Etapas de La Vida de Jesus

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 42

El nacimiento de Jesucristo (Mateo 1:18-25)

(Mt 1:18-25) "El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada


María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había
concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no
quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto,
he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo
de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es
engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su
nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo
esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio
del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un
hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con
nosotros. Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor
le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que
dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS."

Introducción
Al terminar nuestro estudio anterior estábamos considerando que la
genealogía de Jesús se interrumpe al llegar a José. Mateo no puede
repetir la fórmula empleada en todas las generaciones anteriores y
decir que "José engendró a Jesús", porque su nacimiento fue
totalmente diferente a cualquiera de los nacimientos de sus
antepasados, por lo tanto, tiene que hacer un paréntesis para explicar
las condiciones especiales en las que Jesús fue engendrado. Como
veremos, el niño que iba a nacer sería un hombre, pero su nacimiento
iba a ser milagroso, naciendo de una virgen por obra del Espíritu
Santo sin la intervención de ningún hombre. Esto debía ser así porque
con él se iban a cumplir todas las promesas hechas a la nación judía
durante siglos.

Ahora bien, es importante que notemos cómo Mateo divide la historia


del nacimiento de Jesús en tres episodios diferentes: la noticia del
embarazo de María (Mt 1:18-25); la visita de los magos que buscan al
Mesías que había nacido para adorarlo (Mt 2:1-18); y el regreso de
José a Galilea desde Egipto (Mt 2:19-23).

Como veremos, la historia de la Navidad estuvo llena de peligros que


amenazaban la seguridad del niño Jesús. En el primer episodio,
cuando José conoció la noticia del embarazó de María, su decisión
estuvo a punto de provocar que Jesús naciera de una madre soltera.
En el segundo, los celos de Herodes pusieron en peligro nuevamente
la vida del niño cuando mató a todos los infantes de Belén. Y en el
tercero, cuando José regresó a Galilea con su familia, temía una nueva
persecución por parte de Arquelao, hijo de Herodes.

Pero frente a cada una de estas situaciones, Dios intervino por medio
de un ángel que se apareció a José en sueños y le advirtió del peligro,
indicándole el camino a seguir para ser librado (Mt 1:20) (Mt
2:13) (Mt 2:19-20). Y, lo que es muy importante también, José
siempre respondió obedeciendo con prontitud (Mt 1:24) (Mt 2:14) (Mt
2:21).

En todo caso, Mateo quiere hacernos notar que todo esto no ocurría
por casualidad, sino en cumplimiento de las profecías del Antiguo
Testamento (Mt 1:22-23) (Mt 2:15) (Mt 2:23).

José se entera del embarazo de María


El relato del nacimiento de Jesús que encontramos en Mateo debe ser
complementado con el que escribió Lucas (Lc 1:5-2:52). Ambos
coinciden en los puntos principales: José estaba desposado con María
cuando concibió por medio del Espíritu Santo; el niño debería ser
llamado "Jesús"; nació en Belén y se crió en Nazaret.

Pero Lucas añade otros detalles que son importantes para tener un
cuadro completo de lo que ocurrió en aquellos días. Por ejemplo, antes
de lo que Mateo relata en el comienzo de su evangelio, debemos
situar el anuncio de Gabriel a María de que concebiría por la acción
divina del Espíritu Santo (Lc 1:26-38). Después de esto María fue a
visitar a Zacarías y Elisabet y estuvo con ellos durante tres meses (Lc
1:39-56). Probablemente fue después de este viaje cuando José
conoció la noticia de su embarazo.

Es importante notar que en ese momento José y María estaban


desposados. Para entender lo que esto significa debemos recordar que
en aquellos tiempos los matrimonios judíos eran acordados por los
padres cuando los cónyuges eran todavía niños o muy jóvenes.
Evidentemente, al tomar esta decisión, lo de menos era la afinidad
erótica entre los jóvenes, eso llegaría después de casados. Lo que
realmente importaba a los padres al tomar esta decisión eran
cuestiones relacionadas con la afinidad social, cultural y espiritual de
ambas familias. Años después el compromiso se hacía legal en el
desposorio. A partir de ese momento ya eran considerados marido y
mujer, y sólo se podrían separar mediante un divorcio legal. Pero el
matrimonio no se consumaba todavía, sino que tendrían que esperar
aún un año más antes de que el novio llevara a la novia a su casa y
comenzara la convivencia. En ese momento tendría lugar una
celebración espléndida, que dependiendo de las posibilidades
económicas de la familia podría consistir en un banquete que
normalmente duraba siete días.

Fue en ese año entre el desposorio y la boda cuando José descubrió


que María estaba embarazada.

No sabemos cómo José llegó a enterarse del embarazo de María. Esto


no nos lo explica el texto bíblico. En todo caso, nos imaginamos que
María intentaría en algún momento explicar a José lo que le había
anunciado el ángel Gabriel. Ahora bien, ¿cómo convencer a José de
que había concebido por medio del Espíritu Santo, cuando algo así no
había ocurrido nunca en la historia de la humanidad? Lo que todo el
mundo pensaría al verla embarazada es que José había mantenido
relaciones sexuales con ella antes de que se consumara el
matrimonio. Pero José, que sabía perfectamente que él no había
hecho nada de eso, sólo podría pensar que María había estado con
otro hombre. ¡Qué situación más complicada! ¿Qué hacer?

La reacción de José
El texto comienza diciéndonos que José "era justo", es decir, que era
un hombre que deseaba vivir de acuerdo con la ley de Dios. Ahora
bien, la situación que tenía delante de sí era realmente complicada.
Por un lado podemos imaginarnos la gran desilusión que se llevaría al
saber que la mujer con la que estaba a punto de unirse en matrimonio
estaba embarazada, es decir, que le había sido infiel. Pero por otra
parte, su propio nombre quedaría en entredicho si no hacía algo al
respecto.

Ante una sensación de traición como la que él podría estar


experimentando, lo más lógico sería comenzar un proceso jurídico
contra María ante los ancianos. La ley de Moisés contemplaba un caso
similar a este y establecía que la mujer debería ser castigada con la
muerte (Dt 22:23-24), aunque todo parece indicar que en este
momento ya no se aplicaba. Esto permitiría a José ser "justo" en la
aplicación de la ley, y librarse también del mal nombre que María le
estaba dando. Por supuesto, María sería expuesta a una humillación
terrible que le dejaría marcada para el resto de su vida.

Pero José no quería hacer esto, y su actitud nos resulta un tanto


extraña. Nos hace pensar que José podía tener dudas sobre la historia
de la concepción por medio del Espíritu Santo, que imaginamos que en
este momento ya conocería. Y también estaba el embarazo de
Elisabet, la mujer de Zacarías, que había ocurrido un poco antes de
una forma igualmente sobrenatural. Todos estos detalles, unidos a lo
que conocía de María, le hacía difícil pensar que le hubiera sido infiel.
Y si todo esto no fuera poco, él la amaba de verdad y no deseaba
hacerle ningún tipo de daño. Era incapaz de actuar por venganza u
odio.

José tenía que resolver un verdadero dilema. ¿Qué hacer? Todos sus
pensamientos estaban en conflicto y se sentiría tremendamente
desilusionado. ¿Cómo podía María haberle sido infiel de ese modo?
Pero, ¿por qué inventarse una historia como la concepción por el
Espíritu Santo para justificarse, si sabía de antemano que nadie se la
iba a creer? ¿Acaso aquella joven que él creía honesta y pura era una
embustera de la que además había que dudar de su sanidad mental?
¿Cuántas horas y días pasaría pensando en qué hacer?

Finalmente José creyó que lo más conveniente sería darle una carta de
divorcio y despedirla discretamente. Esto no salvaría su propia
reputación, pero al menos le ahorraría a María la vergüenza del
escándalo público que le acarrearía un proceso jurídico. Seguramente
esta opción no le satisfacía plenamente, pero dentro de las
posibilidades que tenía, era la única forma que encontró para
combinar la justicia con la misericordia.

En todo esto vemos el retrato de un hombre bueno. Lo fácil habría


sido buscar venganza después de lo que a todas luces parecía una
infidelidad de su mujer. Pero él pone en práctica lo que decía
Proverbios: "el amor cubrirá todas las faltas" (Pr 10:12). No actuaba
con odio ni por venganza, sino que se comportaba como un hombre
verdaderamente bondadoso y compasivo. Aunque no hay ninguna
palabra de José registrada en los evangelios, sin embargo, sus
actitudes y acciones nos permiten ver a un hombre ejemplar.

Algunos, llevados por un espíritu legalista, tal vez argumentarán que


José para haber sido realmente justo debería haber denunciado
públicamente a su mujer de fornicación tal como la ley señalaba para
estos casos. Pero José no tenía pruebas de que eso hubiera ocurrido
de verdad, y por otro lado, había detalles que le hacían dudar, aunque
no los podía explicar. En una situación así prefirió dejarse guiar por el
amor y la misericordia.

Un ángel del Señor se aparece en sueños a José


Nos imaginamos que en esos días José oró incansablemente buscando
la dirección de Dios, y ahora iba a ser contestado. El Señor acude en
ayuda de José a fin de indicarle el camino a seguir en la encrucijada
en la que se encontraba, y lo hace por medio de un ángel que se le
apareció en sueños.

Como acabamos de ver, José temía la repercusiones sociales que su


decisión tendrían para María y para él mismo. No había ninguna
opción ideal. La situación era especialmente complicada para José
porque no contaba con toda la información necesaria para tomar una
decisión correcta. Pero la situación iba a cambiar por completo con la
información que el ángel le iba a proporcionar. Después de esto, lo
que parecía una enorme desgracia, iba a descubrir que se trataba del
mayor privilegio que unos seres humanos podrían recibir. Dios había
visitado su hogar de una forma única en la historia, y los había elegido
a ellos para cuidar al Hijo de Dios encarnado en su infancia.

El ángel comienza saludando a José con las palabras "hijo de David",


un título con el que anticipaba el carácter mesiánico de su anuncio. Lo
que el ángel le iba a comunicar tenía que ver con la promesa hecha a
David de que un hijo suyo se sentaría en el trono y su reino sería
estable eternamente. José era descendiente del rey David, tal como
Mateo ha demostrado por medio de la genealogía anterior, y el hijo
que iba a tener María sería el cumplimiento de la promesa hecha a
David.

Pero para que eso pudiera llevarse a cabo, José tendría que recibir a
María y reconocer al niño como su descendiente legítimo, a fin de que
fuera legalmente hijo de David. Por esta razón el ángel le encargó que
recibiera a María y pusiera nombre al niño cuando naciera.

"Engendrado del Espíritu Santo"


No obstante, José todavía se preguntaría quién era el padre real del
niño, puesto que estaba seguro de que él no lo era. El ángel le
confirmó lo que él ya seguramente había oído; que había sido
engendrado de forma sobrenatural por el Espíritu Santo.

Ahora bien, ¿es posible creer en estas cosas en pleno siglo XXI?
Bueno, un asunto así no es fácil de aceptar ni ahora, ni tampoco hace
dos mil años. Notemos que la primera reacción de los propios
personajes de esta historia fue de asombro e incredulidad. Por
ejemplo, Zacarías, el padre de Juan el Bautista, al principio no creyó
las palabras del ángel que le anunciaba que su mujer estéril iba a
concebir un niño en su vejez (Lc 1:20). También María, cuando el
ángel le anunció que ella iba a concebir un niño, preguntó "¿cómo será
esto?" (Lc 1:34). Y José cuando se enteró del embarazó, se mostró
muy escéptico y su primera decisión fue la de dejar a María.
Sin embargo, finalmente todos ellos creyeron en estos hechos
sobrenaturales. Y su fe es un fuerte apoyo para la nuestra. Porque si
después de valorar todas las evidencias llegaron a la conclusión de
que Dios había intervenido de forma sobrenatural en el nacimiento de
Jesús, fue porque el asunto estaba claro. De otro modo, ¿por qué
inventarse una historia que nadie se iba a creer para justificar un acto
de inmoralidad cometido durante el período del desposorio? Buscar
una excusa de ese tipo sólo serviría para empeorar el problema.
¿Quién iba a creerse una cosa así? ¿Acaso no sabían que todos los
iban a tratar de locos?

Pero ellos llegaron a estar plenamente convencidos de que Jesús había


sido engendrado por el Espíritu Santo. ¿Qué les hizo pensar de ese
modo? En primer lugar las repetidas apariciones de ángeles
anunciando la inaudita noticia del nacimiento del Hijo del Altísimo.
Esto venció todas las dudas que pudieran tener sobre el particular.
Pero más adelante, cuando el niño creció, su vida confirmó más allá
de toda duda que se trataba de una persona única e irrepetible. Todas
las maravillosas obras que realizó serían imposibles de entender sin
aceptar su origen sobrenatural.

Por otro lado estaba el hecho de que nadie pudo acusarle jamás de
haber cometido algún pecado. Esto sólo era posible si había sido
engendrado por el Espíritu Santo, porque de otro modo habría
heredado la misma naturaleza caída de todos los hombres. Pero tenía
que ser así para poder llegar a ser nuestro Salvador.

La obediencia de José
Del mismo modo que María obedeció a las palabras del ángel Gabriel y
se prestó a ser la sierva del Señor y concebir al Hijo del Altísimo (Lc
1:38), igualmente José también obedeció rápidamente al ángel del
Señor que se le había aparecido en sueños. Esta actitud compartida
por ambos explica que fueran escogidos por el Señor para este
elevado servicio.

A partir de ese momento José adelantó la boda y recibió a María en su


casa con el fin de que el niño naciera en una familia ya constituida.
Evidentemente, esto implicaba que reconocía la paternidad del niño, y
estaba dispuesto a asumir la vergüenza social del embarazo de María.
De ese modo, las críticas se dirigirían principalmente contra él en
lugar de contra su mujer. Ese era el precio que tendría que pagar para
poder disfrutar del alto privilegio para el que había sido elegido por
Dios. Muchos años después, cuando Jesús era adulto y había
comenzado su ministerio público, todavía se podían escuchar las
maliciosas insinuaciones que algunos hacían sobre el hecho de que él
había nacido en fornicación (Jn 8:41).

"Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su


pueblo de sus pecados"
Otro detalle de la obediencia de José es que puso nombre al niño,
asumiendo así públicamente su papel paterno. Y por supuesto, le puso
el nombre que el ángel le había dicho: "Y le puso por nombre
Jesús" (Mt 1:25).

Notemos que en este pasaje el Señor Jesús recibe dos nombres:


"Jesús", que describe su misión como salvador de los hombres; y
"Emanuel" (Mt 1:23), que significa "Dios con nosotros", y que revela
su naturaleza divina.

En primer lugar el nombre de "Jesús" le fue asignado por su verdadero


Padre celestial, y encerraba un importante mensaje: "Jehová es
salvación" o "Jehová salva".

En realidad, "Jesús" es la versión griega del hebreo "Josué". Este


detalle es interesante porque Josué fue el designado por Dios para
introducir al pueblo de Israel en la tierra prometida. Inicialmente,
debería haber sido Moisés quien lo hiciera, pero fue descalificado por
causa de su desobediencia, así que, aunque Moisés había sido un
importante siervo de Dios en la historia de Israel que les había dado la
ley, sin embargo, no pudo llevar al pueblo a disfrutar de la tierra
prometida. Esto lo hizo Josué. Y del mismo modo, Jesús entra ahora
en la historia con la misión de llevar a su pueblo hacia la salvación de
Dios. Como diría el apóstol Juan: "la ley por medio de Moisés fue
dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (Jn
1:17).

Ahora bien, este anuncio es asombroso: "él salvará a su pueblo de sus


pecados". ¿Quién era ese niño? Cuando años más tarde siendo ya
adulto Jesús le dijo a un paralítico que sus pecados le eran
perdonados, algunos de los que estaban allí pensaron inmediatamente
que estaba blasfemando, porque "¿quién puede perdonar pecados sino
sólo Dios?" (Mr 2:7). Su razonamiento era correcto: sólo Dios puede
perdonar los pecados del hombre. Por lo tanto, cuando el ángel
anunció que Jesús salvaría a su pueblo de sus pecados, implícitamente
estaba diciendo que el niño que estaba por nacer era Dios mismo.

Pero esta salvación de los pecados creó un problema a los judíos que
estaban esperando una salvación política y social. Cuando se dieron
cuenta de que Jesús había venido a conseguir una salvación espiritual,
se sintieron defraudados y le rechazaron.

Hoy también, como en aquellos días, hay muchos que creen que los
verdaderos problemas del ser humano tienen que ver con la falta de
trabajo, salud, educación, bienestar, justicia social... pero no creen
que el pecado sea un verdadero problema en sus vidas (como la
teología de la liberación). Por supuesto, el diagnóstico de Dios es
diferente. Desde la perspectiva divina, el pecado es lo que impide que
el hombre pueda tener y disfrutar plenamente de todas esas cosas,
por eso era necesario que primero el Mesías salvara al hombre de sus
pecados.

Por otro lado afirma que él "salvará a su pueblo". Esto nos lleva a
preguntarnos quién es su pueblo. Sin duda, los judíos que leyeran
esta afirmación pensarían que era una referencia a Israel, el pueblo de
Dios. Sin embargo, si continuaran leyendo el evangelio de Mateo,
verían que el Señor Jesucristo dijo que algunos que se creían pueblo
de Dios serían excluidos del reino de los cielos, mientras que otros que
no eran descendientes físicos de Abraham serían incluidos (Mt 8:10-
12). El factor determinante era la fe, y por eso, siguiendo las
enseñanzas de Jesús, los apóstoles llegaron a decir que Abraham es el
padre de todos los que creen, sean judíos o gentiles (Ro 4:16). El
Señor se refirió a este hecho cuando dijo que tenía también otras
ovejas que no eran de ese redil a las que también debía traer para
que hubiera un solo rebaño y un solo pastor (Jn 10:16). Por lo tanto,
el pueblo al que Jesús había venido a salvar no puede ser identificado
con ninguna raza o linaje, aunque es cierto que en primer lugar vino a
los judíos.

Conforme a las Escrituras


La venida del Mesías se realizaría cumpliendo estrictamente todo lo
que la Palabra de Dios en el Antiguo Testamento había anunciado de
antemano sobre él. Mateo justifica con frecuencia muchos detalles de
la vida y obra del Señor Jesucristo con citas de las Escrituras. Esto nos
da a entender que la venida del Mesías tuvo lugar después de una
larga preparación histórica.

En relación con el nacimiento virginal de María, Mateo aporta una


profecía de Isaías:

(Is 7:14) "Por tanto, el Señor mismo os dará señal; he aquí que la
virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel."
La cita procede de un pasaje en el que Isaías se dirige al rey de Judá,
Acaz. Este se encontraba en serios apuros porque su reino estaba
siendo amenazado por Rezín, rey de Siria y por Peka, rey de Israel. La
intención de sus enemigos era acabar con la dinastía de David y poner
en su lugar a otro rey, al "hijo de Tabeel" (Is 7:6). Ante esta
amenaza, Acaz y su pueblo se estremeció "como se estremecen los
árboles del monte a causa del viento" (Is 7:2).

El profeta Isaías se dirigió a Acaz con la intención de tranquilizarle y


darle esperanza. Según el hombre de Dios, el problema no era
político, sino que se trataba de una cuestión de fe. Y aquí es donde
estaba la verdadera dificultad, porque Acaz era un hombre incrédulo.
Esto quedó demostrado cuando de manera inusual Isaías le dijo al rey
que pidiera una señal de Dios, a lo que el rey se negó aparentando
una falsa humildad. En el fondo, Acaz no creía en Dios y tampoco
quería tenerlo en cuenta en su forma de hacer política.

Sin embargo, lo que estaba en juego era la continuidad de la dinastía


de David, y con ello la promesa mesiánica. Por lo tanto, el Señor iba a
darle una señal que serviría para confirmar que la alianza enemiga no
prosperaría. Fue entonces cuando Isaías profetizó lo que dice nuestro
versículo (Is 7:14).

Ahora bien, ¿en qué iba a consistir exactamente esa señal? En


principio todo parece indicar a que en el contexto del rey Acaz, una
doncella virgen se casaría y tendría un hijo que sería llamado
"Emanuel", lo que significaba "Dios con nosotros". Evidentemente, en
este hecho no había nada de milagroso, pero sí lo había en lo que el
profeta añadió: "Antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo
bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada" (Is
7:16). Con ello Dios estaba manifestando su compromiso con la
descendencia de David, que había de perpetuarse hasta que llegarse a
cumplirse su promesa con un descendiente que se sentaría en el trono
eternamente (2 S 7:12-16). No sabemos con exactitud a qué niño se
refería, aunque algunos han propuesto a Ezequías, hijo de Acaz.

Pero según Mateo, esta profecía esperaba un cumplimiento mucho


mayor que habría de tener lugar con Jesús. El primer niño nacido en la
corte de Acaz se llamaría "Emanuel" y les serviría para recordar que
Dios estaba con ellos, pero eso no quería decir que el niño fuera
realmente Dios. Pero en el caso de Jesús, el nombre de Emanuel cobra
un nuevo sentido mucho más pleno. Ya no se trataba sólo de un
nombre que traía esperanza, sino que el niño que iba a nacer sería
Dios mismo viviendo en medio de su pueblo. Y del mismo modo, la
joven doncella virgen del primer cumplimiento, ahora sería una virgen
que concebiría sin la mediación de un varón, sino por la obra del
Espíritu Santo.

Así se cumpliría lo que también se profetizó en esa misma sección de


Isaías:

(Is 9:6-7) "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el


principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable,
Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de
su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre
su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde
ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto."

"Llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios


con nosotros"
Como ya hemos mencionado, Emanuel sería el nombre que unos
padres creyentes pondrían poner a un hijo que naciera en momentos
críticos para expresar su confianza en la seguridad de que Dios estaba
con ellos. Pero el niño que nacería de María no sólo llevaría un nombre
que les ofrecería esperanza en momentos difíciles, sino que de manera
literal aquel niño sería "Dios con nosotros".

En Cristo Dios vino a habitar entre los hombres. Así lo expresó el


apóstol Juan:

(Jn 1:14) "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y
vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y
de verdad."

En el Antiguo Testamento Dios había morado en el templo, pero ahora


se presenta en medio de su pueblo de forma viviente, visible,
palpable. Esta es la revelación suprema de Dios.

(He 1:1) "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras


en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días
nos ha hablado por el Hijo"

Pero no sólo iba a revelar a Dios de una forma única, también se


disponía a salvar al hombre de todas sus miserias. Para eso era
necesario que se hiciera como uno de ellos. No es posible hacerlo de
otra manera. Para cuidar a los leprosos hay que estar con ellos, para
predicar a las personas de los barrios marginales, hay que ir a donde
ellos están. En este sentido, valoramos la fuerte vocación misionera
del apóstol Pablo que dijo:
(1 Co 9:19-22) "Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo
de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como
judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque
yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que
están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin
ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para
ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para
ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos
modos salve a algunos."

Hombres así merecen nuestra admiración, pero debemos reconocer


que ninguno de sus actos se puede igualar al de Cristo.

(2 Co 8:9) "Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo,


que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros
con su pobreza fueseis enriquecidos."

Siendo el Creador de todas las cosas, asumió la naturaleza humana


que él mismo había creado y vino a nuestro encuentro para
enriquecernos con su gracia. Él se propuso sacarnos de nuestras
miserias, pecado y desaliento para hacernos hijos suyos y herederos
con Cristo. Entró en nuestra atmósfera contaminada por el pecado a
fin de llevar sobre sí nuestra propia condenación y así podernos
justificar ante Dios. Para esto se acercó a los enfermos para sanarlos,
a los endemoniados para liberarlos, a los hambrientos para darles de
comer, pero sobre todo, buscó a los perdidos para salvarlos.

Aunque muchas personas piensan que Dios está lejos del hombre,
esto es totalmente falso. Aquí vemos que Dios nunca ha dejado al ser
humano, y en Jesucristo lo ha demostrado de forma incontestable.

"Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo


primogénito"
José obedeció el mandato del ángel y llevó a María a su hogar como
esposa, pero no tuvo relaciones maritales con ella hasta después del
nacimiento del Niño prometido.

Este es el sentido natural de la frase, pero evidentemente está en


contra de la doctrina católica de la perpetua virginidad de María, por lo
que algunos han hecho esfuerzos desesperados para darle otro
sentido a la frase.

No olvidemos que a través de toda la Biblia la maternidad ha sido


considerada como una bendición de Dios, y por el contrario, la
esterilidad era vista como un estigma social. Del mismo modo, aunque
la Iglesia Católica supone que la virginidad es un estado más digno y
glorioso que el de la maternidad, esta no sería la forma de pensar de
José y María, que habían sido educados conforme a los valores del
Antiguo Testamento, donde no encontramos rastro alguno de esa
idea.

La prueba de que después del nacimiento de Jesús sus padres fueron


bendecidos por Dios con una familia de varios hijos la podemos
deducir del hecho de que Jesús fue su "hijo primogénito", lo que
implica necesariamente la presencia de otros hijos. Esto se ve
confirmado por las numerosas referencias que encontramos en el
Nuevo Testamento a los otros hijos de José y María (Mt 12:46) (Mt
13:55-56) (Mr 6:3) (Jn 7:3-5) (Hch 1:14) (1 Co 9:5) (Ga 1:19).

La Iglesia Católica ha cambiado todo esto con el fin de exaltar la figura


de la virgen María hasta un punto que de ninguna manera puede
encontrar justificación en la Biblia. Llamarla reina del cielo, orar a ella
como mediadora entre Dios y los hombres, adorarla, decir que es la
madre de Dios, o que ella misma nació sin pecado por una concepción
inmaculada, son sólo algunos de los muchos excesos que la Iglesia
Católica ha cometido en relación a María.

Pero el hecho de que la Biblia no nos permita llegar hasta ese punto,
no nos debe llevar a perder de vista la fidelidad y amor que tanto
como José como María profesaban hacia el Señor. Su ejemplo debe
ser fuente de inspiración también para nosotros.

LAS ETAPAS DE LA VIDA DE JESUS

Por: María Alicia De Nanni

Hemos arribado a un plano fundamental de la vida de Jesucristo: las distintas


etapas que enmarcaron el tiempo de su vida humana.

Consideraremos aun el trasfondo histórico que tuvo lugar en todo el mundo


preparando el “clima” propicio en el que se manifiestaría el advenimiento del
Cristo, Rey-Mesías esperado por la nación de Israel. Parecería que todo el
mundo habitado en aquel entonces extendía sus brazos para brindarle la
bienvenida.

Llega el niño Dios, fruto de un milagro.

Como todo bebé, llena de alegría el hogar entretejido por sus padres. Como es
normal a las características humanas, continúa su proceso metabólico del
crecimiento. Se desarrolla física, intelectual y también espiritualmente.

Ya en los años precoces de la infancia son visibles estos aspectos en su


crecimiento. Lucas 2:40. Tanto su personalidad, contextura biológica y espíritu,
denotaban una progresiva y paulatina consolidación.

En el primer tema presenciaremos a través del prisma del Espíritu Santo el


inusitado nacimiento. Luego viviremos imaginariamente momentos claves de su
niñez, según lo consignado por los evangelistas Mateo y Lucas.

Nuestra insaciable curiosidad quisiera expandirse más allá del registro bíblico
de los hechos y conocer alguno que otro dato acerca de la adolescencia y
primeros años de la juventud. Pero entendiendo que en su soberana sabiduría
Dios nos transmitió lo que necesitábamos saber. Y constatamos que cuanto
conocemos de su vida antes del comienzo de su ministerio, preparaba cada paso
del camino hacia el mismo y su obra redentora.

Veremos además, experiencias que contribuyeron eficazmente en sus años de


ministerio. Acerca de las maravillosas obras realizadas en favor de quienes
estaban cerca de su presencia daremos una fugaz mirada.

Su pasión, crucifixión, muerte, resurrección y ascención son relatados de


acuerdo con el punto de vista de cada escritor de los evangelios.

Toda su vida fue intachable y nos legó innumerables y valiosísimos ejemplos


para nuestra vida espiritual.

Pero, lo más grande, lo que nunca seremos capaces de agradecer en su justa


medida, es el sacrificio de su propia vida ofrecido con tanto amor.

Jesús, más sabemos de tí, ¡más te amamos!


EL ESCENARIO MUNDIAL PREVIO A SU NACIMIENTO

Ninguno de los acontecimientos que tuvieron repercusión mundial en los días en


que los judíos esperaban la llegada inminente del Cristo, fue obra del azar.

Dios, a través de su Espíritu acondicionó cada circunstancia de manera


estratégica preparando así un ambiente adecuado a nivel mundial. De este
modo la humanidad de aquel tiempo estaría espectante, munida en su
generalidad, al menos de los conocimientos rudimentarios que envolverían
aquel nacimiento.

El aspecto religioso.

Algunos siglos antes, los habitantes de Jerusalén habían sido llevados cautivos
por naciones paganas. Aún después que fueron liberados por sus opresores,
hubieron judíos que se adaptaron a la cultura y costumbres del lugar y
determinaron quedarse en aquellas tierras extrañas.

Pero, pese a su lejanía, aislados totalmente de su centro de adoración, fueron


fieles en su devoción monoteísta. Esta lealtad a Dios del pueblo escogido
contribuyó para que los gentiles supiesen de su existencia y de la esperanza que
ellos tenían en un Mesías-redentor, que los libertaría de la condenación eterna.

Además, los israelitas eran los depositarios directos de la ley divina y de los
escritos conteniendo la palabra de Dios. Sabemos que muchas páginas de la
Escritura están dedicadas a las profecías que anunciaban el advenimiento del
Cristo de Dios.

Aunque estaban en países idólatras, los remanentes de judíos, construyeron en


cada centro urbano donde vivían una sinagoga en la que se nucleaban como
compatriotas para rendir la adoración a Dios y leer las Escrituras.

Las sinagogas surgieron, en realidad, en la época del cautiverio. El templo en


Jerusalén estaba totalmente en ruinas en consecuencia de la destrucción por
los enemigos. Así es que, ni siquiera en la ciudad santa había un sitio donde
Dios pudiese ser reverenciado y los fieles recibieran instrucción religiosa. Esto
suscitó la necesidad de crear centros de reunión donde llevar a cabo las
actividades sagradas.

Cabe mencionar que si bien Dios permitió que su pueblo fuese llevado cautivo
como castigo por las transgresiones, su providencia permitió la dispersión de
éstos, a fin de que difundieran su fe por todo el mundo. Nos dice la historia que
en cada ciudad populosa en la que moraba una comunidad judía fue encontrada
una sinagoga.

Sectas que predominaban.

Fariseos: Es muy probable que esta secta apareció durante el tiempo en que los
griegos quisieron establecer su gobierno sobre los judíos. Muchos de éstos
fascinados por la cultura griega y sus prácticas religiosas, tuvieron la tentación
de acoplarse a esta nación pagana.

Como consecuencia de esta situación, surgió este movimiento cuya motivación


era implantar e imponer la integridad religiosa entre los de su nación, y exigir
de ellos la observancia y lealtad a la ley de Moisés. Sus intenciones fueron muy
respetables, guiados por su patriotismo y celo religioso.

Saduceos: Los saduceos tenían la presunción de ser los líderes religiosos de su


nación, pero en la realidad eran irreligiosos.

Tenían gran influencia sobre el Sanedrín y en gran parte ejercían control sobre
este organismo. El mismo estaba compuesto de setenta miembros, entre los que
se encontaban en primer lugar, sacerdotes, saduceos ricos, fariseos (pocos),
escribas y también ancianos del pueblo.

De este partido no tenemos mucho para decir en cuanto a su influencia religiosa


a nivel universal, pero igualmente debemos incluirla en la lista de las llamadas
“sectas religiosas”, quienes a raíz de su origen noble y opulencia social,
imponían sus ideales entre el populacho.

Los escribas: Estos hombres eran quienes copiaban en manuscritos los originales
de las Escrituras. Debido a esta ardua y minuciosa labor adquirieron un vasto
conocimiento del contenido de la revelación divina.
Era su deber escudriñar las Escrituras así como interpretarlas adecuadamente.
Eran considerados personas de gran autoridad en lo concerniente a la
transmisión oral de la ley divina.

Ellos poseían por lo tanto pleno conocimiento de las predicciones proféticas


acerca del advenimiento de Cristo. Todo este contexto de la esfera religiosa
tuvo su aporte en salvaguardar a los judíos de la total desintegración nacional
tanto en lo civil como en lo religioso.

Y, como dijimos antes, el conocimiento de Dios y de sus leyes fue diseminado


por todos los lugares en que estaban dispersos los representantes de la nación
escogida.

Aspecto político.

El epicentro del gobierno mundial estableció sus raíces en Roma. Es decir que el
Imperio Romano ejerció la tutela política a nivel mundial. El emperador que
reinó en primer término durante esta época fue Augusto. Precisamente durante
ese tiempo nació Jesús.

Aspecto cultural.

El emperador Augusto despertó la sed por la literatura; motivó el avance de las


obras literarias clásicas. También se produjo durante este período un destacado
auge en las artes. Ante todo sobresalió la música, que demostró un gran
desarrollo. Creció la inclinación hacia las ciencias y las matemáticas.

Cuatro eran los idiomas que se hablaban: latín, hebreo, griego y arameo. Este
último constituía el lenguaje usual de Jesús. Mediante la combinación del
griego y otros idiomas, se logró la creación de esta lengua universal.

Algunos datos viables.

El Imperio Romano se preocupó por una adecuada comunicación entre los


distintos países mediante excelentes rutas. De este modo unificó el mundo a
través del tránsito. Todos los viajantes extranjeros al realizar travesías de gran
trayectoria, ya no necesitaban recurrir a la navegación. Los caminos de Roma
les permitían franquear las fronteras internacionales.
A modo de conclusión.

Este panorama universal que se extendió como una multicolor alfombra debajo
del pesebre del Mesías, presentó tan variados matices y diseños que podemos
decir, fue obra del “sabio artífice”.

Dios, en sus planes soberanos, tuvo presente que la manifestación de su Hijo en


forma humana, no sorprendiera al mundo por ignorar totalmente los
preanuncios proféticos.

También previó que el aire estuviese saturado de acordes melodiosos a través


de las composiciones de grandes músicos.

Permitió el surgimiento de un idioma que sería entendido y hablado por todos.

Otro detalle importante que vimos en último término: la posibilidad de llegar a


cualquier lugar geográfico sin impedimentos.

L NACIMIENTO E INFANCIA DE JESUS

EL NACIMIENTO

Si bien los dones divinos no nos son concedidos proporcionalmente en calidad


de nuestra conducta, podemos observar leyendo en Mateo 1:18-25 y Lucas 1:26-
38, qué excelentes personas fueron escogidas por Dios para ser los padres
terrenales de su Hijo encarnado.

Visitemos a la joven María en circunstancias que vivió una sorpresiva


experiencia: la aparición de un ángel. Esta mujer era muy devota y temerosa de
Dios. Como auténtica integrante del pueblo hebreo observaba todas las pautas
impuestas por Dios para su nación, y por supuesto, era buena conocedora de su
Palabra, el Antiguo Testamento.

Ella deseaba agradar a Dios con todos sus actos, hasta el punto de someterse a
los propósitos que él hubiese prescripto para su vida. Pero probablemente, no
imaginó que el Señor tenía un plan tan humanamente ilógico y privilegiado a la
vez.
Escuche las palabras divinas en labios del ángel Gabriel: “¡Salve muy
favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre todas las mujeres”. Antes de
anunciarle el contenido del glorioso mensaje para ella, le dijo (al ver su
conmoción): “María, no temas...” Luego: “...porque has hallado gracia delante
de Dios” Lucas 1:30. Es evidente que una vida intachable, en el temor de Dios,
es de inestimable valor para él. En el caso de una mujer piadosa a sus ojos, lea
lo que dice la Escritura en Proverbios 31:10,30. Vea: “Mujer virtuosa, ¿quién la
hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”.
Y, “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová,
ésta será alabada”. María, realmente estaba incluída en esa regla.

Y, ¿qué podemos decir de José, elegido divinamente para ser su padre? Era un
hombre justo y se esmeraba mucho por resguardar el buen nombre de su
prometida. A tal punto él valoraba el honor de ella, que estaba dispuesto a
renunciar a sus votos matrimoniales y alejarse calladamente. Le preocupaba la
posibilidad de que la gente del pueblo dudase de la virginidad de su amada,
cuando se hiciese notoria la noticia de su precoz embarazo (Mateo 1:18,19).

Tanto él como todo buen judío había leído en los Profetas acerca de la
concepción sobrenatural que se produciría en una virgen por obra del Espíritu
Santo. Pero, ¿cómo podría corroborar él mismo la realidad que era el vientre de
María, el depositario escogido para el mismo Hijo de Dios?

José no necesitaba pruebas para creer este hecho, sino más bien una
confirmación en términos sobrenaturales a fin de aquietar su intranquilidad en
cuanto a posibles falsos testimonios. Es así que Dios comisionó a un ángel para
que inclusionara en sus sueños a fin de transmitirle: “José, Hijo de David, no
temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del
Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESUS, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados” Mateo 1:20,21. Luego le recordó el
contenido de las profecías relativas a tal acontecimiento Vs. 22,23.

¿Qué hizo José cuando despertó? Fue decidido en busca de María. Vemos que la
integridad de su corazón le hizo temer que los malos conceptos de personas
inescrupulosas, tal vez malograse el perfecto cumplimiento del plan divino.
Hemos dejado a María,allí en su casa, espectante y extrañada, esperando que el
ángel le revelara su cometido. En este caso Gabriel, quien no se hizo esperar:
“Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre
JESUS...”

Rápidamente el ángel dilucidó las incógnitas que inquietaban a María


explicándole cómo se generaría dentro de ella la vida del bebé Dios. Lea Lucas
1:35-37. Sumisa a la voluntad divina, esta admirable mujer respondió: “He aquí
la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” V. 38.

¡Realmente dos justos!. María y José. Dios honró la justicia de aquella pareja.
En su plan eterno, basado en su omnisciencia, él ya lo había determinado. La
benevolencia divina acompañó a José y María en cada momento, cumpliendo su
propósito con y en ellos.

En varias circunstancias parecía que los obstáculos se interponían a la voluntad


de Dios. Por ejemplo, la falta de lugar en el albergue de la ciudad donde les
correspondía ser empadronados. Tendrían que pasar la noche allí y María estaba
en los últimos momentos previos al alumbramiento...

¿Se imagina qué desazón? Pero estos flamantes esposos estaban tan gozosos y
espectantes ante la inminente llegada de Jesús, que esta negativa no les hizo
retroceder en su fe.

El Espíritu Santo estaba allí. Fue el agente de vida en el vientre de María.


¿¡Cómo pensar que no cuidaría hasta del más minuicioso detalle?

Lea en Lucas 2:1-7. Contemple ¡qué humildad la de aquellos escogidos!


Siguieron su búsqueda y, providencialmente, encontraron una rústica
construcción para animales campestres. Unos troncos conformaban una base
con patas, conteniendo paja en su interior. Pañales suaves hicieron las veces de
pequeñas sábanas encima de aquel material tan áspero.

Pero, ¡qué paradoja! En medio de tanta rusticidad, ¡tanta gloria! ¡Qué dulce
melodía! ¡Los primeros sollozos del recién nacido niño Dios!

LA INFANCIA
Cada nombre en el idioma hebreo tiene un significado muy ligado, en manera
profética, a la personalidad y ocupación futuras de cada bebé. Ya conocemos el
significado especial del nombre que ahora nos ocupa: JESUS. También es de
nuestro conocimiento que este nombre le fue asignado por Dios a través del
ángel Gabriel (Mateo 1:21).

CIUDAD EN QUE NACIO: Belén, Provincia de Judea (Lucas 2:4).

PRIMERAS VISITAS: Unos pastores de rebaños de ovejas de los campos de Belén.


Lea en Lucas 2:8-18.

PRIMER REQUISITO COMO JUDIO: A los ocho días fue circuncidado y asentaron su
nombre en los registros civiles (Lucas 2:21).

PRIMERA SATISFACCION PARA SUS PADRES: Lucas 2:33, “Y José y su madre


estaban maravillados de todo lo que se decía de él”. Simeón inspirado por el
Espíritu Santo, al tenerle en sus brazos dijo: “Luz para revelación a los gentiles,
y gloria de tu pueblo Israel” V.32.

PRIMERA VEZ QUE FUE AL TEMPLO Y PRIMER VIAJE: Luego de esperar los días
reglamentarios para que el bebé fuese purificado, fue llevado por sus padres al
templo en Jerusalén (Lucas 2:22). Adquirieron un par de tórtolas (o palominos),
y las ofrendaron en sacrificio a Dios. Además, como todo varón primogénito es
llamado santo al Señor (Lucas 2:23), presentaron el niño a Dios.

PRIMER DOMICILIO: Su primera morada fue una casa en Nazaret (Lucas 2:39).

OTRAS VISITAS Y REGALOS: Unos magos (astrólogos) de oriente que habían


orientados por una estrella muy particular, sabían que Dios en su providencia,
había preparado la aparición de aquel astro a fin de que pudiesen llegar hasta
el lugar donde vivía el niño rey. Al entrar en la casa, vieron al niño y
postrándose lo adoraron (Mateo 2:10,11). Le ofrecieron oro, incienso y mirra,
regalos costosísimos.

PRIMER PELIGRO: El rey Herodes intentó matarlo. Cuando los magos de oriente
vinieron a Jerusalén fueron en primer lugar, al palacio del rey. En esos días
reinaba sobre los judíos Herodes el Grande. Los astrólogos creían que dicho
monarca sabía con precisión en qué lugar se hallaba su futuro sucesor y le
indagaron al respecto. Con el propósito de proteger al niño Jesús de una muerte
segura por parte de Herodes, avisó a los magos “por revelación en sueños que
no volviesen... y regresaron a su tierra por otro camino...” V.12.

También a José el Señor le dio a conocer el peligro inminente enviándole un


ángel en sueños V.13, quien actuó con rapidez tomando los recaudos
necesarios. De esta manera Jesús fue puesto a salvo de las “garras” de Herodes.

SEGUNDO VIAJE: El profeta Oseas ya había hecho alusión a la huida de José y


María con el pequeño Jesús a Egipto, buscando refugio de la mortal acechanza
del rey Herodes. José, “despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se
fue a Egipto...” V.14. En el versículo 15 dice que permanecieron allá hasta la
muerte del temido Herodes. Supieron del deceso del rey por medio de un ángel
quien les llevó las noticias necesarias Vs. 19-23.

TERCER VIAJE: Regreso de Egipto a la ciudad de Nazaret, provincia de Galilea


Vs. 22,23.

DESARROLLO FISICO: Jesús crecía en estatura y era un niño robusto (“se


fortalecía”, Lucas 2:40,52).

DESARROLLO INTELECTUAL: Su inteligencia aumentaba notablemente (Lucas


2:47) al punto que quienes escuchaban sus reflexiones, se maravillaban. El
versículo nos dice que “se llenaba de sabiduría”. En 2:52 leemos: “...crecía en
sabiduría...”

DESARROLLO MORAL: Sabía comportarse tan respetuosamente, que caía en


gracia ante la gente que lo conocía. Lucas 2:52.

CUARTO VIAJE: Cuando tenía doce años sus padres lo llevaron otra vez a
Jerusalén al templo (Lucas 2:41-52) para celebrar de la pascua. José y María
eran muy devotos, por lo tanto, cumplían con todas las fiestas religiosas. Como
típicos padres hebreos transmitieron los conocimientos que tenían de las
Escrituras y fe, a su hijo. Por esa razón llevaron a Jesús para que participase
también con ellos de esta costumbre sagrada.
DESARROLLO ESPIRITUAL: Vuelva a leer en Lucas 2:52. El médico amado hace
este comentario sobre el niño Jesús: “...y crecía en ... gracia para con Dios...”.
Desde su edad precoz, él actuaba conforme al agrado de Dios. Las Escrituras
constituían, evidentemente, la fuente principal de sus lecturas.

Podemos imaginar que frecuentemente hacía preguntas a sus padres y también


a los maestros religiosos (rabinos) de todo cuanto no entendía. El Espíritu Santo
obraba a través de las letras inspiradas esculpiéndolas además en su tierno
corazón. Lea el pasaje antedicho y regocíjese comprobando el vasto
conocimiento de un niño de doce años de la Ley y los Profetas.

Tan absorto estuvo Jesús durante tres días que no prestó atención, ni notó, que
la comitiva de Nazaret (integrada también por sus padres y familiares) ya se
había retirado. Importantísima observación para considerar: María, luego de
una búsqueda angustiosa que se prolongó por setenta y dos horas, ya
desanimada, vuelve al templo tal vez como última tentativa de reencontrarse
con su hijo. Y... ¡allí estaba!. Se sorprendió al encontrarlo sentado, rodeado de
veteranos religiosos. Sin embargo no fue esto lo que más le sorprendió. Tanto
ella como José no encontraron explicación a la enfática respuesta de Jesús tras
la indagación de ella, por demás lógica: “...¿por qué me buscábais? ¿No sabíais
que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” V.49.

Ya en su tierna infancia, Jesús era consciente de ser además de un hijo


corriente, el mismo Hijo de Dios. El dependía de su Padre celestial y le
obedecía agradándole en todo. Pero, ¿acaso no fue leal a sus padres
terrenales?. El armonizó perfectamente sus dos naturalezas y las
responsabilidades que las mismas le imponían.

En su fuero interno, guiado por su omnisciencia, sabía cuál era su misión en


este mundo. Todas sus acciones estaban supeditadas al divino plan para su vida,
trazado en la eternidad.

María, rememorando el anuncio del ángel previo al alumbramiento, sintió el


impacto de aquella respuesta en lo profundo de su corazón y esto,
posiblemente, le transmitió paz.
Para concluir: Cabe notar que en cuanto a los años posteriores de Cristo,
incluyendo la segunda etapa de su adolescencia y su juventud, no poseemos
ningún registro en la Biblia.

LA PREPARACION DE JESUS PREVIA A SU MINISTERIO

Si bien sabemos que Jesucristo era Dios mismo en forma de hombre y aunque
tenía todos los atributos divinos a su disposición, entendimos también que él no
consideró su deidad como “cosa a que aferrarse” Filipenses 2:6b.

Cuando ya había pasado la etapa de la adolescencia y luego la de su tierna


juventud... Cuando ya era un joven maduro, con su personalidad cristalizada...
Cuando su capacidad para determinar decisiones fundamentales en su vida
estaba bien forjada..., Cristo estuvo plenamente seguro de cuál era la meta de
su vida en este mundo, y la misión que tenía que cumplir.

Aunque él era consciente que dos naturalezas armonizaban en su ser, sometió


la posición de ser Dios a su delimitación humana.

En la dependencia absoluta que gozaba del Padre eterno, Jesús se sometió


absolutamente a su arbitrio soberano y sabio.

Bautismo de Jesús.

Jesús partió de la ciudad de Nazaret donde vivió siempre con sus padres, con el
determinado propósito de cumplir con el primer paso de obediencia a las
ordenanzas establecidas por Dios para los hombres. Al decidir cumplir con este
acto, él se unía a todos aquellos que renunciaban a su vida en el pecado. Pero
nunca cometió pecado; en ningún momento de su vida permitió que los
impulsos de la débil naturaleza humana le sedujesen. Pero entonces, ¿por qué
razón él consideró necesario dar este paso? Pero su identificación con el género
humano fue completa.

A través de su ejemplo nos demostró que es necesario obedecer al Padre en


todo. Cristo desnudó públicamente, en varias ocasiones, la hipocresía tan cínica
de los fariseos y doctores de la ley.
Mediante su obediencia en público a la institución divina del bautismo, Jesús
desenmascaró nuevamente el fraude de aquellos religiosos que aparentaban
amar mucho a Dios y cumplir con sus mandatos. Lea lo siguiente: “Mas los
fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de
sí mismos, no siendo bautizados por Juan” Lucas 7:30.

El bautismo para Jesús significó el testimonio público de la aprobación a todas


las disposiciones establecidas por Dios. De ese modo nos estimuló a acatar los
preceptos divinos. Y aun más, este acto de entrega a la voluntad del Padre para
los seres humanos, es suficiente motivación para inducirnos a reflexionar. Si
Cristo, sometido a las mismas tentaciones que nosotros, estaba exento de
pecado, ¿cómo no reconoceremos nosotros, nuestra anterior condición
pecaminosa, testificando ante testigos que nos hemos arrepentido?

Dios honró, también en público, esta actitud obediente de Jesús enviando sobre
él la divina unción del Espíritu Santo y testificando a viva voz desde el cielo:
“Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” Mateo 3:17.

Testimonio de Juan el Bautista.

Esta elocuente declaración del Padre fue suficiente prueba para Juan el
Bautista de la deidad de Jesús y también motivó a quienes se acercaban
arrepentidos, confesando sus pecados y buscando el perdón divino. Juan el
Bautista predicaba este mensaje: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se
ha acercado” Mateo 3:2.

El entendió claramente, y creyó en su corazón, que Jesús era el verdadero


Ungido de Dios. No quedaron dudas en él de que su misión consistía en
prepararle el camino presentándolo públicamente al pueblo.

Muchos de sus oyentes adquirieron conciencia de que Jesús era el Rey espiritual
prometido, quien ya estaba en medio de ellos a fin de establecer su reino. Este
se fundamentaría en “la justicia sin igual”.

El Espíritu Santo iluminó a este “mensajero” también acerca de la misión


suprema de Jesucristo que significaba su cometido ulterior en este mundo. El lo
proclamó así: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”
Juan 1:29.

Tentación de Jesús.

El mismo poder del Espíritu divino derramado sobre él le impulsó a ir a una


región desértica, donde sólo moraban animales salvajes. ¿Qué propósitos tuvo
Dios al conducir a su Hijo hasta ese lugar y permitir que Satanás irrumpiera allí
para molestarle con sus proposiciones? Tenga a bien leer y meditar: Mateo 4:1-
11; Marcos 1:12,13; Lucas 4:1-13.

Conforme al libro Hermenéutica Bíblica de nuestro programa, el diablo


demostró en esta oportunidad su gran astucia engañosa en cuanto a la
interpretación de la palabra de Dios.

El “enemigo” sabía con seguridad que Cristo era Dios encarnado, pero en su
afán de hacerle caer en pecado, desobedeciendo al Padre, le asestó tres dardos
malignos, utilizando textuales expresiones de las Escrituras.

Desde el principio del mundo el diablo puso en práctica sus tácticas con el
propósito de confundir y entorpecer el plan de Dios, y arruinar así la relación
con sus criaturas. Su artimaña desplegada frente a la primera mujer fue
exitosa, logrando su objetivo. Eva creyó a sus palabras, las que actuaron como
una sutil trampa ante la que sucumbió. Dicho ardid atentó contra sus débiles
impulsos humanos. Los apetitos instintivos y la sed de conocimiento cegaron su
visión espiritual, quebrantando su comunión con el Creador.

En el caso del Señor, podemos entender que Satanás no ignoraba el dominio que
él tenía de la revelación de la voluntad del Padre, registrada en su Palabra. No
obstante, podemos percatarnos de que “el padre de la mentira”, conociendo las
limitaciones y debilidades del género humano, procuró vencer la fortaleza y
confianza en Dios que caracterizaban a Jesús. Pero no tuvo en cuenta estos
factores fundamentales en la vida del Hijo de Dios: el atesoramiento de los
preceptos divinos en su corazón; su constante permanencia en la oración; y su
dependencia y sumisión a la guía y dirección del Espíritu Santo. Este poderoso
arsenal le aseguró el triunfo contra la batalla diabólica desatada en su contra.
El hecho de salir airosos delante de una tentación, no garantiza la victoria sobre
un próximo ataque de Satanás. Cristo frente a esta prueba que le entrenaría
para su ministerio, demostró estar en actitud de alerta para contrarrestar cada
ataque y... ¡salió victorioso!

La “espada de dos filos”, sostenida por la oración y empuñada en el poder del


Espíritu, constituye el mismo armamento disponible en nuestra defensa frente a
la guerra infernal desatada contra todos los seguidores de Cristo. ¡Bendita
seguridad!

Cuando el diablo se alejó derrotado tras agotar sus recursos, dejó de molestar a
Jesús sólo por algún tiempo. Pero como “astuto” que es, reanudó su plan de
ataque... en el momento en que el Señor gozaba de la aprobación total de
parte de quienes le oían en esa ocasión en la sinagoga de Nazaret... A
continuación, vea lo que ocurrió.

El enemigo se valió de un factor de índole natural, para colocar su semilla de


incredulidad en los corazones. De un momento a otro todos los allí presentes
comenzaron a dudar acerca de la deidad del Señor. Rápidamente se
enardecieron los espíritus de aquellos hombres y se llenaron de enojo contra
Jesús. Cuando la ebullición de tal estado de ánimo llegó a su clímax,
procurando la muerte del Maestro, nos preguntamos, ¿cómo pudo evadir tan
fácilmente el peligro?

Es muy probable que los mismos ángeles de Dios que le asistieron luego de su
prueba en el desierto, le auxiliaron en aquella situación difícil. Estos mismos
guardianes nos cuidan a cada instante y pelean por nosotros.

EL MINISTERIO DE JESUS

En este tema veremos varios aspectos importantes involucrados en el período


comprendido desde el comienzo hasta los últimos momentos en que Jesús llevó
a cabo su ministerio.

El Señor contó con las mismas armas espirituales disponibles para los hijos de
Dios de todas las épocas a fin de derrotar al audaz enemigo de nuestras almas y
alcanzar los más altos triunfos en el andar cristiano.
Aquí nos convoca considerar las principales características de su misión en este
mundo, en armonía con la perfecta voluntad del Padre. También
mencionaremos varias de las tantas obras que realizó en favor de las multitudes
e individuos que se acercaban a él.

Tendremos en cuenta un factor que avaló el triunfo en su ministerio:

Unción plena del Espíritu Santo

Desde niño Jesús se complació en concurrir a los centros religiosos y demostró


gran devoción por las Escrituras, de las que poseía un vasto conocimiento.
Demostró siempre gran seguridad en cuanto al contenido profético del Antiguo
Testamento. La gente que asitía a las sinagogas en ocasión en que Jesús estaba
presente, captaba su sabiduría. Para la gente llegó a ser habitual el hecho de
que se otorgara a él la lectura en voz alta de “el libro” (Lucas 4:16,17).

Al poco tiempo de comenzar su ministerio en la provincia de Galilea, Cristo


visitó la sinagoga de Nazaret, lugar donde vivió sus primeros años. En esa
oportunidad leyó la profecía citada en el libro de Isaías 61:1,2. Dicho pasaje
hace alusión a los beneficios que traería su ministerio a los necesitados,
cautivos por el poder de Satanás. Esta predicción comienza con la enfática
declaración: “El Espíritu del Señor está sobre mí...” V. 18a.

El Espíritu Santo dio poder a Jesús.

Cuando Jesús prometió a sus discípulos el derramamiento de su Espíritu,


refiriéndose al efecto de su obra, les dijo: “... pero recibiréis poder cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos...” El
propósito fundamental del llenamiento con el Espíritu Santo, es capacitarlo con
el poder de Dios a fin de que pueda predicar el evangelio del Reino en forma
efectiva.

Cristo nuestro ejemplo supremo, inició su ministerio investido con el poder de


lo alto, el cual fue manifestado en cada una de sus obras (Lucas 4:14).

Algunas acepciones del vocablo “poder” según el original griego:


a. Dynamai: Según este significado del término entendemos que el verbo
“poder” se refiere a “ser capaz en virtud de la capacidad y recursos propios”.
Este sentido corresponde a uno de los varios aspectos en que podríamos definir
el vocablo según su origen.

b. Exousias: Esta es otra forma de la palabra en griego. Indica potestad, ejercer


autoridad. A diferencia de la acepción anterior, este aspecto del término no nos
habla de actuar con poder para obrar, sino de actuar investido con autoridad.
Poder demostrado en señales, prodigios y milagros a través de Jesús.

Mencionamos anteriormente al hablar de Juan el Bautista, que su mensaje


estaba basado en estas palabras: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se
ha acercado”. Cuando este “atalaya” fue encarcelado por el rey Herodes, fue
interrumpida la proclamación del mensaje del reino de Dios solamente por un
breve tiempo. Ni bien llegó a oídos del Señor esta noticia, él sabiendo que el
tiempo de comenzar su ministerio se había cumplido, comenzó a predicar el
mismo mensaje, el mensaje del reino de Dios (Mateo 4:12-17). En términos
similares a los que empleó Juan, declaró además que con su venida este mundo
se había concretado la llegada del reino de Dios.

En la práctica, el evangelio del reino significó: perdón de pecados; sanidad de


toda enfermedad y dolencia; liberación de endemoniados (Mateo 4:23,24).

Al efectuar la selección de quienes serían sus colaboradores (discípulos), él les


impartió instrucciones en cuanto a la manera en que debían ministrar de
acuerdo con las distintas necesidades, y también les indicó cuál sería su
mensaje. Este sería el mismo que el de su Maestro (Mateo 10:7), es decir,
también consistía en anunciar la venida del reino celestial a esta tierra.

Cristo exigió de sus discípulos que efectuaran en su nombre, las mismas


operaciones de poder que él realizaba. Esto confirmaría la llegada del reino.

En cierta ocasión los discípulos creyeron que no estaban capacitados para


expulsar ciertos espíritus malos que posesionaban a sus víctimas. En respuesta
Jesús les explicó que ellos también tendrían poder para realizar esa clase de
liberación si oraban y ayunaban de la manera que era necesario en esos casos
(Mateo 17:21). Aún les ordenó que resucitasen muertos (Mateo 10:8).
Casos en que Jesús manifestó la operación del poder de Dios.

En una ocasión, cuando el ciego de Betsaida acudió a él buscando recibir la


visión, notamos que el Señor tuvo en cuenta su ignorancia espiritual y utilizó un
recurso externo para ayudar a su fe -el barro- (Marcos 8:23).

Un hombre que llevó a su hijo preso de un demonio, que procuraba matarle


mediante torturas físicas, llegó reclamando misericordia y ayuda. Jesús le
respondió: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible” Marcos 9:23. Jesús
comprendió el deseo de creer de todo corazón de aquel padre y libertó al
muchacho.

Jesús resucitó de la muerte a la hija del principal de la sinagoga (Jairo). Los


presentes (familiares y amigos) resultaban ser un obstáculo para que el Señor se
glorificara. Cristo se percató de esa situación y ordenó que saliesen todos de la
habitación excepto los padres de la niña y los tres discípulos que le
acompañaban: Pedro, Jacobo y Juan. Una vez que el Señor disipó a los
burladores de en medio, Tabita recobró la vida (Marcos 5:35-42).

A través del apóstol Juan sabemos que Jesús realizó tantas obras, que si estas
fuesen escritas una por una, tal vez los libros en que estarían registradas, no
cabrían ni aun en todo el mundo (Juan 21:25).

Armonía entre las dos acepciones.

Tanto la operación del poder milagroso a través de Jesús, como el ejercicio de


la autoridad, se conjugaron armoniosamente en cada una de sus obras. Cuando
se enfrentó a los cautivos de los poderes demoníacos, puso de manifiesto su
autoridad sobre las huestes satánicas. Varias personas poseídas por estos
espíritus malos, cayeron postradas ante el Señor al reconocer su autoridad
sobre el mismo infierno. Algunos buscaban huir desesperadamente de su
presencia, pues los demonios que los sometían se sentían turbados y
atormentados ante su autoridad suprema. En estos casos no sólo observamos la
manifestación de la autoridad del Hijo de Dios bajo la unción del Espíritu Santo,
sino el poder milagroso que expulsaba a los demonios opresores de sus víctimas.
Al dar las instrucciones necesarias a sus discípulos a fin de que ministraran con
idoneidad, el Maestro también les capacitó con la autoridad impartida por su
Espíritu. A tal efecto les ordenó que echaran fuera demonios, sanaran
enfermedades y también dolencias (Mateo 10:1). El otras palabras les dio
potestad sobre toda fuerza de Satanás (Lucas 10:18,19).

Los términos del mensaje que proclamarían aquellos doce seguidores de Jesús
serían los mismos usados por Jesús. Y los resultados visibles del mismo, serían
las mismas obras realizadas por él, bajo el mismo poder y autoridad.

Seguidamente consideraremos la segunda acepción que mencionamos del


término poder en su raíz del griego.

Exousias. El vocablo “poder”, en su origen, hace alusión al ejercicio de la


autoridad. Durante su ministerio, la autoridad fue una virtud distintiva en
Cristo. Las ocasiones en que la autoridad predominó sobre lo demás fueron:

a. En sus predicaciones y enseñanzas.

Quienes se sentaban para escuchar al eximio Maestro, percibían que su manera


de enseñar era muy diferente de la que empleaban los escribas (Mateo 7:29).
¿En qué aspecto radicaba aquella distinción? La autoridad sazonaba las palabras
que salían de su boca. Este era el motivo que atrapaba a los oyentes.

Según Mateo 7:18 la doctrina expuesta por Jesús despertaba admiración.


Creemos que, además del sublime contenido de su enseñanza doctrinal, la
particularidad que captaba mucho el interés de la gente era la autoridad con
que el Señor la presentaba. La palabra de Dios cobraba el valor real que tiene
cuando él predicaba (Lucas 5:1).

b. En presencia de sus opositores.

Los enemigos que le persiguieron a cada momento, procurando entorpecer su


misión, fueron los líderes religiosos de su época. Cristo no se amedrentó frente
a ellos, sino que los controló merced a su firme autoridad (Mateo 16:1-4). Aquí
nos referimos a los fariseos y a los saduceos que siempre buscaban oportunidad
para “tenderle lazo y hacerle caer”.
Aquí tendremos en cuenta varias observaciones respecto a la manera de actuar
de Jesús, la que influyó decididamente en su ministerio.

a. Marcos 1:32, 35-38. Mediante el comentario de Marcos en estos versículos


vemos que Cristo, a cualquier hora del día, ya sea muy temprano en la mañana
o por la noche, estaba dispuesto para asistir a quienes lo necesitaban.

b. Marcos 1:45b. Cuando él se retiraba a lugares solitarios, tal vez después de


una actividad agotadora, ni aun allí se ocultó de la gente que le buscaba.

c. Mateo 8:7. Aquí nos percatamos de la buena predisposición que tenía el


Señor para ir al lugar donde alguien lo enviaba llamar.

d. Marcos 8:1-9. Los discípulos sólo vieron lo que su limitada percepción


humana podía captar la imposibilidad que imperaba en aquel momento (v.4).
No obstante, Jesús con los “ojos espirituales”, alcanzó a vislumbrar las
posibilidades que ofrecía el poder sin límites de Dios (vs. 5-7).

e. Lucas 9:20. Cristo valoró más el concepto que tenían de él sus seguidores
más cercanos (los discípulos) que la opinión difusa del público en general. El
conocía las intenciones del corazón humano, y sabía cuán inconstantes son. Las
emociones del hombre varían considerablemente de acuerdo con las
circunstancias. Las mismas personas que una vez se agolparon para escucharle
con atención y recibir la respuesta a sus necesidades... La misma gente que más
adelante cantaría sus “hosanas” al Rey que entraba triunfante en Jerusalén;
gritaría en presencia de Pilato, ante la proposición de éste de libertar a Jesús o
condenarle: “¡crucifícale!”

f. Mateo 9:36; Marcos 8:2. Cristo fue movido por la compasión que le inspiraba
la gente que imploraba la satisfacción de sus necesidades espirituales, físicas y
materiales.

g. Lucas 5:13. Cristo demostró que su deseo era que el enfermo estuviera sano:
“Quiero, sé limpio” (respondió a un leproso).

h. Lucas 7:13. En este relato vemos que Jesús se conmovía profundamente ante
el dolor de los demás. Frente a la angustia de una madre doliente pronunció
estas palabras: “No llores”. No era un frase pronunciada por educación, sólo
para brindar consuelo en el momento. Esta estaba fundamentada en la
esperanza de que el hijo muerto retornaría a la vida por su poder milagroso.

i. Marcos 4:35-38. Una de las manifestaciones del fruto del Espíritu Santo que
controló el carácter y espíritu del Señor fue la paz perfecta de Dios. Esta virtud
se manifestó claramente en ocasión en que él navegaba con los “doce”. En esa
travesía se desencadenó una impetuosa tormenta. Cristo, en medio de esas
circunstancias, dormía sumergido en perfecta paz. Esta tranquilidad
independiente del desequilibrio que reinaba en el ambiente exterior, sólo tiene
esta explicación: la “paz” que implanta el Espíritu Santo en el corazón de quien
se somete bajo su guía y dirección.

Otro aval que respaldaba el ministerio de Jesús consistía en el tiempo que él


dedicaba a la oración. Empezaba el día orando (Marcos 6:46). También vemos
que oraba durante toda la noche en vísperas de asumir una determinación
trascendental. Un ejemplo de esto lo encontramos en ocasión de proceder, al
día siguiente, a la elección de sus discípulos. En momentos así, el Señor
necesitaba como nunca conocer los designios del Padre al respecto.

Habitualmente, él se alejaba del bullicio y se aislaba yendo a un monte, el que


se convertía en su santuario, y allí, lejos de toda posible interrupción,
derramaba su alma en la presencia de Dios Padre (Marcos 1:35).

Podemos notar además, que el fervor que se evidenciaba en su manera de orar,


motivó a los apóstoles a implorar: “enséñanos a orar” (Lucas 11:1).

Dijimos antes que Jesús comenzaba sus jornadas en oración. Por último,
diremos que finalizaba cada día también en oración (Marcos 6:46).

DESDE LA AGONIA A SU RESURRECCION

Las autoridades religiosas se declararon abiertamente en contra de Jesús.


Faltaban dos días para que judíos de todo el mundo arribasen a Jerusalén con
motivo de celebrar la pascua. En las mentes y corazones de aquellos opositores
había madurado el deseo malvado de quitar de en medio a aquel hombre
nazareno que se interponía en sus fraudulentos proyectos.
Satanás encegueció la visión espiritual de aquellos hombres a tal punto, que
ansiaban destruir al Autor de la vida.

Aunque ya estaba decidida la sentencia contra el inocente Jesús, estos líderes


temían dar a conocer sus intentos pues no desconocían que él tenía muchos
adeptos que lo defenderían. Tal vez en esos momentos de profundo significado
religioso, la gente que estaba en la ciudad en aquellos días, se encontraría en
una condición muy susceptible en que sus emociones se inclinarían hacia todo lo
sagrado y temerían ofender a Dios. Posiblemente aquellos seudos religiosos
intuyeron el estado de ánimo en la gente.

Según nos relata Mateo el ardid planeado para arrestar, condenar y matar al
Señor fue pospuesto para más adelante. Es decir, el momento ideal sería
cuando terminase la fiesta y los inmigrantes regresaran a sus países respectivos
y todo volviese a su cauce normal. Esto aplacaría en parte las sospechas del
público.

Agonía de Jesús.

Jesús era consciente de que llegaba a su fin el período estipulado por el Padre
para su ministerio. A través del Espíritu Santo fluyendo en todo su ser él podía
percatarse del tiempo y las sazones prescriptos en los planes de Dios. Además,
si usted lee detenidamente los evangelios encontrará la mención de que el
Señor conocía los pensamientos de la gente y las intenciones escondidas de sus
corazones.

Esta facultad concedida por el Espíritu de Dios le permitió conocer los designios
traidores de uno de los doce que le seguían. Cristo sabía que Judas sería quien
prestaría sus servicios a los guías religiosos a cambio de treinta monedas de
plata, precio exigido por éste para hacer posible el arresto de Jesús como un
vulgar criminal.

En momentos en que el Señor celebró la cena junto a los doce, manifestó a


Judas el conocimiento que él tenía de su inminente traición. Próximo a este
hecho, tal como acostumbraba, se dirigió al huerto de Getsemaní, en el monte
de los Olivos, acompañado por los once que le seguían fielmente. Su propósito
esta vez era derramar su angustia profunda en la presencia del Padre y
expresarle a su vez el deseo de evitar aquel paso tan difícil de asumir la culpa
por los pecados de todos los hombres. Pero aún así, pese al costo tan elevado
de aquel sacrificio, estaba dispuesto a someterse en obediencia al Padre.

A fin de compartir momentos tan íntimos y especiales, escogió a los tres


discípulos que podrían comprenderle y respaldarle en oración (ellos eran Pedro,
Jacobo y Juan). La carga espiritual que soportaba el Señor era de tal magnitud
que, según relata Lucas, “...era su sudor como grandes gotas de sangre que
caían hasta la tierra” (22:44).

Un detalle importante: un ángel de Dios vino hasta él para renovar sus fuerzas
(v.43)

Los tres “compañeros” que estaban tan cerca del Maestro en aquellos instantes,
no pudieron “acompañarle” realmente. Tres veces él les pidió que velaran y
oraran con él.

Tanto Pedro, como Jacobo y Juan conocían la razón de la tristeza de Jesús. La


misma causa apenaba sus corazones. No podían concebir la idea de no tener
más a su líder con ellos. Por ese motivo, debido a su pena, no tuvieron fuerzas
suficientes para mantenerse despiertos velando (Lucas 22:45).

Ya no tenían más tiempo para sacudir el letargo y reaccionar. Cristo sería


entregado a la voluntad de hombres perversos. ¡Ya llegaría Judas con la turba
que lo llevaría arrestado!

Arresto de Jesús.

¡Qué hecho vergonzoso!. Pensemos un poco en lo doloroso que sería para Cristo
que uno de quienes compartió con él tantos momentos de su vida, se acercara
ahora como si fuese un amigo, pero esta vez para asestarle un golpe que
significaría un paso más hacia la muerte. Ese ataque tomó la forma de un beso
hipócrita.

¡Treinta monedas de plata! Qué barato costó renunciar a la bendición de estar


tan cerca del corazón de Jesús.¡Detestable dinero! Lea en el Salmo 55:12-14
donde encontramos una profecía anunciando la decepción que experimentó
Cristo ante la traición de Judas. En 1 Timoteo 6:10 dice que el amor al dinero
genera toda clase de cosas malas y que la codicia del mismo provoca en algunos
el alejamiento de Dios; y por ese motivo sufren después consecuencias
dolorosas.

Jesús demostró visiblemente cuán manso era. Como dice el profeta Isaías (cap.
53), él marchó como oveja al matadero, sin oponer resistencia. El sabía que
miles y miles de ángeles podrían presentársele en “un abrir y cerrar de ojos”
para pelear contra sus enemigos y defenderle. Sólo se necesitaría que él
expresara esta petición. Pero en ningún momento él cedió a la tentación de
procurar su propio bienestar. La voluntad del Padre superaba su necesidad en
esa hora, y el clamor de un mundo perdido en el pecado que gritaba en su
conciencia.

Uno de los discípulos puso de manifiesto su carácter temperamental ante un


hecho tan injusto y quiso actuar expresando su repudio. Sacó su espada movido
por el furor. Malco, el siervo del sumo sacerdote, fue la víctima del ataque de
Pedro. El Señor guiado siempre por su misericordia, extendió la mano y le
devolvió el miembro de su cuerpo que había sido amputado. El Señor doblegó su
espíritu y en contraste con los ánimos enfurecidos de los entregadores, les
siguió silencioso hasta el estrado del sumo sacerdote. Allí comenzaría el juicio
en su contra.

Juicio de Jesús.

a. Jesús ante el sumo sacerdote. Preso en gruesas cuerdas con que le ataron los
soldados, Cristo fue llevado ante el sumo sacerdote. Este como representante
de la religión judía, tuvo a su cargo la interrogación en público del acusado. Era
preciso conocer la versión de éste respecto a las causas que pesaban en su
contra.

Los fariseos y saduceos, como también los escribas, lanzaron contra él severas
acusaciones. Pero entendemos que éstos no se habían puesto de acuerdo para
proferir las calumnias ya que se contradecían entre sí.

Jesús, controlado por su mansedumbre, no procuró presentar ninguna


explicación en defensa propia. El estaba dispuesto a soportar todo tipo de
escarnios y desprecios, consciente de que las huestes de las tinieblas se habían
desatado para llevarle hasta esa altura en sus padecimientos. De este modo,
como él lo dijo anteriormente, se cumplirían las Escrituras.

Notamos que el Señor se limitó a responder a las preguntas sensatas. En Marcos


14:61,62, leemos: “Mas él callaba y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió
a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo
soy...”

b. Ante Pilato (gobernador de Judea). El fallo final estaría en manos de la


autoridad que correspondía: el gobernador de la provincia de Judea. A él le fue
conferida la facultad de libertar o condenar a muerte a los delicuentes (Juan
19:10).

Una vez al año Pilato convocaba al pueblo en ocasión de celebrarse el último


día de la pascua. Esto lo vemos a través del pasaje relatado por Juan (18:29 -
19:16). Notamos que fue muy difícil para Poncio Pilato emitir un juicio contra
Jesús. Luego de procurar encontrar una razón justa que afianzara la causa por
la que el Señor era sentenciado de tal manera, Pilato no encontrando ningún
fallo en su contra, se presentó ante el público y les dijo: “Yo no hallo en él
ningún delito” (V. 38).

¡Qué actitud cobarde! ¡Dejarse guiar por su conveniencia! Sabía que Cristo era
el Mesías verdadero, el único Hijo de Dios, sin embargo le importó más
conservar el prestigio ante tus súbditos y gobiernos contemporáneos (Juan
19:12-14). No ignoraba que aquel inocente había sido acusado sólo por envidia
de los llamados dirigentes religiosos (Mateo 27:18). Por último, vemos que tanto
él como su esposa libraron en su interior un intenso conflicto por causa de él.

Por una parte trataban de soltar a Jesús y no manchar sus conciencias con su
sangre inocente. Pero... casi, casi... actuaron rectamente. Sin embargo,
pudieron más los designios de aquellos religiosos dominados por la ceguera
espiritual, quienes coaccionaron al pueblo judío (Mateo 27:20) impulsándolo a
gritar: “¡Sea crucificado!” (Mateo 27:23b.)

La gente pidió la condena para Jesús y la libertad para aquel preso que
provocaba terror, Barrabás (Mateo 27:21,22).
Nos enfrentamos a este suceso en que triunfa una decisión injusta y nuestros
corazones se cargan de sentimientos de indignación. No obstante sentimos
consuelo al escuchar las palabras de Jesús: “... para que se cumplan las
Escrituras...”

Crucifixión y muerte de Jesús.

Nos enfrentamos a un acontecimiento cuya contemplación opaca nuestras


emociones y que a la vez está revestido de solemnidad. Nos referimos aquí a las
circunstancias involucradas en el proceso que tuvo lugar desde que Jesús
recibió la sentencia de morir como un maldito, hasta el momento en que expiró
sujeto con clavos a una cruz.

Cada hombre condenado a morir de esa manera, debía cargar con el peso de
aquellas rústicas maderas hasta llegar al lugar destinado para cumplir su pena.

Cristo llevaba la cruz que los soldados le habían cargado sin piedad sobre las
espaldas, pero él ya no tenía fuerzas, no podía seguir adelante. Quienes le
llevaban comprendieron que sería inútil obligarle a hacerlo, por eso le pidieron
a un hombre llamado Simón que se hiciese cargo de transportarla. Este
caminaba lentamente tras Jesús.

Dos criminales morirían también en esa oportunidad. Cuando llegaron al lugar


llamado de la Calavera, crucificaron al Señor y a estos dos hombres, uno a su
derecha y otro a su izquierda. Seguidamente de clavar las manos y los pies del
Señor, los soldados comenzaron a proferir burlas y a escarnecerle vilmente.

Nos conmueve ver la reacción del Señor ante este trato injusto cuando le
escuchamos dirigirse a Dios con estas palabras: “Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen” Lucas 23:34. Realmente Cristo sabía cuán cegados estaban
los entendimientos de aquellos hombres. Pero en su ignorancia, ellos estaban
cumpliendo un papel que era necesario en la realización de los planes de Dios,
predichos en las Escrituras.

Encima de la cabeza de Jesús, Pilato colocó un título que decía: “JESUS


NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS” (Juan 19:19b.) Al leerlo un grupo de judíos,
presentaron esta objeción: “No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo:
Soy Rey de los judíos”. El gobernador, esta vez con firmeza y autoridad, les
respondió que él no podía volverse atrás de lo que ya había escrito.
Posiblemente la conciencia le recriminaba su debilidad de carácter durante el
juicio final del Señor, cuando su intervención hubiese sido tan decisiva en
cuanto a la suerte que éste correría.

Respecto a las vestiduras de Cristo, leemos que los soldados echaron suertes y
las repartieron entre sí como fue profetizado por el salmista, en 22:18.

La madre de Jesús en escena.

Un detalle que despierta nuestra admiración es la preocupación de Jesús por su


madre. El sentía responsabilidad por el cuidado de aquella mujer. Posiblemente
era el hijo que más solicitud tenía para con ella. La presencia de Juan que era
tan amado por él, le inspiró tranquilidad al pensar que María podía estar segura
bajo su cuidado. Además él expresó que estaría muy conforme si Juan ocupaba
su lugar como hijo.

Después de beber el vinagre que le dieron para aplacar la sed, el Señor exclamó
con pleno convencimiento “Consumado es” (Juan 19:30), sabiendo que no había
nada más por hacer. Ya podía entregar su espíritu al Padre con la seguridad que
había cumplido con su perfecta voluntad. De este modo murió el Hijo de Dios.

En una manera asombrosa, de súbito, se rompe el velo que estaba en el templo


con el propósito de aislar la presencia de Dios de los hombres.

Participación de la creación.

La creación se unió a toda la conmoción que implicó este singular evento. El


cielo se tornó tinieblas. La tierra tembló y se abrieron grandes grietas que
dejaron al descubierto los sepulcros de personas que habían muerto delante de
Dios. Aquellos cuerpos cobraron vida y aparecieron en Jerusalén a la vista de
mucha gente.

Un centurión que estaba entre los soldados al lado de la cruz, al presenciar


tantos hechos asombrosos, expresó junto a otros que también estaban
admirados: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.
También leemos que muchos testigos presenciales, quienes contemplaron cada
hito de la agonía del Señor, se alejaron del lugar golpeando con remordimiento
sus pechos. De esa manera indicaban cuán depravados habían sido al pedir la
pena de muerte para quien era el bendito Hijo de Dios.

Sepultura de Jesús.

Instantes después que Jesús expirara, un hombre muy devoto que pertenecía al
concilio del pueblo, se preocupó por dar sepultura al cuerpo de su Señor. Aquel
varón se llamaba José de Arimatea. Aunque él fue testigo de todas las
instancias involucradas en el juicio abierto contra Jesús, su criterio no fue
compatible con los demás miembros de aquel organismo religioso (Lucas
23:50,51). Este varón era bondadoso y temía a Dios. También dice la Escritura
“que esperaba el Reino de Dios” (Marcos 15:43), y era consciente que el
verdadero Rey era Cristo.

El amaba a su Señor, y aunque pertenecía a un grupo compuesto por enemigos


de Cristo, no podía confesar públicamente lo que había en su corazón. Más allá
de los prejuicios que enmarcaban su libertad de expresión, el deseo de
demostrar su gran afecto por Jesús, aunque fuera después de muerto, le impusó
a atreverse para ir al palacio de Pilato. Una vez allí, se presentó ante el
gobernador y le pidió autorización para retirar el cuerpo de la cruz para poder
sepultarlo aquel día viernes al anochecer. Pilato le concedió esta solicitud y
José tomó el cuerpo de Cristo y lo envolvió con un lienzo que adquirió para este
fin.

Vino también Nicodemo, que a pesar de no demostrar públicamente su fe en


Jesús, sabía que era el Hijo de Dios. Como última ofrenda, llevó unos costosos
perfumes y ungüentos aromáticos para poner sobre aquel cuerpo tan querido.

Estos dos representantes de los judíos tuvieron temor de los demás


compatriotas y se acercaron con mucho sigilo para no ser descubiertos. Cuando
hubieron preparado el cuerpo de Jesús para la sepultura, José de Arimatea lo
llevó hasta un sepulcro que estaba cavado en la peña, cerca del monte Calvario
(Juan 19:38-42).
El día sábado, para los judíos el día de reposo, comienza cuando se oculta el
sol. En aquella ocasión, apresuraron la sepultura de Jesús pues no sólo estaban
próximos al comienzo del día de descanso observado por los judíos, sino
también al último y gran día de la fiesta sagrada, la pascua.

No podían demorarse, entonces decidieron ponerlo en aquella tumba que


estaba en las inmediaciones. Se trataba de un lugar nuevo donde no habían
sepultado antes a nadie. ¡Bendito estreno! (Juan 19:42).

Desconfianza de los líderes religiosos.

Los principales sacerdotes y fariseos posiblemente no durmieron aquella noche


debido a su gran preocupación: temían que los once discípulos aprovechasen de
las horas silenciosas de la noche para ir hasta el sepulcro y robar el cuerpo del
Señor.

Fue así que, para garantizar su tranquilidad, acudieron a Pilato y le imploraron


que pusiese una custodia para asegurar la entrada de la tumbra hasta que se
cumpliese el tercer día. Adujeron “que aquel engañador”, como llamaban a
Jesús, había anunciado que después de tres días saldría de la tumba triunfando
sobre la muerte.

Según ellos, los discípulos podrían valerse de aquellas palabras y simular una
resurrección (Mateo 27:63,64). El gobernador acudiendo a este pedido, les
indicó que había disponible una guardia de soldados que podrían cumplir con
este cometido.

De este modo fue puesta la seguridad necesaria para impedir que se


concretaran aquellas sospechas.

Resurrección de Cristo.

Con cuánta impaciencia habrán esperado aquellas mujeres que transcurriera


hasta el “último minuto” el día de reposo.

En las primeras horas de un día domingo (primer día de la semana), aquel


pequeño grupo de mujeres, salieron de sus casas y marcharon unidas hasta el
sepulcro. Piense en el valor que recibieron en virtud de su gran amor por Cristo.
Con el propósito de embalsamar el cuerpo del Señor, aquellas amantes
seguidoras iban munidas con especias aromáticas que ellas mismas habían
comprado. Esto nos habla de sacrificio además de valor.

En el trayecto hasta el sepulcro se cuestionaban sobre su impotencia para hacer


rodar la piedra tan pesada con que había sido cerrado. Pero... ¡vaya sorpresa!
Aquella mole de piedra estaba fuera de su lugar.

Podemos imaginar el asombro dibujado en aquellos rostros. No obstante, fue


mayor su admiración cuando vieron a un muchacho (o dos) con vestiduras
blancas. No se hizo esperar la voz que interpretó el propósito de aquellas
mujeres: “No os asustéis; buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado; ha
resucitado, no está aquí...” (texto tomado de Marcos 16:6). Seguidamente les
fue indicado por el ángel que fueran hasta los discípulos y les dijesen que Jesús,
resucitado, iba a Galilea y que allí le verían.

Al escuchar aquellas palabras se apoderó temblor y miedo de ellas y corrían


despavoridas, ni siquiera podían hablar a causa del espanto. Cuando todavía no
habían salido del huerto circundante al sepulcro, María Magdalena que había
recibido tanto del Señor, según leemos en el evangelio de Juan, iba llorando.
Dudaba, tal vez a causa de su gran dolor por el hecho de haber encontrado la
tumba vacía, que en realidad hubiese retornado a la vida su amado Señor.

Repentinamente miró hacia atrás y vió un hombre que se dirijió a ella: “Mujer,
¿por qué lloras? ¿A quién buscais?” (Juan 20:15a). Pero hasta que no escuchó
mencionar su nombre, no identificó a aquel personaje. “¡Maestro!” ¡Era él!
¡inconfundible! Cristo estaba frente a ella.

Ascención de Cristo.

Después de aparecer a sus discípulos con cuerpo inmortal, y de presentarse


ante centenares de personas..., después de haberse cumplido el tiempo en que
debía retomar su gloria eterna, Cristo fue arrebatado en una nube al cielo.
Instantes previos a aquel majestuoso acontecimiento, él reunió a los apóstoles
para darles una indicación. Les pidió que no saliesen de Jerusalén y que
permanecieran juntos, unidos en oración.
Otra vez solos, pero con la promesa de que no quedarían huérfanos sino que el
divino Consolador vendría a morar con ellos y en ellos. Amén.

Para concluir: Que la consideración de cada etapa de la vida del Señor


Jesucristo fortalezca su amor y su fe en él. ¡Dios le bendiga!

También podría gustarte