Edith STEIN - Los Caminos Del Silencio Interior
Edith STEIN - Los Caminos Del Silencio Interior
Edith STEIN - Los Caminos Del Silencio Interior
1
Cfr. E. STEIN, Problemas de la formación de la mujer. OC IV, p. 547.
OC = EDITH STEIN, Obras completas (5 volúmenes). Editorial de Espirituali-
dad – Monte Carmelo – El Carmen. Madrid – Burgos – Vitoria. 2002-2007.
2
E. STEIN, Caminos del conocimiento de Dios. OC V, p. 160.
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4
E. STEIN, Autobiografía. OC I, p. 257.
EL SILENCIO DE DIOS EN EDITH STEIN 117
7
E. STEIN, Autobiografía. OC I, p. 316
8
Aparece varias veces su nombre en el artículo: La filosofía existencial
de Martin Heidegger. OC III, pp. 1155, 1176, 1181. También E. STEIN, Auto-
biografía. OC I, p. 252.
9
Edith Stein califica al pensamiento de santo Tomás de Aquino como ‘fi-
losofía de la vida’, en base a que “los hombres sienten que les falta base y
buscan una base en qué apoyarse. Quieren verdades palpables, llenas de con-
tenido, que se acrediten en la vida; quieren una ‘filosofía de la vida’. La en-
cuentran en santo Tomás”. E. STEIN, La fenomenología de Husserl y la filoso-
fía de santo Tomás de Aquino. OC III, p. 206. La misma Edith Stein ensam-
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bla filosofía y vida cuando escribe: “Mis trabajos son sólo posos de aquello
que me ha ocupado en la vida”. E. STEIN, Carta 107 (15.X.1921). OC I, p.
721
10
Su piadosa madre aprovechará las ocasiones para manifestar a la hija
menor, que se alegraría mucho si “quisiera pensar en aquél al que debía el
éxito. Pero todavía no había ido tan lejos.” E. STEIN, Autobiografía. OC I, p.
413.
11
Edith Stein hablará del ‘nihilismo pedagógico’ propiciado por un ‘nihi-
lismo metafísico’, al comentar la concepción del ser humano en el pensa-
miento de Martin Heidegger. Cfr. E. STEIN, Estructura de la persona huma-
na. OC IV, p. 568.
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2. Insinuaciones divinas
12
H-G. GADAMER, “Autopresentación (1977)”, en: Verdad y método II.
Sígueme, Salamanca 2000, p. 376. Gadamer comenzaba en 1918 sus estudios
precisamente en la universidad de Breslau, que Edith había dejado cinco años
antes.
13
TERESA DE JESÚS. Camino de Perfección (V), 34. 6-9.
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16
E. STEIN, Autobiografía. OC I, p. 322.
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nos habían inculcado que debíamos tener todas las cosas ante los ojos
sin prejuicios y despojarnos de toda ‘anteojera’. Las limitaciones de
los prejuicios racionalistas en los que me había educado, sin saberlo,
cayeron, y el mundo de la fe apareció súbitamente ante mí. Personas
con las que trataba diariamente y a las que admiraba, vivían en él.
Tenían que ser, por lo menos, dignos de ser considerados en serio.
Por el momento no pasé a una dedicación sistemática sobre las cues-
tiones de la fe; estaba demasiado saturada de otras cosas para hacerlo.
Me conformé con recoger sin resistencia las incitaciones de mi entor-
no y –casi sin notarlo–, fui transformada poco a poco”17.
Un ser humano sirve de clave para que se descorra el velo y se
vislumbre el mundo de la fe; un mundo más cercano y habitado de lo
que suponía la interesada, dado que está poblado por sujetos próxi-
mos a ella. Mas hay que advertir, que a pesar de la trompetería, el oí-
do aún está más cómodo con otros mensajes. No obstante, el impacto
está acusado. El sonido es demasiado fuerte como para no advertirlo,
aunque de momento trate de rebajar la intensidad de la clamorosa
presencia de Dios. La joven universitaria estaba habituada al silencio,
a la ausencia divina, y ahora no es fácil cambiar de registro.
El espíritu inquieto, el afán por conocer la verdad, el interés por la
historia personal y humana, constituyeron una especie de segunda na-
turaleza en Edith Stein ya desde muy joven. Por estos cauces es por
donde el Dios ausente se irá ‘colando’ casi de manera imperceptible
en la composición steiniana. Las cuestiones que le salen al paso en el
roce diario con los semejantes, los interrogantes que le provocan la fi-
losofía, la historia, son notas estratégicamente ordenadas para que la
sinfonía no pierda atractivo, a pesar de los largos silencios intercala-
dos. Nos situamos en 1917, a cuatro años vista de la conversión. Dios
es capaz de ‘disfrazarse’ de preocupación intelectual con tal de atraer
hacia Él al sujeto concernido. Son las insinuaciones divinas que sal-
pican el período agnóstico de nuestro personaje; detectamos una de
ellas en la correspondencia de principios de 1917: “Me alegro mucho
de que usted se haya topado con problemas religiosos. Entonces tam-
poco se le habrán puesto los pelos de punta a causa de la ‘metafísica’
de mi última carta. Veo que se va de una parte a otra (ignorando to-
talmente la experiencia religiosa), pero es imposible diseñar una teo-
17
E. STEIN, Autobiografia. OC I, p. 365-366.
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21
Citado en: A. U. MÜLLER – M. A. NEYER, Edith Stein. Vida de una
mujer extraordinaria. Monte Carmelo, Burgos 2001, p. 115.
22
Texto de Joahnnes Hirschmann SJ, en: E. STEIN, Carta 66, OC, I. p.
654, nota 3. Cf. A. U. MÜLLER – M. A. NEYER, Edith Stein. Vida de una mujer
extraordinaria, p. 119. Contamos también con el testimonio de alguien muy
cercano: la hermana de Adolf Reinach, Paulina: “Yo pude constatar la con-
moción de la Sierva de Dios al ver a mi cuñada aceptar la muerte de su mari-
do con tanta fuerza y abandono. En aquel momento vio ella cuán grande y
divino era el cristianismo. Por entonces, mi cuñada era todavía protestante”.
Canonizationis Servae Dei Teresiae Benedictae a Cruce Positio super Cau-
sae introductione, Roma 1983, p. 438.
23
T. RENATA, Edith Stein. Una gran mujer de nuestro siglo. Monte
Carmelo, Burgos 1998, 2ª ed., p. 89-90.
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27
Cfr. JUAN DE LA CRUZ. 2 Subida 22,
28
E. STEIN, Carta 405 (2-7.IV.1934). OC I, p. 1077.
29
E. STEIN, Una maestra en la educación y en la formación: Teresa de
Jesús. OC I, p. 70.
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30
E. STEIN, La oración de la Iglesia. OC V, p. 115-116. Las cursivas son
mías.
31
E. STEIN, Carta 678 (6.VIII.1942). OC I, p. 1412.
32
THERESIA A MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios. Verbo Divino,
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pios, se conforma con que oiga los lamentos de sus hermanos maltra-
tados.
Ciertamente Dios escucha la voz de sus hijos en peligro, pero
también guarda silencio; como guardó silencio ante la súplica de su
Hijo en Getsemaní y en la cruz (Sal 21). A la postre, el silencio es
siempre el ámbito preferido para la actuación salvadora de Dios-
Padre.
Edith Stein dirigió sus últimos pasos hacia la cámara de gas de
Auschwitz en silencio, sabedora de que Dios había aceptado su ora-
ción, la vida entera por sus hermanos de sangre, de fe, de nación…
por todos. Se sabe en presencia y en las manos del Padre que en mo-
mentos trágicos no abandona a sus hijos, porque también ahora rige la
fuerza del amor. La carmelita no estaría muy de acuerdo con el mi-
drash que su sobrina Susanne le dedica al final del libro Mi tía Edith,
cuando escribe:
“Un día Dios fue a Auschwitz, Los perros le siguieron
estuvo con los cautivos pero perdieron su rastro,
en la rampa… porque Dios se convirtió en
Dios miró alrededor una columna de humo
a las apiñadas sombras y se mezcló con toda la naturalidad,
y después con el humo que subía de las chime-
a los severos, embotados, neas.
uniformados de la raza superior… Un día Dios fue a Auschwitz
Y Dios se dio la vuelta y huyó. y huyó”33.
35
E. STEIN, Carta 107 (15.X.1921). OC I, p. 721.
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1. El recurso a lo religioso
36
E. STEIN, Autobiografia. OC I, p. 143. El pasaje materno podría ser:
“Algún tiempo después, cuando yo había perdido mi fe de la infancia, me di-
jo en una ocasión, como una prueba de la existencia de Dios: ‘No puedo ima-
ginarme que todo lo que he conseguido lo deba a mis propias fuerzas’. Y era
cierto. Pero sus cualidades naturales habían colaborado también”. E. STEIN,
Autobiografía. OC I, p. 192.
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2. Dando pasos
40
E. STEIN, Sobre el problema de la empatía. OC II, p. 201-202. Una res-
puesta puede verse en el estudio Introducción a la filosofía. OC II, p. 847-
849.
41
E. STEIN, Carta 47 (6.VII.1918). OC I, p. 631.
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3. Incursiones de Dios
No habrá que decir que el camino, aquí indicado, sea el único ca-
mino para llegar a Dios, y no vamos a dilucidar tampoco ulteriormen-
te qué validez corresponda a esta experiencia -por ejemplo, en com-
paración con el conocimiento de la naturaleza-; porque la conciencia
religiosa como tal no constituye aquí el tema de nuestro estudio. La
hemos aducido únicamente para mostrar que hay vivencias que rei-
vindican el derecho de tener validez como experiencias, y en las que
un ser espiritual -su existencia y su esencia- llega a ser el dato sin la
ayuda de ninguna manifestación externa. Partiendo de ahí nos senti-
mos inclinados, incluso en el caso del conocimiento de personas
humanas, a admitir la posibilidad de conceder fe al hecho de que úni-
camente en nuestro ‘interior’ somos capaces de experimentar algo
que sobrepasa ese conocimiento, sin que haya que añadir manifesta-
ciones externas motivantes”47.
Es posible que Edith Stein sin pretenderlo ofrezca estos párrafos
como punta de iceberg de un continente de mayor calado, y que pug-
na por salir a flote. Para que tal propósito se cumpla es necesario un
empuje vigoroso excepcional. Ante lo que se acaba de exponer, surge
la pregunta: ¿Cabe una experiencia ‘religiosa’ en quien aún no ha
aceptado a Dios en su vida? Una respuesta al respecto puede atisbarse
en otros escritos de la misma autora. En uno de los últimos, en que
trata de los caminos diversos hacia conocimiento de Dios, avalada
seguramente por un itinerario propio, se atisba una pista: “El sólo
contacto de Dios en la sustancia del alma no presupone necesaria-
mente la inhabitación de gracia. Ese contacto puede ser concedido a
almas de todo infieles como medio para excitar la fe y como prepara-
ción para recibir la gracia santificante”48. Defenderá asimismo la po-
sibilidad del “paso del conocimiento natural de Dios a la experiencia
47
E. STEIN, Introducción a la filosofía. OC II, p. 848-849. Aunque Edith
Stein habla en los citados textos filosóficos en primera persona, no debe de-
ducirse que su contenido esté referido siempre a experiencias personales su-
yas. Como escribe Marco Paolinelli: “Es lógico pensar con buena razón que
detrás de los ejemplos aludidos están efectivamente sus experiencias persona-
les, que ella exprese en el fondo su deseo de creer, a la vez que también sus
resistencias a la fe; sin embargo, los textos mismos no lo afirman explícita-
mente, se trata de algo que se puede suponer legítimamente”. M. PAOLINELLI,
Esperienza mistica e conversione. Note a proposito di alcuni testi di Edith
Stein. Teresianum 49 (1998) 531.
48
E. STEIN, Ciencia de la cruz. OC V, p. 358. Cf., p. 362, 363.
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49
E. STEIN, Caminos del conocimiento de Dios. OC V, p. 151. Cf.
ANGELA ALES BELLO, Fenomenologia dell’essere umano. Lineamenti di una
filosofia femmenile. Hedwig Conrad-Martius, Edith Stein, Gerda Walther,
Città Nuova, Roma 1992, p. 176.
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