2 El Progreso Espiritual
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El progreso
Espiritual
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INTRODUCCIÓN
Los fundamentos bíblicos de la noción
de progreso espiritual
INTRODUCCIÓN
Los fundamentos bíblicos de la noción de
progreso espiritual
Por una parte tendemos a la vida eterna porque
recibimos la gracia de las virtudes y de los dones
como principio permanente y como fuente de
dinamismo infinito; por otra, dado que nuestra vida
natural se desarrolla tendiendo a una plena
autoconciencia y a una integración cada vez más
completa de nuestra personalidad, nuestra vida
espiritual sigue necesariamente una evolución
temporal que se presenta también como un
progreso hacia la plenitud.
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Los fundamentos bíblicos de la noción de
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Más aún, la experiencia nos dice que
esta evolución, en los fieles que
cumplen la voluntad de Dios -que es
nuestra santificación-, procede según
unas etapas bastante constantes hacia
un fin, llamado comúnmente
perfección o santidad, o, como
decimos también nosotros, plenitud.
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Los fundamentos bíblicos de la noción de
progreso espiritual
El Evangelio nos describe el crecimiento del reino de Dios de forma genérica. En
este aspecto, los textos más explícitos son los del evangelio de Mateo, capítulo
13: el Reino de Dios crece, tanto en el mundo como en nosotros, de manera
parecida al grano de mostaza, y este crecimiento, añade el evangelio de
Marcos, se presenta como algo misterioso:
"Sucede con el reino de Dios Io que con el grano que un hombre echa en la
tierra. Duerma o vele, de noche o de día, el grano germina y crece, sin que él
sepa cómo" (Mc 4, 26).
Pues bien, este crecimiento requiere de nuestra parte una decisión clara:
"Sucede con el reino de los cielos Io que con un tesoro escondido en el campo: el
que lo encuentra Io deja oculto y, lleno de alegría, va, vende tod07 lo que tiene
y compra el campo. También sucede con el reino de los cielos lo que con un
mercader que busca ricas perlas, y que, al encontrar una de gran valor, se va a
vender todo lo que tiene y la compra" 13, 44—46).
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Pero no todos los invitados al Reino
responden positivamente (Cf. Mt 19, 16-
30: el joven rico no vende todos sus
bienes para seguir al Maestro).
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El crecimiento del cristiano sigue el crecimiento del Reino. El motivo de este
paralelismo está ligado a la doctrina del Cuerpo místico: el crecimiento del cuerpo
se hace consciente en los miembros y, al mismo tiempo, los forma, lo cual conduce
necesariamente al crecimiento del cristiano, de manera que, según la palabra de
san Pablo, él no es ya "un niño fluctuante que se deja llevar por cualquier viento" (Ef
4, 14). Oponiendo en varias ocasiones el cristiano adulto (o también: perfecto) a un
niño, san Pablo exhorta a los cristianos a crecer cada vez más:
"No cesamos de orar y pedir por vosotros, para que conozcáis perfectamente su
voluntad, colmados de la sabiduría y la inteligencia que otorga el Espíritu. Llevaréis
así una vida digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda suerte
de buenas obras y creciendo en el conocimiento de Dios. El poder glorioso de Dios
os hará fuertes hasta el punto de que seáis capaces de soportarlo todo con
paciencia y entereza" (Col I, 9-11).
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Por lo demás, el mismo Pablo habla de su propio
crecimiento:
"No pretendo decir que haya alcanzado la meta o
conseguido la perfección, pero me esfuerzo a ver si la
conquisto, ya que yo mismo he sido conquistado por Cristo"
(Flp 3, 12).
Al tratar de las virtudes teologales (capítulo V), hemos
mostrado ya cómo crecen y se desarrollan a lo largo de
nuestra vida. Ahora añadiremos sólo algunas indicaciones
sobre los aspectos más particulares que atañen al
crecimiento de la sabiduría y de la caridad.
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EL DESARROLLO ESPIRITUAL
Generalmente hablando, se
puede decir que la conciencia
de los incipientes se hace
cristiana en los pensamientos, en
los juicios y en las acciones.
2. Incipientes, avanzados, perfectos
a. Los incipientes.
Entre los peligros posibles de esta fase está el
de la tensión y el de un fervor indiscreto, ya
que el incipiente atribuye mayor importancia
a los esfuerzos personales que a la función
de la gracia y de la libertad de Dios; en
efecto, las operaciones espirituales de este
periodo son muy parecidas a las
operaciones mentales naturales.
2. Incipientes, avanzados, perfectos
a. Los incipientes.
El fin que se pretende durante este estado es principalmente la
purificación del alma; por eso muchos equiparan el grado de los
incipientes a la vía purgativa.
En un primer tiempo la purificación se refiere a los pecados, para
evitarlos; luego, cuando la conciencia se ha hecho más pura y
atenta, penetra hasta las raíces mismas del pecado; el incipiente
intenta destruir las inclinaciones desordenadas y finalmente ataca
al espíritu mundano del que también él participa.
De todas formas, esta purificación supone que la mente se ilumine
con la oración, la lectura y la doctrina. También el corazón queda
purificado de las preocupaciones mundanas y de los afectos
meramente naturales, que ahora se consideran bajo la luz del amor
de Cristo.
2. Incipientes, avanzados, perfectos
b. Los avanzados.
Nos limitamos a recoger aquí la clara descripción que hace del mismo el
padre Guibert:
"Entre estos perfectos se suelen distinguir dos grados: a. La
consumación plena de la caridad o caridad heroica, como la
que suele exigir la Iglesia para la beatificación de los siervos de
Dios, y que Benedicto XIV, después de confrontar las diversas
definiciones de los teólogos, define de este modo:
“La virtud cristiana, para ser heroica, debe hacer que el que la
posee actúe fácilmente, con prontitud y con gusto, de un modo
superior al ordinario, por un fin sobrenatural, sin razonamientos
humanos, con abnegación y sumisión de los movimientos de la
afectividad” (De servorum Dei beatificatione III c. 22, n. 1).
2. Incipientes, avanzados, perfectos
c. El grado de los "perfectos” .
Se puede añadir de esta descripción lo siguiente: la
heroicidad debe resplandecer hasta tal punto que el
siervo de Dios pueda ser propuesto como ejemplo a los
demás cristianos que vivan en las mismas condiciones.
Una perfección de la caridad menos plena y
resplandeciente, pero verdadera y suficiente para que el
alma no pueda ser enumerada ya entre los simples
avanzados, en cuanto que ha conseguido tal grado de
abnegación y de recogimiento que es habitualmente
dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo y la caridad
domina toda su vida, excepto alguna infidelidad que se
debe a su fragilidad" (Theologia spiritualis, n. 357).