Desde El Mito A La Historia
Desde El Mito A La Historia
Desde El Mito A La Historia
*
Este trabajo se enmarca dentro del proyecto «Historiografía grecolatina e historiografía del
Renacimiento. Los Commentaria de Annio de Viterbo», subvencionado por la DGES (Ref. PB98-
0194) y por la Universidad de La Rioja (Ref. API-00/B05).
33
JOSÉ ANTONIO CABALLERO LÓPEZ
sente, o a las que cada uno de los diversos actores sociales inventa o imagina
acer- ca del pasado.
Homero, en Grecia, tenía una autoridad demasiado grande como para no ser
usado por los historiadores como testimonio con respecto a acontecimientos
espe- cíficos, aunque en Homero mismo no hay muchas de las cosas que
generaciones posteriores encontraban en él. Léase, por ejemplo, el conflicto
entre griegos y bárbaros o la hostilidad permanente entre Europa y Asia. La
Ilíada no debía de ser, originalmente, un capítulo de la historia de las guerras
entre Oriente y Occidente. Sin embargo, la Ilíada fue considerada así y
Heródoto, el llamado por Cicerón «padre de la historia» (De legibus I, 1, 5), era
ya consciente de ello.
La poesía épica, ciertamente, parecía haber satisfecho hasta el comienzo de
la historiografía el deseo de conocer el pasado entre los griegos. La musa había
cantado para la posteridad los grandes sucesos de las grandes familias del
pasado heroico. En particular, lo que Homero, Hesíodo y los autores del llamado
«ciclo épico» habían dicho sobre dioses, hombres y hechos constituía la
«historia» para la mayoría de los griegos.
Nadie dudaba de que los personajes ahí citados hubieran existido; todos
cre- ían que los hechos allí narrados habían sucedido realmente. Tanto es así que
muchos griegos estaban convencidos de que su mitología heroica era su historia
antigua; su «conciencia histórica» estaba íntimamente ligada a sus mitos heroi-
cos. Teseo viajó a Creta a matar al Minotauro, Heracles realizó los famosos doce
trabajos y alguno más, Odiseo realizó un viaje a Ítaca de la manera como lo con-
taban los poemas épicos. Nosotros hoy los consideramos mitos y leyendas; pero
en Grecia, antes de que alguien atisbase la «historia», el mito hacía el pasado
inte- ligible y lo dotaba de sentido. Hechos y personajes se integraban sin
solución de continuidad en las diversas series genealógicas y en su misma
concepción se des- cubren la sucesión cronológica y la idea de cambio como
ejes fundamentales del pensamiento histórico.
La historiografía nace, precisamente, en el momento en el que se advierte
que los mitos y los relatos de la épica, a los que se había confiado el pasado, son
irreconciliables con los datos de la experiencia. Es decir, sólo cuando los griegos
miran su pasado con una actitud crítica comienza la historiografía. La compara-
ción con los datos de la experiencia constituía el «criterio» (en el sentido etimo-
lógico de «discernimiento») que permitía rechazar los mitos por contener histo-
34
DESDE EL MITO A LA HISTORIA
1
Lógos no se opondría a mito, sino a épos, métron. Véase A. Díaz Tejera, «Los albores de la historio-
grafía griega. Dialéctica entre mito e historia», Emerita 61 (1993), pp. 357-374, p. 366.
2
Ya con este último significado se atestigua en la epopeya homérica, por ejemplo, en Ilíada XXIII, 486.
35
JOSÉ ANTONIO CABALLERO LÓPEZ
3
21, 1, ed. O. Jahn, 1965: Hic […] tria discrimina temporum esse tradit: primum ab hominum principio
ad cathaclismum priorem, quod propter ignorantiam vocatur adelon, secundum a cathaclismo priore
ad olympiadem primam, quod, quia multa in eo fabulosa referuntur, mythicon appellatur, tertium a
prima olympiade ad nos, quod dicitur historicon, quia res in eo gestae veris historiis continentur …
4
Cf. C. Codoñer, «Las Crónicas latinas del siglo IV», en Los géneros literarios. Actes del VII Simposi
d’Estudis Clàssics (21-24 de març de 1983), Bellaterra, 1985, pp. 126-127.
5
Evémero de Mesina (330-250 a.J.C.) afirma que los dioses, cuando no representaban las fuerzas de la
naturaleza, eran en origen sólo hombres, que por sus cualidades excepcionales habían conquistado la
veneración de sus súbditos. Evémero escribió en griego un libro titulado Anagraphè hierá en el que
36
DESDE EL MITO A LA HISTORIA
expone en forma alegórica su interpretación racionalista de la religión griega. El libro habla de un hipo-
tético viaje y de una ciudad ideal: Panquea, situada en una isla del Océano, en la que había una estela
de oro que narraba las gestas de Urano, Crono y Zeus. Sobre la base de este «testimonio», Evémero
explica una teoría llamada a ejercer una enorme influencia. A su difusión contribuiría enormemente
Diodoro Sículo, que aplica el evemerismo en su Biblioteca Histórica.
6
La mejor guía sobre el origen y transcendencia del evemerismo sigue hallándose en J. Seznec, Los
Dioses de la Antigüedad, Madrid, 1983. Puede verse también D. Cameron Allen, Mysteriously Meant.
The Rediscovery of Pagan Symbolism and Allegorical Interpretation in the Renaissance, Baltimore,
1970.
7
Cf. J. Seznec, op.cit., pp. 21-22.
8
No consideramos las simples alusiones míticas de sabor literario que a modo de amplificatio se leen a
lo largo de las obras históricas.
9
Cf. J. Seznec, op.cit., p. 24.
10
Así en el De Genealogia Deorum, la vasta compilación de mitología clásica en 15 libros realizada por
Boccaccio, donde se emplea la intepretación literal, moral y anagógica del mito.
37
JOSÉ ANTONIO CABALLERO LÓPEZ
84
Cf. Cirot, G., op. cit., pp. 66-67.
85
Cf. C. G. Dubois, Imaginaire de la Nation, Bordeaux, 1992, y R.E. Asher, op. cit., passim.
59
JOSÉ ANTONIO CABALLERO LÓPEZ
La vanidad antigua de los Griegos impostores, y las fábulas modernas del famoso
Dominicano de Viterbo, son dos lagunas inmundas que han ofuscado con sus vapores las antiguas
Historias Españolas86.
Sería llegado el momento en que el historiador, dotado de mayor espíritu crí- tico y mejor
conocimiento de las fuentes, arrojase de su obra todos esos episodios fabulosos relativos a la
historia primitiva de la Península. Sin embargo, muchos de ellos, por su valor «nacionalista» o
simplemente poético, habían pasado al más acogedor regazo de la literatura. A los artistas, ya
lo decía Luciano, no se les puede reprochar falta de veracidad y uso de mitos, como sí se debe
hacer con los historiadores.