Toda Hermafrodita Pablo Ricardo Silva Guadarrama
Toda Hermafrodita Pablo Ricardo Silva Guadarrama
Toda Hermafrodita Pablo Ricardo Silva Guadarrama
Vulpes
Editorial
Vulpes
TODA HERMAFRODITA
Pablo Ricardo Silva Guadarrama
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COLECCIÓN “MONPRATIOR”
#2 “TODA HERMAFRODITA”
AUTORXS: Pablo Ricardo Silva Guadarrama
EDITOR: Mr. Laplace
ILUSTRACIONES Y PORTADA:
1ERA Edición:
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parcial sin consentimiento del autor
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Índice
Prólogo…………………………………..5
Capítulo 1. Coatlicue………………..7
Capítulo 2. Cihuacóatl…………….28
Capítulo 3. Tonantzin……………..48
Capítulo 5. Quilaztli…………………67
Epílogo……………………………………71
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A Fernando Huesca Ramón
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Prólogo
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Sobre la forma de escribir este libro, debo decir que es algo
parecido a un ejercicio intelectual llamado «jarcha» ―el más
emblemático y antiguo en nuestra joven lengua española―, en
la cual artistas árabes, judíos y cristianos se transexualizaban
en mujeres hermosas y frágiles que sufren la ausencia del
amado en bellos y breves poemas. Este tipo de literatura tenía
el objetivo de demostrar gratitud al favor realizado por el
benefactor, que interpretaba el rol del amado en estos textos.
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Coatlicue
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guardado en una caja de plástico transparente, y se le confería
el privilegio de usar ropa confeccionada por una amiga monja
―esta amiga compartió la misma habitación y los mismos
catres, cuando eran estudiantes y se tomaban de las manos para
ir juntas a los baños de los bares hartos de insistentes jóvenes.
Ellos prometían futuros ocultos en la inocencia de sus rostros
aún infantiles, mientras ahorcaban un “sí” y nalgueaban un “te
amo” en el transcurso de las tardes furiosas y cegadas por
cuervos. Mas, en la mayoría de las veces, les negaban; ellas se
negarían, sin saberlo, a todos esos jóvenes. En ocasiones, las
amigas dormían abrazadas e imaginaban un retiro cerca de un
río emocionado por el regalo primaveral de ramos de iris. Con
el tiempo, aprendieron a amarse: amar a una mujer y a una
amiga ―a esto le llamarían ternura―. Tal proceso sería lento,
porque ellas deseaban naturalmente a los hombres de los
pasillos de la universidad: al compañero con rostro femenino,
al de musculatura, o al gracioso, al tierno, al agresivo, pues
había una correspondencia entre hombres y mujeres en esos
años: ambas partes de este simiesco sistema necesitaban coger;
sus cuerpos pedían esa satisfacción sin un entrenamiento o
manual adecuado; las equivocaciones eran simples; muchas
veces los hombres caballerosos se volvían agresivos; los
divertidos, aburridos; los guapos, feos; y los inteligentes,
estúpidos. No era su culpa, querida; no era culpa de nadie…».
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¡Qué guion tan largo!, ¿cuándo acaba? Temo por tu risa;
quizá no se presente tanto como yo deseo al leer estas páginas.
Tranquila, nunca he necesitado de agentes externos para
reírme. Yo estoy loca y puedo hacerlo sola. Eso no es problema
para mí, lo divertido vendrá de mi parte. No me quites las hojas,
todo está bien. Qué pena tengo, pero esto te lo prometí, no seas
tan mala conmigo en tu veredicto. Era muy joven cuando lo
escribí. Yo te agradezco distraerme de este doloroso cuerpo. Me
preocupa que la ficción tenga algo de realidad, prima. No
quisiera saber que andas por ahí cortándole los penes a los
muchachos y señores con los que te acuestas. Eso explicaría por
qué tus relaciones no duran mucho.
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como escritora; la gente quiere reír, entretenerse o ser
asustada; deja la reflexión y la denuncia para otros con más
cerebro. Ellos se desgastan ayudando, te lo juro. Sigue
pintando, en eso tienes futuro. Ya lo sabes. Qué lindas pompis
tienes. Eso, así me gusta, Anita. Sonríe, maldita. Pinche Andrés,
si lo veo lo mato. Mejor, déjame leer tu historia, la señalada con
mi dedo ―quizá con eso baste―. Sofia, apenas y te sostengo.
Siempre quieres todo. Sí. A ver, espera. En otro momento
pensaría que odias mi texto, maldita. Jamás, prima ¿Dónde
ibas? Escorpión.
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y vínculos afectivos; a los otros, los seducía en la oscuridad y
alejaba de la manada para atacar a su yugular fálica con un
cuchillo. Buscaba destruir sus miedos; convertir al monstruo
erecto en un realista objeto flácido. Para esto, se transformaba
con una serie de…».
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género «no binario». Tengo pene y vulva; pero me considero
mujer, aunque no lo sea. No quiero que se use un lenguaje
inclusivo conmigo, quiero que me digan: «dama», «puta»,
«santa», y no «dame», «pute», «sante».
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hermoso. Le complacía en todo: él me retaba a bajarle los
calzones a las niñas, yo lo hacía; o me pedía meterme esas donas
glaseadas en la boca con la intención de ponerme morado, yo lo
hacía; a arrojarle la piedra al cura, yo lo hacía. Mi reto era peor,
lo desnudaba, me lamía el zapato y lo flagelaba. Siempre fue el
mismo reto, el cual me permitió aprender cómo el amor a esa
edad infantil es tan inocente como para no querer mostrar
nuestros verdaderos sentimientos, pues el amor verdadero es
abnegado y no pretende tener cautivo al otro, sólo desea lo
mejor para este ser extraño y ajeno. Dos años de constante
dolor parecían proporcionarle un descubrimiento personal
basado en responderse: ¿quién soy?, ¿qué quiero?,¿a dónde
voy?, ¿cuál es mi objetivo en la vida? Y lo descubrió, porque,
muchos años después, no dudó en abrazarme por la cintura, ir
aferrado a mi mano y besarme.
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Toma tus pastillas. Te juro no tardarme. Yo pagaría por verlo,
como un libro de caballerías, tú serías la noble virgen desnuda
encontrada por el caballero en medio de un mágico bosque, que
espera desde hace años a ese hombre y sólo a ese hombre para
yacer con él. Pero sé que te gustaría desnudarte frente a muchos
hombres, que no eres virgen, y que te da frío a los quince
minutos de estar sin ropa.
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el famélico halcón, entretanto mis ojos sólo podrán entender la
quietud y la paz de un paisaje umbrío y verde. Creo que el
mundo ya es así. A la basura mis sueños del premio Nobel.
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saberlo irrecuperable. Así será con Manuel; lo perderé en medio
de un sufrimiento atroz ¡Qué necesidad! Tan hermosos que
éramos juntos: no nos hablábamos desde hace mucho tiempo
―pero como cortejo me mandó un mensaje edípico―, nos
llenamos de alegría al vernos, nos mostramos suaves,
sonrientes, estábamos listos para satisfacernos del mundo,
cogimos sin pena en cada arista del universo, recelamos las
ausencias, convertimos la pandemia en una excusa para estar
solos en el mundo ¡Cierto, la pandemia! Fue gracias a ella; no
le daba pena estar conmigo, nadie estaba en la calle, solo
nosotros. Aquellos dedos índices no se aparecían, había otras
preocupaciones. Y la muerte, ella podía borrar cualquier ardor,
molestia y malos tratos de esos ojos extranjeros e ignorantes del
amor homosexual, heterosexual y hermafrodita representativo
en cada paso nuestro. Dios cierra una puerta y abre una ventana
como aquella donde puedo…
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mí. Pagaré dolor con dolor; piel por piel. Ya han hecho el hoyo
tan hondo como esta cabaña, como mis manos extendiéndose y
curveándose hasta aquel sonoro río, donde está la callada Sofía
rejuveneciendo ―por el pensamiento de un ser extraño, quizá
un Dios, un escritor del destino― en tres piedras aguanosas.
Ahí bañas tu cuerpo y los peces rodean tus zafios chapoteos, y
logras verte por aquellos quietos cristales sobrevivientes y
creados por ti en la tierra herrumbrosa: estás totalmente
envejecida, triste e inmóvil bajo el árbol en una silla de ruedas
de dudosa calidad, o ¿serás el árbol? Del sicomoro nace una
protectora rama de una niña vestida de uniforme varonil. La
evidencia es suficiente para producir una anagnórisis: las tres
tienen una cicatriz a su siniestra. El chirlo originado cuando
ustedes resbalaron, y habrían caído por un barranco, si no fuera
por la alambrada, donde la espinada se refugió en la carne de
sus brazos. Su tortura duró varias horas y sus aullidos llegaron
a los oídos correctos. Recordaron a los turistas ojos que a la
divinidad se llega con el martirio corporal. Ellos deseaban rezar
bajo sus pies, proponer sacrificios, imitar tu dolor con otro tipo
de constricciones.
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me hacían reverencias regicidas―, cómo deseaba presumir mi
desnudez frente ellos, también nuestra desnudez y, al final, la
de todos. Cómo me propuso matrimonio en una sana gritería,
cómo llegó a golpearme con sus suaves manos y grabar mi
último cuerpo, cómo se disculpaba entre dientes: «me
obligaron», cómo ignoró su amor por una prueba de lealtad al
sexto poder ―así son los narcos, supongo.― Y yo soy Sofía,
supongo ¿soy lo que queda de ella?, ¿soy la niña en uniforme,
casquete corto y zapatos feos?, ¿soy la mujer hermosa, divina y
coqueta en minifalda?, ¿soy la muerta en vida?
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cambiaremos la forma de hacer las cosas; será fuego con
fuego. Mi tía ya subió las cosas al carro. Te voy a cargar,
porque tu silla no se mueve en el pasto. Lo bueno que estoy bien
mamada. Y de mis espárragos no te vas a estar riendo. No,
suficiente, esto no está funcionando, me están haciendo ver
como una pendeja, la neta ¿Ya estás más tranquila? Te amo,
prima. Quizá debí cuidarte más. Estar más cercana. Es que
muchas… Sí pesas. Ahí. Lista. Voy a ayudar ¿Por qué hablas
tan lento, prima? No me dejes sola porque el respaldo me tira
por la espalda y el abismo son los asientos a mi alrededor, la luz
se oculta en un solo punto indetectable para mi iris. Yo tengo
mi pensamiento como una isla donde naufrago, y esas pastillas
no hacen más que inundarla con un temido tifón. No destruyas
esta casa, por favor. No me desuelles, como lo hace mi madre
con ellos, y pongas mi verdadera desnudez en esas aguas
saladas para cocer mi piel. Ya no soporto más este dolor
interno, prefiero el externo, pues qué más me queda, si soy
espíritu, soy un alma real, soy puro amor con la única condición
de necesitar comer y cagar para seguir existiendo. Lo único que
me diferencia del resto de la humanidad es que mi corporeidad
no puede expresar su existencia, sin embargo, mi condición es
igual a la de todos los demás. Y todo se nubla para
transportarme a un lugar oscuro y la muerte parece un faro útil.
En este lugar, veo pasar mis sueños en yuxtaposición, mis
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elogios se conforman con la ignominia, mis deseos con los
rechazos, ¿cuál es cuál? Me encantaría poderlas controlar, pero
sé que mi pensamiento es un espectador de cada acto de este
teatro, más parecido a un circo.
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mujeres, terrenos… Yo les veo sus rostros tan claramente y no
son seres diabólicos. No los veo tan necesitados, parecen unos
simples oficinistas con una cartera llenada cada quince días, y
sin muchas ganas o satisfacción por trabajar. Son trabajadores
frágiles como yo y responden a los deseos de otros. Jamás
podrán cambiar su actuar, están encarcelados en sus acciones,
pero no se conflictúan, pues no piensan, ni son críticos de su
entorno, son violentamente banales, y ahí veo la definición de
un soldado cualquiera, pues ellos suprimen todo su
pensamiento y eligen no ser humanos. No lo había pensado así.
Los soldados y los narcos son iguales, como lo son los
oficinistas, quienes no razonan. Quizá para despertarlos
deberíamos de arrojarles ácido y destruir sus cuerpos; morirán
para nacer la mente ¡Están vivos, hermanos! Juzguen,
critiquen, dialoguen con los otros seres humanos en una eterna
ágora.
Sofi, sofi. Tía está como ida, ¿es normal? La veo mal,
¿cómo va a ser normal?, ¡Si está babeando! Ana, dejaré de
escucharte, de ver este bosque, el carro, la cabaña, a mi madre,
mis manos. Yo observo perfectamente un mundo sin miedo. Le
di más pastillas. La voy a hacer vomitar. Este susurro me tiene
sin cuidado, no siento nada. Quisiera ver la infamia de tus
dedos en mi boca, de mi patetismo. Es demasiado tarde y en
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esta orilla puedo verlos esperándome sobre el agua: ellos alzan
sus bracitos y sus manitas al caminar sobre aguas turbulentas.
El mar es terrible, pero ellos quieren llevarme a conocer la sirte.
No, ellos quieren llevarme a conocer la vid que resiste ante el
nacimiento de la sirte. Me toman por los brazos y cantan: «Oye,
el agraz, un gañido fingido, mas poderoso, de la naciente sirte,
dadora de abortados barcos hechos madejas, debajo del iris con
lengua metálica o pretérita y alejado de la mímesis del único
movimiento posible de la rueda. La baya no contuerce su
pericardio en el río inválido por andar cojo entre nuevos y
destrozados ataúdes de arena con marinos clavos de sal.
Conserva su progenie, el genuino sarmiento esperado por el
labriego sucio y cobarde, ya interfecto por migajas de piltras y
tapias. Sombra, atestigua cómo la raigambre apuntala el
cascote yermo y auspicia potencias de lo sempiterno. Abre,
aurora, el proscenio realista y captura un errado reflejo: otro
ignorante que lee “vides”, confunde “vida” y está muerto» ¿Me
habré cantado esta canción?,¿soy la vid o la sirte?, ¿el hombre
o la mujer?, ¿la loca o la perra?, ¿escucho el eco dentro de mi
cabeza?, ¿será un espejo con mi reflejo indistinguible que me
provoca un temor inusitado?, ¿quiénes son estos seres a mi
lado? Yo sí sé quién son, pues siempre lo he sabido. Son los que
me llevarán al paraíso. Así será mi cielo: un sinfín de vergas
duras de soldados, narcos, oficinistas y trasvestis, y un sin fin
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de seres disfrutándolas. Y yo me reservaré celosamente a mi
soldadito y sólo a él y a su verga. Lo esperé millones de años, lo
esperé arreglándome en mi cuarto, lo esperé besando esas
revistas, lo esperé en los roces del metro, lo esperé penetrada
en los bares, enamorándome tras otros ojos verdes. Esperanza
para los que esperan, supongo. Cuando termine de esperar, él
llegará con esa camisa azul cubriendo su piel morena, y me
envolverá al fondo de su mar ¿Deseo algo más? Mejor no me
despierten; aquí me ama y me respeta. Para eso son los sueños,
supongo; para eso es el abismo y la muerte, supongo; para
descansar de la mala racha, supongo; para llegar a la isla, matar
a los pretendientes, reclamar el trono y coger con la reina,
supongo.
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En esta insegura oscuridad, el fruncido sicomoro de la
esquina del terreno guarda hojas duras en sus bolsillos y un
catalejo rudimentario para verme cantar cuando nadie más me
oye. Es feo, y yo soy fea. No tiene fruto, pues el sol se niega a
besar a este indeseado inquilino. Vive poderoso sin potenciales
progenies. Él es un cuadripléjico en silla de raíces con un
petirrojo constante en las ramas muertas de su pelo joven.
Siempre me dan ganas de cantar a su lado para invocar una
serpiente deseosa de envenenarme. Me sueña ―estoy segura―,
me está esperando. Repta lo más rápido que puede para poder
cumplir con su promesa. Prima, llegamos a la ciudad, vamos
a pasar al baño. Cuánta luz. Ya me despertó la pendeja.
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Cihuacóatl
50
Tonantzin
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Tanteó las palabras «Óxido de aluminio» en la etiqueta de
la piedra, probable asesina, pero no del gallo tronante. No
entiendo la necesidad de matar, de detener el avance del otro.
«¡Qué descanso vivir muriendo cada día por ir contra nuestro
propio querer!». ¿Yo muero cada día? No, nos obligaron a
morir. Mi hija y yo nos detuvimos sobre sus heridas por
aquellas transgresiones; el castigo de la paz fue sobre ella; y
desde su dolor nosotros fuimos enfermos. Eso me llevó a
proponer estos días creados por la ráfaga de aire, cómplice del
soñado guiño de un «sí». No sé si hubo un segundo: un «no»,
pues su putrefacta cara me aludía un actuar heterodoxo. Me
decidí buscarlos y los encontré, Refugio de los pecadores, como
a cualquier otro al ofrecer mi aceptado y fácil cuerpo. Ya están
aquí, esperándome impacientes, después de peregrinar a esta
tierra.
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desgracia y se volvió la forma tangible para la salvación de mi
alma, pues qué prueba más grande hay para una madre que
amar a sus hijos. Qué prueba más grande hay para el ser
humano que amar a un semejante como a un hijo propio. Tú
amaste a tu hijo. Yo amé a un hijo extraño.
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Este pozo recoge murciélagos crujientes del más mínimo
cantar. Mi valiente hija los ama. Es difícil pensar en mi hijo
como mujer, pero debo, pues nunca muestra miedo a serlo. No
siempre nos entendimos. Yo veía cómo su mirada obsesiva se
centraba en los hombres de rasgos finos que pasaban frente a
él. Apretaba fuertemente los puños y el color de su cara era de
un rojo intenso. Quedaba mudo y parecía desmayarse. Yo
trataba de distraerlo, pero sus ojos estaban tan abiertos… Era
preferible regañarlo. En ocasiones, mordía su playera deseando
llamar la atención de los más jóvenes. Al final del día, con tantas
bellas imágenes, determinaba por encerrarse en su cuarto para
masturbarse durante horas. Yo rezaba para que le dieras paz,
pues tú le diste el doble de placer por alguna razón. Creí que su
complemento debía ser la mujer, y no un hombre que lo
lastimara. Escogió lo difícil, porque el hombre duele, y sólo el
tiempo les permite tener ternura, pero en cuanto lo saben,
olvidan. Ingratos, brutos e infelices; no quería eso para él.
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un orgullo… Se volvió inmune al llamado de una probable
muerte. Sentí miedo y los muros de mis creencias cayeron con
el sonido de su trompeta. Rosa mística, ¿cómo en tu sabiduría
le podrías negar algo dado a él desde su nacimiento?, ¿cómo
podía oponerme a tu voluntad y luchar contra tu designio? Le
dije a mi hijo: «No temas, porque yo estoy contigo; no te
angusties, porque yo soy tu madre. Te fortaleceré y te ayudaré».
No podía dejarlo regresar a la escuela provinciana. Lanzarlo a
los leones para defender su renovada fe era enfermizo.
Viajamos de nuevo a México. Cayeron las ropas, marcas de una
esclavitud milenaria. En medio del desierto, nos decidimos a
adornarla con panderos y salió a danzas con los que se
divierten. Fue la nueva sacerdotisa de su iglesia sin acólitos.
Espejo de perfección, no entiendo el gusto divino por la belleza
más superficial en los seres elegidos para tu tarea, ¿somos la
vanidad inconsciente de la deidad en todas sus creaturas?
Somos un ayate con tu pintura, un maná insuficiente.
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de sabiduría. La nueva sangre de su cuerpo bañaba su antigua
erección. Todo estaba encaminado a una prueba fehaciente de
lo sobrenatural.
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tiempo. Observa a tu madre, la madre virgen, la madre de mi
hija, mi propia madre, la Santa madre de Dios. Míralas, pues
cada figura es una madre distinta y la misma madre. Ella te
mira ataviada con las pieles de tus cófrades, los narcos
torturadores. Ustedes destruían las vidas completas de las
personas comunes: llenaban bolsas con sus cuerpos, exhibían a
niños mutilados, metían cabezas dentro de vientres. Ahora
penan por eso. Destrozaron el templo de mi hija. Ella está
arriba y oye desde su silla de ruedas los chillidos de un
sodomita. Sicario, muéstrate arrogante como si golpearas a una
mujer desnuda e indefensa. Guíate por la voz proveniente de
estas estatuas rodeadas de moscas y capas de tu tejido
sonrosado, que pronto será amarillo y más tarde llorará en un
tono turquesa. Tu pulpa será la viva imagen de mi hija. «Te
mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes,
porque tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas».
Espero lo recuerdes al desprenderte de tu fisonomía. Naciste de
la carne para ser carne, y hoy dejas de ser carne para convertirte
en espíritu. No morirás, te lo dije, porque estás naciendo y todo
parto duele.
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Es dispersa y le falta disciplina. Es mi culpa por pedir ayuda,
«Pide, y se te dará; busca, y hallarás; llama, y se te abrirá». Su
mente cree que el hedonismo es el único camino. La convencí
de que no habría problemas: «él no te conoce», le dije; «Sé que
es un soldado. Lo enterraremos, no dejaremos huella», mentí.
Si seducir y secuestrar le producen placer, podrá ser mi perfecta
acompañante. Los hombres la miran lascivamente, no pueden
evitarlo. Se acercan a ella, la acechan. Hoy cobramos su primera
víctima. Cómo no iba a pasar, si se parece tanto a Sofia.
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hasta encontrar un campo de golf, deberás decidir si lo rodeas
o continuas unos tres kilómetros hasta el pueblo. «Los que
esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con
alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y
no se fatigarán». Cuídate de los perros. Si los ves, huye, son muy
violentos.
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preocupes: tu motricidad, tu voz, tu soberanía mental serán
fáciles de hallar. No habrá despliegues enfermizos de
buscadores de tu rastro. Tus padres sabrán dónde encontrarte.
Tu familia no sucumbirá por la tristeza de sospechar si estás
vivo o muerto. Todos sabrán quién eres, en qué lugar estás y
qué haces. Si es tu deseo, puedo envolverte con tu manto
innato, puedes llevártelo, este bosque es frío. Dile al mundo lo
que aquí viste, lo que se hace, lo que queremos. Nosotras
seguiremos trabajando por y para la gente. Si quieres
destruirnos, te esperaremos, pero debo pedirte que observes
hacia allá: cuántas miradas perdidas fenecen en el vacío de esa
pared; es el indicio de lo que otros han pensado y actuado antes
que tú. «No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de
poder, de amor y de dominio propio». Eres afortunado, sabes
el resultado del porvenir. Por eso, la pared sonríe, porque se
reduce la sentencia si conoces las leyes. En cualquier momento,
amanecerá el albedrío. Depón ya esas frágiles armas, soldado,
la verdadera guerra inicia. Podría ser que tu futuro sea para la
mayor gloria de Dios. No olvides que el reclutamiento es fútil;
la preparación, errónea; el brío y la disciplina, cobardía sin la
sublime voluntad de tu consciencia. Ahí, donde has peleado, no
hay victoria, pues tus generales, como sus mandatos, mueren,
y nunca debes servir a un señor que pueda morir.
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Renace Venus y hablo con ese dios, pues mis actos son su
noche en un rezo entrecortado que entristece en mis nuevas
labores: «Las arduas labores a mi patria, las irascibles alegrías
del alfanje, entran rayando en las ondas de mi haya, que se
recuesta para encender un tauteo constante de dolor provocado
por estos hambrientos enemigos. Solemne siervo vestal,
permite a mis miembros un favor: de mi saliva haz tósigos; mis
manos, martirios; mi rostro, terrores. Venganza en el siniestro
estío para el enajenado sueño de sus discordes actos. De lo
contrario, dame en una marcha incesante sobre mis cadáveres
la paz del silencio negado a producirse en sus diafragmas».
Mira cómo el dios responde; se destrozan los árboles por fuerza
de la tierra. Mira cómo se contiende el coclear indómito y
furioso del bosque agreste sublevado en tremendas y malditas
sacudidas. Qué dirían los descreídos sobre la falta de portentos.
Cobarde, adelante, confía, ya no estás muerto, ya puedes salir
para resistir el llamado del rayo y adentrarte en la tierra con las
olas que rompen en vicisitudes, paroxismos, revueltas y
revoluciones. No tiembles, no hay mejor momento para nacer
miedoso. Suéltame, no te preocupes, hijo mío, ya llegará la
noche y haré un nuevo pacto para que otro pueda vivir.
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Xipe Tótec
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entorno… esos lugares maravillosos son lo único que he podido
distinguir.
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sostener ese sagrado pene negro alejado de aquella mujer
vestida de un perfecto verde. Me encanta ver cómo el color de
mis ojos combina con la tela. Deseo saber qué clase de atracción
ejerzo sobre ella para mantener esos treinta y dos centímetros
por tanto tiempo erectos. Tengo admiración y miedo, porque si
esto continua, su primera penetración será tremendamente
dolorosa. Quizá con este conocimiento podré mitigar o acelerar
algo que parece inminente. En este momento, tanto una
eyaculación precoz o un miembro flácido será un milagro. Ante
la duda, tomo una decisión: pongo lo más dura que pudo mi
pequeña verga y la acercó a sus oscuras nalgas. Ella enfatiza su
deseo de penetrarme, pero no le doy tiempo para una protesta
más, pues me adelanto y ya estoy adentro. Esto ocasiona un
final esperado; a los cinco minutos la hermosa noche y la luna
flacucha han eyaculado. El niño dios se sintió tranquilo,
confiado y orgulloso de haber cogido con una verdadera mujer,
más mujer que las propias mujeres. El niño dios termina su
declamación a la joven. Ella lo considera un loco, un demente
con un lindo rostro y abdomen. El orgasmo ha quedado atrás y
sólo queda la despedida. Ella se retira, pues es temprano. Él se
siente un hombre de verdad, un hombre más hombre que
cualquier otro hombre; se siente superior.
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No recuerdo el nombre de esa mujer, de probable
ascendencia marroquí, y si pudiera, no podría pronunciarlo.
Fui a esa misión con un rango y regresé con otro. La SEDENA,
el vientre que me resguarda, siempre me pedía alejarme del
único lugar donde me sentía a salvo. Me mandaba a Michoacán
para combatir y terminaba cerrando convenios con las fuerzas
paramilitares. No era muy distinto a Berlín, pues hay un rosto
perfecto e intenciones perniciosas debajo. Pero Michoacán es
más perfecto; su verde es como el de aquel vestido, como el de
mis ojos, como el que pisan mis pasos vagabundos. Tiene la
promesa de un río en la punta de su lengua, es su frase
preferida, que jamás se torna odiosa de tanto oírla. Quizá sin
estrés pudiera decir que ahí viví, pero al verme, permitirme y
participar en tal violencia no pienso más que en la necesidad de
prender fuego a esos suelos. Reducir esa tierra a cenizas. He
comprobado la factibilidad de esas acciones. La biblia habló de
Sodoma y Gomorra como ciudades purificadas por el fuego. Yo
soy más práctico y comprobé en Nagasaki que se puede destruir
para erradicar los errores y volver a empezar. El pueblo japonés
me mostró una joven ciudadanía, rica en paz y
conmemoraciones. Todo es nuevo para ellos. Los niños nacen y
nacen; los adolescentes son adolescentes; los adultos son la
certidumbre del presente, ¿qué hombre crece en Michoacán?
Solo los aguacates crecen. El verano en Nagasaki es tan verde
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como en Michoacán. Comparten el mismo océano. Y sus aguas
no se contraen sin la venia de quien las mira, como los propios
habitantes de estos dos lugares, los cuales analizan y piensan
antes de hablar. Nunca dirigen su palabra a un desconocido,
pero dan una sonrisa a aquello que creen una amenaza. Aquella
vez me convertí en escolta de la embajadora. El gusto me duró
un día. El viaje de veinticuatro horas de regreso (dos en el
aeropuerto y veinte en el ave de metal). Fueron cuarenta y ocho
horas para dar la vuelta al mundo, para dar media vuelta al
mundo. No, tampoco ahí viví.
66
podría hacer uso. Deseaba regresar al calor del vientre, que los
contribuyentes me alimentaran con sus pesos por el cordón
umbilical. Aplaudía cada centavo recaudado por la SHCP. No
me molesta mi moneda nacional, pues, al fin y al cabo, siempre
hay casas de cambio.
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donde comprábamos marihuana, compartíamos prostitutas y
prostitutos. Ella invitaba al vicio y luego yo la acompañaba
inmutado en su gozo. Compartíamos la destrucción: salíamos
temprano a robar automóviles, romper vidrios y golpear
indefensos. Fue en uno de esos momentos donde la reconocí.
Ella era mi mejor amigo de la infancia. Siempre la amé y
siempre había vivido. Me la pasé dormido durante algunos años
bajo una pesadilla extraña e incontrolable. Mi dominio y su
sumisión era el embonar de dos formas complementarias, lo
cóncavo y lo convexo. Le susurré una ambición. Y aceptó tan
fácil y fue tan fuerte que terminó mal. No oponer resistencia
quizá me llevó del sueño a la pesadilla nuevamente.
68
personales y nacionales. Le di la espalda y preparé un viaje del
que ella no regresaría.
69
todos lados, ya hay pus en algunas zonas. Eyaculo
inconscientemente. Estoy completo, tengo todo lo que alguna
vez he deseado.
Quilaztli
70
escaso; tomé las páginas de cortesía de todos los libros que
pude encontrar en esa cabaña. Tuve seis hojas blancas, es decir,
seis oportunidades para lograr capturarlos.
73
Epílogo
75
Se terminó de editar en julio de 2023 en El Nido de Patos,
S.L.P.
76