Mandrake 777
Mandrake 777
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INTRODUCCIÓN
Durante más de seis décadas, Miguel Najdorf, polaco nacionaliza-
do argentino, mantuvo el récord de partidas simultáneas de ajedrez
jugadas a ciegas. En enero de 1947, en una visita a San Pablo, Bra-
sil, el ajedrecista jugó 45 partidas (ganó 39) contra 83
contrincantes quienes, durante 22 horas, se turnaban a medida que
les ganaba el cansancio. En su obituario de 1997, el New York
Times (Pace, 1997) recordaba que Najdorf realizó la exhibición
con la esperanza de que algún familiar suyo en Rusia, Polonia o
Alemania reconociera su nombre en los periódicos y lo contactara.
Después de huir del holocausto y perder a su esposa y a su hijo en
los campos de con- centración, el ajedrecista había también
perdido todo contacto con sus raíces polacas. Tuvieron que pasar
64 años para que, en 2011, el alemán Marc Lang superara el récord
de partidas de ajedrez simul- táneas jugadas a ciegas.1
Aunque Najdorf era claramente superior a sus rivales, su figu-
ra frente a decenas de contrincantes se asemeja a la de los fiscales.
Sus partidas simultáneas sirven aquí de analogía para analizar dos
importantes cuestiones sobre la justicia en Bolivia. En primer
lugar, la obligación de los fiscales, jugadores relativamente
experimentados,
4 Uno de los ejes de la Cumbre Nacional de Justicia para Vivir Bien, que se
realizó en junio de 2016, fue precisamente la formación de los abogados.
5 Universidad Católica Boliviana, Escuela Militar de Ingeniería, Universidad
Andina Simón Bolívar y Universidad Policial.
114 | “Doctorcitos”. Ensayos de sociología y antropología jurídica
podría existir también, o cualquier otro pretexto para poder dilatar o hacer
ver que no ha existido delito, que no es el delito (fiscal de materia 5,
2015).
CONCLUSIONeS
Los fiscales, como Najdorf, juegan partidas simultáneas, pero, a dife-
rencia del ajedrecista, corren permanentemente contra el tiempo y
contra su propio cansancio. En sus batallas diarias, postergan
movidas en un tablero porque deben atender un ataque más
apremiante en otro. Juegan a ciegas porque no tuvieron tiempo de
leer el cuaderno de investigaciones o porque acaban de iniciar sus
funciones. Mien- tras tanto, sus contrincantes de turno, abogados y
ciudadanos, saben cómo manejar el juego. Se aprovechan de la
ansiedad de los fisca- les y los exprimen hasta llevarlos a entregar
sus fichas por descuidos incomprensibles, a rogar por hacer tablas
o a voltear a su rey sobre el tablero para firmar la derrota. Estos
oponentes rozan y hasta cruzan el extremo de la ilegalidad para
distraer a los funcionarios estatales o lograr que estos muevan las
fichas que más los favorecen. A veces, parecería que incluso no
quieren jugar o que esperan a que el fiscal olvide la partida
mientras se concentra en muchas otras. Si esto no ocurre, los
abogados se sientan a la mesa y mueven algunas piezas con
displicencia, esperando que la bandera roja del reloj estatal caiga
para finalmente hacerse con el triunfo.
La posición de ventaja relativa que tienen los abogados frente a
los representantes del Ministerio Público también aparece en su
relación con los clientes. Los abogados son quienes, al final de
cuentas, conocen el tablero, las reglas del juego y el impacto que
tendrá en el desarrollo de la partida mover tal o cual pieza. También
saben del poder que, gracias a la implementación de normas
garantistas, tienen sus clientes y, por intermedio suyo, ellos mismos.
Pero, además, saben perfectamente que el juego se desarrolla contra un
“Tengo que ser Mandrake” |
tipo de adversarios, los funcionarios del
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