Dei Verbum 11 - 26

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Constitución dogmática Dei Verbum (nn 11 -26)

INSPIRACIÓN DIVINA DE LA SAGRADA ESCRITURA Y SU NTERPRETACIÓN

Se establece el hecho de la inspiración y de la verdad de la Sagrada Escritura

11. Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura,
se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. la santa Madre Iglesia, según la fe
apostólica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento
con todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios
como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia. Pero en la redacción de los
libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios,
de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y
sólo lo que El quería.

Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como
afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan
firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas
letras para nuestra salvación. Así, pues, "toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para
enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios
sea perfecto y equipado para toda obra buena" (2 Tim., 3,16-17).

Cómo hay que interpretar la Sagrada Escritura

12. Habiendo, pues, hablando dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera
humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que El quiso
comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los
hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.

Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a "los
géneros literarios". Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los
textos de diverso género: histórico, profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene,
además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo
en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros
literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso
afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de
pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella
época solían usarse en el trato mutuo de los hombres.

Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se
escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos
diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la
Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de los exegetas trabajar según
estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que,
como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Por que todo lo que se
refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la
Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra
de Dios.

Condescendencia de Dios

13. En la Sagrada Escritura, pues, se manifiesta, salva siempre la verdad y la santidad de


Dios, la admirable "condescendencia" de la sabiduría eterna, "para que conozcamos la
inefable benignidad de Dios, y de cuánta adaptación de palabra ha uso teniendo providencia
y cuidado de nuestra naturaleza". Porque las palabras de Dios expresadas con lenguas
humanas se han hecho semejantes al habla humana, como en otro tiempo el Verbo del Padre
Eterno, tomada la carne de la debilidad humana, se hizo semejante a los hombres.

CAPÍTULO IV. EL ANTIGUO TESTAMENTO

La historia de la salvación consignada en los libros del Antiguo Testamento

14. Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género


humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hecho, pues,
el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de Moisés, de tal forma se reveló
con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios verdadero y vivo, que Israel
experimentó cuáles eran los caminos de Dios con los hombres, y, hablando el mismo Dios
por los Profetas, los entendió más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió
ampliamente entre las gentes.

La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores


sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento;
por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: "Pues todo cuanto
está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la
consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza" (Rom. 15,4).

Importancia del Antiguo Testamento para los cristianos

15. La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar,
anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor
universal y la del Reino Mesiánico. mas los libros del Antiguo Testamento manifiestan a
todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y
misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en los tiempos que
precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros, aunque contengan también
algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera
pedagogía divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que
expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de
Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oración, y
en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación.

Unidad de ambos Testamentos


16. Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente
que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está patente en el Nuevo.
Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre, no obstante los libros del
Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y
manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al
mismo tiempo.

CAPÍTULO V. EL NUEVO TESTAMENTO

Excelencia del Nuevo Testamento

17. La palabra divina que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree, se presenta
y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del Nuevo Testamento. Pues al llegar
la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de
verdad. Cristo instauró el Reino de Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Sí mismo con
obras y palabras y completó su obra con la muerte, resurrección y gloriosa ascensión, y con
la misión del Espíritu Santo. Levantado de la tierra, atrae a todos a Sí mismo, El, el único
que tiene palabras de vida eterna. pero este misterio no fue descubierto a otras generaciones,
como es revelado ahora a sus santos Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que
predicaran el Evangelio, suscitaran la fe en Jesús, Cristo y Señor, y congregaran la Iglesia.
De todo lo cual los escritos del Nuevo Testamento son un testimonio perenne y divino.

Origen apostólico de los Evangelios

18. Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los
Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio principal
de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador.

La Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen origen
apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la
inspiración del Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito,
fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en cuatro redacciones, según Mateo, Marcos,
Lucas y Juan.

Carácter histórico de los Evangelios

19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos
Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de
Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta
el día que fue levantado al cielo. Los Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del
Señor, predicaron a sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida
inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y
por la luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios
escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de palabra o por escrito,
sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, reteniendo por
fin la forma de proclamación de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera
acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, ya del testimonio
de quienes "desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra" para que
conozcamos "la verdad" de las palabras que nos enseñan (cf. Lc., 1,2-4).

Los restantes escritos del Nuevo Testamento

20. El Canon del Nuevo Testamento, además de los cuatro Evangelios, contiene también las
cartas de San Pablo y otros libros apostólicos escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo,
con los cuales, según la sabia disposición de Dios, se confirma todo lo que se refiere a Cristo
Señor, se declara más y más su genuina doctrina, se manifiesta el poder salvador de la obra
divina de Cristo, y se cuentan los principios de la Iglesia y su admirable difusión, y se anuncia
su gloriosa consumación.

El Señor Jesús, pues, estuvo con los Apóstoles como había prometido y les envió el Espíritu
Consolador, para que los introdujera en la verdad completa (cf. Jn., 16,13).

CAPÍTULO VI. LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA

La Iglesia venera las Sagradas Escrituras

21. la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del
Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la
palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia. Siempre las
ha considerado y considera, juntamente con la Sagrada Tradición, como la regla suprema de
su fe, puesto que, inspiradas por Dios y escritas de una vez para siempre, comunican
inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las
palabras de los Profetas y de los Apóstoles.

Es necesario, por consiguiente, que toda la predicación eclesiástica, como la misma religión
cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella. Porque en los sagrados libros el
Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la
eficacia que radica en la palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y
fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual.
Muy a propósito se aplican a la Sagrada Escritura estas palabras: "Pues la palabra de Dios es
viva y eficaz", "que puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados".

Se recomiendan las traducciones bien cuidadas

22. Es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso ala Sagrada Escritura. Por ello la
Iglesia ya desde sus principios, tomó como suya la antiquísima versión griega del Antiguo
Testamento, llamada de los Setenta, y conserva siempre con honor otras traducciones
orientales y latinas, sobre todo la que llaman Vulgata. Pero como la palabra de Dios debe
estar siempre disponible, la Iglesia procura, con solicitud materna, que se redacten
traducciones aptas y fieles en varias lenguas, sobre todo de los textos primitivos de los
sagrados libros. Y si estas traducciones, oportunamente y con el beneplácito de la Autoridad
de la Iglesia, se llevan a cabo incluso con la colaboración de los hermanos separados, podrán
usarse por todos los cristianos.

Deber de los católicos doctos

23. La esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia, enseñada por el Espíritu Santo, se
esfuerza en acercarse, de día en día, a la más profunda inteligencia de las Sagradas Escrituras,
para alimentar sin desfallecimiento a sus hijos con la divina enseñanzas; por lo cual fomenta
también convenientemente el estudio de los Santos Padres, tanto del Oriente como del
Occidente, y de las Sagradas Liturgias.

Los exegetas católicos, y demás teólogos deben trabajar, aunando diligentemente sus fuerzas,
para investigar y proponer las Letras divinas, bajo la vigilancia del Sagrado Magisterio, con
los instrumentos oportunos, de forma que el mayor número posible de ministros de la palabra
puedan repartir fructuosamente al Pueblo de Dios el alimento de las Escrituras, que ilumine
la mente, robustezca las voluntades y encienda los corazones de los hombres en el amor de
Dios.

El Sagrado Concilio anima a los hijos de la Iglesia dedicados a los estudios bíblicos, para que
la obra felizmente comenzada, renovando constantemente las fuerzas, la sigan realizando con
todo celo, según el sentir de la Iglesia.

Importancia de la Sagrada Escritura para la Teología

24. La Sagrada Teología se apoya, como en cimientos perpetuos en la palabra escrita de Dios,
al mismo tiempo que en la Sagrada Tradición, y con ella se robustece firmemente y se
rejuvenece de continuo, investigando a la luz de la fe toda la verdad contenida en el misterio
de Cristo. Las Sagradas Escrituras contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en
verdad la palabra de Dios; por consiguiente, el estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como
el alma de la Sagrada Teología. También el ministerio de la palabra, esto es, la predicación
pastoral, la catequesis y toda instrucción cristiana, en que es preciso que ocupe un lugar
importante la homilía litúrgica, se nutre saludablemente y se vigoriza santamente con la
misma palabra de la Escritura.

Se recomienda la lectura asidua de la Sagrada Escritura

25. Es necesario, pues, que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo y los demás
que como los diáconos y catequistas se dedican legítimamente al ministerio de la palabra, se
sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de
ellos resulte "predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su
interior", puesto que debe comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre todo en la
Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina.
De igual forma el Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos en particular
a los religiosos, a que aprendan "el sublime conocimiento de Jesucristo", con la lectura
frecuente de las divinas Escrituras. "Porque el desconocimiento de las Escrituras es
desconocimiento de Cristo". Lléguense, pues, gustosamente, al mismo sagrado texto, ya por
la Sagrada Liturgia, llena del lenguaje de Dios, ya por la lectura espiritual, ya por
instituciones aptas para ello, y por otros medios, que con la aprobación o el cuidado de los
Pastores de la Iglesia se difunden ahora laudablemente por todas partes. Pero no olviden que
debe acompañar la oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo
entre Dios y el hombre; porque "a El hablamos cuando oramos, y a El oímos cuando leemos
las palabras divinas.

Incumbe a los prelados, "en quienes está la doctrina apostólica, instruir oportunamente a los
fieles a ellos confiados, para que usen rectamente los libros sagrados, sobre todo el Nuevo
Testamento, y especialmente los Evangelios por medio de traducciones de los sagrados
textos, que estén provistas de las explicaciones necesarias y suficientes para que los hijos de
la Iglesia se familiaricen sin peligro y provechosamente con las Sagradas Escrituras y se
penetren de su espíritu.

Háganse, además, ediciones de la Sagrada Escritura, provistas de notas convenientes, para


uso también de los no cristianos, y acomodadas a sus condiciones, y procuren los pastores de
las almas y los cristianos de cualquier estado divulgarlas como puedan con toda habilidad.

Epílogo

26. Así, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados "la palabra de Dios se difunda
y resplandezca" y el tesoro de la revelación, confiado a la Iglesia, llene más y más los
corazones de los hombres. Como la vida de la Iglesia recibe su incremento de la renovación
constante del misterio Eucarístico, así es de esperar un nuevo impulso de la vida espiritual
de la acrecida veneración de la palabra de Dios que "permanece para siempre" (Is., 40,8; cf. 1
Pe., 1,23-25).

Todas y cada una de las cosas contenidas en esta Constitución Dogmática han obtenido el
beneplácito de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostólica
recibida de Cristo, juntamente con los Venerables Padres, las aprobamos, decretamos y
establecemos en el Espíritu Santo, y mandamos que lo así decidido conciliarmente sea
promulgado para gloria de Dios.

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