Qué Es El Proteccionismo
Qué Es El Proteccionismo
Qué Es El Proteccionismo
El proteccionismo económico es una política económica que un país implementa para proteger su
producción interna frente a la de otros países que tienen una producción más competitiva en
términos económicos principalmente.
Por regla general el consumidor masivo compra un determinado producto tomando como
referencia el precio, puesto que la gran mayoría de los ciudadanos pertenecen a la clase media o
baja que carecen de los recursos necesarios para adquirir productos de marca o renombre, de
manera que el consumidor tiende a elegir aquellos productos cuyo precio le permita maximizar el
beneficio que puede obtener con su salario o sus ingresos.
Esa inclinación natural del consumidor hace que la industria nacional quede en desventaja frente a
productos extranjeros cuando estos son más económicos que los nacionales, de manera que si el
estado no protege a esa industria nacional, esta terminará quebrando.
Además, cuando se compran productos importados, la balanza comercial puede ser negativa, en
vista a que es más lo que se importa que lo que se exporta, y esa diferencia se debe compensar
con deuda pública o privada, lo que tiene efecto negativo muy importante en la economía de un
país, puesto que se afecta la balanza de pagos, el empleado, el recaudo de impuestos, etc.
En cuanto a los aranceles, estos consisten en una tasa que se impone al producto que se importa,
con el fin de hacerlo más costoso.
Sucede que algunos productos de fabricación nacional son muy costosos y la calidad no es la
mejor, en tanto que el mismo producto importado puede ser de mejor calidad y mucho más
barato, y en tal caso el consumidor preferirá el producto importado.
Para emparejar las cargas, lo que el estado hace es imponer una tasa a ese producto importado
para que deban incrementar el precio de comercialización y hacerlo menos atractivo para el
consumidor.
Supongamos unos zapatos de fabricación nacional destinados a las masas que tiene un costo de
$50.000.
Sucede que un zapato de similares características importado de China sólo cuesta $30.000.
Sin duda que el zapato chino se venderá mucho más que el zapato nacional, por lo que la industria
del calzado nacional tendrá que recortar producción y por consiguiente se pierde empleo.
Lo que un estado proteccionista haría es imponer un arancel de $30.000 a cada para zapatos
chinos para que estos tengan un costo de $60.000, más elevado que el costo del producto
nacional, lo que hará que la mayoría de consumidores se decanten por el producto nacional que es
quedaría más barato.
Quien compre productos de marca no tiene mayor efecto en esa ecuación. Por ejemplo, los
clientes de los zapatos Ferragamo, los comprarán independientemente de si el estado impone
aranceles o no, pues son personas de élite que no se deben preocupar por el dinero, pero como
son un grupo pequeño y privilegiado de la población tiene efectos casi nulos a nivel macro,
además que el estado por lo general no impone aranceles sobre los productos que consume su
élite, sino sobre los que consume la mayoría de la población, quienes deberán soportar el
encarecimiento artificial de todo lo que compra en pro de proteger la industria nacional.
El proteccionismo es necesario porque los productos importados son más competitivos que los
productos nacionales. Es así de sencillo.
¿Y por qué los productos importados con más competitivos que los nacionales?
Lo son porque existen múltiples variables que hacen que el costo de fabricación de un producto
sea más bajo en un país que en otro, y por lo tanto su precio de venta se menor.
Entre las variables que afectan el costo de producir algo en un país tenemos:
Para ilustrar el caso colombiano, téngase en cuenta que la infraestructura de nuestro país está tan
atrasada y es tan pésima, que es más barato transportar un contenedor de China a Buenaventura
que transportar ese mismo contenedor de Buenaventura a Bogotá.
Esos elevados costos de transporte y peajes se deben transferir o incorporar al costo del producto,
por lo que este irremediablemente terminará siendo más costoso que el importado.
Un país que no es competitivo por la razón que sea, sus productos terminarán siendo más caros
que los de otros países, por lo tanto son productos que no puede competir ni en el mercado
nacional ni en el internacional, y como el proteccionismo sólo opera a nivel nacional, nos
quedamos con una industria que no puede exportar, lo cual redunda en un país que sólo exporta
materias primas.
El principal beneficio es para la industria y para la economía macro del país, pero luego los
resultados puede que no sean los esperados como pasamos a explicar.
El proteccionismo es negativo para el consumidor, por cuanto tendrá que comprar productos
nacionales caros que tal vez no sean de la mejor calidad, en vista a que los productos importados
han sido encarecidos artificialmente por el estado.
El proteccionismo condena al consumidor a pagar caro por algo no tan bueno, por lo que sus
ingresos no rendirán lo suficiente y su calidad de vida empeorará.
El proteccionismo en el largo plazo afecta también a la misma industria que se busca proteger,
pues una industria que no debe competir, es una industria que no evoluciona, pue no lo conmisera
necesario por cuanto el estado de forma artificial y coercitiva le garantiza una masa de clientes.
¿Una empresa para qué se esfuerza en investigar, en innovar o mejorar sus productos si tiene unos
clientes cautivos que no podrán ir a otra parte?
Esto hace que las industrias protegidas por papá estado nunca puedan salir más allá de su país,
pues para exportar hay que ser competitivos, y para ser competitivos hay que innovar, reinvertir,
mejorar y ganar menos, algo que no es posible un país proteccionista.
Si una industria no puede competir con un extranjero, no puedo hacerlo ni a nivel nacional ni a
nivel internacional, y la protección es solo a nivel nacional, de manera que una vez abandone su
territorio no habrá quien la proteja, por lo que generalmente nunca salen de la casa de cristal que
el estado ha construido a su alrededor con base a políticas proteccionistas.
Transcurrieron seis años desde que, con la promesa de más empleos y progreso, se dio inicio a la
implementación de un tratado de libre comercio con la Unión Europea.
Según las proyecciones oficiales, este negocio generaría para Colombia un crecimiento económico
de 1,3 puntos porcentuales adicionales cada año. Mejoraría la capacidad de competencia de las
empresas nacionales, reduciría el costo de las materias primas, traería más acceso a la financiación
y aumentaría el valor agregado e innovación de la producción.
Desde 2006 a 2012, previo a la entrada en vigencia de dicho acuerdo, el PIB colombiano crecía a
un ritmo de 4,8 % promedio anual. Entre 2013 y 2018, creció a una tasa de 3,1 % promedio anual.
La agricultura apenas ganó 0,2 puntos porcentuales de participación en este mismo periodo,
mientras la industria manufacturera perdió cerca de 0,6 puntos porcentuales de participación en
el PIB. Como consecuencia, 384.500 personas se han quedado sin puesto de trabajo, en el periodo
móvil agosto de 2013 a julio de 2019.
Asimismo, el comercio total con ese bloque se redujo 28 %, las exportaciones cayeron 47,3 %, pero
las importaciones solo se redujeron 4,2 %, así que, de tener una balanza superavitaria de USD
1.678 millones, se pasó a tener un déficit comercial de USD 4.073 millones, unos 10,2 billones de
pesos perdidos; las falsas promesas se vuelven un escandaloso caso de corrupción.
¿Qué pasó? El economista indio Amartya Sen, ganador del Premio Nobel de Economía en 1998,
expone en su libro ‘Desarrollo y libertad’ (2000) que “estar genéricamente en contra de los
mercados sería casi tan raro como estar genéricamente en contra de las conversaciones entre los
individuos (aunque algunos sean detestables)”. En efecto, uno de los elementos claves para el
desarrollo, es “la libertad para realizar intercambios y transacciones sin impedimentos ni
obstáculos”. Parte de esa libertad de mercado, por ejemplo, es la libertad “de participar en el
mercado de trabajo”.
Pero los enemigos de la libertad de mercado y del desarrollo, que negociaron y aprobaron estos
acuerdos, borraron del debate académico el hecho obvio de que, para producir un intercambio
comercial beneficioso, hay que tener algo que intercambiar, es decir, cambiar una cosa
recíprocamente. Los malos resultados de Colombia en el mercado libre se explican porque no
tiene nada significativamente importante que vender. Quienes están en contra de la libertad del
mercado son realmente quienes por medio de medidas erradas niegan la posibilidad de
producción local. Según Sen, para que en realidad funcione la libertad de mercado, también deben
considerarse los “argumentos a favor de la regulación en algunos casos”, pues el desempleo
causado por la destrucción productiva “contribuye a la exclusión social”.
Resulta más que sospechosa la insistencia de que Colombia siga dependiendo del comercio
internacional basado en las exportaciones de petróleo, incluso con ‘fracking’, pues la evidencia de
¡un siglo! demostró que esta mercancía -y sus similares- no garantizan un intercambio favorable.
Hay que desvelar a los enemigos del desarrollo. Una buena forma de identificarlos es mirar
quiénes están a favor de pésimos negocios como el TLC con la Unión Europea.
aumentan el empleo.
AMIGUISMOCOLOMBIADESTACADO
El mero hecho de lograr una presencia en Colombia resultó toda una misión para la icónica
franquicia global, cuyo primer local en Bogotá se inauguró hace menos de un año. Los ejecutivos
de Starbucks han estado comprando café colombiano desde 1971; sin embargo abrieron más de
700 puntos de venta en toda América Latina antes de hacer pie en tierras colombianas.
Para apaciguar simultáneamente a los nacionalistas y los lobbystas de la industria del café,
Starbucks se alió con compañías locales y dio a conocer que solo serviría café producido
íntegramente en el país. Sin embargo, desde entonces — ¡y que horror! — han vendido café
empaquetado de otras partes del mundo.
Dignidad Cafetera, una asociación de trabajadores cafeteros, no se sorprendió con este hecho.
«Starbucks llegó aquí con demagogia, mintiendo y diciendo que solo vendería café colombiano»,
dijo el portavoz de la asociación, Óscar Gutierrez, a Manuel Rueda, de Fusión. Ahora, Gutierrez
busca que el Gobierno imponga cupos y tarifas arancelarias para terminar con «la descarga [de
café] en el país».
Que Starbucks haya honrado su promesa original puede ser tema de discusión, aunque en primer
lugar nunca debió ofrecer un compromiso como ese. Quizás, su sede en Estados Unidos está
convirtiendo a la empresa en un chivo expiatorio, mientras otras empresas colombianas importan
café lejos del ojo público.
La Federación Nacional de Cafeteros afirma que representa a los colombianos, aunque durante
décadas ha gozado de privilegios monopólicos y contribuciones obligatorias. Si a Dignidad Cafetera
le interesa tanto que el dinero termine en manos de los productores, y no en las de una burocracia
parasitaria, ¿dónde están sus quejas sobre esto?
Teniendo en cuenta que la vasta mayoría del café colombiano va a la exportación, el lema del
proteccionismo es «haz lo que yo digo, no hagas lo que yo hago»: si otros países erigen barreras al
café colombiano, los productores en el frente doméstico tendrán muchos más problemas que los
que les puede generar un pequeño paquete de café en Starbucks.
Aunque, quizás, la ironía más grande de todas surge del tan mentado orgullo que los
proteccionistas demuestran por su café colombiano como el mejor del mundo. Podría serlo, pero
son los consumidores quienes decidirán eso, mientras las declaraciones vacías, soportadas solo en
las restricciones para elegir, transmiten el mensaje opuesto.