Rumores Azules - Becka Sallow
Rumores Azules - Becka Sallow
Rumores Azules - Becka Sallow
Los personajes y eventos que se presentan en este libro son ficticios. Cualquier
similitud con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no algo
intencionado por parte del autor.
ISBN-13: 9781234567890
ISBN-10: 1477123456
Derechos de autor
Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Epílogo
Agradecimientos
Libros de este autor
Capítulo 1
A mucha gente le parece emocionante descubrir nuevos
lugares para expandir sus horizontes, mientras que otras
personas se decantan más bien por una rutina monótona para
no enturbiar su tranquilidad. Si tuviera que decantarme por un
grupo escogería el primero. Tal vez por eso mis padres eran
incapaces de comprender por qué no quería aceptar el nuevo
cambio que habían impuesto para mí.
Solo era un instituto, pero representaba todo lo que yo
repudiaba. Dinero, poder, codearse con la alta élite. Nada de
eso tenía importancia para mí, lo único que yo buscaba era
tranquilidad y sabía que en ese sitio no la iba a tener.
Lakestone, un nombre con doscientos años de historia y un
alto prestigio social. ¿Las asignaturas? Exactamente las
mismas que las de un centro educativo corriente. No era eso lo
que se pagaba en su desorbitada matrícula, sino la posibilidad
de relacionarse con los futuros dueños del país. En otras
palabras, lleno de adolescentes con aires de grandeza que no
sabían lo que es la humildad.
Si había conseguido sortear hasta ese momento los centros
privados se debía única y exclusivamente a pura suerte. Nadie
que me viera me clasificaría también como otra de las
herederas de una gran fortuna, la mayoría de mis antiguos
compañeros de clase ni siquiera sabían mi nombre. Y yo
adoraba eso.
Que mis padres se dejaran convencer de que lo mejor para
mi futuro era empezar a codearme con mis posibles socios era
cuestión de tiempo. Al menos solo tendría que estar un año allí
antes de irme a la universidad.
Me detuve a observarme en el reflejo de la ventana,
tomando unos segundos para serenarme antes de entrar. La
falda burdeos que llevaba no era excesivamente corta y me
gustaba la camisa blanca con el logo de un león bordado en
negro, pero eso no significaba que estuviera dispuesta a llevar
unas medias negras con zapatos de charol a juego o esa
estúpida corbata del mismo estampado que la falda.
Alisé mis hebras color caramelo una vez más dejando que
mis dedos se deslizaran hasta mi cadera para calmarme. No me
permití entrar hasta que vi la determinación brillar en el fondo
esmeralda de mis ojos.
—Tía, tenías que haber ido a Hawaii conmigo. El viaje ha
sido espectacular.
—Mi familia ha insistido en ir a las Maldivas, pero
prometo acompañarte al viaje de invierno.
Las voces de los estudiantes empezaron a ser audibles a
medida que disminuía la distancia con el poderoso edificio
granate que tenía ante mí. Ni siquiera me sorprendí que tuviera
un cupo de trescientas personas aunque parecía tener espacio
suficiente como para albergar a tres mil. Intenté recordar la
manera en la que describieron al Lakestone mis padres
mientras paseaba la mirada por la bandera con el emblema del
instituto que era movida por el viento. Me sonaba que tenía
pistas de bastantes deportes además de un jardín muy bien
cuidado y por supuesto de una cafetería que nada tenía que
envidiarle a los restaurantes corrientes.
Caminé a paso ligero hasta la entrada ignorando los lujosos
vehículos del aparcamiento con la intención de leer las listas
para averiguar en que clase me habían colocado. La única cosa
medianamente decente que podía nombrar era que al ser el
primer día solo teníamos una clase en la que el tutor nos daba
la bienvenida y nos repartía el horario. Paseé la mirada con
inquietud hasta que conseguí localizar mi nombre a principio
de una de las listas.
Brooks, Hailey.
Observé aquel inmaculado trozo de papel con recelo, había
muchos apellidos conocidos rodeando mi nombre. Decidí no
alargar más el momento, por lo que me encaminé hacia el aula
que había conseguido ubicar gracias uno de los mapas que
decoraban el tablero.
Sabía que mi inexistente paciencia no conseguiría frenar
mi carácter a la hora de relacionarme con el resto de alumnos,
y que estos fueran los hijos de personas tan influyentes no
podía traerle otra cosa más que problemas a mis padres. Me
había molestado en advertírselo antes de que me inscribieran
porque no era como si pudiera evitarlo, iba a acabar
ganándome la desamistad de alguien. Siempre lo hacía.
Observé el reloj que había encima de la pizarra al ver que
la clase se encontraba medio vacía. Todavía quedaban quince
minutos, posiblemente por eso solo estuvieran unas siete
personas en clase. No me molesté en saludarles o presentarme
mientras me encaminaba hacia el fondo del aula intentando
que captaran con las tres filas de distancia que no me apetecía
relacionarme con nadie.
Me decanté por uno de los asientos de última fila,
esperando que la distancia entre el resto de la clase y yo les
sirviera de indicativo. Teniendo como objetivo pasar
desapercibida, este se vio totalmente truncado cuando las
pocas personas que se hallaban en la clase decidieron que no
había nada más interesante que observarme.
Podría llegar a entenderlo al ser nueva ya que apostaba mi
cabeza a que la mayoría llevaban juntos desde temprana edad,
lo que no me cuadraba era ese grado de espanto que
presentaban sus miradas.
—¿Se ha vuelto loca?— le murmuró una chica con uñas
kilométricas a la morena que tenía al lado.
—Si intenta llamar su atención no lo va a lograr así. Va a
conseguir que la expulsen.— le respondió esta de vuelta
desviando la mirada cuando vio como elevaba una ceja con
burla en su dirección.
No sabía si era por la acústica de la habitación o porque se
les daba fatal susurrar pero escuchaba cada palabra que salía
por sus bocas. O al menos eso era antes de que estos se
cortaran de golpe. Me dejé arrastrar por la curiosidad
desviando la mirada hacia la puerta sorprendiéndome al
averiguar que el causante era un simple chico.
No entendía como aquel rubio había conseguido detener
los murmullos con su sola presencia porque a simple vista
parecía una persona despreocupada y risueña, nadie a quien
pudieran temerle. Pareció sorprenderse cuando sus ojos azules
me encontraron en la última fila pero no pasaron ni dos
segundos hasta que situó una sonrisa en su rostro, marcándole
un hoyuelo en la mejilla izquierda.
—Hola. —saludó ampliando la sonrisa al llegar a mi mesa.
—Eres nueva, ¿verdad?
—Sí.
—Me lo imaginaba.—continuó sin incomodarse por mi
cortante respuesta— No te preocupes, estas cosas pasan. No
puedes sentarte ahí.
Repasé su rostro con interés intentando averiguar porque
no paraba de escuchar murmullos que alababan mi suerte al
haber sido Tyler el primero en encontrarme. No me costó
mucho deducir que se referían al rubio que mantenía una
sonrisa delante de mí esperando una respuesta, lo que fui
incapaz de encontrar fue la lógica a sus palabras.
—¿Por qué?
—Los sitios están asignados desde antes de empezar, no
podemos cambiarnos.
—Nadie me ha dicho que tengamos que sentarnos por
orden de lista.
—Oh, no, no es eso. —se rio mientras se revolvía el pelo
como si algo de esa situación tuviera alguna gracia— El
instituto no nos obliga a sentarnos así, es algo que tenemos los
estudiantes. Nos sentamos según la importancia de nuestro
apellido. Así nos aseguramos de mantener el orden.
—¿Perdona?
Era la cosa más clasista que había escuchado jamás.
—Las personas con los apellidos menos importantes se
sientan allí —señaló las primeras filas— y los más importantes
en esta fila. No te preocupes, dime tu apellido y te
asignaremos un lugar.
Lo evalué con la mirada intentando averiguar si decía en
serio esa idiotez o se estaba quedando conmigo. No parecía
estar quedándose conmigo a juzgar por las voces que percibía
de fondo pero a mi mente le estaba costando encontrarle el
sentido a sus palabras. Al parecer la gente allí tenía
costumbres más estúpidas de lo que me imaginaba en un
principio. Costumbres que yo no pensaba seguir.
—No me voy a mover por esa gilipollez.
—¿Qué?—pareció entrar en pánico.
—Que si eso es todo lo que tienes que decir ya puedes irte.
Que el ruido desapareciera casi al instante fue pura
casualidad. Que la verdadera razón de eso se estuviera
dirigiendo hacia mí mientras mis ojos no se desviaban del
rubio, una desgracia.
El ego del moreno que se dirigía con seguridad hacia
nosotros podía llenar un edificio entero y aun así le faltaría
espacio. El silencio apenas duró unos segundos, fue guiñarle
uno de sus ojos castaños a una de las chicas que estaban en la
tercera fila para que todas las voces femeninas estallaran al
instante soltando risitas nerviosas.
No me gustaba juzgar a las personas sin conocerlas porque
yo era la primera que sabía que las apariencias engañaban,
pero me fue inevitable no clasificarlo como un mujeriego por
la manera en la que le dirigía un cumplido o una mueca pícara
a cada chica que se cruzaba en su camino. Al llegar a la última
fila le pasó un brazo por el hombro al rubio sin percatarse de
mi presencia.
—¡Tyler! ¿Qué te cuentas, tío?— sus ojos azules me
señalaron con un rápido movimiento— Guau. ¿Y está
preciosidad quien es?
Su amigo supo leer la expresión de mi rostro porque le
impulsó un poco hacia atrás cuando advirtió en mi mirada que
se estaba inclinando demasiado hacia mí. No soportaba que
invadieran mi espacio personal y el aula era lo suficientemente
espaciosa como para se mantuviera a un par de metros de mí.
—No lo sé. Es nueva y dice que no quiere moverse.
—Entiendo.— extendió una amplia sonrisa coqueta
mientras se acercaba a mí una vez más ignorando la
advertencia de su amigo— Me llamo Declan, aunque supongo
que tú eso ya lo sabías. Me pareces una belleza con esos
increíbles ojos verdes, pero hay maneras menos arriesgadas de
llamar mi atención, ¿sabes?
—Ni que fueras la gravedad para que me sintiera atraída
por ti.
—No te hagas la dura, preciosa. No te preocupes que más
tarde saldré contigo pero ahora tienes que mover ese hermoso
trasero de su silla antes de que llegue.
—¿Eres estúpido o no entiendes inglés? Lárgate, no me
interesas.
Me replanteé seriamente dejar caer mi cabeza con fuerza
contra el escritorio, con un poco suerte me desmayaba por el
golpe y evitaba seguir escuchando ese incremento de
murmullos. Alguien más parecía haber llegado.
Podría haber venido el mismísimo presidente de los
Estados Unidos a expulsarme del aula que yo no pensaba
levantarme de aquel sitio. Aunque teniendo en cuenta quienes
eran mis compañeros no me extrañaría que alguno estuviera
emparentado con él.
Deseé fuertemente que los estereotipos se cumplieran
sobre el nuevo chico que se encaminó hacia mi mesa,
necesitaba que aquel pelinegro de gafas negras poseyera algo
más de inteligencia que los dos individuos frente a mí o iba a
acabar quitando.
Afortunadamente este pareció percatarse antes de mi
presencia porque se detuvo delante de mí mientras se ajustaba
la montura de sus gafas por un lateral con su meñique. Elevé la
barbilla desafiante viendo como me inspeccionaba con la
mirada a conciencia.
—Es nueva.—justificó Tyler brevemente.
—¿Le habéis explicado cómo funciona esto?
—Sí, pero no quiere moverse. Yo creo que no hay algo
bien con ella, Owen.—añadió el otro chico. ¿Cómo era?
Declan.— Me ha rechazado. ¡A mí!
—Oye, esto ya está empezando a molestarme. No voy a
moverme de aquí, así que dejad de molestar. ¿Necesitáis un
dibujo para entenderlo?
Intenté que mis ojos les transmitieran toda la hostilidad
que había puesto en mis palabras, no era muy complicado si
teníamos en cuenta que los comentarios de la gente estaban
empezando a exasperarme. Tanto los que estaban allí desde un
principio como los que habían llegado algo más tarde
escuchaban nuestra conversación con interés, lo que no
contribuía de manera positiva a mi paciencia.
Medité la idea de tirarme por la ventana cuando escuché
como un chico decía con asombro que en tan solo el primer
día había conseguido que “tres de ellos” estuvieran pendientes
de mí porque no sabía cuantos idiotas más sería capaz de
soportar. Mis límites parecían a punto de estallar.
—Será mejor que te quites antes de que llegue Blake.
Entre la mirada objetiva del tal Owen, los murmullos
nerviosos de la gente y la constante insistencia de los otros dos
idiotas iba a comenzar a imaginar que ese chico al que temían
era una clase de ogro que se comía a las personas cuando estas
lo disgustaban.
—Por favor, chica. Es por tu bien.
No moví ni un músculo a pesar de la súplica que estaba
implícita en su voz. Aunque por otra parte tampoco creo que
me hubiese dado tiempo porque un arrollador silencio más
intenso incluso que los anteriores cubrió los rincones de la
clase anunciando la llegada de aquel al que todos temían.
—Cruza los dedos, preciosa. Vas a necesitarlo.
Capítulo 2
Ni siquiera había empezado la primera clase pero ya tenía
asumido que mi estancia en el Lakestone iba a ser de todo
menos tranquila. ¿Cuántas eran las personas con las que había
intercambiado más de dos palabras en esos escasos quince
minutos que llevaba allí? Tres. ¿Con cuántas personas había
discutido por molestarme? Tres. Era un perfecto pleno que me
avisaba de cómo sería mi futuro.
—¿Qué está pasando?
La profundidad de una nueva voz me hizo cuestionarme
hasta dónde sería capaz de empujar mis límites. Siempre había
pensado que un solo idiota con algo más de estupidez de lo
normal ya sería capaz de corromper mi paciencia pero me
estaba sorprendiendo a mi misma al ser capaz de permanecer
relativamente tranquila tanto tiempo. No quería averiguarlo,
pero estaba segura de que el fino hilo que contenía mi mal
humor no soportaría un cuarto asalto.
—No tienes que preocuparte por ella, Blake. Enseguida
se…
—Estoy hablando con ella.
Ante su mención no pude hacer otra cosa que enfocar la
mirada en el sujeto que tenía delante para evaluar a mi
próximo oponente.
Esa vez no me costó tanto comprender por qué todos
parecían temerle porque aunque no compartía sus miedos la
glacial mirada de sus ojos azules se hacía respetar. Sus cejas
fruncidas eran un buen complemento para la apariencia que
quería dar, estas poseían una tonalidad ligeramente más oscura
que las hebras castañas que caían despreocupadamente sobre
su frente de manera desordenada.
Pude percatarme de como la forma cuadrada de su
mandíbula se marcó más al tensarse cuando permaneció sin
una respuesta de mi parte unos segundos después. También
consiguió casi hacer desaparecer sus labios con forma de arco
al apretarlos entre sí, podía notar como mi desinterés lo
molestaba. Desvié la mirada hacia la ventana de nuevo sin
sentirme intimidada a pesar de que posiblemente me sacaría
una cabeza y media.
Empecé a ignorar los nuevos murmullos que brotaron
cuando su cuerpo salió de mi visión periférica. A esos
miedicas ni siquiera los estaba mirando pero ya especulaban
temerosos sobre su reacción o apelaban a la suerte para que los
protegiera. Me parecieron ridículos mientras temían a un
adolescente de unos dieciocho que no tenía más poder sobre
ellos que el que le daban.
No me resultó muy complicado averiguar que se había
situado en el asiento de al lado porque la silla provocó un
irritante sonido cuando la arrastró. No quise prestarle atención
para demostrarle que su presencia no me influía en lo más
mínimo pero me fue imposible no hacerlo cuando su pie se
coló entre las patas de mi silla hasta moverla con una patada
girándola en su dirección antes de que pudiera reaccionar.
—Si lo que intentas es desafiarme tengo que advertirte que
estás metiéndote con la persona equivocada.
—¿Por qué todos pensáis que con cada cosa que hago
quiero llamar vuestra atención?
—No veo otra razón por la que querrías llevarme la
contraria.
Elevé las cejas evaluando su respuesta pero cuando me
percaté por la seriedad de su mirada que no podía ser una
broma no me quedó otra que alargar un brazo hasta alcanzar su
pecho para darle unos toquecitos a esa zona de su camisa para
sacudirla. Vaya, a alguien le gusta ejercitarse, pensé notando
la firmeza de su pecho.
—Tenías un poco de ego pegado a la camisa. —respondí
con una sonrisa más falsa que un billete de tres dólares cuando
me miró de manera extraña.
—Tío, vas a tener que cuidarte de esta preciosidad porque
no se corta un pelo.—Declan le dio una palmada en la espalda
al castaño tras silbar.
—Las personas del fondo, siéntesen por favor. La clase va
a comenzar.
Desplacé mi silla noventa grados para que volviera a
apuntar al frente de la clase donde se situaba el profesor cuya
presencia ni siquiera había percibido. Tenía una mirada
excesivamente seria y supe al momento que era uno de esos
maestros que pagaban su odio hacia su trabajo con los
alumnos.
—Los nuevos nos invaden este año.—el murmullo de uno
de los chicos de segunda fila no pasó desapercibido para nadie.
Me sorprendió saber que era su primer año en ese centro
porque aunque su edad rondaba la treintena ya tenía la mirada
de alguien cansado de tratar con adolescentes.
—Soy el profesor Davis y voy a darles historia este año.
Hechas las presentaciones, voy a pasar lista.
—Blake, discutiremos esto más tarde. No es el momento.
—intercedió a mi favor el chico con gafas ante la atenta
mirada del profesor.
Los otros tres integrantes del grupo de estúpidos se
movieron hasta dejarse caer en los asientos de al lado de
Blake. No sabía si sentirme o no victoriosa por mi asalto, tal
vez si me hubiese movido no hubiese tenido que soportarlos
sentados a mi lado.
—Hailey Br…
—Sí. —le corté antes de que pronunciara mi apellido.
Desvié la mirada hacia el castaño cuando la intensidad de
su mirada pareció atravesarme y le devolví el mismo gesto
cargado de hostilidad.
—Esto no se ha acabado aquí.
—¿Eso significa que tendré que volver a escuchar tu
irritante voz otra vez?— mentía como una bellaca porque la
profundidad de su voz parecía sacada de un anuncio.
—Blake Evanson. —el profesor levantó la mirada del
papel hasta encontrarla con el susodicho para comprobar que
estaba y continuó nombrando a gente.
Después de escuchar su apellido comprendía un poco
mejor esos aires de poder que parecían rodearlo y porque
normalmente se situaba en el sitio del que yo me había negado
a moverme. Al apellido Evanson no solo estaba asociado a una
importante compañía de seguridad informática que generaba
millones, sino que además el secretario de defensa de los
Estados Unidos se apellidaba de esa manera. ¿Casualidad?
Pues no, resultaba ser su padre.
Ladeó la cabeza para mirarme mientras elevaba su ceja
izquierda esperando averiguar el impacto que había causado
en mí su procedencia. Puede que mi familia no fuera tan
influyente o adinerada como la suya pero eso no significaba
que mi actitud fuese a cambiar con él.
—Si estás esperando una disculpa o que me intimide eres
más idiota de lo que había supuesto en un principio. —le
respondí situando mi rostro sobre la mano que tenía apoyada
en la mesa sin dignarme a devolverle la mirada.
—Supongo entonces que el apellido Collins te parecerá
menos que nada.
No necesitaba el intento por calmar el ambiente de Tyler
pero eso no me evitó apreciar su gesto mentalmente. Por si
fuera poco gracias a eso el rubio me había dado información
extra sobre uno de mis rivales, en ese caso de él mismo.
Poca era la gente que no conocía su apellido porque
podrías encontrarlo en cualquier parte del mundo colgado en
lujosos edificios. Su familia poseía una extensa cadena
hotelera de la que no se libraba ningún continente.
—No sé quién te crees que eres o que estás intentando,
pero voy a darte un consejo. No te pases de lista conmigo.
—Creo que aún no lo has entendido.—giré esta vez el
rostro en su dirección para que percibiera la seriedad de mi
mirada. —A mí nadie me da órdenes.
Después de eso me limité a cruzarme de brazos mientras
mantenía la mirada al frente fingiendo que estaba atendiendo a
cada una de las explicaciones que nos daba el que iba a ser
nuestro profesor de historia. Sentía los heladores ojos de Blake
quemar mi piel cuando cada poco tiempo se encargaba de
dejarme clara su presencia, lo que no implicó que yo me
inmutara de alguna manera. Durante esos largos sesenta
minutos pude notar las diferentes miradas curiosas del resto de
estudiantes, así como las menos disimuladas de sus amigos.
Cuando mis oídos se vieron bendecidos con el sonido del
timbre salí de aquella habitación con paso firme agradeciendo
que el primer día solo nos obligaran a ir durante una hora. No
sabía como iba a poder soportar esa tensión día tras día.
◆◆◆
◆◆◆
—¡Hailey!
Mi cuerpo se giró solo hacia esa voz que ya me empezaba
a costar menos identificar por esas notas alegres que contenían
sus palabras. Para mi sorpresa Tyler no era el único que
caminaba en mi dirección, aunque Owen no poseía la misma
sonrisa imborrable que el rubio.
—¿Necesitas algo?
—¿Podrías avisar a tu chófer para que espere un
momento? Solo será un minuto.
—No tengo chófer, no necesito uno.—contesté
desinteresadamente reprimiendo las ganas de burlarme de su
comentario.
—Ohh, bueno si tú estás de acuerdo supongo que está
bien.— descolgó uno de los laterales de su mochila para
acceder a ella con facilidad antes de rebuscar durante unos
segundos en su interior.— Aquí tienes.
—¿Qué es esto?
—Es una copa de chocolate.
—Gracias, Owen, —ironicé a pesar de saber que
posiblemente el pelinegro no lo captaría— pero me refería a
porque Tyler me la está dando.
—Tú me diste una a medio día, así que en el intercambio
salí a comprar otra cuando las repusieron.
—Tyler, era solo un favor. Puedes quedártela, no necesito
nada a cambio.—di un paso atrás reusándome a coger el postre
a pesar de su mano extendida con él.
Empecé a replantearme en aceptar su gesto cuando empezó
a escrutarme intensamente con la mirada, yo no era una
persona que se sintiera cohibida al hablar en público o ser el
centro de atención pero por alguna razón me estaba
incomodando esa manera perpleja de contemplarme.
—¿Qué pasa?
—Nada, lo siento.—sacudió la cabeza.—Es solo que no
estoy acostumbrado a que me den algo desinteresadamente.
—Eso es penoso.
—Oye, tampoco tienes que decirlo así.
Mi estómago quiso maldecirlos a todos cuando me percaté
de como Declan se acercaba en nuestra dirección con una clara
intención de unirse a nuestra charla. Joder, me estaba
muriendo de hambre. La clase de educación física me había
matado.
—¿Sobornando a Hailey para que te prefiera a ti? Lo
siento pero solo me ama a mí. ¿Verdad, preciosa?
—Lo siento, ¿tú eras?
Sería imposible no recordar a aquel sujeto lleno de
vanidad, más aún después de la cantidad de veces que había
conseguido empujar mis límites de paciencia hasta casi rozar
la demencia. Jamás se me olvidaría la expresión desencajada
que puso durante los segundos que tardó en percatarse de que
me estaba quedando con él. Solté una pequeña risa que me
apresuré a tapar con mi mano cuando casi al momento el alivio
se hizo paso por su rostro.
—Nunca pensé que una clase que historia pudiera
revelarme tanto.
Blake hizo presencia en nuestro pequeño círculo sonando
realmente sorprendido. Por alguna razón sus ojos parecían
desprender fuego, acompañando así a la tensión que se podía
percibir en su mandíbula. Me planteé que hubiese tenido algún
problema con algún profesor o alumno molesto (porque de eso
había a patadas en el Lakestone) hasta que su expresión se
convirtió en piedra cuando se percató de que yo estaba
presente.
—¿Cómo te atreves a estar aquí después de lo que has
hecho?
¿Eh?
Capítulo 5
Desde que asistí a mi primer día en la guardería no
recuerdo haber tenido eso a lo que llaman amigo, esa persona
a la que puedes recurrir en caso de problemas, si te sientes
bajo de ánimos o simplemente por el placer de pasar un rato
juntos. Tampoco había experimentado la complicidad entre
compañeros de clase. Lo de compartir risas y anécdotas para
distraerse de la tortura que suponen las clases a pesar de no
verse nunca fuera de estas nunca me había llamado la
atención. Me gustaba guiarme más por la lógica, no necesitaba
nada de eso. Y entonces, ¿por qué sentía últimamente que mis
días se tornaban cada vez más aburridos?
Apenas habían pasado un par de días desde la última
conversación que tuve con esos cuatro idiotas, lo que no
quitaba que sintiera que me faltaba algo. Puede que meterme
constantemente con su inteligencia y mantener batallas
verbales me gustara más de lo que imaginaba. A pesar de eso
tendría que acostumbrarme de nuevo a mi antigua forma de no
involucrarme con el resto de personas ya que parecían haber
pactado una promesa silenciosa en la que me evitaban a toda
costa.
—Oye, estúpida.
Podía vivir con ello, tampoco era cuestión que me robara
el sueño por las noches. Puede que mi orgullo estuviera un
poco lastimado por su repentino distanciamiento, pero a eso se
limitaba todo. Lo superaría.
—¡Oye, tú! ¡La morena! ¡Te estoy hablando a ti!
Había cientos de estudiantes con el cabello marrón por
esos pasillos por lo que no me hubiese dado por aludida si un
grupo de animadoras no me hubiese rodeado a continuación.
Parecía ser que eso de perseguirme con reproches estaba
empezando a convertirse en una tediosa costumbre. Me detuve
para escucharlas, aunque no borré la expresión de hastío que
me provocaron para que se dieran por aludidas.
—¿Qué demonios queréis?
—¿Cómo te atreves a decir eso de Owy?
—¡No lo vamos a pasar por alto!—la siguió otra de ellas.
La gente solía olvidar con más frecuencia de la que me
gustaría que no podía leer mentes.
—Ni siquiera sé de quién estáis hablando.
—¡De Owy! Owy Ward. No te hagas la tonta que te hemos
visto con él estos días.
Algo en mi cerebro pareció ordenarse y llegué a la
conclusión que no era un nombre real sino un diminutivo de
Owen. Puede que estuviera en mi misma clase pero nunca
había llegado a escuchar su apellido y saber cuál era me ayudó
a entender algunas cosas. Sus padres tenían una importante
empresa de electrónica llamada E-Ward. Estaba segura de que
el noventa por ciento de los estudiantes tenía un teléfono de
esa lujosa marca, al fin y al cabo su motivación era presumir
de sus posesiones más caras y no se podía decir que aquellos
móviles fueran precisamente baratos.
—¿Qué pasa con él?
—¡Has dicho cosas horribles de él!
—¿Yo?— elevé las cejas.
—No te hagas la tonta, todo el mundo sabe que los
rumores vienen de ti.
—¿Y qué es lo que supuestamente estoy diciendo de él?
—Que está aprovechando su cargo en el instituto para
robarnos.
—¿Cómo demonios iba un alumno a poder hacer eso?
—El pobre tendrá suerte de que no lo expulsen del consejo
de estudiantes.—empezó una morena a hablar ignorando mis
palabras.— Se supone que sus miembros no pueden ser
revelados.
A decir verdad poco me importó que empezaran a prestarle
más atención a sus quejas que a mí porque eso me concedió la
oportunidad de escabullirme sin que se dieran cuenta.
No estaba segura de haberlas entendido con precisión
porque hablaban a una velocidad difícil de seguir, pero si no
me equivocaba se refería a la nueva historia que parece
circular por todo el Lakestone. Hasta ese momento no sabía
que el pelinegro era el protagonista. Por lo visto el centro tenía
un consejo de estudiantes cuyos miembros no podían ser
revelados para evitar amenazas por parte de los miembros o un
trato preferente.
Apenas había conseguido recabar algo de información por
sus palabras, pero parecía ser que las palabras de Blake no
habían sido fruto de un arrebato de locura. No me importaban
ellos en absoluto, tampoco los necesitaba para amenizar mis
días. Y entonces, ¿qué era esa necesidad de sacarlos de su
error respecto a mí?
Abrí sin medir mis fuerzas la puerta del comedor
importándome más bien poco la atención que podría acarrear
el portazo que sonó. No me costó localizarlos porque como ya
sabía siempre se sentaban en la misma mesa. Ellos parecían
ser los únicos que aún no se habían percatado de mi presencia,
por lo que me encaminé con firmeza hasta disminuir el espacio
entre nosotros.
—Yo no he sido.— solté clavando la mirada en el castaño
tras llamar su atención con un golpe en la mesa.
—¿Qué haces aquí?
—Me importa una mierda lo que hayáis oído, yo no he
expandido ese rumor.
—¿Y se supone que deberíamos creerte solo porque tú nos
lo digas?
Tyler mantenía la mirada fija en su plato y a juzgar por
como parecía contraer el rostro no estaba muy conforme con la
situación, mientras que Declan mantenía la cabeza ladeada
escuchando atentamente mis palabras sin llegar a juzgarme.
Solo por eso me prometí no meterme tanto con él en el caso de
que aclarásemos las cosas. Por otra parte Owen, que era el más
afectado, se limitaba a analizarme con la mirada midiendo la
veracidad de mis palabras.
—Espabila, Evanson. No llevo aquí ni una semana, ¿y
esperas que averigüe que Owen lleva las cuentas del
Lakestone cuando nadie sabía siquiera que estaba en el
consejo de estudiantes?
—Desde que llegaste no has parado de intentar jodernos.
No te sé hasta donde serías capaz de llegar.
—¡Si quisiera joder a alguien habría averiguado algo de ti!
Tyler y Owen me caen bien.— entendí perfectamente a Declan
por su expresión sin que tuviera que decir nada.— No me
molesta tu presencia, confórmate con eso.
—Podrías haberlo hecho para dañarme a través de mis
amigos.—siguió en sus trece.
—No soy esa clase de persona.
La tensión reinó en el ambiente durante unos cuantos
segundos que se me hicieron interminables. Que tuviéramos
que mantener la voz sin elevar porque el resto de alumnos
habían disminuido su tono de voz para escuchar nuestra
conversación tampoco era que ayudara precisamente.
Ni siquiera teniendo sus gemas azules delante mía pude
hacerme a la idea de lo que le estaría pasando por la cabeza.
Su expresión se había mantenido impasible desde el principio
de la conversación y quise provocarlo con alguna idiotez
porque el hermetismo que mostraba estaba empezando a
molestarme.
Un movimiento a mi derecha me obligó a retirar la mirada
de Blake. Mentiría si dijera que no me sorprendió ver a Declan
levantándose con una de esas sonrisas confiadas que tanto lo
caracterizaban. Por una vez no me quejé cuando su brazo
izquierdo rodeó mis hombros, me mantuve a la espera de su
próximo movimiento sin fiarme demasiado de sus acciones.
—La creo.
La expresión del castaño cambió ligeramente cuando elevó
una ceja en su dirección. Aun así supe sin saber interpretar ese
gesto ni siquiera de manera general.
—Hailey tiene razón, es todo demasiado enrevesado.
Además, en el poco tiempo que la conozco me he dado cuenta
de que es una persona sincera. Estoy seguro de que si hubiese
sido hecha hubiese venido a regodearse.
—¿Eso significa que por fin vas a creerme cuando te diga
que no me gustas?—bromeé intentando disipar la tensión.
Me premié mentalmente cuando conseguí aligerar la
atmósfera con una pequeña sonrisa de Tyler. Si él volvía a
estar como siempre habría conseguido volver a la normalidad.
—Jamás. ¡Es imposible que yo no le guste a alguien!
—¿Qué dices tú? El rumor es sobre ti.—Blake permaneció
serio mirando a Owen.
—No tengo datos suficientes como para saber si es
inocente o no. En cualquier caso hay que tener a los amigos
cerca y a los enemigos más cerca aún.
—¿Eso significa que podemos volver a hablar con ella?—
la voz de Tyler sonaba esperanzada.
—Sí, me gustaría tenerla cerca hasta decidir en cuál de los
dos bandos está.
Podría haberme ofendido por sus palabras pero
comprendía la naturaleza analista de Owen y si lo que
necesitaba para darse cuenta de que yo era inocente, borrando
así la disconformidad del rostro de Blake, era analizarme
entonces yo me prestaría gustosa a eso.
—Siéntate con nosotros, aún queda un rato antes de que
suene el timbre.
Declan me cedió el asiento a su lado a pesar de que ya no
poseía almuerzo. Mantuve la mirada elevada incluso habiendo
un ambiente enrarecido causado por Blake, que era el único
que continuaba disconforme con mi presencia en esa mesa. No
me ofendí porque empezaba a pensar que este era incluso más
reacio a introducir nuevas personas en su círculo que yo. No es
que los estuviese incluyendo en mi lista de personas cercanas,
simplemente había decidido compartir algo de mi tiempo con
ellos.
Elevé ambas cejas cuando lo pillé analizándome por
segunda vez sin reparo alguno. Negó entonces sin muy buen
gesto mientras sacaba unos auriculares de su mochila. Los
conectó a un pequeño MP3 muy discreto y empezó a trastear
en el aparto. Sabía que si te veían con un teléfono te lo
quitaban por una semana por lo que ese pequeño reproductor
debía estar permitido.
—¿Nos has echado de menos estos días, preciosa?
—Ya quisieras.
—No pienso negar lo evidente.
—Yo si te he extrañado.—ladeé la cabeza en su dirección
viéndolo mirar al suelo.— Es divertido estar contigo.
—Creo que eres la primera persona que me dice eso.
—¿Por qué será?—replicó Declan
Le solté un codazo juguetón ante la ironía de sus palabras
antes de dirigirle una pequeña sonrisa al rubio aceptando su
comentario. Unas breves notas musicales me llamaron
entonces la atención, casi me giré temerosa en su dirección.
Mierda. Aquel tono ronco que producía su garganta
cuando tarareaba era demasiado adictivo. ¿Cómo era posible
que su voz sonara así? Y por si fuera poco estaba entonando a
la perfección mi canción favorita.
—No pensé que después de todo podrías tener buen gusto
musical.—solté deseando que se detuviera.
—¿Conoces a la banda?—casi parecía sorprendido.
—No son muy reconocidos, pero me gustan sus canciones.
—Dime una.—entrecerró los ojos en mi dirección reacio a
confiar en mi palabra.
—Esa que estás escuchando se llama Falling y es de la
banda Black Moon.
—Realmente los conoces.
—Son realmente buenos, llegarán lejos en unos años.
—Si te gustan deberías venir con nosotros al Saturn.
Vamos a ir en unos días a verlos tocar en ese bar.
No parecía la única sorprendida con su amable
ofrecimiento porque inmediatamente el resto de chicos
enmudecieron antes de clavar asombrados la mirada en él.
—¿Qué pasa?
Como este tampoco era estúpido se dio cuenta de las
expresiones de sus amigos poniéndose a la defensiva.
—Me parece una buena idea.
No sabía en que demonios estaba pensando charlando con
él como dos viejos amigos ni mucho menos porque
correspondí su sonrisa gratamente, solo sabía que esa
complicidad no podía ser normal.
Capítulo 6
En contadas ocasiones dudaba de mi potencial intelectual.
Puede que la perspicacia no estuviera entre mis virtudes
después de todo, solo eso podría explicar que me estuviera
encaminando un sábado hacia ese bar del que me había
hablado Blake. Parecía que no me bastaba con estar con ellos
en el Lakestone, sino que también tenía que juntarme con ellos
fuera de este.
La oferta de buena música era lo suficientemente tentadora
como para que no dudara al cruzar la puerta. Un color apagado
en las paredes junto a detalles claros en puertas y ventanas me
dieron una cálida bienvenida. Se podían apreciar algunos
posters decorando las paredes, al fondo del establecimiento
también se podían ver un billar y un viejo futbolín.
Tengo que pedirle el número a uno de esos cuatro, razoné
al percatarme de que no tenía ninguna manera de hacerles
saber que ya había llegado. Decidí sentarme en uno de los
taburetes altos que había frente a la barra para esperarlos con
una bebida.
—Hola, bonita. ¿Qué te pongo?
No tardó en aparecer un barman vestido de negro con una
resplandeciente sonrisa. Dejó sobre la barra el vaso que estaba
secando antes de atenderme mientras escaneaba de manera
rápida mi figura.
—Una Coca-Cola.
—¿No prefieres un ron-cola? ¿Una cerveza, tal vez?
—Tengo dieciocho, no veintiuno.—expliqué cortante
esperando que eso frenara su coqueto tono de voz mientras
este servía la bebida.
—Eso explica lo bella que estás.—se inclinó sobre la
barra.— Mi turno acaba en media hora.
Ni siquiera parpadeé cuando un billete de diez aterrizó
bajo la fuerza de una mano chocando con brusquedad contra la
barra.
—Que sean dos.
Blake parecía mantener el mismo carácter molesto de
siempre y por lo visto en ese momento le había tocado
soportarlo al barman que recibía todo el odio de su mirada. El
castaño apoyó su otra mano sobre mi hombro sin apartar la
mirada del susodicho. Saludé con un asentimiento de cabeza al
resto de grupo viendo como se sentaban en una mesa redonda
que no estaba muy lejos del escenario.
—Quédate el cambio.
Cuando noté a través de su mano como empezaba a
ponerse tenso ante la burla que contenía la mirada del barman
decidí agarrar mi bebida y levantarme del taburete. No quería
tener alguna movida y que nos echaran sin poder ver a la
banda tocar solo porque el camarero no era capaz de pensar
con otra cosa que no fuera su calentura.
—Hola, chicos.
—Sentimos la espera, Declan estaba eligiendo su camisa.
—¡Owen, tío! ¡No le digas eso!
—¿Por qué? Si es la verdad.
—No os preocupéis, acabo de llegar.—me llevé la botella a
los labios antes de dirigirme a Declan.— Eres demasiado
vanidoso.
Este sonrió cuadrando los hombros como si hubiese
recibido el mejor de los cumplidos antes de darle un par de
codazos a Tyler de manera burlona.
—¿Ves, tío? Al final ha caído por mí. Piensa que soy
atractivo.
—Ahora lo entiendo.—intervine cuando vi Owen fruncía
el ceño dispuesto a corregirlo— Has conseguido llegar a este
curso mediante sobornos, ¿verdad?
—¿Ah?
—Vanidoso, dícese de la persona que tiene en un alto
concepto sus propios méritos y un afán excesivo de ser
admirado y considerado por ellos.
—Significa que eres un creído.—le tradujo el rubio cuando
vio su cara de desconcierto.
—¿Yo? ¡Oye, pero bueno! ¿Por qué piensas eso?
Las risas inundaron el lugar casi haciéndome admitir
mentalmente que aquello era mejor que estar en casa leyendo.
A pesar de eso Blake no parecía muy concentrado en nuestra
conversación, se dedicaba a dirigirle miradas de hastío a todo
aquel que se cruzaba en su mirada. Algo tiró de mí
provocándome una fuerte necesidad de sacarlo de ese estado
de indiferencia habitual.
—No te mataría sonreír de vez en cuando, ¿sabes?
—Habló la reina de la alegría.— replicó sin dirigirme la
mirada.
—Creo que nunca te hemos escuchado reír.—intervino
Declan apoyando su rostro en la mano— Me refiero a risas no
irónicas o maliciosas.
—Eso es verdad.
—Hemos tenido suerte.
No supe si tomarme las palabras del moreno como un
simple comentario o como un insulto, a pesar de eso admito
que me puse a la defensiva cuadrando los hombros y
endureciendo la mirada. Este se mantenía impasible mirando
hacia la barra con mala cara, lo que consiguió enfurecerme al
meterse conmigo de manera tan natural y desinteresada.
—Mira, estúpido, si tienes alguna clase de problema…
—Tienes una sonrisa muy bonita.—me cortó dignándose a
mirarme.— Declan prácticamente babea cada vez que la ve. Si
te ríes posiblemente le causarás un infarto.
Controlé el impulso de apartarle la mirada que me invadió
junto a la intensa vergüenza que me habían causado sus
palabras. Esas motas oscuras de sus ojos parecían bailar dentro
de aquellas gemas azules causándome una rara sensación
parecida a la gratitud. Blake no siempre era tan idiota como lo
parecía.
—¿De verdad he estado babeando?— le cuestionó entre
susurros a Owen de manera preocupada.
—No. Probablemente ella te hubiese golpeado si lo
hubieses hecho.
Ni siquiera le presté atención a sus palabras porque la
banda acababa de entrar al escenario acompañada de aplausos
y silbidos por parte del público. Suponía que la mayoría de
personas que estaban en el establecimiento habían acudido por
la buena música tal y como nosotros.
La intensidad de las luces menguó cuando los primeros
acordes empezaron a sonar dando así inicio a una tarde de una
música increíble y alguna que otra broma entre canción y
canción. Sorprendentemente me encontraba cómoda en esa
estancia, casi sentí que las horas corrieran tan deprisa pues
para mí eran insuficientes.
Tras la última canción todos nos pusimos de pie estallando
en una avalancha de aplausos dando así por finalizado la
especie de concierto privado que habían hecho para nosotros.
Nos acercamos todos entonces a la barra para pagar nuestras
consumiciones y para el alivio de mi paciencia el camarero
molesto había desaparecido horas atrás al finalizar su turno.
—Voy al baño, ahora vuelvo. Al no ser que quieras
acompañarme, preciosa.—sugirió poniendo una mueca
seductora.
—Te esperamos fuera mejor.
Caminando hacia la puerta notando como la luz del sol
había disminuido dejando una acera iluminada únicamente por
la luz de las pocas farolas que había. Ni siquiera era la hora de
cenar todavía, pero en otoño los días empezaban a acortarse de
manera considerable.
—¿Dónde te espera tu chófer?
—No tengo chófer.—expliqué recordando que el castaño
no estaba cuando lo comenté la primera vez.
—¿Dónde aparcaste el coche entonces?
—No tengo carnet de conducir, he venido andando.
A pesar de que su expresión no varió ni un milímetro, no
me costó ver la sorpresa inundando sus ojos. Entendía que no
era muy común que alguien no dispusiera de un coche propio
teniendo en cuenta el instituto en el que estudiábamos.
—Vendrán tus hermanos a buscarte al menos.
—No tengo hermanos, soy hija única.
Hizo un sonido extraño aceptando mis palabras con un
asentimiento de cabeza. Se notaba el descenso de temperatura
debido a la ausencia de luz, pero el escalofrío que me recorrió
se sintió más como parte de la forma en la que me estaba
mirando que por el frío en sí.
Tuve que detenerme para no dejarlo atrás cuando se paró
abruptamente empezando a palpar los bolsillos de sus
vaqueros insistentemente. Esperé a que explicara a que se
debía la mueca de disconformidad que acababa de poner
intentando no parecer muy curiosa.
—Me he olvidado la cartera dentro, ahora vuelvo.
—Está bien.
Caminé unos metros para reunirme con Tyler y Owen que
parecían enfrascados en una conversación surrealista en la que
el rubio insistía por alguna razón en que la gallina nació antes
que el huevo mientras el otro le explicaba de manera cansina
que esa pregunta estaba fuera de lugar porque se trataba de un
proceso evolutivo.
—¿Y Blake?—curioseó Tyler al no verlo a mi lado.
—Se dejó la cartera dentro.
Este hizo un gesto conforme con mi respuesta antes de
girarse de nuevo hacia su amigo dispuesto a rebatir su teoría
con argumentos que dejaban bastante que desear. Resistí el
impulso de llevarme las manos a los brazos para darles calor
moviendo con el pie una piedra que se encontraba sobre la
acera. A penas tendría que caminar quince o veinte minutos
hasta llegar a mi casa pero sabía que el viaje no iba a ser
precisamente agradable si los grados continuaban
descendiendo.
Para mi fortuna Blake y Declan no tardaron mucho más en
aparecer por la puerta pues en tan solo unos minutos ya nos
habíamos reunido todos. Muy bien Hailey, despídete de ellos y
camina rápido a casa antes de morirte de frío. En momentos
como esos mi independencia cambiaba de una decisión de la
que estaba orgullosa a algo que debería regular para ciertas
ocasiones.
—¿La encontraste?
—¿Cómo?
—La cartera.
—Ah, sí. Estaba en la mesa.
Decidí pasar por alto la manera en la que Declan elevó las
cejas disconforme con sus palabras a pesar de que sus bolsillos
seguían igual de llenos que cuando volvió a entrar en el bar.
—Preciosa, te llevo a casa.
—No hace falta gracias.
—Insisto. Llegarás más rápido si te llevo en coche.
Además, me pilla de camino.
—¿De verdad? Que curioso porque no recuerdo haberte
dicho donde vivo.—respondí burlonamente situando una mano
en mi cadera.
—Está bien.—elevó los brazos a modo de rendición— Me
has pillado. Pero nos quedaríamos más tranquilos si me
dejaras llevarte a casa.
Sopesé las posibilidades durante unos segundos. Por una
parte si iba andando me moriría de frío pero no tendría que
aguantar un viaje con Declan lleno de comentarios burlones y
este sabría donde vivía, cosa que no me daba mucha
tranquilidad tratándose de él. Por la otra, el trayecto apenas
duraría cinco minutos y esperaba que no fuera tiempo
suficiente como para provocarme ganas de arrojarme en
marcha.
—Está bien.
—Perfecto. Nos vemos mañana, tíos.—se despidió
elevando el mentón en su dirección.
—Adiós, chicos.
—Si se pone muy pesado espera a que pare el coche para
golpearlo.—aconsejó el rubio sacudiendo la mano en
despedida.
—Conduce con cuidado.
Su voz estaba cubierta con algo parecido a la advertencia y
tras una mirada en su dirección que no pude entender Blake
empezó a caminar en dirección contraria sin despedirse
siquiera. Nosotros dos decidimos imitar su acción y nos
encaminamos también hacia su coche el cual no debía de estar
muy lejos por lo que había comentado minutos antes Declan.
—Bienvenida a tu carruaje, preciosa.
Podría haberme sorprendido por el lujoso deportivo negro
que tenía si su familia no fuera jodidamente rica. No recordaba
el modelo exacto pero sí me sonaba haberlo visto en alguna
parte como anuncio del vehículo más novedoso. Las puertas se
abrieron solas tras pulsar un botón y entré en el coche
observando detenidamente la tapicería y los detalles más
mínimos intentando comprender por qué costaba más que una
casa con jardín.
—¿Qué te parece mi bebé?
—Te pega mucho.
—Sí, la verdad es que es un coche genial.
—Yo no he dicho eso.
Me abroché el cinturón firmemente bastante segura de que
no iba a respetar los límites de velocidad mientras lo veía de
reojo mirarme curioso sin entender mis palabras. Me negué a
explicárselo por lo que le señalé en que calle podía dejarme.
Los primeros minutos nos limitamos a permanecer en una
especie de mutismo, él tarareando una de las canciones que
sonaban por la radio mientras acompañaba los acordes con
golpecitos al volante y yo disfrutando de las rápidas vistas que
me ofrecía la ventana mientras me cuestionaba porque motivo
había estado sintiendo todo el tiempo que pasar tiempo con
ellos era algo tan natural como parpadear.
—Me ha quedado claro que tienes un deportivo, no hace
falta que corras tanto.— le amonesté viendo como íbamos
dejando los edificios atrás cada vez con más velocidad.
—Es uno de los más rápidos del mercado.
—Y uno de los más caros también. ¿A quién se lo robaste?
—Soy Declan Brown, puedo permitirme un coche así.
Descubrir su apellido arrojó algo más de luz sobre la
perspectiva que me estaba formando de él y es que a pesar de
no ser un secreto hasta ese día nunca me había molestado en
preguntárselo. Por supuesto que podían permitirse ese
deportivo y diez más si les daba la gana. Al fin y al cabo su
familia era dueña de la cadena televisiva más importante del
país. A decir verdad, mi favorita también. Sus series tenían los
mejores guionistas y las tramas no solo eran novedosas sino
que también intrigantes. Sus películas tampoco estaban mal,
pero sin duda prefería sus rodajes en las series.
—Ya, vete con esa película a otra persona. ¿Por qué te lo
compraron realmente?
—Fue un regalo de un productor.—admitió esbozando una
pequeña sonrisa— En realidad es de mi padre pero tiene tantos
que ni siquiera nota cuando lo uso yo.
—Eso tiene más sentido.
—Se te da bien leer a las personas, ¿sabes? Soy amigo de
Blake, Tyler y Owen desde que tengo ocho años y ninguno se
ha dado cuenta.
—No me compares con ellos, por favor.—le dije medio en
serio medio en broma— Lleváis siendo amigos más de lo que
me esperaba.
—Nuestros padres se movían por el mismo entorno, como
coincidíamos mucho no tardamos en juntarnos. Aunque tengo
que admitir que todos hemos cambiado mucho desde entonces.
Owen no era una enciclopedia andante, Tyler era bastante
tímido y Blake era la persona más risueña que podrías
encontrar.
—Me estás metiendo una trola.
—¡Te lo prometo!
—Podría habérmelo creído con Tyler y si me presionas un
poco incluso con Owen. ¿Pero Blake sin su cara de chupar
limones? Lo siento pero por muy pequeño que fuera no puedo
creerme eso.
Entendía que las personas variaban su comportamiento en
base a las experiencias vividas pero aunque solo llevaba unas
semanas conociendo al castaño mi cerebro era incapaz de
formar una imagen suya sonriendo genuinamente a cualquiera
que pasara por su lado. Siempre que pensaba en él no podía
evitar visualizarlo como alguien distante al que no podías
hablarle si querías conservar tu salud mental. A pesar de eso
en ciertas ocasiones se podía ver algo distinto, un brillo
desafiante que cambiaba su expresión de desinterés que
únicamente salía a la luz cuando nos enfrentábamos.
—Tener dinero no significa tener una vida fácil.
Comprendía lo que decía porque yo misma podía afirmar
que era cierto, pero no entendía por qué lo mencionaba o cuál
era su relación con la conversación anterior. De cualquier
manera a Declan parecieron esfumarse las ganas de charlar
porque se mantuvo en silencio durante los próximos minutos
sin molestarse siquiera en continuar tarareando las canciones
que reproducía la radio.
Cuando vislumbré unos arbustos elevándose sobre aquel
familiar muro blanco le indiqué donde podía dejarme. Declan
tenía bastante más dinero que mi familia y por eso ni se
inmutó ante aquella pequeña mansión que hubiese hecho
quedar sin aire a cualquier persona corriente. No me ofendí ni
me sentí inferior por ese hecho, yo incluso llegaba a pensar de
vez en cuando que sobraba alguna que otra habitación en mi
casa.
—Nos vemos mañana.
—Adiós, preciosa.
Salí del deportivo teniendo cuidado a la hora de cerrar la
puerta antes de encaminarme hacia mi casa mientras me
planteaba proponerles algún plan parecido otro día. Por mucho
que me pesara me había divertido.
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FIN
…¿O no?
Agradecimientos
Por eso mismo esta parte es para ti. Para todas aquellos
lectores incansables que han llegado hasta ese punto. Porque
esos significa que mis palabras han sido capaces de cautivarte
lo suficiente como para que llegaras hasta el final.