El Fiel Juan
El Fiel Juan
El Fiel Juan
NOMBRE: CURSO:
FECHA:
I. Antes de la lectura:
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________.
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________.
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________.
El fiel Juan
Un cuento de los hermanos Grimm
Llevado ya a la sepultura el cuerpo del anciano Rey, el fiel Juan dio cuenta a su joven señor de lo
que prometiera a su padre en su lecho de muerte, y añadió: "Lo cumpliré puntualmente y te
guardaré fidelidad como se la guardé a él, aunque me hubiera de costar la vida." Celebraron las
exequias, pasó el período de luto, y entonces el fiel Juan dijo al Rey: "Es hora de que veas tu
herencia; voy a mostrarte el palacio de tu padre." Y lo acompañó por todo el palacio, arriba y
abajo, y le hizo ver todos los tesoros y los magníficos aposentos; sólo dejó de abrir el que guardaba
el peligroso retrato. Éste se hallaba colocado de tal modo que se veía con sólo abrir la puerta, y era
de una perfección tal que parecía vivir y respirar, y que en el mundo entero no podía encontrarse
nada más hermoso ni más delicado. Pero al joven Rey no se le escapó que el fiel Juan pasaba
muchas veces por delante de esta puerta sin abrirla, y, al fin, le preguntó: "¿Por qué no la abres
nunca?" - "Es que en esta pieza hay algo que te causaría espanto," respondió el criado. Mas el Rey
le replicó: "He visto todo el palacio y quiero también saber lo que hay ahí dentro, y, dirigiéndose a
la puerta, trató de forzarla." El fiel Juan lo retuvo y le dijo: "Prometí a tu padre, antes de morir, que
no verías lo que hay en este cuarto; nos podría traer grandes desgracias, a ti y a mí." - "Al
contrario," replicó el joven Rey. "Si no entro, mi perdición es segura. No descansaré ni de día ni de
noche hasta que lo haya contemplado con mis propios ojos. No me muevo de aquí hasta que me
abras esta puerta."
Entonces comprendió el fiel Juan que no había otro remedio, y con el corazón en el puño y muchos
suspiros sacó la llave del gran manojo. Cuando tuvo la puerta abierta, entró el primero con
intención de tapar el cuadro, para que el Rey no lo viera. Pero ¿de qué le sirvió? El Rey, poniéndose
de puntillas, miró por encima de su hombro, y al ver el retrato de la doncella, resplandeciente de
oro y piedras preciosas, cayó al suelo sin sentido. Lo levantó el fiel Juan y lo llevó a su cama,
pensando. con gran angustia: "El mal está
hecho. ¡Dios mío! ¿Qué pasará ahora?" Y le dio vino para reanimarlo. Vuelto en sí el Rey, sus
primeras palabras fueron: "¡Ay!, ¿de quién es este retrato tan hermoso?" - "Es la princesa del
Tejado de Oro," respondió el fiel criado. Y el Rey: "Es tan grande mi amor por ella, que, si todas las
hojas de los árboles fuesen lenguas, no bastarían para expresarle. Mi vida pondré en juego para
alcanzarla, y tú, mi leal Juan, debes ayudarme a conseguirlo."
El fiel criado estuvo cavilando largo tiempo sobre la manera de emprender el negocio, pues solo el
llegar a presencia de la princesa era ya muy difícil. Finalmente, se le ocurrió un medio, y dijo a su
señor: "Todo lo que tiene a su alrededor es de oro: mesas, sillas, fuentes, vasos, tazas y todo el
ajuar de la casa. En tu tesoro hay cinco toneladas de oro, manda que den una a los orfebres del
reino, y con ella fabriquen toda clase de vasos y utensilios, toda suerte de aves, alimañas y
animales fabulosos; esto le gustará; con ello nos pondremos en camino, a probar fortuna." El Rey
hizo venir a todos los orfebres del país, los cuales trabajaron sin descanso hasta terminar aquellos
preciosos objetos. Luego fue cargado todo en un barco, y el fiel Juan y el Rey se vistieron de
mercaderes para no ser conocidos de nadie. Luego se hicieron a la mar, y navegaron hasta arribar a
la ciudad donde vivía la princesa del Tejado de Oro.
El fiel Juan pidió al Rey que permaneciese a bordo y aguardase su vuelta: "A lo mejor vuelvo con la
princesa," dijo. "Procurarás, pues, que todo esté bien dispuesto y ordenado y los objetos de oro a
la vista" Se llenó el cinto de toda clase de objetos preciosos, desembarcó y se dirigió al palacio real.
Al entrar en el patio vio junto al pozo a una hermosa muchacha ocupada en llenar de agua dos
cubos de oro. Al volverse para llevarse el agua que reflejaba los destellos del oro, vio al extranjero y
le preguntó quién era. Este respondió: "Soy un mercader” y, abriendo su cinturón, le mostró lo que
contenía. "¡Oh, que lindo!" exclamó ella, y, dejando los cubos en el suelo, se puso a examinar las
joyas una por una. Luego dijo: "Es necesario que la princesa lo vea; le gustan tanto las cosas de oro,
que, sin duda, las comprará todas." Y, cogiendo al hombre de la mano, lo llevó al interior del
palacio, pues era la camarera principal. Cuando la hija del Rey vio aquellas maravillas, se puso muy
contenta y exclamó: "Está tan primorosamente trabajado, que te lo compro todo." A lo que
respondió el fiel Juan: "Yo no soy sino el criado de un rico mercader. No es nada lo que traigo aquí
en comparación de lo que mi amo tiene en el barco: lo más bello y precioso que jamás se haya
hecho en oro." Ella pidió que se lo llevaran a palacio, pero él contestó: "Hay tantísimas cosas, que
precisarían muchos días y más salas que vuestro palacio tiene." Estas palabras sólo sirvieron para
estimular la curiosidad de la princesa, la cual dijo al fin: "Acompáñame al barco, quiero ir yo misma
a ver los tesoros de tu amo."
El fiel Juan, muy contento, la condujo entonces al barco, y cuando el Rey la vio, pensó que su
hermosura era todavía mayor que la del retrato, y el corazón empezó a latirle con tal violencia que
se lo sentía a punto de estallar. Subió la princesa a bordo, y el Rey la acompañó al interior de la
nave; pero el fiel Juan se quedó junto al piloto y le dio orden de zarpar: "¡Despliega todas las velas,
para que el barco vuele más veloz que un pájaro!" Entretanto, el Rey mostraba a la princesa la
vajilla de oro, pieza por pieza: fuentes, vasos y tazas, así como las aves y los animales silvestres y
prodigiosos. Transcurrieron muchas horas así, y la princesa maravillada, no se dio cuenta de que el
barco se había hecho a la mar. Cuando ya lo hubo contemplado todo, dio las gracias al mercader y
se dispuso a regresar a palacio, pero al subir a cubierta vio que estaba muy lejos de tierra y que el
buque navegaba a toda vela: "¡Ay de mí!" exclamó. "¡Me han traicionado, me han raptado! ¡Estoy
en manos de un mercader! ¡Mil veces morir!"
Pero el Rey, tomándole la mano, le dijo: "Yo no soy un comerciante, sino un Rey, y de nacimiento
no menos ilustre que el tuyo. Si te he raptado, ha sido por el inmenso amor que te tengo. Es tan
grande, que la primera vez que vi tu retrato caí al suelo sin sentido." Estas palabras apaciguaron a
la princesa, y como ya sentía afecto por el Rey, aceptó de buen grado ser su esposa.
Ocurrió, mientras se hallaban aún en alta mar, que el fiel Juan, sentado en la proa del barco
tocando un instrumento musical, vio en el aire tres cuervos que llegaban volando. Dejó entonces
de tocar y se puso a escuchar su conversación, pues entendía su lenguaje. Dijo uno: "¡Fíjate! se
lleva a su casa a la princesa del Tejado de Oro." - "Sí," respondió el segundo. "Pero aún no es suya."
Y el tercero: "¿Cómo que no es suya? Si va con él en el barco." Volviendo a tomar la palabra el
primero, dijo: "¡Qué importa! En cuanto desembarquen se le acercará al trote un caballo pardo, y
él querrá montarlo; pero si lo hace, volarán ambos por los aires, y nunca más volverá el Rey a ver a
su princesa." Dijo el segundo: "¿Y no hay ningún remedio?" - "Sí, lo hay: si otro se adelanta a
montarlo y, con una pistola que va en el arzón del animal, lo mata de un tiro. Sólo de ese modo
puede salvarse el Rey; pero ¿quién va a saberlo? Y si alguien lo supiera y lo revelara, quedaría
convertido en piedra desde las puntas de los pies hasta las rodillas." Habló entonces el segundo:
"Todavía sé más. Aunque maten el caballo, tampoco tendrá el Rey a su novia. Cuando entren
juntos en palacio, encontrarán en una bandeja una camisa de boda, que parecerá tejida de oro y
plata, pero que en realidad será de azufre y pez. Si el Rey se la pone, se consumirá y quemará hasta
la medula de los huesos." Preguntó el tercero: "¿Y no hay ningún remedio?" - "Sí, lo hay," contestó
el otro. "Si alguien coge la camisa con guantes y la arroja al fuego, el Rey se salvará. ¡Pero eso de
qué sirve! Si alguno lo sabe y lo dice al Rey, quedará convertido en piedra desde las rodillas hasta el
corazón." Intervino entonces el tercero: "Pues yo sé más todavía. Aunque se queme la camisa,
tampoco el Rey tendrá a su novia. Cuando, terminada la boda, empiece la danza y la joven reina
salga a bailar, palidecerá de repente y caerá como muerta. Si no acude nadie a levantarla
enseguida y no le sorbe del pecho derecho tres gotas de sangre y las vuelve a escupir
inmediatamente, la reina morirá. Pero quien lo sepa y lo diga quedará convertido en estatua de
piedra, desde la punta de los pies a la coronilla." Después de haber hablado así, los cuervos
remontaron el vuelo, y el fiel Juan, que lo había oído y comprendido todo, permaneció desde
entonces triste y taciturno; pues si callaba, haría desgraciado a su señor, y si hablaba, lo pagaría
con su propia vida. Finalmente, se dijo, para sus adentros: "Salvaré a mi señor, aunque yo me
pierda."
Al desembarcar sucedió lo que predijera el cuervo. Un magnífico alazán se acercó trotando: "¡Ea!"
exclamó el Rey. "Este caballo me llevará a palacio." Y se disponía a montarlo cuando el fiel Juan,
anticipándose, subió en él de un salto y, sacando la pistola del arzón, abatió al animal de un tiro.
Los servidores del Rey, que sentían odio por el fiel Juan, prorrumpieron en gritos: "¡Qué escándalo!
¡Matar a un animal tan hermoso, que debía conducir al Rey a palacio!" Pero el monarca dijo:
"Callaos y dejadle hacer. Es mi fiel Juan. Él sabrá por qué lo hace." Al llegar al palacio y entrar en la
sala, puesta en una bandeja, apareció la camisa de boda, resplandeciente como si fuese tejida de
oro y plata. El joven Rey iba ya a cogerla, pero el fiel Juan, apartándolo y cogiendo la prenda con
manos enguantadas, la arrojó rápidamente al fuego y estuvo vigilando hasta que la vio consumida.
Los demás servidores volvieron a desatarse en murmuraciones: "¡Fijaos, ahora ha quemado la
camisa de boda del Rey!" Pero éste dijo: "¡Quién sabe por qué lo hace! Dejadlo, que es mi fiel
Juan." Se celebró la boda, y empezó el baile.
La novia salió a bailar; el fiel Juan no la perdía de vista, mirándola a la cara. De repente palideció y
cayó al suelo como muerta. Juan se lanzó sobre ella, la cogió en brazos y la llevó a una habitación;
la depositó sobre una cama, y, arrodillándose, sorbió de su pecho derecho tres gotas de sangre y
las escupió seguidamente. Al instante recobró la Reina el aliento y se repuso; pero el Rey, que
había presenciado la escena y desconocía los motivos que inducían al fiel Juan a obrar de aquel
modo, gritó lleno de cólera: "¡Encerradlo en un calabozo!" Al día siguiente, el leal criado fue
condenado a morir y conducido a la horca. Cuando ya había subido la escalera, levantó la voz y
dijo: "A todos los que han de morir se les concede la gracia de hablar antes de ser ejecutados. ¿No
se me concederá también a mí este derecho?" - "Sí," dijo el Rey. "Te lo concedo." Entonces el fiel
Juan habló de esta manera: "He sido condenado injustamente, pues siempre te he sido fiel." Y
explicó lo dicho por los cuervos que había oído en alta mar y cómo tuvo que hacer aquellas cosas
para salvar a su señor. Entonces exclamó el Rey: "¡Oh, mi fidelísimo Juan! ¡Gracia, gracia! ¡Bajadlo!"
Pero al pronunciar la última palabra, el leal criado había caído sin vida, convertido en estatua de
piedra.
El Rey y la Reina se afligieron en su corazón. "¡Ay de mí!" se lamentaba el Rey. "¡Qué mal he
pagado su gran fidelidad!" Y mandó a levantar la estatua de piedra, la hizo colocar en su alcoba, al
lado de su lecho. Cada vez que la miraba, no podía contener las lágrimas, y decía: "¡Ay, ojalá
pudiese devolverte la vida, mi fidelísimo Juan!" Transcurrió algún tiempo y la Reina dio a luz dos
hijos gemelos, que crecieron y eran la alegría de sus padres. Un día en que la Reina estaba en la
iglesia y los dos niños se habían quedado jugando con su padre, miró éste con tristeza la estatua de
piedra y suspiró: "¡Ay, mi fiel Juan, si pudiese devolverte la vida!" Y he aquí que la estatua comenzó
a hablar, diciendo: "Sí, puedes devolverme a vida, si para ello sacrificas lo que más quieres." A lo
que respondió el Rey: "¡Por ti sacrificaría cuanto tengo en el mundo!" - "Siendo así," prosiguió la
piedra, "corta con tu propia mano la cabeza a tus hijos y úntame con su sangre. ¡Sólo de este modo
volveré a vivir!" Tembló el Rey al oír que tenía que dar muerte a sus queridos hijitos; pero al
recordar la gran fidelidad de Juan, que había muerto por él, desenvainó la espada y cortó la cabeza
a los dos niños. Y en cuanto hubo rociado la estatua con su sangre, el fiel Juan reapareció ante él,
vivo y sano, y dijo al Rey: "Tu sacrificio no quedará sin recompensa", y, cogiendo las cabezas de los
niños, las aplicó debidamente sobre sus cuerpecitos y untó las heridas con su sangre. En el acto
quedaron los niños lozanos y llenos de vida, saltando y jugando como si nada hubiese ocurrido. El
Rey estaba lleno de contento. Cuando oyó venir a la Reina, ocultó a Juan y a los niños en un gran
armario. Al entrar ella, le dijo: "¿Has rezado en la iglesia?" - "Sí," respondió su esposa, "pero
constantemente estuve pensando en el fiel Juan, que sacrificó su vida por nosotros." Dijo entonces
el Rey: "Mi querida esposa, podemos devolverle la vida, pero ello nos costará sacrificar a nuestros
dos hijitos." Palideció la Reina y sintió una terrible angustia en el corazón; sin embargo, dijo: "Se lo
debemos, por su grandísima lealtad." El rey, contento al ver que su esposa pensaba como él, corrió
al armario y, abriéndolo, hizo salir a sus dos hijos y a Juan, diciendo: "¡Loado sea Dios; está salvado
y hemos recuperado también a nuestros hijitos!" Y le contó todo lo sucedido. Y desde entonces
vivieron juntos y felices hasta la muerte.
II. Glosario: Según lo que dice el texto, ¿Qué significan las siguientes palabras?
1. Tino: _________________________________________________________________________.
2. Cavilando:
_____________________________________________________________________.
3. Orfebres: ______________________________________________________________________.
4. Cinto: ________________________________________________________________________.
5. Mercader: _____________________________________________________________________.
6. Alazán: _______________________________________________________________________.
7. Cólera: _______________________________________________________________________.
Inicio
Desarrollo
Climax
Desenlace
1) Personajes:
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________.
2) Tipo de narrador:
________________________________________________________________________________.
3) Tiempo:
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________.
4) Espacio:
-Físico:
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________.
-Psicológico:
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________.
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________.
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________.
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________
________________________________________________________________________________.