Fernando de La Flor Apropiación Del Pasado Barroco Hispano

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ARTÍCULOS

Res Pública Revista de Historia de las Ideas Políticas


ISSN: 1131-558X

https://dx.doi.org/10.5209/rpub.81908

Traza Oculta. Apropiación posmoderna del pasado barroco hispano


Fernando R. de la Flor*

Recepción: 09-05-2022 / Aceptación: 25-05-2022

Resumen. Al comienzo de los textos ensayísticos que Alejandro Rossi reunió en su Manual del distraído, se lee a propósito
de Borges (el más “barroco” de los escritores iberoamericanos): “Escribir sobre su obra es resignarse a ser el eco de algún
comentarista escandinavo o el de un profesor norteamericano, tesonero, erudito, entusiasta…”. Creo firmemente que una
peculiaridad del barroco hispano ha sido el dejarse arrebatar, junto a la producción material que caracteriza a un imperio, la
concepción misma de lo que fue su propio sistema. Realizaré un “estudio de caso”: el que resulta en la actualidad de haberse
resuelto el concurso para la restauración (¿) del Salón de Reinos, lugar donde se sustantivaba el programa de lo que fue la
Monarquía Hispánica.
Palabras clave: Salón de Reinos; Felipe IV; Foster; Olivares; Elliott.

[en] Hidden Trace. Postmodern appropriation of the Hispanic baroque History


Abstract. At the beginning of the essays that Alejandro Rossi gathered in his Manual del distraído (Manual of the Distracted),
it is stated, with regard to Borges (the most “baroque” of all Ibero-American writers): “To write about his work is to
resign oneself to being the echo of some Scandinavian commentator or that of an American professor, tenacious, scholar,
enthusiast…”. I firmly believe that a peculiarity of the Hispanic Baroque has been to be taken away, along with the material
production that characterizes an empire, the very conception of what was its own system. I will carry out a “case study”: the
one that results today from the already solved Contest for the Salón de Reinos (Kingdoms Hall), location where the program
for the conceptualization for the Spanish Monarchy was substantiated.
Keywords: Kingdoms Hall; Felipe IV; Foster; Olivares; Elliott.

Sumario. I. Revisitar el pasado. II. Resignificación tergiversadora. III. Sede Hispaniae. Bibliografía.

Cómo citar: R. de la Flor, F. (2023). Traza Oculta. Apropiación posmoderna del pasado barroco hispano. Res Pública. Re-
vista de Historia de las Ideas Políticas, número especial, 5-15.

I. Revisitar el pasado mericanos llevaron a cabo en 1981 (Un palacio para el


rey…)4, y en la actualidad por el concurso definitivo de
Los edificios –ha escrito un especialista en la ciencia de un arquitecto –asimismo anglosajón–, Norman Foster. De
la Edad Moderna de España– “recuerdan a base de ol- este modo se deja en manos de los “hispanistas/hispani-
vidar”2. El Salón de Reinos, parte sustancial de un des- zantes” lo que ha sido el motor de una política propia y
aparecido Palacio del Buen Retiro, después de pasar en de un modo identitario, el cual llegó a constituirse por dos
siglos por toda clase de vicisitudes va a ser “restaurado”3. siglos en un auténtico “centro [simbólico] del mundo”.
En este momento delicado, lo cierto es que tal reseman- En la obligación actual de revisitar el pasado5, un
tización tuvo su principio en el estudio que dos angloa- espacio fulge como ningún otro podría hacerlo tan ex-

*
Universidad de Salamanca
[email protected]
1
Lo ha escrito Juan Pimentel, a propósito del edificio del Prado y de lo que fuera su primera vocación como “parque científico” de la Ilustración
española. En Fantasmas de la ciencia española, Madrid, Marcial Pons, 2020.
2
O reconstruido, rejuvenecido, restablecido; finalmente: “reconstituido” como quiere J. Álvarez Lopera, “La reconstitución del Salón de Reinos.
Estado y replanteamiento de la cuestión”, en A. Úbeda de los Cobos (ed.), El Palacio del rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, Madrid, Museo
Nacional del Prado, 2005, pp. 91-111.
3
J. Brown y J.H. Elliott, Un palacio para el rey. El Buen Retiro y la corte de Felipe IV, Madrid, Taurus, 2016. J.H. Elliott es también el autor de la
entrada “Salón de Reinos” en la Enciclopedia del Museo del Prado, Vol. 6, Madrid, Fundación Amigos del Museo del Prado, 2006, pp. 1958-1959.
Sobre este Salón de Reinos, cf. D. Camacho y C. Montilla, “El Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro”, Ejército de Tierra Español LIX/693,
1998, pp. 46-53. También de J.H. Elliott, “Historia y mito en el Salón de Reinos”, en Velázquez, Barcelona, Fundación Amigos del Museo del Prado;
Galaxia Gutemberg; Círculo de Lectores, 2002, pp. 211-228.
4
Como ejemplo de ello está el libro de F. Calvo Serraller, muy ligado como veremos al destino que se haya podido diseñar para el Salón de Reinos:
Del futuro al pasado: vanguardia y tradición en el arte español contemporáneo, Madrid, Alianza, 1988.
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presivamente: se trata del antiguo Salón de Reinos. El Finalmente, el Salón de Reinos también cumplía con
sancta sanctorum de una España “imperial”5, ausente en el designio de ser la gran galería de pinturas de Estado
estos momentos de sí mismo, y a cuya sombra fantasmal –una suerte de memoria visual del Reino–, destino que
se pueda interpretar la función simbólica de una Monar- compartía con el palacio entero del Buen Retiro11. Y que,
quía que fue “católica”. Vale decir que se postuló como después de ciertos avatares, los cuales han terminado
universal, incluyendo en todo momento los territorios por desvanecer su significación y hasta (casi) su misma
atlánticos y pacíficos que tanto contribuyeron a su ser6. materialidad, el hecho es que tal ámbito esencial para la
Este espacio, hoy arrasado, destruido, vacío de la intelección de la historia nacional va a ser reestructu-
primitiva alma que tuvo, fue la dependencia principal rado (por Foster and Partners y Rubio Arquitectura)12.
de un también desaparecido Palacio del Buen Retiro7. Se trata, en el caso de esta pieza arquitectónica, de
Lugar que podemos emplazar en el centro del Madrid una singularísima tesela del cuadro general del imperio
post-movida, y en lo que es el “corazón” de una suerte hispano conseguido a base de guerras y anexiones13; al
de “milla de oro”, dedicada sobre todo a los contenedo- mismo tiempo que forma parte sustancial de un decaí-
res de arte pasado, presente y hasta futuro. Perspectiva do “patrimonio nacional”, hasta hoy (más de tres siglos
sobre los bienes simbólicos de un antiguo imperio (que después) en cierto modo entregado al olvido, enmasca-
concluye hoy en un país de países), la cual, comenzan- rado y despotenciado en su misma condición de pieza
do por el propio Prado (orientado al arte “antiguo ré- de alto valor simbólico. Pasto, pues, para estudiosos (los
gimen”, aunque no contenga referencias destacables al más de ellos de modo inevitable: hispanistas; también
mundo americano), termina en el Reina Sofía (lugar de algunos hispanizantes, como hemos de comprobar). Su
exposición de las vanguardias universales). No sin antes “restauración”, a lo que denominaríamos su (nueva)
haber pasado por el palacio de Vistahermosa, donde se puesta en uso (y en realidad “en circulación moneta-
ha introducido como cuña una tradición pictórica ajena: ria”), está decidida. Proyectada tal restauración en virtud
la “colección Thyssen”8. del clamor que viene levantándose desde 1981, momen-
Aquel, así llamado mayestáticamente “Salón de to en que dos WASP hispanistas, Jonathan Brown y John
Reinos”9, se conforma pues como pieza central de la Elliott, deciden estudiarlo; al tiempo que proponen al es-
arquitectura simbólica concebida en la corte madrile- tado español la reconstrucción de su significado históri-
ña de los tiempos de Felipe IV (de sobrenombre “Rey co. Como ha observado J.H. Elliott se trataba de: “una
Planeta”)10, y parte que era de una residencia y (una historia de descubrimiento tras el abandono”. Aunque,
suerte de) proto Sitio Real (en cuanto tal, también usado no tanto eso, a la luz de lo que ahora conocemos, como
por los primeros Borbones ajenos a su carácter). En este lo que sería el definitivo olvido de su antiguo carácter
espacio se sustancia lo que la Monarquía hispano-austria representativo14.
verdaderamente era: un compuesto de dominios, entre Al parecer, va a sernos digamos “restituido” merced
los que figuraban, en una totalidad imperial que integra- al nuevo trabajo y milagrosa intervención de un arqui-
ba Europa y África, los reinos agregados/integrados de tecto de la globalidad15. El último en comparecer en una
América del Sur con su perspectiva doble: al Atlántico escena suficientemente poblada por los fantasmas de
y al Pacífico. una historia no-concluida. Naturalmente, él, de la mis-

5
Tomo el concepto en su sentido lato, consciente de que no existe en 11
De entre los numerosos estudios dedicados a las pinturas que adorna-
propiedad tal “imperio”, como ha visto J.L. Villacañas, ¿Qué im- ban el Salón de Reinos, elijo el de L. García Sánchez, “Arte, ostenta-
perio? Un ensayo polémico sobre Carlos V y la España imperial, ción y poder: Felipe IV y el programa iconográfico del Salón de Rei-
Córdoba, Almuzara, 2008. nos del palacio del Buen Retiro. El contexto atlántico”, Cuadernos
6
Ha tratado el tema del aporte que hace América del Sur a la identidad de Historia del Arte 33, 2019, pp. 111-158. Y, antes, el texto de E.
hispana: J.D. Fernández, Brevísima relación de la construcción de Tormo, Velázquez y el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro,
España y otros ensayos transatlánticos, Madrid, Polifemo, 2013. Y Madrid, Imprenta de san Francisco de Sales, 1912, y M.L. Caturla,
ha ampliado esa percepción al espacio pacífico-asiático A.B. Osorio, “Zurbarán en el Salón de Reinos”, Archivo Español de Arte XVIII,
“El imperio de los Austrias españoles y el Atlántico: propuesta para 1945, pp. 292-300.
una nueva historia”, en V. Favarò, M. Merluzzi y G. Sabatini (eds), 12
La noticia en http://www.europapress.es/cultura/exposicio-
Frontera. Procesos y prácticas de integración y conflictos con Euro- nes-00131/noticia
pa y América (siglos XVI-XX), México, FCE, 2016, pp. 35-54. 13
J.J. Luna, “The Hall of Realms of the Buen Retiro Palace in Madrid”,
7
Que mereció, en los años de su construcción, toda clase de alabanzas en K. Bussmann y H. Schilling (eds.), 1648. War and Peace in Euro-
como se puede ver en la obra recopilada por D. de Covarrubias y Lei- pe, II, Múnster; Osnabrück, Consejo de Europa, 1998, pp. 121-129.
va, Elogios al Palacio del Buen Retiro, escritos por algunos ingenios 14
Sobre los primeros pasos para su reestructuración, el primero de
de España, en A. Pérez y Gómez (ed.), Valencia, s.i., 1949. sus promotores (naturalmente hispanistas, ¿quién si no?), Jonathan
8
Creo que se equivoca Esther Gabara: el verdadero “triangulo de las Brown, escribe: “John y yo empezamos a movernos para conseguir
Bermudas” no está en donde ella encuentra que ha desaparecido la su recuperación”. Como en el caso de quienes iban a pedir algo a la
historia extractiva del imperio español respecto a América, sino en el burocracia de Felipe II, la respuesta de las instancias españolas era
propio Salón de Reinos, lugar en el que habitan los fantasmas de la siempre la misma: “hay que esperar, hay que esperar…”. Se acabó la
historia española. Cf. “El triángulo museológico de las Bermudas. El espera: en el año 2024 deben estar concluidas las obras. Tómese esto
Prado, el Museo de América y el Museo Nacional de Antropología”, como una prueba del modo en que los estudios (y los estudiosos forá-
Revista Sur/versión. Investigación y creación de América Latina y el neos) terminan “dinamizando” la realidad española. Brown y Elliott
Caribe 2, 2012, pp. 1-27. han amparado con su crédito investigativo todo tipo de operaciones
9
O, también, “salón de las maravillas”, como lo denomina M. Mo- sobre el Salón de Reinos: estuvieron con Fernando Checa, cuando se
rán Turina, “El salón de las maravillas”, Descubrir el arte I/4, 1999, trataba de una restauración respetuosa del lugar, y ahora parece que
pp. 54-58. lo están con su transformación “a lo moderno”.
10
Sobre esta divisa y su suerte histórica: J. Vélez, El rey planeta. suerte 15
Es recomendable leer para ello el artículo de D. Viejo-Rose, “Des-
de una divisa en el entramado encomiástico en torno a Felipe IV, truction and Reconstruction of Heritage: Impacts on Memory and
Madrid, Iberoamericana; Vervuert, 2017. Identity”, Heritage: Memory and Identity 4, 2011, pp. 53-69.
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ma manera que los dos principales estudiosos de este Aun cuando estas últimas están determinadas a poner en
sancta sanctorum de las tradiciones hispanas, también crisis –deconstruir; actuar críticamente– los fundamen-
es foráneo: Norman Foster. Se puede decir así que la tal tos y las reliquias dejadas por el “Antiguo”.
modernidad mundializada avanza por el Paseo del Pra- Nunca se discute y, además, no se interviene de
do en sentido inverso al de su natural marcha, creando modo gratuito en las áreas que concentran tales dosis de
un espacio cultural que ha sido definido como de ámbito semanticidad extrema: esta es la norma que se sigue por
internacional, y que será conocido como el “Paseo del ahí fuera, en el mundo que los habitantes de la España
Arte”16. Y, últimamente, como “Paisaje de la Luz” (en del siglo XVII hubieran denominado como “exterior”;
clara referencia a una Ilustración española)17. Desde el algo antes de la unificación que ha supuesto la Comu-
Reina Sofía, el poderoso aliento de lo nuevo conquista nidad Económica Europea. Eso es así, aun cuando tales
metros para su exhibición, rompiendo la secuencia que estructuras molares de la identidad hayan sido o no des-
nos certificaría en aquello de que: Ex vetere novum. A truidas o alteradas por las guerras y las revoluciones. No
través de las fracturas de tal proyecto, es posible adi- se actúa, en las naciones canónicas, al ritmo de modas
vinar el que es la propia historia española la que se en- sobre lo que constituyen los seculares depósitos de his-
cuentra en un dilema, a la hora de integrar su periodiza- toria del estado-nación, en que al presente se vertebran,
ción histórica y lo que es la dimensión de su identidad18. todavía, la gran mayoría de los sistemas políticos euro-
Es, precisamente, en lo nuevo donde se encuentra peos. Su memoria es venerada, pero no resignificada, y
ahora la clave para que veamos resurgir lo viejo; bajo nunca puesta en cuestión en su calidad de soporte histó-
qué presupuestos lo hace, es otro cantar19. rico para la construcción de una imagen colectiva.
El reconocimiento de la propia importancia que un Al final, de lo que se trata hoy, en particular a propó-
hecho de naturaleza tan extraordinaria, como es el sig- sito del proyecto “Salón de Reinos del Buen Retiro”, al
nificado por la refracción y aggiornamento, incluso por que volvemos, es de un maquillado más de los que rei-
el “rejuvenecimiento”, de un núcleo poderoso de iden- teradamente viene sufriendo la Península, y lo que son
tidad pasada, en otros países resultaría inmediato. Eso sus símbolos consuetudinarios21. De lo que se trata es
nos debe constar. Lo que creo que sucede más allá de los de incluirlo en un circuito de tecno-eventos, que inciden
mares que rodean la Península y de los mismos Pirineos, hoy en la concepción de una Península como un territo-
que de tantas cosas separan al país20, es la intelección su- rio donde, sobre cualquier otra cosa, es posible ejercer
perior, diríamos la conciencia, acerca de que debe existir uno de los mejores turismos culturales del mundo, a la
un pacto nacional sobre aquello que la historia de una sombra de unas élites con poder de decisión22.
comunidad constituida ha sido –pongamos la de Fran- Un proceso por lo demás corriente, una y otra vez
cia, o Gran Bretaña–. Es esto lo que resulta intocable emprendido en el desarbolado país. País que hoy, y des-
en lo que son los paradigmas y esquemas generales del de hace ya cierto tiempo, confía lo que aún le queda de
imaginario, bajo los que tal cosa se entiende y encuadra, sus mermados depósitos de identidad y de mito nacional
como base y fundamento que son de una identidad na- al trabajo de artistas de reconocida capacidad para que,
cional y política. Noli me tangere: en resumidas cuentas. enterrando todo recuerdo del poderoso referente históri-
Si es que acaso ha quedado destruido o dañado al- co, brille en la sociedad espectacularizada un diseño re-
guno de los que son sus centros simbólicos (ya sea Ban- vulsivo y posmoderno de lo que es su propia identidad23.
queting House en Whitehall, ya se trate de la Galerie des Este tipo de artistas, al estilo del que va a trabajar
Glaces, en Versalles o de cualquier otro núcleo de den- en lo que (nos) queda como recuerdo más significativo
sidad histórica, situado en una ciudad europea con con- del Antiguo Régimen; es decir: arquitectos tal que Nor-
ciencia de su valor identitario), se restaurará de inme- man Foster, lo son, precisamente, por haber demostrado
diato. Pero esa empresa se acometerá con una fidelidad ser capaces de dar otro significado a cualquier identidad
estricta, creo, al mundo de valores que un día erigió tal previa que se les presente –por muy pregnante y de fun-
dispositivo relativo al pasaje de la nación por la historia. ción molar que esta sea–; caso (que es) el del Salón de
La intangibilidad que recibe lo sacro-patrimonial
(eso sí: siempre que sea en otras latitudes), lo es, inclu-
so, desde las propias y exigentes tradiciones académicas. 21
Para eso hay que ver lo que hace la cantante Rosalía en su último tra-
bajo, Malamente, utilizando los iconos españoles, entre ellos el del
16
T. Vacas-Guerrero, “Los museos del Paseo del Arte: espacio cultural toro, para potenciar un discurso feminista y contra el mal trato. Véa-
de ámbito internacional”, Estudios Turísticos 165, 2005, pp. 97-129. se A. Aranzubia y N. Limón, “El toro por los cuernos. Símbolos de
17
Sin embargo, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios con- lo español en un videoclip de Rosalía”, Quintana 19, 2020, 113-128.
sidera que el Paseo del Prado y el Retiro son dos bienes separados, y Sobre esa misma tauromaquia y el dispositivo de identidad española,
pertenecientes a dos ámbitos históricos completamente distintos ha escrito su libro J. García Gibert, A la luz del toreo. Tradición his-
18
Se trata de lo que podríamos denominar, con Françoise Choay, la pánica y humanística en la tauromaquia, Madrid, Biblioteca Nueva,
primera de las alegorías que están presentes en el patrimonio simbó- 2018.
lico de una comunidad: aquella que funda identidad. Cf. Alegoría del 22
Acerca de la vinculación entre poderes y esfera del arte, cf. de J. L.
patrimonio, Barcelona, Gustavo Gili, 1992. Marzo, ¿Puedo hablarle con libertad, Excelencia? Arte y poder en
19
De nuevo estamos ante las puertas del dictum de los antiguos: ex España desde 1950, Murcia, Cendeac, 2010.
vetere novum. Para ello cf.: “Ex vetere novum. El antiguo espacio de 23
He aquí, en este punto, la clave por la que el influyente libro de Omar
saber salmantino y las lógicas de lo nuevo”, en E. Azofra (ed.), Ex Calabrese se llegaba a hablar de España como un “laboratorio de
vetere novum. Rehabilitar el patrimonio arquitectónico, Salamanca, modernidad”. En otro sentido, las sociedades virreinales americanas
Universidad, 2018, pp. 113-137. no se constituyen como “desvíos” de la modernidad, sino que ellas
20
T. Pérez Vejo, “Historia, antropología y arte: tres sujetos, dos pa- mismas funcionan como auténticos laboratorios donde se ensayaron
sados y una sola nación verdadera”, Revista de Indias LXXII/254, salidas políticas a los problemas de un sistema complejo. Cf. O. Ca-
2012, pp. 67-92. labrese, La era neobarroca, Madrid, Cátedra, 1989.
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Reinos. Es en virtud de ello, por lo que, tal vez, haya Los trabajos foráneos –a los que (de) siempre se les
resultado elegido24. atribuye una competencia y un deslumbre mucho ma-
Lo que aquí querrá decir que los encargos y ope- yor que a los propios en el país llamado España– son
raciones de alto bordo recaen sobre un tipo de agentes los únicos realmente admitidos sin discusión a la hora
convenientemente mediáticos, perfectamente ubicados de abordar las materias (delicadas): la “Materia de Es-
en lo que es la agenda (internacional-global) de nuestros paña”, ciertamente. Apoyados en las “fuertes palancas
días. Aquellos son expertos en el arte de la deconstruc- [documentales] españolas”, nuestros “invitados” se dis-
ción desarticuladora de los viejos relatos, en que apare- ponen a proveer de un sentido (que hasta el momento de
cían enclavadas las construcciones imagológicas en el su llegada piensan que era verdaderamente ausente) a la
pasado (sobre todo si estas son hispanas)25. tradición española31.
Es prioritariamente a estos arquitectos-estrellas, a
este tipo de modificadores/mediadores entre el pasado
y el futuro, a quienes se les encargan unos desafíos con- II. Resignificación tergiversadora
ceptuales (más que formales, ámbito este último en el
que, sin discusión, resultan maestros), cuyo final sentido Pero vengamos de una vez al hecho expresivo que su-
pudiera ser el que colaboren a los trabajos de demolición pone aquella afirmación plena de sentido, según la cual,
de la historia ocurrida. Es plausible que trabajen tras- una vez más –y van ya muchas–, la memoria (material,
formando en este caso el viejo edificio sobre el que, de y la que es inmaterial también) de un pasado hispano es
antiguo, se sustentaba un sistema político tan complejo, tergiversada.
dotado de tanta singularidad, como era el español. Se pone en peligro lo que es la construcción física
El Salón de Reinos reflejaba la realidad de un impe- de una identidad nacional, por parte de quienes nada
rio, que acaso resultaba ser, como así ha sido advertido, quieren saber de la misma (y, en efecto, nada saben).
un “imperio negociado” hasta cierto punto “inconscien- En un caso perfecto para ilustrar esto, el viejo Salón de
te” de su propio poder. Totalidad imperial de la que, en Reinos –el espacio que antiguamente formara parte del
todo momento, pero particularmente en estos nuevos complejo áulico-imperial, diseñado en el Buen Retiro
tiempos, hemos visto el “desistimiento”26 en la averi- para quien fuera el monarca más poderoso de la tierra
guación de lo que fue su signo instalado con fuerza en entonces conocida (Felipe IV)32, instrumentado por el
el ayer. Vale decir: se cultiva el desdén por penetrar en Conde-Duque y su círculo de artistas y legitimadores
lo que se presenta como profundamente extraño a los que crearon su especial mito-simbólica–33 va a ser “res-
valores de actualidad. taurado” (o, mejor, digamos que intervenido).
Si en el pasado fueron solo los grandes operadores Dejaremos al margen el hecho obvio de que parece
simbólicos aquellos que podían hacerse cargo y definir, ser muy tarde para ello, dado que, al menos, han pasa-
en su especial aprehensión holística, la sustancia de eso do cien años desde que Elías Tormo afirmara que había
que pudiéramos empezar a denominar como la “política que restaurar este espacio sagrado para las tradiciones
propia” de lo español27 –lo que coincidió con su nuevo hispanas34. Se corrobora, según noticias fidedignas, que
“peso” en el mundo–28; hoy, lo que resta de esa misma en este 2021 y para algunos años más, tanto como en él
sustancia (que, por cierto, es bien escaso), se le confía duren las obras (que se prevén “faraónicas”), tal locus
a un nuevo género de artistas29. Estos lo son ahora pre- va a comenzar a ser repuesto y rescatado del ignominio-
ferentemente globales o globalizados, y el presumible so silencio en que ha permanecido desde que el ejército
objeto de tal elección es el que adapten todo tipo de rea-
lizaciones a lo que se entiende por el espíritu que debe
regir los (nuevos) tiempos: que lo son de confrontación tos años de deconstrucción y crítica”. Cit. en El Imperativo estético,
Madrid, Akal, 2020, p. 231.
y victoria definitiva sobre los viejos30. 31
No parece ser suficiente ironizar sobre ello, como hacia Vargas Llosa
(no sabemos si habrá cambiado de opinión), calificándoles a los ta-
24
Según la Licitación pública para el concurso de proyectos con in- les hispanistas de “benemérita secta o mafia o masonería”. Hay que
tervención de jurado para la selección de la propuesta para la re- señalar el hecho de que se constituyen, por naturaleza, lo sepan o no,
habilitación arquitectónica y la adecuación museística del Salón de en herederos de los antiguos y distinguidos expoliadores –franceses
Reinos. BOE 52, 1-III-2016, pp. 9151-9152. e ingleses, fundamentalmente– del patrimonio artístico de España;
25
J.P. Fusi, España. La evolución de la identidad nacional, Madrid, algo que comenzó en la guerra de Sucesión a comienzos del siglo
Temas de Hoy, 2000. XVIII.
26
Este concepto me gusta desde que lo utilizara en su obra M. Cama- 32
Cf. una última biografía suya en A. Alvar, Felipe IV el Grande, Ma-
cho y M. de Círia, Desistimiento español de la empresa imperial, drid, La Esfera de los Libros, 2018. En esta misma línea, que atribu-
Madrid, Espasa-Calpe, 1958. ye a Felipe IV el espacio en tanto “lugar de la virtud del príncipe”,
27
P. Fernández Albaladejo, Materia de España. Cultura Política e véase de B. Von Barghahn, Philip IV and the “Golden House” of
identidad en la España Moderna, Madrid, Marcial Pons, 2007. the Buen Retiro: in the Tradition of Caesar, Nueva York; Londres,
28
La expresión del “peso del mundo” es de un teorizador de primera Garland Publishing, 1986.
hora del imperio hispano, Anthony Sherley, en su Peso de todo el 33
A. Úbeda de los Cobos (ed.), op cit. Cf. también de M.T. Chaves
mundo, de 1622. Y es que, efectivamente, por un largo período las Montoya, “El Buen Retiro y el conde-duque de Olivares”, Anuario
monarquías ibéricas “sostuvieron el mundo en sus manos”, de lo cual del Departamento de Historia y Teoría del Arte 4, 1992, pp. 217-
se hace eco el tratado político de Sherley. 230.
29
M. Cabañas; W. Rincón (eds.), Imaginarios en conflicto: “lo espa- 34
Lo hizo en su texto: “Velázquez y el Salón de Reinos del Palacio del
ñol” en los siglos XIX y XX, Madrid, CSIC, 2017. Buen Retiro. El poeta del Palacio y el pintor”, Boletín de la Sociedad
30
Sin que sea atendida esa observación de Peter Sloterdijk: “Propongo Española Excursionista 19/1911-1912, pp. 24-44. P. García Montón
un tratamiento no reduccionista de la tradición religiosa y teológica, sitúa la discusión sobre la restauración del Salón de Reinos desde los
un tratamiento que respete el sentido de la complejidad y la belleza años setenta del pasado siglo: “Qué fue del Salón de Reinos. Medio
de los constructos metafísicos sin desautorizar la labor de trescien- siglo de utopía”, Locus Amoenus 14, 2016, pp. 233-255.
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francés que ocupó Madrid lo desbaratara35. Eso sucedió presentaba, de facto, como desviada del paradigma cen-
en la lejana “Guerra Peninsular” (como la denominan tral por el cual la historia del progreso debía transcu-
unos y otros, británicos y franceses), en la “Guerra del rrir, dejando definitivamente de lado los matices de una
Francés” (como gustan de llamarla los historiadores ca- violencia institucional presente en el Salón de Reinos.
talanes), en la de “La Independencia”, según las muy Demasiado esplendor; demasiada guerra, demasiado im-
optimistas fuentes nacional-vernáculas. perio para hispanistas poseídos de una férrea escala de
El caso es que los ingleses, rematando lo que los valores heredados de la Reforma.
franceses ya habían destruido y cambiado de signo, hi- Sede, pues, de una sed de dominio (y de un dominio
cieron desaparecer a cañonazos todo ese espacio áuli- efectivo), el espacio que comentamos súbitamente reve-
co, de gran contenido simbólico para lo que aquí nos laba su indisposición respecto a tiempos que corren en la
importa. Todos Los lugares significativos del Antiguo actualidad como mucho más democráticos. Ciertamen-
Régimen, fueron, en Madrid (y, en realidad en toda la te, no parecía ser ese dispositivo antiguo del Salón de
Península), sistemáticamente esquilmados y destruidos Reinos lo que habría de ser reconocido e integrado en el
por el fuego y por la ocupación de tropas.. El abandono cuerpo hobbesiano del leviathan moderno, que no gusta
y la incuria subsiguiente que padeció este lugar, como de reconocer la coerción. He aquí una de las posibles
otros, se debe tratar como una constante española: no causas de su secular despojo y práctica aniquilación a
le demos mayor importancia. Pero en lo que respecta al que ha llegado, mediante la supresión de toda referencia
incendio (como medio ideal de destrucción) y la devas- a la “razón de las armas”. Y he aquí también la causa por
tación de espacios del tejido arquitectónico y nobiliario la que después del despojo habría de venir el estudio39.
español, el cual, hay que recordarlo, comenzó a hacerse Lo cierto, sin embargo, es que no se intenta ahora
efectivo en la Guerra de la Sucesión, se incrementaron resucitar un edificio de entre los muertos, sino que se
extraordinariamente con la invasión de la Península de propone de nuevo y como nuevo a la actualidad (sin
dos (super)potencias extranjeras. Ambos, franceses e in- duda, en el fondo, lo hace posiblemente para inquietar
gleses, fueron los causantes en último extremo de esa este tiempo de ahora; para reavivar fantasmas de he-
deshabitación del antiguo palacio y de su centro semán- chos no bien sepultados en la memoria colectiva). Tal
tico: el Salón de Reinos36. vuelta del viejo asunto al presente y a la hora presente,
Francia e Inglaterra aparecen como grandes culpa- coincide con los vientos intranacionalistas que azotan
bles a principios del siglo XIX, y las desapariciones y ahora mismo –año 2021 en que escribo estas notas–, el
las destrucciones ya no pararon hasta nuestros días, esta país. Estado que ya, de facto, es un “país de naciones”
vez a cargo de los “nacionales”. De modo que bien pudo puesto en rumbo neo-federalista, y que por tanto carece
Gaya Nuño dar rienda suelta a su estro cuando escribió desde hace ¡tanto tiempo! (concedámonos un momento
su La arquitectura española en sus monumentos desa- de nostalgia) de centro (imperial) simbólico, que pueda
parecidos37. ser localizado en su presente al modo mismo de una su-
Entretanto, mudez, silencio –acaso solo relativo– de pervivencia, como la definiría Abby Warburg40; y hasta
aquel espacio, superviviente de lo que un día fue. Las carente de un hilo conductor para sostener su narrativa
paredes sin lengua de este ámbito singular hablarían, de histórica.
ser escuchadas; pues ciertamente –habrá que reconocer- No existe un depósito (seguro) de pasado, reunifica-
lo– han sido de nuevo los hispanistas del último medio do y totalizador, para esta nación de naciones; eso es lo
siglo, quienes, fiados de la importancia del lugar, lo han que podemos pensar que es lo cierto. Ha implosionado
estudiado exhaustivamente en cuanto “palacio para un en su misma entidad. Su memoria ha sido deshabitada,
rey” universal, un “Rey Planeta”38, tal y como lo era como también lo ha sido ese Salón de Reinos. Por lo
para su tiempo Felipe IV. cual la historia nacional carece de un albergue a cubier-
Semejante (re)apreciación de lo antes destruido la to, y flota, indeciso, el significado último que pueda con-
pudieron llevar a cabo los Brown, los Elliott, intuyendo cedérsele a la peripecia por el tiempo de una comunidad
–creemos que muy acertadamente– que en esta clase de tan singular41.
espacio superior se manifestaba un sentido de la histo- Es más: por doquier se niega la simple percepción de
ria que resultaría rentable representar, imponiéndole una que pudo haber un sistema político en algo “positivo”, el
lectura particular del pensamiento protestante. Y, acaso, cual necesitase de un lugar donde quedaran almacenadas
hasta venir a revelar en él una inclinación “negativa”: las pruebas representacionales de su voluntad de exten-
ello en cuanto que su misma significación y alcance se sión por el mundo; y también de lucha contra todos los
imponderables que, durante muchos siglos, se opusieron
35
M. Tobajas López, “Ocupación del Buen Retiro por los franceses”,
Reales Sitios 51-54, 1977, pp. 57-62. Y, sobre todo, el artículo de C. 39
Estudio como el que realiza R. Kagan en “Imágenes y política en la
Cervera, “El gigantesco palacio de Felipe IV demolido con saña por corte de Felipe IV de España. Nuevas perspectivas sobre el Salón de
las tropas francesas”, ABC, 28/7/2021. Reinos”, en J.L. Palos y D. Carrió-Invernizzi (dirs.), La historia ima-
36
Sobre el paradero de las pinturas de batallas que adornaban el Salón ginada. Construcciones visuales del pasado en la Edad Moderna,
de Reinos ha escrito M. Simal, “La colección de pinturas del Palacio Barcelona, Universitat; CEEH, 2008, pp. 101-119.
de Buen retiro. Procedencia, dispersión y rastros para su identifica- 40
Ha estudiado este problema de la imagen superviviente: G. Didi-Hu-
ción”, en S. Batet (ed.), Nuevas contribuciones en torno al mundo berman, L´image survivante. Histoire de l´Art et temps des fantômes
del coleccionismo de arte hispánico en los siglos XIX y XX, Gijón, selon Aby Warburg, París, Les Éditions de Minuit, 2002.
Trea, 2013, pp. 371-394. 41
Y todo ello, mediante el concurso de los hispanistas, como ha escrito
37
J.A. Gaya Nuño, La arquitectura española en sus monumentos desa- L. Schwartz, “De hispanismos, los siglos XVI y XVII y el olvido de
parecidos, Madrid, Espasa-Calpe, 1961. la historia”, Ciberletras. Revista de crítica literaria y cultura. http://
38
J. Vélez, El rey Planeta…, op. cit. www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v006/liaschwartz.html.
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a su desmedida empresa, a lo que fue, en realidad, su conocemos, y en cuyo líquido amniótico –sin alcanzar
“loca empresa”. mayor conciencia de ello– alentamos44.
Pero el que, al presente, ese lugar, por condiciona-
mientos sin duda históricos, es donde podemos avanzar
III. Sede Hispaniae que la intervención de las comunidades ajenas (como la
francesa, como la británica…), han tenido mucho que
Y, sin embargo, como tal lugar historial, sede hispaniae ver en su despiezamiento, en la recaída en una anonimia
desde luego, fulgió, en un tiempo que ahora nos parece y des-recuerdo total o, incluso, le haya sido sustraída su
vuelto remoto, el Salón de Reinos. Esto en el diseño pri- esencia y valor propio, al cabo esto no querrá decir que
mero que de él se trazó por parte de sus legitimadores y nunca antes el Salón de Reinos lo tuvo. Los fantasmas,
artistas, pues tal arquitectura debía servir de alojamiento particularmente si lo son de la historia, son presencias
a doce grandes “cuadros de historia” y, en realidad, cua- de lo que ya es completa ausencia. Evocaciones de la
dros de batallas; master pieces, muy en particular dedi- fisicidad de un mundo definitivamente perdido, de la que
cadas a las victorias sobre holandeses y anglosajones, en todo caso solo queda la huella, el vestigio, la ruina
llevadas las más de ellas a cabo en el annus mirabilis en este caso. En consecuencia, parece ahora urgente el
de 162542. reinventarlo para cualquier otro de sus usos posibles.
Aquellos hechos de armas representados en el Lo de algún modo inevitable es que algo de todo ello
Salón de Reinos, habían tenido, además, lugar en debe retornar. En realidad, ese “algo” está llamando a
distintas plataformas continentales (en particular en los umbrales de este tiempo nuestro. Se manifiesta en
América), sintetizando los alcances máximos de lo la forma de un vacío inexpresivo, de un hueco: es un
imperial-militar de una Monarquía Española que, en “agujero negro” de la historia. Lugar de absorción y
sus esfuerzos de cohesión nacionalista, se dotaba, en maelstrom en torno al cual –se quiera o no– se organi-
el climax de su poderío, de un centro único, de un zan los restos, ahora dispersos, de la vida nacional. De
verdadero omphalos simbólico que pudiera expresar todo ello se puede deducir que, desde muy temprano,
tales desarrollos. Estos hechos bélico-expansivos ha- se prescindió en España de tal lugar de radicación de
brían sido conseguidos por una especial conforma- lo que era una presencia real de la historia trascurrida;
ción de la ideología que seguía tal sistema político; lo y también fue reprimida, hasta su aniquilación postre-
que le prestaba al ejercicio de la violencia un fuerte ra, la evocación de otros lugares de memoria en que tal
cariz católico, dotándole de una articulación de signo historia acaeció45. Aún así, con todo, podemos dar por
claramente teopolítico43. evidente que algo vuelve cuando ha desaparecido. Con
Ahora se comprenderá por qué cualquier operación este espectro de la vida española, un malestar se torna
que deseemos imaginar para este espacio se torna “de- aquí presente: acaso se trate de una nueva inquietación
licada”; pues ella interroga la asunción que se hace del sobre los destinos últimos de un imaginario necesitado
pasado, y el modo mismo en que este ha quedado inte- de su alimento. Acaso el caso constituya el emblema de
grado en la conciencia nacional (si es que tal última cosa tantos otros, como los que se acumulan de siempre en la
existe). Se está tocando por manos, a la postre “extra- historia española y que vienen afectando a lo medular de
ñas”, la memoria fundante: la “infancia” de lo que hoy ella. Hasta haberla hecho implosionar, des-existir.
Tal centro simbólico del pasado –y de nuevo me re-
fiero a esa estancia hoy perdida, deshabitada de sí, que
42
C. Blasco ha denominado el Salón de Reinos como “la primera ga- fue el Salón de Reinos–, tan difícilmente concebido en
lería de arte español” en El Palacio del Buen Retiro de Madrid. Un homenaje a un conjunto político que fue en su día carac-
proyecto hacia el pasado, Madrid, Fundación Coam, 2001, p. 111. terizado como “compuesto” (y ello a fuerza de contener
Cf. también: F. Castrillo, “El salón de Reinos y la monarquía mili-
tar de los Austrias”, Militaria. Revista de Cultura Militar 2, 1990, en él no solo naciones, sino: también ducados, reinos,
pp. 43-66. Por lo tanto, son “hazañas” acometidas por el imperio. provincias…, mundos, incluso)46, va a ser, diríamos, que
Los cuadros de batallas realizados por España tienen en El Escorial “resemantizado” (aunque decir eso no sea exacto del
el otro locus exhibitorio, como ha visto A. Bustamante, “Espejo de todo, como enseguida veremos) en lo que fue su anti-
hazañas: la historia en El Escorial de Felipe II”, Revista Virtual de
la Fundación Universitaria Española. Cuadernos de Arte e Icono- gua, primitiva, poco correcta políticamente hablando a
grafía IV/7, 1991, pp. 197-206, también de J. Brown, La Sala de los ojos del hoy, configuración original.
Batallas del Escorial, Salamanca, Universidad, 1998. Una visión Se trata de una constante de nuestro momento his-
bien distinta de El Escorial es la que ha realizado recientemente E. tórico, que se requiere a sí mismo como el de la ley de
Bestué, El Escorial: imperio y estómago, Madrid, Caniche Edicio-
nes, 2021. punto final para todos los supuestos daños que la histo-
43
En esta línea se encuentra la lucha en todos los frentes contra Ingla-
terra. Sobre este problema hay que ver el documentado estudio que 44
Las consecuencias de todo ello pueden ser trasfundidas al plano de
hace en 1613 el dominico F. Suárez en Defensa de la fe católica y lo que aquí nos interesa: el peso negativo que ha tenido la obra de los
apostólica contra los errores del anglicanismo, Madrid, Instituto de hispanistas. Estos, educados en un universo conceptual que, respecto
Estudios Políticos, 1970. Esta lucha “contra” Inglaterra, pervivió, y a España, estimamos que, como siempre, queda referido a algún tipo
su último caso, hasta el momento, se produjo por la no-intervención de “leyenda negra” o de prejuicios étnicos.
en la Guerra Civil del 36, lo cual hizo a León Felipe escribir en su 45
Es significativo el caso de este otro sacra de las tradiciones nacio-
poema “Raposa”: “Inglaterra, / eres la vieja raposa / que tiene parada nales: El Escorial. Sobre lo que haya podido suponer su reificación
la Historia de Occidente hace más de tres / siglos, / y encadenado a apropiacionista, esta vez por parte de un artista catalán, véase de nue-
Don Quijote…”. L. Felipe, “Raposa”, en El payaso de las bofetadas vo: E. Bestué, El Escorial: imperio y estómago…, op. cit.
y el pescador de caña. Poema trágico español, “Raposa”, en El pa- 46
X. Gil, La fábrica de la Monarquía. Traza y conservación de la Mo-
yaso de las bofetadas y el pescador de caña. Poema trágico español, narquía de España, de los Reyes Católicos a los Austrias, Madrid,
Madrid, Visor, 1981, pp. 61-65. Real Academia de la Historia, 2016.
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ria haya podido desencadenar. Medicalizar, disciplinar, tancial de la orden, a estos efectos cursada, para lo que
higienizar y arrebatar finalmente al pasado su preponde- ha de ser una definitiva reinstalación de tal célula en el
rancia en el espíritu, se impone. En consecuencia, cual- inconsciente colectivo (bien que ahora en una posición
quiera (los hispanistas y los hispanizantes, los primeros) diametralmente diversa de la que un día alcanzó a tener).
querría huir de la mera convocación que encontramos Una obra de la alta cultura cortesana española de
inscrita en el vocablo “imperio”; la cual ha devenido, otras épocas, destinada ab origine a lo que fue un trabajo
como veremos, ignominiosa, sujeta a reprobación. Lo de construir identidad frente al mundo, dando expresión
indeseable político, es lo cierto, se hace presente en el a su sistema ideal de valores (los destacadamente mi-
mero concepto de un dominio absoluto, cual se reve- litares en aquel caso, que era el de atender al principio
la en la idea de “imperio”. Y esto lo han demostrado que parece ser se sustantiva en sus muros: la anhelada
eficazmente quienes, desde el otro lado del Atlántico, “Unión de Armas”)51, se ve ahora traducida a los térmi-
representan esas “naciones de rebeldes” en lucha per- nos mismos en que hoy en día valoran estas cosas las
petua con lo que fue y representó su antigua sumisión recién llegadas sociedades de consumidores de historia
ante una Monarquía que pretendía en su proyecto ser y sus legitimadores de oficio.
“universal”47. Esta particular tragedia del imperio espa- Resulta por demás evidente: el que para que eso
ñol (haya existido o no) es la que se representaba en el mismo pueda realizarse, se precisa la renuncia a todo
Salón de Reinos perdido. lo que delate una antigua esencia preexistente. Lo que
Acaso quiero decir que el proyectismo futurista, vi- es la pura inmanencia, la gravedad de su peso de exis-
gente en nuestros días no desea entrar en consideracio- tencia, que sostendría su supervivencia en una histo-
nes sobre la significación histórica de tal conformación ria por fin madura (lo que equivale a asegurar que
densa que representa el Salón de Reinos, las cuales han trágica), debe ser ahora convenientemente negado.
de resultar altamente letales para las directrices que se El “cuerpo” material y simbólico de tal célula debe-
siguen hoy en día48. Al contrario, se decanta más bien rá ser reinstalado en un presente afectado de “alzhe-
por diseñar un papel nuevo que pudiera ser valorable imer”: sufriendo su espacio una total transmutación
en el futuro, invirtiendo su signo material-histórico de de sus (periclitados) valores, en pleno viaje hacia el
negativo en positivo. Adaptarse a las nuevas normas olvido. De hecho, ha sido encontrada una denomi-
de que provee lo museístico, al tiempo que subsumir la nación abarcadora que, suprimiendo toda referencia
identidad en una marca superior, es quizá la ley convo- al pasado, no está exenta, en cambio, de una fuerte
cada en este que, entiendo, se autopropone como la ver- connotación anglo-norteamericana. El Salón de Rei-
dadera cifra de lo que debe ser el tratamiento del tiempo nos, lo que queda de él, ha pasado a formar parte de
(tempus maior: el tiempo del pasado) en nuestro propio un “campus”; campus denominado ahora del Prado52.
tiempo49. Con ello se sustantiva el modo de priorizar lo borbó-
El caso es que, dificultosamente, a través de los años, nico antes de lo Austria; la Ilustración antes que el an-
del desvencijamiento de su antigua habitación (hoy con- terior sistema político, reputado como supersticioso y
vertida en “despojos” de sí misma), de su cambio de uso; desastroso para España53. Al final, El Prado se cons-
incluso de las múltiples sevicias a que ha sido sometido tituye como el “lugar de memoria” por excelencia de
(entre ellas, principalmente, la del olvido), al final, ese España, mientras se relega al Salón de Reinos al lugar
mismo Salón de Reinos, verdadero omphalos de un im- del olvido54.
perio (imperio que de puro “no ser ya” se ha convertido Creo que hierra Ramón Gaya en su elogio a la “roca
en una aparición, en el verdadero espectro de la “idea de española”, que para él fue “El Prado”:
España”), será dotado de un nuevo, espectacularizado,
esplendor (tal es la promesa ilusionante distribuida entre Pero el Prado es un lugar hermético, secreto, conventual,
las élites ilustradas de hoy en día). Al tiempo, este viejo en donde lo español va metiéndose en clausura, espesán-
ámbito enfermo será fagocitado por una entidad supe- dose, encastillándose. […] Entrar en el Prado es como ba-
rior, la cual hará tabula rasa de los valores históricos jar a una cueva profunda, mezclada de reciedumbre y so-
y trabajará solamente en pro de los de orden estético-
turísticos: el Museo del Prado.
El antiguo centro ha de refulgir ante las masas, en 51
F. R. de la Flor, El sol de Flandes. Imaginarios bélicos del Siglo de
tanto vestigio “remasterizado” del pasado50: lo hará en Oro, Salamanca, Delirio, 2017.
cuanto “traza” (oculta), finalmente develada para servir
52
La operación todavía no se había concretado cuando F. Checa et al.
publican su proyecto: El Palacio del Buen Retiro y el Nuevo Museo
a otros valores distintos a los que la levantaron en un del Prado, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2000, pero si aparece
lejano día. Esto último, quiero suponer que forma lo sus- expreso en la conferencia de M. Zugaza, “Hacia el nuevo Museo del
Prado”, en Actas de los XV Cursos Monográficos sobre Patrimonio
47
M. Lucena, Naciones de rebeldes. Las revoluciones de Independen- Histórico, Santander, Universidad de Cantabria; Ayuntamiento de
cia latino-americanas, Madrid, Taurus, 2010. Reinosa, 2005, pp. 29-44.
48
F. Marías, Pintura de historia, imágenes políticas. Repensando el 53
Sin embargo, la propia Ilustración ha podido ser desmontada, como
Salón de Reinos, Madrid, Academia de la Historia, 2012. hacen M. Horkheimer y T. Adorno, “La industria cultural. Ilustración
49
Se trata de traer lo pasado al presente. Véase el título explícito de G. como engaño de masas”, en Dialéctica de la Ilustración. Fragmen-
C. Argan et al., El pasado en el presente. El revival en las artes plás- tos filosóficos, Madrid, Trotta, 2003, pp. 165-212.
ticas, la arquitectura, el cine y el teatro, Barcelona, Gustavo Gili, 54
Cf. sobre esta construcción del Prado como “lugar de memoria”, al-
1977. zado como el único y más celebrado de los contenedores de la me-
50
C. Blasco, ha escrito sobre ese pasado traído al presente. Lo ha hecho moria colectiva nacional, la exposición de 2018 comisariada por J.
en El Palacio del Buen Retiro de Madrid: un proyecto hacia el pasa- Portús, Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria, Catálo-
do, op. cit. go de la Exposición. Madrid, Museo Nacional del Prado, 2018.
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lemnidad, en donde España, esconde una especie de botín el que fuera conocido como “efecto Beauburg”59, u otros
de sí misma, robado, arrebatado a sí misma55. similares que se han venido produciendo aquí y allá, los
cuales han partido de la nada para construir identidad y
En este Prado, sede de una Academia non nata, habita hasta, acaso, orgullo nacionalista. De lo que tratamos, por
el fantasma de la ciencia española, y hay algo en él que el contrario, es de una operación de resignificación (en de-
se resiste a su completa estetización: no es la “roca” es- finitiva: de damnatio memoriae; lugar donde una tradición
pañola que define todo un pasado, sino que expresa una queda hundida, invisible, y otra emerge, triunfante, sobre la
verdadera amputación de su dimensión, cuando menos de primera), en este caso, la cual de manera tan directa atañe
lo que era su primitiva dedicación científica56. Sin embargo, a la identidad nacional española. Esto debe llevarse a cabo
es realmente a unos centenares de metros más allá, donde con respecto a lo que sin duda alguna fue un “sacra” de las
se encuentra la auténtica “roca española”: se trata del re- tradiciones que fundaron el estado imperial hispano, afec-
ferido Salón de Reinos, el cual no puede presentarse ante tado ahora de un menosprecio y hasta de un temor efectivo
este tiempo vestido con las galas y pretensiones imperiales, hacia él. Lo que se manifiesta en forma de una fobia, y un
que fueron, en definitiva, las que lo crearon en un ya lejano deseo de erradicar su memoria: el darla por definitivamente
siglo XVII. Se hace conveniente el menosprecio en el que clausurada en los tiempos del post.
habita al presente este “Salón” y su activa (des) barroqui- Aunque para el caso de España, tal ámbito alcanzó a
zación en nuestros días, al haber encontrado en él ciertos ser todavía algo más: la representación de la idea misma
estudiosos la sustancia de lo que conforma lo que puede de una monarquía “de agregación”, y de las consiguientes
denominarse el anatemizado (d)efecto barroco hispano57. luchas que para ello se hubieron de llevar a cabo, realiza-
Vale decir: su esencia plena, triunfalmente antiilustrada; el das en, al menos, cuatro plataformas continentales donde el
signo “austracista” de su hacerse en la historia pasada. objeto era la conquista (¿espiritual?) de mundos (distintos,
Aquel espacio singularísimo, aquella antigua, supervi- distantes: ajenos mundos, en cualquier caso), suponiendo
viente (a la vista de las vicisitudes por que tuvo que pasar) una gigantesca movilización de fuerzas hasta ese momento
“cápsula de memoria”, que sustantiva todo lo que ha sido contenidas en sus límites geográficos60. Algo, en definitiva,
un recorrido por la historia, más tarde ha terminado por ser que no conviene olvidar, ni olvidarse de ello, aunque la tal
entregada enteramente al que se presenta como discurso memoria fuerte esté ya a un solo paso de emitir una última
maestro en nuestros días. Este saber que, revelando en este señal débil de lo que fue su existencia cortocircuitada y, en
menester a la naturaleza, ha terminado por definir en la ac- realidad, hace tiempo deconstruida como tal. Imposibilita-
tualidad la “casa del ser” es la arquitectura, naturalmente. da por todo tipo de razones de pasar al presente moderno,
Habremos de considerarla como la disciplina y “arte” que España, en definitiva, siempre se presenta, a los ojos de
constituye la parte más visible del movimiento moderno, o quienes han contemplado con distancia “objetiva” su his-
hipermoderno, si se quiere58. Y, para lo que aquí nos intere- toria, en cuanto “proyecto inacabado”61.
sa: el gesto constructivo que el poder tiene más asociado a El propio país, junto con Turquía, ofrece acaso un ejem-
lo que es y debe ser el propio despliegue exhibitorio de sus plo único de lo que el primer ministro británico, lord Salys-
potencialidades. Y esto porque las formas arquitectónicas bury, en un lejano 1898, había denominado Dying Nations.
componen, en cada época, lo que es la verdadera elocuen- Y a esta construcción ideológica se aferran con entusias-
cia con que se expresa aquel mismo poder, constituyendo mo los hispanistas de distintos sectores, en lo que son sus
su retórica. tratamientos particulares del “caso España”62. Aunque es
Este es, acaso, el sentido que alcanza el concurso in- también cierto que ello no actúa a la manera de un unifor-
ternacional que para la nueva puesta en uso del Salón de me paradigma homogeneizador; y entonces, en los últimos
Reinos inició su triunfal marcha, desde el momento en que tiempos, hemos de ver como otro concepto lentamente lu-
a Elias Tormo se le ocurrió relanzar el espacio. Asistimos a cha por imponerse a aquel de la pura y simple decadencia:
esta última competencia a la que acuden los grandes estu- el de resilience de la Monarquía Hispánica por mantenerse
dios de arquitectura de todo el mundo. Resultando derrota- a través del tiempo63.
dos (o siendo ancilares), preciso es decirlo –pues de esto se
puede extraer una lección, una más–, los provenientes de la 59
Sobre la obra de Renzo Piano y Richard Rogers de 1971, cf. N. Sil-
misma España. ver, The making of Beaubourg, París; Massachusetts, The Mit Press,
1994.
Ocurre que, en este caso particular, el Salón de Rei- 60
P. Sloterdijk, Mobilisation Infinie. Vers une Critique de la Cinétique
nos es el espacio simbólico donde cuajó el programa de la Politique, París, Point Essais, 2003.
Monarquía Hispánica. Tal cosa no se puede comparar con 61
A. Bernal, España: proyecto inacabado. Los costes/ beneficios del
Imperio, Madrid, Fundación Carolina; Marcial Pons, 2005.
62
Han profundizado en este concepto, y en lo que se presenta como una
traducción suya –la de pueblo o “pueblos enfermos”–, como siempre
55
R. Gaya, “Roca española”, en Obra Completa, Valencia, Pre-Textos, los representantes del hispanismo anglosajón, quienes lo han estu-
2010, pp. 183-185; p. 183 y ss. diado a través de las aportaciones de los “nacionales”: Joaquín Cos-
56
Así lo entiende el argumento construido por Juan Pimentel para dar ta, Lucas Mallada, Ángel Ganivet, Rafael Salillas, Ángel Pulido…
razón del Prado, en su obra Fantasmas de la ciencia española, Ma- Tal dirección se ha nutrido (aunque lo haya hecho secretamente) de
drid, Marcial Pons, 2020. una fuente en concreto que resulta trascendental por un doble moti-
57
J.L. Marzo y T. Badía, El d_efecte Barroc. Politiques de la imatge vo: porque da nombre al síndrome –“pueblo enfermo”–, y lo hace
hispana, Barcelona, Centre de Cultura Contemporánea de Barcelo- al mismo tiempo extensivo a la comunidad ibero-americana: la de
na; Diputació, 2010. A. Arguedas, Pueblo enfermo. Contribución a la psicología de los
58
Respecto a los museos y su arquitectura actual. Véase A.M. Guasch; pueblos hispano-americanos, Barcelona, Vda. de Luis Tasso, 1909,
J. Zulaika (eds.), Aprendiendo del efecto Guggenheim Bilbao, Ma- con prólogo de Ramiro de Maeztu.
drid, Akal, 2007. Y, sobre todo, B. Groys, La lógica de la colección 63
Ch. Storrs, The resilience of the Spanish Monarchy. 1665-1700,
y otros ensayos, Barcelona, Arcadia, 2021. Oxford, Oxford University Press, 2006.
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En efecto, se trataría no ya de la declinación natural de Se trata en todo momento de crear las cubiertas sim-
los imperios, sino de una asombrosa “resistencia” practica- bólicas, las protecciones “antipasado” –o que conjuren un
da por el sistema que durante demasiado tiempo constituyó devenir que ha sido pensado como negativo–, y respec-
un desafío a las leyes del progreso civil. Resistencia a las to a las cuales se piensa (y seguro que es así) el que tan
fuerzas democratizadoras, al progreso, en definitiva, en lo necesitadas de ellas están las instituciones (españolas) de
que fueron todas sus dinámicas y vectores. La derrota final, nuestros propios días; urgidas de algo más que explicarse
el mismo derrumbamiento experimentado por la idea de ante sí mismas. En realidad: siendo forzadas a recurrir al
un expansionismo hispano que tenía dos motores –el de la olvido terapéutico de lo que ha sido su, a todas las luces
violencia de una máquina militar a lo que cabe añadir la exteriores, equivocada genealogía. En particular lo está,
permanencia de unos ideales pancatólicos–, llega a su con- supuestamente, la caja fuerte de “lo que [de más valioso]
clusión. Mejor dicho: hubo de llegar a su fin. Los españoles queda de España” en el terreno de lo simbólico68: el Mu-
que, en los tiempos a que nos remontamos, eran “católicos” seo del Prado, que reúne una colección de imágenes que
antes que “ciudadanos”, después de una intensa pedagogía deben ser –y ya hay una legión de hispanistas que se dedi-
política, y después también de un atropellado pasaje por can a ello– convenientemente expurgadas de toda la carga
la historia, hoy son ciudadanos carentes por completo de ideológico-idiosincrática (incluyendo en ella la que ha sido
huellas hondas de un pensar metafísico64. principal en las mismas: la sacral) que en su día tuvieron.
El Salón de Reinos a la altura de 2022, es la representa- El sentido y la orientación conceptual de tales figuraciones,
ción de un fiasco sin paliativos. Y así lo afirmarán algunos tan españolas, se torna hoy indiscernible, apuntando a to-
de sus recientes proyectistas, no importa ahora si hispanos dos los grandes ejes de la historia, sin acertar con ninguno,
o meramente “hispanistas”, o, incluso, solo hispanizantes. y decantándose finalmente por una dimensión en exclusiva
El texto final del documento que a continuación se cita, ex- turístico-estética, que es la que al presente predomina69.
presa a las claras ese vuelco de signo a la historia que se Solo el trabajo denodado de los historiadores es capaz
pretende, y que, ahora, con el diseño de Norman Foster, de reunir esos signos icónicos en un cierto relato estableci-
será posible que al fin se cumpla en las mejores condicio- do. Tal y como ha hecho recientemente Tomás Pérez Vejo,
nes (técnicas): “La reflexión sobre la posibilidad de que quien ha dedicado a la pintura de historia española (lo me-
los vencidos y humillados puedan terminar siendo los ven- jor de ella presente en El Prado) un valioso libro70. Bajo
cedores morales; lo cual trastoca los valores épicos de la el amparo y “logo” de aquella poderosa institución queda,
guerra e invalida cualquier legitimación de la violencia”65. desde ahora, una vez evacuado del lugar el ejército español
Todo lo que sabemos respecto de aquel “Salón”, es (su Museo Histórico), el “gran vacío” que en el presente
que se manifestó en la historia en el modo autorreflexivo se ha convertido el Salón de Reinos: el cual fungía como
de constituirse en representación simbólica de una “polí- un verdadero “archivo visual” de la España del pasado, y
tica propia”, dentro de lo que era una singularísima cons- que en la actualidad está perdido, liquidado; quien sabe si
titución política. Aquella fue la que mantuvo la nación es- “arrebatado a sí mismo”.
pañola –secundada por otras “naciones”– a lo largo de la Entrar en aquellos profundos archivos de una memoria
trayectoria de un imperio, que era llamado en su primer nacional sin prejuicios dolorosos, casi sin previas o exce-
momento a una expansión y, luego, solo a su dificultada sivas reflexiones de alcance histórico-genealógico o, inclu-
“conservación”66. Es ese el sentido que alcanza la repre- so, ausente de conocimientos que pudieran resultar al cabo
sentación heráldica de un total de hasta 24 reinos, señoríos embarazosos, y realizar en aquellos mismos depósitos una
y dominios –unos por agregación; otros por integración–, operación de cambio de imagen: esa es la tarea encomen-
que en forma de friso rodean, todavía, la gran sala, el “sa- dada a aquella que es “estrella” del discurso maestro, por
cra” español representado por el Salón de Reinos. nombre: la arquitectura.
Se cumplirá lo previsto como si se tratara de un destino Y es que, de algún modo, aquella pieza arquitectóni-
adverso, y esto en un momento que el país esta afectado ca compartía ese mismo sentido con aquel que, durante un
como “país del Sur”. Tal sucede en una España que, en el tiempo, fue polvoriento Museo del Ejército Español; ates-
momento de la elección de un destino nuevo para su ar- tado de banderas caídas en ocasiones históricas. Luego tal
caico omphalos pasaba, además, por ser un “P.I.G.S.” de archivo de las glorias militares patrias fue trasladado (y, en
cara a la mentalidad anglosajona y europea en general. Y realidad, depurado) al Alcázar de Toledo. Lugar donde hoy
de que, unos años más tarde, con motivo de otra crisis, esta yace bajo un signo inconcluso, aniquilado por ilegible71. Se
del Sars-Covid-2 hayamos podido ver cómo son las élites trata de una página arrancada ya de la historia española;
europeas de ahora las que reproducen los viejos prejuicios como aquella otra; de nuevo: el Salón de Reinos.
antiespañoles de siempre67.
68
F. Jiménez Losantos, Lo que queda de España, Madrid, Ajo Blanco,
1979.
64
P. Fernández Albaladejo, “Católicos antes que ciudadanos: gestación 69
Último paso de este depósito de valores hispanos, exclusivamente
de una política española en los comienzos de la Edad Moderna”, en pertenecientes en la actualidad al rango de lo simbólico y mito-
J.L. Fortea (ed.), Imágenes de la diversidad. El mundo urbano en la poético. Pero, antes, hubo otro proyecto de carácter científico para
Corona de Castilla (s. XVI-XVIII), Santander, Universidad de Canta- el mismo Prado. Se trataba, según Juan Pimentel, de montar en el
bria; Asamblea Regional de Cantabria, 1997, pp. 103-127. edificio un Gabinete de Historia Natural, una Escuela de Mineralo-
65
El País, 17 de junio de 2017. gía, un laboratorio de Química y una Academia de Ciencia. Cf. su
66
P. Fernández de Navarrete, Conservación de monarquía y discursos Fantasmas de la ciencia española…
políticos, en M.D. Gordon (ed.), Madrid, Instituto de Estudios Fisca- 70
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les, 1982. nación, Madrid, Galaxia Gutemberg, 2015.
67
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