¡CROAK! - Gaby Fiorito

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¡CROAK!

Obra de teatro para actores y títeres

Autor: Gaby Fiorito

Para comunicarse con el autor:


[email protected]
Facebook: Gaby Fiorito
Twitter: @gabyfiorito1
Personajes:

RATA 1
RATA 2
REY MAXIMALÍSIMO DE LAS PESADILLAS BRAVAS
SILVERIO
FELIPILLO DE LAS AGUAS BUENAS
OCTAVIO
FURIBUNDA
CASIMIRA
ESCOBA
NACHO
ACTO ÚNICO

Escena 1

(Se escuchan en off las voces de dos RATAS hinchas de fútbol que vienen cantando. El cántico tiene
una melodía popular, como las de las hinchadas. Una de las ratas es bien flaquita, y la otra, bien
rellenita. Ambas llevan puestas camisetas de equipos de fútbol y gorritos improvisados con pañue-
los.)

RATA 1: Aquí llega la alegría.


AMBAS RATAS: Aquí llega la alegría.
RATA 2: Que no es poca y es bien mucha.
AMBAS RATAS: Que no es poca y es bien mucha.
¡Sí, señores, con ustedes...
(Aparecen dando un salto.)
aquí están las dos ratuchas!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!

RATA 1: Les traemos una historia.


AMBAS RATAS: Les traemos una historia.
RATA 2: Pintada con acuarelas.
AMBAS RATAS: Pintada con acuarelas.
¡Como las que nos contaban
nuestras queridas abuelas!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!

RATA 1: Y ahora sí ya nos marchamos.


AMBAS RATAS: Y ahora sí ya nos marchamos.
RATA 2: Nos persiguen de hace rato.
AMBAS RATAS: Nos persiguen de hace rato.
Porque anoche le pusimos
¡un gran cascabel al gato!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!

(De repente, se escucha un maullido tremendo. Aparece solamente la pata de un gato, con sus ga-
rras, dando un zarpazo que casi toca a las ratas, quienes huyen fugazmente, muertas de risa.)
Escena 2

(Con una carcajada siniestra, aparece de golpe el REY MAXIMALÍSIMO DE LAS PESADILLAS BRAVAS.)

REY: Yo soy el Rey Maximalísimo de las Pesadillas Bravas. ¡Soy el amo de todo este imperio! ¡Y lo
digo muy en serio. A veces me pongo ebrio, ¡ja, ja!, y gobierno sin criterio. Nunca estudié magiste-
rio, y me escapé de un monasterio. Me encantan los misterios y odio los cementerios, ¡por eso
prendo sahumerios! Detesto los ministerios, por eso reino el imperio. (Pausa. Susurrando.) Tengo
un mayordomo, Silverio, y una hija en cautiverio. Soy el dueño de toda esta manzana, y también
de algunas naranjas. Tengo un gran sentido del humor… negro, lo sé, lo sé. Soy el amo de este
pueblucho, que está lleno de aguiluchos; los impuestos dejan mucho y, al que no paga, ¡serrucho!.
A ningún súbdito escucho, odio el helado en cucurucho y nunca vi a Larguirucho. Soy el rey de la
comarca, soy el único monarca; quiero llenarme las arcas y ser un gran oligarca, comprarme una
gran barca y rajarme a Purmamarca. No le temo a la parca, y uso ropa de marca. Yo soy un as, y
me escapé de Alcatraz, me dicen que soy falaz, voraz y cachafaz, pero soy el capataz, ¡y me encan-
ta mandar fax! Soy un verdadero as… queroso, y me encanta serlo… ¡ja!
SILVERIO: (Extremadamente refinado.) Disculpe la interrupción de su magnánimo soliloquio, su ma-
jestad, pero tengo un mensaje muy importante.
REY: ¡Fuera de aquí!
SILVERIO: Pero, su majestad... ¡es realmente importante!
REY: No puedo atenderte ahora, Silverio, algo terrible está por ocurrir… (Se da vuelta, y en un se-
gundo se coloca una máscara de lobo.)
SILVERIO: (Temblando asustadísimo.) ¡Su majestad, qué ojos tan grandes tiene!
REY: Para poder ver mejor este mundo en decadencia.
SILVERIO: ¡Y qué orejas tan grandes tiene!
REY: Me quedaron así de escuchar tantas estupideces.
SILVERIO: Su excelencia, ¡qué boca tan grande!
REY: ¡Bueno, basta, infeliz! Podrías decir algo más original. (Confesándole un secreto.) ¡Esta noche
habrá luna llena, y ya me estoy transformando en lobo! (Aúlla desaforadamente.) ¡¡Auuuuuuu!!
¡¡Au, au, auuuuuuu!!
SILVERIO: ¡¡Au-auu- auxilio!! ¡¡So-so-socorro!! (Huye despavorido.)
REY: (Se saca la máscara.) ¡Calma, calma, infeliz! Era una broma, tontuelo… (Al público.) ¡Hace
treinta años que es mi mayordomo y sabe muy bien que odio que me interrumpan cuando estoy
hablando! ¿Dónde habíamos quedado? Mmmm… ¡ah, sí, estaba hablando de mí! ¿Les dije mi
nombre, no? Yo soy Maximalísimo de las Pesadillas Bravas, ejem, perdón, soy el Rey Maximalísimo
de las Pesadillas Bravas. ¡Yo, yo, yo! Soy un yoyó. Y soy el rey, pero con mayúsculas… EL REY.
¿Quedó claro? (Busca y señala a alguna niña del público. Gritando desaforado.) Clarita, ¿te quedó
claro? Clara, respondeme, ¡respondé Clara! ¿Te quedó claro? ¿Claro como el agua, Clara? (Quiebre
rotundo.) Vivo un poco nervioso porque no puedo conciliar el sueño, y tengo bravas pesadillas…
hace veintinueve años que no duermo. (Repite nervioso y cada vez gritando más alto.) ¡Veintinue-
ve años que no duermo! ¡Veintinueve años que no duermo! (Pausa.) Y ahora, como estoy viendo
tantos niños horribles, me voy… (Sale y vuelve a entrar al instante.) Voy a vigilar a mi hija, que la
tengo encerrada en la alcoba, creo que está un poco loca, porque habla con la escoba. En un ratito
vuelvo. Y espero que cuando regrese ustedes… estén un poco más lindos… ¡feos, feos, feos! (Se
va.)

Escena 3

(Aparece FELIPILLO DE LAS AGUAS BUENAS, el pretendiente de la hija del Rey. La particularidad de este
personaje es que es extremadamente tierno. Esta cualidad está reflejada fundamentalmente en su
modo de hablar: pronuncia todas las “s”, “c”, “z” y “ll” con el sonido “sh”. Por ejemplo, en vez de
“buenas, buenas”, él dice; “buenash, buenash”, y en lugar de “Felipillo” dice: “Felipisho”.)

FELIPILLO: Buenas, buenas, yo soy Felipillo de las Aguas Buenas, y estoy enamoradísimo de Casimira,
la bellísima hija del Rey Maximalísimo. Pero desde que el Rey vio que yo le daba un besito en la
frente, se enojó muchísimo y la encerró en la alcoba, y solo habla con su escoba. De esto hace sie-
te días, ¡y me parte el corazón! Pobre Casimira… ¡Encima este tipo que no duerme! Te juro que
agarraría un palo y se lo daría por la cabeza… para que duerma cinco horas seguidas por lo menos.
Quiero hacer algo por mi enamorada, pero no se me ocurre nada… ¡si tan solo encontrara un ha-
da! A ver, a ver… (Piensa.) ¡Se me ocurrió una gran idea! Si todos nos concentramos y pensamos
en un hada, ¡quizás aparezca una y me ayude a rescatar a Casimira! (Al público.) ¿Me ayudan?
(Suena música dulce y suave. De un salto, aparece OCTAVIO, el sapo.)
OCTAVIO: (Con marcado acento de sapo tanguero.) Buec-nas, buec-nas… ¡croak!
FELIPILLO: (Con muchísimo asombro.) ¡Uhhh! ¡Un sapo! ¡Y encima habla!
OCTAVIO: ¿Cóc-mo te va, pibic-to?, ¡croak!
FELIPILLO: Mmm… más o menos, señor sapo… (Al público.) Me parece que alguno de ustedes hizo
trampa, y en vez de pensar en un hada, ¡pensó en un sapo! (Al sapo.) ¿Qué está haciendo por acá?
OCTAVIO: Yoc venía dando mi pac-seo matinal, y de rec-pente alguien me llamó con el pensac-
miento, ¡croak!
FELIPILLO: ¡Pero si yo pensé en un hada, no en un sapo!
OCTAVIO: Buec-no, no te habrás concentrado lo sufic-ciente. Entonces… sigo de paseo, ¡hasta lue-
go, croak!
FELIPILLO: ¡No, sapito, no te vayas, que estoy muy triste!
OCTAVIO: Mi nombre es Oc-tavio y en realidad… no soy un sac-po, ¡croak!
FELIPILLO: Yo soy Felipillo de las Aguas Buenas, ¡encantado de conocerte!
OCTAVIO: ¡Encantado estoy yoc, croak!
FELIPILLO: ¡Muchas gracias! ¡No es necesario que diga eso!
OCTAVIO: ¡Sí, es nec-cesario porque es la pura verdad! Estoy… ¡encantado, hechic-zado! (Cambia el
modo de hablar y el tono de voz. Suspira.) Ahhh… en realidad soy un príncipe, el famoso príncipe
verde de los cuentos.
FELIPILLO: ¡Ja, ja, ja! Querrás decir… ¡el príncipe azul!
OCTAVIO: No, pibe, no… ese tuvo más suerte que yo. Yo siempre fui un inmaduro…
FELIPILLO: ¿Y por qué tenés aspecto de sapo?
OCTAVIO: Te voy a contar un secreto.
FELIPILLO: ¡Me encantan los secretos!
OCTAVIO: ¡Basta de decir esa palabra! Yo soy… yo soy… un personaje de cuento.
FELIPILLO: ¡¡Qué buenísimo!!
OCTAVIO: Los personajes de los cuentos gozamos de una vida feliz si los cuentos se leen… hasta el
final. Si dejan de leerse, nos pueden pasar estas desgracias. (Pausa. Respira hondo.) Hay una niña
que hace una semana abandonó la lectura de mi cuento, y desde ese momento soy sapo. Si esa
niña no termina de leer el libro, nunca podré sacarme el hechizo que me hizo la malvada bruja
Furibunda. (Vuelve a respirar hondo.) Esa niña tiene que llegar al final, al final feliz.
FELIPILLO: ¡Uh, pobre…! Bueno, si te sirve de consuelo, yo también estoy en problemas…
OCTAVIO: (Retoma su modo de hablar de sapo tanguero.) ¿Qué te pasa, amiguic-to? ¡Croak!
FELIPILLO: ¡Estoy muy enamorado de Casimira!
OCTAVIO: ¡Mira, mira! ¿Y cuál es el problec-ma, croak?
FELIPILLO: Que es la hija del Rey Maximalísimo de las Pesadillas Bravas, y desde que el Rey vio que
yo le daba un besito en la frente, la encerró en la alcoba, y está tan pero tan sola que habla con su
escoba. De esto hace siete días, ¡y me parte el corazón! Pobre Casimira…
OCTAVIO: ¿Siec-te días? ¡Croak!
FELIPILLO: Si, una semana.
OCTAVIO: Interec-sante, interec-sante… ¿y dónde vive Casimira? ¡Croak!
FELIPILLO: Junto a su padre, claro. En el palacio que está allá. (Señala hacia atrás.)
OCTAVIO: ¡Nooo!
FELIPILLO: ¡Siií!
OCTAVIO: ¡Nooo!
FELIPILLO: ¡Siií!
OCTAVIO: ¡NOOO!
FELIPILLO: ¡Pero qué porfiado, te digo que siií!
OCTAVIO: ¡Por toc-dos los príncipes de toc-dos los cuentos! ¡Croak! ¡Re croak! ¡Recontra croak!
(Empieza a girar sobre sí mismo y no para de croar.)
FELIPILLO: (Al público.) ¡Sonamos! ¡Se volvió loco!
OCTAVIO: (Cambia nuevamente el modo de hablar.) ¡Allí vive la niña que abandonó la lectura de mi
cuento! (Pausa. Reflexiona.) Ahora entiendo… ¡pobre Casimira!
FELIPILLO: ¡Sí, pobrecita! ¡Y pobre de mí, que la extraño muchísimo!
OCTAVIO: ¡Y de mí, que tengo que seguir siendo un batracio! (Se pone solemne y absurdamente
poético.) ¡Oh, desgraciado de mí que he caído una vez más bajo los influjos malévolos de la bruja
Furibunda! ¡Nunca había vivido encerrado tanto tiempo en el cuerpo rugoso y rasposo de este
sapo que ahora soy! ¡Nunca antes lector alguno de mis cuentos había abandonado la lectura en
ese punto de la historia, tan amargo como la hiel, que me pone en esta piel! (Solloza.) ¿Qué haré
sin el amor de la bella Filomena, mi amada de rojiza melena?
FELIPILLO: ¡Se me ocurrió una grandísima idea! Ahora que somos más, si nos concentramos fuerte
fuerte, quizás un hada aparezca ¡y nos ayude a resolver los dos problemas!
OCTAVIO: ¡Es una magnífica idea! Yo conozco muchísimas hadas, y seguro que alguna nos va a venir
a ayudar.
FELIPILLO: A la una, a las dos y a las… ¡tres! (Ambos se concentran. Vuelve a sonar una dulce melo-
día. Comienza a salir humo y, entre el humo, aparece Furibunda, la bruja. Es malísima y siempre
busca pleitos.)
FURIBUNDA: (Mirando al público.) ¡Ay, cuántas criaturas horribles! ¿Pero qué es esto, un concurso
de feos? Yo, por el contrario, soy tan bella… (Se percata de la presencia de los otros dos.) ¿Y uste-
des, que también son bastante feuchines… para qué me invocaron, eh? ¿¡Para queeé!? (FELIPILLO y
OCTAVIO la miran sorprendidos, sin pronunciar una palabra.) ¡Interrumpieron mi clase de aerobics!
(Comienza a sonar música tecno y la bruja empieza a hacer ejercicios rítmicos con los brazos y la
cabeza.) ¡Vamos todos! ¡Un, dos, tres, cua! ¡Un, dos, tres, cua! (FELIPILLO y OCTAVIO la miran azora-
dos. Ella los arenga.) ¡Vamos, infelices! ¡Un, dos, tres, cua! ¡Vamos todos, eso!
OCTAVIO: ¡Bueno, basta! Uff, estoy fuera de estado…
FELIPILLO: Disculpe la interrupción, señora Bruja…
FURIBUNDA: (Gritando.) ¡¡Señorita, atrevido, señorita!! (Se pone solemne.) Yo soy Furibunda, una
dama vagabunda. (Retoma su enojo.) Hable con propiedad, señorito…
FELIPILLO: Felipillo, me llamo Felipillo.
FURIBUNDA: ¡Te veía cara de pillo! Y cabellos de cepillo. Y esos ojos tienen brillo, ¿qué te pasa, Pepi-
nillo?
FELIPILLO: ¡Ja, ja, me llamo Felipillo!
FURIBUNDA: Pero tenés cara de pepino. ¡Pe-pi-ni-llo! (Mira al sapo.) ¿Y ese bicho espantoso, rugoso
y rasposo? ¡Qué mascota espeluznante!
FELIPILLO: No, no es mi mascota, es mi nuevo amigo Octavio, y estamos en una situación muy des-
graciada...
OCTAVIO: (Irónico, poniéndola al descubierto.) Soy yo, Furibunda, no te hagas la distraída... me co-
nocés muy bien.
FURIBUNDA: ¡Ah, bueno… otro atrevido! ¿Cómo me iba a dar cuenta que eras el príncipe verde? ¡El
pueblo está lleno de sapos espantosos! Además, ya sabés, yo no puedo hacer nada hasta que con-
tinúen leyendo el cuento hasta el final, así que ¡lo lamento, esperpento! (Vuelve a sonar música
tecno y la bruja retoma sus ejercicios rítmicos.) ¡Vamos todos! ¡Un, dos, tres, cua! ¡Un, dos, tres,
cua!
FELIPILLO: (Salta en defensa de su nuevo amigo.) ¡Eh, Furibunda, no seas mala! ¡Sacale el hechizo,
pobrecito! ¿Qué te cuesta, vieja?
FURIBUNDA: (Enojadísima.) ¡La boquita, querido, la boquita! ¡Que te convierto en termita! (Se dis-
pone a realizar un hechizo.) Ebra cadebra, patas de cebra… a la cuenta de tres, te convertirás en…
FELIPILLO: (Interrumpiendo.) Pero, Furi… ¡te lo dije amablemente! (Halagándola para calmar su
enojo.) ¡Nunca había visto una brujita tan… tan… inteligente!
FURIBUNDA: ¡Te voy a volar los dientes! ¡A mí nadie me dice vieja! Además, eso es una gran menti-
ra, tengo apenas 325 años, estoy en la preadolescencia… ¡y soy soltera! (Suspira.) ¡Ahhh, desde
que el brujito de Gulubú me dejó, estoy tan pero tan sola!
OCTAVIO: Como nosotros, entonces… bienvenida al club de solos y solas.
FELIPILLO: ¡Eso! ¡Estamos tan solos! Por eso, Furi, queríamos que venga un hada, no una… ¡bruja!
FURIBUNDA: (Gritando asustada.) ¡Aaaaaahhhhhh! ¡Una bruja, una bruja! ¿Adónde, adónde? ¡Les
tengo pánico a las brujas!
OCTAVIO: Furibunda, dejá de hacerte la desentendida… la bruja que se nos apareció ¡sos vos!
FURIBUNDA: ¿Ah, sí? (Saca un espejito de bolsillo y se mira.)
FELIPILLO Y OCTAVIO: (A coro.) Siiiiiiiií.
FURIBUNDA: (Al espejo.) ¡Espejito, espejito! ¿Quién es la más bella del reino?
VOZ DEL ESPEJO: ¿Y quién va a ser? ¡Filomena, querida! ¡Filomena! (OCTAVIO y FELIPILLO se ríen.)
FURIBUNDA: ¡Ajjjjjjjjjjj! ¡¡No te rompo contra el suelo porque son siete años de mala suerte, porque
si no…!! (Vuelve a la conversación.) ¿Así que ustedes querían la presencia de un hada?
FELIPILLO Y OCTAVIO: (A coro.) Siiiiiiiií.
FURIBUNDA: ¿No de una bruja?
FELIPILLO Y OCTAVIO: (A coro.) ¡Nooooo!
FURIBUNDA: (Solemne, a sí misma.) Furibunda, la bruja errabunda. Así que… ¿prefieren un hada?
(Enojadísima.) Muy bien, entonces… ¡concéntrense mejor la próxima vez! (Se monta en su escoba,
activa el GPS y le indica la ubicación mientras presiona los botoncitos.) ¡Escóbula escobícula, llé-
vame a un bosque encantado de película!
VOZ DEL GPS: Recalculando, recalculando. No se reconoce el destino “bosque encantado de pelícu-
la”. Recalculando.
FELIPILLO: ¡No te vayas, Furi!
OCTAVIO: Quizás puedas ayudarnos… si quisieras…
FELIPILLO: ¡Eso! ¡Sacando a Casimira del cautiverio terminaría de leer el cuento! ¡Y matamos dos
pájaros de un tiro!
FURIBUNDA: ¡Ah, no! ¡Eso sí que no! ¡No cuenten conmigo para eso! ¡Yo no te mato un pajarito ni
loca! ¡Soy una bruja ecologista y naturista, preparo todos mis hechizos y pócimas a base de hier-
bas, aloe vera y flores de Bach, Beethoven, Mozart!
FELIPILLO: ¡No, Furi, no me entendiste!
OCTAVIO: Quiso decir que resolveríamos dos problemas al mismo tiempo, de una sola vez. Liberan-
do a Casimira, él puede volver a estar con ella, ella terminaría de leer el cuento, y yo volvería a ser
el príncipe verde y a conquistar el amor de mi prometida, Filomena.
FURIBUNDA: ¡Ahhhh... esa cabeza de cereza! ¡Esa pelirroja me tiene harta con tanta belleza! ¿Y yo?
¿¿Y yo?? ¡Pero miren qué bonito! ¡Todos felices, todos contentos, y yo seguiré sola como un pe-
rro… caniche! (Solemne, a sí misma.) Furibunda, en soledad rotunda.
FELIPILLO: ¡Dale, viejita, activá tu varita y danos una ayudita!
OCTAVIO: Dale, Furibunda, hace años y años que soporto tus hechizos…
FURIBUNDA: No sé, no sé, me iré a meditarlo un rato… (Solemne, a sí misma.) Furibunda, la bruja
meditabunda. Y para que vean que en el fondo soy buena, les voy a dejar algo para que puedan
endulzar este momento tan amargo… Ibra cadibra, cabezas de Hidra… ¡a la cuenta de tres, que
aparezcan caramelos de frambuesa y nuez! ¡A la una, a las dos y a las… (Hace unos movimientos
ligados en círculo, acompañados de sonidos un poco extraños, culminando en un golpe seco en el
aire.) ...tres! (Aparece un enanito estornudando.)
FELIPILLO Y OCTAVIO: (Azorados.) ¡Ohhh!
FURIBUNDA: ¡Mocoso! Pero… ¿qué hacés acá? (Mocoso hace un movimiento de hombros como di-
ciendo “no sé” y estornuda fuertemente. A cada estornudo FURIBUNDA, FELIPILLO y OCTAVIO pegan un
salto.) ¡Fuera de aquí! ¡Este no es tu cuento! ¡Fueraaa! (Vuelve a dar un golpe seco con la varita al
aire y el enanito desaparece.) Vamos de nuevo… Obra cadobra, colmillos de cobra… ¡a la cuenta de
tres, que aparezcan caramelos de frambuesa y nuez! ¡A la una, a las dos y a las… (Repite la rutina
de movimientos ligados en círculo, culminando en un golpe seco.) ...tres! (Aparece un enanito dur-
miendo.)
FELIPILLO Y OCTAVIO: ¡Ja, ja, ja! ¡Otro enanito! (Mueren de risa.)
FURIBUNDA: ¡Dormilón! ¡Tampoco te llamé a vos! (Dormilón ni la escucha, sigue en pleno sueño,
roncando fuertemente. A cada ronquido FURIBUNDA, FELIPILLO y OCTAVIO pegan un salto.) ¡Fuera de
aquí, fueraaa! (Vuelve a dar un golpe seco con la varita al aire y el enanito desaparece. Enojadísi-
ma.) Y ahora, por reírse de mí, cabezas de sanguijuela, los caramelos de frambuesa y nuez, ¡pídan-
selos a su abuela! ¡Adiós! (Se monta en su escoba, activa nuevamente el GPS y le da instrucciones
mientras presiona los botoncitos.) ¡Escóbula, escobícula, vámonos de aquí, antes de que me explo-
te la vesícula!
VOZ DEL GPS: Recalculando, recalculando. No se reconoce el destino “vesícula”. Recalculando.
(FURIBUNDA se esfuma.)
FELIPILLO: (Asombrado.) ¡Uhh, se enojó en serio! ¡Y desapareció como por arte de magia!
OCTAVIO: Es el arte de la magia, pebete.
FELIPILLO: ¿Qué hora será, sapito?
OCTAVIO: Mmm… dejé el reloj junto a mi traje de príncipe, pero por la posición del sol, deben ser
las cinco de la tarde.
FELIPILLO: ¡Santo cielo! ¡Me voy corriendo! Todos los días a las cuatro en punto me espera Casimira
en la ventana, que es altísima, para mandarme un besito, y yo le tiro una margarita. (Se va.)
OCTAVIO: (Suspira ensimismado y retoma su acento de sapo tanguero.) Ahhhhh… ¡las coc-sas que
uno hace por amor, croak! (Se da cuenta de que FELIPILLO se fue.) ¡Ey, Pepic-nillo, esperame! ¡Pepic-
nillooo! ¡Croak, croak! (Se va saltando.)

Escena 4

(Aparecen nuevamente las RATAS cantoras.)

RATA 1: ¡Ay, qué susto nos pegamos!


AMBAS RATAS: ¡Ay, qué susto nos pegamos!
RATA 2: Zafamos por un pelito.
AMBAS RATAS: Zafamos por un pelito.
Gato negro, gato blanco…
¡andá a comerte un huesito!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
RATA 1: La historia se pone buena.
AMBAS RATAS: La historia se pone buena.
RATA 2: Si la bruja los ayuda.
AMBAS RATAS: Si la bruja los ayuda.
Furibunda, te diremos…
¡ay, qué bruja macanuda!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!

RATA 1: Los dejamos disfrutando.


AMBAS RATAS: Los dejamos disfrutando.
RATA 2: Volvemos en un ratito.
AMBAS RATAS: Volvemos en un ratito.
Mientras tanto preguntamos…
¿dónde estás, lindo gatito?
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!

(Una voz en off grave y ronca les responde: “¡¡Acá!!”. Y vuelve a salir la pata de gato con garras.
Las ratas empiezan a temblar y a gritar. Al instante, huyen despavoridas, muertas de risa. Entran el
REY y SILVERIO.)

REY: ¡Silverio, Silverio!


SILVERIO: Diga, majestad.
REY: Majestad.
SILVERIO: ¡Oh, qué tonto soy, volví a caer!
REY: Levántese.
SILVERIO: ¿De dónde, su majestad?
REY: ¡De la caída, infeliz!
SILVERIO: ¡Oh, doblemente tonto! (Pausa.) ¿En qué puedo servirle, excelencia?
REY: Hágame reír.
SILVERIO: ¿Cómo dice, mi rey?
REY: Que me divierta, vamos, ¡estoy aburrido! A veces se torna un poco aburrido ser rey y viudo.
SILVERIO: (Entre dientes.) Y malo.
REY: ¿Cómo dijo?
SILVERIO: Que sí, su majestad, que debe ser malo eso… eh… esa… ¡combinación!
REY: ¡Te daría un coscorrón! Ya me alteraste… ¡fuera de aquí!
SILVERIO: Pero, señor, le juro que lo que quise decir…
REY: ¡Fuera de aquí, ingrato!
SILVERIO: Como diga, excelencia. (Comienza a salir.)
REY: ¡¡Silverio!!
SILVERIO: Sí, majestad.
REY: ¿¿Adónde vas, infeliz?? Decime, ¿cómo está Casimira?
SILVERIO: Muy triste, mi señor, extremadamente triste.
REY: ¡Así me gusta, así me gusta! ¡Ese beso en la frente le va a costar muy caro! ¿Pero quién se
cree que es? ¿Blancanieves? Lo único que me faltaba, que se enamore del hijo del panadero...
¡una princesa con un panaderito! ¡Habrase visto, habrase visto!
SILVERIO: Pero sus padres elaboran unas masas riquísimas, majestad, y un pan flauta que ni le cuen-
to...
REY: ¡A la flauta!
SILVERIO: También hacen muy rico el pan lactal.
REY: Ese siempre me cae mal.
SILVERIO: ¡Y ni le digo el pan de centeno!
REY: Me da miedo que tenga veneno.
SILVERIO: ¡Otro riquísimo es el pan de viena!
REY: Prefiero las salchichas.
SILVERIO: ¡Y ni le cuento el pan francés!
REY: ¡Eso es, eso es! ¡Un francés! ¡Para mi hija, un francés! Está decidido: quiero que mi hija se
case con un francés, pero que hable inglés.
SILVERIO: Me temo, su excelencia, que no va a encontrar un francés que hable inglés. Los franceses
son muy nacionalistas y detestan el inglés.
REY: (Empiezan a jugar con palabras en francés mezcladas con el inglés.) ¡S'il vous plaît, s'il vous
plaît!
SILVERIO: S'il te plait…
REY: ¡Je suis the best! ¡The best!
SILVERIO: The best, sí. You are the best, majestad. You are the best…ia. (Al público.) ¡La bestia!
REY: Además, volviendo a mi pequeña heredera, no veo por qué tanta tristeza. ¡Castigos eran los
de antes! Yo me acuerdo que mi querida abuela… ¡qué Dios la sostenga a la santa Gloria! Porque
se llamaba Gloria y era una santa, y ojalá la sostenga, porque siempre se caía hacia un lado, pobre,
era tan viejita…
SILVERIO: (Con marcado acento inglés.) No se vaya por las ramas, my King. Go on, go on, s'il vous
plait…
REY: Le contaba que mi grandmother, la Gloria, cuando se enojaba, a mis hermanos y a mí nos
mandaba al “rincón de la reflexión”, y nos hacía arrodillar sobre granos de maíz, así por dos o tres
horas…
SILVERIO: ¡Gloriosa penitencia!
REY: Un día se olvidó que nos tenía allí, y a mí se me incrustó un grano de maíz en la rodilla, y al
cabo de tres días brotó una planta enorme, llena de choclos. Era la atracción del pueblo.
SILVERIO: Su majestad, ¿tomó la pastilla hoy?
REY: ¿Cuál me tocaba, Silvery?
SILVERIO: La rojita, my Lord, la rojita. “Aplacax Delirium”. (Sale a buscar la pastilla.)
REY: Ah… muy bien. ¡Con un scotch on the rocks, please!
SILVERIO: Sírvase, my Lord.
REY: ¡Merci!
(La bandeja es una pandereta. El REY toma la píldora y empieza a escuchar una música. Empieza a
cantar. SILVERIO lo acompaña tocando el pandeiro.)

REY:
Con medio peso, compré una chancha,
y esa chancha, me dio un chanchito.
Ya tengo chancha, tengo chanchito.
Y todo eso, con medio peso.
Y todo eso, con medio peso.

Con medio peso, compré una mosca,


y esa mosca, me dio un mosquito.
Ya tengo chancha, tengo chanchito,
tengo mosca, tengo mosquito.
Y todo eso, con medio peso.
Y todo eso, con medio peso.

Con medio peso, compré una rata,


y esa rata, me dio un ratito.
Ya tengo chancha, tengo chanchito,
tengo mosca, tengo mosquito,
tengo rata, tengo un ratito.
Y todo eso, con medio peso.
Y todo eso, con medio peso.

(Se van bailando y cantando.)

Escena 5

(Mientras tanto, en la altísima alcoba del palacio, se ve asomada a la altísima ventana a la bella
CASIMIRA.)

CASIMIRA: El reloj de la plaza ya dio cinco campanadas, y aquí no ha pasado nada. ¿Dónde andará
mi joven pretendiente? ¿Se estará cepillando los dientes? ¿Será que su amor se apagó de repen-
te? ¿O lo habrá mordido una serpiente? Ahhhh… si pudiera tener una alfombra mágica como en
los cuentos de Oriente… todo sería diferente. (Suspira. A la escoba.) ¡Ay, amiga mía, si tan solo
pudieras hablarme, seguramente tus palabras me servirían de consuelo!
ESCOBA: (Con voz muy dulce.) ¡Ay, m’hijita! Desconsuelo, alma al suelo. Mi hermosa princesita, yo
solo sé barrer, soy la tercera generación de una familia que lo único que hace es fregar y fregar. La
vida es más simple de lo que vos pensás.
CASIMIRA: ¡Ay, escobita, escobita! Estoy tan angustiada que hasta me parece escucharte. Creo que
estoy loca de tanto amar.
ESCOBA: Paciencia, m´hijita. Tarde o temprano, todo se acomoda de acuerdo a nuestros deseos, ya
verás.
(Golpean la puerta de la alcoba.)
CASIMIRA: ¿Quién es?
SILVERIO: (En off.) ¡Cartero!
CASIMIRA: ¿Cómo?
SILVERIO: ¡Ja, ja! ¡No, niña, Silverio!
CASIMIRA: ¡Qué improperio!
SILVERIO: (Sigue en off.) Le traigo su refrigerio.
CASIMIRA: ¡Voy! (Se queda unos instantes en la ventana.) Levanto mis ojos al infinito cielo y le pido
tan solo tres deseos: que baje un ángel para mi desconsuelo, que mi padre deje derretir su cora-
zón de hielo y que Felipillo encuentre mi pañuelo. ¡Adiós! (Arroja un pañuelito blanco. Desaparece
de la ventana.)
SILVERIO: (Se escucha la llave abriendo la puerta. Con ironía.) Tome niña, ¡y siga disfrutando el cau-
tiverio, jo, jo, jo!

Escena 6

(Llega FELIPILLO con una margarita. Se para enfrente de la ventana. Al instante, llega OCTAVIO.)

FELIPILLO: ¡Uhhh! ¡La hermosa Casimira no está más! ¿Será que ya no me pretende?
OCTAVIO: Pero pibic-to. Pensá en posic-tivo… ¡croak!
FELIPILLO: Voy a consultarle a la madre Naturaleza. La maestra siempre nos dice: “La Naturaleza es
sabia”, así que seguro me va a dar una respuesta. (Comienza a deshojar la margarita.) Casimira me
quiere mucho, poquito, nada. (A cada posibilidad, arranca y sopla un pétalo.) Me quiere mucho,
poquito, nada… mucho, poquito, nada…
FURIBUNDA: (Interrumpe.) ¡Terminá con esa pavada! ¡Y dejá de arruinar las flores! ¡Vamos, recojan
todos esos pétalos que los voy a usar en mi próximo ungüento!
OCTAVIO: Bueno, Furic-bunda, aflojá con tanto enojo.
FURIBUNDA: ¡Vos cerrá la boca o te doy un té de hinojo! ¡Y ya sabés lo que les pasa a los sapos con
el hinojo!
OCTAVIO: Furic-bunda, tené ojo, que te voy a denunciar a la Asociación Protectora de Animales,
¡croak!
FELIPILLO: ¿Y? ¿Lo meditaste, Furi? ¿Nos vas a ayudar o no?
FURIBUNDA: ¡Pero sí, inútiles, por eso vine! Vamos a hacer lo siguiente…
(Suena el celular de FURIBUNDA. FURIBUNDA presiona un botón y atiende una grabación con su voz:
“Usted se ha comunicado con Furibunda, soluciones inmundas. Para mal de amores, presione uno.
Para emergencias, presione dos. Para videncia telefónica, presione tres. Para amarres con sapos,
presione cuatro”. Luego escuchar la última opción, FURIBUNDA mira fijo a OCTAVIO. Suena un bip y
mira el teléfono.)
FURIBUNDA: ¡Oh, el dos! ¡Es una emergencia! Buenas tardes, mi nombre es Furibunda, ¿en qué
puedo ayudarle?
VOZ EN OFF: (Del otro lado del teléfono.) Dejate de macanas y vení urgente que nos están morfando
el rancho.
FURIBUNDA: Pero… ¿quién es el ordinario que habla? ¿Clave?
VOZ EN OFF: De queruza la merluza.
FURIBUNDA: Ah, sos vos lechuzón, ¿qué pasó?
VOZ EN OFF: ¡Venite urgente para acá, que hay una tal Gretel con otro ñato que se están morfando
la casa! ¡Volá, volá!
FURIBUNDA: ¡Voy volando! (Se monta en su escoba, activa el GPS y le da instrucciones mientras pre-
siona los botoncitos.) ¡Escóbula, escobícula, vuela rápido, ridícula!
VOZ DEL GPS: Recalculando, recalculando. No se reconoce el destino “ridícula”. Recalculando.
(FURIBUNDA se esfuma.)
FELIPILLO y OCTAVIO se miran.
FELIPILLO: ¿Y ahora qué hacemos?
OCTAVIO: Estamos en apuros, pibic-to. Ahora que Furibunda se había dignado a darnos una mac-
nito… ¡croak!
FELIPILLO: Bueno… dicen que la tercera es la vencida. ¿Si intentamos concentrarnos una vez más?
OCTAVIO: No hay dos sin tres. Intentémoslo otra vez, ¡croak!
FELIPILLO: Pero pensemos claramente en un HA-DA MA-DRI-NA.
OCTAVIO: Sí, sí, que sea joven, bella y esbelta.
FELIPILLO: Simpática y llena de energía. ¡Que irradie mucha luz!
OCTAVIO: Bueno, vamos pibic-to, a la cuenta de tres…
FELIPILLO: ¡A la una, a las dos y a las… tres!
(Ambos se concentran. Vuelve a sonar una dulce melodía. Comienza a salir humo y, entre el humo,
aparece NACHO, un lobo demacrado, como recién apaleado.)
OCTAVIO: ¡Buec-no, buec-no! ¡Sapo que canta en enero se va despacio por el sendero! ¡Yoc me
rajo, croak!
FELIPILLO: (Lo retiene.) ¡No te vayas, Octavio! ¡No me dejes solo con este bicho peligroso!
NACHO: ¡Ja! ¡Hazte la fama y échate a dormir! No soy un tipo malo, nene, eso es puro cuento… De-
cime una cosa, ¿a vos te gustan los perros?
FELIPILLO: ¡Sí, claro! ¡Me encantan los pichichos!
NACHO: Bueno, al igual que el perro, yo también soy un cánido.
FELIPILLO Y OCTAVIO: (A coro.) ¿Un qué?
NACHO: Un cánido, de la familia de los canes.
FELIPILLO Y OCTAVIO: (A coro.) ¡Ahhh!
NACHO: Los perros son nuestra descendencia…
OCTAVIO: Son una versión refinada… ¡croak!
FELIPILLO: Más civilizada…
OCTAVIO: Mejorada… ¡croak!
NACHO: ¡Bueno, basta, que me van a sacar el lobo que llevo adentro! ¡Esas son puras patrañas!
(Reflexiona.) Después de todo, un perro no es más que un lobo al que se le abrió la puerta de la
casa. Un perro es un lobo consentido.
OCTAVIO: Con sentido… común, ¡croak!
NACHO: ¡Consentido, sobreprotegido! Ese animal nos arruinó la vida… Eso sí, fueron más inteligen-
tes, los muy pícaros se hicieron amigos del hombre y ¡zas! dieron el batacazo. Ahora viven como
reyes, no pasan hambre ni frío como nosotros y todo el mundo los quiere. Hasta me contaron que
les inventaron una comida especial y algunos hasta tienen cama propia, ¡estamos todos locos!
Ahora resulta que son “mascotas”, pero mirá vos… Antes, una mascota era un talismán para la
buena suerte, ahora no, ahora una mascota es un perro… ¿Adónde iremos a parar? Y encima, tie-
nen el tupé de decir: “¡qué vida de perros!”. ¡Qué vida de perros! Pero, por favor… ¡si se dan la
gran vida! ¡”Qué vida de lobos”, debería ser! Nosotros sí que la peleamos, pasamos hambre, frío y
encima, tenemos mala fama. Pero bueno, esa es otra canción. (Lo mira a FELIPILLO.) ¿Y vos quién
sos, nene? ¿Pedrito?
FELIPILLO: ¡Ja, ja! No, yo me llamo Felipillo, mucho gusto.
OCTAVIO: Y yoc, Octavio, para servirle, ¡croak!
NACHO: Yo soy Nachón, Lobo Nachón, mucho gusto. Me pueden decir Nachón, o Nacho. (Pausa.)
¿Y para qué me llamaron? Aunque hicieron bien, eh, porque acabo de comerme una vieja y me
cayó re pesada…
FELIPILLO: ¡¿Cómo?!
OCTAVIO: No te preocupes, pibic-to, ese cuento es viejo…
NACHO: ¡Me tenía harto de tanto apalearme! Porque esa parte de la historia nadie la cuenta, pero
la verdad es que me daba sin piedad con la escoba por el lomo, me cansé y me la comí. Y listo el
pollo, y pelada la gallina.
OCTAVIO: No me digas nac-da, seguro que también te comiste a su nieta, ¡croak!
NACHO: (Mirando a los costados por si viene alguien. Luego, susurrando enojado.) ¡Shhhhhhh! ¿Y
vos cómo sabés, eh? (Vuelve al volumen y al tono de voz anterior.) Y bueno… cosas que pasan…
capaz que estaba escrito… Otra que también me sacó de quicio con tantos insultos. Que tenía la
nariz demasiado grande, que mi boca era un buzón, que era un orejudo, ¡ehhh, viejo!... ¿Hasta
cuándo? (Se acaricia la panza en círculo.) ¡Ajjjjjj… tengo una acidez! ¿No tienen un efervescente,
no? Siento como si tuviese una piedra en el estómago…
OCTAVIO: No, una piedra no. Tenés varias piec-dras, ¡croak!
NACHO: ¿Pero a qué se debe ese agravio, don Octavio?
OCTAVIO: No es un agravio, Nacho, lo que pasa es que para salvar a la anciana y a esa pitusa, que
hace trescientos años se pasea con su caperuza, te abrieron la pancic-ta y te pusieron unas cuan-
tas piedric-tas, ¡croak!
FELIPILLO: ¡Pobre Nacho! ¿Querés que te cure el empacho?
NACHO: ¿Sabés curar el empacho vos?
FELIPILLO: Sí, claro… ¡como lo hacía la abuelita!
NACHO: ¡No la nombres, no la nombres! Que esa me arruinó la carrera…
FELIPILLO: A ver, acercate. (Saca una cinta métrica, coloca un extremo en el codo y la lleva hasta la
punta de los dedos, así tres veces, mientras dice unas palabras.) Empacho, empacho, pesado como
el quebracho, fuera del cuerpo de Nacho, que es un gran amigacho. Empacho, empacho, duro co-
mo el lapacho, fuera del cuerpo de Nacho, que no es ningún borracho. (NACHO bosteza.) ¡Listo!
Ahora te vas a sentir mucho mejor. (El lobo bosteza cada vez más.)
OCTAVIO: Se dice “gracias”.
NACHO: Gracias hacen los monos.

(Irrumpe nuevamente FURIBUNDA. Entra tosiendo, los pelos rizados, la cara renegrida, toda chamus-
cada. Todos la miran estupefactos.)

FURIBUNDA: (Gritando descontrolada.) ¡¡Ahhhhhh!! ¡Gretel, Gretel ¿Dónde estás, pequeño demo-
nio? ¿Adónde te metiste? ¡Petisa maleducada! ¿Dónde estás, piojosa? ¡Más vale que no te en-
cuentre, criatura del infierno, porque vas a saber quién es la verdadera Furibunda! (Quiebre. So-
lemne.) Furibunda, en una crisis profunda. (Vuelve a gritar encolerizada.) ¡¡Me comiste la ventana,
el picaporte de la puerta, los dos enanos de jardín, y encima, mirá como me dejaste!!…. Más vale
que no te encuentre, porque una cucaracha será una reina al lado tuyo si te agarro… ¿Sabés por
qué sos tan mala vos, “esquifusa”? ¡Por la envidia que le tenés a Alicia, sí, señor! Yo lo sé, y ¿sabés
cuál es la diferencia? ¡La diferencia, petisa envidiosa, es que ella corría al conejo y vos corrías la
coneja! ¡Qué hambre que hay que tener para comerse una casa, ahhhhh! Escuincla insolente, la-
drona de hogares, ¡litófaga! (A FELIPILLO y OCTAVIO.) ¿Y ustedes qué miran con esos ojos de huevo
duro, eh? ¡¿Nunca vieron una bruja rostizada?!
NACHO: (Interviniendo en defensa de los otros dos.) Sí, claro, porque lo más común del mundo es
ver una bruja recién horneada…
FURIBUNDA: (Se percata de la presencia del lobo. Sorprendida y enfurecida.) ¿Y a vos quién te tiró un
hueso para que ladres, perro salvaje? ¿Qué diablos estás haciendo acá, eh? ¿Buscando protago-
nismo? Si te conoceré… Te voy a aclarar algo, perro de Neandertal, ¡la única mala de toda esta
historia soy yo! ¿Te quedó claro? Vos… andate con tu pastorcito o tus siete cabritas, o mejor aún,
seguí intentando con los tres chanchitos que, por ahí, quién te dice, algún día te puedas comer
alguno. Pero fuera de aquí, ¡no hay cartel para dos!
NACHO: ¡Pero pará un poco, trastornada! ¡No estás entendiendo nada! No tenía la más mínima
intención de venir. Los muchachos querían un hada, y aparecí yo, bruja desquiciada.
OCTAVIO: ¡Es cierto, Furibunda! No tiene sentido esta barahúnda, ¡croak!
FELIPILLO: Lo mismo que nos pasó con vos… no te pongas furiosa, Furi.
NACHO: ¡Eso, bajá un cambio, che! Que te va dar un pico de presión, y ahí sí que estamos en el
horno…
FURIBUNDA: ¿Me estás cargando, infeliz?
Nacho: ¡Pero no, mujer! Es solo una frase hecha. Vos sabés muy bien que a mí también quisieron
cocinarme, pero por suerte, pude escapar. (Falsamente triste.) Eso sí, perdí mi pobre colita…
FURIBUNDA: ¡Pero no las mañas! ¡Y no me vas a conmover! ¡Fuera de aquí! ¡Esta historia es mía, y
cueste lo que cueste, esta vez tiene que tener un final feliz para mí también!
NACHO: ¿Y vos qué te pensás, que vine a comerme a todos y hacer de esto una tragedia griega?
(Reflexiona.) Final feliz, final feliz… depende para quién, porque generalmente el final es feliz para
algunos, yo siempre termino mal, no es fácil la vida del lobo…
OCTAVIO: Tampoco lo es para mí…
FURIBUNDA: ¡Mucho menos para mí! Pero es así… toca, toca…
OCTAVIO: (Completa.) …la suerte loca, ¡croak!
NACHO: Dame una oportunidad, Furibunda… yo también quiero ser un poco más feliz, y de paso,
cambiar esta fama que me hicieron, che. ¿Qué te cuesta, morocha?
FURIBUNDA: No sé, no sé, a llorarle al autor. Yo tengo mi libreto y lo respeto. Y vos no tenés nada
que hacer acá.
NACHO: Dejate de embromar, que ahora mandamos nosotros. Tenemos la posibilidad de torcer el
destino, Furibunda. ¿O vos estás contenta con ser siempre la mala de la película? Es nuestra opor-
tunidad para reivindicarnos. ¡Imaginate tener tu propio club de fans, tu página en el Facebook, tus
seguidores en Twitter! (Susurrando pícaramente.) Le podemos dar una vuelta de tuerca al guion y
acá no ha pasado nada…
FELIPILLO: ¡Dale una oportunidad, Furi, que se quede con nosotros!
OCTAVIO: Quizás pueda ayudarnos, Furibunda.
(FURIBUNDA gesticula demostrando convencimiento.)
NACHO: (Dando por sentado el permiso de FURIBUNDA.) ¡¡Listo!! ¿¿A quién me tengo que morfar,
eh??
FURIBUNDA: (Repentinamente decepcionada.) ¿¿Ven?? ¿¿Escucharon?? Así no se puede proyectar
nada, ¿se dan cuenta?
NACHO: (Tierno.) Pero no, tontita, ¡estaba jugando, au, auuu!
OCTAVIO: El lobo lúdico, ¡croak!
FURIBUNDA: ¡¡Definitivamente no!! Este bicho no me resulta confiable… ¡Fuera de esta historia!
NACHO: Y vuelve la burra al trigo… ¡Era una bromita, che! Lo que vos necesitás es un cambio de
perspectiva. Estás muy tensa…
OCTAVIO: Furibunda, no te pongas densa, ¡croak!
FELIPILLO: No empieces de nuevo, Furi.
NACHO: Además, yo no pedí venir, a mí me invocaron, así que ahora, ¡háganse cargo! Y ya sabés
que soy porfiado, así que no me voy a ningún lado. Y si tanto te molesto, usá tu varita mágica…
FURIBUNDA: ¡¿Te creés que no lo había pensado?! ¡Si hubieses estado en el guion original, ya la hu-
biese usado, una y cien veces!
NACHO: (Con tono galán.) Lo que pasa es que soy un tipo imprevisible, sorpresivo, original… soy un
lobo genial.
FURIBUNDA: ¡¡Basta, me cansaste!! Yo así no sigo. (Quiebra. Rompe la escena. A los gritos.) ¡¡Direc-
tor!! ¡¡Director!! ¿Estás por ahí?
VOZ EN OFF DEL DIRECTOR: ¿Qué pasa, Furibunda?
FURIBUNDA: (Desafiante.) ¿¿Vos ves lo que está pasando?? ¡¡Tenemos un infiltrado!! ¿Me podés
decir cómo la remamos? Yo intenté elegantemente seguir adelante, pero ya se me fue de las ma-
nos. ¡¡Este tipo es un ocupa!! ¡¡Policía, policía!!
VOZ EN OFF DEL DIRECTOR: Bueno, ¡calmate un poco que te va a hacer mal!
FURIBUNDA: ¿¿Pero qué es todo esto?? ¡¡Un complot en mi contra!!
VOZ EN OFF DEL DIRECTOR: ¿Querés un vasito con agua?
FURIBUNDA: No, quiero una olla con agua, ¡pero hirviendo, así meto a este infeliz!
VOZ EN OFF DEL DIRECTOR: Bueno, bueno, a ver… estás muy nerviosa… Se toman cinco minutos, se
van a foro y resuelven esta cuestión. ¿Entendido? ¡Vamos! ¡Cinco minutos! Disculpen, muchachos,
pero está desbordada. Háganme el favor, ¿sí?
FELIPILLO: ¡Sí, dire, como usted diga!
OCTAVIO: No hay problec-ma, de paso, tomo un poco de agua, ¡croak!
NACHO: Gracias, capo…
(Salen de escena. FURIBUNDA, protestando entre dientes.)
VOZ EN OFF DEL DIRECTOR DE ESCENA: ¡Gracias, chicos! ¡Seguimos! ¡Cambiamos de escena y entran las
ratas!

Escena 7

(Aparecen nuevamente las RATAS cantoras.)

RATA 1: ¡Nos tomaron por sorpresa!


AMBAS RATAS: ¡Nos tomaron por sorpresa!
RATA 2: ¡Esto es como un cachetazo!
AMBAS RATAS: ¡Esto es como un cachetazo!
Sépanlo: esto en teatro…
más que toro ¡es un torazo!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!

RATA 1: ¡Estamos desorientadas!


AMBAS RATAS: ¡Estamos desorientadas!
RATA 2: Y la historia está en la cima.
AMBAS RATAS: Y la historia está en la cima.
Algún niño inteligente…
¡que nos dicte algunas rimas!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!

RATA 1: Ahora sí ya nos marchamos.


AMBAS RATAS: Ahora sí ya nos marchamos.
RATA 2: A comer unas bellotas.
AMBAS RATAS: A comer unas bellotas.
Mientras tanto preguntamos:
¿dónde estás, gato con botas?
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!

(Esta vez nada ocurre. Las RATAS se sorprenden. Miran hacia ambos lados y, al ver que nada apare-
ce, repiten los últimos versos. Esta secuencia se hace dos veces.)

Mientras tanto preguntamos:


¿dónde estás, gato con botas?
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!
¡Ea ea ea ea, ea ea ea é!

(Entran FURIBUNDA, FELIPILLO, OCTAVIO y NACHO.)

FURIBUNDA: (A los gritos.) ¡Bueno, bueno, basta de canturrear! ¿No se dan cuenta de que esta en-
trada no estaba prevista? ¡El gato nunca va a aparecer! Además, recién lo vimos al muy cretino
durmiendo detrás de bambalinas. ¡Vamos, fuera, ratuchas, fuera! (Las RATITAS salen muertas de
risa.) ¡Vamos, muchachos! Aguardaremos hasta que salga el Rey, y ni bien lo veamos, ¡entramos
en acción! ¡A sus puestos! (Cada uno toma un lugar, se esconden y espían.)

(Entra el REY haciendo movimientos al aire con su espada, como practicando un combate feroz.
SILVERIO por detrás.)

REY: Ahora no puedo, Silverio. Tengo mi clase de esgrima.


SILVERIO: ¡Pero escúcheme, majestad! ¡Un segundo!
REY: Bueno… ¡uno! Ya pasó, ¡adiós! (Sale haciendo movimientos de pelea en el aire.)
SILVERIO: Soy un desdichado, y él, un rey maleducado.
(Lo intercepta el lobo disfrazado de anciana.)
NACHO (ANCIANA): ¡Jovenzuelo! No se altere y cómase una manzana, las vendo solo a un pesito.
SILVERIO: Gracias, anciana, pero no como frutas.
NACHO (ANCIANA): Lo mal que hace, lo mal que hace. Debe comer frutas, jovenzuelo. Aportan mu-
chos nutrientes y mantienen fuertes los dientes.
SILVERIO: (Se interesa.) Mmm… ¿No me miente?
NACHO (ANCIANA): ¡No le miento! ¡Pruébela! Por solo dos pesitos es suya, jovenzuelo…
SILVERIO: ¡Pero recién me dijo un peso!
NACHO (ANCIANA): Usted sabe cómo es esto, jovenzuelo, cuanto más codiciado es el objeto de de-
seo, más se cotiza… (Perdiendo la paciencia.) ¿Y? ¿La va a probar o no? (Con su propia voz de lo-
bo.) ¡Vamos, que no tengo todo el día!
SILVERIO: ¡Mmm! No me convence… acá hay gato encerrado…
NACHO: (Harto. Sacándose el disfraz.) ¡Error! ¡¡Lobo encerrado!! ¡Auuuuu! ¡Auuuuu!
(SILVERIO se desmaya al instante. Todos se asoman.)
NACHO: ¡Listo!
FURIBUNDA: ¡Apurate, infeliz! ¡Sacale la llave, vamos! (NACHO le saca la llave a SILVERIO, se la da a
FURIBUNDA y esta, a FELIPILLO.) ¡Felipillo, urgente, a por ella antes de que regrese el Rey!
(FELIPILLO corre hacia la entrada del palacio. Desaparece.)
OCTAVIO: ¡Que no se olvide de sacar el lic-bro de cuentos, croak!
FURIBUNDA: ¡Nachón, atento, que no se despierte! Yo echaré un vistazo por este lado por si vuelve
el Rey. (Al cabo de unos instantes.) ¡Oh, no lo puedo creer, ahí viene! ¡Y los chicos no han salido
todavía! ¡Nachón, ayudame antes de que me agarre un ataque de nervios!
NACHO: Calma, Furi, calma. Dejámelo a mí. Vos ocupate de ayudar a Felipillo.
FURIBUNDA: ¡Distraelo, demoralo! ¡Voy por Pepinillo y Casimira! (Sale corriendo hacia el interior del
palacio.)

(NACHO se prepara para interceptar al REY, tratando de ocultar a SILVERIO. Vuelve a su personaje de
anciana. Entra el REY, totalmente ido en su combate imaginario.)

REY: Un derecho, un revés y ¡pincho! Un derecho, un revés y ¡pincho! ¡Qué maravilla, soy el Rey de
Espadas!
OCTAVIO: ¡Truco! ¡Croak!
NACHO (ANCIANA): ¡Oiga, jovenzuelo! ¡Pare un poco, pare un poco… y por solo un pesito pruebe esta
manzana deliciosa!
REY: ¡No puedo, vieja ociosa! (Sigue en su combate, totalmente concentrado.) Un derecho, un re-
vés, un derecho, un revés y ¡pincho!
NACHO (ANCIANA): Pero son realmente deliciosas, no le miento.
REY: No puedo, debo seguir con mi entrenamiento. (Sigue entrenando. De pronto, se ve interrum-
pido por un alarido. Es CASIMIRA gritando desde la ventana.)
CASIMIRA: ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Una araña gigante, con patas espeluznantes! ¡Alguien que me ayude!
REY: ¡Esa voz me resulta conocida! ¡Voy corriendo, hija querida! ¡Un derecho, un revés y pincho!
FELIPILLO: ¡Socorro, socorro! ¡Nos va a comer una araña con cara de abejorro!
NACHO (ANCIANA): (Al REY, cortándole el paso.) ¡Joven, joven, una manzana por solo dos pesitos!
REY: ¡Gracias! ¡Que se la pague el sapito! ¡Adiós! (Le arranca la manzana de la mano y se encamina
hacia el palacio.)
CASIMIRA: ¡¡Auxilio, auxilio!!
FURIBUNDA: (En off.) Callate, niña tonta, la araña soy yo, “la Furibunda”, y estoy acá para ayudarlos.
FELIPILLO: ¡Qué grande, Furi! ¡Yo sabía que no nos ibas a fallar!
FURIBUNDA: ¡Silencio! No hay tiempo que perder. Tejeré una telaraña en menos de lo que canta un
gallo, y ustedes, descenderán por ella. ¡Rápido, antes de que llegue el Rey!
(Se asoman por la ventana dos patas de araña con agujas de tejer. Una telaraña empieza a des-
cender por la ventana y en unos segundos llega al suelo. FELIPILLO y CASIMIRA, con el libro, comienzan
a bajar. NACHO y OCTAVIO, los esperan abajo. Luego de ellos, desciende la araña, que ni bien toca el
suelo vuelve a ser FURIBUNDA. Se escucha en off la voz del REY. Todos se esconden, espían y escuchan
muy atentos.)
REY: ¡Casimira, hija mía! ¿Dónde estás? ¡Hija, contestame! ¡Casimira, Casimira! (Se asoma por la
ventana. Reflexiona.) Si no escuché mal, ella dijo algo de… ¿araña gigante? ¡Sí, araña gigante! ¡Oh,
allí está su pañuelo blanco, en el suelo, lo veo, lo veo! ¡Claro, las arañas no comen pañuelos! ¡Oh,
no, se la devoraron! (Empieza a llorar desconsoladamente.) ¡Silverio! ¡Silveriooo! ¿Dónde te metis-
te? ¡Contestame! (Vuelve a salir del palacio. SILVERIO, ante tanto griterío, comienza a despertar.)
¡Silverio, esto es una tragedia! (El Rey se acerca a Silverio y lo sacude.)
SILVERIO: ¿Quién es usted? ¿Qué quiere? ¡No me toque! ¡Le dije que no quiero manzanas!
REY: ¿Pero qué decís, infeliz? ¡Reaccioná, Silverio, por favor!
SILVERIO: ¿Cómo dijo? ¿Infeliz? Sí, soy yo, mucho gusto, pero… ¿¿Silverio?? ¿Quién es ese? ¿Qué
hago acá? ¿Quién soy?
REY: ¡Sos Silverio, mi asistente, mi mano derecha, mi gran amigo!
SILVERIO: ¿Ah, sí? ¡Tanto tiempo, amigazo!
(El lobo, sin que el REY lo vea, coloca lentamente una tinaja con agua al alcance de su mano. Este la
toma y le arroja el agua a SILVERIO, quien finalmente reacciona.)

SILVERIO: ¡Su majestad! ¿Ya estamos en Carnaval? ¡Qué lindo, iupi, iupi!
REY: ¡Silverio, escuchame, una araña gigante se comió a mi bellísima Casimira!
SILVERIO: ¿Co-co? ¿Co-co? (Comienza a cacarear.) Co-co-co-co-co, ¿cómo dijo, mi señor?
REY: Tal como lo oíste. ¡Una araña gigante, del tamaño de mi palacio, con veinte patas espeluznan-
tes y colmillos de elefante, se comió a mi única heredera, mi queridísima hija Casimira!
SILVERIO: (Quiebra en llanto.) ¡Oh, mi señor! ¡Qué suerte para la desgracia! ¿Una araña, dijo?
REY: ¡Una araña!
SILVERIO: ¡Qué cosa tan extraña! ¿Está seguro?
REY: Como que me llamo Arturo. Pero como decía mi abuela Gloria, “aún en el peor de los momen-
tos, debes luchar por la victoria”. Saldré a buscar a ese bicho por mar y tierra, y no me daré por
vencido hasta aplacar el dolor que mi corazón encierra, y si es necesario, por mi hija, ¡declararé
una guerra!
SILVERIO: Yo me pregunto por qué no recuerdo nada, ¿habré probado una manzana envenenada?
(Reflexiona.) Lo último que recuerdo es… ¡sí, claro! ¡La anciana que vendía manzanas!
REY: ¡Ah, sí, sí! Yo también la vi, y una de sus manzanas me comí, ¡pero la verdad es que estaba
riquísima! ¡Vamos, Silverio! No hay tiempo para recordar. Rápido, buscá mi otro florete, el más
barato, el que parece de juguete, y salgamos a rescatar a Casimira. ¡Y cuando la encuentre, estre-
charé mis brazos y le daré el mejor de los abrazos! ¡Le perdonaré todos los besos en la frente, en
las mejillas, en las manos, en los tobillos, y respetaré su amistad con Felipillo, aunque le falte un
tornillo! Quiero demostrarle cuánto la amo y gritar a los cuatro vientos ¡que mi vida no es más
vida sin su vida!
SILVERIO: ¡Y viva la vida!

(Se escuchan aplausos incipientes que irán in crescendo. El REY mira desconcertado. Van apare-
ciendo de a uno OCTAVIO, FELIPILLO, NACHO –que continúa disfrazado de anciana–, FURIBUNDA y la úl-
tima en salir es CASIMIRA.)
REY: (Cae de rodillas al suelo.) ¡Casimira, hijita querida! ¿Dónde estabas, chiquitina? ¿Te sentís
bien? (Estrechándola entre sus brazos.) ¡Qué susto! ¡Qué gran susto! ¡Qué grandísimo susto!
SILVERIO: ¡Con esta niña, no se gana para disgustos!
REY: ¿Dónde estuviste, mi angelito? ¿Combatiste a esa araña gigantesca?
FELIPILLO: (En complicidad con CASIMIRA y FURIBUNDA.) ¡Casimira es muy valiente, aunque no parezca!
CASIMIRA: ¡Un derecho, un revés, y pincho! ¡Un derecho, un revés, y pincho! (Imita los movimientos
de espada de su padre. Todos ríen.)
REY: ¡Pero muy bien! ¡Esa es mi niña! ¡Te amo muchísimo!
CASIMIRA: ¡Yo también, papá, aunque seas tan Maximalísimo!
OCTAVIO: ¡Buec-no, buec-no! Son casi las siec-te de la tarde y el pescado sin vender, ¡croak!
SILVERIO: (Al REY, susurrando.) Majestad, creo que el golpe me ha dejado un poco turuleco, porque
juraría que escuché hablar al batracio.
REY: (Respondiendo en susurro también.) Mmm… entonces los turulecos somos dos, porque me
pareció lo mismo que a vos.
CASIMIRA: (Saca el libro de cuentos y se dispone a leer.) “Y así, tomándolo en sus manos, la más be-
lla y codiciada de todo el reino, la rojiza Filomena, dio el beso más tierno jamás dado a un batracio,
y el sapo volvió a ser su eterno enamorado, el príncipe verde”. (Suena una mágica melodía. Co-
mienza a salir humo y, entre el humo, el sapo empieza a girar hacia abajo, y emerge el Príncipe
Verde.) “Y colorín, colorado, este cuento ha terminado”.
FURIBUNDA: ¡Otra vez sopa! ¡Esa pelirroja me tiene harta y siempre me deja mal parada! ¡Y yo que
pensé que esta vez iba a ser distinto! ¡Estoy decepcionada! ¡Lo mismo de siempre! ¿No les dije yo?
¡Todos felices, todos contentos, y yo termino otra vez sola como un perro… (Lo mira al lobo.) de
Neandertal!
NACHO: ¡Ya tenía que dar la nota, y meterme en el baile! ¡Pará de pelearte con el mundo, che! ¿No
querías un final feliz, infeliz? Entonces, ¡comportate!
SILVERIO: (Al REY, susurrando.) A este me parece que lo tengo visto… Lo que no me queda claro es si
es un lobo disfrazado de vieja o una vieja disfrazada de lobo…
FELIPILLO: Es cierto lo que dice Nacho. ¡Tenés que estar contenta! ¡Nos ayudaste muchísimo!
OCTAVIO: ¡Es verdad!
CASIMIRA: ¡Sos una genia! ¡Aplausos! (Empiezan a aplaudir. FURIBUNDA se sonroja.)
REY: (Que estuvo escuchando muy atento.) ¡Chst, chst! ¡Un momento! ¿Cómo se llama la dama que
quería un final feliz?
FURIBUNDA: (Que no quiere decir su nombre.) ¿Yo? Yo... eh… sí, yo, majestad, yo quería un final fe-
liz…
REY: Sí, sí, eso ya lo entendí, pero… ¿cómo te llamás?
FURIBUNDA: ¿Yo? (Mientras piensa una respuesta.) Yo solo quería un final feliz… feliz… ¡Felisa! ¡Me
llamo Felisa!
(Todos ríen, excepto el REY y SILVERIO.)
REY: Muy bien, entonces… Felisa, ¿te gustaría casarte conmigo?
FURIBUNDA: ¿¿¿Queeeeé???
REY: Lo que escuchaste, Felisa. ¿Querés casarte conmigo? ¡Me gustan mucho las mujeres tempe-
ramentales!
FURIBUNDA: ¡Ay… y me lo dice así, su majestad! (Mientras trata de arreglarse el pelo chamuscado.)
Y yo… con estas puntas florecidas… ay, no sé… debería dejar los hábitos… déjeme pensarlo... (Sin
pausa alguna.) ¡¡Sí, quiero!!
REY: ¡Muy bien, me encantan las mujeres decididas! ¡Silverio! Para los niños, jugos y refrescos, y
para nosotros… ¡champagne, s'il vous plaît!

Comienza a sonar una versión “modernosa” de la marcha nupcial. El REY toma del brazo a
FURIBUNDA y se dirigen a un pequeño altar improvisado. Todos se disponen en abanico, expectantes.
El sacerdote se da vuelta: es NACHO. Pantomima de la ceremonia. SILVERIO vuelve con las bebidas.
Aparecen las ratas. Y todos ríen y bailan, felices, mientras cae el telón.

FINAL FELIZ

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