro
de él y, como tal, no puede apartarse del esquema jurídico y político que le sirve de
fundamento a este y, por supuesto, a aquel
“Es decir, la norma constitucional que reconoce la autonomía regional, al igual como
este Tribunal lo ha reconocido respecto a la municipal, debe ser entendida en el sen
tido que”.
“Tal capacidad para regirse mediante normas y actos de gobiernos se extiende a todas
aquellas competencias que constitucionalmente le hayan sido atribuidas. Sin embargo,
ello no quiere decir que el desarrollo y ejercicio de cada una de estas pueda realizarse,
siempre y en todos los casos, con idéntica intensidad de autonomía. Es constitucional
mente lícito modularlas en función del tipo de interés que con su ejercicio se persigue.
La Constitución garantiza a los gobiernos locales una autonomía plena para aquellas
competencias que se encuentran directamente relacionadas con la satisfacción de los
intereses locales. Pero no podrá ser de igual magnitud respecto al ejercicio de aquellas
atribuciones competenciales que los excedan, como los intereses supralocales, donde
esa autonomía tiene que necesariamente graduarse en intensidad, debido a que en
ocasiones de esas competencias también coparticipan otros órganos estatales (...)”.
“Por lo tanto, los intereses nacionales deben llegar a modular la eficacia de la autonomía
regional, más aún si se tiene en cuenta que esta está sujeta a parámetros constitucionales
que le dotan de validez y eficacia”.
“Es así como debe entenderse en el presente caso la autonomía del Gobierno Regional
de Lima. No se puede pretender argumentar la autonomía como si fuera un elemento
casi de soberanía. Las regiones poseen un papel trascendente en la descentralización,
tal como se observará (...), pero ello no puede dar lugar a un abuso de su posición
constitucional”(12).
En la STC Exp. N° 0015-2005-PI/TC:
“En el artículo 8 de la Ley de Bases de la Descentralización N° 27783 se ha definido
a la autonomía como ‘(•••) el derecho y la capacidad efectiva del gobierno en sus tres
niveles, de normar, regular y administrar los asuntos públicos de su competencia. Se
sustenta en afianzar en las poblaciones e instituciones la responsabilidad y el derecho
de promover y gestionar el desarrollo de sus circunscripciones, en el marco de la
(12) STC Exp. N° 002-2005-PI/TC, ff. jj. 32,34,35,36 y 37, sobre demanda de inconstitucionalidad interpuesta
por cinco mil setecientos dieciséis ciudadanos y ciudadanas contra el artículo 2 de la Ley N° 28374,
mediante la cual se declara infundada la demanda de inconstitucionalidad.
unidad de la nación. La autonomía se sujeta a la Constitución y a las leyes de desarrollo
constitucional respectivas’”.
“Por su parte, el artículo II del Título Preliminar de la Ley N° 27972, Orgánica de Mu
nicipalidades, señala que la autonomía que la Constitución Política del Perú consagra
en favor de las municipalidades radica en la facultad de ejercer actos de gobierno,
administrativos y de administración, con sujeción al ordenamiento jurídico”.
“En el caso de la autonomía municipal, este Tribunal, en el Exp. 0013-2003-AI/
TC, ha precisado que ‘(...) frente a la diversidad de significados y contenidos de la
garantía institucional de la autonomía municipal, deben tenerse en consideración,
principalmente (...)’
a) El contenido subjetivo u organizativo de la autonomía: la existencia de las
municipalidades;
b) El contenido objetivo o sustantivo de la autonomía, esto es, la autonomía como
garantía de la gestión de los asuntos que interesen a la comunidad local, y
c) El contenido institucional de la autonomía, que hace referencia a la posición de
las municipalidades en el desempeño de sus funciones, es decir, la autonomía
como ejercicio bajo la propia responsabilidad del ámbito de funciones públicas
confiado por el legislador, con lo que se alude a cierto grado de libertad e in
dependencia que caracteriza la posición de la actuación de las municipalidades
frente a injerencias de instancias superiores (FAULO LORAS, Antonio. Fun
damentos constitucionales de la autonomía local. Centro de Estudios Constitu
cionales, Madrid, 1990, pp. 256 y 257)”.
“La garantía institucional de la autonomía municipal aparece en el artículo 194 de
la Constitución Política, modificado por la Ley N° 27680, que enuncia que ‘[l]as
municipalidades provinciales y distritales son los órganos de gobierno local. Tienen
autonomía política, económica y administrativa en los asuntos de su competencia
“Esta garantía permite a los gobiernos locales desenvolverse con plena libertad en
dichos ámbitos; es decir, se garantiza que los gobiernos locales, en los asuntos que
constitucionalmente les atañen, puedan desarrollar las potestades necesarias que ga
ranticen su autogobierno”.
“En la misma línea, la Ley Orgánica de Municipalidades ha señalado, en su artículo
II, que: ‘[L]os gobiernos locales gozan de autonomía política, económica y adminis
trativa’”.
“Sobre las dimensiones de la autonomía municipal, la Ley de Bases de la Descentrali
zación ha desarrollado el contenido de cada uno de estos ámbitos. Al respecto, define:
Autonomía política
Consiste en la facultad de adoptar y concordar las políticas, planes y normas en los
asuntos de su competencia, aprobar y expedir sus normas, decidir a través de sus
órganos de gobierno y desarrollar las funciones que les son inherentes.
Autonomía administrativa
Viene a ser la facultad de organizarse internamente, determinar y reglamentar los
servicios públicos de su responsabilidad.
Autonomía económica
Consistente en la facultad de crear, recaudar y administrar sus rentas e ingresos propios
y aprobar sus presupuestos institucionales conforme a la Ley de Gestión Presupues
taria del Estado y las Leyes Anuales de Presupuesto. Su ejercicio supone reconocer
el derecho de percibir los recursos que les asigne el Estado para el cumplimiento de
sus funciones y competencias”.
“Sobre los ámbitos de la autonomía municipal, este Tribunal, en la sentencia recaída
en el Exp. N° 007-2002-AI/TC, fundamento 9, manifestó que: ‘El artículo 191 de la
Constitución [ahora artículo 194, en aplicación de la Ley N° 27680] garantiza el ins
tituto constitucional de la autonomía municipal, en sus ámbitos político, económico
y administrativo, en los asuntos de su competencia’”.
“Asimismo, este Colegiado ha sostenido, en la sentencia recaída en el Exp. N° 0007-
2001-AA/TC, que mediante la autonomía municipal se garantiza a los gobiernos
locales desenvolverse con plena libertad en los aspectos administrativos, económicos
y políticos (entre ellos, los legislativos) (...). Sin embargo, autonomía no debe confun
dirse con autarquía, pues desde el mismo momento en que aquella le viene atribuida
por el ordenamiento, su desarrollo debe realizarse con respeto a ese ordenamiento
jurídico. Como ya lo precisara este Supremo Tribunal, autonomía ‘[N]o supone autar
quía funcional al extremo de que de alguna de sus competencias pueda desprenderse
desvinculación parcial o total del sistema político o del propio orden jurídico en el
que se encuentra inmerso cada gobierno municipal. En consecuencia, no porque un
organismo sea autónomo deja de pertenecer al Estado, pues sigue dentro de él y, como
tal, no puede apartarse del esquema jurídico y político que le sirve de fundamento a
este y, por supuesto, a aquel (STC Exp. N° 007-2001-AI/TC, f. j. 6) (...)’”.
“Tal como el Tribunal Constitucional lo ha expuesto en su jurisprudencia, en el ejer
cicio de la garantía constitucional-institucional de autonomía, los gobiernos locales
se encuentran vinculados por el principio de unidad del Estado, que se encuentra
consagrado tanto en el artículo 43 de la Constitución, en cuanto declara que ‘(...) El
Estado es uno e indivisible. Su gobierno es unitario, representativo, descentralizado y
se organiza según el principio de separación de poderes’; como en su artículo 189, que
dispone que: ‘El territorio de la República está integrado por regiones, departamentos,
provincias y distritos, en cuyas circunscripciones se constituye y organiza el gobierno
a nivel nacional, regional y local, en los términos que establecen la Constitución y la
ley, preservando la unidad e integridad del Estado y de la Nación’”.
“La autonomía municipal no puede ser ejercida de manera irrestricta, pues tiene
ciertos límites que los gobiernos locales deben tomar en cuenta en su ejercicio. Sobre
el tema abordado, el Tribunal ha expresado, en la STC Exp. N° 0038-2004-AI/TC,
que ‘ [S]i bien la Constitución ha establecido que los gobiernos locales gozan de la
garantía institucional de la autonomía municipal en materia política, económica y
administrativa, y que, además, son competentes para aprobar su organización interna
y su presupuesto, ello no implica que tales organismos gocen de una irrestricta discre-
cionalidad en el ejercicio de tales atribuciones, toda vez que, conforme al principio de
unidad de la Constitución, esta debe ser interpretada como un todo, como una unidad
donde todas sus disposiciones deben ser entendidas armónicamente’”.
“Los gobiernos locales deben tener en cuenta, en el desarrollo de sus actividades,
además de la Constitución, normas como la Ley N° 27972, Orgánica de Mu
nicipalidades, que en el artículo VIII de su Título Preliminar dispone que ‘Los
gobiernos locales están sujetos a las leyes y disposiciones que, de manera general
y de conformidad con la Constitución Política del Perú, regulan las actividades y
funcionamiento del Sector Público. (...) Las competencias y funciones específicas
municipales se cumplen en armonía con las políticas y planes nacionales, regionales
y locales de desarrollo’”.
“Este Tribunal, en la sentencia recaída en el Exp. N° 0012-1996-I/TC, ha precisado
el carácter restringido del concepto de autonomía de los órganos creados por la
Constitución, estableciendo que ‘(...) la autonomía es la capacidad de autogobierno
para desenvolverse con libertad y discrecionalidad, pero sin dejar de pertenecer a
una estructura general de la cual en todo momento se forma parte, y que está re
presentada no solo por el Estado sino por el ordenamiento jurídico que rige a este’.
En ese sentido, debe entenderse que dicha autonomía debe ser ejercida dentro del
marco constitucional y legal”.
“Asimismo, en la STC Exp. N° 510-2004-AA/TC, f. j. 2, este Colegiado manifestó: ‘(...)
En la sentencia recaída en el Exp. N° 007-2002-AI/TC, este Tribunal ha precisado que
la Constitución garantiza la autonomía municipal, en sus ámbitos político, económico
y administrativo, en los asuntos de su competencia, por lo que un ejercicio enmarcado
en tal premisa no puede vulnerar ni amenazar, per se, derechos constitucionales, salvo
que dicho ejercicio se efectúe al margen del ordenamiento jurídico, y lesione derechos
de los administrados u otros entes estatales o privados”’(13).
(13) STC Exp. N° 0015-2005-PI/TC, f. j. 2, sobre proceso de inconstitucionalidad interpuesto por el Alcalde
de la Municipalidad Metropolitana de Lima contra el artículo 1 de la Ley N° 28165 y otros artículos de la
Ley N° 26979, mediante la cual se declara infundada la demanda de inconstitucionalidad. Esta sentencia ha
sido citada en los fundamentos de la STC Exp. N° 0020-2007-PI/TC sobre proceso de inconstitucionalidad
interpuesto por la Municipalidad Provincial de Huaraz contra el artículo 2 de la Ley N° 28870, mediante
la cual se declara infundada la demanda de inconstitucionalidad.
El Consejo de Coordinación Regional (CCR) está integrado por los alcaldes provin
ciales y por representantes de la sociedad civil, y es un órgano consultivo y de coordina
ción con las municipalidades.
Con la Ley N° 28607(14) se reformó el artículo 191 de la Carta Política. Esta Ley dispone
-a través de una modificación específica- que el mandato de las autoridades regionales
es revocable, conforme a ley, e irrenunciable, con excepción de los casos previstos en la
Constitución; y que para postular a Presidente de la República, Vicepresidente, miembro
del Parlamento Nacional o Alcalde, los Presidentes de los Gobiernos Regionales deben
renunciar al cargo seis (6) meses antes de la elección respectiva.
La ley de reforma constitucional citada no modificó los demás contenidos del artícu
lo 191 y solo agregó la prohibición para postular a la Presidencia de la República, Vice
presidente, miembro del Parlamento Nacional o Alcalde a los Presidentes de los Gobier
nos Regionales, salvo que renuncien.
Asimismo, la referida ley ha agregado un párrafo final al texto del artículo 191. Así,
indica que los Gobernadores Regionales se encuentran obligados a concurrir al Congreso
de la República cuando este lo requiera. De esta forma se genera un mecanismo de con
trol parlamentario a la actividad de los gobernadores regionales.
En el derecho comparado, las denominaciones del órgano ejecutivo del nivel de go
bierno intermedio son muy variadas. Por ejemplo, se denomina gobernador en Venezuela,
Colombia y Bolivia; se denomina prefecto en Ecuador; se denomina Presidente de la Re
gión en Italia; y se denomina Presidente de la Comunidad Autónoma en España.
La Ley N° 30305 dispone, de manera general, que los gobernadores regionales se en
cuentran obligados a concurrir al Congreso de la República cuando este lo requiera. Sin
embargo, el artículo 97 de la Constitución Política que regula la función fiscalizadora del
Congreso, ya dispone que este puede iniciar investigaciones sobre cualquier asunto de in
terés público y que es obligatorio comparecer, por requerimiento, ante las comisiones en
cargadas de tales investigaciones, bajo los mismos apremios que se observan en el pro
cedimiento judicial.
La Ley Orgánica de Gobiernos Regionales establece -en su artículo 20- que la Pre
sidencia Regional es el órgano ejecutivo del Gobierno Regional; que el Presidente Re
gional es la máxima autoridad de su jurisdicción, representante legal y titular del Plie
go Presupuestal del Gobierno Regional; que el Presidente Regional desempeña su cargo
a dedicación exclusiva, con la sola excepción de la función docente; y que este percibe
una remuneración mensual fijada por el Consejo Regional, de acuerdo a la disponibilidad
presupuestal, siendo obligatoria la publicación de la norma que la aprueba y su monto.
La Ley Orgánica de Gobiernos Regionales -en su artículo 23- dispone que el Vice
presidente Regional cumple funciones de coordinación -por lo cual ejerce una actividad
permanente-, así como aquellas que expresamente le delegue el Presidente Regional; que
reemplaza a este en casos de licencia concedida por el Consejo Regional, que no puede
superar los 45 días naturales al año, por ausencia o impedimento temporal, por suspensión
o vacancia, con las prerrogativas y atribuciones propias del cargo; y que percibe la remu
neración correspondiente a su cargo, sin derecho a dietas.
Con la exclusión del Presidente y del Vicepresidente del Gobierno Regional como
miembros del Consejo Regional, la Ley N° 29053 modificó también el numeral 5) del ar
tículo 30 de la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales, estableciendo que la causal de va
cancia relacionada con la inasistencia injustificada al Consejo Regional solo es aplicable
a los consejeros regionales.
Las causales de suspensión son: incapacidad física o mental temporal, acreditada por
el organismo competente y declarada por el Consejo Regional; mandato firme de detención
derivado de un proceso penal; sentencia judicial condenatoria emitida en segunda instan
cia por delito doloso con pena privativa de la libertad; e incumplimiento de lo dispuesto
Entre los contenidos principales del citado decreto legislativo, se tiene la previsión
de un expediente de modernización institucional, requiriéndose la aprobación del Conse
jo Regional o Concejo Municipal, con la opinión previa del Consejo de Coordinación Re
gional y Local, para la implementación del proceso de modernización.
Los cambios organizativos pueden ser los siguientes: incorporación de nuevos profe
sionales; mejora en la retribución económica del personal; modificación del presupuesto
para aplicar los cambios; supresión de plazas que dejen de ser necesarias según el expe
diente de modernización institucional; reorganización o supresión de áreas, dependencias
y servicios, y supresión de plazas; la nueva organización y la supresión de plazas habili
tarán al gobierno regional o local a aplicar una medida de cese de personal nombrado o
contratado bajo cualquier régimen; modificación de sus instrumentos de gestión; simpli
ficación y actualización de procedimientos administrativos; y la aplicación de nuevas he
rramientas tecnológicas en la gestión.
Asimismo, se suspende el literal 1) del artículo 24 del Decreto Legislativo N° 276 (el
consentimiento para el traslado del servidor público); las personas comprendidas en la me
dida de cese por supresión de plaza tendrán derecho a una indemnización; y se adicionan
dos incisos al artículo 35 del Decreto Legislativo N° 276 (sobre causas justificadas para
el cese definitivo de un servidor): la supresión de plaza originada en el proceso de moder
nización institucional y la negativa injustificada del servidor o funcionario público a ser
transferido a otra plaza dentro o fuera de su residencia.
La referida Ley también regula -en el artículo 11-A de la citada Ley Orgánica- la
composición y el funcionamiento del Consejo de Coordinación Regional. Este es presi
dido por el Presidente Regional o por el Vicepresidente Regional y está conformado tam
bién por los alcaldes provinciales de la región y por los representantes de las organizacio
nes de la sociedad civil.
Asimismo, se establece una proporción entre los miembros del referido Consejo: los
alcaldes provinciales serán el 60% y los representantes de la sociedad civil el 40% del to
tal de miembros. Esta proporción deberá mantenerse al invitar el Consejo Regional a los
alcaldes distritales y a los representantes de la sociedad civil, y la tercera parte -por lo
menos- de los representantes de la sociedad civil deberá corresponder a instituciones de
empresarios y productores.
La Ley N° 27902 dispone que los representantes de la sociedad civil serán elegidos
democráticamente, por un periodo de dos años, por los delegados legalmente acreditados
de las organizaciones de nivel regional y provincial que se hayan inscrito en el registro del
gobierno regional. Para acceder a este registro se requiere que las organizaciones acredi
ten su personería jurídica y un mínimo de tres años de actividad institucional comprobada.
Esta formulación de la Ley plantea que los acuerdos del Consejo de Coordinación
Regional no son vinculantes y que, en última instancia, la aprobación del plan de desarro
llo regional concertado, el plan anual y el presupuesto regional participativo correspon
de al Consejo Regional.
Asimismo, es importante señalar que el capítulo IV del Título III de la Ley de Ba
ses de la Descentralización regula un conjunto importante de mecanismos de participa
ción ciudadana.
El artículo 17 de la citada Ley establece que los gobiernos regionales y locales están
obligados a promover la participación ciudadana en la formulación, debate y concertación
de sus planes de desarrollo y presupuestos, y en la gestión pública; que, para este efec
to, deberán garantizar el acceso de todos los ciudadanos a la información pública, con las
excepciones que señala la ley, así como la conformación y funcionamiento de espacios y
mecanismos de consulta, concertación, control, evaluación y rendición de cuentas; y que,
sin perjuicio de los derechos políticos que asisten a todos los ciudadanos de conformidad
con la Constitución y la ley de la materia, la participación de los ciudadanos se canaliza
a través de los espacios de consulta, coordinación, concertación y vigilancia existentes, y
los que los gobiernos regionales y locales establezcan de acuerdo a ley.
Sin embargo, este amplio reconocimiento fue restringido por la Ley Orgánica de Go
biernos Regionales y su Ley modificatoria -Ley N° 27902-.
Con relación a las cuotas electorales de género, la Oficina Nacional de Procesos Elec
torales (ONPE) hizo el siguiente diagnóstico:
a) Las elecciones regionales se realizan junto con las elecciones municipales el pri
mer domingo del mes de octubre.
b) El Presidente de la República convoca a elecciones regionales con una anticipación
no menor a doscientos setenta (270) días naturales a la fecha del acto electoral.
(22) ONPE. Democracia en los partidos políticos. Análisis de las Elecciones Internas 2005-2006. ONPE, Lima,
2006, pp. 36-38.
(23) Ibidem, pp. 155 y 156.
c) El presidente y el vicepresidente del gobierno regional son elegidos conjuntamen
te por sufragio directo para un periodo de cuatro (4) años. Para ser elegidos, se
requiere que la fórmula respectiva obtenga no menos del treinta por ciento (30%)
de los votos válidos.
d) Si ninguna fórmula supera el porcentaje antes señalado, se procede a una segun
da elección dentro de los treinta (30) días calendario siguientes a la proclamación
de los cómputos oficiales, en todas las circunscripciones que así lo requieran, en
la cual participan las fórmulas que alcanzaron las dos más altas votaciones. En
esta segunda elección, se proclama electa la fórmula de presidente y vicepresi
dente que obtenga la mayoría simple de votos válidos.
e) El Consejo Regional está integrado por un mínimo de siete (7) y un máximo de
veinticinco (25) consejeros. El Jurado Nacional de Elecciones (JNE) establece el
número de miembros de cada Consejo Regional, asignando uno a cada provincia
y distribuyendo los demás siguiendo un criterio de población electoral. En el caso
de la Provincia Constitucional del Callao, se tiene como referencia sus distritos.
f) Los miembros del Consejo Regional son elegidos por sufragio directo para
un periodo de cuatro (4) años, en un proceso electoral que se realiza en for
ma conjunta con el proceso de elección de presidentes y vicepresidentes
regionales.
g) La elección de los miembros del Consejo Regional se sujeta a las siguientes re
glas: cada provincia constituye un distrito electoral; el Jurado Nacional de Elec
ciones (JNE) señala el número total de consejeros, asignando a cada provincia
al menos un consejero y distribuyendo los demás de acuerdo con un criterio de
población electoral; en cada provincia se proclama consejero electo al candidato
con la mayor votación; en la provincia en que se elija dos (2) o más consejeros,
se aplica la regla de la cifra repartidora, según el orden de candidatos estableci
dos por los partidos políticos y movimientos políticos; y el Jurado Nacional de
Elecciones (JNE) aprueba las directivas necesarias para la adecuada aplicación
de estas reglas.
h) Las organizaciones políticas deben presentar conjuntamente una fórmula de can
didatos a los cargos de gobernador y vicegobernador regional y una lista de can
didatos al consejo regional, acompañada de una propuesta de plan de gobierno
regional que es publicada junto con la fórmula y la lista de candidatos por el Ju
rado Electoral Especial en cada circunscripción. La lista de candidatos al conse
jo regional debe estar conformada por el número de candidatos para cada pro
vincia, incluyendo igual número de accesitarios.
i) La relación de candidatos titulares considera los siguientes requisitos:
1. Cincuenta por ciento (50%) de hombres o muj eres, ubicados intercaladamen-
te de la siguiente forma: unamiujer, un hombre o un hombre, una mujer. El
criterio de paridad y alternancia de género debe verificarse también sobre
el número total de candidatos presentados por cada organización política.
2. No menos de un veinte por ciento (20%) de ciudadanos jóvenes menores de
veintinueve (29) años de edad.
3. Un mínimo de quince por ciento (15%) de representantes de comunidades
nativas y pueblos originarios en cada región donde existan, conforme lo de
termine el Jurado Nacional de Elecciones (JNE).
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj Si bien los órganos del gobierno regional poseen autonomía, no debe olvidarse que forman
parte de un ordenamiento presidido por la Constitución, de modo que sus relaciones deben
respetar las reglas inherentes al principio de lealtad constitucional: STC Exp. N° 00034-
2009-PI/TC (f.j. 7).
BIBLIOGRAFÍA
ONPE. Democracia en los partidos políticos. Análisis de las Elecciones Internas 2005-2006. ONPE,
Lima, 2006; ZAS FRIZ BURGA, Johnny. La continuidad crítica. Balance del diseño normativo e
institucional del actual proceso peruano de descentralización política (2002-2008). Palestra, Lima,
2008; ZAS FRIZ BURGA, Johnny. La insistencia de la voluntad. El actual proceso peruano de
descentralizaciónpolíticay sus antecedentes inmediatos (1980-2004). Defensoría del Pueblo del Perú,
Lima, 2004; ZAS FRIZ BURGA, Johnny. La descentralización ficticia. Perú 1821-1998. Centro de
Investigación de la Universidad del Pacífico, Lima, 1998.
Artículo 192 Fines y atribuciones de los gobiernos
regionales
Los gobiernos regionales promueven el desarrollo y la econo
mía regional, fomentan las inversiones, actividades y servicios
públicos de su responsabilidad, en armonía con las políticas y
planes nacionales y locales de desarrollo.
Son competentes para:
1. Aprobar su organización interna y su presupuesto.
2. Formular y aprobar el plan de desarrollo regional concer
tado con las municipalidades y la sociedad civil.
3. Administrar sus bienes y rentas.
4. Regular y otorgar las autorizaciones, licencias y derechos
sobre los servicios de su responsabilidad.
5. Promover el desarrollo socioeconómico regional y ejecutar
los planes y programas correspondientes.
6. Dictar las normas inherentes a la gestión regional.
7. Promover y regular actividades y/o servicios en materia de
agricultura, pesquería, industria, agroindustria, comercio,
turismo, energía, minería, vialidad, comunicaciones, edu
cación, salud y medio ambiente, conforme a ley.
8. Fomentar la competitividad, las inversiones y el financia-
miento para la ejecución de proyectos y obras de infraes
tructura de alcance e impacto regional.
9. Presentar iniciativas legislativas en materias y asuntos de
su competencia.
10. Ejercer las demás atribuciones inherentes a su función,
conforme a ley(/*
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 14, 40, 44, 54, 59, 69, 74, 77, 88, 96, 107, 188, 193, 191, 199, 203 inc. 6);
C.P.Ct.: arts. 7 inc. 6), 18,75,76,84 inc. 1), 97,98,101 inc. 5), 105 inc. 4), 108 inc. 2),
3a DF; Ley 27867; Ley 27651; Ley 27972: arts. 73,74; Ley 28964: art. 14; P.I.D.C.P.:
art. 1.1; P.I.D.E.S.C.: art. 1.1
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 27680 del 07/03/2002.
El citado artículo también señala que los Gobiernos Regionales son competentes para:
aprobar su organización interna y su presupuesto; formular y aprobar el plan de desarrollo
regional concertado con las municipalidades y la sociedad civil; administrar sus bienes y
rentas; regular y otorgar las autorizaciones, licencias y derechos sobre los servicios de su
responsabilidad; promover el desarrollo socioeconómico regional y ejecutar los planes y
programas correspondientes; dictar las normas inherentes a la gestión regional; promover
y regular actividades y/o servicios en materia de agricultura, pesquería, industria, agroin-
dustria, comercio, turismo, energía, minería, vialidad, comunicaciones, educación, salud
y medio ambiente, conforme a ley; fomentar la competitividad, las inversiones y el finan-
ciamiento para la ejecución de proyectos y obras de infraestructura de alcance e impac
to regional; presentar iniciativas legislativas en materias y asuntos de su competencia; y,
ejercer las demás atribuciones inherentes a su función, conforme a ley.
Las atribuciones son aquellas facultades inherentes al Gobierno Regional, tales como
planificar el desarrollo integral de su región y ejecutar los programas socioeconómicos
correspondientes (inciso a), formular y aprobar el plan de desarrollo regional concertado
con las municipalidades y la sociedad civil en su región (inciso b), aprobar su organiza
ción interna y su presupuesto institucional (inciso c), promover y ejecutar las inversiones
públicas de ámbito regional (inciso d), concretar alianzas y acuerdos con otras regiones
para el fomento del desarrollo (inciso i), dictar las normas sobre los asuntos y materias
de su responsabilidad, y proponer las iniciativas legislativas correspondientes (inciso m).
Asimismo, la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales dispone -en su artículo 46- que
las funciones específicas que ejercerán los Gobiernos Regionales se desarrollarán en el
marco de las políticas regionales, las cuales se formularán en concordancia con las políti
cas nacionales sobre la respectiva materia de competencia.
La Ley Orgánica de Gobiernos Regionales fue modificada -en su artículo 10- por la
Ley N° 29611(1) y estableció las siguientes competencias exclusivas:
b) Salud pública.
i) Seguridad ciudadana(2).
(2) La Ley N° 29611 modificó el artículo 61 de la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales incorporando
funciones específicas en materia de seguridad ciudadana. Las modificaciones fueron las siguientes:
“Artículo 61.- Funciones en materia de Defensa Civil
a) Formular, aprobar, ejecutar, evaluar, dirigir, controlar y administrar las políticas regionales en materia
de defensa civil y seguridad ciudadana, en concordancia con la política general del Gobierno y los
planes sectoriales y locales.
b) Dirigir el Sistema Regional de Defensa Civil y el Comité Regional de Seguridad Ciudadana.
c) Organizar y ejecutar acciones de prevención de desastres y brindar ayuda directa e inmediata a los
damnificados y la rehabilitación de las poblaciones afectadas.
d) Promover y facilitar la formación y equipamiento de Compañías de Bomberos Voluntarios en la
región.
e) Promover y apoyar la educación en seguridad vial y ciudadana.
f) Planear, programar, ejecutar y formular directivas, supervisar y evaluar las actividades de seguridad
ciudadana regional, en concordancia con la política nacional formulada por el Consejo Nacional de
Seguridad Ciudadana (Conasec) y el Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana”.
“Competencias concurrentes: Son materias que dan lugar a que dos o más órganos
asuman funciones específicas comunes, existiendo una relación complementaria de
tutela y control normativo”(3).
“Se ha alegado que las ordenanzas regionales cuestionadas se habrían dictado excedien
do el reparto competencial de los gobiernos regionales. Los problemas que detrás de
dicha impugnación subyacen son inherentes al proceso progresivo de descentralización,
por medio de la regionalización, en la que se encuentra el país”.
“La opción adoptada por la Constitución peruana al asumir la forma de Estado propia del
Estado unitario y descentralizado, a través del establecimiento de gobiernos regionales
y locales dotados de autonomía, no solo incide en lo que es propio a la organización
territorial del poder estatal, sino que se proyecta en el sistema de fuentes del derecho,
planteando la necesidad de establecer la forma cómo estas deben articularse (...)”.
“(...) Incluso cuando, desde un punto de vista formal, el presente proceso responde
a los presupuestos del proceso de inconstitucionalidad, en la medida que se trata de
enjuiciar la eventual inconstitucionalidad de una serie de normas con rango de ley, es
imposible soslayar que, desde un punto de vista material, se trata de un conflicto de
competencias positivo, pues las distintas partes reclaman como propia la competencia
para regular las materias abordadas por las ordenanzas regionales objeto de control”.
“No en vano existe un artículo de articulación de estas perspectivas en el CP Const.
En efecto, su artículo 110 señala:
Si el conflicto versare sobre una competencia o atribución expresada en una norma
con rango de ley, el Tribunal declara que la vía adecuada es el proceso de inconsti
tucionalidad”.
“De este modo se trata de encausar en la vía del proceso de inconstitucionalidad un
conflicto de competencias que, no por tener su origen en la expedición de una serie
de normas de rango legal, deja de ser tal (...)”.
“(...) Es por ello que el Tribunal Constitucional considera que el presente conflicto
puede ser resuelto apelando al test de la competencia (...). De allí que, antes de preci
sar cuál sea el bloque de constitucionalidad conforme al cual el Tribunal analizará la
constitucionalidad de las normas cuestionadas, es preciso detenerse en el análisis de
los distintos criterios que permiten, en aplicación del referido test, determinar la titula
ridad de las competencias en los Estados de configuración compleja como el nuestro”.
“Tal como ha tenido oportunidad de referir este Colegiado, ‘en aquellos casos en
los cuales deba definirse competencias o atribuciones que cuenten con desarrollo
(3) Fundamento 61 de la STC Exp. N° 002-2005-PI/TC, sobre demanda de inconstitucionalidad interpuesta por
cinco mil setecientos dieciséis ciudadanos y ciudadanas contra el artículo 2 de la Ley N° 28374, mediante
la cual se declara infundada la demanda de inconstitucionalidad.
constitucional, pero que generen confusión al momento de interpretar y definir titula
ridad, sobre todo cuando, por la naturaleza de los órganos y funciones, se reconozcan
competencias compartidas -como es el caso de los Gobiernos Locales y Regionales-,
el análisis de competencia deberá superar el Test de la Competencia, método mediante
el cual el Tribunal analiza las materias asignadas a los sujetos constitucionales en
conflicto bajo los parámetros de actuación desarrollados, según se trate del ejercicio
de competencias (...) exclusivas, compartidas o delegables’ (...)”.
“De conformidad con dicho test, en primer lugar se debe analizar el principio de uni
dad. Luego, se debe ingresar propiamente en el análisis del principio de competencia,
relacionado con la lista de materias pormenorizada prevista en la Constitución y en
el bloque de constitucionalidad. También cabe recurrir a las cláusulas generales, es
decir, las funciones generales conferidas a cada uno de los órganos constitucionales.
Las competencias de los órganos constitucionales pueden ser:
a) Competencias exclusivas: Son materias asignadas en exclusividad a favor de or
ganismos constitucionales. Serán positivas si son susceptibles de ser delegadas
o negativas si son privativas del órgano respectivo, es decir, no solo exclusivas
sino también excluyentes.
b) Competencias compartidas: Son materias divididas en determinadas áreas de
atención, repartiéndose responsabilidades entre dos o más niveles de gobierno,
actividad coherente con los principios de cooperación y de tutela y control de
los organismos constitucionales autónomos, según se verá luego.
c) Competencias delegadas: Son aquellas que un nivel de gobierno delega a otro
de distinto nivel, de mutuo acuerdo y conforme al procedimiento establecido en
la ley, quedando el primero obligado a abstenerse de tomar decisiones sobre la
materia o función delegada”(4).
En la STC Exp. N° 0031-2005-PI/TC:
(5) Fundamentos 10, 11, 12, 13 y 14 de la STC Exp. N° 0031-2005-PI/TC), sobre la demanda de inconstitu
cionalidad interpuesta por el Presidente de la República contra la Ordenanza Regional N° 009-2005-CR/
GOB.REG.TACNA, mediante la cual se declara fundada la demanda de inconstitucionalidad.
El Tribunal Constitucional ha reiterado en otra de sus sentencias el concepto de Test
de la Competencia(6).
La Ley Orgánica de Gobiernos Regionales -en su artículo 37- dispone que el Conse
jo Regional dicta Ordenanzas Regionales y Acuerdos, y que la Presidencia Regional emi
te Decretos Regionales y Resoluciones Regionales.
Conforme a la Carta Política vigente, las normas regionales de carácter general -las
ordenanzas regionales- tienen rango de ley, pero solo en aquellas materias de competen
cia y funciones que correspondan a los Gobiernos Regionales. Por tal razón, la Consti
tución Política en vigor establece -en el inciso 4) del artículo 200- que estas normas se
impugnan ante el Tribunal Constitucional mediante una acción de inconstitucionalidad.
“El artículo 191 de la Constitución dispone que los gobiernos regionales tienen autono
mía política. El inciso 6 del artículo 192 de la Constitución establece que los gobiernos
regionales son competentes para dictar normas inherentes a la gestión regional. A su
V. El proceso de transferencia
Entre las disposiciones transitorias de la Ley de Bases de Descentralización, destaca
la segunda disposición transitoria. En esta, se clasifican las etapas del proceso de descen
tralización: etapa preparatoria; primera etapa: instalación y organización de los gobiernos
regionales y locales; segunda etapa: consolidación del proceso de regionalización; tercera
etapa: transferencia y recepción de competencias sectoriales menos educación y salud; y
cuarta etapa: transferencia y recepción de competencias sectoriales en educación y salud:
Las etapas eran consecutivas y explícitas. Sin embargo, la Ley Orgánica de Gobier
nos Regionales afectó la gradualidad del proceso al establecer -en la cuarta disposición
transitoria, complementaria y final- que se iniciaba la transferencia de las competencias
sectoriales desde el 1 de enero de 2004, haciendo que las etapas se volvieran paralelas y
ya no consecutivas.
Asimismo, la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales estableció que el 2003, los Go
biernos Regionales una vez instalados, iniciaban el ejercicio de sus competencias exclusi
vas asignadas por Ley y culminaban la recepción de todos los activos, pasivos, programas
y proyectos de los Consejos Transitorios de Administración Regional de las respectivas
circunscripciones regionales.
La Ley Orgánica de Gobiernos Regionales solo prevé -cada año- un Plan Anual de
Transferencia de Competencias Sectoriales a los Gobiernos Regionales. El Consejo Na
cional de Descentralización (CND) evaluaba y articulaba los planes sectoriales y coordi
naba la formulación del Plan Anual de Transferencia de Competencias Sectoriales a los
Gobiernos Regionales, el mismo que debía ser presentado para su aprobación por Decre
to Supremo con el voto aprobatorio del Consejo de Ministros.
“(...) toda competencia que sea legalmente conferida a los Gobiernos Regionales, debe
ser concebida sobre la base de un principio fundamental que informa a todo el proceso
descentralizador peruano y que alcanza especial relevancia en los primeros años de su
implementación. Se trata del principio de progresividad o gradualidad, previsto en el
artículo 188 de la Constitución, 4 g de la Ley de Bases de la Descentralización y 81
de la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales”.
“(...) queda claro que, aun cuando el marco jurídico de la descentralización otorgue
determinadas competencias exclusivas, compartidas o delegadas a los Gobiernos
Regionales, la titularidad de su ejercicio se encuentra supeditada a la efectiva trans
ferencia que en base a criterios técnicos realicen, en labor conjunta, las Comisiones
Sectoriales de Transferencias constituidas por el Poder Ejecutivo, el Consejo Nacional
de Descentralización y el Consejo de Ministros”(10).
Esta falta de sincronía entre el actual proceso de descentralización política y una re
forma del Estado paralela también ha incluido a los sistemas administrativos nacionales,
los cuales inciden directamente en la gestión de gobiernos regionales y municipalidades.
Uno de los problemas del actual proceso peruano de descentralización política ha sido
la tardía nueva regulación del Poder Ejecutivo nacional. Esta situación ha significado una
dificultad importante para el desarrollo del proceso de descentralización, el cual no ha sido
acompañado por un cambio en la estructura orgánica del Ejecutivo nacional ni en los sis
temas administrativos nacionales.
Con relación a la rectoría sectorial del Gobierno Nacional, la Ley N° 27902 -que mo
dificó la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales- señala que es competencia exclusiva
La regulación del rol rector sectorial del Gobierno Nacional deberá implementarse,
como formulación de políticas nacionales y sectoriales que consideren la diversidad de
las realidades regionales, en el marco del Sistema Nacional de Planeamiento Estratégico
y del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan).
Con la citada modificación, los Directores Regionales solo dependen del Gobierno
Regional, no existen mecanismos de participación de los Sectores del Gobierno Nacional
en las Direcciones Regionales Sectoriales y el concurso público para seleccionar a los Di
rectores Regionales corresponde solo al Gobierno Regional.
La Ley Orgánica del Tribunal Constitucional establece que cuando el conflicto de com
petencia está vinculado a una competencia reconocida en una norma con rango de ley, el
proceso a seguir es el que corresponde a la acción de inconstitucionalidad.
El citado Código Procesal señala cuándo se produce el conflicto y si este versa sobre
una competencia o atribución expresada en una norma con rango de ley, el Tribunal decla
rará que la vía adecuada es el proceso de inconstitucionalidad; y regula la medida caute
lar, la admisibilidad y procedencia de la demanda, así como los efectos de las sentencias.
“Un segundo aspecto a tomar en cuenta tiene que ver con el cuestionamiento directo
de las demandantes a la Ordenanza emitida por la Municipalidad emplazada, norma
que tiene rango de ley, según lo contempla la Constitución, y que establece además que
contra ella procede la acción de inconstitucionalidad. Aunque sobre este aspecto se ha
invocado el precepto constitucional según el cual no procede el amparo contra normas
legales, este Tribunal considera pertinente precisar que en el caso de autos, y en tanto
la Ordenanza cuestionada dispone restricciones y sanciones sobre todos aquellos que
incumplan en abstracto sus disposiciones, queda claro que por sus alcances se trata, en
el supuesto examinado, de una norma de naturaleza autoaplicativa que, como tal, no
requiere actos concretos de utilización, ya que desde su sola entrada en vigencia genera
una serie de efectos jurídicos, que son los que precisamente se cuestionan mediante
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
lH A los Gobiernos regionales no solamente se les debe concebir como entidades encargadas
de enfrentar y atender los requerimientos que se presentan en sus respectivas jurisdiccio
nes, sino también, y principalmente, como medios de materializar la descentralización
del Gobierno, en tanto son entidades que representan a los ciudadanos de su respectiva
circunscripción territorial, quienes a través de sufragio directo participan en las actividades
de su respectivo Gobierno regional: STC Exp. N° 0004-2016-PI/TC (f. j. 8).
(U El artículo 192 de la Constitución señala las competencias de los gobiernos regionales, pero
dicha enumeración no es cerrada, pues el propio precepto delega en la ley la posibilidad
de establecer otras competencias a ser ejercidas por los gobiernos regionales: STC Exp.
N° 0005-2015-PI/TC (f.j. 10).
gil La derogación de una ordenanza regional por otra forma parte de las competencias exclu
sivas de los gobiernos regionales; y, a su vez, garantiza una forma de control normativo a
fin de asegurar la supremacía de la Constitución: STC Exp. N° 0021-2015-PI/TC (f. j. 45)
BIBLIOGRAFÍA
ZAS FRIZ BURGA, Johnny. La continuidad crítica. Balance del diseño normativo e institucional
del actual proceso peruano de descentralización política (2002-2008). Palestra, Lima, 2008; ZAS
FRIZ BURGA, Johnny. La insistencia de la voluntad. El actual proceso peruano de descentralización
política y sus antecedentes inmediatos (1980-2004). Defensoría del Pueblo del Perú, Lima, 2004; ZAS
FRIZ BURGA, Johnny. La descentralización ficticia. Perú 1821-1998. Centro de Investigación de la
Universidad del Pacífico, Lima, 1998.
(15) Ver el fundamento 10 de la STC Exp. N° 3283-2003-AA/TC, sobre recurso extraordinario interpuesto por
“Taj Mahal Dicoteque” y otra contra la sentencia de la Primera Sala Mixta de la Corte Superior de Justicia
de Junín que declara fundada la excepción de caducidad y concluido el proceso, mediante la cual se declara
infundada la acción de amparo.
Artículo 193 Régimen económico de los gobiernos
regionales
Son bienes y rentas de los gobiernos regionales:
1. Los bienes muebles e inmuebles de su propiedad.
2. Las transferencias específicas que les asigne la Ley Anual
de Presupuesto.
3. Los tributos creados por ley a su favor.
4. Los derechos económicos que generen por las privatizacio
nes, concesiones y servicios que otorguen, conforme a ley.
5. Los recursos asignados del Fondo de Compensación Re
gional, que tiene carácter redistributivo, conforme a ley.
6. Los recursos asignados por concepto de canon.
7. Los recursos provenientes de sus operaciones financieras,
incluyendo aquellas que realicen con el aval del Estado,
conforme a ley.
8. Los demás que determine la leyC).
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 41,66, 74,76 al 78,191, 192; Ley 27506: art. 5; Ley 27867; Ley 27972: art.
69; D.S. 156-2004-EF; P.I.D.C.P.: art. 1.2; P.I.D.E.S.C.: arts. 1.2, 25
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 27680 del 07/03/2002.
requeridos por ellas, y que toda transferencia de recursos estará ligada necesariamente a
una materia de competencia o función que también se transfiere.
La inclusión de este principio pretende evitar los problemas suscitados en otras ex
periencias latinoamericanas:
La Ley Orgánica de Gobiernos Regionales dispone -en su artículo 74- que los Go
biernos Regionales solo podrán celebrar operaciones de endeudamiento externo, emisión
de bonos y titulación de cuentas, con aval o garantía del Estado, previa aprobación del
Gobierno Nacional; y que las referidas operaciones deben sujetarse a los procedimien
tos y normas que regula la Ley del Sistema Nacional de Endeudamiento y los límites es
tablecidos en la Ley de Prudencia y Transparencia Fiscal y la norma que se emita sobre
descentralización fiscal.
La Ley N° 28390, Ley de Reforma de los artículos 74 y 107 de la Carta Política, reco
noce potestad tributaria a los gobiernos regionales. Estos gobiernos -al igual que los go
biernos locales- pueden crear, modificar y suprimir contribuciones y tasas o exonerar de
estas, dentro de su circunscripción, y con los límites que señala la ley.
Ley N° 31069 tiene por objeto determinar los recursos que constituyen el Fondo de
Compensación Regional (Foncor) a fin de contribuir al fortalecimiento de los ingresos y
del financiamiento de las inversiones públicas de los gobiernos regionales.
1. El rendimiento del dos por ciento (2%) de las operaciones afectas al impuesto
general a las ventas.
Los gobiernos regionales pueden utilizar hasta un máximo de veinte por ciento (20%)
de los recursos provenientes del Foncor, así como de los saldos de balance generados por
dicho concepto, en gasto corriente exclusivamente para ser destinados a gastos de opera
ción y mantenimiento de infraestructura pública y hasta un máximo de cinco por ciento
(5%) de dichos recursos para financiar la elaboración de fichas técnicas o estudios de pre
inversión de proyectos de inversión que contribuyan al cierre de brechas de infraestructu
ra o de acceso a servicios públicos. Se prioriza los gastos de operaciones y mantenimien
to vinculados a las funciones de salud, educación y agricultura.
La misma norma también establecía que no menos del 50% de los recursos asigna
dos al FIDE y al Foncor provenientes de cada proceso de privatización y concesiones, de
bería destinarse al financiamiento de proyectos de inversión en beneficio de la población
(2) Este porcentaje fue derogado por la única disposición complementaria derogatoria de la Ley N° 31069,
publicada el 18 de noviembre de 2020.
de la región donde se encontraba el activo o empresa materia del proceso de privatiza
ción o concesión.
Por último, se estableció que el FIDE era un fondo sostenible y concursable destina
do exclusivamente al financiamiento y cofinanciamiento de proyectos; y que los criterios
para el concurso se establecían en una normativa elaborada por el extinto CND.
El FIDT está constituido - artículo 4-por los siguientes recursos: los recursos del
FONIPREL, las donaciones o aportes privados, la cooperación técnica no reembolsable,
los recursos que forman parte del FONIE, el treinta por ciento (30%) de los recursos que
efectivamente se perciben como consecuencia de los procesos de privatización y conce
siones que constituyen recursos públicos, los intereses que generan los recursos del FIDT
y otros recursos que sean asignados de acuerdo a la normativa vigente. Los criterios para
que las solicitudes de los gobiernos regionales o locales que concursan puedan ser selec
cionadas -artículo 7- son los siguientes: mapa de pobreza y mapa de necesidades básicas
insatisfechas u otros instrumentos que provean información sobre la pobreza y las nece
sidades básicas insatisfechas, magnitud de los recursos recibidos por los Gobiernos Re
gionales y Gobiernos Locales para inversiones, cierre de brechas en la provisión de ser
vicios e infraestructura básicos, grado de articulación de las inversiones entre regiones o
entre provincias o distritos, proyectos de mancomunidades, consistencia con los objetivos
priorizados, metas e indicadores del programa multianual de inversiones regional o local,
o con las prioridades establecidas en el plan de desarrollo concertado regional o local, de
ser el caso, cumplimiento de las condiciones de dimensionamiento y sostenibilidad y ha
yan sido declarados viables o cuenten con aprobación, según corresponda, conforme a lo
establecido por el Sistema Nacional de Programación Multianual y Gestión de Inversio
nes y ubicación en zonas de frontera.
Son recursos del Focam el 25% de las regalías que corresponden al Gobierno Nacional
provenientes de los Lotes 88,56 y 57, luego de efectuadas las deducciones derivadas del
Por último, los recursos del Focam serán distribuidos entre los gobiernos regionales,
gobiernos locales y universidades públicas de los departamentos citados anteriormente,
de la siguiente manera:
c) 15% para las municipalidades distritales de los lugares por donde pasan los
ductos.
El Consejo de Administración del Fondo está integrado por el Presidente del Conse
jo de Ministros, quien lo preside, la Ministra de la Mujer y Desarrollo Social, el Ministro
de Salud, el Ministro de Educación y el Ministro de Economía y Finanzas o sus represen
tantes. Ha sido también incluido el Ministro de Desarrollo e Inclusión Social, o su repre
sentante, como miembro del referido Consejo de Administración04).
Los recursos del Fondo son los siguientes: las transferencias presupuéstales y finan
cieras provenientes del ahorro que generen las medidas de austeridad y racionalidad dis
puestas por los Decretos de Urgencia N° 019-2006 y N° 020-2006 y normas complemen
tarias; las transferencias del tesoro público; las donaciones y aportes privados; los recursos
de cooperación técnica internacional no reembolsable; los créditos de organismos inter
nacionales asignados al Fondo, concertados por el Ministerio de Economía y Finanzas; y
otros dispuestos por una norma expresa.
La supervisión del cumplimiento de los objetivos del Fondo estará a cargo del Co
mité de Supervisión y Transparencia, integrado por un representante del Presidente de la
República, quien lo presidirá, un representante de la Asociación de Municipalidades del
Perú (AMPE), un representante de los gobiernos regionales, un representante de la Jun
ta de Decanos de los Colegios Profesionales, un representante de las entidades aportantes
de cooperación técnica y un representante de los demás aportantes.
El Reglamento del Fondo regula también las funciones del Consejo de Administra
ción, las sesiones y los informes ante el CIAS de este Consejo, la Secretaría Técnica del
Fondo y sus funciones, así como las modalidades de operación del Fondo: las transferen
cias financieras y el concurso de proyectos. El Consejo de Administración, mediante con
venios, podrá delegar en gobiernos regionales y locales (municipalidades provinciales) la
calificación de los proyectos que postulen al Fondo, en modalidad de concursables.
La Ley de Bases de la Descentralización -en su artículo 37- reconoce los mismos bie
nes y rentas de los gobiernos regionales considerados en la Carta Política reformada y vi
gente. También precisa que son recursos de los gobiernos regionales sus ingresos propios.
IX. El canon
La Ley de Canon -Ley N° 27506(16)- defíne a este, en su artículo 1, como la
participación efectiva y adecuada de la que gozan los gobiernos regionales y locales del
total de los ingresos y rentas obtenidos por el Estado por la explotación económica de los
recursos naturales; y señala - en su artículo 2(17)-como objeto de la Ley la determinación
de los recursos naturales cuya explotación genera canon y regula su distribución en favor
de los gobiernos regionales y gobiernos locales de las zonas donde se exploten los recursos
naturales.
El artículo 4(18) de la citada Ley establece que la oportunidad de las transferencias del
canon por las entidades encargadas de efectuar dichas transferencias a favor de los gobiernos
regionales y gobiernos locales, será determinada mediante Decreto Supremo, tomando en
consideración la periodicidad del pago de los ingresos y rentas que conforman el canon;
y que el monto de las transferencias será depositado en cuentas especiales que para tal
efecto se abrirán en el Banco de la Nación, bajo la denominación del canon correspondiente
y la referencia del ingreso y/o renta respectivo, dentro del plazo máximo previsto en el
Reglamento de la Ley de Canon, el mismo que precisará los procedimientos, formas de
cálculo y transferencias, de la que serán informados los beneficiarios.
Con relación a la distribución del canon, la Ley de la materia -en su artículo 5(19)-
señala las siguientes reglas: la distribución del canon petrolero mantiene las condiciones
a) El diez por ciento (10%) del total de canon para los gobiernos locales de la mu
nicipalidad o municipalidades distritales donde se explota el recurso natural.
b) El veinticinco por ciento (25%) del total de canon para los gobiernos locales de
las municipalidades distritales y provinciales donde se explota el recurso natural.
c) El cuarenta por ciento (40%) del total de canon para los gobiernos locales del de
partamento o departamentos de las regiones donde se explota el recurso natural.
d) El veinticinco por ciento (25%) del total de canon para los gobiernos regiona
les donde se explota el recurso natural.
El 100% (cien por ciento) del monto a distribuir corresponde a lo generado por el ca
non en cada región o regiones en cuya circunscripción se encuentran los recursos naturales.
Con relación a la utilización del canon, la Ley de la materia establece -en su artículo
6(22)- que el control y ejecución de los recursos correspondientes al canon, asignado a los
Gobiernos Locales, está sujeto a lo dispuesto en la Ley Orgánica de Municipalidades y la
Ley de Canon; que los recursos que los gobiernos regionales y gobiernos locales reciban
por concepto de canon serán utilizados exclusivamente para el financiamiento o cofinan
ciamiento de proyectos u obras de infraestructura de impacto regional y local, respectiva
mente, a cuyo efecto establecen una cuenta destinada a esta finalidad(23); que los gobier
no) Mediante Decreto de Urgencia N° 028-2008, publicado el 29 de junio de 2008, se estableció un procedi
miento para el pago del canon minero 2007, los cálculos y las transferencias, únicamente para el 2008.
(21) Artículo 1 de la Ley N° 29281, publicada el 25 de noviembre de 2008.
(22) Modificado por el artículo 4 de la Ley N° 28077, publicada el 26 de setiembre de 2003.
(23) No obstante esta disposición de mayor jerarquía, mediante una Resolución Directoral N° 013-2008-EF/77.15,
publicada el 1 de mayo de 2008, se ha establecido un procedimiento para la centralización progresiva de los
fondos de la Fuente de Financiamiento Recursos Determinados, en lo concerniente al Rubro 18 “Canon y
Sobrecanon, Regalías, Rentas de Aduanas y Participaciones” a través de la Cuenta Principal de la Dirección
Nacional del Tesoro Público. Mediante Resolución Directoral N° 014-2008-EF/77.15, publicada el 10 de
mayo de 2008, se modificó y precisó la citada Resolución Directoral.
nos regionales entregarán el veinte por ciento (20%) del total percibido por canon a las
universidades públicas de su circunscripción, destinado exclusivamente a la inversión en
investigación científica y tecnológica que potencien el desarrollo regional; y que el canon
petrolero mantiene las condiciones actuales de su ejecución.
Este Decreto de Urgencia señala que el gasto social correspondiente deberá estar re
ferido prioritariamente a las actividades señaladas en el segundo párrafo del inciso g) del
artículo 6 de la Ley N° 28652: atención de la mujer gestante, atención de niño sano me
nor de cinco años, atención de enfermedades diarreicas agudas y enfermedades respirato
rias agudas, atención de neonato menor de 29 días, acompañamiento pedagógico a docen
tes en el aula, capacitación a docentes y atención a infraestructura escolar en condiciones
de riesgo, así como el componente vigilancia y control de la calidad del agua para con
sumo humano(25).
Asimismo, esta norma dispone que la utilización de estos recursos deberá estar orien
tada a brindar servicios públicos de acceso universal y generar beneficios a la comunidad,
en el marco de las competencias de los niveles de gobierno correspondientes, y que sea
compatible con los lineamientos de las políticas sectoriales.
La segunda disposición final de la Ley N° 29142, Ley de Presupuesto del Sector Pú
blico para el año fiscal 2008, ha facultado a los Gobiernos Regionales y a los Gobiernos
Locales a utilizar hasta un veinte por ciento (20%) de los recursos provenientes del canon
y sobrecanon y regalía minera, en gasto corriente para ser destinados al mantenimiento de
la infraestructura generada por los proyectos de impacto regional y local.
Esta misma norma ha dispuesto también que los gobiernos regionales y locales pue
den destinar hasta el cinco por ciento (5%) de los recursos provenientes del canon y so
brecanon y la regalía minera, para financiar la elaboración de perfiles de los proyectos de
inversión pública que se enmarquen en los respectivos planes de desarrollo concertados.
La segunda disposición final de la Ley N° 29142, Ley de Presupuesto del Sector Pú
blico para el año fiscal 2008, también dispone que los gobiernos regionales y locales pue
den utilizar los recursos provenientes del canon y sobrecanon y la regalía minera en el
financiamiento o cofinanciamiento de proyectos de inversión pública que comprendan in
tervenciones orientadas a brindar servicios públicos y que generen beneficios a la comu
nidad, en el marco de las competencias de su nivel de gobierno, o en el cofinanciamiento
La tercera disposición final de la Ley N° 29142, establece que los recursos que las uni
versidades reciban por concepto de canon, sobrecanon, regalía minera y Fondo de Desa
rrollo Socioeconómico del Proyecto Camisea (Focam) son utilizados preferentemente en
el financiamiento y cofinanciamiento de investigaciones en ciencias aplicadas. Las uni
versidades que tengan sedes, facultades o carreras profesionales que funcionen en la pro
vincia o provincias productoras de su región deben destinar no menos del diez por ciento
(10%) del total de lo percibido por este concepto directamente en dichas zonas, conforme
a lo establecido en la presente disposición.
Así también, la trigésima quinta disposición final de la Ley N° 29142, faculta al Mi
nisterio de Economía y Finanzas para que autorice operaciones de endeudamiento de go
biernos regionales con cargo a los recursos de canon, sobrecanon, regalías y aquellos re
cursos de exoneraciones tributarias con la finalidad de realizar inversiones en obras de
infraestructura que beneficien a no menos del 15% de la población o que involucren a tres
o más provincias del gobierno regional, siempre que no se comprometa más del 30% del
canon anual regional y el plazo no exceda de quince años, entre otras condiciones.
De otro lado, la vigésima segunda disposición final de la Ley N° 28927, Ley de Pre
supuesto del Sector Público para el año fiscal 2007, estableció que la transferencia del ca
non minero (50% del impuesto a la renta) se efectuaría por el MEF dentro de los sesenta
(60) días calendario después de terminado el periodo de regularización del Impuesto a la
renta; que el monto correspondiente a cada gobierno regional o municipal se depositaría
en la cuenta existente para tal efecto en el Banco de la Nación; que los intereses genera
dos en estas cuentas solo podrían ser utilizados para los fines previstos por la Ley del Ca
non; y que para el 2007, si existían problemas de regularización, se propondría un crono-
grama para la cancelación de los montos correspondientes durante el 2007. Al respecto,
se planteó que “para las municipalidades y gobiernos regionales que reciben montos no
muy grandes por canon y regalías, esta medida es bienvenida porque les permitirá dispo
ner de más fondos para financiar las inversiones priorizadas. En cambio, para aquellas re
giones que reciben fuertes transferencias por este concepto, probablemente se acreciente
la magnitud del dinero que queda sin utilizar si no se toman medidas para mejorar el ritmo
de ejecución de las inversiones, asegurando al mismo tiempo la calidad en el gasto”(26). La
(26) GRUPO PROPUESTA CIUDADANA. Los problemas de las transferencias del canon a las regiones y
municipalidades. Lima, febrero de 2007.
Ley de Presupuesto del Sector Público para el año fiscal 2008, Ley N° 29142, no previo
una disposición con el mismo contenido.
La Ley de Endeudamiento del Sector Público para el año fiscal 2008, Ley N° 29143(27),
autorizó a los gobiernos regionales y locales -artículo 7- a utilizar los recursos de las regalías
mineras, Focam, Foncor, canon, sobrecanon y rentas de aduanas, según corresponda, en
la constitución de fideicomisos. Asimismo, la sexta disposición transitoria de la citada
Ley establece que el Gobierno Nacional podrá concertar operaciones de endeudamiento
público para las universidades públicas con el objeto de financiar la ejecución de proyectos
de inversión y la adquisición de equipos de investigación y enseñanza, siempre que el
reembolso respectivo sea efectuado con cargo a la fuente de financiamiento recursos
directamente recaudados, canon y sobrecanon.
Otra Ley, la Ley N° 29010(31), facultó a los gobiernos regionales y gobiernos locales
a realizar gastos de inversión en materia de seguridad ciudadana, infraestructura y equi
pamiento en el ámbito de su jurisdicción y con cargo a los recursos procedentes de toda
fuente de financiamiento. En ese sentido, se pueden suscribir convenios con el Ministe
rio del Interior conjuntamente con la Policía Nacional del Perú, así como entre gobiernos
regionales y gobiernos locales, que especifiquen la infraestructura y equipamiento de que
se trate y el acuerdo de donación o cesión en uso.
Otro Decreto de Urgencia N° 013-2007(32), autorizó para el año fiscal 2007, a los
gobiernos regionales a realizar modificaciones presupuestarias con el objeto de habilitar
plazas docentes en los Gobiernos Regionales, para contratos de naturaleza temporal, con
cargo a los recursos provenientes del canon y sobrecanon, previos informes favorables del
Ministerio de Educación -que establecerá el número de plazas docentes que pueden ser
habilitadas en cada Gobierno Regional- y de la Gerencia de Planeamiento, Presupuesto y
Acondicionamiento Territorial de cada gobierno regional.
La Ley de Presupuesto del Sector Público para el Año Fiscal 2009, Ley N° 29289(34),
en su décima tercera disposición final, dispuso la misma autorización para el uso de canon,
sobrecanon y regalía minera que la anterior -y antes citada- Ley de Presupuesto.
En la Ley de Presupuesto del Sector Público para el Año Fiscal 2010, Ley N° 29465(35),
en su trigésima disposición final, se autorizó operaciones de endeudamiento para financiar
obras de infraestructura de ámbito regional utilizando recursos del canon, sobrecanon
y regalía minera para atender el servicio de la deuda, siempre que se cumpliera con un
conjunto de condiciones señaladas en la misma norma.
“Un punto importante a tomar en cuenta con el canon está referido a que debido a la
coyuntura favorable en cuanto a las inversiones mineras (en el caso del canon minero),
las cotizaciones de los metales y el incremento mencionado en la participación que tuvo
la nueva Ley del Canon, los montos que se han venido repartiendo han ido aumentando
progresivamente. Esto presenta el problema mencionado en el caso del Foncomun,
dado que cuando estas condiciones se reviertan los recursos que alimentan el canon
minero pueden verse disminuidos. Este es un punto importante a resaltar porque
cuando la coyuntura favorable del sector minero se revierta los montos a repartir se
podrán reducir (...)”(36).
Otro tema muy debatido está relacionado con el gasto de inversión realizado por los
gobiernos regionales y, en especial, con el gasto asociado al canon:
X. La regalía minera
La Ley N° 28258(38) estableció la regalía minera como contraprestación económica que
los titulares de las concesiones mineras pagan al Estado por la explotación de los recursos
minerales metálicos y no metálicos(39).
1. La regalía minera será calculada sobre la utilidad operativa trimestral de los su
jetos de la actividad minera, considerando los trimestres calendarios siguientes:
enero-marzo, abril-junio, julio-setiembre, octubre-diciembre.
(37) GRUPO PROPUESTA CIUDADANA. Vigilancia del proceso de descentralización. Balance 2003 - 2006.
Reporte Nacional N° 11, Lima, 2007, p. 37.
(38) Publicada el 24 de junio de 2004.
(39) Consultar la STC Exp. N° 0048-2004-PI/TC, sobre demanda de inconstitucionalidad interpuesta por José
Miguel Morales Dasso, en representación de más de cinco mil ciudadanos, contra los artículos 1, 2, 3,
4 y 5 de la Ley N° 28258, Ley de Regalía Minera, mediante la cual se declara infundada la demanda de
inconstitucionalidad.
(40) Publicada el 28 de setiembre de 2011.
se encuentren, el costo de ventas y los gastos operativos, incluidos los gastos
de ventas y los gastos administrativos, incurridos para la generación de dichos
ingresos.
3. A los ingresos por ventas se les aplicarán los ajustes provenientes de las liquida
ciones finales, así como los provenientes de descuentos, devoluciones y demás
conceptos de naturaleza similar que correspondan a la costumbre de la plaza.
10. El monto a pagar por concepto de la regalía minera será el mayor monto que re
sulte de comparar el resultado del anterior numeral 8 y él uno por ciento (1%)
de los ingresos generados por las ventas realizadas en el trimestre calendario.
b) El veinte por ciento (20%) del total recaudado para los gobiernos locales de la
provincia o provincias donde se encuentra en explotación el recurso natural(42).
c) El cuarenta por ciento (40%) del total recaudado para las municipalidades dis
tritales y provinciales del departamento o departamentos de las regiones donde
se encuentra en explotación el recurso natural.
d) El quince por ciento (15%) del total recaudado para el o los gobiernos regiona
les donde se encuentra en explotación el recurso natural.
e) El cinco por ciento (5%) del total recaudado para las universidades nacionales
de la región donde se explota el recurso natural.
Como consecuencia del sismo del 15 de agosto de 2007, se aprobó la Ley N° 29076(48),
mediante la cual se autorizó a los gobiernos regionales y a las municipalidades provinciales
y distritales de las localidades afectadas por el referido sismo y declaradas en emergencia,
a utilizar -previa aprobación del Consejo Regional o Concejo Municipal y hasta el 31
de diciembre de 2007- los recursos que percibían por ingresos provenientes del canon,
sobrecanon y regalía minera -también los recursos del Foncomun, para el caso de las
municipalidades provinciales y distritales- para destinarlos exclusivamente a la asistencia y
ayuda de la población damnificada, así como a la reconstrucción, rehabilitación y reparación
de la infraestructura afectada.
La segunda disposición final de la Ley N° 29142, Ley de Presupuesto del Sector Pú
blico para el afío fiscal 2008 -ya citada-, facultó a los gobiernos regionales y a los go
biernos locales a utilizar hasta un veinte por ciento (20%) de los recursos provenientes
del canon y sobrecanon y regalía minera, en gasto corriente para ser destinados al man
tenimiento de la infraestructura generada por los proyectos de impacto regional y local.
La segunda disposición final de la Ley N° 29142, Ley de Presupuesto del Sector Pú
blico para el año fiscal 2008, también dispuso que los gobiernos regionales y locales po
dían utilizar los recursos provenientes del canon y sobrecanon y la regalía minera en el fi
nanciamiento o cofinanciamiento de proyectos de inversión pública que comprendieran
intervenciones orientadas a brindar servicios públicos y que generaran beneficios a la co
munidad, en el marco de las competencias de su nivel de gobierno, o en el cofinanciamien
to de proyectos de inversión pública de competencia de otros niveles de gobierno que fue
ran ejecutados por estos últimos.
En la Ley de Presupuesto del Sector Público para el Año Fiscal 2008, Ley N° 29142
-ya citada-, en su segunda disposición final, se facultó a los Gobiernos Regionales y Lo
cales a utilizar: hasta el veinte por ciento (20%) de los recursos del canon, sobrecanon y
regalía minera en gasto corriente exclusivamente para ser destinado al mantenimiento de
proyectos de impacto regional y local, priorizando infraestructura básica; hasta el cinco
por ciento (5%) de los recursos del canon, sobrecanon y regalía minera para financiar la
elaboración de perfiles de los proyectos de inversión pública; y en el financiamiento o co
financiamiento de proyectos de inversión pública.
La Ley de Presupuesto del Sector Público para el Año Fiscal 2009, Ley N° 29289 -ya
citada-, en su décima tercera disposición final, dispuso la misma autorización para el uso
de canon, sobrecanon y regalía minera que la anterior-y antes citada- Ley de Presupuesto.
En la Ley de Presupuesto del Sector Público para el Año Fiscal 2010, Ley N° 29465
-ya citada-, en su trigésima disposición final, se autorizó operaciones de endeudamiento
para financiar obras de infraestructura de ámbito regional utilizando recursos del canon,
sobrecanon y regalía minera para atender el servicio de la deuda, siempre que se cumplie
ra con un conjunto de condiciones señaladas en la misma norma.
(50) PRODES. “El otro lado de las transferencias intergubemamentales”. En: Descentralizando. Boletín Tri
mestral, N° 6, Prodes, Lima, junio, 2006, pp. 6 y 7.
(51) KAPSOLI, Javier; MENDOZA, Waldo y RABANAL, Jean Paul. “La política fiscal 2001 -2006 y los retos
para el futuro”. En: Desafíos de la política fiscal en el Perú. Portocarrero, Javier (editor), Consorcio de
Investigación Económica y Social - CIES, Lima, 2006, pp. 60 y 61.
(52) CASAS TRAGODARA, Carlos. “Balance y tendencias en el diseño y la implementación de los programas
de descentralización fiscal”. En: Seminario Internacional, Democracia, descentralización y reformafiscal
en América Latina y Europa del Este. Grupo Propuesta Ciudadana, Lima, 2006, p. 279.
Para resolver las desproporciones de las transferencias fiscales, especialmente en
regiones que carecen de recursos naturales, el Gobierno ha respondido con medidas
ad hoc como el Fondo de Desarrollo de Camisea
“(...) Hay una fuerte tendencia en el sistema intergubemamental peruano al incremento
de las desigualdades horizontales”(53).
La inclusión del artículo tenía como propósito hacer explícito este mecanismo para
que en el futuro su uso -no solo sustentado en el texto de la Carta Política- no fuese dis
cutido jurisdiccionalmente y para garantizar que tal uso solo sería procedente en el caso,
extraordinario, de una grave crisis fiscal regional.
(53) POLASTRI, Rossana y ROJAS, Femando. “Descentralización”. En: GIUGALE, Marcelo, FRETES-
CIBILS, Vicente y NEWMAN, John. Perú. La oportunidad de un país diferente, próspero, equitativo y
gobernable. Banco Mundial, Lima, 2006, pp. 764 y 765.
(54) El artículo 90-A incorporado en la citada Ley Orgánica establece que: “Se dictan medidas temporales y
extraordinarias en materia económica y financiera, conforme al inciso 19 del artículo 118 de la Constitución,
cuando los indicadores de desempeño financiero y/o presupuestario de los Gobiernos Regionales
comprometan los estándares de gestión previamente establecidos y exista grave riesgo de la economía
nacional y del proceso de descentralización”; y que “el Congreso tomará conocimiento de dichas medidas
y adoptará las decisiones que le correspondan, de acuerdo a la Constitución y la Ley”.
que la reglamentación de estos mecanismos corresponderá al Ministerio de Economía y
Finanzas, con opinión del extinto Consejo Nacional de Descentralización (CND) en todo
lo referente a los Gobiernos Regionales; así como también que la no observancia por dos
años consecutivos de las reglas fiscales establecidas para los Gobiernos Regionales en la
Ley de Prudencia y Transparencia Fiscal generará la suspensión temporal a las transfe
rencias del -hoy derogado- FIDE y Foncor, siendo esta suspensión por un máximo de 90
días y requiriendo el voto aprobatorio de los dos tercios (2/3) de los integrantes del CND.
El decreto legislativo también dispone que en la segunda Etapa se asignarán como in
gresos de cada región los recursos efectivamente recaudados en ellas por determinados im
puestos del Gobierno Nacional, así como -de ser el caso- transferencias complementarias.
Con relación a la primera Etapa, se establece que esta comprende las transferencias
presupuéstales realizadas por el Gobierno nacional a favor de los gobiernos regionales y
la asignación de los recursos del Foncor, en función del cronograma de transferencias de
los fondos y proyectos sociales, programas sociales de lucha contra la pobreza y proyectos
de inversión en infraestructura productiva de alcance regional; que las transferencias se
asignarán, conforme a lo dispuesto por la quinta disposición transitoria de la Ley de Bases
de la Descentralización(57) y la Ley de Presupuesto del Sector Público; que el monto de la
transferencia corresponderá al gasto que irroguen los proyectos y programas a transferir;
que el Foncor también se financia con los montos que señale la Ley de Presupuesto
del Sector Público; y que si los gobiernos regionales logran un saldo de balance en los
recursos asignados, tendrán la posibilidad de destinar el importe de dicho saldo, en el
ejercicio presupuestal siguiente, a proyectos de inversión y al mantenimiento de las obras
de inversión.
(58) La octava disposición transitoria, complementaria y final del Decreto Legislativo establece que, mediante
Decreto Supremo aprobado con el voto aprobatorio del Consejo de Ministros, se establecerá la inclusión del
Gobierno Regional del Callao en la Segunda Etapa, sujeto a las condiciones y requisitos que se establezcan
en dicha norma y a las reglas generales previstas en el Decreto Legislativo de Descentralización Fiscal.
(59) El artículo 37 establece que son bienes y rentas regionales los siguientes: a. Los bienes muebles e inmuebles
de su propiedad; b. Las asignaciones y transferencias específicas para su funcionamiento, que se establezcan
en la Ley Anual de Presupuesto; c. Los tributos creados por Ley a su favor; d. Los derechos económicos
que generen por las privatizaciones y concesiones que otorguen, y aquellos que perciban del gobierno
nacional por el mismo concepto; e. Los recursos asignados del Fondo de Compensación Regional; f. Los
recursos asignados por concepto de canon; g. El producto de sus operaciones financieras y las de crédito
interno concertadas con cargo a su patrimonio propio. Las operaciones de crédito externo requieren el aval
o garantía del Estado, y se sujetan a la ley de endeudamiento público; y h. Sus ingresos propios y otros
que determine la ley.
e ineludibles(60); y establece la determinación de un monto máximo de transferencia
complementaria(61).
En materia de esfuerzo fiscal, este se define(62) y se señala que “las mejoras sostenidas en
el esfuerzo fiscal obtenidas en mérito a acciones de cada región -debidamente acreditadas
por la Sunat- serán objeto de incentivos otorgados por el Gobierno nacional(63).
(60) El inciso 19.3) del artículo 19 establece que: “Los gastos rígidos e ineludibles para efecto de las transferencias
complementarias no comprenderán reajustes en planillas. Asimismo, no se co siderarán los incrementos
en las asignaciones, bonificaciones y beneficios de toda índole, o el otorgamiento de nuevos conceptos de
similar naturaleza.
Del mismo modo, no se consideran como gasto rígido e ineludible los reajustes en subvenciones,
transferencias y donaciones, respecto de los montos autorizados en la Ley dé Presupuesto del Sector
Público, así como nuevas subvenciones, transferencias y donaciones”.
(61) El inciso 19.4) del artículo 19 establece que: “El monto máximo de transferencia complementaria se establece
en la Ley de Presupuesto del Sector Público, en el marco de la Ley de Responsabilidad y Transparencia
Fiscal y en estricto cumplimiento del Marco Macroeconómico Multianual vigente”.
(62) El artículo 20 señala que “Se entiende por esfuerzo fiscal de las Regiones la relación existente entre la
recaudación obtenida y las metas de recaudación establecidas, desagregadas por Regiones. Mediante Decreto
Supremo se establecerá la metodología para el cálculo anual de las metas de recaudación establecidas que
será utilizada por la Sunat.
(63) El artículo 21 establece que “Los recursos obtenidos por las Regiones por dicho esfuerzo deberán destinarse,
como saldo para el ejercicio presupuestal siguiente, a proyectos de inversión y al mantenimiento de las
obras de inversión según las normas que regulan la materia. Se entiende por acciones de la Región a
aquellas de carácter educativo, de información, administrativo u otras de índole similar, en el marco de
los Convenios de Cooperación Interinstitucional que se suscriban y que tengan como efecto un incremento
de la recaudación tributaria. Los incentivos que otorgue el Gobierno Nacional deberán tener en cuenta la
disparidad de las realidades económicas, de las potencialidades recaudatorias y de las capacidades fiscales
de cada Región”.
Asimismo, la sétima disposición transitoria, complementaria y final del Decreto Legislativo establece
que los incentivos al esfuerzo fiscal podrán ser implementados en la Primera Etapa, según los criterios y
alcances que contemple el Reglamento.
(64) La Sunat aún no publica ni difunde el cálculo de la recaudación tributaria efectiva departamental o mapa
financiero del territorio nacional.
gobiernos regionales podrán proponer directamente al Congreso de la República, la crea
ción de tasas y contribuciones destinadas a financiar las obras públicas o los servicios pú
blicos que sean de su competencia; que la administración de las tasas y contribuciones
regionales será de competencia de los gobiernos regionales; y que estos podrán suscribir
convenios de cooperación interinstitucional con la Sunat a los efectos de mejorar su ca
pacidad de recaudación.
Carlos Casas hace una síntesis de las reglas fiscales y del gasto:
Que la deuda total en un determinado periodo no sea superior al 100% de los in
gresos corrientes del gobierno regional o local.
Que el total del servicios de la deuda total (pago de principal más intereses) cada
año no sea superior al 25% de los ingresos corrientes del gobierno regional o local.
Que el promedio móvil de los resultados primarios de los gobiernos regionales
o locales de los últimos tres años no sea negativo”.
(65) Mediante la Ley N° 28801, publicada el 21 de julio de 2006, se precisó que los proyectos de inversión
incluyen la adquisición de maquinarias y equipo.
(66) Estas Leyes son las siguientes: Ley General de Endeudamiento del Sector Público, Ley de Endeudamiento
del Sector Público, Ley de Presupuesto del Sector Público y Ley de Responsabilidad y Transparencia Fiscal.
“Esta última regla fiscal merece una explicación de lo que es el resultado primario de
un gobierno. Este se refiere a la diferencia entre los ingresos y los gastos no financie
ros. Esto quiere decir que debe descontarse del total de gastos el pago del principal e
intereses de la deuda que tengan estos niveles de gobierno”.
“Las deudas a las que se refieren estas reglas fiscales están referidas tanto a las que
cuenten con aval del Estado (como el endeudamiento externo), como a las que tengan
como garantías los propios bienes y rentas de los gobiernos regionales y locales. Esta
diferenciación es importante porque la Ley de Descentralización Fiscal establece las
siguientes reglas:
Que el total de la deuda que no cuente con aval del Estado no sea superior al
40% de los ingresos corrientes del correspondiente gobierno regional o local.
Que el servicio (pago de capital más intereses) de la deuda que no cuente con
aval del Estado no sea superior al 10% de los ingresos corrientes del correspon
diente gobierno regional o local.
Adicionalmente, se establece que la deuda de corto plazo (aquella que tiene un
periodo de vencimiento menor a un año) no puede ser mayor a 1/12 de los in
gresos corrientes de un Gobierno Regional o Local al final del año”.
“La deuda de corto plazo deberá ser informada cada trimestre al MEF para poder
establecer un control efectivo de las mismas. La inclusión de estas condiciones está
justificada porque muchas Municipalidades grandes presentan altos grados de endeu
damiento por deudas con proveedores y deudas previsionales no pagadas que se han
ido acumulando en el tiempo (...)”.
“Un tema adicional es el referido a las reglas del gasto. En la Ley de Descentralización
Fiscal se establece que el gasto no financiero (es decir, sin tomar en cuenta el pago
de intereses y deuda) no debe crecer cada año más del 3% en términos reales. Esto
quiere decir que descontando la inflación que existe cada año, el crecimiento solo
será de 3%. (...)”.
“Para calcular esta cifra deberá tomarse en cuenta el índice de precios al consumidor
de la ciudad capital del departamento. Una cuestión final muy importante tiene que
ver con la limitación a las autoridades regionales de no efectuar gastos corrientes en
el último año de su mandato que impliquen pagos en el ejercicio posterior”(67).
(67) CASAS TRAGODARA, Carlos. Aspectos económicos y fiscales de la descentralización en el Perú. De
fensoría del Pueblo del Perú, Lima, 2005, pp. 70 y 71.
Mediante Decreto de Urgencia N° 032-2008, publicado el 15 de julio de 2008, se exoneró hasta el 31
de diciembre de 2008 del cumplimiento de las reglas fiscales contenidas en la Ley de Responsabilidad y
Transparencia Fiscal (Ley N° 27245) y en el Decreto Legislativo N° 955, Ley de Descentralización Fiscal,
a los Gobiernos Regionales y Locales comprendidos en las zonas declaradas en estado de emergencia, salvo
las operaciones de endeudamiento que acuerden estos Gobiernos Regionales y Locales con la garantía del
Gobierno Nacional.
El Decreto Legislativo de Descentralización Fiscal regula el contenido de los Informes
Multianuales de Gestión Fiscal que deberán elaborar los gobiernos regionales y locales, así
como de los Informes Trimestrales -que también deberán presentar gobiernos regionales
y locales- donde se evalúe la ejecución del trimestre respecto de las proyecciones y -de
ser el caso- de las medidas de ajuste que garanticen el cumplimiento de las metas anuales.
Hay una evaluación general positiva sobre los efectos de la gestión de las finanzas pú
blicas regionales y locales, y sobre su diseño normativo:
“En primer lugar, se necesita saber cuántos departamentos o regiones del Perú pueden
financiar efectivamente el gasto público y, de no poder hacerlo, cómo y con qué criterios
establecer un sistema de compensación basado en el principio de la equidad del gasto
público. En segundo lugar, es necesario saber qué calidad y composición del gasto
público permitiría reducir progresivamente el déficit de financiamiento autónomo
que tienen algunos departamentos, para evitar que se genere o perennice un sistema
fiscal desequilibrado en cada región o municipio. Este es el principal generador de
la centralización basada en el reparto “desde arriba”, que sienta las bases para el
clientelismo y el populismo. En otros términos, es necesario saber cuál debe ser la
estructura de la inversión pública en los diferentes tipos de capital -humano (educación
y salud), físico (carreteras e infraestructura básica) y natural (expansión de la frontera
agrícola, forestal y pesquera)- que permita incrementar la producción y los ingresos
y, en consecuencia, las bases tributarias territoriales”(74).
Este estudio recuerda que “la estructura de la distribución geográfica del gasto público
surge del Presupuesto Público, en el cual la asignación de recursos se realiza de manera
inercial sin considerar las necesidades de financiamiento que los departamentos tienen
para cumplir con la provisión eficiente de los servicios públicos”(76).
(75) INDE CONSULTORES. La descentralización fiscal en el Perú. INDE Consultores, Lima, setiembre de
2007.
(76) Ibidem, p. 46.
(77) El proceso de descentralización: Balance y agenda a setiembre de 2007. Prodes, Lima, 2007, p. 25.
(78) Publicada el 22 de julio de 2006.
serie de ineficiencias por la mala definición de los ámbitos espaciales de los bienes y
servicios públicos. 4) La debilidad de los gobiernos locales”.
“El proceso de descentralización fiscal debería enfrentar y resolver todos estos
problemas, para dar viabilidad a una descentralización económica que promueva el
desarrollo humano. El primer, tercer y cuarto problemas necesitan de una voluntad
política descentralista de largo plazo para ser resueltos, de una propuesta técnica para
reformar los niveles y funciones de los distintos niveles de gobierno y de una definición
política y técnica de los ámbitos territoriales de las regiones políticas, para que estas se
acerquen a las regiones económicas. El segundo problema es una condición previa a
cualquier proceso de descentralización y requiere de un análisis anterior, que permita
saber si la base económica territorial en cada región (departamento), provincia o
distrito es capaz de generar los suficientes impuestos e ingresos no tributarios, no
solo para financiar la provisión de bienes y servicios públicos en cada uno de estos
espacios, sino también para financiar los gastos del gobierno central y del Estado. La
idea principal al respecto es que un Estado descentralizado es sostenible en el largo
plazo, en la medida en que cada nivel de gobierno pueda generar sus ingresos en su
propio territorio, a través de impuestos directos e indirectos. Por ello, es necesario
conocer, hasta donde la información lo permita, la capacidad tributaria que tienen los
agentes económicos en cada ámbito gubemamental”(79).
La citada Ley N° 28575 dispone que los ingresos generados -a partir de la eliminación
de las exoneraciones indicadas- no serán menores a S/. 45 millones anuales y que serán
transferidos durante cincuenta años al Gobierno Regional de San Martín para ser emplea
dos en inversiones regionales conforme al Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP).
La Ley N° 28809 dispone que el Gobierno Regional de San Martín podrá utilizar los
recursos excedentes, una vez cubiertas las necesidades de los proyectos especificados en
la Ley, en el Programa de Competitividad Agraria y en otros proyectos prioritarios en su
Plan de Desarrollo Concertado; y autoriza al Gobierno Regional de San Martín a destinar
hasta un ocho por ciento (8%) de los recursos transferidos por la eliminación de exone
raciones a la contratación de asesoría financiera y a la formulación y evaluación de pro
yectos de inversión pública.
El Decreto Legislativo N° 977 establece las reglas a las cuales se sujetarán la dación
y la renovación de las normas legales que contengan exoneraciones, incentivos o benefi
cios tributarios, así como la prohibición de incluir referencias a estos -exoneraciones, in
centivos o beneficios tributarios- en contratos sectoriales. El citado Decreto Legislativo
también establece un plazo para evaluar las exoneraciones, incentivos o beneficios tribu
tarios de los Ministerios del Ejecutivo Nacional.
Asimismo, los ingresos depositados en la citada cuenta especial deben utilizarse por
cada gobierno regional o local, prioritariamente, en la ejecución de proyectos de inversión
y mantenimiento de su infraestructura y en gasto social, de acuerdo al Plan de Desarro
llo Regional Concertado o Plan de Desarrollo Municipal Provincial o Distrital Concerta
do; los proyectos de inversión deben cumplir con los requisitos establecidos en el Siste
ma Nacional de Inversión Pública; y el estado de la cuenta especial, así como el uso de
los recursos transferidos, deberán ser publicados y actualizados por cada gobierno regio
nal o local en su portal de transparencia.
La referida Ley N° 29175 regula también, entre otras materias, el inicio del Progra
ma de Sustitución Gradual en localidades y zonas del departamento de Huánuco; el Pro
grama de Reducción Gradual para el Departamento de Madre de Dios; el incentivo para
la aplicación del Programa de Sustitución Gradual; el registro de los recursos; las condi
ciones para la transferencia a favor de los gobiernos regionales o locales; la indicación de
las obras de infraestructura a ser realizadas por el Gobierno Nacional; y la aplicación de
un beneficio tributario por la ejecución de programas de inversión.
La Ley N° 29175 también fue derogada por el inciso b) de la única disposición com
plementaria modificatoria de la Ley N° 29742.
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195 al 199,200 inc. 4), 203 ines. 5), 6), 5a DFT; Ley 26300: arts. 20 y ss.; Ley 26864;
Ley 27972; Ley 28440; C.A.D.H.: arts. 23.1.a, 23.1.b; D.U.D.H.: art. 21; P.I.D.C.P.:
arts. 25.a, 25.b
Las municipalidades son instituciones que hacen al núcleo del Estado Constitucio
nal, forma avanzada de Estado que aspira consolidar plenamente el Perú y que fuera in
augurada en la Constitución de 1979, al asumir como valores fundamentales de la organi
zación política, social y económica de nuestra sociedad a la persona humana, fin supremo
de la sociedad y del Estado, en tomo a la cual se estructura el ordenamiento constitucio
nal; y a la primacía normativa de la Constitución, en tanto expresión normativa del poder
constituyente, que es poder político fundacional y de pertenencia al pueblo, su único, pri
migenio y legítimo titular.
(*) Texto según modificatoria efectuada por artículo único de la Ley N° 30305 del 10/03/2015.
un proceso que ha ido de un tratamiento genérico y breve a una regulación más elabora
da, al punto de consagrar un núcleo duro de características y competencias que han ve
nido a constituir la garantía institucional del gobierno local que hoy conocemos, con
vertirlos en instrumentos básicos del proceso de descentralización del país y tipificar al
gobierno como unitario, representativo y descentralizado; a lo cual se suma que el Su
premo Intérprete de la Constitución, el Tribunal Constitucional, ha descrito claramen
te el modelo de Estado peruano como el de un Estado Unitario y Descentralizado. En
efecto, salvo la Carta Constitucional de 1839, que no hizo referencia alguna al tema, to
das las demás -las Constituciones de 1823, 1826, 1828, 1834, 1856, 1860, 1867, 1920,
1933, 1979 y 1993- lo han tratado con diversos matices e intensidad; empero, siempre,
podría decirse, de menos a más. Primero, abordando la existencia de sus autoridades
-alcaldes y regidores- según el número de pobladores y la forma de su elección, poste
riormente su ámbito territorial, después delegando a la ley su regulación más específica,
para ya entrar más adelante a su estructura y competencias. En esta tarea, nuestro legis
lador constituyente ha mostrado una línea ascendente, que revela una paulatina toma de
conciencia del rol vital de la institución municipal en el sistema constitucional peruano,
que va de un concepto un tanto, si se quiere, peyorativo de la misma a un proceso reva
loración permanente aún no terminado, de rescate de su importancia, rol y trascenden
cia en el Estado peruano.
En esa misma línea y no obstante los cuestionamientos que puedan realizarse sobre su
origen, la inspiración e intenciones de sus promotores, y forma de aprobación, que no es
del caso referir en esta oportunidad, la vigente Constitución de 1993 ha mantenido, am
pliado y consolidado la institución municipal en el artículo en comento; debiendo preci
sarse como una cuestión previa que su texto original ha sido objeto de dos modificacio
nes a través de las leyes de reforma constitucional N° 27680 y 28607, promulgadas el 6
de marzo de 2002 y el 3 de octubre de 2005, respectivamente.
Su texto inicial, tal como fue aprobado por el Congreso Constituyente Democrático,
correspondía al artículo 191 y rezaba textualmente lo siguiente:
Ciertamente, la Carta Magna de 1993 trajo los cambios antes apuntados por Rubio y,
además, estableció expresamente que los alcaldes y regidores gozaban de las prerrogati
vas que señalaría la ley, en la idea de fijar cierto tratamiento especial a aquellas autorida
des en razón de su importancia y jerarquía, por haber sido electas por sufragio directo y
ejercer representación popular, lo cual siempre nos ha parecido importante en clave con
el fortalecimiento de su imagen y de su rol, si de lo que se trata es de revaluarlas y repo
tenciarlas, en aras de llevar a cabo un proceso de descentralización asentado en la auto
nomía política, económica y administrativa de la institución municipal, que permita a los
pueblos del Perú autogobemarse plenamente en los asuntos de su competencia, en el mar
co -por cierto- del carácter unitario del Estado peruano.
En este orden de ideas, estimamos que la autonomía municipal debe ser entendida en
su más amplio sentido como la capacidad de la municipalidad para ejecutar y cumplir to
das las tareas de la administración estatal con propia responsabilidad. No cabe por con
siguiente una visión limitativa y restringida de la autonomía municipal, máxime cuando
a esta se asignan caracteres políticos, económicos y administrativos, sino por el contra
rio una visión amplia que, en el fondo encierra una redefinición de la autonomía local,
que haga posible una interpretación coherente y armónica con lo que podría denominar
se el sistema constitucional de distribución de competencias, el cual rompe los esquemas
tradicionales e implica una nueva concepción dentro de la cual, en la medida del nuevo
rol de las municipalidades se incrementan las competencias y atribuciones de estas, así
como se disminuyen y limitan las de otros entes estatales que antes (en el esquema cen
tralista) las detentaban.
El texto inicial que hemos comentado, identificado como artículo 191, fue modifi
cado por la precitada Ley N° 27680, que trajo una serie de cambios en el capítulo XIV
del Título IV de la Constitución de 1993, que regula la descentralización, reordenan
do su tratamiento y reenumerando su articulado, quedando como artículo 194 con la si
guiente redacción:
“Artículo 194.- Las municipalidades provinciales y distritales son los órganos de gobier
no local. Tienen autonomía política, económica y administrativa en los asuntos de su
competencia. Las municipalidades de los centros poblados son creadas conforme a ley.
La estructura orgánica del gobierno local la conforman el Concejo Municipal como
órgano normativo y fiscalizador y la Alcaldía como órgano ejecutivo, con las funciones
y atribuciones que la ley señala.
Los alcaldes y regidores son elegidos por sufragio directo, por un periodo de cuatro
años. Pueden ser reelegidos. Su mandato es revocable e irrenunciable, conforme a ley.
Gozan de las prerrogativas que señala la ley”.
Como se puede comprobar, comparando esta redacción con el texto originalmen
te aprobado por el Congreso Constituyente Democrático, en este nuevo texto se elimi
nó la mención a municipalidades delegadas, dando paso al reconocimiento de las mu
nicipalidades de los centros poblados, cuya forma de creación se encargó al legislador
ordinario vía ley; se consagró la estructura orgánica del gobierno local, ratificando que
está conformado por el concejo municipal, que antes simplemente se denominaba con
cejo, como órgano normativo y fiscalizador, y por la alcaldía como órgano ejecutivo,
delegando al legislador ordinario la precisión de sus funciones y atribuciones en la ley
respectiva; se redujo el periodo de los cargos de alcalde y regidor a cuatro años; y se
delegó a la legislación ordinaria la regulación de la revocabilidad y del carácter irre
nunciable del mandato.
La Ley N° 28607, que fue promulgada el 3 de octubre de 2005 y que mantuvo la mis
ma numeración, introdujo las siguientes modificaciones: se eliminó para los alcaldes y
regidores la norma que establecía que gozaban de las prerrogativas que señalaría la ley
(esto último en forma inexplicable, si se tiene en cuenta que la reforma tenía por objeto,
según sus propulsores, fortalecer la descentralización y, por cierto, los gobiernos locales,
así como sus autoridades); y, respecto al carácter irrenunciable del cargo de alcalde, se es
tableció la excepción en caso de postulación para Presidente de la República, vicepresi
dente, miembro del Parlamento nacional o presidente del gobierno regional, en cuyo caso
deben renunciar al cargo seis meses antes de la elección respectiva.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(Jl El gobierno local recae sobre las municipalidades, que ejercen su autoridad sobre un
ámbito territorial denominado municipio. Su tema central es urbano y local: STC Exp.
N° 00002-2005-PI/TC (f. j. 35).
g¡J La autonomía administrativa permite distinguir las funciones de los municipios provincia
les y distritales, la autonomía política ha sido una innovación de la Constitución de 1993,
mientras que la autonomía económica se refleja en que sus ingresos están claramente
establecidos en la Constitución: STC Exp. N° 00002-2005-PI/TC (f. j. 35).
(*) Texto según modificatoria efectuada por la Ley N° 27680 del 07/03/2002.
(1) “Las municipalidades existían desde el tiempo del gobierno español. El Estatuto Provisorio expedido por San
Martín en 1821 dispuso que subsistieran en la misma forma en que venían funcionando”. BASADRE GROH-
MANN, Jorge. Historia de la República del Perú (1822-1933). Tomo II. Editorial El Comercio, Lima, 2014,
p. 271.
reconoció una autonomía y poder reales(2). A contrapelo, la Constitución de 1993 que
bró este proceso de fortalecimiento municipal y, fiel al régimen autocrático del inge
niero Alberto Fujimori, redujo esenciales competencias reconocidas en la carta prece
dente, pese al postulado nominal descentralista. Ficción jurídica lo llamó César Landa
y con mucha razón(3).
Caído el régimen fiijimorista, con la instauración del gobierno transitorio del doctor
Valentín Paniagua, se buscó recuperar las atribuciones constitucionales para los gobier
nos locales(4), lo que concluyó, en los inicios del gobierno del doctor Alejandro Toledo,
con la emisión el 07 de marzo del 2002 de la Ley N° 27680 - Ley de Reforma Constitu
cional del Capítulo XIV del Título IV sobre Descentralización.
(2) “El diagnostico de los gobiernos locales hasta antes de 1980 arrojaba un resultado francamente catastrófico.
Desde la década de 1920, los gobiernos locales hablan venido perdiendo significación en el conjunto del
aparato del Estado. Ello se debió al proceso de centralización y concentración del poder estatal en el go
bierno central, que recorre todo el siglo XX y que llevó a la sistemáticamente “expropiación” de funciones,
competencias y recursos económicos propios de los gobiernos locales”. CHIRINOS, Luis. “Gobiernos
locales y ciudades intermedias en Perú: los casos de lio y Juliaca”. En: Municipio y servicios públicos -
gobiernos locales en las ciudades intermedias de América Latina. Editado por Alfredo Rodríguez y Fabio
Velásquez. Ediciones Sur Corporación de Estudios Sociales y Educación, 1994, p. 167.
(3) “(...) en términos de Karl Loewenstein, la nueva Carta regula semántica y nominalmente el capítulo de la
descentralización. Semánticamente, por cuanto sus postulados sobre las municipalidades y las regiones
constituyen una ficción jurídica, ya que en la práctica el gobierno viene restringiendo las atribuciones y
recursos de los gobiernos locales, así como también ha desactivado a los gobiernos regionales democráti
cos hasta convertirlos en agencias estatales dependientes del gobierno central. Sin embargo, también son
normas nominales, por cuanto legitiman constitucionalmente las decisiones y acciones gubernamentales
en materia de descentralización, lo que significa consagrar jurídicamente el dominio del poder central -po
lítico y económico- frente a las provincias y del aparato técnico-burocrático limeño sobre las poblaciones
provincianas” (LANDA ARROYO, César. “La descentralización del gobierno unitario”, citado por BER-
NALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. Instituto Constitución
y Sociedad, Lima, 1999, p. 684).
(4) “Este consenso no quedó en la letra de la Constitución. Se fortaleció apropiadamente con el desarrollo
constitucional de los años ochenta, en particular con la Ley Orgánica de Municipalidades (1984) y las
normas que favorecieron y fortalecieron la autonomía económica municipal, bien con leyes especiales de
financiamiento municipal y sus respectivas ordenanzas, con el reconocimiento de la potestad tributaria
de las municipalidades y con el traslado del Gobierno Central a las municipalidades de competencias
específicas, así como a la creación o traslado de rentas o impuesto de enorme rendimiento con destino
municipal, como el Impuesto al Rodaje, el Impuesto de Promoción Municipal, el peaje, etc. Quedaba
claro que sin autonomía económica no podría existir una auténtica autonomía administrativa. (PLANAS,
Pedro. “Alcances institucionales de la autonomía municipal en el reciente constitucionalismo peruano”.
En: Temas municipales. Gaceta Jurídica, Lima, 1998, p. 297).
(5) El artículo primigenio de la Constitución de 1993 fue el artículo 192, con el texto siguiente: “Las muni
cipalidades tienen competencia para: 1. Aprobar su organización interna y su presupuesto. 2. Administrar
sus bienes y rentas. 3. Crear, modificar y suprimir contribuciones, tasas, arbitrios, licencias y derechos
municipales. 4. Organizar, reglamentar y administrar los servicios públicos locales de su responsabilidad.
5. Planificar el desarrollo urbano y rural de sus circunscripciones, y ejecutar los planes y programas co
rrespondientes. 6. Participar en la gestión de las actividades y servicios inherentes al Estado, conforme a
ley. y 7. Lo demás que determine la Ley”.
(6) “La Constitución de 1993 se construyó y se sostuvo sobre la base del régimen fiijimorista. Era natural que al
caer dicho mandato se empezara a cuestionar muchas de sus disposiciones. Tan pronto como ingresamos al
gobierno transitorio del Dr. Valentín Paniagua se fue desactivando el antiguo sistema, con el replanteamiento
I. La finalidad de los Gobiernos Locales
Previo a la estipulación de las competencias, el artículo establece la finalidad general
de los gobiernos locales, señalando que “promueven el desarrollo y la economía local, y
la prestación de los servicios públicos de su responsabilidad, en armonía con las políti
cas y planes nacionales y regionales de desarrollo En realidad, debe entenderse en ar
monía con el sistema jurídico en su conjunto, no sólo las políticas y planes, como vere
mos posteriormente.
Para analizar cabalmente el artículo, es necesario concordarlo con los artículos 43,
188, 189 y 194 de la misma Constitución. El artículo 43 establece que la República del
Perú es democrática, social, independiente y soberana, que el Estado es único e indivisi
ble y que su Gobierno es unitario, representativo y descentralizado, se organiza según el
principio de separación de poderes. En esta línea, el artículo 188 señala que la Descentra
lización es una forma de organización democrática y constituye una política permanente
de Estado, de carácter obligatorio, que tiene como objetivo fundamental el desarrollo inte
gral del país y el artículo 189 que el territorio de la República está integrado por regiones,
departamentos, provincias y distritos, en cuyas circunscripciones se constituye y organi
za el gobierno a nivel nacional, regional y local, en los términos que establece la Consti
tución y la ley, preservando la unidad e integridad del Estado y la Nación. Siguiendo este
marco de poderes separados, el articulo 194 reconoce que las municipalidades provincia
les y distritales son órganos de gobierno local con autonomía política, económica y ad
ministrativa en los asuntos de su competencia.
En suma, las competencias que el presente artículo otorga a los gobiernos locales,
tienen base en el carácter reconocido como órganos de gobierno local, que forman par
te esencial de la organización política del Estado, con reales cuotas de poder para la pres
tación de los servicios y promoción del desarrollo económico de sus jurisdicciones, con
sujeción al ordenamiento jurídico. Por consiguiente, el reconocimiento constitucional de
las competencias municipales, no es baladí, por el contrario, hace posible el ejercicio de
la autonomía y poder reconocidos.
de la política del Gobierno central respecto de las municipalidades en una línea democrática y descentralista.
Se emitió el D.S. N° 005-2001-JUS mediante el cual se crean las Comisiones Provinciales de Formalización
de la Propiedad Informal, restituyendo a las comunas provinciales la facultad de coordinar, planificar y
titular las propiedades informales, labores que fueron de responsabilidad exclusiva de Cofopri; se transfirió
al Concejo Provincial de Lima el Proyecto Tren Eléctrico con el propósito de lograr su funcionamiento,
por citar solo algunas de las medidas, entre otras, que anunciaron nuevos tiempos, hasta la publicación,
el 7 de marzo de 2002, de la Ley N° 27680, que reforma el capítulo de la descentralización, regiones y
municipalidades”. (MÁLLAP RIVERA, Johnny. Comentarios al régimen normativo municipal. Gaceta
Jurídica, Lima, 2013, p. 31
(7) El TC en la sentencia recaída en el Exp. N° 0007-2001 -AA/TC, ha precisado que mediante la autonomía mu
nicipal se garantiza a los gobiernos locales “desenvolverse con plena libertad en los aspectos administrativos,
económicos y políticos (entre ellos, los legislativos) (...). Sin embargo, autonomía no debe confundirse con
descentralizado, el ejercicio de la autonomía municipal está sujeto al sistema jurídico ge
neral del Estado, a cuyo fin el Tribunal Constitucional (TC) ha desarrollado un conjun
to de principios e instituciones jurídicas que sirven de guía para una correcta gestión de
las competencias.
autarquía, pues desde el mismo momento en que aquella le viene atribuida por el ordenamiento, su desarrollo
debe realizarse con respeto a ese ordenamiento jurídico. Como ya lo precisara este Supremo Tribunal, auto
nomía ‘[N]o supone autarquía funcional al extremo que de alguna de sus competencias pueda desprenderse
desvinculación parcial o total del sistema político o del propio orden jurídico en el que se encuentra inmerso
cada gobierno municipal. En consecuencia, no porque un organismo sea autónomo deja de pertenecer al
Estado, pues sigue dentro de él y, como tal, no puede apartarse del esquema jurídico y político que le sirve
de fundamento a este y, por supuesto, a aquel [f. j. 6, STC Exp. N° 007-2001-AI/TC]”.
(8) “Siguiendo el sentir de la doctrina alemana, la autonomía municipal no es una cláusula de estilo ni una palabra
hueca, sino que constituye una garantía institucional (Institutionelle Garantie). Al respecto, el célebre Cari
Schmitt (1888-1985) advertía que una garantía institucional presupone naturalmente la existencia de una
institución, es decir, de un orden de carácter jurídico-público, formado y organizado y, por tanto, definido
y diferenciable” (PALOMINO MANCHEGO, José F. “La autonomía municipal en la Constitución peruana
de 1993”. En: AIDA - Opera Prima de Derecho Administrativo. Revista de la Asociación Internacional de
Derecho Administrativo, N° 15, México, enero-junio de 2014).
De modo que el instituto de la garantía institucional, siempre siguiendo lo estableci
do por el TC “protege cuando menos dos ámbitos esenciales en las entidades a las que se
le reconoce: i) el ámbito administrativo, donde se considera a la autonomía como aque
lla capacidad de autogobierno para desenvolverse con libertad y discrecionalidad, sin
dejar de pertenecer a una estructura general de la cual en todo momento se forma parte,
y que está representada no solo por el Estado sino por el ordenamiento jurídico que rige
a este (STC 0012-1996-AI/TC); y, ii) el ámbito funcional, donde la autonomía supone la
prohibición de toda injerencia ilegítima en las funciones esenciales y especializadas que
competen a cada una de las instituciones que diagraman la organización del Estado (fun
damento 17 déla STC 0006-2003-AI/ TC). Dicho con otras palabras, en virtud de esta au
tonomía los entes estatales tienen la capacidad de realizar, sin restricción o impedimento
alguno, las actividades inherentes a sus atribuciones o competencias, lo cual, no supone,
ni debe suponer, autarquía funcional de algún ente estatal, al extremo que, de alguna de
sus competencias pueda desprenderse una desvinculación parcial o total del sistema po
lítico o del propio orden jurídico en el que se encuentra inmerso cada gobierno (funda
mento 5 de la STC 0010-2003-AI/TC) V (SSTC Exps. N°s 0025-2013-PI/TC; 0003-2014-
PI/TC; 0008-2014-PI/TC; 0017-2014-PI/TC, f.j. 41).
(9) “12. Sin entrar a analizar la validez constitucional de la LeyN° 28325, ajuicio de este Colegiado esta
última afirmación no puede ser de recibo toda vez que, como es sabido, entre las leyes ordinarias y las
ordenanzas municipales no rige el principio de jerarquía normativa, sino el principio de competencia. Por
consiguiente, en la medida en que ambos dispositivos comparten la misma jerarquía normativa en nuestro
sistema de fuentes (rango de ley), no se puede establecer entre ellos relaciones de tipo derogatorio, sino
pecto del contenido de la Ley N° 28325, por no formar parte de la competencia exclusiva
que tienen las municipalidades provinciales en materia de regulación de vehículos menores.
De otro lado, pero en la misma línea del ejercicio irregular de las competencias lo
cales, la Defensoría del Pueblo ha detectado diversas transgresiones a la unidad jurídica
del Estado, por parte de varias municipalidades00), en aquellas competencias compartidas
entre los diferentes niveles de gobierno, como la Ley General de Educación, Reglamento
Nacional de Edificaciones, Ley de Saneamiento, Ley de Transportes y Comunicaciones,
entre otras, que se expresan en los siguientes actos, a modo de ejemplo: cobro retroactivo
de tasas por concepto de revisiones técnicas a vehículos menores, exigencia de renovación
más bien de orden competencial. De lo cual se deriva que las normas y disposiciones emitidas por los go
biernos locales no pueden invalidar o dejar sin efecto las normas expedidas por otros niveles de gobierno,
como pueden ser las de los gobiernos regionales o del gobierno nacional. 13. Desde luego, esto no quiere
decir que los principios de jerarquía y competencia no guarden relación alguna. En realidad, tal como
lo ha señalado reiteradamente este Tribunal, cabe afirmar que el principio de competencia es tributario
del de jerarquía, pues si una entidad estatal puede incurrir en la expedición de una norma inválida por
invadir esferas competenciales previstas como ajenas por otra norma de su mismo rango, es porque la
Constitución, fuente normativa jerárquicamente superior a cualquier otra, reservó en ésta la capacidad de
regular la distribución competencial [STC Exp. N° 0020-2005-AI/TC, 0021-2005-AI/TC (acumulados),
fundamento 15]. En esta labor, es el principio o test de competencia, el que permitirá determinar si una
determinada norma con rango de ley ha invadido o no las competencias asignadas a un determinado nivel
de gobierno. 14. No obstante ello, resulta evidente que la constatación del eventual exceso normativo en
una disposición con rango de ley, así como el consecuente cese de sus efectos, no es una tarea que competa
resolver de forma autónoma a los gobiernos locales. Ello, por cuanto ha sido la propia Constitución la que
ha determinado, en su inciso 200 inciso 4, que el mecanismo institucional adecuado para dejar sin efecto
una norma con rango de ley es la acción de inconstitucionalidad, cuya resolución es competencia exclu
siva de este Alto Tribunal. En esa medida, lleva razón el demandante cuando afirma que las cuestionadas
ordenanzas no podían arrogarse la facultad de inaplicar una norma de alcance general, como lo es la Ley
N° 28325, en sus respectivas circunscripciones. 15. Teniendo en cuenta estas consideraciones, el Tribunal
Constitucional encuentra que, para analizar la validez constitucional de las cuestionadas ordenanzas mu
nicipales, resulta necesario aplicar el test de la competencia, siguiendo a tal efecto los criterios que ya han
sido materia de desarrollo jurisprudencial por parte de este Colegiado. (...) 20. Al respecto, es importante
aclarar que este Tribunal Constitucional no niega que las municipalidades provinciales tengan la facultad
de invocar la inconstitucionalidad de una determinada ley o decreto supremo que, a su criterio, pueda
afectar sus competencias. De hecho, no debe olvidarse que, según el artículo 203 inciso 6 de la Constitu
ción, los alcaldes provinciales cuentan con legitimación para interponer la acción de inconstitucionalidad
prevista en el artículo 200 inciso 4 de la Constitución. Asimismo, conforme a lo dispuesto en el artículo
84 del Código Procesal Constitucional, cualquier persona puede interponer una acción popular contra los
reglamentos, por infracción de la ley o de la Constitución. 21. Sin embargo, lo que en modo alguno puede
aceptarse es que dichas municipalidades provinciales se atribuyan a sí mismas la competencia para declarar
la inaplicabilidad de una norma de alcance general en sus respectivas circunscripciones, so pretexto de
que estas infringen la Constitución o la ley. En este punto, el Tribunal Constitucional debe recordar su
reiterada línea jurisprudencial en el sentido de que este Colegiado ostenta el monopolio de rechazo de las
normas con rango de ley en nuestro ordenamiento jurídico, no pudiendo interpretarse en ningún caso que
los gobiernos locales ostentan una competencia similar a la mencionada. 22. En definitiva, el Tribunal
Constitucional concluye que, al ordenar la inaplicación de normas de alcance general en sus respectivas
circunscripciones (vale decir, la Ley N° 28325 y el Decreto Supremo N° 015-2005-MTC), las ordenanzas
municipales cuestionadas han vulnerado el principio de lealtad nacional, el cual se encuentra comprendido
dentro del principio de unidad del Estado.” (STC Exp. N° 00006-2010-PI/TC)
(10) En su Informe Defensorial N° 133, ha detectado el ejercicio irregular de las competencias municipalidades,
que afectan el criterio de unidad estatal y afectan derechos fundamentales los usuarios. Véase: “¿Uso y
abuso de la Autonomía Municipal? El desafío del desarrollo local”, febrero, 2008. https://www.defensoría.
gob.pe/informes/informe-defensorial-no-133/
de licencia de funcionamiento declaradas indeterminadas por Ley, cobro de peajes no au
torizados por el MTC, inadecuada incorporación de tasas administrativas en los TUPAS
institucionales, cobro por derechos presentación de recursos administrativos, restricción
de acceso al mercado por imposición de barrera burocráticas, tercerización de las funcio
nes tributarias de fiscalización, sanción y cobranza coactiva, entre otros.
(11) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. “Estado y municipio en el Perú”. En: Revista Jurídica del Perú. Tomo
41, Editora Normas Legales, Trujillo, diciembre de 2002, p. 19.
(12) BLUME FORTINI, Ernesto. El rango de ley de las ordenanzas municipales en la Constitución de 1993.
Municipalidad de Lima Metropolitana, Lima, 1997, p. 185
de las competencias exclusivas y compartidas, si tenemos en cuenta que;
con mayor razón, si el artículo constitucional que comentamos regula las
competencias municipales en forma genérica y establece una reserva le
gal para el desarrollo de las mismas.
3. Principio de efecto útil y poderes implícitos. Según este principio “cada vez
que una norma (constitucional o legal) confiere una competencia a los Gobiernos
Municipales, debe entenderse que ésta contiene normas implícitas de sub com
petencia para reglamentar la norma legal, sin las cuales el ejercicio de la com
petencia conferida carecería de toda eficacia práctica o utilidad. El principio
del efecto útil, así, pretende flexibilizar la rigidez del principio de taxatividad,
de modo que la predeterminación difusa en tomo a los alcances de una compe
tencia por la ley orgánica o la Constitución no termine por entorpecer un proce
so que, en principio, se ha previsto como progresivo y ordenado conforme a cri
terios que permitan una adecuada asignación de competencias (artículo 188 de
la Constitución). Así, el principio de taxatividad de competencias no es incom
patible con el reconocimiento de que los Gobiernos Regionales también pueden
realizar aquellas competencias reglamentarias no previstas legal ni constitucio
nalmente, pero que sin embargo son consustanciales al ejercicio de las previs
tas expresamente (poderes implícitos), o constituyan una directa manifestación
y exteriorización de los principios que rigen a los Gobiernos Regionales dentro
de un Estado unitario y descentralizado”. (STC Exp. N° 0031-2005-PI/TC).
El artículo 195 que comentamos, establece para todos los gobiernos locales las si
guientes competencias: 1. Aprobar su organización interna y su presupuesto; 2. Aprobar
el plan de desarrollo local concertado con la sociedad civil; 3. Administrar sus bienes y
rentas; 4. Crear, modificar y suprimir contribuciones, tasas, arbitrios, licencias y derechos
municipales, conforme a ley; 5. Organizar, reglamentar y administrar los servicios pú
blicos locales de su responsabilidad; 6. Planificar el desarrollo urbano y rural de sus cir
cunscripciones, incluyendo la zonificación, urbanismo y el acondicionamiento territorial;
7. Fomentar la competitividad, las inversiones y el financiamiento para la ejecución de pro
yectos y obras de infraestructura local; 8. Desarrollar y regular actividades y/o servicios en
materia de educación, salud, vivienda, saneamiento, medio ambiente, sustentabilidad de
los recursos naturales, transporte colectivo, circulación y tránsito, turismo, conservación
de monumentos arqueológicos e históricos, cultura, recreación y deporte, conforme a ley;
9. Presentar iniciativas legislativas en materias y asuntos de su competencia; y 10. Ejer
cer las demás atribuciones inherentes a su función, conforme a ley(13).
El profesor español José María Boquera, señala que “La determinación de la compe
tencia de una Administración pública obliga a resolver dos cuestiones diferentes: Primera,
qué puede la Administración, en general, hacer o no hacer con respecto a los particula
res. Segunda, dentro de lo que puede hacer la Administración in genere, qué le correspon
de hacer a aquella concretamente. Se trata, pues, de llevar a cabo una doble operación:
en primer lugar, decidir cuáles son los fines que pueden y deben cumplir las Administra
ciones públicas y, en segundo lugar, repartir el cumplimiento de dichos fines entre todas
las Entidades públicas. La valoración del resultado de esta doble operación nos permi
tirá concluir si está bien o mal determinada la competencia de las personas públicas”.
Siguiendo esta línea, con el fin de promover el desarrollo local y la prestación los ser
vicios públicos locales, vemos que la Constitución establece de manera genérica el con
junto de facultades que deberán ser ejercidas por los gobiernos locales, que son las seña
ladas del numeral 1 a 9 del artículo 195 y el numeral 10 establece una reserva legal que,
en sede nacional, ha sido desarrollada y complementada por la Ley de Bases de la Des
centralización - Ley N° 27783 (publicada el 20 de julio del 2002) y por la Ley Orgánica
de Municipalidades - Ley N° 27972 (publicada el 26 de mayo del 2003), ambas leyes or
gánicas conforme al artículo 106 déla Constitución(14), lo que en conjunto se denomina el
bloque de constitucionalidad, razón por la cual el TC ha establecido que “La competen
cia hace referencia a un poder conferido por la Constitución y demás normas del bloque
de constitucionalidadpara generar un acto estatal. Las normas del bloque de constitu
cionalidad son aquellas que se caracterizan por desarrollar y complementar los precep
tos constitucionales relativos a losfines, estructura, organización yfuncionamiento de los
órganos y organismos constitucionales, amén de precisar detalladamente las competen
cias y deberes funcionales de los titulares de éstos, así como los derechos, deberes, cargas
públicas y garantías básicas de los ciudadanos”. (STC Exp. N° 0013-2003-CC/TC)(15).
(13) Todas estas competencias, han sido desarrollados en los artículos 42 y 43 de la Ley de la Bases de la
Descentralización, y en los artículos 73 al 87 de la Ley Orgánica de Municipalidades.
(14) Constitución: “Artículo 106.- Leyes Orgánicas.- Mediante leyes orgánicas se regulan la estructura y el
funcionamiento de las entidades del Estado previstas en la Constitución, así como también las otras ma
terias cuya regulación por ley orgánica está establecida en la Constitución. Los proyectos de ley orgánica
se tramitan como cualquiera otra ley. Para su aprobación o modificación, se requiere el voto de más de la
mitad del número legal de miembros del Congreso”.
(15) De una manera más específica, respecto del desarrollo legal de las competencias municipales, en el Exp.
N° 0046-2004-PI/TC, el Tribunal Constitucional ha establecido lo siguiente: “9. Por otro lado, la propia
Constitución, en su art. 195, regula de manera genérica al conjunto de facultades que deben ser ejercidas
de manera excluyente y exclusiva por los gobiernos locales, lo que de por sí es insuficiente para que los
gobiernos locales funcionen de manera adecuada y cumplan con las atribuciones que la Constitución les
otorga; es por ello que se requiere de una norma ‘complementaria’ que desarrolle los preceptos consti
tucionales, más aún cuando la propia Constitución, en el inciso 10 del mismo artículo, dispone que los
gobiernos locales son competentes para ejercer las demás atribuciones inherentes a su función, conforme
a ley, lo que constituye una auténtica reserva de ley, la misma que debe ser implementada por el legislador
ordinario -como ya ocurrió-, a través de una norma en los términos del artículo 106 de la Constitución,
esto es, de una ley orgánica que permita regular la estructura y funcionamiento de los gobiernos locales.
De la misma forma, del conjunto de competencias reconocidas a las municipalida
des por la Constitución y la ley, se hace necesario determinar las competencias que le son
propias a cada nivel de gobierno local (provincial y distrital), la distribución entre ellas y
la competencia compartida con los otros niveles de gobierno regional y nacional; para lo
cual debemos recurrir a la Ley de Bases de la Descentralización (LBD) y la Ley Orgáni
ca de Municipalidades (LOM).
10. Así, dado que la Ley Orgánica de Municipalidades ha sido dictada dentro del marco constitucional
para determinar la competencia de los gobiernos locales, también forma parte del bloque de constitucio
nalidad y constituye un parámetro que puede y debe ser utilizado cuando se trate de realizar un control de
constitucionalidad; la afirmación de que la precitada Ley Orgánica forma parte del referido bloque ya ha
sido expuesta por el Tribunal Constitucional en la sentencia del Exp. N° 0689-2000-AC (f. j. 4.), lo que
también ha sido afirmado cuando se ha hecho referencia a otras normas que forman parte del bloque de
constitucionalidad, como es el caso de la Ley Orgánica del Poder Judicial (resoluciones recaídas en los
Exps. N° 2483-2002-AA [f. j. 2.] y N° 0669-2003-AA [f. j. 4.])”.
provinciales y las que corresponde a las municipalidades distritales; y está confusión en
gran medida es resultado también de la forma como se estableció en la Constitución y la
reforma, las competencias municipales. Veamos:
(16) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis comparado. Ob. cit., p. 767.
(17) GORDILLO, Agustín Alberto. Tratado de Derecho Administrativo y obras selectas. Tomo 8. Teoría general
del Derecho Administrativo. Ia edición, Fundación de Derecho Administrativo, Buenos Aires, 2013, p.
169.
(18) Artículo 254.- Las Municipalidades son competentes para: 1.- Acordar su régimen de organización
interior; 2.- Votar su presupuesto; 3.- Administrar sus bienes y rentas; 4.- Crear, modificar o suprimir
sus contribuciones, arbitrios y derechos; 5.- Regular el transporte colectivo, la circulación y el tránsito;
6.- Organizar, reglamentar y administrar los servicios públicos locales; 7.- Contratar con otras entidades
públicas o privadas, preferentemente locales, la atención de los servicios que no administran directamente;
8.- Planificar el desarrollo de sus circunscripciones y ejecutar los planes correspondientes; y 9.- Las demás
atribuciones inherentes a su función, de acuerdo a ley.
Artículo 255.- Las municipalidades provinciales tienen a su cargo, además de los servicios públicos locales,
lo siguiente:
1.- Zonificación y urbanismo; 2.- Cooperación con la Educación primaria y vigilancia de su normal
funcionamiento de acuerdo con los artículos 24 y 30; 3.- Cultura, recreación y deportes; 4.- Turismo y
conservación de monumentos arqueológicos e históricos, en coordinación con el órgano regional; 5.- Ce
menterios y 6.- Los demás servicios cuya ejecución no está reservada a otros órganos públicos, y que
tienden a satisfacer necesidades colectivas de carácter local.
exclusivas ” y “funciones compartidas ” sin reparar que la LBD se refiere a competen
cias exclusivas y compartidas, no a funciones; por lo que la confusión consiguiente
fue mayor.
Sin embargo, los gobiernos locales han logrado avances importantes, tal como lo he
mos reconocido en otros textos: “Pese a sus problemas, los gobiernos locales en los últi
mos años han mejorado sustancialmente en el marco de la Ley N° 27972 -Ley Orgáni
ca de Municipalidades-, vigente desde el 28 de mayo del 2003. Si bien esta mejora se da
sustancialmente por el lado de la infraestructura, sigue pendiente insertar el crecimien
to en planes de desarrollo con visión de futuro. Se avanza en obras y proyectos, es cierto,
pero estos siguen siendo inmediatistas y con visión política de corto alcance. Falta avan
zar por el lado de la promoción del desarrollo y la lucha contra la pobreza, aspectos en los
cuales los municipios deben tener un papel preponderante”(19). Lo que no impide plantear
que, desde la Constitución y considerando la descentralización como un proceso perma
nente, se hace necesario una nueva reforma constitucional que delimite las competencias
municipales generales y fije el rol de las municipalidades provinciales, lo que conllevará
a los ajustes normativos de las leyes de desarrollo. El fin sustantivo será siempre el forta
lecimiento constante de los gobiernos locales: única vía para lograr un Estado representa
tivo, democrático y descentralizado.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj| Es necesario fortalecer los ámbitos dentro de la estructura estatal para lograr un auténtico
Estado constitucional unitario y descentralizado, moderno y eficiente: STC Exp. N° 00013-
2017-PI/TC (f. j. 14).
jj Los gobiernos locales ejercen el poder del Estado de forma descentralizada, en las distintas
provincias y distritos del país, orientados por los intereses y necesidades particulares de
sus vecinos: STC Exp. N° 00008-2019-PI/TC (f. j. 9).
jl El ejercicio de las competencias que corresponde a los gobiernos locales debe realizarse
dentro del marco legal y en coordinación con otras entidades que tienen competencias
específicas sobre la materia. Su ejercicio no es irrestricto, sino que debe hacerse conforme
a ley. En ese sentido, el Congreso de la República debe emitir la legislación pertinente,
estableciendo mecanismos de coordinación con otros gobiernos locales o entes adminis
trativos: STC Exp. N° 00008-2019-PI/TC (ff. jj. 13 y 14).
(19) MÁLLAP RIVERA, Johnny. Manual práctico del régimen normativo municipal. Gaceta Jurídica, Lima,
2015, p. 7.
por su órgano normativo integrado por representantes electos; autofiscalizarse, a través del
mismo órgano normativo; autoadministrarse, en su organización interna, en su presupuesto
y en los servicios públicos que debe atender; y autogenerar sus recursos, con potestad
tributaria; todo ello en el marco de la Constitución y de su ley orgánica: STC Exp. N°
00013-2017-PI/TC (f.j. 16).
BIBLIOGRAFÍA
BASADRE GROHMANN, Jorge. Historia de la República del Perú (1822-1933). Tomo II. Editorial El
Comercio, Lima, 2014; BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Análisis
comparado. Instituto Constitución y Sociedad, Lima, 1999; BLUME FORTINI, Ernesto. El rango de
ley de las ordenanzas municipales en la Constitución de 1993. Municipalidad de Lima Metropolitana,
Lima, 1997; CHIRINOS, Luis. “Gobiernos locales y ciudades intermedias en Perú: los casos de lio
y Juliaca”. En: Municipio y servicios públicos - gobiernos locales en las ciudades intermedias de
América Latina. Editado por Alfredo Rodríguez y Fabio Velásquez. Ediciones Sur Corporación de
Estudios Sociales y Educación, 1994; GARCÍA BELAUNDE, Domingo. “Estado y municipio en el
Perú”. En: Revista Jurídica del Perú. Tomo 41, Editora Normas Legales, Trujillo, diciembre de 2002;
GORDILLO, Agustín Alberto. Tratado de Derecho Administrativo y obras selectas. Tomo 8. Teoría
general del Derecho Administrativo. Ia edición, Fundación de Derecho Administrativo, Buenos Aires,
2013; LANDA ARROYO, César. “La descentralización del gobierno unitario en la Constitución de
1993”. En: AA.W. Lecturas sobre temas constitucionales, N° 10. Comisión Andina de Juristas, Lima,
1994; MALLAP RIVERA, Johnny. Comentarios al régimen normativo municipal. Gaceta Jurídica,
Lima, 2013; MALLAP RIVERA, Johnny. Manual práctico del régimen normativo municipal. Gaceta
Jurídica, Lima, 2015; PALOMINO MANCHEGO, José F. “La autonomía municipal en la Constitución
peruana de 1993”. En: AIDA - Opera Prima de Derecho Administrativo. Revista de la Asociación
Internacional de Derecho Administrativo, N° 15, México, enero-junio de 2014; PLANAS, Pedro.
“Alcances institucionales de la autonomía municipal en el reciente constitucionalismo peruano”. En:
Temas municipales. Gaceta Jurídica, Lima, 1998.
Artículo 196 Régimen económico de las municipalidades
Son bienes y rentas de las municipalidades:
1. Los bienes muebles e inmuebles de su propiedad.
2. Los tributos creados por ley a su favor.
3. Las contribuciones, tasas, arbitrios, licencias y derechos
creados por Ordenanzas Municipales, conforme a ley.
4. Los derechos económicos que generen por las privatizacio
nes, concesiones y servicios que otorguen, conforme a ley.
5. Los recursos asignados del Fondo de Compensación Mu
nicipal, que tiene carácter redistributivo, conforme a ley.
6. Las transferencias específicas que les asigne la Ley Anual
de Presupuesto.
7. Los recursos asignados por concepto de canon.
8. Los recursos provenientes de sus operaciones financieras,
incluyendo aquellas que requieran el aval del Estado, con
forme a ley.
9. Los demás que determine la ley(>.*
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 41, 74, 77, 79, 80, 194, 195; C.P.Ct.: art. 76; Ley 27506; Ley 27933; Ley
27972: art. 69; D.S. 156-2004-EF; D.S. 079-2007-EF; D.S. 060-2010-EF; P.I.D.C.P.:
art. 1.2; P.I.D.E.S.C.: arts. 1.2,25
I. El patrimonio municipal
Ciertamente este artículo de la Constitución norma lo que vendría a ser y se conoce
en el Perú como el patrimonio municipal, es decir, los bienes municipales y las rentas
municipales, que por lo demás en la Ley Orgánica de Municipalidades tiene su regulación
entre los artículos 55 a 69, en la cual se ha hecho el desarrollo de esta norma constitucio
nal con el intento de establecer una especie de números clausus con este tipo de patrimo
nio de una entidad pública, lo cual como sabemos es imposible, por eso la misma norma
ha dejado abierta la posibilidad de su incremento mediante: adquisición en el primer caso
(bienes), y mediante ley en el segundo caso (rentas).
Por otro lado, la naturaleza y características de todo patrimonio es que debe ser tan
gible, es decir, que se pueda tocar, palpar o coger, desde esa perspectiva, el patrimonio
(*) Texto según modificatoria efectuada por la Ley N° 27680 del 07/03/2002.
municipal no puede ni debe de dejar de ser cuantificable (que se pueda contar) y dimen-
sionable (que se pueda medir), por lo que al analizar este tema desde la perspectiva cons
titucional, es importante decir que, en efecto, este patrimonio municipal tiene una lar
ga composición enumerativa, pero lo que aquí cuenta es verificar si en verdad lo puede
atesorar el gobierno local y utilizarlo en beneficio de los vecinos, contribuyentes y usua
rios de la ciudad.
Por ello, es necesario referir que este artículo debe concordarse con el artículo 73 de
la Constitución, que prescribe que los bienes de dominio son inalienables e imprescripti
bles y que los bienes de uso público pueden ser concedidos a particulares conforme a ley,
para su aprovechamiento económico.
A todo lo ya expuesto, nos queda indicar que el sistema tributario municipal ha sido
diseñado exclusivamente para los municipios urbanos, ya que en las municipalidades ru
rales son prácticamente inaplicables los impuestos al patrimonio vehicular, a los juegos
o las apuestas, a los espectáculos públicos, casinos de juego, entre otros impuestos muni
cipales. Por ello, las municipalidades rurales carecen o tienen una escasa recaudación de
ingresos tributarios propios, y para su funcionamiento dependen casi exclusivamente de
las transferencias que reciben del Fondo de Compensación Municij ü y de otros impues
tos de recaudación nacional.
Este problema no es secundario a los objetivos y a los principios que se impone la des
centralización desde que estas municipalidades son las más numerosas.
Ahora bien, el artículo 196 de la Constitución, sostiene que son bienes y rentas de
las municipalidades:
(1) Véase el D.S. N° 156-2004-EF, que aprueba el Texto Único Ordenado de la Ley de Tributación Municipal,
de fecha 15/11/2004
Impuesto de Promoción Municipal -establecido desde 1984- del Impuesto al Rodaje y
del Impuesto a las Embarcaciones de Recreo. Pese a la reforma descentralista de 2002,
el Fondo no incrementó sus recursos, que se distribuyen entre todas las municipalidades
distritales y provinciales sobre la base de indicadores que aprueba el Poder Ejecutivo.
Ingresos corrientes: Son ingresos regulares del Gobierno, que no alteran de mane
ra inmediata la situación patrimonial del Estado, constituyen su principal fuente
de financiamiento, excluyen las donaciones de capital, los ingresos por venta de
bienes de capital (tierras, activos, acciones, capital fijo). Los ingresos corrientes
pueden ser: tributarios, contribuciones, no tributarios, transferencias corrientes.
Ingresos de capital: Ingresos provenientes de la venta de tierras y otros activos
de capital, además de las transferencias de capital. Esto incluye ingresos no re
gulares destinados a la compra de bienes de capital. Los ingresos de capital pue
den ser: venta de activos, transferencias de capital, otros ingresos de capital.
La Ley de Tributación Municipal define a este impuesto como aquel que grava
la realización de actividades relacionadas con los juegos, tales como loterías,
bingos y rifas así como la obtención de premios en juegos de azar. La recauda
ción y administración del impuesto es competencia de la municipalidad distri
tal (bingos, rifas, sorteos) o municipalidad provincial (loterías).
6. Impuesto a los espectáculos públicos no deportivos
BIBLIOGRAFÍA
AA.W. Temas municipales. Gaceta Jurídica, Lima, 1998; BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La
Constitución de 1993. Análisis comparado. Instituto Constitución y Sociedad, Lima, 1999; GARCÍA
BELAUNDE, Domingo. “Estado y municipio en el Perú”. En: Revista Jurídica del Perú. Tomo 41,
Editora Normas Legales, Trujillo, diciembre de 2002; MÁLLAP RIVERA, Johnny. Comentarios al
régimen normativo municipal. Gaceta Jurídica, Lima, 2013.
Artículo 197 Participación vecinal y seguridad
ciudadana
Las municipalidades promueven, apoyan y reglamentan la
participación vecinal en el desarrollo local. Asimismo brindan
servicios de seguridad ciudadana, con la cooperación de la
Policía Nacional del Perú, conforme a ley(*}.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 12), 31,42,44,118 inc. 4), 137 inc. 1), 163,166; Ley 27783; Ley 27933;
Ley 27972: arts. 53,97,106; D.S. 006-2022-IN; D.S. 002-2010-IN; D.U.D.H.: art. 28;
P.I.D.C.P.: art. 2.1; P.I.D.E.S.C.: art. 2.1
I. Introducción
Participación vecinal y seguridad ciudadana son los dos temas que el artículo cons
titucional consagra.
Aunque vinculados estrechamente -de ahí su ubicación en el mismo texto- cada ins
tituto mantiene su irreducible identidad. Por ello la necesidad de distinguirlos conceptual
mente y abordarlos de forma separada, sin menoscabo, claro está, de las múltiples rela
ciones que existen entre ambos.
(*) Texto según modificatoria efectuada por la Ley N° 27680 del 07/03/2002.
Este cuadro poco edificante se ha traducido en un marcado desencanto en la opinión
pública de regiones, como la de América Latina, transida por el subdesarrollo, la inequi
dad social y la inestabilidad política, a punto que la lealtad y compromisos con el régimen
democrático denota serias debilidades(1).
La situación descrita despierta las mayores preocupaciones no solo en las esferas po
líticas, sino repercute directamente en el ámbito académico. En consecuencia, el debate
democrático, que algunos creyeron concluido y finito hace algunos años1 (2), aparece más
vivo y apasionado que nunca.
Ya no se discute, como en el siglo XIX y la primera mitad del XX, sobre la conve
niencia y superioridad de la democracia frente a otros regímenes, como ideal a conquis
tar, en un mundo donde imperaban formas de gobierno no democráticas, ciertamente. El
debate se ha desplazado al interior de la propia democracia, a la vigencia de sus modelos
históricos(3) y, concretamente a la viabilidad en la escena contemporánea, de aquel pro
yecto hegemónico de democracia representativa, reducido a reglas de juego donde las éli
tes políticas compiten leal y pacíficamente, que sintetizara magistralmente Joseph Schum-
peter en 1942(4).
A pesar de su raigambre exitosa en los países más desarrollados del planeta, este mo
delo está lejos de satisfacer los grandes anhelos de la democracia, desde que apareció en
el Ática, en Grecia, hace dos mil quinientos años. Incluso la crítica conservadora es rea
cia a esta forma de vida en común sin emociones, dominada por el aletargamiento y la ru
tina. De esta forma, el norteamericano Daniel Bell dirá:
(1) Esta se evidenció en el reciente Informe “La democracia en América Latina”, elaborado por el Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo-PNUD, 2004, p.137 y ss.
(2) Es el caso del célebre pero episódico texto de FUKUYAMA, Francis. The endofde historyl The National
Interest, 16 (summer, 1989), pp. 3-18.
(3) Ver, por ejemplo, HELD, David. Modelos de democracia. Alianza, Madrid, 1991.
(4) SCHUMPETER, Joseph. Capitalismo, socialismo y democracia. Claridad, Buenos Aires, 1946, p. 311 y ss.
(5) BOBBIO, Norberto. Elfuturo de la democracia. Fondo de Cultura Económica, México, 1994, p. 14 y ss.
política que justifique las reglas normativas de las prioridades y asignaciones en la
.
sociedad”(6)7
Pero no se trata únicamente de malestares derivados por la falta de pathos, de senti
mientos superiores, de una visión heroica de la vida. No. El problema radica, fundamen
talmente, en que el modelo minimalista de la democracia, hoy hegemónico, denota agu
das debilidades en diferentes órdenes. En primer lugar, su procedimentalismo intrínseco
no comporta formas ampliadas de democracia. Esta se contrae a una competencia entre
elites, que refuerza el rol pasivo de la población, sin saber si este método agota los proce
dimientos de autorización por parte de los ciudadanos, por un lado, y si se consume toda
la gama de representación de la diferencia social. En segundo lugar, el papel cada vez más
relevante de la burocracia, que redunda, sin duda, en el manejo técnico y la homogeniza-
ción en el trato de los problemas administrativos, tiene la dificultad de no dar cuenta que,
cada vez más, estos requieren de soluciones plurales, específicas y no únicas. Por ello, el
conocimiento retenido por los actores sociales deviene primordial, no siendo remisible a
una cuestión meramente tecnocrática. Finalmente, el mandato representativo de esta for
ma de democracia, justificado por el gran tamaño de los países, no es capaz de represen
tar adecuadamente identidades y agenda específicas, que se multiplican en el mundo con
temporáneo y, especialmente, en las zonas periféricas, donde la diversidad, incluyendo la
étnica, es significativa^.
Por estas razones, el nuevo debate sobre la democracia, luego del final de la Guerra
Fría y en plena globalización, se caracteriza por la necesidad de complementar la demo
cracia representativa y superar sus limitaciones, con formas y elementos de la llamada de
mocracia participativa, es decir, lo que Benjamín R. Barber(8) denomina strong democra-
cy, una democracia fuerte basada en la participación política, la movilización del pueblo,
la deliberación pública, la promoción de ciudadanos en vez de individuos y el reconoci
miento de la comunidad como espacio de actuación política, que se gobierna a sí misma.
Más allá de las posibilidades de superación de una democracia formalista por modelos
alternativos, el tema de la participación política se ha convertido en el tópico de nuestro
tiempo. Existe una suerte de creencia, a veces sin fundamento decisivo, que ella encierra
la posibilidad de renovación, la superación del anquilosamiento, el despegue hacia nue
vos ámbitos de la sociedad. En consecuencia, las patologías que acusa la teoría de la re
presentación en las democracias realmente existentes solo podrían encontrar remedio me
diante el fomento de la participación ciudadana, en múltiples formas y a escala ampliada.
(6) BELL, Daniel. Las contradicciones culturales del capitalismo. Alianza Editorial, Madrid, 1989, p. 37.
(7) Estas ideas han sido tomadas, entre otros, de SOUSA SANTOS, de Bounaventura y AVRITZER, Leonar
do. “Para ampliar el canon democrático”. En: VV.AA. Democratizar la democracia. Los caminos de la
democraciaparticipativa. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2004, p. 35 y ss.
(8) DEL ÁGUILA, Rafael; VALLESPÍN, Femando y otros. La democracia en sus textos. Alianza Editorial,
Madrid, 1998, pp. 281-296.
Aunque no esté plenamente acreditado, la percepción generalizada de agotamiento
de un modelo de democracia trata de ser redivivo con la panacea optimista de la partici
pación política.
1. La participación en el Perú
La tendencia mencionada no ha sido ajena en nuestro medio. La impugnación por
los formalismos y deficiencias del sistema democrático, tan comunes entre nosotros, en
contró inevitable eco en los programas políticos, siendo especialmente fértil entre los
partidos vinculados con la izquierda. En estos casos, el abandono paulatino de un mar
xismo duro, eclipsado por los vertiginosos cambios internacionales (caída del muro de
Berlín, fin de la Unión Soviética, hegemonía sin par del capitalismo) los llevó a abrazar
con fervor la teoría de la democracia participativa. Y cuando les tocó gobernar a las mu
nicipalidades redivivas, durante la década del 80 del siglo anterior, la pusieron en prác
tica con notable éxito(9).
Como para ratificar que, luego de su impacto inicial, la participación ciudadana res
pondía a concepciones instrumentales y a cierta moda extendida, antes que a valores po
líticos ideológicos excluyentes, fue durante el autoritarismo de los años 90 del siglo pa
sado cuando la participación alcanzó su clímax constitucional y legislativo. En efecto y
paradójicamente, el documento del 93, que sirvió para legitimar el golpe de Estado del 5
de abril de 1992, consagró solemnemente los derechos de participación y control ciuda
danos en su artículo 31. Y por medio de la Ley N° 26300 se aprueba la correspondiente
Ley de Desarrollo Constitucional, hasta ahora vigente, que hace gala de los más avanza
dos mecanismos de la democracia participativa (referéndum, derechos de iniciativa, re
vocatoria de mandatos, rendición de cuentas, etc.), Pero, ¡cuidadol, ello no pasó de un
mero espejismo. Las declaraciones ditirámbicas nunca pasaron de eso. Cuando la reali
dad lo exigía, el régimen no dudaba en desconocer los flamantes mecanismos de la de
mocracia directa, en la forma más grosera y violenta. El célebre referéndum contra la
reelección presidencial, llevado a cabo entre 1996 y 1998, fue víctima propiciatoria de
este proceder autoritario(10).
(9) Sin duda, la experiencia más valiosa fue la de Villa El Salvador, pero en esos años se promovieron expe
riencias similares en la Municipalidad Metropolitana, como el programa del Vaso de Leche y en distritos
como el Agustino, San Juan de Miraflores, Comas, Independencia, etc. Asimismo, municipios provinciales
como lio, Cajamarca, Cuzco, entre otros, conocieron también, de prácticas participativas.
(10) La dictadura consintió el proceso de recolección de firmas hasta el momento que creyó que la iniciativa no
prosperaría. Cuando cayó en cuenta de lo contrario, dictó leyes contrarias al espíritu participativo, sin el menor
2. Antecedentes jurídicos de la participación vecinal
Aunque la dictadura militar del general Velasco Alvarado (1968-1974) y la que le su
cedió, encabezada por el general Morales Bermúdez (1975-1980), recurrieron a la fórmu
la política de la “democracia social de participación plena” para justificar el asalto al régi
men democrático, acusado de “tradicional” y “oligárquico”, ella no puede ser conceptuada
como un antecedente genuino de participación política. En realidad, el modelo corporati
vo que se pretendió imponer, más el control vertical de cualquier organización social in
dependiente, y el estilo castrense de concebir la política, que reprimía la más leve disiden
cia era, en verdad, la negación de toda suerte de participación ciudadana0
escrúpulo. Sobre dicho itinerario, ver W.AA. Reelección presidencial y derecho de referéndum. Foro Demo
crático y Fundación Hans Seidel, Lima, 1977.
(11) Sobre el estilo de movilización social en los años 70 “plagados de contradicciones” y donde “la retórica
superó a la acción” se ha escrito mucho; pero nos quedamos con el ensayo de Me CLINTOCK, Cynthia.
“Velasco, funcionarios y ciudadanos: políticas de cautela, de donde extraemos estos conceptos”. Ver en
W.AA. El gobierno militar: una experiencia peruana 1968-1980. Instituto de Estudios Peruanos, Lima,
1985. p. 324 y ss.
2.2. Las leyes de desarrollo de la Constitución de 1979
Esta matriz constitucional relativa a la participación política de los ciudadanos en los
asuntos locales, fue desarrollada por las dos Leyes Orgánicas de Municipalidades del si
glo XX: el Decreto Legislativo N° 051, del 16 de marzo de 1981 y la Ley N° 23853, del
9 de junio de 1984.
(12) Sobre el particular ver DELGADO SILVA, Ángel. Municipio, descentralización y movimiento popular.
Editora Ingraf-Peruana, Lima, 1982, p. 23 y ss.
o pronunciamientos sobre temas ajenos a los municipales o pedidos de renun
cia, vacancia, suspensión o reemplazo de alcaldes o concejales.
Sin embargo, esta ausencia podría compensarse con una declaración general y am
plia sobre la participación política, que pretende abarcar todos los ámbitos estatales, la
cual se encuentra plasmada en el inciso 17) del artículo 2 y el artículo 31 del menciona
do documento.
Lo municipal, propiamente dicho, está presente en el último numeral, bajo los térmi
nos siguientes:
La innovación y novedad aparecen recién con la Ley N° 26300, Ley de los Derechos
de Participación y Control Ciudadanos, de fecha 2 de mayo de 1994, razón por la cual su
análisis resulta imprescindible.
No se trata, por cierto, de abordar el conjunto de la norma legal ni cada uno de sus
aspectos, sino centrarse exclusivamente en sus connotaciones edilicias. Con esta pers
pectiva, podemos decir que el participativo municipal aparece en los artículos 2 y 3 de la
Ley, relativos a los derechos de participación y los derechos de control de los ciudada
nos, respectivamente.
(13) Sobre el particular ver JURADO NACIONAL DE ELECCIONES. Consulta popular de revocatoria de
autoridades municipales. Biblos, Lima, 2001.
3. El régimen actual de participación vecinal
El retomo a la vida democrática llevó a sus cotas más altas las políticas de participa
ción ciudadana, no porque la dictadura hubiera exacerbado estos planteamientos -con ex
clusivos fines demagógicos, claro está-, sino principalmente porque en el ámbito inter
nacional las tendencias democratizadoras cada vez más fusionan e identifican, con mayor
énfasis, la institucionalidad democrática existente con la variedad de prácticas de parti
cipación directa(14)15
.
Esto se tradujo en la nueva estrategia descentralista puesta en práctica que, con más
claridad que antaño, concebía a esta importantísima reforma estatal como un mecanismo
idóneo para la profundización de la democracia; y esta, a su vez, como fruto de su reno
vación, debería abrir nuevos y múltiples canales para la participación de las organizacio
nes de la sociedad civil. De este modo, descentralización política, democracia y participa
ción ciudadana, configuraban una tríada indesligable. Cada una de estas nociones supone,
integra, complementa y desarrolla a las otras. Constituyen un verdadero círculo virtuoso,
que tienden a elevar la calidad de la vida democrática, en un contexto de deterioro de sus
manifestaciones representativas0 5).
“Los gobiernos locales son entidades básicas de la organización territorial del Estado
y canales inmediatos de participación vecinal en los asuntos públicos”.
(14) Sobre el auge de esta corriente participativa, ver importantes desarrollos como TARRO W, Sydney. El poder
en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectivay la política. Alianza Editorial. Madrid, 1997.
Así como COHEN, Jean y ARATO, Andrew. Sociedad civil y teoría política. Fondo de Cultura Económica,
México, 2000.
(15) Desencanto que se observa con especial énfasis en nuestro medio, donde los ciudadanos no se sienten
representados, provocando una crisis política que afecta la gobemabilidad y al propio sistema democrático.
Esta concepción de la participación política en los asuntos y la gestión pública, en el
ámbito local, operaría a través de dos grupos de mecanismos. El primero, con el restable
cimiento de los llamados derechos de participación y control vecinal. Y el segundo, con
los novísimos procedimientos de participación en la elaboración de los planes de desarro
llo local y la aprobación del inédito presupuesto participativo.
De saque, el artículo 111 aporta una elaboración más compleja de las políticas de par
ticipación, que las anteriores versiones:
Y lo sugestivo es que cada una de estas facultades merece un desarrollo amplio y de
tallado en los sucesivos artículos, comprendidos entre el 114 al 120, lo que demuestra que
el legislador no se contentó con la mera enunciación, sino ingresó decididamente a su
desarrollo, con el indudable propósito de garantizar su cumplimiento efectivo e ir, de esta
manera, más allá de las declaraciones formales.
Posteriormente, esta práctica fue exportada a otras ciudades del país vecino, con rutilan
te éxito, convirtiéndose en un verdadero modelo que ha transcendido sus propias fronteras.
(16) SOUSA SANTOS, de Bounaventura. “Presupuesto participativo en Porto Alegre: para una democracia
redistributiva”. En: W.AA. Democratizar la democracia. Los caminos de la democracia participativa.
Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2004, pp. 395 y 396.
El mencionado artículo 53 de la actual Ley Orgánica de Municipalidades asume ple
namente estos conceptos y establece, de forma meridiana, que: “El presupuesto participa-
tivo forma parte del sistema de planificación”. Es decir, el reconocimiento de que el presu
puesto está íntimamente vinculado con esa gran herramienta para la gestión edilicia: el plan
de desarrollo municipal concertado. Eso explica la denominación del Título VII de la Ley.
Por otro lado, el mismo artículo precisa la naturaleza del presupuesto participativo,
relacionándolo con la participación vecinal; la misma que deberá ser regulada, en la for
ma como lo establece el artículo 197 de la Constitución reformada. Justamente, esta nor-
mación especializada aparece consignada en el aludido Título VII, pero, igualmente, en
la Ley N° 28056, Ley Marco del Presupuesto Participativo, y su Reglamento, aprobado
por Decreto Supremo N° 171-2003-EF, conformando un sugestivo cuerpo jurídico sobre
la materia. Repasémosla escuetamente.
De acuerdo a esta legislación, esta participación de los vecinos en los procesos de for
mulación del Plan Concertado y el Presupuesto Participativo municipales se canalizan a
través de dos órganos inéditos: el Consejo de Coordinación Local Provincial y el Consejo
de Coordinación Local Distrital, diseñados siguiendo la pauta de los Consejos de Coordi
nación Regional (art. 191 de la Constitución reformada y la Ley N° 27902 que modifica
la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales).
El Consejo de Coordinación Local Distrital sigue la misma pauta, pero según el ar
tículo 102 de la Ley Municipal, los alcaldes que concurren son los de los centros poblados
del territorio. También se establece la limitación para que una misma organización no pu
diera acreditarse simultáneamente en los niveles provinciales y distritales.
El referido Título VII de la Ley edilicia crea, además, la llamada Junta de Delega
dos Vecinales, conformado por los representantes de las organizaciones urbanas y rura
les, “organizadas, principalmente” como juntas vecinales”, correspondiendo a la Munici
palidad “regular su participación, de conformidad con el artículo 197 de la Constitución
Política del Estado” (art. 106). Esta instancia tiene como funciones la proposición de las
prioridades del gasto e inversión, apoyar la seguridad ciudadana, organizar actividades
recreativas, fiscalizar la ejecución de los planes de desarrollo y otros similares (art. 107).
Para terminar esta visión panorámica, debemos mencionar las disposiciones y normas
contenidas en la Ley Marco del Presupuesto Participativo y su Reglamento.
En efecto, en dichas normas se encuentran los principios que animan a este instrumen
to de gestión, las instancias y mecanismos que establecen los procedimientos específicos,
las evaluaciones técnicas, la formalización de acuerdos, la rendición de cuentas, los méto
dos de vigilancia, etc. En fin, todo un complejo y vasto universo, a la vez sugerente, por su
enorme potencialidad para reinventar la democracia, desde una perspectiva participativa.
No es causal, ni obedece a meras razones de economía normativa, que este tema apa
rezca en el mismo texto en el que se estipula la importancia de la participación vecinal en
el desarrollo de la localidad. Ciertamente, hay fundamentos profundos, incluso principis-
tas, para establecer esta vinculación.
(17) Esta nueva concepción estatal tuvo en el pensador inglés su formulación más definida e, incluso, descar
nada. El Estado, por encima de todo, tiene la responsabilidad superior de preservar el orden público y la
seguridad de sus súbditos. HOBBES, Thomas. Leviatán o la materia, forma y poder de una república
eclesiástica y civil. Tomo I, Sarpe, Madrid, 1984, p. 179.
Surge cuando se toma conciencia que la tranquilidad pública y la paz social no de
penden, exclusivamente, de la fuerza estatal ni de la capacidad técnica de los aparatos de
seguridad, creados para tal fin. En nuestro medio, ello cobró realidad en los años ochenta
del siglo anterior, cuando la violencia subversiva y el incremento de la delincuencia co
mún desbordaron a la policía y la instancia de seguridad, haciendo evidente sus límites.
Al calor de esta nueva práctica urbana se puso de moda el término “seguridad ciuda
dana”, para denotar la participación de las organizaciones de la sociedad civil y de las pro
pias municipalidades en la lucha contra la criminalidad local.
El Documento de 1993 refleja esta inédita realidad y consagra jurídicamente por pri
mera vez el concepto, vinculándolo con la actuación municipal en esta clase de tareas. El
artículo 195 a la letra decía:
“La ley regula la cooperación de la Policía Nacional con las municipalidades en materia
de seguridad ciudadana”.
Como se observa, desde el comienzo, la noción de “seguridad ciudadana” fue percibi
da como una función compartida entre la Policía Nacional y las Municipalidades, corres
pondiéndole al Gobierno Central mediante una ley determinar las formas de cooperación.
Que la seguridad y la defensa del orden interno puedan ser, ahora, una responsabilidad
compartida no solo entre entidades del Estado, sino con la propia sociedad civil, constituye
una ruptura del monopolio de violencia legítima que concentró el Estado moderno, fren
te a las formas tradicionales de autocomposición de los conflictos, donde los mecanismos
de seguridad eran múltiples y estaban dispersos.
“La Policía Nacional del Perú promueve mecanismos de participación ciudadana, res
pecto del ejercicio de la función policial, que incluyen medidas adoptadas para garan
tizar la paz, la seguridad pública y el orden interno.
Para tal efecto, se llevarán a cabo reuniones públicas con las juntas vecinales de se
guridad ciudadana a nivel local, con participación de la comunidad, autoridades pú
blicas, representantes de entidades públicas y privadas, representantes de la sociedad
civil, medios de comunicación, entre otros actores, dentro del marco del Sistema Na
cional de Seguridad Ciudadana”.
El texto fue sustancial porque no solo se incorporó el tema participativo dentro de las
estructuras orgánicas de la Policía Nacional, sino porque ayudó a clarificar el concepto.
En segundo lugar, la seguridad ciudadana no solo tiene una definida vocación local -a
pesar de que puedan existir instancias de dirección y coordinación de mayor envergadura-
sino está en estrecha vinculación con lo que el artículo 54 denominó “juntas vecinales”.
De esta manera, la cuestión de la seguridad se desplazó de sus ámbitos clásicos: policia
les, técnicos, burocráticos, administrativos y especializados, para ingresar en el exultan
te mundo de la sociedad civil0 8).
(18) Aunque vale precisar que la expresión “juntas vecinales” desapareció en el Decreto Legislativo N° 1267,
de fecha 16/12/2016.
Se trata de una visión donde la seguridad deja de ser un asunto exclusivo de las fuer
zas del orden, para devenir en preocupación y responsabilidad de las organizaciones ciu
dadanas. Es la sociedad entera y ya no solo del aparato oficial, la que se vuelca a conse
guir la paz social, la protección de la gente y sus bienes. La idea de deficiencia de este
último, si bien está presente, ya no es la explicación principal, sino una relectura refres
cante, a luz de la democracia participativa y sus ventajas.
El manejo del orden interno deja de ser monopolio funcional de las instituciones es
pecializadas del gobierno central, para dar lugar a manejos descentralizados, específicos,
con un fuerte componente participativo.
El artículo 197 de la Constitución reformada asume esta tendencia y por ello trata la
seguridad ciudadana no solamente en el mismo artículo, sino como variante renovadora
de las prácticas participativas de la población, a escala local.
Repasemos cada una de estas normas de forma sintética, para tener una visión com
pleta del panorama de la seguridad ciudadana en nuestro medio.
El mencionado artículo, por otro lado, está estructurado siguiendo la pauta de distri
bución de competencias, establecido por la Ley N° 27783, Ley de Bases de la Descen
tralización: competencias exclusivas de las municipalidades provinciales, competencias
exclusivas de las municipalidades distritales y competencias compartidas entre ambas ins
tancias u otras.
“Coordinar con las municipalidades distritales que la integran y con la Policía Nacional
el servicio interdistrital de serenazgo y de seguridad ciudadana”.
Este es el cuadro que presenta la Ley Municipal: la seguridad ciudadana aparece como
una competencia compartida, correspondiéndole al gobierno provincial /a función nor
mativa y a los distritales la función ejecutiva. Además, y aunque la relación es marginal,
se encarga a estos últimos la tarea de llevar “el registro y control de las asociaciones ve
cinales que recaudan cotizaciones o administran bienes vecinales, para garantizar el cum
plimiento de sus fines” (Inc. 3.3, artículo 85).
(19) Ver documento intitulado “Actualización de informe de dispositivos legales de seguridad ciudadana”.
Lima, impreso en computadora, 2002.
Posteriormente, en la edición del diario oficial El Peruano, de fecha 12 de febrero de
2003, apareció un verdadero paquete legislativo de siete normas legales, relacionadas con
la constitución de un Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana, con instancias, niveles y
funciones, y temas afines, que ciertamente han revolucionado la problemática.
BIBLIOGRAFÍA
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referéndum. Foro Democrático y Fundación Hans Seidel, Lima, 1977; W.AA. El gobierno militar:
Una experiencia peruana 1968 -1980. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1985.
Artículo 198 Régimen de la capital de la República
La Capital de la República no integra ninguna región. Tiene
régimen especial en las leyes de descentralización y en la Ley
Orgánica de Municipalidades.
La Municipalidad Metropolitana de Lima ejerce sus competen
cias dentro del ámbito de la provincia de Lima.
Las municipalidades de frontera tienen, asimismo, régimen
especial en la Ley Orgánica de Municipalidades^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 31,49, 54, 106, 188 al 192, 194, 195, 197, 203 inc. 6), 3a DTE; Ley 27783:
art. 33; Ley 27972: art. 151
I. Antecedentes constitucionales
La idea de que la ciudad de Lima, en tanto capital de la República, no puede ser gober
nada bajo las pautas del régimen municipal común, aparece por primera vez en la Consti
tución Política de 1979. En efecto, el artículo 258 de la Carta determinó:
(*) Texto según modificatoria efectuada por la Ley N° 27680 del 07/03/2002.
Pero repasemos lo que decía, en su integridad, el texto original del artículo 196:
“La capital de la República, las capitales de provincias con rango metropolitano y las
capitales de departamento de ubicación fronteriza tienen régimen especial en la Ley
Orgánica de Municipalidades.
El mismo tratamiento rige para la Provincia Constitucional del Callao y las provincias
de frontera”.
El afán de notoriedad de los promotores de dicho texto los conduce, en primer lugar,
a flexibilizar los conceptos, a punto de desnaturalizar su esencia. Y este ánimo se tradu
ce en un despropósito mayúsculo, cuando a su poca rigurosidad se adiciona la voluntad
de satisfacer a todos.
De esta manera, “el régimen especial” se aplicará -además de las urbes menciona
das- a las capitales de departamento de ubicación fronteriza, la Provincia Constitucio
nal del Callao y las provincias de frontera. Es decir, a casi todas las localidades del país.
Cabe, entonces, preguntarse por las ciudades a las que alcanzaría el modesto régimen co
mún municipal.
Así, el artículo 120 explicitaba que: “La capital de la República se constituye en mu
nicipio metropolitano con jurisdicción en la Provincia de Lima”. Ello se complementaba
con el artículo 121, el cual sentencia que: “La municipalidad metropolitana es el órgano
(1) Sobre esta voluntad política del golpe de Estado de 1992, ver la introducción redactada por Alberto Borea
Odría, a la obra colectiva W.AA. Reelección presidencial y derecho de referéndum. Foro Democrático. -•
Fundación Hans Seidel, Lima, 1997, pp. 11-36.
de gobierno del Municipio Metropolitano, que se ejerce por la Asamblea Municipal de
coordinación, el Concejo Metropolitano y el Alcalde”.
Es menester destacar que, pese al esfuerzo por crear una institucionalidad local apro
piada para la metrópoli limeña, el resultado fue magro. En efecto, de la lectura de todo el
articulado no se perciben las notas o rasgos distintivos, capaces de marcar la especifici
dad que manda la Carta Política.
Ello se hace ostensible en las diferentes órdenes que concurren al diseño de esta mu
nicipalidad metropolitana.
Sobre los mecanismos financieros, no hay rentas particulares que sufraguen las fun
ciones metropolitanas. Y el régimen administrativo es el mismo que el régimen munici
pal general.
Pero más relevante que ello es lo postulado por el artículo 123 de la Ley. Luego de afir
mar que las municipalidades distritales “se rigen por las disposiciones que se señalan en la
presente Ley para los Concejos Distritales en general”, añade algo obvio pero, al mismo
tiempo, fundamental: “Con las limitaciones comprendidas en el presente Título” (el IX).
Sobre lo último, podemos decir que estas limitaciones se plasman en acciones como
la aprobación del plan de desarrollo y el presupuesto metropolitano, que tienen fuerza
vinculante. Pero, fundamentalmente, en la potestad normativa, contemplada en el inc. c)
del artículo 124:
A pesar del consenso académico que estima a esta ley muy superior a su antecesora,
motivo por el cual favoreció el despliegue y fortalecimiento de los entonces incipientes
gobiernos locales(2), la verdad es que en el tratamiento relativo a la Municipalidad Metro
politana de Lima no aportó algo adicional. Fue casi una copia textual de la norma jurídi
ca de 1981. A pesar de su modernidad y sentido democratizador, en esta materia la nueva
legislación edilicia no produjo desarrollos alternativos ni avanzados.
Sus artículos son una reiteración de lo anterior, si bien es destacable una mejor re
dacción, un tratamiento más completo y mayor claridad de los textos normativos. En esta
perspectiva, los Capítulos II y III del referido Título se esfuerzan por reordenar las atri
buciones del Concejo y el Alcalde Metropolitanos, respectivamente, en pro de un énfasis
metropolitano. Sin embargo, no llegan a configurar un cuerpo novedoso, dotado de fun
ciones que vayan más allá de la mera réplica de las que corresponde a las municipalida
des provinciales en general.
A pesar de ello, resulta menester efectuar un breve comentario del artículo 145 de la
Ley N° 23853. En él, se precisa la relación entre el Concejo Metropolitano y la Asam
blea Metropolitana de Coordinación -integrada por los alcaldes distritales de la provincia
de Lima- en materia de distribución de los recursos financieros, siempre y cuando algu
na ley especial no lo haya previsto.
Sobre el punto, hay que señalar que la decisión final le corresponde al primero de los
órganos, mientras que a la asamblea le compete pronunciarse consultivamente, en forma
previa. A través de este mecanismo se consolida la autoridad de la Municipalidad Metro
politana sobre cada uno de sus distritos. Lamentablemente, durante la época de la dicta
dura, y particularmente desde la expedición del Decreto Legislativo N° 776, nueva Ley
de Tributación Municipal, este espacio se ha reducido al mínimo, fortaleciéndose, a la in
versa y en contra de lo metropolitano, las municipalidades distritales.
(2) Este argumento fue utilizado para salir al frente a los intentos de quienes apostaban por la dación de una
nueva Ley Orgánica de Municipalidades, congruente con el espíritu y la letra de la llamada Constitución
de 1993, que de haberse dictado hubiera significado, sin duda, un enorme paso atrás.
y retos que conlleva para la actuación urbanística. Ello nos permitirá evaluar si las normas
municipales vigentes se adecúan o no a los estándares y pautas que las teorías formulan.
Esto nos aleja de aquel tipo de ayuntamiento que surgió en el occidente europeo, ha
cia el siglo XII, al compás de la reactivación del comercio y el renacimiento de las ciuda
des, eclipsadas durante la Alta Edad Media, luego de la caída del Imperio Romano(3)4 . Este
modelo edificio se generalizó no solo en el viejo continente, sino que a fines del siglo XV
fue extrapolado a los territorios americanos, alcanzando su práctica universalización^.
Pero no solamente ello. Aunque su existencia estuviera reñida con la lógica forma-
tiva del moderno Estado nacional, el municipio medieval se las arregló para soportar los
arrestos absolutistas, primero, y, sobre todo, supo trascender las grandes mutaciones po
líticas-administrativas, que aparejó la revolución liberal, a partir de la culminación del si
glo XVIII para adelante. Es decir, la municipalidad no desapareció -pese a su objetivo de
arrumbamiento durante largos periodos- sino, por el contrario dando muestras de extraordi
naria flexibilidad, se adaptó a los nuevos tiempos y circunstancias con impresionante éxito.
Pero esta forma de gobierno local, de naturaleza municipal, encontró problemas, es
collos y limitaciones, cuando la ciudad -su escenario natural- evolucionó hacia un esta
do superior, hacia una megaurbe, una metrópoli. Esta paradoja surge cuando el fenóme
no urbano trascendiendo sus fundamentos administrativos -la ciudad política, propia de
la antigüedad-, mercantiles -la ciudad comercial, que renació en el siglo XII-, y manu
factureros -la ciudad industrial, que aparece en la segunda mitad del siglo XVIII- dima
na hacia lo que Henri Lefebvre ha denominado “la sociedad urbana”(5).
(3) Sobre el tema son importantes los trabajos de DUTOUR, Thierry. La ciudad medieval. Orígenes y triunfo
de la Europa urbana. Paidós, Barcelona, 2003; el clásico estudio de PIRENNE, Henri. Las ciudades de la
edad media. Alianza Editorial, Madrid, 1972; el capítulo 5: “El renacimiento del comercio y el crecimiento
de la ciudades”. En: HODGETT, Gerald. Historia social y económica de la Europa medieval. Alianza,
Madrid, 1991; entre otros.
(4) Ver, por ejemplo, SANZ CAMAÑES, Porfirio. Las ciudades en la América hispana. Siglos XV al XVIII.
Sílex, Madrid, 2004; y el notable ensayo de ROMERO, José Luis. Latinoamérica. Las ciudades y las ideas.
Siglo XXI, Buenos Aires, 2001.
(5) LEFEBVRE, Henri. La revolución urbana. Alianza, Madrid, 1980, p. 7 y ss.
Esta noción nos proyecta a una forma urbana, aun inexistente, pero con indubitable
telos de virtualidad. Constituye, por eso mismo, un horizonte sugestivo, donde la nota do
minante es la extensión de lo urbano a todos los ámbitos de la vida social. Una urbaniza
ción plena de la sociedad, que nos traslada a modos de convivencia humana, con caracte
rísticas, retos y tensiones, absolutamente inéditos.
Resultado de la gran expansión económica europea ocurrida entre los años de 1870 a
1914(7) (antes de la iniciación de la primera Gran Guerra), expresión a su vez de ese for
midable impulso tecnológico conocido como “la segunda revolución industrial”, la ciu
dad, como jamás había sucedido en su historia, se transformó en el espacio productivo
por excelencia, articulándose intensa y decididamente al proceso de generación de plus
valía, y pasó a ser el soporte físico e institucional de la reproducción del sistema capita
lista más relevante(8).
“La región metropolitana, en tanto que forma una central de organización del espacio del
capitalismo avanzado, disminuye la importancia del medio físico en la determinación
(6) Sobre esta nueva realidad urbanística ver IBARRA ROBLES, Juan Luis. Las áreas metropolitanas en el
modelo autonómico. Instituto Vasco de Estudios de Administración Pública, País Vasco, 1982, p. 23.
(7) Sobre la drástica mutación productiva y comercial ver HOBSBAWM, Eric. La era del imperio. 1875-194.
Crítica, Buenos Aires, 1999, pp. 42 a 64.
(8) Para el debate sobre las relaciones entre el modo de producción capitalista y las formas de urbanización
contemporáneas, puede revisarse las reflexiones teóricas que aparecen en LOJKINE, Jean. El marxismo,
el Estado y la cuestión urbana. Siglo XXI, México, 1986, p. 114 y ss.
(9) CASTELLS, Manuel. La cuestión urbana. Siglo XXI, México, 1978, p. 28.
del sistema de relaciones funcionales y sociales, anula la distinción rural y urbano, y
coloca en el primer plano de la dinámica espacio/sociedad la coyuntura histórica de
las relaciones sociales que la fimdamentan”(10)11
.
Aunque obedeciendo a una lógica particular, determinado por sus propias circunstan
cias, este modelo metropolitano se hizo presente, también, en el mundo subdesarrollado.
En este caso, el crecimiento urbanístico se produjo sin una industrialización de la enver
gadura inherente del llamado capitalismo avanzado, fomentando un sector terciario do
minado por la informalidad, que no ha logrado prosperidad ni modernidad generalizada
y, por el contrario, sí bolsones de pobreza y marginalidad significativas. Esto se ha tradu
cido en un grosero déficit de equipamiento urbano, en la precariedad de los servicios co
lectivos, en la segregación social abusiva y en una sensación de crisis permanente y de
cadencia inevitable00.
Esta doble dinámica, global y específica, plantea con claridad los retos de la admi
nistración de la metrópoli. Por un lado, la necesidad de centralizar el gobiemo(13), para
responder con eficacia a los problemas derivados de la conurbación, los cuales, por su
magnitud, extensión y tamaño, no pueden seguir siendo competencia de autoridades lo
cales que asumirían frente al hecho metropolitano una percepción sesgada e inevitable
mente parcial. Pero, simultáneamente, los vecinos de las circunscripciones que integran
De esta manera, se gesta una tensión, casi irreductible, entre la eficacia para el mane
jo de una situación caracterizada por su alta complejidad, y la democracia local como me
canismo de reclamación por parte de vecinos, que se resisten, con justicia, a ser subsumi
dos en una totalidad que los uniformiza y los vuelca al anonimato colectivo.
Frente a estos dilemas, el autor español Juan Luis Ibarra, en su trabajo sobre Las áreas
metropolitanas en el modelo autonómico, ya citado, siguiendo al italiano Giorgio Pastori,
asume la posibilidad de tres tipos de soluciones al gobierno de las megaciudades:
Lima es una urbe situada a 154 metros sobre el nivel del mar, que según proyeccio
nes del Instituto Nacional de Estadística e Informática-INEI, a junio de 2004, registra
ba una población de 7’237,745 habitantes, distribuidas en una extensión de 2,670.40 ki
lómetros cuadrados, razón por la cual tiene una alta densidad, de 2,710.36 habitantes por
kilómetro cuadrado(16).
Es, sin lugar a duda, una de las grandes y emblemáticas metrópolis de América Lati
na. como tal, acusa todos los problemas provenientes del subdesarrollo, los desequili
Y
brios urbanos y conflictos sociales que las caracterizan.
Desde ese punto de vista, la capital del Perú es expresión típica de un crecimiento ver
tiginoso y espectacular, provocado por el radical deterioro de las condiciones de vida en
el campo y el simultáneo impulso de políticas de industrialización en la ciudad, promo
vidas por las teorías de la Cepal, de sustitución de importaciones, a partir de los años 40
del siglo pasado. En consecuencia, se pasa de los 645,000 habitantes a los volúmenes de
hoy, una multiplicación por más de once, en un tiempo récord(17)18 .
Por esta razón, cuando en los años 80 del siglo anterior la democracia peruana fue re
cuperada y se puso en marcha un ambicioso plan de descentralización del país -sobre la
base de la creación de regiones y la reactivación y reformulación- se pensó en la nece
sidad de un régimen edificio especial para la administración y gobierno de la gran Lima,
capaz de atender su compleja problemática.
Como ya lo hemos dicho, no se puede tomar en serio lo postulado por el texto original
del artículo 196 de la Carta Magna, pues con el objeto de contentar a todo el mundo, el ré
gimen especial se extendió a otras realidades distintas a Lima Metropolitana (el Callao, las
capitales de cada departamento, las capitales de “provincias de rango metropolitano”(20) y
(19) Entre otras cosas porque la norma que lo regulaba, la Ley Orgánica de Municipalidades, era de 1892,
cuando Lima era un poco más que una aldea.
(20) Aunque esta propuesta nunca fue desarrollada, pues, el gobierno de Fujimori no expidió Ley Orgánica de
Municipalidades alguna, podemos interpretar que los autores del desaguisado tenían en mente ciudades
como Chimbóte, Sultana, lio, Tarapoto, etc. las cuales son más grandes y dinámicas que sus respectivas
capitales de departamento.
las provincias ubicadas en las fronteras), con lo cual el mencionado régimen pierde su ra
zón de ser, su especificidad, con la consiguiente desnaturalización del concepto.
En consecuencia, con buen criterio, el actual artículo 198, modificado por la Ley
N° 27680, Ley de Reforma Constitucional del Capítulo XIV del Título IV, sobre Descen
tralización, ha restringido la noción de régimen especial únicamente a la capital de la Re
pública; y va más allá, porque a diferencia del texto de la Carta de 1979, no tiene duda en
caracterizar a dicho régimen en Municipalidad Metropolitana de Lima.
Pero hay algo más. El referido artículo constitucional zanja un prolongado debate,
ocurrido en las dos últimas décadas, acerca de si Lima Metropolitana debería ser una re
gión propia o armar una conjuntamente con el Callao o con las demás provincias del de
partamento de Lima(21).
(21) Esta última fue la propuesta del Plan Nacional de Regionalización, aprobado por Ley N° 23878.
“La capital de la República no integra ninguna región. En la provincia de Lima las
competencias y funciones reconocidas al gobierno regional son transferidas a la Mu
nicipalidad Metropolitana de Lima, la cual posee autonomía política, económica y
administrativa en los asuntos de su competencia regional y municipal. Toda mención
contenida en la legislación nacional que haga referencia a los gobiernos regionales,
se entiende también hecha a la Municipalidad Metropolitana de Lima, en lo que le
resulte aplicable”.
Tercero, el artículo 151 de la Ley N° 27972, Ley Orgánica de Municipalidades, ter
mina de precisar el ya famoso régimen especial para la provincia de Lima, capital de la
República:
“La capital de la República tiene el régimen especial del presente título, de conformidad
con el artículo 198 de la Constitución.
Dicho régimen especial otorga a la Municipalidad Metropolitana de Lima, en armonía
con el artículo 198 de la Constitución y el artículo 33 de la Ley N° 27783, Ley de
Bases de la Descentralización, competencias y funciones específicas irrestrictas de
carácter local metropolitano y regional”.
A partir de la lectura de los textos legales, podemos concluir que el contenido del ré
gimen especial para la ciudad de Lima será una suerte de simbiosis entre competencias y
funciones metropolitanas y regionales.
Pero esta lectura no debe, en ningún caso, soslayar la peculiar arquitectura de la mu
nicipalidad metropolitana. Es mucho más compleja que la mera absorción de la proble
mática regional, aunque el Capítulo I sobre el Régimen Especial de Lima Metropolitana,
del Título V, relativo a los Regímenes Especiales de la Ley Orgánica de Gobiernos Re
gionales, así lo destaque.
Igual sucede cuando trata de las llamadas competencias y funciones especiales del
Concejo Metropolitano de Lima, plasmadas en el artículo 67, también modificado por el
artículo 2 de la Ley N° 27902. En este caso, podemos afirmar que la aprobación del Plan
Regional de Desarrollo Concertado de Lima Metropolitana, del Presupuesto Regional Par
ticipativo de Lima Metropolitana, así como las otras atribuciones, como dictar las normas
que regulen las competencias regionales, determinar las áreas interdistritales e instancias
de coordinación y planificación interregional, aprobar la ejecución de las inversiones pú
blicas de ámbito regional metropolitano que lleve a cabo el Gobierno Central, autorizar
el tratamiento de cuencas y corredores económicos en coordinación con las regiones co
rrespondientes, aprobar la formación de sistemas integrales y de gestión común para los
servicios públicos de carácter regional en áreas interregionales, aprobar programas regio
nales de formación de empresas, consorcios, y unidades económicas metropolitanas, au
torizar las operaciones de crédito regional interno y externo, a pesar de su radicalismo, no
constituyen, a nuestro juicio, elementos que tipifiquen la diferencia específica de esta for
ma de gobierno denominado municipalidad metropolitana.
Podemos adelantar que, a diferencia de sus antecesoras, la actual Ley Orgánica de Mu
nicipalidades ofrece un tratamiento distinto del tema de la municipalidad metropolitana,
que va más allá de las generalidades, adjetivaciones intonsas y lugares comunes; y, por el
contrario, permite acercarse al meollo de lo singular, de lo específico y de lo irreductible
de esta novedosa institución edilicia, más allá de la mera adición de competencias y fun
ciones propias de un gobierno regional.
Cuando revisábamos el tema de las metrópolis, líneas arriba, advertíamos que lo pe
culiar de este fenómeno urbano radica en ese proceso llamado conurbación, por el cual el
crecimiento descomunal de la ciudad ha incorporado áreas contiguas, periféricas y aleda
ñas, configurando un todo continuo, donde ya no es posible establecer demarcaciones físi
cas porque, justamente, estas se han perdido en beneficio de una integración uniformadora.
El artículo 157 de la ley, relativo a las atribuciones del concejo metropolitano, contie
ne normas que refuerzan el papel de la municipalidad metropolitana:
Este rol dirigente también está presente en el artículo 161 de la Ley Orgánica, que ver
sa sobre las competencias y funciones metropolitanas especiales. Esto significa que ade
más de las funciones y competencias de carácter general existe un núcleo de funciones y
competencias especiales, que corresponden exclusivamente a la naturaleza metropolita
na del municipio.
Finalmente, el artículo 166 de la Ley Orgánica establece lo que denomina rentas me
tropolitanas especiales, además de los recursos financieros de carácter común. Es decir, se
reconoce que la Municipalidad Metropolitana de Lima, con la incorporación de funciones
y competencias de Gobierno Regional, con funciones y competencias metropolitanas es
peciales, debe tener igualmente unas rentas metropolitanas especiales.
BIBLIOGRAFÍA
CARAVEDO MOLINARI, Baltazar. Lima: problema nacional. Gredes, Lima, 1987; CASTELLS,
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Crítica, Buenos Aires, 1999; HODGETT, Gerald. Historia social y económica de la Europa medie
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2004; ÍSMODES ALEGRIA, Julio César. La ciudad de Lima. Economía urbana. Teoría y práctica.
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ZEVALLOS, Augusto. Urbanismo para sobrevivir en Lima. Apoyo y Fundación Ebert, Lima, 1992;
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ciudades de la Edad Media. Alianza Editorial, Madrid, 1972; ROMERO, José Luis. Latinoamérica.
Las ciudades y las ideas. Siglo XXI, Buenos Aires, 2001; SANZ CAMAÑES, Porfirio. Las ciudades
en la América Hispana. Siglos XV al XVIII. Sílex. Madrid, 2004; WAA. Reelección presidencial
y derecho de referéndum. Foro Democrático-Fundación Hans Seidel, Lima, 1997; WAA. Grandes
metrópolis de América Latina. Fondo de Cultura Económica, Sao Paulo, 1993; W AA. Lima: gestión
y ciudadanía. Seminario Internacional. Universidad de Lima y Porrúa, Lima, 1999.
Artículo 199 Fiscalización y presupuesto de los gobiernos
regionales y locales
Los gobiernos regionales y locales son fiscalizados por sus
propios órganos defiscalización y por los organismos que ten
gan tal atribución por mandato constitucional o legal, y están
sujetos al control y supervisión de la Contraloría General de
la República, la que organiza un sistema de control descen
tralizado y permanente. Los mencionados gobiernos formulan
sus presupuestos con la participación de la población y rinden
cuenta de su ejecución, anualmente, bajo responsabilidad,
conforme a ley^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 77, 78, 82, 188, 189, 191, 192, 194, 195; L.O.C.G.R.; Ley 27972: arts. 30,
31; R. 179-2021-CG; P.I.D.C.P.: art. 1.2; P.I.D.E.S.C.: art. 1.2
Expresada la naturaleza del Estado en tales términos, el Gobierno en todos sus nive
les debe velar por el bienestar social, considerando como principio fundamental la defensa
de la persona humana y el respeto de su dignidad. Esto implica, entonces, que la eficacia
de las acciones de gobierno debe evaluarse, fundamentalmente, en función de su “impac
to” en el bienestar de la sociedad e inclusión social.
Del mismo modo, el ámbito político de la Constitución, relacionada con el alto gra
do de consenso requerido entre las distintas fuerzas políticas y sociales de un país para
aprobarla, intenta asimismo limitar el poder público para comprometerse con la vigencia
de los derechos fundamentales. El intérprete no debe olvidarse de que toda Constitución
(*) Texto según modificatoria efectuada por la Ley N° 27680 del 07/03/2002.
(1) ZAGREBELSKY, Gustavo. El Derecho dúctil. Ley, derechos, justicia. Trotta, Madrid, 1995. p. 14.
refleja un acuerdo político determinado y duradero (2)es decir, una fórmula de expresión
ideológica que organiza la convivencia política en una estructura social y en un particular
momento histórico rodeado de singulares características que, debido a la dinámica comu
nitaria, pueden variar, aunque la idea es que el acuerdo sea duradero.
Por tal razón, la Constitución no es simplemente una norma jurídica, sino debe enten
derse también como una con un carácter político. Sobre todo, relacionando y armonizan
do la Constitución y el ordenamiento jurídico nacional, se puede entender como bloque de
constitucionalidad todo el conjunto de disposiciones que deben ser tenidas en cuenta para
apreciar los vicios de constitucionalidad de una ley sujeta a su control(3)4.
(2) Orientación doctrinal en DE VEGA, Pedro. La reforma constitucional y la problemática del poder consti
tuyente. Tecnos, Madrid, 1985. p. 56; y en SCHMITT, Cari. Teoría de la Constitución. Ia edición, Alianza,
Madrid, p. 80 y ss.
(3) STC Exp. N° 0002-2005-AI/TC, 18/02/2005.
(4) MÉNDEZ MORENO, Alejandro. Derecho Financiero y Tributario. Parte general. Lecciones de cátedra.
4a edición, Lex Nova, Valladolid, 2003, p. 57.
un reducido porcentaje en la ejecución del gasto público. Y cuando reciben fondos de par
te del canon o regalía minera, su capacidad de gasto es deficiente y, en estos años, plaga
dos de corrupción propiciados por algunos alcaldes y demás empleados públicos. Lo que
trae consigo una falta de legitimidad estatal y la necesidad de contar con mejores contro
les y con un rediseño de los sistemas de protección al denunciante.
Aunque con un menor grado de diferencia, con vital importancia para los presupues
tos públicos municipales y regionales, este tipo de relación se puede observar también en
lo concerniente a la facultad de recaudar tributos: en los países industrializados la propor
ción de la recaudación tributaria a cargo de los gobiernos locales respecto al gobierno ge
neral es mayor que en los países subdesarrollados(5).
Con arreglo a nuestra Norma Fundamental, existen tres niveles de gobierno: gobier
no central, regional y local (este último de ámbito provincial, distrital y de centro pobla
do menor).
(5) Descentralización del Estado y modernización de la municipalidad para enfrentar los desafíos del desarrollo
local sostenible.Vide: <http://www.agn.gov.ar/asamblea_web/doc/colaboraciones_tecnicas/temal/peru%20
control%20ciudadano.pdf>.
tributaria debe ser ejercida concertadamente con los otros niveles de gobiernos. El obje
tivo es no incrementar la carga tributaria de los contribuyentes, sino distribuir la carga ya
existente, por lo que se deben buscar medios técnicos y de política fiscal para reducir o sin
cerar las inafectaciones, exoneraciones e identificar los índices de evasión tributaria den
tro de un sistema tributario adecuado a nuestra realidad. Por supuesto, rediseñar la lucha
contra la corrupción, porque cada vez se observa en todas las entidades del Estado un in
cremento de casos de corrupción de funcionarios, desde presidentes, congresistas, alcal
des y funcionarios de alta dirección.
Así, las competencias de los órganos constitucionales pueden ser: a) Competencias ex
clusivas, aquellas materias designadas en exclusividad a favor de organismos constitucio
nales, las que pueden ser a su vez positivas, si son susceptibles de ser delegadas, o nega
tivas, si son privativas del órgano respectivo; b) Competencias compartidas, que implican
la repartición de responsabilidad entre dos niveles de gobierno; y c) Competencias dele
gadas, aquellas que un nivel de gobierno delega a otro nivel, de mutuo acuerdo y confor
me al procedimiento establecido en la ley, quedando el primero obligado a abstenerse de
tomar decisiones sobre la función delegada(6).
(6) STC Exp. N° 0006-2008-PI/TC del 11/06/2008. El Perú Estado unitario y descentralizado; distribución
de competencias (f. j. 9 y ss.). De acuerdo a los artículos 43 y 189 de la Constitución, el Perú es un Estado
unitario y descentralizado, es decir, aquel en que el poder no se encuentra concentrado en un órgano único
sino que se permite la posibilidad de transferir facultades de gobierno a entidades, denominadas por algunos
como “organismos constitucionales autónomos”, que ayudan al desarrollo integral de la política nacional.
Dichos órganos cuentan incluso con poder normativo en su ámbito territorial, el cual debe ser ejercido de
conformidad con las competencias asignadas por la propia Constitución.
(7) De acuerdo con la Constitución de 1993, los gobiernos regionales y locales tienen las siguientes competen
cias:
Gobiernos regionales
manos con lo que se cuenta y asigna actualmente, pues para lograr objetivos generales y
específicos se debe contar con personal idóneo. También, el liderazgo que debe haber en
las instituciones públicas es fundamental para generar confianza y un servicio de calidad
para la ciudadanía.
Por ello, los problemas en nuestro país no solamente se reducen a la escasez actual de
recursos, sino a cómo se emplean estos para que su carencia no sea más acentuada en el
futuro. En la solución de los mismos las municipalidades de las ciudades y de los pueblos,
Por otra parte, la revisión de los instrumentos legales con que cuentan las municipa
lidades, permite conocer que estos órganos de gobierno local tienen asignadas muchas e
importantes funciones, pero contrariamente, disponen de muy pocos recursos; determi
nando así una brecha de demanda insatisfecha en la comunidad, en la mayoría de casos,
porque carecen de alcaldes emprendedores y que lideren cambios muy necesarios de cara
a las exigencias de la ciudadanía.
En este desorden generalizado está el de los mismos municipios y regiones, los recur
sos humanos y la infraestructura inadecuada, que agudizan el servicio público que deben
prestar a la ciudadanía. Para ser optimistas, iniciemos con los éxitos alcanzados por las
mejoras existentes y fomentemos un cambio de mentalidad de la población peruana. Por
que más que los medios necesitamos integramos como ciudadanos(9). Dejemos de lado la
baja autoestima nacional que afecta a todos. Requerimos de una nueva visión que parta
por reconocer la capacidad de iniciativa y gestión de nuestra Administración Pública(10).
Es el momento que busquemos nuevas soluciones y oportunidades, eligiendo a nuestras
autoridades por su capacidad de gestión pública y no por dádivas o falsas promesas o con
exageradas agendas.
(8) Descentralización del Estado y modernización de la municipalidad para enfrentar los desafíos del desarrollo
local sostenible. Vide: <http://www.agn.gov.ar/asamblea_web/doc/colaboraciones_tecnicas/temal/peru%20
control%20c iudadano. pdf>.
(9) El Perú carece de autoestima y, en consecuencia, de cultura de éxito. (...) ¿Quiere generar aprecio por el
éxito? En las campañas de motivación interna, siga estos tres caminos: La competencia, la entronización
y la consideración. DE MARÍA, César. “Aprendiendo a ganar”. En: El Comercio del 23/12/2004, sección
economía, p. b2.
(10) BOZA, Beatriz. “Ahorrar a costa de qué”. En: El Comercio del 23/12/2004, sección opinión, p. a4.
II. Órganos de fiscalización de los gobiernos regionales y locales
Como toda entidad estatal, los tres niveles de gobierno deben tener órganos de fisca
lización o los denominados departamentos de control interno. En este punto nos referire
mos a los gobiernos regionales y locales.
Para compartir experiencias que enriquezcan la labor de control interno del ejerci
cio presupuestal y fomentar mayor transparencia en materia de rendición de cuentas, se
debe gestar una coordinación más fluida entre los órganos de control interno de los go
biernos regionales y locales y de fiscalización gubernamental por la Contraloría General
de la República.
Una iniciativa en este tipo de coordinaciones son los denominados encuentros ins
titucionales de órganos de control y fiscalización, en los que se pueden delinear estrate
gias conjuntas y uniformes que permitan a las instituciones participantes identificar qué
se está haciendo, en qué situación se encuentran, qué falta por hacer y cómo podrían apo
yarse mutuamente para mejorar sustancialmente.
No obstante, es pertinente aplicar los artículos 191 y 194 conjuntamente con el ar
tículo 199 de la Constitución de 1993, puesto que si bien los gobiernos regionales y lo
cales son fiscalizados por sus propios órganos de fiscalización y por los organismos que
tengan tal atribución por mandato constitucional o legal, están sujetos al control y super
visión de la Contraloría General de la República, la que organiza un sistema de control
(11) STC Exp. N° 006-2005-PI/TC 07/03/2007: “(...) con la modificatoria introducida por la Ley N° 28926 a
la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales se ha respetado la autonomía administrativa de la que gozan los
gobiernos regionales por mandato del artículo 191 del Texto Constitucional, se ha cumplido el procedimiento
parlamentario regulado por el artículo 106 de la Constitución, así como los quorums y votaciones descritos
en los artículos 52,73 y 78 del Reglamento del Congreso de la República. Por lo tanto, la normativa vigente
ha garantizado en su totalidad el contenido constitucionalmente protegido de la autonomía administrativa
de los gobiernos regionales”.
descentralizado y permanente. Los mencionados gobiernos formulan sus presupuestos con
la participación de la población y rinden cuenta de su ejecución, anualmente, bajo res
ponsabilidad, conforme a ley. Es más, dado que están expuestos a la realización de actos
de corrupción, deben regular internamente la aplicación del Decreto Legislativo N° 1327,
que establece medidas de protección para el denunciante de actos de corrupción y sancio
na las denuncias realizadas de mala fe.
Los ciudadanos tienen derecho a participar en los asuntos públicos mediante refe
réndum, iniciativa legislativa, remoción o revocación de autoridades y demanda de ren
dición de cuentas. Tienen también el derecho de ser elegidos y de elegir libremente a sus
representantes, de acuerdo con las condiciones y procedimientos determinados por ley or
gánica. Es derecho y deber de los vecinos participar en el gobierno municipal de su ju
risdicción. La ley norma y promueve los mecanismos directos e indirectos de su partici
pación. Tienen derecho al voto los ciudadanos en goce de su capacidad civil. El voto es
personal, igual, libre, secreto y obligatorio hasta los setenta años. Es facultativo después
de esa edad. Es nulo y punible todo acto que prohíba o limite al ciudadano el ejercicio de
sus derechos (art. 31).
El Sistema de Gestión Presupuestaria del Estado regula de forma horizontal a los tres
niveles de gobierno. En este sentido, el marco normativo presupuestal es de observancia
obligatoria por los niveles de gobierno central, regional y local.
(13) STC Exp. N° 0024-2005-PI/TC, f. j. 33 (02/11/2005): “(...) En conclusión, el que se haya dispuesto como
obligación de todo Alcalde o Presidente Regional que renuncie como requisito previo a su participación
en un proceso electoral, no resulta una medida injustificada, o carente de base razonable, en el sentido de
que ha cumplido con superar los tests de adecuación, de necesidad y de proporcionalidad. El equilibrio de
posiciones que se está logrando para todos los candidatos, y la observancia de un manejo transparente de los
fondos y recursos públicos de quienes desean postular, está siendo conseguido a través de la modificación
constitucional sometida a control”.
(14) STC Exp. N° 0024-2005-PI/TC, f. j. 27 (02/11/2005): “(...) Debe enfatizarse, asimismo, que no es lo
mismo el establecimiento de restricciones o prohibiciones a una persona natural o jurídica, que prescribir
aquellas en el régimen o estatuto jurídico de quien desempeña un cargo de relevancia en los organismos
del Estado. Mientras que en el primer caso existe la necesidad de determinar si el tratamiento diferenciado
efectivamente vulnera el derecho de igualdad, en el segundo caso las diferencias de trato entre las diversas
autoridades no pueden interpretarse como actos discriminatorios, pues el Estado y sus funcionarios no
se organizan con sujeción a la regla de la autonomía de la voluntad, sino al principio de la competencia
regulado en la ley. En el Estado no todos ejercen las mismas funciones por el hecho de haber recibido el
mandato popular, sino en virtud a que el ordenamiento jurídico expresamente les ha reconocido el ejer
cicio de tales; lo que no obsta para recordar que todas las autoridades y funcionarios, en su condición de
personas, gozan de derechos fundamentales, según se precisa en la STC Exp. N° 0008-2005-PI/TC (caso
Ley Marco del Empleado Público)”.
El concepto de presupuesto según expresa José Roberto Dromi(15) “es una manifesta
ción más del control jurídico-político del Poder Legislativo sobre el Ejecutivo, como co
rolario del sometimiento de la actividad financiera del Estado al imperio de la ley, propio
de todo Estado de Derecho, y como expresión de la teoría de la separación de poderes”.
Por su parte, Licciardo Cayetano(16)17
expone que: “El presupuesto es una institución funda
mental para la forma republicana de gobierno, porque nace junto con el derecho del pue
blo a saber lo que el gobierno hace”.
Por otro lado, se precisa que los gobiernos regionales están comprendidos en los al
cances de la normativa contable emitida por la Contaduría Pública de la Nación para re
gistrar sus operaciones financieras, presupuestarias y patrimoniales, a través del Módu
lo Contable del Sistema Integrado de Administración Financiera (SIAF-SP), aplicando el
Sistema de Contabilidad Gubernamental.
(15) DROMI, José Roberto. “Constitución, gobierno y control”. En: Presupuesto y cuenta de inversión, ins
trumentos de gobierno y control. Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1997, p. 200. Citado por el Tribunal
Constitucional en su STC Exp. N° 0004-2004-CC/TC del 06/02/2005.
(16) LICCIARDO Cayetano. La función del presupuesto en el Estado moderno. Departamento de Ciencias
Económicas, Jurídicas y Social de la Universidad de Salta, Argentina, 1980, p. 103. Citado por el Tribunal
Constitucional en su STC Exp. N° 0004-2004-CC/TC del 06/02/2005.
(17) STC Exp. N° 0004-2004-CC/TC, f. j. 7.
A efectos de asegurar la adecuada transferencia de los saldos contables que reflejan
los activos, pasivos y patrimonio, así como el acervo documentario se ha desarrollado un
instructivo contable especial para los gobiernos regionales.
Por último, es preciso mencionar que el Gobierno central, los gobiernos regionales
y los gobiernos locales deben sentar las bases para consolidar las juntas de coordinación
interregionales, así como las macrorregiones propuestas, para impulsar proyectos comu
nes destinados a articular territorios, para atraer inversión extranjera, evitar duplicación
de funciones y desarrollar la infraestructura para dinamizar la economía macrorregio-
nal. Porque el crecimiento económico y la inclusión social exigen, como condición in
dispensable, la descentralización política, económica y social, para integrar al interior y
a las zonas rurales en el círculo virtuoso del desarrollo nacional que fomente el empleo
y mejore la calidad de vida de los peruanos y peruanas en todos los rincones del país(18).
De la mano con ello, disminuir sostenidamente la corrupción de funcionarios y utilizar
las normas jurídicas plasmadas en el Decreto Legislativo N° 1327, que regula medidas
de protección al denunciante y la cuadragésimo octava disposición final del Código Tri
butario sobre incremento patrimonial no justificado como causal de despido de funcio
narios públicos.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
|J| La autonomía económica de los gobiernos locales consiste en la facultad de crear, recaudar
y administrar sus rentas e ingresos propios, así como de aprobar sus presupuestos institu
cionales conforme a ley: STC Exp. N° 00028-2007-PI/TC (f. j. 8.c).
BIBLIOGRAFÍA
BOZA, Beatriz. “Ahorrar a costa de qué”. En: El Comercio, de 23 de diciembre de 2004, sección
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del poder constituyente. Tecnos, Madrid, 1985; DROMI, José Roberto. “Constitución, gobierno y
control”. En: Presupuesto y cuenta de inversión, instrumentos de gobierno y control. Ciudad Argen
tina, Buenos Aires, 1997; LICCIARDO Cayetano. Lafunción del presupuesto en el Estado moderno.
Departamento de Ciencias Económicas, Jurídicas y Social de la Universidad de Salta, Argentina,
DE LAS GARANTÍAS
CONSTITUCIONALES
TÍTULO V
DE LAS GARANTÍAS
CONSTITUCIONALES
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 1, 2 ines. 1) al 23), 3, 139 ines. 3) al 22), 202 inc. 2), 205; C.P.Ct.: arts. I al
IX, 1,2,5,7 inc. 7), 8 al 10,11,13 al 15,17,22 al 25,29 al 31,33 al 38,52,70 inc. 3),
113 al 115,116,119 al 121,2a DF; L.O.P.J.: arts. 24 inc. c), 50 inc. 2), 131; L.O.M.P.:
art. 90; L.O.T.C.: arts. 2, 3, 5; L.O.D.P.: art. 9 inc. 2); L.O.E.: arts. 344, 360; Ley
27809: arts. 133,134; R.Adm. 095-2004-P-TC.: arts. 5 inc. 2), 11,31,54; C.A.D.H.;
D.U.D.H.: arts. 3, 8; P.I.D.C.P.
I. Generalidades
1. Historia
Hábeas corpus es una expresión latina que significa “traedme el cuerpo”. Como se
sabe, en los tiempos de Roma la locución hacía mención al interdicto De Homine Libe
ro Exhibendo consagrado en el Título XXIX, Libro XLIII del Digesto, en virtud del cual
toda persona libre pero que estuviera detenida, podía recurrir ante el pretor para que este,
mediante edicto, ordene al autor de la detención que ponga al detenido ante su presencia,
a fin de que se pronuncie sobre la legalidad de la detención.
Si bien es verdad que la Carta Magna en 1215 reconocía como una prerrogativa de
los varones el de no ser apresados ni desposeídos de sus bienes, costumbres y libertades,
sino en virtud del juicio de sus pares y según las leyes que le eran aplicables; y que en la
España medieval existían instituciones análogas a la establecida en la Carta Magna, como
el Juicio de Manifestación de Aragón y la Ley 26 del título XI del Fuero de Vizcaya de
1527, fue el Hábeas Corpus Amendment Act inglés el que hizo célebre la institución y le
otorgó su carta de naturaleza.
Eduardo Pallares, al comentar el acta de hábeas Corpus, destaca las notas esenciales
de esta institución, entre las cuales están las siguientes:
a) “El hábeas Corpus podía ser solicitado no solo por el prisionero o el detenido,
sino por cualquier otra persona en su nombre;
b) Eran competentes para exigir el mandato el lord canciller, los jueces, los baro
nes o cualquier juez o tribunal o barón del Ministerio de Hacienda, creándose
así una jurisdicción privilegiada para favorecer a las personas que solicitaban
los beneficios del hábeas Corpus;
c) El oficial, carcelero o suboficial que tuviese a su cargo al prisionero o detenido,
estaban obligados a expedirle una copia del warranC\ por el cual se encontra
ba detenida o prisionera la persona a favor de la cual se accionaba;
d) El hábeas Corpus no procedía en los casos en que la detención o prisión se ori
ginase en una sentencia o una acusación por los delitos de traición o de felonía;
e) La acción se interponía contra cualquier autoridad que directa o indirectamen
te, tuviere bajo sus órdenes al prisionero o detenido;
f) Los efectos del hábeas Corpus consistían en obligar a la autoridad a cuyo car
go estuviere el detenido o prisionero, a exhibirlo ante el juez que expidió el há
beas corpus, y este, a su vez, dentro de los dos días siguientes, a ponerlo en li
bertad, previa caución a cargo del detenido, de su presentación ante los jueces
que habrían de juzgarlo, y de su reingreso a prisión en el supuesto de ser decla
rado culpable”1(2).
Del análisis expuesto por Pallares podemos concluir que la Ley de 1679 únicamente
regulaba el hábeas corpus para los casos criminales, motivo por el cual en 1816 se dicta
una nueva ley ampliando el ámbito de aplicación a las materias civiles.
• Ley del 21 de octubre de 1897: reguló por primera vez el hábeas corpus en el
Perú. Fue dada exclusivamente para tutelar la libertad individual.
• Ley N° 2223 del 10 de febrero de 1916: conocida como la “Ley de Liquida
ciones de Prisiones Preventivas”, amplió el hábeas corpus para la defensa de las
“Garantías Individuales” que se encontraban reguladas en la Constitución vi
gente de aquella época (Constitución de 1860).
• Ley N° 2253 del 26 de setiembre de 1916: fue aprobada con el objeto de per
feccionar ciertos aspectos procesales del régimen del hábeas corpus expuestos
en la ley originaria de 1897.
• Constitución de 1920: elevó por primera vez a rango constitucional la institu
ción procesal del hábeas corpus. El artículo 24 de la primera Constitución apro
bada en el siglo XX, establecía, ad lítteram: “Nadie podrá ser arrestado sin man
damiento escrito de juez competente o de las autoridades encargadas de conservar
el orden público, excepto in fraganti delito, debiendo en todo caso ser puesto, el
arrestado, dentro de 24 horas, a disposición del juzgado que corresponda. Los
ejecutores de dicho mandamiento están obligados a dar copia de él siempre que
se les pidiere. La persona aprehendida o cualquiera otra podrá interponer con
forme a la ley el recurso de hábeas corpus por prisión indebida”.
• Código de Procedimientos en Materia Criminal de 1920: se ocupó del hábeas
corpus en sus artículos 342 al 355. Lo premunió de ciertas características espe
ciales, como por ejemplo: a) el de considerarlo como un recurso; b) el de cir
cunscribirlo únicamente a la libertad corporal; c) en cuanto a la procedencia de
la detención, dispuso que podía llevarse a cabo por autoridades policiales, judi
ciales y por particulares; d) incorporó dos aspectos novedosos: primero, que el
hábeas corpus protegía no solo a los nacionales sino también a los extranjeros.
Y segundo, que también procedía contra la colocación de las guardias puestas a
domicilio (hábeas corpus restringido).
• Constitución de 1933: estableció un cambio sustancial al ampliar el ámbito de
protección del hábeas corpus a los demás derechos sociales.
• Código de Procedimientos Penales de 1940: estableció en el marco legislativo
de sus artículos 349 al 360 los siguientes supuestos de hecho para su proceden
cia: a) cuando el agraviado es sometido a prisión por más de 24 horas sin que el
juez competente le haya tomado su declaración instructiva; b) cuando se pone
guardias a domicilio; y, c) cuando se violan los derechos individuales o sociales
amparados por la Constitución.
• Decreto Ley N° 17083 del 24 de octubre de 1968: es el antecedente más cer
cano de la actual ley. Decretó la tramitación del hábeas Corpus por medio de dos
vías; a) la penal, que se rige por las reglas establecidas en el Código de Proce
dimientos Penales, para los casos de libertad personal, inviolabilidad de domi
cilio y libertad de tránsito; y, b) la civil, para garantizar los demás derechos so
ciales según el trámite que el propio decreto se encargó de establecer.
• La Ley N° 23506 y su complementaria la Ley N° 25398.
• La Ley N° 28237, el Código Procesal Constitucional del 2004.
• La Ley N° 31307, el nuevo Código Procesal Constitucional.
“Toda persona que sea privada de libertad en virtud de detención o prisión tendrá de
recho a recurrir ante un tribunal, a fin de que este decida a la brevedad posible sobre
la legalidad de su prisión y ordene su libertad si la prisión fuera ilegal”.
La Convención Americana sobre Derechos Humanos, en sentido parecido dispone en
su artículo 7, inciso 6):
“Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal
competente, a fin de que este decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o
detención y ordene su libertad si el arresto o la detención fueran ilegales
En su Opinión Consultiva 08/87, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sin
embargo, recondujo el reconocimiento del hábeas corpus al artículo 25 de la Convención
Americana que consagra el derecho de toda persona a un recurso sencillo y rápido. Pero
no cabe duda de que en el referido dispositivo también tienen cabida el proceso de ampa
ro y el de hábeas data [Exp. N° 1230-2002-HC/TC, caso César Humberto Tineo Cabrera].
5. Principios
El hábeas corpus es un proceso cuya tramitación se inspira en los siguientes principios:
Las partes materiales están en una relación directa con la pretensión, es decir, parte
material es aquella que se encuentra vinculada directamente con el pronunciamiento de
fondo que habrá de expedir el juzgador.
De otro lado, es parte procesal aquel que ejecuta un acto al interior del proceso por
derecho propio o en nombre de otro. El detenido arbitrariamente es parte material pero no
puede ser parte procesal, ya que se encuentra impedido de interponer la demanda. De ahí
que el Código habilita a cualquiera para interponer a su favor el proceso de hábeas cor-
pus. Quien interpone la demanda lo hace en condición de parte procesal.
Como en cualquier otro proceso, en el de hábeas corpus la demanda debe cumplir exi
gencias de forma y fondo. En cuanto a la forma, la demanda de hábeas corpus no es nece
saria que se presente por escrito. Basta su formulación oral en cuyo caso solo se requiere
levantar acta ante el juez o secretario, sin otra exigencia que la de suministrar una sucin
ta relación de los hechos.
En relación con el fondo, la demanda debe cumplir por lo menos con los siguientes
requisitos: a) individualización de la víctima; b) individualización del presunto agresor, si
es posible; c) descripción clara y concisa de los hechos que materializan el acto lesivo; d)
invocación de los derechos constitucionales que se hubiesen vulnerado.
La demanda verbal es, en alguna medida, una proyección al proceso de hábeas cor-
pus del principio de socialización procesales y de dirección judicial del proceso. La orali-
dad hace viable la demanda por parte de los analfabetos y los legos. Ha sido pensada para
los agravios que afectan derechos en los lugares más apartados del país donde la mayo
ría de la gente es pobre y analfabeta. Por el principio de dirección judicial del proceso, el
juez está obligado a interpretar del modo más coherente los hechos que se le presentan.
Por el principio de socialización, la persona ingresa al procedimiento en un mismo pla
no de igualdad que el funcionario, autoridad o persona demandada. Si la violación se ha
producido en una zona donde predomina una lengua aborigen, el accionante no está obli
gado a interponer el hábeas corpus en idioma castellano. Puede hacerlo en la lengua del
lugar porque la Constitución ha señalado en su artículo 48 que “son idiomas oficiales el
castellano y, en las zonas donde predominen, también los son el quechua, el aimara y las
demás lenguas aborígenes, según la ley” y el artículo 2 del nuevo Código habilita la in
terposición de las demandas en lenguas aborígenes en los lugares donde estas predomi
nen. El juez tiene que ser asistido por un intérprete y el proceso debe ser tramitado en la
lengua aborigen oficial.
2. Las condiciones de la acción en el hábeas corpus
Que el proceso cumpla con todos los presupuestos procesales no significa que el de
mandante habrá de obtener un pronunciamiento a su favor. La demanda puede ser estima
da o desestimada. Para que su pretensión sea atendida satisfactoriamente tiene que cum
plir con las llamadas “condiciones de la acción”.
Existe opinión pacífica en el sentido de que son tres las condiciones de la acción: a)
existencia del derecho que el actor pretende por medio de la demanda; b) identidad entre
actor y titular del derecho que es objeto de la acción; así como identidad del demandado
con aquel que está obligado al cumplimiento o respeto del derecho invocado; c) interés
procesal en ejercitar la acción.
Existen algunos casos en los que no se verifica la existencia de derecho, como en los
siguientes supuestos graficados por la jurisprudencia del Tribunal Constitucional:
Sin embargo, el artículo 31 del nuevo Código Procesal Constitucional establece que la
demanda de hábeas corpus “puede ser interpuesta por la persona perjudicada o por cual
quier otra en su favor, sin necesidad de tener su representación. Tampoco requerirá fir
ma del letrado ni otra formalidad. También puede interponerla la Defensoría del Pueblo”.
Desde la ley primigenia de 1897 el hábeas corpus en el Perú permitía la actio populis,
o sea la legitimación procesal de cualquier persona para interponer la acción sin necesidad
de ningún tipo de autorización, poder o representación. El artículo 2 de la ley decimonó
nica disponía que “el recurso de hábeas corpus puede ser presentado por el arrestado mis
mo, por sus parientes o por cualquier persona, sin necesidad de poder”. Ello implica pues,
que la acción se presenta “a favor” y no “a nombre” o “en nombre” de la víctima que es
Esta amplia legitimación activa se extiende incluso a los menores de edad por manda
to del artículo 186 de la Ley N° 27337 que señaló ad lítteram\ “El adolescente puede im
pugnar la orden que lo ha privado de su libertad y ejercer la acción de hábeas corpus ante
el juez especializado”. El vocablo adolescente no debe interpretarse de modo restrictivo,
en su sentido biológico como el estado de desarrollo psicofísico de la persona que se inicia
entre los 12 o 13 años y se extiende hasta la mayoría de edad. A la luz de la Convención
Universal de los Derechos del Niño, la expresión “adolescente” de la Ley N° 27337 debe
entenderse como sinónimo de niño, tal como se define en el artículo 1 de la mencionada
Convención: “(...) se entiende por niño todo ser humano menor de 18 años de edad, sal
vo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la mayoría de edad”.
f) Se trate de conflictos entre entidades de Derecho Público interno (art. 7.6 del
CPConst.).
La primera regla dispone que “no cabe la recusación, salvo que la interponga el propio
afectado o quien actúa en su nombre”. La consagración de esta norma, cuyo antecedente
es el artículo 23 de la derogada Ley N° 23506, reafirma la naturaleza cuasi unilateral del
proceso de hábeas corpus, en el sentido de que solo una de las partes, el accionante, pue
de impulsar las articulaciones recusatorias. El objetivo es muy claro: impedir las dilacio
nes maliciosas si se pone a disposición del demandado la posibilidad de separar del pro
ceso al juez, al secretario o a cualquier auxiliar jurisdiccional.
El Código, sin embargo, repite la omisión de las Leyes N°s 23506 y 28237. No esta
blece términos para resolver las recusaciones planteadas por el actor. Pensamos que solo
son de aplicación al hábeas corpus las causales de improcedencia contempladas en las nor
mas procesales supletorias, pero no los plazos para su tramitación. Frente al vacío, im
porta tramitar la articulación a la brevedad posible. Todos los actos deben ejecutarse en el
día. Borea sostiene que en caso de producirse una recusación “el juez deberá aceptarla y
pasar ese mismo día el expediente al juez instructor que sea del tumo más remoto; al juez
encargado de los asuntos civiles donde no existiese más de un instructor, o al de la capi
tal de departamentos en el caso que no hubiese más que un solo juzgado mixto. En caso
de no estimarse fundada la recusación la absolverá en el mismo día y dentro de las 24 ho
ras lo remitirá a la sala, la que absolverá dentro de las 24 horas de recibido con solo tener
a la vista el expediente, debiendo ordenar que dentro de las 24 horas se devuelva el expe
diente al juzgado de origen, si se declara infundada la recusación, o al que le correspon
da resolver si la estima fundada”.
La segunda regla especial de procedimiento establece que “no caben excusas de los
jueces ni de los secretarios”. El sentido de este dispositivo remarca la naturaleza del pro
ceso de hábeas corpus como remedio urgentísimo frente a los agravios a la libertad perso
nal. La mayoría de las veces el hábeas corpus coloca al juez en un entorno crítico, de en
frentamiento con el detentador del poder. Su apartamiento del proceso por motu proprio,
tanto de él como del secretario, puede producir demoras y dilaciones perjudiciales en de
trimento de la libertad física o los derechos conexos que son objeto de su protección. Por
ello, no hay motivo alguno que valga para que el juez o el secretario de la causa se exi
man de conocer el proceso y de ese modo evitar su confrontación eventual con la autori
dad o funcionario dotado de cierto poder político específico o con algún grupo económi
co influyente.
La tercera regla especial de procedimiento señala que “los jueces deberán habilitar
día y hora para la realización de las actuaciones procesales”. No puede ser de otro modo,
ya que la urgencia del derecho invocado no permite supeditar su protección a los días y
las horas hábiles del despacho ordinario. Como director del proceso el juez está obliga
do a adecuar las diligencias y las etapas del proceso al sentido de su oportunidad y con
veniencia, de conformidad con los fines que le son trascendentes. El juez tiene la potestad
permanente, ex lege, de habilitar días y horas para la realización de las actuaciones proce
sales. Es responsable de las incurias y las negligencias que se traducen en diligencias ac
tuadas a destiempo y que convierten el derecho en irreparable.
La cuarta regla especial de procedimiento señala que “no interviene el Ministerio Pú
blico”. La finalidad de la norma consiste en facilitar el carácter expeditivo del proceso.
Su intervención puede restarle idoneidad y eficacia. Constitucionalmente, no es el órgano
adecuado para la defensa de la libertad corpórea y los derechos conexos. El primer y últi
mo bastión de los derechos humanos es el juez.
La quinta regla dispone que “se pueden presentar documentos cuyo mérito apreciará
el juez en cualquier estado del proceso”. La ausencia de etapa probatoria consagrada en el
artículo 13 del Código no exime al juez de las actuaciones probatorias que estime necesa
rias e indispensables y que no conlleven al mismo tiempo una afectación del proceso. La
posibilidad de presentar documentos en cualquier fase del iter procesal debe entenderse,
en consecuencia, no como un atributo a disposición del juzgador, ya que ello es inherente
al ejercicio de sus funciones en esta clase de procedimientos, sino como un derecho que
le corresponde a las partes, si creen que con la actuación de la prueba documental el juez
puede formarse una mejor convicción.
La sexta regla indica que “el juez o la sala designará un defensor de oficio al deman
dante, si lo pidiera”. Como ya se sabe, en el hábeas corpus no es necesaria la asistencia
letrada. El juez conoce el derecho y lo aplica de la mejor manera a la consecución de los
fines del proceso. El Código, tal como lo hacía originalmente el artículo 23 de la deroga
da Ley N° 23506, deja en manos del agraviado o del demandante la libre facultad de pe
dir o no el nombramiento de un abogado defensor. Aunque el código no lo dice, se entien
de que los gastos del defensor de oficio corren a cargo del Estado.
La sétima regla dispone con carácter imperativo que “las actuaciones procesales son
improrrogables”. La derogada Ley N° 23506 señalaba que no se podía pedir aplazamien
to de diligencias ni de informes, “salvo por el actor o perjudicado”. El Código es más
5. Desistimiento
Aun cuando no está considerada dentro de estas reglas procesales del trámite, quisié
ramos mencionar lo relacionado con el desistimiento en el proceso de hábeas corpus. El
Tribunal Constitucional ha advertido que “si bien el Código Procesal Constitucional no
ha previsto de manera expresa la posibilidad del desistimiento [para este proceso], este
Tribunal considera que sí resulta viable la procedencia de dicha institución en aplicación
análoga de lo dispuesto en las normas referidas al proceso de amparo (art. 49) [del CP
Const. del 2004] y al proceso de cumplimiento (art. 71) [del CPConst. del 2004]. Sin em
bargo, para establecer las clases de desistimiento y precisar sus efectos, este Tribunal ad
vierte una deficiencia en la regulación, por lo que considera que resulta pertinente acudir
a las normas contenidas en los códigos procesales afines a la materia discutida, siempre
que no contradigan los fines de los procesos constitucionales y sea pertinente para la so
lución del caso (art. IX del TP del CPConst.) [del 2004]”<33\
Al ser una forma especial de conclusión del proceso, el pedido de desistimiento está su
jeto a una serie de formalidades como aquellas vinculadas con el contenido del escrito. En
efecto, se deberá precisar cuál es el contenido y cuáles son los alcances del desistimiento, y
debe contener la firma legalizada ante el Secretario Relator del Colegiado, notario, o de ser
el caso, ante el Director del Establecimiento Penitenciario; de quien lo propone, tal como
lo establece el artículo 37 del Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional. Ahora
bien, en el caso de personas que se hallan fuera del territorio de la República, estas debe
rán acudir a las autoridades respectivas a efectos del cumplimiento de esta formalidad33 (34).
Por último, cabe precisar que el desistimiento no se presume, sino que debe solici
tarse expresamente y solo le alcanzará a quien lo proponga. En ese sentido, quien haga
el pedido formalmente deberá ser el beneficiario, incluso en aquellos casos -como ocu
rre frecuentemente- en los que terceros presenten la demanda en su nombre, salvo cuan
do esté debidamente facultado para ello. Esta regla se fundamenta en la idea de lograr
una tutela eficaz del derecho presuntamente vulnerado y frente a la posibilidad de que
6. Conversión procesal
Si bien la figura de la conversión de un proceso constitucional de la libertad en otro no
ha sido incorporada en el Código Procesal Constitucional, la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional no ha sido ajena a su desarrollo. Y es que si contábamos con algunos pro
nunciamientos sobre la materia, el Colegiado abordó el tema de la conversión de un pro
ceso de hábeas corpus en uno de amparo en la STC Exp. N° 5761-2009-PHC/TC, en su
fundamento jurídico 27, en donde estableció una serie de reglas para este caso:
a) Detención arbitraria
El artículo 34 dice literalmente que “tratándose de cualquiera de las formas de deten
ción arbitraria y de afectación de la integridad personal, el juez resolverá de inmediato.
Para ello podrá constituirse en el lugar de los hechos, y verificada la detención indebida
ordenará en el mismo lugar la libertad del agraviado, dejando constancia en el acta co
rrespondiente y sin que sea necesario notificar previamente al responsable de la agresión
para que cumpla la resolución judicial”.
Se trata de una simple constatación: ¿La detención ha sido realizada por mandamien
to escrito y motivado del juez o es el resultado de un delito flagrante? Para ello, la ley lo
faculta a “constituirse en el lugar de los hechos” a fin de verificar la legitimidad de la de
tención. Si no hay orden judicial escrita y motivada o causal de in fraganti crimine el juez
ordena “en el mismo lugar la libertad del agraviado, dejando constancia en el acta corres
pondiente”, sin necesidad de notificar su decisión al responsable del acto lesivo para que
dé cumplimiento a su resolución. El mismo la ejecuta y hace cumplir.
Con la antigua Ley N° 23506 el juez de la causa tenía la facultad de profundizar las
investigaciones si es que entendía que no era “suficiente la sumaria investigación”. Fren
te a esta hipotética pero remota posibilidad, el juez debía obrar conforme al artículo 18
de la citada norma: “el juez citará a quien o quienes ejecutaron la violación requiriéndo-
les expliquen la razón que motivo la agresión y resolverá de plano, en el término de un
día natural, bajo responsabilidad”. Con la normativa actual no hay postergaciones de un
día. La detención arbitraria se resuelve de inmediato. También cuando se trata de viola
ción a la integridad personal. El Código mejora lo que ya estaba establecido en el artícu
lo 20 de la Ley N° 25398, complementaria de la Ley N° 23506. En este derogado artículo
vigésimo se indicaba: “Tratándose de cualesquiera de las formas de detención arbitraria,
el juez podrá constituirse en el lugar de los hechos y comprobada dicha detención indebi
da, ordenará en el mismo lugar la libertad del agraviado, sentando el acta correspondien
te y sin que sea necesario notificar por escrito al responsable de la agresión para que cum
pla la orden judicial”.
La diferencia de tramitación del hábeas corpus para la defensa de los demás derechos,
estriba en la discrecionalidad del juez para presentarse en el lugar de los hechos o citar a
los agresores a su despacho, así como en el plazo para expedir sentencia.
Aun cuando ligeramente diferente, el proceso no puede dejar de ser sumario y rápi
do. Como el juez debe resolver de plano, quienes concurren a su despacho en calidad de
supuestos agresores no pueden solicitar aplazamiento de la diligencia. En este punto se
aplica la regla de procedimiento especial consagrada en el inciso 7 del artículo 33: “[L]as
actuaciones procesales son improrrogables”.
En el último párrafo del presente artículo el Código dice que la resolución “podrá”
notificarse al agraviado así se encontrare privado de su libertad, y que también “puede”
notificarse indistintamente a la persona que interpuso la demanda, así como a su abogado
si lo hubiere. Las expresiones en condicional “podrá” y “puede”, se entienden cuando la
demanda ha sido declarada fundada, no así si es que ha sido desestimada, porque en este
caso, el actor y la parte agraviada deben tener la posibilidad de hacer valer su derecho
a la instancia plural, en cuyo caso el juez está en la obligación de notificar la sentencia.
c) Desaparición forzada
Cuando se trata de la desaparición forzada de una persona, el artículo 36 del Código
Procesal Constitucional ordena que si la autoridad, funcionaría o persona que es demanda
da no proporciona elementos de juicio satisfactorios sobre el paradero o destino de la per
sona desaparecida, “el juez deberá adoptar todas las medidas necesarias que conduzcan a
su hallazgo, pudiendo incluso comisionar a jueces del distrito judicial donde se presuma
que la persona pueda estar detenida para que las practiquen. Asimismo, el juez dará aviso
de la demanda de hábeas corpus al Ministerio Público para que realice las investigacio
nes correspondientes”. El mencionado artículo agrega que “si la agresión se imputa a al
gún miembro de la Policía Nacional o de las Fuerzas Armadas, el juez solicitará, además,
a la autoridad superior del presunto agresor de la zona en la cual la desaparición ha ocu
rrido, que informe dentro del plazo de veinticuatro horas si es cierta o no la vulneración de
la libertad y proporcione el nombre de la autoridad que la hubiere ordenado o ejecutado”.
Tipificada como un delito de lesa humanidad en el artículo 320 del Código Penal, la
desaparición forzada da lugar a la interposición del hábeas corpus instructivo. El juez
constitucional en este caso puede efectuar las indagaciones que lo lleven a ubicar el para
dero del detenido-desaparecido e identificar a los responsables de este delito para su co
rrespondiente juzgamiento y castigo. No se trata, en consecuencia, de un hábeas corpus
tradicional, que se satisface con la restitución del derecho conculcado, sino que en este
tipo de proceso, el juez indaga el paradero del agraviado. No declara improcedente la ac
ción por sustracción de materia, si se comprueba la muerte de la víctima y la imposibili
dad de restablecer la libertad o los otros derechos conculcados, sino que va más allá, a la
identificación de los agentes estatales responsables de la desaparición forzada. En tal vir
tud, el Código lo habilita para llevar a cabo las diligencias que crea oportunas, sin perjui
cio de los trámites establecidos en los artículos 34 y 35 de este cuerpo de leyes, pudiendo
comisionar a los jueces del distrito judicial donde se presuma pueda encontrarse detenida
la persona para que practiquen las diligencias que él les ordene.
Por las evidencias delictuales que siempre se reflejan ab initio en un caso de desa
parición, el juez, por imperativo del Código Procesal Constitucional, está obligado a dar
cuenta al Ministerio Público de la demanda de hábeas corpus, para que el fiscal compe
tente realice las investigaciones correspondientes de acuerdo con las atribuciones que la
Constitución y la ley le autorizan a realizar. El Decreto Legislativo N° 665 faculta a los
fiscales para ingresar a las comisarías, prefecturas, instalaciones militares y a cualquier
otro centro de detención de la República, para verificar la situación de personas detenidas
o denunciadas como desaparecidas.
Cabe precisar que la demanda de hábeas corpus en estos casos debe contener una su
cinta descripción de los hechos, lo que implica que no podrá exigírsele al demandante “tal
como ha señalado la Corte Interamericana de Derechos Humanos” que identifique el lu
gar donde se produjo la detención ni quién es la autoridad involucrada, pues en estos ca
sos solo existe una prueba referencial de la detención y se ignora cuál es el paradero de
la víctima desaparecida(36). Atendiendo a que la búsqueda de la verdad le corresponde al
Estado y no depende de la iniciativa procesal de la víctima o de sus familiares “lo que se
condice con el principio de impulso de oficio (art. III del T.P. del CPConst.)”, una vez in
terpuesta la demanda, le corresponderá al juez constitucional, a pesar de la inactividad de
los demandantes, seguir adelante con el proceso y las investigaciones, aun cuando no se
cuente con suficiente material probatorio aportado por los demandantes(37).
(36) Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Velásquez Rodríguez vs. Honduras, párrafo 65.
(37) STC Exp. N° 6844-2008-PHC/TC, f. j. 15.
En sentido contrario, no procede la apelación de los autos y los decretos. El carácter
sumarísimo del trámite así lo exige. De ahí que solo puede ser objeto de impugnación la
sentencia que pone fin a la instancia.
Según el artículo 23 del nuevo Código Procesal Constitucional, una vez interpuesta la
apelación, el juez elevará en el día los autos al superior, quien resolverá el proceso en el pla
zo de cinco días bajo responsabilidad. A la vista de la causa los abogados podrán informar.
El artículo en mención se explica por sí solo. Los autos se elevan en el día y el supe
rior tiene un plazo de cinco días para resolver el proceso. En este lapso tiene lugar la vista
de la causa en la que los abogados, si lo creen oportuno y necesario, hacen uso de la pala
bra para ilustrar al superior. El Código señala que pueden informar. Su presencia es facul
tativa, no es imprescindible para resolver el proceso en segunda instancia.
De otro lado, se debe tener en consideración que el Código no hace distingos en cuan
to a la tramitación y los plazos en segunda instancia si la demanda ha sido incoada por de
tención arbitraria (art. 34), por desaparición forzada (art. 36), o por violación a un dere
cho que merece un trámite distinto al de la detención arbitraria (art. 35). Se entiende que
el trámite y los plazos son los mismos.
7.3. Recurso de agravio constitucional
El recurso de agravio constitucional tiene su fundamento en el segundo inciso del artículo
202 de la Constitución, según el cual es una atribución del Tribunal Constitucional conocer en
última y definitiva instancia las resoluciones denegatorias de hábeas corpus, amparo, hábeas
data y acción de cumplimiento. El Tribunal Constitucional también ha señalado que, como
cualquier otro medio impugnatorio, el recurso de agravio constitucional tiene como premisa
que “en la delicada misión de administrar justicia no debe descartarse a priori la existencia
del error judicial. La base constitucional de esta aseveración se halla en el artículo 139, inci
so 6 de la Constitución, que garantiza el acceso de los justiciables a la pluralidad de grados
como garantía de justicia. Asimismo, la Convención Americana sobre Derechos Humanos
enumera, en su artículo 8, las garantías judiciales a las que tiene derecho toda persona, es
tableciendo, en el inciso h), el derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior”(38).
El plazo para interponer el recurso es de diez días contados desde el día siguiente de
notificada la resolución de segundo grado que declara infundada o improcedente la de
manda. Lina vez concedido, el presidente de la sala remite al Tribunal Constitucional el
respectivo expediente dentro del plazo máximo de diez días hábiles. Una disposición de
este tipo se ve complementada por el artículo 116 del Código, cuando expresa los plazos
para la actuación del recurso de agravio constitucional: 20 días para los procesos de há
beas corpus y 30 para los otros tipos de procesos de la libertad.
8. Contenido de la sentencia
El segundo párrafo del artículo 1 del Código Procesal Constitucional dispone que “si
luego de presentada la demanda cesa la agresión o amenaza por decisión voluntaria del
agresor, o si ella deviene en irreparable, el juez, atendiendo al agravio producido, decla
rará fundada la demanda precisando los alcances de su decisión, disponiendo que el em
plazado no vuelva a incurrir en las acciones u omisiones que motivaron la interposición
de la demanda, y que si procediere de modo contrario se le aplicarán las medidas coerci
tivas previstas en el artículo 27”.
Cuando se trata del hábeas corpus, a la hora de sentenciar el juez puede optar por las
siguientes medidas:
a) Por las autoridades policiales sin el cumplimiento del artículo 2, inciso 24, nu
meral f) de la Constitución (“Nadie puede ser detenido sino por mandamiento
escrito y motivado por el juez o por las autoridades policiales en caso de flagran
te delito”). De aquí se desprende que la detención es arbitraria, también cuan
do proviniendo de autoridad judicial no ha sido realizada por escrito o no está
fundamentada, o estándolo, los fundamentos son inaplicables al caso concreto.
También las llevadas a cabo por juez incompetente.
b) Las que lleva a cabo la autoridad policial con fundamento en una orden judi
cial o en casos de in fraganti crimine, pero que van más allá del plazo estable
cido en la Constitución, sin que el detenido sea puesto a disposición del juz
gado correspondiente (“La detención no durará más del tiempo estrictamente
necesario para la realización de las investigaciones y, en todo caso, el deteni
do debe ser puesto a disposición del juzgado correspondiente, dentro del pla
zo máximo de cuarenta y ocho horas o en el término de la distancia”). Cuando
se trata de terrorismo, espionaje y narcotráfico, la detención puede efectuarse
por un plazo no mayor de quince días naturales. (“En tales casos, las autorida
des policiales pueden efectuar la detención preventiva de los presuntos impli
cados por un término no mayor de quince días naturales. Deben dar cuenta al
Ministerio Público y al juez, quien puede asumir jurisdicción antes de vencido
dicho término”).
c) Las ordenadas por mandato judicial civil o por autoridades o funcionarios pú
blicos distintos a los jueces y las que se efectúan por particulares.
d) Las que teniendo su origen en una orden ajustada a la ley, posteriormente se con
vierten en arbitrarias.
Cuando se trata de un recluso, el hábeas corpus correctivo tiene como objeto pro
teger el derecho a ser tratado con razonabilidad y proporcionalidad en relación con
las formas y condiciones en que se cumple la detención o reclusión por mandato
de pena, y prevenir o reparar los traslados indebidos si las condiciones de salubri
dad o el clima del lugar en que se halla ubicado el centro penitenciario de desti
no pueden ser perjudiciales a la salud o la vida del detenido. También es proce
dente cuando a los presos se les impide de modo arbitrario recibir la visita de sus
familiares.
8.4. Que cese el agravio producido, disponiendo las medidas necesarias para
evitar que el acto vuelva a repetirse.
Si pese a haber cesado la violación de la libertad personal, o esta se ha convertido en
irreparable, la ley faculta al juez para declarar procedente el hábeas corpus innovativo
que consiste en la intervención jurisdiccional para dictar las medidas que sean necesarias
a fin de que no vuelvan a producirse por parte de la autoridad, funcionario o persona, la
violación de los mismos derechos de quien ha sido agraviado. Aun cuando el derecho se
ha convertido en irreparable, el juez está en la obligación de precisar los alcances de su
sentencia disponiendo lo necesario para garantizar que el demandado no volverá a come
ter los mismos actos lesivos, ya sea por comisión u omisión, que han sido el motivo para
interponer el proceso constitucional.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
d La demanda de hábeas corpus que cuestione una resolución judicial solo procede cuando:
a) exista una resolución judicial firme; b) exista vulneración manifiesta; y c) que dicha
vulneración agravie la libertad individual y la tutela procesal efectiva: STC Exp. N° 05066-
2008-PHC/TC (f.j. 3).
d La modalidad del hábeas corpus restringido se emplea cuando la libertad física o de loco
moción es objeto de molestias, obstáculos, perturbaciones o incomodidades: STC Exp. N°
02876-2005-PHC/TC (f.j. 19).
d En ninguna circunstancia se puede privar del derecho a transitar sobre un área reconocida
como de uso común: STC Exp. N° 04453-2004-PHC/TC (f. j. 6).
d El hábeas corpus correctivo viene siendo usado cuando se producen actos de agravamiento
ilegal o arbitrario respecto a las formas o condiciones en que se cumplen las penas privativas
de libertad: STC Exp. N° 0774-2005-HC/TC (f. j. 5).
d El hábeas corpus opera en todo ámbito, ya sea cuando la reclusión se cumpla en un esta
blecimiento penitenciario común o en un penal militar, o el intemamiento se efectúe en un
establecimiento público o privado: STC Exp. N° 0590-2001-HC/TC (f. j. 3).
d Tanto el proceso de habeas corpus como el resto de procesos de tutela de derechos cons
titucionales tienen por finalidad restablecer el ejercicio de un derecho constitucional o
finiquitar una amenaza contra este; es decir, tienen una finalidad eminentemente restitutoria,
por lo que si luego de presentada la demanda, cesa la agresión o amenaza de violación
del derecho invocado, se produce la sustracción de la materia: STC Exp. N° 03881-2016-
PHC/TC (f.j. 3).
BIBLIOGRAFÍA
MESÍ A RAMÍREZ, Carlos. Exégesis del Código Procesal Constitucional. Gaceta Jurídica, Lima,
2005; PALLARES, Eduardo. Diccionario teórico y práctico del juicio de amparo. 2a edición,
Porrúa, México D.F., 1976.
Artículo 200 El proceso de amparo
Son garantías constitucionales:
(■■■)
2. La Acción de Amparo, que procede contra el hecho u omisión,
por parte de cualquier autoridad, funcionario o persona,
que vulnera o amenaza los demás derechos reconocidos por
la Constitución, con excepción de los señalados en el inciso
siguiente.
No procede contra normas legales ni contra resoluciones
judiciales emanadas de procedimiento regular^.
(...)
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 1, 2 ines. 1) al 23), 3, 139, 202 inc. 2), 205; C.P.Ct: arts. I al IX, 1, 2, 5, 7 al
11, 13 al 18, 20, 22 al 25, 28, 39 al 52, 70 inc. 3), 85, 113 al 116, 119 al 121, 2a DF;
L.O.P.J.: arts. 49 inc. 2), 131; L.O.T.C.: arts. 2,3,5; L.O.D.P.: art. 9 inc. 2); Ley 26775:
art. 7; Ley 27809: arts. 133,134;D.S.018-2008-JUS: arts. 16.2,31.4,5aDCT;R.Adm.
095-2004-P-TC.: arts. 5 inc. 2), 11, 54; C.A.D.H.; D.U.D.H.: arts. 3, 8; P.I.D.C.P.
I. Introducción
De acuerdo con el artículo 200, inciso 2, de la Constitución de 1993, el amparo pro
cede contra el hecho o la omisión de cualquier autoridad, funcionario o persona que vul
nera o amenaza derechos distintos a la libertad individual y a los tutelados por el hábeas
data. En términos generales, la Carta vigente mantiene el diseño previsto por la Consti
tución de 1979. No obstante existen algunos aspectos que resultan relevantes desarrollar
tomando en cuenta los aportes efectuados por la jurisprudencia, particularmente, del Tri
bunal Constitucional0).
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 26470 del 12/06/1995.
(1) Para un análisis exhaustivo del proceso de amparo, puede consultarse ABAD YUPANQUI, Samuel B. El
proceso constitucional de amparo. 3a ed., Gaceta Jurídica, Lima, 2017.
restantes derechos desarrollados en otros capítulos pues a ellos no los denomina funda
mentales sino sociales y económicos (Capítulo II) y políticos (Capítulo III).
(2) Según la cual “la enumeración de los derechos reconocidos en este capítulo no excluye los demás que la
Constitución garantiza, ni otros de naturaleza análoga o que se fúndan en la dignidad del hombre, o en los
principios de soberanía del pueblo, del Estado democrático y de la forma republicana de gobierno”.
(3) Comisión de Constitución, Reglamento y Acusaciones Constitucionales. “Anteproyecto de Ley de reforma
de la Constitución (Texto para el debate)”, Lima, 5 de abril de 2002, p. 45.
(4) PINTO FERREIRA, Luiz. “Os intrumentos processuais protetores dos direitos humanos no Brasil”. En:
GARCÍA BELAUNDE, Domingo y FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. La jurisdicción constitucional
en Iberoamérica. Dykinson, Madrid, 1996, p. 420.
protegidos del mismo” (artículo 38). El Tribunal ha desarrollado los alcances de esta ex
presión en el precedente “Manuel Anicama Hernández”, referido al derecho a la pensión
(STC Exp. N° 01417-2005-AA/TC).
La tesis de origen europeo del “contenido esencial”, que algunas sentencias del Tribu
nal Constitucional acogieron como sinónimo del contenido constitucionalmente protegi
do de un derecho a que se refiere el Código, cuenta con raíces y finalidades distintas que
no aportan a dicho esfuerzo. Dicha tesis está referida a los límites de los derechos funda
mentales establecidos por el legislador. El amparo, en cambio, cuenta con una cobertura
mayor pues no solo procede contra el legislador sino también contra las restantes entida
des del Estado y los particulares.
Al juez le corresponde una activa participación para tutelar los derechos fundamenta
les vulnerados o amenazados (aspecto subjetivo), además, lo que resuelva servirá para dar
luces -rol “pedagógico”- sobre una duda constitucional precisando los alcances de los de
rechos enjuego (aspecto objetivo). El principio de dirección judicial del proceso identifi
ca al amparo. Ello no significa que el proceso no se inicie a instancia de parte y mediante
la presentación de una demanda, sino que el juez debe contar con un rol más activo que le
permita, por ejemplo, suplir las deficiencias procesales que se presenten y, de ser el caso,
realizar las actuaciones probatorias que estime necesario.
El proceso de amparo, sin duda, debe respetar el principio del contradictorio. El em
plazado ha de limitarse a contestar la demanda y, si lo considera pertinente, deducir ex
cepciones. Estos debían formularse previo pronunciamiento judicial como el “auto de sa
neamiento procesal”, el cual fue introducido por la Ley N° 28946, afectando el carácter
urgente de este proceso. No obstante, el artículo 12 del nuevo Código Procesal Constitu
cional ha dejado en el pasado el auto de saneamiento procesal y procedido a la creación
de la audiencia única, donde el juez escucha a las partes. Por su lado, si bien el amparo
carece de una etapa de ofrecimiento y actuación de pruebas, el juez puede disponer actua
ciones probatorias sin notificación previa lo cual no suele suceder con frecuencia. Debi
do a la naturaleza de este proceso, la agresión o amenaza ha de ser manifiesta o, en todo
caso, susceptible de ser acreditada a través de un brevísimo debate probatorio. De no su
ceder ello, la demanda deberá ser declarada improcedente.
La sentencia de amparo que examina la validez del acto lesivo puede ser estimatoria
o desestimatoria. La sentencia que acoge la pretensión de amparo, por regla general, es
una declarativa de condena y contra ella proceden los recursos de apelación y de agravio
constitucional, este último lo resuelve el Tribunal Constitucional. Un precedente desarro
lló los alcances y supuestos de procedencia del recurso de agravio constitucional. El caso
“Vásquez Romero” (STC Exp. N° 0987-2014-PA/TC) precisó cuando procedía dicho re
curso para contar con un pronunciamiento del Tribunal. Si no lograba superar los presu
puestos de procedencia se emitía una “sentencia interlocutoria denegatoria” que rechazaba
el recurso presentado y concluía el caso. Aunque, actualmente ya no se emiten sentencias
interlocutorias, en virtud de los artículos 6 y 24 del nuevo Código Procesal Constitucio
nal que dispone la prohibición de rechazo liminar y la obligatoriedad de vista de la causa.
De ahí que tanto en Europa, a través de la expresión alemana ‘‘drittwirkung der grun-
drechte ”, como en América Latina -por ejemplo, en la experiencia argentina con la doc
trina jurisprudencial fijada el año 1958 por la Corte Suprema en el caso Samuel Kot- se
admita la eficacia de los derechos fundamentales no sólo en las tradicionales relaciones
verticales con los poderes públicos, sino también en un plano horizontal, es decir, entre
particulares. Siguiendo esta influencia, la Carta vigente al igual que la Constitución de
1979 no solo autoriza el amparo contra los actos, omisiones o amenazas de los poderes
públicos sino también frente a las conductas de los particulares.
(5) SOLOZÁBAL ECHAVARRIA Juan José, “Algunas cuestiones básicas de la teoría de los derechos funda
mentales”. En: Revista de Estudios Políticos, N° 71, CEC, Madrid, 1991, p. 92.
fuerza activa y pasiva, así como su fuerza regulatoria de relaciones jurídicas se proyecta
también a las establecidas entre particulares, aspecto denominado como la eficacia ínter
privatos o eficacia frente a terceros de los derechos fundamentales”.
(6) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. Derecho Procesal Constitucional. Temis, Bogotá, 2001, p. 157.
Incluso, el Tribunal Constitucional ha permitido, de manera excepcional, el empleo
del amparo contra resoluciones recaídas en otro proceso de amparo siempre que no se trate
de decisiones dictadas por el propio Tribunal Constitucional^. Así lo ha sostenido en la
STC Exp. N° 04853-2004-AA/TC, pese a que el Código Procesal Constitucional del 2004
(art. 5, inc. 6) trató de impedir la procedencia del amparo contra resoluciones recaídas en
otros procesos constitucionales. Es más, en la actualidad la jurisprudencia constitucional
admite el amparo contra sentencias de hábeas corpus (STC Exp. N° 01761-2008-AA/
TC), de hábeas data (STC Exp. N° 02813-2007-PA/TC) y de cumplimiento (STC Exp.
N° 04836-2008-PA/TC).
Pese a que la intención del legislador fue habilitar el amparo contra resoluciones judi
ciales solo cuando se vulneren derechos de naturaleza procesal, el Tribunal Constitucional
ha ampliado su ámbito de protección a todos los derechos fundamentales. Así lo recono
ció en el caso Apolonia Ccollcca (STC Exp. N° 3179-2004-AA/TC). Esta amplitud cier
tamente resulta bastante polémica.
Y es que no resulta conveniente impedir el empleo del amparo en tales casos. Exis
ten claros supuestos de normas de ejecución inmediata o autoaplicativas -que pueden ser
leyes o reglamentos-, que no requieren de ningún acto que las aplique, pues desde su vi
gencia lesionan derechos fundamentales. En estos casos, creemos, debe ser posible utili
zar directamente el amparo.
(7) HUERTA GUERRERO, Luis Alberto. La jurisdicción constitucional en el Perú en el 2003. Un balance
sobre su desarrollo en la legislación y la jurisprudencia. CAJ, Lima, 2004, pp. 58 y 59.
(8) BOREA ODRIA, Alberto. Evolución de las garantías constitucionales. Hábeas corpus, acción de amparo,
hábeas data, acción de cumplimiento. Grijley, Lima, 1996, p. 70.
“(...) que para el presente caso, no cabe invocar la causal de improcedencia prevista el
segundo párrafo del inciso 2) del artículo 200 de la Constitución Política del Estado
habida cuenta de que la regla según la cual no procede el amparo contra normas legales,
si bien tiene asidero cuando se trata de normas heteroaplicativas, no rige para casos
como el presente, en que se trata del cuestionamiento de una norma de naturaleza
autoaplicativa o, lo que es lo mismo, creadora de situaciones jurídicas inmediatas, sin
la necesidad de actos concretos de aplicación (...)”.
En este sentido, el artículo 3 del Código Procesal Constitucional del 2004 estableció
la posibilidad de acudir al proceso de amparo contra normas legales “autoaplicativas” para
obtener su inaplicación al caso concreto. De acuerdo con el citado artículo 3 “son normas
autoaplicativas, aquellas cuya aplicabilidad, una vez que han entrado en vigencia, resulta
inmediata e incondicionada”. Es decir, no basta con que una norma sea inconstitucional,
sino que ella debe reunir los presupuestos específicos para que pueda iniciarse este proce
so. Uno de estos presupuestos exige la presencia de un agravio personal, inmediato y di
recto a un derecho constitucional. Al respecto, es importante mencionar que el Tribunal
ha señalado en la STC Exp. N° 04677-2004-PA/TC que:
En consecuencia, pese a que una interpretación literal del artículo 200, inciso 2) de la
Constitución permitiría concluir que el proceso de amparo no procede contra normas, y
el artículo 8 del nuevo Código ha reducido la redacción contemplada en el artículo 3 del
Código del 2004, la jurisprudencia constitucional ha considerado que dicho proceso sí pro
cede cuando se cuestiona una “norma autoaplicativa”. Ello nos parece positivo pues ga
rantiza la tutela judicial efectiva.
VI. Procedencia contra resoluciones dictadas por el ex Consejo Nacio
nal de la Magistratura. En la actualidad Junta Nacional de Justicia
El artículo 142 de la Constitución, dispone que “no son revisables en sede judicial
las resoluciones del Jurado Nacional de Elecciones en materia electoral, ni las del Conse
jo Nacional de la Magistratura en materia de evaluación y ratificación de jueces”. De esta
manera, se trató de establecer zonas exentas de control judicial, asumiendo en el plano
constitucional que determinados actos constituyen “causas no justiciables”, doctrina que
en la actualidad se encuentra en franco retroceso, La Ley 30904, publicada el 10 de enero
del 2019, modificó los artículos 154, 155 y 156 de la Constitución cambiando la denomi
nación del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) por el de Junta Nacional de Jus
ticia. Se trató de un cambio de nombre innecesario. Lo relevante era reformar la forma
de selección de los integrantes de dicho órgano y permitir la revisión de los nombramien
tos, ratificaciones, evaluaciones y procedimientos disciplinarios efectuados por la confor
mación del CNM cuyos integrantes habían actuado irregularmente y fueron destituidos.
La única disposición complementaria de dicha ley de reforma constitucional precisó que
quedaban modificadas todas las disposiciones del ordenamiento jurídico nacional la de
nominación CNM por la de Junta Nacional de Justicia. En consecuencia, estimamos que
la jurisprudencia anterior del TC le resulta aplicable.
Así también lo entendió el Tribunal Constitucional, cuando cambió sus criterios ante
riores, en el caso Jaime Amado Álvarez Guillén (STC Exp. 3361-2004-AA/TC) señalando
que en los procesos de ratificación debería garantizarse el debido proceso. Sin embargo,
en tal ocasión sostuvo que el cambio de precedente era a futuro (prospectivo overruling).
Posteriormente, en el caso Juan de Dios Lara (STC Exp N° 01412-2007-PA/TC) conside
ró que dicho criterio era de aplicación inmediata. En la actualidad, también se admite el
amparo cuando el CNM vulnera el derecho a la debida motivación de una resolución de
no ratificación (STC Exp. N° 04101-2017-PA/TC, caso “Carmen Rojjasi Pella”).
Para evitar una posible interferencia debe buscarse un punto de equilibrio que permita
que la cuestión electoral -materialmente administrativa o jurisdiccional- sea resuelta por
el Jurado Nacional de Elecciones y solo pueda acudirse al amparo cuando se haya vulne
rado el debido proceso. Esa es la posición intermedia que postulamos y que asumía el Có
digo del 2004 -cuya reforma fue declarada inconstitucional-, y que la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional ha ampliado. Un tema vinculado, aunque con matices distintos,
se presenta cuando se pretende cuestionar resoluciones del Jurado Nacional de Elecciones
que tienen carácter normativo y que afectan derechos fundamentales. En estos casos, la tu
tela no se puede circunscribir al debido proceso -pues para dictar una norma no hay que
previamente defenderse-, sino que el control se debe efectuar en su integridad y, a nues
tro juicio, debería corresponder al Tribunal Constitucional en tanto Intérprete Supremo de
la Constitución. Para esto último se requeriría una reforma constitucional.
No creemos que pueda hablarse de un amparo electoral que goce de una esencia dis
tinta, pues siempre tendrá como objetivo la tutela de derechos fundamentales. En estos ca
sos sí resulta indispensable garantizar el principio de celeridad procesal. La celeridad no
solo dependerá de las normas que así lo señalen, sino también de la conducta del órgano
encargado de resolver estos procesos. La labor del juez adquiere particular relevancia. De
su actuación dependerá la adecuada tutela de los derechos fundamentales o la afectación
de un proceso electoral en marcha.
A ello se agrega el rol impulsor que corresponde a los organismos internacionales so
bre derechos humanos. Así por ejemplo, la Comisión Interamericana de Derechos Huma
nos en el Informe del 6 de octubre de 1999, sobre el caso de la Sra. Susana Higuchi, eva
luó críticamente el régimen normativo nacional que impedía el cuestionamiento de las
decisiones del JNE. Recomendó modificar las disposiciones de la Constitución y de la
Ley Orgánica de Elecciones, posibilitando un recurso sencillo, rápido y efectivo contra
las decisiones del Jurado Nacional de Elecciones que afecten derechos humanos. Además,
la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Casos “Yatama vs. Nicaragua” y “Casta
ñeda Gutman vs. México”) cuenta con una jurisprudencia permisiva que ha sido acogida
por el Tribunal Constitucional.
Una anterior conformación del Tribunal, dictó resoluciones que fueron muy cuestio
nadas por anular laudos arbitrales sin una sólida justificación e ingresar al fondo de la con
troversia. Posiblemente por ello, el Tribunal fijó un precedente, que vincula a los poderes
públicos y a los particulares, para establecer nuevas reglas cuando se cuestiona un laudo
a través del proceso de amparo. Este precedente (STC Exp. N° 0142-2011-PA/TC, “Caso
Sociedad Minera de Responsabilidad Ltda. María Julia”) pretende garantizar la autono
mía del arbitraje evitando el uso indebido del amparo.
El citado precedente solo permite el cuestionamiento a través del amparo de las deci
siones recaídas en los procesos arbitrales en tres supuestos puntuales: (a) si el laudo des
conoce un precedente vinculante del Tribunal Constitucional; (b) si el laudo no aplica una
norma por reputarla inconstitucional pese a que el Tribunal Constitucional o el Poder Ju
dicial la consideran válida; o (c) si un tercero que no forma parte del convenio arbitral lo
cuestiona. Estima que el recurso de anulación puede ser calificado como una vía parale
la, alejándose de criterios anteriores que lo consideraban una vía previa. Además, recono
ció que los árbitros pueden hacer uso del control difuso, en otras palabras, dejar de apli
car las normas si estiman que son inconstitucionales. Este criterio entró en vigencia el día
siguiente de publicada dicha sentencia en el diario oficial El Peruano, es decir, a partir
del 06 de octubre de 2011.
Así por ejemplo, no se sustentaron las razones por las cuales debemos considerar al
“recurso de anulación” como una vía igualmente satisfactoria o “paralela”. Como se sabe
la finalidad del referido recurso no es tutelar derechos fundamentales; sin embargo, para el
precedente del Tribunal aquel cumple dicha función. De esta manera, en la práctica el cita
do precedente amplía los supuestos en los cuales puede acudirse al recurso de anulación.
Tampoco se sustentaron las razones por las cuales el amparo sólo será procedente en
los tres supuestos antes mencionados. ¿Por qué tres y no cuatro o cinco? Además, al tras
ladar el debate judicial al recurso de anulación considera que los jueces comerciales que
resuelven dicho recurso serán los encargados de tutelar derechos fundamentales ¿Dónde
queda la especialización? El referido precedente debió contar con una mayor justificación,
pues no brinda respuesta satisfactoria a varias interrogantes.
Además, reconoció que sí procede el amparo contra la sentencia que resuelve el re
curso de anulación. Ello podría ser un supuesto de ampliación del control sobre los lau
dos, pues como hemos visto el Tribunal acoge una tesis amplia de procedencia del ampa
ro contra resoluciones judiciales para proteger todos los derechos fundamentales (Caso
“Apolonia Ccollcca”, STC Exp. N° 3179-2004-AA/TC).
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(¡I Procede el amparo contra normas siempre que estas tengan el carácter de autoaplicativas,
es decir, aquellas producen efectos con su sola entrada en vigencia sin necesidad de actos
posteriores: RTC Exp. N° 00615-2011-PA/TC (f. j. 6).
(J| El amparo contra resoluciones judiciales procede cuando se afecten los derechos funda
mentales procesales y también los derechos materiales: STC Exp. N° 03179-2004-AA/
TC (f.j.20).
¡gj El TC establece criterios para determinar cuándo una vía ordinaria es igualmente satisfactoria
e idónea que el amparo: STC Exp. N° 02383-2013-PA/TC (ff. jj. 7-20).
|jj El recurso de anulación del arbitraje se trata de una vía específica e idónea al amparo para
proteger cualquier derecho constitucional amenazado o vulnerado por un laudo: STC Exp.
N° 00142-2011-PA/TC.
(¡¡I El proceso de “amparo contra amparo” así como sus demás variantes (amparo contra habeas
corpus, amparo contra habeas data, etc.) es un régimen procesal de naturaleza atípica o
excepcional que solo procede, entre otros supuestos, cuando la vulneración constitucional
resulte evidente o manifiesta: STC Exp. N° 03857-2018-PA/TC (f. j. 2).
(9) EGUIGUREN PRAELI, Francisco. Estudios Constitucionales. ARA Editores, Lima, 2002, p. 218.
BIBLIOGRAFÍA
ABAD YUPANQUI, Samuel B. El proceso constitucional de amparo. 3a ed., Gaceta Jurídica, Lima,
2017; BOREA ODRIA, Alberto. Evolución de las garantías constitucionales. Hábeas corpus, ac
ción de amparo, hábeas data, acción de cumplimiento. Grijley, Lima, 1996; EGUIGUREN PRAELI,
Francisco. Estudios Constitucionales. ARA Editores, Lima, 2002; GARCÍA BELAUNDE, Domingo.
Derecho Procesal Constitucional. Temis, Bogotá, 2001; HUERTA GUERRERO, Luis Alberto. La
jurisdicción constitucional en el Perú en el 2003. Un balance sobre su desarrollo en la legislación y la
jurisprudencia. CAJ, Lima, 2004; PINTO FERREIRA, Luiz. “Os intrumentos processuais protetores
dos direitos humanos no Brasil”. En: GARCÍA BELAUNDE, Domingo y FERNÁNDEZ SEGADO,
Francisco. La jurisdicción constitucional en Iberoamérica. Dykinson, Madrid, 1996; SOLOZÁBAL
ECHAVARRÍA, Juan José. “Algunas cuestiones básicas de la teoría de los derechos fundamentales”.
En: Revista de Estudios Políticos, N° 71, CEC, Madrid, 1991.
Artículo 200 Son garantías constitucionales
Son garantías constitucionales:
(...)
3. La Acción de Hábeas Data, que procede contra el hecho
u omisión, por parte de cualquier autoridad, funcionario
o persona, que vulnera o amenaza los derechos a que se
refiere el artículo 2, incisos 5 y 6 déla Constitución^.
(...).
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 ines. 5), 6), 202 inc. 2), 205; C.P.Ct.: arts. I al IX, 1,2,5,7 al 9,11,13 al 18,
20, 22 al 25,28,40 al 43,45 al 52, 59, 61,65, 70 inc. 3), 85,113 al 116,119 al 121,2a
DF; L.O.T.C.: arts. 2, 3, 5; L.O.D.P.: art. 9 inc. 2); D.S. 021-2019-JUS: arts. 1 y 11;
D.S. 072-2003-PCM: arts. 10 a 16; Ley 27809: arts. 133 y 134; R.Adm. 095-2004-
P-TC.: arts. 5 inc. 2), 11, 54; C.A.D.H.: art. 13; D.U.D.H.: arts. 3, 8
De otro lado, en las últimas décadas, la proliferación del uso masivo de Internet y re
des sociales ha permitido que distintas empresas puedan recolectar información personal
(en forma de datos) de forma masiva. Esta información masiva, cuyo tratamiento ha sido
facilitado por las ciencias computacionales e informática, permite un uso y sistematización
(*) Texto según modificatoria efectuada por la Ley N° 26470 del 12/06/1995.
(1) LUQUE, M. “El derecho de acceso a la información pública documental. Una propuesta de transparencia
para la democratización”. Pensamiento Constitucional, Año VIII, N° 8, 2002, p. 638.
de estos en grandes cantidades (big data), dando a pie a la generación de un mercado mun
dial de datos personales.
Para que las empresas puedan realizar publicidad hacia un público más específico e
incluso para que partidos políticos puedan hacer llegar sus discursos hacia un sector de
la población determinado, se requiere un conocimiento y un tratamiento masivo de datos
personales referidos a las inclinaciones de las personas, sus edades, sus gustos, opiniones
políticas, asuntos de interés, lugares que se frecuenta, domicilios, etcétera. Toda esta in
formación, que las grandes plataformas e Internet tienen en su poder, constituye un con
junto masivo de datos personales que impulsa uno de los mercados más grandes del mun
do y que ha dado lugar al así llamado capitalismo de datos.
(2) EGUIGUREN, F. “El hábeas data y su desarrollo en el Perú”. Derecho PUCP, N° 51, 1997, p. 295.
“(...) solicitar sin expresión de causa la información que requiera y a recibirla de
cualquier entidad pública, en el plazo legal, con el costo que suponga el pedido. Se
exceptúan las informaciones que afectan la intimidad personal y las que expresamente
se excluyan por ley o por razones de seguridad nacional”.
Tal como lo indica el Tribunal Constitucional, el derecho de acceso a la información
pública tiene como atributo principal el “el reconocimiento de la facultad de toda perso
na de solicitar y recibir información de cualquier entidad pública”(3). La ley de desarro
llo constitucional de dicho artículo es la Ley de Transparencia y Acceso a la Información
Pública, Decreto Supremo N° 021-2019-JUS. La mencionada ley regula el contenido del
derecho de acceso a la información pública y, por lo tanto, qué es lo tutelable a través del
proceso de hábeas data.
De otro lado, la Ley denota qué características materiales tiene que tener cierta infor
mación para que esta sea entendida como de acceso público. Así, estaremos frente a in
formación de acceso público cuando esta información:
2. Legitimación activa
El artículo 7 del TUO de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Públi-
ca(5), de manera concordada con el artículo 2 de la Constitución, reconoce una legitima
ción activa amplia para el ejercicio del derecho de acceso a la información pública. En
efecto, toda persona tiene derecho a solicitar información pública y el Estado peruano
tiene la obligación de entregarla. Así, de la mano con esta disposición, un menor de edad,
un extranjero residente como no residente, una persona sentenciada por algún delito, et
cétera, está en la facultad de solicitar información pública.
De otro lado, en el ámbito procesal del hábeas data, el nuevo Código Procesal Cons
titucional, Ley N° 31307, dispone que la legitimación activa para interponer una demanda
por afectación al derecho de acceso a la información pública corresponde únicamente al
afectado, sus tutores o curadores o por sus herederos. Además, en caso de que la demanda
sea interpuesta por persona jurídica de derecho privado, esta se interpone por su represen
tante legal o por el apoderado que designe para tal efecto. Así, podemos apreciar que quien
se encuentra legitimado para ejercer el derecho de acceso a la información pública también
se encuentra legitimado para demandar su vulneración, ya sea persona natural o jurídica.
3. Legitimación pasiva
El TUO de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública dispone, como
sujeto obligado del derecho de acceso a la información pública, a las entidades de la Ad
ministración Pública señaladas en el artículo I del Título Preliminar del Texto Unico Or
denado de la Ley N° 27444, Ley del Procedimiento Administrativo General, Decreto Su
premo N° 004-2019-JUS, a saber:
“(•••) además otra característica del derecho en cuestión [es] la ausencia de expresión
de causa o justificación de la razón por la que se solicita la información, este carácter
descarta la necesidad de justificar la petición en la pretensión de ejercer otro derecho
constitucional (v.gr. la libertad científica o la libertad de información) o en la existencia
de un interés en la información solicitada, de modo tal que cualquier exigencia de esa
naturaleza es simplemente inconstitucional (.. .)”(8).
Por lo tanto, y de acuerdo a lo establecido en la jurisprudencia del Tribunal Consti
tucional, la no exigencia de motivación en el pedido es parte del contenido constitucio
nalmente protegido del derecho de acceso a la información pública. En este sentido, en
caso de que una solicitud fuese rechazada con la argumentación que se requiere justifi
car el porqué del pedido, estaríamos ante un supuesto habilitante para interponer una de
manda de hábeas data.
Aún más, de acuerdo al artículo 13 del TUO de la Ley, el derecho de acceso a la in
formación pública cubre la posibilidad de procesar datos e información preexistente (sin
que esto implique evaluación o análisis de la información que posee). En este sentido, si
existe una solicitud de acceso a la información pública y la entidad no posee la obliga
ción de poseerla, esta deberá acreditar que ha agotado las acciones necesarias para obte
nerla a fin de brindar una respuesta al solicitante.
De esta manera, en caso de que la entidad no hubiese agotado todas las acciones para
obtener la información requerida y no haya motivado suficientemente su decisión, se en
cuentra también habilitada la posibilidad de interponer una demanda de hábeas data.
(...)
(10) Exps. N°s 9125-2006-PHD/TC, f.j. 4; 4468-2006-PHD/TC, f.j. 5; y 4042-2011-PHD/TC, f.j. 6.
(11) Artículo 18.- Regulación de las excepciones
Los casos establecidos en los artículos 15, 16 y 17 son los únicos en los que se puede limitar el derecho
al acceso a la información pública, por lo que deben ser interpretados de manera restrictiva por tratarse
de una limitación a un derecho fundamental. No se puede establecer por una norma de menor jerarquía
ninguna excepción a la presente Ley.
(...)
Las excepciones señaladas en los puntos 15 y 16 incluyen los documentos que se generen sobre estas ma
terias y no se considerará como información clasificada, la relacionada a la violación de derechos humanos
o de las Convenciones de Ginebra de 1949 realizada en cualquier circunstancia, por cualquier persona.
Ninguna de las excepciones señaladas en este artículo pueden ser utilizadas en contra de lo establecido en -
la Constitución Política del Perú.
gatoria de entrega de información por parte de las entidades públicas, en lo que respecta a
las excepciones, es posible interponer una demanda de hábeas data si la entidad pública:
“b) Tratándose del derecho reconocido por el artículo 2, inciso 6), de la Constitución,
haber reclamado por documento de fecha cierta y que el demandado no haya con
testado dentro de los diez días útiles siguientes o lo haya hecho de forma incompleta
o de forma denegatoria o defectuosa. Cuando el demandante opte por acudir al
Tribunal de Transparencia y Acceso a la Información Pública, debe agotar esta
vía previa mediante resolución expresa o darla por agotada en el supuesto de no
obtener resolución dentro del plazo legal” (el énfasis es nuestro).
Podemos apreciar que la última oración del artículo 6O.b) hace referencia a la vía
administrativa previa del Tribunal de Transparencia y Acceso a la Información Pública
(TTAIP). Sin embargo, ubica esta oración dentro del literal referido al hábeas data de pro
tección de datos personales, lo cual no tiene concordancia jurídica, puesto que el TTAIP
no resuelve en materia de datos personales. Esta enorme discordancia jurídica nos puede
dar luces sobre lo apresurada que fue la aprobación del nuevo Código Procesal Constitu
cional (al menos en lo referido al proceso de hábeas data).
(14) VILLENA, D. “Redimensionamiento del derecho de acceso a la información pública en el Perú: nuevos
contenidos a la luz de las TIC y el constitucionalismo digital”. Tesis para optar por el título de abogado
por la Facultad de Derecho de la PUCP, 2020. Recuperado de: https://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/hand-
le/20.500.12404/17762
1. Que las solicitudes de acceso a la información puedan ser remitidas, procesadas y
atendidas a través de cualquier medio electrónico.
2. La obligación de las entidades de publicar información en sus portales de transpa
rencia, conforme a ley.
3. No impedir arbitrariamente el acceso a información publicada en plataformas
digitales.
4. Que los datos que se hagan públicos sean publicados conforme a las políticas de
datos abiertos.
De acuerdo ello, hubiese sido deseable que la nueva regulación del proceso de hábeas
data hubiese contemplado estos nuevos contenidos en miras a garantizar de mejor mane
ra el cumplimiento del principio constitucional de transparencia. El procedimiento de ac
ceso a la información pública es solo una de las tantas formas de brindar tutela al derecho
de acceso a la información pública: las obligaciones de transparentar información de ofi
cio, el no impedir arbitrariamente el acceso a información publicada en plataformas digi
tales o el publicar información conforme a los parámetros de datos abiertos constituyen
formas adicionales de permitir el control ciudadano del actuar público.
En efecto, el artículo 2.4 de la Ley de Protección de Datos Personales define como datos
personales “Toda información sobre una persona natural que la identifica o la hace iden
tificare a través de medios que pueden ser razonablemente utilizados” (el énfasis es nues
tro). Así, en la medida que únicamente las personas naturales son titulares de datos perso
nales, solo estas deberían poder iniciar un proceso constitucional en búsqueda de su tutela.
“(...) Toda persona natural, persona jurídica de derecho privado o entidad pública que
sola o actuando conjuntamente con otra realiza el tratamiento de los datos personales
por encargo del titular del banco de datos personales en virtud de una relación jurídica
que le vincula con el mismo y delimita el ámbito de su actuación. Incluye a quien
realice el tratamiento sin la existencia de un banco de datos personales”.
Sin embargo, aún queda por definir quién sería el “usuario” de banco de datos perso
nales que podría ser emplazado por la demanda de hábeas data. Entendiendo como usuario
a la persona que usa un banco de datos personales, ya sea de titularidad pública o privada,
de acuerdo al nuevo Código Procesal Constitucional, se podría emplazar, por ejemplo, a
una persona que realice alguna consulta en la base de datos de Registros Públicos.
Teniendo en cuenta ello, lo desarrollado en tomo al sujeto pasivo del proceso de hábeas
data de autodeterminación informativa podría haber sido redactado de mejor manera. Esto,
pues resulta cuestionable que se pueda emplazar al usuario de un banco de datos (teniendo
en cuenta que todos podemos ser usuarios al realizar consultas de bancos de datos públicos).
Lo mismo se puede argumentar respecto del requisito del “nombre del banco de da
tos”. Nuevamente, si una persona inicia un proceso de hábeas data en miras a conocer cuál
es el nombre del banco de datos en el cual su información se encuentra almacenada, es un
ilógico jurídico el exigir como requisito para presentar la demanda el indicar el nombre
del banco de datos. Esto, más aún, teniendo en cuenta que no todos los bancos de datos
personales se encuentran inscritos ante la Autoridad de Protección de Datos Personales y
que no resulta idóneo y no facilita el ejercicio del derecho de acción el exigir esta infor
mación para iniciar el citado proceso constitucional.
Similar situación ocurre respecto del requisito de exigir el nombre o responsable del
usuario del banco de datos. Más allá de la vaga e imprecisa definición de “responsable” o
“usuario”, exigir ello para poder iniciar un proceso de hábeas data dificulta y constituye una
limitación irrazonable al derecho de acceso a la justicia. Imaginemos un supuesto en el
que una persona recibe constantes mensajes políticos a su teléfono celular, pero no tiene
idea sobre quién sería el titular o responsable del banco de datos a part' r del cual se reali
za el envío de la propaganda política. Al no tener respuesta en la vía precontenciosa, deci
de iniciar un proceso de hábeas data para lograr obtener esa información. No obstante, de
acuerdo a la actual regulación del nuevo Código Procesal Constitucional, dicha demanda
sería declarada improcedente en la medida que no se especificó el nombre o usuario del
banco de datos. Estamos, qué duda cabe, ante un requisito irrazonable.
Ahora bien, respecto del artículo 57.2, podemos también manifestar algunas discre
pancias en tomo al establecimiento de dicho “requisito especial”. En este se indica que,
al momento de presentar una demanda de hábeas data, se requiere indicar, por un lado,
“[l]as razones por las cuales se entiende que en el archivo, registro o banco de datos indi
vidualizado obra información referida al agraviado”. Este requisito pone cargas adicio
nales al derecho a la autodeterminación informativa, si analizamos que, de acuerdo a la
Ley de Protección de Datos Personales y su Reglamento, no se requiere motivación algu
na para ejercer los derechos de información y de acceso.
De acuerdo a las mencionadas normas, para que una persona conozca sobre qué da
tos personales suyos se encuentran almacenados en determinada base de datos o para re
querir información sobre la forma de almacenamiento o cualquier otro similar, basta con
cursar la solicitud hacia la persona (natural o jurídica), indicando ello. No es necesario
especificar por qué se entiende que la persona a la cual se cursa la solicitud tiene en su base
de datos información referida al solicitante. Para este supuesto, en caso de no tener datos
personales de este, bastaría con una respuesta negativa indicando que no se tiene bajo su
poder datos personales del solicitante. En este sentido, el ejercicio de los derechos de in
formación y de acceso en materia de datos personales, de acuerdo a la Ley y Reglamento,
es inmotivado; por lo que no nos explicamos por qué se requiere dicha motivación para
poder interponer una demanda de hábeas data.
La segunda oración del artículo 57.2 indica que en la demanda se debe añadir “los
motivos por los cuales considera que la información que le atañe resulta discriminatoria,
falsa, inexacta o violatoria de la intimidad personal o familiar”. En este punto, podemos
apreciar que el nuevo Código exige un cierto nivel de motivación para poder iniciar vá
lidamente un proceso de hábeas data. Estas disposiciones tienen cierta coherencia con lo
regulado en la Ley de Protección de Datos Personales y su Reglamento, ya que, para el
ejercicio de los derechos de actualización, rectificación, inclusión, supresión u oposición,
se exige la documentación y la argumentación correspondiente para poder proceder en
ello.
Ahora bien, como sea que es un requisito el agotar la etapa precontenciosa en el pro
ceso de hábeas data y que, en lo referido al artículo 2.6 de la Constitución, este se realiza
a través de lo establecido en la Ley de Protección de Datos Personales y su Reglamento,
creemos conveniente concordar las disposiciones del nuevo Código Procesal Constitu
cional con la normativa de protección de datos personales con miras a facilitar el acceso
al proceso de hábeas data. A continuación, en el siguiente cuadro, se vincularán los dere
chos recogidos en el nuevo Código Procesal Constitucional con la normativa de protec
ción de datos personales con la finalidad de aclarar los puntos en común que estos tienen.
Derecho protegido en el art. 59 del nuevo Código Derecho recogido en la Ley de Protección de
Procesal Constitucional Datos Personales y su Reglamento
14) A impedir la manipulación o publicación del dato en el marco de un proceso, con la finalidad de
asegurar la eficacia del derecho a protegerse.
15) A solicitar el control técnico con la finalidad de determinar si el sistema informativo, computarizado o
no, garantiza la confidencialidad y las condiciones mínimas de seguridad de los datos y su utilización
de acuerdo con la finalidad para la cual han sido almacenados.
16) A impugnar las valoraciones o conclusiones a las que llega el que analiza la información personal
almacenada.
2) A conocer y supervisar la forma en que la informa
ción personal viene siendo utilizada.
De esta manera, podemos apreciar cómo es que se pueden vincular los derechos re
cogidos en el nuevo Código con los recogidos en la Ley de Protección de Datos Persona
les. De esta manera, quien pretenda tutelar algunos de los derechos recogidos en el nue
vo Código puede remitirse a las disposiciones normativas en materia de datos personales
para agotar la etapa precontenciosa establecida en el artículo 6O.b.
6. Etapa precontenciosa
Al igual que el proceso de hábeas data de acceso a la información pública, el hábeas
data de autodeterminación informativa también exige el agotar una etapa precontenciosa
antes de poder iniciar dicho proceso constitucional. El artículo 6O.b indica:
“b) Tratándose del derecho reconocido por el artículo 2, inciso 6), de la Constitución,
haber reclamado por documento de fecha cierta y que el demandado no haya contestado
dentro de los diez días útiles siguientes o lo haya hecho de forma incompleta o de
forma denegatoria o defectuosa (...)”.
De esta forma, el nuevo Código exige el agotamiento de la etapa precontenciosa, la
cual es el haber reclamado por documento de fecha cierta la tutela del derecho a te protec
ción de datos personales. Esta vía y etapa precontenciosa está regulada en te Ley de Pro
tección de Datos Personales y su Reglamento.
Sin embargo, es importante resaltar que existe cierta incompatibilidad normativa en
tre lo regulado en el artículo 6O.b y la normativa de protección de datos personales, y es
lo referido al plazo de respuesta del documento de fecha cierta. En efecto, el nuevo Có
digo Procesal Constitucional indica que, en todos los casos, el demandado debió haber
brindado respuesta en el plazo de 10 días hábiles, sin importar el tipo específico de dere
cho que se pretenda ejercer. No obstante, el Reglamento de la Ley de Protección de Da
tos Personales establece plazos distintos de respuesta para los distintos derechos, a saber
Elaboración: propia
(24) PUCCINELLI, O. “Viejos y nuevos derechos. Viejos y nuevos tipos y subtipos de hábeas data. A propósito
de las novedades aportadas por el Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea y los
‘Estándares’ de la RIPD”. El hábeas data en la actualidad. Centro de Estudios Constitucional del Tribunal
Constitucional del Perú, 2020. Recuperado de: https://www.tc.gob.pe/wp-content/uploads/2020/12/El-
Habeas-Data-en-la-actualidad-1-1 .pdf
(25) ZEGARRA, D. “La normativa peruana de protección de datos personales frente al reto de pasar de un mo
delo de gestión de datos al uso responsable de la información”. La proyección del Derecho Administrativo
peruano: estudios por el Centenario de la Facultad de Derecho de la PUCP. Palestra, Lima, 2019.
(26) PUCCINELLI, O. “Viejos y nuevos derechos. Viejos y nuevos tipos y subtipos de hábeas data. A propósito
de las novedades aportadas por el Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea y los
‘Estándares’ de la RIPD”. Ob. cit., pp. 48-68.
(27) Es importante resaltar que dejamos de lado el así llamado hábeas data “desmemorizador” o “desindexador”,
relativo al así llamado “derecho al olvido” por las problemáticas que tiene este respecto del derecho a la
libertad de información.
(28) “El objetivo de este tipo es el de prevenir la realización de determinados tratamientos que puedan acarrear
importantes riesgos para los derechos y libertades, y persigue que se realicen los estudios sobre impacto en
la protección de datos con carácter previo al inicio de esos tratamientos y que esos tratamientos se ajusten
de manera tal que esos riesgos se neutralicen o minimicen al máximo”. PUCCINELLI, O. “Viejos y nuevos
derechos. Viejos y nuevos tipos y subtipos de hábeas data. A propósito de las novedades aportadas por el
Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea y los ‘Estándares’ de la RIPD”. Ob. cit.,
p. 48.
b. Hábeas data “diseñador”(29)
c. Hábeas data “portabilizador”(30)
Estos subtipos de hábeas data, de la mano con los derechos recogidos en el artícu
lo 59 del nuevo Código Procesal Constitucional, brindarían un marco de responsabilidad
proactiva que ayudarían a generar una mejor tutela del derecho fundamental a la protec
ción de datos personales:
d. Derecho a que el dato se guarde bajo un código que solo pueda ser descifrado
por quien está autorizado para hacerlo (o hábeas data encriptador).
e. Derecho a solicitar el control técnico con la finalidad de determinar si el siste
ma informativo, computarizado o no, garantiza la confidencialidad y las condi
ciones mínimas de seguridad de los datos y su utilización de acuerdo con la fi
nalidad para la cual han sido almacenados.
Estos nuevos ámbitos de la autodeterminación informativa que no están recogidos
en nuestra normativa de protección de datos personales (que data del año 2011) generan
mayores ámbitos de protección de este derecho fundamental. Hace bien el nuevo Código
Procesal Constitucional al establecer una lista enunciativa de derechos, dando la posibi
lidad de que a través del proceso de hábeas data se pueda defender ámbitos del derecho a
la protección de datos personales no recogidos en la Ley y su Reglamento.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(Jl El proceso de hábeas data está directamente vinculado con la trascendencia que adquiere
en los actuales sistemas democráticos el principio de transparencia en el ejercicio del poder
público: STC Exp. N° 00565-2020-PHD/TC (f.j. 5).
[fjj Ninguna entidad del Estado o persona de derecho público queda excluida de la obligación
de otorgar información pública: STC Exp. N° 00937-2013-PHD/TC (f.j. 5).
(J Las personas jurídicas que bajo el régimen privado prestan servicios públicos o ejercen
función administrativa también son responsables de entregar información pública, y por
(29) “Los principios de ‘privacidad por defecto’ (privacy by defaulfy, ‘privacidad desde el diseño’ (privacy by
desigri) y ‘privacidad por rediseño’ (privacy by redes ign) son de reciente factura (también e implican, bá
sicamente, que; a) en cualquier tipo de equipos y aplicaciones informáticas (hardwarey software), normas
que regulen aspectos del tratamiento de datos personales, contratos, etc., se protejan los datos personales
desde el diseño, y b) en la instalación y utilización de programas, aplicaciones, servicios, etc., éstas prevean
por defecto, entre varias opciones posibles, la que mejor protege su privacidad”. PUCCINELLI, O. Ob.
cit., pp. 52-53.
(30) “Este tipo se vincula con el derecho a la portabilidad de los datos personales.” PUCCINELLI, O. Ob. cit.,
p. 67.
lo tanto, son plausibles de ser demandadas vía hábeas data: STC Exp. N° 03619-2005-
PHD/TC (f.j.7).
|jj) Si una entidad pública posee la información que se le solicita en un determinado soporte
o formato, tiene la obligación de entregarla en ese mismo soporte, a menos que se trate
de uno palmariamente caduco o que hace impracticable su acceso: STC Exp. N° 04865-
2013-PHD/TC (f.j.9).
BIBLIOGRAFÍA
EGUIGUREN, F. “El hábeas data y su desarrollo en el Perú”. Derecho PUCP, N° 51, 1997; ESPI-
NOSA-SALDAÑA, E. “El hábeas data en el Derecho comparado y el Perú, y algunas notas sobre
su real viabilidad y la pertinencia en nuestro país”. En: Jurisdicción constitucional, impartición de
justicia y debido proceso. Ara, Lima, 2003; LUQUE, M. “El derecho de acceso a la información
pública documental. Una propuesta de transparencia para la democratización”. Pensamiento Cons
titucional, Año VIII, N° 8, 2002; PUCCINELLI, O. “Viejos y nuevos derechos. Viejos y nuevos
tipos y subtipos de hábeas data. A propósito de las novedades aportadas por el Reglamento General
de Protección de Datos de la Unión Europea y los ‘Estándares’ de la RIPD”. El hábeas data en la
actualidad. Centro de Estudios Constitucional del Tribunal Constitucional del Perú, 2020; VILLENA,
D. “Redimensionamiento del derecho de acceso a la información pública en el Perú: nuevos conte
nidos a la luz de las TIC y el constitucionalismo digital”. Tesis para optar por el título de abogado
por la Facultad de Derecho de la PUCP, 2020; ZEGARRA, D. “La normativa peruana de protección
de datos personales frente al reto de pasar de un modelo de gestión de datos al uso responsable de la
información”. La proyección del Derecho Administrativo peruano: estudios por el Centenario de la
Facultad de Derecho de la PUCP, Lima: Palestra, 2019.
Artículo 200 Proceso de inconstitucionalidad
Son garantías constitucionales:
(...)
4. La Acción de Inconstitucionalidad, que procede contra las
normas que tienen rango de ley: leyes, decretos legislativos,
decretos de urgencia, tratados, reglamentos del Congreso,
normas regionales de carácter general y ordenanzas mu
nicipales que contravengan la Constitución en la forma o
en el fondo.
(...).
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 3, 43, 51, 56 al 58, 74, 103, 106, 138, 202 inc. 1), 203 al 205; C.P.CL: arts.
lal IX, 74 al 82, 97 al 105, 107, 113 al 115, 119, 121, 3a DF; L.O.T.C: arts. 2,3,5;
L.O.D.P.: art. 9 inc. 2); L.O.M.P.: art. 66 inc. 1); Ley 25397: art. 21; Ley 27972: art.
52 inc. 1); R.Adm. 095-2004-P-TC.: arts. 5 inc. 1), 7,10,41 inc. 5), 47,48; D.UJDM:
arts. 3, 8; P.I.D.C.P.
Este segundo avance, que implicó la creación del proceso de inconstitucionalidad, fue
el más importante y novedoso. Inédito hasta ese momento; excepción hecha de la modali
dad sui géneris de control de decretos y reglamentos de carácter general, que venía consa
grada en el artículo 133 de la Carta de 1933 y que recién fue reglamentada en la Ley Or
gánica del Poder Judicial del 25 de julio de 1963, vía la acción popular.
Al final de ese recorrido, aunque con menores atribuciones que las originalmente plan
teadas, se arribó al modelo consagrado en la Carta de 1979, que la actual Constitución de
1993 ha mantenido en su esencia. Empero, su adopción definitiva, así como sus compe
tencias, el número de sus miembros, el tiempo de su mandato y los titulares de la acción
de inconstitucionalidad fueron largamente debatidos, tal como aparece de los Tomos IV,
V, VII y VIII del Diario de Debates de la Comisión Principal; debiendo destacarse que en
el proyecto de Constitución que elevara el Presidente de la Comisión Principal de Cons
titución al entonces Presidente de la Asamblea Constituyente don Víctor Raúl Haya de la
Torre, con fecha 27 de marzo de 1979, en la parte relativa a las garantías se expresa que:
“(...) se crea un Tribunal integrado por doce miembros, entre los cuales seis son designa
dos por los tres poderes del Estado. Su finalidad primordial es declarar la inconstitucio
nalidad en todo o en parte de cualquier acto legislativo o de la Administración Pública.
Además conocerá de los autos denegatorios de hábeas corpus y del amparo, agotada la
vía judicial; de las apelaciones contra resoluciones que destituyan a los magistrados; de
la resolución de la Corte Nacional de Elecciones que anula el proceso electoral nacional.
Resolverá conflictos de competencia entre el Poder Central y los órganos departamenta
les y regionales y absolverá consultas sobre constitucionalidad de tratados pendientes de
ratificación o adhesión”.
Por lo demás, se precisó que dicho tribunal era el órgano de control de la Constitución
(debió decirse de la constitucionalidad), que se componía de nueve miembros (tres desig
nados por el Congreso, tres por el Poder Ejecutivo y tres por la Corte Suprema), se man
tuvieron en esencia los requisitos exigidos, se estableció la renovación por tercios cada
dos años, la reelección de sus miembros, la ausencia de mandato imperativo, la indepen
dencia por sus votos y opiniones, el privilegio de no ser denunciados ni detenidos durante
su mandato, se precisaron los titulares de la acción de inconstitucionalidad, que sus sen
tencias no tenían efecto retroactivo, el procedimiento de efectivización de las sentencias
y el que una ley orgánica regularía su funcionamiento.
En este punto, debe señalarse que, a pesar de las buenas intenciones del legislador
constituyente de la Carta de 1979, la evaluación del funcionamiento de aquel Tribunal de
Garantías Constitucionales en el periodo comprendido entre el 19 de noviembre de 1982,
fecha en que se produjo su instalación, y el 5 de abril de 1992, fecha en que fue clausura
do por el autogolpe del expresidente Alberto Fujimori, arroja un resultado muy pobre en
lo que atañe al uso de la acción de inconstitucionalidad y al control concentrado de cons
titucionalidad, por cuanto de las más de 25 acciones de inconstitucionalidad interpuestas
durante los diez años de su funcionamiento, solo se resolvieron 15, no obstante la frondo
sa legislación dictada en ese periodo de tiempo, que comprendió leyes, decretos legisla
tivos, normas regionales de carácter general y ordenanzas municipales. Varios fueron los
factores de este magro resultado, que no es del caso referir ahora.
Como se observa, tanto en la primera parte del citado artículo 2 como en la segunda
parte del también citado artículo 3, aparece una asignación expresa e inequívoca del con
trol de la constitucionalidad (mal denominado control de la Constitución en el primero de
tales numerales) al Poder Judicial. Por lo demás, esta posición se reafirma si se tiene en
cuenta que en el artículo 220 del proyecto de Constitución, elevado al Pleno como dic
tamen en mayoría por la Comisión Principal de Constitución del Congreso Constituyen
te Democrático, con los cambios efectuados entre el 10 de junio y el 1 de julio de 1993,
se estableció literalmente: “La Sala Constitucional de la Corte Suprema es el órgano de
control de la Constitución. Ejerce el control constitucional o legal de cualquier resolución
de la Administración Pública que causa estado. Para iniciar el proceso respectivo se debe
agotar la vía administrativa. La ley determina las reglas de competencia”.
Al final, en la sesión vespertina del mismo día jueves 12 de agosto de 1993, se apro
bó, por cincuenta y siete votos a favor y cinco en contra, el siguiente artículo con relación
al Tribunal Constitucional: “Artículo 220.- El Tribunal Constitucional es el órgano de con
trol de la Constitución. Es autónomo e independiente. Se compone de siete miembros, son
elegidos por cinco años. Para ser miembro del Tribunal Constitucional se exigen los mis
mos requisitos que para ser vocal de la Corte Suprema, le alcanzan las mismas incompa
tibilidades. Gozan de la misma inmunidad y prerrogativas que los congresistas, son irre-
legibles en forma inmediata en sus cargos. Los miembros del Tribunal Constitucional son
elegidos por el Congreso de la República en elección con el voto favorable de por lo me
nos dos tercios del número legal de sus miembros. No pueden ser elegidos magistrados del
Tribunal Constitucional, los jueces o fiscales, si no han dejado el cargo con un año de an
ticipación”. Con esta fórmula, la Constitución de 1993 ratificó el sistema de control con
centrado de la constitucionalidad y la acción de inconstitucionalidad.
Sobre esto último, apuntamos que estas normas tienen el mismo rango, no se distin
guen, entonces, con base en el principio de jerarquía normativa, sino en el principio de
competencia normativa, correspondiendo a cada una de ellas un ámbito competencial nor
mativo, que debe ser respetado si se quiere realmente garantizar la defensa de la Consti
tución en este aspecto.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
La fuente normativa denominada “leyes” comprende a las leyes ordinarias, leyes orgánicas
y leyes de desarrollo constitucional: STC Exp. N° 00047-2004-AI/TC (f.j. 16).
HÍI Las normas del artículo 200.4 de la Constitución solo tienen un carácter enunciativo y no
taxativo de las normas que son susceptibles de ser sometidas al control en una acción de
inconstitucionalidad: STC Exp. N° 00010-2002-AI/TC (f.j. 21).
(Jl Las leyes de reforma constitucional pueden ser objeto de cuestionamiento en los procesos
de inconstitucionalidad. De manera concreta, el poder reformador de la norma fundamental
también se encuentra sometido a límites tanto formales como materiales. Mientras que, en
el caso de los primeros, existe un cuestionamiento en relación con los requisitos competen-
ciales y de procedimiento para que la reforma prospere, en los segundos se impugna una
posible inobservancia de los valores materiales y principios fundamentales que confieren
identidad a la Constitución y que constituyen su esencia: STC Exp. N° 00014-2002-PI/
TC (f. j. 71 y ss.).
Artículo 200 Proceso de acción popular
Son garantías constitucionales:
(...)
5. La acción popular, que procede, por infracción de la Cons
titución y de la ley, contra los reglamentos, normas admi
nistrativas y resoluciones y decretos de carácter general,
cualquiera sea la autoridad de la que emanen.
(...).
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 3,43,51,74,103,106,138;C.P.Ct.: arts. la IX, 74 a 96,113 al 115,119,121,
2a DF, 3a DF; L.O.T.C.; L.O.D.P.: art. 9 inc. 2); L.O.P.J.: arts. 14,42 inc. a), 27a, 28a
DFT; Ley 25397: art. 12; Ley 27972: art. 52 inc. 2); Ley 29497: art. 3 inc. 1); R.Adm.
095-2004-P-TC; C.A.D.H.; D.U.D.H.: arts. 3, 8; P.I.D.C.P.
I. Introducción
El proceso de acción popular fue denominado por mucho tiempo “la Cenicienta de
los procesos constitucionales”^ por su uso poco frecuente y su escaso estudio por parte
de los autores. Como veremos, esto respondía a que la jurisprudencia era escasa y de
poca relevancia jurídica, pero sobre todo a que era de difícil acceso; ello, no obstante la
relevancia de un proceso que puede ser utilizado por cualquier persona para la defensa
del orden constitucional y democrático, en un ámbito que nos involucra a todos, tanto o
incluso más que las leyes mismas: las normas infralegales. Esas con las que la ciudadanía
trata a diario, como son los reglamentos, las normas administrativas o las resoluciones de
carácter general; las que finalmente, más veces que una norma legal, nos enfrentan a la
Administración, es decir, a la más cotidiana de las realidades.
Y es que poder acceder a las sentencias de acción popular nos llevaba, sin mayor op
ción, a recorrer por tomos y tomos de sentencias publicadas, confundidas entre los otros
procesos constitucionales, lo cual tal vez era la causa del poco interés de los especialis
tas por analizarlas. Ahora mismo, será posible ubicarla en el sistema de búsqueda digital
del Diario Oficial y de manera incipiente en la página del Poder Judicial1
(2), aunque consi
deramos que sería óptimo contar con un sistema de difusión similar al del Tribunal
(1) MORÓN URBINA, Juan Carlos. “Aportes para el estudio del nuevo régimen de la acción popular en el
Código Procesal Constitucional”. En: El Derecho Procesal Constitucional peruano. Tomo II, Grijley,
Lima, 2005, p. 1092.
(2) https://www.pj.gob.pe/wps/wcm/connect/cij-juris/s_cijjurisprudencia_nuevo/asjurisprudencia_sistema-
tizada/as_resoluciones_relevantes/as_Constitucional/as_ProcesodeAccionPopular/yhttps://jurisprudencia.
pj.gob.pe/jurisprudenciaweb/faces/page/proceso-constitucional.xhtml
Constitucional, de modo que el Tercer Poder nos permita conocer fluidamente sus senten
cias de acción popular -dado su carácter vinculante y los efectos generales que posee- en
su portal web. Ahora bien, una gran fuente de resoluciones de este tipo es el blog crea
do por la Procuraduría Constitucional en Materia Constitucional del Estado, que permite
ver como la jurisprudencia de acción popular ha cobrado mayor relevancia, importancia
y sustancia con el paso del tiempo(3).
Este artículo pretende abordar diversos aspectos de este proceso constitucional y acer
camos un poco a lo dicho por los tribunales, incluyendo, finalmente, una propuesta para
que el proceso sea conocido por el Tribunal Constitucional y ya no por el Poder Judicial.
En efecto, hemos anotado las razones que nos convocan a apostar por la modificación de
la competencia de la acción popular hacia el Tribunal Constitucional pues, a pesar de su
rezago, se trata un proceso constitucional de relevancia innegable, toda vez que procura
la defensa del orden constitucional y democrático.
1. Objetivo
Conforme señala el artículo 200.5 de la Constitución, la acción popular procede por
infracción de la Norma Fundamental y de la ley, contra los reglamentos, normas adminis
trativas y resoluciones, así como los decretos de carácter general, cuyo trámite se regula
en los artículos 74 al 96 del nuevo Código Procesal Constitucional.
2. Finalidad
El proceso constitucional de acción popular tiene como finalidad la defensa de la Cons
titución frente a una norma subsidiaria a la ley que en todo o en parte atente contra precep
tos constitucionales o legales de modo directo o indirecto; la pretensión contenida en la de
manda debe estar dirigida a la expulsión de dicha norma o parte de ella del sistema jurídico.
3. Base legal
Respecto a las normas que sustentan este proceso constitucional, en primer lugar
debemos referimos al artículo 200.5 de la Constitución, que indica que la acción popu
lar procede por infracción de la Constitución y de la ley, contra los reglamentos, nor
mas administrativas y resoluciones, así como contra los decretos de carácter general.
(3) http://ppemc.blogspot.com/ a cargo del procurador Luis Alberto Huerta Guerrero y su equipo.
El trámite y procedimiento de este proceso se regula en los artículos 74 al 96 del Códi
go Procesal Constitucional.
(4) Véase LANDA ARROYO, César. Teoría del Derecho Procesal Constitucional. Palestra, Lima, 2004, p. 150;
HUERTA GUERRERO, Luis. “Proceso de acción popular”. En: La Constitución comentada. Análisis
artículo por artículo. Tomo II, Gaceta Jurídica, Lima, 2004, pp. 1101-1102; y, ESPINOSA-SALDAÑA
BARRERA, Eloy. Código Procesal Constitucional: proceso contencioso-administrativo y derechos del
administrado. Palestra, Lima, 2004, p. 95.
(5) Exp. N° 2031-2010-Lima, Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente. Sentencia publicada en
el diario oficial El Peruano el 27 de enero de 2012.
No obstante lo dicho, es posible encontrar casos en los cuales los demandados
cuestionan la legitimidad para obrar activa, pedidos que son rechazados por el Colegiado
que resuelve. Así, por ejemplo, en el caso de acción popular del Exp. N° 827-2002-AP(6),
se presentó una excepción de representación insuficiente del demandante, ante ello, la Sala
resolvió que la excepción planteada devino en improcedente pues, de conformidad con
el inciso 1 del artículo 4 de la Ley N° 24968, Ley Procesal de la Acción Popular (vigente
a esa fecha), la demanda puede ser formulada por todo ciudadano peruano en ejercicio
pleno de sus derechos.
La llegada del Código Procesal Constitucional del 2004 no varió tal criterio; así,
en el Exp. N° 807-2006-Lima(7), la Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte
Suprema señaló:
“El proceso constitucional de acción popular es aquel que puede ser emprendido por
cualquier ciudadano, independientemente de que la norma que se impugne lo afecte o
no, pues procede ante un supuesto que perjudique a la colectividad. Es decir, a través
de este proceso se reconoce la posibilidad de que cualquier ciudadano defienda un
interés que no le concierne como simple particular, sino como miembro de una deter
minada colectividad. En otros términos, el proceso constitucional de acción popular
está pensado en una suerte de control ciudadano sobre el poder reglamentario de la
Administración Pública y, sobre todo, para el caso del Gobierno, en tanto que ella,
mediante la actividad que le es propia puede vulnerar las leyes y la Constitución”.
(6) Resolución de la Sala Laboral de Lima, conformada por los magistrados Torres Vega, Toledo Toribio y
Nué Bobbio, resuelto con fecha 24 de setiembre de 2003.
(7) Resuelto por la Sala de Derecho Constitucional de la Corte Suprema. Sentencia publicada en el diario
oficial El Peruano el 23 de noviembre de 2006.
(8) Sentencia publicada en el diario oficial El Peruano el 27 de enero de 2012.
2. Legitimidad para obrar pasiva
La demanda de acción popular debe dirigirse contra el órgano emisor de la norma ob
jeto del proceso. Si dicha norma fue expedida con participación de más de un órgano emi
sor, se demandará al de mayor jerarquía. Si se trata de órganos de igual nivel jerárquico
la demanda se dirige al primero que suscribe el texto normativo.
Conforme a las normas que regulan la defensa jurídica del Estado(9), el procurador
público ejerce la representación y defensa en los procesos del sector al que pertenece o de
la entidad dependiente de dicho sector, pero en el caso de las acciones populares, la defensa
de las normas del Poder Ejecutivo está a cargo de la Procuraduría Pública Especializada en
Materia Constitucional, que ha asumido el litigio de los procesos de inconstitucionalidad,
competencial y de acción popular.
El artículo 5 del Código Procesal Constitucional señala que la defensa del Estado o de
cualquier funcionario o servidor público la asume el procurador público que corresponda,
por ello es necesario que este también deba ser emplazado con la demanda; asimismo, la
defensa puede estar a cargo del representante legal que el funcionario o servidor designe,
sin perjuicio de que los funcionarios demandados puedan intervenir por propio derecho;
sin embargo, téngase en cuenta que la no participación de cualesquiera de ellos no inva
lida ni paraliza el procedimiento.
3. Competencia
El Código Procesal Constitucional del 2004, ni el nuevo Código Procesal Constitucio
nal (Ley N° 31307), afectaron el régimen anterior sobre la competencia por la que el co
nocimiento de las demandas de acción popular se ventilan de forma exclusiva en el Poder
Judicial. Así, el actual artículo 84 del Código Procesal Constitucional señala cuáles son
las reglas de competencia para conocer la demanda de acción popular.
(9) Actualmente el Consejo de Defensa Jurídica del Estado se rige por el Decreto Legislativo N° 1068. La
rectoría está en el Ministerio de Justicia y su representación en el Presidente de dicho Consejo.
IV. Presupuestos materiales
El artículo 75 del Código Procesal Constitucional nos señala cuáles son las normas
infralegales que -ante una infracción a la jerarquía normativa de la Constitución y las le
yes- pueden cuestionarse mediante el proceso de acción popular:
Reglamentos: son el conjunto de reglas que rigen una actividad, el cual es emitido
en virtud de la facultad reglamentaria confiada al Poder Ejecutivo en sus diferentes ni
veles y jerarquías (Gobierno central, gobiernos regionales y locales). El reglamento es la
norma infralegal que viabiliza los mandatos de las leyes materiales, llenando de conteni
do a conceptos contemplados de modo genérico en la ley material. El reglamento nos dice
“cómo hacer” lo que manda la ley.
Normas administrativas: se trata de reglas o criterios que rigen las relaciones jurí
dicas dentro de la Administración Pública.
En relación con las normas objeto de control por este proceso constitucional, Morón
Urbina considera que -al contrario de lo indicado en el mencionado Código, que se preo
cupa para hacer una lista taxativa- en todos los casos estamos frente a un solo fenómeno:
el reglamento. Fundamenta su posición señalando que no existen normas administrativas
ni resoluciones de carácter general que no sean reglamentarias, ni tampoco existen nor
mas administrativas que puedan ser singulares, pues son, por antonomasia, generales(10)11
.
Aclarando también este aspecto, Espinosa-Saldaña considera que, por constatación con
la realidad (y no por coherencia conceptual), la alusión del Código Procesal Constitucional
del 2004 a las resoluciones -la cual también se reitera en el nuevo Código- en realidad se
refiere a los decretos, pues estos son disposiciones de carácter general, mientras que las
resoluciones son preceptos con efectos individuales o, por lo menos, individualizables(11).
De otro lado, recordemos que con la derogada Ley Procesal de la Acción Popular (art.
5 de la Ley N° 24968) era posible interponer demanda de acción popular contra normas
infralegales que habían sido formalmente aprobadas (entiéndase, aprobadas por el Pleno
(10) MORÓN URBINA, Juan Carlos. “Aportes para el estudio del nuevo régimen de la acción popular en el
Código Procesal Constitucional”. Ob. cit., p. 1095.
(11) ESPINOSA-SALDAÑA BARRERA, Eloy. Código Procesal Constitucional: proceso contencioso-
administrativo y derechos del administrado. Ob. cit., p. 87.
del Congreso y enviadas para la autógrafa del Presidente de la República), pero que aún
no eran publicadas oficialmente(12). Ello era posible siempre que del conocimiento extrao
ficial de estas se hubiera podido prever que lesionan o amenazan con lesionar el orden
constitucional y/o legal o contravengan el principio de jerarquía normativa.
Y aunque tal posibilidad ya no sea posible ahora, ni existan supuestos de control cons
titucional a priori, las personas interesadas sí pueden formular comentarios sobre proyec
tos normativos. En efecto, en virtud del Decreto Supremo N° 001-2009-JUS (que aprueba
el “Reglamento que establece disposiciones relativas a la publicidad de proyectos norma
tivos y difusión de normas legales de carácter general”, publicado el 15/01/2009), exis
te la obligación de difundir los proyectos de normas de carácter general; así, en el artícu
lo 14 del mencionado reglamento se señala que las entidades públicas deben disponer la
publicación de estos proyectos en el plazo de treinta días anteriores de la fecha prevista
para su entrada en vigencia.
(12) En esos casos, si se subsanaba lo contenido en la norma antes de publicarla, se dejaba sin efecto la demanda
de acción popular interpuesta.
(13) Sentencia de la Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente de la Corte Suprema. Resolución de
fecha 16 de setiembre de 2010.
(14) Sentencia de fecha 30 de diciembre de 2009.
el proceso de inconstitucionalidad) la vocación subjetiva de preservar los derechos
fundamentales de las personas0 5).
Un caso importante fue la demanda de acción populari15 16) interpuesta en contra del
Reglamento del Decreto Legislativo del Notariado (Decreto Legislativo N° 1049). Se
solicitó que se declare inconstitucional en su totalidad el Decreto Supremo N° 003-2009-
JUS, de fecha 4 de marzo de 2009, que aprueba el mencionado reglamento y de forma
acumulada se denuncia la inconstitucionalidad e ilegalidad de la modificatoria del artículo
8 del mismo reglamento.
La sentencia fue emitida por la Sexta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima
con fecha 30 de noviembre de 2009 y notificada a las partes el 22 de abril de 2010. El De
creto Supremo N° 003-2009-JUS, que se cuestiona por la forma, consta de tres artículos.
En ese sentido, en el caso narrado, la Sala Civil estima que el texto del Reglamento
del Notariado (sus setenta y ocho artículos y cinco disposiciones complementarias, tran
sitorias y finales) no puede ser considerado como un simple anexo, ya que solo pueden
considerarse así a los textos sin contenido normativo, que acompañan, explicitan, grafi-
can o sustentan los enunciados de los decretos supremos. Así, cuando se trate de normas
reglamentarias de carácter general (conforme con la definición de decreto supremo) nece
sariamente deben ser publicadas en el Diario Oficial (f. j. 3).
Cuando ha regulado una materia reservada para otro tipo de norma u otra
específica fuente formal del Derecho
Así resolvió la Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente de la Corte
Suprema de la República en el Exp. N° 2102-2006-Arequipa, al declarar ilegal un decreto
de alcaldía que establecía sanciones pecuniarias y no pecuniarias, en tanto ello excede
y transgrede su objeto; pues, si bien es cierto que las municipalidades están facultadas
para imponer ese tipo de sanciones, solo corresponde hacerlo mediante una ordenanza
municipal (norma con rango de ley) conforme con el artículo 46 de la Ley Orgánica de
Municipalidades(18).
a) Infracción parcial
Una norma es parcialmente inconstitucional o ilegal cuando solamente una fracción
de su contenido contraviene la Constitución o la ley. En este último supuesto, cuando la
invalidez recaiga en el contenido dispositivo (texto lingüístico del precepto) se dejarán sin
efecto las palabras o frases que se consideren inválidas. Por otro lado, si dicha invalidez
reside en su contenido normativo, es decir, en alguna de las interpretaciones atribuidas a
la disposición cuestionada, todo órgano del Estado estará impedido de aplicar los senti
dos interpretativos declarados inconstitucionales o ilegales.
b) Infracción total
Una norma infralegal es totalmente inconstitucional o ilegal cuando todo su conteni
do dispositivo o normativo es contrario al texto constitucional o legal.
b) Infracción indirecta
Al contrario de la infracción directa, la indirecta es aquella que para su comprobación
no basta solo con confrontar la norma cuestionada con la disposición constitucional o le
gal (parámetro básico), sino que es necesario que se le confronte con una norma que per
tenezca al parámetro de constitucionalidad o de legalidad visto de manera abierta. Es de
cir, incorpora al parámetro básico otras normas además de la propia Constitución o de la
ley que se alega vulnerada.
Esto se configura con una norma (conocida como norma interpuesta) a la que la Cons
titución, la ley, o norma de rango infralegal le encomendó establecer los límites para la
producción de otra norma de igual o inferior jerarquía normativa. Para ello, se utiliza la
técnica de interpretación contenida en el artículo 78 del Código Procesal Constitucional,
la cual señala que para apreciar la validez de las normas deberá tenerse en cuenta ade
más del parámetro básico, otras normas que determinen la competencia o las atribucio
nes de los órganos del Estado o el ejercicio de los derechos fundamentales de la persona.
Si bien este artículo solo hace referencia expresa a la labor del Tribunal Constitucional,
debe ser aplicado también para el proceso de acción popular, más aún si se encuentra ubi
cado en el título referido a las disposiciones generales de los procesos de acción popular
e inconstitucionalidad.
Hablamos de vulneración “indirecta” porque la invalidez constitucional o legal de la
norma impugnada no siempre puede quedar acreditada con un mero juicio de compatibi
lidad directo frente a la Constitución o la ley, sino que debe verificarse primero su discon
formidad con una norma perteneciente al parámetro de constitucionalidad. En todo caso,
será el Poder Judicial (en los procesos de acción popular) el que establezca con claridad
qué normas forman parte del “bloque” en cada caso concreto para saber si estamos ante
una infracción indirecta.
Respecto a lo que forma parte del bloque, Landa Arroyo(20) considera que el control
de la constitucionalidad y la legalidad de los decretos, reglamentos y demás normas
administrativas, no solo debe hacerse con relación a la Constitución y la ley, sino
también a las sentencias del Tribunal Constitucional que se hayan pronunciado respecto
a la inconstitucionalidad de una ley (estimando o desestimando la demanda). Esto está
relacionado con la decisión del legislador en el sentido de que cuando exista un proceso
1. Postulación de la demanda
Conforme al artículo 85 del Código Procesal Constitucional, la demanda de acción
popular debe ser presentada por escrito, está comprendida dentro de la defensa cautiva y
debe contar con los siguientes requisitos mínimos:
Conforme al artículo 85 inc. 6 del mismo cuerpo legal, es necesario que la demanda
contenga los fundamentos que sustentan la pretensión. Si se omiten incluir tales funda
mentos en la demanda, esta debería ser declarada inadmisible; y, en virtud del artículo 87,
la Sala -precisando el requisito incumplido- dará un plazo para subsanar dicha omisión.
Esto de manera análoga, si tenemos en cuenta que, para los procesos de inconstitu
cionalidad, cuando se ha omitido alguno de los requisitos de la demanda previstos en el
artículo 100 del Código Procesal Constitucional, el Tribunal se decanta por la inadmisibilidad
(21) Conforme al artículo 425 del Código Procesal Civil (de aplicación supletoria), se adjuntará la copia legible
del documento de identidad del demandante.
de esta, concediendo un plazo si el requisito es susceptible de ser subsanado. Así, debería
darse el mismo tratamiento para los procesos de acción popular.
Es decir que, vencido el plazo prescriptorio -en vía incidental dentro de un proceso
judicial cualesquiera-, en caso de conflicto entre una norma constitucional y otra legal, así
como de una norma legal y una norma administrativa, los jueces prefieren la norma superior
sobre toda otra norma de rango inferior; o sea, podrán inaplicar normas administrativas
contrarias a la Constitución y a la ley(25).
En caso de que el abogado de la parte no haya solicitado la palabra, será igualmente ci
tado si señaló domicilio en la sede de la Corte. Los abogados están obligados a absolver las
preguntas y aclaraciones que deseen hacerles los magistrados en el curso de sus informes.
Recuérdese que conforme al artículo 130 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, los
abogados de las partes tienen derecho de informarse del expediente por Secretaría, hasta
tres días antes de la vista de la causa.
El artículo 94 del Código Procesal Constitucional señala a la letra que: “Si la senten
cia que declara fundada la demanda no es apelada, los autos se elevarán en consulta a la
Sala Constitucional y Social de la Corte Suprema. La consulta se absolverá sin trámite y
en un plazo no mayor de cinco días desde que es recibido el expediente”.
Al respecto, hay alguna evidencia que la Corte Suprema, lejos de considerarse una
sede de instancia, ha interpretado que es una instancia revisora:
(28) Fundamento cuarto de la sentencia de la Sala Permanente de Derecho Constitucional y Social. Consulta
N° 247-2007,10 de agosto de 2010. Publicada en Gaceta Procesal Constitucional, Tomo 3, Gaceta Jurídica,
Lima, 2012, p. 37 y ss.
(29) Constitución Política del Perú
“Artículo 141.- Corresponde a la Corte Suprema fallar en casación, o en última instancia, cuando la acción
se inicia en una Corte Superior o ante la propia Corte Suprema conforme a ley. Asimismo, conoce en
casación las resoluciones del Fuero Militar, con las limitaciones que establece el artículo 173”.
Esto sería así pues, los jueces supremos deben interpretar y aplicar el artículo 94 del
Código Procesal Constitucional según los preceptos y principios constitucionales, ello en
el sentido de garantizar la primacía de la Constitución y la vigencia efectiva de los dere
chos constitucionales como los fines esenciales de los procesos constitucionales. De lo
contrario, qué ocurriría si la Corte Superior declarase infundado un extremo de la deman
da, pero al saber y entender de la Suprema ello es inconstitucional o ilegal. Simplemen
te no podría pronunciarse sobre ese extremo incumpliendo los fines ya acotados, más aún
si, según se indica en la resolución en comento, son los fines de la acción popular “el ve
lar por la defensa de la Constitución frente a infracciones contra la jerarquía normativa”.
Sin duda, es necesario repensar si debe modificarse la competencia del Poder Judicial para
conocer este tipo de procesos. A ello nos abocaremos en la última parte de este trabajo.
5. Medidas cautelares
Como se sabe, una medida cautelar tiene como finalidad asegurar provisionalmen
te los efectos de la futura decisión jurisdiccional definitiva y la neutralización de los per
juicios irreparables que podrían ocasionarse durante el proceso. Según nuestra normativa
procesal constitucional, proceden las medidas cautelares en los procesos de amparo, há
beas data y cumplimiento, en los procesos competenciales y en el de acción popular; de
otro lado, no es posible otorgarse medidas cautelares en el proceso de inconstitucionali
dad ni en el proceso de hábeas corpus.
Para el caso de los procesos de acción popular, la medida cautelar procede siempre
que se cumpla con un presupuesto especial, que la demanda de primer grado haya sido
declarada fundada(30).
Siendo esto así, es correcto afirmar que los efectos de la sentencia de primera instan
cia no son inmediatos, sino que se requiere presentar un escrito solicitando la medida in-
novativa, la cual -conforme al texto del artículo 93 del Código Procesal Constitucional-
se debe limitar a la suspensión de la eficacia de la norma considerada vulneratoria por la
sentencia de primera instancia.
(30) La tutela cautelar no se encuentra contemplada expresamente en la Carta Magna, el Tribunal Constitu
cional ha señalado que esta se constituye en una manifestación implícita del derecho al debido proceso,
consagrado en el artículo 139, inciso 3 de la Constitución, llegando a afirmar que la medida cautelar tiene
una finalidad constitucional. Si una vez resuelto un caso por la autoridad judicial, resultase imposible el
cumplimiento la decisión adoptada por esta, no existiría ni debido proceso, ni Estado Constitucional de
Derecho, ni democracia. Cfr. STC Exp. N° 00023-2005-AI/TC.
(31) Sin entrar en polémica al respecto, nos referimos a lo prescrito en el artículo 9 del Código Procesal
Constitucional.
cumplimiento efectivo garantiza que el procedimiento o proceso en el cual se encuentra
comprendida una persona, pueda considerarse como justo(32).
Recibidos los autos por la Sala de la Corte Suprema, esta correrá traslado por el pla
zo de cinco días, señalando día y hora para la vista de la causa, la que se llevará a cabo
dentro de los cinco días posteriores a la recepción de la absolución del traslado. En dicho
acto, las partes o sus abogados pueden formular informes orales.
Las sentencias de acción popular tienen autoridad de cosa juzgada, por lo que vincu
lan a todos los poderes públicos, son inimpugnables y producen efectos desde el día si
guiente a la fecha de su publicación.
Las sentencias fundadas tienen alcances generales, estas podrán determinar la nuli
dad de las normas impugnadas con efecto retroactivo, debiéndose determinar sus alcan
ces en el tiempo.
Esto viene a ser una diferencia resaltante con los procesos de inconstitucionalidad,
los cuales sí siguen el esquema clásico y no tienen efectos retroactivos(36)37
; en cambio en la
acción popular, la Sala, al determinar la nulidad con efectos retroactivos, debe especificar
sus alcances en el tiempo.
“Que si bien, mediante el artículo 2 del Decreto Supremo N° 061 -2004-PCM publicado
en el diario oficial El Peruano el día veintiuno de agosto de dos mil cuatro, se dio por
concluido, a partir de dicha fecha, lo dispuesto en el Decreto Supremo N° 026-2004-
PCM [norma cuestionada], con excepción del artículo 1, no es menos cierto que ello
no implica la sustracción de la materia puesto que el artículo 81 del Código Procesal
Constitucional, en su parte final, establece la posibilidad de fijar efectos retroactivos
a las sentencias fundadas expedidas en los procesos sobre acción popular, lo que
significa que la sola vigencia de la norma reglamentaria durante un lapso de tiempo,
aun cuando haya sido derogada con posterioridad, hace necesario el pronunciamiento
del Tribunal sobre la inconstitucionalidad o ilegalidad que se le imputa” (Exp. N° 940-
2007, 4a Sala Civil de Lima)<37\
“Que dada la trascendencia que podría tener la declaración de inconstitucionalidad e
ilegalidad de los dispositivos cuestionados, en las relaciones exteriores con la República
de Bolivia en virtud a los Tratados a que se ha hecho mención en la presente resolución,
(36) Excepto para el caso de las normas tributarias donde el Tribunal debe determinar de manera expresa los
efectos de su decisión en el tiempo y resolver lo pertinente de las situaciones jurídicas producidas mientras
la norma estuvo en vigencia (Cfr. artículo 80 del Código Procesal Constitucional).
(37) Sentencia publicada en el diario oficial El Peruano el 30 de enero de 2006.
la declaración de nulidad debe conllevar efectos retroactivos desde su vigencia en
aplicación del artículo 81 del Código Procesal Constitucional. [Retrotrayéndose los
efectos de esta sentencia hasta el momento mismo en que entraron en vigencia [las
normas cuestionadas]” (Exp. N° 1907-2005-Lima, Sala de Derecho Constitucional y
Social de la Corte Suprema)(38).
Además, si fuese el caso, el fallo también declarará la inconstitucionalidad o la ilegali
dad de aquella norma que por conexión o consecuencia resulte vinculada a la norma cues
tionada, inclusive si ello no forma parte del petitorio constitucional. Es importante que se
argumente suficientemente al respecto en los fundamentos o considerandos que contienen
la ratio decidendi de la sentencia.
“Resultaría incoherente que, aun cuando la norma materia de denuncia ha sido de
rogada, pero continúe surtiendo sus efectos; o, cuando otra norma entre en vigencia
en sustitución de la primera, pero contemple el mismo supuesto que es materia de
examen de la disposición derogada, entonces, resultaría válido que se pueda extender
los efectos del fallo incluso al texto de la norma vigente.
En ese sentido, esta Sala Suprema, considera que, el someter a las demandantes a un
nuevo proceso a fin de impugnar la misma disposición que se encuentra regulado por
el ‘Manual (...)’, que es aprobado por otra resolución directoral, atentaría contra el
principio pro actione o favor processum y además reñido con el elemental criterio de
razonabilidad”.
¿Cómo se llegó a tal situación? Es importante narrar los hechos. Este expediente nos
plantea un conflicto entre lo decidido por la Corte Suprema y el Indecopi respecto al De
creto Supremo N° 01-94-EM, Reglamento para la Comercialización de Gas Licuado de
Petróleo, sobre si varios de sus artículos constituyen o no barreras burocráticas ilegales
de acceso al mercado.
Ocurrió que, interpuestas dos demandas de acción popular contra el mencionado de
creto supremo, la Corte Suprema verificó que este se encontraba conforme a los derechos
a la propiedad, a la libertad de contratación y a la libre competencia, publicándose estas
sentencias el 11 de marzo de 1996 en El Peruano.
De otro lado, tiempo después, el control del decreto supremo se solicitó también ante
la sede administrativa, esto es, ante la Comisión de Acceso al Mercado del Indecopi, que
consideró que varios de los artículos de la norma constituían barreras burocráticas ilega
les e irracionales, el 15 de setiembre de 2005; decisión confirmada por la Sala de Defen
sa de la Competencia del Tribunal de Defensa de la Competencia y de la Propiedad Inte
lectual, el 12 de abril de 2006.
Es decir, varios años antes que el Indecopi, el Poder Judicial, vía acción popular, ve
rificó que las disposiciones impugnadas eran legales y constitucionales, es decir, todo
lo contrario a lo resuelto por el organismo. Al respecto, resulta preocupante que la Sala
A consideración del astuto demandante, solo las instituciones educativas en las que
se imparten los tres niveles educativos están protegidas por el ordenamiento legal, y no
así las otras (es decir, inicial y primaria; o, primaria y secundaria) por lo que sí se pue
den permitir casinos y tragamonedas a menos de ciento cincuenta metros de las instala
ciones de estas últimas.
(44) Inclusive, podría anotarse otra clásica distinción de las sentencias en el Derecho Procesal: declarativa,
constitutiva y de condena.
(45) Respecto a la tarea hermenéutica del Tribunal Constitucional acudir a: SOSA SACIO, Juan Manuel. Guía
teórico-práctica para utilizar los criterios interpretativos del Tribunal Constitucional. Gaceta Jurídica,
Lima, 2011.
(46) Sentencia de la Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente, publicada en El Peruano, el 27 de
enero de 2012.
Sin considerar imponerle una multa por manifiesta temeridad, el Colegiado desestima
lo solicitado atendiendo al deber derivado de los principios de interpretación conforme a
la Constitución y pro homine. Asimismo, señala que la Sala está facultada para interpre
tar los alcances de la ley referida, ya que para determinar la legalidad de la directiva cues
tionada es necesario analizarla pues aquella sirve como parámetro de esta.
Es decir, que el Colegiado podrá verificar si las normas cuestionadas por inconstitu
cionales o ilegales generan afectaciones concretas a los derechos fundamentales, pues el
proceso de acción popular, como de inconstitucionalidad, también posee la vocación sub
jetiva de preservar los derechos fundamentales de las personas.
(47) En el mismo sentido que, su par, el proceso de inconstitucionalidad. Cfr. STC Exps. N°s 00020-2005-PI/
TC y 00021-2005-PI/TC (acumulados), ff. jj. 16-18.
(48) En específico, se argumentaba la violación de los derechos de la hija del demandante, sin que en la sen
tencia se aclare la vocación abstracta del proceso de control normativo. Por nueve días la menor afectada
no cumplía con la “fecha de corte” de la norma cuestionada.
se inconstitucional; en exceso, tal requisito es exigido en otro tipo de situaciones como el
acceso a instituciones armadas, cargos públicos; o, el acceso a la pensión.
Conforme confirma la Sala Suprema(49), pues se eleva para consulta, esta disposición
se opone al Código de Ejecución Penal y su Reglamento. Asimismo, citando al Tribunal
Constitucional, se indica que la condición digna es consustancial a toda persona y el hecho
de que esté restringido el derecho a la libertad como consecuencia de una sanción penal no
debe enervar o derogar el núcleo fundamental de la persona, la dignidad. En ese sentido,
cualquier restricción debe contener un mínimo de razonabilidad, siendo necesario que se
encuentre acorde con las normas de mayor jerarquía que la regulan.
Si el proceso que nos convoca es conocido, ya sea vía apelación o consulta, por la Cor
te Suprema, ¿no sería entonces conveniente recurrir en única instancia a ese alto tribunal?
Y, al respecto, ¿acaso la elevación de los autos a la Corte Suprema no impide concretar la
competencia del más alto colegiado de justicia ordinaria del país como tribunal casatorio?
Para nosotros, la acción popular debería ser conocida en única instancia por el Tribu
nal Constitucional en tanto órgano de control de la Constitución y del bloque constitucio
nal pertinente en cada caso. De la misma manera en que la labor de la Corte Suprema es
uniformizar las decisiones de la justicia ordinaria, el Tribunal Constitucional -al conocer
(49) Consulta N° 247-2070, de fecha 10 de agosto de 2010, ff. jj. 10 y 12. Publicada en Gaceta Procesal
Constitucional, Tomo 3, Gaceta Jurídica, Lima, 2012, p. 37 y ss.
(50) Esta propuesta es una versión repensada de nuestra breve digresión sobre el mismo tema en: TITO PUCA,
Yolanda Soledad. Guía para reconocer un verdadero criterio vinculante del Tribunal Constitucional.
Gaceta Jurídica, Lima, 2011.
(51) Vide artículos 141, 200.5 y 202 de la Constitución.
de las demandas de acción popular- uniformizaría la jurisprudencia para la justicia cons
titucional volviéndola predecible.
Ello sería coherente con el reordenamiento de los fines de la Corte Suprema y se re
fuerza con los vínculos existentes entre las causas iniciadas en sede del Poder Judicial y
del Tribunal Constitucional. En efecto, a esto responde que, actualmente, el artículo 79
del Código Procesal Constitucional imponga a los jueces el deber de suspender el trámite
de los procesos de acción popular sustentados en normas respecto a las cuales se ha plan
teado una demanda de inconstitucionalidad ante el Colegiado Constitucional, hasta que
se expida resolución definitiva.
En ese sentido, son varias razones que justifican nuestra propuesta de cambiar la com
petencia en última, o mejor aun, en única instancia de los procesos de acción popular, pues
mientras que el Tribunal Constitucional, como órgano especializado de control abstrac
to de las normas, uniformiza la jurisprudencia para la justicia constitucional volviéndo
la predecible, a la vez se reordenan los fines de la Corte Suprema de Justicia de la Repú
blica, esto es, la adecuada aplicación del Derecho y la uniformidad de la jurisprudencia
en sede ordinaria.
Al respecto, la carga procesal no deberá ser una razón justificante para eximir al Tribu
nal Constitucional de tal responsabilidad, lo que sigue para la reforma es verificar el número
de magistrados a cargo de la resolución de los expedientes y comparar la cantidad de per
sonal con el que cuenta cada institución para el logro de tales decisiones jurisdiccionales.
VIII. Conclusiones
El proceso de acción popular fue de utilización poco frecuente por los justiciables y
de escaso estudio por parte de la doctrina, sin embargo, esta situación ha ido cambiando
con los años, lo que ha dado paso un mayor protagonismo de la Procuraduría Pública en
Materia Constitucional avocada a litigar los casos de acción popular sobre competencias
del Poder Ejecutivo.
El Poder Judicial debe publicar en su página web las sentencias recaídas en los pro
cesos de acción popular dado su carácter vinculante y los efectos generales que posee.
(56) STC Exp. N° 05961-2009-PA/TC, f. j. 19, publicada en la página web del TC el 18/06/2010.
(57) Este ordenamiento procesal Constitucional fue el resultado de la acumulación de los Proyectos de Ley
3478/2018-CR, 3754/2018/CR y 7271/2020-CR, Ley de Reforma del Código Procesal Constitucional.
La competencia de las demandas de acción popular se ventilan de forma exclusiva en
el Poder Judicial. Aunque ello no obedece al mandato constitucional, es una decisión de le
gislador que se mantiene así desde la regulación anterior.
Apelada o no la sentencia fundada, los autos deben ser necesariamente elevados para
el conocimiento de la Sala Constitucional y Social de la Corte Suprema de la República.
Proponemos que la acción popular sea conocida en última instancia por el Tribunal
Constitucional en tanto órgano de control de la Constitución y del bloque constitucional
pertinente en cada caso.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
|jj| Las normas infralegales susceptibles de ser cuestionadas vía acción popular deben tener
carácter general: RTC Exp. N° 04141 -2010-PA/TC (f. j. 5).
¡J| La calidad de cosa juzgada de una decisión recaída en un proceso de acción popular no
constituye un obstáculo para que el criterio desarrollado por el Poder Judicial pueda ser
sometido a un posterior control de constitucionalidad: RTC Exp. N° 03493-2013-PA/TC
(f.j. 7).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 3,118 ines. 1), 8), 202 inc. 2), 205; C.P.Ct.: arts. I al IX, 1,2, 5,7 al 11,13 al
18,20,22 al 25,28,40 al 43,45 al 52,65, 67 al 73, 85,113 al 116,119 al 121,2a DF;
L.O.T.C.; L.O.D.P.: art. 9 inc. 2); Ley 27809: arts. 133, 134; R.Adm. 095-2004-P-
TC; D.U.D.H.: arts. 3, 8.
Lo que busca ese proceso, en esencia, es conseguir que toda autoridad pública cum
pla con aquello que una norma legal o un acto administrativo íe está ordenando hacer.
De manera específica, el artículo 65 del NCPConst. (mediante el cual se ha modificado lo
que antes era el artículo 66 en el Código Procesal Constitucional del 2004) establece que
el objeto del proceso de cumplimiento es ordenar que el funcionario o autoridad pública
renuente (i) dé cumplimiento a una norma legal o ejecute un acto administrativo firme; o
(ii) se pronuncie de manera expresa cuando las normas legales le ordenan emitir una re
solución administrativa o dictar un reglamento.
Una de las controversias que desde siempre han girado en tomo al proceso de cum
plimiento tiene que ver con el cuestionamiento que se hace sobre su naturaleza como un
verdadero proceso constitucional.
(1) Al respecto, véase lo señalado en: BOLAÑOS SALAZAR, Elard R. “Las principales modificaciones al
proceso de cumplimiento en el ‘nuevo’ Código Procesal Constitucional”. En: Gaceta Constitucional & .
Procesal Constitucional, N° 166. Gaceta Jurídica, Lima, 2021.
Así, se ha señalado, por ejemplo, que el proceso de cumplimiento sería en realidad un
“proceso constitucionalizado” debido a que la naturaleza de la controversia que se ven
tila al interior de este proceso no versa sobre una materia constitucional, sino sobre una
cuestión que fácilmente puede entenderse como de índole administrativa(2); posición que
incluso ha sido esgrimida por uno de los actuales integrantes del Tribunal Constitucional
quien señala que:
[E]n puridad, aquí no está enjuego la tutela de algún aspecto de relevancia cons
titucional, sino el cumplimiento de normas legales o actos administrativos. En
realidad, el proceso de cumplimiento no es en rigor un proceso constitucional,
y solamente está regulado por el Código Procesal Constitucional porque existe
una prescripción de la Constitución que no puede desconocerse o soslayarse(3)4.
Esta fue de hecho la postura inicialmente asumida por el propio Tribunal Constitucio
nal cuando, en el año 2003, indicó que el cumplimiento era:
[Un p]roceso constitucionalizado que, prima facie, no tiene por objeto la pro
tección de un derecho o principio constitucional, sino la de derechos legales y
de orden administrativo, mediante el control de la inacción administrativa^.
Sin embargo, más tarde, a través del precedente Villanueva Valverde del año 2005, el
Tribunal Constitucional (aunque con una conformación distinta) cambiaría de parecer para
afirmar que el proceso de cumplimiento era un proceso constitucional por medio del cual
se protege el derecho constitucional a asegurar y exigir la eficacia de las normas legales y
de los actos administrativos(5). Es cierto que, como afirma el profesor Huapaya, el extre
mo referido a la caracterización del proceso de cumplimiento como un proceso constitu
cional no forma parte de los fundamentos establecidos como precedente en dicho caso(6).
Sin embargo, ello no podría ser un argumento de suficiente peso como para señalar que lo
dicho por el Tribunal Constitucional con respecto a la naturaleza del proceso de cumpli
miento pueda ser dejado de lado sin más. En todo caso, preciso es señalar que la discusión
a nivel de la doctrina sigue estando vigente hasta el día de hoy, inclusive.
(2) CARPIO, E. “La acción de cumplimiento”. En: CASTAÑEDA, S. (coordinadora). Derecho Procesal
Constitucional. Jurista Editores, Lima, 2003, p. 443.
(3) ESPINOSA-SALDAÑA, E. En defensa de la Constitución. Código Procesal Constitucional y tutela del
ciudadano. Gaceta Jurídica, Lima, 2019, p. 294.
(4) STC Exp. N° 00191-2003-PC/TC, f. j. 2.
(5) STC Exp. N° 00168-2005-PC/TC, f. j. 9.
(6) HUAPAYA, R. “Las nuevas relaciones entre el proceso constitucional de cumplimiento y el proceso
contencioso-administrativo: la sentencia recaída en el expediente N° 0168-2005-PC/TC, caso Maximiliano
Villanueva Valverde”. En: Revista de Derecho Administrativo, (2), 2006, p. 181.
Así, tenemos entonces que, según el precedente establecido en el fundamento 14
del caso Villanueva Valverde, para que el cumplimiento del mandato contenido en una
norma legal o en acto administrativo pueda ser exigido en este proceso, dicho mandato
debe contar con los siguientes requisitos mínimos comunes: (i) ser un mandato vigente;
(ii) ser un mandato cierto y claro, es decir, debe inferirse indubitablemente de la norma
legal o del acto administrativo; (iii) no estar sujeto a controversia compleja ni a interpre
taciones dispares; (iv) ser de ineludible y obligatorio cumplimiento, y (v) ser incondicio
nal. El mismo fundamento 14 establece que, de manera siempre excepcional, el manda
to podrá ser condicional, siempre que para su satisfacción no se requiera una actuación
probatoria compleja. Finalmente, para el caso de actos administrativos, el mandato debe
reunir, además, los siguientes dos requisitos para ser exigible en esta vía: (vi) reconocer
un derecho incuestionable del reclamante y (vii) permitir individualizar al beneficiario.
Estas reglas, que datan del año 2005, sirvieron para que la resolución de las demandas
de cumplimiento tenga un mayor nivel de predictibilidad y, a la vez, para dotar al propio
demandante de elementos de juicio suficientes para evaluar objetivamente si es que el man
dato contenido en una norma legal o en un acto administrativo podía hacerse cumplir por
la vía del proceso de cumplimiento que regula el artículo 200, inciso 6, de la Constitución.
Para responder a esta interrogante es menester traer a colación lo que el profesor Hua-
paya nos dice:
(7) El Texto Único Ordenado de la Ley N° 27584, Ley que regula el proceso contencioso administrativo fue
aprobado mediante Decreto Supremo N° 011-2019-JUS publicado en el diario oficial El Peruano el 4 de
mayo de 2019.
el cumplimiento de una conducta basada en una potestad administrativa discre
cional de la Administración Pública, la vía del proceso de cumplimiento no será
la idónea, conforme lo interpreta el Tribunal Constitucional. En este caso, pro
cederá que se siga el procedimiento establecido en los fundamentos jurídicos
N° 53 a 58 y el 60 del caso Manuel Anicama (STC Exp. N° 1417-2005-PA/TC),
siendo entonces la vía ordinaria para la superación de la inactividad de la Ad
ministración Pública, el proceso contencioso-administrativo(8).
En efecto, a través del proceso de cumplimiento solamente se puede exigir el cumpli
miento (valga la redundancia) de mandatos claros, y respecto de los cuales no exista nin
guna duda en cuanto a que la administración pública debe cumplirlos. De lo contrario, es
decir si estamos ante un mandato que genera dudas en cuanto a si establece o no una obli
gación para la administración, la vía correcta será la del contencioso administrativo a fin
de verificar en dicho proceso de naturaleza más dilatada (y en el que además se pueden
actuar pruebas) si es que tal obligación existe. Así las cosas, tenemos que, mientras uno
es un proceso ejecutivo (el proceso constitucional de cumplimiento), el otro es un proce
so más bien cognitivo (el proceso contencioso administrativo).
Sin embargo, como vamos a ver a continuación, esta situación y algunas otras han
sido trastocadas por el NCPConst.
Esta disposición normativa guarda estrecha relación con el artículo 48 de nuestra Cons
titución, según el cual, en nuestro país son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas
donde predominen, también lo son el quechua, el aimara y las demás lenguas aborígenes.
(8) HUAPAYA, R. “Las nuevas relaciones entre el proceso constitucional de cumplimiento y el proceso
contencioso-administrativo: la sentencia recaída en el expediente N° 0168-2005-PC/TC, caso Maximiliano
Villanueva Valverde”. Ob. cit., pp. 188 y 189.
(9) Naturalmente que cuando se hace referencia a la demanda verbal, se está hablando del proceso de hábeas
corpus.
De hecho, ya el Tribunal Constitucional en un conocido caso estableció que toda perso
na tiene derecho a comunicarse en su propia lengua ante la autoridad pública. Ello, como
contrapartida, significa que el Estado tiene la obligación de institucionalizar el uso de ese
idioma en dicha zona, con los mismos alcances con los que ha institucionalizado el uso
del idioma castellano(10).
Entonces la pregunta que surge inmediatamente es: ¿Era necesario que se establezca
de manera expresa en el NCPConst. la posibilidad de interponer demandas usando el pro
pio idioma a pesar del reconocimiento constitucional y el posterior desarrollo jurispru
dencial del Tribunal Constitucional sobre este derecho? Pues, desde el punto de vista de
quien escribe estas líneas, la verdad es que no hacía falta. Y es que, en efecto, una norma
de esta naturaleza podría llevar a comprender -de manera errada claro- que antes de la
entrada en vigencia del artículo 2 del NCPConst. a las personas no les asistía el derecho
a presentar demandas de amparo, de hábeas corpus, de hábeas data o de cumplimiento en
quechua, en aimara o en otra lengua aborigen. En todo caso, podríamos decir que se tra
ta más bien de la positivización a nivel procesal de algo que ya se encontraba reconocido
en nuestro ordenamiento jurídico.
No obstante, considero que, siguiendo la misma línea del artículo 2, el NCPConst. de
bió incluirse también una norma destinada a hacer que los jueces emitan sentencias en el
idioma usado por la parte demandante. Y es que no tendría mucho sentido que él o la de
mandante pueda interponer una demanda (valga la redundancia) en su propio idioma, si
es que luego la decisión judicial se va a expedir en castellano.
De hecho, se han visto varios casos en los que jueces -y no solo en procesos consti
tucionales- han expedido sentencias usando el quechua, el aimara u otra lengua aborigen.
El propio Tribunal Constitucional publicó en el año 2018, aunque solamente un extracto,
la STC Exp. N° 00889-2017-PA/TC en quechua^11).
Y ejemplos de demandas carentes de sentido hemos visto varias e, incluso, algunas han
llegado hasta el Tribunal Constitucional. Tenemos el famoso caso de “la rata presidente”(12);
el caso de aquella persona que pretendía que el gobierno norteamericano “le devuelva la
Pues ahora casos de esa naturaleza no podrán ser rechazados de manera liminar por
parte del juez constitucional, recargando así a los órganos jurisdiccionales y poniendo en
peligro la tutela de muchas otras demandas que si ameritan una pronta y urgente atención.
En fin, si bien esto puede que en la práctica no genere mayores problemas, lo cierto es que
si es un detalle que pone en evidencia el poco cuidado con el cual se elaboró el NCPConst.
2. ¿Las nuevas reglas del artículo 66 dejan sin efecto el precedente Villa-
nueva Valverde?
Uno de los artículos que tal vez ha sido el más criticado en este NCPConst. es el ar
tículo 66. Este artículo comprende una serie de disposiciones que tienen como objetivo
Sin embargo, ahora el artículo 66 del NCPConst. obliga al juez a “superar” dichos de
fectos del mandato (que lo harían imposible de ser exigido en el proceso de cumplimiento)
a través de métodos interpretativos que, valgan verdades, nos asoman más a un código re-
glamentarista que intenta atar la labor jurisdiccional. En ese sentido, podría decirse que
deja sin efecto el precedente Villanueva Valverde al menos de manera parcial.
Lo que hace esta nueva regulación es confundir la naturaleza del proceso constitucio
nal de cumplimiento con la del proceso contencioso administrativo regulado por el artí
culo 5, inciso 4, del TUO de la Ley N° 27584. De hecho, este fue uno de los argumentos
expuestos por el Poder Ejecutivo en las observaciones que realizó al proyecto de ley que
más adelante diera vida a este NCPConst.(15).
IV. Cierre
Todo proceso de reforma supone siempre estar abiertos a aceptar nuevas ideas y pun
tos de vista. Implica, de alguna manera, estar dispuestos a enfrentar nuestras propias ideas
con aquello que se presenta como nuevo.
Sin embargo, todo proceso de reforma debe también ser el resultado de un arduo ca
mino en el que predomine la confrontación de las distintas ideas y, sobre todo, la consta
tación de la realidad. De lo contrario, las reformas que se hagan estarán desprovistas de
aquella legitimidad que es necesaria para una real y fiel aplicación en el terreno fáctico.
El NCPConst., tal y como hemos visto en este breve comentario, presenta ciertas fa
lencias que podrían incluso poner en peligro el objeto mismo de los procesos constitucio
nales. Y con esto no se quiere decir que quienes redactaron ese cuerpo normativo hayan
tenido malas intenciones. Lo que se quiere decir más bien es que a lo mejor hubiéramos
tenido un mejor producto legislativo si las disposiciones allí contempladas (y hoy ya vi
gentes) hubieran sido el resultado de un mayor y más amplio debate.
En ese sentido, solo el tiempo podrá arrojamos un veredicto sobre las bondades y las
falencias de la “reforma”. Mientras que ello ocurra, sin embargo, la labor de la acade
mia, de los litigantes y de los órganos jurisdiccionales será más que importante para mol
dear la aplicación del NCPConst., teniendo siempre como norte el objeto de los proce
sos constitucionales.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(15) Las referidas observaciones pueden ser encontradas en el siguiente enlace: https://laley.pe/art/11578/
ultimo-ejecutivo-observa-autografa-del-nuevo-codigo-procesal-constitucional
jj| Cuando una autoridad o funcionario es renuente a acatar una norma legal o un acto admi
nistrativo que incide en los derechos de las personas o, incluso, cuando se trate de los casos
relativos a la defensa de derechos con intereses difusos o colectivos, surge el derecho de
defender la eficacia de las normas legales y actos administrativos a través del proceso de
cumplimiento: STC Exp. N° 00168-2005-PC/TC (ff. jj. 4-11).
BIBLIOGRAFÍA
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2, 137, 202 inc. 2), 205; C.P.Ct.: arts. I al IX, 1,2, 5, 7 al 11, 13 al 18,20, 22
al 25, 28 al 52, 85, 116, 120; L.O.M.P.: art. 90; L.O.P.J.: arts. 24 inc. c), 49 inc. 2),
50 inc. 2), 131; L.O.T.C.; L.O.D.P.: art. 9 inc. 2); Ley 26775: art. 7; Ley 26859: arts.
344, 360; Ley 24710: arts. 31; Ley 27809: arts. 133, 134; D.S. 018-2008-JUS: arts.
16.2, 31.4, 5a DCT; R.Adm. 095-2004-P-TC
(1) Agravado por el número de votos exigidos para la aprobación de una ley orgánica: “se necesita el voto
de más de la mitad del número legal de miembros del Congreso”; porque el trámite es el mismo que el
previsto para una ley ordinaria.
(2) Exp. N° 0014-2002-AI/TC, de 21 de enero de 2002, f. j. 7.
En cumplimiento de esta prescripción constitucional, las garantías constitucionales
han sido reguladas por la Ley 28237, que, con el nombre de Código Procesal Constitucio
nal, entró en vigor el 1 de diciembre de 2004(3). Se trata de una ley de desarrollo consti
tucional que tiene rango de ley, pero valor constitucional. Este valor le viene de contener
concreciones directas del contenido constitucional de los distintos procesos constitucio
nales creados y definidos en el artículo 200 de la Constitución. Por ser concreciones nor
mativas y tener valor constitucional, las normas de la Ley 28237 han nacido al mundo
jurídico para existir adscriptas a los distintos incisos del mencionado artículo 200. Son
normas constitucionales adscriptas que forman parte del bloque de constitucionalidad. La
vulneración de estas normas no produce ilegalidad, sino una efectiva inconstitucionalidad.
Pero no solo a través del Código Procesal Constitucional del 2004, se regularon las ga
rantías constitucionales. Esta regulación se ha producido también de la mano de las inter
pretaciones vinculantes que de la Constitución y de la Ley 28237 ha llevado a cabo el Tri
bunal Constitucional en su jurisprudencia. El derecho previsto en la Constitución no es solo
de tipo material, sino también procesal, y el Tribunal Constitucional como Supremo Intér
prete de la Constitución es creador de derecho constitucional, tanto material como procesal.
(3) Nota del editor: actualmente se encuentra vigente la Ley N° 31307, que aprobó el nuevo Código Procesal
Constitucional, de fecha 23/07/2021.
17 (protección a la familia); 18 (derecho al nombre); 19 (derechos del niño); 20 (derecho
a la nacionalidad), y 23 (derechos políticos), ni de las garantías judiciales indispensables
para la protección de tales derechos”(4). De esta manera, se requiere de la vigencia de las
garantías constitucionales para proteger los derechos constitucionales no suspendidos en
un régimen de excepción.
La segunda razón es que los procesos de amparo y de habeas corpus son necesarios
para proteger el contenido constitucional de los derechos fundamentales no suspendidos
en el régimen de excepción. En efecto, no toda medida que afecte un derecho suspendido
será constitucionalmente válida. Solo serán válidas las medidas razonables, las medidas
irrazonables serán inconstitucionales y deberán ser enfrentadas a través de los procesos
constitucionales respectivos(5). Consecuentemente, una demanda de amparo o de habeas
corpus, estará destinada a evaluar la razonabilidad de la concreta medida que afecta el con
tenido constitucional de un derecho fundamental “suspendido o restringido”.
Aunque el precepto constitucional que ahora se comenta hace referencia expresa so
lamente al amparo y el hábeas corpus, la no suspensión es predicable también del hábeas
data, en la medida que los derechos que protege pueden no estar suspendidos en un régi
men de excepción, y si lo estuvieran, subsiste el hábeas data para evaluar la razonabili
dad de las concretas medidas que se adopten respecto del derecho suspendido. En ningún
caso, el proceso constitucional puede ser empleado para conseguir que el juez declare la
nulidad de la declaración del estado de excepción o de emergencia. El juez solo deberá
proteger el contenido constitucional de los derechos fundamentales evaluando la consti
tucionalidad (la razonabilidad) de las concretas medidas adoptadas para enfrentar el peli
gro que justificó la instauración del régimen de excepción.
(4) Una disposición semejante y complementaria se encuentra en el artículo 4.2 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos.
(5) Cfr. SAGÜES, Néstor. Derecho Procesal Constitucional. Acción de amparo. Vol. 3, 4a edición, Astrea,
Buenos Aires, 1995, p. 292.
(6) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “La interpretación iusfundamental en el marco de la persona como inicio
y fin del derecho”. En: Anuario de la Facultad de Derecho de la Universidad de la Coruña, N° 16, año
2012, pp.820-852.
1 de la Constitución). Los derechos humanos constitucionalizados tienen en la dignidad
humana su fuente de juridicidad(7), en palabras del Tribunal Constitucional “los derechos
fundamentales se derivan del principio-derecho de dignidad de la persona humana”(8). Si
la persona vale siempre como fin supremo de modo que “la persona humana no pierde su
derecho a la dignidad por el hecho de encontrarse en una determinada circunstancia eco
nómica, social, religiosa, cultural, educativa”(9); entonces, no existe ninguna circunstan
cia económica, social, religiosa, etc., que justifique la vulneración del constitucionaliza-
do contenido esencial de un derecho humano o contenido constitucional de un derecho
fundamental.
Así como la dignidad humana es absoluta para significar que la persona vale siempre
lo mismo independientemente de las circunstancias, de modo que en ningún caso habrá
justificación para sacrificar tal valor y tratar a la persona como medio o instrumento; tam
bién los derechos humanos constitucionalizados o derechos fundamentales son absolutos,
para significar que su contenido esencial constitucionalmente protegido siempre estará vi
gente, de modo que en ningún caso estará permitido su sacrificio. Esto no significa, habrá
que agregar inmediatamente, que un tal contenido esencial constitucionalizado sea ilimi
tado. El contenido constitucional de un derecho fundamental es esencialmente limitado,
su alcance limitado es siempre razonable, y lo razonable se define siempre de la mano de
las concretas circunstancias. De modo que el alcance del contenido constitucional de un
derecho fundamental dependerá de las concretas circunstancias, los derechos fundamen
tales “en determinadas circunstancias son susceptibles de ser limitados o restringidos”(10).
Habiéndose definido el alcance razonable del contenido constitucional del derecho fun
damental, tal contenido no puede ser sacrificado, sino que ha de ser cumplido, y podrá ser
protegido a través de una demanda constitucional.
Debe ser concluido, entonces, que los derechos fundamentales no se suspenden real
mente en un estado de excepción. Así lo viene a confirmar la disposición constitucional
que ha ordenado la procedencia del amparo y del hábeas corpus frente a derechos consti
tucionales suspendidos en un régimen de excepción. Y es que, “[l]a propia significación
(7) SERNA, Pedro. “La dignidad de la persona como principio de derecho público”. En: Derechos y Libertades,
Revista del Instituto Bartolomé de las Casas, N° 4, Madrid, 1995, p. 294.
(8) Exp. N.° 04903-2005-HC/TC, fundamento 7.
(9) Ibidem.
(10) Exp. N° 0010-2002-AI/TC, fundamento 161.
y naturaleza de la suspensión exige no poder hablar de gradaciones en los efectos sus
pensivos. Es decir, lo que está suspendido no tiene otra forma de estarlo más que total
mente suspendido. El contenido de un derecho fundamental no puede estar parcialmen
te suspendido. Estar (totalmente) suspendido el derecho significa que ese derecho no está
vigente y, por ello, no es exigible. Pero ¿cómo se puede estar (totalmente) suspendido y
a la vez disponer que hay que examinar la proporcionalidad y razonabilidad de la restric
ción del derecho? Si está suspendido el derecho no tiene vigencia y, consecuentemente,
no se puede hablar de restricción porque no se puede restringir aquello que jurídicamen
te no tiene vigencia”(11).
(11) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “Hábeas corpus, amparo y hábeas data en regímenes de excepción”. En:
CASTAÑEDA OTSU, Susana (coordinadora). Derecho Procesal Constitucional. Tomo II, 2a edición,
Jurista Editores, Lima, 2004, pp. 1012-1013.
estatal y la consecuencia derivada de aquél”(12). Así, y en relación a un régimen de excep
ción, una medida estatal que niega una pretensión que en tiempos de normalidad es reco
nocido como parte del contenido constitucional de un derecho fundamental, será una me
dida razonable si es que es posible dar razones para sostener la correspondencia entre la
concreta situación extraordinaria y la medida de negar una tal pretensión. Para este pro
pósito sirven los juicios de idoneidad y de necesidad como exigencias de razonabilidad,
pues no es razonable ninguna medida que persiga idóneamente una finalidad, y será razo
nable toda medida que sea necesaria para conseguir el bien humano que subyace en el de
recho fundamental correspondiente en unas concretas circunstancias.
No parece ser la teoría conflictivista la que subyace en el artículo 23 del Código Pro
cesal Constitucional del 2004 cuando se dispone que cuando se interponen las demandas
constitucionales en relación con derechos fundamentales suspendidos, “el órgano juris
diccional examinará la razonabilidad y proporcionalidad del acto restrictivo, atendiendo
a los siguientes criterios: (...) 2) Si tratándose de derechos suspendidos, las razones que
sustentan el acto restrictivo del derecho no tienen relación directa con las causas o mo
tivos que justificaron la declaración del régimen de excepción; o, 3) Si tratándose de de
rechos suspendidos, el acto restrictivo del derecho resulta manifiestamente innecesario o
injustificado atendiendo a la conducta del agraviado o a la situación de hecho evaluada
sumariamente por el juez”. En efecto, cuando se exige que se justifique la relación directa
entre “acto restrictivo” (consecuencia) con las “causas o motivos que justificaron la decla
ración del régimen de excepción” (causa), se está exigiendo que se justifique una determi
nada relación causal reclamada por el contenido esencial del principio de razonabilidad.
Lo mismo ocurre cuando se dispone que la medida adoptada en el régimen de excepción
sea razonable, es decir, que tenga alguna conexión o correspondencia con la realidad de
modo que no “resulta manifiestamente innecesario”. Consecuentemente, la “suspensión”
de un derecho fundamental no tiene valor absoluto(13), sino relativo: está en relación a la
razonabilidad que pueda ser justificada.
Esta misma exigencia de razonabilidad es la que debe ser exigida a toda decisión esta
tal referida respecto de un derecho fundamental “no suspendido” en un régimen de excep
ción. Así, se vulnerará el contenido constitucional de un derecho fundamental en el seno
de un régimen de excepción, si la medida que le afecta no es razonable, esté o no “suspen
dido” el referido derecho fundamental. Y es que “[s]i bien la doctrina suele hacer distin
ciones entre el principio de proporcionalidad y el principio de razonabilidad, como estra
tegias para resolver conflictos de principios constitucionales y orientar al juzgador hacia
una decisión que no sea arbitraria sino justa; puede establecerse, prima facie, una simili
tud entre ambos principios”(14). Asimilada la proporcionalidad a la razonabilidad, enton
ces, se podrá sostener con el Tribunal Constitucional, que “[e]l principio de proporciona
lidad es un principio general del derecho expresamente positivizado, cuya satisfacción ha
de analizarse en cualquier ámbito del derecho (...). En su condición de principio, su ámbito
Esta validez también debe ser reconocida a las limitaciones concretas que el men
cionado decreto supremo trajo consigo. Tales limitaciones concretas son: el aislamiento
social obligatorio (artículo 1), la prohibición de circular con o sin vehículos particulares
Así vistas las cosas, la limitación a la libertad de movimiento establecida por el de
creto supremo, no significa ningún sacrificio del contenido constitucional del derecho fun
damental, porque no se tiene derecho, en estas concretas circunstancias de pandemia, a
circular por las vías públicas fuera de las situaciones de excepción previstas razonable y
constitucionalmente como se transitaría en circunstancias de normalidad; y, como se com
prenderá con facilidad, no se sacrifica el derecho que no se tiene. La limitación de la li
bertad de movimiento significa el establecimiento de un contorno razonable que delimita
el alcance constitucional del derecho fundamental, de modo que los elementos que con
forman ese contenido constitucional en estas excepcionales circunstancias no podrán ser
ni restringidos ni sacrificados. Si se pretendiese algo distinto se incurriría en inconstitu
cionalidad. Se trata, pues, de que el contenido constitucional del derecho fundamental a
la libertad personal, que es un contenido limitado por las concretas circunstancias de ex
cepción, es un contenido absoluto, es decir, no sacrificable, no excepcionable aun en si
tuación de grave crisis sanitaria producto de la pandemia por COVID-19.
BIBLIOGRAFÍA
BOREA ODRÍA, Alberto. Evolución de las garantías constitucionales. 2a edición. Fe de Erratas,
Lima, 2003; CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “Hábeas corpus, amparo y hábeas data en regímenes de
excepción”. En: CASTAÑEDA OTSU, Susana (coordinadora). Derecho Procesal Constitucional.
Tomo II, 2a edición, Jurista Editores, Lima, 2004; CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “Estado de emer
gencia: persona, derechos fundamentales y sociedad”. En: Gaceta Constitucional, N° 148. Gaceta
Jurídica, Lima, abril 2020; CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “La interpretación iusfundamental en el
marco de la persona como inicio y fin del derecho”. En: Anuario de la Facultad de Derecho de la
Universidad de la Coruña, N° 16, año 2012; SAGÜÉS, Néstor. Derecho Procesal Constitucional.
Acción de amparo. Vol. 3, 4a edición, Astrea, Buenos Aires, 1995; SERNA, Pedro. “La dignidad de
la persona como principio de derecho público”. En: Derechos y Libertades. Revista del Instituto
Bartolomé de las Casas, N° 4, Madrid, 1995.
Artículo 201 Tribunal Constitucional
El Tribunal Constitucional es el órgano de control de la Cons
titución. Es autónomo e independiente. Se compone de siete
miembros elegidos por cinco años.
Para ser miembro del Tribunal Constitucional, se exigen los
mismos requisitos que para ser vocal de la Corte Suprema.
Los miembros del Tribunal Constitucional gozan de la misma
inmunidad y de las mismas prerrogativas que los congresistas.
Les alcanzan las mismas incompatibilidades. No hay reelección
inmediata.
Los miembros del Tribunal Constitucional son elegidos por el
Congreso de la República con el voto favorable de los dos ter
cios del número legal de sus miembros. No pueden ser elegidos
magistrados del Tribunal Constitucional los jueces o fiscales
que no han dejado el cargo con un año de anticipación.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 39,91, inc. 2,93, 99, 147,202 al 205; C.C.: arts. 1366 y 1368; C.P.Ct: arts.
IV, VII; Rgmto. Congreso: arts. 6,64 inc. c), 76 inc. 4; L.O.P.J.: art. 80 inc. 5); L.O.E.:
arts. 36 y 113 inc. b); L.O.T.C.: arts. 1,9,10,12 al y 16; C.A.D.H.: art. 23; D.D.D.H.:
art. 21.2; P.I.D.C.P.: art. 25.c
Así, a través del artículo objeto del presente comentario, se le reconoce al Tribunal
Constitucional su estatus autónomo e independiente, y a diferencia de su antecesor, se de
termina que este Alto Tribunal estaría compuesto por siete miembros elegidos únicamen
te por el Pleno del Congreso de la República, con el voto favorable de los dos tercios del
número legal de sus miembros. La duración del cargo de los jueces constitucionales es
de cinco años.
Esta labor del Tribunal Constitucional refleja, en cierto modo, el nexo indisoluble
que existe entre justicia constitucional y democracia, pero entendiendo esta última como
una democracia constitucional, concepto complejo y que tal como señalaba Gustavo Za-
grebelsky refleja la “preocupación por los derechos fundamentales de las minorías polí
ticas, étnicas y sociales”, y por “la protección de los valores políticos fundamentales que
no pueden dejarse a la voluntad ilimitada de ninguna mayoría y deben poder convivir, ar
monizándose en la vida práctica, a pesar de su diversidad”3 (4).
(3) Anteriormente me he pronunciado sobre este asunto en: LEDESMANARVÁEZ, Marianella. Las sentencias
fundamentales del Tribunal Constitucional. Tribunal Constitucional - Gaceta Jurídica, Lima, 2021, pp. 13 -17.
(4) ZAGREBELSKY, Gustavo. Giustizia constituzionale. Seconda edizione. II Mulino, Bologna, 2018, p. 63.
disposiciones que establecen competencias o límites, sino también en la resolución de los
diversos conflictos que se han suscitado entre ellos(5).
Ahora bien, queremos resaltar cuatro aspectos que nos permitirán conocer el funcio
namiento del Tribunal Constitucional peruano: su naturaleza, sus atribuciones, su confor
mación interna y su adaptación a la nueva realidad virtual.
Así, posee un rol central en la resolución de disputas políticas entre los poderes del
Estado(9).
Por esta razón, el sistema tiene como finalidad garantizar y promover el debido y ple
no cumplimiento de las sentencias que le sean asignadas, mediante acuerdo del Pleno, y
en especial de aquellos casos que o se haya declarado un estado de cosas inconstitucio
nal o que contengan exhortaciones a los poderes públicos o particulares, y que se requie
ra la intervención del Tribunal Constitucional para la protección efectiva de los derechos
fundamentales.
En tercer lugar, sobre las atribuciones del Tribunal Constitucional, este se encarga de
conocer en instancia única el proceso de inconstitucionalidad y los conflictos de compe
tencia, o de atribuciones, así como en última y definitiva instancia las resoluciones dene
gatorias de los procesos constitucionales de hábeas corpus, amparo, hábeas data y cumpli
miento, y de modo excepcional, los casos de sentencias estimatorias de segunda instancia,
relacionadas con procesos de tráfico ilícito de drogas, lavado de activos y terrorismo(15).
debiendo hacerlo en favor o en contra en cada oportunidad. Los fundamentos de voto y los votos singulares
se emiten juntamente con la sentencia, de conformidad a la ley especial”.
(13) Ley N° 28301, Ley Orgánica del Tribunal Constitucional
Artículo 5: “(...) Para conocer, en última y definitiva instancia, las resoluciones denegatorias de los
procesos de amparo, hábeas corpus, hábeas data y de cumplimiento, iniciadas ante los jueces respectivos,
el Tribunal está constituido por dos Salas, con tres miembros cada una. Las resoluciones requieren tres
votos conformes (...)”.
(14) Mediante Resolución Administrativa N° 065-2020-P/TC, publicada el 13 de junio de 2020 en el diario
oficial El Peruano, se aprobó “crear el Sistema de Supervisión de Cumplimiento de Sentencias del Tribunal
Constitucional, el cual se encuentra conformado por el Pleno del Tribunal Constitucional, un Magistrado
Coordinador (titular y accesitario) y la Comisión de Supervisión y Cumplimiento de Sentencias del Tribunal
Constitucional”.
(15) Artículo 202 de la Constitución Política del Perú.
Por último, dado el contexto de pandemia en el que nos encontramos, es menester re
ferirse a las medidas adoptadas en los años 2020 y 2021 con la finalidad de mantener y
optimizar las funciones asignadas al Tribunal Constitucional, lo que significó la conver
sión de dicha institución en una que realiza sus funciones jurisdiccionales íntegramente
de modo digital, en el marco de un proceso orientado en base a tres líneas maestras: trans
parencia, modernidad e inclusión00. Lo cual se concretó en la práctica mediante la difu
sión e implementación de recursos virtuales que afirmaron la continuidad de los procesos
constitucionales y la garantía del derecho de acceso a la información pública. Así, se im-
plementaron o mejoraron iniciativas como el buscador de jurisprudencia sistematizada, la
ventanilla virtual, la mesa de partes virtual, los debates y las audiencias públicas virtua
les, así como nuevas plataformas de comunicación.
Sobre estas últimas, resulta útil detenerse en los debates y las audiencias públicas rea
lizadas por primera vez en modalidad virtual, las cuales se transmiten en vivo a través del
canal oficial de “YouTube” del Tribunal Constitucional del Perú. Por otra parte, bajo el
eje de la transparencia, en el año 2020 se iniciaron las deliberaciones públicas, siendo la
primera vez en la historia del Tribunal Constitucional que se hacía público el proceso de
deliberación del Pleno y la respectiva votación.
En el año 2020, se suscitaron cuatro deliberaciones públicas, las cuales generaron am
plia expectativa en la ciudadanía, a tal punto que algunos canales de televisión de señal
abierta los transmitieron en vivo. Dos de ellas se realizaron de modo presencial (el caso
de la disolución del Congreso y el caso de las corridas de toros) y dos de ellas de modo
virtual (el caso de los peajes y el caso de prescripción de deudas tributarias).
Los procesos de tutela de derechos (hábeas corpus, hábeas data, amparo y cumpli
miento), tienen por finalidad proteger los derechos constitucionales en casos concretos,
reponiendo las cosas al estado anterior a la violación o amenaza de violación(18)19
, o dispo
niendo el cumplimiento de un mandato legal o acto administrativo09), en el caso específi
co del proceso de cumplimiento.
El proceso de amparo procede contra el hecho u omisión por parte de cualquier per
sona que vulnere o amenace los derechos que no obtienen protección en los procesos de
hábeas corpus y hábeas data. De igual forma, el catálogo de derechos que pueden ser pro
tegidos por este proceso se encuentra regulado en el artículo 44 del nuevo Código Procesal
Constitucional, precisando que este es un numerus apertus, y estableciendo en su inciso fi
nal que también cabe la protección de “los demás (derechos) que la Constitución reconoce”.
Este proceso es el más utilizado. Amanera de ejemplo, cabe mencionar que entre ene
ro y abril de 2021 el porcentaje de procesos de amparo ingresados al Tribunal Constitucio
nal fue del 62 %(20). Esto se explica por el amplio catálogo de derechos que protege, en
tre los que destacan las garantías que componen el derecho al debido proceso, el derecho
a la pensión y los derechos laborales, que son los más recurrentes.
El proceso de hábeas corpus procede contra el hecho u omisión, por parte de cual
quier persona que vulnera o amenaza la libertad individual o los derechos constituciona
les conexos(25), como el derecho al libre tránsito, el derecho a la integridad personal, el de
recho del detenido o recluso a no ser objeto de un tratamiento carente de razonabilidad y
proporcionalidad, entre otros.
A fin de ilustrar el contenido del derecho a la libertad individual, el actual Código Pro
cesal Constitucional recoge en su artículo 33 un listado de derechos que se encontrarían
dentro del contenido constitucionalmente protegido del derecho a la libertad individual y,
en ese sentido, serían objeto de protección por el proceso de hábeas corpus.
El hábeas corpus reparador, como la modalidad clásica o inicial del hábeas corpus, se
promueve para obtener la reposición de la libertad de una persona indebidamente deteni
da, como lo sería la privación arbitraria o ilegal de la libertad física como consecuencia
de una orden policial o de un mandato judicial en sentido lato.
El hábeas corpus preventivo procede ante la amenaza de que se pueda producir la vul
neración del derecho a la libertad y conexos. En este caso, la actuación del juez constitu
cional es anterior al acto, pues se procede ante una amenaza.
Finalmente, el hábeas corpus conexo se invoca ante situaciones en las que, si bien no
hace referencia a la privación o restricción en sí de la libertad física o de la locomoción,
guarda un grado razonable de vínculo y enlace con este derecho. Adicionalmente, “permi
te que los derechos innominados -previstos en el artículo 3 de la Constitución- entron
cados con la libertad física o de locomoción, puedan ser resguardados (...)” (STC Exp. N°
02663-2003-PHC/TC).
El proceso de hábeas data procede contra el hecho u omisión, por parte de cualquier
persona, que vulnera o amenaza el derecho de acceso a la información pública o el dere
cho a la autodeterminación informativa(26).
Con la misma técnica legislativa con la que han sido regulados los otros procesos, el
nuevo Código Procesal Constitucional establece un listado de pretensiones que podrían
ser tuteladas a través del hábeas data. Asimismo, este Código le dedica un capítulo a la re
gulación de su procedimiento, como la etapa precontenciosa(27).
Al respecto, cabe recordar que este proceso -en especial el proceso competencial
en su modalidad de menoscabo de atribuciones- ha asumido especial protagonismo en
los últimos tiempos en la solución de conflictos entre los poderes del Estado, en es
pecial en la relación entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, como la eviden
cian los casos referidos a la cuestión de confianza, disolución del Congreso y vacan
cia presidencial.
Ahora bien, no debe olvidarse que el Derecho Procesal Constitucional debe ser en
tendido como la concretización de la Constitución, por lo que cada una de las disposicio
nes del nuevo ordenamiento procesal deben encaminarse hacia la optimización de lo con
tenido en la Carta Fundamental. Solo de esta manera, podrá brindarse a la ciudadanía un
adecuado y efectivo acceso a la justicia constitucional.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(jl La instauración de procesos específicos para la tutela de los derechos fundamentales sobre
la base de una autonomía procesal constituye uno de los objetivos más importantes que la
justicia constitucional ha conseguido: STC Exp. N° 0023-2005-PI/TC (f. j. 7).
ABAD YUPANQUI, Samuel. Derecho Procesal Constitucional. Gaceta Jurídica, Lima, 2004;
CASTILLO CORDOVA, Luis. El Tribunal Constitucional y su dinámica jurisprudencial. Palestra
Editores, Lima, 2008; GARCÍA TOMA, Víctor. Teoría del Estado y Derecho Constitucional. 3a edi
ción. Adrus, Arequipa, 2010; KELSEN, Hans. La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia
constitucional). Traducción de Rolando Tamayo y Salmorán. Instituto de Investigaciones Jurídicas, N° 5,
UNAM, México, 2001; LANDA, César. Organización yfuncionamiento del Tribunal Constitucional.
Entre el Derecho y la Política. Palestra Editores, Lima, 2011; LEDESMA NARVÁEZ, Marianella.
Las sentenciasfundamentales del Tribunal Constitucional. Tribunal Constitucional - Gaceta Jurídica,
Lima, 2021; TRIBUNAL CONSTITUCIONAL - COMISIÓN DE PROCESOS DE INCONSTITU-
CIONALIDAD Y COMPETENCIALES. El proceso de inconstitucionalidad en la jurisprudencia
(1996-2014). Centro de Estudios Constitucionales, Lima, 2015; ZAGREBELSKY, Gustavo. Giustizia
constituzionale. Seconda edizione, II Mulino, Bologna, 2018.
Artículo 202 Competencia del Tribunal Constitucional
Corresponde al Tribunal Constitucional:
1. Conocer, en instancia única, la acción de inconstituciona
lidad.
2. Conocer, en última y definitiva instancia, las resoluciones
denegatorias de hábeas corpus, amparo, hábeas data, y
acción de cumplimiento.
3. Conocer los conflictos de competencia, o de atribuciones
asignadas por la Constitución, conforme a ley.
CONCORDANCIAS:
C.C.: arts. X, 106,188 al 192,200 inc. 4), 203,204; C.P.Ct: arts. I al IX, 24,25,108
al 116,119,121,2a DF; L.O.T.C.: arts. 2, 3, 5, L.O.E.: art. 15; R.Adm. 095-2004-P-
TC.: arts. 5 incs. 1), 3), 7, 10, 11, 41 inc. 5), 47,48, 54 al 56, Ia DFT; C.A.D.H.: art.
25; D.U.D.H.: art. 8; P.I.D.C.P.: art. 2.3
Este proceso representa, por decirlo así, el “núcleo esencial” del modelo de jurisdic
ción constitucional concentrada que, al lado de la judicial review, existe en nuestro país,
y que ha llevado a García Belaunde a catalogar a nuestro modelo de justicia constitucio
nal como uno “dual” o “concurrente”.
De este modo, indirectamente la Constitución hace de los jueces ordinarios los jue
ces “naturales” de los derechos fundamentales, reservando la condición de “guardián úl
timo” de los mismos derechos al Tribunal Constitucional.
3. Procesos competenciales
Uno de los nuevos procesos constitucionales, no mencionados en el artículo 200 es el
conflicto entre órganos constitucionales. Se trata de un proceso que tiene por objeto pre
servar la regularidad jurídica en el ejercicio de las competencias y atribuciones asigna
das por la Constitución de los diversos órganos del Estado previstos en la Constitución.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
ijH El Tribunal Constitucional puede revisar las sentencias estimatorias expedidas en procesos
constitucionales relativos al delito de terrorismo: STC Exp. N° 01711-PHC/TC (f. j. 7).
(J! Conforme a lo establecido en el inciso 3 del artículo 202 de la Constitución, corresponde al
Tribunal Constitucional conocer los conflictos de competencias o de atribuciones asignadas
por la Constitución, conforme a ley. La legitimación en el proceso competencial alcanza a
las entidades estatales previstas en la Constitución, y en él pueden oponerse: (i) el Poder
Ejecutivo con uno o más gobiernos regionales o municipales; (ii) dos o más gobiernos
regionales o municipales entre sí; y, (iii) cualesquiera poderes del Estado u órganos cons
titucionales entre sí: STC Exp. N° 0006-2019-CC/TC (f. j. 1).
BIBLIOGRAFÍA
AA. W. Una mirada a los Tribunales Constitucionales. Las experiencias recientes. Lecturas Constitu
cionales Andinas 4. Comisión Andina de Juristas. Lima, 1995; DANÓS ORDÓÑEZ, Jorge. “Aspectos
orgánicos del Tribunal Constitucional”. En: La Constitución de 1993. Análisis y comentarios. Comisión
Andina de Juristas, Lima, 1994; GARCÍA BELAUNDE, Domingo. “Los Tribunales Constitucionales
en América Latina”. En: GARCÍA BELAUNDE, Domingo (coordinador). La Constitución y su defen
sa. Algunos problemas contemporáneos. Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional - Grijley,
Lima, 2003; LANDA ARROYO, César. “Del Tribunal de Garantías al Tribunal Constitucional, el
caso peruano”. En: Pensamiento Constitucional. N° 2, Lima, 1995.
Artículo 203 Titularidad de la acción de
inconstitucionalidad
Están facultados para interponer acción de inconstituciona
lidad'
1. El Presidente de la República;
2. El Fiscal de la Nación;
3. El Presidente del Poder Judicial, con acuerdo de la Sala
Plena de la Corte Suprema de Justicia.
4. El Defensor del Pueblo
5. El veinticinco por ciento del número legal de congresistas;
6. Cinco mil ciudadanos confirmas comprobadas por el Jura
do Nacional de Elecciones. Si la norma es una ordenanza
municipal, está facultado para impugnarla el uno por
ciento de los ciudadanos del respectivo ámbito territorial,
siempre que este porcentaje no exceda del número defirmas
anteriormente señalado;
7. Los Gobernadores Regionales con acuerdo del Consejo
Regional, o los alcaldes provinciales con acuerdo de su
Concejo, en materias de su competencia.
8. Los colegios profesionales, en materias de su especialidad^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17), 20,35,53,90,110,158,161,191,194,200 inc. 4), 202 inc. 1); C.C.:
art. III; C.P.Ct: arts. 76, 97, 98, 101 inc. 3), 105; L.O.M.P.: art. 66 inc. 1); R.Adm.
095-2004-P-TC; C.A.D.H.: art. 25; D.U.D.H.: art. 8; P.I.D.C.P.: art. 2.3.
(*) Texto según modificatoria efectuada por el artículo único de la Ley N° 30651 del 20/08/2017.
1. El Presidente de la República;
2. La Corte Suprema de Justicia;
3. El Fiscal de la Nación;
4. Sesenta Diputados,
5. Veinte Senadores; y
6. 50,000 ciudadanos.
La Constitución de 1993 implicó un cambio sustantivo en cuanto a esta materia, como
se aprecia en su artículo 203°. Por un lado, en su texto original eliminó la facultad de la
Corte Suprema para interponer una demanda de inconstitucionalidad, aunque en el 2017
se realizó una reforma constitucional para otorgar competencia al Presidente del Poder
Judicial. De otro lado, al incorporar en el ordenamiento jurídico peruano la institución de
la Defensoría del Pueblo, le otorgó a su titular legitimación para dar inicio a un proceso
de inconstitucionalidad. En tanto se pasó de un Congreso Bicameral a uno Unicameral,
se estableció que la demanda de inconstitucionalidad puede ser presentada por el 25% del
número legal de congresistas. Asimismo, reconoció esta competencia a los gobiernos re
gionales y las municipalidades provinciales. En cuanto a la participación ciudadana, re
dujo de 50,000 a 5,000 el número de firmas exigidas y reconoció legitimación a los cole
gios profesionales.
1. El Presidente de la República;
2. El Fiscal de la Nación;
3. El Presidente del Poder Judicial, con acuerdo de la Sala Plena de la Corte Su
prema de Justicia.
4. El Defensor de Pueblo;
5. El 25% del número legal de Congresistas;
6. 5,000 ciudadanos o, en el caso de las ordenanzas municipales, el 1% de ciuda
danos del respectivo ámbito territorial(1);
7. Los gobernadores regionales, sobre materias de su competencia; los alcaldes
provinciales, sobre materias de su competencia; y
8. Los colegios profesionales, sobre materias de su especialidad.
(1) El artículo 25° de la anterior Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (1996) reiteraba de manera casi
idéntica el texto del artículo 203° de la Constitución referida a la legitimación de los ciudadanos, pero
agregaba una referencia expresa a las normas regionales de carácter general. El Código Procesal Constitu
cional (artículo 97) no reitera esta precisión limitándose a señalar que la demanda de inconstitucionalidad
“sólo puede ser presentada por los órganos y sujetos indicados en el artículo 203° de la Constitución”.
Sin embargo, lo más apropiado sería, como ocurre en Colombia, que la demanda de
inconstitucionalidad pueda ser interpuesta por cualquier persona, es decir, que exista ac
ción popular para dar inicio a este tipo de procesos, como ocurre en el caso del control
de la constitucionalidad y legalidad de las normas administrativas que emiten los órga
nos del Estado.
TABLA 1
Demandas de inconstitucionalidad interpuestas en el período 2014-2020
según la parte demandante
Parte demandante 2014 2015 2016 2017 2018 2019 2020 Total
1 Presidente de la República 1 4 0 3 13 3 3 27
2 Presidente del Poder Judicial
* - - - . 0 0 0 0 0
3 Fiscal de la Nación 0 0 0 0 0 0 0 0
4 Defensor del Pueblo 0 0 0 0 0 0 0 0
5 Congresistas de la República 1 2 0 1 3 1 0 8
6 Ciudadanos 8 10 4 2 6 9 3 42
7 Gobernadores regionales 0 1 0 1 0 0 0 2
8 Alcaldes provinciales 1 0 1 2 2 2 1 9
9 Colegios profesionales 14 5 3 4 4 10 45
10 Sujetos sin legitimación 1 0 2 0 1 0 0 4
Total 26 22 10 13 29 20 17 137
(2) El artículo 25° del Decreto Legislativo N° 1326, que reestructura el Sistema Administrativo de Defensa
Jurídica del Estado y crea la Procuraduría General del Estado, establece como una procuraduría especializada
a la Procuraduría Pública Especializada en Materia Constitucional. Por su parte, el artículo 48.1 del Decreto
Supremo N° 18-2019-JUS, Reglamento del Decreto Legislativo N° 1326, desarrollas las competencias de
esta procuraduría.
(3) Texto del artículo 48.2 del Decreto Supremo N° 18-2019-JUS, Reglamento del Decreto Legislativo N° 1326,
Procesal Constitucional dispone que “[s]i el conflicto versare sobre una competencia o atri
bución expresada en una norma con rango de ley, el Tribunal declara que la vía adecuada
es el proceso de inconstitucionalidad”. Por ello, si bien se trata de demandas orientadas re
solver un conflicto competencial, se canalizan a través del proceso de inconstitucionalidad.
A partir del año 2018, como consecuencia de la permanente discrepancia con el Con
greso de la República con relación a determinadas normas, el Poder Ejecutivo empezó a
interponer demandas de inconstitucionalidad contra leyes, con resultados altamente posi
tivos, como se aprecia en la siguiente relación(4):
(4) En estos casos, el Poder Ejecutivo observó de forma previa las respectivas autógrafas de ley y el Congreso
insistió en el texto original aprobado.
proceso de inconstitucionalidad iniciado y tramitado de forma no presencial, en
los primeros meses de la pandemia del COVID-19. Mediante sentencia de fecha
25 de agosto de 2020, el Tribunal Constitucional declaró fundada la demanda.
vi) Demanda de inconstitucionalidad interpuesta el 31 de agosto de 2020 contra la
Ley N° 31039, sobre ascensos automáticos, nombramientos y beneficios del perso
nal del sector salud (Exp. N° 11-2020-PI/TC). Mediante sentencia N° 1041/2020,
de fecha 15 de diciembre de 2020, el Tribunal Constitucional declaró fundada la
demanda.
vii) Demanda de inconstitucionalidad interpuesta el 9 de diciembre de 2020 contra
la Ley N° 31083, sobre devolución de aportes a la ONP y entrega de una retribu
ción extraordinaria a pensionistas del Decreto Ley N° 19990 (Exp. N° 16-2020-
PI/TC). Mediante sentencia N° 151/2021, de fecha 4 de febrero de 2021, el Tri
bunal Constitucional declaró fundada la demanda.
viii) Demanda de inconstitucionalidad interpuesta el 9 de febrero de 2021 contra la
Ley N.° 31096, que precisa los alcances de la Ley 28972 sobre la formalización
de los automóviles colectivos (Exp. N° 4-2021-PI/TC). Mediante sentencia de
fecha 28 de octubre de 2021, el Tribunal Constitucional declaró infundada la
demanda.
ix) Demanda de inconstitucionalidad interpuesta el 1 de marzo de 2021 contra la
Ley N° 31092, Ley de creación del Distrito de Lambras en la Provincia de Ta-
yacaja del Departamento de Huancavelica (Exp. N° 6-2021-PI/TC). Mediante
sentencia de fecha 7 de septiembre de 2021, el Tribunal Constitucional declaró
infundada la demanda.
(5) Cuando la demanda es interpuesta por congresistas de la República, estos mismos acuden a sustentar la
inconstitucionalidad de la ley impugnada. Ello ocurrió en el presente caso, en donde intervinieron los
congresistas Gilbert Violeta López y Patricia Donayre Pasquel.
para su aprobación, por lo que se hizo referencia a la confrontación política existente en
tre el Congreso de la República y el Poder Ejecutivo y se indicó que la Ley implicaba un
mecanismo de censura a los medios de comunicación y una violación a la libertad de in
formación. Por su parte, la representación del Congreso de la República, como parte de
mandada, recayó en el congresista Mauricio Mulder, autor del proyecto que dio lugar a la
Ley(6). El congresista Mulder explicó el debate realizado en comisiones respecto al pro
yecto de ley, refutó que la intención de la norma fuera afectar el trabajo de los medios de
comunicación y enfatizó que la misma buscaba garantizar los recursos públicos. El Tri
bunal, finalmente, declaró fundada la demanda.
También se han presentado casos en donde las discrepancias al interior del Congreso
sobre la modificación de su Reglamento han sido llevadas ante el Tribunal Constitucio
nal. El caso más relevante de los últimos años fue la demanda interpuesta contra el artí
culo único de la Resolución Legislativa del Congreso N° 7-2017-2018-CR que modificó
el literal e) del artículo 86 del Reglamento del Congreso de la República, relacionado con
la cuestión de confianza que puede plantear el Poder Ejecutivo al amparo del artículo 132
de la Constitución y la potestad del Presidente de la Republica de disolver el Congreso de la
República prevista en el artículo 134 del texto constitucional (Exp. N° 6-2018-PI/TC). En
la sentencia respectiva, de fecha 6 de noviembre de 2018, el Tribunal Constitucional reali
zó importantes precisiones sobre la cuestión de confianza prevista en el texto constitucional,
que formaron parte del debate que tuvo lugar respecto a las cuestiones de confianza plan
teadas por el Poder Ejecutivo en el 2019 y que dieron lugar a la disolución del Congreso el
30 de setiembre del mismo año.
(6) Según lo indicado en la audiencia por el Relator y el Presidente del Tribunal, lo hizo en calidad de abogado
de la parte demandada.
inconstitucionalidad presentada por la Fiscal de la Nación, Gladys Echaíz Ramos, con
tra diversos artículos de la Ley N° 29277, Ley de la Carrera Judicial. En sus consideran
dos, el Tribunal señaló:
“6. Por más que es notoria la decisión del Congreso Constituyente Democrático -
CCD de no otorgarles a los presidentes del Poder Judicial la calidad de legitimados
activos, toda vez que en la Constitución de 1979 sí la tenían [artículo 299°, inciso 2)],
por la función constitucional que cumplen y por su rol en la tutela de los derechos
fundamentales, incluso a través del control difuso, sería más coherente con el principio
democrático aplicado al proceso que sí lo tenga. Esta decisión constituyente ha traído
serias consecuencias puesto que, en casos como el planteado, en una norma que lo
afecta directamente, el Presidente del Poder Judicial debe recurrir a uno de los sujetos
legitimados, como es la Fiscal de la Nación”.
Al respecto, corresponde recordar que el artículo 299°, inciso 2o, de la Constitución
Política de 1979 reconocía a la Corte Suprema -no al Presidente del Poder Judicial- legiti
mación activa para presentar demandas de inconstitucionalidad. Con relación a este tema,
la Ley Orgánica del Tribunal de Garantías Constitucionales (Ley 23385, de 1982) dispu
so lo siguiente: “Artículo 26°.- La Corte Suprema de Justicia, previo acuerdo de Sala Ple
na, [interpone demanda de inconstitucionalidad] por intermedio de uno de sus miembros,
quien la representa en el proceso”. Por su parte, el artículo 29° señalaba que a la demanda
se acompañaba la “certificación del acuerdo adoptado en Sala Plena de la Corte Suprema
de Justicia, cuando ésta sea la actora”. Como se aprecia, tampoco en esta ley orgánica se
hacía referencia al Presidente del Poder Judicial sino a la Corte Suprema.
(7) El artículo 241° inciso 4o de la Constitución colombiana de 1991 señala que corresponde a la Corte Cons
titucional decidir sobre las “demandas de inconstitucionalidad que presenten los ciudadanos contra las
leyes, tanto por su contenido material como por vicios de procedimiento en su formación” (énfasis fuera
del texto original).
(8) Resolución del Exp. N° 5-2005-AI/TC, publicada el 18 de julio del 2005 en la página web del Tribunal
Constitucional, fundamento 3.
La razón que justifica que la Constitución haya otorgado estas facultades a los cole
gios profesionales radica en que, debido a la particularidad, singularidad y especialidad
de los conocimientos científicos y técnicos que caracterizan a las diferentes profesiones
(Medicina, Abogacía, Ingeniería, Arquitectura, Contabilidad, Química-farmacéutica, Pe
riodismo, Psicología y Biología, entre otras), estas instituciones se sitúan en una posición
idónea para poder apreciar, por una parte, si una determinada ley o disposición con rango
de ley -que regula una materia que se encuentra directamente relacionada con los conoci
mientos de una determinada profesión- vulnera disposiciones de la Norma Fundamental;
y, por otra, si resulta necesaria la expedición de una determinada ley que regule las mate
rias que se encuentren relacionadas con los referidos conocimientos.
Una duda interesante surge respecto a los colegios de abogados, pues en términos ge
nerales se podría afirmar que toda ley se relaciona con la actividad diaria de los profesiona
les en Derecho, por cuanto estos deben interpretar y aplicar las leyes en forma permanen
te. Sobre este tema el Tribunal ha delimitado la legitimación de los colegios de abogados
de la siguiente manera(10):
(9) Resolución del Exp. N° 5-2005-AI/TC, publicada el 18 de julio del 2005 en la página web del Tribunal
Constitucional, fundamento 3.
(10) Resolución del Exp. N° 5-2005-AI/TC, publicada el 18 de julio del 2005 en la página web del Tribunal
Constitucional, fundamento 3.
que regulen una materia propia de esta profesión. Por ejemplo, en el caso de que un
Colegio de Abogados cuestione una ley que regula un proceso de filiación judicial de
paternidad extramatrimonial, es claro que la materia que regula esta ley coincide con la
materia que constituye la especialidad de los abogados, por lo que, si además esta ley
vulnera una disposición constitucional, entonces esta institución sí tendría legitimidad
para interponer la respectiva acción de inconstitucionalidad”.
Como ejemplos de la aplicación de este criterio se pueden citar dos casos. En el pri
mero el Colegio de Abogados de lea interpuso demanda de inconstitucionalidad contra la
Ley N° 28427, de Presupuesto del Sector Público para el Año Fiscal 2005, que establecía
“los montos de gastos corrientes, gastos de capital y servicio de la deuda, los créditos pre
supuestarios correspondientes a los pliegos que constituyen los límites para ejecutar gas
tos durante el año fiscal 2005 y otras disposiciones vinculadas a la ejecución del presu
puesto del sector público”. En este caso el Tribunal declaró improcedente la demanda por
considerar que la materia regulada por la ley impugnada no estaba directamente relacio
nada con la especialidad del colegio demandante00.
En el segundo caso, el Colegio de Abogados del Callao presentó una demanda de in
constitucionalidad contra la Ley N° 28642, que reformó el artículo 5o inciso 8o del Códi
go Procesal Constitucional del 2004, sobre la prohibición de revisión judicial de las deci
siones del Jurado Nacional de Elecciones en materia electoral. Sobre este tema el Tribunal
señaló que existía una “relación directa entre una norma procesal y el ejercicio profesio
nal del Derecho; más aún cuando las normas procesales deben asegurar los recursos judi
ciales necesarios para que los profesionales de derecho puedan ejercer libremente la de
fensa de los derechos fundamentales de los ciudadanos”11(12)13
. Por esta razón, consideró que
el Colegio respectivo se encontraba legitimado para presentar la demanda.
(11) Resolución Exp. N° 5-2005-AI/TC, publicada el 18 de julio del 2005 en la página web del Tribunal Cons
titucional, fundamento 5 y 6.
(12) STC Exp. N° 7-2007-PI/TC, fundamento 9, publicada el 22 de junio del 2007.
(13) Ver al respecto: DEFENSORIA DEL PUEBLO. Ocho años de procesos constitucionales en el Perú. Los
inconstitucionalidad. Una de las últimas fue interpuesta contra el artículo 12° del Decreto
Legislativo N° 1129, que regula el Sistema de Defensa Nacional, relacionado con el ac
ceso a la información pública de documentos sobre seguridad nacional. Este proceso fue
bastante largo, e incluso la norma impugnada fue modificada durante su tramitación. El
Tribunal declaró finalmente fundada en parte la demanda(14).
X. Fiscal de la Nación
En el caso del Fiscal de la Nación, pocas veces ha hecho uso de su facultad para in
terponer demandas de inconstitucionalidad. En los últimos años (2014-2020) no interpuso
demanda alguna. Una de las últimas fue interpuesta contra la Ordenanza N° 36-2011-GR.
CAJ-CR, expedida por el Gobierno Regional de Cajamarca y relacionada con el proyecto
minero Conga, que fue declarada fundada por el Tribunal Constitucional05).
BIBLIOGRAFÍA
DEFENSORIA DEL PUEBLO. Ocho años de procesos constitucionales en el Perú. Los aportes de
la Defensoría del Pueblo 1996-2004. Defensoría del Pueblo, Lima, diciembre de 2004.
aportes de la Defensoría del Pueblo 1996-2004. Defensoría del Pueblo, Lima, diciembre de 2004.
(14) STC Exp. N° 005-2013-PI/TC, publicada en la página web del Tribunal el 13 de julio de 2018.
(15) STC Exp. N° 001-2012-PI/TC, publicada en el diario oficial El Peruano el 27 de abril de 2012.
Artículo 204 Jurisprudencia constitucional y efectos de
las sentencias de inconstitucionalidad
La sentencia del Tribunal que declara la inconstitucionalidad
de una norma se publica en el diario oficial. Al día siguiente
de la publicación, dicha norma queda sin efecto.
No tiene efecto retroactivo la sentencia del Tribunal que declara
inconstitucional, en todo o en parte, una norma legal.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 103,200 inc. 4), 202,203,205; C.C.: art. III; C.P.Ct.: arts. VI, VII, 15, 80 al
82, 121 y 3a DF; R. Adm. 095-2004-P-TC
I. Aspectos generales
La jurisprudencia constitucional alude al conjunto de fallos emanados de los órganos
jurisdiccionales con competencia para ejercer el control de la constitucionalidad.
Esta fuente formal del Derecho Constitucional cumple las cuatro funciones siguientes:
(2) FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. La dogmática de los derechos humanos. Jurídicas, Lima, 1994.
(3) STC Exp. N° 00047-2004-AI/TC, f. j. 34.
(4) GARNER, J.W. Citado por GONZALES, Tadeo. Estado y nación. Roa, 1989.
(5) HUGHES, Charles Evans. Citado por GONZALES, Tadeo. Loe. cit.
Habría que agregar que todo ello se hace patente gracias al papel que cumple la
jurisprudencia constitucional, al contribuir en la defensa de las bases fundamen
tales del orden jurídico y las relaciones entre el Estado y su población.
d) Crea normas político-jurídicas en sentido estricto, al momento de resolver con
flictos carentes de regulación constitucional (lagunas constitucionales).
Se denominan lagunas constitucionales a las hipótesis no previstas por el legislador
constituyente, es decir, aquellos espacios vacíos que este ha dejado en la Carta Fundamen
tal por olvido, imprecisión o la imposibilidad de imaginarlos. Las lagunas son el resulta
do de la existencia de deficiencias y defectos en la legislación.
Estas lagunas se originan por alguna de las cuatro razones siguientes: cambio en los
patrones culturales de una sociedad; falta de previsibilidad por parte del legislador consti
tuyente; abrupto adelanto científico o tecnológico que desborda o transforma la sociedad;
u ocio intencional del legislador constituyente.
La heterointegración implica hacer uso de la justicia natural y de los aportes del De
recho comparado.
(7) SANDILI, Aldo. Citado por FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. Loe. cit.
(8) STC Exp. N° 00048-2004-AI/TC, ff. jj. 9 y 10.
En atención a ello podemos afirmar, tal y como lo ha señalado el propio Colegia
do, que las sentencias del Tribunal Constitucional permiten cautelar la supremacía je
rárquica de la Constitución y la vigencia plena de los derechos fundamentales de la
persona. Por ende, rebasan con largueza la satisfacción de un interés particular o de be
neficio de un grupo, ya que teleológicamente resguardan los principios y valores con
tenidos en la Constitución, que, por tales, alcanzan a la totalidad de los miembros de la
colectividad política.
Ahora bien, con respecto a la estructura interna de las sentencias del Tribunal Consti
tucional, ha sido el mismo Colegiado el encargado de señalar que la estructura de sus de
cisiones se compone de los siguientes elementos: la razón declarativa-teológica, la razón
suficiente (ratio decidendi) la razón subsidiaria o accidental (obiter dicta), la invocación
preceptiva y la decisión o fallo constitucional (decisum). A continuación desarrollaremos
brevemente todas y cada una de estas partes:
Las sentencias estimativas son aquellas que declaran fundada una acción de garantía
(hábeas corpus, amparo, etc.), y en consecuencia, aseguran la defensa y goce pleno de un
derecho fundamental; o resuelven a favor de una acción de inconstitucionalidad, y por
consiguiente, además de anular la norma o actos impugnados, tiene efectos abrogativos
y erga omnes hacia el futuro, pues como bien afirma Rubén Hernández Valle(12) “la
norma o actos declarados inconstitucionales desaparecen (...) tal como si hubieren sido
derogados”(13).
Dichas circunstancias tienen que ver con la existencia de dos principios rectores de la
actividad jurisdiccional-constitucional, a saber: el principio de conservación de la ley y el
principio de interpretación desde la Constitución.
Por ende, se plantea que la expulsión de una ley del ordenamiento jurídico por inconsti
tucional debe ser la última ratio a la que debe apelarse. Así, la simple declaración de incons
titucionalidad no debe ser utilizada en tanto no sea imprescindible e inevitable el hacerlo.
En ese entendido, se desestima la acción presentada contra una ley, previo rechazo de
algún o algunos sentidos interpretativos considerados como infraccionantes del Texto Supra.
Ello es así, pues la propia estructura de las disposiciones constitucionales, en las que
el grado de indeterminación es mayor, tanto por el origen de estas (pues muchas veces es
tas disposiciones son fruto de un consenso alcanzado entre fuerzas políticas) como por su
finalidad (pues estas disposiciones buscan lograr fórmulas en las cuales puedan tener ca
bida diversas orientaciones políticas), es lo que justifica que el Tribunal Constitucional se
encuentre obligado al uso de aquellos métodos interpretativos e integrativos que le sean
útiles para cumplir de manera óptima su función de “órgano de control de la Constitución”
(art. 201 de la CP). Todo ello, evidentemente, con pleno respeto por los límites que de la
propia Norma Fundamental se desprendan.
Ahora bien, esto no quiere decir que la emisión de sentencias interpretativas sea una
facultad ilimitada, que puede ser empleada de manera indiscriminada por las cortes o tri
bunales, constitucionales u ordinarios, ya que como bien ha apuntado el propio Tribunal
Constitucional peruano, así como la fuerza normativa de la Constitución (art. 51) y las
responsabilidades constitucionales con las que deben actuar los poderes públicos (art. 45
de la CP) son las que, en última instancia, otorgan fundamento constitucional al dictado
de las sentencias interpretativas e integrativas del Colegiado, son, a su vez, las que limi
tan los alcances y oportunidad de su emisión.
De esta manera, el Alto Tribunal ha referido que los límites al dictado de las senten
cias interpretativas o integrativas denominadas “manipulativas” (reductoras, aditivas, sus-
titutivas, y exhortativas) son, cuando menos, los siguientes:
En ese sentido F. Javier Díaz Revorio(19) señala que mediante la utilización de este tipo de
sentencias, las leyes impugnadas de inconstitucionalidad “salen” del proceso constitucional
con un alcance y un contenido normativo diferente al que tenían originalmente. Así, la
modificación del contenido normativo, dejándose inalterable la vigencia y validez del texto
cuestionado, puede producirse en función de algunas de estas modalidades: sentencias
reductoras, sentencias aditivas, sentencias sustitutivas, sentencias exhortativas y sentencias
estipulad vas.
Para tal efecto, se ordena la inaplicación de una parte del contenido normativo de la
ley cuestionada en relación con algunos de los supuestos en él contemplados genérica
mente, o bien en las consecuencias jurídicas preestablecidas. Ello implica que la referida
inaplicación abarca a determinadas situaciones, hechos, acontecimientos o conductas ori
ginalmente previstas en la ley; o se dirige hacia algunos derechos, beneficios, sanciones o
deberes primicialmente previstos.
En ese sentido, la sentencia indica que una parte de la ley impugnada es inconstitu
cional, en tanto no ha previsto o ha excluido algo. De allí que el Órgano de Control con
sidera necesario “ampliar” o “extender” su contenido normativo, permitiendo su aplica
ción a supuestos inicialmente no contemplados o ensanchar sus consecuencias jurídicas.
Ahora bien, debe aclararse que la parte sustituyente no es otra que una norma ya vi
gente en el ordenamiento jurídico.
Como puede observarse, si en sede constitucional se considera ipso facto que una de
terminada disposición legal es contraria a la Constitución, en vez de declararse su invali
dez constitucional, se confiere al legislador un plazo determinado o determinable para que
la reforme, con el objeto de eliminar la parte violatoria del texto fundamental.
En esa misma línea, cabría decir que la exhortación puede concluir por alguna de las
tres razones siguientes:
2. Efectos temporales
Los efectos temporales puede ser irretroactivos, retroactivos o de aplicación diferida.
2.1. Irretroactivos
Las sentencias sobre demandas de inconstitucionalidad, cumplimiento y conflictos
competenciales, en principio, se aplican con efectos irretroactivos; esto es, tienen alcan
ces ex nunc.
2.2. Retroactivos
Las sentencias sobre demandas de hábeas corpus, amparo y hábeas data se aplican
con efectos retroactivos; ya que su objeto es reponer las cosas al estado anterior a la vio
lación de un derecho constitucional; es decir, tienen alcances ex tune. Cabe señalar que
las sentencias en materia constitucional no conceden derecho a reabrir procesos conclui
dos en los que se hayan aplicado normas declaradas inconstitucionales, salvo en materia
penal o tributaria, conforme a lo dispuesto en los artículos 103 y 74 de la Constitución.
En ese contexto, estas pueden tener efectos ex tunc{31\
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
(Jl Mediante la vacatio sententiae el TC puede diferir en el tiempo los efectos de sus decisiones
de inconstitucionalidad: STC Exp. N° 00005-2007-PI/TC (f.j. 47-51).
j]J Las sentencias recaídas en los procesos de inconstitucionalidad tienen autoridad de cosa
juzgada, por lo que vinculan a todos los poderes públicos y producen efectos generales
desde el día siguiente a la fecha de su publicación. Dicho atributo de cosa juzgada recae
tanto en las sentencias estimatorias como en las desestimatorias, siempre que exista un
pronunciamiento respecto del fondo del asunto: STC Exp. N° 0013-2015-PI/TC (f. j. 8).
BIBLIOGRAFÍA
ÁLVAREZ, Mario I. Introducción al Derecho. (Serie Jurídica) McGraw-Hill, 1995; DÍAZ REVO-
RIO, F. Javier. La interpretación constitucional de la ley. Las sentencias interpretativas del Tribunal
Constitucional. Palestra, Lima, 2003; FERNANDEZ SEGADO, Francisco. La dogmática de los
derechos humanos. Ediciones Jurídicas, Lima, 1994; GONZALES, Tadeo. Estado y nación. Roa,
1989; HERNÁNDEZ VALLE, Rubén. “Fundamentos y límites de la justicia constitucional”. En: lus
et Praxis. Fondo de Desarrollo Editorial de la Universidad de Lima, junio, 1998; PIRENNE, Jacques.
Historia universal. Océano, Barcelona, 1987.
Artículo 205 Jurisdicción supranacional
Agotada la jurisdicción interna, quien se considere lesionado
en los derechos que la Constitución reconoce puede recurrir a
los tribunales u organismos internacionales constituidos según
tratados o convenios de los que el Perú es parte.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 32, 37, 55 al 57, 102.3, 118 inc. 1), 11), 140, 143, 200, 202 inc. 1), 4a DFT;
C.P.Ct.: arts. 120 al 124, L.O.T.C.; L.O.P.J.: art. 151; C.A.D.H.: arts. 44 al 47
I. Apuntes generales
La jurisdicción constitucional se orienta, entre otros fines, a la vigencia plena de los
derechos fundamentales de la persona. En aras de alcanzar la plenitud de dicha defensa, los
Estados vienen reconociendo -en ejercicio de su cabal soberanía- la competencia de orga
nismos internacionales para la protección de tales derechos, en lo que se denomina juris
dicción supranacional de los derechos fundamentales de la persona. En ese sentido, Mau
ro Cappelletti(1) plantea se le designe como “jurisdicción internacional de las libertades”.
Esta jurisdicción alude a las facilidades que se brindan a las personas a efectos de que
puedan alcanzar remedio -a través de específicos mecanismos supraestatales- para la vul
neración de sus derechos básicos o esenciales.
(3) S AGÜÉS, Néstor Pedro. Derecho Procesal Constitucional. Recurso extraordinario. Astrea, Buenos Aires,
1992.
(4) FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. La dogmática de los derechos humanos. Jurídicas, Lima, 1994.
III. Los orígenes de la jurisdicción supranacional de protección de
los derechos humanos
Este interesantísimo proceso se genera, a criterio de Juan Carlos Hitters(5), a partir de
la segunda mitad del siglo XX, con la “evidente” intención de que el resguardo de los de
rechos humanos logre un nivel supranacional a través de tribunales y organismos interna
cionales (lex universalis). Asimismo, señala que, “como consecuencia de esta evolución,
el clásico control de la constitucionalidad (...) es aún mucho más fascinante y abarcador,
ya que se lleva a cabo por cuerpos transnacionales (...)”.
(5) HITTERS, Juan Carlos. “Derecho procesal transnacional y control judicial supranacional”. En: El Jurista,
Revista Peruana de Derecho. N° 11 y 12. Lima, 1995.
(6) HITTERS, Juan Carlos. Loe. cit.
IV. La jurisdicción supranacional de alcance universal de protección
de los derechos humanos
Ahora bien, las atrocidades cometidas por los Estados nazifascistas en el periodo de
entre guerras del siglo XX motivaron la creación de la Organización de las Naciones Uni
das en 1945, como ente responsable de asegurar la paz internacional y la vigencia plena
de los derechos fundamentales de la persona.
Con respecto a sus integrantes, cabe apuntar, como bien lo señala Beaumont Callir-
gos, que los miembros del Comité de Derechos Humanos deben ser “personas de gran
integridad moral, con reconocida competencia en materia de derechos humanos”. Estos
son elegidos por los Estados, pero ejercen sus funciones a título personal, no como repre
sentantes de sus países. Su mandato es de cuatro años y pueden ser reelegidos. Es impor
tante señalar que cada cuatro años debe renovarse a la mitad de miembros del Comité(8).
Ahora bien, para la supervisión del cumplimiento cabal y pleno de los derechos con
sagrados en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y políticos, el Comité realiza tres
tipos de tareas:
A su vez, este procedimiento de quejas al cual hemos hecho breve referencia está divi
dido en dos fases: una sobre la admisibilidad de la queja y otra sobre el fondo de esta. En
lo que concierne a la admisibilidad, podríamos decir que cuando el Comité decide admi
tir la queja, dicha decisión es vinculante. Sin embargo, una vez superada esta etapa, en lo
que respecta al fondo de la controversia, la decisión que adopte el Comité es considerada
únicamente una opinión, la cual en principio no es vinculante; pero el Comité, en su opor
tunidad, ha realizado una interpretación del Pacto mediante la cual fija que los Estados es
tán obligados a seguir sus recomendaciones para la reparación de los abusos producidos.
(9) FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. Loe. cit. CAPELLETTI, Mauro. Loe. cit.
En 1981 se suscribe dentro de la Organización para la Unificación Africana -actual
mente Unión Africana- la Carta Africana de los Derechos del Hombre y de los Pueblos.
En dicho instrumento internacional se crea la Comisión para los Derechos Humanos con
sede en Banjul (Gambia), la cual inició sus actividades en 1987. Debe añadirse que se en
cuentra en proceso de constitución la Corte Africana de Derechos Humanos.
Sobre este último punto, debemos recordar lo señalado para el caso de la jurisdicción
supranacional de alcance universal de protección de derechos humanos, en lo que se re
fiere a la posibilidad de quien se considere lesionado en los derechos que la Constitución
reconoce de recurrir a los tribunales u organismos internacionales constituidos según tra
tados o convenios de los que el Perú es parte. Con relación a ello, y en concordancia con
el artículo 122 del Código Procesal Constitucional, Ley N° 31307, tenemos que otro de
los dos organismos a los que puede recurrir cualquier persona lesionada o vulnerada en
sus derechos y libertades fundamentales reconocidas en los tratados sobre derechos hu
manos (regionales) es la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). En esa
misma línea, se ha pronunciado el Tribunal Constitucional al señalar que el derecho fun
damental de acceso a la justicia frente a toda vulneración de los derechos humanos, como
manifestación del derecho al debido proceso reconocido en el inciso 3) del artículo 139
de la Constitución, no solo se reduce al acceso a los tribunales internos, sino también a
organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, tal
como se tiene previsto en el artículo 205 de la Constitución00).
c) Realiza visitas in loco a los países para observación general de la situación, y/o
para investigar una situación particular en materia de protección de los derechos
humanos. Generalmente, esas visitas tienen como resultado la preparación de un
informe respectivo, que se publica y es enviado a la Asamblea General.
Siendo ello así, cabe preguntamos lo siguiente: ¿Cuál es el procedimiento que debe
seguir aquella persona que considera que sus derechos consagrados en la Constitución o
en los tratados de derechos humanos para acceder al Sistema Interamericano de protec
ción de los Derechos Humanos?
Como primer punto, debemos decir que de acuerdo a los procedimientos establecidos
por la mencionada Comisión para la interposición de peticiones, la legitimación activa re
cae en los propios afectados o en terceros que actúen en su nombre. Es decir, en el caso
de nuestro país, no es el Tribunal Constitucional, ni el Poder Judicial, ni el Ministerio de
Relaciones Exteriores, ni ningún órgano estatal, el encargado de elevar de oficio ante la
Comisión la petición de aquel particular que hubiera sido violentado o amenazado en el
ejercicio de sus derechos humanos. Con lo cual, lo primero que debemos tener en claro es
que la legitimación activa para la interposición de una petición ante la Comisión recae de
manera exclusiva y excluyente en la persona afectada o en los terceros que actúen en su
nombre, tal y como lo ha señalado nuestro Tribunal Constitucional0 3).
Eso hace que el proceso ante la Comisión sea un proceso “rogado” pues se desarrolla
sobre la base de denuncias individuales a partir de violaciones a derechos humanos contem
plados en alguno o algunos de los distintos instrumentos regionales (tratados y convenciones
Claro está, que el agotar los recursos de la jurisdicción interna, como en todo el sis
tema ante la jurisdicción supranacional de protección de los derechos humanos, es un re
quisito esencial de procedencia, el agotamiento de los recursos internos, es decir, aquellos
recursos que sean eficaces y expeditos en los términos del artículo 25 de la Convención
Americana -aquel recurso sencillo y rápido- que ampare contra actos u omisiones que
violen los derechos consagrados en la Constitución y en los tratados sobre la materia, que
en el caso de nuestro país, no serían otros que el proceso de amparo, hábeas corpus o há
beas data, según corresponda.
Cabe indicar, como bien lo señala la Corte, que no en todos los casos deben agotarse
los recursos internos. En situaciones muy especiales, puede obviarse ese requisito; a saber:
Con respecto a este mismo tema, el Tribunal Constitucional, citando la propia ju
risprudencia de la Corte(14), ha señalado que si bien es cierto la regla general es que el
justiciable agote todos los recursos disponibles a nivel del Derecho nacional de cada
Estado en procura de la defensa de sus derechos humanos, esta regla se ha de flexibi-
lizar cuando:
Acto seguido, y luego que la Comisión haya hecho el estudio correspondiente, emi
te un informe de admisibilidad o de inadmisibilidad, según sea la situación. Si se decla
ra la admisibilidad, la Comisión se puede poner a disposición de las partes para que pue
dan discutir la posibilidad de llegar a una solución amistosa, en los términos del artículo
48.1 .f. de la Convención Americana, posibilidad que puede ser planteada en cualquier eta
pa del proceso ante la Comisión, siendo esta la encargada de vigilar que el eventual arre
glo amistoso sea acorde con el respeto a los derechos humanos contenidos en la Conven
ción Americana.
Una vez declarada la admisibilidad y habiendo recibido informaciones del Estado de
mandado y de la parte peticionaria, la Comisión inicia la etapa de investigación de los he
chos mediante un examen del asunto planteado, para cuyos efectos, todas las partes debe
rán tener conocimiento de las actuaciones procesales, las cuales le proporcionarán todas
las facilidades necesarias. La Comisión puede, incluso, solicitar a las partes cualquier in
formación pertinente y recibir escritos y exposiciones verbales; en este último caso, me
diante el señalamiento de una audiencia privada junto con las partes.
(14) Cfr. CORTE IDH. Caso Velásquez Rodríguez, sentencia del 29 de julio de 1988; CORTE IDH. Caso
Godínez Cruz, sentencia del 20 de enero de 1989; CORTE IDH. Caso Fairén Garbi y Solís Corrales,
sentencia del 15 de marzo de 1989.
Concluida la etapa de investigación y de no haberse llegado a una solución amisto
sa, la Comisión emite “el Informe”, al cual hace referencia el artículo 50 de la Conven
ción Americana, en el que expone los hechos, sus conclusiones y recomendaciones, para
lo cual, le otorga al Estado demandado un plazo para cumplirlas que nunca podrá ser ma
yor de tres meses. El Informe es transmitido a los Estados interesados, los cuales no pue
den publicarlo.
Finalmente, si dentro de ese plazo de tres meses, el Estado no acata sus recomenda
ciones, la Comisión puede tomar las siguientes decisiones:
(Jl El Estado peruano tiene el deber de cumplir con lo dispuesto en las sentencias de la Corte
Interamericana, afrontando las consecuencias de aquellas decisiones en las que dicho
órgano supranacional ordena reparar a víctimas de violaciones de sus derechos: STC Exp.
N° 0004-2016-CC/TC (f. j. 27).
BIBLIOGRAFÍA
DE LA REFORMA
DE LA CONSTITUCIÓN
TÍTULO VI
DE LA REFORMA
DE LA CONSTITUCIÓN
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 17), 31, 32, 101 inc. 4), 102 inc. 10), 108, 176, 184, 185; Ley 26300:
arts. 37 al 44
I. Antecedentes
El artículo 206 de la Constitución de 1993, que regula el procedimiento de reforma
constitucional, tiene su antecedente inmediato en el artículo 306 de la Constitución de
1979, cuyo tenor literal es el siguiente:
“Artículo 306.-Toda reforma constitucional debe ser aprobada en una primera legisla
tura ordinaria y ratificada en otra primera legislatura ordinaria consecutiva.
El proyecto correspondiente no es susceptible de observación por el Poder Ejecutivo.
La aprobación y la ratificación requieren la mayoría de los votos del número legal de
miembros de cada una de las Cámaras.
La iniciativa corresponde al Presidente de la República, con aprobación del Consejo
de Ministros; a los Senadores y Diputados; a la Corte Suprema, por acuerdo de Sala
Plena, en materia Judicial; y a cincuenta mil ciudadanos con firmas comprobadas por
el Jurado Nacional de Elecciones”.
Durante los trabajos del Congreso Constituyente Democrático (CCD), que dieron ori
gen a la Constitución actual, el primer proyecto de artículo relativo a la reforma constitu
cional era virtualmente idéntico al citado artículo 306 de la Carta de 1979 y no contenía
alusión alguna a la posibilidad de una ratificación por la ciudadanía mediante referéndum.
Por otro lado, conviene también señalar que no hubo mayor debate sobre los alcances
jurídicos reales de la distinción entre reforma parcial y total de la Constitución, ya que el
interés primordial de los miembros de la oposición política en el seno del CCD pareció
en todo momento asegurar que la reforma constitucional en su integridad sea sometida a
referéndum, y no solo aquellas disposiciones que hubieran sufrido cambios de redacción.
Es por ello que el Tribunal señala que “de las características atribuidas al Poder Cons
tituyente, queda claro que aquel, en cuanto poder creador, es único en su género, y que de
él derivan a través de la Constitución, los llamados poderes constituidos o creados, es de
cir, los órganos ejecutivo, legislativo, judicial y los demás de naturaleza constitucional.
Los poderes constituidos, por consiguiente, deben su origen, su fundamento y el ejerci
cio de sus competencias a la obra del poder constituyente, esto es, a la Constitución”(4).
Nótese de inmediato la diferencia fundamental entre las dos facultades que la Cons
titución le confiere al órgano legislativo, diferencia que está estrechamente vinculada al
tipo de norma sobre la cual son ejercidas. Por un lado, dicho órgano tiene facultades or
dinarias, en virtud de las cuales crea, modifica o suprime normas con rango de ley, facul
tades que pueden ser denominadas legislativas. Y por el otro, facultades extraordinarias,
que le permiten modificar las propias disposiciones constitucionales y que pueden ser de
nominadas facultades constituyentes.
Al mismo tiempo, se debe poner en relieve que todas las facultades del órgano legis
lativo, en tanto poder constituido, emanan del propio texto constitucional y no de su pro
pia naturaleza, motivo por el cual queda en evidencia, en particular, que las facultades
extraordinarias mediante las cuales dicho órgano puede modificar disposiciones consti
tucionales serán siempre facultades constituyentes pero en ningún caso originarias sino,
más bien, derivadas o delegadas y, por ello, limitadas.
Es por ello que el célebre jurista alemán Cari Schmitt ha señalado que, tal como lo
reproduce el Tribunal en su sentencia, “la facultad de reformar la constitución contiene,
pues, tan solo la facultad de practicar, en las prescripciones legal-constitucionales, refor
mas, adiciones, refundiciones, supresiones, etc., pero manteniendo la Constitución; no la
La segunda distinción que se mencionó al inicio de este acápite y que se desprende del
razonamiento precedente, la distinción entre leyes constitucionales y leyes infraconstitu-
cionales, es igualmente importante en la medida que las modificaciones constitucionales
son introducidas mediante leyes especiales denominadas leyes de reforma constitucional.
El órgano legislativo, como se acaba de señalar, está dotado de dos tipos distintos
de facultades: las ordinarias o legislativas, en virtud de las cuales crea, modifica y dero
ga normas con rango de ley; y las extraordinarias o constituyentes, mediante las cuales
puede, con o sin la participación directa del pueblo, introducir modificaciones en el tex
to constitucional.
Las primeras, es decir, las normas con rango de ley que son creadas por el órgano le
gislativo en ejercicio de sus facultades ordinarias, constituyen necesariamente leyes in-
fraconstitucionales en tanto extraen su validez tanto formal como material de su adecua
ción a las pautas establecidas por la Constitución para la producción legislativa. Se trata
de normas subordinadas por el fondo y por la forma a las disposiciones constitucionales
y de ahí la denominación de leyes infraconstitucionales.
Las leyes de reforma constitucional, en cambio, si bien son creadas por un poder cons
tituido con arreglo a disposiciones constitucionales muy claras que determinan su modo
de producción, se diferencian de las normas con rango de ley por el hecho de no consti
tuir leyes infraconstitucionales sino, más bien, leyes de rango plenamente constitucional.
Y esto es así por dos razones fundamentales. La primera, porque las leyes de reforma
constitucional no son creadas en ejercicio de las facultades ordinarias del órgano legisla
tivo, sino en ejercicio de facultades extraordinarias previstas expresamente para tal efec
to, tal como se infiere del hecho que dichas facultades ocupan una ubicación especial en
el texto constitucional y el procedimiento a seguir sea también distinto -más complejo-
que en el caso de la producción de normas con rango de ley.
La segunda razón fundamental es que una ley de reforma constitucional tiene que te
ner, por necesidad lógica, el mismo rango jurídico que las normas sobre las cuales habrán
de surtir sus efectos modificatorios. Y no podría ser de otro modo, pues por principio, toda
norma solo puede ser modificada por otra norma de jerarquía igual o superior, pero en nin
gún caso por una de rango inferior.
Por tales motivos, se debe entender por reforma constitucional la facultad extraordi
naria de introducir modificaciones en el texto constitucional mediante leyes de reforma
constitucional, que son leyes de rango plenamente constitucional creadas por el órgano
Además de consignar los dos procedimientos mediante los cuales procede la aproba
ción de una reforma constitucional, el citado artículo señala además la limitación del Pre
sidente de la República en la promulgación de una ley de reforma constitucional y enu
mera la relación de agentes con derecho a iniciativa en dicho ámbito.
Si bien el artículo enuncia primero los procedimientos de aprobación y luego las dis
posiciones sobre promulgación e iniciativa, en el presente comentario se utilizará el or
den inverso, que refleja la sucesión de diversas etapas del procedimiento en la práctica:
iniciativa, aprobación y promulgación.
Este precepto, que reproduce en lo esencial el tenor del artículo 306 de la Constitu
ción de 1979, no merece mayor comentario. Dos puntos, sin embargo, deben ser pues
tos en relieve.
(6) Se entenderá por referéndum en lo sucesivo la ratificación mediante votación popular de una norma pre
viamente aprobada por el órgano legislativo.
(7) Ver el comentario sobre el artículo 32 de la Constitución en esta misma obra.
En primer lugar, la Corte Suprema ya no tiene, como bajo el imperio de la Constitu
ción de 1979, iniciativa de reforma constitucional en materia judicial. Y en segundo lugar,
el número de ciudadanos habilitados para proponer un proyecto de reforma constitucio
nal ya no está expresado en términos absolutos - cincuenta mil firmas -sino en términos
relativos- cero punto tres por ciento de la población electoral(8).
Antes de abordar este importante precepto, conviene poner en relieve que, como ha
señalado con acierto el Tribunal Constitucional, toda Constitución “se caracteriza por ser
un cuerpo normativo integral, donde cada disposición cumple un determinado rol” y que la
Constitución de 1993 no es una excepción a dicho principio(9). En tal sentido, se debe en
tender que la existencia de un Título de la Constitución referido específicamente a la posi
bilidad de su reforma implica, necesariamente, una supremacía jurídica de las disposiciones
de dicho Título sobre el conjunto de la Constitución en materia de reforma constitucional.
Se sigue de ello que cualquier otra disposición constitucional que pudiera estar rela
cionada con el procedimiento de reforma de la Constitución debe estar, inevitablemente,
subordinada a lo dispuesto por el Título VI, denominado precisamente “De la reforma de
la Constitución”. Dicho de otro modo, el artículo 206 constituye la norma fundamental
que articula todo el procedimiento de reforma constitucional.
Esta idea se ve reforzada aún más en la propia redacción del artículo 206, que hace
referencia expresa ab initio a “toda reforma constitucional,” lo que indica claramente que
todos los supuestos de reforma constitucional, indistintamente de su objeto o alcance, ori
gen institucional o ciudadano, deben ceñirse a sus disposiciones.
En cuanto a su contenido mismo, esta primera proposición señala que toda reforma
constitucional está sujeta no solo a la aprobación inicial del Congreso de la República sino
a una ratificación ulterior, que puede ser efectuada directamente por la ciudadanía median
te referéndum o por el mismo Congreso.
(8) Según la Res. N° 020-2011-JNE de fecha 20/01/2011, que aprobó el uso del padrón electoral para los
comicios generales 2011, la población electoral total del Perú ascendía a 19’949,915 electores. Por consi
guiente, el 0.3% equivaldría a 59,849 electores.
(9) STC Exp. N° 014-2002-AI/TC, f. j. 75.
En efecto, según el primer procedimiento, el proyecto de reforma constitucional debe
ser aprobado inicialmente por el Congreso de la República por la mayoría del número
legal de congresistas y ratificado directamente por la ciudadanía mediante referéndum.
En este supuesto, la celebración de la votación popular correspondiente, que procede con
arreglo al mismo artículo 206 en comentario, constituye una condición jurídica necesaria
para el perfeccionamiento de un proyecto de reforma constitucional.
Al respecto, conviene notar que el artículo 206 dispone expresamente que el referén
dum ‘‘puede ser omitido” y no que “debe” serlo, con lo cual quedan en evidencia tres ideas,
a saber: en primer lugar, que la segunda proposición del artículo 206 constituye un proce
dimiento alternativo de naturaleza facultativa, motivo por el cual el Congreso de la Repú
blica no tiene impedimiento constitucional alguno para someter a referéndum un proyecto
de reforma constitucional que hubiera sido aprobado en primera instancia por una mayo
ría de votos superior a los dos tercios del número legal de congresistas.
Eso fue precisamente lo que ocurrió con los cuatro proyectos de reforma constitu
cional que el entonces Presidente Martín Vizcarra envió al Congreso de la República, en
setiembre de 2018, y que fueron aprobados por una mayoría superior a la de dos tercios.
Con ello los congresistas tuvieron ante sí la opción de ratificarlos mediante referéndum o
de someterlos a votación en la legislatura ordinaria siguiente. El Congreso, sin embargo,
optó por la vía del referéndum y remitió las cuatro autógrafas a la Presidencia de la Repú
blica para efectos de la convocatoria respectiva, de conformidad con lo dispuesto por los
artículos 79 y 80 de la Ley Orgánica de Elecciones(10).
En segundo lugar, que ambos procedimientos, precisamente en la medida que son al
ternativos, resultan igualmente aplicables a todos los tipos de reforma constitucional, in
distintamente de sus alcances u origen.
En tercer y último lugar, que el Congreso tampoco está impedido de someter a referén
dum un proyecto de reforma constitucional, aun cuando lo hubiese aprobado y ratificado
En relación con este último punto, conviene poner en relieve que si los congresistas
optasen por someter a referéndum un proyecto de reforma constitucional que hubiera sido
aprobado y ratificado por el Congreso de la República mediante el procedimiento que per
mite la omisión del referéndum, el sustento constitucional de la votación popular corres
pondiente sería siempre el mismo artículo 206 de la Constitución.
Las facultades que la primera proposición del artículo 206 de la Constitución le con
fiere al Congreso de la República para aprobar y ratificar proyectos de reforma constitu
cional están reflejadas en el artículo 81 literal a) de su Reglamento. Según este, las leyes
de reforma de la Constitución “se aprobarán con el voto favorable de por lo menos la mi
tad más uno del número legal de Congresistas, para luego ser sometida a referéndum o,
en su defecto, será aprobada en dos periodos anuales de sesiones sucesivos con el voto
aprobatorio de un número superior a los dos tercios del número legal de Congresistas”.
Si bien este supuesto será tratado con mayor detenimiento en el comentario al artícu
lo 32 de la Constitución, baste señalar en el presente comentario que, debido a la supre
macía jurídica del artículo 206 en materia de reforma constitucional, la interpretación de
las facultades de la ciudadanía de solicitar que un proyecto de reforma constitucional sea
sometido a referéndum estará subordinada al contenido del citado artículo 206.
Este precepto pone en evidencia que la aprobación de una ley de reforma constitucio
nal debe concluir con su promulgación, de conformidad con el artículo 108 de la Consti
tución, aunque el Presidente de la República no tenga la facultad de observarla como en
el supuesto de las leyes ordinarias.
Queda claro, por consiguiente, que esta es la condición sine qua non para que una ley
de reforma constitucional tenga jerarquía constitucional y, por consiguiente, la fuerza ju
rídica suficiente para incorporar, de manera efectiva, modificaciones a la Constitución.
Igualmente claro queda por qué el Presidente de la República, en tanto poder constitui
do, no podría intervenir para observar la obra constituyente llevada a cabo por el Congreso
de la República, en el ejercicio de facultades constituyentes derivadas, con o sin la parti
cipación del pueblo en tanto titular de la soberanía nacional. El Presidente de la Repúbli
ca está habilitado para proponer reformas constitucionales y promulgarlas unas vez apro
badas, pero no para observarlas, pues carece de facultades constituyentes para tal efecto.
Este razonamiento, lógicamente, debería resultar aplicable para todos los poderes cons
tituidos del Estado, incluyendo, por cierto, al Tribunal Constitucional, cuya función pri
mordial es pronunciarse sobre la constitucionalidad de las normas con rango de ley, por
definición infraconstitucionales, y velar porque estas se ajusten siempre, desde una pers
pectiva tanto formal como material, al texto constitucional.
El argumento del Tribunal Constitucional es, ciertamente, correcto, pero tiene el de
fecto esencial de soslayar que, por definición, la idea misma de una acción de inconstitu
cionalidad implica la existencia de normas de mayor jerarquía que actúan como parámetro
-las normas constitucionales- y de normas de menor jerarquía -normas infraconstitucio-
nales- susceptibles de infringir, de manera formal o material, dicho parámetro. Las pri
meras son aquellas que integran la Constitución, mientras que las segundas son las nor
mas con rango de ley.
Las leyes de reforma constitucional son, también por definición, normas que, siem
pre y cuando hayan sido creadas de conformidad con los procedimientos correspondien
tes, tienen rango constitucional y han pasado a formar parte del texto constitucional. Por
consiguiente, una ley de reforma constitucional debidamente aprobada pasa a formar par
te del parámetro mismo de la actuación del Tribunal Constitucional, quedando así, por ne
cesidad lógica, fuera del alcance de la jurisdicción de dicho órgano.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj| La competencia de reformar la Constitución es del Congreso y del pueblo: STC Exp.
N° 00014-2002-PI/TC (f. j. 85).
[gj La reforma constitucional se encuentra sujeta a límites formales y materiales: STC Exp.
N° 00014-2002-PI/TC (f. j. 99).
(12) STC Exp. N° 014-2002-AI/TC, f. j. 35. Ver también STC Exp. N° 050-2004-AI/TC de fecha 03/06/2005.
(jl La prohibición de disminuir o suprimir los derechos fundamentales constituye un límite
material explícito de la reforma constitucional: STC Exp. N° 00050-2004-PI/TC (Acumu
lados) (ff. jj. 36 y 37).
(jl Los topes que encuentra el constituyente derivado o reformador no son solo formales sino
también materiales: STC Exp. N° 0008-2018-PI/TC (f. j. 13).
BIBLIOGRAFÍA
FINALES Y TRANSITORIAS
Primera Nuevas reglas en materia de pensiones
estatales
Declárase cerrado definitivamente el régimen pensionario del
Decreto Ley N° 20530. En consecuencia a partir de la entrada
en vigencia de esta Reforma Constitucional:
1. No están permitidas las nuevas incorporaciones o reincorpo
raciones al régimen pensionario del Decreto Ley N° 20530.
2. Los trabajadores que, perteneciendo a dicho régimen, no
hayan cumplido con los requisitos para obtener la pensión
correspondiente, deberán optar entre el Sistema Nacional
de Pensiones o el Sistema Privado de Administradoras de
Fondos de Pensiones.
Por razones de interés social, las nuevas reglas pensionarías
establecidas por ley se aplicarán inmediatamente a los traba
jadores y pensionistas de los regímenes pensionarios a cargo
del Estado, según corresponda. No se podrá prever en ellas
la nivelación de las pensiones con las remuneraciones, ni la
reducción del importe de las pensiones que sean inferiores a
una Unidad Impositiva Tributaria.
La ley dispondrá la aplicación progresiva de topes a las pensio
nes que excedan de una Unidad Impositiva Tributaria.
El ahorro presupuestal que provenga de la aplicación de nuevas
reglas pensionarías será destinado a incrementar las pensiones
más bajas, conforme a ley. Las modificaciones que se intro
duzcan en los regímenes pensionarios actuales, así como los
nuevos regímenes pensionarios que se establezcan en elfuturo,
deberán regirse por los criterios de sostenibilidadfinanciera y
no nivelación^.
Autorízase a la entidad competente del Gobierno Nacional a
iniciar las acciones legales correspondientes para que se decla
re la nulidad de las pensiones obtenidas ilegalmente, salvo los(*)
(*) De conformidad con el punto resolutivo N° 4 de la STC Exp. N° 050-2004-AI/TC, publicada el 12 de junio
de 2005, se interpreta que el cuarto párrafo de esta disposición tiene el sentido de que la totalidad del ahorro
proveniente de la nuevas reglas pensionarías, debe ser destinado a mejorar el sistema de seguridad social.
casos definidos por sentencias con carácter de cosajuzgada que
se hayan pronunciado expresamente sobre el fondo del asunto
o que las respectivas acciones hubieran prescrito^.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 10 al 12; D.Leg. 763
I. Antecedente nacional
El texto original de esta disposición, al menos en materia de seguridad social, no tie
ne antecedente en la Constitución de 1979. Ha sido reformulada en su integridad, con oca
sión de la reforma aprobada por la Ley N° 28389, pero por su trascendencia normativa y
jurisprudencial, resulta relevante conocer los alcances de la figura primigenia:
Primera.- Los nuevos regímenes sociales obligatorios, que sobre materia de pensio
nes de los trabajadores públicos, se establezcan, no afectan los derechos legalmente
obtenidos, en particular el correspondiente a los regímenes de los decretos leyes 19990
y 20530 y sus modificatorias.
Como se aprecia, la redacción inicial de esta disposición se refería a los denomi
nados derechos legalmente obtenidos (o adquiridos) de los trabajadores públicos que
eran pensionistas de los Decretos Leyes N° 19990 y N° 20530: no se hacía mención a
los asegurados o pensionistas de los otros regímenes. El objetivo de la norma era res
guardar los derechos que éstos hubieran generado en el tiempo, evitando que los cam
bios introducidos por dispositivos posteriores los pudieran afectar, sea por la incorpo
ración de requisitos distintos a los preestablecidos, la variación en los montos de las
prestaciones, etcétera.
En la práctica, la vigencia del texto original de esta disposición impidió que durante
la década de los años ochenta y noventa se pudieran realizar las reformas normativas pro
visionales que los citados regímenes públicos requerían, en la medida que al ser cuestio
nada la constitucionalidad de las leyes modificatorias, estas colisionaban con los citados
derechos adquiridos; lo que determinó la consolidación de derechos obtenidos de forma
indebida, en especial, en el Decreto Ley N° 20530: nivelaciones irregulares, incorpora
ciones ilegales, etcétera*(1).
(**) Texto según modificatoria efectuada por el artículo 3 de la Ley N° 28389 del 17/11/2004.
(1) Sobre este tema, se puede ampliar en: GONZÁLES HUNT, César. “Incorporación y desincorporación en
el régimen de pensiones del Estado a la luz de la jurisprudencia constitucional”. En: W.AA. Estudios
sobre la jurisprudencia laboral y provisional. AMAG, Lima, 2004, pp. 187-207.
II. Fundamentos básicos
Si bien se debatía, que la norma no se refería a los derechos “adquiridos”, en la medi
da que hacía referencia expresa a los “legalmente obtenidos”(2), el Tribunal Constitucional
zanjó la discusión al señalar que la correcta interpretación de este dispositivo no podía ser
otra que la de consagrar a nivel constitucional los derechos adquiridos de los pensionis
tas que estaban sujetos a los regímenes de los Decretos Leyes N° 19990 y N° 20530(3). El
tema en discusión, entonces, era la existencia de ámbitos distintos en relación a las pau
tas para la interpretación y la aplicación de las normas en el tiempo.
(2) HERRERA VÁSQUEZ, Ricardo. “Los derechos adquiridos en el proceso de flexibilización de la legislación
laboral y provisional”. En: W.AA. Balance de la reforma laboral peruana. Lima, 2001, SPDTSS, p. 108.
(3) STC. Exp. N° 00008-96-I/TC, f. j. 15 y 1, sobre la inconstitucionalidad del Decreto Legislativo N° 817 -
Ley del Régimen Provisional del Estado. En sentido similar: la STC. Exp. N° 00007-96-I/TC, f. j. 10,11 y
12, sobre la inconstitucionalidad del Decreto Ley N° 25967, norma que introdujo diversas modificaciones
al texto del Decreto Ley N° 19990.
(4) Artículo III.- La ley se aplica a las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes. No
tiene fuerza ni efecto retroactivos, salvo las excepciones previstas en la Constitución Política del Perú.
(5) RUBIO CORREA, Marcial. El Título Preliminar del Código Civil. 10a edición, Fondo Editorial de la
PUCP, Lima, 2008, pp. 52-56.
prestaciones económicas: al cierre del 2003, solo el régimen provisional estatal representaba
un costo de más de 5,000 millones de Soles anuales. Sobre esto regresaremos más adelante.
Más allá del debate teórico mencionado, el texto original de la disposición comenta
da tenía el siguiente alcance:
(6) Comparten ésta opinión: NEVES MUJICA, Javier. “La vigencia de las normas en el tiempo tras las sen
tencias del Tribunal Constitucional sobre seguridad social”. En: lus et Vertías N° 15, PUCP, Lima, 1997,
p. 321; HERRERA VÁSQUEZ, Ricardo. Ob. cit., p. 108.
En la práctica, tanto el Poder Judicial como el Tribunal Constitucional extendieron el
alcance de los derechos adquiridos a los demás regímenes previsionales públicos.
En tal sentido, no se podía pretender -ante una norma peyorativa de reforma- la tutela
de las prestaciones de salud de los citados regímenes y/u de otros, sean públicos o priva
dos. Tampoco podía ser aplicable a mecanismos tutelares similares como el Seguro Com
plementario de Trabajo de Riesgo, creado por la Ley N° 26790.
En dicho escenario, luego del sismo generado por la sentencia del Tribunal Constitu
cional en el caso Rosa Medina Pantoja(7), y alentados por las recomendaciones formuladas
por el propio Tribunal(8) y la misma Corte Interamericana de Derechos Humanos(9), a ini
cios del 2004 el Poder Ejecutivo presentó ante el Congreso de la República una propues
ta de reforma para que, entre otros puntos, la primera disposición final fuera reformulada,
suprimiendo los derechos adquiridos, la nivelación y otras figuras previsionales irregula
res. Esta modificación permitió que se dicte luego la Ley N° 28449, que aprobó la rees
tructuración del régimen del Decreto Ley N° 20530(10).
(7) STC Exp. N° 00156-2001-AA/TC. Si bien se dictaron a la brevedad posterior las Leyes N° 28046 y
N° 28047, que creaba el Fondo de Contribución Solidaria y otros mecanismos paliativos para el régimen
provisional estatal, también estaban destinadas a una inaplicación judicial.
(8) STC. Exp. N° 00002-2003-AI/TC. “Si el emplazado considera que el régimen constitucional de los Decretos
Leyes N°s 19990 y 20530 no es el que más se adecúe a esos imperativos o a los que la economía nacional
pueda mantener, siempre queda como última posibilidad, que dicho régimen constitucional sea modificado
o suprimido. Al fin y al cabo, con el objeto de evitar que una generación pueda condicionar el futuro de
las sucesivas, la Constitución ha instituido la función de la reforma constitucional” (fundamento 14).
(9) Sentencia del Caso Cinco pensionistas versus Perú: “Si bien el derecho a la pensión nivelada es un dere
cho adquirido (...) los Estados pueden poner limitaciones al goce del derecho de propiedad por razones
de utilidad pública e interés social. En el caso de los efectos patrimoniales de las pensiones (monto de
las pensiones), los Estados pueden reducirlos únicamente por la vía legal adecuada y por los motivos ya
indicados” (numeral 116).
(10) Para ampliar sobre este tema, ver: NEVES MUJICA, Javier. Pensiones. Reforma yjurisprudencia. Fondo
Editorial de la PUCP, Lima, 2009.
La nueva estructura de la disposición comentada (reformada), puede ser dividida en
los siguientes puntos:
Como es de conocimiento público, en la década de los ochenta del siglo pasado, di
cho régimen fue abierto de manera excepcional -principalmente con fines políticos- para
permitir el ingreso de trabajadores que no estaban comprendidos en su ámbito origina
rio, lo cual generó que, del cálculo inicial de unos 30 mil beneficiarios totales, se tuvie
ra al 2003 más de 300 mil, que representaban un gasto anual de casi U$ 1,500 millones
de Dólares Americanos.
Este hecho irregular no solo obedecía a la dación de hasta nueve leyes de excepción00,
sino al otorgamiento de una serie de beneficios11
(12) que solo se pueden explicar en la medi
da que quienes dictan las normas legales, quienes las aplican y quienes las interpretan, fi
nalmente tienen la calidad de servidores públicos, por tanto, receptores de estas ventajas,
que claramente restan de imparcialidad sus actos y decisiones.
Por si ello fuera poco, la interpretación forzada de las normas de excepción se vio
avalada por los pronunciamientos del Tribunal Nacional del Servicio Civil, el Poder Judi
cial y el Tribunal Constitucional. Recién a mediados de 1996 se pudo implementar cier
to nivel de regularización cuando la Oficina de Normalización Previsional (ONP) asumió
la calificación de los derechos pensionarios de dicho régimen, la misma que ejerció hasta
mediados del 2001, que fuera emitida la STC Exp. N° 00001-98-AI/TC.
1. Los pensionistas de cesantía e invalidez que cumplieron con todos los requisi
tos establecidos en las normas vigentes en el momento de la generación del de
recho correspondiente.
2. Los trabajadores que, a la fecha de entrada en vigencia de la modificación de la
primera disposición final de la Constitución, habían cumplido con todos los re
quisitos para obtener la pensión correspondiente.
3. Los actuales beneficiarios de pensiones de sobrevivientes que cumplieron con
todos los requisitos establecidos en las normas vigentes en el momento del fa
llecimiento del causante.
4. Los futuros sobrevivientes de pensionistas de cesantía e invalidez o de trabaja
dores activos a que se refiere el numeral 2 del presente artículo, comprendidos
y regulados en el Capítulo III del Título II del Decreto Ley N° 20530.
Como señala Gonzáles(13), “la base de esta disposición está constituida por el interés
social y no se trata de un problema de un grupo de personas o de pensionistas”. La pro
pia reforma planteó que el interés social es el que habilita las reformas legales y, sobre
todo, a la aplicación inmediata de la ley. Este es el sentido de la norma, que coincide con
la modificación del artículo 103 de la Constitución, por el cual la ley se aplica de modo
inmediato y desde su entrada en vigencia a las consecuencias de las relaciones y situacio
nes jurídicas existentes.
(13) GONZALES HUNT, César. El régimen previsional del Estado Peruano: un repaso desde sus antecedentes
hasta su cierre definitivo. Tesis del Master de Seguridad Social CISS, Lima, 2016, p. 55.
A partir de que este texto constitucional entró en vigencia, la teoría de los derechos
adquiridos dejó de tener cualquier tipo de cabida posible, siendo reemplazada por la teo
ría de los hechos cumplidos, de tal forma que la nueva norma se aplicaría a los pensionis
tas y trabajadores sin ninguna excepción.
Esta reforma resulta compatible con los tratados y pactos internacionales celebrados
por el Perú y los pronunciamientos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos so
bre la materia(14). En el caso conocido como Cinco pensionistas versus Perú, la referida
Corte señaló que si bien el derecho a la pensión nivelada es un derecho de propiedad, los
Estados podían poner limitaciones al goce del derecho de propiedad por razones de utili
dad pública o interés social, siempre y cuando se utilice la vía legal adecuada. En tal sen
tido, admitió que, mediante una norma legal -en este caso, la reforma constitucional- y
por el superior interés público o social, se podría limitar el monto de las pensiones, inclu
yendo no sólo a las futuras sino a las actualmente existentes.
Cabe resaltar que la norma alude a los regímenes administrados por el Estado, no ex
clusivamente al Decreto Ley N° 20530; por ello, toda futura regulación respecto al conte
nido de los derechos pensionarios en los otros regímenes pensionarios públicos (SNP, mi
litar policial o de los servidores diplomáticos) no podría contener reglas sobre nivelación
de las pensiones con las remuneraciones.
Esta regla es de aplicación a todos los regímenes (públicos y privados), actuales y fu
turos, y no se refiere exclusivamente al régimen de pensiones del Estado del Decreto Ley
N° 20530. Es uno de los criterios más importantes en la reforma, al introducir la evalua
ción económica como un parámetro previo para cualquier reforma legislativa: los estu
dios actuariales y la revisión de la sostenibilidad financiera de cualquier sistema provi
sional constituyen reglas operativas básicas para la implementación de cualquier cambio.
(14) La Convención Americana de Derechos Humanos: artículo 2 (deber de adoptar disposiciones de derecho
interno), artículo 4 (derecho a la vida), artículo 10 (derecho a indemnización), artículo 17 (derecho a la
familia), artículo 21 (derecho a la propiedad), artículo 24 (igualdad ante la ley), artículo 25 (protección
judicial) y artículo 26 (progresividad de derechos); la Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre: artículo II (igualdad ante la ley), artículo XVI (derecho a la seguridad social), artículo XVII
(derecho a la justicia) y artículo XXIII (derecho a la propiedad); y en el Protocolo Adicional a la Convención
Americana en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, artículo 9 (derecho a la seguridad
social).
El Tribunal Constitucional ya había emitido opinión sobre el aspecto económico pre-
visional(15), al referirse a la segunda disposición final de la Carta Magna, que alude al re
ajuste de pensiones de acuerdo a la disponibilidad presupuestal y las posibilidades de la
economía nacional; así como a la undécima disposición final, cuando indica que las dispo
siciones que exijan nuevos y mayores gastos públicos se aplican progresivamente. Según
el Tribunal, la Constitución se refiere a un incremento o un interés de mejoría del sistema.
Bajo el nuevo texto reformado, la sostenibilidad financiera es la base de todo el sistema
pensionario y debe someterse a la exigencia de la disponibilidad financiera y la progresi-
vidad de los gastos para habilitar previamente cualquier cambio o ajuste.
El problema se presentó cuando en la década de los setenta del siglo pasado, se inició
la actividad empresarial del Estado, convirtiéndose algunas entidades públicas de ciertos
sectores industriales estratégicos (petróleo, transportes, etcétera) en sociedades anónimas,
pasando su personal del régimen laboral público (Ley N° 11377) al privado (Ley N° 4916),
lo que también implicó la modificación de la estructura de sus ingresos. Tomando el ejem
plo previo, si Juan Pérez cesó en la Autoridad Portuaria del Callao como servidor públi
co, pero su puesto hoy se encuentra en ENAPU S.A., no podría darse la nivelación, pues
la Ley N° 23495 exigía la coincidencia de regímenes laborales y previsionales. Lamenta
blemente, en la práctica se habilitó por mandato judicial(16) dicha nivelación irregular, ge
nerando que muchos pensionistas percibieran prestaciones exorbitantes.
a) Las pensiones percibidas por beneficiarios que hayan cumplido 65 años o más
de edad y cuyo valor no exceda el importe de 2 Unidades Impositivas Tributarias
El citado artículo 292 fue sometido a una Acción de Inconstitucionalidad ante el Tri
bunal de Garantías Constitucionales, que reconoció la legalidad de tal medida en la sen
tencia recaída en el Expediente N° 00002-003-91-TGC, al precisar en el literal f.ii que:
“...no sería legal ni justo, que el beneficiario de una pensión, cualquiera sea la causa de
su determinación, llegara a alcanzar un nivel igual o superior a la remuneración que per
cibe el funcionario del más alto nivel administrativo del Sector al que pertenece la insti
tución o la empresa”.
Posteriormente, la Ley N° 28047 (31 de julio de 2003) fijó el monto máximo de las
pensiones del citado régimen en una UIT, pero partiendo -una vez más- de la primacía
de la teoría de los derechos adquiridos en materia previsional (impuesta por el Tribunal
Constitucional), dicho precepto no pudo ser aplicado a las pensiones ya otorgadas, razón
por la cual fue necesario elevar esta medida (el tope) a un rango constitucional.
Si bien el proyecto de reforma constitucional original del Poder Ejecutivo (2004) pos
tulaba aplicará de modo progresivo (gradual) topes a las pensiones que excedan de una
UIT, finalmente los debates generados al interior del Congreso de la República elevaron
dicho parámetro hasta dos UIT, como se aprecia del artículo 3 de la Ley N° 28449, efec
tuándose una reducción progresiva anual a las pensiones superiores a dicho monto(17)18
.
• Se alude a una entidad del Gobierno Nacional (no regional, ni local). Se legiti
ma así la participación de ésta, y no de aquella en la cual laboró el pensionista.
En línea con la reforma del artículo 11, se entiende que dicha entidad debería
ser la que administre en el futuro los regímenes de pensiones estatales.
• La nulidad de las pensiones irregulares aparece como un imperativo de ordena
miento y legitimidad del sistema.
Cabe precisar, sin embargo, que la reforma constitucional reconoce dos excepciones
a dicha nulidad:
i. Que el fondo del asunto haya sido definido por una sentencia con carácter de
cosa juzgada08), que se pronunció expresamente sobre el particular.
ii. Que el plazo para iniciar la acción hubiera prescrito. En cuanto a la prescripción,
el Tribunal Constitucional ha establecido que el plazo para interponer la demanda
(17) Sobre este aspecto y en relación el acuerdo contenido en el Tema II del V Pleno Jurisdiccional Supremo
Laboral Previsional (2017), nos hemos pronunciado en: ABANTO, César y PAITÁN, Javier. “La aplicación
de la pensión máxima (tope) en el Decreto Ley N° 20530. Interpretación del artículo 3 de la Ley N° 28449
por la Corte Suprema”. En: Soluciones Laborales N° 117, Gaceta Jurídica, 2017, pp. 34 a 44.
(18) Código Procesal Civil
Artículo 123.- Una resolución adquiere la autoridad de cosa juzgada cuando:
1. No proceden contra ella otros medios impugnatorios que los ya resueltos; o
2. Las partes renuncian expresamente a interponer medios impugnatorios o dejan transcurrir los plazos
sin formularlos.
La cosa juzgada sólo alcanza a las partes y a quienes de ellas deriven sus derechos. Sin embargo, se puede
extender a los terceros cuyos derechos dependen de los de las partes o a los terceros de cuyos derechos
dependen los de las partes, si hubieran sido citados con la demanda.
La resolución que adquiere la autoridad de cosa juzgada es inmutable, sin perjuicio de lo dispuesto en los
Artículos 178 y 407.
de nulidad de incorporación es de 10 años, contados desde la incorporación del
trabajador al régimen de pensiones del Decreto Ley N° 20530, acorde con el in
ciso 1 del artículo 2001 del Código Civil referido a las acciones personales.
Esta norma pretende retomar el proceso especial de nulidad de incorporación previs
to en la Ley N° 26835; sin embargo, partiendo de la premisa que la mayoría de actos de
incorporación irregular se produjeron entre 1980 y 1990, y que el plazo de prescripción
es de 10 años, la posibilidad de incoar con resultados favorables demandas de nulidad de
esta naturaleza resulta remota. Pese a lo expuesto, debería efectuarse una revisión de cada
uno de los casos más importantes -aquellos en los cuales el monto de pensión supere el
tope- para determinar en definitiva su viabilidad.
En la medida que el Decreto Ley N° 20530 (artículo 56) establece que el derecho para
solicitar una pensión en dicho régimen es imprescriptible, por equidad, se debería dar un
tratamiento legal especial (plazo prescriptorio distinto al establecido por el Código Civil)
para las acciones de nulidad de los actos de incorporación indebida, lo cual debería ser
evaluado seriamente de lege ferenda.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
BIBLIOGRAFÍA
ABANTO, César y PAITÁN, Javier. “La aplicación de la pensión máxima (tope) en el Decreto Ley
N° 20530. Interpretación del artículo 3 de la Ley N° 28449 por la Corte Suprema”. En: Soluciones
Laborales N° 117, Gaceta Jurídica, Lima, 2017; ALZA, Carlos y DYER, Henry. “Capacidad y es
trategia en la reforma del régimen pensionario del Decreto Ley N° 20530 o ‘cédula viva’ en el Perú”.
En: Apuntes N° 79, Universidad del Pacífico, 2016; GONZÁLES HUNT, César. “Incorporación y
desincorporación en el régimen de pensiones del Estado a la luz de la jurisprudencia constitucional”.
En: W.AA. Estudios sobre lajurisprudencia laboral yprovisional. AMAG, Lima, 2004; GONZÁLES
HUNT, César. El régimen provisional del Estado Peruano: Un repaso desde sus antecedentes hasta
su cierre definitivo. Tesis del Master de Seguridad Social CISS, Lima, 2016; HERRERA VÁSQUEZ,
Ricardo. “Los derechos adquiridos en el proceso de flexibilización de la legislación laboral y pre-
visional”. En: W.AA. Balance de la reforma laboral peruana. SPDTSS, Lima, 2001; MORALES
CORRALES, Pedro. “Alcances de la reforma constitucional del régimen pensionario del Decreto
Ley N° 20530”. En: Actualidad Jurídica N° 126, Gaceta Jurídica, Lima, 2004; NEVES MUJICA,
Javier. “La vigencia de las normas en el tiempo tras las sentencias del Tribunal Constitucional sobre
seguridad social”. En: Ius et Peritas N° 15, PUCP, Lima, 1997; NEVES MUJICA, Javier. Pensiones.
Reforma y jurisprudencia. Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2009; RUBIO CORREA, Marcial. El
Título Preliminar del Código Civil. 10a edición. Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2008.
Segunda Pago oportuno y reajuste periódico de las
pensiones
El Estado garantiza el pago oportuno y el reajuste periódico
de las pensiones que administra, con arreglo a las previsiones
presupuestarias que este destine para tales efectos, y a las
posibilidades de la economía nacional.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 10 al 12
I. Antecedente nacional
El antecedente inmediato de esta norma lo encontramos en el artículo 20 de la Cons
titución de 1979, que establecía lo siguiente:
Artículo 20.- Las pensiones de los trabajadores públicos y privados que cesan temporal
o definitivamente en el trabajo son reajustadas periódicamente teniendo en cuenta el
costo de vida y las posibilidades de la economía nacional, de acuerdo a ley.
Este dispositivo establece dos obligaciones previsionales directas y expresas para el
Estado: el pago oportuno y el reajuste periódico de las pensiones que administra; sin em
bargo, ambos actos están a su vez condicionados al cumplimiento previo de dos supues
tos: la previsión presupuestaria (destinada para aquellos) y las posibilidades reales de
la economía de nuestro país, al momento de su reconocimiento, otorgamiento y/o pago.
(1) ALMANSA PASTOR, José. Derecho de la Seguridad Social. 6a edición. Tecnos, Madrid, 1989, p. 65.
Partiendo de esta premisa, debemos señalar que los supuestos previstos (pago opor
tuno de las pensiones y su reajuste periódico) están supeditados a los factores de políti
ca económica, que a su vez se encuentran sujetos a los cambios coyunturales, financieros
y demográficos, que son prácticamente imposibles de predecir con exactitud: situaciones
temporales de un elevado índice de desocupación, bajas tasas de crecimiento, longevidad,
entre otros factores, agudizarán los conflictos distributivos(2).
La obligación del Estado de atender el pago oportuno(3) de las pensiones, así como
su reajuste periódico(4), no puede justificar un incremento de los impuestos o la aplica
ción de medidas económico-financieras que afecten a la colectividad en su conjunto, al
representar la transferencia de recursos (fondos y reservas) permanentes del Tesoro Pú
blico. Los pensionistas son, al igual que los trabajadores en actividad, un componente re
levante de la sociedad, pero existen materias (educación, salud, defensa nacional, segu
ridad interna, entre otras) que no pueden ni deben ser desatendidas ante requerimientos
dinerarios previsionales.
Una economía tan voluble como la de los países del tercer mundo, siempre expuesta
a los cambios bruscos tendientes a la inflación descontrolada, genera que el valor nomi
nal de las pensiones disminuya, y junto con él, la capacidad adquisitiva de éstas; lo cual
justifica que se programen incrementos (reajustes) de carácter temporal y gradual, por lo
general vinculados a la variación en el costo de vida y/o el índice de precios al consumi
dor (indexación).
Esto demuestra que, en la práctica, siempre se deben considerar los factores econó
micos de la seguridad social como un condicionante para el otorgamiento de cualquier in
cremento (reajuste), con mayor razón si estamos ante regímenes previsionales públicos
sujetos al modelo de reparto, en los cuales las aportaciones mensuales (colectivas, soli
darias e intergeneracionales) de los asegurados serán utilizadas de inmediato para el pago
de las prestaciones pensionarías.
(2) GARCÍA GRANARA, Femando. “La sostenibilidad financiera en los regímenes de pensiones”. En:
Derechos laborales, derechos pensionarios y justicia constitucional. Libro de ponencias del II Congreso
Nacional de la SPDTSS, Arequipa, 2006, pp. 859-860.
(3) De las dos acepciones que la vigésimo tercera edición del Diccionario de la Real Academia Española nos
brinda en relación al concepto “oportuno”, consideramos pertinente para este comentario el numeral 1:
que se hace o sucede en tiempo a propósito y cuando conviene.
(4) De las seis acepciones que el citado Diccionario nos brinda en relación al concepto “periódico”, considera
mos pertinente para este comentario el numeral 2: que se repite con frecuencia a intervalos determinados.
Corroborando esta afirmación, vemos que en el fundamento 50 de la STC Exp.
N° 00050-2004-AI/TC, el Tribunal Constitucional ha reconocido -entre otros- al prin
cipio del Equilibrio Presupuestal como uno de los pilares o bases fundamentales que la
propia Carta Magna ha establecido en materia de seguridad social en pensiones:
50. Constitucionalmente se ha previsto, como parte del artículo 78, que todo pre
supuesto del Estado debe contar con un equilibrio financiero que permita que la
progresividad antes enunciada sea real y no ficticia, respecto a un grupo limitado
de personas, como ocurre con los beneficiarios del régimen pensionario del Decreto
Ley N° 20530. Por ello, cuando en el artículo 87 de la Carta Magna se prescribe
que se fomenta y garantiza el ahorro, se está condicionando incluso la actividad del
propio Estado, puesto que no se trata de un ahorro simplemente particular, según
un análisis microeconómico, sino también de uno que, a través de los instrumentos
macroeconómicos, redunde en el presupuesto público. Es decir, el Estado debe, al
momento de sufragar los costes del pago de una pensión, observar el principio
del equilibrio en su presupuesto (...).
Si bien compartimos la opinión de Gonzáles y Paitán(5), en el sentido que la seguri
dad social no debe ser considerada un gasto innecesario, sino un gasto obligatorio y nece
sario: una inversión económica y social que garantice o, al menos, permita mantener una
vida digna para toda la población -en especial, los más vulnerables (adultos mayores y
personas con discapacidad en situación de pobreza extrema)-, ello no debe ser condición
habilitante para asumir una actitud laxa ante la prioridad de asegurar los recursos reales y
tangibles que permitan afrontar el pago de las prestaciones previsionales.
(5) GONZALES, César y PAITÁN, Javier. El derecho a la seguridad social. Fondo Editorial de la PUCP,
Lima, 2017, p. 154.
(6) FEHER, Csaba y DE BIDEGAIN, Ignatius. Los planes de pensiones en la crisis de la COVID-19: impacto
y consideraciones en materia de políticas. FMI, Washington D.C., 2020, p. 7.
De acuerdo con un informe del 2019, elaborado por el BID(7), en el periodo 2000 a
2015, el gasto del SNP fue de 1.1 % del Producto Bruto Interno (PBI). El régimen militar
policial ha implicado gasto promedio anual de 0.29 %; su tendencia parece ser constan
te. El Decreto Ley N° 20530 fue cerrado definitivamente a nuevos trabajadores con la re
forma constitucional del 2004: actualmente continúa desfinanciado, pero el déficit se ha
reducido (el período 2000-2015 gastó anualmente 1.35% del PBI). Sus proyecciones in
dican que, en ausencia de reformas y aun considerando un escenario conservador, el gas
to del SNP será tres veces mayor hacia el 2075, llegando a 3.1 % del PBI; a esto hay que
añadir el gasto asociado a la pensión no contributiva (Pensión 65 y Programa Contigo),
que puede oscilar entre el 0.5 % y el 1.14% del PIB, dependiendo de los criterios de fo-
calización e indexación futura y el gasto asociado a los regímenes especiales de reparto
que permanecen abiertos.
Las cifras y perspectivas mencionadas nos reconfirman que el sistema previsional está
sujeto a la volatilidad de diversos factores; por tanto, resulta lógico y plenamente com
prensible que la garantía del pago y reajuste de las prestaciones pensionarías dependa pre
cisamente de criterios económico-financieros.
(7) BOSCH, Mariano (et al). Diagnóstico del sistema de pensiones peruano y avenidas de reforma. BID,
Washington D.C., 2019, pp. 31-32.
(8) STC Exp. N° 00002-2003-AI/TC, f. j. 14, tercer párrafo.
al reajuste periódico no se puede entender como una autorización para disminuir las
pensiones de quienes tienen el derecho adquirido, sino por el contrario, para incre
mentarlas, a fin de garantizar el derecho a una vida digna del pensionista y sus familiares.
Precisa el Tribunal que esta interpretación es concordante con la undécima disposición final
de la misma Carta Magna, que prevé la aplicación progresiva de las disposiciones consti
tucionales -como la comentada- que requieren nuevos o mayores gastos; agregando, que
el término progresividad, en materia de pensiones, no puede (nunca) interpretarse como si
nónimo de regresividad, ni siquiera como de “mantenimiento” de un statu quo previsional.
Dejamos constancia que no compartimos la tesis del Tribunal, en el sentido que el rea
juste alude necesariamente a un incremento, pues en la eventualidad que existiera un resul
tado negativo de un estudio actuarial realizado por el Ministerio de Economía y Finanzas,
respecto de la situación real de los fondos y reservas previsionales o, incluso, una situación
que justifique de manera válida e incuestionable la necesidad de realizar una modificación
in peius; no solo podría quedar en suspenso o sin efecto un reajuste, sino inclusive dismi
nuirse las prestaciones otorgadas, en tanto la limitación no implique una afectación de la
pensión mínima del régimen respectivo, permitiendo la atención de las necesidades básicas.
(...)
Las pensiones superiores al valor de dos (2) UIT vigentes a la fecha de promulgación
de la presente Ley, se reducirán anualmente a razón de dieciocho por ciento (18%)
hasta el año en el que dicha pensión alcance el tope vigente correspondiente.
Otro caso de reducción de la pensión fue el que derivó de la aplicación de la reforma
constitucional de 2004, pues al ser suprimida la nivelación como mecanismo de reajuste
del régimen del Decreto Ley N° 20530, incluso quienes obtuvieron una pensión por en
cima del tope máximo por mandato judicial (cosa juzgada), vieron afectadas dichas sen
tencias, que ajuicio del Tribunal (Exp. N° 00050-2004-AI/TC, fundamento 116), devi
nieron en inejecutables:
(9) El procedimiento de reducción gradual fue desarrollado por el Decreto Supremo N° 017-2005-EF y la Ley
N° 28789.
¿Significa ello que a las personas que hayan sido favorecidas por dichas resoluciones
judiciales no les resulta aplicable la reforma constitucional aprobada a pesar de que
este Tribunal la encuentre válida? Desde luego, la respuesta es negativa. (...)
... no es que la reforma constitucional acarree la nulidad de resoluciones judiciales,
ni mucho menos que desconozca el principio de cosa juzgada. Lo que ocurre es que
algunos de los fundamentos jurídicos que condicionaron que las resoluciones judiciales
a las que hacen alusión los demandantes sean estimatorias, han sido modificados, e
incluso, expresamente proscritos constitucionalmente (así resulta del nuevo contenido
de los artículos 103 y primera disposición final y transitoria de la Constitución). En
consecuencia, han devenido en inejecutables. (...)
Finalmente, sin perjuicio de lo señalado en los precedentes, nos queda claro que el
tema previsional suele ser uno de la menor importancia dentro de las prioridades del Es
tado. Como muestra de ello, recordar que el 2 de mayo de 2019 fue publicado el Decreto
Supremo N° 139-2019-EF, norma por la cual se reajustaron las pensiones del SNP después
de 18 años, pues el último ajuste previo fue el dispuesto a través del Decreto de Urgencia
N° 105-2001. En sentido similar, y a pesar de que la reforma constitucional data del 2004,
hasta hoy no se ha realizado el reajuste de los pensionistas menores de 65 años del Decre
to Ley N° 20530 (artículo 4, literal b). Esperamos que esto cambie en un futuro cercano.
En efecto, no solo para proceder al reajuste, sino inclusive para asegurar el pago opor
tuno de las pensiones se requiere de un análisis previo de la situación económico-financie
ra del país, en el cual se determine la posibilidad real de proceder con la atención de las
prestaciones pensiones de los regímenes administrados por el Estado.
Como se recordará, tomando en cuenta las variables del año 2003, solo el pago de las
pensiones de los regímenes de los Decretos Leyes N° 19990 y N° 20530 representaron un
monto superior a los U$ 2,000 millones de Dólares Americanos anuales, que contó con
un subsidio estatal que representó el 16 % del total del gasto público. En tal sentido, po
dríamos afirmar que los sistemas previsionales públicos resultan inviables financieramente
(en el tiempo), rebasando así todas las posibilidades económicas nacionales, en tanto no
se recurra a los subsidios públicos mensuales.
Desde una óptica técnico-económica del sistema, Bemal(12) sostiene que “si bien la co
bertura ha aumentado desde 2000 en adelante, esta continúa siendo muy reducida a com
paración de los diferentes países de la región. En particular, se hace evidente que la mayo
ría de las personas que no se encuentran cubiertas por el sistema son los trabajadores
de ingresos más bajos y los trabajadores independientes. Esto es un problema, porque
todavía no se han diseñado políticas previsionales atractivas para este grupo, que no tie
ne la obligación de afiliarse a ningún subsistema. No obstante, este hecho tampoco quie
re decir que está población se encuentre completamente desprotegida frente a la vejez, ya
que puede que estén ahorrando a través de otros medios”.
Hace varios años fue presentado el Informe Final de la Comisión de Protección So
cial nombrada al inicio del gobierno, sin embargo, hasta la fecha no se ha tomado co
nocimiento de acciones concretas o planes estratégicos que se hayan proyectado para la
(10) Como la Ley N° 31083 (4 de diciembre de 2020), que aprobó un procedimiento especial de devolución
de los aportes de la ONP y pudo representar al Estado un desembolso de casi 17 mil millones de Soles del
Tesoro Público.
(11) MONTOYA CHÁVEZ, Victorhugo. “El principio previsional de sostenibilidad financiera en la jurispru
dencia constitucional”. En: lus et Veritas N° 36, PUCP, Lima, 2008, p. 316.
(12) BERNAL LOBATO, Noelia. El sistema de pensiones en el Perú. Institucionalidad, gasto público y sos
tenibilidadfinanciera. CEPAL, Santiago de Chile, 2020, p. 63.
implementación o, cuando menos, al análisis de la viabilidad de las propuestas formula
das. En materia de pensiones, la Comisión planteó las siguientes propuestas:
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
|gj| La sostenibilidad financiera del Estado es un criterio que debe ser considerado al momento
de realizar el reajuste periódico de las pensiones de las personas menores de sesenta y
cinco años no significa que tal criterio pueda impedir que el reajuste tenga lugar: STC Exp.
N° 00050-2004-PI/TC (f.j. 141).
(¡J Debe tenerse en cuenta las posibilidades presupuestarias para que el ejercicio del derecho
fundamental a la pensión sea efectivo y exista un total respeto de la dignidad humana: STC
Exp. N° 01776-2004-AA/TC (f. j. 34, e).
BIBLIOGRAFÍA
ABANTO, César y PAITÁN, Javier. Los regímenes de pensiones de la seguridad social en lajurispru
dencia. Gaceta Jurídica, Lima, 2019; ALMANS A PASTOR, José. Derecho de la Seguridad Social. 6a
edición. Tecnos, Madrid, 1989; COMISIÓN DE PROTECCIÓN SOCIAL. “Propuestas de reformas
en el sistema de pensiones, financiamiento en la salud y seguro de desempleo”. Lima, 2017; FEHER,
Csaba y DE BIDEGAIN, Ignatius. Los planes de pensiones en la crisis de la COVID-19: impacto y
consideraciones en materia de políticas. FMI, Washington D.C., 2020; BERNAL LOBATO, Noelia. El
sistema de pensiones en el Perú. Institucionalidad, gasto público y sostenibilidadfinanciera. CEPAL,
Santiago de Chile, 2020; BOSCH, Mariano (et al). Diagnóstico del sistema de pensiones peruano y
avenidas de reforma. BID, Washington D.C., 2019; GARCÍA GRANARA, Femando. “La sosteni
bilidad financiera en los regímenes de pensiones”. En: Derechos laborales, derechos pensionarios y
justicia constitucional. Libro de ponencias del II Congreso Nacional de la SPDTSS, Arequipa, 2006;
GONZALES, César y PAITÁN, Javier. El derecho a la seguridad social. Fondo Editorial de la PUCP,
Lima, 2017; MONTOYA CHÁVEZ, Victorhugo. “El principio previsional de sostenibilidad financiera
en la jurisprudencia constitucional”. En: Ius et Peritas N° 36, PUCP, Lima, 2008.
Tercera Prohibición de acumular periodos de
trabajo de regímenes diferenciados
En tanto subsistan regímenes diferenciados de trabajo entre
la actividadprivada y la pública, en ningún caso y por ningún
concepto pueden acumularse servicios prestados bajo ambos
regímenes. Es nulo todo acto o resolución en contrario.
CONCORDANCIAS:
D.Leg. 276; D.S. 005-90-PCM; D.S. 003-97-TR; D. Leg. 1057; D.S. 075-2008-PCM
I. Antecedente nacional
Esta disposición es una norma que no tiene antecedente en la Constitución de 1979.
(1) ABANTO, César y PAITAN, Javier. Instituciones del régimen laboral público. Gaceta Jurídica, Lima,
2020, p. 13.
La relación entre la administración pública y el personal a su servicio, que pone en
marcha la maquinaria del Estado, constituye lo que conocemos como “empleo público”.
Este, es definido como el conjunto de relaciones laborales que vinculan al Estado en su
posición de empleador, con sus trabajadores públicos sujetos al régimen de carrera o bajo
el régimen laboral privado, trabajadores de empresas públicas, entre otros(2).
En dicho escenario, será desde de la Constitución que se perfilarán las líneas maestras
de esta rama del Derecho Público, recogiéndose una serie menciones sobre el empleo pú
blico y la función pública (básicamente, los artículos 39 al 42). El ejercicio de la función
pública -por parte de los trabajadores estatales- permite garantizar la prestación de los ser
vicios, dejando clara la diferencia en la pertenencia al sector público (artículo 42) y al sec
tor privado (artículo 28). Esta separación sigue siendo profunda, pues obedece a razones de
tradición histórica y jurídica, recogida, sustentada y reforzada en la actual Carta Magna(3).
Según la Autoridad Nacional del Servicio Civil - SERVIR, ente rector del Sistema
Administrativo de Gestión de Recursos Humanos, laboran en la administración pública
más de 1,4 millones de trabajadores -en los tres niveles de gobierno (nacional, regional
y local)- y cada año ingresan más de 50 mil nuevos servidores, incrementando la plani
lla pública en más de mil millones de Soles, lo cual representa un considerable gasto con
tinuo para el país.
Asimismo, dicha entidad precisa que existen más de 500 normas sobre empleo pú
blico y una planilla con cerca de 400 conceptos de pago. Por si ello fuera poco, en la ad
ministración estatal encontramos diversos regímenes laborales, como el Decreto Legis
lativo N° 276 (34 % de trabajadores estatales), el Decreto Legislativo N° 728 (25 %) y
el Decreto Legislativo N° 1057 (37 %), que coexisten con otras modalidades de contra
tación: (i) el régimen de los Gerentes Públicos, creado por Decreto Legislativo N° 1024;
(ii) el régimen del Fondo de Apoyo Gerencial al Sector Público (FAG), creado por Decre
to Ley N° 25650; (iii) el régimen del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD); y, (iv) el régimen de contratación del Personal Altamente Calificado en el Sec
tor Público (PAC), regulado por Ley 29806. A ellos, hay que agregar además las carreras
especiales: profesorado y magisterio, de los docentes universitarios, de los profesionales
de la salud, de los magistrados, de los fiscales, de los diplomáticos, de los servidores pe
nitenciarios, y de los militares y policías. Estos trabajadores cumplen reglas diferentes,
perciben beneficios desiguales y poseen distintas obligaciones que, en la práctica, origi
nan inequidades para los trabajadores del Estado, generando así un desvalor en el ejerci
cio de la función pública.
(2) MIRANDA HURTADO, Guillermo. “Instituciones y perspectivas del Derecho Laboral Público”. En:
Derecho & Sociedad W 23, PUCP, Lima, 2004, p. 62.
(3) PASCO COSMOPOLIS, Mario. “Consideraciones acerca del contrato administrativo de servicios”. En:
Laborem N° 9, SPDTSS, Lima, 2009, p. 113.
Por ello, cumplir con ordenar la planilla pública, mejorar la calidad del servicio y re
valorar la función pública, a través de profesionalizar el empleo público otorgando mejo
res y mayores condiciones a los trabajadores, sobre la base de la meritocracia, es el obje
tivo central de la reforma del servicio civil que, hasta la fecha, lamentablemente continúa
incompleta.
En dicho escenario histórico, como anota Álvarez(4), el rol del Estado en la economía
peruana durante el siglo XX tiene un punto de ruptura con el predominante rol asumido a
partir del gobierno militar de finales de los sesenta, mediante un sustancial incremento en
su propiedad y el control de los llamados “sectores clave”, así como la implementación
de una vasta serie de disposiciones para orientar y regular la actividad del sector privado.
Puede afirmarse que las actividades desarrolladas por el Estado no respondían a un pro
yecto específico que considerara la participación estatal, sino a problemas concretos que
se presentaban en el funcionamiento del modelo imperante y como un modo de contra
rrestar desequilibrios coyunturales.
En 1968, con el gobierno militar, se produjo una expansión del rol del Estado en la
economía, de modo que se convierta en su principal agente y en el promotor y conductor
del desarrollo. Para ello, su función no se limitaría al apoyo financiero, a la prestación de
servicios básicos y a la provisión de la infraestructura para el desarrollo, sino que incluiría
una decisiva participación directa en la propiedad de los sectores estratégicos de la eco
nomía, especialmente en los ligados a la explotación de los recursos naturales (petróleo,
minería y pesca) y a la industria básica (acero, metales no ferrosos, química, fertilizantes,
cemento y papel). Ello se ejecutó con el objetivo de limitar la dependencia de los capita
les extranjeros, razón por la cual, junto a otras medidas de escasa eficacia -como la refor
ma agraria-, se procedió a la expropiación de la International Petroleum Company (IPC),
entonces subsidiaria de Standard Oil, para crear en su reemplazo a la empresa estatal Pe
tróleos del Perú S.A. (PETROPERÚ).
(4) ÁLVAREZ RODRICH, Augusto. “La actividad empresarial del Estado en el Perú”. En: Apuntes N° 16,
Universidad del Pacífico, Lima, 1985, pp. 4-5.
laboral de la actividad pública (Ley N° 11377, luego: Decreto Legislativo N° 276) mi
gren internamente al régimen laboral de la actividad privada (Ley N° 4916, luego: De
creto Legislativo N° 728).
Por ello, el inciso b del artículo 14 del Decreto Ley N° 20530, establecía de forma
textual, expresa e incuestionable:
(•••)
b) Al Sector Público, bajo el régimen laboral de la actividad pública, con los pres
tados al mismo sector, bajo el régimen laboral de la actividad privada (...).
A pesar de la claridad de dicha prohibición, en la práctica, miles de servidores del Es
tado que habían variado de régimen como consecuencia de las medidas antes menciona
das, obtuvieron el reconocimiento de una incorporación indebida al referido régimen pre
visional público y, en otros casos, la nivelación irregular de sus pensiones estatales con las
remuneraciones de los trabajadores en actividad que estaban sujetos a las reglas del régi
men laboral privado, en directa contradicción con las reglas que se establecieron para la
aplicación de dicho beneficio, desarrolladas por la Ley N° 23495.
Como anotan Luyo y Bazán(5)6 , en la actualidad, bajo los alcances del artículo 60 de
la Constitución de 1993 y las normas correspondientes^, se ha establecido un procedi
miento por el cual el Fondo Nacional de Financiamiento de la Actividad Empresarial
del Estado (FONAFE) debe delimitar y autorizar el desarrollo de actividades empresa
riales por parte del Estado. Para ello, se determinó que dicha entidad podía solicitar la
opinión del INDECOPI y del titular del sector al que se encontraba adscrita la empre
sa pública en cuestión, con la finalidad de poder emitir un informe dentro del ámbito
de sus respectivas funciones. En el desarrollo de dichas evaluaciones, se ha determina
do que la actividad empresarial del Estado se encontraría sujeta a tres requisitos concu
rrentes y obligatorios:
(5) LUYO, Michael y BAZÁN, Víctor. “Esclareciendo la actividad empresarial del Estado: hacia una cons
trucción adecuada de sus actividades no económicas”. En: Derecho & Sociedad^0 49, PUCP, Lima, 2017,
pp.190-191.
(6) Por ejemplo, el Decreto Supremo N° 034-2001-PCM.
i. La habilitación por ley expresa,
ii. El carácter subsidiario de la actividad empresarial del Estado, y
iii. El objetivo de alto interés público o de manifiesta conveniencia nacional.
En tal sentido, más allá de las medidas implementadas como consecuencia de la re
forma constitucional previsional del 2004, lo cierto es que a inicios de los noventa resul
taba indispensable incorporar en la Constitución una norma como la analizada, a efectos
de establecer en el máximo nivel posible la prohibición legal que había sido incumpli
da reiteradamente.
Ante esta situación, que ponía en peligro los recursos previsionales y la economía na
cional, el gobierno expide el Decreto Legislativo N° 817 - Ley del Régimen Previsional a
(7) La norma precisaba que no estaban comprendidos bajo sus alcances los casos contemplados en las Leyes
N° 25146, N° 25219 y N° 25273, referidas a trabajadores sujetos al régimen del Decreto Ley N° 11377
que, por imperio de la ley y sin solución de continuidad (de forma inmediata: sin intervalos), pasaron al
régimen laboral de la actividad privada.
(8) CALDERÓN VERA, Víctor. “El plazo legal en la facultad administrativa de declarar la nulidad de sus <
propias resoluciones”. En: Diálogo con la Jurisprudencia, Gaceta Jurídica, Lima, abril 2001, pp. 28-38.
cargo del Estado (23 de abril de 1996), en cuyo artículo 4 se otorga a la Oficina de Norma
lización Previsional (ONP) la competencia exclusiva para el reconocimiento y calificación
de los derechos pensionarios legalmente obtenidos al amparo del Decreto Ley N° 20530.
En el segundo párrafo de la citada norma se dispuso que la declaración de nulidad (admi
nistrativa) de los actos indebidos e irregulares era imprescriptible. Como era previsible,
la norma fue sometida a una acción de inconstitucionalidad, misma que fue resuelta por
el Tribunal Constitucional mediante la sentencia recaída en el Expediente N° 00008-96-1/
TC, que declaró -entre otros puntos- la inconstitucionalidad de esta facultad, en tanto la
nulidad administrativa se debe sujetar a los plazos fijados por ley.
(9) Antes de la existencia de esta norma, el plazo para acudir a la sede judicial y la vía procesal correspondiente
no habían sido precisados legalmente, como señaló correctamente: GASTIABURÚ JASHIMOTO, Carlos.
“La nulidad administrativa de los actos de incorporación y el Registro 20530”. En: Asesoría Laboral W 75,
Lima, 1997, p. 9.
(10) El 11 de julio de 1962 se dicta un decreto supremo (sin número) con disposiciones reglamentarias para la
Caja del Seguro Social del Empleado, estableciendo -entre otros puntos- que quienes ingresen al Estado
a partir del día siguiente, se afiliarían a dicha Caja.
No obstante, la inclusión del beneficio de la nivelación, a partir de la entrada en vigen
cia de la Constitución de 1979, que permitía a los pensionistas con 20 o más años de ser
vicios a percibir el mismo monto del haber del servidor en actividad con su mismo cargo,
en la misma entidad y bajo el mismo régimen laboral y previsional (efecto espejo o cédu
la viva), así como acceder automáticamente a sus posteriores incrementos, originó que se
efectuaran diferentes perforaciones a dicho régimen, permitiendo así la incorporación de
trabajadores que no estaban comprendidos en el diseño original del mismo.
• Ley N° 24366, del 20 de noviembre de 1985, que incorporó a todos aquellos fun
cionarios y servidores públicos que al 26 de febrero de 1974 (fecha de promul
gación del Decreto Ley N° 20530) tuvieran 7 o más años de servicios al Estado.
Como se aprecia, esta norma varió la fecha de ingreso al régimen, moviéndola
de 1962 a 1967.
• Ley N° 25066, del 21 de junio de 1989, que incorporó a todos aquellos servido
res y funcionarios públicos que al 26 de febrero de 1974 hubiesen tenido la con
dición de nombrados o contratados y que mantuvieran vínculo laboral vigen
te con el Estado al 23 de julio de 1989. Como se aprecia, esta norma varió (aún
más) la fecha de ingreso al régimen, moviéndola de 1967 a 1974.
• Ley N° 25146, del 20 de diciembre de 1989, que incorporó a los trabajadores
del Banco de la Nación al régimen, a pesar de que sus trabajadores estaban su
jetos a las normas laborales de la actividad privada.
• Ley N° 25212, del 20 de mayo de 1990, que incorporó a los profesores del Sec
tor Público Nacional al régimen.
• Ley N° 25273, del 17 de julio de 1990, que incorporó a los trabajadores de las
empresas públicas al régimen, a pesar de que sus trabajadores estaban sujetos a
las normas laborales de la actividad privada.
• Decreto Legislativo N° 767, del 29 de noviembre de 1991, que estableció para
los magistrados del Poder Judicial el beneficio de acceder a pensión de cesan
tía solo con 10 años de servicios, cuando la regla general era de 12 años y me
dio para las mujeres y 15 años para los hombres.
De esta manera los afiliados al régimen se multiplicaron de forma exponencial (se es
tima que los beneficiarios del Decreto Ley N° 20530 pasaron de 30,000 -calculados ini
cialmente a su creación- a más de 330,000(11)), convirtiendo al sistema en uno absoluta
(11) https://www.mef.gob.pe/contenidos/pol_econ/documentos/sistemas_pensiones.pdf
mente inviable, puesto que este régimen pensionario originalmente solo comprendía a un
reducido número de servidores que estaban sujetos al régimen laboral estatutario (Ley
N° 11377); sin embargo, durante la década de los ochenta del siglo pasado, por razones
principalmente de índole político, el régimen fue “abierto” por dichas normas de excep
ción, incorporando a miles de trabajadores de empresas estatales y organismos públicos,
que en su mayoría estaban sujetos al régimen laboral de la actividad privada (Ley
N° 4916), originando una sobrepoblación de los pensionistas -incluidos sus derechohabien-
tes- y la consecuente afectación directa al tesoro público y al presupuesto de las entidades
estatales que tenían la obligación de asumir el pago de las pensiones de dicho régimen(12).
En tal sentido, no se justifica que quien ha percibido los beneficios de un régimen la
boral más beneficioso también pueda acceder a un sistema pensionario -el del Decreto
Ley N° 20530- que resulta más ventajoso, en relación al SNP (incluso al Sistema Privado
de las AFP), pues el modelo previsional público fue concebido para regular las prestacio
nes de los trabajadores estatales, que soportaron condiciones laborales menos favorables.
Este beneficio fue desarrollado luego por la Ley N° 23495 (19 de enero de 1982), que
junto con su Reglamento (Decreto Supremo N° 015-83-PCM) establecen las disposiciones
(12) GONZÁLES HUNT, César. El régimen previsional del estado peruano: un repaso desde sus antecedentes
hasta su cierre definitivo. Tesis del Master de Estudios Avanzados en Seguridad Social (CISS), Lima, 2016,
p.21.
en tomo a la aplicación de la nivelación pensionaría. El artículo 1 de la citada ley estable
cía textualmente lo siguiente:
Artículo 1.- La nivelación progresiva de las pensiones de los cesantes con más de
20 años de servicios y de los jubilados de la Administración Pública no sometidos al
régimen del Seguro Social o a otros regímenes especiales, se efectuará con los haberes
de los servidores públicos en actividad de las respectivas categorías (...).
En forma complementaria, el artículo 2 del Reglamento precisaba que:
Artículo 2.- (...) para los efectos de la nivelación de pensiones a que se refiere la
Ley se consideran los servicios prestados bajo el régimen del Decreto Ley N° 20530,
que unifica e integra las normas y disposiciones relativas al régimen de pensiones del
personal de la Administración Pública.
Posteriormente, el Decreto Legislativo N° 817 (artículo 7, segundo párrafo) dispuso que:
Quinta.- (...)
La ONP procederá a establecer los cargos públicos equivalentes en cada caso, a efecto
dél pago de las pensiones de los trabajadores que, por excepción establecida por ley
expresa gozan válidamente pensión del régimen del Decreto Ley N° 20530 sin haber
tenido al cese la calidad de servidores públicos.
Como se aprecia, la ONP elaboraría -por cada entidad- un Cuadro de Equivalencias
entre los cargos públicos existentes y las escalas ocupacionales derivadas de la conver
sión al régimen laboral privado.
Fue recién el 18 de junio de 2003 que mediante la sentencia del Tribunal Constitucio
nal recaída en el Expediente N° 00189-2002-AA/TC (Carlos Maldonado Duarte contra la
Superintendencia de Banca y Seguros) que se establecieron -con carácter de precedente
obligatorio- los siguientes parámetros:
15. (...) la nivelación a que tiene derecho un pensionista que goza de pensión nive-
lable debe efectuarse con referencia al funcionario o trabajador de la administración
pública que se encuentre en actividad, del nivel y categoría que ocupó el pensionista
al momento del cese (...).
16. (...) la pretensión de nivelar la pensión del demandante con la remuneración
que percibe un trabajador activo de régimen laboral de la actividad privada (...) no
procede (...).
Con la aprobación de la reforma de la primera disposición final de la Constitución de
1993 (Ley N° 28389), así como la reestructuración del régimen del Decreto Ley N° 20530
(Ley N° 28449), ha sido suprimida la nivelación, estableciéndose en su reemplazo, un me
canismo más objetivo de reajuste previsional, sujeto a la edad de los pensionistas.
(13) LOHMANN LUCA DE TENA, Guillermo. El negocio jurídico. Grijley, Lima, 1997, p. 526.
Para Danós(14), el artículo 9 de la Ley del Procedimiento Administrativo General
(LPAG, cuyo Texto Único Ordenado fue aprobado por el Decreto Supremo N° 004-2019-
JUS) consagra por primera vez, de manera expresa, en nuestro ordenamiento, la presun
ción de validez de los actos administrativos, conforme al cual todo acto se considera vá
lido en tanto su nulidad no sea expresamente declarada en sede administrativa, mediante
los mecanismos que la ley establece, o en sede judicial.
Dicho principio consagra una presunción iuris tantum (admite prueba en contrario) y
tiene por fundamento la necesidad de asegurar que la Administración Pública pueda rea
lizar sus funciones en tutela del interés público, sin que los llamados a cumplir sus deci
siones puedan obstaculizar las actuaciones de la administración sobre la base de cuestio-
namientos que no hayan sido confirmados por las autoridades administrativas o judiciales
competentes para controlar la legalidad de los actos administrativos.
La nulidad de pleno derecho requiere ser expresamente declarada por los órganos
legitimados para hacerlo; por tanto, no opera de manera automática. En nuestro or
denamiento administrativo procedimental no es posible sostener que un acto administra
tivo es nulo y no surte efecto alguno por más grave que sea el vicio de que padezca, si es
que no ha sido expresamente calificado como tal por autoridad competente conforme a los
procedimientos establecidos legamente.
Es por ello, que el inciso 1 del artículo de la LPAG establece expresamente lo siguiente:
(14) DANÓS ORDÓÑEZ, Jorge. “Régimen de la nulidad de los actos administrativos en la nueva Ley N° 27444”.
En: W.AA. Comentarios a la Ley del Procedimiento Administrativo General. ARA Editores, Lima, 2003,
pp. 227-228.
Dicha causal, en tanto sanciona con nulidad la contravención a todo tipo de norma le
gal, incluso la reglamentaria, está puntualizando las diferencias entre el acto administra
tivo como una declaración de la Administración Pública, en el marco de normas de dere
cho público, con respecto de los reglamentos, porque mientras que el reglamento forma
parte del ordenamiento jurídico (es fuente de derecho), el acto administrativo es produ
cido en el seno del mismo y constituye una aplicación concreta de dicho ordenamiento.
Por esta razón, un acto administrativo no puede contravenir disposiciones constituciona
les, legales o reglamentarias, sin importar que éstas últimas hayan sido dictadas por auto
ridades de inferior jerarquía o incluso por la misma autoridad que dictó el acto adminis
trativo en cuestión.
Cabe resaltar, que en la medida que el inciso b del artículo 14 del Decreto Ley N°
20530 era una norma imperativa de orden público, no tendría que ser necesario prever
una sanción de orden expreso contra su vulneración, pues ante estas situaciones la doc
trina entiende que se está ante la denominada nulidad virtual(16); pero en la medida que
se habían producido una serie de incorporaciones indebidas y nivelaciones irregulares
en el citado régimen previsional, plasmadas en actos y resoluciones que -a decir del Po
der Judicial y del Tribunal Constitucional- no podían anularse en sede administrativa, al
haber vencido el plazo legal, el legislador consideró necesario elevar esta sanción a ni
vel constitucional.
(15) MORÓN URBINA, Juan Carlos. Comentarios a la Ley del Procedimiento Administrativo General. Tomo
I, 14a edición. Gaceta Jurídica, Lima, 2019, pp. 259-260.
(16) LOHMANN LUCA DE TENA, Guillermo. Ob. cit., pp. 542-544. Quien precisa que las nulidades virtuales,
también llamadas tácitas, son aquellas que se inducen de los principios generales de la nulidad y de las
causales previstas para dar origen a la sanción, y reposan en el principio recogido en la misma ley de que
no se puede pactar contra normas imperativas o que interesan al orden público o a las buenas costumbres.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
fj) Si la recurrente se encuentra afiliada al Sistema Privado de Pensiones- AFP Unión Vida, no
es posible admitir su pedido de reincorporación al Régimen Pensionario del Decreto Ley
N° 20530 dentro del Sistema Nacional de Pensiones, en tanto son dos regímenes diferentes
e incompatibles por naturaleza, máxime si la persona no se ha desafiliado de la AFP con la
cual firmó un contrato de afiliación: STC Exp. N° 00581-2007-PA/TC, (f. j. 6).
[jj] No corresponde percibir pensión de cesantía del Decreto Ley 20530, si se ha laborado
bajo el régimen laboral de la actividad privada y para el régimen laboral público, estando
prohibida la acumulación de tiempo de servicios prestados en los regímenes laborales
público y privado: STC. Exp. N° 00830-2012-PA/TC, (f.j. 10).
BIBLIOGRAFÍA
ABANTO, César y PAITÁN, Javier. Instituciones del régimen laboral público. Gaceta Jurídica,
Lima, 2020; ÁLVAREZ RODRICH, Augusto. “La actividad empresarial del Estado en el Perú”. En:
Apuntes N° 16, Universidad del Pacífico, Lima, 1985; CALDERÓN VERA, Víctor. “El plazo legal
en la facultad administrativa de declarar la nulidad de sus propias resoluciones”. En: Diálogo con
la Jurisprudencia, Gaceta Jurídica, Lima, abril 2001; DANÓS ORDÓÑEZ, Jorge. “Régimen de la
nulidad de los actos administrativos en la nueva Ley N° 27444”. En: WAA. Comentarios a la Ley
del Procedimiento Administrativo General. ARA Editores, Lima, 2003; GASTIABURÚ JASHI-
MOTO, Carlos. “La nulidad administrativa de los actos de incorporación y el Registro 20530”. En:
Asesoría Laboral W 75, Lima, 1997; GONZALES HUNT, César. El régimenprevisional del Estado
peruano: un repaso desde sus antecedentes hasta su cierre definitivo. Tesis del Master de Estudios
Avanzados en Seguridad Social (CISS), Lima, 2016; LOHMANN LUCADE TENA, Guillermo. El
negociojurídico. Grijley, Lima, 1997; LUYO, Michael y BAZÁN, Víctor. “Esclareciendo la actividad
empresarial del Estado: hacia una construcción adecuada de sus actividades no económicas”. En:
Derecho & SociedadN° 49. PUCP, Lima, 2017, MIRANDA HURTADO, Guillermo. “Instituciones
y perspectivas del Derecho Laboral Público”. En: Derecho & Sociedad N° 23, PUCP, Lima, 2004;
MORÓN URBINA, Juan Carlos. Comentarios a la Ley del Procedimiento Administrativo General.
Tomo 1,14a edición. Gaceta Jurídica, Lima, 2019; PASCO COSMÓPOLIS, Mario. “Consideraciones
acerca del contrato administrativo de servicios”. En: Laborem N° 9, SPDTSS, Lima, 2009.
Cuarta Interpretación de las normas sobre
derechos y las libertades conforme a los
tratados internacionales en esta materia
Las normas relativas a los derechos y a las libertades que la
Constitución reconoce se interpretan de conformidad con la
Declaración Universal de Derechos Humanos y con los tra
tados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias
ratificados por el Perú.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 1, 3,43; C.P.Ct; art. VIII; D.U.D.H.: art. 28
(1) Caso setenta y cuatro congresistas de la República, contra los artículos 1, 2, 3 y la primera y segunda
disposición final y transitoria de la Ley N° 26281, Exp. N° 005-2003-AI/TC, f. j. 21.
(2) Constitución española
“Artículo 10
(...)
2. Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se
interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los tratados
y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España”.
(3) FREIXES SANJUÁN, Teresa. “La Constitución y el sistema de derechos fundamentales y libertades
establecen que “(...) los textos internacionales ratificados por España pueden desplegar
ciertos efectos en relación con los derechos fundamentales, en cuanto pueden servir para
configurar el sentido y alcance de los derechos recogidos en la Constitución, como hemos
mantenido, en virtud del artículo 10.2”* (4) y para interpretar el perfil exacto del contenido
de los derechos y libertades(5).
Caso distinto es el que planteaba el artículo 105 de la Constitución de 1979. Esta nor
ma disponía: “Los preceptos contenidos en los tratados relativos a derechos humanos, tie
nen jerarquía constitucional”. La disposición era clara, por mandato de ella, los tratados
de derechos humanos adquirían jerarquía constitucional, situación diferente a la Constitu
ción de 1993. Bajo la vigencia del artículo 105 de la Constitución de 1979 el catálogo de
Así, por ejemplo, la Constitución de 1979 no regulaba el derecho al non bis in ídem,
pero el artículo 14.7. del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos(9) y el artículo
8.4. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos sí(10)11 . En este supuesto, el dere
cho al non bis in ídem regulado en los términos de tales tratados tenía jerarquía constitucio
nal por mandato de la propia Constitución. Sin duda, este modelo es superior al adoptado
por la Constitución de 1993 y constituye uno de los más avanzados en el constitucionalis
mo comparado. Asimismo, cabe precisar que el Proyecto de Ley de Reforma de la Cons
titución de 1993 plantea el retomo al modelo diseñado por el artículo 105 de la Constitu
ción de 1979, ya que el artículo 82 del proyecto dispone que los preceptos contenidos en
los tratados relativos a los derechos humanos, tienen jerarquía constitucional y no pueden
ser modificados sino por el procedimiento que rige para la reforma de la Constitución00.
(8) Sin embargo, a pesar de la claridad del artículo 105 de la Constitución su aplicación por los jueces fue
casi nula. Incluso, durante su vigencia, el artículo 15 de la Ley N° 25398, de 1991, Ley Complementaria
de la Ley de Hábeas Corpus y Amparo, tuvo que disponer como complemento de la norma constitucional
mencionada que los derechos protegidos por las acciones de garantía debían entenderse e interpretarse
dentro del contexto general de la Constitución Política del Perú, los Convenios Internacionales de Derechos
Humanos ratificados por la República y los principios generales del Derecho y preferentemente, los que
inspiran el Derecho peruano. Esta norma legal también fue poco aplicada por los jueces.
(9) Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
“Artículo 14
(...)
7. Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido ya condenado o absuelto
por una sentencia firme de acuerdo con la ley y el procedimiento penal de cada país”.
(10) Convención Americana sobre Derechos Humanos
“Artículo 8
(•••)
4. El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los mismos hechos”.
(11) COMISIÓN DE CONSTITUCIÓN, REGLAMENTO Y ACUSACIONES CONSTITUCIONALES DEL
CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Proyecto de Ley de reforma de la Constitución. Fondo Editorial del
Congreso, Lima, 2002, p. 48.
(12) FREIXES SANJUAN, Teresa: En: La integración de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las
Comunidades Europeas y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en las sentencias del Tribunal
Constitucional. Asignatura del Programa de Doctorado y Máster en Justicia Constitucional, Tutela Judicial
y Derechos Fundamentales. Esade, Facultad de Derecho, Universidad Ramón Llull, sesión del 2 de marzo
del Curso 2001, Barcelona, España.
(13) Constitución española de 1978
“Artículo 96
interpretativa, regulada en el artículo 10.2(14). Esta clasificación es válida para nuestra Cons
titución porque aquella contiene disposiciones similares a los artículos 55 y a la cuarta dis
posición final y transitoria de la Constitución0 5).
Así, el artículo 55 de nuestra Constitución dispone que los tratados celebrados por
el Estado, y en vigor, forman parte del Derecho nacional. Esta norma consagra la inte
gración normativa de todos los tratados internacionales, ratificados por el Perú, en nues
tro ordenamiento jurídico nacional. La importancia de esta norma radica en que nuestro
análisis jurídico no solo se debe circunscribir al de las leyes internas sino que debe in
corporar a los tratados internacionales en general. Por su parte, la cuarta disposición fi
nal y transitoria establece la integración interpretativa de los tratados relativos a los dere
chos humanos, incluso otorga a la Declaración Universal de Derechos Humanos, que no
es un tratado, un estatus especial para la interpretación de los derechos y libertades que
la Constitución reconoce.
Pero no solo los tratados de derechos humanos forman parte del parámetro de cons
titucionalidad en materia de interpretación de los derechos y libertades. Siguiendo la te
sis de los profesores Teresa Freixes Sanjuán y José Carlos Remotti Carbonell si el tra
tado de derechos humanos tiene un órgano de garantía de carácter jurisdiccional que
interpreta dicho tratado, entonces, la interpretación que efectúe el órgano de garan
tía de determinado derecho, regulado en el tratado y a su vez en la Constitución, tam
bién formará parte del parámetro de constitucionalidad en materia de interpretación
de derechos.
1. Los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España,
formarán parte del ordenamiento interno”.
(14) Vide pie de página 2.
(15) Al respecto, debemos recordar que la Constitución española de 1978 fue referente importante para la ela
boración de nuestra Constitución de 1979, y sobre esta última se elaboró la de 1993, de modo que muchas
normas de nuestra Constitución tienen su antecedente en la Constitución española.
En el caso del Perú, la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece
como uno de sus órganos de garantía a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Esta Corte cumple con las condiciones de ser un órgano de garantía de carácter jurisdic
cional y cuyas decisiones son vinculantes. Dicho tratado dispone en su artículo 62.3 que
la Corte tiene competencia para conocer de cualquier caso relativo a la interpretación y
aplicación de las disposiciones de la Convención. En consecuencia, si la Corte interpre
ta determinado derecho reconocido por la Convención, y también por nuestra Constitu
ción, entonces, los criterios interpretativos de la Corte también formarán parte del pará
metro de constitucionalidad en materia de interpretación de los derechos y libertades que
la Constitución reconoce.
Para comprobar la utilidad en el análisis constitucional de los derechos que nos impo
ne la cuarta disposición final y transitoria de la Constitución, que como hemos expuesto, es
de carácter obligatorio y sobre todo de carácter jurídico y vinculante, a modo de ejemplo,
la aplicaremos a dos derechos reconocidos por la Constitución.
(16) REMOTTI CARBONELL, José Carlos. En: Administración Pública y derechosfundamentales II. Asignatura
del Programa de Doctorado y Máster en Justicia Constitucional, Tutela Judicial y Derechos Fundamentales.
Esade, Facultad de Derecho, Universidad Ramón Llull, sesión del 16 de mayo del Curso 2001, Barcelona,
España.
(17) Constitución Política del Perú
“Artículo 139.- Son principios y derechos de la función jurisdiccional:
(...)
3. La observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional. Ninguna persona puede ser desviada de
la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a procedimiento distinto de los previamente
establecidos, ni juzgada por órganos jurisdiccionales de excepción ni por comisiones especiales
creadas al efecto, cualquiera sea su denominación”.
o como parte del debido proceso. Conforme a la regla de interpretación de los derechos
que comentamos, la Convención Americana de Derechos Humanos nos permitirá inter
pretar mejor el debido proceso y podremos comprender dentro de él, en vía interpretati
va, algunos de los derechos reconocidos por el artículo 8 de la Convención sobre garan
tías judiciales como, por ejemplo, el derecho de toda persona a ser oída, con las debidas
garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independien
te e imparcial(18).
Pero no solo la Convención nos permitirá configurar con mayor rigor jurídico el sen
tido, alcance y perfil exacto del contenido del debido proceso, sino que también la juris
prudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a efectos de determinar nues
tro parámetro de constitucionalidad en materia de interpretación de derechos. En efecto,
con relación al debido proceso la Corte ha establecido: “De conformidad con la separa
ción de los poderes públicos que existe en el Estado de Derecho, si bien la función juris
diccional compete eminentemente al Poder Judicial, otros órganos o autoridades públicas
pueden ejercer funciones del mismo tipo. Es decir, que cuando la Convención se refie
re al derecho de toda persona a ser oída por un “juez o tribunal competente” para la “de
terminación de sus derechos”, esta expresión se refiere a cualquier autoridad pública, sea
administrativa, legislativa o judicial, que a través de sus resoluciones determine derechos
y obligaciones de las personas. Por la razón mencionada, esta Corte considera que cual
quier órgano del Estado que ejerza funciones de carácter materialmente jurisdiccional, tie
ne la obligación de adoptar resoluciones apegadas a las garantías del debido proceso legal
en los términos del artículo 8 de la Convención Americana”(19) Podemos observar cómo
el derecho al debido proceso adquiere un contenido más completo. En este caso el debi
do proceso debe presidir la actuación dé todo órgano del Estado que ejerza funciones ma
terialmente jurisdiccionales.
a comunicarse personalmente con un defensor de su elección y a ser asesorada por este desde que es
citada o detenida por cualquier autoridad”.
(21) Caso Castillo Petruzziy otros contra el Perú. Sentencia sobre el fondo, de 30 de mayo de 2000, ff. jj. 141
y 142.
(22) Convención Americana sobre Derechos Humanos
“Artículo 8.- Garantías Judiciales
(...)
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se esta
blezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad,
a las siguientes garantías mínimas:
a) Derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por un traductor e intérprete, si no comprende o
no habla el idioma del juzgado o tribunal;
b) comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada;
c) concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa;
d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su elección
y de comunicarse libre y privadamente con su defensor;
e) derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o
no según la legislación interna, si el inculpado no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor
dentro del plazo establecido por ley;
el derecho de defensa, la Corte ha establecido que: “(...) a pesar de que el citado artículo
no especifica garantías mínimas en materias que conciernen a la determinación de los de
rechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter, las garan
tías mínimas establecidas en el numeral 2 del mismo precepto se aplican también a esos
órdenes y, por ende, en estos el individuo tiene derecho al debido proceso en los términos
reconocidos para la materia penal, en cuanto sea aplicable al procedimiento respectivo”(23).
Como advertimos, una norma que literalmente se refiere a las garantías del proceso penal,
por vía interpretativa, se aplicarán también a los procesos civiles, laborales, fiscales o de
cualquier otra índole en cuanto sean aplicables.
Para concluir debemos destacar que el comentario efectuado ha tenido como finalidad
hacer un análisis de la norma constitucional al margen de lo que la norma legal establece^1},
porque con o sin ella, la cuarta disposición final y transitoria de la Constitución constituye
una regla de interpretación de aplicación obligada por parte de los operadores jurídicos.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
Jl Las normas internacionales que no contienen regulación clara a nivel nacional pueden ser
utilizadas en el caso concreto, sobre la base del enunciado normativo previsto en la Cuarta
Disposición Final y Transitoria de la Constitución y en el artículo VIII del Título Preliminar
del Código Procesal Constitucional: STC Exp. N° 04383-2011-PHC/TC (f. j. 10).
TRANSITORIAS ESPECIALES(*)
(***)
(**)
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 90, 112
CONCORDANCIA:
C.: art. 91
CONCORDANCIAS:
C.: art. 90; 191; L.O.E.: arts. 20, 21
DECLARA que el Perú, país del hemisferio austral, vinculado a la Antártida por cos
tas que se proyectan hacia ella, así como por factores ecológicos y antecedentes históri
cos, y conforme con los derechos y obligaciones que tiene como parte consultiva del Tra
tado Antártico, propicia la conservación de la Antártida como una Zona de Paz dedicada
a la investigación científica, y la vigencia de un régimen internacional que, sin desmedro
de los derechos que corresponden a la Nación, promueva en beneficio de toda la humani
dad la racional y equitativa explotación de los recursos de la Antártida, y asegure la pro
tección y conservación del ecosistema de dicho Continente.
CONCORDANCIA:
R.Leg. 23307
ÍNDICE
GENERAL
ÍNDICE GENERAL
CAPÍTULO IX
DE LA JUNTA NACIONAL DE JUSTICIA
CAPÍTULO XIII
DEL SISTEMA ELECTORAL
TÍTULO VI__________
DE LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN
DISPOSICIONES
TRANSITORIAS ESPECIALES