Historia Del Zaluk El Tercero, Noches 15 y 16
Historia Del Zaluk El Tercero, Noches 15 y 16
Historia Del Zaluk El Tercero, Noches 15 y 16
(Noches 15 y 16)
La historia de este tercer záluk, llamado Achib (maravilloso), hijo del rey
Jazib (fecundo, feraz), es la más rica en el fondo legendario y simbólico.
Encierra, desde luego, una advertencia, una lección moral, pues Achib ha
perdido su ojo no por obra del sino, como sus compañeros, sino por su
propia culpa, por haber infringido un veto, como Adán en el Paraíso, y
puede decir, como el salmista: Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa.
Situación la más desesperada en que puede encontrarse un hombre.
Salté, pues, al barco, sin hablar pala¬ ron trayendo pan y adargama 3 y
bra ni despegar mis labios. manteca y miel y demás vituallas, has¬
Cargó conmigo el monstruo y nave¬ ta trasladar allí todo lo que venía en la
gamos el primer día y el segundo y el barca.
tercero y así hasta que diez días se Después de eso llegaron los esclavos
cumplieron y al cabo de ellos colum¬ luciendo vestiduras de las más suntuo¬
bré las islas de la Paz, de lo que me sas y en medio de ellos un scheij, alto,
alegré hasta no poder más. Y de puro decrépito, que ya viviera larga vida, y
contento invoque a Alá y lo menté y lo postrara el tiempo y lo tornara ca¬
glorifiqué. duco, y, lo que de él quedara, iba
Pero no bien lo hube hecho, cuando envuelto en un jirón de tela azul, por
me vi despedido del barquichuelo y entre cuyos rotos silbaban los vientos
lanzado al mar, y el barco desapareció del Oeste y el Este.
como por ensalmo. Como de él dijo un poeta:
Paséme aquella noche nada que te «Qué mal me ha tratado el tiempo
nada, hasta que por fin amaneció la y qué carga tan pesada
mañana y pude alcanzar la orilla del la que sobre mí ha arrojado.
¡Oh tiempo, cómo me espantas!
agua y, ya en ella, exprimí mis ropas y Antes caminar podía
las puse a secar sobre la playa y pasé y enfermo jamás estaba,
así aquella noche hasta que amaneció y ahora estoy viejo, achacoso,
y no resisto la marcha.»
la mañana.
Entonces me vestí y me levanté y me Y aquel scheij posaba su mano en la
puse a ver hacia dónde encaminaría de un mocito que en el troquel de la
mis pasos. Descubrí un valle y me fui belleza más perfecta parecía moldeado,
a él y empecé a dar vueltas a su pues era de tal hermosura que en pro¬
alrededor, hasta comprobar que' aquel verbio ha quedado, y era comparable a
lugar era una sillita pequeña, ceñida un racimo de agraz, aunque realmente
por el mar. con nada se le podía comparar.
Y me dije para mi ánimo: «¡Qué Como de él dijo el poeta al cantar:
sino el mío! ¡No bien me libro de una
desgracia, caigo en otra mayor!» «Con él a la Belleza cotejaron
y la Belleza, abochornada,
Ahora bien: mientras yo me hacía su cabeza bajó,
reflexiones sobre mi vida y me conside¬ y al decirle: -¿Qué es eso? ¿Qué te pasa?
raba condenado a la muerte, he aquí dijo: —Jamás salir vencida en un torneo
que vislumbro a lo lejos un barco y en yo pensara.» 4
él gente.
Me levanto, pues, y me encaramo en Pues era semejante a la rama verde
un árbol y veo que el barco atraca en que encanta todos los corazones con su
la orilla y de él saltan a tierra diez garbo y roba las almas todas con su
esclavos provistos de sendas palas. gracia.
No pararon de ir y venir, oh mi
Adelantáronse luego y se dirigieron señora, hasta que al cabo volvieron a
al centro de la isla y, llegados que allí poner en su sitio la plancha de madera
fueron, pusiéronse a cavar la tierra, y se fueron y desaparecieron.
hasta que dejaron al descubierto una Bajéme yo entonces del árbol y me
plancha de madera.
Levantáronla y luego abrieron una
puerta. 3 Harina de trigo. Del árabe Ad-Darmaka.
4 En la edición de Bulak y en la versión de
Tornaron después al barco y volvie¬ Mardrus faltan estos versos.
486 LAS MIL Y UNA NOCHES.-TOMO
llama de mi corazón y antes que ma¬ tortas y pastelillos tan finos como ca¬
tarlo a él me mataría yo.» belleras y en cuya confección no se
Díjele, pues, luego: escatimaba la manteca, la miel, las al¬
—¡Ye hijo mío! Quiera Alá, el Omni¬ mendras ni la canela.
potente, que no se tronche nunca el Luego nos acostamos juntos como la
tallo de tan galana flor. Dispuesto es¬ noche antes y pude darme cuenta de
toy a defenderte y a pasarme aquí mi cuán cumplida era la amistad que nos
vida entera junto a ti. unía.
—Pasados que sean cuarenta días, pa¬ Fueron pasando así los días, hasta
sado será también todo peligro, y mi llegar al que hacía los cuarenta. Ese
padre vendrá por mí. último día, como esperaba a su padre,
Díjele yo: quiso el joven tomar un buen baño,
-¡Por Alá! Que he de permanecer por lo que me puse yo a calentar agua
junto a ti esos cuarenta días, y, luego en un caldero, de donde la trasegué
que venga tu padre, le pediré que te después a la tina de cobre, en la que
deje venir conmigo a mi reino, donde vertí un poco de agua fresca, para que
serás mi amigo y de mi trono el here¬ así el baño resultase más grato.
dero. Entró en el baño el joven y yo mis¬
Diome entonces el muchacho las mo lo lavé y froté y amasé y perfumé,
gracias con palabras llenas de afecto, trasladándolo luego en mis brazos al
de lo que inferí que era sumamente lecho, donde lo cubrí con una almoza-
cortés y correspondía al amor que yo la y le arrebujé la cabeza en un trozo
sentía por él. de seda, bordada en plata; dile luego a
Y empezamos a conversar cual dos gustar un sorbete exquisito y retiréme
buenos amigos, obsequiándonos mutua¬ de allí, dejándolo dormir.
mente con las exquisitas viandas de sus Despertóse luego con apetito, y yo,
provisiones, que eran tantas y tales que escogiendo la sandía más hermosa, la
habrían podido sustentar, por espacio coloqué en una bandeja y puse la ban¬
de un año, a un centenar de comensa¬ deja sobre un tapiz; luego me subí a la
les. cama para coger el cuchillo grande que
Luego de haber comido pude com¬ de la pared colgaba, precisamente enci¬
probar, una vez más, hasta qué punto ma de la cabeza del mancebo.
me habían sus encantos cautivado el Y hete aquí que el muchacho, por
corazón, pues nos acostamos en el di¬ divertirse, tuvo la ocurrencia de poner¬
ván, el uno junto al otro, y, así unidos, se a hacerme cosquillas en una pierna,
pasamos la noche en un sueño dulcí¬ lo que fue causa de que perdiese el
simo. equilibrio y resbalase al suelo con tan
Luego que alboreó la aurora, me le¬ mala suerte que fui a caer precisamen¬
vanté y me lavé, después de lo cual te encima de él y, sin querer, le clavé
llevéle al joven la jofaina con agua el cuchillo en el corazón y lo maté.
perfumada para que se lavara, y adere¬ Tan certero fue el golpe que murió
cé el almuerzo, y comimos mano a en el acto, y al ver yo aquello, ¡oh mi
mano, sin dejar de charlar y reír y señora!, empecé a arañarme el rostro y
retozar, hasta que se hizo de noche. a gritar y gemir y me rasgué las vesti¬
Volví a poner la mesa y cenamos un duras y me arroje, desesperado, al sue¬
cordero, relleno de almendras, pasas, lo, llorando con amargura.
nuez moscada, clavo y pimienta. Pero con todo eso no pude salvar a
Bebimos agua fresca y dulce y, mi amigo, que había muerto, por dis¬
como postres, tuvimos sandía, melón. posición del sino, para que se cumplie-
488 LAS MIL Y UNA NOCHES.-TOMO
sen las predicciones de los adivinos. que al cabo tornaron a subir, llevando
Elevé luego las manos y los ojos al en hombros a su señor.
Altísimo y exclamé: Envolvieron después el cadáver del
—¡Ye señor de los mundos! ¡Si he joven en un lienzo a modo de sudario.
cometido un crimen, desde ahora me Y estando en ello ocupados recobró el
someto al fallo que tu justicia dicte! viejo el conocimiento y, al ver el cadá¬
Y era la verdad; que en aquel mo¬ ver de su hijo allí tendido, tornó a
mento la muerte no me daba miedo. desplomarse y se echó polvo sobre su
Pero es lo cierto, mi señora, que nun¬ caliza y se arañó el rostro y se arran¬
ca, ni para bien ni para mal, se cum¬ có pelos de su barba, y, al acordarse
plen nuestros deseos. de su hijo, arreció su dolor y de nuevo
Y no pudiendo ya sufrir por más se desmayó.
tiempo la permanencia en aquel sitio y Vino luego un esclavo trayendo con¬
sabiendo, además, como sabía, que no sigo un paño y sobre él colocaron al
tardaría en presentarse allí el joyero, anciano y a su cabecera se sentaron.
subí la escalera y salí afuera y cerré la Y, a todo esto, seguía yo encarama¬
trampa, cubriéndola de tierra hasta de¬ do en el árbol y observaba todo lo que
jarla como antes estaba. allí pasaba, y el corazón se me puso
Luego que me vi fuera, dije para mi blanco antes de que mi cabeza blanca
alma: se volviera por la crueldad de mi sino
«Estaré al acecho a ver lo que pasa. y el temor y la angustia que había
Pero me esconderé, pues si me descu¬ padecido.
bren los esclavos me harán morir de Y a impulso del sentimiento recité
pésima muerte para vengar la de su estos versos:
amo.» ¡Oh y cuántas alegrías se desvanecen
Me encaminé, pues, a un copudo y huyen del corazón, si Alá lo quiere!
árbol que cerca de la trampa había, y ¡Y también cuántas penas se disipan,
si así lo quiere su piedad divina!
allí me aposté para ver qué pasaría. ¡Hay día que empieza mal y bien acaba!
Luego que una hora transcurrió, de¬ ¡Que su inmenso poder en todo manda! 6
jóse ver la barca con el scheij y los
esclavos. Desembarcaron todos y se di¬ Pero el anciano, mi señora, siguió
rigieron presurosos hacia el árbol y, al desmayado y no recobró el sentido
notar señales recientes de haber sido hasta puesto ya el sol, y entonces vol¬
removida la tierra, se alarmaron y el vió en sí y, al fijar la vista en el
viejo dio muestras de gran abatimiento. cadáver de su hijo allí tendido, recordó
Procedieron luego los esclavos a lo que había sucedido y cómo aquello
apartar la tierra, levantaron la trampa que temiera habíase cumplido, y de
y bajaron con su amo. nuevo volvió a aporrearse el rostro y
Prorrumpió el viejo en gritos, lla¬ la cabeza y declamó estos versos:
mando a su hijo, y, visto que no le —Partióseme el corazón
respondía, buscáronle por todas partes, al dejar a mis amigos,
hasta que, al fin, lo hallaron, tendido y mis ojos desde entonces
de lágrimas son dos ríos.
en el lecho, con el corazón traspasado. Mis esperanzas huyeron
Sintió, al verlo, el anciano como si y yo estoy tan abatido,
el suyo se le partiese y desplomóse en que no sé lo que hacer deba
ni sé siquiera qué digo.
tierra, desmayado.
Y los esclavos se echaron a llorar y
se aporrearon las caras y elevaron sus 6 Estos versos faltan en la edición de Bulak
gritos maldiciendo al asesino, hasta y en la versión de Mardrus.
NOCHE 16—HISTORIA DEL «ZALUK», EL TERCERO 489
puso y hete aquí que de improviso principio hasta el fin, lo que no creo
vislumbro, a lo lejos, el resplandor de necesario repetir ahora, oh señora.
un fuego. Oído que hubieron aquellos jóvenes
Y de puro alegre recité estos versos: mi historia, maravilláronse hasta el
¿Acaso quiera el sino, que es voluble,
colmo de la maravilla y me dijeron:
cambiar el rumbo de sus riendas —¡Ye sidi!, entra en nuestra casa,
y depararme algo bueno donde serás bien recibido.
después de tantas tristezas? 11 Pasé adentro con ellos y atravesa¬
mos muchos salones, con las paredes
Y me encaminé hacia la supuesta forradas de raso. Y en el centro del
hoguera pensando que estarían asando último, que era el más bello y espacio¬
algún cordero en ella; pero cuál no so. había diez magníficos lechos, for¬
sería mi sorpresa cuando, al acercarme
mados con alfombras y almadraques y,
más, pude comprobar que lo que toma¬
entre ellos, uno sin almadraque, pero
ra por hoguera no era tal, sino un
con una alcatifa no menos suntuosa
alcázar de azófar que refulgía como
que las otras.
incendiado por el sol del ocaso.
Sentóse en aquel lecho el anciano y
Y luego que lo observé más de cerca
cada uno de los diez jóvenes sentóse
todavía quedéme maravillado hasta el
en el suyo, y se volvieron a mí y me
colmo de la maravilla. Pues era un
dijeron:
alcázar magnífico y todo él de cobre
—¡Ye sidi! Siéntate en el testero del
rojizo.
salón y no preguntes sobre nada de
Sentéme yo a su puerta y admirando
cuanto veas por más que te sorprenda.
estaba su recia fabrica cuando, de
Levantóse luego el viejo, salió y vol¬
pronto, la puerta se abre y por ella
vió varias veces, trayendo manjares y
salen diez mancebos de gallarda planta
licores, de los que comimos y bebimos
y con unos rostros que eran una ala¬
mano a mano como amigos.
banza a su Creador, por haberlos he¬
Recogió después las sobras el ancia¬
cho tan hermosos.
no y sentóse de nuevo. Y los jóvenes le
Solo que aquellos diez jóvenes eran
preguntaron:
todos ellos tuertos y todos del ojo iz¬
—¿Cómo es que te sientas sin traer¬
quierdo, y el único que allí no era
tuerto era un scheij alto y respetable nos lo necesario para que nuestros de¬
que iba con ellos y hacía el número el beres cumplamos?
onceno. Levantóse en silencio el anciano y
Yo, al verlos, exclamé: salió y volvió diez veces, trayendo
«¡Por Alá! ¡Qué extraña coinciden¬ cada una de ellas sobre su cabeza una
cia! ¡Diez tuertos juntos y todos del jofaina, tapada con un trozo de raso
ojo izquierdo!» azul l2, y en la mano diez farolillos
En tanto estaba yo ensimismado en que fue colocando delante de cada jo-
estas reflexiones, he aquí que se acer¬
can los jóvenes y me dicen: 12 El color azul-anota Burton-fue antigua¬
—¡Asselam sobre ti! mente el color de luto entre egipcios y romanos.
—¡Y sobre vosotros asselam!— respon¬ Los persas aseguran que este color introdújolo en
dí, devolviéndoles el saludo. su país el rey Kai Kavus (600 antes de Jesucris¬
to) cuando perdió a su hijo Siyavusch, y siguió
Luego referíles mi historia desde el empleándose hasta la muerte de Husein, el nijo
de Alí, en que se le sustituyó por el nearo.
Cuanto a los musulmanes, no se visten de luto
11 Omitido en la edición de Bulak y en la (Hidad) por temor a imitar los usos de los
versión de Mardrus. idólatras.
NOCHE 16—HISTORIA DEL «ZALUK». EL TERCERO 491
este en que habitamos nosotros. Pues Eché luego a andar muy aprisa, pues
es su fábrica de madera de jalanch 15, la impaciencia me acuciaba por llegar
áloe y sándalo y tiene sus muros forra¬ al alcázar.
dos de planchas de oro, con incrusta¬ No tardé en divisarlo y, a pesar de
ciones de piedras preciosas, especial¬ la pintura que de él me hicieron los
mente perlas y esmeraldas. diez jóvenes, quedéme asombrado hasta
Encontrarás en él una puerta abierta el ápice del asombro.
que nunca se cierra; entrarás por ella y Era más suntuoso de cuanto me dije¬
verás después lo que has de ver. ran.
Allí fue donde nosotros nos dejamos La puerta principal, por la que entré,
el ojo izquierdo. Y desde entonces pa¬ era toda de oro y a sus sendos costa¬
decemos el castigo merecido y expia¬ dos veíanse otras noventa y nueve
mos nuestro pecado, haciendo todas las puertas de maderas preciosas, áloe y
noches, sin excepción, lo que tanto te azundar 17 y otras más.
chocó. Las puertas de las salas eran de éba¬
Ahí tienes ya en compendio nuestra no, con incrustaciones de oro y de
historia que, escrita más al pormenor, diamantes.
llenaría las páginas de un gran libro Y dizque aquellas puertas daban
cuadrado. paso a salas y jardines sin par, donde
Y ahora ya, amigo, ¡cúmplase tu se mostraban hacinadas las riquezas
sino! todas de la tierra y el mar.
Persistí yo en mi resolución después No bien llegué a la primera de las
de oírlos y entonces ellos diéronme el salas, vime rodeado al punto de cua¬
cuchillo, metiéronme dentro de la zalea renta mocitas de belleza tan sorpren¬
del carnero, cosieron la abertura, llevᬠdente que se me enajenó el espíritu y
ronme a la azotea del alcázar, dejáron¬ mis ojos no sabían en cuál de ellas
me allí y se fueron. posarse con preferencia a las demás, y
Pasó una hora de tiempo y vino fui presa de tal admiración que me
luego el terrible Roj y sentí que me entraron mareos y me palpitó el cora¬
cogía y remontaba el vuelo, hasta de¬ zón.
jarme en la cumbre de la montaña, y Levantáronse todas aquellas jóvenes
en cuanto comprendí que así era, rajé al verme y, con voz melodiosa, me
con el cuchillo la zalea y salí de ella dijeron:
dando gritos para espantarlo. -Considera esta casa como tuya, ¡oh
Huyó al punto el terrible Roj, hen¬ huésped nuestro! ¡Tu sitio está sobre
diendo el aire con pesado vuelo, y nuestras cabezas y en las niñas de
pude ver que era todo blanco, tan an¬ nuestros ojos!
cho como diez alfiles 16 y más largo Luego de decir esas palabras, ofre¬
que veinte camellos puestos en hilera. ciéronme asiento en un estrado suntuo¬
so y ellas se sentaron más abajo sobre
15 Los intérpretes de este paso andan discor¬
las alcatifas, y me dijeron:
des respecto a la identificación del árbol jalanch. —¡Ye sidi, tus esclavas somos y tú
Burton opina que acaso se trate del halech men¬ eres nuestro y la corona de nuestras
cionado en los antiguos catálogos de Botánica frentes!
como lignum tenax, durum, obscuri generis. La
edición de Breslau traduce: «madera de tekka» Procedieron luego a servirme; trajo
(árbol que se da en l£ India y en Africa y cuya una de ellas agua caliente y toallas y
madera es durísima). La versión de Littmann me lavó los pies; me echó otra en las
obvia la dificultad, pasándola por alto.
16 Elefantes; del persa Fil, con el artículo
árabe. 17 Sándalo.
NOCHE 16—HISTORIA DEL «ZALUK», EL TERCERO 493
Pasé, pues, aquella noche con ella y mi cama, sueltas sus cabelleras y llo¬
dizque en mi vida conociera otra tan rando amargo llanto, indicio de gran
bella. Cuarenta asaltos dile, de verda¬ pesar, y exclamaron:
dero salteador, y ella aguantólos y me —Has de saber, ¡ye luz de nuestros
los devolvió. Y así la noche se nos ojos!, que tenemos que abandonarte,
pasó. como antes que a ti abandonamos a
Pero, luego que la mañana amane¬ otros, pues te consta que no eres el
ció, fueron las otras muchachas y me primero y que, antes que tú, otros mu¬
llevaron al hammam y me bañaron y chos nos montaron e hicieron con
luego me vistieron unas ropas de las nosotras lo que tú has hecho.
más lujosas. Aunque, a la verdad, tú eres el jinete
Y trajeron de comer y de beber y más diestro en corvetas y el más abun¬
comimos y bebimos mano a mano y doso en medidas, tocante a lo largo y
no dejó de voltear la copa a la redon¬ lo grueso.
da hasta que oscureció. Eres, sin duda, el más corrido y
Y entonces yo cogí a una de ellas, simpático de todos, y podemos predecir
rica de belleza y de formas tan tiernas que no vamos a poder vivir sin ti.
como dijo el poeta: Díjeles yo:
—¿Y por qué habéis de abandonar¬
«Lucia sobre su pecho dos tesoros, me? Pues tampoco yo quiero perder la
con abelmosco 20 sellados, alegría de mi vida que en vosotras se
para que el torpe amante no llegara
a herirlos con su tacto. cifra.
Y para más defensa todavía —Has de saber—contestaron ellas-que
de aquellos dos joyeles delicados, todas nosotras somos hijas del mismo
al atrevido a raya lo tenian
las flechas de sus ojos almendrados.» 21 padre, aunque de madre distinta, y
nuestro padre es un rey.
Vivimos desde niñas en este alcázar
Y pasé la noche con ella, y dizque y todos los años pone Alá en nuestro
fue la noche más deliciosa de todas las camino un caballero que nos satisface,
noches de mi vida entera. igual que nosotras a él lo satisfacemos.
Y para abreviar, mi señora, que Pero todos los años también hemos
como aquellas pasé las que siguieron, de ausentarnos de aquí, por espacio de
cada noche con una de las hermanas, cuarenta días, para ir a ver a nuestro
sin que faltaran nunca los numerosos padre y a nuestras madres respectivas.
asaltos por entrambas partes con igual Y hoy es el día que debemos partir.
entusiasmo. Díjeles yo entonces:
Duróme esta cabal aventura todo un —Pero, delicias mías, eso no importa.
año. Y cada mañana se me acercaba la Me quedaré yo aquí, en este alcázar,
mocita de turno para aquella noche y loando a Alá hasta que os toque regre¬
me llevaba al hammam y me lavaba sar.
todo el cuerpo, me amasaba y ungía Contestaron ellas:
con cuantos perfumes gratificó Alá a —Está bien. Cúmplase tu voluntad.
sus servidores. Aquí tienes todas las llaves del alcázar,
Llegó, finalmente, el fin del año. con las que se abren sus puertas.
La mañana del último día congregᬠSigue viviendo en él a tu placer, ya
ronse todas aquellas jóvenes al pie de que eres su dueño; pero guárdate muy
bien de abrir la puerta de bronce que
20 Almizcle. se halla al fondo del jardín, pues si tal
21 Estos poemitas faltan en la edición de
Bulak y en la versión de Mardrus. hicieres no volverías a vernos y te su-
NOCHE 16—HISTORIA DEL «ZALUK», EL TERCERO 495
Y yo le conteste con estos otros ver¬ Reparé luego en que.había allí tam¬
sos: bién membrillos y aspiré su fragancia,
Tanta pena me causó que al almizcle y al ambar abochorna¬
alejarme de mi amada, ra, como dijo el poeta:
que el corazón de tristeza
hasta mis ojos en claras «En el membrillo se compendian,
perlas y diamantes vino, por su hermosura,
asomando a ellos en lágrimas todas las alegrías, puesto que es
ue, cual joyas, en el pecho rey de las frutas.
e mi amada se juntaban 23. Del vino el sabor tiene y cual la algalia
exalta grato aroma;
es de oro su color, de luna llena
Y yo, al verlas llorar, les dije: es su redonda forma.» 25
—Por Alá, no paséis pena; que nunca
jamás abriré yo esa puerta.
Vi allí también albaricoques, cuya
Y después me despedí de ellas. Y
hermosura encanta la vista, pues seme¬
ellas fueron y volaron. jan plata pulida.
Y yo me quedé solo en el palacio,
Y, finalmente, me salí de aquel apo¬
con las llaves en mis manos. sento y cerré bien su puerta y la dejé
Ahora bien: luego que la tarde llegó, como antes la viera.
fui yo y me puse a recorrer el palacio Y al día, el siguiente, pasé a abrir la
que aún no tuviera tiempo de ver del puerta, la segunda.
todo, ya que así mi cuerpo como mi
No bien la hube abierto cuando mis
alma estuvieron hasta entonces presos
ojos y mi olfato quedaron cautivados
en el lecho, a él encadenado por los
del hechizo de la multitud de flores
brazos de aquellas muchachas dotadas
fragantes y vistosas que esmaltaban un
de tales encantos.
gran jardín, regado por acequias nume¬
Y con la llave primera abrí la prime¬
rosas.
ra puerta. Encontréme de pronto en un
Podían admirarse allí cuantas flores
gran huerto, cuajado de arboles fruta¬
se crían en los vergeles de los emires
les tan frondosos cual nunca los viera
de la tierra, jazmines, narcisos, rosas.
La puerta que no debe abrirse, equivalente
al fruto del árbol que no debe comerse; la puerta
del Destino, en suma. La puerta prohibida figura 24 Del árabe As-Sakiya.
ya en hindú, Kathá sárit Ságara. 25 Tanto estos versos como los anteriores,
23 Falta en la edición de Bulak y en la tomados de la edición de Calcuta, faltan en la de
versión de Mardrus. Bulak y en las versiones que la siguen.
496 LAS MIL Y UNA NOCHES.-TOMO