Portularia 1578-0236: Issn: Portularia@uhu - Es
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ISSN: 1578-0236
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Universidad de Huelva
España
RESUMEN
Como resultado del envejecimiento demográfico, el número de personas
mayores que padecen alguna discapacidad ha aumentado en los últimos años.
Este incremento de la esperanza de vida de las personas que padecen algún tipo
de discapacidad plantea nuevos retos en la investigación y en las políticas socia-
les. Todavía existe un escaso conocimiento de las necesidades que plantean las
personas con discapacidad que envejecen. La preocupación por este tema ha
tenido lugar en los años 80, cuando se han multiplicado en los países más
avanzados los servicios de atención a los discapacitados de mayor edad. En este
artículo se analiza también la Encuesta de Deficiencias, Discapacidades y Estado
de Salud en relación a este colectivo, así como sus posibles formas de conviven-
cia.
ABSTRACT
As a result of demographic aging, the number of old people that suffer some
kind of disability is increasing in the recent years. Such increase in the life
expectancy of the people who suffer some kind of disability sets new challenges
for research and social policy. There is still little knowledge of the needs of
disable ageing people. The eighties witnessed a large increase in the services
provided to this sector of the population. This essay also analyses the Deficiencies,
Disabilities and Health Survey in relation with this collective.
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1. INTRODUCCIÓN
El progresivo aumento del envejecimiento de la población en la mayoría de
los países occidentales se produce fundamentalmente por el alargamiento de la
esperanza de vida y por una disminución de la fecundidad. España no es ajena
a este fenómeno.
Una de las consecuencias del envejecimiento demográfico es la mayor lon-
gevidad de los sujetos. Este hecho –sin duda positivo-, a partir de ciertas eda-
des lleva a que el número de personas mayores que padece algún tipo de
discapacidad se haya visto incrementado notablemente en los últimos años
El aumento de la población de personas con discapacidad que llegan a
edades avanzadas es paralelo al envejecimiento demográfico de la población,
derivado de los avances e innovaciones en las ciencias de la salud y en la
mejora de las condiciones de vida. Como consecuencia el envejecimiento de
las personas con discapacidad presentan una serie de necesidades adicionales
que van a modificar la situación anterior, añadiendo mayores complejidades.
El incremento progresivo de la esperanza de vida de las personas que pade-
cen algún tipo de discapacidad es un fenómeno positivo en sí mismo, pero
también plantea nuevos retos en los campos tanto de la investigación, como de
formación de políticas sociales, porque hoy en día todavía existe un descono-
cimiento sobre las necesidades que presentan las personas que envejecen y su
entorno familiar. Pilar Rodríguez, jefa de Servicio de Estudios del IMSERSO
(Rodríguez, P. 2003:33) también ve esto como un fenómeno positivo porque
las personas con discapacidad van adquiriendo una mayor esperanza de vida y
por lo tanto hay cada vez más personas que han vivido con una discapacidad
y llegan a edades avanzadas. Este es un fenómeno que origina un reto tanto
para las políticas de servicios sociales como para la investigación, porque toda-
vía se conoce poco de este fenómeno que es relativamente nuevo. Antes las
personas con discapacidad grave y congénita, o bien adquirida en los primeros
años de la vida, morían antes o no llegaban a la vejez.
Envejecer es un fenómeno inevitable y un proceso natural en cualquiera,
pero distinto según las personas y su situación.
El ser humano alcanza la edad vital entre los veinte y los cincuenta años, a
partir de ahí comienza un declive porque el número de células dañadas es
mayor que las sanas. No existe el elixir de la eterna juventud porque tenemos
un reloj biológico que marca nuestro ritmo de envejecimiento sincronizado a
un ritmo de veinticuatro horas.
En una persona mayor sana la perdida de masa muscular es el factor
limitante que determina su posibilidad de vida independiente, y se insiste en
que los últimos años hay que vivirlos en buenas condiciones, con capacidad
de conocimiento y razonamiento intelectual mínimo. El envejecimiento de
una persona con discapacidad es diferente porque toda su vida ha vivido en
dependencia y todavía existen hoy existe escaso conocimiento de las necesi-
dades que se plantean las personas con discapacidad que envejecen.(Verdugo
Alonso, M.A, 1995,3-4))
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articular pueden articular la respuesta más adecuada para cubrir sus necesida-
des.
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la tentación de aprovechar los últimos años para dedicar aún más atención a su
hijo deficiente. Hacer que este “niño” los abandone pueda incluso privarles de
un compañero y de una razón de existir.
-Un aspecto económico: los padres del adulto deficiente cuentan con las
ayudas que se entregan a éste, como contribución a los gastos de la familia.
Para estas personas que viven de una jubilación escasa, la colocación anticipa-
da de su hijo en un centro puede significar la pérdida de su propia autonomía
financiera.
-El duelo: los padres de una persona discapacitada que envejece no sólo
deben plantearse el final de la vida de su hijo, sino preparase igualmente para
su propia partida. La imagen tradicional de las instituciones en las que se colo-
can los ancianos atrae poco, tanto para un hijo como para uno mismo. La
muerte de la persona retrasada no aporta necesariamente un alivio, ya que
supone el abandono del otro. Frente a esta situación angustiosa, es más fácil
decirse “mañana me ocuparé de esto”.
Si bien con el aumento de edad aparece la necesidad de cuidados más
intensivos o de ingresar en un hogar para ancianos, este paso debe darse
únicamente cuando otras ayudas ambulatorias resultan insuficientes. En este
punto surge la cuestión de si debe haber residencias especiales para ancianos
discapacitados o si deben acomodarse en residencias normales. Parece ser que
en las residencias normales no reciben suficientes cuidados y. Frecuentemente,
son discriminados por los otros residentes. En general, deben preferirse resi-
dencias pequeñas a grandes instituciones, con la garantía de cuidados médicos
y de actividad terapéutica, sin aislar a las personas con discapacidades profun-
das (deficiencia mental profunda) o con múltiples deficiencias, y un reconoci-
miento de la ayuda económica para las necesidades individuales.
Como puede deducirse de lo anteriormente expuesto, el alojamiento es un
asunto clave para el bienestar del anciano y, con tendencias normalizadoras
hasta donde sea posible, se ha de procurar que la oferta sea realista, que
comprenda las variadas formas de vida que puede adoptar en la sociedad
actual, tanto las de uso generalizado como las menos conocidas e incluso las
que todavía tienen una implantación incipiente pero son deseables. La adecua-
da realización de este aspecto requiere conocer las preferencias de los ancia-
nos discapacitados o sus representantes. El contraste pertinente de estas prefe-
rencias son las necesidades objetivas, y con la disponibilidad de recursos, cons-
tituirá la base de la oferta inmediata y a medio plazo.
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Las enfermedades del sistema osteoarticular no son letales. Sin embargo son
las que causan los mayores problemas de funcionamiento, de realización de las
actividades de la vida diaria y de participación en la sociedad son las que
originan la mayor dependencia.
La causa de la deficiencia suele residir en la enfermedad: el 73,2% de los
mayores con deficiencias osteoarticulares sufren estas dolencias como conse-
cuencia de una enfermedad, y un 15,3% como resultado de un accidente, otras
causas menos relevantes (congénitas, laborales u otros tipos).
Existen otros factores de riesgo de discapacidad y dependencia, cuanto
menor es el nivel de instrucción mayor es el riesgo, así entre los universitarios
se encuentran las tasas más bajas de dependencia 8de diez solo uno) mientras
que las tasa entre analfabetos son muy elevadas (dos de cada tres analfabetos
son dependientes).
El nivel de ingresos y estatus social repiten el mismo patrón. en los hogares
con ingresos por debajo de 60.000 ptas/mes la incidencia de la dependencia es
el doble que en los que tenían un nivel de ingresos más alto.
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Los varones dependientes son cuidados en primer lugar por su mujer (44,6%),
una hija (21,3%) y otros familiares (12%); el hijo y la posible nuera juegan un
papel menor en este sistema de cuidados.
La ayuda formal alcanza al 13% de las personas con discapacidad que nece-
sitan ayuda. Los servicios sociales (3,2%) siguen siendo insignificantes
estadísticamente habando. La ayuda formal es el conjunto de servicios provis-
tos por entidades y organizaciones, de naturaleza pública o privada, con o sin
ánimo de lucro, por voluntarios, y por personas que trabajan por su cuenta de
forma remunerada, para cubrir las necesidades de las personas dependientes
en casa, en la comunidad o en una institución.
Es decir, el modelo de atención a la discapacidad de los mayores se basa en
la mujer, esposa o hija, cuidadora de varón, esposo o padre, y también mujer
cuidadora de madre dependiente.
Cuando la cuidadora principal es la mujer, la esposa, un 50,3% declara
dedicar más de 40 horas semanales a atender. Cuando se trata de la hija los
porcentajes también son altos (42,9% dedican más de 40 horas semanales a
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