Cognición y Emoción

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CAPÍTULO 12: COGNICIÓN Y EMOCIÓN

Introducción
Como han demostrado claramente los capítulos anteriores de este libro, los psicólogos
han avanzado considerablemente en la comprensión de la cognición humana. A pesar de ese
éxito, existen dudas sobre si la mayor parte de la investigación en psicología cognitiva posee
validez ecológica, que es el grado en que los hallazgos experimentales son aplicables en el
mundo real. Una de las principales formas en las que gran parte de la investigación en psicología
cognitiva ha carecido de validez ecológica está relacionada con el estado de ánimo de los
participantes cuando toman parte en un experimento. Históricamente, los investigadores solían
intentar asegurarse de que sus participantes estuvieran en un estado de ánimo neutro durante
todo el experimento. Esto es muy diferente de la vida cotidiana, en la que nuestro pensamiento,
la resolución de problemas y la toma de decisiones ocurren a menudo cuando estamos
contentos, ansiosos, tristes o enfadados. La diferencia anterior entre el laboratorio y la vida
cotidiana es importante porque existen pruebas convincentes (analizadas en este capítulo) de
que nuestros procesos cognitivos y nuestro rendimiento en la vida cotidiana suelen estar
fuertemente influidos por nuestro estado de ánimo actual. Por ejemplo, consideremos la "rabia
al volante". Wu et al. (2018) descubrieron que el 61% de los conductores se enfadan cuando
otro conductor les adelanta ilegalmente y el 51% se enfadan por las luces altas de los
conductores que se acercan. Zhang y Chan (2016) revisaron la investigación sobre la ira al
volante: la ira al volante se asoció con la conducción agresiva, la conducción arriesgada y los
errores de conducción. Lo dicho hasta ahora se refiere principalmente al pasado.
Recientemente, se ha producido un aumento espectacular de la investigación
relacionada con el impacto de la emoción en la cognición. Por ejemplo, considere la discusión
sobre la memoria a largo plazo en el capítulo 6. Gran parte de la investigación sobre el
testimonio de testigos oculares ha consistido en exponer a los participantes a escenas
emocionalmente amenazadoras que generan miedo y ansiedad. Otro ejemplo es la
investigación sobre los recuerdos flashbulb (recuerdos de sucesos dramáticos o traumáticos). La
mayoría de los individuos se encuentran en un estado altamente emocional cuando forman
recuerdos para tales acontecimientos (por ejemplo, el ataque al World Trade Center). La mayor
parte de la investigación en este campo ha implicado la manipulación de los estados de ánimo.
¿En qué se diferencia el estado de ánimo de la emoción? En términos generales, los
estados de ánimo suelen ser bastante duraderos y carentes de intensidad, mientras que los
estados emocionales suelen ser bastante efímeros pero intensos. Sin embargo, no existe una
distinción tajante entre emociones y estados de ánimo. Como señalaron Eldar et al. (2016, p.
16), las emociones y los estados de ánimo son "procesos paralelos que interactúan". Muchos
investigadores utilizan el término afecto: se refiere a las reacciones positivas y negativas y es
aplicable tanto a los estados de ánimo como a las emociones. En la investigación se ha hecho
hincapié en los estados de ánimo ya que son más fáciles de manipular y la inducción de estados
de ánimo leves plantea menos problemas éticos que la inducción de emociones intensas
(especialmente las negativas).
Manipulación de los estados de ánimo
Los investigadores han utilizado varias técnicas para manipular el estado de ánimo de los
individuos. Lench et al. (2011) realizaron un meta-análisis (que combina todos los hallazgos
sobre un tema determinado) basado en 687 estudios y descubrieron que la presentación de
películas emocionales era la técnica más común (24% de los estudios). Otra técnica popular
(20% de los estudios) consistió en el recuerdo autobiográfico (por ejemplo, describir una
experiencia emocional intensamente negativa o positiva).

Estado de ánimo y atención


Esta sección se centrará principalmente en los efectos del estado de ánimo sobre la
atención. Más concretamente, ¿conducen los distintos estados de ánimo a un estrechamiento o
a una ampliación de la atención? Observe que responder a esta pregunta tiene relevancia para
nuestra comprensión de los efectos del estado de ánimo sobre la memoria: lo que recordamos
está fuertemente influido por aquello a lo que prestamos atención en el momento del
aprendizaje.

Estrechamiento atencional
Uno de los primeros intentos sistemáticos de comprender los efectos emocionales sobre
la atención y el rendimiento fue propuesto por Easterbrook (1959). Según su hipótesis, el rango
de señales (es decir, las características del entorno que reciben atención) se reduce a medida
que aumenta la activación (arousal) o la ansiedad, lo que "reducirá la cantidad de claves
irrelevantes empleadas y, por tanto, mejorará el rendimiento... pero si continúa la reducción del
número de claves empleadas esto llegará a afectar a las claves relevantes, y el rendimiento
disminuirá" (Easterbrook, 1959, p. 193). En esencia, Easterbrook afirmaba que la ansiedad o la
activación crean lo que popularmente se conoce como 'visión de túnel' (excesiva focalización de
la atención).
¿Qué hay de los efectos del afecto positivo en la amplitud atencional? Según Fredrickson
y Branigan (2005), las emociones positivas "amplían el rango de percepciones, pensamientos y
acciones presentes en la mente". Así, el afecto positivo produce una ampliación de la atención
en lugar del estrechamiento de la atención que Easterbrook suponía para el afecto negativo.
Numerosas investigaciones han respaldado la hipótesis de Easterbrook al constatar que la
ansiedad estrecha la atención (Eysenck, 1992). ¿Qué ocurre con la predicción de Fredrickson y
Branigan (2005) de que el afecto positivo conduce a la ampliación atencional? Vanlessen et al.
(2016) llevaron a cabo una revisión meta-analítica e informaron de un fuerte apoyo a esa
predicción. ¿Cómo podemos explicar estos hallazgos? Pourtois et al. (2017) sugirieron que el
afecto positivo generalmente conduce a una reducción del control cognitivo y esto, a su vez,
produce una reducción de la selectividad atencional y una mayor amplitud atencional.

Intensidad motivacional
Gable et al. (2015a) argumentaron de forma persuasiva que las dos teorías comentadas
anteriormente están demasiado simplificadas. Más concretamente, ambas no tienen en cuenta
el papel de la intensidad motivacional (por ejemplo, tener el objetivo de acercarse o evitar un
estímulo). El afecto positivo puede implicar una intensidad motivacional baja (por ejemplo,
escuchar música) o alta (por ejemplo, ver a un miembro atractivo del sexo opuesto). Del mismo
modo, el afecto negativo puede implicar una baja intensidad motivacional (por ejemplo, estar
expuesto a situaciones tristes) o una alta intensidad emocional (por ejemplo, estar expuesto a
situaciones amenazantes). Gable et al. (2015a) hicieron dos predicciones clave. En primer lugar,
los estados de ánimo positivos y negativos de alta intensidad motivacional producen un
estrechamiento atencional porque esto facilita que los individuos adquieran objetos deseables y
eviten los desagradables. En segundo lugar, los estados de ánimo positivos y negativos de baja
intensidad motivacional se asocian a la ampliación atencional porque deja a los individuos
abiertos al encuentro de nuevas oportunidades. Muchas pruebas apoyan las predicciones
anteriores. Por ejemplo, tanto la ansiedad como la ira se asocian a una intensidad motivacional
alta y, por lo tanto, ambas deberían provocar un estrechamiento atencional. Eysenck et al.
(2007) revisaron las investigaciones relevantes sobre la ansiedad y encontraron un apoyo
consistente a la predicción sobre el estrechamiento atencional. Gable et al. (2015b) hallaron, tal
como se había predicho, que la ira producía estrechamiento atencional.
Según la teoría de la intensidad motivacional de Gable et al. (2015a), la tristeza (un
estado de ánimo que implica una baja intensidad motivacional) debería producir una
ampliación atencional. Sin embargo, la hipótesis de Easterbrook (1959) predice lo contrario (es
decir, un estrechamiento atencional). Gable y Harmon-Jones (2010) obtuvieron resultados que
apoyan la teoría de la intensidad motivacional. Sin embargo, sus hallazgos discrepan de la
mayoría de las demás investigaciones. Von Mühlenen et al. (2018) revisaron otros ocho
estudios: la tristeza se asoció con un estrechamiento de la atención en cuatro estudios, y no
hubo ningún efecto significativo de la tristeza sobre la amplitud atencional en los cuatro
estudios restantes.
¿Qué hay de los efectos del afecto positivo sobre la atención? Recordemos que la
predicción de Fredrickson y Branigan (2005) que el afecto positivo debería conducir siempre a la
ampliación atencional cuenta con apoyo. Por el contrario, la teoría de la intensidad motivacional
predice que el afecto positivo debería producir un estrechamiento atencional si la intensidad
motivacional es alta. Harmon-Jones et al. (2013) evaluaron estas teorías comparando los efectos
del afecto positivo de baja intensidad (la diversión causada por ver clips de películas) y el afecto
positivo de alta intensidad (el deseo causado por ver un postre delicioso). Los resultados
respaldaron los propuestos por la teoría de la intensidad motivacional. En resumen, muchas
investigaciones indican que el estrechamiento (o la ampliación) atencional depende mucho más
de si los estados afectivos tienen una intensidad motivacional alta o baja que de si son positivos
o negativos. Sin embargo, la predicción teórica que, dado que la tristeza tiene una intensidad
motivacional baja debería estar asociada a la ampliación atencional no se ha visto tan
respaldada.

Atención y memoria
Como ya se ha mencionado, esperaríamos encontrar vínculos estrechos entre los efectos
del estado de ánimo sobre la atención y la memoria. Más concretamente, es mucho más
probable que recordemos aspectos de un estímulo o acontecimiento a los que hemos prestado
atención que aquellos a los que no lo hemos hecho. Levine y Edelstein (2009, p. 864) plantearon
la hipótesis de que "la emoción potencia el recuerdo de la información relevante para los
objetivos presentes". Eso significa que a menudo (pero no siempre) la emoción conduce a un
estrechamiento de la memoria. La hipótesis de Levine y Edelstein (2009) se ha visto respaldada
por la investigación sobre el efecto de focalización en el arma: los testigos prestan atención al
arma de un delincuente, lo que reduce su memoria para la información periférica. Biggs et al.
(2013) descubrieron que los observadores se fijaban en las armas, lo que provocaba menos
fijaciones en otros aspectos de la situación. Harada et al. (2015) descubrieron que la memoria
de los observadores para los estímulos periféricos se reducía en presencia de un arma.
La investigación de Cavenett y Nixon (2006) también respalda la hipótesis anterior. Los
paracaidistas aprendieron palabras en un avión justo antes de saltar de él (grupo de ansiedad) o
cuando estaban en tierra (grupo de control). El total de palabras recordadas fue comparable en
las dos condiciones. Sin embargo, los paracaidistas que habían aprendido en condiciones de
estrés reconocieron más palabras relevantes para el paracaidismo que los del grupo de control,
pero menos palabras irrelevantes para el paracaidismo. Así pues, la ansiedad centró la atención
de los paracaidistas en las palabras relevantes a expensas de las no relevantes y esto se reflejó
en su rendimiento de memoria.
De la teoría de la intensidad motivacional se deduce que el alcance de la memoria
debería depender de la intensidad motivacional del afecto. Threadgill y Gable (2019) obtuvieron
apoyo para esta hipótesis. El afecto de alta intensidad (enojo o amenaza) mejoró la memoria
para la información presentada centralmente, pero no para la información periférica. Por el
contrario, el afecto de baja intensidad (tristeza) mejoró la memoria sólo para la información
presentada periféricamente.

Estado de ánimo y memoria


Se han adoptado dos enfoques principales a la hora de evaluar los efectos del estado de
ánimo sobre el aprendizaje y la memoria. En primer lugar, los investigadores pueden manipular
el estado de ánimo de los individuos en el momento del aprendizaje y/o la recuperación. En
segundo lugar, los investigadores pueden considerar los efectos sobre la memoria de
acontecimientos intensamente emocionales en el mundo o en la vida personal de un individuo.
Comenzamos considerando ambos enfoques. Después, nos centramos en la amígdala, una parte
del cerebro que desempeña un papel central en el procesamiento emocional.

Manipulación del estado de ánimo y memoria


Piense en momentos en los que ha experimentado un estado de ánimo negativo (quizás
porque algo acaba de ir mal en su vida). ¿Qué tipo de recuerdos le vienen a la mente en esos
momentos? La mayoría de las personas afirman que le vienen a la memoria muchos más
recuerdos negativos o desagradables que positivos o agradables. Por el contrario, cuando
estamos de buen humor, solemos evocar recuerdos personales felices. Estos son ejemplos de
memoria congruente con el estado de ánimo: la memoria es mejor cuando el estado de ánimo
de una persona coincide con el contenido emocional del material que cuando no lo hace.
Holland y Kensinger (2010) revisaron investigaciones sobre el estado de ánimo y la
memoria autobiográfica e informaron de dos conclusiones principales. En primer lugar, hubo un
gran efecto de congruencia del estado de ánimo con los estados de ánimo positivos. En segundo
lugar, las pruebas de la memoria de la congruencia del estado de ánimo eran más débiles y
variables con los estados de ánimo negativos. Se han obtenido resultados similares en
investigaciones sobre la congruencia del estado de ánimo con material emocional positivo y
negativo que no es de naturaleza autobiográfica (por ejemplo, Rusting y DeHart, 2000). ¿Por
qué el recuerdo congruente con el estado de ánimo es algo esquivo con el estado de ánimo
negativo? Los estados de ánimo negativos son desagradables, por lo que los individuos en tal
estado de ánimo están motivados para cambiar su estado de ánimo a uno más positivo. Es
probable que la reducción del estado de ánimo negativo reduzca la accesibilidad de los
recuerdos negativos.
Rusting y DeHart (2000) obtuvieron apoyo para la explicación anterior. Descubrieron que
los efectos de la congruencia del estado de ánimo eran más débiles en los individuos que
indicaban que, en general, tenían éxito regulando los estados de ánimo negativos (es decir,
haciendo que esos estados fueran más positivos). Estos hallazgos sugieren que la razón por la
que los efectos de congruencia del estado de ánimo son difíciles de encontrar con estados de
ánimo negativos se debe a que las personas se esfuerzan por mejorar su estado de ánimo. Esa
regulación de un estado de ánimo negativo es más fácil cuando es relativamente débil que
cuando es intenso. En consecuencia, debería haber más pruebas de memoria congruente con el
estado de ánimo con estados de ánimo negativos intensos. Loeffler et al. (2013) pusieron a
prueba esta hipótesis midiendo la frecuencia cardiaca como índice de la intensidad del estado
de ánimo. Como se predijo, la memoria congruente con el estado de ánimo de los individuos en
un estado de ánimo negativo se encontró sólo cuando ese estado de ánimo era relativamente
intenso.
Otro efecto del estado de ánimo en la memoria es la memoria dependiente del estado
de ánimo: la memoria es mejor cuando el estado de ánimo de un individuo en el momento de la
recuperación coincide (en lugar de no coincidir) con su estado de ánimo en el momento del
aprendizaje. Existe cierta similitud entre la noción de memoria dependiente del estado de
ánimo y la de memoria congruente con el estado de ánimo. Sin embargo, una diferencia
importante es que la memoria dependiente del estado de ánimo no está necesariamente
vinculada al contenido emocional de la información que se va a recordar, mientras que sí existe
tal vínculo con la memoria congruente con el estado de ánimo. Ucros (1989) informó de un
apoyo moderado al fenómeno de la memoria dependiente del estado de ánimo en una revisión
de 40 estudios. Los efectos eran mayores cuando los participantes se encontraban en un estado
de ánimo positivo que negativo (lo que se asemeja a los hallazgos para la memoria congruente
con el estado de ánimo). La explicación más plausible es la misma: los individuos en un estado
de ánimo negativo están motivados para cambiarlo en una dirección positiva. Eich (1995)
argumentó que los efectos dependientes del estado de ánimo en la memoria pueden explicarse
por un principio de "hágalo usted mismo". Según este principio, es más probable encontrar
tales efectos cuando los participantes deben generar por sí mismos la información crucial (es
decir, el material a recordar o las claves de recuperación como el recuerdo) en lugar de que se
les presente explícitamente (por ejemplo, la memoria de reconocimiento). Este principio está
respaldado por los hallazgos obtenidos por Eich y Metcalfe (1989). El efecto de memoria
dependiente del estado de ánimo era cuatro veces mayor cuando el aprendizaje requería un
esfuerzo de generación de información que cuando no lo requería.
Kenealy (1997) informó de un apoyo adicional al principio del "hágalo usted mismo" de
Eich (1995). Los participantes aprendieron instrucciones relativas a una ruta cartográfica
determinada en condiciones alegres o tristes y, a continuación, se comprobó su memoria al día
siguiente en condiciones alegres o tristes. Se utilizaron dos pruebas de memoria: (1) recuerdo
libre, en el que los participantes generaban sus propias pistas de recuperación; y (2) recuerdo
con pistas, en el que el contorno visual del mapa estaba presente para facilitar la recuperación.
¿Qué descubrió Kenealy (1997)? Hubo un fuerte efecto dependiente del estado de ánimo en el
recuerdo libre. Cuando se presentaban claves de recuperación (es decir, en el recuerdo con
claves), no había pruebas de memoria dependiente del estado de ánimo. Los resultados del
recuerdo libre pueden explicarse con referencia al principio de especificidad de codificación de
Tulving (1979). Según este principio, el recuerdo depende del cruce entre la información
disponible en el momento de la recuperación y la del rastro de memoria. Si el rastro de
memoria incluye información sobre el estado de ánimo del alumno, se deduce que este cruce
será mayor cuando la misma información sobre el estado de ánimo esté disponible en el
momento de la recuperación.

La amígdala
Los efectos de la emoción en la memoria a largo plazo dependen de varias regiones
cerebrales. Sin embargo, la zona cerebral más implicada es la amígdala. La amígdala está situada
en la parte anterior del lóbulo temporal y está asociada a varias emociones (especialmente el
miedo). ¿Por qué es tan importante la amígdala? Es un centro de información (Hub), tiene
numerosas conexiones con el 90 por ciento de las regiones corticales y está implicada en varias
redes cerebrales. Dolcos et al. (2017) ofrecieron una descripción exhaustiva de las redes
cerebrales implicadas en los efectos potenciadores de la memoria de las emociones, e
identificaron dos mecanismos cerebrales: (1) un mecanismo de memoria ascendente (bottom
up) (incluyendo los lóbulos temporales mediales) que está fuertemente influenciado por la
activación emocional; (2) un mecanismo descendente (top down) (incluyendo áreas dentro de la
corteza prefrontal) que está implicado en varios procesos cognitivos (por ejemplo, atención,
memoria de trabajo, control cognitivo). La amígdala está implicada en ambos mecanismos.
Existen abundantes pruebas de que la amígdala está fuertemente implicada en nuestro
procesamiento de los estímulos emocionales (y en el recuerdo de los mismos). Murty et al.
(2010) descubrieron en una revisión que una buena memoria a largo plazo para el material
emocional se asociaba a una mayor activación durante el aprendizaje en una red de regiones
cerebrales que incluía la amígdala y partes del lóbulo temporal. Kensinger et al. (2011)
evaluaron la actividad de la amígdala mientras las personas estudiaban objetos emocionales y
neutrales. La actividad de la amígdala al momento del aprendizaje predijo la intensidad del
recuerdo posterior de los objetos presentados. Sin embargo, no predijo el número de detalles
recordados.
La investigación sobre los recuerdos flashbulb (recuerdos vívidos y detallados de
acontecimientos dramáticos) proporciona más pruebas de la importancia de la amígdala. Sharot
et al. (2007) compararon los recuerdos de individuos que se encontraban cerca del World Trade
Center (a unos 3 km) con los de individuos que se encontraban más lejos (a unos 6 km) el 11 de
septiembre. Los recuerdos retrospectivos de los primeros individuos eran más vívidos y
detallados. De importancia, estos recuerdos implicaban una mayor activación de la amígdala
que los recuerdos de los últimos individuos. Como se predijo, Spanhel et al. (2018) descubrieron
que la evocación de recuerdos flashbulb era mucho peor en pacientes con daño cerebral en la
amígdala que en pacientes sin dicho daño.
Una forma alternativa de evaluar el papel que desempeña la amígdala en el aprendizaje
emocional y la memoria consiste en el estudio de pacientes con la enfermedad de Urbach-
Wiethe. Se trata de una enfermedad muy poco frecuente en la que la amígdala y las zonas
adyacentes están destruidas y se produce una reducción de la intensidad de la experiencia
emocional. Cahill et al. (1995) descubrieron que un paciente (BP) recordaba peor un
acontecimiento de una historia muy emotiva que un acontecimiento emocionalmente neutro,
mientras que los controles sanos recordaban mucho mejor el acontecimiento emotivo.
La amígdala está implicada en el recuerdo tanto de la información positiva como de la
negativa. Siebert et al. (2003) compararon la memoria a largo plazo para imágenes positivas,
negativas y neutras en controles sanos y diez pacientes de Urbach- Wiethe. Los pacientes tenían
peor memoria de reconocimiento que los controles para todas las categorías de imágenes. Sin
embargo, su deterioro de la memoria era mayor para las imágenes positivas y menor para las
neutras.

Resumen y conclusiones
La amígdala desempeña un papel importante en la mejora de la codificación y posterior
recuperación de los recuerdos emocionales. Se han obtenido pruebas que apoyan esta
conclusión en estudios realizados en individuos sanos y en los realizados en pacientes de
Urbach-Wiese. El papel clave de la amígdala se debe a que está asociada a dos mecanismos o
redes cerebrales principales: (1) un mecanismo de memoria que implica a los lóbulos
temporales mediales; y (2) un mecanismo descendente implicado en los procesos atencionales
y el control cognitivo.

Juicio y toma de decisiones: efectos del estado de ánimo


Nuestra vida cotidiana está llena de decisiones de uno u otro tipo. La mayoría de estas
decisiones son triviales (por ejemplo, ¿qué programa veré en la televisión?) pero otras son muy
importantes (por ejemplo, ¿quiero ser psicólogo?). La esencia de la toma de decisiones es que
implica elegir entre varias opciones expresando una preferencia por una de ellas. El juicio
implica evaluar la probabilidad de varios acontecimientos utilizando información incompleta, y
suele formar una parte importante del proceso de toma de decisiones. Por ejemplo, alguien que
está decidiendo qué coche comprar podría hacer juicios sobre el rendimiento de gasolina de los
distintos coches y lo fiables que serían. De especial importancia para la toma de decisiones es si
nuestros juicios sobre el futuro tienden a ser optimistas o pesimistas. Por ejemplo, su decisión
de convertirse o no en psicólogo bien podría estar influida por lo optimista o pesimista que sea
respecto a que en el futuro habrá muchos puestos de trabajo bien remunerados e interesantes
para los psicólogos. Esta sección se centra principalmente en los efectos de los distintos estados
de ánimo sobre el juicio y la toma de decisiones. Se trata de un área de investigación
importante. Como señalaron Lerner et al. (2015, p. 801), "Muchos científicos psicológicos
asumen que las emociones son... el motor dominante de la mayoría de las decisiones
significativas en la vida". Como veremos, los estados de ánimo influyen en la actitud de un
individuo hacia la toma de riesgos y esto, a su vez, afecta a su decisión. Muchos predicen que
los individuos que experimentan un afecto negativo (por ejemplo, ansiedad) tenderán a ser
pesimistas en sus juicios y aversos al riesgo (es decir, a tomar decisiones seguras y cautelosas).
Por el contrario, parece probable que los individuos en un estado de ánimo positivo sean
optimistas sobre el futuro y, por tanto, tiendan a tomar decisiones arriesgadas. Curiosamente,
aunque las predicciones anteriores cuentan con un apoyo razonable, también hay muchos
hallazgos que no lo consiguen.
Gran parte de la investigación en este ámbito se ha centrado en los efectos de un estado
de ánimo determinado sobre el rendimiento o el comportamiento. Por ejemplo, ¿un estado de
ánimo concreto mejora o perjudica la calidad de la toma de decisiones? Aquí se hace hincapié
en los resultados. Sin embargo, también es importante considerar los efectos del estado de
ánimo en las estrategias cognitivas utilizadas. El énfasis aquí está en los procesos. Una
comprensión completa de los efectos de un estado de ánimo dado sobre el juicio y la toma de
decisiones requiere una consideración de los resultados del rendimiento y de los procesos
subyacentes que conducen a esos resultados. Por último, es importante distinguir entre
emociones incidentales e integrales (Lerner et al., 2015). Las emociones incidentales no están
relacionadas con la tarea actual (juicio o toma de decisiones). Por ejemplo, el afecto positivo
que experimenta por haber aprobado un examen importante puede influir en sus juicios y
decisiones posteriores sobre cuestiones totalmente distintas. Por el contrario, las emociones
integrales surgen del juicio o la elección actual. Por ejemplo, alguien que decide si va a apostar
una cantidad considerable de dinero en un proyecto arriesgado puede experimentar ansiedad.
Resulta valioso estudiar los efectos tanto de las emociones incidentales como de las
integrales en el juicio y la toma de decisiones. La ventaja de la investigación con emociones
incidentales es que los experimentadores pueden manipular el estado de ánimo experimentado
por los participantes más fácilmente que en el caso de la investigación con emociones
integrales. La ventaja de utilizar emociones integrales es que gran parte de nuestra toma de
decisiones en la vida cotidiana está influida por dichas emociones y no por las incidentales.
Sorprendentemente, existen pocas investigaciones que comparen directamente los efectos de
las emociones incidentales e integrales en el juicio y la toma de decisiones. Sin embargo, parece
probable que las emociones incidentales sólo tengan efectos modestos en la toma de
decisiones si los individuos identifican correctamente la razón por la que experimentan una
emoción determinada. Por ejemplo, Yip y Côté (2013) produjeron la emoción incidental de
ansiedad en algunos participantes pidiéndoles que prepararan un breve discurso que sería
grabado en vídeo inmediatamente antes de elegir entre una apuesta de alto riesgo y otra de
bajo riesgo. A la mitad de los participantes se les hizo saber que su ansiedad era irrelevante para
la elección que estaban realizando y a la otra mitad no. ¿Qué descubrieron Yip y Côté (2013)? El
porcentaje de participantes que eligieron la opción arriesgada se redujo por la ansiedad
incidental entre aquellos a los que no se les hizo conscientes de que su ansiedad era irrelevante
para la elección. Sin embargo, no hubo ningún efecto de la ansiedad incidental sobre el riesgo
de la elección realizada por los participantes a los que se había hecho conscientes.
Ansiedad
La ansiedad se asocia con preocupaciones e inquietudes sobre amenazas futuras. Por
ejemplo, Eysenck et al. (2006) utilizaron escenarios sobre acontecimientos negativos (por
ejemplo, una enfermedad grave). El suceso podía ser un suceso pasado, un suceso futuro
posible o un suceso futuro probable. Los participantes indicaron que experimentarían más
ansiedad con los acontecimientos futuros (posibles o probables) que con los acontecimientos
pasados, confirmando así la orientación futura de la ansiedad. Por el contrario, los participantes
informaron de más tristeza por los acontecimientos negativos pasados que por los futuros.
Dado que la ansiedad implica preocupación por amenazas futuras, no es sorprendente
que se asocie con juicios pesimistas sobre el futuro en mayor medida que cualquier otro estado
emocional. Lerner et al. (2003) realizaron un estudio poco después de los atentados terroristas
del 11 de septiembre, y se indicó a los participantes que se centraran en los aspectos de los
atentados que les producían miedo, enojo o tristeza. La probabilidad estimada de futuros
ataques terroristas fue mayor en los participantes ansiosos que en los que estaban tristes o
enojados.
La mayoría de los individuos tienen un sesgo de optimismo: se creen más propensos que
otras personas a experimentar acontecimientos positivos (por ejemplo, éxito profesional o larga
vida) y menos propensos a experimentar acontecimientos negativos (por ejemplo, divorcio o
alguna enfermedad grave). Sin embargo, los individuos ansiosos muestran menos sesgo de
optimismo que los no ansiosos. Lench y Levine (2005) pidieron a estudiantes universitarios que
juzgaran la probabilidad de que les ocurrieran diversos acontecimientos positivos y negativos en
comparación con el estudiante universitario medio. Los que estaban en un estado de ánimo
ansioso eran más pesimistas que los que estaban en un estado de ánimo feliz o neutro.

Toma de decisiones
Los individuos ansiosos suelen tomar decisiones menos arriesgadas que los no ansiosos.
Lee et al. (2006) aportaron pruebas relevantes en el mundo real. Los individuos muy ansiosos
eran mucho menos propensos que los poco ansiosos a morir por causas accidentales o a sufrir
lesiones no mortales porque tenían más aversión al riesgo. Gambetti y Giusberti (2012)
estudiaron la toma de decisiones financieras en la vida real. Los individuos ansiosos tomaban
decisiones financieras más seguras (más conservadoras). Era más probable que hubieran
colocado su dinero en cuentas remuneradas que los individuos no ansiosos, pero menos
probable que hubieran invertido grandes sumas en acciones y participaciones. Oehler et al.
(2018) descubrieron que los individuos con personalidades ansiosas tomaban en general
decisiones de inversión financiera menos arriesgadas que los individuos no ansiosos.
Raghunathan y Pham (1999) pidieron a los participantes que decidieran si aceptaban el
trabajo A (salario alto + baja seguridad laboral) o el trabajo B (salario medio + alta seguridad
laboral). Los que se encontraban en un estado de ansiedad eran mucho menos propensos que
los que se encontraban en un estado neutro a elegir la opción de alto riesgo (es decir, el trabajo
A): 32% frente a 56%, respectivamente. Charpentier et al. (2017) identificaron dos posibles
razones diferentes para hallazgos como los comentados anteriormente. En primer lugar, los
individuos ansiosos pueden tener aversión a las pérdidas (aversión a los resultados negativos).
En segundo lugar, los individuos ansiosos pueden ser aversos al riesgo (aversión a la
incertidumbre incluso cuando sólo hay ganancias de por medio). Sus hallazgos proporcionaron
un claro apoyo a la aversión al riesgo más que a la aversión a la pérdida.

Tristeza
La tristeza se parece a la ansiedad en que ambas son estados de ánimo displacenteros.
Sin embargo, existe una diferencia importante entre la tristeza y la ansiedad. La tristeza (que se
convierte en depresión cuando es suficientemente intensa) se asocia a una ausencia de afecto
positivo en mayor medida que la ansiedad (Clark y Watson, 1991; Eysenck y Fajkowska, 2018).
Como consecuencia, los individuos tristes pueden ser mucho menos optimistas que otras
personas. Waters (2008) revisó la investigación sobre los efectos de la tristeza en el juicio. Como
se predijo, los individuos tristes consideraban que la probabilidad de que se produjeran peligros
para la salud y acontecimientos vitales adversos era mayor que la de los individuos felices.

Toma de decisiones
Como ya se ha mencionado, la tristeza o la depresión implican una combinación de alto
afecto negativo y bajo afecto positivo. Como consecuencia, los individuos tristes experimentan
el entorno como relativamente poco gratificante. Esto puede motivarles a obtener recompensas
y puede hacer que sean menos reacios al riesgo que los individuos ansiosos. Antes he
comentado un estudio de Raghunathan y Pham (1999) en el que los participantes eligieron un
trabajo de alto riesgo o de bajo riesgo. La ansiedad hizo que los participantes se decantaran por
el trabajo de bajo riesgo. Por el contrario, la tristeza hizo que los participantes prefirieran el
trabajo de alto riesgo: el 78% de los participantes tristes lo hicieron, frente a sólo el 56% de los
que se encontraban en un estado de ánimo neutro. Podemos explicar este hallazgo suponiendo
que los individuos tristes estaban motivados para obtener la recompensa de la elevada
remuneración asociada a la opción de alto riesgo.
Langille et al. (2012) estudiaron la toma de riesgos en la vida real. Los adolescentes
deprimidos eran mucho más propensos que los no deprimidos a adoptar múltiples formas de
conducta sexual de riesgo. Eherenfreund-Hager et al. (2017) descubrieron que los conductores
mostraban una conducta al volante más arriesgada después de entrar en un estado de ánimo
triste. Existen otras pruebas de que la toma de decisiones de los individuos tristes puede
explicarse en parte por su mayor motivación para obtener recompensas inmediatas. Por
ejemplo, consideremos la disposición de los individuos en estado de ánimo triste a pagar más
por algún producto que otras personas. Garg et al. (2018) llevaron a cabo una revisión de la
investigación publicada e informaron de pruebas consistentes de este efecto. También
encontraron pruebas sugestivas de que el efecto se debe en parte a la sensación de impotencia
asociada a la tristeza.
Se cree comúnmente que los individuos tristes toman decisiones sabias - la hipótesis
"más triste pero más sabio". Lerner et al. (2013) arrojaron algunas dudas sobre esta hipótesis.
Evaluaron hasta qué punto los individuos prefieren recompensas inmediatas a otras mayores
(pero retrasadas). Los individuos con un estado de ánimo triste necesitaban sólo 37 dólares
inmediatamente para renunciar a recibir 85 dólares dentro de tres meses. Por el contrario, los
individuos con un estado de ánimo neutro requerían 56 dólares inmediatamente. Lerner y
Weber argumentaron que los individuos tristes tienen una miseria miope: tienen una sensación
de pérdida y por eso están impacientes por obtener recompensas que reemplacen lo que se ha
perdido. A riesgo de simplificar demasiado, podemos distinguir entre el procesamiento analítico
o sistemático (lento y controlado conscientemente) y el procesamiento heurístico
(relativamente sin esfuerzo e implica el uso de heurísticos o reglas empíricas). Schwarz (2000)
revisó la bibliografía pertinente. Estar de humor triste aumentó el uso de una estrategia de
procesamiento que implica prestar mucha atención a los detalles. En esencia, se trata de un
procesamiento analítico.
De Vries et al. (2008) plantearon la hipótesis de que es más probable que las personas
estén satisfechas con su toma de decisiones cuando han utilizado su estrategia de
procesamiento preferida. Pusieron a prueba esta hipótesis pidiendo a las personas que
utilizaran el procesamiento heurístico/intuitivo o el analítico/deliberativo al tomar una decisión.
Como se predijo, los que se pusieron de humor triste al ver un fragmento de la película La lista
de Schindler se mostraron más satisfechos con su decisión tras el procesamiento analítico /
deliberativo. Este estudio se analiza más adelante en el capítulo. Otras pruebas de que los
individuos tristes utilizan el procesamiento analítico fueron aportadas por de Vries et al. (2012).
Pidieron a los participantes que eligieran repetidamente entre dos apuestas: (1) 50% de
probabilidades de ganar 1,20 euros y 50% de probabilidades de no ganar nada; y (2) 50% de
probabilidades de ganar 1,00 euros y 50% de probabilidades de no ganar nada. El pensamiento
analítico les habría llevado a elegir la primera apuesta en cada prueba. Los participantes tristes
eran más propensos que los felices a utilizar el pensamiento analítico en lugar del
procesamiento heurístico (por ejemplo, cambiar de apuesta si la anterior no tenía éxito).

Enojo
Es importante no exagerar las similitudes entre los estados emocionales negativos. Ese
es especialmente el caso del enojo: difiere en varios aspectos de otros estados de ánimo
negativos como la ansiedad y la tristeza. Lo más importante es que, aunque el enojo suele
considerarse un estado emocional negativo, a menudo puede ser una emoción moderadamente
positiva si el individuo cree que puede controlar la situación y dominar a quienes le desagradan
(Lerner y Tiedens, 2006). Sin embargo, la ira se asocia muy a menudo tanto con el afecto
negativo como con el positivo (Litvak et al., 2010). Los acontecimientos que provocan el enojo
suelen recordarse como desagradables. Además, las consecuencias de el enojo (por ejemplo, la
agresión o la violencia) pueden provocar estados emocionales muy negativos.
¿Cómo influye el enojo en el juicio? Existen diferencias sorprendentes entre los efectos
de el enojo y los de otros estados de ánimo negativos. En una revisión, Waters (2008) descubrió
que el enojo se asociaba a juicios relativamente optimistas sobre la probabilidad de sucesos
negativos, mientras que la ansiedad y la tristeza se asociaban a juicios pesimistas. El optimismo
de los individuos enfadados es sorprendente si se tiene en cuenta que los individuos
característicamente enfadados tienen más probabilidades que otras personas de tener
problemas cardiovasculares y de estar divorciados (Lerner y Keltner, 2001). ¿Por qué se asocia el
enojo con los juicios optimistas y no con los pesimistas asociados a otros estados de ánimo
negativos? Como se analiza más adelante, el enojo se diferencia de otros estados de ánimo
negativos en que se asocia a una sensación de certeza sobre lo que ha ocurrido y a la
percepción de control sobre la situación (Litvak et al., 2010). Por el contrario, los individuos
ansiosos y tristes tienen mucho menos control percibido y se sienten a merced del destino y de
otras personas. Como consecuencia, son pesimistas sobre el futuro. Un ejemplo de cómo el
enojo puede conducir a un estado emocional positivo es el Schadenfreude. Consiste en
experimentar placer por la desgracia de otras personas que no le caen bien. Por ejemplo, Leach
y Spiers (2008) estudiaron una competición ficticia en la que su universidad había obtenido
malos resultados generales, mientras que otra universidad que les caía mal había tenido éxito.
Cuando esta universidad exitosa fracasó, esto creó Schadenfreude basado, en parte, en el enojo
de los participantes causada por el dolor de la inferioridad de su universidad.

Toma de decisiones
Popularmente se cree que el enojo reduce en gran medida nuestra capacidad para
pensar racionalmente y tomar buenas decisiones. El filósofo estadounidense Ralph Waldo
Emerson expresó esta creencia cuando afirmó que el enojo "apaga la luz de la razón". Como
veremos, hay algo de verdad en esta creencia. Por ejemplo, como ya se ha mencionado, Zhang y
Chan (2016) descubrieron en una revisión que el enojo estaba asociado con la conducción
agresiva y arriesgada y también con los errores de conducción. Dado que los individuos
enfadados se perciben a sí mismos como si tuvieran un alto nivel de control sobre las
situaciones, cabría esperar que tomaran decisiones arriesgadas. Esta predicción se vio
respaldada en un estudio de Gambetti y Giusberti (2012) comentado anteriormente. Los
individuos con personalidades irritables o agresivas tomaron decisiones financieras más
arriesgadas (por ejemplo, era más probable que hubieran invertido dinero en acciones y
participaciones) que los individuos no irritables o agresivos.
Aunque la mayoría de las investigaciones indican que el enfado aumenta el riesgo en la
toma de decisiones, existen algunas pruebas de que esto es más cierto en el caso de los
hombres que en el de las mujeres. Ferrer et al. (2017) utilizaron una tarea en la que se podía
ganar dinero inflando globos siempre que no estallaran. Los participantes masculinos enfadados
tomaron decisiones más arriesgadas que los tristes o neutrales. Sin embargo, las participantes
femeninas enfadadas no mostraron un comportamiento arriesgado a pesar de que
experimentaron tanta ira como los participantes masculinos. La explicación más plausible de la
diferencia de género mencionada, basada en investigaciones anteriores, es que los hombres
experimentan mayores sentimientos de control personal tras el enfado que las mujeres. Es
posible que los sentimientos de control relativamente débiles de las mujeres enfadadas les
impidan adoptar conductas de riesgo.
Existen pocas pruebas de que el enojo perjudique en general la calidad de la toma de
decisiones (Lerner et al., 2015). ¿Por qué ocurre esto? Resulta relevante la distinción comentada
anteriormente entre el procesamiento analítico o sistemático y el procesamiento heurístico.
Según Litvak et al. (2010), el enojo conduce a un mayor uso del procesamiento heurístico y a un
menor uso del procesamiento analítico. Los hallazgos que apoyan la predicción de Litvak et al.
(2010) fueron comunicados por Coget et al. (2011). Los directores de cine recurrieron
mayoritariamente a la toma de decisiones intuitiva o heurística cuando estaban
moderadamente o muy enfadados. Si los individuos enfadados realizan poco procesamiento
analítico, su toma de decisiones probablemente no se vería afectada si realizaran una tarea
adicional diseñada para evitar el procesamiento analítico en la tarea de toma de decisiones. Eso
es precisamente lo que encontraron Small y Lerner (2008).
Moons y Mackie (2007) comunicaron hallazgos aparentemente contradictorios.
Descubrieron en varios experimentos que los individuos enfadados eran más propensos que los
que se encontraban en un estado de ánimo neutro a discriminar entre argumentos débiles y
fuertes. Tal capacidad de discriminación es indicativa del uso del procesamiento analítico.
¿Cómo podemos conciliar los distintos hallazgos? Moons y Mackie argumentaron que el enojo
leve o moderado no acompañado de altos niveles de activación fisiológica (como fue el caso en
sus experimentos) se asocia con el procesamiento analítico. Por el contrario, el enojo intenso
que implica altos niveles de activación fisiológica puede conducir a una menor dependencia del
procesamiento analítico y a una mayor dependencia del procesamiento heurístico.
Hay dos razones bastante diferentes por las que el enojo suele conducir a un menor uso
del procesamiento analítico. En primer lugar, puede que el enojo disminuya los recursos
cognitivos (por ejemplo, al centrar la atención del individuo en la fuente de el enojo y no en la
tarea en sí). En segundo lugar, el enojo puede reducir la motivación para utilizar los recursos
cognitivos. En esencia, la primera explicación se basa en el argumento de que los individuos
enfadados no pueden hacer uso de procesos cognitivos de esfuerzo relevantes para la tarea,
mientras que la segunda asume que los individuos eligen no utilizar tales procesos. Shields et al.
(2016) llevaron a cabo un experimento para decidir entre estas dos explicaciones. Su hallazgo
clave fue que el enojo no mermaba la capacidad de los individuos para participar en procesos
cognitivos complejos. Este hallazgo apoya la segunda explicación más que la primera.

Estado de ánimo positivo


Existen varios estados de ánimo o emociones positivas diferentes. Shiota et al. (2017)
hicieron uso de pruebas conductuales y neurocientíficas para identificar nueve emociones
positivas diferentes: orgullo, deseo sexual, amor nutritivo, satisfacción, asombro, diversión,
amor de apego, gratitud y agrado/placer. A pesar de estas pruebas de que existen varias
emociones positivas, existe una desconcertante diferencia entre la investigación sobre el afecto
negativo y el positivo. En la investigación sobre el juicio y la toma de decisiones se ha hecho
hincapié en tres tipos diferentes de afecto negativo (ansiedad; tristeza; ira). En cambio (al
menos hasta hace poco), sólo se han explorado sistemáticamente los efectos de una única
categoría amplia de afecto positivo. Parece razonable suponer que los individuos con un estado
de ánimo positivo deberían mostrar un fuerte sesgo optimista (anticipando que experimentarán
más acontecimientos positivos y menos negativos que los demás). Existe cierto apoyo a esta
suposición. Lench y Levine (2005) descubrieron que los individuos con un estado de ánimo
alegre mostraban un mayor sesgo de optimismo que los individuos temerosos. Sin embargo, no
eran más optimistas que los individuos con un estado de ánimo neutro. Helweg-Larsen y
Shepperd (2001) descubrieron en una revisión bibliográfica que los individuos con un estado de
ánimo positivo tendían a mostrar un sesgo de optimismo. Sin embargo, la magnitud del efecto
dependía del método preciso utilizado para evaluar el sesgo de optimismo.
Toma de decisiones
Muchas investigaciones indican que los individuos en estados de ánimo positivos suelen
adoptar un enfoque de aversión al riesgo en la toma de decisiones (Blanchette & Richards,
2010). Por ejemplo, los individuos con un estado de ánimo positivo tomaron decisiones menos
arriesgadas al apostar en hipotéticas carreras de caballos (Cahir y Thomas, 2010). Juergensen et
al. (2018) utilizaron una tarea de juego con máquinas tragamonedas en la que los participantes
podían ganar o perder dinero. El afecto positivo condujo a una menor asunción de riesgos en
esta tarea de juego. Juergensen et al. argumentaron que este hallazgo apoyaba la hipótesis del
mantenimiento del estado de ánimo: los individuos que experimentan un afecto positivo
desean mantener ese estado de ánimo y, por lo tanto, evitan asumir riesgos que podrían causar
un afecto negativo.
A pesar de los hallazgos anteriores, existen otras investigaciones en las que el afecto
positivo se asoció con una mayor (en lugar de menor) asunción de riesgos. Por ejemplo,
consideremos un estudio de Sarno et al. (2017) sobre hombres que tienen relaciones sexuales
con otros hombres. Sus participantes llevaban un diario de su actividad sexual. El hallazgo clave
para los fines presentes fue que el afecto positivo estaba positivamente relacionado con las
actividades sexuales de riesgo. ¿Cómo podemos explicar este hallazgo? Podría argumentarse
plausiblemente que los individuos con un estado de ánimo positivo tienen un sesgo de
optimismo que les lleva a creerse en gran medida inmunes a los peligros potenciales para la
salud de las actividades sexuales de riesgo.
Eherenfreund-Hager y Taubman-Ben-Ari (2016) argumentaron que la toma de decisiones
varía en función de la forma específica de afecto positivo. Compararon los efectos sobre la
conducta al volante del afecto positivo relajado (producido al pensar en un acontecimiento
tranquilo y apacible) y del afecto positivo excitado (producido al pensar en un acontecimiento
feliz y excitante). Sólo el afecto positivo relajado produjo una menor disposición a conducir de
forma temeraria. Así pues, el afecto positivo puede no estar asociado a la toma de decisiones
con aversión al riesgo si implica excitación.
Antes hemos hablado de la distinción entre el procesamiento analítico o deliberado y el
procesamiento heurístico o relativamente sin esfuerzo. La mayoría de las investigaciones han
descubierto que los individuos con un estado de ánimo positivo son más propensos a utilizar el
procesamiento heurístico y menos propensos a utilizar el procesamiento analítico. En un
estudio comentado anteriormente, de Vries et al. (2008) sostuvieron que los individuos que
utilizan su estrategia de procesamiento preferida están más satisfechos con sus decisiones que
los que utilizan una estrategia no preferida. A algunos participantes se les puso de buen humor
viendo un videoclip de El Show de los Muppets. Como se predijo, estaban más satisfechos con
su decisión cuando se les pedía que utilizaran el procesamiento heurístico/intuitivo que el
analítico/deliberativo.
Griskevicius et al. (2010) compararon los efectos de varios tipos de afecto positivo, como
el amor de apego, el asombro, la satisfacción, el entusiasmo anticipatorio, la diversión y el amor
nutritivo. Se indicó a los participantes que evaluaran la capacidad de persuasión de argumentos
fuertes o débiles relacionados con la posible introducción de un nuevo examen. El grado en que
los participantes utilizaron el procesamiento heurístico se evaluó teniendo en cuenta cuánto les
persuadían los argumentos débiles. Los resultados variaron considerablemente entre los
distintos estados emocionales positivos. Los participantes que experimentaron entusiasmo
anticipatorio, amor de apego o diversión mostraron todos un procesamiento heurístico o
superficial porque se dejaron persuadir incluso por argumentos débiles. Sin embargo, tanto el
asombro como el amor nutritivo se asociaron a un procesamiento heurístico reducido en
comparación con un estado de ánimo neutro. Se necesita más investigación para aclarar por
qué cada estado positivo tiene sus efectos específicos.

Evaluación
La investigación sobre los estados de ánimo y la toma de decisiones ha avanzado
considerablemente. Hemos visto que cada estado de ánimo se asocia a su propio patrón
idiosincrásico de efectos sobre el juicio y la toma de decisiones. También se ha avanzado en la
explicación de estos patrones diferentes (véase más adelante). Lo más importante es que el
descubrimiento de que tanto el juicio como la toma de decisiones están típicamente influidos
por los estados de ánimo significa que la investigación futura debe investigar más a fondo los
estados de ánimo. ¿Cuáles son las limitaciones de la investigación sobre los estados de ánimo y
la toma de decisiones? En primer lugar, no se ha prestado suficiente atención a la importante
distinción entre emociones integrales (las directamente relevantes para la tarea actual) y
emociones incidentales (las arrastradas de una situación anterior y, por tanto, esencialmente
irrelevantes para la tarea actual). La mayoría de las investigaciones se han centrado en las
emociones incidentales, a pesar de que a menudo nos vemos influidos por las emociones
integrales en la vida cotidiana. Lo que ha recibido muy poca atención es lo que ocurre cuando
las emociones incidentales e integrales están ambas presentes durante la toma de decisiones.
Västfjäll et al. (2016) especularon que la emoción integral aumenta cuando se asemeja a la
emoción incidental pero se reduce cuando no se asemeja a la emoción incidental. Sin embargo,
se necesita más investigación para poner a prueba estas especulaciones. En segundo lugar, en la
bibliografía se ha hecho mucho hincapié en la distinción entre procesamiento heurístico y
analítico o deliberado. Esta distinción está simplificada en exceso (Melnikoff y Bargh, 2018):
muchos procesos cognitivos no pueden clasificarse nítidamente como heurísticos o analíticos,
sino que implican una combinación de ambos. La suposición implícita adicional de que el
procesamiento analítico es "bueno" mientras que el heurístico es "malo" también está
simplificada en exceso porque la idoneidad de cualquier forma de procesamiento depende de la
tarea actual y de los objetivos del individuo. En tercer lugar, los efectos del estado de ánimo o la
emoción en la toma de decisiones dependen de interacciones complejas entre varios factores.
Por ejemplo, aunque los individuos enfadados tienden a realizar un procesamiento heurístico, a
veces no ocurre lo mismo cuando sólo están moderadamente enfadados (Moons & Mackie,
2007). Los individuos tristes suelen recurrir al pensamiento analítico, sin embargo, parece
improbable que alguien que esté extremadamente triste y deprimido (por ejemplo, debido a la
muerte de un ser querido) realice un pensamiento analítico complejo.

Enfoques teóricos
La conclusión más importante que se desprende de la investigación sobre los efectos del
estado de ánimo en el juicio y la toma de decisiones es que cada estado de ánimo está asociado
a su propio patrón de efectos. ¿Cómo podemos dar un sentido global al patrón idiosincrásico de
efectos asociado a cada estado de ánimo? De crucial importancia es la suposición de que cada
emoción o estado de ánimo (incluso los negativos) tiene una o más funciones útiles asociadas
(Del Guidice y Ellis, 2015). Esto contrasta fuertemente con la suposición común de que "estar en
un estado constante de felicidad sería lo ideal para el funcionamiento humano" (Lench et al.,
2016, p. 11). La ansiedad se produce en situaciones amenazantes que implican incertidumbre e
imprevisibilidad. En consecuencia, los individuos ansiosos están motivados para reducir la
ansiedad aumentando la certidumbre y la previsibilidad, lo que puede lograrse minimizando la
asunción de riesgos y eligiendo opciones no arriesgadas. Los individuos se entristecen o
deprimen cuando descubren que un objetivo deseado es inalcanzable. Esto les lleva a
abandonar la meta inalcanzable y a realizar un procesamiento analítico para centrarse en
nuevas metas (por ejemplo, Andrews y Thomson, 2009). Esto nos ayuda a entender por qué la
tristeza es el único estado de ánimo asociado al procesamiento analítico. En resumen, la tristeza
o la depresión tienen los siguientes efectos: "Sesgar la cognición para evitar pérdidas, conservar
la energía, desentenderse de objetivos inalcanzables, señalar sumisión, solicitar recursos y
promover el pensamiento analítico" (Durisko et al., 2015, p. 315). El enojo tiene la función de
superar algún obstáculo para un objetivo importante mediante la adopción de medidas directas
y agresivas. Lo que más distingue a el enojo de otros estados de ánimo negativos es que los
individuos enfadados suelen sentir que tienen el control personal y, por lo tanto, son optimistas
respecto a la posibilidad de lograr su objetivo (Lerner y Tiedens, 2006). Esta percepción de
control personal también persuade a los individuos enfadados a asumir riesgos para lograr sus
objetivos. Por último, la función principal de los estados de ánimo positivos es preservar o
mantener el estado de ánimo actual. Esto lleva a los individuos felices a realizar un
procesamiento superficial o heurístico y a evitar asumir riesgos que puedan poner en peligro el
estado de ánimo positivo.

Toma de decisiones: dilemas morales


Hemos estado considerando las formas en que los distintos estados de ánimo influyen
en el juicio y la toma de decisiones. Aquí nos centraremos en una cuestión algo diferente.
Supongamos que se enfrenta a un dilema moral complejo. ¿Su propuesta de solución está más
influida por argumentos emocionales o por argumentos cognitivos o racionales? ¿Qué aspectos
de un dilema moral dado determinan qué tipo de argumento tendrá más influencia en su
decisión? Las preguntas anteriores se abordaron en el modelo de proceso dual de Greene et al.
(2008), quienes distinguieron entre dos sistemas: (a) un sistema rápido, automático y afectivo; y
(2) un sistema más lento, más esforzado y más "cognitivo". Este modelo se ha investigado
utilizando varios dilemas morales. Considere los siguientes dos problemas o dilemas
relacionados. En el problema del tranvía, debe decidir si desvía un tranvía fuera de control que
amenaza la vida de cinco personas hacia una vía lateral donde sólo matará a una persona. En el
problema del puente peatonal, debe decidir si empuja a una persona de un puente, causando la
muerte de esa persona, pero salvando la vida de cinco personas. ¿Qué decidió hacer?
Aproximadamente el 90% de las personas deciden desviar el tranvía con el problema del carro,
pero sólo el 10% deciden empujar a la persona del puente. ¿A qué se debe esta gran diferencia?
Greene et al. (2008) argumentaron que el problema de la pasarela desencadena una fuerte
respuesta emocional. Esto hace que desaprobemos empujar a la persona a su muerte aunque
eso salvaría cinco vidas. Más concretamente, respondemos emocionalmente a la idea de causar
un daño directo a otra persona. Problemas como el de la pasarela se conocen como dilemas
morales personales. Ante tales dilemas, la mayoría de los individuos emiten juicios
deontológicos basados en reglas u obligaciones morales (por ejemplo, no matar) en los que
interviene predominantemente el sistema afectivo. Por el contrario, el problema del carrito es
un dilema impersonal porque cualquier daño sólo se debe indirectamente a nuestras acciones.
En este tipo de problemas, la mayoría de la gente hace juicios utilitaristas basados en maximizar
las consecuencias (es decir, salvar el mayor número de vidas posible) utilizando el sistema
cognitivo. En términos crudos, se puede utilizar el corazón (juicios deontológicos) o la cabeza
(juicios utilitarios) para resolver los dilemas morales (Greene, 2014).
Conway y Gawronski (2013) pusieron a prueba dos predicciones del modelo de proceso
dual utilizando dilemas morales personales. En primer lugar, aumentaron la preocupación
empática de los participantes mostrándoles una fotografía de la(s) víctima(s) potencial(es) de las
acciones de los participantes. Como se predijo, esto aumentó las inclinaciones deontológicas de
los participantes (basadas en consideraciones emocionales) pero no tuvo ningún efecto sobre
sus inclinaciones utilitarias (basadas en procesos cognitivos). En segundo lugar, redujeron la
implicación del procesamiento cognitivo en la resolución de dilemas morales personales
exigiendo a los participantes que recordaran al mismo tiempo una cadena de dígitos. Esto
redujo las inclinaciones utilitarias pero no tuvo ningún efecto sobre las inclinaciones
deontológicas.
También podemos probar el modelo de proceso dual evaluando los patrones de
activación cerebral cuando a los individuos se les presentan dilemas morales personales e
impersonales. Dos áreas cerebrales relevantes son la corteza prefrontal dorsolateral (dlPFC) y la
corteza prefrontal ventromedial (vmPFC). En términos generales, la dlPFC está implicada en el
control cognitivo, mientras que la vmPFC es (entre otras actividades) importante en el
procesamiento y la generación de emociones. La explicación anterior nos permite hacer varias
predicciones. Por ejemplo, los individuos que realizan juicios utilitarios deberían ejercer un
mayor control cognitivo que los que realizan juicios deontológicos y, por tanto, tener una mayor
actividad en el dlPFC. Eso es precisamente lo que hallaron Greene et al. (2004). Los pacientes
con daños en la vmPFC tienen una menor capacidad de respuesta emocional y, por tanto,
deberían estar menos influidos que los controles sanos por los factores emocionales. Como se
predijo, estos pacientes realizan más juicios utilitarios que los controles (Thomas et al., 2011).
La investigación relevante sobre pacientes con daño en el vmPFC fue revisada por Schneider y
Koenigs (2017).

Más allá del modelo de proceso dual


La mayor parte de la investigación sobre la resolución de dilemas morales ha requerido
que los participantes elijan entre dos opciones (es decir, acción frente a inacción),
describiéndose una opción como "utilitaria" y la otra como "deontológica". Cada vez hay más
pruebas de que este enfoque está demasiado simplificado. Algunas de las primeras
preocupaciones sobre el modelo de proceso dual surgieron de la investigación sobre individuos
antisociales con tendencias psicopáticas. Kahane et al. (2015) descubrieron que tales individuos
eran más propensos que otras personas a producir juicios utilitarios con dilemas morales
personales. Esto parece extraño dado que se considera que los juicios utilitarios reflejan
preocupaciones por el bien mayor, preocupaciones de las que aparentemente carecen los
individuos antisociales. Conway et al. (2018) replicaron los hallazgos de Kahane et al. (2015)
cuando los participantes tenían que elegir entre juicios utilitarios y deontológicos. Sin embargo,
señalaron que tales hallazgos son ambiguos: podrían reflejar mayores inclinaciones utilitarias en
individuos antisociales o menores inclinaciones deontológicas. Conway et al. descubrieron
utilizando medidas más sensibles que este último era el caso: los individuos antisociales se
preocupan relativamente poco por las normas morales que prohíben matar a otras personas.
Más pruebas de que categorizar las respuestas de los individuos sobre dilemas morales
como utilitarias o deontológicas es simplista fueron reportadas por Farsides et al. (2018).
Presentaron a sus participantes varios dilemas morales, incluidos dos parecidos a los problemas
del puente y el tranvía, y les pidieron que indicaran la importancia de varias razones a la hora de
tomar su decisión. Algunos de los hallazgos fueron coherentes con el modelo de proceso dual.
Por ejemplo, las consecuencias utilitarias eran más importantes en el problema parecido al del
tranvía que en el del puente peatonal, y los sentimientos eran más importantes en el problema
parecido al del puente peatonal que en el del tranvía. Sin embargo, es igual de importante
señalar que las consecuencias utilitarias se tuvieron en cuenta en el problema similar al puente
y los sentimientos en el similar al tranvía.
Gawronski y Beer (2017) argumentaron que pedir a los participantes que decidan entre
juicios utilitarios y deontológicos es demasiado simplista y proporciona información algo
ambigua. Por ejemplo, decidir matar a una persona para salvar a otras cinco con el dilema del
tranví puede indicar un juicio moral utilitarista. Sin embargo, también podría indicar una falta de
aversión a dañar a los demás. De forma similar, decidir no empujar a la persona del puente
peatonal con el dilema del puente peatonal puede indicar un juicio moral deontológico o una
preferencia general por la inacción independientemente de cualquier norma moral. Gawronski
et al. (2017) siguieron el enfoque defendido por Gawronski y Beer (2017) obteniendo medidas
separadas de sensibilidad a las consecuencias (vinculada a los juicios utilitaristas), sensibilidad a
las normas morales (vinculada a los juicios deontológicos) y preferencia por la inacción (frente a
la acción). Podemos ver el valor de este enfoque si consideramos el estudio de Gawronski et al.
en el que compararon a individuos altos y bajos en psicopatía (tendencias antisociales).
Descubrieron que los que tenían un nivel alto de psicopatía tenían menos preferencia por la
inacción que los que tenían un nivel bajo, menos sensibilidad a las consecuencias y menos
sensibilidad a las normas morales. Así pues, una comprensión completa de los efectos de la
psicopatía en el razonamiento moral requiere un enfoque más complejo que el propuesto
dentro del modelo de proceso dual.

Evaluación
La investigación sobre dilemas morales se ha centrado en cuestiones emocionales
complejas relevantes para la vida cotidiana. Dicha investigación ha revelado mucho sobre la
implicación de los procesos cognitivos y emocionales que subyacen a los juicios y decisiones
morales de las personas. El modelo de proceso dual ha sido extremadamente influyente y
explica con éxito muchos hallazgos. ¿Cuáles son las limitaciones del modelo de proceso dual? En
primer lugar, su enfoque está excesivamente simplificado. Como señalaron Gawronski et al.
(2017, p. 21), "el enfoque [experimental] tradicional confunde la sensibilidad a las
consecuencias, la sensibilidad a las normas y las preferencias generales por la inacción en una
única medida de resultado". En segundo lugar, los dilemas morales (por ejemplo, el problema
del puente; el problema del tranvía) utilizados para probar el modelo son poco realistas. Los
resultados de las opciones de decisión en estos problemas se conocen con certeza, pero éste no
suele ser el caso en el mundo real. En tercer lugar, el modelo de doble proceso ofrece una visión
excesivamente favorable del utilitarismo basada en el supuesto de que la fría lógica es preferible
a las falibles emociones a la hora de resolver dilemas morales. Según un punto de vista
estrictamente utilitarista, "se nos permite (e incluso se nos exige) utilizar instrumentalmente,
dañar gravemente o incluso matar a personas inocentes para promover un bien mayor" (Kahane
et al., 2018, p. 132). La mayoría de la gente encuentra ese punto de vista repugnante en lugar
de admirable.

El razonamiento
Los psicólogos cognitivos han llevado a cabo una cantidad considerable de
investigaciones sobre el razonamiento. Gran parte de esta investigación se ha centrado en el
razonamiento deductivo, que nos permite extraer conclusiones ciertas siempre que se asuman
como verdaderas otras afirmaciones. Una de las tareas de razonamiento deductivo más
populares es el razonamiento silogístico. Se presentan dos premisas o afirmaciones (por
ejemplo, "Todos los gatos son obedientes"; "Lulú es un gato") seguidas de una conclusión (por
ejemplo, "Por lo tanto, Lulú es obediente"). En este ejemplo, la conclusión debe ser válida si
aceptamos la verdad de las premisas. La mayoría de las investigaciones han descubierto que los
estados emocionales negativos perjudican el razonamiento deductivo (Blanchette et al., 2017).
Por ejemplo, Oaksford et al. (1996) utilizaron breves fragmentos de películas para poner a los
participantes en un estado de ánimo negativo o positivo. El rendimiento en el razonamiento se
vio perjudicado en una medida similar por ambos estados de ánimo.
Sin embargo, no siempre se encuentran efectos adversos de la emoción sobre el
razonamiento. Johnson-Laird et al. (2006) pidieron a individuos con muchos o pocos síntomas
depresivos que enumeraran tantas posibilidades lógicas como pudieran cuando se les
presentaran varios escenarios. El hallazgo clave fue que los muy depresivos producían muchas
más posibilidades válidas que los poco depresivos cuando los escenarios les producían
sentimientos depresivos. ¿A qué se debía? Los individuos deprimidos dedican mucho más
tiempo que los no deprimidos a pensar en las causas de su depresión, por lo que se convierten
en expertos en razonar sobre la depresión.

Perspectivas teóricas
¿Cómo podemos explicar los efectos variables de la emoción sobre el razonamiento?
Blanchette et al. (2014) argumentaron que un factor clave es la relevancia: "si el estado afectivo
está asociado con los contenidos semánticos de la tarea de razonamiento" (p. 1049). Más
concretamente, el rendimiento en el razonamiento se ve afectado cuando la emoción es
irrelevante, pero no cuando es relevante. Cuando los estímulos emocionales son irrelevantes,
atraen la atención y activan información irrelevante para la tarea que requiere recursos de
procesamiento. Este procesamiento adicional provoca un deterioro del rendimiento. Cuando los
estímulos emocionales son relevantes, por el contrario, activan información relevante para la
tarea y, por tanto, no provocan alteraciones del rendimiento.
Blanchette et al. (2014) llevaron a cabo una serie de experimentos de razonamiento en
los que se presentaron imágenes o vídeos emocionalmente relevantes o irrelevantes. Como se
predijo, el rendimiento en el razonamiento sólo se vio perjudicado cuando estos estímulos
emocionales eran irrelevantes. Existen incluso pruebas de que la relevancia emocional puede
mejorar el rendimiento en el razonamiento. Blanchette et al. (2007) pidieron a participantes de
Londres (Inglaterra), Londres (Canadá) y Manchester (Inglaterra) que razonaran sobre
enunciados neutros; enunciados generalmente emocionales; y enunciados emocionalmente
relevantes para el terrorismo. Esto se hizo inicialmente una semana después de los atentados
terroristas de Londres (Inglaterra) en julio de 2005. Los tres grupos sólo se diferenciaron en lo
que respecta al razonamiento sobre enunciados relacionados con el terrorismo: el grupo más
afectado emocionalmente por los ataques terroristas (los que vivían en Londres, Inglaterra)
obtuvo el mejor rendimiento en el razonamiento sobre dichos enunciados.
Caparos y Blanchette (2017) hicieron que los participantes realizaran una tarea de
razonamiento con cuatro tipos diferentes de material: (1) contenido generalmente emocional;
(2) contenido relacionado con abusos sexuales; (3) contenido relacionado con accidentes de
coche; y (4) contenido neutro. Algunos participantes habían sufrido abusos sexuales, mientras
que otros se habían visto implicados en un accidente de coche. También había participantes de
control que no habían sufrido abusos sexuales ni un accidente de coche. Los principales
resultados indicaron que los porcentajes de error relativo en los problemas con contenido de
abuso o accidente se reducían cuando el contenido era emocionalmente relevante (es decir,
contenido de abuso para las víctimas de abuso y contenido de accidente para las víctimas de
accidente). Así pues, había pruebas sólidas de la importancia de la relevancia. Caparos y
Blanchette (2017) también consideraron el efecto de la activación fisiológica en el rendimiento
del razonamiento con material relacionado con el trauma (es decir, abuso sexual o accidente de
coche). La activación elevada se asoció con un rendimiento de razonamiento deteriorado en
comparación con la activación baja. Estos efectos de la activación sobre el razonamiento fueron
independientes de los efectos de la relevancia emocional sobre el razonamiento.

Evaluación
La mayor parte de la investigación es coherente con la noción de que los efectos de la
emoción sobre el rendimiento en el razonamiento dependen de la relevancia de la emoción
experimentada para el contenido emocional del material en la tarea de razonamiento. Sin
embargo, es probable que otros factores (por ejemplo, la activación) también influyan en el
rendimiento del razonamiento. La principal limitación de la investigación sobre emoción y
razonamiento es que el mecanismo o mecanismos precisos que median los efectos de la
relevancia en el rendimiento del razonamiento siguen sin estar claros. Es plausible que la
emoción irrelevante perjudique el razonamiento porque distrae la atención del contenido
relevante para la tarea. Sin embargo, existe una escasez de investigaciones en las que se hayan
evaluado sistemáticamente los procesos atencionales.
Resumen
• El estado de ánimo suele influir en el procesamiento cognitivo y el rendimiento, pero el
impacto del estado de ánimo se ignora en la mayoría de las investigaciones.
• La ansiedad y el enojo suelen provocar un estrechamiento atencional, mientras que la
tristeza o un estado de ánimo positivo suelen provocar una ampliación atencional. Sin
embargo, también hay pruebas de que los estados de ánimo que implican una baja
intensidad motivacional implican una ampliación atencional mientras que los que
implican una alta intensidad motivacional implican un estrechamiento atencional.
• La memoria congruente con el estado de ánimo es mayor en los estados de ánimo
positivos que en los negativos porque los individuos con un estado de ánimo negativo
están más motivados para mejorar su estado de ánimo.
• Hay más pruebas de la memoria dependiente del estado de ánimo cuando los individuos
tienen que generar sus propias claves de recuperación.
• La amígdala (que es un centro conectado al 90% de las regiones cerebrales) está muy
implicada en el procesamiento de los estímulos emocionales (y en el recuerdo de estos).
• Los tres estados de ánimo de malestar de ansiedad, enojo y tristeza tienen patrones
idiosincrásicos de efectos sobre el juicio y la toma de decisiones. Estas diferencias
reflejan las distintas funciones asociadas a cada estado de ánimo.
• Existen pruebas de que el enojo y los estados de ánimo positivos se asocian a un
procesamiento heurístico o superficial, mientras que la tristeza se asocia a un
procesamiento analítico o deliberativo.
• Según el modelo de elección basado en la emoción, la toma de decisiones está influida
por interacciones complejas entre los siguientes factores: la emoción actual; la
personalidad y las preferencias; las influencias incidentales (por ejemplo, el tiempo); los
resultados esperados.
• Según el modelo de proceso dual de Greene, la mayoría de los individuos realizan juicios
deontológicos (basados en reglas morales) con dilemas morales personales, pero juicios
utilitaristas (basados en la maximización de las consecuencias) con dilemas
impersonales. Este modelo está demasiado simplificado y ofrece una visión
excesivamente halagadora de las ventajas del utilitarismo.

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