LEB 8B U2 PRUEBA v2
LEB 8B U2 PRUEBA v2
LEB 8B U2 PRUEBA v2
El anillo
Playa Blanca o Las Cruces es uno de los sitios más hermosos de la costa. Situado a escasa
distancia de Cartagena, el terreno se interna en el mar, y cierra, por el norte, la gran bahía en
cuyo extremo sur está el puerto de San Antonio.
Nombres pintorescos designan […] diminutas ensenadas: La Caleta, Los Pescadores, Los
Caracoles, Los Ericillos, Las Piedras negras. Casi todas tienen alguna tradición o leyenda entre
las cuales descuella la historia del anillo por lo extraña y trágica.
Aunque el suceso ocurrió hace algunos años, aún perdura su recuerdo en la memoria de los
que lograron conocer sus emocionantes detalles.
—Por esa época, entre los numerosos veraneantes del balneario, se destacaban
singularmente por su distinción una pareja de recién casados. Francés de origen el marido,
era un rubio mozo apuesto y elegante, y ella, la mujer, una niña casi, atraía a su paso todas las
miradas por su gran belleza. Jóvenes y ricos, la dicha les sonreía y en todos sus actos dejaban
trasparentar el intenso amor que se profesaban. Un día los esposos tomaban su baño matinal
en compañía de un alegre y bullicioso grupo. El mar, como de costumbre, mostraba una
serenidad absoluta y solo pequeñas ondulaciones interrumpían su tersa y azulada superficie.
En tanto la joven permanecía cerca de la orilla, su esposo, que era un intrépido nadador, se
internaba mar adentro acompañado de algunos bañistas tan temerarios como él. Muy pronto,
el joven francés distanció a sus compañeros acercándose en línea recta al extremo de la
plataforma que limitaba la ensenada de los Caracoles por el lado sur. Cuando ya estaba muy
cerca de la rocosa punta se le vio de improviso desaparecer. En un principio se creyó que
había zambullido voluntariamente, pero, como la inmersión se prolongara demasiado, los que
estaban más cerca, saltando por encima de las piedras, corrieron a prestarle auxilio; mas, al
llegar al extremo del arrecife solo distinguieron la tranquila y desierta superficie del mar
ondulando suavemente a impulso de la brisa de la mañana. […]
Mientras sus compañeras sujetaban a la joven esposa que quería arrojarse al agua, loca de
dolor y desesperación, un bote de pescadores se aproximó al sitio del accidente y con largos
bicheros comenzaron sus tripulantes a explorar las masas de algas que flotaban entre dos
aguas.
Al día siguiente, la joven a quien el dolor casi hizo perder la razón, recobrada un tanto del
terrible golpe, ofreció una gran suma de dinero a quienquiera que encontrase los restos del
amado esposo. Aguijoneados por el interés, los pescadores dejaron de perseguir a los peces
para dedicarse a esa otra pesca, que una vez alcanzada les reportaría una ganancia fabulosa.
[…]
Pasaron los días, las semanas y los meses y el cuantioso premio no fue cobrado. Además de
esta recompensa, se decía que el que encontrase el cadáver tendría también derecho a un
anillo con una piedra de gran valor que el muerto llevaba en el dedo anular de la mano
derecha el día del accidente.
Transcurrieron dos largos años y la trágica historia parecía ya olvidada, cuando la presencia de
la viuda en el balneario reavivó los recuerdos ya lejanos de la catástrofe. Para muchos su
llegada fue una sorpresa, pues se creía como cosa cierta que la joven, inconsolable por la
muerte de su esposo, había renunciado al mundo para ingresar en un convento.
Pero el tiempo con su infalible bálsamo había, al parecer, cicatrizado aquella herida, porque
todo el mundo pudo ver a la hermosa dama pasear por las playas, alegre y risueña, en medio
de una numerosa corte de adoradores. […]
Una mañana mientras los bañistas se entregaban a sus habituales juegos de natación cerca de
la caleta de los Caracoles, se oyó resonar súbitamente un penetrante grito de angustia
lanzado por aquel a quien se designaba ya como el futuro marido de la gentilísima viuda. Por
un instante se le vio agitar los brazos fuera del agua y, en seguida, hundirse y desaparecer
como una piedra bajo las ondas. […]
Cuando los salvadores, perdida ya toda esperanza, comentaban el triste suceso, irrumpió
entre ellos una mujer en la que todos reconocieron a la desolada viuda, quien abriéndose
paso en el grupo se dejó caer de rodillas ante el cadáver cubriendo de besos y lágrimas el
lívido rostro al mismo tiempo que estrechaba entre las suyas, convulsas, las manos yertas del
inanimado mozo.
Luego, dando la espalda al mar como si temiese ver surgir de las aguas alguna terrible
aparición, huyó despavorida lanzando gritos agudísimos.
Pero el tiempo con su infalible bálsamo había, al parecer, cicatrizado aquella herida,
porque todo el mundo pudo ver a la hermosa dama pasear por las playas, alegre y risueña,
en medio de una numerosa corte de adoradores.
Este terror genera ansiedad y angustia, una sensación que inmoviliza o que obliga a correr en l
os casos más extremos. Su nombre viene del griego fobos, que significa pánico. La persona qu
e lo padece no lo puede controlar y requiere de un tratamiento para superarlo. Dado que la fo
bia controla a quien la padece, esto puede afectar eventualmente su vida. Y dado que cualqui
er ser vivo, objeto, situación e incluso pensamiento puede desencadenar una fobia, hay ciento
s de ellas.
Existen algunas que podríamos definir como más comunes, como la claustrofobia (miedo a lug
ares cerrados) y la agorafobia (miedo a los lugares abiertos); sin embargo, podemos encontrar
nos con algunas que son más raras pero no por ello menos importantes, según explicó a BBC
Mundo Javier Savin, sicólogo general sanitario con amplia experiencia en fobias. Savin destacó
cinco de ellas.
Hipopotomonstrosesquipedaliofobia
Esta fobia define el pánico a las palabras largas o complejas. También es conocida como la ses
quipedaliofobia, para simplificar, al menos un poco.
Según Javier Savin, a raíz de esta fobia el sujeto siente aversión y nerviosismo cuando está inv
olucrado en conversaciones donde se usan palabras extensas, difíciles y poco frecuentes, com
o, por ejemplo, en una charla académica. No solo le molesta oírlas, también pronunciarlas, po
r el temor a hacerlo mal y ponerse en ridículo.
Xantofobia
"Aunque el miedo se acaba generalizando a todo lo que tenga que ver con amarillo, el punto
de partida es la asociación de este color bien con la enfermedad o bien con la muerte", dijo Sa
vin.
Coulrofobia
Dentro de las fobias más extrañas debería incluirse una bastante extravagante e irracional: la
coulrofobia o miedo a los payasos.
Una estrella de cine que reconoce sufrir de esta fobia es Johnny Depp. En una ocasión declar
ó: "No sé si por la cara pintada o por la falsa sonrisa. Son espeluznantes. Siempre parecen esta
r al acecho, como si debajo de esa apariencia se escondiera un demonio".
A menudo se adquiere este miedo luego de haber tenido una mala experiencia con payasos d
urante la infancia, o por haber visto el retrato de un payaso siniestro (por ejemplo, el que apa
rece en la novela It de Stephen King, o el Joker de Batman). No obstante, también puede debe
rse a la incapacidad de reconocer las intenciones de esa persona.
"Los payasos se disfrazan, se pintan la cara y una sonrisa ficticia, por lo que la persona que suf
re esta fobia siente que es incapaz de saber si le va a hacer daño o no", explicó el experto esp
añol.
Somnifobia
Seguro que todos hemos tenido días en los que no hemos podido dormir bien porque no logra
mos desconectarnos de nuestra rutina diaria, porque estamos demasiado estresados o demas
iado emocionados para poder hacerlo.
Sin embargo, hay personas para las cuales dormir está asociado con un miedo irracional o des
medido ante el hecho de dormir, es lo que se conoce como somnifobia. Según Savin, quienes
padecen de somnifobia tienen miedo a morir durante el sueño, a no poder respirar y morir as
fixiados y, sobre todo, a tener pesadillas y sueños desagradables.
"Frases como 'qué bien que murió mientras dormía', pueden ser desencadenantes de esta fob
ia", señaló el especialista.
Fagofobia
La fagofobia es la fobia o miedo irracional a tragar o atragantarse: “los fagofóbicos suelen indi
car que sienten la garganta más estrecha, lo cual les hace suponer que, al tragar la comida, est
a no podrá pasar y se producirá el ahogamiento", explicó Savin. Según el sicólogo, en los casos
extremos, las personas que padecen esta fobia solo quieren comer alimentos fáciles de tragar
o mastican excesivamente.
Muchas veces es difícil de diagnosticar este tipo de miedo debido a que, como algunos fagofó
bicos dejan de comer, podría llegar a considerarse como un trastorno alimenticio, aunque est
á catalogada dentro de la categoría de "otras fobias".
Cinco fobias raras pero reales. (13 mayo 2015). En BBC Mundo. Disponible en http://www.enlacesantill
ana.cl/#/tj_leng7_u5_artic (Adaptación).
Aversión: desagrado.
Abrumador: agobiante, desesperante.
Extravagante: extraño, raro.
8. Según el texto, ¿en qué situación puede ponerse nerviosa una persona con sesquipeda
liofobia?
A. Cuando está en un espacio cerrado.
B. Cuando está en una charla académica.
C. Cuando intenta desconectarse de la rutina.
D. Cuando ve una película que aparecen payasos.
9. ¿Para qué se menciona la claustrofobia y la agorafobia?
A. Para comparar dos tipos de fobias.
B. Para exponer los efectos de las fobias.
C. Para ejemplificar las fobias más frecuentes.
D. Para opinar sobre las fobias más conocidas.
No es extraño que las personas sintamos miedo de algo, es una condición innata de la natu
raleza humana, pero cuando ese temor es exagerado e irracional se convierte en fobia.
Error fatal
El señor Walter Baxter fue durante mucho tiempo un ávido lector de historias de crímenes y d
etectives, así es que, cuando decidió asesinar a su tío, sabía que no debería cometer un solo e
rror.
Y que, para evitar la posibilidad de caer en el error, la simplicidad habría de ser la nota domina
nte. Simplicidad absoluta. Sin preparar ninguna coartada que pudiera fracasar. Sin modus ope
randi complicado. Sin huellas.
Bueno, una huella pequeña. Una muy simple. También tendría que robar todo el dinero que h
ubiera en la casa de su tío, para que el asesinato pareciera un accidente producto del propio r
obo. De otro modo, como único heredero de su tío, él mismo sería un sospechoso demasiado
obvio.
Se tomó su tiempo para conseguir una pequeña palanca, de tal modo que nadie pudiese segui
r la pista de su adquisición hasta él. Le serviría tanto como herramienta como para cometer el
homicidio.
Planeó hasta el detalle más mínimo, sabiendo que no se podría permitir ningún error y que, ci
ertamente, no lo cometería. Con extremado cuidado eligió la noche y la hora.
La palanca abrió la ventana con facilidad y sin hacer ruido. Entró a la estancia. La puerta de la
habitación estaba abierta, pero al no oír ningún sonido procedente del interior, decidió termin
ar primero con los detalles del robo. Sabía dónde guardaba su tío el dinero, pero era preciso p
rovocar un cierto desorden: como si se hubiese producido una búsqueda. Tenía suficiente luz
de luna como para ver con claridad el camino; se movió silenciosamente…
En casa, dos horas más tarde, se desvistió rápidamente y se acostó. No existían posibilidades
de que la policía se enterara del crimen antes del día siguiente, pero estaba listo para el caso
de que vinieran por sorpresa. Hizo desaparecer el dinero y la palanca; le dolió destruir varios c
ientos de dólares, pero era el único método seguro, y no representaban nada ante los cincuen
ta mil o más que heredaría.
Llamaron a la puerta. ¿Tan pronto? Trató de calmarse; fue a la puerta y la abrió. El alguacil y u
n ayudante se abrieron paso al interior.
—¿Walter Baxter? Traigo una orden de arresto. Vístase y venga con nosotros.
—Robo con fractura. Su tío lo vio y lo reconoció desde la puerta de la habitación. Se quedó qui
eto hasta que usted salió y luego fue al pueblo a denunciarlo.
Walter Baxter abrió la boca. Después de todo, cometió un error. Planeó un asesinato perfect
o; pero, abstraído con el robo, había olvidado cometerlo.
Brown, F. (2000). En Pesadillas y Geezenstacks. Madrid: Editorial Miraguano.
14. Según Baxter, ¿cómo debía ser el asesinato?
A. Rápido.
B. Simple.
C. Extraño.
D. Ejemplar.
15. ¿Para qué Walter Baxter robó parte del dinero de su tío?
A. Para aumentar su herencia.
B. Para no ser sospechoso del crimen.
C. Para llamar la atención de la policía.
D. Para demostrar que su plan no tiene errores.
Aunque el género policial ha sido cultivado por escritores de la talla de Edgar Allan Poe, Gilber
t Keith Chesterton y Arthur Conan Doyle, y ha despertado el interés de otros como los argenti
nos Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, quienes crearon la ya mítica colección «El séptim
o círculo», no han sido pocas las ocasiones en que la crítica y la academia han tendido a consi
derarlo más un subgénero que una forma seria de expresión literaria. La novela policial ha co
mpartido esta condición con la ciencia ficción, siendo estos géneros asociados al folletín y a la
literatura de diversión.
Tal vez por eso, el desarrollo de la novela policial en nuestro país ha sido menos vigoroso que
en otras latitudes de Latinoamérica, por no mencionar la historia del género en Europa y Esta
dos Unidos. Sin embargo, esto no ha impedido que autores como Alberto Edwards —quien cr
eó al detective Román Calvo— y Luis Enrique Délano hayan realizado incursiones en el géner
o.
http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3528.html. (Adaptación)
Sempiterno: que no tendrá fin.
Macartismo: conjunto de acciones emprendidas contra un grupo de personas por sus ideas p
olíticas y sociales, generalmente progresistas.
Outsider: alguien que vive aparte de la sociedad común o alguien que observa un grupo desd
e fuera.
La novela policial chilena se inicia con el Roman Calvo de Alberto Edwards, pasa luego por
el Heredia de Díaz Etérovic, para seguir con Bolaño, Délano, Ampuero, Collyer, entre otros.
En los últimos años, como plantea la crítica, «ha ocupado el lugar de la novela social».
Aunque el género policial ha sido cultivado por escritores de la talla de Edgar Allan Poe, Gil
bert Keith Chesterton y Arthur Conan Doyle, y ha despertado el interés de otros como los a
rgentinos Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, quienes crearon la ya mítica colección «
El séptimo círculo», no han sido pocas las ocasiones en que la crítica y la academia han ten
dido a considerarlo más un subgénero que una forma seria de expresión literaria.
El equipaje
Se había acostumbrado al ritmo del hotel. En esa época del año las noches eran tranquilas, po
rque no había turismo y los viajantes llegaban siempre durante el día. A la mañana, en cambi
o, prefería entre medialuna refugiarse en una de las habitaciones vacías, para no oír las voces
de los clientes, que y medialuna comentaban el estado de los caminos o el éxito de los negoci
os. Se sentía muy alejado de la vida de los viajantes, siempre en camino, siempre con la ilusión
de que en la próxima ciudad, o en el próximo pueblo, los esperaba la suerte que hasta ahora s
e les había negado. A él ya no le interesaba viajar; quería un lugar donde afincarse.
Aprovechaba las noches para pasear por el hotel. Recorría los pasillos desiertos, subía y bajab
a en el ascensor. Si algún cliente se había mostrado impaciente o maleducado, él se encargab
a de perturbar su sueño a través de ligeros golpes a su puerta.
Pero la tranquilidad se interrumpió cuando apareció la valija. Ya la primera vez que la vio —so
la, en medio de un pasillo— le produjo un inexplicable desasosiego. Esa vez pensó que alguien
la había dejado olvidada. Dos semanas después volvió a encontrarla, abajo, en el hall, junto a
uno de los sillones verdes. Estuvo tentado de abrirla, pero se contuvo.
Era una valija de cuero, algo ajada. La manija se había roto, y la habían reparado con hilo sisal.
No sabía si estaba llena o vacía, porque ni siquiera la había tocado. Como la mayoría de los pa
sajeros del hotel eran hombres, supuso que era la valija de un hombre. Mientras miraba por l
a ventana del hotel el camino que llevaba a la ciudad, pensaba en la valija. Tal vez la había olvi
dado alguien mucho tiempo atrás, y los muchachos del hotel la habían sacado del sótano para
hacer una broma. No encontraba otra explicación. A veces se sorprendía pensando en el dueñ
o. Le imaginaba una cara, un oficio, algunas circunstancias. Quizás bastaba abrir la valija para s
aber cómo era. Las cosas que uno pone en una valija son como el resumen de una vida. Ahí es
tá todo lo que uno puede decir de sí mismo. Ahí está todo lo que uno puede esconder.
Una noche oyó el ascensor que bajaba hacia él. Cuando abrió la puerta, no había nadie, pero a
llí estaba, por tercera vez, la valija. Volvió a sentir el desasosiego, el temor. Ya era hora de abri
rla. No sentía curiosidad; pero quería sacarse de encima el peso de la duda. Soltó las dos traba
s y la abrió.
Revisó con cuidado su contenido, como un empleado de aduana que busca en los repliegues u
na mercancía prohibida.
Había una navaja de afeitar, una novela policial, un frasco azul, vacío. Entre la ropa, encontró
una bolsita de lavanda. Fue ese olor lo que le hizo recordar. Entonces reconoció la navaja con l
a que se había afeitado por última vez, la novela que no había terminado de leer, sus tres cam
isas, que siempre doblaba con esmero. Reconoció su nombre al pie de una carta en la que se
despedía de una mujer que ya, por su cuenta, se había despedido. Reconoció el frasco azul, y r
ecordó el sabor del veneno que había tomado de un trago, por motivos que ahora le parecían
ajenos.
Los hoteles son lugares de paso y él necesitaba un lugar definitivo. Salió a la madrugada, a la h
ora que eligen los viajantes cuando tienen mucho camino por recorrer. Y aunque le pareció qu
e no lo iba a necesitar, llevó consigo el equipaje.
25. Según el texto, ¿para qué el protagonista golpeaba la puerta de los clientes?
A. Para saber si estaban en la habitación.
B. Para aprovechar su paseo nocturno.
C. Para perturbarles el sueño.
D. Para buscar su valija.
Se sentía muy alejado de la vida de los viajantes, siempre en camino, siempre con la ilusió
n de que en la próxima ciudad, o en el próximo pueblo, los esperaba la suerte que hasta
ahora se les había negado.