Sam Crescent
Sam Crescent
Sam Crescent
Sam Crescent
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Sinopsis
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Dedicatoria
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Capítulo 1
Nick Long miró su reloj por séptima vez en los últimos diez
minutos. Odiaba que lo hicieran esperar. Todo su tiempo le
valía dinero, y el hecho de que hubiera estado esperando diez
minutos significaba que había perdido al menos un millón de
dólares. Nadie le hacía perder dinero. Lo enfurecía que este
bastardo pensara que podía ser diferente. Si no fuera por los
bienes que particularmente deseaba, Nick se habría ido hace
mucho tiempo.
El único placer que obtenía en su vida era el conocimiento
de cómo ganar dinero, más dinero del que necesitaría en toda
su vida. Aun así, desde que fue desterrado y obligado a dejar su
manada y nunca unirse a otra, la vida de Nick consistía en
ganar dinero. No había mayor propósito en la vida que ganar
dinero, especialmente cuando le habían quitado todo lo demás.
Manteniendo firmemente agarrado el estuche a su lado, esperó
los sonidos y el olor de un lobo que se acercaba. Él era un lobo
Alfa, o lo sería si se le permitiera el derecho de su rango. En
cambio, se lo habían quitado, junto con todo lo demás.
Llevaba la marca de un lobo desterrado. Frotándose el
pecho, trató de no pensar en el dolor que le había dejado la
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marca plateada. Había noches en las que se despertaba de
repente y gritaba ante el recuerdo de haber sido sujetado, la
carne sobre su corazón abriéndose y la plata vertiéndose dentro
para marcarlo como desterrado. La plata todavía estaba en su
pecho. Ser un lobo le impedía absorber la plata o expulsarla.
Todo el mundo sabía que el Colectivo lo había echado como a
un trozo de carne desechada. La cicatriz le servía de
recordatorio y para que, los que lo rodeaban, supieran que era
peligroso.
Hasta que muriera, cada vez que se mirara al espejo, vería
la marca y sabría que no era nada más que vergonzoso.
Frotándose la nuca, se preguntó sobre la compra de esta
noche. No debería estar haciéndolo, pero su amigo Dean le
prometió que estaba bien. Algunos miembros lobo vendían las
crías de sus camadas a cualquiera que las quisiera. Nick
necesitaba mantenerlo en secreto, ya que esta era la única
forma en que conseguiría una mujer con sangre de lobo.
Descubrir que podía comprar a una mujer, una marginada
de su manada, por el dinero adecuado le había dado la
esperanza de finalmente tener algo más que esperar.
Otro vistazo a su reloj y estaba listo para irse. No iba a ser
tratado como un imbécil solo porque quisiera una mujer.
Girándose a su coche, se detuvo al oír el sonido de un vehículo
que se acercaba. Tensándose, se giró hacia el sonido y vio que
los faros se acercaban. El olor a lobo se dirigió hacia él. La
emoción le quitó toda su ira. Esto era lo que había estado
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esperando desde que se topó con la subasta. Al final de la
noche, tendría una loba en su cama para hacer lo que
quisiera. Nadie se la llevaría ni le impediría follar con ella.
Poseería cada centímetro de ella.
El amor no era parte de su compra. Estaba cansado de
reprimirse con las jodidas mujeres humanas. Nick sabía que
necesitaba una loba para que recibiera el polvo duro que
realmente quería dar. Ninguna de las mujeres humanas podía
tomar la longitud de su polla sin sentir dolor. Luego estaba el
problema de que necesitaban tiempo para adaptarse a él. Era
tedioso, y se había cansado de polvos suaves. Anhelaba una
follada dura y áspera, y que una mujer jadeara y suplicara
mientras le daba de comer su polla.
El coche se detuvo a varios metros de él. Vio cómo se abría
el lado del pasajero del coche y salía un hombre mayor de
cincuenta y tantos años. Nick olió el aire, inhalando la crueldad
del hombre. Se tensó en caso de que esto fuera una trampa.
—¿Tienes el dinero? —le preguntó.
Se habían intercambiado nombres y sabía que era Mark
con quien estaba hablando. El otro hombre no era un Alfa, y
Nick sabía que podía con él si las cosas se ponían peligrosas.
—¿Tienes mi premio?
Mark chasqueó los dedos. La puerta trasera del lado del
conductor se abrió. Una mujer de cabello largo y rubio salió de
la parte trasera del auto. También sintió el mal dentro de
ella. Esta pareja era horrible, ¿qué diablos estaban haciendo?
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Segundos después vio la correa que sostenía la mujer, que
estaba atada a alguien.
—Saca tu gordo trasero del coche —le gruñó la mujer a
alguien en la parte de atrás.
Al inhalar el aire, Nick olió algo maravilloso y fresco como
las rosas de su jardín. Nunca en su vida había olido algo tan
hermoso antes. El cabello rojo llamó su atención primero
cuando la mujer que había comprado salió del auto. No la vio
por completo hasta que la mujer rodeó el coche. La correa
estaba atada alrededor del cuello de la chica, y claramente
estaba apretada por las llagas rojas que ya se estaban
desarrollando. Su ira una vez más comenzó a acumularse.
¿Qué esperaban conseguir estos malditos haciéndole daño?
¿Por qué la estaban vendiendo?
La chica olía a miedo. El miedo y el dolor flotaban fuera de
ella haciéndolo sentir como un idiota. Todo el acto adquirió un
significado completamente nuevo, pero no pudo detenerlo. Su
necesidad por ella superaba a cualquier otra cosa.
—Aquí, esta es la chica. —Mark dio un paso adelante,
agarrando la correa de la mano de la rubia.
—Odio tenerla en mi casa. Asegúrate de que se la lleve —
dijo la rubia, alejándose furiosamente.
—Vamos, Clara —dijo Mark, obligándola a moverse.
—¿Por qué la vendes?
Clara, la pelirroja, estaba cubierta con grandes ropas que
ocultaban todo su cuerpo de la vista. Tenía la cabeza gacha,
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pero él vio las lágrimas rodando por sus mejillas. No podía ni
empezar a imaginar la humillación que sentía.
—Está demasiado gorda. Su presencia nos está
convirtiendo en el hazmerreír de la manada, pero no tienes ni
idea de eso ya que no tienes una manada propia.
Nick agarró al hombre por el cuello y apretó fuertemente. —
Te sugiero que cuides tu lenguaje —dijo.
De fondo escuchó a la rubia gritarle que soltara a su
marido. Ignorándola, Nick miró al otro hombre queriendo
terminar con su vida. Ya no era un Alfa, pero nadie iba a
tratarlo con tanta falta de respeto sin dirigir su ira hacia ellos.
—Eres un desterrado —dijo Mark, diciendo las palabras
con los dientes apretados.
Nick lo acercó más y se aseguró de que lo escuchara. —
Exactamente, así que me importa un carajo a quién mato
ahora. Intenta joderme y me aseguraré de que te arrepientas.
—Quitando la correa de la mano del hombre, lo empujó lejos,
pateando el maletín a su lado hacia el hombre mientras lo
hacía.
—Mark, cariño, ¿qué te ha hecho? —dijo la rubia, corriendo
al lado de Mark. Eran jodidos buitres y Nick los odiaba.
—Fuera de mi jodida vista. —Nick esperó hasta que los dos
estuvieron en el auto y se fueron antes de girar su mirada hacia
la mujer a su lado.
Clara, un nombre tan dulce para una mujer dulce, lo miró
aterrorizada.
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La estaban vendiendo por su peso. Si él fuera el Alfa de su
manada, se aseguraría de que sus padres sufrieran un destino
peor que la muerte. Considerando que no era un alfa de una
manada ni formaba parte de una, el hecho de que fueran malos
le había dado una mujer.
Girando su cabeza de un lado a otro, sintió que su miedo
aumentaba.
—No voy a hacerte daño —dijo, esperando que sus palabras
la tranquilizaran. Tomando su mano, la condujo hacia su auto.
Mierda. Había esperado que esta noche transcurriera sin
problemas. Por la forma en que Clara estaba actuando, dudaba
que estuviera lista para follar cuando llegaran a casa.
***
Durante muchos años, Clara había escuchado el término
‘basura de la camada’ cuando la gente hablaba de ella. Lo
odiaba, pero fingía que las palabras ya no le afectaban. Que le
dijeran que era gorda, fea y odiada por toda la manada no la
había preparado para la humillación final que había recibido
esta noche. Las palabras dolían, pero se había acostumbrado a
ellas.
Sentada sola en su habitación leyendo uno de sus
romances favoritos, su madre la había sacado de su fantasía.
La correa, junto con la ropa, sin mencionar la completa
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destrucción de su habitación, habían sido la gota que colmó el
vaso del brutal dolor.
El hombre que la compró puso en marcha el coche,
alejándola de todo lo que sabía. Su familia y su manada la
despreciaban, pero al menos sabía lo que pensaban de ella y
nada de lo que dijeran o hicieran le preocupaba. Aparte de la
intimidación, había estado más que preparada para lo que
quisieran repartir. La correa alrededor de su cuello estaba
envuelta alrededor de su muñeca impidiéndole moverse.
Mordiéndose el labio, trató de contener las lágrimas. Llorar
era una debilidad innecesaria que no podía permitirse. El
silencio en el coche le dio poco consuelo. ¿Qué pasaría cuando
estuvieran solos en su casa? No sabía quién era él ni por qué la
había comprado.
No importa cuántas dietas hiciera o cuántas veces se
muriera de hambre, su peso no bajaba. Cuando no lograba
perder peso, los insultos comenzaban a repetirse. Después de
que comenzaran los insultos, comenzaba a comer de nuevo. El
ciclo nunca terminaba. Sus duras palabras y su maldad la
enviaban de regreso a la comida.
Se pasó una mano por la cara y trató de controlar los
nervios. Sus manos temblaban como locas.
Condujeron durante la siguiente hora sin decir una
palabra. A Clara le agradó la falta de conversación. Intentar
hablar mientras se estaba absolutamente petrificada era difícil.
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Acomodar una oración era imposible en este momento con sus
nervios.
Nick detuvo el coche frente a una gran puerta de hierro.
Escribió un código que ella no vio. La puerta se abrió y él
condujo hacia adentro. Mirando detrás de ella vio que la puerta
se cerraba de nuevo, atrapándola dentro con un hombre al que
no conocía.
Mirando al otro lado de la puerta, vio la pared que debía
tener cerca de dos metros y medio de altura.
—Me gusta mi privacidad —dijo él.
Al girarse hacia el frente, vio que la casa grande estaba
rodeada por una gran variedad de campos, árboles y
arbustos. El coche se detuvo y el hombre se giró para
mirarla. —Te voy a soltar. Si haces algún intento de correr,
moverte o causarme problemas, entonces te encerraré en una
jaula, ¿me entiendes? —preguntó él.
—Sí.
Soltó la correa y salió. Quedándose en su asiento, Clara
esperó a que él la dejara salir. No se atrevería a huir. Abrió la
puerta y ella salió, esperando que él le diera más
instrucciones. La idea de sentir más dolor le impidió correr.
Había sufrido suficiente dolor para toda la vida, y no tenía
ningún tipo de fetiche extraño de sentir dolor.
—Sígueme. —Se dirigió al interior de la casa. No había
nadie a la vista y, por el aspecto y el olor del lugar, no había
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ningún otro miembro de manada aquí. —Dean, estoy de vuelta
—dijo, gritando.
Nick se quitó la chaqueta y luego extendió la mano.
Incapaz de detenerse, Clara retrocedió ante su toque.
—No voy a lastimarte.
Asintiendo, ella se quedó quieta mientras él le quitaba la
correa del cuello. —¿Duele? —preguntó.
Ella sacudió su cabeza. El dolor pronto se aliviaría.
—No me estás mintiendo, ¿verdad?
—No, el dolor desaparecerá en poco tiempo. —Ella lo miró.
—¿Es esta la mujer que acabas de comprar?
Un hombre corpulento bajaba las escaleras. Llevaba una
camisa blanca y un par de jeans desaliñados.
—Sí. —Nick envolvió sus dedos alrededor de su cuello,
acercándola.
—Bueno, has vuelto y estás vivo. ¿Pasó algo que necesite
saber? —dijo Dean.
—No, no pasó nada que él mismo no haya provocado.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Dean, luciendo nervioso.
—Yo me ocupo de mis asuntos. Ya no estoy en una manada,
y cualquier problema puede venir a mi puta puerta. No me
importa lo que diga nadie. —La voz de Nick era dura,
demandante, y ella detectó una pizca de dolor.
—Mierda, tienes razón, lo siento. —Dean se frotó la nuca
con un rubor en las mejillas.
—No te preocupes por eso.
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Ella vio a Dean agarrar su chaqueta de la parte de atrás de
la puerta y salir, deteniéndose cuando Nick comenzó a hablar.
—Dile a la manada que si quieren joderme, entonces está
bien, que me jodan, pero adviérteles que no juego con las
jodidas reglas. Ellos empiezan, y terminarán muertos.
—Nick…
—No, lo digo en serio, Dean. Terminé de jugar sus juegos.
Quieren jugar, entonces yo jugaré, pero lo haré a mi jodida
manera.
Dean parecía triste, mirándola antes de asentir con la
cabeza.
—Nos vemos pronto.
—Lo harás.
La puerta se abrió y luego se cerró, dejándola sola con un
hombre que acababa de amenazar al menos a dos manadas que
ella conocía.
—Ahora, podemos divertirnos de verdad —dijo,
manteniéndola sujeta por el cuello y guiándola hacia las
escaleras.
Sus nervios se aceleraron y comenzó a luchar contra él.
—Por favor déjame ir. No he hecho nada malo. Siempre he
sido buena.
Nick la agarró por la cintura, sujetándola por los brazos a
los lados.
—¡Detente! —gritó la palabra y ella no tuvo más remedio
que detenerse.
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Eran las únicas dos personas en la habitación, pero sabía
en el fondo de su corazón que él era el Alfa. No podría discutir
con él incluso si quisiera. Él era el hombre que hacía las reglas.
—No vas a ir a ninguna parte, así que deja de ponerme a
prueba. Nadie te quiere excepto yo. No tienes a nadie más que
a mí, y es hora de que comiences a darte cuenta —gruño las
palabras en su rostro, y ella no pudo evitar que las lágrimas le
llenaran los ojos y luego cayeran por sus mejillas. Cada palabra
que decía era la verdad.
Ella estaba a su merced y no había forma de salir de esto.
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Capítulo 2
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—Puedes sentir lo que quieras, pero debes saber esto,
nunca te haré daño.
—Acabas de pagar dinero por mí. ¿Qué se supone que debo
pensar?
Dejando escapar un suspiro, la tomó del brazo y la condujo
escaleras arriba. Sí, había pagado dinero por ella, pero no era
un completo animal.
Ella no sabe eso.
—¿Eres virgen? —preguntó, eligiendo no pensar en su
pregunta o en sus propias dudas sobre la compra de una loba.
—Eso no es asunto tuyo.
Se detuvo y se giró para mirarla. Ella podía tener miedo,
pero todavía tenía una bocaza. No había forma de escapar de
su pregunta. —Como lo dijiste tan acertadamente, te compré.
Por lo que sabes, te compré para el sexo. Para usarte para mi
placer.
Sus mejillas se calentaban con cada palabra que él decía.
Nick también olió su deseo. Clara se encendió con sus palabras.
Interesante. Nunca había pensado que una mujer pudiera
excitarse ante la perspectiva de que la compraran por dinero y
luego la utilizaran para el sexo.
Ella permaneció en silencio durante varios segundos.
—¿Me vas a utilizar?
—¿Eres virgen? —contrarrestó su pregunta con una
propia. Ella se mordió el labio, negándose a responder.
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Nick miró fijamente su cuerpo y deseó eliminar las capas
de ropa para poder admirar su cuerpo.
—No te compré por tu emocionante conversación —dijo,
esperando finalmente sorprenderla para que confesara la
verdad. —Te compré porque me estaba cansando de follar con
mujeres humanas. No pueden soportar el tipo de follada que
deseo darles. Sí, te compré por sexo. Te compré por el placer
que le darás a mi polla.
Sus mejillas eran de un hermoso color fresa. Nick se
preguntó hasta dónde podría hablar para obtener la
combinación de su vergüenza y el olor de su excitación.
—Eres un desterrado.
—Sí.
—¿Por qué?
Nick sonrió. Apoyado contra la pared, abrió la
puerta. —Entra y te diré todo lo que quieras saber.
Ella miró dentro de la habitación. Su mano fue a su pecho,
cubriendo sus senos. Joder, su polla se engrosó esperando ver
esos montículos regordetes.
—Vamos, Clara. Entra y te diré todo lo que quieras saber.
—¿Y si no quiero? —preguntó, sin dar un paso adelante.
—Entonces puedes ir a la habitación de al lado, pero no te
diré una sola cosa.
¿Hasta dónde llegaba su curiosidad? Nick esperó, amando
el desafío que representaba. Ella dio un paso hacia la
habitación y luego se alejó.
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—No, deseo tener mi propia habitación.
Él estaba molesto pero también feliz. Ella le ofrecía un
desafío y él estaba ansioso por romper su determinación, de
conseguir lo que quería.
—¿Estás segura? —preguntó, tratando de tentarla.
Desabotonándose la camisa, la dejó abierta para que ella
pudiera verlo.
Su mirada vagó a lo largo de él antes de volver a mirarlo a
la cara.
Olía jodidamente increíble. No podía esperar para enterrar
su cabeza entre sus pechos y luego sus muslos, para saborear
cada centímetro de su suave cuerpo. Su entusiasmo era difícil
de contener ante la perspectiva del futuro.
—Sí, estoy segura. Me gustaría tener mi propia habitación.
—¿No estás interesada en saber por qué me desterraron?
—Estoy interesada, pero no soy estúpida. —Sus dedos
estaban entrelazados frente a ella. ¿Tratando de alejarlo?, se
preguntó él. —Terminarás haciendo más que hablar allí. —Ella
asintió con la cabeza hacia su habitación.
—Tienes razón. —Él se encogió de hombros. —Veremos
cuánto dura esto. —Pasando junto a ella, el olor de su
excitación aumentó. Escondiendo su sonrisa, abrió la puerta de
su dormitorio. Lo tenía listo desde hace más de una semana,
cuando había estado negociando por su mujer.
Clara no tuvo más remedio que pasar junto a su cuerpo
para pasarlo.
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Se necesitó cada gramo de fuerza para no tocarla o
acercarla más a él. La ropa que vestía parecía sucia, sin
mencionar las marcas rojas alrededor de su cuello. Odiaba la
señal del dolor por el que ella claramente debió haber pasado.
La habitación estaba decorada en un hermoso color lila con
sábanas a juego para la cama doble que compró. El vestidor
estaba vacío, pero él lo abastecería de toda la ropa que ella
necesitara.
Había una mesa de tocador en la esquina, y las puertas se
abrían a una veranda que daba a todo el terreno. La propiedad
había sido cara cuando la compró por el tamaño del terreno.
Ser un lobo desterrado no le impedía tener que correr.
—¿Eres rico, o todo el dinero es de familia? —preguntó ella
cruzando los brazos.
Nick miró sus pechos y dejó escapar un gruñido. Ella jadeó,
dejó caer las manos y dio un paso atrás.
—¿Eres un lobo?
—Por supuesto que soy un lobo. Soy un lobo desterrado,
pero lo que es más importante, era un Alfa hasta que me
echaron de mi posición. —Dio un paso más cerca, luego otro
hasta que estuvieron cerca el uno del otro.
Ella levantó las manos. —He oído hablar de humanos que
no soportan convertirse en desterrados, por eso no sabía si eras
un lobo o no. —Clara trató de alejarlo, pero él no quería nada
de eso.
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Levantó la mano y hundió los dedos en su espeso cabello
rojo. Su polla se endureció dolorosamente contra la cremallera
de sus pantalones. La sumisión de Clara iba a ser un desafío
que esperaba conquistar. Ella sería su recompensa al final de
una larga pelea.
***
Clara esperó a que dijera más. Ella no sabía por qué le
preguntó acerca de ser un lobo. Por supuesto que era un
lobo. El olor junto con la profundidad de su voz le habían dicho
que era un Alfa. Ella no sabía por qué no tenía manada, y
ciertamente no había señales de una manada. Dean tampoco
había sido parte de una manada.
—¿Eres virgen? —preguntó él.
Clara miró al suelo y se quedó callada. No sabía por qué no
le decía la verdad. Por una vez, quería mantener una pequeña
parte de sí misma para ella. No iba a decirle la verdad
todavía. Ser virgen dentro de una manada no era algo de lo que
presumir. Durante la luna llena del decimoctavo cumpleaños
de una mujer, muchas mujeres perdían su inocencia. Los
hombres las rodeaban, tomaban lo que querían y, al día
siguiente, eran mujeres plenas en todos los sentidos de la
palabra.
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Ningún hombre se había acercado a ella cuando cumplió
dieciocho o diecinueve años. Cuando toda la manada estaba
follando, ella se había escapado para estar sola y llorar lo que
nunca podría hacer. Algunas de las mujeres de la manada
disfrutaban riéndose de ella y burlándose de su falta de vida
amorosa. Sacudiendo la cabeza para despejar las horribles
imágenes de su mente, lo miró.
—¿No me lo vas a decir? —preguntó él.
—No, ¿por qué debería?
Deja de pelear, idiota. Él puede hacer lo que quiera contigo.
Él la intrigaba. Nick era un misterio. Ella nunca había oído
hablar de él antes. La mayoría de los desterrados eran temas de
discusión con gran detalle entre las manadas, pero ella no podía
encajar sus circunstancias con el nombre de ningún lobo
desterrado.
—Vamos a jugar este juego, ya veo.
—No es un juego. No tengo que decirte nada. —Estaba
aterrorizada y no pudo evitar que las palabras salieran de su
boca. El agarre en su cabello se apretó tirando de su cabeza
hacia atrás, exponiendo su cuello. Deja de provocarlo.
—No. Soy un experto en conseguir lo que quiero, Clara. Te
haré rogar que te folle antes de la próxima luna llena.
—Como te atreves…
No pudo terminar su declaración cuando sus labios se
estrellaron contra los de ella, cortando cualquier protesta
enojada que quisiera comenzar con él. Indignada por el beso,
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abrió la boca, preparándose para empujarlo con los puños, y él
se aprovechó, saqueando su boca con la lengua.
Presionando sus palmas contra su pecho, Clara tenía toda
la intención de alejarlo cuando su mano libre se curvó alrededor
de su trasero. Nunca la habían tocado de una manera tan
apasionada antes. No tuvo control sobre su respuesta. Sus
pezones presionaron contra su camiseta mientras su coño se
derretía. La humedad se filtró en sus bragas. Estaba
mortificada por su respuesta a él. El hombre que la compró no
debería recibir este tipo de respuesta de ella. En ese momento
se odió a sí misma y a su cuerpo por ser tan débil.
Él la abrazó con fuerza. Sintió la evidencia de su excitación
presionando contra su estómago. Su lengua acarició sus labios
antes de deslizarse dentro, encontrándose con los suyos.
Tenía toda la intención de alejarlo de ella. Con las manos y
la lengua de él explorando su cuerpo, no se atrevió a
apartarlo. Su cuerpo se sentía extraño, diferente con su toque.
Nick se apartó primero, sonriendo. —Mira, puedo oler lo
mojado que está tu coño, nena. Me deseas y pronto descubriré
si eres virgen. No te preocupes, puedo esperar. —Él puso sus
manos entre sus muslos, ahuecando la evidencia de su
necesidad.
Apartando su mano, ella lo miró furiosa, esperando que él
dejara de atormentarla. —Eres un hombre odioso.
—No, no lo soy. Soy un hombre que sabe lo que quiere y lo
persigue sin dudarlo. —Él reclamó sus labios una vez más,
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mostrándole quién era el jefe. —No pienses en esconderte o
pelear conmigo. Perderás.
Salió furioso de la habitación en el siguiente suspiro.
Con los labios hormigueando, los pechos apretados y un
calor entre las piernas que la hacía sentir como si se estuviera
quemando viva, se apartó de la puerta. No, se negaba a permitir
que el hombre que la compró como si fuera una especie de
posesión la afectara. Envolvió sus brazos alrededor de su
cuerpo, tratando de mantener algún tipo de cordura.
Él te gusta.
Ella sacudió su cabeza. No había forma de que le
gustara. Era un monstruo que la había comprado. Abrió dos
puertas descubriendo el baño en la suite. Al entrar en la
habitación, abrió la ducha antes de quitarse la ropa. Que la
hubieran comprado no significaba que no pudiera estar limpia.
De pie bajo el agua caliente, pasó una mano por su cuerpo
desnudo sintiendo su toque una vez más.
Sus pezones estaban duros como una roca incluso con el
agua tibia. Nick Long, iba a meterse bajo su piel y la
enfurecería. Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería
mientras que ella estaba acostumbrada a ser ignorada. Sus
circunstancias eran completamente opuestas y la asustaban.
Lo desconocido siempre la asustaba. Los hombres y
mujeres de la manada se sentían muy satisfechos al ignorarla,
además de ridiculizarla y burlarse de ella. Se pasó una mano
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por la cara y dejó escapar un suspiro. Su vida había cambiado
en un abrir y cerrar de ojos.
Después de que terminó de lavarse, se envolvió el cuerpo
con la toalla blanca grande y luego se dirigió hacia el espejo. Se
secó el vapor y revisó las llagas rojas alrededor de su
cuello. Desaparecerían pronto, pero la irritaban.
Pasó los dedos por la línea roja, apretando los dientes.
Estas lejos. Eres libre.
Clara no era libre. Estaba a merced de un hombre al que
no conocía. ¿Nick estaba escondiendo algún secreto
horrible? ¿Por qué había sido desterrado?
Ninguna de las respuestas que quería llegaría a ella a través
de su reflejo. Dejando escapar un gruñido frustrado, salió hacia
el dormitorio.
Al entrar, vio una camiseta de gran tamaño descansando
sobre la cama. La camiseta no estaba allí cuando se fue de la
habitación. Revisó la puerta antes de pararse frente a la
cama. Clara no pudo evitar sentirse conmovida. Le había
dejado una camiseta para que se la pusiera.
Secando su cuerpo, rápidamente se puso la gran camiseta
por la cabeza y lo olió al instante. Estaba sorprendida de que la
tela le quedara sobre su gran cuerpo. Sonriendo, se metió en la
cama y se acomodó. Quizás esto no era tan terrible después de
todo.
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Capítulo 3
25
casa. Nadie lo molestaba nunca aquí. Su seguridad era estricta,
los sistemas eléctricos de alta gama.
Al entrar en su sala de seguridad, comprobó las cámaras y
se aseguró de que todos los códigos estuvieran en su lugar
antes de cerrar la puerta principal con solo presionar un botón.
Trató de no pensar en el beso o en la sensación de su
exuberante cuerpo presionado contra el suyo. Bloqueando
todos los pensamientos de su mente, volvió arriba, haciendo
una pausa fuera de su habitación. No se oía ningún sonido
detrás de la puerta. Casi esperaba que ella saliera, maldiciendo
y gritando por su audacia de entrar en la habitación.
Girando la perilla, abrió la puerta y la encontró acurrucada
en el centro de la cama. Entró en la habitación, cerrando la
puerta detrás de él. Ella no hizo ningún movimiento. Por el
sonido de su respiración, estaba profundamente dormida.
Inclinándose, le acarició la mejilla, escuchándola suspirar
y darse la vuelta. Incapaz de resistirse a abrazarla, se subió a
su lado y levantó la manta. Ella no se despertó. Clara debía
estar agotada para no despertar al menor movimiento.
Si alguien intentaba meterse en la cama con él, se
despertaba como una flecha. Años de ser un alfa habían
cimentado su defensa personal.
Él se relajó y luego le tocó el brazo. Una vez más, ella no se
despertó en absoluto. Frunciendo el ceño, odiaba su falta de
respuesta.
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¿Por qué? Podrías venir aquí todas las noches y ella no se
despertaría para alejarte.
Sonriendo por la repentina diversión que podría tener, Nick
envolvió sus brazos a su alrededor. Ella murmuró algo pero se
acurrucó contra él. Su mano descansaba debajo de su
barbilla. Con la mirada fija en su hermoso rostro, acarició el
largo de su cabello rojo. El color parecía fuego contra la
almohada lila. Se preguntó cómo se vería extendido sobre su
regazo mientras ella tomaba su polla profundamente en su
boca.
El beso que compartieron había sido ardiente, feroz, y su
pulso se aceleró con la sensación de ella contra él. Cuando se
rindiera ante él, su pasión sería épica. No se le ocurría ninguna
otra palabra para describir los pocos y preciosos minutos que
pasaron juntos. Bajó la manta y vio que ella vestía la camiseta
que le había dado. Entonces, ella aceptaría regalos de él,
siempre que él se los dejara y no le diera más remedio que
aceptarlos. La camiseta que le había dado era una que usaba a
altas horas de la noche cuando trabajaba en casa. Le quedaba
bien.
Por el tamaño, vio que él era más grande que ella en
muchos sentidos. Pasando sus dedos por su brazo, la escuchó
suspirar de nuevo. Su respuesta a su beso tenía que ser una
señal segura de que era virgen. No había forma de que una
mujer acostumbrada a la atención se sintiera así.
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Comprar una mujer en línea le había dejado un sabor
amargo en la boca. Muchas veces había mirado el precio de una
hembra de manada preguntándose cuántas manadas habían
renunciado a las lobas por dinero. Cuando dirigía una manada,
nunca había subastado a ninguno de sus miembros. Cada
persona debía ser cuidada, amada. Vendérselos a algún
extraño habría provocado su ira y se habría ocupado de ellos.
Habían pasado más de diez años desde que tuvo el control de
una manada, por lo que las cosas deben haber cambiado desde
la última vez que estuvo a cargo.
Alejando los pensamientos desagradables de su mente, solo
pensó en lo maravillosa que se sentía Clara contra él.
Cuando ella levantó una pierna para descansar cerca de su
polla, casi perdió el control. La luna llena estaba lejos, pero no
necesitaba que la luna llena para convertirse en su forma de
lobo. Se quedó mirando la dura marca roja alrededor de su
cuello, pensando en la maldición plateada en su carne. No
había tenido motivos para ser expulsada, pero él sabía que era
por su peso.
Muchas hembras de manada eran esbeltas, delgadas,
anoréxicas debido a su rápido metabolismo. Algunas manadas
miraban desdeñosamente a una mujer con curvas. Él no era
uno de ellos. De hecho, si no hubiera sido un desterrado y aún
hubiera sido un Alfa de una manada, se habría enamorado de
Clara en todos los sentidos.
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Sus curvas, su olor, lo volvían loco. Desde el momento en
que ella se bajó del auto, él se sintió intrigado.
Besando su frente, vio lo vulnerable que era. Cualquiera
podría haberla lastimado en la vieja manada. Nunca la enviaría
de regreso a casa.
Para Clara, su futuro lo llenaría él y le daría todo lo que su
corazón deseaba.
Nick se relajó a su lado y cerró los ojos esperando que el
sueño lo reclamara. Envolvió sus brazos alrededor de su nueva
posesión, feliz y tranquilo por primera vez en su vida.
Si sus padres pudieran verlo ahora, estarían muy felices
por él. Clara era una mujer excelente para llamar suya.
***
Al despertar, Clara gimió ante la realidad de su
situación. El repentino olor de Nick la hizo despertar
rápidamente frotándose los ojos. Mirando alrededor de la
habitación, esperaba encontrarlo al acecho, listo para atacar en
cualquier momento. Poniéndose de rodillas, miró de izquierda
a derecha y luego a su cuerpo.
El olor tenía que provenir de la camiseta que llevaba. No
había ni rastro del hombre en el dormitorio en el que dormía.
Se bajó de la cama, miró a su alrededor y no encontró más
ropa. Las suyas estaban sucias y no iba a usarlas.
29
Al dirigirse al baño, realizó su rutina matutina de ir al baño,
lavarse las manos y luego cepillarse los dientes para peinarse el
cabello. Dejó que el largo cayera sobre sus hombros. Clara solía
atar la longitud para que no se interpusiera en su camino.
Soltando un suspiro, agarró una bata y bajó las
escaleras. El sol brillaba intensamente a través de la
cocina. Las puertas dobles estaban abiertas de par en
par. Escuchó a Nick discutir con alguien. Acercándose, lo
encontró al teléfono, gritando y paseando por el patio.
Mirando más allá de sus hombros, vio una mesa cargada
de comida y bebida. Su estómago gruñó. Él se sacudió ante el
ruido, mirándola directamente.
—Tengo que irme. Prepárate para mi llamada dentro de una
hora o será tu maldito trabajo —gruñó la última palabra en el
teléfono y luego colgó.
—Lo siento. No quise interrumpir.
—Ven afuera. El desayuno está servido.
Comprobando que la bata estaba cerrada, salió. El calor la
golpeó, deseando dejar la bata y tener ropa en su lugar.
—Nadie puede vernos. Quítate la bata. Vas a sudar y
empezar a oler mucho —dijo él, tomando asiento.
Ella lo vio llevarse un gran vaso a los labios. ¿Cómo hacía
que la bebida pareciera tan erótica? Jugueteando con el
cinturón, lo miró al ver la sonrisa en sus labios. Él se estaba
burlando de ella, poniéndola a prueba. Se sentó frente a él y,
cuando él no pudo verle las piernas, se quitó la bata.
30
Sus labios se crisparon, claramente feliz con ella.
—Es posible que no pueda ver tus muslos, pero tengo una
vista clara de esos pezones, bebé. ¿Estás excitada o es frío, me
pregunto?
—Hace un poco de frío —dijo, odiándolo.
—Me imagino que lo hace. —Bebió un poco más de jugo
sonriéndole.
Entrelazando los dedos, lo miró fijamente, esperando.
—Come, Clara. Esta comida es tanto tuya como mía.
Mirando por encima de la mesa, se sorprendió de la
cantidad disponible. Había dos montones de panqueques,
cereales para el desayuno de muchas variedades, tostadas,
mantequilla, mermelada y fruta.
—Emmm, no puedo comer todo.
—No espero que lo hagas. Quiero ver lo que comes, así lo
sabré para la próxima vez —dijo. Su codo se apoyó en el asa de
la silla y apoyó la cabeza en la mano.
—¿Preparaste esto? ¿No tienes un ama de llaves o algo así?
—Agarró el cereal, la leche y un cuenco.
—No, tengo una señora de la limpieza que viene dos veces
por semana. No puedo concebir tener a alguien cerca por tanto
tiempo. Odio la invasión en mi vida. —Vertió un poco más de
jugo en un vaso.
—¿Tienes que salir de casa? —preguntó ella.
—No. Mi negocio se puede realizar desde cualquier lugar.
Genial, no estaría sola.
31
—¿No quieres azúcar? —preguntó él, señalando su cereal.
—No. No me gusta el azúcar en mi cereal. —No estaba
mintiendo. El azúcar hacía que los cereales fueran demasiado
dulces para ella.
Le dio un vaso de jugo antes de sentarse. Ella sintió su
mirada sobre ella en todo momento. Clara trató de ignorarlo,
masticando y mirando a su izquierda para mirar alrededor del
jardín.
—¿Cómo has dormido? —preguntó él.
Mirando hacia él, vio que estaba sonriendo una vez
más. —Bien. —¿Se había perdido algo? Su sonrisa parecía
significar algo. —¿Y tú? —Sus modales nunca desaparecerían
incluso si lo odiaba.
¿Por qué lo odiaba? No le había hecho nada. Todo lo que
había hecho era sacarla de una mala situación. Su familia la
odiaba. La manada había sido terrible con ella en cada
oportunidad. A ninguno de ellos le agradaba que estar en su
compañía. El significado de su vida había sido evitarlos a todos
en cada oportunidad.
—¿Qué estás pensando? —preguntó él.
—¿Qué? ¿Por qué quieres saber? —Perdió el apetito y
apartó el tazón de cereal.
—Te has puesto triste, incluso retraída. Quiero saber qué
te ha hecho sentir así.
Se inclinó hacia adelante, mirándola a los ojos. Odiaba
cómo parecía verlo todo.
32
—Nada.
—Estás mintiendo. No me gustan los mentirosos,
Clara. Nunca me mientas.
Lamiendo sus labios, juntó las manos, tratando de
concentrarse en algo más que en él. —Estaba pensando en mi
familia y mi manada.
Ella dejó caer la cabeza, no queriendo que él viera
demasiado.
—¿Los extrañas?
—No. —Ella volvió a mirarlo, sabiendo que se merecía ver
su mirada.
—Entonces, ¿por qué piensas en ellos y te sientes triste?
Sus preguntas eran razonables, pero se sentían demasiado
invasivas para ella. Ocultarle la verdad no serviría de
nada. Nick era un hombre rico. Obtenía lo que quería siendo
despiadado.
—Estaba pensando en lo felices que deben haber estado al
sacarme de su manada. —Ella sonrió. —No era una buena
publicidad para la vida en la manada en absoluto. Ninguno de
los hombres quería tener nada que ver conmigo, y las mujeres
se mantenían alejadas de mí por temor a que se extendiera el
repelente.
Clara ni siquiera se dio cuenta hasta ahora de cuánto la
habían lastimado sus acciones.
33
Enjugándose las lágrimas que la habían tomado por
sorpresa, maldijo sus descarriadas emociones. Si su madre
estuviera cerca, recibiría una paliza antes del final del día.
—Se han ido y nunca volverán —dijo Nick. —Además,
deberías preocuparte por mi atención. Te prometo, Clara, que
cuando haga estallar tu cereza no tendrás un momento de
descanso de mí.
34
Capítulo 4
35
—Tengo mi manera de saberlo todo, cariño.
—Entonces, ¿por qué me preguntaste anoche si sabías la
respuesta?
—No sabía la respuesta anoche. Compré una loba, no todos
los detalles. —Él se encogió de hombros. Su conversación era
la más emocionante que había experimentado en años. Estaba
bien hablar con Dean, pero las mujeres humanas no se
comparaban con Clara. Solamente su rostro era fascinante de
ver. Todas sus emociones estaban a la vista para que él las
leyera. Para ser una loba, era muy ingenua. Nadie le había
enseñado el valor de controlar sus emociones. No era un
problema. Él le enseñaría todo lo que necesitaba saber y más.
Sus pezones se estaban poniendo más duros. La camiseta
que le había dado se veía bien contra sus curvas. Ella se apartó
un poco el cabello cuando la ligera brisa se lo arrojó contra la
cara.
Nick bebió más de su jugo pensando en lo de anoche. Se
había despertado esta mañana para encontrarla todavía
profundamente dormida, su cuerpo envuelto alrededor del
suyo. Se había tomado muchas molestias para apartarse de su
lado sin despertarla. Cuando se paró sobre ella, la manta lo
había revelado todo. La camiseta que llevaba se había subido
para mostrar la mayor parte de su cuerpo. Sus tetas seguían
siendo un misterio para él, pero todo lo demás no lo era.
El rojo de su cabello era el mismo abajo. Ella no se
depilaba, lo que a él le encantaba. Esperaba separar los labios
36
de su sexo para abrirlos y revelar su coño cremoso. No había
nada más placentero que saborear los jugos de una mujer
mientras escuchabas sus gritos de liberación.
—¿Qué decía? Loba gorda lista para ser capturada, ningún
hombre entró antes.
Su enojo lo molestó, pero no tanto como sus insultos a sí
misma.
—Para nada. Te ves a ti misma gorda.
Ella no mantuvo su mirada en él. Su cereal estaba a medio
comer.
—¿Terminaste con tu comida? —preguntó él.
—Sí —dijo ella, gritándole.
—Bien, podemos pasar directamente a tu castigo. —Se
puso de pie, rodeó la mesa y le tendió la mano para que ella la
tomara.
—¿Qué? ¿Castigo por qué? No he hecho nada malo además
de discutir contigo. No estoy aquí porque quiera estar. —
Mantuvo un firme agarre en los brazos de su silla.
—Tengo pocas reglas, Clara. Y has roto una de mis reglas y
no la toleraré en mi casa. Tengo un castigo apropiado para ti.
Ponte de pie ahora o añadiré más a tu castigo. —Esperó a que
ella tomara su mano. Clara no lo hizo. Sus ojos verdes lo
encendieron con la mirada desdeñosa que le envió. ¿No tenía
idea de que todo lo que hacía solo lo excitaba? Estaba
jodidamente duro como una roca, listo para follarla en
cualquier momento.
37
—No puedes hacer esto. Es injusto y está mal —dijo, ella
permaneciendo en su asiento.
—Podemos entrar a la casa para terminar con tu castigo, o
podemos seguir con eso aquí afuera. Tengo un pedido de tu
ropa llegando y me aseguraré de que nuestros invitados sean
testigos de tu castigo.
—Eres un bruto. ¿Eres una especie de Maestro Dominante?
—preguntó ella.
—¿Entonces sabes qué es eso?
Sus mejillas ardieron, pero no respondió.
—No, no soy un Dominante. No tengo sala de juegos ni
equipo para castigarte. No tengo azotadores. Lo que tengo es mi
mano, unos consoladores elegantes y una cuerda. No necesito
nada más para obtener mi placer. —Su mirada se dirigió a la de
él en estado de shock. —¿Qué va a ser, Clara? ¿Castigo en la
intimidad o para que otros lo vean?
Lentamente, ella le dio la mano. Le temblaban los dedos. La
puso de pie y admiró su cuerpo, la longitud de sus piernas que
ella había tratado de ocultar.
—Lo hiciste a propósito —dijo, tratando de agacharse para
cubrirse las piernas.
—Aprenderás a darme todo lo que quiero y a no intentar
esconderte. Tu castigo permanece. —La tomó de la mano y la
condujo de regreso a la casa. Nick se detuvo, pensando en el
mejor lugar para que ella tuviera su castigo. La única
habitación que podía servir, además del dormitorio, era la sala
38
de estar. Las cortinas estaban abiertas y, al mirar el reloj
cuando pasó por al lado, vio que sus visitantes no llegarían
hasta dentro de al menos dos horas. Eran libres de hacer lo que
quisieran hasta entonces.
—¿No vamos arriba? ¿Y si viene alguien? —preguntó ella,
tirando de su mano.
—Deberías haber pensado en eso antes de romper una de
mis reglas.
Ella golpeó con el pie. —No conocía tus reglas. Esto está
mal, Nick.
Le gustaba demasiado el sonido de su nombre saliendo de
sus labios.
—Entonces hoy aprenderás al menos una de ellas. —No iba
a lastimarla, pero la pondría sobre sus rodillas y la sentiría
contra él. Se sentó en el centro del sofá y se golpeó la rodilla. —
Aquí, arriba.
***
—Estás siendo un completo y absoluto bastardo—dijo
Clara, furiosa por su excitación. Su coño también se estaba
derritiendo. Estaba tan avergonzada de excitarse por un
castigo. En un momento no recibía ningún tipo de atención, y
ahora no recibía nada más que atención. La estaba volviendo
loca.
39
—Me han llamado peor, nena. —Se echó hacia atrás,
mostrando sus rodillas. Sus muslos parecían lo
suficientemente grandes como para soportar su peso. Nadie
había intentado que ella descansara sobre ellos antes. —
Depende de ti Cuanto más tiempo tardes, más riesgo tienes de
que te vean
Mirándolo, se acercó y se movió sobre sus rodillas. La mano
de él rodeó su cintura, ayudándola a colocarse en su lugar. Su
estómago descansó en el espacio entre sus piernas con sus
pechos presionados contra su muslo. Ambas manos la
movieron tal y cómo la quería. Se sorprendió de que no hiciera
ningún ruido cuando la colocó en posición. Su peso no tenía
ningún efecto sobre él.
—Allí. No fue tan difícil, ¿verdad? —preguntó él.
—¿Cuál es mi castigo?
—Tendrás que esperar y ver.
Acostada sobre sus piernas, se aferró a la tela de sus
pantalones esperando que él le diera un castigo.
Una de sus manos se aferró a su cintura. Ella no sabía
dónde estaba su otra mano. Empezó a levantar la camiseta de
dormir que estaba usando. Clara esperó y de repente se dio
cuenta de que no tenía ropa interior.
—Detente —dijo ella.
—Bueno, Clara, tengo que decir que estoy sorprendido de
ti. Pensé que al menos usarías algún tipo de bragas. —La
sonrisa en su voz era difícil de no detectar.
40
—¿Te estás riendo de mí?
—Para nada. Es bueno ver que eres una pelirroja natural.
—Oh Dios —dijo, hundiendo la cabeza en su pierna
deseando que él terminara con su vergüenza. Ella ya había
sufrido bastante. No tenía que prolongar su desdicha con sus
palabras.
Su mano descansó sobre su trasero, sin moverse.
—Tu trasero es jodidamente hermoso —dijo, acariciándole
una mejilla.
Sintió que iba a arder viva con su toque. La habitación
estaba iluminada y él podría ver cada bulto y defecto dentro de
su carne. ¿Tenía celulitis en el culo? No lo sabía. Mirar su
trasero en el espejo no había sido parte de sus actividades.
Su toque fue hacia abajo, curvándose sobre su trasero y
luego bajando por sus muslos.
—Tu cuerpo es hermoso, Clara.
Sin decir nada, esperó a que él terminara con ella.
—Castígame ya —dijo ella.
—No, me voy a tomar mi tiempo.
Le acarició el culo. Su respuesta a su toque la molestó. Nick
no debería inspirarle una respuesta.
—¿Quieres que tu castigo sea menos severo? —
preguntó. Su voz le sonó tensa.
—¿En qué sentido? —Se giró para mirar el respaldo del
sofá. Mirarlo a los ojos no era una posibilidad en este
momento. ¿Y si se estaba riendo de ella?
41
—No, debes saber que nos estropearía la diversión si te digo
que quiero, Clara.
—¿Entonces quieres que esté de acuerdo sin saber qué
tengo que hacer para evitar que mi castigo sea doloroso?
Cómo había cambiado su vida en cuestión de veinticuatro
horas. Si viviera con sus padres, estaría limpiando su casa
mientras ellos se sentaban sin hacer nada. Ella no era más que
una esclava de su familia.
—Tienes que arriesgarte en la vida. ¿Quieres seguir con un
castigo duro o arriesgarte y conseguir uno más ligero?
Descansando su cabeza en su muslo, pensó en lo que
estaba diciendo. ¿Sería tan difícil arriesgarse con él? No sabía
la respuesta a sus propias preguntas. Nick la confundía. ¿Qué
dolor podría ser peor?
—Sí.
—¿Estás segura?
No, ya no estaba segura de nada.
—Sí —dijo, dejando escapar un suspiro.
Sus dedos acariciaron su trasero. De repente, la levantó y
se puso de pie. La giró para que lo mirara.
Lamiendo sus labios secos, lo miró a los ojos. Eran de un
ámbar oscuro cuando la miró.
—Quiero que te quites la camiseta.
—¿Qué? No llevo nada más.
Se sentó con los brazos abiertos.
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Mirando hacia abajo a su regazo, vio la cresta de su polla
presionando contra sus pantalones. ¡Maldita sea, era enorme!
El contorno la hizo tragar más allá del nudo en la garganta.
—Desnúdate y estaré feliz de aligerar tu castigo.
—Estaré desnuda.
—Ese es el punto. Estarás desnuda y finalmente podré ver
por lo que pagué.
Sus palabras la excitaron.
—Esto es mucho peor —dijo, cruzando los brazos sobre el
pecho.
—¿Lo es? Somos lobos, Clara. Es peor estar confinado con
esta maldita ropa que estar desnudo. —Pellizcó la ropa, el
disgusto visible en su rostro.
—Si tanto odias la ropa, ¿por qué no te la quitas? —le
preguntó.
—Lo haría, pero pensé que si bajabas a desayunar y me
veías desnudo, saldrías corriendo a la primera oportunidad. Me
gustaría una buena carrera en cualquier otro momento. El
desayuno y una carrera es algo que no encajan en absoluto.
Él estaba en lo correcto. Si lo hubiera visto desnudo, se
habría puesto nerviosa. En su familia estaban felices de estar
desnudos uno alrededor del otro, pero a ella le habían prohibido
estar desnuda. Se le había ordenado estar cubierta en todo
momento.
43
La ropa se había convertido en otra capa de protección para
ella. Se destacaba en la manada ya que era la única que vestía
ropa durante una reunión.
—¿Por qué quieres verme desnuda? —preguntó ella.
Nick se puso de pie, sorprendiéndola por la velocidad con
la que se movía. Tensándose, vio cómo se quitaba la camiseta y
luego se quitaba los pantalones. Se sentó, agarró su longitud y
dejó escapar un suspiro. —Ahora, eso está mucho mejor. Es
natural que estemos así, Clara. No más esconderte y abraza
quién eres. —Apretó su eje mirando su excitación y luego a
ella. —Esto, esto es para ti. Esto es lo que me haces.
Clara sintió la necesidad de quitarse la ropa con las
garras. La primera vez que le ordenaron que usara ropa le había
picado toda la piel. La mayoría de las mujeres después de que
cumplían la mayoría de edad permanecían desnudas. Pero a
ella la habían obligado a usar ropa.
Libérate.
¿Realmente podía liberarse de todo lo que había conocido?
44
Capítulo 5
45
—No. —No te retractes. Sería tan fácil para él retractarse
ante ella y dejar su castigo. —Estar desnudo no es una
dificultad.
—Habla por ti mismo.
—Puedo esperar todo el día. Tenemos invitados llegando —
le recordó él.
Ella le gruñó, golpeando con el pie el suelo.
—Linda —dijo él, sonriendo.
—Bien, terminemos con esto. —Ella se quitó la camiseta del
cuerpo, revelando su carne cremosa a su mirada. Sus caderas
eran anchas, su estómago bien redondeado. Su mirada se fue a
mirar fijamente sus tetas llenas. Eran perfectas con grandes
pezones rojos redondeados. Sus manos descansaban en sus
caderas. —Bueno, ¿qué quieres que haga ahora?
—Siéntate en la mesa de café —dijo él.
Tenía que controlarse para no tirar de ella sobre su regazo
y empujarse dentro de su apretado coño.
Ella miró hacia atrás y luego bajó su trasero a la mesa de
café de madera. Él siempre supo que sería útil cuando la
compró.
—Recuéstate sobre tus manos.
Poniéndose de rodillas ante ella, la agarró por las rodillas y
le abrió los muslos. Su excitación impregnó la habitación. La
fragancia era embriagadora, intoxicante y envió la necesidad de
follar corriendo a través de él. La habían dejado sola durante
46
demasiado tiempo. Su necesidad de apareamiento estaría a la
vuelta de la esquina, y él sería el que la reclamaría.
Clara luchó con él para mantener los muslos cerrados. La
mantuvo firme, negándose a dejar que se cerrara a él.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó ella.
—Vas a confiar en mí para darte más placer del que puedas
imaginar.
Ella estaba jadeando por respirar.
Su cuerpo permaneció tenso incluso cuando él abrió sus
muslos y la llevó al borde de la mesa de café.
Manteniendo su mirada en ella, deslizó sus manos por sus
muslos sintiendo los músculos temblar bajo su toque.
—Nick —dijo, mordiéndose el labio.
—No te preocupes por nada, nena. Estoy aquí y no voy a
hacer nada para lastimarte.
Ella asintió con la cabeza, pero no cambió en absoluto
mientras la sostenía. Mirando su cuerpo, fijó su atención en los
labios ruborizados de su coño. La capa de pelo rojo lo excitaba.
Moviendo sus dedos hacia arriba, separó los labios de su sexo
abriéndola completamente para revelar la protuberancia de su
clítoris.
Se le hizo agua la boca y el olor de su excitación lo atrajo
más cerca.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella.
—Te voy a probar. Cuando termine, sentirás el pinchazo del
placer.
47
Su polla le iba a causar más dolor del que alguna vez
hubiera sentido. Inclinándose más cerca, se centró en su
abertura. Deslizando su lengua por su clítoris, gimió ante la
primera explosión de su sabor. Era almizclado y dulce al mismo
tiempo. Manteniendo sus labios abiertos, se deslizó hacia abajo
para tocar su entrada. Su barrera virgen le impidió ir más
adentro. Estuvo tentado de atravesar su inocencia con los
dedos en lugar de esperar a penetrarla con su polla.
La idea de reclamarla y bombear su semen en su útero le
impidió deshacerse de esa molesta barrera.
Deslizándose hacia arriba, rodeó su clítoris. Ella se
derrumbó. La mesa de café era lo suficientemente grande para
que ella se recostara por completo. Clara era mucho más
pequeña de lo que pensaba. Ella tomaría su polla y él no podía
esperar.
Agarró su polla, apretando el puño a lo largo para tratar de
aliviar el placer.
Nada lo detendría más que una liberación. Tocando su
clítoris, miró hacia arriba para ver sus tetas temblando con su
excitación.
Su crema cubrió su lengua y él tragó.
—Déjate ir, nena. Siente el placer.
Levantó la mano y le acarició los pezones, pellizcando y
retorciendo las protuberancias duras. Ella gritó, llegando al
clímax en su lengua segundos después.
48
Nick acarició su clítoris, sintiéndola deshacerse contra su
boca. Estaba temblando, sacudiéndose sobre la mesa.
Él se apartó y se limpió su crema de la barbilla. La ayudó a
incorporarse. Agarrando su cabello en su puño, inclinó su
cabeza hacia atrás para reclamar sus labios carnosos.
—Eres tan jodidamente hermosa. Me dejarás lamerte
cuando quiera, ¿entiendes?
Ella asintió. Sus ojos estaban muy abiertos. Por el rubor de
sus mejillas y el temblor de su cuerpo, supo que era la primera
vez que llegaba al orgasmo. Volviéndose a sentar en el sofá, Se
apretó la polla con el puño. —Ahora, volvamos a tu castigo —
dijo él.
Clara tragó, luciendo nerviosa.
—Sí
Pensó en su castigo. Sería tan fácil ponerla sobre sus
rodillas y azotar ese culo lleno. Pero Nick no era un Dominante
y tenía formas más interesantes de castigar a su premio.
***
Todo el cuerpo de Clara estaba en alerta roja. El orgasmo
que le había dado la había tomado completamente por
sorpresa. La sensación de su lengua a través de su coño había
enviado su excitación a un nivel que no había anticipado.
—¿Cómo debería castigarte?
49
Él no esperaba una respuesta y ella no le dio una.
Su mente estaba por todos lados. Nick era el primer
hombre en darle un orgasmo. Cerrando los ojos, se llevó una
mano al estómago para tratar de detener la confusión que se
acumulaba en su interior. Quería odiarlo tanto, pero cada
segundo que llegaba a conocerlo, su ira se convertía en otra
cosa.
—Conozco el castigo perfecto.
Abriendo los ojos, miró fijamente a los de él de color
marrón oscuro.
—Ven aquí, Clara.
El sonido de su nombre saliendo de sus labios parecía más
exótico y seductor de alguna manera. No era posible que un
nombre tuviera tanto significado, pero Nick la hacía pensar
mucho más de lo que realmente había entre ellos. Él había
pagado por ella. Ella era simplemente una mujer para su
placer.
Poniéndose de pie, dio los pocos pasos para pararse entre
sus muslos.
—Ponte a horcajadas sobre mi regazo. Quiero una pierna
a cada lado.
—No estoy lista para tener sexo —dijo, presa del pánico.
—Cuando yo esté listo para follarte, lo sabrás. Hasta
entonces, haz lo que te digo.
50
No veía ninguna utilidad en discutir con él. Subiendo a su
regazo, descansó en una posición incómoda con las piernas
dolorosamente apretadas contra su cuerpo.
—Envuelve tus piernas alrededor de mi espalda. —Su
mano se movió entre ellos. Sintió la longitud de su polla contra
su coño. —Ahí, no te voy a follar hoy.
—¿Cuál es mi castigo? —preguntó ella, sintiéndose
nerviosa. Estaban tan cerca. No estaba acostumbrada a este
tipo de caricias. Por lo general, vestía ropa y nadie la veía
desnuda. Nick no solo la había visto desnuda, también la había
llevado al orgasmo.
—Ya verás. —Sus manos aterrizaron en su trasero. Sus
pechos estaban presionados contra su pecho. Ella vio como su
mirada se movía hacia su pecho. —Ofréceme una de tus tetas.
Levantando un pecho hasta su boca, se tensó con el
primer toque de sus labios alrededor de su pezón. Él chupó la
carne roja hacía dentro, y ella gritó por el placer que recorrió su
cuerpo y fue directo a su clítoris.
Nick pasó al siguiente pecho tomándose su tiempo para
chupar sus pezones y besar su cuerpo.
Sus manos acariciaron de arriba a abajo su espalda,
ahuecando su trasero para frotar su coño contra su
polla. Sentía lo que le estaba causando por todo el cuerpo.
—Quiero que agarres mi polla —dijo, mordisqueando su
carne.
—¿Qué?
51
—Agarra mi polla.
Nunca había tocado las partes de un hombre antes. Estiró
la mano y rodeó su polla con los dedos, tratando de no tocarlo
con demasiada fuerza.
—Más, sostenme con firmeza, Clara, por favor.
Escuchar las palabras por favor salir de sus labios la
sorprendió. En el poco tiempo que se habían conocido nunca
había usado esa palabra con ella.
Agarrando su polla con fuerza, sintió el calor de él contra
su palma. Él maldijo, echando la cabeza hacia atrás. Su mirada
estaba sobre ella. El ámbar oscuro de sus iris parecía más lobo
que humano.
—¿Tienes idea de lo que me estás haciendo? —le preguntó.
Ella sacudió su cabeza. Clara realmente no tenía ni
idea. Mirando hacia sus labios, quería sentirlos en su piel una
vez más. Algo le estaba pasando. Debería estar peleando, pero
todo lo que quería hacer era besarlo, estar con él.
—Aquí, tócame así —dijo, rodeando su mano con la
suya. Él le mostró lo que le gustaba, la presión de su mano
mientras trabajaba arriba y abajo a lo largo de su polla.
Clara no podía apartar la mirada de la punta brillante que
apuntaba hacia ella mientras trabajaba su polla. Cuando él
apartó la mano, ella siguió con la acción queriendo darle placer
como él lo había hecho con ella.
—Bésame, Clara.
52
Ella miró hacia arriba para verlo mirándola. Inclinándose
hacia adelante, mantuvo el movimiento de su puño. Él no se
abrió como ella lo había hecho con él. Ambas manos ahuecaron
su rostro antes de sumergirse en su cabello, tirando del largo.
Con la cabeza echada hacia atrás, sus pechos quedaron
expuestos.
—No voy a follarte hoy, Clara. Te advertiré que le haré
muchísimas más cosas a tu cuerpo, pero no te follaré. No
necesito tener mi polla dentro de ti para darnos placer a los dos.
—Besó su cuello, mordiendo su pulso.
Su toque la estaba volviendo loca. Lo que estaban
haciendo juntos era más de lo que ella podría haber
esperado. Trabajando su polla, sintió la humedad en la punta
con cada deslizamiento hacia arriba y luego hacia abajo.
Gimiendo, miró hacia abajo para verlo chupar sus pechos,
tomando cada pezón por turno. Su cuerpo ya no se sentía como
el suyo, sino que él podía hacerle lo que quisiera.
Nick pasó de un pecho al otro, alternando entre los
dos. Mordió, chupó y luego lamió antes de centrar su atención
en el siguiente.
—Más duro, haz que queme, nena —él dijo.
Apretando su agarre, gritó ante la repentina sacudida de
placer que la atravesó yendo directamente a su clítoris. El
agarre en su cabello tiró de su cabeza hacia atrás. él besó su
cuello subiendo para reclamar sus labios y luego hacia abajo
para tomar su pezón.
53
Ella trabajó su mano más fuerte y más rápido tratando de
enviarlo a la cima como él había hecho con ella.
—Joder, me voy a correr —dijo, jadeando. Su respiración
era más profunda de lo que jamás había escuchado. Sus
caderas se sacudieron haciendo que ella rebotara en su
regazo. Mirando hacia abajo, vio cómo se movía su polla, y la
primera ola de semen blanco se derramó sobre su
estómago. Nick siguió corriéndose. Su liberación cubrió sus
estómagos con cada pulso. Estaba fascinada por lo que le había
hecho.
—Gracias —dijo él, segundos después, cuando nada más
salió de él.
—Ummm, de nada.
—Tu castigo ha terminado —dijo, atrayéndola para
besarla. —Puedes irte y cambiarte ahora.
Clara miró fijamente a sus ojos castaños oscuros y frunció
el ceño. —¿Qué? ¿Ese es mi castigo?
—Podría ponerte sobre mis rodillas, pero pensé que tu
castigo era suficiente.
Clara no discutió porque en lo que respectaba al castigo,
era el mejor que había experimentado en su vida.
54
Capítulo 6
55
—No tendrás ni una sola oportunidad de escapar —dijo
él. —Lo he codificado todo. En el momento en que salga de esta
casa, las puertas se cerrarán y tu único acceso al exterior será
mirar a través de las ventanas. —Vio morir la esperanza dentro
de ella.
Odiaba ver su derrota. De pie cerca de ella, se inclinó y la
besó en la cabeza. —Volveré antes de que te des cuenta.
El deseo de quedarse en casa era fuerte. Había
interrumpido la conversación y sabía que no tenía más remedio
que ir.
—Diviértete mientras no estoy.
Antes de cambiar de opinión, giró sobre sus talones y
salió. En el momento en que la puerta se cerrara, todas las
demás puertas y ventanas se cerrarían. Había diseñado la
seguridad para su propia tranquilidad. Después de haber sido
desterrado de todas las manadas, estaba preocupado por su
seguridad. A algunos Alfas de manada se les podría ocurrir
cazar a un desterrado y eliminarlo de forma permanente.
Nadie intentó ni siquiera perseguirlo. Todos debían saber
que mataría a cualquiera que lo intentara.
Subiendo a su auto, esperó a que se abriera la puerta y
luego la cerró antes de conducir por la calle en dirección a la
ciudad para lidiar con su problema actual. Recibir una llamada
de uno de sus gerentes de seguridad sobre la invasión de Mark
a sus oficinas había sido un pequeño problema. Tener noticias
de Mark de nuevo era otro de sus problemas para acumular a
56
la lista de cosas con las que tenía que lidiar. El acuerdo debería
haber sido que su contacto cesaría en el momento en que
pagara por Clara.
Estacionando su auto, asintió con la cabeza hacia otro
cambiaformas lobo en su equipo de seguridad. Nick se había
asegurado de emplear lobos desterrados como él. La mayoría de
los lobos no tenían la marca distintiva que él tenía, pero los
respetaba de todos modos.
Tomó el ascensor y éste lo llevó directamente a su
oficina. Dean estaba parado allí con Mark y uno de sus
hombres de seguridad, Bill.
—Quítate de encima, joder. Esto es un negocio, nada más—
dijo Mark.
Cerró la puerta y observó con satisfacción cómo los
hombres se estremecían. Todos habían estado tan preocupados
discutiendo que ni siquiera habían olido su acercamiento.
—Si todavía fuera el Alfa de una manada, los castigaría a
todos por simplemente no prestar atención —dijo Nick,
ganando su atención. Bill había salido de su manada cuando
asesinaron a su esposa por serle infiel. Las leyes de la manada
eran estrictas. Una vez que un macho y una hembra se
apareaban, era de por vida. Si una mujer engañaba, la pena era
la muerte. Notó que la misma regla no se aplicaba a los
machos. Todo lo que conseguían era una palmada en la
muñeca. Bill se alejó porque le quitaron a su compañera de vida
a pesar de que él había pedido verla con otro hombre. Alguien
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los espió, mató a su compañera y Bill se fue. La historia era
triste, deprimente, y otra razón por la que Nick nunca sería
parte de una manada, incluso si se le ofreciera una.
—¿Qué está pasando, Bill? —preguntó Nick, tomando
asiento detrás de su escritorio. Negándose a mirar a Mark, se
concentró en los hombres a los que no quería matar.
No mates a su padre. Su muerte haría un desastre, y hay
más humanos en el edificio de los que no.
Trató de razonar consigo mismo. Cuanto más pensaba en
lo que había aprendido de Clara, más difícil era no lastimar al
bastardo.
—Este idiota —dijo Bill, señalando a Mark. —Irrumpió en
tu edificio gritando sus demandas.
Bill parecía dispuesto a cometer un asesinato.
Ponte en fila, Bill. Cualquiera que eliminé a este bastardo
tendrá que responder ante mí.
—Él causó revuelo, aterrorizó a las mujeres y comenzó a
hablar mal de ti.
Moviendo su atención a Dean, esperó otra explicación.
—Traté de sacarlo de tu oficina, Nick. Quiere más dinero—
dijo Dean, encogiéndose de hombros.
Nick volvió a controlar su ira y centró su atención en el
hombre al que deseaba asesinar. —¿Qué te da derecho a venir
a mi lugar de trabajo y empezar a hablar mal de mí?
—Quiero más dinero.
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—Te pagué un millón de dólares por tu hija. No vas a recibir
otro centavo de mí. —Al mirar al padre de Clara, Nick no pudo
evitar la sensación de repulsión que lo invadió.
—Ella vale mucho más que un millón.
—Escuché a tu esposa decir que Clara era la basura de la
camada. Ella no significa nada para ti. Un millón es más que
justo. —En verdad, Nick pagaría el triple, si no más, para
conservarla.
—Si no me pagas más, iré al Colectivo de Alfas.
Nick arqueó una ceja y se giró hacia Dean, quien negó con
la cabeza.
—Interesante. ¿Irás al Colectivo de Alfas? —preguntó Nick,
poniéndose de pie. El Colectivo de Alfas era responsable de su
estatus de proscrito. La gente se refería a ellos como la
‘Colección de Alfas’ o como ‘El Colectivo’. El único deseo que
tenía de lidiar con el Colectivo era lastimarlos. La colección de
Alfas actuaba como trabajadores sociales o el sistema legal
moderno para los lobos.
—Te harían pagar más.
—¿De verdad crees que te ayudarían? —preguntó Nick,
dando un paso hacia el otro hombre. Todo lo que necesitaba era
una excusa para terminar con este saco de mierda y lo haría en
un santiamén.
—Soy un lobo de manada. Ellos todavía responden a
nuestras llamadas, no a bastardos desterrados como tú.
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Apoyado en su escritorio, Nick cruzó los brazos sobre el
pecho y miró al otro hombre. —Ve a buscarlos. Diles a todos
que no te pagaré ni un centavo más de mi dinero.
El otro hombre parecía confundido. —Lo haré.
—Bien, entonces puedes hacerles saber a todos cómo
vendiste a una mujer por dinero. No solo te incriminarás a ti
mismo, sino que también volverás a todos los demás contra
ti. Me pregunto cuánto tiempo sobrevivirán tú y tu familia
,siendo desterrados con muchos enemigos, enemigos más
fuertes.
Dejó que sus palabras se hundieran.
—Te atraparé por esto —dijo Mark, saliendo del agarre de
Bill y Dean.
—Estoy seguro de que lo harás. Adiós. —Nick vio al hombre
enojado salir de su oficina.
—¿Por qué de repente quiere más? —preguntó Nick,
girándose hacia Dean.
—Por lo que escuché, se enteró de quién eras y de que
podrías pagar mucho más dinero por ella. Se siente engañado
porque solo obtuvo tan poco de ti en lugar de un pago mayor.
—Maldito imbécil. —Nick hizo arreglos con Bill para
aumentar la seguridad. Una vez que estuvo solo, llamó a una
de las firmas de seguridad en las que confiaba y puso a un
hombre para que siguiera a Mark. Lo último que necesitaba era
que apareciera y arruinara sus planes de aparearse con Clara.
60
***
Caminar desnuda no era algo con lo que Clara se sintiera
cómoda. Durante tanto tiempo se había visto obligada a usar
ropa que cambiar sus hábitos iba a ser difícil. Al escuchar la
puerta cerrarse, se quedó sentada y miró cómo se cerraban las
puertas que conducían desde la cocina al patio, pitando con
una cerradura.
Cuando escuchó cerrarse la puerta, se puso de pie y se
dirigió hacia la ventana. Intentó abrir una de las
ventanas. Ninguno de ellas se movió. La pequeña corriente
provenía de una ventana parcialmente abierta cerca del
techo. A menos que quisiera arriesgarse a romperse el cuello,
no atravesaría el pequeño espacio.
A través de la casa probó todas las puertas que daban al
exterior. Todas estaban cerradas con llave. Fue a su habitación
para abrir la puerta de la galería y, una vez más, no pudo seguir
adelante.
Genial, estaba encerrada en una casa grande sin nada que
hacer. Se sentó en el borde de la cama y dejó escapar un
suspiro. Tocando sus piernas, miró alrededor de la habitación
buscando algo que hacer.
Estoy aburrida.
Mirando hacia la pared frente a ella, esperó que se le
ocurriera alguna idea milagrosa.
61
Nada.
Estoy aburrida.
De nuevo, con el golpeteo de su pierna, mirando alrededor
de la habitación en busca de algo que hacer, no encontró nada.
Tampoco había necesidad de limpiar.
Estoy aburrida.
Perdiendo los estribos, se puso de pie y salió del dormitorio.
Estaba sola en una casa grande que parecía una mansión,
y en lugar de correr y divertirse estaba sentada en la cama,
aburrida. Sacando la cabeza por la puerta, miró a ambos lados
del pasillo.
Aspirando fuerte, dejó escapar un grito ensordecedor. El
ruido resonó por toda la casa grande. Al salir de su habitación,
saltó de un lado a otro perdiendo la cabeza mientras corría de
un lado a otro por el pasillo. Al abrir todas las puertas a las que
llegó, asomó la cabeza dentro y echó un vistazo rápido.
En casa no le permitían hacer nada ni hacer demasiado
ruido. Finalmente se dejó ir en la libertad de la casa grande,
corrió arriba y abajo por el pasillo, corriendo escaleras abajo
haciendo mucho ruido. Ella gritó, chilló y maldijo, amando cada
segundo de no temer una paliza.
Una vez que se quedó sin aliento y aburrida de correr
escaleras arriba y abajo, fue a la cocina.
En la nevera encontró una selección de chocolates junto
con muchas verduras y frutas frescas. Agarrando el chocolate
junto con el cartón de jugo, salió de la cocina. Pasaría más
62
tiempo explorando la cocina más tarde. Su amor por la cocina
la enviaría allí en poco tiempo. En casa no le permitían cocinar
porque su madre odiaba todo lo que hacía.
Clara entró en su oficina, revisando algunos de los libros
en sus estantes. Su colección era asombrosa. Ninguno de los
libros era romántico. Se sentó detrás de su escritorio mirando
fijamente la computadora portátil. Al hacer clic en abrir, vio que
estaba protegida por una contraseña. Arrugando la nariz, dejó
el jugo y los chocolates en su escritorio para continuar su
búsqueda.
Pasando los dedos por su cabello, se movió de una
habitación a otra en busca de algo que hacer. Su oficina había
sido un fracaso. Ver televisión en la sala de estar no iba a
funcionar. Cada vez que miraba la mesa de café veía su cabeza
moviéndose entre sus muslos dándole más placer del que jamás
podría haber imaginado.
Balanceando sus brazos hacia atrás y hacia adelante,
caminó hacia la parte trasera de la casa y abrió la puerta de su
gimnasio. Revisó las máquina en funcionamiento, las pesas y
otros equipos antes de seguir a través de la habitación para
encontrar una piscina. El agua se veía clara y hermosa.
Inclinándose, colocó la mano en el agua y la agitó.
Sentada en el borde, metió las piernas en el agua,
pateando.
No había ido a nadar en tanto tiempo. ¿Sería tan malo
tomarse el tiempo ahora?
63
Levantándose la camiseta por la cabeza, se metió en el agua
tratando de no crear demasiadas olas.
Comenzó a recorrer el ancho de la piscina antes de nadar a
lo largo.
La sensación del agua era increíble. Hizo varios largos
antes de acostarse boca arriba mirando al techo.
Pasó el tiempo y Clara se dio cuenta de lo feliz que se
sentía. Cuando estaba con su familia, pasaba todo el tiempo
asustada por si decía algo fuera de lugar que los molestara.
Observar constantemente lo que decía o la forma en que se veía
había sido agotador. Nick no quería nada de ella, aparte de su
cuerpo. No estaba haciendo ninguna exigencia.
¿Era realmente tan malo que la hubiera comprado?
La ira a la que se aferraba se evaporó al pensar en lo buena
que podría ser su vida lejos de su familia y la manada. Nunca
la habían amado ni preocupado por ella. Ella había sido objeto
de burla para ellos.
Algo la agarró por la cintura. Gritando, Clara entró en
pánico y empujó a la persona que la sostenía.
Pateando la superficie, se giró para enfrentarlo y vio a Nick
salir a la superficie. No llevaba camiseta y su mirada vagó hacia
la extensión de carne que exhibía.
—Si hubiera sabido que mostrarte la piscina te desnudaría,
lo habría hecho esta mañana —dijo, apartándose el pelo de la
cara.
64
—Me asustaste, joder. —Al encontrar su ira, le dio una
palmada en el pecho. Su corazón estaba acelerado y no tenía
nada que ver con querer sexo. Nick la había asustado.
Debió haber visto su miedo porque levantó las manos. —Lo
siento mucho. Pensé que me escucharías.
Había estado tan perdida en sus pensamientos que no
había escuchado nada. Él la sostuvo por los brazos acercándola
más. Golpeándolo por última vez, lo rodeó con sus brazos.
—Mierda, lo siento mucho. No quise asustarte en absoluto.
Cuando se recuperó, se alejó nadando, yendo al otro lado
de la piscina.
Idiota. ¿Qué diablos fue todo eso?
—¿Cómo supiste dónde estaba? —preguntó ella.
—Seguí tu rastro de migas. Esos chocolates son caros —
dijo él.
—Estaba hambrienta.
—No me sorprende. Deberías haber comido más esta
mañana. —Él estaba cerca.
Sus manos fueron a ambos lados de ella bloqueándola
contra el lado de la piscina y su gran cuerpo. Ella no se daría la
vuelta para mirarlo.
—Si me dejas conseguir un trabajo, puedo reemplazar tus
chocolates.
—De ninguna manera. No me importan los chocolates. Son
tuyos. Todo en esta casa es tuyo.
65
Mirando por encima de su hombro, lo vio inclinarse más
cerca y besar su hombro.
—Estaba aburrida —dijo.
—¿Qué evitaría que te aburrieras?
—Trabajar.
Él se rio entre dientes. —No vas a conseguir un trabajo,
Clara. Intenta de nuevo.
Poniendo los ojos en blanco pensó en lo que la mantendría
cuerda.
—Libros.
—Tengo muchos libros para que los leas.
—Tu gusto por los libros es aburrido. Soy una mujer, Nick.
—Lo sé. —Sus manos ahuecaron sus pechos haciéndola
jadear.
—Me gustan los libros de romance. —Intentar concentrarse
en cualquier cosa mientras él ahuecaba sus pechos era difícil.
Libros románticos, necesitaba libros románticos. Concéntrate
en ellos.
—¿Quieres libros en papel o debería organizar un lector
electrónico? —preguntó él.
—¿Qué?
—Puedo darte una cuenta para tus libros, o puedo tener un
lector electrónico en tus manos al final del día y puedes pedir
lo que quieras. —Besó su cuello, succionando su pulso una vez
más.
El calor inundó su coño.
66
—¿Harías eso por mí?
—No puedo tener a mi mujer aburrida, ¿verdad? —le
preguntó.
Ella negó con la cabeza, emocionada por su atención.
—Date la vuelta y bésame.
Clara se dio la vuelta, envolviendo sus brazos alrededor de
su cuello sosteniéndose. Presionando sus labios contra los de
él, gimió ante el contacto.
Sus manos se movieron a su cabello, tirando de los
mechones. Se separó del beso y cerró los ojos mientras sus
labios descendían. Sus labios y dientes le mordieron los
pezones.
Ella quería más.
El sonido del timbre de la puerta resonó por toda la casa.
—¿Cómo podemos oír eso? —preguntó ella, levantándose,
esperando ver a mucha más gente entrando en la habitación.
—La casa es grande y necesito poder escuchar todo. —Su
mirada volvió a ella. —Salvada por la campana.
La besó en los labios antes de salir.
Clara aceptó su mano y salió a su lado. Se preguntó quién
estaba en la puerta. Su curiosidad era la única razón. Se negó
a aceptar que odiaba que la interrumpieran con Nick.
Agarrando su camiseta, lo siguió. Sus emociones estaban
por todos lados. No sabía lo que le gustaba o no.
67
Capítulo 7
68
—¿Qué puedo hacer por ti ahora? —preguntó. —Te di los
medios para conseguir una mujer. ¿Qué más podrías querer?
—Necesito que consigas un lector electrónico y lo traigas a
mi casa —dijo Nick, comiendo uno de los bombones que
quedaban en la caja. Realmente estaban sabrosos. Se preguntó
si a ella le agradaban o no. No quedaban muchos en la
caja. Bebiendo el jugo, miró por la ventana.
—¿Para qué mierda? —Dean era un idiota. Él solo hacía lo
que era necesario y nunca se salía de su camino.
—Tengo que encontrar alguna manera de mantener a mi
mujer interesada. No la compré solo para que permaneciera
boca arriba en todo momento. —Tomó otro chocolate esperando
que su amigo respondiera.
—No puedo quedarme a cenar. La manada tiene una
reunión y solicitan mi presencia. —A la manada de Dean no le
gustaba la amistad entre ambos. Nick se preguntó si eso le
causaría un problema al otro hombre y preguntó. —No
debería. Ninguno de los miembros de la manada debería tener
ninguna influencia en que seamos amigos.
Escuchó a Dean suspirar. Su amistad era extraña. Ambos
eran empresarios adinerados. Dean también trabajaba para él
cuando se trataba de negocios con otros lobos. También tenían
muchas empresas juntos para hacer dinero.
—Si es así, avíseme. Dudo que puedas soportar el exilio.
—Vete a la mierda, Nick. Podría más que soportar el exilio.
Tengo una serie de mujeres dispuestas que vendrían conmigo.
69
Nick se volvió a reír y miró a través de la puerta. Clara se
estaba poniendo un par de jeans que no hacían nada por su
figura y le molestó. De hecho, eran horribles. La hacían lucir
grande sin curvas. —Tengo que irme. No te olvides del lector
electrónico o nunca te lo perdonaré.
—Lo que sea. Nos vemos pronto. —Dean colgó primero.
Nick cerró el teléfono y se dirigió a la otra habitación.
—No los vas a comprar. Son jodidamente horribles.
Durante la siguiente hora impidió que Clara consiguiera
ropas horribles. Cuando ella no hizo ningún movimiento hacia
los vestidos o faldas, Nick eligió los colores que le gustaban. Se
quedó mirándola mientras se cambiaba a las faldas. Las
mujeres se estaban riendo, pero él no les prestó atención. Su
enfoque estaba completamente en la mujer frente a él.
—Nick, por favor, date la vuelta —dijo ella, suplicándole.
—Este es mi dinero ganado con tanto esfuerzo. No me voy
a ninguna parte, cariño. Tú te vas a poner la ropa que me gusta.
—Tocando su barbilla, esperó a que ella se metiera en la
falda. Mirándola con ojo crítico, eligió tres faldas lápiz junto con
diez vestidos. —Iremos a comprar más ropa pronto.
Sacó a las mujeres de su casa quedándose solo con
Clara. Al darse la vuelta, vio que Clara no estaba detrás de
él. Nick la encontró doblando la ropa y colocándola en una
ordenada pila. Quitó las etiquetas que colgaban del cuello de
cada artículo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
70
—Estoy guardando mi ropa nueva —dijo. Su agitación era
fácil de leer.
—¿Por qué tengo la sensación de que estás enojada
conmigo? —preguntó.
Ella se puso de pie, mirándolo pero sin decir una palabra.
—¿Se supone que debo adivinar lo que está pasando por tu
cabeza?
Clara recogió la ropa y pasó junto a él. Con la mirada fija
en el techo, Nick deseó estar de vuelta en la piscina cuando ella
estaba más suave contra él, amando lo que le hacía a su
cuerpo. Miró su reloj y vio que eran poco más de las tres. Dean
no llegaría hasta las seis, y luego tendrían el resto de la
noche. No había forma de que pasara el resto del día lidiando
con su estado de ánimo.
Siguiéndola por las escaleras, la encontró poniendo la ropa
en el vestidor. —¿Cuál es tu problema? —preguntó.
—Nada —dijo ella, rechazándolo. Pasó junto a él para
agarrar otra prenda de vestir. Durante varios minutos se ocupó
de ignorarlo a cada paso. Su ira estaba aumentando. Se
suponía que debía estar agradecida con él. No solo la había
comprado, sino que también le había dado una vida mucho
mejor.
—Detente. —La agarró del brazo cuando ella trató de
pasarlo.
Ella miró al suelo, sin darle la hora del día.
—Joder, deja de ser una bebé y dime cuál es tu problema.
71
Sus ojos brillaron, disparándole con la mirada. Encontró su
ira increíblemente linda.
No es bueno. Ella está enojada.
—¿Yo estoy siendo un bebé? No soy yo quien tiene que
tener el control de todo —gruñó ella su frustración. Sacando su
brazo de su agarre, terminó de guardar su ropa.
Su frustración se despertó. —¿De qué carajo estás
hablando? —preguntó él.
—No tienes idea, ¿verdad?
—No soy una maldita mujer. Tampoco puedo leer la mente.
—Pasando los dedos por su cabello, estaba confundido por lo
que había salido mal.
—Bien. Está bien que estés acostumbrado a ser este
maldito dios para todas las mujeres, pero la gente como yo no
lo está.
—¿A qué diablos quieres llegar? —preguntó él
Ninguna de sus palabras tenía sentido. ¿Por qué no podían
volver a la piscina donde ella estaba más que feliz de entregarle
una parte de sí misma?
***
Nick iba a hacer que ella lo dijera. Clara cruzó los brazos
debajo de los pechos, consciente de que la camiseta que vestía
se le subía por los muslos. Había pasado la última hora
72
escuchando a las mujeres reír y reír. Cada ruido la hacía
consciente de cómo se destacaba como un pulgar dolorido. Él
podría tener a cualquier mujer que quisiera. En cambio, la
había comprado.
¿Por qué alguien querría tener algo que ver con ella? Esas
mujeres eran hermosas y no tenían ni un gramo de exceso de
grasa.
—¿Qué estás tratando de decir? —preguntó él, repitiendo
su pregunta.
—¿Por qué yo? ¿Por qué me elegiste? —Abrió los brazos de
par en par sintiendo que todos los años de inseguridad la
azotaban.
Sus ojos miraron arriba y abajo de su cuerpo. —Lo que
tengas que decir, Clara, solo sácalo y dilo —dijo él.
Sabía que él estaba enojado, pero ella también.
—No soy como otras mujeres. Como comida y tengo un
peso extra en mis huesos. No soy hermosa en absoluto. ¿Por
qué yo? ¿Por qué me elegiste? —preguntó ella, mirándolo.
Cuando terminó, estaba jadeando por respirar.
—No aprendiste nada de tu castigo, ¿verdad? —Sus manos
descansaban en sus caderas esperando.
—Esta mañana no se trató de un castigo. Estabas
buscando cualquier excusa para desnudarme. Eres como ellas.
—Señaló escaleras abajo pensando en cómo la habían hecho
sentirse las mujeres. —Solo quieres humillarme.
Clara lo miró acusándolo a cada paso.
73
—¿Entonces crees que solo quiero lastimarte, humillarte?
—preguntó él.
—No nos conocemos. ¿Qué se supone que debo pensar?
Nick dio un paso atrás. —No me importa lo que pienses,
pero sea lo que sea, necesito alejarme de ti, de lo contrario te
haré daño.
Él salió de la habitación, dejándola de pie, mirando el
espacio en el que había estado parado.
¿Qué acababa de pasar? Cruzando los brazos, se aferró a
sí misma tratando de acallar sus pensamientos rebeldes.
Mierda, ella acababa de acusarlo de usarla cuando la verdad
era que estaba enojada y celosa de las mujeres. Cuando él salió
de la habitación, habían hablado entre ellas ignorándola.
¿Por qué había arremetido contra Nick? No había hecho
nada más que hacerla sentir especial desde que lo conoció. Esta
mañana había sido el punto culminante de su vida. Su toque la
había hecho arder de formas que no sabía que existían.
Genial, Clara, la has jodido a lo grande.
Sintiéndose muy mal por culpar a Nick de todo, comenzó a
caminar por la casa tratando de encontrarlo. No estaba a la
vista. Su oficina estaba vacía junto con la cocina, la sala de
estar y el jardín. Las puertas ya no estaban cerradas. Su
oportunidad de escapar estaba al alcance de su mano. Al salir,
miró hacia el sol sintiendo el calor resplandeciendo sobre ella.
—No —dijo, hablando para sí misma.
No podía irse.
74
Dándose la vuelta, volvió a entrar en la casa y se dirigió al
gimnasio. Encontró a Nick sacándole la vida a un saco de boxeo
que colgaba de un gancho. No se detuvo cuando ella entró.
—Podrías haber escapado —dijo él, golpeando.
—Lo sé. No quería irme —le respondió con sinceridad.
Él se sacudió, girándose para mirarla. —¿Por qué? Soy una
persona tan horrible.
Mirando al suelo, deseó que se abriera y se la tragara. —
Fui una idiota.
Nick empezó a golpear el saco de boxeo.
—Lo siento, está bien. No te conozco en absoluto, y
arremetí. No debería haberlo hecho, pero lo hice. —Se pasó los
dedos por el pelo, mirando alrededor de la habitación. —Me
compraste con dinero, Nick. ¿Qué esperas que te diga?
—Te alejé de unos crueles bastardos que estaban abusando
de ti. —Sus ojos brillaron de color ámbar mientras la miraba.
—No te conozco. Eres un desterrado.
Había visto la plata en su pecho mostrando su estatus de
desterrado. La vista no la afectó ni la ofendió. Clara recordó que
las mujeres decían lo feo que se ponía la persona que llevaba la
marca ilegal. Nick no era feo. Nada detenía su sensualidad, ni
siquiera la plata incrustada en su pecho.
Él arremetió, pateando el saco de boxeo del
gancho. Observó la abolladura que hizo la bolsa en la pared. Su
fuerza la sorprendió.
75
—Quieres saber sobre mí, está bien, te diré lo que necesitas
saber. —Se giró para mirarla.
Ella miró hacia su pecho, mordiéndose el labio por la
plata. Debió haberle dolido que le cortaran la carne y le
vertieran plata en el corte.
—Era un Alfa. Uno jodidamente bueno. Goberné mi
manada y me enorgullecí de cómo florecieron. Cada decisión
que tomé, lo hice para llevarles una buena vida. No soy un hijo
de puta mezquino como algunos de ellos. —Agarró la bolsa y la
apoyó contra la pared opuesta. Ella lo vio negar con la cabeza
ante el daño que había causado.
—Entonces, un día, invité a algunos miembros del Colectivo
Alfa a mi lugar en amabilidad y celebración de una pareja
apareada. —Él miró algo por encima de su hombro, claramente
viendo su propio pasado en lugar de a ella. —Las celebraciones
estaban en pleno apogeo, el alcohol fluía, el amor se encendía a
un nivel de combustible. —Él tragó. —Entré a la casa para
escuchar gritos y peleas. El olor a miedo venía del sótano. Sin
llamar a nadie de mi manada, fui a ver cuál era el daño.
Las lágrimas llenaron sus ojos ante el recuerdo que él
estaba creando. No quería saber qué pasó a continuación, pero
se sintió obligada a escuchar.
—Encontré a la hembra apareada muerta en el suelo. Su
cuerpo estaba gravemente magullado y uno de los Alfas del
Colectivo estaba tratando de limpiar el desastre de su violación
y asesinato. —Las lágrimas brillaron en sus ojos ante el amargo
76
recuerdo. —Yo ayudé a esa chica. Ella había sido parte de mi
manada desde que era un bebé. Estuve allí cuando alcanzó la
madurez completa. La luna llena era un motivo festivo para
reunirse y disfrutar. —Se detuvo para morderse el labio. —El
Alfa le quitó eso. Se forzó a sí mismo sobre ella, y antes de que
pudiera gritar, la mató. La asfixió hasta que murió.
La vista debió haber sido horrible, pero haber conocido a la
mujer dejaría más cicatrices que eran peores que cualquier tipo
en la carne.
—Él era un Alfa y había lastimado a una de mis
hembras. La amaba como a una hija y él terminó con su vida
porque ella lo rechazó. No busqué justicia en los
demás. Apliqué mi propia justicia. Lo maté y le di la cabeza a
su compañero como premio. —Nick se acercó un paso más. —
Ésa es la clase de hombre que soy, Clara. Si alguien intenta
herir lo que es mío, exigiré mi venganza. Fui juzgado y luego
desterrado.
—¿Qué pasó con el hombre, el compañero? —preguntó ella.
—Se mató. Si podían desterrar a un hombre por matar a
un violador y asesino, no le dejaban muchas esperanzas. Me
agradeció en su carta final por darle algún tipo de cierre.
Pasó furioso junto a ella, dejándola sola para que asimilara
todo lo que había dicho. Nick era un buen hombre
independientemente del hecho de que la había comprado.
77
Capítulo 8
78
—Estás de mal humor. Tus empleados tienen miedo de
entrar a tu oficina en caso de que vayas contra ellos. —Dean se
inclinó hacia adelante tomando uno de los dulces, que Nick
había sacado.
—¿Qué diablos estás haciendo en mi oficina? —No estaba
de humor para tratar con su amigo. La actitud alegre del otro
hombre no era bienvenida. Necesitaba pensar.
—Recibí una llamada de tu asistente personal, que está
preocupada por ti. Ella me pidió que viniera a verte —dijo Dean.
—Debería despedir a la mujer. —La Sra. Lambert era
asombrosa. Ella aguantaba todas sus peculiaridades y nunca
discutía con él a pesar de que se lo merecía la mitad del tiempo.
—¿Problemas en el paraíso?
Nick lo miró con furia, apagó la computadora y se puso de
pie.
—¿No funcionó el lector electrónico?
Sin hacer caso de su amigo, Nick trató de pensar en una
excusa para deshacerse de él. Incluso Dean se ofendería por ser
utilizado y si le dijera que se fuera a la mierda.
—¿Cómo fue tu reunión con los Alfas? —preguntó Nick,
preparándose para irse a casa.
—Deja de esquivar mis preguntas. Compraste a
Clara. ¿Por qué estás de mal humor? Pensé que el objetivo de
ella era que te desahogaras.
Nick no dijo nada.
79
—Por el amor de Dios, deja de aislar a todo el mundo.
Hablar realmente ayuda. Sé que es extraño para ti siquiera
considerar una mierda como esa, pero funciona, joder —dijo
Dean.
—Le dije por qué me desterraron. Perdí los estribos con lo
que dijo y le conté todo. No hemos hablado en la última
semana. Para ser honesto, no tengo ni idea de qué decirle o
cómo superar lo que he dicho. —Se encogió de hombros,
sintiéndose perdido por primera vez en su vida. Cuando lo
sentenciaron a ser desterrado, no se había sentido perdido.
Toda su vida había sabido todo lo que había que saber sobre su
manada. Clara lo hacía sentirse perdido a cada paso.
—Mierda, ¿qué dijo ella? —preguntó Dean.
—No le he dado la oportunidad de decir o hacer nada. No
le he dicho nada, y no sé qué hacer para que podamos empezar
a hablar.
Dean se quedó en silencio durante varios segundos.
—¿Adónde vas?
—Me voy a casa. Intento encontrar formas de romper el
hielo, pero me detengo antes de tener la oportunidad de
atravesar nuestras barreras.
Caminó hacia la puerta. Dean era uno de los pocos
hombres en los que realmente confiaba.
—Dale el lector electrónico —dijo Dean, captando su
atención de nuevo.
—¿Qué?
80
—Le compraste la maldita cosa. Dáselo esta noche
durante la cena y empieza a hablar. No lo sé. Siéntate con ella
mientras descarga libros. No te rindas.
Nick ciertamente lo pensaría. Le encantaría tener la
oportunidad de abrazarla antes de que se durmiera.
—¿Qué pasó con los Alfas? —preguntó, interesado en
saber qué estaba pasando en el mundo que había dejado atrás.
—Están hablando de la venta de mujeres. Se han topado
con los sitios web junto con las subastas de lobas. No están
contentos y están pidiendo mi ayuda.
—Supongo que me mencionaron.
—Sí, pero más como un tema de interés, Nick. Creo que se
arrepienten de haberte desterrado.
—Bueno, lo hicieron, y ya no hay vuelta atrás. Te veré
pronto —dijo Nick, listo para irse.
—Si te devolvieran tu estatus y te dieran una manada, ¿lo
aceptarías? —preguntó Dean.
—No, no lo haría. —Nick no dudó en responder. En los
primeros días de convertirse en un desterrado, habría
recuperado su manada sin pensarlo. Ahora, no se le ocurriría
volver. Podrían devolverle su manada y quitársela fácilmente.
—¿Por qué no?
—Ya no quiero una manada que sea regida por un
Colectivo de Alfas que piensan que están por encima de la ley.
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—Fue hace mucho tiempo, Nick. Tienes que superar las
acciones de un hombre. —Dean colocó una mano reconfortante
en su hombro. Se encogió de hombros y quitó la mano.
—No viste lo que le hizo. Si lo hubieras hecho, no estarías
tratando de llevarme de vuelta al redil. Mi vida como Alfa
terminó ese día. —Nick salió de la oficina, agradecido de dejar
atrás su pasado.
Clara sabía la verdad, y era hora de que él se hiciera
hombre. No era su culpa que él todavía se sintiera culpable por
poner a la mujer en peligro.
El viaje a casa no duró lo suficiente. Entró a la casa y
escuchó a Clara haciendo algo en la cocina. El olor de su
cocción llenaba la casa. Notó que horneaba mucho. Nick se
había llevado su horneado a la oficina, así que nada se había
desperdiciado.
No podía estar tan malhumorado como para compartir la
repostería de su mujer, ¿verdad?
De cualquier manera, fue a su oficina, guardó su estuche
y luego tomó el lector electrónico del escritorio. Estaba listo
para recibir libros.
Dáselo a ella.
Ella solía recibirlo en el momento en que entraba en la
casa tras lo cual él le gritaba. Al tercer día de que le gritara, dejó
de recibirlo en casa.
La había jodido. Sosteniendo el lector electrónico, Nick
estaba decidido a arreglar lo que había roto.
82
***
Clara siguió mezclando las patatas incluso cuando
escuchó a Nick entrar a la casa. La había cagado y no había
tenido la oportunidad de disculparse con él. Ella solo podía
cierta cantidad de gritos, así que trató de mantenerse fuera de
su camino. Trató de no sentir el dolor de estar separada de todo
contacto. La última semana con Nick había sido lo mismo que
vivir con sus padres. Él no le hablaba, solo aceptaba el silencio,
y ella pasaba la mayor parte del tiempo tratando de evitarlo. El
último lote de galletas se estaba enfriando en la bandeja.
El único consuelo que encontraba era que él se llevara lo
que cocinaba al trabajo. Al menos no se desperdiciaba
nada. Había encontrado libros de cocina en uno de los armarios
y se había pasado el día marcando las páginas de las recetas
que quería cocinar. Él nunca se quejaba de lo que ella cocinaba,
ni expresaba su alegría por la comida que le ofrecía.
El pollo y las patatas asadas se estaban calentando y
probó el puré de patatas para ver si estaban
condimentadas. Una vez que terminaron de cocinarse, entró en
el comedor para colocar sus lugares.
Cuando terminó, fue y sirvió. Dejando los dos platos sobre
los individuales, se quitó el delantal que usaba para mantener
su ropa limpia y bien.
83
Llevaba un par de jeans ajustados y una camiseta roja que
se amoldaba a sus curvas. Lamiendo sus labios, se pellizcó las
mejillas con la esperanza de devolverles algo de color. Segundos
después, llamó a la puerta de su oficina, que estaba cerrada.
—¿Qué? —preguntó él.
Alejándose de su ira, gritó a través de la puerta esperando
que él la escuchara.
—La cena está servida —dijo, alejándose antes de que él
respondiera. Su lugar estaba a su lado. Se alejó tres sillas como
las otras veces, se sentó y empezó a comer.
Clara se negó a llorar ante sus duras palabras.
Él se unió a ella, deteniéndose junto a su silla. Permaneció
tensa, preguntándose si él la despediría. Conteniendo la
respiración, esperó a que se moviera antes de volver a comer.
Aceleró la comida con la esperanza de alejarse de él
rápidamente.
—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó él.
—Bien.
Nick le preguntaba, y cuando ella comenzara a hablar y
hablar, le exigía que se callara ya que solo esperaba una
respuesta de una palabra. Comenzó a comer y Clara terminó,
dejando la mitad de su plato. Su ira la ponía nerviosa más que
cualquier otra cosa.
Llevándose su bebida, entró a la cocina y empezó a
limpiar. Era una estupidez que tratara de verse bien para él. Lo
84
que sea que habían compartido en las primeras veinticuatro
horas de conocerse, se había ido.
Lavó a mano cada artículo. Habían pasado veinte minutos
cuando terminó con la cocina. Nick debería haber terminado y
haberse ido a su propia parte de la casa, dándole la libertad de
desaparecer en su habitación.
Al entrar en el comedor, encontró a Nick sentado, mirando
fijamente a la puerta. Su mirada estaba sobre ella y ella se
congeló.
—¿Terminaste? —le preguntó.
—No, ven y siéntate conmigo.
—Tengo que terminar los platos. —Dio un paso atrás lista
para escapar.
—Te acabo de escuchar fregar todos los platos y tomarte
tu tiempo. Estoy seguro de que mi plato puede esperar a que lo
laves. No estoy cubierto de enfermedades.
Ella se sonrojó y se acercó para tomar asiento.
—No, no te sientes ahí. Siéntate aquí. —Empujó la silla a
su lado para que ella se sentara.
Una vez que estuvo sentada, entrelazó los dedos en su
regazo.
—He sido un completo bastardo contigo, y te pido
disculpas.
Permaneciendo en silencio, se arriesgó a mirarlo. Sus ojos
estaban sobre ella y no hizo ningún movimiento para apartar la
mirada.
85
—Emmm, ¿qué quieres? —preguntó después de varios
segundos cuando él no habló.
—¿Aceptarás mi disculpa?
—No hay nada que aceptar. Reaccioné exageradamente y
quería pedirte perdón.
—No, no reaccionaste exageradamente, pero acepto tu
disculpa. —Él tomó su mano, entrelazando sus dedos. Clara
sintió que se le aceleraba el corazón al mirar el lugar donde la
tocaba. Este era el primer contacto real que tenían en más de
una semana. —No debería haberte tratado de la forma en que
lo hice. Espero puedas perdonarme.
Ella asintió. —Te perdono.
—¿No vas a hacer que me humille?
—No.
—Bueno, tengo un regalo para ti. Tenía la intención de
darte esto hace una semana. —Se inclinó y agarró algo del
suelo.
Clara no pudo negar su emoción. Era la primera persona
en pensar en darle un regalo. —No tengo ninguna novela
romántica, pero espero que esto pueda compensarlo. —Le
entregó una caja rectangular.
Mirándolo, vio que era un lector de libros electrónicos.
—Podemos llenarlo ahora si quieres.
—Sí, me encantaría.
Abrió la caja sacando su regalo. Las instrucciones eran
fáciles, y Nick se levantó, tomando su mano mientras se dirigían
86
hacia su oficina. Tomó asiento y luego le dijo que se sentara en
su regazo. Ella todavía estaba tensa, pero vio como él iniciaba
sesión en su cuenta.
Abriendo la sección de los libros, empezó a elegir todo lo
que quería. Después de diez libros se detuvo, sintiéndose
avergonzada por pedir tanto.
—No has comprado mucho. Vas a necesitar lo suficiente
para que te dure la próxima semana, Clara. Compra todo lo que
quieras.
Le compró más de cincuenta libros para empezar. Su
mano descansaba en su espalda mientras ella se inclinaba
hacia adelante leyendo anuncios y mirando los libros que
quería comprar.
Cuando los descargó todos, se inclinó hacia atrás y besó
sus labios.
—Gracias —dijo ella.
Nick la agarró por la nuca, manteniéndola en su
lugar. —Ni lo menciones. —Sus dedos acariciaron la parte
posterior de su cuello. Ella todavía se sentía tensa por su toque.
—Me apetece ir a nadar. ¿Me acompañaras? —preguntó
él.
Tenía un traje de baño con toda su ropa. —Seguro.
—Bien, te veré en la piscina. —Él le dio una palmada en el
trasero mientras ella se ponía de pie.
87
Clara no miró hacia atrás y fue hacía arriba para
cambiarse. Dejó su regalo al lado de su cama con ganas de leer
los muchos libros en el aparato.
Se quitó la ropa, rápidamente se puso el traje de baño y
bajó las escaleras. Encontró la piscina vacía y se zambulló en
el agua. Saliendo a la superficie, siguió trabajando su cuerpo
con la esperanza de aliviar algo de la tensión de sus músculos
tensos.
88
Capítulo 9
89
—Vino con toda la ropa que compraste. — Se hundió bajo
el agua ocultando su cuerpo. Metiéndose dentro, se acercó a
ella, dando cada paso con firmeza.
—Se ve bien en ti. Aunque te prefiero desnuda.
Ella se giró y empezó a nadar lejos de él. Maldiciendo, Nick
la vio irse. Necesitaban superar este estancamiento de alguna
manera.
—¿Me darás una puta oportunidad? —preguntó, gritando
cuando no tenía la intención de hacerlo. Ella se puso de pie y
se giró para mirarlo.
El dolor en sus ojos lo hirió profundamente.
—Te dije la verdad sobre cómo y por qué me declararon un
desterrado. Desde entonces he sido un maldito idiota y lamento
mis acciones. —Salpicó el agua sintiéndose impotente. Ella al
menos dejó de nadar para escucharlo. —Por favor háblame.
—Traté de hablar contigo después de que me dijeras
todo. No me escuchaste.
—Lo sé. La cagué, está bien. Me sentí herido y no hablo de
mi pasado con todo el mundo. Todavía duele pensar en lo que
pasó. No me importa no ser un Alfa, pero saber que le fallé a mi
manada, todavía me duele mucho.
Nick decidió ser honesto con ella en lugar de mentir. Ella lo
entendería o al menos lo intentaría.
—Siento que te hayan desterrado. Sonabas como un buen
Alfa. No deberías haber sido desterrado por lo que hiciste.
90
—Traté de ser bueno con mi manada. Hubiera hecho
cualquier cosa por ellos, incluso morir por ellos si me lo pedían.
—Abrió los brazos de par en par, mirando alrededor de la
piscina. —Cuando te compré, lo hice porque quería follarme a
una loba. He estado con cientos de mujeres y ninguna de ellas
puede aceptar lo que yo puedo dar. Me encanta el sexo duro, el
sexo muy duro. —Se pasó los dedos por el pelo mientras se
exponía. —Sé que estoy pidiendo mucho, pero lo único que
quiero es tu perdón, Clara. La cagué, pero no solo quiero sexo
de ti. Lo quiero todo aunque no merezco una mierda de tu parte.
—¿Por qué no te mereces nada de mí? —preguntó ella.
—Maté a alguien. —Ya no le importaba ser un asesino. A lo
largo de los años desde que había sucedido, había vuelto a
revivir esa noche una y otra vez y se daba cuenta de que no
cambiaría nada.
Cualquier hombre que se obligara a sí mismo y luego
matara a una mujer merecía morir en su libro. Su manada era
su vida, y proteger a cada miembro corría por sus venas.
—Lo hiciste porque lastimó a un miembro de tu familia. Se
supone que una manada es tu familia. No pienso mal de ti,
Nick. Admiro tu fuerza y tu coraje.
Ella se acercó. Se obligó a quedarse quieto, dándole espacio
más que suficiente para empujar en el agua hacia él.
—No solo exigiste tu propia justicia, le diste a su compañero
un poco de tranquilidad. Se suicidó, pero no lo habría hecho si
91
no te hubieran dado una sentencia tan terrible. No eres
responsable de su muerte. El Colectivo de los Alfas lo es.
Nick tomó su mano cuando ella se acercó lo suficiente para
tocarlo. —Eres demasiado buena para tu propio bien.
Clara sonrió. —No, no lo soy. Solo sé lo que es no
pertenecer. Toda mi familia me odiaba, Nick. Tu manada te
amaba. ¿Volverías alguna vez con ellos si tuvieras la
oportunidad?
—No, no lo haría. —No se atrevía a unirse de nuevo a una
manada que había sido gobernada por un Alfa diferente durante
tanto tiempo. Ese tipo de apropiación podría causar más
problemas de los que le gustaría pensar.
Ahuecando la parte de atrás de su cuello, la atrajo hacia sí.
—¿Por qué no? —preguntó, susurrando las palabras contra
su mejilla.
—Hacerse cargo de cualquier manada puede ser
complicado. Hombres, mujeres, incluso los niños saben que
estás ahí porque derrocaste a su antiguo Alfa. No puedo hacer
eso. No puedo volver y ver que mi manada me odia. —Nick cerró
los ojos, más interesado en inhalar su dulce aroma. Joder, la
última semana había sido una tortura. Ahora que la tenía en
sus brazos, no quería dejarla ir nunca más. Ella significaba
todo para él.
—Para empezar, era tu manada. ¿Cómo no puedes verlos
darte la bienvenida con los brazos abiertos? —Ella tomó su
rostro, inclinándolo hacia atrás para mirarlo.
92
Nick, si tuviera la opción, habría reclamado su boca para
silenciarla. Pero sabía que ella se merecía la verdad.
—Pelearon por el veredicto, pero no pudieron hacer
nada. El Alfa que se hizo cargo es bueno. Durante los dos
primeros años, me aseguré de que fuera bueno con todos.
Nunca me hubiera perdonado si les hubiera pasado algo. —Nick
odiaba estar de acuerdo con los métodos del nuevo
Alfa. Cuando se dio cuenta de que nunca volvería a convertirse
en Alfa, había centrado toda su atención en ganar dinero. Una
vez que se decidió por el dinero, se aseguró de emplear a otros
hombres desterrados que no estaban de acuerdo con las
decisiones del Colectivo de Alfas. Su negocio había prosperado
y había encontrado un mejor amigo en Dean.
La vida era más que perfecta para él.
—¿Estás feliz? —preguntó ella.
Nick le pasó los dedos por la espalda para ahuecarle el
culo. —Contigo en mi vida, Clara, nunca he sido más feliz. —La
giró, apretándola contra el borde de la piscina. Su deseo
aumentaba con cada segundo que pasaba. Había un desafío
que necesitaba ganar. Para la próxima luna llena, Clara estaría
en su cama.
¿Estarás en su corazón?
Inclinándose, lamió una línea a través de sus labios
regordetes e invitadores. El pensamiento lo hizo detenerse por
una fracción de segundo, preguntándose si sería posible hacer
que ella se enamorara de él. La había comprado como una
93
posesión, y así pensaba en ella a veces, su preciada posesión
virgen.
—Nick —dijo, gimiendo.
—¿Me perdonas?
—¿Prometes no volver a ser un cascarrabias nunca más?
—Sí. —Él reclamó sus labios, golpeando su lengua dentro
de su boca. Nick la atrapó contra la pared, besándola
profundamente, deseando que ella gimiera y se retorciera
contra su toque.
Ella se aferró a sus hombros con las uñas clavándose en su
carne. Él gimió, amando el pequeño dolor que le producían sus
uñas.
Abriendo sus muslos, consiguió que ella envolviera sus
piernas alrededor de su cintura. Su coño presionó contra su
estómago, y deseó que no se hubiera puesto un traje de baño
de una pieza. No importa, la tendría desnuda en poco tiempo.
Ahuecando su trasero, agarró la parte de atrás de su cabeza
sosteniéndola en su lugar para que recibiera su beso.
Él rompió el beso primero, bajando por su cuello.
Arrancando el traje de su cuerpo, expuso un pezón rojo lleno y
redondeado. Mordiendo el brote áspero la escuchó gritar. El
agua no disminuía el olor de su necesidad.
Nick necesitaba más. Caminando hacia las escaleras al otro
lado de la piscina, la dejó en el suelo fresco.
94
Con dos suaves tirones, le quitó por completo el traje de
baño del cuerpo. Admiró cada curva, amando la sensación de
ella contra su palma.
—Nunca me arrepentiré de tenerte, Clara. Te quiero más
que mi próximo aliento.
—Por favor, no pares, Nick. —Ella se arqueó mientras él
chupaba su pezón con la boca. Pellizcó el otro pezón, mirándola
gritar. Clara siempre le respondía cuando le causaba un leve
dolor.
Bajó sus bóxer y apretó su polla dura como una roca. La
necesidad se aumentó a un punto álgido dentro de él. Besando
su cuerpo, sintió su estómago temblar bajo su toque.
Cuando llegó a su coño, descubrió que estaba
tremendamente excitada por la gran cantidad de crema que la
habían puesto agradable y resbaladiza para su polla.
Nick inhaló el olor almizclado de su excitación antes de
bajar la lengua por su jugoso coño. —Joder, nena, estás tan
jodidamente lista para mi polla.
Deslizando su lengua por su coño, le dio un golpecito en el
clítoris sintiéndola temblar ante el menor toque. Era tan
jodidamente sensible.
—Por favor, Nick, te necesito.
—¿Estás segura, nena? —Él estaba más que listo para
follar con ella, pero esperaba que ella estuviera lista para
tomarlo.
Una vez que comenzara, no se detendría.
95
***
—Sí, estoy segura. Totalmente segura. —Clara no podía
negar su necesidad por él. Nunca había estado con un hombre
antes y confiaba en que Nick sería el primero. La última semana
había sido una pesadilla. Nick se negó a hablar con ella y la
había hecho sentir como si estuviera de vuelta en su
casa. Después de un día de sentirse como una persona que
importaba, su falta de atención dolió más que nunca. Él no se
parecía en nada a su familia. La forma en que la había hecho
sentir era más de lo que ella pensó que fuera posible.
Años de su familia haciéndola sentir como una basura por
su exceso de peso y fealdad realmente habían dañado su
confianza.
Él la agarró por los muslos, abriéndola de par en par. Su
lengua se deslizó arriba y abajo por su coño, chocando contra
su clítoris. El placer de su boca era más de lo que podía
soportar. No tenía nada a lo que aferrarse. El suelo debajo de
suyo estaba resbaladizo por el agua de la piscina. Cerrando los
ojos, empujó hacia arriba para encontrarse con él sintiendo los
primeros indicios de su orgasmo.
Nick la sujetó con una mano sobre su estómago. La
mantuvo en el lugar mientras atormentaba su cuerpo. Su
talentosa lengua la mantuvo al borde de la felicidad, pero no le
96
permitió caer. Gritando de frustración, no sabía qué hacer para
que él le diera un orgasmo.
Se alzó sobre ella, interrumpiendo todo contacto.
Ella lo miró a los ojos y vio que las profundidades de color
marrón oscuro habían cambiado a un ámbar claro. Su lobo
estaba cerca de la superficie. El calor que irradiaba de él la
llenaba de tanta necesidad.
—Por favor, Nick.
—Voy a follarte ahora, y cuando termine nunca pensarás
en otro hombre. —Sus palabras eran extrañas considerando
que era el único hombre había querido alguna vez.
Mirando hacia abajo, lo vio agarrar su erección, frotando la
punta a través de su abertura. Dio golpecitos a su clítoris y ella
gritó ante la explosión de placer.
—Esto va a doler, pero no puedo detenerme. Joder, puedo
oler lo excitada que estás. Necesitas mi polla. —Acomodó la
punta de su polla contra su entrada. Ya lo sentía
estirándola. La sensación no era del todo desagradable.
Ella siguió rogándole, queriendo sentir su longitud dentro
de ella.
Sus manos regresaron a sus caderas, manteniéndola en su
lugar mientras que con un fuerte empujón, se hundió
profundamente dentro de su núcleo. Clara gritó ante el
repentino dolor que se apoderó de ella.
—Agárrate a mí, Clara. Este dolor no puede evitarse.
97
Las lágrimas llenaron sus ojos, pero no luchó por alejarse
de él. Clara hizo lo que le ordenó, sujetándolo mientras él la
sostenía en su lugar. No había ningún otro lugar al que ella
pudiera ir más que a sus brazos. Lo necesitaba. El dolor no
duró mucho y pronto fue superado por un intenso placer.
La sensación de su polla pulsando dentro de ella le dio más
placer del que jamás imaginó.
—¿Sientes lo que me haces? —preguntó él, apartándole
mechones de cabello suelto. Nick la besó en los labios y le secó
las lágrimas que brotaban de sus ojos. —Eres tan bella. Nunca
lo verás cómo yo lo hago. —Mordió su labio inferior, haciéndola
gemir. Arqueándose contra él, sintió su polla deslizarse más
profundamente en su interior. —Tu coño está tan resbaladizo y
me agarra como un jodido puño.
Sus palabras la excitaron.
—Debería haber tomado tu virginidad en una cama, pero
no podía esperar más. Necesitaba estar dentro de ti.
—Calla y bésame. —Ella presionó un dedo en sus labios
queriendo que se detuviera. Su polla ya no la lastimaba sino
que la atormentaba. —Por favor, fóllame, Nick.
Había leído tantas palabras de amor y pidiendo sexo en sus
libros, sin esperar nunca usarlas ella misma. Nick lo había
hecho todo posible. Clara estaba muy agradecida con él por
haberla comprado. La sola idea de por qué estaba agradecida le
daba ganas de reír. Ninguna mujer debería estar agradecida por
ser comprada.
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—Como mi señora desee. —Él tomó sus labios antes de salir
de su cuerpo. Ella gimió, no queriendo que él la dejara en
absoluto. —Créeme, cariño. Te voy a hacer gritar antes del final.
Sonriendo, Clara confiaba mucho en su capacidad para
hacer lo que decía.
Él se retiró todo el camino fuera de ella hasta que solo
quedó la punta. —Míranos, Clara.
Mirando hacia abajo, vio la longitud de su polla con su
crema junto con un pequeño tinte de sangre en su polla. El
calor ardió en sus mejillas ante la evidente evidencia de
excitación. —Te voy a llenar de mi semen, Clara, y ningún
hombre te tocará jamás. Voy a frotar mi esencia en tu puta piel.
—Sí —dijo, gimiendo.
Nick se estrelló profundamente, golpeando su cuello
uterino. El dolor la hizo sacudirse en el suelo. Él simplemente
la sostuvo, saliendo y haciendo lo mismo de nuevo. La folló con
fuerza, haciendo que cada embestida doliera, pero también la
acercó más a su orgasmo.
—Aférrate a mí.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y él giró sus
posiciones para que ella estuviera sentada en su regazo. Su
polla estaba tan profundo como podía desde este nuevo
ángulo. —Quiero abrazarte y verte deshacerte en mis brazos.
Actuando por instinto, ella besó sus labios. Sus dedos se
apretaron en su cabello, tirando de su cabeza hacia atrás para
exponer su cuello.
99
—Hay tanto que voy a hacerte —dijo. Su mirada se posó en
sus pechos. —No te voy a traer nada más que placer,
Clara. Cada paso que des, estarás muy adolorida y recordarás
todo lo que te he hecho. —Se inclinó, tomando uno de sus
pezones en su boca. —Voy a llenar tu cuerpo con mi semen y te
rodearé con mi aroma.
Le rodeó los pezones con la lengua y luego los mordió.
—Me estás volviendo loca —dijo ella, jadeando. Tocó su
clítoris y sus músculos se tensaron alrededor de su polla. Su
longitud se sintió más grande que nunca.
—¿Quieres que te deje correrte? —preguntó él.
—Sí.
Ella no duraría si él no la dejaba correrse.
100
Capítulo 10
101
Pellizcando su clítoris, empujó dentro de ella,
profundizando en su interior. Ella montó su polla mientras el
placer se apoderaba de él. Clara jadeó por aliento, y cada sonido
que salió de ella era un gemido. Todo su cuerpo estaba en
llamas y enrojecido.
—Por favor, Nick, por favor. —Su súplica lo atrajo.
Golpeando dentro de ella, Nick acarició su clítoris al
mismo tiempo. Su cuerpo tembló y su crema rodeó su polla.
Su propia liberación estaba a unos segundos de distancia,
pero no iba a correrse hasta que ella lo hiciera.
—Córrete para mí, Clara. Dame tu corrida.
Gritó cuando su orgasmo la golpeó con fuerza. La folló
duro, no tan fuerte debido al ángulo, pero lo suficientemente
fuerte como para extraer aun más de su placer.
Nick la abrazó con fuerza mientras la follaba hasta su
propia liberación. Gruñendo, la mantuvo en su lugar con un
brazo alrededor de su cintura y otro en su cabello. Ella no
intentó apartarse de él, sino que lo abrazó con fuerza. Ambos
estaban sudando mientras él bombeaba su semen en el coño
que lo esperaba.
—Joder, nena, me vas a agotar —dijo, apoyando su cabeza
contra la de ella.
—¿Yo? Todo esto fue culpa tuya. —Ella descansó contra
su hombro.
Acariciando su pelo rojo, sintió cada espasmo de su coño
a su alrededor.
102
—Ya no soy más virgen —dijo las palabras en un
suspiro. Nick se tensó. Había tratado de hacerla sentirse bien a
pesar del dolor.
—¿Te arrepientes de estar conmigo?
—No. —Ella se apartó. Sus ojos eran de un verde brillante
y su rostro era de un hermoso rojo rosado. —Fue la mejor
sensación del mundo. —Ella besó sus labios, sonriendo. —
¿Podemos hacerlo de nuevo?
—Pronto. —La levantó mirando a la piscina. No, no se iban
a bañar en la piscina. Nick la sacó de la piscina, a través del
gimnasio y luego al salón principal antes de llevarla arriba a su
habitación.
—¿A dónde vamos? —preguntó, presionando su cabeza
contra la de él.
—Vamos a tomar un baño con unas sales calmantes para
ayudar con cualquier dolor que puedas estar sintiendo.
—Y luego, ¿podemos follar?
La palabra sonó extraña viniendo de sus labios. Riendo,
abrió la puerta de su dormitorio de una patada, llevándola por
el umbral. —¿Alguna vez has dicho esa palabra antes?
—Realmente no. Pero he leído mucho sobre eso. —La puso
de pie antes de empezar a meterla en el baño.
Olió su sangre virgen y la necesidad de cuidarla lo golpeó
con fuerza.
Una vez que el baño estuvo lleno con las relajantes sales
de baño, le ordenó que descansara.
103
—¿Adónde vas? —preguntó ella, agarrando su mano para
evitar que se fuera.
—Tengo que conseguirte algo para ayudarte. —Le besó la
mano y hundió los dedos en su cabello. —No voy a ninguna
parte. Mañana por la mañana me agradecerás mi atención.
Acariciando su mejilla, salió de la habitación y regresó a
la cocina. Puso un poco de leche en una cacerola. Nick trabajó
en su cocina mientras aún estaba desnudo. Después del sexo,
la ropa le hacía picar la piel. Abriendo una ventana, dejó que el
aire fresco entrara en la habitación.
Los olores de la hierba fresca, el aire y los árboles llamaron
a su lobo. El impulso de salir de la casa y correr hacia la victoria
era fuerte. Forzó la necesidad hacia abajo. No solo había metido
a Clara en su cama antes del tiempo pensado, sino que también
había encontrado a su compañera.
Nick estaba seguro de que ella era su compañera. Las
mujeres con las que había estado antes nunca habían inspirado
el mordisco de apareamiento dentro de él.
Añadiendo un chorrito de vainilla batió antes de añadir el
mejor chocolate que pudo encontrar. Llevando chocolate
caliente, fruta y crema, volvió arriba para encontrarla recostada
descansando.
—¿Estás de vuelta?
—Tuve la tentación de salir a correr, pero pensé que te
gustaría venir conmigo. —Se metió en la bañera, dejando las
bebidas en el suelo junto con los cuencos de fruta y crema.
104
Una vez que se sintió cómodo, tomó su taza y se la entregó.
—¿Se supone que esto ayuda? —preguntó ella.
—No tiene nada de medicinal. Pensé que el chocolate era
la cura para todos los males de las mujeres.
Clara se rio entre dientes. —No, no ayuda en absoluto,
pero el pensamiento es perfecto por sí solo.
La vio sorber el líquido. Sus labios regordetes estaban
magullados por sus besos.
Se agachó, tomó una fresa y sumergió la fruta madura en
la crema. —Abre —dijo, presionando la punta contra sus
labios. Un poco de crema goteó sobre su pecho. Clara mordió la
fruta y él se la terminó.
—Tan jugosa.
Él se inclinó hacia delante lamiendo la gota de
crema. —Estoy de acuerdo; sin embargo, sé de algo que es más
jugoso. —Nick arqueó una ceja para que ella supiera de qué
estaba hablando.
Durante los siguientes veinte minutos le dio de comer
fruta y crema mientras terminaban sus chocolates calientes. El
agua del baño estaba fría cuando terminaron.
Nick salió primero, agarrando una toalla para
envolverla. Tomó a Clara en sus brazos y la llevó a su
dormitorio.
—¿Voy a ir a mi propia habitación? —preguntó ella.
—De ninguna manera. —No podía resistirse a ella por más
tiempo. Hundió los dedos en su cabello rojo húmedo y tiró de
105
ella hacia sí. —No vas a ninguna parte. Esta es tu habitación a
partir de ahora.
***
La actitud posesiva de Nick la encendió. La forma en que
agarró su cabello hizo que Clara se derritiera. Ella se habría
puesto de pie rogándole que la tomara si él no hubiera tomado
el control. Con su mano libre, la agarró por la cintura
abrazándola.
Con un rápido movimiento la hizo girar para que se
pusiera de espaldas a él. Sus manos agarraron su estómago,
subiendo y bajando por su cuerpo. —Tus curvas son tan
jodidamente adictivas. —Sus manos bajaron agarrando sus
muslos y luego subieron para ahuecar sus pechos. —Amo tus
tetas. Tienes que saber lo increíble que eres, Clara. Cualquier
hombre se sentiría especial al tenerte en su vida o en su
cama. Nadie va a saber lo que es estar dentro de ti.
La movió hacia adelante, empujándola a arrodillarse en la
cama. Sobre su cama había un espejo en el que podía verlo. No
era lo suficiente para ver todo lo que él estaba haciendo. Sus
manos acariciaron su espalda y abrió sus muslos para
acomodarlo.
Sintió la punta de su polla acariciando su coño antes de
detenerse en su entrada.
106
—Mírame, Clara —dijo, tirando de su hombro. Ella lo miró
a través del espejo. En el momento en que sus ojos estuvieron
sobre él, se estrelló dentro de ella yendo mucho más profundo
de lo que lo había hecho arriba. —Joder, te sientes tan bien.
Sus ojos eran de un tono ámbar una vez más, brillando
mientras la miraban. La agitación de su cuerpo debería haberla
asustado, pero la presencia de su lobo Alfa solo la excitó más.
—Dime que te folle, Clara.
—Fóllame, Nick —dijo ella.
Con su mirada en ella, empujó en su interior dejándola sin
aliento. Cada vez que cerraba los ojos, él le daba una palmada
en el trasero obligándola a mirarlo.
—No cierres tus malditos ojos. Quiero que me veas follarte.
Mordiéndose el labio, gritó con cada bofetada en el trasero.
—Tu trasero se pondrá jodidamente rojo si no te detienes.
El placer era más de lo que podía soportar.
—Toca tu clítoris, Clara. Déjame sentirte correrte por toda
mi polla.
Una y otra vez embistió dentro de ella, golpeando su cuello
uterino, lo que llevó el placer a una dimensión diferente de
placer y dolor.
—Tan jodidamente apretada y perfecta.
Tocó su clítoris, acariciando la protuberancia. Cada toque
la hacía jadear.
Nick se aferró a sus hombros haciéndola mirarlo a pesar
de que estaba cerca de correrse.
107
—Mantén esos ojos en mí, nena.
Tendría moretones por donde él la sostenía.
—Por favor, Nick.
—Córrete sobre mi polla y pondré fin a la agonía de ambos.
Gimiendo, se tocó el clítoris sintiendo cada tirón y pulso
de su polla dentro de sus profundidades. La estiraba con cada
centímetro.
—Será mejor que te acostumbres a mí dentro de ti,
nena. No iré a ninguna parte. Tu coño va a tener mi nombre por
todas partes.
Sus palabras desencadenaron su clímax, sin mencionar el
olor adictivo que emanaba de su piel. Antes de ser desterrado,
Nick había sido un Alfa. El Alfa dentro de él no había
desaparecido en absoluto. De hecho, parecía que se había
vuelto más fuerte, más poderoso.
Clara explotó sobre su polla acariciando su clítoris hasta
el final. Sintió la diferencia dentro de él. En el instante en que
ella se corrió, sus golpes se volvieron más duros, su polla
presionando contra su cuello uterino y determinada a ir más
profundo. El dolor era intenso y lo increíble que se sentía, por
lo que no sabía si gritar o llorar de dolor.
Nick golpeó dentro de ella hasta que con un gruñido se
corrió. Su polla se sacudió, disparando su semen dentro de
ella. Se dejó caer en la cama necesitando su fuerza. Le dolían
los hombros por la fuerza de sus brazos.
108
Cuando su orgasmo disminuyó, la levantó de nuevo,
sacando su polla de ella.
—¿A dónde vamos? —preguntó ella, queriendo
acurrucarse y dormir.
—Vamos a correr.
Ella se aferró a él mientras los conducía afuera.
Mirando a través de sus terrenos, se dio cuenta de que
nadie podría ver dentro de su casa que era tan grande.
—¿No tienes miedo de que me escape? —preguntó ella.
—¿Vas a escaparte? Si vuelves te lo prometo todo. Puedo
darte sexo y todo lo que tu corazón desee.
Él no podía darle todo. Había una razón por la que leía
tantas novelas románticas, y no porque fuera lo que hacían las
mujeres. Las leía por anhelo. Los libros eran su única forma de
conseguir un final feliz. En la vida, había aprendido a que no
siempre se tiene un final feliz.
—Volveré —dijo ella.
El sexo entre ellos había sido brillante. Ella no quería que
la lujuria terminara nunca. Clara se preguntó cuánto duraría
el sexo brillante sin amor. Había visto muchas parejas dentro
de su manada aparearse, y luego arrepentirse de sus
decisiones.
Se suponía que los lobos se apareaban de por vida. Nick
no la había comprado para aparearse. Solo la había comprado
por sexo, y lo estaba consiguiendo sin ningún problema.
109
Deja de pensar demasiado. El amor nunca ha entrado en la
ecuación y ahora no debería hacerlo.
Lo vio cambiar de piel y convertirse en lobo. El calor llenó
su núcleo al ver a su increíble lobo de color ámbar oscuro. Él
esperó a que ella se convirtiera en loba. Mirando al cielo, cerró
los ojos y se convirtió en su loba.
Cuando se transformaba con su vieja manada, sus
pensamientos siempre eran hirientes, por eso siempre había
intentado huir de ellos.
—Eres tan bella. Debería haber sabido que tu loba sería de
un color rojo oscuro.
Clara se alejó de él.
—Estás roja por todas partes, nena.
—Detente y corre.
—Lo que mi señora desee.
Él corrió a su lado. El aire fresco, junto con el aroma del
bosque circundante, era embriagador. Su cuerpo era diferente,
ya no era inocente. La libertad de correr sin miedo a lo que otros
dijeran hizo que la experiencia fuera increíble.
—Esta es tu vida, Clara.
—Lo sé.
Le dio un empujón con el hocico. —No, esta es tu vida. La
libertad de correr cuando lo desees. Estaré contigo en cada paso
del camino.
—¿Qué estás diciendo?
110
—Quédate conmigo, de buena gana, y te daré todo lo que
tu corazón desee.
Clara cortó toda esperanza. Con ambos en su forma de
lobo, Nick podría escuchar sus sentimientos de esperanza en lo
que respectaba a su relación.
—Está bien, lo prometo, no me iré ni huiré.
Ella les daría una oportunidad.
111
Capítulo 11
112
canal porno. Si cosechaba las recompensas, realmente no le
importaba.
Comprobando la hora, vio que llegaría en diez
minutos. Llamando a su asistente personal, le ordenó que
hiciera esperar a Clara pero que le avisara que había llegado.
Volvió su atención a la pantalla de la computadora,
leyendo el último correo electrónico de una empresa que había
comprado. El trabajo no le interesaba en absoluto, pero se
obligó a superarlo. Clara apareció a los diez minutos y él
percibió su necesidad de él. Lamiendo sus labios, esperó unos
minutos antes de ir a su puerta.
Ella se sentó en una de las sillas de espera. Su sonrisa era
una cosa hermosa cuando se giró hacia él.
Asintiendo con la cabeza a su asistente personal, condujo
a Clara a su oficina. Cerró y bloqueó la puerta, dejó la canasta
de comida en el suelo y la inmovilizó contra ella.
—Joder, te demoraste demasiado —dijo él, deslizando una
mano por debajo del vestido amarillo de verano que usaba.
Encontró su carne desnuda, sin bragas para detener su
búsqueda.
—Por favor, Nick, te necesito.
Esperar no estaba en su agenda. Su polla estaba
amenazando con estallar en sus pantalones. Levantándola,
estabilizó su trasero con una mano sosteniéndola
allí. —Desabrocha mis pantalones y saca mi polla.
113
Él la sostuvo mientras ella comenzaba a desabrocharle los
pantalones. Le temblaban las manos, pero lo sacó.
Tomando el relevo, apartó sus manos del camino y le
ordenó que se levantara el vestido. Nick encontró su calor
húmedo, acomodó la punta de su polla en su coño y se deslizó
fácilmente. Ella gimió y él le tapó la boca para evitar que hiciera
demasiado ruido. Su asistente personal no era una loba, pero
trabajaba con hombres que podían escucharla.
Dando un paso hacia la derecha, se apartó de su calor
para volver a entrar de golpe. Ya no estaban contra la puerta, y
la pared amortiguaría los sonidos de sus gritos de placer.
Ella lamió su palma. Mantuvo su boca cubierta mientras
follaba su apretado coño. No importa cuántas veces la tomara,
ella siempre parecía más apretada que nunca.
—Saca tus tetas para que las vea.
Su excitación lo estaba volviendo loco. No tenía control
sobre su respuesta a ella. Ella tomaba toda su polla.
Cada ondulación lo tenía jadeando por más.
—Tan jodidamente apretada y húmeda —dijo, empujando.
Ella se aferró a sus hombros, acercándose a su propio
orgasmo.
—Tócate, acaricia tu clítoris, nena. Déjame sentir que te
corres por toda mi polla.
Sintió sus dedos acariciando entre ellos. Cuando llegara a
casa esta noche, la haría tocar su dulce coño en la mesa de café
114
mientras él miraba. La noche era toda suya después de la
cena. Nick quería probar otras cosas con ella.
En el instante en que su coño se apretó a su alrededor,
Nick encontró su propia liberación explotando dentro de
ella. Su olor la llenó junto con su semen. Cualquier lobo macho
sabría que pertenecía a otro macho.
Cuando terminó de verter su semilla en su cuerpo en
espera, la ayudó a levantarse.
Su semilla escapó, y agarró algunos pañuelos de papel de
su escritorio para limpiar la mayor parte del desorden. Ella se
quedó quieta mientras él la atendía.
—¿Cómo va tu día? —preguntó él.
Clara se rio. —¿No deberías haberme preguntado eso
antes de follarme contra la puerta?
Nick rio. Le encantaba escuchar el sonido de su
felicidad. —Te follé contra la pared, no contra la puerta.
Imagino que nos habría avergonzado a todos. No quiero probar
la fuerza de la puerta.
—Puedo ver eso. —Se sentó frente a su escritorio con la
cesta del almuerzo en el regazo. —Fui de compras con la tarjeta
que me dejaste.
—¿A dónde fuiste? —preguntó él.
También le había dado los códigos para comprar libros en
línea. Ayer había encontrado un cheque de tres cifras solo por
la compra de sus libros. Nick no se iba a quejar. Muchas
115
mujeres no se habrían sentido satisfechas a menos que les
dieran joyas.
—Fui al supermercado, miré la carne y odié la vista y el
olor antes de encontrar un carnicero local. Hice un trato con él
por carne orgánica. Comeremos mucho mejor antes de que te
des cuenta. —Ella colocó un poco de ensalada de verduras,
pollo y papas en su escritorio. A Nick le encantaba como
cocinaba y no se iba a quejar.
Dean también había probado su comida y Dean también
había probado su comida y lo odiaba por tener su talento puro
de ella.
—También he horneado un pastel de chocolate para
mantenerte activo hasta el final del día.
Contempló la belleza que tenía ante él.
—¿Qué más hiciste, o eso es todo, comprar comida?
—Me gusta comprar comida. Corté algunas rosas del
jardín para la mesa. Pensé que la casa se veía un poco sosa y
decidí agregar un toque de color. —Ella le preparó un plato y
luego para ella misma.
Nick mantuvo su mirada en ella. Era tan dulce. Pensando
en su necesidad de reclamarla, abrió la boca a punto de hablar
cuando sonó un golpe en su puerta. Su asistente personal lo
habría llamado si hubiera sido ella.
Irritado por haber sido interrumpido antes de comenzar,
se dirigió hacia la puerta. Quitó el seguro y la abrió, viendo a
Dean preocupado. —¿Qué sucede? —preguntó Nick.
116
Dean miró hacia la habitación y vio a Clara. —Tienes que
deshacerte de ella.
—¿Qué? ¿Por qué?
—El Colectivo de Alfas está aquí. Mark ha sido arrestado
junto con muchos de los hombres que venden mujeres por
dinero. La mierda está a punto de golpear el ventilador.
Clara ya estaba limpiando su almuerzo. Maldiciendo, él la
vio empacar todo mientras los hombres del Colectivo de Alfas
salían del ascensor. Contó cinco hombres. No estaban todos
allí. De hecho, vio que faltaba al menos uno. Riley era el
nombre, el que había forzado la cuestión del estatus de Nick a
desterrado.
—Demasiado tarde.
—Dean, veo que ya le has advertido a Nick de nuestra
visita.
Nick reconoció al hombre que hablaba como Charles, uno
de los hombres más viejos del grupo. No parecía ni un día más
de los cuarenta, pero Nick sabía que estaba cerca de los setenta.
—¿Qué advertencia? Dean estaba haciendo arreglos para
venir a cenar a mi casa esta noche. Clara es una cocinera
increíble y siempre está buscando una excusa para visitarnos.
—Le dio a Dean una mirada mordaz, entrando a la
oficina. Clara estaba junto a su escritorio con una sonrisa
plasmada en su rostro.
Los cinco hombres entraron a su oficina mientras Dean
tomaba asiento.
117
—Te veré en casa esta noche. Haré mi famoso pollo al
curry —dijo Clara. Estaba nerviosa. Extendiendo la mano,
sostuvo su rostro, presionando sus labios contra los de
ella. Nick besó profundamente oliendo su excitación cuando
terminó.
—Cariño, todo sobre ti es famoso.
—¿Quién es? —preguntó Charles.
—Soy su novia. Es un placer haberlos conocido a todos.
Clara se excusó. Charles no iba a conformarse eso. —Eres
una loba que no ha sido desterrada. ¿Por qué estás con Nick?
Ella giró su mirada hacia él antes de volver a mirar al
hombre corpulento. La vio sacar su brazo de su agarre.
—Estoy enamorada de él. No tienes derecho a insultarlo
en su propio edificio. Incluso el Colectivo de Alfas no está por
encima de mostrar respeto. —Ella se giró hacia él.
Vio la verdad en sus ojos. Frente a una habitación llena de
hombres que podían llevársela, ella le había dicho que lo
amaba.
—¿Te veré esta noche solo con Dean? —preguntó ella.
—Lo harás, nena.
Ella se fue sin volver a mirar hacia atrás. Mierda, debería
haberle dicho cómo se sentía. Sintiéndose como un bastardo, lo
hizo a un lado y se concentró en por qué el Colectivo de Alfas
estaba en su oficina.
118
***
Genial, Nick probablemente se estaba riendo de ella ahora
mismo. Clara caminaba por la calle balanceando su canasta de
lado a lado. Había hecho el ridículo al admitir sus sentimientos.
En el momento en que Charles la tocó, ella sintió su
poder. Había una razón por la que se necesitaba el Colectivo de
Alfas. Eran mucho más fuertes que todos los lobos.
Caminó por el parque de la ciudad disfrutando de la luz
del sol. Su cuerpo todavía estaba vivo después de su dura
follada en la oficina.
Pasándose los dedos por el pelo, echó un último vistazo a
la ciudad antes de irse a casa. La casa grande ya no parecía
dominante. Cada día que pasaba, añadía un pequeño toque
propio. Al entrar, se dirigió directamente a la cocina para poner
la ensalada de repollo y patatas en el frigorífico. No había estado
bromeando sobre el curry. El pollo estaba marinado en la
nevera con muchas especias.
Una vez que todo estuvo guardado, se dio una ducha
dejando su vestido en el dormitorio para bajar a la
piscina. Durante la siguiente hora trató de ordenar sus
pensamientos mientras tomaba un largo baño. ¿Por qué estaba
el Colectivo de Alfas en la oficina?
Las palabras de Dean habían estado amortiguadas. ¿Qué
querían de Nick?
119
Había visto la tensión en todo el cuerpo de Nick. Ser
honesta en la sala había sido fundamental.
Cuando no pudo postergarlo más, volvió a lavarse la
piscina de su cuerpo, se puso otro vestido de verano y luego se
fue a la cocina. Comenzó a hacer su curry, tarareando mientras
el proceso la calmaba.
Clara se puso tensa cuando escuchó que se abría la
puerta. Dean y Nick hablando invadieron su calma.
Segundos después, Nick entró en la habitación. Parecía
cansado, agotado.
—¿Querías decir lo que dijiste en mi oficina?
Ella dejó caer la cabeza, no queriendo encontrar su
mirada.
—No hagas eso —dijo. —Mírame y dime la verdad.
—Sí, quise decir cada palabra que dije. Me he enamorado
de ti. Traté de no hacerlo, y es una locura. No te conozco desde
hace mucho tiempo, pero sé cómo me siento y te amo. —Se llevó
una mano a los labios, deseando que el suelo se abriera y la
hiciera callarse.
—Por el amor de Dios, Nick, ve con ella y dile cómo te
sientes —dijo Dean. Estaba apoyado contra el marco de la
puerta mirándolos. Estaba tan preocupada por Nick que no lo
había oído entrar.
—Sal de aquí. Ve al comedor o algo así, pero danos la
privacidad que tanto necesitamos —dijo Nick, mirando a su
amigo.
120
Dean levantó las manos. —Solo estoy tratando de ayudar
a un amigo. No dejes que se salga con la suya, Clara. —Le guiñó
un ojo antes de irse.
—El maldito hombre no sabe cuándo mantenerse al
margen de los asuntos de otras personas.
—Él se preocupa por ti. —Agarró su cuchara de madera
para empezar a remover la salsa.
—La primera noche que estuviste aquí, me colé en tu
habitación —dijo, tomándola completamente por sorpresa.
—¿Qué?
—Te vi tomando una ducha. Te dejé mi camiseta, pero
cuando estabas dormida volví. Dormimos juntos esa noche. Te
sostuve en mis brazos dejándote antes de que despertaras.
—¿Tu olor no estaba solo en la camiseta?
—No, estuve allí toda la noche.
—¿Por qué estás compartiendo todo esto conmigo? —
preguntó.
—Tienes el derecho de saberlo. No debería haberte
mantenido en la oscuridad, pero lo hice. El primer día que te
tomé, estaba listo para aparearme contigo, pero me contuve por
miedo. No quería que me temieras. Hace tiempo que quería
aparearme contigo, Clara. —El levantó la mano para detenerla
de hablar cuando iba a hacerlo. —No solo quiero aparearme
contigo porque eres la única loba disponible para mí. Te amo,
Clara.
Sus palabras le levantaron el ánimo.
121
—¿Por qué me estás diciendo esto? —preguntó ella.
—Necesito que sepas cómo me siento. Te amo. No tiene
nada que ver con el dinero que gasté en ti. Volvería a pagarles
a tus padres, una y otra vez, para asegurarme de tenerte. Eres
increíble. —Se detuvo y dio un paso más hacia ella.
—Marica —escuchó a Dean gritándole.
Nick lanzó una mirada furiosa a la puerta, pero no
retrocedió.
—En los próximos días recibirás la visita del Colectivo de
Alfas.
Ella se echó hacia atrás, preocupada. —¿Qué? ¿Por qué?
—Están cazando a los hombres y mujeres que venden
hembras para ser utilizadas. Tu padre ha sido atrapado y me
ha expuesto.
Clara extendió la mano y le puso una mano en el
pecho. —¿Qué van a hacer?
—Tu padre y tu familia están siendo castigados por el
Colectivo. No pueden hacerme nada porque ya estoy fuera de la
ley. No estoy obligado por la ley de la manada, pero tu familia
violó la ley. Vienen a verte y dependerá de ti lo que quieras
hacer.
—¿Qué quieres decir?
Él tomó su mejilla, sosteniéndola. —Si deseas irte para
unirte a su manada, puedes hacerlo. Ellos se ocuparán de ti
dándote un hogar.
122
—¿Quieres que me vaya? —Solo un minuto antes le había
estado diciendo cuánto la amaba, y ahora le estaba diciendo
esto. Clara se sintió dividida en dos sobre qué pensar.
Nick sostuvo su rostro, mirándola a los ojos. Vio el dolor
en sus profundidades de color marrón oscuro. —No, no quiero
que te vayas, pero no quiero que te sientas obligada a quedarte
aquí. Te amo, Clara. Quiero aparearme contigo. Esta es una
elección que tú tendrás que tomar. —La besó en los labios y se
apartó. —El curry huele increíble. Necesito ir a correr —dijo él,
girándose hacia la puerta.
Incapaz de detenerlo, lo vio rasgarse la ropa y cambiar en
el siguiente segundo.
—Está asustado —dijo Dean, devolviendo su atención a la
habitación.
—¿Asustado? ¿Asustado de qué? —Estaba confundida y
odiaba la sensación.
—Nick fue desterrado y te compró. Sé que no tuvieron el
mejor comienzo en esta relación. —Dean se inclinó sobre la
encimera de la cocina. —Si el Colectivo decide hacerlo, pueden
llevarte.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Eres una mujer que ha sido secuestrada por un hombre
desterrado. Podrían anular tu decisión de quedarte con él. Su
argumento será acusarte de sufrir el síndrome de Estocolmo.
123
—Están locos. No sufro de nada. —Se pasó los dedos por
el pelo, presa del pánico. Por primera vez en su vida, estaba
enamorada y todo podría serle arrancado.
—¿Te importa lo que le pase a tu familia?
—No, no me importa una mierda lo que les suceda. Ellos
no eran mi familia. Pasaron toda su vida haciéndome
consciente de lo terrible que era para su reputación. —Dejó que
Dean viera su enojo.
—Mira, demuestra al Colectivo tus sentimientos sobre tu
familia y tu amor por Nick y puedes ganar. No podrán llevarte,
pero también debes tomar una decisión —dijo Dean.
—Decisión, ¿Qué decisión?
—Si alguna vez quieres volver a formar parte de una
manada o no. Nick nunca estará bajo su control. Él posee la
marca peligrosa mientras que tú no. Otra manada te aceptaría
a ti con los brazos abiertos.
Dean arqueó una ceja y abrió las manos.
Clara volvió a su curry, escuchando el dolor en el aullido
de Nick en la distancia.
124
Capítulo 12
125
realmente sus curvas. Vio la dureza de sus pezones
presionando contra la tela junto con la mata de rizos rojos entre
sus muslos.
—Pensé que te habías ido a la cama.
—No me iré a la cama sin ti. —Ella dio un paso dentro de
la habitación.
Nick no se movió y la vio acercarse, sus caderas se movían
seductoramente con cada paso que daba.
Ella presionó sus palmas sobre su pecho. Agarrándola de
las manos, intentó apartarla.
—¡No lo hagas! —gritó, mirándolo. —Puede que hayan
entrado en tu oficina a la hora del almuerzo, pero no están
aquí. No me alejes.
—Podrían alejarte de mí. ¿De verdad crees que puedo
hacer el amor contigo sabiendo que te van a apartar de mí? Me
está matando.
Ella lo empujó con fuerza, y le golpeó el pecho. —Bastardo
egoísta. —La ira en su rostro era clara. —¿Crees que yo quería
esto? Durante mucho tiempo fui la maldita loba gorda de la
manada. Nadie me quería. Me humillaron a los dieciocho. Nadie
quería estar conmigo. —Se golpeó su pecho con la palma de la
mano. —Entonces, de repente, me vendieron a un hombre que
no conozco, un hombre desterrado acusado de asesinato, y me
enamoro de él. Despiertas mi maldito cuerpo como si fuera el
tuyo.
Él vio el dolor en sus ojos, tal y como reflejaban los suyos.
126
—Realmente pensé que estaba feliz de no tener que
preocuparme nunca por enamorarme o estar con un hombre.
Te di mi virginidad, Nick. Te he dado una parte de mí. No me
importa lo que le pase a mi familia. Nunca estuvieron ahí
conmigo. Tú lo estás, y me aseguraré de que todos sepan cómo
me siento. Puedo vivir sin una manada, pero nunca podré vivir
sin ti.
Incapaz de negarse a sí mismo el placer de tocarla, la
agarró por el cuello y la atrajo hacia sí. Ella envolvió sus brazos
alrededor de él, abrazándolo con fuerza. Durante muchos
minutos simplemente se abrazaron, ganando consuelo. Inhaló
su dulce aroma mezclado con el suyo.
—Te amo —dijo ella. —No dejes de pelear. Yo no lo haré.
Sus manos subieron y bajaron por su pecho. Nick observó
sus movimientos sin apartarla. Su futuro estaba en sus manos
cuando los Alfas vinieran a llevársela.
—Yo también te amo, cariño. —Le besó la
cabeza. Quedándose quieto, esperó a que ella le soltara
los botones de la camisa. Ella le quitó la tela de los
hombros. —Esto es todo para ti. Tú eres el que está a cargo.
—¿Estás segura de que confías en mí? —preguntó,
arqueando una ceja.
Él desabrochó su cinturón cuando ella cayó de
rodillas. Ninguno de los dos dijo una palabra más mientras ella
le bajaba los pantalones por el muslo, llevándose los bóxers con
ellos.
127
Su polla saltó libre. La vena era gruesa a lo largo del
costado y le llevaba sangre a su eje. La punta ya filtraba su pre-
semen. Ella agarró la base de su eje, trabajando desde la raíz
hasta la punta y luego de regreso.
Manteniéndose quieto, la vio abrir los labios y tomarlo
profundamente. Su lengua rodeó la punta, quitándole el semen.
Necesitó cada gramo de moderación para no forzar su polla
hasta el fondo de su boca. Clara marcó el ritmo, chupando la
punta y luego llevándolo un centímetro a la vez. Él le acarició el
cabello, hundiendo los dedos en el largo en busca de algo a que
agarrarse.
Su mirada viajó por su cuerpo. Cuando sus miradas se
encontraron, ella bajó hacia él, tomándolo todo el camino hasta
que golpeó la parte posterior de su garganta. Ella chupó con
fuerza, haciéndolo jadear. Subió, rodeando la cabeza antes de
deslizarse hacia abajo.
Una y otra vez ella chupó, lamió y mordisqueó su eje. Con
su mano libre, tocó sus bolas. Nick cerró los ojos gruñendo de
placer.
Ella gimió con su polla en la boca, y la vibración envió otra
ola de placer dentro de él.
—No, no puedo esperar. —Alejando su boca de él con el
agarre de su cabello, arrojó el contenido de su escritorio al
suelo. Nick estaba loco, no quería esperar a subir las escaleras
para reclamar su coño. La colocó sobre la superficie dura,
128
agarrando sus caderas mientras guiaba su polla hacia su
coño. Clara se agarró al borde del escritorio.
—Te amo —dijo él, sintiéndose apasionado. Esta noche,
mañana, todo el tiempo que tuviera antes de que el Colectivo de
Alfas intentara llevársela, se la iba a follar, le haría el amor y le
demostraría a Clara con sus acciones cuánto la amaba.
—Yo también te amo.
Deslizando su polla a través de su coño cremoso, encontró
su entrada y se estrelló profundamente. Clara gritó,
marcándole la espalda cuando la llevó al borde. Estaba loco de
placer y necesidad.
Su coño onduló alrededor de su eje, apretándolo con más
fuerza que cualquier puño. Saliendo, se estrelló hacia adentro,
profundizando. Las tetas de Clara rebotaron con el movimiento
de sus caderas mientras él se hundía profundamente en ella.
—Tan jodidamente apretada y dulce. Voy a pasar el resto
de mi vida follándote. Haciéndote el amor.
Nick no cedió en sus embestidas. Cuando ella se apretó a
su alrededor, le toco su dulce coño con un dedo. Cada caricia
sobre su clítoris hinchado hacía que su coño lo apretara.
—Eso es, nena. Te daré mi semen tan pronto como me des
el tuyo.
—Te amo, Nick.
—Lo sé, nena. Dame lo que necesito.
Ella se acarició la protuberancia y segundos después
alcanzó el clímax. Incluso mientras ella estaba acariciando su
129
clítoris, Nick la folló duro. El escritorio se movió bajo la fuerza
de sus embestidas. No le importaba. Encontrar su liberación
era todo lo que le importaba. Hundiéndose dentro de ella, Nick
la miró a los ojos. Era tan jodidamente hermosa. Moriría feliz
estando dentro de ella.
Comenzó a agitarse, y él arremetió contra su apretado
calor derramando su semen en su coño tan ansioso. Ella tomó
cada gota, gimiendo mientras él la abrazaba con fuerza.
Nadie la iba a alejar de él. Nick mataría a cada uno de ellos
si siquiera pensaban en quitársela.
***
Más tarde esa noche, Clara regresó al dormitorio. Se había
cepillado los dientes y lavado la cara. Había pasado toda la
noche con Nick dentro de ella. Su coño estaba adolorido, pero
no le importaba. La sensación de la dura polla de Nick dentro
de ella valía la pena.
—Tu aliento olía bien.
Puso los ojos en blanco y se subió a la cama junto a
él. Antes de cepillarse los dientes, había estado chupando su
polla hasta que él se corrió, tragando hasta la última gota.
—Quería cepillarme los dientes.
Él extendió la mano, metiendo mechones de cabello detrás
de su oreja. —Vas a ser mi muerte.
130
Echando un vistazo a su rígida polla, se rio entre dientes.
—No, tú vas a ser mi muerte. Ni siquiera he llegado a la cocina
todavía sin que me hayas follado.
Nick acarició su trasero, deslizando su palma sobre sus
mejillas. —¿Qué puedo decir? No deberías ser tan jodidamente
tentadora.
Se movió sobre ella, atrapando sus piernas juntas
mientras besaba y mordisqueaba su trasero. Ella gritó cuando
sus dientes se hundieron en su carne. Gimiendo, se aferró a la
manta mientras el placer consumía sus pensamientos. Su
crema se filtró, cubriendo su clítoris.
El olor de sus corridas combinadas los rodeó.
—Podría pasar todo el día adorando este culo —dijo él,
dándole una palmada en la mejilla. Ella chilló por el ligero dolor
y luego gimió de placer. Sus dedos se deslizaron entre sus
muslos, acariciando su clítoris. El contacto instantáneo con su
clítoris la hizo temblar.
—Shh, nena. Voy a hacerte sentir tan bien. —Dos dedos
se hundieron dentro de su coño llevándola a un frenesí.
—Por favor, Nick, fóllame. —No estaba por encima de
rogarle que la tomara.
—¿Pensé que no querías que te follara más esta noche? —
preguntó, burlándose de ella.
—Será mejor que no me dejes así.
—No tengo ninguna intención de dejarte con ganas, pero
creo que es hora de darle un descanso a tu coño. —Nick movió
131
sus dedos desde entre sus muslos hasta su trasero. Ella se
tensó cuando él presionó contra el apretado agujero fruncido de
su ano. —Relájate, nena. Nunca te haré daño.
Clara gimió cuando él presionó sus dedos húmedos contra
su trasero.
—Relájate, nena.
Ella trató lentamente de relajar su cuerpo para su
penetración. Su mano libre acarició la mejilla de su trasero y
luego la espalda para calmarla.
—Dame lo que quiero y te haré sentir increíble.
Agarrando la almohada, Clara respiró varias veces,
relajando su cuerpo para su invasión. Cerrando los ojos,
permitió que su cuerpo sintiera en lugar de pensar demasiado
en lo que estaba haciendo.
—Buena chica. Me vas a amar dentro de tu trasero. Te da
ese mordisco de dolor que necesitas para hacerlo
completamente placentero. —Hablaba con ella constantemente
mientras presionaba un dedo en su trasero. La punzada de
dolor explotó dentro de ella. El dolor pronto se convirtió en
placer mientras él bombeaba un único dedo dentro y fuera de
su trasero y también tocaba su clítoris.
La combinación de placer y dolor hizo que ella buscara su
mano.
—Por favor, Nick —dijo, sin saber lo que estaba pidiendo.
—Te voy a dar un segundo dedo. Levántate hacia mí —dijo
él.
132
Ella cayó de rodillas abriéndose para él.
—¿Quieres mi polla en tu culito caliente? —preguntó.
—Sí.
Nick añadió un segundo dedo, abriéndola más. Añadió
más de su liberación combinada para humedecer su
agujero. Cada toque la empujaba más cerca del borde de su
orgasmo.
Momentos después, se movió detrás de ella, reemplazando
sus dedos con la punta de su gran polla ancha.
Ella gimió cuando Nick le acarició la espalda.
—Te va a encantar esto, Clara. Confía en mí.
No solo confiaba en él, estaba enamorada de él. Sabía en
el fondo de su corazón que Nick no haría nada que pudiera
dañarla.
Quedándose quieta, gimió cuando la cabeza de él empujó
más allá del apretado anillo de músculos, abriendo su culo para
su polla. Sus manos fueron a sus caderas, manteniéndola en
su lugar. Ella apoyó la cabeza en la cama, tratando de
concentrarse en cualquier otra cosa que no fuera el placer junto
con el dolor de su reclamo.
Nick era un profesional cuando se trataba de su
polla. Sabía qué hacer y cómo sacar el máximo placer de su
cuerpo.
Solo en el dormitorio, él le recordaba a muchos de los
héroes sobre los que había leído en los libros que tanto amaba.
133
—Estoy dentro, nena. ¿Puedes tomar más de mí? —
preguntó él.
—Sí.
El dolor no tardó en convertirse en un placer
alucinante. Lentamente, trabajó el resto de su polla dentro de
ella. Ella gimió por lo mucho que la llenaba.
Con su polla en su culo, sintió cada pulso y sacudida de
su eje. No había forma de escapar. La última pulgada se estrelló
dentro de ella, yendo tan profundo como pudo.
Ella gritó, agarrando la manta con más fuerza.
—Aquí es donde comienza la verdadera diversión —dijo él,
pasando las manos hacia arriba y hacia abajo por su cuerpo.
—¿Puede mejorar?
—Mucho mejor. —Trabajó su trasero tomándose su
tiempo con cada embestida.
Clara pronto comenzó a empujar hacía su polla. Ya no
había dolor, solo un éxtasis alucinante. No quería que se
detuviera. Su cuerpo estaba en llamas por su polla. La
necesidad aumentaba con cada segundo.
—¿Te encanta mi polla en tu culo? —preguntó él.
—Sí. —No se necesitaban otras palabras. Sus gruñidos
resonaron por la habitación junto con el sonido de carne
golpeando carne.
—Por favor, Nick.
—¿Necesitas correrte?
—Sí.
134
—Entonces juega con tu coño. Déjame sentir que te
corres, nena.
Ella se acarició el clítoris, gimiendo ante el más mínimo
toque. Tres golpes sobre su nudo la hicieron gritar su
liberación.
—Joder, eso es todo. Córrete por toda mi polla.
La folló duro y a Clara le encantó. Cuando él gruñó, ella
sintió el pulso de su polla junto con el calor de su semen. La
sensación era completamente diferente a tenerlo en su coño.
—Creo que me has matado —dijo él, desplomándose sobre
su cuerpo con su polla todavía dentro de ella.
—Esto es tú culpa. —Ella sonrió amando su toque.
—Lo sé. Vamos, nena. Es hora de que te bañes.
Nick la llevó al baño. Durante el resto de la noche la cuidó,
le lavó el cuerpo y le brindó todos los cuidados posibles.
Acostada en sus brazos a la mañana siguiente, después de
sólo una hora de sueño, Clara se preguntó si él estaba tratando
de sacarla de su sistema. El Colectivo de Alfas podría llevársela,
pero ella sabía que no lo permitiría. Nick era el amor de su vida,
y no iba a dejar que nadie se lo quitara.
135
Capítulo 13
136
perdido. Mirando la ciudad no podía dejar de sentir el dolor de
lo que enfrentaría hoy más tarde.
La apertura de la puerta de su oficina lo obligó a
girarse. Vio a Charles, uno de los líderes del Colectivo de Alfas.
—¿Ya has ido a verla? —preguntó Nick. Cuando se
despertó esta mañana, sintió que hoy era el día en que irían por
ella.
—No, nos estamos preparando para ir a verla. Los otros
Alfas me esperan abajo. —Charles cerró la puerta, avanzando a
grandes zancadas para tomar asiento frente a él.
—¿Por qué has venido a verme? —Nick barajó algunos
archivos, tratando de mantenerse ocupado. Este hombre nunca
lo había aterrorizado en todos los años de ser un Alfa de una
manada. Ahora, sentía miedo real. El poder de Charles había
hecho que a Nick le doliera el estómago.
—Quería verte. ¿Estoy seguro de que sabes que estamos
deteniendo la subasta y venta de lobas?
—Sí, soy consciente de ello. Dean me mantiene al tanto de
los asuntos de los lobos.
—Lo sé. Yo soy quien le dice lo que tiene que decirte —dijo
Charles.
Nick permaneció en silencio durante varios minutos con
la esperanza de que el hombre terminara con su sufrimiento.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó, cuando el otro hombre
no hizo ningún movimiento para decir por qué había venido a
verlo.
137
—Estoy disgustado conmigo mismo. Por lo que he
aprendido, muchas mujeres han sido vendidas a espaldas del
Colectivo, por uno de nosotros. Nos hace sentir viejos cuando
uno de los nuestros puede engañarnos. —Charles dejó escapar
un suspiro. —Tu mujer es una de las mujeres que se vendió,
¿verdad?
Tomando aire, Nick juntó los dedos y apoyó las manos en
el escritorio. —Quería follar con una loba. Me enteré de que
podía comprar una mujer. Pagué más de un millón de dólares
por Clara. Ella era la basura, un paria de su manada. Su madre
y su padre, junto con toda su familia, la trataron
espantosamente.
—¿La usaste para el sexo? —preguntó Charles.
—Cuando la compré por primera vez, empezó siendo
sexo. No quería ni necesitaba nada más.
—¿Algo cambió?
Nick hizo una pausa, pensando en el cambio de sus
sentimientos durante las últimas semanas. —Sí, todo cambió.
Ya no quería simplemente follarme a Clara. Ella llegó a
significar algo para mí. La primera noche en mi casa la abracé
mientras dormía. Sostenerla me da tanto placer como verla leer.
—Nick se detuvo, recordándola acostada en el sofá de su oficina
leyendo mientras él trabajaba. —Ella es hermosa por dentro y
por fuera. Su familia no la merecía.
—¿Y tú lo haces?
Miró a Charles, sopesando su respuesta.
138
—No, no la merezco. Ella es mejor de lo que nunca seré.
Nunca he sido un buen hombre. Pensé que era un buen Alfa en
un momento, pero no lo era. Si hubiera sido un buen Alfa, no
me habrían desterrado. Clara me hace un mejor hombre y sé
que voy a pasar el resto de mi vida mostrándole cuánto la amo.
Charles se quedó callado durante mucho tiempo.
—La decisión de desterrarte fue sacada de mis manos. No
estuve en desacuerdo con lo que hiciste. El hecho de que me
sentara a la misma mesa con ese hombre, comiera con él,
compartiera mi vida con él, me enferma. Vi el daño que hizo. Te
desterraron porque uno de nosotros estaba decidido a sacarte
del camino. Riley tiene mucho por lo que responder. Fue la
causa de la venta de mujeres. Quería que te desterraran para
que todos contaran tu historia en lugar de que nos diéramos
cuenta de lo que estaba haciendo. Nos hizo creer que
estábamos haciendo lo correcto, y por eso, lo siento mucho. —
Charles se puso de pie. —Eras uno de los mejores Alfas que
hemos conocido. Nuestro mayor pesar es haberte desterrado.
—¿Riley hizo esto? —preguntó Nick, entendiendo por qué
el otro Alfa del Colectivo no había aparecido.
—Sí. Descubrimos lo que estaba haciendo y lo
detuvimos. Sé que las palabras no son suficientes, pero
lamento no haber seguido con mi instinto y dejarte como un
Alfa.
Nick estaba agradecido por las palabras a pesar de que
eran innecesarias.
139
—Si tuvieras la opción de tener una manada, ¿la
tomarías? —preguntó Charles.
—No, no quiero la responsabilidad. La única persona que
quiero es a Clara.
—Hablando de la mujer maravillosa, será mejor que me
una al resto del Colectivo para entrevistarla.
Nick vio al otro hombre caminar hacia la
puerta. —Espera —dijo él, deteniéndolo. Charles se giró y lo
miró. —Cuando estés con ella, tómate tu tiempo. No confía en
la gente fácilmente, y odiaría que la molestaras.
—Haré todo lo posible para calmarla.
Charles se fue y Nick se dejó caer de nuevo en su
asiento. Allí, su vida terminaría si decidían que Clara no sabía
lo que sentía. Cerrando los ojos, escuchó a sus empleados
entrar al edificio. Los odiaba a todos por sus felices y fáciles
vidas.
Siguiendo con el trabajo, siguió mirando su teléfono
esperando a que sonara. No sonó en absoluto.
Alrededor de la hora del almuerzo se puso tenso cuando
Dean entró en la oficina. La expresión sombría de su rostro no
ayudó en absoluto a los nervios de Nick.
—¿Sabes algo? —preguntó Nick.
—Lo siento, amigo, no. Te traje el contrato que acordamos.
Es hora de que lo revises antes de firmar. —Dean colocó el
archivo sobre la mesa. —¿No has escuchado nada?
140
—No. No he oído una jodida cosa. No se debería permitir
que esto suceda. Siento que mi vida está en espera hasta que
sepa lo que está sucediendo.
—Clara es una mujer fuerte, Nick. Ella los convencerá. Sé
que ella está enamorada de ti. No va a ir a ninguna parte.
Le sonrió a su amigo, sin creer una palabra.
***
Clara siguió batiendo la mantequilla y el azúcar. Miró la
hora sintiendo que algo iba a suceder hoy. Nick la había
abrazado más fuerte que nunca. Verlo alejarse claramente
triste la había molestado aún más. Hoy iba a ser el día que la
visitarían. La visita del Colectivo era la única explicación del
cambio de humor de Nick.
Hornear un pastel de chocolate oscuro por lo general la
tranquilizaba. Su cura para todas las tensiones ya no estaba
funcionando. Colocó los dos moldes de pastel llenos en el
horno, lavando los platos. Clara estaba limpiando el mostrador
cuando sonó el timbre. Echando un vistazo a la cocina, trató de
encontrar alguna excusa para no responder a la maldita cosa.
Sé fuerte, Clara. Puedes hacerlo.
Amaba a Nick y todo lo que tenía que hacer era
demostrarles sus sentimientos. Metiéndose el cabello detrás de
las orejas, caminó hacia la puerta.
141
—Hola Clara. Soy Charles y estos son mis hermanos. Yo
seré el que hable hoy. Están aquí para escuchar, aprender y
recibir información —dijo Charles, haciendo todas las
presentaciones.
—¿Puedo decirte que te vayas a la mierda? —preguntó ella.
—Puedes, pero no iremos a ninguna parte. Esas son las
reglas.
Asintiendo, abrió la puerta esperando a que todos
entraran. Los escuchó olfatear el aire. —He estado horneando
un poco. ¿Podrían sentarse aquí mientras buscó el té? —Clara
los condujo a la sala de estar como si fueran una manada de
ovejas en lugar de perros hambrientos esperando para
llevársela.
Una vez que estuvieron sentados, fue a la cocina, tentada
a llamar a Nick. No, no haría nada para hacerles creer que no
estaba aquí por su propia voluntad. Sacó las tortas del horno
para que se enfriaran, completando la bandeja con seis tazas y
azúcar.
Al entrar en la sala de estar, colocó la bandeja en la mesa
de café recordando el tiempo que habían pasado juntos con
Nick. El calor recorrió su núcleo. Ignorando la necesidad, les
sirvió una bebida a todos y se sentó a pesar de que su excitación
aumentaba.
—¿Por qué estás excitada? —preguntó Charles.
Sus mejillas debían estar encendidas ante su obvia
pregunta. —Estoy recordando un momento con Nick, en esta
142
misma habitación. —Se llevó la taza a los labios y tomó un sorbo
sonriendo. —Es un buen recuerdo.
—Clara, debemos ponernos manos a la obra. Estoy seguro
de que sabes por qué estoy aquí.
—Me han dicho que debes asegurarte de que no sufra
algún tipo de síndrome y que estoy aquí por mi propia voluntad.
—Hablaba demasiado rápido, pero no podía evitar que las
palabras salieran a raudales. Mientras tomaba un sorbo de té,
maldijo su boca rebelde con su constante esfuerzo por hablar.
Cállate, Clara. Ten confianza. No estas mintiendo. Estás
diciendo la verdad.
Durante la siguiente hora, Charles se hizo cargo de la
conversación haciéndole preguntas. Le preguntó sobre su
infancia hasta su primer cambio. La expresión de su rostro
cuando ella describió lo sucedido la hizo sentir un poco
asustada. Había una razón por la que estos hombres eran el
Colectivo. Sabían cómo manejar a los lobos y eran más fuertes
que muchos otros lobos.
Apuesto a que Nick puede vencerte.
Comenzó a hacer preguntas sobre la noche en que la
secuestraron, convirtiéndose en propiedad de Nick. Ella
respondió a todas las preguntas con sinceridad. No había
necesidad de que mintiera sobre sus sentimientos. Ella había
odiado a Nick a primera vista, pero se aseguró de que todos
supieran que él no le puso un dedo encima.
143
Cuando llegó a la intimidad entre ella y Nick, miró su
regazo pensando en el tiempo que habían pasado juntos. La
excitación llenó su núcleo al recordar cuando Nick la tocaba.
—Desde el momento en que me compró, podría haberme
tocado, herido. —Sintió lágrimas llenar sus ojos. —Era el
perfecto caballero. Quiero decir, lo odiaba, pero era tan
agradable. Escuchas historias tan horribles de gente a la que
vendieron por sexo, pero tuve suerte. Nick no es un hombre que
se frustre. Nunca me levantó la mano con enojo. Cada vez que
estábamos juntos, era dulce, a veces grosero, pero nunca sentí
miedo de él.
Se frotó los brazos, deseando que estuviera con ella ahora,
envolviendo sus brazos alrededor de ella para protegerla. Clara
les dijo lo mucho que quería.
—Su familia ha sido castigada y condenada a más de
cincuenta años de trabajos forzados en nuestras celdas. Nunca
más se acercarán a ti ni te lastimarán. Nick nunca se convertirá
en un Alfa de una manada. Necesito saber si deseas volver a
una manada —dijo Charles.
—No, no quiero ser parte de una manada. Nick es todo lo
que necesito. Sé que no todas las manadas son horribles. Pero
he tenido más de lo que me gustaría como parte de una
manada. Prefiero que me destierren con él —dijo, sirviéndole
otra taza de té.
144
Charles asintió con la cabeza, la miró fijamente durante
varios momentos y se giró hacia los hombres silenciosos de la
habitación.
—Creo que hemos obtenido todo lo que necesitamos.
Los otros hombres asintieron, se pusieron de pie y se
despidieron. Los vio irse, en silencio. Charles se quedó,
sorbiendo su té.
—¿Qué pasa? No me vas a llevar, ¿verdad? —preguntó
Clara, lista para luchar contra él.
—No, no te vamos a llevar. Independientemente de
nuestra reputación, no somos unas bestias horribles que
separan a las personas por diversión. —Charles estaba
sonriendo mientras hablaba. —Veo que amas a Nick y él te ama
a ti. Lo visité esta mañana antes de venir aquí hoy.
—¿Lo hiciste? ¿Estaba bien? Estoy tan preocupada por
él—Se detuvo, mordiéndose el labio ante sus preguntas.
Charles se rio entre dientes. —Nick es un Alfa. Sé que le
costó mucho dejarte sola para tratar con nosotros. Ha sido un
placer verlo feliz.
—Me contó lo que sucedió para convertirse en un hombre
desterrado —dijo Clara, con el corazón roto por el hombre que
amaba.
—Sí, era un asunto desagradable, pero tenía que
hacerse. Lo que más lamento de ser del Colectivo fue declarar
desterrado a Nick. Me alegra ver que se ha enamorado de una
mujer que lo hace feliz.
145
—¿De verdad crees que lo hago feliz? —preguntó, mirando
al hombre mientras él comenzaba a ponerse de pie.
—Sí, eres la compañera de vida de Nick. Ambos están en
sintonía el uno con el otro. Sus emociones son las
mismas. Juntos, sé que prosperarán.
Clara se puso de pie para acompañarlo.
Cuando llegaron a la puerta, ella lo detuvo con una mano
en su brazo. —¿Qué habrías hecho si quisiera irme? —le
preguntó.
—Te habría llevado hoy a una nueva manada. Todos los
meses te habría visitado para asegurarme de que estabas
instalada. —Charles le ahuecó la mejilla. —No voy a apartarte
de tu compañero. Que tengas una vida feliz, Clara.
Luego se fue. Al mirar el reloj vio que se había perdido el
almuerzo. Nick probablemente estaba loco. Corriendo hacia el
teléfono, comenzó a escribir su número y se detuvo. Llamarlo
no funcionaría. Quería hacer otra cosa. Dejó el teléfono, entró
en la cocina y comenzó a preparar su canasta.
Nick se merecía lo mejor y terminó de ponerle hielo al
pastel de chocolate. Tarareó mientras se ponía a trabajar.
Cuando llegó el final del día, se dirigió al lugar de trabajo de
Nick. A las cinco en punto ella estaba apoyada en su auto
sosteniendo la canasta de picnic frente a ella. Cada vez que el
ascensor se detenía, ella se ponía tensa esperando verlo.
Durante la siguiente media hora, Nick no apareció. Fue
uno de los últimos hombres en salir del edificio y dirigirse hacia
146
ella con Dean al lado. Su amigo le dio una palmada en el brazo,
señalando el coche.
Ella sonrió y lo saludó con la mano. Nick frunció el ceño y
se acercó a ella.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó Nick.
—Pensé que podíamos ir de picnic. Empaqué la cena. —Se
giró hacia Dean, sonriéndole, esperando que él entendiera el
mensaje y se fuera.
Dean se despidió dejándolos solos.
—¿Viste al Colectivo hoy?
—Sí, los vi y estoy aquí.
—¿No te vas? —preguntó Nick.
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras las de él se
derramaban por sus mejillas. Nunca había visto llorar a Nick
antes. La emoción que emanaba de él la hizo jadear.
—No, no voy a ir a ningún lado. —Sus brazos la rodearon
haciendo que la canasta de picnic se derrumbara en el suelo.
Ella se rio, abrazándolo mientras compartían un momento
tierno.
—No voy a ninguna parte. Me temo que me tendrás por el
resto de tu vida —dijo Clara.
—No me importa. Joder, cásate conmigo, Clara —dijo él.
—Sí. —Ella ni siquiera dudó, besando sus labios mientras
su amor la rodeaba. Él la abrazó con fuerza, ninguno de los dos
quería soltarse.
147
—Me has convertido en el hombre más feliz del mundo —
dijo él.
Clara no podía hablar. ¿Quién hubiera pensado que haber
sido comprada por sexo podría haberla llevado al lugar donde
encontraría al hombre de sus sueños? Nick era su compañero
de vida, el hombre con el que estaba destinada a pasar el resto
de su vida.
Tomando su mano, lo llevó al parque para celebrar su
recién descubierta libertad.
148
Epilogo
Cinco años después
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dio su marca de apareamiento. Cualquier lobo vería que estaba
apareada y lo posesivo que había sido al reclamarla.
—Entonces será mejor que dejes de alimentarme y me
folles. Oh, antes de que lo hagas —dijo ella, levantándose y
empujándolo sobre su espalda. Nick se rio amando lo salvaje
que era cuando los niños no estaban. Clara realmente era una
madre increíble. Sus hijos siempre estaban a sus pies. Cuando
había ido a recoger a la mayor de la escuela escuchó a las
madres comentar lo maravillosa que era.
Sabía lo asombrosa que era. Nick fue quien la eligió. Ella
había sido su posesión virgen y estaba decidido a hacerla sentir
amada.
—¿Qué podrías tener que decirme? —preguntó, amando
sus curvas.
—¿Me amas? —preguntó ella, besando su pecho.
—Sabes que lo hago —gimió mientras ella chupaba la
punta de su polla en su boca.
—¿Estás seguro?
—Sí, maldita sea. —Joder, iba a explotar.
Ella se alejó de su polla. —Estoy embarazada de nuevo. —
Su sonrisa era brillante mientras trataba de contener la risa.
—Que me jodan. ¿Cuándo podré follarte sin dejarte
embarazada? —le preguntó, agarrándola y sujetándola en la
cama.
Se deslizó dentro de ella, viendo el placer cruzar su rostro.
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—No lo sé, cariño, al menos sabemos que no voy a quedar
embarazada ahora.
Nick gimió, haciéndole el amor. Realmente amaba a su
esposa.
Nueve meses después, dio la bienvenida a otro par de
gemelos. Nick besó a su esposa y empezó a pensar en buscar
una casa más grande.
Fin
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