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TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO

ENCUENTROS ENTRE POESÍA Y FILOSOFÍA

Jennifer Olarte Mesa1


Juan Cepeda H.2

RESUMEN: En el marco de la investigación avanzada desde


el Grupo de Investigación Tlamatinime en la línea de
develar el sentipensar ontológico como forma de ontología
latinoamericana, elaboramos una aproximación de nuestro
ejercicio investigativo, evocando a las tejedoras, campesinas e
indígenas, como quien teje una colcha, metáfora del tejido de
las ideas en que vamos constituyendo nuestros pensamientos
a partir del sentir existencial desde el que estamos siendo
en el mundo. No dejamos de señalar esos dos grandes hitos
en la historia de la ontología: Aristóteles y Heidegger, para
sentarnos en los Andes latinoamericanos, desde donde
elaboramos nuestra apuesta. Sentipensar como otra manera
de avance investigativo, en el que se busca una comprensión
más íntegra de lo que es, de lo que está-siendo.

PALAVRAS-CLAVES: Ontología; Sentipensar; Poesía;


Latinoamérica.

ABSTRACT: In the framework of the advanced research


from the Tlamatinime Research Group in search of unveiling
TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

the ontological feelingthinking as a way of Latin American


ontology, we elaborate an approximation of our investigative
exercise, evoking the weavers, peasants and indigenous
people, as someone weaving a quilt, metaphor of the fabric
of the ideas in which we are forming our thoughts from the
existential feeling from which we are being in the world. We
don’t fail to point out these two great milestones in the history
of ontology: Aristotle and Heidegger, to settle in the Latin
American Andes, from where we made our bet. Feelingthinking
as another form of investigative progress, which seeks a more
complete understanding of what is, of what is-being.

KEYWORDS: Ontology; Feelingthinking; Poetry; Latin


America.

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REVISTA IDEAÇÃO, N. 35, JAN./JUN. 2017

INTRODUCCIÓN

La investigación del problema del ser es tan antiguo como


la filosofía misma. En Occidente, sin embargo, encontramos
algunos pensadores que se han detenido con cierta presteza a
comprender lo que acontece como es. Heráclito y Parménides,
por ejemplo, en la aurora griega, pero mejor aún Aristóteles,
por ese orden con que sistematizó la filosofía primera que luego
llamarían metafísica. También en nuestro días encontramos
pensadores que dedican su vida a comprender el mentado
problema, entre los últimos el más grande: Martín Heidegger,
quien ha puesto sobre la mesa, renovada y nuevamente, el
problema del ser en cuanto ser, distinguiéndolo del ente.
Así, la ontología ha ido construyendo su propia historia. Y
si nos atuviéramos solamente a su desarrollo occidental habría
que decir que inició en poema con Parménides y ha hablado
finalmente también en poema con Heidegger, aunque esta
perspectiva del filósofo alemán no se ha estudiado aún como
se debiera. De todas maneras, también en poema verdadeaban
nuestros indígenas nahuas, en la América Central, por lo que
se hace necesario aproximarnos cada vez más a esta veta del
decir ontológico.
Sin embargo, no se quiere con este artículo profundizar
ni argumentar esta posibilidad de la ontología. ¡Ni más
faltaba! Solamente queremos apalabrar nuestras reflexiones
e inclusive nuestros sentimientos a la hora de habérnoslas
con lo que es, con lo que está siendo a la mano, como quien
teje… ¡con lo que está! Vamos, pues, a hilar unas palabras, y a
tejer unas ideas, vamos a sentipensar una colcha ontológica, a
propósito de lo que nos interesa: el ser en cuanto ser, desde el

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TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

estar en que estamos: esta América profunda que nos señaló


Rodolfo Kusch, y que aún no hemos querido comprender.
Acá estamos.

I. ARISTÓTELES Y LA POESÍA

Como «el tradicionalista tiene que ser poeta y soñador.


Es decir, ficción a partir de la historia, especialmente de las
anécdotas conservadas en la memoria popular» (Palma, 1991:
53), debemos no desprendernos de la tradición ni tampoco
de la memoria. Nos corresponde visitar el apalabramiento del
οντος griego, del genitivo del participio del verbo εἰμί: ser,
estar. Es decir, del ser-siente, del ser-que-es-siendo en acto.
No obstante, mi recorrido no se queda en esta dilucidación.
Con estas inquietudes, nos acercamos a Aristóteles, quien
en el Primer libro de su Metafísica plantea parte de la
consideración acerca de que hay una ciencia que se ocupa en
estudiar el ente en cuanto ente y cada uno de los atributos
que le son propios. Aquel análisis va ligado a que, si solo
puede haber una ciencia de lo universal, porque las demás se
ocupan de estudiar aspectos determinados y particularidades
de la realidad, aquella que se ocupa de lo más universal es la
filosofía primera (πρώτη φιλοσοφία). Por tanto, su estudio es
aquello que es lo más universal, el ser (ente) en cuanto ser:

es pues, manifiesto también por estas consideraciones


que es propio de una sola ciencia contemplar el Ente
en cuento ente […]y los atributos que le corresponden
en cuanto ente, es manifiesto, y también es manifiesto

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que es la misma ciencia que contempla no sólo las


substancias, sino también sus atributos (Aristóteles,
1990: 163).

Y como lo que se atribuye se hace por medio de la palabra,


se puede indagar ahora por el ser, pero desde su idea en la
palabra misma. Así, podemos acercarnos a su Poética. La
crítica considera que esta obra ha llegado hasta nuestros días
incompleta y que, en su forma original comprendía dos libros,
el primero aunque incompleto, es el único que la tradición
nos ha conservado, en donde se ocupa de la tragedia y la
epopeya. Mientras que en el caso de la segunda parte hablará
de la poesía yámbica y de la comedia. Nos aproximamos al
capítulo que aparece denominado la poesía, más filosófica que
la historia, pues allí va a exponer que la función del poeta es
contar hechos que puedan suceder, no que hayan sucedido. La
poesía ha determinado al tipo de hombre que le corresponde
decir determinada clase de cosas según la verosimilitud o
la necesidad. La historia se centra en individuos concretos.
En la comedia, se obra según la verosimilitud y después se
les aplican nombres a los personajes, mientras que en la
tragedia se aplican nombres familiares y no es absolutamente
necesario atenerse a la tradición; lo posible es convincente, en
Aristóteles.
¿Por qué llamar a su obra «Poética»? ¿Qué significa
este término? Si partimos de su nombre original en griego
clásico, Περί ποιτικής (perí poitikés) observamos que su
traducción literal es “sobre la poética”, pero ¿qué es la poética?
En busca de estas respuestas, se cruza el término «poieo»,
un interesantísimo verbo que en griego significa hacer,
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TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

fabricar, construir, pero también engendrar, dar a luz. De esta


maravillosa conjunción, el verbo «poieo» también significó
crear (artísticamente). Entonces,

por lo dicho, resulta pues evidente que el poeta debe


ser antes creador de obras que de versos, ya que el
poeta lo es en función de la imitación, y lo que imita
son acciones. Y aun cuando el poeta, accidentalmente,
crea un tema a partir de hechos históricos, no por ello
es menos poeta, pues nada se opone a que algunos de
los hechos ocurridos realmente sean, por su naturaleza,
necesarios o posibles, y es en virtud de ello por lo que
él es su creador (Aristóteles, 1977: 251).

Cuando Aristóteles titula su obra «perí poietikés»


no pretende ni más ni menos, que hablar sobre las cosas
relacionadas con la póiesis, con la creación de literatura. El
filósofo de Estagira, propone la diferenciación de las distintas
artes según los medios de imitación: existen artes que imitan
(la realidad) por medio de pinturas, por ejemplo el arte de la
pintura; otras artes utilizan otros medios como el ritmo, el
canto y el verso. De las artes que utilizan ritmo, canto y verso,
nombra Aristóteles cuatro: «la poesía de los ditirámbicos, los
nomos, la tragedia y la comedia». La diferencia entre estas
cuatro artes se halla en que unas los usan [los medios de
imitación: canto, ritmo y verso], y otras por partes. Es decir,
aquellas artes que utilizan el canto, el ritmo y el verso, son
artes literarias, ya los usen todos al mismo tiempo, o bien
unos u otros.
Estas palabras de Aristóteles también son clarificadoras:
«Pero el arte que imita sólo con el lenguaje […] carece de
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nombre hasta ahora. […] la gente, asociando al verso la


condición de poeta, a unos llaman poetas elegíacos y a
otros poetas épicos, dándoles el nombre de poetas no por
la imitación, sino en común por el verso». Recordemos que,
en época de Aristóteles, casi todo se escribía en verso, desde
poemas literarios a tratados de medicina o biología. Los
griegos de la época, según Aristóteles, aplicaban el término de
poeta a todo aquel que utilizara el verso, ya fuera para hacer
poesía o bien para hacer un estudio médico. Pero a Aristóteles
esto no le parece bien, y en la Poética afirma

En efecto, también a los que exponen en verso algún


tema de medicina o física suelen llamarlos así [poetas].
Pero nada en común hay entre Homero y Empédocles
[poeta y científico respectivamente] excepto el verso.
Por eso al uno es justo llamarlo poeta, pero al otro
naturalista más que poeta (Aristóteles, 1977: 254).

II. TEJER SOBRE LA COLCHA DEL PENSAMIENTO:


HEIDEGGER Y LA POESÍA

También podemos recurrir a Heidegger en busca de


respuestas por la comprensión del ser. Recurrimos a él antes que
a la tradición medieval o moderna, no porque en ella no pudiese
hallar respuestas, sino porque las meditaciones heideggereanas
hay un interés directo por averiguar si «¿tenemos hoy una
respuesta a la pregunta acerca de lo que propiamente queremos
decir con la palabra “ente”?» y se contesta «De ningún modo.
Entonces es necesario plantear de nuevo la pregunta por el sentido
del ser. ¿Nos hallamos hoy al menos perplejos por el hecho de
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que no comprendemos la expresión “ser”? De ningún modo»


(Heidegger: 1971: 12). De este modo, Heidegger ofrece un
ámbito peculiar, adentra en el hecho de pensar el lenguaje
vivido, sentido y pensado, como es en el de la poesía. Su
invitación es interrogar desde la poesía, desde sus propias
posibilidades de significación metafísica, al fenómeno
particular del lenguaje al que llamamos poesía. Por ello, vale
la pena preguntarse: ¿qué hace el poeta?, ¿sabe el poeta que
está haciendo poesía; cómo y por qué lo sabe? Si no lo supiera,
¿seguiría haciendo poesía? Y sin poetas ¿habría poesía? ¿Por
qué un maestro de la filosofía occidental, Heidegger, hace
confluir sus preguntas más hondas y de nuevo provenientes
en esencia del ser y los entes en el ser de la poesía? ¿Qué es
la poesía? Debemos interrogar a la poesía misma, a quien la
hace, a quien la siente y a quien la piensa.
Una de las razones por las que Heidegger toma como
puntos de referencia a Hölderlin, a Trakle y a Rilke, además
de la obvia del idioma, es que se trata de poetas modernos
que han poetizado sobre la poesía. Hay en ellos, con sus
peculiaridades de ingenio y de talento, una preocupación
central: saber qué dice el hombre cuando canta; cuándo,
cómo y por qué puede el hombre hacer poesía del habla;
qué distingue, aun en «tiempos de penuria», a la poesía del
lenguaje; qué pensamiento se expresa en el lenguaje de la
poesía; qué es el pensar poético. Siguiendo esta directriz,
puede uno imaginar cómo se entretejen las palabras en un
poema. La evocación, se genera como producto del discurso
heideggeriano. Podríamos visualizar como una enorme colcha
en la que se van atando los hilos, se teje, y se deja un espacio
en medio. Saquemos la aguja, la tela y la lana y comencemos
a tejer.
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Aquella relación permite conducir a la determinación, a


la precisión y despliegue de nuestras propias intenciones de
pregunta. En ese instante, deviene la pregunta:

- ¿Qué es la poesía en sí misma? ¿Qué es ella en el lugar en el


que se manifiesta? ¿qué es ella como palabra?

Aproximémonos a sus respuestas, y de esta manera


reflexionemos cómo la poesía en sí posee palabras, pero no es
sólo palabras. La poesía es pensamiento, es idea y sentimiento.
Pero no es sólo esto. Entonces,

- ¡La poesía es lenguaje!

Pero aún más allá, o más acá:

- ¡La poesía es pensamiento!

¿Pensamiento? ¿Y nada más?

- ¡La poesía es también creación y conocimiento, descubrimiento


e identificación!

¿Será mejor seguir tejiendo? ¿Y qué tejemos?

—¡Un saber y por tanto un Dasein de la verdad, de la verdad del


sentimiento del estar!

Aunque un pinchazo en la colcha podría despertarnos de


nuestra ensoñación.
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TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

Pero ello no nos abstendría de continuar con el tejido.


Siempre es necesario continuar avanzando. Se reflexiona
incesantemente, al fin y al cabo.

—¡La poesía es todo eso! —¡Es un pensar del pensar!

Hilaba.

—¡La poesía es signo, es semántica, es símbolo!

Hilaba.

—Es un pensar en la poesía misma. Es el lenguaje, es el habla,


es la voz, es el concepto encarnado del alma. Es el concepto del
habla. Es el silencio.¡Es el alma envuelta en palabras!

De nuevo otro pinchazo. Otro silencio. Otra palabra…

—¡Poesía!

Pero no podemos quedarnos ahí. Por eso era importante


que fuera a repensar a la misma poesía. Al hacerlo, se recae
en el pensar poético, como otra gran avenida. En donde la
palabra no es palabra si ésta no es escuchada. La palabra se
hace palabra para retumbar en el eco de quien la escucha.
El lenguaje se entrega a la escucha. Cae sobre una hermosa
pradera y florece, gemina.

—¡Es!

Es en donde tiene sentido su existencia.


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—El acto poético tiene su origen en la idea. Pero allí no se queda


quieta. No germina en la saciedad individualizada de quien la
piensa sino en quien la escucha. En quien la siente. En quien se
pincha cuando la palabra transformada en aguja la penetra.

En medio del ejercicio, de hilar y pensar, se sabe que hay


que avanzar. Por ello, vale recordar las cinco sentencias que
Heidegger plantea por guía en Hölderlin y la esencia de la
poesía:

1. Hacer poesía: « Esta tarea, de entre todas la más inocente»


(III, 377).
2. «Para este fin se dio al Hombre el más peligroso de los
bienes: el lenguaje, para que dé testimonio de lo que él es»
(IV, 246).
3. «Muchas cosas ha experimentado el Hombre;
A muchas celestiales ha dado ya nombre
Desde que somos Palabra-en-diálogo
Y podemos los unos oír a los otros» (IV, 343).
4. «Los poetas echan los fundamentos de lo permanente» (IV,
63).
5. «Lleno está de méritos el Hombre; mas no por ellos sino
por la Poesía hace de esta tierra su morada» (IV, 25).
(Heidegger, 2000: 17)

Así se constituye nuestro hilar, y se va a Heidegger para


preguntar el sentido de sus sentencias. Allí uno se encuentra con
que

El poeta tiene por deber, por vocación, poblar con la


Palabra la tierra, los materiales lugares de habitación

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del hombre. De poblar la tierra de animales racionales


se encarga cierta función fisiológica; de poblarla con
la palabra, el poeta. No se puebla la tierra con ciencia
–lógica, matemáticas, física…— que, por ser y para ser
ciencias, tienen que abstraer de lugar y tiempo, mucho
más de tierra y sazón. Razón por la cual puede decir
con toda verdad Hölderlin:

«Por la poesía y poéticamente [dichterisch] es como el


hombre ha vuelto habitable la tierra». (Heidegger, 2000:
78).

Terminando el tejido se repiensa en la función de los


poetas como constructores. Sus elucidaciones guían un
andar, instauran una postura a través de la palabra. Ésta que
sólo adquiere sentido en el mismo hecho del recuerdo, de la
evocación, pues es la condición de permanencia respecto a la
cual Heidegger alude paradójicamente «permanentemente»
como un producirse en Acto.
Permanecer en el que Heidegger remite al «habitar», por
ello lo permanente alude a «permanecer» en la tierra al modo
de un “ser que la habita”. Habitar el mundo no es sino «ser en
el mundo». De allí que la pregunta acerca de ¿qué es habitar?
remite necesariamente a lo que se relaciona con morada.
Entonces, yendo a su carácter idiomático, del ser como acción,
Ich lebe, e Ich bin se muestran desde allí en un mismo gesto
entre «yo habito» y «yo soy». Por tanto, la morada se refleja
en el hilo con que se teje. Va haciendo su recorrido al que
pareciere un vacío, va hilando lo que va siendo un tejido. Aún
no es. Se está haciendo. Va habitando la morada de lo que
será. El hombre es habitando. Habitar que anuda la quinta
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sentencia acerca de: «lleno está de méritos el Hombre; mas


no por ellos sino por la Poesía hace de esta tierra su morada»
(Heidegger, 2000: 78). Poéticamente vive el hombre, porque
gracias a la poesía le da sentido a su morada. ¿Qué hay de
permanente en ellos?
La esencia, el texto: la aguja enhebrada por el hilo; el hilo
que construye formas cada vez que pincha la tela; la tela que
representa, que va construyendo la morada, de lo que es y lo
que irá siendo, cada vez que toque las esencias de texturas que
la mano posa sobre el ser al que le ha ido dando forma.

—¡«Bauen»!

La aguja quiere seguir sintiéndose en simbiosis con la


tela. Quiere seguir construyendo. Pero para ello, debe seguir
habiendo una preparación espontánea. Ésta se da, dice Juan
David García Bacca, a través de la intención heideggeriana
que enaltece

«la faena que a los poetas impone cuando intenta que


reconozcan a los poetas la esencia de la poesía bajo
apariencias filosóficas. Y lo que peor, reconozcan que la
esencia de la Poesía no puede presentarse bajo formas
y apariencias poéticas, sino bajo forma y apariencias
metafísicas» (García Bacca en Heidegger, 2000: 44).

En el hilar, en el hacer, en la construcción está el ser. El


que se va haciendo, la colcha que va dibujándose entre hilos y
sentimientos. Entre atardeceres, entre el ejercicio de lo que va
siendo y para lo que va a ser usada: —Abrigo de mi morada.
Se puede pensar. Se le hace abrigo en nuestro ser mientras
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TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

se le va construyendo. Mientras iba naciendo desde nuestras


manos. Y se reflexiona en torno a la llamada «donación» que
el poeta funda y entrega a los hombres como regalo de los
dioses, enunciando a la palabra que abre y funda el ser de las
cosas. Funda así nombrando poéticamente el fundamento del
ser que habita en el mundo.
Acto de donación por la palabra que funda lo permanente,
según apalabra el filósofo que sentipiensa el ser.
El pensar, el oír, el hablar o el escribir impulsado por el
propósito de los otros, podría ser una tarea que se base en
el lenguaje y trascienda al ser. Pero aunque no únicamente
de ese modo se pueda acceder a esos estados de gracia y de
pureza, en los que la mente absorta se hace una con todo
lo que toca, no habría duda de que al leer y al pensar con
Heidegger se producen sensaciones de jerarquía consonante a
las que nos entregamos a los poetas del hombre, pero que no
dejan de reflexionar sobre lo que aqueja al alma.
Se acerca la noche. Ésta será alumbrada con una tenue
y relampagueante candelilla que refleja a la sombra el tejido
sobre una calavera:

Hamlet: ¡Ser, o no ser, es la cuestión!


¿Qué debe más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y afrontándolo
desaparecer con ellas?
Morir, dormir, no despertar más nunca,
poder decir todo acabó; en un sueño
sepultar para siempre los dolores
del corazón, los mil y mil quebrantos

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que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara


concluir así! Morir... quedar dormidos...
Dormir... tal vez soñar! ¡Ay! allí hay algo
que detiene al mejor. Cuando del mundo
no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños
vendrán en ese sueño de la muerte!
Eso es, eso es lo que hace el infortunio
planta de larga vida. ¿Quién querría
sufrir del tiempo el implacable azote,
del fuerte la injusticia, del soberbio
el áspero desdén, las amarguras
del amor despreciado, las demoras
de la ley, del empleado la insolencia,
la hostilidad que los mezquinos juran
al mérito pacífico, pudiendo
de tanto mal librarse él mismo, alzando
una punta de acero? ¿quién querría
seguir cargando en la cansada vida
su fardo abrumador?... Pero hay espanto
¡allá del otro lado de la tumba!

La muerte, aquel país que todavía


está por descubrirse,
país de cuya lóbrega frontera
ningún viajero regresó, perturba
la voluntad, y a todos nos decide
a soportar los males que sabemos
más bien que ir a buscar lo que ignoramos.

Nuestra conciencia, así, nos acobarda;


y el natural matiz de nuestro brío,
del pensar con los pálidos reflejos

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TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

se marchita y así grandes empresas


y de inmenso valer su curso tuercen
y el distintivo pierden de su impulso.
Pero silencio. ¡La gentil Ofelia!
¡Ah ninfa! En tus plegarias
que todos mis pecados se recuerden. (Shakespeare,
2012: 79).

—¡La colcha quiere ser abrigo de mi morada!

Es oscuro, es de noche. La poca luz que se avizoraba al


horizonte ha sido apagada por el simple soplo que arrulla con
canto el agudo sonido del llanto de un niño en los brazos de
su madre. La voz de Shakespeare ha despertado al pequeño
niño, que terminará siendo el gran hombre del nuevo mundo,
que en esos instantes históricos se empezaba a perfilar como
tierra de trabajo, de cultivo y de propiedad, conceptos para
quienes habitaban esta Tierra que carecía de magnificencia
económica y se restringía a lo sagrado como lugar de trabajo
por amor al Abya Yala, «la tierra de sangre vital»: hijos de los
cóndores, hijos del jaguar, hijos del maíz, hijos de la tierra y
la lluvia. Pues somos de barro. Somos hijos de la tierra y de
la lluvia.

¡Ay! Hijos de lo que se es


en lo que se está…
¡Ay! Temor en la noche
cuando sólo se palpa lo que es
y nada más.
¡Ay! Todo se hace silencio
y ya nada se puede escuchar,

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a no ser la esperanza
de que amanecerá.

¡Uy! Anocheció lloviendo


y llovió la noche:
¡qué más da!
¡Uy!, el camino debemos continuar.

Inicia otro día. No obstante, la colcha no ha sido terminada,


pues exige ser abrigo sólo en el lugar donde tiene sentido su
ser. Esto es, en Latinoamérica.

III. Encuentro ancestral: visita a América Latina

Sólo en tierras ancestrales se logra escuchar el suave


canto de las aves amazónicas que resplandecen en el cielo,
cual espectáculo centelleante en una oscura imagen de
aquel juego del choque de estrellas fugaces atisbadas en el
espacio. Sólo cuando echan vuelo en bandada sobre el tierno
respirar del viento que lleva el aroma de un árbol cauchero o
en la copa de una gigantesca palma de cera. Y solo bajo un
hermoso amanecer y sólo bajo un crepúsculo centelleante de
aves, aroma a selva y a cándidas catleyas, podría tener sentido
abrigarse con aquella colcha de tradición ancestral.
Por eso se retorna al lugar de donde se parte. Por eso hay
que irse donde los hijos del Sol. A lo profundo de América o a
la América profunda como menciona Kusch. Este escritor de
alma latinoamericana, logra configurar en esta obra a través de
un pinchazo filosófico, como la aguja en el telar, provocando
un innegable gesto vital. Su propuesta de pensar a América
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desde sus propias circunstancias, lejanamente de cimentar una


pedantería localista, representa una reclamación del pensar
mismo, forjado como acto auténtico y universalizante.
Recorrer América Profunda es poner de manifiesto el
interrogante sobre nuestro destino. Esto se debe a que abre
al lector a la posibilidad de la dimensión no-pensada de
lo americano. Kusch coloca sobre la mesa cual banquete
exquisito la oposición tácita entre el hedor y la pulcritud, dos
modos arquetípicos que evocan el drama de la existencia del
típico hombre del continente. Presenta con estas figuras, la
intelectualidad frente a la presión de lo popular. En nuestro
continente, dice Kusch, «el mundo del estar no supone una
superación de la realidad sino una conjuración de la misma. El
sujeto continúa teniendo la realidad frente a sí, porque carece
de ciencia para atacarla y también de agresión» (Kusch, 1999:
94). En América se encuentra una gama de contrastes,

América no es, entonces, un lugar de conquista de


españoles inmigrantes sino un escenario donde
se desarrolla en cierta manera un balance o una
liquidación de los elementos adquiridos por la especie.
Un balance que se resuelve casi siempre por la fuerza.
Así lo quiso Colón, Pizarro o más tarde nuestro San
Martín o Belgrano. Eran los profetas del miedo porque
en esa lucha, que se entabla entre las dos experiencias,
buscaban la parte del ser, un poco para ser alguien y otro
poco porque les inquietaba el estar aquí en América y
por sobre todo, porque querían estar comprometidos
con la dinámica europea, cueste lo que cueste. (Kusch,
1999: 127).

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Uno de los términos que con mayor fuerza marcan


el diapasón del pensamiento kuscheano es el del hedor.
Este hace referencia a una aversión irremediable que crea
marcadamente la diferencia entre una supuesta pulcritud de
parte nuestra y de un hedor implícito de lo americano. Más
aún, diríamos que el hedor entra como categoría en nuestros
juicios cuando hablamos de lo que vemos de América. De
tal modo que siempre vemos a América como un rostro
sucio que debe ser lavado para afirmar nuestra convicción y
nuestra seguridad. La idea de progreso, que se marcó en la
época independentista de nuestro continente, llevó a que se
considerara como pulcras aquellas políticas puras y teóricas,
economías impecables, así como la educación abundosa y
variada, o las ciudades espaciosas y blancas, y ese mosaico
de repúblicas (copias de modelos europeos) prósperas que
cubrían el continente.
Con ello, cada una de las figuras ancestrales cobran vida,
en representación de lo ancestral. De la recuperación de lo que
somos, por el lugar en donde estamos. Esta colcha de retazos
de la visión europea y del hilo que se teje desde las entrañas
de Latinoamérica, pretende enmarcarse dentro de la corriente
ontológica latinoamericana que lideramos en grupo de
investigación Tlamatinime y nuestro semillero SEMEyON. Con
este texto se avizora realizar un acercamiento que constituya
un instrumento reflexivo que permita hacer nuestra propia
abstracción sobre el pensamiento ontológico latinoamericano.
Pues desde nuestro ser podemos ampliar nuestros horizontes
fundados en una nueva manera de asumir nuestra realidad. La
realidad que tiene vida, no sólo desde dilucidaciones políticas
ni históricas, sino que lleva consigo una realidad que se mira

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TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

desde la profundidad misma de sí. Así, podríamos buscar y


encontrar soluciones más concretas a los problemas específicos
de nuestra realidad latinoamericana.
La filosofía latinoamericana procura proporcionar la
posibilidad a los latinoamericanos de pensarse desde lo
profundo de su ser, fundados en su ser mismo. Esta visión
ontológica latinoamericana ha tenido el empuje necesario
para volcar su mirada a Occidente y volver a preguntarse por
la pregunta que Heidegger en Ser y tiempo nos recordó «¿qué
es el ser? », pero su gran ímpetu radica justamente en no
haberse quedado con las razones de Occidente, sino que han
logrado enraizarse desde la generación de una idea propia de
«qué es nuestro ser».

Desde lo profundo de América Latina


no se piensa el ser
al estilo del pensar europeo;
desde lo profundo de América Latina
se aproxima al ser
desde el sentipensar,
según el decir de campesinos caribeños.

Sentipensamos lo que somos,


y desde lo que somos
buscamos sentipensar lo que es
siendo,
lo que es
desde el estar:
estando
es que sentipensamos el ser en cuanto ser.
¡En eso estamos!

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Si lo llevamos a las palabras mismas hechas voz filosófica,


podríamos mencionar pues al argentino Rodolfo Kusch (1922-
1979), quien se indagará « ¿qué es lo americano? » considerando
que

lo americano es primordialmente lo indígena y en


segundo lugar el mundo construido por el hijo del
inmigrado. Uno y otro se corresponden respectivamente
con lo muerto y lo viviente. Y la arqueología para
desnutrir aún más a lo indígena, de tal modo que
subsiste lo inmigrante como única posibilidad (Kush,
2002).

Esta filosofía en América Latina ha tenido el empuje


necesario para cuestionarse sobre lo que apaña al ser. Mientras
se indaga, se pre-ocupa por recuperar el legado intelectual
latinoamericano. Es la filosofía del grupo Tlamatinime que
hereda su nombre de los nahuas, y por ello, este término que
literalmente significa «los que saben algo o los que ‘saben
cosas’». Anacrónicamente equivale al concepto filósofos».

Pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos,


cuidadosos; hace que en ellos aparezca una cara (una
personalidad); cemanavactlaviani o conocedor del
mundo físico. Se fija en las cosas, regula su camino,
dispone y ordena. Aplica su luz sobre el mundo.
mictlanmatini o metafísica. ‘conoce lo (que está) sobre
nosotros (y), la región de los muertos’, por último,
resumiendo sus atributos y su misión principal, es
netlacanecoviani o ‘el que humaniza el querer de la
gente’. Cualquiera es confortado por él, es corregido, en

295
TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

enseñado. Gracias a él la gente humaniza su querer y


recibe estricta enseñanza. Conforta el corazón… a la
gente, remedia, a todos cura (Sahagún, 2012)

Por tanto, no es en vano el nombre del grupo de


investigación que se encuentra en función de vivenciar el
compromiso del pensar y de indagar, generando búsquedas
investigativas en torno a percepciones, nociones, conceptos
y categorías ontológicas, manifestadas en el pensamiento
y las culturas latinoamericanas, con el fin de aproximarse
a la comprensión y el sentido del ser como aporte al buen
desarrollo de la filosofía universal, desde donde se convoca
al ejercicio de la filosofía ontológica, al ejercicio de generar
investigación que escudriñe en la profundidad del concepto
de ser, desde el contexto sentipensante latinoamericano.
Colocarse en la misión de sanar y transformar la mente,
y la vida, mediante el autoconocimiento — que no sólo me
implica como individuo, sino también como sujeto—, abre el
despliegue de la capacidad de la mente, para verse a sí misma,
con el propósito de encaminarnos hacia una comprensión más
profunda de quienes somos. Pero ya no desde la ipseidad del
yo, sino en relación con los otros. Esa podría ser una fuerte
crítica que realiza Kusch a la filosofía que proviene de esta
latitud del mundo:

De ahí que la cultura occidental sea una cultura sin


naturaleza y en este sentido se opone a la cultura
indígena. Es una cultura sin compromiso con el mundo
exterior, siempre que ese mundo exterior no sea el
hombre mismo. De esta manera lo armónico se logra
a través de una conciencia nominalista de la realidad
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REVISTA IDEAÇÃO, N. 35, JAN./JUN. 2017

o sea que la cultura occidental, dicho groseramente,


es una cultura de vocabulario que re-crea la realidad
por intermedio del sujeto. En un sentido más amplio,
la cultura occidental es una cultura que ha perdido el
miedo al espacio (Kush, 2002).

De la mano, el escritor uruguayo y recientemente


fallecido, Eduardo Galeano, se plantea que el lenguaje que
dice la verdad, es el lenguaje sentipensante. El que es capaz
de pensar sintiendo y sentir pensando. Con esta reflexión,
nos acercamos a delinear el recorrido y el entramado que se
ha tejido con el hilar de un pensamiento de costumbres, de
saberes y de sentimientos:

Sentipensar. Porque no queremos pensar


al modo occidental. No.
No queremos pensar categorías abstractas
ni conceptos bien fundamentados en teorías racionales e ideales.
Queremos verdadear lo que somos,
lo que estamos siendo,
queremos dejar expuestas las tripas
en nuestros textos:
lo que queremos es apalabrar sentimientos y sentimentalidades
existenciales
que emergen desde lo que son,
desde lo que estamos siendo,
verdaderamente
sentido; es decir:
sentido-existencial, visceral,
no mero sentido semático, hermenéutico, textual.
297
TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

Sentido ontológico,
¡eso es!
Fagocitación de la Razón,
¡eso es!
Afirmación de lo residual,
¡eso es!
Fundamentación desde el estar,
¡eso es!
La lógica de la negación
como sentipensar lo hasta ahora meramente pensado
para apañar un sentido de vida
de lo que es
ha sido el método con que se han avanzado
estas investigaciones.
Avanzamos despacio,
avanzamos paso a paso.
Y se repite y se renueva,
una y otra vez,
la vieja y nueva pregunta
cuyo eco ahora se encarna
en nuestras tripas,
aquella que interroga
por lo que sea el ser.

Reflexionar entonces que para sentirnos vivos y fluir en el


universo es necesario y de manera simultánea pensar y sentir,
conectar la mente con el hedor de nuestro interior. Conectar-
nos con el mundo, con el cuerpo pleno, agudizando nuestra
percepción y nuestra mente, pero sobre todo…..nuestro
interior.
298
REVISTA IDEAÇÃO, N. 35, JAN./JUN. 2017

¡Hay fuerza en el corazón!


¡Hay vida!
Toda nuestra existencia no es más que esfuerzo,
vivo esfuerzo
que se esfuerza por ser.

¡No somos
más que fuerza!
Fuerza-viva,
fuerza de espíritu,
fuerza ontológica que se apersona
estando en esta nuestra morada.

Hiede la fuerza,
porque somos semilla,
¿y qué semilla no hiede?
hedemos todos,
porque somos vida,
y la vida es puro hedor. (Cepeda, 2015: 12).

Se nos pretende convencer que como individuos, nos


encontramos separados de nuestro entorno. El sentido de la
existencia —que construye el multiverso de significados que
hace posible nuestro caminar por el mundo y la vida— sólo es
posible por la presencia fundante en nuestras vidas de los otros.
La vida es un acto supremo de alteridad, ya que nada somos
sin los otros, puesto que el otro habita inexorablemente en
nosotros, y nosotros habitamos inevitablemente en los otros.
Pero ese habitar sólo es posible desde un universo simbólico
de sentido que se asienta en el emocionar, cuyas huellas se
inscriben en lo más profundo del corazón y el cuerpo, a tal
punto que tejemos el vivir en cuerpos,
299
TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

—¡Somos habitando el mundo!

En consecuencia, creemos que corresponde luchar, competir,


enfrentarnos, dominar, someter los objetos a nuestro poder,
como único mecanismo para sobrevivir…. Muchos están
convencidos que solo sobrevivirán los mejores, los triunfadores.
Nos desconocemos como seres sentipensantes en permanente
conexión con el entorno, con hilos de energía invisibles. Debido
a nuestro sentido de la desconexión, desconocemos la influencia
que tenemos en la forma como la vida se desenvuelve, vemos los
eventos como separados o ajenos a nosotros. Lo que sucede se lo
atribuimos a la suerte o casualidad.
Cuando confiamos en la conexión con la divinidad, con
todos y con el todo, confiamos en la capacidad de sustentarnos
y confiar en la inteligencia de orden superior y en el poder de
descubrir nuestro poder en nuestro interior y desplegar nuestro
sentido de propósito.
Nosotros confiamos en que podemos transformar el
mundo y transformar la vida a través de nuestros pensamientos
y nuestras emociones, en armonía con nuestro entorno,
integrados como en una sinfonía. El poder solo aparece en
los vínculos de amor, en la integración, en la unidad, no en
la fragmentación, la división y el conflicto. No somos seres
separados de nuestro entorno. Somos un cuerpo ambiente
sentipensante, lo que significa que no existe separación entre
tú y tu entorno. Tú eres tu entorno y tu entorno eres tú.

- Trata de pensar y sentir mi amigo, amiga, sentipensante


tu entorno, como si se tratara de una extensión de tu cuerpo. Si
además de pensar, sientes con el corazón, el conflicto, la lucha, la
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REVISTA IDEAÇÃO, N. 35, JAN./JUN. 2017

destrucción, se te convierte en un absurdo, la única posibilidad


es el amor…
Así como un director de teatro, necesita actores, utilería,
escenario y gente para apoyarlo… Cada uno de las personas y
elementos de tu entorno te permitieron construir tu propia
historia y dar sentido a tu vida. No serias nadie sin los otros, sin la
naturaleza, sin la tierra, sin los objetos que te rodean… No puedes
pensar en ti mismo con independencia de tu entorno. . Todo lo
que hay a tu alrededor forma parte de ti mismo y viceversa. . Es
una extensión de ti, al igual que tú eres una extensión de él.
No hay ninguna relación de dominio o sujeción. No hay
amos o esclavos. Imagina que una luz brillante sale de tu corazón
y te conecta con lazos de amor a todas y cada una de las cosas
y seres que te rodean. Respetemos cada uno de los seres, pues
todos hacen parte del entramado universal del que hacemos parte
como semillas de la tierra dadora de vida. No somos ajenos a ella.
Hacemos parte del cuidado del ser, de lo que es y de lo que aún
no es.
Porque hoy somos semilla, mañana seremos árbol que darán
semillas. La fuerza que necesita el árbol para crecer son sus raíces.
Seamos raíces, seamos colcha de retazos de lo que todos somos,
un pedazo de América Latina que cobija lo que seremos.

Y es así
que la melodía deviene.
No es que sea eterna:
es que simplemente
el ritmo es,
por fuerza.
La rítmica universal, la ontológica,
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TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

no tiene principio ni tiene fin,


¡ya no puede tenerlos!,
canta el universo su tonada
y no deja de cantarla:
tra la la lá.
La fuerza rítmica también es autopoiética.
Si no, ¿cómo hubiera devenido la vida?
Lo que es
-¡todo lo-que-es!-
no es más que
fuerza rítmica autopoiética.
El ser está encarnado
desde las raíces ontológicas
y hedientas
de la vida.
No hay acto puro de ser.
¡Todo el ser hiede!
Y solamente se ratifica
en la negación de su hedor.
Solamente puede comprenderse el ser
como trascendental
si nos atenemos a su sentido etimológico:
trascender no es más que heder.
¡Hiede todo lo que es!
¡Está!
En su estar,
el ser se nos hace patente
como puro hedor,
negación trascendente vital,
rítmica ontológica,
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fuerza ontológica que hay que saber escuchar,


que hay que aprender a sentir,
a sentipensar.
No se diga tanto,
evitemos tanta palabrería.

NOTAS
1
Licenciada en Filosofía y Lengua Castellana y Candidata a Magister en Filosofía
Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás. E-mail: jenniferolarte@
usantotomas.edu.co.
2
Doctor en Filosofía de la Universidad Santo Tomás. Profesor de “Metafísica en
América Latina” de la Maestría en Filosofía Latinoamericana, de la Universidad
Santo Tomás, Colombia. E-mail: [email protected].

REFERENCIAS

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Aristóteles. (1990). Metafísica. Edición trilingüe, Madrid: Gredos.

Aristóteles (1977). Poética. Barcelona: Erasmo, textos bilingües.

303
TEJIENDO EL SENTIPENSAR ONTOLÓGICO: ENCUENTROS...

Cepeda, J. (2015). Sentipensar ontológico. Un atisbo latinoamericano


de la respuesta a la pregunta por el ser, bajo el horizonte kuscheano
del filosofar. Santiago de Cali: Ponencia presentada en I Foro de
Filosofía Latinoamericana.

Heidegger, M. (2000). Hölderlin y la esencia de la poesía.


Barcelona: Editorial Antrophos.

Kusch, R. (1999). América Profunda. Buenos Aires: Biblos.

Kusch, R. (*). Anotaciones para una estética de lo americano.


En: El perseguidor. Revista de Letras, Buenos Aires: número 10,
primavera-verano 2002, año VIII, (pp.67-70). Recuperado el 21
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Palma, R. (1991). Tradiciones peruanas. Iván Hernández (ed.).


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Sahagún, B. (2012). Códice Matritense de la Real Academia de


la Historia. Folio l 18 r y v) Madrid: Fototipia de Hauser y Menet.
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Bogotá: Alfaguara.

Vitale, L. (2001). Las rebeliones de los primeros movimientos


sociales de la historia hasta el siglo XVI. En: Una mirada
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históricas, facultad de filosofía y humanidades de la Universidad
de Chile. Recuperado el 26 de abril de 2015. De: http://www.
archivochile.com/Ideas_Autores/vitalel/7lvc/07histuni0005.pdf
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