Temario BLOQUE 1
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LA PINTURA RUPESTRE
Durante el primer milenio antes de Cristo, la Península Ibérica estaba ocupada por los
llamados pueblos prerromanos. Por un lado, los íberos, localizados en la franja costera
mediterránea, interior del Valle del Guadalquivir y Ebro, e influenciados por griegos y
cartagineses, formaron monarquías y redes clientelares importantes. Practicaron la agricultura
y eran expertos trabajadores de la metalurgia (falcata ibérica). Expertos en la orfebrería, nos
han legado manifestaciones artísticas como la Dama de Elche. Por otro lado, los celtas (Galaicos,
astures, cántabros, várdulos, vascones), localizados en el norte y centro oeste peninsular, de
influencia indoeuropea e instalados en castros. Agrupados en tribus, fueron, en su mayoría,
ganaderos. En la parte centro-oriental de la Meseta se instalaron los celtíberos, pueblos de
ascendencia céltica con importante influencia íbera. Su economía era agrícola-ganadera, con
menor peso del comercio. Su sociedad mantenía una fuerte cohesión tribal y habitaban
poblados fortificados como Numancia. Elaboraron esculturas zoomórficas (Toros de Guisando).
Durante los siglos VII-VI a. C., tuvo su esplendor Tartessos, primera cultura urbana autóctona,
de fuertes influencias orientales. Localizada en torno al Valle del Guadalquivir, se constituyó
como una Monarquía basada en el comercio de metales. El Tesoro del Carambolo, en Sevilla,
muestra la gran riqueza que tuvo ese reino.
La Segunda Guerra Púnica fue el motivo para que Roma se instalara en la Península
Ibérica. La ocupación fue larga, unos 200 años. La conquista se puede agrupar en 4 fases: la
primera, en la que a pesar de las derrotas iniciales de los Escipiones, se logra expulsar a los
cartagineses, a finales del siglo III; la segunda, con la ocupación del este y sur peninsular y la
creación de dos provincias (Citerior y Ulterior); la tercera, ya en el siglo II, en la que se controla,
a pesar de la resistencia lusitana (Viriato) y celtibérica (Numancia), la Meseta; y la última, en
tiempos ya de Augusto, el norte peninsular, en las llamadas guerras cántabras.
La huella de la cultura romana sigue siendo amplia y profunda. El latín, origen del
castellano, o el derecho romano son aspectos importantísimos. Asimismo, la huella artística es
innumerable: edificios públicos, como templos, teatros en Mérida o Sagunto; obras de ingeniería
civil, como acueductos (Segovia), murallas (Lugo), puentes (Alcántara) o calzadas; esculturas y
mosaicos (Carranque), ciudades (Barcino, Emérita Augusta). Junto a ello, Hispania fue la cuna de
emperadores como Trajano, Adriano y Teodosio o de filósofos como Séneca.
La creación del reino visigodo de Toledo se debe, entre otras razones, a la derrota que
sufrieron los visigodos contra los francos en la batalla de Vouillé (507), que motivó su traslado
hacia el sur. El reino visigodo, que une la herencia romana (lengua, derecho) con la herencia
germana (carácter electivo de la monarquía, celebración de concilios), consiguió homogeneizar
y unificar la Península: territorialmente, gracias a las conquistas de Leovigildo y Suintila, que
derrotaron a suevos y bizantinos; desde el punto de vista religioso, con la conversión al
catolicismo de Recaredo; o en el derecho, con la publicación del Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo,
que unificaba el derecho romano con las tradiciones visigodas, gracias a Recesvinto.