El Autoerotismo Infantil
El Autoerotismo Infantil
El Autoerotismo Infantil
Introducción:
Desarrollo:
La presencia del comportamiento autoerótico infantil es fundamental,
especialmente de la masturbación y de las fantasías que se vinculan a ella, ya que, al ser
de las principales fuentes de conflicto entre padres e hijos, constituyen parte importante
del motor del complejo de Edipo y de la formación del superyó. De esta forma “si fuera
suprimido el conflicto, desaparece la frustración, lo que implica la ausencia de la
estimulación necesaria para el desarrollo adaptativo de los sectores del aparato psíquico
del niño.”2
Teniendo en cuenta la viñeta, cabe señalar un factor importante destacado por Spitz: “La
intimidad física no es suficiente para asegurar una buena relación madre-hijo, la condición
esencial es un equilibrio satisfactorio de los instintos. Una buena madre debe poder
descargar sus energías instintivas, y sobre todo las agresivas, sin mezclar en ello a su hijo.” 3
En el ejemplo de esta madre, ella no reacciona de forma agresiva, ni se muestra
avergonzada (a pesar de que quizás si sienta algo de vergüenza), el niño observa la forma
natural en que reacciona su madre, sus gestos amables, sus acciones calmas y sus palabras
claras y se siente querido y seguro.
Según el “Manual de sexualidad infantil en la primera infancia” de la Fundación Integra:
“La autoestimulación en los niños no es una práctica negativa o inapropiada para esta
edad y, por tanto, no hay que evitarla. Aunque tampoco se trata de estimularla, cada niño
irá descubriendo sus modos y ritmos, en un proceso natural y único. Cuando los adultos
desconocen que el descubrimiento de los genitales es parte de un proceso natural y no
reaccionan con naturalidad empiezan a transmitir actitudes negativas y a enviar mensajes
de que hay una parte del cuerpo que es sucia o que no se puede tocar. Asociar este placer
con suciedad o con algo negativo crea un conflicto difícil de resolver, ya que
probablemente no dejarán de autoexplorarse, pero lo harán a escondidas y con culpa. Y,
de este modo, es difícil que vivan su cuerpo sanamente y con placer.” 5 “Muchas veces lo
más importante no es lo que le decimos a los niños, sino la forma en cómo lo hacemos.
Podemos responder ante una conducta sexual utilizando las mismas palabras
transmitiendo al niño tranquilidad, seguridad y confianza o, por el contrario, hacerlo sentir
avergonzado, atemorizado y culpable.”5
Pero, ¿qué pasa si el niño no tiene una madre o un padre u otro adulto significativo con el
que tenga un vínculo seguro y confiable? o ¿qué pasa si efectivamente lo tiene, pero el
adulto rechaza su sexualidad infantil? Sobre esto Spitz señala que: “cuando las relaciones
de objeto no canalizan la pulsión en una actividad concorde con el desarrollo evolutivo
natural, o cuando dicha actividad es inhibida, no son satisfactorias y el niño retira su líbido
de los objetos que percibe como agresivos hacia él.”3
Cuando en la escena familiar no se entrega de forma óptima una educación sexual y
afectiva, debido a desconocimiento, creencias personales, experiencias de vida, etc., esto
puede repercutir en el desarrollo psicosexual del niño. Es por ello que el Estado no puede
marginarse de ésto y en su rol garante de la educación como un bien público, debe
asegurar que todos los niños accedan a una educación sexual integral de calidad, libre de
sesgos y validada por la evidencia científica disponible.
Lo ideal es que la educación sexual se inicie en una etapa temprana del ciclo vital, que
invite al conocimiento y reconocimiento del propio cuerpo, propiciando un trato amoroso
y respetuoso consigo mismo y hacia los demás. Si hay una autoestima dañada o un
concepto negativo de sí mismo desde la niñez temprana es muy probable que no se
adopten medidas de autocuidado en una etapa futura. La educación sexual en la primera
infancia debería ser impartida por personas que sean significativas para el niño, como su
madre, su padre o su educadora de párvulos, que estén disponibles emocionalmente para
satisfacer la curiosidad normal del niño, contestar a sus preguntas de forma precisa,
teniendo en cuenta su afectividad, con un vocabulario claro de acuerdo a la edad y a su
individualidad.
La educación sexual debe ser también para los padres, empoderándolos en su función
parental, porque esto fortalece los vínculos afectivos entre ellos y sus hijos, ya que cuando
se reacciona ante sus inquietudes con cariño, respeto y honestidad se alimenta un vínculo
de confianza, de esta forma el niño que puede hablar con sus padres, siempre tiene una
base segura a la que regresar porque sabe que puede contar con ellos.
Conclusión:
La educación sexual es un asunto de derechos humanos y de salud pública que va más allá
de la discusión de mantener ciertos valores. Todos los adultos que nos relacionamos con
niños estamos educando sobre afectividad y sexualidad voluntariamente o no con la
actitud que tenemos hacia nuestra propia sexualidad. Los niños aprenden e incorporan
aspectos de nosotros al observar las palabras que decimos y el tono afectivo con que las
decimos, también por la forma en que nos expresamos en público, con gestos y muestras
de afecto como abrazos, besos, caricias (o la ausencia de éstas).
Es importante que nos detengamos a reflexionar sobre cuáles son nuestras propias
creencias, opiniones y prejuicios en torno al tema de la sexualidad infantil y a la sexualidad
en general. ¿A qué se debe que la educación sobre un aspecto tan intrínseco a la condición
humana, como es la sexualidad, genere tanto miedo, resistencia y oposición, que impide
transformar el conocimiento en conductas preventivas que posibiliten el desarrollo psíquico
normal? uno de los factores que influyen en ésto es que las personas que somos adultos
actualmente en Chile, no recibimos una educación sexual integral formal en nuestras
infancias, ya que la educación sexual es obligatoria solo desde enseñanza media (a partir de
los 15 años). Es probable que la mayoría de nosotros tampoco haya recibido una educación
sexual satisfactoria por parte de nuestras familias. El 2012 nuestro país fue rankeado por la
ONU como el país de Latinoamérica que entrega la peor educación sexual a niños, niñas y
adolescentes, entre otras 17 naciones.7 Vivimos en un país donde “las aguas no fluyen
libremente y hay mucho estancamiento”.
Como comentario personal quiero compartir que la primera vez que leí los “Tres ensayos
sobre teoría sexual” de Freud hace un año atrás, me costó mucho leerlos, no podía digerir
los contenidos, la idea de la existencia de una sexualidad en los niños me perturbaba
profundamente, porque yo le daba una interpretación adultocentrista. El sólo hecho que se
usaran las palabras “oral” y “anal” me hacía pensar en la sexualidad del adulto y me
incomodaba. A pesar de que trataba de racionalizarlo, mi sensación de rechazo era algo
visceral que me costaba controlar, creo que esto tiene que ver con mi historia de vida y mi
contexto de crianza. Recientemente lo volví a leer, ahora en condición de madre y ha sido
una experiencia muy distinta, quizás necesitaba tiempo para entenderlo, o tener otra
perspectiva. Creo firmemente que la teoría sexual de Freud es fundamental para
comprender la sexualidad infantil y debería ser parte de la base teórica de los programas de
educación sexual integral.
Bibliografía