Dsi Dufr-2020 - Unidad 2

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///// DIPLOMATURA EN FORMACIÓN RELIGIOSA

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

DOCTRINA SOCIAL
DE LA IGLESIA
Autor:
▪ Dr. Mariano Gustavo Morelli
Tutor:
▪ Lic. Juan Pablo Berarducci

Material elaborado por la cátedra


Versión 2 Dic. 2020

Esta obra está bajo Licencia Creative Commons


Módulo de estudio
Atribución No Comercial Compartir Igual 3.0
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UNIDAD 2
Las Ideologías Sociales
DIPLOMATURA EN FORMACIÓN RELIGIOSA
///// DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

2. Las Ideologías Sociales


Presentación
En la unidad anterior sentamos las bases para comprender el origen del
orden social, su justificación, y los principios que deben informarlo para que
resulte capaz de enriquecer a la persona humana.

Sin embargo, a lo largo de la historia, se han planteado diversas “ideolo-


gías” que también pretenden dar cuenta del fundamento y significado de la
sociedad y que se alejan, en mayor o menor medida, de los criterios ex-
puestos en la Unidad anterior y de los que se expondrán en lo sucesivo.

Tales ideologías son numerosísimas, y como no podríamos tratarlas todas


en sus más mínimos detalles, nos limitaremos a un planteo general, agru-
pándolas en tres grandes grupos:

▪ el liberalismo individualista,
▪ el colectivismo o totalitarismo (dentro del cuál incluiremos al mar-
xismo, nacionalsocialismo y fascismo) y
▪ la social democracia.

Tengamos presente, sin embargo, que la reducción de las múltiples posi-


ciones ideológicas a estas pocas categorías es una indudable simplificación,
que existen muchos matices y posibilidad de “grados” de adhesión a las
mismas (“más o menos liberal”, por ejemplo), y que en la realidad no siem-
pre los hombres o los gobiernos que dicen inspirarse en alguna de ellas la
implementan de manera coherente y completa.

De todos modos, su estudio, aunque más no sea simplificado, contribuye a


comprender los diversos polos en tensión a partir de los cuales se puede
pensar la relación del hombre con la sociedad. Se comprenderá que tra-
tándose de ideas “encarnadas” por hombres y sociedades históricas, no
pueden estudiarse desconectadas de los fenómenos históricos en que se
desplegaron.

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Objetivos
▪ Identificar las diferentes posiciones ideológicas respecto del orden
social.
▪ Contrastar los postulados de una doctrina social cristiana con los
que proponen las ideologías más difundidas, y precisar la identi-
dad específica de la primera.
▪ Analizar críticamente las propuestas ideológicas sobre los princi-
pales temas sociales.
▪ Comprender las razones por las que se desarrollan y proliferan las
diversas ideologías.

Temario
▪ El realismo como método y las ideologías: metodología para el es-
tudio de la ética social.
▪ Las ideologías y sus denominaciones.
▪ La revolución francesa y las ideologías.
▪ El liberalismo individualista.
▪ Las ideologías totalitarias.
▪ El marxismo.
▪ El nacionalsocialismo.
▪ El fascismo.
▪ La Iglesia frente a las ideologías.
▪ Apéndice: Las ideologías y la historia argentina.

Mapa Conceptual

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Introducción
El realismo como método y las ideologías: metodología para el estudio de la
ética social

Cuando abordamos el estudio y la explicación del orden social, se plantea


desde el inicio un problema gnoseológico.

Las teorías para comprender, fundamentar y justificar la sociedad y sus ins-


tituciones son elaboradas por seres humanos. Y por esa razón, arrastran la
imperfección que tienen sus autores, imperfecciones derivadas de las limi-
taciones de la inteligencia humana y de la posible influencia de componen-
tes afectivos y volitivos en las construcciones intelectuales.

La inteligencia humana es limitada, y la realidad social sumamente compleja


y extraordinariamente rica. No siempre la capacidad intelectual de las per-
sonas ha permitido comprenderla en toda su integridad, y sobran ejemplos
de teorías sociales que terminan simplificando o fraccionando indebida-
mente por acentuar unilateralmente algún criterio o cuestión como si fuera
el único o principal y no uno de varios, sólo por ser el que más impactó a sus
gestores o el que predominó en el limitado espacio geográfico y temporal
en que le tocó vivir. Así, no faltan pretensiones de mirar a la sociedad redu-
ciéndola a relacionas de dominación (marxismo), o a expresión de puras
autonomías individuales (liberalismo individualista).

Pero también ocurre que nuestras pasiones (emociones o sentimientos) e


intereses pueden influir en nuestra adhesión a una u otra tesis, a veces de
manera inconsciente. Amores y odios, esperanzas y temores, están detrás
de muchas posiciones ideológicas. Pensar la sociedad y sus principios fun-
damentales prescindiendo del lugar que nos toca ocupar en ella, para ser
“objetivo”, es difícil.

Teóricamente, debería ser posible alcanzar alguna certeza sobre la legitimi-


dad de la huelga, sobre la justicia del salario, o la función social de la pro-
piedad.

Concretamente, por nuestra historia personal estamos a veces más identifi-


cados con los obreros o con los empleadores, y desde esa identificación
pensamos tales cuestiones. Nuestra objetividad e imparcialidad se desva-
necen, y con ellas la posibilidad de dar cuenta del orden social tal como es.

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Más serio todavía es el caso de aquellos que elaboran teorías o posiciones


sociales con la conciencia de que lo hacen sirviendo algún interés. El poder
de las ideas sobre los seres humanos es enorme. Y por eso quienes desean
influir sobre los demás, a fin de obtener que se comporten de una u otra
manera, no descuidan la elaboración de teorías orientadas a preparar o
fundamentar tesis favorables a sus deseos o intereses.

Cuando se detecta que una teoría social no refleja de modo fiel y completo
la realidad sobre el ser y el deber ser de la sociedad, en virtud de las limita-
ciones de la inteligencia humana, o de la influencia de pasiones o intereses,
podemos llamarla “ideología”.8

La ideología sería entonces un saber parcializado o interesado, En este sentido,


que fracciona la compleja realidad absolutizando o presentando utilizamos el tér-
mino en este texto;
de manera unilateral sólo algunos de su aspectos. aunque no desco-
nocemos que en un
sentido más gené-
La actitud gnoseológica realista, a diferencia de la ideológica, procura des- rico y vulgar, se lo
cubrir la realidad sobre el ser y el deber ser del hombre y la sociedad, y ela- utiliza a veces para
designar sencilla-
borar una teoría capaz de describirla de manera completa e integral. Supo- mente el “conjunto
ne la capacidad de sopesar de manera equilibrada sus diversos componen- de ideas fundamen-
tales que caracteri-
tes, y de tomar distancia respecto de las propias pasiones e intereses para za el pensamiento
ajustarnos a la realidad, en vez de pretender ver una “realidad” porque nos de una persona,
colectividad o
conviene. época” (Real Aca-
demia Española).
Esta penetración realista sobre la realidad humana nos permite descubrir
en ella un orden. Las cosas no ocurren de cualquier manera, ni deben ocu-
rrir de cualquier manera.

Existen reglas que descubrimos en la realidad, a las cuales po-


demos llamar: “orden natural”.

Natural no porque ocurra necesariamente: el hombre puede conducirse


respetando o contraviniendo ese orden. Claro que si decide contravenirlo,
no será sin consecuencias, porque justamente es “natural” por correspon-
der con la naturaleza del hombre, con su auténtico bien y plenitud.

8
Ernesto Palacio caracteriza a la ideología no por su carácter parcializado o interesado,
sino por su pretensión de implantar modelos artificiales y utópicos (Cfr. Palacio 1979). No-
sotros creemos que esa es una consecuencia, justamente, de haber aportado una visión
parcializada o fraccionada del orden social, mutilándole alguno de sus aspectos fundamen-
tales.

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Las ideologías intentan torcer el orden natural, y con ello, son incapaces de
llevar al hombre y la sociedad a su perfección integral. Como enseña Widow
(1988: 179), “lo verdaderamente opuesto a una ideología no es otra ideolo-
gía de signo contrario, sino el orden propio de la existencia humana, de-
terminado por las leyes de la naturaleza y de la Redención”.

Vamos a intentar ahora describir sintéticamente las principales ideologías


sociales, identificando sus aciertos y limitaciones, para aproximarnos así a la
realidad del orden social.

2.1 Las Ideologías y sus Denominaciones


Es importante a la hora de identificar las posiciones ideológicas no perderse
en la terminología, porque no siempre ni en todo lugar se utiliza con el
mismo sentido. En los países anglosajones, por ejemplo, es común llamar
como liberales (“liberals”) a posiciones cercanas a ideas más bien socialis-
tas, y llamar “conservadoras” a las posturas que aquí consignamos como
liberales.

También es común identificar al liberalismo con las ideas “de derecha” y a


los socialismos con posiciones “de izquierda”. La clasificación de las ideo-
logías en términos de “derecha” o “izquierda” es, sin embargo, sumamente
confusa. La distinción se aplicó, por primera vez a la política, en la Francia
de la Revolución.

Los diputados de la Asamblea Constituyente de 1792 se hallaban divididos


en dos grupos enfrentados:

▪ el de los monárquicos, que se situó a la derecha del Presidente:


más moderados, deseaban reformas a la monarquía pero a través
de una evolución gradual, respetando la legalidad y la libertad;
▪ el de la Montaña, que se situó a la izquierda: propugnaban un es-
tado revolucionario que estableciera un régimen social y político
igualitario de manera radical y si era necesario a través de la vio-
lencia.

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Por eso, a veces se asocia a cada posición con los siguientes postulados:

Izquierda Derecha

Cambios graduales con respeto de la


Cambios violentos y radicales (revolu-
tradición (evolución)
ción)

Propuestas pragmáticas y realistas


Programas utópicos

Búsqueda de Libertad
Búsqueda de Igualdad
Defensa del orden, la obediencia a la
Posiciones contestatarias frente a la
ley y la jerarquía
autoridad y las reglas sociales

Como vemos, se trata de acentos, y la principal objeción que cabe hacer a


cada una no es tanto lo que afirma sino lo que niega, porque ambas tienen
parte de razón y el problema principal aparece cuando se radicalizan las
posiciones rechazando las tesis de la otra columna.

Por eso, escribió Ortega y Gasset (1937):

Ser de izquierda es, como ser de derecha, una de las infinitas maneras
que el hombre puede elegir para ser imbécil: ambas, en efecto, son for-
ma de la hemiplejia moral. Además, la persistencia de estos calificativos
contribuye no poco a falsificar más aún la "realidad" del presente, ya fal-
sa de por sí, porque se ha rizado el rizo de las experiencias políticas a
que responden, como lo demuestra el hecho de que hoy las derechas
prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías (Prólogo, títu-
lo IV).

Entonces, no tiene sentido preguntarse si la Doctrina Social Cris-


tiana es de izquierda o de derecha: ni lo uno ni lo otro, porque
busca un bien común que incluye de manera armoniosa los di-
versos bienes humanos, sin excluir unos cuando se incluyen los
otros.

Hay otras diferencias derivadas, que no son tipificantes, pero a veces


acompañan las ideologías:

▪ Las posiciones de izquierda, al acentuar la igualdad, suelen ser


cosmopolitas o internacionalistas; mientras las posiciones de de-
recha, que valoran la tradición, albergan en mayor medida tesis

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nacionalistas. Sin embargo, no es esencial la tesis porque existen


“izquierdas nacionales”.
▪ La actitud contestataria de la izquierda suele llevarla a rechazar la
religión, que impone alguna forma de subordinación a jerarquías
eclesiásticas, a normas y dogmas, y la derecha suele nuclear a las
personas religiosas; aunque, nuevamente, nada impide una iz-
quierda religiosa o una derecha atea.

Por otra parte, tengamos en cuenta también que a veces la derecha o la


Tengamos presente
izquierda se combinan con otras caracterizaciones. Una cosa es la derecha además que tales
tesis pueden soste-
liberal, que defiende a ultranza la propiedad privada y el liberalismo capita-
nerse en diverso
lista, como los movimientos “conservadores”, y otra muy diferente la dere- grado, dando lugar
a posiciones muy
cha solidarista, que asume postulados de la justicia social (como el pero- confusas (ultra
nismo) o incluso totalitaria (como el fascismo o el nacionalsocialismo). Una izquierda, centro
izquierda, centro
cosa es la izquierda liberal, que admite ciertas reglas de la democracia (co- derecha, ultra dere-
mo podría ser el socialismo o la social democracia); y otra la izquierda tota- cha).
litaria (como podría ser el comunismo).

Liberal
Derecha Solidarista
Totalitaria
Liberal
Izquierda
Totalitaria
Como vemos, son diversos los criterios que se toman en cuenta para distin- "Mi actitud hacia el
progreso ha pasado
guir la “izquierda” y la “derecha”, y ello ha llevado a discusiones intermi- del antagonismo al
aburrimiento. Hace
nables sobre si determinada persona o corriente política es de derecha o de mucho tiempo que
izquierda. Lo cierto es que tales categorías, además de ser imprecisas, no he dejado de discutir
con la gente que
sirven para identificar adecuadamente las teorías sociales, que son muy prefiere el jueves al
variadas y con muchos matices. Tampoco resultan útiles para valorarlas; miércoles porque es
el jueves." (Chester-
por ejemplo, cambiar por cambiar no tiene sentido, el cambio se justifica si ton, Gilbert, New
es para mejorar, y por ello, calificar una posición como “conservadora y York Times Magazine,
2/11/23).
tradicionalista” o “progresista y revolucionaria” no tiene significación si no

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se aclara qué se quiere conservar o cambiar, y de qué manera. De otro mo-


do, no hay auténtico progreso. El “progresismo”, en cambio, parece postu-
lar que lo pasado es malo por ser pasado, y lo nuevo bueno por ser nuevo.
Lo que no tiene sentido. Por todas esas razones, sería preferible descartar
el uso de terminología tan ambigua.

Es común a las ideologías, por su falta de fidelidad a la realidad, incurrir en


utopías.

Utopía es un proyecto o propuesta totalmente irrealizable, dife-


renciándose de un “ideal”, que sí es realizable.

Las utopías causan perjuicios de tres órdenes:

▪ Generan insatisfacción y frustración, pues nunca se consigue su vi-


gencia;
▪ Violentan la realidad, pues suelen demandar mucha violencia para
intentar su implantación, incrementando los males;
▪ Desvían a las personas de los proyectos sociales realizables por los
que deberían trabajar.

Pese a tales daños, a veces las utopías tienen de positivo que alientan el
cuestionamiento de injusticias en el orden vigente, y como siempre pasa,
no dejan de poseer parte de verdad.

La apelación a la utopía es con frecuencia un cómodo pretexto para


quien desea rehuir las tareas concretas refugiándose en un mundo ima-
ginario. Vivir en un futuro hipotético es una coartada fácil para deponer
responsabilidades inmediatas. Pero, sin embargo, hay que reconocerlo,
esta forma de crítica de la sociedad establecida provoca con frecuencia
la imaginación prospectiva para percibir a la vez en el presente lo posi-
blemente ignorado que se encuentra inscrito en él y para orientar hacia
un futuro mejor; sostiene además la dinámica social por la confianza que
da a las fuerzas inventivas del espíritu y del corazón humano; y, final-
mente, si se mantiene abierto a toda la realidad, puede también encon-
trar nuevamente el llamamiento cristiano (Pablo VI, 1971: n. 37).

2.2 La Revolución Francesa y las Ideologías


La Revolución francesa constituye indudablemente un clásico en la historia
general y la historia del pensamiento filosófico, político y jurídico.

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Se trata de un suceso sumamente complejo y con ribetes polémicos. Se ha “Libertad, igualdad y


tejido una leyenda que la presenta como cuna de “libertad, igualdad y fra- fraternidad” es el
lema de la Revolu-
ternidad”, y su obra como una contribución definitiva a la civilización. ción.

Es cierto que se le debe reconocer valor histórico:

▪ como difusión del propósito de destruir situaciones de grave injusti-


cia social o de poner freno a la arbitrariedad del gobierno, aunque la
revolución no fuera en la realidad coherente con estos propósitos.
▪ También es posible identificar aspectos positivos en algunas de sus
obras, entre las que se cuentan la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano, aunque los hechos y la ideología que la
sostienen resultan más bien cuestionables.

Pero esta lectura benigna culturalmente predominante de la revolución,


no se nos aparece como ajustada a la realidad, cuando tomamos conoci-
miento de muchos de los hechos que tuvieron lugar durante el proceso
revolucionario, y de las convicciones en las que se inspiraron.

Si fuese tan irreprochable, no podríamos explicar cómo el Papa Juan Pablo Las fuentes históri-
cas revelan que los
II ha beatificado a 99 mártires asesinados por los revolucionarios franceses ejecutados luego de
por el sólo hecho de su Fe en Cristo, o cómo la Revolución francesa ejecutó juicio de la Inquisi-
ción en España
en 18 meses 30 veces más personas que las entregadas para ser condena- fueron alrededor de
das a muerte por la Inquisición española en 330 años. El mismo símbolo de 4000 durante los
330 que estuvo
la Revolución la “Toma de la Bastilla” del 14 de julio de 1789, parece más implantada. En
bien un fiasco: cuando los alborotadores invadieron esa cárcel real, que era cambio, en sólo 18
meses los Revolu-
el monumento a la opresión monárquica, encontraron que sólo había siete cionarios mataron
120.000 opositores.
personas detenidas: dos locos, y cinco ladrones de poca importancia.

2.2.1 Los hechos

El 5 de mayo de 1789, el rey Luis XVI convoca a los Estados Generales en


París a fin de obtener apoyo para la imposición de impuestos que permitan
salir de la crisis financiera reinante, sin suprimir la exención tributaria que
beneficiaba a la nobleza en un clima de pobreza debida a las malas cose-
chas.

Sin embargo, el 17 de junio el Tercer Estado y el bajo clero se separan de los


Estados Generales y proclaman la Asamblea Nacional, que el 9 de julio se
transforma en Constituyente para dar una nueva Constitución a Francia y
así terminar con los privilegios y el absolutismo del monarca.

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En 1791 sanciona la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, y


una Constitución que somete al rey al Parlamento.

Al año siguiente, en 1792, tal Constitución es reemplazada por otra republi-


cana, que precede a la ejecución del rey en la guillotina.

Los años siguientes conocieron varias constituciones, más o menos demo-


cráticas, hasta que en 1804 Napoleón se auto-corona Emperador. Su obra,
si bien disímil con los planteos de algunos revolucionarios, es legítimamen-
te considerada la consolidación de los principios de la Revolución.

Una vez derrotado Napoleón, se restaura la monarquía; luego derrocada


Tales ideas habían
por la II República, seguida del II Imperio de Napoleón III, y la III República sido difundidas por
en 1848. las logias u organi-
zaciones masónicas,
entendiendo por
La Revolución Francesa constituye el intento de desarrollar y tales sociedades
secretas a las que se
construir la sociedad y el derecho que la regula desconociendo ingresaba a través
todo vínculo o dependencia del hombre para con la religión (na- de un juramento y
que tenían su jerar-
turalismo político), la tradición (revolución), las circunstancias quía, normas de
concretas (racionalismo) y la comunidad (individualismo) me- obediencia, e inclu-
so un culto a un
diante la exaltación de la autonomía y la libertad personal (libe- Dios “racional”. Se
ralismo). decían “humanis-
tas” y combatían
con odio a la reli-
El racionalismo la llevó a pensar que sus soluciones, en gran medida arbi- gión.
trarias, eran incluso universalmente válidas para cualquier pueblo o nación;
por eso, el intento de exportar su modelo político, constitucional y civil.
También llevó a dividir Francia en regiones matemáticamente perfectas
(ochenta y tres piezas regularmente cuadradas, de dieciocho leguas por Incluso cambia-
dieciocho), pero con total desatención de la realidad geográfica, histórica y ron el calendario
para convertir el
social. El carácter revolucionario la llevó a pretender reconstruir Francia año de la revolu-
desde cero. ción en año 1.

El individualismo a enunciar largas listas de derechos individuales como si


el fin de la sociedad se limitara a proteger la libertad, la propiedad, la segu-
ridad; como si casi bastara con su conocimiento para obtener su vigencia y
para obtener el bien común, sin requerirse también el cumplimiento de las
responsabilidades y los deberes sociales, y como si hubiesen sido siempre
desconocidos hasta ese momento.

Adelantemos, sin embargo, que el individualismo de la Revolución Francesa


estuvo matizado por la presencia de elementos ideológicos más bien socia-

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lizantes, presencia bastante incoherente, distinguiéndose así del proceso


constitucional anglosajón. El individualismo burgués se plasmó también,
desde el comienzo, en una aversión a los gremios y las corporaciones. En el
Acta de la Asamblea que aprobó la Constitución de 1791 se lee que “la
Asamblea Nacional suprime todas las instituciones contrarias a la libertad e
igualdad de los hombres... No habrá gremios ni asociaciones de artistas o
artesanos”.

La Ley de Le Chapelier, del mismo año, disolvía los gremios y prohibía su


actividad y las huelgas, considerando delito la actividad sindical. Tendrían
que pasar más de 100 años para que Francia reconozca la existencia de sin-
dicatos.

El naturalismo está presente a lo largo de toda la obra de la Revolución,


que la lleva a manifestarse como anticristiana. Rousseau y Voltaire no aho-
rran denostaciones contra la religión católica. A poco de producida la revo-
lución, la Asamblea decreta, además de la confiscación de los bienes de la
Iglesia, la Constitución civil del clero de 1790, por la cual los sacerdotes pa-
saban a depender del estado, quien elegía los obispos, regulaba su desig-
nación y educación. Napoleón supervisaba personalmente las listas de per-
sonas que serían ordenados sacerdotes. También regulaba la formación en
los seminarios. En algunos períodos se proyectó incluso una nueva religión,
que adoraría a la diosa razón, con su culto y ceremonias.

Ahora bien, ninguna obra humana se lleva adelante sobre la base de princi-
pios incoherentes con la realidad sobre el hombre, la sociedad y la política,
sin consecuencias.

¿Qué efectos podemos identificar en esta tentativa de refundar un estado


desconociendo el papel de la religión, la historia, la tradición, los vínculos
comunitarios?

a) Inestabilidad política,
b) sufrimiento del tejido social,
c) violencia desbordada,
d) incoherencia.

Inestabilidad política

Cómo conseguir que un régimen impuesto artificialmente a un grupo social


sea capaz de durar en el tiempo? Basta recordar la sucesión de regímenes

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políticos que se desarrollaron en la Francia pos-revolucionaria, en tan pocos


años. Seis constituciones diferentes en 20 años:

1791 1793 1795 1799 1804 1814


Monarquía Democracia República Monarquía
Consulado Imperio
constitucional jacobina burguesa constitucional

Sufrimiento del tejido social

En última instancia, son las sociedades las que pagan el precio de los inten-
tos de ajustarla a cánones que no resultan adecuados a su realidad. De he-
cho Francia, luego de la Revolución, relegó su papel de primera potencia
europea.

Violencia desbordada

La guillotina funcionaba a una velocidad asombrosa. Había barrios de París


en los que no se podía ingresar por el terrible olor a sangre que dejaban los
cuerpos decapitados. Incluso se colocó el nombre de Comité de Salud Pú-
blica al organismo encargado de exterminar a los opositores.

“Para implantar sólidamente la República, hay que reducir la población a la


Sarmiento escribía a
mitad”, aconsejará Jean Bon Saint André en 1793, y Carrier, el verdugo de Mitre: “No trate de
economizar sangre
Nantes, dirá: “Haremos un cementerio de Francia, antes que no regenerarla
de gauchos. Este es
a nuestro modo” (Ousset 1984: 117). un abono que es
preciso hacer útil al
Muy parecidas fueron en nuestro país las palabras de Sarmiento país. La sangre de
esta chusma criolla,
(20/8/1861), cuando aconsejaba a Mitre no economizar sangre de gauchos incivil, bárbara y
ruda, es lo único que
que eran lo único que tenían de seres humanos y un abono que había que tienen de seres
hacer a nuestro suelo. humanos”

Ni los mismos revolucionarios se libraron de las ejecuciones. De los 361


diputados que votaron la ejecución del rey (ejecución que triunfó por sólo
un voto), 74 murieron de forma violenta, muchos degollados. El mismo Dr.
Guillotin, inventor de la guillotina para proporcionar un instrumento capaz
de producir la muerte con rapidez y eficacia, murió guillotinado.

Las campañas para someter a grupos populares disidentes, como los cam-
pesinos de la Vendée, fieles a la religión católica, no ahorraban ninguna go-
ta de sangre. Uno de los generales franceses informaba a París el resultado
de sus operaciones:

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Conforme vuestro mandato, he arrojado los niños a las patas de los caballos.
He mandado acuchillar a las mujeres que seguramente ahora no pondrán otros hi-
jos en el mundo. No se me puede echar en cara ningún prisionero: lo he aniquilado
todo. Los caminos están sembrados de cadáveres que, en algunos sitios, forman
verdaderas pirámides. En Savenay se fusila continuamente, pues a cada instante
llegan ladrones que se rinden. No hacemos prisioneros, se les habría de dar el pan
de la libertad, y la compasión no es negocio de la Revolución (“Informe del Gene-
ral Westerman a la Comisión de Bien Público”, citado por Calderon Bouchet 1967:
102)
Como ya mencionamos, la Revolución francesa mató en sólo 10 años, 10
veces más personas que los ejecutados por la Inquisición Española en 330
años. Las pieles curtidas de los habitantes de la Vendée fue utilizada para
hacer botas para los oficiales; mientas que la piel de las mujeres, más suave,
para hacer guantes; y centenares de cadáveres fueron hervidos para ex-
traer grasa y jabón (Messori 1997: 106)

Incoherencia

Otra de las consecuencias comunes de desplegar acciones políticas de este


tipo, artificiales, es la incoherencia. Siendo utópicas e ideológicas, aparece
claramente como imposible e indeseable llevarlas adelante hasta sus últi-
mas consecuencias. Incoherencias también previsibles si tomamos en cuen-
ta las ideas de los pensadores que suelen considerarse inspiradores de la La esclavitud fue
suprimida (sólo
Revolución, contradictorias entre sí: Rousseau, Voltaire, Holbach, Condor- nominalmente)
cet, D’Alembert, Sieyes, Montesquieu, Hobbes, Locke. recién 4 años más
tarde, para ser
restablecida en las
La Revolución hablaba de igualdad, y resulta que prohibió el voto a las per- leyes en 1802 y
sonas libres pero de color (Martin 1999: 91) y a los asalariados (Constitución mantenida por
Napoleón.
de 1795, art. 13 inc. 3). De hecho, suprimió la servidumbre pero mantuvo
vigente la esclavitud en territorios bajo dominio francés.

La supresión de la nobleza en rigor constituyó un reemplazo de la nobleza


de la espada por la nobleza del dinero. La desigualdad de nacimiento fue
reemplazada por la desigualdad de la fortuna. Las Constituciones de 1791 y
de 1795 establecieron el sufragio censitario: sólo votaban quienes pagaran
impuestos equivalentes a tres jornales, y con ello sólo elegían a los electo-
res. Napoleón acentuó esta igualdad de los burgueses, colocando al asala-
riado en situación de inferioridad, pues lo sometía al poder de policía de sus
patrones.

La protección de la propiedad y prohibición de confiscación no impidió que


muchos nobles se vieran privados de sus propiedades, ni nacionalizados los
bienes de la Iglesia, adquiridos por hombres de la burguesía.

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Las garantías penales de legalidad, juicio previo, imparcialidad judicial, no


obstaculizaron la persecución política y religiosa con total arbitrariedad.
Durante la Convención y el régimen del terror, se suspende la Declaración
de Derechos, se suprime la división de poderes y los jueces pueden conde-
nar a muerte sin prueba y en crímenes no previstos por la ley penal (Llerena
y Ventura 1991: 354). El 16 de abril de 1796, a sólo 7 años de la Revolución, se
promulgó la ley contra los enemigos públicos, configurándose delito sim-
plemente por escribir o dar discursos contrarios a la obra de la Revolución.

El individualismo de la Revolución está manifiesto en la pretensión de hacer


de los derechos individuales el fin del estado, de la propiedad privada algo
sagrado, del reconocimiento de la libertad personal algo casi ilimitado, de
prohibir la agremiación, de deteriorar los vínculos familiares (imponiendo la
división forzosa de la herencia entre los herederos, por ejemplo). Pero al
mismo tiempo la Revolución elevó la bandera (quizás sólo la bandera) de la
“fraternidad”, y no olvidó la existencia de deberes sociales. La presencia de
elementos más socializantes y totalitarios tuvo primacía particularmente
durante la Convención dominada por los Jacobinos.

Esta afirmación contradictoria de la igualdad de nacimiento y las desigual-


dades de dinero, de la libertad y el autoritarismo de los órganos de go-
bierno revolucionarios, del individuo y la comunidad, permiten que la Revo-
lución francesa sea alabada y cuestionada, al mismo tiempo, por sectores
de derecha y de izquierda.

Conclusiones

¿Qué queda entonces del proceso revolucionario francés en orden a la


constitución del orden social?

Aunque como hemos anotado suficientemente, las idas y venidas de la Re-


volución han sido muchas e importantes, podemos identificar algunos prin-
cipios que caracterizarían un modelo social inspirado en ella:

▪ Tendencia a pensar la organización política y jurídica del estado


como el producto de la razón, de validez universal, que sin atender
a la tradición y las circunstancias históricas es capaz de ordenar
adecuadamente cualquier comunidad humana.
▪ Identificación de la finalidad principal del estado y la constitución
con la protección de los derechos individuales, la libertad, la
igualdad, la seguridad, la propiedad privada “sagrada” (individua-
lismo). Pero al mismo tiempo, disposición a sacrificar cualquiera

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de tales derechos cuando lo exige la instauración y sostenimiento


del estado revolucionario y su ideología (totalitarismo), impuesta
a través de la violencia. La ideología iluminista de la Revolución
francesa da lugar, por ello y aunque parezca contradictorio, a una
especie de “liberalismo autoritario e intolerante”.
▪ Hostilidad frente a la religión, e intento de regular legalmente el Como veremos más
culto y la organización eclesiástica. adelante, no extra-
ñan los numerosos
▪ Centralización burocrática y concentración del poder en el estado documentos que la
nacional. Iglesia emitió, con-
temporáneos a la
▪ Sustitución de las desigualdades de nacimiento por desigualdades obra revolucionaria,
en función de la riqueza. que la cuestionaron
con dureza
▪ Participación política restringida, discriminación del asalariado y
prohibición de la agremiación.

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2.3 El Liberalismo Individualismo


Con la revolución francesa, cobra relevancia política una de las ideologías
sociales más difundidas que se conoce como “liberalismo individualista”
(también llamado individualismo liberal), de la que no fue, sin embargo,
manifestación totalmente fiel.

Si tuviésemos que definirlo en una breve expresión,


Se describen aquí los
elementos de la teo-
Lo que caracteriza al liberalismo es hacer de la libertad de coac- ría del contrato social
ción exterior de cada individuo –la posibilidad de obrar sin tra- (ver Unidad 1)

bas exteriores-, respecto de cualquier otro ser humano, el valor


social más importante. Así surge entonces la
“división de poderes”
Lo que debe buscarse y sostenerse principalmente en cada grupo social es de la República

evitar que un individuo pueda ser forzado por otro a hacer lo que no desea.
Al acentuar la libertad de cada uno, el peso se coloca en el individuo y sus Al capitalismo liberal,
lo llamaremos en
bienes particulares, y no en el bien de la comunidad que integra, es decir, adelante: liberalismo
individualismo. El estado, los grupos sociales, serían ficciones artificiales, capitalista.
Para este tema, ver:
creaciones de la libertad humana, y su finalidad la defensa de los derechos Smith (1985) y Mises
individuales y especialmente la libertad y la propiedad. Lo único real, exis- (2007).

tente, serían los individuos.


El estado se vuelve
“abstencionista” o
En este marco, todo lo que supone límites a la libertad humana (la legisla- “gendarme”
ción, el gobierno, el estado, los intereses comunitarios, los deberes socia-
A este efecto derra-
les, la solidaridad) debe ser reducido al máximo, y en todo caso visto como me parece referirse
un mal necesario quizás en algunos casos. Juan Pablo II al ex-
presar que “¡Los
pobres no pueden
Los derechos de los individuos deben ser fortalecidos, y los poderes de las esperar! Los que nada
autoridades divididos, limitados y controlados. Nadie es mejor juez que uno tienen no pueden
aguardar un alivio que
mismo, y por tal razón, el estado no debe interferir en las decisiones perso- les llegue por una
nales, sino sólo coordinar las libertades de unos para que no impongan a los especie de rebalse de
la prosperidad gene-
demás cosas que no desean. Reclamó también la indiferencia del gobierno ralizada de la socie-
en materia religiosa, y en algunos casos, directamente la total separación dad.” (Juan Pablo II,
Discurso a los Dele-
de la Iglesia y el estado. gados de la Comisión
Económica para la
En el ámbito económico, el liberalismo alienta la instauración del capitalis- Comisión Económica
para América Latina y
mo liberal: el Caribe (CEPALC),
Santiago de Chile, 3
de abril de 1987).

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▪ La libertad exige la posibilidad de desarrollar libremente el comer-


cio y la industria, y de disponer discrecionalmente de la propiedad
privada, sin trabas o imposiciones de la autoridad.
▪ La autoridad debe ser mínima, ocupada sólo de un número muy
limitado de cuestiones.
▪ La economía prosperará y se desarrollará para el bien de todos
por la vigencia de la ley de la competencia: los agentes económi-
cos tratarán de producir mejor y más barato y de atender mejor a
los consumidores para maximizar sus ganancias y triunfar sobre
sus competidores; y de la oferta y la demanda: los precios variarán
según el deseo que tengan las personas de adquirirlos y los pro-
ductores de ofrecerlos. Toda intervención del estado en este pro-
ceso es negativa porque reduce incentivos a la producción, crean-
do desabastecimiento, desempleo, privilegios, rigidez, etc. Dejan-
do libertad se desarrollará la producción, crecerá la riqueza, y al fi-
nal se beneficiarán todos por el efecto “derrame” sin necesidad
de establecer formas estatales de distribución con desaliento de
aquella.
▪La asistencia social como transferencia de riqueza hacia los más
necesitados debe limitarse, pues desalienta el esfuerzo por el éxi-
to económico y espanta las inversiones. En sus formulaciones más
radicales, la igualdad social es considerada una meta utópica, pe-
ligrosa e injusta, y la justicia social un sentimiento tribal y una fór-
mula sin sentido (Hayeck 2005: 51ss).
Son exponentes clásicos del pensamiento liberal:

▪ Manuel Kant (1724-1804) en el terreno filosófico,


▪ John Locke (1632-1704) y John Stuart Mill (1806-1873) en el políti-
co, y
▪ Adam Smith (1723-1790) en el económico.
También pueden ser enrolados en el liberalismo pensadores más recientes,
como Ludwig Von Mises, Friedrich Von Hayek, Robert Nozick, Karl Popper y
Milton Friedman. Claro que como todas las ideologías son tipos intelectua-
les, y no siempre todas las personas que adhieren a ellas lo hacen de mane-
ra uniforme o con el mismo alcance.

Podemos sintetizar de manera simplificada los postulados del liberalismo:

▪ Liberalismo político: la sociedad y sus instituciones existen para


proteger la propiedad, la vida y la libertad de los ciudadanos. De
modo que el derecho sólo puede intervenir cuando alguien daña la
propiedad, la vida y la libertad de otro. Salvo estos casos, debe
permitirse a cada uno vivir como desee. Suelen hablar de un pacto

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social que celebra el hombre al ingresar a la sociedad porque le


conviene vivir en sociedad. El gobierno sólo es legítimo si surge de
un acuerdo, si tiene el consentimiento de los gobernados, y debe
hacer lo que éstos quieren.
▪ Individualismo: la sociedad, las necesidades sociales, las obliga-
ciones para con la sociedad tienen valor secundario; lo que tiene
valor es el individuo y su libertad; y sólo muy excepcionalmente
puede ser restringida en interés de la comunidad.
▪ Anarquismo de base: la autoridad es un mal necesario, es un mal
porque limita la libertad, y necesario porque sin ella no podríamos
vivir protegidos.
▪ Libre mercado o liberal capitalismo: el estado no debe intervenir
en la economía, debe dejar su regulación al mercado y la compe-
tencia, protegiendo así la propiedad privada. Por eso, rechazan la
fijación de precios máximos, salarios mínimos, el cobro de impues-
tos progresivos a la renta y la redistribución de riquezas (quitarles
a quienes más tienen para darles a quienes menos tienen), la acti-
vidad de los sindicatos, la existencia de empresas públicas, etc.
▪ Indiferentismo moral y religioso: la religión es una cuestión pri-
vada de cada uno, el estado debe mantenerse al margen, indife-
rente. No hay leyes ni valores morales a los que debamos some-
ternos; o en todo caso, si los hay, el estado y el derecho sólo debe
resguardar la libertad de cada cual de actuar conforme con sus va-
lores personales.
▪ Libertad de expresión: cada uno tiene el más amplio derecho de
decir, pensar o publicar lo que desee. Sobre todo, hacen hincapié
en la libertad de prensa y son enemigos acérrimos de toda censura
o control moral.

El liberalismo descansa sobre algunas afirmaciones verdaderas:

▪ El hombre es un ser dotado de libre albedrío, y debe hacerse car-


go de dirigir su vida y la de las instituciones que crea. El hombre
necesita, para desarrollarse, de un ámbito de libertad, de poder
elegir sus conductas y la forma en que va a encarnar los valores.
▪ La autoridad no debe extralimitarse conduciéndose de manera
arbitraria u opresiva.
▪ Los grupos sociales no deben anular la legítima libertad de las
personas que la integran, ni puede disponer de sus bienes desco-
nociendo su dignidad.

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▪ La economía crece mejor si se reconoce a las personas la propie-


dad sobre los bienes que producen.

Pero también adolece de graves limitaciones:

▪ No comprende que el ser humano es por naturaleza un ser social,


y que como tal, debe buscar su bien como bien común, en coope-
ración con los otros. Por eso, si bien la sociedad debe proteger los
derechos de las personas, no se agota ahí su papel, sino debe
promover el bien común y asegurar que las personas cumplan con
sus deberes. Y por ello el individuo no debe reclamar una libertad
que desconozca sus obligaciones sociales.
▪ Tampoco comprende que una autoridad mínima deja a los indivi-
duos débiles a merced de los que son más poderosos (económi-
camente, por ejemplo). Por eso se lo ha descripto con la fórmula
“zorro libre en gallinero libre”. Dejar absoluta libertad de prensa
significa poner a los ciudadanos a merced de lo que las grandes
empresas de comunicación (radio, diario, televisión) deseen publi-
car o silenciar. No toda libertad de expresión debe ser admitida,
porque puede ser dañosa para la comunidad.
▪ A veces, además, se funda en un concepto demasiado limitado de No faltan casos,
“libertad”; que no nos “prohíban” trabajar, estudiar, desarrollar también, en los
una industria, no significa que en los hechos tengamos la libertad que no se compu-
ta la “libertad” de
de hacerlo, pues nuestra situación económica puede impedírselo,
todos: cuando
y por eso, no es suficiente que el estado se abstenga de intervenir algunos liberales
para que se asegure una verdadera libertad. Por eso, se ha dicho elevan la bandera
del “aborto libre”,
que el liberalismo exalta libertades abstractas (de votar o publicar
se olvidan de la
por la prensa) y se olvida las libertades concretas (de tener mi ca- imposición que se
sa, mi trabajo, etc.). le realiza a la per-
sona por nacer,
▪ En el fondo, no advierte que la libertad no debe ser defendida por que no ha elegido
sí misma, aislada de la manera como se ejercita. Poder elegir es su muerte.

bueno si lo que se elige es el bien, y en el caso del ser humano,


bien es aquello capaz de enriquecer a la persona de manera inte-
gral y comunitaria.
▪ En cuanto a los análisis económicos del liberalismo capitalista, sue-
len estar repletos de indebidas generalizaciones: es cierto que la
ingerencia estatal en la economía a fin de lograr la justicia puede
causar perjuicios a su funcionamiento, pero en vez de proponer
cuidado en tales intervenciones para prevenir o morigerar tales
perjuicios, directamente las descarta de manera absoluta.
▪ En los hechos, el liberalismo capitalista significó un gran desarro-
llo tecnológico y productivo, pero a costa del incremento de las

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desigualdades sociales y de la exclusión económica de sujetos a


los que no alcanzó el pretendido “efecto derrame”. Cada vez re-
sulta mayor la desigualdad entre los países ricos y los países po-
bres; y dentro de los países, conviven sectores de opulencia al lado
de grandísimos grupos en la miseria. Algunos seres humanos, so-
bre todo los más débiles, terminan oprimidos no por los gobier-
nos, sino por otros individuos más poderosos (multinacionales,
instituciones financieras, medios masivos de comunicación).
▪ Implica también el incremento de actitudes sociales egoístas e in-
dividualistas, y un deterioro de la vigencia de los valores morales
en los individuos y los grupos sociales.

Dichas consecuencias, puestas de manifiesto a partir de la Revolución In-


dustrial de fines del siglo XVIII, generó importantes reacciones:

▪ desarrollo del sindicalismo y surgimiento del derecho laboral para


proteger a los trabajadores;
▪ difusión de posiciones antiliberales, y entre ellas, ideologías totali-
tarias como los socialismos internacionales (marxismo comunista)
y nacionales (fascismo y nacionalsocialismo alemán), la socialde-
mocracia, y además
▪ la sistematización de la Doctrina Social de la Iglesia.

Es importante entonces no olvidar que los regímenes totalitarios que va-


mos a estudiar a continuación, no son sino hijos del liberalismo, nacidos a
raíz de sus consecuencias.

2.4 Las Ideologías Totalitarias


El liberalismo individualista acentuaba la libertad y el interés de cada indivi-
duo. En cambio, las ideologías totalitarias prefirieron erradicarlos total-
mente.

Las ideologías totalitarias son llamadas así porque porque sólo


les interesa el “todo”, el grupo social, y las personas sólo son
consideradas con valor como “partes” de ese todo.

▪ El individuo no tiene existencia “relevante”, carece de valor o dig-


nidad fuera de su condición de parte del estado o de los grupos
sociales. La realidad fundamental (sustancia) es el grupo, la per-
sona es sólo algo de o en el grupo (accidente).

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▪ El individuo no tiene propiamente “derechos” sino funciones so-


ciales que cumplir.
▪ No puede reclamar libertad si no es para la realización de las de-
mandas de la colectividad, en pos de las cuales los miembros son
sacrificables.

Por tales razones, los totalitarismos suelen ser profundamente inhumanos,


Por eso, se lo conoce
estando dispuestos a sacrificar de manera insensible a los individuos cuan- también como colec-
do ello conviene a los intereses de la clase social, la raza, la nación o el es- tivismo.

tado.

Vamos a describir a continuación ideologías que encarnan propiamente el


totalitarismo. Sin embargo, no desconocemos que a veces existen elemen-
tos “totalitarios” en las sociedades que dicen inspirarse en el liberalismo.
Así ocurre, por ejemplo, cuando admiten valoraciones fundadas en el utili-
tarismo.

El utilitarismo es la doctrina que considera que las conductas


son legítimas cuando la suma de beneficios que traen supera la
suma de los perjuicios que provocan.

Ello lleva a legitimar violaciones de los derechos de las personas cuando se


considera beneficioso para la mayoría. Cuando Estados Unidos resolvió
arrojar las bombas atómicas sobre dos ciudades muy pobladas de Japón en
1945, razonó de manera utilitarista: si se arroja la bomba se provocan algu-
nas muertes y destrozos, pero se pone fin a la guerra y así se evitan más
muertes y destrozos… Claro, no importaron los derechos de los niños, mu-
jeres, ancianos, que habitaban pacíficamente Hiroshima y Nagasaki, cuya
violación directa y deliberada no podía justificarse pues no se trataba de
“agresores”.

Tampoco debemos desconocer, al tratar de la inhumanidad del totalitaris-


mo, que el liberalismo también tiene ribetes inhumanos, al enseñar que la
comunidad y sus autoridades deben permanecer indiferentes frente al su-
frimiento y las privaciones de parte de sus habitantes, o ante los abusos de
los que puedan ser víctimas los sectores más débiles frente a los podero-
sos.

Encontramos regímenes con rasgos totalitarios incluso en el mundo anti-


guo. Tomemos, por ejemplo, el caso de Esparta. Había subyugado y some-
tido a muchos otros pueblos, y vivían con temor a levantamientos, por lo

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que tuvieron que desarrollar un fuerte aparato estatal de seguridad, control


y disciplina, que algunos han asociado al totalitarismo (Cf Massot 1990). Los
niños eran propiedad del estado, no pertenecían a sus padres, y eran pre-
parados desde su nacimiento para las funciones estatales. Los que no resul-
tasen útiles (los bebés enfermos, por ejemplo) eran asesinados. La educa-
ción de la clase superior, esparciata, era fundamentalmente de preparación
militar, completada con la vida al aire libre y flagelaciones crueles para en-
durecerlos. Entre los veinte y los sesenta años todo su tiempo estaba dedi-
cado al servicio obligatorio del estado, viviendo en cuarteles bajo vigilancia
estricta. Lo ilotas, clase inferior, eran considerados siervos.

Las ideologías totalitarias más conocidas del mundo contemporáneo son:

▪ el marxismo: se gestó en nombre de la clase proletaria (los po-


bres nunca se adhirieron en masa al marxismo, y en muchos esta-
dos tampoco los obreros)
▪ el fascismo y el nacionalsocialismo (nazismo): constituyen más
bien movimientos de reacción de la clase media (pequeña burgue-
sía, campesinado, artesanos, profesionales) reclamando la instau-
ración del orden y la autoridad ante la pasividad del liberalismo
frente a la crisis y la desintegración traída por el marxismo.

2.4.1 El Marxismo

Se conoce como marxismo a las ideas y doctrinas sostenidas por Carlos


Marx (1818-1883). Gran parte de ellas han sido escritas y elaboradas en co-
laboración con Friederich Engels (1820-1895). Como ocurre con todas las
ideologías, reconoce variantes y corrientes diversas. No es exactamente lo
mismo lo que enseñó Marx, que lo que desarrollaron, en base a sus ideas,
Lenin o Stalin en Rusia, Mao en China, o Fidel en Cuba. Por razones de espa-
cio, no podemos aquí entrar en tantos detalles, y pedimos nos disculpen
algunas imprecisiones.

Sostiene el marxismo que la realidad es sólo material, y que se


mueve por las contradicciones generadas en ella en virtud de la
lucha y oposición entre los contrarios.

Estas contradicciones se explican a través de una ley dialéctica: la tesis


(afirmación) entra en contradicción y oposición con su antítesis (contraria),
y del conflicto entre tesis y antítesis surge la síntesis, que pone fin al con-
flicto suprimiendo todo lo contenido en la tesis y la antítesis.

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Siendo real únicamente lo material, el ser humano carece de una dimensión


espiritual, e incluso de una entidad relevante en sí y por sí mismo: es sólo el
conjunto de sus relaciones sociales.

Al actuar en el mundo y producir objetos, ocurre a veces que el hombre


termina sometido o esclavizado a los objetos que no son más que creacio-
nes suyas. A esta subordinación o sometimiento a sus propias creaciones
como si fuesen extrañas llama Marx “alienación”.

La alienación tiene dimensiones:

▪ Económicas: el trabajador se ve privado de lo que produce y ter-


mina sometido al capitalista dueño de la propiedad privada,
▪ Religiosas: el ser humano crea una religión y después se subordina
al Dios que él mismo ha hecho,
▪ Ideológicas: se inventa una ideología para justificar la dominación
económica y los hombres la adoptan como si fuese verdad,
▪ Políticas: el estado es creado para proteger sólo los intereses de
los opresores y el hombre se somete a él, etc.

Llevadas al plano social, tales ideas condujeron al marxismo a sostener que


Es lo que se llama
toda sociedad está constituida por dos grupos en permanente y necesario clasismo o lucha de
clases.
conflicto: un grupo opresor y un grupo oprimido.

La base de la opresión se explica por las relaciones de producción, infraes-


tructura económica, tiene sus privilegiados y sus marginados.

La infraestructura da lugar a una superestructura destinada a favorecer,


justificar o consolidar la opresión, y que estaría integrada por la cultura, la
religión, el estado, el derecho, la idea de patria. Cultura, religión, estado,
derecho, patria, no serían más que creaciones sociales destinadas a legiti-
mar las relaciones de producción y opresión vigentes y sus principios. Estas
clases sociales en pugna fueron los amos y esclavos en el mundo antiguo,
señores y siervos en el medieval, y burgueses y proletarios luego de la revo-
lución industrial.

De este modo,
Por cultura entien-
den: moral, reli-
La historia de la sociedad es la lucha de una clase dominante que gión, organización
familiar, derecho,
quiere oprimir económicamente a una clase dominada. Y para instituciones políti-
lograrlo y vencer las resistencias se sirve de la cultura. cas, educación,
etc)

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Para el marxismo, entonces, todo el orden social es una elaboración de al-


gunos para oprimir a otros; por eso:

Economía → infraestructura: está “debajo” de todo

Cultura → superestructura: es un medio que utiliza la clase opresora


para ocultar una estructura de dominación económica que está debajo.

Por otro lado, entiende que como el único que trabaja es el obrero, él debe-
ría obtener toda la ganancia; en cambio, el burgués (dueño de los medios
de producción) paga un salario menor y se queda con las ganancias (“plus-
valía”); por este motivo, considera que el sistema de salarios es de por sí
injusto.

Por la lógica propia del sistema capitalista y de manera inevitable, la vigen-


cia de la aparente libertad económica lleva a una cada vez mayor concen-
tración de la propiedad privada en manos de unos pocos, acelerando la
lucha de clases sociales antagónicas, la de los proletarios y los burgueses,
hasta que necesariamente se produzca la revolución violenta por la cual los
primeros arrebatarán el poder a estos últimos para instaurar una dictadura
del proletariado que ponga en vigencia un estado socialista (primera eta-
pa).

De este modo, el orden social evoluciona a partir de la lucha entre clases


dominadas y dominantes por la opresión y desigualdad económica. La cau-
sa de esta desigualdad y lucha es la propiedad privada: algunos tienen bie-
nes y otros no. Entonces, para eliminar la lucha de clases y obtener la igual-
dad es necesario que desaparezca la propiedad privada, que es la fuente de
las desigualdades.

El estado socialista será el único dueño de los bienes de producción, planifi-


cará y dirigirá toda la actividad económica, recibiendo de cada habitante el Así, por ejemplo, la
Constitución sovié-
trabajo de acuerdo con su capacidad, y entregando a cada uno beneficios tica de 1936 tipifica-
según su necesidad. Debe eliminar todo resabio de la desigualdad opresora rá el delito de ser
“enemigo del pue-
del mundo burgués: la propiedad privada, el salario, la familia, la herencia, blo”
la religión. Los individuos trabajarán para el estado en la tarea que éste les
asigne, y el estado proveería a cada individuo de alimento, vivienda, vesti-
do, en la medida en que lo considera necesario. Toda oposición al régimen
debe ser perseguida y neutralizada.

Gracias a la vigencia de la dictadura del proletariado y del estado socialista,


con el tiempo, se podrá arribar a una “sociedad comunista” (segunda eta-

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pa) en la que no será necesario el estado porque los hombres dejarán de


lado su individualismo. Dejará de requerirse un gobierno, que será sustitui-
do por una administración de las cosas.

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En el marxismo original, entonces, socialismo y comunismo no son sino dos


etapas de la misma revolución. Más tarde, en cambio, se podrá distinguir un
movimiento comunista, que adhiere a todo el postulado marxista, de otro
socialista, más moderado y menos violento, aunque sin abandonar las tesis
marxistas más importantes.

De una manera muy simplificada, podemos sintetizar así los postulados del
marxismo:

▪ Materialismo economicista: El hombre es pura materia, sin espíri-


tu, su vida es únicamente terrena: no hay supervivencia después Como es una “mate-
de la muerte; sus únicas necesidades reales son las económicas. Es ria más evolucio-
materia más evolucionada que la de los animales y vegetales. nad”, no se puede
hablar de dignidad
Análogamente, la última determinante de una sociedad es su es- de ser humano.
tructura económica siendo la cultura, la moral, la religión, la políti-
ca, el derecho, únicamente un modo de justificar la dominación
económica. En virtud de ello, es necesario rebelarse contra autori-
dades, derecho, y ley moral. De allí que condenaron como opresor
hasta el mismo vínculo matrimonial.
▪ Determinismo histórico progresista: el hombre no construye la
historia sino que ésta es fruto de la lucha de clases, que no puede
ser detenida y que avanza sin cesar hacia el comunismo. Por eso,
Para ellos, el fin
todo lo que se haga para incentivar la lucha de clases y el adveni- justifica los medios.
miento del comunismo es sensato, y lo que intente dificultarlo es
insensato. Como podemos ver, hay un determinismo porque el
proceso hacia el socialismo y comunismo se producirá de manera
inevitable, por la misma necesidad histórica, y sólo cabe a los
hombres advertirlo o intentar, infructuosamente, oponerse a él. Por eso, su odio hacia
aquellos que se em-
▪ Amoralismo: como vimos recién, el proceso que lleva a la implan- peñan en hacer des-
tación del comunismo no es libre ni optativo, es necesario e impe- aparecer las injusti-
cias sin la revolución
rioso. Es una ley histórica tan necesaria como la gravedad. Por socialista, como
eso, el proceso revolucionario no puede ser juzgado moralmente tantas obras de cari-
como bueno o malo: es así, inevitablemente. Y como para produ- dad de instituciones
cristianas, porque le
cirse necesita injusticias (opresión), cada vez mayores, resulta que quitan su base de
el marxismo se nutre y necesita las injusticias. Ateísmo militante: sustentación
la religión será o un invento de la clase dominante para hacer
creer a los dominados en otra vida y que de ese modo no se rebe-
len; o un invento de los oprimidos representando su rebeldía; es “La base filosófica
siempre una creación del hombre. Engels la llamó “el opio de los del marxismo es el
pueblos”, porque deja al pueblo drogado haciéndole creer en una materialismo dialéc-
tico…, materialismo
felicidad posterior a esta vida; por eso, el estado marxista persigue indiscutiblemente
toda religión. Sólo admite “la religión del hombre” (el culto del ateo y resueltamente
hombre), porque no lo aliena, es decir, no lo hace depender de hostil a toda religión”
(Lenin, Sobre la reli-
otro. Después de 20 años de revolución comunista, por ejemplo, gión, capítulo II).

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quedaban en la Unión soviética sólo diez sacerdotes católicos li-


bres y sólo once iglesias abiertas al culto.
▪ Anarquismo de base: la autoridad es un mal porque nos somete al
poder de otro, y debe ser eliminado en la comunidad comunista. El
estado, el derecho, la patria, la familia y la moral “occidental” son
instrumentos de la clase dominante para oprimir económicamen-
te a los dominados; generan alienación. Luego de la dictadura del
proletariado deben desaparecer. Pero para conseguir la sociedad
comunista, admite la instalación de una violenta dictadura socialis-
ta.
▪ Clasismo: toda sociedad se explica y avanza por la lucha y el con-
flicto entre una clase opresora y otra oprimida.
▪ Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una
historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos,
barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra,
opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en
una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y
abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transforma-
ción revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de
ambas clases beligerantes (Marx y Engels. “Manifiesto Comunis-
ta”,1848).
▪ Internacionalismo: el único vínculo valioso entre las personas es la
clase social: los oprimidos de todo el mundo deberían unirse con- Por eso, se trata de un
tra sus opresores, sin importar su nacionalidad. “Proletarios de “socialismo internacio-
nal”.
todos los países, uníos”, termina diciendo el Manifiesto Comunista
(1848), que ya había adelantado “a los comunistas se nos reprocha
también que queramos abolir la patria, la nacionalidad. Los traba-
jadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen”.
▪ Igualitarismo: debe suprimirse todo lo que sea fuente de de-
sigualdades. En los hechos, sin embargo, se impuso una nueva de-
sigualdad: entre los partidarios del comunismo y los disidentes.
Según las primeras constituciones soviéticas, por ejemplo, quienes
descendían de familias burguesas eran privados del derecho al vo-
to.
▪ Totalitarismo: la sociedad es lo único relevante, los individuos, las En realidad, “la esencia
personas, no tienen valor por sí, son sólo parte de la sociedad sa- humana no es algo
crificable en beneficio de la lucha de clases. El avance sobre la li- abstracto inherente a
cada individuo. Es, en su
bertad y privacidad del individuo es tan intenso que se propone realidad, el conjunto de
incluso evitar que las familias eduquen a sus hijos, y que en su lu- las relaciones sociales”
gar lo haga el estado. “¿Nos reprocháis acaso que aspiremos a (Marx, Karl, Tesis sobre
Feuerbach, n. 6, 1845).
abolir la explotación de los hijos por sus padres? Sí, es cierto, a eso
aspiramos… pretendemos destruir la intimidad de la familia, su-

U2. Las Ideologías Sociales 28


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plantando la educación doméstica por la social” (Marx y Engels,


Manifiesto Comunista, 1848). En el mismo sentido, el marxismo
denuncia que la mujer está sometida injustamente al varón por su
función de madre, y por eso, propone liberarla a través del amor
libre y del aborto.
▪ Colectivismo económico y comunismo: la economía es la última
determinante de todo el orden social, basado sobre la explotación
La actividad económica
que realizan los dueños de los bienes de producción. Por eso, la implica decidir: qué va a
dictadura socialista debe eliminarse la propiedad privada de los estudiar, comer, vestir,
bienes fundamentales, la propiedad debe ser colectiva y el estado vivir y dónde va a traba-
jar cada uno.
debe ser el único propietario de las tierras y los medios de produc-
ción (nacionalizaciones coactivas), y dirigir toda la actividad eco-
nómica. Con el tiempo, se pasará al comunismo, en el que los bie- URSS: revolución bol-
nes serán “comunes”. chevique de 1917 en
Rusia, consolidada por
▪ Utopismo: utopía es un falso ideal porque es irreal, imposible. La Lenin, Trotski y Stalin.
idea del marxismo de que aparecerá un “hombre nuevo” solida-
Cuba: revolución de
rio, que no será necesario el estado, ni derecho, que cada uno 1959, que gradualmente
contribuirá de acuerdo a su capacidad y recibirá conforme con su se fue declarando mar-
necesidad, desconoce la debilidad y fragilidad humana, y constitu- xista.
ye una utopía que como tal impide el establecimiento de las solu-
ciones auténticas a los problemas reales.

El marxismo tuvo desarrollos concretos en países como la Unión de las Re-


públicas Socialistas Soviéticas y sus satélites del este de Europa, además de
China, Vietnam, Corea del Norte, Cuba, etc. Intentó instalarse también en
España en la década del 30, pero fue derrotado por el Ejército Nacional lide-
rado por el General Francisco Franco.

Cada una de sus realizaciones tuvo matices y diferencias. En los hechos sig-
nificó:

▪ una mayor igualdad económica, pero a costa de la prisión y asesi-


nato de millones de seres humanos opositores;
▪ la supresión de toda libertad, inclusive la de irse del país o de ma-
nifestar alguna oposición;
▪ la prohibición o restricción de la práctica religiosa, confiscando
bienes de la Iglesia, expulsando, encarcelando y eliminando a sus
ministros, prohibiendo la enseñanza y difusión, etc.;
▪ la militarización de la sociedad; y
▪ cierto estancamiento económico: pretendió distribuir sin incenti-
var la producción.

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En la Unión Soviética, por ejemplo, los primeros 30 años de comunismo


marxista significaron más de diez millones de personas recluidas en campos
de concentración, y un millón, directamente ejecutados.

El régimen comunista fundado por Lenin y consolidado por Stalin des-


cansaba en tres pilares: partido único, abolición de la propiedad privada La Cheka, policía
secreta soviética, se
de los medios de producción e incorporación forzosa de las nacionalida-
ocupaba de asesinar
des no rusas. El régimen se impuso mediante un verdadero terror. Se a quienes se impu-
taba ser represen-
aniquiló la base cultural del campesinado, la iglesia ortodoxa, y a toda la tantes del régimen
oposición dentro y fuera del comunismo. Millones de personas murieron burgués.
a causa de las ejecuciones, purgas, deportaciones, hambre, etc. (Alfaya
1991)

Claro que existieron divergencias dentro del mismo marxismo soviético.


Trotski, por ejemplo, alentaba la difusión del comunismo en otros estados
(“revolución permanente”); Stalin, triunfador en la disputa, consolidar el
comunismo en la Unión Soviética y sus países limítrofes y luego negociar
diplomáticamente con occidente.

Hay parte de verdad en el marxismo. Hay situaciones de verdadera injusti-


cia por la pobreza y explotación económica que sufren algunas personas; y
muchos se aprovechan de las instituciones sociales y jurídicas para generar
o proteger injusticias económicas. Cambios sociales importantes han ocu-
rrido a veces cuando las víctimas deciden no soportar más y se levantan
contra sus opresores.

Pero también hay limitaciones en el planteo marxista:

▪ Reduce el hombre a la materia, desconoce que tiene una dimen-


sión espiritual y una inclinación natural a la religión, y en lugar de
alimentarla y favorecerla pretende suprimirla;
▪ en el mismo sentido, reduce al individuo a ser una parte, producto
o conjunto de relaciones sociales, desconociendo así que consti-
tuye un ser que existe en sí y que las relaciones sociales son un as-
pecto de su ser, y no al revés;
▪ supone para todo hay una última determinante económica, res-
tando relevancia a otros móviles o motivos más determinantes en
las personas;
▪ reduce la explicación social a una cuestión de poder, una lucha de
dominación de unos contra otros, sin lugar para la cooperación y
la solidaridad.

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▪ La idea de que todo sometimiento del hombre es indigno o una


alienación, supone un endiosamiento del hombre, que no recono-
ce su condición de ser finito y dependiente. Y por eso también el
odio marxista a todo postulado o principio absoluto fuera del
hombre, sea una moral natural, sea una religión.
▪ Considera que toda desigualdad y toda dependencia económica
son injustas. Enseña que el sistema de salarios es en sí mismo in-
justo; y que todo el valor del trabajo corresponda al empleado, ol-
vidando el trabajo de organización, dirección, y el riesgo asumido
por el empresario.
▪ Sostiene postulados utópicos (imposibles en la realidad), como
una vida sin gobierno para la sociedad comunista, o que los hom-
bres van a dejar de ser individualistas. Incurre así en falsas genera-
lizaciones, y por algunos abusos de poderosos o propietarios pre-
tende eliminar el uso en lugar de corregirlo...
▪ Olvida los beneficios de la propiedad privada: orden y paz social;
mejor cuidado de los bienes (porque cada uno cuida mejor lo pro-
pio); incentiva la producción y el crecimiento económico; asegura
un mínimo de libertad.
▪ Desconoce que las revoluciones violentas, muchas veces, produ-
cen daños irreparables aún en aquellos casos en que sus motiva-
ciones son justas; y que por ello es preferible el trabajo lento y
gradual de transformación y reforma.
▪ Oculta la responsabilidad personal por las acciones libres de
hombres libres concretos, como si se tratara de leyes sociales e
históricas necesarias, y con ello, pretende desconocer que todos
los proyectos políticos y económicos pueden y deben ser valora-
das moralmente, en sus fines y en sus medios (las intenciones no
justifican de por sí cualquier medio), antes de comprometerse en
su instauración.
▪ Como se nutre y necesita de la injusticia para que se implante su Por ello, por ejemplo,
los guerrilleros marxis-
ansiada revolución, el marxismo es intrínsecamente injusto e in-
tas argentinos asesina-
capaz de valorar la justicia. No puede anhelar una mejora en las ron sindicalistas que
condiciones de justicia, porque ello obstaculizaría la revolución. obtenían mejoras gra-
duales para la situación
de los obreros.
Pero quizás el error más grande del marxismo esté en la “solu-
ción” que pretende dar al problema de la injusticia económica:
prohibir la propiedad privada, la legítima libertad, la familia, la
práctica religiosa etc. Solucionar una injusticia con más injusticia.

Y peor aún, creer que la solución no viene tratando de evolucionar hacia


situaciones más justas por medio de la cooperación sino incentivando las

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disputas, el resentimiento, el odio y la discordia entre las clases y estable-


ciendo una revolución violenta y opresora.

Por todo esto se ha calificado al marxismo de:

▪ economicista: porque la última determinante de la sociedad serían


sus relaciones de producción,
▪ clasista: porque la sociedad es vista como un permanente conflic-
to entre clases sociales,
▪ colectivista y comunista: porque la propiedad sería colectiva,
▪ totalitario: porque el estado dirigiría todo y sería lo único impor-
tante, no dejando lugar para el desarrollo ni dando valor a las per-
sonas,
▪ determinista: el hombre no es libre sino producto de estructuras
sociales que se mueven por leyes históricas necesarias,
▪ amoral: todo lo que contribuye a la revolución es legítimo,
▪ ateo: porque persigue la religión, y
▪ en el fondo anarquista: porque postula que todo sometimiento es
ilegítimo y que después de la etapa de la dictadura del proletaria-
do no debe haber ya gobierno.

Más bien al contrario. En


la década del cuarenta,
En los hechos fue más opresor el marxismo mismo que las opresiones que por ejemplo, el gobierno
decía combatir. El régimen del marxismo comunista desapareció de Rusia, de la Unión soviética dio
por agotada la primera
Alemania oriental, Polonia, Austria, Hungría y Checoslovaquia a principios etapa revolucionaria,
de los 90. Persiste en alguna medida en China y en Cuba. Ni allí, ni en ningún orientada a destruir la
cultura y educación
lado, se logró pasar nunca de la etapa socialista (“dictadura del proletaria- burguesa, y emprende
do”) a la comunista. políticas más bien con-
trarrevolucionarias:
reaparecen los honores
Estos fracasos hicieron que aparecieran corrientes revisionistas a partir del y las condecoraciones,
marxismo, que sin embargo, no abandonan sus postulados principales: renace el sentimiento de
patriotismo nacional, se
vuelve a penalizar el
▪ El eurocomunismo, inspirado en las ideas del marxista Antonio aborto, etc.
Gramsci, se propone invertir las ideas de Marx: en lugar de realizar
la revolución económica para modificar la cultura, realizar una
“revolución cultural” para modificar la estructura económica
opresiva. Gramsci advirtió que a veces las sociedades no están lis-
tas para aceptar la aplicación inmediata de las tesis marxistas, y
para esas sociedades propone un cambio de estrategia: en lugar
de empezar con la revolución político-económica (infraestructura)
como enseñaba Marx, diseñar previamente una vasta actuación
en los medios de comunicación social, las escuelas, el arte, las uni-

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versidades, las editoriales, es decir, en los medios de la cultura Vale la pena aclarar que
a veces se designan
(superestructura), a fin de erosionar las convicciones y los valores como socialistas movi-
de la civilización occidental cristiana y preparar la mentalidad de mientos o corrientes de
la población para aceptar el comunismo marxista. En esta obra pensamiento que no
deberían tener tal califi-
cultural, los objetivos principales son: suprimir toda idea espiritual cativo y que se aseme-
o religiosa, atacar a las iglesias y especialmente a la Iglesia católica jan mucho a la enseñan-
para desprestigiarla, y así instalar una mentalidad materialista za católica sobre la
justicia social. Por eso,
(opuesta a espiritual) e inmanente (opuesta a lo trascendente) pa- para discernir es necesa-
ra crear las condiciones intelectuales de la revolución socialista. rio atender a las ideas y
las prácticas políticas
▪ El socialismo: si bien al comienzo socialismo y comunismo prácti- más que al nombre que
camente se identificaron, con el tiempo se fueron distinguiendo, se dan a sí mismos, que
a veces puede confun-
reservándose el término socialismo para una ideología más mode- dir.
rada, que toma el análisis socio económico marxista (dialéctica
opresores y oprimidos), y postula para su solución la dirección de
la economía por el estado a los fines de lograr la igualdad, pero sin
la supresión completa de la propiedad privada y sin recurrir a la
violencia. Promueve para ello soluciones estatizantes en lo eco-
nómico, social, cultural y educativo, desalentando o marginando la
iniciativa privada en dichos ámbitos, y con una visión materialista
que pone en el bienestar material el fin del hombre y la sociedad.
Tiene mucha semejanza
▪ La socialdemocracia: es una especie de socialismo en materia con los postulados de la
Revolución Francesa.
económica pero matizado con cierto liberalismo en materia políti-
ca, cultural y moral. El bien común parece identificarse con el goce
material y sensible en un marco de la mayor “libertad” y tranquili-
dad posibles. Postula además la llegada al poder no por medio de
una revolución violenta sino por medios democráticos.

Es interesante señalar que si bien marxismo y liberalismo se enfrentan en


sus conclusiones, guardan importantes vínculos.

En primer lugar, históricamente, el marxismo es hijo del liberalismo porque No extraña así que se
enfrenten y hayan en-
crece y se desarrolla por las injusticias y explotación a que este último da frentado en tantas
lugar. oportunidades, tanto
militarmente, como
política e intelectual-
En segundo lugar, el marxismo también es hijo del liberalismo porque, en mente.
última instancia, continua los postulados de la exaltación desmedida de la
libertad que lleva a cuestionar toda forma de dependencia y autoridad.

Marxismo comunista Fascismo y el nacionalsocialismo


Ideología internacionalista, iguali- Ideologías totalitarias con fuertes
taria y clasista acentos nacionalistas y jerárquicos.

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2.4.2 El Nacional Socialismo

Una ideología totalitaria que se desarrolló enfrentando las tesis del libera-
lismo y las crisis a las que dio lugar es el nacionalsocialismo o “nazismo”. Se
trató de una ideología de origen y despliegue fundamentalmente en Ale-
mania, aunque no faltaron ni faltan seguidores en otras naciones. Corres-
ponde al III Reich (Imperio) fundado por Adolf Hitler (1889-1945).

Sus orígenes se remontan a circunstancias históricas bien concretas. Ale-


mania había sido derrotada en la primera guerra mundial (1914-1918), y las
potencias triunfadoras (fundamentalmente Inglaterra y Francia) buscaron
aprovecharse de su triunfo bélico.

A fin de debilitar a la derrotada Alemania de manera permanente:


La indemnización
 La forzaron a reconocerse como la única culpable de la guerra. de guerra se cifró
 Desmembraron su antiguo territorio y el de su aliada, la corona aus- en cinco mil millo-
nes de dólares, que
triaca. deberían pagarse
 Le impusieron altísimas indemnizaciones de guerra que debían pa- durante treinta
años, y los vence-
gar a las naciones vencedoras, no sólo por daños civiles sino tam- dores podían in-
bién por los gastos militares, indemnizaciones que abonaría durante crementar la cifra
en el futuro.
mucho tiempo con bienes y con el trabajo de sus pobladores.
 Tendría que restituir, con sus barcos mercantes y la construcción de
otros nuevos, todo el tonelaje de buques aliados hundidos.
 Había de reconstruir las vías férreas francesas y entregar o fabricar Perdió 73.485 kiló-
metros cuadrados,
todo el material rodante dañado. habitados por
 Entregaría gratuitamente partidas de carbón y hierro, etc. 7.325.000 personas;
cediendo gran parte
 Se la forzó a ceder territorios económicamente muy valiosos a favor de sus yacimientos
de Francia, Dinamarca, Holanda y Polonia. de zinc, hierro,
potasio, carbón, etc.
 También sufrieron desmembraciones y pérdidas territoriales el Im-
perio Austriaco y el Imperio Otomano (Turquía).
 Además, se establecieron grandes restricciones a los vencidos para
que no recluten nuevos ejércitos ni los provean de armamento pe-
sado.
En 1919 hubo en
Los Tratados de Versalles (1919), al imponer estas limitaciones armamentís- Alemania 800.000
ticas, invocaron la necesidad de asegurar la paz y encaminar a todos los muertes por causa
del hambre y de la
países hacia un desarme que aleje el peligro de la guerra. En los hechos, desnutrición
forzaron al pueblo alemán a graves humillaciones, privaciones económicas,
crisis, elevada inflación y pobreza.

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El abuso de los vencedores fue tan grave que el mismo Senado Norteame-
ricano se negó a ratificar el Tratado de Versalles, y el economista inglés
John Maynard Keynes, lo calificó de “criminal” y le dedicó su famoso libro
Las consecuencias económicas de la paz (1919). Keynes era asesor financiero
de la corona de Inglaterra y argumentó que las reparaciones que se impo-
nían a Alemania eran excesivas, que llevarían a la economía alemana a la
ruina y resultarían en futuros conflictos para Europa.

Además, los vencedores comenzaron a armarse militarmente no cumplien-


do con el compromiso de desarme que surgía de los Tratados.

Tal situación llevó a un crecimiento de los votos que recibían los dos princi-
pales partidos totalitarios: el Partido Comunista Alemán (KPD) y el Partido
Nacional Socialista Alemán (NSDAP). Éste último tuvo su origen en el Parti-
do Obrero Alemán, pero reformulado por Hitler con un programa que
acentuaba las demandas nacionalistas, alentando devolver a Alemania su
antigua grandeza, resistir las pretensiones de los vencedores de la guerra,
culpar al pueblo judío de la postración del país, y establecer un sistema
centralizado en el que todos los poderes quedarían en manos del Estado,
en el marco de una constitución jerárquica, que conduciría a la nueva gran-
deza.

Hitler aprovechó el hecho de que gran parte de la banca e instituciones fi-


nancieras occidentales estaban en manos de familias judías para responsa-
bilizarlas de la pobreza y postración del pueblo alemán por tener a su cargo
la recaudación y administración de dinero proveniente de las indemnizacio-
nes de guerra. Aludió a que miembros de la comunidad judía apoyaban el
Tratado de Versalles, dirigían los partidos marxistas con sus perniciosos
efectos sociales, y los acusó de priorizar su carácter judío antes que su na-
cionalidad alemana, y así incentivó el odio hacia el pueblo hebreo.

Obtuvo un creciente apoyo popular. En las elecciones para diputados de


1925, un millón de personas votaron al nacionalsocialismo (2,5%), votos que
crecieron a 6.4 millones en 1930 (16%), 13.4 millones (34%) en 1932. En 1933,
Hitler es nombrado Canciller de un gobierno heterogéneo. El mismo año,
obtiene 17.26 millones de votos (44%) en las elecciones parlamentarias, y el
nuevo parlamento le otorga “plenos poderes”.

En julio de 1933, el nacionalsocialismo queda establecido como “partido


único”, y un mes más tarde, anuncia Hitler el advenimiento del III Reich
Alemán, apoyado en un plebiscito popular por 40 millones de votos (94%).

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Muerto el presidente Hindenburg, Hitler reúne en sus manos los cargos de


presidente y canciller del Reich y asume el mando del ejército, que presta
el juramento de fidelidad a su persona.

En 1935, las leyes de Nurenberg inician la persecución contra el pueblo ju-


dío. En un referendum de 1936 el 98% de los votantes (más de 44 millones)
apoyaron su gestión como Führer.

 Establecido en el poder, fue concentrándolo paulatinamente.


 Obtuvo una ley de plenos poderes que le permitió convertir a Ale-
mania en un estado unitario dirigido por sus lugartenientes.
 Suprimió los sindicatos y partidos políticos.
 La ideología nacionalsocialista determinó la vida pública en Alema-
nia.
 Se oprimió brutalmente a todos los adversarios políticos.
 Invocando la postración económica y el incumplimiento por parte de
los países occidentales de “desarmarse” también, implementó polí-
ticas de desarrollo económico, social y militar dirigidas por el go-
bierno.
 Planteó la necesidad de reconstruir un gran Imperio Alemán (III
Reich) recuperando los territorios de los que fue despojado y obte-
niendo otros que necesitaba. Invadió Checoslovaquia y luego Polo-
Esto fue seguido por
nia. un boicot cultural,
 Estableció gradualmente normativas que restringían los derechos económico y financie-
ro internacional
económicos y políticos de los judíos residentes en Alemania. contra productos y
servicios de origen
Francia e Inglaterra reaccionaron y comenzó la larga y sangrienta segunda alemán por parte de
empresas, institucio-
guerra mundial, que enfrentó a Alemania-Austria e Italia (el “eje”) contra nes financieras y
Francia, Inglaterra, Rusia y Estados Unidos (los “aliados”). estados influidos por
personas de origen
judío
En el orden interno, el régimen nazi desarrolló una economía fuertemente
centralizada e intervencionista. El estado absorbió toda la producción y
monopolizó el comercio exterior, y enfrentó la crisis económica con la obra
pública: construcción de viviendas, rutas, industria militar. Controló, ade-
más, los medios de comunicación implementando una propaganda masiva
del régimen y sus ideas destacándose las reuniones multitudinarias a fin de
inflamar el fervor popular, persiguió a las personas de origen judío, de
otros pueblos o grupos considerados “inferiores” (como los gitanos y ho-
mosexuales), y a todo aquel que formulara oposición al régimen. Los reclu-
yó en campos de concentración en Europa del Este, donde varios millones
perecieron por la falta de alimentos, enfermedades, y ejecuciones.

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Si quisiéramos sintetizar las ideas del nazismo, podríamos indicar las si-
guientes:

 Estatismo: el estado conduce toda la vida social, económica y políti-


ca de la nación.
 Nacionalismo radicalizado: la grandeza de la nación alemana merece
el trabajo y el sacrificio de sus habitantes. Ninguna división ideológi- “Cuando se inicia y
desencadena una
ca, religiosa o económica debe debilitar el poder de la unidad de la guerra lo que impor-
nación, interés que legitima el sometimiento de todo lo que se le ta no es tener la
razón sino conseguir
opone en el orden interno y en el orden internacional, incluso a tra- la victoria” (Hitler
citado en Kershaw
vés de la violencia: autoritarismo y belicismo. En este marco, erigió la
2000: 191)
doctrina del “espacio vital”: cada nación necesita de un territorio de
determinada extensión para el despliegue de su actividad vital, y es
legítimo que se avance sobre las otras naciones para obtener dicho
territorio, culminando en una posición imperialista.
 Racismo: existen razas superiores (la raza aria) que naturalmente
Famoso fue el
debe prevalecer y proliferar, frente a las razas inferiores (como la
médico Josef Men-
judía) que deben subordinarse y tender a desaparecer. Incluso debe gele por el uso que
hacía de estos seres
purgarse a la comunidad nacional de sus sectores inferiores (disca- humanos para sus
pacitados, homosexuales), a través de la eugenesia (esterilizaciones, experimentos.
eutanasias, ejecuciones). En particular, Hitler atribuía al pueblo judío
la responsabilidad por el sometimiento económico y financiero de
las naciones.9
 Autocracia: el poder en el estado debe concentrarse en una única
persona, un líder o “Führer”, que tiene la visión y el proyecto nacio-
nal al que deben subordinarse de manera total las voluntades de la
población. Los jóvenes secundarios estaban obligados a ingresar a la
“juventud hitleriana”, donde aprendían subordinación, disciplina mi-
litar, y la fidelidad hacia el partido y su líder.
 Anticomunismo: el comunismo marxista es considerado enemigo
del nacionalsocialismo por varias razones: su internacionalismo des-
truye el amor a la nación; su clasismo separa a la nación en lugar de
unirla en pos de la grandeza nacional; su igualitarismo destruye las

9
“Pero no me queda duda del hecho de que si los pueblos de Europa son nuevamente
tratados como un conjunto de acciones por estos conspirados monetarios y financieros
internacionales, entonces esa raza, de nuevo, que es la culpable de esta lucha asesina,
también tiene que ser responsabilizada: los judíos. Y luego tampoco me queda duda de
que este tiempo no permitirá que millones de niños arios europeos mueran de hambre, ni
millones de adultos sufran la muerte, ni cientos de miles de mujeres sean incendiadas y
bombardeadas hasta morir en sus ciudades, sin que el verdadero culpable expíe su culpa”
(Hitler 1945).

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jerarquías naturales de la sociedad; su ateísmo desintegra las bases


morales de la nación. A ello se suma la antigua rivalidad entre Ale-
mania y Rusia, estados prácticamente vecinos, y el hecho de que
muchos intelectuales del marxismo eran de origen judío (Marx, En-
gels) y que se atribuyó ascendencia judía a líderes del marxismo ruso
(Lenin, Trotski).10
 Antiliberalismo capitalista: el liberalismo de los países capitalistas,
con sus democracias y derechos individuales, destruye al estado co-
locándolo como fácil presa de los intereses financieros y económicos
que se valen de ellas para su enriquecimiento personal. El régimen
democrático y liberal impiden también la construcción de la grande-
za nacional, que se pospone por mezquinos intereses particulares.
 Politización pragmática de la religión: el nacionalsocialismo no fue
antirreligioso o ateo como el marxismo. Decía inspirarse en el cris- “Estamos convenci-
tianismo, y comprendió su importancia para la nación. El mismo dos de que el pue-
blo necesita y re-
Hitler se declaraba católico (Carta a Gerhard Engel, 1941). Sin em- quiere de su Fe. Por
eso hemos empren-
bargo, pretendió, por un lado, subordinar la religión a sus intereses
dido el combate
políticos e ideológicos. Así, al principio, intentó ganar el apoyo de las contra el ateísmo”
(Hitler, Adolf, Berlín,
religiones cristianas (protestantes, que unió en una iglesia única, y 24/10/1933).
católica).11 Pero al advertir críticas de la Iglesia católica hacia sus polí-
ticas, llevó adelante una dura persecución. En el campo de concen-
tración de Dachau, por ejemplo, se encerraron 1856 sacerdotes po-
lacos, 1106 no salieron con vida. Acusó al cristianismo de ser una re-
ligión importada y antinatural para el pueblo alemán (palabras del
13/2/1945), un hijo del judaísmo junto con el marxismo bolchevique,
un instrumento del judaísmo para movilizar a las poblaciones; de ser
el fruto de cerebros débiles que predican un paraíso “insípido”
(19/10/1941) y una igualdad falsa (26/2/1942). Además, existieron ten-

10 “Esta aniquilación de naciones por parte de los judíos bolcheviques y sus colaboradores
occidentales solo puede enfrentarse de una manera: usando toda la fuerza, el extremo
fanatismo y la firmeza obstinada que la misericordia de Dios da a los hombres en los tiem-
pos duros para que puedan defender sus propias vidas” (Hitler 1945).
11
“El estado protege la religión, con la única condición de que la religión no se utilice para
encubrir finalidades políticas. Hubo un tiempo… en el que el Liberalismo era opuesto a la
Iglesia, mientras el marxismo era antirreligioso. Pero ese tiempo es pasado. El nacionalso-
cialismo no se opone a la Iglesia ni es antirreligioso, al contrario, se sostiene en las bases de
un verdadero cristianismo. Los intereses de la Iglesia no pueden dejar de coincidir con los
nuestros como ser la lucha contra los síntomas de degeneración del mundo de hoy, nues-
tra lucha contra la cultura bolchevique, contra el movimiento del ateísmo, contra la crimi-
nalidad, y nuestra batalla por la conciencia de comunidad en nuestra vida nacional, para
terminar con el odio y la desunión entre las clases, contra la guerra civil y la discordia. Estos
no son principios anticristianos sino cristianos” (Hitler 1934).

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tativas de crear una religión, pagana y gnóstica, propia para el na-


zismo, con sus propios ritos.

Como dijimos al hablar del marxismo, también el nazismo aprovecha ele-


mentos de verdad:

 rechaza las desigualdades sociales a que da lugar el liberalismo capi-


talista,
 combate el sometimiento de pueblos y naciones por parte de los
poderes financieros internacionales,
 estimula la unión y la concordia de los miembros de la nación,
 combate la disolución nacional a que da lugar la lucha de clases y la
defensa de una libertad individualista,
 estimula el patriotismo y el interés común por encima del particular,
 fomenta la aspiración a la grandeza a nivel nacional y personal,
 condena el ateísmo que correo las bases morales de la nación.

Pero tales elementos de verdad se ven empañados por graves errores:

 la negación de la unidad e igualdad esencial de todo el género hu-


mano y de la dignidad de toda persona humana (racismo),
 las excesivas generalizaciones para catalogar a los sujetos (judíos),
 la supresión de la libertad incluso en su ejercicio razonable y legíti-
mo,
 la intervención asfixiante del estado,
 la falta de reconocimiento del derecho de las otras patrias y nacio-
nes,
 la persecución de la Iglesia, la subordinación de la religión (que debe
ser lo primordial en el hombre) a los intereses de la nación.

El nazismo cayó con la derrota de Alemania en la segunda guerra mundial.


Hitler murió, aparentemente por un suicidio. Los líderes del régimen fueron
juzgados por los vencedores, muchos condenados a muerte.

Alemania estuvo ocupada (repartida) por los aliados durante décadas. Los
partidos inspirados en el nazismo, la propaganda o reivindicación del na-
zismo, o incluso la revisión histórica que ponga en duda las acusaciones que

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se realizaron contra él, están prohibidos y considerados delito en varios


estados como Alemania, Austria, Francia o Israel12.

El reconocimiento de los graves crímenes cometidos por la Alemania Nazi


ha permitido a los países “aliados”, vencedores de la guerra mundial, “ocul- Como Dresden en Ale-
mania, destruida por las
tar” los suyos. Así es como, terminada la guerra, se instituyeron Tribunales bombas inglesas en 1945
de Guerra en Nuremberg y en Tokio para castigar los crímenes contra la que mataron cerca de
150.000 personas cuan-
paz y contra la humanidad cometidos por militares alemanes y japoneses. do la guerra ya estaba
prácticamente termina-
Tales tribunales estaban constituidos por jueces norteamericanos, ingleses,
da y sólo constituía un
franceses, y rusos. Pero los crímenes de igual magnitud cometidos por los refugio para enfermos,
heridos y refugiados y
ejércitos de estos últimos países, lógicamente, no fueron juzgados. Queda- sin ninguna industria
ron así impunes y silenciados el bombardeo masivo de ciudades pobladas, bélica
de monumentos históricos (como la Abadía benedictina de Monteccasino,
fundada por el mismo San Benito en el año 529, destruida por Estados Uni-
dos), grandes ciudades aniquiladas (como Hiroshima y Nagasaki, bombar-
deadas con bombas atómicas norteamericanas), el asesinato en masa de
prisioneros (como los soldados polacos apresados por los comunistas so-
viéticos, o los franceses anticomunistas perseguidos luego de la “libera-
ción” de Francia), la reclusión en campos de concentración y asesinato de
millones de personas (como en la Unión Soviética), la violación sistemática
de miles de mujeres alemanas al final de la guerra, etc.

Ni hace falta mencionar que los “aliados” tuvieron gran parte de responsa-
bilidad en el surgimiento del nazismo y el desencadenamiento de la guerra
mundial por el abuso del que hicieron víctima a Alemania a partir del trata-
do de Versalles.

El racismo, por otro lado, no fue monopolio exclusivo del nazismo: Inglate-
rra siempre despreció las poblaciones de los países africanos y asiáticos,
Francia discriminó injustamente a sus propios combatientes oriundos de Como podemos ver,
el nazismo es una
sus colonias en África, impidiéndoles relacionarse sentimentalmente con ideología con algu-
nas notas caracterís-
ticas, y debe evitarse
el uso de la expre-
sión para designar
otras diferentes,
como ocurre a ve-
ces, indebidamente,
12
Es famosa la condena recibida por el historiador inglés David Irving, que luego de varios con el peronismo o
años de investigación publicó obras sobre la segunda Guerra Mundial, enseñó que no había con dictaduras mili-
constancias de un propósito intencional de Hitler de asesinar judíos a través de Cámaras de tares latinoamerica-
Gas en los campos de concentración (decía que en su mayoría los judíos recluidos habían nas.
muertos fruto del hambre y la carestía en la que se encontraba Europa del este al final de la
guerra, por la falta de suministros). Sus observaciones fueron consideradas delito en varios
estados, en los que fue detenido y tiene prohibido el ingreso.

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mujeres francesas, y no pagándoles (hasta el día de hoy inclusive) sus pen-


siones de guerra como ex-combatientes13.

2.4.3 El Fascismo

El fascismo fue más un movimiento que una ideología completa. La ideolo-


gía se fue construyendo con el tiempo y la necesidad práctica. Fue autorita-
rio, pero mucho más moderado en sus alcances y postulados que el mar-
xismo y el nacionalsocialismo.

Como ocurrió con el nacionalsocialismo, no se puede entender el fascismo


desconectado de su contexto histórico. A principios del siglo XX, Italia se
encontraba en crisis. La unidad italiana, que tanto había costado estable-
cer, estaba en riesgo. Los movimientos inspirados en el socialismo marxista
alentaban a los obreros a huelgas, movilizaciones y actos de violencia para
contribuir a la lucha de clases; y el gobierno italiano se mostraba incapaz de
controlar la ebullición social reinante.

En este contexto, cobra importancia la figura de Benito Mussolini (1883-


1945). Profesor y periodista, fue dirigente del socialismo italiano. Combatió
para Italia en la primera guerra mundial. Preso político, observó desde su
confinamiento cómo los principales dirigentes de su partido socialista “ne-
gociaban” con el poder y renunciaban a planteos radicales, y eso le produjo
desencanto y desconfianza. Además, comprobó que el socialismo levanta-
ba la bandera de la participación popular pero en realidad era antidemocrá-
tico, conducido de manera autoritaria por los dirigentes del Partido. Salido
de prisión, se hizo cargo del principal periódico del socialismo. Pero fue
desarrollando un gradual sentido nacionalista, lo que lo llevó a apoyar la
participación de Italia en la guerra, por lo que fue expulsado del periódico y
del partido socialista.

A principios de la década de 1920, Italia vivía la crisis económica de la pos-


guerra, cierto desaliento nacional por considerar que sus aliados (Inglaterra
y Francia) acaparaban los beneficios de la victoria mundial y, continuas
huelgas y desórdenes sociales provocados por dirigentes marxistas abo-
gando por la imposición del comunismo.

13
La película francesa “Indigenes”, estrenada en 2006, da cuenta de la discriminación e
ingratitud de los franceses hacia los soldados africanos y asiáticos de sus colonias que
combatieron para liberarla de la ocupación nazi.

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Mussolini organizó entonces “fascios de combate”, grupos paramilitares


con los que consigue imponer el orden y asegurar la prestación de servicios
públicos durante las huelgas, venciendo las huelgas socialistas y obtenien-
do el apoyo del pueblo sencillo y de la clase económicamente más podero-
sa. Frente a toda esta situación, construyó un movimiento contrario tanto
al liberalismo como al socialismo marxista, que rigió los destinos de Italia
por más de dos décadas con la pretensión de establecer un nuevo estado
popular, jerárquico y disciplinado, y el partido fascista con el lema: “Creer,
obedecer, combatir”.

Triunfó en las elecciones de 1924 por abrumadora mayoría, y en 1925, anun-


ció a la Cámara la instauración de una “dictadura totalitaria”. Las violencias
(asaltos, golpes e incluso asesinatos) de fascistas y antifascistas se suce-
dían. Su movimiento unía reivindicaciones de justicia social para los traba-
jadores, con una insistencia en el orden y la disciplina de la sociedad que le
granjeó el apoyo de los industriales y propietarios agrícolas.

En 1925, obtuvo la supresión de todos los partidos políticos; en 1926, la ley


de prensa que suprimía los medios opositores, y la ley que le otorgaba ple-
nos poderes. En 1927, la Carta del Lavoro que organizaba el régimen corpo-
rativo, consideraba al trabajo como un deber social, instituía los contratos
colectivos de trabajo, colocaba a la unidad moral, política y económica de
la nación por encima del interés de los individuos y las clases sociales y
otorgaba al estado el control sobre la producción.

Su figura recibió numerosos elogios de sus contemporáneos: desde Ingla-


terra, Churchill dijo que era el estadista más importante de su época, Gand- Pese a que tanto
Francia como Ingla-
hi lo definió como un superhombre incomparable, Freud como un héroe de terra tenían un impe-
rio colonial mucho
la civilización; desde Estados Unidos, Roosvelt lo citaba como modelo de
mayor que Italia, y a
conductor político (Cfr. Rychlak 2000: 38). Tales elogios fueron disminu- que Etiopía era con-
siderado un estado
yendo cuando Italia se propuso incrementar sus colonias en África ocupan- incivilizado y esclavis-
do Etiopía, y más aún cuando tomó partido por Alemania, no porque Mus- ta, razones por las
cuales la misma In-
solini tuviese simpatía con el nazismo (más bien lo despreciaba), sino por- glaterra se había
que Inglaterra y Francia, potencias coloniales, le habían dado la espalda a opuesto a su ingreso
a la Sociedad de
sus pretensiones de expansión territorial. De hecho, Mussolini intentó sin Naciones.
éxito convencer a Hitler de morigerar sus políticas contra la Iglesia y contra
los judíos.

Italia intervino en la segunda guerra mundial como aliada de Alemania, con-


fiando en el triunfo de ésta, pero las sucesivas derrotas militares restaron
apoyo popular al fascismo. Mussolini fue arrestado por orden del rey en

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1943, pero luego liberado por los alemanes que ocupan parte de Italia. Fi-
nalmente, capturado por partisanos comunistas, es ejecutado en 1945.

Como hemos mencionado, el fascismo no es una ideología completa sino


un movimiento político cuyas ideas fueron apareciendo con el devenir del
tiempo. Entre sus principales rasgos ideológicos encontramos:

 Autocracia: la nación requiere de la dirección del estado, y el estado


de un conductor personal, el “Duce”, capaz de nuclear y conducir las
voluntades de todos hacia la unidad. El fascismo es impensable sin la
personalidad carismática de Mussolini, y poco sobrevivió a la muerte
de éste (personalismo). Mussolini consideraba a los gobiernos de-
mocráticos como falsos por estar dominados, en realidad, por los
poderes económicos.
 Autoritarismo: el gobierno debe recurrir a la violencia para discipli-
nar a los grupos sociales y evitar la acción disolvente de quienes se
oponen al desarrollo de la revolución fascista. Sólo era legítimo el
partido fascista, y los jóvenes debían incorporarse a sus filas de for-
ma obligatoria. Frente a las democracias occidentales, débiles y plu-
tocráticas, propone un estado popular, jerárquico, disciplinado y au-
toritario.
 Jerarquía: los hombres no son todos iguales, y postular tal igualdad
quimérica destruye las responsabilidades, el orden y la disciplina so-
cial. Sin embargo, a diferencia del nacionalsocialismo, el fascismo no
es xenófobo ni racista (aunque su alianza con Alemania la llevó a
sancionar algunas leyes de mitigado racismo).
 Nacionalismo: la grandeza de la nación italiana merece el trabajo de
todo el pueblo de Italia. A diferencia del nacionalsocialismo, sin em-
bargo, no supone destrucción o enemistad para con las otras nacio-
nes. Sin embargo, también tuvo el fascismo rasgos imperialistas,
pretendiendo establecer un “Nuevo Imperio Romano” que reuniera
colonias ocupadas en África y Europa, lo que la llevó a buscar el apo-
yo de Alemania. Además, tuvo rasgos de militarismo, alentando la
organización de las juventudes en grupos sujetos a disciplina y sim-
bología militar y, sin negar que lo deseable es la paz, postuló que la
guerra es el estado habitual de las naciones.
 Totalitarismo teórico: hay en el fascismo expresiones teóricas de En África: Eritrea,
Liberia, Etiopía (o
clara orientación totalitaria: “Todo del Estado, nada contra el Esta- Abisinia); en Europa:
Albania, Dodecaneso
do, nada fuera del Estado” (Mussolini 1928). “Ningún Estado es más
en Grecia, etc.
totalitario y autoritario que el Estado fascista, ningún Estado es más

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celoso de su soberanía y de su prestigio” (Mussolini, 1934). Sin em-


bargo, en los hechos, no significó una pretensión de control de la
vida privada tan intensa como en el marxismo soviético o en el na-
cionalsocialismo, con sus temibles policías secretas. Por eso decimos
totalitarismo “teórico”. Podemos hablar sí, de una cierta “estatola-
tría” o culto del estado.
 Corporativismo: la economía es dirigida por el estado pero no a tra-
vés de su burocracia, sino de corporaciones. Las corporaciones es-
tán presididas por un funcionario del gobierno, pero las integran re-
presentantes de los empresarios y de los obreros, evitándose así la
lucha de clases, llamadas a colaborar en la construcción de la na-
ción. El corporativismo acompañó la reforma social y económica
fascista, encarnada en la “Carta del Trabajo”, legislación laboral ins-
taurada con la finalidad de asegurar la justicia social y los intereses
simultáneos de empleadores y empleados en cuanto a remunera-
ción mínima, jornada de trabajo, solución de conflictos, etc.
 Anticomunismo: el fascismo rechaza la lucha de clases por enfrentar
a los nacionales en lugar de unirlos en el trabajo por la grandeza de
la nación; rechaza el estatismo por considerar que burocratiza el
gobierno; rechaza la propiedad colectiva porque anula la responsa-
bilidad individual y propone en su lugar la propiedad privada pero
con función social; rechaza el materialismo porque desconoce las
fuerzas y aspiraciones espirituales de los individuos y de los pueblos;
rechaza el igualitarismo que desconoce la necesaria jerarquía y dis-
ciplina de los sectores sociales.
 Antiliberalismo: el fascismo rechaza la afirmación de derechos si no
se la acompaña antes, por la proclamación y el cumplimiento de los
deberes; rechaza la existencia de una propiedad privada desprovista
de una función social; rechaza la democracia que se basa en la ma-
nipulación de las masas a través de un voto individual e igual. En el
mismo sentido, se ocupó de asegurar la moralidad pública y perse-
guir con la justicia a quienes atentaban contra el respeto debido a la
moral y la religión. Fue enemigo del liberalismo, y de la masonería
que lo difundía, prohibiendo legalmente su actuación en Italia.
 Pragmatismo religioso: el fascismo no fue ateo como el marxismo,
ni anticatólico como el nacionalsocialismo. En sus comienzos, no va-
loró la religión por sí misma. Mussolini provenía del socialismo ateo.
Sin embargo, advirtió los riesgos de enfrentarse con la Iglesia, que

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ha permanecido en pie a lo largo de la historia pese a los intentos de


someterla.14

Por otro lado, el fascismo exaltó la nación, y comprendió que para muchas
naciones su religión es algo que hace a su grandeza y su ser nacional. Y por
eso, reconoció la práctica religiosa del pueblo, y tratándose de la nación
italiana, la religión católica, que la identifica y distingue. Así, a tres meses
de gobierno restituyó los crucifijos en las aulas y la enseñanza religiosa en
las escuelas.

Con el tiempo, sin embargo, fue aumentando el aprecio por la Iglesia cató-
lica. Después de años en que la Santa Sede era despojada de extensos terri-
torios pontificios por los dirigentes italianos, el régimen fascista firma con
ella los “Acuerdos de Letrán” (1929), por los que Italia reconoce el estado
del Vaticano, lo indemniza por sus pérdidas territoriales, declara la mutua
independencia y colaboración de la Iglesia y el Estado, y hace de la religión
católica, prácticamente, la religión oficial del estado italiano. En virtud de
ello la Iglesia católica tuvo intervención fundamental en la educación (elec-
ción de docentes y selección de textos) y en la regulación del matrimonio
(reconocimiento civil del matrimonio religioso y prohibición del divorcio),
entre otras cosas. Con el tiempo la adhesión del fascismo al catolicismo fue
creciendo, y hay testimonios de que Mussolini, el antiguo socialista ateo, se
convirtió sinceramente a la Fe católica recurriendo con frecuencia a la con-
fesión (Innocenti 2006: 335).

Como vimos, una de las manifestaciones del fascismo fue el corporativis-


mo. Apareció en Europa como otra reacción frente al individualismo y la
desigualdad generada por la vigencia del liberalismo capitalista. Consistió,
básicamente, en reconocer la necesidad de dirección o control de la eco-
nomía, pero en lugar de asignarla al estado se buscaba a través de la inter-
vención de organismos infrapolíticos (“cuerpos intermedios”), y en parti-
cular, de organizaciones económicas como los gremios y los grupos empre-
sarios. En los hechos, sin embargo, el corporativismo fascista fue fuerte-
mente dirigido por el estado y con connotaciones autoritarias.

14
“Un Estado sólo puede ser victorioso en la lucha contra otro Estado. Puede concretar
entonces su victoria impulsando, por ejemplo, un cambio de régimen, una cesión territo-
rial, el pago de una indemnización, el desarme del ejército, un sistema determinado de
alianzas políticas o económicas. Cuando se lucha contra un Estado, se tiene enfrente una
realidad material que puede ser aferrada, golpeada, mutilada, transformada; pero cuando
se lucha en contra de una religión, no se logra individuar un blanco específico: la simple
resistencia pasiva de los sacerdotes o de los creyentes es suficiente para desarmar el ata-
que del Estado” (Mussolini 1934).

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Podemos ver, nuevamente, méritos en el fascismo:

 Rescata la idea del patriotismo y el equilibrio entre el reclamo de de-


rechos y la afirmación de los deberes.
 Sustituye la lucha de clases por la colaboración entre las clases (aso-
Antes de la Guerra
ciándolos en corporaciones o asociaciones mixtas). Italia llegó a estar
 Pone el acento en la producción nacional. ubicada en el 7mo.
lugar en el mundo
 Afirma el orden en la sociedad, el respeto por los trabajadores y sus como productora
derechos pero sin exageraciones igualitarias o utópicas, es decir, sin de manufacturas.
pretender una nivelación absoluta ni renegar de las legítimas jerar-
quías ni alentar resentimientos;
 Se opone simultáneamente al liberalismo y el marxismo.
 Reconoce la religión;
 Exalta el sacrificio, del heroísmo y de la nobleza de las fuerzas espi-
rituales que dan vida a los hombres y a los pueblos.

En los hechos, sin embargo, tales méritos se ven empañados por:

 la violenta persecución de los opositores,


 el abuso de la fuerza en los primeros años del régimen,
 la alianza con la Alemania Nazi (lo que la llevó a introducir una forma
mitigada de leyes racistas),
 el dirigismo político y económico de parte del “Duce”,
 la falta de límites y control del gobierno, y
 la exaltación desmedida del estado.

Claro que no es fácil analizar al fascismo como conjunto, dado que dentro
del fascismo existieron fuerzas y sectores con diferentes postulados, y es-
tuvo en el poder más de 20 años conociendo momentos y políticas mejores
y otros más cuestionables.

Por otro lado, como escribe Lamas (1990: 164), “no puede ser el mismo el
juicio sobre la doctrina fascista, tal como ella se plasmara a través de los
discursos y escritos de su fundador y de sus principales ideólogos, que so-
bre las realizaciones del régimen”.

La doctrina fascista es mucho más negativa que lo que fue su moderada


implementación, a la que hay que reconocer logros importantes, y entre
ellos, salvar a Italia de caer en manos del comunismo marxista sin para ello
ceder al liberalismo capitalista.

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Existieron también proyectos corporativos no fascistas, como el de Anto-


nio de Oliveira Salazar (1889-1970) en Portugal y de Francisco Franco (1892-
1975) en España. A diferencia del totalitarismo, en estos no existió la supre-
sión de la propiedad privada ni la tentativa por parte del estado de dirigir
toda la vida económica y social, ni se inspiraron en ideas colectivistas sino
en postulados cristianos; aunque tuvieron en común una concentración del
poder en el jefe de estado, escasa participación popular, y fuertes restric-
ciones para los opositores. Pese a ello, tuvieron el gran mérito de salvar a
sus estados de caer en poder de los totalitarismos (comunismo, nacional-
socialismo) y de colaborar con la obra evangelizadora de la Iglesia. Se los
suele conocer como “nacional catolicismo”.

A veces, el término fascista se utiliza de manera impropia. Como hemos


visto, se trató de una ideología específica con características muy peculia-
res. Pero a veces, en el lenguaje común, se llama fascista a todo sujeto o
régimen que ejerce la autoridad con particular fuerza, que restringe los de-
rechos individuales, o que se opone al comunismo. Se confunde así fascis-
mo con autoritarismo, o antiliberalismo, o anticomunismo.

No extraña la continua y dura propaganda antifascista del marxismo, para


el cuál el fascismo representa una reacción que obstaculiza la revolución
comunista, lo que le impide ver sus méritos y lo lleva acusarlo de ser ins-
trumento del capitalismo (Diccionario soviético de filosofía, 1965).

2.4.4 Las Ideologías y la “Revolución”

Fácilmente se advierte que si bien las ideologías son “construcciones inte-


lectuales”, son ideas. Y las ideas no se difunden ni imponen por su sola
fuerza. Necesitan de hombres comprometidos en esa tarea.

De allí que ha sido común que pensadores católicos empezaran a hablar de


“la Revolución”, haciendo referencia no a una revolución concreta, sino a la
pretensión de destruir los cimientos cristianos de la sociedad para “recons-
truirla” sobre los postulados de las ideologías. Si bien tales tentativas son
antiguas, desde la Revolución francesa se han visto operar con mayor viru-
lencia.

Esta “Revolución” ha procedido gradualmente.

Etapas Objetivo Lema Concreciones


1° Alejar a los gobiernos de “Cristo sí, la Reforma protestante

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la Iglesia, sin abandonar el Iglesia no” (luterana, calvinista,


cristianismo anglicana)
la sociedad política aban-
La Ilustración, la Ma-
donó toda Revelación “Dios sí, Cris-
2° sonería y la Revolu-
aunque sin negar la exis- to no”
ción francesa.
tencia de un Dios racional
Antropocentrismo
contemporáneo, cul-
El estado intentó cons-
tura consumista y
truirse prescindiendo de “El hombre
3° materialista del capi-
Dios totalmente, como si sí, Dios no”
talismo occidental y
no existiese
del comunismo mar-
xista.
La sociedad se vuelve El aborto, la eutana-
4° Nihilismo
contra el mismo hombre sia, etc.

Hoy en día no es sólo la Ciudad Eterna e Italia las que están amenazadas, sino
todo el mundo. ¡Oh, no nos preguntéis quién es el "enemigo" y bajo qué aspec-
tos se presenta! Se encuentra en todo lugar y en medio de todos: Sabe ser astu-
to y violento. En estos últimos siglos intentó realizar la disgregación intelectual,
moral, social de la unidad en el misterioso organismo de Cristo. Quiso la natura-
leza sin la gracia; la razón sin la fe; la libertad sin autoridad; y a veces la autori-
dad sin la libertad. Es un "enemigo" que se ha hecho cada vez más concreto, con
una ausencia de escrúpulos que sorprende: ¡Cristo sí, la Iglesia no! Después: ¡Dios
sí, Cristo no! Finalmente el grito impío: Dios está muerto; e incluso, Dios nunca
existió. Y he aquí ahora la tentativa de edificar la estructura del mundo sobre
bases que no dudamos en indicar como principales responsables de la amenaza
que pesa sobre la humanidad: una economía sin Dios, un derecho sin Dios, una
política sin Dios. El "enemigo" se ha esforzado para que Cristo resulte extraño
en las universidades, en la escuela, en la familia, en la administración de justicia,
en la actividad legislativa, en las asambleas de las naciones, donde quiera que se
decida la paz o la guerra. Al presente él corrompe el mundo con una prensa y
con unos espectáculos que matan el pudor en los jóvenes y en las jóvenes y des-
truyen el amor entre los esposos; él inculca un nacionalismo que conduce a la
guerra (Pío XII, 1952)

Esta “Revolución” tiene, lógicamente, ejércitos. Claro que no llevan uni-


formes y sus armas no tienen pólvora. La Revolución es cultural, y sus ar-
mas son las de la inteligencia: medios de comunicación, espectáculos, cen-
tros educativos, etc.

Avanza por la labor de sus “ejércitos regulares”. Se trata de políticos, eco-


nomistas, funcionarios, periodistas, hombres del ambiente artístico, aca-
démicos, con muchísimos recursos disponibles para su tarea, aunque mu-
chos no son conscientes de aquello con lo que cooperan.

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Pero también avanza gracias a nuestros propios abandonos y complicida-


des, pues como se atribuye generalmente a Edmund Burke, es suficiente
para que el mal triunfe que los “buenos” no hagan nada. ¿Cuántos lugares
de poder hay ocupados por personas poco competentes o mal formadas
simplemente porque las que han recibido de Dios los talentos necesarios
prefieren “no meterse”? Y tampoco falta lo que se ha llamado la “quinta
columna”, es decir, personas infiltradas que trabajan desde dentro de la
Iglesia a favor de las ideologías. Ideas marxistas, liberales o incluso nazis
penetran a veces en miembros de la Iglesia confundiendo a los fieles y
conspirando contra un trabajo fecundo en el orden social.

Cristianos que se consideran excelentes padres de familia, excelentes em-


pleados, excelentes feligreses; el mundo puede contar con ellos; salvo su ciudad;
salvo su patria... 'A otros más brillantes que nosotros -dicen ellos- corresponde
el cuidado de estas altas y graves cuestiones. Nuestro deber no tiene por qué
rebasar el plan de la vida doméstica. No se puede hacer todo. Existen muchas
cuestiones que acaparan nuestra atención'. Lo que parece sabia respuesta. Y
que sin embargo no puede legitimar el desprecio de un ineludible deber. La ver-
dad es que hay que hacer todo lo que, por nuestro estado, debemos hacer. ¿Qué
marido osaría decir que rechaza cumplir sus deberes de padre por atenerse a
realizar sus obligaciones de esposo, bajo el pretexto de que no se puede hacer
todo? ¿Qué hijo, por la misma razón, osaría justificar el abandono de su padre
enfermo para consagrarse solamente al apostolado parroquial? Es muy fácil ele-
gir aquel de nuestros deberes de estado que nos agrada especialmente y recha-
zar los demás. La ordenación de una vida virtuosa y santa no es otra que la
bienhechora solución consistente en la armoniosa coexistencia de múltiples e
irreductibles deberes de estado... Deberes de estado... respecto a Dios; puesto
que somos, por estado, sus criaturas. Deberes de estado... respecto a nuestros
padres; puesto que por estado somos sus hijos. Deberes de estado... respecto a
nuestro cónyuge; si por estado somos casados. Deberes de estado... respecto a
nuestros hijos y nuestras hijas; si por estado somos el padre o la madre. Deberes
de estado... respecto a la ciudad, a la Patria; ya que por estado somos miembros
de esas comunidades. Deberes de estado... profesionales. Deberes de estado
respecto a los amigos. Deberes de estado de buena vecindad... etc. Ningún de-
ber de estado puede ser rechazado mientras pertenezcamos al estado que pre-
cisamente nos lo impone. Cada uno es libre de lamentar que nuestras modernas
democracias aumenten cada vez más nuestras cargas imponiendo a todos los
ciudadanos una mayor participación en la vida pública. Obligación tanto más
imperiosa cuánto que en este terreno los bienes más sagrados corren el riesgo
de perderse por defección de los mejores ¡A la acción, pues! Es el gran deber de
la hora presente... Es posible que nunca la salud de la sociedad no haya depen-
dido tanto del esfuerzo de un pequeño número. Además, es preciso que este
pequeño número vele y sepa querer. Algunos sobresaltos, algunos movimientos
de cólera tardía, no harán nada. Guardémonos de merecer que nos digan lo que
la madre del último rey moro de Granada pudo lanzar a su hijo cuando perdió la
ciudad: 'Es inútil llorar como mujeres lo que no se ha sabido defender como
hombres' (Ousset 1980: 368).

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2.5 La Iglesia Frente a las Ideologías Moder-


nas
La aparición y difusión de las ideologías descriptas, y otras diferentes de las
que no podemos ocuparnos aquí, llevó a la Iglesia a adoptar una doble acti-
tud:

 Por un lado, una actitud constructiva. El despliegue de tales errores


sobre el hombre y la sociedad incentivó a los pensadores católicos y
la jerarquía a precisar, desarrollar y sistematizar enseñanzas propias
tendientes a dar respuesta a los interrogantes y necesidades que las
ideologías pretendían responder. De este modo, enseñanzas cristia-
nas que remontan sus raíces al mismo Evangelio, fueron desplega-
das y organizadas sistemáticamente a fin de elaborar un cuerpo
doctrinal más claro, completo, y capaz de iluminar las realidades del
mundo moderno. Lo estudiaremos en las unidades siguientes.
 Por otro lado, una actitud crítica. Eran necesarias palabras esclare-
cedoras respecto a las ideologías que se disputaban el gobierno de
estados y sociedades, y los pensadores católicos y los pastores no
dejaron de reflexionar sobre ellas marcando sus aspectos desvia-
dos. Vamos a ocuparnos aquí, brevemente, de estas llamadas de
atención.

Sin embargo, para comprender la actitud de la Iglesia frente a las ideologías


resultan imprescindibles cuatro advertencias:

 La primera: la Iglesia siempre ha tenido mucho cuidado en aclarar


que no toma partido a favor o en contra de una u otra forma de es-
tado o de gobierno, o de un determinado partido o movimiento polí-
tico, que muchos son legítimos si contribuyen al bien común, que el
laico tiene una legítima libertad de opción, y que no compete a la
Iglesia brindar fórmulas o soluciones políticas, económicas o sociales
concretas. Por eso, por ejemplo, se ha negado a juzgar movimientos
políticos según resulten más o menos democráticos, monárquicos,
aristocráticos, limitándose a considerar en qué medida las ideas que
los sustentan y las políticas que proponen resultan coherentes con
la ley natural y la ley de Dios.
 La segunda: una cosa es el juicio que puede merecer una ideología
en abstracto, y otra el que corresponde a un movimiento político o
social que dice inspirarse en la ideología. Las acciones que se em-

U2. Las Ideologías Sociales 50


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prenden no siempre son totalmente fieles o coherentes con las ideo-


logías que dicen seguir, y por eso las valoraciones pueden variar.
 La tercera: una cosa es la enseñanza de la Iglesia respecto de las po-
siciones “teóricas” de una u otra ideología, y otra diferente, la reac-
ción diplomática concreta frente a los hombres o gobiernos que im-
plementan políticas inspiradas en aquellas. Esta reacción diplomáti-
ca está, y debe estar, sujeta a consideraciones de prudencia que
pueden recomendar mayor o menor oposición, en aras de obtener
el mejor bien dentro de las posibilidades reales. Veámoslo con un
ejemplo. La Iglesia siempre ha enseñado la igual dignidad del varón y
la mujer, y en ese sentido, criticado las posiciones que desvalorizan a
la mujer. Ello no impide, lógicamente, que la Santa sede haya actua-
do aliada con las naciones musulmanas (que desvalorizan a la mujer)
para combatir el aborto en Conferencias Internacionales. Otros
ejemplos es el de Papa Juan Pablo II ha cuestionado permanente-
mente tanto al comunismo como al liberalismo capitalista; lo que no
obstaculizó su colaboración con las naciones capitalistas de occi-
dente para obtener la caída del comunismo en Europa del Este. Por
su parte, el Papa Pablo VI intentó favorecer canales de diálogo con
los estados socialistas, bajo los cuales vivían millones de cristianos, y
para ello evitó condenar de raíz a todos los movimientos de tal inspi-
ración.15 El Papa Pío XII, advirtiendo la política de represalia imple-
mentada por Hitler, prefirió protestar en silencio contra las atroci-
dades del régimen nazi en lugar de realizar condenas públicas que
sólo agravarían la situación de los cristianos sometidos a él. Tales ac-
titudes político-diplomáticas concretas no significan, de ningún mo-
do, que Juan Pablo II fuese capitalista liberal (aunque nos lo quiera

15 “Hoy día, los grupos cristianos se sienten atraídos por las corrientes socia-
listas y sus diversas evoluciones. Tratan de reconocer en ellas un cierto nú-
mero de aspiraciones que llevan dentro de sí mismos en nombre de su fe.
Se sienten insertos en esta corriente histórica y quieren realizar dentro de
ella una acción. Ahora bien, esta corriente histórica asume diversas formas
bajo un mismo vocablo, según los continentes y las culturas, aunque ha sido
y sigue inspirada en muchos casos por ideologías incompatibles con la fe…
La vinculación concreta que, según las circunstancias, existe entre ellas,
debe ser claramente señalada, y esta perspicacia permitirá a los grupos cris-
tianos considerar el grado de compromiso posible en estos caminos, que-
dando a salvo los valores, en particular, de la libertad, la responsabilidad y
la apertura a lo espiritual, que garantizan el desarrollo integral de hombres
y mujeres.” (Pablo VI 1971: n. 31).

U2. Las Ideologías Sociales 51


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Ha sido muy difun-


demostrar Neuhau [1997: 32]); ni Pablo VI, socialista; ni Pío XII, nazi. dida la idea de que
Innumerables textos muestran su clara oposición a dichas ideolo- el Papa Pio XII era
simpatizante del
gías. nacionalsocialismo
 La cuarta: la actitud de la Iglesia al momento de aparecer cada una y por eso no hizo
nada contra el
de las ideologías fue predominantemente crítica, dirigida a poner de nazismo. Nada más
manifiesto los graves errores contenidos en ellas y las graves conse- alejado de la ver-
dad histórica. Vol-
cuencias a las que llevarían. Claro, eran tiempos en los que todavía veremos sobre el
varios estados y sociedades se inspiraban en muchas ideas cristia- tema más adelante.

nas, ideas que las ideologías venían a subvertir; y en los que todavía
existían jefes de estado preocupados en ser fieles a la doctrina de la
El hecho de que no
Iglesia. Sin embargo, con el paso del tiempo, las sociedades y los es- hay cambio en la
tados fueron alejándose cada vez más de la Iglesia y su Magisterio, y doctrina, sino en la
forma se advierte
en este nuevo contexto la actitud de esta última busca más el diálo- con claridad por qué
go que la condena, identificando puntos en común más que ponien- los documentos
recientes, el Com-
do de manifiesto las diferencias o discrepancias. Por eso encontra- pendio de Doctrina
mos diferencias de estilo, de acento, y de enfoque entre los docu- Social de la Iglesia o
el Catecismo de la
mentos de la Iglesia a medida que pasan las décadas. Los primeros Iglesia Católica,
suelen ser más duros, contundentes y negativos. Los recientes, más contienen numero-
sas notas en los que
matizados. Pero es esencial tener claro que se trata de un cambio de remiten a los docu-
actitud pastoral y que no significa que exista un cambio de fondo en mentos anteriores.

la doctrina; porque la enseñanza de la Iglesia sobre el liberalismo,


nazismo, comunismo marxista y fascismo, como ideologías, no ha
cambiado ni podría cambiar.

[El Concilio Vaticano II] establece entonces una metodología de diálogo


con el mundo moderno a partir de una visión conscientemente optimista
de la historia de la humanidad. Por este motivo, no se hacen condenacio-
nes y se trata más bien de respetar los valores del mundo, sostener sus es-
fuerzos, bendecir sus aspiraciones. Todo esto inspirado por el cumplimien-
to de la caridad y en actitud de servicio para con la humanidad, tratando de
hablar con el lenguaje del hombre de hoy. Podemos decir, entonces, que el
Concilio pone a la Iglesia en actitud de diálogo frente a la modernidad. El
secularismo no va a ser enfrentado por medio de condenaciones. La Iglesia
ya lo ha venido haciendo y éste es un ciclo de su magisterio que se cierra
con Pio XII; el cual, por otro lado, facilitó con la amplitud de los temas pro-
pios de la sociedad contemporánea, que a él le correspondió tratar, el
tránsito hacia la continuidad de una única enseñanza, desde la que se reve-
la la renovación y la fidelidad que siempre deben aparecer unidas en el ca-
minar de la Iglesia (Fosbery 1999: 601).
De más está aclarar que el rechazo a las ideologías no implica, desde ya,
rechazo a las personas que las sostienen. Justamente al contrario. Se re-
chazan las ideologías por el daño que causan, entre otros, a los mismos que

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las sostienen, al no permitirles comprender la realidad tal como es y llevar-


las a comportamientos indignos del hombre. Como enseñaba San Agustín,
“debemos odiar el error, pero amar al que yerra”. Justamente, es el mismo
amor al que yerra el que nos lleva a tratar de liberarlo del error y de liberar a
todas las personas de las consecuencias de éste.

El tema de la actitud tomada por la Iglesia frente a las ideologías es materia


sumamente delicada y, generalmente, tergiversada intencionadamente por
los medios de comunicación social. Es por ello que nos vemos obligados a
darle un tratamiento más extenso, abundando en citas y expresiones litera-
les.

2.6 Los principios de la Doctrina Social de la


Iglesia Frente a las Ideologías
Como dijimos, las ideologías liberales y totalitarias contribuyeron a que el
pensamiento cristiano aclare, precise y sistematice sus tesis sobre el orden
social, oponiéndolas a las de aquellas. Tesis bien concretas sobre el bien de
la persona y el bien común, la propiedad, la economía, el estado, la liber-
tad, la igualdad, el orden moral y religioso, radicalmente diferente de las
propuestas de las ideologías. Tal síntesis y sistematización reconocen un
hito importante en la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, publica-
da en el año 1891.

Sobre la base de tales postulados, cuestionó la Iglesia duramente las diver-


sas ideologías, tanto las de origen liberal como las de alcances totalitarios.

Sintetiza al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2425):

La Iglesia ha rechazado las ideologías totalitarias y ateas asociadas en


los tiempos modernos al "comunismo" o "socialismo". Por otra parte, ha
reprobado en la práctica del "capitalismo" el individualismo y la primacía
absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano (cf CA 10, 13.44). La
regulación de la economía únicamente por la planificación centralizada
pervierte en la base los vínculos sociales; su regulación únicamente por la
ley de mercado quebranta la justicia social, porque "existen numerosas ne-
cesidades humanas que no tienen salida en el mercado" (CA 34). Es preciso
promover una regulación razonable del mercado y de las iniciativas eco-
nómicas, según una justa jerarquía de valores y atendiendo al bien común.
Pablo VI enseñó con claridad que:

El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como


servicio, tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas ideológicos

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que se oponen radicalmente o en los puntos sustanciales a su fe y a su


concepción del hombre: ni a la ideología marxista, a su materialismo ateo,
a su dialéctica de violencia y a la manera como ella entiende la libertad in-
dividual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascen-
dencia al hombre y a su historia personal y colectiva; ni a la ideología libe-
ral, que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación,
estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y conside-
rando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos auto-
máticas de iniciativas individuales y no ya como fin y un criterio más eleva-
do del valor de la organización social (1971c: n. 26).
Juan Pablo II, que sufrió en carne propia el nazismo y el comunismo marxis-
ta, recordó “toda la tragedia que ha afectado a Europa durante este siglo,
marcado por los grandes males del fascismo, el nazismo y el comunismo”
(1998b), y sin olvidar los males del liberalismo, no dejó de repetir que:

Los indecibles sufrimientos de los pueblos y de las personas, entre ellas no


pocos amigos y conocidos míos, causados por los totalitarismos nazi y co-
munista, siempre me han interpelado íntimamente y animado mi oración
(2002a).

He podido conocer, por decirlo así, desde dentro, los dos sistemas totalita-
rios que han marcado trágicamente nuestro siglo: el nazismo de una parte,
con los horrores de la guerra y de los campos de concentración, y el comu-
nismo, de otra, con su régimen de opresión y de terror (1996b).

Preciso subrayar el peligro de las ideologías, desde el comunismo hasta el


liberalismo, que paralizan a las sociedades y hacen que aumenten las dife-
rencias entre las personas y los pueblos (1999c).

Están a la vista los frutos de ideologías como el marxismo, el nazismo y el


fascismo, así como también los mitos de la superioridad racial, del naciona-
lismo y del particularismo étnico. No menos perniciosos, aunque no siem-
pre tan vistosos, son los efectos del consumismo materialista, en el cual la
exaltación del individuo y la satisfacción egocéntrica de las aspiraciones
personales se convierten en el objetivo último de la vida. En esta perspec-
tiva, las repercusiones negativas sobre los demás son consideradas del to-
do irrelevantes. Es preciso reafirmar, sin embargo, que ninguna ofensa a la
dignidad humana puede ser ignorada, cualquiera que sea su origen, su
modalidad o el lugar en que sucede (1999a).

El comunismo y el fascismo han sido eliminados, pero a su lado vemos a


veces nuevas formas de materialismo, tal vez menos ideológicas y menos
espectaculares en sus manifestaciones y contenidos, pero a su manera
igualmente destructivas. Ellas derivan de una visión deformada de la per-
sona humana, considerada casi exclusivamente desde el punto de vista del
bienestar económico (2001).

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La afirmación de esta verdad era sólo una invocación de la justicia histórica


para esta nación (Polonia), que había afrontado tantos sacrificios en la li-
beración del continente europeo de la nefasta ideología nazi, y que había
sido vendida como esclava a otra ideología destructiva: el comunismo so-
viético (2005b).

Pio VI, Alocución al


2.7 La Iglesia Frente al Liberalismo y la Revo- Consistorio del
9/3/1789, Carta
lución Francesa Quod Aliquantum
del 10/3/1791, Encí-
Desde sus primeras manifestaciones en el siglo XVIII, la Iglesia se opuso a clica Adeo Nota del
23/4/1791, Pío VII
las tesis del liberalismo. Al principio, sus referencias remiten a los postula- Carta Apostólica
dos políticos y culturales liberales. Más avanzado el siglo XIX, cuando se Post tam diuturnas
del 29/4/1814.
empezó a sentir la crisis social derivada de la revolución industrial, aparecen
de modo más insistente las críticas a sus postulados económicos. Ya conso-
lidado y difundido el liberalismo en muchos estados, la Iglesia abandona su
posición predominantemente crítica para intentar rescatar lo que hay de
valedero en la defensa de la libertad, y ayudar a discernir su sentido legíti-
mo.

Encontramos así en los documentos de la Iglesia, por un lado, críticas a los


postulados político-culturales del liberalismo; y por otro lado, un poco más
adelante, a sus enseñanzas y consecuencias en el ámbito socio-económico.

Respecto de los primeros (aspectos político-culturales), diversas alocucio-


nes, cartas apostólicas y encíclicas marcaron el error de promover:

 Una igualdad y libertad que desconocen los límites de la verdad y la


justicia.
 Un derecho ilimitado de pensamiento, expresión o prensa, sin im-
portar la verdad ni la rectitud de su ejercicio.
 El principio de que un hombre sólo puede ser obligado a obedecer
las leyes si ha adherido a ellas y por ello que su voluntad y libertad es
el único fundamento de la obediencia y el único criterio legítimo pa-
ra valorar su ejercicio.
 El rechazo a la obediencia a las autoridades legítimas.
 La indiferencia del estado frente a la religión católica (“naturalis-
mo”), mayoritaria en Francia, y la pretensión de separarlo totalmen-
te de la Iglesia.

Tales críticas realizadas en tiempos de la Revolución Francesa fueron siste-


matizadas y profundizadas en un documento posterior, más amplio y com-
pleto, por el Papa Gregorio XVI. Nos referimos a la Encíclica Mirari Vos

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(15/8/1832), en la que pasa revista sobre los males de su tiempo y sus reme-
dios. Entre tales males destaca el Papa:

▪ los ataques contra la religión,


▪ el indiferentismo en virtud del cual se afirma que todas las ideas
tendrían el mismo valor, y con fundamento en él
▪ la defensa de un derecho ilimitado de conciencia, de expresión y de
prensa que no hace diferencia entre la verdad y lo que no lo es, y
▪ la rebeldía contra las autoridades.

Además, el Papa atribuye a la acción subversiva de la masonería la tentati-


va de alterar el orden público, derribar a las autoridades (los príncipes cris-
tianos) y desconocer y atacar las enseñanzas cristianas; peligro tan grave al
que el Papa León XIII dedicó dos Encíclicas, Humanus Genus (20/4/1884) y
Ab Apostolici Solii (15/10/1890)16.

Por su parte, el Papa Pío IX (beatificado por Juan Pablo II) en su Encíclica
Quanta Cura (1864) sobre los errores modernos, denuncia el “naturalismo”
que propone a los estados gobernar como si no existiese religión, o al me-
nos sin hacer ninguna diferencia entre las religiones, separando totalmente
la Iglesia y el Estado. El mismo Pontífice, en la Carta Per Tristissima (1873)
denuncia la confusión, el peligro y el daño que provocan los llamados “cató-
lico liberales” y los que intentan “conciliar” la doctrina cristiana con las de
las ideologías.

Sin embargo, fue el Papa León XIII el que dedicó enseñanzas más sistemáti-
cas contra el liberalismo.

▪ Por un lado, recuerda en la Encíclica Diuturnum Illud (29/6/1881) que


todo poder tiene su origen último en Dios (aunque Dios, lógicamen- En ambos documentos
(Diutunum… e Inmorta-
te, no es el que elige al gobernante que va a usar de ese poder). le…), Leon XIII se cues-
▪ Además, publicó la Encíclica Inmortale Dei (1/11/1885) para recordar tiona la idea de que el
pueblo sea soberano y
que el gobierno no puede dejar de lado sus obligaciones para con origen del poder, doc-
Dios. trina que lo liberaría de
obedecer a las legítimas
autoridades y de con-
16
Si bien la pertenencia a la masonería deja de mencionarse expresamente como delito en formar las leyes civiles
el Código de Derecho Canónico de 1983, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, con la ley de Dios.
presidida por el Cardenal Joseph Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI), hizo pública la Decla-
ración Quasitum est (26/11/83) aclarando que la falta de mención expresa se debe a un cri-
terio de redacción pero “se mantiene inmutable el juicio negativo de la Iglesia respecto a las
asociaciones masónicas, ya que sus principios han sido considerados siempre inconciliables
con la doctrina de la Iglesia y por ello la adscripción a las mismas permanece prohibida. Los
fieles que pertenecen a las asociaciones masónicas están en estado de pecado grave y no pue-
den acceder a la Santa Comunión”.

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▪ Pero es la Encíclica Libertas Praestantissimum (20/6/1888) la que se


dedica principalmente al tema de la libertad y su deformación por el
liberalismo, acusado de defender una libertad (moral, de conciencia,
de expresión, de prensa) sin distinguir su buen o mal ejercicio.

En la Encíclica Vehementer Nos (1906) el Papa San Pío X vuelve a manifestar


el error de pretender separar totalmente la Iglesia del Estado, y en la Carta
Nostre Charge Apostolique (1910) cuestiona duramente al movimiento libe-
ral francés Le Sillon, imputándole varios errores, y entre ellos:

▪ afirmar una dignidad humana que exigiría total autonomía prescin-


diendo de todo maestro y no obedeciéndose más que a sí mismo;
▪ considerar que el poder reside en el pueblo (y no en el gobernante)
y que obedecer a una autoridad es indigno del hombre;
▪ defender una igualdad que desconoce las diferencias naturales;
▪ promover de manera exclusiva la democracia como única forma de
gobierno legítima. Benedicto XV, Encíclica
Ad Beatissimi del
Para contrarrestar este olvido de Dios por parte de los estados el Papa Pio 1/11/1914 y Carta Anno
iam exeunte del 7/3/1917.
XI instituye por medio de su encíclica Quas Primas (1925) la fiesta de Cristo
Rey.

Las mismas críticas al liberalismo y la Revolución francesa se reiteran en


otros pronunciamientos posteriores, y son recordados en el Catecismo de la Pío XII, Alocución a
editores, directores y
Iglesia Católica (n. 2104 a 2109). escritores de grandes
organismos de prensa
Es doctrina reiterada por los Papas: de EE.UU. (11/7/1946),
Discurso al patriciado
romano (8/1/1947),
▪ el rechazo a concebir la libertad como no sujeta a los límites de la Encíclica Miranda Prosus
verdad y la justicia, especialmente referida a la prensa y los medios (8/9/1957), Concilio
Vaticano II, Decreto
de comunicación, y Inter mirifica sobre los
▪ el recuerdo del deber del estado de custodiar la verdad y justicia medios de comunica-
ción social (4/12/1963),
de lo que se expresa y difunde. Paulo VI, Alocución a los
Juan Pablo II, recientemente, recordó varias veces que la libertad debe es- participantes en el Se-
minario de la ONU sobre
tar asociada a la verdad y no ser defendida desvinculada de ésta. la libertad de informa-
ción (17/4/1964), Discur-
Hay que recordar en particular la encíclica Libertas praestantissimum, so al XV Congreso Inter-
en la que se ponía de relieve la relación intrínseca de la libertad humana nacional de la Prensa
periódica (1/5/1965) y
con la verdad, de manera que una libertad que rechazara vincularse con la Discurso a la Jornada
verdad caería en el arbitrio y acabaría por someterse a las pasiones más vi- Mundial de las comuni-
les y destruirse a sí misma (Juan Pablo II 1991b: n. 4). caciones sociales
(2/5/1967).
[Sin embargo] “diversas fuerzas, guiadas a menudo por una falsa ideo-
logía de libertad, tratan de apropiarse de este terreno… Ruidosa propa-

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ganda de liberalismo, de libertad sin verdad y responsabilidad (Juan Pablo


II 2002b).
Todo ello no impide que como ya hemos señalado, la actitud general de la
Iglesia en los últimos años busca más bien reconocer puentes de diálogo
con las ideologías modernas que condenar sus desviaciones. No extraña
por eso que Juan Pablo II (1980) recuerde a los franceses que los ideales de
libertad, igualdad y fraternidad son herencia que recibieron del cristianis-
mo. Y destaque cómo la Revolución francesa contribuyó a difundir esos
legítimos ideales, aunque sin olvidar que lo fue a costa de la sangre de mu-
chísimas personas en la guillotina y de la violación permanente de muchos
de esos mismos principios (Juan Pablo II 2005a), como el caso de los 98
mártires asesinados por los revolucionarios sólo por ser fieles a la Fe y que
él mismo beatificó, recordando a “los numerosos mártires que... aceptaron
la muerte, porque como dijo Guillaume Repin, quisieron conservar su fe y su
religión" (Juan Pablo II 1984).

Hasta aquí los cuestionamientos a los postulados político-culturales del


liberalismo. Pero numerosos documentos posteriores acentúan la crítica a
las posiciones económicas del liberalismo, sintetizadas en considerar que
un sistema económico basado en la libertad de mercado y de empresa, sin
regulación o intervención estatal, pretende hacer de la economía un ámbito
ajeno a la valoración moral, expone a los sujetos más débiles (trabajadores,
niños, mujeres) a la explotación e incrementa la brecha entre los ricos y los
pobres.

Dichos cuestionamientos económicos al liberalismo aparecen desarrollados


en la primer gran encíclica social, la Rerum Novarum del Papa León XIII
(1891). Allí lamenta la grave situación social en la que se encuentran los
obreros (“proletarios”), rechaza las “soluciones” revolucionarias y comu-
nistas, pero recuerda que el gobierno, custodio del bien común, debe in-
tervenir en la economía para proteger especialmente los derechos de los
trabajadores a fin de que impere la justicia distributiva (los bienes de la
sociedad se distribuyan equitativamente), cuestionando las políticas esta-
blecidas que parecen beneficiar sólo a las clases ricas y prósperas.

Años más tarde, el Papa Pío XI, será todavía más crítico en la Encíclica Qua-
dragesimo Anno (1931), señalando que el funcionamiento de la economía no
puede dejarse a la “libre competencia”, principio que considera “fuente
envenenada” de una economía individualista que olvidando su carácter
social pretende ponerla al margen de la intervención del estado, destru-

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yéndose a sí misma y llevando al “imperialismo internacional del dinero”.


Al hablar del comunismo, el Papa recordará que éste consiguió apoyo de las
masas obreras justamente porque “estaban preparadas para ello por el
miserable abandono religioso y moral a que las había reducido en la teoría,
y en la práctica, la economía liberal” (1937: n. 16).

Las ideas expresadas por sus predecesores fueron repetidas por Pío XII en
el Radiomensaje La Solemnitá (1/6/1941), poniendo de manifiesto nueva-
mente “las fatales consecuencias de un liberalismo económico, inconscien-
te muchas veces u olvidado o despreciador de los deberes sociales” (n. 6),
continuadas por Juan XXIII en la Encíclica Mater et Magistra (1961), recor-
dando que “tanto la libre competencia ilimitada que el liberalismo pro-
pugna como la lucha de clases que el marxismo predica son totalmente
contrarias a la naturaleza humana y a la concepción cristiana de la vida” (n.
23) y abogando por un estado que “fomenta, estimula, ordena, suple y
completa” la actividad de los particulares sin absorberla ni suplantarla (n.
53).

Pablo VI continúa tales enseñanzas, precisando en su encíclica Populorum


Progressio (1967) que “ha sido construido un sistema que considera el pro-
vecho como muestra esencial del progreso económico, la concurrencia
como ley suprema de la economía, la propiedad privada de los medios de
producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales
correspondientes,… liberalismo sin freno, que conduce a la dictadura” (n.
26).

El tema también fue abordado en varias oportunidades por Juan Pablo II.

En Laborem Excercens (1981), cuestiona al liberalismo como ideología del


capitalismo por separar y enfrentar trabajo y capital (n. 13), considerar la
propiedad privada como un derecho casi absoluto (n. 14), asegurar la inicia-
tiva económica de los poseedores del capital sin preocuparse suficiente-
mente de los derechos del hombre del trabajo (n. 8).

En Centesimus Annus (1991b), rechaza que el trabajo pueda ser considerada


una mera mercancía cuyo precio se determine exclusivamente en el merca-
do por la ley de la oferta y la demanda, y que el libre mercado por sí mismo
pueda ser considerado un instrumento suficiente para atender las necesi-
dades de todos.

Cuestiona al liberalismo por hacer del trabajo un mero instrumento de pro-


ducción (Juan Pablo II, 1996a).

U2. Las Ideologías Sociales 59


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Más recientemente denuncia cómo

resurge en varios lugares una forma de neoliberalismo capitalista


que subordina la persona humana y condiciona el desarrollo de los
pueblos a las fuerzas ciegas del mercado… De este modo se asiste
en el concierto de las naciones al enriquecimiento exagerado de
unos pocos a costa del empobrecimiento creciente de muchos, de
forma que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más
pobres (Juan Pablo II 1991; 1998).
Al año siguiente, vuelve a cargar sobre la ideología, señalando que “en el
marco de un liberalismo sin controles adecuados, se ahonda en el mundo la
brecha entre países "emergentes" y países "perdedores" (Juan Pablo II,
1999d).

Y el mismo año, exhorta a tener en cuenta que

cada vez más, en muchos países americanos impera un sistema co-


nocido como neoliberalismo; sistema que haciendo referencia a una
concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las
leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la
dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema
se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas
actitudes y modos de obrar en el campo social y político, que causan
la marginación de los más débiles. De hecho, los pobres son cada vez
más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras
frecuentemente injustas (1999b).

La Iglesia frente al Comunismo Marxista

También fue sumamente crítica, desde sus orígenes, la posición de la Iglesia


sobre el comunismo marxista. Su ateísmo expreso y militante le ganó las
Notemos desde ya que
condenas más duras y la más firme oposición. No sólo la Iglesia lo declaró al considerar esta ideo-
logía, la Iglesia no siem-
intrínsecamente perverso, sino que desalentó cualquier intento de colabo- pre ha utilizado un vo-
rar con él, e incluso contribuyó a su derrota y su caída en Europa del Este cabulario unívoco. A
veces refiere al comu-
durante el Pontificado de Juan Pablo II. nismo, otras al socialis-
mo marxista, otras al
No extraña que fuera tratado con más dureza que el nacionalsocialismo y el socialismo, todas como
sinónimos. En otras
fascismo, pues de las tres ideologías totalitarias fue la que manifestó más oportunidades, en cam-
odio y persecución hacia la religión y el catolicismo. Miles de mártires han bio, remite al comunis-
mo como el marxismo
sido canonizados por la Iglesia, asesinados por el comunismo por causa de más radical, y al socia-
su Fe en países como Rusia, Europa del Este, España, Méjico, China, Viet- lismo como una morige-
ración o moderación de
nam. Por ejemplo, el Papa Benedicto XVI beatificó el 27 de abril de 2007 los postulados marxis-
nada menos que 498 mártires asesinados por las hordas comunistas espa- tas.

ñolas entre 1934 y 1937, contra las cuales se levantara el General Francisco

U2. Las Ideologías Sociales 60


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Franco y su ejército, recordando “las `violencias inauditas´ a las que el mun-


do, Europa y España se vieron arrastradas por “ideologías totalitarias, que
pretendían hacer realidad por la fuerza las utopías terrenas”.

Las principales condenas contra las ideas erróneas del marxismo fueron
realizadas por:

▪ León XIII en la Encíclica Quod Apostolici Muneris (1878) y


▪ Pio XI en la Encíclica Divini Redemptoris (1937).

Sabemos que el comunismo marxista se desplegó fundamentalmente a


partir de la publicación del “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels en
1848.

Pío IX elabora diversos documentos rechazando esta nueva ideología:

▪ Cuando en 1846 el comunismo ya difundía sus principales doctrinas,


este Pontífice alertaba sobre sus graves errores en la Encíclica Qui
pluribus, porque “echa por tierra los derechos de todos, la propie-
dad, la misma sociedad humana” (n. 9).
▪ En 1948, en la Encíclica Noscitis et nobiscum sobre los Estados Pontifi-
cios (1849), alerta sobre los peligros del socialismo y el comunismo
que abusan de los términos de libertad e igualdad desnaturalizando
su legítimo sentido, aprovechando para agitar a los obreros y los
pueblos, atacar cualquier autoridad superior y saquear los bienes de
la Iglesia y de los particulares (n. 9).
▪ Condenando diversos errores modernos, la Encíclica Quanta Cura
(1864) y el Syllabus acusa a socialismo y comunismo de atacar las ba-
ses de la familia negando su carácter natural y el derecho natural de
los padres a educar a sus hijos (n. 6).

También León XIII realizó importantes aportes a la condena del marxismo:

▪ Años más tarde, cuando el movimiento ya generaba intensos con-


flictos en varios estados, dedica al comunismo y el socialismo (tér-
minos que utiliza indistintamente) una Encíclica completa, llamada
Quod Apostolici Muneris (1878). Cuestiona su promoción de la
desobediencia a las autoridades y superiores, su incentivo a la con-
flictividad social, su prédica de una igualdad absoluta entre las per-
sonas, y su falta de respeto por la propiedad privada y por el vínculo
matrimonial; y atribuye al alejamiento de Dios la causa de los males
que trae consigo.

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▪ En Arcanum Divinae Sapientiae (1880) alerta sobre el rechazo comu-


nista hacia el matrimonio y la familia.
▪ En la Encíclica Diuturnum Illud (1881) considera al liberalismo como
padre de tales errores (n. 17), y en Libertas Praestantissimum (1888)
como el causante de los desórdenes sociales (n. 12).
▪ En Humanus Genus (1884) acusa a la masonería de favorecer los
errores socialistas y comunistas (n. 24), y denuncia el desorden so-
cial y la subversión en Ab Apostolici Solii (1890) traída por el socia-
lismo, grave peligro por su naturaleza, poder de organización y
atrevimiento de sus propósitos.
▪ En la gran Encíclica social Rerum Novarum (1891) rechaza con firmeza
la pretensión socialista de suprimir la propiedad privada (n. 11).
▪ Y en la Encíclica Graves de Communi (1901) sobre la Democracia Cris-
tiana precisa la incompatibilidad del socialismo con el cristianismo, y
consiguientemente, la imposibilidad de un socialismo cristiano.

Tales conceptos expresados por León XIII en muchos de sus más variados
documentos, incluso antes de que la ideología consiguiera ocupar el poder
en algún estado, fueron desarrollados y reiterados insistentemente por sus
sucesores.

Es el caso de San Pio X en la Encíclica Il Fermo Proposito (1905) alienta a los


sacerdotes a una más intensa labor apostólica frente al predominio invasor
del socialismo.

Y Benedicto XV, en la Encíclica Ad Beatissimi Apostolorum Princis Cathedram


(1914), denuncia las utopías socialistas de igualación de clases, predicando
en lugar de ella el tratamiento justo e incluso benigno hacia los más humil-
des (n. 11).

También Pío XI desarrolla muchos de estos conceptos:

▪ En 1917, el marxismo se establece en Rusia, y avanza en otros esta-


dos, lo que lleva al Pontífice a levantar la voz de alerta. Primero so-
bre la situación en Rusia, condenando los errores y métodos de la
revolución bolchevique en una alocución del 18/12/1924.
▪ Luego, elevó también su denuncia contra las persecuciones comu-
nistas desencadenadas en Rusia, Méjico y España, expresadas en las
encíclicas Miserentissimus Redemptor (1928), Caritate Christi (1932a),
Acerba animi (1932b) y Dilectissima Nobis (1933).

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▪ En su Encíclica sobre el matrimonio cristiano, Casti Connubii (1930),


denuncia la decadencia de la familia en las regiones en las que do-
mina el comunismo (n. 34).
▪ Un año antes en la Encíclica Divini Illius Magistri (1929) denunció las
pretensiones “socialistas extremas” de quitar la educación de los
niños a las familias para entregarla a escuelas que los formarán sin
Dios, en la irreligiosidad y el odio (n. 44).
▪ Pero es en Quadragesimo Anno (1931), de Pio XI que encontramos un
tratamiento más extenso del socialismo y el comunismo. Ratifica allí
las enseñanzas de León XIII y alienta la represión de las organizacio-
nes socialistas y la promoción de la colaboración pacífica entre las
clases (n. 95). Denuncia la división del socialismo en dos grupos, uno
que adopta el nombre de “comunismo” y persigue por todos los
medios, incluso matanzas y destrucciones, “la encarnizada lucha de
clases y la total abolición de la propiedad privada” (n. 112); y otro
más moderado, que conserva el nombre de “socialismo”, y que re-
niega del uso de la violencia e intenta mitigar la lucha de clases. Este
último “socialismo” moderado, dice el Papa, tiene elementos comu-
nes con las aspiraciones cristianas, pero no debe ser confundido con
éstas, pues aunque de manera mitigada sigue cuestionando la pro-
piedad privada y afirmando la lucha de clases.

A este socialismo moderado le cuestiona:

▪ pretender que la sociedad humana ha sido instituida exclusivamente


para el bienestar terreno, desconociendo el destino sobrenatural
del hombre (n. 118);
▪ colocar la satisfacción de las necesidades económicas como las
principales, a la que debe sacrificarse todo otro bien humano, inclu-
sive la libertad (n. 119);
▪ la imposibilidad fáctica de construir una sociedad bajo los postula-
dos socialistas sin recurrir a una enorme violencia;
▪ buscar monopolizar la educación de niños y jóvenes para llevarlos al
socialismo;
▪ la ausencia de cualquier principio de verdadera autoridad social.

Por eso,

si bien el socialismo, como todos los errores, tiene en sí algo de ver-


dadero (cosa que jamás han negado los Sumos Pontífices), se funda
sobre una doctrina de la sociedad humana propia suya, opuesta al

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verdadero cristianismo. Socialismo religioso, socialismo cristiano,


implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen ca-
tólico y verdadero socialista (n. 120).
En Non Abbiamo Bisogno (1931) luego de cuestionar varios postulados del
fascismo italiano, reconoce sin embargo al estado fascista el mérito el ha-
ber disuelto la acción del socialismo y la masonería en la península (n. 8).

Las apreciaciones críticas sobre el socialismo moderado se radicalizan toda-


vía más respecto del comunismo, al que Pio XI le dedica una Encíclica com-
pleta, Divini Redemptoris (1937). Advierte sobre la revolución que se consta-
taba en tales años, que ha llevado a una persecución de la Iglesia de una
amplitud y violencia desconocidas en el pasado. El objeto de la Encíclica es
exponer sintéticamente los principios del comunismo ateo tal como se
manifiestan principalmente en el bolchevismo, mostrar sus métodos de
acción y contraponerles la enseñanza cristiana (n. 7). Reconoce que se fun-
da en parte de verdad, como es la necesidad de proteger a los sectores
obreros de la explotación, y denunciar los abusos reales causados por la
economía liberal y la urgencia de obtener una más justa distribución de los
bienes, y señala que esta parte de verdad hace al comunismo sumamente
peligroso (n. 15). Por ello denuncia que ha sido el liberalismo el que ha pre-
parado el camino para el comunismo (n. 16), y la complicidad de la prensa
mundial con su silencio sospechoso respecto de los horrores comunistas
que tuvieron lugar en Rusia, Méjico y España (n. 18).

Entre los principios comunistas condenados encontramos los siguientes (n.


8 a 23):

▪ falso ideal que propone una especie de redención pseudo-mística de


justicia, igualdad y fraternidad;
▪ materialismo histórico y dialéctico que reduce la realidad a la mate-
ria, incentiva los conflictos sociales, no deja lugar a Dios, limita la fi-
nalidad del hombre y de la sociedad a disfrutar de los bienes eco-
nómicos y niega toda ley natural capaz de orientar la conducta hu-
mana;
▪ ausencia de dignidad de la persona humana y de derechos naturales
frente a la colectividad.
▪ absoluta igualdad rechazando toda jerarquía y autoridad (inclusive
la de los padres respecto de sus hijos) que no provenga de la colec-
tividad;
▪ destrucción de la propiedad privada;

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▪ negación del carácter natural del matrimonio y la familia, reducidos


a instituciones civiles y convencionales fruto de determinado siste-
ma económico;
▪ implementación del terrorismo contra millones de hombres para
instaurar y conservar el régimen.

Advirtiendo la gravedad de tales errores y sus consecuencias,


declaró con firmeza que “el comunismo es intrínsecamente per-
verso; y no se puede admitir que colaboren con él, en ningún te-
rreno, quienes deseen salvar la civilización cristiana” (n. 58).

Frente a los postulados comunistas recuerda las enseñanzas de la Iglesia.

▪ Dios como realidad suprema a la que todo debe subordinarse;


▪ la existencia de derechos naturales en el hombre y de leyes natura-
les que rigen a la persona, el matrimonio y la familia;
▪ la natural socialidad del hombre;
▪ el significado individual y social de la propiedad;
▪ la dignidad del trabajo y el salario justo; y
▪ un sano corporativismo que permita la colaboración entre las clases,
entre otras.

Finalmente, en Ingravescentibus Malis (1937), Encíclica dedicada al Rosario,


el mismo Pontífice recomienda esa devoción como manera de contrarres- Por ejemplo, refie-
ren a la condena del
tar, entre otros males, el del comunismo (n. VI). comunismo de Pio
XI en Divini Redem-
Prácticamente, en estos documentos del Papa Pio XI se encuentra conden- ptoris Cfr. Juan XXIII
en Mater et Magistra
sada toda la enseñanza de la Iglesia sobre el socialismo y el comunismo. Los (15/5/1961), n. 4, y
documentos posteriores y los de sus sucesores se ocupan de desarrollar las Juan Pablo II en
Fides et Ratio
enseñanzas ya establecidas y actualizarlas conforme el devenir de la histo- (14/9/1998)
ria.

Así, encontramos enseñanzas sobre el comunismo:

▪ en Pio XII, en la Encíclica Humani Generis (12/8/1950), sobre el origen


del hombre, atribuye al comunismo adherir a un evolucionismo pan-
teísta para propagar su materialismo; y en Miranda Prorsus
(8/9/1957) sobre el cine, la radio y la televisión, denuncia que en al-
gunas regiones los medios audiovisuales son dominados por el co-
munismo ateo el que los utiliza para arrancar la religión de las almas
(n. 16). A su vez, a los atentados comunistas en Rusia, Méjico y Es-

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paña (denunciados por Pio XI) Pio XII agrega en su encíclica Ad


Apostolorum Principis Sepulcrum (29/6/1958) los padecidos en China
luego de la revolución comunista (en este documento refiere indis-
tintamente a comunismo y socialismo). Además, en el Radiomensaje
del 24/12/1942 sobre Los Fundamentos del Orden Interno de los Esta-
dos recuerda que si bien la Iglesia ha condenado –“y lo condena
también hoy”- siempre el socialismo marxista, ello no implica desco-
nocer las dificultades que encuentran los obreros para ver satisfe-
chos sus reclamos de justicia (n. 25).
▪ Pablo VI, en la Carta Apostólica Octogesima Adveniens (14/5/1971),
constata que con el tiempo se fueron dando diversas tendencias o
escuelas dentro del marxismo o del socialismo, algunas no tan radi-
cales en sus postulados, y se pregunta si no serán legítimos ciertos
acercamientos concretos de parte de los cristianos. Respecto del
socialismo, indica la necesidad de distinguir tres niveles de socialis-
mo: a) una aspiración generosa y una búsqueda de una sociedad
más justa, b) los movimientos históricos que tienen una organiza-
ción y un fin político, c) una ideología que pretende dar una visión
total y autónoma del hombre. Precisa que el nivel posible de com-
promiso y acercamiento legítimo de un cristiano con posiciones so-
cialistas depende de la vinculación que exista en las situaciones con-
cretas entre tales niveles, porque no cabe “considerar tales niveles
como completamente separados e independientes” (n. 31). ¿Qué
quiere decir con ello? Pareciera que para analizar la posibilidad del
trabajo común debería juzgarse en qué medida en el caso concreto
se trata sólo de una posición que levanta banderas de justicia, o en-
carna una visión integral del hombre incompatible con la fe. Su res-
puesta es, en cambio, más radical en cuanto a la imposibilidad de
acercamientos o compromiso no con el socialismo sino con las tesis
específicamente marxistas:
▪ si a través del marxismo, tal como es concretamente vivido, pueden
distinguirse estos diversos aspectos y los interrogantes que ellos
plantean a los cristianos para la reflexión y para la acción, sería iluso-
rio y peligroso llegar a olvidar el lazo íntimo que los une radicalmen-
te, aceptar los elementos del análisis marxista sin reconocer sus re-
laciones con la ideología, entrar a la práctica de la lucha de clases y
de su interpretación marxista dejando de percibir el tipo de sociedad
totalitaria y violenta a la que conduce este proceso (n. 34).

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▪ Juan Pablo II (2004), conocedor y víctima de “la funesta dictadura


del comunismo”, se ha referido al comunismo en muchas oportuni-
dades, algunas de las cuales ya hemos citado. En Laborem Exercens
(1981) recuerda que es el marxismo la ideología del comunismo, y
recorre sus principales postulados. En Dominum et Vivificantem
(1986), Encíclica dedicada al Espíritu Santo, no dejó de manifestarse
contra el marxismo, y en particular, contra su materialismo que pre-
tende suprimir la idea de Dios del corazón humano. En Centesimus
Annus (1991b) vuelve a referirse a la “dictadura comunista” (n. 18) y
al “totalitarismo comunista” (n. 19); pero al mismo tiempo llamó la
atención sobre la pretensión de algunos estados de construir un sis-
tema de “seguridad nacional” que para luchar contra el comunismo
incrementan el poder del estado con riesgo de perjudicar los valores
de la persona (n. 19). Alerta también que si bien
▪ la solución marxista ha fracasado, permanecen en el mundo fenó-
menos de marginación y explotación, especialmente en el Tercer
Mundo, así como fenómenos de alienación humana, especialmente
en los países más avanzados; contra tales fenómenos se alza con
firmeza la voz de la Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en
condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema
comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la
hora de afrontar de manera adecuada y realista estos problemas;
pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo de que se
difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso
el tomarlos en consideración, porque a priori considera condenado
al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma fideísta, confía su
solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado (n. 42).

También abundan en Juan Pablo II y en Benedicto XVI consideraciones so-


bre la caída del comunismo en Europa del Este, atribuyéndola a la propia
inhumanidad del régimen, pero destacando que tal caída no debía enten-
derse como un triunfo del liberalismo capitalista, también condenable en
muchos aspectos.

Marxismo, Cristianismo y “Teología de la Liberación”

Desde la década del sesenta, algunos teólogos católicos sostuvieron la uti-


lidad de usar la metodología y análisis marxista para elaborar una teología
concreta y encarnada en la situación que padecen los sectores sociales
marginales y las naciones más necesitadas.

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La fe cristiana es liberadora, decían, y por ello se hace necesaria una “teo-


logía de la liberación”. Esa tendencia teológica se correspondió con la acti-
tud pastoral de sacerdotes que se llamaron “sacerdotes del tercer mundo”
o “tercer mundistas”, y que consideraron prioridad de todo cristiano com-
batir las estructuras que causaban pobreza e injusticia social, apoyando
muchos de ellos incluso a los movimientos revolucionarios vinculados a so-
luciones socialistas y comunistas sin que vieran como obstáculos, muchas
veces, su recurso a la violencia.

Juan Pablo II recordó el peligro de asumir acríticamente tesis y metodolo-


gías derivadas del marxismo (1998c: n. 54), peligro que durante su pontifi-
cado fue contrarrestado por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la
Fe, presidida por el Cardenal Josef Ratzinger (luego Benedicto XVI), la que
publicó la Instrucción Libertatis nuntius, sobre algunos aspectos de la "teolo-
gía de la liberación" (1984) sosteniendo la incompatibilidad de muchos pos-
tulados de la llamada “teología de la liberación” con las enseñanzas cristia-
nas. Respecto a estas tentativas de acercar el cristianismo y el marxismo
enseñó que

el deseo sincero de ponerse de parte de los oprimidos y de no quedarse


fuera del curso de la historia ha inducido a muchos creyentes a buscar por di-
versos caminos un compromiso imposible entre marxismo y cristianismo; [sin
perjuicio de lo cual manifiesta la necesidad de] reafirmar la positividad de una
auténtica teología de la liberación humana integral (Juan Pablo II 1991b: n. 26).

Así la expuso la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en la Ins-


trucción sobre la libertad cristiana y la liberación Libertatis conscientia (1986).
Las enseñanzas de estos documentos han sido permanentemente reitera-
das por otros posteriores.

En estos dos documentos, la Congregación de la Iglesia señala las confu-


siones y desviaciones de la teología de la liberación (Libertatis Nuntius), y el
sentido de la auténtica liberación cristiana (Libertatis Conscientia).

Claro que sería un error identificar a todo religioso comprometido con la


lucha contra la pobreza como adscripto a la teología de la liberación de ins-
piración marxista. Es posible, lógicamente, una auténtica teología de la libe-
ración cristiana no marxista. Sin embargo, la que tradicionalmente se califi-
có como teología de la liberación es la que asumió la metodología de análi-
sis marxista, y por eso conservamos la denominación.

Entre los errores de la teología de la liberación de inspiración marxista des-


taca el documento Libertatis Nuntius:

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▪ Posponer la evangelización, priorizando la promoción social y des-


cuidando los aspectos espirituales (oración, sacramentos, Gracia,
etc.).

▪ Reducir el Evangelio de la salvación a una redención terrenal, y la


liberación del pecado a la liberación de la opresión política o eco-
nómica. Cristo no habría venido a liberarnos del pecado personal
que nos condena a perder la vida eterna, sino de la opresión so-
cioeconómica que nos condena a perder el bienestar en esta vi-
da. Por ello, incurrir en un mesianismo temporal (buscar un sal-
vador sociopolítico) y una secularización (desacralización) de la
noción de Reino de Dios.

▪ Adoptar la opción preferencial por los pobres como opción exclu-


yente (no sólo preferencial), olvidando atender también a la op-
ción preferencial por los jóvenes, asumida por la Iglesia america-
na en la Conferencia de Puebla, y tomarla como opción dirigida a No puede tomarse el
sacarlos de su pobreza económica y más que a acercarles el men- método de análisis
saje del Evangelio. marxista de la sociedad
sin los postulados mar-
xistas sobre el hombre y
▪ Refugiarse en el análisis marxista de la lucha de clases, que no la sociedad.
puede ser separado de la ideología marxista misma.

▪ Buscar los principios de la teología en métodos de análisis socioló-


gicos y económicos tenidos como “científicos” (marxistas), y no
en la luz de la Fe.

▪ Considerar que sólo se puede comprender la realidad si se comba-


te en ella, pretendiendo que no hay verdad sino en la praxis par-
tidaria.

▪ Presentar la lucha de clases como ley objetiva y necesaria de la his-


toria, y por ello, la necesidad de responder a la violencia de los ri-
cos sobre los pobres con una contra-violencia revolucionaria; En rigor, deberíamos
decir, lo que ocurre es
alentando o favoreciendo el recurso sistemático y deliberado a la que desconocen o
violencia ciega. “malconocen” la Doc-
trina Social de la Iglesia
▪ Rechazar con desdén la Doctrina Social de la Iglesia como proce- y por esos son incapaces
de valorarla.
dente de la ilusión de un posible compromiso entre las clases,
propio de las clases medias que no tienen sentido histórico.

▪ Restringir la noción del pecado a la estructura social (“pecado so-


cial”), y localizar el mal principal y únicamente en las "estructu-
ras" económicas, sociales o políticas malas, como si todos los
otros males se derivasen, como de su causa, de estas estructuras;
olvidando que se trata, en realidad, de consecuencias sociales de

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pecados personales y que el mal reside, en última instancia, en el


corazón de las personas libres y responsables, de las que las es-
tructuras son frutos o consecuencias.

▪ Derivar de sus análisis sociológicos consecuencias para la teología


dogmática, moral y espiritual, dando lugar, en palabras de la
Congregación (Libertatis Nuntius), a una “perversión del mensaje
cristiano”, conservando la letra del lenguaje y las fórmulas de la
fe cristiana pero atribuyéndoles una significación que niega la
verdadera Fe. Así, por ejemplo, alterar “algunas prácticas litúrgi-
cas, como por ejemplo «la Eucaristía» transformada en celebra-
ción del pueblo en lucha” (IX, 1), “identificar el Reino de Dios y su
devenir con el movimiento de la liberación humana” socioeco-
nómica, hacer de la historia un “proceso de la autorredención del
hombre a través de la lucha de clases”, cayendo en una “politiza-
ción radical de las afirmaciones de la fe y de los juicios teológico”
presentando “la entrada en la lucha de clases como una exigen-
cia de la caridad” (IX 6 y 7), y considerando “por Iglesia del pue-
blo una Iglesia de clase, la Iglesia del pueblo oprimido que hay
que "concientizar" en vista de la lucha liberadora organizada”, y
por ello “se denuncia la jerarquía y el Magisterio [de la Iglesia]
como representantes de objetivos de la clase dominante que es
necesario combatir” (IX, 7 y 8), considerando al final que “el pun-
to de vista de la clase oprimida y revolucionaria, que sería la suya,
constituye el único punto de vista de la verdad”.
Todo ello sin perjuicio de aclarar, obviamente, que

la llamada de atención contra las graves desviaciones de ciertas “teolo-


gías de la liberación”, de ninguna manera debe ser interpretada como una
aprobación, aun indirecta, dada a quienes contribuyen al mantenimiento
de la miseria de los pueblos, a quienes se aprovechan de ella, a quienes se
resignan o a quienes deja indiferentes esta miseria. La Iglesia, guiada por el
Evangelio de la Misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor
por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas” (XI, 1).

2.8 La Iglesia Frente al Nazismo


Como se habrá podido advertir al examinar sus postulados, muchas de las
ideas que se encarnaron en el régimen nacionalsocialista resultan manifies-
tamente incompatibles con las enseñanzas del catolicismo.

Por esa razón, encontramos en las enseñanzas de la Iglesia permanentes


cuestionamientos a las mismas. Pero mientras el marxismo debe ser consi-
derado, por sí mismo (“intrínsecamente”), incompatible con la fe cristiana

U2. Las Ideologías Sociales 70


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y como tal cuestionable en conjunto; en el nacionalsocialismo lo que son


condenables (muy condenables) son algunas de sus posiciones o expresio-
nes, muchas de las cuales no aparecieron con claridad sino a medida que
transcurría la vigencia del régimen en Alemania.

En este punto, resulta importante retomar la distinción que hicimos al co-


mienzo entre la valoración teórica de los principios de una ideología, y la
actitud diplomática de la Iglesia en relación con los gobiernos que las im-
plementan. Como Cristo, la Iglesia no trabaja en la salvación de los santos
sino de los pecadores, y en virtud de ello, intenta mantener relaciones lo Esta Encíclica fue revi-
más cordiales posibles con gobiernos liberales, comunistas, socialistas, etc. sada en su texto alemán
por el Cardenal Eugenio
Pacelli (futuro Pío XII),
La principal condena contra las ideas erróneas del nazismo fueron expues- quien recomendó al
tas por Pio XI en la Encíclica Mit brennender Sorge (1937) sobre la situación papa endurecer los
términos con que con-
de la Iglesia en el Reich Alemán, que comienza hablando de la “viva preo- denaba al régimen na-
cupación” provocada por la progresiva opresión sufrida por los fieles en el cionalsocialista. Incluso
pueden comprobarse
país. las sugerencias de Pace-
lli con su propia letra en
También estuvo dedicado al nazismo el Discurso del papa Pio XII al Colegio el borrador de la Encícli-
ca. (Cf. Innocenti 2006:
Cardenalicio, el 2 de junio de 1945 (AAS 37, 1945, 159-168). Tales fueron los 171).
pronunciamientos vaticanos más importantes, aunque hay también refe-
rencias incidentales al nazismo en muchos otros documentos.

Tales condenas no obstaron a que la Iglesia:

▪ intente asegurar el respeto de algunos mínimos derechos a través


de un concordato con la Alemania de Hitler (concordato de 1933
que éste no respetó);

▪ procurase siempre evitar que el rechazo al nazismo favorezca un


avance del peligroso marxismo soviético (al que el nazismo se Un cable de la Agencia
ACI del 7/1/2007 da
enfrentaba); y cuenta de una entrevis-
ta publicada en la revis-
▪ pese al distanciamiento ideológico progresivo, el Papa Pío XII evi- ta National Review
Online, en la que Ion
tara insistir con las condenas públicas porque eran aprovechadas
Mihai Pacepa, ex espía
por Hitler para adoptar represalias contra el pueblo cristiano. de la KGB comunista,
confiesa que se le en-
Numerosos medios anticatólicos insisten en cuestionar la actitud del Papa comendó la tarea de
Pio XII frente al nazismo, reprochándole no haber sido suficientemente destruir la autoridad
moral del Vaticano en
duro con él, e incluso simpatizar con el régimen. Nada más alejado de la Europa Occidental,
realidad histórica. Recién mencionamos cómo influyó para que la condena entre otras formas,
presentando a Pío XII
del régimen nazi en la encíclica Mit Brennender Sorge fuera todavía más du- como simpatizante del
ra (Cf. Innocenti 2006: 171). régimen nazi.

U2. Las Ideologías Sociales 71


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Su primera Encíclica, Summi Pontificatus (1939), sin mencionar el nazismo,


denunciaba el totalitarismo y el racismo; y por eso, fue soltada masivamen-
te por aviones ingleses sobre Alemania para restar apoyo cristiano al na-
zismo.

En secreto, Pio XII ordenó brindar alojamiento, alimentos y colaboró con la


fuga de muchos judíos perseguidos por el nazismo, lo que admiró tanto al
Rabino de Roma, Israel Zoller, que se convirtió al catolicismo y adoptó el
nombre de Eugenio (Pio XII se llamaba Eugenio Pacelli).

De los 44 discursos que Pío XII pronunció en Alemania antes de ser Papa,
entre 1917 y 1929, cuarenta denuncian los peligros de la ideología nazi
emergente. Y luego de ser elegido Papa, sin nombrarla, hace permanentes
referencias a sus peligros:

Sigamos a nuestro pacífico Rey, que nos enseñó a amar no sólo a los
que no provienen de la misma nación ni de la misma raza, sino aun a los
mismos enemigos (Pío XII 1943b).

Este voto, la humanidad lo debe a los cientos de millares de personas


que, sin culpa propia alguna, a veces sólo por razones de nacionalidad o de
raza, se ven destinados a la muerte o a un progresivo aniquilamiento (Pío
XII 1942). Como también reconoce
Pio XI haberlo hecho al
Durante su pontificado, evitó insistir con condenas públicas contra Hitler principio, esperando
mucho tiempo antes de
prefiriendo protestar con el silencio, pues sabía que el régimen nazi, cada pronunciar un juicio
vez que recibía una condena formal de la Iglesia, incrementaba su dureza público (Mit brennender
Sorge n. 5).
como rabiosa represalia.

En Holanda, en 1942, se leyó una carta pastoral de los obispos denunciando


el racismo nazi y las deportaciones de diez mil judíos. Como respuesta, el
nazismo aceleró la deportación de otros treinta mil cristianos no arios, en-
tre los que se encontraba la famosa filósofa judía católica carmelita Edith
Stein, luego asesinada por los nazis.
Al finalizar la guerra,
Hablando a los obispos alemanes, Pio XII lo reconoce expresamente: había muerto el 90% de
los judíos de la capital
de Holanda (donde la
En lo que atañe a las declaraciones episcopales, dejamos a los pastores estrategia fue la de
en función sobre el terreno el cuidado de apreciar si, y en qué medida, el pe- hacer condenas públi-
ligro de represalias y de presiones, así como tal vez otras circunstancias de- cas), en cambio, se
bidas a la duración y la psicología de la guerra, aconsejan la reserva -a pesar habían salvado el 80% de
los judíos italianos
de los motivos que existieran para intervenir -, a fin de evitar males mayores. (donde la estrategia fue
Ese es uno de los motivos por los cuales Nos mismo Nos imponemos unos protestar con el silen-
límites en Nuestras declaraciones. La experiencia adquirida en 1942, al dejar cio).
reproducir libremente para uso de los fieles unos documentos pontificios,

U2. Las Ideologías Sociales 72


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justifica Nuestra actitud, en la medida en que podemos apreciarlo” (Pío XII


1943b).
De hecho, señala David Dalin, rabino de Nueva York, que

Pío XII favoreció la salvación de al menos 700 mil judíos de manos de


los nazis, (…) [recordando] el reconocimiento dado a Pío XII por sus con-
temporáneos, entre los que se encuentra el Premio Nobel Albert Einstein,
el rabino jefe de Israel Isaac Herzog, los primeros ministros Golda Meir y
Moshe Sharett, y en Italia personas como Raffaele Cantoni, que en aquella
época era presidente de la Unión de las comunidades judías italianas.

(…) Su silencio fue una eficaz estrategia orientada a proteger al mayor


número posible de judíos de la deportación [pues] una denuncia explícita y
dura contra los nazis por parte del Papa hubiera sido una invitación a la re-
presalia, y hubiera empeorado las disposiciones hacia los judíos en toda
Europa (“Revelan archivos que reivindican a Pío XII”, en diario La Nación,
Buenos Aires, 30 de marzo del 2007).
El mismo Dalin propuso en 2001 que el Papa Pío XII fuera proclamado «Jus-
to entre las Naciones», el máximo reconocimiento que ofrece el Estado de
Israel a las personas que se han destacado por ayudar a judíos perseguidos.
Incluso se ha demostrado que Hitler consideraba a Pío XII un enemigo, y
sabía por informes secretos que ayudaba a los países invadidos y a los ju-
díos a fugarse

Ya al final de la guerra, Pio XII reiteró la condena a las tesis erróneas del
nazismo en el “Discurso al Colegio Cardenalicio” (1945), tituladas justamen-
te “La Iglesia Católica y el Nacionalsocialismo”. Allí el Papa recuerda:

Continuando la obra de nuestro predecesor, Nos mismo durante la gue-


rra no hemos cesado, especialmente en nuestros mensajes, de contrapo-
ner a las destructoras e inexorables aplicaciones de la doctrina nacionalso-
cialista, que llegaban hasta a valerse de los más refinados métodos científi-
cos para torturar y suprimir personas con frecuencia inocentes, las exigen-
cias y las normas indefectibles de la humanidad y de la fe cristiana. Era éste
para Nos el más oportuno y podríamos incluso decir el único camino eficaz
para proclamar en presencia del mundo los inmutables principios de la ley
moral y para confirmar, en medio de tantos horrores y tantas violencias,
las mentes y los corazones de los católicos alemanes en los ideales supe-
riores de la verdad y de la justicia. Y tales solicitudes no quedaron sin fruto.
Sabemos en efecto, que nuestros mensajes, principalmente el de Navidad
de 1942, a pesar de toda clase de prohibiciones y de obstáculos, fueron ob-
jeto de estudio en las conferencias diocesanas del clero en Alemania y lue-
go expuestos y explicados al pueblo católico (n. 25).
Juan Pablo II (1987) hablando a los representantes de las organizaciones
judías norteamericanas consideraba

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▪ oportuno recordar los grandes, los claros esfuerzos de los Papas


contra el antisemitismo y el nazismo durante el momento culmi-
nante de la persecución a los judíos. En 1938, Pío XI declaraba que
“el antisemitismo no puede ser admitido” (6 de septiembre de
1938), y afirmaba también la completa oposición entre el cristia-
nismo y el nazismo, afirmando que la cruz nazista era “enemiga
de la cruz de Cristo” (Discurso de Navidad, 1938). Estoy persuadi-
do de que la historia revelará aún con más claridad y de un modo
más convincente el profundo sufrimiento de Pío XII ante la tra-
gedia del pueblo judío, y lo que trabajó para asistirlo intensa y
eficazmente durante la segunda guerra mundial.

▪ Los principales cuestionamientos al nazismo alemán, conforme


surge de los documentos que le han dado un tratamiento siste-
mático, son los siguientes:

▪ Incumplimiento de los acuerdos y compromisos asumidos para el


respeto de la libertad de la Iglesia y de los cristianos en el Reich.

▪ Panteísmo y paganismo religioso, identificando a Dios con el


mundo o retornando a un germanismo neopagano que pone en
lugar de un Dios personal un “hado” impersonal; utilizando el
nombre de Dios como etiqueta vacía; promoviendo un dios na-
cional o una religión nacional; confundiendo la Fe y la Revelación
divina con "sugestiones" que provendrían de la sangre y de la ra-
za, o la irradiación de la historia de un pueblo; confundiendo la
inmortalidad del alma personal con la continuidad del pueblo na-
cional único que perduraría; ridiculizando la humildad cristiana en
nombre de una religión “heroica” como si fuese una degradación
de sí mismo y una actitud cobarde; separando la religión de la
moral excluyendo a la primera de las escuelas y la vida pública.

▪ Rechazo del derecho natural y su superioridad sobre las leyes hu-


manas, considerando que es justo y derecho lo que es útil a la na-
ción, lo que conduce en el orden internacional a un estado de
guerra contra las otras naciones y en el orden nacional a desco-
nocer los derechos absolutamente inviolables de las personas.

▪ Institución de la raza, el pueblo o el estado como norma suprema


de todo, divinizándolos con culto idolátrico.

▪ Restricción del derecho de los padres a la educación de sus hijos,


según el espíritu y prescripciones de la verdadera Fe, y consi-
guientemente, no tomar en cuenta su voluntad en la educación
escolar o usar de la coacción para imponer determinada educa-

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ción; y organizar a la juventud en asociación nacional obligatoria


para todos con prescindencia de la religión o incluso hostilidad
hacia la Iglesia.

▪ Parcialidad para juzgar a la Iglesia, condenándola por ciertos de-


fectos de algunos de sus miembros con una mirada no ecuánime
respecto de otras organizaciones o instituciones; y uso de pre-
siones, intimidaciones, ventajas económicas, profesionales, cívi-
cas o de otro género, para alentar a las personas a dejar la Iglesia.
Ello sin perjuicio de no condenar las aspiraciones de “realización de una
verdadera unidad nacional y a fomentar un noble amor por la libertad y una
inquebrantable devoción a la patria” (Mit Brennender Sorge, n. 34).

La iglesia frente al Fascismo

Historiar la posición de la Iglesia frente al fascismo italiano resulta comple-


jo. De todas las ideologías de las que nos estamos ocupando, el fascismo
fue la que tuvo frente al catolicismo y su jerarquía la actitud más benigna, la
que más intentó un acuerdo o acercamiento a sus enseñanzas fundamenta-
les, en una época en la que el comunismo marxista, la masonería liberal y el
nazismo amenazaban su misma existencia.

Por otro lado, no debemos olvidar tampoco que el fascismo no presenta un


cuerpo doctrinal o de enseñanzas claro y sistemático, sino de un conjunto
de ideas fuerza que orientó, no siempre con toda coherencia ni de manera
inmutable, la praxis de un movimiento político.
Por ejemplo, la opresión
dictatorial de los prime-
Como ya hemos señalado, el fascismo no constituyó un movimiento uni-
ros años dio paso a la
forme e inmutable a través del tiempo. Dentro del fascismo hubo figuras llamada “década del
consenso” entre 1928 y
diversas con ideas y posiciones propias, y adoptó políticas y actitudes dife- 1938 en la que se reduje-
rentes en distintas regiones y en distintos momentos. Por eso es muy difícil ron notoriamente las
actitudes violentas.
un juicio de conjunto.

En líneas generales, podemos decir que el fascismo fue evolucionando des-


de un socialismo patriótico y violento inicial a un paulatino acercamiento a
las ideas católicas. Esta evolución también se nota en el trato dado por la
Iglesia al movimiento, marcando los errores doctrinales pero al mismo
tiempo reconociendo sus méritos en conseguir la paz en Italia, la concordia
entre la Iglesia y el Estado, y la protección de la religión frente a las amena-
zas de la masonería y el comunismo.

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Como ya hemos explicado, el fascismo comprendió que, para muchas na-


ciones, su religión es algo que hace a su grandeza y su ser nacional. Y por
eso, valoró la práctica religiosa del pueblo.

Después de varios años en los que la Santa Sede fue despojada de extensos
territorios pontificios por los dirigentes italianos que buscaban la unifica-
ción del estado, el régimen fascista firma con ella los “Acuerdos de Letrán”
(1929), por los que Italia reconoce el estado del Vaticano, lo indemniza por
sus pérdidas territoriales, declara la mutua independencia y colaboración
entre la Iglesia y el Estado, y hace de la religión católica, prácticamente, la
religión oficial del estado italiano. La Iglesia católica tuvo a partir de ese
momento intervención fundamental en la educación (elección de docentes
y selección de textos) y en la regulación del matrimonio (reconocimiento
civil del matrimonio religioso y prohibición del divorcio), entre otras cosas.

En muchos puntos las políticas del fascismo se fueron acercando a lo ense-


ñado por la Iglesia:

▪ Oposición a ideologías anticristianas como la masonería, el libera-


lismo y el comunismo.

▪ Búsqueda de la justicia social y mejoramiento de la clase obrera


por vías no revolucionarias. Pretensión de colaboración y no de
lucha de clases.

▪ Respeto por la propiedad privada con función social.


▪ Organización de la economía buscando distanciarse tanto del esta-
tismo dirigista como del liberalismo capitalista (régimen corpora-
tivo).

▪ Protección de la moralidad pública, el matrimonio y la familia.


▪ Orden y armonía entre la autoridad civil y la autoridad religiosa.
Pio XI (1929a) atribuyó literalmente a la Providencia el haberse encontrado
con un hombre con el que había podido reconciliarse, luego de tanto tiem-
po, la Iglesia y el Estado.17

17 “A Pío XI se le atribuyó durante mucho tiempo el elogio de Mussolini como “hombre de


la Providencia”. Pero en realidad lo que dijo fue que la Providencia le había hecho encon-
trarse con un hombre con el que había sido posible reconciliar a la Iglesia y el Estado. Antes
del fascismo habían fallado todos los intentos de conseguirlo” (Andreotti 2007).

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Numerosos obispos y cardenales tuvieron expresiones de reconocimiento a


Mussolini y su movimiento. Mons. Ángelo Roncalli (futuro Papa Juan XXIII)
reconocía el gran bien hecho por él para Italia. El cardenal Merry del Val,
legado Pontificio, expresó durante las celebraciones franciscanas de Asís de
1927:

Vayan también mis agradecimientos a quien tiene en las manos las rien-
das del gobierno de Italia, el que, con clara visión de la realidad y de las co-
sas, ha querido y quiere que la religión sea respetada, honrada, practicada.
Visiblemente protegido por Dios, él ha realzado sabiamente los destinos de
la Nación acrecentando su prestigio en todo el mundo.
Cuando el régimen fascista proyectó la conquista de Abisinia (región de
Etiopía), se propuso civilizar y evangelizar país tan primitivo y el Papa Pio XI
en persona bendijo las tropas italianas antes de partir (1935).

Ello no significa, lógicamente, que la Iglesia apruebe todo lo hecho por el


régimen ni que considera aceptable toda su doctrina ni mucho menos que
la identifique con sus propias enseñanzas.

Como veremos en el título siguiente, la Iglesia no propone modelos concre-


tos en materia política o económica; simplemente señala los principios rec-
tores en el marco de los cuales son lícitos diversos modelos o propuestas
específicas de acuerdo con las circunstancias históricas de los pueblos. De
allí que constituiría un abuso decir que determinado régimen “es” la Doc-
trina Social de la Iglesia, pues sólo puede tratarse de una de las posibles
aplicaciones de sus principios, entre otras también legítimas.

En relación con el fascismo, específicamente, la iglesia condenó su exalta-


ción desmedida del estado (“estatolatría pagana”) y sus derivaciones auto-
ritarias y totalitarias; y tomó luego distancia también de otros de sus postu-
lados.

Lo primero tuvo lugar con la Carta Encíclica Non Abbiamo Bisogno, del Papa
Pio XI (1931b). Condena allí:

▪ La violencia y persecución sufrida por diversas organizaciones ca-


tólicas, especialmente juveniles, de parte de miembros del fascis-
mo con condescendencia de las autoridades, acusándolas de reali-
zar política antifascista. Textualmente señala como
Al poco tiempo, estos
con indecible dolor vemos cómo en Italia, y aun en esta nuestra Roma, atropellos contra las
se desencadena una verdadera y real persecución contra lo que la Iglesia y organizaciones católicas
su Jefe consideran como más precioso y más querido en materia de su li- se acabaron.

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bertad y de sus derechos, libertad y derechos que son también los de las
almas, y más especialmente los de las almas de los jóvenes (n. 7).
▪ La pretensión del estado de monopolizar la formación de los jó-
venes excluyendo a la Iglesia, imponiéndoles un adoctrinamiento "Juro seguir sin discutir
fascista obligatorio y atentatorio de la libertad de conciencia (n. las órdenes del Duce y
13) y los derechos de los padres (n. 15), obligándoles a la obedien- de defender con toda mi
fuerza si es necesario
cia ciega del partido fascista incluso a través de juramentos (n. 16). con mi sangre la causa
Literalmente denuncia el Papa de la Revolución fascis-
ta”.
la presencia de todo un conjunto de auténticas afirmaciones y de he-
chos no menos auténticos, que ponen fuera de toda duda el proyecto -ya
en tan gran parte realizado- de monopolizar por completo la juventud,
desde la más primera niñez hasta la edad adulta, en favor absoluto y exclu-
sivo de un partido, de un régimen, sobre la base de una ideología que de-
claradamente se resuelve en una verdadera y propia estatolatría pagana,
en contradicción no menos con los derechos naturales de la familia que
con los derechos sobrenaturales de la Iglesia. Proponerse y promover se-
mejante monopolio, perseguir con tal pretexto, como se venía haciendo
largo tiempo, clara o encubiertamente, a la Acción Católica; atacar con tal
finalidad, como últimamente se ha hecho, a sus Asociaciones juveniles,
equivale verdadera y propiamente a impedir que la juventud vaya a Cristo,
porque es impedir que vaya a la Iglesia, y donde está la Iglesia allí está Cris-
to. Y se llegó a arrancar la juventud, por la violencia, del seno de la una y
del Otros (n. 13).
Todo ello sin perjuicio de reconocer con “perenne gratitud y memoria por
todo cuanto en Italia se ha hecho en beneficio de la Religión, aunque tam-
bién en beneficio, si no simultáneo al menos no menor, y tal vez mayor, del
partido y del régimen” (n. 6). Precisando que

con todo cuanto hemos venido diciendo hasta aquí, Nos no hemos que-
rido condenar ni el partido ni el régimen como tal. Hemos querido señalar y
condenar todo lo que en el programa y acción de ellos hemos visto y com-
probado que era contrario a la doctrina y a la práctica católica y, por lo tan-
to, inconciliable con el nombre y con la profesión de católicos (n. 17).
En la Encíclica Quadragesimo Anno (1931a), el Papa Pio XI describe detalla-
damente el corporativismo fascista como un ejemplo de organización sin-
dical y corporativa, destacando los beneficios de la misma, al favorecer la
colaboración pacífica entre las diversas clases, la represión de organizacio-
nes socialistas, la supresión de desórdenes, y la creación de una magistratu-
ra especializada. Sin embargo, anota también un cuestionamiento: riesgo
de burocratización, intervencionismo estatal y manipulación política de las
corporaciones.

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No faltan quienes teman que el Estado, debiendo limitarse a prestar una ayu-
da necesaria y suficiente, vengan a reemplazar la libre actividad, o que esa nueva
organización sindical y corporativa sea excesivamente burocrática y política o
que sirva más bien a particulares fines políticos que a la restauración y fomento
de un mejor orden social (n. 37)
Aunque no dieron lugar a pronunciamientos magisteriales, también preo-
cupó a la Iglesia la alianza (más por oportunismo político que por identifica-
ción ideológica) de Italia con la Alemania Nazi, y las leyes raciales (aunque
basados más en una idea cultural que biológica y más moderadas que las
del nazismo).

Pese entonces a la valoración positiva de muchos proyectos políticos del


fascismo, la Iglesia objetó varios de sus postulados y rechazó que se la
identifique con ese u otro programa político concreto.

Al respecto, concluida la guerra y derrotado el fascismo, el Papa Pío XII tu-


vo que realizar aclaraciones frente a la acusación de preconizar un corpora-
tivismo fascista. En efecto, en la Carta C’est un Geste, a la 33ª. Semana Social
de Francia (10/7/1946), propone “la institución de asociaciones o unidades
corporativas en todas las ramas de la economía”. Frente a las acusaciones
de fascismo, prefiere en su discurso Nous Avons Lu, a la 24ª. Semana Social
de Francia (18/7/1947), usar la denominación “unidades o sociedades
cooperativas”, advirtiendo que su posición sobre la organización profesio-
nal y corporativa había sido tomada en sentido diverso en polémicas públi-
cas, pues sólo se refería al reconocimiento y apoyo de los grupos interme-
dios de la sociedad como lo enseñara Pio XI en Quadragesimo Anno (n. 2).

Posteriormente, los Papa volvieron a cuestionar del fascismo (Juan Pablo II


1999; 2001), no específicamente sino como expresiones de “totalitarismo”,
es decir, una exaltación desmedida del estado que no respeta los derechos
y la dignidad del ser humano.

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Apéndice: las ideologías y la historia argentina


Como hemos dicho, los hechos sociales suelen inspirarse en las diversas
ideologías, aunque por lo general de manera matizada y sin reflejarlas de
forma plena o integral. No podemos hacer aquí un desarrollo completo de
cómo se han desarrollado a lo largo de la historia nacional. Es tema, ade-
más, sumamente complejo. Pero podemos identificar algunos lineamientos
ideológicos.

Ya desde la llamada “Revolución de Mayo” se advirtió claramente que un


grupo de criollos, entre los que contamos a Mariano Moreno y Juan José
Castelli, se inspiraban en el liberalismo ilustrado, revolucionario, autoritario
y antireligioso, de la Revolución Francesa. A ellos se enfrentó el proyecto,
más moderado, tradicional, hispánico y católico, de otros criollos como
Cornelio Saavedra.

Unitarismo y federalismo representan la continuación de esas dos líneas de


morenistas y saavedristas.

▪ El primero, partidario de una economía de libre comercio con las po-


tencias europeas, un gobierno centralizado oligárquico en manos
de las minorías cultas de Buenos Aires, y una cultura y educación ex-
tranjerizante y laicista.
▪ El segundo, promotor del proteccionismo de la industria nacional,
de un gobierno descentralizado en la provincias, y una cultura y
educación inspirada en la propia historia, identidad nacional y valo-
res cristianos.

El proyecto unitario fue continuado por los gobiernos triunfadores de Ca-


seros: Mitre, Sarmiento, y por la llamada “Generación del 80”.

El marxismo se introdujo más tardíamente. Las primeras organizaciones


sindicales argentinas se inspiraban en ideologías marxistas, socialistas y
anarquistas. Sin embargo, fue el peronismo el que canalizó las aspiraciones
obreras apartándolas de las ideologías marxistas e inspirándolas en ele-
mentos de la doctrina social cristiana con analogías, en algunos puntos, con
el fascismo.

Gracias a su influencia, en 1950 la Confederación General del Trabajo


(C.G.T., que reúne a los sindicatos y uniones sindicales) eliminó de su esta-
tuto toda referencia a la lucha de clases y expulsó a los elementos comu-

U2. Las Ideologías Sociales 80


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nistas por sus efectos disolventes. A partir de allí tales grupos ideológicos
tuvieron muy poca aceptación popular.

Pero la revolución cubana y el apoyo de su gobierno motorizaron la forma-


ción en el país de grupos marxistas extremistas, que reclutaron y entrena-
ron jóvenes para combatir e imponer de manera violenta un régimen co-
munista en el país. Comenzaron sus desmanes, robos, secuestros y enfren-
tamientos armados durante la presidencia de Illia, y fueron incrementando
sus actos delictivos durante la década del 60 y del 70, frente a gobiernos
democráticos y gobiernos militares indistintamente. Muchos fueron juzga-
dos y condenados a prisión por los tribunales, pero al asumir la presidencia
Héctor Cámpora en 1973, los dejó en libertad mediante un indulto, sin si-
quiera reclamarles que devuelvan los armamentos que tenían almacenados,
recrudeciéndose la violencia y los asesinatos.

En 1975 el gobierno constitucional encargó a las fuerzas armadas aniquilar


el accionar de estos grupos subversivos, entre los que se destacaban el
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y la organización Montoneros.

En 1976, el sector más liberal de las fuerzas armadas, a través de un golpe


de estado, tomó el poder y generalizó una represión ilegal a fin de identifi-
car y asesinar a personas comprometidas con la subversión, mientras im-
plementaba planes económicos de cuño liberal que causaron hambre, po-
breza y endeudamiento del país, y que sería retomado en alguna medida
por quienes acompañaron en el poder a Carlos Menem en la década del
noventa.

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Síntesis
▪ La actitud realista implica situarse ante la realidad para comprender-
la tal cual es, sin tergiversarla interesadamente ni reducirla a alguno
de sus aspectos. Las ideologías, en cambio, responden a intereses o
reduccionismos que no la describen como es y debe ser.
▪ El liberalismo individualista se caracteriza por una exaltación des-
medida de la libertad de coacción de cada individuo, equiparando la
verdad con el error, desvalorizando los deberes de las personas y los
intereses de la comunidad. Su derivado, el liberalismo capitalista, ha
llevado a graves desigualdades y opresiones económicas. Recha-
zando la intervención de la autoridad en nombre de la libertad, los
débiles quedan a merced de los poderosos.
▪ Las ideologías totalitarias (marxismo comunista, nacionalsocialismo
y en menor medida el fascismo) exaltan los intereses del grupo se-
parándolo del verdadero bien de sus miembros y sometiendo a la
persona como un mero instrumento sacrificable en interés colectivo.
▪ El marxismo concibe a la sociedad como una necesaria e irreconci-
liable lucha de clases fundada en la opresión económica en el marco
de una cosmovisión materialista; como tal, destruye las aspiraciones
espirituales del hombre y desemboca en actitudes y regímenes vio-
lentos que pisotean la persona humana y su dignidad y postulan re-
gímenes utópicos e igualitaristas.
▪ La socialdemocracia combina postulados socialistas afines al mar-
xismo en economía, con la exaltación de libertades desmedidas en
lo moral, cultural y en lo político.
▪ El nacionalsocialismo, opuesto al comunismo y al liberalismo, postu-
la una doctrina estatista, de nacionalismo radicalizado y belicista,
implementando políticas de persecución racial y religioso.
▪ El fascismo implementó también un régimen antiliberal y anticomu-
nista, con rasgos autoritarios y algunas pretensiones estatistas, pero
no fue belicista ni racista como el nacionalsocialismo y protegió la re-
ligión cristiana.
▪ La Iglesia ha condenado siempre los errores doctrinales de las ideo-
logías liberales y totalitarias. Los documentos más importantes en
esta tarea son la Encíclica Libertas Praestantissimum de León XIII
(contra el liberalismo), Encíclicas Quod Apostolici Muneris de León
XIII y Divini Redemptoris de Pio XI (contra el marxismo comunista),
Mit Brennender Sorge de Pio XI (sobre el nacionalsocialismo) y Non

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Abbiamo Bisogno del Papa Pio XI (contra el fascismo italiano). Con el


tiempo y la difusión de muchas de esas ideologías, la Iglesia no ha
modificado su enseñanza y doctrina pero sí su actitud pastoral: ha
dejado de insistir unilateralmente en poner de manifiesto los erro-
res, buscando también puntos de coincidencia y acercamiento. Polí-
ticamente, ha intentado siempre en lo posible mantener un trato
“cordial” con los diversos gobiernos prescindiendo de sus ideologías
políticas.

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▪ Textos de apoyo

Dada la naturaleza del tema, se prefirió colocar las citas del Magisterio de la
Iglesia a medida que se trataba cada una de las ideologías.

Aparecen en Europa dos de las formas más aberrantes de sociedades laicas,


como son el nacional-socialismo y el marxismo-leninismo. Ellos constituyen
dos formas antagónicas de sociedades inspiradas en ideologías incompati-
bles, cuando no abiertamente contrapuestas con las enseñanzas de la Igle-
sia, a la que se proponen sustituir o destruir. En este sentido, también me-
rece ser considerado el fascismo, pero, según la interpretación de Augusto
del Noce, como una forma de “totalitarismo incompleto”. Entre sí tienen
mucho en común: el secularismo que las origina; el gnosticismo, como for-
ma residual del cristianismo, en que inspiran sus esjatologías; las formas
políticas con que pretenden llevar adelante sus pretensiones, tanto en el
Tercer Reich como en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; y su
odio y persecución a la Iglesia Católica. La única diferencia va a provenir del
modo distinto de interpretar y tratar de encarnar sus esjatologías: el Tercer
Reich aspira a instaurar el imperio del racismo ario; el marxismo-leninismo,
el imperio comunista. El nacionalismo germano se enseñará con los judíos,
que representan, a su modo, también un ideal d raza, con un fundamento
religioso. El nazismo los ataca por un doble motivo: lo racial y lo religioso.
No hay lugar para ellos en el nuevo imperio que se pretende construir para
la raza aria, no para la judía. El comunismo, por su parte, enfrenta al mundo
angloamericano, donde se funda el otro modelo de sociedad laica que se
pretende construir y exportar, y que se les hace incompatible. Busca instau-
rar una sociedad laica fundada en una nueva utopía, que pretende convocar
a los pobres, a los trabajadores, a los proletarios, para la lucha revoluciona-
ria que ya se ha iniciado... Tres modelos reconocemos, entonces, de socie-
dad laica, que tienen su origen en el secularismo y que quieren expresar,
cada uno a su manera, el sentido último de la modernidad como una forma
de plenitud histórica inmanentista e intramundana: el nacional-socialismo,
con su intento de imperio racial; el marxismo-leninismo, con su intento de
imperio comunista; y el de la sociedad laica americana, con su intento de
universalizar la democracia, la economía de libre mercado y los derechos
humanos. Allí el individuo, y no el Estado, cobra el máximo sentido de etici-
dad social, detrás de la vigencia de una libertad política fundada en el prin-
cipio religioso de la libertad de conciencia. La democracia absoluta de valor
universal y el liberalismo capitalista fundan el imperio plutocrático... Occi-
dente se identifica con el modelo de sociedad laica americana porque sólo

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los Estados Unidos cuentan con los tres poderes necesarios para solventar
un imperio: el poder político, el poder militar, y el poder económico (Fós-
bery 1999: 485-492).

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Bibliografía específica para esta Unidad

Además de la bibliografía general indicada al comienzo de este libro, puede


consultarse:

 Arnaudo, Florencio (1997). Liberalismo, Marxismo y Social Cristia-


nismo: tres visiones del mundo. Buenos Aires: Pleamar.
 Arnaudo, Florencio (1984). Principales tesis marxistas. Buenos Aires:
Pleamar.
 Billot, Louis (1978). El error del liberalismo. Buenos Aires: Cruz y Fie-
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 Calderón Bouchet, Rubén (1985). Nacionalismo y Revolución. Bue-
nos Aires: Huemul.
 Creuzet, Michael (1980). Libertad, liberalismo y tolerancia. Madrid:
Speiro.
 Díaz Araujo, Enrique (1999). Maritain y la Cristiandad Liberal. Men-
doza: Universidad Nacional de Cuyo.
 Innocenti, Ennio (2006). La conversión religiosa de Benito Mussolini.
Buenos Aires: Santiago Apóstol.
 Meinvielle, Julio (1982). El comunismo en la revolución anticristiana.
Buenos Aires: Cruz y Fierro.
 Montejano, Bernardino (1981). Ideología, Racionalismo y Realidad.
Buenos Aires: Abeledo Perrot.
 Palumbo, Carmelo (1982). “Teología de la Liberación o el Marxismo
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Doctrina Social de la Iglesia. Buenos Aires: Cruz y Fierro, pp. 187 y ss.
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 S. S. Pio XI, encíclicas Mit Brennender Sorge, Non Abbiamo Bisogno
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Buenos Aires: Gladius.
 Sampay, Arturo (1942). La crisis del Estado de Derecho Liberal-
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nocer la vida y la obra de un prestigioso profesor argentino, especia-
lista en Doctrina Social, muerto asesinado víctima de la lucha entre
ideologías extremistas de la década del setenta, recomendamos:
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