Trabajo Sobre La Encíclica Veritatis Splendor
Trabajo Sobre La Encíclica Veritatis Splendor
Trabajo Sobre La Encíclica Veritatis Splendor
La encíclica enfatiza, que sólo el que cultiva la verdad tiene conocimiento directo de la realidad;
sólo el hombre verdadero puede ser verdaderamente libre; teniendo en cuenta, la importancia de
buscar y vivir en conformidad con la verdad, señalando que la verdad es fundamental para alcanzar
la verdadera libertad y plenitud.
2. Ley natural: «la ley natural está escrita y grabada en el ánimo de todos los hombres y de
cada hombre, ya que no es otra cosa que la misma razón humana que nos manda hacer el
bien y nos intima a no pecar» (n. 44).
La encíclica destaca que la ley natural no es un conjunto de prohibiciones, sino una indicación de
un estilo de vida pleno, fruto del encuentro con Cristo y que fue infundida por Dios, por tanto, no
es mera imposición externa, sino una guía que surge del encuentro con Cristo y nos orienta hacia
una vida plena y virtuosa.
4. Vida Moral: “consiste en la ordenación deliberada de los actos humanos a Dios, sumo bien
y fin (telos) último del hombre” (n. 73).
La encíclica, presenta la vida moral como una respuesta de amor hacia Dios, llamado a reflejar su
gloria «Para quien ama a Dios es suficiente agradar a Aquel que él ama, ya que no debe buscarse
ninguna otra recompensa mayor al mismo amor; en efecto, la caridad proviene de Dios de tal
manera que Dios mismo es caridad» (n. 10).
5. Libertad: “es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Pues quiso Dios "dejar al
hombre en manos de su propia decisión" (cf. Si 15, 14), de modo que busque sin
coacciones a su Creador y, adhiriéndose a él, llegue libremente a la plena y feliz
perfección” (n. 34).
Esta cita recalca que la verdadera libertad no se trata de hacer lo que nos plazca, sino de buscar y
realizar el bien verdadero. Nos invita a comprender que la libertad está ligada a la responsabilidad
y a la búsqueda de lo que es moralmente correcto.
6. Juicio de la conciencia: “«La conciencia, por tanto, no es una fuente autónoma y exclusiva
para decidir lo que es bueno o malo; al contrario, en ella está grabado profundamente un
principio de obediencia a la norma objetiva, que fundamenta y condiciona la congruencia
de sus decisiones con los preceptos y prohibiciones en los que se basa el comportamiento
humano»” (n. 60).
Primero, la encíclica Veritatis Splendor hace hincapié en que el amor a Dios y al prójimo es el
fundamento de la moral cristiana. Nuestras acciones deben estar motivadas por este amor,
buscando el bien del otro y sirviendo a los demás de manera desinteresada. Segundo, al seguir el
ejemplo de Jesús, podemos vivir una vida moral auténtica y plena, en la que nuestro amor a Dios
se refleje en nuestro amor y servicio hacia nuestros semejantes. Esta enseñanza nos invita a vivir
en comunión con Dios y a buscar el bien de los demás en todas nuestras decisiones y acciones.
8. La moralidad de los actos: “está definida por la relación de la libertad del hombre con el
bien auténtico. Dicho bien es establecido, como ley eterna, por la sabiduría de Dios que
ordena todo ser a su fin” (n. 72).
Este enfoque presupone que la moralidad no es simplemente una cuestión de preferencias
subjetivas, sino que está arraigada en una realidad objetiva y trascendental.
La sabiduría de Dios, en este caso, se considera como la fuente de esa ley eterna que ordena todo
ser a su fin. Esta ley eterna sería considerada como una guía para el comportamiento humano, que
se manifiesta en una serie de principios morales universales y eternos. En términos prácticos, este
enfoque ético implica que los actos serían considerados moralmente buenos o malos en función de
cómo se ajusten a ese bien auténtico establecido por la ley eterna de Dios. En otras palabras, la
moralidad no estaría determinada por las circunstancias o las consecuencias de los actos, sino por
su conformidad con la voluntad divina.
10. Vocación: " Es la libertad de una criatura, o sea, una libertad donada, que se ha de acoger
como un germen y hacer madurar con responsabilidad. Es parte constitutiva de la imagen
creatural, que fundamenta la dignidad de la persona, en la cual aparece la vocación
originaria con la que el Creador llama al hombre al verdadero Bien, y más aún, por la
revelación de Cristo, a entrar en amistad con él, participando de su misma vida divina." (n.
86).
La encíclica enfatiza que nuestra verdadera vocación radica en entregarnos totalmente a Dios y a
los demás, ya que es en el don sincero y desinteresado de sí mismos que encontramos la plenitud
y la felicidad verdadera.