Madame Bovary: Una Femeneidad en Conflicto

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-Catalina Tomasini

-DNI: 44.593.776
-Comisión Arnoux
-Consigna: Madame Bovary/ Flaubert

Madame Bovary, tardó en escribirse al menos cinco años, y se publica a través de folletines
en 1856, con el nacimiento de la prensa francesa. Con su le mot juste y nuevos elementos
narrativos como el narrador en tercera persona y el discurso indirecto libre, Flaubert inicia su
carrera con la que se convertiría en la novela del siglo XIX.
Sin embargo, Madame Bovary no alcanza la fama sin tropiezos: en 1857, la novela sería
llevada a juicio por el abogado imperial Ernest Pinard debido a sus “escándalos contra la
religión y la moral pública”. En el proceso judicial, Pinard decidió, para poner en contexto a
los jueces, resumir la novela para luego enfocarse en los “pasajes acusados”. A través de este
procedimiento, transformó a Madame Bovary en la historia que él quería que fuera. Pero, ¿no
es aquello lo que siempre se intentó hacer con Emma?
Desde el comienzo, nuestra protagonista, Emma Bovary (de soltera, Rouault), intenta
complacer las altas expectativas que todos tienen de ella. Es una mujer inteligente, bella y
joven: “...había recibido, como dicen una esmerada educación, que por lo tanto sabía bailar,
geografía, dibujo, bordar y tocar el piano” (Flaubert, 2014, p.24) . No obstante, los diferentes
personajes y elementos intentan moldear la figura de Emma hasta ponerla en un constante
conflicto de su ser: en primera instancia, ya desde el Convento de las Ursulinas, Emma es
afectada por una pieza clave de la novela, que es, sin dudas, la literatura.
“Y así, durante seis meses, con quince años, Emma se manchó las manos en ese polvo de los viejos gabinetes de
lectura. Más tarde, con Walter Scott se apasionó por los sucesos históricos, soñó con arcones, salas de guardia y
trovadores. [...]. En esa época rindió culto a María Estuardo, y una veneración entusiasta a mujeres ilustres o
desdichadas. Juana de Arco, Eloísa, Agnès Sorel, la bella Ferronnière y Clémence Isaure destacaban para ella
como cometas sobre la inmensidad tenebrosa de la historia…” (Flaubert, 2014, p.40)

No podemos justificar su incompetencia para leer literatura. Emma es una mala lectora, que
no distingue entre ficción y realidad. Su primera droga son los libros, y como expone Ronnel
en su “Crack Wars. Literatura, adicción y manía”, se sumerge en una ensoñación despierta
respecto de cosas que quiere pero no puede conseguir en el mundo real. A través de ellos, ella
encuentra una forma de salida de su vida. Luego, no sólo serán las ficciones las vías de
escape: sus cartas con su primer amante, Rodolphe, la aíslan de su raído matrimonio con
Charles, y luego, la Biblia, será leída por ella para persuadirse del dolor que le ocasiona el
abandono de Rodolphe. Como bien expresa Ranciere (2011), “su suicidio surge por una
seguidilla de desilusiones que derivan de una ilusión original: por un exceso de imaginación”
(p.75). Que su suicidio sea por haber consumido arsénico no es una coincidencia. Esta novela
es una novela de excesos: exceso de literatura, exceso de expectativas que desgastan hasta la
muerte a nuestra protagonista.

Aunque Charles conoce a Emma estando casado, desde el principio se percata de la adoración
que sentía por la mujer. Hay un contraste entre sus dos esposas. Por un lado, con su primera
mujer, se sentía preso de su masculinidad (“Pero fue su mujer quien mandó; delante de la
gente, él tenía que decir esto, callar aquello, debía ayunar los viernes, vestirse como a ella le
parecía… (Flaubert, 2014, p.19)) y por el otro, un matrimonio donde Emma se disponía ante
él sin protestas: Charles besaba su cuerpo, contemplaba su entereza mientras hacía las cosas
que le apasionaban, encontraba en ella lo que antes deseaba tener.
De alguna forma, Charles Bovary moldea a su nueva mujer a costa de sus expectativas como
esposo. El embarazo de Emma, trae a Charles la esperanza de un cambio de carácter en su
mujer. Sin embargo, Emma no es una madre prototípica: sus ataques de amor y de desprecio
para con Berthe son el resultado del aburrimiento que le provoca todo lo que venga de parte
de su esposo.

Es ahí donde se emprenden los engaños de Emma: lo consideraba insulso, poco inteligente,
“la creía feliz y ella le reprochaba aquella calma tan impasible, aquella pachorra apacible…”
(Flaubert, 2014, p.43). La convivencia la hacía encerrarse en sus fantasías, cada vez más
constantes, para desapegarse de una realidad que nunca quiso: anhelaba una vida más agitada,
envidiaba el estilo de vida parisina. Las mentiras de Emma conforman un gran cúmulo de
burlas hacía su marido: en primera instancia, finge una enfermedad que los hace mudarse a
un lugar con mejor clima, Yonville, donde Charles pierde su clientela y donde Emma
conocerá a sus dos amantes: León y Rodolphe.
Ambos hombres van a ser agentes de la ensoñación de Emma: desde la narración, los
encuentros clandestinos de Emma reflejan ese estado de latencia, como una bruma en el
ambiente que no da lugar a distinguir entre la vida real y los sueños: una vez más, estos dos
personajes, logran vulnerar y desestabilizar a Emma. “Al principio sintió como un mareo;
veía los árboles, los caminos, las cunetas, a Rodolfo, y se sentía todavía estrechada entre sus
brazos, mientras que se estremecía el follaje y silbaban los juncos.” (Flaubert, 2014, p.130)
Todos quieren un pedazo de Emma, pero ella también. “Emma transforma sin cesar las
haecceidades en cualidades de las personas y las cosas. De esa forma vuelve a colocarlas
incesantemente en el torbellino de los apetitos y frustraciones personales” (Ranciere, 2011,
p.95). La protagonista confunde a sus pares con personajes novelescos, los infla de ficción, y
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cuando explota en su cara que ella también es engañada, la desilusión termina siendo su arma
mortal.
Referencias
-Flaubert, Gustave. (2014). Madame Bovary. Siruela.
-Ronnel, Avital. (2016). “Tercera Parte: Emma Bovary patina” en Crack Wars: literatura,
adicción y manía. (pp. 111 a 125). EDUNTREF.
-Rancière, Jacques. (2011). “La pena de muerte de Emma Bovary. Literatura, democracia y
medicina” en Política de la literatura. (pp. 75 a 107). Libros del Zorzal.
-Kendrick, Walter. (1995). “Juicios a la palabra” en El Museo Secreto. La pornografía en la
cultura moderna (pp. 133 a 168). Tercer Mundo Editores.

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