T. III Literaturas Europeas
T. III Literaturas Europeas
T. III Literaturas Europeas
1. RETÓRICA
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Lo interesante es que la retórica está vinculada al poder y creó una maquinaria
para crear textos.
ARISTÓTELES
Aristóteles plantea que el receptor es el que lo recibe. Este receptor puede ser de
dos tipos, juez o espectador. Juez es aquel que tiene la capacidad de decidir. El
espectador es el que mira, no decide. El juez puede decide sobre cosas del pasado o
sobre del futuro y al espectador le queda el presente porque no toma decisiones, no
juzga. El juez puede recomponer los hechos, pero ya está en el pasado, hablamos de
género forense. Nadie conoce el futuro, en este caso estamos ante el género
deliberativo, en el que se decide lo que puede suceder en un futuro. Si el receptor ve,
presente, estamos ante el género demostrativo, porque el orador solo puede demostrar
su capacidad, en este género se encuentra la docencia.
Aristóteles intenta plantear que en el género forense hay que hacer un discurso
bajo de las técnicas de la retórica. En el caso de género deliberativo y del género
demostrativo, el uso de la retórica debe ser alto porque nadie conoce el futuro.
Aristóteles llama a esto la división dual peripatética, que ha creado problemas a la
literatura europea porque se creía que “bajo” eran personas humildes y “alto” se usaba
para los elevados. También puede haber mezclas de géneros, entonces la literatura está
en el género demostrativo, porque ahí el escritor muestra toda su opacidad. La literatura
fue asimilada al género demostrativo para demostrar la potencia del idioma.
La retórica articuló el estudio del discurso en cinco pasos (partes artis) que hay
que hacer para hacer un buen discurso. La primera es la inventio, hallar los argumentos,
las pruebas para el discurso. La segunda es la dispositio, disposición literal de esas
ideas, la estructura mental. La estructura depende del canal, escrito u oral. La tercera es
la elocutio, buscar la forma lingüística adecuada. Hay quqe elegir bien las palabras
dependiendo del receptor. Hay una serie de cualidades prefijadas como la claridad, la
perspicuidad (exigencia de claridad), la urbanidad (palabras cercanas a la comunidad) y
el ornato (figuras retóricas). La cuarta es la memoria, que como su nombre indica,
consiste en memorizar la estructura perfectamente organizada para ir exponiendo las
ideas, el que más sabe es el que más recuerda. Algunos textos literarios son en realidad
esquemas de memoria. La imaginación se trabaja desde la memoria y se crean imágenes
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que a su vez fueran estructuras. Y la quinta es la actio, la puesta en escena. Para
Aristóteles escribir cartas era hablar con los ausentes. Se fija en dos componentes clave:
la voz y la postura corporal, eso lo trabajó con detalle Quintiliano y desarrolló la
primera teoría no verbal. Había que tener una buena capacidad respiratoria para la
comunicación oral. La retórica insistió mucho en la vocalización, para entender bien los
discursos. Desde Sigmund Freud el consciente tiene un control racional de las palabras
y el subconsciente es lo que realmente opinamos y sentimos ante lo que estamos
sintiendo.
Las más importantes son la inventio, la dispositio y la elocutio, que son las tres
comunes en un discurso escrito y en uno oral y son los tres vértices para juzgar un
discurso.
POÉTICA
Esto viene porque la primera parte que cuenta Aristóteles en todas las tragedias
es la fábula, que viene de una palabra griega, el mito (μῦθος). La fábula es la trama y no
el argumento, lo que engancha al espectador y al lector. La trama, la fábula de Edipo es
la historia de un hombre que está buscando a un asesino sin saber que él mismo es el
asesino y con poder de tomar una decisión como rey. Y esa trama puede estar en
muchas obras. La trama es lo esencial y realmente hay muy pocas tramas, que siempre
son garantía de éxito, como es la trama de la venganza o la trama del conflicto entre dos
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personajes, donde uno es la bondad y el otro la maldad o la trama donde se averigua
algo o un personaje descubre que no es quien creía ser. Luego se les puede poner un
argumento. (Edipo Rey es el inicio de la novela policiaca, buscar un asesino). Por eso la
trama es el centro de cualquier tragedia y así se entendió la literatura europea durante
siglos porque una buena trama garantiza que el público quede absorto por ver cómo se
desarrolla la trama. Si hay errores, el público sale de la tragedia y no se produce la
catarsis. El secreto de una buena tragedia para Aristóteles está en una fábula bien
construida. Si alguien busca un asesino y al final descubre que es él mismo, atrapa la
inteligencia del espectador. Y ahí, en cierta medida Aristóteles acude a la retórica y a las
cualidades de la narración. La fábula debe ser clara, debe estar muy bien estructurada,
debe ser breve, y sobre todo, verosímil. Si una fábula cumple estos requisitos será
perfecta, es decir, que cumplirá su cometido, que es que el espectador no se aleje del
escenario, y entonces se producirá la catarsis, el llanto, la liberación y la pugna. La
primera de las fábulas de Aristóteles fue Peripecia, los hechos lógicos que van
ocurriendo. Para Aristóteles las mejores fábulas están compuestas de peripecias, porque
es lo más verosímil.
Otro ingrediente muy importante para Aristóteles es el reconocimiento, es decir,
que un personaje descubra su propia identidad. Gracias a la retórica de Aristóteles,
muchas obras de la literatura europea comienzan el reconocimiento, un mecanismo que
atrae a la identidad (La Cenicienta). Toda la literatura del XVI se dedica a jugar en
situaciones en las que hay reconocimiento. En muchas obras de la literatura europea, un
niño o una niña descubre su verdadero origen a partir de una pequeña cruz, una pequeña
joya, una pequeña mantilla… que le dan antes de abandonarles. También esto ocurre en
la comedia, donde muchas veces se disfraza la identidad de los personajes. Esa trama
puede basarse como un episodio más en el reconocimiento.
Y en tercer lugar, existe como mecanismo para las fábulas el hecho patético, un
hecho apasionado, especialmente trágico. Puede haber un momento en que la obra
degenere en risa. La frontera entre la tragedia y la comedia es muy breve, y eso es lo
que observa Aristóteles, muchos sucesos patéticos provocan la risa. Un hecho patético
se inserta de manera verosímil, cuando Edipo averigua la verdad, la primera reacción de
su madre es ahorcarse (hecho patético, apasionado), y a continuación, Edipo arranca el
cinturón de su madre y con las gemas incrustadas en el cinturón se arranca los ojos para
no verlo.
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lo que busca el sujeto), auxiliar (ayudante, para que la trama funcione) y oponente
(quien o que se opone). Los auxiliares suelen ser auxiliares mágicos en la narración
popular. Los oponentes se pueden convertir en sujetos mitológicos (ogros, hombre del
saco). Lo sorprendente del caso de Edipo rey es que Edipo es el que cumple todas las
funciones.
Hay una quinta función, mucho más elaborada, mucho más trágica, que es el
confidente, que apenas aparece en los cuentos. Es el personaje al que se cuentan cosas,
puede ser un diario, una persona… Estos personajes hacen que se mueva la trama y
están subordinados a ella, son caracterológicas, es decir, basados en el carácter.
La quinta de las partes tiene que ver con la puesta en escena (tramoya), es el
espectáculo. Aristóteles ya advierte del exceso del espectáculo, del exceso de la puesta
en escena, ya que a veces, el espectador puede estar más atento en este aspecto que en la
trama, y es la trama lo que tiene que atrapar al público. El espectáculo es mínimo en
Aristóteles, pero poco a poco va confiando en los bailes, en la música y menos en la
eficacia de la trama de atrapar al lector.
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La fábula se rige por la “justicia poética”, es decir, la justicia que escribe el
escritor para sus propios personajes y para sus acciones. En principio se ha trabajado
mucho sobre esta idea, es un concepto fundamental para entender el teatro del
Renacimiento, el teatro isabelino. En principio, en toda obra existen unas reglas internas
con las que el autor reparte justicia. Esa justicia poética puede provenir de un conflicto
interno, que puede ser personal. Puede haber escritores que son muy crueles con los
hombres, o con los personajes masculinos; hay autores que resuelven sus conflictos a
través de la literatura, pero el drama es que nunca se resuelve porque nunca se resuelve
en la realidad. Edipo tiene que ser castigado, injustamente castigado porque él no tuvo
la culpa. Realmente la justicia poética implica un desacuerdo con la sociedad. El teatro,
el cine, tiene su particular justicia poética, castiga a determinados personajes y
determina a determinados personajes.
“El gran creador crítico que escriba una carta en la que se defina lo que es
perfecto, quedará para la posteridad”. Eso es la Epístola ad Pisones, que también se
llamó Ars poética (técnica poética). Pero esta obra es un documento complejo, dirigido
a unos hermanos que se llamaban Pisones, hijos de un amigo suyo, dos jóvenes de unos
15-16 años que quieren ser escritores, como Horacio, por lo que su padre los envía a
este para que les cuente lo duro que es la vida del escritor.
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La tópica mayor son los grandes principios que pueden leerse en la Epístola ad
Pisones, porque Horacio se hizo tres preguntas, que tenían que ver con el creador, con la
obra y con el público (el que dice, lo que dice y a quién → emisor, mensaje y receptor).
Horacio organiza dentro de la tópica mayor emisor (autor), mensaje (obra) y receptor.
Horacio se plantea qué es más importante, ¿el talento natural o el trabajo y el esfuerzo?
¿Ars o ingenium? ¿La técnica o el talento? Puede haber alguien como Demóstenes, que
no tiene talento, pero gracias a la técnica, consigue dominarlo. Horacio habla del furor
plátonico y el peligro que puede causar, ya que piensa que se debe aprender un técnica.
Para Horacio tiene que haber un equilibrio entre ambas cosas, equilibrio entre dominio
de la técnica y talento natural. La respuesta es que ambas cosas van unidas.
Con respecto a la obra que plantea Horacio en esta tópica mayor, Horacio
plantea como segundo precepto, qué es más importante, ¿el contenido, o la forma?
¿Contenido o palabras? ¿Res o verba? Horacio dice que ambas conspiran
amistosamente, es decir, las dos tienen que ir unidas. Insiste en que a Roma le queda
traducir todo el conocimiento griego a sus propias palabras y ese argumento se va a
repetir hasta el siglo XXI, cuando hacemos la caza de brujas de anglicismos. En la
medida en que un idioma impone sus palabras, está imponiendo también su crecimiento
tecnológico. El problema no está en que haya anglicismos, sino en que no tenemos
fuerza para que haya hispanismos. Pero Horacio no lo consiguió, siguen existiendo la
palabra metáfora y otros criterios griegos.
El tercer precepto tiene que ver con la finalidad de la literatura ¿para qué sirve
una obra literaria? ¿Sirve para enseñar a un público determinadas cosas o sirve para
deleitarlo y entretenerlo? ¿Docere o delectare? Hay que enseñar deleitando. Una obra
literaria nos puede enseñar miles de cosas, pero lo hace de una manera especial, no
como lo puede hacer un tratado o un ensayo. La literatura enseña y deleita a la vez;
seguramente deleita porque enseña. El poder explicativo es mucho más poderoso porque
alguien inconscientemente está aprendiendo un montón.
Ars/ingenium, res/verba y docere/delectare. A esto se le ha llamado las tres
dualidades horacianas o la tópica mayor horaciana. Tres preguntas radicales, tres
preguntas sin respuesta y tres preguntas aplicables a cualquier arte o a cualquier faceta
humana o artística. Va a ser una enseñanza presente en la literatura europea hasta el
Romanticismo.
El patrón clasicista tiene como base el eje ars/res/docere y que estaría presente
hasta el siglo XVIII. A partir del siglo XIX el eje cambia, ingenium/verba/delectare,
alguien extraordinario que tiene algo que decir sin tener que ser.
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c. Género lírico: les permite quedarse en la utopía porque siguen siendo ellos sin
interpretar un personaje en la medida que hablan sobre sus ideas.
Platón solo mantuvo el género lírico dentro de la República porque mantienen una sola
voz y porque hablan de las ideas. Condena la imaginación y la acusa de devolvernos a la
caverna.
Aristóteles tenía una visión más práctica, más humana. Lo primero que plantea
es que la literatura no es una actividad divina, sino profundamente humana, ya que lo
que distingue al ser humano de otros animales es su capacidad de creer, hasta el punto
de que cuando alguien pierde la curiosidad por el mundo se muere por dentro.
Considera que la literatura es una oportunidad única para aprender sobre situaciones y
pasiones que en la vida diaria jamás se podrían experimentar.