Lectura de Fuentes
Lectura de Fuentes
Lectura de Fuentes
Leen y subrayan las ideas principales sobre los motivos de la crisis de misiles en cuba
En enero de 1961, en el periodo final del mandato, su administración rompió formalmente las relaciones
diplomáticas con Cuba como represalia por la nacionalización por parte del régimen de Castro de las empresas
norteamericanañ´+999950’s y por haber establecido vínculos estrechos con la Unión Soviética.
La crisis de octubre, o crisis de los misiles, como se conoce más comúnmente, fue el enfrentamiento más
peligroso entre Estados Unidos y la Unión Soviética de toda la guerra fría, un enfrentamiento en el que las dos
superpotencias y el mundo estuvieran más cerca de una devastación provocada por una guerra nuclear.
Comenzó el 14 de octubre de 1962, cuando un avión espía de reconocimiento, U – 2, fotografió unas
plataformas de lanzamiento de misiles de alcance intermedio que se estaban construyendo en Cuba… las
fotografías ofrecían una imagen alarmante: cuba había recibido ya de la Unión Soviética entre 16 y 32 misiles,
tanto misiles balísticos de alcance intermedio (IRBM) con un alcance de 3,700 KM, como misiles balísticos de
alcance medio (MRBM), con un alcance de 1.650 Km. La CIA calculaba que los misiles serían probablemente
operativos en una semana y que, una vez provistas de cabezas nucleares, podrían causar al menos 80
millones de víctimas si se lanzaban sobre las principales ciudades de Estados Unidos.
La invasión fue, efectivamente, una de las opciones que manejó el Comité ejecutivo de Kennedy durante los
primeros días de la crisis… El presidente eligió una vía más prudente y considerablemente menos arriesgada:
Llevar a cabo un bloqueo naval de la isla. 0 “cerco de cuarentena”, para impedir la llegada de nuevos navíos…
… En una carta dirigida a Kennedy el 26 de octubre, Kruschev adoptó un tono conciliador… daba a entender
también que estaría dispuesto a retirar los misiles a cambio de la promesa de Estados Unidos de no invadir la
isla…
El 28 de octubre, precisamente en el momento en que la situación parecía estallar, los negociadores soviéticos
y norteamericanos llegaron a un acuerdo provisional, en el cual el hermano del presidente, el fiscal general
Robert F. Kennedy, desempeñó un papel decisivo Estados Unidos ofreció un compromiso, basado en la
primera carta de Kruschev, que Moscú consideró aceptable. Los soviéticos accedieron a retirar los misiles de
Cuba mientras los norteamericanos, por su parte, se comprometieron a no invadir la isla.
En junio de 1963 se instaló una “línea caliente” - “el teléfono rojo” entre el kremlin y la casa Blanca para facilitar
una comunicación directa en momentos de crisis. En agosto de ese mismo año, firmaron un tratado que
prohibía las pruebas nucleares, exceptuando las subterráneas. Dos meses después aprobaron una resolución
de Naciones Unidas que prohíben enviar armas nucleares al espacio. Incluso la retórica de ambos se enfrió un
poco.
La crisis de los misiles tuvo también consecuencias con respecto a la OTAN. Algunos de los países que
integraban esta organización, especialmente Francia y Alemania Occidental, dedujeron de ese episodio la
inquietante lección de que Washington, ante cualquier confrontación con la Unión Soviética, actuaría siempre
de acuerdo con sus propios intereses, aunque fueran las vidas de los europeos las que estarían en juego.
Fuente: Mcmahon, R. (2003). La guerra fría una breve introducción. Madrid: Alianza editorial.
FUENTE E: Extracto del libro “La Guerra Fría: Una breve introducción” (2009), del historiador
estadounidense de las relaciones exteriores de los Estados Unidos y destacado estudioso de la Guerra
Fría Robert J. McMahon.
Desde el comienzo, el gobierno de Eisenhower miró con recelo al joven radical barbudo y resistió con fuerza el
ataque de la revolución a los intereses norteamericanos. En parte para responder a la hostilidad de Estados
Unidos y en parte debido a sus afinidades ideológicas, Castro se volvió en busca de apoyo hacia la Unión
Soviética y recibió con los brazos abiertos la ayuda económica y diplomática que ésta le proporcionó.
Kruschev, por su parte, aprovechó lo que parecía una oportunidad de oro para desafiar a su principal rival en
su propio patio trasero. En el verano de 1960, tras el establecimiento de unas estrechas relaciones
comerciales y diplomáticas entre la Habana y Moscú, la Administración Eisenhower suspendió el acceso
preferencial del azúcar cubano a los mercados de Estados Unidos y urdió por medio de la CIA diversos
complots para asesinar a Castro. El presidente aprobó también que se armará y entrenará a un grupo de
exiliados cubanos para su posible utilización en una futura invasión de Cuba. Durante la campaña presidencial
de 1960, Kennedy insistió repetidamente en el problema de Cuba. Calificó a Castro de «fuente de máximo
peligro» y censuró a Eisenhower y al vicepresidente Richard Nixon, este último su principal oponente, por
permitir que un «satélite comunista» surgiera «en el umbral de nuestra propia casa». Tras la victoria de
Kennedy en las elecciones de noviembre, Eisenhower animó al nuevo presidente a ampliar el programa de
admisión de exiliados. En enero de 1961, en el período final de su mandato, su Administración rompió
formalmente las relaciones diplomáticas con Cuba como represalia por la nacionalización por parte del régimen
de Castro de las empresas norteamericanas y por haber establecido vínculos estrechos con la Unión
Soviética. (p. 145)
FUENTE F: Extracto del libro. La crisis de los misiles en Cuba. Powaski, R. (2000). La guerra fría
entre Estados Unidos y la Unión Soviética, 1917 - 1991. Editorial crítica.
En parte para compensar la superioridad nuclear de Estados Unidos, pero principalmente para impedir otra
invasión de Cuba respaldada por los norteamericanos, a comienzos de 1962 Jruschov decidió desplegar en
dicha isla treinta y seis misiles balísticos de alcance medio (1.000 millas náuticas) y veinticuatro misiles
balísticos de alcance intermedio (2.200 millas náuticas). Dado que Estados Unidos había desplegado misiles
balísticos de alcance intermedio Júpiter (IRBM) en Turquía, vecina de la Unión Soviética, aparentemente con
fines defensivos, el líder soviético no tuvo ningún reparo en tratar de hacer lo mismo en Cuba.
Asimismo, el despliegue de misiles soviéticos en Cuba compensaría la creciente amenaza que la rápida
expansión del arsenal nuclear norteamericano por parte de Kennedy y la estrategia de contrafuerza de
McNamara representaban para el territorio soviético. No cabe duda de que la sensación de vulnerabilidad de la
Unión Soviética se agravó cuando Roswell Gilpatric, subsecretario de Defensa, anunció (en octubre de 1961)
que Estados Unidos sabía que el arsenal de misiles balísticos intercontinentales soviéticos era mucho menor
de lo que se había previsto.
Kennedy, sin embargo, se negó a permitir que Jruschov rectifica un equilibrio estratégico que era claramente
favorable a Estados Unidos. ¿Después de que el 14 de octubre un avión de reconocimiento U-2 divisara por
primera vez los misiles soviéticos en Cuba, el presidente decidió obliga? A Jruschov a quitarlos de allí.
… Kennedy se negó a aprobar el método opuesto: la acción militar directa contra las bases de misiles
soviéticas en Cuba. Kennedy hizo caso omiso de las objeciones de los jefes del estado mayor conjunto, que
querían destruir los misiles soviéticos por medio de ataques aéreos, y se decidió por una «cuarentena» naval o
bloqueo de Cuba, tras lo cual, en un discurso dirigido a la nación que pronunció el 22 de octubre, hizo un
llamamiento a Jruschov para que «detuviera esta amenaza clandestina, temeraria y provocativa a la paz
mundial»
Kennedy respaldó sus palabras con medidas militares. Tropas estadounidenses en Florida empezaron a hacer
preparativos para invadir Cuba. Lo más alarmante fue que ordenó a las fuerzas armadas que se preparasen
para una posible guerra nuclear. El resultado fue que 156 misiles balísticos intercontinentales quedaron listos
para ser disparados, a la vez que los bombarderos B-47 y B-52 del Mando Aéreo Estratégico fueron puestos en
estado de alerta.
Cuando Kennedy se dirigió al pueblo norteamericano el 22 de octubre ya habían llegado a Cuba cuarenta y dos
misiles soviéticos. Al cabo de dos días, sólo nueve misiles estaban instalados y completamente montados.
Jruschov creía que incluso estos misiles corrían peligro de destrucción inminente por la aviación
norteamericana, y temía que el conflicto diera paso a una guerra nuclear total entre las superpotencias (una de
ellas, la Unión Soviética, dada su inferioridad nuclear, no podía tener ninguna esperanza de ganar), así que el
28 de octubre se echó atrás y accedió a retirar los misiles soviéticos de Cuba. A cambio, Kennedy prometió
públicamente que Estados Unidos no intentaría otra invasión de Cuba y sin informar de ello al pueblo
norteamericano, al Congreso ni a los aliados europeos— aseguró a Jruschov que, una vez terminada la crisis,
retiraría los misiles Júpiter de Turquía. Así se hizo seis meses después. Las concesiones norteamericanas
permitieron al dirigente soviético salvar cierta apariencia de prestigio personal.
Irónicamente, la mejora del prestigio a corto plazo que experimentó Kennedy a raíz de la crisis de los misiles de
Cuba no hizo más que aumentar la inseguridad a largo plazo de su país. La humillación que Jruschov sufrió a
manos de Kennedy durante la crisis de los misiles contribuyó a su caída del poder en octubre de 1964. Los
nuevos dirigentes soviéticos, encabezados por Leonid Breznev, estaban decididos a evitar que se repitiera la
humillación que había sufrido Jruschov. A partir de comienzos de 1965, el Kremlin empezó un gran aumento
del arsenal nuclear que permitiría a la Unión Soviética alcanzar la paridad aproximada con Estados Unidos
antes de que finalizara el decenio.
La crisis de los misiles de Cuba también tuvo consecuencias beneficiosas. El hecho de haber estado muy cerca
de una guerra nuclear contribuyó a crear un clima propicio para entablar negociaciones fructíferas sobre el
control de armamentos que no había existido desde el fracaso de la conferencia en la cumbre celebrada en
París en mayo de 1960. Intentando reducir las tensiones con Occidente, el 19 de diciembre de 1962 Jruschov
envió una carta personal a Kennedy en la que le invitaba a intensificar los esfuerzos por firmar un tratado de
prohibición de pruebas nucleares. Kennedy aceptó la invitación de Jruschov, ya que su inteligente actuación
durante la crisis de los misiles de Cuba había borrado la humillación del fiasco de Bahía de Cochinos, y ahora,
tras el reciente riesgo de una guerra nuclear entre las superpotencias, miraba las cosas con mayor serenidad.
El 20 de junio los soviéticos respondieron con la firma de un acuerdo sobre el «teléfono rojo», en virtud del cual
se estableció un enlace directo por teletipo entre Moscú y Washington. El objetivo del acuerdo era reducir los
riesgos de una guerra nuclear accidental además de mitigar las tensiones durante las crisis internacionales.
Con todo, las superpotencias no lograron firmar un tratado general para la prohibición de las pruebas
nucleares. El principal obstáculo fue la imposibilidad de ponerse de acuerdo sobre el número de inspecciones
in siíu que se efectuarían anualmente. Jruschov dijo que estaba dispuesto a aceptar tres inspecciones in situ
cada año, pero Kennedy creía que el Senado se negaría a ratificar un tratado general que previera menos de
seis inspecciones.
El 16 de octubre de 1962, el presidente Kennedy fue informado de que un avión espía U-2 había tomado
fotografías de sitios de misiles balísticos de medio alcance en Cuba. Durante casi una semana, Kennedy
deliberó con sus
asesores sobre posibles cursos de acción antes de tomar decisiones concretas. El 22 de octubre, Kennedy
pronunció un discurso televisado al público estadounidense informándoles sobre las instalaciones y anunció
que se impuso una cuarentena a Cuba y que cualquier violación de la cuarentena sería vista como una acción
hostil que -obligaría a la Estados Unidos para tomar represalias; al día siguiente la OEA aprobó la cuarentena.
Esto revirtió la política de riesgo en un instante, y las ideas de represalias masivas y destrucción mutua
asegurada se convirtieron en realidades potenciales. Al mismo tiempo, los soviéticos despacharon un barco
rumbo a Cuba; EE.UU.
consideraría esto como un acto de guerra.
Fuente: Mamaux, A. (2015). La guerra fría: tensiones de superpotencias y rivalidades. Editorial Oxford
University Press, p. 123.
La crisis concluyó sin la necesidad de llegar a la utilización de las armas. En octubre de 1962 el mundo estuvo
a un paso de dar comienzo a la tercera gran conflagración del siglo XX, no obstante, en el momento de máxima
tensión las partes encontraron el modo de dar marcha atrás en el camino hacia la hecatombe mundial. Ambas
partes estaban conscientes del enorme poder destructor de las armas que estaban en su poder y sabían que
haber dado el primer paso hacia la guerra, implicaba también sentenciar a muerte a gran parte de la población
del propio país. Desde esta perspectiva, como señala Henry Kissinger, las inhibiciones catastróficas de la era
nuclear hicieron posible que el mundo bipolar generado a partir de la Guerra Fría se salvará de verse envuelto
en una guerra general. En esta misma línea, las palabras de Andre Fontaine, además de conmovedoras, nos
parecen muy acertadas, ya que logran reflejar claramente el significado de este momento de máxima tensión:
Los grandes de la tierra podrían aniquilar naciones enteras con solo pulsar un botón, pero saben que tendrían
todas las posibilidades de contarse ellos mismo entre el número de las víctimas de la tempestad así
desencadenada. Y si, por milagro, uno u otro logra escapar, su victoria sólo le permitiría contemplar un reino de
ruinas perdiéndose en la distancia y una raza minada en su descendencia por la atroz enfermedad de las
radiaciones.
No hay nada que compense este riesgo. Tienen pues que renunciar a la guerra abierta, como medio de hacer
prevalecer sus ambiciones e intereses.
Si bien es cierto, con estas palabras, Fontaine está caracterizando el conflicto de la Guerra Fría en su totalidad,
su significado pareciera estar haciendo referencia concreta al conflicto suscitado en 1962. En este punto
debemos tener presente que Fontaine Escribe su libro acerca de la Guerra Fría entre enero de 1962 y
noviembre de 1965, por tanto, la crisis de los misiles no sólo formó parte de su objeto de estudio, sino que
también, él mismo se cuenta entra las posibles víctimas de la hecatombe mundial que podría haber generado
la conflagración directa entre las dos potencias nucleares.
Ahora bien, como señala Eric Hobsbawm, el resultado de esta fase de amenazas mutuas fue la estabilización
del sistema internacional y el acuerdo tácito por parte de ambas superpotencias de no asustarse mutuamente
ni asustar al resto del mundo, cuyo símbolo fue la instalación del teléfono rojo que entonces (1963) conectó la
Casa Blanca con el Kremlin. En efecto, la crisis de Cuba resultó demasiado peligrosa para ambos bandos.
Además de la instalación del teléfono rojo, produjo algunas negociaciones con el fin de suavizar la amenaza
nuclear. El primer resultado fue el Tratado de Prohibición Parcial de Pruebas Atómicas de 1963, que puso fin a
las pruebas nucleares en la atmósfera. Después de Cuba, las dos superpotencias nunca más llegaron a una
situación en la que se arriesgaron a un enfrentamiento directo. Aunque esto no impidió que siguieran
participando e interviniendo en los conflictos suscitados en la periferia o “Tercer Mundo”, pero su participación
en ellos se limitó a 2 adiestramiento y material a los amigos, o bien, como señala Lawrence Freedman, a luchar
contra los amigos del otro bando.
Como se puede apreciar, esta segunda fase de la Guerra Fría (1953-1962), concluye al momento en que las
superpotencias manifiestan concretamente su voluntad de abstenerse de llegar a enfrentarse directamente.
Así, el período que comenzó con la voluntad de suavizar los conflictos, conoció su máxima tensión en octubre
de 1962, momento en el cual las amenazas y contra amenazas terminaron siendo reemplazadas por la
manifestación concreta de la voluntad de no arriesgarse a producir un conflicto nuclear. El líder soviético lo
manifestó por medio de sus comunicados y declaraciones del 28 de octubre, mientras que el Presidente
Norteamericano encontró el modo de contener las fuerzas agresivas de algunos de sus asesores, optando por
las recomendaciones más prudentes: ante la opción de la invasión o el bloqueo de Cuba, eligió el bloqueo; ante
el derribo del avión norteamericano, optó por esperar antes de considerar aquello como una afrenta. Y en
efecto, como señala Richard Neustadt y Ernest May, el Presidente Kennedy manifestó expresamente su interés
de no pasar a ser parte de la historia como el hombre que condujo al mundo hacia la tercera Gran Guerra del
siglo, sino que esperaba pasar a ser parte de la historia como el hombre que hizo todo lo posible por mantener
la paz.
Obtenido de la tesis de pregrado Henríquez, Orrego, Ana, Propuesta Didáctica para la enseñanza de la
Guerra Fría, PUCV, Viña del Mar, 2005.
FUENTE I: Extracto del Discurso de Kennedy (22 de octubre de 1962). Fernández, A. (2002).
Historia del mundo contemporáneo. España: Vicens Vives.
Los años 30 nos enseñaron una lección clara: si se permite que las formas agresivas se intensifiquen sin control
y sin respuesta, llevan finalmente a la guerra (…) Nuestra política ha sido de paciencia y moderación (…) No
nos arriesgaremos prematuramente y sin necesidad a una guerra nuclear, pero tampoco nos negaremos a
considerar ese riesgo si es que tenemos que hacerle frente en algún momento (…).
Por tanto, para impedir la puesta en marcha de un dispositivo militar ofensivo, será aplicada una rigurosa
cuarentena sobre todo el equipo militar destinado a Cuba. Cualquier barco de cualquier tipo que se dirija a la isla
será obligado a dar la vuelta si se confirma que lleva a bordo armas ofensivas. Si pese a esto continúan los
preparativos militares ofensivos, aumentando de esa forma la amenaza que pesa sobre el continente, se
tomarán las medidas necesarias.
Mensaje de Kruschev a Kennedy
26 de octubre
(...) Estamos dispuestos a retirar de Cuba las armas que usted considera ofensivas y a aceptar esa obligación
ante la ONU. Sus representantes harán una declaración de que los Estados Unido, tomando en consideración
las inquietudes del gobierno soviético, retirarían, por su parte, las armas correspondientes de Turquía. Después,
los delegados del Consejo de Seguridad de la ONU podrían controlar sobre el lugar la ejecución de los
compromisos (…)
Las armas instaladas en Cuba, y que usted dice que le inquietan, están en manos de oficiales soviéticos, por lo
que queda excluida su utilización fortuita en perjuicio de los Estados Unidos. Estas armas han sido entregadas a
Cuba a petición del gobierno de La Habana, y únicamente con una finalidad de defensa. Por ello, si no se
produce ninguna agresión contra Cuba o ataque contra la URSS y sus otros aliados, esas armas, por
descontado, no amenazará a nadie.
FUENTE J: Extracto del libro “La Guerra Fría: Una breve introducción” (2009), del historiador
estadounidense de las relaciones exteriores de los Estados Unidos y destacado estudioso de
la Guerra Fría Robert J. McMahon.
La crisis de los misiles cubanos demuestra sin la menor duda -como lo habían demostrado anteriormente las
de Taiwán y Berlín- la fundamental importancia del desequilibrio nuclear en esta fase de la Guerra Fría.
Los líderes norteamericanos tenían una confianza suma en que podían obligar a los soviéticos a dar marcha
atrás en cualquier confrontación; la aplastante superioridad nuclear de su país era su baza definitiva,
un hecho entendido y aceptado tanto por Moscú como por Washington. Y sin embargo, ambos bandos
comprendían que esa enorme superioridad en cuanto a cabezas nucleares constituía un fenómeno transitorio.
Los expertos estadounidenses creían que la Unión Soviética alcanzaría la paridad en ese terreno en
un futuro cercano; los planificadores de Defensa soviéticos, por su parte, estaban decididos a acabar con
ese desequilibrio lo antes posible, Con unas palabras que reflejaban la mezcla de amargura y de
resolución inflexible que compartía la élite del Kremlin, Vassily Kuznetsov, el viceministro de Asuntos
Exteriores soviético, advirtió a
un diplomático norteamericano poco después de la crisis de Cuba: «Nunca podréis volver a hacernos esto».
La advertencia resultó ser profética. Como resultado del enfrentamiento en el Caribe, Moscú dirigió todos sus
esfuerzos a incrementar sus reservas nucleares, aumentar su flota de bombarderos y mejorar su programa
de misiles. Pocos años después, los soviéticos habían desarrollado una nueva generación de misiles ICBM
que les proporcionó lo que no habían tenido cuando Kennedy obligó a Kruschev a retirarse precipitadamente
de Cuba: la capacidad casi cierta de infligir enormes pérdidas a Estados Unidos en un enfrentamiento
nuclear. Ese logro, confirmado a mediados de la década de los sesenta, anunció una alteración del
equilibrio del armamento nuclear con la consiguiente alteración en la naturaleza de la Guerra Fría. (p.
157)