Poder Naval de La República de Colombia 1823 - 1830 Tomo I
Poder Naval de La República de Colombia 1823 - 1830 Tomo I
Poder Naval de La República de Colombia 1823 - 1830 Tomo I
PODER NAVAL DE LA
REPÚBLICA DE COLOMBIA
1823 - 1830
- TOMO I -
C O L E C C I Ó N
Épica Naval Bicentenaria
PODER NAVAL DE LA
REPÚBLICA DE COLOMBIA
1823–1830
TOMO I
1.a edición Fundación Editorial El perro y la rana, 2022
Coordinación Editorial
Armada Bolivariana - Dirección Naval de Educación
Revisión y corrección
Alberto Navas Blanco y Fernando Falcón
Diagramación:
Fundación Editorial El perro y la rana
Diseño
Héctor Reyes
Imagen de portada:
3ª Vista del Combate del 24 de julio del año 1823 en la laguna de Maracaybo al
mando del Benemérito General José Padilla se la dedica al teniente de navío Jayme
Brun. Posterior a 1823. Litografía de Langlumé, 45 x 64 cms. Colección Museo
Bolivariano, Caracas.
TOMO I
ISBN: 978-980-14-5205-8
DL: DC2022001740
PODER NAVAL DE
LA REPÚBLICA DE
COLOMBIA
1823–1830
TOMO I
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como ayer, en intentar someternos a sus vilezas de explotación
inmisericorde o arbitraria.
Tengo el honor de presentarles el primero de los libros
de la Colección «Épica Naval Bicentenaria», uno de los va-
rios trabajos que integrarán esta Colección especial ani-
versaria, gracias a un trabajo en equipo conformado con la
Comisión Presidencial Bicentenaria, el Ministerio del Poder
Popular para la Defensa, el Ministerio del Poder Popular para
la Cultura, la Editorial El perro y la rana, y en consonancia
con el esfuerzo del Gobierno Revolucionario liderado por
nuestro Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana y Presidente Constitucional de la República
Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros; todos quie-
nes realizamos este esfuerzo mancomunado, convencidos por
hacer de nuestra historia la piedra angular de la conciencia pa-
triótica, dedicándonos a investigarla para resaltar su grandeza
y que ilumine perennemente nuestro derrotero.
13
INTRODUCCIÓN
20
geopolítico2, la hermenéutica, las relaciones internacionales y
las ciencias navales.
A nivel teórico, nuestra principal referencia fue la obra de
Alfred Thayer Mahan Influencia del Poder Naval en la Historia
1660 – 1783, de la cual tomamos el concepto de “Poder Naval”
establecido por este autor norteamericano, reforzado por
las reflexiones de dos autores venezolanos: el capitán de na-
vío Armando de Pedraza y el contralmirante Julio Chacón
Hernández. Empleamos estos análisis sobre el poder naval, y de
los factores que lo determinan, para aplicarlo a la República
de Colombia, pudiendo entonces cuantificar el poder naval
que tuvo o pudo llegar a tener dicho país.
Otro basamento teórico clave que empleamos en el trabajo
es el del análisis geopolítico, llegando incluso a aproximarnos a
la visión estratégica que del Estado colombiano y de su tiempo
tenían los líderes de la aludida república. Concretamente,
se estudian las inclinaciones y/o concepciones geopolíticas
de Santander y Bolívar, precisando la inclinación marítima
o terrestre de cada uno, y reinterpretando así su dicotómica
relación no sólo como el conflicto entre el Santander neo-
granadino vs el Bolívar venezolano, el Santander liberal vs el
Bolívar conservador, el Santander civilista vs el Bolívar milita-
rista, o el Santander legalista vs el Bolívar popular, sino tam-
bién, posiblemente, el choque de un Santander talasocrático vs
un Bolívar epirocrático. Con esto se busca hacer un aporte en
la parte conceptual, pues la relación Bolívar-Santander no se
ha abordado en función de la dicotomía tierra-mar en la histo-
riografía neogranadina/colombiana ni venezolana.
26 Definiéndola como una ciencia que se ocupa del estudio de la causalidad espacial de los
sucesos políticos y de los próximos o futuros efectos de los mismos. Se nutre especialmente de
otras disciplinas de envergadura tales como la historia, la geografía descriptiva y la geografía
política. Disponible en: https://www.definicionabc.com/geografia/geopolitica.php (Revisado
online el 26 de diciembre de 2017, a las 09:08 am)
21
Comenzando con los antecedentes a esta investigación, tene-
mos que en la historiografía venezolana no existen obras espe-
cíficamente dedicadas al poder naval de la antigua Colombia;
sin embargo, se acercan bastante a este punto las obras La
Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia
y La Armada de Venezuela en la Guerra de la Independencia de
la historiadora Hadelis Jiménez López, el libro Guerra Gran
Colombia – Perú, 1828 – 1829. Impacto de las campañas nava-
les desarrolladas durante el conflicto del Vicealmirante Eladio
Jiménez Rattia; y el clásico de referencia obligatoria: Historia
Naval de Venezuela de Francisco Alejandro Vargas.
Por otra parte, la historiografía colombiana nos ofrece una
excelente obra que es un antecedente directo a este trabajo:
Acción de la marina colombiana en la guerra de independencia
1806 – 1830 de Leónidas Florez Álvarez; y también Bloqueo,
rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana
al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su his-
toria) de Enrique Ortega Ricaurte. De la historiografía ecua-
toriana podemos mencionar Historia Resumida de la Armada
del Ecuador de José Gabriel Vargas Molina. Otro trabajo digno
de ser mencionado como antecedente directo es Principales
naves de guerra a vela de la Gran Colombia, realizado por el
investigador Gerardo Etcheverry y publicado en el sitio web
especializado en historia naval española y latinoamericana
www.todoababor.es. Un trabajo a tomarse en cuenta es la te-
sis de la Dra. María Elena Capriles, titulada El corsarismo en
Venezuela. Corsarismo e insurgencia entre 1810 y 1829, que fue
presentada en la Universidad de Huelva en 2010. Por otra
parte, tres grandes estudios históricos navales constituyen una
referencia obligada, además de ser antecesores naturales del
presente, el cual aspiramos que venga a ser una suerte de con-
tinuación de los mismos en la línea histórica. Los tres trabajos
aludidos son: Demonios del Mar. Piratas y corsarios en Venezuela
22
1528 – 1727, de Luis Britto García; La aventura naval de la
Compañía Guipuzcoana de Caracas, de Gerardo Vivas Pineda;
y La Defensa Marítima en la Capitanía General de Venezuela
(1783 – 1813), del Capitán de Navío y Doctor en Historia
Jairo Bracho Palma
La historiografía española nos ofrece antecedentes intere-
santes, como por ejemplo la tesis doctoral de Feliciano Gámez
Duarte, titulada El desafío insurgente. Análisis del corso hispanoa-
mericano desde una perspectiva peninsular: 1812–1828 y presen-
tada ante la Universidad de Cádiz en 2014. En dicho trabajo
se exponen datos muy interesantes sobre la guerra de corso
desatada por Colombia contra España hacia 1826, y también
el trabajo de Serrano Mangas titulado “La Armada española
frente a la oleada de corsarios colombianos de 1826”. Pero aun
así, no hemos encontrado ninguna obra que se centre, tal como
el trabajo que presentamos, en estudiar el Poder Naval de la
antigua República de Colombia. También de España la reco-
pilación El Teniente General Don Pablo Morillo. Primer Conde
de Cartagena y Marqués de la Puerta 1778–1837 realizada por
Antonio Rodríguez Villa.
Además de las fuentes ya mencionadas, podemos mencionar
varios clásicos de la historiografía venezolana y colombiana,
escritos por autores muy cercanos en el tiempo al período es-
tudiado, a base de documentos de primera mano o que son
en sí mismas documentos de primera mano. De Venezuela
podemos mencionar las Memorias del General O´Leary, com-
piladas por su hijo Simón Bolívar O´Leary, y que constitu-
yen una extensa recopilación del archivo del Libertador Simón
Bolívar; además de las Obras Escogidas de Bolívar, recopila-
das por Vicente Lecuna. De Colombia –la actual– resaltan
Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional
de José Manuel Restrepo; Viaje por Colombia 1825 y 1826 del
marino y viajero sueco Carl August Gosselman, obra ésta que
23
constituye un excelente documento primario y que nos da una
visión detallada de la Colombia de 1825-6, además de uno de
los pocos informes detallados producto de testigos presenciales
acerca de la escuadra colombiana. Del mismo tipo de obra te-
nemos Viaje por la República de Colombia en 1823 de Gaspard-
Théodore Mollien, quien también brinda un relato presencial
de aquella época, y también del mismo estilo y época referimos
Viaje a la Gran Colombia en los años 1822 – 1823. De Caracas
y La Guaira a Cartagena por la cordillera hasta Bogotá, del via-
jero irlandés William Duane, además la obra Diario de un
Diplomático Británico en Venezuela, de Sir Robert Ker Porter.
En cuanto a hemerografía, se pudo contar con todos los nú-
meros de la Gaceta de Colombia, editada entre 1821 y 1830, la
cual era a la vez principal periódico del país y órgano oficial de
información del Estado. Esta publicación contiene abundan-
tes decretos, disposiciones, tratados internacionales firmados
por Colombia, discursos y proclamas de Bolívar y Santander,
informes de hechos bélicos y, desde luego, informes relacio-
nados con la Armada. Esta es una de las fuentes de la época
principales con las que podemos contar para abordar este
tema. También contamos con varios periódicos publicados en
Caracas en el período estudiado, tales como: El Colombiano y
El Constitucional Caraqueño, entre otros. Como complemento
adicional, se contó con algunas notas de prensa publicadas en
Estados Unidos y Europa sobre el tema de estudio.
Respecto a recopilaciones documentales más modernas, po-
demos mencionar De Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración
Latinoamericana 1826–1881 coordinada por Dolores Damarys
Cordero y Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá
preparada por Germán A. De la Reza. Entre otras recopila-
ciones, más antiguas en su fecha de edición y prácticamente
imprescindibles para este trabajo, podemos mencionar Fuerzas
Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio,
24
en sus tomos del 3 al 5; Cuerpo de Leyes de la República de
Colombia, que comprende todas las leyes, decretos y resoluciones dic-
tados por sus congresos desde el de 1821 hasta el de 1827, publi-
cada en 1840 en Caracas; y Origen y objeto de las reclamaciones
del Gob. francés de la Martinica contra la Marina de Colombia,
publicada en Venezuela en 1827. También podemos mencio-
nar ensayos que nos aportan análisis verdaderamente valio-
sos, tales como Relaciones Internacionales de América Latina de
Demetrio Boersner, Historia Diplomática de Venezuela, 1810 –
1830 de Fermín Toro Jiménez y El Régimen de Santander en la
Gran Colombia de David Bushnell.
Pasando a los centros de documentación e informa-
ción, podemos mencionar el Archivo General de la Nación
“Generalísimo Francisco de Miranda”, la Biblioteca Nacional,
la Biblioteca “CN. Armando De Pedraza” (especializada en te-
mas navales), la Biblioteca Central del Ministerio del Poder
Popular para las Relaciones Exteriores, la colección de piezas
del Museo Naval “Ana María Campos”, la Biblioteca Virtual
“Luis Ángel Arango” del Banco de la República (Colombia),
la colección de piezas del Museo Bolivariano, los archivos
digitalizados y colección online de la Biblioteca Nacional de
Colombia y del Archivo General de la Nación de Colombia.
Así, con fuentes bastante diversas, a las cuales les plantea-
mos interrogantes poco o nada formuladas por la historiografía
previa, pudimos llevar a término una investigación con la que
esperamos aportar nuevos datos, y sobre todo nuevas visiones
al período histórico de la mal llamada “Gran Colombia”. En
efecto, es momento de superar los conceptos y enfoques larga-
mente repetidos sobre la República de Colombia, abriéndonos
a considerar nuevos aspectos de su breve pero intensa e impor-
tante existencia, tal como el de su poder naval.
25
I
CONTEXTO MUNDIAL,
REGIONAL E INTERNO DE
COLOMBIA HACIA 1823
LO INTERNACIONAL está inherentemente ligado al estu-
dio de cualquier tema naval, y es que, como es extensamente
conocido, el mar ha constituido desde hace milenios un es-
pacio geográfico a través del cual las naciones interactúan y
se relacionan, en el cual comercian, intercambian productos y
cultura, y a través del cual también hacen la guerra. Es así pues
que este tema del Poder Naval de la República de Colombia
tiene una innegable inclinación hacia lo internacional. Es
por ello que antes de poder entrar en materia directamente,
desentrañar los datos desconocidos de su marina de guerra, las
campañas y batallas libradas y planeadas en el mar, y todo lo
demás que nos proponemos hacer; es pertinente que revise-
mos y dejemos bien claro el contexto general en el que nave-
garemos en las próximas páginas.
Concretamente debemos establecer este contexto en dos
ejes: la situación internacional hacia el año 1823, ya que es el
punto de la historia en que arranca nuestro trabajo, y una mi-
rada general a la evolución interna de Colombia entre 1823 y
1830, dando especial atención al funcionamiento de su sistema
político, sus fuerzas armadas y su situación financiera, para
entonces analizar qué potencialidades tenía aquella república
para convertirse en un poder naval, qué amenazas la obliga-
ban a ello y qué importancia tenía el desarrollo del poder naval
tanto para la seguridad y defensa de la propia Colombia como
el escenario regional.
29
A) Contexto internacional hacia 1823
30
después el pabellón español desaparecería de todo el territorio
colombiano.3
31
las más poderosas. Este verdadero cataclismo para la Corona
española vendría seguido en 1820 por el Trienio Liberal, que
lejos de fortalecer al Estado español de cara al conflicto en este
lado del Atlántico, lo debilitó al dividirlo en facciones –libe-
rales vs. monárquicos absolutistas– que se ocuparon más de
combatirse entre sí que a los independentistas americanos.
32
De esta forma, España no sólo no pudo enviar una pode-
rosa contraofensiva a América cuando más necesaria era, sino
que a su vez se vio dividida internamente. España vivía pro-
fundas contradicciones internas, de las cuales se aprovecharon
las otras potencias europeas y también los independentistas
americanos. Esta situación interna en España provocó dificul-
tades para abastecer a las tropas que combatían en América,
desmoralizando a jefes y subalternos por igual. Ante la falta
de directrices concretas, y con el pensamiento de que quizá el
restablecimiento de la Constitución de 1812 podría llamarse
de nuevo al seno del imperio a los insurgentes americanos,
Morillo cumplió la orden dictada e inició gestiones para lle-
gar a un armisticio con Bolívar.7 Sin extendernos en narrar los
pormenores de esta negociación – los cuales son bastante co-
nocidos – diremos que en Trujillo el 25 de noviembre de 1820
se firmó el Tratado de Armisticio y Suspensión de Armas en-
tre la República de Colombia y la Monarquía Española. Al día
siguiente se firmó el Tratado de Regularización de la Guerra
entre ambas partes. Se enterraba así, aunque fuese teórica-
mente, la “Guerra a Muerte” que se venía practicando por los
dos bandos desde 1813 al menos.
Ahora bien, ¿cuál fue el efecto de la firma de estos acuer-
dos?, ¿quién fue el beneficiario real de los mismos? Es justo
decir que a nivel militar tanto realistas como patriotas necesi-
taban un respiro y reorganizar sus fuerzas; sin embargo, mien-
tras que el tiempo corría en contra de los realistas debido a la
cada vez mayor degradación de las condiciones de sus hombres
y medios, y al escaso apoyo material y humano llegado de la
Península; los patriotas tenían el tiempo jugando a su favor,
pues venían acrecentando sus fuerzas y su poder mientras más
76 Toro Jiménez, Fermín. Historia Diplomática de Venezuela, 1810 – 1830, pp. 256 – 257
33
territorio controlaban, además de ir ganando reconocimiento
internacional.
Desde el punto de vista político, tenemos que los tratados de
noviembre de 1820, lejos de cumplir con la política del nuevo
régimen liberal español, fueron un reconocimiento “de facto”
de la condición de beligerantes de los independentistas colom-
bianos, lo que sin duda fortalecía su posición.8
Pero la consecuencia más importante y más interesante de
los Tratados de 1820 no ha sido demasiado divulgada por la
historiografía tradicional. La intención final del armisticio
firmado por Bolívar y Morillo en Trujillo era comenzar una
negociación a mayor escala entre ambas partes. Bolívar envió
en 1821 dos comisionados a España a negociar: José Rafael
Revenga, miembro del gabinete, y José Tiburcio Echeverría,
gobernador de Bogotá. Ambos delegados no fueron reconoci-
dos oficialmente por el gobierno español, y se les expulsó del
reino tras reanudarse la guerra en Venezuela y Nueva Granada,
además de que sus propuestas resultaron inaceptables para los
españoles.9
Casi en paralelo al armisticio y a la misión de Revenga y
Echeverría en España, Francisco Antonio Zea planteó al
embajador español en Londres, una propuesta en octubre de
1820. Dicha oferta incluía un pacto de alianza entre Colombia
y España para mutua defensa contra terceros, un mercado co-
mún, doble ciudadanía para los nacionales de ambos países,
se abría el sistema al ingreso de Chile y el Río de la Plata, y
se aceptaba el dominio español sobre México y Perú, además
del predominio de la “Madre Patria”10. La propuesta de Zea
34
tampoco fue aceptada. El régimen liberal español no estaba
dispuesto a tales concesiones.
Mientras Revenga y Echeverría negociaban en España, la
guerra se reanudó. El 28 de enero de 1821 la Provincia de
Maracaibo, que había sido leal a España desde 1810, sancionó
un acta declarándose libre e independiente de la Península y
manifestando la intención de su pueblo de unirse a la República
de Colombia.11 Los patriotas no se negaron a auxiliar este
nuevo brote rebelde y así quedó roto el armisticio. En junio
de ese año el ejército español en Venezuela fue contundente-
mente derrotado en la Batalla de Carabobo, y para finales de
1821 solo Puerto Cabello y otras plazas costeras quedaron en
su poder. Por otra parte, se profundizaron los avances patriotas
en la costa neogranadina iniciados en 1820. Para mediados de
1822 los españoles habían sido casi expulsados totalmente al
mar. El Trienio Liberal no benefició en nada el trabajo de las
fuerzas militares españolas en el norte de Sudamérica.
Sin embargo, gracias a la habilidad e inteligencia del ge-
neral Francisco Tomás Morales, los realistas se apoderaron a
finales de 1822 de Maracaibo, amenazando con desencade-
nar una contraofensiva a gran escala, apoyada desde Cuba y
Puerto Rico, que llegara incluso hasta Bogotá, aprovechando
que tras la Batalla de Carabobo el grueso del ejército colom-
biano; con Bolívar, Sucre y otros destacados jefes a la cabeza,
se había desplazado al sur, donde ganaron las batallas de
Bomboná (7 de abril) y de Pichincha (24 de mayo), ocupando
en consecuencia todo el sur de la Nueva Granada y la anti-
gua Real Audiencia de Quito. De esta manera, cuando llegó
la “Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis”, España aún
35
tenía una pequeña oportunidad de reemprender la lucha en el
norte de Sudamérica.
36
sin restricción.15 Afortunadamente para Colombia, la consu-
mación de la caída de los liberales y el retorno del régimen
absolutista se dieron cuando ya sus fuerzas navales habían ga-
nado la Batalla Naval del Lago de Maracaibo y ya había caído
el Castillo de San Felipe en Puerto Cabello, último bastión
español en su territorio. Sin embargo, como veremos más ade-
lante, éste no fue el final de la guerra contra España, ni en los
espacios los continentales de Sudamérica, ni en los espacios
marítimos del Caribe, el Atlántico y el Pacífico. España opon-
dría una férrea resistencia en Perú, movilizaría buques frente
a la costa pacífica sudamericana y reuniría tropas y buques en
Cuba para continuar su lucha.
15A Agustín Sánchez, Andrés y Almudena Delgado, Larios. Ob. Cit., p. 138
37
1) Estados surgidos de la Monarquía Española hacia 1823
Para 1823 existen ya en América nuevos Estados surgi-
dos de los imperios español, portugués y francés con mayor
o menor grado de consolidación. En 1804 había nacido la
República de Haití, la cual para 1823 superaba las luchas in-
testinas unificándose bajo el liderazgo de Jean Pierre Boyer,
sucesor de Alexandre Petión; quien además había anexado el
Haití Español (actual República Dominicana) a su país en
1822, unificando la isla de La Española. Esta república de ex
esclavos no había sido reconocida por ningún país, enfrentaba
un virtual bloqueo comercial y temía seriamente una invasión
francesa, a la par que el Gobierno colombiano le marcaba cada
vez más distancia.
En julio de 1816 se había completado la independencia de
las Provincias Unidas del Río de la Plata, que para 1823 habían
perdido la banda occidental, Paraguay, que formó una repú-
blica independiente ya en 1813; y la banda oriental, Uruguay,
que había sido ocupada por los portugueses y sería heredada
por el nuevo Imperio del Brasil. En abril de 1818 completó
su emancipación la República de Chile, que para 1823 seguía
ayudando a la independencia del Perú y manejaba una flota
respetable en el Pacífico sur, estando a su vez segura gracias a
su remota posición geográfica. La República de Colombia se
formó legalmente entre 1819 y 1821, completando para 1823 la
expulsión de los españoles de su territorio. En febrero de 1821
surgió el Imperio de México como país independiente, bajo
el mando del Emperador Agustín Iturbide; en 1823 Iturbide
fue derrocado y México se convirtió en república con el nom-
bre de Estados Unidos Mexicanos. En diciembre de 1821
surgió el fugaz Estado del Haití Español (actual República
Dominicana), el cual fue invadido y anexado por Haití en
enero de 1822. En septiembre de 1822 surgió el Imperio del
Brasil cuando el príncipe Pedro se alzó contra su padre, el rey
38
Juan VI de Portugal, convirtiéndose en el Emperador Pedro
I. Brasil entró a la comunidad internacional como socio de la
Santa Alianza y protegido del Imperio Británico, ocupando
además el territorio rioplatense de Uruguay, y despertando
los temores de sus vecinos. En junio de 1823, tras la caída de
Iturbide, surgieron las Provincias Unidas de Centroamérica,
producto de una reacción conservadora contra el nuevo régi-
men liberal mexicano. Finalmente, en Perú la guerra estaba le-
jos de decidirse, existiendo un gobierno republicano peruano
con un precario poder, que controlaba si acaso la mitad del te-
rritorio del país y que solicitaba desesperadamente el auxilio
de las repúblicas vecinas. El Virreinato del Perú era el centro
del poder colonial español en Sudamérica, sus grandes recur-
sos naturales y población le permitían a España, aún en 1823,
soñar con la posibilidad de una contraofensiva que barriera a
las repúblicas recién formadas en la región.16
Como veremos más adelante, por la virulencia de su en-
frentamiento con España, su posición céntrica en América y
su vecindad con Perú, además del poder y prestigio alcanzado
por sus líderes y su ejército, la República de Colombia estaba
llamada a seguir combatiendo en primera fila contra España,
mientras que en otras repúblicas, la guerra estaba terminando
o ya había terminado.
39
algo más que esperable tomando en cuenta la larga degrada-
ción a la que se vieron sometidas las fuerzas españolas al pri-
várseles del apoyo metropolitano.17 Sin embargo, esto no quería
decir que la guerra hubiese terminado, ni para Colombia, ni
para las demás repúblicas.
México aún enfrentaba la terca resistencia española en el
Castillo de San Juan de Ulúa, en Veracruz, desde el cual, y con
el apoyo de las fuerzas acantonadas en la cercana Cuba, España
amenazaba con una expedición que sometiera de nuevo el país.
Chile por su parte tenía buques y tropas implicados en la libe-
ración del Perú (parte de la fuerza multinacional del general
José de San Martín) y se esforzaba por capturar la fortaleza
española de Chiloé, desde la cual se amenazaban los puertos
chilenos y el tráfico por el Estrecho de Magallanes y el Cabo
de Hornos. El Río de la Plata tenía grandes fuerzas compro-
metidas en Perú con el general José de San Martín, al tiempo
que seguía expectante ante un posible ataque español y ade-
más la amenaza de un ataque brasileño en combinación con la
Santa Alianza.
De esta manera, tenemos que entre 1823 y 1830 las guerras
de independencia de Hispanoamérica tuvieron dos grandes
“Teatros de Guerra”18:
40
1ero, el “Teatro del Perú y el Pacífico”, donde Colombia de
manera protagónica, junto con fuerzas de Chile y el Río de
la Plata, apoyó a los independentistas peruanos en su lucha
contra las fuerzas virreinales. Este “teatro” se definió favorable-
mente para los hispanoamericanos con la Batalla de Ayacucho
el 9 de diciembre de 1824, aunque no finalizó allí.
En el Océano Pacífico las acciones de combate ocurrieron
desde el Cabo de Hornos y el Estrecho de Magallanes al sur,
hasta las costas de Guayaquil al norte. Este “Teatro de Guerra”
giró en torno a los envíos de tropas, armas y suministros desde
Colombia al Perú en buques colombianos, peruanos y chile-
nos. Los hispanoamericanos buscaron mantener abiertas es-
tas líneas marítimas de comunicación y capturar las fortalezas
costeras, como el Callao y Chiloé, mientras que los españoles
buscaron precisamente cortar dichas líneas y mantener en su
poder estas fortalezas. Podríamos dar por cerrado este “teatro”
con la caída de Chiloé en manos chilenas en enero de 1826
y con la rendición del Callao también en enero de 1826 ante
fuerzas colombianas, peruanas y chilenas.
2do: el “Teatro Atlántico-Caribeño”, con operaciones
desde Cayo Hueso al norte hasta las costas de Venezuela al
sur, y desde las costas mediterráneas de España al este hasta
Veracruz al oeste. Este “teatro” es quizá el menos estudiado y
donde la guerra se prolongó más tiempo. La historiografía tra-
dicional da por terminada la guerra en México con la caída
de San Juan de Ulúa el 23 de noviembre de 1825, y en ge-
neral en América con la caída de Chiloé y el Callao en enero
de 1826, pero la realidad es que la escuadra española merodeó
por aguas mexicanas y colombianas hasta 1827, y que unidades
navales regulares y corsarias, mexicanas y colombianas, opera-
ron en aguas peninsulares españolas hasta 1826 como mínimo,
teniéndose una última invasión terrestre española a México,
que terminó con la Batalla de Tampico el 11 de septiembre
41
de 1829. Este hito podría servirnos como referencia para
cerrar este “Teatro de Guerra”, pero debemos explicar que
España no firmó con México un tratado de paz hasta 1836,
y con la República de Colombia no llegó a firmar ninguno,
pues reconoció a Ecuador como país independiente en 1840, a
Venezuela en 1845 y a la Nueva Granda (ya rebautizada como
Colombia) en 1881. Es decir, hablamos del “Teatro de Guerra”
con mayor extensión geográfica, con más tiempo de duración
de sus operaciones (pues iniciaron en 1811 con el comienzo
general de los procesos de independencia) y quizá el menos
estudiado con rigurosidad.
42
población parda y negra que gracias a sus méritos de guerra
ascendió socialmente más que en los Estados vecinos, dando
lugar a una sociedad un poco más igualitaria y con voca-
ción claramente abolicionista de la esclavitud; y al extender
el Libertador Simón Bolívar un mensaje consistente de uni-
ficación continental, tomó un papel muy visible en la escena
internacional, llegando a inquietar a Gran Bretaña, Francia y
Estados Unidos, pues sus objetivos nacionales empezaron a
amenazar los de estas naciones.20
43
eso sí, manteniendo un doble juego que le permitió recibir a la
misión diplomática venezolana en 1810 y a tolerar que sus co-
merciantes vendiesen armas a los independentistas, acumulán-
dose una deuda nada despreciable a favor del capital británico.
Ya concluida la Guerra de Independencia Española, expul-
sados los franceses de la península Ibérica, y liquidado el impe-
rio napoleónico; Gran Bretaña miró al futuro con más claridad
y maniobró en la escena internacional. El Gobierno británico
se puso como meta evitar que surgiese una nueva potencia he-
gemónica en Europa que amenazara su vulnerable situación
insular. En paralelo, pragmáticamente se alió con las potencias
de la Santa Alianza (Francia, Prusia, Austria y Rusia), restau-
radoras del Antiguo Régimen; pero sin comprometer sus inte-
reses comerciales y su carrera colonial. Las independencias de
Hispanoamérica le abrían a Gran Bretaña la puerta a recursos
y mercados ambicionados desde hacía tres siglos.21
De esta manera, cuando en el Congreso de Verona de
1822, Austria, Francia, Prusia y Rusia decidieron intervenir
en España para poner fin al régimen liberal, Gran Bretaña se
abstuvo de apoyar tal intervención; conservando las manos li-
bres para su trato con los nuevos Estados que se formaban en
América.22 Esta acción de Gran Bretaña, como veremos más
adelante, fue coordinada en parte con Estados Unidos, que
también estaba interesado en establecer buenas relaciones con
los nuevos Estados de Hispanoamérica. De hecho, lo que hoy
en día conocemos como “Doctrina Monroe”, comenzó con
una propuesta británica a Estados Unidos, contenida en el
llamado “Memorándum Polignac”, en el que los británicos le
ofrecían a los norteamericanos suscribir una declaración con-
junta oponiéndose a cualquier proyecto de la Santa Alianza de
44
restaurar la autoridad española en América. Los norteameri-
canos rechazaron tal propuesta y su presidente, James Monroe,
pronunció el conocido discurso que dio lugar a la ya mencio-
nada doctrina. Estados Unidos tomó en solitario una bandera
que originalmente le había sido ofrecida por Gran Bretaña.23
45
¿Qué revelan estas acciones? Evidentemente Gran Bretaña
buscó colocarse ventajosamente en posiciones clave del con-
tinente americano para asegurarse acceso a recursos naturales
y mercados, en concordancia con el desarrollo industrial ca-
pitalista que estaba experimentando. Esta directriz estratégica
la obligaba entonces a tomar una posición bastante clara en
la escena internacional: no respaldar los proyectos de la Santa
Alianza respecto a América25, y reconocer a los nuevos Estados
surgidos en América para poder establecer relaciones formales;
es decir, establecer acuerdos comerciales ventajosos y cobrar las
deudas contraídas por dichos Estados con sus comerciantes y
proveedores de armas, pertrechos y buques.26
46
Colombia; y comprometiéndose a pagar una vez finalizada la
lucha o al menos ya consolidada la República.27
Más adelante explicaremos con detalle los empréstitos con-
traídos por Colombia ante el capital británico, y los efectos que
los mismos tuvieron sobre la estabilidad interna de la República;
y concretamente sobre el desarrollo de su marina de guerra. En
esta parte nos limitaremos a explicar que habiendo Colombia
conquistado por sí sola su independencia y más bien habiendo
ayudado a países vecinos a conquistar la suya, y teniendo su li-
derazgo político y militar una postura irreductiblemente repu-
blicana y anti colonial, sólo un punto débil ofrecía la República
de Colombia en la arena internacional, vulnerable a presiones de
una potencia extranjera: sus deudas.
En efecto, la impagable deuda colombiana con el capital
británico no sólo comprometió su futuro desarrollo indus-
trial y comercial, además de debilitar sus fuerzas armadas; sino
que también fue el punto de presión sobre el cual actuó Gran
Bretaña para conducir a la República de Colombia en pro sus
intereses imperiales en la región. Incluso, podríamos decir,
como verá el lector seguidamente, que la crisis que terminó
disolviendo a esta República comenzó justamente por los pro-
blemas económicos originados por la deuda externa con Gran
Bretaña.28
47
d) El rol de Estados Unidos
49
norteamericano mantuvo su neutralidad mientras su poder
militar y económico hacia totalmente imposible un enfrenta-
miento contra España o una coalición de potencias europeas.
Además de eso, Washington necesitaba algo muy importante;
lograr avances territoriales sin llegar a conflictos armados
de dudoso desenlace. Este objetivo se cumplió primero con
la compra de Luisiana a Francia en 1808 y se completó con
el Tratado Adams – Onís en 1819. Otro asunto clave para
Estados Unidos era llegar a una relación de mutuo respeto
y entendimiento con Gran Bretaña, la mayor potencia na-
val del mundo y única con poder real para impedir cualquier
aventura militar europea en América. Estados Unidos logró
ese objetivo con el fin de la Guerra Anglo-Estadounidense
de 1812 – 1815.
Habiendo logrado el entendimiento con la ex metrópoli,
y las adquisiciones territoriales ansiadas, Estados Unidos
pudo entonces sentirse libre para entrar en la carrera con
Gran Bretaña por los recursos naturales y los mercados de
Hispanoamérica. En efecto, más allá del discurso de solida-
ridad republicana entre americanos, y repudio a las amenazas
de las monarquías europeas; el motor del cambio diplomático
realizado hacia los nuevos Estados se originó en el deseo de la
clase burguesa norteamericana de competir con Gran Bretaña
en el continente americano.
Aunque Estados Unidos se considerase aliado de Gran
Bretaña a nivel político-ideológico contra las monarquías
absolutistas europeas y en respaldo de las independencias de
las nuevas naciones, en el plano comercial aspiraba a com-
petir con Gran Bretaña en la América antes española. Esto
se comprueba de manera muy sencilla: lo primero que hizo
Estados Unidos con Colombia, y con los demás Estados recién
constituidos, fue negociar la firma de acuerdos comerciales
50
ventajosos donde se le concedía el trato de “Nación más favo-
recida”, ganándole así la delantera a los británicos.30
Por otra parte, y en concordancia con el objetivo de hegemo-
nía comercial, Estados Unidos buscaba ya en la década de 1820
establecer su hegemonía política en el continente americano.
La Doctrina Monroe, más allá de que aún Estados Unidos no
tuviese la fuerza militar necesaria para hacerla valer, establecía
un área de influencia exclusiva para sí, que comprendía prácti-
camente todo el continente americano y que además no estaba
sujeta a negociación con las potencias europeas. Como ex-
plicaremos más adelante, este objetivo chocaría frontalmente
con el ideal de una Confederación Hispanoamericana soste-
nido por el Libertador Simón Bolívar y por el Gobierno de la
República de Colombia.
51
la América antes española. En consecuencia, las potencias alia-
das desistieron de sus ideas de apoyar a España en una gran
operación de reconquista de América. Incluso Rusia, quien con
más entusiasmo que nadie respaldó tales proyectos, varió sus
miras; tanto que el presidente norteamericano John Quincy
Adams dijo al Congreso que Rusia había ayudado a fijar una
política de contención respecto a las demás potencias europeas,
no quedándoles más alternativa que reconocer tarde o tem-
prano las independencias de los nuevos Estados de América.32
Este acercamiento ruso a las posturas de Estados Unidos llegó
incluso más allá, cuando el Gobierno norteamericano le pidió
al Zar que mediara entre Fernando VII y los Gobiernos de las
nuevas repúblicas, a fin de alcanzar la paz; todo con el objetivo
de postergar la ofensiva colombo – mexicana proyectada sobre
Cuba y Puerto Rico, aun en manos españolas.
52
Colombia no fue un Estado menos funcional que sus vecinos,
llegando incluso a superarlos en algunos aspectos.33
a) Situación política
53
ley estableció la unión de Nueva Granada y Venezuela en un
nuevo Estado republicano, y también que en enero de 1821
debería reunirse en la Villa del Rosario de Cúcuta un congreso
con representantes de ambos territorios para redactar la consti-
tución de la nueva república que se estaba proyectando. Dicho
congreso llegó a reunirse y redactó la llamada Constitución de
Cúcuta o Constitución de 1821. Es para nosotros necesario
revisar dicha constitución; las circunstancias en las cuales se
redactó y cómo funcionó la estructura institucional establecida
por ella. Con estas ideas en claro, podremos entonces estudiar
con mayor precisión las luchas políticas entre las diversas fac-
ciones que aparecieron en Colombia hasta 1830. Luchas que
como veremos más adelante, tuvieron incidencia en el desarro-
llo de la marina de guerra colombiana.
55
que tras la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819) la mayor
parte de la Nueva Granada había sido liberada, restando solo
la costa caribeña, el Istmo y zonas alejadas en el sur; para mayo
de 1821 en Venezuela, aun las regiones del occidente, centro
y norte seguían en poder del enemigo, por lo que ciudades de
primera importancia como Maracaibo, Coro, Barquisimeto,
Valencia, Caracas o Cumaná no pudieron participar en la
elección. Al momento de instalar el Congreso, había 44 dipu-
tados neogranadinos y apenas 27 venezolanos. De los diputa-
dos venezolanos, la mayoría eran militares, mientras que entre
los neogranadinos predominaban los civiles liberales, que de
inmediato tomaron el control del Congreso debido a su clara
mayoría, sobre todo luego del ascenso de Francisco de Paula
Santander a la vicepresidencia. De los legisladores civiles ve-
nezolanos sobrevivían apenas Fernando de Peñalver, Diego
Bautista Urbaneja, Pedro Gual, José Rafael Revenga y Luís
López Méndez, entre otros menos destacados. En el bloque
neogranadino resaltaban Francisco Soto, Vicente Azuero, José
Ignacio Márquez, Miguel Santamaría, Joaquín Mosquera,
José María del Castillo y Rada y José Manuel Restrepo, que
constituían el grupo fuerte de líderes civiles, acompañándolos
los militares José María Obando, José Hilario López y Tomás
Cipriano de Mosquera, futuros presidentes de la Nueva
Granada después de 1830.38
Las discusiones sobre la estructura del Estado mismo no
tardaron en llegar. La idea una República centralista fue de-
fendida por voces como las de José Manuel Restrepo (neo-
granadino), Pedro Gual (venezolano), Fernando Peñalver
(venezolano), Vicente Azuero (neogranadino) y Francisco
Soto (neogranadino), entre otros, argumentando la necesi-
dad de superar las diferencias regionales para crear un Estado
56
fuerte. Por su parte los federalistas tuvieron sus líderes en los
neogranadinos Antonio Nariño, quién propuso la creación
de la “República de los Estados Equinocciales de Colombia”,
máxima expresión del federalismo en Cúcuta; y José Ignacio
de Márquez, que argumentaron la necesidad de respetar la
diversidad geográfica y cultural, planteando imitar el sistema
federal de Estados Unidos. Al final, prevaleció el sistema
centralista, creando de entrada tres grandes departamentos:
Cundinamarca, Venezuela y Quito. El Congreso sancionó la
Ley Fundamental de los Pueblos de Colombia el 12 de julio,
el 30 de agosto la nueva Constitución y el 14 de octubre ce-
rró cesiones.39 Lejos de operar por consensos, el Congreso de
Cúcuta trabajó en torno a mayorías, pasando por encima de las
inconformidades de minorías que resultaron ser más fuertes y
persistentes de lo esperado.
Mención aparte merece el sistema electoral implantado, el
cual resulta bastante complejo, pero que nos resume muy bien
el historiador Ángel Almarza:
57
seleccionar el elector o electores que correspondan al cantón, uno por
cada “cuatro mil almas”.
Para representar a la parroquia era necesario, además de los requeri-
mientos anteriores, ser vecino del sector, saber leer y escribir, mayor de
25 años, propietario de algún inmueble valorado en al menos 500 pesos
o gozar de un empleo de 300 pesos de renta anual, o “profesar alguna
ciencia o tener un grado científico”[…]
[…] en las asambleas electorales o de provincia se reunían los electo-
res nombrados por los cantones, y eran organizados por los cabildos de
las capitales provinciales… Cada provincia nombraría un represen-
tante por “treinta mil almas de su población”. Para ser representante de
una provincia se requiere haber obtenido la pluralidad absoluta, esto es,
un voto más sobre la mitad de todos los electores. Además de las cuali-
dades de elector, deberá ser natural o vecino de la provincia que repre-
senta, dueño de una propiedad valorada en 2.000 pesos, una renta de
500 pesos anuales, o “profesor de alguna ciencia”. Su permanencia en el
cargo era de cuatro años.
[…] cada departamento tendría 4 senadores, y el tiempo en sus fun-
ciones sería de ocho años. Los senadores tienen condiciones similares a
las de los diputados, pero con la variante de que deben ser propietarios
de bienes raíces valorados en 4.000 pesos. Para ser Presidente o
Vicepresidente de la República se necesitan las dos terceras partes de los
votos de los electores que concurrieron a las asambleas de provincia,
aunque la primera vez la elección quedaría en manos del Congreso.”40
58
personales y limitaciones al Poder Ejecutivo. De esta manera
se entró en colisión con las posturas del Libertador,42 a pesar de
haber recogido la forma centralista de Estado. Cuando revisa-
mos los documentos de Bolívar, nos damos cuenta que sus crí-
ticas hacia la Constitución de 1821 fueron en aumento, hasta
llegar a la promoción a ultranza de la Constitución Boliviana y
el encendido debate previo a la Convención de Ocaña de 1828.
Si la máxima figura política de la República de Colombia fue
también uno de los primeros en cuestionar el contenido de la
Constitución de 1821, ¿qué tanto podía esperarse de otras au-
toridades y líderes?...43 Es destacable también comentar que la
Constitución de 1821 tuvo un marcado carácter anti esclavista
y laico, dando como resultado la Ley de Manumisión (19 de
julio de 1821), que sentó las bases para una abolición gradual
de la esclavitud; así como la eliminación del Santo Oficio o
Inquisición en el territorio de la República, un golpe definitivo
a la posición preeminente de control social que la Iglesia había
tenido durante el régimen colonial.44
No podíamos dejar de mencionar la inconformidad de la
municipalidad de Caracas, que llegó a jurar casi bajo protesta
la nueva constitución, siendo el argumento principal que di-
cha ciudad no fue representada en Cúcuta ya que estaba aún
bajo dominio español. Es decir, Caracas además de cuestionar
la nueva constitución por su carácter centralista, cuestionaba
también la propia legitimidad del Congreso que la había redac-
tado, y en consecuencia su deber de cumplirla. Este peligroso
ejemplo de Caracas para la estabilidad de la nueva república
fue imitado por otras ciudades venezolanas, como Valencia, al
avanzar la década de 1820.45 Aun así, con el juramento bajo
59
protesta de Caracas, la inconformidad del propio Bolívar y el
mal sabor de boca de los líderes civiles venezolanos al ver re-
chazadas sus aspiraciones federalistas; comenzó a funcionar el
sistema de instituciones en Colombia.
Revisaremos ahora cómo empezó a funcionar el Poder
Legislativo, representado en el Congreso General de la
República de Colombia. El mismo tuvo cinco legislaturas a
partir de la sanción de la Constitución y la realización de elec-
ciones según lo que la misma establecía. Dichas legislaturas
fueron las de 1823, 1824, 1825, 1826 y 1827; siendo convocada
la de 1828 pero no pudiendo sesionar ya que no se completó
el quórum dado que la venidera Convención Constituyente de
Ocaña generó mayor interés nacional y terminó desplazando
al Congreso General.46
Justamente el 2 de abril de 1823, se reunieron en Bogotá
la Cámara de Senadores y la Cámara de Representantes, ini-
ciando sus sesiones el 8 de abril y terminado el 6 de agosto.
El venezolano Rafael Urdaneta fue el primer Presidente de la
Cámara de Senadores, mientras que el neogranadino Domingo
Caicedo fue el de la de Representantes. Esta primera legisla-
tura tuvo entre sus prioridades la organización de las Fuerzas
Armadas, así como la consolidación de la independencia.47
El historiador Ángel Almarza destaca que aún caracterizado
por intensas luchas de facciones políticas e intereses particula-
res, por enjuiciamiento de personajes públicos, y permanentes
temores hacia la acumulación de poder en manos de Bolívar, el
Congreso General de Colombia en sus cinco legislaturas re-
sulta una muestra de lo importante que fue en la República
de Colombia el sistema democrático representativo y cuan
60
vivos estuvieron estos principios políticos durante el período
estudiado.48
Pasemos ahora a ver cómo funcionó el Poder Ejecutivo.
Tenemos que Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander
asumieron funciones como Presidente y Vicepresidente de la
República, respectivamente, el 2 de octubre de 1821, sancio-
nando Bolívar la nueva Constitución el 6 del mismo mes. El
Congreso le otorgó al Libertador poderes especiales para que
pudiese continuar dirigiendo personalmente la guerra; es decir
poderes para tratar con las zonas insurrectas a la República o
aun en manos del enemigo, o para disponer de los territorios
que fuese liberando.49 Recordemos que para octubre de 1821
se acababa de ganar la Batalla de Carabobo, pero aún no se
completaba la toma de Cartagena, mientras que varias plazas
de la costa venezolana permanecían en manos españolas, a la
par que los territorios de la Real Audiencia de Quito y del sur
de la Nueva Granada. Antes de partir, Bolívar nombró al pri-
mer gabinete de Colombia, todos hombres de confianza suya:
Pedro Gual como Secretario de Relaciones Exteriores, José
Manuel Restrepo como Secretario del Interior, José María
del Castillo y Rada como Secretario de Hacienda y Pedro
Briceño Méndez como Secretario de Guerra y Marina. Confió
a Santander el ejercicio del Poder Ejecutivo y el 9 de octubre
salió para el sur a continuar la guerra.50
Revisemos con más detenimiento los poderes especiales que
el Libertador Presidente recibió del Congreso. Al respecto, el
historiador José Gil Fortoul nos comenta:
61
1821] […] El segundo decreto confiere las más amplias facultades dic-
tatoriales al Presidente en campaña, Bolívar. Puede éste mandar las
armas en persona todo el tiempo que estime conveniente, quedando el
Vicepresidente encargado en la capital de las funciones del Ejecutivo;
puede aumentar el ejército en los lugares que vaya libertando; exigir
contribuciones en los mismos; admitir al servicio oficiales de cualquier
graduación y cuerpos enteros del enemigo; conferir grados y ascensos
militares, solicitando la aprobación del Senado “cuando sea posible”; or-
ganizar a su arbitrio los países que liberte; conceder premios y recom-
pensas a los pueblos o individuos que contribuyan al éxito de la
campaña; imponer penas a los criminales o desafectos, sin atenerse a las
formalidades rigurosas de la ley; conceder indultos, generales y especia-
les; “obrar discrecionalmente en lo demás de su resorte, según lo exija la
salud del Estado”.”51
62
al Callao, llegando a Lima el 1° de septiembre y recibiendo el
19 la autoridad suprema.53 De esta manera Bolívar se alejó más
aun del ejercicio del Poder Ejecutivo en Colombia, dejándolo
en manos de Santander, aunque dictando lineamientos y di-
rectrices desde Perú, por correspondencia.
En general, tanto Bolívar como Santander tuvieron que
prescindir o dejar de lado lo establecido en el texto constitu-
cional y gobernar de forma cercana a la dictadura, debido a las
exigencias de la guerra. Por ejemplo, el Consejo de Gobierno,
compuesto por los Secretarios de Estado y un miembro de la
Alta Corte de Justicia, tuvo funciones meramente consulti-
vas54, o que Bolívar delegó en intendentes y gobernadores ve-
nezolanos como Carlos Soublette, Juan de Escalona, Francisco
Rodríguez del Toro o Cristóbal de Mendoza, funciones civiles
y militares unificadas, pasando por encima de lo establecido
por la Constitución –que las separaba– al tener como priori-
dad consolidar la unión entre las regiones del país.55
El catedrático Fermín Toro Jiménez nos resume de la si-
guiente forma la gestión de Bolívar y Santander en este
período:
63
de concentración de poder, necesario para la naciente República, en
armas. Tercero, produjo una Vicepresidencia transformada por la au-
sencia de Bolívar, en campaña por el Sur, en un poder autónomo mane-
jado por la Oligarquía política de Cundinamarca. A pesar de ello, en el
Gabinete ejecutivo, las figuras claves en Interior y Justicia, Marina y
Guerra y Relaciones Exteriores, eran al menos en los primeros momen-
tos, allegados a Bolívar, como José Manuel Restrepo, Pedro Briceño
Méndez y Pedro Gual; luego, José Rafael Revenga y José María del
Castillo y Rada. Cuarto, el fundamento popular de la República se
hizo presente rápidamente. En las elecciones votó, a pesar del sistema de
sufragio censitario, el Ejército Libertador en pleno y se suprimió el sis-
tema según el cual los miembros de los Concejos Municipales se renova-
ban por sí mismos al concluir sus mandatos […]
Quinto, en lo económico significó el restablecimiento del sistema fis-
cal español, particularmente en cuanto correspondió a los monopolios
del Estado; sexto y último, se adoptó el recurso del endeudamiento ex-
terno para financiar los gastos de la guerra, lo que ató estrechamente la
República a los intereses británicos.”56
64
siguiente cita de Gil Fortoul esta aproximación a la forma
constitucional –y su funcionamiento– de la República de
Colombia entre 1821 y 1830:
“En resumen, durante los diez años de la era colombiana, todo fue
provisional o condicional, inclusive la Constitución. De hecho, el
Ejecutivo se convirtió en dictadura, paliada por la relativa indepen-
dencia de los Poderes Legislativo y Judicial hasta 1828; dictadura ab-
soluta al disolverse la Convención de Ocaña. Formada Colombia por
hombres que debían, casi todos, su autoridad al prestigio conquistado en
los campos de batalla, el ejército fue necesariamente árbitro de sus des-
tinos. Mientras hubo guerra con el extranjero, hasta sellarse la libertad
del Perú, el ejército persiguió un propósito patriótico; pero enseguida sus
jefes fueron los más activos agentes de discordia.”58
65
necesaria una revisión y análisis rápido de las mismas, puesto
que tuvieron cierto impacto en el desarrollo y declive de la ma-
rina de guerra colombiana y del poder naval colombiano en
general entre 1823 y 1830.
Contrastando con el discurso historiográfico tradicional
que ya presentamos; consideramos más adecuado hablar de
dicotomías o relaciones dialécticas en el panorama político
colombiano entre 1821 y 1830. Estas dicotomías serían: neo-
granadinos vs. venezolanos, militares vs. civiles, centralistas
vs. federalistas, liberales vs. conservadores, y bolivarianos vs.
santanderistas60; las cuales se fueron desarrollando al avan-
zar la década de 1820, articulándose poco a poco en torno a
la fricción personal entre Bolívar y Santander, que explotó a
raíz del proyecto de cambio de la Constitución de 1821 por
la Constitución Boliviana de 1825. Estas dicotomías se hi-
cieron más visibles luego del estallido del movimiento sepa-
ratista venezolano conocido como La Cosiata –que además
nunca se enmarcó del todo en la bipolaridad Bolívar vs.
Santander–, y se manifestaron con su máxima fuerza en el foro
de la Convención de Ocaña, llegando finalmente a una espiral
de violencia inimaginable pocos años antes con la dictadura
de Bolívar de 1828 y el intento de magnicidio contra éste en
septiembre de ese año. Este proceso dejó casi liquidada a la
República de Colombia, que apenas pudo vencer a Perú en la
guerra de 1828–1829 y que no pudo detener el separatismo
venezolano en 1830. Evidentemente, la marina de guerra no
podía escapar de una crisis estructural de tal magnitud que
desintegró a la propia República.
Primeramente debemos acercarnos a la rivalidad entre ve-
nezolanos y neogranadinos. El insigne académico José Manuel
60C Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. “Veremos con la ayuda de Dios, suprimidas las
comandancias. Relaciones entre civiles y militares en la Gran Colombia” en El Desafío de la
Historia, Año 4, N° 29. Caracas, 2011, p. 51
66
Siso Martínez nos dice que el descontento caraqueño se
basó en que fue designada Bogotá como capital y Santander
como Vicepresidente, a la vez que se descartó el sistema fe-
deral, tan importante para los venezolanos desde 1811.61 Este
sentimiento fue reconocido por el propio Santander en sus
Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva
Granada, donde expresó que el sentimiento contrario de los
venezolanos lo motivó en principio a rechazar la vicepresiden-
cia de la nueva república.62 Así, cuando ocurrió la rebelión de
Páez en Venezuela, Santander escribió a Bolívar el 15 de julio
de 1826:
“Dos años hace que estoy hablando a V. del c1ub de Venezuela, como
de un agente que me hacía temer un desastre para la causa pública, y V.
recordará, que cuantas veces insistí en que viniera V. al gobierno, otras
tantas le hablaba de la enemiga mortal que me habían declarado algu-
nos venezolanos, que aunque de un número muy inferior respecto de la
población del departamento, era cabalmente el bando que se había apo-
derado ele la imprenta y oprimía la voluntad general. Nada de esto ha
debido sorprendernos, ni a V. ni a mí, porque desde Cúcuta hemos pre-
visto esta guerra de localidad, ya porque era yo el segundo magistrado
de la República, y ya porque Bogotá debía ser la capital provisional de
Colombia.” 63
El historiador Tomás Straka nos comenta más sobre este
club al que Santander se refirió. Explica que se trata de una
suerte de “segunda generación” de líderes independentistas que
defendieron a ultranza el liberalismo y que llegarían al poder
a mediados del siglo XIX, pero que hicieron su entrada a la
escena política hacia 1822, llamándose “Club de Caracas”.
Herederos del liberalismo de Cádiz de 1812 y simpatizantes
61S Siso Martínez, José Manuel. Ob. Cit., p. 107
62S Santander, Francisco de Paula. Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la
Nueva Granada, p. 12
63S Santander, Francisco de Paula. Carta confidencial del Vicepresidente de la República de
Colombia al Libertador Presidente de la misma, sobre los sucesos de Venezuela en 1826, p. 3
67
del Trienio Liberal, se oponían a la unión colombiana por
nacionalismo, criticaron a la Constitución de 1821 por ser
centralista y conservadora y denunciaron el personalismo de
Bolívar al que llegaron a acusar de monárquico. Defendieron
también el federalismo, aunque más motivados por un viru-
lento sentimiento anti Bogotá que por verdadera convicción
ideológica. En sus publicaciones Santander es el gran villano.
Mucho de la construcción ideológica de este club sigue vi-
gente en Venezuela en el siglo XXI64, lo que nos da una idea
del alcance y poder de sus ideas en aquellos días. Baste decir
que en las elecciones de 1825 Santander no obtuvo un solo
voto del colegio electoral de Caracas y apenas uno de cinco en
el de Valencia.65
Por su parte, Fermín Toro Jiménez atribuye parte de este
choque entre neogranadinos y venezolanos al hecho de que la
antigua oligarquía del Virreinato se fue apoderando del po-
der republicano en Bogotá, desplazando a sus homólogas de
Caracas y Quito, potenciada en su meta además por la ausen-
cia de Bolívar.66 Otra parte de las causas se la atribuye al re-
greso masivo desde Cuba y Puerto Rico de emigrados realistas.
Esta élite retornada uniría sus intereses con ex jefes del ejército
–convertidos en latifundistas– y con comerciantes extranjeros
para conspirar contra la unión colombiana y hacerse con el po-
der en Venezuela; acercándose a su meta cuando captaron una
figura prominente y con un liderazgo capaz de enfrentar al de
Bolívar: el general José Antonio Páez.67
64L Linares, José Gregorio. “La traición a Bolívar” en Ámbito Cívico Militar, Edición Nº 45,
pp. 68 - 71
65S Straka, Tomás, “De la “República aérea” a la “república monárquica”. El nacimiento de
la república venezolana, 1810 – 1830” en Las Independencias de Hispanoamérica, pp. 427 - 428
66T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 317
67I Ibídem, pp. 317 – 319
68
De nuevo recurrimos a Santander, quien en 1826 culpó, sin
mayor sutileza, a los venezolanos por la posible separación del
país. Así le escribió al Libertador el 15 de julio:
69
“Los cuerpos militares de Venezuela hicieron nuevas protestas de ad-
hesión y consagración a Bolívar, y vomitaron nuevas injurias contra
Santander.”70
70
notar que el lenguaje del autor del discurso presentado al Congreso de
Guayana no es el de la Constitución de Bolivia y que la proclama ex-
pedida en 1821 para presentar a Colombia la Constitución de Cúcuta,
en nada se parece a la proclama del 28 de Agosto de 1828, en que se
anunció a los colombianos que la Constitución quedaba abolida. La
diferencia de estas piezas y de muchas otras de la propia mano, da mo-
tivo para sospechar que aunque el autor es uno mismo, sus afectos, sus
intenciones y sus ideas han cambiado.”73
71
a expensas de sus libertades y también de su independencia. Nosotros,
sin avanzarnos a investigar si este proyecto fermentaba desde más
antes en la cabeza de Bolívar, o si lo concibió en el Perú, nos atrevemos
a afirmar que no fue precisamente su viaje al Perú el que produjo la
transformación que lamentamos sino la innecesaria prolongación de su
residencia en Lima después de la batalla de Ayacucho. La presencia de
Bolívar en el Perú el año de 1823 era indispensable para dar impulso a
la libertad de aquel país, amenazada de un formidable y ya victorioso
ejército de la anarquía y de las defecciones; pero su permanencia allí
después de haber tan gloriosamente llenado su misión, no era tan pre-
cisa como en Colombia. Disculpemos a los peruanos el que se hubiesen
arrojado en manos de una nueva dictadura no habiendo quedado un
español enemigo dentro de su territorio. El enajenamiento de sus agra-
decidos corazones, el prestigio del vencedor y las artes; con que éste supo
manejarse para adormecer la vigilancia patriótica debían obrar sin
obstáculo en aquella ocasión; mas ¿Cómo podremos excusar al Congreso
de Bogotá el que cerrando los ojos a los deseos de Bolívar no le hubiese
llamado decididamente en 1825 ó l826, cuando las cuestiones de las
elecciones constitucionales empezaban a agitar a Colombia? Puede ser
que no se hubiera atajado el mal que la acometía porque Bolívar hu-
biese rehusado venir a su patria, resistiendo su negativa de cuantas
razones le suministrara su fecundo ingenio. Sin embargo, hoy no la-
mentáramos con remordimiento la omisión de semejante paso. Sea,
pues, lo que fuere de acontecimientos que ya están fuera de la esfera del
poder humano, para nosotros es evidente que en el Perú tuvo origen la
desavenencia de Bolívar y Santander, y que desde allí se arrojó la man-
zana de la discordia, que no sólo debía desamistarlos, sino dividir a
Colombia, a Bolivia y al mismo Perú.”75
72
Colombia en los años de 1826 y 1827. Por más que el nuevo legislador
acompañó su Constitución de un brillante discurso adornado con todas
las hermosuras que le sugirió su genio los hombres reflexivos no pudie-
ron cerrar los ojos a los principios políticos que ella contenía, ni a las
palpables contradicciones que había entre su parte dispositiva y el men-
cionado discurso. Reparaban que entre la Constitución boliviana y una
Constitución monárquica no existía otra diferencia real que la varia-
ción de las voces, porque un Presidente vitalicio, sin responsabilidad
alguna, con el derecho de nombrar su sucesor, y de destituirlo, era más
poderoso que un monarca de Inglaterra o de Francia. Observaban que
no obstante que en el discurso se aseguraba que el Presidente de Bolivia
tenía atadas las manos para hacer el mal y la cabeza cortada para pen-
sar en usurpaciones la Constitución le confería una autoridad extensa
sobre todos los ramos de la administración con la prerrogativa de no
incurrir en responsabilidad. Advertían que la composición del cuerpo
Legislativo introducía una .novedad que había escapándose a la sabi-
duría de naciones experimentadas y que participando del sistema cen-
sorio y tribunicio de Atenas y Roma, junto con otras funciones de las
Constituciones modernas, formaba un monstruo que debía alterar el
orden público.”76
73
“Bolívar, en vez de reprimir o siquiera desaprobar un movimiento
popular en Guayaquil, escribió oficialmente a las autoridades locales
enviándoles la Constitución boliviana, asegurándoles que en ella es-
taba consignada su profesión de fe política, y que era la que podía hacer
la felicidad pública. ¡Qué sorpresa no causó esta nota oficial en todos los
ánimos aun en los de hombres decididos amigos de Bolívar! […]
[…] él sabía que Bolívar había desechado con desprecio la invitación
que Páez le hizo en 1825 por medio de Antonio Leocadio Guzmán,
para que se apoderase del mando perpetuo, imitando a Napoleón cuando
regresó de Egipto a Francia, a cuyo efecto le escribió una larga carta en
la que se empeña en probar que Colombia se hallaba en iguales circuns-
tancias que el pueblo francés en tiempo del Directorio, y le promete el
apoyo del Ejército. Sabía, además, que Bolívar había denunciado una
carta que un extranjero le dirigió desde Europa provocándolo a que se
proclamase soberano de Colombia […]
[…] Santander reprobó con indignación todos estos actos ilegales y
declaró de la manera más solemne que no consentiría jamás en la des-
trucción del Código de la Nación, ni en la prematura y violenta convo-
catoria de la Convención, sino cuando no quedase un solo pueblo que le
ayudase a sostener las instituciones juradas. En público y privada-
mente, de palabra y por escrito, se mostró enemigo de toda innovación
que no estuviese fundada en las leyes fundamentales de la República,
censuró la Constitución boliviana, refutó todas las actas de Guayaquil,
Quito, Cuenca, Cartagena y Maracaibo, y procuró afirmar la opinión
nacional y levantar el espíritu público, desenvolviendo ello los princi-
pios de 1a verdadera libertad y los bienes del Gobierno popular, repre-
sentativo, electivo, responsable y alternativo.”78
78S Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., pp. 20 - 23
74
todos los males que la naturaleza de las sociedades, la infancia de un
estado, la guerra, la ignorancia u otras causas necesarias producen, eran
atribuidos a la Constitución, á las leyes y al Gobierno. La reforma se
predicaba como indispensable. Bolívar y su Constitución eran las úni-
cas áncoras de salvación, y el que lo contradecía o lo dudaba era deni-
grado con los epítetos de ingrato, pérfido, ladrón del empréstito y
enemigo del Libertador. ¿Habría sido posible, bajo tales auspicios, res-
tablecer la amistad entre los dos Magistrados, o siquiera conservar una
aparente buena armonía? De modo alguno […]
[…] Desde entonces ya no hubo sino dos partidos pronunciados el de
los constitucionales o liberales, que pertenecían a la causa sostenida por
Santander, y el de los bolivianos o serviles, que eran los que pedían fa-
cultades extraordinarias para Bolívar y la Constitución boliviana.”79
79I Ibídem, p. 27
80R Rodríguez, Frank. “Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso
Constituyente de 1830” en Mañongo, N° 41, Vol. XXI, Julio – Diciembre 2013, p. 406
75
comandando; pues lo consideraba una noble maquinaria, lleno
de lealtad, ética, patriotismo, eficiencia y firmeza. Es decir, se-
gún Cardozo Uzcátegui, el Libertador tuvo una activa respon-
sabilidad en elevar a una posición política privilegiada a los
mandos del ejército, iniciando o potenciando así las fricciones
con el liderazgo civil.81 Bolívar más de una vez expresó su re-
celo hacia dicho liderazgo civil y centró toda su gestión de la
República alrededor del ejército.82
Esta preeminencia del “Bolívar general” sobre el “Bolívar
político y presidente” queda expresada claramente en el si-
guiente escrito del propio Libertador:
76
celo y actividad ofrecen a la República el éxito más completo en su
administración.””83
En términos bastante duros se refirió Bolívar a la élite civil
de la República en carta a Santander:
“Por fin, por fin, han de hacer tanto los letrados, que se proscriban de
la República de Colombia, como hizo Platón con los poetas en la suya.
Esos señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos,
sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmente
está, y porque ha conquistado este pueblo de mano de los tiranos; porque
además es el pueblo que quiere, el pueblo que obra; y el pueblo que puede;
todo lo demás es gente que vegeta con más o menos malignidad, o con
más o menos patriotismo, pero todos sin ningún derecho a ser otra cosa
que ciudadanos pasivos […]
¿No le parece a usted, mi querido Santander, que esos legisladores,
más ignorantes que malos, y más presuntuosos que ambiciosos, nos van
a conducir a la anarquía, y después a la tiranía, y siempre a la ruina?
Yo lo creo así, y estoy cierto de ello. De suerte, que si no son los llaneros
los que completan nuestro exterminio, serán los suaves filósofos de la
legitimada Colombia”84
“Si por allá no hay más peligros urgentes, diga Vd. a mis amigos, que
serán los interesados en llamarme, que ya yo he hecho bastante por
Colombia; pero que haré infinitamente más si me dejan en libertad de
77
obrar como yo juzgo que conviene […] Para nada sirvo en el interior
de Colombia, porque de un momento a otro puedo ser envuelto por una
facción, en tanto que, quedándome fuera, a la cabeza de un grande ejér-
cito, me hallo fuera del alcance de peligro y amenazo, por consiguiente,
con una fuerza formidable a los partidos criminales. Cuente Vd., siem-
pre y en todo caso, con 20.000 hombres a volar donde los llame la salud
de la patria. César en las Galias amenazaba Roma, yo en Bolivia ame-
nazo a todos los conspiradores de la América […]”86
“El ejecutivo guiado por esta tribuna engañosa (el congreso bogo-
tano) y por la reunión desconcertada de aquellos legisladores, ha mar-
chado en busca de una perfección prematura y nos ha ahogado en un
piélago de leyes y de instituciones buenas, pero superfluas por ahora. El
espíritu militar ha sufrido más de nuestros civiles que de nuestros ene-
migos: se le ha querido destruirle hasta el orgullo: ellos deberían ser
86B Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo V, Carta al General Francisco de Paula San-
tander. Chuquisaca, noviembre de 1825, p. 284
78
mansos corderos en presencia de sus cautivos y leones sanguinarios de-
lante de los opresores, pretendiendo de este modo una quimera […]”87
“El mal será irremediable, pero no será nuestro, será de los principios,
será de los legisladores, será de los filósofos, será del pueblo mismo; no
será de nuestras espadas […]”88
87B Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo V, Carta al General José Antonio Páez. Lima, 4
de agosto de 1826, p. 472
88I Ibídem. Carta al General Francisco de Paula Santander. 8 de octubre de 1826,
pp. 489 – 490
89C Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. “Veremos con la ayuda de Dios, suprimidas las
comandancias. Relaciones entre civiles y militares en la Gran Colombia” en El Desafío de la
Historia, Año 4, N° 29. Caracas, 2011, p. 52
79
El liderazgo civil colombiano llegó más lejos aún, solicitando
al Gobierno desde cuanto espacio, foro o tribuna disponían,
que se redujera significativamente el número de miembros de
las fuerzas armadas. Alegaban que la guerra había terminado,
que el mantenimiento del ejército era demasiado costoso y que
era necesario suprimir el espíritu conflictivo y despótico que
los militares promovían en la sociedad.90
Esta pugna entre civiles y militares fue más allá de la ri-
validad entre neogranadinos y venezolanos, pues dentro de
la propia Venezuela se dio el caso de choque entre uniforma-
dos y no uniformados. En efecto, durante los sucesos de La
Cosiata, la confrontación se evidenció entre el Intendente
del Departamento de Venezuela, Juan de Escalona, y el
Comandante General, José Antonio Páez. Escalona represen-
tando el poder civil, y Páez el poder militar, protagonizaron
a comienzos de 1826 un pulso que sacudió la estabilidad de
toda Colombia. Si bien Páez fue destituido por el poder civil
en Bogotá, no fue sino la propia persona del Libertador quien
restableció el orden; eso sí, al precio de ratificar y aumentar los
poderes de Páez, pasando por encima de las instituciones, o
lo que es lo mismo, del poder civil.91 Páez, y los que lo apoya-
ron, dieron un golpe mortal al sistema jurídico-político de la
República de Colombia, e impusieron la preeminencia militar
sobre el poder civil. Al no dar el castigo debido a Páez, Bolívar
no hizo más que dar su tácita aprobación a la rebelión.92
Las relaciones dicotómicas expuestas hasta ahora llegaron
a niveles de alta conflictividad que liquidaron a la República
de Colombia, pero no eran las más antiguas. La relación dico-
tómica de más vieja data en el panorama político colombiano
80
para 1823 era la de los centralistas vs. federalistas. Aunque la
“Primera República” de Venezuela en 1811–1812 nació con un
casi total consenso por el sistema federal, no ocurrió lo mismo
en Nueva Granada. Baste recordar que la “Patria Boba” de
1811 – 1815 se perdió más por la auténtica guerra civil entre
centralistas y federalistas, pero independentistas ambos, que
por la reacción de la Corona española, que no llegó sino hasta
1815 con la Expedición Pacificadora de Pablo Morillo. Esta
situación se volvió más complicada cuando se formó una nueva
república tan vasta y con tan malas comunicaciones internas.
Ya mucho antes de 1819, cuando se empezó a formar la
República de Colombia, Bolívar había manifestado claramente
su postura contraria al federalismo. Y nunca dejó de expresarla.
Así le escribió a Santander a finales de 1821 tras asumir la
presidencia.
Santander respondió
81
repetido durante mi administración. Hoy los dos estamos colocados en
contradicción legal; usted puede hacerlo todo sin obligación de responder
de nada, y yo no puedo hacer sino lo que me prescribe la constitución, so
pena de que de hecho y de derecho me sumerjan en un océano de oprobio
y detestación […] quiero rogarle que cuando me censure o me quiera
decir sus llanezas, se acuerde de que mi regla es la constitución limpia y
pelada […]”94
82
derechos civiles. Cuando los bolivarianos se vieron en minoría,
abandonaron la Convención y proclamaron la dictadura de
Bolívar, la cual fue asumida el 24 de junio de 1828. Este fue un
movimiento militar y popular que buscó mantener a Bolívar
al frente de la República y desconocer cualquier disposición
tomada en Ocaña. Bolívar prometió convocar a un nuevo con-
greso en el plazo de un año.96
Ya llegados a este momento, podemos entonces hablar de
un “Partido Bolivariano” y un “Partido Santanderista” más o
menos establecidos. El primero de carácter conservador, mi-
litarista y centralista con apoyo respetable en Venezuela y
otras regiones de la República. El segundo de carácter libe-
ral, civilista y federalista, con apoyo mayoritario en las regio-
nes centrales de la Nueva Granada. Esta alineación alrededor
de Bolívar y Santander fue lenta y gradual, extendiéndose a lo
largo de la década de 1820, mientras la propia relación per-
sonal entre los dos hombres iba deteriorándose. Se trató más
de una progresiva articulación de intereses que de monolíticas
construcciones ideológicas iniciadas desde el comienzo.
Tradicionalmente la historiografía ha atribuido a Bolívar y
Santander la condición de haber sido imprescindibles para la
República de Colombia en sus primeros pasos. El Libertador
uno, el “Administrador de la Victoria” el otro. Así, por ejemplo,
Gil Fortoul atribuye buena parte de la crisis política que disol-
vió a Colombia a la ausencia de Bolívar.97 Por lo que el choque
personal entre estos dos hombres se convirtió en el centro de
gravedad en torno al cual se articularon todos los demás con-
flictos y diferencias de opinión en el país.
Santander expuso su punto de vista de cómo comenzó su
conflicto con Bolívar:
96S Sin Autor. “Acontecimientos políticos de una guerra continental” en Memorias de Vene-
zuela, Mayo 2014, pp. 68 – 69
97G Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 466
83
“[…] Bolívar se mostró quejoso de que Santander no le hubiese en-
viado inmediatamente a Trujillo del Perú todos los auxilios de tropas,
armas y municiones que le pidió en 1824. Cesó este disgusto muy pronto,
y tan luego como se persuadió de que no estando reunido el Congreso y
habiendo ya enviado al Perú el contingente señalad en el Tratado de
Lima no podía el Gobierno por si solo disponer de un soldado ni de un
fusil para trasladarlos y emplearlos en otro país.”98
“Para concluir esta larga carta, no me resta más, que suplicar a v; que
al entrar en Colombia recuerde el estado en que la dejó el año de 1821.
98S Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 17
99B Bushnell, David. El Régimen de Santander en la Gran Colombia, p. 95
100a Carrera Damas, Germán. Colombia, 1821 – 1827: Aprender a edificar una República
Moderna, p. 182
84
Y lo compare con el actual, después de cinco años de mi gobierno; vea los
monumentos que existen en prueba de sus adelantamientos, y consulte a
los pueblos, si los males que sufren proceden directa o indirectamente del
vicepresidente de la República o si son efecto de la infancia de ella
misma, de la prolongada y costosa guerra que hemos sufrido, de las pre-
ocupaciones que supo arraigar el gobierno enemigo, de la falta de recur-
sos intelectuales y pecuniarios y de la inexperiencia de todos los que
tenemos parte en la administración pública. Consulte V. todo esto, y por
muchas que serán las fallas que encuentre, yo estoy bien seguro, de que
no habrá un ciudadano .que le diga, que el vicepresidente le privó de su
libertad o propiedades, y que en odio suyo infringió las leyes.”101
“Primero era ser leal a la Patria que a un amigo; primero era mos-
trarse buen magistrado y ciudadano, que amigo agradecido; las liberta-
des públicas, próximas a desaparecer, eran primero que la amistad de
un Jefe que intentaba, si no aniquilarlas, a lo menos limitar su esfera.”102
85
“Bolívar continuaba manifestándole en público consideraciones, y
por detrás se burlaba de su adhesión a las leyes, criticaba sus providen-
cias y fomentaba las calumnias que los enemigos del Gobierno habían
levantado acerca de la negociación del empréstito de 1824.”104
“A todos los funcionarios públicos calificaba de ignorantes; los
Diputados en el Congreso eran a sus ojos necios los unos, locos los otros
y los que menos, enemigos de la independencia. La Constitución era un
código de necedades; las leyes, la ignominia de Colombia; los empleados
en la Hacienda, defraudadores; los jueces, venales; los republicanos,
ideólogos; los censores de la Bolivia, pigmeos; sólo los militares, que se
habían declarado en favor de sus proyectos, eran virtuosos é
incorruptibles.”105
“El Reconciliador, La Lira, El Meteoro de Caracas, redactados bajo
los ojos de Bolívar, el primero por su Secretario Revenga, el segundo por
su confidente Guzmán, y el tercero por su amigo Carabaño, redoblaron
sus afrentosas injurias y atroces denuestos contra Santander.”106
“Los diarios asalariados en Cartagena, Quito y Guayaquil repetían
las ideas de los de Caracas; por todas partes se predicaba la reforma, se
pedía la dictadura y se dejaba traslucir el desenlace del drama y la per-
secución de los amigos de la causa de la libertad. Bo1ívar escribió á
Santander una carta en Marzo de 1827, toda de su puño, anuncián-
dole que no contestaría más cartas suyas en razón de que ya no le tenía
por su amigo, y poco después le mandó el número 1° de El Meteoro, con
esta dedicatoria en la primera foja: el autor, en homenaje al General
Santander, y al pie la rúbrica del Libertador.”107
86
social, étnico e ideológico, devastada por más de diez años de
una guerra sin terminar aun –pues España no mostraba dis-
posición alguna a reconocer la independencia– y asumiendo
cada vez más responsabilidades militares a nivel continental,
con gran descontento popular debido a las paupérrimas con-
diciones de vida de las masas, con una aguda crisis fiscal y una
monumental deuda externa, la primera y segunda autoridades
nacionales se enzarzan en un conflicto cada vez más virulento
que hace volar por los aires la frágil institucionalidad estable-
cida y da rienda suelta a muchos otros conflictos latentes que
se articulan alrededor de este. Difícilmente podemos encon-
trar en la historia otros casos en los que una crisis política re-
uniera tantos elementos de manera tan “perfecta” como para
hacer colapsar un Estado.
Si el conflicto personal directo de Bolívar y Santander fue el
eje en torno al cual se articularon todos los demás conflictos, el
estallido de La Cosiata en Venezuela en 1826 fue el gran de-
tonante que puso de manifiesto todos los problemas internos
de Colombia, y que empujó al país a la Convención de Ocaña.
En efecto, aunque la insurrección en Venezuela tuvo como ori-
gen el decreto del 31 de agosto de 1824, mediante el cual el
Congreso ordenaba la movilización de 50.000 hombres debido
al temor de un nuevo ataque español108, la realidad profunda
que se escondía tras el impase entre Páez y Escalona y la re-
belión, era la existencia de un movimiento nacionalista y sece-
sionista liderado por reputados notables como Francisco Javier
Yánez, Martín Tovar, Andrés Narvarte, Tomás Lander, Felipe
Fermín Paúl, Alejo Fortique y José Iribarren, entre otros. Todos
postreros representantes de la élite mantuana que protagonizó
los hechos de 1810 – 1811. Este grupo, que ya hemos señalado
como “Club de Caracas” o “Club de Venezuela”, rechazaba el
108u Guzmán Mirabal, Guillermo. “La Cosiata. Crónica de una rebelión venezolana” en El
Desafío de la Historia, Año 4, N° 29. Caracas, 2011, pp. 45 - 46
87
centralismo, el predominio de la élite bogotana en detrimento
suyo y a la persona de Santander, pero sin ser precisamente
bolivariano.109 Es decir, La Cosiata no estaba articulada en la
bipolaridad Bolívar–Santander que hemos venido explicando,
aunque sí se convirtió en detonante y demostradora de la mag-
nitud de la crisis política que el país vivía.
Tomás Straka considera a La Cosiata como el clímax del
caudillismo incubado desde 1812 y que marcaría a futuro a
Venezuela. Argumenta esto con el hecho de que Bolívar, pa-
sando por encima de la Constitución, promete una reforma que
no podía hacerse hasta 1831 y convoca la Gran Convención
nacional, que se reuniría en Ocaña en 1828. El fracaso de la
misma fue lo que lo condujo a asumir la dictadura.110 Eso sin
mencionar que la solución de compromiso de Bolívar con Páez
en 1827 fue estrictamente personal y personalista, y de espal-
das a los procedimientos que establecía el ordenamiento legal
del momento.111 Vale la pena revisar con un poco de deteni-
miento cómo Bolívar manejó dicha crisis.
A finales de 1826 el Libertador regresó a Venezuela desde
Perú, con el objetivo de poner fin a La Cosiata. Llegando a
Maracaibo, lanzó una proclama para evitar la guerra civil,
proponiendo la reunión de una Gran Convención Nacional
que reformara la Constitución. Pasó luego a Coro y después
a Puerto Cabello, amnistiando más tarde a los rebeldes y res-
tituyendo la autoridad de Páez. El 4 de enero de 1827 Páez y
Bolívar se encontraron en Valencia y entraron juntos a Caracas
el 10 de enero. Convencido de que había logrado la paz, el
Libertador aprovechó la estadía en su ciudad natal para visitar
viejos amigos y familiares y el 5 de julio partió para Bogotá.
88
No podía imaginar que la unión no resistiría mucho tiempo
más, y que sería la última vez que vería su natal Caracas.112
Aunque La Cosiata comenzó como algo muy local y no ar-
ticulado con los grandes conflictos político-ideológicos de ni-
vel nacional que se dirimían en Bogotá, se convirtió en vitrina
de la crisis estructural de Colombia. Por ejemplo, puso de ma-
nifiesto una vez más el conflicto entre civiles y militares.
Juan Carlos Chaparro Rodríguez señala que es notable que
Bolívar no solo manifestara su apoyo a Páez, sino que además
expresara distanciamiento con la élite política civil de Bogotá,
declarando que era claro que las leyes e instituciones creadas
bajo la dirección de Santander y los legisladores neogranadi-
nos eran superfluas, habiendo incubado divisiones que enfren-
taban entre sí a provincias y que habían mancillado el honor
militar. Según el Libertador, los burócratas civiles eran ingra-
tos con los militares que les habían libertado derramando su
sangre en los campos de batalla.113 En este sentido nos resul-
tan reveladoras las palabas escritas por Bolívar al general Santa
Cruz justamente a comienzos de 1827.
112i Sin Autor. “Último viaje del Libertador a Caracas” en Memorias de Venezuela, Mayo
2014, p. 79
113h Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. “Veremos con la ayuda de Dios… Ob. Cit., p. 53
114o Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo IV, Carta al General Andrés de Santa Cruz.
Inicios de 1827, pp. 68 – 69
89
acaecidos en Caracas y Valencia en 1826.115 Justamente, la per-
cepción de que la propia integridad de Colombia estaba en
juego fue el principal argumento para adelantar dicha con-
vocatoria por encima de lo que dictaba la Constitución, que
fijaba un mínimo de diez años – es decir, hasta 1831 – para
modificar la carta magna.116
Sin embargo, para los defensores más ortodoxos del marco
jurídico vigente, la propia convocatoria de la Convención era
ya inaceptable.
90
el cual fue una crítica lapidaria a la Constitución de 1821 y a
todo el sistema instaurado desde entonces.119
Como ya se ha dicho, el debate se polarizó entre quienes apo-
yaban a Bolívar y su propósito de fortalecer el centralismo en
torno a la figura presidencial, para así impedir la disolución de
la República; y quienes se concentraron alrededor de Santander,
con una visión federalista. En realidad el debate nunca pasó de
ser un diálogo entre sordos, marcado por ataques cada vez más
ofensivos; tanto en el foro, como a través de la prensa, en los sa-
lones de reuniones sociales, o incluso en las calles.120
Aproximándonos ya al objetivo central de este trabajo, mi-
ramos a los demás factores de crisis que formaron el contexto
de las sesiones de la Convención de Ocaña. Tenemos que
Bolívar decidió no acercarse a la misma para no ser acusado
de presionarla; por lo que representantes suyos, como Miguel
Peña, se encargaron de defender sus posturas. En paralelo a
la Gran Convención ocurrió el alzamiento del general Padilla
en Cartagena, la amenaza del general La Mar en Perú contra
el sur de Colombia, el motín de Chuquisaca contra el presi-
dente Antonio José de Sucre en Bolivia, la invasión peruana
a Bolivia y ciertos movimientos de los caudillos orientales
–viejos adversarios de Bolívar– en Venezuela. Es decir, la agi-
tación política comenzaba a contagiarse a las fuerzas armadas,
al tiempo que el prestigio exterior de la República se derrum-
baba y sus enemigos extranjeros buscaban sacar provecho de
la crisis. Finalmente, los santanderistas no lograron el quorum
necesario para imponer sus ideas y el 11 de junio declararon
suspendidas las sesiones. Los bolivarianos abandonaron la
Convención y Bolívar con apoyo popular y militar dio inicio a
la dictadura el 24 de junio de 1828.121
91
Respecto a la visión que el propio Bolívar tuvo del momento
histórico y de la Gran Convención Nacional y que pueden ex-
plicar su decisión de tomar la dictadura, tenemos:
92
pudieron dejar satisfechos. El erario de Colombia ha tocado, pues, a la
crisis de no poder cubrir nuestro honor nacional con el extranjero gene-
roso que nos ha prestado sus fondos confiando en nuestra fidelidad. El
ejército no recibe la mitad de sus sueldos […]
Al describir el caos que nos envuelve, casi me ha parecido superfluo
hablaros de nuestras relaciones con los demás pueblos de la Tierra […]
discorde Colombia, menospreciando sus leyes, arruinado su crédito,
¿qué alicientes podrá ella ofrecer a sus amigas? ¿Qué garantes para
conservar siquiera a las que tiene? Retrogradando, en vez de avanzar,
en la carrera civil, no inspira sino esquivez. Ya se ha visto provocada,
insultada por un aliado, que no existiera sin nuestra magnanimidad.”122
“Los militares fieles a las leyes que no pudieron ser ganados con as-
censos y halagos recibieron sus letras de retiro o sus licencias absolutas;
122é Pérez Arcay, Jacinto. “Mensaje a la Convención Nacional de Ocaña.” Carabobo. Un
punto itinerario…, pp. 230 - 235
123o Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo IV, Carta a José Fernández Madrid. 1828, pp.
436 – 437
93
los cuerpos que no habían abrazado la causa de Bolívar, fueron trasla-
dados a otros puntos o reformados; varios empleados civiles y de
Hacienda que se habían mantenido fieles en derredor del Gobierno le-
gítimo, quedaron suspensos de sus destinos, o tuvieron que
renunciarlos.”124
“Todos murmuraban, aunque en secreto; todos temían una conmo-
ción, menos los individuos del Gobierno, que estimaban como sinceras
efusiones del corazón los actos, que sólo eran hijos de órdenes superiores
del temor o de la moderación. Colombia estaba gobernada por un poder
ilimitado, que convirtió en crímenes las acciones que siquiera pudieran
indicar desagrado y que cual otro señor de Turquía podía disponer li-
bremente de la vida y de la seguridad de los colombianos. En tales cir-
cunstancias un puñado de jóvenes inconsiderados, auxiliados por
algunos militares, emprendieron destruir ese régimen tiránico y resta-
blecer la Constitución de 1821. Entusiasmados con las acciones celebra-
das de Harmodio, Pelópidas y Bruto, quisieron imitarlos, y aunque no
les faltase resolución para ello, su desgracia les privó de recoger iguales
frutos. El 25 de Septiembre estalló una revolución en la misma capital,
que el Gobierno logró reprimir, menos por la sagacidad y valor de sus
defensores, que por la precipitación é insuficientes medidas de los conju-
rados. No era menester tanto para que toda la rabia de Bolívar se diri-
giese contra Santander. Hay un movimiento contrario al nuevo
régimen: luego Santander es su autor o cómplice, fue la consecuencia que
dedujo el Gobierno, sin otro antecedente. Inmediatamente fue arres-
tado, privado de comunicación y entregado a la custodia de aquel mismo
Crofstom, agente de la farsa en la Quinta de la Sáenz. Bolívar mismo
examinó a sus criados y les ofreció la libertad y les amenazó después, si
no declaraban que Santander tenía parte en la conjuración. A Zuláibar,
uno de los conspiradores, le prometió también Bolívar templar la seve-
ridad de la pena si declaraba cuál era la complicidad de aquél.”125
94
pareciese probable que sí. Lo que más nos interesa de toda esta
situación, es la rebelión de Padilla. En efecto, en una república
que estaba a tal grado de agitación política como hemos
expuesto hasta ahora, el hecho de que quien quizá era el jefe
políticamente más resaltante de la Armada, protagonizara una
insurrección contra el Gobierno y antagonizara con un general
de probada lealtad a Bolívar – como lo era Montilla – no podía
sino perjudicar políticamente a la Armada, y dejarla debilitada
en las relaciones de poder dentro de la República. Este punto
será analizado con detalle más adelante.
Tras el comienzo de la dictadura de Bolívar, los acontecimien-
tos se precipitaron con increíble rapidez. En noviembre de 1829
Venezuela anunció su separación de la República de Colombia,
en abril de 1830 Bolívar renunció de manera definitiva al poder
ante el Congreso Constituyente, el 13 de mayo Quito se separó
también y el 4 de junio Sucre fue asesinado. El 22 de septiem-
bre se aprobó la nueva constitución de Venezuela, siendo ele-
gido Páez como presidente. Al día siguiente fue sancionada
la carta magna de Ecuador y Juan José Flores asumió la pre-
sidencia. El 17 de diciembre murió el Libertador y el intento
de restauración de Urdaneta y Montilla en 1831 fue tan poco
trascendente que apenas si ha sido divulgado por la historio-
grafía venezolana.126
Esta sería pues una breve relación analítica de la serie de
hechos políticos que provocaron la crisis política que disolvió
a la República de Colombia. Un proceso del que lógicamente
no iba a poder escapar la Armada y que explica en buena parte
el declive que el poder naval colombiano experimentó a partir
de 1826, e incluso por qué el tema ha sido tan poco estudiado
hasta la actualidad. Disuelta la República de Colombia, los
Estados que se fraguaron dentro de sus fronteras heredaron
126i Sin Autor. “Venezuela rompe con la Gran Colombia” en Memorias de Venezuela,
Mayo 2014
95
una serie de conflictos fronterizos que han complicado sus re-
laciones127, a la par que la historiografía olvidó muchos de sus
logros y éxitos, como los de su marina de guerra.
b) Situación financiera
127r Briceño Monzón, Claudio Alberto. “Cuando las hermanas discuten: los países de la
Gran Colombia, su territorialidad y sus problemas fronterizos” en El Desafío de la Historia,
Año 4, N° 29. Caracas, 2011, pp. 70 – 71
128u Bushnell, David. Ob. Cit., p. 101
96
El mencionado autor también presenta el dato de que al
Departamento de Venezuela se le autorizó a gastar 62.500
libras en defensa de costas.129
En relación con esto, el Libertador escribió a Santander el 6
de junio de 1825:
97
1) Secuelas económicas de la guerra
Para cuando el Castillo de San Felipe en Puerto Cabello
cayó en manos de las fuerzas del general Páez, la guerra llevaba
ya trece años en los territorios que conformaban a la República.
No se había tratado además de una contienda cualquiera, sino
de un conflicto devastador, que llegó en varios momentos a
ser una guerra de exterminio practicada con igual ferocidad
por ambos bandos. Guerra condimentada además con desas-
tres naturales como el terremoto de 1812, de cuya ruina esta-
ban aún lejos de recuperarse las tierras del centro y norte de
Venezuela once años después. Como dijimos más arriba, los
territorios y los habitantes de lo que llegó a ser la República
de Colombia, se vieron sometidos a un esfuerzo bélico que su-
peraba las capacidades económicas, e incluso demográficas, de
los mismos. Germán Carrera Damas afirma que esta situación
llevó a que Venezuela estuviese realmente agotada económica-
mente antes de 1821 –cuando tomó forma la República– y que
luego se consumiesen rápidamente los recursos de la Nueva
Granada y los de Quito.131
Para agravar más la situación, la República de Colombia
nunca estuvo en paz; ni teóricamente, ni en la práctica. Tras
la expulsión de los españoles hacia el mar en 1823, vino la
larga, sangrienta y costosa Campaña del Perú, que terminó en
1826 con la rendición del Callao. En paralelo, la guerra en el
Caribe y el Atlántico no terminó en 1823 –como se explicará
con detalle más adelante– sino que continuó con una serie de
ataques e incursiones de las escuadras colombiana y española
en las aguas del contrario, a la vez que se sostuvo un creciente
gasto para dotar con medios idóneos a la Armada colombiana;
pues mucho después de la victoria en el Lago de Maracaibo,
la posibilidad de un ataque español sobre el largo litoral
131a Carrera Damas, Germán. Colombia, 1821 – 1827… Ob. Cit., p. 239
98
atlántico-caribeño seguía siendo una preocupación. Esto sin
mencionar la guerra de 1828–1829 contra el Perú, que hizo
forzar aún más las finanzas de Colombia.132
La guerra no sólo causó enormes gastos, sino que destruyó
o inhabilitó muchas de las fuentes de ingreso y riqueza de los
territorios. Por ejemplo, destruyó el negocio de la exportación
de cacao en Venezuela, pues desarticuló el circuito comercial
con España y el resto de Europa, destruyó gran parte de las
haciendas y plantaciones de cacao, provocó el éxodo o exter-
minio de muchos terratenientes y casi hizo volar por los aires
la institución de la esclavitud, sostén vital para la producción
de este rubro. Otro ejemplo lo constituye la depredación so-
bre el ganado de los llanos venezolanos por parte de ambos
contendores, lo que conllevó casi a la desaparición de toda la
actividad económica en la zona. No en vano fue la Provincia
de Guayana, que para 1817 se había conservado casi ilesa de
los estragos de la guerra, la que cargó con el peso de soportar
el esfuerzo bélico de los patriotas. Sin embargo, hacia 1819 la
capacidad de este territorio para llevar dicha carga estaba ya
consumida.
La guerra también condujo al debilitamiento de la industria
minera en la Nueva Granada, la cual era el soporte principal
de la economía del antiguo virreinato. Solo la acumulación de
riquezas en la sede del poder virreinal pudo oxigenar econó-
micamente a los patriotas a partir de la liberación de Bogotá
en 1819; no obstante, estos recursos fueron rápidamente
consumidos.
La guerra que comenzó a partir de 1811 en Venezuela
y Nueva Granada además de desarticular la economía colo-
nial, también creó necesidad de manufacturas y bienes que
no se producían en estos territorios, y para cuya producción
99
no existía base técnica alguna, ni tampoco personal capaci-
tado. Hablamos de la necesidad que tuvieron los patriotas de
adquirir armamento, pertrechos de guerra y buques. Ante la
casi total ausencia de infraestructura, medios y mano de obra
calificada para producir tales materiales de guerra, no quedó
más opción al liderazgo patriota que acudir al empréstito en
el extranjero para obtener dinero, que a su vez fue invertido
en esos mismos países –primordialmente Gran Bretaña– en la
compra de los productos ya mencionados. Estos empréstitos se
negociaron colocando como garantía de pago las rentas produ-
cidas por la explotación y exportación de los recursos naturales
de la futura República, una vez se concluyera la guerra contra
España.
Para 1821, los empréstitos contraídos por el liderazgo pa-
triota venezolano y neogranadino, habían alcanzado ya una
suma bastante alta. Cantidad además bastante difícil de deter-
minar por las condiciones poco claras, confusas y/o secretas en
que dichos empréstitos se habían negociado. De esta manera,
la República de Colombia nació con una abultada deuda ex-
terna, además con su territorio devastado por la guerra.
Así pues, el colapso de la economía colonial, la ruina del
territorio y de sus capacidades productivas, la necesidad de
importar armas y pertrechos, y el endeudamiento previo a la
conformación de la República, llevaron a que la misma naciera
y existiera en constante fragilidad financiera. Para complicar
aún más la situación, Colombia asumió responsabilidades béli-
cas muy por encima de lo que sus capacidades económicas rea-
les le permitían, lo que condujo a su gobierno a un nuevo ciclo
de empréstitos en el extranjero luego de 1823. El capital de
estos nuevos empréstitos sirvió en buena medida para incre-
mentar las capacidades de la Armada, pero también origina-
ría un déficit fiscal insostenible a partir de 1826 que, al poner
100
casi en bancarrota a la República, provocaría que el Gobierno
prácticamente liquidara la marina de guerra.
2) Los empréstitos
Las finanzas de la República de Colombia se nutrían de los
impuestos sobre la importación y exportación, los pocos mo-
nopolios estatales y los impuestos internos. Evidentemente,
estas fuentes no alcanzaban para cubrir los colosales gastos que
la guerra generó al Estado. Debido a esto, la República acudió
masivamente al crédito interno y externo. El crédito interno
generó un gran endeudamiento con los contados comercian-
tes y productores que podían prestarle dinero al Estado, pero
sin llegar a un escenario de crisis. El crédito externo, por su
parte, sí jugó un rol crucial en la crisis que terminó liquidando
a la unión colombiana. Resumiendo velozmente –para luego
estudiarlos con más detenimiento– los empréstitos contrata-
dos por Colombia en el extranjero; tenemos que el primero
data de 1822, fue negociado por Francisco Antonio Zea y con-
sistió en el préstamo de 2.000.000 de libras esterlinas. El se-
gundo, data de 1824 y superó los 3.000.000 de libras esterlinas,
siendo negociado por Manuel Antonio Arrubla y Francisco
Montoya. Estos préstamos, sobre todo el de 1824, permitieron
a Colombia soportar el esfuerzo bélico hasta 1825, pagar parte
de la deuda interna, mantener la administración pública y de-
sarrollar la Armada. A partir de 1826, sin embargo, se precipi-
taría sobre la República una aguda crisis de deuda, que afectó
directamente a la Armada.133
Respecto al primer empréstito, comenzamos entre finales
de 1819 e inicios de 1820, cuando el Gobierno establecido en
Angostura envió a Londres a Fernando Peñalver para solicitar
un préstamo de 3 millones de pesos. Allá Peñalver se reunió
101
con Luis López Méndez, quien después de las victorias pa-
triotas en Guayana en 1818, había negociado varios préstamos
que invirtió en comprar armas y reclutar veteranos que envió
a Venezuela. Méndez comprometió más de 2 millones de pe-
sos de la República, tras lo cual paró su gestión y regresó a
Angostura, siendo reemplazado por Francisco Antonio Zea.134
Sobre este asunto Santander escribió:
102
Carlos Hernández Delfino nos relata con detalle la errática
e inconveniente negociación que Zea llevó a cabo en Londres:
103
Zea, y por la decisión del Gobierno de desconocer los acuer-
dos hechos por éste, que Revenga pasó algunos días en la
cárcel debido a las denuncias de los disgustados acreedores.
El historial crediticio de Colombia se abría de pésima for-
ma.138 Ante estos hechos, resulta difícil no coincidir con el
historiador Juan Carlos Reyes, quien califica de “torpes” las
gestiones de Zea.139
Reyes cita una carta de Bolívar a Santander fechada en
Cúcuta el 30 de mayo de 1820, en la que el Libertador se
expresa en términos muy duros hacia Zea y la negociación
realizada:
“[…] el señor Zea es tan bueno que ha hecho cosas que usted no puede
imaginar. Ha hecho que unos nuevos Welzares se apoderen de las misio-
nes influyendo en el Congreso para que se les regalasen a unos aventu-
reros extranjeros, con agravio de la justicia, de la razón y de los
libertadores.”140
138b Ibídem, p. 32
139e Reyes, Juan Carlos. “Estudio Preliminar” en Zea, Francisco Antonio (Coordinador).
Colombia: Siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, política &c. de aquel
pays, adaptada para todo lector en general, y para el comerciante y colono en particular, p. CLIV
140r Archivo del Libertador Documento 3593, en: Zea, Francisco Antonio (Coordinador).
Colombia… Ob. Cit., p. CLV
104
únicamente a los Sres. Revenga y Echeverría, que a la sazón residían
en la Corte de Madrid.”141
105
restituya lo más pronto a este país, y yo particularmente tendré la mayor
satisfacción en que el viaje de V.S. sea feliz y agradable.
Dios guarde a V.S. muchos años.
Pedro Gual.”143
106
Santander enviarle al Libertador lo que precisaba en su cam-
paña peruana y también emprender un ambicioso plan de cre-
cimiento de la Armada.146
Los orígenes de la negociación del empréstito de 1824 se re-
montan al año anterior, cuando Santander reportó al Congreso
las grandes dificultades económicas por las que atravesaba la
República, tal como nos comenta Carlos Hernández Delfino:
107
Gil Fortoul expone también que la garantía sobre la cual se
contrató este empréstito fue la renta por las exportaciones de
tabaco y subsidiariamente las de otros productos; que el inte-
rés anual sería de 6%, debiendo hacerse el pago por semestres
y adelantar la República £47.000 el primer año y £47.500 en
los siguientes para el fondo de amortización.148 A todas luces,
unas condiciones de pago muy difíciles – por no decir imposi-
bles – para Colombia.
Las propias condiciones con las que se firmó el empréstito
despertaron enseguida los temores y suspicacias de la “opinión
pública” colombiana. La prensa no tardó en hacer conjeturas y
dirigir duros señalamientos hacia los que negociaron el présta-
mo.149 Por su parte, Fermín Toro Jiménez afirma que el emprés-
tito de 1824, aun cuando ayudó a fortalecer de manera temporal
y efímera a Colombia –debido a que se invirtió buena parte de
los fondos en gastos del ejército y en fortalecer la armada–, solo
aumentó la dependencia económica de dicha república hacia el
Imperio Británico.150
La precaria economía colombiana simplemente no aportaba
los recursos para pagar los empréstitos de 1822 y 1824. Solo los
intereses anuales sumaban más de un tercio de los ingre-
sos públicos de la República. Al no poder lograrse las metas
planteadas con dichos empréstitos, la prensa y los adversarios
del Gobierno centraron sus ataques en Hurtado, Arrubla y
Montoya, llegando a acusarlos directamente de malversar y/o
robar dinero de la nación durante el proceso de contratación
del empréstito.151
108
La prensa oficial respondió a estos ataques con gran énfasis
argumentativo. Presentamos un pequeño ejemplo:
109
también el gobierno no puede tener ya cubiertos los objetos que fijó
e1decreto citado, caso que la cantidad total los cubriera.”152
“Más fueron tan ventajosas las circunstancias y tan alta la idea que
se tenía entonces en la Inglaterra del poder y recursos de Colombia,
que nuestros comisionados consiguieron negociar el préstamo a un pre-
cio que no se esperaba. Fue el ochenta y cinco por ciento, con el seis por
ciento de interés, e hipotecando especialmente para la satisfacción de éste
los productos del tabaco, sin perjuicio de quedar obligadas también las
demás rentas del Estado. Celebróse el contrato con los señores B. A.
Goldschmidt y compañía, de Londres, el 22 de abril.”153
110
a que Hurtado las dejó depositadas con la misma firma en vez
de enviarlas directamente a Colombia, quizá buscando apro-
vechar los intereses que generaría ese dinero al ser depositado.
Más allá de las dudas manifestadas por la prensa e incluso por
Bolívar, la investigación llevada a cabo por el Congreso en 1826
halló libres de responsabilidades penales a los negociadores.154
Aun así, el empréstito golpeó duramente la reputación de
Santander. En periódicos, folletos y libros se le culpó de mal-
versación, cuando no de robo puro y simple. El historiador
Guillermo Camacho Montoya afirma que es incuestionable
que Santander violó la normativa establecida y pagó cantida-
des muy altas, pasando por encima del Congreso.155
Ocupándonos del uso dado al dinero prestado a la República
de Colombia en 1824, el historiador Arcadio Quintero Peña
nos ofrece un balance general aproximado, afirmando además
que, contextualizando el empréstito con la desastrosa situación
fiscal del país, no puede sino considerarse como una hazaña lo
logrado por el Gobierno, y descarta las opiniones sobre des-
pilfarros y malversaciones. Quintero Peña presenta que de los
30.000.000 de pesos del empréstito, 10 millones fueron para
arreglar las deudas generadas por Zea, 2 millones aproximada-
mente se gastaron en la campaña del Perú, 2.750.000 se per-
dieron con la quiebra de B.A. Goldschmidt & Co., 1.250.000
se invirtieron en dos fragatas y dos goletas en Estados Unidos,
1 millón fue destinado a la agricultura y los restantes 13 mi-
llones se gastaron en atender urgencias extremas que tenía la
administración pública.156 Aunque las cifras presentadas pare-
cen demasiado redondas y generales – por lo que solo pode-
mos tomarlas como aproximaciones –, Quintero Peña niega
que hayan existido despilfarros, sino más bien “inversiones
111
desacertadas”, como la compra de buques que resultaron inúti-
les, o inversiones para los arsenales de Cartagena. El mencio-
nado autor también llama a tomar en cuenta la inexperiencia
de los altos funcionarios públicos colombianos en asuntos fi-
nancieros. Restrepo por su parte asegura que fue la quiebra de
la casa Goldschmidt la que condenó a Colombia:
112
y una deuda interna de 58.770.769 pesos159, llegándose al tope
de endeudamiento posible que podía manejar. En este sentido,
la siguiente noticia publicada en El Colombiano de Caracas,
nos resulta muy elocuente.
113
El 3 de mayo apareció en El Colombiano de Caracas la si-
guiente carta de Manuel José Restrepo, fechada en Londres el
28 de febrero, y tomada a su vez del Correo de Londres del 2 de
marzo. En dicha carta Restrepo explica la situación de la deuda.
114
país £63.000 que permitieron salvar el crédito nacional. Dicho
acuerdo fue negociado e impulsado por Vicente Rocafuerte.162
A pesar de que la situación financiera del país era poco me-
nos que crítica, la prensa oficial siguió tratando de calmar a la
“opinión pública” y combatir lo publicado por la prensa inde-
pendiente y/o adversaria al Gobierno:
115
heredara el 27,7% de la deuda, la cual arrastró por alrededor de
un siglo llamándosele popularmente “Deuda Colombiana”.164
Gil Fortoul por su parte expone que el Gobierno de
Colombia nunca pudo pagar regularmente siquiera los intere-
ses de la deuda. En vano recurrió al cobro adelantado de im-
puestos directos y a contribuciones extraordinarias. En efecto,
la necesidad de mantener un numeroso ejército en tierra y una
escuadra cada vez más grande en el mar debido al perenne te-
mor de una nueva arremetida española, así como asegurar las
instituciones contra cualquier amenaza interna, terminó arrui-
nando a la joven república.165 Este auténtico colapso financiero
que vivió la República de Colombia a partir de 1826 no solo
disparó una serie de problemas políticos internos que estaban
latentes desde la fundación de la misma, sino que condenaría a
la práctica disolución a la marina de guerra.
En efecto, como explicaremos más adelante con detalle, la
crisis financiera de 1826 obligaría al Gobierno a practicar una
drástica reducción de gastos, lo que incluyó el gasto militar.
Ante la disyuntiva de disminuir el presupuesto de la armada o
el del ejército, el Gobierno se decantaría por hacer una reduc-
ción mucho más drástica del presupuesto naval que del ejército
terrestre, lo que comprometería el futuro de la armada.
c) Situación militar
164t Straka, Tomás. “La deuda de cien años” en El Desafío de la Historia, Año 4, N° 29.
Caracas, 2011, p. 67
165i Gil Fortoul, José. Ob. Cit., pp. 520 – 521
116
Charles Todd y al experto David Bushnell; hacia 1820 el to-
tal de hombres en armas que mantenía Colombia ascendía a
36.000, mientras que para 1825, según cifras oficiales, era de
24.895.166 Evidentemente se hace bastante difícil llegar a cifras
exactas debido al carácter heterogéneo, no permanente y en
general poco organizado que tuvieron las fuerzas armadas de
la República de Colombia, sobre todo antes de 1825.
Según otras fuentes, como el informe del cónsul de Suecia
en Filadelfia, Severin Lorich, fechado el 4 de agosto de
1823167, Colombia contaba con un ejército de unos 25.000
hombres, siendo alrededor de la mitad tropas regulares y el
resto milicias; variando la calidad de los soldados desde el nivel
de tropas “de élite” veteranos, con muchos años de servicio, en
unidades como los batallones “Voltígeros”, “Rifles”, “Bravos de
Apure” o “Albión”, hasta otras unidades mal apertrechadas y
entrenadas. Por su parte la armada – como veremos con detalle
más adelante – contaba hacia 1823, sobre todo con buques de
pequeño porte como bergantines, goletas, cañoneras, flecheras,
bongos, etc., y con una pequeña cantidad de corbetas y fraga-
tas. Colombia era un país donde las fuerzas armadas tenían un
gran peso político, ocupando muchos generales cargos de pri-
mer orden en la administración civil, subordinándose muchas
decisiones de Estado a las necesidades de la guerra, estando
el propio Presidente de la República en campaña en el sur del
país y luego en Perú; quedando el poder efectivo en manos
del Vicepresidente, quien también era general. Mientras que
Bolívar estaba a favor de un ejército permanente, numeroso y
bien acondicionado para garantizar la seguridad y defensa de
Colombia, ya que la guerra contra España aún no terminaba, y
166o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 329 - 330
167o Lorich, Severin. Observaciones sobre Colombia, su Gobierno, etc. (Informe de Severin
Lorich, Cónsul de Suecia en Filadelfia. Despacho No. 831, fechado el 4 de agosto de 1823).
Disponible en: http://hem.bredband.net/rivvid/historia/lorich3.htm (Revisado online el 10 de
enero de 2016 a las 10:25 pm.)
117
también como disuasivo contra desórdenes internos; Santander
abogaba por una reducción sustancial del ejército y su asisten-
cia por parte de milicias ciudadanas, a fin de reducir gastos,
empleando el dinero en fortalecer la marina – pues la guerra
con España se había centrado en el mar a partir de 1823 – y en
desarrollar la agricultura e industria nacionales.
Revisemos entonces por separado la situación del ejército y
de la armada de la República de Colombia.
1) Ejército
El cónsul sueco en Filadelfia, Severin Lorich, describió así
al ejército de Colombia en 1823:
“Todo ciudadano está obligado a tomar las armas para la defensa del
Estado. Se cree que es posible evaluar las fuerzas disponibles de tropas
de tierra en 21.000 hombres, de los cuales 3.500 de caballería y 600 de
artillería. Si se les agrega un cuerpo de 4.000 hombres que está desta-
cado en Perú bajo las órdenes del Presidente Bolívar, se tiene un total
de 25.000 hombres, y con toda seguridad no se necesitará más que de la
mitad para anular todo proyecto ulterior de España de reducir este país.
Solamente la mitad del ejército se compone de tropas regulares, discipli-
nadas y bien vestidas, pero incluso ellas no valen lo que las tropas suecas
en cuanto a la disciplina y al ejército. La opinión general en Colombia
está muy fuertemente inclinada contra la España, y hay de qué alimen-
tar este odio, pues no se necesita viajar muy lejos en el país para encon-
trar por doquier las huellas de la crueldad bárbara de los españoles.
La República de Colombia está pues suficientemente asegurada con-
tra toda invasión de parte de España y la rivalidad entre las otras
potencias europeas no podrá ya más conducir a un ataque abierto contra
ella, cualquiera sea el atractivo que pudiese tener para la Inglaterra o la
Francia, por ejemplo, el Istmo de Panamá, Puerto Cabello o
Maracaibo.”168
168d Ídem.
118
Según el análisis del historiador Carlos Vidales, tenemos
que Lorich basó sus informes en fuentes oficiales, emanadas
de la Secretaría de Guerra y Marina, así como el Congreso
Nacional, todo esto producto de sus cordiales relaciones con
los líderes del país.169
Curiosamente las fuentes de archivo españolas arrojan un
balance de fuerzas muy inferior al informe de Lorich, y en una
fecha posterior, cuando más bien el tamaño del ejército colom-
biano debió haberse incrementado.
169i Vidales, Carlos. “El agente diplomático sueco Severin Lorich y su misión en la Gran
Colombia (1823)”. Universidad de Estocolmo, Centro de Estudios Latinoamericanos, Informes
de Investigación, Nº 64, mayo de 1991. Disponible en: https://www.academia.edu/2456170/
El_agente_diplom%C3%A1tico_sueco_Severin_Lorich_y_su_misi%C3%B3n_en_la_Gran_
Colombia?auto=download (Revisado On Line el 22 de febrero de 2018 a las 10:13 pm), pp.
11 - 12
170e Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos
de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 117 – 129, citando a Estado
de las fuerzas de la República de Colombia. No lleva firma ni fecha, aunque con toda seguridad
es de 1826. Archivo Histórico Nacional, Estado 214.
119
servicio general obligatorio y sometido en cada departamento a la su-
pervisión del comandante general. Sin embargo, este decreto se convir-
tió en el blanco de muchas críticas irresponsables, especialmente por
parte de la fracción oposicionista liberal de Caracas que se quejaba ab-
surdamente de que ella significaba el establecimiento de la ley marcial
o de algo muy parecido. El nuevo sistema funcionó bien en Bogotá, pero
estuvo a punto de provocar una rebelión en Caracas, y el general
Soublette informó que a lo largo de la nación el alistamiento se veía
obstaculizado tanto por la inercia de la población como por la falta de
cooperación de las autoridades. Uno de los problemas suscitados fue un
debate sobre la conveniencia de la elección de los oficiales por los mismos
milicianos, lo que representaba una reforma ardientemente defendida
por todos los ideólogos de la democracia y fuertemente combatida por la
administración. Santander aceptaba que los nombres de los oficiales de
más baja graduación fueran originalmente sugeridos por los mismos
milicianos, pero la Gaceta Oficial atacó repetidamente el principio de
elección de los oficiales como una insana manía de democratización.”171
120
gran medida de su idiosincrasia y cultura. Respecto a la caba-
llería, podemos afirmar que las fuerzas montadas colombianas
del período estudiado, fueron quizá las mejores de América y
una de las mejores del mundo; siendo el arma decisiva en la
mayoría de las batallas y asombrando a los jefes militares es-
pañoles, que no tuvieron complejo en reconocer su fuerza y
habilidad. La artillería por su parte, vendría a ser quizá la parte
menos fuerte que tenía el ejército colombiano en aquel pe-
ríodo, muy lejos de los estándares de Europa. Sin embargo, es
oportuno recordar la poca utilidad que la artillería tenía en la
guerra en Sudamérica, donde había contadas ciudades fortifi-
cadas, con muy pocos caminos aptos para transportar cañones
sobre sus cureñas, y con abundantes pantanos, selvas y saba-
nas. En contraste, bien podríamos considerar como el punto
más fuerte del ejército colombiano su oficialidad. En efecto,
hombres como Bolívar, Sucre, Páez, y muchos otros, llevaron a
las tropas colombianas a victorias sobre los españoles que re-
sultaron tan brillantes como asombrosas, superando de forma
rutinaria incontables dificultades de tipo geográfico, logístico,
operacional, y de mando y conducción, así como –obviamente–
estratégico y táctico. No sería exagerado decir que el ejército
colombiano llegó a ser hacia mediados de la década de 1820 la
mejor máquina de guerra terrestre del continente americano,
no por su número ni equipamiento, sino por la habilidad de
sus oficiales, y la ferocidad, resistencia y perfecta adaptación al
entorno natural de sus soldados.
121
2) Marina
La Armada de Colombia comenzó como una fuerza corsa-
ria que reunió, organizó e impulsó el Almirante Luís Brión a
partir de 1816 y hasta 1821. Al crecer en términos materiales
y humanos, la armada colombiana se fue convirtiendo en un
factor importante en el Caribe, tenido en cuenta por Estados
Unidos y Gran Bretaña; llegando a tomar un papel importante
en las negociaciones internacionales de Colombia, como en el
Tratado Gual – Anderson de 1824, en el que fue clave el papel
desempeñado contra el tráfico mercante español; o las nego-
ciaciones de Colombia con México para apoyar el asalto a la
fortaleza de San Juan de Ulúa, y en los proyectos de liberación
de Cuba y Puerto Rico a partir de 1825. Desde 1822 la ar-
mada colombiana inició una ambiciosa transformación impul-
sada por Santander, para convertirse definitivamente de una
fuerza corsaria en una auténtica marina de guerra nacional.172
Santander decretó el 28 de junio de 1822 la creación de las
academias navales de Cartagena, Puerto Cabello y Maracaibo.
Bolívar por su parte fundó otra más en Guayaquil. El 22 de
julio del mismo año se creó la Infantería de Marina. Más tarde
se creó la Secretaría de Marina como parte de la Secretaría de
Guerra. A partir de 1822 comenzó un programa de adquisi-
ción de buques, destinado a establecer una adecuada defensa
de las fachadas marítimas de Colombia sobre el Atlántico, el
Caribe y el Pacífico; para ello, buena parte del empréstito de
1824 fue utilizado en la compra de dos fragatas en Estados
Unidos. Según Fermín Toro Jiménez, la Armada de Colombia
llegó a contar en su apogeo en 1826 con 2 navíos, 8 fragatas
y 14 corbetas. Asimismo, el 28 de julio de 1824 el Congreso
decretó mejorar las fuerzas sutiles para cumplir tareas de
122
guardacostas en el litoral, ríos y lagos, ordenándose la cons-
trucción de cincuenta pailebotes cañoneros en puertos de la
República.173
Por su parte, el cónsul Lorich escribió sobre la Armada de la
República de Colombia el 4 de agosto de 1823:
173d Ídem.
174o Lorich, Severin. Ob. Cit.
175e Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos
de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 117 – 129, citando a Estado
de las fuerzas de la República de Colombia. No lleva firma ni fecha, aunque con toda seguridad
es de 1826. Archivo Histórico Nacional, Estado 214.
123
Gazette and Daily Advertiser.176 Según este informe, la escua-
dra colombiana estacionada en Cartagena para el 8 de febrero
de 1826 consistía en:
_Una corbeta comprada a la Compañía Británica de las
Indias Orientales, dotada con 34 cañones: 28 largos de 18 li-
bras en su cubierta de cañones, y 4 carronadas en el alcázar. A
medio tripular, con menos de 100 hombres de los cuales me-
nos de 20 eran marineros realmente buenos, y el resto pardos
mitad indios e inexpertos. Ligeramente escorada y con apa-
riencia de velero sin brillo.
_Corbeta Ceres, antiguamente al servicio de España. Dotada
con 26 carronadas de 32 libras. Con muy buena tripulación, y
en mejor situación que cualquier buque en el puerto. La mayor
parte de sus tripulantes eran ingleses o estadounidenses.
_Una corbeta de guerra con 20 cañones (de 18 y 24 libras)
con un tercio de su tripulación a bordo, siendo no más de 30
buenos marinos, y el restante pardos inexpertos, además de es-
tar escaso de oficiales.
_Una corbeta de guerra con 18 cañones (carronadas de 24
libras), falta de oficiales y marineros. Con cerca de un tercio
de su tripulación, tenía muy pocos marinos diestros, siendo el
resto pardos inexpertos.
_Un buque desarmado, con comandante y pocos oficia-
les asignados, con pocos marineros y sin acondicionarse aún.
Estaba antiguamente al servicio de la Compañía Británica de
las Indias Orientales. Hecho para portar 36 cañones, pero sin
todo su armamento a bordo. Se presumía que podía portar ca-
ñones largos de 18 libras. Apariencia de ser fuerte pero poco
marinero.
_Un bergantín desarmado, dotado con 24 carronadas; está
solo en servicio como escuela naval. Jóvenes oficiales pardos
176i Sin Autor. “Colombian Naval and Military Force” en The Baltimore Gazette and Daily
Advertiser. Baltimore, 15 de marzo de 1826. Volume 65, p. 2
124
y otros destinados al servicio naval asisten a clases a bordo.
Incierto si será alistado para hacerse a la mar o no.
_Una goleta dotada con 10 carronadas, con poca tripulación
mayormente parda y sin buenos oficiales.
Además de esto, el informe relaciona un buque de guerra
con bandera extranjera que estaba a punto de ser transferidos
a Colombia:
_Un navío dotado con 67 cañones, pero construido para 74.
Con cañones largos de 24 libras en su cubierta inferior, y ca-
rronadas en su cubierta superior. Buque viejo, pero al parecer
fuerte. Siendo sus grandes fallas: sus juntas de hierro, y da-
ños en su forro inferior de cobre. Roto en muchos lugares y
pudriéndose, debía dársele un nuevo forro con cobre antes de
que pudiera estar en estado adecuado para ir en un crucero. Su
forro estaba muy mal, y empeorando. No podía ser reparado
en Cartagena. Fue comprado por la casa de banco de B. A.
Goldschmidt & Co. de Londres, para enviarse a Cartagena en
especulación. Tenía 500 suecos a bordo, quienes serían desem-
barcados cuando fuese transferido, y por lo se debía tener un
transporte para ellos, o si no se vendía regresarían en él. Los
marineros estaban sin embargo en libertad de entrar al servi-
cio de Colombia si lo deseaban, el Gobierno colombiano había
ofrecido salarios mayores para ellos.
Y buques de guerra que esperaban en Cartagena para entrar
al servicio de Colombia.
_Una fragata nueva comprada por el Gobierno colombiano,
construida en Nueva York. Lista ya, se encontraba en Puerto
Cabello, y se le esperaba en Cartagena. Era la primera de su
clase, construida sobre un plan mejorado, teniendo popa elíp-
tica, pareciendo de 44 cañones pero portando 64. Navegaba
solo con los hombres mínimos necesarios para entregarla en
Cartagena, quedando totalmente equipada pero sin tripula-
ción cuando la recibiera Colombia.
125
_Una fragata gemela de la anterior, construida en Filadelfia
y que sería entregada en las mismas condiciones. Se encon-
traba surta en el puerto de Nueva York, preparándose para
zarpar y esperando que se despeje el hielo. Se estimaba que
llegara a Cartagena en pocas semanas.
_La corbeta Bolívar que se encontraba en Nueva York por
reparaciones. Montaba 26 carrondas de 32 libras. Su tripula-
ción estaba constituida mayormente por pardos.
Y buques al servicio de Colombia pero cuyo destino era
desconocido.
_Dos bergantines de 14 y 18 cañones, en algún puerto al este.
_Dos bergantines y una goleta en mal estado, desmantela-
dos y abandonados, presas de mar propiedad de corsarios.
Estas diversas informaciones, aunque contradictorias en
parte, nos dan una idea bastante cercana del tamaño y poder
alcanzado por la escuadra colombiana entre 1823 y 1826, reve-
lándonos también sus debilidades; a saber: escasez de tripulan-
tes y oficiales, incapacidad de personal e infraestructuras para
reparar y mantener los buques adquiridos, e incapacidad para
construirlos, debiendo comprarlos en el extranjero.
Es pertinente ahora volver al punto de la visión más volcada
al mar que tuvo Santander, en contraste con la visión más cen-
trada en tierra de Bolívar, Bushnell comenta:
126
español o contra una invasión extranjera era así mucho más impor-
tante una marina de guerra que un ejército. A través del pillaje sobre
embarques enemigos e incluso por medio del transporte de cargas priva-
das, una marina podía llegar a sufragar sus propios gastos, mientras
que la sola palabra “ejército” era considerada como sinónimo de banca-
rrota. En fin, la marina era mucho más compatible con las institucio-
nes libres, ya que resultaba prácticamente imposible derrocar el gobierno
de Bogotá con navíos de guerra, y se pensaba además que los marinos se
encontraban naturalmente menos inclinados a apoyar una dictadura
militar […]
El problema principal a este respecto era que Colombia no estaba en
capacidad económica de adquirir una flota naval completa, carecía de
suficientes facilidades para mantenerla y de marineros para manejarla.
De esta manera, los esfuerzos por ampliar la marina colombiana esta-
ban destinados a convertirse en un empecinamiento inútil de la admi-
nistración de Santander.”177
127
C) La República de Colombia y su potencial como
poder marítimo
129
hidrográficas de magnitud como era la del Orinoco y la del Magdalena;
finalmente, una composición de climas y regiones diversas y comple-
mentarias. Un total de ciento quince mil leguas cuadradas.”178
130
al país. Estas descripciones resultan muy útiles para medir el
potencial marítimo y naval de aquel Estado.
180b Ibídem, p. 17
181b Ibídem, p. 23
131
brazo del río Negro, se comunica también con el Marañón, por medio
del río Negro.”182
“La Guaira es antes una rada que un puerto. El mar está en continua
agitación, y los navíos sufren igualmente por la acción del viento, el
curso de la marea, el mal anclaje, y por la broma; pero este puerto tiene
la ventaja de no estar a más de cinco leguas de Caracas.
La Guaira es una bahía abierta a todos los vientos y su anclaje nada
seguro. Además las ondas prevalecen aquí demasiado, lo que junto con
el viento contribuye a aumentar los inconvenientes del puerto. Su pro-
fundidad no excede cuarenta y ocho pies, a un cuarto de legua de distan-
cia de la orilla; de consiguiente la cargazón no se puede tan fácilmente
embarcar, y la altura de las olas impide que se embarquen aquí mulas
como en Nueva Barcelona y Puerto Cabello.”185
132
La Guaira a recibir el cargamento que les envían de Europa, o el que
compran.”186
133
“El lago es navegable para navíos de alto bordo; pero esta ventaja
está inutilizada por un banco de arena peligroso que está a la misma
entrada, y sobre el que los barcos, que hacen doce pies de agua, casual-
mente se encallan.”190
“Las bocas del Orinoco tienen una ventaja sobre todas las otras partes
de Tierra Firme. Ofrecen la más pronta comunicación con la Península.
El viaje de Cádiz a Punta Barima, se hace a veces en 18 o 20 días. La
vuelta a Europa ocupa de 30 a 35 días. Estas bocas estando a barlo-
vento de todas las islas, los navíos de Angostura pueden mantener un
comercio más lucrativo con las Islas de las Indias Occidentales, que con
La Guaira y Puerto Cabello.”192
134
El puerto tiene dos fuertes para su defensa.”194
“El Magdalena y el Cauca son los dos ríos más importantes de esta
provincia. El Cauca en particular corre por Cartagena, y se junta con
el Magdalena más debajo de Mompox.”195
135
desde 13 a 16 pies en Panamá, mientras que en Puerto Bello el flujo y
el reflujo no sube más que el mismo número de pulgadas.”197
136
famosos porque resisten a la broma, y a la podredumbre. A pesar de estas
ventajas, la construcción de navíos está muy descuidada, y el comercio
en el río y en la costa se hace por medio de balsas, en las que reciben los
géneros de los navíos de Europa, Lima o Panamá.”202
137
Evidentemente, la República de Colombia tenía una capa-
cidad geográfica – tanto por su ubicación como por sus carac-
terísticas – especialmente favorable para desarrollar su poder
marítimo. Sin embargo, según la teoría de Mahan, no sólo
basta con eso para que una nación se haga poderosa en el mar.
138
Hernández nos resulta muy apropiado para este estudio, pero
sin olvidar que el mismo deriva de uno mayor, que sería el po-
der marítimo, el cual engloba el conjunto de fuerzas y capaci-
dades que un Estado tiene en el mar.
Según Mahan, existen seis factores o elementos que condi-
cionan el poder naval de un país:
“Puede decirse, en primer lugar, que si una Nación está situada de tal
manera que no se ve obligada a defenderse por tierra ni puede pensar en
extender su territorio de igual forma, al tener que dirigir todos sus de-
signios hacia el mar, lleva ya en si una ventaja positiva con relación a
otros pueblos que puedan tener alguna frontera continental […]
La situación geográfica puede ser de tal naturaleza, que requiera una
concentración o dispersión de las fuerzas navales.”209
139
ventaja, pues Colombia pudo haber centrado su defensa en el
litoral atlántico-caribeño, contra la amenaza de España u otra
potencia de la Santa Alianza. Como desventaja tendría la exis-
tencia de dos litorales inconexos entre sí –el del Pacífico y el del
Atlántico-Caribe–, lo que le obligaría a dividir su fuerza naval.
Mahan continúa…
“La situación geográfica de un país puede ser tal, que no sólo favo-
rezca la concentración de sus fuerzas, sino que presente, además la ven-
taja estratégica ulterior de proporcionar una situación central que
pueda ser base excelente de operaciones para las que hubieran de em-
prenderse contra sus enemigos probables.”210
“Si la Naturaleza ha colocado a un país en circunstancias tales que,
además de tener facilidades para atacar, cuenta con acceso fácil al mar
libre, y al mismo tiempo domina uno de los grandes pasos del tráfico del
mundo, es evidente que la importancia estratégica de su situación es
grandísima”211
210b Ibídem, p. 87
211b Ibídem, p. 89
140
tantos hechos ha presentado en sus aguas, será un excelente preludio
para un estudio similar del Mar Caribe, que tan poco historia tiene
relativamente.”212
141
del valle del Magdalena y del Cauca, la barra de Maracaibo,
la Cordillera de la Costa en Venezuela y el laberinto de caños
del delta del Orinoco. Colombia podía aspirar a una efectiva
defensa costera y a un lucrativo comercio marítimo, sí se pro-
curaba una flota adecuada y defensas idóneas en los puertos,
habiendo adelantado los españoles lo segundo. En cuanto a lo
primero, Mahan enfatizó:
214b Ibídem, p. 49
215b Ibídem, p. 53
142
En este particular, Colombia tenía la ventaja de que todo su
litoral estaba ampliamente poblado, existiendo ciudades como
Cumaná, Caracas, La Guaira, Valencia, Puerto Cabello, Coro,
Maracaibo, Santa Marta, Cartagena, Portobelo, Panamá y
Guayaquil ocupando toda su fachada marítima, o a escasa dis-
tancia de la misma. Asimismo, prácticamente todo el territorio
colombiano era accesible desde el mar, bien fuera directamente
o a través de las vastas cuencas fluviales que cruzaban el país.
Respecto al cuarto factor, el número de habitantes, Mahan
explica:
“Así como al tratar de ésta hemos dicho que para nuestra objeto
tenía más importancia la longitud total de la costa y sus característi-
cas, que el área del país, asimismo, en lo que a la población se ref iere,
es mucho más interesante que el total, tener en cuenta la parte propor-
cional que se dedica a profesiones marítimas o que, al menos, puedan
adiestrarse en poco tiempo lo suf iciente para servir a bordo y manejar
el material naval.”216
216b Ibídem, p. 55
143
En concordancia con esto, Mahan señala la importancia del
quinto factor, el carácter nacional:
144
de Colombia como de vocación marinera, sí puede decirse que
existía la potencialidad de que al menos los de ciertas regio-
nes dieran el impulso inicial necesario para desarrollar el poder
naval y marítimo del país.
Finalmente, Mahan establece la clase de gobierno como el
último factor o elemento condicionante del poder naval de
un país:
145
en el extranjero del personal capacitado necesario y motivar a
la población nacional a participar en dicho esfuerzo. También,
en menor medida, buscó construir la infraestructura necesaria
para llevar a feliz término estos objetivos. No obstante, esos
esfuerzos del Gobierno colombiano se verían afectados por el
carácter nacional y por los propios problemas internos de la
nación, tales como la crisis de la deuda a partir de 1826 y las
luchas entre facciones, que terminaron afectando de forma de-
terminante la política naval que se venía llevando a cabo.
En resumen, podemos decir que de los seis elementos;
Colombia tuvo buenas posibilidades en cuanto a situación
geográfica y extensión territorial, posibilidades de intermedias
a buenas respecto a configuración física y clase de gobierno, y
debilidades manifiestas en cuanto a número de habitantes y ca-
rácter nacional. Es decir, el país tenía las potencialidades para
aspirar a ser una potencia naval y marítima en el escenario re-
gional y quizá mundial, pero debía pasar por una serie de trans-
formaciones sociales y económicas, conducidas acertadamente
por su Gobierno.
146
Los intereses marítimos son el conjunto de beneficios de carácter eco-
nómico, político, social y militar que obtiene una nación de todas las
actividades relacionadas con el uso del mar.”220
Mientras que sobre Poder Naval…
220é Tébar Martínez, Rocío. “Teoría del Poder Marítimo”. Estrategia Uruguaya. Disponible
en: https://estrategiauruguay.files.wordpress.com/2014/06/teorc3ada-del-poder-marc3ad-
timo.pdf p. 3
221e Terazgo Cuadros, Jorge. “Alfred Thayer Mahan (1840-1914) Contraalmirante U.S.
Navy, su contribución como historiador, estratega y geopolítico”. Diplomado de Relaciones
Internacionales, Universidad Viña del Mar. Disponible en: http://www.cialc.unam.mx/pdf/
mahan.pdf (Descargado On Line el 22 de septiembre a las 09:35 pm) p. 14
147
naval –como ciertamente son los ejemplos que usa Mahan en
su obra–, sino en general a la capacidad militar de un Estado
en el mar.
En segundo lugar, como veremos más adelante, la República
de Colombia llegó a reunir una fuerza naval respetable en el
contexto regional, gracias a la cual pudo jugar un rol protagó-
nico en la derrota de España en las guerras de independencia
de Hispanoamérica; a la par que su gobierno se esforzó por
desarrollar las bases para un sólido poder naval de cara al fu-
turo, consistente en personal debidamente adiestrado, instala-
ciones adecuadas, y estructura legal y administrativa, además
de –obviamente– buques de guerra.
En tercer lugar, la República de Colombia llevó a cabo unas
dinámicas relaciones internacionales, condicionadas en gran
medida por sus fuerzas navales, bien fuesen sus corsarios o su
marina de guerra regular, llegando incluso a formar una ambi-
ciosa alianza naval con México y a proyectar la liberación de
Cuba y Puerto Rico, en franco desafío a los intereses de Gran
Bretaña, Francia y Estados Unidos.
150
Atlántico. España retenía aun en sus manos Cuba y Puerto
Rico, estando estacionada en La Habana, al mando del almi-
rante Ángel Laborde y Navarro, la Escuadra de los Mares de
la América Septentrional – prácticamente todo lo que quedaba
de la Real Armada Española –, la cual amenazaba directamente
la seguridad de todo el litoral atlántico-caribeño colombiano.
Esta escuadra también buscaba entorpecer los envíos de tropas
al Perú a través del Istmo de Panamá y distraer fuerzas de aquel
escenario. En respuesta, Colombia incrementaría su escuadra,
enviaría sus buques en cruceros sobre las aguas enemigas a cazar
su comercio y lanzaría un enjambre de corsarios sobre el Caribe
y el Atlántico, que llevarían sus depredaciones hasta las Islas
Canarias y la Península Ibérica. Ya que España y la República
de Colombia nunca firmaron la paz, podemos decir que la ame-
naza marítima española sobre Colombia nunca expiró, regis-
trándose el último crucero de Laborde sobre costas venezolanas
en fecha tan tardía como 1827.
Lógicamente, si el Gobierno colombiano deseaba asegurar
la independencia nacional contra España, no había más ca-
mino que incrementar y adecuar el poder naval de la República
para detener en el mar, o incluso disuadir, cualquier intento de
reconquista emprendida por su enemiga.
223e Terazgo Cuadros, Jorge. “Alfred Thayer Mahan (1840-1914) Contraalmirante U.S.
Navy, su contribución como historiador, estratega y geopolítico”. Diplomado de Relaciones
Internacionales, Universidad Viña del Mar. Disponible en: http://www.cialc.unam.mx/pdf/
mahan.pdf (Descargado On Line el 22 de septiembre a las 09:35 pm) p. 19
154
posición, de la fuerza militar y de los recursos, quedarán por considerar
sus mutuas relaciones en cuanto a la posición relativa, distancia y ruta
más convenientes para trasladarse de uno a otro.”224
224b Ibídem, p. 22
155
esa dificultosa tarea a la nueva República. De esta forma, pro-
teger y asegurar el comercio marítimo era para Colombia no
sólo un asunto de recuperar su economía maltrecha por la gue-
rra, sino de garantizar la propia seguridad económica de sus
ciudadanos, y la sustentabilidad del Estado.
Sin un poder naval adecuado, las rutas comerciales marí-
timas de Colombia podían ser bloqueadas por su enemiga, y
la República correría el riesgo de morir por estrangulamiento
económico. Como referente cercano a esa época, podemos ci-
tar que en gran medida el Imperio Napoleónico fue vencido
por Gran Bretaña debido al estrangulamiento producido al
bloquear sus rutas comerciales en el Atlántico.
158
“Su punto relevante fue el desarrollo del concepto de insularidad, con-
tra el común concepto de continentalismo. Por insularidad, señaló como
al estado que se encontraba rodeado de mar, y bajo cuya definición en-
traba Gran Bretaña y Japón, entre algunos pocos ejemplos. Sin em-
bargo agregó al concepto de países insulares a aquellos estados que,
ocupando una posición continental y sin tener vecinos continentales
como rivales potenciales, también debían ser catalogados como “estraté-
gicamente insulares”.”225
225b Ibídem, p. 26
159
Entonces, ¿cuál era la interfaz de contacto de Colombia con
España después de 1823?... casi exclusivamente el mar. Es decir,
estratégicamente, y en el contexto de la guerra continental con-
tra España, la República de Colombia cumplía el concepto ma-
haniano de insularidad estratégica. Interesantemente, el sector
del Gobierno colombiano que impulsó el desarrollo del poder
naval estaba consciente de esta situación, aunque claramente no
hayan hablado de “insularidad estratégica”, pues faltaban varias
décadas aún para que dicho concepto tomara forma.
Siendo entonces la República de Colombia una “isla” en el
centro del continente americano, queda en evidencia la im-
portancia que debía dársele al desarrollo de su poder naval, no
sólo por su propia seguridad y defensa, sino como pieza funda-
mental de la guerra de las nuevas repúblicas hispanoamerica-
nas contra la ex metrópoli.
226b Ibídem, p. 23
227a Carrera Damas, Germán, “Casos de continuidad y ruptura: génesis teórica y práctica
del proyecto americano de Simón Bolívar” en Las Independencias de Hispanoamérica, p. 589
161
“[…] a partir de la batalla de Boyacá, librada el 7 de agosto de 1819,
los hombres que habían llevado adelante la lucha por la Independencia
en la antigua Capitanía General de Venezuela se repartieron en dos
grupos desproporcionados. El más numeroso, representado por José
Antonio Páez, se mantuvo por sus actos y su pensamiento en el escena-
rio venezolano, entendiéndolo con criterio no solo corto sino también
todavía estrecho, pero que marcaba una considerable superación del re-
gionalismo histórico básico que en Venezuela, como en otras de las colo-
nias españolas americanas, más de una vez prevaleció afectando el
curso de la guerra. El grupo menos numeroso, representado por Simón
Bolívar, proyectó su acción y su pensamiento en escenarios que a muchos
les resultaban insospechados, sumergiéndose en cuestiones y conflictos de
una complejidad inusitada y desalentadora, cuya vinculación con
la suerte de la lejana ex-Capitanía General de Venezuela pasaba por la
determinación de asegurar la existencia de la República de Colombia.
Se tomó así un camino que tras recorrer los Andes debía conducir a las
colonias españolas del Caribe y, no faltó quien los soñara, a la
Metrópoli.”228
162
II
229e Lettieri, A.; Garbarini, L. Las Revoluciones Atlánticas (1750-1820). Buenos Aires, Edi-
torial Longseller S.A., 2001.
230r Bruce, Robert B. y otros. Técnicas Bélicas de la Época Colonial 1776 – 1914, p. 209
168
y quisieron volver a navegar como corsarios. Inmediatamente después
de las Guerras Napoleónicas, los envíos internacionales regresaron y los
corsarios regresaron a su vida civil normal […] Después de gastar su
botín de la Guerra de 1812, la mayoría de los capitanes y marineros
estaban desempleados y miraron las revoluciones sudamericanas como
un camino para hacer dinero rápidamente y solucionar sus problemas
monetarios. Durante la Guerra de 1812, Baltimore era un hervidero
de corsarios al tiempo que se hacía popular la independencia sudameri-
cana, haciéndose también popular navegar como corsario de las revolu-
ciones latinoamericanas.”231
231a Tawes, Megan E. “The Santa María. Baltimore Privateering and Piracy during the
Latin American Revolutions”. University of Maryland, 2015. Disponible en: http://digital-
commons.law.umaryland.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1043&context=mlh_pubs (Revi-
sado On Line el 18 de febrero de 2016 a las 09:03 pm) pp. 12 – 13
232i Vidales, Carlos. “Corsarios y piratas de la Revolución Francesa en las aguas de la emanci-
pación hispanoamericana” en Caravelle, Año 1990, Volumen 54, Número 1, pp. 247 – 262. Dis-
ponible en: http://www.persee.fr/doc/carav_1147-6753_1990_num_54_1_2428, pp. 250 - 251
169
entre los que se contaba Luis Aury, que ayudaron a defender
la ciudad cuando llegó Pablo Morillo y a evacuar a los líderes
patriotas a finales de ese año.233 Con la caída de Cartagena en
manos de Morillo, estos corsarios marcharon al sur de Haití
junto con el liderazgo patriota con el que venían trabajando,
aportando decisivamente a la organización de una expedición
para reiniciar la lucha en Tierra Firme.234 En efecto, en Los
Cayos (Haití), se dieron cita hombres como Luis Aury y Luis
Brión, que junto con asociados menores aportaron los bu-
ques y tripulaciones necesarias para continuar la lucha. Estos
acontecimientos hacen de 1816 un punto de inflexión en las
Guerras de Independencia en Hispanoamérica.235
170
Luis Aury y Luis Brión, los dos candidatos obvios, eran en
muchos aspectos opuestos. Mientras que Aury manejaba una
flota corsaria y había extendido sus operaciones desde el Río de
la Plata hasta el Golfo de México, amasando en el proceso una
gran fortuna y manteniendo siempre su condición de corsario
al servir a varias banderas; Brión se había centrado en servir a
Venezuela y a Bolivar, tomando ya en 1814 la ciudadanía ve-
nezolana, y gastando su propia fortuna familiar en formar la
escuadra. Además de eso, Brión era un convencido de las nue-
vas ideas ilustradas, y venía de luchar en la República Bátava
contra británicos y rusos, además de defender su natal Curazao
contra los ataques de Gran Bretaña.237 Evidentemente, Brión
era un hombre mucho más adecuado para transformar a futuro
la armada desde una fuerza corsaria a una verdadera armada
nacional.
Con la Expedición de Los Cayos, se comienza a formar una
escuadra, que no sólo transportó a Tierra Firme a los líderes
patriotas para reiniciar la lucha, sino que también se trabó exi-
tosamente en combate y comenzó a crecer, primordialmente
con los buques capturados a los realistas. Más tarde creció con
buques adquiridos a los ingleses, y después con embarcaciones
menores construidas en astilleros en Margarita, el Orinoco y
el Apure. Esta escuadra pudo también proveer al ejército en
las siguientes campañas, y contribuir a la defensa de Margarita
y el oriente venezolano.238 Dicha primera escuadra que zarpa
de Haití estuvo integrada por siete goletas, a saber: la Bolívar,
comandada por el Capitán de Fragata Renato Beluche; la
Mariño, por el Capitán de Fragata Tomás Duboil; la Brión,
por el Capitán de Fragata Antonio Rosales, la Piar, al mando
237í Díaz Ugueto, Manuel. Luis Brión, Almirante de la Libertad. Caracas, Editado por el
Autor, 1992
238l Florez Álvarez, Leónidas. Acción de la marina colombiana en la guerra de independencia
1806 – 1830. Bogotá, Memorial del Estado Mayor del Ejército de Colombia, 1919. Descar-
gado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia.htm, p. 87
171
del Capitán de Fragata John Parnel; la Constitución, al mando
de Jean Monier; la Feliz, al mando de Charles Leauminet; y
la Conejo, al mando del Capitán de Fragata Bernardo Ferrero;
y venció al bergantín realista Intrépido y la goleta Rita en el
Combate Naval de Los Frailes, al noreste de Margarita.239
Este combate no sólo tuvo gran importancia estratégica o tác-
tica, sino también simbólica. Además de crear tempranamente
una tradición de victoria para la escuadra liderada por Brión,
también marcó los primeros ascensos por méritos de combate,
pues el propio Brión fue ascendido a Almirante, y Beluche a
Capitán de Navío. Así, surgía el almirantazgo en Venezuela,
pues Brión fue el primer oficial naval en portar dicho título.
Ahora bien, ¿por qué la expedición se dirigió a Margarita?...
además de su importancia estratégica, Margarita era el único
territorio que podía ofrecer seguridad al liderazgo patriota, ya
que la parte norte de la isla se encontraba bajo control del co-
ronel Juan Bautista Arismendi, que se había levantado contra
los realistas en noviembre de 1815.240 El 8 de mayo, seis días
después del combate, Bolívar lanzó una proclama en Santa
Ana del Norte que abrió el camino de la Tercera República.
Según el historiador José Luis Salcedo Bastardo, en ese mo-
mento “nació la Colombia que fue el sueño sublime de Bolívar”.241
239a Maita Ruiz, José Gregorio y Palencia Hernández, Alexis Saúl. Importancia Histórica y
Estratégica de la Expedición Libertadora de Los Cayos, 1816. Disponible en: https://terrestrium-
navalium.blogspot.com/2016/04/importancia-historica-y-estrategica-de.html (Revisado On
Line el 16 de febrero de 2017 a las 08:47 pm)
240ó Gómez León, Iván. “En Santa Ana del Norte nació la Tercera República de Venezuela”
en Memorias de Venezuela, Junio – Julio de 2014, Nº 30, p. 8
241ó Gómez León, Iván. Ob. Cit., p. 9
172
venezolana, por lo que pudo continuarse con el esfuerzo béli-
co.242 Ya en Haití, Bolívar y Brión solicitan nuevamente ayuda
a Petión, recibiendo el 29 de septiembre de 1816 la goleta
Bruja, enviada por Arismendi desde Margarita. La Expedición
de Jacmel zarpó el 21 de diciembre, compuesta por cuatro ber-
gantines, seis goletas y dos transportes, comandando las fuer-
zas navales el Almirante Brión. Llegaron a Juan Griego el 28
de diciembre, para continuar la gesta emancipadora.243
En el curso de las expediciones desde Haití, los corsarios y
líderes patriotas hicieron buenos enlaces con los comerciantes
de las Antillas, siendo especial la formada en la isla de San
Bartolomé, entonces bajo soberanía sueca. En 1816, durante la
primera expedición, la escuadra se detuvo en esa isla a vender
un barco español capturado junto con su carga. Resalta en par-
ticular la relación formada por Luis Brión con el gobernador
Rosensvärd, quien le permitió hacer del archipiélago de Five
Island una parada regular para transbordar armas y pertrechos
en ruta a Venezuela. Al parecer esta amistad databa de la época
en que Brión había vivido en San Bartolomé. Todo esto a su
vez fue permitido por la Corona y la corte en Estocolmo,244
la cual también se cuidó de mantener en discreción sus tran-
sacciones con los patriotas a fin de evitarse problemas en
Europa.245
En resumen, podemos decir que con las Expediciones
de Los Cayos, se echaron las bases de la futura armada
173
colombiana; al reunir bajo el pabellón tricolor a un grupo de
corsarios fieles y aguerridos, con vocación patriótica, y a la vez
establecer una red de contactos en las Antillas que serían vita-
les para abastecer a las fuerzas independentistas y comunicar-
las con el extranjero.
175
asegurando la entrada de la flota patriota al río.251 A este
combate siguieron otras victorias, como la Batalla Fluvial de
Cabrián el 3, 4 y 5 de agosto de 1817; lo cual dio a los pa-
triotas un dominio absoluto del Orinoco, que no tardó en ser
aprovechado para abrir rutas de suministro e intercambio co-
mercial con las Antillas, lo que a su vez permitió aumentar el
poder de la maquinaria de guerra de Bolívar.252 Para este fin,
Brión organizó especialmente una fuerza de guardacostas en
el Orinoco, encargada exclusivamente de mantener las co-
municaciones a través del río y la costa atlántica.253 Es en este
contexto que empiezan a llegar a Margarita una gran cantidad
de corsarios y legionarios extranjeros, que van a fortalecer al
ejército y la marina patriotas. En la marina destaca la llegada
de Nicolás Joly, quien incluso se casó con una hermana del
general Juan Bautista Arismedi254, y serviría a Venezuela hasta
la década de 1840.
Por aquellos días, la escuadra patriota rara vez puede en-
frentar directamente a la realista, siendo Pagayos y sobre todo
Cabrián excepciones brillantes. Era entonces más común que
la escuadra usase la economía de fuerzas, la acción combinada
de fuerzas terrestres y los buques, y los golpes audaces y velo-
ces de los corsarios, siendo siempre muy útil la infantería de
marina, recién creada por Brión en 1817. Esta situación pro-
dujo un hondo desgaste en las fuerzas navales de José María
Chacón y Juan Gabasso, al servicio de Morillo.255 A mediados
de 1818, Bolívar ordenó a Brión dirigirse a Margarita y am-
pliar sus fuerzas para volver a la ofensiva en las costas orienta-
les venezolanas. Brión empleó bien sus contactos en Trinidad
y otras Antillas, logrando aumentar el tamaño de su flota, y
251b Ibídem, p. 124 y Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., pp. 93 y 94
252b Ibídem, pp. 100 – 101 y Hartog, Johan. Ob. Cit., pp. 130 - 134
253b Ibídem, pp. 134 y 140
254b Ibídem, p. 147
255í Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., pp. 53 – 54
176
en cooperación con fuerzas de Bermúdez tomó Güiria256, ade-
más de mantener presión sobre otros puertos como Carúpano,
Cumaná y Barcelona a lo largo de ese año, que terminó de ma-
nera exitosa para la escuadra patriota. En efecto, los corsarios
extranjeros como Aury y Joly habían arrebatado el dominio de
las aguas orientales a los realistas, haciendo retroceder sus na-
ves hacia La Guaira y Puerto Cabello.257
Ya para 1819, la escuadra patriota continuó con su férreo
dominio del Orinoco, al tiempo que comenzaban a llegar
aventureros extranjeros, como la célebre “Legión Británica”,
que empezaron a desplegarse en los escenarios de guerra, gra-
cias también a la escuadra.258 Estas operaciones se vieron favo-
recidas por las precarias condiciones de mantenimiento de los
buques realistas en sus bases de La Guaira y Puerto Cabello,
que los condenaron a reducir sus salidas al mar y entregar el
dominio del mismo a la cada vez más grande marina venezo-
lana. En este particular, las palabras del propio Morillo resul-
tan ser las más esclarecedoras.
177
hubieran acabado, y la discordia y desunión, poniéndolos en los últimos
extremos, los hubiera reducido a un término desesperado.”260
260b Ibídem, p. 82
261í Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., pp. 64 y 65
262i Vidales, Carlos. “San Bartolomé. Las Antillas suecas y la independencia hispanoame-
ricana (1810 – 1830). Disponible en: http://hem.bredband.net/rivvid/historia/sbarteb.htm
(Revisado On Line el 18 de febrero de 2016 a las 08:56 pm)
263o Wombwell, A. James. The Long War Against Piracy: Historical Trends, pp. 204.
178
es una muestra del nivel al que había llegado la guerra de corso
por parte de los venezolanos en ese momento.
Para 1820, cuando se firmaron los tratados de armisticio y
regularización de la guerra, el dominio marítimo patriota se
había consolidado; en gran medida por la visión, liderazgo y
gestión de Luis Brión sobre la armada.264 De hecho, ese año
comenzaría una nueva campaña, destinada a liberar el litoral
caribeño de la Nueva Granada, encerrando a los realistas en el
centro-norte y noroccidente de Venezuela.
179
victoria. La institución encargada de supervisar, regular y con-
trolar esta práctica es la Corte de Almirantazgo, la cual otorga
las patentes, efectúa los juicios de presa, dispone los botines,
etc. La guerra de corso permitió a los patriotas venezolanos y
neogranadinos, así como a los bonaerenses, uruguayos y chi-
lenos, dotarse de fuerzas marítimas con las cuales plantar cara
a los realistas, obteniendo cierto dominio del mar. Esto trans-
formó el Caribe y el Océano Atlántico en un extenso teatro
de guerra,265 donde las mermadas fuerzas de la Real Armada
Española no lograron controlar a los cada vez más audaces y
voraces corsarios de los patriotas hispanoamericanos.266
Tras el triunfo de la escuadra de Brión en la Expedición
de Los Cayos, España tuvo que enviar más buques al Caribe,
sin lograr resultados. Entonces la Corona recurrió a otorgar
patentes de corso para perseguir a los independentistas en el
mar; práctica que ya venía implementando desde los tiempos
de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas contra enemi-
gos externos, y desde 1812 contra los independentistas; pero
que ahora llegaría a un nuevo nivel. Esto trajo la desastrosa
consecuencia de legitimar el corso patriota, además de mos-
trar claramente la debilidad naval de la Monarquía Española,
dando mayor impulso a sus enemigos.267
Ninguna de las ex colonias en rebelión contra España con-
taba con tradición naval. En ninguna de ellas existían asti-
lleros y arsenales comparables a los de Europa, ni tampoco
había academias náuticas. Por ello, desde el principio los in-
dependentistas se vieron en la necesidad de recurrir al corso
para poder disponer de fuerzas marítimas, compensando así
las ventajas del enemigo.268 Justamente, sería en el puerto de
265é Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 45
266b Ibídem, p. 53
267b Ibídem, pp. 54 – 55
268o Hopkins, Fred. “For Freedom and Profit: Baltimore Privateers in the Wars of South
American Independence” en The Northern Mariner/Le Marin du Nord, XVIII Nos. 3-4, ( Julio
180
Baltimore donde los agentes de los patriotas hispanoameri-
canos encontraron una verdadera cantera de experimentados
corsarios, dispuestos a enfrentar a los españoles en el mar.
En efecto, el declive de las casas comerciales del noreste de
Estados Unidos, debido a la competencia inglesa y francesa a
raíz de la Guerra Anglo-Estadounidense, dejó a los armadores
y marinos de Baltimore con solo tres opciones de subsistencia:
continuar en el declinante negocio mercante, entrar al tráfico
de esclavos o unirse a los hispanoamericanos en su rebelión
contra España. Para ellos, que venían de combatir contra la
todopoderosa Marina Real Británica –la mayor del mundo en
ese momento–, la elección era sencilla.269
Baltimore también escondía otras claves que explican la
partida de una inmensa oleada de corsarios hacia Sudamérica.
Esta ciudad era la más cercana a la costa sudamericana en
el noreste de Estados Unidos, además de ser ella (y toda
Maryland) el centro del catolicismo en ese país. Esta coin-
cidencia religiosa aumentó la simpatía por la causa emanci-
padora hispanoamericana entre los marinos de Baltimore.270
Entre los capitanes de la ciudad que se unieron a los indepen-
dentistas podemos mencionar a John Dieter, Daniel y James
Chayter, James Barnes, John Daniel Danels, Thomas Boyle,
John Clark y José Almeida.271 De este grupo, tenemos abun-
dante información sobre Danels, quien llegaría a ser capitán
de navío de la armada colombiana, y Almeida, quien cerró su
181
célebre carrera como corsario en Hispanoamérica navegando
bajo el tricolor colombiano.
Estos corsarios primeramente recibían la patente de corso
de manos de algún agente bonaerense, artiguista o, en este
caso, colombiano, en el propio territorio norteamericano.
Seguidamente, adquirían un buque y contrataban una tripula-
ción. Una goleta de pilotaje usada, equipada y en buen estado,
podía costar entre 25.000 y 40.000 dólares, mientras que un
buque nuevo entre 35.000 y 42.000. A los tripulantes se les
pagaba una parte del botín, ganando en promedio casi 100 dó-
lares tras un crucero de tres meses. Mucho más que los 1,87
dólares por día que ganaba un carpintero de puerto. Este ni-
vel de lucro en el corso explica que para 1820, según el Niles’
Weekly Register, habían entre quince y veinte mil norteameri-
canos dedicándose al corso al servicio de los independentis-
tas hispanoamericanos. Unos dieciocho capitanes corsarios
mantenían sus hogares y familias en Baltimore, entre ellos
Thomas Boyle y John Daniel Danels.272 Lamentablemente, la
historiografía venezolana no ha estudiado debidamente esta
“Conexión Baltimore” en nuestra independencia.
En concordancia con esta realidad, Brión creó en Margarita
dos organizaciones marítimas por orden del Libertador, es-
tableciendo en Pampatar de manera provisional el Cuartel
General y la primera Corte de Almirantazgo, el 12 de febrero
de 1817. Este cuerpo pondría coto a las actividades de los ca-
pitanes que navegaban sin patente, por lo que eran conside-
rados como piratas por los afectados, en su mayoría buques
neutrales. Como parte de esta nueva política, se promulgó el 4
de marzo la primera Ordenanza de Corso.273
La acertada decisión de Bolívar de promulgar la ordenanza
de corso, aumentaría el poder marítimo de la República. El
272d Ídem. Cita: Nile´s Weekly Register, 8 de enero 1820.
273a Hartog, Johan. Ob. Cit., pp. 104 y 106
182
mencionado instrumento legal era muy similar a las ordenan-
zas españolas y argentinas, que regulaban los juicios de presa,
el derecho de visita de los corsarios sobre buques mercantes
o el apresamiento de naves sin patente legítima de ningún
Estado.274 A la par que Brión nutría la escuadra con buques
del Estado y corsarios, o con la nueva Infantería de Marina,
también se esforzaba por establecer la Corte de Almirantazgo
y regular la guerra de corso. Para ello, el Almirante no dudó en
castigar con pena de muerte a unos cuantos capitanes insubor-
dinados que violaron la ordenanza, pues coincidía con Bolívar
en que el corso al servicio patriota debía estar signado por la
caballerosidad y otros valores, ya que ello podía manchar o ha-
cer resaltar el buen nombre de la República. En este contexto
se publicó también el 4 de marzo el reglamento para otorgar
patentes de corso, que establecía un juramento previo de fide-
lidad a la República por parte del corsario.275
Por estas razones sería tan importante la Corte de
Almirantazgo, ya que su misión era reglamentar la práctica del
corso. Esta Corte, junto con los corsarios, contribuyeron a dar
cimientos a la futura armada colombiana, así como a soste-
ner el honor y derechos de la República, empezando a obte-
ner respeto para el Gobierno por parte de otras naciones. La
Corte de Almirantazgo permitió a los patriotas lograr el pre-
dominio marítimo hacia 1820, empleando el corso también
para resguardar la soberanía nacional, además de para edificar
la marina. La Corte permitía también a la República actuar
dentro del Derecho de Gentes, recurriendo al derecho a repre-
salia contra la obstinada negación de Fernando VII a recono-
cer nuestra independencia. De esta manera, la guerra de corso
quedaba enmarcada en la legalidad.276
183
Tal como hemos venido explicando, al no encontrar en te-
rritorio nacional suficientes hombres de mar y naves, el corso
se nutrió de extranjeros. Ciertamente, aunque muchos fue-
ron simples aventureros, que aprovecharon las patentes para
dedicarse solo a su lucro personal y descuidaron las tareas
asignadas;277 muchos otros prestaron valiosos servicios a la
causa emancipadora, tales como: Nicolás Joly, Joseph Raffetti,
Henrique Faggart, Azor Orne, Alejandro Bolches, Vicente
Dubril, Javier Curtis, Antonio Alegre, Félix Nattá, James
Bares, José Almeida, Andrés Sicard, Agustín Franchesqui y el
general Everaux, entre otros.278
Además de perjudicar el comercio enemigo, el corso produ-
cía dividendos en metálico al subastarse en puerto los buques
apresados y su carga. Estos ingresos despertaban el entusiasmo
popular, facilitando nuevos enrolamientos para la marina y,
claro está, aportando ingresos para mantener y desarrollar la
armada. Al desarrollarse más la guerra de corso, el comercio de
Tierra Firme con las Antillas y España fue hostigado, además
de las rutas hacia Cuba y Puerto Rico. En este último caso,
los corsarios tenían el estímulo de apresar buques negreros, ya
que la República había abolido la trata de esclavos.279 De esta
manera, la guerra de corso tenía la particularidad de no sólo
ser autosustentable, sino que además financiaba el crecimiento
de la escuadra y permitía el auxilio a las fuerzas de tierra con
víveres, armas, municiones e incluso dinero en metálico.280 La
campaña de los corsarios cumplía los objetivos de estrangular
el comercio español, bloquear las comunicaciones enemigas,
atacar los convoyes de tropas realistas y dañar de toda forma
277b Ibídem, p. 62
278b Ibídem, p. 63
279b Ibídem, p. 65
280b Ibídem, p. 66
184
posible a la armada española. Además de eso, los corsarios se
dedicaron también a hacer propaganda revolucionaria.281
El jurista y firmante del Acta de Independencia de
Venezuela, Francisco Javier Yanes, fue el presidente de la Corte
de Almirantazgo, y su motor.282 Él instituyó las bases del de-
recho marítimo venezolano respecto al comercio, corso, presas
y crímenes del mar, basándose en la institución homóloga de
España, así como en las ordenanzas de corso españolas y en el
Derecho de Gentes.283 Para él, los procedimientos de la Corte
despertarían la confianza pública sólo si se basaba sólidamente
en la ley. A su vez, los gobiernos extranjeros verían a esta insti-
tución como un ente legítimo para regular la guerra marítima
respecto al derecho común de la época. Así, la Corte cumpliría
con su misión intrínseca de probar a las naciones del mundo
la legitimidad de la causa emancipadora, dotando al Gobierno
republicano de legalidad.284
El 26 de marzo de 1819 se instituyeron dos Cortes
de Almirantazgo, por disposición del Congreso. Una en
Angostura, con jurisdicción sobre el Orinoco y la otra en
Pampatar, que ya existía desde 1817, para ejercer su poder en
la costa y mar abierto. Luego, ésta última se trasladaría a Juan
Griego, y en 1821 a La Guaira, tras el triunfo de Carabobo
y la liberación del centro-norte de Venezuela.285 Llegados a
1819, parece que las ordenanzas de corso que databan de 1817
eran inadecuadas para la nueva República de Colombia, que
estaba comenzando a tomar forma. Contenía preceptos inúti-
les o incompatibles con la República, lo cual originaba dudas y
complicaciones para la ejecución de las funciones de la Corte
de Almirantazgo. Esto llevó a que Francisco Javier Yanes
281b Ibídem, pp. 67 y 74
282b Ibídem, p. 12
283b Ibídem, p. 15
284b Ibídem, p. 49
285a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 155 y Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 16
185
elaborara el borrador de una nueva ordenanza en 1819 que,
aunque aún basada en las españolas, sí encajaba en la estruc-
tura institucional colombiana, permitiendo entonces que las
Cortes de Almirantazgo trabajaran en conjunto con los pode-
res de Colombia.286
En 1822, tras la muerte de Brión y la reforma en la estruc-
tura de toda la armada, como explicaremos más adelante, la
Corte de Almirantazgo desapareció, pasando sus funciones
a las comandancias de los cuatro Departamentos de Marina.
Esto no ocurrió de forma rápida, sino que después de la re-
forma, la Corte siguió operando hasta que el propio Yanes es-
cribió al Gobierno solicitando la disolución de la misma, ya
que según las Ordenanzas de Corso de 1822 sus funciones
eran asumidas por el Despacho de Marina, siendo en conse-
cuencia nulas sus sentencias y por tanto no vinculantes para
los extranjeros.287
186
todas las anteriores, destinada a liberar la costa caribeña de la
Nueva Granada. Dicha campaña ha sido muy poco estudiada
en la historiografía venezolana, eclipsada por la previa cam-
paña terrestre que culminó en Boyacá y la siguiente que cul-
minó en Carabobo.
Para ese momento, España reacciona ante la pérdida de la
supremacía naval en la costa venezolana, aunque de manera
tardía y algo torpe; envía a la División de la Costa Firme, al
mando del Capitán de Navío Ángel Laborde y Navarro, ha-
cia Puerto Cabello, la cual se componía en su mayoría de vie-
jos y podridos buques comprados a Rusia.288 Por su parte, la
campaña naval sobre las costas de Cartagena, Santa Marta y
Río Hacha se coronará con éxito a finales de 1821, trayendo
como consecuencia la casi duplicación del litoral bajo control
patriota, así como también las tareas de defensa de la escua-
dra. Esto ocasionaría que el Congreso General de Colombia
en ley del 4 de octubre de 1821 –ya fallecido el Almirante
Brión–, decrete la división de la jurisdicción marítima en cua-
tro Departamentos de Marina. Cada Departamento tendría
un puerto capital, con su propio Comandante General y un
Auditor de Marina, quienes llevarían los juicios de presas,
piratería y demás asuntos marítimos, reemplazando así a la
Corte de Almirantazgo. Por encima de los cuatro comandan-
tes, estaría el Director de Marina, residente en la capital de la
República y dependiente del Secretario de Guerra y Marina.289
Regresando a la campaña iniciada en 1820, tenemos que
Brión juzgó con gran acierto que para llevar a adelante esta
compleja operación, debían conquistar rápidamente un puerto
en la zona para asegurar el litoral; ya que el punto de partida
era la isla de Margarita, demasiado lejana hacia oriente. El pri-
mer puerto a atacar, entonces, sería Río Hacha, tratando luego
288é Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 58
289b Ibidem, p. 90
187
de continuar tierra adentro hacia Valledupar. Más tarde, debía
ocuparse Santa Marta.290 En febrero de 1820 llegó a Margarita
el general Mariano Montilla, destinado a comandar las opera-
ciones en tierra, poniéndose al frente de los contingentes irlan-
deses que debían ser el núcleo de la expedición.291 Tras zarpar
de Juan Griego, la expedición llegó frente a Río Hacha el 11
de marzo, constando la misma de un total de diez buques, en-
tre bergantines, goletas y transportes, y 700 irlandeses junto
con 400 margariteños reclutados por Brión. Se cañonearon las
defensas costeras todo el día y los infantes desembarcaron en
la jornada siguiente, ante lo cual los defensores huyeron aban-
donando el fuerte y la ciudad.292 El día 12 Padilla, como se-
gundo de Brión, pudo hacer ondear el tricolor colombiano en
su pueblo natal –Río Hacha– por primera vez.293
El siguiente blanco fue Sabanilla, cerca de Río Hacha,
puerto que fue atacado el 11 de junio, el cual cae esa misma
noche sin mayor resistencia dando a Brión y su escuadra una
primera cabeza de playa en la costa. El 25 de junio se dio la
Batalla de Tenerife, sangriento combate en la cual el Coronel
Maza atacó impetuosamente a la escuadra realista, volando al
mayor de sus buques, mandado por el Comandante Vicente
Villa, y apresando el resto. Este triunfo fue de grandes conse-
cuencias para la causa republicana porque le dio el predominio
en el Magdalena.294 Para el 28 del mismo mes, se logró esta-
blecer contacto con las tropas colombianas del interior del país
a través del río Magdalena.295
188
El 6 de julio Brión proclamó el bloqueo total del litoral de
las provincias de Cartagena y Santa Marta296, el 12 las fuerzas
de Montilla capturaron Barranquilla, y las flecheras y demás
embarcaciones ligeras traídas por Brión desde Margarita co-
menzaron a ganar dominio del Magdalena, remontando sus
aguas hasta más allá de Mompox y controlando la ciénaga.297
Finalmente, y tras muchos combates, avances y retrocesos,
Brión entró en Santa Marta el 11 de noviembre de 1820, fina-
lizando la primera etapa de la campaña.298 La toma de Santa
Marta produjo un gran botín: 175 cañones y varios buques,
además de armas y pertrechos varios. También significó un
gran triunfo moral, pues se amplió el litoral bajo el control de
la República, y fue una de las causas para que Morillo aceptara
reunirse con Bolívar y firmar el armisticio de noviembre de
1820.299 Sólo quedaba ahora una gran ciudad en la región por
ser tomada: Cartagena, poseedora de las mayores fortificacio-
nes del antiguo imperio español.
Mientras la campaña se desarrollaba, Brión no dejaba de
buscar los medios para fortalecer la escuadra. Así, envió agen-
tes a Estados Unidos a adquirir buques, pues sabía que el fa-
moso diseñador naval Henry Eckford estaba construyendo
una corbeta de 28 cañones en Nueva York y otra de 24 caño-
nes en Baltimore. El Almirante incluso propuso a los agen-
tes un pago en tres cuotas, además de cargar los buques con
toda clase de pertrechos y zarpar de regreso a Margarita; todo
ello sustentado en un capital de un millón de pesos.300 Esto es
una muestra clara del crecimiento que iba experimentando la
escuadra en ese momento, pues ya el máximo jefe naval bus-
caba adquirir naves de mayor porte y capacidad oceánica. En
296a Hartog, Johan. Biografía del Almirante Luis Brión, p. 174
297l Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., p. 112
298a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 178
299b Ibídem, p. 181
300b Ibídem, p. 166
189
esos momentos también se dan una serie de tensiones entre
Montilla y Brión, pues el primero se sintió celoso de los méritos
del almirante. En medio de esta situación reaparece Luis Aury,
el viejo rival de Brión en Haití. Aury había capturado las islas
de San Andrés y Providencia, y había tenido algunos impasses
con buques de Brión. Cuando Aury solicitó entrar al servicio de
Colombia y consiguió cierto apoyo de Montilla y de Santander,
Brión hizo valer su condición de Almirante y su influencia so-
bre el Libertador para vetar al viejo corsario francés.301
190
que hasta había sido premiado por su lealtad con un arzobis-
pado y una capitanía general separados de los de Caracas. Sin
embargo, el 28 de enero de 1821 Maracaibo se alzó por inicia-
tiva propia contra el régimen español y solicitó su adhesión a
la República de Colombia. Este hecho pondría fin al armisti-
cio y generaría el regreso a las hostilidades.303 El alzamiento
marabino no puede entenderse sino a la luz de la liberación de
las vecinas Río Hacha y Santa Marta.
El 30 de enero, las tropas colombianas entraron a Maracaibo
para asegurar la ciudad. Luego, ni Bolívar, ni Urdaneta, ni
nadie en el liderazgo colombiano estaba dispuesto a entre-
gar Maracaibo, con las grandes ventajas estratégicas que
otorgaba. Por eso, Bolívar ordenó a Urdaneta el 3 de marzo
marchar a la ciudad y asumir la comandancia de la misma.
Más tarde, en mayo de 1821, el Congreso Constituyente de
Cúcuta creó el Departamento del Zulia, conformado por las
provincias de Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo, con capi-
tal en Maracaibo.304 Ese mismo mes, los buques de la armada
transportaron tropas a través del Lago de Maracaibo hacia la
provincia de Coro, rindiendo su capital el 11 de mayo. Este
hecho constituye un hito; en primer lugar por ser la última
actuación de Brión al servicio de la República de Colombia305,
y en segundo lugar por cerrar de forma brillante esta primera
etapa de la campaña costera. Los realistas habían quedado en-
cerrados en el centro-norte de Venezuela. En el resto del año
1821 se darían dos grandes operaciones militares, la Batalla de
Carabobo y el segundo sitio de Cartagena.
191
El segundo sitio de Cartagena fue una operación predomi-
nantemente naval, con una tremenda importancia estratégica
y significado moral en la Guerra de Independencia; y sin em-
bargo no ha sido tomada en cuenta por la historiografía vene-
zolana. Procedemos ahora a narrarla muy resumidamente. El
24 de mayo entraron a la bahía de Cartagena 43 embarcacio-
nes menores, bien tripuladas y artilladas, organizadas en tres
divisiones y bajo el mando general de José Prudencio Padilla.
A partir de ese momento, el cerco colombiano sobre la ciu-
dad comenzó a cerrarse hasta la victoria final.306 Fue en esta
campaña donde Padilla se perfiló como un oficial naval capaz
y aguerrido, siendo el antecedente directo en su carrera a la
posterior campaña del Zulia en 1823.
Exactamente, un mes después, en la madrugada 24 de junio
de 1821 – horas antes de la Batalla de Carabobo –, se produce
la “Batalla de la Noche de San Juan”, en la cual los colombianos
lanzaron un ataque a gran escala sobre Cartagena. Como efecto
directo de la victoria patriota en este combate, el 4 de julio se
rindió la fortaleza de Boca Chica, ubicada en el islote de Tierra
Bomba, dominando la bahía.307 Llegados a este punto, resulta
muy elocuente cómo resume y analiza la situación el historiador
militar colombiano Leónidas Álvarez Flores:
192
burladas también en algunas ocasiones y averiadas cuando quisieron
cruzar estrictamente para cumplir su cometido.
Las divisiones de fuerzas sutiles obraron con el arrojo que Padilla
empleaba en sus empresas; arrebataron, por decirlo así, a los cañones de
los fuertes las naves enemigas surtas bajo aquella defensa. Con la des-
trucción de esta fuerza móvil y la reducción de los castillos de Bocachica
quedaba el núcleo de la plaza entregado a su propia suerte, esto es, al
tiempo que duraran los víveres y por tanto el espíritu de sus
defensores.
Los españoles carecieron de la defensa exterior: una escuadra de alta
mar para tener alejada a la enemiga; la defensa exterior terrestre no
tenía la fuerza del caso para distanciar las avanzadas enemigas del
núcleo de la plaza. Faltóles asimismo que su defensa móvil explorara la
bahía suficientemente y obstruyera los pasos, tal como lo hicieron los
patriotas en 1815, mediante un plan donde se armonizaran las fuerzas
existentes y a la vez las necesidades más perentorias […]
[…] Reducida la plaza, artillada de nuevo, provista de municiones
para la defensa, volvía a ser para los patriotas la posición dominante en
los litorales colombianos el punto de apoyo para defender el Istmo y la
base para las embarcaciones republicanas que defendían los litorales
desde Maracaibo hasta Panamá, y la gran plaza fuerte por cuya pose-
sión se habían agotado los cuantiosos recursos de españoles y patriotas
[…]”308
193
En paralelo a la última fase del asedio de Cartagena, el
Almirante Brión fue agravándose de su tuberculosis, por lo
que solicitó permiso para marchar a Curazao a atender asun-
tos familiares y su propia salud. El 24 agosto Bolívar supo de
la ausencia de Brión y designó al general Lino de Clemente
como Comandante General de la Flota.310 La ausencia de
Brión, la prolongación del litoral bajo poder republicano y el
crecimiento de la escuadra llevaron a que el Congreso deci-
diera reorganizar la marina, según Ley del 4 de octubre de
1821. Reproducimos el texto de la misma:
194
Art. 3. ° En cada uno de estos departamentos habrá un comandante
general y un auditor de marina, con cuyo dictamen y consejo conocerá el
primero de todas las causas de presas y represas, piraterías y demás crí-
menes cometidos en alta mar con apelación a la alta Corte de justicia de
la República.
Art. 4. ° Los comandantes generales de marina, tendrán por sus ser-
vicios mil pesos anuales de gratificación, además de los sueldos que les
correspondan por sus grados, y los auditores, quinientos pesos de sueldo
al año; y además los emolumentos y obvenciones que les correspondan
por la ley.
Art. 5. ° Habrá un director de marina residente en la capital de la
República, con la misma autoridad y atribuciones que designa la orde-
nanza; y con él se entenderán directamente los comandantes generales
de los departamentos navales, en todo lo que mira al mejor servicio,
buen orden y desempeño de sus obligaciones.
Art. 6. ° Mientras no se nombre el director, sus funciones recaerán en
el secretario del despacho de marina.
Art. 7. ° Se autoriza al Poder Ejecutivo para que pueda conceder
patentes de corso, por períodos determinados, contra los buques y propie-
dades de la nación española en alta mar, a los que las soliciten con las
formalidades y fianzas necesarias.
Art. 8. ° No se concederán patentes de corso a los buques nacionales o
nacionalizados, sin que sus armadores, capitanes, oficiales y marineros
se comprometan a servir a la República por el espacio de cuatro meses al
año continuos o con interrupción, según se les requiera, para cuyo servi-
cio el Gobierno les suministrará los víveres necesarios.
Art. 9. ° Si además de los cuatro meses, los armadores, capitanes, ofi-
ciales y marineros fueren requeridos con sus embarcaciones para un ser-
vicio extraordinario, serán mantenidos y pagados por el Gobierno por
el tiempo que durare el servicio, como los demás buques de guerra de la
República.
Art. 10. ° De las presas que se hicieren por los buques de los particu-
lares armados en corso y mercancía, se aplicarán solamente al erario
nacional los derechos de información como nacionales, y además un
cinco por ciento para hospitales militares, debiendo distribuirse lo demás
entre los capitanes, oficiales y marineros, según los convenios que hayan
hecho entre sí, y por ante un escribano antes de su salida del puerto, a
195
menos que el Poder Ejecutivo haya dictado un arreglo general para esta
distribución.
Art. 11. ° Se autoriza al Poder Ejecutivo para que provisionalmente,
y hasta la reunión del próximo Congreso, pueda expedir y poner en
ejecución los reglamentos de corso que estime convenientes para evitar
los abusos, que puedan de alguna manera interrumpir la buena inteli-
gencia y armonía con las naciones neutrales.
Art. 12. ° Continuarán observándose las ordenanzas de marina que
regían anteriormente, en todo lo que no se opongan al tenor y cumpli-
miento de la presente.
Comuníquese al Poder Ejecutivo para su observancia.
Dada en el palacio del Congreso General de Colombia en el Rosario
de Cúcuta a 4 de Octubre de l821, 11 de la independencia - El presi-
dente del Congreso, José I. Marques. -El diputado secretario, Miguel
Santamaría. - El diputado secretario, Francisco Soto. - El diputado
secretario, Antonio José Caro. ‘
Palacio del Gobierno en el Rosario de C6cuta á 14 de Octubre de
1821. - Ejecútese. – Francisco de Paula Santander - Por mandado de
S.E. el Vicepresidente. – El secretario de marina y guerra, Pedro
Briceño Méndez.”311
311u Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, que comprende todas las leyes, decretos y reso-
luciones dictados por sus congresos desde el de 1821 hasta el de 1827, p. 89
312a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 188
196
“DECRETO de 12 de Octubre [de 1821]
Sobre acción de gracias al almirante Brión.
313u Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, que comprende todas las leyes, decretos y reso-
luciones dictados por sus congresos desde el de 1821 hasta el de 1827, p. 109
314í Díaz Ugueto, Manuel. Luis Brión, Almirante de la Libertad, p. 57
197
organización tras la muerte de Brión, con una escuadra creciente
y en fortalecimiento, y con la costa neogranadina completa-
mente despejada, además de las de las provincias de Maracaibo
y Coro, y el oriente venezolano. Al finalizar el año, sólo una
plaza quedaba aún en manos españolas: Puerto Cabello.
198
en el territorio que todavía estaba sometido a su jurisdicción, después de
Carabobo.”315
Aun así, los éxitos siguieron llegando para las fuerzas colom-
bianas inmediatamente después de Carabobo: el 2 de julio el co-
ronel realista Pereira se rindió en La Guaira316, mientras que el
coronel José Caturla capituló en Cumaná el 16 de octubre ante
el asedio combinado por mar y tierra del general Bermúdez y
del Capitán de Navío Agustín Armario.317 De esta manera, para
finales de 1821, solo Puerto Cabello seguía en manos de los es-
pañoles. Entonces la tarea principal para el ejército y la marina
colombianos en Venezuela, era sitiar y rendir dicha plaza. Para
tal fin Bolívar decretó el 11 de septiembre de 1821 el bloqueo de
Puerto Cabello por tierra y mar.318 Al frente del bloqueo marí-
timo que nos ocupa, llegaría a estar el Capitán de Navío Daniel
Danels. Este personaje llegó a aguas venezolanas en 1818, como
parte de la oleada de corsarios venidos de Baltimore. En 1820
destacó participando bajo las órdenes de Brión en la campaña
de la costa neogranadina, y en 1821 participó en los bloqueos
de Cumaná y La Guaira, empleando sus bergantines Voluntario
y Vencedor, y la goleta Centella. En premio a sus servicios se le
concedió la ciudadanía colombiana.319
El periódico Journal de París, en su edición del 29 de sep-
tiembre de 1821 recogió así la situación de los realistas en
Puerto Cabello:
315l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo (Narración), p. 14
316b Ibídem, pp. 13 - 14
317b Ibídem, p. 15
318i Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 26
319o Hopkins, Fred. “For Flag and Profit: The Life of Commodore John Daniel Danels of
Baltimore” en Maryland Historical Magazine, Vol. 80 Nº 4, Invierno de 1985. Disponible en:
http://msa.maryland.gov/megafile/msa/speccol/sc3500/sc3520/015400/015464/pdf/danels_
mhm.pdf (Descargado On Line el 31 de marzo de 2017 a la 01:15 pm), pp. 395, 398 y 399
199
“Los realistas evacuaron a Puerto Cabello. La escuadra española se
retiró a Puerto Rico. Esta noticia ha causado gran sorpresa en esta ca-
pital, ya que Puerto Cabello era la más fuerte de las plazas españolas en
Venezuela”320
320o Rosas Marcano, Jesús. La Independencia de Venezuela y los periódicos de París (1808 –
1825), p. 341
321i Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 20
200
“El Gobierno, con el designio de arreglar la parte administrativa de la
marina de la República, haciendo al mismo tiempo todos los ahorros que
reclama la escasez actual de fondos y la necesidad de avivar la guerra
para poner término a la que sostiene tan tenazmente la Monarquía espa-
ñola, ha dispuesto que por ahora se omita el establecimiento de ministerios
y tesorerías de marina por cuanto suponen semejantes establecimientos la
existencia de una grande Armada que no tenemos y causan gastos consi-
derables, y que las mismas Tesorerías Departamentales o de Provincia
entiendan en lo que por los reglamentos españoles entendían los ministros
principales de marina, distribuyéndose entre los de cada caja el trabajo y
atención por lo relativo a los dos ramos del ejército y de la marina, como
se hizo en Cartagena en la primera época de la revolución. En consecuen-
cia, dará V.S. las órdenes convenientes para que esta disposición tenga su
cumplimiento en todo el Departamento de su mando.”
Lo traslado a V.S. a fin de que dando por su parte igual orden a los
jefes de marina se lleve a efecto esta disposición.
201
“Los últimos periódicos de Nueva Orleans anuncian que las autorida-
des españolas han declarado en estado de bloqueo a toda la costa de
Colombia con la excepción de Puerto Cabello. Su fuerza naval se com-
pone de una fragata, dos bergantines, cuatro goletas, y de seis a ocho barcos
corsarios. Capturaron seis buques americanos que traían víveres de los
puertos de los Estados Unidos, como también dos navíos ingleses, de los
cuales uno venía de San Thomas y el otro de Barbados. Todos estos barcos
fueron conducidos a Puerto Cabello donde serán condenados.”325
202
población exterior bajo los fuegos de las baterías del interior y de la
vigía y el Reducto que a pesar de la resistencia que hicieron para soste-
nerlo, lo ocupé a las seis de la mañana.
Es de absoluta necesidad que V.S. combine conmigo sus operaciones,
indicándome a punto fijo el día en que establece el bloqueo. Reitero pues
a V.S. que me indique a punto fijo el día en que se aproxima con la
Escuadra, el número de buques y la fuerza para determinar con acierto
las hostilidades.
203
Leavitt la corbeta Hércules, diseñada por Henry Eckford, por
un precio de 156.000 pesos fuertes y 44 centavos, pagaderos en
tres cuotas; la primera inmediatamente, la segunda a los cuatro
meses y la tercera a los ocho.329 La nave tenía tres mástiles y
dos cubiertas artilladas, medía 124 pies de eslora, 29 pies con
11 pulgadas de manga, 14 pies con 11 pulgadas de calado y
desplazaba 497 toneladas, siendo bastante rápida y fuerte para
el combate.330 Fue renombrada Bolívar al llegar a Venezuela en
octubre.331 Esta unidad fue en su momento el mejor buque de
guerra de la República de Colombia, y siguió prestando servi-
cios destacados en los años siguientes. Gracias al historiador
naval Francisco Alejandro Vargas conocemos su primera tri-
pulación: primer comandante, Capitán de Navío John Daniel
Danels; segundo comandante, Capitán de Fragata William S.
Christie; primer oficial, Teniente de Navío James D. Murray;
segundo oficial, Teniente de Navío John Clark; tercer oficial,
Teniente de Navío Joseph C. Swain; cuarto oficial, Teniente
de Navío John Holding; quinto oficial, Teniente de Fragata
Alexander Honack; sexto oficial, Teniente de Fragata Samuel
Golinton; Capitán de Infantería de Marina Patrick Kelly;
Teniente de Infantería de Marina William Hoffman; pri-
mer cirujano, Doctor H. Pudgeon y segundo cirujano, Doctor
George Comimber.332 Así reseñó Santander esta adquisición
naval en carta al Libertador:
204
contratado por orden de este gobierno con víveres por seis meses para
ver si logramos rendir a Puerto Cabello en todo este año, pues me he
resuelto a hacer un esfuerzo extraordinario en dinero porque este pa-
drastro de Venezuela nos será siempre molesto; esta corbeta reunida a
cuatro buques de guerra que tenemos de Maracaibo a La Guaira des-
truirá la miserable escuadrilla española y cerrará herméticamente aquel
puerto. Tengo cuatro oficiales de marina soberbios, Danels, Boguier,
que han servido a Soublette y Bermúdez, magníficamente y Chitty y
Beluche.”333
205
dentro. El día 2 desembarcó el bergantín Vencedor dos piezas de a vein-
ticuatro, que fueron colocadas en la misma noche en el Trincherón […]
Cuartel General en Borburata, a 3 de mayo de 1822 – El Jefe del
Estado Mayor del Departamento de Venezuela, José de Lima.”335
Excmo. Señor
Anoche he recibido la comunicación de V.E., incluyéndome el nom-
bramiento del Jefe de la Escuadra para el Sr. Renato Beluche. Como
desde el momento que penetré la desunión o disgusto de los capitanes de
buques, he trabajado constantemente por reunirlos; puedo decir a V.E.,
afortunadamente que he conseguido mi objeto y todos, todos están entu-
siasmados en trabajar por la República y no separarse hasta lograr la
rendición de la plaza. El Capitán Danels es el primero que con sus
buques ha venido voluntariamente al bloqueo como informé a V.E., en
mi comunicación N° 25 en estas circunstancias y habiéndose marchado
Beluche para la costa de Coro desde el 30 último no me parece prudente
hacer ahora una innovación y reservo en mi poder los pliegos de ambos
comandantes hasta que V.E., me exhiba su contestación.
Descanse V.E., en que si de Puerto Cabello, que no lo creo, destacan
buques a Maracaibo irán al momento las flecheras como tiene prevenido.
Dios guarde a V.E.
José A. Páez”336
Excmo. Señor:
La unión que observaba en los capitanes de buques de la escuadra en
los primeros momentos me hizo formar el mejor juicio de un buen
335u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 -
1824), p. 70. Cita a: Blanco y Azpúrua, VIII, 377 – 378
336a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 37
206
resultado y desvanecí los temores que tenía por la colocación en el mando
del Capitán Sebastián Boguier; pero inculcando secretamente, como es
debido, la verdad es que fue demasiado errado mi oficio y que los pri-
meros informes se acercaban demasiado a la verdad, porque el disgusto
que ya se palpa de bulto y la poca actividad yo mismo la presencio
diariamente.
Tengo deseos de dar una orden al Comandante de la Escuadra, que
no sea eludida por él con reflexiones que no son del caso ni debe hacer
ninguno que está obedeciendo: lo cierto es que a esta fecha no ha hecho la
marina el menor servicio ni otra operación que aprontase para huir al
momento que vea enarbolar el pabellón de la fragata Ligera. Yo aseguro
a V.E., que un Jefe activo ya habría concluido con cuantos buques hay
en la bahía de Puerto Cabello y aun con la fragata, pues lo más fácil es
incendiarla como varias veces lo he mandado y no me ha sido posible
conseguir siquiera que se acerquen los botes al puerto. V.E. sabe, por
experiencia que un marino emprendedor es infatigable en el triunfo ¿y
cómo podré yo sufrir que la marina no haga más que estar fondeada en
Isla Larga donde apenas se divisa el puerto? Varias veces la he man-
dado mover a ocupar la boca del puerto poniéndose a Barlovento para
evitar que entre algún buque por lo menos de noche y hasta ahora no lo
he conseguido porque no han faltado razones que alegar para probar
que es difícil.
Yo no puedo cargar sobre mí la crítica de los espectadores que querrán
atribuirme a falta de actividad la permanencia de Puerto Cabello en
poder de los españoles ni puedo tampoco manchar mis glorias adquiri-
das a fuerza de emprender porque falte cooperación al tiempo mismo
que la República se consumirá en gastos y padecerá quién sabe cuáles
otros resultados. Por esto he deliberado mandar en alcance del Capitán
Renato Beluche con la orden de V.E., para que venga a encargarse del
mando en Jefe de la Escuadra como V.E. lo previene.
207
“[goleta] Independencia, mayo 17 de 1822. – 12°
Excmo. Señor
Tengo el honor de anunciar a V.E., mi llegada a este bloqueo desde
ayer tarde, y el señor Comandante Sebastián Boguier me entregó el
mando conforme se lo mandaba V.E., en su oficio N° 28. El día 12 dejé
la costa de Paraguaná, Morales ocupaba la costa de Zazárida y el señor
Coronel Piñango según dijo un desertor estaba en El Pedregal.
El queche con la goleta cargada de los víveres estaba fondeada en la
Punta de Cardón con orden del señor Coronel de estar allí hasta que
comunicase con él lo que no había podido conseguir hasta la fecha de mi
salida de aquel puerto; por ser ocupado por el enemigo, lo que comunicó
a V.E., para su superior conocimiento.
338b Ibídem, p. 38. Cita a: Archivo General de la Nación, Sección Papeles del Señor Julián
Viso, tomo I, folio 156 y vuelto
208
fondearon fuera del puerto, para nuestra batería de la vigía les impidió
la entrada a la bahía […]
Frente a Puerto Cabello, a 4 de junio de 1822. 12º - El Coronel Jefe,
George Woodberry.”339
339u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 -
1824), p. 80. Cita a: Blanco y Azpúrua, VIII, 438 – 439
340b Ibídem, p. 90. Cita a: Blanco y Azpúrua, VIII, 438
209
promulgaba varios decretos que significaban un nuevo y signi-
ficativo avance en el desarrollo de la armada nacional.
210
Art. 6º Todo marinero extranjero podrá alistarse como marinero mi-
liciano en cualquier pueblo, sujetándose al servicio militar de marina,
cuando le toque, y prestándose a cuanto disponen las leyes de Colombia.
Art. 7º El Comandante General de Marina de cada Departamento,
calculará el número de marineros que necesita para tripular los buques
que tienen a sus órdenes, y de las edades que estime conveniente, y lo
solicitará del Intendente o Intendentes de los Departamentos que com-
prendiese el Departamento Marítimo.
Art. 8º El Intendente distribuirá en los pueblos el número de mari-
neros que se le exija a proporción del número que en cada uno se hubiere
alistado, y las justicias lo remitirán a disposición del Comandante
General de Marina, o del oficial que éste designara, y el paraje que
hubiere señalado.
Art. 9º Cuando el armamento de una división de la Armada, o de un
buque sea urgente, el Comandante General de Marina se dirigirá in-
mediatamente al gobernador de la provincia, o a las justicias de los
pueblos más inmediatos al paraje donde se ha de verificar el arma-
mento, y con su requerimiento procederán a la remisión y entrega de los
marineros perdidos, debiéndose seguidamente dar cuenta al Intendente
para que haciendo éste el llamamiento de marineros conforme a este
reglamento, sean reemplazados los que se habían recibido del juez te-
rritorial más inmediato con los que le pase el Intendente de aquellos a
quienes haya cabido este servicio.
Art. 10. Las justicias de los pueblos procederán a la entrega y remi-
sión del número de marineros, bien por sorteo, por admisión voluntaria
sin enganche, o con él, siempre que no falten ni en el número ni en la
clase de hombres perdidos.
Art. 11. Desde el día en que los marineros de milicia partan del lugar
de alistamiento al paraje donde se necesiten, empiezan a devengar el
prest y salario que se les asigne, y desde el día que se embarquen el prest
y la ración que se dirá después.
Art. 12. Cuando no sea urgente el armamento de uno o más buques
de la Armada, el Comandante General de Marina hará enarbolar en el
arsenal una bandera roja en señal de que se llama a alistarse volunta-
riamente los marineros. El oficial encargado de admitirlos exigirá de
cada uno de los que se presenten la papeleta de que se hablará, le tomará
su filiación, en la cual debe expresarse el tiempo del enganche, y el
211
juramento que ha de prestar de servir fielmente a la República, por
aquel tiempo. De la filiación que ha de quedar en la mayoría del
Departamento de Marina se sacarán dos copias, una para la Contaduría
y otra para el capitán del buque a que se destinare.
Art. 13. Igual operación podrá hacerse por el comandante particular
de marina de una plaza, o por el capitán del puerto, previas las órdenes
del Comandante General de Marina del Departamento.
Art. 14. La urgencia de un armamento, en que no haya tiempo de dar
parte al Gobierno, debe juzgarla al Comandante General del
Departamento Militar como encargado de su defensa, y de las plazas y
costas de su comprensión; y el Comandante General de Marina cum-
plirá sus órdenes en el equipo y movimiento de la fuerza naval, a re-
serva de dar cuenta al Gobierno. El Comandante de armas de una
plaza que sea amenazada puede juzgar de dicha urgencia, y dar sus
órdenes al comandante particular de marina, que las cumplirá sin
oposición.
Art. 15. El tiempo que se designa para servir en la Armada, será por
lo menos de tres años siendo prorrogable a voluntad de los marineros
aun después de que se haya cumplido el tiempo del servicio, bien les haya
tocado por sorteo, admisión voluntaria, o enganche.
Art. 16. Se excluye de la regla anterior a los que hayan sido destina-
dos al servicio en virtud de sentencia judicial, en cuyo caso se estará a los
términos de la condena.
Art. 17. El marinero de milicias que quiera enrolarse en buque par-
ticular, presentará juramento ante el capitán del puerto respectivo, de
que se presentará a servir a la República, en el caso de un alistamiento
general y urgente, bajo las penas que señalen las leyes.
Art. 18. Al desembarcarse un marinero de buque particular, recibirá
del capitán una papeleta en que conste su conducta, desempeño, plaza
que sirvió, y las demás calidades que justifiquen su aptitud y conoci-
mientos; esta papeleta es lo que se debe exigir conforme al artículo 12.
Art. 19. Debe el día en que se enganche un marinero se le destinará
al buque de depósito, y se le pasará por vía de enganche la cantidad que
se expresa en esta forma: 1º Al que justifique por la papeleta del artículo
17 haber servido en un buque mercante la plaza de marinero, se le
darán doce pesos por cada año a que se compromete servir en la armada.
2º Al que hubiere servido como compañero, se le darán ocho pesos. 3º al
212
que no hubiese servido en clase alguna, y tuviese la práctica de la pesca
se le darán cuatro pesos.
Art. 20. Estas mismas cantidades se pasarán en el caso de enganche
por las justicias, cuando procedan conforme al tenor del artículo 10.
Art. 21. Destinado un marinero al buque de depósito se le proveerá
de dos camisas, dos pantalones, y dos chaquetas de brin, un sombrero de
paja con funda de lienzo, un pantalón y una camisa de lona para los
trabajos de recorrida de jarcias, y una manta; estos artículos se le carga-
rán a la tercera parte de prest que se reserva en el tesoro nacional con-
forme a la ley, y a un tercio del enganchamiento, dándosele los dos tercios
de éste en metálico.
Art. 22. Además del prest que la ley ha señalado a un marinero, se le
dará de ración, cuando estuviere embarcado en servicio público, una
libra de carne, o dos de pescado salado, media libra de galleta, cuatro
onzas de arroz o menestra, media libra de ñame u otra raíz, una libra
de carbón para guisar, media onza de aceite para cada tres días, o una
onza de manteca, y una onza de café o cacao triturado, otra de azúcar
y un quinto de botella de ron.
Art. 23. Los hombres de mar elegidos para cabos de guardia, tendrán
el haber de 18 pesos mensuales, y los gavieros, 14 pesos, sujetos al des-
cuento de la ley de 8 de octubre.
Art. 24. Los Comandantes Generales de Marina, o los particulares,
requerirán directamente a las justicias respectivas para la aprensión de
sus desertores, enviándoles las correspondientes filiaciones, y no proce-
diendo aquellos con la actividad y eficacia necesarias darán cuenta al
Intendente para que proceda a lo que haya lugar.
Art. 25. Para reemplazar las bajas que se causaren por muerte, li-
cencia o nulidad de los individuos de marina, se procederá en los mis-
mos términos que está dispuesto en los artículos 7º, 8º, 9º y 10 de este
reglamento.
Art. 26. Oportunamente se dará cuenta al Congreso de este regla-
mento para su reforma, a cuyo, los Comandantes Generales pasarán al
Gobierno las observaciones que le suministre la experiencia.
Art. 27. El Secretario de Estado y del Despacho de Marina queda
encargado de la ejecución de este decreto, que presentará a la próxima
Legislatura con las observaciones que indique la experiencia para su
reforma.
213
Dado, firmado por mí, y refrendado por el infrascrito, Secretario de
Estado y del Despacho de Marina y Guerra en Bogotá, a 22 de julio
de 1822. 12º - Francisco de Paula Santander. – Por S.E. el
Vicepresidente de la República, Encargado del Poder Ejecutivo. –
Pedro Briceño Méndez, Secretario de Marina y Guerra.”341
214
5º El Comandante del batallón residirá en donde resida el Comandante
General del segundo departamento de marina; el segundo sargento, en
donde resida el del primero, quienes por frecuentes comunicaciones se
harán conocer el estado y organización del cuerpo, su economía y régimen
interior. El capitán más antiguo de las tres compañías destinadas al ter-
cer departamento ejercerá la respectiva comandancia.
6º Los Comandantes Generales de Marina dirigirán las propuestas
para los oficiales de las compañías que se le han asignado en su depar-
tamento, escogiéndolos de entre los que hayan practicado la navegación
y acreditado valor. Los oficiales y tropa marina, existentes en los
departamentos, quedarán refundidos en este batallón.
7º Ejerciendo la autoridad militar de cada departamento o plaza
jurisdicción sobre la tropa de este batallón, es a ella a quien debe diri-
girse el Comandante General de la Marina, o Comandante particular
de Marina de plaza en solicitud de la fuerza necesaria para ponerla a
bordo de uno o más buques de la Armada.
8º El prest y paga de los oficiales y tropa de este cuerpo, será el mismo
que la ley ha señalado a los demás de esta clase de todas las otras armas,
y cuando se embarcase gozará de las exenciones que declara el decreto del
29 de junio.
9º Cuando por órdenes del Gobierno en una urgente necesidad se dis-
ponga el embarque de tropas de infantería del ejército, o de alguna otra
arma, se observarán las disposiciones de las Ordenanzas de Marina
mandadas observar por el Congreso General.
10. El Secretario de Estado y del Departamento de Marina queda
encargado de la ejecución de este decreto, que presentará a la próxima
Legislatura, con las observaciones que indique la experiencia para su
reforma.
Dado, firmado por mí, y referido por el infrascrito Secretario de
Estado y del Despacho de Marina y Guerra, en Bogotá, a 22 de julio de
1822. 12º - Francisco de Paula Santander. – Por Su Excelencia el
Vicepresidente de la República, Encargado del Poder Ejecutivo. –
Pedro Briceño Méndez.”342
342b Ibídem, pp. 97 – 102. Cita a: Vargas, Francisco Alejandro. Historia de Nuestra Infantería
de Marina, pp. 3 y 4
215
“Francisco de Paula Santander, General de División de los Ejércitos
de Colombia, Vicepresidente de la República, etc.
Siendo la marina militar uno de los más importantes ramos que con-
tribuyen a la mejor defensa de la República, y deseando el Ejecutivo
empezar a fomentar el estudio de ella según lo permite el estado na-
ciente de Colombia, usando de las facultades que le atribuye la Ley de
28 de julio del año 11, he venido en decretar y decreto, el estableci-
miento de una escuela de náutica en la plaza de Cartagena, bajo las
reglas siguientes:
1ª La escuela de náutica estará bajo la dirección del Capitán de
Fragata Rafael Tono, en calidad de maestro principal, y bajo la inme-
diata inspección del Secretario de Estado y Marina, que podrá delegar
en todo o en parte dicha inspección.
2ª Serán admitidos en ella cuatro jóvenes, mayores de doce años, de
cada uno de los Departamentos civiles de la República, escogidos por
el Comandante General del Departamento Militar de entre los que
aspiren a servir en la marina o manif iesten aptitud y disposición: por
ahora y entre tanto el próximo Congreso no disponga otra cosa, se
pagará su viaje de cuenta del Erario, a cuyo efecto se ocurrirá al res-
pectivo Intendente.
3ª Igualmente serán admitidos todos los oficiales de marina que ac-
tualmente estén destinados al Cuerpo de la Armada, según lo permitan
sus destinos y comisiones del servicio, y los guardiamarinas que
existan.
4ª Se admitirán también cualesquiera otros jóvenes que a su costa
deseen hacer este estudio.
5ª Será a cargo del Intendente del Magdalena facilitar un edificio
proporcionado a este objeto y auxiliar el establecimiento de la escuela en
el modo que estime necesario.
6ª Se dará a los alumnos de esta escuela lecciones de aritmética y ál-
gebra, de artillería, de geometría especulativa, y práctica, de geografía,
de trigonometría rectilínea y esférica, de cosmografía, de navegación,
de dibujo, de idiomas francés e inglés y de las maniobras y faenas.
7ª Por ahora distribuirá el director el tiempo conveniente para ense-
ñar las materias expresadas, usando de las obras de Sicar, o del curso de
Vallejo, y ejercitará en tiempo oportuno a los alumnos por medio
216
de expediciones prácticas a cuyo efecto el Comandante General de
Marina te facilitará buque y cuanto se juzgue necesario.
8ª Finalmente presentarán examen los alumnos de la escuela de las
materias que se les hubieren leído, y se dará cuenta al Gobierno del
resultado.
9ª El director informará al Gobierno en tiempo oportuno de los jóve-
nes y oficiales que pueden destinarse al servicio de la marina militar
para perfeccionar sus conocimientos, y practicarlos con utilidad de la
República.
10ª Se aplican a la escuela de náutica en virtud de lo dispuesto en la
Ley de 6 de agosto del año 11° la mitad de los fondos consistentes en
la Provincia de Cartagena y el resto que la ley ha señalado a la clase de
cadetes y aspirantes en la cual deben considerarse los alumnos que no
tengan otro grado.
11ª Todos estos fondos se pondrán a disposición del director para el
entrenamiento y subsistencia de los alumnos, y para la adquisición de
los instrumentos y útiles más necesarios de dicha escuela; el Intendente
podrá hacer un suplemento del tesoro nacional para dicho objeto con
cargo de reintegro de aquellos fondos.
12ª El director, sin perjuicio de trabajar en lo que se le deja encar-
gado, presentará el proyecto de reglamento para el manejo y orden inte-
rior de la escuela.
13ª El Secretario de Estado y del Departamento de Marina queda
encargado de cumplir este Decreto y de presentarlo al próximo Congreso
con todos los informes que deben adquirirse para perfeccionar tan im-
portante establecimiento.
Dado y firmado en mi mano en el Palacio del Gobierno General, en
la capital de Bogotá, a 28 de junio de 1822.
217
La larga inacción de las fuerzas colombianas había permi-
tido la aventura realista sobre la Provincia de Coro, que no
pasó a mayores gracias a las rápidas acciones de las fuerzas
del general Soublette. Sin embargo, Morales se dio cuenta
de que con la superioridad naval de su lado, podría golpear
a placer cualquier punto de la costa antes de que las fuerzas
terrestres colombianas pudiesen responder. Enterándose de
que Maracaibo había quedado desguarnecida por el envío
de tropas a reforzar Valencia, Morales seleccionó dicha ciu-
dad portuaria como su nuevo objetivo. El 14 de agosto de
1822 zarpó con 14 buques y 1200 hombres, evadiendo el
bloqueo naval colombiano. El 24 llegó a Curazao, donde se
aprovisionó y puso rumbo a la Guajira, desembarcando en
Cojoro. Derrota el 2 de septiembre al coronel Francisco Faría
en Sinamaica, y dos días después al coronel Castelli en El
Paso del Socuy, aproximándose a Maracaibo. El 6 de septiem-
bre venció en Salina Rica a las fuerzas del general Clemente,
últimas que se interponían entre él y Maracaibo. Clemente
regresa apresuradamente a la ciudad y lleva consigo todos los
buques útiles a Gibraltar, en la orilla opuesta del lago. El 9 de
septiembre el coronel Natividad Villasmil entregó el Castillo
de San Carlos de la Barra sin oponer resistencia. Morales al
verse dueño de Maracaibo se entregó a toda clase de abusos
contra los republicanos, así como neutrales y extranjeros, in-
cumpliendo los tratados de Trujillo de 1820.344
El general español se había adueñado del puerto más estra-
tégico del occidente de Venezuela, desde el cual podía hostigar
Coro al este, Trujillo y Mérida al sureste, y Santa Marta y Río
Hacia al oeste gracias a su dominio del mar, y a que el Lago de
Maracaibo le servía de vía para sus ataques, y como barrera a
los colombianos que no podían auxiliar rápidamente ninguna de
344i Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 25
218
las zonas.345 El 27 de septiembre Beluche avistó frente a Curazao
a la fragata Ligera, junto con los bergantines Hércules y Valeroso y
la goleta Cóndor, las cuales estaban cargando víveres para Puerto
Cabello. El capitán de navío levó anclas y zarpó hacia el este.
Cerca del Archipiélago de las Aves capturó un queche y lo llevó
a La Guaira, informando de lo que había visto.346
Por su parte, el general Soublette escribió al Jefe del Estado
Mayor General urgiéndole en la necesidad de reforzar la do-
tación de infantería de marina de algunos buques, especí-
ficamente la corbeta Constitución y el bergantín Patriota347;
mientras que Santander hizo un angustioso llamado al
Libertador, en el que le exponía dramáticamente los sucesos
acaecidos. Aunque Bolívar sabía que hombres como el general
Urdaneta en Cúcuta y Pamplona, el general Montilla en Río
Hacha, los coroneles Manrique y Carillo en Trujillo y Cruz
Paredes y Rangel en Mérida estaban controlando la situación
contra los ataques terrestres de Morales, el escenario le plan-
teaba un dilema: regresar a Venezuela o continuar la campaña
en Perú. Así analiza la situación el almirante Eljuri-Yúnez:
219
ayuda de las naves españolas que navegaban desde Panamá, Cuba y
Puerto Rico hasta las bocas del Orinoco, añadido a esto la debilidad
de las plazas secundarias, faltas de guarnición (solamente los aposta-
deros de Cartagena y Santa Marta tenían naves y municiones); los
pueblos atemorizados por el pavoroso espectro de la guerra a muerte
con el que los amenazaba Morales, en f in, las súplicas del
Vicepresidente, que le urgían a acudir en ayuda de la República; todo
esto lo llamaba al norte.”348
220
mismo, iba en ruta desde Cuba, cargado con dinero y otros
auxilios para Puerto Cabello.351
Detenemos aquí nuestra narración, pues en la siguiente
parte nos ocuparemos de estudiar la Campaña del Zulia
de 1823 y la resolución de este asedio. Respecto al sitio de
Puerto Cabello en su primera fase de 1821 – 1822, podemos
decir que impulsó el desarrollo de la armada colombiana ha-
cia un nuevo nivel; llevándola de manera definitiva a ser una
auténtica armada nacional y republicana, dejando su anterior
condición de fuerza corsaria. En efecto, la propia necesidad
de una escuadra adecuada para enfrentar a la división naval de
Laborde y bloquear efectivamente a Puerto Cabello, hizo to-
mar conciencia a los líderes colombianos de que la guerra se
había vuelto marítima y que debían dotar a la República con
una armada acorde a la situación. En ese sentido, el envío
de agentes a Estados Unidos y Gran Bretaña para adqui-
rir buques y los decretos de Santander para crear la Escuela
Náutica de Cartagena y la Infantería de Marina, entre otros
hechos acaecidos, no parecen casualidades; sino parte de un
programa que buscaba adecuar la armada al desafío presen-
tado. Por todo esto, podemos decir que con el sitio de Puerto
Cabello se cerró un período en el desarrollo de la armada
colombiana y se abrieron las puertas del siguiente.
221
B) Operaciones navales, 1823 - 1830
222
1) El plan de campaña colombiano y la conformación de la Escuadra
de Operaciones sobre el Zulia
Hablamos de “Campaña del Zulia” puesto que la Batalla
Naval del Lago de Maracaibo no fue más que la culminación
de una larga campaña militar iniciada en enero de 1823 con el
bloqueo del Golfo de Venezuela y el movimiento de varias fuer-
zas terrestres alrededor de la cuenca del lago. Se trata además de
una campaña mixta, con carácter terrestre y marítimo, aunque
se haya decidido en una acción naval. Debido a la dimensión de
las fuerzas implicadas, la extensión en el tiempo de la campaña
y la complejidad de las operaciones emprendidas, bien pudiéra-
mos decir que la Campaña del Zulia de 1823 está entre las más
grandes emprendidas por las fuerzas armadas de la República de
Colombia dentro de sus fronteras; más compleja que la Campaña
de Boyacá en 1819 o que la de la costa neogranadina en
1820 – 21, y a la misma altura que la Campaña de Carabobo
en 1821. No puede dejar de mencionarse, desde luego, que la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo fue la mayor batalla naval
librada por la armada colombiana, y quizá la más grande vista en
las Guerras de Independencia de Hispanoamérica.
Lo que sigue en las próximas líneas no pretende ser una
narración y/o descripción de la Campaña del Zulia o de la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo, pues las mismas cuen-
tan con extensa bibliografía, constituida por compendios do-
cumentales, narraciones y análisis de tipo táctico y estratégico
que el lector podrá consultar. Lo que se busca en esta parte
del trabajo es explorar dicha campaña a fin de encontrar las
claves de cómo se desarrolló la armada colombiana a raíz de
la misma, evaluar su actuación de en la campaña para calibrar
el poder alcanzado por ella hasta esa fecha, y encontrar prue-
bas que desmientan algunos mitos historiográficos formados
en torno a la Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Explicado
esto, podemos comenzar.
223
La situación a comienzos de 1823 bien puede ser resumida
en las palabras del general Pedro Briceño Méndez, Secretario
de Guerra y Marina, en su exposición al Congreso el 18 de
abril de ese año:
224
invasión de Morales ponía a la República bajo la amenaza de
una guerra en dos frentes.
Ante estas dificultades, es menester preguntarnos: ¿cómo
logró la República de Colombia preparar en pocos meses una
escuadra destinada expresamente a retar en combate decisivo
a las fuerzas navales españolas? La respuesta es en realidad
compleja, pues la “Escuadra de Operaciones sobre el Zulia” fue
formada tanto con buques de la República, como naves fleta-
das, barcos corsarios, etc. Los siguientes documentos resultan
bastante elocuentes:
354r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), p. 3
225
“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra en
el Zulia – Maracaibo, septiembre 20 de 1823 – 13°
226
el forzamiento de la Barra de Maracaibo el 8 de mayo del año
anterior. Dicho bergantín era de su propiedad personal, no de
la República; por lo que Joly exigía su debida compensación,
al uso de los corsarios.357 Estos casos resultan muestras repre-
sentativas de cómo la República echó mano de cuanto buque
pudo encontrar para afrontar el previsible combate naval que
se avecinaba. Encontramos pues, compras a particulares, arren-
damientos y préstamos por parte de corsarios y/u oficiales de
la armada. También muestra la documentación un vigoroso es-
fuerzo por poner a punto viejos buques:
227
al mando del Capitán de Navío Ángel Laborde y Navarro,
Segundo Jefe de la Escuadra de los Mares de la América
Septentrional. Esta sección de la Real Armada Española tenía
su cuartel general en La Habana, y apostaderos en Santiago
de Cuba y Aguadilla (Puerto Rico). Cuando en Cuba se supo
de la conquista de Maracaibo por Morales, Laborde reci-
bió la fragata Constitución, la corbeta Ceres, y los bergantines
Esperanza, General Riego y San Carlos, además de 57.849 pesos
en oro y plata para auxiliar a Morales, objetivo último de toda
la operación planteada por el mando naval español.359
Por su parte, el general Soublette al enterarse del ataque de
Morales, envió una expedición naval al mando del capitán
de navío Beluche, la cual conducía un batallón de infantería
que debía desembarcar en Paraguaná y otro más que debía
ir a Maracaibo para auxiliar al general Clemente. Esta expe-
dición naval llegó más rápido a la zona que las fuerzas con-
ducidas por Páez, que encontraron a Clemente en Trujillo
ya vencido y en retirada. Beluche encontró la Barra en ma-
nos realistas por lo que decidió continuar a Río Hacha, para
evitar las naves españolas que patrullaban la zona.360 Estas
primeras fallas patriotas en tierra irían convenciendo al li-
derazgo colombiano de que sólo mediante el empleo de una
escuadra capaz el Zulia podía ser liberado.
Por otra parte, la elección del general Padilla como coman-
dante de la escuadra destinada al Zulia es un tema digno de
ser estudiado con detenimiento. Padilla había cosechado un
prestigio y una gloria altísimas al liberar Cartagena, las cua-
les pesaban más que su condición de zambo. El liderazgo de
Padilla llegó a provocar roces con el general Montilla, quien
escribió a Santander el 30 de noviembre de 1822 diciendo:
“Soublette ha ordenado que a Beluche le sea dado el comando de la
359l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo (Narración), p. 75
360b Ibídem, p. 57
228
[corbeta] Constitución [el buque insignia de la escuadra para el
Zulia]. Esto ha causado discordia porque la disposición de Padilla
no es compatible con la de Beluche, Joly o Chitty. Ellos son los pri-
meros y mejores oficiales de la escuadra. Veremos y manejaremos con
tacto este asunto. En cualquier caso, Padilla permanecerá con el co-
mando en Cartagena.” Sin embargo, Santander ignoró la solici-
tud de Montilla, respondiendo el 19 de febrero de 1823 con la
ratificación de Padilla como Comandante de la Escuadra del
Zulia.361 Es evidente que para Santander el origen neograna-
dino de Padilla pesaba mucho más que su condición de zambo,
por lo que lo hacía preferible para un comando tan importante,
por encima de hombres como Beluche, Joly o Chitty, de origen
extranjero. Sobre este asunto el experto David Bushnell opinó:
361e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 206
362u Bushnell, David. El Régimen de Santander en la Gran Colombia, pp. 312 – 313
229
a tres buques españoles que trataron de entrar al Golfo de
Venezuela, capturando a la corbeta María Teresa, que portaba
24 cañones largos de 9 libras y tenía 200 tripulantes, además
de llevar 25.000 dólares en especias. Este buque venía de La
Habana junto con dos bergantines mercantes cargados de pro-
visiones para Morales, los cuales también fueron capturados.
Dos semanas después fue capturada la corbeta española María
Francisca cerca de Puerto Cabello, la cual portaba 32 cañones y
llevaba 30.000 dólares a bordo. En contraste, los españoles ha-
bían capturado un bergantín mercante en ruta de Londres a La
Guaira, el cual portaba 9 cañones y estaba cargado con 9.000
fusiles, 1.400 carabinas, 50 piezas de latón, 400 barriles de pól-
vora, además de pistolas, balas y demás material de guerra.363
En enero de 1823 Montilla reunió un Consejo de Oficiales,
entre los que se encontraban Renato Beluche, Nicolás Joly y
Walter Chitty, además de prácticos del Golfo, la Barra y El
Tablazo. Allí Montilla les participó su idea de forzar la Barra
y apoderarse de Maracaibo en un rápido movimiento. La idea
fue aprobada por la mayoría, y Montilla se comprometió a lan-
zar un ataque terrestre para distraer a Morales, a fin de que
éste redujera las defensas en la Barra. Dicho ataque quedaría a
cargo de los generales Soublette y Gómez, con los batallones
“Carabobo” y “Tiradores”. El hecho de que la escuadra contase
con prácticos que conocían a la perfección la zona de opera-
ciones, incrementaba notablemente las posibilidades de éxito.
Para iniciar las operaciones, Montilla dio a Padilla facilidades
para concentrar y abastecer la escuadra en Río Hacha, puerto
que se convirtió en la base para iniciar la campaña; y decretó
el 15 de enero de 1823 el bloqueo del Golfo de Venezuela,
desde el Cabo Chichivacoa en la Península de la Guajira hasta
363e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 207
230
el Cabo San Román, en la Península de Paraguaná.364 Así to-
maba forma el plan colombiano para liberar el Zulia e iniciaba
la campaña.
Respecto al soporte logístico, el historiador colombiano José
De Mier nos dice que las ciudades de Santa Marta, Cartagena
y Río Hacha fueron cruciales para financiar y abastecer a la
Escuadra del Zulia, lo que le permitió a Padilla fletar nue-
vos buques y reparar los que ya tenía. Para inicios de 1823
ya la escuadra estaba integrada por la corbeta Constitución,
los bergantines Gran Bolívar, Independiente, Marte, Intrépido,
y Libertador, las goletas Espartana, Independencia, Terror de
España, Rosalía y Rosa, entre otras naves, además de buques
que se encontraban en otras áreas, como las corbetas Bolívar
y Boyacá, empleadas en el bloqueo a Puerto Cabello, o la go-
leta Cazadora.365 Se trataba aún de una escuadra modesta, pero
sus jefes estaban más que dispuestos y preparados para cumplir
su misión. Respecto a las fuerzas terrestres, llegaron piquetes
de los batallones “Carabobo” y “Dragones de Venezuela”, pro-
cedentes de Valledupar y Río Hacha, los cuales fueron fusio-
nados como batallón “Magdalena”.366 Así comenzaba la gran
operación terrestre y naval colombiana que finalizaría con la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo.
231
el alto mando militar colombiano era proceder a bloquear de
manera efectiva el acceso marítimo a Maracaibo, es decir, el
Golfo de Venezuela.367
Es necesario explicar que en aquella época un bloqueo naval
era bastante complicado de aplicar. Además de la difícil co-
municación entre los buques una vez que éstos han zarpado y
se ocupan de patrullar la zona a bloquearse, debe considerarse
también la autonomía en víveres de cada unidad, además de
los necesarios descansos que las tripulaciones deben tener en
puerto. Todo esto hacía imposible que en todo momento, to-
das las unidades implicadas estuviesen ejerciendo el bloqueo.
Este análisis aplica para el bloqueo a Puerto Cabello, ejer-
cido en un área bastante pequeña en torno a la boca de dicho
puerto; y aún más para el área a bloquear según el decreto del
15 de enero de 1823, la cual abarcaba la totalidad del Golfo
de Venezuela. Por esta razón, era realmente imposible que la
Escuadra del Zulia pudiese cubrir todo el Golfo, y menos sin
un puerto base en la zona. Para mayor dificultad, los fuertes
vientos que soplan todo el año en dicha área, sumado al fuerte
oleaje, hacen difícil para cualquier buque permanecer al ancla,
al pairo o de crucero por mucho tiempo en el Golfo sin tocar
puerto para reabastecerse o para las necesarias reparaciones.
Es por esto que la escuadra al mando de Padilla se concentró
en Los Taques, en la costa este del Golfo, en la Península de
Paraguaná.
La escasez de víveres y la necesidad de reforzar aún más la
escuadra obligan a Padilla a despachar a Beluche a La Guaira
en abril, con la finalidad de solicitar al general Soublette más
apoyo para la escuadra fondeada en Los Taques. Aunque con
cierta reticencia por parte de Soublette…
232
“Caracas, abril 11 de 1823
C. Soublette.”368
233
más la barca Heroína. Es en este momento cuando se pro-
ducirá un combate que a la postre resultaría decisivo para la
Campaña del Zulia y para la resolución de la guerra.
Pasado el mediodía Beluche se disponía a zarpar cuando las
corbetas Carabobo y María Francisca al mando del CN. John
Daniel Danels, la cuales bloqueaban Puerto Cabello, le hacen
señales indicando que se aproximaban dos naves enemigas:
se trataba de la fragata Constitución y la corbeta Ceres, los dos
buques mayores de la división naval del CN. Ángel Laborde
y Navarro. La sorpresa, combinada con la neta superioridad
de las fuerzas realistas decantó pronto el combate a favor de
España. La prioridad de llegar a Los Taques para reforzar a
Padilla y cumplir así su objetivo, hizo que el CN. Beluche op-
tara por escapar aprovechando el viento y la mayor ligereza de
sus naves cuando empezaba a caer la noche. Por su parte, las
dos corbetas de Danels fueron capturadas, siendo el propio ca-
pitán tomado prisionero. Laborde entró a Puerto Cabello el 4
de mayo, llevando consigo las naves y los marinos capturados.
Beluche arribó a Los Taques la noche del 2 de mayo, infor-
mando de inmediato la situación a Padilla, tras lo cual se reu-
nió una Junta de Guerra que decidió forzar la Barra y entrar
al Lago de Maracaibo.370 Los comandantes colombianos juz-
garon que Laborde pronto llegaría al Golfo y que no podrían
vencer a la Constitución y a la Ceres, muy probablemente refor-
zadas por la Carabobo y la María Francisca. Entrando al lago,
esta posibilidad se anulaba, puesto que las naves realistas no
podrían pasar la Barra debido a su mayor calado.
Visto según la perspectiva del momento y no retrospecti-
vamente después de la batalla, la situación de la Escuadra
de Operaciones sobre el Zulia el 3 de mayo de 1823 no era
nada prometedora. Laborde apenas había llegado a aguas
234
colombianas y había capturado dos de las mejores naves de
Colombia, dotadas además con tripulaciones experimentadas
y aguerridas, constituidas en su mayoría por oficiales y mari-
neros norteamericanos. El combate del 1º de mayo de 1823
en Isla Larga tiene una importancia fundamental para com-
prender el desarrollo de la campaña naval llevada a cabo por
la República de Colombia para recuperar el Zulia, pero nos
ocuparemos de estudiarlo con detenimiento más adelante.
Tras la pérdida de la Carabobo y la María Francisca, a la es-
cuadra de Padilla le quedaban solo tres acciones para tomar: la
primera, forzar la Barra y entrar al lago para eludir a los más
grandes buques de Laborde; la segunda, esperar en Los Taques
y acudir a una batalla naval en la que tendrían muy pocas po-
sibilidades de ganar; y la tercera, retirarse a Río Hacha, Santa
Marta o Cartagena, abandonando completamente la zona a las
fuerzas navales españolas.371 Llegados a este punto, conviene re-
visar las comunicaciones para tener una idea clara de la situación
y entender las decisiones tomadas por los jefes de la escuadra.
Comencemos por la relación de hechos que Beluche ofrece
a Padilla:
371u Jurado Toro, Bernardo. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo librada el 24 de julio de
1823, p. 81
235
movimientos del Comandante Danells dando órdenes a los buques de
mi convoy que si las fuerzas enemigas eran superiores a las nuestras, de
seguir para el puerto de Los Taques a incorporarse a la escuadra del
mando de V.S. A las tres y cuarto estábamos fuera de la isla de Alcatraz,
gobernando al NO ¼ O con toda vela; el enemigo, demorando al N.E.
¼ N., el Comandante de la escuadra haciendo cabeza de la línea con la
“Carabobo”, en segunda la “María Francisca” y yo el tercero. A las tres
y media se hizo la señal de formar la línea de batalla a medio cable. A
las tres y tres cuartos la de estrechar más la línea y al mismo tiempo el
enemigo arribó sobre nosotros con toda vela. A las cuatro señal de pre-
pararse a dar el abordaje nuestras goletas navegando por sotavento,
distancia dos millas; a las cuatro y cuarto el enemigo quedaba a tiro de
cañón de a 18, guardando el barlovento; a las cuatro y tres cuartos se
rompió el fuego a tiro de fusil por las dos corbetas, batiendo a la fragata,
y el bergantín de mi mando a la corbeta. A las cinco tres obenques del
palo de trinquete, las burdas del mastelero del velacho, las drizas
del foque, juanete y pico de la mayor, fueron cortadas; a las cinco y veinte
minutos cuatro obenques, burdas del palo mayor y los amantillos de la
botavara fueron cortadas, sosteniendo el fuego más vivo. A las cinco y
media tres cañones de la batería se quedaron inútiles por haber faltado
los bragueros recibiendo en este momento parte del fuego de la fragata
que me puso al nivel del agua tres balas de a 24, que me pasaron por el
costado. A las cinco y tres cuartos, teniendo gran parte de la maniobra
cortada y con driza de Gavia, dejé correr por sotavento y al habla de la
“María Francisca” para pasar más drizas de foque y brasas de gavias y
de juanete mayor. En este intermedio la “Carabobo” arribó en popa y la
“María Francisca” siguió la misma maniobra, movimientos que me
hicieron ver que abandonaba el combate; ceñí el viento, y la fragata,
arribando en popa, pasó entre mí y las corbetas y recibí todo su fuego que
me puso en el último peligro y de rendirme a la corbeta que no me aban-
donaba; pero el valor de mis oficiales, animando a mi tripulación, me
hizo maniobrar con tanta precipitación, que pude conseguir coger el
barlovento al enemigo en lo que estuvo mi salvación. A los pocos minu-
tos cesó el fuego de las corbetas, que se rindieron a la fragata. Mi pér-
dida consiste en cuatro muertos y cuatro heridos. Se ha sostenido en este
desgraciado combate todo el honor de las armas de Colombia por el
tiempo de hora y cuarto contra una fuerza doble a la que teníamos. La
236
corbeta “María Francisca” tenía catorce cañones por haberle sacado
parte de la artillería para las baterías de tierra; la “Carabobo” veinti-
dós, desde el calibre de a 9 hasta el de a 12.
V.S. conoce la fuerza del bergantín de mi mando y haber sostenido
una acción tan larga contra una corbeta de primer rango, hará ver a
V.S. que aún batidos, somos sin tacha. Lo que comunico a V.S. para su
inteligencia y gobierno.
Dios guarde a V.S.
Renato Beluche
Es copia de su original
José Padilla”372
“El señor Capitán de Navío Beluche, dijo que era de parecer se pu-
siese por obra el forzar la barra y ocupar la laguna de Maracaibo, por-
que de este modo nada menos se consigue que salvar la patria que por
ahora está en peligro con las mayores fuerzas del enemigo por la mar,
añadiendo que no debe perderse un momento […]
[…] los señores Comandante General y Mayor General de esta es-
cuadra, manifestaron también que su concepto era el que a costa de
cualquier sacrificio se proceda a forzar la barra y ocupar la laguna con
las fuerzas que tenemos en este puerto, aun cuando no es seguro y sí
expuesto al golpe, pero que es preciso hacerlo así en obsequio de la salud
de la patria y del honor de las armas de Colombia, pues siendo ya de-
masiado superiores las fuerzas marítimas enemigas con el apresamiento
de nuestras corbetas de guerra “Carabobo” y “María Francisca”, son in-
fructuosas las que nosotros tenemos en este bloqueo, si no se toma la re-
solución indicada.”373
372r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 18 - 20
373b Ibídem, pp. 21 - 22
237
“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra de
Operaciones sobre el Zulia – A bordo de la corbeta de guerra
“Constitución”, al ancla en Los Taques, mayo 3 de 1823
238
los demás buques que le acompañen para reunirse a la División que
obra sobre Maracaibo, y se pondrá a las órdenes del Sr. Capitán de
Navío José Padilla.
Lo prevengo a V.S. para su pronto y exacto cumplimiento.
Dios guarde a V.S. muchos años,
Carlos Soublette”375
239
en su estrecho canal, o bien agotar los recursos del arte, y en caso de que
esto no fuera practicable, aprovechar el menor contratiempo que ocu-
rriese a los republicanos en este difícil paso para efectuar ataques de
hostigamiento que tendieran a debilitarlos o destruirlos.
Parece que esta fue la interpretación que se dio al movimiento que
ejecutó al reunir fuerzas y situarlas en la desembocadura de El Tablazo.
Esta decisión habría hecho ver que el General Morales conocía su situa-
ción y que marchaba a defender el paso de El Tablazo […] Pero todo
esto se desvanece al ordenar Morales el retiro de los buques mayores
hacia Maracaibo y dirigirse personalmente a El Moján con las fuerzas
sutiles, dejando sólo una flechera en la defensa de dicho sitio.
No cabe dudas de que el General Morales carecía de conocimientos de
estrategia naval y de que sus actuaciones fueron más bien, en esta mate-
ria, el fruto de improvisadas aventuras. En lugar de prepararse para la
defensa, en vez de tomar las providencias para resistir la acometida, se
concretaba a burlarse de Padilla y sus oficiales y a denigrar de ellos con
imputaciones ofensivas y calumniosas y denuestos de muy mal gusto.”377
240
De acuerdo con el plan establecido, la escuadra compuesta
por cinco bergantines, siete goletas y las fuerzas sutiles inicia-
ron su paso por la Barra a las 14:30 horas del 8 de mayo. Con
viento favorable y en ejecución casi perfecta, pasaron entre
los castillos, perdiéndose sólo el bergantín Gran Bolívar, que
al quedar inmovilizado recibió muchos impactos. Con sangre
fría, su tripulación lo descargó, trasladó sus armas y demás úti-
les a otros buques y lo incendió, para evitar su uso por el ene-
migo.379 Una vez que la Escuadra del Zulia penetra en el lago,
la situación cambia dramáticamente. Ahora tendrían la ventaja
sobre la flotilla reunida por Morales, y podrían negarle el uso
del lago como vía de abastecimiento.
Es desconcertante darnos cuenta que desde el 8 de mayo
hasta el día 20, los españoles no emprendieran ningún ataque
contra la escuadra de Padilla, permitiéndoles no solo forzar la
Barra, sino atravesar El Tablazo y llegar a Punta Palmas, ya
en el estrecho que conecta a ésta con el Lago de Maracaibo
propiamente dicho. Un ataque en esos momentos en los que la
escuadra colombiana estaba en posición tan vulnerable habría
sido devastador para ella. El 20 de mayo los españoles ataca-
ron con once buques mayores y catorce embarcaciones meno-
res, pero fueron rechazados por los fuegos de los bergantines
Independiente y Marte, retirándose tras media hora de lucha
y con más de veinte heridos, además de perder la flechera
Margarita. Los colombianos tuvieron apenas tres muertos y
tres heridos. El 25 Padilla devolvió el golpe, atacando con las
fuerzas sutiles y tres goletas a los españoles. Logró hundir la
flechera Guaireña, de la cual tomó sus armas, y rescató veinte
prisioneros que los españoles habían tomado en Garabulla.380
Enfrentamientos parciales como éstos demostraban la actitud
241
agresiva de los hombres de Padilla y el poco dominio de la si-
tuación que estaba mostrando Morales.
Al conocer el general Gómez que la escuadra de Padilla
había forzado la Barra, avanzó con sus fuerzas hasta el río
Socuy, al norte de Maracaibo. Morales a su vez supo de este
movimiento y organizó tropas, al frente de las cuales marchó
hasta dicho punto, dejando Maracaibo a cargo del coronel
Jaime Moreno con una reducida guarnición. Al caer Morales
en semejante distracción, dejó el camino expedito para que
la escuadra de Padilla transportara a dos compañías de ejér-
cito de Manrique (con quien Padilla había establecido con-
tacto desde finales de mayo) desde la costa oriental del lago.
Manrique se apoderó de Maracaibo el 16 de junio y capturó
todo aquello que podía ser útil al enemigo: armas, municiones,
víveres, dinero, vestuario, etc. y desmanteló también las bate-
rías de la muralla que defendía la ribera del lago en la zona
de El Milagro.381 Tres días después Manrique se retiró ante el
regreso de Morales, pero ya el daño había sido hecho. Morales
cometió un tercer error, luego de no defender la Barra ni de
hostigar a la escuadra de Padilla en El Tablazo, que había cos-
tado muy caro a los españoles tanto en términos materiales
como de moral. Así lo analiza el almirante Eljuri-Yúnez:
242
de las fuerzas equivalía a abandonar la ciudad a los republicanos y con
ello los contados recursos de los que disponía el ejército.”382
“[…] seguí sobre Puerto Cabello por las razones siguientes: 1º porque
allí estaba seguro de encontrar los enemigos a quienes buscaba; 2º por-
que consideraba muy escasa de víveres la plaza de Puerto Cabello,
según las noticias que se me habían dado y por consiguiente muy exi-
gente levantar su bloqueo y ponerla en estado de proveerse de lo indis-
pensable; 3º porque si me hubiera sotaventeado sobre Maracaibo, siendo
mucho más larga y penosa la remontada para los buques de cruz que
243
para las goletas, me exponía a que informados los enemigos de mi lle-
gada sobre aquellas costas se hubiesen retirado a La Guaira, imposibili-
tándome el batirlos, o hubiesen tomado el temible partido de venirse a
cruzar sobre estas costas que entonces quedaban desprovistas de fuerzas
navales que pudiesen protegerlas, y habrían por consiguiente causado
daños al comercio de incalculables consecuencias, a más de el desaire de
poner en bloqueo esta misma capital; 4º porque en aquel momento igno-
raba yo hubiese fuerzas de alguna importancia en el Saco de Maracaibo
ni que intentasen forzar la Barra, mucho menos que lo lograsen, porque
esto confieso que jamás me pasó ni podía pasar por la imaginación más
delirante; y 5º porque así me lo preveía en sus instrucciones el Excmo.
Señor Contralmirante fundado en lo mismo que llevo expuesto.”385
244
inicio de la batalla el Diario de la Escuadra de Operaciones sobre
el Zulia:
388r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 87 - 88
389b Ibídem, p. 88
390d Ídem
391d Ídem
245
La batalla en sí misma es bastante conocida como para de-
tenernos a narrarla de forma pormenorizada. Baste recordar
que pasado el mediodía, la escuadra colombiana cruzó el estre-
cho con viento a favor, sorprendiendo a la española que seguía
anclada. Laborde rápidamente suspendió su reunión en tierra
con Morales, abordó la goleta Especuladora, y dio orden a sus
buques de acoderarse y esperar al ancla a su enemigo, dispa-
rando unas tres andanadas de metralla y fusilería. La escuadra
colombiana avanzó formando línea de combate, hasta colo-
carse en paralelo a la española, sin responder el fuego hasta
que estuvieron a toque de penoles. Entonces se disparó una
mortal andanada y se procedió al abordaje. El combate duró
alrededor de tres horas, siendo bastante violento al haberse
convertido en una serie de abordajes de buque a buque, com-
bates con arma blanca y descargas de cañones y fusilería, todo
ello entre gran humareda y llamas. Los colombianos sumaron
44 muertos y 119 heridos, mientras que los españoles tuvieron
800 bajas entre muertos y heridos, 69 oficiales y 369 soldados
y marineros prisioneros.392 Por otra parte, la escuadra colom-
biana capturó a los bergantines San Carlos y General Riego, las
goletas Mariana, María, Liberal, Guaireña, Monserrate, María
Habanera, Rayo, Estrella, Guajira y Cora, además del falucho
Relámpago.393
Pasando al análisis táctico de la batalla, asunto primordial
en esta parte del trabajo, recogemos los comentarios del almi-
rante Eljuri-Yúnez:
246
más, aproximadamente); la escuadra y fuerza sutil realista superaba a
la republicana en número de buques (10 naves más) y en efectivos
humanos.”394
247
de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, y de combates
previos; podemos decir que las tácticas navales colombianas
venían a ser una suerte de collage o mezcla de diversas escue-
las tácticas, explicable por el variado origen y formación de su
cuerpo de oficiales, algunos de formados en la Real Armada
Española, otros de origen británico, muchos otros venidos de
Estados Unidos y de la guerra de corso, y muchos otros crio-
llos con experiencia en fuerzas sutiles.
Encontramos pues que al parecer era un principio básico
naval colombiano no enfrentarse a fuerzas superiores, sino re-
tirarse; algo evidente en el escape de Beluche en el combate
del 1º de mayo en Isla Larga y en la posterior decisión de
forzar la Barra. Evidentemente este principio es derivado del
estilo de combate de los corsarios. Un segundo principio iden-
tificable en las tácticas colombianas era el actuar con velocidad
y audacia, manteniendo siempre el factor sorpresa y por tanto
la iniciativa en el combate; esto queda evidenciado en el for-
zamiento de la Barra, así como la agresividad en los combates
preliminares contra la escuadra española y en la ocupación de
Maracaibo el 16 de junio.
El tercer principio observable es el de no disparar a larga
distancia, sino muy cerca de las naves enemigas; esto muy
probablemente se debió a tres factores: primero, la presencia
mayoritaria de carronadas en vez de cañones largos en los bu-
ques colombianos, armas que podían disparar munición de
gran peso y poder destructivo pero a menor distancia, lo que
obligaba a combatir de manera más cerrada; segundo, el he-
cho de que las tripulaciones colombianas – especialmente los
artilleros – por lo general no contaban con un entrenamiento
profesional, por lo que duelos de artillería a larga distancia les
habrían resultado desventajosos frente a un enemigo mejor
entrenado; y tercero, la escasez de munición los obligaba a em-
plear muy bien cada tiro, lo que hacía descartable gastar balas
248
de cañón en un combate a distancia, obligándolos por tanto a
acercarse para acertar la mayor cantidad de tiros posibles. El
cuarto principio sería el de decidir los combates con aborda-
jes y no con el hundimiento de las naves enemigas; un estilo
de lucha también típico de piratas y corsarios, que no podían
darse el lujo de hundir los buques contrarios –con su carga-
mento– sino capturarlas para su beneficio, ya fuese mediante
el remate de las naves y su carga, o por la incorporación de las
mismas a sus fuerzas. Además de lo anterior, en los abordajes
se podía compensar el inferior entrenamiento de los marinos,
artilleros e infantes de la escuadra frente a tripulaciones profe-
sionales, explotando los oficiales al máximo el factor sorpresa,
la mayor agresividad y mayor destreza en combate con armas
blancas de sus hombres.
En resumen, tendríamos que debido al diverso origen de
sus oficiales, a los medios con los que contaban y a las propias
características, fortalezas y debilidades de sus combatientes, la
armada colombiana desarrolló una doctrina táctica adecuada a
sus circunstancias, que la hacía peligrosa para su enemiga es-
pañola si sabía atraerla al combate en condiciones favorables.
La doctrina táctica colombiana combinaba entonces la veloci-
dad y maniobra de los británicos, y sobre todo de los corsarios,
con el empleo de la carronada y las descargas a corta distancia
de los norteamericanos; era además muy diestra en abordar y
capturar buques enemigos, gracias a la ferocidad de sus ofi-
ciales, marineros e infantes, llegando a ser aterradoramente
famosos los margariteños, quienes en combate empleaban in-
cluso aguijones de mantarraya. En general, se trataba de una
doctrina táctica ofensiva que resultó muy eficaz en la guerra
contra España.
Por otra parte, en su conjunto táctico la Batalla Naval del
Lago de Maracaibo comparte características con algunas de
las grandes batallas navales de las dos décadas anteriores. Esto
249
no parece casual, y habla del conocimiento teórico y empírico
de los oficiales españoles, y sobre todo colombianos, que parti-
ciparon en la misma. En primer lugar, la batalla no fue un cho-
que desordenado y caótico de embarcaciones sino el auténtico
enfrentamiento de dos formaciones, de dos líneas de buques,
tal y como fueron las batallas navales de las grandes potencias
marítimas europeas desde finales del siglo XVIII; solo con la
notable diferencia de que aquí se enfrentaban goletas y ber-
gantines, en vez de navíos de línea. Es decir, difería la escala,
no la esencia y morfología del combate. En ese sentido, pode-
mos encontrar en Maracaibo similitudes con el Combate del
Glorioso 1º de Julio de 1794 debido a la violenta arremetida
de la línea colombiana sobre la española, y sobre todo con la
Batalla del Nilo o de la Bahía de Abukir (1º al 3 de agosto de
1798), debido al enfrentamiento de la línea española al ancla y
estática contra la maniobra colombiana.
Por su parte, la violencia de los duelos individuales, con
andanadas y descargas a toque de penoles, y violentos abor-
dajes, recuerdan en parte a la Batalla de Trafalgar (21 de oc-
tubre de 1805). Finalmente, el desarrollo de la batalla en un
lago y el protagonismo de las fuerzas sutiles se asemejan a la
Batalla del Lago Erie (10 de septiembre de 1813) durante
la Guerra Anglo-Estadounidense de 1812 – 1815. Nada de
esto sería extraño, después de todo, los oficiales navales colom-
bianos tenían para 1823 larga experiencia y probadas compe-
tencias como marinos de guerra, además de que muchos de
ellos manejaban conocimientos directos o indirectos sobre las
guerras y batallas antes aludidas. Además de esto, la Batalla
Naval del Lago de Maracaibo ocurrió cerca del final de la era
de los grandes buques a vela, que se cerraría definitivamente
con la Batalla de Navarino en 1827, por lo que es razonable
que en la misma puedan encontrarse elementos comunes con
varias batallas navales precedentes del mismo período.
250
Ahora bien, ¿qué podemos rescatar a nivel estratégico de
la actuación de la armada colombiana en la Campaña del
Zulia?... el trabajo del almirante Denis Ojeda Lovera, titulado
“El Arte de a Guerra”, combates preliminares y la Batalla Naval
del Lago de Maracaibo, nos ofrece una innovadora visión. En
su trabajo, Ojeda Lovera describe las acciones militares de
la campaña que desembocó en la Batalla Naval del Lago
de Maracaibo, aplicando una aproximación sistemática a los
hechos a partir de los principios establecidos por Sun Tzu en
El Arte de la Guerra.397
Siguiendo los postulados de Sun Tzu, el almirante Ojeda
Lovera nos dice respecto a la influencia moral del comandante:
397j Ojeda Lovera, Denis. “El Arte de a Guerra”, combates preliminares y la Batalla Naval del
Lago de Maracaibo, p. 5
398b Ibídem, p. 21
399a Carta del Capitán de Navío Ángel Laborde a Miguel Gastón, Jefe Superior de las
Fuerzas Navales de la América Septentrional. A bordo de la fragata “Constitución” surta en
Curazao, 14 de agosto de 1823 en Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Mara-
caibo. Gloria e Independencia, p. 88
251
“[…] el Contralmirante Padilla se mostró muy diligente cuando
tomó la decisión de llamar a una Junta de Guerra que optó por forzar
la barra, en vez de hacerle frente a las fuerzas de Laborde, puesto que
este conocía la capacidad de la fuerza realista y la posibilidad de ser
derrotado junto a sus hombres en un enfrentamiento en alta mar. La
decisión de cruzar la barra, de la cual poseía conocimiento de las condi-
ciones de la misma, era la única opción para acceder a un terreno más
favorable y con mayores condiciones para su aprovechamiento. Por
parte de los realistas, las victorias alcanzadas previamente a la batalla
evidencian el conocimiento del terreno y la superioridad militar, como
tampoco se puede negar que conocían las ventajas presentes tanto en la
barra como en el lago para los republicanos.”400
Sobre el mando…
252
el lago era superior a la realista, así como el éxito de las maniobras em-
prendidas por los patriotas demostraron sus capacidades y decisión para
lograr la victoria, además que los suministros de las fuerzas realistas se
encontraban comprometidos.
Por parte de los republicanos existía una clara unidad de propósito,
como también los planes gozaban de aprobación unánime y cada co-
mandante se encontraba en pleno uso de sus destrezas sin mayores
interferencias, de tal manera que en lograron el objetivo de llevar a
los realistas al terreno adecuado, someterlos al desgaste y enfrentarlos
en el momento propicio, con la certeza que asegurando su posición en
el lago alcanzarían la victoria. Los patriotas habían estudiado con-
cienzudamente los escenarios de confrontación naval tanto en alta
mar como en el lago, además de todos los detalles necesarios para efec-
tuar el comprometedor y crucial forzamiento de la barra, como tam-
bién respondieron adecuadamente las fuerzas terrestres en apoyo a los
movimientos navales, al desarrollar las maniobras de distracción y el
bloqueo de suministros.”402
253
Ojeda Lovera a la luz de este antiguo libro resulta muy útil
para valorar las acertadas decisiones que tomaron los oficiales
colombianos y que los condujeron a la victoria. Con todo lo
hasta aquí expuesto, podemos tener un visión bastante clara de
la táctica y la estrategia empleadas por la armada colombiana
para vencer en la Campaña del Zulia en 1823, lo cual a su vez
nos muestra el poderío y la calidad alcanzados por la misma.
Sin embargo, esto no es todo lo que podemos encontrar. Es
necesario ahora ampliar nuestra mirada sobre todo el litoral
colombiano, sobre todas las fuerzas navales españolas y colom-
bianas presentes en la zona, revisar todos los posibles cursos de
acción que ambos bandos pudieron tomar y tener en conse-
cuencia una visión global. Con dicha visión, podremos evaluar
mucho mejor el poder alcanzado por la armada colombiana y
valorar en su justa medida la victoria alcanzada en Maracaibo.
254
Tomaremos prestado de la ciencia militar este tipo de análi-
sis para poder visualizar todas las posibilidades que se presen-
taban a la armada colombiana para concluir favorablemente la
Campaña del Zulia en 1823. Esto nos permitirá comprender
de manera definitiva el poder alcanzado por la misma en dicho
momento, además de desmontar varios mitos que la historio-
grafía tradicional se ha encargado de consolidar. Uno de estos
mitos, quizá el más extendido, es que la escuadra que combate
el 24 de julio de 1823 constituía la totalidad de la armada co-
lombiana. Nada más alejado de la realidad, y cartas como las
que siguen, lo corroboran. La primera es dirigida por Padilla al
general Montilla, y la segunda por Montilla al general Briceño
Méndez.
404r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), p. 7
255
corriente y traen a su bordo efectos del Gobierno para Venezuela, segui-
rán a reforzar también al Coronel Padilla […]”405
Como el lector podrá darse cuenta, en estas dos cartas, como
en muchos otros documentos, se mencionan varios buques que
no combatieron en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo,
pero que estaban trabajando con la Escuadra del Zulia y que
además estaban listos para reforzarla. Es decir, los buques em-
pleados dentro del lago no eran los únicos de los que disponía
la armada colombiana, y en consecuencia combatir dentro del
lago tampoco era la única opción visualizada por el mando mi-
litar de la República a comienzos de 1823. Por otra parte, suele
olvidarse también que en ese momento Colombia era una na-
ción totalmente movilizada para la guerra, por lo cual pocas
obras historiográficas presentan un despliegue militar general
del país en ese momento. El historiador Bernardo Jurado Toro
nos dice que para marzo de 1823 había un total de 18.368
hombres en armas en la República de Colombia, estando
desplegados en el Cauca 327, en Cundinamarca 1.055, en el
Istmo 1.120, en el Magdalena 4.838, en Boyacá 1.450, en el
Zulia 1.821, en el Orinoco 751 y en Venezuela 5.682.406
Es llamativa la gran cantidad de hombres desplegados
en el Magdalena y Venezuela, es decir, al oeste y este de la
zona ocupada por Morales. Juntas, las fuerzas del Magdalena
y Venezuela superaban en más de 10 a 1 a las realistas en el
Zulia, lo que nos lleva a pensar que su misión no era solo con-
tener a Morales en la cuenca del lago o proteger el flanco norte
del país, sino coordinar sus acciones con las de la escuadra, o
incluso proceder a una invasión terrestre del Departamento
del Zulia si la escuadra no tenía éxito. Es decir, a inicios de
1823 la mayor parte de la maquinaria bélica colombiana estaba
256
enfocada en recuperar el Zulia. Para seguir construyendo un
cuadro general de las fuerzas colombianas en mar y tierra a
principios de 1823, presentamos los siguientes documentos:
407u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-
1824), pp. 146 - 147
257
Como Joly ha servido con su corsario más que ningún otro armador,
desearía que, si las circunstancias lo permiten, accediera V.S. a su solici-
tud, exigiéndole, por último servicio, que transportara a la Guayana los
vestuarios y demás efectos de equipo que el Gobierno ha destinado para
el Ejército de Venezuela.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”408
258
Recluso. Por diversas razones estas unidades no estuvieron pre-
sentes al lado de las corbetas Carabobo y María Francisca el 1º
de mayo de 1823, lo que facilitó la victoria de Laborde y la
captura de éstas. Tampoco se unieron a la Escuadra del Zulia
en mayo de 1823 por mantener sus posiciones alrededor de
Puerto Cabello y por lo apresurado de la decisión de Padilla
y su estado mayor de forzar la Barra. Sin embargo, cuando re-
visamos la correspondencia de esos días, nos damos cuenta de
que existía cierta intención de reunir entre Puerto Cabello y
el Golfo de Venezuela a la totalidad de las unidades navales
colombianas para librar un combate definitivo contra la Real
Armada Española.
259
Este análisis se ve reforzado por la carta dirigida por el
CN. Felipe Santiago Esteves al general Soublette después del
Combate de Isla Larga, tal como explica el historiador naval
Francisco Alejandro Vargas:
411a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, p. 156
260
muy veterana fragata, pues había sido botada en Ferrol en 1781, nada
menos que cuarenta y dos años antes.
Era no solo una de las más grandes y poderosas fragatas construidas
en España en tiempos indudablemente mejores, sino una veterana de
muchos combates y campañas. Entre ellos, el más destacado fue cuando,
junto con la fragata Santa Matilde, se enfrentó en combate con la
Minerva y la Blance, al mando del mismísimo Horacio Nelson, en
aguas próximas a Cartagena el 19 de diciembre de 1796.”412
“La fuerza puesta a su mando [del CN. Danels] era bastante más
numerosa que la de Laborde, e incluía las corbetas Carabobo, a su
mando directo y de 28 cañones; María Francisca, de 22 cañones y apre-
sada anteriormente a los españoles, al mando del capitán G.S. Christie,
y la Bolívar de 24, al del teniente T.M. Brotherton, y Pichincha al del
teniente Mathews. Y acababa de unírseles el Independencia, por excep-
ción al mando de un francés, René Belouche, armado con un cañón de a
18 en colisa y catorce en las bandas, con 130 hombres de dotación.
Finalmente estaban las goletas Leona, armada con un cañón en colisa
de a 18 y tres de a 9 libras y con 80 hombres, cuyo mando desconocemos,
y la Flor de la Mar, al mando del teniente Wright, la Rayo, del teniente
Woods, y la Manuel, de porte, dotación y mando desconocidos para no-
sotros. También figuraban afectas a la escuadrilla dos goletas más,
desarmadas y seguramente destinadas a abastecimientos.
412o Rodríguez González, Agustín Ramón. “El combate naval de Puerto Cabello en 1823”
en Revista de Historia Naval, Año 30, Nº 119, 2012, pp. 37 – 38. Disponible en: https://issuu.
com/historianaval/docs/rhn_119_34_46 (Revisado On Line el 26 de septiembre a las 02:57 pm)
413b Ibídem, p. 38
261
El total era de tres corbetas, tres bergantines y cuatro goletas arma-
das, un conjunto superior indudablemente a las dos únicas unidades
españolas, salvo por el calibre de las más pesadas piezas de la
Constitución y el tamaño y robustez de la veterana fragata. También
en el número de hombres embarcados la ventaja era de Daniel.”414
414b Ibídem, p. 39
415b Ibídem, pp. 39 - 40
262
Esto coincide con lo escrito por el historiador Francisco
Alejandro Vargas:
416a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, p. 155
263
reconoce que había sido tomado por sorpresa, a sotavento y demasiado
cerca de la costa.
Por su parte, Laborde se dirigió contra el enemigo resueltamente, ha-
ciendo frente a las dos corbetas enemigas con la fragata Constitución,
mientras la Ceres se encargaba del bergantín Independencia. A todo
esto, y habiendo quedado libre la entrada en el puerto, las dos goletas
españolas cargadas de las ansiadas provisiones entraron sin dificultad,
cumpliéndose así buena parte de la misión encomendada al marino es-
pañol […]”417
417o Rodríguez González, Agustín Ramón. “El combate naval de Puerto Cabello en 1823”
en Revista de Historia Naval, Año 30, Nº 119, 2012, p. 41. Disponible en: https://issuu.com/
historianaval/docs/rhn_119_34_46 (Revisado On Line el 26 de septiembre a las 02:57 pm)
264
rechazarlo. Pero lo decisivo fue la superior altura y robustez de los cos-
tados de la fragata y la mayor potencia y calibre de sus cañones.”418
418d Ídem
419d Ídem
420b Ibídem, p. 43
265
con 67 cañones de 16 a 4 libras, y tripuladas por alrededor de
1.645 hombres. Del lado de Padilla 20 embarcaciones, con
2.200 hombres y 96 cañones. Una andanada teórica española
sumaba 594 libras, mientras que una colombiana ascendía a un
total de 1.557 libras, lo cual fue determinante; así como tam-
bién la terquedad de Morales, que ignoró las recomendaciones
de Laborde, no dejándole más opción que librar una batalla
que no podía ganar.421
Rodríguez González destaca la habilidad de Laborde para
mantener operativa y con capacidad disuasiva lo que quedó de la
Real Armada Española en Cuba, logrando evitar el proyectado
ataque colombiano sobre Cuba y Puerto Rico, y prolongando la
guerra en el Caribe hasta 1830. Vinculando esto con lo sucedido
en Puerto Cabello el autor español reflexiona:
266
el Atlántico a cazar el comercio español, por lo que no puede
decirse que el Combate de Isla Larga haya amedrentado a los
jefes navales colombianos. En segundo lugar, como también se
expondrá seguidamente, ya a finales de 1823 Colombia conta-
ría con buques que le habrían permitido retar en un combate
en mar abierto a las unidades mayores de la armada española;
y en tercer lugar, el Combate de Isla Larga aunque brindó una
victoria táctica a los españoles, se convirtió rápidamente en
una derrota estratégica con el escape de las naves al mando
de Beluche y el posterior forzamiento de la Barra. Podríamos
decir incluso que a la postre el combate fue perjudicial para la
causa realista en estas tierras, pues además de impulsar la en-
trada de Padilla y sus buques al Lago de Maracaibo, generó un
desgaste en los buques españoles y un exceso de confianza en
Laborde, que lo retardó para entrar al Lago tras sus enemigos,
dejándoles así la iniciativa en la campaña.
Anteriormente señalamos que para 1823 la armada colom-
biana se había reforzado con nuevos buques, que la pusieron
en condiciones de poder retar en mar abierto a la armada espa-
ñola, aunque tal enfrentamiento no llegó a darse. Estos datos
han sido pasados por alto por la historiografía tradicional, por
lo que es pertinente presentarlos aquí e integrarlos a nuestro
análisis. Primeramente tenemos el caso de la fragata que sería
bautizada Venezuela; llegada entre finales de mayo e inicios de
junio al territorio de la República.
267
Con respecto a V.S. he confirmado su convenio con los señores Herring
Powels y Graham, por el término de los seis meses. V.S. confirmará con
el mando de la fragata en el cargo de Capitán de Navío y desde luego
recomendaré a V.S. al Supremo Gobierno para que se le admita al ser-
vicio con este empleo y encareceré cuanto pueda interesar en su favor. Se
conservarán a bordo los mismos oficiales y la misma tripulación que ha
venido de Inglaterra, cada uno con el destino que ocupa, y con los goces
que les están señalados hasta el mes de noviembre, que se cumplirán los
seis meses del convenio. Después de este tiempo, los que quieran seguir
en el territorio de la República se sujetarán a nuestros reglamentos.
Lo comunico a V.S. para su inteligencia. –
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”423
268
fuerzas que deben concurrir a la campaña y es el que debe concebir el
plan y dirigir todas las operaciones, sin perjuicio de que V.S., como
Comandante General de una de las Divisiones, obre según sus faculta-
des e intenciones del modo que crea más conveniente para asegurar y
facilitar el éxito, mientras que no reciba las órdenes del Comandante en
Jefe del Ejército, luego que esté abierta la comunicación, que es el grande
objeto que debe V.S. proponerse, conforme le he dicho en mi orden de 5
del corriente, Nº 115.
2º Que el señor general Padilla, como Comandante General de la
Escuadra, es el que debe mandar inmediatamente los buques que la
componen, pero recibiendo las órdenes sobre operaciones y direcciones del
Comandante en Jefe del Ejército.
3º Que mientras no se abra la comunicación con el señor Comandante
en Jefe del Ejército, debe V.S., como General más antiguo, dirigir las
operaciones que se ejecuten, bien sea para abrir las comunicaciones, bien
sea para distraer o batir al enemigo, pero sin mezclarse en el mando de
la Escuadra, que cooperará con V.S., bajo la autoridad de un
Comandante General.
4º Que siendo el objeto más importante y aun el decisivo de la cam-
paña, dominar absoluta y exclusivamente la Laguna, nada interesa
tanto como batir y destruir la escuadra que el enemigo mantiene dentro
de ella. Esta es la operación primera que V.S. y el señor general Padilla
deben proponerse, como que es la base fundamental de la campaña.
Batidos los buques enemigos, su Ejército no tendrá los recursos necesa-
rios para sostener por largo tiempo, y por el contrario, los tendrá el de la
República para prolongar las operaciones cuanto sea necesario: la moral
del enemigo decae, y pueden nuestras fuerzas moverse con facilidad y
socorrerse oportunamente.
Lo transcribo a V.S. para su inteligencia, gobierno y cumplimiento en
la parte que le toca. – Dios guarde, etc. – (Pedro Briceño Méndez).”424
269
campaña las fuerzas de tierra actuaban de apoyo para la escua-
dra, y no a la inversa. Podemos ahora continuar con el caso de
la fragata ya mencionada.
“Junio 21 de 1823
270
marítimas. Como la fragata enemiga sufrió mucho en el combate de 1°
de mayo por haber sido desarbolada, es probable que esté todavía sobre
nuestras aguas cuando salga a buscarla la nuestra.
Los demás buques pequeños como los bergantines “Libertador” y el
“Guatavita” y las goletas “Terror” y “Atrevida”, que aunque pertenecen
a la escuadra del General Padilla, no entraron al lago, irán a bloquear
a Puerto Cabello del modo posible, y el sitio se restablecerá.”426
426r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 35 - 36
427u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-
1824), pp. 210 - 211
271
destinándosele a partir de 1824 a Cartagena, empleándose como
buque escuela en 1825, y dejándose de menciona hacia 1827.428
En fecha 1º de julio de 1823 el Consejo de Gobierno abordó
en Bogotá el tema de una fragata recibida por Soublette en La
Guaira, pero sin mencionar el nombre del buque.
272
capital. Este buque viene de Holanda, donde fue contratado por el H.
Sr. Francisco Antonio Zea.”430
Según esta noticia, la armada colombiana recibió un na-
vío de línea en julio de 1823, ¿qué sabemos de este buque?...
Según Gerardo Etcheverry, este buque fue comprado por Zea
a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales por un pre-
cio de $ 80.000 y sirvió hasta 1824.431 Sabemos también que el
buque era un “indiaman”, es decir un enorme buque de carga
de la clase empleada por los británicos y holandeses para el
comercio con la India, el Sudeste Asiático y el Lejano Oriente.
Estos buques, debido a su gran tamaño, capacidad de carga y
robustez, podían convertirse en peligrosas naves de guerra si se
les armaba adecuadamente y se les dotaba de una tripulación
entrenada, pudiendo rivalizar en poder con las fragatas más
grandes e incluso con auténticos navíos de línea de las clases
más pequeñas dotados con 60 a 75 cañones.
El Hoop en Fortuin (Esperanza y Fortuna en holandés), fue
puesto en dique seco en Flushing el 19 diciembre de 1822,
después de que su propietario, Charles Loyaerts, obtuviera
permiso para ello, alegando que el dique seco de Amberes era
demasiado pequeño para la nave, lo cual hacía imposibles las
reparaciones. El capitán era Sipke K. Sipkes, y el armador era
Soetemeer, que supervisó y apoyó los trabajos de reparación. Se
pretendió dotar al buque con al menos 22 carronadas de 24 li-
bras, y 10 de 12 libras. Estos preparativos levantaron sospechas
de las autoridades, por lo que los implicados en la reparación
tuvieron que escribir al ministro de marina inmediatamente.
El comisario de policía a su vez escribió que el buque ha-
bía sido comprado por comerciantes de Ámsterdam para ser
273
enviado a Brasil, pero el ministro no creyó en las cartas escritas
por el Procurador Criminal de la Provincia de Zelanda. En
una carta posterior se dijo que el propietario del buque era la
firma Loyaerts de Amberes, que era tripulado por 80 hombres,
y que su destino era Curazao.
Mientras tanto, el indiaman era cargado con pólvora, sables,
fusiles y demás equipo militar, portando todavía pabellón ho-
landés. Salió de la dársena el 27 de mayo de 1823 y se diri-
gió a Gran Bretaña, descubriéndose entonces en Amberes el
engaño. En junio se hizo claro su destino, debido a las mo-
dificaciones hechas, consistentes en dos troneras en popa y
la ampliación de las demás para poder albergar 50 cañones.
El indiaman Esperanza y Fortuna había sido completado en
1803, destinándosele al comercio con las Indias Orientales.
Se trataba de un buque robusto y de gran tamaño.432 La do-
cumentación posterior nos indica que el buque fue nombrado
Libertador al llegar a Margarita, sirviendo al menos hasta 1824
en la escuadra colombiana. Se trataba del primer navío de lí-
nea adquirido por la República de Colombia, todo un salto
adelante en el desarrollo de su armada.
Encontramos una comunicación de septiembre de 1823
donde parece hacerse alusión a este navío, aunque lo llaman
Colombia y no Libertador. Debe tratarse de una confusión.
432i Sin Autor. “Dutch East Indiaman became Gran Columbian warship Esperanza y For-
tuna 1822 – 1823”. Disponible en: http://warshipsresearch.blogspot.de/2012/12/dutch-east-
indiaman-became-gran.html (Revisado On Line el 20 de enero de 2017 a las 09:00 pm).
274
cualquiera otra orden de pago que V.S. reciba del señor general Armario,
por gastos del mismo navío, y para comprar y embarcar todos los bocoyes
que se puedan conseguir en Margarita y Cumaná. El navío y la corbeta
del mando de V.S. deberán completar su aguada en Cumaná.
El teniente de navío José María Lanz, tomará el mando del navío
hasta La Guaira, y vendrá bajo el convoy de la Boyacá y a las órdenes
de V.S.; también dado órdenes para que se embarque el teniente de fra-
gata José Díaz Luyando, el alférez de fragata Miguel Rafael Vargas, y
cualesquiera otros oficiales, desde tenientes de navío abajo que se en-
cuentren en aquel Departamento.
V.S. recibirá del Ministro de Marina en el puerto, la lanilla ne-
cesaria para banderas del navío.
No dudo de la puntualidad y esmero con que V.S. va a ejecutar las
órdenes que acabo de comunicarle, y espero que si los fondos que he
puesto a su cargo no fueren suficientes, V.S. solicitará los que falten y
serán reintegrados a su regreso.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”433
433u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-
1824), pp. 249 - 250
434M “Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 19 de octubre de 1823. N° 105, p. 2
275
reunirse frente a Curazao o Puerto Cabello antes del 1º de
mayo, pudiendo interceptar a las fuerzas de Laborde con al-
tas posibilidades de victoria. En este caso, una victoria sobre
Laborde en mar abierto, habría dejado sin ningún tipo de pro-
tección a los suministros requeridos por el general Morales en
Maracaibo y el brigadier De La Calzada en Puerto Cabello,
acelerando notablemente la caída de ambas plazas. Éste habría
sido el mejor escenario para la armada colombiana.
El segundo escenario sería que el consejo de guerra del 3
de mayo no se hubiese inclinado por forzar la Barra, sino por
mantenerse en Los Taques, llamando a todas las demás uni-
dades flotantes a unírseles en dicho punto. Al pasar los días y
no presentarse la escuadra de Laborde en el área, la confianza
colombiana habría subido, lo que podría haber conducido a
que la división que bloqueaba Puerto Cabello se les uniese en
el Golfo de Venezuela. Dependiendo de la prolongación de
esta situación, los nuevos buques adquiridos habrían podido
ser enviados a la zona, reforzando a la escuadra y preparándola
para un choque total y decisivo contra las fuerzas de Morales,
con altísimas probabilidades de victoria.
El tercer escenario habría sido que Morales hubiese defen-
dido adecuadamente la Barra, colocando su escuadrilla entre
el Castillo de San Carlos y el de Zapara. Un dispositivo seme-
jante habría sido en extremo difícil de superar para la escuadra
de Padilla, la cual habría sido diezmada, debiendo regresar sus
restos a Río Hacha. Así, los españoles habrían ganado la su-
premacía en el litoral venezolano, prolongando la guerra.
Un cuarto escenario habría sido que las fuerzas bloqueado-
ras de Puerto Cabello sobrevivientes al Combate de Isla Larga
(las corbetas Boyacá y Bolívar), persiguiesen a las fuerzas de
Laborde hasta el Golfo de Venezuela, donde hubiesen podido
lanzar un ataque que quizá habría impedido que éste introdu-
jera al lago parte de sus fuerzas.
276
Un quinto escenario sería que Morales hubiese aceptado las
sugerencias de Laborde de hacer un desembarco al sur de los
Puertos de Altagracia, para que las fuerzas terrestres atacaran
por la espalda los muelles de la escuadra colombiana, lo cual se
vería reforzado por un sorpresivo ataque frontal de la escuadra
de Laborde, que debería conducir a la destrucción de la es-
cuadra colombiana. Esta idea de Laborde muy probablemente
se habría estrellado con la realidad de la presencia del ejército
del general Manrique en los Puertos de Altagracia. Manrique
habría bloqueado el ataque, que a su vez habría alertado a la
escuadra colombiana, incrementando las posibilidades de re-
chazar el ataque español. Sin embargo, siempre cabría la po-
sibilidad de que éste plan de Laborde hubiese funcionado si
Morales le hubiese permitido ejecutarlo.
Finalmente, un sexto escenario habría sido que Morales
aceptara la otra propuesta de Laborde, consistente en despla-
zar la escuadra al sur, al centro del lago, retando a Padilla a una
batalla mucho más equilibrada, donde el mayor número de
naves realistas habría podido desplazarse y maniobrar, apro-
vechando su superioridad en alcance de artillería. En el caso
de que Laborde hubiese logrado arrastrar a Padilla a esta po-
sición, las posibilidades de vencer del primero hubiesen sido
bastante altas. Sin embargo, si Padilla no hubiese caído en la
trampa, permaneciendo en el estrecho, Maracaibo habría que-
dado expuesta a un asalto anfibio del ejército de Manrique,
transportado por la escuadra. Esta situación habría provocado
una violenta batalla en la propia ciudad, que habría concluido
muy probablemente con la victoria colombiana. Esto a su vez
habría dejado a la escuadra de Laborde mortalmente embote-
llada en el Lago de Maracaibo.
Llama la atención que de seis posibles escenarios alternos
al que sí ocurrió, apenas en uno había posibilidades prác-
ticamente totales de vencer para los españoles. Que dicho
277
escenario se diera dependía por completo de la decisión de
Morales de apostarlo todo a la defensa de la Barra. Los otros
dos escenarios con posibilidades claras de ganar los españo-
les también dependían en gran medida de las decisiones de
Morales.
¿Podríamos afirmar entonces que las fuerzas españolas per-
dieron la Batalla Naval del Lago de Maracaibo debido a malas
decisiones de Morales?... Aunque eso sería un juicio simplista
que ignoraría los méritos de las tripulaciones colombianas, no
cabe duda de que las malas decisiones de Morales fueron un
ingrediente clave de la derrota española.
Por otra parte, estudiar el hecho de que, al menos teórica-
mente, la escuadra colombiana tuviese la posibilidad de ob-
tener una victoria aún más contundente sobre la escuadra
española en el curso de año 1823, nos demuestra el poder al-
canzado por la misma. En efecto, un triunfo en mar abierto,
contra las unidades oceánicas de la escuadra de Laborde fue
una posibilidad que pudo materializarse para la Armada de la
República de Colombia. De haber ocurrido eso, muchos he-
chos posteriores habrían sido diferentes.
278
“La Batalla dio un golpe de muerte al poder naval español en la
Gran Colombia. Privados del dominio del mar no pudieron ejercer en
adelante acciones eficaces contra nuestra soberanía.
Quedaba únicamente por conquistar la fortaleza de Puerto Cabello,
último baluarte todavía en poder de los realistas, en el vasto territorio
comprendido entre las desembocaduras del Guayas y del Esequibo.
Defendida tenazmente por el general Sebastián de la Calzada, fue to-
mada por asalto por las fuerzas del General Páez el 8 de noviembre de
1823. Los realistas rindieron las armas y entregaron el castillo por
medio de una honrosa capitulación, con la cual se concluyó la guerra de
la Independencia de la Gran Colombia.
En el futuro las armas republicanas se emplearon para contrarrestar
las guerrillas que los realistas mantuvieron con gran tenacidad, y para
acudir en apoyo de otros pueblos en las luchas por su libertad.”435
“[la Batalla Naval del Lago de Maracaibo] además facilitó y ade-
lantó la libertad de este país (la Gran Colombia) y evitó una guerra en
dos frentes, porque si Padilla y Manrique hubieran sido vencidos, la
reacción realista hubiera tomado cuerpo y dado lugar al atraso en los
triunfos de Junín y Ayacucho […]”436
279
Este comentario de Jurado Toro es muy pertinente: la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo dotó de tradición de vic-
toria a la armada colombiana, colocándola al mismo nivel que
el ejército. Ahora bien, ¿cómo incidió esta victoria en el desa-
rrollo de la propia armada?... Es lo que buscaremos responder.
En primer lugar debemos considerar los ascensos. Ya en la
Gaceta de Colombia en su edición del 7 de septiembre habían
sido publicadas las recomendaciones de ascenso hechas por el
propio Padilla. En esta nota el general costeño recomienda para
ascenso al Capitán de Navío Renato Beluche, al Capitán de
Navío Nicolás Joly, Capitán de Fragata Rafael Tono, Capitán
de Fragata Walter Chitty, Teniente de Navío Pedro Lucas
Urribarrí, Teniente de Navío Felipe Baptista, y Teniente de
Fragata Tomás Vega, entre otros.438 Finalmente, los ascen-
sos fueron decididos por el Gobierno a partir del Consejo
Extraordinario de Gobierno del 10 de septiembre de 1823.
280
comandancia general del Zulia. El consejo no tuvo inconveniente en estos
grados y ascensos, y se levantó la sesión.”439
281
A pesar de estos honores, no disminuyeron los problemas
logísticos de la fuerza naval colombiana, producto a su vez del
precario estado financiero de la República. Así se evidencia
en el acta del Consejo de Gobierno del día 15 de septiem-
bre, donde Bermúdez, Manrique y Padilla en comunicaciones
del 6, 15 y 22 de agosto informaban que la escasez de fondos
estaba afectando gravemente a las fuerzas de mar y tierra, ha-
ciendo difícil su permanencia en el Departamento del Zulia,
recién liberado.441
Aun así, las dificultades no erosionaban en lo más mínimo
las glorias alcanzadas, por las cuales se formarían disputas en-
tre los líderes de la escuadra. La más importante de todas fue
aquella que se dio entre Padilla y Beluche, en torno a la auto-
ría de la táctica ganadora. Al parecer, el cerebro táctico tras el
triunfo de Maracaibo fue Beluche.
441o Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 15 de septiembre de 1823... Ob. Cit.
442e Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 74
282
buques presas aumentaron el poder de la armada o aportaron
dinero a sus arcas mediante el remate de los mismos.
443r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 155
283
Yo me persuado que este paso que he dado ha sido el más prudente
[…]
J. Padilla”444
284
5) La toma de Puerto Cabello, f in de la presencia española en el
territorio de la República de Colombia
Morales capituló en Maracaibo el 3 de agosto de 1823, y para
mediados del mes no quedaban ya en el Zulia fuerzas terrestres
o marítimas bajo pabellón español. Buena parte se había embar-
cado a Cuba, otros habían entregado sus armas y se habían des-
movilizado, mientras que otra parte nada despreciable se había
integrado con el ejército y marina colombianos. Así describía
Santander a Bolívar la situación a finales de agosto:
285
Dios guarde. – Palacio del Gobierno en Bogotá, a 25 de agosto de
1823. – 13º”445
445i Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia,
p. 129
446r Fragmento de copia de un tratado celebrado entre los prisioneros de guerra, a bordo de la
“Constitución” y los almirantes Laborde y Danels. Puerto Cabello, 10 de mayo de 1823. Archivo
General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo LIX, folio 43.
447e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 218
286
desarrollo de la Campaña del Zulia.448 Páez solicitó en vano
apoyo naval a Soublette, pues contaba solo con los bergantines
Urica y Pichincha, los cuales podían solo vigilar el puerto, más
que bloquearlo efectivamente. Para fortuna de los sitiadores,
los españoles no estaban en condiciones de auxiliar de ninguna
manera a Puerto Cabello tras su derrota en Maracaibo.449
Sin embargo, para finales de septiembre Páez habría reci-
bido suficientes suministros gracias a la acción de la escuadra,
pudiendo entonces comenzar operaciones detrás de la ciudad.
En el extremo oriental de su línea de asedio, cerca de lo más
recóndito de la bahía, al final del mangle, estableció la bate-
ría del Trincherón, muy cerca de Borburata, puerto por el que
era abastecido. El 7 de octubre Páez recibió de la escuadra al
mando de Beluche, a través de Borburata, un cañón de 24 li-
bras, que emplazó en el Trincherón, con el que pudo domi-
nar el mangle. Más tarde fue instalada también otra batería al
oeste del Trincherón, protegiendo así la entrega de suministros
vía Borburata.450
Hasta ahora la historiografía se ha centrado en Páez y su
ejército al abordar el asedio y captura de Puerto Cabello; ol-
vidando el rol jugado por la escuadra bloqueadora comandada
en esta etapa final por Beluche. Ésta escuadra entregó a Páez
piezas de 18 y 24 libras, además de abundante material de gue-
rra, procedente de lo capturado en Maracaibo, y se estaba reu-
niendo también una escuadra en La Guaira. Por esos mismos
días el general Bermúdez también llegó a La Guaira con re-
fuerzos y navegó hasta Borburata a bordo de la flota al mando
de Beluche. Gracias a estos aportes, Páez pudo extender su
línea de asedio, capturando el pueblo exterior y montando
287
baterías frente las de la Princesa y el Príncipe, que defendían el
pueblo interior y el puerto.451
El resto de la historia es bastante conocido ya. Gracias a la
información de un esclavo de Puerto Cabello, Páez encontró
una ruta a través del mangle que rodeaba a las defensas espa-
ñolas. Tras lanzar un ataque de distracción sobre las baterías
de la Princesa y el Príncipe, desencadenó el verdadero asalto a
través del mangle, tomando el pueblo interior. Mientras tanto,
Beluche y Bermúdez se aproximaron desde el oeste con una
flota ligera que lanzó un fuerte bombardeo sobre las defensas
de la ciudad. El Brigadier Sebastián de la Calzada fue hecho
prisionero y tuvo que capitular. El 8 de noviembre se rendía
Puerto Cabello, y fue arriada la última bandera española que
ondeaba sobre territorio colombiano.452 Se habían completado
por fin los objetivos pendientes desde la victoria en la Batalla
de Carabobo el 24 de junio de 1821; sin embargo, la guerra no
había terminado, tal y como dan a entender la mayoría de los
libros de historia.
Las siguientes instrucciones dadas a la escuadra resultan
reveladoras:
451d Ídem
452b Ibídem, p. 223
288
V.E. volver a sus destinos para que hagan en ellos el servicio de proteger
las costas contra invasiones y el de impedir el comercio clandestino; por
ellas remitiendo al señor Comandante General interino del Orinoco los
fondos necesarios para poner en estado de servicio las de aquel.
3º Que las fuerzas sutiles tomadas en Puerto Cabello se habiliten y
pongan en estado de hacer el mismo servicio que las de Orinoco y Zulia,
estableciendo apostaderos en las bahías de Ocumare y Choroní y otras
que convengan al objeto indicado.
4º Que deje V.E. destinados en el puerto más conveniente de los del
Segundo Departamento la corbeta de guerra Bolívar y los bergantines
también de guerra Pichincha y Urica.
5º Que las corbetas de guerra Boyacá y Venezuela pueden ser destina-
das indistintamente al Primer, Segundo o Tercero Departamento de
Marina según adonde las crea más convenientes V.E.
6º Que el navío de guerra Libertador venga precisamente a
Cartagena para que en su arsenal se le hagan las obras y reparos
necesarios para ponerlo en completo estado de servicio.
7º Que los demás buques de guerra de las clases de bergantines y go-
letas de que no se ha hablado antes pueden ser destinados al Primer
Departamento para que en él hagan el servicio de perseguir piratas,
proteger el comercio e impedir también el contrabando.
Estas prevenciones que hace a V.E. el Gobierno por mí conducto no
impiden que V.E. en virtud de sus facultades para dirigir la guerra en
ese distrito, haga reunir en el puerto que convenga, si ocurren temores
de alguna invasión marítima, todos los buques que crea necesarios al
intento, librando al efecto las órdenes convenientes a los Comandantes
Generales de los Departamentos marítimos en que estén destinados los
buques que se necesite reunir.
Todo lo cual comunico a V.E. de orden del Gobierno para su más
pronto y exacto cumplimiento.
453u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-
1824), pp. 272 – 273. Cita a: Fundación John Boulton. Sección Venezolana del Archivo de la
Gran Colombia, A, MCCLXXV, pp. 172 – 173
289
Estas instrucciones dadas a Soublette por el Ministro de
Guerra y Marina, nos indican que la guerra no había termi-
nado. Al contrario, la escuadra se desplegaba para defender el
extenso litoral atlántico-caribeño del país, al tiempo que se re-
forzaba para llevar la contienda mar afuera.
454e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 226. Cita a: “A bordo de la corbeta Bolívar salida de La Guaira, febrero 19 de 1824”. El
Colombiano. Caracas, 3 de marzo de 1824
455E “Extracto de un parte del capitán de navío Renato Beluche”. Gaceta de Colombia.
Bogotá, domingo 25 de abril de 1824. N° 132, p. 1
291
El 4 de marzo la corbeta Boyacá zarpó de Puerto Cabello
escoltando al navío Libertador hasta Cartagena. De allí par-
tió hacia el norte, rumbo a aguas cubanas, a la caza de buques
españoles. La acompañaría en este crucero la corbeta Bolívar.
Esta vez, la pequeña división naval buscaba impedir cualquier
operación contra el litoral colombiano por parte de lo que res-
taba de la flota española basada en La Habana, al mando del
Capitán de Navío Ángel Laborde y Navarro, quien planeaba
atacar las costas venezolanas y neogranadinas a fin de hacerse
con alguna cabeza de playa y emprender la reconquista del
territorio.456
El momento cumbre de este crucero se dio con el enfrenta-
miento de la Boyacá y la Bolívar con la corbeta española Ceres,
el 4 de abril de 1824. El enfrentamiento ocurrió cuando las dos
corbetas colombianas estaban fuera del puerto de La Habana,
al mediodía del domingo 4 de abril. La Bolívar y la Boyacá
avistaron un buque que avanzaba hacia ellas, reconociendo
a las 2:00 pm que era la corbeta Ceres, la misma que había
combatido contra el bergantín Independiente el 1º de mayo de
1823 en Isla Larga, y que había ayudado a capturar las corbe-
tas Carabobo y María Francisca, junto con el CN. John Daniel
Danels. Así reportó la batalla el teniente Booth, comandante
de la infantería de marina a bordo de la Bolívar:
“En ese momento la Boyacá estaba dos millas hacia atrás, y estando
bajo fuerte presión del viento, llevó lejos su foque; nosotros hicimos frente
para ayudarla. A las 3 en punto pm. ambos buques corrieron contra el
viento; el buque español se fue hacia La Habana con las velas inferiores
recogidas. A las 7 pm. ambos buques fueron a su persecución, a medio tiro
de pistola, la Boyacá (estando a sotavento de la Bolívar y la Ceres man-
teniéndose lejos) fue a la acción con valentía y estilo con una andanada
456í Díaz Ugueto, Manuel. “La Captura de la Corbeta de Guerra Española “Ceres”, frente a
La Habana en 1824 y el dominio marítimo de La Gran Colombia en el Mar de Las Antillas”
en Revista de la Armada, N° 29, 19 de abril de 1993, p. 83 – 84
292
bien dirigida, y grueso fuego de fusilería, el cual fue contestado por cerca
de 12 minutos, cuando la Boyacá cayó atrás; el viento favoreció un poco,
trayendo a la Bolívar a la acción hacia su costado.
Después de dar dos andanadas, y la primera división a estribor con
disparos de fusilería, que ella regresó; un constante rugir de cañón que
fue mantenido en todos lados, hasta 50 minutos después de las siete pm.,
cuando la Ceres golpeó a la Bolívar, estando completamente averiada,
con sus jarcias cortadas y teniendo algunos disparos peligrosos en su
casco. La luz del Morro distante a tres leguas, por el suroeste-oeste.
La Ceres montaba 36 cañones largos de 18 libras y dos menores, y
una tripulación de 326 hombres.
La Bolívar, Comodoro Beluche, Capitán ( John) Clark, llevaba 23
carronadas de 32 libras, y un cañón largo de 12 libras, con 156
hombres.
La Boyacá, Capitán (Thomas) Brown, tenía 20 carronadas de 22
libras, y dos cañones cortos de 32 libras, y 140 hombres.
La Bolívar no tuvo ningún muerto y solo cuatro heridos, entre ellos
estaba el Comodoro Beluche y el teniente Booth, comandante de los in-
fantes, ambos muy ligeramente. La Boyacá no tuvo ningún muerto y
solo un herido.”457
457e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., pp. 226 – 227. Cita a: National Gazzette and
Literary Regíster. Filadelfia, 15 de mayo de 1824
293
en las Floridas, para curarse y reparar las averías de la presa y de sus
propios buques. Antes de un año la marina colombiana se desquitó en la
“Ceres” del golpe de ésta y la “Constitución” le habían causado el 1° de
Mayo del año anterior al apresar las corbetas “Carabobo” y “María
Francisca”.”458
294
Beluche se encontraba en el puerto de Mobile, y que se dispo-
nía a regresar a Venezuela con la Ceres.460
Entre tanto, así continuó informando la Gaceta de Colombia
el triunfo de la armada nacional:
295
Estimamos fácil dar nuevos golpes a la moribunda marina española,
si nuestros reglamentos sobre sueldos se reforman atendiendo el pedido
de los marineros. Destruida la marina española y aumentada consi-
guientemente la nuestra, el comercio gozará de mejor protección, y
nuestras costas quedarán en perfecta seguridad. Por fortuna cuenta la
República con unos oficiales de marina animados de buenos deseos con-
tra la armada enemiga, colmados de gloria, y pesados de un valor
extraordinario.”462
296
muertos y sesenta heridos: la Bolívar no tuvo más que un herido. Todos los
marineros españoles que fueron embarcados por fuerza les puso en tierra
a causa de que era imposible conservar tan gran número de enemigos sin
estar siempre con las armas en la mano. Los soldados de infantería de
marina los mantenía en seguridad a bordo y seguirían con él en todo el
mes próximo de junio que verificaría su salida de Pensacola con dirección
a Puerto Cabello y se lisonjea que la escuadra saldrá bajo tal pie de fuerza
que podrá batir y escarmentar a la enemiga si tratase de oponérsele en su
navegación.
El comandante Beluche llegó a Puerto Cabello con su presa sin
novedad.”463
La forma en que fue pagada la reparación de los buques en
Pensacola queda revelada con el oficio dirigido tiempo después
por el CN. Felipe Santiago Estéves, Comandante del Segundo
Departamento de Marina, al general Carlos Soublette,
Director de la Guerra en el Distrito Norte.
297
Es decir, Beluche pagó con fondos propios y contrajo deudas
en Pensacola para solventar la situación con las tres corbetas
en cuestión. No manejamos la información de si la República
le canceló posteriormente el dinero gastado, aunque conside-
rando la estrechez financiera del Gobierno y casos anteriores,
como el del CN. Nicolás Joly y la pérdida del bergantín Gran
Bolívar el 8 de mayo de 1823, creemos que es poco probable
que Beluche haya recibido el pago correspondiente.
Esta operación naval; que ha pasado desapercibida para la
mayor parte de la historiografía venezolana, destaca en la his-
toria de la armada colombiana por varias razones: Primera, se
trata del segundo crucero lejos de las costas propias que em-
prenden los buques colombianos para cazar enemigos, lo que
muestra que para finales de 1823 e inicios de 1824 la escuadra
de Colombia había pasado a una actitud agresiva frente a su
enemiga española, buscando tomar la iniciativa en el Caribe.
Segunda, este crucero llevó a una victoria sobre la escuadra es-
pañola, lejos de las costas propias y cerca de las del enemigo,
como ya hemos referido; lo que subraya el poder alcanzado y la
audacia con la que comenzaba a operar la armada colombiana.
Tercera, es la única victoria obtenida por buques regulares de
la escuadra colombiana – no corsarios – sobre los españoles
en lo profundo del Mar Caribe, siendo pues una operación de
largo alcance.
En este sentido, opina el almirante e historiador Manuel
Díaz Ugueto:
298
alcanzada en Maracaibo y la toma de Puerto Cabello, hechos que faci-
litaron entonces el empeñar los buques patriotas en interceptar y des-
truir cualquier intento enemigo.”465
465í Díaz Ugueto, Manuel. “La Captura de la Corbeta de Guerra Española “Ceres”, frente a
La Habana en 1824 y el dominio marítimo de La Gran Colombia en el Mar de Las Antillas”
en Revista de la Armada, N° 29, 19 de abril de 1993, p. 86
299
permitió entonces al Gobierno colombiano volver a mirar al
norte, hacia el Mar Caribe, para ocuparse prioritariamente
de ese Teatro de Guerra; el cual desde finales de 1823 había
sido secundario en la lucha contra España, en beneficio de la
Campaña del Perú. Para esas mismas fechas, la Real Armada
Española empezó a dar muestras de recuperación tras su
derrota en Maracaibo de 1823, por lo que las posiciones de
España en Cuba y Puerto Rico se mostraban ahora tan ame-
nazantes para Colombia como lo había sido el Virreinato del
Perú hasta la victoria de Ayacucho en diciembre de 1824.
A fin de liquidar tales amenazas, el Vicepresidente
Santander comenzó una política de acercamiento y coordi-
nación con México, aliado natural para Colombia en el área;
materializada a su vez en una estrecha coordinación naval con-
ducente a apoyar los esfuerzos de la armada mexicana para
capturar la fortaleza de San Juan de Ulúa en Veracruz – último
bastión español en México – y luego a formar una expedición
colombo – mexicana que expulsara a los españoles de Cuba y
Puerto Rico. En esta parte del trabajo abordaremos el aspecto
netamente naval y operativo de dicha alianza, dejando para
más adelante el análisis diplomático y estratégico.
A continuación, se explicarán los planes de la armada co-
lombiana para apoyar en el asedio de San Juan de Ulúa, luego
los de la liberación de Cuba y Puerto Rico, para finalizar ex-
poniendo otros planes y operaciones menos importantes em-
prendidos entre 1825 y 1827.
301
trasladar a Cuba a los numerosos enfermos de escorbuto que
había en la fortaleza. Todo ello ante la impotencia de la mi-
núscula escuadra mexicana.467 El 27 de enero de 1825 llega-
ron más refuerzos, consistentes en 345 hombres al mando del
Brigadier José Coppinger, quien relevó al general Francisco
Lemaur como comandante de la fortaleza. Esta fuerza llegó a
bordo de dos bergantines y la fragata Sabina, ex Constitución;
la misma con la cual se habían enfrentado Danels y Beluche
en Isla Larga el 1º de mayo de 1823.468
Por su parte, el Gobierno colombiano no se mostró indi-
ferente a la situación, como quedó registrado en el acta de la
sesión del Consejo de Ministros del día miércoles 1º de junio
de 1825:
302
Se iniciaban así los preparativos de una campaña naval con
un alcance estratégico mucho mayor que la del Zulia en 1823.
De hecho, sería la mayor campaña naval proyectada por la
República hasta ese momento, y era impulsada directamente
por el Secretario de Guerra y Marina y el Vicepresidente. En
consecuencia, no tardaron en tomarse medidas:
303
Vuestra Señoría de orden del Gobierno para su inteligencia, pronto y
exacto cumplimiento.
Dios guarde a Vuestra Señoría
Carlos Soublette”470
Según el historiador naval Francisco Alejandro Vargas, el plan
del Vicepresidente Santander consistía en formar una escuadra
o división naval bajo el mando del General de Brigada Lino de
Clemente, con el Capitán de Navío Renato Beluche como se-
gundo, que navegara hasta el Golfo de México y contribuyera al
bloqueo de San Juan de Ulúa, derrotando a la escuadra española.
Santander además planeaba que mientras esa fuerza cumplía di-
chos objetivos, el resto de la escuadra, al mando del Capitán de
Navío Nicolás Joly, podría atacar Puerto Rico.471 Esta conclu-
sión de Vargas se puede sustentar con el siguiente documento:
470i Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada
Nacional, p. 141. Cita a: Archivo Familia Clemente Urrutia
471a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 264 y 265.
304
Padilla es Senador y no puedo separarlo de nuestro territorio. Nos que-
dan algunos buques menores como lanchas y pailebotes. ¿Qué cree u. de
todo esto? Clemente lleva instrucciones de jamás comprometerse contra
las Naciones neutrales, ni de intentar nada de firme contra La Habana,
y menos ahora que está guarnecida por tropas francesas.”472
472a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 21 de
agosto de 1825 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, pp. 196 – 197
305
Artículo segundo. Los Estados Unidos Mejicanos se comprometen i
obligan a pagar los sueldos correspondientes a los oficiales i tripulacio-
nes de la Marina Colombiana en servicio de guerra i a sostenerles con
las raciones necesarias de a bordo en buen estado, en conformidad del
adjunto memorandum, desde el día en que cada uno de los buques ausi-
liares salga de los puertos de Colombia con destino al Golfo Mejicano,
hasta cuarenta dias despues de la rendicion de dicho Castillo de San
Juan de Ulúa, los cuales podrán prorogarse por cuatro meses mas a vo-
luntad i espensas del Gobierno Mejicano, siempre que juzgue conve-
niente su residencia por este tiempo en el referido Golfo.
Artículo tercero. Los Estados Unidos Mejicanos se obligan ademas a
indemnizar a la República de Colombia de todos los daños, averías i
pérdidas de sus buques de guerra, miéntras permanezcan al servicio de
Méjico, un año despues de la terminacion de la presente guerra.
Artículo cuarto. Para evitar toda disputa, en cuanto el valor de las
indemnizaciones estipuladas en el artículo anterior, se conviene aquí
espresamente en que luego que la Marina Colombiana esté de regreso a
sus puertos, despues de terminadas sus operaciones contra el enemigo en
el Golfo Mejicano, el Gobierno de los Estados Unidos Mejicanos man-
dará a bordo de la Escuadra ausiliar dos comisionados que en union de
otros dos nombrados por el Comandante de ella, vean, examinen i ava-
lúen los daños, averías i pérdidas que haya sufrido la Escuadra
Colombiana, i si desgraciadamente discordaren los dichos comisionados
de una i otra parte, podrá nombrarse un tercero que dirima la disputa,
y su decision será perfectamente obligatoria para ambas potencias.
Artículo quinto. Luego que la Escuadra de Colombia se presente al
frente de cualquier punto de la Costa de Méjico, se pondrá como ausiliar
a las órdenes del Gobierno de aquellos Estados Unidos, i obedecerá en-
teramente las que se le comunicaren relativas al plan de operaciones que
crea conveniente seguir para lograr el objeto del presente convenio.
Artículo sexto. El Comandante de la Escuadra de Colombia conser-
vará, sin embargo, a bordo de los buques de su mando, el órden econó-
mico i la disciplina i subordinacion militar conforme a las leyes de su
pais, sin que en ello pueda intervenir en manera alguna el Gobierno de
los Estados Unidos Mejicanos.
Artículo séptimo. Las presas de buques mercantes que se hagan por
las Escuadras unidas de Colombia i Méjico se distribuirán en dos
306
porciones iguales, de las cuales la una pertenecerá a la primera i la otra
a la segunda, para que se disponga de ellas conforme a las leyes de cada
pais respectivamente.
Artículo octavo. Los buques de guerra Españoles que se apresaren por
la Escuadra Unida de Colombia i Méjico, se incorporarán i pondrán
bajo el pabellon de aquella que hubiese abordado al enemigo o hubiese
sido la causa principal de su rendicion.
Artículo noveno. El presente convenio durará en su fuerza i vigor
por parte de la República de Colombia, por todo el tiempo estipulado en
los artículos anteriores, a ménos que su territorio sea de tal manera in-
vadido por el enemigo que haga necesario el regreso de sus buques para
su propia defensa, en cuyo caso solamente podrán volver a los puertos de
Colombia luego que reciban al efecto las órdenes del Gobierno respec-
tivo, i el de los Estados Unidos Mejicanos no obligado en tal caso a
continuarles el pago de los sueldos i raciones de que habla el artículo 2o.
sino hasta el dia de su arribo al primer puerto de la referida República.
Artículo 10o. El presente convenio será perfectamente obligatorio
para los Gobiernos de la República de Colombia i de los Estados Unidos
Mejicanos a cuyo efecto empeñan solemnemente su buena fe i el honor
nacional.
En fe de lo cual firmamos i sellamos las presentes con nuestros sellos
respectivos en la ciudad de Bogotá, a diez i nueve dias del mes de agosto
del año del Señor mil ochocientos veinticinco.
(L.S).
Pedro Gual;
(L.S.)
José A. Torrens.”473
307
respectivamente, de la expedición contra San Juan de Ulúa;
trasladándose a La Guaira, de donde zarparon rumbo a
Cartagena el día 10 de ese mes. Como se explicará más ade-
lante, los retrasos en los preparativos colombianos no sólo le
impedirían a la República atacar a tiempo San Juan de Ulúa,
sino que generarían rumores en todo el Caribe sobre una ex-
pedición a Cuba, que en buena parte estaban bien fundados.474
¿Con qué medios contaba la armada colombiana para seme-
jante misión?... En la parte dedicada a la gestión administra-
tiva de la institución, explicaremos con detalle que para 1825
la escuadra estaba creciendo espectacularmente, siendo lo más
destacado el hecho de que Santander estaba esperando un na-
vío de 70 cañones y una fragata de 44 provenientes de Suecia,
así como dos fragatas nuevas de 64 cañones provenientes de
Estados Unidos. Estas embarcaciones serían el núcleo de la
escuadra destinada a estos ambiciosos planes.
474a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 266
475a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 6 de
junio de 1825 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 181
308
“Dicen que en La Habana hacen preparativos para defenderse, y que
en todo caso de seguridad contra una invasión, saldrá una expedición
contra Méjico. Yo me alegraría mucho de que se realizara lo último,
para poder pensar con menos recelo en dar ocupación a nuestro ejército
y a la marina. Como todavía no han llegado los buques de porte que dije
a U. esperaba de Europa y de los Estados Unidos, no se adelanta el
proyecto de ir a bloquear la isla de Cuba, que le comuniqué a U. antes
muy extensamente.”476
476a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 21 de
julio de 1825 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 188
477a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 267 y 268
478a Castro Álvarez, Pedro Raúl. Ob. Cit., p. 155
309
El 11 de octubre se presentó nuevamente Laborde frente a
San Juan de Ulúa. Sin embargo, esta vez dio media vuelta y
regresó con sus barcos a Cuba sin haber abastecido a la forta-
leza. Aunque es bastante difícil de explicar su decisión, el autor
Pedro Raúl Castro Álvarez la atribuye a que quizás, al observar
que las ocho embarcaciones mexicanas se mantenían en su lu-
gar, creyó que las mismas contaban con armas más poderosas
de las que en realidad tenían. Sin embargo, Laborde más tarde
argumentó que sus naves se dispersaron a causa de un tempo-
ral, desarbolando a la fragata Sabina, lo cual le obligó a regresar
a La Habana. Esta decisión de Laborde condenó la suerte de
los defensores de San Juan de Ulúa.479 Nuevamente el carácter
excesivamente prudente o poco arrojado de Laborde costaba
muy caro a España.
El 18 de noviembre de 1825 fue firmada la capitulación de
San Juan de Ulúa por el general Barragán del lado mexicano,
y por el brigadier Coppinger del lado español, que enseguida
partió a La Habana a explicar la situación a Laborde. Así, el
23 de noviembre se arriaba para siempre el pabellón español
de suelo mexicano.480 Mientras esto ocurría, Santander infor-
maba a Bolívar de los retrasos en sus planes navales, en carta
fechada el 21 de noviembre de 1825:
310
Evidentemente, el retraso colombiano en materializar el
acuerdo de auxilios navales a México jugó en contra del pres-
tigio nacional, y de alguna manera provocó que el Gobierno
mexicano juzgase ya innecesaria la cooperación naval entre los
dos países.482 Esto se puede inferir por lo asentado en el acta
de la sesión del miércoles 7 de diciembre de 1825 del Consejo
de Gobierno:
482a Capriles, María Elena. “Bolívar y la actuación de Venezuela en el Caribe a través de sus
corsarios en Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba y México” en Boletín de la Academia Nacional
de la Historia No. 35, p. 160
483i Sin autor. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827.
Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del
Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula
Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la
Universidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/
311
El tema volvió a tratarse en la sesión del 16 de diciembre:
312
remitieran dichas bases a Méjico con un oficial, a fin de que nuestro
ministro plenipotenciario las acuerde con aquel gobierno.
El expresado secretario leyó también varios documentos en que se ha-
llan consignadas las frecuentes disputas que hay entre el comandante de
marina del tercer departamento y el general de la escuadra colombiana
reunida en Cartagena, Lino Clemente. Se convino en que estas dispu-
tas paralizaban enteramente el servicio. Examinado el punto, la ma-
yoría del consejo fue de opinión de que, en virtud de la confianza que el
vicepresidente había manifestado merecerle el comandante general del
departamento del Magdalena, Mariano Montilla, lo autorizara el eje-
cutivo para que cortase las disputas que se suscitaran entre el coman-
dante de marina y el general de la escuadra, y que sus resoluciones se
llevaran a efecto, pues de este modo habría unidad de mando y no
se atrasaría el servicio. Otro de los medios que se propusieron fue que el
general de la escuadra fuera al mismo tiempo comandante de marina,
más se prefirió el primero.”485
485d Ídem
313
2) Planes para la liberación de Cuba y Puerto Rico
No son pocos los trabajos historiográficos referidos a los pla-
nes del Libertador y de la República de Colombia para liberar
Cuba y Puerto Rico del dominio español. Es entre 1826 y 1827
que este proyecto toma forma real como un plan militar y que
llega a estar muy cerca de llevarse a cabo. Después de este lapso,
los problemas internos de Colombia anularán toda posibilidad
para una empresa de semejante dimensión. Sin embargo, ya ha-
cia 1823 tenemos noticias de un precoz plan para una expedición
colombiana a Cuba. El ya citado Francisco Alejandro Vargas re-
fiere parte a una carta enviada por Vicente Rocafuerte a Pedro
Gual, fechada en Maracaibo el 21 de noviembre de 1823. En
dicha misiva, Rocafuerte cuenta a Gual que José María Salazar,
ministro colombiano en Estados Unidos, le había manifestado
a mediados de 1822 que Colombia podría ir a la conquista de
Cuba, pues calculaba que Maracaibo y Puerto Cabello pronto
serían liberados. Rocafuerte argumentaba que este plan sería be-
neficioso para la República, que podría enviar fuera sus tropas
sobrantes, apoyando a su vez a los independentistas cubanos que
eran favorables a Colombia.486 Este interesante dato es ampliado
por Sergio Guerra Vilaboy, quien presenta un fragmento de la
carta ya mencionada:
314
Maracaibo, lleve a Manrique nuestra correspondencia e instrucciones y le
manifieste la importancia de atacar a la Isla de Cuba, con los 3,000
hombres disponibles que tiene en el Zulia y la escuadra de Padilla, que
debe estar aún en el lago de Maracaibo. La ocasión es muy oportuna, pues
me consta que los españoles tienen poca tropa en la Isla, y ésta se halla
reconcentrada en las cercanías de La Habana; también sabemos que por
todas partes contamos con un gran partido a favor de la independencia.
Como esta invasión, hecha por el Gobierno de Colombia, inquietaría a la
Inglaterra y la Francia, que tienen esclavos en sus colonias, es preciso que
este golpe de mano se dé sin la anuencia del Gobierno de Colombia, apro-
vechándose Manrique de las fuerzas que tiene en estos momentos. Y para
que el Gobierno de Bogotá no se alarme al saber tan inesperada e impre-
vista empresa y pueda francamente disculparse con la Francia y la
Inglaterra, saldrán de aquí para Caracas, al mismo tiempo que usted
para Maracaibo, los señores Miralla, Castillo e Iznaga, residentes en La
Habana, y propietarios en la Isla de Cuba, con objeto de predisponer los
ánimos de Venezuela; después pasarán a Bogotá y explicarán al Gobierno
este golpe de mano ejecutado por un guerrero colombiano, cuya inexpe-
riencia y juventud le sirven de excusa al delito de invadir la Isla de Cuba
sin licencia de ese Gobierno”487
487u Guerra Vilaboy, Sergio. México y Cuba: primeros esfuerzos por la independencia cubana,
1820-1830. Veracruz, Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, Universidad Vera-
cruzana, 1998. Disponible en: http://cdigital.uv.mx/handle/123456789/8785 Cita a: Julián
Vivanco. José Antonio Miralla. Precursor de la Independencia de Cuba, t. 1. La Habana, El Sol,
1959. pp. 30-31.
488b Ibídem, p. 37
315
En la carta ya citada de Rocafuerte a Gual del 21 de no-
viembre de 1823, el quiteño escribió al venezolano:
316
cargar cacao aquí, para seguir inmediatamente a Puerto Alvarado, me
suplicó el General viniese á esta plaza, á tomar razón de los oficiales
útiles que podría haber y examinar el aspecto del país y espíritu del
pueblo. Es probable llegue á México á fines de diciembre. Estoy persua-
dido de que se realizará la expedición contra Cuba, en todo el curso del
próximo febrero.”489
317
Este primer proyecto de liberación de Cuba quedó sepul-
tado con la muerte del general Manrique el 30 de noviem-
bre de 1823, poco después de la caída de Puerto Cabello.
Rocafuerte se trasladó entonces a México en busca de apoyo
del gobierno de ese país.492 Si bien estos hechos tienen un ca-
rácter casi anecdótico, puesto que no llegaron a concretarse
en una acción militar, los mismos constituyen un interesante
y poco conocido antecedente de los planes más elaborados
que vendrían posteriormente. También resulta interesante que
desde este primer momento aparece ya la convergencia de in-
tereses entre Colombia y México por echar de Cuba y Puerto
Rico a los españoles.
Al examinar la documentación epistolar y la hemerogra-
fía de la época, interpretamos que el Gobierno y la sociedad
colombianas estaban expectantes acerca de los movimientos
españoles en el Caribe. Esto tanto por temor a un nuevo ata-
que desde el mar sobre el norte del territorio nacional, como
por buscar una oportunidad en la que los españoles bajaran
la guardia y pudiera la República finiquitar la guerra con un
golpe contundente. Tal golpe podría ser la invasión de Cuba y
Puerto Rico. En el caso de la primera de estas islas, no faltaban
revolucionarios y conspiradores a favor de la independencia,
con los cuales podría coordinarse Colombia. En ese sentido, la
Gaceta de Colombia publicó el 7 de diciembre la noticia de una
conspiración independentista en Cuba, la cual fue descubierta
y sofocada.
318
coronel, debía ser el presidente, don José Lemus Valdés el vicepresidente,
un fraile Llopis estaba destinado para que fuera obispo, y don Juan
Jorge Peoli, un mercader de 200, o 300 mil pesos de capital, para gene-
ral de marina. Un oficial de la imprenta donde se estaban tirando fur-
tivamente las proclamas revolucionarias denunció este hecho, por el cual
fue descubierta la conspiración y los principales autores arrestados, por
una declaración que dio Lemus Valdés, quien tuvo miedo y denunció
toda la trama. Quedaban arrestados los principales, que sin duda per-
derán la cabeza, como lo indica el capitán general Vives en su proclama.
Este pinta como es de costumbre, con los colores más negros la conspira-
ción, acerca de la cual aguardamos ver lo que digan plumas más
imparciales.”493
“En las costas del Norte ha corrido un absurdo rumor de que Morales
volvía de La Habana. Esta noticia fue dada en Jamaica por un necio o
un malvado al imbécil de Amador, y éste lo ha participado a todas par-
tes. De lo que conceptúo resultará algún retardo en las tropas expedicio-
narias. Desde luego, en Cartagena y en el Istmo dicen que creen la
noticia para tener pretextos con que retardar los auxilios; en tanto que
la tal noticia no tienen pies ni cabeza, porque en La Habana ha habido
una revolución; el gobierno español allí no trata más que de conservarse
a fuerza de bayonetas, para darle un asilo a su constitución, que bien
pronto será echada de toda la Península, pues los franceses van a paso
redoblado de suceso en suceso, en tanto que los españoles cuentan tantas
catástrofes como días. La Habana puede servir en efecto de rendez-
vous a todos los liberales de España; pero para sostenerla necesitan de
muchas bayonetas europeas, porque allí el contagio revolucionario es
general. Por otra parte, el gobierno español trata de hacer la paz con
493I “Isla de Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 7 de diciembre de 1823. N° 112,
p. 3
319
nosotros de cualquier modo, como lo han declarado los ministros del rey
y las cortes: así no están para expediciones y para gastos extravagantes.”494
320
Colombia, y entonces no nos queda otro padrastro que La Habana […]
cuente U. conmigo y cuente con tres o cuatro mil hombres de Venezuela,
los más guapos, y que un mes después de recibidas las órdenes aquí, es-
taremos en La Habana.”497
497a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Puerto Cabello, 19
de agosto de 1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 56
498á Páez, José Antonio. Memorias del General José Antonio Páez (Autobiografía), p. 287
321
“El 17 de enero han fondeado en el puerto la fragata de guerra
Casilda, las corbetas de guerra Aretusa y Diamante con cuatro trans-
portes procedentes del Ferrol conduciendo tropas, armamento y pertre-
chos. Se asegura que esta expedición va para La Habana.”499
499P “Puerto Rico”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 20 de marzo de 1825. N° 179, p. 3
500M “Marina Española”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 20 de marzo de 1825. N°
179, p. 4
322
su destino.501 A manera de resumen de las gestiones de Torrens
en Bogotá sobre este asunto, presentamos la nota confidencial
que envió a su gobierno el 28 de junio.
“Hace algún tiempo que este gobierno me había manifestado los de-
seos de combinar con el de Colombia un plan dirigido a libertar las islas
323
de Cuba y Puerto Rico del dominio español; la inteligencia que han
llevado con él varios individuos de la primera, y su actual estado des-
pués de la restauración del poder absoluto en España, renovó las ideas y
deseos. Pero las atenciones y gastos del de Colombia en el Perú, le han
tenido en suspenso hasta saber el resultado de aquella campaña. Por
consiguiente, luego que se tuvieron las noticias del glorioso suceso de
aquella, se me invitó a varias conferencias, cuyo objeto ha sido acelerar
la ejecución del plan […]
[…] El Presidente me ha asegurado que Méjico estará dispuestos con
el contingente de 6.000 o más hombres, y lo que por ahora le faltan son
buques, que aguarda, aunque no puede asegurarse el tiempo preciso de
su llegada.
Será, pues, objeto de la misión del Ministro mejicano la combinación
con el de Colombia de cuanto diga relación con respecto a lo militar o
político en las consecuencias del proyectado plan. Espero poder dar a
nuestro Gobierno informes más decisivos dentro de quince días.”503
503a Carta de Miguel Santamaría al Libertador Simón Bolívar. México, 1° de abril de 1825
en Memorias del General O´Leary. Tomo IX, pp. 411 – 412
504u Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., pp. 45 – 46
324
En agosto de 1825 la Gaceta de Colombia volvía a informar
de movimientos españoles en Cuba:
325
reposo de la República, proyectando planes de invasión, o de anarquía,
los patriotas se ocupan de despedazarse mutuamente por medio de la
imprenta, de desconceptuarse, de fomentar rivalidades, de disminuir la
fuerza moral de las leyes y del gobierno. A los dos extremos de la América
meridional crujen las imprentas publicando dicterios, y calumnias con-
tra los dos primeros magistrados de Colombia: en Buenos Aires contra
el Libertador presidente suponiéndole miras siniestras, y levantando de
este modo polvo para que se forme una nube que obscurezca su gloria y
reputación: en Caracas y Puerto Cabello contra el vicepresidente impu-
tándole deslices muy ajenos a un magistrado que lleva recorrida una
larga vida pública. En ambos puntos sirve de pretexto a los escritores el
amor a la patria, y el celo por las libertades públicas, virtudes que en
otro tiempo […] Dejémoslo aquí, y no olvidamos que los abominables
corifeos de los clubs en la época sangrienta de la revolución francesa
también apelaron al amor de la patria y de la libertad. Quisiéramos,
Dios es testigo de nuestras intenciones, que nuestra vez fuera bastante
capaz para que se nos oyera: sin una cordial unión, y un profundo res-
peto a las leyes, Colombia no verá consolidada su independencia y sis-
tema político.”505
“[…] ayer recibí noticias del Istmo del general Carreño en que da
parte de haber llegado a Chagres una fragata de guerra inglesa, con la
noticia de que a La Habana habían llegado 7.000 españoles convoya-
dos de dos buques franceses que traían armas y las desembarcaron en La
Habana […] añade el capitán inglés, que la expedición debía venir a
Costa Firme. En consecuencia, el general Carrero le pide tropas a
Castillo, y por esta causa, he ordenado hoy mismo al general Salom que
mande al Istmo 1.300 infantes y 100 caballos de las tropas que sitian
el Callao, acostumbradas a un clima ardiente. También el general
Carreño había recibido ya o estará recibiendo el batallón de Junín y el
escuadrón de Granaderos con 1.600 plazas. Estas tropas pueden
505E “España y Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 28 de agosto de 1825. N° 202,
p. 3
326
servirle en todo caso, pero no deben quedar en el Istmo porque morirán
de fiebre siendo de climas fríos. Dígales Vd, a los intendentes del Istmo
y de Cartagena, que en cualquier caso me pidan auxilios, que yo se los
mandaré inmediatamente, y que aún pueden pedírselos al general
Salom a Lima, que tiene orden de mandarlos.
Yo creo que lo probable es que la expedición española sólo servirá para
conservar a La Habana y Puerto Rico, y que en caso de hacer una ex-
pedición, la harán sobre Méjico pues que a nosotros nos temen porque
tenemos más de 50.000 hombres veteranos que oponerles.”506
327
en Estados Unidos vendría a indicar con casi absoluta seguri-
dad que el autor era originario de ese país. Ahora bien, aunque
habían muchos oficiales de origen norteamericano en la ar-
mada colombiana a finales de 1825, sólo uno tenía antigüedad,
experiencia y prestigio suficientes para ser el tercero al mando,
detrás de Clemente y Beluche: el Capitán de Navío John
Daniel Danels, de quien ya hemos hablado anteriormente. En
efecto, Danels siempre mantuvo a su familia en Baltimore y se
retiró del servicio en la armada colombiana en 1826.
El extracto de una carta similar también fue publicado en
Maryland:
508e Republican Star and General Advertiser. Easton (Maryland), 8 de noviembre de 1825
509o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 368
328
Por su parte, el historiador español Serrano Mangas nos
presenta las siguientes cifras hacia el año de 1826: Colombia
con un navío de línea y cuatro fragatas; México con una fra-
gata y varios bergantines y goletas; y la escuadra de Laborde
en Cuba con un navío de línea, tres fragatas, una corbeta y un
bergantín, llegando más tarde dos navíos y una fragata proce-
dentes de España.510
El Gobierno mexicano estaba consciente de que no dis-
ponía de una flotilla corsaria como la de Colombia, de ma-
rina regular como la suya, ni tampoco de su experiencia en la
materia. Por ello ese Gobierno realizó esfuerzos consistentes
en la adquisición de buques y la contratación del Comodoro
David Porter en Estados Unidos.511 Esta nueva escuadrilla al
mando de Porter, formada por un bergantín nuevo adquirido
en Estados Unidos, un mercante armado y un corsario, realizó
varios cruceros de ataque por costas cubanas a finales de 1826
y comienzos de 1827, teniendo como base el apostadero de
Cayo Hueso, al sur de la Florida512. Estas operaciones de la
escuadrilla demostraron la poca operatividad de la escuadra de
Laborde, que no pudo detenerlos sino hasta 1828.
En cuanto a las fuerzas navales colombianas, sabemos por las
propias presentaciones de los Secretarios del Gobierno ante el
Senado a principios de 1826, que hacia febrero y marzo de ese
año la Marina de Guerra de Colombia llegó al cénit de su po-
der, contando en sus fuerzas: un navío de línea, cuatro fragatas,
cinco corbetas, siete bergantines y nueve goletas, junto a más
de cuarenta buques de pequeño porte.513 Si bien todas estas
510e Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos
de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 121 – 122
511o Morales Pérez, Salvador E. “El papel de Cuba en la geopolítica independentista” en Las
Independencias de Hispanoamérica, pp. 765 – 766
512b Ibídem, p. 779
513e Reporte del Secretario de Marina al Congreso de Colombia. 9 de enero de 1826.
Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, p. 1099
329
embarcaciones no estuvieron disponibles al mismo tiempo;
por encontrarse algunas en el Pacífico, y otras en manteni-
miento, averiadas o desarmadas, es de resaltar la presencia de dos
grandes fragatas de 64 cañones, la Colombia y la Cundinamarca,
construidas en Estados Unidos y adquiridas nuevas, las cua-
les contaban con los últimos adelantos tecnológicos y podían
plantarle cara a cualquiera de los viejos y podridos navíos que
España aún tenía en servicio. Otro informe interesante fue el
publicado por The Baltimore Gazette and Daily Advertiser, el 15
de marzo de 1826. En dicho artículo, un aparente espía al servi-
cio de España contó en Cartagena un navío, dos fragatas, cuatro
corbetas y tres bergantines.514 La escuadra colombiana, apostada
en Cartagena y en plenos preparativos también fue vista por el
marino, comerciante y viajero sueco Carl August Gosselman,
quien dejó constancia escrita de la misma, coincidiendo con las
fuentes anteriormente citadas.515
Ciertamente, no es un objetivo de este trabajo precisar si
Colombia y México habrían podido vencer a la escuadra de
Laborde e invadir Cuba y Puerto Rico. Más allá de afirmaciones
como la de Fermín Toro Jiménez de que el plan era “un tanto
quimérico”516, al contrastar las fuerzas españolas con las co-
lombianas, puede observarse una relativa paridad entre ambas
fuerzas. Del lado español existían ventajas tales como mayor nú-
mero de naves y mayor experiencia en sus oficiales y tripulacio-
nes, mientras que del lado colombiano las ventajas eran la mayor
calidad de los buques al ser nuevos en su mayoría, y la moral
en alto de sus oficiales y marinería. Al final, podríamos concluir
que hacia 1826 existía una cierta oportunidad para la República
514i Sin Autor. “Colombian Naval and Military Force”. The Baltimore Gazette and Daily
Advertiser. Baltimore, 15 de marzo de 1826. Volume 65, p. 2.
515o Gosselman, Carl August. Viaje por Colombia 1825 y 1826. Bogotá, Banco de la Repú-
blica, 1981. Descargado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/viajes/indice.
htm, pp. 61 - 62
516o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 369
330
de Colombia de emprender una invasión de Cuba y Puerto
Rico, para la cual sería determinante el resultado del enfren-
tamiento entre las armadas colombiana y española. En dicho
enfrentamiento, que habría sido definitivo, habría tenido un
rol fundamental la destreza táctica de Laborde y la de sus con-
trincantes (Clemente, Beluche, Padilla, Joly, Danels, etc.) para
explotar las fortalezas propias y las debilidades del enemigo.
Al parecer la gran operación naval que se preparaba en
Cartagena estaba en combinación con revolucionarios den-
tro de Cuba. A comienzos de 1826, Francisco Agüero y
Manuel Andrés Sánchez fueron descubiertos por los espa-
ñoles cuando preparaban una expedición, siendo ejecutados
en marzo. Agüero había vivido en Colombia y viajó a Cuba
con pasaporte colombiano. Meses más tarde fue organizada
la “Expedición de los Trece”, equipada en Jamaica e integrada
por cubanos, colombianos e ingleses. Tras un reconocimiento
de la costa cubana para luego efectuar un desembarco que sería
apoyado por Colombia y México, los expedicionarios trataron
de reunirse con Agüero, pero no lo lograron ya que el mismo
ya había sido capturado.517
Para enero de 1826 ya Santander perfeccionaba su plan de
ataque sobre Cuba y Puerto Rico, tras la caída de San Juan de
Ulúa en manos mexicanas:
331
año pasado; cada una de por sí, entre la armada de Méjico y la nuestra,
es débil y no puede hacerle frente; pero reunidas somos superiores y no
hay duda que batimos a los godos. Batida esta fuerza, quedamos seguros
en el interior y costas, porque los españoles no tienen en que conducir
tropas; entonces podemos disminuir el ejército y por consiguiente los
gastos; podemos bloquear Cuba, Puerto Rico o Canarias, o cruzar sobre
los mares de Europa y reducir al Gobierno español a una situación muy
triste y embarazosa. El proyecto lo ha aplaudido y adoptado el Consejo
de gobierno, y quedamos alistado la escuadra en Cartagena […] Los
vecinos de la isla de Cuba son muy peligrosos, y es menester procurar un
golpe de mano que les cueste harto caro como el de Maracaibo.”518
518a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 21 de
enero de 1826 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 237
519a Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Bogotá, 21 de febrero
de 1826 en Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 40-41
332
En efecto, aunque Santander había mostrado claramente
sus simpatías por el general Padilla, la mayoría de los oficia-
les de origen extranjero, quizá los más experimentados y con
mayores conocimientos técnicos, no estaban a gusto con el
mando dado a su persona. Poco después, Santander encontra-
ría la manera de capitalizar a favor de la República la renuncia
de Clemente, nombrándolo Secretario de Marina, y separando
así ésta secretaría de la de guerra.
520i Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada
Nacional, p. 146. Cita a: Archivo Familia Clemente Urrutia
333
Estas rivalidades entre los líderes navales ponían el riesgo
la propia ejecución del plan. Cuando Clemente fue nombrado
Secretario de Marina, Beluche tomó el mando de la flota en
Cartagena, pero luego Santander volvió a imponer sus sim-
patías por Padilla, a quien expresamente relevó de sus debe-
res como senador para que marchase a Cartagena a asumir
el comando de la escuadra. Santander no toleraba que un ex-
tranjero comandara la principal fuerza naval de la República
y no un neogranadino. Sintiéndose ofendido una vez más,
Beluche solicitó permiso para atender su salud y asuntos per-
sonales en Venezuela, a lo cual accedió Padilla, y se marchó
de Cartagena.521 Mientras el Gobierno colombiano seguía con
lentitud los preparativos para el ataque a Cuba y Puerto Rico,
llegaban nuevas noticias de La Habana, indicando que los es-
pañoles mejoraban sus defensas y se aprestaban quizás para
nuevas ofensivas.
521e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 233
522I “Isla de Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 5 de marzo de 1826. N° 229, p. 4
334
La tensión se fue incrementando, pues los planes colombia-
nos pronto fueron de dominio público más allá de las fronteras
nacionales. Así, el 11 de marzo fue publicada por la Gaceta
Extraordinaria de México una carta que decía: “Aquí he en-
contrado muy en caliente la expedición para la isla de Cuba, tanto
que el Gobierno ha dispuesto que en todo marzo estén aquí diez
mil hombres y listas las fuerzas navales compuestas al presente de
cinco fragatas, algunos corsarios, dos fragatas más que se esperan del
norte-americano de un momento a otro, y un navío y otra fragata
suecos que están en la bahía y que trata la nación de comprarlos”.523
La publicación de esta noticia en México no debe extrañar-
nos, ya que se trataba del aliado de Colombia en la proyectada
operación. Sin embargo, es digno de señalarse el poco cuidado
que tuvo el Gobierno colombiano de mantener en secreto tan
importante empresa.
El 26 de enero de 1826 el Senado mexicano aprobó los pla-
nes propuestos por el Gobierno de Colombia y el 17 de marzo
fue firmado el Plan de Operaciones para la escuadra combi-
nada de México y Colombia.524
335
competentemente autorizados, á saber: el Excmo. señor general D.
Manuel G. Pedraza, Secretario de Estado en el Despacho de Guerra y
Marina, por el de los Estados Unidos Mexicanos, y por el de la
República de Colombia, el Sr. Miguel Santamaría, Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la misma, han conve-
nido en el siguiente plan de operaciones contra su enemigo común:
Artículo primero. Colombia y México concurren á la formación de
una escuadra combinada compuesta de todos los buques mayores que
ambas naciones puedan armar.
Artículo segundo. Es del cargo de ambos Gobiernos despachar sus bu-
ques respectivos en perfecto estado de armamento militar y marinero.
Artículo tercero. La escuadra combinada deberá abrir sus operaciones
á fines del próximo Mayo, si fuere posible.
Artículo cuarto. Al efecto se reunirá en el puerto de Veracruz como
más proporcionado en todos respectos.
Artículo quinto. Reunida la escuadra, un jefe único tomará el mando
general de ella, y el Gobierno de Colombia conviene en que éste jefe lo
sea el Comodoro Porter, si ciertamente estuviere al servicio de los
Estados Unidos Mexicanos: en caso contrario mandará la escuadra el
General Clemente, si los buques de los Estados Unidos Mexicanos no
estuviesen mandados por un oficial superior a dicho General en grado,
antigüedad y servicios, pues entonces á el corresponderá el mando.
Artículo sexto. El objeto principal de la escuadra combinada es buscar
y batir la escuadra española, bien sea que permanezca en La Habana,
que venga sobre México ó sobre Colombia ó sobre Guatemala.
Artículo séptimo. El Comandante general de la escuadra recibirá y
obedecerá las órdenes del gobierno de Colombia, cuando se encuentre en
los mares de Colombia, y del Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos,
cuando se encuentre en los de México.
Artículo octavo. Los gastos y menoscabos de la escuadra combinada
serán a cargo de ambos Gobiernos por mitad, si el de Guatemala no
contribuye con la cuota parte; que si lo hace, sólo se dividirán por mitad
las tres cuartas partes restantes. En estos gastos y menoscabos se com-
prenden todos los que se hicieren en mantenimientos, pagas, municio-
nes, artillería, armas, vestuarios, jarcias, velas, averías en los cascos y
arboladuras, pérdidas parciales ó pérdida total de la escuadra.
336
Artículo noveno. Es convenido que ambos gobiernos contribuirán
periódicamente cada dos meses con la parte que á cada uno de ellos
corresponde, según lo estipulado en el artículo anterior y en conformi-
dad á los presupuestos de gastos para el sostenimiento y manutención
de la escuadra.
Artículo 10o. Ambos gobiernos harán suplementos de todos géneros á
la escuadra combinada, según los requerimientos que les hiciere el
Comandante general de la escuadra cuando se encuentren en sus respec-
tivos mares.
Artículo 11o. Como estos suplementos serán suministrados porque las
distancias ú otras causas accidentales impidan el exacto cumplimiento
del artículo 9o., se obligan ambos Gobiernos á reponer la parte que de
ellos corresponda al que por los motivos expresados no haya podido con-
tribuir á los gastos en el período asignado de cada dos meses, tan luégo
como se remueva el impedimento; pues siendo estos gastos suplementa-
rios, deberán satisfacerse antes de la disolución de la escuadra, quedando
solamente para este caso la glosa y liquidación de los gastos generales y
de los extraordinarios que puedan ocurrir.
Artículo 12o. Se excitará por uno y otro Gobierno al de la República
Central para que contribuya con la cuota parte de los gastos de la escua-
dra combinada, detallados en el artículo 8o., e igualmente se excitará á
los demás Gobiernos que hubiesen enviado Ministros al Istmo de
Panamá para que tomen alguna parte en dichos gastos, la mayor posi-
ble, pues el objeto que se proponen México y Colombia en esta operación
es de un interés general.
Artículo 13o. Las presas que se hicieren por la escuadra combinada se
distribuirán entre las dos escuadras en proporción al número de tonela-
das que cada una tenga y al capital con que contribuya cada uno de los
Gobiernos contratantes. Al efecto se remitirán las presas á un puerto de
Colombia ó México, para ser condenadas, justipreciadas y vendidas si
fueren mercantes. El Gobierno de Colombia cede á los individuos de la
escuadra la mitad de lo que les corresponda de las presas, cuyo reparto se
hará en los términos que exprese una relación particular que se comuni-
que á la escuadra; y el Gobierno de México conviene gustoso en adoptar
para su escuadra la misma base de distribución, á fin de guardar una
perfecta igualdad y evitar celos.
337
Artículo 14o. Siempre que un buque de la escuadra abordare o rin-
diere y marinare otro de la enemiga de su porte, tendrá derecho á la
novena parte del total valor del buque rendido, y con las otras ocho
partes se procederá como lo determina el artículo anterior; bien enten-
dido que el buque beneficiado con el noveno por haber abordado y ma-
rinado no es excluido de su parte en lo que se distribuya de la presa á
toda la escuadra.
Artículo 15o. Los buques de guerra españoles que se apresaren por la
escuadra combinada corresponderán á la nación á que pertenezca el
buque que los hubiere rendido y marinado. Esto no impedirá que se
haga el presupuesto de su valor, que deberá exhibir la nación que con-
servare el buque y procederse á lo establecido en los dos artículos
precedentes.
Artículo 16o. Con todas las presas que se hicieren por la escuadra
combinada, bien sea que esté reunida, o por algún buque que se halle en
comisión, ó por accidente, se procederá conforme al artículo 13o.; pues la
gratificación que se concede por el 14 es únicamente en razón del mayor
esfuerzo que se requiere para abordar, rendir y marinar un buque de
guerra de igual fuerza.
Artículo 17o. Los heridos en los combates tendrán parte de presa hasta
la disolución de la escuadra.
Artículo 18o. Batida la escuadra española se disuelve la escuadra
combinada previa la orden de cualquiera de los Gobiernos contratantes,
si otro convenio no se hubiere ajustado en el curso de las operaciones.
En testimonio del anterior convenio los ante expresados comisionados
al efecto por los Gobiernos de México y Colombia lo firmaron en la
ciudad de México, á 17 de Marzo de 1826.
Miguel Santamaría,
Manuel G. Pedraza”525
338
Este plan fue tomado muy seriamente por el Gobierno
mexicano, pues cuando el navío Congreso Mexicano (ex Asia),
se pasó del bando español al mexicano (finales de marzo de
1826), su comandante recibió una copia del mismo. En las ins-
trucciones secretas se le indicaba que era posible que cuando
se hallara en la latitud del Cabo, la escuadra combinada co-
lombo-mexicana se hallara en aguas colombianas o de las
Antillas, siendo también posible que en su ruta se topara con
dicha escuadra, dándosele el código de señales que la misma
habría de usar para evitar equivocaciones.526
Hasta mediados de 1826 los movimientos españoles en
Cuba causaron alarma en Colombia, tal como se desprende
de la revisión y análisis de las informaciones publicadas por la
prensa. Sin embargo, buen parte de los informes se revelarían
luego bastante inexactos.
526u Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit. Cita a: Roldan Oquendo, Omán. Las relaciones entre
México y Colombia 1810 – 1862. México, Secretaría de Asuntos Exteriores, 1974. pp. 86 y 181-
183
527E “Expedición contra Cuba”. El Colombiano. Caracas, miércoles 29 marzo de 1826. N°
150, p, 3
339
“Informó en Cartagena el capitán del corsario nacional Ejecutivo
que cuantos pescadores había apresado en la costa de Cuba en diferentes
días le habían asegurado que el general español Morales había llegado
en febrero a Santiago de Cuba con el navío Guerrero, una fragata de
guerra y un número considerable de tropas. Los corresponsales del go-
bierno en Jamaica aseguran con fecha 8 de marzo, que hasta el 22 de
febrero no había llegado tal expedición a Santiago de Cuba; pero toda
la correspondencia de La Habana está de acuerdo en que deben llegar
dichos navío y fragata de refuerzo de la escuadra, con mi o más hombres
completo de las últimas tropas despachadas del Ferrol, y cartas de los
Estados Unidos del Norte anuncian que Laborde debía salir de La
Habana con la escuadra española por febrero o principios de marzo sin
conocerse el punto y objeto de su dirección.
Esto es cuanto podemos comunicar relativamente a los rumores de
expedición española. El gobierno de Madrid ha contraído sus esfuerzos
a asegurar la posesión de Cuba y Puerto Rico con tropas, marina y
amplias facultades a sus jefes contra los preparativos que se decía, esta-
ban haciendo Méjico y Colombia para arrancarlas de la dominación
española. En Europa y aun en América no se ha dudado que los gobier-
nos colombiano y mejicano tenían estas miras, y confirmaban las sospe-
chas los diferentes movimientos que han tenido las respectivas tropas y
armadas. Pensamos, que mientras los enemigos teman una invasión de
cualquiera confederación americana, se abstendrán de molestar nues-
tras costas y alarmar a los departamentos litorales; pero que si no temen
semejante invasión, ellos saldrán a dar ocupación a sus fuerzas y a bus-
car modo de resarcir los inmensos costos que deben impender en sus ex-
traordinarios armamentos. No nos atrevemos a hablar de la necesidad,
utilidad, o conveniencia de invadir a Cuba y Puerto Rico; nos conten-
tamos con recordar que Catón concluía en el senado romano todos sus
discursos con delenda est Cartago, y que Roma se salvó de Aníbal pa-
sando al mar y llevando su ejército a las puertas de su rival y jurado
enemigo.”528
528N “Noticias de la Isla de Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 18 de abril de 1826.
N° 235, p. 4
340
ataque sobre estas costas; pero la noticia más positiva de Jamaica, es que
el General Morales salió de La Habana el 15 último con destino a la
costa de Cuba llamada Batabano y Barbacoas, a fin de apaciguar una
insurrección que rompió allí en favor de la independencia. La revolu-
ción fue trazada de concierto con dos comisionados colombianos que se
despacharon de Cartagena a Barbacoa hace algún tiempo para aquel
designio, y cuyos nombres son Agüero, y Sánchez. Parece que el primero
tuvo la debilidad de confiar el secreto de sus movimientos a un amigo el
cual transmitió inmediatamente la noticia a la capital de donde las
autoridades españolas despacharon al General Morales quien a su lle-
gada aprehendió a los comisionados y los obligó a confesar. Agüero su-
frió su destino como hombre: fue ahorcado igualmente que Sánchez.
Ciento cincuenta habitantes, principalmente de la clase mercantil fue-
ron sumidos en calabozos a esperar sus sentencias. Toda la isla de Cuba
está en un estado de completa consternación, y lejos de poder intentar
ninguna expedición ofensiva no sabe cómo conservar su misma tran-
quilidad interna. El correo de Magdalena ha llegado con noticia de que
el General Padilla llegó el 21 del corriente a Cartagena desde Bogotá
con instrucciones para el Intendente a fin de realizar la meditada in-
vasión de Cuban, de suerte que han principiado ya los preparativos al
efecto. La última división de las tropas auxiliares enviadas al Perú ha
regresado a Cartagena, y la guarnición de esta plaza se compone ahora
de ocho mil quinientos hombres.
Una escuadrilla española constante de un navío de 74, cuatro fraga-
tas, tres corbetas, y dos goletas, llegó a Santiago de Cuba de La Habana,
a fines de marzo. – Curazao Journal.”529
529C “Cuba. Extracto de una carta de Río Hacha a 28 de abril de 1826.” El Colombiano.
Caracas, miércoles 31 de mayo de 1826. N° 159, p. 2
341
España. Varios oficiales que vinieron con estas tropas fueron antes
amigos de la causa constitucional. Se asegura que S.M. ha enviado po-
sitivamente a buscar a Argüelles, y otros ministros principales de la
causa constitucional que se han refugiado en Inglaterra prometiéndoles
la seguridad de sus personas, y empeñándolos en que no pierdan tiempo
en regresar [...]
[…] Ella no solo será sancionada por todas y cada potencia de
Europa, sino que directa o indirectamente será sostenida por estas po-
tencias cuando no por nuestro interés por el suyo propio. Cuando
Fernando recibió la noticia de la rendición del Asia de 74 cañones,
S.M. en un acceso de furia exclamó, ¿dónde están todos mis súbditos
leales? A lo cual la reina respondió: “En Inglaterra en aquella Isla feliz:
manda a buscarlos Fernando; porque los que te rodean no quieren más
tu ruina”.
Sabemos que un buque con varias personas salió de este puerto hace
algunas semanas con intención de causar una irrupción en favor de los
colombianos en la isla de Cuba. Se nos ha informado la suerte de dos de
dichos individuos nombrados Sánchez y Francisco Agüere, los cuales fue-
ron ajusticiados en Príncipe, en dicha isla el 17 último. Parece que ellos
llegaron cerca de quince días antes, y habían estado ocultos hasta que la
imprudencia de Sánchez le condujo a la casa de su padrino (que por otra
parte no le conocía), y le mostró la proclama de que eran conductores,
aconsejándole que recogiese todos sus efectivos y saliese de la isla, porque
los colombianos se acercaban y degollarían a todos los realistas que cayesen
en su poder. La persona a quien esto se aconsejaba, dio noticia al
Gobernador, y descubierto el lugar donde se ocultaban, se despachó un
destacamento de treinta hombres en su busca, se les prendió y dio la
muerte. Agüere en el lugar de la ejecución se condujo con singular firmeza
y sufrió su suerte sin comprometer en lo más mínimo la causa que defen-
día. Sánchez al contrario, manifestó todos los síntomas de temor, comu-
nicó las circunstancias en que estaba instruido acerca de los proyectados
movimientos, añadiendo muchas exageraciones, en cuya consecuencia se
dio orden a cuatro o cinco buques españoles de guerra, que saliesen de La
Habana a cruzar sobre la costa. El comodoro Jully con una escuadrilla
ligera se aguardaba también en aquel punto. Nuestro informante añade,
que en toda Cuba se han tomado las mayores precauciones, y se han hecho
342
los esfuerzos posibles para poner la isla en el mejor estado de defensa. –
Cornwall Cronicle Jamaieti, Abril 1”530
343
liderazgo nacional para ocuparse de semejante aventura. El 4
de octubre el representante de Colombia en México, Miguel
Santamaría, escribió al Secretario de Exteriores José Rafael
Revenga: “El Presidente [de México] me reclama con frecuen-
cia el cumplimiento del Convenio y se lamenta la lentitud con que
dice, se procede en las hostilidades contra el dominio español en
las Antillas […]”532 Así, la expedición colombo-mexicana no
siguió adelante, quedando pronto paralizada, debido tanto a
factores internacionales, tales como las presiones de Estados
Unidos; como a los factores internos de Colombia, ya señala-
dos. Como expondremos más adelante, para finales de 1826
la escuadra colombiana sería prácticamente liquidada debido a
la imposibilidad de pagar su mantenimiento, comprometiendo
definitivamente el proyecto libertador en el Caribe.
Sin embargo, a comienzos de 1827 el tema volvió a ser
abordado con cierto énfasis, esta vez directamente por el
Libertador Presidente. La siguiente sucesión de cartas resulta
de lo más elocuente.
532u Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit. Cita a: Roldan Oquendo, Omán. Las relaciones entre
México y Colombia 1810 – 1862. México, Secretaría de Asuntos Exteriores, 1974. p. 184
344
Aun cuando no podamos tomar a Cuba, una expedición a Puerto
Rico puede y debe hacerse fácilmente. Sacaremos y enemigos mutuos, y
allá se hacen amigos tiernos en el seno de la guerra y de los peligros.”533
533a Carta al General Pedro Briceño Méndez. Caracas, 25 de enero de 1827. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. II. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de
1799 a 8 de mayo de 1824, p. 588
534a Carta al General Andrés de Santa Cruz. Caracas, 25 de enero de 1827. Ibídem, p. 540
535a Carta al General Antonio José de Sucre. Caracas, 5 de febrero de 1827. Ibídem, p. 544
345
“En este momento recibo noticias de Inglaterra y por ellas sé que toda
la bulla de la Gran Bretaña se ha reducido a amenazas con la España.
No habrá, pues, expedición a Puerto Rico, porque sin la cooperación de
la Inglaterra nos perdíamos. No haga Vd., pues, ningún preparativo.”536
346
será la primera. De uno u otro resultado yo espero sacar un buen par-
tido para Colombia, que puede hacerse extensivo a los demás estados.
Explicaré mi pensamiento: si la guerra tiene lugar, mi objeto es mandar
una expedición a La Habana, que nos dará la ventaja de descargarnos
de los gastos que nos causan en este país las tropas que lo guarnecen y
darles abundancia por miseria, gloria por ocio. Si no tiene lugar la gue-
rra, entonces pienso licenciar todos los cuerpos, y dejarlos en cuadro. Sólo
de este modo podremos medio marchar adelante, porque es tal la miseria
que da compasión.”539
539a Carta al Gran Mariscal Don Andrés de Santa Cruz. Caracas, 28 de febrero de 1827.
Ibídem, p. 567
347
maneras con que un pueblo amigo puede eficazmente dar la mano a un
ejército invasor.
Contábamos también con los esfuerzos de Méjico, que estaba de
acuerdo en dárnoslos muy eficaces. El que desee encontrar datos sobre
este particular en lo relativo a Méjico, puede consultar la Recopilación
de leyes formada por el licenciado D. Basilio José Arrillaga, donde están
los documentos más importantes, y especialmente la ley de 12 de Mayo
de 1828, en la que “se permitía la salida de las tropas nacionales para
hacer la guerra a Cuba u otros puntos dependientes del gobierno espa-
ñol”, cuya ley se circuló el mismo día por el secretario de Guerra y se
publicó por bando el 24. El año 23, el ministro de la Guerra, Sr.
Pedraza, había autorizado a D. Pedro de Rojas para las operaciones de
corso y para entenderse con los habitantes de Cuba, a fin de fomentar
la revolución, que en aquella isla se conoce con el nombre de «Soles de
Bolívar», fallida por causas que en parte veremos más adelante.
Tomada, pues, la isla de Cuba, según los planes del Libertador, su
corazón de fuego no se contentaba con la conquista solamente. Por
fuerza, todos los habitantes de la isla, así como los de Puerto Rico, se-
rían libres sin excepción alguna, con lo cual va dicho que en el número
entraban los infelices africanos que todavía sufren la suma de las des-
dichas humanas. Porque pensar que nosotros creyésemos hacedero, ni
que en la lógica de los acontecimientos sea posible libertar un país, de-
jando sumida en la servidumbre a una parte de sus habitantes, es ab-
surdo en que nunca hubiera incurrido el Libertador de Colombia.
Con los negros libertos, me decía éste, formara usted un ejército sin
pérdida de tiempo, para transportarlos a España y auxiliar al partido
liberal, en muestra de la grandeza de Colombia y para pedir su recono-
cimiento oficial por quien quiera que las ideas del siglo coloquen en el
trono de Fernando.”540
348
entre Santander y Bolívar con respecto a la venidera Gran
Convención Nacional (la Convención de Ocaña), quebrada
financieramente, y habiéndose disuelto la escuadra a finales
del año anterior, era prácticamente imposible armar una res-
petable fuerza terrestre, embarcarla, transportarla hasta Cuba
o Puerto Rico, y mantenerla comunicada y abastecida hasta
que obtuviese la victoria, mientras que además se defendían las
aguas circundantes de la escuadra española y se le derrotaba.
Sobre la viabilidad de la empresa también escribió Páez, aun-
que de nuevo mezclando varios momentos históricos.
349
necesidades interiores apenas daban lugar para atenderlas de momento
en momento, entrelazándose y sucediéndose con una rapidez a que ape-
nas bastaban el genio de Bolívar y su incansable perseverancia.”542
350
día 10 de ese mes apresó a un bergantín español Guadalupe, y
el 28 a otro llamado Neptuno. Ambos buques estaban en ruta
de Cádiz a La Habana, transportando vino y otras mercan-
cías españolas. También el día 28 Beluche apresó a la mercante
española Tarántula, armada con dieciséis cañones de doce y
dieciocho libras, tripulada por setenta y siete hombres. A pesar
de contar con todos estos medios, la Tarántula se rindió incon-
dicionalmente a la Bolívar sin disparar un tiro, entregándose
también veinte pasajeros que venían a bordo. Tal era el renom-
bre alcanzado por la armada colombiana, que los mercantes
enemigos no osaban oponer resistencia. Estas presas fueron
llevadas por Beluche a Puerto Cabello, para que el tribunal
correspondiente las juzgara y ordenara el remate correspon-
diente.544 Sobre este caso publicó un periódico de Providence
(Rhode Island):
351
al Dr. Francisco López, quien llevaba consigo un borrador para
un tratado de comercio y un arreglo para suprimir el comer-
cio de esclavos, los cuales presentaría al Gobierno de Estados
Unidos.546 Por otra parte, el 18 de mayo arribó a La Guaira la
fragata mercante española Nuestra Señora de la Asunción, la cual
había sido apresada por la goleta corsario General Santander;
mientras navegaba desde Cádiz a La Habana. La nave apre-
sada estaba cargada con 3.980 balas de cañón, 200 granadas,
un mortero y un obús.547
Coincidiendo con el inicio del declive del poderío naval co-
lombiano, Laborde pudo hacer un amago de ofensiva. La fra-
gata Constitución había sido carenada y rehabilitada, siendo
puesta al mando del Capitán de Navío José María Chacón. La
Constitución zarpó de La Habana rumbo a Santiago de Cuba,
acompañada por las fragatas Lealtad, Iberia, Perla, y Casilda,
además de la goleta Habanera, formando así una división naval.
En Santiago se les unió el navío Guerrero, comandado por el
Capitán de Navío Manuel de Cañas Trujillo, que había llegado
de Cádiz. Con esta fuerza, Laborde se presentó ante Cartagena
en junio de 1826, logrando intimidar un poco al mando naval
colombiano. Sin embargo, Laborde no atacó a la escuadra de la
República, a la que encontró bien cobijada por las fortificaciones
de la ciudad, las mejores del antiguo imperio español.548
Ese mismo mes se registró otro revés para la armada co-
lombiana. El 10 de junio el Providence Patriot & Columbian
Phenix, editado en Providence, Rhode Island; publicó: “La
corbeta colombiana Bolívar, llegada a los Estados Unidos, con
oficiales a bordo para la escuadra que había sido comprada aquí
por ese gobierno recientemente, ha sido capturada por dos fragatas
352
españolas.”549 Esta noticia no ha podido ser comprobada con
fuentes colombianas. La última mención que se hace de la
Bolívar es a finales de 1826, cuando se indica que está siendo
reparada en Estados Unidos.
El 17 de julio fue enviada en crucero hasta Veracruz la go-
leta General Manrique, nave que había sido capturada en la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Al mando de la misma
se encontraba el Teniente de Navío Matías Padrón.550 Es po-
sible que este crucero de la Manrique estuviese ligado al envío
de comunicaciones para el Gobierno mexicano.
La misma goleta General Manrique protagonizó otro episo-
dio, esta vez bastante violento, cuando el 30 de octubre de 1827
se batió contra el corsario bergantín español Cometa cerca del
Cabo de la Vela. La Manrique logró rechazar los intentos de
abordaje del Cometa y escapar a Río Hacha. Así reseñó el he-
cho la Gaceta de Colombia:
549r Providence Patriot & Columbian Phenix. Providence - Rhode Island, 10 de junio de 1826
550a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 145
353
resultado de tan desigual encuentro pone de manifiesto la bizarría con
que todos se condujeron, el comandante recomienda particularmente al
alférez Somoza, al segundo contramaestre Narciso Manrique, a los
diez soldados de infantería de marina que tenía a bordo, y al edecán del
señor general Urdaneta, N. Echeverría, que venía de pasajero.
Hallábase también a bordo como tal la señora de aquel general, con
sus niños y servidumbre; y entendemos que antes de desembarcar en
Santa Marta regaló aquella señora a los defensores de la Manrique
quinientos pesos para refresco.
*Este es el mismo corsario de que según decimos en otra parte de nues-
tra gaceta, es armador el general Morales. Salió de Cádiz el 21 de junio
último bajo el mando del capitán don Juan José Batalla; y se sabe que
dicho general fue en efecto en el Is. Canarias.”551
354
Laborde trajo a vista de las costas de la República una flotilla
con cierto poder de fuego, y pudo cruzar en la zona sin ser mo-
lestado por la escuadra colombiana. La documentación y los tra-
bajos historiográficos precedentes no hablan de ningún tipo de
reacción a este crucero de Laborde, ni siquiera por el hecho
de que Laborde trató de abastecer a las guerrillas realistas de
Cisneros y Arizábalo a través de la costa de Barlovento. Para
1828 la escuadra colombiana estaba en un notable ocaso, y aún
enfrentaría un peligroso reto más.
356
nave nacional o extranjera. Estipulaba que dicha visita debía
hacerse sin violencia, pudiendo detener la nave solo en los ca-
sos siguientes, según el artículo 14:
554d Ídem
357
o los pasos a seguir para desarmar un corsario. Sin duda, se
trataba de un documento legal de inestimable utilidad, tanto
interna de la República a fin de controlar a los corsarios; como
externa, a fin de enfrentar los probables reclamos de naciones
neutrales.
Como se explicó anteriormente, una serie de factores exter-
nos tales como las Guerras Napoleónicas, el declive del poder
naval español y la Guerra Anglo-Estadounidense, estimularon
la adhesión de muchos corsarios a la causa de los independen-
tistas venezolanos y neogranadinos. Ya entrada la década de
1820, muchos corsarios llegados a Margarita a partir de 1816,
se habían integrado en la armada regular, convirtiéndose en
próceres navales respetados hasta la actualidad. A partir de la
Ordenanza de Corso de 1822, la actividad corsaria en el país
comenzó a declinar, debido en buena medida a las estrictas
disposiciones que la misma contemplaba, sobre todo fisca-
les. Sin embargo, los antiguos corsarios que habían navegado
bajo pabellón de Buenos Aires o de Montevideo, siguieron
llegando en gran número al Caribe, poniéndose al servicio de
Colombia. En consecuencia de este peculiar proceso, el corso
oficial degeneró hacia la piratería en aguas de las Antillas. A
pesar de ello, el corso colombiano, no desapareció en la región
sino que continuó por un tiempo aunque muy disperso, ex-
perimentando un visible auge hacia 1826 para luego declinar
definitivamente y desaparecer.555
555a Santana, Arturo. “Algunas notas sobre el corso insurgente hispanoamericano en Puerto
Rico”. San Juan – Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico. Disponible en: http://ance.msinfo.
info/bases/biblo/texto/libros/ANCE.1986.c.10.pdf, pp. 25 – 26
358
geográfico y agresividad. Esto es bastante llamativo, pues en
general la actividad corsaria hispanoamericana comenzó a des-
cender después de 1821, tras haber tenido su edad dorada en-
tre 1815 y 1820, sobre todo con los corsarios al servicio del
Río de la Plata y de la Banda Oriental. Luego de 1820, cuando
la guerra fue decantándose a favor de los independentistas en
el Cono Sur, y los colombianos empiezan a darle forma en el
mapa a su República, el corso experimenta cierto declive, para
llegar a un nuevo cénit a mediados de la década, esta vez bajo
el pabellón tricolor de Colombia.
Ya de 1820 tenemos datos interesantes, como el que re-
portó el bergantín Flor de Mayo en Santa Cruz de la Palma
(Islas Canarias) el 19 de octubre. El capitán de la nave in-
formó que su bergantín había sido saqueado por un corsario
colombiano que cruzaba en las aguas cercanas, estimando
que podía tratarse de uno de los dieciséis que habían salido
de la isla de Margarita, según otros informes llegados a las
Islas Canarias.556 Estos hechos se ubican antes de la Batalla de
Carabobo, el bloqueo de Puerto Cabello y la Batalla Naval del
Lago de Maracaibo, indicándonos que incluso previamente a
estos hitos ya los corsarios al servicio de Colombia habían al-
canzado la orilla opuesta del Atlántico, atacando al comercio
enemigo. ¿De qué medios se servían estos aguerridos hom-
bres de mar? El historiador Feliciano Gámez Duarte comenta
que al principio los corsarios utilizaron mercantes armados,
pero progresivamente comenzaron a diseñarse buques espe-
cíficamente para este propósito, destacando Baltimore como
el puerto más importante en la construcción de dichos nue-
vos tipos de embarcación. Hechos para ser rápidos, sus cascos
556é Pérez Hernández, José Eduardo. “Alisios de guerra. La amenaza corsaria en La Palma:
los insurgentes americanos (1815 – 1828)” en XIX Coloquio de Historia Canario-Americana.
Las Palmas de Gran Canaria, 2012. Disponible en: http://coloquioscanariasamerica.casade-
colon.com/index.php/CHCA/article/download/9142/8591, p. 8
359
eran afilados, sacrificando capacidad de carga para poder esca-
par de cualquier situación comprometida. Su desplazamiento
no solía rebasar las 300 toneladas, y las tripulaciones eran de
unos 100 hombres. Su armamento consistía en 12 a 16 caño-
nes de 12 a 24 libras, llevando más frecuentemente carronadas,
mucho más útiles para el combate cercano y abordajes. Estos
barcos fueron construidos en grandes cantidades en Baltimore,
Boston y otros puertos del noreste de Estados Unidos, siendo
tan veloces que sólo se les podían capturar en puerto.557
Evidentemente, no era la potencia de fuego lo más peligroso
de estos buques hechos para el corso, sino su velocidad y ma-
niobrabilidad, que les daba una ventaja total sobre los mercan-
tes. Además, la poca disposición de las tripulaciones mercantes
al combate, las llevaba a rendir sus naves sin ofrecer resistencia,
lo que a su vez estimulaba aún más el corso. Aunque las carro-
nadas eran las armas preferidas de los corsarios, muchos de sus
buques portaban obuses, cañones largos y cortos, culebrinas y
pedreros, bien fueran de hierro o bronce, fijos o en colisa. Las
tripulaciones por su parte iban armadas con cualquier medio
que sirviese en un abordaje, tales como fusiles, trabucos, pisto-
las, sabes, hachas, chuzos, garfios, espeques, etc.558
A comienzos de 1823 el Capitán de Navío Nicolás Joly,
quien sería héroe en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo,
buscaba continuar todavía con sus cruceros de corsario, tal
como lo revela el siguiente documento:
557á Gámez Duarte, Feliciano. El desafío insurgente. Análisis del corso hispanoamericano desde
una perspectiva peninsular: 1812 – 1828 (Tesis Doctoral), pp. 274 – 276
558b Ibídem, pp. 292 - 293
360
El Capitán Joly ha ocurrido a mí para que solicite a su favor que V.S.
lo deje libre con su corsario para hacer un crucero que lo proporcione con
qué reponer sus pérdidas y cubrir los gastos de la habilitación.
Como Joly ha servido con su corsario más que ningún otro armador,
desearía que, si las circunstancias lo permiten, accediera V.S. a su solici-
tud, exigiéndole, por último servicio, que transportara a la Guayana los
vestuarios y demás efectos de equipo que el Gobierno ha destinado para
el Ejército de Venezuela.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”559
559u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 -
1824), p. 147
560o Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 12 de julio de 1824 en Acuerdos del Consejo de
Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición
de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicente-
nario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia
de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Dis-
ponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.
html#56c (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
361
por un corsario colombiano, en aguas cercanas a Gibraltar. Así
se registró el suceso en acta oficial:
362
y un grado veinte y nueve minutos y en la Longitud de cuatro grados
diez y nueve minutos al oeste de Cádiz tiempo caliginoso viento
Nordeste gallando marejadilla del viento y del Norte y elevando la proa
al Sudoeste quarta al oeste del compas con la intención de pasar entre la
costa de África y las Canarias descubrió por la proa esta Goleta de dos
gabias que seguía la vuelta del este y estaban a muy corta distancia y
como había mucha neblina y era aún al amanecer hizo todas las manio-
bras y diligencias necesarias a fin de liberarse del peligro de ser apresado
en que se hallaban, pero a las diez de la mañana teniendo ya a nuestro
costado la referida Goleta se ven en la necesidad de rendirse habiendo
sido apresados con la bandera Colombiana; que inmediatamente
mandó el bote a bordo del buque de mi mando y le llevaron al corsario
con todos los demás tripulantes a excepción de dos que dejaron a bordo
de la presa tripulando esta y carga como – Rol, patente, contraseña co-
nocimientos y demás de los que se apoderó el comandante declarando
que toda era buena presa por la bandera de Colombia que de aquel
punto y permaneciendo a la de dicho corsario se dirigieron a estas Islas
a las que llegaron el veinte y anclaron entre esta y la de la Graciosa
donde nombran el Río con el corsario y presa despachando esta el veinte
y uno para la costa firme y echando los marineros prisioneros en un
despeñadero de esta de Lanzarote conservando a su bordo al compare-
ciente a su segundo, al pilotín, contramaestre , y paje hasta el veinte y
dos por la tarde que los echaron en la expresada Ysla de La Graciosa que
está desierta en la que permanecieron hasta ayer veinte y tres por la
mañana en compañía de unos pescadores que les condujeron a esta de
Lanzarote y a su Villa capital en la que les pusieron inmediatamente
en cuarentena de observación en esta Ermita del señor San Rafael si-
tuada extramuros de ella .en esta atención deseando hacer constar los
hechos que deja relación y no quedan responsables en manera alguna de
las perdidas, daños y perjuicios que han recibido los dueños del carga-
mento que traía a su bordo con motivo de haber sido apresado por la
Goleta Colombiana de que lleva hecho mención en la vía y forma que
mejor lugar haya en derecho y enterado del que en este caso le compete
otorga que los protesta una dos tres y las mas veces en derecho necesarias
contra el mar? Vientos cargabres y demás contra quienes deba hacerlo, y
pide a mi el escribano le de fe por fe y testimonio esta protesta que ase-
gura bajo de juramento hecho en debida de que certifico no las hace de
363
malicia sino por los motivos relacionados, y en comprobación de su ver-
dad presenta por testigos de vista que presenciaron el apresamiento y
demás hechos que lleva expuesto a Don Francisco Grau, segundo piloto,
a Don Eloy Bazalt pilotín y a Don Juan Sintas contramaestre de la
dotación del expresado buque que fue de su mando quienes bajo de ju-
ramento que también hicieron según por derecho – quienes aseguración
que cuanto lleva expuesto su capitán en esta protesta es la pura verdad
de los sucesos que les han ocurrido en su navegación en la que se afirman
y se afirman bajo el mismo juramento: Así lo expresaron otorgaron y
firmaron hallándose presente como testigos Marcos Miguel Lorenzo,
Nicolás Hernández Matías Baptista de esta vecindad.”561
En diciembre del mismo año, la goleta corsario Zulme, se
enfrentó cerca de la punta de Icaco, no lejos de La Habana,
con cuatro embarcaciones piratas; poniéndolas en fuga pero
quedando muy averiada, por lo que debió retirarse a Nueva
Orleáns a carenarse.
561a Martín Santiago, Felipe Enrique. “La independencia de Canarias bajo la tutela de la
Gran Colombia (1819-1830). Ataques navales en Lanzarote (1823-1825)” en revista Bien
Me Sabe, Nº 663. Disponible en: http://www.bienmesabe.org/noticia/2007/Septiembre/la-
independencia-de-canarias-bajo-la-tutela-de-la-gran-colombia-1819-1830-ataques-navales-
en-lanzarote-1823-1825 (Revisado online el 25 de enero de 2017 a las 9:51 pm). Cita a:
AHPLP (Archivo Histórico Popular de La Palma). ESCRIBANO MATIAS RANCEL DE
LANZAROTE. LEGAJO 2932, AÑO 1823. FOLIO 229-230.
364
destrozada. Celebraría haber recibido los pormenores de este suceso que
no puede menos e ser agradable a S.E. el vicepresidente de la República
pues acredita que los corsarios de este departamento corresponden a los
deseos del gobierno buscando, atacando, y escarmentando a los piratas,
en virtud de las estrechas órdenes que se les tienen dadas por esta co-
mandancia general, principalmente para que persigan a los corsarios
que enarbolan bandera colombiana. Dígnese V.S. ponerlo en conoci-
miento de S.E. el vicepresidente. – Dios guarde a V.S. – J. Padilla.”562
“[…] a las cinco y cuarto del día dos de diciembre de 1823, apareció
en la bocana del puerto de San Juan de Puerto Rico una corbeta con dos
pabellones en su palo mayor: el español y, por debajo de éste el pabellón
de Venezuela. Se trataba de la corbeta Orinoco que se entregaba con su
tripulación a las autoridades de la isla. A bordo no figuraba su capitán
ni oficial alguno. De manera inmediata, el práctico del puerto, el capi-
tán del mismo, Juan de Dios Robión, y quince soldados subieron para
hacerse con el control de la nave […] Tan pronto como las autoridades
españolas se hicieron cargo de este buque se inició una investigación
para inquirir qué había sucedido para impulsar a estos hombres a en-
tregarse a sus enemigos.
[…] durante una escala en el puerto de San Bartolomé, la tripula-
ción, aprovechando que el capitán y la oficialidad del buque estaban a
tierra, decidieron cortar los cables y alejarse de aquel puerto y de los
hombres que comandaban la nave […]”563
365
Cabello y Cartagena, y probablemente también en otros puer-
tos de importancia, tales como Angostura, Pampatar, Juan
Griego, Barcelona, La Guaira o Maracaibo. Estas actividades
debieron producir muchas ganancias en dichos puertos y sus
zonas aledañas, generando interés popular hacia la continua-
ción de la guerra de corso contra España. En ese sentido, el
siguiente editorial publicado por El Venezolano, nos muestra
tal apoyo de la opinión pública.
366
un sector importante de la sociedad colombiana estaba bene-
ficiándose directamente con el corso. En este mismo sentido,
encontramos en El Colombiano, de Caracas, una interesante
nota publicada el 11 de agosto de 1824, en la que se expone
el caso del corsario General Santander, el cual fue acusado de
varios crímenes por el New York Mercantile Advertiser y por el
New York Evening Post.
367
cualquiera caprichosa violación que hagan sus cruceros de los derechos de
los neutrales; está impuesto en las instrucciones escritas que en aquel
acto poseía, y que recibió de la autoridad competente en La Guaira, las
cuales le previenen que trate todos los pabellones neutrales, con el debido
respeto, y que principalmente respete los pabellones “de los Estados
Unidos y de la Inglaterra.” Conoce que su comisión y su carácter, su
empleo y su fortuna, están comprometidas; sin embargo al leer los pape-
les del Mecánico, no duda en remitirlos a La Guaira seguro de que tenía
a su bordo efectos españoles. Ahora bien, Sr., expongo sin temor la con-
tradicción de los hombres imparciales, que ésta es una presunción mucho
más fuerte por una parte que lo que tan vagamente se sabe en Nueva
York puede considerarse razonablemente por la otra. Siendo esto verdad
¿qué se hace entonces el vergonzoso cargo de fealdad peculiar que se
objeta al comandante del Santander? El capitán Chase oficial de que se
hace mención, queda tan libre de enormidad moral política o militar,
como el editor del Mercantile Advertiser. Como soldado, ciudadano, es-
poso, padre, pariente o amigo, no necesita evitar una comparación con
nadie, y si estuviese en los Estados Unidos donde puede hallarse dentro
de poco, él rechazaría la indecente detracción a los ojos del propio ca-
lumniador. Pero por qué éste cargo de fealdad peculiar? Porque quince
días antes de encontrar el Mecánico, el capitán Chase había estado en
Misisipi, donde gozó de la hospitalidad de los Estados Unidos, y porque
sucedió así, él debe según la doctrina del editor del Mercantile Advertiser,
hacer su acatamiento al capitán del Mecánico y decirle. “Sr.: V. se halla
actualmente en el caso de deshonrar el pabellón de su país, pues tiene a
su bordo propiedad que V. llama americana, pero que según sus papeles
aparece ser española; conozco que V. se dirige a México; que espera hacer
un rico retorno a La Habana de donde viene, y que el producto de su
rico cargamento, junto con otros obtenidos del mismo modo pondrá al
gobernador Vives en estado de equipar una expedición contra Colombia.
Pero, Sr., quince días hace que estuve en el Misisipi, donde experimenté
mucha hospitalidad, habiendo recibido diez o veinte barriles de agua y
algunos hombres que estaban ociosos y necesitaban salarios por tanto,
Sr., faltaré a mi deber, desobedeceré las órdenes de mi gobierno, pondré
en peligro la tranquilidad del país a quien estoy obligado a servir, y V.
puede pasar adelante, aunque estoy perfectamente convencido que V.
emplea el pabellón americano para cubrir un fraude enorme.” Que
368
doctrina tan consoladora! que grato sistema de derecho público quería
establecer este profundo editor del Mercantile Advertiser. Un observa-
dor superficial de toda esta fanfarronada editorial sobre la hospitali-
dad, podría inclinarse a suponer que el gobierno de los Estados Unidos
ha concedido un privilegio de limosnas a Colombia sin ninguna consi-
deración a la reciprocidad de buenos oficios o a la esperanza del retorno:
sin embargo todos sabemos que los actos de hospitalidad en esta parte
son mutuos; y cuando establezco un hecho, a saber, que un solo puerto en
los Estados Unidos, Filadelfia ha embarcado en tres meses sucesivos a
un solo puerto de Colombia hasta la suma de cuatrocientos mil pesos
fuertes de los Estados Unidos en producciones y recibido un retorno con-
siderable, se verá que Colombia retribuye la hospitalidad que reciben
sus ciudadanos, bien sea concedida bajo la sanción nacional, o por una
benevolencia privada; pero no cederá un ápice de sus derechos por esta
razón. Ella no pretende superioridad, pero no permitirá que se la trate
como inferior a ninguna nación del mundo en razón de una perfecta
independencia. Continuará respetando todos los pabellones neutrales
como hasta aquí lo ha hecho, pero no pasará en silencio el abuso de nin-
gún pabellón neutral con agravio profundo de sus más caros intereses.
Los cargos hechos por otro papel de New York es que el “Santander”
tiene una tripulación compuesta principalmente de marineros de los
Estados Unidos, en lo cual aun si fuese cierto, nada hay criminal, o
extraordinario; pero si fuese, los editores como dije en mi anterior carta,
deben tener siempre presentes mucho incidentes de su propia guerra re-
volucionaria, y como caso en cuestión, deben particularmente acordarse,
que Franklin que no puede ser tachado de fealdad peculiar expidió en
Francia en el discurso de un día, treinta y seis patentes, y que los buques
de estas comisiones navegaron, “para hacer presas al comercio británico”
sin tener entre toda su tripulación ni un solo ciudadano americano.
“Los que tienen tejado de vidrio […]; pero el proverbio es algo añejo,
y así pasaremos a la conclusión.”
Desde que el artículo del Mercantile Advertiser llamó mi atención, se
ha dicho en el New York Evening Post, lo que sigue.
“Se ha dirigido al presidente de los Estados Unidos, un memorial por
varias compañías de seguros de esta ciudad, con motivo de las últimas
presas hechas por el cosario General Santander. Cerca de 70.000 pesos
de propiedad española a bordo de los buques apresados se han asegurado
369
en esta ciudad, y los presentes recomiendan al presidente que despache
un buque al gobierno de Colombia a pedir restitución de la propiedad
detenida.
Esta es una nueva lectura de la transacción. Aquí se nos asegura que
la propiedad es española y se entrega al viento la noticia del Mercantile
de que es americana. Si los suscriptores de New York fueron bastante
necios para conceder seguros a propiedades españolas atravesando los
mares de la India Occidental, ellos deben sufrir las consecuencias; y si
fueron informados del fraude proyectado de cubrirlo con el pabellón
americano, ellos deben sufrir. Por caridad común, debo esperar que este
no sea el caso, pero en todo evento, si el negocio resulta, como el capitán
Chase, parece haberlo concebido, y como asegura serlo el New York
Evening Post; si del examen ante el tribunal competente en La Guaira,
resulta que la propiedad es realmente española, de nada servirán me-
moriales y reclamaciones de parte de los aseguradores; en tal caso ni una
mínima parte de la propiedad apresada se entregará, excepto que el
tribunal por consentimiento de los apresadores, la entreguen como un
acto de urbanidad hacia el respetado presidente de los Estados Unidos
cuyo nombre es sinónimo de todo lo que hay honorable en una vida
privada, y de ilustre en una vida pública.
Si en tiempos venideros se concluye un tratado entre Colombia y los
Estados Unidos estipulando que “los buques libres hacen las mercancías
libres”; que el pabellón cubre el cargamento, será así muy enhorabuena;
pero esto solo podrá suceder después que la España haya reconocido la
independencia de la América del Sur. Semejante tratado pondría ahora
en manos de la España una medida de molestar el nuevo gobierno: y
esto no puede en las circunstancias presentes ser apropiado por ningún.
Colombiano”565
370
sin restricción, bien fuera por beneficios materiales, patrio-
tismo, o una mezcla de ambos.
El 9 de octubre de 1824 los corsarios colombianos Centella
y Polly Hampton capturaron a la mercante francesa Urania,
en ruta de Burdeos a La Habana, hallando mercancía espa-
ñola a bordo y conduciéndola a Puerto Cabello.566 Este inci-
dente causaría que más tarde, el 10 enero de 1825, llegase a
Puerto Cabello una escuadra francesa presentando reclamos y
exigiendo satisfacciones a la República, siendo esa la primera
crisis internacional que encaró Colombia con una potencia
neutral. Más adelante desarrollaremos con detenimiento dicha
crisis colombo-francesa motivada por la guerra de corso, entre
otras causas.
¿Qué tan lejos llegaba la depredación del corso colombiano
sobre el comercio del Caribe?... El Colombiano nos ofrece da-
tos interesantes; dice que entre 1823 y 1824 habían sido apre-
sadas 4 fragatas (mercantes, no de guerra), 17 bergantines, 32
goletas, y 14 queches y barcas.567 El 25 de mayo se reportó un
nuevo ataque en las Islas Canarias:
371
aquella plaza y que siendo este un doce por ciento mas pequeño que el de
estas yslas podía hacerse una expedición que dejase una buena utilidad,
y que en caso de convención a dicho Martinón esta propuesta podrían
dichos señores fletar por cuenta del compareciente un barco de ciento y
veinte a ciento y treinta toneladas que traería un cargamento de mer-
caderías y retornaría con otro de dos mil y quinientos a tres mil qql. de
barrilla insertándola en dicha carta una nota de los géneros de que
podía componerse el expresado cargamento. Que habiendo recibido el
tres de diciembre próximo pasado les contesto con fecha veinte y tres del
mismo diciendo a dichos señores que siempre que pudiesen conseguir
vender un cargamento de tres mil qq. de esta especie resultase libre de
fletes derechos y demás gastos que le causaren a si en esta Ysla como en la
plaza de Marsella a siete y medio francos, podían desde luego dichos
señores hacer una venta por dicha cantidad y después que estuvieren
celebradas solicitar los géneros que contenía la nota o factura que les
incluyó en dicha carta y remitírselos con el propio barco previniéndoles
últimamente que como solían cruzar en estos mares corsarios enemigos
sería bueno que las facturas y conocimientos viniesen a nombre y como
de cuenta de los mismos señores y a la consignación del otorgante, y por
supuesto todo asegurado: Que no habiendo recibido hasta ahora nin-
guna contestación sobre el particular ha llegado hoy a este Puerto una
Bombarda con Pabellón francés nombrada –honorines su capitán
Blanchelli quien le ha manifestado de palabra– procedente de Marsella
en cuyo Puerto le había despachado y cargado de varios géneros los su-
pradichos señores Barry Denvieu – y compañía que venían a la consig-
nación del compareciente y otros interesados en estas Yslas y que
hallándose sobre Cabo Espartel fue tomado y robado el día cuatro del
corriente por un corsario perteneciente a la republica de Colombia nom-
brado María Isabela su capitán Dotan, y que entre los géneros que le
robaron fue comprendida la mayor parte de los que venían para el com-
pareciente llevándose al mismo tiempo las cartas facturas y demás pa-
peles pertenecientes al cargamento que conducían; en esta atención
considerando el Don Domingo Martinón no debe ser responsable en
manera alguna del valor de los géneros que venían a su consignación ni
hallarse ya en la obligación de poner a bordo de dicho Buque el carga-
mento de barrilla que había ofrecido por no haber recibido los que se
dirigían por dichos señores, en la vía y forma que mejor haya lugar en
372
derecho y enterado del que en este caso le compete otorga que hace total y
absoluto abandono del resto de los géneros a su consignación que pueden
quedar a bordo de la expresada Bombarda , y en su consecuencia pro-
testa una, dos , tres y las mas veces que sean necesarias contra propieta-
rios, cargadores, fletadores, aseguradores, consignatarios, recibidores,
pagadores y contra las mas personas que deba hacerlo, que todos los
daños, perjuicios, perdidas, atrasos, intereses, fletamentos, detrimentos
o menos cabos que se hayan ocasionados y ocasionen a los sobre dichos y
a los dueños del indicado buque por falta de cargamento de retorno, no
sean de mi cuenta y cargo sino de quienes por derecho haya lugar, a cuyo
fin deja vivas - para usar de ellas contra quien donde como y usándole
convenga: y de que así lo protesta pide a mi el escribano se lo de por fe y
testimonio su resguardo, y para hacerlo en cualquier tiempo que se me
pida lo – en mi cuaderno corriente de escritura pública, y lo firma el
expresado Don Domingo Martinón hallándose presentes como testigos
Don Rafael Rancel, Don Eusebio de Cáceres y Don Casimiro Mc
Kinstoh de esta vecindad.”568
373
de cuarenta y seis quintales, un mortero con veinte y siete y medio quin-
tales, de peso y un obús con el de veintiocho quintales, sin expresarse ni
el calibre de las municiones y de las piezas de artillería ni la calidad del
metal de estos. – Dios guarde a V.S. – Puerto Cabello marzo 20 de
1825 – 15. – Felipe Esteves.”569
374
otros del Cabo San Vicente y Santa María, capturando todos
juntos buques españoles que venían de la costa de Cantabria,
además de algunos buques costeros.572
Gracias a El Colombiano, de Caracas, sabemos también de
otros hechos acaecidos a finales de 1825 con respecto al corso:
572i Sin Autor. “Colombian privateers and the American, Colombian, Egyptian, Greek,
Swedish and Turkish navies according to the Nederlandsche Staatscourant dated 28 October
1825” en: http://warshipsresearch.blogspot.de/2011/10/colombian-privateers-and-american.
html (04 de abril de 2017, a las 07:19 pm)
573P “Presas Colombianas”. El Colombiano. Caracas, miércoles 28 de septiembre de 1825. N°
125, p. 3
574d Ídem
375
perímetro costero español e incluso el Mar Mediterráneo. Sin
embargo, el clímax de la guerra de corso colombiana contra
España llegaría al año siguiente.
En 1826 se desató sobre aguas peninsulares una auténtica
campaña corsaria, que podríamos denominar “Campaña cor-
saria colombiana de 1826”, la cual es prácticamente descono-
cida para la historiografía venezolana. Como presentaremos a
continuación, contamos con suficientes indicios y pruebas para
afirmar que los ataques corsarios registrados en aguas europeas
durante 1826, e incluso los del año previo, se debieron a un
plan del Gobierno colombiano para obligar a España a reco-
nocer la independencia de la República.
El Dr. Feliciano Gámez Duarte señala de forma acuciosa
la debacle que el poder naval español sufría hacia 1826, cuyos
restos estaban concentrados en América, factor que permitió
la impunidad casi total con la que operaron los corsarios co-
lombianos en ese momento.575 El historiador Serrano Mangas
señaló que para 1826, cuando aparecen en gran número frente
las costas españolas los corsarios colombianos, empleando
buques nuevos, bien armados y tripulados, la Real Armada
Española está en un estado tal que no puede resistir siquiera
el ataque de dos fragatas; todo esto basado en los testimonios
del secretario de guerra de la época, Luis María de Salazar.576
También señala que la presencia de los corsarios colombianos
en el Mediterráneo se hizo notoria por el hecho de que para esa
fecha solo ese país sostenía una guerra de tales características
376
contra España, y por el factor de que dichos corsarios conta-
ron con el apoyo de liberales españoles exiliados en Gibraltar,
Portugal y Gran Bretaña, tales como Van Halem, quien ha-
bía pasado de Colombia a Estados Unidos para reunirse en
Londres con Mina y otros expatriados; o Beltrán de Lis, quien
fue a Londres para negociar con el cónsul colombiano la auto-
rización parar armar buques en corso contra España.577
Sobre este asunto, el historiador naval Francisco Alejandro
Vargas nos dice que al avanzar la campaña peruana de forma
favorable a Colombia en el transcurso de 1824, y ante el hecho
de que Laborde estaba reforzando su escuadra en Cuba y ame-
nazaba el norte de la República, el general Soublette solicitó al
Comandante en Jefe de la Escuadra de Colombia en el Perú,
trasladarse a Cartagena de Indias a causa de que el “Gobierno
español reúne en el Atlántico una Escuadra respetable; y el Gobierno
de la República está determinado a hacer los últimos esfuerzos para
oponerle otra capaz de resistirla y de defender nuestras costas de
una nueva invasión”. Además de esto, Vargas explica que los
corsarios fueron enviados sobre las costas de la Península, y
narra que “Francisco Lifer, Cónsul español en Gibraltar, comunicó
al Ministro de Estado el 1° mayo de 1826 que de aquel puerto ha-
bían salido dos Goletas colombianas, la República y la Trinidad,
para establecer su crucero en las aguas de Barcelona, y con igual
fecha desde Algeciras, informaba don Manuel Aznares al propio
Ministro que las Goletas colombianas salidas de Gibraltar el 30 de
mayo se hallaban desde la Punta de la Mina, en la costa de África,
a la de Carnero y Punta de Europa.”. Vargas finaliza su idea teo-
rizando que estas operaciones corsarias sobre España pudie-
ron obedecer a un plan de Bolívar para hostigar a España a
fin de hacerla firmar la paz y reconocer la independencia de
577á Gámez Duarte, Feliciano. Ob. Cit., pp. 114, 123 y 124. Cita a: Consejo de Estado de 5
junio de 1826. A.H.N. Estado 214
377
Colombia, o también como una maniobra de diversión para
impedir el envío de refuerzos a la escuadra en La Habana.578
En su exposición ante el Congreso, presentada el 16 de
febrero de 1827, el general Carlos Soublette, Secretario
de Guerra y Marina escribió: “En el curso del año anterior nues-
tra marina militar no ha tenido encuentros con el enemigo; pero
nuestros corsarios han llevado las hostilidades hasta las costas de
la península en el Atlántico y Mediterráneo.”579 Esta afirmación
vendría a demostrar que el Gobierno colombiano estaba en
perfecto conocimiento de los ataques corsarios llevados a cabo
en 1826 sobre costas españolas, obedeciendo por tanto una es-
trategia preconcebida; sin embargo, no indica quien o quienes
pudieron ser los autores intelectuales de dicha estrategia. Para
responder a esa interrogante, tenemos la siguiente carta, diri-
gida por el Vicepresidente Santander al entonces Secretario de
Guerra y Marina Briceño Méndez, la cual resulta reveladora:
578a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 20 y 21
579e Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos.
“Esposición que el Secretario de Estado en el Despacho de Marina de la República de
Colombia hace al Congreso de 1827 sobre los negocios de su departamento [recurso electró-
nico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá, Imprenta de P.C., 1827. Catálogo online de la Biblioteca
Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/
digitalizados/fpineda_350_pza28.pdf, p. 12
580c Academia Nacional de la Historia. “Cartas autógrafas del General Santander” en
Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo II, N° 5. Caracas, 31 de marzo de 1913, p.
22
378
¿Fueron el vicepresidente Santander, el secretario Briceño
Méndez y el capitán de navío Danels, los planificadores de
la campaña corsaria de 1826?... no podemos afirmarlo cate-
góricamente, pero este dato no puede desestimarse. Lo que
sí podemos sostener es que el gran número de ataques cor-
sarios registrados en 1826 en el Caribe, el Atlántico y el
Mediterráneo obedecieron a una estrategia marítima de la
República de Colombia para llevar a España a pedir la paz.
Contamos con información de algunas de las opera-
ciones realizadas por los corsarios colombianos en 1826.
Primeramente, en marzo el corsario colombiano General
Santander apresó cerca de La Habana un bergantín y una go-
leta españolas procedentes de Cádiz, los cuales estaban escol-
tados por un buque de guerra de 74 cañones581, mientras que el
corsario colombiano Ejecutivo capturó varias presas más, que
envió a Cartagena. Concretamente el 3 de marzo el Ejecutivo,
al mando del capitán Costa, arribó a Kingston, tras haber cap-
turado varias presas en crucero por las costas cubanas, cinco de
las cuales envió a Cartagena.582 Entre el 16 y 17 de ese mismo
mes, llegó a Matanzas (Cuba) un bote cuyos ocupantes con-
taron que eran plazas de un bergantín español que venía de
Lisboa, el cual fue apresado y quemado por un corsario colom-
biano frente al puerto.583
En todo el mes de mayo, se registró actividad de corsa-
rios colombianos en aguas españolas, concretamente frente a
Gibraltar, Barcelona y la costa marroquí. El 15, el mercante
español San Antonio, en ruta de Santander a Barcelona, fue
apresado por un paquebote corsario colombiano, armado con
379
un cañón giratorio de 18 libras y 25 tripulantes. El capitán,
contramaestre y piloto eran estadounidenses, mientras que el
resto de la tripulación eran españoles e hispanoamericanos. El
16 fondeó en Gibraltar un bergantín-goleta colombiano con
12 armas, entre carronadas y cañones, mandado por un capitán
de apellido Gandolfo y su tripulación la componían 40 hom-
bres de diversa procedencia. También estaba en el puerto otro
bergantín corsario, de 18 cañones, al mando de un capitán de
apellido Samblett. En el área de Vera, hubo un sobresalto ge-
neral el 17 de mayo, cuando la población divisó unos catorce
buques colombianos. También los avistaron en Almería, reco-
nociendo a uno de ellos como una fragata y a otro como un
bergantín, y fueron apresados en la zona dos faluchos por una
goleta de diez cañones. Esto hizo que en la zona se esperase
con angustia al “Regimiento de Caballería de Ligeros” para
defenderla. Finalmente, frente a Gibraltar se reportaron siete
buques que inspeccionaban a todas las embarcaciones a su al-
cance. Aunque no se comprobó que fuesen corsarios colom-
bianos, pues sólo portaban una bandera roja en el trinquete, se
sospecha que estaban al servicio de la República.584
El 15 de julio se apostó cerca de Luarca una goleta colom-
biana que llevaba apresado un quechemarín vizcaíno. Esa
misma tarde apresó otro buque igual, procedente de Bayona
y cargado con 14.000 duros en fardería. Se supo por los pri-
sioneros del quechemarín vizcaíno que echó a tierra, que es-
taba dotada con un cañón en colisa de 8 libras, dos pedreros
y 25 hombres de tripulación. También cerca de Luarca dos
bergantines de guerra colombianos persiguieron y captura-
ron dos mercantes españoles, que quemaron y hundieron, sa-
cando luego tres barcos del puerto de Castropol, a plena vista
de la población. El 18 de julio en la mañana estos buques se
584á Gámez Duarte, Feliciano. Ob. Cit., pp. 124 – 125. Cita a: Consejo de Estado de 5 junio
de 1826. A.H.N. Estado 214.
380
presentaron en el puerto de Gijón, sacando tres buques mer-
cantes procedentes de Bilbao que estaban bajo el castillo de
Santa Catalina, que se hallaba sin cañones. Los dos bergan-
tines colombianos abandonaron el puerto con sus presas. De
nuevo, el saqueo ocurrió a vista de la población local, sin ha-
berse opuesto resistencia. Finalmente, la misma goleta que
había tomado los quechemarines, tomó otro buque el 22 de
julio, un quechemarín al mando del capitán Francisco Cruz de
Jáuregui, que estaba en ruta de San Sebastián a Burdeos.585
En agosto se reportó la entrada a Gibraltar del bergantín-
goleta corsario colombiano República con varias presas hechas
en el Cabo de Gata. Para ese momento, la presencia corsaria
colombiana en el Estrecho de Gibraltar era la mayor preo-
cupación de las autoridades españolas.586 Resultaba claro que
los corsarios utilizaban la colonia británica de Gibraltar como
puerto base para sus operaciones sobre todo el litoral español,
desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo, poniendo en jaque
no sólo la seguridad del comercio español con Cuba y Puerto
Rico, sino también el propio comercio local peninsular de ca-
botaje al cerrar la comunicación entre el Mediterráneo y el
Atlántico. Es lógico pensar que el Gobierno británico conocía
a la perfección las actividades de estos corsarios y las consintió
de forma expresa o tácita, al permitir su presencia en Gibraltar.
Por otra parte, y considerando la cercanía geográfica, es tam-
bién lógico pensar que los corsarios remataran parte de sus
presas en los puertos piratas del Norte de África, los cuales
tenían siglos manejando esta clase de actividades. Además de
eso, es pertinente recordar que buena parte de los capitanes y
585b Ibídem, pp. 125 – 126. Cita a: El Administrador de Correos de Luarca al Administrador
General de Correos de Oviedo. Luarca, 17 de junio de 1826. A.H.N. Estado 215; El Admi-
nistrador de Correos de Oviedo, Antonio Guerra, al Director General de Correos. Oviedo, 19
de julio de 1826. A.H.N. Estado 215; El Cónsul español en Bayona al Duque de Infantado.
Bayona, 24 de julio de 1826. A.H.N. Estado 215.
586b Ibídem, p. 115.
381
tripulaciones corsarias al servicio de Colombia eran originarias
de Estados Unidos, país que se había enfrentado a los piratas
berberiscos a comienzos del siglo XIX, por lo que podría pen-
sarse que estos hombres conocían bien la forma de capitalizar
sus presas en puertos como Argel y Túnez. Valdría entonces
el esfuerzo de emprender una investigación expresamente de-
dicada a dar luz sobre la posible “Conexión Berberisca” con el
corso colombiano en la década de 1820.
Ante esta crítica situación, la respuesta de las autorida-
des españolas fue retener a los buques extranjeros con carga
española en los puertos, con la excusa de cuarentenas para
evitar su captura por parte de los corsarios colombianos.587
La protección de la zona del estrecho, en la que confluían
importantísimas rutas comerciales era una alta prioridad de
Estado para España. Por ello, una Real Orden de 9 de octu-
bre de 1825 había dispuesto que se reparasen las torres vigías
desde Cádiz hasta Málaga y se les dotase de los instrumen-
tos necesarios.588 España, indefensa sin lo que quedaba de la
Real Armada, que estaba concentrada en La Habana bajo el
mando de Laborde, recurría a elementos medievales para de-
fenderse del azote corsario…
Pero no sólo el Mediterráneo y el sur de España fueron gol-
peados durante la campaña corsaria, sino también las costas
del norte del país, tal como nos cuenta el Dr. Feliciano Gámez
Duarte:
382
verificaron en el puerto de Soro alteró la tranquilidad de los habitantes
de la villa de Noya y sus inmediaciones. En este lugar acudieron los vo-
luntarios realistas pidiendo a toda prisa algunas armas y municiones.
El comandante general de la provincia de Tuy avisaba que por la
playa de la Casadoura intentó desembarcar una lancha de gente ar-
mada, con 100 hombres o más. En su descargo, el comandante decía que
con la escasa fuerza que existe en la provincia no puede dar ningún
pronto auxilio a cualquier punto que sea atacado, siendo indispensable
atender a una parte sin dejar abandonada otras sumamente necesita-
das de observación, ya por la costa, ya por la frontera de Portugal,
donde los refugiados españoles han principiado a moverse.
El capitán general de Galicia, visto que el acoso de los corsarios, revo-
lucionarios y contrabandistas iba en aumento, solicitó que no se disol-
viesen los tres regimientos de milicias provinciales, como estaba resuelto.
El Consejo accedió a la petición, a pesar de que la medida daría lugar a
reclamaciones de los demás Capitanes Generales.”589
589b Ibídem, p. 126. Cita a: El Duque del Infantado al Secretario del Consejo de Estado.
Madrid, palacio, 12 de agosto de 1826. A.H.N. Estado 215; El Consejo a S.M. Madrid,
palacio, 17 de agosto de 1826. A.H.N. Estado 215.
590b Ibídem, pp. 127 – 128. Cita a: Papel dirigido al Secretario de Estado y del despacho
de Marina. No pone quién lo remite. Madrid, palacio, 26 de septiembre de 1826. A.H.N.
Estado 214
383
ataques antes mencionados es en sí misma llamativa. Para em-
pezar, el Gobierno colombiano debió emitir previamente mu-
chas patentes de corso, con una vigencia suficientemente larga
como para que los corsarios pudiesen atravesar el Atlántico y
permanecer en aguas europeas largos meses, cazando sus pre-
sas. En segundo lugar, documentos como la carta de Santander
a Briceño Méndez, o la propia exposición de la Secretaría de
Guerra y Marina nos muestras que en Bogotá estaban plena-
mente informados de los ataques corsarios en aguas españolas,
lo que refuerza la teoría de Francisco Alejandro Vargas de que
ésta campaña fuese parte de una estrategia destinada a hacer
volver a Europa la escuadra de Laborde en La Habana, de-
jando así el camino abierto para una operación de gran magni-
tud sobre Cuba y Puerto Rico. El olfato de Vargas sólo habría
fallado en atribuirle a Bolívar la autoría de este plan, pues los
documentos señalan a Santander, Briceño Méndez y Danels
como los diseñadores del mismo.
Más allá de si la campaña corsaria de 1826 rindió los frutos
esperados o no; es innegable que causó un gran golpe psicoló-
gico en España y en las potencias neutrales, pues demostró la
capacidad y determinación colombianas de continuar la guerra
e incluso llevarla al corazón del territorio enemigo. El impacto
en terceros países puede ser medido por lo siguiente: “El 11
de octubre [de 1826, el comodoro] Porter [comandante en ese
momento de la armada mexicana] presentó un atrevido plan de
desarrollo y operaciones de la escuadra”. En el mismo, Porter de-
claró que España no tenía fuerzas navales en la Península, por
lo que proponía ir con la escuadra mexicana a atacar su comer-
cio. Explicó que podían usar el puerto de Gibraltar y vender
las presas en Argel, para luego hostigar Puerto Rico y Cuba,
regresando después a Veracruz.591. Este plan estaba claramente
591a Carranza y Castillo, Miguel. …Y la Independencia se consolidó en el mar. Ensayo histórico
sobre la guerra entre México y España (1821 – 1836), pp. 132 - 133
384
inspirado en los logros obtenidos por los corsarios colombia-
nos ese mismo año:
385
quien ya habíamos presentado anteriormente, y que había sido
Presidente de la Corte de Almirantazgo. Mostramos extractos
de la misiva de Estéves a Páez:
593x Exposición del Comandante de Marina Don Felipe Esteves. Caracas, 20 de octubre de
1826. – Consulta del General Páez al Dr. Yanes. – Dictamen de éste. Academia Nacional de la
Historia. “Inéditos de 1826” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo IV, N° 13.
Caracas, 30 de abril de 1917, p. 203
594b Ibídem, p. 205
386
que además tienen que pagar un cinco por ciento de hospital que por
dicho aforo se les deduce, y otro cinco por ciento que se les cobra por el
valor bruto de la venduta.”595
387
marineros que después sirven para los buques de guerra, sin necesidad
de irlos a solicitar a otros puntos. Y por consecuencia de lo expuesto me
tomo la libertad de indicar que la reforma más análoga sería la de que
sólo pagasen de derechos el 12 y ½ por ciento sobre la cantidad líquida
de venduta, los artículos de lícita importación, en esta forma: diez para
el Estado, inclusa la misma venduta, y dos y medio para el hospital
militar, quedando libre la exportación de los efectos prohibidos; pues de
este modo se concilian el interés del Estado y el de los armadores; más
V.E. con el acierto que caracteriza sus providencias, determinará lo más
conveniente.”598
“Si nos parece duro e injusto tener que ocurrir a Bogotá, para la deci-
sión, en último resorte, de cualquiera de aquellos asuntos, por la distan-
cia y los gastos que ocasiona, con mayor razón lo es que sentenciado un
juicio de presa en primera instancia, por la opinión de un solo indivi-
duo, se tenga que ocurrir por apelación, para repararles agravios que
haya causado, a la misma Bogotá. ¿Cuántos perjuicios, costos y dilacio-
nes no irroga semejante recurso? Tal vez en muchas ocasiones los apre-
sadores o apresados prefieran primer abandonar sus derechos que ir a
buscar la justicia a 400 leguas de distancia. A esto se agrega la enormi-
dad de la fianza que se exige para el recurso y el acrecentamiento de las
estadías de un buque que está en puerto tres o cuatro meses estacionado,
mientras se decide el negocio; de suerte que en semejante caso está ex-
puesto un armador a ser totalmente arruinado. Todos estos escollos se
evitan con el establecimiento indicado, y aun mucho más, si las apela-
ciones de sus juicios se oyen por ante la corte superior, donde pueden
prontamente, a poca costa y tiempo, repararse los agravios; pues en los
asuntos en que éstas se interponen, son en la captura de buques neutra-
les. En estos es que está siempre aventurado y expuesto el honor y crédito
de la nación, y estos son los que pueden comprometerla a una guerra.”599
388
Tres días después Páez consultó a Yanes:
389
La demostración que hace el Sr. Comandante general de marina, de
los derechos que se cobran a las presas, no deja la menor duda de que
ni los armadores, ni los oficiales y tripulación puedan reportar del corso
ninguna utilidad, sin la cual es ridículo imaginar que haya en el día
quien exponga sus intereses y su vida en esa u otra tan duras empresas.
Y si a los referidos gravámenes se agrega otro de mucha entidad que
impone a los corsarios la ley de 4 de octubre del año 11°, es a saber, la
obligación de servir por cuatro meses al año, continuos o con interrup-
ción, según se les requiera, como también para cualquiera otro servicio
extraordinario, se conocerá que no es posible que en Colombia haya ni
armadores, ni quienes sirvan en los corsarios […]
[…] el medio más eficaz de dar impulso al corso es la modificación de
los derechos; me parece que estos pueden reducirse a un cinco por ciento
a favor del fisco, deducido del producto líquido; otro cinco por ciento de
venduta, en que también toca al fisco un dos y medio; y otro cinco por
ciento para hospitales militares, quedando libre de los demás derechos y
aun del de exportación los efectos prohibidos, incluso el tabaco, en caso
de que el administrador del ramo no lo compre por cuenta del Estado.
Esta medida no es contraria a los intereses fiscales, como algunos pen-
sarán; primer, porque los derechos que derivan de las presas enemigas son
contingentes e inciertos; y por lo tanto no ha podido jamás calcularse sobre
ellos, para subvenir a las necesidades de la República; segundo, porque
rebajándose aquellos derechos habrá más armadores que en la actualidad,
y por consiguiente habrá más presas, quedando compensada superabun-
dantemente la rebaja que se haga con el mayor número de estas.
En cuanto al otro punto que contiene la exposición del Sr. Comandante
general de marina, relativo al establecimiento de un tribunal colegiado,
para el conocimiento de las causas de presas, crímenes de piraterías, me
parece que al presente no es necesario, pues la misma comandancia
puede continuar conociendo de estos negocios, como hasta aquí; porque
sería molesto crear jueces para conocer de asuntos que ocurrirían pocas
veces, como yo creo que sucederá con los de presas, hasta que la reforma
de derechos que se haga estimule a los armadores y las repetidas presas
exijan un tribunal de aquella clase […]
Francisco Javier Yanes”601
390
Estas reflexiones de Estéves y Yanes nos muestran con cla-
ridad la situación de declive que el corso colombiano estaba
experimentando realmente, más allá del éxito real y aparente
de la campaña corsaria en aguas españolas. El hecho de que
no tengamos noticias de una reforma o modificación de la
Ordenanza de Corso de 1822, así como tampoco existan noti-
cias de que la tendencia a la baja en el corso se haya revertido;
nos lleva a concluir que las propuestas del Capitán de Navío
Felipe Santiago Estéves y del Dr. Francisco Javier Yanes no
fueron escuchadas por el Gobierno central, con los perjudicia-
les efectos que ello trajo para la República.
391
Ya para finalizar el año, ocurre un hecho que marcó el fin
para uno de los corsarios más famosos del continente ame-
ricano, señalando también el ocaso del corso colombiano. El
26 de diciembre de 1827 diecinueve marineros encabezados
por el español José de Vera se amotinaron en el puerto de
San Eustaquio, y en combinación con prisioneros, se llevaron
el bergantín corsario Pichincha y a su principal armador: José
Joaquín Almeida.
Almeida había participado en la Guerra Ríoplatense–
Brasileña iniciada en 1825 como corsario al servicio de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Para diciembre de 1827
había capturado varios buques brasileños, cargados con diver-
sos bienes, incluyendo esclavos, contándose también negros
libres en sus tripulaciones. Almeida planeaba licenciar a la tri-
pulación del Pichincha y efectuar una nueva leva, además de
vender a los esclavos capturados y a los negros libres, todo ello
explícitamente prohibido por las ordenanzas de corso argen-
tinas y colombianas, que mandaban a los corsarios a liberar
los esclavos que cayesen en su poder. Desde 1821, cuando el
corso fue abolido por el Río de la Plata, Almeida había pasado
al servicio de Colombia, pero había vuelto a ponerse bajo pa-
bellón albiceleste en 1825, cuando Buenos Aires emitió otra
vez patentes de corso para tratar de nivelar la balanza frente a
la poderosa Marina Imperial Brasileña. El servicio simultáneo
como corsario para dos naciones también era ilegal según la
legislación colombiana y argentina, así como según el Derecho
de Gentes.
Habiendo sido licenciada la mayor parte de la tripulación, y
estando la poca restante en tierra, a bordo quedaron el capitán
y cinco oficiales y tripulantes, junto con diecinueve marineros
negros portugueses que llevaban ya tres meses abordo, además
del mencionado José de Vera y un práctico de mar oriundo de
392
las Canarias, dedicado al tráfico de esclavos en San Eustaquio,
recién enganchado a la tripulación.
Descontentos los negros con la decisión de Almeida, apro-
vecharon que Vera se ofreció a desempeñarse como el piloto
que necesitaban y se amotinaron el 26 de diciembre. Tras cierta
resistencia, Almeida fue sometido, saliendo de la refriega con
varias heridas y un brazo roto. Los amotinados picaron los ca-
bles, abandonaron las anclas y pusieron rumbo a Puerto Rico.
Pasando cerca de Saint Thomas, Vera dejó en un bote a los
prisioneros, incluido el propio Almeida, quien juró no volver
al servicio de Colombia ni tomar las armas contra España, o al
menos eso fue lo que Vera declaró más tarde a las autoridades
en Puerto Rico. Vera también modificó los detalles de su his-
toria, declarando que era práctico en Santa Cruz de Tenerife,
donde fue capturado por los corsarios y obligado a servir en la
nave de Almeida, el Pichincha. Había terminado la carrera de
José Joaquín Almeida como corsario al servicio de las inde-
pendencias de Hispanoamérica.604
Almeida era un portugués emigrado a Baltimore, donde co-
menzó su vida como corsario en 1812, en el contexto de la
ya varias veces mencionada Guerra Anglo-Estadounidense.
Al terminar esta contienda en 1815, Almeida trató de comer-
ciar en Cartagena, donde fue vejado y torturado por las auto-
ridades españolas, que le acusaron de piratería. Tras volver a
Estados Unidos, Almeida tomó el corso contra España como
una venganza personal, poniéndose al servicio del Río de la
Plata, y luego de 1821, sirvió a Colombia. Las circunstancias
en las que Almeida fue capturado son confusas, sabiéndose con
certeza sólo que fue ejecutado el 14 de febrero de 1832 en La
Habana, tras ser enjuiciado y condenado por las autoridades.
604a Santana, Arturo. “Algunas notas sobre el corso insurgente hispanoamericano en Puerto
Rico”. San Juan – Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico. Disponible en: http://ance.msinfo.
info/bases/biblo/texto/libros/ANCE.1986.c.10.pdf
393
José Joaquín Almeida llegó a ser una leyenda viviente del corso
en las Américas.
Ese mismo mes de diciembre observamos un cambio drás-
tico en la actitud del Gobierno colombiano hacia el corso,
impulsada entre otros factores por los reclamos del Imperio
Británico, poder que se había mostrado siempre amistoso con
la República. Así fue expuesto un caso muy emblemático en la
Gaceta de Colombia:
394
“He tenido la honra de recibir la circular con el número 75 se sirve
V.S. transcribirme en fecha 16 de septiembre, y los documentos adjun-
tos, que son fragmento de una comunicación del agente de comercio de
Colombia en Kingston, Jamaica, y de los artículos de la Gaceta
de aquella isla, relativos a los procedimientos de una goleta nombrada
Josefa, que armada en corso navega con el pabellón de la República.
Bajo tal título, ni por las noticias que suministran las copias se ha
armado en este departamento corsario alguno, y es el primer incidente
que llega a conocimiento de esta comandancia: más deberá observar a
V.S. que las Antillas vecinas tratan de desacreditarnos, y que no es
extraño que la Josefa con pabellón colombiano haya cometido pirate-
rías, cuando frecuentemente en Saint Thomas, San Bartolomé y otras
colonias se arman furtivamente buques que salen a hacer el corso, o
más bien la piratería, ya con el pabellón de Buenos Aires, o ya con el de
Colombia. El hecho recientemente sucedido sobre la isla de San
Eustaquio comprueba esta aserción. La corbeta de S.M.B. la Víctor su
comandante Lloyd capturó sobre la costa de esta isla una goleta pirata
nombrada Dama Argentina con pabellón de Buenos Aires; su tripula-
ción era casi toda de las colonias y algunos españoles de los refugiados o
emigrados en ellos, los cuales fueron ahorcados en la isla de San
Cristóbal, siendo positivo que dicho pirata fue armado en Saint
Thomas, según me ha informado el comandante de la misma corbeta
que estuvo en este puerto a principios de este mes. Hay además según
noticias, aunque no oficiales, que buques del mismo Buenos Aires, ya
sean corsarios legítimos, o constituidos en piratas enarbolan el pabellón
de Colombia, para apresar o robar un buque, y los desgraciados que
caen en las manos de estos o de cualquiera otro inculpan luego a
Colombia, creyendo que tan infame canalla les pertenece porque iza-
ron su pendón, o porque ellos quieren figurarse colombianos; y como es
sabido que un mercante no puede imponerse de los documentos de un
buque armado que los detiene o roba, he aquí la causa de atribuirlo
desde luego a la nación que representa, o que no teniendo pabellón
quieran figurarse que es colombiano por alguna simple sospecha.
Concluiré con manifestar a V.S. que en el departamento de mi mando
no se ha armado ni conocido tal Josefa o Safo y que todo lo expuesto es
cuanto puedo informar a V.S. en cumplimiento de la circular citada
que tengo el honor de contestar.”
395
Tengo la honra de transcribir a V.S. la contestación inserta, con la
cual se satisface a la duda que pudiera ocurrir acerca de que el preten-
dido corsario colombiano goleta Josefa hubiera podido ser armado en
alguno de los puertos situados al noroeste de la República y luego que me
asegure del mismo modo de que lo haya o no sido en la comprensión del
apostadero de marina de Cartagena, tendré la satisfacción del mismo
modo que la tengo ahora de avisar a V.S. lo que se me conteste sobre el
particular.
Con perfecto respeto y distinguida consideración, soy de V.S. obediente
servidor.
Rafael Urdaneta”605
396
tropas de tierra no estaba autorizado para tratar y pedía que fuese un
oficial colombiano a recibir los prisioneros. En consecuencia fue a bordo
del navío Guerrero con esta comisión el alférez de navío Domingo Díaz,
quien condujo a la plaza de La Guaira los 50 marineros, que resultaban
ser en la mayoría parte de la goleta corsario Zulme, perteneciente al tercer
departamento de marina, y apresada hace algún tiempo.”606
397
Cabello, está indiciado de piratería en el Tribunal de Marina y citado
por edictos a que no ha obedecido; y entiendo que la fragata llegada a La
Guaira, la ha enviado el mismo, que es un tal Almeida”607
Evidentemente Soublette se refiere a José Joaquín Almeida,
a quien ya nos hemos referido. Esta carta nos muestra cuan in-
cómodo se había vuelto el corso para las autoridades colombia-
nas hacia 1828, personificando Almeida mucho de lo que era
esta práctica. A mediados del año siguiente, 1829, el corso sería
proscrito en la República de Colombia. En este sentido, José
Manuel Restrepo comenta: “Bolívar hizo expedir las órdenes más
eficaces para extinguir el corso, mandando recoger cuantas patentes
se habían franqueado, y que no se dieran otras. Las quejas de las
naciones amigas por varios actos de piratería y de pillaje marítimos
cometidos por nuestros corsarios, y las reclamaciones de indemni-
zación, muchas de ellas harto costosas, persuadieron al Libertador
de que en el estado actual de la guerra de Independencia, el corso,
en vez de ser provechoso a nuestra República, le era perjudicial.”608
Los detalles de estas órdenes del Libertador fueron publicados
por la Gaceta de Colombia el 2 de agosto de ese año.
398
de Marina, o del actual apostadero, haga saber a sus capitanes, por
todos los medios que le sea posible, deben regresar al puerto de su arma-
mento, para el día en que expire el término de la patente que los había
autorizado para hacer el corso; en la inteligencia de que el corsario que
no regrese al puerto de su procedencia antes de concluir aquel término,
serán su capitán y tripulación irremisiblemente tratados como piratas;
bien haciéndolos perseguir por buques de guerra en el mar, o bien ha-
ciéndolos juzgar por el tribunal de marina del departamento o aposta-
dero de su procedencia; pues que el gobierno desea hacer cesar más bien
el corso, hasta que siendo reformada la ordenanza que actualmente lo
arregla, pueda volverse a autorizar bajo reglas más estrictas, que pue-
dan hacer que los capitanes de los corsarios colombianos, que en lo suce-
sivo sean autorizados a hostilizar a los enemigos de la República, no
abusen en delante de la autorización, ejerciendo depredaciones contra
los súbditos de las demás naciones aliadas, amigas o neutrales de la
República de Colombia, con las cuales muy lejos de permitir el gobierno
se ejerzan acto de la naturaleza de los referidos contra sus súbditos,
desea, muy al contrario, cultivar la mejor armonía con ellas, y evitar
motivos que puedan interrumpir las amistosas relaciones que tenga es-
tablecidas o pueda entablar en lo sucesivo, como sucedería en efecto, sino
se tratase de corregir o evitar los desórdenes que pudiesen ocasionar tal
mal. También dispone S.E. que cuantas patentes de corso haya V.S. re-
cibido o su antecesor, y existan en el archivo de la comandancia de ese
apostadero, debe V.S. remitirlas a la secretaría, y adjunto a ellas un es-
tado que comprenda los corsarios que hayan sido armados en ese apos-
tadero, en todo el tiempo en que fue departamento, desde el día en que
se libertó del poder español hasta la fecha del estado. Este debe compren-
der el número de buques, su clase, porte, arqueo, descripción de su arma-
mento militar y marítimo, su capitán, número de su tripulación,
armador, fiador, cantidad en que haya consistido la fianza, en cada
uno de los cruceros que haya verificado cada corsario, desde el día de su
armamento primitivo hasta la fecha del estado, y expresión de las presas
que cada corsario haya hecho, los procesos que respectivamente se hayan
instruido a los corsarios al regresar de sus cruceros, aunque no hayan
introducido en el puerto buque alguno detenido, según se dispuso se ve-
rificase al regreso de cada corsario en las órdenes fechas 6 de agosto del
año de 1824, bajo el número 43, expresando igualmente en el estado el
399
destino que se haya dado a las actuaciones hechas para examinar la
conducta que haya observado cada capitán de corsario, en el curso de los
cruceros diferentes, que respectivamente hayan ejecutado. Las noticias
de los expedientes que se hayan instruido, bien haya sido para examinar
la legalidad o ilegalidad de la detención de un buque, o bien para exigir
la responsabilidad del capitán de un corsario por su conducta en el mar,
deben ser de este modo. El expediente que se instruyó, con motivo de la
detención del buque tal, al capitán del corsario tal, fue remitido a
la secretaria de estado del despacho de marina, con comunicación de tal
fecha, y el instruido para examinar su conducta en el mar, en el crucero
que hizo el corsario tal, de tal a tal fecha, se remitió a la misma secreta-
ría adjunto a la comunicación de tal fecha, número tanto. Con este es-
tado a la vista, y reunidos los que vengan de los demás departamentos y
apostaderos de marina, podrá instruirse el gobierno en situación de
contestar acertada y satisfactoriamente a multitud de reclamos, que se
intentan ante el gobierno por los diferentes agentes diplomáticos y co-
merciales que residen cerca de él, y han sido enviados por las diferentes
naciones, que tienen relaciones establecidas con Colombia, o que empie-
zan solamente a cultivarlas, observando muy cuidadosamente su mar-
cha en todos los ramos de su administración.
Comunico a V.S. esta disposición del gobierno, que espera de V.S. sea
cumplida con la mayor exactitud y la brevedad posible.
Dios guarde a V.S.
Rafael Urdaneta.”609
400
con Gran Bretaña, Francia y otras potencias marítimas era lo
más importante en la política exterior de Colombia.
403
presencia militar en Guayaquil impondría una gran carga eco-
nómica y financiera: en 1823 Bolívar exigió a la ciudad un
préstamo de 100.000 pesos para gastos militares y en 1824 im-
puso una contribución mensual de 16.000 pesos.612
El 19 de febrero de 1823 Bolívar supo de las últimas de-
rrotas de los independentistas peruanos, decidiendo formar
un ejército de 6.000 hombres que podría enviar al Perú: una
mitad en marzo y la otra en abril; ante la muy probable solici-
tud de ayuda del Gobierno peruano.613 Estas primeras fuerzas
zarparon de Guayaquil el 13 de marzo de 1823 a bordo de
la corbeta Bomboná y del bergantín Chimborazo, ambas uni-
dades de la Escuadra Colombiana del Pacífico.614 Más tarde,
el 18 de marzo, se firmó en Guayaquil el Convenio sobre
Auxilios de Colombia para la Campaña del Perú, mediante
el cual Colombia se comprometía a enviar 6.000 hombres en
ayuda del Perú, y más si fuesen necesarios.615 El convenio fue
firmado por el general Juan Paz Castillo por Colombia y el
general Mariano Portocarrero por Perú. En el aspecto naval es
destacable el siguiente artículo: “[…] 11°.- Los barcos de guerra
de la marina de Colombia serán tratados en el Perú como los buques
de guerra de aquella República, siempre que estén en su servicio.”616,
sentándose la base para que a futuro las escuadras de Perú y
Colombia trabajasen bajo un mando único.
404
2) Inicio de la campaña peruana
En el inicio de la campaña en Perú, la flota colombiana se
ocupó mayormente del traslado de los soldados, armas y su-
ministros que integrarían el Ejército Auxiliar de Colombia en
Perú, tal como nos muestra la secuencia de sucesos.
En abril de 1823 continuaron los envíos de fuerzas co-
lombianas al Perú: el día 6 la goleta peruana Macedonia
desembarcó en el Callao una columna del batallón “Boyacá”.
El 12 de abril siguieron el resto del “Boyacá”, y los batallo-
nes “Voltígeros”, “Pichincha” y “Rifles 1º de La Guardia”. Dos
días después se embarcó en la goleta Guayaquileña el general
Sucre, quien llegaría al Callao el 2 de mayo.617 El 11 de mayo
zarpó el batallón “Bogotá”. Más tarde los escuadrones de ca-
ballería “Húsares”, “Dragones” y “Granaderos” el 14 de mayo,
compuestos por muchos llaneros venezolanos, completándose
los 6.000 hombres prometidos a Perú. También siguieron los
batallones “Guayaquil” y “Vencedor de Pichincha”, organiza-
dos en Guayaquil;618 esta ciudad y el resto de Ecuador segui-
rían aportando hombres para la lucha, pues del total de 15.000
colombianos enviados al Perú, 7.800 procedían de Venezuela
y Nueva Granada, mientras que los restantes 7.200 fueron de
Ecuador619. Con los envíos de tropas por mar antes menciona-
dos se iniciaba la participación de la armada colombiana en la
independencia peruana.
El referido 14 de mayo de 1823, el Libertador ordenó al
Secretario de Guerra enviar 4.000 fusiles al Sur a través del
Istmo620, lo cual nos muestra que la campaña en Perú estaba
involucrando a toda la República. El 15 de mayo Sucre escribió
405
a Bolívar explicándole que la goleta Guayaquileña había demo-
rado su zarpe del Callao para Guayaquil del 10 al 13 de ese
mes esperando asegurar la llegada de todos los hombres del
batallón “Rifles” y evitar su encuentro con una corbeta ene-
miga que les estaba dando caza.621 El mismo mes Sucre volvía
a escribir al Libertador, pidiendo con prisa que se enviasen de
Guayaquil los transportes con 3 o 4.000 hombres del batallón
“Bogotá” y otras unidades, para iniciar la marcha por tierra.622
Estas comunicaciones nos muestran que el envío del Ejército
Auxiliar de Colombia fue una empresa difícil y con gran-
des complicaciones y peligros, que recayó en la escuadra del
Pacífico, basada en Guayaquil.
Dichos peligros incluyeron motines, como uno ocurrido con
los tripulantes del bergantín Romeo, que suponemos era un
mercante fletado, pues no aparece en los listados oficiales de
buques de la marina. En comunicación para el Intendente de
Guayaquil, se ordena dar celeridad al juicio contra los amo-
tinados, disponiéndose que la goleta Guayaquileña les cace y
se les fusile en el acto.623 Para mediados de junio de 1823, ya
observamos a la pequeña escuadra de Guayaquil operando por
completo en la campaña peruana: pues la corbeta Bomboná
se encontraba en los Puertos Intermedios con la expedi-
ción peruana, el bergantín Chimborazo haciendo viajes entre
Guayaquil y el Callao para abastecer al ejército enviado al Perú,
y la goleta Guayaquileña patrullando las costas de Esmeraldas
y Chocó, quedando disponibles solamente las cañoneras que
defendían el río Guayas, por lo que el Libertador ordenó esta-
blecer con otros buques un servicio de correo marítimo entre
621a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Lima, 31 de
mayo de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo I, p. 35
622a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Lima, 31 de
mayo de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo I, pp. 43 - 44
623o Documento 7480. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Guayaquil,
5 de junio de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
406
Panamá y Guayaquil, que ayudaría en la guerra.624 En el mismo
momento, el coronel Tomás de Heres escribió al Libertador
informándole que la Guayaquileña no contaba ni siquiera con
provisiones para su tripulación, entre otras limitaciones logís-
ticas del resto de la escuadra625, lo cual es una muestra de las
dificultades económicas enfrentadas por Colombia para abor-
dar la campaña peruana.
El 25 de junio el Chimborazo llegó al Callao cargado con
víveres y zarparía de regreso poco después llevando comunica-
ciones626, indicándonos que también fue la armada colombiana
la encargada de mantener comunicado al Ejército Auxiliar de
Colombia con su país, y más tarde sostener las comunicacio-
nes de Bolívar con el Gobierno colombiano mientras estaba en
Perú. En ese sentido encontramos el 27 del mismo mes nuevas
comunicaciones que nos muestran como desde el Istmo se en-
viaron armas y municiones al ejército destinado al Perú.627 El
13 de julio Sucre le escribe a Bolívar avisándole que los víveres
traídos por el bergantín Chimborazo llegaron podridos, y que
ese bergantín es el único que queda en servicio para transporte,
porque la corbeta Bomboná se quedaría con él.628 Esta escasez
de buques en el Pacífico fue observada por el Libertador, quien
en agosto mandó al Intendente de Guayaquil a pagar una cor-
beta francesa comprada por él en 25.000 pesos, indicándole
que para cubrir ese monto, organizara un empréstito entre los
624o Documento 7499. Oficio de José Gabriel Pérez al Secretario de Guerra. Babahoyo, 14
de junio de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
625a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Guayaquil, 14 de
junio de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 16
626a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Callao, 25 de
junio de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 57
627o Documento 7541. Oficio de Demarquet para el Intendente de Panamá. Quito, 27 de
junio de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
628a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Callao, 13 de
julio de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 65
407
habitantes de la ciudad. Este buque debía luego transportar
más tropas al Callao, donde sería armado.629
El 5 de agosto Sucre informó a Bolívar que la corbeta
Bomboná había sufrido averías graves, rompiéndose sus cables
y perdiendo su ancla, por lo que no podría continuar partici-
pando en la expedición630, y dos días después, envía sus co-
rrespondencias a bordo del mismo buque.631 Otra remesa de
provisiones llegó al Callao el 10 septiembre, estando involu-
crada la nueva corbeta Pichincha632, de fabricación francesa y
adquirida por 25.000 pesos, como ya se hizo referencia. Esta
corbeta contaba con 18 cañones de 18 libras, y entró en servi-
cio para reemplazar a la Bomboná, que estaba muy vieja y dete-
riorada. Seguiría activa hasta la guerra entre Colombia y Perú
de 1828-29, siendo el buque más poderoso de la Escuadra
Colombiana del Pacífico. El 14 de septiembre el Libertador
dirige oficio al Comandante del Cuarto Departamento de
Marina, preguntando si ya han sido despachadas las carrona-
das ordenadas para armar a la Pichincha, lo que muestra el in-
terés del Libertador de formar una escuadra adecuada en el
Pacífico, que pudiese garantizar el envío de suministros y re-
fuerzos para el ejército auxiliar.633
Dos días después fue enviado un oficio al Intendente de
Guayaquil, con instrucciones para que la corbeta Pichincha, el
bergantín Chimborazo y otros que fuesen necesarios, cruzasen
a Panamá a recibir 600 hombres de los batallones “Istmo” y
629o Documento 7710. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Guayaquil,
3 de agosto de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
630a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Chalas, 5 de
agosto de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 77
631a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Arequipa, 7 de
septiembre de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 87
632o Documento 7765. Oficio de José D. Espinar para el Comisario de Bogotá. Lima, el 10
de setiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
633o Documento 7792. Oficio de José D. Espinar para el Comandante General de Marina.
Lima, 14 de septiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
408
“Girardot”, y llevarlos directamente al Callao. Además se or-
dena al Intendente del Istmo que prepare buques que carguen
en Guayaquil víveres suficientes para las tropas enviadas.634 En
misma fecha, es dirigido un oficio al Secretario de Guerra de
Colombia, con instrucciones respecto a un cuerpo de 3.000
hombres próximo a llegar a Panamá. Al general Pedro Briceño
Méndez se le ordena preparar buques en Guayaquil para ir
a buscar en Panamá los mencionados 3.000 hombres, de los
cuales deberá tomar reemplazos para los batallones “Istmo” y
“Girardot”, dejando el resto en dicha ciudad a orden del ge-
neral Salom.635 En nota adjunta, se le ordena al Secretario de
Guerra, que consiga armamento para las tropas que llegarán
de Panamá, o que lleguen armadas, puesto que en Guayaquil
no se contaba con fusiles.636
En paralelo a los movimientos de tropas, el Libertador se-
guía pendiente de fortalecer la escuadra del Pacífico, motivo
por el cual dirigió un oficio al Intendente de Guayaquil el 17
de septiembre, designando a Agustín Gómez como Director de
la Escuela Náutica de Guayaquil, y ordenándole facilitarle a la
misma una sede adecuada, además del material necesario para
formar a los nuevos oficiales de la escuadra.637 En paralelo, el
Libertador continuaba sus gestiones para armar correctamente
a la Pichincha, buscando dotarla de equipos, piezas, víveres, tri-
pulantes y armas, así fuesen provenientes de otras naves.638
634o Documento 7799. Oficio de José Gabriel Pérez para el Intendente de Guayaquil. Lima,
16 de septiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
635o Documento 7800. Oficio de José Gabriel Pérez para el Secretario de Guerra de
Colombia. Lima, 16 de septiembre de 1823. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
636o Documento 7801. Oficio de José Gabriel Pérez para el Secretario de Guerra de
Colombia. Lima, 16 de septiembre de 1823. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
637o Documento 7804. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Lima, 17
de septiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
638o Documento 7823. Oficio de Simón Bolívar para el Comandante de Artillería. Lima,
19 de septiembre de 1823, Documento 7839. Oficio de José Gabriel Pérez al Comandante
General de Marina. Lima, 23 de septiembre de 1823, Documento 7854. Oficio de José Gabriel
Pérez al Comandante Luzarraga. Lima, 25 de septiembre de 1823, Documento 7856. Oficio
409
Según la documentación, hacia finales de septiembre de
1823 la situación empezó a complicarse, pues el Libertador or-
denó que los buques procedentes de puertos leales al Gobierno
no atracaran en puertos ocupados por los disidentes del ex
presidente Riva Agüero.639 Claramente se ve que comprendía
la importancia de controlar la costa y las rutas de suministros,
negándoselas al enemigo. Con este mismo objetivo, se envía
un oficio el 4 de octubre al Intendente del Istmo solicitán-
dole urgentemente que envíe fusiles al ejército en Perú, y que
si llegan al Istmo parte de los 10.000 que Riva-Agüero había
encargado en las Antillas, los embargue y se los envíe al legí-
timo Gobierno, contra el cual está luchando Riva-Agüero, in-
terceptando sus buques y cortando sus comunicaciones.640 Lo
comprometida de la situación en Perú se revela en el siguiente
documento, un oficio dirigido a los representantes de Colombia
en México, destinado a buscar apoyo financiero y material de
parte del Gobierno mexicano para la guerra en Perú:
“Un fuerte ejército real aguerrido ocupa las más bellas y ricas Provincias
del Perú: las más abundantes en hombres y recursos y las productivas de
la verdadera riqueza de este Estado. Este ejército, a la feliz posición que
ocupa añade la de tener grandes medios de movilidad, porque posee gran
número de ganados de todas clases. Las tropas peruanas y las auxiliares
de Colombia, Chile y La Plata, ocupan toda la extensión de costas de este
Estado, y sus medios de movilidad son marítimos; de consiguiente, costo-
sos y difíciles. El General Sucre, con dos mil colombianos y mil chilenos,
ocupó a Arequipa en agosto último, y el General Santa Cruz, con cinco
mil peruanos, había ocupado en junio la Provincia de La Paz en el Alto
Perú, pasando el Desaguadero. El General español Valdés y el Virrey La
de José Gabriel Pérez al Comandante del Puerto del Callao. Lima, 25 de septiembre de 1823,
y Documento 7851. Oficio de José Gabriel Pérez para el Comandante General de Marina.
Lima, 25 de septiembre de 1823. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
639o Documento 7852. Oficio de José Gabriel Pérez al Ministro del Perú. Lima, 25 de sep-
tiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
640o Documento 7927. Oficio de José Gabriel Pérez para el Intendente del Istmo. Lima, 4
de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
410
Serna, pudieron pasar el Desaguadero e incorporarse al General Olañeta,
haciéndose así superiores al General Santa Cruz, que se ha visto preci-
sado a emprender su marcha para repasar el Desaguadero y reunirse con
el General Sucre, que ha marchado de Arequipa sobre Puno.
El General español Canterac ha marchado del Cuzco con una
División, también hacia Puno, para reunirse al Virrey La Serna y a
Valdés […] combatientes de una y otra parte. Si la victoria se decide
por los españoles, las tropas que han quedado en esta capital no pueden
resistirlos, pues las que están en el Alto Perú perderán una mitad de sus
fuerzas, por lo menos. El Libertador, que teme mucho un mal suceso por
aquella parte, toma anticipadamente medidas para conservar esta ca-
pital y el Callao y las Provincias del Norte, con el objeto de recibir
auxilios de Colombia y de Chile y poner en movimiento en esta parte
del Perú cuanto sea útil para arrancar al enemigo su victoria […]”641
641o Documento 7937 Comunicación de José Gabriel Pérez para los ministros plenipoten-
ciarios de Colombia en México. Lima, el 6 de octubre de 1823. Disponible en: www.archivo-
dellibertador.gob.ve
642o Documento 7979. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Lima, 10
de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
411
enviada a Perú con provisiones para 2.000 hombres643, y en la
otra, del almirante peruano Martin Jorge Guise al Libertador,
se expone la grave situación en que se encuentra la escuadra
peruana, destacando que las tripulaciones de los buques surtos
en el Callao no recibían paga desde hacía seis meses, por lo
que le solicita ayuda de manera urgente.644
En este momento llegó a la zona la buena noticia de la vic-
toria colombiana en el Lago de Maracaibo, lo cual dio aliento
a la tropa y oficialidad. Vencidos los realistas en Maracaibo,
Colombia tenía las manos libres para poner toda su fuerza en
el teatro peruano. De hecho, se corre la noticia de un próximo
envío de 1.000 hombres desde Guayaquil645 y se dispone el en-
vío de un lote de armas hacia el Callao a bordo de la goleta
Guayaquileña.646 También, y a fin de racionalizar el uso de re-
cursos, se ordena tomar todo lo que quede útil de la corbeta
Bomboná, incluyendo tripulación, en beneficio de otras naves y
finalizar el servicio de ésta.647 Al parecer, el efecto de la victoria
en Maracaibo se sintió en el teatro peruano a partir de octubre,
tanto a nivel material como moral: además del despacho de
los 3.000 hombres mencionados anteriormente vía Panamá,
los cuales eran pertenecientes al Ejército del Magdalena del
general Montilla, con el cual se había tratado de recuperar
Maracaibo en julio; se formó en el Istmo un nuevo batallón,
el cual zarpó para el Callao el 1º de noviembre, a bordo del
643o Documento 8006. Oficio de José Gabriel Pérez al Comandante General de Marina.
Lima, 15 de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
644a Carta del Almirante Martin Jorge Guise al Libertador Simón Bolívar. Fragata Pro-
tector, Arica, 15 de octubre de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo XII, p. 28
645o Documento 8145. Oficio de José Gabriel Pérez al Secretario de Guerra de Colombia.
Lima, 30 de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
646o Documento 8092. Oficio de José Gabriel Pérez para el Comandante General de Arti-
llería. Lima, 24 de octubre de 1823 y Documento 8117. Oficio de José Gabriel Pérez para el
general Antonio José de Sucre. Lima, 27 de octubre de 1823. Disponibles en: www.archivode-
llibertador.gob.ve
647o Documento 8143. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Lima, 30
de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibro.gob.ve
412
bergantín Chimborazo, y los mercantes fletados Ellen, Zodíaco
y San Juan Bautista.648
Ese mismo mes, se firmó un convenio con el Gobierno pe-
ruano respecto a las tropas auxiliares colombianas, que estable-
cía: “[…] 2°.- El Gobierno del Estado del Perú se obligará a pagar
todos los costos del transporte de estas tropas a su territorio. 3°.- El
Gobierno del Perú se obligará a abonar a las tropas de Colombia los
sueldos y raciones desde el día en que se embarquen. Estos sueldos y
raciones serán desde el General inclusiva, hasta el soldado, esto es, los
mismos sueldos y raciones que gozaron el General, Jefes, Oficiales y
tropa del Perú en Colombia […]”649; y como otra muestra de re-
vigorización militar, tenemos que el 16 de noviembre el coro-
nel Tomás de Heres le escribe al Libertador proponiéndole la
compra del navío de línea Monteagudo en 80.000 pesos, mitad
en metálico y mitad en propiedades, o su arrendamiento por
siete pesos mensuales.650 No tenemos noticia de la adquisición
del mencionado navío, quizá debido al elevado precio de venta
y a que se trataba de una nave ya vieja, parte de la expedición
de San Martín.
El 19 de noviembre Bolívar dirigió un oficio al Intendente
de Guayaquil informándole que una corbeta, un bergantín y
dos goletas enemigas cruzaban por el Pacífico, además de al-
gunos corsarios enemigos; por lo cual ordenaba que los buques
colombianos no salieran al mar solos, sino en convoy, ade-
más de priorizar la escolta a la expedición venida de Panamá.
Aunado a eso, el Libertador comentaba sus desconfianzas por
las divisiones internas en el liderazgo peruano.651 A partir de
este momento, y por varios meses, la actividad naval española
413
–ya fuese de su marina regular o de corsarios a su servicio–
se volverá una preocupación de primer orden para Bolívar. En
par de cartas fechadas el 20 de noviembre, el coronel Tomás
de Heres le informa al Libertador que un corsario enemigo
armado en EE.UU. apresó a un buque mercante, y alerta sobre
el peligro que corren la goleta Guayaquileña, la corbeta Limeña
(de la escuadra peruana ésta última), y los transportes en ruta
desde Panamá. Informa que el corsario es rápido, armado con
catorce cañones y con 150 hombres de tripulación652, también
dice que la Limeña y la Guayaquileña juntas y bien tripula-
das podrían vencerlo, pero que si se descuidan, éste podría to-
mar alguno de los dos buques o los trasportes que vienen de
Panamá, siendo urgente que se pongan bajo la protección del
puerto del Callao.653
Ante informaciones y reportes de que el corsario se dejó
ver frente al Callao, Bolívar ordena que los buques que blo-
quean el puerto de Trujillo (la goleta Guayaquileña, la corbeta
Limeña, y el navío de línea Monteagudo) se dirijan a Guayaquil,
donde debían facilitárseles tripulaciones, dotaciones de infan-
tería de marina, armas, municiones y víveres, además de unír-
seles cualquier buque de guerra que estuviese disponible, para
luego salir a perseguir al bergantín corsario.654 Es pertinente
explicar que en ese momento Trujillo se hallaba bloqueado por
la escuadra debido a que se había convertido en la base del ex
652a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 20 de noviembre
de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 21
653a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 20 de noviembre
de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 22
654o Documento 8239. Oficio de José D. Espinar para el Intendente de Guayaquil. Huarás,
26 de noviembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve, Oficio al Ministro
de Guerra de Perú ( José D. Espinar). Huarás, 27 de noviembre de 1823 en Memorias del
General O´Leary. Tomo XXI, pp. 32-33 y Documento 8254. Oficio de José D. Espinar para el
Ministro de Guerra de Perú. Huarás, 28 de noviembre de 1823. Disponible en: www.archivo-
dellibertador.gob.ve
414
presidente Riva-Agüero, quien se había pasado al bando rea-
lista junto con sus seguidores.
Este nuevo peligro en el mar representado por los corsarios
ponía en riesgo toda la campaña en Perú, y llevó a Libertador
a designar a inicios de diciembre al almirante Martín Jorge
Guise como comandante único para las escuadras peruana y
colombiana en el Pacífico.655 A la par de esto, Bolívar recibe
las noticias que la Limeña no está lista para combatir y que
la Guayaquileña no tiene capacidad para perseguir al cor-
sario, recomendándosele también que evite exponer al na-
vío Monteagudo, ya que su pérdida sería muy lamentable.656
Bolívar por su parte ordena el 15 de diciembre al Intendente
de Guayaquil que extreme las medidas de seguridad en la es-
cuadra, haciendo navegar los buques en convoy, removiendo a
los comandantes de dudosa fidelidad y haciendo reparar ex-
tensamente a la goleta Macedonia (peruana) en Guayaquil.657
El 19 de diciembre el coronel Heres informa al Libertador
que ya adquirió el vestuario y equipos necesarios para que el
ejército marche a la Sierra, y que el Chimborazo llegó junto
con otro buque, desembarcando 362 hombres del batallón
“Istmo”658, confirmándose para el día 22 que habían empezado
a llegar los refuerzos esperados desde Panamá659, y que en el
Istmo se estaban embarcando 200 hombres de caballería y
3.400 infantes; 600 de ellos reclutas venezolanos y los demás
veteranos de Cartagena y Caracas. Con ellos, podría contarse
655e Denegri Luna, Félix. Historia Marítima del Perú (Tomo VI. Volúmen 2) La República
1826 a 1851, p. 450
656a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 4 de diciembre
de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 32
657o Documento 8303. Oficio de José D. Espinar para el Intendente de Guayaquil. Caja-
marca, 15 de diciembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
658a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 19 de diciembre
de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, pp. 40 – 41
659o Documento 8331. Oficio de José D. Espinar para el Secretario de Marina y Guerra de
Colombia. Trujillo, 22 de diciembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
415
con más de 7.000 colombianos en el Perú; junto con 2.500 a
3.000 peruanos; y 1.000 argentinos.660 Al día siguiente, le son
giradas instrucciones al general Salom en relación con la pre-
sencia de cuatro corsarios enemigos en la zona, así como reclu-
tamiento en Perú, arreglo de buques, armamento, vestuarios,
etc. Dichas instrucciones fueron:
660a Carta del Libertador al general Antonio José de Sucre. Trujillo, 22 de diciembre de
1823. Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en el período
de 20 de marzo de 1799 a 8 de mayo de 1824, p. 855
416
11º Que éstos vengan custodiados por los veteranos que bajarán en-
fermos en el mismo buque, y que traigan buenos oficiales.
12º Que se aleje de este buque y demás transportes el armamento, el
cual deberá venir en los buques de guerra.
13º Las tropas del Istmo que no se digirieren al Callao en derechura,
sino que según las órdenes anteriores hayan desembarcado en esa costa,
deberán permanecer en ella el menor tiempo posible para evitar las en-
fermedades que pudiera sobrevenirles en la estación de invierno.
14º Que las órdenes comunicadas a V.S. sobre mudar los Comandantes,
Oficiales y tripulación de los buques de guerra peruanos, Limeña y
Macedonia, quedan en su vigor y fuerza para que estos mismos buques
puedan comboyar los transportes de tropas con quienes deberán venir al
menos dos o tres buques de guerra.
15º Que finalmente venga todo, todo, cuanto sea posible de esos de-
partamentos, haciendo para ello los más grandes esfuerzos, porque la
proximidad con que tenemos a los enemigos demanda tomar medidas,
las más eficaces, activas y enérgicas, para evitar los riesgos que amena-
zan al Perú y al ejército y sur de Colombia.”661
661o Documento 8350. Oficio de José D. Espinar para el general Salom. Trujillo, 23 de
diciembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
662a Carta del General Juan Paz del Castillo al Libertador Simón Bolívar. Guayaquil, 30
de diciembre de 1824. Memorias del General O´Leary. Tomo IV, p. 360
417
había zarpado de Coquimbo, Chile663; por lo que se ordenó
aprestar el bergantín Chimborazo para que volviera a escoltar
convoyes de tropas664 y se giraron instrucciones para recibir los
soldados que viniesen del Istmo y de Guayaquil665, mientras
que el coronel Heres reportaba que “Los corsarios están haciendo
diabluras a su gusto: no hay quien los incomode”.666
En febrero de 1824 se suscitaría otro hecho que complicaría
aún más el desarrollo de la campaña militar en la costa pe-
ruana: la rebelión de la Fortaleza del Real Felipe en el Callao.
Así lo resume el historiador peruano Rosendo Melo:
663o Documento 8426. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Pativilca,
2 de enero de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
664o Documento 8427. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Pativilca,
2 de enero de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
665o Documento 8515. Oficio de José Gabriel Pérez al coronel Torres Valdivia. Pativilca, 11
de enero de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
666a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 11 de enero de
1824. Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 49
418
en la tarde, para regresar en la noche destacando delante las lanchas,
tras de las cuales avanzaba Guise en la Protector, con poca vela.
La flotilla sutil del capitán Biset llegó hasta la Guayas, la abordó, la
capturó y la puso sobre sus velas; atacando luego a la Santa Rosa.
Mientras duraban estas operaciones escapó el Balcarce, sin que la
Protector lo estorbara por atender de preferencia a la protección de sus
embarcaciones menores, estrechadas por las cañoneras del puerto. La
ventolina era floja, poca la gente, activo el asedio de las fuerzas sutiles
españolas, y al cabo, no pudiendo sacar del puerto las presas dominadas,
el capitán Biset hubo de prenderles fuego. La Guayas y la Santa Rosa,
picados los cables y sueltas al desgaire envueltas en gruesas llamaradas,
cayeron ardiendo sobre otros buques en los que a su vez prendió el voraz
incendio, cuyo resplandor iluminaba la bahía con destellos siniestros, y
al par que acababa la noche se producía mayor confusión por el afán de
los otros buques en cambiar fondeadero, para evitar las llamas y el pe-
ligro de que funcionara la artillería de los fuertes.
Biset pudo capturar cuatro de esos buques y salir de la rada antes de
que fuera completamente de día. En las primeras horas de la mañana,
mientras las de Guise iban a fondear tranquilamente en la isla de San
Lorenzo, seis naves llenaban el puerto de humo y de llamas.”667
“Si hubieran venido ya al Perú los tres mil hombres que pedí a uste-
des, podríamos dar una batalla y ganarla a los enemigos: y ganarla en
667e Melo, Rosendo. Historia de la Marina del Perú (Tomo Primero), p. 169
668b Ibídem, p. 170
419
este momento en que hablamos, porque después ellos duplicarán sus
fuerzas con el ejército del sur. Hasta ahora sé que sólo han llegado cua-
trocientos hombres del Magdalena al Istmo, de los cuales ha tomado
Salom doscientos contra Pasto. Carreño tuvo la bondad de mandarme
su batallón del Istmo, de los cuales sólo se han incorporado a nuestras
filas doscientos cuarenta, porque los demás han resultado enfermos, in-
válidos o desertores. Es decir, que en lugar de tres mil hombres que es-
peraba, he recibido doscientos cuarenta. Añada usted a todo esto que
nuestras bajas son tan considerables por las miserias que sufren nuestras
tropas en este país, que no cesan en proporción de siete a cuatro, como ya
usted sabrá […]
[…] que si nos llegasen tres mil soldados veteranos de Colombia,
antes de un mes podríamos salvar éste y aquel país; usted sabrá si son
veteranos los que vienen, y si no son, dé usted por perdido todo, porque
después aun cuando se cuadruplique la cantidad de tropas, seremos in-
feriores a los godos […]
[…] La marina española nos hará un daño horrible: dentro de tres
meses será tan fuerte que no podremos transportar las tropas del Istmo
a Guayaquil, y por consecuencia también difícil defender el sur. Esta
marina puede convoyar alguna expedición marítima que amagará pri-
mero las costas de Loja y Cuenca, y después de Guayaquil […]
[…] diré una receta para curar a Colombia, y si no hay farmacéutico
que la sepa componer, que se mande hacer la mortaja para la enferma
[…]
1.ingrediente 16.000 hombres. 2.una escuadra respetable en el
Pacífico. 3.dos millones de pesos en Guayaquil. 4.cuatro meses de tiempo
por todo plazo […]
[…] Para armar una escuadra necesitamos de todo, y nada tenemos.
En primer lugar, el general Padilla, o el comandante Beluche con diez
o doce oficiales buenos. Segundo: Cañones y municiones de marina para
armar buques mercantes. Tercero: jarcia y telas para construir velas.
Todo esto debe venir a Chagres y pasar al Istmo, donde lo mandaremos
a buscar […]”669
420
En carta a Salom, Bolívar de nuevo hace énfasis en la ne-
cesidad de una armada, no sólo para defender las costas pe-
ruanas, sino para llevar desde el Istmo 12.000 hombres que
espera vayan a Perú670, y nombra al Capitán de Navío Thomas
Wright Comandante General de la Escuadrilla de Colombia
en el Sur (como fue denominada en su momento), o lo que
es lo mismo, máximo jefe de la Escuadra Colombiana del
Pacífico (como la llamaríamos modernamente).671 Otras me-
didas fueron preparar el bergantín Chimborazo y la corbeta
Bomboná672 para el combate y ordenar al almirante Guise que
sacara o hundiera los buques que pudiesen servir al enemigo
dentro del Callao, además hacer más riguroso el bloqueo al
puerto.673 El 20 de marzo el Libertador ordenó la compra de
una fragata a un particular británico674, y el 22 perseguir al cor-
sario español General Moyano, ex Brujo, que había apresado a
la nave mercante Montezuma, y que contaba con 7 cañones y
80 hombres de tripulación. Se informaba además que andaba
cruzando la costa hacia Panamá, cazando convoyes colom-
bianos675; además de solicitar al Intendente de Guayaquil que
enviase a Trujillo todas las armas y buques que tuviese a la ma-
no.676 Evidentemente el Libertador se preparaba para una ba-
670a Carta al General Bartolomé Salom. Pativilca, 10 de febrero de 1824. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a
8 de mayo de 1824, p. 913
671o Documento 8885. Oficio de Jose D. Espinar al Comandante Tomas Wright. Pativilca,
12 de febrero de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
672o Documento 8966. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Pativilca,
21 de febrero de 1824. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
673o Documento 8975. Oficio de José Gabriel Pérez al almirante Guise. Pativilca, 21 de
febrero de 1824 y Documento 8993. Oficio de José Gabriel Pérez al Almirante Guise. Pati-
vilca, 24 de febrero de 1824. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
674o Documento 9136. Oficio de José D. Espinar para el Prefecto de Trujillo. Trujillo, 20 de
marzo de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
675o Documento 9156. Oficio de José D. Espinar para el Intendente de Guayaquil. Trujillo,
22 de marzo de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
676o Documento 9162. Oficio de José d. Espinar para el intendente de Guayaquil, fechado
en Trujillo el 22 de marzo de 1824
421
talla campal, ya fuese en tierra o en mar, y no le faltaba razón
para esperar algo así.
El 13 de enero de 1824, casi simultáneamente con el alza-
miento del Callao, había zarpado de Cádiz una flotilla con
1.000 hombres entre marinos y soldados, compuesta por el na-
vío de línea Asia y el bergantín Aquiles, al mando del Capitán
de Navío Roque Guruceta. Ésta sería la última fuerza naval
enviada por España a Sudamérica para sostener su imperio.
El 15 de marzo habían llegado a las Islas Malvinas, donde
se prepararon para doblar el Cabo de Hornos tras un breve
descanso. Zarparon de Malvinas el 27 de marzo, llegando a
Chiloé el 27 de abril, donde se quedarían invernando hasta
el 15 de agosto de 1824. Aunque Guruceta decidió navegar a
300 millas de la costa con rumbo norte para evitar ser avistado,
el 26 de agosto el pesquero inglés Snipe, en ruta de Calcuta a
Valparaíso, informó de su presencia, pues casualmente los ha-
bía visto. Guruceta arribó primero a Quilca, al sur del Perú,
recabando información de la situación, y llegó al Callao el 13
de septiembre de 1824, poniendo sus buques a buen resguardo
gracias a las fortalezas del puerto. La llegada de esta fuerza
naval no podía sino complicar aún más la situación de los pa-
triotas en Perú.
El Libertador por su parte continuaba incrementando sus
fuerzas navales, adquiriendo en marzo la corbeta Kensington,
la cual fue rebautizada como General Santander.677 A mediados
de abril se tuvieron noticias de la captura de la nave Boyacá por
el cosario español Brujo y de su deambular frente a la costa
sin oposición.678 Luego, llegaron a Guayaquil mil fusiles y 103
hombres provenientes de Panamá, estimándose que para mayo
677o Documento 9243. Oficio de José Gabriel Pérez al Secretario de Guerra de Colombia.
Trujillo, 31 de marzo de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
678a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Trujillo, 14 de abril de
1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 72
422
podrían enviarse a Perú 5.000 hombres de diversa proceden-
cia.679 Ese mismo mes Bolívar designa como Comandante del
Cuarto Departamento de Marina al Capitán de Navío Vicente
Barbará, en reemplazo del CN. Wright, quien al parecer fue
destituido por un incidente con un mercante de bandera co-
lombiana.680 El 28 instruyó al almirante Guise sobre el blo-
queo al Callao, indicándole que tras desembarcar a la última
expedición, las naves colombianas irían al Callao a sus órdenes
para bloquear el puerto, mientras que el ejército marcharía a
finales de mayo o inicios de junio para sellar por completo el
cerco del Callao y Lima.681
Ya en mayo, el general Sucre solicitó al Secretario de Guerra
y Marina la habilitación del dinero necesario para transportar
por mar a la 2da División Colombiana, destinada al Perú682, y
en junio el Libertador ordenó al Capitán de Navío John Spry
que se enviasen a Buenaventura al navío Monteagudo y las cor-
betas Limeña y Bomboná, a fin de recoger tropas procedentes
del Cauca, mientras que el resto de la escuadra combinada
colombo-peruana debía mantener el bloqueo del Callao y
Pisco.683 El 6 de julio Bolívar dirigió una comunicación circu-
lar a todos los comandantes de buques, remitiéndoles el aviso
del almirante Guise sobre la llegada del Asia y el Aquiles al
Pacífico, y ordenándoles aprestar sus respectivas naves y
679a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Trujillo, 17 de abril de
1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 76
680o Documento 9392. Oficio de José Gabriel Pérez para el Capitán de Navio Vicente Bar-
bará. Huamachuco, 27 de abril de 1824 y Documento 9380. Oficio de José Gabriel Pérez al
Intendente de Guayaquil. Huamachuco, 22 de abril de 1824. Disponibles en: www.archivode-
llibertador.gob.ve
681a Carta al Martin Jorge Guise, Vicealmirante de la Escuadra Peruana. Huamachuco, 28
de abril de 1824. Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en
el período de 20 de marzo de 1799 a 8 de mayo de 1824, p. 958
682o Morera Aguilar, Carlos. Acarreo de Provisiones en la Campaña de Ayacucho: Considera-
ciones Doctrinales (Trabajo de Grado para optar al título de Magíster Scientiarium en Historia
Militar), p. 36
683o Documento 9477. Oficio de Juan Santana para el Intendente de Guayaquil. Caraz, 3 de
junio de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
423
ponerse a las órdenes directas de Guise.684 También se or-
denó el apoyo logístico a los buques desde tierra con víveres.685
Llama la atención que el Libertador ordenara enviar de re-
greso al Capitán de Navío Vicente Barbará a Cartagena y lla-
mase al Pacífico a Padilla o a Beluche, quizá los dos mejores
comandantes navales de la escuadra del Caribe – Atlántico.686
Mientras esto ocurría, en Europa el despacho de la expedi-
ción de Guruceta se convertía en herramienta de propaganda:
684o Documento 9561. Oficio de Tomás de Heres para el Capitán de Navío Juan Spry y
circular a los comandantes de buques de guerra de Colombia, y al señor general Juan Paz del
Castillo. Huariaca el 6 de julio de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
685o Documento 9562. Oficio de Tomás de Heres para el Prefecto de la Costa. Huariaca, 6
de julio de 1824 y Documento 9563. Oficio de Tomás de Heres para el Prefecto de Trujillo.
Huariaca el 6 de julio de 1824. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
686o Documento 9580. Oficio de Tomás de Heres al señor Secretario de Guerra y Marina
de Colombia. Huánuco, 9 de julio de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
687o Journal des Debáts, 11 de julio de 1824 en Rosas Marcano, Jesús. La Independencia de
Venezuela y los periódicos de París (1808 – 1825), p. 429
688o Documento 9680. Oficio de Tomás de Heres para el Capitán de Navío Thomas Charles
Wright, Tarma, 9 de agosto de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
424
extenso litoral peruano.689 También llegó al Libertador la no-
ticia de que Páez ya había despachado desde Puerto Cabello,
la División Auxiliar de Venezuela,690 compuesta por 2.694
hombres y comandada por el entonces coronel José Gregorio
Monagas.
Mientras estos acontecimientos tenían lugar, la escuadrilla
de Guruceta, con refuerzos de Chiloé, arribaba a costas perua-
nas, tal como nos relata el historiador y oficial naval peruano
Jorge Ortiz Sotelo:
425
más actividad para el buque colombiano que el hacer entrega de dicha
pólvora y retornar luego a Guayaquil.”691
426
envueltos en la niebla. Al disiparse la misma, la Protector se
hallaba por la amura de estribor del Asia, recibiendo buena
parte de su fuego. Los demás buques se dispersaron, pero antes
de entrar en combate cerrado, Guruceta dio media vuelta y re-
gresó al Callao tras hacer un daño considerable a la Protector.694
Así narró la batalla el propio Guise al Libertador:
427
Por otra parte, el bergantín Chimborazo recibió al principio de la
acción tres balazos a flor de agua, que lo obligaron a orzar: de manera
que me vi privado también del auxilio de este buque con el que princi-
palmente contaba, en razón de estar mandado por el intrépido como-
doro Wright.
Así es que me resolví por último a virar de la vuelta afuera después de
haber sostenido un combate en que el enemigo, a pesar de todas sus ven-
tajas, no logró el menor provecho. Por el contrario, a más de acreditar-
nos su cobardía con haberse vuelto al puerto teniendo en su favor las
mayores probabilidades del triunfo, sufrió averías de consideración.
El palo de trinquete del navío con sus masteleros, la verga del mismo
palo, el palo mayor, el velamen y jarcia, todo fue atravesado por nues-
tras balas. El velacho quemado por los tacos, y en fin, otras muchas
averías en el casco. Entre la gente es natural que también hubiese algún
estrago.
Los que sufrió esta fragata no son en verdad proporcionados a los
peligros en que se vio comprometida. Solo dos hombres fueron muertos y
ocho heridos levemente. El aparejo recibió ligeros daños y la Macedonia
tuvo también un herido.
La conducta del señor Wright ha sido la de un bravo oficial: yo estoy
plenamente satisfecho de ella. La de los comandantes Drinot y Baxter,
de la Pichincha y Guayaquileña, aunque fue reprensible merece alguna
lenidad, porque su falta, en mi concepto, ha procedido más bien de inex-
periencia que de falta de celo o patriotismo.
Los oficiales y tripulación de esta fragata se han portado con admi-
rable valor. Sin defraudar el mérito de cada uno, me permito recomen-
dar especialmente a la consideración de S.E. a los capitanes Roberthon
y Freeman y al coronel Soyer, por el denuedo y bizarría con que se han
batido.
Soy de Ud.
M. J. Guise”695
428
“indecoroso ocuparse de aquellos barcuchos fugitivos”.696 Valorar
este combate, el más grande entre los que participó la escuadra
colombiana durante la liberación del Perú, no resulta tan fácil
como parece. El historiador peruano Rosendo Melo comenta
que el resultado del Combate Naval del Callao lo determinan
los hechos: los buques españoles volvieron al puerto y anclaron
protegidos por los fuertes, mientras que los colombianos y pe-
ruanos regresaron a la isla de San Lorenzo, faltando material
del lado patriota, y valor del lado realista.697 Por su parte, el ya
citado historiador y oficial naval peruano Jorge Ortiz Sotelo
comenta: “En un sentido estricto no hubo vencedor en este encuen-
tro, sin embargo, dado que el tamaño y porte de la escuadra rea-
lista superaba ampliamente a la aliada, que no llegó a combatir en
su totalidad, creemos que no es exagerado señalar que se derrotó al
contrario al evitar que este alcanzara una fácil victoria.”698
Tras el combate, el brigadier Rodil supo que el almirante
chileno Blanco Encalada se preparaba para ir al Callao con
su escuadra a apretar aún más el bloqueo, por lo que envió los
buques de Guruceta a Quilca, al sur, transportando tropa en
ellos, sin que la escuadra combinada de Guise pudiera impe-
dirlo. Autorizado por Bolívar, Guise zarpó hacia Guayaquil
para reparar sus buques y reunirse allá con las corbetas Limeña
y Bomboná, el navío Monteagudo y el bergantín Progreso.699
Respecto a la escuadrilla de Guruceta, zarpó del Callao el 20
de octubre, arribando a Quilca el 19 de noviembre. De Quilca
zarpó el 4 de diciembre y fondeó en Ilo el 14 para cazar a la
escuadra chilena de Blanco Encalada, regresando a Quilca el
19. El 1º de enero de 1825 Guruceta salió de Quilca rumbo
al Callao, pero al enterarse de la derrota española en Ayacucho,
696a García Camba, Andrés. Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú
(Vol. 2). Madrid, Editorial América, 1916.
697e Melo, Rosendo. Ob. Cit., p. 174
698r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 57
699e Melo, Rosendo. Ob. Cit., p. 174
429
decidió abandonar aguas peruanas, desembarcando al batallón
“Arequipa”, que abandonó a su suerte, y el 2 de enero puso proa
a las Filipinas con el Asia y los bergantines Constante y Aquiles,
además del transporte Clarington. El resto de las unidades, o
regresaron a Europa o fueron a Chiloé. En marzo, Guruceta
paró a reparar sus buques en las Islas Marianas, sublevándose
la tripulación del Asia el 10 de marzo y del Constante el 12, las
cuales abandonaron a los oficiales y regresaron a América. El
Asia llegó a Acapulco donde su tripulación se puso a orden de
México, cuyo Gobierno los aceptó y el nombre del buque fue
cambiado por el de Congreso Mexicano. El Aquiles se sublevó
el 14 de marzo, regresando a Sudamérica para ponerse a la or-
den de Chile. Solo la Clarington logró llegar a Filipinas. Así,
disuelta como un terrón de azúcar, desapareció la última es-
cuadra enviada por la Corona española a América. La partida
apresurada de Guruceta, que incluso dejó varado en Perú al ex
virrey La Serna, dejaría totalmente indefensas las fortalezas del
Callao y Chiloé, últimos bastiones españoles en Sudamérica.
En paralelo, se produjo en Panamá el 6 de agosto un motín
por parte de los tripulantes de la corbeta General Santander,
estando involucrado su comandante, el Capitán de Navío John
Spry, siendo todos juzgados. Bolívar dispone que la corbeta
Limeña y la Bomboná escolten el próximo envío de tropas que
se hará desde Panamá700, el cual sumaba –según el Libertador–
4.800 hombres, por lo que a fin de garantizar su seguridad ante
la posibilidad de que los españoles enviaran su flota al norte
para interceptar el convoy, le ordena el 26 de octubre a Guise
que refuerce el bloqueo del Callao.701 Guise, por su parte, llegó
con la fragata Protector y los demás buques a Guayaquil el 6
700o Documento 9832. Oficio de Tomás de Heres para el general Juan Paz del Castillo,
Huamanga el 15 de octubre de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
701o Documento 9864. Oficio de Tomás de Heres para el señor Vicealmirante Martín Jorge
Guise. Jauja, 26 de octubre de 1824. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
430
de noviembre, iniciándose las reparaciones al día siguiente con
el apoyo del Intendente Paz del Castillo.702 La situación de la
guerra para mediados de noviembre de 1824 es resumida por
Bolívar en las siguientes dos cartas:
431
“La escuadra española se ha ido, como Vd. sabe, para Quilca, con el
objeto ciertamente de recibir allí sus dispersos si eran destrozados, o su
emigración en un caso como éste. Así, yo creo que antes de un mes la
tendremos otra vez en el Callao, y entonces no dejarán de emprender
algo, si la escuadra de Chile no ha venido, como se espera. Los enemigos
pueden dirigir su marcha a Ica para estar siempre en estado de volver a
tomar la sierra, o de volverse a Arequipa o de entrarse en el Callao. Por
lo mismo, se necesita de mucha circunspección para obrar con acierto en
el caso de que ellos se vayan hacia Ica. En este caso lo mejor sería, siendo
posible, obrar por Córdoba para poder marchar por la sierra hacia
Arequipa en pos de ellos.”704
432
pueden tener algún efecto; pero serán muy miserables, pues todo lo dis-
ponemos para no dejarle recurso ni a la fortuna ni a las armas de los
españoles, que ya poco deben contar con ventaja alguna en américa;
porque Ayacucho ha sido el juicio final.”706
433
tropas de regreso a Colombia711 y otra más hacia septiembre.712
A la luz de lo expresado en estas comunicaciones, podemos
estimar que para finales de 1825 la armada colombiana ha-
bía transportado de regreso a Colombia alrededor de 5.000
hombres, es decir, la mayor parte de las tropas que se habían
enviado en los dos años anteriores y que continuaban con
vida y en servicio. Considerando los medios disponibles, me-
nos de una docena de buques de mediano y pequeño porte,
no podemos menos que considerar una hazaña tal trabajo de
transporte; y todo ello sin relajar el bloqueo del Callao, del que
seguidamente nos ocuparemos.
El asedio de la Fortaleza del Real Felipe en el Callao co-
menzó desde su alzamiento el 5 de febrero de 1824, y terminó
con su rendición el 23 de enero de 1826, siendo entonces uno
de los bloqueos más largos de las Guerras de Independencia
de Hispanoamérica. Este largo asedio podríamos dividirlo en
varias etapas: la primera iría desde febrero de 1824 hasta el
Combate Naval del Callao, el 7 de octubre, y la posterior par-
tida de la escuadra de Guruceta; la segunda, iría desde ese mo-
mento hasta la Batalla de Ayacucho y la posterior capitulación
del general español José de Canterac, que incluía la entrega de
la fortaleza en cuestión; y la tercera, que se prolongaría hasta la
rendición del brigadier Rodil, siendo la fase definitiva.
A lo largo del sitio, los defensores dispararon un total de
9.533 balas de cañón, 454 bombas, 908 granadas y 34.713
tiros de fusil; mientras que del lado de las fuerzas sitiadoras
711o Documento 10986. Oficio de Felipe Santiago Estenós, para el comandante de los
buques de transporte. Copacabana, 13 de agosto de 1825; Documento 10994. Oficio de Felipe
Santiago Estenós, para el general Jacinto Lara. Copacabana, 14 de agosto de 1825; Docu-
mento 10997. Carta del Libertador para el General Bartolomé Salom. Copacabana, 14 de
agosto de 1825; y Documento 11009. Carta del Libertador para el general Francisco de Paula
Santander. La Paz, 19 de agosto de 1825. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
712o Documento 948. Carta del Libertador Simón Bolívar al Ministro de Guerra, General
Carlos Soublette. Oruro, 26 de septiembre de 1826. Disponible en: www.archivodellibertador.
gob.ve
434
al mando del general Bartolomé Salom fueron disparadas
20.327 balas de cañón, 317 bombas e innumerables tiros de
fusil. Suponemos que la mayor parte de estos disparos fueron
hechos en la tercera etapa, cuando pudo bloquearse la forta-
leza con todo rigor. Respecto a las fuerzas marítimas, pode-
mos decir que no se pudo practicar un bloqueo efectivo a la
fortaleza sino también hasta la tercera etapa, cuando se llegó
a reunir una escuadra combinada colombo-peruano-chilena,
bajo el mando del Vicealmirante Manuel Blanco Encalada.
En total, la escuadra aliada llegó a reunir a la corbeta Pichincha
y el bergantín Chimborazo por Colombia, la fragata Protector,
la corbeta Limeña, el bergantín Congreso y la goleta Macedonia
por Perú, y las fragatas O´Higgins e Independencia, además del
bergantín-goleta Moctezuma por Chile.
Tras el triunfo en Ayacucho, los independentistas pudieron
ocupar libremente la ciudad de Lima, provocando un éxodo
de realistas hacia la fortaleza, lo cual causó un crítico hacina-
miento. Se calcula que en el Real Felipe se acumularon 8.000
refugiados realistas. Aunque la capitulación de Ayacucho in-
cluía la entrega del Callao, el brigadier José Ramón Rodil se
negó rotundamente a rendir la fortaleza, esperanzado en que
llegaría una fuerza de auxilio desde España, lo cual nunca
ocurrió. Para hostigar efectivamente a Rodil, el general Salom
estableció su campamento muy cerca de la fortaleza, en
Bellavista, y procedió a cercarla completamente, bombardeán-
dola a diario tanto desde tierra como desde el mar. Sin em-
bargo, la sólida construcción y la poderosa artillería del Real
Felipe permitieron a Rodil resistir. Más efectivo resultó el blo-
queo a nivel logístico, pues pronto la falta de alimentos hizo
estragos sobre el gran número de refugiados. Se generó enton-
ces mercado negro de alimentos a precios elevadísimos, y más
tarde se traficaría carne de caballos, bueyes e incluso de ratas.
435
En junio de 1825 el almirante Blanco Encalada debió re-
gresar a Chile con sus buques, para proceder al bloqueo de
Chiloé, la última fortaleza española en territorio chileno, que
se rendiría apenas unos días antes que el Callao. Aun así, la
escuadra colombo-peruana, al mando del Capitán de Navío
John Illingworth, continuó su lenta pero segura asfixia de
la Fortaleza del Real Felipe, en combinación con el ejército
al mando de Salom. Para esa fecha, ya las enfermedades co-
menzaban a cobrarse las vidas de muchos defensores, y sólo el
fanatismo de Rodil impedía la caída de la plaza, pues ejecu-
taba sin miramientos a cualquier militar o civil que hablase de
capitulación.
Rodil comenzó a expulsar hacia las filas patriotas a los civi-
les sin dinero y toda clase de personas no aptas para la lucha,
a fin de ahorrar alimentos. Al inicio, los patriotas aceptaron a
estas personas, pero al darse cuenta de la estrategia de Rodil,
las dejaron abandonas en la tierra de nadie, en medio del
fuego cruzado entre la fortaleza y los sitiadores. Miles de re-
fugiados padecían escorbuto, disentería o desnutrición, lo cual
impactaba a la opinión pública en Lima. Incluso personajes
como el marqués Bernardo Torre Tagle, ex presidente del Perú
y converso en realista, perecieron dentro de los muros de la
fortaleza. De todos los refugiados civiles, sólo la cuarta parte
sobreviviría el asedio. Ya en enero de 1826 el coronel Ponce
de León desertó hacia las filas patriotas y entregó el Castillo
de San Rafael, parte integral de las fortificaciones del Callao.
Esto hizo casi imposible la defensa, puesto que Ponce de León
conocía muy bien como penetrar el sistema de fortificaciones y
las defensas montadas por Rodil.
Ante la falta de alimentos y municiones, y lo evidente de
que no llegaría ninguna fuerza de auxilio, Rodil inició nego-
ciaciones para la capitulación con Salom el 11 de enero. La
resistencia de Rodil mereció los elogios de Bolívar, quien
436
escribió a Salom “el heroísmo no es digno de castigo” y ordenó
que no se le fusilara. La capitulación permitió a Rodil llevarse
con él a España los últimos 400 soldados supervivientes de los
2.800 con los que había iniciado el sitio. El brigadier español
también llevó con él los estandartes de los regimientos “Real
Infante” y “Arequipa”, quedando los demás como trofeos para
el vencedor, incluyendo la principal bandera española presente
en la fortaleza, la cual fue enviada por Salom a Bolívar, y ac-
tualmente es exhibida en el Museo Bolivariano en Caracas.
Fue la última bandera española que ondeó en Sudamérica.
Como hemos podido observar, la campaña libertadora del
Perú de 1823 – 1826 tuvo gran parte de la acción en el mar.
En efecto, considerando las características geográficas de Perú,
habría sido imposible para el Libertador, para la República de
Colombia y para los propios patriotas peruanos, cumplir el ob-
jetivo de vencer a los realistas sin el dominio de la costa, de los
puertos y de las rutas marítimas. Sin este dominio del Pacífico,
no habrían podido enviarse con suficiente velocidad al Perú las
tropas, armas y provisiones necesarias, ni mucho menos esta-
blecer comunicaciones adecuadas entre el Ejército Auxiliar de
Colombia y el Gobierno colombiano en Guayaquil, Bogotá,
Panamá y otras capitales de la República.
Estas reflexiones a su vez nos permiten valorar el trabajo
realizado por la Escuadra Colombiana del Pacífico entre 1823
y 1826, el cual ha pasado desapercibido para la mayor parte
de la historiografía. Según la documentación, la escuadra
del Pacífico nunca contó más que con las corbetas Bomboná,
Pichincha y General Santander, el bergantín Chimborazo y la
goleta Guayaquileña, además de lidiar siempre con una gran
escasez de víveres, dinero, armas e incluso agua potable. Aun
así, esta minúscula escuadrilla pudo transportar en menos de
año y medio un aproximado de 10.000 hombres al Perú, y
luego repatriarlo; cubriendo enormes distancias entre puertos
437
tan distantes entre sí como el Callao y Panamá, en los extre-
mos de la línea de suministros.
Además de transportar tropas, la escuadrilla antes detallada,
fue capaz de escoltar convoyes de buques mercantes fletados,
cazar corsarios enemigos, superar motines e incluso librar una
batalla naval contra una fuerza enemiga muy superior sin per-
der una sola de sus unidades. La escuadra colombiana tam-
bién aportó a la independencia peruana al prestar su base de
Guayaquil para la reparación de varios buques peruanos, así
como reforzar a la escuadra peruana con sus propias unidades.
Mención aparte merece la actuación de la marina colom-
biana en el bloqueo del Callao entre 1825 y 1826. Ciertamente
la partida de la escuadra de Guruceta facilitó las cosas para el
Ejército Libertador Unido del Perú y para la escuadra aliada,
sellando luego la suerte del Callao y Chiloé la disolución de la
misma. Pero eso no debe empañar el hecho de que aún tras el
triunfo de Ayacucho la resistencia del Callao era un grave peli-
gro para la independencia peruana y para toda la causa emanci-
padora en Sudamérica. La permanencia de la bandera española
en el Real Felipe era un verdadero símbolo, alrededor del cual
podían unirse los muchos realistas que quedaban aún en el an-
tiguo virreinato. Además de eso, nunca podía descartarse la po-
sibilidad de que el Callao fuese auxiliado o al menos abastecido
por una fuerza española proveniente de la Península o de las
Filipinas. Ya el liderazgo colombiano había vivido con Puerto
Cabello el peligro de relajar el bloqueo a una fortaleza costera,
pues fue desde Puerto Cabello que Morales había podido lanzar
un contraataque y tomar Maracaibo a finales de 1822.
Evidentemente, el Callao no iba a ser rendido sólo por un
bloqueo terrestre, sino por la combinación de un cerco terres-
tre y marítimo, siendo incluso más importante el segundo.
Así, el lento pero efectivo bloqueo al cual fue sometido Rodil
por la escuadra de Illingworth, fue la clave de la victoria
438
colombo-peruana en el sitio, aunque la historiografía tradi-
cional preste más atención al ruido de los cañones que a la
progresiva degradación física que sufrieron los españoles en el
Callao, gracias al trabajo de la escuadra.
En resumen, la Escuadra Colombiana del Pacífico cumplió
un rol clave en la independencia peruana entre 1823 y 1826;
sin el cual habría sido imposible siquiera llevar a cabo la cam-
paña libertadora.
443
manera solo, o desarmado. Por el contrario, varias unida-
des fueron transportadas por mar desde los departamentos
del Magdalena y Zulia hacia Puerto Cabello. Por otra parte,
Bolívar decretó el 1º de enero el nombramiento de Páez como
Jefe Superior de Venezuela, dotándolo con la autoridad civil
y militar.715 Fue esta combinación de disuasión mediante la
fuerza, y de diplomacia, la que permitió que Bolívar y Páez
se encontrasen pacíficamente en las afueras de Valencia el 4
de enero, y que seis días más tarde entrasen juntos a Caracas;
solucionando en apariencia la crisis.
Haciendo un análisis estratégico de la situación, nos damos
cuenta de la importancia que tuvo la resuelta defensa de Puerto
Cabello por parte del CN. Boguier y de la armada.
Puerto Cabello era el puerto más cercano a Valencia, el centro
de la rebelión de Páez. En caso de que el conflicto hubiese es-
calado, un ejército leal habría podido desembarcar en Puerto
Cabello, caer sobre Valencia y a continuación avanzar sobre
los llanos, posible zona de repliegue de Páez, para así aplas-
tar a los rebeldes; o sobre Caracas, para consolidar de ma-
nera simbólica la restitución del orden en el Departamento.
Enviar en una larga marcha a través de los Andes, los Llanos
o las provincias de Barquisimeto y Coro a una fuerza leal ha-
bría sido muy lento, además de riesgoso y caro; es decir, nada
práctico. Es posible entonces que tales cálculos pasasen por
la mente de Páez, y por eso buscase someter Puerto Cabello
por la fuerza, ganando así la mejor fortaleza y base naval de
Venezuela, y negándosela al Gobierno central. Al ganar el
control de Puerto Cabello, y quizá de otros puertos, Páez ale-
jaría o retardaría la reacción gubernamental, ganando tiempo
para consolidar su posición, e incluso establecer contacto con
otros países y legitimar ante ellos la secesión.
444
Relacionado con lo anterior, basta observar un mapa de la
República de Colombia para 1826, recordar que en el territo-
rio prácticamente no existían caminos de calidad y considerar
la lentitud de un viaje por tierra en comparación con un viaje
por mar con las tecnologías de aquella época, para concluir que
sin el apoyo de una escuadra para mover fuerzas rápidamente
de unas regiones a otras, no podía pensarse en mantener unida
a la República contra una rebelión como La Cosiata o simila-
res que se suscitasen.
716e Berrueta, Jorge y Arismendi, Álvaro. La fiel guerrilla del rey. El accionar guerrillero en la
Provincia de Caracas como factor determinante en los planes de reconquista española (1821 – 1831),
p. 19
717b Ibídem, pp. 32 - 33
445
diversas razones se sintieran descontentos con el régimen
republicano.718
Justamente, la aguda crisis política y económica en la cual
entró la República de Colombia a partir de 1826 brindó a los
realistas la oportunidad de intentar la reconquista.719 En primer
lugar, la Corona española había mantenido un cercano moni-
toreo de la situación dentro de la República, gracias al trabajo
de agentes infiltrados en el propio territorio, así como de par-
ticulares que seguían siendo fieles en secreto al Rey. A par-
tir de esta información suministrada, los españoles pudieron
mantener una firme política de no reconocimiento de la inde-
pendencia que ya había ganado Colombia, así como de aliento
y apoyo a cualquier resistencia armada que se formase dentro
de territorio colombiano contra el Gobierno republicano y a
favor de España.720 El eficaz espionaje español también enteró
a las autoridades de Cuba y Puerto Rico sobre los planes co-
lombianos para expulsar al imperio de ambas islas, por lo que
el fomento de la resistencia en territorio colombiano también
tuvo la función defensiva de impedir, o al menos retrasar el
ataque colombiano sobre las Antillas Españolas.721
En este contexto, José Domingo Díaz alentaba a la Corona
a enviar una expedición militar a Venezuela, o al menos a al-
gunos jefes para liderar a la resistencia realista. A finales de
1826 llegó a La Guaira el Teniente Coronel José Antonio
de Arizábalo y Orobio, quien había vivido en Venezuela desde
niño, había combatido en la guerra y había sido comandante
del Castillo de San Carlos en mayo de 1823, cuando forzó el
paso la escuadra del general Padilla. Arizábalo se había acogido
a la capitulación firmada por el general Morales en agosto de
718b Ibídem, p. 60
719b Ibídem, p. 61
720b Ibídem, p. 65
721b Ibídem, p. 66
446
1823 y juró no volver a empuñar las armas contra la República.
En enero de 1827 coincidió en Caracas con Bolívar, con quien
se entrevistó. El Libertador Presidente le ofreció el grado de
coronel y el mando de la artillería en Caracas, y Arizábalo pidió
seis meses para pensarlo, tras lo cual desapareció. En realidad
estaba reuniendo fuerzas y poniéndose en contacto con jefes
guerrilleros como Juan Centeno, Doroteo Herrera, Inocencio
Rodríguez y José Cisneros; negándose éste último a reconocer
su autoridad. Tras estas acciones, Arizábalo envió mensajes a
Puerto Rico, solicitando que el Capitán General, Miguel de
La Torre lo nombrase jefe militar de las fuerzas españolas en
Costa Firme y le enviase armas. Arizábalo recibió tal nombra-
miento el 27 de octubre de 1827, y más tarde se acercarían a la
costa buques cargados con armas para sus tropas.722 Arizábalo
pretendía conformar nuevas fuerzas guerrilleras, y luego unir-
las con las ya existentes para recomponer las fuerzas regulares
españolas en Venezuela.723
Con más de 1.500 hombres comenzaron las operaciones
de Arizábalo, que en ese primer momento fueron de poca im-
portancia. Luego de organizar sus fuerzas, colocó a Centeno,
Rodríguez y Herrera como sus comandantes. En la pobla-
ción de Lezama proclamó restaurada la autoridad del Rey de
España, e hizo bendecir la bandera española. Continuó sus ata-
ques y trató de acercarse al litoral de Barlovento, tomando el
pueblo de Río Chico. Sería en esta zona donde recibiría
el apoyo que traían los buques de la Real Armada Española.
Arizábalo no logró establecer contacto con la escuadra es-
pañola, quedó acorralado y su estrategia fracasó, lo que le
llevó a capitular ante el Teniente Coronel Lorenzo Bustillos
en las montañas de Tamanaco. Le acompañaban Centeno y
447
Herrera.724 Fue el fin de las guerrillas de Arizábalo, sólo que-
daría el más radical Cisneros en los Valles del Tuy, quien no
sería neutralizado hasta ya disuelta Colombia, más allá de
1830, gracias a las acciones del general José Antonio Páez.
Debemos ampliar ahora nuestra mirada para contextua-
lizar y valorar adecuadamente esta peligrosa situación que se
cernió sobre la República a finales de 1827 e inicios de 1828.
El 23 de diciembre de 1827 Laborde zarpó de Puerto Rico
con el navío Guerrero, la fragata Iberia y el bergantín Hércules,
poniendo rumbo a costas venezolanas. Buscaban al navío
Congreso Mexicano, ex Asia, que había desertado de la expedi-
ción del Capitán de Navío Roque Guruceta en 1825 y se había
entregado al Gobierno mexicano en Acapulco. Correctamente
informado, Laborde sabía que el Congreso Mexicano ya estaba
en aguas del Primer Departamento de Marina. En enero y fe-
brero de 1828 la escuadra de Laborde ya se deja ver patru-
llando entre Pampatar, el Cabo Codera, Río Chico, Cumaná y
La Guaira.
El 9 de enero Páez escribe a Bolívar avisando que Laborde
fue visto cerca del Cabo Codera:
448
El 28 de enero tres buques enviados por Laborde se presen-
taron frente a La Guaira, con oferta de canje de 50 marine-
ros colombianos que llevaban a bordo como prisioneros. Los
mismos procedían en su mayoría de la goleta corsario Zulme,
apresada anteriormente por los españoles. El intercambio se
ejecutó sin inconvenientes726 y para el 2 de febrero Laborde
salía de aguas venezolanas, tras cazar sin éxito al Congreso
Mexicano y sin haber abastecido a Arizábalo.
Lo primero que debemos destacar de estos hechos es su
ubicación en la línea del tiempo. Las guerrillas realistas in-
tensifican su actividad aprovechando la aguda crisis en la cual
entró la República a mediados de 1826. Esta crisis afectó de-
cisivamente a la armada a partir de 1827, y es el momento que
Laborde aprovechó para regresar a las costas colombianas; pues
además dicho jefe venía reforzando su escuadra desde 1825
debido a la amenaza de un ataque colombiano sobre Cuba y
Puerto Rico. El debilitamiento de la armada abrió paso para
una nueva y peligrosa amenaza que pudo haber causado mu-
cho daño a la República.
Si Arizábalo no encontró más zonas, aparte de Barlovento,
que pudiesen servirle como “ventanas al mar”, a través de las
cuales pudiese establecer contacto con Cuba y Puerto Rico, fue
gracias a la red de puertos, apostaderos y fortalezas bajo control
de la armada colombiana. De hecho, el litoral barloventeño era
una zona sin mucha presencia de la escuadra, y peligrosamente
cercana a Caracas. No es casual entonces que Arizábalo bus-
case justamente por esa zona su contacto con el mar. Por otra
parte, fue el declive de la armada colombiana el que le permi-
tió a Laborde regresar a aguas colombianas. Si Laborde no se
quedó más tiempo cazando al Congreso Mexicano o buscando
449
abastecer a Arizábalo, fue porque sabía que la escuadra colom-
biana aún podía darle una desagradable respuesta.
Más que observar solamente esta situación de peligro en-
tre 1827 y 1828, debemos mirar que nada parecido ocurre
entre 1824 y 1826, cuando la armada colombiana estaba en
auge. Es evidente que no es casual lo que señalamos. Este
análisis nos conduce entonces a tomar conciencia del rol
cumplido por la armada para prevenir y sofocar amenazas de
origen interno en la República de Colombia.
450
No es propósito de este trabajo profundizar en las causas de
la guerra colombo-peruana de 1828 – 1829; baste decir que la
invasión peruana a Bolivia en 1828 fue un antecedente directo
de la misma. Otras causas fueron los sentimientos anti boli-
varianos de los generales peruanos José de La Mar y Agustín
Gamarra, que llegaron a ser protagonistas de la contienda,
la expulsión del Perú del ministro colombiano Armero, y las
disputas limítrofes entre ambos países. El anti bolivarianismo
se había extendido en Perú desde la partida del Libertador en
1826, llevando al nuevo gobierno de ese país a tomar posturas
muy reservadas en el Congreso Anfictiónico de Panamá ese
mismo año, y luego a mostrar con claridad sus pretensiones
de reincorporar los territorios del Alto Perú –ahora Bolivia– y
Guayaquil, a los cuales podía aspirar bajo ciertas razones histó-
ricas. La invasión peruana a Bolivia, que culminó con los trata-
dos de Píquiza y la salida del poder del Mariscal Antonio José
de Sucre ofendieron en extremo a Bolívar727, lo que lo llevó a
publicar una proclama el 3 de julio que prácticamente era una
declaración de guerra:
451
miramiento que se debe a pueblos amigos y hermanos. Referiros al ca-
tálogo de los crímenes del Gobierno del Perú, sería demasiado, y vuestro
sufrimiento no podría escucharlo sin un horrible grito de venganza;
pero yo no quiero excitar vuestra indignación ni avivar nuestras dolo-
rosas heridas. Os convido solamente a alarmaros contra esos miserables
que ya han violado el suelo de nuestra hija, y que intentan aun profa-
nar el seno de la madre los héroes.
Armaos colombianos del sur. Volad a las fronteras del Perú y esperad
allí la hora de la vindicta. Mi presencia entre vosotros será la señal del
combate.
Bogotá, a 3 de Julio de 1828.
Bolívar”728
Señor General
Tengo el honor de informar a V.S. que hace algunos días la corbeta de
guerra del Perú nombrada la Libertad tiene establecido su crucero sobre
la isla del Muerto, y aunque no tengo noticia todavía de que haya en-
trado a las aguas del departamento, sin embargo cruza sobre ellas, in-
terceptando a cañonazos todos los buques que entran en este río, bien
sean nacionales o extranjeros, sometiéndolos a ser visitados y registra-
dos por los oficiales de dicha corbeta. Puede V.S. concebir cuanto influye
sobre el reposo y la prosperidad del departamento una amenaza de esta
728e Memorias del General O´Leary. Tomo XXVI, pp. 334 -335
729e Restrepo, José Manuel. Ob. Cit., p. 145
452
naturaleza, perjudicando hasta el último estreno el comercio nacional
con este bloqueo disimulado, que nada diría sino se hubiesen interrum-
pido las amigables relaciones entre el Perú y Colombia; pero que en el
día no puede mirarse sino por una hostilidad anticipada. Al poner en
conocimiento de V.S. esta novedad, espero se sirva darme las ordenes
que tenga por conveniente a fin de calmar los recelos que cause en este
comercio el mencionado buque.
Dios guarde a V.S. – Juan Illingrot.”730
453
y Guayaquileña, y algunos cañoneros para defender el puerto
de Guayaquil; sólo la Guayaquileña estaba en condiciones óp-
timas para el conflicto que se avecinaba.733 Recordemos que
la pasada campaña peruana había desgastado mucho a la
Escuadra del Pacífico.
454
Dios etc. – Cuartel General en Cuenca, a 10 de Agosto de 1828
J.J. Flores”734
455
infantes de marina y tres marineros muertos, además del Alférez
de Fragata Pedro Williamson. Se contaron también 34 heridos
y/o quemados, entre ellos el propio comandante de la corbeta
Libertad, Capitán Carlos García del Póstigo. Respecto a las ba-
jas colombianas, Ortiz Sotelo dice que sumaron 24 muertos y
36 heridos, mientras que los daños en la Guayaquileña fueron
un ancla rota, estais, burdas y buena parte de la jarcia, bauprés
dañado, sebadera pasada a bala y otras averías.736
Por su parte, el almirante venezolano Eladio Jiménez Rattia
relata que las naves se avistaron en medio de una espesa ne-
blina. Ya al alcance de los cañones, comenzó el combate, pero
la Pichincha abandonó la escena, quedando la Guayaquileña
abarloada a la Libertad. La tripulación de la corbeta peruana
trató de abordar a la goleta colombiana, defendiéndose los
colombianos ferozmente con fuego cerrado de fusilería y lan-
zando objetos incendiarios a la nave enemiga, con lo que con-
siguieron repeler el ataque. La Guayaquileña logró zafarse de
la Libertad y regresar a su puerto base. La acción duró cerca
de una hora, y resultó herido el comandante de la Libertad,
tomando su lugar el Teniente Segundo Juan José Panizo. La
Guayaquileña cerró la acción con 24 muertos y 37 heridos,
mientras que la Libertad registró 15 muertos y 28 heridos.737
Más allá de lo dicho por estos dos respetables autores, conta-
mos con una narración de primera mano del combate:
456
nacionales y extranjeros entrasen o saliesen de este puerto, tuvo V.S. a
bien disponer se pidiese una explicación al comandante de dicho bajel
peruano, sobre los motivos que le inducían a continuar en aquel punto,
observando una conducta amenazadora y hostil al comercio de la
República. En su consecuencia dio a la vela el capitán de navío Tomás
Carlos Wright en la goleta Guayaquileña, el día 27 del mes próximo
pasado acompañado de la corbeta Pichincha, y habiéndose avistado con
la dicha corbeta peruana sobre la boca de Tumbes el día 31 del mismo,
se acercó a tiro de cañón, con la intención de comunicar el objeto de su
comisión al comandante de la Libertad, cuando observando que el
buque peruano se preparaba a hacer fuego a la Guayaquileña, estrechó
la distancia a hablarle con la bocina, y habiéndole dado a entender que
la comisión que se le había encargado era la de averiguar las intenciones
con que dicha corbeta sostenía un bloqueo disimulado, visitando y regis-
trando a los buques de este comercio; la contestación fue una descarga de
la banda de estribor. Semejante atentado obligó al comandante Wright
a salir de los límites de sus instrucciones, en las cuales no se había pre-
visto, como del todo probable semejante acontecimiento. Los detalles del
combate que tuvo lugar constan del parte dado a esta comandancia por
el coronel Wright, de cuyo documento tengo la honra de acompañar a
V.S. una copia. La corbeta Pichincha que acompañó a la Guayaquileña
debía seguir después de concluida la comisión del coronel Wright el des-
tino que antes tuve el honor de indicar a V.S. no cooperó a la defensa del
pabellón, como debió luego que vio comprometida la Guayaquileña los
motivos que hayan ocasionado esta falta no pueden saberse con exacti-
tud sino por medio de la averiguación que he mandado formar sobre el
particular y de que daré cuenta a V.S.
Dios guarde a V.S. Juan Illingrot.”738
738C “Combate Naval”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de octubre de 1828. N° 378,
pp. 3 - 4
457
el objeto de pedir una explicación al comandante de la corbeta de guerra
peruana nombrada la Libertad, que se hallaba cruzando entre la costa
de Tumbes y la isla del Muerto, salí exactamente el 29 como se me pre-
vino, y en la madrugada de ayer avisté dicha corbeta, que se hallaba
fondeada frente a la punta de Mal Pelo; a más de 10 o 12 millas de
distancia, tuvo aquel baje tiempo sobrado para hacerse a la vela, como
lo verificó mucho antes que pudiéramos acercarnos: así que principió a
soplar una brisa, hice señal a la Pichincha para que pasase a mi voz, y
entonces ordené verbalmente a su comandante siguiera muy cerca mis
movimientos, para que unida la fuerza entrar luego en comunicación
con la corbeta. A las dos de la tarde viendo que la Pichincha no podía
reunírseme por su mal andar, determiné acercarme a ella solo con esta
goleta, bajo el supuesto de que la Pichincha fácilmente y en corto tiempo
podía tomar la posición que se le había señalado en caso de un choque.
Observando que la corbeta peruana estaba preparada para el com-
bate, y no teniendo otro medio más pronto para ponerme en inteligencia
con ella, que acercarme a la voz, lo verifiqué así, poniéndome por su
aleta de barlovento, a distancia de medio tiro de pistola como lo ejecuté;
y entonces le dirigí mi palabra exigiendo la causa porque se hallaba en
un bloqueo disimulado cruzando sobre la boca de este río; a lo que se me
contestó con frivolidades, y por último rompiendo el fuego que fue bien
contestado por nuestra parte, en cinco minutos estaban ya los dos bajeles
amarrados, pero cuidé siempre el verificar esta maniobra de dejarle el
lugar necesario para la mura de proa de barlovento a que atacase por
allí nuestra corbeta Pichincha; desgraciadamente cesó en parte el viento,
y ese bajel no llega hasta media hora después, en todo este tiempo sostuve
un fuego vivo de metralla y fusilería. A la segunda descarga, viéndome
en la posición citada, intenté abordarla, pero cuando di la voz al efecto,
observé un incendio por la proa, y poniendo mi primera atención en
apagarlo, lo logré en pocos minutos. Al fin cuando la Pichincha se me
acercó ordené a su comandante atacar inmediatamente por el lugar que
se le había prevenido; más no lo hizo así, y de consiguiente no entró en
acción, siendo esta la causa, en mi concepto, de no haber aprisionado la
corbeta peruana, de la que desde un principio su tripulación fue casi en
el todo destrozada por este buque, en términos que a fines del combate
se hallaba su cubierta abandonada desde el palo mayor hasta la popa,
sin tener siquiera un timonel, cuestión que habría sido aprovechada por
458
mí, si como dije antes, no me hubiera encontrado sin gente casi. En estas
circunstancias logró el buque peruano cortar las espías con que estába-
mos amarrados y nos separamos mutuamente y reparar nuestras ave-
rías, las que de mi parte constan de una ancla partida, estais, burdas y
casi toda la jarcia pendiente forzada, bauprés y cebadera pasados de
bala, y en fin otras mil averías que sería demasiado relatarlas. Aunque
la Pichincha no ha tomado su parte correspondiente en la acción, de
ningún modo puede acusarse a su comandante de deseos de evitarlo,
porque es un oficial de bastante valor, de lo cual tengo sobradas pruebas
antes de ahora: su buque acercándose a la Guayaquileña cuando estába-
mos en la acción, fue tomado por abante, más por casualidad que de
intento del que lo mandaba, y la única cosa de que es culpable este ofi-
cial, es la entera falta de disposición y de no haber obrado con
actividad.
Pasaré con un inmenso dolor de mi corazón a poner en el cumpli-
miento de V.S. las pérdidas personales que ha sufrido este bajel; 24
muertos y 36 heridos: entre los primeros se cuenta al valiente alférez de
navío Juan González, un cabo y 6 soldados de la guarnición, con 17
marineros; y entre los segundos el comandante de esta goleta teniente de
navío Claudio Johnston y el alférez de inf. José M. Urbina, 3 cabos, 9
soldados de la guarnición, con 22 marineros y el teniente de fragata
Juan Unsworth contuso. Aunque no he logrado vengar la atroz agre-
sión cometida por la corbeta, capturándola por la falta de nuestra cor-
beta Pichincha, sería una negligencia imperdonable en mí, sino
recomendara a V.S. muy particularmente, para el conocimiento del su-
premo gobierno, la heroica conducta de estos bravos oficiales, que tengo
el sentimiento de verlos heridos y contusos: la intrepidez del subteniente
Juan Vergara comandante de la guarnición de este bajel, es muy reco-
mendable, y últimamente los esfuerzos extraordinarios que han tenido
que hacerlos todos mis oficiales para sostener un combate tan desigual el
timbre de las armas colombianas con una tripulación tan modesta y en
un buque tan pequeño respecto al peruano, son dignos de no olvidarse.
La tropa ha cumplido con su deber y son acreedores a todo elogio; pues si
la tripulación hubiera sido tan veterana y entusiasta como ella, habría
sin duda caído la corbeta peruana en nuestras manos, pero ya que esto
por una desgracia no ha sucedido, puedo asegurarle a V.S. que la marina
del Perú ha recibido una lección escarmentadora de la del sur de
459
Colombia. Así que me vi separado de la acción, hice señales sucesiva-
mente a la Pichincha, para que pasase a la voz, para que se me acercase,
y últimamente para que siguiera mis movimientos, todos con la inten-
ción de que si se me acercaba, atacar con ella segunda vez, pues ni la
escena de mortandad, ni las muchas averías que sufrió este buque, po-
dían haberme contenido, si la Pichincha hubiera observado mis
señales.
Últimamente tuve a bien dirigirme a este puerto, haciendo antes la
señal correspondiente a la corbeta Pichincha para que me siguiese: como
dicho baje está ya a nuestra vista, sin aguardar a que se reúna en este
punto, procederé con la próxima creciente, hasta Guayaquil, por exi-
girlo así imperiosamente la humanidad, que se resiste de la permanen-
cia de tanto mal herido en esta goleta.
Me veo en el caso de no poner en el conocimiento del señor General
Jefe Superior del Sur este detalle, por no tener otro oficial disponible,
que el que tendrá la honra de poner en manos de V.S. este parte; de-
biendo V.S. estar persuadido, que si se rompieron las hostilidades antes
de poder abrir una conferencia con el comandante del bajel peruano,
ninguna culpa puede atribuírseme, porque el precipitado fuego empe-
zando por dicho buque, no dio lugar a otras razones que a las del cañón.
Soy de V.S. con perfecta consideración su muy atento y obediente
servidor, Tomás C. Wright.”739
739d Ídem
460
era para alegrarse; la Escuadra Colombiana del Pacífico prác-
ticamente había quedado sin ninguna capacidad para defender
la costa, la Libertad no había sido neutralizada, y era previsible
que el resto de la escuadra peruana llegara a bloquear el puerto
de Guayaquil.
Estas noticias fueron pronto conocidas en la capital de la
República. El 7 de octubre el Libertador escribió al gene-
ral Páez trasmitiéndole las órdenes impartidas por el general
Montilla. En las mismas, se recomendaba la designación del
general Renato Beluche, como comandante de una expedición
naval al Pacífico.740
Más tarde, el 9 de octubre ocurrió el motín de la corbeta
Pichincha. La nave se encontraba en ruta a la isla de Taboga
(cerca del Istmo) transportando a un batallón, cuando su tri-
pulación –mayormente extranjera– se rebeló contra su coman-
dante y contra el gobierno de Bolívar, pronunciándose por “la
gloriosa lucha que emprende el Perú por la felicidad de una Nación,
ilustre, magnánima y guerrera cual es Colombia”. Los sublevados
decidieron entonces entregar la corbeta al gobierno peruano en
el puerto de Paita, al norte de ese país; a donde arribaron el 6
de noviembre.741 De esta manera, con la Guayaquileña dañada
y la Pichincha desertora, la Escuadra Colombiana del Sur había
prácticamente dejado de existir, lo que ponía en grave peligro
todo el litoral de la República sobre el Océano Pacífico, desde
el río Guayas hasta el Istmo.
2) El bloqueo de Guayaquil
Tras el Combate de Punta Malpelo y la deserción de la
Pichincha, llegó a Guayaquil finalmente la escuadra peruana,
comenzando el bloqueo del puerto. En ese momento comienza
lo que podríamos denominar una segunda fase de la guerra.
740i Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 79
741a Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 81 y Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 78
461
Desde el punto de vista del Gobierno y el alto mando militar
de Colombia, van a ser dos las prioridades: en tierra, enviar lo
antes posible un ejército adecuado para defender Guayaquil de
un desembarco y adelantarse a la previsible invasión que desde
la frontera sur lleven a cabo los peruanos. Para esta acción, el
Gobierno tropezará con inconvenientes tales como la escasez
de soldados y de dinero, y la rebelión del general José María
Córdoba. Todo esto ocasionará que el ejército despachado al
sur sea muy inferior en número al enviado por Perú, pero en
compensación estará formado por veteranos y dirigido por
quien que quizá era el mejor general que la República podía
enviar: el Mariscal Antonio José de Sucre. Por otra parte, la
acción principal a tomar en el mar va a ser la preparación de
una expedición naval que desde el Caribe navegue al Pacífico,
liquide a la escuadra peruana y libere Guayaquil del bloqueo.
Esta expedición demorará su zarpe durante más de un año,
debido también a las limitaciones financieras y a la casi diso-
lución y desmovilización a que había sido sometida la flota en
consecuencia de los decretos de finales de 1826.
La escuadra peruana, como ya indicamos, continuó sus mo-
vimientos. Una fragata, la ya mencionada corbeta Libertad y
una goleta desembarcaron al general La Mar y su ejército en
Piura, y luego continuaron a bloquear Guayaquil. La casi ab-
soluta indefensión colombiana por mar permitió que los bu-
ques peruanos bloquearan Guayaquil sin ser molestados, y
puso de manifiesto la necesidad de enviar parte de la flota del
Atlántico-Caribe en auxilio de dicho puerto.742
El mes de octubre de 1828 fue testigo de varios combates y
movimientos más en la costa pacífica colombiana. El día 6 el
general Flores le escribió a Bolívar informándole de las com-
plicaciones que el bloqueo de Guayaquil estaba causando en
742e Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional
(Tomo IV), p. 147
462
todo el departamento, urgiéndole el envío de refuerzos.743 El
7, Bolívar ordenó a Montilla y a Páez preparar una expedición
naval para el Pacífico, compuesta por una de las grandes fraga-
tas. La misma debía zarpar de Cartagena, prepararse en Puerto
Cabello y ser comandada por el general Renato Beluche.744
El 23, se produjo el desembarco en El Muerto (cerca de
Guayaquil), de un escuadrón de caballería colombiana enviado
desde Bolivia, burlando así el bloqueo peruano. El 28, el almi-
rante peruano Jorge Martín Guise desembarcó una pequeña
fuerza de infantería en Manta, la cual saqueó la localidad para
abastecer a la fragata Presidente, su buque insignia.745
El 20 de noviembre Bolívar le ordena a Páez que despa-
che una corbeta o bergantín junto con la fragata Colombia al
Pacífico, y que dicha fragata sea comandada por el Capitán de
Navío Walter Chitty.746 El 22 de noviembre la escuadra pe-
ruana, conformada por la fragata Presidente, la corbeta Libertad,
la goleta Peruviana y cinco lanchas cañoneras se presentó
frente a Guayaquil y demandó la rendición de la ciudad. Al
recibir una negativa, el almirante Guise inició el bombardeo.
El puerto de Guayaquil estaba defendido en su boca por
una cadena que cerraba el paso de extremo a extremo. Además,
la ciudad contaba con varias baterías, totalizando 9 cañones de
24 libras cada uno, mientras que las unidades navales restantes
se encontraban dentro de la dársena. Entre el 22 y el 24 de
noviembre se sucedieron varios duelos de artillería entre los
buques peruanos y las defensas de la ciudad, que han recibido
el nombre global de Combate de Las Cruces. Estos enfrenta-
mientos resultaron en tablas, y el bloqueo de Guayaquil con-
tinuaría hasta la capitulación de la ciudad, el 20 de enero de
743i Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., pp. 77 - 78
744b Ibídem, p. 79
745r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 81
746a Carta al General Mariano Montilla. Chía, 20 de noviembre de 1828. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. III, pp. 55 - 56
463
1829. La escuadra peruana permanecería en la ciudad hasta
el 10 de julio del mismo año, cuando se firmó el Armisticio
de Piura, consolidado posteriormente por el Tratado Gual-
Larreal del 22 de septiembre de 1829.747
Pasemos ahora a detallar la serie de escaramuzas que for-
man el Combate de Las Cruces. Ya desde el comienzo del blo-
queo, la superioridad peruana en el teatro marítimo de guerra
se había tornado casi absoluta, sin que los mercantes armados
en corso por el Gobierno colombiano pudiesen hacer nada.
Apegado entonces a la estrategia del general La Mar, consis-
tente en atraer al Perú a la ciudad de Guayaquil, el almirante
Guise decidió atenerse en principio a una cuidadosa política
de respeto a la propiedad privada en la ciudad y tratar de ga-
nar adeptos al Perú entre la población.748 Sin embargo, la em-
pecinada resistencia de las baterías y batallones de infantería,
conduciría a Guise a un bombardeo bastante destructivo que
terminaría enajenado a la población guayaquileña de cualquier
simpatía hacia el Perú. Desde la perspectiva peruana, el histo-
riador y oficial naval Jorge Ortiz Sotelo narra el Combate de
Las Cruces de la siguiente manera:
464
Nos presenta el plan peruano…
“La operación ofrecía numerosos riesgos, tanto por las propias defen-
sas del puerto como por las características del río Guayas. Los veinte pies
y medio que calaba la fragata Presidente hacían que su maniobrabili-
dad en el río se viese limitada por el caudal de éste. A ello se venía a
sumar el que la ausencia de tropa de desembarco en la cantidad necesa-
ria evitaba que se pudiera asegurar una sección de la ribera, obligando
a los buques a replegarse durante los periodos de vaciante para evitar la
acción de una artillería enemiga con total libertad de movimiento du-
rante esos momentos. Pese a todo, la posibilidad de incitar una rebelión
en tierra era altamente prometedora y fue por tal razón que la escuadra
levó sus anclas a las 4 de la tarde del día 21 de noviembre, enfilando
decididamente por la boca del río hacia Guayaquil.
El bajo de Chupador, el primer obstáculo que debían sortear, fue pa-
sado hacia las 6 de la tarde, y tres horas después los buques fondearon en
la boca de Zono, al este de Matorrillo, quince millas aguas abajo de su
objetivo principal. Con el fin de hacer un reconocimiento final del
puerto, esa misma noche fue despachada una lancha que retornó al
amanecer con cuatro embarcaciones pequeñas que había logrado captu-
rar. En una de ellas iban dos oficiales colombianos que se dirigían a
Naranjal, apellidados Robles y Brown.
A las 2 de la tarde del día 22 se presentaron las condiciones adecuadas
para surcar el río hasta Guayaquil. En tal sentido, los buques levaron sus
anclas y comenzaron a navegar aguas arriba. La formación iba prece-
dida por las cañoneras, que tenían la misión de arriar la cadena que ce-
rraba el puerto; detrás venían la Presidente y la Libertad, que debían
batirse con las defensas y buques enemigos; y cerraba la marcha la
Peruviana.339 Dos horas y media más tarde, la formación avistó las
primeras defensas colombianas, basadas alrededor de una línea de balsas
ancladas que sostenía una cadena que, cruzando el río, le cerraba el paso.
Dicha cadena “estaba sobre la costa de Santay en un banco, fija en varias
anclas, y sobre la costa de Guayaquil fija en un cabrestante, y sostenida
por el Castillo de Cruces, fuerte de 9 piezas de 24, reforzadas, y con la
construcción y defensas más hermosas posibles; y detrás de la cadena se
hallaban formando una línea de batalla la goleta Guayaquileña con diez
y seis piezas de a 9, una goleta con un cañón de a 18 giratorio, y cuatro
465
lanchas cañoneras con cañones de a 24; poco más atrás -a la altura del
astillero- sostenía esta línea el bergantín Adela con 16 piezas de a 12.””750
466
sus amarras y buscar refugio bajo las defensas del puerto, al pie del
Cerro de la Pólvora, mientras que la dotación del castillo lo abandonó
a los cinco minutos de culminada esta osada maniobra.”751
Luego del triunfo inicial, la suerte se tornaría adversa para
las armas peruanas:
“Al amanecer del 23, Guise examinó los resultados del ataque del día
anterior y el estado de la defensa, comprendiendo que la situación toda-
vía era indecisa pues los colombianos aún estaban en condiciones de
ofrecer seria resistencia a sus fuerzas. El Adela se había quedado ade-
lantado y encostado cerca de la Ciudad Vieja, sostenido por las cuatro
piezas de la batería de la Aduana. Aprovechando que la marea impedía
a la fuerza peruana remontar el río, primero el Adela y luego “la bate-
ría de la Planchada y las lanchas cañoneras que con la marea de la
noche se aproximaron un poco a la escuadra enemiga principiaron a
cañonearla.”349 comenzaron a hostilizar a los buques peruanos. El
fuego fue respondido vivamente desde el fondeadero y sobre las 10 de la
mañana la fragata Presidente, con andanadas de bala rasa, logró “echar
a pique, deshaciéndole su casco” a la Adela y apagar los fuegos de la ba-
tería de la Aduana.”752
“Uno a uno los buques fueron bajando el río por delante del Astillero,
pero cuando le tocó el turno a la Presidente, pasada la medianoche, la
marea había bajado tanto que el buque tocó fondo y quedó varado a la
altura de la antigua fábrica de aguardiente. En medio del natural
desorden que se produjo en ese momento, el teniente segundo José
Giral Chacón, of icial de guardia, confundió las órdenes que le dio el
Vicealmirante para zafar la nave, empeorando más aún la situación.
Al poco rato solo quedaban doce pies de agua encima de la quilla, im-
posibilitando cualquier maniobra para una nave que calaba veinte
pies y medio. En estas condiciones habría de permanecer la Presidente
por espacio de casi diez horas, lapso en el cual ni la corbeta ni la goleta
pudieron acercarse desde su fondeadero en Cruces debido a la marea
en contra.
751b Ibídem, p. 84
752b Ibídem, pp. 85 - 86
467
La claridad de la noche hizo que la varadura de la fragata fuese per-
cibida por los defensores del Arsenal, quienes obrando juiciosamente
llevaron un cañón de 24 libras a la casa de la Aguardentería. En dicho
lugar la pieza fue montada en un terraplén semicircular, de forma tal
de poder ofender a la Presidente por una aleta, sin que esta pueda con-
testar los fuegos. Armados de paciencia, aguardaron al amanecer del
24 para abrir fuego contra la nave insignia peruana, y “a las seis de la
mañana esta batería dirigida por el Coronel Pareja, rompió su fuego
sobre la fragata y le causó varias averías. La Planchada también hizo
algunos tiros.” La fragata fue cañoneada impunemente durante va-
rias horas, sin poder defenderse ni ser auxiliada por los otros buques,
ya que la corriente impedía que estos remontasen el río desde su fon-
deadero en Cruces.
Pasadas las 10 de la mañana principió la creciente, cosa que fue apro-
vechada por buques peruanos para salir aguas arriba en socorro de la
nave almiranta, mientras que las cañoneras colombianas, “a las órdenes
del teniente de fragata Francisco Calderón, bajaron frente del muelle”
para molestar así a la nave de Guise. Una hora más tarde la marea
había repuntado y la fragata volvió a adquirir flotabilidad. A esa hora,
y a pesar del fuego recibido, se pudo verificar que no había averías de
importancia en la obra viva. Por su parte, la Libertad había logrado
colocarse en posición de atacar al cañón de la Aguardentería, permi-
tiendo así a la Presidente maniobrar, con la ayuda de remolques pasa-
dos de los otros buques, para zafar completamente de su comprometida
situación.
Decidido a acallar a la pieza que tanto había hostilizado a su nave,
Guise ordenó disparar en retirada contra el solitario cañón enemigo de
la Aguardentaría. Sus órdenes fueron fielmente cumplidas pues cuando
ya la fragata enfilaba hacia Cruces el referido cañón fue silenciado por
los tiros de la Presidente. Sin embargo, “uno de los últimos tiros de los
enemigos y cuando la Fragata navegaba para Cruces, una bala dando
en el Peruano pecho de nuestro bravo Vice-Almirante nos lo quitó de
entre nosotros.” En efecto, eran las 11 y media de la mañana cuando
este lamentable suceso tuvo lugar. Aparentemente, Guise no falleció de
inmediato pero expiró antes que el buque alcanzara su fondeadero. Pese
468
a ello, el combate continuó hasta cerca de las 2 de la tarde en que final-
mente las naves peruanas largaron el ancla frente a Cruces.”753
469
coronel Wright se había retirado batiéndose en La Guayaquileña junto
con algunas lanchas. Los enemigos anclaron a las siete y media de la
noche. Al siguiente día muy temprano la batería de La Planchada y las
cañoneras hicieron algún fuego a la escuadra peruana, mas con poco
efecto; aprovechándose ésta de la brisa y de la marea, sube a las cuatro y
media de la tarde al centro de la ciudad, y a medio tiro de pistola de la
ribera hace un fuego horroroso de metralla y palanquetas sobre las prin-
cipales casas, a las que causa muchos daños, fuego que duró sin interrup-
ción por cuatro horas hasta las once de la noche. El batallón Caracas,
que guarnecía la ciudad, y su bizarro comandante Gabriel Guevara
ocurrieron a todos los puntos, y defendieron las bocacalles que daban
sobre el río, con una firmeza y valor extraordinarios. El coronel
O´Leary, poniéndose a la cabeza de la artillería, colocó tan diestra-
mente cuatro violentos, que hizo muchos daños a la escuadra peruana.
Viendo el vicealmirante Guise que le era imposible realizar un
desembarco, y que el pueblo entero de Guayaquil estaba decidido a de-
fenderse, suceso contrario a lo que había esperado, determinó retirarse
en el curso de la noche; pero la fragata Presidente, que él mandaba, se
varó al frente de la Aguardientería (noviembre 24). Al amanecer los
valientes soldados de Caracas formaron un terraplén al frente monta-
ron un cañón de veinte y cuatro: esta batería, dirigida por el coronel
Pareja, causó muchos daños a La Presidente, que recibió también algu-
nos tiros de La Planchada, y nuestras lanchas cañoneras, dirigidas por
el teniente de fragata Francisco Calderón, la molestaron igualmente en
su retirada. Tuvieron que conducirla a remolque de los otros buques de
la escuadra, luego que pudo flotar auxiliada por el flujo o marea; tantos
fueron los daños que se le hicieran. El mayor sin duda fue la muerte del
vicealmirante Guise de una herida mortal que recibió en el combate de
aquella mañana por una bala de cañón […]
La escuadra enemiga se retiró bien escarmentada a su crucero cerca de
la isla del Muerto. Fue brillante en aquellos días de peligros el compor-
tamiento del prefecto Illingrot, de los coroneles Guerra, O´Leary,
Pareja, Luque, Wright, Letamendi, Villamil y Luzarraga, así como de
otros oficiales subalternos que sería largo mencionar.”756
470
A pesar de su discurso patriótico, Restrepo reconoce que
los peruanos lograron atraer a su causa varias poblaciones
colombianas:
471
la corriente, forzaron la cadena. Pudo Wright salvar sus buques. Su
intrepidez no logró más; pero, como los Partos, se retiró batiéndose.
Caracas voló a llenar sus deberes; los llenó, y sin provecho. Después de
tres horas de fuego tuvieron que abandonar la batería.
A las cuatro y media del 25, el Almirante peruano Guise se presentó
con su escuadra al frente de esta ciudad, y empezó un fuego horroroso
sobre los ciudadanos pacíficos y las casas del pueblo, que duró hasta las
nueve de la noche. Nuestras tropas de mar y tierra y los ciudadanos
mismos se han portado con un valor digno de los días heroicos de la
patria de Bolívar. No son hombres los soldados de Caracas, son semi-
dioses; mas en nada excedieron estos valientes a los bravos artilleros. En
el momento se reunieron en las bocacalles que conducen al malecón por
las casas del Intendente y Comandante General, con sus piezas que eran
de a cuatro, en número de 25 con un oficial. Pegadas a tierra sostuvie-
ron La Libertad y una goleta un fuego espantoso. Los artilleros no die-
ron un paso atrás, y tuvieron tanto acierto en su puntería, que de cada
cinco tiros no erraron dos. Sufrieron mucho las casas en el fuego ene-
migo; pero no tuvimos un solo soldado nuestro herido. A las siete avanzó
la artillería con 25 hombres de Caracas porque La Libertad y sus bu-
ques compañeros sufrieron muchísimo.
Mientras esto sucedía en las calles que conducen al malecón, La
Prueba ancló frente a las casa de Carbo, arriba de la de las Garaicoas,
y no cesó su fuego ni un instante. Han sufrido muchísimo las casas de la
señora Urbina de Villamil, y casi todas las de aquellas cuadras. Las
lanchas y la Guayaquileña se retiraron batiéndose tras del cerro de
Santa Ana. Era preciso barrenar al nuevo bergantín, que durante el
combate y esta operación fue protegido por Caracas a pesar de la metra-
lla que le prodigaba el Almirante Guise. El General Sandes, con motivo
de un accidente que le acometió al principio del combate, se vio obligado
a retirarse. El Intendente sucedió en el mando militar, y se mostró digno
de mandar tropas tan valientes. Luque se puso a la cabeza de la infan-
tería, y se portó como siempre. En fin, todos los Jefes, oficiales y soldados
se acordaron de que peleaban por la buena causa, por la causa de
Colombia y de su Libertador. Entre los oficiales son muy dignos de re-
comendación los Urbinas. Wright es siempre Wrigth, y Calderón exce-
lente representante del entusiasmo de su familia, Villamil lo mismo.
472
A las once de la noche, Guise mandó una lancha a tierra para tomar
una canoa cargada con el equipaje de Armero y su familia que se ha-
llaba frente a la Intendencia. Acudió un piquete de Caracas con una
pieza de artillería a recibirla. Se permitió que la lancha se acercase a
medio tiro de pistola, y entonces se hizo fuego y cayeron las vicuñas como
pájaros; soltaron los remos, soltaron sus fusiles y soltaron sus vidas; pues
muy pocos volvieron a contar a Guise que había colombianos armados
en la orilla del río.
Desde las diez, por orden del Intendente se emprendió la construcción
de una batería enfrente de la aguardentería, y al rayar el día pudimos
montar un cañón de veinticuatro. La Prueba amaneció varada, pero
por desgracia las lanchas no podían ir a atacarla. Sin embargo el cañón
que se montó en la noche le hizo un daño considerable. ¡Que hermosura
ver las balas entrar por su costado! A las diez y media cuando empezó a
bajar la marea, Guise logró salvar el bajo, y en este momento entraron
en combate nuestras lanchas y tuvieron su parte en el escarmiento de La
Prueba. Esta ha pasado ya las Cruces y todavía no ha anclado.
Todos los buques enemigos han sufrido un daño considerable. Nosotros
hemos visto las averías que han recibido; pero como no tengo conoci-
miento en estas materias me excusaré el clasificarlas.
Los enemigos se hallan ahora más abajo de Cruces. Todo va bien,
vamos a construir otras baterías que nos pongan al abrigo de toda in-
vasión en lo sucesivo.
Me congratulo con U., mi querido amigo, me congratulo con el
Libertador y con Colombia. Los gloriosos combates del 23 y 24 han
redimido el honor nacional: lo admirable es algún perjuicio; una que
otra mujer, uno que otro niño han muerto para gloria de los peruanos.
Por mi parte si yo merezco bien del cielo, invoco de rodillas a los colom-
bianos y al cielo contra el Perú. Bien infame y bien indigno sería ese
colombiano que, indiferente al honor y a la gloria de su patria, piense
siquiera en tranzar con el Perú hasta ver satisfechos los agravios
nacionales.
Guayaquil es ahora el pueblo más entusiasta de Colombia: el ataque
brusco de los peruanos lo ha llenado de la más justa indignación.
(De la Gaceta de Colombia, número 160)”758
758e Memorias del General O´Leary. Tomo XXVI, pp. 525 – 527
473
Más allá de estas palabras triunfalistas, la victoria táctica co-
lombiana en el Combate de Las Cruces solamente había re-
trasado el avance peruano; así que para diciembre de 1828 la
situación de Guayaquil era crítica. En este contexto el 13 de
diciembre el Libertador recomendó al Dr. Castillo Rada –her-
mano del Capitán de Navío Rafael del Castillo Rada, y hom-
bre entendido en asuntos navales– que se nombrase al general
Beluche comandante de la expedición al Pacífico, y al CN. Chitty
como comandante de uno de los buques.759 Evidentemente,
Bolívar desde Bogotá recibía con varios días de retraso las no-
ticias sobre la guerra. Al día siguiente el Capitán de Fragata
Felipe Baptista fue enviado a San Eustaquio en busca de arma-
mento para equipar los buques destinados al Pacífico760, y el 15
Bolívar ordenó a Páez continuar –sin importar los costos– con la
preparación de la expedición al Pacífico, reiterando que Chitty
comandase la Colombia y que Beluche estuviese a cargo de toda
la expedición.761 El 30, Urdaneta escribió a Bolívar informando
que Montilla proponía enviar a la fragata Cundinamarca al
Pacífico en refuerzo de la Colombia, para así ser más útil y evitar
su pérdida en puerto. Montilla además proponía enviar a Joly a
Estados Unidos para reclutar tripulantes, quien después coman-
daría a dicha fragata.762
Ya en 1829, el 22 de enero Bolívar ordenó a Páez –nueva-
mente– enviar al Pacífico al menos una de las dos grandes fra-
gatas, acompañadas por una corbeta o un bergantín.763 El 1º de
759o Documento 1881. Carta del Libertador Simón Bolívar al Señor Doctor José María del
Castillo Rada, fechada en Bojaca, 13 de diciembre de 1828. Disponible en: www.archivodelli-
bertador.gob.ve
760a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 66
761a Carta al General José Antonio Páez. Bojacá, 15 de diciembre de 1828.
762a Carta del general Rafael Urdaneta al Libertador Simón Bolívar. Bogotá, 30 de
diciembre de 1828. Memorias del General O´Leary. Tomo VI, p. 48
763a Carta al General José Antonio Páez. Paniquitá, 22 de enero de 1829. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. III, p. 119
474
febrero el general Renato Beluche fue nombrado Comandante
de la Expedición al Pacífico764, el 11 una tropa de caballería
colombiana al mando del coronel Brown, que había salido de
Arica procedente de Bolivia, pudo desembarcar en Manta,
burlando así el bloqueo peruano,765 y el 15 Urdaneta avisó a
Bolívar que los preparativos para el zarpe de la expedición iban
bastante adelantados. Por su parte, el 27 de febrero el Mariscal
Antonio José de Sucre derrotó al general José de la Mar en la
Batalla del Portete de Tarqui, deteniendo en seco la invasión
peruana al sur de la República. Sin embargo, varios días antes
Guayaquil había sido evacuada por el ejército colombiano y
ocupada por los peruanos.
Para mediados de enero, la flota atacante había sido refor-
zada con el bergantín Congreso, y las corbetas Pichincha (la
que había desertado de Colombia a Perú) y Arequipeña. Tras
la muerte del almirante Guise, el mando pasó al Capitán
de Navío Carlos García del Póstigo, quien fue relevado del
mismo por el Capitán de Navío Hipólito Bouchard, el cual
llegó a bordo de la fragata Monteagudo el 19 de ese mes. Poco
antes, Illingworth se había visto obligado a evacuar Guayaquil
debido al avance de una columna peruana por tierra, al mando
del coronel José Bustamante. Oficialmente la capitulación de
Guayaquil fue firmada el 20 de enero de 1829.766
Illingworth no podía anticipar el venidero triunfo de Sucre
en Tarqui, así que procedió de la mejor manera que pudo: sacó
de la ciudad una imprenta, todos los pertrechos militares, la
artillería de campaña, pertenencias del gobierno y todo lo que
pudiese serle útil a los peruanos. Marchó luego a la villa de
Daule, estableciendo su nuevo cuartel general, desde donde
764i Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 96
765D “División Colombiana auxilia a Bolivia”. Gaceta de Colombia. Bogotá, 22 de febrero de
1829. N° 401, p. 3
766r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., pp. 89 – 90 y “Capitulación de Guayaquil”. Gaceta de
Colombia. Bogotá, 5 de abril de 1829. N° 407, p. 2
475
pudo mantener control sobre parte del Departamento. De
forma brillante se había evitado el desastre de que Guayaquil
fuese asaltada por el enemigo y se perdiese todo.767 Finalmente,
el 28 de febrero se firmó el Tratado Preliminar de Paz entre
Colombia y Perú, también llamado Convenio de Girón.768
En dicho pacto, Perú aceptaba retirar sus tropas del territo-
rio colombiano ocupado, entregar la ciudad de Guayaquil a
Colombia, y devolver la corbeta Pichincha.
El Convenio de Girón fue firmado por Perú debido a la
derrota de Tarqui ante el ejército colombiano. Sin embargo,
este acuerdo no llegó a ratificarse, ni menos aún a llevarse a
la práctica por Perú. El tratado había sido aceptado por La
Mar ante la derrota, pero el contenido del mismo fue recha-
zado por otros jefes. El historiador peruano Jorge Ortiz Sotelo
nos cuenta que el CN. Bouchard y la escuadra que ocupaba
Guayaquil fueron los primeros en oponerse, declarando que no
evacuarían Guayaquil hasta que el congreso peruano ratificara
el tratado. Por su parte, La Mar empezó a retirar muy lenta-
mente sus tropas hacia el sur y desde Panamá zarparon varios
buques corsarios al servicio de Colombia que se aventuraron
sobre las costas peruanas. Contra ellos fueron enviados la fra-
gata Monteagudo, la corbeta Arequipeña, el bergantín Congreso
y la balandra Arequipa. El Congreso y la Arequipeña entraron al
puerto de Panamá, y recuperaron un mercante que había sido
capturado por un corsario colombiano. Más tarde La Mar,
ante la presión de la opinión pública, se vio obligado a con-
tinuar la campaña, enviando al general Neocochea a reforzar
476
Guayaquil, donde el 1º de mayo combatió contra las fuerzas
del general Juan José Flores. Para junio, cuando el Libertador
llegó a la zona para dirigir la campaña contra Perú, la situa-
ción había dado un giro, pues el presidente La Mar había sido
derrocado.769
Tradicionalmente la historiografía ha atribuido esta actitud
peruana al “carácter pérfido de los líderes peruanos, que mal
pagaban a Colombia por darle libertad a Perú”. Esta postura
omite, sin embargo, que la victoria de Sucre en Tarqui no ha-
bía sido concluyente. Si bien el Mariscal Sucre había derro-
tado claramente a las tropas del general La Mar, alcanzando
una brillante victoria táctica; también es cierto que a nivel es-
tratégico no se había dado un golpe tan decisivo a los perua-
nos. En efecto, La Mar conservaba aún una parte sustancial
de su ejército, y podía esperar más refuerzos al mando del ge-
neral Gamarra o desde el centro del Perú. Por otra parte, la
escuadra peruana había logrado capturar el importante puerto
de Guayaquil, y había dejado fuera del tablero a la Escuadra
Colombiana del Pacífico, aunque sufriendo un desgaste relati-
vamente alto para lograr ambos objetivos. El no cumplimiento
del Convenio de Girón por parte del Gobierno peruano de-
muestra que la Batalla del Portete de Tarqui no fue tan con-
cluyente como la historiografía tradicional nos dice. Colombia
no iba a poder liquidar victoriosamente la guerra con Perú
hasta que no recobrara el control de su litoral sobre el Pacífico,
y ello no era posible sin el envío de una respetable fuerza naval
a la zona.
477
abordar el largo y esforzado proceso que tuvo que afrontar la
armada colombiana para enviar a la fragata Colombia y a
la corbeta Urica al Océano Pacífico. La Colombia había zar-
pado de Cartagena el 13 de diciembre de 1828, pero dos días
después debió regresar para reparaciones debido a daños sufri-
dos por un temporal. Zarpó de nuevo el 4 de febrero de 1829,
arribando a Puerto Cabello el 1º de marzo. La Urica le siguió
poco después. A fin de dotar a ambas naves con tripulación y
materiales adecuados, el general Beluche envió a los capitanes
de fragata John Clark y Joseph Swain a Baltimore y Nueva
York respectivamente, para enrolar marineros. También fue
enviada la goleta Independencia a San Thomas a buscar vela-
men para la Urica.770
El 7 y 14 de febrero Soublette despachó cartas al Libertador
en las que describía lo lento y tortuoso que estaba resultando
preparar la expedición.771 Las comunicaciones con el gene-
ral Páez eran lentas también: éste último no recibía todavía
a finales de marzo dos cartas escritas en enero, cuando escri-
bió a Bolívar que los buques no zarparían en abril porque los
tripulantes declaraban que el Cabo de Hornos no podía pa-
sarse hasta octubre. En dichas cartas Páez le decía también al
Libertador que dudaba de la pronta salida de la expedición,
que había instruido a Beluche de parar solo en Río de Janeiro
y de tener precaución ante la posible emboscada de la escuadra
peruana en Chiloé. Soublette también escribió, explicando a
Bolívar que los retrasos se debían a que casi todo debía ser
traído de Estados Unidos, a las varias órdenes y contraórdenes
recibidas, y a la complejidad del carenado de la Urica, conclu-
yendo que no podía contarse con los barcos hasta finales del
770e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 248
771a Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 7 de febrero
de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 81 y Carta del general Carlos Soublette
al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 14 de febrero de 1829. Memorias del General O´Leary.
Tomo VIII, p. 83
478
año.772 Además de esto, tampoco se podía zarpar debido a la aún
presente amenaza de invasión española, y a la ausencia de pago
de medio millón de dólares, lo cual había provocado un fuerte
deterioro en las fragatas Colombia y Cundinamarca el tiempo
que estuvieron ancladas en Cartagena. La corbeta Urica, por su
parte, había sufrido en fuerte desgaste en sus constantes viajes
desde y hacia el Istmo transportando tropas.773
El 4 de abril fueron enviados el CF. Felipe Baptista y el
CF. Thomas Brown, a bordo de la goleta Independencia, a San
Eustaquio, San Bartolomé y San Thomas, en busca de tripu-
lantes y velamen, como ya se explicó. Entre tanto el 12 del
mismo mes se embarcaron en Piura 1.800 infantes peruanos
al mando del general Neocochea para reforzar la ocupación
de Guayaquil, y el 16 el general La Mar partió también hacia
dicha ciudad. Más tarde, el 18 de mayo se daría un nuevo revés
para la escuadra peruana: la explosión de la fragata Presidente
en el puerto de Guayaquil. Este curioso hecho fue reseñado así
por José Manuel Restrepo:
772a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Valencia, 7 de
marzo de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 193. Carta del General José
Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 21 de marzo de 1829. Memorias del
General O´Leary. Tomo II, pp. 196 – 197. Carta del general Carlos Soublette al Libertador
Simón Bolívar. Caracas, 28 de marzo de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 84
773e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 247
479
la fragata con todos los aprestos navales que en ella existían, pues nada
se pudo salvar.”774
480
estos dos oficiales efectivamente tengan responsabilidad en los hechos,
como más adelante se deja entrever en otra carta de Flores a Bolívar del
24 de mayo de 1829 donde lo felicita por la explosión de la Presidente
(antes Prueba), lo que aparenta una intervención directa o interme-
diación del Libertador en lo ocurrido.”776
481
con la misma insistencia.778 El 19 zarpó la fragata Cundinamarca
de Cartagena con rumbo a Bocachica. Llevaba 524 tripulantes,
víveres para 610 hombres durante seis meses, 16.625 pesos, re-
puestos de todo tipo para una larga travesía, y sus tripulantes
habían recibido pagos adelantados. La fragata también llevaba
armamento ligero adicional a petición de su comandante, el
CN. Nicolás Joly, a fin de armar fuerzas sutiles.779
El 20 y 28 de junio el Libertador volvió a escribir a Páez
con insistencia que rayaba en desespero, solicitando el pronto
envío de las fragatas al Pacífico.780 Por su parte, Páez reportó en
cartas fechadas el 21 y 28 de julio, y 7 de julio, lentos avances
en los preparativos y retrasos vinculados a la demora en la lle-
gada de la Cundinamarca.781 Esta fragata zarpó de Santa Marta
el 1º de julio, y arribaría luego a Puerto Cabello tan dañada,
que no pudo ser enviada junto con la fragata Colombia y la cor-
beta Urica. Mientras esto ocurría en el norte, en el sur los dos
países en guerra firmaban un armisticio en Piura, que entre sus
condiciones incluía la devolución de la ciudad de Guayaquil a
Colombia, la suspensión del bloqueo de la escuadra peruana
a puertos colombianos y el compromiso peruano de devol-
ver las armas y buques capturados a Colombia cuando se hu-
biese firmado la paz definitiva.782 En virtud de este acuerdo,
778a Carta al General José Antonio Páez. Riobamba, 1º de junio de 1829. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. III, pp. 208 – 209 y Carta al General Rafael Urdaneta. Riobamba, 8 de
junio de 1829. Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. III, p. 213
779M “Marina de Colombia”. Gaceta de Colombia. Bogotá, 12 de julio de 1829. N° 421, p. 2
780o Documento 2032. Carta del Libertador Simón Bolívar al General José Antonio Páez.
Samborondón, 20 de junio de 1829 y Documento 2037. Carta del Libertador Simón Bolívar
al General José Antonio Páez. Campo de Buijó al frente de Guayaquil, 28 de junio de 1829.
Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
781a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 21 de
junio de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, pp. 199 – 200, Carta del General José
Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 28 de junio de 1829. Memorias del General
O´Leary. Tomo II, p. 201 y Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar.
Caracas, 7 de julio de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 203
782r Armisticio entre Colombia y Perú. López Domínguez, Luis Horacio (Compilador).
“Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 –
482
Guayaquil fue entregada al ejército colombiano el 21 de julio,
entrando a la ciudad el Libertador seis días después.783
Aunque la paz parecía estar llegando, en realidad la guerra
no estaba resuelta, y el envío de la escuadra seguía siendo ne-
cesario. En este sentido, la siguiente carta de Sucre a Bolívar
resulta muy elocuente:
483
expedición a las Antillas. Briceño Méndez además señala que
tomará 25 o 30.000 pesos de la renta del tabaco para poner-
los a bordo, y que la división naval pueda solventar cualquier
eventualidad.787 Respecto a la escasez de marineros, la historia-
dora Jane Lucas De Grummond nos dice que Clark y Swain
regresaron a Puerto Cabello con menos marineros de los que
necesitaba Beluche. Para finales de julio, la Colombia y la Urica
estaban listas para zarpar, pero Beluche quería esperar por
la Cundinamarca, la cual no llegaría hasta la tercera semana
de agosto, y cuando llegó, necesitaba tantas reparaciones que
Beluche no pudo llevársela. Transfirió entonces ochenta de los
tripulantes a la Colombia y la Urica y esperó alistar cien más en
Río de Janeiro.788
A propósito de la misión de los capitanes de fragata Clark y
Swain en Estados Unidos, la cual chocó con la estricta neutra-
lidad aplicada por el gobierno de ese país; debemos mencionar
otra dificultad más a la que debió hacerse frente, y que explica
en buen parte por qué no pudieron enrolarse más marineros.
En carta dirigida a Bolívar el 14 de agosto, el general Páez re-
porta que el día anterior tuvo noticia de que el CF. Clark había
sido arrestado, embargándosele los 15.000 pesos que llevaba
consigo para el enganche de marineros. El arresto se debió a
un juicio pendiente a causa de una demanda en su contra que
llevaba a cabo el Gobierno de Portugal, acusándole de ataques
a mercantes portugueses desde el tiempo en que Clark era cor-
sario al servicio de Buenos Aires.789 Esta dificultad, totalmente
inesperada, se unió a las de carácter interno que ya hemos ve-
nido exponiendo.
787a Carta del general Pedro Briceño Méndez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 26 de
julio de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, pp. 306
788e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., pp. 248 – 249
789a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 14 de
agosto de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 209
484
Justamente en busca de más marineros fue despachado el 10
de agosto, rumbo a Cumaná, el CF. Felipe Baptista. Finalmente
el 19 de agosto la Cundinamarca llegó a Puerto Cabello, pero en
pésimas condiciones. Ya desde finales de julio Páez había escrito
en varias oportunidades al Libertador que consideraba que la
Colombia y la Urica podían dominar solas el Pacífico, recomen-
dando no esperar a la Cundinamarca.790 Como ya dijimos an-
teriormente, con los tripulantes y armas de la Cundinamarca se
completó la dotación de la Colombia y la Urica.
Según las cartas de varios jefes las fechas varían, pero pode-
mos determinar que entre el 20 y el 25 de agosto zarparon de
Puerto Cabello la fragata Colombia y la corbeta Urica para em-
prender su larga travesía hasta Guayaquil. Informando de esto
y otros aspectos, escribió Soublette a Bolívar una interesante
misiva que vale reproducir para el lector:
485
mismo tiempo estamos en el deber de dar protección a una inmensa
costa. Lo que acaba de suceder en el Sur ha probado que no podemos
prescindir de la marina, y que si la hubiéramos tenido nos habríamos
ahorrado gastos y sacrificios. Digo todo esto, para recomendar a U. que
no abandonemos la fragata Cundinamarca.
Acabamos de saber el cambio ocurrido en el Gobierno peruano, que yo
considero obra de los amigos de U., y por lo mismo felicito a U. por el
triunfo más completo que podía U. apetecer, - el triunfo sobre la opi-
nión; confundidos en todas partes sus enemigos, y vengado U. de los
ultrajes que quiso hacerle el Perú, por el Perú mismo.
Santander llegó a este puerto en la Cundinamarca [preso tras el
atentado a Bolívar del 25 de septiembre y con la pena de muerte
conmutada por exilio], y en virtud de órdenes del Gobierno, se em-
barcó para Hamburgo el día 27 en un bergantín hamburgués llamado
María. El Coronel Joly, me dice que iba muy contento, porque se le de-
jaba en libertad, pero muy desesperanzado porque parece que no le gus-
taban las elecciones para el Congreso. Aquí no lo ha visto nadie, porque
se prohibió toda comunicación con la fragata hasta que se trasbordó.”791
486
Como comandante de la fragata Colombia estaba el Capitán
de Fragata Leonard Stagg, de nacionalidad inglesa. Stagg ha-
bía comenzado su servicio en la armada colombiana en 1822,
estuvo a bordo de la goleta Espartana en la Batalla del Lago de
Maracaibo y había ascendido a Capitán de Fragata en noviem-
bre de 1828. Al mando de la corbeta Urica estaba el Capitán
de Fragata Thomas Brown, escocés. Brown había participado
en el bloqueo de Puerto Cabello en 1823 y en la captura de
la corbeta Ceres en 1824, ascendiendo a Capitán de Fragata
al año siguiente. El segundo al mando de Brown y tres ofi-
ciales más también eran ingleses, siendo colombianos los sub-
alternos, entre ellos el Teniente de Infantería de Marina José
Antonio Cruz y su segundo, Francisco Suárez.794
Tras zarpar el 25 de agosto, a la Colombia y la Urica les espe-
raba un viaje de más de 12.000 millas, prácticamente circun-
navegando Sudamérica. Gran parte de la ruta era desconocida
para el general Renato Beluche, comandante de la expedición
y quizá el marino más experimentado y hábil de la armada
colombiana. Desde Puerto Cabello hasta Natal, los buques
debieron enfrentar vientos y corrientes en contra, mientras
bordeaban la costa caribeña y atlántica del continente. Ya a la
altura de Natal, en el noreste brasileño, la costa tuerce hacia el
sudeste y los buques pusieron proa al sur. El 31 de agosto, seis
días después de zarpar, el CF. Brown señaló a la Colombia que
la Urica estaba haciendo agua. El CF. Stagg lanzó un bote para
inspeccionar de cerca el casco de la Urica, descubriendo que la
misma hacía solo nueve pulgadas de agua por hora y no die-
ciséis, como Brown había declarado con gran alarma. En ese
momento, el general Beluche descubrió la aversión de Brown
a continuar la expedición y su opinión de que la guerra con
Perú era un error. Beluche incluso provocó a Brown diciendo
794d Ídem y Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López
y Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 171
487
que quizá deberían regresar a Cumaná, donde estaba la familia
de Brown.795 Esta actitud del CF. Brown originaría nuevos e
inesperados problemas a la expedición.
Mientras tanto, desde Caracas, el 14 de septiembre Soublette
dirigía una carta al Libertador, señalando la necesidad de po-
ner a punto a la Cundinamarca, agregando que habían rumo-
res de que España había invadido México. Por tal motivo, el
general guaireño insistía en habilitar la fragata y también la
corbeta Ceres. Declaraba también que consideraba posible que
Perú y Chile enviasen al Atlántico sus escuadras para auxiliar
a México, y que la Cundinamarca sería entonces un refuerzo
oportuno.796 Evidentemente, la guerra con Perú había hecho
tomar conciencia al liderazgo de la República sobre la impor-
tancia de la escuadra, así como la propia expedición al Pacífico
había estimulado una tímida recuperación del estado en que la
misma se encontraba. En la misma fecha, Páez también escri-
bió al Libertador; recordándole el penoso estado en que había
quedado la Cundinamarca en Puerto Cabello, y expresando
sus deseos de una pronta llegada de la Colombia y la Urica al
Pacífico.797 Por otra parte, el 22 de septiembre se había firmado
la paz definitiva entre Colombia y Perú, pero obviamente los
protagonistas de la travesía que narramos no podían saberlo.
Mientras que en la Colombia la situación se venía desarro-
llando de forma armónica, en la Urica la actitud de Brown
empezó a despertar las sospechas de los tripulantes colombia-
nos.798 Con viento favorable, los dos buques arribaron a Río
de Janeiro el 16 de noviembre, ochenta y tres días después
de salir de Puerto Cabello. Beluche contrató a todos los
488
trabajadores disponibles en el astillero a fin de reparar la Urica.
Cuando zarparon de nuevo el 28 de noviembre, la Urica ha-
cía solo pulgada y media de agua por hora, pero nueve días
más tarde, Brown reportó alarmado a Beluche que la nave es-
taba haciendo veintidós pulgadas de agua por hora. La Urica
había enfrentado vientos contrarios y corrientes, lo que había
ampliado la fuga en su casco. Luego Brown reportó fuga de
veintiocho pulgadas. Aunque la actitud de Brown, quien había
estado bebiendo fuertemente, causó malestar entre los oficia-
les subalternos colombianos, los marineros y los cien infan-
tes a bordo, guardaron sus impresiones y no dijeron nada a
Beluche. El comandante de la expedición dejó una gran can-
tidad de dinero a Brown para que reparara la nave y se separó
el 7 de diciembre, siguiendo hacia el sur, rumbo al Cabo de
Hornos.799 Los siguientes eventos en la Urica fueron todavía
más desafortunados.
De Grummond expone que el 14 de diciembre la Urica se
encontraba fuera de Río Negro, al sur del Río de la Plata, muy
cerca de donde se había separado la Colombia. Brown le or-
denó al TN. Pedro Lucas Urribarrí (comandante del bergan-
tín Confianza en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo) ir
por un piloto, quien reportó que la corbeta estaba haciendo
demasiada agua para entrar al río, y que no había astillero.
Continuaron y pocas horas después la Urica había encallado,
escorándose tanto que durante doce horas nadie podía estar en
cubierta. Brown entonces –quien seguía ebrio según el testi-
monio de los colombianos– ordenó que los cañones, gran can-
tidad de metal y munición, velas de repuesto y todo el equipo
restante fuera tirado por la borda sin boyas. Seis horas más
tarde la Urica estaba a flote, pero con el timón averiado, cuatro
pernos del timón aflojados, y parte del torno roto. El timón
489
fue reparado y la corbeta puso proa hacia el estuario del Río de
la Plata. Mientras que los oficiales colombianos creyeron que
irían a Montevideo por reparaciones, Brown les dijo que irían
a Río de Janeiro para una reparación completa, y que luego
regresarían a Puerto Cabello.
Llegado el 23 de diciembre, el Teniente de Navío Pedro
Lucas Urribarrí800, el Teniente de Fragata José Benito
Paredes801, el Teniente de Infantería José Antonio Cruz y el
Segundo Teniente de Infantería Francisco Suárez decidieron
rebelarse; dejando de lado la disciplina militar en nombre del
honor de la República, ya que a sus ojos Brown se estaba com-
portando como un traidor. Aunque desconocían exactamente
las instrucciones que Beluche había dado a Brown, sí sabían
que su comandante debía reparar la nave y seguir rumbo a
Guayaquil. Todo esto bajo las normas navales de la República.
Sólo después de una consulta con sus oficiales, y bajo circuns-
tancias extremas Brown habría podido ordenar el regreso; y
esa no era la situación. Por otra parte, la filtración de agua era
bastante aguda, por lo que la nave zozobraría antes de llegar a
Río de Janeiro. Los oficiales eligieron entonces amotinarse.
El teniente Cruz, vocero de los amotinados, se aproximó a
Brown y le explicó que regresar a Puerto Cabello sería una
deshonra, y que la nave no resistiría como para alcanzar Río
de Janeiro. Brown ordenó entonces el arresto de Cruz, enfure-
ciendo cuando su orden no fue cumplida. Brown disparó con
su pistola a Urribarrí, pero el arma no descargó. Brown disparó
una segunda vez, fallando su arma de nuevo. Entonces, el te-
niente Paredes, líder del motín, ordenó no sólo el arresto de
Brown, sino el de todos los marinos extranjeros a bordo, los
cuales eran un tercio de la tripulación. Cuando Brown trató de
490
escapar del barco, Paredes le puso grilletes y lo obligó a revelar
dónde había escondido el dinero para las reparaciones. Luego,
los amotinados procedieron a redactar y firmar un manifiesto
en el que explicaban los motivos de sus acciones.802
Según el autor Isidro Beluche, el encallamiento de la Urica
fue provocado por Brown para sabotear la misión. Este mismo
autor nos cuenta que los amotinados firmaron su manifiesto
el 23 de diciembre de 1829 frente a Montevideo, acudiendo
luego a las autoridades locales para dirimir el asunto. Sin
embargo, las autoridades uruguayas se abstuvieron de invo-
lucrarse. Se limitaron a dar asilo a Brown y demás marinos
extranjeros y a auxiliar a los colombianos con las reparaciones
de la nave.803 En efecto, la Urica no habría podido llegar muy
lejos sin una reparación exhaustiva.804 Por su parte, el teniente
Paredes aceptó gustoso deshacerse de Brown y de los demás
tripulantes que le resultaban de nula confianza.
Dejamos entonces a la Urica en Montevideo y seguimos
con nuestra narración el derrotero de la Colombia, que había
seguido su travesía el 7 de diciembre. Tras desmontar la arti-
llería y trincar los 64 cañones, la fragata remontó el Cabo de
Hornos. Fue una jornada temeraria, en un mar dominado por
sistemas de baja presión, con tormentas de gran intensidad, ca-
racterizadas por vientos de 40 a 50 nudos y estados de mar en-
tre siete y ocho. No cabe duda de que ésta fue una gran hazaña
para la armada colombiana. La Colombia tenía por estribor al
Cabo de Hornos y por babor, en la lejanía, a la Antártida. Fue
la primera vez que marinos de la República de Colombia na-
vegaban por aquellas latitudes, en práctica circunnavegación
del continente sudamericano.
491
Según los autores Mariano Sánchez Bravo y José Gabriel
Vargas Molina805, el comandante original de la Colombia era
el Capitán de Navío Walter Chitty Gurling806, quien an-
tes de servir a la República de Colombia, había navegado las
aguas del Atlántico Sur, el Cabo de Hornos, el Estrecho de
Magallanes y el Pacífico Sur, sirviendo en la escuadra argen-
tina. En consecuencia, esta designación habría sido más que
lógica, puesto que ni Beluche ni los demás oficiales conocían
la zona. Sin embargo, el carácter tiránico y despótico de Chitty
provocó que fuese relevado del mando por el ya citado Capitán
de Navío Leonard Stagg.
Tras pasar el Cabo de Hornos, la Colombia entró al Pacífico
y llegó a la isla de Puná, en Ecuador, el 1º de febrero de
1830. Cinco días después el general Juan José Flores avisó al
Libertador de la llegada de la Colombia, y el 8 del mismo mes,
el buque fondeó en el río Guayas, 161 días después de haber
zarpado de Puerto Cabello. El Gobierno decidió ascender in-
mediatamente al siguiente grado a los veintiocho oficiales que
conformaban la tripulación de la Colombia, como justo premio
a su hazaña.
Fue ésta la última travesía del General de Brigada Renato
Beluche al servicio de la República de Colombia, pues declinó
la oferta del general Juan José Flores de quedarse en el sur y
regresó a Venezuela tras una temporada en el Istmo. También
fue la última hazaña de la armada colombiana, que vivió un
postrero momento de gloria antes de desaparecer junto con el
país que defendía. Por esos mismos días Venezuela avanzaba
en su separación, y pronto le seguiría Ecuador. Respecto a un
805á Sánchez Bravo, Mariano. “La fragata Colombia y su navegación por el pasaje Drake
en 1829” en Histarmar. Disponible en: http://www.histarmar.com.ar/Antartida/LaFragata-
Colombia.htm (Revisado On Line el 03 de agosto de 2015 a las 06:28 pm) y Vargas Molina,
José Gabriel. Historia Resumida de la Armada del Ecuador, pp. 90 - 92
806a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), pp. 26 - 34
492
balance general de esta compleja operación llevada a cabo por
la armada colombiana, nos parecen bastante acertadas las con-
clusiones de los autores ya citados José Gabriel Vargas Molina
y Eladio Jiménez Rattia:
493
preocupación permanente en las cartas de los jefes del Sur de la Gran
Colombia.
[…] independientemente de las causas que influyeron en la escasa
reacción naval grancolombiana, se denota una mayor vocación o acti-
tud marinera en la campaña peruana, amén de que la Gran Colombia
tuviese dos frentes navales abiertos, Atlántico y Pacífico, durante gran
parte de la Guerra con el Perú”809
494
pudo ser reparada y fue subastada hacia 1832. Por su parte, la
Colombia estuvo varios meses más en servicio en Guayaquil,
y actualmente sus cañones están exhibidos sobre soportes de
cemento frente al río Guayas, en la ciudad de Guayaquil.811
Un discreto testimonio de la última hazaña de la armada de la
antigua República de Colombia.
811t http://modelshipworld.com/index.php/topic/2578-fragata-colombia-new-info/
495
Índice
PRÓLOGO 11
INTRODUCCIÓN 15
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