El Gran Hallel

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El gran Hallel

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El gran Hallel

La cena pascual judía, o Seder de Pascua, concluía en el tiempo de Jesús, y concluye


también hoy, con la recitación de unos salmos especiales que se llaman Hallel, o
alabanza. Se llaman así porque todos ellos comienzan con las palabras Hallelu Yah,
"Alabad al Señor". Este Hallel se divide en dos partes, el pequeño Hallel, formado por
los salmos 113 al 118, y el gran Hallel, el salmo 136 de la Biblia hebrea. Es el salmo
conclusivo de la cena pascual, el más solemne e importante de todos.

Nos consta que Jesús el Jueves Santo terminó la última cena recitando de estos
salmos, tal como lo indica el evangelio de San Mateo: "Y cantados los himnos,
salieron hacia el monte de los Olivos" (Mt 26,30). Cada vez que los recitemos
podemos unirnos a los sentimientos de Jesús en aquella noche, sintonizando con las
vivencias de su corazón.

Nos sorprenderá comprobar que el corazón de Jesús en ese momento de la cena no


estaba lleno de tristeza, sino de la alabanza y el gozo con que todo buen judío celebra
la fiesta pascual de la liberación y el paso de Dios por nuestra vida.

Quisiera fijarme especialmente en este último salmo o gran Hallel, que comienza con
las palabras "Dad gracias a YHWH porque es bueno, porque es eterno su amor" (Sal
136,1). Según las rúbricas, debe recitarse sujetando con la mano una copa de vino que
se saborea sorbo a sorbo durante la recitación del salmo. Se trata de la cuarta y última
copa de la cena, la copa del cántico.

Es en realidad un brindis al Dios de la vida. Todos los brindis en el idioma hebreo


hasta hoy se hacen con las palabras "LeHayyim", "A la vida". A muchos les puede
resultar un modo de oración muy original eso de orar bebiendo a pequeños sorbos de
un vaso de vino, pero este ejemplo ensancha el horizonte de los mil modos de orar
posibles. En Japón aprendí de dos misioneras voluntarias a bendecir la mesa
brindando con una copa de vino. Desde entonces me gusta hacerlo así.

En algunos retiros que he dirigido he propuesto una dinámica de oración en torno a


una copa con vino que representa nuestra vida. La dinámica tiene cuatro partes: tomar
la copa y contemplarla; alzarla en alto y pronunciar un brindis; entrechocarla con la
copa de los demás; beberla despacio, sorbo a sorbo. Es sorprendente ver las
resonancias que estos gestos realizados en clima de oración pueden llegar a tener. Al
final dejamos un tiempo para que la gente comparta su experiencia y el significado de
su brindis.

Aún más importante que el gesto de la copa es el contenido del gran Hallel. Se trata
de un resumen de las grandes obras salvadoras del Dios en la historia. Es un relato de
las grandes acciones de Dios subrayadas por un estribillo que repite: "Porque es
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eterno su amor". Creó las grandes lumbreras, porque es eterno su amor… (Sal 136,7);
hizo pasar a Israel por medio del Mar Rojo, porque es eterno su amor… (v. 14); guió
a su pueblo en el desierto, porque es eterno su amor… (v. 16); en nuestra humillación
se acordó de nosotros, porque es eterno su amor… (v. 23).

Cuando doy ejercicios espirituales invito al ejercitante a componer su propio gran


Hallel, es decir, a componer un poema narrativo en que se vayan detallando todos los
momentos importantes de la vida, añadiéndoles el estribillo "porque es eterno su
amor". Es necesario no excluir ninguno de los acontecimientos importantes, ni
siquiera aquellos que a primera vista pudieran parecer más negativos o dolorosos.
Hay que incluirlos todos en el poema, porque también esos acontecimientos difíciles
han sido la ocasión de que se nos manifestara el amor de Dios.

Hace ya bastantes años tuve el privilegio de contar entre mis ejercitantes a María
Dolores, miembro de una comunidad de oración de la que yo era entonces consiliario.
En enero de 1991 se encontraba ya en la fase terminal de un cáncer que acabaría con
su vida seis meses después de aquellos ejercicios.

Tras su muerte a los 42 años, su viudo me trajo unos preciosos apuntes espirituales
que María Dolores había ido escribiendo durante los tres años que duró su
enfermedad. Me animé a editarlos en el libro "Vivir a tope". Fueron sus dos hijas
adolescentes las que escogieron este título que refleja lo que para ellas fue el rasgo
más característico de su madre.

En aquellos apuntes se conservaba el gran Hallel que María Dolores compuso en los
ejercicios terminales de su vida. Consta de 41 estrofas seguidas por el estribillo:
"porque es eterno su amor". En ese poema nada ni nadie queda fuera del alcance de
ese amor de Dios que resplandecía en su vida. Tras los destrozos de la quimioterapia,
María Dolores seguía dando gracias a Dios por su pelo y sus pestañas, porque es
eterno su amor; o por sus médicos, porque es eterno su amor, o por haberle dado
sentido a su sufrimiento, porque es eterno su amor.

En esos apuntes espirituales María Dolores llega a decir que aquellos tres años de
lucha contra el cáncer habían sido los tres años más felices de su vida, porque fueron
los años en que se había sentido más querida por su marido, sus hijas, el resto de su
familia, sus amigos, y sobre todo por Dios.

Es el sentirnos amados lo que nos hace realmente felices, y por eso cuando nos llega
el amor de los demás, uno puede ser muy feliz aun en medio de quimioterapias,
náuseas, calvicie, pérdida de un pecho, agonía y sentencia de muerte.

También Jesús entonó el gran Hallel en el momento terminal de su vida, con plena
conciencia de que su muerte estaba ya muy próxima, y nos enseñó a rezarlo
juntamente con él, para que la oscuridad de la muerte no consiga opacar la
luminosidad del amor de Dios que se ha ido revelando etapa tras etapa de nuestro
caminar por la vida.

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