TEMA 72 Resumido
TEMA 72 Resumido
TEMA 72 Resumido
ECOLOGISMO
1. INTRODUCCIÓN
2. JUSTIFICACIÓN TEÓRICA Y LEGAL
3. TRANSFORMACIONES CULTURALES Y CAMBIO SOCIAL
3.1. TEORÍAS SOBRE EL CAMBIO SOCIAL Y LAS TRANSFORMACIONES CULTURALES
3.2. MOVIMIENTOS ALTERNATIVOS
3.3. LAS ONG
3.4. LOS DERECHOS HUMANOS
4. FEMINISMO
4.1. OBJETIVOS
4.2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA
4.3. EL FEMINISMO EN ESPAÑA
5. PACIFISMO
5.1. OBJETIVOS
5.2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA
6. ECOLOGISMO
6.1. OBJETIVOS
6.2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA
6.3. CONFERENCIAS INTERNACIONALES SOBRE EL MEDIO AMBIENTE
7. APLICACIONES DIDÁCTICAS EN EL AULA
8. CONCLUSIÓN
9. BIBLIOGRAFÍA
1. INTRODUCCIÓN
En esta definición, quedan comprendidos los cambios a pequeña escala, como la aparición de
un pequeño grupo social que busca un objetivo concreto; y los cambios a gran escala como las
revoluciones, la política, la sociología, la antropología, la economía y la historia, las cuales son
algunas de las disciplinas que tratan de analizar los cambios sociales en la sociedad actual.
El cambio social constituye un rasgo tan común que algunos especialistas suponen que se trata
de un fenómeno peculiar del mundo contemporáneo. Si bien es cierto que los cambios actuales
superan en velocidad y amplitud a los ocurridos en épocas pasadas, estos han existido en todas
las sociedades habidas hasta el presente.
Esta velocidad de cambio está relacionada con el proceso de globalización, por el que atraviesa
la sociedad actual. Se fundamenta en el desarrollo de una economía global que conlleva un
conjunto de transformaciones que afectan a los sectores más diversos de la sociedad, sin
implicar una ruptura del orden vigente (García Linera, 2020), dando lugar a una sociedad
relativa, con unos valores relativos, tanto en aspectos religiosos, como filosóficos, artísticos o
literarios.
Las teorías sobre el cambio social y sus consecuentes transformaciones culturales funden sus
raíces en los estudios realizados por autores como Frederic le Play, August Comte (padre de la
sociología en el siglo XIX); o de otros como Louis Henry Morgan, sociólogo evolucionistas que
aplicó conceptos darwinistas, como la selección natural y la lucha por la vida, al proceso del
cambio social, lo cual, le sirvió para explicar y justificar la organización de la estructura de las
distintas sociedades.
Según estas teorías, los procesos de cambio evolucionan de lo simple a lo complejo, pasando
por distintas etapas de desarrollo. La teoría de ciclos fue enunciada ya por Aristóteles (siglo IV
a.C.), y defendida por teóricos como Vilfredo Pareto (1848-1923), o Pitirim Sorkin (1889-1968).
Plantea, al igual que la anterior, que las sociedades atraviesan por diversos estadios, sin
embargo, la diferencia entre ambas radica en que, en esta teoría, se plantea que al llegar a una
etapa final se regresaría al punto de partida, completando un ciclo e iniciando uno nuevo. De
esta forma, las sociedades atravesarían por distintas etapas de desarrollo y decadencia, siendo
los momentos de transición de uno a otro, los de mayor intensidad y conflictividad en el cambio
social.
Por otro lado, los sociólogos marxistas, trataron de demostrar que el cambio social surge como
consecuencia del desarrollo de la técnica. Desde su punto de vista, la sociedad se transforma
por la actuación de fuerzas endógenas y los cambios, se perciben como el vehículo que conduce
hacia el progreso y a la sociedad sin clases. La alternativa funcionalista a esta teoría fue
desarrollada por Bronislaw Malinowski (1884 1942), que fusionó elementos evolucionistas,
como la genética, con conceptos marxistas. En general, busca las causas del cambio en los
elementos que constituyen la estructura social y presupone, en el ser humano, una serie de
necesidades que son satisfechas por las instituciones sociales y culturales, con una función
determinada.
Puede definirse movimiento social alternativo como el esfuerzo colectivo para promover u
oponerse al cambio de la sociedad, de la cual forma parte el tipo de relaciones de los individuos
que forman parte de los movimientos sociales. Es despersonalizado y se relaciona con
simpatizar con una doctrina u opinión, con el objetivo de conseguir cambios en la política y en
la sociedad. Característica que les diferencia de la pertenencia a un partido político, cuyo fin es
la conquista del poder político.
Los movimientos sociales son un fenómeno de las sociedades post industriales. Se han
desarrollado rápidamente desde los años 70 del siglo XX, como consecuencia del crecimiento
económico y de la mejora del nivel educativo (como el movimiento de mayo del 68, aunque
tuvo poco éxito por la incongruencia o utopía de sus doctrinas). La historia ha demostrado que
los criterios del éxito de los movimientos sociales son esencialmente dos: formular una doctrina
que un gran número de personas considere importante, con principios que supongan verdades
alternativas; y crear grupos políticos, o adherirse a alguno ya existente, para que las propuestas
puedan llegar a materializarse políticamente y cristalizar en la sociedad. El ejemplo más
reciente en nuestro país lo tenemos con el movimiento 15-M conocido también como el
movimiento de los 'indignados'. Fue un movimiento ciudadano surgido a raíz de la
manifestación del 15 de mayo de 2011, convocada por diversos colectivos, haciendo uso de
redes sociales. Su intención era promover una democracia más participativa, que rompiera de
forma definitiva con el sistema bipartidista del PSOE-PP, y con el dominio de la economía por
parte de bancos y corporaciones. A consecuencia de este movimiento se formaron nuevos
partidos políticos que hoy día se presentan como una alternativa al bipartidismo español.
Las ONG necesitan recursos financieros que proceden de sus propios miembros individuales y
de la financiación pública. La Comisión Europea financia muchas de ellas, y sus objetivos
prioritarios suelen girar en torno a cuatro grandes pilares: la ayuda humanitaria, la defensa del
medio ambiente, la promoción de los derechos humanos y la ayuda al desarrollo.
Las ONG no son un fenómeno novedoso, pero no fue hasta la década de los 80 del siglo XX
cuando alcanzaron una verdadera trascendencia a nivel mundial. Greenpeace (1971), Amnistía
Internacional (1977) y Médicos Sin Fronteras (1971), son algunas de las ONG más reconocidas.
Su presencia y participación en foros y reuniones, de carácter internacional, ha ido adquiriendo
progresivamente una mayor importancia, como demuestran los más de 2.400 representantes
de ONG que asistieron a la Cumbre de la Tierra de Río en 1992.
Los Derechos Humanos (DD.HH), son un conjunto de derechos y libertades que corresponden a
todos los hombres y mujeres por el mero hecho de pertenecer a la especie humana. Son, por lo
tanto, inherentes a tal condición en los ordenamientos modernos. Ocupan el lugar más alto en
la jerarquía normativa y deben ser garantizados y protegidos por los poderes públicos.
La “Declaración Universal de los Derechos Humanos” de 1948, que reconoció por primera vez, a
escala internacional, los derechos fundamentales de la persona, ha ido adquiriendo presencia
en la conciencia global y en los ordenamientos jurídicos de los estados. Tanto la declaración de
1948, como los pactos de 1966, recogieron los derechos procedentes de la tradición liberal: los
derechos civiles y políticos, conocidos como “derechos de la primera generación o de la
libertad” y los “derechos procedentes de la tradición socialista”. Los derechos económicos y
sociales, calificados como “derechos de la segunda generación” o “de la igualdad”, llegarían a
partir de los años 70, y se empezó a hablar de “nuevos derechos”, “la tercera generación” o
“derechos de la solidaridad”, con aquellos que tratan de responder a las nuevas exigencias de
los tiempos: los avances científicos y tecnológicos, la globalización económica, los medios de
comunicación de masas, la sociedad multicultural, los movimientos migratorios, etcétera.
Con todo, la proclamación de los Derechos Humanos está muy lejos de su práctica universal. En
Vietnam, por ejemplo, el partido comunista centraliza el control de la república. Es uno de los
casos más graves de privación de Derechos Humanos y abundancia de presos políticos. Corea
del norte presenta una situación similar, sin olvidar la Guerra de Siria y el aumento de conflictos
en Oriente Medio, que han adquirido tintes de extrema crueldad y violencia con la entrada en
escena del estado islámico, provocando la salida de millones de refugiados. Ya en 2016 se
registró la cifra más alta de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial.
4. FEMINISMO
El diccionario de la Real Academia Española (RAE), define “feminismo” como la “ideología que
defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”. Definido por las
propias feministas, el “feminismo” es un movimiento social y político que supone la toma de
conciencia de las mujeres, como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y
explotación, de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del
patriarcado, bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la
acción para la liberación de su sexo, con todas las transformaciones de la sociedad que aquélla
requiera.
4.1. OBJETIVOS
El feminismo actual lucha por alcanzar los siguientes objetivos: conseguir la plena igualdad
entre sexos, erradicar la discriminación por motivos de género, analizar las causas de la
opresión secular, promover en las mujeres la toma de conciencia de la explotación que han
padecido y aún padecen, lograr la integración y plena participación de las mujeres en la política
y la sociedad, y eliminar cualquier tipo de violencia contra la mujer por el hecho de serlo.
En la Historia del Feminismo se detectan una serie de etapas o hitos que se conocen como
“Olas de Feminismo”. Para describirlas seguiremos el criterio de Amelia Valcárcel (1950),
catedrática de filosofía moral y política de la UNED; y Celia Amorós (1944), filósofa y teórica
feminista que propone tres grandes etapas comenzando su clasificación en la Ilustración, frente
a las teorías anglosajonas que señalan el inicio de la Primera Ola Feminista en el Sufragismo.
Teniendo en cuenta este criterio, los orígenes del feminismo, conocidos como la “Primera Ola
del Feminismo Ilustrado”, propia del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, hay que situarlos
en los albores de la Revolución Francesa y están ligados a la consecución de mejoras jurídicas y
políticas de las revoluciones liberales. La “Segunda Ola Feminista Liberal Sufragista”, se
extiende desde mediados del siglo XIX, hasta la década de los años 50 del siglo XX. Tras la
Segunda Guerra Mundial, la “Tercera Ola del Feminismo Contemporáneo”, comienza con las
revoluciones de los años 60 y se extiende hasta la actualidad, aunque algunas teóricas plantean
que llega hasta los años 80. Sus reivindicaciones se sitúan, fundamentalmente, en la abolición
del patriarcado con el lema “lo personal es político” (Kate Miller), entrando en debate la
sexualidad femenina, la violencia contra la mujer, la salud femenina o el aborto, entre otros.
Aunque la historiografía social de la mujer ha puesto en valor toda una serie de publicaciones
que abrieron el camino del movimiento feminista antes de la llegada de la Ilustración, no fue
hasta la Revolución Francesa cuando las mujeres tomaron una posición claramente defensiva
de sus derechos, en el contexto de las nuevas corrientes de pensamiento, recogiendo las
vindicaciones de las mujeres en los llamados “cuadernos de quejas”, como el de la anónima
“Madame B.B.” de Caux.
Las mujeres de las clases trabajadoras parisinas se movilizaron dentro de las protestas y clubes
políticos de la revolución, como demuestra la famosa marcha que protagonizaron más de 6.000
mujeres parisinas sobre Versalles, el 5 y 6 de octubre de 1789. En 1791, Olympe de Gouges,
publicó la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, muriendo guillotinada y,
un año después, Mary Wollstonecraft, una de las teóricas del movimiento, publicó una de las
primeras obras feministas “Vindicación de los Derechos de la Mujer” (1792). Pese a estos
esfuerzos, el misógino Código Napoleónico se convirtió en la fuente de las legislaciones
europeas, en las que las mujeres aparecían despojadas de sus más elementales derechos, pero
los logros obtenidos durante la revolución supusieron un primer paso hacia la desnaturalización
de la desigualdad entre sexos.
El desarrollo del capitalismo, en sus distintas facetas, subvirtió los cimientos de las sociedades
occidentales. A lo largo del siglo XIX, la industrialización abrió las esperanzas de progreso, sin
embargo, sobre la mujer recayó con fuerza el peso de formas insospechadas de explotación. En
este contexto surgió la segunda ola del feminismo. En Francia, a lo largo del siglo XIX, el
feminismo luchó por la igualdad a manos de mujeres como Flora Tristán (1803-1844). En Reino
Unido, en 1825 se publicó “La demanda de la mitad de la raza humana: las mujeres”, de Anne
Wheeler y William Thompson, y, con las sufragistas inglesas, se reivindicó durante 50 años la
igualdad jurídica y política mediante el derecho a voto, que no se pudo ejercer en Reino Unido
hasta 1928. En EE. UU, en 1848 se celebró una convención en Séneca Falls, en la que
participaron Elisabeth Stanton y Lucretia Mott, dando lugar a la “Declaración de Seneca Falls”,
texto fundacional del movimiento feminista, por la que se consigue derecho al sufragio
femenino en 1920.
A partir de la Segunda Guerra Mundial, surge el “nuevo feminismo” bajo los aportes de Simone
de Beauvoir con “El segundo sexo” (1949), y de Betty Frieddan, con “Mística de la feminidad”
(1963). En esta etapa se toma consciencia de que, más allá del derecho al voto, la educación y
otros logros de las primeras feministas, es la estructura social la que provoca desigualdades y
sigue estableciendo unas jerarquías que benefician a los varones. Una teórica clave es Kate
Millet (1934-2017), quien, en “Política sexual” (primera Tesis doctoral sobre género presentada
en la historia defendida en Oxford en 1969), plantea que la raíz de la opresión es la diferencia
entre los sexos, iniciando de este modo la corriente feminista radical. De forma paralela se fue
produciendo la institucionalización del feminismo en 1975 a través de la ONU, que declaró el
Decenio Internacional de la Mujer, que se materializó, por primera vez, en la Conferencia
Mundial sobre la Mujer de Copenhague (1975). Desde entonces, se celebran cada cinco años.
A partir de los años 80 nacieron múltiples redes, asociaciones y colectivos feministas, dando
como resultado un feminismo institucional que consiguió importantes avances en cuanto al
reconocimiento social de los derechos civiles y educativos de la mujer. A partir de los 90, el
feminismo comienza a una apertura de enfoques y tendencias: ecofeminismo, ciberfeminismo,
etc., que se suman a las ya afianzadas corrientes del feminismo radical, feminismo liberal o
feminismo socialista iniciadas en los 60; así como las “teorías queer”, un cuestionamiento del
sistema sexo-género, destacando las aportaciones de Judith Buttler (1956), con su obra “El
género en disputa”.
En la segunda década del siglo XXI estamos viviendo un nuevo hito en la historia del feminismo
que busca su reconocimiento, como una “Cuarta Ola” caracterizada por su carácter
transnacional y el uso de internet y de las redes sociales como medio de expresión y
comunicación, lo que le ha otorgado una mayor visibilidad y un carácter de movimiento de
masas: desde el “ni una menos” en Argentina; hasta las multitudinarias marchas de las mujeres
contra Donald Trump en 2017, contra Bolsonaro en Brasil, y las movilizaciones a favor del
derecho al aborto libre. Un feminismo más activista que ha dado lugar a movilizaciones como la
histórica “Primera Huelga Feminista” que se convocó el 8 de marzo de 2018, bajo el lema “si
nosotras paramos, se para el mundo”, y que persigue la lucha contra la desigualdad estructural,
y contra la violencia sistemática sobre las mujeres, en forma de agresiones sexuales y
mercantilización de sus cuerpos.
La conquista del voto femenino, tras los ejemplos norteamericano y británico, se convirtió en
una demanda más o menos intensa en el resto de los países occidentales, sin embargo, no
fueron secundados en España, por la ausencia de democracia, el peso del conservadurismo
católico y la escasa prosperidad económica que impedían la incorporación de las mujeres a la
educación y al mundo del trabajo (Amorós, 1986). La escritora María de Zayas (1590-1661), fue
la primera en criticar esta falta de acceso de la mujer a la educación, junto a otras posteriores
como Emilia Pardo Bazán, o las periodistas Concepción Arenal y Carmen de Burgos en el siglo
XIX-XX.
Hubo que esperar a la Segunda República para que se estableciera en nuestro país la igualdad
jurídica y política con el voto femenino. La Constitución de 1931 supuso un enorme avance en
la lucha por los derechos de la mujer, destacando la acción de la abogada Victoria Kent (1891-
1987) y de las Diputadas, Clara Campoamor (1888-1972) y Margarita Nelken (1894-1968). La
mayoría de estas leyes fueron abolidas por el régimen franquista hasta la llegada de la
transición democrática. Una vez muerto Franco en 1975, se celebró en Madrid (de forma
clandestina), el primer día de la liberación de la mujer, los estudios de género llegan a las
universidades, se desarrollan teorías críticas del feminismo, y la militancia feminista llega a las
calles. Desde aquí, nombres como Celia Amorós (1944), Amelia Valcárcel (1950), Mery Nash
(1947) o Victoria Sau (1930), autora del diccionario ideológico feminista (1981), entre otros
muchos, se convirtieron en referencias obligadas para las nuevas generaciones, avalando con
su prestigio intelectual y su compromiso ideológico la madurez y seriedad del feminismo
académico español hasta el día de hoy.
5. PACIFISMO
5.1. OBJETIVOS
Los pacifistas organizan su actividad en tres niveles: por un lado, defienden que la guerra, sea
ofensiva o defensiva, es éticamente ilegítima y a la larga ineficaz para conseguir los objetivos
propuestos, defendiendo formas de presión no violentas más eficaces para acabar con las
injusticias; por otro lado, luchan por conseguir el reconocimiento legal de los objetores de
conciencia a no participar en la guerra y a negarse al reclutamiento militar obligatorio
(insumisión); y, finalmente, buscan establecer un sistema de instituciones jurídicas
internacionales capaces de solucionar tanto los conflictos nacionales como internacionales.
Las guerras que de forma tan habitual han jalonado la historia de la humanidad han tenido
también sus oponentes, por ejemplo, Lao Tse (VI a.C.) y Buda (VI a V a.C.), en la Edad Antigua,
además de los textos evangélicos cristiano; o las habituales “treguas de Dios durante la Edad
Media en el mundo occidental, que prohibían las actividades guerreras durante la cuaresma. En
el renacimiento, Erasmo de Rotterdam (1466-1536), fue el creador de un espíritu tolerante y
pacifista. Anabaptistas y cuáqueros, a partir del siglo XVII, defendieron la paz entre los
hombres. En el siglo XVIII y comienzos del XIX, las teorías racionalistas no religiosas, próximas al
pacifismo fueron expresadas por autores como William Godwin (1756-1836), John Locke (1632-
1704), Voltaire (1694-1778), o Immanuel Kant (1724-1804). En el siglo XIX, pensadores como
Benjamin Thacker (1854-1939) y Leon Tolstoi (1828-1910), desarrollaron la tendencia pacifista
dentro de las doctrinas anarquistas. Sin olvidar el pacifismo moderno, que surgió tras las
guerras de unificación italiana (1859-1861) y franco-prusiana (1870-1871) y se plasmó en la
fundación de la Cruz Roja en el año 1859, donde, por primera vez, encontrábamos enfermeras
en el campo de batalla en la guerra de Crimea (1853-1856).
Tras la Primera Guerra Mundial se incrementaron las ideas pacifistas. Mahatma Gandhi (1869-
1948), está considerada la figura pacifista más famosa del siglo XX. Su doctrina, “satyagraha”
(poder verdadero), se basaba en escrituras hindúes, en el nuevo testamento y en las obras de
Tolstoi, y es aplicable tanto a la política como a las relaciones personales. La utilizó para
oponerse de forma no violenta al gobierno británico, en la India, entre 1919 y 1947, hasta
conseguir su independencia, materializándose en lo que, posteriormente se denominaría, la
resistencia pacífica.
Tras la Segunda Guerra Mundial se produjo un nuevo repunte en el auge de los movimientos
pacifistas como reacción a las atrocidades vividas en los años del conflicto. Surgieron
movimientos organizados por comunidades religiosas como los cuáqueros, los testigos de
jehová, algunos de influencia budista e imitadores del cristianismo primitivo. En 1963 fue
proclamada la encíclica del Papa Juan XXIII “Pacem in Terris”. Bertrand Russell (1872-1970) y
Albert Einstein (1879-1955), protagonizaron una campaña en contra de una guerra nuclear. A
todo ello, se sumarían los movimientos sociales hippies, a favor de la paz en general y en contra
de la guerra de Vietnam en particular.
El año 1986 fue proclamado por la ONU como el año internacional de la paz, dando lugar la
trascendental reunión en Reikiavik entre Ronald Reagan y Gorbachov, que inició el fin de la
Guerra Fría, en 1987, finalizando con la disolución de la URSS en 1991 tras la firma del primer
tratado de reducción de armamento de armas convencionales entre George Bush y Mijail
Gorbachov, en París. En Washington se firmó el primer tratado de reducción de armamento de
corto y medio alcance en 1989.
Los últimos movimientos pacifistas que han recorrido el mundo actual son los organizados en
contra de la participación de EE.UU en la guerra de Irak, los movimientos en contra del
terrorismo y los movimientos antiglobalización como el “tute Bianche”. La primavera árabe
(2010-2013), revoluciones democráticas del mundo árabe, es un ejemplo de pacifismo de
última generación. Los ciudadanos árabes se levantaron contra sus gobernantes y organizaron
pacíficas y exitosas manifestaciones en varios países musulmanes. Las revoluciones abrieron la
puerta a un posible impulso democratizador en muchos de estos países. Si bien la mayor parte
de iniciativas, a excepción de Túnez, se vieron de una u otra forma frustrada, el terrorismo
islamista, el intervencionismo interesado de las principales superpotencias mundiales y las crisis
de refugiados, han provocado en los últimos años numerosas y multitudinarias manifestaciones
pacifistas.
6. ECOLOGISMO
La RAE define el Ecologismo como “un movimiento sociopolítico que propugna la defensa de la
naturaleza y la preservación del medio ambiente”, el cual pone de relieve los problemas
medioambientales y propone soluciones alternativas como las energías verdes, el reciclado, etc.
6.1. OBJETIVOS
Entre sus objetivos cabe citar la propuesta de cambios en el actual modo de vida para apartar a
las personas del consumismo, la gestión política del desarrollo económico, la crítica al sistema
económico por estar basado únicamente en criterios de rentabilidad, el uso más racional de los
recursos, etc. En esencia, la idea que persigue el ecologismo se corresponde con el concepto de
desarrollo sostenible, término acuñado por Donella Meadows (1941-2001), que señala que una
sociedad sostenible estará interesada en el desarrollo cualitativo y no en la expansión física.
Esta aspiraba a un sistema económico que satisficiera las necesidades humanas presentes y las
de las generaciones futuras, por lo que era preciso frenar el crecimiento de las sociedades
desarrolladas (“crecimiento cero”), y establecer un desarrollo económico ecológicamente
viable y socialmente justo con los países menos desarrollados.
6.2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA
En el siglo XVIII encontramos las primeras posturas que llaman la atención sobre la necesidad
de proteger el medio natural con los planteamientos de David Ricardo (1772-1823), Thomas
Malthus (1766-1834), y su teoría sobre la población; o la síntesis clásica de Stuart Mill (1806-
1873). En la década de los años 30 del siglo XX apareció una nueva disciplina llamada “ecología
humana”, cuyo objetivo era estudiar las relaciones que el ser humano mantiene con el medio
ambiente. Contemplaba, por un lado, una doble relación la influencia del medio en el ser
humano y la adaptación de la comunidad humana al medio; y, por otro lado, la acción del ser
humano en el medio en aspectos físicos, económicos, sociales y culturales. A partir de la
aparición de la obra de Eugene P. Odum (1913-2002), “Fundamentos de la ecología”, en 1959,
se generalizó el punto de vista de que el ser humano, cuya acción sobre los ecosistemas no
había sido tenida demasiado en cuenta hasta entonces, debe ser considerado como una
especie más en la dinámica de la biosfera; sin embargo, los humanos no actuamos como una
especie cualquiera, sino que en virtud de nuestra capacidad de vivir en casi todos los puntos de
la biosfera y de modificar el ambiente, ejercemos una acción sin precedentes sobre el equilibrio
ecológico de la tierra.
En las últimas décadas la voz de alarma ante la destrucción del medio ambiente ha planteado
también otros puntos de vista, entre los que destacamos: el “crecimiento cero”, que defiende
un crecimiento de población cero para solucionar el problema medioambiental (aunque en su
contra, algunos liberales sostienen que el problema radica en la mala distribución de la riqueza
y no en la insuficiencia de recursos, la postura economista propone la reconstrucción artificial
de los mecanismos naturales destruidos, porque los perjuicios ecológicos son superiores a los
beneficios económicos); también sugiere utilizar el “BEN” (bienestar económico neto), en lugar
del PIB, como indicador económico (a esta idea se suma la denominada “geo-idolatría”, que
considera la tierra como un organismo vivo capaz de autorregular sus funciones esenciales); o
la la teoría del decrecimiento productivo, que defiende la necesidad de abandonar el objetivo
del crecimiento económico, en favor de una disminución controlada del consumo y de la
producción global, que permita respetar los ecosistemas y también la vida de los propios seres
humanos.
Yves Lacoste (1929), importante geógrafo francés del siglo XX, propone una política basada en
la idea de que la prohibición de la gente contaminante no es suficiente, y que hay que buscar
un sustituto que lo reemplace. Para ello, es necesario que las políticas económicas, sociales y
culturales, vayan de la mano. Estas, y otras posturas, sirvieron de base y fundamento para las
primeras conferencias internacionales sobre medio ambiente, y en las incipientes políticas de
intervención gubernamental.
El problema del medio ambiente no se planteó a escala mundial hasta 1972, cuando la
comunidad internacional, a propuesta de la UNESCO, se reunió en Estocolmo para plantear una
campaña mundial que propusiera un plan de desarrollo y respeto al medio ambiente
simultáneos. Esta conferencia, iniciada y dirigida por el primer ministro sueco Olof Palme (1927-
1986) y por el secretario general Kurt Waldheim (1918-2007), marcó un punto de inflexión en el
desarrollo de la política internacional sobre medio ambiente. Con la asistencia de los
representantes de 113 países, 19 organismos intergubernamentales y más de 400
organizaciones intergubernamentales y no Gubernamentales, es ampliamente reconocida
como el comienzo de la conciencia moderna política y pública de los problemas ambientales
globales. El resultado fue una declaración con 26 principios sobre el medio ambiente y
desarrollo, un plan de acción con 109 recomendaciones y una resolución. Para muchos, esta
conferencia tuvo un impacto real en las políticas medioambientales de la comunidad europea,
más tarde “Unión Europea”.
El camino hasta llegar a la “Cumbre de Río” fue largo. A ella contribuyeron de manera
importante el PNUMA, “Programa de Naciones Unidas para el medio ambiente” (1972) y la
“Comisión Brundtland” (1987). En 1990, por mediación de las Naciones Unidas, se celebró la
Conferencia Bergen, que redactó un compromiso para los países desarrollados en este sentido.
En 1992, se celebró la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, que estudió en profundidad los
cambios de los ecosistemas habidos desde la Conferencia de Estocolmo, celebrada 20 años
antes. El resultado fueron una serie de acuerdos, de los cuales, el principal, conocido como
“Declaración de Río”, planteó la necesidad de adoptar unas medidas que contribuyeran a la
protección de la calidad atmosférica de las aguas de la diversidad biológica y de la calidad de
vida y salud humanas. Su principal conclusión fue que, el desarrollo económico y la
conservación medioambiental, debían estar íntimamente relacionados. Otra de las propuestas
resultantes de la cumbre fue la denominada “Agenda 21”, donde se propusieron actuaciones
en todas las áreas relacionadas con el desarrollo económico desde 1992 hasta el siglo XXI. Se
redactó, además, la “Carta de la Tierra”, una auténtica declaración de los derechos de la tierra.
Por último, se pactaron dos importantes convenios: uno sobre el cambio climático y otro para
la conservación de la biodiversidad. El convenio sobre el cambio climático se centró en el
compromiso, por parte de los países desarrollados, de la limitación de las emisiones de Co2 y
otros gases de efecto invernadero, y en la creación de mecanismos financieros mediante un
Fondo Global para el Medio Ambiente “GEF”. El convenio para la conservación de la
biodiversidad tenía como objeto intercambiar recursos genéticos y tecnologías para mantener
la máxima biodiversidad en beneficio de futuras generaciones. En el año 2002, se celebró la
Cumbre de la Tierra de Johannesburgo, donde participaron alrededor de 180 países. En ella, se
acordó mantener los esfuerzos para promover el desarrollo sostenible, mejorar las vidas de las
personas que viven en pobreza y revertir la continua degradación del medio ambiente mundial.
De nuevo, en Río de Janeiro, se celebró en el año 2012 la “Cumbre Río +20”. Las 193
delegaciones que participaron alcanzaron un acuerdo de mínimos sobre el borrador de
conclusiones, titulado “El futuro que queremos”, que tenía que ser aprobado por más de 100
dirigentes fue calificado de fracaso colosal ante la ausencia de grandes líderes mundiales como
Obama o Merkel en su firma. De gran importancia han sido también las conferencias mundiales
sobre el problema del cambio climático. En este sentido, la Convención Marco de las Naciones
Unidas, sobre el cambio climático “CMCC”, adoptada en Nueva York en 1992, propuso, entre
otras cosas, reforzar la conciencia pública a escala mundial de los problemas relacionados con
el cambio climático y disminuir la cantidad de gases invernadero de la atmósfera. Uno de los
principales referentes en este contexto fue el Protocolo de Kioto de 1998, consistente en la
propuesta de la reducción de gases de efecto invernadero por debajo de los niveles de 1990,
que entró en vigor en noviembre de 2004 en varios países industrializados como los miembros
de la Unión Europea y Rusia, que modificaron sus políticas económicas hacia un desarrollo
sostenible mediante el uso de energías no convencionales.
Las Conferencias de Montreal en 2005 y Bali en 2007 establecieron grupos de trabajo para el
cumplimiento de los objetivos de Kioto. La décimo octava conferencia de las partes (Cop 19),
celebrada en Doha (2012), sobre cambio climático, ratificó el segundo periodo de vigencia del
protocolo de Kioto, desde el 1 de enero de 2013 hasta el 31 de diciembre de 2020, sin
embargo, este proceso denotó un débil compromiso de los países industrializados como
Estados Unidos, Rusia, Japón o Canadá, y ha sido la vigésimo primera conferencia de las partes
(cop 21), celebrada en París (2015), la que parece haber alcanzado un nivel superior de
compromiso por parte de los países desarrollados. En ella, se logró un acuerdo, en lugar de un
protocolo, que alcanza al 55% de los emisores y al 55% de las emisiones del mundo, cuyo fin es
que la tierra no se caliente más de 2 grados centígrados sobre la temperatura media de
referencia tomada a mediados del siglo XIX., del cual EE.UU., de la mano de Trump, anunció su
retirada de este acuerdo en junio de 2017.
Ejes cronológicos, comentarios de texto de los acuerdos, mapas para analizar del impacto
medioambiental, estudiar la vida de personajes importantes, podemos crear perfiles en las
redes y hacer un video como si fuésemos esos personajes, qué diríamos, que hablaríamos, que
defenderíamos, podemos hacer rolplay en el aula ante diferentes posturas, debates,
8. CONCLUSIÓN
La sociedad contemporánea se caracteriza por los cambios sociales, cuyo ritmo se ha acelerado
de forma vertiginosa desde la aparición de Internet en 1991. La declaración de Derechos
Humanos de 1948 estableció el marco legal de un conjunto de derechos inherentes al hombre y
la mujer por su condición de seres humanos, desde entonces, se vela por su mantenimiento y
protección a escala planetaria. Parte de la defensa de esos derechos humanos se lleva a cabo
por los denominados movimientos sociales, algunos de ellos alternativos, entre ellos el
feminismo, en defensa de los derechos de la mujer; el pacifismo, movimiento que busca el
establecimiento y mantenimiento de la paz mundial; y el ecologismo, que propone una nueva
relación entre el ser humano y el medio ambiente.
9. BIBLIOGRAFÍA
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