Poder Naval de La República de Colombia 1823 - 1830 Tomo I

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José Gregorio Maita Ruiz

PODER NAVAL DE LA
REPÚBLICA DE COLOMBIA
1823 - 1830
- TOMO I -

C O L E C C I Ó N
Épica Naval Bicentenaria
PODER NAVAL DE LA
REPÚBLICA DE COLOMBIA
1823–1830
TOMO I
1.a edición Fundación Editorial El perro y la rana, 2022

© José Gregorio Maita Ruiz


© Fundación Editorial El perro y la rana

Coordinación Editorial
Armada Bolivariana - Dirección Naval de Educación

Revisión y corrección
Alberto Navas Blanco y Fernando Falcón

Diagramación:
Fundación Editorial El perro y la rana

Diseño
Héctor Reyes

Imagen de portada:
3ª Vista del Combate del 24 de julio del año 1823 en la laguna de Maracaybo al
mando del Benemérito General José Padilla se la dedica al teniente de navío Jayme
Brun. Posterior a 1823. Litografía de Langlumé, 45 x 64 cms. Colección Museo
Bolivariano, Caracas.

Hecho el Depósito de Ley


OBRA COMPLETA
ISBN: 978-980-14-5204-1
DL: DC2022001745

TOMO I
ISBN: 978-980-14-5205-8
DL: DC2022001740
PODER NAVAL DE
LA REPÚBLICA DE
COLOMBIA
1823–1830
TOMO I

José Gregorio Maita Ruiz


DEDICATORIA

Dedicado a la memoria del querido y admirado profesor


Francisco Javier Nieves-Croes Aguirre. Brillante académico,
convencido patriota, hábil negociador y defensor de nuestros
mares y fronteras, además de esclarecido asesor de nuestra
Armada Bolivariana.
Dedicado también a las personas que me han llevado hasta
este importante logro: Mi hermana, la Abogada Roymar
Susana Maita Ruiz; quien siempre ha sido mi apoyo moral y
material más firme desde que tengo uso de razón. Mi madre,
la también Abogada Maritza Ruiz Marrero; quien me enseñó
que los sueños se alcanzan luchando diariamente por ellos, tal
como lo he comprobado en el derrotero navegado hasta ahora.
Mi padre, el Profesor Roy Maita Villanueva, de quien aprendí
el gusto por la historia y el mundo militar, iniciando bajo su
impulso y guía, la travesía que me ha llevado a ser historiador
y oficial naval.
AGRADECIMIENTOS

Las grandes metas rara vez son producto de un esfuerzo es-


trictamente individual. Siempre hay personas, amigos, alia-
dos; que nos apoyan en el sendero para alcanzar un logro. Por
ello, es imprescindible agradecer a los que de una u otra forma
brindaron un apoyo decisivo para la materialización de este
trabajo.
En primer lugar debo agradecer a quienes me dieron las
primeras luces sobre el tema de investigación cuando apenas
me estaba aproximando al mismo, recomendándome fuentes
o compartiendo conmigo sus apreciaciones. Personas como el
capitán de navío Jairo Bracho Palma, y los licenciados Jonás
Estrada y Carlos Lindarte.
Un segundo grupo de personas también son acreedoras de
mi agradecimiento, por haberme asesorado y apoyado en los
trámites del permiso para cursar el Doctorado en Historia, im-
pulsar la aprobación final, e incluso ayudarme en los trámites
de inscripción. Serían la sargento segunda Delimar Cáceres, el
teniente de fragata Antonio Medina, la capitán de navío Gisela
García, el contralmirante Henri Angulo Arias, el vicealmirante
José Sequeira Do Sacramento y la licenciada Saibeth Aguilar.
Más tarde, colegas e investigadores, tales como el Lic.
Ramón Rivero Blanco, el Ing. Andreas Von Mach, el Dr.
Feliciano Gámez Duarte, el Dr. Fernando Falcón, el Dr. Jorge
Ortiz – Sotelo, el capitán de navío Luis Farage Dangel, el Dr.
Edgar Blanco Carrero, el MSc. Gonzalo Pulido Ramírez, el
Lic. Ricardo Antequera, el Lic. Jorge Berrueta, el Dr. Tomás
Straka, el MSc. Manuel Capote, el vicealmirante Eladio
Jiménez Rattia y el Prof. Miguel Prepo; me brindaron
diferentes y variados aportes para mi investigación. Desde
recomendarme fuentes, hasta sugerirme enfoques, o incluso
revisar partes determinadas de mi trabajo, apoyar la difusión
de esta investigación o conectarme con otros investigadores.
También debo agradecer a varios profesores que me apoya-
ron, y que con sus brillantes acotaciones me permitieron dar
los golpes de timón necesarios para conducir esta investiga-
ción hasta buen puerto. Serían el Dr. Rodrigo Fernández del
Río, la Prof. Anahías Gómez y el Dr. Alejandro Mendible.
Del Centro Nacional de Historia debo agradecer al Prof.
Pedro Calzadilla, así como a mis colegas y amigos Carlos
Franco y Neller Ochoa, quienes desde el inicio apoyaron esta
investigación.
Agradezco también a todo el equipo del Museo Bolivariano,
en Caracas; y del Museo Nacional de Colombia, en Bogotá,
por la receptividad ante mis solicitudes de información y los
datos brindados, así como también al Sr. Randall D. Fortson,
referencista del Navy Department Library, de la Armada de
los Estados Unidos.
No podía dejar de agradecer a mi tutor, el Dr. Alberto Navas
Blanco, quien desde el comienzo creyó en la viabilidad de este
tema de investigación y me guió en todo el proceso del docto-
rado; así como también el vicealmirante Jesús Martín Acevedo,
Director Naval de Educación, cuyas gestiones hicieron posible
la publicación de este trabajo.
Finalmente, y más importante, agradezco a Dios, sin cuya
voluntad no habría podido alcanzar esta meta.
PRÓLOGO

En vísperas de la celebración del Bicentenario de la Batalla


Naval del Lago de Maracaibo, se han programado activida-
des especiales para conmemorar y exaltar heroicas proezas de
nuestros próceres de la Independencia nacional, hombres y
mujeres con alto compromiso patriótico quienes recorrieron
en nombre de la libertad las rutas terrestres, marítimas, flu-
viales y lacustres de aquella América Meridional a la cual se
consagró en epopeya nuestro Libertador Simón Bolívar.
No fue otro su propósito sino el de luchar contra el colo-
nialismo español, que llegó al continente por mar, imperando
con férreo dominio, pero que gracias al coraje y espíritu in-
dómito de nuestros héroes y heroínas protagonistas de aque-
lla gesta emancipadora, también fueron expulsados por vía
marítima. Esta hazaña a la cual nuestra generación le corres-
ponde la responsabilidad trascendental de atesorar y defender,
se la ha denominado en la Armada Bolivariana: «Épica Naval
Bicentenaria».
En este contexto presentamos la obra Poder Naval de la
República de Colombia (1823-1830), el primero de los siete
libros de la Colección Bicentenaria; un trabajo extenso, pro-
fuso e inédito del Teniente de Navío José Maita Ruiz, quien
nos entrega una amena lectura a través de la que podemos en-
tender todo este proceso de adquisición de unidades de gran
porte, la nueva organización naval, la formación de los cua-
dros y los resultados concretos en el Mar Caribe y el Océano
Pacífico. Esta obra ensayística de corte histórico, profundi-
dad analítica y consagrable a los eventos de la Épica Naval
Bicentenaria, le dará la oportunidad al lector de comprender
11
cómo le fue posible a Colombia la Grande convertirse en el
Poder Marítimo que expulsó de nuestro territorio soberano al
imperio más poderoso de esa época.
Especial mención merece el autor, Teniente de Navío José
Maita Ruiz, a quien le debemos este trabajo de investigación
presentado como tesis doctoral en Historia, quien nos pro-
porciona detalles casi desconocidos hasta ahora y son verda-
deramente fascinantes sobre campañas enteras reveladas a la
luz del conocimiento, así como las propias imágenes de naves,
estandartes, insignias y uniformes, que nos permiten percibir
con mayor precisión una de las páginas más gloriosas de nues-
tra historia; escrita sobre el mar, con pólvora, salitre y honor.
Su investigación doctoral rompe la recurrente y cotidiana con-
sulta de una historiografía mayormente conservadora y a me-
nudo repetidora, que alimentó por mucho tiempo mitos sobre
nuestra epopeya, tales como: «todo se ha escrito ya sobre la
Independencia» o «todo se ha escrito ya sobre la Batalla Naval
del Lago de Maracaibo» … Estos mitos, reproducidos hasta la
saciedad, terminaron por convertirse en tamices que perturba-
ron la claridad y comprensión de nuestro glorioso pasado, el
cual sustenta la energía espiritual para labrar nuestro presente
y el puente que permita la consolidación del futuro.
Esta obra también representa una oportunidad de reflexio-
nar en relación a la importancia del dominio y control de nues-
tros espacios acuáticos y del compromiso heredado de nuestros
libertadores, para ejercer plena soberanía e indiscutible auto-
determinación como derecho universal. Adicionalmente el
lector podrá descubrir entre sus líneas, el inmenso potencial
de nuestras posibilidades como nación «también marítima», la
suprema importancia de una respetable, profesional y adies-
trada Armada Bolivariana, como factor disuasorio contra las
pretensiones de las potencias talasocráticas, empeñados hoy

12
como ayer, en intentar someternos a sus vilezas de explotación
inmisericorde o arbitraria.
Tengo el honor de presentarles el primero de los libros
de la Colección «Épica Naval Bicentenaria», uno de los va-
rios trabajos que integrarán esta Colección especial ani-
versaria, gracias a un trabajo en equipo conformado con la
Comisión Presidencial Bicentenaria, el Ministerio del Poder
Popular para la Defensa, el Ministerio del Poder Popular para
la Cultura, la Editorial El perro y la rana, y en consonancia
con el esfuerzo del Gobierno Revolucionario liderado por
nuestro Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana y Presidente Constitucional de la República
Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros; todos quie-
nes realizamos este esfuerzo mancomunado, convencidos por
hacer de nuestra historia la piedra angular de la conciencia pa-
triótica, dedicándonos a investigarla para resaltar su grandeza
y que ilumine perennemente nuestro derrotero.

Almirante Aníbal José Brito Hernández


Comandante General de la Armada Bolivariana

13
INTRODUCCIÓN

Es pertinente comenzar explicando que al escribir “República


de Colombia” nos referimos al Estado fundado por iniciativa
de Simón Bolívar y de muchos otros patriotas venezolanos
y neogranadinos, que existió entre 1819 y 1831. Su nombre
fue “República de Colombia”, tal y como consta en todos sus
documentos, incluida su Constitución y leyes fundamentales.
De manera pues, que no nos referimos a la actual República
de Colombia, que comprende básicamente los territorios de
la antigua Nueva Granada y es vecina de la actual Venezuela.
La República que protagoniza este estudio es popularmente
conocida como “Gran Colombia”, producto de una conven-
ción pedagógica pensada para que el lector con poco dominio
de la historia pueda diferenciar al Estado al que nos referimos,
de la actual Colombia. Ciertamente este no es el único caso
en el que la historiografía da un nombre un tanto arbitrario a
un Estado desaparecido, aún con pleno conocimiento gene-
ral de que su nombre oficial, o el nombre que le daban sus
contemporáneos, era otro. Ejemplos de esta situación serían
“Imperio Seleúcida” – que nunca fue usado en aquella época
–, o “Imperio Bizantino” – a pesar de que los contemporáneos
consideraron siempre a ese Estado como Roma.
Aún a riesgo de confundir al lector poco conocedor, elegimos
emplear el nombre oficial que el Estado ya referido tuvo real-
mente, es decir, “República de Colombia”. Consideramos que
el uso del auténtico nombre de aquella República desaparecida
contribuye a un conocimiento más preciso para el público gene-
ral, además de ajustarse mejor al rigor que la disciplina histórica
precisa. Es por ello que hablaremos de República de Colombia
15
o Colombia, para referirnos al Estado que nos ocupa. Hecha
esta aclaratoria, podemos empezar.
Batallas triunfales como Boyacá, Carabobo, Pichincha,
Bomboná, Junín o Ayacucho marcaron el fin del domi-
nio español en Sudamérica y sellaron las independencias de
las nuevas repúblicas de la región. Estas batallas fueron la
máxima expresión del poderío alcanzado por las fuerzas mi-
litares terrestres de la República de Colombia. Dichas victo-
rias, logradas por un ejército comandado por Simón Bolívar y
primordialmente venezolano por su composición en oficiales,
son hoy en día consideradas como propias por el actual ejército
venezolano, a tal punto que figuran en su escudo de armas.
Lamentablemente, gran parte de la producción historiográfica
no ha ahondado más allá de esta visión triunfalista, parte de la
historia oficial en las actuales repúblicas sucesoras de la anti-
gua Colombia.
Por otra parte, varios triunfos de la República de Colombia
en el mar, así como la diplomacia emprendida por este Estado
entre 1823 y 1830, constituyen indicios del poder naval que
dicha república comenzaba a acumular y que han sido poco o
nada estudiados. En efecto, tras el triunfo en la Batalla Naval
del Lago de Maracaibo en 1823, la escuadra colombiana tuvo
otras sonadas victorias, tales como la captura de la goleta espa-
ñola Ceres frente al puerto de La Habana en 1824, el Combate
Naval de Malpelo en 1828 frente a fuerzas peruanas, o la prác-
tica circunnavegación de Sudamérica entre 1829 y 1830.
La marina colombiana además proyectó operaciones para
apoyar a otros países hispanoamericanos en su independencia,
tal como el asedio del Castillo de San Juan de Ulúa en Veracruz
(México) en 1825 y la planteada expedición para liberar Cuba
y Puerto Rico, discutidas en el Congreso Anfictiónico de
Panamá. Se tienen datos también de una intensa actividad cor-
saria emprendida por Colombia en el Caribe, el Atlántico, y
16
las propias costas de la Península Ibérica, para forzar a España
a reconocer su independencia. Estos hechos son sólo algunas
señales de algo bastante más grande que lleva a preguntarse:
¿qué tan fuerte llegó a ser la antigua República de Colombia
en el mar?... Es decir, ¿cuán grande fue su Poder Naval?...
Esa es la interrogante que nos planteamos responder, a ni-
vel cuantitativo, y tanto o más a nivel cualitativo. Pretendimos
pues, hacer un estudio hermenéutico sobre los hechos históri-
cos, a fin de poder reinterpretarlos y tener una visión, al menos
aproximada, de cuán poderosa fue la Armada de la República
de Colombia entre 1823 y 1830. Cuánto influyó la misma
en las relaciones diplomáticas con los vecinos americanos, la
enemiga España, y las potenciales competidores, rivales y/o
amenazas; proyectando su poder e influencia más allá de sus
fronteras. También pretendemos responder cómo se dio este
desarrollo naval en Colombia, además de por qué se detuvo y
declinó el poder naval de esa República, al punto de que en la
actualidad es casi desconocido.
Comenzamos esta aproximación histórica en 1823, especí-
ficamente con la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, por ser
éste el enfrentamiento naval más importante y estudiado de
la guerra emancipadora, por ser la primera vez que Colombia
reunió una escuadra como tal para una batalla frontal con las
fuerzas navales españolas, y por ser el inicio del repunte del
poder naval colombiano. Sin embargo, de ninguna manera po-
demos considerar este momento histórico como el inicio de la
armada colombiana. Eso sería un grave error.
La República de Colombia no se “sacó del sombrero” una
escuadra en 1823. Por el contrario, en 1823 se vio materia-
lizado el trabajo y desarrollo de muchos años, desde 1811.
Muchos fueron los esfuerzos, los combates librados y la expe-
riencia acumulada por los comandantes y tripulaciones patrio-
tas en todos los años anteriores de guerra. Baste con recordar
17
solamente –para no extendernos– las expediciones libertadoras
de Los Cayos y de Jacmel en 1816, y toda la actividad naval
llevada a cabo desde ese año hasta 1823. Es por ello que dedi-
camos una parte importante del trabajo a los antecedentes de
la Armada de la República de Colombia desde 1816.
Los hechos hasta ahora señalados muy someramente, fueron
decisivos para la consolidación de la recién nacida República de
Colombia, para vecinos también recién independizados como
México, las Provincias Unidas de Centroamérica o Perú; para
futuros Estados hispanoamericanos aun no independizados,
como Cuba; y para la caída, surgimiento y consolidación de vie-
jas y nuevas potencias en el escenario caribeño y continental, ta-
les como España, el Imperio Británico y Estados Unidos.
En efecto, terminada ya en 1823 la guerra en territorios de
Colombia, la contienda contra España se desplazó a territorios
peruanos por el sur, y a las aguas del Mar Caribe por el norte.
Al consolidarse la República de Colombia como Estado fun-
cional, comenzó también –con mayor o menor formalidad– a
establecer relaciones con otros países también recién indepen-
dizados de España y aún en proceso de guerra, así como con
potencias extra regionales y ultramarinas, que seguían con mu-
cho interés las transformaciones que se estaban dando en el
escenario continental. En el epicentro de estas complejas re-
laciones de poder estaba desempeñando un papel estratégico
la Armada de la República de Colombia, puesto que era el
único instrumento del país para luchar la guerra con España
en el Mar Caribe y ejercer un liderazgo creíble ante México,
Centroamérica, Haití, y los independentistas cubanos y domi-
nicanos; además de ser la mejor herramienta para disuadir de
cualquier agresión a potencias ultramarinas y garantizar la se-
guridad nacional.
Fue a partir de 1823 y hasta 1830, que la República de
Colombia existió como un Estado plenamente funcional; ya
18
no como un ejército en campaña, sino como una República
que alcanza reconocimiento internacional, estableciendo rela-
ciones de igual a igual con potencias extranjeras y con otros
Estados latinoamericanos recién independizados, que costea
fuerzas armadas en proceso de profesionalización y que co-
mienza a definir su proyección de poder más allá de las fronte-
ras propias. Es en este período que se culmina la liberación del
Perú, que la suerte de Cuba y Puerto Rico estuvo muy cerca
de ser otro y que se dirimen relaciones de poder en el Caribe,
cuyo desenlace trajo consecuencias vigentes aún hoy.
Y sin embargo, la historiografía tradicional suele dar
por concluida la Guerra de Independencia con la Batalla
de Carabobo, o si acaso con la Batalla Naval del Lago de
Maracaibo, considerando la Campaña del Sur y la Campaña
del Perú como apéndices a la principal cadena de sucesos; y a
la República de Colombia como una etapa final del proceso
independentista, más que como el inicio de un nuevo país in-
dependiente, en el que se estaban trazando las líneas maestras
de lo que después serían cuatro repúblicas.
La historiografía militar y naval venezolana ha pasado por
alto el desarrollo naval de Colombia después de la Batalla
Naval del Lago de Maracaibo, prestando poca atención a las
complejas relaciones de poder que se dieron en la cuenca del
Caribe en el período señalado, y demostrado menos interés to-
davía en el hecho de que la República de Colombia fue un
actor principal en dicho escenario gracias a su armada. Este
verdadero agujero en la historiografía nacional no está para
nada separado del hecho de que en los siguientes dos siglos
de vida republicana, Venezuela, y también Nueva Granada,
hayan sido naciones con escasa conciencia marítima, logrando
repuntes muy breves de su poder naval.
Un punto de pertinencia y relevancia de esta investigación
es que esperamos coadyuve a crear conciencia marítima en la
19
Nación, rescatando una parte crucial de nuestra historia que
había sido mayoritariamente ignorada, demostrando que las
actuales Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá, tienen más
tradición naval de lo que hasta ahora se había pensado; y que
la seguridad y defensa de nuestro país no puede sustentarse sin
una adecuada dosis de poder naval, que garantice la soberanía
en los extensos espacios marítimos y fluviales de la República.
El método utilizado fue el explicativo, propio de la inves-
tigación documental teórica, descrito por Fidias Arias y Luis
Peña. Esto refiriéndonos específicamente a recopilar, procesar
y analizar la información. Además de este método clásico de
la investigación documental, se hizo uso de disciplinas auxi-
liares como la geopolítica y las relaciones internacionales o las
ciencias navales, y de técnicas particulares como el estudio de
piezas de museo. Esto a fin de poder llevar a cabo un trabajo
completo sobre el poder naval de la República de Colombia,
que comprendiera el estudio de la armada, el análisis geopo-
lítico y el estudio de las relaciones internacionales. Para poder
llegar a cumplir los objetivos trazados para esta investigación y
enfrentar el problema de que la mayor parte de los detalles
y aspectos técnicos no se han conservado completos o se han
perdido, se recurrió a la hermenéutica1 para poder “leer entre
líneas” los hechos y así alcanzar las respuestas a las interrogan-
tes planteadas. En general, cruzamos datos de fuentes biblio-
gráficas, con fuentes de primera mano de la época, para tener
una visión más clara de los hechos y aplicamos herramientas
de análisis internacional. Se trata pues de una metodología
que mezcló el clásico método de la historia con el análisis

16 “2. f. Arte de interpretar textos, originalmente textos sagrados. 3. f. Fil. En la filosofía


de Hans-Georg Gadamer, teoría de la verdad y el método que expresa la universalización
del fenómeno interpretativo desde la concreta y personal historicidad.” En Diccionario de la
Lengua Española. Disponible en: http://dle.rae.es/?id=LwUON38 (Revisado online el 26 de
diciembre de 2017, a las 08:59 am)

20
geopolítico2, la hermenéutica, las relaciones internacionales y
las ciencias navales.
A nivel teórico, nuestra principal referencia fue la obra de
Alfred Thayer Mahan Influencia del Poder Naval en la Historia
1660 – 1783, de la cual tomamos el concepto de “Poder Naval”
establecido por este autor norteamericano, reforzado por
las reflexiones de dos autores venezolanos: el capitán de na-
vío Armando de Pedraza y el contralmirante Julio Chacón
Hernández. Empleamos estos análisis sobre el poder naval, y de
los factores que lo determinan, para aplicarlo a la República
de Colombia, pudiendo entonces cuantificar el poder naval
que tuvo o pudo llegar a tener dicho país.
Otro basamento teórico clave que empleamos en el trabajo
es el del análisis geopolítico, llegando incluso a aproximarnos a
la visión estratégica que del Estado colombiano y de su tiempo
tenían los líderes de la aludida república. Concretamente,
se estudian las inclinaciones y/o concepciones geopolíticas
de Santander y Bolívar, precisando la inclinación marítima
o terrestre de cada uno, y reinterpretando así su dicotómica
relación no sólo como el conflicto entre el Santander neo-
granadino vs el Bolívar venezolano, el Santander liberal vs el
Bolívar conservador, el Santander civilista vs el Bolívar milita-
rista, o el Santander legalista vs el Bolívar popular, sino tam-
bién, posiblemente, el choque de un Santander talasocrático vs
un Bolívar epirocrático. Con esto se busca hacer un aporte en
la parte conceptual, pues la relación Bolívar-Santander no se
ha abordado en función de la dicotomía tierra-mar en la histo-
riografía neogranadina/colombiana ni venezolana.

26 Definiéndola como una ciencia que se ocupa del estudio de la causalidad espacial de los
sucesos políticos y de los próximos o futuros efectos de los mismos. Se nutre especialmente de
otras disciplinas de envergadura tales como la historia, la geografía descriptiva y la geografía
política. Disponible en: https://www.definicionabc.com/geografia/geopolitica.php (Revisado
online el 26 de diciembre de 2017, a las 09:08 am)

21
Comenzando con los antecedentes a esta investigación, tene-
mos que en la historiografía venezolana no existen obras espe-
cíficamente dedicadas al poder naval de la antigua Colombia;
sin embargo, se acercan bastante a este punto las obras La
Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia
y La Armada de Venezuela en la Guerra de la Independencia de
la historiadora Hadelis Jiménez López, el libro Guerra Gran
Colombia – Perú, 1828 – 1829. Impacto de las campañas nava-
les desarrolladas durante el conflicto del Vicealmirante Eladio
Jiménez Rattia; y el clásico de referencia obligatoria: Historia
Naval de Venezuela de Francisco Alejandro Vargas.
Por otra parte, la historiografía colombiana nos ofrece una
excelente obra que es un antecedente directo a este trabajo:
Acción de la marina colombiana en la guerra de independencia
1806 – 1830 de Leónidas Florez Álvarez; y también Bloqueo,
rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana
al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su his-
toria) de Enrique Ortega Ricaurte. De la historiografía ecua-
toriana podemos mencionar Historia Resumida de la Armada
del Ecuador de José Gabriel Vargas Molina. Otro trabajo digno
de ser mencionado como antecedente directo es Principales
naves de guerra a vela de la Gran Colombia, realizado por el
investigador Gerardo Etcheverry y publicado en el sitio web
especializado en historia naval española y latinoamericana
www.todoababor.es. Un trabajo a tomarse en cuenta es la te-
sis de la Dra. María Elena Capriles, titulada El corsarismo en
Venezuela. Corsarismo e insurgencia entre 1810 y 1829, que fue
presentada en la Universidad de Huelva en 2010. Por otra
parte, tres grandes estudios históricos navales constituyen una
referencia obligada, además de ser antecesores naturales del
presente, el cual aspiramos que venga a ser una suerte de con-
tinuación de los mismos en la línea histórica. Los tres trabajos
aludidos son: Demonios del Mar. Piratas y corsarios en Venezuela
22
1528 – 1727, de Luis Britto García; La aventura naval de la
Compañía Guipuzcoana de Caracas, de Gerardo Vivas Pineda;
y La Defensa Marítima en la Capitanía General de Venezuela
(1783 – 1813), del Capitán de Navío y Doctor en Historia
Jairo Bracho Palma
La historiografía española nos ofrece antecedentes intere-
santes, como por ejemplo la tesis doctoral de Feliciano Gámez
Duarte, titulada El desafío insurgente. Análisis del corso hispanoa-
mericano desde una perspectiva peninsular: 1812–1828 y presen-
tada ante la Universidad de Cádiz en 2014. En dicho trabajo
se exponen datos muy interesantes sobre la guerra de corso
desatada por Colombia contra España hacia 1826, y también
el trabajo de Serrano Mangas titulado “La Armada española
frente a la oleada de corsarios colombianos de 1826”. Pero aun
así, no hemos encontrado ninguna obra que se centre, tal como
el trabajo que presentamos, en estudiar el Poder Naval de la
antigua República de Colombia. También de España la reco-
pilación El Teniente General Don Pablo Morillo. Primer Conde
de Cartagena y Marqués de la Puerta 1778–1837 realizada por
Antonio Rodríguez Villa.
Además de las fuentes ya mencionadas, podemos mencionar
varios clásicos de la historiografía venezolana y colombiana,
escritos por autores muy cercanos en el tiempo al período es-
tudiado, a base de documentos de primera mano o que son
en sí mismas documentos de primera mano. De Venezuela
podemos mencionar las Memorias del General O´Leary, com-
piladas por su hijo Simón Bolívar O´Leary, y que constitu-
yen una extensa recopilación del archivo del Libertador Simón
Bolívar; además de las Obras Escogidas de Bolívar, recopila-
das por Vicente Lecuna. De Colombia –la actual– resaltan
Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional
de José Manuel Restrepo; Viaje por Colombia 1825 y 1826 del
marino y viajero sueco Carl August Gosselman, obra ésta que
23
constituye un excelente documento primario y que nos da una
visión detallada de la Colombia de 1825-6, además de uno de
los pocos informes detallados producto de testigos presenciales
acerca de la escuadra colombiana. Del mismo tipo de obra te-
nemos Viaje por la República de Colombia en 1823 de Gaspard-
Théodore Mollien, quien también brinda un relato presencial
de aquella época, y también del mismo estilo y época referimos
Viaje a la Gran Colombia en los años 1822 – 1823. De Caracas
y La Guaira a Cartagena por la cordillera hasta Bogotá, del via-
jero irlandés William Duane, además la obra Diario de un
Diplomático Británico en Venezuela, de Sir Robert Ker Porter.
En cuanto a hemerografía, se pudo contar con todos los nú-
meros de la Gaceta de Colombia, editada entre 1821 y 1830, la
cual era a la vez principal periódico del país y órgano oficial de
información del Estado. Esta publicación contiene abundan-
tes decretos, disposiciones, tratados internacionales firmados
por Colombia, discursos y proclamas de Bolívar y Santander,
informes de hechos bélicos y, desde luego, informes relacio-
nados con la Armada. Esta es una de las fuentes de la época
principales con las que podemos contar para abordar este
tema. También contamos con varios periódicos publicados en
Caracas en el período estudiado, tales como: El Colombiano y
El Constitucional Caraqueño, entre otros. Como complemento
adicional, se contó con algunas notas de prensa publicadas en
Estados Unidos y Europa sobre el tema de estudio.
Respecto a recopilaciones documentales más modernas, po-
demos mencionar De Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración
Latinoamericana 1826–1881 coordinada por Dolores Damarys
Cordero y Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá
preparada por Germán A. De la Reza. Entre otras recopila-
ciones, más antiguas en su fecha de edición y prácticamente
imprescindibles para este trabajo, podemos mencionar Fuerzas
Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio,
24
en sus tomos del 3 al 5; Cuerpo de Leyes de la República de
Colombia, que comprende todas las leyes, decretos y resoluciones dic-
tados por sus congresos desde el de 1821 hasta el de 1827, publi-
cada en 1840 en Caracas; y Origen y objeto de las reclamaciones
del Gob. francés de la Martinica contra la Marina de Colombia,
publicada en Venezuela en 1827. También podemos mencio-
nar ensayos que nos aportan análisis verdaderamente valio-
sos, tales como Relaciones Internacionales de América Latina de
Demetrio Boersner, Historia Diplomática de Venezuela, 1810 –
1830 de Fermín Toro Jiménez y El Régimen de Santander en la
Gran Colombia de David Bushnell.
Pasando a los centros de documentación e informa-
ción, podemos mencionar el Archivo General de la Nación
“Generalísimo Francisco de Miranda”, la Biblioteca Nacional,
la Biblioteca “CN. Armando De Pedraza” (especializada en te-
mas navales), la Biblioteca Central del Ministerio del Poder
Popular para las Relaciones Exteriores, la colección de piezas
del Museo Naval “Ana María Campos”, la Biblioteca Virtual
“Luis Ángel Arango” del Banco de la República (Colombia),
la colección de piezas del Museo Bolivariano, los archivos
digitalizados y colección online de la Biblioteca Nacional de
Colombia y del Archivo General de la Nación de Colombia.
Así, con fuentes bastante diversas, a las cuales les plantea-
mos interrogantes poco o nada formuladas por la historiografía
previa, pudimos llevar a término una investigación con la que
esperamos aportar nuevos datos, y sobre todo nuevas visiones
al período histórico de la mal llamada “Gran Colombia”. En
efecto, es momento de superar los conceptos y enfoques larga-
mente repetidos sobre la República de Colombia, abriéndonos
a considerar nuevos aspectos de su breve pero intensa e impor-
tante existencia, tal como el de su poder naval.

25
I

CONTEXTO MUNDIAL,
REGIONAL E INTERNO DE
COLOMBIA HACIA 1823
LO INTERNACIONAL está inherentemente ligado al estu-
dio de cualquier tema naval, y es que, como es extensamente
conocido, el mar ha constituido desde hace milenios un es-
pacio geográfico a través del cual las naciones interactúan y
se relacionan, en el cual comercian, intercambian productos y
cultura, y a través del cual también hacen la guerra. Es así pues
que este tema del Poder Naval de la República de Colombia
tiene una innegable inclinación hacia lo internacional. Es
por ello que antes de poder entrar en materia directamente,
desentrañar los datos desconocidos de su marina de guerra, las
campañas y batallas libradas y planeadas en el mar, y todo lo
demás que nos proponemos hacer; es pertinente que revise-
mos y dejemos bien claro el contexto general en el que nave-
garemos en las próximas páginas.
Concretamente debemos establecer este contexto en dos
ejes: la situación internacional hacia el año 1823, ya que es el
punto de la historia en que arranca nuestro trabajo, y una mi-
rada general a la evolución interna de Colombia entre 1823 y
1830, dando especial atención al funcionamiento de su sistema
político, sus fuerzas armadas y su situación financiera, para
entonces analizar qué potencialidades tenía aquella república
para convertirse en un poder naval, qué amenazas la obliga-
ban a ello y qué importancia tenía el desarrollo del poder naval
tanto para la seguridad y defensa de la propia Colombia como
el escenario regional.

29
A) Contexto internacional hacia 1823

El año de 1823 está marcado por una serie de hitos, tanto en


la dinámica interna de Colombia y su guerra de independen-
cia contra la ex metrópoli, como dentro de la propia España;
así en como en la dinámica internacional americana y euro-
pea. No fue sin justificación que se eligió este año como punto
de inicio de nuestro estudio. Primeramente debemos revisar
cómo se estaba desarrollando la guerra en las antiguas pose-
siones españolas en América, específicamente en los terri-
torios que se van agrupando como República de Colombia,
revisando luego el surgimiento de los nuevos Estados hispa-
noamericanos; y seguidamente la postura, maniobras e inte-
reses de Gran Bretaña y Estados Unidos, como principales
actores políticos al lado de la agonizante metrópoli española y
los Estados recién surgidos de ella.

a) Derrotas y retroceso de España

Como es conocido, en 1815 llegó al norte de Sudamérica


la Expedición Pacificadora comandada por el general español
Pablo Morillo, siendo ésta la mayor expedición militar en-
viada por la Corona española al continente. Aunque obtuvo
triunfos rápidos y fulminantes entre 1815 y 1816, tales como
la rendición de Margarita, Cartagena y Bogotá, logrando el
restablecimiento de la autoridad española en casi toda Nueva
Granada y Venezuela, salvo en los llanos de Casanare y Apure
donde operaron las guerrillas de Francisco de Paula Santander
y José Antonio Páez respectivamente; en 1820 la situación
había cambiado dramáticamente para España, y tres años

30
después el pabellón español desaparecería de todo el territorio
colombiano.3

1) Las derrotas de España hasta 1820


Con las Expediciones de Los Cayos de 1816, los patrio-
tas venezolanos y neogranadinos lograron la ocupación firme
e irreversible de la isla de Margarita, la penetración en el
oriente venezolano y luego, a partir de 1817, la ocupación de
Guayana, que se convirtió en la base de su poder. Tal y como
temió Morillo en 1816, la posesión de Guayana le permitió a
los patriotas innumerables ventajas estratégicas y económicas,
lo cual a su vez los puso en posición para desmontar todo el
dispositivo de control militar y político que los realistas habían
puesto a punto en Nueva Granada y Venezuela.
Tras los tropiezos de la Campaña del Centro en 1818,
Bolívar y el liderazgo patriota comprenden que Morillo ob-
tenía la mayor parte de sus recursos del Virreinato de la
Nueva Granada, y que para vencerlo en Venezuela, deberían
antes quitarle las tierras del Virreinato. Es así como inició la
Campaña de la Nueva Granada, que se coronaría brillante-
mente con el triunfo en la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de
1819, el cual provocó la huida del Virrey Juan de Sámano, y
la caída de Bogotá y el centro de la Nueva Granada en manos
patriotas.4
Fue la primera gran derrota española en territorios de la
venidera República de Colombia. Con mapa en mano, vemos
que al perder el centro neogranadino, los realistas quedaron
con diversas fuerzas aisladas entre sí: las del Istmo de Panamá,
las del sur neogranadino y Quito, las de la costa caribeña
neogranadina y las del centro-norte de Venezuela, siendo éstas

36 De Mier, José M. La Gran Colombia Tomo I, p. XXXVII


46 Carrera Damas, Germán, “Casos de continuidad y ruptura: génesis teórica y práctica
del proyecto americano de Simón Bolívar” en Las Independencias de Hispanoamérica, p. 586

31
las más poderosas. Este verdadero cataclismo para la Corona
española vendría seguido en 1820 por el Trienio Liberal, que
lejos de fortalecer al Estado español de cara al conflicto en este
lado del Atlántico, lo debilitó al dividirlo en facciones –libe-
rales vs. monárquicos absolutistas– que se ocuparon más de
combatirse entre sí que a los independentistas americanos.

2) El Trienio Liberal y su impacto sobre la guerra en América


Se conoce como “Trienio Liberal”, al período de tres años,
1820 – 1823, en el cual España volvió a ser una Monarquía
Parlamentaria regida por la Constitución de Cádiz de 1812;
esto en marcado contraste con el período de renovado abso-
lutismo de Fernando VII tras su regreso al poder en 1815 al
finalizar las Guerras Napoleónicas.
El 1° de enero de 1820 en Cabezas de San Juan, el coronel
Rafael de Riego se insurreccionó contra la Corona y reclamó
el restablecimiento del Constitución de 1812. En febrero se
unieron al levantamiento más unidades militares y el pueblo
madrileño también se sumó al movimiento. El 6 de marzo
Fernando VII restableció la Constitución de 1812 y manifestó
hipócritamente: “¡Marchemos todos francamente, y yo el primero,
por la senda constitucional!”5
Esta conmoción interna en España resultó de lo más opor-
tuna para las fuerzas independentistas, pues ocurrió cuando
unos 20.000 hombres estaban disponiéndose a embarcarse y
zarpar rumbo a América para el mes de junio. De hecho, el
mal estado de los buques comprados a Rusia, a bordo de los
cuales se transportaría a dicho ejército, fue el pretexto que en-
cendió la insurrección.6

56 Sanz, Victor. Nuevo bosquejo de la Historia de España, p. 225


66 Humbert, Jules. Historia de Colombia y de Venezuela. Desde sus orígenes hasta nuestros días,
p. 172

32
De esta forma, España no sólo no pudo enviar una pode-
rosa contraofensiva a América cuando más necesaria era, sino
que a su vez se vio dividida internamente. España vivía pro-
fundas contradicciones internas, de las cuales se aprovecharon
las otras potencias europeas y también los independentistas
americanos. Esta situación interna en España provocó dificul-
tades para abastecer a las tropas que combatían en América,
desmoralizando a jefes y subalternos por igual. Ante la falta
de directrices concretas, y con el pensamiento de que quizá el
restablecimiento de la Constitución de 1812 podría llamarse
de nuevo al seno del imperio a los insurgentes americanos,
Morillo cumplió la orden dictada e inició gestiones para lle-
gar a un armisticio con Bolívar.7 Sin extendernos en narrar los
pormenores de esta negociación – los cuales son bastante co-
nocidos – diremos que en Trujillo el 25 de noviembre de 1820
se firmó el Tratado de Armisticio y Suspensión de Armas en-
tre la República de Colombia y la Monarquía Española. Al día
siguiente se firmó el Tratado de Regularización de la Guerra
entre ambas partes. Se enterraba así, aunque fuese teórica-
mente, la “Guerra a Muerte” que se venía practicando por los
dos bandos desde 1813 al menos.
Ahora bien, ¿cuál fue el efecto de la firma de estos acuer-
dos?, ¿quién fue el beneficiario real de los mismos? Es justo
decir que a nivel militar tanto realistas como patriotas necesi-
taban un respiro y reorganizar sus fuerzas; sin embargo, mien-
tras que el tiempo corría en contra de los realistas debido a la
cada vez mayor degradación de las condiciones de sus hombres
y medios, y al escaso apoyo material y humano llegado de la
Península; los patriotas tenían el tiempo jugando a su favor,
pues venían acrecentando sus fuerzas y su poder mientras más

76 Toro Jiménez, Fermín. Historia Diplomática de Venezuela, 1810 – 1830, pp. 256 – 257

33
territorio controlaban, además de ir ganando reconocimiento
internacional.
Desde el punto de vista político, tenemos que los tratados de
noviembre de 1820, lejos de cumplir con la política del nuevo
régimen liberal español, fueron un reconocimiento “de facto”
de la condición de beligerantes de los independentistas colom-
bianos, lo que sin duda fortalecía su posición.8
Pero la consecuencia más importante y más interesante de
los Tratados de 1820 no ha sido demasiado divulgada por la
historiografía tradicional. La intención final del armisticio
firmado por Bolívar y Morillo en Trujillo era comenzar una
negociación a mayor escala entre ambas partes. Bolívar envió
en 1821 dos comisionados a España a negociar: José Rafael
Revenga, miembro del gabinete, y José Tiburcio Echeverría,
gobernador de Bogotá. Ambos delegados no fueron reconoci-
dos oficialmente por el gobierno español, y se les expulsó del
reino tras reanudarse la guerra en Venezuela y Nueva Granada,
además de que sus propuestas resultaron inaceptables para los
españoles.9
Casi en paralelo al armisticio y a la misión de Revenga y
Echeverría en España, Francisco Antonio Zea planteó al
embajador español en Londres, una propuesta en octubre de
1820. Dicha oferta incluía un pacto de alianza entre Colombia
y España para mutua defensa contra terceros, un mercado co-
mún, doble ciudadanía para los nacionales de ambos países,
se abría el sistema al ingreso de Chile y el Río de la Plata, y
se aceptaba el dominio español sobre México y Perú, además
del predominio de la “Madre Patria”10. La propuesta de Zea

86 Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Por un Gobierno Representativo. Génesis de la Repú-


blica de Colombia, 1809 – 1821, pp. 165 – 166
96 Humbert, Jules. Ob. Cit., p. 176
10A Agustín Sánchez, Andrés y Almudena Delgado, Larios. “España y las independencias
de sus dominios de ultramar, 1808 – 1823” en Las Independencias de Hispanoamérica, pp. 128 -
129

34
tampoco fue aceptada. El régimen liberal español no estaba
dispuesto a tales concesiones.
Mientras Revenga y Echeverría negociaban en España, la
guerra se reanudó. El 28 de enero de 1821 la Provincia de
Maracaibo, que había sido leal a España desde 1810, sancionó
un acta declarándose libre e independiente de la Península y
manifestando la intención de su pueblo de unirse a la República
de Colombia.11 Los patriotas no se negaron a auxiliar este
nuevo brote rebelde y así quedó roto el armisticio. En junio
de ese año el ejército español en Venezuela fue contundente-
mente derrotado en la Batalla de Carabobo, y para finales de
1821 solo Puerto Cabello y otras plazas costeras quedaron en
su poder. Por otra parte, se profundizaron los avances patriotas
en la costa neogranadina iniciados en 1820. Para mediados de
1822 los españoles habían sido casi expulsados totalmente al
mar. El Trienio Liberal no benefició en nada el trabajo de las
fuerzas militares españolas en el norte de Sudamérica.
Sin embargo, gracias a la habilidad e inteligencia del ge-
neral Francisco Tomás Morales, los realistas se apoderaron a
finales de 1822 de Maracaibo, amenazando con desencade-
nar una contraofensiva a gran escala, apoyada desde Cuba y
Puerto Rico, que llegara incluso hasta Bogotá, aprovechando
que tras la Batalla de Carabobo el grueso del ejército colom-
biano; con Bolívar, Sucre y otros destacados jefes a la cabeza,
se había desplazado al sur, donde ganaron las batallas de
Bomboná (7 de abril) y de Pichincha (24 de mayo), ocupando
en consecuencia todo el sur de la Nueva Granada y la anti-
gua Real Audiencia de Quito. De esta manera, cuando llegó
la “Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis”, España aún

11h https://es.wikisource.org/wiki/Acta_de_Independencia_del_Estado_Zulia y Meleán,


Jorge Sánchez. “28 de enero de 1821: el Zulia se declara libre e independiente del gobierno
español”. Disponible en: http://publicaciones.urbe.edu/index.php/academiahistoria/article/
viewFile/4460/5384 (Descargado On Line el 19 de agosto de 2016 a las 04:07 pm).

35
tenía una pequeña oportunidad de reemprender la lucha en el
norte de Sudamérica.

3) La “Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luís” y los nuevos


esfuerzos bélicos de España
Debemos volver nuestra mirada otra vez a Europa para
entender la Invasión de los “Cien Mil Hijos de San Luis” a
España y el fin del Trienio Liberal. La Santa Alianza, se sintió
amenazada por los sucesos acaecidos en España, y más cuando
en 1822 triunfaron los exaltados liberales en las elecciones. Así,
Francia, Rusia, Austria y Prusia, con la abstención británica,
decidieron enviar un cuerpo expedicionario francés a España12.
Francia, actuando con la tácita aprobación de Gran
Bretaña, y tras lo acordado con las otras potencias aliadas, in-
vadió España, lo que la historiografía española denomina la
“Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis”; teniendo como
principales objetivos la restauración de Fernando VII como
monarca absoluto, abolir la Constitución de 1812 y el régimen
liberal.13 La invasión fue bastante rápida y fulminante: el 7 de
abril de 1823 los franceses cruzaron la frontera en Bidasoa sin
previa declaración de guerra, el 24 de mayo cayó Madrid, a co-
mienzos de octubre Cádiz y para finales de ese mismo mes ha-
bían caído Cartagena, Alicante y Lérida, en diciembre quedó
totalmente abolido el régimen constitucional y restablecida la
monarquía absoluta, llegando así a su fin el Trienio Liberal en
España.14
Naturalmente, la caída de los liberales marcó una nueva
etapa en la política americana de la Corona española. Esta vez
no se daría lugar a ninguna negociación con los insurgentes,
sino que se tomaría el camino de una confrontación total y

12S Sanz, Víctor. Ob. Cit., p. 227


13T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 253 – 254
14S Sanz, Víctor. Ob. Cit., p. 227

36
sin restricción.15 Afortunadamente para Colombia, la consu-
mación de la caída de los liberales y el retorno del régimen
absolutista se dieron cuando ya sus fuerzas navales habían ga-
nado la Batalla Naval del Lago de Maracaibo y ya había caído
el Castillo de San Felipe en Puerto Cabello, último bastión
español en su territorio. Sin embargo, como veremos más ade-
lante, éste no fue el final de la guerra contra España, ni en los
espacios los continentales de Sudamérica, ni en los espacios
marítimos del Caribe, el Atlántico y el Pacífico. España opon-
dría una férrea resistencia en Perú, movilizaría buques frente
a la costa pacífica sudamericana y reuniría tropas y buques en
Cuba para continuar su lucha.

b) Surgimiento de nuevos Estados en América y el rol de


Colombia

Evidentemente, a la par que España fue sufriendo derrotas


en los campos de batalla de América, fueron surgiendo y con-
solidándose nuevos Estados independientes. Unos, por su po-
sición estratégica, las relaciones entre su dirigencia y la Corona
española, su ideología, etc., tuvieron un conflicto emancipador
más corto y menos virulento. Otros, por las mismas variables,
vivieron un conflicto más largo y destructivo contra España.
A continuación repasaremos qué Estados habían surgido en
América para 1823 y veremos brevemente sus condiciones po-
líticas, económicas y militares; nos aproximaremos a una vi-
sión general de la guerra entre España y los nuevos Estados
entre 1823 y 1830, y analizaremos la importancia estratégica
que tuvo Colombia en esta guerra de escala continental.

15A Agustín Sánchez, Andrés y Almudena Delgado, Larios. Ob. Cit., p. 138

37
1) Estados surgidos de la Monarquía Española hacia 1823
Para 1823 existen ya en América nuevos Estados surgi-
dos de los imperios español, portugués y francés con mayor
o menor grado de consolidación. En 1804 había nacido la
República de Haití, la cual para 1823 superaba las luchas in-
testinas unificándose bajo el liderazgo de Jean Pierre Boyer,
sucesor de Alexandre Petión; quien además había anexado el
Haití Español (actual República Dominicana) a su país en
1822, unificando la isla de La Española. Esta república de ex
esclavos no había sido reconocida por ningún país, enfrentaba
un virtual bloqueo comercial y temía seriamente una invasión
francesa, a la par que el Gobierno colombiano le marcaba cada
vez más distancia.
En julio de 1816 se había completado la independencia de
las Provincias Unidas del Río de la Plata, que para 1823 habían
perdido la banda occidental, Paraguay, que formó una repú-
blica independiente ya en 1813; y la banda oriental, Uruguay,
que había sido ocupada por los portugueses y sería heredada
por el nuevo Imperio del Brasil. En abril de 1818 completó
su emancipación la República de Chile, que para 1823 seguía
ayudando a la independencia del Perú y manejaba una flota
respetable en el Pacífico sur, estando a su vez segura gracias a
su remota posición geográfica. La República de Colombia se
formó legalmente entre 1819 y 1821, completando para 1823 la
expulsión de los españoles de su territorio. En febrero de 1821
surgió el Imperio de México como país independiente, bajo
el mando del Emperador Agustín Iturbide; en 1823 Iturbide
fue derrocado y México se convirtió en república con el nom-
bre de Estados Unidos Mexicanos. En diciembre de 1821
surgió el fugaz Estado del Haití Español (actual República
Dominicana), el cual fue invadido y anexado por Haití en
enero de 1822. En septiembre de 1822 surgió el Imperio del
Brasil cuando el príncipe Pedro se alzó contra su padre, el rey
38
Juan VI de Portugal, convirtiéndose en el Emperador Pedro
I. Brasil entró a la comunidad internacional como socio de la
Santa Alianza y protegido del Imperio Británico, ocupando
además el territorio rioplatense de Uruguay, y despertando
los temores de sus vecinos. En junio de 1823, tras la caída de
Iturbide, surgieron las Provincias Unidas de Centroamérica,
producto de una reacción conservadora contra el nuevo régi-
men liberal mexicano. Finalmente, en Perú la guerra estaba le-
jos de decidirse, existiendo un gobierno republicano peruano
con un precario poder, que controlaba si acaso la mitad del te-
rritorio del país y que solicitaba desesperadamente el auxilio
de las repúblicas vecinas. El Virreinato del Perú era el centro
del poder colonial español en Sudamérica, sus grandes recur-
sos naturales y población le permitían a España, aún en 1823,
soñar con la posibilidad de una contraofensiva que barriera a
las repúblicas recién formadas en la región.16
Como veremos más adelante, por la virulencia de su en-
frentamiento con España, su posición céntrica en América y
su vecindad con Perú, además del poder y prestigio alcanzado
por sus líderes y su ejército, la República de Colombia estaba
llamada a seguir combatiendo en primera fila contra España,
mientras que en otras repúblicas, la guerra estaba terminando
o ya había terminado.

2) Visión general de la guerra en las ex colonias españolas,


1823 – 1830
Después de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, pode-
mos decir que la guerra en territorio colombiano propiamente
dicho se limitó al bloqueo y asedio de Puerto Cabello, que ter-
minó el 7 de noviembre de ese año. De esta manera terminó
la guerra dentro de las fronteras de la República de Colombia,

16T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 257

39
algo más que esperable tomando en cuenta la larga degrada-
ción a la que se vieron sometidas las fuerzas españolas al pri-
várseles del apoyo metropolitano.17 Sin embargo, esto no quería
decir que la guerra hubiese terminado, ni para Colombia, ni
para las demás repúblicas.
México aún enfrentaba la terca resistencia española en el
Castillo de San Juan de Ulúa, en Veracruz, desde el cual, y con
el apoyo de las fuerzas acantonadas en la cercana Cuba, España
amenazaba con una expedición que sometiera de nuevo el país.
Chile por su parte tenía buques y tropas implicados en la libe-
ración del Perú (parte de la fuerza multinacional del general
José de San Martín) y se esforzaba por capturar la fortaleza
española de Chiloé, desde la cual se amenazaban los puertos
chilenos y el tráfico por el Estrecho de Magallanes y el Cabo
de Hornos. El Río de la Plata tenía grandes fuerzas compro-
metidas en Perú con el general José de San Martín, al tiempo
que seguía expectante ante un posible ataque español y ade-
más la amenaza de un ataque brasileño en combinación con la
Santa Alianza.
De esta manera, tenemos que entre 1823 y 1830 las guerras
de independencia de Hispanoamérica tuvieron dos grandes
“Teatros de Guerra”18:

17I Ibídem., p. 279


18T Tomamos aquí el concepto de Teatro de Guerra, que data del siglo XX, para ayudarnos
a explicarle la situación estratégica al lector. Ofrecemos la siguiente definición de Teatro de
Guerra: “conjunto de espacios terrestres, marítimos y aéreos afectados por la guerra en cual-
quiera de sus formas. En ella ejerce su autoridad el mando supremo militar. Por exigencias
orgánicas, el teatro de la guerra se articula en teatros más reducidos, llamados de operaciones.”
Borreguero Beltrán, Cristina. Diccionario de Historia Militar, p. 327. Necesario también es
aclarar al lector que en ninguno de los dos “teatros” señalados por nosotros existió un Mando
Supremo o Conjunto, aunque es rescatable que en la guerra en Perú el Ejército Libertador
Unido (que agrupaba unidades colombianas, peruanas, chilenas y argentinas) si tuvo un
comandante único, Simón Bolívar; y que Bolívar dio al almirante peruano Guise, mando sobre
los buques peruanos y colombianos involucrados en la guerra. Por otra parte, en el “teatro” del
Atlántico-Caribe, Colombia y México trataron de coordinar sus esfuerzos, pero no lograron
operacionalizar acciones combinadas.

40
1ero, el “Teatro del Perú y el Pacífico”, donde Colombia de
manera protagónica, junto con fuerzas de Chile y el Río de
la Plata, apoyó a los independentistas peruanos en su lucha
contra las fuerzas virreinales. Este “teatro” se definió favorable-
mente para los hispanoamericanos con la Batalla de Ayacucho
el 9 de diciembre de 1824, aunque no finalizó allí.
En el Océano Pacífico las acciones de combate ocurrieron
desde el Cabo de Hornos y el Estrecho de Magallanes al sur,
hasta las costas de Guayaquil al norte. Este “Teatro de Guerra”
giró en torno a los envíos de tropas, armas y suministros desde
Colombia al Perú en buques colombianos, peruanos y chile-
nos. Los hispanoamericanos buscaron mantener abiertas es-
tas líneas marítimas de comunicación y capturar las fortalezas
costeras, como el Callao y Chiloé, mientras que los españoles
buscaron precisamente cortar dichas líneas y mantener en su
poder estas fortalezas. Podríamos dar por cerrado este “teatro”
con la caída de Chiloé en manos chilenas en enero de 1826
y con la rendición del Callao también en enero de 1826 ante
fuerzas colombianas, peruanas y chilenas.
2do: el “Teatro Atlántico-Caribeño”, con operaciones
desde Cayo Hueso al norte hasta las costas de Venezuela al
sur, y desde las costas mediterráneas de España al este hasta
Veracruz al oeste. Este “teatro” es quizá el menos estudiado y
donde la guerra se prolongó más tiempo. La historiografía tra-
dicional da por terminada la guerra en México con la caída
de San Juan de Ulúa el 23 de noviembre de 1825, y en ge-
neral en América con la caída de Chiloé y el Callao en enero
de 1826, pero la realidad es que la escuadra española merodeó
por aguas mexicanas y colombianas hasta 1827, y que unidades
navales regulares y corsarias, mexicanas y colombianas, opera-
ron en aguas peninsulares españolas hasta 1826 como mínimo,
teniéndose una última invasión terrestre española a México,
que terminó con la Batalla de Tampico el 11 de septiembre
41
de 1829. Este hito podría servirnos como referencia para
cerrar este “Teatro de Guerra”, pero debemos explicar que
España no firmó con México un tratado de paz hasta 1836,
y con la República de Colombia no llegó a firmar ninguno,
pues reconoció a Ecuador como país independiente en 1840, a
Venezuela en 1845 y a la Nueva Granda (ya rebautizada como
Colombia) en 1881. Es decir, hablamos del “Teatro de Guerra”
con mayor extensión geográfica, con más tiempo de duración
de sus operaciones (pues iniciaron en 1811 con el comienzo
general de los procesos de independencia) y quizá el menos
estudiado con rigurosidad.

3) Importancia estratégica de Colombia


Como el lector se dará cuenta, la República de Colombia
fue el único Estado hispanoamericano que después de 1823
participó simultáneamente en los dos “Teatros de Guerra” an-
tes expuestos, haciéndolo además de forma protagónica y no
secundaria. Esta es la primera razón por la cual podemos afir-
mar que Colombia tuvo una importancia estratégica de pri-
mera orden en las guerras de independencia contra España.
En efecto, debido a su posición céntrica en el continente ame-
ricano, la República de Colombia se vio obligada a combatir
en diversos “Teatros de Guerra” como actor principal, con lo
cual aseguró su propia independencia y la de sus vecinos.19
La importancia estratégica de la República de Colombia
no sólo se limitó a lo estrictamente militar, sino también a su
actuación en la política internacional. Colombia, al tener una
postura sólidamente republicana en sus líderes –a diferencia
de otros países donde se insinuaron formas de monarquía par-
lamentaria o se llevaron a cabo, tales como México, el Río de
la Plata o Perú–, al abrigar en su seno una gran cantidad de

19T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 321

42
población parda y negra que gracias a sus méritos de guerra
ascendió socialmente más que en los Estados vecinos, dando
lugar a una sociedad un poco más igualitaria y con voca-
ción claramente abolicionista de la esclavitud; y al extender
el Libertador Simón Bolívar un mensaje consistente de uni-
ficación continental, tomó un papel muy visible en la escena
internacional, llegando a inquietar a Gran Bretaña, Francia y
Estados Unidos, pues sus objetivos nacionales empezaron a
amenazar los de estas naciones.20

c) Apetencias y maniobras del Imperio Británico

Desde el siglo XVI Inglaterra había sido la gran rival de


España en la carrera colonial de América. Ya en el siglo XVIII
la rivalidad anglo-española se hizo más virulenta, dándose varias
guerras y conflictos menores entre ambas potencias, conflictos
a su vez agravados por la permanente alianza de España con
Francia –el gran rival de Gran Bretaña en Europa–, debido a los
Pactos de Familia entre las dos ramas de la dinastía Borbón.
En los primeros momentos de la Revolución Francesa,
España se vio obligada a ser aliada de Francia, a pesar de que
el régimen revolucionario había decapitado a la otra rama de
la familia real, pues no contaba con apoyo de ninguna otra po-
tencia para hacer frente a la Francia revolucionaria. En este
contexto se explica la actitud hostil de Gran Bretaña, mate-
rializada en acciones como los ataques al Río de la Plata en
1806 y el apoyo – más teórico que real – a los proyectos de
Francisco de Miranda. Sin embargo, con la invasión napo-
leónica a España en 1808 y la usurpación de su trono, Gran
Bretaña se vio obligada a ser aliada de España contra Francia;

20I Ibídem, p. 258

43
eso sí, manteniendo un doble juego que le permitió recibir a la
misión diplomática venezolana en 1810 y a tolerar que sus co-
merciantes vendiesen armas a los independentistas, acumulán-
dose una deuda nada despreciable a favor del capital británico.
Ya concluida la Guerra de Independencia Española, expul-
sados los franceses de la península Ibérica, y liquidado el impe-
rio napoleónico; Gran Bretaña miró al futuro con más claridad
y maniobró en la escena internacional. El Gobierno británico
se puso como meta evitar que surgiese una nueva potencia he-
gemónica en Europa que amenazara su vulnerable situación
insular. En paralelo, pragmáticamente se alió con las potencias
de la Santa Alianza (Francia, Prusia, Austria y Rusia), restau-
radoras del Antiguo Régimen; pero sin comprometer sus inte-
reses comerciales y su carrera colonial. Las independencias de
Hispanoamérica le abrían a Gran Bretaña la puerta a recursos
y mercados ambicionados desde hacía tres siglos.21
De esta manera, cuando en el Congreso de Verona de
1822, Austria, Francia, Prusia y Rusia decidieron intervenir
en España para poner fin al régimen liberal, Gran Bretaña se
abstuvo de apoyar tal intervención; conservando las manos li-
bres para su trato con los nuevos Estados que se formaban en
América.22 Esta acción de Gran Bretaña, como veremos más
adelante, fue coordinada en parte con Estados Unidos, que
también estaba interesado en establecer buenas relaciones con
los nuevos Estados de Hispanoamérica. De hecho, lo que hoy
en día conocemos como “Doctrina Monroe”, comenzó con
una propuesta británica a Estados Unidos, contenida en el
llamado “Memorándum Polignac”, en el que los británicos le
ofrecían a los norteamericanos suscribir una declaración con-
junta oponiéndose a cualquier proyecto de la Santa Alianza de

21I Ibídem, p. 252


22G Gil Fortoul, José. Historia Constitucional de Venezuela, Tomo Primero: La Colonia, La
Independencia, La Gran Colombia, p. 531

44
restaurar la autoridad española en América. Los norteameri-
canos rechazaron tal propuesta y su presidente, James Monroe,
pronunció el conocido discurso que dio lugar a la ya mencio-
nada doctrina. Estados Unidos tomó en solitario una bandera
que originalmente le había sido ofrecida por Gran Bretaña.23

1) Objetivos británicos en América


En la década comprendida entre 1820 y 1833, Gran Bretaña
llevó a cabo en América una serie de acciones que según el
autor Fermín Toro Jiménez, son reveladoras de sus objeti-
vos: En 1820, a través de Gregor Mac Gregor y con apoyo
en las autoridades de Belice y Jamaica, conquistó la Costa de
los Mosquitos en Nicaragua, y ofreció a España la compra de
las islas de la Bahía, en 1825 el Rey Mosco impuesto por los
ingleses fue coronado con la pompa y circunstancia de un so-
berano británico, que en caso de muerte transmitía su poder,
como Regente, al Gobernador británico de Belice, y en 1830
Gran Bretaña se apoderó por la fuerza de la isla de Roatán
para incorporarla al territorio de Belice. En 1828 la diplo-
macia británica creó la República Oriental de Uruguay como
solución a la guerra que Brasil y el Río de la Plata venían sos-
teniendo desde 1825 por dicho territorio; esta “solución” le dio
a los británicos libre acceso comercial al sistema fluvial Río de
la Plata –Paraná– Paraguay al internacionalizarse sus riberas.
En 1830 se concretó la desintegración de Colombia –según
Toro Jiménez con un rol principal de las intrigas británicas–,
lo que eliminó de la escena internacional a un Estado capaz de
oponerse a sus proyectos, y abriendo a sus exportaciones toda
la fachada meridional del Caribe. Finalmente en 1833 Gran
Bretaña ocupó las Islas Malvinas, obteniendo el dominio de
las rutas marítimas hacia el Cabo de Hornos.24
23T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 254
24I Ibídem, p. 253

45
¿Qué revelan estas acciones? Evidentemente Gran Bretaña
buscó colocarse ventajosamente en posiciones clave del con-
tinente americano para asegurarse acceso a recursos naturales
y mercados, en concordancia con el desarrollo industrial ca-
pitalista que estaba experimentando. Esta directriz estratégica
la obligaba entonces a tomar una posición bastante clara en
la escena internacional: no respaldar los proyectos de la Santa
Alianza respecto a América25, y reconocer a los nuevos Estados
surgidos en América para poder establecer relaciones formales;
es decir, establecer acuerdos comerciales ventajosos y cobrar las
deudas contraídas por dichos Estados con sus comerciantes y
proveedores de armas, pertrechos y buques.26

2) La deuda colombiana en Gran Bretaña, medio británico para sus


objetivos
Desde el inicio, la lucha por la independencia fue bastante
difícil para los patriotas. No sólo que su enemigo era mucho
más poderoso, sino que el propio territorio a liberar no alber-
gaba prácticamente ninguna instalación industrial de arma-
mentos. En la América Española prácticamente no existían
astilleros, diques secos, fundiciones de artillería, etc. Por todo
ello, los independentistas se vieron obligados a adquirir en el
extranjero las armas, pertrechos y buques que necesitaban para
la contienda.
Al casi no disponer de dinero, el liderazgo de la futura
República de Colombia se vio obligado a pagar sus compras
en especie, (con bienes como mulas, tabaco, cacao, etc., sobre
todo tras de la liberación de Guayana) o bien contraer emprés-
titos (mayormente en Gran Bretaña, el mayor centro finan-
ciero mundial) dando como garantías las riquezas naturales de

25G Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 534


26I Ibídem, p. 535

46
Colombia; y comprometiéndose a pagar una vez finalizada la
lucha o al menos ya consolidada la República.27
Más adelante explicaremos con detalle los empréstitos con-
traídos por Colombia ante el capital británico, y los efectos que
los mismos tuvieron sobre la estabilidad interna de la República;
y concretamente sobre el desarrollo de su marina de guerra. En
esta parte nos limitaremos a explicar que habiendo Colombia
conquistado por sí sola su independencia y más bien habiendo
ayudado a países vecinos a conquistar la suya, y teniendo su li-
derazgo político y militar una postura irreductiblemente repu-
blicana y anti colonial, sólo un punto débil ofrecía la República
de Colombia en la arena internacional, vulnerable a presiones de
una potencia extranjera: sus deudas.
En efecto, la impagable deuda colombiana con el capital
británico no sólo comprometió su futuro desarrollo indus-
trial y comercial, además de debilitar sus fuerzas armadas; sino
que también fue el punto de presión sobre el cual actuó Gran
Bretaña para conducir a la República de Colombia en pro sus
intereses imperiales en la región. Incluso, podríamos decir,
como verá el lector seguidamente, que la crisis que terminó
disolviendo a esta República comenzó justamente por los pro-
blemas económicos originados por la deuda externa con Gran
Bretaña.28

27T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 279


28I Ibídem, p. 259-260

47
d) El rol de Estados Unidos

Estados Unidos nació tres décadas antes de que comen-


zaran los procesos de independencia en Hispanoamérica, lo
cual fue apenas una de las tantas ventajas que tuvo la nación
del norte respecto a sus vecinas del sur cuando comparamos
sus independencias. Estados Unidos tuvo apoyo directo de
Francia y España para su independencia, lo cual produjo que
su guerra emancipadora entrara en la agenda internacional
europea, dando como resultado que dicho conflicto se cerrara
con el reconocimiento formal de Gran Bretaña y de los de-
más países de Europa a su nuevo estatus de nación soberana.
En contraste, los Estados hispanoamericanos surgen de una
conmoción en España y en toda Europa, a la vez que los regí-
menes republicanos que adoptan son vistos con repulsión por
las potencias de la Santa Alianza y que el rey Fernando VII
mientras vivió no estuvo dispuesto a asumir la derrota de sus
armas en América, retardando el reconocimiento de las inde-
pendencias hispanoamericanas.
Para cuando la República de Colombia comienza a tomar
forma entre 1819 y 1821, Estados Unidos ha pasado ya la pri-
mera fase de su desarrollo como nación independiente. Ha
expandido su territorio al oeste con ocupación de tierras in-
dígenas, y comprado Luisiana a Francia en 1808; también ha
sobrevivido y vencido en la guerra con Gran Bretaña de 1812 –
1815, que más bien estimuló su desarrollo industrial y militar;
y justamente en 1819 compra Florida a España y firma con
ésta el Tratado Adams – Onís, mediante el cual fija sus fron-
teras, obteniendo salida al Pacífico a través de Oregón. Hacia
1822 Estados Unidos comienza a manifestar con más firmeza
sus posturas en la escena internacional y reconoce a los nuevos
Estados hispanoamericanos, iniciando con Colombia, Chile y
el Río de la Plata. Ya para 1823 hace pública su posición de
48
no permitir la recolonización europea de América: la llamada
Doctrina Monroe.
Estados Unidos tuvo entonces ventajas de su anterior naci-
miento, de su rápido desarrollo industrial, de sus coincidencias
con Gran Bretaña en cuanto a principios políticos liberales y,
desde luego, debido a su posición geográfica de vecindad in-
mediata con las tierras del ex imperio español. Revisaremos
pues qué objetivos tenía el Gobierno norteamericano en la re-
gión y cuál fue el impacto de la Doctrina Monroe.

1) Objetivos de Estados Unidos


Con el reconocimiento de las independencias de Colombia
y Chile, Estados Unidos le tomó la delantera a Gran Bretaña
en cuanto a las relaciones con Hispanoamérica, y eso a pesar
de que Gran Bretaña venía protegiendo, alentando y apoyando
subrepticiamente a los independentistas hispanoamericanos
desde fecha muy anterior a 1810. En efecto, con estos reco-
nocimientos (Colombia, Chile y el Río de la Plata en 1822, y
Brasil en 1825), y con la Doctrina Monroe, Estados Unidos
empezó a establecer un sistema americano de relaciones in-
ternacionales en el que buscó el liderazgo. Estados Unidos ar-
gumentó su política para con los nuevos Estados en el deseo
de establecer un sistema continental defensor de la libertad
y la forma republicana de Estado, en contraste con las mo-
narquías europeas; dejando muy clara su postura de rechazo a
los proyectos de la Santa Alianza, defendidos sobre todo por
Fernando VII de España y Luis XVIII de Francia.29
Ahora bien, ¿qué perseguía Estados Unidos con estas ma-
niobras?, después de todo ese país había guardado una estricta
neutralidad hasta 1820 al menos. Cuando revisamos su ac-
tuar en todo el período, nos damos cuenta que el Gobierno

29T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 259

49
norteamericano mantuvo su neutralidad mientras su poder
militar y económico hacia totalmente imposible un enfrenta-
miento contra España o una coalición de potencias europeas.
Además de eso, Washington necesitaba algo muy importante;
lograr avances territoriales sin llegar a conflictos armados
de dudoso desenlace. Este objetivo se cumplió primero con
la compra de Luisiana a Francia en 1808 y se completó con
el Tratado Adams – Onís en 1819. Otro asunto clave para
Estados Unidos era llegar a una relación de mutuo respeto
y entendimiento con Gran Bretaña, la mayor potencia na-
val del mundo y única con poder real para impedir cualquier
aventura militar europea en América. Estados Unidos logró
ese objetivo con el fin de la Guerra Anglo-Estadounidense
de 1812 – 1815.
Habiendo logrado el entendimiento con la ex metrópoli,
y las adquisiciones territoriales ansiadas, Estados Unidos
pudo entonces sentirse libre para entrar en la carrera con
Gran Bretaña por los recursos naturales y los mercados de
Hispanoamérica. En efecto, más allá del discurso de solida-
ridad republicana entre americanos, y repudio a las amenazas
de las monarquías europeas; el motor del cambio diplomático
realizado hacia los nuevos Estados se originó en el deseo de la
clase burguesa norteamericana de competir con Gran Bretaña
en el continente americano.
Aunque Estados Unidos se considerase aliado de Gran
Bretaña a nivel político-ideológico contra las monarquías
absolutistas europeas y en respaldo de las independencias de
las nuevas naciones, en el plano comercial aspiraba a com-
petir con Gran Bretaña en la América antes española. Esto
se comprueba de manera muy sencilla: lo primero que hizo
Estados Unidos con Colombia, y con los demás Estados recién
constituidos, fue negociar la firma de acuerdos comerciales

50
ventajosos donde se le concedía el trato de “Nación más favo-
recida”, ganándole así la delantera a los británicos.30
Por otra parte, y en concordancia con el objetivo de hegemo-
nía comercial, Estados Unidos buscaba ya en la década de 1820
establecer su hegemonía política en el continente americano.
La Doctrina Monroe, más allá de que aún Estados Unidos no
tuviese la fuerza militar necesaria para hacerla valer, establecía
un área de influencia exclusiva para sí, que comprendía prácti-
camente todo el continente americano y que además no estaba
sujeta a negociación con las potencias europeas. Como ex-
plicaremos más adelante, este objetivo chocaría frontalmente
con el ideal de una Confederación Hispanoamericana soste-
nido por el Libertador Simón Bolívar y por el Gobierno de la
República de Colombia.

2) Impacto de la Doctrina Monroe


Estados Unidos buscó configurar un sistema hemisférico
en el que tuviese la supremacía. La piedra angular de dicho
sistema fue el discurso pronunciado por el Presidente James
Monroe el 2 de diciembre ante el Congreso, base de lo que
se conocería después como la “Doctrina Monroe”; la cual ha
sido desde entonces un principio esencial de la política exte-
rior norteamericana, que mantiene el objetivo permanente de
la supremacía en el continente americano.31
El efecto inmediato internacional de la Doctrina Monroe
fue que puso firmemente a Estados Unidos, junto con Gran
Bretaña, en oposición a los proyectos de la Santa Alianza para

30I Ibídem, p. 350


31F Fragmentos del séptimo mensaje anual del Presidente de los Estados Unidos, James
Monroe, al Congreso norteamericano. 2 de diciembre de 1823 en De Panamá a Panamá.
Acuerdos de Integración Latinoamericana 1826 – 1881, pp. 43 – 44, “Monroe Doctrine 1823” en
American History. From Revolution to Reconstruction and beyond. Disponible en: http://www.let.
rug.nl/usa/documents/1801-1825/monroe-doctrine.php y Renehan, Edward J. Jr. The Monroe
Doctrine. The Cornerstone of American Foreign Policy, pp. 64 - 77

51
la América antes española. En consecuencia, las potencias alia-
das desistieron de sus ideas de apoyar a España en una gran
operación de reconquista de América. Incluso Rusia, quien con
más entusiasmo que nadie respaldó tales proyectos, varió sus
miras; tanto que el presidente norteamericano John Quincy
Adams dijo al Congreso que Rusia había ayudado a fijar una
política de contención respecto a las demás potencias europeas,
no quedándoles más alternativa que reconocer tarde o tem-
prano las independencias de los nuevos Estados de América.32
Este acercamiento ruso a las posturas de Estados Unidos llegó
incluso más allá, cuando el Gobierno norteamericano le pidió
al Zar que mediara entre Fernando VII y los Gobiernos de las
nuevas repúblicas, a fin de alcanzar la paz; todo con el objetivo
de postergar la ofensiva colombo – mexicana proyectada sobre
Cuba y Puerto Rico, aun en manos españolas.

B) Evolución política y militar interna de Colombia,


1823 – 1830

Habiendo revisado brevemente la situación internacional hacia


1823 en particular, y en general hasta 1830, llega el momento
de revisar qué ocurría dentro de las fronteras de la República
de Colombia a nivel político, económico y militar. Esto nos
dará el marco adecuado para explicar el desarrollo, auge y de-
clive del poder naval de Colombia la grande. Es oportuno se-
ñalar que tradicionalmente la historiografía ha interpretado a
la República de Colombia como un completo fracaso desde el
comienzo, pero cuando analizamos detenidamente su estruc-
tura institucional y el funcionamiento que la misma tuvo por
lo menos hasta 1828, nos damos cuenta que la República de

32G Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 535

52
Colombia no fue un Estado menos funcional que sus vecinos,
llegando incluso a superarlos en algunos aspectos.33

a) Situación política

Enlazando la situación política interna de Colombia con lo


expresado en la idea anterior del contexto internacional, po-
demos decir que la República de Colombia tuvo como líneas
generales de su política exterior: primero, la fijación de sus
límites geográficos con sus vecinos; segundo, lograr el reco-
nocimiento internacional (primordialmente España, Estados
Unidos y Gran Bretaña); tercero, levantar un sistema de alian-
zas con los recién creados Estados hispanoamericanos; cuarto,
establecer una relación pacifica con el Imperio del Brasil;
quinto, reunir en asamblea a los nuevos Estados para levantar
una Confederación Hispanoamericana (hecho consumado en
el Congreso Anfictiónico de Panamá); sexto, regular y defen-
der internacionalmente la guerra de corso emprendida contra
España y finalmente llevar adelante una política coherente
de empréstitos e inmigración selectiva desde Europa hacia su
territorio.34
Todo ello exigía primero tener un Estado bien formado con
instituciones sólidas y coherentes, solvente a nivel financiero
y dotado con unas fuerzas armadas adecuadas para su segu-
ridad, defensa y preservación del orden interno. Este proceso
de creación de la República de Colombia comenzó cuando el
Congreso de Angostura sancionó la Ley Fundamental de la
República de Colombia, el 17 de diciembre de 1819.35 Esta

33A Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Ob. Cit., p. 175


34T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 338 - 339
35V Véase: https://es.wikisource.org/wiki/Ley_Fundamental_de_la_Rep%C3%BAblica_
de_la_Gran_Colombia

53
ley estableció la unión de Nueva Granada y Venezuela en un
nuevo Estado republicano, y también que en enero de 1821
debería reunirse en la Villa del Rosario de Cúcuta un congreso
con representantes de ambos territorios para redactar la consti-
tución de la nueva república que se estaba proyectando. Dicho
congreso llegó a reunirse y redactó la llamada Constitución de
Cúcuta o Constitución de 1821. Es para nosotros necesario
revisar dicha constitución; las circunstancias en las cuales se
redactó y cómo funcionó la estructura institucional establecida
por ella. Con estas ideas en claro, podremos entonces estudiar
con mayor precisión las luchas políticas entre las diversas fac-
ciones que aparecieron en Colombia hasta 1830. Luchas que
como veremos más adelante, tuvieron incidencia en el desarro-
llo de la marina de guerra colombiana.

1) Un acercamiento a la formación constitucional de Colombia


No podemos comprender ninguna constitución sin primero
analizar las circunstancias en las que la misma fue redactada.
Debemos señalar que de acuerdo a la reglamentación elec-
toral aprobada por el Congreso de Angostura, entre el 7 de
agosto y el 11 de noviembre de 1820 se llevó a cabo la elec-
ción de diputados para el congreso que habría de reunirse en
Cúcuta a comienzos del año siguiente. De esta elección de-
bemos comenzar diciendo que el sistema electoral no varió
demasiado, siendo una elección censitaria, muy parecida a la
del Congreso de 1811; es decir con una nula participación de
los miembros de las clases más bajas y debiendo cumplir los
candidatos varios requisitos que los ubicaban entre las capas
medias y altas de la sociedad. Otra particularidad de esta elec-
ción, y que resultaría grave a largo plazo, es que para finales
de 1820 vastos territorios de Venezuela y Nueva Granada aún
estaban en poder español, situación que además fue reconocida
por los líderes militares patriotas cuando firmaron los acuerdos
54
de noviembre de 1820 con el general Morillo. De hecho,
en paralelo a la elección de representantes para el Congreso
General de Colombia – que como dijimos habría de reunirse
el siguiente año en Cúcuta – realizada en los territorios libe-
rados; en las zonas todavía bajo control realista se llevaron a
cabo elecciones de diputados para las Cortes Generales que se
reunirían en España. Esto tras la jura de los ayuntamientos y
cabildos de la Constitución española de 1812, tal como lo or-
denó el régimen liberal de España.36 De esta manera, la repre-
sentatividad del futuro Congreso de Cúcuta se vio seriamente
comprometida.
Previendo esta situación, en el reglamento electoral elabo-
rado en Angostura, se especificó que los diputados elegidos no
sólo representarían a provincias determinadas, sino a la nación
entera, eligiéndose entonces en las provincias libres represen-
tantes que actuarían en nombre de las provincias aún bajo
yugo español.
El 6 de mayo de 1821, cuando se instaló el Congreso
General de la República de Colombia en la Villa del Rosario
de Cúcuta, acudieron al mismo 57 representantes de las 19
provincias, faltando así pocos diputados para completar los
dos tercios de quórum mínimo establecido por el reglamento.
Complicando la situación, antes de esta fecha murió Juan
Germán Roscio, Vicepresidente de la República, por lo que
fue nombrado en su lugar, por Simón Bolívar, Antonio Nariño,
héroe y líder más notorio de la primera fase de la indepen-
dencia en la Nueva Granada. Comenzó así el trabajo de este
cuerpo representativo popular.37
Ahora bien, ¿cuál fue de entrada la correlación de fuerzas
políticas en el Congreso de Cúcuta, tomando en cuenta la can-
tidad de territorios aún ocupados por los realistas?... Mientras
36A Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Ob. Cit., p. 168
37I Ibídem, p. 170

55
que tras la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819) la mayor
parte de la Nueva Granada había sido liberada, restando solo
la costa caribeña, el Istmo y zonas alejadas en el sur; para mayo
de 1821 en Venezuela, aun las regiones del occidente, centro
y norte seguían en poder del enemigo, por lo que ciudades de
primera importancia como Maracaibo, Coro, Barquisimeto,
Valencia, Caracas o Cumaná no pudieron participar en la
elección. Al momento de instalar el Congreso, había 44 dipu-
tados neogranadinos y apenas 27 venezolanos. De los diputa-
dos venezolanos, la mayoría eran militares, mientras que entre
los neogranadinos predominaban los civiles liberales, que de
inmediato tomaron el control del Congreso debido a su clara
mayoría, sobre todo luego del ascenso de Francisco de Paula
Santander a la vicepresidencia. De los legisladores civiles ve-
nezolanos sobrevivían apenas Fernando de Peñalver, Diego
Bautista Urbaneja, Pedro Gual, José Rafael Revenga y Luís
López Méndez, entre otros menos destacados. En el bloque
neogranadino resaltaban Francisco Soto, Vicente Azuero, José
Ignacio Márquez, Miguel Santamaría, Joaquín Mosquera,
José María del Castillo y Rada y José Manuel Restrepo, que
constituían el grupo fuerte de líderes civiles, acompañándolos
los militares José María Obando, José Hilario López y Tomás
Cipriano de Mosquera, futuros presidentes de la Nueva
Granada después de 1830.38
Las discusiones sobre la estructura del Estado mismo no
tardaron en llegar. La idea una República centralista fue de-
fendida por voces como las de José Manuel Restrepo (neo-
granadino), Pedro Gual (venezolano), Fernando Peñalver
(venezolano), Vicente Azuero (neogranadino) y Francisco
Soto (neogranadino), entre otros, argumentando la necesi-
dad de superar las diferencias regionales para crear un Estado

38T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 315

56
fuerte. Por su parte los federalistas tuvieron sus líderes en los
neogranadinos Antonio Nariño, quién propuso la creación
de la “República de los Estados Equinocciales de Colombia”,
máxima expresión del federalismo en Cúcuta; y José Ignacio
de Márquez, que argumentaron la necesidad de respetar la
diversidad geográfica y cultural, planteando imitar el sistema
federal de Estados Unidos. Al final, prevaleció el sistema
centralista, creando de entrada tres grandes departamentos:
Cundinamarca, Venezuela y Quito. El Congreso sancionó la
Ley Fundamental de los Pueblos de Colombia el 12 de julio,
el 30 de agosto la nueva Constitución y el 14 de octubre ce-
rró cesiones.39 Lejos de operar por consensos, el Congreso de
Cúcuta trabajó en torno a mayorías, pasando por encima de las
inconformidades de minorías que resultaron ser más fuertes y
persistentes de lo esperado.
Mención aparte merece el sistema electoral implantado, el
cual resulta bastante complejo, pero que nos resume muy bien
el historiador Ángel Almarza:

“El sistema electoral implementado sería de segundo grado, dividido


en la selección de electores en asambleas parroquiales y éstos a su vez se
reunirían en asambleas electorales para sufragar por los diputados pro-
vinciales, senadores del departamento, Vicepresidente y Presidente de la
República.
[…] las asambleas parroquiales existirían en cada parroquia sin im-
portar su población, y tendrían la obligación de reunirse cada cuatro
años. Estas asambleas estarían integradas por los sufragantes parro-
quiales, vecinos de cada parroquia, y serían presididas por su juez con
asistencia de cuatro testigos… Para participar, era necesario ser colom-
biano, estar casado o ser mayor de 21 años, propietario de alguna pro-
piedad valorada en al menos 100 pesos, o ejercer “algún oficio, profesión,
comercio o industria útil, con casa o taller abierto sin dependencia de
otro en clase de jornalero o sirviente”. El objeto de estas asambleas es

39A Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Ob. Cit., p. 172

57
seleccionar el elector o electores que correspondan al cantón, uno por
cada “cuatro mil almas”.
Para representar a la parroquia era necesario, además de los requeri-
mientos anteriores, ser vecino del sector, saber leer y escribir, mayor de
25 años, propietario de algún inmueble valorado en al menos 500 pesos
o gozar de un empleo de 300 pesos de renta anual, o “profesar alguna
ciencia o tener un grado científico”[…]
[…] en las asambleas electorales o de provincia se reunían los electo-
res nombrados por los cantones, y eran organizados por los cabildos de
las capitales provinciales… Cada provincia nombraría un represen-
tante por “treinta mil almas de su población”. Para ser representante de
una provincia se requiere haber obtenido la pluralidad absoluta, esto es,
un voto más sobre la mitad de todos los electores. Además de las cuali-
dades de elector, deberá ser natural o vecino de la provincia que repre-
senta, dueño de una propiedad valorada en 2.000 pesos, una renta de
500 pesos anuales, o “profesor de alguna ciencia”. Su permanencia en el
cargo era de cuatro años.
[…] cada departamento tendría 4 senadores, y el tiempo en sus fun-
ciones sería de ocho años. Los senadores tienen condiciones similares a
las de los diputados, pero con la variante de que deben ser propietarios
de bienes raíces valorados en 4.000 pesos. Para ser Presidente o
Vicepresidente de la República se necesitan las dos terceras partes de los
votos de los electores que concurrieron a las asambleas de provincia,
aunque la primera vez la elección quedaría en manos del Congreso.”40

Ya sancionada la Constitución, los debates, diferencias o


claros disgustos acerca de ella no terminaron, llegándose a te-
mer por parte de neogranadinos y venezolanos la colonización
de un territorio por el otro y defendiéndose con vehemencia la
necesidad de un vínculo más laxo de carácter federal.41
Aunque la Constitución de Cúcuta se redactó a partir de
la de Angostura, hizo mayor hincapié en cuanto a libertades

40I Ibídem, pp. 173 – 174


41G Guerrero, Carolina. “Los Constituyentes de la Unión Colombiana: una creación limi-
tada y menguada” en Procesos Constituyentes y Reformas Constitucionales en la Historia de Vene-
zuela: 1811 – 1999. Tomo I, p. 92

58
personales y limitaciones al Poder Ejecutivo. De esta manera
se entró en colisión con las posturas del Libertador,42 a pesar de
haber recogido la forma centralista de Estado. Cuando revisa-
mos los documentos de Bolívar, nos damos cuenta que sus crí-
ticas hacia la Constitución de 1821 fueron en aumento, hasta
llegar a la promoción a ultranza de la Constitución Boliviana y
el encendido debate previo a la Convención de Ocaña de 1828.
Si la máxima figura política de la República de Colombia fue
también uno de los primeros en cuestionar el contenido de la
Constitución de 1821, ¿qué tanto podía esperarse de otras au-
toridades y líderes?...43 Es destacable también comentar que la
Constitución de 1821 tuvo un marcado carácter anti esclavista
y laico, dando como resultado la Ley de Manumisión (19 de
julio de 1821), que sentó las bases para una abolición gradual
de la esclavitud; así como la eliminación del Santo Oficio o
Inquisición en el territorio de la República, un golpe definitivo
a la posición preeminente de control social que la Iglesia había
tenido durante el régimen colonial.44
No podíamos dejar de mencionar la inconformidad de la
municipalidad de Caracas, que llegó a jurar casi bajo protesta
la nueva constitución, siendo el argumento principal que di-
cha ciudad no fue representada en Cúcuta ya que estaba aún
bajo dominio español. Es decir, Caracas además de cuestionar
la nueva constitución por su carácter centralista, cuestionaba
también la propia legitimidad del Congreso que la había redac-
tado, y en consecuencia su deber de cumplirla. Este peligroso
ejemplo de Caracas para la estabilidad de la nueva república
fue imitado por otras ciudades venezolanas, como Valencia, al
avanzar la década de 1820.45 Aun así, con el juramento bajo

42G Guerrero, Carolina. Ob. Cit., p. 99


43S Siso Martínez, José Manuel. 150 años de vida republicana, p. 106
44Í Ídem, p. 106
45G Guerrero, Carolina. Ob. Cit., p. 93

59
protesta de Caracas, la inconformidad del propio Bolívar y el
mal sabor de boca de los líderes civiles venezolanos al ver re-
chazadas sus aspiraciones federalistas; comenzó a funcionar el
sistema de instituciones en Colombia.
Revisaremos ahora cómo empezó a funcionar el Poder
Legislativo, representado en el Congreso General de la
República de Colombia. El mismo tuvo cinco legislaturas a
partir de la sanción de la Constitución y la realización de elec-
ciones según lo que la misma establecía. Dichas legislaturas
fueron las de 1823, 1824, 1825, 1826 y 1827; siendo convocada
la de 1828 pero no pudiendo sesionar ya que no se completó
el quórum dado que la venidera Convención Constituyente de
Ocaña generó mayor interés nacional y terminó desplazando
al Congreso General.46
Justamente el 2 de abril de 1823, se reunieron en Bogotá
la Cámara de Senadores y la Cámara de Representantes, ini-
ciando sus sesiones el 8 de abril y terminado el 6 de agosto.
El venezolano Rafael Urdaneta fue el primer Presidente de la
Cámara de Senadores, mientras que el neogranadino Domingo
Caicedo fue el de la de Representantes. Esta primera legisla-
tura tuvo entre sus prioridades la organización de las Fuerzas
Armadas, así como la consolidación de la independencia.47
El historiador Ángel Almarza destaca que aún caracterizado
por intensas luchas de facciones políticas e intereses particula-
res, por enjuiciamiento de personajes públicos, y permanentes
temores hacia la acumulación de poder en manos de Bolívar, el
Congreso General de Colombia en sus cinco legislaturas re-
sulta una muestra de lo importante que fue en la República
de Colombia el sistema democrático representativo y cuan

46A Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Ob. Cit., p. 177


47I Ibídem, p. 183

60
vivos estuvieron estos principios políticos durante el período
estudiado.48
Pasemos ahora a ver cómo funcionó el Poder Ejecutivo.
Tenemos que Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander
asumieron funciones como Presidente y Vicepresidente de la
República, respectivamente, el 2 de octubre de 1821, sancio-
nando Bolívar la nueva Constitución el 6 del mismo mes. El
Congreso le otorgó al Libertador poderes especiales para que
pudiese continuar dirigiendo personalmente la guerra; es decir
poderes para tratar con las zonas insurrectas a la República o
aun en manos del enemigo, o para disponer de los territorios
que fuese liberando.49 Recordemos que para octubre de 1821
se acababa de ganar la Batalla de Carabobo, pero aún no se
completaba la toma de Cartagena, mientras que varias plazas
de la costa venezolana permanecían en manos españolas, a la
par que los territorios de la Real Audiencia de Quito y del sur
de la Nueva Granada. Antes de partir, Bolívar nombró al pri-
mer gabinete de Colombia, todos hombres de confianza suya:
Pedro Gual como Secretario de Relaciones Exteriores, José
Manuel Restrepo como Secretario del Interior, José María
del Castillo y Rada como Secretario de Hacienda y Pedro
Briceño Méndez como Secretario de Guerra y Marina. Confió
a Santander el ejercicio del Poder Ejecutivo y el 9 de octubre
salió para el sur a continuar la guerra.50
Revisemos con más detenimiento los poderes especiales que
el Libertador Presidente recibió del Congreso. Al respecto, el
historiador José Gil Fortoul nos comenta:

“[…] mayor importancia que la Constitución tienen los tres decretos


expedidos por el Congreso en 29 de septiembre y 9 y 10 de octubre [de

48I Ibídem, p. 186


49I Ibídem, p. 174
50 Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 473

61
1821] […] El segundo decreto confiere las más amplias facultades dic-
tatoriales al Presidente en campaña, Bolívar. Puede éste mandar las
armas en persona todo el tiempo que estime conveniente, quedando el
Vicepresidente encargado en la capital de las funciones del Ejecutivo;
puede aumentar el ejército en los lugares que vaya libertando; exigir
contribuciones en los mismos; admitir al servicio oficiales de cualquier
graduación y cuerpos enteros del enemigo; conferir grados y ascensos
militares, solicitando la aprobación del Senado “cuando sea posible”; or-
ganizar a su arbitrio los países que liberte; conceder premios y recom-
pensas a los pueblos o individuos que contribuyan al éxito de la
campaña; imponer penas a los criminales o desafectos, sin atenerse a las
formalidades rigurosas de la ley; conceder indultos, generales y especia-
les; “obrar discrecionalmente en lo demás de su resorte, según lo exija la
salud del Estado”.”51

En 1822 se triunfó en las batallas de Bomboná y Pichincha


–liberando el sur de la Nueva Granada y Quito–, y para finales
de 1823 la guerra en territorio colombiano había terminado,
como hemos venido explicando. Pero no así para el Libertador
Presidente, que se aprestaba a marchar al Perú a destruir las
fuerzas españolas allí acantonadas; en virtud de los acuerdos
de alianza firmados entre Colombia y Perú52 y de la solicitud
formal del Gobierno peruano de que acudiera personalmente
a dirigir la guerra, y dentro de lo establecido por los poderes
especiales que recibió del Congreso colombiano. Tras haber
enviado los primeros contingentes de tropas al Callao y al ge-
neral Antonio José de Sucre como ministro plenipotenciario, el
7 de agosto de 1823 se embarcó Bolívar en Guayaquil rumbo

51I Ibídem, p. 457


52T Tratado de Unión, Liga y Confederación perpetua entre la República de Colombia
y el Estado del Perú y convenio con el Perú sobre auxilio para la guerra de la independencia
en “Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811
– 1856” en Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_
Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)

62
al Callao, llegando a Lima el 1° de septiembre y recibiendo el
19 la autoridad suprema.53 De esta manera Bolívar se alejó más
aun del ejercicio del Poder Ejecutivo en Colombia, dejándolo
en manos de Santander, aunque dictando lineamientos y di-
rectrices desde Perú, por correspondencia.
En general, tanto Bolívar como Santander tuvieron que
prescindir o dejar de lado lo establecido en el texto constitu-
cional y gobernar de forma cercana a la dictadura, debido a las
exigencias de la guerra. Por ejemplo, el Consejo de Gobierno,
compuesto por los Secretarios de Estado y un miembro de la
Alta Corte de Justicia, tuvo funciones meramente consulti-
vas54, o que Bolívar delegó en intendentes y gobernadores ve-
nezolanos como Carlos Soublette, Juan de Escalona, Francisco
Rodríguez del Toro o Cristóbal de Mendoza, funciones civiles
y militares unificadas, pasando por encima de lo establecido
por la Constitución –que las separaba– al tener como priori-
dad consolidar la unión entre las regiones del país.55
El catedrático Fermín Toro Jiménez nos resume de la si-
guiente forma la gestión de Bolívar y Santander en este
período:

“Los rasgos más resaltantes del nuevo diseño político, plasmado o no


en la Constitución, fueron en esta ocasión: primero, el centralismo, no
sólo referido a la personalidad de Bolívar […]
Segundo, se adoptó el modelo centralizador de las Intendencias ame-
ricanas del Despotismo Ilustrado, conforme a la Ordenanza de los
Intendentes de Nueva España que, haciendo caso omiso de la ortodoxia
formal de la división de los poderes, puso en manos de los Intendentes,
simultáneamente, la máxima autoridad civil y militar, en contradic-
ción con el texto constitucional, que se legitimaba no sólo por la guerra
de liberación inconclusa, sino también como experiencia eficaz colonial

53 Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 490


54I Ibídem, p. 458
55T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 316

63
de concentración de poder, necesario para la naciente República, en
armas. Tercero, produjo una Vicepresidencia transformada por la au-
sencia de Bolívar, en campaña por el Sur, en un poder autónomo mane-
jado por la Oligarquía política de Cundinamarca. A pesar de ello, en el
Gabinete ejecutivo, las figuras claves en Interior y Justicia, Marina y
Guerra y Relaciones Exteriores, eran al menos en los primeros momen-
tos, allegados a Bolívar, como José Manuel Restrepo, Pedro Briceño
Méndez y Pedro Gual; luego, José Rafael Revenga y José María del
Castillo y Rada. Cuarto, el fundamento popular de la República se
hizo presente rápidamente. En las elecciones votó, a pesar del sistema de
sufragio censitario, el Ejército Libertador en pleno y se suprimió el sis-
tema según el cual los miembros de los Concejos Municipales se renova-
ban por sí mismos al concluir sus mandatos […]
Quinto, en lo económico significó el restablecimiento del sistema fis-
cal español, particularmente en cuanto correspondió a los monopolios
del Estado; sexto y último, se adoptó el recurso del endeudamiento ex-
terno para financiar los gastos de la guerra, lo que ató estrechamente la
República a los intereses británicos.”56

En 1825 se celebraron nuevas elecciones para la presidencia


y vicepresidencia. Mientras que Bolívar resultó electo con 583
votos sobre un total de 609 votos emitidos por los Colegios
Electorales; Santander obtuvo 286, seguido por Pedro Briceño
Méndez con 76. Sin embargo, en las provincias de Caracas,
Apure, Maracaibo, Coro, Mérida, Margarita y Rio Hacha,
Santander no logró ningún voto, a la vez que quedó en mi-
noría en las provincias de Cartagena, Santa Marta, Popayán y
Guayaquil.57 Este patrón de votos nos muestra como las grie-
tas del particularismo regional se estaban abriendo ya, revelán-
dose en esta elección en torno a la animadversión o simpatía
hacia Santander, expresada la primera en casi toda Venezuela
y la costa caribeña neogranadina, mientras que la segunda en
el centro neogranadino y Quito. Podríamos sintetizar con la
56I Ibídem, pp. 319 – 321
57A Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Ob. Cit., p. 185

64
siguiente cita de Gil Fortoul esta aproximación a la forma
constitucional –y su funcionamiento– de la República de
Colombia entre 1821 y 1830:

“En resumen, durante los diez años de la era colombiana, todo fue
provisional o condicional, inclusive la Constitución. De hecho, el
Ejecutivo se convirtió en dictadura, paliada por la relativa indepen-
dencia de los Poderes Legislativo y Judicial hasta 1828; dictadura ab-
soluta al disolverse la Convención de Ocaña. Formada Colombia por
hombres que debían, casi todos, su autoridad al prestigio conquistado en
los campos de batalla, el ejército fue necesariamente árbitro de sus des-
tinos. Mientras hubo guerra con el extranjero, hasta sellarse la libertad
del Perú, el ejército persiguió un propósito patriótico; pero enseguida sus
jefes fueron los más activos agentes de discordia.”58

2) Facciones políticas enfrentadas


La historiografía tradicional nos ha hablado de la República
de Colombia como un país desgarrado por divisiones inter-
nas, protagonizadas por diferentes facciones que se atacaron
con ferocidad hasta desintegrar aquel Estado. También ha sido
expuesto en incontables obras historiográficas que las diferen-
tes fuerzas políticas se agruparon en torno a dos personajes
visibles que las lideraron: Simón Bolívar y Francisco de Paula
Santander. Eso aunado a la pugna entre centralismo y fede-
ralismo, junto con los deseos separatistas de los venezolanos,
que al final fueron los que liquidaron la unión colombiana. En
resumen, se ha hablado siempre de dos facciones, una boliva-
riana y otra santanderista, y en función de esta bipolaridad se
ha articulado ese discurso historiográfico.59
Si bien el objetivo de este trabajo no es estudiar las lu-
chas políticas internas de la República de Colombia, resulta

58G Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 522


59S Sin Autor. “La Gran Convención de Ocaña de 1828. Un último intento por salvar la
unión colombiana” en Memorias de Venezuela, abril de 2009, Nº 8, pp. 8 – 9

65
necesaria una revisión y análisis rápido de las mismas, puesto
que tuvieron cierto impacto en el desarrollo y declive de la ma-
rina de guerra colombiana y del poder naval colombiano en
general entre 1823 y 1830.
Contrastando con el discurso historiográfico tradicional
que ya presentamos; consideramos más adecuado hablar de
dicotomías o relaciones dialécticas en el panorama político
colombiano entre 1821 y 1830. Estas dicotomías serían: neo-
granadinos vs. venezolanos, militares vs. civiles, centralistas
vs. federalistas, liberales vs. conservadores, y bolivarianos vs.
santanderistas60; las cuales se fueron desarrollando al avan-
zar la década de 1820, articulándose poco a poco en torno a
la fricción personal entre Bolívar y Santander, que explotó a
raíz del proyecto de cambio de la Constitución de 1821 por
la Constitución Boliviana de 1825. Estas dicotomías se hi-
cieron más visibles luego del estallido del movimiento sepa-
ratista venezolano conocido como La Cosiata –que además
nunca se enmarcó del todo en la bipolaridad Bolívar vs.
Santander–, y se manifestaron con su máxima fuerza en el foro
de la Convención de Ocaña, llegando finalmente a una espiral
de violencia inimaginable pocos años antes con la dictadura
de Bolívar de 1828 y el intento de magnicidio contra éste en
septiembre de ese año. Este proceso dejó casi liquidada a la
República de Colombia, que apenas pudo vencer a Perú en la
guerra de 1828–1829 y que no pudo detener el separatismo
venezolano en 1830. Evidentemente, la marina de guerra no
podía escapar de una crisis estructural de tal magnitud que
desintegró a la propia República.
Primeramente debemos acercarnos a la rivalidad entre ve-
nezolanos y neogranadinos. El insigne académico José Manuel

60C Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. “Veremos con la ayuda de Dios, suprimidas las
comandancias. Relaciones entre civiles y militares en la Gran Colombia” en El Desafío de la
Historia, Año 4, N° 29. Caracas, 2011, p. 51

66
Siso Martínez nos dice que el descontento caraqueño se
basó en que fue designada Bogotá como capital y Santander
como Vicepresidente, a la vez que se descartó el sistema fe-
deral, tan importante para los venezolanos desde 1811.61 Este
sentimiento fue reconocido por el propio Santander en sus
Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva
Granada, donde expresó que el sentimiento contrario de los
venezolanos lo motivó en principio a rechazar la vicepresiden-
cia de la nueva república.62 Así, cuando ocurrió la rebelión de
Páez en Venezuela, Santander escribió a Bolívar el 15 de julio
de 1826:

“Dos años hace que estoy hablando a V. del c1ub de Venezuela, como
de un agente que me hacía temer un desastre para la causa pública, y V.
recordará, que cuantas veces insistí en que viniera V. al gobierno, otras
tantas le hablaba de la enemiga mortal que me habían declarado algu-
nos venezolanos, que aunque de un número muy inferior respecto de la
población del departamento, era cabalmente el bando que se había apo-
derado ele la imprenta y oprimía la voluntad general. Nada de esto ha
debido sorprendernos, ni a V. ni a mí, porque desde Cúcuta hemos pre-
visto esta guerra de localidad, ya porque era yo el segundo magistrado
de la República, y ya porque Bogotá debía ser la capital provisional de
Colombia.” 63
El historiador Tomás Straka nos comenta más sobre este
club al que Santander se refirió. Explica que se trata de una
suerte de “segunda generación” de líderes independentistas que
defendieron a ultranza el liberalismo y que llegarían al poder
a mediados del siglo XIX, pero que hicieron su entrada a la
escena política hacia 1822, llamándose “Club de Caracas”.
Herederos del liberalismo de Cádiz de 1812 y simpatizantes
61S Siso Martínez, José Manuel. Ob. Cit., p. 107
62S Santander, Francisco de Paula. Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la
Nueva Granada, p. 12
63S Santander, Francisco de Paula. Carta confidencial del Vicepresidente de la República de
Colombia al Libertador Presidente de la misma, sobre los sucesos de Venezuela en 1826, p. 3

67
del Trienio Liberal, se oponían a la unión colombiana por
nacionalismo, criticaron a la Constitución de 1821 por ser
centralista y conservadora y denunciaron el personalismo de
Bolívar al que llegaron a acusar de monárquico. Defendieron
también el federalismo, aunque más motivados por un viru-
lento sentimiento anti Bogotá que por verdadera convicción
ideológica. En sus publicaciones Santander es el gran villano.
Mucho de la construcción ideológica de este club sigue vi-
gente en Venezuela en el siglo XXI64, lo que nos da una idea
del alcance y poder de sus ideas en aquellos días. Baste decir
que en las elecciones de 1825 Santander no obtuvo un solo
voto del colegio electoral de Caracas y apenas uno de cinco en
el de Valencia.65
Por su parte, Fermín Toro Jiménez atribuye parte de este
choque entre neogranadinos y venezolanos al hecho de que la
antigua oligarquía del Virreinato se fue apoderando del po-
der republicano en Bogotá, desplazando a sus homólogas de
Caracas y Quito, potenciada en su meta además por la ausen-
cia de Bolívar.66 Otra parte de las causas se la atribuye al re-
greso masivo desde Cuba y Puerto Rico de emigrados realistas.
Esta élite retornada uniría sus intereses con ex jefes del ejército
–convertidos en latifundistas– y con comerciantes extranjeros
para conspirar contra la unión colombiana y hacerse con el po-
der en Venezuela; acercándose a su meta cuando captaron una
figura prominente y con un liderazgo capaz de enfrentar al de
Bolívar: el general José Antonio Páez.67

64L Linares, José Gregorio. “La traición a Bolívar” en Ámbito Cívico Militar, Edición Nº 45,
pp. 68 - 71
65S Straka, Tomás, “De la “República aérea” a la “república monárquica”. El nacimiento de
la república venezolana, 1810 – 1830” en Las Independencias de Hispanoamérica, pp. 427 - 428
66T Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 317
67I Ibídem, pp. 317 – 319

68
De nuevo recurrimos a Santander, quien en 1826 culpó, sin
mayor sutileza, a los venezolanos por la posible separación del
país. Así le escribió al Libertador el 15 de julio:

“[…] hoy complacíamos a los facciosos de Venezuela que se desesperan


por aparatar de si los efectos de mi permanencia en el gobierno; mañana
tendríamos que complacerlos, si solicitaban que se erigiese una monar-
quía; al otro día, si querían que se degollase a lodos los bogotanos, y en
una palabra, el gobierno, cualquiera que fuese, sería el juguete de las
voluntades caprichosas de estos perturbadores o de otros. ¿Podría tole-
rarse un estarlo semejante de cosas?”68

En las memorias de su choque con Bolívar, Santander


también apuntó como en Nueva Granada se fue asociando
Venezuela al personalismo de Bolívar que él denuncia y a
otros males:

“Ni el Congreso, ni aun el mismo Vicepresidente, les ofrecían espe-


ranzas de salvación. En un esfuerzo denodado veían sólo los medios de
contrarrestar a Bolívar. Así era que unos proponían el proyecto de rom-
per de una vez la unión de Colombia, y hacer revivir la República de
Nueva Granada, y otros trabajaban eficazmente para formar una re-
volución en la capital, y oponerse a la entrada del Presidente. La efer-
vescencia era general, y los ánimos estaban grandemente exaltados. La
revolución se habría verificado si Santander no se hubiera empeñado
en frustrarla. Y esta era la tercera revolución que impedía contra
Bolívar. Atajó la primera a su regreso del Perú en 1826, que intentaron
aprisionarlo; frustró la segunda en Enero de 1827, que se quiso procla-
mar la independencia de la Nueva Granada y su separación de
Venezuela y de la autoridad del Presidente.”69

68S Santander, Francisco de Paula. Carta confidencial… Ob. Cit., p. 4


69S Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias con el Libertador Bolívar,
p. 38

69
“Los cuerpos militares de Venezuela hicieron nuevas protestas de ad-
hesión y consagración a Bolívar, y vomitaron nuevas injurias contra
Santander.”70

Al mismo análisis llega el historiador colombiano Jorge


Pérez Villa, quien da un papel fundamental en la rivalidad
entre neogranadinos y venezolanos al juicio llevado a cabo a
Santander por el Consejo de Ministros, constituido por milita-
res venezolanos y en el que además se violó el debido proceso.
Este juicio causaría en los neogranadinos un profundo resen-
timiento hacia los venezolanos, especialmente los militares.71
Respecto al choque entre conservadores y liberales, tenemos
que el mismo comenzó y se centró en temas constituciona-
les; es decir la defensa o no de la Constitución de 1821 frente
al proyecto de establecer la Constitución Boliviana de 1825.
El historiador Alejandro Cardozo Uzcátegui analiza que el
establecimiento de la Constitución Boliviana de 1825 solo
podía hacerse con el respaldo irrestricto del ejército, el cual
era la principal base de apoyo con la que contaba Bolívar, y
al cual además él consideraba “incorruptible”, debido a su vi-
sión idealizada del mismo.72 Así vemos como la pugna entre
conservadores y liberales se articula con las otras mencionadas
al principio. Santander por su parte señaló en las ya referidas
memorias de su conflicto con Bolívar, el cambio ideológico
que el Libertador experimentó:

“[…] el tiempo, que purifica los hechos, modera los arrebatos de la


imaginación y presenta a los hombres en su verdadero ser, ha dejado
70Í Ídem, p. 38
71P Pérez Villa, Jorge. “La injusta detención de Santander en Bocachica” en Boletín Histo-
rial N° 172, Volumen 76. Academia de la Historia de Cartagena de Indias, Cartagena, abril de
2012, p. 35
72C Cardozo Uzcátegui, Alejandro. “Imaginario, símbolos y cultura políica de lo cívico-
militar desde la colonia hasta la fundación de la Patria (1769 – 1830)” en El Incesto Republicano.
Relaciones Civiles y Militares en Venezuela 1812 – 2012, p. 41

70
notar que el lenguaje del autor del discurso presentado al Congreso de
Guayana no es el de la Constitución de Bolivia y que la proclama ex-
pedida en 1821 para presentar a Colombia la Constitución de Cúcuta,
en nada se parece a la proclama del 28 de Agosto de 1828, en que se
anunció a los colombianos que la Constitución quedaba abolida. La
diferencia de estas piezas y de muchas otras de la propia mano, da mo-
tivo para sospechar que aunque el autor es uno mismo, sus afectos, sus
intenciones y sus ideas han cambiado.”73

En su análisis, Francisco de Paula Santander se aventuró in-


cluso a establecer hitos de ese cambio en Bolívar que él señala,
tales como la rebelión de Páez en Venezuela:

“Para nosotros es casi cierto que Bolívar no pensó en destruir la


Constitución colombiana y levantar sobre sus ruinas un Gobierno va-
ciado en la nueva Constitución de Bolivia, sino cuando vio en Venezuela
á Páez rebelado contra el Gobierno y en pugna a viva fuerza contra el
régimen constitucional. Por lo menos basta entonces se observó que
Santander, volviendo sobre sí y calculando lo que su patria tenía dere-
cho a esperar de él en un lance tan importante, empezó a mirar con
desconfianza la marcha del Presidente y á temer que sus miras no fue-
ran desinteresadas.”74

O la larga estancia del Libertador en Perú:

“Al viaje de Bolívar al Perú, para el cual impartió el Congreso su


permiso legal, atribuyen algunos patriotas el cambio de sus ideas políti-
cas, y se adelantan hasta lamentar la hora en que se le concedió tal li-
cencia. Los triunfos alcanzados en aquel país, los honores casi divinos
que le prodigaron en el Alto y Bajo Perú, los desmedidos encomios con
que los colombianos alabamos sus hazañas y los pérfidos consejos de
algunos traidores patriotas; dicen, trastornaron su cabeza y le hicieron
concebir el proyecto de dominar todos los nuevos Estados de Sur América
73S Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 9
74I Ibídem, p. 18

71
a expensas de sus libertades y también de su independencia. Nosotros,
sin avanzarnos a investigar si este proyecto fermentaba desde más
antes en la cabeza de Bolívar, o si lo concibió en el Perú, nos atrevemos
a afirmar que no fue precisamente su viaje al Perú el que produjo la
transformación que lamentamos sino la innecesaria prolongación de su
residencia en Lima después de la batalla de Ayacucho. La presencia de
Bolívar en el Perú el año de 1823 era indispensable para dar impulso a
la libertad de aquel país, amenazada de un formidable y ya victorioso
ejército de la anarquía y de las defecciones; pero su permanencia allí
después de haber tan gloriosamente llenado su misión, no era tan pre-
cisa como en Colombia. Disculpemos a los peruanos el que se hubiesen
arrojado en manos de una nueva dictadura no habiendo quedado un
español enemigo dentro de su territorio. El enajenamiento de sus agra-
decidos corazones, el prestigio del vencedor y las artes; con que éste supo
manejarse para adormecer la vigilancia patriótica debían obrar sin
obstáculo en aquella ocasión; mas ¿Cómo podremos excusar al Congreso
de Bogotá el que cerrando los ojos a los deseos de Bolívar no le hubiese
llamado decididamente en 1825 ó l826, cuando las cuestiones de las
elecciones constitucionales empezaban a agitar a Colombia? Puede ser
que no se hubiera atajado el mal que la acometía porque Bolívar hu-
biese rehusado venir a su patria, resistiendo su negativa de cuantas
razones le suministrara su fecundo ingenio. Sin embargo, hoy no la-
mentáramos con remordimiento la omisión de semejante paso. Sea,
pues, lo que fuere de acontecimientos que ya están fuera de la esfera del
poder humano, para nosotros es evidente que en el Perú tuvo origen la
desavenencia de Bolívar y Santander, y que desde allí se arrojó la man-
zana de la discordia, que no sólo debía desamistarlos, sino dividir a
Colombia, a Bolivia y al mismo Perú.”75

Llegando incluso a establecer enfáticamente el punto crítico


entre ambas posturas: la Constitución Boliviana.

“Digámoslo de una vez: el proyecto de Constitución que Bolívar tra-


bajó para la nueva República de Bolivia ha sido el origen de las des-
avenencias con Santander y de los escandalosos desórdenes ocurridos en
75S Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., pp. 18 – 19

72
Colombia en los años de 1826 y 1827. Por más que el nuevo legislador
acompañó su Constitución de un brillante discurso adornado con todas
las hermosuras que le sugirió su genio los hombres reflexivos no pudie-
ron cerrar los ojos a los principios políticos que ella contenía, ni a las
palpables contradicciones que había entre su parte dispositiva y el men-
cionado discurso. Reparaban que entre la Constitución boliviana y una
Constitución monárquica no existía otra diferencia real que la varia-
ción de las voces, porque un Presidente vitalicio, sin responsabilidad
alguna, con el derecho de nombrar su sucesor, y de destituirlo, era más
poderoso que un monarca de Inglaterra o de Francia. Observaban que
no obstante que en el discurso se aseguraba que el Presidente de Bolivia
tenía atadas las manos para hacer el mal y la cabeza cortada para pen-
sar en usurpaciones la Constitución le confería una autoridad extensa
sobre todos los ramos de la administración con la prerrogativa de no
incurrir en responsabilidad. Advertían que la composición del cuerpo
Legislativo introducía una .novedad que había escapándose a la sabi-
duría de naciones experimentadas y que participando del sistema cen-
sorio y tribunicio de Atenas y Roma, junto con otras funciones de las
Constituciones modernas, formaba un monstruo que debía alterar el
orden público.”76

En efecto, juzgando caduca y/o inadecuada la Constitución


de 1821, Bolívar promovió la que él mismo había redactado
para Bolivia en 1825. Santander y los liberales neogranadinos
la rechazaron tajantemente, quejándose del cambio operado en
el pensamiento del Libertador. Así, se formaron entonces dos
partidos opuestos; uno que apoya a Bolívar y otro a la institu-
cionalidad establecida.77 Si bien no es posible decir que todos
en el primer grupo fuesen venezolanos y militares, y que en el
segundo todos fuesen neogranadinos y civiles, en realidad ésta
fue la tendencia mayoritaria. Santander narró y resumió así la
situación:

76I Ibídem, pp. 19 – 20


77P Pérez Villa, Jorge. Ob. Cit., p. 33

73
“Bolívar, en vez de reprimir o siquiera desaprobar un movimiento
popular en Guayaquil, escribió oficialmente a las autoridades locales
enviándoles la Constitución boliviana, asegurándoles que en ella es-
taba consignada su profesión de fe política, y que era la que podía hacer
la felicidad pública. ¡Qué sorpresa no causó esta nota oficial en todos los
ánimos aun en los de hombres decididos amigos de Bolívar! […]
[…] él sabía que Bolívar había desechado con desprecio la invitación
que Páez le hizo en 1825 por medio de Antonio Leocadio Guzmán,
para que se apoderase del mando perpetuo, imitando a Napoleón cuando
regresó de Egipto a Francia, a cuyo efecto le escribió una larga carta en
la que se empeña en probar que Colombia se hallaba en iguales circuns-
tancias que el pueblo francés en tiempo del Directorio, y le promete el
apoyo del Ejército. Sabía, además, que Bolívar había denunciado una
carta que un extranjero le dirigió desde Europa provocándolo a que se
proclamase soberano de Colombia […]
[…] Santander reprobó con indignación todos estos actos ilegales y
declaró de la manera más solemne que no consentiría jamás en la des-
trucción del Código de la Nación, ni en la prematura y violenta convo-
catoria de la Convención, sino cuando no quedase un solo pueblo que le
ayudase a sostener las instituciones juradas. En público y privada-
mente, de palabra y por escrito, se mostró enemigo de toda innovación
que no estuviese fundada en las leyes fundamentales de la República,
censuró la Constitución boliviana, refutó todas las actas de Guayaquil,
Quito, Cuenca, Cartagena y Maracaibo, y procuró afirmar la opinión
nacional y levantar el espíritu público, desenvolviendo ello los princi-
pios de 1a verdadera libertad y los bienes del Gobierno popular, repre-
sentativo, electivo, responsable y alternativo.”78

Santander llegó a comparar a Bolívar con Napoleón y a los


bolivarianos con los bonapartistas.

“Entonces se vio hacer la pintura del Gobierno constitucional de la


República con los mismos negros tintes con que se hizo la del Directorio
de Francia por los que tenían interés en justificar la usurpación de
Bonaparte. No había vicio de que el Gobierno no estuviera inficionado:

78S Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., pp. 20 - 23

74
todos los males que la naturaleza de las sociedades, la infancia de un
estado, la guerra, la ignorancia u otras causas necesarias producen, eran
atribuidos a la Constitución, á las leyes y al Gobierno. La reforma se
predicaba como indispensable. Bolívar y su Constitución eran las úni-
cas áncoras de salvación, y el que lo contradecía o lo dudaba era deni-
grado con los epítetos de ingrato, pérfido, ladrón del empréstito y
enemigo del Libertador. ¿Habría sido posible, bajo tales auspicios, res-
tablecer la amistad entre los dos Magistrados, o siquiera conservar una
aparente buena armonía? De modo alguno […]
[…] Desde entonces ya no hubo sino dos partidos pronunciados el de
los constitucionales o liberales, que pertenecían a la causa sostenida por
Santander, y el de los bolivianos o serviles, que eran los que pedían fa-
cultades extraordinarias para Bolívar y la Constitución boliviana.”79

El choque entre conservadores que respaldaban a Bolívar, la


Constitución Boliviana y en general un Poder Ejecutivo fuerte;
contra los liberales que defendían a ultranza la Constitución
de Cúcuta, un Poder Ejecutivo limitado por el Legislativo y
garantías de derechos civiles, se combinó con los otros conflic-
tos y llegó a su máximo en la Convención de Ocaña.
Respecto a las desavenencias entre el liderazgo civil y el mi-
litar en la República de Colombia; tenemos que en un primer
momento, iniciando la década de 1820, se intentó cubrir la
misma con la creación de Jefes Civiles y Militares en los dis-
tintos territorios – sobre todo en la antigua Capitanía General
de Venezuela – fusionando así las autoridades civil y militar en
un solo cargo.80
El historiador Cardozo Uzcátegui analiza que cuando la
guerra llegó a su fin con la liberación del Perú, Bolívar no
vio otro instrumento más confiable para fraguar la unidad de
Colombia que el ejército que llevaba ya más de una década

79I Ibídem, p. 27
80R Rodríguez, Frank. “Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso
Constituyente de 1830” en Mañongo, N° 41, Vol. XXI, Julio – Diciembre 2013, p. 406

75
comandando; pues lo consideraba una noble maquinaria, lleno
de lealtad, ética, patriotismo, eficiencia y firmeza. Es decir, se-
gún Cardozo Uzcátegui, el Libertador tuvo una activa respon-
sabilidad en elevar a una posición política privilegiada a los
mandos del ejército, iniciando o potenciando así las fricciones
con el liderazgo civil.81 Bolívar más de una vez expresó su re-
celo hacia dicho liderazgo civil y centró toda su gestión de la
República alrededor del ejército.82
Esta preeminencia del “Bolívar general” sobre el “Bolívar
político y presidente” queda expresada claramente en el si-
guiente escrito del propio Libertador:

“Yo juré en el fondo de mi corazón no ser más que un soldado, servir


solamente en la guerra, y ser en la paz un ciudadano. Pronto a sacrifi-
car por el servicio público mis bienes, mi sangre, y hasta la gloria misma,
no puedo, sin embargo, hacer el sacrificio de mi conciencia, porque estoy
profundamente penetrado de mi incapacidad para gobernar a
Colombia, no conociendo ningún género de administración. Yo no soy el
magistrado que la República necesita para su dicha: soldado por necesi-
dad y por inclinación, mi destino está señalado en un campo, o en cuar-
teles. El bufete es para mí un lugar de suplicio. Mis inclinaciones
naturales me alejan de él, tanto más cuanto que he alimentado y forti-
ficado estas inclinaciones por todos los medios que he tenido a mi al-
cance, con el fin de impedirme a mí mismo la aceptación de un mando
que es contrario al bien de la causa pública, y aun a mi propio honor
[…] Si el Congreso General persiste, después de esta franca declaración,
en encargarme del Poder Ejecutivo, yo cederé sólo por obediencia; pero
protesto que no admitiré el título de Presidente sino por el tiempo que
dure la guerra, y bajo la condición de que se me autorice para continuar
la campaña a la cabeza del ejército, dejando todo el gobierno del Estado
a S.E. el general Santander, que tan justamente ha merecido la elección
del Congreso General para Vicepresidente, y cuyos talentos virtudes,

81C Cardozo Uzcátegui, Alejandro. Ob. Cit., p. 39


82I Ibídem, p. 43

76
celo y actividad ofrecen a la República el éxito más completo en su
administración.””83
En términos bastante duros se refirió Bolívar a la élite civil
de la República en carta a Santander:

“Por fin, por fin, han de hacer tanto los letrados, que se proscriban de
la República de Colombia, como hizo Platón con los poetas en la suya.
Esos señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos,
sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmente
está, y porque ha conquistado este pueblo de mano de los tiranos; porque
además es el pueblo que quiere, el pueblo que obra; y el pueblo que puede;
todo lo demás es gente que vegeta con más o menos malignidad, o con
más o menos patriotismo, pero todos sin ningún derecho a ser otra cosa
que ciudadanos pasivos […]
¿No le parece a usted, mi querido Santander, que esos legisladores,
más ignorantes que malos, y más presuntuosos que ambiciosos, nos van
a conducir a la anarquía, y después a la tiranía, y siempre a la ruina?
Yo lo creo así, y estoy cierto de ello. De suerte, que si no son los llaneros
los que completan nuestro exterminio, serán los suaves filósofos de la
legitimada Colombia”84

Citando estas mismas palabras, el historiador venezolano


Tomás Straka determina que con Bolívar comienza el pre-
torianismo y cierto populismo militar que ha pervivido en
Venezuela.85 Por lo que no podemos considerar este análisis
como exclusivo de la historiografía neogranadina.
En carta a Santander, fechada en Chuquisaca (Bolivia) en
noviembre de 1825, Bolívar expresó:

“Si por allá no hay más peligros urgentes, diga Vd. a mis amigos, que
serán los interesados en llamarme, que ya yo he hecho bastante por
Colombia; pero que haré infinitamente más si me dejan en libertad de

83G Gil Fortoul, José. Ob. Cit., pp. 472 – 473


84D De Mier, José M. Ob. Cit., pp. XLVIII – XLIX
85S Straka, Tomás. Ob. Cit., p. 454

77
obrar como yo juzgo que conviene […] Para nada sirvo en el interior
de Colombia, porque de un momento a otro puedo ser envuelto por una
facción, en tanto que, quedándome fuera, a la cabeza de un grande ejér-
cito, me hallo fuera del alcance de peligro y amenazo, por consiguiente,
con una fuerza formidable a los partidos criminales. Cuente Vd., siem-
pre y en todo caso, con 20.000 hombres a volar donde los llame la salud
de la patria. César en las Galias amenazaba Roma, yo en Bolivia ame-
nazo a todos los conspiradores de la América […]”86

Estas palabras nos dan una idea de cómo Bolívar se vio a


sí mismo como general y Presidente de Colombia. Más que
como un actor político convertido en Jefe de Estado, Bolívar
se piensa más como una especie de árbitro que, estando más
allá de las facciones políticas, vela por el bien de la República,
siendo justamente el ejército su instrumento para ejercer dicho
arbitraje. Su ejemplo de Julio César resulta también muy es-
clarecedor, y el mismo no podía sino exaltar los temores de los
más liberales, siempre recelosos de que un solo hombre acu-
mulara tanto poder en la República.
Sorprendente también resulta el texto de una carta dirigida
por Bolívar a Páez desde Lima, el 4 de agosto de 1826 –cuando
ya la rebelión de Páez ha comenzado y se ha extendido– pues
culpa al liderazgo civil.

“El ejecutivo guiado por esta tribuna engañosa (el congreso bogo-
tano) y por la reunión desconcertada de aquellos legisladores, ha mar-
chado en busca de una perfección prematura y nos ha ahogado en un
piélago de leyes y de instituciones buenas, pero superfluas por ahora. El
espíritu militar ha sufrido más de nuestros civiles que de nuestros ene-
migos: se le ha querido destruirle hasta el orgullo: ellos deberían ser

86B Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo V, Carta al General Francisco de Paula San-
tander. Chuquisaca, noviembre de 1825, p. 284

78
mansos corderos en presencia de sus cautivos y leones sanguinarios de-
lante de los opresores, pretendiendo de este modo una quimera […]”87

Y el 8 de octubre del mismo año escribió a Santander en los


siguientes términos

“El mal será irremediable, pero no será nuestro, será de los principios,
será de los legisladores, será de los filósofos, será del pueblo mismo; no
será de nuestras espadas […]”88

Es decir, Bolívar en su discurso libró de toda culpa al ejército


por la crisis política que padecía la República, mientras que
culpó de manera clara al liderazgo civil. Después de los sucesos
de La Cosiata en Venezuela en 1826, la confrontación entre el
liderazgo militar y el civil siguió incrementándose. El juicio del
oficial venezolano Leonardo Infante, condenado a muerte por
tribunales civiles, acusado del asesinato del teniente Francisco
Perdomo, fue un verdadero escándalo que sacudió la “opinión
pública” colombiana. Infante no sólo era un oficial carismá-
tico, sino que ostentaba haber salvado la vida del Libertador
durante la Campaña del Centro en 1818. El liderazgo militar
venezolano y bolivariano consideró la sentencia contra Infante
como excesiva, una estocada más del pérfido liderazgo civil
contra el ejército.89 Lo que debió ser un proceso penal ordi-
nario, se convirtió en un campo de batalla político. Tal era el
nivel de alteración que vivía la República de Colombia.

87B Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo V, Carta al General José Antonio Páez. Lima, 4
de agosto de 1826, p. 472
88I Ibídem. Carta al General Francisco de Paula Santander. 8 de octubre de 1826,
pp. 489 – 490
89C Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. “Veremos con la ayuda de Dios, suprimidas las
comandancias. Relaciones entre civiles y militares en la Gran Colombia” en El Desafío de la
Historia, Año 4, N° 29. Caracas, 2011, p. 52

79
El liderazgo civil colombiano llegó más lejos aún, solicitando
al Gobierno desde cuanto espacio, foro o tribuna disponían,
que se redujera significativamente el número de miembros de
las fuerzas armadas. Alegaban que la guerra había terminado,
que el mantenimiento del ejército era demasiado costoso y que
era necesario suprimir el espíritu conflictivo y despótico que
los militares promovían en la sociedad.90
Esta pugna entre civiles y militares fue más allá de la ri-
validad entre neogranadinos y venezolanos, pues dentro de
la propia Venezuela se dio el caso de choque entre uniforma-
dos y no uniformados. En efecto, durante los sucesos de La
Cosiata, la confrontación se evidenció entre el Intendente
del Departamento de Venezuela, Juan de Escalona, y el
Comandante General, José Antonio Páez. Escalona represen-
tando el poder civil, y Páez el poder militar, protagonizaron
a comienzos de 1826 un pulso que sacudió la estabilidad de
toda Colombia. Si bien Páez fue destituido por el poder civil
en Bogotá, no fue sino la propia persona del Libertador quien
restableció el orden; eso sí, al precio de ratificar y aumentar los
poderes de Páez, pasando por encima de las instituciones, o
lo que es lo mismo, del poder civil.91 Páez, y los que lo apoya-
ron, dieron un golpe mortal al sistema jurídico-político de la
República de Colombia, e impusieron la preeminencia militar
sobre el poder civil. Al no dar el castigo debido a Páez, Bolívar
no hizo más que dar su tácita aprobación a la rebelión.92
Las relaciones dicotómicas expuestas hasta ahora llegaron
a niveles de alta conflictividad que liquidaron a la República
de Colombia, pero no eran las más antiguas. La relación dico-
tómica de más vieja data en el panorama político colombiano

90C Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. Ob. Cit., p. 53


91R Rodríguez, Frank. Ob. Cit., pp. 406 – 407
92C Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. Las relaciones político-militares de la transición política
en Colombia 1810 – 1838, pp. 165 – 166

80
para 1823 era la de los centralistas vs. federalistas. Aunque la
“Primera República” de Venezuela en 1811–1812 nació con un
casi total consenso por el sistema federal, no ocurrió lo mismo
en Nueva Granada. Baste recordar que la “Patria Boba” de
1811 – 1815 se perdió más por la auténtica guerra civil entre
centralistas y federalistas, pero independentistas ambos, que
por la reacción de la Corona española, que no llegó sino hasta
1815 con la Expedición Pacificadora de Pablo Morillo. Esta
situación se volvió más complicada cuando se formó una nueva
república tan vasta y con tan malas comunicaciones internas.
Ya mucho antes de 1819, cuando se empezó a formar la
República de Colombia, Bolívar había manifestado claramente
su postura contraria al federalismo. Y nunca dejó de expresarla.
Así le escribió a Santander a finales de 1821 tras asumir la
presidencia.

“Yo estoy resuelto a no reconocer federación alguna, porque es contra-


ria a la ley fundamental que me han hecho jurar, y porque nadie tiene
derecho (ni aun el pueblo mismo) a alterar todos los años el sistema so-
cial. Bien lo puede usted decir así a todo el mundo de mi parte: aña-
diendo que yo no serviré la presidencia sino en tanto que ejerzo las
facultades ilimitadas que me concedió el congreso; porque estoy íntima-
mente convencido de que la República de Colombia no se gobierna con
prosperidad y orden sino con un poder absoluto. Yo no tengo la culpa de
que los españoles desde la eternidad hayan sido esclavos y de que noso-
tros hayamos sido los últimos en la escala de la esclavitud. Para
Colombia se necesita un ejército de ocupación para mantenerla en liber-
tad, como se necesitó en Franca para mantenerla en sujeción.”93

Santander respondió

“Si en la obediencia de la constitución se encuentra el mal, el mal será,


dije ante el congreso el día que tomé posesión de mi destino, y lo he
93D De Mier, José M. Ob. Cit., p. LII

81
repetido durante mi administración. Hoy los dos estamos colocados en
contradicción legal; usted puede hacerlo todo sin obligación de responder
de nada, y yo no puedo hacer sino lo que me prescribe la constitución, so
pena de que de hecho y de derecho me sumerjan en un océano de oprobio
y detestación […] quiero rogarle que cuando me censure o me quiera
decir sus llanezas, se acuerde de que mi regla es la constitución limpia y
pelada […]”94

El historiador venezolano Germán Carrera Damas señala


que en la década que duró la República de Colombia, apenas si
pudo iniciarse la andadura del aparato constitucional. Carrera
Damas analiza que la extensión territorial y la dificultad para
las comunicaciones dieron argumentos sólidos al federalismo;
aunque no exagera el papel de éste en la disolución de la anti-
gua Colombia, recordando que tendencias disgregadoras tam-
bién se vivieron en Argentina, México y Estados Unidos.95
Las diferencias entre centralistas y federalistas fueron el de-
bate central que llevó a la República de Colombia a suspender
el aparato constitucional vigente desde 1821 para embarcarse
en el proceso de crear una nueva carta magna, a través de la
Gran Convención Nacional, o como ha sido más denominada
por la historiografía: la Convención de Ocaña. Instalada el 9
de abril de 1828, la Convención tuvo como propósito reformar
la Constitución de Cúcuta de 1821; y desde el inicio estuvo
marcada por el enfrentamiento virulento entre centralistas y
federalistas. Los centralistas se agruparon bajo el liderazgo de
Simón Bolívar, proponiendo además mayor autoridad para el
Poder Ejecutivo. Los federalistas se agruparon bajo el lide-
razgo de Francisco de Paula Santander, y tuvieron como ban-
dera alcanzar mayor libertad para los departamentos y mayores

94I Ibídem, pp. LII – LIII


95C Carrera Damas, Germán, “Casos de continuidad y ruptura: génesis teórica y práctica
del proyecto americano de Simón Bolívar” en Las Independencias de Hispanoamérica, p. 604

82
derechos civiles. Cuando los bolivarianos se vieron en minoría,
abandonaron la Convención y proclamaron la dictadura de
Bolívar, la cual fue asumida el 24 de junio de 1828. Este fue un
movimiento militar y popular que buscó mantener a Bolívar
al frente de la República y desconocer cualquier disposición
tomada en Ocaña. Bolívar prometió convocar a un nuevo con-
greso en el plazo de un año.96
Ya llegados a este momento, podemos entonces hablar de
un “Partido Bolivariano” y un “Partido Santanderista” más o
menos establecidos. El primero de carácter conservador, mi-
litarista y centralista con apoyo respetable en Venezuela y
otras regiones de la República. El segundo de carácter libe-
ral, civilista y federalista, con apoyo mayoritario en las regio-
nes centrales de la Nueva Granada. Esta alineación alrededor
de Bolívar y Santander fue lenta y gradual, extendiéndose a lo
largo de la década de 1820, mientras la propia relación per-
sonal entre los dos hombres iba deteriorándose. Se trató más
de una progresiva articulación de intereses que de monolíticas
construcciones ideológicas iniciadas desde el comienzo.
Tradicionalmente la historiografía ha atribuido a Bolívar y
Santander la condición de haber sido imprescindibles para la
República de Colombia en sus primeros pasos. El Libertador
uno, el “Administrador de la Victoria” el otro. Así, por ejemplo,
Gil Fortoul atribuye buena parte de la crisis política que disol-
vió a Colombia a la ausencia de Bolívar.97 Por lo que el choque
personal entre estos dos hombres se convirtió en el centro de
gravedad en torno al cual se articularon todos los demás con-
flictos y diferencias de opinión en el país.
Santander expuso su punto de vista de cómo comenzó su
conflicto con Bolívar:

96S Sin Autor. “Acontecimientos políticos de una guerra continental” en Memorias de Vene-
zuela, Mayo 2014, pp. 68 – 69
97G Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 466

83
“[…] Bolívar se mostró quejoso de que Santander no le hubiese en-
viado inmediatamente a Trujillo del Perú todos los auxilios de tropas,
armas y municiones que le pidió en 1824. Cesó este disgusto muy pronto,
y tan luego como se persuadió de que no estando reunido el Congreso y
habiendo ya enviado al Perú el contingente señalad en el Tratado de
Lima no podía el Gobierno por si solo disponer de un soldado ni de un
fusil para trasladarlos y emplearlos en otro país.”98

Por su parte el historiador norteamericano David Bushnell


concuerda en su análisis, dando gran importancia al retraso
de Santander para enviar refuerzos y suministros a Bolívar en
Perú, pero recuerda también como muchos en Colombia juz-
gaban aquella guerra como innecesaria, pues ya se había libe-
rado la totalidad del territorio nacional; siendo dicha opinión
mayoritaria en Venezuela.99
Germán Carrera Damas a su vez atribuye al choque de per-
sonalidades entre Bolívar y Santander un rol central en la cri-
sis, analizándola como una colisión entre sectores de la clase
social dominante que salía del coloniaje y que se manifestó
con toda su fuerza al terminarse la guerra contra España.100
Revisando la correspondencia entre estos dos hombres, así
como al revisar los trabajos historiográficos clásicos para este
período, nos percatamos que el choque Bolívar–Santander
tuvo su “incubación” durante la estadía del primero en Perú, y
explotó cuando éste regresó a Colombia. En este sentido, las
palabras de Santander nos resultan elocuentes:

“Para concluir esta larga carta, no me resta más, que suplicar a v; que
al entrar en Colombia recuerde el estado en que la dejó el año de 1821.
98S Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 17
99B Bushnell, David. El Régimen de Santander en la Gran Colombia, p. 95
100a Carrera Damas, Germán. Colombia, 1821 – 1827: Aprender a edificar una República
Moderna, p. 182

84
Y lo compare con el actual, después de cinco años de mi gobierno; vea los
monumentos que existen en prueba de sus adelantamientos, y consulte a
los pueblos, si los males que sufren proceden directa o indirectamente del
vicepresidente de la República o si son efecto de la infancia de ella
misma, de la prolongada y costosa guerra que hemos sufrido, de las pre-
ocupaciones que supo arraigar el gobierno enemigo, de la falta de recur-
sos intelectuales y pecuniarios y de la inexperiencia de todos los que
tenemos parte en la administración pública. Consulte V. todo esto, y por
muchas que serán las fallas que encuentre, yo estoy bien seguro, de que
no habrá un ciudadano .que le diga, que el vicepresidente le privó de su
libertad o propiedades, y que en odio suyo infringió las leyes.”101

Santander justificó ideológicamente sus diferencias con


Bolívar, mostrándose a si mismo como un convencido legalista
y liberal, mientras que a su contraparte como menos ortodoxo
con la ley y amenazador de las libertades ciudadanas:

“Primero era ser leal a la Patria que a un amigo; primero era mos-
trarse buen magistrado y ciudadano, que amigo agradecido; las liberta-
des públicas, próximas a desaparecer, eran primero que la amistad de
un Jefe que intentaba, si no aniquilarlas, a lo menos limitar su esfera.”102

El retorno de Bolívar al país no sólo trajo los posibles resen-


timientos del mismo contra Santander por su supuesta falta
colaboración con la campaña militar en Perú, sino que puso
a ambos hombres en total confrontación en torno al asunto
de la Constitución Boliviana.103 Este conflicto pronto escaló
a un nivel verdaderamente escandaloso de ataques verbales y
desaires públicos, lo que evidentemente era reproducido a es-
cala mayor por los seguidores de uno y otro. Santander escribió:

101a Santander, Francisco de Paula. Carta confidencial… Ob. Cit., pp. 6 - 7


102a Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 25
103o Donís Ríos, Manuel. “Francisco de Paula Santander, ¿venezolano?” en El Desafío de la
Historia, Año 4, N° 29. Caracas, 2011, p. 55

85
“Bolívar continuaba manifestándole en público consideraciones, y
por detrás se burlaba de su adhesión a las leyes, criticaba sus providen-
cias y fomentaba las calumnias que los enemigos del Gobierno habían
levantado acerca de la negociación del empréstito de 1824.”104
“A todos los funcionarios públicos calificaba de ignorantes; los
Diputados en el Congreso eran a sus ojos necios los unos, locos los otros
y los que menos, enemigos de la independencia. La Constitución era un
código de necedades; las leyes, la ignominia de Colombia; los empleados
en la Hacienda, defraudadores; los jueces, venales; los republicanos,
ideólogos; los censores de la Bolivia, pigmeos; sólo los militares, que se
habían declarado en favor de sus proyectos, eran virtuosos é
incorruptibles.”105
“El Reconciliador, La Lira, El Meteoro de Caracas, redactados bajo
los ojos de Bolívar, el primero por su Secretario Revenga, el segundo por
su confidente Guzmán, y el tercero por su amigo Carabaño, redoblaron
sus afrentosas injurias y atroces denuestos contra Santander.”106
“Los diarios asalariados en Cartagena, Quito y Guayaquil repetían
las ideas de los de Caracas; por todas partes se predicaba la reforma, se
pedía la dictadura y se dejaba traslucir el desenlace del drama y la per-
secución de los amigos de la causa de la libertad. Bo1ívar escribió á
Santander una carta en Marzo de 1827, toda de su puño, anuncián-
dole que no contestaría más cartas suyas en razón de que ya no le tenía
por su amigo, y poco después le mandó el número 1° de El Meteoro, con
esta dedicatoria en la primera foja: el autor, en homenaje al General
Santander, y al pie la rúbrica del Libertador.”107

Más allá de que tomemos como totalmente ciertos los ale-


gatos de Santander, o que los refutemos, su testimonio nos
muestra cuán lejos llegó el choque entre ambas facciones, lo
que no puede ser considerado ligeramente. Hablamos de que
en una república recién creada, heterogénea a nivel geográfico,

104a Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 26


105d Ídem, p. 26
106b Ibídem, pp. 32 – 33
107b Ibídem, p. 33

86
social, étnico e ideológico, devastada por más de diez años de
una guerra sin terminar aun –pues España no mostraba dis-
posición alguna a reconocer la independencia– y asumiendo
cada vez más responsabilidades militares a nivel continental,
con gran descontento popular debido a las paupérrimas con-
diciones de vida de las masas, con una aguda crisis fiscal y una
monumental deuda externa, la primera y segunda autoridades
nacionales se enzarzan en un conflicto cada vez más virulento
que hace volar por los aires la frágil institucionalidad estable-
cida y da rienda suelta a muchos otros conflictos latentes que
se articulan alrededor de este. Difícilmente podemos encon-
trar en la historia otros casos en los que una crisis política re-
uniera tantos elementos de manera tan “perfecta” como para
hacer colapsar un Estado.
Si el conflicto personal directo de Bolívar y Santander fue el
eje en torno al cual se articularon todos los demás conflictos, el
estallido de La Cosiata en Venezuela en 1826 fue el gran de-
tonante que puso de manifiesto todos los problemas internos
de Colombia, y que empujó al país a la Convención de Ocaña.
En efecto, aunque la insurrección en Venezuela tuvo como ori-
gen el decreto del 31 de agosto de 1824, mediante el cual el
Congreso ordenaba la movilización de 50.000 hombres debido
al temor de un nuevo ataque español108, la realidad profunda
que se escondía tras el impase entre Páez y Escalona y la re-
belión, era la existencia de un movimiento nacionalista y sece-
sionista liderado por reputados notables como Francisco Javier
Yánez, Martín Tovar, Andrés Narvarte, Tomás Lander, Felipe
Fermín Paúl, Alejo Fortique y José Iribarren, entre otros. Todos
postreros representantes de la élite mantuana que protagonizó
los hechos de 1810 – 1811. Este grupo, que ya hemos señalado
como “Club de Caracas” o “Club de Venezuela”, rechazaba el
108u Guzmán Mirabal, Guillermo. “La Cosiata. Crónica de una rebelión venezolana” en El
Desafío de la Historia, Año 4, N° 29. Caracas, 2011, pp. 45 - 46

87
centralismo, el predominio de la élite bogotana en detrimento
suyo y a la persona de Santander, pero sin ser precisamente
bolivariano.109 Es decir, La Cosiata no estaba articulada en la
bipolaridad Bolívar–Santander que hemos venido explicando,
aunque sí se convirtió en detonante y demostradora de la mag-
nitud de la crisis política que el país vivía.
Tomás Straka considera a La Cosiata como el clímax del
caudillismo incubado desde 1812 y que marcaría a futuro a
Venezuela. Argumenta esto con el hecho de que Bolívar, pa-
sando por encima de la Constitución, promete una reforma que
no podía hacerse hasta 1831 y convoca la Gran Convención
nacional, que se reuniría en Ocaña en 1828. El fracaso de la
misma fue lo que lo condujo a asumir la dictadura.110 Eso sin
mencionar que la solución de compromiso de Bolívar con Páez
en 1827 fue estrictamente personal y personalista, y de espal-
das a los procedimientos que establecía el ordenamiento legal
del momento.111 Vale la pena revisar con un poco de deteni-
miento cómo Bolívar manejó dicha crisis.
A finales de 1826 el Libertador regresó a Venezuela desde
Perú, con el objetivo de poner fin a La Cosiata. Llegando a
Maracaibo, lanzó una proclama para evitar la guerra civil,
proponiendo la reunión de una Gran Convención Nacional
que reformara la Constitución. Pasó luego a Coro y después
a Puerto Cabello, amnistiando más tarde a los rebeldes y res-
tituyendo la autoridad de Páez. El 4 de enero de 1827 Páez y
Bolívar se encontraron en Valencia y entraron juntos a Caracas
el 10 de enero. Convencido de que había logrado la paz, el
Libertador aprovechó la estadía en su ciudad natal para visitar
viejos amigos y familiares y el 5 de julio partió para Bogotá.

109i Siso Martínez, José Manuel. Ob. Cit., p. 117


110t Straka, Tomás. Ob. Cit., p. 462
111r Irwin, Domingo y Micett, Ingrid. “Caudillos, militares y poder. Una historia del preto-
rianismo en Venezuela” en Mañongo, N° 41, Vol. XXI, Julio – Diciembre 2013, p. 63

88
No podía imaginar que la unión no resistiría mucho tiempo
más, y que sería la última vez que vería su natal Caracas.112
Aunque La Cosiata comenzó como algo muy local y no ar-
ticulado con los grandes conflictos político-ideológicos de ni-
vel nacional que se dirimían en Bogotá, se convirtió en vitrina
de la crisis estructural de Colombia. Por ejemplo, puso de ma-
nifiesto una vez más el conflicto entre civiles y militares.
Juan Carlos Chaparro Rodríguez señala que es notable que
Bolívar no solo manifestara su apoyo a Páez, sino que además
expresara distanciamiento con la élite política civil de Bogotá,
declarando que era claro que las leyes e instituciones creadas
bajo la dirección de Santander y los legisladores neogranadi-
nos eran superfluas, habiendo incubado divisiones que enfren-
taban entre sí a provincias y que habían mancillado el honor
militar. Según el Libertador, los burócratas civiles eran ingra-
tos con los militares que les habían libertado derramando su
sangre en los campos de batalla.113 En este sentido nos resul-
tan reveladoras las palabas escritas por Bolívar al general Santa
Cruz justamente a comienzos de 1827.

“Ahora se verá en Europa y la América que las leyes no valen nada y


que la autoridad verdadera consiste en los hombres. Las leyes y los legis-
ladores nos han perdido, en tanto que el general Páez y yo hemos sal-
vado la república. Quisiera Dios que este ejemplo sirviera de algo en el
espíritu de nuestros ciudadanos”114

La anticipación de la convocatoria para la Convención


Nacional fue una medida de emergencia ante los sucesos

112i Sin Autor. “Último viaje del Libertador a Caracas” en Memorias de Venezuela, Mayo
2014, p. 79
113h Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. “Veremos con la ayuda de Dios… Ob. Cit., p. 53
114o Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo IV, Carta al General Andrés de Santa Cruz.
Inicios de 1827, pp. 68 – 69

89
acaecidos en Caracas y Valencia en 1826.115 Justamente, la per-
cepción de que la propia integridad de Colombia estaba en
juego fue el principal argumento para adelantar dicha con-
vocatoria por encima de lo que dictaba la Constitución, que
fijaba un mínimo de diez años – es decir, hasta 1831 – para
modificar la carta magna.116
Sin embargo, para los defensores más ortodoxos del marco
jurídico vigente, la propia convocatoria de la Convención era
ya inaceptable.

“Desde que el Congreso manifestó deseos de convocar la Convención,


perdió la confianza de los colombianos, que habían sostenido el sistema
constitucional, y sus trabajos posteriores justificaron estos recelos. El
Congreso, al saber que Bolívar se dirigía con un ejército a Bogotá, que
se negaba a cumplir la ley, que disminuía el número de tropas perma-
nentes, y que ejercía todos los poderes del Gobierno con desprecio de la
Constitución, se intimidó, y en vez de apoyar los proyectos que le pre-
sentaba el Vicepresidente Santander, abrazó el partido de no disgustar
al Presidente Bolívar.”117

Se inició así la andadura de la República hacia la Gran


Convención, el foro en el que se debatirían todas las ideas, el es-
pacio en el que quedarían expuestos todos los conflictos explica-
dos hasta ahora, la arena en la que las dos facciones ya formadas
se enfrentarían con la mayor agresividad. El 9 de abril se instaló
en Ocaña la Gran Convención, asistiendo 67 representantes
de los 107 elegidos. Los venezolanos, movidos ante todo por la
búsqueda de la separación, tomaron el discurso federalista y se
constituyeron así en aliados circunstanciales de los santanderis-
tas.118 Bolívar por su parte presentó su mensaje a la Convención,
115i Sin Autor. “La Gran Convención de Ocaña de 1828… Ob. Cit., p. 7
116l Plaza, Elena y Combellas, Ricardo (Coordinadores). Procesos Constituyentes y Reformas
Constitucionales en la Historia de Venezuela: 1811 – 1999. Tomo I, p. 100
117a Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 37
118i Sin Autor. “La Gran Convención de Ocaña de 1828… Ob. Cit., p. 10

90
el cual fue una crítica lapidaria a la Constitución de 1821 y a
todo el sistema instaurado desde entonces.119
Como ya se ha dicho, el debate se polarizó entre quienes apo-
yaban a Bolívar y su propósito de fortalecer el centralismo en
torno a la figura presidencial, para así impedir la disolución de
la República; y quienes se concentraron alrededor de Santander,
con una visión federalista. En realidad el debate nunca pasó de
ser un diálogo entre sordos, marcado por ataques cada vez más
ofensivos; tanto en el foro, como a través de la prensa, en los sa-
lones de reuniones sociales, o incluso en las calles.120
Aproximándonos ya al objetivo central de este trabajo, mi-
ramos a los demás factores de crisis que formaron el contexto
de las sesiones de la Convención de Ocaña. Tenemos que
Bolívar decidió no acercarse a la misma para no ser acusado
de presionarla; por lo que representantes suyos, como Miguel
Peña, se encargaron de defender sus posturas. En paralelo a
la Gran Convención ocurrió el alzamiento del general Padilla
en Cartagena, la amenaza del general La Mar en Perú contra
el sur de Colombia, el motín de Chuquisaca contra el presi-
dente Antonio José de Sucre en Bolivia, la invasión peruana
a Bolivia y ciertos movimientos de los caudillos orientales
–viejos adversarios de Bolívar– en Venezuela. Es decir, la agi-
tación política comenzaba a contagiarse a las fuerzas armadas,
al tiempo que el prestigio exterior de la República se derrum-
baba y sus enemigos extranjeros buscaban sacar provecho de
la crisis. Finalmente, los santanderistas no lograron el quorum
necesario para imponer sus ideas y el 11 de junio declararon
suspendidas las sesiones. Los bolivarianos abandonaron la
Convención y Bolívar con apoyo popular y militar dio inicio a
la dictadura el 24 de junio de 1828.121

119i Siso Martínez, José Manuel. Ob. Cit., p. 123


120l Plaza, Elena y Combellas, Ricardo (Coordinadores). Ob. Cit., p. 101
121a Cardozo Uzcátegui, Alejandro. Ob. Cit., p. 46

91
Respecto a la visión que el propio Bolívar tuvo del momento
histórico y de la Gran Convención Nacional y que pueden ex-
plicar su decisión de tomar la dictadura, tenemos:

“[…] nuestro gobierno está esencialmente mal constituido […]


[…] Hemos hecho del Legislativo sólo el cuerpo soberano, en lugar de
que no debía ser más que un miembro de este soberano […]
El derecho de presentar proyectos de ley se ha dejado exclusivamente
al Legislativo, que por su naturaleza está lejos de conocer la realidad del
gobierno y es puramente teórico.
El arbitrio de objetar las leyes concedido al Ejecutivo es tanto más
ineficaz, cuanto que se ofende la delicadeza del congreso con la contra-
dicción […]
Nuestro ejército era el modelo de la América y la gloria de la libertad;
su obediencia a la ley, al magistrado y al general parecía pertenecer a los
tiempos heroicos de la virtud republicana […] Tan generosas virtudes
se han eclipsado, en cierto modo, delante de las nuevas leyes dictadas
para regirlo y para protegerlo […] el funesto influjo que ha debido
tener en la subordinación, el haberle sujetado a tribunales civiles, cuyas
doctrinas y disposiciones son fatales a la disciplina severa, a la sumisión
pasiva y a la ciega obediencia en forma a la base del poder militar,
apoyo de la sociedad entera. La ley que permite al militar casarse sin
licencia del Gobierno ha perjudicado considerablemente al ejército en su
movilidad, fuerza y espíritu […]
Se han promovido peligrosas rivalidades entre civiles y militares
con los escritos y con las discusiones del congreso, no considerándolos ya
como los libertadores de la patria, sino como verdugos de la libertad.
¿Era ésta la recompensa reservada para los héroes? Aun ha llegado el
escándalo al punto de excitarse odio y encono entre los militares de di-
ferentes provincias para que ni la unidad ni la fuerza existieran […]
La demora en Europa de la persona a quien por órdenes expedidas en
1823 tocaba responder de los millones que se deben por el empréstito
contratado y por el ratificado en Londres; la expulsión del encargado de
negocios que teníamos en el Perú, y que gestionaba el cobro de los suple-
mentos que hicimos a aquella república; por último la distribución y
consumación de los bienes nacionales, nos han forzado a suplir con nu-
merosas inscripciones en el libro de la deuda nacional valores que ellos

92
pudieron dejar satisfechos. El erario de Colombia ha tocado, pues, a la
crisis de no poder cubrir nuestro honor nacional con el extranjero gene-
roso que nos ha prestado sus fondos confiando en nuestra fidelidad. El
ejército no recibe la mitad de sus sueldos […]
Al describir el caos que nos envuelve, casi me ha parecido superfluo
hablaros de nuestras relaciones con los demás pueblos de la Tierra […]
discorde Colombia, menospreciando sus leyes, arruinado su crédito,
¿qué alicientes podrá ella ofrecer a sus amigas? ¿Qué garantes para
conservar siquiera a las que tiene? Retrogradando, en vez de avanzar,
en la carrera civil, no inspira sino esquivez. Ya se ha visto provocada,
insultada por un aliado, que no existiera sin nuestra magnanimidad.”122

Llama poderosamente la atención el nivel desconfianza que


Bolívar expresa hacia el liderazgo civil del país, y su apasionada
defensa de los militares y el ejército. Ya sobre los debates de la
Convención, expresó:

“En las sesiones, en sus proyectos y pensamientos (de la Convención)


no les ocupaba otra idea que la de destruir, anonadar la fuerza del eje-
cutivo, tan sólo porque yo lo ejercía, y al paso que parecían halagar al
pueblo con una excesiva libertad, preparaban su ruina, desatendían sus
peticiones y lo que era más peligroso, provocaban al ejército” 123

Se manifiesta entonces que el Libertador percibió en


tono personal todo el conflicto, más que como un enfrenta-
miento entre diferentes visiones de cómo constituir el Estado.
Respecto al establecimiento de la dictadura de Bolívar, volve-
mos a mirar las memorias de Santander:

“Los militares fieles a las leyes que no pudieron ser ganados con as-
censos y halagos recibieron sus letras de retiro o sus licencias absolutas;
122é Pérez Arcay, Jacinto. “Mensaje a la Convención Nacional de Ocaña.” Carabobo. Un
punto itinerario…, pp. 230 - 235
123o Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo IV, Carta a José Fernández Madrid. 1828, pp.
436 – 437

93
los cuerpos que no habían abrazado la causa de Bolívar, fueron trasla-
dados a otros puntos o reformados; varios empleados civiles y de
Hacienda que se habían mantenido fieles en derredor del Gobierno le-
gítimo, quedaron suspensos de sus destinos, o tuvieron que
renunciarlos.”124
“Todos murmuraban, aunque en secreto; todos temían una conmo-
ción, menos los individuos del Gobierno, que estimaban como sinceras
efusiones del corazón los actos, que sólo eran hijos de órdenes superiores
del temor o de la moderación. Colombia estaba gobernada por un poder
ilimitado, que convirtió en crímenes las acciones que siquiera pudieran
indicar desagrado y que cual otro señor de Turquía podía disponer li-
bremente de la vida y de la seguridad de los colombianos. En tales cir-
cunstancias un puñado de jóvenes inconsiderados, auxiliados por
algunos militares, emprendieron destruir ese régimen tiránico y resta-
blecer la Constitución de 1821. Entusiasmados con las acciones celebra-
das de Harmodio, Pelópidas y Bruto, quisieron imitarlos, y aunque no
les faltase resolución para ello, su desgracia les privó de recoger iguales
frutos. El 25 de Septiembre estalló una revolución en la misma capital,
que el Gobierno logró reprimir, menos por la sagacidad y valor de sus
defensores, que por la precipitación é insuficientes medidas de los conju-
rados. No era menester tanto para que toda la rabia de Bolívar se diri-
giese contra Santander. Hay un movimiento contrario al nuevo
régimen: luego Santander es su autor o cómplice, fue la consecuencia que
dedujo el Gobierno, sin otro antecedente. Inmediatamente fue arres-
tado, privado de comunicación y entregado a la custodia de aquel mismo
Crofstom, agente de la farsa en la Quinta de la Sáenz. Bolívar mismo
examinó a sus criados y les ofreció la libertad y les amenazó después, si
no declaraban que Santander tenía parte en la conjuración. A Zuláibar,
uno de los conspiradores, le prometió también Bolívar templar la seve-
ridad de la pena si declaraba cuál era la complicidad de aquél.”125

Es digno de mención que nunca se pudo probar la vincu-


lación de Santander con el atentado de septiembre de 1828,
más allá de que por contexto o por el tono de sus palabras,
124a Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., pp. 41 – 42
125b Ibídem, p. 55

94
pareciese probable que sí. Lo que más nos interesa de toda esta
situación, es la rebelión de Padilla. En efecto, en una república
que estaba a tal grado de agitación política como hemos
expuesto hasta ahora, el hecho de que quien quizá era el jefe
políticamente más resaltante de la Armada, protagonizara una
insurrección contra el Gobierno y antagonizara con un general
de probada lealtad a Bolívar – como lo era Montilla – no podía
sino perjudicar políticamente a la Armada, y dejarla debilitada
en las relaciones de poder dentro de la República. Este punto
será analizado con detalle más adelante.
Tras el comienzo de la dictadura de Bolívar, los acontecimien-
tos se precipitaron con increíble rapidez. En noviembre de 1829
Venezuela anunció su separación de la República de Colombia,
en abril de 1830 Bolívar renunció de manera definitiva al poder
ante el Congreso Constituyente, el 13 de mayo Quito se separó
también y el 4 de junio Sucre fue asesinado. El 22 de septiem-
bre se aprobó la nueva constitución de Venezuela, siendo ele-
gido Páez como presidente. Al día siguiente fue sancionada
la carta magna de Ecuador y Juan José Flores asumió la pre-
sidencia. El 17 de diciembre murió el Libertador y el intento
de restauración de Urdaneta y Montilla en 1831 fue tan poco
trascendente que apenas si ha sido divulgado por la historio-
grafía venezolana.126
Esta sería pues una breve relación analítica de la serie de
hechos políticos que provocaron la crisis política que disolvió
a la República de Colombia. Un proceso del que lógicamente
no iba a poder escapar la Armada y que explica en buena parte
el declive que el poder naval colombiano experimentó a partir
de 1826, e incluso por qué el tema ha sido tan poco estudiado
hasta la actualidad. Disuelta la República de Colombia, los
Estados que se fraguaron dentro de sus fronteras heredaron
126i Sin Autor. “Venezuela rompe con la Gran Colombia” en Memorias de Venezuela,
Mayo 2014

95
una serie de conflictos fronterizos que han complicado sus re-
laciones127, a la par que la historiografía olvidó muchos de sus
logros y éxitos, como los de su marina de guerra.

b) Situación financiera

Como se dijo anteriormente, la República de Colombia


atravesó durante casi toda su existencia por una crisis política
que terminó en su disolución y desaparición. La historiogra-
fía tradicional ha explicado casi de manera exclusiva el co-
lapso de dicho Estado en base a la crisis política. Sin embargo,
poco se ha estudiado la situación financiera de la República
de Colombia, y menos aún cómo ésta incidió en la crisis que
ya explicamos y en el debilitamiento de sus fuerzas armadas,
concretamente de su marina de guerra. En este sentido, el his-
toriador David Bushnell plantea que los gastos militares de
Colombia eran insostenibles, empezando porque dicho país
tuvo en la guerra de independencia una participación mucho
mayor a lo que sus recursos le permitían.128
Buena parte de estos gastos militares fueron los de adqui-
rir una escuadra que pudiera cubrir las necesidades –cada vez
mayores– de enfrentar y vencer a los españoles en las costas y
en mar abierto. Bushnell explica que incluso antes de haberse
confirmado los empréstitos negociados en Gran Bretaña,
Santander comprometió dichos fondos para pagar contra-
tos navales, siendo autorizado por el Congreso para expedir
órdenes de pago; esto con la finalidad de enviar refuerzos
a Bolívar en Perú, así como reforzar la defensa marítima.

127r Briceño Monzón, Claudio Alberto. “Cuando las hermanas discuten: los países de la
Gran Colombia, su territorialidad y sus problemas fronterizos” en El Desafío de la Historia,
Año 4, N° 29. Caracas, 2011, pp. 70 – 71
128u Bushnell, David. Ob. Cit., p. 101

96
El mencionado autor también presenta el dato de que al
Departamento de Venezuela se le autorizó a gastar 62.500
libras en defensa de costas.129
En relación con esto, el Libertador escribió a Santander el 6
de junio de 1825:

“No se o1vide de mi indicación sobre los dos millones de pesos en


Londres, a cuenta de lo que nos debe el Perú, pues el 15 de Enero de
1826 tenemos que pagar allá un millón de pesos, de intereses, y el 15 de
Julio otro millón. No cuento sino con esta cantidad para no quedar mal.
Los gastos aquí son enormes todavía, y las rentas aún siguen improduc-
tivas. A fuerza de trampas, de plazos y ofrecimientos, vamos saliendo
de año en año, porque era inmensa la deuda que pesaba sobre esta pobre
República […] En esta parte es prodigioso lo que se ha hecho, y si el
Congreso adopta el proyecto de amortizar la deuda doméstica por medio
de un empréstito, como hicieron en los Estados Unidos, los colombianos
cogerán arbitrios para reponer sus fortunas arruinadas; el ejército que-
dará a cubierto de su deuda de sueldos y haberes; y toda la deuda de la
República quedará reducida de 40 a 50 millones de pesos, que es una
bagatela, respecto de los sacrificios y gastos de diez y seis años. He arren-
dado cuantas minas tenía el Gobierno, he mandado a Europa por má-
quinas para las Casas de Moneda y Salinas, he celebrado cinco contratos
para inmigración de extranjeros, y he tomado otras medidas que deben
aumentar el Tesoro nacional y la riqueza individual de los
ciudadanos.”130

En el período que comprende este estudio, la República de


Colombia enfrentó una aguda estrechez financiera, producto
de la propia guerra, que a su vez la llevó a contraer una serie de
empréstitos en el extranjero que le resultaron impagables y
aceleraron el virtual colapso de sus finanzas.

129b Ibídem, p. 150


130a Santander, Francisco de Paula. Cartas precedidas de una noticia preliminar, p. 88

97
1) Secuelas económicas de la guerra
Para cuando el Castillo de San Felipe en Puerto Cabello
cayó en manos de las fuerzas del general Páez, la guerra llevaba
ya trece años en los territorios que conformaban a la República.
No se había tratado además de una contienda cualquiera, sino
de un conflicto devastador, que llegó en varios momentos a
ser una guerra de exterminio practicada con igual ferocidad
por ambos bandos. Guerra condimentada además con desas-
tres naturales como el terremoto de 1812, de cuya ruina esta-
ban aún lejos de recuperarse las tierras del centro y norte de
Venezuela once años después. Como dijimos más arriba, los
territorios y los habitantes de lo que llegó a ser la República
de Colombia, se vieron sometidos a un esfuerzo bélico que su-
peraba las capacidades económicas, e incluso demográficas, de
los mismos. Germán Carrera Damas afirma que esta situación
llevó a que Venezuela estuviese realmente agotada económica-
mente antes de 1821 –cuando tomó forma la República– y que
luego se consumiesen rápidamente los recursos de la Nueva
Granada y los de Quito.131
Para agravar más la situación, la República de Colombia
nunca estuvo en paz; ni teóricamente, ni en la práctica. Tras
la expulsión de los españoles hacia el mar en 1823, vino la
larga, sangrienta y costosa Campaña del Perú, que terminó en
1826 con la rendición del Callao. En paralelo, la guerra en el
Caribe y el Atlántico no terminó en 1823 –como se explicará
con detalle más adelante– sino que continuó con una serie de
ataques e incursiones de las escuadras colombiana y española
en las aguas del contrario, a la vez que se sostuvo un creciente
gasto para dotar con medios idóneos a la Armada colombiana;
pues mucho después de la victoria en el Lago de Maracaibo,
la posibilidad de un ataque español sobre el largo litoral

131a Carrera Damas, Germán. Colombia, 1821 – 1827… Ob. Cit., p. 239

98
atlántico-caribeño seguía siendo una preocupación. Esto sin
mencionar la guerra de 1828–1829 contra el Perú, que hizo
forzar aún más las finanzas de Colombia.132
La guerra no sólo causó enormes gastos, sino que destruyó
o inhabilitó muchas de las fuentes de ingreso y riqueza de los
territorios. Por ejemplo, destruyó el negocio de la exportación
de cacao en Venezuela, pues desarticuló el circuito comercial
con España y el resto de Europa, destruyó gran parte de las
haciendas y plantaciones de cacao, provocó el éxodo o exter-
minio de muchos terratenientes y casi hizo volar por los aires
la institución de la esclavitud, sostén vital para la producción
de este rubro. Otro ejemplo lo constituye la depredación so-
bre el ganado de los llanos venezolanos por parte de ambos
contendores, lo que conllevó casi a la desaparición de toda la
actividad económica en la zona. No en vano fue la Provincia
de Guayana, que para 1817 se había conservado casi ilesa de
los estragos de la guerra, la que cargó con el peso de soportar
el esfuerzo bélico de los patriotas. Sin embargo, hacia 1819 la
capacidad de este territorio para llevar dicha carga estaba ya
consumida.
La guerra también condujo al debilitamiento de la industria
minera en la Nueva Granada, la cual era el soporte principal
de la economía del antiguo virreinato. Solo la acumulación de
riquezas en la sede del poder virreinal pudo oxigenar econó-
micamente a los patriotas a partir de la liberación de Bogotá
en 1819; no obstante, estos recursos fueron rápidamente
consumidos.
La guerra que comenzó a partir de 1811 en Venezuela
y Nueva Granada además de desarticular la economía colo-
nial, también creó necesidad de manufacturas y bienes que
no se producían en estos territorios, y para cuya producción

132b Ibídem, p. 547

99
no existía base técnica alguna, ni tampoco personal capaci-
tado. Hablamos de la necesidad que tuvieron los patriotas de
adquirir armamento, pertrechos de guerra y buques. Ante la
casi total ausencia de infraestructura, medios y mano de obra
calificada para producir tales materiales de guerra, no quedó
más opción al liderazgo patriota que acudir al empréstito en
el extranjero para obtener dinero, que a su vez fue invertido
en esos mismos países –primordialmente Gran Bretaña– en la
compra de los productos ya mencionados. Estos empréstitos se
negociaron colocando como garantía de pago las rentas produ-
cidas por la explotación y exportación de los recursos naturales
de la futura República, una vez se concluyera la guerra contra
España.
Para 1821, los empréstitos contraídos por el liderazgo pa-
triota venezolano y neogranadino, habían alcanzado ya una
suma bastante alta. Cantidad además bastante difícil de deter-
minar por las condiciones poco claras, confusas y/o secretas en
que dichos empréstitos se habían negociado. De esta manera,
la República de Colombia nació con una abultada deuda ex-
terna, además con su territorio devastado por la guerra.
Así pues, el colapso de la economía colonial, la ruina del
territorio y de sus capacidades productivas, la necesidad de
importar armas y pertrechos, y el endeudamiento previo a la
conformación de la República, llevaron a que la misma naciera
y existiera en constante fragilidad financiera. Para complicar
aún más la situación, Colombia asumió responsabilidades béli-
cas muy por encima de lo que sus capacidades económicas rea-
les le permitían, lo que condujo a su gobierno a un nuevo ciclo
de empréstitos en el extranjero luego de 1823. El capital de
estos nuevos empréstitos sirvió en buena medida para incre-
mentar las capacidades de la Armada, pero también origina-
ría un déficit fiscal insostenible a partir de 1826 que, al poner

100
casi en bancarrota a la República, provocaría que el Gobierno
prácticamente liquidara la marina de guerra.

2) Los empréstitos
Las finanzas de la República de Colombia se nutrían de los
impuestos sobre la importación y exportación, los pocos mo-
nopolios estatales y los impuestos internos. Evidentemente,
estas fuentes no alcanzaban para cubrir los colosales gastos que
la guerra generó al Estado. Debido a esto, la República acudió
masivamente al crédito interno y externo. El crédito interno
generó un gran endeudamiento con los contados comercian-
tes y productores que podían prestarle dinero al Estado, pero
sin llegar a un escenario de crisis. El crédito externo, por su
parte, sí jugó un rol crucial en la crisis que terminó liquidando
a la unión colombiana. Resumiendo velozmente –para luego
estudiarlos con más detenimiento– los empréstitos contrata-
dos por Colombia en el extranjero; tenemos que el primero
data de 1822, fue negociado por Francisco Antonio Zea y con-
sistió en el préstamo de 2.000.000 de libras esterlinas. El se-
gundo, data de 1824 y superó los 3.000.000 de libras esterlinas,
siendo negociado por Manuel Antonio Arrubla y Francisco
Montoya. Estos préstamos, sobre todo el de 1824, permitieron
a Colombia soportar el esfuerzo bélico hasta 1825, pagar parte
de la deuda interna, mantener la administración pública y de-
sarrollar la Armada. A partir de 1826, sin embargo, se precipi-
taría sobre la República una aguda crisis de deuda, que afectó
directamente a la Armada.133
Respecto al primer empréstito, comenzamos entre finales
de 1819 e inicios de 1820, cuando el Gobierno establecido en
Angostura envió a Londres a Fernando Peñalver para solicitar
un préstamo de 3 millones de pesos. Allá Peñalver se reunió

133o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 332

101
con Luis López Méndez, quien después de las victorias pa-
triotas en Guayana en 1818, había negociado varios préstamos
que invirtió en comprar armas y reclutar veteranos que envió
a Venezuela. Méndez comprometió más de 2 millones de pe-
sos de la República, tras lo cual paró su gestión y regresó a
Angostura, siendo reemplazado por Francisco Antonio Zea.134
Sobre este asunto Santander escribió:

“Bolívar autorizó en 1819 á Zea para negociar un empréstito, que


en efecto se negoció en París en marzo de 1822 por 10 millones de
pesos, de los cuales no se vio un solo peso en nuestras arcas, y nadie
critica, ni declama contra ello. El congreso de Colombia libre y volun-
tariamente decretó en 1823 la negociación de otro empréstito hasta
por 30 millones de pesos que se contrajo solo por 20; examinó poste-
riormente la negociación; oyó las quejas y reclamos de los que quisie-
ron dirigírselos, expidió resoluciones favorables al honor del gobierno,
y sin embargo no hay día en que no se hagan acriminaciones contra el
que puso el ejecútese a la ley.”135

El empréstito negociado por Zea en 1822 totalizó


£2.000.000 ante la firma Herring, Graham & Powles, de
Londres. Se hizo un descuento de veinte por ciento que al
Gobierno colombiano le pareció razonable al momento, a la
vez que se descontaron los gastos que Zea tuvo en su misión
a España en 1821; y además la mencionada firma retuvo una
importante cantidad que no fue entregada a Colombia sino
hasta 1824, lo que redujo sustancialmente la suma disponible
de forma inmediata por la República. Comenzó así un círculo
vicioso de dependencia hacia el capital británico que sometió
a Colombia a presiones de diversa naturaleza y la subordinó a
los intereses imperiales de Londres.136

134i Gil Fortoul, José. Ob. Cit., pp. 517 – 518


135a Santander, Francisco de Paula. Apuntamientos… Ob. Cit., p. 13
136o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 372 – 373

102
Carlos Hernández Delfino nos relata con detalle la errática
e inconveniente negociación que Zea llevó a cabo en Londres:

“Al llegar a Londres, en junio de 1820, Francisco Antonio Zea co-


menzó sus negociaciones con los acreedores y en agosto de 1820 suscribió
un acuerdo en el que reconoció las deudas que le presentaron. De inme-
diato emitió pagarés por el monto de capital reconocido, el cual se acer-
caba a £548.000 (es decir, 2.740.000 pesos fuertes, casi la mitad de las
rentas ordinarias estimadas para el año fiscal 1824 – 1825) […]
[…] en 1821 decidió acompañar a José Rafael Revenga y a José
Tiburcio Echeverría en la misión que el Libertador les había encomen-
dado ante la Corona española para lograr el reconocimiento de
Colombia. Para cubrir los costos de ese viaje Zea contrató un empréstito
por £66.666 que solo produjo £20.000 […]
Para cumplir con los pagos de los pagarés, Zea contrató, en febrero de
1822, un empréstito por £140.000, como un alivio temporal mientras
concretaba una operación mucho mayor, pues la situación fiscal de
Colombia era en extremo crítica […] Un mes más tarde Zea contrató
un empréstito por £2.000.000 con la casa londinense Herring, Graham
& Powles, con 20 por ciento de descuento, lo que significa que mientras
la República asumía una deuda por la cantidad indicada sólo recibiría
£1.600.000, de lo que había que deducir varias cantidades. El rema-
nente final que le quedó a la República fue sólo de £600.000. La tasa
de interés se fijó en 6 por ciento, el plazo de pago en veinte años y los
acreedores recibieron en garantía los ingresos aduaneros de Colombia.”137

Como continuación de estas complicaciones, José Rafael


Revenga fue designado en 1822 como ministro plenipotencia-
rio ante el Gobierno británico, llegando a Londres a comien-
zos de 1823. Revenga debió asumir los asuntos políticos y
comerciales dejados pendientes por Zea, manejando también
la negociación de nuevos empréstitos. Tal fue el grado de in-
quietud entre los prestamistas de Londres por los manejos de
137e Hernández Delfino, Carlos. “Los empréstitos de la Gran Colombia (segunda parte)” en
El Desafío de la Historia, Año 1, Nº 2. Caracas, 2008, p. 31

103
Zea, y por la decisión del Gobierno de desconocer los acuer-
dos hechos por éste, que Revenga pasó algunos días en la
cárcel debido a las denuncias de los disgustados acreedores.
El historial crediticio de Colombia se abría de pésima for-
ma.138 Ante estos hechos, resulta difícil no coincidir con el
historiador Juan Carlos Reyes, quien califica de “torpes” las
gestiones de Zea.139
Reyes cita una carta de Bolívar a Santander fechada en
Cúcuta el 30 de mayo de 1820, en la que el Libertador se
expresa en términos muy duros hacia Zea y la negociación
realizada:

“[…] el señor Zea es tan bueno que ha hecho cosas que usted no puede
imaginar. Ha hecho que unos nuevos Welzares se apoderen de las misio-
nes influyendo en el Congreso para que se les regalasen a unos aventu-
reros extranjeros, con agravio de la justicia, de la razón y de los
libertadores.”140

Cita también un artículo del periódico caraqueño El


Venezolano de diciembre de 1822, en el que se denuncia el mal
procedimiento llevado a cabo por Zea.

“[…] empréstito de dos millones de libras esterlinas, o diez millones


de pesos, contratado por el Sr. Antonio Zea para el servicio de la
República […] este señor no estaba autorizado para negociar tal em-
préstito […] se revocaron de su orden los poderes al señor Zea y a los
demás agentes diplomáticos, que estaban en Europa, exceptuando

138b Ibídem, p. 32
139e Reyes, Juan Carlos. “Estudio Preliminar” en Zea, Francisco Antonio (Coordinador).
Colombia: Siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, política &c. de aquel
pays, adaptada para todo lector en general, y para el comerciante y colono en particular, p. CLIV
140r Archivo del Libertador Documento 3593, en: Zea, Francisco Antonio (Coordinador).
Colombia… Ob. Cit., p. CLV

104
únicamente a los Sres. Revenga y Echeverría, que a la sazón residían
en la Corte de Madrid.”141

Y otros documentos más que nos muestran cuán lejos llegó


este escándalo:

“República de Colombia – Secretaría de Relaciones Exteriores –


Palacio de Gobierno en Bogotá a 29 de septiembre de 1822 – 12.
Al honorable Francisco Antonio Zea, encargado de nego-
cios, etc.

Con fecha de 15 de octubre del año pasado, tuve la honra de comu-


nicar a V.S. […] la adjunta revocatoria de todos los poderes que le
había confiado el gobierno de Colombia […] Bien extraño ha pare-
cido en verdad que V.S. se haya aventurado a contraer nuevos empe-
ños en nombre de este país sin su participación, sin esperar su
aprobación y en contravención de sus órdenes […] El Gobierno le
expondrá como es su deber a los ojos de todos para cubrir su alta res-
ponsabilidad y salvar su reputación.
Pedro Gual.”142

“Al honorable Francisco Antonio Zea, etc.


Palacio de Gobierno en el Rosario de Cúcuta a 15 de octubre de 1821
– S.E. el Libertador Presidente de la República ha creído conveniente
en las actuales circunstancias limitar sus negociaciones diplomáticas en
Europa, a la Nación española solamente y en consecuencia ha nom-
brado a los Sres. Rafael Revenga y Tiburcio Echeverría, sus Ministros
Plenipotenciarios en la Corte de Madrid. En esta virtud ha ordenado
que se revoquen a V.S. por el Ministerio de mi cargo los poderes que
tenía para representar al Gobierno de Colombia en las potencias ex-
tranjeras cesando enteramente en el ejercicio de las comisiones que se le
habían confiado.- […] S.E. el Libertador Presidente desea que V.S. se

141i Sin Autor. “Interior” en El Venezolano. Caracas, 1° de diciembre de 1822, Nº 25 en


Ibídem, p. CLX
142a Gaceta de Colombia, Nº 51 en Ibídem, pp. CLX – CLXI

105
restituya lo más pronto a este país, y yo particularmente tendré la mayor
satisfacción en que el viaje de V.S. sea feliz y agradable.
Dios guarde a V.S. muchos años.
Pedro Gual.”143

Y finalmente presenta Reyes un decreto con fecha de 7 de


julio de 1823 mediante el cual el Gobierno desaprueba la con-
ducta de Zea pero reconoce las deudas que sean comprobadas
legítimamente por los acreedores.144 Reyes también afirma que
la prensa venezolana fue por esos días un hervidero de críti-
cas y acusaciones, nutridas por traducciones de artículos de la
prensa londinense, exponiéndose también editoriales y artícu-
los de opinión, por lo que concluye que “el empréstito de Zea”
se convirtió en “el escándalo más importante y llamativo de los
primeros años de la República de Colombia”.145
Sería Manuel José Hurtado quien arreglaría en parte el caos
dejado por Zea. Hurtado llegó a Londres a comienzos de abril
de 1824 y pactó con Herring, Graham & Powles el pago de sus
créditos al 80%, con intereses al 6%, reconociendo además las
comisiones de la negociación anterior. Se entregaba también a
dicha firma vales que Zea no alcanzó a firmar y que sumaban
£54.550. La firma a su vez entregaba £162.000 pendientes del
empréstito contratado por Zea. Este arreglo abrió las puertas
para el empréstito negociado a mediados del mismo mes por
Manuel Antonio Arrubla y Francisco Montoya, ambos comi-
sionados del Gobierno colombiano. Arrubla y Montoya nego-
ciarían con la firma B.A. Goldschmidt & Co., de Londres, un
préstamo de £4.750.000 colocando como garantía la renta del
tabaco y lo demás en subsidios. Este préstamo le proporcionó
cierta y breve holgura al tesoro colombiano, permitiéndole a

143a Gaceta de Colombia, Nº 51 en Ibídem, pp. CLXII


144e Reyes, Juan Carlos. Ob. Cit., p. CLXIV
145e Zea, Francisco Antonio (Coordinador). Colombia… Ob. Cit., pp. CLXIX

106
Santander enviarle al Libertador lo que precisaba en su cam-
paña peruana y también emprender un ambicioso plan de cre-
cimiento de la Armada.146
Los orígenes de la negociación del empréstito de 1824 se re-
montan al año anterior, cuando Santander reportó al Congreso
las grandes dificultades económicas por las que atravesaba la
República, tal como nos comenta Carlos Hernández Delfino:

“En su mensaje al Congreso de 1823, Santander informaba sobre la


absoluta precariedad de la hacienda nacional que impedía cumplir con
las necesidades más básicas del Estado; los préstamos internos, otorgados
por la influyente clase mercantil, habían alcanzado ya niveles exacer-
bados sin pago alguno de capital o intereses por parte del Gobierno. En
esas condiciones, el estamento político se resolvió por un nuevo emprés-
tito extranjero que fue autorizado por el Congreso en julio de 1823.
Para negociar el empréstito fueron designados Manuel Antonio
Arrubla y Francisco Montoya, importantes hombres de negocios antio-
queños, quienes venían financiando regularmente al Gobierno con
préstamos de corto plazo. Estos agentes actuarían bajo la dirección de
Manuel José Hurtado, senador y hombre de negocios de Bogotá, quien
sustituyó a Revenga como comisionado de Colombia en Londres […]
En esas circunstancias, Arrubla y Montoya contrataron en abril de
1824 un nuevo empréstito con la casa B.A. Goldschmidt & Co. por
£4.750.000 (23.750.000 pesos), a un plazo de treinta años y con la
garantía de las rentas públicas de Colombia, con un descuento de 15 por
ciento y a una tasa de interés de 6 por ciento pagadera con anticipación
a la entrega total de los fondos. Hurtado, Arrubla y Montoya recibieron
una comisión sobre el monto nominal del empréstito como remunera-
ción por sus servicios, lo que planteó un conflicto de intereses que no
sería atípico en el marco de esa negociación. El saldo que le quedó a
Colombia, después de hechas las deducciones contempladas en el con-
trato, fue solamente de £2.941.000.”147

146u Quintero Peña, Arcadio. Lecciones de Historia de Colombia: La Gran Colombia,


pp. 179 – 180
147e Hernández Delfino, Carlos. Ob. Cit., pp. 32 – 33

107
Gil Fortoul expone también que la garantía sobre la cual se
contrató este empréstito fue la renta por las exportaciones de
tabaco y subsidiariamente las de otros productos; que el inte-
rés anual sería de 6%, debiendo hacerse el pago por semestres
y adelantar la República £47.000 el primer año y £47.500 en
los siguientes para el fondo de amortización.148 A todas luces,
unas condiciones de pago muy difíciles – por no decir imposi-
bles – para Colombia.
Las propias condiciones con las que se firmó el empréstito
despertaron enseguida los temores y suspicacias de la “opinión
pública” colombiana. La prensa no tardó en hacer conjeturas y
dirigir duros señalamientos hacia los que negociaron el présta-
mo.149 Por su parte, Fermín Toro Jiménez afirma que el emprés-
tito de 1824, aun cuando ayudó a fortalecer de manera temporal
y efímera a Colombia –debido a que se invirtió buena parte de
los fondos en gastos del ejército y en fortalecer la armada–, solo
aumentó la dependencia económica de dicha república hacia el
Imperio Británico.150
La precaria economía colombiana simplemente no aportaba
los recursos para pagar los empréstitos de 1822 y 1824. Solo los
intereses anuales sumaban más de un tercio de los ingre-
sos públicos de la República. Al no poder lograrse las metas
planteadas con dichos empréstitos, la prensa y los adversarios
del Gobierno centraron sus ataques en Hurtado, Arrubla y
Montoya, llegando a acusarlos directamente de malversar y/o
robar dinero de la nación durante el proceso de contratación
del empréstito.151

148i Gil Fortoul, José. Ob. Cit., pp. 519 – 520


149E “Exterior. Inglaterra. Empréstito Colombiano”. El Colombiano. Caracas, miércoles 9
de junio de 1824. Nº 58, p. 3 y “Empréstito Colombiano 1824”. El Constitucional Caraqueño.
Caracas, lunes 4 de octubre de 1824. Nº 4, p. 1
150o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 373
151e Hernández Delfino, Carlos. Ob. Cit., p. 33

108
La prensa oficial respondió a estos ataques con gran énfasis
argumentativo. Presentamos un pequeño ejemplo:

“Aunque un folleto de Caracas nos ha ofrecido tratar del empréstito y


no dudamos que nos comunique luces exquisitas en una materia bas-
tante nueva en Colombia, deseamos por nuestra parte concurrir a ilus-
trarla. Empezaremos por confesar que las operaciones, de solicitar,
negociar, y concluir un empréstito nacional son complicadas, y difíciles;
que más requieren práctica que mucha lectura de libros de economía
política, y que nuestros funcionarios como magistrados nuevos han po-
dido cometer errores aunque sin deliberada voluntad de perjudicar a la
República […]
[…] El poder ejecutivo cuando después de muy detenidas discusiones
y de una experiencia irresistible, ha1ló que era indispensable proponer
al congreso la negociación de un empréstito en Europa, formó el corres-
pondiente presupuesto y lo hizo presentar al cuerpo legislativo: allí se
bosquejaron las operaciones que debían hacerse; el descuento que debía
sufrir; las comisiones de negociación y dirección que debían pagarse; los
seguros de remisión, el interés que debía reservarse por los dos primeros
años; en una palabra todas cuantas ideas pudo suministrar al gobierno
el ejemplo de otros pueblos, como el de los Estados Unidos. El congreso
bajo estos datos, y previos muchos y detenidos debates expidió el decreto,
cuya ejecución hemos visto realizada con mejores condiciones que las
que el ejecutivo había previsto en el enunciado presupuesto.
[…] podemos asegurar que en cumplimiento de la ley del congreso
de 1° de julio, y del decreto de igual fecha revocado por el que hoy
hemos publicado, la negociación no se contrajo sino a 20 millones de
pesos, valor nominal, empleándose el excedente hasta cubrir los 30
millones en consolidar la antigua deuda contraída ‘por las operaciones
del difunto Zea.
La suma efectiva que el prestamista, debe entregar a los agentes de la
República, está sujeta a plazos, y devenga el avance un premio a estilo
de las negociaciones de esta especie: esta es la razón por la cual la
República no ha recibido todavía el montante del empréstito, rebajados
los intereses correspondientes a dos años que deben quedar asegurados en
Londres, y un uno por ciento para amortizar él capital, y por la cual

109
también el gobierno no puede tener ya cubiertos los objetos que fijó
e1decreto citado, caso que la cantidad total los cubriera.”152

El artículo continúa, defendiendo a los agentes del Gobierno


por sus negociaciones y argumentando el poco dinero que co-
braron, además declara que las repúblicas latinoamericanas no
tenían crédito en Gran Bretaña, por lo que la casa prestamista
hizo un gran esfuerzo, y afirma que Colombia recibió el prés-
tamo en las mejores condiciones.
José Manuel Restrepo, prominente figura del Gobierno en
aquella época, también hace una defensa apasionada del trabajo
llevado a cabo por los encargados de negociar el empréstito:

“Más fueron tan ventajosas las circunstancias y tan alta la idea que
se tenía entonces en la Inglaterra del poder y recursos de Colombia,
que nuestros comisionados consiguieron negociar el préstamo a un pre-
cio que no se esperaba. Fue el ochenta y cinco por ciento, con el seis por
ciento de interés, e hipotecando especialmente para la satisfacción de éste
los productos del tabaco, sin perjuicio de quedar obligadas también las
demás rentas del Estado. Celebróse el contrato con los señores B. A.
Goldschmidt y compañía, de Londres, el 22 de abril.”153

Sin embargo, muy a pesar del discurso patriótico de


Restrepo, la realidad es que el empréstito de 1824 sacudió a
Colombia. Dicha negociación ayudó decisivamente a acre-
centar la ruptura entre Bolívar y Santander. El Libertador no
ocultó su disgusto por la situación tan penosa de la adminis-
tración pública, la pobreza generalizada en el país y el nulo
efecto que tuvo el empréstito para solucionarla. El quiebre de
la casa Goldschmidt se llevó £402.098 del empréstito; debido

152E “Empréstito Colombiano”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 31 de octubre de


1824. N° 154, p. 2
153e Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional
(Tomo III), p. 410

110
a que Hurtado las dejó depositadas con la misma firma en vez
de enviarlas directamente a Colombia, quizá buscando apro-
vechar los intereses que generaría ese dinero al ser depositado.
Más allá de las dudas manifestadas por la prensa e incluso por
Bolívar, la investigación llevada a cabo por el Congreso en 1826
halló libres de responsabilidades penales a los negociadores.154
Aun así, el empréstito golpeó duramente la reputación de
Santander. En periódicos, folletos y libros se le culpó de mal-
versación, cuando no de robo puro y simple. El historiador
Guillermo Camacho Montoya afirma que es incuestionable
que Santander violó la normativa establecida y pagó cantida-
des muy altas, pasando por encima del Congreso.155
Ocupándonos del uso dado al dinero prestado a la República
de Colombia en 1824, el historiador Arcadio Quintero Peña
nos ofrece un balance general aproximado, afirmando además
que, contextualizando el empréstito con la desastrosa situación
fiscal del país, no puede sino considerarse como una hazaña lo
logrado por el Gobierno, y descarta las opiniones sobre des-
pilfarros y malversaciones. Quintero Peña presenta que de los
30.000.000 de pesos del empréstito, 10 millones fueron para
arreglar las deudas generadas por Zea, 2 millones aproximada-
mente se gastaron en la campaña del Perú, 2.750.000 se per-
dieron con la quiebra de B.A. Goldschmidt & Co., 1.250.000
se invirtieron en dos fragatas y dos goletas en Estados Unidos,
1 millón fue destinado a la agricultura y los restantes 13 mi-
llones se gastaron en atender urgencias extremas que tenía la
administración pública.156 Aunque las cifras presentadas pare-
cen demasiado redondas y generales – por lo que solo pode-
mos tomarlas como aproximaciones –, Quintero Peña niega
que hayan existido despilfarros, sino más bien “inversiones

154e Hernández Delfino, Carlos. Ob. Cit., p. 35


155a Camacho Montoya, Guillermo. Santander, el hombre y el mito, pp. 100 – 101
156u Quintero Peña, Arcadio. Ob. Cit., pp. 337 – 339

111
desacertadas”, como la compra de buques que resultaron inúti-
les, o inversiones para los arsenales de Cartagena. El mencio-
nado autor también llama a tomar en cuenta la inexperiencia
de los altos funcionarios públicos colombianos en asuntos fi-
nancieros. Restrepo por su parte asegura que fue la quiebra de
la casa Goldschmidt la que condenó a Colombia:

“La primera desgracia de la República fue la quiebra de la casa B. A.


Goldschmidt, de Londres, que había hecho el empréstito de 1824. Su
fortuna de ningún modo pudo resistir el fuerte sacudimiento causado
por la baja que sufrieron los fondos colombianos, que en los meses de
enero y febrero llegaron a perder cuarenta y uno por ciento. El 15
de febrero de este año suspendió sus pagos, y enseguida se declaró en
quiebra la casa […]
En la quiebra de la casa B. A. Goldschmidt perdió Colombia algo
más de dos millones de pesos, que se habían dejado en poder del presta-
mista, con el destino de pagar los intereses y para otros objetos en que
debía emplearse aquella suma.
Las dificultades que produjeron esta bancarrota y los graves embara-
zos en que puso a la República, dieron un golpe mortal a su vacilante
crédito, del que jamás pudo convalecer. Son bien conocidos los funestos
efectos que produce un descrédito, sobre todo en los Estados modernos.
Desde aquella época los sufrió Colombia muy dolorosamente, y su falta
de crédito interior y exterior fue uno de los graves males que hicieron
harto penosa su existencia futura.”157

David Bushnell coincide con Restrepo, y afirma que 1826


marcó el colapso total del crédito externo de Colombia; seña-
lando que la crisis monetaria originada en Gran Bretaña pro-
vocó la quiebra de la casa Goldschmidt, lo que a su vez arrastró
a la República y produjo su colapso financiero.158 Para 1826
Colombia reconoció una deuda pública externa de £6.688.950

157e Restrepo, José Manuel. Ob. Cit., pp. 497 – 498


158u Bushnell, David. Ob. Cit., p. 155

112
y una deuda interna de 58.770.769 pesos159, llegándose al tope
de endeudamiento posible que podía manejar. En este sentido,
la siguiente noticia publicada en El Colombiano de Caracas,
nos resulta muy elocuente.

“[…] empréstito para el Gobierno Colombiano de 4.750.000 lib. A


89 por 100 ganado 6 por 100 de interés.
La causa principal de la suspensión de esta casa se considera ser los
esfuerzos hechos por sostener el crédito de los diferentes Gobiernos en
cuyo favor celebraron contratos de empréstito; y el demérito de aquella
especie de propiedad, ha sido tan grande en este momento los fondos
portugueses están al descuento de 22, los mexicanos a 5 por 100, al
descuento de 16; y los colombianos al descuento de 49 por 100 inferior
al precio contratado.
¡Que mortif icado, cuan inexcusables somos nosotros al reflexionar,
que de todos los Estados Americanos del Sur nosotros solos no hemos
remitido ni un peso a Inglaterra para pagar el interés de nuestros
empréstitos; en suma, que hemos tomado prestado más que otros, y
pagado menos.
Si a la verdad nosotros fuésemos llamados para auxiliar a toda la
América, algo podría alegrarse a favor de este sistema; pero como no lo
somos, nos aventuramos a creer, que una milicia nacional bien organi-
zada convendría más a la sobriedad de nuestras instituciones republi-
canas, y sería más conducente a la economía y a la fuerza. No podemos
cansarnos en recordar la memorable exposición del Secretario de
Hacienda de que con una renta de 6.106.726 ps., nuestro ejército y
marina solo nos costaron el año pasado 11.794.596.”
De los once millones y medio así consumidos durante el año pasado, la
mitad remitida a Inglaterra nos hubiera colocado en una actitud respe-
table en cuanto a nuestras rentas en el mercado europeo: podría haberse
negociado un nuevo empréstito, en términos ventajosos: se habrían re-
dimido las prendas de nuestra buena fe dada por nuestros amigos, y
agentes en Europa, hombres que han arriesgado su carácter, fortunas,
y confianza en nuestra puntualidad”160

159e Hernández Delfino, Carlos. Ob. Cit., p. 35


160L “Los S.S. Goldschmidt y compañía”. El Colombiano. Caracas, miércoles 19 de abril de
1826. N° 153, p. 3

113
El 3 de mayo apareció en El Colombiano de Caracas la si-
guiente carta de Manuel José Restrepo, fechada en Londres el
28 de febrero, y tomada a su vez del Correo de Londres del 2 de
marzo. En dicha carta Restrepo explica la situación de la deuda.

“El infrascrito Manuel José Restrepo, Ministro Plenipotenciario


en la Corte de la Gran Bretaña, sabiendo que existe una grande in-
quietud en los ánimos de los tenedores de vales de dicha República, en
cuanto al pago de los dividendos de estos, a causa de la reciente quie-
bra de los S.S. B.A. Goldschmidt y C. últimos agentes de la República,
cree de su deber informarles de los pasos que ha dado a fin de conser-
var la más escrupulosa buena fe. Tiene la satisfacción de asegurar que
ha arreglado con la casa de los S.S. Barclay, Herring, Richardson, y
C. en New Boayd Street número 11 el pase de los dividendos sobre el
empréstito negociado el año de 1824 y que deben para el primero de
mayo siguiente: y que habiendo el gobierno colombiano dispuesto, que
se deposite para embarcarse el dinero con que se ha de hacer el pago de
los dividendos sobre el empréstito contratado con los S.S. Goldschmidt
y C. que deben para el 15 de julio siguiente, hace algún tiempo que
despachó un buque con el objeto de traerlo a Inglaterra.
Manuel José Restrepo
Londres Febrero 28, 1826. – Del Correo de Londres, Marzo 2,
1826.”161

Más allá de las palabras tranquilizadoras dirigidas por


Restrepo a los acreedores de la República, la realidad fue que
Colombia quedó imposibilitada de pagar sus deudas tras la
quiebra de la casa Goldschmidt. A esta situación crítica tam-
bién ayudó el incumplimiento de Perú en el pago de un millón
de pesos en deuda con Colombia por concepto de auxilios para
la guerra de independencia contra España. Fue México el que,
en virtud de los acuerdos firmados con Colombia, le prestó al

161E “Empréstitos Colombianos”. El Colombiano. Caracas, miércoles 3 de mayo de 1826.


N° 155, p. 1

114
país £63.000 que permitieron salvar el crédito nacional. Dicho
acuerdo fue negociado e impulsado por Vicente Rocafuerte.162
A pesar de que la situación financiera del país era poco me-
nos que crítica, la prensa oficial siguió tratando de calmar a la
“opinión pública” y combatir lo publicado por la prensa inde-
pendiente y/o adversaria al Gobierno:

“[…] Los anarquistas, los enemigos de las instituciones colombianas,


y del gobierno constitucional cansados de inventar cargos sobre la deuda
extranjera, de ponderar su magnitud, de anunciar una bancarrota, y de
culpar en ello al poder ejecutivo y solo al ejecutivo, no largan de la boca
ni de su venenosa pluma la especie que Colombia está gravada con una
deuda enormísima […]
[…] Menos de 30 millones de pesos es lo que hoy adeuda la República
a los extranjeros después de 17 años de revolución […]
[…] ¿habrá quien de buena fe crea que Colombia es incapaz de
amortizar en 20 años 30 millones de pesos cubriendo los réditos que
cada año deben ir en disminución a la par del capital? Nosotros no lo
creemos: nos basta ver que el año último hasta 30 de junio de 1826
produjeron las aduanas 5 millones y 60.000 pesos, y que suponiendo
que en 20 años no suba este producto, dos y medio millones pueden des-
tinarse cómodamente a la amortización de la deuda y al pago de los
intereses. Esta demostración es concluyente […]”163

El historiador Tomás Straka señala que la mayoría de las


nuevas repúblicas hispanoamericanas tuvieron que endeudarse
para poder pagar la guerra de independencia. La burbuja fi-
nanciera de la década de 1820 se sostuvo mientras encontraron
quien les prestara, pero ya hacia 1825 la deuda era astronómica.
Straka nos presenta el dato de que para 1830 Colombia de-
bía casi 8 millones de libras esterlinas, lo que trajo como con-
secuencia que al momento de disolverse la unión, Venezuela

162e De Mier, José M. Ob. Cit., p. CVI


163D “Deuda Pública de Colombia”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 24 de junio de
1827. N° 297, p. 3

115
heredara el 27,7% de la deuda, la cual arrastró por alrededor de
un siglo llamándosele popularmente “Deuda Colombiana”.164
Gil Fortoul por su parte expone que el Gobierno de
Colombia nunca pudo pagar regularmente siquiera los intere-
ses de la deuda. En vano recurrió al cobro adelantado de im-
puestos directos y a contribuciones extraordinarias. En efecto,
la necesidad de mantener un numeroso ejército en tierra y una
escuadra cada vez más grande en el mar debido al perenne te-
mor de una nueva arremetida española, así como asegurar las
instituciones contra cualquier amenaza interna, terminó arrui-
nando a la joven república.165 Este auténtico colapso financiero
que vivió la República de Colombia a partir de 1826 no solo
disparó una serie de problemas políticos internos que estaban
latentes desde la fundación de la misma, sino que condenaría a
la práctica disolución a la marina de guerra.
En efecto, como explicaremos más adelante con detalle, la
crisis financiera de 1826 obligaría al Gobierno a practicar una
drástica reducción de gastos, lo que incluyó el gasto militar.
Ante la disyuntiva de disminuir el presupuesto de la armada o
el del ejército, el Gobierno se decantaría por hacer una reduc-
ción mucho más drástica del presupuesto naval que del ejército
terrestre, lo que comprometería el futuro de la armada.

c) Situación militar

Ha llegado el momento de presentar un estado general apro-


ximado de la fuerza militar con la cual contaba la República
de Colombia en el período estudiado. Según Fermín Toro
Jiménez, quien a su vez cita al enviado norteamericano

164t Straka, Tomás. “La deuda de cien años” en El Desafío de la Historia, Año 4, N° 29.
Caracas, 2011, p. 67
165i Gil Fortoul, José. Ob. Cit., pp. 520 – 521

116
Charles Todd y al experto David Bushnell; hacia 1820 el to-
tal de hombres en armas que mantenía Colombia ascendía a
36.000, mientras que para 1825, según cifras oficiales, era de
24.895.166 Evidentemente se hace bastante difícil llegar a cifras
exactas debido al carácter heterogéneo, no permanente y en
general poco organizado que tuvieron las fuerzas armadas de
la República de Colombia, sobre todo antes de 1825.
Según otras fuentes, como el informe del cónsul de Suecia
en Filadelfia, Severin Lorich, fechado el 4 de agosto de
1823167, Colombia contaba con un ejército de unos 25.000
hombres, siendo alrededor de la mitad tropas regulares y el
resto milicias; variando la calidad de los soldados desde el nivel
de tropas “de élite” veteranos, con muchos años de servicio, en
unidades como los batallones “Voltígeros”, “Rifles”, “Bravos de
Apure” o “Albión”, hasta otras unidades mal apertrechadas y
entrenadas. Por su parte la armada – como veremos con detalle
más adelante – contaba hacia 1823, sobre todo con buques de
pequeño porte como bergantines, goletas, cañoneras, flecheras,
bongos, etc., y con una pequeña cantidad de corbetas y fraga-
tas. Colombia era un país donde las fuerzas armadas tenían un
gran peso político, ocupando muchos generales cargos de pri-
mer orden en la administración civil, subordinándose muchas
decisiones de Estado a las necesidades de la guerra, estando
el propio Presidente de la República en campaña en el sur del
país y luego en Perú; quedando el poder efectivo en manos
del Vicepresidente, quien también era general. Mientras que
Bolívar estaba a favor de un ejército permanente, numeroso y
bien acondicionado para garantizar la seguridad y defensa de
Colombia, ya que la guerra contra España aún no terminaba, y
166o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 329 - 330
167o Lorich, Severin. Observaciones sobre Colombia, su Gobierno, etc. (Informe de Severin
Lorich, Cónsul de Suecia en Filadelfia. Despacho No. 831, fechado el 4 de agosto de 1823).
Disponible en: http://hem.bredband.net/rivvid/historia/lorich3.htm (Revisado online el 10 de
enero de 2016 a las 10:25 pm.)

117
también como disuasivo contra desórdenes internos; Santander
abogaba por una reducción sustancial del ejército y su asisten-
cia por parte de milicias ciudadanas, a fin de reducir gastos,
empleando el dinero en fortalecer la marina – pues la guerra
con España se había centrado en el mar a partir de 1823 – y en
desarrollar la agricultura e industria nacionales.
Revisemos entonces por separado la situación del ejército y
de la armada de la República de Colombia.

1) Ejército
El cónsul sueco en Filadelfia, Severin Lorich, describió así
al ejército de Colombia en 1823:

“Todo ciudadano está obligado a tomar las armas para la defensa del
Estado. Se cree que es posible evaluar las fuerzas disponibles de tropas
de tierra en 21.000 hombres, de los cuales 3.500 de caballería y 600 de
artillería. Si se les agrega un cuerpo de 4.000 hombres que está desta-
cado en Perú bajo las órdenes del Presidente Bolívar, se tiene un total
de 25.000 hombres, y con toda seguridad no se necesitará más que de la
mitad para anular todo proyecto ulterior de España de reducir este país.
Solamente la mitad del ejército se compone de tropas regulares, discipli-
nadas y bien vestidas, pero incluso ellas no valen lo que las tropas suecas
en cuanto a la disciplina y al ejército. La opinión general en Colombia
está muy fuertemente inclinada contra la España, y hay de qué alimen-
tar este odio, pues no se necesita viajar muy lejos en el país para encon-
trar por doquier las huellas de la crueldad bárbara de los españoles.
La República de Colombia está pues suficientemente asegurada con-
tra toda invasión de parte de España y la rivalidad entre las otras
potencias europeas no podrá ya más conducir a un ataque abierto contra
ella, cualquiera sea el atractivo que pudiese tener para la Inglaterra o la
Francia, por ejemplo, el Istmo de Panamá, Puerto Cabello o
Maracaibo.”168

168d Ídem.

118
Según el análisis del historiador Carlos Vidales, tenemos
que Lorich basó sus informes en fuentes oficiales, emanadas
de la Secretaría de Guerra y Marina, así como el Congreso
Nacional, todo esto producto de sus cordiales relaciones con
los líderes del país.169
Curiosamente las fuentes de archivo españolas arrojan un
balance de fuerzas muy inferior al informe de Lorich, y en una
fecha posterior, cuando más bien el tamaño del ejército colom-
biano debió haberse incrementado.

“Los informes llegados a Madrid señalaban que las fuerzas terrestres


colombianas, entendiendo por Colombia casi todo el antiguo Virreinato
del Perú, estaban reducidas a 11.460 hombres, distribuidos de la si-
guiente forma:
5.000 en el Perú, auxiliares
3.400 en Venezuela
3.060 en Santa Fe […]”170

Volviendo a lo dicho anteriormente sobre la intención de


Santander de reducir progresivamente al ejército y reempla-
zarlo por una milicia de ciudadanos, el experto David Bushnell
nos comenta:

“[…] existían solamente quince batallones efectivos de milicianos en


todo el país, y Santander no hizo ningún esfuerzo apreciable por mejo-
rar la situación hasta el mes de agosto de 1824, cuando ordenó la orga-
nización de un cuerpo de milicianos a través de la república, fundado el

169i Vidales, Carlos. “El agente diplomático sueco Severin Lorich y su misión en la Gran
Colombia (1823)”. Universidad de Estocolmo, Centro de Estudios Latinoamericanos, Informes
de Investigación, Nº 64, mayo de 1991. Disponible en: https://www.academia.edu/2456170/
El_agente_diplom%C3%A1tico_sueco_Severin_Lorich_y_su_misi%C3%B3n_en_la_Gran_
Colombia?auto=download (Revisado On Line el 22 de febrero de 2018 a las 10:13 pm), pp.
11 - 12
170e Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos
de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 117 – 129, citando a Estado
de las fuerzas de la República de Colombia. No lleva firma ni fecha, aunque con toda seguridad
es de 1826. Archivo Histórico Nacional, Estado 214.

119
servicio general obligatorio y sometido en cada departamento a la su-
pervisión del comandante general. Sin embargo, este decreto se convir-
tió en el blanco de muchas críticas irresponsables, especialmente por
parte de la fracción oposicionista liberal de Caracas que se quejaba ab-
surdamente de que ella significaba el establecimiento de la ley marcial
o de algo muy parecido. El nuevo sistema funcionó bien en Bogotá, pero
estuvo a punto de provocar una rebelión en Caracas, y el general
Soublette informó que a lo largo de la nación el alistamiento se veía
obstaculizado tanto por la inercia de la población como por la falta de
cooperación de las autoridades. Uno de los problemas suscitados fue un
debate sobre la conveniencia de la elección de los oficiales por los mismos
milicianos, lo que representaba una reforma ardientemente defendida
por todos los ideólogos de la democracia y fuertemente combatida por la
administración. Santander aceptaba que los nombres de los oficiales de
más baja graduación fueran originalmente sugeridos por los mismos
milicianos, pero la Gaceta Oficial atacó repetidamente el principio de
elección de los oficiales como una insana manía de democratización.”171

En base a todo lo expuesto, podemos concluir que hacia


1823, y por lo menos hasta 1826, las fuerzas terrestres de la
República de Colombia sumaron unos 25.000 hombres, lle-
gando quizá a los 30.000 en 1825 tras las campañas en Perú
y Bolivia. De ese número, la mitad la constituían tropas vete-
ranas, equipadas y entrenadas, mientras que la otra mitad eran
tropas inexpertas, nuevos reclutas o milicianos.
Más allá de las comparaciones que Lorich hace entre los
soldados colombianos y las tropas de línea europeas; podemos
contra argumentar que a pesar de su poco ortodoxa formación
y deficiente equipamiento, la infantería colombiana estuvo en
muchos combates a la altura de su oponente europea, venciendo
a batallones españoles en innumerables combates. Además de
eso, debe tomarse en cuenta la casi perfecta adaptación del
combatiente colombiano a su entorno natural, producto en

171u Bushnell, David. Ob. Cit., p. 310

120
gran medida de su idiosincrasia y cultura. Respecto a la caba-
llería, podemos afirmar que las fuerzas montadas colombianas
del período estudiado, fueron quizá las mejores de América y
una de las mejores del mundo; siendo el arma decisiva en la
mayoría de las batallas y asombrando a los jefes militares es-
pañoles, que no tuvieron complejo en reconocer su fuerza y
habilidad. La artillería por su parte, vendría a ser quizá la parte
menos fuerte que tenía el ejército colombiano en aquel pe-
ríodo, muy lejos de los estándares de Europa. Sin embargo, es
oportuno recordar la poca utilidad que la artillería tenía en la
guerra en Sudamérica, donde había contadas ciudades fortifi-
cadas, con muy pocos caminos aptos para transportar cañones
sobre sus cureñas, y con abundantes pantanos, selvas y saba-
nas. En contraste, bien podríamos considerar como el punto
más fuerte del ejército colombiano su oficialidad. En efecto,
hombres como Bolívar, Sucre, Páez, y muchos otros, llevaron a
las tropas colombianas a victorias sobre los españoles que re-
sultaron tan brillantes como asombrosas, superando de forma
rutinaria incontables dificultades de tipo geográfico, logístico,
operacional, y de mando y conducción, así como –obviamente–
estratégico y táctico. No sería exagerado decir que el ejército
colombiano llegó a ser hacia mediados de la década de 1820 la
mejor máquina de guerra terrestre del continente americano,
no por su número ni equipamiento, sino por la habilidad de
sus oficiales, y la ferocidad, resistencia y perfecta adaptación al
entorno natural de sus soldados.

121
2) Marina
La Armada de Colombia comenzó como una fuerza corsa-
ria que reunió, organizó e impulsó el Almirante Luís Brión a
partir de 1816 y hasta 1821. Al crecer en términos materiales
y humanos, la armada colombiana se fue convirtiendo en un
factor importante en el Caribe, tenido en cuenta por Estados
Unidos y Gran Bretaña; llegando a tomar un papel importante
en las negociaciones internacionales de Colombia, como en el
Tratado Gual – Anderson de 1824, en el que fue clave el papel
desempeñado contra el tráfico mercante español; o las nego-
ciaciones de Colombia con México para apoyar el asalto a la
fortaleza de San Juan de Ulúa, y en los proyectos de liberación
de Cuba y Puerto Rico a partir de 1825. Desde 1822 la ar-
mada colombiana inició una ambiciosa transformación impul-
sada por Santander, para convertirse definitivamente de una
fuerza corsaria en una auténtica marina de guerra nacional.172
Santander decretó el 28 de junio de 1822 la creación de las
academias navales de Cartagena, Puerto Cabello y Maracaibo.
Bolívar por su parte fundó otra más en Guayaquil. El 22 de
julio del mismo año se creó la Infantería de Marina. Más tarde
se creó la Secretaría de Marina como parte de la Secretaría de
Guerra. A partir de 1822 comenzó un programa de adquisi-
ción de buques, destinado a establecer una adecuada defensa
de las fachadas marítimas de Colombia sobre el Atlántico, el
Caribe y el Pacífico; para ello, buena parte del empréstito de
1824 fue utilizado en la compra de dos fragatas en Estados
Unidos. Según Fermín Toro Jiménez, la Armada de Colombia
llegó a contar en su apogeo en 1826 con 2 navíos, 8 fragatas
y 14 corbetas. Asimismo, el 28 de julio de 1824 el Congreso
decretó mejorar las fuerzas sutiles para cumplir tareas de

172o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 330 – 332

122
guardacostas en el litoral, ríos y lagos, ordenándose la cons-
trucción de cincuenta pailebotes cañoneros en puertos de la
República.173
Por su parte, el cónsul Lorich escribió sobre la Armada de la
República de Colombia el 4 de agosto de 1823:

“Las fuerzas marítimas de Colombia, a las órdenes de un bravo


negro llamado Padilla (recientemente promovido al grado de
Brigadier), se componen de una fragata de 44, 5 corbetas de 20 a 24, 7
bergantines de 12 a 18, y 6 goletas, ninguna de las cuales tiene más de
6 cañones.”174

Curiosamente, las fuentes de archivo españolas muestran un


parte muy inferior:

“En cuanto a las fuerzas de mar:


1 navío (sueco, reparándose en Nueva York)
1 fragata (sueca, reparándose en Nueva York)
2 corbetas (suecas, reparándose en Nueva York)
1 bergantín (sueco, reparándose en Nueva York)
2 fragatas de servicio
2 corbetas en Cartagena de Indias
2 bergantines en Cartagena de Indias
1 fragata nueva en Nueva York.”175

Mención aparte merece el informe elaborado en Cartagena


por quien al parecer era un espía enviado por los españoles. El
informe de este presunto agente fue entregado en La Habana
a estadounidenses y terminó siendo publicado en la Baltimore

173d Ídem.
174o Lorich, Severin. Ob. Cit.
175e Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos
de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 117 – 129, citando a Estado
de las fuerzas de la República de Colombia. No lleva firma ni fecha, aunque con toda seguridad
es de 1826. Archivo Histórico Nacional, Estado 214.

123
Gazette and Daily Advertiser.176 Según este informe, la escua-
dra colombiana estacionada en Cartagena para el 8 de febrero
de 1826 consistía en:
_Una corbeta comprada a la Compañía Británica de las
Indias Orientales, dotada con 34 cañones: 28 largos de 18 li-
bras en su cubierta de cañones, y 4 carronadas en el alcázar. A
medio tripular, con menos de 100 hombres de los cuales me-
nos de 20 eran marineros realmente buenos, y el resto pardos
mitad indios e inexpertos. Ligeramente escorada y con apa-
riencia de velero sin brillo.
_Corbeta Ceres, antiguamente al servicio de España. Dotada
con 26 carronadas de 32 libras. Con muy buena tripulación, y
en mejor situación que cualquier buque en el puerto. La mayor
parte de sus tripulantes eran ingleses o estadounidenses.
_Una corbeta de guerra con 20 cañones (de 18 y 24 libras)
con un tercio de su tripulación a bordo, siendo no más de 30
buenos marinos, y el restante pardos inexpertos, además de es-
tar escaso de oficiales.
_Una corbeta de guerra con 18 cañones (carronadas de 24
libras), falta de oficiales y marineros. Con cerca de un tercio
de su tripulación, tenía muy pocos marinos diestros, siendo el
resto pardos inexpertos.
_Un buque desarmado, con comandante y pocos oficia-
les asignados, con pocos marineros y sin acondicionarse aún.
Estaba antiguamente al servicio de la Compañía Británica de
las Indias Orientales. Hecho para portar 36 cañones, pero sin
todo su armamento a bordo. Se presumía que podía portar ca-
ñones largos de 18 libras. Apariencia de ser fuerte pero poco
marinero.
_Un bergantín desarmado, dotado con 24 carronadas; está
solo en servicio como escuela naval. Jóvenes oficiales pardos
176i Sin Autor. “Colombian Naval and Military Force” en The Baltimore Gazette and Daily
Advertiser. Baltimore, 15 de marzo de 1826. Volume 65, p. 2

124
y otros destinados al servicio naval asisten a clases a bordo.
Incierto si será alistado para hacerse a la mar o no.
_Una goleta dotada con 10 carronadas, con poca tripulación
mayormente parda y sin buenos oficiales.
Además de esto, el informe relaciona un buque de guerra
con bandera extranjera que estaba a punto de ser transferidos
a Colombia:
_Un navío dotado con 67 cañones, pero construido para 74.
Con cañones largos de 24 libras en su cubierta inferior, y ca-
rronadas en su cubierta superior. Buque viejo, pero al parecer
fuerte. Siendo sus grandes fallas: sus juntas de hierro, y da-
ños en su forro inferior de cobre. Roto en muchos lugares y
pudriéndose, debía dársele un nuevo forro con cobre antes de
que pudiera estar en estado adecuado para ir en un crucero. Su
forro estaba muy mal, y empeorando. No podía ser reparado
en Cartagena. Fue comprado por la casa de banco de B. A.
Goldschmidt & Co. de Londres, para enviarse a Cartagena en
especulación. Tenía 500 suecos a bordo, quienes serían desem-
barcados cuando fuese transferido, y por lo se debía tener un
transporte para ellos, o si no se vendía regresarían en él. Los
marineros estaban sin embargo en libertad de entrar al servi-
cio de Colombia si lo deseaban, el Gobierno colombiano había
ofrecido salarios mayores para ellos.
Y buques de guerra que esperaban en Cartagena para entrar
al servicio de Colombia.
_Una fragata nueva comprada por el Gobierno colombiano,
construida en Nueva York. Lista ya, se encontraba en Puerto
Cabello, y se le esperaba en Cartagena. Era la primera de su
clase, construida sobre un plan mejorado, teniendo popa elíp-
tica, pareciendo de 44 cañones pero portando 64. Navegaba
solo con los hombres mínimos necesarios para entregarla en
Cartagena, quedando totalmente equipada pero sin tripula-
ción cuando la recibiera Colombia.
125
_Una fragata gemela de la anterior, construida en Filadelfia
y que sería entregada en las mismas condiciones. Se encon-
traba surta en el puerto de Nueva York, preparándose para
zarpar y esperando que se despeje el hielo. Se estimaba que
llegara a Cartagena en pocas semanas.
_La corbeta Bolívar que se encontraba en Nueva York por
reparaciones. Montaba 26 carrondas de 32 libras. Su tripula-
ción estaba constituida mayormente por pardos.
Y buques al servicio de Colombia pero cuyo destino era
desconocido.
_Dos bergantines de 14 y 18 cañones, en algún puerto al este.
_Dos bergantines y una goleta en mal estado, desmantela-
dos y abandonados, presas de mar propiedad de corsarios.
Estas diversas informaciones, aunque contradictorias en
parte, nos dan una idea bastante cercana del tamaño y poder
alcanzado por la escuadra colombiana entre 1823 y 1826, reve-
lándonos también sus debilidades; a saber: escasez de tripulan-
tes y oficiales, incapacidad de personal e infraestructuras para
reparar y mantener los buques adquiridos, e incapacidad para
construirlos, debiendo comprarlos en el extranjero.
Es pertinente ahora volver al punto de la visión más volcada
al mar que tuvo Santander, en contraste con la visión más cen-
trada en tierra de Bolívar, Bushnell comenta:

“A la par con los esfuerzos de reemplazar el ejército regular con una


milicia – e igualmente sin éxito – se hacía el intento de aumentar el
poder naval a expensas de las fuerzas terrestres. Las tesis que favore-
cían el anterior intento eran impulsadas no solo por los oficiales navales
de Colombia, que eran relativamente pocos, sino también por los voce-
ros oficiales y extraoficiales de la administración de Santander, y pare-
cía tratarse de una idea muy razonable. Se señalaba que Colombia
tenía costas muy extensas que se encontraban expuestas a cualquier ata-
que, mientras que las únicas tierras fronterizas habitadas eran los lí-
mites con el Perú. Para la defensa contra un intento de reconquista

126
español o contra una invasión extranjera era así mucho más impor-
tante una marina de guerra que un ejército. A través del pillaje sobre
embarques enemigos e incluso por medio del transporte de cargas priva-
das, una marina podía llegar a sufragar sus propios gastos, mientras
que la sola palabra “ejército” era considerada como sinónimo de banca-
rrota. En fin, la marina era mucho más compatible con las institucio-
nes libres, ya que resultaba prácticamente imposible derrocar el gobierno
de Bogotá con navíos de guerra, y se pensaba además que los marinos se
encontraban naturalmente menos inclinados a apoyar una dictadura
militar […]
El problema principal a este respecto era que Colombia no estaba en
capacidad económica de adquirir una flota naval completa, carecía de
suficientes facilidades para mantenerla y de marineros para manejarla.
De esta manera, los esfuerzos por ampliar la marina colombiana esta-
ban destinados a convertirse en un empecinamiento inútil de la admi-
nistración de Santander.”177

En resumen, podemos decir que la Armada de la República


de Colombia experimentó un importante desarrollo y creci-
miento institucional y a nivel de medios para hacer la gue-
rra a partir de 1822, impulsado por el Gobierno de Santander
y como respuesta a la nueva guerra marítima que se planteó
contra España a partir de 1823. Esta política de desarrollo na-
val fue de la mano con la visión santanderiana de reducir el ta-
maño del ejército y que parte de sus funciones las tomara una
nueva milicia ciudadana, para así liberar fondos que invertir en
el desarrollo económico y en el crecimiento de la armada. La
escuadra colombiana a su vez le dio al país una cierta posición
de fuerza en el escenario regional que le ayudó a conducir un
poco mejor sus relaciones internacionales.

177u Bushnell, David. Ob. Cit., p. 311

127
C) La República de Colombia y su potencial como
poder marítimo

Nos toca ahora estudiar a la República de Colombia y el


potencial que ésta tenía para desarrollar su marina de guerra
y mercante; así como para hacer valer sus intereses en el mar.
Es decir, de convertirse en una potencia naval y marítima.
En esta parte de nuestro estudio, nos apoyaremos en la teoría
del Poder Marítimo del almirante, historiador y estratega na-
val estadounidense Alfred Thayer Mahan, en cuya obra más
emblemática: Influencia del Poder Naval en la Historia 1660 –
1783, fue analizada por primera vez la importancia que tiene
para una nación ejercer control de los mares, siendo también
la primera obra en la que aparecen los conceptos de poder
marítimo y poder naval.
Si bien es cierto que Mahan escribió sus obras entre fina-
les del siglo XIX y comienzos del siglo XX – casi una centu-
ria después del período que estudiamos –, también lo es que
Mahan basó sus análisis en la historia, demostrando con los
propios acontecimientos históricos la validez de sus conclu-
siones. Justamente, Mahan estudió los siglos XVII y XVIII,
en los cuales las grandes potencias marítimas: Gran Bretaña,
Francia, España y Holanda, se disputaron el control de las ru-
tas comerciales oceánicas hacia otros continentes. El período
en el que se ubica el tema de estudio de este trabajo es casi
inmediatamente posterior al trabajado por Mahan, y aunque
durante el mismo desapareció casi completamente el sistema
colonial europeo en América, no cesó la lucha entre las grandes
potencias marítimas. Por el contrario, las independencias de
Estados Unidos primero, y de Iberoamérica después, abrieron
más oportunidades a la potencia marítima hegemónica: Gran
Bretaña; al tiempo que permitió que a largo plazo, nuevas
128
naciones entraran a la carrera del comercio marítimo mundial,
como Estados Unidos. De esta manera, aunque Mahan no
centró sus estudios ni en el período abordado por este estudio,
ni tampoco en la misma región, los principios estratégicos y las
conclusiones a las que llegó, le son totalmente aplicables.

a) Colombia y su potencial como poder marítimo a la luz


de Mahan

Alfred Thayer Mahan abrió sin saberlo camino a la geopo-


lítica. En efecto, gran parte de su análisis se sustenta en las
condiciones geográficas del Estado, y cómo el Gobierno
y la sociedad lo aprovechan o no para desarrollar su poder
marítimo. Si bien es cierto que en los tiempos de Bolívar y
Santander no existían conceptos como poder naval, poder ma-
rítimo o geopolítica; dichos términos – empleados con el cui-
dado y rigor respectivo – nos sirven como herramientas para
entender, desde nuestro tiempo, el tema estudiado. Aclarado
esto, podemos entonces pasar a revisar las condiciones geo-
gráficas de la República de Colombia, para luego aplicarle los
principios identificados por Mahan.
Sobre su extensión, población y costas, analizó Fermín Toro
Jiménez:

“[…] albergaba una población estimada en la misma Gaceta de


Colombia, número 17 del 10 de febrero de 1822, […] como un total
general de dos millones seiscientos cuarenta y cuatro mil seiscientos ha-
bitantes […]
Para otros, la población de la República de 2.677.000 habitantes
distribuida por regiones, consistía en 1.327.000 habitantes en la
Nueva Granada, 800.000 en Venezuela y 550.000 en Ecuador.
[…] una situación geográfica internacional privilegiada, con facha-
das marítimas sobre el Atlántico, el Caribe y el Pacífico, dos cuencas

129
hidrográficas de magnitud como era la del Orinoco y la del Magdalena;
finalmente, una composición de climas y regiones diversas y comple-
mentarias. Un total de ciento quince mil leguas cuadradas.”178

Por su parte, el diplomático norteamericano Mr. Brend, en


nota sobre Colombia hacia 1822, expresó:

“Con respecto al poder y capacidad de Colombia para mantener su


independencia, ninguna duda bien fundada puede ocurrir sobre ese
punto; si, de un lado, consideramos la grande población de la República,
que excede 3.600.000 almas, la extensión de su territorio, sus recursos
artificiales y naturales, y su situación; y, del otro, el mucho talento mi-
litar que han mostrado sus generales y oficiales, y el valor y la disciplina
de sus tropas manifestada en todas las ocasiones […]
[…] se puede formar cierta idea del grado del poder, esplendor, y
prosperidad futura de la nueva República, al considerarla situada en el
centro del universo, con una extensión de costa de 1200 millas en el
Atlántico, desde el Orinoco hasta el Istmo de Darién, - y de 700 millas
en el Pacífico, desde Panamá a la Bahía de Tumbes, y exenta en todas
las estaciones de aquellos huracanes que causan tantos desastres en las
Antillas, en el Golfo de México, y en otros parajes.
Los grandes canales que forman el Orinoco y sus ríos tributarios, el
Zulia, con el Lago de Maracaibo, el Magdalena, el Cauca, y el Atrato,
que todos ellos se desaguan en el Atlántico, hace de Colombia la parte
más favorecida del universo para la navegación interna; y, por la unión
de todos los climas, encierra en sí, en grande abundancia, las produccio-
nes de los tres reinos de la naturaleza.”179

En la misma obra, Francisco Antonio Zea dedica mu-


chísimas páginas a describir los puertos y vías fluviales de la
República, buscando obviamente atraer el comercio extranjero

178o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 328 – 329


179e Zea, Francisco Antonio (Coordinador). Colombia: Siendo una relación geográfica, topo-
gráfica, agricultural, comercial, política &c. de aquel pays, adaptada para todo lector en general, y para
el comerciante y colono en particular, p. xxxix

130
al país. Estas descripciones resultan muy útiles para medir el
potencial marítimo y naval de aquel Estado.

“El Lago de Maracaibo es un cuerpo de agua de forma oval, su direc-


ción es del sud al norte, y se comunica por un canal muy estrecho con el
Golfo de Venezuela. Su largo es de 150 millas, y el ancho de 90, y su
circunferencia de 450. Generalmente la superficie de sus aguas se halla
bastante agitada; y durante ciertos vientos, particularmente los del
norte, forman ondas que se levantan a una grande altura. Su agua es
siempre fresca, excepto cuando una violenta tempestad arroja en él el
agua salada del Golfo. La profundidad de este lago es grandísima, y es
navegable para navíos del más alto bordo.”180

“El Cauca, el Magdalena, el Meta y el Orinoco tienen sus manantia-


les en las montañas de que arriba hemos hablado. Todas las partes de
este país abundan tanto en ríos que a la verdad será difícil hallar otro
paraje en el mundo tan favorecido con los medios de fertilizar el
terreno.”181

“El Orinoco, no es solamente uno de los mayores ríos del Sud de


América, pero a más uno de los más hermosos; su principal distintivo es
el curso singular e intrincado de sus aguas. Su origen no es muy cono-
cido, pero según la opinión de La Cruz, nace en un pequeño lago lla-
mado Ipava, que está al 5° 5´ de latitud septentrional […] prosigue
hacia el noreste, abrazando el Meta, el Apure, el Arauca, y otros ríos
grandes, con una infinidad de ríos pequeños, desembocando por fin en
el Océano Atlántico en varios brazos, en frente de la Trinidad; su boca
principal se halla considerablemente al sudeste de aquella isla. Las bocas
del Orinoco son muy peligrosas para navegantes. La mayor tiene seis
leguas de ancho; siete bocas son navegables para navíos de alto bordo.
Las islas formadas por estas son muy extensas, y están habitadas por
Indios Guaraounos, y Mariusos.
Este hermoso río se comunica con el Marañón. El río Casiquiari, que
se conjetura era un brazo del Orinoco, pero que ahora se sabe es un

180b Ibídem, p. 17
181b Ibídem, p. 23

131
brazo del río Negro, se comunica también con el Marañón, por medio
del río Negro.”182

“El mar que baña las costas occidentales de Colombia es el Pacífico; y


el que baña las septentrionales, es el que los ingleses llaman Mar Caribe,
porque en efecto la cadena de las Antillas desde la Trinidad a Cuba y
Tierra Firme forma una sola área limitada únicamente por países an-
tiguamente habitados por caribes.”183

“Un inconveniente común a todos los puertos de Caracas, es que están


expuestos a olas, pero de tan enorme volumen, que aunque no parecen
ser ocasionadas por los vientos, no son por eso menos peligrosas. La rada
de Puerto Cabello es el paraje en el que los navíos hallan un asilo seguro
y tranquilo.”184

“La Guaira es antes una rada que un puerto. El mar está en continua
agitación, y los navíos sufren igualmente por la acción del viento, el
curso de la marea, el mal anclaje, y por la broma; pero este puerto tiene
la ventaja de no estar a más de cinco leguas de Caracas.
La Guaira es una bahía abierta a todos los vientos y su anclaje nada
seguro. Además las ondas prevalecen aquí demasiado, lo que junto con
el viento contribuye a aumentar los inconvenientes del puerto. Su pro-
fundidad no excede cuarenta y ocho pies, a un cuarto de legua de distan-
cia de la orilla; de consiguiente la cargazón no se puede tan fácilmente
embarcar, y la altura de las olas impide que se embarquen aquí mulas
como en Nueva Barcelona y Puerto Cabello.”185

“El Gobierno ha tratado hacer enteramente de La Guaira un puesto


militar, y su comercio únicamente una plaza de embarcación para la
capital. La mayor parte de los comerciantes de La Guaira no son más
que los agentes de los de Caracas, de la que La Guaira no es sino el
muelle. Todos los negocios se hacen en Caracas. Los comerciantes va a

182b Ibídem, pp. 24 - 25


183b Ibídem, p. 27
184b Ibídem, p. 28
185b Ibídem, p. 53

132
La Guaira a recibir el cargamento que les envían de Europa, o el que
compran.”186

“La defensa militar de las costas de Tierra Firme consisten en seis


puntos: - El Castillo de San Antonio en Cumaná; el Morro de Nueva
Barcelona; las fortificaciones de La Guaira coronadas con ciento y cin-
cuenta cañones; Puerto Cabello; el fuerte de San Carlos a la emboca-
dura del lago de Maracaibo; y Cartagena. Puerto Cabello es, después de
Cartagena, el puerto fortificado más importante. El puerto por lo que
ya hemos dicho, es uno de los más hermosos de los dos mundos. El arte no
ha tenido apenas que añadir nada a las ventajas que la naturaleza del
paraje ofrece.”187
“El puerto de Cumaná tiene una rada capaz de contener todos los
navíos de Europa. Todo el Golfo de Cariaco, que tiene treinta y cinco
millas de largo, y sesenta y ocho de ancho, ofrece un excelente anclaje. El
grande océano no está más tranquilo o pacífico en las costas del Perú,
que el mar de las Antillas desde Puerto Cabello, y especialmente desde el
Cabo Codera, al Punto de Paria. Los huracanes de las islas de las Indias
Occidentales no se sienten nunca en estas regiones, y sus barcos no tienen
puentes.”188

“La isla Margarita tiene tres puertos. El más importante es el de


Pampatar, situado al sudeste de la costa. Tiene un puerto grande y her-
moso, en el que los navíos están protegidos contra todos los vientos y
tempestades. Su entrada está defendida a un lado por un fuerte, y al
otro por baterías. Estas son las principales fortificaciones de la isla.
Pueblo del Mar es otro puerto, o para hablar más exactamente, una
rada abierta. Es un lugar de poco tráfico, y está a legua y media de
Pampatar.
Pueblo del Norte es, como su nombre lo denota, un lugar situado al
norte de la isla. Un bajío hace que la entrada de este puerto sea difícil
para los marineros que no están acostumbrados a él. Dos baterías de-
fienden su entrada contra piratas. Cerca de este puerto hay una aldea
habitada por pescadores.”189
186b Ibídem, p. 54
187b Ibídem, p. 98
188b Ibídem, p. 113
189b Ibídem, pp. 186 - 187

133
“El lago es navegable para navíos de alto bordo; pero esta ventaja
está inutilizada por un banco de arena peligroso que está a la misma
entrada, y sobre el que los barcos, que hacen doce pies de agua, casual-
mente se encallan.”190

“El hábito que los ciudadanos de Maracaibo contraen de navegar en


el lago desde que son niños, ya sea por placer, pesca, o el transporte de
géneros a las orillas meridionales, les dan una temprana inclinación
por la navegación. Sin embargo no hallando aquí medios suficientes
para practicar este arte, marchan en tropas a Puerto Cabello, La
Guaira, y los otros puertos, en donde una navegación más activa les da
al mismo tiempo empleo, y los medios de gratificar sus deseos.
Desempeñan con igual habilidad viajes de costa o más lejanos. En
aquellos intervalos en que la guerra suspende sus empresas comerciales,
se embarcan a bordo de corsarios. Las cercanías del lago, en cuyas aguas
se ejercitan en su juventud, les hace tan excelentes nadadores como bue-
nos chapucadores.”191

“Las bocas del Orinoco tienen una ventaja sobre todas las otras partes
de Tierra Firme. Ofrecen la más pronta comunicación con la Península.
El viaje de Cádiz a Punta Barima, se hace a veces en 18 o 20 días. La
vuelta a Europa ocupa de 30 a 35 días. Estas bocas estando a barlo-
vento de todas las islas, los navíos de Angostura pueden mantener un
comercio más lucrativo con las Islas de las Indias Occidentales, que con
La Guaira y Puerto Cabello.”192

“El Río Grande del Magdalena es un río majestuoso y navegable, del


que aún no conocemos mucho; pues aunque M. Bouguet, el célebre ma-
temático, viajó por la mayor parte de sus orillas, no ha dejado más que
una noticia muy imperfecta sobre esta materia.”193

“[Santa Marta] Tiene un puerto grande y cómodo, está protegido por


altas montañas, y enfrente tiene una cuesta redonda, que le defiende del
lado de las montañas nevadas.
190b Ibídem, p. 191
191b Ibídem, pp. 197 - 198
192b Ibídem, p. 210
193b Ibídem, p. 242

134
El puerto tiene dos fuertes para su defensa.”194

“El Magdalena y el Cauca son los dos ríos más importantes de esta
provincia. El Cauca en particular corre por Cartagena, y se junta con
el Magdalena más debajo de Mompox.”195

“[…] Cartagena, situada en una pequeña península, o isla arenosa,


que se junta a otras y al continente por dos lengüetas de tierra artificia-
les; que la más ancha de ellas tiene 70 varas de ancho […]
No muy lejos de la ciudad en la tierra, sobre una cuesta que domina a
las dos fortalezas, hay un castillo llamado San Lázaro. Esta cuesta
tiene 150 pies de alto, y se comunica con varias otras hacia el este, que
son más altas aun; las que terminan en una montaña a 552 pies sobre
el mar, en cuya cima hay un convento de agustinos, llamado Nuestra
Señora de la Popa […]
La Bahía de Cartagena es una de las más grandes, como también de
las más anchas de toda la costa. Se extiende dos leguas y media de norte
al sud, tiene excelente anclaje, y como está rodeada de tierra, es tan
suave que los navíos navegan como si fuese por un río. La única falta
de esta bahía, pero que es lo que sin embargo constituye su principal
defensa, son los muchos bancos que están cerca de su entrada: estos exi-
gen un buen piloto para entrar en el puerto. Antiguamente la entrada
estaba a una distancia considerable al sud de la ciudad, por el Estrecho
de Boca Chica; pero desde el tiempo en que el Almirante Vernon hizo su
tentativa sobre este puerto, el paso fue cerrado, y uno más cómodo, que
existía antes, cerca de la plaza se volvió a abrir, e hicieron grandes
fortificaciones.”196

“Panamá, una ciudad y un puerto de mar, edificado cerca de una


bahía grande del Pacífico, la que tiene el mismo nombre. De esta ciudad
el Istmo de Darién ha tomado muy a menudo su apelación, aunque
ahora se llama indiferentemente el Istmo de Panamá o de Darién […]
Panamá no tiene más que su hermosa bahía, cubierta de islas, que sea
al presente digna de notar; entre estas está la rada donde anclan los
navíos de los puertos del sud con seguridad […] La marea sube y baja
194b Ibídem, p. 247
195b Ibídem, p. 249
196b Ibídem, p. 254 - 255

135
desde 13 a 16 pies en Panamá, mientras que en Puerto Bello el flujo y
el reflujo no sube más que el mismo número de pulgadas.”197

“La ciudad de más importancia en esta provincia es Puerto Bello, en


la costa del Mar Caribe […] Esta ciudad está a 60 millas al norte de
Panamá: está situada cerca del mar, del lado de una montaña que
abraza al puerto.”198

“El puerto de Puerto Bello es, como su nombre lo indica, excelente


[…] Como la ciudad y el puerto están rodeados por tierras elevadas, el
paraje es muy seguro para las embarcaciones, y particularmente como
esta parte del Mar Caribe está expuesta a terribles tormentas. Enfrente
de la ciudad hay al noroeste otra bahía pequeña excelente, donde care-
nan los navíos.
La entrada del puerto está defendida por un castillo, llamado Todo
Hierro, en la punta septentrional, donde el canal tiene tres cuartos de
milla de ancho. El lado meridional está cubierto de bancos peligrosos, de
suerte que los navíos tienen que ponerse junto al castillo; y al lado
opuesto del anclaje, hay al sud otro castillo llamado de la Gloria; entre
éste y la ciudad se avanza una punta de tierra en el abra, sobre la que
antiguamente estaba el castillo de San Jerónimo.”199

“Por medio de su río, Guayaquil exporta el producto de sus departa-


mentos al Perú, al Panamá, y a Quito, por los que recibe géneros euro-
peos de Tierra Firme; y alquitrán, pez, añil, y cordaje, de Nueva
España y Guatemala.”200
“El puerto de Punta está muy frecuentado por los navíos que trafican
con Panamá y, el Perú, y tiene mucho comercio con ellos en provisiones
y en sal.”201

“Guayaquil fue nombrado real arsenal en 1767, y la abundancia de


madera excelente que producen sus cercanías, le dan título a ello. El
árbol que trae un bálsamo, y varios otros, son excelentes para quillas, y

197b Ibídem, pp. 265 - 266


198b Ibídem, p. 266
199b Ibídem, pp. 268 - 269
200b Ibídem, p. 320
201b Ibídem, p. 321

136
famosos porque resisten a la broma, y a la podredumbre. A pesar de estas
ventajas, la construcción de navíos está muy descuidada, y el comercio
en el río y en la costa se hace por medio de balsas, en las que reciben los
géneros de los navíos de Europa, Lima o Panamá.”202

Por su parte, Severin Lorich, cónsul de Suecia en Filadelfia,


escribió en su informe sobre Colombia unas palabras que bien
podrían servirnos para resumir y concluir lo antes citado de la
obra de Zea.

“La extensión de Colombia al Norte, sobre la cuenca del Caribe con


una superficie de 200 millas suecas y sus costas de 120 leguas, bañadas
al Este por el Atlántico y al Oeste por el mar Pacífico, ofrecen facilida-
des inmensas al comercio y a las comunicaciones tanto con la Europa,
sus colonias de las Indias Occidentales y la América Septentrional como
con el Perú, Chile, México y las Indias Orientales. Al Norte las ciuda-
des de Cumaná, de Caracas, con el puerto llamado de la Guayra, ofre-
cen los productos del país y reciben en cambio los de los países extranjeros.
Esto estimula la industria en general y distribuye el bienestar en todas
las clases. El resultado es naturalmente una emulación de esfuerzos y
una igualdad de fortunas que no pueden sino favorecer y consolidar las
nacientes instituciones de Colombia.
La naturaleza no parece haber otorgado en ninguna otra parte tan-
tas facilidades como aquí a la comunicación entre los habitantes. El río
del Orinoco, al que afluyen los de Apure, de Meta y un centenar de
otros, debe facilitar eminentemente el comercio de la Nueva Granada
hacia las islas llamadas de sotavento de las Indias Occidentales, con
gran detrimento del comercio de los Estados Unidos en esas mismas
regiones. El lago de Maracaibo, con el río del Zulia, y los ríos de la
Magdalena, de Cauca y de Atrato abren completamente la Nueva
Granada al comercio del mundo.”203

202b Ibídem, pp. 324 - 325


203o Lorich, Severin. Observaciones sobre Colombia, su Gobierno, etc. (Informe de Severin
Lorich, Cónsul de Suecia en Filadelfia. Despacho No. 831, fechado el 4 de agosto de 1823).
Disponible en: http://hem.bredband.net/rivvid/historia/lorich3.htm (Revisado online el 10 de
enero de 2016 a las 10:25 pm).

137
Evidentemente, la República de Colombia tenía una capa-
cidad geográfica – tanto por su ubicación como por sus carac-
terísticas – especialmente favorable para desarrollar su poder
marítimo. Sin embargo, según la teoría de Mahan, no sólo
basta con eso para que una nación se haga poderosa en el mar.

1) Concepto de Poder Naval según Mahan y los elementos que lo


condicionan
Alfred Thayer Mahan no nos dejó plasmado un concepto
perfectamente delimitado de lo que para él era Poder Naval.
Sin embargo, las reflexiones del contralmirante Julio Chacón
Hernández y del capitán de navío Armando De Pedraza nos
pueden dar luz. Para De Pedraza el poder naval es un “instru-
mento de la política y su rol primordial es satisfacer los objetivos
que ésta le fije”204. Este concepto tan aparentemente simple, se
explica porque el autor circunscribe “poder naval” dentro de
un concepto mayor, que es el “poder marítimo”, el cual define
así: “Comprende la macroestructura de comercio, de comunicaciones
y de explotación de los recursos de mar”205. En la obra de Mahan,
el norteamericano habla del “Sea Power”, un concepto que en
su idioma original reunía los dos que maneja y diferencia De
Pedraza. Por su parte, el contralmirante Chacón Hernández
presenta sus definiciones de poder naval y poder marítimo.
El poder naval lo definió como el “Conjunto de unidades na-
vales y posiciones que constituyen la fuerza de una nación en el
mar”206, mientras que del poder marítimo escribió: “Es la parte
del poder nacional que permite el uso del mar en la consecución de
los objetivos y políticas de la nación”207. El concepto de Chacón

204e De Pedraza, Armando. Poder Marítimo – Poder Naval (Libro III), p. V


205d Ídem
206h Chacón Hernández, Julio. Poder Marítimo Venezolano, p. 27
207d Ídem

138
Hernández nos resulta muy apropiado para este estudio, pero
sin olvidar que el mismo deriva de uno mayor, que sería el po-
der marítimo, el cual engloba el conjunto de fuerzas y capaci-
dades que un Estado tiene en el mar.
Según Mahan, existen seis factores o elementos que condi-
cionan el poder naval de un país:

“La principales características que afectan al Poder Naval de las


Naciones pueden enumerarse del modo siguiente: I Situación geográ-
fica, II Configuración física, incluyendo en ésta, por su relación con
ella, los productos naturales y el clima, III Extensión territorial, IV
Número de habitantes, V Carácter de estos habitantes VI Clase de
Gobierno, incluyendo las Instituciones nacionales que haya.”208

Sobre la situación geográfica, Mahan escribió:

“Puede decirse, en primer lugar, que si una Nación está situada de tal
manera que no se ve obligada a defenderse por tierra ni puede pensar en
extender su territorio de igual forma, al tener que dirigir todos sus de-
signios hacia el mar, lleva ya en si una ventaja positiva con relación a
otros pueblos que puedan tener alguna frontera continental […]
La situación geográfica puede ser de tal naturaleza, que requiera una
concentración o dispersión de las fuerzas navales.”209

Colombia vendría a encajar a la perfección en dicho


caso, ya que sus fronteras con Brasil, la Guayana Británica y
Centroamérica resultaban intransitables al estar cubiertas por
densas selvas; siendo la única frontera transitable y habitada la
zona costera y andina del límite con Perú, pues con este último
país gran parte de la línea fronteriza atravesaba también vastas
extensiones selváticas inexploradas. Esto pudo haber sido una
208a Mahan, Alfred. T. Influencia del Poder Naval en la Historia 1660 – 1783, p. 86
209a Mahan, Alfred. T. Ob. Cit., p. 86

139
ventaja, pues Colombia pudo haber centrado su defensa en el
litoral atlántico-caribeño, contra la amenaza de España u otra
potencia de la Santa Alianza. Como desventaja tendría la exis-
tencia de dos litorales inconexos entre sí –el del Pacífico y el del
Atlántico-Caribe–, lo que le obligaría a dividir su fuerza naval.
Mahan continúa…

“La situación geográfica de un país puede ser tal, que no sólo favo-
rezca la concentración de sus fuerzas, sino que presente, además la ven-
taja estratégica ulterior de proporcionar una situación central que
pueda ser base excelente de operaciones para las que hubieran de em-
prenderse contra sus enemigos probables.”210
“Si la Naturaleza ha colocado a un país en circunstancias tales que,
además de tener facilidades para atacar, cuenta con acceso fácil al mar
libre, y al mismo tiempo domina uno de los grandes pasos del tráfico del
mundo, es evidente que la importancia estratégica de su situación es
grandísima”211

Colombia tenía una posición central en el continente ame-


ricano. Dominaba una ruta de conexión rápida –aunque in-
directa– entre los océanos Atlántico y Pacífico: el Istmo de
Panamá. Además, por su cercanía a las Antillas Menores te-
nía la posibilidad de ejercer cierto control sobre los accesos al
Caribe oriental desde el Atlántico.
Mahan comparó el Mediterráneo en la antigüedad –por su
posición central– con el Caribe desde que se inició la coloni-
zación europea de América:

“Tiene, además, actualmente una analogía muy marcada por mu-


chos conceptos, con el Mar Caribe, analogía que aumentará todavía
más si por fin llegara alguna vez a abrirse el Canal de Panamá. Así,
pues, el estudio de las condiciones estratégicas del Mediterráneo, que

210b Ibídem, p. 87
211b Ibídem, p. 89

140
tantos hechos ha presentado en sus aguas, será un excelente preludio
para un estudio similar del Mar Caribe, que tan poco historia tiene
relativamente.”212

En tiempos de Bolívar y Santander, ya se hablaba de la posi-


bilidad de abrir un canal interoceánico en el Istmo de Panamá;
pero aún sin él, ya la República de Colombia había aprove-
chado su dominio sobre el mismo, enviando a través de dicho
paso los ejércitos que pelearon las campañas de Perú y Bolivia.
Sobre la configuración física, Mahan analizó:

“La costa de un país constituye una de sus fronteras, y cuanto más


fácil sea atravesar una frontera, tanto mayor será la tendencia de todo
pueblo a comunicarse por ella con el resto del mundo. Tal es, pues, el caso
con la mar. Si supiéramos existiese un país con mucha costa, pero sin
ningún puerto, dicho país no podría tener comercio marítimo propio ni
flota alguna mercante o militar.”213
“Los puertos numerosos y profundos son un origen de poderío y ri-
queza, y con doble motivo si están en la desembocadura de ríos navega-
bles a los cuales afluye el comercio inferior de un país en tiempo de
guerra son, en cambio, origen de debilidad por la misma facilidad de su
acceso, si no están debidamente defendidos […]
Además del contorno de la costa, en lo que se incluye el acceso fácil al
mar, hay otras circunstancias físicas que impulsan o desvían a los pue-
blos de él.”

En este sentido, se podría tener una visión mixta de


Colombia. Con un largo y extenso litoral, tanto hacia el
Atlántico-Caribe como hacia el Pacífico, y por lo tanto di-
fícil de defender en toda su magnitud sin una escuadra ade-
cuada; pero dotada con gran cantidad de puertos magníficos
y con algunos obstáculos naturales que le posibilitaban cierta
defensa contra el enemigo, tales como las selvas y montañas
212b Ibídem, p. 41
213b Ibídem, p. 43

141
del valle del Magdalena y del Cauca, la barra de Maracaibo,
la Cordillera de la Costa en Venezuela y el laberinto de caños
del delta del Orinoco. Colombia podía aspirar a una efectiva
defensa costera y a un lucrativo comercio marítimo, sí se pro-
curaba una flota adecuada y defensas idóneas en los puertos,
habiendo adelantado los españoles lo segundo. En cuanto a lo
primero, Mahan enfatizó:

“[…] resulta que no es posible asegurar las comunicaciones por com-


pleto si no se tiene absoluto dominio del mar, por no ser posible saber el
sitio que elegirá para el ataque el enemigo que pueda venir de más allá
del horizonte visible; pero sin embargo, si se dispone de una fuerza
naval suficiente, colocada en sitio central, habrá grandes probabilida-
des de poder atacar a la Escuadra enemiga – que en este caso será a la
vez, base y línea de comunicaciones de la Potencia hostil – antes de que
haya podido hacer daños de importancia.”214

De manera que si la República no se procuraba una escua-


dra capaz de cubrir su larguísimo litoral, viviría en constante
peligro de invasión.
Sobre la extensión territorial, Mahan nos explica:

“La última circunstancia que influye en el desarrollo de una Nación


como Potencia marítima, y que depende del país en sí y no de los habi-
tantes que lo pueblan, es la extensión territorial. Esta la expondremos
en pocas palabras, relativamente.
No consideraremos al estudiar su influencia sobre el desarrollo del
Poder Naval, el área que cada país puede tener, sino la extensión de su
costa y el carácter de sus puertos. En iguales condiciones geográficas y
físicas, la extensión de costa es un elemento que puede ser de fuerza o
debilidad según sea grande o pequeño el número de sus habitantes. Los
países pueden compararse bajo este punto de vista a las fortalezas en las
que la guarnición necesita ser proporcionada a la enciente.”215

214b Ibídem, p. 49
215b Ibídem, p. 53

142
En este particular, Colombia tenía la ventaja de que todo su
litoral estaba ampliamente poblado, existiendo ciudades como
Cumaná, Caracas, La Guaira, Valencia, Puerto Cabello, Coro,
Maracaibo, Santa Marta, Cartagena, Portobelo, Panamá y
Guayaquil ocupando toda su fachada marítima, o a escasa dis-
tancia de la misma. Asimismo, prácticamente todo el territorio
colombiano era accesible desde el mar, bien fuera directamente
o a través de las vastas cuencas fluviales que cruzaban el país.
Respecto al cuarto factor, el número de habitantes, Mahan
explica:

“Así como al tratar de ésta hemos dicho que para nuestra objeto
tenía más importancia la longitud total de la costa y sus característi-
cas, que el área del país, asimismo, en lo que a la población se ref iere,
es mucho más interesante que el total, tener en cuenta la parte propor-
cional que se dedica a profesiones marítimas o que, al menos, puedan
adiestrarse en poco tiempo lo suf iciente para servir a bordo y manejar
el material naval.”216

En este aspecto Colombia manifestaba una debilidad


clara, como se estudiará más adelante. El régimen colonial
nunca estimuló demasiado la actividad marítima, por lo que
la República heredó muy pocas instalaciones adecuadas para
construir o al menos reparar y mantener buques. Además de
eso, poco porcentaje de la población se dedicaba a actividades
como la pesca o el comercio marítimo, aun cuando la mayo-
ría de las ciudades del país se encontraban cerca del mar. Este
factor explica la gran cantidad de extranjeros que tuvieron que
ser integrados a la Armada y la siempre crónica escasez de ma-
rineros nacidos en Colombia que pudiesen tripular los buques
de la escuadra nacional.

216b Ibídem, p. 55

143
En concordancia con esto, Mahan señala la importancia del
quinto factor, el carácter nacional:

“Si el Poder Naval se basa realmente, en el comercio pacífico y ex-


tenso, según ya hemos dicho, entonces todas las Naciones que han sido en
un tiempo u otro, poderosas en el mar, deben haberse distinguido por
una gran aptitud comercial. La Historia muestra que esto es exacto casi
sin excepción, pues salvo los romanos, no hay ejemplo importante de lo
contrario.
Todos los hombres buscan el lucro y ambicionan más o menos el di-
nero, pero el modo de buscar provecho ha tenido una influencia muy
marcada sobre la fortuna comercial y la historia de cada país.”217

“No es verosímil que un pueblo que la sienta y que tenga extensa


costa, no trate de buscar las riquezas por medio del comercio marítimo
ante el temor de los peligros que el mar ofrece o por natural aversión
hacia él. En los países que disponen de otros medios se puede buscar y
hallar la riqueza de otra manera, pero aunque se obtenga no quiere
decir ya por esto que conduzca ella sola de por sí a tener Poder Naval
[…]
Las clases nobles de Europa, heredaron de la Edad Media un alta-
nero desprecio por el comercio pacífico, lo cual ha ejercido una influencia
modificadora en su desarrollo, variable con el carácter nacional de cada
pueblo.”218
En relación con este elemento, tenemos que la sociedad ve-
nezolana tenía tradición agropecuaria, mientras que la neo-
granadina era de base minera. Aun así, en el territorio había
varias regiones con vocación marinera, tales como Guayaquil,
Cartagena, Panamá, Maracaibo o Margarita. Y por la misma
naturaleza del régimen colonial, toda la economía se articuló
en función de los puertos, por donde salían los productos lo-
cales hacia la Metrópoli y llegaban las manufacturas. Por lo
tanto, si bien no puede considerarse al conjunto de los pueblos
217b Ibídem, p. 62
218b Ibídem, p. 67

144
de Colombia como de vocación marinera, sí puede decirse que
existía la potencialidad de que al menos los de ciertas regio-
nes dieran el impulso inicial necesario para desarrollar el poder
naval y marítimo del país.
Finalmente, Mahan establece la clase de gobierno como el
último factor o elemento condicionante del poder naval de
un país:

“Al estudiar los efectos causados por los Gobiernos e instituciones


sobre el Poder Naval de una Nación, trataremos de limitarnos a exa-
minar sus causas inmediatas y evidentes y los resultados palpables, evi-
tando las tendencias filosóficas y la deducción de consecuencias
relacionadas muy remotamente con el asunto […]
Parece probable que si un Gobierno obrase de completo acuerdo con las
inclinaciones naturales de su pueblo, lograría dar el máximo impulso a
su desarrollo bajo todos conceptos; y respecto al Poder Naval, se han
obtenido los mejores resultados cuando ha habido una inteligente direc-
ción por parte de los gobernantes y éstos se han identificado por com-
pleto con el espíritu del pueblo, penetrándose de sus verdaderas
inclinaciones. Esta clase de Gobiernos son de carácter más seguro y per-
manente cuando están constituidos, principalmente, por voluntad del
pueblo o de sus mejores representantes naturales, aunque suceda algunas
veces que estos Gobiernos libres fracasen y se vean, en cambio otros que
afectando carácter despótico, dirigidos con juicio y firmeza, hayan
creado, en ocasiones, un gran comercio marítimo y una brillante
Marina militar con más energía y prontitud de lo que hubiera podido
lograrse con los procedimientos más lentos propios de un pueblo libre. El
inconveniente principal del segundo sistema es la dificultad de asegurar
la continuación de la política a la muerte del déspota.”219

Respecto a este último elemento, veremos más adelante que


el Gobierno de Colombia se esforzó por desarrollar el poder
naval del país. Buscó adquirir los medios adecuados, dotarse

219b Ibídem, pp. 72 - 73

145
en el extranjero del personal capacitado necesario y motivar a
la población nacional a participar en dicho esfuerzo. También,
en menor medida, buscó construir la infraestructura necesaria
para llevar a feliz término estos objetivos. No obstante, esos
esfuerzos del Gobierno colombiano se verían afectados por el
carácter nacional y por los propios problemas internos de la
nación, tales como la crisis de la deuda a partir de 1826 y las
luchas entre facciones, que terminaron afectando de forma de-
terminante la política naval que se venía llevando a cabo.
En resumen, podemos decir que de los seis elementos;
Colombia tuvo buenas posibilidades en cuanto a situación
geográfica y extensión territorial, posibilidades de intermedias
a buenas respecto a configuración física y clase de gobierno, y
debilidades manifiestas en cuanto a número de habitantes y ca-
rácter nacional. Es decir, el país tenía las potencialidades para
aspirar a ser una potencia naval y marítima en el escenario re-
gional y quizá mundial, pero debía pasar por una serie de trans-
formaciones sociales y económicas, conducidas acertadamente
por su Gobierno.

2) Aplicación del concepto mahaniano de Poder Naval a Colombia


No podemos aplazar más el acercarnos a una definición pre-
cisa de poder marítimo y poder naval, pues son los conceptos
elementales en la teoría de Mahan. Sobre el primer concepto
tenemos:

“El poderío marítimo consiste en la facultad que tiene un Estado


para aprovechar el mar en su propio beneficio. Se dice está compuesto
por dos elementos: los intereses marítimos de carácter económico y social;
y el poder naval.

146
Los intereses marítimos son el conjunto de beneficios de carácter eco-
nómico, político, social y militar que obtiene una nación de todas las
actividades relacionadas con el uso del mar.”220
Mientras que sobre Poder Naval…

“El término poder naval había sido de su invención y, como poste-


riormente reconoció, lo había utilizado para llamar la atención.
Desafortunadamente, él evitó darle una definición precisa. Según apa-
rece a lo largo de sus obras, se le pueden aplicar dos significados: 1)
control del mar mediante la superioridad naval; y 2) la combinación
del comercio marítimo, posesiones en ultramar y el acceso privilegiado a
mercados exteriores que produce riqueza y grandeza a la nación. Sin
embargo, el lector quedaba a menudo en la duda de a cuál de los dos
significados se refería el autor en un momento determinado. El propio
Mahan le dio un nuevo sentido cuando escribió: Este maravilloso y
misterioso poder es un complejo organismo, dotado de vida propia, que
recibe e imparte impulsos continuamente y que se mueve y entrelaza en
mil corrientes con una infinita flexibilidad.”221

Podríamos definir Poder Naval de manera muy sencilla:


como la expresión del poder militar del Estado en el mar,
ejercido a través de sus fuerzas navales, armada o marina de
guerra, tanto en acciones armadas o bélicas, como en la diplo-
macia naval. ¿Es aplicable esta conceptualización al caso de la
República de Colombia?... Estamos convencidos de que sí.
En primer lugar, el concepto de Poder Naval es bastante
neutro en términos cuantitativos, no refiriéndose solo al caso
de un Estado que en efecto haya reunido una poderosa fuerza

220é Tébar Martínez, Rocío. “Teoría del Poder Marítimo”. Estrategia Uruguaya. Disponible
en: https://estrategiauruguay.files.wordpress.com/2014/06/teorc3ada-del-poder-marc3ad-
timo.pdf p. 3
221e Terazgo Cuadros, Jorge. “Alfred Thayer Mahan (1840-1914) Contraalmirante U.S.
Navy, su contribución como historiador, estratega y geopolítico”. Diplomado de Relaciones
Internacionales, Universidad Viña del Mar. Disponible en: http://www.cialc.unam.mx/pdf/
mahan.pdf (Descargado On Line el 22 de septiembre a las 09:35 pm) p. 14

147
naval –como ciertamente son los ejemplos que usa Mahan en
su obra–, sino en general a la capacidad militar de un Estado
en el mar.
En segundo lugar, como veremos más adelante, la República
de Colombia llegó a reunir una fuerza naval respetable en el
contexto regional, gracias a la cual pudo jugar un rol protagó-
nico en la derrota de España en las guerras de independencia
de Hispanoamérica; a la par que su gobierno se esforzó por
desarrollar las bases para un sólido poder naval de cara al fu-
turo, consistente en personal debidamente adiestrado, instala-
ciones adecuadas, y estructura legal y administrativa, además
de –obviamente­– buques de guerra.
En tercer lugar, la República de Colombia llevó a cabo unas
dinámicas relaciones internacionales, condicionadas en gran
medida por sus fuerzas navales, bien fuesen sus corsarios o su
marina de guerra regular, llegando incluso a formar una ambi-
ciosa alianza naval con México y a proyectar la liberación de
Cuba y Puerto Rico, en franco desafío a los intereses de Gran
Bretaña, Francia y Estados Unidos.

b) Importancia del poder naval para la seguridad y defensa


de Colombia

Ahora bien, además de preguntarnos si el concepto maha-


niano de Poder Naval es aplicable a la República de Colombia,
y si la misma en efecto tuvo o no un poder naval digno de
ser tomado en cuenta; cabe preguntarnos: ¿qué tan importante
era para la seguridad y defensa de esa república desarrollar su
poder naval? Como veremos seguidamente, Colombia en-
frentó a partir de 1823 –y sobre todo a partir de 1824– una
guerra con España desarrollada en el mar. Pero además de
España, Colombia también tuvo la amenaza de agresión de
148
otras potencias hostiles, que solo podían atacarla a través del
mar. Finalmente, Colombia estaba obligada a desarrollar una
marina de guerra poderosa si aspiraba a formar un comercio
marítimo sustancioso, que ayudara en la tan necesaria recupe-
ración económica tras más de una década de guerra.

1) España como amenaza marítima para Colombia


Como han referido muchos autores, tras la Batalla de
Carabobo en 1821, la guerra contra España se desplazó de los
espacios continentales al mar. En efecto, al visualizar todo el
teatro de guerra entre 1821 y 1823, encontramos que sólo en el
mar los españoles pudieron mantener la iniciativa, quedando a
la defensiva en tierra tras sus derrotas de Carabobo, Bomboná
y Pichincha. En 1822 con la caída de Maracaibo, observamos
más que un simple golpe de mano del general Morales sobre
un estratégico puerto. Se trató del principio de una verdadera
contraofensiva española, destinada probablemente a crear una
cuña entre Nueva Granada y Venezuela, que permitiera un
avance sobre Bogotá, decapitando así a la recién creada repú-
blica. La campaña terrestre y marítima emprendida desde fi-
nales de 1822 hasta julio de 1823 que terminó con la Batalla
Naval del Lago de Maracaibo lo que logró, estratégicamente
hablando, fue aniquilar una seria tentativa de reconquista te-
rritorial lanzada desde el mar.
Esta victoria de Maracaibo, y el despeje de la amenaza
explicada anteriormente, hizo regresar la situación estraté-
gica a un punto muy parecido al alcanzado tras la Batalla de
Carabobo, pero con ventajas aún mayores para los patriotas.
Tras Carabobo, los realistas aun retenían La Guaira, Cumaná,
Puerto Cabello, el sur de la Nueva Granada, el Istmo de
Panamá y la Real Audiencia de Quito; pero tras la victoria de
Maracaibo, los españoles solo conservaban Puerto Cabello.
Esta situación, aunque pareciera fácil, no debía ser subestimada
149
nuevamente por los líderes militares colombianos, pues justa-
mente desde Puerto Cabello el general Morales había lanzado
su ofensiva sobre Maracaibo. De esta manera, Puerto Cabello
debía ser liberado de manera urgente y los españoles expulsa-
dos al mar. La consolidación de la República, así como la ga-
rantía de su independencia demandaban asegurarse la defensa
contra cualquier posibilidad de reconquista española que pu-
diese ocurrir, por pequeña que fuese.222 Puerto Cabello cayó en
noviembre de 1823 ante las fuerzas terrestres comandadas por
el general Páez, y con la decisiva participación de una flotilla
al mando del capitán de navío Beluche, que bloqueó el puerto
y abasteció a las fuerzas de Páez. Sin embargo, la guerra entre
Colombia y España no terminó allí.
Como estudiaremos con detalle más adelante, Colombia
llevó la guerra contra los españoles al Virreinato del Perú, cen-
tro de su poder en Sudamérica. Dicho desplazamiento de la
guerra al Perú se debió a la solicitud de ayuda hecha por los
independentistas peruanos a Colombia, así como la conclu-
sión estratégica de Bolívar de que Colombia no estaría libre
de amenazas hasta que Perú no fuese liberado de la presencia
del enemigo. Tradicionalmente la Campaña del Perú ha sido
estudiada con un enfoque terrestre; pero justamente este tra-
bajo mostrará cómo el ejército auxiliar despachado al Perú fue
transportado, abastecido y reforzado por mar, generándose así
una poco estudiada guerra marítima entre Colombia y España
a lo largo de la costa pacífica de Sudamérica. Por lo menos en
un momento de dicha guerra, los españoles amenazaron con
ataques sobre Guayaquil, Buenaventura e incluso Panamá, ha-
ciendo peligrar toda la fachada del país al Océano Pacífico.
Sin embargo, la mayor amenaza marítima de España ha-
cia Colombia provenía del norte, del Mar Caribe y el Océano
222a Carrera Damas, Germán, “Casos de continuidad y ruptura: génesis teórica y práctica
del proyecto americano de Simón Bolívar” en Las Independencias de Hispanoamérica, p. 588

150
Atlántico. España retenía aun en sus manos Cuba y Puerto
Rico, estando estacionada en La Habana, al mando del almi-
rante Ángel Laborde y Navarro, la Escuadra de los Mares de
la América Septentrional – prácticamente todo lo que quedaba
de la Real Armada Española –, la cual amenazaba directamente
la seguridad de todo el litoral atlántico-caribeño colombiano.
Esta escuadra también buscaba entorpecer los envíos de tropas
al Perú a través del Istmo de Panamá y distraer fuerzas de aquel
escenario. En respuesta, Colombia incrementaría su escuadra,
enviaría sus buques en cruceros sobre las aguas enemigas a cazar
su comercio y lanzaría un enjambre de corsarios sobre el Caribe
y el Atlántico, que llevarían sus depredaciones hasta las Islas
Canarias y la Península Ibérica. Ya que España y la República
de Colombia nunca firmaron la paz, podemos decir que la ame-
naza marítima española sobre Colombia nunca expiró, regis-
trándose el último crucero de Laborde sobre costas venezolanas
en fecha tan tardía como 1827.
Lógicamente, si el Gobierno colombiano deseaba asegurar
la independencia nacional contra España, no había más ca-
mino que incrementar y adecuar el poder naval de la República
para detener en el mar, o incluso disuadir, cualquier intento de
reconquista emprendida por su enemiga.

2) Otras posibles amenazas marítimas para Colombia


Para complicar aún más la situación de la República de
Colombia, después de 1823 aparecieron nuevas amenazas.
En dicho año, España consiguió el apoyo de la Santa Alianza,
concretamente de Rusia y Francia, que se mostraron entusias-
tas con la idea de auxiliar a Fernando VII en la reconquista de
América. Mientras que Rusia, por su lejanía del Atlántico y la
debilidad de su flota, dejó rápidamente esta postura y aceptó
incluso la solicitud de Estados Unidos para mediar entre
España y las nuevas repúblicas; Francia siguió manteniendo
151
su apoyo a España, esperando obtener ganancias territoriales
y/o comerciales en América, concretamente en el Caribe. En
efecto, Francia tenía aún pendiente el asunto de la indepen-
dencia haitiana que se negaba a reconocer, aspirando de hecho
a reconquistar el país. Por otro lado, el Gobierno francés co-
menzó una campaña de intimidación hacia Colombia, recha-
zando su régimen republicano; y movilizando tropas y fuerzas
navales en el Caribe para ello. A mediados de la década de
1820 Francia llegó a sostener un breve bloqueo de La Guaira,
protestando por las acciones de los corsarios colombianos con-
tra sus buques, y también con el objetivo de mostrar su poderío
a Colombia y disuadirla de firmar alguna alianza con Haití. Si
bien Francia no podía desafiar la supremacía naval británica,
contaba con fuerzas suficientes para impulsar los proyectos
españoles y hacer tremendo daño a Colombia, tanto en mar
como en tierra.
Otra amenaza para Colombia surgió de América: los
Estados Unidos. Aunque ese país fue el primero en reconocer
su independencia, e incluso los líderes colombianos juzgaron
favorablemente la Doctrina Monroe, hacia 1825 las tensiones
entre Washington y Bogotá se habían incrementado sensible-
mente debido a diferencias irreconciliables respecto a la gue-
rra de corso y a la actitud contraria de Estados Unidos a que
Colombia emprendiese una campaña militar para expulsar a
los españoles de Cuba y Puerto Rico. Este punto lo abordare-
mos detenidamente más adelante, baste por ahora exponer que
el Gobierno norteamericano consideró hacer causa común con
la Santa Alianza si Colombia, México o ambos, invadían Cuba
y Puerto Rico y afectaban sus intereses comerciales, políticos o
estratégicos.
Aunque con una política muy prudente y comedida hacia
Colombia, Gran Bretaña en realidad desconfió profunda-
mente de sus planes para Cuba y Puerto Rico. Evidentemente,
152
Colombia no contaba con la fuerza naval necesaria para repe-
ler a la Marina Real Británica en caso de que las diferencias
con ese país llegasen a un estado de guerra. Sin embargo, esa
posibilidad siempre fue la más lejana entre las posibles ame-
nazas para Colombia presentes en el Caribe. Es destacable
además que el Imperio Británico compartía con Colombia dos
fronteras; el límite marítimo entre Trinidad y la costa atlántica
venezolana, y la frontera del río Esequibo entre la Guayana
Británica y la Guayana venezolana.
Otra posible amenaza, aunque nunca llegó a mostrarse como
tal, era la vecindad de Colombia con el Reino de los Países
Bajos a través de las colonias neerlandesas de Aruba, Curazao
y Bonaire. Aunque el Gobierno holandés fue siempre bastante
permisivo con las actividades de los patriotas – pues le abría
la posibilidad de un lucrativo comercio que la Corona espa-
ñola le negaba –, ya después de 1823 al crearse y estabilizarse
Colombia la situación tendía a cambiar. Si bien Holanda ya no
era la gran potencia marítima del siglo XVII, seguía teniendo
un poder suficiente para amenazar la seguridad de Colombia
en caso de conflicto.
Finalmente, Colombia encaró una inesperada amenaza en
el Pacífico y el sur: Perú. Como explicaremos más adelante, las
diferencias políticas entre los gobiernos de los dos países dege-
neraron hacia un estado de guerra en 1828, del cual sacó am-
plio provecho la armada peruana, pues la principal fuerza naval
colombiana se encontraba en el Caribe. De esta manera, y tal
como le ocurriría a Rusia en la guerra de 1904 – 1905 contra
Japón – hecho que Mahan se esforzó en analizar y difundir sus
lecciones –, Colombia se vio tremendamente afectada por la
debilidad de poseer dos litorales sin cercana y rápida conexión
entre sí, debiendo descuidar la defensa de uno de los dos o di-
vidir su fuerza naval. En este punto nos resulta útil el comen-
tario del académico Jorge Terazgo Cuadros:
153
“Este libro [Influencia del Poder Naval en la Historia 1660 - 1783],
recordemos, fue escrito 10 años antes de la guerra Ruso-Japonesa.
Veamos esta teoría, analizando los errores cometidos por la Fuerza
Naval Rusa en su equivocada aplicación de la Estrategia Naval, para
enfrentar a un enemigo preparado, listo y con conocimiento del signifi-
cado del valor y empleo del Poder Naval.”223

Como estudiaremos más adelante, Colombia pudo enfren-


tar la amenaza peruana en el Pacífico y el sur con grandes
esfuerzos de su armada; constituyendo un ejemplo excelente
para demostrar las teorías de Mahan. Es posible que este ma-
rino, historiador y estratega norteamericano no haya estudiado
la guerra colombo-peruana de 1828–1829 por eurocentrismo
y una visión quizá discriminatoria hacia América Latina, no
teniendo más ojos sino para la Real Marina Británica, a la cual
quiso que la marina norteamericana emulara.

3) Posibilidades de comercio marítimo de Colombia


Aunque pudiese resultar más que evidente, es necesario
recordar que la tarea fundamental de toda marina de guerra
es proteger el comercio marítimo de su país. En ese sentido,
Terazgo Cuadros nos recuerda:

“Mahan estableció que la misión primaria del Poder Naval era


mantener libres las líneas de comunicaciones marítimas a la navega-
ción propia, e impedir su utilización por parte del adversario. Los pun-
tos estratégicos en un teatro de guerra determinado no deben ser
considerados separadamente, como si fueran independientes. Después de
determinar sus valores individuales desde el punto de vista de la

223e Terazgo Cuadros, Jorge. “Alfred Thayer Mahan (1840-1914) Contraalmirante U.S.
Navy, su contribución como historiador, estratega y geopolítico”. Diplomado de Relaciones
Internacionales, Universidad Viña del Mar. Disponible en: http://www.cialc.unam.mx/pdf/
mahan.pdf (Descargado On Line el 22 de septiembre a las 09:35 pm) p. 19

154
posición, de la fuerza militar y de los recursos, quedarán por considerar
sus mutuas relaciones en cuanto a la posición relativa, distancia y ruta
más convenientes para trasladarse de uno a otro.”224

En consecuencia, es oportuno recordar que los patriotas fi-


nanciaron su esfuerzo de guerra no sólo con empréstitos en el
extranjero, sino que frecuentemente pagaron sus compras con
la venta de recursos naturales y productos locales, o incluso lle-
garon a pagar en especie. Ciertamente, con un país devastado
por la guerra y urgido por recuperar su economía, el Gobierno
colombiano no podía tener titubeos a la hora de promover el
comercio marítimo nacional e impulsar las exportaciones. De
igual manera, el comercio marítimo también resultaba impres-
cindible para Colombia debido a la imperiosa necesidad de
importar una larga lista de rubros que por diferentes razones
no estaba produciendo desde hacía varios años o que simple-
mente no podía producir.
La guerra de corso emprendida contra España en el Caribe
desde 1816 en adelante, les mostró muy bien a los líderes pa-
triotas venezolanos y neogranadinos cuán importante era pro-
teger el comercio marítimo propio e impedir el del enemigo.
De cierta manera, después de su creación y consolidación a
partir de 1823, el Gobierno colombiano heredó muchos de los
desafíos organizacionales y logísticos que antes habían tenido
las autoridades coloniales: nada más y nada menos que cubrir
las necesidades básicas de alrededor de tres millones de ha-
bitantes. En contrapartida, el repliegue español hacia Cuba y
Puerto Rico daba a la Real Armada Española –y a más de un
corsario bajo pabellón español– la libertad de atacar y aniquilar
el comercio marítimo hacia y desde Tierra Firme sin tener que
lidiar con el descontento de la población, dejando justamente

224b Ibídem, p. 22

155
esa dificultosa tarea a la nueva República. De esta forma, pro-
teger y asegurar el comercio marítimo era para Colombia no
sólo un asunto de recuperar su economía maltrecha por la gue-
rra, sino de garantizar la propia seguridad económica de sus
ciudadanos, y la sustentabilidad del Estado.
Sin un poder naval adecuado, las rutas comerciales marí-
timas de Colombia podían ser bloqueadas por su enemiga, y
la República correría el riesgo de morir por estrangulamiento
económico. Como referente cercano a esa época, podemos ci-
tar que en gran medida el Imperio Napoleónico fue vencido
por Gran Bretaña debido al estrangulamiento producido al
bloquear sus rutas comerciales en el Atlántico.

c) Importancia del poder naval colombiano en el escenario


internacional, 1823 – 1830

Como hemos venido explicando, no podemos visualizar la


guerra entre Colombia y España de una manera limitada a es-
tos dos países, y menos aún a partes determinadas del territorio
colombiano; como Venezuela. Debemos abordar las guerras de
independencia hispanoamericanas con una perspectiva conti-
nental, dándonos así cuenta que se trató de un proceso de co-
lapso del poder imperial español en toda América.
Insertos ya en dicha perspectiva continental, podemos evaluar
y ponderar el peso de la participación de Colombia en dicha
guerra; comprendiendo entonces su relevancia, y dentro de ella,
la importancia que tuvo la marina de guerra colombiana.
Debemos recordar y enfatizar varios puntos: primero, que
la guerra entre España y Colombia entre 1823 y 1830 fue ma-
yormente marítima. Segundo, que Colombia ocupaba una po-
sición central en el continente americano, pudiendo proyectar
su poder hacia cualquier región del mismo, siempre a través
156
del mar. Y tercero, que Colombia prestó un apoyo militar de-
cisivo a otros países para su liberación de España, planeando
incluso operaciones de mayor alcance geográfico y estratégico.
Analizando por separado estos puntos podremos entonces en-
tender la importancia que tuvo en la escena internacional el
poder naval alcanzado por Colombia.

1) España vs. Colombia, 1823 – 1830: una guerra marítima


Desde la capitulación del Castillo de San Felipe en Puerto
Cabello ante las fuerzas del general Páez, hasta la separación
de Venezuela de la República de Colombia, transcurrieron casi
siete años completos. De estos siete años, poco más de dos los
ocupó la campaña terrestre en Perú, que comenzó con el en-
vío de las primeras tropas del Ejército Auxiliar de Colombia
en Perú a finales de 1823, hasta la caída de la Fortaleza del
Real Felipe en el Callao a comienzos de 1826. En paralelo a
dicha campaña, se llevó a cabo otra –muy poco estudiada por
demás– a lo largo de la costa pacífica de Sudamérica que ob-
viamente tuvo carácter marítimo y que hizo posible el triunfo
sobre los españoles en el antiguo Virreinato del Perú.
Aparte de las dos campañas antes descritas, se llevó a cabo en
el Mar Caribe y el Océano Atlántico una guerra marítima bas-
tante intensa entre España de un lado, y México y Colombia del
otro. Como ya explicamos anteriormente, el Teatro de Guerra
se extendió –como mínimo– desde Cayo Hueso en la Florida al
norte, hasta las costas de Colombia al sur, y desde la costa me-
diterránea de España al este, hasta Veracruz al oeste. Esta gue-
rra marítima se peleó desde 1823 hasta por lo menos 1828, por
lo que sería la fase más larga y más extendida geográficamente
–también la menos estudiada– de las guerras de independencia
hispanoamericanas.
Si esta parte de la guerra ha sido tan poco estudiada por la
historiografía de las actuales Venezuela, Colombia, Ecuador y
157
Panamá, es por la ausencia de grandes batallas; lo que llevó a
los historiadores a pasarla por alto. Sin embargo, un estudio
más detenido nos lleva a pensar que justamente la ausencia de
grandes batallas en los territorios y costas de Colombia des-
pués de 1823 se debió al poder disuasivo de la cada vez más
fuerte marina de guerra colombiana; que precisamente debió
incrementar su potencia de manera sostenida para hacer frente
a las tentativas españolas de nuevos ataques sobre las costas
colombianas con el fin de reconquistar el país, tal y como ha-
bía pasado a finales de 1822 en Maracaibo.
En contrapartida, si la historia no llegó a ser testigo de un
gran ataque sobre Cuba y Puerto Rico, como proyectaron va-
rios líderes colombianos; fue debido a la paridad de fuerzas
navales a la que llegaron Colombia y España. Dicha paridad
hizo demasiado riesgosa una aventura en la que una de las par-
tes se lo jugara todo en un ataque decisivo sobre el territo-
rio enemigo. Es decir, no fue que después de 1823 no hubiese
guerra entre España y Colombia en el Caribe y el Atlántico,
sino más bien que ésta fue intensa y estuvo muy reñida, lo que
provocó la aparente calma que se vivió en la costa colombiana.

2) La posición central de Colombia en América


Ubicada al norte de Sudamérica, con costas sobre el Caribe,
el Atlántico y el Pacífico, asomada a Centroamérica a través
del Istmo de Panamá y a las profundidades de la selva amazó-
nica a través de la cuenca del Orinoco y del río Negro, conec-
tada por los Andes con el Virreinato del Perú, y prácticamente
equidistante entre los extremos septentrional y meridional del
antiguo imperio español; la República de Colombia tenía la
posición central del continente americano. Pero además de su
posición central, Colombia también poseía cierta “insularidad”
de acuerdo a la teoría de Mahan.

158
“Su punto relevante fue el desarrollo del concepto de insularidad, con-
tra el común concepto de continentalismo. Por insularidad, señaló como
al estado que se encontraba rodeado de mar, y bajo cuya definición en-
traba Gran Bretaña y Japón, entre algunos pocos ejemplos. Sin em-
bargo agregó al concepto de países insulares a aquellos estados que,
ocupando una posición continental y sin tener vecinos continentales
como rivales potenciales, también debían ser catalogados como “estraté-
gicamente insulares”.”225

De acuerdo a este concepto de “insularidad”, la República


de Colombia poseía entonces un poco de esta condición. Para
el final del año 1823 su única frontera hostil sería el límite sur
con el Virreinato del Perú; y sin embargo, debemos hacer aquí
una aclaratoria: las tropas españolas se habían hecho fuertes
en la sierra del centro y sur del Perú, mientras que la costa y el
norte del país estuvieron casi siempre en manos de los inde-
pendentistas. Es decir, Colombia no tuvo grandes ejércitos es-
pañoles merodeando cerca de su frontera sur después de 1823.
Esto le permitió enviar, por mar, al ejército auxiliar que llevó
a cabo la ya mencionada Campaña del Perú. Por otra parte,
la frontera con Brasil atravesaba vastas extensiones de selva
inexplorada y deshabitada por ambos países, siendo además los
dos Estados neutrales y casi indiferentes entre sí; por lo que
pudiéramos decir que la República de Colombia y el Imperio
del Brasil estaban “de espaldas” el uno al otro. El límite con
las Provincias Unidas de Centroamérica también atravesaba
una selva casi intransitable, siendo además Centroamérica un
Estado aliado. Finalmente, la frontera con el Imperio Británico
también se ubicaba en una selva inexplorada y desocupada por
la República, además de ser Gran Bretaña un país aliado, al
menos teóricamente.

225b Ibídem, p. 26

159
Entonces, ¿cuál era la interfaz de contacto de Colombia con
España después de 1823?... casi exclusivamente el mar. Es decir,
estratégicamente, y en el contexto de la guerra continental con-
tra España, la República de Colombia cumplía el concepto ma-
haniano de insularidad estratégica. Interesantemente, el sector
del Gobierno colombiano que impulsó el desarrollo del poder
naval estaba consciente de esta situación, aunque claramente no
hayan hablado de “insularidad estratégica”, pues faltaban varias
décadas aún para que dicho concepto tomara forma.
Siendo entonces la República de Colombia una “isla” en el
centro del continente americano, queda en evidencia la im-
portancia que debía dársele al desarrollo de su poder naval, no
sólo por su propia seguridad y defensa, sino como pieza funda-
mental de la guerra de las nuevas repúblicas hispanoamerica-
nas contra la ex metrópoli.

3) Apoyo militar colombiano a otros países hispanoamericanos


El Gobierno colombiano; plenamente consciente de la po-
sición central de Colombia en América, y de que por lo tanto
deberían expulsar a los españoles de los territorios vecinos o el
país estaría en perenne peligro, tempranamente comenzó a for-
mar alianzas con los demás Estados hispanoamericanos y a ges-
tionar el envío de apoyo militar. De esta manera el 6 de julio de
1822 Colombia firmó con Perú un Tratado de de Unión, Liga
y Confederación Perpetua, y ya para a comienzos de 1823 –aun
con Maracaibo en manos de Morales y sin haberse decidido la
campaña– Bolívar se encontraba en Guayaquil esperando zar-
par hacia Perú, habiéndose adelantado ya el general Antonio
José de Sucre con una pequeña avanzada para auxiliar al ve-
cino del sur en su liberación contra España. El 21 de octubre
de 1822 Colombia firmó un pacto similar con Chile, buscando
ante todo unificar los esfuerzos militares de los vecinos de
Perú en la campaña militar que debía liberar dicho país. El 3
160
de octubre de 1823 Colombia firmó también con México un
Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua, en función
de auxiliar a dicho país en la captura de la fortaleza de San
Juan de Ulúa en Veracruz, y más tarde de luchar juntos contra
la Real Armada Española en el Caribe y liberar Cuba.
En los tres casos de alianzas presentados, existía el factor
común de la necesidad de que Colombia dispusiera de un ade-
cuado poder naval, ya no sólo para su propia seguridad, sino
también para poder auxiliar a sus vecinos.

“Para Mahan el Poder Naval contribuye a la realización nacional,


como elemento de la política exterior. Sus consideraciones demostraban
que el factor esencial y supremo para asentar y mantener el poder mili-
tar de un país en regiones marítimas exteriores, era la posesión de una
flota superior a la de cualquier posible adversario.”226

Además de la clara necesidad estratégica, el historiador


Germán Carrera Damas, basado en importantes documen-
tos, opina que Simón Bolívar mostró su clara concepción
americanista de la independencia, ilustrándolo su campaña
en Nueva Granada en 1819. En base a lo estratégico, la in-
dependencia de Venezuela impuso la necesidad de asegurar la
de Nueva Granada, creando la República de Colombia y a su
vez la necesidad de extender la guerra aún más allá. La necesi-
dad de consolidar y garantizar la independencia de Colombia,
provocó que Bolívar ensanchara su proyecto integracionista
americano.227
Reforzando lo antes dicho, citamos directamente su reflexión:

226b Ibídem, p. 23
227a Carrera Damas, Germán, “Casos de continuidad y ruptura: génesis teórica y práctica
del proyecto americano de Simón Bolívar” en Las Independencias de Hispanoamérica, p. 589

161
“[…] a partir de la batalla de Boyacá, librada el 7 de agosto de 1819,
los hombres que habían llevado adelante la lucha por la Independencia
en la antigua Capitanía General de Venezuela se repartieron en dos
grupos desproporcionados. El más numeroso, representado por José
Antonio Páez, se mantuvo por sus actos y su pensamiento en el escena-
rio venezolano, entendiéndolo con criterio no solo corto sino también
todavía estrecho, pero que marcaba una considerable superación del re-
gionalismo histórico básico que en Venezuela, como en otras de las colo-
nias españolas americanas, más de una vez prevaleció afectando el
curso de la guerra. El grupo menos numeroso, representado por Simón
Bolívar, proyectó su acción y su pensamiento en escenarios que a muchos
les resultaban insospechados, sumergiéndose en cuestiones y conflictos de
una complejidad inusitada y desalentadora, cuya vinculación con
la suerte de la lejana ex-Capitanía General de Venezuela pasaba por la
determinación de asegurar la existencia de la República de Colombia.
Se tomó así un camino que tras recorrer los Andes debía conducir a las
colonias españolas del Caribe y, no faltó quien los soñara, a la
Metrópoli.”228

Tenemos pues, que el aumento y fortalecimiento del po-


der naval colombiano en la década de 1820 no era impor-
tante solamente para la seguridad y defensa de la República de
Colombia, sino que podía resultar decisivo a escala continental
en la guerra de los nuevos Estados hispanoamericanos contra
la ex metrópoli española.

228b Ibídem, p. 590

162
II

APOGEO Y DECLIVE DEL PODER


NAVAL COLOMBIANO, 1823 – 1830
SI BIEN EL PUNTO DE INICIO de este estudio es el año
de 1823, con la campaña naval y terrestre que culminó en la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo; es imprescindible retro-
ceder más atrás en el tiempo para explicar los orígenes, ante-
cedentes y formación de la escuadra colombiana. Ahora bien,
enfrentamos el problema de que la República de Colombia
comenzó a existir en 1819 y tomó forma constitucional en
1821, pero su marina de guerra tiene un origen de varios años
antes. ¿Qué tan atrás en el tiempo debemos ir entonces?...
Para responder esa pregunta debemos hacernos otras: ¿desde
cuándo existe Colombia?, ¿cuándo aparece el primer buque,
tripulación y ejército de Colombia?... Sin teorizar demasiado,
estas preguntas apuntarían como antecedente más lejano a la
Expedición Libertadora Mirandina de 1806, pues en el curso
de esta operación militar varios buques enarbolaron el tricolor
amarillo, azul y rojo, y se habló del “Continente Colombiano”
en el juramento de la tripulación del Leander, el buque insignia
de Francisco de Miranda; así como en la proclama difundida
al desembarcar en La Vela de Coro. Sin embargo, este hito his-
tórico aunque es referencia obligada, no resulta preciso, puesto
que la expedición de Miranda no cristalizó en la formación
de alguna institución política o militar definida y estable, que
pueda vincularse directamente con la República de Colombia.
Más tarde en 1811, arranca el proceso de la Primera
República en Venezuela y de la llamada “Patria Boba” en Nueva
Granada. En el caso venezolano, esta Primera República du-
rará hasta 1812, abriéndose una Segunda República en 1813
con la Campaña Admirable, que durará hasta 1814. En el caso
165
neogranadino, la “Patria Boba” durará hasta la ocupación del
país por las fuerzas del general Pablo Morillo entre finales de
1815 y 1816. Ya durante este período de 1811 a 1815, tanto
en Venezuela como en la Nueva Granada, se formaron fuerzas
navales que sirvieron a estas repúblicas y que libraron muchos
combates. En el caso neogranadino, la fuerza naval creada tuvo
su núcleo en Cartagena, mientras que en Venezuela estuvo
más dispersa, teniendo núcleos de desarrollo en La Guaira,
Puerto Cabello y el oriente del país.
En estas experiencias políticas, las fuerzas navales neogra-
nadina y venezolana surgieron y operaron de manera paralela
y separada; aunque en 1815, cuando Cartagena se convierte
en el último refugio para los patriotas de ambos territorios,
tras el colapso de la Segunda República en Venezuela y la lle-
gada de Morillo, se comienza a suscitar una convergencia de
los procesos de formación de ambas fuerzas navales. En efecto,
en Cartagena los patriotas de Venezuela y Nueva Granada no
sólo comparten la escena, sino también el mando, trabajando
mancomunadamente y fusionando de facto sus fuerzas. Esto
se reflejaría incluso en los corsarios y demás hombres de mar
venidos del extranjero, que sin importar si se habían afiliado
a la causa emancipadora de la mano de los venezolanos o los
neogranadinos, comenzaron a formar parte de una entidad
más grande, que en ese momento aún no recibía un nombre
preciso.
Ya en 1816, con las expediciones organizadas desde Haití,
los patriotas neogranadinos y venezolanos comienzan a operar
bajo mando único, formando también una escuadra unificada.
Es justo en esta coyuntura que podemos empezar a hablar de
antecedentes directos de la futura marina de guerra colom-
biana, pues el proceso iniciado en ese momento histórico no
presenta interrupciones ni retrocesos, sino que continúa en
dinámica ascendente hasta 1823, proyectándose más allá. Es
166
a partir de 1816 que encontramos a los próceres navales neo-
granadinos, venezolanos y extranjeros, trabajando en un único
cuerpo que se irá volviendo cada vez más sólido institucio-
nalmente y con cada vez mayor poder bélico. Llegados a este
punto, podríamos entonces tratar de periodizar la evolución de
la armada colombiana desde 1806 hasta 1830, como un aporte
para el mejor entendimiento de dicho proceso:
1) Período Pre Incipiente, 1806 – 1810: Esta etapa esta-
ría comprendida básicamente por la Expedición Libertadora
Mirandina, la cual es el primer referente histórico para las
independencias de los territorios de la futura República de
Colombia, y en especial de su marina de guerra, por el hecho
de que se usa por primera vez el pabellón tricolor a bordo de
naves de guerra y se habla ya del “Continente Colombiano”.
2) Período Incipiente, 1811 – 1815: Comprende el desarro-
llo paralelo, simultáneo y separado de fuerzas navales indepen-
dentistas en Venezuela y Nueva Granada, desde el inicio del
proceso de independencia hasta la “pacificación” de ambos te-
rritorios por la expedición de Pablo Morillo.
3) Período Formativo, 1816 – 1823: Comprendido desde la
Expedición de Los Cayos hasta el inicio de la Campaña del
Zulia. Es en el curso de este proceso, como explicaremos más
adelante, que la fuerza corsaria que se forma en 1816 se va
transformando en una auténtica marina nacional republicana.
4) Período de Auge, 1823 – 1826: En esta etapa el poder
bélico de la ya formada Armada de la República de Colombia,
se incrementará al máximo; haciendo posible proyectar y eje-
cutar campañas militares más allá de las fronteras nacionales.
5) Período de Decadencia, 1827 – 1830: Durante este pe-
ríodo, la crisis financiera y política en la que se ve sumergida
la República, deja sentir sus consecuencias en la armada, debi-
litándola rápidamente hasta su disolución junto con el propio
Estado en 1830.
167
Habiendo definido estos períodos, podemos enton-
ces comenzar a explicar la formación de la armada colom-
biana a partir del tercero, es decir, el que inicia en 1816 con
las expediciones organizadas por Bolívar y Brión en Haití.
Seguidamente, estudiaremos las operaciones navales empren-
didas desde 1823 a 1830, así como la evolución administrativa
y declive, y el factor diplomático ligado a lo naval.

A) Antecedentes, 1816 – 1823

La historiografía tradicional a menudo olvida conectar las


Guerras de Independencia en Hispanoamérica con los suce-
sos acaecidos en el resto del mundo, algo que muy reciente-
mente ha venido a cambiar con el concepto de “Revoluciones
Atlánticas”.229 Tenemos que justo antes de organizarse en Haití
las expediciones navales que a la postre cambiarían el curso de
la guerra en Venezuela y Nueva Granada; al norte, en Estados
Unidos, estaba terminando la llamada Guerra de 1812 o Guerra
Anglo-Estadounidense (1812 – 1815). Sin profundizar dema-
siado en este conflicto, bastará decir que el mismo estimuló
en gran medida a la industria naviera norteamericana, y que la
República norteña expidió muchísimas patentes de corso para
derrotar a Gran Bretaña, como ya lo había hecho durante la
Guerra de Independencia.230 Estos corsarios alimentarían a las
nacientes armadas hispanoamericanas en lucha contra la metró-
poli española, tal como explica Megan Tawes:

“Sin guerra que pelear, Baltimore se llenó de corsarios inquietos, sin


comisión o propósito. Muchos de ellos no la pasaron bien en la vida civil

229e Lettieri, A.; Garbarini, L. Las Revoluciones Atlánticas (1750-1820). Buenos Aires, Edi-
torial Longseller S.A., 2001.
230r Bruce, Robert B. y otros. Técnicas Bélicas de la Época Colonial 1776 – 1914, p. 209

168
y quisieron volver a navegar como corsarios. Inmediatamente después
de las Guerras Napoleónicas, los envíos internacionales regresaron y los
corsarios regresaron a su vida civil normal […] Después de gastar su
botín de la Guerra de 1812, la mayoría de los capitanes y marineros
estaban desempleados y miraron las revoluciones sudamericanas como
un camino para hacer dinero rápidamente y solucionar sus problemas
monetarios. Durante la Guerra de 1812, Baltimore era un hervidero
de corsarios al tiempo que se hacía popular la independencia sudameri-
cana, haciéndose también popular navegar como corsario de las revolu-
ciones latinoamericanas.”231

Esta avalancha de corsarios desocupados salidos de la


Guerra de 1812 provocó un auge del corso hispanoameri-
cano, generándose dos períodos definidos. El primero, de 1810
a 1815, en el que participaron mayormente franceses, en los
casos de Venezuela y Nueva Granada; y el segundo, de 1816
a 1823, en el que los patriotas alcanzan triunfos definitivos
contra los realistas.232 Abriendo este período tenemos a las
Expediciones de Los Cayos en 1816

a) Expediciones de Los Cayos, 1816

El Estado de Cartagena fue el pionero en dar patentes de


corso y hostigar al comercio español en las Antillas ya en 1812,
y al año siguiente los españoles debieron reforzar su fuerza
naval en Cuba para defenderse. De manera que para 1815,
Cartagena contaba con una plantilla de capitanes corsarios,

231a Tawes, Megan E. “The Santa María. Baltimore Privateering and Piracy during the
Latin American Revolutions”. University of Maryland, 2015. Disponible en: http://digital-
commons.law.umaryland.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1043&context=mlh_pubs (Revi-
sado On Line el 18 de febrero de 2016 a las 09:03 pm) pp. 12 – 13
232i Vidales, Carlos. “Corsarios y piratas de la Revolución Francesa en las aguas de la emanci-
pación hispanoamericana” en Caravelle, Año 1990, Volumen 54, Número 1, pp. 247 – 262. Dis-
ponible en: http://www.persee.fr/doc/carav_1147-6753_1990_num_54_1_2428, pp. 250 - 251

169
entre los que se contaba Luis Aury, que ayudaron a defender
la ciudad cuando llegó Pablo Morillo y a evacuar a los líderes
patriotas a finales de ese año.233 Con la caída de Cartagena en
manos de Morillo, estos corsarios marcharon al sur de Haití
junto con el liderazgo patriota con el que venían trabajando,
aportando decisivamente a la organización de una expedición
para reiniciar la lucha en Tierra Firme.234 En efecto, en Los
Cayos (Haití), se dieron cita hombres como Luis Aury y Luis
Brión, que junto con asociados menores aportaron los bu-
ques y tripulaciones necesarias para continuar la lucha. Estos
acontecimientos hacen de 1816 un punto de inflexión en las
Guerras de Independencia en Hispanoamérica.235

1) Primera Expedición de Los Cayos y el Combate Naval de Los


Frailes
La Expedición de Los Cayos marcó el inicio del auge del
corso hispanoamericano. Es de destacar el episodio de la asam-
blea de líderes patriotas que tuvo lugar en febrero de 1816.236
En ella, se enfrentaron dos facciones; una liderada por Mariño,
que tenía como respaldo a Luis Aury y su escuadra corsaria,
y la otra liderada por Bolívar, quien contaba con el apoyo in-
condicional de Luis Brión y del propio presidente haitiano
Alexandre Petión. La historiografía tradicional se detiene en
este punto para valorar como Brión apoyó el mando único de
Bolívar, sin darse cuenta que al mismo tiempo que se dirimía
la dirección del movimiento emancipador, también se resolvía
la jefatura de la escuadra por los próximos años.
233a Santana, Arturo. “Algunas notas sobre el corso insurgente hispanoamericano en Puerto
Rico”. San Juan – Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico. Disponible en: http://ance.msinfo.
info/bases/biblo/texto/libros/ANCE.1986.c.10.pdf, pp. 2-3
234a Santana, Arturo. Ob. Cit., pp. 6 – 7
235á Gámez Duarte, Feliciano. “1816, un año decisivo en las guerras de la independencia de
Hispanoamérica” en Revista Aula de Letras. Humanidades y Enseñanza. Disponible en: http://
www.auladeletras.net/revista/articulos/gamez.pdf, p. 2
236i Vidales, Carlos. Ob. Cit., p. 252

170
Luis Aury y Luis Brión, los dos candidatos obvios, eran en
muchos aspectos opuestos. Mientras que Aury manejaba una
flota corsaria y había extendido sus operaciones desde el Río de
la Plata hasta el Golfo de México, amasando en el proceso una
gran fortuna y manteniendo siempre su condición de corsario
al servir a varias banderas; Brión se había centrado en servir a
Venezuela y a Bolivar, tomando ya en 1814 la ciudadanía ve-
nezolana, y gastando su propia fortuna familiar en formar la
escuadra. Además de eso, Brión era un convencido de las nue-
vas ideas ilustradas, y venía de luchar en la República Bátava
contra británicos y rusos, además de defender su natal Curazao
contra los ataques de Gran Bretaña.237 Evidentemente, Brión
era un hombre mucho más adecuado para transformar a futuro
la armada desde una fuerza corsaria a una verdadera armada
nacional.
Con la Expedición de Los Cayos, se comienza a formar una
escuadra, que no sólo transportó a Tierra Firme a los líderes
patriotas para reiniciar la lucha, sino que también se trabó exi-
tosamente en combate y comenzó a crecer, primordialmente
con los buques capturados a los realistas. Más tarde creció con
buques adquiridos a los ingleses, y después con embarcaciones
menores construidas en astilleros en Margarita, el Orinoco y
el Apure. Esta escuadra pudo también proveer al ejército en
las siguientes campañas, y contribuir a la defensa de Margarita
y el oriente venezolano.238 Dicha primera escuadra que zarpa
de Haití estuvo integrada por siete goletas, a saber: la Bolívar,
comandada por el Capitán de Fragata Renato Beluche; la
Mariño, por el Capitán de Fragata Tomás Duboil; la Brión,
por el Capitán de Fragata Antonio Rosales, la Piar, al mando
237í Díaz Ugueto, Manuel. Luis Brión, Almirante de la Libertad. Caracas, Editado por el
Autor, 1992
238l Florez Álvarez, Leónidas. Acción de la marina colombiana en la guerra de independencia
1806 – 1830. Bogotá, Memorial del Estado Mayor del Ejército de Colombia, 1919. Descar-
gado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia.htm, p. 87

171
del Capitán de Fragata John Parnel; la Constitución, al mando
de Jean Monier; la Feliz, al mando de Charles Leauminet; y
la Conejo, al mando del Capitán de Fragata Bernardo Ferrero;
y venció al bergantín realista Intrépido y la goleta Rita en el
Combate Naval de Los Frailes, al noreste de Margarita.239
Este combate no sólo tuvo gran importancia estratégica o tác-
tica, sino también simbólica. Además de crear tempranamente
una tradición de victoria para la escuadra liderada por Brión,
también marcó los primeros ascensos por méritos de combate,
pues el propio Brión fue ascendido a Almirante, y Beluche a
Capitán de Navío. Así, surgía el almirantazgo en Venezuela,
pues Brión fue el primer oficial naval en portar dicho título.
Ahora bien, ¿por qué la expedición se dirigió a Margarita?...
además de su importancia estratégica, Margarita era el único
territorio que podía ofrecer seguridad al liderazgo patriota, ya
que la parte norte de la isla se encontraba bajo control del co-
ronel Juan Bautista Arismendi, que se había levantado contra
los realistas en noviembre de 1815.240 El 8 de mayo, seis días
después del combate, Bolívar lanzó una proclama en Santa
Ana del Norte que abrió el camino de la Tercera República.
Según el historiador José Luis Salcedo Bastardo, en ese mo-
mento “nació la Colombia que fue el sueño sublime de Bolívar”.241

2) Segunda Expedición de Los Cayos o Expedición de Jacmel


A pesar de los fracasos de Carúpano y los obstáculos en-
contrados en Ocumare por las fuerzas terrestres, la fuerza
naval patriota seguía dominando los mares frente a la costa

239a Maita Ruiz, José Gregorio y Palencia Hernández, Alexis Saúl. Importancia Histórica y
Estratégica de la Expedición Libertadora de Los Cayos, 1816. Disponible en: https://terrestrium-
navalium.blogspot.com/2016/04/importancia-historica-y-estrategica-de.html (Revisado On
Line el 16 de febrero de 2017 a las 08:47 pm)
240ó Gómez León, Iván. “En Santa Ana del Norte nació la Tercera República de Venezuela”
en Memorias de Venezuela, Junio – Julio de 2014, Nº 30, p. 8
241ó Gómez León, Iván. Ob. Cit., p. 9

172
venezolana, por lo que pudo continuarse con el esfuerzo béli-
co.242 Ya en Haití, Bolívar y Brión solicitan nuevamente ayuda
a Petión, recibiendo el 29 de septiembre de 1816 la goleta
Bruja, enviada por Arismendi desde Margarita. La Expedición
de Jacmel zarpó el 21 de diciembre, compuesta por cuatro ber-
gantines, seis goletas y dos transportes, comandando las fuer-
zas navales el Almirante Brión. Llegaron a Juan Griego el 28
de diciembre, para continuar la gesta emancipadora.243
En el curso de las expediciones desde Haití, los corsarios y
líderes patriotas hicieron buenos enlaces con los comerciantes
de las Antillas, siendo especial la formada en la isla de San
Bartolomé, entonces bajo soberanía sueca. En 1816, durante la
primera expedición, la escuadra se detuvo en esa isla a vender
un barco español capturado junto con su carga. Resalta en par-
ticular la relación formada por Luis Brión con el gobernador
Rosensvärd, quien le permitió hacer del archipiélago de Five
Island una parada regular para transbordar armas y pertrechos
en ruta a Venezuela. Al parecer esta amistad databa de la época
en que Brión había vivido en San Bartolomé. Todo esto a su
vez fue permitido por la Corona y la corte en Estocolmo,244
la cual también se cuidó de mantener en discreción sus tran-
sacciones con los patriotas a fin de evitarse problemas en
Europa.245
En resumen, podemos decir que con las Expediciones
de Los Cayos, se echaron las bases de la futura armada

242í Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., p. 43


243a Lanz Castellano, Julio C. Historias marineras y algo más…, p. 299
244i Vidales, Carlos. “San Bartolomé. Las Antillas suecas y la independencia hispanoame-
ricana (1810 – 1830). Disponible en: http://hem.bredband.net/rivvid/historia/sbarteb.htm
(Revisado On Line el 18 de febrero de 2016 a las 08:56 pm). Cita a: Rosensvärd a Wetterstedt,
Gustavia, 22/04/1818, RA/SB, V:A. Original en sueco y Acta del Consejo de Gobierno, Stoc-
kholm, 02/01/1819. RA, Statsrådsprotokoll, Kolonialärenden. Comunicación Real a Rosens-
värd. Original en francés, acta firmada por Wetterstedt y por el rey Carl Johan
245d Ídem. Cita a: Instrucción real a Johan Norderling, Estocolmo, 06/05/1819. RA, Stats-
rådsprotokoll, Kolonialärenden. Original en francés. Cf. Vidales, 1988, pp. 29/41

173
colombiana; al reunir bajo el pabellón tricolor a un grupo de
corsarios fieles y aguerridos, con vocación patriótica, y a la vez
establecer una red de contactos en las Antillas que serían vita-
les para abastecer a las fuerzas independentistas y comunicar-
las con el extranjero.

b) Desarrollo naval, 1817 – 1823

El período comprendido entre la campaña de Guayana en


1817 y la del Zulia en 1823 fue el de mayor transformación
de la armada. En efecto, en este período, se transitó de una
escuadra corsaria a una escuadra nacional; y de una escuadra
“venezolana” en su mayor parte, a una escuadra colombiana.
Además del desarrollo institucional, la armada también se
desarrolló en su poder de fuego, obteniendo brillantes victorias
sobre su enemiga realista y contribuyendo de manera decisiva al
triunfo de los independentistas en Venezuela, Nueva Granada,
Quito y el Istmo. En este proceso, el gran guía y conductor de
la institución fue el Almirante Luis Brión. Junto a los esfuer-
zos de éste, encontramos también los aportes de una pléyade
de corsarios y marinos venidos de ultramar que aportaron sus
recursos, capacidades, experiencia y contactos para la causa
patriota. En este proceso del que hablamos destacan cuatros
aspectos bien definidos: la Campaña de Guayana y sus efectos
en 1818 y 1819, el desarrollo de la Corte de Almirantazgo y
la guerra de corso a partir de 1817, la campaña sobre la costa
neogranadina de 1820 – 1821 y el bloqueo de Puerto Cabello
en su primera etapa de 1821-1822.

1) La liberación de Guayana y el control del Orinoco


Tras el éxito de las dos expediciones organizadas en Haití,
se suceden algunos tropiezos para los patriotas en el oriente
174
venezolano a comienzos de 1817. Sin embargo, ya en el se-
gundo trimestre del año se harían contundentes sus avances
en Guayana, gracias en buena medida al poder de la escuadra
y a la visión estratégica de Brión. Esto fue posible, entre otros
factores, por la gran cantidad de corsarios particulares que se
unieron a la causa. Éstos eran armadores y capitanes particula-
res, con dinero y víveres necesarios para tal empresa, aventure-
ros, amantes de la libertad y enemigos de la tiranía.246
Para enero de 1817, los realistas tenían el dominio del
Orinoco, por lo que el mando patriota comprendió la nece-
sidad de organizar astilleros en Margarita y comenzar a cons-
truir embarcaciones de pequeño porte, además de fortificar la
isla y permitir el resguardo de la nueva flota en desarrollo.247
Al parecer, fue Brión quien primero le propuso a Bolívar cen-
trar los esfuerzos hacia el Orinoco en 1817, y luego hacia el
Magdalena en 1820, en contraste con las ideas de éste de to-
mar Caracas y las ciudades costeras. Esto se deduce por la co-
rrespondencia de Brión con Bolívar desde 1815 hasta la caída
de Angostura.248 Puestos de acuerdo Bolívar y Brión, y pre-
viendo que Margarita sería atacada por Morillo, comienzan a
construir una flota de flecheras en San Félix249, que más ade-
lante rendiría grandes frutos a la causa. Listo ya, Brión zarpó
con su escuadra el 31 de marzo de 1817 hacia el Orinoco, la
cual constaba de unos 5 bergantines, 7 goletas y 12 embarca-
ciones menores.250
Apenas llegando la escuadra de Brión al delta del Orinoco,
se produce el sangriento Combate Fluvial de Pagayos, en el
que el Capitán de Fragata Antonio Díaz pone en fuga a los
realistas, y Bolívar hace levantar el Fuerte Brión en Casacoima,
246é Méndez Sereno, Herminia. El Almirantazgo Republicano 1819 – 1822, p. 64
247l Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., pp. 90 – 91
248í Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., pp. 43, 48
249a Hartog, Johan. Biografía del Almirante Luis Brión, p. 122
250d Ídem

175
asegurando la entrada de la flota patriota al río.251 A este
combate siguieron otras victorias, como la Batalla Fluvial de
Cabrián el 3, 4 y 5 de agosto de 1817; lo cual dio a los pa-
triotas un dominio absoluto del Orinoco, que no tardó en ser
aprovechado para abrir rutas de suministro e intercambio co-
mercial con las Antillas, lo que a su vez permitió aumentar el
poder de la maquinaria de guerra de Bolívar.252 Para este fin,
Brión organizó especialmente una fuerza de guardacostas en
el Orinoco, encargada exclusivamente de mantener las co-
municaciones a través del río y la costa atlántica.253 Es en este
contexto que empiezan a llegar a Margarita una gran cantidad
de corsarios y legionarios extranjeros, que van a fortalecer al
ejército y la marina patriotas. En la marina destaca la llegada
de Nicolás Joly, quien incluso se casó con una hermana del
general Juan Bautista Arismedi254, y serviría a Venezuela hasta
la década de 1840.
Por aquellos días, la escuadra patriota rara vez puede en-
frentar directamente a la realista, siendo Pagayos y sobre todo
Cabrián excepciones brillantes. Era entonces más común que
la escuadra usase la economía de fuerzas, la acción combinada
de fuerzas terrestres y los buques, y los golpes audaces y velo-
ces de los corsarios, siendo siempre muy útil la infantería de
marina, recién creada por Brión en 1817. Esta situación pro-
dujo un hondo desgaste en las fuerzas navales de José María
Chacón y Juan Gabasso, al servicio de Morillo.255 A mediados
de 1818, Bolívar ordenó a Brión dirigirse a Margarita y am-
pliar sus fuerzas para volver a la ofensiva en las costas orienta-
les venezolanas. Brión empleó bien sus contactos en Trinidad
y otras Antillas, logrando aumentar el tamaño de su flota, y
251b Ibídem, p. 124 y Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., pp. 93 y 94
252b Ibídem, pp. 100 – 101 y Hartog, Johan. Ob. Cit., pp. 130 - 134
253b Ibídem, pp. 134 y 140
254b Ibídem, p. 147
255í Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., pp. 53 – 54

176
en cooperación con fuerzas de Bermúdez tomó Güiria256, ade-
más de mantener presión sobre otros puertos como Carúpano,
Cumaná y Barcelona a lo largo de ese año, que terminó de ma-
nera exitosa para la escuadra patriota. En efecto, los corsarios
extranjeros como Aury y Joly habían arrebatado el dominio de
las aguas orientales a los realistas, haciendo retroceder sus na-
ves hacia La Guaira y Puerto Cabello.257
Ya para 1819, la escuadra patriota continuó con su férreo
dominio del Orinoco, al tiempo que comenzaban a llegar
aventureros extranjeros, como la célebre “Legión Británica”,
que empezaron a desplegarse en los escenarios de guerra, gra-
cias también a la escuadra.258 Estas operaciones se vieron favo-
recidas por las precarias condiciones de mantenimiento de los
buques realistas en sus bases de La Guaira y Puerto Cabello,
que los condenaron a reducir sus salidas al mar y entregar el
dominio del mismo a la cada vez más grande marina venezo-
lana. En este particular, las palabras del propio Morillo resul-
tan ser las más esclarecedoras.

“[…] el estado de inacción en que se halla nuestra Marina reducida


a Puerto Cabello, donde entre esperar recursos para habilitarse y regre-
sar cuando ha salido sin batirse con los enemigos, deja abandonadas las
costas y en disposición de ser insultadas por el primero que lo intente.”259

“Justamente, en ninguna ocasión hemos necesitado más de los auxilios


de nuestra escuadrilla, pues ya que no ha impedido la llegada y los
desembarcos de las primeras tropas inglesas, habiendo bloqueado estre-
chamente las que se encuentran en Margarita, se les hubieran trastor-
nado todos sus planes de reunión; el hambre y las enfermedades los

256a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 150


257l Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., pp. 105 - 106
258b Ibídem, p. 106
259o Rodríguez Villa, Antonio. El Teniente General Don Pablo Morillo. Primer Conde de Car-
tagena, Marqués de la Puerta (1778-1837) (Tomo II), p. 20

177
hubieran acabado, y la discordia y desunión, poniéndolos en los últimos
extremos, los hubiera reducido a un término desesperado.”260

Esta situación se veía reforzada por el continuo cuidado y


atención que Brión prestaba al fortalecimiento y desarrollo de
su escuadra, convirtiendo también a Margarita en centro di-
plomático y de negocios para los agentes que partían al ex-
tranjero a buscar armas y pertrechos; además de ser la isla sede
también de la Corte de Almirantazgo, además de almacén y
astillero.261
Ese mismo año de 1819 se suscitó también una fuerte mi-
gración de carpinteros, artesanos y comerciantes suecos desde
San Bartolomé, los cuales se dedicaron primordialmente a la
reparación de naves corsarias y otras actividades relacionadas
con la guerra. Es evidente que este personal con altas destre-
zas técnicas incidió muy favorablemente en el esfuerzo bélico
patriota.262 Cabe mencionar que también en 1819 el presi-
dente de Estados Unidos, James Monroe, envió al comodoro
Oliver Hazard Perry a Venezuela con la fragata Constellation,
y las corbetas John Adams y Nonsuch. Las órdenes del como-
doro eran: demandar indemnización por la captura de mer-
cantes norteamericanos por parte de corsarios venezolanos y
recibir garantías de que los corsarios se abstendrían de atacar-
los de nuevo. Perry completó su misión satisfactoriamente y
firmó un tratado el 11 de agosto, tras lo cual partió de regreso
a Estados Unidos. Sin embargo, murió de fiebre amarilla en
Trinidad, lo que causó que el acuerdo no se ratificara.263 Esto

260b Ibídem, p. 82
261í Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., pp. 64 y 65
262i Vidales, Carlos. “San Bartolomé. Las Antillas suecas y la independencia hispanoame-
ricana (1810 – 1830). Disponible en: http://hem.bredband.net/rivvid/historia/sbarteb.htm
(Revisado On Line el 18 de febrero de 2016 a las 08:56 pm)
263o Wombwell, A. James. The Long War Against Piracy: Historical Trends, pp. 204.

178
es una muestra del nivel al que había llegado la guerra de corso
por parte de los venezolanos en ese momento.
Para 1820, cuando se firmaron los tratados de armisticio y
regularización de la guerra, el dominio marítimo patriota se
había consolidado; en gran medida por la visión, liderazgo y
gestión de Luis Brión sobre la armada.264 De hecho, ese año
comenzaría una nueva campaña, destinada a liberar el litoral
caribeño de la Nueva Granada, encerrando a los realistas en el
centro-norte y noroccidente de Venezuela.

2) Las Cortes de Almirantazgo y la guerra de corso


Hasta ahora hemos mencionado una y otra vez la presen-
cia de corsarios extranjeros en el período formativo (1816–
1823) de la armada colombiana. Esta presencia fue regulada
y estimulada por una institución muy especial: la Corte de
Almirantazgo, la cual fue un factor clave para el desarrollo de
la fuerza naval patriota en dicho período, al estimular la guerra
de corso. Ahora bien, es preciso recordar al lector qué era un
corsario y qué era la guerra de corso.
El corsario no era más que un particular –armador de buque
o capitán de una nave– que pone uno o más buques al servicio de
un determinado gobierno. Dicho gobierno otorga al particular
una Patente de Corso, por medio de la cual lo autoriza a na-
vegar bajo su pabellón y a atacar en su nombre al comercio del
enemigo; recibiendo a cambio determinada parte del botín to-
mado, además de ser acreedor de protección y defensa a nivel
internacional como agente al servicio del gobierno que le dio la
Patente, la cual lo distingue de ser un simple pirata. La guerra
de corso viene a ser, en consecuencia, la práctica de un Estado
o Gobierno de otorgar masivamente patentes de corso con la
finalidad de interrumpir el comercio enemigo y alzarse con la

264í Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., pp. 66 70

179
victoria. La institución encargada de supervisar, regular y con-
trolar esta práctica es la Corte de Almirantazgo, la cual otorga
las patentes, efectúa los juicios de presa, dispone los botines,
etc. La guerra de corso permitió a los patriotas venezolanos y
neogranadinos, así como a los bonaerenses, uruguayos y chi-
lenos, dotarse de fuerzas marítimas con las cuales plantar cara
a los realistas, obteniendo cierto dominio del mar. Esto trans-
formó el Caribe y el Océano Atlántico en un extenso teatro
de guerra,265 donde las mermadas fuerzas de la Real Armada
Española no lograron controlar a los cada vez más audaces y
voraces corsarios de los patriotas hispanoamericanos.266
Tras el triunfo de la escuadra de Brión en la Expedición
de Los Cayos, España tuvo que enviar más buques al Caribe,
sin lograr resultados. Entonces la Corona recurrió a otorgar
patentes de corso para perseguir a los independentistas en el
mar; práctica que ya venía implementando desde los tiempos
de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas contra enemi-
gos externos, y desde 1812 contra los independentistas; pero
que ahora llegaría a un nuevo nivel. Esto trajo la desastrosa
consecuencia de legitimar el corso patriota, además de mos-
trar claramente la debilidad naval de la Monarquía Española,
dando mayor impulso a sus enemigos.267
Ninguna de las ex colonias en rebelión contra España con-
taba con tradición naval. En ninguna de ellas existían asti-
lleros y arsenales comparables a los de Europa, ni tampoco
había academias náuticas. Por ello, desde el principio los in-
dependentistas se vieron en la necesidad de recurrir al corso
para poder disponer de fuerzas marítimas, compensando así
las ventajas del enemigo.268 Justamente, sería en el puerto de
265é Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 45
266b Ibídem, p. 53
267b Ibídem, pp. 54 – 55
268o Hopkins, Fred. “For Freedom and Profit: Baltimore Privateers in the Wars of South
American Independence” en The Northern Mariner/Le Marin du Nord, XVIII Nos. 3-4, ( Julio

180
Baltimore donde los agentes de los patriotas hispanoameri-
canos encontraron una verdadera cantera de experimentados
corsarios, dispuestos a enfrentar a los españoles en el mar.
En efecto, el declive de las casas comerciales del noreste de
Estados Unidos, debido a la competencia inglesa y francesa a
raíz de la Guerra Anglo-Estadounidense, dejó a los armadores
y marinos de Baltimore con solo tres opciones de subsistencia:
continuar en el declinante negocio mercante, entrar al tráfico
de esclavos o unirse a los hispanoamericanos en su rebelión
contra España. Para ellos, que venían de combatir contra la
todopoderosa Marina Real Británica –la mayor del mundo en
ese momento–, la elección era sencilla.269
Baltimore también escondía otras claves que explican la
partida de una inmensa oleada de corsarios hacia Sudamérica.
Esta ciudad era la más cercana a la costa sudamericana en
el noreste de Estados Unidos, además de ser ella (y toda
Maryland) el centro del catolicismo en ese país. Esta coin-
cidencia religiosa aumentó la simpatía por la causa emanci-
padora hispanoamericana entre los marinos de Baltimore.270
Entre los capitanes de la ciudad que se unieron a los indepen-
dentistas podemos mencionar a John Dieter, Daniel y James
Chayter, James Barnes, John Daniel Danels, Thomas Boyle,
John Clark y José Almeida.271 De este grupo, tenemos abun-
dante información sobre Danels, quien llegaría a ser capitán
de navío de la armada colombiana, y Almeida, quien cerró su

- Octubre de 2008), pp. 93-104. Disponible en: http://www.cnrs-scrn.org/northern_mariner/


vol18/tnm_18_3-4_93-104.pdf (Descargado On Line el 04 de abril de 2017 a las 08:42 am),
p. 94
269o Hopkins, Fred. “For Flag and Profit: The Life of Commodore John Daniel Danels of
Baltimore” en Maryland Historical Magazine, Vol. 80 Nº 4, Invierno de 1985. Disponible en:
http://msa.maryland.gov/megafile/msa/speccol/sc3500/sc3520/015400/015464/pdf/danels_
mhm.pdf (Descargado On Line el 31 de marzo de 2017 a la 01:15 pm), p. 392
270d Ídem
271o Hopkins, Fred. “For Freedom… Ob. Cit., p. 95

181
célebre carrera como corsario en Hispanoamérica navegando
bajo el tricolor colombiano.
Estos corsarios primeramente recibían la patente de corso
de manos de algún agente bonaerense, artiguista o, en este
caso, colombiano, en el propio territorio norteamericano.
Seguidamente, adquirían un buque y contrataban una tripula-
ción. Una goleta de pilotaje usada, equipada y en buen estado,
podía costar entre 25.000 y 40.000 dólares, mientras que un
buque nuevo entre 35.000 y 42.000. A los tripulantes se les
pagaba una parte del botín, ganando en promedio casi 100 dó-
lares tras un crucero de tres meses. Mucho más que los 1,87
dólares por día que ganaba un carpintero de puerto. Este ni-
vel de lucro en el corso explica que para 1820, según el Niles’
Weekly Register, habían entre quince y veinte mil norteameri-
canos dedicándose al corso al servicio de los independentis-
tas hispanoamericanos. Unos dieciocho capitanes corsarios
mantenían sus hogares y familias en Baltimore, entre ellos
Thomas Boyle y John Daniel Danels.272 Lamentablemente, la
historiografía venezolana no ha estudiado debidamente esta
“Conexión Baltimore” en nuestra independencia.
En concordancia con esta realidad, Brión creó en Margarita
dos organizaciones marítimas por orden del Libertador, es-
tableciendo en Pampatar de manera provisional el Cuartel
General y la primera Corte de Almirantazgo, el 12 de febrero
de 1817. Este cuerpo pondría coto a las actividades de los ca-
pitanes que navegaban sin patente, por lo que eran conside-
rados como piratas por los afectados, en su mayoría buques
neutrales. Como parte de esta nueva política, se promulgó el 4
de marzo la primera Ordenanza de Corso.273
La acertada decisión de Bolívar de promulgar la ordenanza
de corso, aumentaría el poder marítimo de la República. El
272d Ídem. Cita: Nile´s Weekly Register, 8 de enero 1820.
273a Hartog, Johan. Ob. Cit., pp. 104 y 106

182
mencionado instrumento legal era muy similar a las ordenan-
zas españolas y argentinas, que regulaban los juicios de presa,
el derecho de visita de los corsarios sobre buques mercantes
o el apresamiento de naves sin patente legítima de ningún
Estado.274 A la par que Brión nutría la escuadra con buques
del Estado y corsarios, o con la nueva Infantería de Marina,
también se esforzaba por establecer la Corte de Almirantazgo
y regular la guerra de corso. Para ello, el Almirante no dudó en
castigar con pena de muerte a unos cuantos capitanes insubor-
dinados que violaron la ordenanza, pues coincidía con Bolívar
en que el corso al servicio patriota debía estar signado por la
caballerosidad y otros valores, ya que ello podía manchar o ha-
cer resaltar el buen nombre de la República. En este contexto
se publicó también el 4 de marzo el reglamento para otorgar
patentes de corso, que establecía un juramento previo de fide-
lidad a la República por parte del corsario.275
Por estas razones sería tan importante la Corte de
Almirantazgo, ya que su misión era reglamentar la práctica del
corso. Esta Corte, junto con los corsarios, contribuyeron a dar
cimientos a la futura armada colombiana, así como a soste-
ner el honor y derechos de la República, empezando a obte-
ner respeto para el Gobierno por parte de otras naciones. La
Corte de Almirantazgo permitió a los patriotas lograr el pre-
dominio marítimo hacia 1820, empleando el corso también
para resguardar la soberanía nacional, además de para edificar
la marina. La Corte permitía también a la República actuar
dentro del Derecho de Gentes, recurriendo al derecho a repre-
salia contra la obstinada negación de Fernando VII a recono-
cer nuestra independencia. De esta manera, la guerra de corso
quedaba enmarcada en la legalidad.276

274é Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 86


275í Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., p. 46
276é Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 51

183
Tal como hemos venido explicando, al no encontrar en te-
rritorio nacional suficientes hombres de mar y naves, el corso
se nutrió de extranjeros. Ciertamente, aunque muchos fue-
ron simples aventureros, que aprovecharon las patentes para
dedicarse solo a su lucro personal y descuidaron las tareas
asignadas;277 muchos otros prestaron valiosos servicios a la
causa emancipadora, tales como: Nicolás Joly, Joseph Raffetti,
Henrique Faggart, Azor Orne, Alejandro Bolches, Vicente
Dubril, Javier Curtis, Antonio Alegre, Félix Nattá, James
Bares, José Almeida, Andrés Sicard, Agustín Franchesqui y el
general Everaux, entre otros.278
Además de perjudicar el comercio enemigo, el corso produ-
cía dividendos en metálico al subastarse en puerto los buques
apresados y su carga. Estos ingresos despertaban el entusiasmo
popular, facilitando nuevos enrolamientos para la marina y,
claro está, aportando ingresos para mantener y desarrollar la
armada. Al desarrollarse más la guerra de corso, el comercio de
Tierra Firme con las Antillas y España fue hostigado, además
de las rutas hacia Cuba y Puerto Rico. En este último caso,
los corsarios tenían el estímulo de apresar buques negreros, ya
que la República había abolido la trata de esclavos.279 De esta
manera, la guerra de corso tenía la particularidad de no sólo
ser autosustentable, sino que además financiaba el crecimiento
de la escuadra y permitía el auxilio a las fuerzas de tierra con
víveres, armas, municiones e incluso dinero en metálico.280 La
campaña de los corsarios cumplía los objetivos de estrangular
el comercio español, bloquear las comunicaciones enemigas,
atacar los convoyes de tropas realistas y dañar de toda forma

277b Ibídem, p. 62
278b Ibídem, p. 63
279b Ibídem, p. 65
280b Ibídem, p. 66

184
posible a la armada española. Además de eso, los corsarios se
dedicaron también a hacer propaganda revolucionaria.281
El jurista y firmante del Acta de Independencia de
Venezuela, Francisco Javier Yanes, fue el presidente de la Corte
de Almirantazgo, y su motor.282 Él instituyó las bases del de-
recho marítimo venezolano respecto al comercio, corso, presas
y crímenes del mar, basándose en la institución homóloga de
España, así como en las ordenanzas de corso españolas y en el
Derecho de Gentes.283 Para él, los procedimientos de la Corte
despertarían la confianza pública sólo si se basaba sólidamente
en la ley. A su vez, los gobiernos extranjeros verían a esta insti-
tución como un ente legítimo para regular la guerra marítima
respecto al derecho común de la época. Así, la Corte cumpliría
con su misión intrínseca de probar a las naciones del mundo
la legitimidad de la causa emancipadora, dotando al Gobierno
republicano de legalidad.284
El 26 de marzo de 1819 se instituyeron dos Cortes
de Almirantazgo, por disposición del Congreso. Una en
Angostura, con jurisdicción sobre el Orinoco y la otra en
Pampatar, que ya existía desde 1817, para ejercer su poder en
la costa y mar abierto. Luego, ésta última se trasladaría a Juan
Griego, y en 1821 a La Guaira, tras el triunfo de Carabobo
y la liberación del centro-norte de Venezuela.285 Llegados a
1819, parece que las ordenanzas de corso que databan de 1817
eran inadecuadas para la nueva República de Colombia, que
estaba comenzando a tomar forma. Contenía preceptos inúti-
les o incompatibles con la República, lo cual originaba dudas y
complicaciones para la ejecución de las funciones de la Corte
de Almirantazgo. Esto llevó a que Francisco Javier Yanes
281b Ibídem, pp. 67 y 74
282b Ibídem, p. 12
283b Ibídem, p. 15
284b Ibídem, p. 49
285a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 155 y Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 16

185
elaborara el borrador de una nueva ordenanza en 1819 que,
aunque aún basada en las españolas, sí encajaba en la estruc-
tura institucional colombiana, permitiendo entonces que las
Cortes de Almirantazgo trabajaran en conjunto con los pode-
res de Colombia.286
En 1822, tras la muerte de Brión y la reforma en la estruc-
tura de toda la armada, como explicaremos más adelante, la
Corte de Almirantazgo desapareció, pasando sus funciones
a las comandancias de los cuatro Departamentos de Marina.
Esto no ocurrió de forma rápida, sino que después de la re-
forma, la Corte siguió operando hasta que el propio Yanes es-
cribió al Gobierno solicitando la disolución de la misma, ya
que según las Ordenanzas de Corso de 1822 sus funciones
eran asumidas por el Despacho de Marina, siendo en conse-
cuencia nulas sus sentencias y por tanto no vinculantes para
los extranjeros.287

3) La campaña en la costa neogranadina, 1820 – 1821


Tradicionalmente se ha dicho que el triunfo de los indepen-
dentistas en la Batalla de Boyacá aseguró la liberación de la
Nueva Granada, marcando un punto de inflexión en la guerra.
Eso es verdad, hasta cierto punto. Tras dicha victoria, sólo fue
liberada una gran porción del centro de la Nueva Granada, fal-
tando parte del sur, así como la costa caribeña y el Istmo, por
no hablar de Quito y gran parte de Venezuela, que seguían en
manos españolas. Para terminar de asegurar la Nueva Granada,
y así arrebatarle su base económica al general Morillo, cercán-
dolo en el centro-norte de Venezuela, era imprescindible li-
berar la costa caribeña neogranadina, que incluía plazas como
Río Hacha, Santa Marta y especialmente Cartagena; por lo
que en 1820 comenzó una operación naval más grande que
286b Ibídem, pp. 51 y 88 - 89
287b Ibídem, pp. 67 y 92

186
todas las anteriores, destinada a liberar la costa caribeña de la
Nueva Granada. Dicha campaña ha sido muy poco estudiada
en la historiografía venezolana, eclipsada por la previa cam-
paña terrestre que culminó en Boyacá y la siguiente que cul-
minó en Carabobo.
Para ese momento, España reacciona ante la pérdida de la
supremacía naval en la costa venezolana, aunque de manera
tardía y algo torpe; envía a la División de la Costa Firme, al
mando del Capitán de Navío Ángel Laborde y Navarro, ha-
cia Puerto Cabello, la cual se componía en su mayoría de vie-
jos y podridos buques comprados a Rusia.288 Por su parte, la
campaña naval sobre las costas de Cartagena, Santa Marta y
Río Hacha se coronará con éxito a finales de 1821, trayendo
como consecuencia la casi duplicación del litoral bajo control
patriota, así como también las tareas de defensa de la escua-
dra. Esto ocasionaría que el Congreso General de Colombia
en ley del 4 de octubre de 1821 –ya fallecido el Almirante
Brión–, decrete la división de la jurisdicción marítima en cua-
tro Departamentos de Marina. Cada Departamento tendría
un puerto capital, con su propio Comandante General y un
Auditor de Marina, quienes llevarían los juicios de presas,
piratería y demás asuntos marítimos, reemplazando así a la
Corte de Almirantazgo. Por encima de los cuatro comandan-
tes, estaría el Director de Marina, residente en la capital de la
República y dependiente del Secretario de Guerra y Marina.289
Regresando a la campaña iniciada en 1820, tenemos que
Brión juzgó con gran acierto que para llevar a adelante esta
compleja operación, debían conquistar rápidamente un puerto
en la zona para asegurar el litoral; ya que el punto de partida
era la isla de Margarita, demasiado lejana hacia oriente. El pri-
mer puerto a atacar, entonces, sería Río Hacha, tratando luego
288é Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 58
289b Ibidem, p. 90

187
de continuar tierra adentro hacia Valledupar. Más tarde, debía
ocuparse Santa Marta.290 En febrero de 1820 llegó a Margarita
el general Mariano Montilla, destinado a comandar las opera-
ciones en tierra, poniéndose al frente de los contingentes irlan-
deses que debían ser el núcleo de la expedición.291 Tras zarpar
de Juan Griego, la expedición llegó frente a Río Hacha el 11
de marzo, constando la misma de un total de diez buques, en-
tre bergantines, goletas y transportes, y 700 irlandeses junto
con 400 margariteños reclutados por Brión. Se cañonearon las
defensas costeras todo el día y los infantes desembarcaron en
la jornada siguiente, ante lo cual los defensores huyeron aban-
donando el fuerte y la ciudad.292 El día 12 Padilla, como se-
gundo de Brión, pudo hacer ondear el tricolor colombiano en
su pueblo natal –Río Hacha– por primera vez.293
El siguiente blanco fue Sabanilla, cerca de Río Hacha,
puerto que fue atacado el 11 de junio, el cual cae esa misma
noche sin mayor resistencia dando a Brión y su escuadra una
primera cabeza de playa en la costa. El 25 de junio se dio la
Batalla de Tenerife, sangriento combate en la cual el Coronel
Maza atacó impetuosamente a la escuadra realista, volando al
mayor de sus buques, mandado por el Comandante Vicente
Villa, y apresando el resto. Este triunfo fue de grandes conse-
cuencias para la causa republicana porque le dio el predominio
en el Magdalena.294 Para el 28 del mismo mes, se logró esta-
blecer contacto con las tropas colombianas del interior del país
a través del río Magdalena.295

290a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 163


291l Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., p. 111
292a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 165
293a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), p. 47
294d Ídem
295a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 174

188
El 6 de julio Brión proclamó el bloqueo total del litoral de
las provincias de Cartagena y Santa Marta296, el 12 las fuerzas
de Montilla capturaron Barranquilla, y las flecheras y demás
embarcaciones ligeras traídas por Brión desde Margarita co-
menzaron a ganar dominio del Magdalena, remontando sus
aguas hasta más allá de Mompox y controlando la ciénaga.297
Finalmente, y tras muchos combates, avances y retrocesos,
Brión entró en Santa Marta el 11 de noviembre de 1820, fina-
lizando la primera etapa de la campaña.298 La toma de Santa
Marta produjo un gran botín: 175 cañones y varios buques,
además de armas y pertrechos varios. También significó un
gran triunfo moral, pues se amplió el litoral bajo el control de
la República, y fue una de las causas para que Morillo aceptara
reunirse con Bolívar y firmar el armisticio de noviembre de
1820.299 Sólo quedaba ahora una gran ciudad en la región por
ser tomada: Cartagena, poseedora de las mayores fortificacio-
nes del antiguo imperio español.
Mientras la campaña se desarrollaba, Brión no dejaba de
buscar los medios para fortalecer la escuadra. Así, envió agen-
tes a Estados Unidos a adquirir buques, pues sabía que el fa-
moso diseñador naval Henry Eckford estaba construyendo
una corbeta de 28 cañones en Nueva York y otra de 24 caño-
nes en Baltimore. El Almirante incluso propuso a los agen-
tes un pago en tres cuotas, además de cargar los buques con
toda clase de pertrechos y zarpar de regreso a Margarita; todo
ello sustentado en un capital de un millón de pesos.300 Esto es
una muestra clara del crecimiento que iba experimentando la
escuadra en ese momento, pues ya el máximo jefe naval bus-
caba adquirir naves de mayor porte y capacidad oceánica. En
296a Hartog, Johan. Biografía del Almirante Luis Brión, p. 174
297l Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., p. 112
298a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 178
299b Ibídem, p. 181
300b Ibídem, p. 166

189
esos momentos también se dan una serie de tensiones entre
Montilla y Brión, pues el primero se sintió celoso de los méritos
del almirante. En medio de esta situación reaparece Luis Aury,
el viejo rival de Brión en Haití. Aury había capturado las islas
de San Andrés y Providencia, y había tenido algunos impasses
con buques de Brión. Cuando Aury solicitó entrar al servicio de
Colombia y consiguió cierto apoyo de Montilla y de Santander,
Brión hizo valer su condición de Almirante y su influencia so-
bre el Libertador para vetar al viejo corsario francés.301

“Bogotá, 18 de enero de 1821


Señor Capitán Luis Aury.

Contra los esfuerzos de V. y sin necesidad de sus servicios, se ha ele-


vado la República de Colombia al estado de no necesitar de más corsa-
rios que degraden su pabellón en todos los mares del mundo. En
consecuencia, podrá Ud. restituirse a sus buques y llevárselos fuera de las
aguas de Colombia, y con esta orden presentada a S.E. el Almirante
Brión, tendrá Ud. el puerto abierto.

Dios guarde a V. por muchos años.


Simón Bolívar”302

Los éxitos de Brión y Montilla en la costa neogranadina tu-


vieron un impacto inmediato y acaso inesperado un poco al
este, en la Provincia de Maracaibo. Este territorio nunca ma-
nifestó afinidad por la causa independiente, desde el comienzo
del proceso en 1810. La rivalidad con Caracas, la fuerte pre-
sencia militar realista y el aislamiento geográfico habían ju-
gado a favor de que Maracaibo fuese un sólido bastión realista,

301b Ibídem, p. 179


302a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), 183. Cita: O´Leary, Memorias,
tomo XVIII, página 25

190
que hasta había sido premiado por su lealtad con un arzobis-
pado y una capitanía general separados de los de Caracas. Sin
embargo, el 28 de enero de 1821 Maracaibo se alzó por inicia-
tiva propia contra el régimen español y solicitó su adhesión a
la República de Colombia. Este hecho pondría fin al armisti-
cio y generaría el regreso a las hostilidades.303 El alzamiento
marabino no puede entenderse sino a la luz de la liberación de
las vecinas Río Hacha y Santa Marta.
El 30 de enero, las tropas colombianas entraron a Maracaibo
para asegurar la ciudad. Luego, ni Bolívar, ni Urdaneta, ni
nadie en el liderazgo colombiano estaba dispuesto a entre-
gar Maracaibo, con las grandes ventajas estratégicas que
otorgaba. Por eso, Bolívar ordenó a Urdaneta el 3 de marzo
marchar a la ciudad y asumir la comandancia de la misma.
Más tarde, en mayo de 1821, el Congreso Constituyente de
Cúcuta creó el Departamento del Zulia, conformado por las
provincias de Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo, con capi-
tal en Maracaibo.304 Ese mismo mes, los buques de la armada
transportaron tropas a través del Lago de Maracaibo hacia la
provincia de Coro, rindiendo su capital el 11 de mayo. Este
hecho constituye un hito; en primer lugar por ser la última
actuación de Brión al servicio de la República de Colombia305,
y en segundo lugar por cerrar de forma brillante esta primera
etapa de la campaña costera. Los realistas habían quedado en-
cerrados en el centro-norte de Venezuela. En el resto del año
1821 se darían dos grandes operaciones militares, la Batalla de
Carabobo y el segundo sitio de Cartagena.

303a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 182


304e Meleán, Jorge Sánchez. “28 de enero de 1821: el Zulia se declara libre e independiente
del gobierno español”, Publicaciones de la Universidad Rafael Belloso Chacín, Maracaibo,
Enero de 2014. Disponible en: http://publicaciones.urbe.edu/index.php/academiahistoria/
article/viewFile/4460/5384 (Descargado On Line el 19 de agosto de 2016 a las 04:07 pm), pp.
17, 19 y 20
305a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 183

191
El segundo sitio de Cartagena fue una operación predomi-
nantemente naval, con una tremenda importancia estratégica
y significado moral en la Guerra de Independencia; y sin em-
bargo no ha sido tomada en cuenta por la historiografía vene-
zolana. Procedemos ahora a narrarla muy resumidamente. El
24 de mayo entraron a la bahía de Cartagena 43 embarcacio-
nes menores, bien tripuladas y artilladas, organizadas en tres
divisiones y bajo el mando general de José Prudencio Padilla.
A partir de ese momento, el cerco colombiano sobre la ciu-
dad comenzó a cerrarse hasta la victoria final.306 Fue en esta
campaña donde Padilla se perfiló como un oficial naval capaz
y aguerrido, siendo el antecedente directo en su carrera a la
posterior campaña del Zulia en 1823.
Exactamente, un mes después, en la madrugada 24 de junio
de 1821 – horas antes de la Batalla de Carabobo –, se produce
la “Batalla de la Noche de San Juan”, en la cual los colombianos
lanzaron un ataque a gran escala sobre Cartagena. Como efecto
directo de la victoria patriota en este combate, el 4 de julio se
rindió la fortaleza de Boca Chica, ubicada en el islote de Tierra
Bomba, dominando la bahía.307 Llegados a este punto, resulta
muy elocuente cómo resume y analiza la situación el historiador
militar colombiano Leónidas Álvarez Flores:

“El papel de la escuadra en este memorable sitio no guardó proporcio-


nes con el desempeñado por las fuerzas sutiles al mando del capitán
Padilla. Su misión verdadera, la tarea asignada, era extremar el blo-
queo para reducir por hambre la plaza, en caso que las operaciones del
ejército del Magdalena no dieran el resultado que se esperaba.
Sin duda la agitación continua de los mares colombianos obligaba al
almirante a velar más por el cuidado de sus naves, que por aprisionar
algunas embarcaciones arribadas al puerto sin mayor contratiempo.
Debemos recordar que cosa parecida ocurrió a las fragatas de Morillo,

306l Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., p. 120


307a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 185

192
burladas también en algunas ocasiones y averiadas cuando quisieron
cruzar estrictamente para cumplir su cometido.
Las divisiones de fuerzas sutiles obraron con el arrojo que Padilla
empleaba en sus empresas; arrebataron, por decirlo así, a los cañones de
los fuertes las naves enemigas surtas bajo aquella defensa. Con la des-
trucción de esta fuerza móvil y la reducción de los castillos de Bocachica
quedaba el núcleo de la plaza entregado a su propia suerte, esto es, al
tiempo que duraran los víveres y por tanto el espíritu de sus
defensores.
Los españoles carecieron de la defensa exterior: una escuadra de alta
mar para tener alejada a la enemiga; la defensa exterior terrestre no
tenía la fuerza del caso para distanciar las avanzadas enemigas del
núcleo de la plaza. Faltóles asimismo que su defensa móvil explorara la
bahía suficientemente y obstruyera los pasos, tal como lo hicieron los
patriotas en 1815, mediante un plan donde se armonizaran las fuerzas
existentes y a la vez las necesidades más perentorias […]
[…] Reducida la plaza, artillada de nuevo, provista de municiones
para la defensa, volvía a ser para los patriotas la posición dominante en
los litorales colombianos el punto de apoyo para defender el Istmo y la
base para las embarcaciones republicanas que defendían los litorales
desde Maracaibo hasta Panamá, y la gran plaza fuerte por cuya pose-
sión se habían agotado los cuantiosos recursos de españoles y patriotas
[…]”308

Finalmente, el 10 de octubre de 1821 Cartagena se rindió


a las fuerzas de Padilla y Montilla, arriándose la bandera es-
pañola e izándose el tricolor colombiano. Por fin la costa cari-
beña de la Nueva Granada había sido liberada, y la importante
plaza cartagenera estaba de nuevo en manos de los patriotas.
Los republicanos encontraron en los almacenes gran cantidad
de pólvora, plomo y 3.000 fusiles. Muchos oficiales y 700 sol-
dados españoles fueron embarcados para Cuba.309

308l Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., pp. 130 - 131


309a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), p. 48

193
En paralelo a la última fase del asedio de Cartagena, el
Almirante Brión fue agravándose de su tuberculosis, por lo
que solicitó permiso para marchar a Curazao a atender asun-
tos familiares y su propia salud. El 24 agosto Bolívar supo de
la ausencia de Brión y designó al general Lino de Clemente
como Comandante General de la Flota.310 La ausencia de
Brión, la prolongación del litoral bajo poder republicano y el
crecimiento de la escuadra llevaron a que el Congreso deci-
diera reorganizar la marina, según Ley del 4 de octubre de
1821. Reproducimos el texto de la misma:

“LEY de 4 de Octubre [de 1821]


Sobre formación de cuatro departamentos de marina.

El Congreso General de Colombia, considerando: 1.° Que el estado de


guerra en que nos vemos empeñados. Bien a pesar nuestro, demanda im-
periosamente poner en movimiento todos los medios que estén a su al-
cance, a fin de poner prontamente un término a los males que ella
ocasiona. 2.° Que la experiencia ha acreditado bastantemente que la or-
ganización actual de la marina nacional, no es suficiente por sí misma y
por la inmensa extensión de nuestras costas para su defensa, protección del
comercio, y sostenimiento de nuestros derechos marítimos; ha venido en
decretar y creta lo siguiente.
Art. l. ° Se dividirán las costas de Colombia con sus ríos y lagos nave-
gables, en cuatro departamentos de marina a saber; la jurisdicción del
primero comprenderá las costas de las provincias de Guayana, Cumaná,
Barcelona a isla de Margarita: el segundo se extenderá a las costas de
Caracas, Coro y Maracaibo: el tercero, a las de Riohacha, Santa Marta,
Cartagena y costas del Atrato, hasta el estrecho de Veragua: y el cuarto,
el de las provincias libres, o que se libertaren en el mar Pacífico.
Art. 2. ° El Poder Ejecutivo destinará los buques de guerra que crea
convenientes a cada uno de los expresados cuatro departamentos; y
asignará en ellos el puerto que crea más a propósito para la residencia de
sus apostaderos respectivos.

310a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 188

194
Art. 3. ° En cada uno de estos departamentos habrá un comandante
general y un auditor de marina, con cuyo dictamen y consejo conocerá el
primero de todas las causas de presas y represas, piraterías y demás crí-
menes cometidos en alta mar con apelación a la alta Corte de justicia de
la República.
Art. 4. ° Los comandantes generales de marina, tendrán por sus ser-
vicios mil pesos anuales de gratificación, además de los sueldos que les
correspondan por sus grados, y los auditores, quinientos pesos de sueldo
al año; y además los emolumentos y obvenciones que les correspondan
por la ley.
Art. 5. ° Habrá un director de marina residente en la capital de la
República, con la misma autoridad y atribuciones que designa la orde-
nanza; y con él se entenderán directamente los comandantes generales
de los departamentos navales, en todo lo que mira al mejor servicio,
buen orden y desempeño de sus obligaciones.
Art. 6. ° Mientras no se nombre el director, sus funciones recaerán en
el secretario del despacho de marina.
Art. 7. ° Se autoriza al Poder Ejecutivo para que pueda conceder
patentes de corso, por períodos determinados, contra los buques y propie-
dades de la nación española en alta mar, a los que las soliciten con las
formalidades y fianzas necesarias.
Art. 8. ° No se concederán patentes de corso a los buques nacionales o
nacionalizados, sin que sus armadores, capitanes, oficiales y marineros
se comprometan a servir a la República por el espacio de cuatro meses al
año continuos o con interrupción, según se les requiera, para cuyo servi-
cio el Gobierno les suministrará los víveres necesarios.
Art. 9. ° Si además de los cuatro meses, los armadores, capitanes, ofi-
ciales y marineros fueren requeridos con sus embarcaciones para un ser-
vicio extraordinario, serán mantenidos y pagados por el Gobierno por
el tiempo que durare el servicio, como los demás buques de guerra de la
República.
Art. 10. ° De las presas que se hicieren por los buques de los particu-
lares armados en corso y mercancía, se aplicarán solamente al erario
nacional los derechos de información como nacionales, y además un
cinco por ciento para hospitales militares, debiendo distribuirse lo demás
entre los capitanes, oficiales y marineros, según los convenios que hayan
hecho entre sí, y por ante un escribano antes de su salida del puerto, a

195
menos que el Poder Ejecutivo haya dictado un arreglo general para esta
distribución.
Art. 11. ° Se autoriza al Poder Ejecutivo para que provisionalmente,
y hasta la reunión del próximo Congreso, pueda expedir y poner en
ejecución los reglamentos de corso que estime convenientes para evitar
los abusos, que puedan de alguna manera interrumpir la buena inteli-
gencia y armonía con las naciones neutrales.
Art. 12. ° Continuarán observándose las ordenanzas de marina que
regían anteriormente, en todo lo que no se opongan al tenor y cumpli-
miento de la presente.
Comuníquese al Poder Ejecutivo para su observancia.
Dada en el palacio del Congreso General de Colombia en el Rosario
de Cúcuta a 4 de Octubre de l821, 11 de la independencia - El presi-
dente del Congreso, José I. Marques. -El diputado secretario, Miguel
Santamaría. - El diputado secretario, Francisco Soto. - El diputado
secretario, Antonio José Caro. ‘
Palacio del Gobierno en el Rosario de C6cuta á 14 de Octubre de
1821. - Ejecútese. – Francisco de Paula Santander - Por mandado de
S.E. el Vicepresidente. – El secretario de marina y guerra, Pedro
Briceño Méndez.”311

En esa misma fecha, el Congreso expidió un decreto autori-


zando al Poder Ejecutivo para conservar y aumentar la fuerza
terrestre y marítima de la República, con miras a finiquitar la
guerra. Más tarde, el 12 de octubre de 1821, el Congreso en
Cúcuta decidió suspender la figura del Almirantazgo y adop-
tar una “Resolución de Gratitud al Almirante Brión”. En ese
momento, hacían ya tres semanas que Brión había muerto en
Curazao.312 El texto de la resolución parlamentaria decía:

311u Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, que comprende todas las leyes, decretos y reso-
luciones dictados por sus congresos desde el de 1821 hasta el de 1827, p. 89
312a Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 188

196
“DECRETO de 12 de Octubre [de 1821]
Sobre acción de gracias al almirante Brión.

El Congreso General de Colombia, considerando, que por el nuevo


arreglo que se ha dado a la marina nacional, queda suprimida la co-
mandancia en jefe de todas las fuerzas navales de la República, que
estaba encomendada al celo, actividad y patriotismo del almirante Luis
Brión, ha resuelto lo siguiente.
1° Se encarga al Poder Ejecutivo presente a nombre del Congreso
General al Almirante Luis Brión, las más expresivas gracias por los
servicios importantes que ha hecho, Colombia con su fortuna y patrio-
tismo, en las épocas más calamitosas y apuradas de nuestra gloriosa
revolución.
2° Mientras el Almirante Brión no sea propuesto para un destino
equivalente en el ejército, se le conservarán todos los honores que le co-
rrespondan, como Capitán General de Marina.
3° El Congreso General encarga por último al Poder Ejecutivo pre-
sente al Almirante Luis Brión una espada de honor en testimonio de la
gratitud nacional. .
Couníquese al Poder Ejecutivo para su cumplimiento.
Dado en el palacio del Congreso general de Colombia en la Villa del
Rosario de Cúcuta, 12 de Octubre de 1821, 11 de la independencia. El
presidente del Congreso, José Ignacio Marques. – El diputado secreta-
rio, Francisco Soto. – El diputado secretario, Antonio José Caro.
Palacio del gobierno en el Rosario de Cúcuta, 13 de Octubre de
1821.-Franeiseo de Paula Santander.-Por orden de S. E. el
Vicepresidente de la República. – El secretario de guerra y marina.
Pedro Briceño Méndez.”313

Es destacable que el Almirante Luis Brión murió sin haber


podido recuperar ni un peso de lo que invirtió en la libertad de
Venezuela y la Nueva Granada.314 Así cerraba el año de 1821
para la Armada de la República de Colombia: con una nueva

313u Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, que comprende todas las leyes, decretos y reso-
luciones dictados por sus congresos desde el de 1821 hasta el de 1827, p. 109
314í Díaz Ugueto, Manuel. Luis Brión, Almirante de la Libertad, p. 57

197
organización tras la muerte de Brión, con una escuadra creciente
y en fortalecimiento, y con la costa neogranadina completa-
mente despejada, además de las de las provincias de Maracaibo
y Coro, y el oriente venezolano. Al finalizar el año, sólo una
plaza quedaba aún en manos españolas: Puerto Cabello.

4) El bloqueo a Puerto Cabello y la caída de Maracaibo en manos de


Morales
Es una afirmación de la historiografía tradicional que la
Batalla de Carabobo selló la independencia de Venezuela.
Esta tesis no solo es discutible, sino realmente inexacta. En
primer lugar, para 1821 no podemos ya hablar de independen-
cia de Venezuela porque la misma era parte de la República
de Colombia. Si extendemos nuestra mirada al conjunto del
territorio colombiano, es evidente que tras Carabobo la gue-
rra no estaba terminada. Prueba contundente de ello es que en
1822 se da la Campaña del Sur, con las batallas de Bomboná
y Pichincha que permitirán la liberación del sur de la Nueva
Granada y la integración de Quito en la unión. En segundo
lugar, y ya dentro de una visión regional sobre el enton-
ces Departamento de Venezuela, tenemos que después de
Carabobo la guerra continuó. A los españoles les quedaban
dos plazas costeras, Puerto Cabello y Cumaná, siendo la pri-
mera de ellas una de las mejor fortificadas de todo el antiguo
imperio. Esta situación la sintetiza muy bien el almirante e
historiador Antonio R. Eljuri-Yúnez:

“La batalla de Carabobo no había aniquilado definitivamente a las


armas españolas […] en casi todo el territorio nacional quedaban aun
en buen pie tropas realistas organizadas y veteranas, y también guerri-
llas acéfalas y desordenadas que hacían mucho daño a las poblaciones
indefensas. Un gran número de soldados tenía aún el gobierno español

198
en el territorio que todavía estaba sometido a su jurisdicción, después de
Carabobo.”315

Aun así, los éxitos siguieron llegando para las fuerzas colom-
bianas inmediatamente después de Carabobo: el 2 de julio el co-
ronel realista Pereira se rindió en La Guaira316, mientras que el
coronel José Caturla capituló en Cumaná el 16 de octubre ante
el asedio combinado por mar y tierra del general Bermúdez y
del Capitán de Navío Agustín Armario.317 De esta manera, para
finales de 1821, solo Puerto Cabello seguía en manos de los es-
pañoles. Entonces la tarea principal para el ejército y la marina
colombianos en Venezuela, era sitiar y rendir dicha plaza. Para
tal fin Bolívar decretó el 11 de septiembre de 1821 el bloqueo de
Puerto Cabello por tierra y mar.318 Al frente del bloqueo marí-
timo que nos ocupa, llegaría a estar el Capitán de Navío Daniel
Danels. Este personaje llegó a aguas venezolanas en 1818, como
parte de la oleada de corsarios venidos de Baltimore. En 1820
destacó participando bajo las órdenes de Brión en la campaña
de la costa neogranadina, y en 1821 participó en los bloqueos
de Cumaná y La Guaira, empleando sus bergantines Voluntario
y Vencedor, y la goleta Centella. En premio a sus servicios se le
concedió la ciudadanía colombiana.319
El periódico Journal de París, en su edición del 29 de sep-
tiembre de 1821 recogió así la situación de los realistas en
Puerto Cabello:

315l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo (Narración), p. 14
316b Ibídem, pp. 13 - 14
317b Ibídem, p. 15
318i Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 26
319o Hopkins, Fred. “For Flag and Profit: The Life of Commodore John Daniel Danels of
Baltimore” en Maryland Historical Magazine, Vol. 80 Nº 4, Invierno de 1985. Disponible en:
http://msa.maryland.gov/megafile/msa/speccol/sc3500/sc3520/015400/015464/pdf/danels_
mhm.pdf (Descargado On Line el 31 de marzo de 2017 a la 01:15 pm), pp. 395, 398 y 399

199
“Los realistas evacuaron a Puerto Cabello. La escuadra española se
retiró a Puerto Rico. Esta noticia ha causado gran sorpresa en esta ca-
pital, ya que Puerto Cabello era la más fuerte de las plazas españolas en
Venezuela”320

Sin embargo, a pesar de su cerco en Puerto Cabello, el ge-


neral La Torre empezó a trabajar en planes de reconquista del
territorio, apoyado sobre todo en la superior fuerza naval al
mando del Capitán de Navío Ángel Laborde, que compensaba
su inferioridad numérica en tierra. Esta superioridad naval
española impidió a los colombianos hacer un bloqueo marí-
timo efectivo, y permitió a su vez a La Torre lanzar una cam-
paña en la Provincia de Coro, que aunque no se coronó con
éxito, demostró que la máquina de guerra realista en Venezuela
aún podía hacer daño.321 En paralelo a esto, la República de
Colombia enfrentaba enormes problemas presupuestarios para
poner a punto una escuadra capaz de bloquear efectivamente
Puerto Cabello y liquidar la guerra. En ese sentido, esta fase
del asedio a la plaza porteña resulta clave en el desarrollo naval
colombiano, pues obligó a la República a dar un visible avance
cualitativo en su escuadra. La siguiente carta resulta elocuente
de las dificultades antes mencionadas:

“República de Colombia – Secretaría de Marina y Guerra – Palacio


de Bogotá, a 22 de diciembre de 1821.

Al Excelentísimo señor General Carlos Soublette


Con fecha de 19 del presente mes me dijo el señor Secretario de Estado,
en el Despacho de Hacienda, lo que sigue:
“Con esta fecha digo al Intendente del Departamento del Magdalena
lo que sigue:

320o Rosas Marcano, Jesús. La Independencia de Venezuela y los periódicos de París (1808 –
1825), p. 341
321i Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 20

200
“El Gobierno, con el designio de arreglar la parte administrativa de la
marina de la República, haciendo al mismo tiempo todos los ahorros que
reclama la escasez actual de fondos y la necesidad de avivar la guerra
para poner término a la que sostiene tan tenazmente la Monarquía espa-
ñola, ha dispuesto que por ahora se omita el establecimiento de ministerios
y tesorerías de marina por cuanto suponen semejantes establecimientos la
existencia de una grande Armada que no tenemos y causan gastos consi-
derables, y que las mismas Tesorerías Departamentales o de Provincia
entiendan en lo que por los reglamentos españoles entendían los ministros
principales de marina, distribuyéndose entre los de cada caja el trabajo y
atención por lo relativo a los dos ramos del ejército y de la marina, como
se hizo en Cartagena en la primera época de la revolución. En consecuen-
cia, dará V.S. las órdenes convenientes para que esta disposición tenga su
cumplimiento en todo el Departamento de su mando.”
Lo traslado a V.S. a fin de que dando por su parte igual orden a los
jefes de marina se lleve a efecto esta disposición.

Dios guarde a V.S. muchos años – J.M. del Castillo”322

En enero de 1822 es colocado al frente del bloqueo naval el


Capitán de Navío Sebastián Boguier.323 La escuadra de Boguier
no lograría demasiado, puesto que por el mar, Puerto Cabello
gozaba de excelente protección, adicional a lo cual los realistas
contaban en la bahía con suficientes buques. Por tierra, las mu-
rallas, fosos y baterías constituían de momento una barrera in-
franqueable.324 Esta situación de superioridad casi absoluta de
los colombianos en tierra, y de cierta superioridad de los espa-
ñoles en el mar gracias a su escuadra, llevó por varios meses el
asedio a un punto muerto; un frágil equilibrio que podía rom-
perse de cualquier forma y en cualquier momento. Así reflejó la
situación el Journal de París el 21 de enero de 1822:
322u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 3: Del Con-
greso de Angostura a la Batalla de Carabobo, 1819-1821), p. 348
323a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 35
324l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 13

201
“Los últimos periódicos de Nueva Orleans anuncian que las autorida-
des españolas han declarado en estado de bloqueo a toda la costa de
Colombia con la excepción de Puerto Cabello. Su fuerza naval se com-
pone de una fragata, dos bergantines, cuatro goletas, y de seis a ocho barcos
corsarios. Capturaron seis buques americanos que traían víveres de los
puertos de los Estados Unidos, como también dos navíos ingleses, de los
cuales uno venía de San Thomas y el otro de Barbados. Todos estos barcos
fueron conducidos a Puerto Cabello donde serán condenados.”325

El 31 de enero el Comandante de Armas de Caracas, ge-


neral Juan de Escalona, informó al Intendente, que se había
visto a un bergantín-goleta español cruzar frente al puerto de
La Guaira, por lo cual se ordenó al capitán de navío Boguier
salir a cazarlo con su buque y dos goletas que pudiera armar y
tripular con elementos de las fuerzas sutiles.326 Según carta del
general Páez conocemos el estado del sitio hacia el 14 de abril.

“Comandancia General del Departamento de Venezuela


N° 1 – Cuartel General en San Esteban a 16 de abril de 1822 – 12

Al Señor Comandante en Jefe de la Escuadra contra Puerto Cabello


El 14 por la tarde hice mover mis tropas de Valencia poniendo ayer
mi Cuartel General en San Esteban después de haber hecho internar
una columna hasta las cercanías del pueblo exterior bajo las fuerzas de
la vigía. Conseguí lo primero, pero de lo segundo, solo pude inquirir por
un anciano que hice prisionero, que el bergantín Hércules había en-
trado en Puerto Cabello convoyando dos goletas cargadas con víveres
procedentes de Curazao y que enseguida había salido a batir dos goletas
más que estaban en Borburata, cuya noticia confirmo por el fuego de
cañón que se sostuvo todo el día hacia la costa de Ocumare.
Retiré mis tropas a pernoctar en San Esteban y a las tres de la ma-
ñana emprendí nuevamente sobre la plaza logrando ocupar toda la

325o Rosas Marcano, Jesús. Ob. Cit., p. 345


326a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 35.

202
población exterior bajo los fuegos de las baterías del interior y de la
vigía y el Reducto que a pesar de la resistencia que hicieron para soste-
nerlo, lo ocupé a las seis de la mañana.
Es de absoluta necesidad que V.S. combine conmigo sus operaciones,
indicándome a punto fijo el día en que establece el bloqueo. Reitero pues
a V.S. que me indique a punto fijo el día en que se aproxima con la
Escuadra, el número de buques y la fuerza para determinar con acierto
las hostilidades.

Dios guarde a V.S.


José A. Páez”327

Las exigencias del general Páez eran muy acertadas, ya que la


escuadra de Laborde dominaba el mar frente a Puerto Cabello.
Patrullaban la fragata Ligera, de 44 cañones, algunas corbetas y
bergantines, más otros buques menores, todos operando desde
Cuba y Puerto Rico. La armada colombiana, por su parte, no
había alcanzado el nivel para competir contra tales medios.
Este dominio marítimo le permitía a Laborde abastecer con
víveres traídos de Aruba, Curazao y Bonaire, a los más de cua-
tro mil refugiados que La Torre mantenía en Puerto Cabello.
Como respuesta a esta situación, el general Soublette despachó
al Capitán de Navío John Daniel Danels a Baltimore a com-
prar una corbeta, y a un agente más a Gran Bretaña a comprar
dos buques de guerra adicionales. Hasta que esos buques no
llegaran, la flota colombiana no iba a poder retar el dominio
español en la zona y rendir por hambre la plaza.328
A mediados de 1822 Danels estaba ya en Baltimore, con
instrucciones de adquirir una corbeta de 30 cañones por no
más de 80.000 pesos. Finalmente Danels compró a David
327a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 36. Cita a: Archivo General de
la Nación, Sección Papeles del Señor Juan Viso, tomo I, folios 85 y 86
328e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 104

203
Leavitt la corbeta Hércules, diseñada por Henry Eckford, por
un precio de 156.000 pesos fuertes y 44 centavos, pagaderos en
tres cuotas; la primera inmediatamente, la segunda a los cuatro
meses y la tercera a los ocho.329 La nave tenía tres mástiles y
dos cubiertas artilladas, medía 124 pies de eslora, 29 pies con
11 pulgadas de manga, 14 pies con 11 pulgadas de calado y
desplazaba 497 toneladas, siendo bastante rápida y fuerte para
el combate.330 Fue renombrada Bolívar al llegar a Venezuela en
octubre.331 Esta unidad fue en su momento el mejor buque de
guerra de la República de Colombia, y siguió prestando servi-
cios destacados en los años siguientes. Gracias al historiador
naval Francisco Alejandro Vargas conocemos su primera tri-
pulación: primer comandante, Capitán de Navío John Daniel
Danels; segundo comandante, Capitán de Fragata William S.
Christie; primer oficial, Teniente de Navío James D. Murray;
segundo oficial, Teniente de Navío John Clark; tercer oficial,
Teniente de Navío Joseph C. Swain; cuarto oficial, Teniente
de Navío John Holding; quinto oficial, Teniente de Fragata
Alexander Honack; sexto oficial, Teniente de Fragata Samuel
Golinton; Capitán de Infantería de Marina Patrick Kelly;
Teniente de Infantería de Marina William Hoffman; pri-
mer cirujano, Doctor H. Pudgeon y segundo cirujano, Doctor
George Comimber.332 Así reseñó Santander esta adquisición
naval en carta al Libertador:

“Tengo carta del Capitán de Navío Danels de Baltimore avisando


salía inmediatamente con una famosa corbeta de guerra que ha

329a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, p. 80


330e Selig, Steven M. Draughts: The Henry Eckford Story, p. 104
331o Hopkins, Fred. “For Flag and Profit: The Life of Commodore John Daniel Danels of
Baltimore” en Maryland Historical Magazine, Vol. 80 Nº 4, Invierno de 1985. Disponible en:
http://msa.maryland.gov/megafile/msa/speccol/sc3500/sc3520/015400/015464/pdf/danels_
mhm.pdf (Descargado On Line el 31 de marzo de 2017 a la 01:15 pm), p. 399
332a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 111

204
contratado por orden de este gobierno con víveres por seis meses para
ver si logramos rendir a Puerto Cabello en todo este año, pues me he
resuelto a hacer un esfuerzo extraordinario en dinero porque este pa-
drastro de Venezuela nos será siempre molesto; esta corbeta reunida a
cuatro buques de guerra que tenemos de Maracaibo a La Guaira des-
truirá la miserable escuadrilla española y cerrará herméticamente aquel
puerto. Tengo cuatro oficiales de marina soberbios, Danels, Boguier,
que han servido a Soublette y Bermúdez, magníficamente y Chitty y
Beluche.”333

Previo a la adquisición de la Bolívar, la escuadra bloquea-


dora de Puerto Cabello constaba de varios buques corsarios,
destacando la goleta Represalia. El 28 de abril de 1822, antes
de que Danels partiera hacia Estados Unidos como ya expli-
camos, llegó a Puerto Cabello el Capitán de Navío Sebastián
Boguier con el bergantín Bolívar, seis goletas y tres fleche-
ras. Los roces de Boguier y Páez ocasionarán que el primero
sea relevado del mando en la zona por el Capitán de Navío
Renato Beluche, quien se hallaba bloqueando las costas de
Coro.334 Los siguientes documentos nos resumen la situación
entre mayo y junio de 1822.

“Boletín del Ejército Libertador de Venezuela


Bloqueo de Puerto Cabello
(3 de mayo de 1822)
Boletín
El 28 de abril fondeó en la bahía de Borburata la escuadrilla al
mando del señor capitán de navío Sebastián Boguier, compuesta de un
bergantín, un falucho y cuatro goletas […] El día 1º del corriente
[mayo] se reunió a la escuadra del señor capitán de navío Daniels con
dos bergantines de una fuerza respetable, y una goleta. Todos los días se
nos presentan de la plaza, a pesar de la estrechez con que los tienen
333a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), p. 209. Cita a: Cartas de Santander,
edición del gobierno de Venezuela, 1942, tomo 1, página 183
334i Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 26

205
dentro. El día 2 desembarcó el bergantín Vencedor dos piezas de a vein-
ticuatro, que fueron colocadas en la misma noche en el Trincherón […]
Cuartel General en Borburata, a 3 de mayo de 1822 – El Jefe del
Estado Mayor del Departamento de Venezuela, José de Lima.”335

“Comandancia General del Departamento de Venezuela.


Cuartel General en Borburata, mayo 4 de 1822. – 13 – N° 27

Excmo. Señor
Anoche he recibido la comunicación de V.E., incluyéndome el nom-
bramiento del Jefe de la Escuadra para el Sr. Renato Beluche. Como
desde el momento que penetré la desunión o disgusto de los capitanes de
buques, he trabajado constantemente por reunirlos; puedo decir a V.E.,
afortunadamente que he conseguido mi objeto y todos, todos están entu-
siasmados en trabajar por la República y no separarse hasta lograr la
rendición de la plaza. El Capitán Danels es el primero que con sus
buques ha venido voluntariamente al bloqueo como informé a V.E., en
mi comunicación N° 25 en estas circunstancias y habiéndose marchado
Beluche para la costa de Coro desde el 30 último no me parece prudente
hacer ahora una innovación y reservo en mi poder los pliegos de ambos
comandantes hasta que V.E., me exhiba su contestación.
Descanse V.E., en que si de Puerto Cabello, que no lo creo, destacan
buques a Maracaibo irán al momento las flecheras como tiene prevenido.
Dios guarde a V.E.
José A. Páez”336

“Comandancia General del Departamento de Venezuela.


Cuartel General en Borburata a 7 de mayo de 1822. – 12°

Excmo. Señor:
La unión que observaba en los capitanes de buques de la escuadra en
los primeros momentos me hizo formar el mejor juicio de un buen

335u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 -
1824), p. 70. Cita a: Blanco y Azpúrua, VIII, 377 – 378
336a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 37

206
resultado y desvanecí los temores que tenía por la colocación en el mando
del Capitán Sebastián Boguier; pero inculcando secretamente, como es
debido, la verdad es que fue demasiado errado mi oficio y que los pri-
meros informes se acercaban demasiado a la verdad, porque el disgusto
que ya se palpa de bulto y la poca actividad yo mismo la presencio
diariamente.
Tengo deseos de dar una orden al Comandante de la Escuadra, que
no sea eludida por él con reflexiones que no son del caso ni debe hacer
ninguno que está obedeciendo: lo cierto es que a esta fecha no ha hecho la
marina el menor servicio ni otra operación que aprontase para huir al
momento que vea enarbolar el pabellón de la fragata Ligera. Yo aseguro
a V.E., que un Jefe activo ya habría concluido con cuantos buques hay
en la bahía de Puerto Cabello y aun con la fragata, pues lo más fácil es
incendiarla como varias veces lo he mandado y no me ha sido posible
conseguir siquiera que se acerquen los botes al puerto. V.E. sabe, por
experiencia que un marino emprendedor es infatigable en el triunfo ¿y
cómo podré yo sufrir que la marina no haga más que estar fondeada en
Isla Larga donde apenas se divisa el puerto? Varias veces la he man-
dado mover a ocupar la boca del puerto poniéndose a Barlovento para
evitar que entre algún buque por lo menos de noche y hasta ahora no lo
he conseguido porque no han faltado razones que alegar para probar
que es difícil.
Yo no puedo cargar sobre mí la crítica de los espectadores que querrán
atribuirme a falta de actividad la permanencia de Puerto Cabello en
poder de los españoles ni puedo tampoco manchar mis glorias adquiri-
das a fuerza de emprender porque falte cooperación al tiempo mismo
que la República se consumirá en gastos y padecerá quién sabe cuáles
otros resultados. Por esto he deliberado mandar en alcance del Capitán
Renato Beluche con la orden de V.E., para que venga a encargarse del
mando en Jefe de la Escuadra como V.E. lo previene.

Dios guarde a V.E.


José A. Páez”337

337a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y


Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 38. Cita a: Archivo General de
la Nación, Sección Papeles del Señor Julián Viso, tomo I, folios 140 y 141

207
“[goleta] Independencia, mayo 17 de 1822. – 12°
Excmo. Señor
Tengo el honor de anunciar a V.E., mi llegada a este bloqueo desde
ayer tarde, y el señor Comandante Sebastián Boguier me entregó el
mando conforme se lo mandaba V.E., en su oficio N° 28. El día 12 dejé
la costa de Paraguaná, Morales ocupaba la costa de Zazárida y el señor
Coronel Piñango según dijo un desertor estaba en El Pedregal.
El queche con la goleta cargada de los víveres estaba fondeada en la
Punta de Cardón con orden del señor Coronel de estar allí hasta que
comunicase con él lo que no había podido conseguir hasta la fecha de mi
salida de aquel puerto; por ser ocupado por el enemigo, lo que comunicó
a V.E., para su superior conocimiento.

Dios guarde a V.E.


Renato Beluche
Excmo. Señor Intendente de Venezuela”338

“Boletín del Ejército Libertador de Venezuela


Bloqueo de Puerto Cabello
(4 de junio de 1822)

Estado Mayor del Ejército y del Departamento de Venezuela


[…] La fragata Ligera, el bergantín Hércules, el corsario Morillo y
dos goletas mercantes que conducían víveres de Curazao para los sitia-
dos, se avistaron el 1º del corriente a las dos de la tarde; nuestra
Escuadra se dispuso al combate, pero el viento favorable que traían los
contrarios y la poca resolución que tenían de combatir, impidieron que
nuestros buques les dieran alcance, y sólo tuvieron esta gloria los ber-
gantines Vencedor y Bolívar, que llegaron a tiro de pistola de la fragata
y le derribaron el bauprés; de nuestra parte sufrió avería en un maste-
lero el Vencedor, un oficial y tres marineros heridos. El señor coman-
dante Beluche ha mostrado una conducta bizarra, semejante a la que lo
ha distinguido siempre en su carrera militar. Los buques enemigos

338b Ibídem, p. 38. Cita a: Archivo General de la Nación, Sección Papeles del Señor Julián
Viso, tomo I, folio 156 y vuelto

208
fondearon fuera del puerto, para nuestra batería de la vigía les impidió
la entrada a la bahía […]
Frente a Puerto Cabello, a 4 de junio de 1822. 12º - El Coronel Jefe,
George Woodberry.”339

“Boletín del Ejército Libertador de Venezuela


Sitio de Puerto Cabello
(12 de junio de 1822)

Estado Mayor del Ejército y del Departamento de Venezuela


La mañana del 5 se hicieron a la vela algunos buques de nuestra
Escuadra con rumbo a barlovento, y algunos emigrados, validos de esta
oportunidad, salieron de Puerto Cabello el 8 en la noche, con destino a
Curazao. Aunque se han hecho los más vivos esfuerzos para cortar el
agua que entra a la plaza, no ha sido posible conseguirlo por la lluvia
continua que no ha cesado en todo este tiempo; mas el señor Comandante
General de la línea, para privar la venida de los vecinos a buscarla,
quiso ver si la metralla tenía alcancen desde la batería de la vigía hasta
la boca del río, y dispuso se tirasen algunos tiros con ésta, la tarde del 10;
efectivamente bañó muy bien y aún mató a varios de los que estaban
allí […] la fragata Ligera se prepara a salir para la isla de Cuba, por-
que está enteramente carcomida e incapaz de servir más, quedando en
su reemplazo la Bailén, a la que le están montando la artillería. Ayer
tarde se hicieron a la vela para Puerto Rico tres buques mercantes y el
bergantín Hércules, que llevan todo el hospital, inclusos entre ellos no-
venta militares heridos […]
Frente a Puerto Cabello, a 12 de junio de 1822. 12º - El Coronel
Jefe, George Woodberry.”340

Mientras estos hechos tenían lugar en torno a Puerto


Cabello, el Vicepresidente Francisco de Paula Santander

339u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 -
1824), p. 80. Cita a: Blanco y Azpúrua, VIII, 438 – 439
340b Ibídem, p. 90. Cita a: Blanco y Azpúrua, VIII, 438

209
promulgaba varios decretos que significaban un nuevo y signi-
ficativo avance en el desarrollo de la armada nacional.

“Francisco de Paula Santander, General de División de los Ejércitos


de Colombia, Vicepresidente de la República, Encargado del Poder
Ejecutivo, etc.

Autorizado el Poder Ejecutivo por la ley de 10 de octubre del año 11º


para crear, aumentar, equipar y conservar una fuerza marítima por el
tiempo designado en su artículo 1º, y teniendo en consideración el
desarreglo en que se encuentra la que actualmente tiene la República, he
venido en acordar el siguiente reglamento provisorio, como medio de
lograr la creación, equipo y conservación de la que necesitan nuestras
costas y plazas.
Artículo 1º Se suspende la ordenanza de matrículas, como opuesta a
los principios de la Constitución, y perjudicial a la masa general de los
colombianos, incluyéndose en la suspensión todos los empleos creados por
dicha ordenanza.
Art. 2º Todo colombiano tiene libertad para navegar, pasear y em-
plearse en los demás oficios que le prohibía la citada ordenanza, con tal
que no le sean prohibidos por la Constitución y las leyes vigentes.
Art. 3º En los lugares situados en la costa marítima, o en las riberas
de los ríos navegables, se verificará por las justicias un alistamiento de
hombres de mar, desde la edad de dieciocho años hasta la de cuarenta, y
se denominarán, milicias de marina.
Art. 4º Las justicias conservarán en su poder una lista de los marine-
ros milicianos para que les sirva en el caso de que algunos sean llamados
al servicio de la Armada, otra pasarán al Gobernador de la provincia
a que pertenezcan los pueblos, y otra al Comandante General del
Departamento de Marina respectivo. Los Gobernadores remitirán co-
pias al Intendente, y el Comandante General de Marina, a los
Comandantes de Marina de su dependencia, o a los capitanes de puerto.
Art. 5º Cada marinero miliciano recibirá sin costo de la justicia res-
pectiva una boleta en que conste hallarse alistado, y en virtud de ella
será exento de cualquier otro servicio de tierra, fuera del caso urgente de
una alistamiento general.

210
Art. 6º Todo marinero extranjero podrá alistarse como marinero mi-
liciano en cualquier pueblo, sujetándose al servicio militar de marina,
cuando le toque, y prestándose a cuanto disponen las leyes de Colombia.
Art. 7º El Comandante General de Marina de cada Departamento,
calculará el número de marineros que necesita para tripular los buques
que tienen a sus órdenes, y de las edades que estime conveniente, y lo
solicitará del Intendente o Intendentes de los Departamentos que com-
prendiese el Departamento Marítimo.
Art. 8º El Intendente distribuirá en los pueblos el número de mari-
neros que se le exija a proporción del número que en cada uno se hubiere
alistado, y las justicias lo remitirán a disposición del Comandante
General de Marina, o del oficial que éste designara, y el paraje que
hubiere señalado.
Art. 9º Cuando el armamento de una división de la Armada, o de un
buque sea urgente, el Comandante General de Marina se dirigirá in-
mediatamente al gobernador de la provincia, o a las justicias de los
pueblos más inmediatos al paraje donde se ha de verificar el arma-
mento, y con su requerimiento procederán a la remisión y entrega de los
marineros perdidos, debiéndose seguidamente dar cuenta al Intendente
para que haciendo éste el llamamiento de marineros conforme a este
reglamento, sean reemplazados los que se habían recibido del juez te-
rritorial más inmediato con los que le pase el Intendente de aquellos a
quienes haya cabido este servicio.
Art. 10. Las justicias de los pueblos procederán a la entrega y remi-
sión del número de marineros, bien por sorteo, por admisión voluntaria
sin enganche, o con él, siempre que no falten ni en el número ni en la
clase de hombres perdidos.
Art. 11. Desde el día en que los marineros de milicia partan del lugar
de alistamiento al paraje donde se necesiten, empiezan a devengar el
prest y salario que se les asigne, y desde el día que se embarquen el prest
y la ración que se dirá después.
Art. 12. Cuando no sea urgente el armamento de uno o más buques
de la Armada, el Comandante General de Marina hará enarbolar en el
arsenal una bandera roja en señal de que se llama a alistarse volunta-
riamente los marineros. El oficial encargado de admitirlos exigirá de
cada uno de los que se presenten la papeleta de que se hablará, le tomará
su filiación, en la cual debe expresarse el tiempo del enganche, y el

211
juramento que ha de prestar de servir fielmente a la República, por
aquel tiempo. De la filiación que ha de quedar en la mayoría del
Departamento de Marina se sacarán dos copias, una para la Contaduría
y otra para el capitán del buque a que se destinare.
Art. 13. Igual operación podrá hacerse por el comandante particular
de marina de una plaza, o por el capitán del puerto, previas las órdenes
del Comandante General de Marina del Departamento.
Art. 14. La urgencia de un armamento, en que no haya tiempo de dar
parte al Gobierno, debe juzgarla al Comandante General del
Departamento Militar como encargado de su defensa, y de las plazas y
costas de su comprensión; y el Comandante General de Marina cum-
plirá sus órdenes en el equipo y movimiento de la fuerza naval, a re-
serva de dar cuenta al Gobierno. El Comandante de armas de una
plaza que sea amenazada puede juzgar de dicha urgencia, y dar sus
órdenes al comandante particular de marina, que las cumplirá sin
oposición.
Art. 15. El tiempo que se designa para servir en la Armada, será por
lo menos de tres años siendo prorrogable a voluntad de los marineros
aun después de que se haya cumplido el tiempo del servicio, bien les haya
tocado por sorteo, admisión voluntaria, o enganche.
Art. 16. Se excluye de la regla anterior a los que hayan sido destina-
dos al servicio en virtud de sentencia judicial, en cuyo caso se estará a los
términos de la condena.
Art. 17. El marinero de milicias que quiera enrolarse en buque par-
ticular, presentará juramento ante el capitán del puerto respectivo, de
que se presentará a servir a la República, en el caso de un alistamiento
general y urgente, bajo las penas que señalen las leyes.
Art. 18. Al desembarcarse un marinero de buque particular, recibirá
del capitán una papeleta en que conste su conducta, desempeño, plaza
que sirvió, y las demás calidades que justifiquen su aptitud y conoci-
mientos; esta papeleta es lo que se debe exigir conforme al artículo 12.
Art. 19. Debe el día en que se enganche un marinero se le destinará
al buque de depósito, y se le pasará por vía de enganche la cantidad que
se expresa en esta forma: 1º Al que justifique por la papeleta del artículo
17 haber servido en un buque mercante la plaza de marinero, se le
darán doce pesos por cada año a que se compromete servir en la armada.
2º Al que hubiere servido como compañero, se le darán ocho pesos. 3º al

212
que no hubiese servido en clase alguna, y tuviese la práctica de la pesca
se le darán cuatro pesos.
Art. 20. Estas mismas cantidades se pasarán en el caso de enganche
por las justicias, cuando procedan conforme al tenor del artículo 10.
Art. 21. Destinado un marinero al buque de depósito se le proveerá
de dos camisas, dos pantalones, y dos chaquetas de brin, un sombrero de
paja con funda de lienzo, un pantalón y una camisa de lona para los
trabajos de recorrida de jarcias, y una manta; estos artículos se le carga-
rán a la tercera parte de prest que se reserva en el tesoro nacional con-
forme a la ley, y a un tercio del enganchamiento, dándosele los dos tercios
de éste en metálico.
Art. 22. Además del prest que la ley ha señalado a un marinero, se le
dará de ración, cuando estuviere embarcado en servicio público, una
libra de carne, o dos de pescado salado, media libra de galleta, cuatro
onzas de arroz o menestra, media libra de ñame u otra raíz, una libra
de carbón para guisar, media onza de aceite para cada tres días, o una
onza de manteca, y una onza de café o cacao triturado, otra de azúcar
y un quinto de botella de ron.
Art. 23. Los hombres de mar elegidos para cabos de guardia, tendrán
el haber de 18 pesos mensuales, y los gavieros, 14 pesos, sujetos al des-
cuento de la ley de 8 de octubre.
Art. 24. Los Comandantes Generales de Marina, o los particulares,
requerirán directamente a las justicias respectivas para la aprensión de
sus desertores, enviándoles las correspondientes filiaciones, y no proce-
diendo aquellos con la actividad y eficacia necesarias darán cuenta al
Intendente para que proceda a lo que haya lugar.
Art. 25. Para reemplazar las bajas que se causaren por muerte, li-
cencia o nulidad de los individuos de marina, se procederá en los mis-
mos términos que está dispuesto en los artículos 7º, 8º, 9º y 10 de este
reglamento.
Art. 26. Oportunamente se dará cuenta al Congreso de este regla-
mento para su reforma, a cuyo, los Comandantes Generales pasarán al
Gobierno las observaciones que le suministre la experiencia.
Art. 27. El Secretario de Estado y del Despacho de Marina queda
encargado de la ejecución de este decreto, que presentará a la próxima
Legislatura con las observaciones que indique la experiencia para su
reforma.

213
Dado, firmado por mí, y refrendado por el infrascrito, Secretario de
Estado y del Despacho de Marina y Guerra en Bogotá, a 22 de julio
de 1822. 12º - Francisco de Paula Santander. – Por S.E. el
Vicepresidente de la República, Encargado del Poder Ejecutivo. –
Pedro Briceño Méndez, Secretario de Marina y Guerra.”341

“Francisco de Paula Santander, General de División de los Ejércitos


de Colombia, Vicepresidente de la República, etc.

Siendo uno de los medios más eficaces para el aumento y conservación


de la Marina Nacional el proveerla de tropa de infantería análoga a la
clase de servicio que ha de hacer a bordo de los buques de guerra, en
virtud de la autorización conferida al Gobierno por la ley de 12 de oc-
tubre del año 11º, ha venido en decretar y
Decreta lo siguiente:
1º Se creará un batallón de infantería de marina, bajo el pie y fuerza
de los batallones de infantería del ejército.
2º Verificando el alistamiento de marineros milicianos en el modo
que previene el reglamento provisorio de 22 de julio corriente, y toma-
dos de preferencia los individuos que se necesiten para la tripulación de
los buques que tiene hoy la Escuadra de Colombia, se procederá a tomar
los reclutas necesarios para formar las compañías que se destinen a cada
uno de los departamentos marítimos, siendo del cargo del Comandante
General del Departamento Militar, expedir las órdenes al efecto y en-
tender en su organización.
3º Se destinan al primer departamento de marina, creado por la ley
de 12 de octubre del año pasado, dos compañías del batallón de infan-
tería de marina, al segundo, tres, y al tercero, otras tres.
El Comandante General de Marina de cada departamento las dis-
tribuirá en las plazas donde pueda ser más necesario su servicio en
cualquier ocurrencia.
4º Las Ordenanzas de Marina mandadas observar por el artículo 12
de la citada ley de 6 de octubre, serán la regla que se observe sobre el
ejercicio de la autoridad correspondiente al servicio que haga este bata-
llón en tierra o a bordo.

341b Ibídem, pp. 97 - 102

214
5º El Comandante del batallón residirá en donde resida el Comandante
General del segundo departamento de marina; el segundo sargento, en
donde resida el del primero, quienes por frecuentes comunicaciones se
harán conocer el estado y organización del cuerpo, su economía y régimen
interior. El capitán más antiguo de las tres compañías destinadas al ter-
cer departamento ejercerá la respectiva comandancia.
6º Los Comandantes Generales de Marina dirigirán las propuestas
para los oficiales de las compañías que se le han asignado en su depar-
tamento, escogiéndolos de entre los que hayan practicado la navegación
y acreditado valor. Los oficiales y tropa marina, existentes en los
departamentos, quedarán refundidos en este batallón.
7º Ejerciendo la autoridad militar de cada departamento o plaza
jurisdicción sobre la tropa de este batallón, es a ella a quien debe diri-
girse el Comandante General de la Marina, o Comandante particular
de Marina de plaza en solicitud de la fuerza necesaria para ponerla a
bordo de uno o más buques de la Armada.
8º El prest y paga de los oficiales y tropa de este cuerpo, será el mismo
que la ley ha señalado a los demás de esta clase de todas las otras armas,
y cuando se embarcase gozará de las exenciones que declara el decreto del
29 de junio.
9º Cuando por órdenes del Gobierno en una urgente necesidad se dis-
ponga el embarque de tropas de infantería del ejército, o de alguna otra
arma, se observarán las disposiciones de las Ordenanzas de Marina
mandadas observar por el Congreso General.
10. El Secretario de Estado y del Departamento de Marina queda
encargado de la ejecución de este decreto, que presentará a la próxima
Legislatura, con las observaciones que indique la experiencia para su
reforma.
Dado, firmado por mí, y referido por el infrascrito Secretario de
Estado y del Despacho de Marina y Guerra, en Bogotá, a 22 de julio de
1822. 12º - Francisco de Paula Santander. – Por Su Excelencia el
Vicepresidente de la República, Encargado del Poder Ejecutivo. –
Pedro Briceño Méndez.”342

342b Ibídem, pp. 97 – 102. Cita a: Vargas, Francisco Alejandro. Historia de Nuestra Infantería
de Marina, pp. 3 y 4

215
“Francisco de Paula Santander, General de División de los Ejércitos
de Colombia, Vicepresidente de la República, etc.

Siendo la marina militar uno de los más importantes ramos que con-
tribuyen a la mejor defensa de la República, y deseando el Ejecutivo
empezar a fomentar el estudio de ella según lo permite el estado na-
ciente de Colombia, usando de las facultades que le atribuye la Ley de
28 de julio del año 11, he venido en decretar y decreto, el estableci-
miento de una escuela de náutica en la plaza de Cartagena, bajo las
reglas siguientes:
1ª La escuela de náutica estará bajo la dirección del Capitán de
Fragata Rafael Tono, en calidad de maestro principal, y bajo la inme-
diata inspección del Secretario de Estado y Marina, que podrá delegar
en todo o en parte dicha inspección.
2ª Serán admitidos en ella cuatro jóvenes, mayores de doce años, de
cada uno de los Departamentos civiles de la República, escogidos por
el Comandante General del Departamento Militar de entre los que
aspiren a servir en la marina o manif iesten aptitud y disposición: por
ahora y entre tanto el próximo Congreso no disponga otra cosa, se
pagará su viaje de cuenta del Erario, a cuyo efecto se ocurrirá al res-
pectivo Intendente.
3ª Igualmente serán admitidos todos los oficiales de marina que ac-
tualmente estén destinados al Cuerpo de la Armada, según lo permitan
sus destinos y comisiones del servicio, y los guardiamarinas que
existan.
4ª Se admitirán también cualesquiera otros jóvenes que a su costa
deseen hacer este estudio.
5ª Será a cargo del Intendente del Magdalena facilitar un edificio
proporcionado a este objeto y auxiliar el establecimiento de la escuela en
el modo que estime necesario.
6ª Se dará a los alumnos de esta escuela lecciones de aritmética y ál-
gebra, de artillería, de geometría especulativa, y práctica, de geografía,
de trigonometría rectilínea y esférica, de cosmografía, de navegación,
de dibujo, de idiomas francés e inglés y de las maniobras y faenas.
7ª Por ahora distribuirá el director el tiempo conveniente para ense-
ñar las materias expresadas, usando de las obras de Sicar, o del curso de
Vallejo, y ejercitará en tiempo oportuno a los alumnos por medio

216
de expediciones prácticas a cuyo efecto el Comandante General de
Marina te facilitará buque y cuanto se juzgue necesario.
8ª Finalmente presentarán examen los alumnos de la escuela de las
materias que se les hubieren leído, y se dará cuenta al Gobierno del
resultado.
9ª El director informará al Gobierno en tiempo oportuno de los jóve-
nes y oficiales que pueden destinarse al servicio de la marina militar
para perfeccionar sus conocimientos, y practicarlos con utilidad de la
República.
10ª Se aplican a la escuela de náutica en virtud de lo dispuesto en la
Ley de 6 de agosto del año 11° la mitad de los fondos consistentes en
la Provincia de Cartagena y el resto que la ley ha señalado a la clase de
cadetes y aspirantes en la cual deben considerarse los alumnos que no
tengan otro grado.
11ª Todos estos fondos se pondrán a disposición del director para el
entrenamiento y subsistencia de los alumnos, y para la adquisición de
los instrumentos y útiles más necesarios de dicha escuela; el Intendente
podrá hacer un suplemento del tesoro nacional para dicho objeto con
cargo de reintegro de aquellos fondos.
12ª El director, sin perjuicio de trabajar en lo que se le deja encar-
gado, presentará el proyecto de reglamento para el manejo y orden inte-
rior de la escuela.
13ª El Secretario de Estado y del Departamento de Marina queda
encargado de cumplir este Decreto y de presentarlo al próximo Congreso
con todos los informes que deben adquirirse para perfeccionar tan im-
portante establecimiento.
Dado y firmado en mi mano en el Palacio del Gobierno General, en
la capital de Bogotá, a 28 de junio de 1822.

Francisco de Paula Santander


Por Su Excelencia el Vicepresidente,
Pedro Briceño Méndez”343

343a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y


Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), pp. 153 – 154

217
La larga inacción de las fuerzas colombianas había permi-
tido la aventura realista sobre la Provincia de Coro, que no
pasó a mayores gracias a las rápidas acciones de las fuerzas
del general Soublette. Sin embargo, Morales se dio cuenta
de que con la superioridad naval de su lado, podría golpear
a placer cualquier punto de la costa antes de que las fuerzas
terrestres colombianas pudiesen responder. Enterándose de
que Maracaibo había quedado desguarnecida por el envío
de tropas a reforzar Valencia, Morales seleccionó dicha ciu-
dad portuaria como su nuevo objetivo. El 14 de agosto de
1822 zarpó con 14 buques y 1200 hombres, evadiendo el
bloqueo naval colombiano. El 24 llegó a Curazao, donde se
aprovisionó y puso rumbo a la Guajira, desembarcando en
Cojoro. Derrota el 2 de septiembre al coronel Francisco Faría
en Sinamaica, y dos días después al coronel Castelli en El
Paso del Socuy, aproximándose a Maracaibo. El 6 de septiem-
bre venció en Salina Rica a las fuerzas del general Clemente,
últimas que se interponían entre él y Maracaibo. Clemente
regresa apresuradamente a la ciudad y lleva consigo todos los
buques útiles a Gibraltar, en la orilla opuesta del lago. El 9 de
septiembre el coronel Natividad Villasmil entregó el Castillo
de San Carlos de la Barra sin oponer resistencia. Morales al
verse dueño de Maracaibo se entregó a toda clase de abusos
contra los republicanos, así como neutrales y extranjeros, in-
cumpliendo los tratados de Trujillo de 1820.344
El general español se había adueñado del puerto más estra-
tégico del occidente de Venezuela, desde el cual podía hostigar
Coro al este, Trujillo y Mérida al sureste, y Santa Marta y Río
Hacia al oeste gracias a su dominio del mar, y a que el Lago de
Maracaibo le servía de vía para sus ataques, y como barrera a
los colombianos que no podían auxiliar rápidamente ninguna de

344i Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 25

218
las zonas.345 El 27 de septiembre Beluche avistó frente a Curazao
a la fragata Ligera, junto con los bergantines Hércules y Valeroso y
la goleta Cóndor, las cuales estaban cargando víveres para Puerto
Cabello. El capitán de navío levó anclas y zarpó hacia el este.
Cerca del Archipiélago de las Aves capturó un queche y lo llevó
a La Guaira, informando de lo que había visto.346
Por su parte, el general Soublette escribió al Jefe del Estado
Mayor General urgiéndole en la necesidad de reforzar la do-
tación de infantería de marina de algunos buques, especí-
ficamente la corbeta Constitución y el bergantín Patriota347;
mientras que Santander hizo un angustioso llamado al
Libertador, en el que le exponía dramáticamente los sucesos
acaecidos. Aunque Bolívar sabía que hombres como el general
Urdaneta en Cúcuta y Pamplona, el general Montilla en Río
Hacha, los coroneles Manrique y Carillo en Trujillo y Cruz
Paredes y Rangel en Mérida estaban controlando la situación
contra los ataques terrestres de Morales, el escenario le plan-
teaba un dilema: regresar a Venezuela o continuar la campaña
en Perú. Así analiza la situación el almirante Eljuri-Yúnez:

“Preparábase Bolívar para dirigir sus operaciones hacia el Perú y


auxiliar a los patriotas peruanos […] cuando recibió la noticia de los
triunfos de Morales […]
El Libertador balanceó con su genial talento político y sus dotes de
estratega la situación surgida en el Norte de la República, las informa-
ciones de una u otra fuente y la calidad y capacidad de los jefes que te-
nían el mando y la responsabilidad de esas regiones; y concluyendo que
en el Norte ocurrían novedades de consideración […]
El dilema que se presentó a Bolívar era terrible. El Norte del país,
por tener un amplio y dilatado frente marítimo, podía recibir por mar

345l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 23


346e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 203
347u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 -
1824), p. 129

219
ayuda de las naves españolas que navegaban desde Panamá, Cuba y
Puerto Rico hasta las bocas del Orinoco, añadido a esto la debilidad
de las plazas secundarias, faltas de guarnición (solamente los aposta-
deros de Cartagena y Santa Marta tenían naves y municiones); los
pueblos atemorizados por el pavoroso espectro de la guerra a muerte
con el que los amenazaba Morales, en f in, las súplicas del
Vicepresidente, que le urgían a acudir en ayuda de la República; todo
esto lo llamaba al norte.”348

“[…] cuando se disponía a salir de Guayaquil, rumbo al Norte,


surgió en la espaciosa y pintoresca ría de Guayaquil una corbeta de
guerra peruana, en la cual venían a bordo el Coronel Francisco
Mendoza y el Marqués de Villa Fuerte, altos comisionados del
Presidente de la República del Perú, Don José de la Riva-Agüero,
quienes traían por misión solicitar al Libertador-Presidente de
Colombia que se trasladara al Perú para que dirigiera la guerra; no
la civil, que estaba minando las esperanzas independentistas de ese
hermoso país, sino la guerra contra los ejércitos españoles que lo
dominaban.”349

Ya de camino hacia el norte para asumir el mando de la


situación, el Libertador tuvo noticias alentadoras: todos los
ataques hacia el suroeste, sureste y oeste que había lanzado
Morales habían sido bloqueados, quedando contenido en
Maracaibo y el lago. Bolívar consideró entonces que podía
regresar a Guayaquil y seguir ocupándose de la campaña
peruana.350 Otro hecho esperanzador para los colombianos
ocurrió el 16 de diciembre, cuando cerca de Curazao fue cap-
turada la corbeta española María Francisca por las fuerzas de
Danels. Este buque, aparte de tener un enorme valor en sí

348l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 46


349b Ibídem, p. 49
350a Machado Guzmán, Gustavo. Historia Gráfica de la Guerra de Independencia de Venezuela,
p. 269

220
mismo, iba en ruta desde Cuba, cargado con dinero y otros
auxilios para Puerto Cabello.351
Detenemos aquí nuestra narración, pues en la siguiente
parte nos ocuparemos de estudiar la Campaña del Zulia
de 1823 y la resolución de este asedio. Respecto al sitio de
Puerto Cabello en su primera fase de 1821 – 1822, podemos
decir que impulsó el desarrollo de la armada colombiana ha-
cia un nuevo nivel; llevándola de manera definitiva a ser una
auténtica armada nacional y republicana, dejando su anterior
condición de fuerza corsaria. En efecto, la propia necesidad
de una escuadra adecuada para enfrentar a la división naval de
Laborde y bloquear efectivamente a Puerto Cabello, hizo to-
mar conciencia a los líderes colombianos de que la guerra se
había vuelto marítima y que debían dotar a la República con
una armada acorde a la situación. En ese sentido, el envío
de agentes a Estados Unidos y Gran Bretaña para adqui-
rir buques y los decretos de Santander para crear la Escuela
Náutica de Cartagena y la Infantería de Marina, entre otros
hechos acaecidos, no parecen casualidades; sino parte de un
programa que buscaba adecuar la armada al desafío presen-
tado. Por todo esto, podemos decir que con el sitio de Puerto
Cabello se cerró un período en el desarrollo de la armada
colombiana y se abrieron las puertas del siguiente.

351l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 44

221
B) Operaciones navales, 1823 - 1830

Entre los años 1823 y 1830, la Armada de la República de


Colombia llevó a cabo variadas operaciones navales, tales
como el bloqueo de Puerto Cabello y la Campaña del Zulia
en 1823, los cruceros en el Mar Caribe en 1824, la participa-
ción en la liberación del Perú entre 1823 y 1826, diversas ope-
raciones en la guerra entre Colombia y Perú de 1828 – 1829,
una larga guerra de corso contra España en todo el período
estudiado y algunas operaciones contra la rebelión de Páez en
Venezuela entre 1826 y 1827. A continuación se analizarán
todas estas operaciones, evaluando el desempeño de la armada
colombiana en las mismas.

a) La Campaña del Zulia, 1823

Como habíamos explicado más arriba, a inicios de septiem-


bre de 1822 el general Morales capturó Maracaibo, compro-
metiendo gravemente la seguridad de la República. Si bien
para diciembre las fuerzas realistas habían sido contenidas en
la cuenca del Lago de Maracaibo; era necesario recuperar la
región y despejar la amenaza de una contraofensiva española,
que bien apoyada desde Cuba y Puerto Rico podía revertir
buena parte de los logros patriotas alcanzados desde 1819.
Para ello el liderazgo militar colombiano inició la que sería la
última gran campaña dentro de las fronteras de la República,
la Campaña del Zulia.

222
1) El plan de campaña colombiano y la conformación de la Escuadra
de Operaciones sobre el Zulia
Hablamos de “Campaña del Zulia” puesto que la Batalla
Naval del Lago de Maracaibo no fue más que la culminación
de una larga campaña militar iniciada en enero de 1823 con el
bloqueo del Golfo de Venezuela y el movimiento de varias fuer-
zas terrestres alrededor de la cuenca del lago. Se trata además de
una campaña mixta, con carácter terrestre y marítimo, aunque
se haya decidido en una acción naval. Debido a la dimensión de
las fuerzas implicadas, la extensión en el tiempo de la campaña
y la complejidad de las operaciones emprendidas, bien pudiéra-
mos decir que la Campaña del Zulia de 1823 está entre las más
grandes emprendidas por las fuerzas armadas de la República de
Colombia dentro de sus fronteras; más compleja que la Campaña
de Boyacá en 1819 o que la de la costa neogranadina en
1820 – 21, y a la misma altura que la Campaña de Carabobo
en 1821. No puede dejar de mencionarse, desde luego, que la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo fue la mayor batalla naval
librada por la armada colombiana, y quizá la más grande vista en
las Guerras de Independencia de Hispanoamérica.
Lo que sigue en las próximas líneas no pretende ser una
narración y/o descripción de la Campaña del Zulia o de la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo, pues las mismas cuen-
tan con extensa bibliografía, constituida por compendios do-
cumentales, narraciones y análisis de tipo táctico y estratégico
que el lector podrá consultar. Lo que se busca en esta parte
del trabajo es explorar dicha campaña a fin de encontrar las
claves de cómo se desarrolló la armada colombiana a raíz de
la misma, evaluar su actuación de en la campaña para calibrar
el poder alcanzado por ella hasta esa fecha, y encontrar prue-
bas que desmientan algunos mitos historiográficos formados
en torno a la Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Explicado
esto, podemos comenzar.
223
La situación a comienzos de 1823 bien puede ser resumida
en las palabras del general Pedro Briceño Méndez, Secretario
de Guerra y Marina, en su exposición al Congreso el 18 de
abril de ese año:

“[…] la batalla de Carabobo había cambiado el carácter de nuestra


guerra, haciéndola pasar de continental a marítima. El enemigo redu-
cido a las principales plazas de nuestra costa, dominaba con su escuadra
nuestras aguas, y era forzoso buscarlo en el mar o tomar en él prepon-
derancia para poder establecer los bloqueos, y para precavernos de in-
cursiones repentinas. Contra todas las probabilidades, y a despecho de
tanta dificultad como se presentaba, las medidas redobladas del go-
bierno tuvieron el efecto deseado. Nuestra escuadra ha ascendido de
cinco buques a diez y nueve, de las cuales seis son corbetas, siete bergan-
tines y seis goletas.”352

La guerra tenía ya exhausta a la República. El Zulia ha-


bía sido devastado con la invasión de Morales, Boyacá ape-
nas podía ofrecer hombres provenientes de Tunja y Socorro,
mientras que Pamplona y Casanare estaban casi desiertos. Del
Magdalena sólo podía obtenerse reclutas y unas pocas muni-
ciones y vestuario. La mayor parte de Venezuela seguía ago-
tada tras más de una década de guerra, y Ecuador aún no había
sido consolidado. En esta situación, solo los recursos financie-
ros de la Nueva Granada podían sostener el esfuerzo de una
nueva campaña militar.353 Aparte de todo esto, no podemos
dejar de recordar que a finales de 1822 ya Colombia estaba
disponiéndose a auxiliar al Perú en su liberación, por lo que la

352e Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Briceño Méndez,


Pedro. “Memoria del Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra al Primero Congreso
Nacional Constitucional de Colombia, en el año de 1823 [recurso electrónico] / [Pedro Bri-
ceño Mendes]”. Bogotá, Imprenta del Estado, por Nicomedes Lora, 1823. Catálogo online
de la Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bibliotecanacional.gov.co/
recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza20.pdf , p. 3
353e De Mier, José M. El Almirante Padilla. Acción granadina en la Batalla de Maracaibo, p. 23

224
invasión de Morales ponía a la República bajo la amenaza de
una guerra en dos frentes.
Ante estas dificultades, es menester preguntarnos: ¿cómo
logró la República de Colombia preparar en pocos meses una
escuadra destinada expresamente a retar en combate decisivo
a las fuerzas navales españolas? La respuesta es en realidad
compleja, pues la “Escuadra de Operaciones sobre el Zulia” fue
formada tanto con buques de la República, como naves fleta-
das, barcos corsarios, etc. Los siguientes documentos resultan
bastante elocuentes:

“República de Colombia – Departamento del Magdalena –


Secretaría de la Comandancia General – Cartagena, a 16 de noviem-
bre de 1822 – XII.

Al señor Comandante General de Marina en comisión.


Con testa fecha digo al señor Comandante Courtois, lo siguiente:
Si usted pudiese habilitar con la mayor prontitud posible los dos bu-
ques de su propiedad “Intrépido” y “Cazador”, para que sigan a incor-
porarse con la escuadra sobre Maracaibo, hará usted un servicio muy
interesante a la República, y de más importancia si fuera mandándolos
usted mismo.
Pero si los intereses de usted exigen imperiosamente destinar con ob-
jeto mercantil la goleta de su propiedad, el “Cazador”, el Gobierno deja
a la discreción y patriotismo de usted el poderlo verificar, despachando
siempre el “Intrépido” a reunirse al señor Coronel Padilla, presentán-
dose al Comandante General de Marina, a quien con esta fecha copio
esta comunicación.
Y lo comunico a usted para su inteligencia y fines consiguientes.

Dios guarde a usted.


El general Mariano Montilla”354

354r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), p. 3

225
“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra en
el Zulia – Maracaibo, septiembre 20 de 1823 – 13°

Señor General Secretario de Estado y del Despacho de Marina y


Guerra.
La goleta de guerra “Atrevida”, como V.S. sabe, fue comprada por
cuenta del Gobierno en Río Hacha en cantidad de tres mil pesos. Su
dueño ha venido a esta plaza luego que la ocupamos, en solicitud de otro
buque de los presas, que recompensase aquella suma, y en efecto, le cedí
en pago de la “Atrevida” la goleta “Zulia”, debiendo abonar el más
valor de esta goleta que es de $ 650… no ha querido el dueño de la
“Atrevida” hacerse cargo de la “Zulia” hasta que no regrese a Cartagena,
en donde la recibirá y saldaremos cuenta, siendo por consiguiente de la
del Gobierno el pago de los $ 3.000 que importó dicha “Atrevida”, y en
oportunidad se dirigirá la competente distribución documentada.
El General, José Padilla”355

“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra


– Maracaibo, septiembre 20 de 1823 -13°

Señor Secretario de Estado y del Despacho de Marina y Guerra


Hago a V.S. presente que como que las goletas “Antonia Manuela” y
“Leona” fueron fletadas por S.E. el General Soublette para la campaña
que acabamos de rendir, y habiéndome dicho este General de oficio que
las iba a devolver a sus dueños, he prevenido lo conveniente al primer
Comandante General de Marina de este apostadero, Nicolás Yoly, que
[…] las haga seguir a La Guaira, de lo cual eh dado cuenta al señor
General Soublette para los efectos consiguientes. Y con el mismo fin lo
aviso a V.S.
El General, J. Padilla”356

Además de estos documentos, tenemos tres cartas del


Capitán de Navío Nicolás Joly en 1824, en las que reclama
indemnización por la pérdida del bergantín Gran Bolívar en
355b Ibídem, p. 156
356b Ibídem, pp. 158 – 159

226
el forzamiento de la Barra de Maracaibo el 8 de mayo del año
anterior. Dicho bergantín era de su propiedad personal, no de
la República; por lo que Joly exigía su debida compensación,
al uso de los corsarios.357 Estos casos resultan muestras repre-
sentativas de cómo la República echó mano de cuanto buque
pudo encontrar para afrontar el previsible combate naval que
se avecinaba. Encontramos pues, compras a particulares, arren-
damientos y préstamos por parte de corsarios y/u oficiales de
la armada. También muestra la documentación un vigoroso es-
fuerzo por poner a punto viejos buques:

“Comandancia General de la Escuadra – A bordo de la goleta


“Rosa”, en el puerto de Sabanilla, enero 24 de 1823

Al señor General Comandante General del Depto.


Habiendo llegado a este puerto he encontrado en los bergantines
“Intrépido” y “Queche Libertador”, tan sumamente imposibilitados de
poder remontar, que me ha sido preciso ordenar a sus comandantes si-
guas a Cartagena, en donde se carenarán con la prontitud que exigen
las actuales circunstancias.
José Padilla”358

Las fuerzas que España pondría frente a la flota colombiana,


aún en formación y con incipiente capacidad oceánica, estaban
357r Archivo de la Academia Nacional de la Historia, Archivo Francisco Javier Yanes. Tomo
XV Corte de Almirantazgo V. Documentos: 72. Carta de Nicolás Joly dirigida a Francisco
Javier Yanes ministro de Alta Corte de Justicia donde le comunica que no ha recibido el pago
del bergantín Gran Bolívar y le envía unos papeles. Firmado: Nicolás Joly. Maracaibo, 22 de
septiembre de 1824. Nota: contiene sobre de envío en folio 240vto. f. 239. 73. Carta de Nicolás
Joly dirigida a Francisco Javier Yanes donde le comunica que su anterior apoderado vendió
lo correspondiente al bergantín Gran Bolívar y expresa estar inconforme por lo que envía
a su actual apoderado Luis Barato a Bogotá para verificar la venta. Firmado: Nicolás Joly.
Maracaibo, 8 de noviembre de 1824. Nota: contiene sobre de envío en folio 242vto. f. 242. 74.
Carta de Nicolás Joly dirigida a Francisco Javier Yanes donde reclama no haber contestado sus
anteriores cartas y le reitera que se le adeuda cierta cantidad de dinero por los buques de una
escuadra. Firmado: Nicolás Joly. Maracaibo, 30 de junio de 1825. fs. 244 – 245.
358r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), p. 9

227
al mando del Capitán de Navío Ángel Laborde y Navarro,
Segundo Jefe de la Escuadra de los Mares de la América
Septentrional. Esta sección de la Real Armada Española tenía
su cuartel general en La Habana, y apostaderos en Santiago
de Cuba y Aguadilla (Puerto Rico). Cuando en Cuba se supo
de la conquista de Maracaibo por Morales, Laborde reci-
bió la fragata Constitución, la corbeta Ceres, y los bergantines
Esperanza, General Riego y San Carlos, además de 57.849 pesos
en oro y plata para auxiliar a Morales, objetivo último de toda
la operación planteada por el mando naval español.359
Por su parte, el general Soublette al enterarse del ataque de
Morales, envió una expedición naval al mando del capitán
de navío Beluche, la cual conducía un batallón de infantería
que debía desembarcar en Paraguaná y otro más que debía
ir a Maracaibo para auxiliar al general Clemente. Esta expe-
dición naval llegó más rápido a la zona que las fuerzas con-
ducidas por Páez, que encontraron a Clemente en Trujillo
ya vencido y en retirada. Beluche encontró la Barra en ma-
nos realistas por lo que decidió continuar a Río Hacha, para
evitar las naves españolas que patrullaban la zona.360 Estas
primeras fallas patriotas en tierra irían convenciendo al li-
derazgo colombiano de que sólo mediante el empleo de una
escuadra capaz el Zulia podía ser liberado.
Por otra parte, la elección del general Padilla como coman-
dante de la escuadra destinada al Zulia es un tema digno de
ser estudiado con detenimiento. Padilla había cosechado un
prestigio y una gloria altísimas al liberar Cartagena, las cua-
les pesaban más que su condición de zambo. El liderazgo de
Padilla llegó a provocar roces con el general Montilla, quien
escribió a Santander el 30 de noviembre de 1822 diciendo:
“Soublette ha ordenado que a Beluche le sea dado el comando de la
359l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo (Narración), p. 75
360b Ibídem, p. 57

228
[corbeta] Constitución [el buque insignia de la escuadra para el
Zulia]. Esto ha causado discordia porque la disposición de Padilla
no es compatible con la de Beluche, Joly o Chitty. Ellos son los pri-
meros y mejores oficiales de la escuadra. Veremos y manejaremos con
tacto este asunto. En cualquier caso, Padilla permanecerá con el co-
mando en Cartagena.” Sin embargo, Santander ignoró la solici-
tud de Montilla, respondiendo el 19 de febrero de 1823 con la
ratificación de Padilla como Comandante de la Escuadra del
Zulia.361 Es evidente que para Santander el origen neograna-
dino de Padilla pesaba mucho más que su condición de zambo,
por lo que lo hacía preferible para un comando tan importante,
por encima de hombres como Beluche, Joly o Chitty, de origen
extranjero. Sobre este asunto el experto David Bushnell opinó:

“Es difícil realizar una apreciación perfectamente objetiva de los


éxitos obtenidos por Padilla. Se trataba de un oficial pardo con escasos
conocimientos técnicos de marinería, a despecho de un corto servicio
como contramaestre en la marina británica, que se había adherido
desde una fecha temprana al liberalismo santandereano. Santander
mismo fue acusado de querer atribuir a Padilla todo el crédito por la
toma de la ciudad, despreciando la colaboración del ejército terrestre.
Pero aunque no se acuerde a Padilla todo el éxito, es un hecho innegable
que su victoria modificó sustancialmente el equilibrio de las fuerzas
navales en las aguas venezolanas, y contribuyó así a prevenir cualquier
futura incursión de fuerzas españolas y a apresurar la entrega de Puerto
Cabello a Páez unos pocos meses más tarde.”362

A pesar de estas disputas y rivalidades disimuladas, la es-


cuadra colombiana comenzó a anotarse éxitos desde finales
de 1822. El 16 de diciembre las corbetas Bolívar y Carabobo,
junto con el bergantín Vencedor y la goleta Mosqueta atacaron

361e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 206
362u Bushnell, David. El Régimen de Santander en la Gran Colombia, pp. 312 – 313

229
a tres buques españoles que trataron de entrar al Golfo de
Venezuela, capturando a la corbeta María Teresa, que portaba
24 cañones largos de 9 libras y tenía 200 tripulantes, además
de llevar 25.000 dólares en especias. Este buque venía de La
Habana junto con dos bergantines mercantes cargados de pro-
visiones para Morales, los cuales también fueron capturados.
Dos semanas después fue capturada la corbeta española María
Francisca cerca de Puerto Cabello, la cual portaba 32 cañones y
llevaba 30.000 dólares a bordo. En contraste, los españoles ha-
bían capturado un bergantín mercante en ruta de Londres a La
Guaira, el cual portaba 9 cañones y estaba cargado con 9.000
fusiles, 1.400 carabinas, 50 piezas de latón, 400 barriles de pól-
vora, además de pistolas, balas y demás material de guerra.363
En enero de 1823 Montilla reunió un Consejo de Oficiales,
entre los que se encontraban Renato Beluche, Nicolás Joly y
Walter Chitty, además de prácticos del Golfo, la Barra y El
Tablazo. Allí Montilla les participó su idea de forzar la Barra
y apoderarse de Maracaibo en un rápido movimiento. La idea
fue aprobada por la mayoría, y Montilla se comprometió a lan-
zar un ataque terrestre para distraer a Morales, a fin de que
éste redujera las defensas en la Barra. Dicho ataque quedaría a
cargo de los generales Soublette y Gómez, con los batallones
“Carabobo” y “Tiradores”. El hecho de que la escuadra contase
con prácticos que conocían a la perfección la zona de opera-
ciones, incrementaba notablemente las posibilidades de éxito.
Para iniciar las operaciones, Montilla dio a Padilla facilidades
para concentrar y abastecer la escuadra en Río Hacha, puerto
que se convirtió en la base para iniciar la campaña; y decretó
el 15 de enero de 1823 el bloqueo del Golfo de Venezuela,
desde el Cabo Chichivacoa en la Península de la Guajira hasta

363e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 207

230
el Cabo San Román, en la Península de Paraguaná.364 Así to-
maba forma el plan colombiano para liberar el Zulia e iniciaba
la campaña.
Respecto al soporte logístico, el historiador colombiano José
De Mier nos dice que las ciudades de Santa Marta, Cartagena
y Río Hacha fueron cruciales para financiar y abastecer a la
Escuadra del Zulia, lo que le permitió a Padilla fletar nue-
vos buques y reparar los que ya tenía. Para inicios de 1823
ya la escuadra estaba integrada por la corbeta Constitución,
los bergantines Gran Bolívar, Independiente, Marte, Intrépido,
y Libertador, las goletas Espartana, Independencia, Terror de
España, Rosalía y Rosa, entre otras naves, además de buques
que se encontraban en otras áreas, como las corbetas Bolívar
y Boyacá, empleadas en el bloqueo a Puerto Cabello, o la go-
leta Cazadora.365 Se trataba aún de una escuadra modesta, pero
sus jefes estaban más que dispuestos y preparados para cumplir
su misión. Respecto a las fuerzas terrestres, llegaron piquetes
de los batallones “Carabobo” y “Dragones de Venezuela”, pro-
cedentes de Valledupar y Río Hacha, los cuales fueron fusio-
nados como batallón “Magdalena”.366 Así comenzaba la gran
operación terrestre y naval colombiana que finalizaría con la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo.

2) Un análisis de la estrategia y la táctica colombianas en la


Campaña del Zulia
Debemos pasar ahora a analizar la estrategia y tácticas co-
lombianas en la Campaña del Zulia. Consciente de la im-
portancia que el dominio del mar tenía; y tras haber reunido
una escuadra de seis corbetas, siete bergantines, seis goletas y
cuarenta y cinco flecheras y cañoneras, el siguiente paso para

364l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., pp. 61 - 63


365e De Mier, José M. Ob. Cit., pp. 18 - 34
366b Ibídem, p. 34

231
el alto mando militar colombiano era proceder a bloquear de
manera efectiva el acceso marítimo a Maracaibo, es decir, el
Golfo de Venezuela.367
Es necesario explicar que en aquella época un bloqueo naval
era bastante complicado de aplicar. Además de la difícil co-
municación entre los buques una vez que éstos han zarpado y
se ocupan de patrullar la zona a bloquearse, debe considerarse
también la autonomía en víveres de cada unidad, además de
los necesarios descansos que las tripulaciones deben tener en
puerto. Todo esto hacía imposible que en todo momento, to-
das las unidades implicadas estuviesen ejerciendo el bloqueo.
Este análisis aplica para el bloqueo a Puerto Cabello, ejer-
cido en un área bastante pequeña en torno a la boca de dicho
puerto; y aún más para el área a bloquear según el decreto del
15 de enero de 1823, la cual abarcaba la totalidad del Golfo
de Venezuela. Por esta razón, era realmente imposible que la
Escuadra del Zulia pudiese cubrir todo el Golfo, y menos sin
un puerto base en la zona. Para mayor dificultad, los fuertes
vientos que soplan todo el año en dicha área, sumado al fuerte
oleaje, hacen difícil para cualquier buque permanecer al ancla,
al pairo o de crucero por mucho tiempo en el Golfo sin tocar
puerto para reabastecerse o para las necesarias reparaciones.
Es por esto que la escuadra al mando de Padilla se concentró
en Los Taques, en la costa este del Golfo, en la Península de
Paraguaná.
La escasez de víveres y la necesidad de reforzar aún más la
escuadra obligan a Padilla a despachar a Beluche a La Guaira
en abril, con la finalidad de solicitar al general Soublette más
apoyo para la escuadra fondeada en Los Taques. Aunque con
cierta reticencia por parte de Soublette…

367l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 62

232
“Caracas, abril 11 de 1823

Al señor Secretario de Marina y Guerra


El señor Capitán de Navío Renato Beluche, que llegó el 7 del co-
rriente a Borburata en el bergantín Independencia, siguió ayer a esta
ciudad a conferenciar conmigo y me ha impuesto del estado de las ope-
raciones del señor Gral. Montilla hasta el 21 del pasado.
El objeto con que ha venido ha sido el de obtener buques menores para
forzar la Barra de Maracaibo y otros auxilios que me pide con urgencia
el señor Comandante Padilla. En el bloqueo de Puerto Cabello hay en
la actualidad tres pequeñas embarcaciones que dice Beluche son aparen-
tes para su empresa, pero yo no me atrevo a desprenderlas del servicio a
que están destinadas sin acordarlo con S.E. el Gral. Páez, pues por falta
de buques de esta especie y fuerzas sutiles en el bloqueo que hasta ahora
ha sido ineficaz, y separando lo que hemos llegado a conseguir, será
forzoso desistir de la operación contra Puerto Cabello. En verdad que es
cosa peregrina que después de tanto tiempo que se preparan las opera-
ciones en el Magdalena no se haya previsto antes la falta de embarca-
ciones menores y que se pidan éstas y otros auxilios marítimos a
Venezuela, que no es país de marinos, que tiene la guerra en su seno y
que no puede cubrir sus cargas ordinarias, sin embargo, yo haré como
siempre cuanto dependa de mí por auxiliar al señor Comandante de lo
que ejecutaré.
Dios guarde a VS. muchos años.

C. Soublette.”368

… Beluche consiguió las goletas Leona y Antonia Manuela,


70 soldados del batallón “Tiradores” y 4000 pesos.369 Para el 1º
de mayo Beluche se encontraba en Isla Larga, muy cerca del
asediado Puerto Cabello, con el bergantín Independiente, las
dos goletas ya mencionadas, además de la Juana y la Favorita,

368a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y


Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), pp. 114 - 115
369b Ibídem, p. 63 y Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio
(tomo 4: 1822-1824), pp. 208 – 209

233
más la barca Heroína. Es en este momento cuando se pro-
ducirá un combate que a la postre resultaría decisivo para la
Campaña del Zulia y para la resolución de la guerra.
Pasado el mediodía Beluche se disponía a zarpar cuando las
corbetas Carabobo y María Francisca al mando del CN. John
Daniel Danels, la cuales bloqueaban Puerto Cabello, le hacen
señales indicando que se aproximaban dos naves enemigas:
se trataba de la fragata Constitución y la corbeta Ceres, los dos
buques mayores de la división naval del CN. Ángel Laborde
y Navarro. La sorpresa, combinada con la neta superioridad
de las fuerzas realistas decantó pronto el combate a favor de
España. La prioridad de llegar a Los Taques para reforzar a
Padilla y cumplir así su objetivo, hizo que el CN. Beluche op-
tara por escapar aprovechando el viento y la mayor ligereza de
sus naves cuando empezaba a caer la noche. Por su parte, las
dos corbetas de Danels fueron capturadas, siendo el propio ca-
pitán tomado prisionero. Laborde entró a Puerto Cabello el 4
de mayo, llevando consigo las naves y los marinos capturados.
Beluche arribó a Los Taques la noche del 2 de mayo, infor-
mando de inmediato la situación a Padilla, tras lo cual se reu-
nió una Junta de Guerra que decidió forzar la Barra y entrar
al Lago de Maracaibo.370 Los comandantes colombianos juz-
garon que Laborde pronto llegaría al Golfo y que no podrían
vencer a la Constitución y a la Ceres, muy probablemente refor-
zadas por la Carabobo y la María Francisca. Entrando al lago,
esta posibilidad se anulaba, puesto que las naves realistas no
podrían pasar la Barra debido a su mayor calado.
Visto según la perspectiva del momento y no retrospecti-
vamente después de la batalla, la situación de la Escuadra
de Operaciones sobre el Zulia el 3 de mayo de 1823 no era
nada prometedora. Laborde apenas había llegado a aguas

370l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., pp. 63 y 76

234
colombianas y había capturado dos de las mejores naves de
Colombia, dotadas además con tripulaciones experimentadas
y aguerridas, constituidas en su mayoría por oficiales y mari-
neros norteamericanos. El combate del 1º de mayo de 1823
en Isla Larga tiene una importancia fundamental para com-
prender el desarrollo de la campaña naval llevada a cabo por
la República de Colombia para recuperar el Zulia, pero nos
ocuparemos de estudiarlo con detenimiento más adelante.
Tras la pérdida de la Carabobo y la María Francisca, a la es-
cuadra de Padilla le quedaban solo tres acciones para tomar: la
primera, forzar la Barra y entrar al lago para eludir a los más
grandes buques de Laborde; la segunda, esperar en Los Taques
y acudir a una batalla naval en la que tendrían muy pocas po-
sibilidades de ganar; y la tercera, retirarse a Río Hacha, Santa
Marta o Cartagena, abandonando completamente la zona a las
fuerzas navales españolas.371 Llegados a este punto, conviene re-
visar las comunicaciones para tener una idea clara de la situación
y entender las decisiones tomadas por los jefes de la escuadra.
Comencemos por la relación de hechos que Beluche ofrece
a Padilla:

“República de Colombia – Bergantín de guerra “Independiente”,


enfrente a los Taques, a 3 de mayo de 1823.

Señor Comandante General de la Escuadra.


A las dos y media de la tarde del 1° de éste, llegué a La Guaira, al
fondeadero de Isla Larga, con las goletas “Leona”, “Antonia Manuela”,
“Juana”, “Favorita” y barca “Eronión”, y al momento el Comandante de
la escuadra que bloquea a Puerto Cabello me informó que las dos fraga-
tas que estaban a la vista eran enemigas y se dirigían al puerto. A las
tres me hice a la vela con las corbetas “Carabobo” y “María Francisca” y
dos pequeñas goletas que hacían la fuerza de la escuadra, y seguí los

371u Jurado Toro, Bernardo. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo librada el 24 de julio de
1823, p. 81

235
movimientos del Comandante Danells dando órdenes a los buques de
mi convoy que si las fuerzas enemigas eran superiores a las nuestras, de
seguir para el puerto de Los Taques a incorporarse a la escuadra del
mando de V.S. A las tres y cuarto estábamos fuera de la isla de Alcatraz,
gobernando al NO ¼ O con toda vela; el enemigo, demorando al N.E.
¼ N., el Comandante de la escuadra haciendo cabeza de la línea con la
“Carabobo”, en segunda la “María Francisca” y yo el tercero. A las tres
y media se hizo la señal de formar la línea de batalla a medio cable. A
las tres y tres cuartos la de estrechar más la línea y al mismo tiempo el
enemigo arribó sobre nosotros con toda vela. A las cuatro señal de pre-
pararse a dar el abordaje nuestras goletas navegando por sotavento,
distancia dos millas; a las cuatro y cuarto el enemigo quedaba a tiro de
cañón de a 18, guardando el barlovento; a las cuatro y tres cuartos se
rompió el fuego a tiro de fusil por las dos corbetas, batiendo a la fragata,
y el bergantín de mi mando a la corbeta. A las cinco tres obenques del
palo de trinquete, las burdas del mastelero del velacho, las drizas
del foque, juanete y pico de la mayor, fueron cortadas; a las cinco y veinte
minutos cuatro obenques, burdas del palo mayor y los amantillos de la
botavara fueron cortadas, sosteniendo el fuego más vivo. A las cinco y
media tres cañones de la batería se quedaron inútiles por haber faltado
los bragueros recibiendo en este momento parte del fuego de la fragata
que me puso al nivel del agua tres balas de a 24, que me pasaron por el
costado. A las cinco y tres cuartos, teniendo gran parte de la maniobra
cortada y con driza de Gavia, dejé correr por sotavento y al habla de la
“María Francisca” para pasar más drizas de foque y brasas de gavias y
de juanete mayor. En este intermedio la “Carabobo” arribó en popa y la
“María Francisca” siguió la misma maniobra, movimientos que me
hicieron ver que abandonaba el combate; ceñí el viento, y la fragata,
arribando en popa, pasó entre mí y las corbetas y recibí todo su fuego que
me puso en el último peligro y de rendirme a la corbeta que no me aban-
donaba; pero el valor de mis oficiales, animando a mi tripulación, me
hizo maniobrar con tanta precipitación, que pude conseguir coger el
barlovento al enemigo en lo que estuvo mi salvación. A los pocos minu-
tos cesó el fuego de las corbetas, que se rindieron a la fragata. Mi pér-
dida consiste en cuatro muertos y cuatro heridos. Se ha sostenido en este
desgraciado combate todo el honor de las armas de Colombia por el
tiempo de hora y cuarto contra una fuerza doble a la que teníamos. La

236
corbeta “María Francisca” tenía catorce cañones por haberle sacado
parte de la artillería para las baterías de tierra; la “Carabobo” veinti-
dós, desde el calibre de a 9 hasta el de a 12.
V.S. conoce la fuerza del bergantín de mi mando y haber sostenido
una acción tan larga contra una corbeta de primer rango, hará ver a
V.S. que aún batidos, somos sin tacha. Lo que comunico a V.S. para su
inteligencia y gobierno.
Dios guarde a V.S.
Renato Beluche
Es copia de su original
José Padilla”372

Veamos ahora un extracto del Acta de Forzamiento de la


Barra, 3 de mayo de 1823:

“El señor Capitán de Navío Beluche, dijo que era de parecer se pu-
siese por obra el forzar la barra y ocupar la laguna de Maracaibo, por-
que de este modo nada menos se consigue que salvar la patria que por
ahora está en peligro con las mayores fuerzas del enemigo por la mar,
añadiendo que no debe perderse un momento […]
[…] los señores Comandante General y Mayor General de esta es-
cuadra, manifestaron también que su concepto era el que a costa de
cualquier sacrificio se proceda a forzar la barra y ocupar la laguna con
las fuerzas que tenemos en este puerto, aun cuando no es seguro y sí
expuesto al golpe, pero que es preciso hacerlo así en obsequio de la salud
de la patria y del honor de las armas de Colombia, pues siendo ya de-
masiado superiores las fuerzas marítimas enemigas con el apresamiento
de nuestras corbetas de guerra “Carabobo” y “María Francisca”, son in-
fructuosas las que nosotros tenemos en este bloqueo, si no se toma la re-
solución indicada.”373

Y finalmente la información enviada por Padilla a Montilla:

372r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 18 - 20
373b Ibídem, pp. 21 - 22

237
“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra de
Operaciones sobre el Zulia – A bordo de la corbeta de guerra
“Constitución”, al ancla en Los Taques, mayo 3 de 1823

Señor General Comandante General del Ejército del Magdalena,


Mariano Montilla […]
Al amanecer del día de hoy ha llegado a este puerto el señor Capitán
de Navío R. Beluche con el buque de su mando y goleta “Leona” y
“Antonia Manuela”, aquella con un cañón de a dieciocho, y ésta con otro
de a 8, pero con sólo seis y ocho marineros cada una, cuyo auxilio, así
como cuatro mil pesos y setenta hombres de infantería de “Tiradores”,
me han sido remitidos por S.E. el General Soublette…
Los buques todos de esta escuadra han de entrar por la barra, según
me aseguran los prácticos, excepto la corbeta, que no pudiendo por su
calado verificarlo […]
Adición – El mismo señor Comandante Beluche me ha asegurado que
antes de entrar en el combate se le había informado haber mandado y
perdídose el bergantín “Pichincha”.”374

La crítica situación sobrevenida por la derrota en Isla Larga


se evidencia en esta comunicación:

“Caracas mayo 5 de 1823. – N° 66

Al Comandante de la corbeta Bolívar o al Comandante de cualquier


otro buque de la República que se encuentre en Los Cayos de San Juan
o sobre Punta de Tucacas.
Las corbetas La Carabobo y la María Francisca han tenido un com-
bate desgraciado el día 1° del corriente con una fragata y una corbeta
españolas frente a Puerto Cabello. Este sucesos ha dado al enemigo la
superioridad sobre nuestras fuerzas marítimas que no deben exponerse
a un combate desigual e impetuoso; en esta virtud dispongo que V.S. con
la corbeta de su mando y el bergantín Vencedor venga si es posible al
puerto de La Guaira con las precauciones necesarias, pero si V.S. cree
que no puede llevarse a efecto esta orden debe dirigirse a sotavento con

374b Ibídem, pp. 15 - 16

238
los demás buques que le acompañen para reunirse a la División que
obra sobre Maracaibo, y se pondrá a las órdenes del Sr. Capitán de
Navío José Padilla.
Lo prevengo a V.S. para su pronto y exacto cumplimiento.
Dios guarde a V.S. muchos años,

Carlos Soublette”375

Para fortuna de la Escuadra del Zulia, Morales cometió el


gravísimo error de no defender adecuadamente la Barra, lo
que hizo posible su forzamiento y la entrada a la Bahía de
El Tablazo. Morales había sobreestimado la capacidad del
Castillo de San Carlos y del fortín de Zapara para negar el
acceso a los buques colombianos, y también había subesti-
mado fatalmente la capacidad y determinación de Padilla y sus
hombres.376 Así reflexiona el almirante Eljuri-Yúnez sobre este
punto de inflexión de la campaña:

“¿Por qué no se tomaron prevenciones ante las informaciones de la pro-


bable acción de los republicanos? No se defendió en debida forma la en-
trada de la Barra a la que la naturaleza y la técnica oponían serios
obstáculos y la cual fue franqueada no sin dificultad por la escuadra re-
publicana. Pudo haberse barrenado algunas unidades en la entrada, pero
no se hizo, o atacado a la escuadra republicana, con el objeto de debilitarla
para destruirla posteriormente a su salida del canal de El Tablazo apro-
vechando las dificultades que oponía la naturaleza a esa operación […]
La naturaleza presentaba al General Morales un obstáculo, en el
paso que tenían que hacer los republicanos del bajo fondo de El Tablazo,
operación difícil y riesgosa, pero necesaria su ejecución, para operar con-
tra Maracaibo y conquistar allí el dominio del mar. Esto debió pensarlo
Morales, y debió actuar con sus fuerzas a la defensiva estratégica ante
fuerzas superiores; también pudo cegar este paso echando buques a pique

375a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y


Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), p. 98
376l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 51

239
en su estrecho canal, o bien agotar los recursos del arte, y en caso de que
esto no fuera practicable, aprovechar el menor contratiempo que ocu-
rriese a los republicanos en este difícil paso para efectuar ataques de
hostigamiento que tendieran a debilitarlos o destruirlos.
Parece que esta fue la interpretación que se dio al movimiento que
ejecutó al reunir fuerzas y situarlas en la desembocadura de El Tablazo.
Esta decisión habría hecho ver que el General Morales conocía su situa-
ción y que marchaba a defender el paso de El Tablazo […] Pero todo
esto se desvanece al ordenar Morales el retiro de los buques mayores
hacia Maracaibo y dirigirse personalmente a El Moján con las fuerzas
sutiles, dejando sólo una flechera en la defensa de dicho sitio.
No cabe dudas de que el General Morales carecía de conocimientos de
estrategia naval y de que sus actuaciones fueron más bien, en esta mate-
ria, el fruto de improvisadas aventuras. En lugar de prepararse para la
defensa, en vez de tomar las providencias para resistir la acometida, se
concretaba a burlarse de Padilla y sus oficiales y a denigrar de ellos con
imputaciones ofensivas y calumniosas y denuestos de muy mal gusto.”377

Este error de Morales, que resultaría fatal, queda aún más


en evidencia ante el hecho de que tres años antes el entonces
Gobernador de Maracaibo, Coronel Feliciano Montenegro,
había realizado una serie de pruebas, las cuales demostra-
ron que si bien era bastante difícil forzar el paso de la Barra,
tampoco era imposible. ¿Sabía Padilla esto?... es muy posible;
pues ya en el Consejo de Guerra reunido en Río Hacha ha-
bían participado prácticos de la zona, con cuyos reportes pudo
elaborarse el plan de forzar la Barra. ¿Morales sabía esto?... es
posible también, pues algunos ex funcionarios del gobierno
colonial debían quedar en Maracaibo.378 Es patente pues que
una mezcla de exceso de confianza con simple negación de las
capacidades de su enemigo, llevaron a Morales a un descuido
que le terminaría costando muy caro a la causa española en
América.
377b Ibídem, pp. 112 - 113
378a Machado, Eduardo Héctor. Campaña Naval del Lago de Maracaibo, p. 26

240
De acuerdo con el plan establecido, la escuadra compuesta
por cinco bergantines, siete goletas y las fuerzas sutiles inicia-
ron su paso por la Barra a las 14:30 horas del 8 de mayo. Con
viento favorable y en ejecución casi perfecta, pasaron entre
los castillos, perdiéndose sólo el bergantín Gran Bolívar, que
al quedar inmovilizado recibió muchos impactos. Con sangre
fría, su tripulación lo descargó, trasladó sus armas y demás úti-
les a otros buques y lo incendió, para evitar su uso por el ene-
migo.379 Una vez que la Escuadra del Zulia penetra en el lago,
la situación cambia dramáticamente. Ahora tendrían la ventaja
sobre la flotilla reunida por Morales, y podrían negarle el uso
del lago como vía de abastecimiento.
Es desconcertante darnos cuenta que desde el 8 de mayo
hasta el día 20, los españoles no emprendieran ningún ataque
contra la escuadra de Padilla, permitiéndoles no solo forzar la
Barra, sino atravesar El Tablazo y llegar a Punta Palmas, ya
en el estrecho que conecta a ésta con el Lago de Maracaibo
propiamente dicho. Un ataque en esos momentos en los que la
escuadra colombiana estaba en posición tan vulnerable habría
sido devastador para ella. El 20 de mayo los españoles ataca-
ron con once buques mayores y catorce embarcaciones meno-
res, pero fueron rechazados por los fuegos de los bergantines
Independiente y Marte, retirándose tras media hora de lucha
y con más de veinte heridos, además de perder la flechera
Margarita. Los colombianos tuvieron apenas tres muertos y
tres heridos. El 25 Padilla devolvió el golpe, atacando con las
fuerzas sutiles y tres goletas a los españoles. Logró hundir la
flechera Guaireña, de la cual tomó sus armas, y rescató veinte
prisioneros que los españoles habían tomado en Garabulla.380
Enfrentamientos parciales como éstos demostraban la actitud

379l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 65


380e De Mier, José M. Ob. Cit., p. 41

241
agresiva de los hombres de Padilla y el poco dominio de la si-
tuación que estaba mostrando Morales.
Al conocer el general Gómez que la escuadra de Padilla
había forzado la Barra, avanzó con sus fuerzas hasta el río
Socuy, al norte de Maracaibo. Morales a su vez supo de este
movimiento y organizó tropas, al frente de las cuales marchó
hasta dicho punto, dejando Maracaibo a cargo del coronel
Jaime Moreno con una reducida guarnición. Al caer Morales
en semejante distracción, dejó el camino expedito para que
la escuadra de Padilla transportara a dos compañías de ejér-
cito de Manrique (con quien Padilla había establecido con-
tacto desde finales de mayo) desde la costa oriental del lago.
Manrique se apoderó de Maracaibo el 16 de junio y capturó
todo aquello que podía ser útil al enemigo: armas, municiones,
víveres, dinero, vestuario, etc. y desmanteló también las bate-
rías de la muralla que defendía la ribera del lago en la zona
de El Milagro.381 Tres días después Manrique se retiró ante el
regreso de Morales, pero ya el daño había sido hecho. Morales
cometió un tercer error, luego de no defender la Barra ni de
hostigar a la escuadra de Padilla en El Tablazo, que había cos-
tado muy caro a los españoles tanto en términos materiales
como de moral. Así lo analiza el almirante Eljuri-Yúnez:

“La imprudencia de Morales de dejar desguarnecida a Maracaibo, en


presencia de un enemigo que lo rodeaba y que controlaba las comunicacio-
nes marítimas del lago, a través del cual pudo movilizar fuerzas adecua-
das, costó caro a los realistas; los republicanos aumentaron sus recursos
logísticos a expensa de los realistas. Es inconcebible haber debilitado la
defensa de la capital en la circunstancia en la que los republicanos poseían
bastante fuerza naval, en la cual fácilmente podían transportar tropas
por agua, para atacarla en circunstancias favorables, en mucho menos
tiempo del necesario para que el ejército, situado a más de 60 kilómetros,
llegara a su defensa. Esta violación flagrante del principio de economía
381l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 67

242
de las fuerzas equivalía a abandonar la ciudad a los republicanos y con
ello los contados recursos de los que disponía el ejército.”382

Sin embargo, a pesar de haber propinado tres fuertes gol-


pes a Morales, la Escuadra del Zulia aún no había enfren-
tado a las fuerzas de Laborde. Éste oficial naval había traído a
aguas colombianas un total de cinco grandes buques: la fragata
Constitución, la corbeta Ceres, los bergantines General Riego,
San Carlos y Esperanza. La Constitución y la Ceres no pudieron
ser introducidas al lago por su mayor calado (superior a 4,5
m). Los otros tres sí pudieron entrar al lago el 16 de julio.383
¿Por qué había tardado tanto Laborde en alcanzar a Padilla
en el lago?... Posteriormente, ya en Cuba, Morales acusó de
negligencia a Laborde justamente por éste y otros motivos. Sin
embargo, la respuesta de Laborde nos resulta esclarecedora.

“[…] desgraciadamente salieron errados nuestros cálculos y el


General [Morales] no recibió la correspondencia hasta muchos días
después, porque al recalar la goleta Especuladora el día 8 del mismo mes
[mayo] sobre la barra de Maracaibo halló fondeada la escuadrilla ene-
miga con toda tranquilidad en su inmediación, disponiéndose para pa-
sarla; luego el general Morales no recibió oportunamente, como lo
afirma, la noticia de mi llegada a Puerto Cabello.”384

“[…] seguí sobre Puerto Cabello por las razones siguientes: 1º porque
allí estaba seguro de encontrar los enemigos a quienes buscaba; 2º por-
que consideraba muy escasa de víveres la plaza de Puerto Cabello,
según las noticias que se me habían dado y por consiguiente muy exi-
gente levantar su bloqueo y ponerla en estado de proveerse de lo indis-
pensable; 3º porque si me hubiera sotaventeado sobre Maracaibo, siendo
mucho más larga y penosa la remontada para los buques de cruz que

382b Ibídem, p. 127


383b Ibídem, p. 90
384i Millares Carlo, Agustín y Sánchez Díaz, Carlos (Compiladores). Documentación realista
sobe la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, p. 7

243
para las goletas, me exponía a que informados los enemigos de mi lle-
gada sobre aquellas costas se hubiesen retirado a La Guaira, imposibili-
tándome el batirlos, o hubiesen tomado el temible partido de venirse a
cruzar sobre estas costas que entonces quedaban desprovistas de fuerzas
navales que pudiesen protegerlas, y habrían por consiguiente causado
daños al comercio de incalculables consecuencias, a más de el desaire de
poner en bloqueo esta misma capital; 4º porque en aquel momento igno-
raba yo hubiese fuerzas de alguna importancia en el Saco de Maracaibo
ni que intentasen forzar la Barra, mucho menos que lo lograsen, porque
esto confieso que jamás me pasó ni podía pasar por la imaginación más
delirante; y 5º porque así me lo preveía en sus instrucciones el Excmo.
Señor Contralmirante fundado en lo mismo que llevo expuesto.”385

“[…] en la acción de 1º de mayo sufrieron averías los buques de mi


cargo, sí en Puerto Cabello no había maestranza, si fue necesario ir a
buscar sobre las costas maderas y pertrechos de buques perdidos para
repararlas […]”386

“El día 2 de junio llegó a mi noticia la entrada de las fuerzas marí-


timas de los enemigos en la Laguna de Maracaibo por comunicación
que hicieron a las autoridades de Puerto Cabello y a mí los comisiona-
dos del general Morales en Curazao, por medio de un bote que despa-
charon al intento: en esta comunicación en que se referían a otra del
coronel Lorenzo desde la ciudad de Coro manifestaban que el general
deseaba buques menores armados que oponer a los enemigos de la
Laguna, y la necesidad de socorrer con víveres el castillo de S. Carlos”387

Fuesen ciertos o no, excusas o razones válidas, los argumen-


tos de Laborde; el punto es que su tardanza de más de un mes
en entrar al lago dio tiempo suficiente a la escuadra colom-
biana para cortar el envío de suministros a Maracaibo, y ade-
más dar un fuerte golpe de mano a Morales. Finalmente llegó
el 24 de julio y con ese día, el choque definitivo. Así resume el

385b Ibídem, pp. 8 - 9


386b Ibídem, p. 9
387b Ibídem, p. 11

244
inicio de la batalla el Diario de la Escuadra de Operaciones sobre
el Zulia:

“[…] el señor General, con motivo de lo ocurrido el día de ayer, dis-


puso que el Comandante de la “Espartana”, Capitán de Fragata James
Bluck, quedase a bordo del bergantín “Independiente” colocando en su
lugar a su segundo el señor Marey R. Mankin, y en lugar de éste el
señor Stagg, ordenando al mismo tiempo que el Capitán de la “Leona”
pasase al “Marte”, nombrando en su lugar también a su segundo el
señor Juan Macan, reemplazando el hueco que ésta dejaba Jaime
Stuard, oficial de la “Espartana”, destinando a este último buque al
aspirante Santiago Moreno, para que se entendiese en las señales.
No contento el señor General con esta mutación, dispuso también al-
terar el orden de batalla, colocando los buques del modo que manifiesta
el plano que se envía por separado, persuadido que de este modo se lo-
graría mejor la cooperación de todos.”388

“[…] a la una y cincuenta y cinco logramos nuestros deseos. El viento


se afirmó por el N.E. y la marea vaciaba, de suerte que lo que aquel nos
podía sotaventar, aquella nos aguantaba a barlovento. Todo nos era
favorable y todo nos convidaba a atacar a los enemigos que se hallaban
fondeados a nuestra frente en una línea paralela a la costa y próximos
a ella.”389

“Dos goletas ocupaban la cabeza meridional de la línea y a estos se-


guía el bergantín “San Carlos”, después una goleta, y seguían alterna-
tivamente los bergantines, goletas y goletas, ocupando el otro extremo a
retaguardia todas las fuerzas sutiles.”390

“A las dos se mandó al Comandante de éstas levase y siguiese desde


luego sobre las de igual clase enemigas, en atención a que por su menor
andar, debíamos adelantarlas.”391

388r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 87 - 88
389b Ibídem, p. 88
390d Ídem
391d Ídem

245
La batalla en sí misma es bastante conocida como para de-
tenernos a narrarla de forma pormenorizada. Baste recordar
que pasado el mediodía, la escuadra colombiana cruzó el estre-
cho con viento a favor, sorprendiendo a la española que seguía
anclada. Laborde rápidamente suspendió su reunión en tierra
con Morales, abordó la goleta Especuladora, y dio orden a sus
buques de acoderarse y esperar al ancla a su enemigo, dispa-
rando unas tres andanadas de metralla y fusilería. La escuadra
colombiana avanzó formando línea de combate, hasta colo-
carse en paralelo a la española, sin responder el fuego hasta
que estuvieron a toque de penoles. Entonces se disparó una
mortal andanada y se procedió al abordaje. El combate duró
alrededor de tres horas, siendo bastante violento al haberse
convertido en una serie de abordajes de buque a buque, com-
bates con arma blanca y descargas de cañones y fusilería, todo
ello entre gran humareda y llamas. Los colombianos sumaron
44 muertos y 119 heridos, mientras que los españoles tuvieron
800 bajas entre muertos y heridos, 69 oficiales y 369 soldados
y marineros prisioneros.392 Por otra parte, la escuadra colom-
biana capturó a los bergantines San Carlos y General Riego, las
goletas Mariana, María, Liberal, Guaireña, Monserrate, María
Habanera, Rayo, Estrella, Guajira y Cora, además del falucho
Relámpago.393
Pasando al análisis táctico de la batalla, asunto primordial
en esta parte del trabajo, recogemos los comentarios del almi-
rante Eljuri-Yúnez:

“Del análisis […] se desprende que la escuadra y fuerza sutil repu-


blicana superaba a la realista en número de bocas de fuego (1/3 más,
aproximadamente) y en peso por andanada (un poco menos de 2/3

392a Machado Guzmán, Gustavo. Historia Gráfica de la Guerra de Independencia de Venezuela,


p. 280
393a Gaceta de Colombia. Domingo, 24 de agosto de 1823

246
más, aproximadamente); la escuadra y fuerza sutil realista superaba a
la republicana en número de buques (10 naves más) y en efectivos
humanos.”394

“El comandante de la escuadra realista, aunque por razones muy di-


ferentes a como lo hizo Brueys con la escuadra francesa a su mando en
la célebre batalla de Aboukir, esperó a la republicana con sus buques
fondeados y arrejerados, sacrificando así el principio de la movilidad y
dejando por completo la iniciativa en manos de los republicanos. Hecha
abstracción de las causas por las cuales los españoles combatieron en tan
mala posición, y de la rivalidad de los jefes, es necesario convenir en que
el triunfo de la flota republicana en esa acción naval se debió tanto a su
superioridad combativa como a la unidad de mando, al ardoroso espí-
ritu de lucha, a la voluntad de triunfar, a que la causa que defendían
Laborde y Morales estaba desprestigiada y agonizante en estas regiones
del continente americano.
Es evidente también que la buena explotación de los factores tácticos
favoreció el éxito de los republicanos, quienes atacaron desde la posición
de barlovento, por lo que el viento arrojaba sobre los realistas las boca-
nadas de humo y el agua proveniente de los piques cortos de sus buques,
permitiendo, además, a éstos desarrollar una buena velocidad táctica.”395

“¿Por qué combatieron tan desventajosamente Laborde y Morales en


esa zona? La posición entre el islote de Capitán Chico, bordeado de
bancos de arena peligrosos, y El Milagro de poco fondo, era muy com-
prometida y riesgosa. Han podido evadir la batalla y dirigirse al Sur,
manteniéndose a la defensiva estratégica, en espera de condiciones más
favorables; con razón Laborde dijo posteriormente que esa posición era
un suicidio.”396

A partir de lo que sabemos de la Batalla Naval del Lago


de Maracaibo, ¿es posible que nos aproximemos al menos a
definir la doctrina táctica que tenía la armada colombiana?...
Lo consideramos posible. A la luz de la observación y análisis

394l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 94


395b Ibídem, p. 95
396b Ibídem, p. 96

247
de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, y de combates
previos; podemos decir que las tácticas navales colombianas
venían a ser una suerte de collage o mezcla de diversas escue-
las tácticas, explicable por el variado origen y formación de su
cuerpo de oficiales, algunos de formados en la Real Armada
Española, otros de origen británico, muchos otros venidos de
Estados Unidos y de la guerra de corso, y muchos otros crio-
llos con experiencia en fuerzas sutiles.
Encontramos pues que al parecer era un principio básico
naval colombiano no enfrentarse a fuerzas superiores, sino re-
tirarse; algo evidente en el escape de Beluche en el combate
del 1º de mayo en Isla Larga y en la posterior decisión de
forzar la Barra. Evidentemente este principio es derivado del
estilo de combate de los corsarios. Un segundo principio iden-
tificable en las tácticas colombianas era el actuar con velocidad
y audacia, manteniendo siempre el factor sorpresa y por tanto
la iniciativa en el combate; esto queda evidenciado en el for-
zamiento de la Barra, así como la agresividad en los combates
preliminares contra la escuadra española y en la ocupación de
Maracaibo el 16 de junio.
El tercer principio observable es el de no disparar a larga
distancia, sino muy cerca de las naves enemigas; esto muy
probablemente se debió a tres factores: primero, la presencia
mayoritaria de carronadas en vez de cañones largos en los bu-
ques colombianos, armas que podían disparar munición de
gran peso y poder destructivo pero a menor distancia, lo que
obligaba a combatir de manera más cerrada; segundo, el he-
cho de que las tripulaciones colombianas – especialmente los
artilleros – por lo general no contaban con un entrenamiento
profesional, por lo que duelos de artillería a larga distancia les
habrían resultado desventajosos frente a un enemigo mejor
entrenado; y tercero, la escasez de munición los obligaba a em-
plear muy bien cada tiro, lo que hacía descartable gastar balas
248
de cañón en un combate a distancia, obligándolos por tanto a
acercarse para acertar la mayor cantidad de tiros posibles. El
cuarto principio sería el de decidir los combates con aborda-
jes y no con el hundimiento de las naves enemigas; un estilo
de lucha también típico de piratas y corsarios, que no podían
darse el lujo de hundir los buques contrarios –con su carga-
mento– sino capturarlas para su beneficio, ya fuese mediante
el remate de las naves y su carga, o por la incorporación de las
mismas a sus fuerzas. Además de lo anterior, en los abordajes
se podía compensar el inferior entrenamiento de los marinos,
artilleros e infantes de la escuadra frente a tripulaciones profe-
sionales, explotando los oficiales al máximo el factor sorpresa,
la mayor agresividad y mayor destreza en combate con armas
blancas de sus hombres.
En resumen, tendríamos que debido al diverso origen de
sus oficiales, a los medios con los que contaban y a las propias
características, fortalezas y debilidades de sus combatientes, la
armada colombiana desarrolló una doctrina táctica adecuada a
sus circunstancias, que la hacía peligrosa para su enemiga es-
pañola si sabía atraerla al combate en condiciones favorables.
La doctrina táctica colombiana combinaba entonces la veloci-
dad y maniobra de los británicos, y sobre todo de los corsarios,
con el empleo de la carronada y las descargas a corta distancia
de los norteamericanos; era además muy diestra en abordar y
capturar buques enemigos, gracias a la ferocidad de sus ofi-
ciales, marineros e infantes, llegando a ser aterradoramente
famosos los margariteños, quienes en combate empleaban in-
cluso aguijones de mantarraya. En general, se trataba de una
doctrina táctica ofensiva que resultó muy eficaz en la guerra
contra España.
Por otra parte, en su conjunto táctico la Batalla Naval del
Lago de Maracaibo comparte características con algunas de
las grandes batallas navales de las dos décadas anteriores. Esto
249
no parece casual, y habla del conocimiento teórico y empírico
de los oficiales españoles, y sobre todo colombianos, que parti-
ciparon en la misma. En primer lugar, la batalla no fue un cho-
que desordenado y caótico de embarcaciones sino el auténtico
enfrentamiento de dos formaciones, de dos líneas de buques,
tal y como fueron las batallas navales de las grandes potencias
marítimas europeas desde finales del siglo XVIII; solo con la
notable diferencia de que aquí se enfrentaban goletas y ber-
gantines, en vez de navíos de línea. Es decir, difería la escala,
no la esencia y morfología del combate. En ese sentido, pode-
mos encontrar en Maracaibo similitudes con el Combate del
Glorioso 1º de Julio de 1794 debido a la violenta arremetida
de la línea colombiana sobre la española, y sobre todo con la
Batalla del Nilo o de la Bahía de Abukir (1º al 3 de agosto de
1798), debido al enfrentamiento de la línea española al ancla y
estática contra la maniobra colombiana.
Por su parte, la violencia de los duelos individuales, con
andanadas y descargas a toque de penoles, y violentos abor-
dajes, recuerdan en parte a la Batalla de Trafalgar (21 de oc-
tubre de 1805). Finalmente, el desarrollo de la batalla en un
lago y el protagonismo de las fuerzas sutiles se asemejan a la
Batalla del Lago Erie (10 de septiembre de 1813) durante
la Guerra Anglo-Estadounidense de 1812 – 1815. Nada de
esto sería extraño, después de todo, los oficiales navales colom-
bianos tenían para 1823 larga experiencia y probadas compe-
tencias como marinos de guerra, además de que muchos de
ellos manejaban conocimientos directos o indirectos sobre las
guerras y batallas antes aludidas. Además de esto, la Batalla
Naval del Lago de Maracaibo ocurrió cerca del final de la era
de los grandes buques a vela, que se cerraría definitivamente
con la Batalla de Navarino en 1827, por lo que es razonable
que en la misma puedan encontrarse elementos comunes con
varias batallas navales precedentes del mismo período.
250
Ahora bien, ¿qué podemos rescatar a nivel estratégico de
la actuación de la armada colombiana en la Campaña del
Zulia?... el trabajo del almirante Denis Ojeda Lovera, titulado
“El Arte de a Guerra”, combates preliminares y la Batalla Naval
del Lago de Maracaibo, nos ofrece una innovadora visión. En
su trabajo, Ojeda Lovera describe las acciones militares de
la campaña que desembocó en la Batalla Naval del Lago
de Maracaibo, aplicando una aproximación sistemática a los
hechos a partir de los principios establecidos por Sun Tzu en
El Arte de la Guerra.397
Siguiendo los postulados de Sun Tzu, el almirante Ojeda
Lovera nos dice respecto a la influencia moral del comandante:

“[…] el Capitán de Navío Laborde, igualmente, era un hombre de


méritos suficientes para comandar la flota realista; pero su indisposi-
ción de hacer la guerra bajo las circunstancias presentadas en Maracaibo
no le garantizaba buenos resultados, por lo que su disposición hacia el
resto de sus cooperadores no era la mejor. Por su parte, Morales fue un
hombre destacado en su trayectoria militar, pero principalmente cono-
cido por su carácter sanguinario y decisivo, no obstante, actuó desespe-
radamente presionando a Laborde, en desmedro de las consideraciones
tácticas y operacionales de su subalterno.”398

Esto se comprueba al revisar la documentación presentada


por Laborde al Ministro de Marina, donde afirmaba que desde
el inicio no estaba de acuerdo con combatir dentro del lago, y
en las circunstancias buscadas por Padilla.399
Sobre el terreno analiza el almirante Ojeda Lovera:

397j Ojeda Lovera, Denis. “El Arte de a Guerra”, combates preliminares y la Batalla Naval del
Lago de Maracaibo, p. 5
398b Ibídem, p. 21
399a Carta del Capitán de Navío Ángel Laborde a Miguel Gastón, Jefe Superior de las
Fuerzas Navales de la América Septentrional. A bordo de la fragata “Constitución” surta en
Curazao, 14 de agosto de 1823 en Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Mara-
caibo. Gloria e Independencia, p. 88

251
“[…] el Contralmirante Padilla se mostró muy diligente cuando
tomó la decisión de llamar a una Junta de Guerra que optó por forzar
la barra, en vez de hacerle frente a las fuerzas de Laborde, puesto que
este conocía la capacidad de la fuerza realista y la posibilidad de ser
derrotado junto a sus hombres en un enfrentamiento en alta mar. La
decisión de cruzar la barra, de la cual poseía conocimiento de las condi-
ciones de la misma, era la única opción para acceder a un terreno más
favorable y con mayores condiciones para su aprovechamiento. Por
parte de los realistas, las victorias alcanzadas previamente a la batalla
evidencian el conocimiento del terreno y la superioridad militar, como
tampoco se puede negar que conocían las ventajas presentes tanto en la
barra como en el lago para los republicanos.”400

Sobre el mando…

“[…] el General Morales jefe supremo de las fuerzas españolas man-


tuvo serias diferencias con el Comandante de la flota española, el
Capitán de Navío Ángel Laborde, quien era de la idea de hacer la
guerra bajo unas consideraciones muy disímiles a las expuestas por
Morales; sin embargo, actuó bajo las instrucciones de éste con los resul-
tados funestos para los españoles […] Por otro lado, el Contralmirante
Padilla demostró poseer excelentes cualidades de mando, las cuales
aplicó en toda su dimensión durante la preparación y ejecución de las
acciones de guerra, como también supo considerar las observaciones del
Consejo de Guerra y las de los hombres bajo su mando y en clara armo-
nía con aquellos que apoyaron sus acciones desde tierra.”401

“[…] no cabe duda que el General Morales impuso sus apreciaciones


sobre la realidad presente en el lago, al capitán Laborde le tocó obedecer
y apegarse al honor de servir a los intereses de España, aún a sabiendas
que las posibilidades de la victoria no estaban de su lado. Delicada si-
tuación para motivar y elevar el espíritu de los hombres que comandaba
y que seguramente sabían el destino que se les avecinaba, pues Laborde
había concluido que la capacidad de fuego de los buques republicanos en

400j Ojeda Lovera, Denis. Ob. Cit., p. 22


401b Ibídem, p. 23

252
el lago era superior a la realista, así como el éxito de las maniobras em-
prendidas por los patriotas demostraron sus capacidades y decisión para
lograr la victoria, además que los suministros de las fuerzas realistas se
encontraban comprometidos.
Por parte de los republicanos existía una clara unidad de propósito,
como también los planes gozaban de aprobación unánime y cada co-
mandante se encontraba en pleno uso de sus destrezas sin mayores
interferencias, de tal manera que en lograron el objetivo de llevar a
los realistas al terreno adecuado, someterlos al desgaste y enfrentarlos
en el momento propicio, con la certeza que asegurando su posición en
el lago alcanzarían la victoria. Los patriotas habían estudiado con-
cienzudamente los escenarios de confrontación naval tanto en alta
mar como en el lago, además de todos los detalles necesarios para efec-
tuar el comprometedor y crucial forzamiento de la barra, como tam-
bién respondieron adecuadamente las fuerzas terrestres en apoyo a los
movimientos navales, al desarrollar las maniobras de distracción y el
bloqueo de suministros.”402

“Aunque los comandantes de ambos lados, Padilla y Laborde, estu-


diaron en todo momento la oportunidad para entablar combate, la
Batalla Naval del Lago se inicia en momentos en que las condiciones
eran favorables a los republicanos […] Todas las condiciones de viento,
marea y ánimo del personal habían sido rigurosamente estudiadas por
Padilla, pues ese era el momento propicio y lo aprovechó sin dilación.
Padilla entendió que alargar más la situación, después de tener más de
sesenta días en constante preparación, podría ocasionarle desgaste en su
personal y permitir al mismo tiempo que sus enemigos preparasen otras
estrategias que le hicieran difícil la contienda. Había perfecto control
tanto por mar como por tierra, Padilla sentía que tenía la ventaja de su
lado, se había dado cuenta además que los españoles perdieron su oca-
sión durante la mañana, cuando las condiciones ambientales les eran
favorables y en el intento no fueron conclusivos para el ataque.”403

Si bien es poco probable que Padilla y sus oficiales llegasen


a leer El Arte de la Guerra, el análisis que hace el almirante
402b Ibídem, p. 28
403b Ibídem, pp. 28 - 29

253
Ojeda Lovera a la luz de este antiguo libro resulta muy útil
para valorar las acertadas decisiones que tomaron los oficiales
colombianos y que los condujeron a la victoria. Con todo lo
hasta aquí expuesto, podemos tener un visión bastante clara de
la táctica y la estrategia empleadas por la armada colombiana
para vencer en la Campaña del Zulia en 1823, lo cual a su vez
nos muestra el poderío y la calidad alcanzados por la misma.
Sin embargo, esto no es todo lo que podemos encontrar. Es
necesario ahora ampliar nuestra mirada sobre todo el litoral
colombiano, sobre todas las fuerzas navales españolas y colom-
bianas presentes en la zona, revisar todos los posibles cursos de
acción que ambos bandos pudieron tomar y tener en conse-
cuencia una visión global. Con dicha visión, podremos evaluar
mucho mejor el poder alcanzado por la armada colombiana y
valorar en su justa medida la victoria alcanzada en Maracaibo.

3) Una visión estratégica global. ¿Pudo resolverse la campaña de


manera diferente?
La disciplina histórica se ocupa de lo que fue, no de lo que
pudo ser. Esa es una realidad que define a esta profesión. Sin
embargo, en el campo de la ciencia y el arte militar sí resulta
pertinente el estudio de los cursos de acción alternativos que
pudieron tomar los comandantes de las fuerzas enfrentadas.
Este estudio brinda al analista militar una visión mucho más
amplia de la campaña o batalla estudiada, pues le permite ex-
traer conclusiones no sólo de cómo se peleó la misma, sino de
cómo pudo haberse peleado para obtener un mejor resultado
en términos de costos materiales y humanos contra beneficios
obtenidos. Esto a su vez hace posible para el analista obtener
un aprendizaje estratégico, operacional y táctico que pueda
emplear en el futuro, lo cual conduce a un constante perfeccio-
namiento y evolución del arte militar.

254
Tomaremos prestado de la ciencia militar este tipo de análi-
sis para poder visualizar todas las posibilidades que se presen-
taban a la armada colombiana para concluir favorablemente la
Campaña del Zulia en 1823. Esto nos permitirá comprender
de manera definitiva el poder alcanzado por la misma en dicho
momento, además de desmontar varios mitos que la historio-
grafía tradicional se ha encargado de consolidar. Uno de estos
mitos, quizá el más extendido, es que la escuadra que combate
el 24 de julio de 1823 constituía la totalidad de la armada co-
lombiana. Nada más alejado de la realidad, y cartas como las
que siguen, lo corroboran. La primera es dirigida por Padilla al
general Montilla, y la segunda por Montilla al general Briceño
Méndez.

“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra de


Operaciones – Corbeta “Constitución”, al ancla en Santa Marta,
enero 22 de 1823

Señor General Comandante General del Departamento. Una vez


listos la corbeta “Constitución”, bergantines “Marte”, “Intrépido”,
“Libertador”, bergantín goleta “Manuel”, goletas “Rosa”, “Diana”,
“Venus” y la barca “General Bermúdez”, di la vela del puerto de
Sabanilla […]”404
“República de Colombia – Comandancia General del Departamento
del Magdalena y del Ejército contra Maracaibo – Cuartel General en
Fonseca, a 29 de marzo de 1823
Al señor Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra […]
La goleta de guerra “Terror”, que saldrá el día 4 a reunirse al Coronel
Padilla en el bloqueo, llevará los avisos sobre los cien mil pesos que
deben llegar a Maracaibo, y apenas lleguen la corbeta de guerra “Boyacá”
y goleta “Cazador” armada, que han salido de Cartagena el 18 de

404r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), p. 7

255
corriente y traen a su bordo efectos del Gobierno para Venezuela, segui-
rán a reforzar también al Coronel Padilla […]”405
Como el lector podrá darse cuenta, en estas dos cartas, como
en muchos otros documentos, se mencionan varios buques que
no combatieron en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo,
pero que estaban trabajando con la Escuadra del Zulia y que
además estaban listos para reforzarla. Es decir, los buques em-
pleados dentro del lago no eran los únicos de los que disponía
la armada colombiana, y en consecuencia combatir dentro del
lago tampoco era la única opción visualizada por el mando mi-
litar de la República a comienzos de 1823. Por otra parte, suele
olvidarse también que en ese momento Colombia era una na-
ción totalmente movilizada para la guerra, por lo cual pocas
obras historiográficas presentan un despliegue militar general
del país en ese momento. El historiador Bernardo Jurado Toro
nos dice que para marzo de 1823 había un total de 18.368
hombres en armas en la República de Colombia, estando
desplegados en el Cauca 327, en Cundinamarca 1.055, en el
Istmo 1.120, en el Magdalena 4.838, en Boyacá 1.450, en el
Zulia 1.821, en el Orinoco 751 y en Venezuela 5.682.406
Es llamativa la gran cantidad de hombres desplegados
en el Magdalena y Venezuela, es decir, al oeste y este de la
zona ocupada por Morales. Juntas, las fuerzas del Magdalena
y Venezuela superaban en más de 10 a 1 a las realistas en el
Zulia, lo que nos lleva a pensar que su misión no era solo con-
tener a Morales en la cuenca del lago o proteger el flanco norte
del país, sino coordinar sus acciones con las de la escuadra, o
incluso proceder a una invasión terrestre del Departamento
del Zulia si la escuadra no tenía éxito. Es decir, a inicios de
1823 la mayor parte de la maquinaria bélica colombiana estaba

405b Ibídem, pp. 14 - 15


406u Jurado Toro, Bernardo. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo librada el 24 de julio de
1823, pp. 83 – 87

256
enfocada en recuperar el Zulia. Para seguir construyendo un
cuadro general de las fuerzas colombianas en mar y tierra a
principios de 1823, presentamos los siguientes documentos:

“Caracas, 20 de enero de 1823


Nº 4
Al Señor General Montilla.
El señor Secretario del Despacho de Marina, en orden de 7 de di-
ciembre insta porque lleve a efecto las disposiciones del Gobierno que me
había comunicado con fecha 22 de octubre, para que reunidas todas
nuestras fuerzas marítimas al mando del señor capitán de navío
Danels, busquen y destruyan las enemigas.
En este concepto y estando los buques de guerra enemigos a barlo-
vento, dispondrá V.S. que remonte la División del Magdalena a incor-
porarse con la que se ha formado en este Departamento, que actualmente
cruza sobre Puerto Cabello y se compone de las corbetas Bolívar,
Constitución y María Francisca, con los bergantines Vencedor y
Patriota.
El señor comandante Danels tiene orden de despachar un bergantín
de guerra con esta comunicación que debe regresar inmediatamente con
la contestación de V.S.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.
Adición. Los buques que deben remontar son las dos corbetas y dos
bergantines, los más fuertes que pertenezcan al Estado; los demás con
las embarcaciones menores conviene permanezcan sobre estas costas,
para contribuir a las operaciones de V.S. la señal de reconocimiento y
designará y el punto en donde deber reunirse las fuerzas.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”407

“Caracas, 31 de enero de 1823.


Nº 8
Al Sr. General Mariano Montilla
El Capitán Joly ha ocurrido a mí para que solicite a su favor que V.S.
lo deje libre con su corsario para hacer un crucero que lo proporcione con
qué reponer sus pérdidas y cubrir los gastos de la habilitación.

407u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-
1824), pp. 146 - 147

257
Como Joly ha servido con su corsario más que ningún otro armador,
desearía que, si las circunstancias lo permiten, accediera V.S. a su solici-
tud, exigiéndole, por último servicio, que transportara a la Guayana los
vestuarios y demás efectos de equipo que el Gobierno ha destinado para
el Ejército de Venezuela.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”408

Siguiendo con nuestro trabajo, debemos recoger el análisis


del historiador José De Mier:

“Conocedor cual ninguno de toda la situación del país, Santander,


jefe de Estado, comprende que está ya en vísperas de decidirse la suerte
de Maracaibo y aprecia claramente la razón que ha tenido Padilla para
anclar en Altagracia: colocarse entre la ciudad y la Barra para impedir
la entrada de auxilios y comunicarse con el ejército del Hacha, de tres
mil hombres buenos que salieron de esa ciudad a fines de mayo.
La actitud de Montilla es inexplicable y su encargado en el mando
obra con desidia, al no apoyar al ejército de Riohacha que ha salido y era
esperado frente a Maracaibo en la primera década de junio. La situa-
ción de las fuerzas terrestres obliga parcialmente a las operaciones na-
vales de Padilla, quien esperaba, distrayendo al español, dar tiempo al
ejército de Riohacha para sus marchas, y que la escuadra que cubre las
costas reciba el refuerzo del “Bolívar”, “Boyacá”, “Pichincha”, “Vencedor”,
“Recluso”, los cuales se han añadido a la fragata “Colombia”. Reunir
todas las fuerzas patriotas haría rápida la derrota de Morales, pero
como vemos, no fue posible tal objetivo.”409

Las palabras anteriores requieren poca explicación. Solo se-


ría necesario recordar cuáles eran los buques a los que se re-
fiere este autor y dónde estaban. Las corbetas Bolívar y Boyacá
eran dos de las mejores unidades de la armada colombiana, y
venían empleándose en el bloqueo de Puerto Cabello desde
finales de 1822, junto con los bergantines Pichincha, Vencedor y

408b Ibídem, p. 147


409e De Mier, José M. El Almirante Padilla. Acción granadina en la Batalla de Maracaibo, pp.
44 – 45

258
Recluso. Por diversas razones estas unidades no estuvieron pre-
sentes al lado de las corbetas Carabobo y María Francisca el 1º
de mayo de 1823, lo que facilitó la victoria de Laborde y la
captura de éstas. Tampoco se unieron a la Escuadra del Zulia
en mayo de 1823 por mantener sus posiciones alrededor de
Puerto Cabello y por lo apresurado de la decisión de Padilla
y su estado mayor de forzar la Barra. Sin embargo, cuando re-
visamos la correspondencia de esos días, nos damos cuenta de
que existía cierta intención de reunir entre Puerto Cabello y
el Golfo de Venezuela a la totalidad de las unidades navales
colombianas para librar un combate definitivo contra la Real
Armada Española.

“El bloqueo de Puerto Cabello – poco efectivo por la presencia de la


escuadra realista – permitía suponer el deseo patriota de atraer a dicha
escuadra hacia el oeste, para intentar un ataque combinado, por mar y
tierra, antes de que la escuadra defensora pudiera actuar eficazmente.
Puerto Cabello podía ser auxiliado por tierra desde Coro, pero si la es-
cuadra se embotellaba en el Saco [el Golfo de Venezuela] – o peor aún
– en el lago, se debilitaba la defensa de tan importante puerto y plaza
fuerte. Por lo tanto, la alharaca expedicionaria y la salida de unas pocas
unidades navales republicanas, del puerto de Cartagena, no estaba del
todo mal interpretada por el General Morales, como paparruchadas, las
que creyó ver confirmadas, cuando, veinte días después, los insurgentes
no sólo no aparecieron en La Barra, sino que arribaron a Los Taques y
de nuevo se hicieron a la vela, pero no rumbo a La Barra, sino que se
salieron del Saco, en demanda de unidades que debían unírseles. Todo
lo cual sirvió para confirmar aún más, la paparruchada insurgente.
Pero, cumpliendo a cabalidad el principio estratégico de “concentrarse
para combatir y dispersarse para vivir”, la escuadra se presentó en su
verdadero escenario: las aguas de La Barra del Lago de Maracaibo.”410

410a Machado, Eduardo Héctor. Campaña Naval del Lago de Maracaibo, p. 14

259
Este análisis se ve reforzado por la carta dirigida por el
CN. Felipe Santiago Esteves al general Soublette después del
Combate de Isla Larga, tal como explica el historiador naval
Francisco Alejandro Vargas:

“El Comandante Esteves ofició el 4 al General Soublette pidiéndole


su parecer sobre si calculaba que la corbeta “Bolívar” sería mejor desti-
narla con el bergantín “Vencedor”, ínterin se reparaba el “Pichincha”,
para reforzar la Escuadra de Operaciones sobre el Zulia en caso de que
los realistas intentaran ir a atacarla antes de que tuviese tiempo de
penetrar por la Barra al Lago de Maracaibo, pues reunidos todos en un
lugar que les ofreciera ventajas para contrarrestar y evitar otras fatales
consecuencias, podían mantener por un tiempo el dominio del mar;
mucho más, tomando en cuenta que la corbeta “Bolívar” era la más
fuerte de las embarcaciones de guerra que mantenía el bloqueo de Puerto
Cabello, pues montaba 23 cañones de un calibre muy regular y contaba
con 180 hombres de selecta tripulación, que cada uno hacía por dos es-
pañoles, según lo había manifestado el oficial comisionado por el
Capitán Murray.”411

Llegados a este punto es necesario detenernos a analizar el


impacto que tuvo el Combate de Isla Larga el 1º de mayo de
1823 en el desarrollo y desenlace de la Campaña del Zulia.
Para abordar este importante episodio, olvidado por la triunfa-
lista historiografía patria dominante en las actuales repúblicas
herederas de la “Gran Colombia”, nos apoyaremos en el tra-
bajo del español Agustín Ramón Rodríguez González.
Sobre las unidades españolas, Rodríguez González nos
cuenta:

“La Constitución no era otra que la nombrada desde su botadura


Santa Sabina, ahora rebautizada siguiendo los avatares políticos, una

411a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, p. 156

260
muy veterana fragata, pues había sido botada en Ferrol en 1781, nada
menos que cuarenta y dos años antes.
Era no solo una de las más grandes y poderosas fragatas construidas
en España en tiempos indudablemente mejores, sino una veterana de
muchos combates y campañas. Entre ellos, el más destacado fue cuando,
junto con la fragata Santa Matilde, se enfrentó en combate con la
Minerva y la Blance, al mando del mismísimo Horacio Nelson, en
aguas próximas a Cartagena el 19 de diciembre de 1796.”412

“La corbeta Ceres era un barco bien distinto. Comprado reciente-


mente en Nueva York y de factura estadounidense, era un magnífico y
rápido buque en su clase, muy alabado por Laborde, armado con 28
piezas, aunque otras fuentes indican 27: 26 de a 18 libras en los costa-
dos y uno de a 12 en colisa o montaje giratorio.”413

Sobre las fuerzas colombianas comenta:

“La fuerza puesta a su mando [del CN. Danels] era bastante más
numerosa que la de Laborde, e incluía las corbetas Carabobo, a su
mando directo y de 28 cañones; María Francisca, de 22 cañones y apre-
sada anteriormente a los españoles, al mando del capitán G.S. Christie,
y la Bolívar de 24, al del teniente T.M. Brotherton, y Pichincha al del
teniente Mathews. Y acababa de unírseles el Independencia, por excep-
ción al mando de un francés, René Belouche, armado con un cañón de a
18 en colisa y catorce en las bandas, con 130 hombres de dotación.
Finalmente estaban las goletas Leona, armada con un cañón en colisa
de a 18 y tres de a 9 libras y con 80 hombres, cuyo mando desconocemos,
y la Flor de la Mar, al mando del teniente Wright, la Rayo, del teniente
Woods, y la Manuel, de porte, dotación y mando desconocidos para no-
sotros. También figuraban afectas a la escuadrilla dos goletas más,
desarmadas y seguramente destinadas a abastecimientos.

412o Rodríguez González, Agustín Ramón. “El combate naval de Puerto Cabello en 1823”
en Revista de Historia Naval, Año 30, Nº 119, 2012, pp. 37 – 38. Disponible en: https://issuu.
com/historianaval/docs/rhn_119_34_46 (Revisado On Line el 26 de septiembre a las 02:57 pm)
413b Ibídem, p. 38

261
El total era de tres corbetas, tres bergantines y cuatro goletas arma-
das, un conjunto superior indudablemente a las dos únicas unidades
españolas, salvo por el calibre de las más pesadas piezas de la
Constitución y el tamaño y robustez de la veterana fragata. También
en el número de hombres embarcados la ventaja era de Daniel.”414

En esta parte el autor español comete algunas imprecisiones:


el Pichincha era un bergantín, no una corbeta y no participó en
el combate. A la orden del CN. Beluche estaban el bergantín
Independiente, y las goletas Leona y Antonia Manuela (arma-
das), las goletas Juana y Favorita (desarmadas y con carga), y
la barca Heroína. Por otra parte, la corbeta Bolívar no participó
en el combate. Es decir, un total de dos corbetas, un bergantín
y dos goletas. Sí existía una pequeña ventaja numérica a favor
de los colombianos, pero una decisiva ventaja cualitativa a fa-
vor de los españoles.
Presentamos lo que el autor dice sobre el desarrollo del
combate:

“[…] tal ventaja [de la escuadra colombiana] se vio reducida antes


del combate por los avatares propios del desgaste y operaciones de un
largo bloqueo: la corbeta Bolívar se había destacado con anterioridad
del grueso y solo reapareció iniciado el combate, visto el cariz que to-
maba, su comandante, Murray, decidió que la mejor parte del valor
estriba en la prudencia, y se mantuvo primero a la expectativa para
luego desaparecer. En cuanto al bergantín Vencedor, había embarran-
cado en un punto de la costa y el Pichincha acudió en su auxilio, por lo
que tampoco estos dos bergantines se hallaron en el combate, reduciendo
así la fuerza de Daniel a dos corbetas, un bergantín y cuatro goletas
armadas, con lo que el balance se equilibraba notablemente.”415

414b Ibídem, p. 39
415b Ibídem, pp. 39 - 40

262
Esto coincide con lo escrito por el historiador Francisco
Alejandro Vargas:

“El 29 de abril de 1823 durante un crucero de observación que rea-


lizaba a sotavento de Puerto Cabello el bergantín de guerra “Pichincha”,
avistó a un falucho realista que conducía a su bordo al Coronel Manuel
de la Carrera y Colina y habiéndose resuelto a darle caza sufrió una
varadura en Los Cayos de San Juan, y estuvo a punto de naufragar a
no ser por el oportuno auxilio de la corbeta de guerra “Bolívar” y ber-
gantín también de guerra “Vencedor” que accedieron a salvarlo, lográn-
dolo aunque haciendo dos pies de agua por hora. Tanto la “Bolívar”
como el “Vencedor” continuaron luego sus correspondientes cruceros ha-
ciendo rumbo hacia Puerto Cabello y como observaran que no había
ninguna embarcación a su frente y que las corbetas de guerra “Carabobo”
y “María Francisca”, con otros buques más, se hallaban fondeadas den-
tro de la bahía, no dudaron que aquellas habían sido apresadas por los
españoles en la infausta acción del 1º de mayo y, en consecuencia, sus
respectivos Comandantes, Tenientes de Navío Jaime M. Murray y
Tomás W. Brotherton, tuvieron a bien disponer que el “Vencedor”
acompañase al “Pichincha” hasta Curazao con el objeto de reparar allí
sus averías y la “Bolívar” pasara al puerto de Ocumare a tomar infor-
mación sobre aquel desgraciado combate naval en que también había
caído prisionero el Comandante de la Escuadra Bloqueadora de Puerto
Cabello, Capitán de Navío, Juan Daniel Danells.”416

Rodríguez González narra el plan inicial de cada


comandante:

“Tras reagrupar sus fuerzas, Daniel formó una línea de combate,


encabezada por la María Francisca, seguida de la Carabobo y del ber-
gantín Independencia; en segunda línea estaban las cuatro goletas ar-
madas, y fuera de la formación, las otras dos mercantes desarmadas. Su
plan era abordar a los dos buques españoles, reforzando con las dotacio-
nes de las goletas los trozos de abordaje de sus tres mayores buques. Pero

416a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, p. 155

263
reconoce que había sido tomado por sorpresa, a sotavento y demasiado
cerca de la costa.
Por su parte, Laborde se dirigió contra el enemigo resueltamente, ha-
ciendo frente a las dos corbetas enemigas con la fragata Constitución,
mientras la Ceres se encargaba del bergantín Independencia. A todo
esto, y habiendo quedado libre la entrada en el puerto, las dos goletas
españolas cargadas de las ansiadas provisiones entraron sin dificultad,
cumpliéndose así buena parte de la misión encomendada al marino es-
pañol […]”417

Y el desarrollo del combate…

“El fuego se rompió a eso de las cuatro y media de la tarde (Daniel


habla de cuatro y tres cuartos), no tardando la Ceres, con una anda-
nada de 14 cañones, en dejar muy averiado y castigado al Independencia,
que solo podía oponer ocho y en general de menor calibre. Bien pudo
haberlo apresado, pero el comandante español, teniente de navío
Espinós, juzgó acertadamente que era mucho más importante apoyar a
la Constitución en su lucha contra las dos enemigas, por lo que dejó huir
al baqueteado bergantín.
No era el único que huía, pues las cuatro goletas armadas de Daniel
forzaron la vela, huyendo del combate tras los primeros disparos, com-
prometiendo así el plan del comodoro americano.
La fragata española, a una distancia de uno y medio o dos cables,
rompió fuego contra las dos corbetas, que lo devolvieron animosamente.
Eran 20 cañones españoles contra unos veinticinco corsarios, si bien de
menor calibre por lo general, pues eran piezas de 12, 9 y 6 libras, aparte
de carronadas de a 32 y de a 18, pero por ello mismo más rápidos en el
disparo. El fuego de los americanos se hizo hacia el aparejo de la fra-
gata, con bala, metralla y palanqueta, buscando desarbolarla para luego
pasar al abordaje. Y no cabe duda de que lo intentaron, pues consta que
la dotación de la Constitución gastó 3.000 cartuchos de fusil en

417o Rodríguez González, Agustín Ramón. “El combate naval de Puerto Cabello en 1823”
en Revista de Historia Naval, Año 30, Nº 119, 2012, p. 41. Disponible en: https://issuu.com/
historianaval/docs/rhn_119_34_46 (Revisado On Line el 26 de septiembre a las 02:57 pm)

264
rechazarlo. Pero lo decisivo fue la superior altura y robustez de los cos-
tados de la fragata y la mayor potencia y calibre de sus cañones.”418

“En cualquier caso, el oportuno refuerzo de la Ceres decidió el com-


bate, teniendo que arriar bandera las dos corbetas a eso de las 06.30
para Laborde o las 06.40 para Daniel. Las bajas americanas, según
confesión del comodoro Daniel, llegaron a los 37 muertos y 21 heridos
graves, quedando él y el resto de sus dotaciones, unos 300 hombres, pri-
sioneros junto con las dos corbetas”419

Rodríguez González también comenta las posibilidades


tácticas que tuvieron los colombianos en este combate:

“Indudablemente, la intervención de la citada corbeta [la Bolívar] hu-


biera podido poner en serios aprietos a cualquiera de los dos buques espa-
ñoles y, tal vez, dar la vuelta al resultado del combate. Acaso parezca más
explicable la renuencia de las goletas a entrar en combate, pero un análisis
más pormenorizado nos lleva a conclusiones muy distintas. Por citar una
de ellas, la Leona, este era un barco con 80 hombres de dotación y armado
con un cañón de a 18 en colisa y tres de a 9. no tenía por qué haberle sido
imposible situarse por las poco defendidas proas o popas de cualquiera de
los dos buques españoles y castigarles casi impunemente […] Si las cuatro
nada desdeñables goletas de velacho hubieran hecho algo parecido, las
cosas podrían haber sido muy distintas.”420

El combate de Isla Larga el 1º de mayo de 1823 fue la causa


directa de que los oficiales navales colombianos se decidieran
por forzar la Barra y entrar al Lago de Maracaibo. El autor ci-
tado anteriormente destaca que en estas aguas poco profundas
no podían operar los buques de Laborde, lo cual dio ventaja a
los colombianos. Rodríguez González contrasta las cifras: del
lado de Laborde habían un total de 37 embarcaciones, armadas

418d Ídem
419d Ídem
420b Ibídem, p. 43

265
con 67 cañones de 16 a 4 libras, y tripuladas por alrededor de
1.645 hombres. Del lado de Padilla 20 embarcaciones, con
2.200 hombres y 96 cañones. Una andanada teórica española
sumaba 594 libras, mientras que una colombiana ascendía a un
total de 1.557 libras, lo cual fue determinante; así como tam-
bién la terquedad de Morales, que ignoró las recomendaciones
de Laborde, no dejándole más opción que librar una batalla
que no podía ganar.421
Rodríguez González destaca la habilidad de Laborde para
mantener operativa y con capacidad disuasiva lo que quedó de la
Real Armada Española en Cuba, logrando evitar el proyectado
ataque colombiano sobre Cuba y Puerto Rico, y prolongando la
guerra en el Caribe hasta 1830. Vinculando esto con lo sucedido
en Puerto Cabello el autor español reflexiona:

“En Puerto Cabello había quedado meridianamente claro lo que po-


dían hacer los españoles incluso con solo alguna veterana y remendada
fragata. Y los americanos, que lo habían aprendido bien, siguieron re-
cibiendo algunos recordatorios en combates parciales: ni los corsarios
tipo corbeta o bergantín eran enemigos para los buques de alto bordo de
la Real Armada ni, aunque lo intentaron reiteradamente y con grandes
gastos, se puede improvisar una escuadra de alta mar. Tampoco les
ayudó el cambio de actitud de las potencias neutrales, Gran Bretaña,
Francia y Estados Unidos, nada interesadas en que variara el statu
quo en el Caribe.
Así que por muchos años, y de forma que pocas veces se ha explicado
convenientemente, Cuba y Puerto Rico siguieron formando parte de
España.”422

Estas afirmaciones pueden ser rebatidas con buenos argu-


mentos. En primer lugar, y como veremos más adelante, des-
pués de 1823 la armada colombiana se adentró en el Caribe y
421b Ibídem, p. 44
422b Ibídem, p. 45

266
el Atlántico a cazar el comercio español, por lo que no puede
decirse que el Combate de Isla Larga haya amedrentado a los
jefes navales colombianos. En segundo lugar, como también se
expondrá seguidamente, ya a finales de 1823 Colombia conta-
ría con buques que le habrían permitido retar en un combate
en mar abierto a las unidades mayores de la armada española;
y en tercer lugar, el Combate de Isla Larga aunque brindó una
victoria táctica a los españoles, se convirtió rápidamente en
una derrota estratégica con el escape de las naves al mando
de Beluche y el posterior forzamiento de la Barra. Podríamos
decir incluso que a la postre el combate fue perjudicial para la
causa realista en estas tierras, pues además de impulsar la en-
trada de Padilla y sus buques al Lago de Maracaibo, generó un
desgaste en los buques españoles y un exceso de confianza en
Laborde, que lo retardó para entrar al Lago tras sus enemigos,
dejándoles así la iniciativa en la campaña.
Anteriormente señalamos que para 1823 la armada colom-
biana se había reforzado con nuevos buques, que la pusieron
en condiciones de poder retar en mar abierto a la armada espa-
ñola, aunque tal enfrentamiento no llegó a darse. Estos datos
han sido pasados por alto por la historiografía tradicional, por
lo que es pertinente presentarlos aquí e integrarlos a nuestro
análisis. Primeramente tenemos el caso de la fragata que sería
bautizada Venezuela; llegada entre finales de mayo e inicios de
junio al territorio de la República.

“Caracas, 3 de junio de 1823

Al Capitán G. Cheyne, Comandante de la fragata Constantine.

Aceptada la nueva proposición de los señores Jones Powels y Hurry de


ayer, he resuelto recibir la fragata Constantine por cuenta del Gobierno.
Este buque se empleará en el servicio luego que se tome posesión para
lo cual aguardo los inventarios que deben presentar dichos señores.

267
Con respecto a V.S. he confirmado su convenio con los señores Herring
Powels y Graham, por el término de los seis meses. V.S. confirmará con
el mando de la fragata en el cargo de Capitán de Navío y desde luego
recomendaré a V.S. al Supremo Gobierno para que se le admita al ser-
vicio con este empleo y encareceré cuanto pueda interesar en su favor. Se
conservarán a bordo los mismos oficiales y la misma tripulación que ha
venido de Inglaterra, cada uno con el destino que ocupa, y con los goces
que les están señalados hasta el mes de noviembre, que se cumplirán los
seis meses del convenio. Después de este tiempo, los que quieran seguir
en el territorio de la República se sujetarán a nuestros reglamentos.
Lo comunico a V.S. para su inteligencia. –
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”423

Este caso de la fragata antes citada lo continuaremos desa-


rrollando seguidamente, pero resulta útil también dar un vis-
tazo a la siguiente comunicación, que nos muestra claramente
cómo las diferentes fuerzas colombianas alrededor del Zulia
debían trabajar coordinadamente en pro del objetivo de liberar
dicho Departamento.

“Bogotá, 16 de junio de 1823.

Señor Comandante General de la Escuadra contra Maracaibo.


Con esta fecha digo al señor Comandante General del Departamento
del Zulia lo que sigue:
Sin embargo de que por repetidas ocasiones desde el año pasado he
dicho a V.S. que el señor Comandante General del Ejército destinado a
obrar contra Maracaibo, está autorizado para disponer de todas las
fuerzas que estaban situadas alrededor del Lago, y especialmente de las
que corresponden a su Departamento del Zulia, y sin embargo también
de que S.E. el Vicepresidente, supone que V.S. ha procedido y procede
bajo aquel principio, me manda que le haga de nuevo las siguientes
prevenciones y aclaraciones.
1º Que el señor Comandante General del Ejército organizado en el
Magdalena contra Maracaibo, es Comandante en Jefe de todas las
423u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-
1824), p. 209

268
fuerzas que deben concurrir a la campaña y es el que debe concebir el
plan y dirigir todas las operaciones, sin perjuicio de que V.S., como
Comandante General de una de las Divisiones, obre según sus faculta-
des e intenciones del modo que crea más conveniente para asegurar y
facilitar el éxito, mientras que no reciba las órdenes del Comandante en
Jefe del Ejército, luego que esté abierta la comunicación, que es el grande
objeto que debe V.S. proponerse, conforme le he dicho en mi orden de 5
del corriente, Nº 115.
2º Que el señor general Padilla, como Comandante General de la
Escuadra, es el que debe mandar inmediatamente los buques que la
componen, pero recibiendo las órdenes sobre operaciones y direcciones del
Comandante en Jefe del Ejército.
3º Que mientras no se abra la comunicación con el señor Comandante
en Jefe del Ejército, debe V.S., como General más antiguo, dirigir las
operaciones que se ejecuten, bien sea para abrir las comunicaciones, bien
sea para distraer o batir al enemigo, pero sin mezclarse en el mando de
la Escuadra, que cooperará con V.S., bajo la autoridad de un
Comandante General.
4º Que siendo el objeto más importante y aun el decisivo de la cam-
paña, dominar absoluta y exclusivamente la Laguna, nada interesa
tanto como batir y destruir la escuadra que el enemigo mantiene dentro
de ella. Esta es la operación primera que V.S. y el señor general Padilla
deben proponerse, como que es la base fundamental de la campaña.
Batidos los buques enemigos, su Ejército no tendrá los recursos necesa-
rios para sostener por largo tiempo, y por el contrario, los tendrá el de la
República para prolongar las operaciones cuanto sea necesario: la moral
del enemigo decae, y pueden nuestras fuerzas moverse con facilidad y
socorrerse oportunamente.
Lo transcribo a V.S. para su inteligencia, gobierno y cumplimiento en
la parte que le toca. – Dios guarde, etc. – (Pedro Briceño Méndez).”424

Esta comunicación nos muestra cómo el Gobierno colom-


biano veía claramente la prioridad de liquidar a las fuerzas na-
vales enemigas, para luego liberar el Zulia. Es decir, en esta
424b Ibídem, pp. 213 – 214. Cita a: Fundación John Boulton. Sección Venezolana del Archivo
de la Gran Colombia, A, MCCLXV, 191 – 192

269
campaña las fuerzas de tierra actuaban de apoyo para la escua-
dra, y no a la inversa. Podemos ahora continuar con el caso de
la fragata ya mencionada.

“Caracas, 17 de junio de 1823


Señor Capitán George Cheyne.

He recibido en el oficio de V.S. del 13 del corriente los inventarios de


la fragata Constantine, y demás documentos que acompaña.
En consecuencia, he prevenido al señor Comandante General de
Marina, proceda a tomar posesión del buque a nombre de la República,
en cuyo acto recibirá a V.S. el juramento correspondiente y le comuni-
cará las demás órdenes que deba ejecutar, debiendo V.S. entenderse en lo
sucesivo con la Comandancia, en todo lo concerniente al servicio.
Lo digo a V.S. en contestación y para su inteligencia y gobierno.
– Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”425

“Junio 21 de 1823

Al Secretario General de S.E. el Libertador […]

La situación militar de Venezuela ha mejorado muy notablemente por-


que hemos retomando la preponderancia marítima, o a lo menos hemos
equilibrado la del enemigo con el arribo de la fragata “Colombia” a La
Guaira. Este buque fue contratado por un agente que envió el Gobierno
a Inglaterra con este objeto el año pasado; es buque nuevo, construido
para guerra; está armado con cuarenta y cuatro cañones y aparejado com-
pletamente. Debía haber llegado desde principios de este año, pero los
acreedores de la República lo hicieron embargar al salir y no sabemos to-
davía cómo es que se ha conseguido su libertad. El Gobierno había man-
dado que cuando llegue esta fragata se formase una escuadra compuesta
de ella, las corbetas “Bolívar”, de veintiséis, y la “Boyacá”, de veintidós,
los bergantines “Pichincha”, de dieciocho, y “Vencedor”, de a dieciséis, y
de otro fuerte bergantín, el “Recluto” que se espera de Inglaterra. Esta
escuadra está destinada a buscar la enemiga dondequiera que esté, ex-
cepto sobre La Habana, donde los españoles tienen más fuerzas
425b Ibídem, p. 210

270
marítimas. Como la fragata enemiga sufrió mucho en el combate de 1°
de mayo por haber sido desarbolada, es probable que esté todavía sobre
nuestras aguas cuando salga a buscarla la nuestra.
Los demás buques pequeños como los bergantines “Libertador” y el
“Guatavita” y las goletas “Terror” y “Atrevida”, que aunque pertenecen
a la escuadra del General Padilla, no entraron al lago, irán a bloquear
a Puerto Cabello del modo posible, y el sitio se restablecerá.”426

En esta carta pudieran estarse refiriendo a la fragata Venezuela,


recién llegada de Gran Bretaña, y la llaman Colombia por error,
o bien a otra embarcación. Seguimos con otro documento más
sobre la Venezuela, en la que parece mostrarse una deserción de
su tripulación.
“Caracas, 4 de julio de 1823
Señor Capitán George Cheyne.

Con fecha 2 del actual me informa el señor Comandante General de


Marina haber tomado posesión de la fragata Constantine, y de haber
presentado una lista de los marineros que existían al tiempo de enarbo-
larse el pabellón de la República, y apenas eran sesenta y tres entre
hombres y muchachos. Aseguro a V.S., que he tenido el mayor senti-
miento al ver desierto este buque, al tiempo en que podía ser útil su
equipaje, una de las primeras condiciones de esta transacción, y esta
ocurrencia me hace desear el saber qué convenio se celebró en Inglaterra
con dicha tripulación, pues no puedo nunca imaginarme que se le hu-
biesen embarcado doscientos diez hombres, con la libertad de irse a tie-
rra en cualquier día.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette”427

Sobre esta fragata nos cuenta el investigador Gerardo


Etcheverry, que la misma entró en servicio en octubre de 1823,

426r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 35 - 36
427u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-
1824), pp. 210 - 211

271
destinándosele a partir de 1824 a Cartagena, empleándose como
buque escuela en 1825, y dejándose de menciona hacia 1827.428
En fecha 1º de julio de 1823 el Consejo de Gobierno abordó
en Bogotá el tema de una fragata recibida por Soublette en La
Guaira, pero sin mencionar el nombre del buque.

“[…] el secretario de la guerra dio cuenta de la contrata celebrada


por el intendente interino de Venezuela, doctor Andrés Narvarte, con
el inglés William Jones, para que fuese a Inglaterra y comprara una
fragata de cuarenta y cuatro cañones, por cuenta del gobierno de
Colombia, y bajo las condiciones que expresaron. La fragata ha ve-
nido, y resulta, según el reconocimiento de ella, que sin embargo de
haber cuarenta y cuatro cañones, de ningún modo es de este porte,
siendo al mismo tiempo muy poco velera y habiendo costado cuarenta
y ocho mil libras esterlinas. En consecuencia, el general Soublette se ha
denegado a admitirla, y se asegura que estando en el puerto de La
Guaira se ha deteriorado mucho por un incendio. Como no han ve-
nido todos los documentos relativos a este negocio, que se aguardan en
el próximo correo, acordó el consejo que se dif iriese la resolución hasta
entonces, y se levantó la sesión.”429

Pasando ya al caso de otro buque, encontramos el 9 de


agosto de 1823 esta interesante noticia en el periódico El
Venezolano, de Caracas.

“Avisa el gobernador de Margarita con fecha del 30 del próximo pa-


sado la llegada a Pampatar del navío ESPERANZA para la República
de Colombia de porte de 64 cañones: el sobrecargo se encuentra en esta
428t Etcheverry, Gerardo. “Principales naves de guerra a vela de Gran Colombia” en Todo a
babor. Disponible en: http://www.todoababor.es/datos_docum/nav_grancolombia.htm (Revi-
sado On Line el 03 de agosto de 2015 a las 06:08 pm)
429o Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 1° de julio de 1823 en Acuerdos del Consejo de
Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edi-
ción de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicen-
tenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia
de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Dis-
ponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.
html#56c (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)

272
capital. Este buque viene de Holanda, donde fue contratado por el H.
Sr. Francisco Antonio Zea.”430
Según esta noticia, la armada colombiana recibió un na-
vío de línea en julio de 1823, ¿qué sabemos de este buque?...
Según Gerardo Etcheverry, este buque fue comprado por Zea
a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales por un pre-
cio de $ 80.000 y sirvió hasta 1824.431 Sabemos también que el
buque era un “indiaman”, es decir un enorme buque de carga
de la clase empleada por los británicos y holandeses para el
comercio con la India, el Sudeste Asiático y el Lejano Oriente.
Estos buques, debido a su gran tamaño, capacidad de carga y
robustez, podían convertirse en peligrosas naves de guerra si se
les armaba adecuadamente y se les dotaba de una tripulación
entrenada, pudiendo rivalizar en poder con las fragatas más
grandes e incluso con auténticos navíos de línea de las clases
más pequeñas dotados con 60 a 75 cañones.
El Hoop en Fortuin (Esperanza y Fortuna en holandés), fue
puesto en dique seco en Flushing el 19 diciembre de 1822,
después de que su propietario, Charles Loyaerts, obtuviera
permiso para ello, alegando que el dique seco de Amberes era
demasiado pequeño para la nave, lo cual hacía imposibles las
reparaciones. El capitán era Sipke K. Sipkes, y el armador era
Soetemeer, que supervisó y apoyó los trabajos de reparación. Se
pretendió dotar al buque con al menos 22 carronadas de 24 li-
bras, y 10 de 12 libras. Estos preparativos levantaron sospechas
de las autoridades, por lo que los implicados en la reparación
tuvieron que escribir al ministro de marina inmediatamente.
El comisario de policía a su vez escribió que el buque ha-
bía sido comprado por comerciantes de Ámsterdam para ser

430S “Sobre la guerra”. El Venezolano. Caracas, sábado 9 de agosto de 1823. N° 51, p. 1


431t Etcheverry, Gerardo. “Principales naves de guerra a vela de Gran Colombia” en Todo a
babor. Disponible en: http://www.todoababor.es/datos_docum/nav_grancolombia.htm (Revi-
sado On Line el 03 de agosto de 2015 a las 06:08 pm)

273
enviado a Brasil, pero el ministro no creyó en las cartas escritas
por el Procurador Criminal de la Provincia de Zelanda. En
una carta posterior se dijo que el propietario del buque era la
firma Loyaerts de Amberes, que era tripulado por 80 hombres,
y que su destino era Curazao.
Mientras tanto, el indiaman era cargado con pólvora, sables,
fusiles y demás equipo militar, portando todavía pabellón ho-
landés. Salió de la dársena el 27 de mayo de 1823 y se diri-
gió a Gran Bretaña, descubriéndose entonces en Amberes el
engaño. En junio se hizo claro su destino, debido a las mo-
dificaciones hechas, consistentes en dos troneras en popa y
la ampliación de las demás para poder albergar 50 cañones.
El indiaman Esperanza y Fortuna había sido completado en
1803, destinándosele al comercio con las Indias Orientales.
Se trataba de un buque robusto y de gran tamaño.432 La do-
cumentación posterior nos indica que el buque fue nombrado
Libertador al llegar a Margarita, sirviendo al menos hasta 1824
en la escuadra colombiana. Se trataba del primer navío de lí-
nea adquirido por la República de Colombia, todo un salto
adelante en el desarrollo de su armada.
Encontramos una comunicación de septiembre de 1823
donde parece hacerse alusión a este navío, aunque lo llaman
Colombia y no Libertador. Debe tratarse de una confusión.

“Caracas, 11 de septiembre de 1823.

Al Capitán de Navío Sebastián Boguier.


Con esta fecha doy orden al Ministerio de Marina para que se entre-
guen a V.S. dos mil pesos con objeto de avanzar doscientos marineros en
Margarita y Cumaná, y mil, para cubrir los gastos que se hubieren
hecho en jornales por la reparación del navío Colombia; satisfacer

432i Sin Autor. “Dutch East Indiaman became Gran Columbian warship Esperanza y For-
tuna 1822 – 1823”. Disponible en: http://warshipsresearch.blogspot.de/2012/12/dutch-east-
indiaman-became-gran.html (Revisado On Line el 20 de enero de 2017 a las 09:00 pm).

274
cualquiera otra orden de pago que V.S. reciba del señor general Armario,
por gastos del mismo navío, y para comprar y embarcar todos los bocoyes
que se puedan conseguir en Margarita y Cumaná. El navío y la corbeta
del mando de V.S. deberán completar su aguada en Cumaná.
El teniente de navío José María Lanz, tomará el mando del navío
hasta La Guaira, y vendrá bajo el convoy de la Boyacá y a las órdenes
de V.S.; también dado órdenes para que se embarque el teniente de fra-
gata José Díaz Luyando, el alférez de fragata Miguel Rafael Vargas, y
cualesquiera otros oficiales, desde tenientes de navío abajo que se en-
cuentren en aquel Departamento.
V.S. recibirá del Ministro de Marina en el puerto, la lanilla ne-
cesaria para banderas del navío.
No dudo de la puntualidad y esmero con que V.S. va a ejecutar las
órdenes que acabo de comunicarle, y espero que si los fondos que he
puesto a su cargo no fueren suficientes, V.S. solicitará los que falten y
serán reintegrados a su regreso.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”433

Finalmente, la Gaceta de Colombia resume estas adquisicio-


nes navales del año 1823:

“Nuestra armada ha sido reforzada con el navío Libertador de 64,


antes Esperanza – La fragata Colombia, antes Constantina, y el ber-
gantín Urica, antes Charles – Todos son producto de las operaciones
fiscales del difunto Zea.”434

Estas informaciones nos llevan entonces al análisis, el cual


nos muestra los otros escenarios que pudieron haberse dado
a partir de mayo de 1823 en las costas de la República de
Colombia.
El primer escenario habría sido que la escuadra, incluyendo
la división que bloqueaba a Puerto Cabello, hubiese podido

433u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-
1824), pp. 249 - 250
434M “Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 19 de octubre de 1823. N° 105, p. 2

275
reunirse frente a Curazao o Puerto Cabello antes del 1º de
mayo, pudiendo interceptar a las fuerzas de Laborde con al-
tas posibilidades de victoria. En este caso, una victoria sobre
Laborde en mar abierto, habría dejado sin ningún tipo de pro-
tección a los suministros requeridos por el general Morales en
Maracaibo y el brigadier De La Calzada en Puerto Cabello,
acelerando notablemente la caída de ambas plazas. Éste habría
sido el mejor escenario para la armada colombiana.
El segundo escenario sería que el consejo de guerra del 3
de mayo no se hubiese inclinado por forzar la Barra, sino por
mantenerse en Los Taques, llamando a todas las demás uni-
dades flotantes a unírseles en dicho punto. Al pasar los días y
no presentarse la escuadra de Laborde en el área, la confianza
colombiana habría subido, lo que podría haber conducido a
que la división que bloqueaba Puerto Cabello se les uniese en
el Golfo de Venezuela. Dependiendo de la prolongación de
esta situación, los nuevos buques adquiridos habrían podido
ser enviados a la zona, reforzando a la escuadra y preparándola
para un choque total y decisivo contra las fuerzas de Morales,
con altísimas probabilidades de victoria.
El tercer escenario habría sido que Morales hubiese defen-
dido adecuadamente la Barra, colocando su escuadrilla entre
el Castillo de San Carlos y el de Zapara. Un dispositivo seme-
jante habría sido en extremo difícil de superar para la escuadra
de Padilla, la cual habría sido diezmada, debiendo regresar sus
restos a Río Hacha. Así, los españoles habrían ganado la su-
premacía en el litoral venezolano, prolongando la guerra.
Un cuarto escenario habría sido que las fuerzas bloqueado-
ras de Puerto Cabello sobrevivientes al Combate de Isla Larga
(las corbetas Boyacá y Bolívar), persiguiesen a las fuerzas de
Laborde hasta el Golfo de Venezuela, donde hubiesen podido
lanzar un ataque que quizá habría impedido que éste introdu-
jera al lago parte de sus fuerzas.
276
Un quinto escenario sería que Morales hubiese aceptado las
sugerencias de Laborde de hacer un desembarco al sur de los
Puertos de Altagracia, para que las fuerzas terrestres atacaran
por la espalda los muelles de la escuadra colombiana, lo cual se
vería reforzado por un sorpresivo ataque frontal de la escuadra
de Laborde, que debería conducir a la destrucción de la es-
cuadra colombiana. Esta idea de Laborde muy probablemente
se habría estrellado con la realidad de la presencia del ejército
del general Manrique en los Puertos de Altagracia. Manrique
habría bloqueado el ataque, que a su vez habría alertado a la
escuadra colombiana, incrementando las posibilidades de re-
chazar el ataque español. Sin embargo, siempre cabría la po-
sibilidad de que éste plan de Laborde hubiese funcionado si
Morales le hubiese permitido ejecutarlo.
Finalmente, un sexto escenario habría sido que Morales
aceptara la otra propuesta de Laborde, consistente en despla-
zar la escuadra al sur, al centro del lago, retando a Padilla a una
batalla mucho más equilibrada, donde el mayor número de
naves realistas habría podido desplazarse y maniobrar, apro-
vechando su superioridad en alcance de artillería. En el caso
de que Laborde hubiese logrado arrastrar a Padilla a esta po-
sición, las posibilidades de vencer del primero hubiesen sido
bastante altas. Sin embargo, si Padilla no hubiese caído en la
trampa, permaneciendo en el estrecho, Maracaibo habría que-
dado expuesta a un asalto anfibio del ejército de Manrique,
transportado por la escuadra. Esta situación habría provocado
una violenta batalla en la propia ciudad, que habría concluido
muy probablemente con la victoria colombiana. Esto a su vez
habría dejado a la escuadra de Laborde mortalmente embote-
llada en el Lago de Maracaibo.
Llama la atención que de seis posibles escenarios alternos
al que sí ocurrió, apenas en uno había posibilidades prác-
ticamente totales de vencer para los españoles. Que dicho
277
escenario se diera dependía por completo de la decisión de
Morales de apostarlo todo a la defensa de la Barra. Los otros
dos escenarios con posibilidades claras de ganar los españo-
les también dependían en gran medida de las decisiones de
Morales.
¿Podríamos afirmar entonces que las fuerzas españolas per-
dieron la Batalla Naval del Lago de Maracaibo debido a malas
decisiones de Morales?... Aunque eso sería un juicio simplista
que ignoraría los méritos de las tripulaciones colombianas, no
cabe duda de que las malas decisiones de Morales fueron un
ingrediente clave de la derrota española.
Por otra parte, estudiar el hecho de que, al menos teórica-
mente, la escuadra colombiana tuviese la posibilidad de ob-
tener una victoria aún más contundente sobre la escuadra
española en el curso de año 1823, nos demuestra el poder al-
canzado por la misma. En efecto, un triunfo en mar abierto,
contra las unidades oceánicas de la escuadra de Laborde fue
una posibilidad que pudo materializarse para la Armada de la
República de Colombia. De haber ocurrido eso, muchos he-
chos posteriores habrían sido diferentes.

4) Impacto de la campaña en el crecimiento de la armada colombiana


Muchos trabajos han explicado ya el profundo impacto que
la victoria de Maracaibo tuvo en el desarrollo de la Guerra de
Independencia. Muy resumidamente podemos decir que di-
cha victoria eliminó las últimas esperanzas españolas de re-
conquistar el territorio colombiano, permitiendo la captura de
Puerto Cabello medio año después y sobre todo el envío ma-
sivo de fuerzas al Perú con el frente norte despejado. Estos son
algunos comentarios al respecto de autores como el almirante
Antonio Eljuri-Yúnez y el historiador Bernardo Jurado Toro:

278
“La Batalla dio un golpe de muerte al poder naval español en la
Gran Colombia. Privados del dominio del mar no pudieron ejercer en
adelante acciones eficaces contra nuestra soberanía.
Quedaba únicamente por conquistar la fortaleza de Puerto Cabello,
último baluarte todavía en poder de los realistas, en el vasto territorio
comprendido entre las desembocaduras del Guayas y del Esequibo.
Defendida tenazmente por el general Sebastián de la Calzada, fue to-
mada por asalto por las fuerzas del General Páez el 8 de noviembre de
1823. Los realistas rindieron las armas y entregaron el castillo por
medio de una honrosa capitulación, con la cual se concluyó la guerra de
la Independencia de la Gran Colombia.
En el futuro las armas republicanas se emplearon para contrarrestar
las guerrillas que los realistas mantuvieron con gran tenacidad, y para
acudir en apoyo de otros pueblos en las luchas por su libertad.”435
“[la Batalla Naval del Lago de Maracaibo] además facilitó y ade-
lantó la libertad de este país (la Gran Colombia) y evitó una guerra en
dos frentes, porque si Padilla y Manrique hubieran sido vencidos, la
reacción realista hubiera tomado cuerpo y dado lugar al atraso en los
triunfos de Junín y Ayacucho […]”436

“[…] la batalla naval del lago disminuye en un ápice la importancia


de la de Carabobo, pero sí es necesario hacer notar que si en verdad la
terrestre sella la Independencia de Venezuela, por ser el mayor golpe
sufrido por los realistas, después de este hecho las fuerzas españolas fue-
ron tomando mayor cuerpo y resistencia aprovechándose de graves erro-
res cometidos por los patriotas, como la engañifa en la cual cayera Páez
permitiendo que las tropas de Morales se apoderaran de la provincia de
Maracaibo; pudiendo demostrarse esto, con el conocimiento firme de
que después de Carabobo hubo aproximadamente cincuenta y dos accio-
nes antes de la de Maracaibo. Con lo cual indudablemente la marina
colombiana logró ponerse a la altura de las numerosas glorias ya con-
quistadas, por el ejército terrestre.”437

435l Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 156


436b Ibídem, p. 160
437u Jurado Toro, Bernardo. Ob. Cit., pp. 107 - 108

279
Este comentario de Jurado Toro es muy pertinente: la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo dotó de tradición de vic-
toria a la armada colombiana, colocándola al mismo nivel que
el ejército. Ahora bien, ¿cómo incidió esta victoria en el desa-
rrollo de la propia armada?... Es lo que buscaremos responder.
En primer lugar debemos considerar los ascensos. Ya en la
Gaceta de Colombia en su edición del 7 de septiembre habían
sido publicadas las recomendaciones de ascenso hechas por el
propio Padilla. En esta nota el general costeño recomienda para
ascenso al Capitán de Navío Renato Beluche, al Capitán de
Navío Nicolás Joly, Capitán de Fragata Rafael Tono, Capitán
de Fragata Walter Chitty, Teniente de Navío Pedro Lucas
Urribarrí, Teniente de Navío Felipe Baptista, y Teniente de
Fragata Tomás Vega, entre otros.438 Finalmente, los ascen-
sos fueron decididos por el Gobierno a partir del Consejo
Extraordinario de Gobierno del 10 de septiembre de 1823.

“[…] el mismo secretario de marina manifestó que por recomendación


del general José Padilla y por el mérito contraído en el combate naval del
24 de junio último, de Maracaibo, pensaba dar el gobierno los siguientes
ascensos, y son: a capitán de navío, al capitán de fragata Walter Dares
Chury [Walter D´Chitty]. A íd. íd., al capitán de fragata Rafael Tono;
a teniente de navío, al teniente de fragata Tomás Villanueva; a íd., al
alférez de navío Francisco Padilla; a íd., al alférez de navío Felipe
Bautista; a íd., al alférez de navío Félix Romero; a alférez de navío, al
de fragata Tomás Vega, Jerónimo Refeto y Enrique Belmonte; a alférez
de fragata, a los guardias marinos Carlos Huick John, Manuel Thamor
Stemar, Domingo Deux, Victorino Valencia, Francisco Zamora; a te-
niente coronel graduado de marina, al capitán de infantería de íd., José
de los Santos Prado; a teniente graduado, al subteniente de infantería de
marina Joaquín García; a alférez de navío, al de fragata Pedro María
Iglesias; al empleo de subteniente, a Alejandro Salgado, secretario de la

438R “Recomendación”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 7 de septiembre de 1823. N°


99, p. 3

280
comandancia general del Zulia. El consejo no tuvo inconveniente en estos
grados y ascensos, y se levantó la sesión.”439

Estos ascensos fueron si acaso el primer efecto visible de


la victoria obtenida el 24 de julio. También debemos men-
cionar los honores decretados para los vencedores por el
Vicepresidente Santander.

“Francisco de Paula Santander, General de División, Vicepresidente


de la República encargado del Poder Ejecutivo, etc.
Considerando que a la eficaz cooperación y ayuda de la División del
Zulia al mando del general de brigada Manuel Manrique, con la es-
cuadra de operaciones en el Lago de Maracaibo, se debe en gran parte el
glorioso y brillante suceso de aquella campaña, deseando recompensar
en algún modo tan distinguido servicio, he venido, en uso de las facul-
tades extraordinarias que me concede el artículo 128 de la Constitución
y la ley de 9 de octubre del año 11º, en decreta, como decreto:
1º Los jefes, oficiales y tropa de la División del Zulia que atacaron y
ocuparon la ciudad de Maracaibo el 17 de junio del presente año, y los
que estuvieron a bordo de la escuadra en el combate del 24 de julio,
llevarán en el brazo izquierdo un escudo amarillo con esta inscripción
en el centro: Al valor y constancia, año de 1823.
2º El Secretario de Estado en los Despachos de Marina y Guerra
queda encargado de la ejecución del presente decreto, que se presentará a
la próxima Legislatura para su aprobación o reforma.
Dado, firmado por mi mano, y refrendado por el Secretario de
Marina y Guerra en el Palacio del Gobierno en Bogotá, a 17 de sep-
tiembre de 1823, 13º - Francisco de Paula Santander. – El Secretario
de Marina y Guerra. – Pedro Briceño Méndez.”440
439o Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 10 de septiembre de 1823 en Acuerdos del
Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa).
Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y
el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de
la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de
Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_
de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
440u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-
1824), pp. 250 - 251

281
A pesar de estos honores, no disminuyeron los problemas
logísticos de la fuerza naval colombiana, producto a su vez del
precario estado financiero de la República. Así se evidencia
en el acta del Consejo de Gobierno del día 15 de septiem-
bre, donde Bermúdez, Manrique y Padilla en comunicaciones
del 6, 15 y 22 de agosto informaban que la escasez de fondos
estaba afectando gravemente a las fuerzas de mar y tierra, ha-
ciendo difícil su permanencia en el Departamento del Zulia,
recién liberado.441
Aun así, las dificultades no erosionaban en lo más mínimo
las glorias alcanzadas, por las cuales se formarían disputas en-
tre los líderes de la escuadra. La más importante de todas fue
aquella que se dio entre Padilla y Beluche, en torno a la auto-
ría de la táctica ganadora. Al parecer, el cerebro táctico tras el
triunfo de Maracaibo fue Beluche.

“Pueden surgir discusiones, como en efecto ha sucedido, sobre a cuál de


los Jefes corresponde la gloria por el triunfo logrado en Maracaibo; mu-
chos se lo han adjudicado al Jefe de la Escuadra, pero el examen de los
hechos demuestra que el mérito absoluto en dicha campaña corresponde
a Renato Beluche, quien en la Junta Superior de Guerra celebrada en
Los Taques propuso y logró que se aprobara la arriesgada y difícil ope-
ración de forzar La Barra, para penetrar en el Lago y destruir la escua-
dra española concentrada allí, al amparo de las murallas y cañones de
Maracaibo; y luego, por ser él quien dirigió y el primero que llevó a cabo
con su buque el difícil cruce; y por haber encabezado los abordajes que
completaron la derrota de los peninsulares.”442

A nivel material, el triunfo de Maracaibo también tuvo un


impacto directo en el crecimiento de la escuadra. En efecto, los

441o Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 15 de septiembre de 1823... Ob. Cit.
442e Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 74

282
buques presas aumentaron el poder de la armada o aportaron
dinero a sus arcas mediante el remate de los mismos.

“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra en


el Zulia – Maracaibo, septiembre 20 de 1823 – 13°

Señor Secretario General de Estado y del Despacho de Marina y


Guerra.
Mañana muy temprano doy la vela para Cartagena con los buques
siguientes: goleta de guerra de tres palos “Emprendedora”, bergantín
presa “Confianza”, goleta ídem “General Padilla”, ídem, ídem “ Yoly”,
cuyos tres buques desarmados conduciendo enfermos, heridos e inútiles
de la próxima pasada campaña que son pertenecientes todos al tercer
Departamento de Marina. Estos buques presas siguen a Cartagena por
no haber encontrado aquí ningún comprador.
El General, José Padilla”443

“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra en


el Zulia – Maracaibo, septiembre 20 de 1823 – 13°

Señor General Secretario de Estado y del Despacho de Marina y


Guerra
Aquí se han vendido en estos días algunas piraguas y tres goletas de
las presas de esta escuadra, y su importe ha sido distribuido conforme al
artículo 44 de la ordenanza de Corso. Pero comoquiera que ésta no
había previsto casos como el presente, he mandado hacer la distribución
en estos términos.
Se dividió en cuatro partes: la 1ª para mí, como Comandante
General; la 2ª, para los oficiales, en que se comprendieron todos los jefes
y subalternos, tomando cada uno su parte conforme a sus empleos y suel-
dos que disfrutan, y las otras partes para las tripulaciones y guarnicio-
nes, no a prorrata sino en los mismos términos que se hizo con los
oficiales.

443r Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada
Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 155

283
Yo me persuado que este paso que he dado ha sido el más prudente
[…]
J. Padilla”444

En resumen, podemos decir que el triunfo en la Batalla


Naval del Lago de Maracaibo dio a la armada colombiana una
tradición de victoria, que la hizo mucho más visible ante el
liderazgo político de la República, colocándose en paridad con
el ejército. Esto se concretó en forma de ascensos y honores
para los hombres que lucharon en la Campaña del Zulia y en
la Batalla Naval del Lago. Además de eso, el triunfo también
generó ciertos beneficios materiales para la institución naval
gracias a los buques y material enemigo capturado.
Este reparto del botín capturado, las indemnizaciones re-
clamadas por Joly por concepto de la pérdida del bergantín
Gran Bolívar, y el arrendamiento y/o compra de buques a par-
ticulares nos llevan considerar la Campaña del Zulia como el
punto de inflexión entre la época de una armada corsaria y la
de una armada nacional. En efecto, prácticas como el reparto
del botín y la presencia de buques de propiedad privada eran
típicas de una fuerza corsaria; pero por otra parte la adquisi-
ción o arrendamiento de buques a particulares con dinero de la
República son señas inequívocas de que la armada colombiana
estaba en plena transformación hacia una auténtica armada
nacional. Bien podríamos afirmar entonces que si la Batalla de
Carabobo fue la “graduación” del ejército colombiano, donde
combatió uniformado por primera vez y se muestra ya como
una fuerza militar a la par del ejército expedicionario español; la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo fue la “graduación” de
la armada colombiana, su última batalla como armada corsaria
y la primera como armada nacional.

444b Ibídem, p. 157

284
5) La toma de Puerto Cabello, f in de la presencia española en el
territorio de la República de Colombia
Morales capituló en Maracaibo el 3 de agosto de 1823, y para
mediados del mes no quedaban ya en el Zulia fuerzas terrestres
o marítimas bajo pabellón español. Buena parte se había embar-
cado a Cuba, otros habían entregado sus armas y se habían des-
movilizado, mientras que otra parte nada despreciable se había
integrado con el ejército y marina colombianos. Así describía
Santander a Bolívar la situación a finales de agosto:

“A S.E. el Libertador Presidente de Colombia,


General Simón Bolívar, […]
Excmo. Señor:
Tengo la satisfacción de informar a V.E. que la campaña del Zulia se
ha terminado felizmente, habiendo sido devuelto Maracaibo con sus
fuertes al seno de la república. El ejército del Zulia, y más que todo, la
Escuadra a las órdenes del General Padilla, han abatido el orgullo es-
pañol en diferentes combates, y han arrancado al General en Jefe del
ejército la capitulación de que incluyo a V.E. una copia. V.E. debe ver
este documento cuanta ha sido la generosidad y beneficencia del go-
bierno, cuyas instrucciones han cumplido los jefes de operaciones, y
cuanto puede valer a Colombia una conducta noble y gloriosa.
Estoy muy cierto de que V.E. recibirá esta noticia con el gozo que le
inspiran los sucesos felices que las virtudes del Ejército Libertador pro-
ducen para la República, y que en el resultado de ésta campaña hallará
realizada las seguridades que me atreví dar a V.E. El Gobierno siente
el más vivo placer en felicitar a V.E. como a Libertador de la Patria y
Jefe principal de sus defensores, por el feliz éxito de la contienda en el
Zulia, y le ofrezco la más eficaz cooperación, para que pueda V.E. ob-
tener el título de Libertador del Perú y ser el ángel de paz y unión en la
América meridional.
Soy de V.E., con sentimientos de la más alta consideración y respeto,
de V.E. atento servidor,
Francisco de Paula Santander

285
Dios guarde. – Palacio del Gobierno en Bogotá, a 25 de agosto de
1823. – 13º”445

A pesar de la importancia de este triunfo, a la escuadra y


ejército colombianos les restaba una última tarea para liberar
la totalidad del territorio colombiano: capturar Puerto Cabello.
A este objetivo dedicaron sus esfuerzos la escuadra y el ejército
bajo mando directo del general Páez en los meses siguientes a
la Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Dirigiremos ahora la
mirada a los acontecimientos que vinieron ocurriendo en Puerto
Cabello desde el Combate de Isla Larga el 1º de mayo de 1823.
Pocos días después del Combate de Isla Larga, la goleta es-
pañola Rayo navegó de Puerto Cabello a La Guaira, llevando a
bordo a Danels y otros cuarenta oficiales a bordo, pertenecien-
tes a los buques capturados. Esta liberación debió obedecer al
acuerdo firmado por Danels y Laborde a bordo de la fragata
Constitución, documento del cual sólo se ha conservado una
parte.446 Tras su liberación, Danels regresó a Baltimore, y el
CF. John Maitland recibió del CN. Mathews el comando del
bergantín Mosqueta, rebautizado Pichincha.447
Hacia el 20 de mayo, el general Páez decidió suspender el
asedio de Puerto Cabello, argumentando que sin una fuerza
naval adecuada no tendría sentido continuar el sitio; por lo que
se atrincheró entre Valencia y Maracay, desde donde podría
proteger Caracas y los llanos, manteniendo comunicación con
la costa oriental del Lago de Maracaibo, para poder seguir el

445i Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia,
p. 129
446r Fragmento de copia de un tratado celebrado entre los prisioneros de guerra, a bordo de la
“Constitución” y los almirantes Laborde y Danels. Puerto Cabello, 10 de mayo de 1823. Archivo
General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo LIX, folio 43.
447e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 218

286
desarrollo de la Campaña del Zulia.448 Páez solicitó en vano
apoyo naval a Soublette, pues contaba solo con los bergantines
Urica y Pichincha, los cuales podían solo vigilar el puerto, más
que bloquearlo efectivamente. Para fortuna de los sitiadores,
los españoles no estaban en condiciones de auxiliar de ninguna
manera a Puerto Cabello tras su derrota en Maracaibo.449
Sin embargo, para finales de septiembre Páez habría reci-
bido suficientes suministros gracias a la acción de la escuadra,
pudiendo entonces comenzar operaciones detrás de la ciudad.
En el extremo oriental de su línea de asedio, cerca de lo más
recóndito de la bahía, al final del mangle, estableció la bate-
ría del Trincherón, muy cerca de Borburata, puerto por el que
era abastecido. El 7 de octubre Páez recibió de la escuadra al
mando de Beluche, a través de Borburata, un cañón de 24 li-
bras, que emplazó en el Trincherón, con el que pudo domi-
nar el mangle. Más tarde fue instalada también otra batería al
oeste del Trincherón, protegiendo así la entrega de suministros
vía Borburata.450
Hasta ahora la historiografía se ha centrado en Páez y su
ejército al abordar el asedio y captura de Puerto Cabello; ol-
vidando el rol jugado por la escuadra bloqueadora comandada
en esta etapa final por Beluche. Ésta escuadra entregó a Páez
piezas de 18 y 24 libras, además de abundante material de gue-
rra, procedente de lo capturado en Maracaibo, y se estaba reu-
niendo también una escuadra en La Guaira. Por esos mismos
días el general Bermúdez también llegó a La Guaira con re-
fuerzos y navegó hasta Borburata a bordo de la flota al mando
de Beluche. Gracias a estos aportes, Páez pudo extender su
línea de asedio, capturando el pueblo exterior y montando

448b Ibídem, p. 219


449d Ídem
450b Ibídem, p. 222

287
baterías frente las de la Princesa y el Príncipe, que defendían el
pueblo interior y el puerto.451
El resto de la historia es bastante conocido ya. Gracias a la
información de un esclavo de Puerto Cabello, Páez encontró
una ruta a través del mangle que rodeaba a las defensas espa-
ñolas. Tras lanzar un ataque de distracción sobre las baterías
de la Princesa y el Príncipe, desencadenó el verdadero asalto a
través del mangle, tomando el pueblo interior. Mientras tanto,
Beluche y Bermúdez se aproximaron desde el oeste con una
flota ligera que lanzó un fuerte bombardeo sobre las defensas
de la ciudad. El Brigadier Sebastián de la Calzada fue hecho
prisionero y tuvo que capitular. El 8 de noviembre se rendía
Puerto Cabello, y fue arriada la última bandera española que
ondeaba sobre territorio colombiano.452 Se habían completado
por fin los objetivos pendientes desde la victoria en la Batalla
de Carabobo el 24 de junio de 1821; sin embargo, la guerra no
había terminado, tal y como dan a entender la mayoría de los
libros de historia.
Las siguientes instrucciones dadas a la escuadra resultan
reveladoras:

“Bogotá, 7 de diciembre de 1823.

Al General Carlos Soublette.


Anoche ha recibido el Gobierno la plausible noticia de la toma de la
importante plaza de Puerto Cabello; en consecuencia me manda hacer
a V.E. las prevenciones siguientes:
1º Que todas las autoridades de marina que residen en La Guaira se
trasladen inmediatamente a Puerto Cabello, capital del Segundo
Departamento de Marina.
2º Que todas las flecheras que haya V.E. hecho venir de los Departamentos
de Orinoco y Zulia para el bloqueo y rendición de aquella plaza las haga

451d Ídem
452b Ibídem, p. 223

288
V.E. volver a sus destinos para que hagan en ellos el servicio de proteger
las costas contra invasiones y el de impedir el comercio clandestino; por
ellas remitiendo al señor Comandante General interino del Orinoco los
fondos necesarios para poner en estado de servicio las de aquel.
3º Que las fuerzas sutiles tomadas en Puerto Cabello se habiliten y
pongan en estado de hacer el mismo servicio que las de Orinoco y Zulia,
estableciendo apostaderos en las bahías de Ocumare y Choroní y otras
que convengan al objeto indicado.
4º Que deje V.E. destinados en el puerto más conveniente de los del
Segundo Departamento la corbeta de guerra Bolívar y los bergantines
también de guerra Pichincha y Urica.
5º Que las corbetas de guerra Boyacá y Venezuela pueden ser destina-
das indistintamente al Primer, Segundo o Tercero Departamento de
Marina según adonde las crea más convenientes V.E.
6º Que el navío de guerra Libertador venga precisamente a
Cartagena para que en su arsenal se le hagan las obras y reparos
necesarios para ponerlo en completo estado de servicio.
7º Que los demás buques de guerra de las clases de bergantines y go-
letas de que no se ha hablado antes pueden ser destinados al Primer
Departamento para que en él hagan el servicio de perseguir piratas,
proteger el comercio e impedir también el contrabando.
Estas prevenciones que hace a V.E. el Gobierno por mí conducto no
impiden que V.E. en virtud de sus facultades para dirigir la guerra en
ese distrito, haga reunir en el puerto que convenga, si ocurren temores
de alguna invasión marítima, todos los buques que crea necesarios al
intento, librando al efecto las órdenes convenientes a los Comandantes
Generales de los Departamentos marítimos en que estén destinados los
buques que se necesite reunir.
Todo lo cual comunico a V.E. de orden del Gobierno para su más
pronto y exacto cumplimiento.

Dios, etc. – (Pedro Briceño Méndez).”453

453u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-
1824), pp. 272 – 273. Cita a: Fundación John Boulton. Sección Venezolana del Archivo de la
Gran Colombia, A, MCCLXXV, pp. 172 – 173

289
Estas instrucciones dadas a Soublette por el Ministro de
Guerra y Marina, nos indican que la guerra no había termi-
nado. Al contrario, la escuadra se desplegaba para defender el
extenso litoral atlántico-caribeño del país, al tiempo que se re-
forzaba para llevar la contienda mar afuera.

b) Cruceros en el Caribe y la captura de la corbeta Ceres,


1824

El episodio del que nos ocuparemos seguidamente, se cir-


cunscribe concretamente a los cruceros emprendidos por bu-
ques de la armada colombiana en el Caribe en el año de 1824.
Excluimos de esta parte las actuaciones de los corsarios y de
la Escuadra Colombiana del Pacífico, las cuales abordaremos
detalladamente más adelante.
Tras los triunfos de Maracaibo y Puerto Cabello, la armada
colombiana procedió a desplegarse a lo largo del litoral atlán-
tico-caribeño de la República, para maximizar así su capacidad
defensiva. Por su parte, el Capitán de Navío Renato Beluche
fue enviado en crucero de búsqueda y destrucción de enemigos
hacia el norte, teniendo bajo su mando a las corbetas Bolívar
y Boyacá. ¿A qué amenazas enfrentaría esta vez?... En ese mo-
mento, corsarios y piratas españoles estaban operando desde las
ensenadas del sur de Puerto Rico, amenazando el incipiente co-
mercio marítimo colombiano, así como la llegada de armas y su-
ministros desde Europa, y también el envío marítimo de tropas
desde los puertos del norte de la República hacia el Perú a través
del Istmo de Panamá. Beluche cruzó al norte del Canal de la
Mona a finales de diciembre de 1823, y en enero y primeros días
de febrero de 1824 patrulló cerca de las islas de Saona, Mona,
Puerto Rico, Culebra y Saint Thomas. El 19 de febrero, ya en
290
La Guaira, Beluche reportó a Soublette que “nada respetable ha
ocurrido […] aparte de haber liberado al bergantín inglés Boston,
Capitán Alexander Murdock, en ruta de Trinidad a Gibraltar con
una carga de cacao; y el bergantín francés Bonne Sophie, Capitán
Chevanche, en ruta de Havre de Grace a Martinica con una carga de
bienes secos. Estos buques habían sido apresados por un pirata salido
de Puerto Rico, y con destino a esta costa.”454 Así reseñó este primer
crucero en el Caribe la Gaceta de Colombia:

“El capitán de navío Renato Beluche comandante de la división de


las corbetas de guerra Bolívar y Boyacá, ha dado parte con fecha 19 de
febrero de que en el crucero que verificó sobre las islas Suona, Haití,
Mona, Puerto-Rico, Saint Thomas, Culebra, Roques y Orchila, represó
el día 12 del mismo sobre la costa O, de Puerto-Rico dos bergantines:
uno inglés llamado Boston su capitán Alejandro Murdock que proce-
dente de la isla de Trinidad navegaba para Gibraltar con cargamento
de cacao; y el bergantín francés Bonne Sophie capitán Chevanche del
Havre-de-Grace para Martinica cargado de mercancías los cuales ha-
bían sido apresados por un pirata español armado en Puerto-Rico, con-
ducidos sobre aquella costa. El comandante Beluche añade: que aunque
se empeñó en la caza del pirata para apresarlo, este se aterró tanto que
no pudo lograrlo por no exponer a varar los buques de su mando; pero
que el pirata recogió la gente con que había marinado sus presas, puso
en libertad las tripulaciones de ellas que tenía a su bordo, y logró esca-
parse sobre la costa. Por los apresados se informó el mismo comandante
del trato inhumano que habían recibido de el pirata. Este es un pailebot
pintado de negro con faja blanca, armado con un cañón de a seis, y
tripulado con veinte hombres todos de Puerto Rico. El comandante
Beluche puso en libertad los dos bergantines sin haberles exigido nada a
pesar de haber transcurrido siete días desde el de su apresamiento hasta
el de su rescate.”455

454e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 226. Cita a: “A bordo de la corbeta Bolívar salida de La Guaira, febrero 19 de 1824”. El
Colombiano. Caracas, 3 de marzo de 1824
455E “Extracto de un parte del capitán de navío Renato Beluche”. Gaceta de Colombia.
Bogotá, domingo 25 de abril de 1824. N° 132, p. 1

291
El 4 de marzo la corbeta Boyacá zarpó de Puerto Cabello
escoltando al navío Libertador hasta Cartagena. De allí par-
tió hacia el norte, rumbo a aguas cubanas, a la caza de buques
españoles. La acompañaría en este crucero la corbeta Bolívar.
Esta vez, la pequeña división naval buscaba impedir cualquier
operación contra el litoral colombiano por parte de lo que res-
taba de la flota española basada en La Habana, al mando del
Capitán de Navío Ángel Laborde y Navarro, quien planeaba
atacar las costas venezolanas y neogranadinas a fin de hacerse
con alguna cabeza de playa y emprender la reconquista del
territorio.456
El momento cumbre de este crucero se dio con el enfrenta-
miento de la Boyacá y la Bolívar con la corbeta española Ceres,
el 4 de abril de 1824. El enfrentamiento ocurrió cuando las dos
corbetas colombianas estaban fuera del puerto de La Habana,
al mediodía del domingo 4 de abril. La Bolívar y la Boyacá
avistaron un buque que avanzaba hacia ellas, reconociendo
a las 2:00 pm que era la corbeta Ceres, la misma que había
combatido contra el bergantín Independiente el 1º de mayo de
1823 en Isla Larga, y que había ayudado a capturar las corbe-
tas Carabobo y María Francisca, junto con el CN. John Daniel
Danels. Así reportó la batalla el teniente Booth, comandante
de la infantería de marina a bordo de la Bolívar:

“En ese momento la Boyacá estaba dos millas hacia atrás, y estando
bajo fuerte presión del viento, llevó lejos su foque; nosotros hicimos frente
para ayudarla. A las 3 en punto pm. ambos buques corrieron contra el
viento; el buque español se fue hacia La Habana con las velas inferiores
recogidas. A las 7 pm. ambos buques fueron a su persecución, a medio tiro
de pistola, la Boyacá (estando a sotavento de la Bolívar y la Ceres man-
teniéndose lejos) fue a la acción con valentía y estilo con una andanada

456í Díaz Ugueto, Manuel. “La Captura de la Corbeta de Guerra Española “Ceres”, frente a
La Habana en 1824 y el dominio marítimo de La Gran Colombia en el Mar de Las Antillas”
en Revista de la Armada, N° 29, 19 de abril de 1993, p. 83 – 84

292
bien dirigida, y grueso fuego de fusilería, el cual fue contestado por cerca
de 12 minutos, cuando la Boyacá cayó atrás; el viento favoreció un poco,
trayendo a la Bolívar a la acción hacia su costado.
Después de dar dos andanadas, y la primera división a estribor con
disparos de fusilería, que ella regresó; un constante rugir de cañón que
fue mantenido en todos lados, hasta 50 minutos después de las siete pm.,
cuando la Ceres golpeó a la Bolívar, estando completamente averiada,
con sus jarcias cortadas y teniendo algunos disparos peligrosos en su
casco. La luz del Morro distante a tres leguas, por el suroeste-oeste.
La Ceres montaba 36 cañones largos de 18 libras y dos menores, y
una tripulación de 326 hombres.
La Bolívar, Comodoro Beluche, Capitán ( John) Clark, llevaba 23
carronadas de 32 libras, y un cañón largo de 12 libras, con 156
hombres.
La Boyacá, Capitán (Thomas) Brown, tenía 20 carronadas de 22
libras, y dos cañones cortos de 32 libras, y 140 hombres.
La Bolívar no tuvo ningún muerto y solo cuatro heridos, entre ellos
estaba el Comodoro Beluche y el teniente Booth, comandante de los in-
fantes, ambos muy ligeramente. La Boyacá no tuvo ningún muerto y
solo un herido.”457

El autor Isidro Beluche, descendiente del CN. Renato


Beluche, nos narra el combate de forma un tanto más
dramática:

“Beluche, con el arrojo de siempre, tomó la ofensiva y en persecución


de las naves enemigas se atrevió a llegar hasta las mismas costas de
Cuba, como ocurrió en la noche del 4 de Abril de 1824, cuando al
mando de las corbetas “Bolívar” y “Boyacá” batió y apresó a tres leguas
del Morro de La Habana a la “Ceres”, nave española de igual tipo,
fuertemente artillada con veintisiete piezas y con doscientos cinco hom-
bres de tripulación, de los cuales fueron muertos treinta y el doble heri-
dos en la acción aludida, que fue tan reñida que el propio Comodoro
quedó herido en una pierna por lo cual “tuvo que dirigirse a Pensacola

457e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., pp. 226 – 227. Cita a: National Gazzette and
Literary Regíster. Filadelfia, 15 de mayo de 1824

293
en las Floridas, para curarse y reparar las averías de la presa y de sus
propios buques. Antes de un año la marina colombiana se desquitó en la
“Ceres” del golpe de ésta y la “Constitución” le habían causado el 1° de
Mayo del año anterior al apresar las corbetas “Carabobo” y “María
Francisca”.”458

Por más objetiva que sea nuestra mirada, es imposible no


admitir que este combate –al que podríamos denominar
“Combate Naval del Morro de La Habana”– tuvo un sabor a
revancha para la Armada de la República de Colombia y para
el Capitán de Navío Renato Beluche en particular. No sólo se
coronaba con un gran éxito el crucero, sino que se había cap-
turado a una nave que casi un año antes los había vencido y
había apresado dos corbetas colombianas. Para destacar más la
victoria, el combate había ocurrido a la vista de las fortificacio-
nes de La Habana; es decir, en las narices de Laborde. A pesar
de su triunfo, el CN. Beluche enfrentaba la dificultad de que
la Ceres había quedado severamente dañada, y se encontraba
en aguas enemigas. Por ello navegó con su presa a Pensacola,
puerto al que llegó el 18 de abril. Tras dejar a la Ceres ahí para
ser reparada, navegó a Nueva York con el fin de buscar dinero
para pagar las reparaciones y enrolar cien marineros. Desde
Nueva York envió un reporte a Colombia con fecha del 18 de
mayo de 1824 y regresó a Pensacola, arribando el 9 de junio.459
También se supo en Venezuela de la victoria de Beluche gra-
cias a testimonios particulares, como se evidencia en el oficio
remitido el 27 de julio por el coronel Francisco Avendaño,
Comandante de Armas de La Guaira, al Comandante General
del Departamento, general José Antonio Páez. En dicha mi-
siva, Avendaño escribe que los pasajeros de un bergantín-go-
leta danés procedente de Nueva York informaron que el CN.

458e Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 75


459e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 227

294
Beluche se encontraba en el puerto de Mobile, y que se dispo-
nía a regresar a Venezuela con la Ceres.460
Entre tanto, así continuó informando la Gaceta de Colombia
el triunfo de la armada nacional:

“Con el mayor placer comunicamos que una división de nuestra ar-


mada compuesta de las corbetas Bolívar y Boyacá al mando del bizarro
capitán de navío Beluche ha rendido frente a la isla de Cuba la corbeta
de guerra española Ceres de 28 cañones después de un fuerte combate.
Aunque no se ha recibido el parte del apresador, tenemos la noticia de
un modo positivo por Jamaica y La Habana.”461

“Por las gacetas de New York de 14 de mayo referentes a diarios de


Pensacola sabemos positivamente el apresamiento de la corbeta de gue-
rra española La Ceres. El 18 de abril llegó a Pensacola el comandante
Beluche con nuestras corbetas Bolívar y Boyacá y la presa. Nuestras
corbetas se hallaban el 4 de abril frente a La Habana en su crucero
cuando descubrieron la corbeta española por barlovento; inmediata-
mente le dieron caza y a las 7 de la noche la tuvieron a medio tiro de
pistola, y descargaron sobre ella la fusilería; la corbeta enemiga contestó
por cerca de doce minutos, después se sostuvo un vivo cañoneo hasta 50
minutos después de las 7 de la noche en que se rindió La Ceres a la
Bolívar hallándose completamente destrozada su maniobra y teniendo
varios balazos de peligro en el casco. Esto sucedió a tres leguas del faro
del morro de La Habana. La Ceres montaba 36 cañones de a 18 2
obuses con un total de 326 hombres – De ellos tuvo 30 muertos y 60
heridos, de los cuales han muerto después 30.
La Bolívar al mando del capitán Clarck montaba 22 carronadas de
a 32 y un cañón de a 13 con 156 hombres. – Tuvo solo cuatro heridos,
entre ellos el comandante Beluche y el teniente Bouch ambos
levemente.
La Boyacá al mando del capitán Brown montaba 20 carronadas de
a 32 y dos cortas de a 32 con 140 hombres. Tuvo solamente un herido.

460r Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revo-


lución y Gran Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo LXXVIII, folio 293
461M “Marina Colombiana”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 13 de junio de 1824. N°
139, p. 2

295
Estimamos fácil dar nuevos golpes a la moribunda marina española,
si nuestros reglamentos sobre sueldos se reforman atendiendo el pedido
de los marineros. Destruida la marina española y aumentada consi-
guientemente la nuestra, el comercio gozará de mejor protección, y
nuestras costas quedarán en perfecta seguridad. Por fortuna cuenta la
República con unos oficiales de marina animados de buenos deseos con-
tra la armada enemiga, colmados de gloria, y pesados de un valor
extraordinario.”462

Ya en septiembre, otra nota en la Gaceta de Colombia, resu-


mió completamente la aventura de Beluche, hasta su retorno
al país:

“El capitán de navío Renato Beluche, comandante de una división


marítima compuesta de las corbetas de guerra de la República llamadas
Bolívar y Boyacá desde Nueva York a 18 de mayo de 1824 anuncia al
gobierno que el 4 del próximo pasado abril a las 7 de la noche se ha ren-
dido a la división de su mando la corbeta de guerra española nombrada
la Ceres, que navegaba en demanda del puerto de La Habana avistada
a tres leguas de el, cuando la atacó. La Ceres estaba armada con veintiséis
cañones largos de a diez y ocho y uno de a doce, tripulada con doscientos
ochenta y seis hombres y mandada por el teniente de navío don Martín
María Espina. El enemigo sufrió tanto en su aparejo y arboladura que le
ha sido imposible seguir a uno de los puertos de Venezuela sin haber co-
rrido el riesgo de ser apresado por la escuadra enemiga que dio la vela del
puerto de La Habana dos días después del combate. Esta ocurrencia le
determinó a seguir al O de la costa de la Florida y tomar el puerto de
Pensacola con el objeto de cambiar los palos mayor y mesana de la Ceres
que fueron pasados en el combate por cuatro balazos de a treinta y dos de
su bordo. De Pensacola tuvo que ir a Nueva York en busca del dinero
necesario para remediar las averías de la escuadra y enganchar cien hom-
bres de mar para completar sus tripulaciones. El nueve regresaba para
Pensacola con estos auxilios. La corbeta Ceres tuvo en el combate treinta

462M “Marina Colombiana”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 4 de julio de 1824. N°


143, p. 2

296
muertos y sesenta heridos: la Bolívar no tuvo más que un herido. Todos los
marineros españoles que fueron embarcados por fuerza les puso en tierra
a causa de que era imposible conservar tan gran número de enemigos sin
estar siempre con las armas en la mano. Los soldados de infantería de
marina los mantenía en seguridad a bordo y seguirían con él en todo el
mes próximo de junio que verificaría su salida de Pensacola con dirección
a Puerto Cabello y se lisonjea que la escuadra saldrá bajo tal pie de fuerza
que podrá batir y escarmentar a la enemiga si tratase de oponérsele en su
navegación.
El comandante Beluche llegó a Puerto Cabello con su presa sin
novedad.”463
La forma en que fue pagada la reparación de los buques en
Pensacola queda revelada con el oficio dirigido tiempo después
por el CN. Felipe Santiago Estéves, Comandante del Segundo
Departamento de Marina, al general Carlos Soublette,
Director de la Guerra en el Distrito Norte.

“República de Colombia - Comandancia General de Marina del


2do Departamento.

Al Excmo. Señor General Director de la Guerra.


Le acompaño a V.E. una copia de la cuenta de gastos hechos en
Pensacola con motivo de las averías que sufrieron en el combate de 4 de
abril último frente al morro de La Habana las corbetas de guerra
Bolívar, Ceres y Boyacá, cuyos documentos me ha remitido el señor co-
mandante general de la escuadra Capitán de Navío Renato Beluche, y
las fianzas en el superior conocimiento de V.S. para su debida inteli-
gencia; esperando se sirva tener la bondad de solicitar del Sr. Intendente
Departamental el pago de los gastos al Sr. Beluche, o cuando le sea po-
sible reintegrarlo su total impuesto por la escasez de la hacienda pública
al menos una parte de el, para salir de los empréstitos que ha contraído
en Pensacola aquel benemérito jefe.
Dios”464

463M “Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 26 de septiembre de 1824. N° 154, p. 1


464r Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revo-
lución y Gran Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo LXXXII, folio 22

297
Es decir, Beluche pagó con fondos propios y contrajo deudas
en Pensacola para solventar la situación con las tres corbetas
en cuestión. No manejamos la información de si la República
le canceló posteriormente el dinero gastado, aunque conside-
rando la estrechez financiera del Gobierno y casos anteriores,
como el del CN. Nicolás Joly y la pérdida del bergantín Gran
Bolívar el 8 de mayo de 1823, creemos que es poco probable
que Beluche haya recibido el pago correspondiente.
Esta operación naval; que ha pasado desapercibida para la
mayor parte de la historiografía venezolana, destaca en la his-
toria de la armada colombiana por varias razones: Primera, se
trata del segundo crucero lejos de las costas propias que em-
prenden los buques colombianos para cazar enemigos, lo que
muestra que para finales de 1823 e inicios de 1824 la escuadra
de Colombia había pasado a una actitud agresiva frente a su
enemiga española, buscando tomar la iniciativa en el Caribe.
Segunda, este crucero llevó a una victoria sobre la escuadra es-
pañola, lejos de las costas propias y cerca de las del enemigo,
como ya hemos referido; lo que subraya el poder alcanzado y la
audacia con la que comenzaba a operar la armada colombiana.
Tercera, es la única victoria obtenida por buques regulares de
la escuadra colombiana – no corsarios – sobre los españoles
en lo profundo del Mar Caribe, siendo pues una operación de
largo alcance.
En este sentido, opina el almirante e historiador Manuel
Díaz Ugueto:

“Ciertamente, después de ésta y otras operaciones navales contra el


tráfico marítimo favorable a España, no sucedieron incursiones de im-
portancia de su Real Armada sobre las costas de Venezuela y la Nueva
Granada, que juntas formaban entonces, con Ecuador, la República de
Colombia. El dominio relativo de las comunicaciones marítimas había
sido asegurado por la Armada republicana, con la bien gloriosa victoria

298
alcanzada en Maracaibo y la toma de Puerto Cabello, hechos que faci-
litaron entonces el empeñar los buques patriotas en interceptar y des-
truir cualquier intento enemigo.”465

Aún con el enfoque más frío y objetivo, libre de toda exal-


tación nacionalista y patriótica, resulta evidente que con el
Combate Naval del Morro de La Habana se manifestó un
importante cambio en la dinámica de la guerra entre España
y Colombia. Si el general Briceño Méndez dijo en su exposi-
ción al congreso en 1823, que tras la Batalla de Carabobo la
guerra había dejado de ser continental para volverse marítima;
tras la Batalla Naval del Lago de Maracaibo y la liberación de
Puerto Cabello, la contienda se había vuelto totalmente marí-
tima, peleándose mar afuera y no cerca de la costa como hasta
1823. Y más importante aún, el gran cambio era que ahora la
armada colombiana –y los corsarios al servicio de Colombia–
tendrían la iniciativa estratégica. La victoria en el Combate
Naval de La Habana y la captura de la Ceres demostraron que
la Real Armada Española había perdido irremediablemente su
empuje en la nueva guerra marítima de larga distancia que li-
braban ambos bandos. También se demostró el alcance y capa-
cidad ofensiva de la armada colombiana, que empezaba a retar
a la española por el control del Caribe.

c) Operaciones planteadas y ejecutadas, 1825 – 1827

Para inicios de 1825, la República de Colombia práctica-


mente ha terminado la guerra contra los españoles en el an-
tiguo Virreinato del Perú, asegurando su frontera sur. Esto

465í Díaz Ugueto, Manuel. “La Captura de la Corbeta de Guerra Española “Ceres”, frente a
La Habana en 1824 y el dominio marítimo de La Gran Colombia en el Mar de Las Antillas”
en Revista de la Armada, N° 29, 19 de abril de 1993, p. 86

299
permitió entonces al Gobierno colombiano volver a mirar al
norte, hacia el Mar Caribe, para ocuparse prioritariamente
de ese Teatro de Guerra; el cual desde finales de 1823 había
sido secundario en la lucha contra España, en beneficio de la
Campaña del Perú. Para esas mismas fechas, la Real Armada
Española empezó a dar muestras de recuperación tras su
derrota en Maracaibo de 1823, por lo que las posiciones de
España en Cuba y Puerto Rico se mostraban ahora tan ame-
nazantes para Colombia como lo había sido el Virreinato del
Perú hasta la victoria de Ayacucho en diciembre de 1824.
A fin de liquidar tales amenazas, el Vicepresidente
Santander comenzó una política de acercamiento y coordi-
nación con México, aliado natural para Colombia en el área;
materializada a su vez en una estrecha coordinación naval con-
ducente a apoyar los esfuerzos de la armada mexicana para
capturar la fortaleza de San Juan de Ulúa en Veracruz – último
bastión español en México – y luego a formar una expedición
colombo – mexicana que expulsara a los españoles de Cuba y
Puerto Rico. En esta parte del trabajo abordaremos el aspecto
netamente naval y operativo de dicha alianza, dejando para
más adelante el análisis diplomático y estratégico.
A continuación, se explicarán los planes de la armada co-
lombiana para apoyar en el asedio de San Juan de Ulúa, luego
los de la liberación de Cuba y Puerto Rico, para finalizar ex-
poniendo otros planes y operaciones menos importantes em-
prendidos entre 1825 y 1827.

1) Apoyo en el asedio de San Juan de Ulúa


En fecha tan temprana como el 3 de octubre de 1823 se
firmó el Tratado de Amistad, Unión, Liga y Confederación
Perpetua entre la República de Colombia y los Estados
Unidos Mexicanos. Sin embargo, no fue hasta 1825 cuando
ambas repúblicas comenzaron un verdadero acercamiento
300
en el aspecto militar. Ya para esa fecha, la recién nacida re-
pública mexicana comenzaba a estabilizarse bajo el gobierno
del general Guadalupe Victoria, consolidándose tras la caída
del Emperador Agustín Iturbide. Por su parte, la República de
Colombia podía ocuparse de liquidar la guerra marítima con
España en el Caribe, tras haber culminado la Campaña del
Perú, como se explicó anteriormente.
Sin embargo, y a diferencia de Colombia, México aún tenía
en su territorio una importante plaza ocupada por los espa-
ñoles: el castillo o fortaleza de San Juan de Ulúa en Veracruz.
Dominando el principal puerto mexicano del Golfo, San Juan
de Ulúa era abastecido desde la cercana isla de Cuba, y mante-
nía abierta la posibilidad de una reconquista española sobre el
país. Una situación estratégica no muy diferente a la generada en
Colombia con la permanencia española en Puerto Cabello tras
la Batalla de Carabobo, pero agravada por la cercanía de Cuba.
En efecto, el almirante Ángel Laborde y Navarro, Comandante
del Apostadero de La Habana, tenía como su primera prioridad
mantener abastecidas a las fuerzas españolas en Ulúa, y defender
la plaza de cualquier ataque mexicano o de otro Estado hispa-
noamericano que fuese en auxilio de México.466 Evidentemente,
una posible invasión española a México podría despertar los áni-
mos de muchos antiguos realistas; pudiendo devolver el control
de los enormes recursos naturales de México a la Monarquía
Española, poniendo a su vez en peligro la independencia de las
otras naciones recién emancipadas.
La temida posibilidad de un reforzamiento de Ulúa se ma-
terializó en agosto de 1824, cuando arribó desde La Habana
una escuadrilla que transportaba 350 hombres y 60 presidia-
rios para que continuaran los trabajos en las fortificaciones.
La escuadrilla además acondicionó un hospital a bordo para
466a Castro Álvarez, Pedro Raúl. El nacimiento de la Armada de México. Los orígenes de una
noble Institución, p. 134

301
trasladar a Cuba a los numerosos enfermos de escorbuto que
había en la fortaleza. Todo ello ante la impotencia de la mi-
núscula escuadra mexicana.467 El 27 de enero de 1825 llega-
ron más refuerzos, consistentes en 345 hombres al mando del
Brigadier José Coppinger, quien relevó al general Francisco
Lemaur como comandante de la fortaleza. Esta fuerza llegó a
bordo de dos bergantines y la fragata Sabina, ex Constitución;
la misma con la cual se habían enfrentado Danels y Beluche
en Isla Larga el 1º de mayo de 1823.468
Por su parte, el Gobierno colombiano no se mostró indi-
ferente a la situación, como quedó registrado en el acta de la
sesión del Consejo de Ministros del día miércoles 1º de junio
de 1825:

“El secretario de guerra y marina, por orden de su excelencia, manifestó


un proyecto que tenía el gobierno de reunir toda nuestra marina de gue-
rra para que fuese a bloquear el puerto de La Habana, o el de Santiago de
Cuba, a fin de impedir que vayan auxilios al Castillo de San Juan de
Ulúa, o también que vaya nuestra escuadra a cruzar en el golfo de Méjico,
cooperando así a la pronta rendición del expresado castillo. El proyecto
pareció al consejo muy bueno, y se convino en que podría nombrarse para
jefe de la escuadra al general Lino de Clemente y que llevara consigo los
mejores oficiales de marina. Se creyó que con este paso, Colombia adqui-
riría importancia exterior y se llenarían grandes miras políticas. No ha-
biendo más negocios qué tratar, se levantó la sesión.”469

467b Ibídem, p. 136


468b Ibídem, p. 152
469S Sin autor. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827.
Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del
Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula
Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la
Universidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/
Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 10:16
pm On Line)

302
Se iniciaban así los preparativos de una campaña naval con
un alcance estratégico mucho mayor que la del Zulia en 1823.
De hecho, sería la mayor campaña naval proyectada por la
República hasta ese momento, y era impulsada directamente
por el Secretario de Guerra y Marina y el Vicepresidente. En
consecuencia, no tardaron en tomarse medidas:

“República de Colombia - Secretaría de Marina y Guerra - Sección


1° - N° 19.
Palacio de Gobierno en Bogotá a 11 de agosto de 1825. 15°

Al señor General de Brigada Lino de Clemente


Su Excelencia el Vicepresidente de la República ha tenido a bien
nombrar a Vuestra Señoría Comandante General de la Escuadra de
Operaciones que debe formarse en el tercer departamento de marina: al
efecto tengo orden de prevenir a Vuestra Señoría se traslade inmediata-
mente que reciba ésta a Puerto Cabello, y se embarque desde luego en la
corbeta Ceres o en cualquier otro buque de guerra que esté listo, si no lo
está aquel, para seguir a Cartagena sin pérdida de momento. El
Gobierno faculta a Vuestra Señoría para que le proponga al Jefe que
haya de nombrarse para que sirva la mayoría general de tal escuadra, a
quién podrá Vuestra Señoría desde luego traerse consigo, dándole la
orden conveniente al efecto, si es que se encontrase sirviendo en los de-
partamentos primero o segundo del mismo modo de facultad a Vuestra
Señoría para que lleve consigo a Cartagena a cualquier jefe u oficial de
los que sirven en la comprensión de ése y segundo departamento y se crea
útil para cualquier destino en la misma escuadra; a cuyos efectos se dan
las órdenes convenientes a los Señores Comandantes Generales de los
mismos primero y segundo departamento. Al fijar al Gobierno su elec-
ción en Vuestra Señoría para este importante mando, ha tenido muy
presentes sus recomendables circunstancias adecuadas a la delicadeza y
magnitud de la empresa que va a confiársele y para remover cualquier
inconveniente que pueda presentarse a Vuestra Señoría al pronto cum-
plimiento de esta orden, se le da en esa fecha la consiguiente al señor
Intendente de ese departamento para que facilite a Vuestra Señoría los
auxilios que pueda necesitar para su pronta salida de él. Dígalo todo a

303
Vuestra Señoría de orden del Gobierno para su inteligencia, pronto y
exacto cumplimiento.
Dios guarde a Vuestra Señoría
Carlos Soublette”470
Según el historiador naval Francisco Alejandro Vargas, el plan
del Vicepresidente Santander consistía en formar una escuadra
o división naval bajo el mando del General de Brigada Lino de
Clemente, con el Capitán de Navío Renato Beluche como se-
gundo, que navegara hasta el Golfo de México y contribuyera al
bloqueo de San Juan de Ulúa, derrotando a la escuadra española.
Santander además planeaba que mientras esa fuerza cumplía di-
chos objetivos, el resto de la escuadra, al mando del Capitán de
Navío Nicolás Joly, podría atacar Puerto Rico.471 Esta conclu-
sión de Vargas se puede sustentar con el siguiente documento:

“Yo he ordenado con respecto a operaciones marítimas lo siguiente,


que espero reserve U. mucho por lo que importa. Reunidos en Cartagena
un navío de 74, una fragata de 44, tres corbetas, dos bergantines y dos
goletas, se formará una división marítima a órdenes de Clemente y
Beluche que seguirá al Golfo mejicano a unirse con la escuadra meji-
cana, bloquear Ulúa y batir la escuadra española. Al efecto, hemos cele-
brado un convenio aquí con el Encargado de Negocios de Méjico,
autorizado completamente por su Gobierno al efecto, en el cual está pac-
tando que pagará Méjico todos los gastos de nuestra escuadra desde su
salida de Cartagena, y cuarenta días después de que salga de regreso de
los puertos mejicanos, y a indemnizarnos de las averías y pérdidas de
buques. Yo he pensado, y está de acuerdo el Consejo de Gobierno, en que
por este medio nos descargamos de un inmenso gasto de la marina, crea-
mos marineros, auxiliamos a Méjico y en él la causa general americana,
y añadimos este nuevo ramo de laurel a la gloria de Colombia. Mientras
que esta escuadra sigue a México, el resto de los buques de guerra que son
cinco mayores, seguirán a cruzar sobre Puerto Rico al mando de Joly.

470i Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada
Nacional, p. 141. Cita a: Archivo Familia Clemente Urrutia
471a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 264 y 265.

304
Padilla es Senador y no puedo separarlo de nuestro territorio. Nos que-
dan algunos buques menores como lanchas y pailebotes. ¿Qué cree u. de
todo esto? Clemente lleva instrucciones de jamás comprometerse contra
las Naciones neutrales, ni de intentar nada de firme contra La Habana,
y menos ahora que está guarnecida por tropas francesas.”472

Los preparativos siguieron adelante, y el 19 de agosto se


firmó el Convenio de Auxilios Navales a México, documento
especial y particular en el proceso histórico de la independen-
cia de la República de Colombia, pues es el único donde se ex-
presa y desarrolla una alianza de carácter estrictamente naval.
De hecho, bien pudiésemos hablar de la primera alianza naval
hispanoamericana.

“Bogotá, 19 de agosto de 1825


Firmantes:
Por COLOMBIA, Pedro Gual
Por MÉJICO. José A. Torrens
Pedro Gual, Secretario de Estado y relaciones exteriores de la
República de Colombia, i Don Anastasio Torrens, encargado de nego-
cios de los Estados Unidos Mejicanos cerca de la referida República,
hallándose debidamente autorizados por sus respectivos Gobiernos para
convenir en los medios con que la dicha República puede ausiliar con sus
fuerzas navales a los dichos Estados, hasta lograr la rendición del
Castillo de San Juan de Ulúa, único punto que el enemigo de ámbas
ocupa dentro de la jurisdicción Mejicana, en cumplimiento de lo estipu-
lado en los artículos 4o. i 5o. del tratado de unión, liga i confederación
perpetua, firmado en la ciudad de Méjico el día 3 de octubre del año del
señor de 1823, han discutido i acordado los artículos siguientes:
Artículo primero. La República de Colombia se compromete i obliga
formalmente a ausiliar a sus amigos i aliados los Estados Unidos
Mejicanos con una fuerza naval competente hasta lograr la rendición
del dicho Castillo de San Juan de Ulúa.

472a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 21 de
agosto de 1825 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, pp. 196 – 197

305
Artículo segundo. Los Estados Unidos Mejicanos se comprometen i
obligan a pagar los sueldos correspondientes a los oficiales i tripulacio-
nes de la Marina Colombiana en servicio de guerra i a sostenerles con
las raciones necesarias de a bordo en buen estado, en conformidad del
adjunto memorandum, desde el día en que cada uno de los buques ausi-
liares salga de los puertos de Colombia con destino al Golfo Mejicano,
hasta cuarenta dias despues de la rendicion de dicho Castillo de San
Juan de Ulúa, los cuales podrán prorogarse por cuatro meses mas a vo-
luntad i espensas del Gobierno Mejicano, siempre que juzgue conve-
niente su residencia por este tiempo en el referido Golfo.
Artículo tercero. Los Estados Unidos Mejicanos se obligan ademas a
indemnizar a la República de Colombia de todos los daños, averías i
pérdidas de sus buques de guerra, miéntras permanezcan al servicio de
Méjico, un año despues de la terminacion de la presente guerra.
 Artículo cuarto. Para evitar toda disputa, en cuanto el valor de las
indemnizaciones estipuladas en el artículo anterior, se conviene aquí
espresamente en que luego que la Marina Colombiana esté de regreso a
sus puertos, despues de terminadas sus operaciones contra el enemigo en
el Golfo Mejicano, el Gobierno de los Estados Unidos Mejicanos man-
dará a bordo de la Escuadra ausiliar dos comisionados que en union de
otros dos nombrados por el Comandante de ella, vean, examinen i ava-
lúen los daños, averías i pérdidas que haya sufrido la Escuadra
Colombiana, i si desgraciadamente discordaren los dichos comisionados
de una i otra parte, podrá nombrarse un tercero que dirima la disputa,
y su decision será perfectamente obligatoria para ambas potencias.
 Artículo quinto. Luego que la Escuadra de Colombia se presente al
frente de cualquier punto de la Costa de Méjico, se pondrá como ausiliar
a las órdenes del Gobierno de aquellos Estados Unidos, i obedecerá en-
teramente las que se le comunicaren relativas al plan de operaciones que
crea conveniente seguir para lograr el objeto del presente convenio.
 Artículo sexto. El Comandante de la Escuadra de Colombia conser-
vará, sin embargo, a bordo de los buques de su mando, el órden econó-
mico i la disciplina i subordinacion militar conforme a las leyes de su
pais, sin que en ello pueda intervenir en manera alguna el Gobierno de
los Estados Unidos Mejicanos.
 Artículo séptimo. Las presas de buques mercantes que se hagan por
las Escuadras unidas de Colombia i Méjico se distribuirán en dos

306
porciones iguales, de las cuales la una pertenecerá a la primera i la otra
a la segunda, para que se disponga de ellas conforme a las leyes de cada
pais respectivamente.
 Artículo octavo. Los buques de guerra Españoles que se apresaren por
la Escuadra Unida de Colombia i Méjico, se incorporarán i pondrán
bajo el pabellon de aquella que hubiese abordado al enemigo o hubiese
sido la causa principal de su rendicion.
 Artículo noveno. El presente convenio durará en su fuerza i vigor
por parte de la República de Colombia, por todo el tiempo estipulado en
los artículos anteriores, a ménos que su territorio sea de tal manera in-
vadido por el enemigo que haga necesario el regreso de sus buques para
su propia defensa, en cuyo caso solamente podrán volver a los puertos de
Colombia luego que reciban al efecto las órdenes del Gobierno respec-
tivo, i el de los Estados Unidos Mejicanos no obligado en tal caso a
continuarles el pago de los sueldos i raciones de que habla el artículo 2o.
sino hasta el dia de su arribo al primer puerto de la referida República.
  Artículo 10o. El presente convenio será perfectamente obligatorio
para los Gobiernos de la República de Colombia i de los Estados Unidos
Mejicanos a cuyo efecto empeñan solemnemente su buena fe i el honor
nacional.
 En fe de lo cual firmamos i sellamos las presentes con nuestros sellos
respectivos en la ciudad de Bogotá, a diez i nueve dias del mes de agosto
del año del Señor mil ochocientos veinticinco.
(L.S).
Pedro Gual;
(L.S.)
José A. Torrens.”473

En septiembre, Clemente y Beluche recibieron formalmente


sus nombramientos como Comandante en Jefe, y Mayor
General ( Jefe del Estado Mayor) y Segundo Comandante

473ó López Domínguez, Luis Horacio (Compilador). “Relaciones diplomáticas de Colombia


y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital de la Univer-
sidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/
Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de
abril de 2016 a las 07:44 pm On Line). Cita a: Crédito de Méjico contra las repúblicas que compu-
sieron la de Colombia. Bogotá, Imprenta de Echeverría Hermanos, 1855, pp. 40-42.

307
respectivamente, de la expedición contra San Juan de Ulúa;
trasladándose a La Guaira, de donde zarparon rumbo a
Cartagena el día 10 de ese mes. Como se explicará más ade-
lante, los retrasos en los preparativos colombianos no sólo le
impedirían a la República atacar a tiempo San Juan de Ulúa,
sino que generarían rumores en todo el Caribe sobre una ex-
pedición a Cuba, que en buena parte estaban bien fundados.474
¿Con qué medios contaba la armada colombiana para seme-
jante misión?... En la parte dedicada a la gestión administra-
tiva de la institución, explicaremos con detalle que para 1825
la escuadra estaba creciendo espectacularmente, siendo lo más
destacado el hecho de que Santander estaba esperando un na-
vío de 70 cañones y una fragata de 44 provenientes de Suecia,
así como dos fragatas nuevas de 64 cañones provenientes de
Estados Unidos. Estas embarcaciones serían el núcleo de la
escuadra destinada a estos ambiciosos planes.

“Tengo entre manos y muy reservado el proyecto de bloquear La


Habana con una fuerte escuadra. Llevo tres objetos: 1° cooperar a la
reducción de Ulúa, sobre lo cual estamos de acuerdo con el Gobierno
mejicano, que paga los gastos: 2° encerrar a los españoles en la isla para
que no se nos metan a hostilizar nuestras costas; y 3° contribuir a real-
zar la gloria y reputación de Colombia. No hablo de expedición formal,
porque no podemos hacerla por sí solos, estando muy bien guarnecida la
isla. Espero de Europa un navío de 74, que se llamará Bolívar, dos
bergantines y dos fragatas de 44, que todo lo tengo pagado; estos buques
reunidos a los que tenemos acabarán con la escuadra española, y luego
puede ir una fragata y un buen bergantín o corbeta al Pacífico para que
no sea preponderante la fuerza marítima de los otros Estados. Si el
bloqueo no nos rinde la cuenta, pensaremos formalmente en Puerto
Rico. Estoy autorizado por el Congreso para todo esto, que ha sido
buena fortuna.”475

474a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 266
475a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 6 de
junio de 1825 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 181

308
“Dicen que en La Habana hacen preparativos para defenderse, y que
en todo caso de seguridad contra una invasión, saldrá una expedición
contra Méjico. Yo me alegraría mucho de que se realizara lo último,
para poder pensar con menos recelo en dar ocupación a nuestro ejército
y a la marina. Como todavía no han llegado los buques de porte que dije
a U. esperaba de Europa y de los Estados Unidos, no se adelanta el
proyecto de ir a bloquear la isla de Cuba, que le comuniqué a U. antes
muy extensamente.”476

En este sentido, el historiador Francisco Alejandro Vargas se-


ñala que en febrero de 1825 don Joaquín de Arrieta presentó un
informe a las autoridades españolas en Cuba, el cual contenía un
balance de las fuerzas navales colombianas para ese momento.
Según Arrieta, la República poseía cuatro corbetas de guerra,
siendo la Ceres –capturada a los españoles en abril de 1824– la
única con tripulación completa y en condiciones de hacerse a la
mar; una goleta armada casi sin tripulación y en malas condi-
ciones; un navío y una fragata con bandera sueca, bien armados
y tripulados, listos para para ser transferidos a Colombia; y una
balandra inglesa en la misma situación. Los colombianos espe-
raban además la llegada desde Estados Unidos de un navío y
fragata recién construidos, además de la goleta Bolívar, que se
reparaba en Nueva York. Fuera de Cartagena, Colombia tenía
en servicio dos bergantines y una corbeta.477
Por su parte, Laborde no descuidó la defensa de Ulúa, y
el 19 de septiembre zarpó de La Habana un convoy bajo su
mando, compuesto por las fragatas Sabina y Casilda, y la cor-
beta Aretusa, acompañadas por varios bergantines mercantes
que transportaban víveres para los defensores de la fortaleza.478

476a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 21 de
julio de 1825 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 188
477a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 267 y 268
478a Castro Álvarez, Pedro Raúl. Ob. Cit., p. 155

309
El 11 de octubre se presentó nuevamente Laborde frente a
San Juan de Ulúa. Sin embargo, esta vez dio media vuelta y
regresó con sus barcos a Cuba sin haber abastecido a la forta-
leza. Aunque es bastante difícil de explicar su decisión, el autor
Pedro Raúl Castro Álvarez la atribuye a que quizás, al observar
que las ocho embarcaciones mexicanas se mantenían en su lu-
gar, creyó que las mismas contaban con armas más poderosas
de las que en realidad tenían. Sin embargo, Laborde más tarde
argumentó que sus naves se dispersaron a causa de un tempo-
ral, desarbolando a la fragata Sabina, lo cual le obligó a regresar
a La Habana. Esta decisión de Laborde condenó la suerte de
los defensores de San Juan de Ulúa.479 Nuevamente el carácter
excesivamente prudente o poco arrojado de Laborde costaba
muy caro a España.
El 18 de noviembre de 1825 fue firmada la capitulación de
San Juan de Ulúa por el general Barragán del lado mexicano,
y por el brigadier Coppinger del lado español, que enseguida
partió a La Habana a explicar la situación a Laborde. Así, el
23 de noviembre se arriaba para siempre el pabellón español
de suelo mexicano.480 Mientras esto ocurría, Santander infor-
maba a Bolívar de los retrasos en sus planes navales, en carta
fechada el 21 de noviembre de 1825:

“Por acá no ocurre nada de nuevo, después de mi última carta del 6


del corriente. Las cosas de Europa subsisten in statu quo, y la España
no pierde momento en enviar tropas y buques a la Isla de Cuba. Nuestra
escuadra no se ha reunido aún, por la tardanza de los buques del Báltico,
que sabemos positivamente haber salido del puerto de Cramstadt.”481

479b Ibídem, p. 156


480b Ibídem, pp. 161 - 162
481e Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 225

310
Evidentemente, el retraso colombiano en materializar el
acuerdo de auxilios navales a México jugó en contra del pres-
tigio nacional, y de alguna manera provocó que el Gobierno
mexicano juzgase ya innecesaria la cooperación naval entre los
dos países.482 Esto se puede inferir por lo asentado en el acta
de la sesión del miércoles 7 de diciembre de 1825 del Consejo
de Gobierno:

“Reunido el consejo, compuesto de todos sus miembros, presidiendo el


excelentísimo jefe del poder ejecutivo, el secretario de relaciones exterio-
res dio cuenta, por orden de su excelencia de una nota que se le había
pasado por el señor coronel Anastasio Torrens, encargado de negocios de
Méjico cerca del gobierno de Colombia, por la cual pide que, según las
últimas instrucciones que ha recibido de su gobierno, se rompa el conve-
nio que había celebrado con el secretario de relaciones exteriores, para
que la escuadra colombiana se uniera a la de Méjico para el bloqueo del
castillo de San Juan de Ulúa; el encargado de negocios de Méjico se
funda en que ya su gobierno ha adquirido buques de guerra y que por
esto conceptúa innecesario el auxilio de los de Colombia. Se acordó se le
contestase que, conforme a las noticias que tenía el poder ejecutivo, la
escuadra española que había en Cuba era muy superior a la mejicana y
que era imposible que ésta batiese sola a la primera; así que parecía
exigir la prudencia el que no se rompiese el convenio celebrado, sino que
la escuadra colombiana siguiera al golfo mejicano según las bases fija-
das en el citado convenio. Se trató también del destino que podría dár-
sele a nuestra escuadra en caso de no ir a Méjico, sobre lo cual hubo
diferentes opiniones, y su excelencia el vicepresidente manifestó que ha-
biendo oído el dictamen de su consejo, resolvería lo que juzgara más
conveniente.”483

482a Capriles, María Elena. “Bolívar y la actuación de Venezuela en el Caribe a través de sus
corsarios en Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba y México” en Boletín de la Academia Nacional
de la Historia No. 35, p. 160
483i Sin autor. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827.
Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del
Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula
Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la
Universidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/

311
El tema volvió a tratarse en la sesión del 16 de diciembre:

“Reunido el consejo, compuesto de todos sus miembros, presidiendo el


excelentísimo jefe del poder ejecutivo, el secretario de marina, por orden
de su excelencia, dio cuenta de una consulta hecha por los jefes de la es-
cuadra colombiana y del tercer departamento de marina, por la que
solicitan declaratoria acerca de cuál de las ordenanzas españolas debe
regir, si la de 1793 o la de 1802. Después de examinada detenidamente
la materia, se acordó que debe regir la primera, porque la segunda fue
derogada por real orden de 21 de septiembre de 1806 y, además, sola-
mente en la ordenanza de 1793 se habla de director de marina, empleo
que conservó la ley del congreso constituyente, por la cual se erigieron los
departamentos de marina.
Consultó después su excelencia el vicepresidente al consejo qué se hacía
con la escuadra colombiana en caso de que el gobierno de Méjico no
quiera cumplir el convenio celebrado con su agente. Su excelencia mani-
festó su opinión y oyó la del consejo, encargando a sus miembros que
meditaran la materia para tomarla en consideración en otra sesión.”484

Y luego el 12 de enero de 1826:

“Reunido el consejo, compuesto de todos sus miembros, menos el mi-


nistro de la Alta Corte de Justicia de la República, presidiendo su exce-
lencia el vicepresidente encargado del poder ejecutivo, el secretario de
guerra y marina dio cuenta de la noticia que ha venido ayer, de la
rendición del castillo de San Juan de Ulúa, en Méjico, se convino en que
con este fausto acontecimiento se hallaba disuelto el convenio celebrado
entre el secretario de relaciones exteriores de Colombia y el encargado de
negocios de Méjico, para que nuestra marina fuese a ayudar a rendir
aquel castillo. Por esto el mismo secretario de la guerra leyó un proyecto
de convenio, en que se ponen las bases de una combinación de las dos
escuadras, colombiana y mejicana, para atacar y destruir la escuadra
española de Cuba. Pareció bien al consejo y se convino en que se

Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 10:16


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484d Ídem

312
remitieran dichas bases a Méjico con un oficial, a fin de que nuestro
ministro plenipotenciario las acuerde con aquel gobierno.
El expresado secretario leyó también varios documentos en que se ha-
llan consignadas las frecuentes disputas que hay entre el comandante de
marina del tercer departamento y el general de la escuadra colombiana
reunida en Cartagena, Lino Clemente. Se convino en que estas dispu-
tas paralizaban enteramente el servicio. Examinado el punto, la ma-
yoría del consejo fue de opinión de que, en virtud de la confianza que el
vicepresidente había manifestado merecerle el comandante general del
departamento del Magdalena, Mariano Montilla, lo autorizara el eje-
cutivo para que cortase las disputas que se suscitaran entre el coman-
dante de marina y el general de la escuadra, y que sus resoluciones se
llevaran a efecto, pues de este modo habría unidad de mando y no
se atrasaría el servicio. Otro de los medios que se propusieron fue que el
general de la escuadra fuera al mismo tiempo comandante de marina,
más se prefirió el primero.”485

De esta manera, el Gobierno colombiano pudo aprovechar la


victoria mexicana para proponerle a su aliado un plan aún más
ambicioso: la liberación de Cuba y Puerto Rico, con la conse-
cuente expulsión de los españoles del Caribe. Nuevamente el
gobierno de Santander subía las apuestas por la guerra naval,
y tal como abordaremos en la parte centrada en la diplomacia
naval colombiana, este proyecto amenazaría con reconfigurar
todo el equilibrio de fuerzas en el continente americano.
La captura de San Juan de Ulúa era para Santander y los
planificadores de guerra colombianos solo un paso preliminar
para eliminar la presencia española en el Mar Caribe, no el
objetivo final. De hecho, los preparativos hechos en Cartagena
desde finales de 1825 continuaron sin alteración, ahora con
miras al verdadero objetivo estratégico.

485d Ídem

313
2) Planes para la liberación de Cuba y Puerto Rico
No son pocos los trabajos historiográficos referidos a los pla-
nes del Libertador y de la República de Colombia para liberar
Cuba y Puerto Rico del dominio español. Es entre 1826 y 1827
que este proyecto toma forma real como un plan militar y que
llega a estar muy cerca de llevarse a cabo. Después de este lapso,
los problemas internos de Colombia anularán toda posibilidad
para una empresa de semejante dimensión. Sin embargo, ya ha-
cia 1823 tenemos noticias de un precoz plan para una expedición
colombiana a Cuba. El ya citado Francisco Alejandro Vargas re-
fiere parte a una carta enviada por Vicente Rocafuerte a Pedro
Gual, fechada en Maracaibo el 21 de noviembre de 1823. En
dicha misiva, Rocafuerte cuenta a Gual que José María Salazar,
ministro colombiano en Estados Unidos, le había manifestado
a mediados de 1822 que Colombia podría ir a la conquista de
Cuba, pues calculaba que Maracaibo y Puerto Cabello pronto
serían liberados. Rocafuerte argumentaba que este plan sería be-
neficioso para la República, que podría enviar fuera sus tropas
sobrantes, apoyando a su vez a los independentistas cubanos que
eran favorables a Colombia.486 Este interesante dato es ampliado
por Sergio Guerra Vilaboy, quien presenta un fragmento de la
carta ya mencionada:

“Se me aparecieron en mi casa los señores Salazar y Palacios, el uno


Ministro Plenipotenciario de Colombia en E.U. y el otro Cónsul General;
ambos me suplicaron a nombre de Colombia, me prestase y la ejecución
del plan que habían concebido de apoderarse de la Isla de Cuba: me hicie-
ron las mayores instancias para que tomara parte en este negocio de tanta
trascendencia. El señor Salazar me dijo: “Acaba de llegar la noticia de que
el joven General Manrique ha expedido de Maracaibo al Coronel
Morales y a todas las tropas españolas. Él es un joven de aspiraciones y de
gran mérito; es íntimo amigo nuestro y hará lo que convenga a la gloria
de nuestro país. Importa pues que antes que Ud. vaya a México, pase a
486a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 263 y 264.

314
Maracaibo, lleve a Manrique nuestra correspondencia e instrucciones y le
manifieste la importancia de atacar a la Isla de Cuba, con los 3,000
hombres disponibles que tiene en el Zulia y la escuadra de Padilla, que
debe estar aún en el lago de Maracaibo. La ocasión es muy oportuna, pues
me consta que los españoles tienen poca tropa en la Isla, y ésta se halla
reconcentrada en las cercanías de La Habana; también sabemos que por
todas partes contamos con un gran partido a favor de la independencia.
Como esta invasión, hecha por el Gobierno de Colombia, inquietaría a la
Inglaterra y la Francia, que tienen esclavos en sus colonias, es preciso que
este golpe de mano se dé sin la anuencia del Gobierno de Colombia, apro-
vechándose Manrique de las fuerzas que tiene en estos momentos. Y para
que el Gobierno de Bogotá no se alarme al saber tan inesperada e impre-
vista empresa y pueda francamente disculparse con la Francia y la
Inglaterra, saldrán de aquí para Caracas, al mismo tiempo que usted
para Maracaibo, los señores Miralla, Castillo e Iznaga, residentes en La
Habana, y propietarios en la Isla de Cuba, con objeto de predisponer los
ánimos de Venezuela; después pasarán a Bogotá y explicarán al Gobierno
este golpe de mano ejecutado por un guerrero colombiano, cuya inexpe-
riencia y juventud le sirven de excusa al delito de invadir la Isla de Cuba
sin licencia de ese Gobierno”487

Rocafuerte salió de Nueva York con destino a Maracaibo, a


la par que el 23 de octubre de 1823 salieron hacia La Guaira
el argentino José Antonio Miralla y los cubanos Gaspar
Betancourt Cisneros, Fructuoso Gil del Castillo, José Agustín
Arango y José Aniceto Iznaga, animados por la propia lega-
ción colombiana en Estados Unidos. Estos independentistas
eran miembros del Comité Patriótico, del cual también era
parte Antonio Abad Iznaga, quien permaneció en Nueva York
como enlace del grupo en ese país.488

487u Guerra Vilaboy, Sergio. México y Cuba: primeros esfuerzos por la independencia cubana,
1820-1830. Veracruz, Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, Universidad Vera-
cruzana, 1998. Disponible en: http://cdigital.uv.mx/handle/123456789/8785 Cita a: Julián
Vivanco. José Antonio Miralla. Precursor de la Independencia de Cuba, t. 1. La Habana, El Sol,
1959. pp. 30-31.
488b Ibídem, p. 37

315
En la carta ya citada de Rocafuerte a Gual del 21 de no-
viembre de 1823, el quiteño escribió al venezolano:

“Acabo de llegar á este país: el principal objeto de mi venida ha sido


ver este puerto, y anunciar a Ud. una especie de diputación de la Isla de
Cuba compuesta de los señores Arango, Iznaga, Betancourt y Castillo,
que á nombre de los jóvenes cubanos vienen a pedir protección á la
República y suplicar los libre del yugo “godo”. Los acompaña también
un joven residente en La Habana: éste se llama Miralla, quien por su
talento y viveza tiene un gran influjo en aquella ciudad. El negocio ha
tomado origen en Filadelfia, entre Salazar, el General Dn Manuel
Arce, Presidente de Guatemala, y yo. Hablando del Castillo de San
Juan de Ulúa se me ofreció decir que el único modo de rendirlo, era
conquistar la isla de Cuba y fijar allí el nuevo sistema de Independencia,
aprovechándonos del gran partido que se ha formado á favor nuestro,
desde dos años á esta pane. La idea gustó mucho al General Arce, quien
contestó que tenía listos en San Salvador los cuatro mil hombres que
componían el ejército que él mandó y levantó contra las tropas de
Iturbide; que sólo le faltaba el dinero y algunos oficiales de artillería,
para realizar la expedición; que para este objeto se podría conseguir en
México un millón y medio de pesos, por medio de la Casa Mignony y
Echevarría, de Veracruz. Salazar, entonces nos dijo, que la República,
podría también cooperar á la conquista de Cuba; porque calculaba que
las plazas de Maracaibo y Puerto Cabello, quedarían evacuadas en
todo noviembre, y que sería muy útil á la República, enviar fuera de su
territorio, parte de la mucha tropa que le sobraría; que mientras mis
fuerzas presentásemos, menos resistencia harían los españoles, y mayor
estímulo tendría el fuertísimo partido de cubanos independientes.
Después de una larga discusión, resolvimos: que el señor Presidente de
Guatemala, General Arce, irla á tomar posesión de su empleo, pasando
por la ciudad de México, conferenciando con sus jefes y proporcionán-
dose el dinero necesario para alistar 4 ó 5,000 hombres; que los cubanos
y habaneros que se hallan en los E. U., promoviendo la independencia,
y buscando inútilmente auxilios en esos helados países, se pusieran en
camino de Santa Fe de Bogotá con cartas de recomendación para usted.
El General Arce salió de New York para Tampico, el 18 pasado. Yo debí
irle acompañando; pero como también salía una goleta que venía á

316
cargar cacao aquí, para seguir inmediatamente a Puerto Alvarado, me
suplicó el General viniese á esta plaza, á tomar razón de los oficiales
útiles que podría haber y examinar el aspecto del país y espíritu del
pueblo. Es probable llegue á México á fines de diciembre. Estoy persua-
dido de que se realizará la expedición contra Cuba, en todo el curso del
próximo febrero.”489

Salta a la vista el entusiasmo de Vicente Rocafuerte por la


idea, aunque no se puede decir que la misma fuese un verdadero
plan militar, sino el proyecto, un tanto quimérico, de unos revo-
lucionarios, notables y políticos. Sin embargo, Rocafuerte llegó
a entrevistarse con el general Manuel Manrique, quien condi-
cionó la ejecución del plan a la próxima rendición de Puerto
Cabello, la cual se produjo efectivamente ese mes de noviembre
de 1823. Manrique había enviado a La Habana a José Pierson,
quien estimó que con 3.000 hombres bastaría para tener éxito
en Cuba. Manrique a su vez transmitió estas informaciones a
Soublette, Carabaño y Santander.490 En estos términos escribió
Manrique a Santander el 20 de agosto de 1823:

“Ahora he tenido el gusto de conocer al Coronel Dr. José Pierson,


quien después de habérseme dado a conocer como h.; me ha descubierto
los sentimientos mis liberales, como si hubiera sido el primer patriota de
Colombia; se ha marchado para Cuba, comprometido a trabajar en la
libertad de La Habana. Por la copia que incluyo de la carta dirigida a
Carabaño y al General Soublette, tocará Ud. más de cerca mis ideas y si
mereciera el concepto de Ud., podría principiarse a trabajar una vez
que sea rendido Puerto Cabello, o cuando lo juzgue más conveniente
[...] Pierson tenía buenas ganas de quedarse para manejar la cosa con-
migo y Carabaño, pero después convinimos en que debía ser más útil en
La Habana, arreglando y preparando el proyecto y comunicándome sus
progresos […]”491

489b Ibídem, pp. 119 – 120


490b Ibídem, p. 39
491b Ibídem, pp. 113 - 114

317
Este primer proyecto de liberación de Cuba quedó sepul-
tado con la muerte del general Manrique el 30 de noviem-
bre de 1823, poco después de la caída de Puerto Cabello.
Rocafuerte se trasladó entonces a México en busca de apoyo
del gobierno de ese país.492 Si bien estos hechos tienen un ca-
rácter casi anecdótico, puesto que no llegaron a concretarse
en una acción militar, los mismos constituyen un interesante
y poco conocido antecedente de los planes más elaborados
que vendrían posteriormente. También resulta interesante que
desde este primer momento aparece ya la convergencia de in-
tereses entre Colombia y México por echar de Cuba y Puerto
Rico a los españoles.
Al examinar la documentación epistolar y la hemerogra-
fía de la época, interpretamos que el Gobierno y la sociedad
colombianas estaban expectantes acerca de los movimientos
españoles en el Caribe. Esto tanto por temor a un nuevo ata-
que desde el mar sobre el norte del territorio nacional, como
por buscar una oportunidad en la que los españoles bajaran
la guardia y pudiera la República finiquitar la guerra con un
golpe contundente. Tal golpe podría ser la invasión de Cuba y
Puerto Rico. En el caso de la primera de estas islas, no faltaban
revolucionarios y conspiradores a favor de la independencia,
con los cuales podría coordinarse Colombia. En ese sentido, la
Gaceta de Colombia publicó el 7 de diciembre la noticia de una
conspiración independentista en Cuba, la cual fue descubierta
y sofocada.

“Por las gacetas de Jamaica hemos sido instruidos de una conspiración


que fue descubierta en La Habana el 18 de agosto último. Según las
expresadas gacetas y una proclama, del capitán general de aquella isla,
la conspiración tenía por objeto el establecer una república en Cuba, y
hacerse independiente: don José Francisco Lemus, que se dice era

492b Ibídem, pp. 39 - 40

318
coronel, debía ser el presidente, don José Lemus Valdés el vicepresidente,
un fraile Llopis estaba destinado para que fuera obispo, y don Juan
Jorge Peoli, un mercader de 200, o 300 mil pesos de capital, para gene-
ral de marina. Un oficial de la imprenta donde se estaban tirando fur-
tivamente las proclamas revolucionarias denunció este hecho, por el cual
fue descubierta la conspiración y los principales autores arrestados, por
una declaración que dio Lemus Valdés, quien tuvo miedo y denunció
toda la trama. Quedaban arrestados los principales, que sin duda per-
derán la cabeza, como lo indica el capitán general Vives en su proclama.
Este pinta como es de costumbre, con los colores más negros la conspira-
ción, acerca de la cual aguardamos ver lo que digan plumas más
imparciales.”493

A comienzos de 1824, el Libertador desestimaba sin em-


bargo las posibilidades de un nuevo ataque español sobre las
costas septentrionales de Colombia:

“En las costas del Norte ha corrido un absurdo rumor de que Morales
volvía de La Habana. Esta noticia fue dada en Jamaica por un necio o
un malvado al imbécil de Amador, y éste lo ha participado a todas par-
tes. De lo que conceptúo resultará algún retardo en las tropas expedicio-
narias. Desde luego, en Cartagena y en el Istmo dicen que creen la
noticia para tener pretextos con que retardar los auxilios; en tanto que
la tal noticia no tienen pies ni cabeza, porque en La Habana ha habido
una revolución; el gobierno español allí no trata más que de conservarse
a fuerza de bayonetas, para darle un asilo a su constitución, que bien
pronto será echada de toda la Península, pues los franceses van a paso
redoblado de suceso en suceso, en tanto que los españoles cuentan tantas
catástrofes como días. La Habana puede servir en efecto de rendez-
vous a todos los liberales de España; pero para sostenerla necesitan de
muchas bayonetas europeas, porque allí el contagio revolucionario es
general. Por otra parte, el gobierno español trata de hacer la paz con

493I “Isla de Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 7 de diciembre de 1823. N° 112,
p. 3

319
nosotros de cualquier modo, como lo han declarado los ministros del rey
y las cortes: así no están para expediciones y para gastos extravagantes.”494

Aun así, el Vicepresidente Santander, quien ejercía el poder


real en el país como encargado del Poder Ejecutivo, continuó
sus coordinaciones con México para conservar la iniciativa de
la guerra del lado independentista. Así parece reflejarse en los
preparativos que el Gobierno de México adelantaba ya a fi-
nales de 1824. El 18 de agosto de ese año el general Antonio
López de Santa Anna fue encargado de organizar en Yucatán
una expedición contra Cuba. Entre los líderes de la misma
figuraban el cubano Francisco de Sentmanat, miembro de la
célula revolucionaria de Filadelfia, quien para marzo de 1825
ya contaría con 500 hombres en Campeche para atacar La
Habana, incluyendo en dicha fuerza dos compañías de cu-
banos, y dos o tres buques. Santa Anna, escribió al Gobierno
sobre una tácita repartición con Colombia: México tendría la
responsabilidad primordial de liberar Cuba y Colombia haría
lo propio con Puerto Rico.495
Las cartas siguientes muestran por un lado la angustia de
Santander ante un posible ataque español por el Caribe, y por
el otro la disposición de Páez para atacar Cuba y Puerto Rico.

“Los enemigos no cesan de jeringarnos con noticias; ahora he recibido


un parte de Venezuela hablando de una expedición española organi-
zada y equipada en Cuba contra aquel Departamento.”496

“Estoy casi seguro de no engañarme, en el concepto de que U. tardará


muy poco en libertar al Perú así que reciba los contingentes de tropas de
494a Carta al General Antonio José de Sucre. Pativilca, 16 de enero de 1824. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a
8 de mayo de 1824, p. 877
495u Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., p. 41
496a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 19 de
julio de 1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 151

320
Colombia, y entonces no nos queda otro padrastro que La Habana […]
cuente U. conmigo y cuente con tres o cuatro mil hombres de Venezuela,
los más guapos, y que un mes después de recibidas las órdenes aquí, es-
taremos en La Habana.”497

Aun así, para mediados de 1824 no podemos hablar todavía


de un verdadero plan de ataque sobre las Antillas Españolas.
Sobre lo hecho en 1825, el general José Antonio Páez recorda-
ría en su autobiografía:

“Considerando como una amenaza a la vida de las nuevas repúblicas


el dominio español sobre las islas de Cuba y Puerto Rico, entraba en los
planes de la confederación libertarlas del yugo hispano, mediante los es-
fuerzos combinados de las mismas repúblicas.
Ya por los años de 1825 hubo en Méjico el proyecto de formar en la
Florida, si lo permitían los Estados Unidos, una expedición destinada
a libertar a Cuba, para la cual contribuirían con buques y hombres los
Estados Unidos, Méjico, Colombia, Buenos Aires, Perú, Chile y Santo
Domingo; pero tan atrevida como arriesgada empresa, no paso de ser
una amenaza contra España. Tuvo mejor fortuna la proposición de
Bolívar de reunir los diputados de todas las naciones americanas en el
istmo de Panamá, «centro del globo, que mira al Asia por una parte y
por otra al África y a la Europa».”498

Estos recuerdos de Páez son bastante imprecisos, pues


Estados Unidos, Buenos Aires, Perú y Chile nunca se invo-
lucraron en planes libertadores de Cuba y Puerto Rico. Para
marzo de 1825 los movimientos españoles en el Caribe con-
tinuaban siendo observados por Colombia con sumo interés,
temiéndose una nueva invasión.

497a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Puerto Cabello, 19
de agosto de 1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 56
498á Páez, José Antonio. Memorias del General José Antonio Páez (Autobiografía), p. 287

321
“El 17 de enero han fondeado en el puerto la fragata de guerra
Casilda, las corbetas de guerra Aretusa y Diamante con cuatro trans-
portes procedentes del Ferrol conduciendo tropas, armamento y pertre-
chos. Se asegura que esta expedición va para La Habana.”499

“Un amigo de la República escribe lo siguiente desde una de las colo-


nias extranjeras: “De los buques de guerra españoles que han arribado
a Puerto Rico la fragata Casilda es el único respetable, pero su tripula-
ción compuesta de sastres, zapateros, y peones inutiliza su fuerza.
Además el comandante se visto afligido por los síntomas de sublevación
de acuerdo con los demás buques, en términos de haber rogado encareci-
damente al comandante de una corbeta francesa le diese convoy hasta
La Habana, a lo que no pudo acceder este. La corbeta Diamante es un
barcote danés muy grande que compraron en el Río de la Plata para
conducir a España unos pliegos. Una goleta corsario de Buenos Aires la
rindió, y la corbeta española armada Darvis y Velarde la rescató en
1817. La corbeta Aretusa es otro barcote francés del comercio de la
India, un plomo, y se está deshaciendo. La expedición se completó en
Galicia hasta 1600 hombres con gente sacada de los campos a viva
fuerza: todavía a bordo tienen sus vestidos campesinos. Entre los ofi-
ciales han venido algunos de los que estuvieron con Morillo en
Venezuela, se dice que de Canarias vendrán mil hombres a reforzar la
guarnición de Puerto Rico.””500

Para comienzos de 1825 se encontraba en Bogotá José


Anastasio Torrens, ministro de México, quien comenzó una
serie de negociaciones con Colombia, incluyendo coordi-
naciones militares. En las conversaciones de Torrens con el
Secretario de Exteriores Pedro Gual, Torrens manifestó interés
por la posible anexión de Puerto Rico a Colombia, expresando
que los puertorriqueños eran colombianos por inclinación.
Respecto a Cuba, declaró que quedaría en libertad de decidir

499P “Puerto Rico”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 20 de marzo de 1825. N° 179, p. 3
500M “Marina Española”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 20 de marzo de 1825. N°
179, p. 4

322
su destino.501 A manera de resumen de las gestiones de Torrens
en Bogotá sobre este asunto, presentamos la nota confidencial
que envió a su gobierno el 28 de junio.

“Habiéndose celebrado en estos días una Junta de Gobierno en virtud


de movimientos en Cuba, pasé a la Secretaría de Relaciones Exteriores
con el fin de descubrir las miras de C. sobre esta isla; á pocas palabras
me dijo el señor Gual que se trata de los auxilios de marina prometidos
á México, y que las atenciones del Perú han impedido prestar. Le hice
saber entonces que tenía instrucciones para solicitarlos, ofrecer pago de
los sueldos durante el tiempo de su servicio y combinar un plan de ope-
raciones entre ambos gobiernos. El plan es que los gobiernos de México
y Colombia declaren en estado de bloqueo no sólo á Ulúa sino también
á La Habana y Cuba, que la marina cruce delante de estos dos puertos
de la isla y desembarque mil colombianos que fortifiquen en un punto;
de el cual no hagan incursión alguna antes bien proclamen que no ban
á forzar i los habitantes á tomar un partido contra su inclinación sino
á auxiliarlos si quieren hacer su independencia: y si no limitarse á qui-
tar los recursos i los españoles atacando su Comercio. Que reunido el
Congreso de Panamá se debe proponer que las nuevas repúblicas levan-
ten una marina para llevar la guerra á España (después de concluir con
Cuba y Puerto Rico) cruzando en el Mediterráneo y haciendo desem-
barcos; añadió que sin este plan no es practicable el bloqueo de Ulúa, no
habiendo en nuestras costas puertos donde se reparen los buques que
sufran de un combate: que en el caso del plan irán al puerto guarnecido
por los colombianos en Cuba.”502

Por su parte, el representante colombiano en México,


Miguel Santamaría, también adelantaba gestiones con los
mismos objetivos:

“Hace algún tiempo que este gobierno me había manifestado los de-
seos de combinar con el de Colombia un plan dirigido a libertar las islas

501u Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., p. 40


502d Ídem

323
de Cuba y Puerto Rico del dominio español; la inteligencia que han
llevado con él varios individuos de la primera, y su actual estado des-
pués de la restauración del poder absoluto en España, renovó las ideas y
deseos. Pero las atenciones y gastos del de Colombia en el Perú, le han
tenido en suspenso hasta saber el resultado de aquella campaña. Por
consiguiente, luego que se tuvieron las noticias del glorioso suceso de
aquella, se me invitó a varias conferencias, cuyo objeto ha sido acelerar
la ejecución del plan […]
[…] El Presidente me ha asegurado que Méjico estará dispuestos con
el contingente de 6.000 o más hombres, y lo que por ahora le faltan son
buques, que aguarda, aunque no puede asegurarse el tiempo preciso de
su llegada.
Será, pues, objeto de la misión del Ministro mejicano la combinación
con el de Colombia de cuanto diga relación con respecto a lo militar o
político en las consecuencias del proyectado plan. Espero poder dar a
nuestro Gobierno informes más decisivos dentro de quince días.”503

Este arduo trabajo de hombres como Torrens, Gual y


Santamaría cristalizaría en 1825 en el Convenio de Auxilios
Navales a México que ya hemos presentado, destinado sobre
todo para el bloqueo de San Juan de Ulúa, y a nuevos y más am-
plios preparativos en ambos países. De esta manera, el presidente
Victoria aprobó la expedición que Antonio López de Santa
Anna venía preparando en Yucatán. Santa Anna sólo esperaba
la llegada de unos buques que se construían en el extranjero,
así como al batallón colombiano “Girardot” que se trasladaría
a Cartagena bajo el mando del general puertorriqueño Antonio
Valero de Bernabé por orden del propio Bolívar. Valero se había
destacado en el bloqueo del Callao, teniendo algunos oficiales
cubanos en sus fuerzas. Por otra parte, la gran acumulación de
buques de guerra en Cartagena indicaba los preparativos para
una gran operación militar en el Caribe.504

503a Carta de Miguel Santamaría al Libertador Simón Bolívar. México, 1° de abril de 1825
en Memorias del General O´Leary. Tomo IX, pp. 411 – 412
504u Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., pp. 45 – 46

324
En agosto de 1825 la Gaceta de Colombia volvía a informar
de movimientos españoles en Cuba:

“No queda duda en que ha arribado a la isla de Cuba una escuadra


francesa de 15 velas y han desembarcado en un punto de la isla cinco
mil hombres de la misma nación. Los diarios ingleses no han hecho
mención de este armamento, ni parece que han translucido el plan; pero
los diarios franceses del mes de mayo que se suponen órganos del minis-
terio discutían las desventajas que se causaban a la Europa si la isla de
Cuba llegaba a abrazar el partido de la independencia. Hemos podido
trascender que el gobierno español bien asegurado del desgraciado suceso
de sus armas en Ayacucho, y temeroso de que los estados americanos
lleven sus victoriosas armas a la isla de Cuba ha ocurrido al medio
único de guarnecer la isla con tropas francesas, y dejar libres las tropas
española para emprender alguna operación sobre cualquiera de los esta-
dos antes colonias españolas. Para el efecto hay en La Habana 12 o 14
buques de guerra españoles, a que se reunirán las dos nuevas fragatas de
54 Iberia y Lealtad y a las tropas recientemente venidas de La Coruña
y de Canarias se reunirán dos regimientos españoles que estaban listos
a dar la vela del Ferrol, o del mismo puerto de La Coruña. A todo esto,
en España se contaba con que Olañeta y Tristán conservaban después
de Ayacucho un fuerte cuerpo de tropas, con que los pueblos peruanos
eran fieles a la madre patria, y con el descontento y anarquía de los
colombianos.
Estas son las noticias de que podemos informar al público. Si hemos
de confiar en las opiniones de algunos articulistas nuestros compatrio-
tas, Colombia no debe temer ser invadida, pues la España se contentará
con asegurar las colonias que le quedan bajo su dependencia; pero si
hemos de calcular por los preparativos que de antemano ha hecho el
gobierno proveyendo los almacenes y parques, y dictando otras medidas
que no es tiempo de revelar, y por los recelos y activas providencias de los
comandantes generales de los departamentos litorales, creemos que hay
bastante motivo para no vivir adormecidos en una fatal confianza. El
pueblo colombiano, y sus heroicos defensores sabrán en todo caso conser-
var su gloria y la obra de sus sacrificios.
Permítasenos aquí un desahogo patriótico mientras que los enemigos
públicos de Colombia no perdonan ocasión ni esfuerzo para turbar el

325
reposo de la República, proyectando planes de invasión, o de anarquía,
los patriotas se ocupan de despedazarse mutuamente por medio de la
imprenta, de desconceptuarse, de fomentar rivalidades, de disminuir la
fuerza moral de las leyes y del gobierno. A los dos extremos de la América
meridional crujen las imprentas publicando dicterios, y calumnias con-
tra los dos primeros magistrados de Colombia: en Buenos Aires contra
el Libertador presidente suponiéndole miras siniestras, y levantando de
este modo polvo para que se forme una nube que obscurezca su gloria y
reputación: en Caracas y Puerto Cabello contra el vicepresidente impu-
tándole deslices muy ajenos a un magistrado que lleva recorrida una
larga vida pública. En ambos puntos sirve de pretexto a los escritores el
amor a la patria, y el celo por las libertades públicas, virtudes que en
otro tiempo […] Dejémoslo aquí, y no olvidamos que los abominables
corifeos de los clubs en la época sangrienta de la revolución francesa
también apelaron al amor de la patria y de la libertad. Quisiéramos,
Dios es testigo de nuestras intenciones, que nuestra vez fuera bastante
capaz para que se nos oyera: sin una cordial unión, y un profundo res-
peto a las leyes, Colombia no verá consolidada su independencia y sis-
tema político.”505

A pesar de estas informaciones, el Libertador continuó deses-


timando el peligro de un ataque español al norte del país:

“[…] ayer recibí noticias del Istmo del general Carreño en que da
parte de haber llegado a Chagres una fragata de guerra inglesa, con la
noticia de que a La Habana habían llegado 7.000 españoles convoya-
dos de dos buques franceses que traían armas y las desembarcaron en La
Habana […] añade el capitán inglés, que la expedición debía venir a
Costa Firme. En consecuencia, el general Carrero le pide tropas a
Castillo, y por esta causa, he ordenado hoy mismo al general Salom que
mande al Istmo 1.300 infantes y 100 caballos de las tropas que sitian
el Callao, acostumbradas a un clima ardiente. También el general
Carreño había recibido ya o estará recibiendo el batallón de Junín y el
escuadrón de Granaderos con 1.600 plazas. Estas tropas pueden

505E “España y Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 28 de agosto de 1825. N° 202,
p. 3

326
servirle en todo caso, pero no deben quedar en el Istmo porque morirán
de fiebre siendo de climas fríos. Dígales Vd, a los intendentes del Istmo
y de Cartagena, que en cualquier caso me pidan auxilios, que yo se los
mandaré inmediatamente, y que aún pueden pedírselos al general
Salom a Lima, que tiene orden de mandarlos.
Yo creo que lo probable es que la expedición española sólo servirá para
conservar a La Habana y Puerto Rico, y que en caso de hacer una ex-
pedición, la harán sobre Méjico pues que a nosotros nos temen porque
tenemos más de 50.000 hombres veteranos que oponerles.”506

En esta situación, la acumulación de hombres y buques con-


tinuó en Cartagena. Contamos con el dato de que el 23 de oc-
tubre de 1825 un oficial de la armada colombiana dirigió una
carta para su hermano, residente en Estados Unidos, donde
decía: “Presumo habrás oído que se prepara una expedición con-
tra la isla de Cuba: consiste ésta en un navío de 74, cinco fragatas,
seis corbetas, un cierro número de bergantines, goletas, lanchas ca-
ñoneras, etc. El número de tropas es de diez a doce mil hombres y
creemos generalmente que por la opinión de sus naturales será fácil
el logro de la empresa sin derramamiento de sangre. Nuestra sa-
lida está detenida porque se esperan de Nueva York dos fragatas que
deben llegar por momentos; de suerte que dentro de pocos días me
veras otra vez en el campo de la guerra [...] Las operaciones de la
Armada serán dirigidas por el general Lino Clemente, el comodoro
[Renato] Beluche y yo. Yo creo [que] ésta deseada expedición no
encontrará oposición en los generosos habitantes de la opulenta isla
de Cuba [...]”507
Este documento constituye una auténtica revelación, aun-
que es pertinente una pregunta: ¿quién fue el autor de esta
carta? El hecho de que se dirigiera a un pariente tan cercano
506a Carta al General Santander. Potosí, 13 de octubre de 1825. Bolívar, Simón. Obras Com-
pletas Vol. II. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a 8 de mayo
de 1824, p. 235
507u Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit. Cita a: Roldan Oquendo, Omán. Las relaciones entre
México y Colombia 1810 – 1862. México, Secretaría de Asuntos Exteriores, 1974. p. 89.

327
en Estados Unidos vendría a indicar con casi absoluta seguri-
dad que el autor era originario de ese país. Ahora bien, aunque
habían muchos oficiales de origen norteamericano en la ar-
mada colombiana a finales de 1825, sólo uno tenía antigüedad,
experiencia y prestigio suficientes para ser el tercero al mando,
detrás de Clemente y Beluche: el Capitán de Navío John
Daniel Danels, de quien ya hemos hablado anteriormente. En
efecto, Danels siempre mantuvo a su familia en Baltimore y se
retiró del servicio en la armada colombiana en 1826.
El extracto de una carta similar también fue publicado en
Maryland:

“Un periódico de Antigua muestra el siguiente extracto de una carta


de La Guaira, fechada el 2 de septiembre:
“Una expedición está por zarpar contra Cuba, el 15 del corriente
desde Cartagena. Dos fragatas mexicanas de 64 cañones, dos fragatas,
tres bergantines y treinta y dos goletas, y toda la armada colombiana,
con 19.000 tropas. Ésta es la noticia del día, y un bote fue enviado ayer
a Cumaná, para ordenar al Pichincha y la Boyacá ir a Cartagena.”508

Llegados a este punto resulta oportuno revisar, aunque sea


aproximadamente, las capacidades militares de Colombia y
México para llevar a cabo este plan, así como la de España
para evitarlo. El autor venezolano Fermín Toro Jiménez nos
dice que la correlación de fuerzas era desfavorable a la coali-
ción colombo-mexicana, presentándonos que en La Habana
los españoles contaban con un navío de línea, seis fragatas, dos
corbetas y buques auxiliares (bergantines y goletas); mientras
que del lado colombiano se contaban tres fragatas, tres corbe-
tas y una goleta509.

508e Republican Star and General Advertiser. Easton (Maryland), 8 de noviembre de 1825
509o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 368

328
Por su parte, el historiador español Serrano Mangas nos
presenta las siguientes cifras hacia el año de 1826: Colombia
con un navío de línea y cuatro fragatas; México con una fra-
gata y varios bergantines y goletas; y la escuadra de Laborde
en Cuba con un navío de línea, tres fragatas, una corbeta y un
bergantín, llegando más tarde dos navíos y una fragata proce-
dentes de España.510
El Gobierno mexicano estaba consciente de que no dis-
ponía de una flotilla corsaria como la de Colombia, de ma-
rina regular como la suya, ni tampoco de su experiencia en la
materia. Por ello ese Gobierno realizó esfuerzos consistentes
en la adquisición de buques y la contratación del Comodoro
David Porter en Estados Unidos.511 Esta nueva escuadrilla al
mando de Porter, formada por un bergantín nuevo adquirido
en Estados Unidos, un mercante armado y un corsario, realizó
varios cruceros de ataque por costas cubanas a finales de 1826
y comienzos de 1827, teniendo como base el apostadero de
Cayo Hueso, al sur de la Florida512. Estas operaciones de la
escuadrilla demostraron la poca operatividad de la escuadra de
Laborde, que no pudo detenerlos sino hasta 1828.
En cuanto a las fuerzas navales colombianas, sabemos por las
propias presentaciones de los Secretarios del Gobierno ante el
Senado a principios de 1826, que hacia febrero y marzo de ese
año la Marina de Guerra de Colombia llegó al cénit de su po-
der, contando en sus fuerzas: un navío de línea, cuatro fragatas,
cinco corbetas, siete bergantines y nueve goletas, junto a más
de cuarenta buques de pequeño porte.513 Si bien todas estas

510e Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos
de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 121 – 122
511o Morales Pérez, Salvador E. “El papel de Cuba en la geopolítica independentista” en Las
Independencias de Hispanoamérica, pp. 765 – 766
512b Ibídem, p. 779
513e Reporte del Secretario de Marina al Congreso de Colombia. 9 de enero de 1826.
Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, p. 1099

329
embarcaciones no estuvieron disponibles al mismo tiempo;
por encontrarse algunas en el Pacífico, y otras en manteni-
miento, averiadas o desarmadas, es de resaltar la presencia de dos
grandes fragatas de 64 cañones, la Colombia y la Cundinamarca,
construidas en Estados Unidos y adquiridas nuevas, las cua-
les contaban con los últimos adelantos tecnológicos y podían
plantarle cara a cualquiera de los viejos y podridos navíos que
España aún tenía en servicio. Otro informe interesante fue el
publicado por The Baltimore Gazette and Daily Advertiser, el 15
de marzo de 1826. En dicho artículo, un aparente espía al servi-
cio de España contó en Cartagena un navío, dos fragatas, cuatro
corbetas y tres bergantines.514 La escuadra colombiana, apostada
en Cartagena y en plenos preparativos también fue vista por el
marino, comerciante y viajero sueco Carl August Gosselman,
quien dejó constancia escrita de la misma, coincidiendo con las
fuentes anteriormente citadas.515
Ciertamente, no es un objetivo de este trabajo precisar si
Colombia y México habrían podido vencer a la escuadra de
Laborde e invadir Cuba y Puerto Rico. Más allá de afirmaciones
como la de Fermín Toro Jiménez de que el plan era “un tanto
quimérico”516, al contrastar las fuerzas españolas con las co-
lombianas, puede observarse una relativa paridad entre ambas
fuerzas. Del lado español existían ventajas tales como mayor nú-
mero de naves y mayor experiencia en sus oficiales y tripulacio-
nes, mientras que del lado colombiano las ventajas eran la mayor
calidad de los buques al ser nuevos en su mayoría, y la moral
en alto de sus oficiales y marinería. Al final, podríamos concluir
que hacia 1826 existía una cierta oportunidad para la República

514i Sin Autor. “Colombian Naval and Military Force”. The Baltimore Gazette and Daily
Advertiser. Baltimore, 15 de marzo de 1826. Volume 65, p. 2.
515o Gosselman, Carl August. Viaje por Colombia 1825 y 1826. Bogotá, Banco de la Repú-
blica, 1981. Descargado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/viajes/indice.
htm, pp. 61 - 62
516o Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 369

330
de Colombia de emprender una invasión de Cuba y Puerto
Rico, para la cual sería determinante el resultado del enfren-
tamiento entre las armadas colombiana y española. En dicho
enfrentamiento, que habría sido definitivo, habría tenido un
rol fundamental la destreza táctica de Laborde y la de sus con-
trincantes (Clemente, Beluche, Padilla, Joly, Danels, etc.) para
explotar las fortalezas propias y las debilidades del enemigo.
Al parecer la gran operación naval que se preparaba en
Cartagena estaba en combinación con revolucionarios den-
tro de Cuba. A comienzos de 1826, Francisco Agüero y
Manuel Andrés Sánchez fueron descubiertos por los espa-
ñoles cuando preparaban una expedición, siendo ejecutados
en marzo. Agüero había vivido en Colombia y viajó a Cuba
con pasaporte colombiano. Meses más tarde fue organizada
la “Expedición de los Trece”, equipada en Jamaica e integrada
por cubanos, colombianos e ingleses. Tras un reconocimiento
de la costa cubana para luego efectuar un desembarco que sería
apoyado por Colombia y México, los expedicionarios trataron
de reunirse con Agüero, pero no lo lograron ya que el mismo
ya había sido capturado.517
Para enero de 1826 ya Santander perfeccionaba su plan de
ataque sobre Cuba y Puerto Rico, tras la caída de San Juan de
Ulúa en manos mexicanas:

“[…] estoy en el siguiente plan: como con la ocupación del castillo de


San Juan de Ulúa por los mejicanos, verificada el 18 de noviembre, se
ha disuelto el convenio que teníamos con el gobierno mejicano para
darle nuestra marina, ahora he despachado un oficial a Veracruz con
un nuevo plan reducido a reunir nuestras fuerzas navales de mayor
porte, y emprender una operación decisiva sobre la escuadra española
que está en La Habana, para destruirla de fondo en combate. Esta es-
cuadra es fuerte, pues los españoles la han aumentado mucho en todo el

517a Capriles, María Elena. Ob. Cit., p. 159

331
año pasado; cada una de por sí, entre la armada de Méjico y la nuestra,
es débil y no puede hacerle frente; pero reunidas somos superiores y no
hay duda que batimos a los godos. Batida esta fuerza, quedamos seguros
en el interior y costas, porque los españoles no tienen en que conducir
tropas; entonces podemos disminuir el ejército y por consiguiente los
gastos; podemos bloquear Cuba, Puerto Rico o Canarias, o cruzar sobre
los mares de Europa y reducir al Gobierno español a una situación muy
triste y embarazosa. El proyecto lo ha aplaudido y adoptado el Consejo
de gobierno, y quedamos alistado la escuadra en Cartagena […] Los
vecinos de la isla de Cuba son muy peligrosos, y es menester procurar un
golpe de mano que les cueste harto caro como el de Maracaibo.”518

Pese al entusiasmo de Santander, la realidad es que el re-


traso en los preparativos de la expedición estaban desgastando
la economía de Cartagena, a los mismos buques y la moral de
los hombres que esperaban, empezando por el propio general
Clemente, cuya impaciencia ya era conocida.

“Mucho se habla de que la España va a hacer un grande esfuerzo


para atacarnos; reúne en La Habana una fuerte escuadra, y el Gobierno
ha proyectado oponerle otra, para lo que ha invitado a Méjico, como tan
interesada en la destrucción de las fuerzas enemigas en esta parte; pero
desconfío mucho de que el Gobierno logre realizar sus miras, porque
aunque ha conseguido buques y algunos muy superiores, no tiene mari-
neros, ni oficiales de marina, ni un Jefe capaz de crearlos, que es lo más
esencial. El General Clemente tiene el mando de la escuadra de opera-
ciones, y todos los días pide su relevo, y como nuestro Gobierno no tiene
todavía todo aquel vigor necesario para dar la contestación debida, creo
que al fin lo relevarán, y aquí serán nuevos embarazos. No sé si la se-
paración de Clemente de la escuadra pueda mirarse como una ventaja,
o como un mal; pero preveo que Padilla le sucederá, y que muchos jefes
darán su dimisión en consecuencia.”519

518a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 21 de
enero de 1826 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 237
519a Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Bogotá, 21 de febrero
de 1826 en Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 40-41

332
En efecto, aunque Santander había mostrado claramente
sus simpatías por el general Padilla, la mayoría de los oficia-
les de origen extranjero, quizá los más experimentados y con
mayores conocimientos técnicos, no estaban a gusto con el
mando dado a su persona. Poco después, Santander encontra-
ría la manera de capitalizar a favor de la República la renuncia
de Clemente, nombrándolo Secretario de Marina, y separando
así ésta secretaría de la de guerra.

“República de Colombia – Sección 2° Secretaría de Estado del


Despacho del Interior
Palacio de Gobierno en Bogotá
a 9 de Marzo de 1826. 16°

Al Señor General de Brigada Lino de Clemente


Con fecha 3 del corriente ha expedido Su Excelencia el Vicepresidente
de la República el decreto siguiente: “Por cuanto el incremento que re-
cibe la fuerza naval de la República hace necesaria que se restablezca la
secretaría de Marina unida temporalmente a la de guerra, tanto para
darle organización y dirección de los ramos de su pertenencia, oído el
consejo de gobierno ha resuelto lo siguiente:
Artículo 1°. Se nombra al General de Brigada Lino de Clemente para
secretario del despacho de Marina de Gobierno de la República.
Artículo 2°. Hasta que se posesione de su destino al General Clemente,
la secretaría de marina se despachará como hasta ahora por el secretario
de guerra.
El secretario de Estado del despacho del Interior queda encargado de
la ejecución de este despacho. Tengo la honra de participarlo a Vuestra
Señoría para su satisfacción y cumplimiento.
Dios guarde a Vuestra Señoría.
J. Manuel Restrepo”520

520i Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada
Nacional, p. 146. Cita a: Archivo Familia Clemente Urrutia

333
Estas rivalidades entre los líderes navales ponían el riesgo
la propia ejecución del plan. Cuando Clemente fue nombrado
Secretario de Marina, Beluche tomó el mando de la flota en
Cartagena, pero luego Santander volvió a imponer sus sim-
patías por Padilla, a quien expresamente relevó de sus debe-
res como senador para que marchase a Cartagena a asumir
el comando de la escuadra. Santander no toleraba que un ex-
tranjero comandara la principal fuerza naval de la República
y no un neogranadino. Sintiéndose ofendido una vez más,
Beluche solicitó permiso para atender su salud y asuntos per-
sonales en Venezuela, a lo cual accedió Padilla, y se marchó
de Cartagena.521 Mientras el Gobierno colombiano seguía con
lentitud los preparativos para el ataque a Cuba y Puerto Rico,
llegaban nuevas noticias de La Habana, indicando que los es-
pañoles mejoraban sus defensas y se aprestaban quizás para
nuevas ofensivas.

“Por cartas de dicha isla hasta 9 de enero sabemos que la escuadra


española se repara con actividad, y que el gobernador capitán general
ha recibido plenas y omnipotentes facultades de la corte para hacer
cuanto crea conveniente a los intereses de S.M.C.
La notica de la rendición del castillo de San Juan de Ulúa causó bas-
tante consternación en La Habana: el gobernador decretó inmediata-
mente la exacción de medio millón de pesos por vía de empréstito para
la defensa de la isla; luego que se removiesen como cien mil pesos los ha
remitido a Europa para completar la habilitación de los navíos
Guerrero y San Pablo que están en carena en Cádiz. Es cosa extraor-
dinaria que el gobernador español de Ulúa que hizo la capitulación ha
ido a España con la noticia en una goleta de las Provincias Unidas del
Centro de América llamada Paquete de Guatemala.”522

521e De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860,
p. 233
522I “Isla de Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 5 de marzo de 1826. N° 229, p. 4

334
La tensión se fue incrementando, pues los planes colombia-
nos pronto fueron de dominio público más allá de las fronteras
nacionales. Así, el 11 de marzo fue publicada por la Gaceta
Extraordinaria de México una carta que decía: “Aquí he en-
contrado muy en caliente la expedición para la isla de Cuba, tanto
que el Gobierno ha dispuesto que en todo marzo estén aquí diez
mil hombres y listas las fuerzas navales compuestas al presente de
cinco fragatas, algunos corsarios, dos fragatas más que se esperan del
norte-americano de un momento a otro, y un navío y otra fragata
suecos que están en la bahía y que trata la nación de comprarlos”.523
La publicación de esta noticia en México no debe extrañar-
nos, ya que se trataba del aliado de Colombia en la proyectada
operación. Sin embargo, es digno de señalarse el poco cuidado
que tuvo el Gobierno colombiano de mantener en secreto tan
importante empresa.
El 26 de enero de 1826 el Senado mexicano aprobó los pla-
nes propuestos por el Gobierno de Colombia y el 17 de marzo
fue firmado el Plan de Operaciones para la escuadra combi-
nada de México y Colombia.524

“Méjico, 17 de marzo de 1826


Firmantes:
Por COLOMBIA, Miguel Santamaría
Por MÉJICO, Manuel G. Pedraza
Reforzada como lo ha sido la escuadra española en nuestros mares,
considerándola como una amenaza inminente contra el territorio
de Colombia, Estados Unidos Mexicanos y Provincias del centro de
América, y un obstáculo poderoso para nuestro comercio, considerando
además que está al alcance de nuestros medios intentar la destrucción de
dicha escuadra y conseguir de este modo la conservación de la paz y
tranquilidad de que actualmente disfruta la América toda, los gobier-
nos de México y Colombia, por medio de sus comisionados

523u Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit.


524a Capriles, María Elena. Ob. Cit., p. 158

335
competentemente autorizados, á saber: el Excmo. señor general D.
Manuel G. Pedraza, Secretario de Estado en el Despacho de Guerra y
Marina, por el de los Estados Unidos Mexicanos, y por el de la
República de Colombia, el Sr. Miguel Santamaría, Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la misma, han conve-
nido en el siguiente plan de operaciones contra su enemigo común:
Artículo primero. Colombia y México concurren á la formación de
una escuadra combinada compuesta de todos los buques mayores que
ambas naciones puedan armar.
Artículo segundo. Es del cargo de ambos Gobiernos despachar sus bu-
ques respectivos en perfecto estado de armamento militar y marinero.
Artículo tercero. La escuadra combinada deberá abrir sus operaciones
á fines del próximo Mayo, si fuere posible.
Artículo cuarto. Al efecto se reunirá en el puerto de Veracruz como
más proporcionado en todos respectos.
Artículo quinto. Reunida la escuadra, un jefe único tomará el mando
general de ella, y el Gobierno de Colombia conviene en que éste jefe lo
sea el Comodoro Porter, si ciertamente estuviere al servicio de los
Estados Unidos Mexicanos: en caso contrario mandará la escuadra el
General Clemente, si los buques de los Estados Unidos Mexicanos no
estuviesen mandados por un oficial superior a dicho General en grado,
antigüedad y servicios, pues entonces á el corresponderá el mando.
Artículo sexto. El objeto principal de la escuadra combinada es buscar
y batir la escuadra española, bien sea que permanezca en La Habana,
que venga sobre México ó sobre Colombia ó sobre Guatemala.
Artículo séptimo. El Comandante general de la escuadra recibirá y
obedecerá las órdenes del gobierno de Colombia, cuando se encuentre en
los mares de Colombia, y del Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos,
cuando se encuentre en los de México.
Artículo octavo. Los gastos y menoscabos de la escuadra combinada
serán a cargo de ambos Gobiernos por mitad, si el de Guatemala no
contribuye con la cuota parte; que si lo hace, sólo se dividirán por mitad
las tres cuartas partes restantes. En estos gastos y menoscabos se com-
prenden todos los que se hicieren en mantenimientos, pagas, municio-
nes, artillería, armas, vestuarios, jarcias, velas, averías en los cascos y
arboladuras, pérdidas parciales ó pérdida total de la escuadra.

336
Artículo noveno. Es convenido que ambos gobiernos contribuirán
periódicamente cada dos meses con la parte que á cada uno de ellos
corresponde, según lo estipulado en el artículo anterior y en conformi-
dad á los presupuestos de gastos para el sostenimiento y manutención
de la escuadra.
Artículo 10o. Ambos gobiernos harán suplementos de todos géneros á
la escuadra combinada, según los requerimientos que les hiciere el
Comandante general de la escuadra cuando se encuentren en sus respec-
tivos mares.
Artículo 11o. Como estos suplementos serán suministrados porque las
distancias ú otras causas accidentales impidan el exacto cumplimiento
del artículo 9o., se obligan ambos Gobiernos á reponer la parte que de
ellos corresponda al que por los motivos expresados no haya podido con-
tribuir á los gastos en el período asignado de cada dos meses, tan luégo
como se remueva el impedimento; pues siendo estos gastos suplementa-
rios, deberán satisfacerse antes de la disolución de la escuadra, quedando
solamente para este caso la glosa y liquidación de los gastos generales y
de los extraordinarios que puedan ocurrir.
Artículo 12o. Se excitará por uno y otro Gobierno al de la República
Central para que contribuya con la cuota parte de los gastos de la escua-
dra combinada, detallados en el artículo 8o., e igualmente se excitará á
los demás Gobiernos que hubiesen enviado Ministros al Istmo de
Panamá para que tomen alguna parte en dichos gastos, la mayor posi-
ble, pues el objeto que se proponen México y Colombia en esta operación
es de un interés general.
Artículo 13o. Las presas que se hicieren por la escuadra combinada se
distribuirán entre las dos escuadras en proporción al número de tonela-
das que cada una tenga y al capital con que contribuya cada uno de los
Gobiernos contratantes. Al efecto se remitirán las presas á un puerto de
Colombia ó México, para ser condenadas, justipreciadas y vendidas si
fueren mercantes. El Gobierno de Colombia cede á los individuos de la
escuadra la mitad de lo que les corresponda de las presas, cuyo reparto se
hará en los términos que exprese una relación particular que se comuni-
que á la escuadra; y el Gobierno de México conviene gustoso en adoptar
para su escuadra la misma base de distribución, á fin de guardar una
perfecta igualdad y evitar celos.

337
Artículo 14o. Siempre que un buque de la escuadra abordare o rin-
diere y marinare otro de la enemiga de su porte, tendrá derecho á la
novena parte del total valor del buque rendido, y con las otras ocho
partes se procederá como lo determina el artículo anterior; bien enten-
dido que el buque beneficiado con el noveno por haber abordado y ma-
rinado no es excluido de su parte en lo que se distribuya de la presa á
toda la escuadra.
Artículo 15o. Los buques de guerra españoles que se apresaren por la
escuadra combinada corresponderán á la nación á que pertenezca el
buque que los hubiere rendido y marinado. Esto no impedirá que se
haga el presupuesto de su valor, que deberá exhibir la nación que con-
servare el buque y procederse á lo establecido en los dos artículos
precedentes.
Artículo 16o. Con todas las presas que se hicieren por la escuadra
combinada, bien sea que esté reunida, o por algún buque que se halle en
comisión, ó por accidente, se procederá conforme al artículo 13o.; pues la
gratificación que se concede por el 14 es únicamente en razón del mayor
esfuerzo que se requiere para abordar, rendir y marinar un buque de
guerra de igual fuerza.
Artículo 17o. Los heridos en los combates tendrán parte de presa hasta
la disolución de la escuadra.
Artículo 18o. Batida la escuadra española se disuelve la escuadra
combinada previa la orden de cualquiera de los Gobiernos contratantes,
si otro convenio no se hubiere ajustado en el curso de las operaciones.
En testimonio del anterior convenio los ante expresados comisionados
al efecto por los Gobiernos de México y Colombia lo firmaron en la
ciudad de México, á 17 de Marzo de 1826.
Miguel Santamaría,
Manuel G. Pedraza”525

525ó López Domínguez, Luis Horacio (Compilador). “Relaciones diplomáticas de Colombia


y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital de la Univer-
sidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/
Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de
abril de 2016 a las 07:44 pm On Line). Referencia a: Boletín de Historia y Antigüedades. Bogotá,
Año 11, 18, 1904 (-12), t. 2, p. 341-344.

338
Este plan fue tomado muy seriamente por el Gobierno
mexicano, pues cuando el navío Congreso Mexicano (ex Asia),
se pasó del bando español al mexicano (finales de marzo de
1826), su comandante recibió una copia del mismo. En las ins-
trucciones secretas se le indicaba que era posible que cuando
se hallara en la latitud del Cabo, la escuadra combinada co-
lombo-mexicana se hallara en aguas colombianas o de las
Antillas, siendo también posible que en su ruta se topara con
dicha escuadra, dándosele el código de señales que la misma
habría de usar para evitar equivocaciones.526
Hasta mediados de 1826 los movimientos españoles en
Cuba causaron alarma en Colombia, tal como se desprende
de la revisión y análisis de las informaciones publicadas por la
prensa. Sin embargo, buen parte de los informes se revelarían
luego bastante inexactos.

“Corría en Cuba la noticia (cuando salió de allí el bergantín de los


Estados Unidos Spark) que el Gobierno colombiano preparaba una ex-
pedición para atacar a Cuba, y el Gobierno mexicano debía a contri-
buir a este contingente de la escuadra.
En Veracruz se ha reunido un número de tropas, y se esperaban más
por momentos, pues marchaban de todas partes del país. La cuota de las
tropas que ha de contribuir México, se dice ser 7500. Las tropas colom-
bianas se reunirán en Cartagena, y la cuota de aquella República se
dice ser de 12.500 hombres. Se esperaba que las fuerzas saliesen para
una reunión general a mediados de enero, y el ejército colombiano debe
llegar a Cuba para 1 de abril.
Los que en La Habana estaban a favor de un Gobierno más liberal,
deseaban con ansia la llegada de la expedición.”527

526u Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit. Cita a: Roldan Oquendo, Omán. Las relaciones entre
México y Colombia 1810 – 1862. México, Secretaría de Asuntos Exteriores, 1974. pp. 86 y 181-
183
527E “Expedición contra Cuba”. El Colombiano. Caracas, miércoles 29 marzo de 1826. N°
150, p, 3

339
“Informó en Cartagena el capitán del corsario nacional Ejecutivo
que cuantos pescadores había apresado en la costa de Cuba en diferentes
días le habían asegurado que el general español Morales había llegado
en febrero a Santiago de Cuba con el navío Guerrero, una fragata de
guerra y un número considerable de tropas. Los corresponsales del go-
bierno en Jamaica aseguran con fecha 8 de marzo, que hasta el 22 de
febrero no había llegado tal expedición a Santiago de Cuba; pero toda
la correspondencia de La Habana está de acuerdo en que deben llegar
dichos navío y fragata de refuerzo de la escuadra, con mi o más hombres
completo de las últimas tropas despachadas del Ferrol, y cartas de los
Estados Unidos del Norte anuncian que Laborde debía salir de La
Habana con la escuadra española por febrero o principios de marzo sin
conocerse el punto y objeto de su dirección.
Esto es cuanto podemos comunicar relativamente a los rumores de
expedición española. El gobierno de Madrid ha contraído sus esfuerzos
a asegurar la posesión de Cuba y Puerto Rico con tropas, marina y
amplias facultades a sus jefes contra los preparativos que se decía, esta-
ban haciendo Méjico y Colombia para arrancarlas de la dominación
española. En Europa y aun en América no se ha dudado que los gobier-
nos colombiano y mejicano tenían estas miras, y confirmaban las sospe-
chas los diferentes movimientos que han tenido las respectivas tropas y
armadas. Pensamos, que mientras los enemigos teman una invasión de
cualquiera confederación americana, se abstendrán de molestar nues-
tras costas y alarmar a los departamentos litorales; pero que si no temen
semejante invasión, ellos saldrán a dar ocupación a sus fuerzas y a bus-
car modo de resarcir los inmensos costos que deben impender en sus ex-
traordinarios armamentos. No nos atrevemos a hablar de la necesidad,
utilidad, o conveniencia de invadir a Cuba y Puerto Rico; nos conten-
tamos con recordar que Catón concluía en el senado romano todos sus
discursos con delenda est Cartago, y que Roma se salvó de Aníbal pa-
sando al mar y llevando su ejército a las puertas de su rival y jurado
enemigo.”528

“Hace algún tiempo que corría aquí el rumor de que el General


Morales, habiendo llegado con fuerzas a La Habana, meditaba un

528N “Noticias de la Isla de Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 18 de abril de 1826.
N° 235, p. 4

340
ataque sobre estas costas; pero la noticia más positiva de Jamaica, es que
el General Morales salió de La Habana el 15 último con destino a la
costa de Cuba llamada Batabano y Barbacoas, a fin de apaciguar una
insurrección que rompió allí en favor de la independencia. La revolu-
ción fue trazada de concierto con dos comisionados colombianos que se
despacharon de Cartagena a Barbacoa hace algún tiempo para aquel
designio, y cuyos nombres son Agüero, y Sánchez. Parece que el primero
tuvo la debilidad de confiar el secreto de sus movimientos a un amigo el
cual transmitió inmediatamente la noticia a la capital de donde las
autoridades españolas despacharon al General Morales quien a su lle-
gada aprehendió a los comisionados y los obligó a confesar. Agüero su-
frió su destino como hombre: fue ahorcado igualmente que Sánchez.
Ciento cincuenta habitantes, principalmente de la clase mercantil fue-
ron sumidos en calabozos a esperar sus sentencias. Toda la isla de Cuba
está en un estado de completa consternación, y lejos de poder intentar
ninguna expedición ofensiva no sabe cómo conservar su misma tran-
quilidad interna. El correo de Magdalena ha llegado con noticia de que
el General Padilla llegó el 21 del corriente a Cartagena desde Bogotá
con instrucciones para el Intendente a fin de realizar la meditada in-
vasión de Cuban, de suerte que han principiado ya los preparativos al
efecto. La última división de las tropas auxiliares enviadas al Perú ha
regresado a Cartagena, y la guarnición de esta plaza se compone ahora
de ocho mil quinientos hombres.
Una escuadrilla española constante de un navío de 74, cuatro fraga-
tas, tres corbetas, y dos goletas, llegó a Santiago de Cuba de La Habana,
a fines de marzo. – Curazao Journal.”529

“En Cuba reina la mayor tranquilidad, y en nada más se piensa sino


en hacer dinero y en divertirse. La rendición del castillo de San Juan de
Ulúa, no se recibió con ningún sentimiento, pues se esperaba que en las
actuales circunstancias no pudiese mantenerse. Las tropas llegadas de
España, son de los hombres escogidos del país con excelentes bríos y muy
bien equipados por todos respectos. Sus uniformes son todos nuevos
de los mejores materiales, y elegantemente adornados: forman parte de
los 99.000 vestuarios que la Rusia y la Francia han suplido a la

529C “Cuba. Extracto de una carta de Río Hacha a 28 de abril de 1826.” El Colombiano.
Caracas, miércoles 31 de mayo de 1826. N° 159, p. 2

341
España. Varios oficiales que vinieron con estas tropas fueron antes
amigos de la causa constitucional. Se asegura que S.M. ha enviado po-
sitivamente a buscar a Argüelles, y otros ministros principales de la
causa constitucional que se han refugiado en Inglaterra prometiéndoles
la seguridad de sus personas, y empeñándolos en que no pierdan tiempo
en regresar [...]
[…] Ella no solo será sancionada por todas y cada potencia de
Europa, sino que directa o indirectamente será sostenida por estas po-
tencias cuando no por nuestro interés por el suyo propio. Cuando
Fernando recibió la noticia de la rendición del Asia de 74 cañones,
S.M. en un acceso de furia exclamó, ¿dónde están todos mis súbditos
leales? A lo cual la reina respondió: “En Inglaterra en aquella Isla feliz:
manda a buscarlos Fernando; porque los que te rodean no quieren más
tu ruina”.
Sabemos que un buque con varias personas salió de este puerto hace
algunas semanas con intención de causar una irrupción en favor de los
colombianos en la isla de Cuba. Se nos ha informado la suerte de dos de
dichos individuos nombrados Sánchez y Francisco Agüere, los cuales fue-
ron ajusticiados en Príncipe, en dicha isla el 17 último. Parece que ellos
llegaron cerca de quince días antes, y habían estado ocultos hasta que la
imprudencia de Sánchez le condujo a la casa de su padrino (que por otra
parte no le conocía), y le mostró la proclama de que eran conductores,
aconsejándole que recogiese todos sus efectivos y saliese de la isla, porque
los colombianos se acercaban y degollarían a todos los realistas que cayesen
en su poder. La persona a quien esto se aconsejaba, dio noticia al
Gobernador, y descubierto el lugar donde se ocultaban, se despachó un
destacamento de treinta hombres en su busca, se les prendió y dio la
muerte. Agüere en el lugar de la ejecución se condujo con singular firmeza
y sufrió su suerte sin comprometer en lo más mínimo la causa que defen-
día. Sánchez al contrario, manifestó todos los síntomas de temor, comu-
nicó las circunstancias en que estaba instruido acerca de los proyectados
movimientos, añadiendo muchas exageraciones, en cuya consecuencia se
dio orden a cuatro o cinco buques españoles de guerra, que saliesen de La
Habana a cruzar sobre la costa. El comodoro Jully con una escuadrilla
ligera se aguardaba también en aquel punto. Nuestro informante añade,
que en toda Cuba se han tomado las mayores precauciones, y se han hecho

342
los esfuerzos posibles para poner la isla en el mejor estado de defensa. –
Cornwall Cronicle Jamaieti, Abril 1”530

Aunque en un principio el plan colombiano de atacar Cuba


y Puerto Rico parecía inminente, luego el Gobierno decidió
aplazarlo hasta obtener el apoyo de las demás repúblicas his-
panoamericanas en el Congreso Anfictiónico de Panamá, el
cual inició el 22 de junio. Aún con esta asamblea sesionando, la
vigilancia colombiana sobre los movimientos españoles conti-
nuó. En ese sentido, Santander informó a Bolívar el 6 de julio:

“[…] en la isla de Cuba no hay tales catorce mil hombres enviados de


la Península; el Gobierno de Madrid activa infinito la remisión
de ocho mil, para expedicionar contra el Estado americano que presente
ventajas a la empresa; la escuadra española es fuerte, más que la nuestra
actual; pero esperamos un navío y una fragata de 44 y ya está conve-
nido el gobierno mejicano en reunir nuestras fuerzas navales para bus-
car las enemigas que se hallan en estos mares, y entonces seremos más
fuertes numéricamente y por la calidad de oficiales y marineros. Es
falso que Méjico esté negociando la paz por sí solo […]
La escuadra española, compuesta de un navío de 74, dos fragatas de
50, y dos de 44 y una goleta, ha estado el 9 frente a Santa Marta, y el
14 frente a Cartagena. Esto no es cosa de cuidado.”531

Aun así, la pérdida del ímpetu en las intenciones colom-


bianas de liberar Cuba y Puerto Rico se iba evidenciando a
mediados del año 1826. En efecto, la crisis financiera de
la República, el movimiento separatista de La Cosiata en
Venezuela y las contradicciones cada vez mayores entre “bo-
livarianos” y “santanderistas” no dejaba ya mucho espacio al

530C “Cuba. Traducciones de una carta de La Habana de 11 de febrero”. El Colombiano.


Caracas, miércoles 5 de julio de 1826. N° 164, p. 2
531a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 6 de julio
de 1826 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, pp. 270 y 273

343
liderazgo nacional para ocuparse de semejante aventura. El 4
de octubre el representante de Colombia en México, Miguel
Santamaría, escribió al Secretario de Exteriores José Rafael
Revenga: “El Presidente [de México] me reclama con frecuen-
cia el cumplimiento del Convenio y se lamenta la lentitud con que
dice, se procede en las hostilidades contra el dominio español en
las Antillas […]”532 Así, la expedición colombo-mexicana no
siguió adelante, quedando pronto paralizada, debido tanto a
factores internacionales, tales como las presiones de Estados
Unidos; como a los factores internos de Colombia, ya señala-
dos. Como expondremos más adelante, para finales de 1826
la escuadra colombiana sería prácticamente liquidada debido a
la imposibilidad de pagar su mantenimiento, comprometiendo
definitivamente el proyecto libertador en el Caribe.
Sin embargo, a comienzos de 1827 el tema volvió a ser
abordado con cierto énfasis, esta vez directamente por el
Libertador Presidente. La siguiente sucesión de cartas resulta
de lo más elocuente.

“La noticia que acabo de recibir de la guerra entre la Inglaterra y el


Portugal, me ha determinado a llevar a efecto la resolución de expedi-
cionar sobre Puerto Rico y ya comienzo a tomar mis medidas para lle-
var a cabo esta empresa útil al país y gloriosa para nuestras armas. Así,
Vd. no debe disponer de la “Ceres” como digo arriba, sino ponerla inme-
diatamente en carena para que pueda servir en la expedición. El bata-
llón Granaderos debe también ponerse en el mejor pie posible;
aumentarse y disciplinarse. Este es uno de los cuerpos con que yo cuento
y tal vez el primero para llenar esta empresa; empresa que nos va a
asegurar la estabilidad interior, y adquiriremos un renombre inmortal.
Esta expedición nos va a dar la ventaja de hacer más fuerte y duradera
la reconciliación en que trabajamos.

532u Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit. Cita a: Roldan Oquendo, Omán. Las relaciones entre
México y Colombia 1810 – 1862. México, Secretaría de Asuntos Exteriores, 1974. p. 184

344
Aun cuando no podamos tomar a Cuba, una expedición a Puerto
Rico puede y debe hacerse fácilmente. Sacaremos y enemigos mutuos, y
allá se hacen amigos tiernos en el seno de la guerra y de los peligros.”533

“La escuadra española ha sido enteramente destruida como Vd. lo


sabrá. Esto no tiene duda.
De Europa no tenemos ninguna mala noticia: la contrario, todo nos
promete las mejores esperanzas. España está muy conmovida a causa
del orden constitucional que se ha establecido en el Portugal. La Francia
ha admitido el pabellón colombiano en sus puertos; se espera que hará lo
mismo con las demás repúblicas […]
Día 27 - En este momento recibo la noticia oficial de la guerra entre
España y los ingleses, que ha declarado la Inglaterra a consecuencia de
los últimos acontecimientos del Portugal a causa del establecimiento de
una constitución que la España absoluta no ha querido reconocer […]
[…] Parece llegado el momento de que hagamos la deseada expedi-
ción a La Habana y Puerto Rico, pues que ninguna ocasión se presenta
más favorable. La Inglaterra nos dará buques y dinero. Así debe Vd.
tener las tropas colombianas y peruanas en el mejor pie de marcha para
cuando yo las pida.”534

“Después de las primeras noticias que se han recibido aquí sobre la


guerra entre Inglaterra y España no hemos tenido ninguna otra.
Hemos si visto algunos papeles públicos de aquellos días, y todos ellos
hablan de los negocios del Portugal en términos que no nos dejan duda
alguna de la guerra. Estos son, pues, los momentos que debemos aprove-
char para enviar una expedición a Puerto Rico, que ya estoy prepa-
rando. Constará de 5 a 6.000 hombres, todos veteranos y mandados por
el general Páez. Padilla mandará la marina. Yo creo que poco nos cons-
tará apoderarnos de Puerto Rico. Después veremos qué es lo que se puede
hacer sobre La Habana.”535

533a Carta al General Pedro Briceño Méndez. Caracas, 25 de enero de 1827. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. II. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de
1799 a 8 de mayo de 1824, p. 588
534a Carta al General Andrés de Santa Cruz. Caracas, 25 de enero de 1827. Ibídem, p. 540
535a Carta al General Antonio José de Sucre. Caracas, 5 de febrero de 1827. Ibídem, p. 544

345
“En este momento recibo noticias de Inglaterra y por ellas sé que toda
la bulla de la Gran Bretaña se ha reducido a amenazas con la España.
No habrá, pues, expedición a Puerto Rico, porque sin la cooperación de
la Inglaterra nos perdíamos. No haga Vd., pues, ningún preparativo.”536

“La Gran Bretaña no puede perder tan bella ocasión de asegurar su


comercio y aun sus esperanzas en el Nuevo Mundo.
En este concepto sería una locura emprender la expedición que prepa-
rábamos contra Puerto Rico, porque sin la cooperación inglesa nada
haríamos, todo lo perdíamos y quedábamos a la puerta, como dicen. Así,
suspenda Vd. todos los preparativos y no haga ningún gasto. Si por el
próximo paquete tenemos alguna noticia de guerra, tiempo hay para
todo. Si a Vd. se le presentare una ocasión para Cartagena, escríbale esto
mismo de mi parte a los generales Montilla y Padilla, o mándeles
esta misma carta a fin de que cesen los preparativos que les mandé hacer
en el correo pasado.”537

“Aguardo con impaciencia la venida del paquete para saber noticias


de Europa, y más que todo, el resultado de los últimos acontecimientos
políticos de Portugal que han sido muy interesantes y que han llegado a
prometernos una guerra entre la España y la Gran Bretaña. Entonces
podré decir a Vd. definitivamente si tendrá lugar o no la expedición
contra Puerto Rico, porque si la guerra tiene lugar, podremos hacerla
con facilidad; pero si no tenemos el apoyo de la Inglaterra, nada podre-
mos hacer. Al contrario nos perderíamos irremediablemente.”538

“Antes de ayer ha venido el paquete de enero y no nos ha sacado de las


dudas en que nos puso el pasado con respecto a la guerra entre España y
Portugal. Las tropas partieron de las costas británicas, pero aún no ha
sabido de su llegada a Lisboa, sino en parte, y, por lo mismo, se ignoraba
el resultado de esta operación, de la cual depende, en mi concepto, la
suerte de la Península. Es natural creer que ésta ceda a las instancias de
la Inglaterra, que, como más fuerte, impondrá sus condiciones; y algu-
nos opinan que la del reconocimiento de la independencia de América
536a Carta al General Andrés de Santa Cruz. Caracas, 5 de febrero de 1827. Ibídem, p. 546
537a Carta al General Pedro Briceño Méndez. Caracas, 6 de febrero de 1827. Ibídem,
pp. 550 – 551
538a Carta al General Mariano Montilla. Caracas, 13 de febrero de 1827. Ibídem, p. 554

346
será la primera. De uno u otro resultado yo espero sacar un buen par-
tido para Colombia, que puede hacerse extensivo a los demás estados.
Explicaré mi pensamiento: si la guerra tiene lugar, mi objeto es mandar
una expedición a La Habana, que nos dará la ventaja de descargarnos
de los gastos que nos causan en este país las tropas que lo guarnecen y
darles abundancia por miseria, gloria por ocio. Si no tiene lugar la gue-
rra, entonces pienso licenciar todos los cuerpos, y dejarlos en cuadro. Sólo
de este modo podremos medio marchar adelante, porque es tal la miseria
que da compasión.”539

Explicando en profundidad estas ideas, un tanto tardías, del


Libertador sobre la liberación de Cuba y Puerto Rico, tenemos
las memorias del general Páez, quien escribió:

“Consistía el plan del Libertador en mandarme a mí (con perdón sea


dicho de quien ha hecho jefe de la expedición a Sucre, cuando éste se
hallaba a cuatro mil leguas desempeñando la presidencia de Bolivia),
en mandarme a mí, digo, con diez mil hombres de infantería y mil de
caballería, que se embarcarían en la escuadra de Colombia, capaz de
hacer frente a la que los españoles tenían en el seno mejicano, para sal-
tar en uno de tantos magníficos puertos ocultos al mundo en la perla de
las Antillas, por el recelo de los gobernantes españoles, pero que se cono-
cen por todos los que piensan en desembarcos militares en aquella her-
mosa isla. Que la habíamos de tomar era seguro, y ni el Libertador, que
ordenaba la empresa, ni yo, que había de ponerla por obra, dudamos
jamás del buen éxito de la expedición, una vez llegados nuestros barcos
al fondeadero que se había escogido. En primer lugar, contábamos con
el número y valor de nuestros soldados, para quienes los españoles jamás
podrían presentarse ya como invencibles, para quienes (lo diré llana-
mente) vencer a los españoles se había hecho costumbre. La clase de
tropa que formaría la expedición daba segura garantía de su buen
éxito, por poco que los naturales ayudasen, no ya con hombres, que siem-
pre nos darían, pero que no necesitábamos tanto, sino con socorros ma-
teriales, con provisiones de boca, con anuncios y de esas otras mil

539a Carta al Gran Mariscal Don Andrés de Santa Cruz. Caracas, 28 de febrero de 1827.
Ibídem, p. 567

347
maneras con que un pueblo amigo puede eficazmente dar la mano a un
ejército invasor.
Contábamos también con los esfuerzos de Méjico, que estaba de
acuerdo en dárnoslos muy eficaces. El que desee encontrar datos sobre
este particular en lo relativo a Méjico, puede consultar la Recopilación
de leyes formada por el licenciado D. Basilio José Arrillaga, donde están
los documentos más importantes, y especialmente la ley de 12 de Mayo
de 1828, en la que “se permitía la salida de las tropas nacionales para
hacer la guerra a Cuba u otros puntos dependientes del gobierno espa-
ñol”, cuya ley se circuló el mismo día por el secretario de Guerra y se
publicó por bando el 24. El año 23, el ministro de la Guerra, Sr.
Pedraza, había autorizado a D. Pedro de Rojas para las operaciones de
corso y para entenderse con los habitantes de Cuba, a fin de fomentar
la revolución, que en aquella isla se conoce con el nombre de «Soles de
Bolívar», fallida por causas que en parte veremos más adelante.
Tomada, pues, la isla de Cuba, según los planes del Libertador, su
corazón de fuego no se contentaba con la conquista solamente. Por
fuerza, todos los habitantes de la isla, así como los de Puerto Rico, se-
rían libres sin excepción alguna, con lo cual va dicho que en el número
entraban los infelices africanos que todavía sufren la suma de las des-
dichas humanas. Porque pensar que nosotros creyésemos hacedero, ni
que en la lógica de los acontecimientos sea posible libertar un país, de-
jando sumida en la servidumbre a una parte de sus habitantes, es ab-
surdo en que nunca hubiera incurrido el Libertador de Colombia.
Con los negros libertos, me decía éste, formara usted un ejército sin
pérdida de tiempo, para transportarlos a España y auxiliar al partido
liberal, en muestra de la grandeza de Colombia y para pedir su recono-
cimiento oficial por quien quiera que las ideas del siglo coloquen en el
trono de Fernando.”540

En estas memorias, Páez mezcla diversos momentos histó-


ricos, muy diferentes en las situaciones. Desde nuestro análisis,
para el primer trimestre de 1827 una empresa como la libe-
ración de Cuba y Puerto Rico era ya poco más que una qui-
mera. Con la República fracturada por La Cosiata, polarizada
540á Páez, José Antonio. Memorias del General José Antonio Páez (Autobiografía), pp. 451 –
453

348
entre Santander y Bolívar con respecto a la venidera Gran
Convención Nacional (la Convención de Ocaña), quebrada
financieramente, y habiéndose disuelto la escuadra a finales
del año anterior, era prácticamente imposible armar una res-
petable fuerza terrestre, embarcarla, transportarla hasta Cuba
o Puerto Rico, y mantenerla comunicada y abastecida hasta
que obtuviese la victoria, mientras que además se defendían las
aguas circundantes de la escuadra española y se le derrotaba.
Sobre la viabilidad de la empresa también escribió Páez, aun-
que de nuevo mezclando varios momentos históricos.

“Yo no sé en este momento si todos los planes de Bolívar eran realiza-


bles. Digo, sí, bajo mi palabra de soldado, que entonces tal me parecie-
ron y que acogí su pensamiento con alegría y con aquel ciego entusiasmo
con que me había acostumbrado a vencer siempre. No creo que ninguno
de mis compañeros dudase tampoco de la posibilidad de vencer a los es-
pañoles porque hubiese variado el terreno de nuestros comunes comba-
tes. Por mi parte ya me figuraba en el recinto del Morro dictando la ley
a un capitán general de Castilla, como había tenido la fortuna de dic-
társela a Calzada, sucesor del valiente y caballeroso Latorre, dentro de
los muros de Puerto Cabello.
El Libertador, persistente en su idea, como en todas las grandes con-
cepciones que brotaban de su ardiente imaginación, cuando termino la
campaña del Perú, sin dar tregua al pensamiento, lo encamino en el
acto a la independencia de Cuba […]”541

“Era Bolívar hombre de talla para ejecutar lo que repetidamente me


recordaba, y hubiéralo puesto en planta si una complicación de circuns-
tancias conjuradas contra nuestro final y grandioso proyecto, no hu-
biera venido a dar con él por tierra. Fue la primera desgracia el
levantamiento de Bustamante en el Perú, motivo que obligo a contra-
marchar las tropas que bajaban de los Andes para la expedición sobre
Cuba. El levantamiento con toda urgencia hacía necesarias las tropas
en la frontera colombiana, ingratamente invadida, si me es lícita la
frase. Desde aquel momento no se volvió a pensar en Cuba que las
541b Ibídem, p. 453

349
necesidades interiores apenas daban lugar para atenderlas de momento
en momento, entrelazándose y sucediéndose con una rapidez a que ape-
nas bastaban el genio de Bolívar y su incansable perseverancia.”542

Con oportunidades reales o no, entre 1825 y 1827 la armada


colombiana se preparó para una gran operación de invasión
sobre Cuba y Puerto Rico. Si bien esta expedición conjunta
con México jamás llegó a realizarse; la importancia de dichos
planes, así como el poder disuasorio alcanzando por la armada
colombiana, pueden cuantificarse a través del impacto que los
mismos tuvieron en la arena internacional, tal como estudiare-
mos en la parte dedicada a ese aspecto.

3) Otras operaciones y planes


Entre 1825 y 1827 la escuadra colombiana realizó otras ac-
tividades aparte de los preparativos para bloquear San Juan de
Ulúa y para el ataque a Cuba y Puerto Rico. Principalmente,
la escuadra continuó sus cruceros por el Mar Caribe, en ope-
raciones de búsqueda y destrucción de enemigos, así como de
ataque al comercio español.
A partir de 1825 se construyeron en todo el territorio de
la República varias embarcaciones menores, como pailebo-
tes y cañoneros. En enero de ese año el Capitán de Navío
Felipe Santiago Esteves, Comandante General del Segundo
Departamento de Marina, envió al Teniente de Navío Pedro
Lucas Urribarrí a cazar los piratas que se encontraban entre
el Cabo Codera y La Orchila. Urribarrí los venció y persiguió
hasta aguas adyacentes a la isla de Vieques y Puerto Rico.543
En febrero de 1825 el Capitán de Navío Renato Beluche,
al mando de la corbeta Bolívar, obtendría nuevos triunfos. El

542b Ibídem, p. 455


543a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 134

350
día 10 de ese mes apresó a un bergantín español Guadalupe, y
el 28 a otro llamado Neptuno. Ambos buques estaban en ruta
de Cádiz a La Habana, transportando vino y otras mercan-
cías españolas. También el día 28 Beluche apresó a la mercante
española Tarántula, armada con dieciséis cañones de doce y
dieciocho libras, tripulada por setenta y siete hombres. A pesar
de contar con todos estos medios, la Tarántula se rindió incon-
dicionalmente a la Bolívar sin disparar un tiro, entregándose
también veinte pasajeros que venían a bordo. Tal era el renom-
bre alcanzado por la armada colombiana, que los mercantes
enemigos no osaban oponer resistencia. Estas presas fueron
llevadas por Beluche a Puerto Cabello, para que el tribunal
correspondiente las juzgara y ordenara el remate correspon-
diente.544 Sobre este caso publicó un periódico de Providence
(Rhode Island):

“Valiosa captura – La corbeta colombiana de guerra Bolívar ha cap-


turado a la famosa y bien armada nave Tarántula, de Cádiz (la cual
llevó harina a Nueva York hasta el año pasado), montaba 16 o 18 ca-
ñones largos, con una tripulación de 120 veteranos, y llevaba a bordo,
como se dijo, cerca de medio millón de dólares en mercurio. Habiendo la
Tarántula encallado en un cayo, el avalador se vio obligado a ir a Cayo
Hueso a intentar sacarla de la barra, y sin la ayuda de un remolcador
se hubiese perdido. Una gran parte es reclamada por el remolcador, y la
venta de la carga para satisfacer esa demanda, puede esperarse ofenda
mucho a más de setenta propietarios de la misma en La Habana. Se
piensa, que en caso de venta, el gobierno de Cuba prohíba todo comercio
con Cayo Hueso.”545

El 16 de abril zarpó de Cartagena la fragata Venezuela


rumbo a Boston para recibir reparaciones, llegando a su des-
tino el 19 de mayo. La Venezuela transportaba como pasajero
544e Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 76
545h Rhode Island American. Providence (Rhode Island), 29 de marzo de 1825

351
al Dr. Francisco López, quien llevaba consigo un borrador para
un tratado de comercio y un arreglo para suprimir el comer-
cio de esclavos, los cuales presentaría al Gobierno de Estados
Unidos.546 Por otra parte, el 18 de mayo arribó a La Guaira la
fragata mercante española Nuestra Señora de la Asunción, la cual
había sido apresada por la goleta corsario General Santander;
mientras navegaba desde Cádiz a La Habana. La nave apre-
sada estaba cargada con 3.980 balas de cañón, 200 granadas,
un mortero y un obús.547
Coincidiendo con el inicio del declive del poderío naval co-
lombiano, Laborde pudo hacer un amago de ofensiva. La fra-
gata Constitución había sido carenada y rehabilitada, siendo
puesta al mando del Capitán de Navío José María Chacón. La
Constitución zarpó de La Habana rumbo a Santiago de Cuba,
acompañada por las fragatas Lealtad, Iberia, Perla, y Casilda,
además de la goleta Habanera, formando así una división naval.
En Santiago se les unió el navío Guerrero, comandado por el
Capitán de Navío Manuel de Cañas Trujillo, que había llegado
de Cádiz. Con esta fuerza, Laborde se presentó ante Cartagena
en junio de 1826, logrando intimidar un poco al mando naval
colombiano. Sin embargo, Laborde no atacó a la escuadra de la
República, a la que encontró bien cobijada por las fortificaciones
de la ciudad, las mejores del antiguo imperio español.548
Ese mismo mes se registró otro revés para la armada co-
lombiana. El 10 de junio el Providence Patriot & Columbian
Phenix, editado en Providence, Rhode Island; publicó: “La
corbeta colombiana Bolívar, llegada a los Estados Unidos, con
oficiales a bordo para la escuadra que había sido comprada aquí
por ese gobierno recientemente, ha sido capturada por dos fragatas

546e New London Gazette. New London, (Connecticut). 25 de mayo de 1825


547M “Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 15 de mayo de 1825. N° 187, p. 3
548a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo VI, pp. 4 y 5

352
españolas.”549 Esta noticia no ha podido ser comprobada con
fuentes colombianas. La última mención que se hace de la
Bolívar es a finales de 1826, cuando se indica que está siendo
reparada en Estados Unidos.
El 17 de julio fue enviada en crucero hasta Veracruz la go-
leta General Manrique, nave que había sido capturada en la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Al mando de la misma
se encontraba el Teniente de Navío Matías Padrón.550 Es po-
sible que este crucero de la Manrique estuviese ligado al envío
de comunicaciones para el Gobierno mexicano.
La misma goleta General Manrique protagonizó otro episo-
dio, esta vez bastante violento, cuando el 30 de octubre de 1827
se batió contra el corsario bergantín español Cometa cerca del
Cabo de la Vela. La Manrique logró rechazar los intentos de
abordaje del Cometa y escapar a Río Hacha. Así reseñó el he-
cho la Gaceta de Colombia:

“El 30 de octubre próximo pasado a las 5 de la tarde se encontró sobre


el Cabo de la Vela la goleta Manrique con el bergantín corsario español
el Cometa*. Solo tenía aquella 20 hombres disponibles fuera de oficia-
les, a éste parecía tener una tripulación de 150; y está en efecto armado
con 22 cañones de a 24, 12 y 8; pero habiéndose hecho inevitable el
combate por la posición respectiva de los buques, la Manrique consiguió
resistir tres ataques al abordaje y se defendió gallardamente con la fu-
silería. Desconcertado el Cometa con un tiro de bala, metralla y palan-
queta que recibió a boca de cañón, suspendió sus fuegos, y la Manrique,
que para entonces había ganado el barlovento, se aterró cuanto pudo, y
al amanecer el 31 entró en Río Hacha, con notable avería en el casco,
velamen, arboladura, jarcias principales y maniobra. En el combate
quedó muerto un marinero y heridos otros tres, un soldado de infante-
ría de marina, y el alférez de fragata Francisco Somoza, y contuso en la
pierna derecha el comandante José Antonio Padilla. Aunque el

549r Providence Patriot & Columbian Phenix. Providence - Rhode Island, 10 de junio de 1826
550a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 145

353
resultado de tan desigual encuentro pone de manifiesto la bizarría con
que todos se condujeron, el comandante recomienda particularmente al
alférez Somoza, al segundo contramaestre Narciso Manrique, a los
diez soldados de infantería de marina que tenía a bordo, y al edecán del
señor general Urdaneta, N. Echeverría, que venía de pasajero.
Hallábase también a bordo como tal la señora de aquel general, con
sus niños y servidumbre; y entendemos que antes de desembarcar en
Santa Marta regaló aquella señora a los defensores de la Manrique
quinientos pesos para refresco.
*Este es el mismo corsario de que según decimos en otra parte de nues-
tra gaceta, es armador el general Morales. Salió de Cádiz el 21 de junio
último bajo el mando del capitán don Juan José Batalla; y se sabe que
dicho general fue en efecto en el Is. Canarias.”551

El 23 de diciembre de 1827 zarpó de Puerto Rico el al-


mirante Ángel Laborde y Navarro, con el navío Guerrero, la
fragata Iberia y el bergantín Hércules, dirigiéndose a las cos-
tas venezolanas en busca del navío Asia, que había desertado
a México, tomando el nombre de Congreso Mexicano, y que
estaba en ruta de Acapulco a Veracruz. Entre enero y febrero
de 1828 la escuadrilla de Laborde pasó cerca de Pampatar,
Cabo Codera, Río Chico, Cumaná y La Guaira, a la caza del
Congreso Mexicano. Laborde no lanzó ningún ataque contra
Colombia, deteniéndose frente a La Guaira para negociar un
intercambio de prisioneros con el general Páez, tras lo cual
hizo escala en Curazao y se fue con sus naves a La Habana.552
Si bien este último crucero que Laborde efectuó sobre cos-
tas colombianas, no se tradujo en ataques o intentos de in-
vasión, resulta muy revelador sobre el declive del poder naval
de Colombia hacia finales de la década de 1820. En efecto,

551C “Combate de la goleta General Manrique”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 2 de


diciembre de 1827. N° 320, p. 2
552E “Escuadra Española”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de marzo de 1828. N°
335, pp. 3 - 4

354
Laborde trajo a vista de las costas de la República una flotilla
con cierto poder de fuego, y pudo cruzar en la zona sin ser mo-
lestado por la escuadra colombiana. La documentación y los tra-
bajos historiográficos precedentes no hablan de ningún tipo de
reacción a este crucero de Laborde, ni siquiera por el hecho
de que Laborde trató de abastecer a las guerrillas realistas de
Cisneros y Arizábalo a través de la costa de Barlovento. Para
1828 la escuadra colombiana estaba en un notable ocaso, y aún
enfrentaría un peligroso reto más.

d) Guerra de Corso, 1823 – 1830

Después de 1823, los corsarios no estaban integrados en la


Armada de la República de Colombia, sino que actuaron de
forma separada. En términos actuales eran como una fuerza
marítima paramilitar que complementaba a la armada regu-
lar. Aunque tenían esta peculiar condición, estudiaremos en las
próximas páginas su desempeño; pues fue a través de su acción
que Colombia tuvo la proyección más efectiva de poder naval
hacia su enemiga España. Como explicamos ya, los corsarios
eran particulares que se unían a determinado Estado para ata-
car el comercio de su enemigo, llegando a un arreglo para el
reparto del botín, según lo estipulado en las leyes vigentes de
ese Estado y en la respectiva Patente de Corso dada al corsa-
rio. Este tipo de guerra marítima irregular tenía ya siglos de
tradición entre las naciones europeas, y había sido practicada
sistemáticamente por Estados Unidos durante su guerra de in-
dependencia y luego durante la guerra de 1812 – 1815 contra
Gran Bretaña.
En el caso de la República de Colombia, el instrumento
legal que rigió esta peculiar actividad fue la Ordenanza
Provisional de Corso, sancionada el 30 de marzo de 1822 por
355
el Vicepresidente Santander.553 Esta ordenanza siguió el pro-
ceso iniciado por la primera, de 1817, pero fue mucho más
completa desde el punto de vista jurídico. La de 1822 contenía
54 artículos, que reglamentaban muy bien la materia.
En esta ley, se establecía que todo colombiano podía armar
en corso una nave propia para atacar el comercio del enemigo,
mientras que para los extranjeros, debían cumplirse algunas
condiciones; como que el buque fuese nacionalizado colom-
biano, que los fiadores tuvieran como domicilio a Colombia, y
obtener la autorización del Comandante del Departamento de
Marina correspondiente al puerto base que emplearía la nave
corsaria. Un corsario además debía depositar una fianza o ga-
rantía a la República, la cual ascendía dependiendo del tone-
laje del buque.
Otros puntos contemplados en esta ordenanza, eran que el
comandante de Departamento de Marina debía facilitarle al
corsario reclutar marineros no destinados a la armada nacio-
nal, además de suministrarle al costo el equipo naval que pre-
cisase, debiendo el corsario devolverlo al final de su crucero o
descontársele de su fianza. También, la ordenanza le permitía a
cada armador y capitán corsario, acordar con las tripulaciones
el mejor modo de repartir el botín de las presas, lo cual sin
duda era un gran estímulo para la actividad. Otros estímulos
eran que a los oficiales y marineros corsarios se les garanti-
zaban los mismos derechos que a los de la armada, es decir:
asistencia médica, pensiones de inválidos y demás protección
legal; y que a los corsarios se les ofrecían recompensas por la
captura de naves de igual o mayor porte que la propia, consis-
tentes en un arreglo más favorable en el reparto del botín.
La ley que nos ocupa especificaba muy claramente la po-
testad que tenía el corsario de visitar e inspeccionar cualquier
553e Del Castillo, Pedro P. Teatro de la Legislación Colombiana y Venezolana Vigente Tomo
Tercero. Barcelona – España, Imprenta del Teatro de Legislación, 1852. pp. 55 - 70

356
nave nacional o extranjera. Estipulaba que dicha visita debía
hacerse sin violencia, pudiendo detener la nave solo en los ca-
sos siguientes, según el artículo 14:

“1° Cuando el buque es de fábrica enemiga, y no conste haber pasado


a propiedad de neutral o amiga por venta, u otro derecho legítimo, lo
cual debe aparecer en los documentos que presente.
2° Cuando el Capitán, o el dueño, o el maestre, o el sobrecargo, o el
administrador, o la tercera parte del equipaje del buque son de Nación
enemiga, en cuyo caso necesitan probar legalmente que están al servicio
de nación amiga o neutral, y que han dejado de ser enemigos de la
República.
3° Cuando a bordo del buque se hallen oficiales de guerra de tierra o
mar, o tropa enemiga, en cuyo caso debe reputarse el buque como
enemigo.
4° Cuando se encuentren a bordo propiedades pertenecientes a enemi-
gos según los conocimientos de la carga, pólizas y contratas de flete. En
este caso, se hará esta diferencia: si el capitán o sobrecargo denuncia y
presenta estas propiedades, se le extraerán contra un recibo en que conste
las que sean, y se le pagarán los fletes que haya devengado hasta allí,
conforme a la contrata, bien entendido que si por no poder hacerse el
trasbordo, o extracción en el mar, se le enviare á puerto de la República,
deberá pagársele también las estadías que cause esta operación; pero si
ni el capitán niel sobrecargo hacen el denuncio y presentación de estas
propiedades, deberá detenerse el buque, y remitirse a un puerto de la
República para que sea juzgado, en cuyo caso no deberá abonarse al
buque detenido flete, estadías, ni derecho alguno.
5° Cuando el buque visitado sea de los que en esta ordenanza se de-
claran por buena presa.”554

El resto de la ordenanza estipulaba los procedimientos a se-


guir por el corsario en cada caso, desde cómo conducir su presa
hasta puerto y procesarla, hasta los casos en que estaba permi-
tido abandonar o hundir una presa, el trato a los prisioneros,

554d Ídem

357
o los pasos a seguir para desarmar un corsario. Sin duda, se
trataba de un documento legal de inestimable utilidad, tanto
interna de la República a fin de controlar a los corsarios; como
externa, a fin de enfrentar los probables reclamos de naciones
neutrales.
Como se explicó anteriormente, una serie de factores exter-
nos tales como las Guerras Napoleónicas, el declive del poder
naval español y la Guerra Anglo-Estadounidense, estimularon
la adhesión de muchos corsarios a la causa de los independen-
tistas venezolanos y neogranadinos. Ya entrada la década de
1820, muchos corsarios llegados a Margarita a partir de 1816,
se habían integrado en la armada regular, convirtiéndose en
próceres navales respetados hasta la actualidad. A partir de la
Ordenanza de Corso de 1822, la actividad corsaria en el país
comenzó a declinar, debido en buena medida a las estrictas
disposiciones que la misma contemplaba, sobre todo fisca-
les. Sin embargo, los antiguos corsarios que habían navegado
bajo pabellón de Buenos Aires o de Montevideo, siguieron
llegando en gran número al Caribe, poniéndose al servicio de
Colombia. En consecuencia de este peculiar proceso, el corso
oficial degeneró hacia la piratería en aguas de las Antillas. A
pesar de ello, el corso colombiano, no desapareció en la región
sino que continuó por un tiempo aunque muy disperso, ex-
perimentando un visible auge hacia 1826 para luego declinar
definitivamente y desaparecer.555

1) Auge del corso colombiano, 1820 – 1826


Desde la fundación de la República de Colombia –y so-
bre todo luego de la Batalla Naval del Lago– hasta finales del
año 1826, el corso colombiano fue aumentando su alcance

555a Santana, Arturo. “Algunas notas sobre el corso insurgente hispanoamericano en Puerto
Rico”. San Juan – Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico. Disponible en: http://ance.msinfo.
info/bases/biblo/texto/libros/ANCE.1986.c.10.pdf, pp. 25 – 26

358
geográfico y agresividad. Esto es bastante llamativo, pues en
general la actividad corsaria hispanoamericana comenzó a des-
cender después de 1821, tras haber tenido su edad dorada en-
tre 1815 y 1820, sobre todo con los corsarios al servicio del
Río de la Plata y de la Banda Oriental. Luego de 1820, cuando
la guerra fue decantándose a favor de los independentistas en
el Cono Sur, y los colombianos empiezan a darle forma en el
mapa a su República, el corso experimenta cierto declive, para
llegar a un nuevo cénit a mediados de la década, esta vez bajo
el pabellón tricolor de Colombia.
Ya de 1820 tenemos datos interesantes, como el que re-
portó el bergantín Flor de Mayo en Santa Cruz de la Palma
(Islas Canarias) el 19 de octubre. El capitán de la nave in-
formó que su bergantín había sido saqueado por un corsario
colombiano que cruzaba en las aguas cercanas, estimando
que podía tratarse de uno de los dieciséis que habían salido
de la isla de Margarita, según otros informes llegados a las
Islas Canarias.556 Estos hechos se ubican antes de la Batalla de
Carabobo, el bloqueo de Puerto Cabello y la Batalla Naval del
Lago de Maracaibo, indicándonos que incluso previamente a
estos hitos ya los corsarios al servicio de Colombia habían al-
canzado la orilla opuesta del Atlántico, atacando al comercio
enemigo. ¿De qué medios se servían estos aguerridos hom-
bres de mar? El historiador Feliciano Gámez Duarte comenta
que al principio los corsarios utilizaron mercantes armados,
pero progresivamente comenzaron a diseñarse buques espe-
cíficamente para este propósito, destacando Baltimore como
el puerto más importante en la construcción de dichos nue-
vos tipos de embarcación. Hechos para ser rápidos, sus cascos

556é Pérez Hernández, José Eduardo. “Alisios de guerra. La amenaza corsaria en La Palma:
los insurgentes americanos (1815 – 1828)” en XIX Coloquio de Historia Canario-Americana.
Las Palmas de Gran Canaria, 2012. Disponible en: http://coloquioscanariasamerica.casade-
colon.com/index.php/CHCA/article/download/9142/8591, p. 8

359
eran afilados, sacrificando capacidad de carga para poder esca-
par de cualquier situación comprometida. Su desplazamiento
no solía rebasar las 300 toneladas, y las tripulaciones eran de
unos 100 hombres. Su armamento consistía en 12 a 16 caño-
nes de 12 a 24 libras, llevando más frecuentemente carronadas,
mucho más útiles para el combate cercano y abordajes. Estos
barcos fueron construidos en grandes cantidades en Baltimore,
Boston y otros puertos del noreste de Estados Unidos, siendo
tan veloces que sólo se les podían capturar en puerto.557
Evidentemente, no era la potencia de fuego lo más peligroso
de estos buques hechos para el corso, sino su velocidad y ma-
niobrabilidad, que les daba una ventaja total sobre los mercan-
tes. Además, la poca disposición de las tripulaciones mercantes
al combate, las llevaba a rendir sus naves sin ofrecer resistencia,
lo que a su vez estimulaba aún más el corso. Aunque las carro-
nadas eran las armas preferidas de los corsarios, muchos de sus
buques portaban obuses, cañones largos y cortos, culebrinas y
pedreros, bien fueran de hierro o bronce, fijos o en colisa. Las
tripulaciones por su parte iban armadas con cualquier medio
que sirviese en un abordaje, tales como fusiles, trabucos, pisto-
las, sabes, hachas, chuzos, garfios, espeques, etc.558
A comienzos de 1823 el Capitán de Navío Nicolás Joly,
quien sería héroe en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo,
buscaba continuar todavía con sus cruceros de corsario, tal
como lo revela el siguiente documento:

“Caracas, 31 de enero de 1823.


Nº 8
Al Sr. General Mariano Montilla

557á Gámez Duarte, Feliciano. El desafío insurgente. Análisis del corso hispanoamericano desde
una perspectiva peninsular: 1812 – 1828 (Tesis Doctoral), pp. 274 – 276
558b Ibídem, pp. 292 - 293

360
El Capitán Joly ha ocurrido a mí para que solicite a su favor que V.S.
lo deje libre con su corsario para hacer un crucero que lo proporcione con
qué reponer sus pérdidas y cubrir los gastos de la habilitación.
Como Joly ha servido con su corsario más que ningún otro armador,
desearía que, si las circunstancias lo permiten, accediera V.S. a su solici-
tud, exigiéndole, por último servicio, que transportara a la Guayana los
vestuarios y demás efectos de equipo que el Gobierno ha destinado para
el Ejército de Venezuela.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”559

Poco después, el 20 de enero, el Vicepresidente Santander


decretó que los buques neutrales con carga de mercancía ene-
miga quedarían sometidos a las acciones de la armada y de los
corsarios al servicio de la República.560 Este decreto puede ser
comprendido perfectamente en el contexto de enero de 1823,
cuando se estaba bloqueando el Golfo de Venezuela y Puerto
Cabello. Evidentemente se buscaba impedir cualquier auxilio a
ambas posiciones realistas en el territorio nacional, así viniese
a bordo de buques neutrales. Sin embargo, este decreto, junto
con la ordenanza de 1822, tuvo un dilatado efecto en la guerra
de corso; al permitir la captura de buques de países neutrales
en la guerra entre Colombia y España, lo cual ocasionaría a la
República más de un momento tenso con naciones neutrales
como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.
Otro hecho interesante ocurrió el 15 de mayo del mismo
año, cuando la goleta española Amalias Centinelas fue asaltada

559u Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 -
1824), p. 147
560o Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 12 de julio de 1824 en Acuerdos del Consejo de
Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición
de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicente-
nario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia
de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Dis-
ponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.
html#56c (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)

361
por un corsario colombiano, en aguas cercanas a Gibraltar. Así
se registró el suceso en acta oficial:

“ASALTO A UNA GOLETA POR UN BARCO CORSARIO


EN LA GRACIOSA EN EL AÑO DE 1823

En la ermita del Arcángel San Rafael extramuros de esta Villa


Capital Ysla de Lanzarote una de las Canarias á veinte y cuatro días
del mes de mayo año de mil ochocientos veinte y tres: ante mi el
Escribano y testigos que se designaran pareció a esta hora de las once de
la mañana el que dijo llamarse Don Antonio del Rio y ser Capitán,
Primer Piloto, y maestre del bergantín Goleta Español nombrado Las
Amalias (a) Centinelas y que el día dos del presente mes por la noche dio
a la vela del Puerto de Barcelona que se halla en la Latitud Norte de
cuarenta y / un grado y veinte y seis minutos y en la Longitud de ocho
grado veinte y ocho minutos al Leste del meridiano de Cádiz con des-
tino a la ciudad Puerto de Cuva [Cuba] en la Ysla de Santiago del
mismo nombre que se halla en la Latitud Norte de veinte grados cin-
cuenta y dos minutos al Oeste del mismo meridiano y que habiendo na-
vegado hasta el Sábado a medio día diez del corriente y hallándose
inmediatos al monte de Gibraltar por la parte del Leste le visitaron los
corsarios faluchos españoles de los quales uno era guardacostas de
Algeciras y el otro particular armado contra los franceses que el capitán
de unote los expresados corsarios les advirtió que el gobierno español
había declarado la guerra a la Francia y que ya se hallaban detenidos en
Algeciras tres barcos por uno de los faluchos de aquel puerto que en vista
de esta noticia y hallándose en calma hacia ya algún tiempo y conside-
rando que según el cariz no había señales de viento favorables para
desembocar determinó entrar en la Bahía de Gibraltar auxiliado por la
palamenta y de algunas ventolinas variables lo que efectivamente bene-
fició anclando en el fondeadero de Algeciras al medio día en siete brazas
de agua.
Que habiendo continuado la calma permaneció anclado en dicho fon-
deadero hasta el quince al amanecer que habiéndose llamado y afir-
mado el viento al NE se puso a la vela a las diez de la mañana siguiente
su navegación con el mismo viento hasta el domingo diez y ocho del
presente mes al amanecer que hallándose en la Latitud Norte de treinta

362
y un grado veinte y nueve minutos y en la Longitud de cuatro grados
diez y nueve minutos al oeste de Cádiz tiempo caliginoso viento
Nordeste gallando marejadilla del viento y del Norte y elevando la proa
al Sudoeste quarta al oeste del compas con la intención de pasar entre la
costa de África y las Canarias descubrió por la proa esta Goleta de dos
gabias que seguía la vuelta del este y estaban a muy corta distancia y
como había mucha neblina y era aún al amanecer hizo todas las manio-
bras y diligencias necesarias a fin de liberarse del peligro de ser apresado
en que se hallaban, pero a las diez de la mañana teniendo ya a nuestro
costado la referida Goleta se ven en la necesidad de rendirse habiendo
sido apresados con la bandera Colombiana; que inmediatamente
mandó el bote a bordo del buque de mi mando y le llevaron al corsario
con todos los demás tripulantes a excepción de dos que dejaron a bordo
de la presa tripulando esta y carga como – Rol, patente, contraseña co-
nocimientos y demás de los que se apoderó el comandante declarando
que toda era buena presa por la bandera de Colombia que de aquel
punto y permaneciendo a la de dicho corsario se dirigieron a estas Islas
a las que llegaron el veinte y anclaron entre esta y la de la Graciosa
donde nombran el Río con el corsario y presa despachando esta el veinte
y uno para la costa firme y echando los marineros prisioneros en un
despeñadero de esta de Lanzarote conservando a su bordo al compare-
ciente a su segundo, al pilotín, contramaestre , y paje hasta el veinte y
dos por la tarde que los echaron en la expresada Ysla de La Graciosa que
está desierta en la que permanecieron hasta ayer veinte y tres por la
mañana en compañía de unos pescadores que les condujeron a esta de
Lanzarote y a su Villa capital en la que les pusieron inmediatamente
en cuarentena de observación en esta Ermita del señor San Rafael si-
tuada extramuros de ella .en esta atención deseando hacer constar los
hechos que deja relación y no quedan responsables en manera alguna de
las perdidas, daños y perjuicios que han recibido los dueños del carga-
mento que traía a su bordo con motivo de haber sido apresado por la
Goleta Colombiana de que lleva hecho mención en la vía y forma que
mejor lugar haya en derecho y enterado del que en este caso le compete
otorga que los protesta una dos tres y las mas veces en derecho necesarias
contra el mar? Vientos cargabres y demás contra quienes deba hacerlo, y
pide a mi el escribano le de fe por fe y testimonio esta protesta que ase-
gura bajo de juramento hecho en debida de que certifico no las hace de

363
malicia sino por los motivos relacionados, y en comprobación de su ver-
dad presenta por testigos de vista que presenciaron el apresamiento y
demás hechos que lleva expuesto a Don Francisco Grau, segundo piloto,
a Don Eloy Bazalt pilotín y a Don Juan Sintas contramaestre de la
dotación del expresado buque que fue de su mando quienes bajo de ju-
ramento que también hicieron según por derecho – quienes aseguración
que cuanto lleva expuesto su capitán en esta protesta es la pura verdad
de los sucesos que les han ocurrido en su navegación en la que se afirman
y se afirman bajo el mismo juramento: Así lo expresaron otorgaron y
firmaron hallándose presente como testigos Marcos Miguel Lorenzo,
Nicolás Hernández Matías Baptista de esta vecindad.”561
En diciembre del mismo año, la goleta corsario Zulme, se
enfrentó cerca de la punta de Icaco, no lejos de La Habana,
con cuatro embarcaciones piratas; poniéndolas en fuga pero
quedando muy averiada, por lo que debió retirarse a Nueva
Orleáns a carenarse.

“República de Colombia – Comandancia General del 3er


Departamento de Marina – Núm. 3° - Cartagena enero 10 de 1825
– 15.

Al Sr. Secretario de Estado en los despachos de Marina y Guerra.


Acabo de recibir parte de que la goleta corsario colombiano la Zulme,
a barlovento de la punta de Icaco, costa de La Habana se encontró
con cuatro piratas, y entró con ellos en acción. Dos de los piratas se reti-
raron desde el principio del combate que continuó por tres horas con los
otros hasta que el uno fue echado a pique, y botado el otro. Nuestro
corsario perdió cinco hombres. Estos buques enarbolaban bandera
negra, y estaban tripulados cada uno con cincuenta hombres. La Zulme
se ha retirado a Nueva Orleans, a carenarse, porque quedó enteramente

561a Martín Santiago, Felipe Enrique. “La independencia de Canarias bajo la tutela de la
Gran Colombia (1819-1830). Ataques navales en Lanzarote (1823-1825)” en revista Bien
Me Sabe, Nº 663. Disponible en: http://www.bienmesabe.org/noticia/2007/Septiembre/la-
independencia-de-canarias-bajo-la-tutela-de-la-gran-colombia-1819-1830-ataques-navales-
en-lanzarote-1823-1825 (Revisado online el 25 de enero de 2017 a las 9:51 pm). Cita a:
AHPLP (Archivo Histórico Popular de La Palma). ESCRIBANO MATIAS RANCEL DE
LANZAROTE. LEGAJO 2932, AÑO 1823. FOLIO 229-230.

364
destrozada. Celebraría haber recibido los pormenores de este suceso que
no puede menos e ser agradable a S.E. el vicepresidente de la República
pues acredita que los corsarios de este departamento corresponden a los
deseos del gobierno buscando, atacando, y escarmentando a los piratas,
en virtud de las estrechas órdenes que se les tienen dadas por esta co-
mandancia general, principalmente para que persigan a los corsarios
que enarbolan bandera colombiana. Dígnese V.S. ponerlo en conoci-
miento de S.E. el vicepresidente. – Dios guarde a V.S. – J. Padilla.”562

El mismo mes de diciembre se produciría un revés im-


portante para el corso colombiano, tal como lo expone el Dr.
Feliciano Gámez Duarte:

“[…] a las cinco y cuarto del día dos de diciembre de 1823, apareció
en la bocana del puerto de San Juan de Puerto Rico una corbeta con dos
pabellones en su palo mayor: el español y, por debajo de éste el pabellón
de Venezuela. Se trataba de la corbeta Orinoco que se entregaba con su
tripulación a las autoridades de la isla. A bordo no figuraba su capitán
ni oficial alguno. De manera inmediata, el práctico del puerto, el capi-
tán del mismo, Juan de Dios Robión, y quince soldados subieron para
hacerse con el control de la nave […] Tan pronto como las autoridades
españolas se hicieron cargo de este buque se inició una investigación
para inquirir qué había sucedido para impulsar a estos hombres a en-
tregarse a sus enemigos.
[…] durante una escala en el puerto de San Bartolomé, la tripula-
ción, aprovechando que el capitán y la oficialidad del buque estaban a
tierra, decidieron cortar los cables y alejarse de aquel puerto y de los
hombres que comandaban la nave […]”563

Ateniéndonos a lo establecido por la ordenanzas de corso


de 1822, presumimos que los juicios de presas y remates de
buques y cargas capturadas, se realizaba en las comandancias
de departamentos de marina, es decir, en Cumaná, Puerto
562M “Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 6 de febrero de 1825. N° 173, p. 3
563á Gámez Duarte, Feliciano. Ob. Cit., pp. 192 – 193

365
Cabello y Cartagena, y probablemente también en otros puer-
tos de importancia, tales como Angostura, Pampatar, Juan
Griego, Barcelona, La Guaira o Maracaibo. Estas actividades
debieron producir muchas ganancias en dichos puertos y sus
zonas aledañas, generando interés popular hacia la continua-
ción de la guerra de corso contra España. En ese sentido, el
siguiente editorial publicado por El Venezolano, nos muestra
tal apoyo de la opinión pública.

“Asentar en el presente siglo que el corso es uno de los restos que se


conservan de la antigua barbarie, es sin duda ignorar el derecho que lo
autoriza, y los principios que lo regulan en las naciones civilizadas, o
querer que por los abusos que en algunos casos suelen experimentarse se
renuncie aquel derecho por la parte beligerante que se cree más débil
[…]
[…] Inútil es declamar contra los armamentos en corso que autoriza
el gobierno de Colombia, mientras que la España igualmente los auto-
riza y fomenta, pues el derecho de retorsión, y la necesidad de una justa
defensa exige imperiosamente se oponga al enemigo las armas y medios
de que él vale para destruirnos […]
[…] El daño que sufren los neutrales en la suspensión de su derecho
para hacer el comercio sin impedimento es reparable, al paso que el que
sufrirían los beligerantes es de gran consideración, y muchas veces irre-
parable, pues todo aumento de fuerzas que pueda prolongar la guerra
produce estragos, muertes y otros daños irreparables […]”564

La apasionada defensa del corso por parte de este periódico,


da un indicio de la opinión pública en Colombia sobre este
asunto. Más significativo aún se vuelve este artículo conside-
rando la proximidad e interrelación comercial de Caracas con
el puerto de La Guaira. Es preciso recordar que los juicios y
subastas de presas generaban importantes ganancias en los
puertos donde se realizaban, por lo que podría pensarse que

564C “Corso” El Venezolano. Caracas, sábado 27 de diciembre de 1823. N° 66, p. 3

366
un sector importante de la sociedad colombiana estaba bene-
ficiándose directamente con el corso. En este mismo sentido,
encontramos en El Colombiano, de Caracas, una interesante
nota publicada el 11 de agosto de 1824, en la que se expone
el caso del corsario General Santander, el cual fue acusado de
varios crímenes por el New York Mercantile Advertiser y por el
New York Evening Post.

“Al editor del dicho periódico.


Sr. – Cuando escribí la carta que tuve el honor de dirigir a V., sobre las
presas que se dicen hechas recientemente por el corsario armado de
Colombia General Santander, y la cual apareció en un número anterior
de su papel, omití sin intención, mencionar las observaciones finales del
editor del New York Mercantile Advertiser. No son menos dignas de con-
sideración que las otras extrañas aserciones de aquel sabio escritor, y con
éste objeto, y para hablar algo con respecto a una nueva comunicación que
después ha llegado a mi noticia, necesito que se me permita volver a ocu-
par las apreciables columnas de V. el Editor del Mercantile dice:
“El caso del General Santander; es de una peculiar deformidad, pues
apenas pasaron dos semanas desde que salió del Misisipi (donde gozó
nuestra hospitalidad) cuando hizo presas al comercio americano,
obrando probablemente por noticias que adquirió en nuestros puertos.”
Este escritor quisiera que se diese por sentado que “el General
Santander ha hecho efectivamente presas al comercio americano.” Pero
en el primer estado del negocio esto es pretender demasiado y más de lo
que admitirán los hombres sensatos. En New York dice el editor la pro-
piedad de una parte de ella se sabe que es americana, esto es, se alega que
es americana por las partes en el asunto, por personas interesadas que
deben perder 60 a 80 mil fuertes, si se prueba oportunamente el hecho
de ser española. Esto es lo que dirán saberse en New York: bello modo de
saberse, por cierto! Pero sostengo; y pocos hombres imparciales estarán
inclinados a negar que la conducta del comandante del Santander es
una prueba más fuerte de lo contrario. Veamos cual ha sido. Él es un
oficial de conocimientos y experiencia, conoce el carácter severo del go-
bierno de Colombia en todas las materias relativas al departamento
naval, está convencido de su decidida determinación a castigar

367
cualquiera caprichosa violación que hagan sus cruceros de los derechos de
los neutrales; está impuesto en las instrucciones escritas que en aquel
acto poseía, y que recibió de la autoridad competente en La Guaira, las
cuales le previenen que trate todos los pabellones neutrales, con el debido
respeto, y que principalmente respete los pabellones “de los Estados
Unidos y de la Inglaterra.” Conoce que su comisión y su carácter, su
empleo y su fortuna, están comprometidas; sin embargo al leer los pape-
les del Mecánico, no duda en remitirlos a La Guaira seguro de que tenía
a su bordo efectos españoles. Ahora bien, Sr., expongo sin temor la con-
tradicción de los hombres imparciales, que ésta es una presunción mucho
más fuerte por una parte que lo que tan vagamente se sabe en Nueva
York puede considerarse razonablemente por la otra. Siendo esto verdad
¿qué se hace entonces el vergonzoso cargo de fealdad peculiar que se
objeta al comandante del Santander? El capitán Chase oficial de que se
hace mención, queda tan libre de enormidad moral política o militar,
como el editor del Mercantile Advertiser. Como soldado, ciudadano, es-
poso, padre, pariente o amigo, no necesita evitar una comparación con
nadie, y si estuviese en los Estados Unidos donde puede hallarse dentro
de poco, él rechazaría la indecente detracción a los ojos del propio ca-
lumniador. Pero por qué éste cargo de fealdad peculiar? Porque quince
días antes de encontrar el Mecánico, el capitán Chase había estado en
Misisipi, donde gozó de la hospitalidad de los Estados Unidos, y porque
sucedió así, él debe según la doctrina del editor del Mercantile Advertiser,
hacer su acatamiento al capitán del Mecánico y decirle. “Sr.: V. se halla
actualmente en el caso de deshonrar el pabellón de su país, pues tiene a
su bordo propiedad que V. llama americana, pero que según sus papeles
aparece ser española; conozco que V. se dirige a México; que espera hacer
un rico retorno a La Habana de donde viene, y que el producto de su
rico cargamento, junto con otros obtenidos del mismo modo pondrá al
gobernador Vives en estado de equipar una expedición contra Colombia.
Pero, Sr., quince días hace que estuve en el Misisipi, donde experimenté
mucha hospitalidad, habiendo recibido diez o veinte barriles de agua y
algunos hombres que estaban ociosos y necesitaban salarios por tanto,
Sr., faltaré a mi deber, desobedeceré las órdenes de mi gobierno, pondré
en peligro la tranquilidad del país a quien estoy obligado a servir, y V.
puede pasar adelante, aunque estoy perfectamente convencido que V.
emplea el pabellón americano para cubrir un fraude enorme.” Que

368
doctrina tan consoladora! que grato sistema de derecho público quería
establecer este profundo editor del Mercantile Advertiser. Un observa-
dor superficial de toda esta fanfarronada editorial sobre la hospitali-
dad, podría inclinarse a suponer que el gobierno de los Estados Unidos
ha concedido un privilegio de limosnas a Colombia sin ninguna consi-
deración a la reciprocidad de buenos oficios o a la esperanza del retorno:
sin embargo todos sabemos que los actos de hospitalidad en esta parte
son mutuos; y cuando establezco un hecho, a saber, que un solo puerto en
los Estados Unidos, Filadelfia ha embarcado en tres meses sucesivos a
un solo puerto de Colombia hasta la suma de cuatrocientos mil pesos
fuertes de los Estados Unidos en producciones y recibido un retorno con-
siderable, se verá que Colombia retribuye la hospitalidad que reciben
sus ciudadanos, bien sea concedida bajo la sanción nacional, o por una
benevolencia privada; pero no cederá un ápice de sus derechos por esta
razón. Ella no pretende superioridad, pero no permitirá que se la trate
como inferior a ninguna nación del mundo en razón de una perfecta
independencia. Continuará respetando todos los pabellones neutrales
como hasta aquí lo ha hecho, pero no pasará en silencio el abuso de nin-
gún pabellón neutral con agravio profundo de sus más caros intereses.
Los cargos hechos por otro papel de New York es que el “Santander”
tiene una tripulación compuesta principalmente de marineros de los
Estados Unidos, en lo cual aun si fuese cierto, nada hay criminal, o
extraordinario; pero si fuese, los editores como dije en mi anterior carta,
deben tener siempre presentes mucho incidentes de su propia guerra re-
volucionaria, y como caso en cuestión, deben particularmente acordarse,
que Franklin que no puede ser tachado de fealdad peculiar expidió en
Francia en el discurso de un día, treinta y seis patentes, y que los buques
de estas comisiones navegaron, “para hacer presas al comercio británico”
sin tener entre toda su tripulación ni un solo ciudadano americano.
“Los que tienen tejado de vidrio […]; pero el proverbio es algo añejo,
y así pasaremos a la conclusión.”
Desde que el artículo del Mercantile Advertiser llamó mi atención, se
ha dicho en el New York Evening Post, lo que sigue.
“Se ha dirigido al presidente de los Estados Unidos, un memorial por
varias compañías de seguros de esta ciudad, con motivo de las últimas
presas hechas por el cosario General Santander. Cerca de 70.000 pesos
de propiedad española a bordo de los buques apresados se han asegurado

369
en esta ciudad, y los presentes recomiendan al presidente que despache
un buque al gobierno de Colombia a pedir restitución de la propiedad
detenida.
Esta es una nueva lectura de la transacción. Aquí se nos asegura que
la propiedad es española y se entrega al viento la noticia del Mercantile
de que es americana. Si los suscriptores de New York fueron bastante
necios para conceder seguros a propiedades españolas atravesando los
mares de la India Occidental, ellos deben sufrir las consecuencias; y si
fueron informados del fraude proyectado de cubrirlo con el pabellón
americano, ellos deben sufrir. Por caridad común, debo esperar que este
no sea el caso, pero en todo evento, si el negocio resulta, como el capitán
Chase, parece haberlo concebido, y como asegura serlo el New York
Evening Post; si del examen ante el tribunal competente en La Guaira,
resulta que la propiedad es realmente española, de nada servirán me-
moriales y reclamaciones de parte de los aseguradores; en tal caso ni una
mínima parte de la propiedad apresada se entregará, excepto que el
tribunal por consentimiento de los apresadores, la entreguen como un
acto de urbanidad hacia el respetado presidente de los Estados Unidos
cuyo nombre es sinónimo de todo lo que hay honorable en una vida
privada, y de ilustre en una vida pública.
Si en tiempos venideros se concluye un tratado entre Colombia y los
Estados Unidos estipulando que “los buques libres hacen las mercancías
libres”; que el pabellón cubre el cargamento, será así muy enhorabuena;
pero esto solo podrá suceder después que la España haya reconocido la
independencia de la América del Sur. Semejante tratado pondría ahora
en manos de la España una medida de molestar el nuevo gobierno: y
esto no puede en las circunstancias presentes ser apropiado por ningún.
Colombiano”565

Esta carta resulta significativa por el amplio conocimiento


de la materia que muestra su autor, lo cual nos hace pensar que,
al menos en las zonas costeras de la República de Colombia,
existía un buen número de funcionarios, intelectuales y demás
notables muy interesados en que continuara la guerra de corso
565P “Presas de Colombia”. El Colombiano. Caracas, miércoles 11 de agosto de 1824. N° 66,
p. 2

370
sin restricción, bien fuera por beneficios materiales, patrio-
tismo, o una mezcla de ambos.
El 9 de octubre de 1824 los corsarios colombianos Centella
y Polly Hampton capturaron a la mercante francesa Urania,
en ruta de Burdeos a La Habana, hallando mercancía espa-
ñola a bordo y conduciéndola a Puerto Cabello.566 Este inci-
dente causaría que más tarde, el 10 enero de 1825, llegase a
Puerto Cabello una escuadra francesa presentando reclamos y
exigiendo satisfacciones a la República, siendo esa la primera
crisis internacional que encaró Colombia con una potencia
neutral. Más adelante desarrollaremos con detenimiento dicha
crisis colombo-francesa motivada por la guerra de corso, entre
otras causas.
¿Qué tan lejos llegaba la depredación del corso colombiano
sobre el comercio del Caribe?... El Colombiano nos ofrece da-
tos interesantes; dice que entre 1823 y 1824 habían sido apre-
sadas 4 fragatas (mercantes, no de guerra), 17 bergantines, 32
goletas, y 14 queches y barcas.567 El 25 de mayo se reportó un
nuevo ataque en las Islas Canarias:

“ASALTO A UN BARCO FRANCÉS EN MAYO DE 1825

En el Puerto principal del Arrecife ysla de Lanzarote una de las


Canarias a los veinte y cinco días del mes de mayo, año de mil ochocien-
tos veinte y cinco: Ante mi el Escribano de S.M. del numero y marina
de esta referida Ysla y testigos que se designaron, pareció Don Domingo
Martinón de esta vecindad y comercio a quien doy fe conozco y dijo:
Que la casa de los Sr. Barry Dervieu – y compañía vecinos y del comer-
cio de Marsella en – de treinta de agosto del año próximo anterior de
mil ochocientos veinte y cuatro dijeron que habiendo subido la Barrilla
un poco pues se vendía de nueve a nueve y medio francos el qql. de
566e República de Colombia. Origen y objeto de las reclamaciones del Gob. francés de la Marti-
nica contra la Marina de Colombia. Caracas, Imprenta de Valentín Espinal, 1825 p. 9
567P “Por los estados oficiales presentados…”. El Colombiano. Caracas, miércoles 19 de enero
de 1825. N° 89, p. 3

371
aquella plaza y que siendo este un doce por ciento mas pequeño que el de
estas yslas podía hacerse una expedición que dejase una buena utilidad,
y que en caso de convención a dicho Martinón esta propuesta podrían
dichos señores fletar por cuenta del compareciente un barco de ciento y
veinte a ciento y treinta toneladas que traería un cargamento de mer-
caderías y retornaría con otro de dos mil y quinientos a tres mil qql. de
barrilla insertándola en dicha carta una nota de los géneros de que
podía componerse el expresado cargamento. Que habiendo recibido el
tres de diciembre próximo pasado les contesto con fecha veinte y tres del
mismo diciendo a dichos señores que siempre que pudiesen conseguir
vender un cargamento de tres mil qq. de esta especie resultase libre de
fletes derechos y demás gastos que le causaren a si en esta Ysla como en la
plaza de Marsella a siete y medio francos, podían desde luego dichos
señores hacer una venta por dicha cantidad y después que estuvieren
celebradas solicitar los géneros que contenía la nota o factura que les
incluyó en dicha carta y remitírselos con el propio barco previniéndoles
últimamente que como solían cruzar en estos mares corsarios enemigos
sería bueno que las facturas y conocimientos viniesen a nombre y como
de cuenta de los mismos señores y a la consignación del otorgante, y por
supuesto todo asegurado: Que no habiendo recibido hasta ahora nin-
guna contestación sobre el particular ha llegado hoy a este Puerto una
Bombarda con Pabellón francés nombrada –honorines su capitán
Blanchelli quien le ha manifestado de palabra– procedente de Marsella
en cuyo Puerto le había despachado y cargado de varios géneros los su-
pradichos señores Barry Denvieu – y compañía que venían a la consig-
nación del compareciente y otros interesados en estas Yslas y que
hallándose sobre Cabo Espartel fue tomado y robado el día cuatro del
corriente por un corsario perteneciente a la republica de Colombia nom-
brado María Isabela su capitán Dotan, y que entre los géneros que le
robaron fue comprendida la mayor parte de los que venían para el com-
pareciente llevándose al mismo tiempo las cartas facturas y demás pa-
peles pertenecientes al cargamento que conducían; en esta atención
considerando el Don Domingo Martinón no debe ser responsable en
manera alguna del valor de los géneros que venían a su consignación ni
hallarse ya en la obligación de poner a bordo de dicho Buque el carga-
mento de barrilla que había ofrecido por no haber recibido los que se
dirigían por dichos señores, en la vía y forma que mejor haya lugar en

372
derecho y enterado del que en este caso le compete otorga que hace total y
absoluto abandono del resto de los géneros a su consignación que pueden
quedar a bordo de la expresada Bombarda , y en su consecuencia pro-
testa una, dos , tres y las mas veces que sean necesarias contra propieta-
rios, cargadores, fletadores, aseguradores, consignatarios, recibidores,
pagadores y contra las mas personas que deba hacerlo, que todos los
daños, perjuicios, perdidas, atrasos, intereses, fletamentos, detrimentos
o menos cabos que se hayan ocasionados y ocasionen a los sobre dichos y
a los dueños del indicado buque por falta de cargamento de retorno, no
sean de mi cuenta y cargo sino de quienes por derecho haya lugar, a cuyo
fin deja vivas - para usar de ellas contra quien donde como y usándole
convenga: y de que así lo protesta pide a mi el escribano se lo de por fe y
testimonio su resguardo, y para hacerlo en cualquier tiempo que se me
pida lo – en mi cuaderno corriente de escritura pública, y lo firma el
expresado Don Domingo Martinón hallándose presentes como testigos
Don Rafael Rancel, Don Eusebio de Cáceres y Don Casimiro Mc
Kinstoh de esta vecindad.”568

Ese mismo mes volvemos a tener noticias del corsario


General Santander:

“República de Colombia – Número 138 – El Comandante General


del Segundo Departamento de Marina – Señor Secretario de Estado
del Despacho de Marina y Guerra.

El 18 del presente mes dio fondo en este puerto la fragata española


nombrada Nuestra Señora de la Asunción que fue apresada en su nave-
gación de Cádiz a La Habana por el corsario particular de la República
goleta General Santander, y según su factura conduce por cuenta de los
enemigos tres mil novecientos ochenta balas de cañón con peso de mil
cincuenta y cuatro quintales setenta libras, doscientas granadas con el
568a Martín Santiago, Felipe Enrique. “La independencia de Canarias bajo la tutela de la
Gran Colombia (1819-1830). Ataques navales en Lanzarote (1823-1825)” en revista Bien
Me Sabe, Nº 663. Disponible en: http://www.bienmesabe.org/noticia/2007/Septiembre/la-
independencia-de-canarias-bajo-la-tutela-de-la-gran-colombia-1819-1830-ataques-navales-
en-lanzarote-1823-1825 (Revisado online el 25 de enero de 2017 a las 9:51 pm) . Cita a:
AHPLP (Archivo Histórico Popular de La Palma). ESCRIBANO MATIAS RANCEL DE
LANZAROTE. LEGAJO 2934, AÑO 1825. Folio 196.

373
de cuarenta y seis quintales, un mortero con veinte y siete y medio quin-
tales, de peso y un obús con el de veintiocho quintales, sin expresarse ni
el calibre de las municiones y de las piezas de artillería ni la calidad del
metal de estos. – Dios guarde a V.S. – Puerto Cabello marzo 20 de
1825 – 15. – Felipe Esteves.”569

El 6 de junio Santander informó a Bolívar que había or-


denado causa penal contra el corsario Roma Libre por haber
cometido piratería contra Francia.570 Esta drástica y ejempla-
rizante decisión, evidentemente debió tomarse debido a las
presiones – prácticamente amenazas – del Gobierno francés
contra la República de Colombia por los casos de los ataques
corsarios contra sus buques mercantes.
Se publicó en Madrid el 23 de septiembre que el bergantín
español Carmen reportó en Cádiz haber sido abordado por un
bergantín corsario colombiano nueve horas al este del Cabo
Sines. Según su testimonio, el corsario se llevó vituallas, he-
rramientas, libros y aparejos. La nave atacante llevaba 20 ma-
rineros españoles, prisioneros del yate español San Francisco de
Asís y del bergantín Concepción, capturados previamente, el 2 y
10 de septiembre previamente. El capitán del Carmen también
indicó que el corsario estaba armado con tres cañones y una
carronada en colisa, y desde hace días cruzaba alrededor del
Cabo Sines.571 De información publicada en Madrid a 13 de
octubre de 1825 sabemos que un nuevo corsario colombiano,
la goleta Soublette, comandada por un capitán de apellido
Cunningham, arribó a Gibraltar poco antes. Desde Cádiz lle-
garon también noticias de que varios corsarios se unieron con

569M “Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 15 de mayo de 1825. N° 187, p. 3


570a Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 6 de
junio de 1825 en Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 179
571i Sin Autor. “Colombian privateers active in the Mediterranean according to the
Nederlandsche Staatscourant dated 10 October 1825” en: http://warshipsresearch.blogspot.
com/2011/09/colombian-privateers-active-in.html (04 de abril de 2017, a las 07:22 pm)

374
otros del Cabo San Vicente y Santa María, capturando todos
juntos buques españoles que venían de la costa de Cantabria,
además de algunos buques costeros.572
Gracias a El Colombiano, de Caracas, sabemos también de
otros hechos acaecidos a finales de 1825 con respecto al corso:

“Una carta recibida del vencedor capitán Brotherton en 1° de Julio


aseguraba que el bergantín había a la sazón encontrado con una escua-
dra considerable de buques mercantes españoles, y parece que hablaron
con él a la altura de Cádiz el 7 del mismo mes, contando haber apresado
17 buques la semana antes, todos los que había tomado de una escuadra
de cincuenta velas. Nada más hemos sabido acerca de la expedición des-
tinada para La Habana, y creemos probable ocurran circunstancias que
obligarán a posponer por algún tiempo su meditada partida.”573

Entre el 22 y 23 de septiembre cerca de Perpignan, corsa-


rios colombianos atacaron buques franceses en ruta de Cuba
hacia Burdeos y Marsella, saqueando su carga. Esta informa-
ción fue publicada en París el 6 de octubre.574 Así cerraba el
año de 1825, con una evidente escalada en la agresividad de
los corsarios colombianos sobre el comercio español, ya fuese
éste a bordo de naves españolas o neutrales. Los ataques re-
gistrados muestran una dinámica ascendente y un progresivo
desplazamiento hacia aguas europeas. Mientras que en 1823 y
1824 la mayoría de los golpes dados por el corso colombiano
se registraron en el Caribe, contra el comercio entre Cuba
y la Península Ibérica; ya en 1825 notamos una gran canti-
dad de operaciones corsarias en las Islas Canarias, en todo el

572i Sin Autor. “Colombian privateers and the American, Colombian, Egyptian, Greek,
Swedish and Turkish navies according to the Nederlandsche Staatscourant dated 28 October
1825” en: http://warshipsresearch.blogspot.de/2011/10/colombian-privateers-and-american.
html (04 de abril de 2017, a las 07:19 pm)
573P “Presas Colombianas”. El Colombiano. Caracas, miércoles 28 de septiembre de 1825. N°
125, p. 3
574d Ídem

375
perímetro costero español e incluso el Mar Mediterráneo. Sin
embargo, el clímax de la guerra de corso colombiana contra
España llegaría al año siguiente.
En 1826 se desató sobre aguas peninsulares una auténtica
campaña corsaria, que podríamos denominar “Campaña cor-
saria colombiana de 1826”, la cual es prácticamente descono-
cida para la historiografía venezolana. Como presentaremos a
continuación, contamos con suficientes indicios y pruebas para
afirmar que los ataques corsarios registrados en aguas europeas
durante 1826, e incluso los del año previo, se debieron a un
plan del Gobierno colombiano para obligar a España a reco-
nocer la independencia de la República.
El Dr. Feliciano Gámez Duarte señala de forma acuciosa
la debacle que el poder naval español sufría hacia 1826, cuyos
restos estaban concentrados en América, factor que permitió
la impunidad casi total con la que operaron los corsarios co-
lombianos en ese momento.575 El historiador Serrano Mangas
señaló que para 1826, cuando aparecen en gran número frente
las costas españolas los corsarios colombianos, empleando
buques nuevos, bien armados y tripulados, la Real Armada
Española está en un estado tal que no puede resistir siquiera
el ataque de dos fragatas; todo esto basado en los testimonios
del secretario de guerra de la época, Luis María de Salazar.576
También señala que la presencia de los corsarios colombianos
en el Mediterráneo se hizo notoria por el hecho de que para esa
fecha solo ese país sostenía una guerra de tales características

575á Gámez Duarte, Feliciano. Ob. Cit., pp. 122 y 287


576e Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos
de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 120 – 121. Cita a: Luis
María de Salazar al Secretario del Despacho de la Guerra. Madrid, palacio 23 de junio de
1826. A.H.N. Estado 214; Distribución que actualmente tienen los buques de guerra que hay
armados en la Península y estado en que se aprestan con objeto de ocuparse en las atenciones
que ocurran. No pone quien lo remite. Madrid, palacio, 7 de junio de 1826. A.H.N. Estado 214
y Luis María de Salazar al Secretario del Despacho de la Guerra. Madrid, palacio, 23 de junio
de 1826. A.H.N. Estado 214.

376
contra España, y por el factor de que dichos corsarios conta-
ron con el apoyo de liberales españoles exiliados en Gibraltar,
Portugal y Gran Bretaña, tales como Van Halem, quien ha-
bía pasado de Colombia a Estados Unidos para reunirse en
Londres con Mina y otros expatriados; o Beltrán de Lis, quien
fue a Londres para negociar con el cónsul colombiano la auto-
rización parar armar buques en corso contra España.577
Sobre este asunto, el historiador naval Francisco Alejandro
Vargas nos dice que al avanzar la campaña peruana de forma
favorable a Colombia en el transcurso de 1824, y ante el hecho
de que Laborde estaba reforzando su escuadra en Cuba y ame-
nazaba el norte de la República, el general Soublette solicitó al
Comandante en Jefe de la Escuadra de Colombia en el Perú,
trasladarse a Cartagena de Indias a causa de que el “Gobierno
español reúne en el Atlántico una Escuadra respetable; y el Gobierno
de la República está determinado a hacer los últimos esfuerzos para
oponerle otra capaz de resistirla y de defender nuestras costas de
una nueva invasión”. Además de esto, Vargas explica que los
corsarios fueron enviados sobre las costas de la Península, y
narra que “Francisco Lifer, Cónsul español en Gibraltar, comunicó
al Ministro de Estado el 1° mayo de 1826 que de aquel puerto ha-
bían salido dos Goletas colombianas, la República y la Trinidad,
para establecer su crucero en las aguas de Barcelona, y con igual
fecha desde Algeciras, informaba don Manuel Aznares al propio
Ministro que las Goletas colombianas salidas de Gibraltar el 30 de
mayo se hallaban desde la Punta de la Mina, en la costa de África,
a la de Carnero y Punta de Europa.”. Vargas finaliza su idea teo-
rizando que estas operaciones corsarias sobre España pudie-
ron obedecer a un plan de Bolívar para hostigar a España a
fin de hacerla firmar la paz y reconocer la independencia de

577á Gámez Duarte, Feliciano. Ob. Cit., pp. 114, 123 y 124. Cita a: Consejo de Estado de 5
junio de 1826. A.H.N. Estado 214

377
Colombia, o también como una maniobra de diversión para
impedir el envío de refuerzos a la escuadra en La Habana.578
En su exposición ante el Congreso, presentada el 16 de
febrero de 1827, el general Carlos Soublette, Secretario
de Guerra y Marina escribió: “En el curso del año anterior nues-
tra marina militar no ha tenido encuentros con el enemigo; pero
nuestros corsarios han llevado las hostilidades hasta las costas de
la península en el Atlántico y Mediterráneo.”579 Esta afirmación
vendría a demostrar que el Gobierno colombiano estaba en
perfecto conocimiento de los ataques corsarios llevados a cabo
en 1826 sobre costas españolas, obedeciendo por tanto una es-
trategia preconcebida; sin embargo, no indica quien o quienes
pudieron ser los autores intelectuales de dicha estrategia. Para
responder a esa interrogante, tenemos la siguiente carta, diri-
gida por el Vicepresidente Santander al entonces Secretario de
Guerra y Marina Briceño Méndez, la cual resulta reveladora:

“Bogotá, 6 de enero de 1826


Mi estimado Perucho
He visto a Danels y me ha entregado su carta. El proyecto de destruir
el comercio español, harto miserable ya por las circunstancias y el no
bloquear sin regla los puertos peninsulares es excelente, y di mi acepta-
ción; pero es menester pensar primero que todo en destruir esa escuadra
del diablo que se está reuniendo en La Habana. No he hablado con
Danels extensamente; por esto apenas puedo hablar sobre la indicación
de su carta.”580

578a Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 20 y 21
579e Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos.
“Esposición que el Secretario de Estado en el Despacho de Marina de la República de
Colombia hace al Congreso de 1827 sobre los negocios de su departamento [recurso electró-
nico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá, Imprenta de P.C., 1827. Catálogo online de la Biblioteca
Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/
digitalizados/fpineda_350_pza28.pdf, p. 12
580c Academia Nacional de la Historia. “Cartas autógrafas del General Santander” en
Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo II, N° 5. Caracas, 31 de marzo de 1913, p.
22

378
¿Fueron el vicepresidente Santander, el secretario Briceño
Méndez y el capitán de navío Danels, los planificadores de
la campaña corsaria de 1826?... no podemos afirmarlo cate-
góricamente, pero este dato no puede desestimarse. Lo que
sí podemos sostener es que el gran número de ataques cor-
sarios registrados en 1826 en el Caribe, el Atlántico y el
Mediterráneo obedecieron a una estrategia marítima de la
República de Colombia para llevar a España a pedir la paz.
Contamos con información de algunas de las opera-
ciones realizadas por los corsarios colombianos en 1826.
Primeramente, en marzo el corsario colombiano General
Santander apresó cerca de La Habana un bergantín y una go-
leta españolas procedentes de Cádiz, los cuales estaban escol-
tados por un buque de guerra de 74 cañones581, mientras que el
corsario colombiano Ejecutivo capturó varias presas más, que
envió a Cartagena. Concretamente el 3 de marzo el Ejecutivo,
al mando del capitán Costa, arribó a Kingston, tras haber cap-
turado varias presas en crucero por las costas cubanas, cinco de
las cuales envió a Cartagena.582 Entre el 16 y 17 de ese mismo
mes, llegó a Matanzas (Cuba) un bote cuyos ocupantes con-
taron que eran plazas de un bergantín español que venía de
Lisboa, el cual fue apresado y quemado por un corsario colom-
biano frente al puerto.583
En todo el mes de mayo, se registró actividad de corsa-
rios colombianos en aguas españolas, concretamente frente a
Gibraltar, Barcelona y la costa marroquí. El 15, el mercante
español San Antonio, en ruta de Santander a Barcelona, fue
apresado por un paquebote corsario colombiano, armado con

581P “Presas hechas por buques colombianos”. El Colombiano. Caracas, miércoles 10 de


mayo de 1826. N° 156, p. 2. Refiere al Baltimore Federal Gazette.
582d Ídem
583d Ídem. Refiere a la Baltimore Federal Gazette.

379
un cañón giratorio de 18 libras y 25 tripulantes. El capitán,
contramaestre y piloto eran estadounidenses, mientras que el
resto de la tripulación eran españoles e hispanoamericanos. El
16 fondeó en Gibraltar un bergantín-goleta colombiano con
12 armas, entre carronadas y cañones, mandado por un capitán
de apellido Gandolfo y su tripulación la componían 40 hom-
bres de diversa procedencia. También estaba en el puerto otro
bergantín corsario, de 18 cañones, al mando de un capitán de
apellido Samblett. En el área de Vera, hubo un sobresalto ge-
neral el 17 de mayo, cuando la población divisó unos catorce
buques colombianos. También los avistaron en Almería, reco-
nociendo a uno de ellos como una fragata y a otro como un
bergantín, y fueron apresados en la zona dos faluchos por una
goleta de diez cañones. Esto hizo que en la zona se esperase
con angustia al “Regimiento de Caballería de Ligeros” para
defenderla. Finalmente, frente a Gibraltar se reportaron siete
buques que inspeccionaban a todas las embarcaciones a su al-
cance. Aunque no se comprobó que fuesen corsarios colom-
bianos, pues sólo portaban una bandera roja en el trinquete, se
sospecha que estaban al servicio de la República.584
El 15 de julio se apostó cerca de Luarca una goleta colom-
biana que llevaba apresado un quechemarín vizcaíno. Esa
misma tarde apresó otro buque igual, procedente de Bayona
y cargado con 14.000 duros en fardería. Se supo por los pri-
sioneros del quechemarín vizcaíno que echó a tierra, que es-
taba dotada con un cañón en colisa de 8 libras, dos pedreros
y 25 hombres de tripulación. También cerca de Luarca dos
bergantines de guerra colombianos persiguieron y captura-
ron dos mercantes españoles, que quemaron y hundieron, sa-
cando luego tres barcos del puerto de Castropol, a plena vista
de la población. El 18 de julio en la mañana estos buques se
584á Gámez Duarte, Feliciano. Ob. Cit., pp. 124 – 125. Cita a: Consejo de Estado de 5 junio
de 1826. A.H.N. Estado 214.

380
presentaron en el puerto de Gijón, sacando tres buques mer-
cantes procedentes de Bilbao que estaban bajo el castillo de
Santa Catalina, que se hallaba sin cañones. Los dos bergan-
tines colombianos abandonaron el puerto con sus presas. De
nuevo, el saqueo ocurrió a vista de la población local, sin ha-
berse opuesto resistencia. Finalmente, la misma goleta que
había tomado los quechemarines, tomó otro buque el 22 de
julio, un quechemarín al mando del capitán Francisco Cruz de
Jáuregui, que estaba en ruta de San Sebastián a Burdeos.585
En agosto se reportó la entrada a Gibraltar del bergantín-
goleta corsario colombiano República con varias presas hechas
en el Cabo de Gata. Para ese momento, la presencia corsaria
colombiana en el Estrecho de Gibraltar era la mayor preo-
cupación de las autoridades españolas.586 Resultaba claro que
los corsarios utilizaban la colonia británica de Gibraltar como
puerto base para sus operaciones sobre todo el litoral español,
desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo, poniendo en jaque
no sólo la seguridad del comercio español con Cuba y Puerto
Rico, sino también el propio comercio local peninsular de ca-
botaje al cerrar la comunicación entre el Mediterráneo y el
Atlántico. Es lógico pensar que el Gobierno británico conocía
a la perfección las actividades de estos corsarios y las consintió
de forma expresa o tácita, al permitir su presencia en Gibraltar.
Por otra parte, y considerando la cercanía geográfica, es tam-
bién lógico pensar que los corsarios remataran parte de sus
presas en los puertos piratas del Norte de África, los cuales
tenían siglos manejando esta clase de actividades. Además de
eso, es pertinente recordar que buena parte de los capitanes y

585b Ibídem, pp. 125 – 126. Cita a: El Administrador de Correos de Luarca al Administrador
General de Correos de Oviedo. Luarca, 17 de junio de 1826. A.H.N. Estado 215; El Admi-
nistrador de Correos de Oviedo, Antonio Guerra, al Director General de Correos. Oviedo, 19
de julio de 1826. A.H.N. Estado 215; El Cónsul español en Bayona al Duque de Infantado.
Bayona, 24 de julio de 1826. A.H.N. Estado 215.
586b Ibídem, p. 115.

381
tripulaciones corsarias al servicio de Colombia eran originarias
de Estados Unidos, país que se había enfrentado a los piratas
berberiscos a comienzos del siglo XIX, por lo que podría pen-
sarse que estos hombres conocían bien la forma de capitalizar
sus presas en puertos como Argel y Túnez. Valdría entonces
el esfuerzo de emprender una investigación expresamente de-
dicada a dar luz sobre la posible “Conexión Berberisca” con el
corso colombiano en la década de 1820.
Ante esta crítica situación, la respuesta de las autorida-
des españolas fue retener a los buques extranjeros con carga
española en los puertos, con la excusa de cuarentenas para
evitar su captura por parte de los corsarios colombianos.587
La protección de la zona del estrecho, en la que confluían
importantísimas rutas comerciales era una alta prioridad de
Estado para España. Por ello, una Real Orden de 9 de octu-
bre de 1825 había dispuesto que se reparasen las torres vigías
desde Cádiz hasta Málaga y se les dotase de los instrumen-
tos necesarios.588 España, indefensa sin lo que quedaba de la
Real Armada, que estaba concentrada en La Habana bajo el
mando de Laborde, recurría a elementos medievales para de-
fenderse del azote corsario…
Pero no sólo el Mediterráneo y el sur de España fueron gol-
peados durante la campaña corsaria, sino también las costas
del norte del país, tal como nos cuenta el Dr. Feliciano Gámez
Duarte:

“Tampoco las costas gallegas se vieron libres de las incursiones de los


corsarios. El capitán general de Galicia informaba a Madrid a principios
de agosto de que son continuas las presas que hacen los corsarios colombia-
nos y el frecuente desembarco de los contrabandistas en la Isla de Arosa
igualmente que en otros puntos, insultándola de modo que el que
587b Ibídem, p. 126. Cita a: El Duque del Infantado al Secretario del Consejo de Estado.
Caserón, 1 de agosto de 1826. A.H.N. Estado 215
588b Ibídem, pp. 126 - 127

382
verificaron en el puerto de Soro alteró la tranquilidad de los habitantes
de la villa de Noya y sus inmediaciones. En este lugar acudieron los vo-
luntarios realistas pidiendo a toda prisa algunas armas y municiones.
El comandante general de la provincia de Tuy avisaba que por la
playa de la Casadoura intentó desembarcar una lancha de gente ar-
mada, con 100 hombres o más. En su descargo, el comandante decía que
con la escasa fuerza que existe en la provincia no puede dar ningún
pronto auxilio a cualquier punto que sea atacado, siendo indispensable
atender a una parte sin dejar abandonada otras sumamente necesita-
das de observación, ya por la costa, ya por la frontera de Portugal,
donde los refugiados españoles han principiado a moverse.
El capitán general de Galicia, visto que el acoso de los corsarios, revo-
lucionarios y contrabandistas iba en aumento, solicitó que no se disol-
viesen los tres regimientos de milicias provinciales, como estaba resuelto.
El Consejo accedió a la petición, a pesar de que la medida daría lugar a
reclamaciones de los demás Capitanes Generales.”589

Por razones que nos son desconocidas, la oleada corsaria


descendió para finales del año 1826. Gámez Duarte lo atri-
buye a que se acataran los acuerdos del Congreso de Panamá
sobre prohibir el corso, y a que las unidades navales españo-
las establecieron un control más riguroso sobre el Estrecho de
Gibraltar. Lo único cierto es que a partir de este momento, en
España sólo se reportarán casos aislados de corsarios. El autor
citado expone que para septiembre de 1826 el único problema
del Consejo de Estado lo constituía un único buque corsario
que seguía haciendo presas en el Golfo de Cádiz, aún con to-
das las medidas tomadas.590
Sin embargo, el éxito de esta campaña corsaria no puede ser
tomado a la ligera. De hecho, la propia ejecución de todos los

589b Ibídem, p. 126. Cita a: El Duque del Infantado al Secretario del Consejo de Estado.
Madrid, palacio, 12 de agosto de 1826. A.H.N. Estado 215; El Consejo a S.M. Madrid,
palacio, 17 de agosto de 1826. A.H.N. Estado 215.
590b Ibídem, pp. 127 – 128. Cita a: Papel dirigido al Secretario de Estado y del despacho
de Marina. No pone quién lo remite. Madrid, palacio, 26 de septiembre de 1826. A.H.N.
Estado 214

383
ataques antes mencionados es en sí misma llamativa. Para em-
pezar, el Gobierno colombiano debió emitir previamente mu-
chas patentes de corso, con una vigencia suficientemente larga
como para que los corsarios pudiesen atravesar el Atlántico y
permanecer en aguas europeas largos meses, cazando sus pre-
sas. En segundo lugar, documentos como la carta de Santander
a Briceño Méndez, o la propia exposición de la Secretaría de
Guerra y Marina nos muestras que en Bogotá estaban plena-
mente informados de los ataques corsarios en aguas españolas,
lo que refuerza la teoría de Francisco Alejandro Vargas de que
ésta campaña fuese parte de una estrategia destinada a hacer
volver a Europa la escuadra de Laborde en La Habana, de-
jando así el camino abierto para una operación de gran magni-
tud sobre Cuba y Puerto Rico. El olfato de Vargas sólo habría
fallado en atribuirle a Bolívar la autoría de este plan, pues los
documentos señalan a Santander, Briceño Méndez y Danels
como los diseñadores del mismo.
Más allá de si la campaña corsaria de 1826 rindió los frutos
esperados o no; es innegable que causó un gran golpe psicoló-
gico en España y en las potencias neutrales, pues demostró la
capacidad y determinación colombianas de continuar la guerra
e incluso llevarla al corazón del territorio enemigo. El impacto
en terceros países puede ser medido por lo siguiente: “El 11
de octubre [de 1826, el comodoro] Porter [comandante en ese
momento de la armada mexicana] presentó un atrevido plan de
desarrollo y operaciones de la escuadra”. En el mismo, Porter de-
claró que España no tenía fuerzas navales en la Península, por
lo que proponía ir con la escuadra mexicana a atacar su comer-
cio. Explicó que podían usar el puerto de Gibraltar y vender
las presas en Argel, para luego hostigar Puerto Rico y Cuba,
regresando después a Veracruz.591. Este plan estaba claramente
591a Carranza y Castillo, Miguel. …Y la Independencia se consolidó en el mar. Ensayo histórico
sobre la guerra entre México y España (1821 – 1836), pp. 132 - 133

384
inspirado en los logros obtenidos por los corsarios colombia-
nos ese mismo año:

“[…] Mirando el asunto bajo sus aspectos diversos es conveniente que


nuestros buques de guerra salgan a la mar y se ocupen activamente en
causar daño al enemigo; aunque ellos cayesen en su poder no sería mayor
la perdida que si pereciesen de podredumbre amarrados a las argollas
del Castillo de Ulúa; si de lo contrario ellos se defendieran bizarra-
mente antes de rendirse, tanto se resarciría la República de honor como
de caudal consumido; pero, yo no juzgo probable que nuestros buques
serán apresados. Hace años que los colombianos están cruzando sobre
las costas de España y las de sus dominios al gran detrimento de su co-
mercio y provecho de ellos, y muy rara vez han logrado las fuerzas es-
pañolas su captura […]”592

Si el Comodoro David Porter se inspiró en lo hecho por


los corsarios colombianos; es decir, usar como base Gibraltar
para atacar al comercio español a boca de puerto en aguas pe-
ninsulares, y propuso también vender las presas en Argel. ¿No
podría pensarse que los corsarios colombianos habían hecho
también esto último?... Como planteamos anteriormente, esta
idea habría sido totalmente lógica en ese contexto, por lo que
la consideramos altamente probable. Queda entonces abierta la
posibilidad de una conexión entre los corsarios colombianos y
los piratas argelinos y berberiscos en general –lo que denomi-
naríamos “Conexión Berberisca”, como ya mencionamos– con
la guerra de corso durante nuestra independencia.
Aún con estos éxitos en 1826, encontramos sin embargo
voces descontentas, como la del Capitán de Navío Felipe
Santiago Estéves, Comandante del Segundo Departamento de
Marina, quien escribió al general Páez planteando sus inquie-
tudes. Páez a su vez consultó al jurista Francisco Javier Yanes, a
592b Ibídem, p. 133. Cita a: Documento del 11 de octubre de 1826, Archivo General de la
Secretaría de Marina.

385
quien ya habíamos presentado anteriormente, y que había sido
Presidente de la Corte de Almirantazgo. Mostramos extractos
de la misiva de Estéves a Páez:

“[…] desde el año pasado de mil ochocientos veinte y dos, se ha notado


la gran decadencia que ha ido teniendo el corso hasta el presente, en que
puede decirse está destruido enteramente, a causa de que por los enormes
derechos que se cobran a las presas, los armadores se han determinado a
desarmar sus corsarios, para evitar las pérdidas que con este motivo
sufrirían, dejando de esta suerte campo al enemigo para que haga igua-
les armamentos y tome la misma posición hostil que tuvimos en los años
anteriores; pues se tienen noticias positivas de que en Cádiz se han ar-
mado cuatro corsarios, de los cuales, en nuestras costas de barlovento, se
sabe, cruzan dos de ellos, la corbeta Fama y el bergantín goleta el Cometa,
quienes han capturado el corsario colombiano Aguilita y represado otras
presas que venían para aquí y las condujeron a Puerto Rico.”593

“Tal fue la abundancia de presas que llegaron al puerto de Juan


Griego en la isla de Margarita, que con sólo el doce y medio por ciento
que pagaban las presas y era lo único que ingresaba al erario, se sostu-
vieron cuantas tropas vinieron allí de Europa, y con él, en fin, y con los
corsarios se hicieron las expediciones de Barcelona, Santa Marta y
Cartagena, no incluyéndose en ellas otros buques del Estado, que dos o
tres que entonces tenía. Dedúcese de esto, que nosotros hacíamos la gue-
rra territorial con el producto de los despojos que le quitábamos al ene-
migo en la marítima; y era un recursos que cada día nos hacía más
fuertes.”594
“El corso estuvo floreciendo hasta el año de 1822, en que el poder
ejecutivo expidió la ordenanza provisional de corso que rige al presente,
por la cual ordenó que las presas pagasen los derecho de importación
como nacionales, es decir sujetas al aforo, que haga la aduana, en vista
de sus registros; quedando de hecho más gravadas que el comercio, pues

593x Exposición del Comandante de Marina Don Felipe Esteves. Caracas, 20 de octubre de
1826. – Consulta del General Páez al Dr. Yanes. – Dictamen de éste. Academia Nacional de la
Historia. “Inéditos de 1826” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo IV, N° 13.
Caracas, 30 de abril de 1917, p. 203
594b Ibídem, p. 205

386
que además tienen que pagar un cinco por ciento de hospital que por
dicho aforo se les deduce, y otro cinco por ciento que se les cobra por el
valor bruto de la venduta.”595

“[…] habiendo dado cuenta al supremo gobierno, este desaprobó la


resolución y previno el cumplimiento de la ordenanza de corso; y aun-
que después se le han hecho directamente varias representaciones por los
armadores sobre este asunto, todas han sido negadas y el corso marchó a
su total decadencia.”596

“Con tan enormes derechos recibió el corso el golpe mortal que lo ha


conducido a su total ruina; de suerte que ya ninguna persona quiere
entrar en semejante empresa, porque sería precipitarse en su extermi-
nio, no reportando utilidad alguna, y los que antes hacían grandes ar-
mamentos se han determinado a abandonar el corso, en vista de los
perjuicios que han recibido y que deben sufrir en adelante. Tal acaba de
suceder con el capitán de navío Juan D. Danels, a quien en estos últi-
mos días le acaba de acontecer el ejemplo más patente de un desengaño
cierto [se refiere muy probablemente al regreso de Danels a
Baltimore] […]”597

“Penetrado de los perjuicios que he palpado no sólo en el caso referido,


sino en otros muchos que han sucedido, es que me he movido a dirigir a
V.E. esta representación, solicitando una reforma en el corso, que sea
capaz de estimular a los particulares a que emprendan armamentos,
con la esperanza de que un día obtengan el fruto de sus tareas, y las de
que destruyéndose o aniquilándose el comercio de nuestro enemigo, obli-
garlo a hacer la paz.
Una razón muy obvia se presenta para la libertad o modificación de
los derechos del corso, y es que el erario jampas cuenta con ingresos obte-
nidos por esta vía, porque son eventuales, y cualquiera cosa que quede a
su beneficio, debe estimarse como una ganancia directa e indirecta, ya
porque destruye al enemigo, y ya porque se reporta alguna utilidad me-
tálica y de adelanto en el comercio, sin haber expuesto ningunos capita-
les. Otra ventaja más adquiere la nación con el corso, que es la de atraer
595d Ídem
596b Ibídem, p. 206
597d Ídem

387
marineros que después sirven para los buques de guerra, sin necesidad
de irlos a solicitar a otros puntos. Y por consecuencia de lo expuesto me
tomo la libertad de indicar que la reforma más análoga sería la de que
sólo pagasen de derechos el 12 y ½ por ciento sobre la cantidad líquida
de venduta, los artículos de lícita importación, en esta forma: diez para
el Estado, inclusa la misma venduta, y dos y medio para el hospital
militar, quedando libre la exportación de los efectos prohibidos; pues de
este modo se concilian el interés del Estado y el de los armadores; más
V.E. con el acierto que caracteriza sus providencias, determinará lo más
conveniente.”598

Estéves también se refirió a la excesiva centralización del


Estado para las causas de juicios de presa…

“Si nos parece duro e injusto tener que ocurrir a Bogotá, para la deci-
sión, en último resorte, de cualquiera de aquellos asuntos, por la distan-
cia y los gastos que ocasiona, con mayor razón lo es que sentenciado un
juicio de presa en primera instancia, por la opinión de un solo indivi-
duo, se tenga que ocurrir por apelación, para repararles agravios que
haya causado, a la misma Bogotá. ¿Cuántos perjuicios, costos y dilacio-
nes no irroga semejante recurso? Tal vez en muchas ocasiones los apre-
sadores o apresados prefieran primer abandonar sus derechos que ir a
buscar la justicia a 400 leguas de distancia. A esto se agrega la enormi-
dad de la fianza que se exige para el recurso y el acrecentamiento de las
estadías de un buque que está en puerto tres o cuatro meses estacionado,
mientras se decide el negocio; de suerte que en semejante caso está ex-
puesto un armador a ser totalmente arruinado. Todos estos escollos se
evitan con el establecimiento indicado, y aun mucho más, si las apela-
ciones de sus juicios se oyen por ante la corte superior, donde pueden
prontamente, a poca costa y tiempo, repararse los agravios; pues en los
asuntos en que éstas se interponen, son en la captura de buques neutra-
les. En estos es que está siempre aventurado y expuesto el honor y crédito
de la nación, y estos son los que pueden comprometerla a una guerra.”599

598b Ibídem, p. 207


599b Ibídem, pp. 208 - 209

388
Tres días después Páez consultó a Yanes:

“Caracas Octubre 23 de 1826.


Señor Dr. Francisco Javier Yanes.
Mi estimado amigo:
Me tomo la amistosa confianza de acompañar a Ud. la adjunta ex-
posición que me ha hecho el Sr. Comandante General del segundo de-
partamento de marina, para que tomándose la molestia de examinarla,
se sirva manifestarme su opinión sobre todos los puntos que abraza, y
que, a más de útiles, me parecen de alguna entidad. Por eso deseo suje-
tarla al buen juicio y exquisitos conocimientos que Ud. posee en la
materia.
Si a Ud. no le agradare que corra su consulta en el expediente, yo la
reservaré para mi gobierno particular, pues lo que principalmente me
interesa es la luz que resultará del análisis que Ud. haga.
Soy de usted amigo que siempre lo quiere,
José A. Páez”600

Recibiendo respuesta al día siguiente:

“Caracas Octubre 24 de 1826


Señor General José Antonio Páez
Mi apreciado señor y amigo:
La exposición del Sr. Comandante General de marina, que se ha ser-
vido pasarme, para oír mi dictamen, es tan verdadera en los hechos y
principios en que se apoya, como racional y conveniente en el medio que
indica para fomentar el corso.
La guerra que en la actualidad sostenemos contra España es riguro-
samente marítima, y ésta debe dirigirse a destruir el comercio y debili-
tar las fuerzas de esa nación, hasta estrecharla a que pida la paz y
reconozca nuestra independencia.
Para esto no hay otro medio más cierto y eficaz que proteger los ar-
mamentos en corso, pues nuestra marina militar no está en estado de
ocuparse en interrumpir el comercio y debilitar al enemigo de este modo
[…]

600b Ibídem, p. 210

389
La demostración que hace el Sr. Comandante general de marina, de
los derechos que se cobran a las presas, no deja la menor duda de que
ni los armadores, ni los oficiales y tripulación puedan reportar del corso
ninguna utilidad, sin la cual es ridículo imaginar que haya en el día
quien exponga sus intereses y su vida en esa u otra tan duras empresas.
Y si a los referidos gravámenes se agrega otro de mucha entidad que
impone a los corsarios la ley de 4 de octubre del año 11°, es a saber, la
obligación de servir por cuatro meses al año, continuos o con interrup-
ción, según se les requiera, como también para cualquiera otro servicio
extraordinario, se conocerá que no es posible que en Colombia haya ni
armadores, ni quienes sirvan en los corsarios […]
[…] el medio más eficaz de dar impulso al corso es la modificación de
los derechos; me parece que estos pueden reducirse a un cinco por ciento
a favor del fisco, deducido del producto líquido; otro cinco por ciento de
venduta, en que también toca al fisco un dos y medio; y otro cinco por
ciento para hospitales militares, quedando libre de los demás derechos y
aun del de exportación los efectos prohibidos, incluso el tabaco, en caso
de que el administrador del ramo no lo compre por cuenta del Estado.
Esta medida no es contraria a los intereses fiscales, como algunos pen-
sarán; primer, porque los derechos que derivan de las presas enemigas son
contingentes e inciertos; y por lo tanto no ha podido jamás calcularse sobre
ellos, para subvenir a las necesidades de la República; segundo, porque
rebajándose aquellos derechos habrá más armadores que en la actualidad,
y por consiguiente habrá más presas, quedando compensada superabun-
dantemente la rebaja que se haga con el mayor número de estas.
En cuanto al otro punto que contiene la exposición del Sr. Comandante
general de marina, relativo al establecimiento de un tribunal colegiado,
para el conocimiento de las causas de presas, crímenes de piraterías, me
parece que al presente no es necesario, pues la misma comandancia
puede continuar conociendo de estos negocios, como hasta aquí; porque
sería molesto crear jueces para conocer de asuntos que ocurrirían pocas
veces, como yo creo que sucederá con los de presas, hasta que la reforma
de derechos que se haga estimule a los armadores y las repetidas presas
exijan un tribunal de aquella clase […]
Francisco Javier Yanes”601

601b Ibídem, p. 210 - 213

390
Estas reflexiones de Estéves y Yanes nos muestran con cla-
ridad la situación de declive que el corso colombiano estaba
experimentando realmente, más allá del éxito real y aparente
de la campaña corsaria en aguas españolas. El hecho de que
no tengamos noticias de una reforma o modificación de la
Ordenanza de Corso de 1822, así como tampoco existan noti-
cias de que la tendencia a la baja en el corso se haya revertido;
nos lleva a concluir que las propuestas del Capitán de Navío
Felipe Santiago Estéves y del Dr. Francisco Javier Yanes no
fueron escuchadas por el Gobierno central, con los perjudicia-
les efectos que ello trajo para la República.

2) El declive, 1827 - 1829


Aun con la situación presentada, los corsarios colombia-
nos siguieron actuando. Tenemos noticias de que en marzo
de 1827 el corsario Pichincha, al mando del capitán Andersen,
capturó varias presas en aguas de las Islas Canarias, entre ellas
una goleta española de nombre Antonia. Por otra parte, el 19
de julio del mismo año fue capturado el pailebote corsario
General Armario en aguas de Trafalgar por la corbeta española
Descubierta.602
Hacia el 22 de diciembre, el Primer Departamento de
Marina registró que el corsario Libertad capturó a la fragata
mercante Andrea, mientras que el Tercer Departamento re-
gistró que el corsario Constancia capturó las goletas Voladora,
Cráneo, Esperanza e Intrépida, y que el corsario Ejecutivo cap-
turó a la goleta Virgen del Cármen y a la balandra Contienda.603

602o Torrejón Chávez, Juan. “Emancipación de Hispanoamérica y guerra económica: la


actividad corsaria”. Universidad de Cádiz. Disponible en: http://www.armada.mde.es/archivo/
rgm/2009/08/cap03.pdf (Descargado On Line el 05 de junio de 2017 a las 10:21 pm) p. 226.
Cita a: Archivo-Museo Don Álvaro de Bazán. El Viso del Marqués. Corso y Presas. Asuntos
particulares, leg. 5.244.
603P “Presas Españolas”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 30 de diciembre de 1827. N°
324, p. 4

391
Ya para finalizar el año, ocurre un hecho que marcó el fin
para uno de los corsarios más famosos del continente ame-
ricano, señalando también el ocaso del corso colombiano. El
26 de diciembre de 1827 diecinueve marineros encabezados
por el español José de Vera se amotinaron en el puerto de
San Eustaquio, y en combinación con prisioneros, se llevaron
el bergantín corsario Pichincha y a su principal armador: José
Joaquín Almeida.
Almeida había participado en la Guerra Ríoplatense–
Brasileña iniciada en 1825 como corsario al servicio de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Para diciembre de 1827
había capturado varios buques brasileños, cargados con diver-
sos bienes, incluyendo esclavos, contándose también negros
libres en sus tripulaciones. Almeida planeaba licenciar a la tri-
pulación del Pichincha y efectuar una nueva leva, además de
vender a los esclavos capturados y a los negros libres, todo ello
explícitamente prohibido por las ordenanzas de corso argen-
tinas y colombianas, que mandaban a los corsarios a liberar
los esclavos que cayesen en su poder. Desde 1821, cuando el
corso fue abolido por el Río de la Plata, Almeida había pasado
al servicio de Colombia, pero había vuelto a ponerse bajo pa-
bellón albiceleste en 1825, cuando Buenos Aires emitió otra
vez patentes de corso para tratar de nivelar la balanza frente a
la poderosa Marina Imperial Brasileña. El servicio simultáneo
como corsario para dos naciones también era ilegal según la
legislación colombiana y argentina, así como según el Derecho
de Gentes.
Habiendo sido licenciada la mayor parte de la tripulación, y
estando la poca restante en tierra, a bordo quedaron el capitán
y cinco oficiales y tripulantes, junto con diecinueve marineros
negros portugueses que llevaban ya tres meses abordo, además
del mencionado José de Vera y un práctico de mar oriundo de

392
las Canarias, dedicado al tráfico de esclavos en San Eustaquio,
recién enganchado a la tripulación.
Descontentos los negros con la decisión de Almeida, apro-
vecharon que Vera se ofreció a desempeñarse como el piloto
que necesitaban y se amotinaron el 26 de diciembre. Tras cierta
resistencia, Almeida fue sometido, saliendo de la refriega con
varias heridas y un brazo roto. Los amotinados picaron los ca-
bles, abandonaron las anclas y pusieron rumbo a Puerto Rico.
Pasando cerca de Saint Thomas, Vera dejó en un bote a los
prisioneros, incluido el propio Almeida, quien juró no volver
al servicio de Colombia ni tomar las armas contra España, o al
menos eso fue lo que Vera declaró más tarde a las autoridades
en Puerto Rico. Vera también modificó los detalles de su his-
toria, declarando que era práctico en Santa Cruz de Tenerife,
donde fue capturado por los corsarios y obligado a servir en la
nave de Almeida, el Pichincha. Había terminado la carrera de
José Joaquín Almeida como corsario al servicio de las inde-
pendencias de Hispanoamérica.604
Almeida era un portugués emigrado a Baltimore, donde co-
menzó su vida como corsario en 1812, en el contexto de la
ya varias veces mencionada Guerra Anglo-Estadounidense.
Al terminar esta contienda en 1815, Almeida trató de comer-
ciar en Cartagena, donde fue vejado y torturado por las auto-
ridades españolas, que le acusaron de piratería. Tras volver a
Estados Unidos, Almeida tomó el corso contra España como
una venganza personal, poniéndose al servicio del Río de la
Plata, y luego de 1821, sirvió a Colombia. Las circunstancias
en las que Almeida fue capturado son confusas, sabiéndose con
certeza sólo que fue ejecutado el 14 de febrero de 1832 en La
Habana, tras ser enjuiciado y condenado por las autoridades.

604a Santana, Arturo. “Algunas notas sobre el corso insurgente hispanoamericano en Puerto
Rico”. San Juan – Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico. Disponible en: http://ance.msinfo.
info/bases/biblo/texto/libros/ANCE.1986.c.10.pdf

393
José Joaquín Almeida llegó a ser una leyenda viviente del corso
en las Américas.
Ese mismo mes de diciembre observamos un cambio drás-
tico en la actitud del Gobierno colombiano hacia el corso,
impulsada entre otros factores por los reclamos del Imperio
Británico, poder que se había mostrado siempre amistoso con
la República. Así fue expuesto un caso muy emblemático en la
Gaceta de Colombia:

“El agente mercantil de la República en la isla de Jamaica dirigió al


poder ejecutivo en 7 de julio último un fragmento de comunicación del
almirante francés Bergeret, en que habla de un buque que bajo el nom-
bre de Sajo o Josefa, y con el carácter de corsario colombiano, había co-
metido actos de piratería, y usos artículos del Kingston Chronicle
alusivos a la conducta de este mismo buque. En vista de estos documen-
tos el poder ejecutivo pidió inmediatamente informes sobre la arma-
dura en corso del expresado buque, y se le ha dado el siguiente.

“República de Colombia – Secretaría de Estado del Despacho de


Marina. – Palacio del Gobierno en Bogotá a 16 de diciembre de 1828.
– Al señor Ministro Secretario en el Departamento de Relaciones
Exteriores.
Señor Ministro
En consecución de lo que se sirvió V.S. decirme en su nota de 10 de
septiembre próximo pasado con que me incluyó el fragmento de una
comunicación del agente de comercio en Kingston, Jamaica, para que en
vista de tal fragmento diese orígenes por el ministerio de mi despacho, a
fin de que se averiguase si en alguno de los departamentos o apostaderos
de marina de la República, había sido armada la goleta Josefa, que con
pabellón colombiano se dice cometió actos irregulares en algunos perió-
dicos de Jamaica, y de los que habló el mismo agente en el fragmento que
V.S. se sirvió insertarme, di orden al comandante general del primer
departamento de marina a fin de que averigüe de un modo cierto si la
goleta de que se trata había sido armada en alguno de los puertos del
departamento de su mando, y en contestación a tal orden me dice con
fecha 22 de octubre lo que copio.

394
“He tenido la honra de recibir la circular con el número 75 se sirve
V.S. transcribirme en fecha 16 de septiembre, y los documentos adjun-
tos, que son fragmento de una comunicación del agente de comercio de
Colombia en Kingston, Jamaica, y de los artículos de la Gaceta
de aquella isla, relativos a los procedimientos de una goleta nombrada
Josefa, que armada en corso navega con el pabellón de la República.
Bajo tal título, ni por las noticias que suministran las copias se ha
armado en este departamento corsario alguno, y es el primer incidente
que llega a conocimiento de esta comandancia: más deberá observar a
V.S. que las Antillas vecinas tratan de desacreditarnos, y que no es
extraño que la Josefa con pabellón colombiano haya cometido pirate-
rías, cuando frecuentemente en Saint Thomas, San Bartolomé y otras
colonias se arman furtivamente buques que salen a hacer el corso, o
más bien la piratería, ya con el pabellón de Buenos Aires, o ya con el de
Colombia. El hecho recientemente sucedido sobre la isla de San
Eustaquio comprueba esta aserción. La corbeta de S.M.B. la Víctor su
comandante Lloyd capturó sobre la costa de esta isla una goleta pirata
nombrada Dama Argentina con pabellón de Buenos Aires; su tripula-
ción era casi toda de las colonias y algunos españoles de los refugiados o
emigrados en ellos, los cuales fueron ahorcados en la isla de San
Cristóbal, siendo positivo que dicho pirata fue armado en Saint
Thomas, según me ha informado el comandante de la misma corbeta
que estuvo en este puerto a principios de este mes. Hay además según
noticias, aunque no oficiales, que buques del mismo Buenos Aires, ya
sean corsarios legítimos, o constituidos en piratas enarbolan el pabellón
de Colombia, para apresar o robar un buque, y los desgraciados que
caen en las manos de estos o de cualquiera otro inculpan luego a
Colombia, creyendo que tan infame canalla les pertenece porque iza-
ron su pendón, o porque ellos quieren figurarse colombianos; y como es
sabido que un mercante no puede imponerse de los documentos de un
buque armado que los detiene o roba, he aquí la causa de atribuirlo
desde luego a la nación que representa, o que no teniendo pabellón
quieran figurarse que es colombiano por alguna simple sospecha.
Concluiré con manifestar a V.S. que en el departamento de mi mando
no se ha armado ni conocido tal Josefa o Safo y que todo lo expuesto es
cuanto puedo informar a V.S. en cumplimiento de la circular citada
que tengo el honor de contestar.”

395
Tengo la honra de transcribir a V.S. la contestación inserta, con la
cual se satisface a la duda que pudiera ocurrir acerca de que el preten-
dido corsario colombiano goleta Josefa hubiera podido ser armado en
alguno de los puertos situados al noroeste de la República y luego que me
asegure del mismo modo de que lo haya o no sido en la comprensión del
apostadero de marina de Cartagena, tendré la satisfacción del mismo
modo que la tengo ahora de avisar a V.S. lo que se me conteste sobre el
particular.
Con perfecto respeto y distinguida consideración, soy de V.S. obediente
servidor.
Rafael Urdaneta”605

El 28 de enero 1828 tenemos la noticia de que tres bu-


ques españoles, enviados por el Almirante Ángel Laborde y
Navarro, se presentaron frente a La Guaira, con oferta de canje
de 50 marineros colombianos que llevaban a bordo como pri-
sioneros, procedentes de la goleta corsario Zulme, apresada
anteriormente. El canje fue efectuado y Laborde se retiró sin
novedad.

“El sr. coronel Ramón Ayala, comandante de armas de La Guaira re-


cibió el 28 de enero último un parlamento del general español don Ángel
Laborde, Comandante General del Apostadero de La Habana y Jefe de la
Escuadra Española, compuesta de tres buques que se dejó ver frente de
aquel puerto. En el proponía el canje de 50 marineros colombianos que
tenía prisioneros en su bordo. S.E. el Jefe Superior, benemérito general
José Antonio Páez fue informado de esta ocurrencia: el mismo día, y au-
torizó el parlamento, aceptando el canje propuesto, siempre que se admi-
tiese por parte de la República los prisioneros tomados en Maracaibo,
Cumaná, etc. y que han sido juramentados. Al mismo tiempo S.E. creyó
conveniente ir a La Guaira a facilitar y abreviar esta negociación. El 30
se recibió la contestación del general Laborde, conviniendo en el modo
propuesto para el canje, pero contrayéndose solo a los marineros españoles
que hubiesen sido, o fuesen tomados prisioneros; porque respecto de las

605C “Corso”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 21 de diciembre de 1828. N° 392, p. 1

396
tropas de tierra no estaba autorizado para tratar y pedía que fuese un
oficial colombiano a recibir los prisioneros. En consecuencia fue a bordo
del navío Guerrero con esta comisión el alférez de navío Domingo Díaz,
quien condujo a la plaza de La Guaira los 50 marineros, que resultaban
ser en la mayoría parte de la goleta corsario Zulme, perteneciente al tercer
departamento de marina, y apresada hace algún tiempo.”606

Esta incursión tardía de Laborde en aguas costeras co-


lombianas demostraría que la escuadra republicana estaba en
franco declive a inicios de 1828, tal como veremos más ade-
lante. Por otra parte, el corso comenzó a causar graves incon-
venientes a la República con potencias neutrales, tal y como ya
hemos señalado, a lo cual vino a sumar que los botines remata-
dos en puerto causaban trastornos a la economía local. Así se
desprende de la siguiente carta, dirigida por Carlos Soublette
al Libertador a finales de 1828:

“Por la Secretaría de Marina se impondrá U. de lo ocurrido en Puerto


Cabello con una presa portuguesa: cuando fui a la secretaría del General
Páez, ya estaba todo hecho, y me he limitado a solicitar una resolución
del Gobierno. Posteriormente ha llegado a La Guaira una fragata de
que ha tomado conocimiento la Intendencia, con 9.000 quintales de
café, 15.000 quintales de azúcar y que sé yo cuantos cueros; no respondo
de la exactitud de las partidas, ni sé lo que la Intendencia determine;
pero temo que nos inundemos de estas presas y que nos veamos envueltos
en reclamaciones de los beligerantes. Además, es de considerarse el per-
juicio que va a recibir nuestra moribunda agricultura, pues con las dos
presas mencionadas hay suficiente carga para todos los buques que están
en nuestros puertos, y aunque el azúcar del país no se exporta, expor-
tándose la brasilera, se dejan de sacar nuestros frutos.
Fúndase mi temor, en que los mismos que hasta ahora poco hacían el
corso bajo pabellón colombiano, son los que ahora lo hacen bajo el de
Buenos Aires, y en que el que ha enviado al Conde de Palmellá a Puerto
606E “Escuadra Española”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de marzo de 1828. N°
335, pp. 3 - 4

397
Cabello, está indiciado de piratería en el Tribunal de Marina y citado
por edictos a que no ha obedecido; y entiendo que la fragata llegada a La
Guaira, la ha enviado el mismo, que es un tal Almeida”607
Evidentemente Soublette se refiere a José Joaquín Almeida,
a quien ya nos hemos referido. Esta carta nos muestra cuan in-
cómodo se había vuelto el corso para las autoridades colombia-
nas hacia 1828, personificando Almeida mucho de lo que era
esta práctica. A mediados del año siguiente, 1829, el corso sería
proscrito en la República de Colombia. En este sentido, José
Manuel Restrepo comenta: “Bolívar hizo expedir las órdenes más
eficaces para extinguir el corso, mandando recoger cuantas patentes
se habían franqueado, y que no se dieran otras. Las quejas de las
naciones amigas por varios actos de piratería y de pillaje marítimos
cometidos por nuestros corsarios, y las reclamaciones de indemni-
zación, muchas de ellas harto costosas, persuadieron al Libertador
de que en el estado actual de la guerra de Independencia, el corso,
en vez de ser provechoso a nuestra República, le era perjudicial.”608
Los detalles de estas órdenes del Libertador fueron publicados
por la Gaceta de Colombia el 2 de agosto de ese año.

“República de Colombia. – Ministerio de Estado en el


Departamento de Marina. – Sección 1° Núm. 7°. – Bogotá junio 29
de 1829. – A los señores comandantes generales del primer departa-
mento de marina y de sus apostaderos de Cartagena y Guayaquil.

S.E. el Libertador presidente de la República, me manda prevenir a


V.S. de su orden, que en el instante que reciba a V.S. esta, suspenda la
expedición de patentes de corso en favor de cualquier buque nacional
que la tenga pedida, aunque haya principiado su armamento, y que con
respecto a los corsarios que se hallan actualmente en el mar, y hayan sido
despachados por la comandancia general del antiguo 4° Departamento
607a Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 11 de
diciembre de 1828 en Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 75
608e Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional
(Tomo III). p. 110

398
de Marina, o del actual apostadero, haga saber a sus capitanes, por
todos los medios que le sea posible, deben regresar al puerto de su arma-
mento, para el día en que expire el término de la patente que los había
autorizado para hacer el corso; en la inteligencia de que el corsario que
no regrese al puerto de su procedencia antes de concluir aquel término,
serán su capitán y tripulación irremisiblemente tratados como piratas;
bien haciéndolos perseguir por buques de guerra en el mar, o bien ha-
ciéndolos juzgar por el tribunal de marina del departamento o aposta-
dero de su procedencia; pues que el gobierno desea hacer cesar más bien
el corso, hasta que siendo reformada la ordenanza que actualmente lo
arregla, pueda volverse a autorizar bajo reglas más estrictas, que pue-
dan hacer que los capitanes de los corsarios colombianos, que en lo suce-
sivo sean autorizados a hostilizar a los enemigos de la República, no
abusen en delante de la autorización, ejerciendo depredaciones contra
los súbditos de las demás naciones aliadas, amigas o neutrales de la
República de Colombia, con las cuales muy lejos de permitir el gobierno
se ejerzan acto de la naturaleza de los referidos contra sus súbditos,
desea, muy al contrario, cultivar la mejor armonía con ellas, y evitar
motivos que puedan interrumpir las amistosas relaciones que tenga es-
tablecidas o pueda entablar en lo sucesivo, como sucedería en efecto, sino
se tratase de corregir o evitar los desórdenes que pudiesen ocasionar tal
mal. También dispone S.E. que cuantas patentes de corso haya V.S. re-
cibido o su antecesor, y existan en el archivo de la comandancia de ese
apostadero, debe V.S. remitirlas a la secretaría, y adjunto a ellas un es-
tado que comprenda los corsarios que hayan sido armados en ese apos-
tadero, en todo el tiempo en que fue departamento, desde el día en que
se libertó del poder español hasta la fecha del estado. Este debe compren-
der el número de buques, su clase, porte, arqueo, descripción de su arma-
mento militar y marítimo, su capitán, número de su tripulación,
armador, fiador, cantidad en que haya consistido la fianza, en cada
uno de los cruceros que haya verificado cada corsario, desde el día de su
armamento primitivo hasta la fecha del estado, y expresión de las presas
que cada corsario haya hecho, los procesos que respectivamente se hayan
instruido a los corsarios al regresar de sus cruceros, aunque no hayan
introducido en el puerto buque alguno detenido, según se dispuso se ve-
rificase al regreso de cada corsario en las órdenes fechas 6 de agosto del
año de 1824, bajo el número 43, expresando igualmente en el estado el

399
destino que se haya dado a las actuaciones hechas para examinar la
conducta que haya observado cada capitán de corsario, en el curso de los
cruceros diferentes, que respectivamente hayan ejecutado. Las noticias
de los expedientes que se hayan instruido, bien haya sido para examinar
la legalidad o ilegalidad de la detención de un buque, o bien para exigir
la responsabilidad del capitán de un corsario por su conducta en el mar,
deben ser de este modo. El expediente que se instruyó, con motivo de la
detención del buque tal, al capitán del corsario tal, fue remitido a
la secretaria de estado del despacho de marina, con comunicación de tal
fecha, y el instruido para examinar su conducta en el mar, en el crucero
que hizo el corsario tal, de tal a tal fecha, se remitió a la misma secreta-
ría adjunto a la comunicación de tal fecha, número tanto. Con este es-
tado a la vista, y reunidos los que vengan de los demás departamentos y
apostaderos de marina, podrá instruirse el gobierno en situación de
contestar acertada y satisfactoriamente a multitud de reclamos, que se
intentan ante el gobierno por los diferentes agentes diplomáticos y co-
merciales que residen cerca de él, y han sido enviados por las diferentes
naciones, que tienen relaciones establecidas con Colombia, o que empie-
zan solamente a cultivarlas, observando muy cuidadosamente su mar-
cha en todos los ramos de su administración.
Comunico a V.S. esta disposición del gobierno, que espera de V.S. sea
cumplida con la mayor exactitud y la brevedad posible.
Dios guarde a V.S.
Rafael Urdaneta.”609

Difícilmente las instrucciones giradas por el general


Urdaneta habrían sido más precisas. El documento anterior nos
presenta claramente el alcance y los orígenes de la decisión to-
mada por el Libertador Presidente. La presión de las naciones
neutrales, así como los innegables abusos y excesos cometidos
por varios corsarios colombianos, llevaron al Gobierno de la
República a eliminar el corso. La guerra con España ya no era
una prioridad, mientras que el reconocimiento y convivencia

609C “Corso”. Gaceta de Colombia. Bogotá, 2 de agosto de 1829. N° 424, p. 1

400
con Gran Bretaña, Francia y otras potencias marítimas era lo
más importante en la política exterior de Colombia.

e) Actuación de la Armada Colombiana en la liberación


del Perú, 1823 – 1826

Entre 1823 y 1826 la República de Colombia intervino a


pedido del Gobierno peruano, en su lucha por la indepen-
dencia. Esta campaña constituyó el clímax de las Guerras
de Independencia de Hispanoamérica y de las campañas de
Bolívar, cuyos momentos más brillantes fueron las batallas de
Junín y Ayacucho, que han sido inmortalizadas por las his-
toriografía tradicional. Sin embargo, no se menciona el rol
cumplido por la armada colombiana en esta larga campaña,
centrándose solo en la actuación de las fuerzas terrestres en la
sierra peruana.
La armada colombiana fue la encargada de transportar, es-
coltar y abastecer todos los contingentes de tropas colombia-
nas enviadas al Perú, desde los puertos de Panamá y Guayaquil.
Además de eso, la escuadra colombiana del Pacífico libró junto
a la peruana el Combate Naval del Callao contra una escua-
dra española, el 7 de octubre de 1824. Las fuerzas navales co-
lombianas del Pacífico también se encargaron de bloquear la
Fortaleza del Real Felipe en el Callao, desde su insurrección a
favor de España en enero de 1824 hasta su rendición dos años
después, lo que cerró la guerra.
El Virreinato del Perú tenía un gigantesco territorio, un ex-
tenso litoral sobre el Océano Pacífico e impenetrables selvas,
escarpadas montañas y desiertos abrasadores que cubrían sus
fronteras terrestres al norte, este y sur. Para controlar el Perú,
ya fuese el objetivo mantenerlo dentro del imperio español
o independizarlo, era imprescindible entonces mantener el
401
control de su costa y sus puertos. Así pues, no resulta extraño
que el proceso de independencia peruano comenzara a fluir a
partir de la expedición naval organizada por el Gobierno chi-
leno en 1820 (con el objetivo de despejar la amenaza de una
reconquista desde el Perú), al frente de la cual fue puesto el
general argentino José de San Martín.
Para 1822 la lucha en Perú está francamente estancada, y
mientras el Virrey mantenía en la Sierra el ejército español
más grande y poderoso de América, las divisiones carcomían al
liderazgo patriota peruano en la costa y el norte del país. Fue
en este contexto que el Gobierno peruano buscó el apoyo de la
República de Colombia, la cual casi había terminado la expul-
sión de las fuerzas realistas de su territorio, y en particular de
Simón Bolívar. Para acudir en ayuda de Perú, Colombia debe-
ría primero consolidar la ocupación de sus territorios meridio-
nales y luego formar una flota adecuada en el Océano Pacífico,
que le permitiera llevar rápidamente sus tropas al escenario de
guerra, sin tener que enviar sus ejércitos en una larga e insalu-
bre marcha por los Andes.

1) Antecedentes a la campaña colombiana en Perú


Tras el intento de llegar a ser un Estado independiente, el
14 de mayo de 1822 la Provincia Libre de Guayaquil se inte-
gró legalmente en la República de Colombia, dotando a ese
país de un buen puerto en el Pacífico, cercano a Perú. Esto
reforzó la ventajosa posición colombiana, que ya contaba con
los puertos de Panamá y Buenaventura en el Pacífico, además
de su largo litoral atlántico-caribeño. El 7 de abril los colom-
bianos vencen en la Batalla de Bomboná y el 24 de mayo en
la de Pichincha, con lo que se aseguran los territorios de la
antigua Real Audiencia de Quito, en adelante Departamento
del Ecuador. El 13 de julio de 1822 la ciudad de Guayaquil
fue ocupada por Bolívar, garantizándose así su anexión a
402
Colombia, y el 26 del mismo mes se entrevistaron en ella
Bolívar y San Martín, quienes discutieron la venidera campaña
a librarse en el Perú. Como es conocido, esta entrevista ter-
mina con la partida de San Martín y la entrada de Bolívar al
escenario peruano.
El 9 de octubre de ese año se funda la Escuela Náutica
de Guayaquil, quedando al frente de la misma el capitán de
navío inglés John Illingworth y otros oficiales que más ade-
lante se harían célebres.610 Se ponía así la base de la Escuadra
Colombiana del Pacífico o “Escuadrilla de Colombia en el
Sur”, como le llamó en esa época, la cual sería imprescindible
para la siguiente campaña en Perú. La escuadra del Pacífico te-
nía como base la capacidad naviera de la ciudad de Guayaquil,
que desde tiempos coloniales había sido el único astillero sig-
nificativo en la costa pacífica de América.
La recién creada y consolidada República de Colombia era
un país con un extenso litoral sobre el Océano Pacífico, además
de dominar el Istmo de Panamá, que servía de rápida interco-
nexión entre el Caribe y éste. Era pues vital para Colombia
desarrollar una escuadra adecuada en el litoral pacífico, en pa-
ralelo a la que ya venía desarrollando en el Caribe – Atlántico;
como lo puso de manifiesto la campaña del Perú. Así,
Guayaquil sería designada capital del Cuarto Departamento
de Marina y base principal de la Escuadra Colombiana del
Pacífico, lo que traería un hondo efecto sobre la ciudad.
Guayaquil se convertiría en los siguientes cuatro años en
el centro del esfuerzo bélico colombiano en Perú; albergando
al menos 3.000 soldados en la ciudad y alrededores en 1823,
más de 4.000 en 1824, y unos 6.500 en 1825.611 Esta extensa
610a Vargas Molina, José Gabriel. Historia Resumida de la Armada del Ecuador, p. 70
611u Cubitt, David J. “Guayaquil in Gran Colombia 1822 – 1830” en Ehsea, Nº 15 I
Julio – Diciembre de 1997, pp. 165 – 186. Disponible en: http://dspace.uah.es/dspace/
bitstream/handle/10017/6000/Guayaquil%20in%20Gran%20Colombia%201822-1830.
pdf ?sequence=1 (Descargado On Line el 04 de abril de 2017 a las 12:13 pm), p. 169

403
presencia militar en Guayaquil impondría una gran carga eco-
nómica y financiera: en 1823 Bolívar exigió a la ciudad un
préstamo de 100.000 pesos para gastos militares y en 1824 im-
puso una contribución mensual de 16.000 pesos.612
El 19 de febrero de 1823 Bolívar supo de las últimas de-
rrotas de los independentistas peruanos, decidiendo formar
un ejército de 6.000 hombres que podría enviar al Perú: una
mitad en marzo y la otra en abril; ante la muy probable solici-
tud de ayuda del Gobierno peruano.613 Estas primeras fuerzas
zarparon de Guayaquil el 13 de marzo de 1823 a bordo de
la corbeta Bomboná y del bergantín Chimborazo, ambas uni-
dades de la Escuadra Colombiana del Pacífico.614 Más tarde,
el 18 de marzo, se firmó en Guayaquil el Convenio sobre
Auxilios de Colombia para la Campaña del Perú, mediante
el cual Colombia se comprometía a enviar 6.000 hombres en
ayuda del Perú, y más si fuesen necesarios.615 El convenio fue
firmado por el general Juan Paz Castillo por Colombia y el
general Mariano Portocarrero por Perú. En el aspecto naval es
destacable el siguiente artículo: “[…] 11°.- Los barcos de guerra
de la marina de Colombia serán tratados en el Perú como los buques
de guerra de aquella República, siempre que estén en su servicio.”616,
sentándose la base para que a futuro las escuadras de Perú y
Colombia trabajasen bajo un mando único.

612b Ibídem, p. 170


613u Fuentes-Figueroa Rodríguez, Julián. Historia General de Venezuela. La Emancipación
del Perú, Tomo II, pp. 22 – 23
614a Larrazábal, Felipe. Simón Bolívar. Vida y Escritos del Libertador (Tomo III), p. 3
615e Destruge, Camilo. Guayaquil en la Campaña Libertadora del Perú, p. 36
616u Fuentes-Figueroa Rodríguez, Julián. Ob. Cit., pp. 46 – 47 y Convenio con el Perú
sobre Auxilio para la Guerra de la Independencia en López Domínguez, Luis Horacio (Com-
pilador). “Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios
1811 – 1856” en Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_
Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)

404
2) Inicio de la campaña peruana
En el inicio de la campaña en Perú, la flota colombiana se
ocupó mayormente del traslado de los soldados, armas y su-
ministros que integrarían el Ejército Auxiliar de Colombia en
Perú, tal como nos muestra la secuencia de sucesos.
En abril de 1823 continuaron los envíos de fuerzas co-
lombianas al Perú: el día 6 la goleta peruana Macedonia
desembarcó en el Callao una columna del batallón “Boyacá”.
El 12 de abril siguieron el resto del “Boyacá”, y los batallo-
nes “Voltígeros”, “Pichincha” y “Rifles 1º de La Guardia”. Dos
días después se embarcó en la goleta Guayaquileña el general
Sucre, quien llegaría al Callao el 2 de mayo.617 El 11 de mayo
zarpó el batallón “Bogotá”. Más tarde los escuadrones de ca-
ballería “Húsares”, “Dragones” y “Granaderos” el 14 de mayo,
compuestos por muchos llaneros venezolanos, completándose
los 6.000 hombres prometidos a Perú. También siguieron los
batallones “Guayaquil” y “Vencedor de Pichincha”, organiza-
dos en Guayaquil;618 esta ciudad y el resto de Ecuador segui-
rían aportando hombres para la lucha, pues del total de 15.000
colombianos enviados al Perú, 7.800 procedían de Venezuela
y Nueva Granada, mientras que los restantes 7.200 fueron de
Ecuador619. Con los envíos de tropas por mar antes menciona-
dos se iniciaba la participación de la armada colombiana en la
independencia peruana.
El referido 14 de mayo de 1823, el Libertador ordenó al
Secretario de Guerra enviar 4.000 fusiles al Sur a través del
Istmo620, lo cual nos muestra que la campaña en Perú estaba
involucrando a toda la República. El 15 de mayo Sucre escribió

617u Fuentes-Figueroa Rodríguez, Julián. Ob. Cit., p. 71


618e Destruge, Camilo. Ob. Cit., pp. 37 – 38 y Fuentes-Figueroa Rodríguez, Julián. Ob. Cit.,
p. 58
619e Destruge, Camilo. Ob. Cit., p. 40
620o Documento 7402. Oficio de José Gabriel Pérez para el Secretario de Guerra, Guayaquil
14 de mayo de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

405
a Bolívar explicándole que la goleta Guayaquileña había demo-
rado su zarpe del Callao para Guayaquil del 10 al 13 de ese
mes esperando asegurar la llegada de todos los hombres del
batallón “Rifles” y evitar su encuentro con una corbeta ene-
miga que les estaba dando caza.621 El mismo mes Sucre volvía
a escribir al Libertador, pidiendo con prisa que se enviasen de
Guayaquil los transportes con 3 o 4.000 hombres del batallón
“Bogotá” y otras unidades, para iniciar la marcha por tierra.622
Estas comunicaciones nos muestran que el envío del Ejército
Auxiliar de Colombia fue una empresa difícil y con gran-
des complicaciones y peligros, que recayó en la escuadra del
Pacífico, basada en Guayaquil.
Dichos peligros incluyeron motines, como uno ocurrido con
los tripulantes del bergantín Romeo, que suponemos era un
mercante fletado, pues no aparece en los listados oficiales de
buques de la marina. En comunicación para el Intendente de
Guayaquil, se ordena dar celeridad al juicio contra los amo-
tinados, disponiéndose que la goleta Guayaquileña les cace y
se les fusile en el acto.623 Para mediados de junio de 1823, ya
observamos a la pequeña escuadra de Guayaquil operando por
completo en la campaña peruana: pues la corbeta Bomboná
se encontraba en los Puertos Intermedios con la expedi-
ción peruana, el bergantín Chimborazo haciendo viajes entre
Guayaquil y el Callao para abastecer al ejército enviado al Perú,
y la goleta Guayaquileña patrullando las costas de Esmeraldas
y Chocó, quedando disponibles solamente las cañoneras que
defendían el río Guayas, por lo que el Libertador ordenó esta-
blecer con otros buques un servicio de correo marítimo entre

621a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Lima, 31 de
mayo de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo I, p. 35
622a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Lima, 31 de
mayo de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo I, pp. 43 - 44
623o Documento 7480. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Guayaquil,
5 de junio de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

406
Panamá y Guayaquil, que ayudaría en la guerra.624 En el mismo
momento, el coronel Tomás de Heres escribió al Libertador
informándole que la Guayaquileña no contaba ni siquiera con
provisiones para su tripulación, entre otras limitaciones logís-
ticas del resto de la escuadra625, lo cual es una muestra de las
dificultades económicas enfrentadas por Colombia para abor-
dar la campaña peruana.
El 25 de junio el Chimborazo llegó al Callao cargado con
víveres y zarparía de regreso poco después llevando comunica-
ciones626, indicándonos que también fue la armada colombiana
la encargada de mantener comunicado al Ejército Auxiliar de
Colombia con su país, y más tarde sostener las comunicacio-
nes de Bolívar con el Gobierno colombiano mientras estaba en
Perú. En ese sentido encontramos el 27 del mismo mes nuevas
comunicaciones que nos muestran como desde el Istmo se en-
viaron armas y municiones al ejército destinado al Perú.627 El
13 de julio Sucre le escribe a Bolívar avisándole que los víveres
traídos por el bergantín Chimborazo llegaron podridos, y que
ese bergantín es el único que queda en servicio para transporte,
porque la corbeta Bomboná se quedaría con él.628 Esta escasez
de buques en el Pacífico fue observada por el Libertador, quien
en agosto mandó al Intendente de Guayaquil a pagar una cor-
beta francesa comprada por él en 25.000 pesos, indicándole
que para cubrir ese monto, organizara un empréstito entre los

624o Documento 7499. Oficio de José Gabriel Pérez al Secretario de Guerra. Babahoyo, 14
de junio de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
625a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Guayaquil, 14 de
junio de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 16
626a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Callao, 25 de
junio de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 57
627o Documento 7541. Oficio de Demarquet para el Intendente de Panamá. Quito, 27 de
junio de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
628a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Callao, 13 de
julio de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 65

407
habitantes de la ciudad. Este buque debía luego transportar
más tropas al Callao, donde sería armado.629
El 5 de agosto Sucre informó a Bolívar que la corbeta
Bomboná había sufrido averías graves, rompiéndose sus cables
y perdiendo su ancla, por lo que no podría continuar partici-
pando en la expedición630, y dos días después, envía sus co-
rrespondencias a bordo del mismo buque.631 Otra remesa de
provisiones llegó al Callao el 10 septiembre, estando involu-
crada la nueva corbeta Pichincha632, de fabricación francesa y
adquirida por 25.000 pesos, como ya se hizo referencia. Esta
corbeta contaba con 18 cañones de 18 libras, y entró en servi-
cio para reemplazar a la Bomboná, que estaba muy vieja y dete-
riorada. Seguiría activa hasta la guerra entre Colombia y Perú
de 1828-29, siendo el buque más poderoso de la Escuadra
Colombiana del Pacífico. El 14 de septiembre el Libertador
dirige oficio al Comandante del Cuarto Departamento de
Marina, preguntando si ya han sido despachadas las carrona-
das ordenadas para armar a la Pichincha, lo que muestra el in-
terés del Libertador de formar una escuadra adecuada en el
Pacífico, que pudiese garantizar el envío de suministros y re-
fuerzos para el ejército auxiliar.633
Dos días después fue enviado un oficio al Intendente de
Guayaquil, con instrucciones para que la corbeta Pichincha, el
bergantín Chimborazo y otros que fuesen necesarios, cruzasen
a Panamá a recibir 600 hombres de los batallones “Istmo” y

629o Documento 7710. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Guayaquil,
3 de agosto de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
630a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Chalas, 5 de
agosto de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 77
631a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Arequipa, 7 de
septiembre de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 87
632o Documento 7765. Oficio de José D. Espinar para el Comisario de Bogotá. Lima, el 10
de setiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
633o Documento 7792. Oficio de José D. Espinar para el Comandante General de Marina.
Lima, 14 de septiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

408
“Girardot”, y llevarlos directamente al Callao. Además se or-
dena al Intendente del Istmo que prepare buques que carguen
en Guayaquil víveres suficientes para las tropas enviadas.634 En
misma fecha, es dirigido un oficio al Secretario de Guerra de
Colombia, con instrucciones respecto a un cuerpo de 3.000
hombres próximo a llegar a Panamá. Al general Pedro Briceño
Méndez se le ordena preparar buques en Guayaquil para ir
a buscar en Panamá los mencionados 3.000 hombres, de los
cuales deberá tomar reemplazos para los batallones “Istmo” y
“Girardot”, dejando el resto en dicha ciudad a orden del ge-
neral Salom.635 En nota adjunta, se le ordena al Secretario de
Guerra, que consiga armamento para las tropas que llegarán
de Panamá, o que lleguen armadas, puesto que en Guayaquil
no se contaba con fusiles.636
En paralelo a los movimientos de tropas, el Libertador se-
guía pendiente de fortalecer la escuadra del Pacífico, motivo
por el cual dirigió un oficio al Intendente de Guayaquil el 17
de septiembre, designando a Agustín Gómez como Director de
la Escuela Náutica de Guayaquil, y ordenándole facilitarle a la
misma una sede adecuada, además del material necesario para
formar a los nuevos oficiales de la escuadra.637 En paralelo, el
Libertador continuaba sus gestiones para armar correctamente
a la Pichincha, buscando dotarla de equipos, piezas, víveres, tri-
pulantes y armas, así fuesen provenientes de otras naves.638

634o Documento 7799. Oficio de José Gabriel Pérez para el Intendente de Guayaquil. Lima,
16 de septiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
635o Documento 7800. Oficio de José Gabriel Pérez para el Secretario de Guerra de
Colombia. Lima, 16 de septiembre de 1823. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
636o Documento 7801. Oficio de José Gabriel Pérez para el Secretario de Guerra de
Colombia. Lima, 16 de septiembre de 1823. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
637o Documento 7804. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Lima, 17
de septiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
638o Documento 7823. Oficio de Simón Bolívar para el Comandante de Artillería. Lima,
19 de septiembre de 1823, Documento 7839. Oficio de José Gabriel Pérez al Comandante
General de Marina. Lima, 23 de septiembre de 1823, Documento 7854. Oficio de José Gabriel
Pérez al Comandante Luzarraga. Lima, 25 de septiembre de 1823, Documento 7856. Oficio

409
Según la documentación, hacia finales de septiembre de
1823 la situación empezó a complicarse, pues el Libertador or-
denó que los buques procedentes de puertos leales al Gobierno
no atracaran en puertos ocupados por los disidentes del ex
presidente Riva Agüero.639 Claramente se ve que comprendía
la importancia de controlar la costa y las rutas de suministros,
negándoselas al enemigo. Con este mismo objetivo, se envía
un oficio el 4 de octubre al Intendente del Istmo solicitán-
dole urgentemente que envíe fusiles al ejército en Perú, y que
si llegan al Istmo parte de los 10.000 que Riva-Agüero había
encargado en las Antillas, los embargue y se los envíe al legí-
timo Gobierno, contra el cual está luchando Riva-Agüero, in-
terceptando sus buques y cortando sus comunicaciones.640 Lo
comprometida de la situación en Perú se revela en el siguiente
documento, un oficio dirigido a los representantes de Colombia
en México, destinado a buscar apoyo financiero y material de
parte del Gobierno mexicano para la guerra en Perú:

“Un fuerte ejército real aguerrido ocupa las más bellas y ricas Provincias
del Perú: las más abundantes en hombres y recursos y las productivas de
la verdadera riqueza de este Estado. Este ejército, a la feliz posición que
ocupa añade la de tener grandes medios de movilidad, porque posee gran
número de ganados de todas clases. Las tropas peruanas y las auxiliares
de Colombia, Chile y La Plata, ocupan toda la extensión de costas de este
Estado, y sus medios de movilidad son marítimos; de consiguiente, costo-
sos y difíciles. El General Sucre, con dos mil colombianos y mil chilenos,
ocupó a Arequipa en agosto último, y el General Santa Cruz, con cinco
mil peruanos, había ocupado en junio la Provincia de La Paz en el Alto
Perú, pasando el Desaguadero. El General español Valdés y el Virrey La
de José Gabriel Pérez al Comandante del Puerto del Callao. Lima, 25 de septiembre de 1823,
y Documento 7851. Oficio de José Gabriel Pérez para el Comandante General de Marina.
Lima, 25 de septiembre de 1823. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
639o Documento 7852. Oficio de José Gabriel Pérez al Ministro del Perú. Lima, 25 de sep-
tiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
640o Documento 7927. Oficio de José Gabriel Pérez para el Intendente del Istmo. Lima, 4
de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

410
Serna, pudieron pasar el Desaguadero e incorporarse al General Olañeta,
haciéndose así superiores al General Santa Cruz, que se ha visto preci-
sado a emprender su marcha para repasar el Desaguadero y reunirse con
el General Sucre, que ha marchado de Arequipa sobre Puno.
El General español Canterac ha marchado del Cuzco con una
División, también hacia Puno, para reunirse al Virrey La Serna y a
Valdés […] combatientes de una y otra parte. Si la victoria se decide
por los españoles, las tropas que han quedado en esta capital no pueden
resistirlos, pues las que están en el Alto Perú perderán una mitad de sus
fuerzas, por lo menos. El Libertador, que teme mucho un mal suceso por
aquella parte, toma anticipadamente medidas para conservar esta ca-
pital y el Callao y las Provincias del Norte, con el objeto de recibir
auxilios de Colombia y de Chile y poner en movimiento en esta parte
del Perú cuanto sea útil para arrancar al enemigo su victoria […]”641

Obviamente, para inicios de octubre de 1823, unos seis me-


ses después de iniciada la campaña, la situación en Perú no
era nada fácil; siendo la base del poder de los independentistas
su dominio del mar, en buena medida gracias al trabajo de la
escuadra colombiana. México nunca dio respuesta sustancial
a los requerimientos más allá de un pequeño préstamo, por lo
que la estrategia de Bolívar continuó siendo acumular fuerzas
en Perú hasta poder medirse con el enemigo, siendo impres-
cindible para ello el transporte y escolta realizado por los bu-
ques colombianos. De nuevo, la documentación nos muestra
el movimiento de tropas desde Panamá y Guayaquil642 y en
relación con esto, tenemos dos comunicaciones del 15 de oc-
tubre; en una, el Libertador ordena al Comandante del Cuarto
Departamento de Marina que la goleta Guayaquileña sea

641o Documento 7937 Comunicación de José Gabriel Pérez para los ministros plenipoten-
ciarios de Colombia en México. Lima, el 6 de octubre de 1823. Disponible en: www.archivo-
dellibertador.gob.ve
642o Documento 7979. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Lima, 10
de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

411
enviada a Perú con provisiones para 2.000 hombres643, y en la
otra, del almirante peruano Martin Jorge Guise al Libertador,
se expone la grave situación en que se encuentra la escuadra
peruana, destacando que las tripulaciones de los buques surtos
en el Callao no recibían paga desde hacía seis meses, por lo
que le solicita ayuda de manera urgente.644
En este momento llegó a la zona la buena noticia de la vic-
toria colombiana en el Lago de Maracaibo, lo cual dio aliento
a la tropa y oficialidad. Vencidos los realistas en Maracaibo,
Colombia tenía las manos libres para poner toda su fuerza en
el teatro peruano. De hecho, se corre la noticia de un próximo
envío de 1.000 hombres desde Guayaquil645 y se dispone el en-
vío de un lote de armas hacia el Callao a bordo de la goleta
Guayaquileña.646 También, y a fin de racionalizar el uso de re-
cursos, se ordena tomar todo lo que quede útil de la corbeta
Bomboná, incluyendo tripulación, en beneficio de otras naves y
finalizar el servicio de ésta.647 Al parecer, el efecto de la victoria
en Maracaibo se sintió en el teatro peruano a partir de octubre,
tanto a nivel material como moral: además del despacho de
los 3.000 hombres mencionados anteriormente vía Panamá,
los cuales eran pertenecientes al Ejército del Magdalena del
general Montilla, con el cual se había tratado de recuperar
Maracaibo en julio; se formó en el Istmo un nuevo batallón,
el cual zarpó para el Callao el 1º de noviembre, a bordo del

643o Documento 8006. Oficio de José Gabriel Pérez al Comandante General de Marina.
Lima, 15 de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
644a Carta del Almirante Martin Jorge Guise al Libertador Simón Bolívar. Fragata Pro-
tector, Arica, 15 de octubre de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo XII, p. 28
645o Documento 8145. Oficio de José Gabriel Pérez al Secretario de Guerra de Colombia.
Lima, 30 de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
646o Documento 8092. Oficio de José Gabriel Pérez para el Comandante General de Arti-
llería. Lima, 24 de octubre de 1823 y Documento 8117. Oficio de José Gabriel Pérez para el
general Antonio José de Sucre. Lima, 27 de octubre de 1823. Disponibles en: www.archivode-
llibertador.gob.ve
647o Documento 8143. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Lima, 30
de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibro.gob.ve

412
bergantín Chimborazo, y los mercantes fletados Ellen, Zodíaco
y San Juan Bautista.648
Ese mismo mes, se firmó un convenio con el Gobierno pe-
ruano respecto a las tropas auxiliares colombianas, que estable-
cía: “[…] 2°.- El Gobierno del Estado del Perú se obligará a pagar
todos los costos del transporte de estas tropas a su territorio. 3°.- El
Gobierno del Perú se obligará a abonar a las tropas de Colombia los
sueldos y raciones desde el día en que se embarquen. Estos sueldos y
raciones serán desde el General inclusiva, hasta el soldado, esto es, los
mismos sueldos y raciones que gozaron el General, Jefes, Oficiales y
tropa del Perú en Colombia […]”649; y como otra muestra de re-
vigorización militar, tenemos que el 16 de noviembre el coro-
nel Tomás de Heres le escribe al Libertador proponiéndole la
compra del navío de línea Monteagudo en 80.000 pesos, mitad
en metálico y mitad en propiedades, o su arrendamiento por
siete pesos mensuales.650 No tenemos noticia de la adquisición
del mencionado navío, quizá debido al elevado precio de venta
y a que se trataba de una nave ya vieja, parte de la expedición
de San Martín.
El 19 de noviembre Bolívar dirigió un oficio al Intendente
de Guayaquil informándole que una corbeta, un bergantín y
dos goletas enemigas cruzaban por el Pacífico, además de al-
gunos corsarios enemigos; por lo cual ordenaba que los buques
colombianos no salieran al mar solos, sino en convoy, ade-
más de priorizar la escolta a la expedición venida de Panamá.
Aunado a eso, el Libertador comentaba sus desconfianzas por
las divisiones internas en el liderazgo peruano.651 A partir de
este momento, y por varios meses, la actividad naval española

648a Castillero, Ernesto J. La contribución de Panamá a la independencia del Perú, p. 27


649u Fuentes-Figueroa Rodríguez, Julián. Ob. Cit., p. 12
650a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 16 de noviembre
de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 19
651o Documento 8212. Oficio del Libertador para el Intendente de Guayaquil. Cajamarca,
19 de noviembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

413
–ya fuese de su marina regular o de corsarios a su servicio–
se volverá una preocupación de primer orden para Bolívar. En
par de cartas fechadas el 20 de noviembre, el coronel Tomás
de Heres le informa al Libertador que un corsario enemigo
armado en EE.UU. apresó a un buque mercante, y alerta sobre
el peligro que corren la goleta Guayaquileña, la corbeta Limeña
(de la escuadra peruana ésta última), y los transportes en ruta
desde Panamá. Informa que el corsario es rápido, armado con
catorce cañones y con 150 hombres de tripulación652, también
dice que la Limeña y la Guayaquileña juntas y bien tripula-
das podrían vencerlo, pero que si se descuidan, éste podría to-
mar alguno de los dos buques o los trasportes que vienen de
Panamá, siendo urgente que se pongan bajo la protección del
puerto del Callao.653
Ante informaciones y reportes de que el corsario se dejó
ver frente al Callao, Bolívar ordena que los buques que blo-
quean el puerto de Trujillo (la goleta Guayaquileña, la corbeta
Limeña, y el navío de línea Monteagudo) se dirijan a Guayaquil,
donde debían facilitárseles tripulaciones, dotaciones de infan-
tería de marina, armas, municiones y víveres, además de unír-
seles cualquier buque de guerra que estuviese disponible, para
luego salir a perseguir al bergantín corsario.654 Es pertinente
explicar que en ese momento Trujillo se hallaba bloqueado por
la escuadra debido a que se había convertido en la base del ex

652a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 20 de noviembre
de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 21
653a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 20 de noviembre
de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 22
654o Documento 8239. Oficio de José D. Espinar para el Intendente de Guayaquil. Huarás,
26 de noviembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve, Oficio al Ministro
de Guerra de Perú ( José D. Espinar). Huarás, 27 de noviembre de 1823 en Memorias del
General O´Leary. Tomo XXI, pp. 32-33 y Documento 8254. Oficio de José D. Espinar para el
Ministro de Guerra de Perú. Huarás, 28 de noviembre de 1823. Disponible en: www.archivo-
dellibertador.gob.ve

414
presidente Riva-Agüero, quien se había pasado al bando rea-
lista junto con sus seguidores.
Este nuevo peligro en el mar representado por los corsarios
ponía en riesgo toda la campaña en Perú, y llevó a Libertador
a designar a inicios de diciembre al almirante Martín Jorge
Guise como comandante único para las escuadras peruana y
colombiana en el Pacífico.655 A la par de esto, Bolívar recibe
las noticias que la Limeña no está lista para combatir y que
la Guayaquileña no tiene capacidad para perseguir al cor-
sario, recomendándosele también que evite exponer al na-
vío Monteagudo, ya que su pérdida sería muy lamentable.656
Bolívar por su parte ordena el 15 de diciembre al Intendente
de Guayaquil que extreme las medidas de seguridad en la es-
cuadra, haciendo navegar los buques en convoy, removiendo a
los comandantes de dudosa fidelidad y haciendo reparar ex-
tensamente a la goleta Macedonia (peruana) en Guayaquil.657
El 19 de diciembre el coronel Heres informa al Libertador
que ya adquirió el vestuario y equipos necesarios para que el
ejército marche a la Sierra, y que el Chimborazo llegó junto
con otro buque, desembarcando 362 hombres del batallón
“Istmo”658, confirmándose para el día 22 que habían empezado
a llegar los refuerzos esperados desde Panamá659, y que en el
Istmo se estaban embarcando 200 hombres de caballería y
3.400 infantes; 600 de ellos reclutas venezolanos y los demás
veteranos de Cartagena y Caracas. Con ellos, podría contarse

655e Denegri Luna, Félix. Historia Marítima del Perú (Tomo VI. Volúmen 2) La República
1826 a 1851, p. 450
656a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 4 de diciembre
de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 32
657o Documento 8303. Oficio de José D. Espinar para el Intendente de Guayaquil. Caja-
marca, 15 de diciembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
658a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 19 de diciembre
de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, pp. 40 – 41
659o Documento 8331. Oficio de José D. Espinar para el Secretario de Marina y Guerra de
Colombia. Trujillo, 22 de diciembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

415
con más de 7.000 colombianos en el Perú; junto con 2.500 a
3.000 peruanos; y 1.000 argentinos.660 Al día siguiente, le son
giradas instrucciones al general Salom en relación con la pre-
sencia de cuatro corsarios enemigos en la zona, así como reclu-
tamiento en Perú, arreglo de buques, armamento, vestuarios,
etc. Dichas instrucciones fueron:

“1º Que de ningún modo salga al mar ninguno de nuestros buques de


guerra, sin que sea en convoy de tres o más, que vengan en estado de ba-
tirse, bien tripulados y armados con buena tropa y excelentes oficiales.
2º Que todas, todas, las tropas procedentes del Istmo vengan inme-
diatamente al puerto de Huanchaco, o en su defecto al de Pacasmayo.
3º Que vengan los 900 reclutas pedidos de los departamentos del sur
de Colombia.
4º Que conforme vayan desembarazándose las tropas de la División
y las de Popayán de sus actuales atenciones sobre Pasto y provincias de
los Pastos, se pongan en estado de marchar al Perú, equipándose perfec-
tamente de todo, todo, lo necesario.
5º Que construyan vestuarios y morriones para los 900 reclutas en el
concepto de que por tercias partes deben distribuirse en los batallones
Voltígeros, Vencedor y Pichincha.
6º Que construyan vestuarios suficientes para las tropas que vayan
viniendo del Istmo, y que probablemente llegarán desnudas.
7º Que se trabajen vestuarios completos en cantidad excedente, en
Quito, en donde son menos costosos y de mejor calidad.
8º Que se hagan capotes, no sólo para los 900 reclutas, sino para re-
poner muchos que faltan a este ejército.
9º Que todos los objetos de guerra, equipo, hospital, botiquines y en-
fermos que fueren a Guayaquil en el Monteagudo sean trasbordados en
los buques de guerra, y que éstos se vengan en convoy a Huanchaco o
Pacasmayo.
10º Que el Monteagudo quede para transportar a Huanchaco los 900
reclutas pedidos.

660a Carta del Libertador al general Antonio José de Sucre. Trujillo, 22 de diciembre de
1823. Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en el período
de 20 de marzo de 1799 a 8 de mayo de 1824, p. 855

416
11º Que éstos vengan custodiados por los veteranos que bajarán en-
fermos en el mismo buque, y que traigan buenos oficiales.
12º Que se aleje de este buque y demás transportes el armamento, el
cual deberá venir en los buques de guerra.
13º Las tropas del Istmo que no se digirieren al Callao en derechura,
sino que según las órdenes anteriores hayan desembarcado en esa costa,
deberán permanecer en ella el menor tiempo posible para evitar las en-
fermedades que pudiera sobrevenirles en la estación de invierno.
14º Que las órdenes comunicadas a V.S. sobre mudar los Comandantes,
Oficiales y tripulación de los buques de guerra peruanos, Limeña y
Macedonia, quedan en su vigor y fuerza para que estos mismos buques
puedan comboyar los transportes de tropas con quienes deberán venir al
menos dos o tres buques de guerra.
15º Que finalmente venga todo, todo, cuanto sea posible de esos de-
partamentos, haciendo para ello los más grandes esfuerzos, porque la
proximidad con que tenemos a los enemigos demanda tomar medidas,
las más eficaces, activas y enérgicas, para evitar los riesgos que amena-
zan al Perú y al ejército y sur de Colombia.”661

Poco después el general Juan Paz del Castillo informó al


Libertador que había empleado dinero peruano en carenar
al bergantín Chimborazo, debido a la extrema necesidad de
hacerlo y mantener la flota en operación.662 Así cerró el año
1823, y más actividad esperaría a la escuadra colombiana en el
siguiente.

3) Transporte y escolta de tropas y suministros por la Armada


Colombiana, 1824
En enero de 1824 se recibió en Guayaquil la noticia de que
un corsario enemigo dotado con 18 cañones y 110 tripulantes

661o Documento 8350. Oficio de José D. Espinar para el general Salom. Trujillo, 23 de
diciembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
662a Carta del General Juan Paz del Castillo al Libertador Simón Bolívar. Guayaquil, 30
de diciembre de 1824. Memorias del General O´Leary. Tomo IV, p. 360

417
había zarpado de Coquimbo, Chile663; por lo que se ordenó
aprestar el bergantín Chimborazo para que volviera a escoltar
convoyes de tropas664 y se giraron instrucciones para recibir los
soldados que viniesen del Istmo y de Guayaquil665, mientras
que el coronel Heres reportaba que “Los corsarios están haciendo
diabluras a su gusto: no hay quien los incomode”.666
En febrero de 1824 se suscitaría otro hecho que complicaría
aún más el desarrollo de la campaña militar en la costa pe-
ruana: la rebelión de la Fortaleza del Real Felipe en el Callao.
Así lo resume el historiador peruano Rosendo Melo:

“Los momentos eran de crisis. Poco después dos clases de la guarnición


del fuerte Independencia del Callao se amotinaron (febrero 5 de 1824)
quejosos por falta de pago: hubo lentitud y torpeza en el arreglo del
incidente y éste se convirtió en rebelión, reponiéndose la bandera ibérica
en los torreones. Regularizándose la rebelión los traidores capturaron
en el puerto al bergantín Balcarce, la fragata Guayas, que estaba en
desarme y otro bergantín que armaba en guerra contra los españoles un
particular para destinarlo al corso. Para recuperarlos, Guise, que había
entablado bloqueo por orden de Bolívar y se mantenía en el cabezo de la
isla San Lorenzo, exigió de la plaza la entrega de los buques menciona-
dos (febrero 17). Desatendida su intimación, atacó dos días después
buques y fuertes, aunque sin resultado manifiesto. El 21 reiteró el ata-
que, reforzado por la goleta Macedonia y el bergantín Congreso, esta-
bleciéndose con más rigor el bloqueo.
El 25 del mismo (febrero 1824) repitió el ataque, esta vez sirvién-
dose de tres lanchas con veinte hombres cada una, puestas a órdenes del
comandante de la Protector, Robert Biset Addison. Como al capturar la
Esmeralda, se había fingido abandonar el bloqueo, saliendo del puerto

663o Documento 8426. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Pativilca,
2 de enero de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
664o Documento 8427. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Pativilca,
2 de enero de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
665o Documento 8515. Oficio de José Gabriel Pérez al coronel Torres Valdivia. Pativilca, 11
de enero de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
666a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 11 de enero de
1824. Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 49

418
en la tarde, para regresar en la noche destacando delante las lanchas,
tras de las cuales avanzaba Guise en la Protector, con poca vela.
La flotilla sutil del capitán Biset llegó hasta la Guayas, la abordó, la
capturó y la puso sobre sus velas; atacando luego a la Santa Rosa.
Mientras duraban estas operaciones escapó el Balcarce, sin que la
Protector lo estorbara por atender de preferencia a la protección de sus
embarcaciones menores, estrechadas por las cañoneras del puerto. La
ventolina era floja, poca la gente, activo el asedio de las fuerzas sutiles
españolas, y al cabo, no pudiendo sacar del puerto las presas dominadas,
el capitán Biset hubo de prenderles fuego. La Guayas y la Santa Rosa,
picados los cables y sueltas al desgaire envueltas en gruesas llamaradas,
cayeron ardiendo sobre otros buques en los que a su vez prendió el voraz
incendio, cuyo resplandor iluminaba la bahía con destellos siniestros, y
al par que acababa la noche se producía mayor confusión por el afán de
los otros buques en cambiar fondeadero, para evitar las llamas y el pe-
ligro de que funcionara la artillería de los fuertes.
Biset pudo capturar cuatro de esos buques y salir de la rada antes de
que fuera completamente de día. En las primeras horas de la mañana,
mientras las de Guise iban a fondear tranquilamente en la isla de San
Lorenzo, seis naves llenaban el puerto de humo y de llamas.”667

La armada peruana estaba en una situación crítica, faltán-


dole hasta el agua para los buques. A falta de la Macedonia,
la Limeña y otros buques, Bolívar puso a la orden de Guise la
corbeta Pichincha, el bergantín Chimborazo y la goleta
Guayaquileña para reforzar su escuadra668, comenzando de
esta manera a trabajar juntos los buques peruanos y colombia-
nos. Con todo y estas medidas, además del goteo de refuerzos
llegados el año anterior, la situación para febrero de 1824 era
bastante difícil, como la resumió Bolívar en carta a Santander:

“Si hubieran venido ya al Perú los tres mil hombres que pedí a uste-
des, podríamos dar una batalla y ganarla a los enemigos: y ganarla en

667e Melo, Rosendo. Historia de la Marina del Perú (Tomo Primero), p. 169
668b Ibídem, p. 170

419
este momento en que hablamos, porque después ellos duplicarán sus
fuerzas con el ejército del sur. Hasta ahora sé que sólo han llegado cua-
trocientos hombres del Magdalena al Istmo, de los cuales ha tomado
Salom doscientos contra Pasto. Carreño tuvo la bondad de mandarme
su batallón del Istmo, de los cuales sólo se han incorporado a nuestras
filas doscientos cuarenta, porque los demás han resultado enfermos, in-
válidos o desertores. Es decir, que en lugar de tres mil hombres que es-
peraba, he recibido doscientos cuarenta. Añada usted a todo esto que
nuestras bajas son tan considerables por las miserias que sufren nuestras
tropas en este país, que no cesan en proporción de siete a cuatro, como ya
usted sabrá […]
[…] que si nos llegasen tres mil soldados veteranos de Colombia,
antes de un mes podríamos salvar éste y aquel país; usted sabrá si son
veteranos los que vienen, y si no son, dé usted por perdido todo, porque
después aun cuando se cuadruplique la cantidad de tropas, seremos in-
feriores a los godos […]
[…] La marina española nos hará un daño horrible: dentro de tres
meses será tan fuerte que no podremos transportar las tropas del Istmo
a Guayaquil, y por consecuencia también difícil defender el sur. Esta
marina puede convoyar alguna expedición marítima que amagará pri-
mero las costas de Loja y Cuenca, y después de Guayaquil […]
[…] diré una receta para curar a Colombia, y si no hay farmacéutico
que la sepa componer, que se mande hacer la mortaja para la enferma
[…]
1.ingrediente 16.000 hombres. 2.una escuadra respetable en el
Pacífico. 3.dos millones de pesos en Guayaquil. 4.cuatro meses de tiempo
por todo plazo […]
[…] Para armar una escuadra necesitamos de todo, y nada tenemos.
En primer lugar, el general Padilla, o el comandante Beluche con diez
o doce oficiales buenos. Segundo: Cañones y municiones de marina para
armar buques mercantes. Tercero: jarcia y telas para construir velas.
Todo esto debe venir a Chagres y pasar al Istmo, donde lo mandaremos
a buscar […]”669

669o Documento 8852. Carta de Bolívar a F. de P. Santander. Pativilca, 10 de febrero de


1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

420
En carta a Salom, Bolívar de nuevo hace énfasis en la ne-
cesidad de una armada, no sólo para defender las costas pe-
ruanas, sino para llevar desde el Istmo 12.000 hombres que
espera vayan a Perú670, y nombra al Capitán de Navío Thomas
Wright Comandante General de la Escuadrilla de Colombia
en el Sur (como fue denominada en su momento), o lo que
es lo mismo, máximo jefe de la Escuadra Colombiana del
Pacífico (como la llamaríamos modernamente).671 Otras me-
didas fueron preparar el bergantín Chimborazo y la corbeta
Bomboná672 para el combate y ordenar al almirante Guise que
sacara o hundiera los buques que pudiesen servir al enemigo
dentro del Callao, además hacer más riguroso el bloqueo al
puerto.673 El 20 de marzo el Libertador ordenó la compra de
una fragata a un particular británico674, y el 22 perseguir al cor-
sario español General Moyano, ex Brujo, que había apresado a
la nave mercante Montezuma, y que contaba con 7 cañones y
80 hombres de tripulación. Se informaba además que andaba
cruzando la costa hacia Panamá, cazando convoyes colom-
bianos675; además de solicitar al Intendente de Guayaquil que
enviase a Trujillo todas las armas y buques que tuviese a la ma-
no.676 Evidentemente el Libertador se preparaba para una ba-

670a Carta al General Bartolomé Salom. Pativilca, 10 de febrero de 1824. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a
8 de mayo de 1824, p. 913
671o Documento 8885. Oficio de Jose D. Espinar al Comandante Tomas Wright. Pativilca,
12 de febrero de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
672o Documento 8966. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Pativilca,
21 de febrero de 1824. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
673o Documento 8975. Oficio de José Gabriel Pérez al almirante Guise. Pativilca, 21 de
febrero de 1824 y Documento 8993. Oficio de José Gabriel Pérez al Almirante Guise. Pati-
vilca, 24 de febrero de 1824. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
674o Documento 9136. Oficio de José D. Espinar para el Prefecto de Trujillo. Trujillo, 20 de
marzo de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
675o Documento 9156. Oficio de José D. Espinar para el Intendente de Guayaquil. Trujillo,
22 de marzo de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
676o Documento 9162. Oficio de José d. Espinar para el intendente de Guayaquil, fechado
en Trujillo el 22 de marzo de 1824

421
talla campal, ya fuese en tierra o en mar, y no le faltaba razón
para esperar algo así.
El 13 de enero de 1824, casi simultáneamente con el alza-
miento del Callao, había zarpado de Cádiz una flotilla con
1.000 hombres entre marinos y soldados, compuesta por el na-
vío de línea Asia y el bergantín Aquiles, al mando del Capitán
de Navío Roque Guruceta. Ésta sería la última fuerza naval
enviada por España a Sudamérica para sostener su imperio.
El 15 de marzo habían llegado a las Islas Malvinas, donde
se prepararon para doblar el Cabo de Hornos tras un breve
descanso. Zarparon de Malvinas el 27 de marzo, llegando a
Chiloé el 27 de abril, donde se quedarían invernando hasta
el 15 de agosto de 1824. Aunque Guruceta decidió navegar a
300 millas de la costa con rumbo norte para evitar ser avistado,
el 26 de agosto el pesquero inglés Snipe, en ruta de Calcuta a
Valparaíso, informó de su presencia, pues casualmente los ha-
bía visto. Guruceta arribó primero a Quilca, al sur del Perú,
recabando información de la situación, y llegó al Callao el 13
de septiembre de 1824, poniendo sus buques a buen resguardo
gracias a las fortalezas del puerto. La llegada de esta fuerza
naval no podía sino complicar aún más la situación de los pa-
triotas en Perú.
El Libertador por su parte continuaba incrementando sus
fuerzas navales, adquiriendo en marzo la corbeta Kensington,
la cual fue rebautizada como General Santander.677 A mediados
de abril se tuvieron noticias de la captura de la nave Boyacá por
el cosario español Brujo y de su deambular frente a la costa
sin oposición.678 Luego, llegaron a Guayaquil mil fusiles y 103
hombres provenientes de Panamá, estimándose que para mayo

677o Documento 9243. Oficio de José Gabriel Pérez al Secretario de Guerra de Colombia.
Trujillo, 31 de marzo de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
678a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Trujillo, 14 de abril de
1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 72

422
podrían enviarse a Perú 5.000 hombres de diversa proceden-
cia.679 Ese mismo mes Bolívar designa como Comandante del
Cuarto Departamento de Marina al Capitán de Navío Vicente
Barbará, en reemplazo del CN. Wright, quien al parecer fue
destituido por un incidente con un mercante de bandera co-
lombiana.680 El 28 instruyó al almirante Guise sobre el blo-
queo al Callao, indicándole que tras desembarcar a la última
expedición, las naves colombianas irían al Callao a sus órdenes
para bloquear el puerto, mientras que el ejército marcharía a
finales de mayo o inicios de junio para sellar por completo el
cerco del Callao y Lima.681
Ya en mayo, el general Sucre solicitó al Secretario de Guerra
y Marina la habilitación del dinero necesario para transportar
por mar a la 2da División Colombiana, destinada al Perú682, y
en junio el Libertador ordenó al Capitán de Navío John Spry
que se enviasen a Buenaventura al navío Monteagudo y las cor-
betas Limeña y Bomboná, a fin de recoger tropas procedentes
del Cauca, mientras que el resto de la escuadra combinada
colombo-peruana debía mantener el bloqueo del Callao y
Pisco.683 El 6 de julio Bolívar dirigió una comunicación circu-
lar a todos los comandantes de buques, remitiéndoles el aviso
del almirante Guise sobre la llegada del Asia y el Aquiles al
Pacífico, y ordenándoles aprestar sus respectivas naves y
679a Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Trujillo, 17 de abril de
1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 76
680o Documento 9392. Oficio de José Gabriel Pérez para el Capitán de Navio Vicente Bar-
bará. Huamachuco, 27 de abril de 1824 y Documento 9380. Oficio de José Gabriel Pérez al
Intendente de Guayaquil. Huamachuco, 22 de abril de 1824. Disponibles en: www.archivode-
llibertador.gob.ve
681a Carta al Martin Jorge Guise, Vicealmirante de la Escuadra Peruana. Huamachuco, 28
de abril de 1824. Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en
el período de 20 de marzo de 1799 a 8 de mayo de 1824, p. 958
682o Morera Aguilar, Carlos. Acarreo de Provisiones en la Campaña de Ayacucho: Considera-
ciones Doctrinales (Trabajo de Grado para optar al título de Magíster Scientiarium en Historia
Militar), p. 36
683o Documento 9477. Oficio de Juan Santana para el Intendente de Guayaquil. Caraz, 3 de
junio de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

423
ponerse a las órdenes directas de Guise.684 También se or-
denó el apoyo logístico a los buques desde tierra con víveres.685
Llama la atención que el Libertador ordenara enviar de re-
greso al Capitán de Navío Vicente Barbará a Cartagena y lla-
mase al Pacífico a Padilla o a Beluche, quizá los dos mejores
comandantes navales de la escuadra del Caribe – Atlántico.686
Mientras esto ocurría, en Europa el despacho de la expedi-
ción de Guruceta se convertía en herramienta de propaganda:

“Ha sido suficiente el solo anuncio de la partida de un navío de línea


del puerto de Cádiz para poner a temblar al orgulloso Bolívar. No se sabe
todavía en qué punto desembarcará el navío Asia sus tropas y ya se busca
abrir negociaciones con su comandante. Esperad entonces para tratar
con estos pretendidos Estados independientes a que se no pueda decir
bajo cuál denominación existen, si son república o monarquía, o si su
deseo más sincero no es el de volver bajo el imperio de su Metrópoli.”687

Llegado agosto, Bolívar ordenó al CN. Wright que mar-


chara con su escuadra a Guayaquil, para que transporte a Perú
las tropas procedentes del norte de Colombia.688 Ya para me-
diados de agosto, el Ejército Libertador Unido del Perú con-
taba con el apoyo de una flota consistente en 14 buques, con
capacidad de carga para 3.000 hombres. Eran unos números
modestos, pero que aportaban una respetable movilidad en el

684o Documento 9561. Oficio de Tomás de Heres para el Capitán de Navío Juan Spry y
circular a los comandantes de buques de guerra de Colombia, y al señor general Juan Paz del
Castillo. Huariaca el 6 de julio de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
685o Documento 9562. Oficio de Tomás de Heres para el Prefecto de la Costa. Huariaca, 6
de julio de 1824 y Documento 9563. Oficio de Tomás de Heres para el Prefecto de Trujillo.
Huariaca el 6 de julio de 1824. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
686o Documento 9580. Oficio de Tomás de Heres al señor Secretario de Guerra y Marina
de Colombia. Huánuco, 9 de julio de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
687o Journal des Debáts, 11 de julio de 1824 en Rosas Marcano, Jesús. La Independencia de
Venezuela y los periódicos de París (1808 – 1825), p. 429
688o Documento 9680. Oficio de Tomás de Heres para el Capitán de Navío Thomas Charles
Wright, Tarma, 9 de agosto de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

424
extenso litoral peruano.689 También llegó al Libertador la no-
ticia de que Páez ya había despachado desde Puerto Cabello,
la División Auxiliar de Venezuela,690 compuesta por 2.694
hombres y comandada por el entonces coronel José Gregorio
Monagas.
Mientras estos acontecimientos tenían lugar, la escuadrilla
de Guruceta, con refuerzos de Chiloé, arribaba a costas perua-
nas, tal como nos relata el historiador y oficial naval peruano
Jorge Ortiz Sotelo:

“[…] los ya antiguos rumores del ingreso al Pacífico de buques de


guerra españoles, se habían convertido en una dura realidad en abril de
1824, cuando llegaron a Chiloé el navío Asia, al mando del capitán de
fragata Roque Guruceta, y el bergantín Aquiles […] El gobierno chi-
leno también tomó conocimiento de la cercanía e intenciones de la es-
cuadrilla de Guruceta y por ello se dirigió a Bolívar pidiéndole envíe a
la [fragata] Protector para que, unida a sus fuerzas navales, pudieran
enfrentar a los buques enemigos. En agosto, los rumores sobre los buques
españoles eran cada vez mayores, lo que llevó a Guise a preparar a la
escuadra para enfrentar a la amenaza naval que se le avecinaba.
Así, pidió insistentemente a Bolívar que se le asignasen cuarenta solda-
dos de infantería de marina, ya que tenía muy pocos a bordo; también
pidió pólvora, pues la disponible se encontraba mojada luego de más de
un año de operaciones. Igualmente alertado por las noticias de las naves
enemigas, en agosto Bolívar dispuso que la escuadra de Colombia, man-
dada por el capitán de navío Tomas Carlos Wright, se uniera a la pe-
ruana en el Callao, para hacer frente a la amenaza de los buques
españoles. Mientras que la escuadrilla colombiana se alistaba en
Guayaquil, Wright despachó en busca de Guise a una corbeta con pól-
vora. El encuentro se produjo en Huacho, el 24 de agosto, y no conllevó

689o Morera Aguilar, Carlos. Acarreo de Provisiones en la Campaña de Ayacucho: Considera-


ciones Doctrinales (Trabajo de Grado para optar al título de Magíster Scientiarum en Historia
Militar), p. 39
690a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Puerto Cabello, 19
de agosto de 1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 55

425
más actividad para el buque colombiano que el hacer entrega de dicha
pólvora y retornar luego a Guayaquil.”691

Para el Libertador, perder el control del Pacífico significaba


quedar aislado, sin refuerzos ni suministros en Perú, lo que le
conduciría inevitablemente a la derrota, además de exponer
toda la costa pacífica de Colombia.692 Por su parte, el brigadier
español José Ramón Rodil, al mando de la Fortaleza del Real
Felipe, se había provisto de varios buques: como la corbeta
mercante Ester (rebautizada Ica), de 30 cañones; los bergan-
tines Pezuela, Constante y O´Higgins, de 18 y 14 cañones res-
pectivamente; y la corbeta Perla. A estas fuerzas se unió el ya
mencionado navío Asia, de 74 cañones y el bergantín Aquiles,
armado con 20 cañones. Rodil además contaba con los corsa-
rios General Valdez y Quintanilla.
El 5 de octubre se dio el primer choque entre estas fuerzas
y la escuadra combinada colombo-peruana de Guise. La fra-
gata Protector y la corbeta Macedonia estaban fondeadas cerca
de la isla de San Lorenzo, a la salida del puerto del Callao; y
aprovechando una completa calma, salieron del puerto ocho
lanchas cañoneras y cuatro falúas españolas, que atacaron a los
buques de Guise. La Protector y la Macedonia los recibieron a
cañonazos, hundiendo una lancha y poniendo en fuga al resto
tras dos horas de combate.693 Dos días después salieron del
puerto el navío Asia, la corbeta Ica y los bergantines Aquiles,
Pezuela y Constante. Guise estaba con la fragata Protector, la
goleta Macedonia y el transporte bergantín Rápido, de bandera
peruana; y la corbeta Pichincha, el bergantín Chimborazo y la
goleta Guayaquileña, colombianos. Al ver los buques españo-
les, Guise ordenó a sus buques desplazarse al oeste, quedando

691r Ortiz Sotelo, Jorge. El vicealmirante Martín Jorge Guise, pp. 55 – 56


692e Denegri Luna, Félix. Ob. Cit., p. 450
693e Melo, Rosendo. Ob. Cit., p. 171

426
envueltos en la niebla. Al disiparse la misma, la Protector se
hallaba por la amura de estribor del Asia, recibiendo buena
parte de su fuego. Los demás buques se dispersaron, pero antes
de entrar en combate cerrado, Guruceta dio media vuelta y re-
gresó al Callao tras hacer un daño considerable a la Protector.694
Así narró la batalla el propio Guise al Libertador:

“Callao, octubre 8 de 1824.

Al señor secretario general de S.E. el Libertador.


S.S.
Tengo el honor de informar a Ud. para conocimiento de S.E., que
ayer he tenido un ataque de la escuadra enemiga al frente de este puerto
y que, aunque no fue decisivo, no deja de hacer honor a nuestras armas.
La escuadra de mi mando se componía de la fragata Protector, goleta
Macedonia y transporte bergantín Rápido, y corbeta Pichincha, ber-
gantín Chimborazo y goleta Guayaquileña de Colombia, que se habían
unido a mí en la latitud de Huarmey. Con estos buques estaba fondeado
en la isla de San Lorenzo, sosteniendo el bloqueo, cuando a las seis de la
mañana de ayer observé que los enemigos salían a buscarme con el
navío Asia, corbeta Ica y los bergantines Aquiles, Pezuela y Constante.
Inmediatamente me hice a la vela para afuera con el fin de aceptar el
combate, pero no en la bahía como el enemigo al parecer lo intentaba,
sino a larga distancia, para tener lugar de empeñar una acción decisiva.
El enemigo me siguió entonces en línea de batalla, mientras que yo no
había podido formarla por no haber la Pichincha y la Guayaquileña
obedecido mis señales.
A las 9 ½ la escuadra enemiga por su mejor andar ya había ganado el
barlovento a esta fragata y sin embargo emprendí la acción virando sobre
el navío, cabeza de la línea, luego que estuvo a menos de tiro de fusil.
Yo esperaba que la Pichincha y la Guayaquileña, que se mantenían a
barlovento, viéndome comprometido y sacrificado por los fuegos del
enemigo, vendrían a ayudarme en virtud de mis repetidas señales. Pero
mi esperanza quedó frustrada al observar que no hacían movimiento
alguno favorable.

694b Ibídem, pp. 171 – 172 y 173

427
Por otra parte, el bergantín Chimborazo recibió al principio de la
acción tres balazos a flor de agua, que lo obligaron a orzar: de manera
que me vi privado también del auxilio de este buque con el que princi-
palmente contaba, en razón de estar mandado por el intrépido como-
doro Wright.
Así es que me resolví por último a virar de la vuelta afuera después de
haber sostenido un combate en que el enemigo, a pesar de todas sus ven-
tajas, no logró el menor provecho. Por el contrario, a más de acreditar-
nos su cobardía con haberse vuelto al puerto teniendo en su favor las
mayores probabilidades del triunfo, sufrió averías de consideración.
El palo de trinquete del navío con sus masteleros, la verga del mismo
palo, el palo mayor, el velamen y jarcia, todo fue atravesado por nues-
tras balas. El velacho quemado por los tacos, y en fin, otras muchas
averías en el casco. Entre la gente es natural que también hubiese algún
estrago.
Los que sufrió esta fragata no son en verdad proporcionados a los
peligros en que se vio comprometida. Solo dos hombres fueron muertos y
ocho heridos levemente. El aparejo recibió ligeros daños y la Macedonia
tuvo también un herido.
La conducta del señor Wright ha sido la de un bravo oficial: yo estoy
plenamente satisfecho de ella. La de los comandantes Drinot y Baxter,
de la Pichincha y Guayaquileña, aunque fue reprensible merece alguna
lenidad, porque su falta, en mi concepto, ha procedido más bien de inex-
periencia que de falta de celo o patriotismo.
Los oficiales y tripulación de esta fragata se han portado con admi-
rable valor. Sin defraudar el mérito de cada uno, me permito recomen-
dar especialmente a la consideración de S.E. a los capitanes Roberthon
y Freeman y al coronel Soyer, por el denuedo y bizarría con que se han
batido.
Soy de Ud.
M. J. Guise”695

Guruceta por su parte argumentó en su parte que una


vez puestos en fuga los buques contrarios, le había parecido

695e Melo, Rosendo. Ob. Cit., pp. 172 – 173

428
“indecoroso ocuparse de aquellos barcuchos fugitivos”.696 Valorar
este combate, el más grande entre los que participó la escuadra
colombiana durante la liberación del Perú, no resulta tan fácil
como parece. El historiador peruano Rosendo Melo comenta
que el resultado del Combate Naval del Callao lo determinan
los hechos: los buques españoles volvieron al puerto y anclaron
protegidos por los fuertes, mientras que los colombianos y pe-
ruanos regresaron a la isla de San Lorenzo, faltando material
del lado patriota, y valor del lado realista.697 Por su parte, el ya
citado historiador y oficial naval peruano Jorge Ortiz Sotelo
comenta: “En un sentido estricto no hubo vencedor en este encuen-
tro, sin embargo, dado que el tamaño y porte de la escuadra rea-
lista superaba ampliamente a la aliada, que no llegó a combatir en
su totalidad, creemos que no es exagerado señalar que se derrotó al
contrario al evitar que este alcanzara una fácil victoria.”698
Tras el combate, el brigadier Rodil supo que el almirante
chileno Blanco Encalada se preparaba para ir al Callao con
su escuadra a apretar aún más el bloqueo, por lo que envió los
buques de Guruceta a Quilca, al sur, transportando tropa en
ellos, sin que la escuadra combinada de Guise pudiera impe-
dirlo. Autorizado por Bolívar, Guise zarpó hacia Guayaquil
para reparar sus buques y reunirse allá con las corbetas Limeña
y Bomboná, el navío Monteagudo y el bergantín Progreso.699
Respecto a la escuadrilla de Guruceta, zarpó del Callao el 20
de octubre, arribando a Quilca el 19 de noviembre. De Quilca
zarpó el 4 de diciembre y fondeó en Ilo el 14 para cazar a la
escuadra chilena de Blanco Encalada, regresando a Quilca el
19. El 1º de enero de 1825 Guruceta salió de Quilca rumbo
al Callao, pero al enterarse de la derrota española en Ayacucho,
696a García Camba, Andrés. Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú
(Vol. 2). Madrid, Editorial América, 1916.
697e Melo, Rosendo. Ob. Cit., p. 174
698r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 57
699e Melo, Rosendo. Ob. Cit., p. 174

429
decidió abandonar aguas peruanas, desembarcando al batallón
“Arequipa”, que abandonó a su suerte, y el 2 de enero puso proa
a las Filipinas con el Asia y los bergantines Constante y Aquiles,
además del transporte Clarington. El resto de las unidades, o
regresaron a Europa o fueron a Chiloé. En marzo, Guruceta
paró a reparar sus buques en las Islas Marianas, sublevándose
la tripulación del Asia el 10 de marzo y del Constante el 12, las
cuales abandonaron a los oficiales y regresaron a América. El
Asia llegó a Acapulco donde su tripulación se puso a orden de
México, cuyo Gobierno los aceptó y el nombre del buque fue
cambiado por el de Congreso Mexicano. El Aquiles se sublevó
el 14 de marzo, regresando a Sudamérica para ponerse a la or-
den de Chile. Solo la Clarington logró llegar a Filipinas. Así,
disuelta como un terrón de azúcar, desapareció la última es-
cuadra enviada por la Corona española a América. La partida
apresurada de Guruceta, que incluso dejó varado en Perú al ex
virrey La Serna, dejaría totalmente indefensas las fortalezas del
Callao y Chiloé, últimos bastiones españoles en Sudamérica.
En paralelo, se produjo en Panamá el 6 de agosto un motín
por parte de los tripulantes de la corbeta General Santander,
estando involucrado su comandante, el Capitán de Navío John
Spry, siendo todos juzgados. Bolívar dispone que la corbeta
Limeña y la Bomboná escolten el próximo envío de tropas que
se hará desde Panamá700, el cual sumaba –según el Libertador–
4.800 hombres, por lo que a fin de garantizar su seguridad ante
la posibilidad de que los españoles enviaran su flota al norte
para interceptar el convoy, le ordena el 26 de octubre a Guise
que refuerce el bloqueo del Callao.701 Guise, por su parte, llegó
con la fragata Protector y los demás buques a Guayaquil el 6

700o Documento 9832. Oficio de Tomás de Heres para el general Juan Paz del Castillo,
Huamanga el 15 de octubre de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
701o Documento 9864. Oficio de Tomás de Heres para el señor Vicealmirante Martín Jorge
Guise. Jauja, 26 de octubre de 1824. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve

430
de noviembre, iniciándose las reparaciones al día siguiente con
el apoyo del Intendente Paz del Castillo.702 La situación de la
guerra para mediados de noviembre de 1824 es resumida por
Bolívar en las siguientes dos cartas:

“Todavía no sé que hayan llegado a Guayaquil los refuerzos que han


venido al Istmo, más se esperan allí en todo octubre 4.000 hombres que
habían llegado al Istmo en septiembre con Valero y Monagas.
El “Asia” con el “Aquiles” y tres buques de guerra más han tenido un
combate con la “Prueba”, el “Chimborazo” y tres buques más de
Colombia y el Perú, el 7 del mes pasado. No hubo nada de importancia;
porque la “Pichincha” se portó muy mal y Guise no pudo hacer nada por
el mal estado de la “Prueba”: los enemigos son tan cobardes como siem-
pre y por eso no nos destruyeron. La “Prueba” y el “Chimborazo” se han
ido a reparar a Guayaquil. Wright se portó muy bien, y Guise mejor
que nadie, según dicen los marinos extranjeros que vieron el combate
enfrente del Callao. La escuadrilla española ha salido al mar, dicen que
con el objeto de ir al Sur ¡Ojalá que así sea! Yo temo que se vayan al
Norte y dispersen nuestros convoyes, y en este caso los refuerzos tendrán
un fin muy desastrado y en lugar de servirnos contribuirán a nuestra
destrucción. Desde luego que yo sepa esta noticia, haré atacar al ene-
migo a la desesperada para que no aprovechen de su ventaja. Lo mismo
será en el caso de que vengan refuerzos de España como se asegura por
todas partes. Los buques franceses están godos, sirviéndoles como pro-
pios. Los americanos e ingleses son nuestros amigos, pero neutros: la
cuenta no es igual. Siempre los tiranos se han ligado y los libres jamás
¡Desgraciada condición humana!
Los chilenos prometen mucho y no hacen nada. Sin embargo, dicen
que saldrán en este es al mar con cinco buques de guerra a reunirse a
nosotros. Hasta ahora Chile no ha hecho más que engañarnos sin ser-
virnos con un clavo: su conducta es digna de Guinea.”703

702r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 59


703a Carta al General Francisco de Paula Santander. Chancay 10 de noviembre de 1824.
Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. II. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de
marzo de 1799 a 8 de mayo de 1824, p. 41

431
“La escuadra española se ha ido, como Vd. sabe, para Quilca, con el
objeto ciertamente de recibir allí sus dispersos si eran destrozados, o su
emigración en un caso como éste. Así, yo creo que antes de un mes la
tendremos otra vez en el Callao, y entonces no dejarán de emprender
algo, si la escuadra de Chile no ha venido, como se espera. Los enemigos
pueden dirigir su marcha a Ica para estar siempre en estado de volver a
tomar la sierra, o de volverse a Arequipa o de entrarse en el Callao. Por
lo mismo, se necesita de mucha circunspección para obrar con acierto en
el caso de que ellos se vayan hacia Ica. En este caso lo mejor sería, siendo
posible, obrar por Córdoba para poder marchar por la sierra hacia
Arequipa en pos de ellos.”704

Iniciando diciembre, llegó a Guayaquil el CN. Spry, quien


era viejo amigo de Guise, y que había sido absuelto en juicio
por el motín de la corbeta General Santander.705 El 9 de ese
mes se produce la Batalla de Ayacucho, que cambia totalmente
la situación en Perú al prácticamente exterminar a las fuerzas
españolas en la Sierra. Como ya dijimos anteriormente, esta
derrota ocasiona la huida de la escuadra de Guruceta hacia
Filipinas, dejando a los españoles sin el necesario auxilio naval.
Para complicar más la situación realista, los buques chilenos al
mando del Vicealmirante Manuel Blanco Encalada llegaron a
aguas peruanas, para reforzar el bloqueo del Callao. A partir de
este punto, la escuadra colombiana tendrá en Perú dos tareas:
repatriar las tropas hacia Colombia y bloquear el Callao hasta
su rendición. Así juzgó el Libertador la situación, en carta al
general Santander, fechada en Lima a 6 de enero de 1825:

“Los españoles han perdido toda esperanza de hacer más nada en la


sierra; pero los del Callao tienen esperanza en Olañeta, y se han puesto
en comunicación con él por medio de la escuadra. Estas esperanzas
704a Carta al General Antonio José de Sucre. Cancay, 26 de noviembre de 1824. Bolívar,
Simón. Obras Completas Vol. II. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo
de 1799 a 8 de mayo de 1824, p. 49
705r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 60

432
pueden tener algún efecto; pero serán muy miserables, pues todo lo dis-
ponemos para no dejarle recurso ni a la fortuna ni a las armas de los
españoles, que ya poco deben contar con ventaja alguna en américa;
porque Ayacucho ha sido el juicio final.”706

4) Retorno de tropas a Colombia y bloqueo del Callao,


1825 - 1826
Por otra parte, los malos entendidos entre Guise y Bolívar,
llevaron a éste a despojar al almirante peruano del comando
único sobre la escuadra combinada y dárselo al Capitán de
Navío John Illingworth.707 El asunto al parecer tuvo su origen
en un impasse entre Guise y Paz del Castillo en Guayaquil.
Guise fue acusado de malversar un dinero destinado a la re-
paración de la fragata Protector y terminó siendo encarcelado y
enviado a Perú a lomo de mula. Guise sería liberado a finales
de 1826, pero ya la afrenta sería imborrable. Esta situación fue
una de las manchas a la campaña colombiana en Perú, y sería
la raíz de la posterior animadversión del almirante Guise hacia
Bolívar.708
Para el 11 de julio de 1825 tenemos noticias de que se está
por enviar al Istmo un tercer contingente de tropas colombia-
nas, consistente en más de mil hombres, provenientes del ba-
tallón “Araure”.709 También para diciembre se planeaba enviar
otro contingente710. En el mes de agosto encontramos abun-
dante correspondencia que muestra más movimientos de

706é Pérez Vila, Manuel (Compilador). Doctrina del Libertador, p. 218


707e Melo, Rosendo. Ob. Cit., pp. 175 – 176
708b Ibídem, p. 176 y Denegri Luna, Félix. Ob. Cit., pp. 455 – 456
709o Documento 10640. Oficio de Felipe Santiago Estenós, para el Prefecto de Arequipa.
Cuzco, 11 de julio de 1825, Documento 10644. Oficio de Felipe Santiago Estenós, para el
Ministro de la Guerra. Cuzco, 11 de julio de 1825, Documento 10640. Oficio de Felipe San-
tiago Estenós, para el Prefecto de Arequipa. Cuzco, 11 de julio de 1825. Disponibles en: www.
archivodellibertador.gob.ve
710o Documento 10851. Carta del Libertador al General de División Bartolomé Salom.
Tinta, 29 de julio de 1825. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve

433
tropas de regreso a Colombia711 y otra más hacia septiembre.712
A la luz de lo expresado en estas comunicaciones, podemos
estimar que para finales de 1825 la armada colombiana ha-
bía transportado de regreso a Colombia alrededor de 5.000
hombres, es decir, la mayor parte de las tropas que se habían
enviado en los dos años anteriores y que continuaban con
vida y en servicio. Considerando los medios disponibles, me-
nos de una docena de buques de mediano y pequeño porte,
no podemos menos que considerar una hazaña tal trabajo de
transporte; y todo ello sin relajar el bloqueo del Callao, del que
seguidamente nos ocuparemos.
El asedio de la Fortaleza del Real Felipe en el Callao co-
menzó desde su alzamiento el 5 de febrero de 1824, y terminó
con su rendición el 23 de enero de 1826, siendo entonces uno
de los bloqueos más largos de las Guerras de Independencia
de Hispanoamérica. Este largo asedio podríamos dividirlo en
varias etapas: la primera iría desde febrero de 1824 hasta el
Combate Naval del Callao, el 7 de octubre, y la posterior par-
tida de la escuadra de Guruceta; la segunda, iría desde ese mo-
mento hasta la Batalla de Ayacucho y la posterior capitulación
del general español José de Canterac, que incluía la entrega de
la fortaleza en cuestión; y la tercera, que se prolongaría hasta la
rendición del brigadier Rodil, siendo la fase definitiva.
A lo largo del sitio, los defensores dispararon un total de
9.533 balas de cañón, 454 bombas, 908 granadas y 34.713
tiros de fusil; mientras que del lado de las fuerzas sitiadoras

711o Documento 10986. Oficio de Felipe Santiago Estenós, para el comandante de los
buques de transporte. Copacabana, 13 de agosto de 1825; Documento 10994. Oficio de Felipe
Santiago Estenós, para el general Jacinto Lara. Copacabana, 14 de agosto de 1825; Docu-
mento 10997. Carta del Libertador para el General Bartolomé Salom. Copacabana, 14 de
agosto de 1825; y Documento 11009. Carta del Libertador para el general Francisco de Paula
Santander. La Paz, 19 de agosto de 1825. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
712o Documento 948. Carta del Libertador Simón Bolívar al Ministro de Guerra, General
Carlos Soublette. Oruro, 26 de septiembre de 1826. Disponible en: www.archivodellibertador.
gob.ve

434
al mando del general Bartolomé Salom fueron disparadas
20.327 balas de cañón, 317 bombas e innumerables tiros de
fusil. Suponemos que la mayor parte de estos disparos fueron
hechos en la tercera etapa, cuando pudo bloquearse la forta-
leza con todo rigor. Respecto a las fuerzas marítimas, pode-
mos decir que no se pudo practicar un bloqueo efectivo a la
fortaleza sino también hasta la tercera etapa, cuando se llegó
a reunir una escuadra combinada colombo-peruano-chilena,
bajo el mando del Vicealmirante Manuel Blanco Encalada.
En total, la escuadra aliada llegó a reunir a la corbeta Pichincha
y el bergantín Chimborazo por Colombia, la fragata Protector,
la corbeta Limeña, el bergantín Congreso y la goleta Macedonia
por Perú, y las fragatas O´Higgins e Independencia, además del
bergantín-goleta Moctezuma por Chile.
Tras el triunfo en Ayacucho, los independentistas pudieron
ocupar libremente la ciudad de Lima, provocando un éxodo
de realistas hacia la fortaleza, lo cual causó un crítico hacina-
miento. Se calcula que en el Real Felipe se acumularon 8.000
refugiados realistas. Aunque la capitulación de Ayacucho in-
cluía la entrega del Callao, el brigadier José Ramón Rodil se
negó rotundamente a rendir la fortaleza, esperanzado en que
llegaría una fuerza de auxilio desde España, lo cual nunca
ocurrió. Para hostigar efectivamente a Rodil, el general Salom
estableció su campamento muy cerca de la fortaleza, en
Bellavista, y procedió a cercarla completamente, bombardeán-
dola a diario tanto desde tierra como desde el mar. Sin em-
bargo, la sólida construcción y la poderosa artillería del Real
Felipe permitieron a Rodil resistir. Más efectivo resultó el blo-
queo a nivel logístico, pues pronto la falta de alimentos hizo
estragos sobre el gran número de refugiados. Se generó enton-
ces mercado negro de alimentos a precios elevadísimos, y más
tarde se traficaría carne de caballos, bueyes e incluso de ratas.

435
En junio de 1825 el almirante Blanco Encalada debió re-
gresar a Chile con sus buques, para proceder al bloqueo de
Chiloé, la última fortaleza española en territorio chileno, que
se rendiría apenas unos días antes que el Callao. Aun así, la
escuadra colombo-peruana, al mando del Capitán de Navío
John Illingworth, continuó su lenta pero segura asfixia de
la Fortaleza del Real Felipe, en combinación con el ejército
al mando de Salom. Para esa fecha, ya las enfermedades co-
menzaban a cobrarse las vidas de muchos defensores, y sólo el
fanatismo de Rodil impedía la caída de la plaza, pues ejecu-
taba sin miramientos a cualquier militar o civil que hablase de
capitulación.
Rodil comenzó a expulsar hacia las filas patriotas a los civi-
les sin dinero y toda clase de personas no aptas para la lucha,
a fin de ahorrar alimentos. Al inicio, los patriotas aceptaron a
estas personas, pero al darse cuenta de la estrategia de Rodil,
las dejaron abandonas en la tierra de nadie, en medio del
fuego cruzado entre la fortaleza y los sitiadores. Miles de re-
fugiados padecían escorbuto, disentería o desnutrición, lo cual
impactaba a la opinión pública en Lima. Incluso personajes
como el marqués Bernardo Torre Tagle, ex presidente del Perú
y converso en realista, perecieron dentro de los muros de la
fortaleza. De todos los refugiados civiles, sólo la cuarta parte
sobreviviría el asedio. Ya en enero de 1826 el coronel Ponce
de León desertó hacia las filas patriotas y entregó el Castillo
de San Rafael, parte integral de las fortificaciones del Callao.
Esto hizo casi imposible la defensa, puesto que Ponce de León
conocía muy bien como penetrar el sistema de fortificaciones y
las defensas montadas por Rodil.
Ante la falta de alimentos y municiones, y lo evidente de
que no llegaría ninguna fuerza de auxilio, Rodil inició nego-
ciaciones para la capitulación con Salom el 11 de enero. La
resistencia de Rodil mereció los elogios de Bolívar, quien
436
escribió a Salom “el heroísmo no es digno de castigo” y ordenó
que no se le fusilara. La capitulación permitió a Rodil llevarse
con él a España los últimos 400 soldados supervivientes de los
2.800 con los que había iniciado el sitio. El brigadier español
también llevó con él los estandartes de los regimientos “Real
Infante” y “Arequipa”, quedando los demás como trofeos para
el vencedor, incluyendo la principal bandera española presente
en la fortaleza, la cual fue enviada por Salom a Bolívar, y ac-
tualmente es exhibida en el Museo Bolivariano en Caracas.
Fue la última bandera española que ondeó en Sudamérica.
Como hemos podido observar, la campaña libertadora del
Perú de 1823 – 1826 tuvo gran parte de la acción en el mar.
En efecto, considerando las características geográficas de Perú,
habría sido imposible para el Libertador, para la República de
Colombia y para los propios patriotas peruanos, cumplir el ob-
jetivo de vencer a los realistas sin el dominio de la costa, de los
puertos y de las rutas marítimas. Sin este dominio del Pacífico,
no habrían podido enviarse con suficiente velocidad al Perú las
tropas, armas y provisiones necesarias, ni mucho menos esta-
blecer comunicaciones adecuadas entre el Ejército Auxiliar de
Colombia y el Gobierno colombiano en Guayaquil, Bogotá,
Panamá y otras capitales de la República.
Estas reflexiones a su vez nos permiten valorar el trabajo
realizado por la Escuadra Colombiana del Pacífico entre 1823
y 1826, el cual ha pasado desapercibido para la mayor parte
de la historiografía. Según la documentación, la escuadra
del Pacífico nunca contó más que con las corbetas Bomboná,
Pichincha y General Santander, el bergantín Chimborazo y la
goleta Guayaquileña, además de lidiar siempre con una gran
escasez de víveres, dinero, armas e incluso agua potable. Aun
así, esta minúscula escuadrilla pudo transportar en menos de
año y medio un aproximado de 10.000 hombres al Perú, y
luego repatriarlo; cubriendo enormes distancias entre puertos
437
tan distantes entre sí como el Callao y Panamá, en los extre-
mos de la línea de suministros.
Además de transportar tropas, la escuadrilla antes detallada,
fue capaz de escoltar convoyes de buques mercantes fletados,
cazar corsarios enemigos, superar motines e incluso librar una
batalla naval contra una fuerza enemiga muy superior sin per-
der una sola de sus unidades. La escuadra colombiana tam-
bién aportó a la independencia peruana al prestar su base de
Guayaquil para la reparación de varios buques peruanos, así
como reforzar a la escuadra peruana con sus propias unidades.
Mención aparte merece la actuación de la marina colom-
biana en el bloqueo del Callao entre 1825 y 1826. Ciertamente
la partida de la escuadra de Guruceta facilitó las cosas para el
Ejército Libertador Unido del Perú y para la escuadra aliada,
sellando luego la suerte del Callao y Chiloé la disolución de la
misma. Pero eso no debe empañar el hecho de que aún tras el
triunfo de Ayacucho la resistencia del Callao era un grave peli-
gro para la independencia peruana y para toda la causa emanci-
padora en Sudamérica. La permanencia de la bandera española
en el Real Felipe era un verdadero símbolo, alrededor del cual
podían unirse los muchos realistas que quedaban aún en el an-
tiguo virreinato. Además de eso, nunca podía descartarse la po-
sibilidad de que el Callao fuese auxiliado o al menos abastecido
por una fuerza española proveniente de la Península o de las
Filipinas. Ya el liderazgo colombiano había vivido con Puerto
Cabello el peligro de relajar el bloqueo a una fortaleza costera,
pues fue desde Puerto Cabello que Morales había podido lanzar
un contraataque y tomar Maracaibo a finales de 1822.
Evidentemente, el Callao no iba a ser rendido sólo por un
bloqueo terrestre, sino por la combinación de un cerco terres-
tre y marítimo, siendo incluso más importante el segundo.
Así, el lento pero efectivo bloqueo al cual fue sometido Rodil
por la escuadra de Illingworth, fue la clave de la victoria
438
colombo-peruana en el sitio, aunque la historiografía tradi-
cional preste más atención al ruido de los cañones que a la
progresiva degradación física que sufrieron los españoles en el
Callao, gracias al trabajo de la escuadra.
En resumen, la Escuadra Colombiana del Pacífico cumplió
un rol clave en la independencia peruana entre 1823 y 1826;
sin el cual habría sido imposible siquiera llevar a cabo la cam-
paña libertadora.

f ) La marina colombiana y las amenazas internas

Ciertamente, combatir amenazas de origen interno, tales


como rebeliones militares o civiles, insurgencia y/o guerrillas,
o secesiones, no es el objetivo principal de las fuerzas armadas
en un Estado moderno surgido a partir de una revolución li-
beral; como pretendía llegar a ser la República de Colombia.
En particular la fuerza naval parece más alejada aún de estos
propósitos que la fuerza terrestre, debido a que por sus carac-
terísticas singulares y esenciales, opera más hacia afuera de las
fronteras nacionales que hacia adentro. En efecto, la misión
principal de una fuerza naval es la defensa de las costas y es-
pacios marítimos, así como los grandes ríos navegables, lagos
y demás cuerpos de agua; la protección del comercio marítimo
nacional, y eventualmente la neutralización del comercio con-
trario y, por supuesto, de la marina de guerra enemiga.
Sin embargo, presentaremos a continuación cómo la
Armada de la República de Colombia ayudó a neutralizar
amenazas de origen interno. Previo a la liberación de Puerto
Cabello y la total expulsión de las fuerzas españolas del terri-
torio nacional, sería bastante inadecuado hablar de “amenazas
de origen interno” como algo separado a las fuerzas militares
enemigas, ya que el territorio nacional estaba en proceso de ser
439
liberado y consolidado bajo el nuevo régimen republicano. Es
a partir de la total expulsión del enemigo del territorio nacio-
nal que podemos entonces separar las amenazas a la existencia
de la nueva República en dos tipos: las externas y las internas.
Las amenazas externas vendrían a ser las restantes fuerzas
militares españolas que operaban en territorios vecinos o cer-
canos, tales como Perú, Puerto Rico o Cuba, además de las
de otros Estados potencialmente hostiles a la República de
Colombia, como por ejemplo Francia y demás miembros de
la Santa Alianza, o al final del período estudiado, el Perú. Por
su parte, las amenazas internas las definiríamos como aque-
llas originadas dentro del territorio de la República, sin co-
nexión o al menos con gran autonomía respecto a factores
externos. Tales amenazas fueron, a partir de 1824, una serie
de hechos que pusieron en juego la existencia de la unión co-
lombiana, a saber: 1) El movimiento separatista de La Cosiata,
en Venezuela; 2) Las guerrillas realistas que operaron en el
centro–norte de Venezuela; y 3) La rebelión del general José
María Córdoba en el sur de la Nueva Granada.
Todas estas amenazas tuvieron en común ser de carácter mi-
litar o armado, y haber sido un peligro para la existencia misma
del Estado. La Cosiata amenazó la existencia de Colombia al
tener como objetivo la separación de Venezuela y en conse-
cuencia la desmembración del país. Las guerrillas realistas tu-
vieron como objetivo el restablecimiento del régimen colonial,
lo que eliminaría a la República. Y finalmente, la rebelión del
general Córdoba coincidió con momentos de grave crisis del
país y la guerra contra el Perú, lo que pudo haber provocado
una pérdida territorial masiva para la República.
De estas tres grandes amenazas, La Cosiata y las guerrillas
realistas de Venezuela tuvieron una relación cercana y poco es-
tudiada con el mar. Fue justamente para combatir a estos dos
peligros, que la armada movilizó y empleó cierta cantidad de
440
fuerzas; siendo en consecuencia parte importante del triunfo
que la República de Colombia obtuvo sobre ambos.

1) Acciones frente a La Cosiata


El movimiento separatista de La Cosiata ha sido amplia-
mente abordado por la historiografía, y ya le dedicamos unas
páginas en este trabajo, por lo que no nos detendremos a ex-
plicar sus orígenes, sino a señalar los hechos violentos que se
suscitaron a raíz del mismo y la respuesta que dio al mismo el
Gobierno central a través de las fuerzas armadas, específica-
mente a través de la armada.
El estallido de La Cosiata se dio el 30 de abril de 1826,
al día siguiente de que el general José Antonio Páez entregó
la Comandancia de Armas del Departamento de Venezuela
al general Juan de Escalona, Intendente General del mismo
Departamento, por orden del Vicepresidente Santander. Páez
obedeció con gran malestar, ya que Escalona tenía menor je-
rarquía, y había generales de mayor graduación sin cargo.
En la noche del 29 comenzó la violencia y el desorden en
Valencia, y es que desde el 27 varios ciudadanos habían exi-
gido a la Municipalidad de Valencia que no se cumpliese la
orden. Pronto el desorden en Valencia se salió de control, de-
viniendo en una rebelión. Ante la inacción de las tropas del
coronel Francisco Carabaño, que no acataron las órdenes del
gobernador Francisco Peñalver de controlar la situación, el
tumulto llegó hasta la casa de Páez, alzó al general en hom-
bros y lo llevó hasta la Municipalidad, donde asumió el mando
nuevamente.
Seguidamente, y tras una muy bien argumentada justifica-
ción, la Municipalidad de Valencia instó a otras ciudades de
Venezuela a unirse al movimiento y apoyar al general Páez
en su reposición en el mando hasta que llegase el Libertador
Presidente y se reuniera la Gran Convención planteada para
441
el año de 1831, pero que sería anticipada. La Municipalidad
de Caracas, en un principio muy hostil a Páez, se unió a la
rebelión y dio de facto al general llanero todo el poder en el
Departamento. Fortalecido, Páez sancionó una proclama el 19
de mayo dando las garantías necesarias para la sana adminis-
tración del Gobierno y llamando a Bolívar como árbitro y me-
diador ante el Congreso y el Vicepresidente en Bogotá.
Como no podía ser de otra forma, el Gobierno en Bogotá de-
claró a Páez y sus partidarios como rebeldes armados. El hecho
de que Bolívar no considerase de la misma manera la situación
y enviase al general O´Leary a negociar con Páez, reforzó la po-
sición de los rebeldes, que no lo aceptaron. Al clamor por refor-
mar la constitución y adoptar el sistema federal se unieron varias
ciudades, entre ellas Puerto Cabello, el mayor puerto y base na-
val de Venezuela, sede del Segundo Departamento de Marina;
el 8 de agosto de 1826. Le siguieron Maracaibo y Cumaná, e
incluso Quito y Guayaquil en el lejano sur del país. El 5 de oc-
tubre una junta en Caracas adoptó el sistema federal y convocó
una reunión para el 1º de noviembre que elegiría a sus represen-
tantes para la venidera Convención Nacional. El 7 de noviem-
bre se reunió de nuevo dicha junta, y Páez dictó un decreto el
10 de diciembre para reunir los colegios electorales, y convocó
a un Congreso Constituyente que se reuniría en Valencia el 15
de enero de 1827. Llegada la situación a este punto, no podía
calificarse sino como una rebelión separatista, y si el Gobierno
central deseaba mantener la unidad del país, era imprescindible
tomar alguna medida de fuerza. Fue en ese momento en el cual
la crisis empieza a acercarse a una guerra civil.
La Municipalidad de Puerto Cabello, que se había decla-
rado por la federación, se alzó contra los avances de Páez;
siendo liderados los leales al Gobierno por el Capitán de
Navío Sebastián Boguier, quien probablemente tenía una re-
lación áspera con Páez desde sus diferencias en el bloqueo de
442
Puerto Cabello en 1822. Páez envió tropas a Puerto Cabello,
las cuales fueron repelidas por las de Boguier el 26 de noviem-
bre. Buena parte de las fuerzas que defendían la ciudad eran
marineros e infantes de marina, manifestándose así que Páez
no contaba con ningún liderazgo en la armada, y que dicha
institución no apoyaba su rebelión. Páez entonces escribió al
Libertador, pidiéndole que fuese árbitro y que serenara la tem-
pestad para evitar una guerra civil.713
Bolívar había salido de Lima el 4 de septiembre, entrando
al país por Guayaquil, donde fue recibido triunfalmente. El
16 de diciembre llegaba a Maracaibo, y el último día del año
1826 arribaba a Puerto Cabello, ciudad que se mantenía fiel a
la unión, gracias a la defensa de la armada. Un día antes de lle-
gar, el Libertador escribió a Santander a bordo del buque que
lo transportaba:

“Desde que recibí la noticia del movimiento de Puerto Cabello no he


titubeado ya en el partido que debía tomar […] “La Ceres” y el escua-
drón de granaderos deben de estar ya en el mar, y si no, repita Vd. la
orden para que vaya a Puerto Cabello, que yo haré otro tanto desde
Maracaibo.”714

Esta carta apenas es una muestra de la movilización militar


que el Libertador llevó consigo a Venezuela a finales de 1826.
Al revisar las Memorias del General O´Leary, la correspondencia
de varios de los líderes militares del país nos muestra grandes
movimientos de la escuadra, que parecen destinados a asegu-
rar los principales puertos de Venezuela contra los partidarios
de Páez. Bolívar llegaba en tono conciliador, pero de ninguna

713a Machado Guzmán, Gustavo. Historia Gráfica de la Guerra de Independencia de Venezuela,


pp. 284 – 285
714a Carta al General Francisco de Paula Santander. A bordo del Estimbot, 15 de diciembre
de 1826. Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. II, p. 509

443
manera solo, o desarmado. Por el contrario, varias unida-
des fueron transportadas por mar desde los departamentos
del Magdalena y Zulia hacia Puerto Cabello. Por otra parte,
Bolívar decretó el 1º de enero el nombramiento de Páez como
Jefe Superior de Venezuela, dotándolo con la autoridad civil
y militar.715 Fue esta combinación de disuasión mediante la
fuerza, y de diplomacia, la que permitió que Bolívar y Páez
se encontrasen pacíficamente en las afueras de Valencia el 4
de enero, y que seis días más tarde entrasen juntos a Caracas;
solucionando en apariencia la crisis.
Haciendo un análisis estratégico de la situación, nos damos
cuenta de la importancia que tuvo la resuelta defensa de Puerto
Cabello por parte del CN. Boguier y de la armada.
Puerto Cabello era el puerto más cercano a Valencia, el centro
de la rebelión de Páez. En caso de que el conflicto hubiese es-
calado, un ejército leal habría podido desembarcar en Puerto
Cabello, caer sobre Valencia y a continuación avanzar sobre
los llanos, posible zona de repliegue de Páez, para así aplas-
tar a los rebeldes; o sobre Caracas, para consolidar de ma-
nera simbólica la restitución del orden en el Departamento.
Enviar en una larga marcha a través de los Andes, los Llanos
o las provincias de Barquisimeto y Coro a una fuerza leal ha-
bría sido muy lento, además de riesgoso y caro; es decir, nada
práctico. Es posible entonces que tales cálculos pasasen por
la mente de Páez, y por eso buscase someter Puerto Cabello
por la fuerza, ganando así la mejor fortaleza y base naval de
Venezuela, y negándosela al Gobierno central. Al ganar el
control de Puerto Cabello, y quizá de otros puertos, Páez ale-
jaría o retardaría la reacción gubernamental, ganando tiempo
para consolidar su posición, e incluso establecer contacto con
otros países y legitimar ante ellos la secesión.

715a Machado Guzmán, Gustavo. Ob. Cit., p. 285

444
Relacionado con lo anterior, basta observar un mapa de la
República de Colombia para 1826, recordar que en el territo-
rio prácticamente no existían caminos de calidad y considerar
la lentitud de un viaje por tierra en comparación con un viaje
por mar con las tecnologías de aquella época, para concluir que
sin el apoyo de una escuadra para mover fuerzas rápidamente
de unas regiones a otras, no podía pensarse en mantener unida
a la República contra una rebelión como La Cosiata o simila-
res que se suscitasen.

2) Patrullaje marítimo y las últimas guerrillas realistas


La contundente derrota de los realistas en la Batalla de
Carabobo, no fue sin embargo el final de sus fuerzas en los
territorios de la actual Venezuela. A partir de agosto de 1821
emplearon Puerto Cabello como centro de coordinación de los
planes para la resistencia y contraataque, apoyados desde Cuba
y Puerto Rico, las últimas posiciones de España en el Caribe.
Justamente desde Puerto Cabello se lanzó la ofensiva que con-
dujo a la Batalla Naval del Lago de Maracaibo.716
La derrota en Maracaibo tampoco llevó a los realistas a asu-
mir el fin de su causa, conservando más bien esperanzas en
base a su escuadra estacionada en Cuba, la cual seguía prác-
ticamente intacta.717 Justamente, basados en la capacidad de
esa escuadra comandada por el almirante Laborde, los realistas
–tanto de Cuba como de Venezuela– planearon la reconquista
de Tierra Firme y llevaron a cabo acciones con tal fin entre
1826 y 1829. Parte crucial de estos planes era la organización
de guerrillas en el territorio del Departamento de Venezuela,
y sumar a dicho esfuerzo a todos aquellos sectores que por

716e Berrueta, Jorge y Arismendi, Álvaro. La fiel guerrilla del rey. El accionar guerrillero en la
Provincia de Caracas como factor determinante en los planes de reconquista española (1821 – 1831),
p. 19
717b Ibídem, pp. 32 - 33

445
diversas razones se sintieran descontentos con el régimen
republicano.718
Justamente, la aguda crisis política y económica en la cual
entró la República de Colombia a partir de 1826 brindó a los
realistas la oportunidad de intentar la reconquista.719 En primer
lugar, la Corona española había mantenido un cercano moni-
toreo de la situación dentro de la República, gracias al trabajo
de agentes infiltrados en el propio territorio, así como de par-
ticulares que seguían siendo fieles en secreto al Rey. A par-
tir de esta información suministrada, los españoles pudieron
mantener una firme política de no reconocimiento de la inde-
pendencia que ya había ganado Colombia, así como de aliento
y apoyo a cualquier resistencia armada que se formase dentro
de territorio colombiano contra el Gobierno republicano y a
favor de España.720 El eficaz espionaje español también enteró
a las autoridades de Cuba y Puerto Rico sobre los planes co-
lombianos para expulsar al imperio de ambas islas, por lo que
el fomento de la resistencia en territorio colombiano también
tuvo la función defensiva de impedir, o al menos retrasar el
ataque colombiano sobre las Antillas Españolas.721
En este contexto, José Domingo Díaz alentaba a la Corona
a enviar una expedición militar a Venezuela, o al menos a al-
gunos jefes para liderar a la resistencia realista. A finales de
1826 llegó a La Guaira el Teniente Coronel José Antonio
de Arizábalo y Orobio, quien había vivido en Venezuela desde
niño, había combatido en la guerra y había sido comandante
del Castillo de San Carlos en mayo de 1823, cuando forzó el
paso la escuadra del general Padilla. Arizábalo se había acogido
a la capitulación firmada por el general Morales en agosto de

718b Ibídem, p. 60
719b Ibídem, p. 61
720b Ibídem, p. 65
721b Ibídem, p. 66

446
1823 y juró no volver a empuñar las armas contra la República.
En enero de 1827 coincidió en Caracas con Bolívar, con quien
se entrevistó. El Libertador Presidente le ofreció el grado de
coronel y el mando de la artillería en Caracas, y Arizábalo pidió
seis meses para pensarlo, tras lo cual desapareció. En realidad
estaba reuniendo fuerzas y poniéndose en contacto con jefes
guerrilleros como Juan Centeno, Doroteo Herrera, Inocencio
Rodríguez y José Cisneros; negándose éste último a reconocer
su autoridad. Tras estas acciones, Arizábalo envió mensajes a
Puerto Rico, solicitando que el Capitán General, Miguel de
La Torre lo nombrase jefe militar de las fuerzas españolas en
Costa Firme y le enviase armas. Arizábalo recibió tal nombra-
miento el 27 de octubre de 1827, y más tarde se acercarían a la
costa buques cargados con armas para sus tropas.722 Arizábalo
pretendía conformar nuevas fuerzas guerrilleras, y luego unir-
las con las ya existentes para recomponer las fuerzas regulares
españolas en Venezuela.723
Con más de 1.500 hombres comenzaron las operaciones
de Arizábalo, que en ese primer momento fueron de poca im-
portancia. Luego de organizar sus fuerzas, colocó a Centeno,
Rodríguez y Herrera como sus comandantes. En la pobla-
ción de Lezama proclamó restaurada la autoridad del Rey de
España, e hizo bendecir la bandera española. Continuó sus ata-
ques y trató de acercarse al litoral de Barlovento, tomando el
pueblo de Río Chico. Sería en esta zona donde recibiría
el apoyo que traían los buques de la Real Armada Española.
Arizábalo no logró establecer contacto con la escuadra es-
pañola, quedó acorralado y su estrategia fracasó, lo que le
llevó a capitular ante el Teniente Coronel Lorenzo Bustillos
en las montañas de Tamanaco. Le acompañaban Centeno y

722a Machado Guzmán, Gustavo. Ob. Cit., pp. 286 – 287


723e Berrueta, Jorge y Arismendi, Álvaro. Ob. Cit., pp. 84 – 85

447
Herrera.724 Fue el fin de las guerrillas de Arizábalo, sólo que-
daría el más radical Cisneros en los Valles del Tuy, quien no
sería neutralizado hasta ya disuelta Colombia, más allá de
1830, gracias a las acciones del general José Antonio Páez.
Debemos ampliar ahora nuestra mirada para contextua-
lizar y valorar adecuadamente esta peligrosa situación que se
cernió sobre la República a finales de 1827 e inicios de 1828.
El 23 de diciembre de 1827 Laborde zarpó de Puerto Rico
con el navío Guerrero, la fragata Iberia y el bergantín Hércules,
poniendo rumbo a costas venezolanas. Buscaban al navío
Congreso Mexicano, ex Asia, que había desertado de la expedi-
ción del Capitán de Navío Roque Guruceta en 1825 y se había
entregado al Gobierno mexicano en Acapulco. Correctamente
informado, Laborde sabía que el Congreso Mexicano ya estaba
en aguas del Primer Departamento de Marina. En enero y fe-
brero de 1828 la escuadra de Laborde ya se deja ver patru-
llando entre Pampatar, el Cabo Codera, Río Chico, Cumaná y
La Guaira.
El 9 de enero Páez escribe a Bolívar avisando que Laborde
fue visto cerca del Cabo Codera:

“Los representantes [del Departamento de Venezuela para la


Gran Convención Nacional en Ocaña] tal vez no podrán ir a
Cartagena porque se han avistado frente a Cabo Codera dos fragatas y
un bergantín de guerra españoles, que tal vez serán parte de la escuadra
de Laborde, y tendrán que ir por tierra si aquellos no se retiran pronto.
No temo la invasión de los españoles; tengo ahora muy cerca de dos mil
hombres en persecución de Cisneros; este faccioso va destruido, y usaré
de esa fuerza y de cuanta más pueda reunir para defender con entu-
siasmo y con gloria el país más digno de su libertad.”725

724a Machado Guzmán, Ob. Cit., p. 287


725a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Valencia, 9 de enero
de 1828. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 119

448
El 28 de enero tres buques enviados por Laborde se presen-
taron frente a La Guaira, con oferta de canje de 50 marine-
ros colombianos que llevaban a bordo como prisioneros. Los
mismos procedían en su mayoría de la goleta corsario Zulme,
apresada anteriormente por los españoles. El intercambio se
ejecutó sin inconvenientes726 y para el 2 de febrero Laborde
salía de aguas venezolanas, tras cazar sin éxito al Congreso
Mexicano y sin haber abastecido a Arizábalo.
Lo primero que debemos destacar de estos hechos es su
ubicación en la línea del tiempo. Las guerrillas realistas in-
tensifican su actividad aprovechando la aguda crisis en la cual
entró la República a mediados de 1826. Esta crisis afectó de-
cisivamente a la armada a partir de 1827, y es el momento que
Laborde aprovechó para regresar a las costas colombianas; pues
además dicho jefe venía reforzando su escuadra desde 1825
debido a la amenaza de un ataque colombiano sobre Cuba y
Puerto Rico. El debilitamiento de la armada abrió paso para
una nueva y peligrosa amenaza que pudo haber causado mu-
cho daño a la República.
Si Arizábalo no encontró más zonas, aparte de Barlovento,
que pudiesen servirle como “ventanas al mar”, a través de las
cuales pudiese establecer contacto con Cuba y Puerto Rico, fue
gracias a la red de puertos, apostaderos y fortalezas bajo control
de la armada colombiana. De hecho, el litoral barloventeño era
una zona sin mucha presencia de la escuadra, y peligrosamente
cercana a Caracas. No es casual entonces que Arizábalo bus-
case justamente por esa zona su contacto con el mar. Por otra
parte, fue el declive de la armada colombiana el que le permi-
tió a Laborde regresar a aguas colombianas. Si Laborde no se
quedó más tiempo cazando al Congreso Mexicano o buscando

726E “Escuadra Española”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de marzo de 1828.


N° 335, pp. 3 - 4

449
abastecer a Arizábalo, fue porque sabía que la escuadra colom-
biana aún podía darle una desagradable respuesta.
Más que observar solamente esta situación de peligro en-
tre 1827 y 1828, debemos mirar que nada parecido ocurre
entre 1824 y 1826, cuando la armada colombiana estaba en
auge. Es evidente que no es casual lo que señalamos. Este
análisis nos conduce entonces a tomar conciencia del rol
cumplido por la armada para prevenir y sofocar amenazas de
origen interno en la República de Colombia.

g) Operaciones navales durante la guerra con Perú,


1828 – 1830

Entre 1828 y 1829, Perú y Colombia fueron a la guerra. Éste


fue el primer conflicto armado que estallaba entre Estados
surgidos del ex imperio español, y el segundo que se produ-
cía entre los nuevos países independientes de América, pues
entre 1825 y 1828 se había desarrollado la guerra entre las
Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio del Brasil.
La Guerra Colombo–Peruana de 1828 – 1829, o “Guerra
Gran Colombia–Perú”, como también se le ha llamado actual-
mente para diferenciarla del conflicto entre Colombia y Perú
de 1932 – 1933; significó un enorme desafío político, militar y
financiero para la República de Colombia.
En efecto, Colombia se hallaba en plena crisis política tras el
fracaso de la Convención de Ocaña, el inicio de la dictadura de
Bolívar y el intento de asesinato a su persona el 25 de septiem-
bre de 1828. Aunado a eso, la República estaba en quiebra, en
Venezuela el movimiento separatista volvía a cobrar auge, la
escuadra había sido prácticamente disuelta a finales de 1826, y
el ejército había sido reducido y desmovilizado en buena parte.

450
No es propósito de este trabajo profundizar en las causas de
la guerra colombo-peruana de 1828 – 1829; baste decir que la
invasión peruana a Bolivia en 1828 fue un antecedente directo
de la misma. Otras causas fueron los sentimientos anti boli-
varianos de los generales peruanos José de La Mar y Agustín
Gamarra, que llegaron a ser protagonistas de la contienda,
la expulsión del Perú del ministro colombiano Armero, y las
disputas limítrofes entre ambos países. El anti bolivarianismo
se había extendido en Perú desde la partida del Libertador en
1826, llevando al nuevo gobierno de ese país a tomar posturas
muy reservadas en el Congreso Anfictiónico de Panamá ese
mismo año, y luego a mostrar con claridad sus pretensiones
de reincorporar los territorios del Alto Perú –ahora Bolivia– y
Guayaquil, a los cuales podía aspirar bajo ciertas razones histó-
ricas. La invasión peruana a Bolivia, que culminó con los trata-
dos de Píquiza y la salida del poder del Mariscal Antonio José
de Sucre ofendieron en extremo a Bolívar727, lo que lo llevó a
publicar una proclama el 3 de julio que prácticamente era una
declaración de guerra:

“Simón Bolívar, Libertador,


Presidente de la República de Colombia, Etc., Etc., Etc.,

Ciudadanos y Soldados! La perf idia del Gobierno del Perú ha pa-


sado todos los límites y hollado todos los derechos de sus vecinos de
Bolivia y de Colombia. Después de mil ultrajes, sufridos con una pa-
ciencia heroica, nos hemos visto al f in obligados a repeler la injusticia
con la fuerza.
Las tropas peruanas se han introducido en el corazón de Bolivia, sin
previa declaración de guerra y sin causa para ella. Tan abominable
conducta nos dice lo que debemos esperar de un Gobierno que no conoce
ni las leyes de las Naciones, ni las de la gratitud, ni siquiera el

727e Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional


(Tomo IV), pp. 134 – 135

451
miramiento que se debe a pueblos amigos y hermanos. Referiros al ca-
tálogo de los crímenes del Gobierno del Perú, sería demasiado, y vuestro
sufrimiento no podría escucharlo sin un horrible grito de venganza;
pero yo no quiero excitar vuestra indignación ni avivar nuestras dolo-
rosas heridas. Os convido solamente a alarmaros contra esos miserables
que ya han violado el suelo de nuestra hija, y que intentan aun profa-
nar el seno de la madre los héroes.
Armaos colombianos del sur. Volad a las fronteras del Perú y esperad
allí la hora de la vindicta. Mi presencia entre vosotros será la señal del
combate.
Bogotá, a 3 de Julio de 1828.
Bolívar”728

Si bien el coronel O´Leary fue enviado en misión diplomá-


tica a Guayaquil para zarpar al Perú, encontró la ciudad en
alerta ante la presencia en Punta Malpelo de la corbeta pe-
ruana Libertad, la cual estaba efectuando bloqueo del puerto.
La Libertad cruzaba frente a la Isla del Muerto, deteniendo y
revisando por la fuerza a todos los mercantes que entraban o
salían del puerto.729

“Comandancia del Apostadero. Guayaquil agosto 1° de 1828. Al


señor General Jefe Superior del Sur Juan José Flores.

Señor General
Tengo el honor de informar a V.S. que hace algunos días la corbeta de
guerra del Perú nombrada la Libertad tiene establecido su crucero sobre
la isla del Muerto, y aunque no tengo noticia todavía de que haya en-
trado a las aguas del departamento, sin embargo cruza sobre ellas, in-
terceptando a cañonazos todos los buques que entran en este río, bien
sean nacionales o extranjeros, sometiéndolos a ser visitados y registra-
dos por los oficiales de dicha corbeta. Puede V.S. concebir cuanto influye
sobre el reposo y la prosperidad del departamento una amenaza de esta

728e Memorias del General O´Leary. Tomo XXVI, pp. 334 -335
729e Restrepo, José Manuel. Ob. Cit., p. 145

452
naturaleza, perjudicando hasta el último estreno el comercio nacional
con este bloqueo disimulado, que nada diría sino se hubiesen interrum-
pido las amigables relaciones entre el Perú y Colombia; pero que en el
día no puede mirarse sino por una hostilidad anticipada. Al poner en
conocimiento de V.S. esta novedad, espero se sirva darme las ordenes
que tenga por conveniente a fin de calmar los recelos que cause en este
comercio el mencionado buque.
Dios guarde a V.S. – Juan Illingrot.”730

Ya no había lugar para negociación… Este bloqueo no de-


clarado a Guayaquil era un grave atentado a la economía na-
cional, además de una violación a la soberanía de la República,
por lo que el conflicto se hacía inevitable.731
Como se había evidenciado en la Campaña Libertadora
del Perú de 1823 – 1826, no podía librarse una guerra a larga
distancia en la costa pacífica sudamericana sin contar con una
flota adecuada. El movimiento inicial peruano indicaba que el
enemigo daría sus primeros golpes por mar, y en ese sentido
Colombia estaba en grave desventaja. La escuadra colombiana
tenía la mayor parte de sus unidades en el Caribe, alertas ante
la amenaza de una invasión española. Esta situación, añadida
a la estrechez financiera que atravesaba el país, retrasaría dra-
máticamente el envío de una división naval al Pacífico que pu-
diese defender adecuadamente Guayaquil y otros puertos de la
República en esa costa. Por lo tanto, la Escuadra Colombiana
del Pacífico, totalmente inferior en número y poder de fuego a
la peruana, debió encarar sola el conflicto.732
De esa escuadra, conformada por la corbeta Pichincha, los
bergantines Chimborazo y Vicente, las goletas Alcance, Pichincha
730C “Combate Naval”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de octubre de 1828. N° 378,
p. 3
731a Vargas Molina, José Gabriel. Historia Resumida de la Armada del Ecuador, p. 77
732i Jiménez Rattia, Eladio. Guerra Gran Colombia – Perú, 1828 – 1829. Impacto de las cam-
pañas navales desarrolladas durante el conflicto, p. 130

453
y Guayaquileña, y algunos cañoneros para defender el puerto
de Guayaquil; sólo la Guayaquileña estaba en condiciones óp-
timas para el conflicto que se avecinaba.733 Recordemos que
la pasada campaña peruana había desgastado mucho a la
Escuadra del Pacífico.

1) Inicio de la guerra y el Combate de Punta Malpelo


El 13 de junio, cuando la crisis hacía inminente el estallido
del conflicto, el general Juan José Flores escribió al Libertador
manifestándole que era necesaria la presencia de una de las
grandes fragatas del país en el Pacífico; y que sin ella, se com-
plicarían mucho las acciones militares por venir. Siete días
después comenzó la guerra, y el 24 de junio dio inicio la dicta-
dura de Bolívar, lo cual profundizaría aún más la crisis interna
del país.
El 10 de agosto el general Juan José Flores ordenó al
Comandante del Apostadero de Guayaquil que armara las
fuerzas necesarias para desalojar a la Libertad de la zona.

“Al señor General Comandante del Apostadero de Guayaquil


Impuesto de la nota de VS. fecha 1º del presente, relativa al crucero
establecido en la embocadura de ese rio, por la corbeta del Estado del
Perú nombrada la Libertad, prevengo a VS. que sin pérdida de tiempo
se armen las fuerzas disponibles en ese Apostadero, y poniéndolas al
mando del señor Coronel Tomas O. Wright, dará la vela con las ins-
trucciones que VS. deba expedir a este Jefe, arregladas al tenor de las
que tengo dadas a VS. para éste e iguales casos en que pueden compro-
meterse las hostilidades. Aunque el objeto esencial de la comisión que se
encargue al Coronel Wright, sea el pedir al Comandante de la corbeta
Libertad una explicación sobre las miras con que ocupa la entrada de
ese puerto, mediando tantos motivos de recelo de parte del Gobierno de
Colombia, debe nuestra fuerza marítima estar preparada a defender a
todo trance el honor del pabellón y rechazar cualquiera agresión.

733a Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 71 – 72

454
Dios etc. – Cuartel General en Cuenca, a 10 de Agosto de 1828
J.J. Flores”734

La maniobra estratégica diseñada por el Capitán de Navío


John Illingworth y aprobada por Flores consistía en cap-
turar a la corbeta Libertad. Para ello era necesario atacarla
por sorpresa, empleando a la corbeta Pichincha y a la goleta
Guayaquileña. Una vez capturada la Libertad, sería incorporada
a la escuadra y con su apoyo podría enfrentarse al resto de la
flota peruana o proceder a la caza y captura de más unidades
enemigas por separado. Estos recursos, unidos a los ataques
que harían los mercantes con patente de corso, podrían nivelar
la situación a favor de la armada colombiana, negándoles a los
peruanos el uso de las rutas marítimas de invasión y abasteci-
miento hacia el sur de la República.735 Específicamente sobre
el corso, el 22 de agosto Flores escribió a Bolívar solicitán-
dole patentes de corso para ser expedidas en Guayaquil. En la
misma comunicación, Flores informó que como medida com-
plementaria, Illingworth estaba negociando con los chilenos
la compra de la fragata Independencia, para que se uniera a la
escuadra y hostigara la costa peruana, evitando el bloqueo de
Guayaquil que seguramente emprendería la escuadra peruana.
El 31 de agosto de 1828 se produjo el Combate de Punta
Malpelo, cerca de Guayaquil. En este enfrentamiento naval, se
decidiría buena parte del curso de la guerra. La Guayaquileña
y la Pichincha salieron al encuentro de la Libertad, de acuerdo
al plan de Illingworth. Sin embargo, la nave peruana re-
sistió el ataque, retirándose la Pichincha y dejando sola a la
Guayaquileña, que terminó con graves daños y por poco no fue
capturada. El historiador y oficial naval peruano Jorge Ortiz
Sotelo comenta que del lado peruano se registraron cinco
734e Memorias del General O´Leary. Tomo XXVI, pp. 362 – 363
735a Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 81

455
infantes de marina y tres marineros muertos, además del Alférez
de Fragata Pedro Williamson. Se contaron también 34 heridos
y/o quemados, entre ellos el propio comandante de la corbeta
Libertad, Capitán Carlos García del Póstigo. Respecto a las ba-
jas colombianas, Ortiz Sotelo dice que sumaron 24 muertos y
36 heridos, mientras que los daños en la Guayaquileña fueron
un ancla rota, estais, burdas y buena parte de la jarcia, bauprés
dañado, sebadera pasada a bala y otras averías.736
Por su parte, el almirante venezolano Eladio Jiménez Rattia
relata que las naves se avistaron en medio de una espesa ne-
blina. Ya al alcance de los cañones, comenzó el combate, pero
la Pichincha abandonó la escena, quedando la Guayaquileña
abarloada a la Libertad. La tripulación de la corbeta peruana
trató de abordar a la goleta colombiana, defendiéndose los
colombianos ferozmente con fuego cerrado de fusilería y lan-
zando objetos incendiarios a la nave enemiga, con lo que con-
siguieron repeler el ataque. La Guayaquileña logró zafarse de
la Libertad y regresar a su puerto base. La acción duró cerca
de una hora, y resultó herido el comandante de la Libertad,
tomando su lugar el Teniente Segundo Juan José Panizo. La
Guayaquileña cerró la acción con 24 muertos y 37 heridos,
mientras que la Libertad registró 15 muertos y 28 heridos.737
Más allá de lo dicho por estos dos respetables autores, conta-
mos con una narración de primera mano del combate:

“República de Colombia. Comandancia de Marina del Apostadero


de Guayaquil a 3 de septiembre de 1828. Al señor General Comandante
General del Sur Juan José Flores.
Señor General
Habiendo dado parte a V.S. en una nota fecha 1° pasado, del crucero
que tenía establecido sobre la isla del Muerto, la corbeta peruana nom-
brada la Libertad, y que registraba escrupulosamente a cuantos buques
736r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., pp. 77 – 78
737i Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 70

456
nacionales y extranjeros entrasen o saliesen de este puerto, tuvo V.S. a
bien disponer se pidiese una explicación al comandante de dicho bajel
peruano, sobre los motivos que le inducían a continuar en aquel punto,
observando una conducta amenazadora y hostil al comercio de la
República. En su consecuencia dio a la vela el capitán de navío Tomás
Carlos Wright en la goleta Guayaquileña, el día 27 del mes próximo
pasado acompañado de la corbeta Pichincha, y habiéndose avistado con
la dicha corbeta peruana sobre la boca de Tumbes el día 31 del mismo,
se acercó a tiro de cañón, con la intención de comunicar el objeto de su
comisión al comandante de la Libertad, cuando observando que el
buque peruano se preparaba a hacer fuego a la Guayaquileña, estrechó
la distancia a hablarle con la bocina, y habiéndole dado a entender que
la comisión que se le había encargado era la de averiguar las intenciones
con que dicha corbeta sostenía un bloqueo disimulado, visitando y regis-
trando a los buques de este comercio; la contestación fue una descarga de
la banda de estribor. Semejante atentado obligó al comandante Wright
a salir de los límites de sus instrucciones, en las cuales no se había pre-
visto, como del todo probable semejante acontecimiento. Los detalles del
combate que tuvo lugar constan del parte dado a esta comandancia por
el coronel Wright, de cuyo documento tengo la honra de acompañar a
V.S. una copia. La corbeta Pichincha que acompañó a la Guayaquileña
debía seguir después de concluida la comisión del coronel Wright el des-
tino que antes tuve el honor de indicar a V.S. no cooperó a la defensa del
pabellón, como debió luego que vio comprometida la Guayaquileña los
motivos que hayan ocasionado esta falta no pueden saberse con exacti-
tud sino por medio de la averiguación que he mandado formar sobre el
particular y de que daré cuenta a V.S.
Dios guarde a V.S. Juan Illingrot.”738

“República de Colombia. – Comandancia de la División Marítima.


Goleta de guerra Guayaquileña al ancla, al 12 de septiembre de 1828.
– Fondeada en frente de la Punta Centinela. – Al señor General
Comandante del Apostadero.
En cumplimiento de las últimas ordenes de V.S. del 28 del pasado
relativas a la salida de la goleta Guayaquileña y corbeta Pichincha, con

738C “Combate Naval”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de octubre de 1828. N° 378,
pp. 3 - 4

457
el objeto de pedir una explicación al comandante de la corbeta de guerra
peruana nombrada la Libertad, que se hallaba cruzando entre la costa
de Tumbes y la isla del Muerto, salí exactamente el 29 como se me pre-
vino, y en la madrugada de ayer avisté dicha corbeta, que se hallaba
fondeada frente a la punta de Mal Pelo; a más de 10 o 12 millas de
distancia, tuvo aquel baje tiempo sobrado para hacerse a la vela, como
lo verificó mucho antes que pudiéramos acercarnos: así que principió a
soplar una brisa, hice señal a la Pichincha para que pasase a mi voz, y
entonces ordené verbalmente a su comandante siguiera muy cerca mis
movimientos, para que unida la fuerza entrar luego en comunicación
con la corbeta. A las dos de la tarde viendo que la Pichincha no podía
reunírseme por su mal andar, determiné acercarme a ella solo con esta
goleta, bajo el supuesto de que la Pichincha fácilmente y en corto tiempo
podía tomar la posición que se le había señalado en caso de un choque.
Observando que la corbeta peruana estaba preparada para el com-
bate, y no teniendo otro medio más pronto para ponerme en inteligencia
con ella, que acercarme a la voz, lo verifiqué así, poniéndome por su
aleta de barlovento, a distancia de medio tiro de pistola como lo ejecuté;
y entonces le dirigí mi palabra exigiendo la causa porque se hallaba en
un bloqueo disimulado cruzando sobre la boca de este río; a lo que se me
contestó con frivolidades, y por último rompiendo el fuego que fue bien
contestado por nuestra parte, en cinco minutos estaban ya los dos bajeles
amarrados, pero cuidé siempre el verificar esta maniobra de dejarle el
lugar necesario para la mura de proa de barlovento a que atacase por
allí nuestra corbeta Pichincha; desgraciadamente cesó en parte el viento,
y ese bajel no llega hasta media hora después, en todo este tiempo sostuve
un fuego vivo de metralla y fusilería. A la segunda descarga, viéndome
en la posición citada, intenté abordarla, pero cuando di la voz al efecto,
observé un incendio por la proa, y poniendo mi primera atención en
apagarlo, lo logré en pocos minutos. Al fin cuando la Pichincha se me
acercó ordené a su comandante atacar inmediatamente por el lugar que
se le había prevenido; más no lo hizo así, y de consiguiente no entró en
acción, siendo esta la causa, en mi concepto, de no haber aprisionado la
corbeta peruana, de la que desde un principio su tripulación fue casi en
el todo destrozada por este buque, en términos que a fines del combate
se hallaba su cubierta abandonada desde el palo mayor hasta la popa,
sin tener siquiera un timonel, cuestión que habría sido aprovechada por

458
mí, si como dije antes, no me hubiera encontrado sin gente casi. En estas
circunstancias logró el buque peruano cortar las espías con que estába-
mos amarrados y nos separamos mutuamente y reparar nuestras ave-
rías, las que de mi parte constan de una ancla partida, estais, burdas y
casi toda la jarcia pendiente forzada, bauprés y cebadera pasados de
bala, y en fin otras mil averías que sería demasiado relatarlas. Aunque
la Pichincha no ha tomado su parte correspondiente en la acción, de
ningún modo puede acusarse a su comandante de deseos de evitarlo,
porque es un oficial de bastante valor, de lo cual tengo sobradas pruebas
antes de ahora: su buque acercándose a la Guayaquileña cuando estába-
mos en la acción, fue tomado por abante, más por casualidad que de
intento del que lo mandaba, y la única cosa de que es culpable este ofi-
cial, es la entera falta de disposición y de no haber obrado con
actividad.
Pasaré con un inmenso dolor de mi corazón a poner en el cumpli-
miento de V.S. las pérdidas personales que ha sufrido este bajel; 24
muertos y 36 heridos: entre los primeros se cuenta al valiente alférez de
navío Juan González, un cabo y 6 soldados de la guarnición, con 17
marineros; y entre los segundos el comandante de esta goleta teniente de
navío Claudio Johnston y el alférez de inf. José M. Urbina, 3 cabos, 9
soldados de la guarnición, con 22 marineros y el teniente de fragata
Juan Unsworth contuso. Aunque no he logrado vengar la atroz agre-
sión cometida por la corbeta, capturándola por la falta de nuestra cor-
beta Pichincha, sería una negligencia imperdonable en mí, sino
recomendara a V.S. muy particularmente, para el conocimiento del su-
premo gobierno, la heroica conducta de estos bravos oficiales, que tengo
el sentimiento de verlos heridos y contusos: la intrepidez del subteniente
Juan Vergara comandante de la guarnición de este bajel, es muy reco-
mendable, y últimamente los esfuerzos extraordinarios que han tenido
que hacerlos todos mis oficiales para sostener un combate tan desigual el
timbre de las armas colombianas con una tripulación tan modesta y en
un buque tan pequeño respecto al peruano, son dignos de no olvidarse.
La tropa ha cumplido con su deber y son acreedores a todo elogio; pues si
la tripulación hubiera sido tan veterana y entusiasta como ella, habría
sin duda caído la corbeta peruana en nuestras manos, pero ya que esto
por una desgracia no ha sucedido, puedo asegurarle a V.S. que la marina
del Perú ha recibido una lección escarmentadora de la del sur de

459
Colombia. Así que me vi separado de la acción, hice señales sucesiva-
mente a la Pichincha, para que pasase a la voz, para que se me acercase,
y últimamente para que siguiera mis movimientos, todos con la inten-
ción de que si se me acercaba, atacar con ella segunda vez, pues ni la
escena de mortandad, ni las muchas averías que sufrió este buque, po-
dían haberme contenido, si la Pichincha hubiera observado mis
señales.
Últimamente tuve a bien dirigirme a este puerto, haciendo antes la
señal correspondiente a la corbeta Pichincha para que me siguiese: como
dicho baje está ya a nuestra vista, sin aguardar a que se reúna en este
punto, procederé con la próxima creciente, hasta Guayaquil, por exi-
girlo así imperiosamente la humanidad, que se resiste de la permanen-
cia de tanto mal herido en esta goleta.
Me veo en el caso de no poner en el conocimiento del señor General
Jefe Superior del Sur este detalle, por no tener otro oficial disponible,
que el que tendrá la honra de poner en manos de V.S. este parte; de-
biendo V.S. estar persuadido, que si se rompieron las hostilidades antes
de poder abrir una conferencia con el comandante del bajel peruano,
ninguna culpa puede atribuírseme, porque el precipitado fuego empe-
zando por dicho buque, no dio lugar a otras razones que a las del cañón.
Soy de V.S. con perfecta consideración su muy atento y obediente
servidor, Tomás C. Wright.”739

La exposición de Wright es bastante completa, aunque ló-


gicamente también justificatoria. Sin embargo, no deja de ser
resaltante que aun contando con clara ventaja, la Libertad no
pudo capturar o liquidar a la Guayaquileña. Ciertamente el
Combate de Punta Malpelo fue una derrota estratégica para la
Escuadra Colombiana del Pacífico, ya que no pudo desalojar o
capturar a la corbeta peruana, quedando además debilitada por
la deserción de la Pichincha y los daños a la Guayaquileña. Pero
a pesar de eso, el combate tuvo un cierto sabor de victoria para
Colombia y de derrota para Perú. Sin embargo, la situación no

739d Ídem

460
era para alegrarse; la Escuadra Colombiana del Pacífico prác-
ticamente había quedado sin ninguna capacidad para defender
la costa, la Libertad no había sido neutralizada, y era previsible
que el resto de la escuadra peruana llegara a bloquear el puerto
de Guayaquil.
Estas noticias fueron pronto conocidas en la capital de la
República. El 7 de octubre el Libertador escribió al gene-
ral Páez trasmitiéndole las órdenes impartidas por el general
Montilla. En las mismas, se recomendaba la designación del
general Renato Beluche, como comandante de una expedición
naval al Pacífico.740
Más tarde, el 9 de octubre ocurrió el motín de la corbeta
Pichincha. La nave se encontraba en ruta a la isla de Taboga
(cerca del Istmo) transportando a un batallón, cuando su tri-
pulación –mayormente extranjera– se rebeló contra su coman-
dante y contra el gobierno de Bolívar, pronunciándose por “la
gloriosa lucha que emprende el Perú por la felicidad de una Nación,
ilustre, magnánima y guerrera cual es Colombia”. Los sublevados
decidieron entonces entregar la corbeta al gobierno peruano en
el puerto de Paita, al norte de ese país; a donde arribaron el 6
de noviembre.741 De esta manera, con la Guayaquileña dañada
y la Pichincha desertora, la Escuadra Colombiana del Sur había
prácticamente dejado de existir, lo que ponía en grave peligro
todo el litoral de la República sobre el Océano Pacífico, desde
el río Guayas hasta el Istmo.

2) El bloqueo de Guayaquil
Tras el Combate de Punta Malpelo y la deserción de la
Pichincha, llegó a Guayaquil finalmente la escuadra peruana,
comenzando el bloqueo del puerto. En ese momento comienza
lo que podríamos denominar una segunda fase de la guerra.
740i Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 79
741a Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 81 y Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 78

461
Desde el punto de vista del Gobierno y el alto mando militar
de Colombia, van a ser dos las prioridades: en tierra, enviar lo
antes posible un ejército adecuado para defender Guayaquil de
un desembarco y adelantarse a la previsible invasión que desde
la frontera sur lleven a cabo los peruanos. Para esta acción, el
Gobierno tropezará con inconvenientes tales como la escasez
de soldados y de dinero, y la rebelión del general José María
Córdoba. Todo esto ocasionará que el ejército despachado al
sur sea muy inferior en número al enviado por Perú, pero en
compensación estará formado por veteranos y dirigido por
quien que quizá era el mejor general que la República podía
enviar: el Mariscal Antonio José de Sucre. Por otra parte, la
acción principal a tomar en el mar va a ser la preparación de
una expedición naval que desde el Caribe navegue al Pacífico,
liquide a la escuadra peruana y libere Guayaquil del bloqueo.
Esta expedición demorará su zarpe durante más de un año,
debido también a las limitaciones financieras y a la casi diso-
lución y desmovilización a que había sido sometida la flota en
consecuencia de los decretos de finales de 1826.
La escuadra peruana, como ya indicamos, continuó sus mo-
vimientos. Una fragata, la ya mencionada corbeta Libertad y
una goleta desembarcaron al general La Mar y su ejército en
Piura, y luego continuaron a bloquear Guayaquil. La casi ab-
soluta indefensión colombiana por mar permitió que los bu-
ques peruanos bloquearan Guayaquil sin ser molestados, y
puso de manifiesto la necesidad de enviar parte de la flota del
Atlántico-Caribe en auxilio de dicho puerto.742
El mes de octubre de 1828 fue testigo de varios combates y
movimientos más en la costa pacífica colombiana. El día 6 el
general Flores le escribió a Bolívar informándole de las com-
plicaciones que el bloqueo de Guayaquil estaba causando en
742e Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional
(Tomo IV), p. 147

462
todo el departamento, urgiéndole el envío de refuerzos.743 El
7, Bolívar ordenó a Montilla y a Páez preparar una expedición
naval para el Pacífico, compuesta por una de las grandes fraga-
tas. La misma debía zarpar de Cartagena, prepararse en Puerto
Cabello y ser comandada por el general Renato Beluche.744
El 23, se produjo el desembarco en El Muerto (cerca de
Guayaquil), de un escuadrón de caballería colombiana enviado
desde Bolivia, burlando así el bloqueo peruano. El 28, el almi-
rante peruano Jorge Martín Guise desembarcó una pequeña
fuerza de infantería en Manta, la cual saqueó la localidad para
abastecer a la fragata Presidente, su buque insignia.745
El 20 de noviembre Bolívar le ordena a Páez que despa-
che una corbeta o bergantín junto con la fragata Colombia al
Pacífico, y que dicha fragata sea comandada por el Capitán de
Navío Walter Chitty.746 El 22 de noviembre la escuadra pe-
ruana, conformada por la fragata Presidente, la corbeta Libertad,
la goleta Peruviana y cinco lanchas cañoneras se presentó
frente a Guayaquil y demandó la rendición de la ciudad. Al
recibir una negativa, el almirante Guise inició el bombardeo.
El puerto de Guayaquil estaba defendido en su boca por
una cadena que cerraba el paso de extremo a extremo. Además,
la ciudad contaba con varias baterías, totalizando 9 cañones de
24 libras cada uno, mientras que las unidades navales restantes
se encontraban dentro de la dársena. Entre el 22 y el 24 de
noviembre se sucedieron varios duelos de artillería entre los
buques peruanos y las defensas de la ciudad, que han recibido
el nombre global de Combate de Las Cruces. Estos enfrenta-
mientos resultaron en tablas, y el bloqueo de Guayaquil con-
tinuaría hasta la capitulación de la ciudad, el 20 de enero de
743i Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., pp. 77 - 78
744b Ibídem, p. 79
745r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 81
746a Carta al General Mariano Montilla. Chía, 20 de noviembre de 1828. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. III, pp. 55 - 56

463
1829. La escuadra peruana permanecería en la ciudad hasta
el 10 de julio del mismo año, cuando se firmó el Armisticio
de Piura, consolidado posteriormente por el Tratado Gual-
Larreal del 22 de septiembre de 1829.747
Pasemos ahora a detallar la serie de escaramuzas que for-
man el Combate de Las Cruces. Ya desde el comienzo del blo-
queo, la superioridad peruana en el teatro marítimo de guerra
se había tornado casi absoluta, sin que los mercantes armados
en corso por el Gobierno colombiano pudiesen hacer nada.
Apegado entonces a la estrategia del general La Mar, consis-
tente en atraer al Perú a la ciudad de Guayaquil, el almirante
Guise decidió atenerse en principio a una cuidadosa política
de respeto a la propiedad privada en la ciudad y tratar de ga-
nar adeptos al Perú entre la población.748 Sin embargo, la em-
pecinada resistencia de las baterías y batallones de infantería,
conduciría a Guise a un bombardeo bastante destructivo que
terminaría enajenado a la población guayaquileña de cualquier
simpatía hacia el Perú. Desde la perspectiva peruana, el histo-
riador y oficial naval Jorge Ortiz Sotelo narra el Combate de
Las Cruces de la siguiente manera:

“[…] La Mar decidió llevar a cabo una operación combinada contra


Guayaquil, buscando apoyar a los partidarios peruanos y decidir así la
suerte de esta ciudad y con ello la guerra con la Gran Colombia. De ese
modo, y atendiendo el pedido hecho por el Vicealmirante, el Presidente
dispuso el envío de 70 soldados veteranos y 80 marineros para armar y
tripular embarcaciones para poder llevar a cabo un desembarco. Por su
parte, Guise artilló dos pequeñas goletas, la Esperanza con un cañón
giratorio de 12 libras y la otra era de la fragata y fue dotada con uno de
6 libras en colisa, a popa; asimismo, armó tres cañoneras, cada una con
un pedrero de 4 libras.”749

747i Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 85


748r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 82
749d Ídem

464
Nos presenta el plan peruano…

“La operación ofrecía numerosos riesgos, tanto por las propias defen-
sas del puerto como por las características del río Guayas. Los veinte pies
y medio que calaba la fragata Presidente hacían que su maniobrabili-
dad en el río se viese limitada por el caudal de éste. A ello se venía a
sumar el que la ausencia de tropa de desembarco en la cantidad necesa-
ria evitaba que se pudiera asegurar una sección de la ribera, obligando
a los buques a replegarse durante los periodos de vaciante para evitar la
acción de una artillería enemiga con total libertad de movimiento du-
rante esos momentos. Pese a todo, la posibilidad de incitar una rebelión
en tierra era altamente prometedora y fue por tal razón que la escuadra
levó sus anclas a las 4 de la tarde del día 21 de noviembre, enfilando
decididamente por la boca del río hacia Guayaquil.
El bajo de Chupador, el primer obstáculo que debían sortear, fue pa-
sado hacia las 6 de la tarde, y tres horas después los buques fondearon en
la boca de Zono, al este de Matorrillo, quince millas aguas abajo de su
objetivo principal. Con el fin de hacer un reconocimiento final del
puerto, esa misma noche fue despachada una lancha que retornó al
amanecer con cuatro embarcaciones pequeñas que había logrado captu-
rar. En una de ellas iban dos oficiales colombianos que se dirigían a
Naranjal, apellidados Robles y Brown.
A las 2 de la tarde del día 22 se presentaron las condiciones adecuadas
para surcar el río hasta Guayaquil. En tal sentido, los buques levaron sus
anclas y comenzaron a navegar aguas arriba. La formación iba prece-
dida por las cañoneras, que tenían la misión de arriar la cadena que ce-
rraba el puerto; detrás venían la Presidente y la Libertad, que debían
batirse con las defensas y buques enemigos; y cerraba la marcha la
Peruviana.339 Dos horas y media más tarde, la formación avistó las
primeras defensas colombianas, basadas alrededor de una línea de balsas
ancladas que sostenía una cadena que, cruzando el río, le cerraba el paso.
Dicha cadena “estaba sobre la costa de Santay en un banco, fija en varias
anclas, y sobre la costa de Guayaquil fija en un cabrestante, y sostenida
por el Castillo de Cruces, fuerte de 9 piezas de 24, reforzadas, y con la
construcción y defensas más hermosas posibles; y detrás de la cadena se
hallaban formando una línea de batalla la goleta Guayaquileña con diez
y seis piezas de a 9, una goleta con un cañón de a 18 giratorio, y cuatro

465
lanchas cañoneras con cañones de a 24; poco más atrás -a la altura del
astillero- sostenía esta línea el bergantín Adela con 16 piezas de a 12.””750

Y el choque de ambas fuerzas…

“Como ya se ha indicado, las lanchas cañoneras tenía la misión de


batir la cadena, por lo que al llegar a la altura de Cruces formaron en
línea, junto con la goleta Peruviana, abrazando todo el ancho del río,
mientras que la fragata cubría dicha formación, junto con la corbeta,
ubicada a “a medio tiro de cañón a retaguardia”. El combate fue ini-
ciado por algunos disparos de la Guayaquileña, donde izaba su insig-
nia el capitán de navío Tomás Wright, cuando la avanzada peruana
estaba a medio tiro de cañón, siendo seguida por el resto de la línea
colombiana mientras que por el lado peruano solo respondían las
cañoneras.
El fuego colombiano no logró su objetivo de detener el avance de las
cañoneras peruanas, que alcanzaron las balsas que sostenían la cadena
e iniciaron la maniobra para arriarla. Fue entonces que el castillo de
Cruces rompió sus fuegos sobre la fragata y las lanchas nacionales,
siendo contestado esporádicamente por la Presidente. Sin embargo, la
situación se tornó crítica para las lanchas, ya que estaban siendo diez-
madas por el fuego combinado de la batería terrestre y de las naves co-
lombianas. Fue en esas circunstancia que Guise decidió embestir la
cadena con su propio buque. Dando órdenes precisas, el Almirante aca-
lló los fuegos de la Presidente, largó toda la vela y preparó el ancla para
ser utilizada en forma inmediata, pues la corta distancia que separaba
a la línea enemiga de las cadenas iba a requerir detener a su fragata en
forma bastante brusca. Fue así que la Presidente enfiló directamente
contra la línea de balsas, y a pesar del intenso fuego que contra ella
hacían las baterías y buques enemigos logró cobrar suficiente velocidad
como para poder romper la cadena que éstas sostenían. Conforme lo
había planeado, largó el ancla de inmediato deteniendo la fragata a
medio tiro de fusil del castillo y a tocapenoles de la línea colombiana. La
artillería de la Presidente disparaba incesantemente “con bala y metra-
lla” por ambas bandas procurando acallar los fuegos contrarios, cosa que
finalmente logró pues las naves enemigas se vieron precisadas a cortar
750b Ibídem, pp. 82 - 83

466
sus amarras y buscar refugio bajo las defensas del puerto, al pie del
Cerro de la Pólvora, mientras que la dotación del castillo lo abandonó
a los cinco minutos de culminada esta osada maniobra.”751
Luego del triunfo inicial, la suerte se tornaría adversa para
las armas peruanas:

“Al amanecer del 23, Guise examinó los resultados del ataque del día
anterior y el estado de la defensa, comprendiendo que la situación toda-
vía era indecisa pues los colombianos aún estaban en condiciones de
ofrecer seria resistencia a sus fuerzas. El Adela se había quedado ade-
lantado y encostado cerca de la Ciudad Vieja, sostenido por las cuatro
piezas de la batería de la Aduana. Aprovechando que la marea impedía
a la fuerza peruana remontar el río, primero el Adela y luego “la bate-
ría de la Planchada y las lanchas cañoneras que con la marea de la
noche se aproximaron un poco a la escuadra enemiga principiaron a
cañonearla.”349 comenzaron a hostilizar a los buques peruanos. El
fuego fue respondido vivamente desde el fondeadero y sobre las 10 de la
mañana la fragata Presidente, con andanadas de bala rasa, logró “echar
a pique, deshaciéndole su casco” a la Adela y apagar los fuegos de la ba-
tería de la Aduana.”752

“Uno a uno los buques fueron bajando el río por delante del Astillero,
pero cuando le tocó el turno a la Presidente, pasada la medianoche, la
marea había bajado tanto que el buque tocó fondo y quedó varado a la
altura de la antigua fábrica de aguardiente. En medio del natural
desorden que se produjo en ese momento, el teniente segundo José
Giral Chacón, of icial de guardia, confundió las órdenes que le dio el
Vicealmirante para zafar la nave, empeorando más aún la situación.
Al poco rato solo quedaban doce pies de agua encima de la quilla, im-
posibilitando cualquier maniobra para una nave que calaba veinte
pies y medio. En estas condiciones habría de permanecer la Presidente
por espacio de casi diez horas, lapso en el cual ni la corbeta ni la goleta
pudieron acercarse desde su fondeadero en Cruces debido a la marea
en contra.

751b Ibídem, p. 84
752b Ibídem, pp. 85 - 86

467
La claridad de la noche hizo que la varadura de la fragata fuese per-
cibida por los defensores del Arsenal, quienes obrando juiciosamente
llevaron un cañón de 24 libras a la casa de la Aguardentería. En dicho
lugar la pieza fue montada en un terraplén semicircular, de forma tal
de poder ofender a la Presidente por una aleta, sin que esta pueda con-
testar los fuegos. Armados de paciencia, aguardaron al amanecer del
24 para abrir fuego contra la nave insignia peruana, y “a las seis de la
mañana esta batería dirigida por el Coronel Pareja, rompió su fuego
sobre la fragata y le causó varias averías. La Planchada también hizo
algunos tiros.” La fragata fue cañoneada impunemente durante va-
rias horas, sin poder defenderse ni ser auxiliada por los otros buques,
ya que la corriente impedía que estos remontasen el río desde su fon-
deadero en Cruces.
Pasadas las 10 de la mañana principió la creciente, cosa que fue apro-
vechada por buques peruanos para salir aguas arriba en socorro de la
nave almiranta, mientras que las cañoneras colombianas, “a las órdenes
del teniente de fragata Francisco Calderón, bajaron frente del muelle”
para molestar así a la nave de Guise. Una hora más tarde la marea
había repuntado y la fragata volvió a adquirir flotabilidad. A esa hora,
y a pesar del fuego recibido, se pudo verificar que no había averías de
importancia en la obra viva. Por su parte, la Libertad había logrado
colocarse en posición de atacar al cañón de la Aguardentería, permi-
tiendo así a la Presidente maniobrar, con la ayuda de remolques pasa-
dos de los otros buques, para zafar completamente de su comprometida
situación.
Decidido a acallar a la pieza que tanto había hostilizado a su nave,
Guise ordenó disparar en retirada contra el solitario cañón enemigo de
la Aguardentaría. Sus órdenes fueron fielmente cumplidas pues cuando
ya la fragata enfilaba hacia Cruces el referido cañón fue silenciado por
los tiros de la Presidente. Sin embargo, “uno de los últimos tiros de los
enemigos y cuando la Fragata navegaba para Cruces, una bala dando
en el Peruano pecho de nuestro bravo Vice-Almirante nos lo quitó de
entre nosotros.” En efecto, eran las 11 y media de la mañana cuando
este lamentable suceso tuvo lugar. Aparentemente, Guise no falleció de
inmediato pero expiró antes que el buque alcanzara su fondeadero. Pese

468
a ello, el combate continuó hasta cerca de las 2 de la tarde en que final-
mente las naves peruanas largaron el ancla frente a Cruces.”753

De esta manera, la combinación de las condiciones del te-


rreno, la férrea resistencia y habilidad táctica de los colombianos,
unidas a un error peruano, lograron contener –al menos mo-
mentáneamente– el ataque enemigo sobre la ciudad, perdiendo
los peruanos a su mayor jefe naval. Del lado colombiano, des-
tacan las actuaciones de los batallones de infantería “Caracas”,
“Girardot”, “Ayacucho” y “Cauca”, además del escuadrón de ca-
ballería “Dragones”, y las tres baterías de artillería. Tras la muerte
de Guise, el mando en la escuadra bloqueadora recayó sobre el
Teniente de Navío José Boterín, quien continuó ejerciendo el
bloqueo del puerto, pero desde fuera de la ría.754 Curiosamente,
hacia finales de noviembre, Bolívar cambia su estrategia y de-
cide no enviar los buques al Pacífico, optando por concentrar el
esfuerzo económico en las fuerzas de tierra.755
Volviendo al Combate de Las Cruces, obtenemos mayores
detalles gracias a lo comentado por José Manuel Restrepo y lo
publicado en la Gaceta de Colombia:

“Enorgullecido el vicealmirante Guise, que mandaba la escuadra pe-


ruana, el que había sido y era uno de los más acérrimos enemigos del
Libertador y constante promovedor de esta guerra, por la superioridad
marítima que tenía, aspiró a empresas mayores. Determina, pues, ata-
car a la ciudad de Guayaquil; el 22 de noviembre a las cuatro y media
de la tarde se presenta con una fragata, una corbeta, una goleta y tres
lanchas, sorprendiendo a los defensores de la ciudad. La batería de
Cruces, defendida solo por diez y seis artilleros, tiene que ceder a fuerzas
mucho mayores (noviembre 22); el enemigo pasa la cadena, incendia la
batería y rompe un fuego de metralla contra las casas y la población. El
753b Ibídem, pp. 88 - 89
754a Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 84
755a Carta al General José Antonio Páez. Chía, 23 de noviembre de 1828. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. III, p. 58

469
coronel Wright se había retirado batiéndose en La Guayaquileña junto
con algunas lanchas. Los enemigos anclaron a las siete y media de la
noche. Al siguiente día muy temprano la batería de La Planchada y las
cañoneras hicieron algún fuego a la escuadra peruana, mas con poco
efecto; aprovechándose ésta de la brisa y de la marea, sube a las cuatro y
media de la tarde al centro de la ciudad, y a medio tiro de pistola de la
ribera hace un fuego horroroso de metralla y palanquetas sobre las prin-
cipales casas, a las que causa muchos daños, fuego que duró sin interrup-
ción por cuatro horas hasta las once de la noche. El batallón Caracas,
que guarnecía la ciudad, y su bizarro comandante Gabriel Guevara
ocurrieron a todos los puntos, y defendieron las bocacalles que daban
sobre el río, con una firmeza y valor extraordinarios. El coronel
O´Leary, poniéndose a la cabeza de la artillería, colocó tan diestra-
mente cuatro violentos, que hizo muchos daños a la escuadra peruana.
Viendo el vicealmirante Guise que le era imposible realizar un
desembarco, y que el pueblo entero de Guayaquil estaba decidido a de-
fenderse, suceso contrario a lo que había esperado, determinó retirarse
en el curso de la noche; pero la fragata Presidente, que él mandaba, se
varó al frente de la Aguardientería (noviembre 24). Al amanecer los
valientes soldados de Caracas formaron un terraplén al frente monta-
ron un cañón de veinte y cuatro: esta batería, dirigida por el coronel
Pareja, causó muchos daños a La Presidente, que recibió también algu-
nos tiros de La Planchada, y nuestras lanchas cañoneras, dirigidas por
el teniente de fragata Francisco Calderón, la molestaron igualmente en
su retirada. Tuvieron que conducirla a remolque de los otros buques de
la escuadra, luego que pudo flotar auxiliada por el flujo o marea; tantos
fueron los daños que se le hicieran. El mayor sin duda fue la muerte del
vicealmirante Guise de una herida mortal que recibió en el combate de
aquella mañana por una bala de cañón […]
La escuadra enemiga se retiró bien escarmentada a su crucero cerca de
la isla del Muerto. Fue brillante en aquellos días de peligros el compor-
tamiento del prefecto Illingrot, de los coroneles Guerra, O´Leary,
Pareja, Luque, Wright, Letamendi, Villamil y Luzarraga, así como de
otros oficiales subalternos que sería largo mencionar.”756

756e Restrepo, José Manuel. Ob. Cit., pp. 148 - 149

470
A pesar de su discurso patriótico, Restrepo reconoce que
los peruanos lograron atraer a su causa varias poblaciones
colombianas:

“[…] la escuadra enemiga había conseguido por medio del traidor


José Bustamante y de otros oficiales igualmente infames de los fugitivos
de la tercera división, introducir en el departamento el espíritu de infi-
delidad a su patria. Las poblaciones del Morro, Santa Elena, Machala
y otras que están situadas en la ribera izquierda de la Ría desde la ca-
pital a la isla de Puna, se habían levantado contra el gobierno de
Colombia. Sus habitantes cometían asesinatos y otros excesos, auxilia-
dos con armas y municiones que les suministraba la escuadra peruana.
Siendo muy escasa la guarnición, el general Illingrot no se hallaba en
aptitud de enviar a largas distancias pequeños destacamentos que po-
dían ser cortados y destruidos, haciéndose así más crítica su situación.
Con estas ventajas que había obtenido el comandante de la escuadra
peruana don José Boterin, determina estrechar el bloqueo de Guayaquil
y aun atacar la ciudad segunda vez si no se le entrega (enero 13).
Intima por tanto la rendición, tratando de persuadir al jefe colombiano
la conveniencia y aun necesidad que tenía de capitular, para no exponer
a una ciudad casi abierta y de madera a un incendio y ruina indefecti-
bles. Estas observaciones eran en su mayor parte exactas, pues las tres
baterías que defendían a Guayaquil no podían resistir por muchas
horas los fuegos de la fragata Presidente y de los otros buques de guerra
peruanos. Sin embargo el general Illingrot contestó con denuedo la in-
timación, denegándose a la entrega que se le exigía.”757

La Gaceta de Colombia publicó el informe del Illingworth a


Flores, el cual decía:

“A las cinco menos cuarto de la tarde del 22 se apareció La Prueba


acompañada de La Libertad y tres o cuatro lanchas a distancia de una
media legua de la batería de Las Cruces. En el mismo momento rompió
ésta su fuego, tratando, pero inútilmente, de impedir la entrada a la
escuadra enemiga. Auxiliada de un viento hermoso y de la rapidez de

757b Ibídem, pp. 163

471
la corriente, forzaron la cadena. Pudo Wright salvar sus buques. Su
intrepidez no logró más; pero, como los Partos, se retiró batiéndose.
Caracas voló a llenar sus deberes; los llenó, y sin provecho. Después de
tres horas de fuego tuvieron que abandonar la batería.
A las cuatro y media del 25, el Almirante peruano Guise se presentó
con su escuadra al frente de esta ciudad, y empezó un fuego horroroso
sobre los ciudadanos pacíficos y las casas del pueblo, que duró hasta las
nueve de la noche. Nuestras tropas de mar y tierra y los ciudadanos
mismos se han portado con un valor digno de los días heroicos de la
patria de Bolívar. No son hombres los soldados de Caracas, son semi-
dioses; mas en nada excedieron estos valientes a los bravos artilleros. En
el momento se reunieron en las bocacalles que conducen al malecón por
las casas del Intendente y Comandante General, con sus piezas que eran
de a cuatro, en número de 25 con un oficial. Pegadas a tierra sostuvie-
ron La Libertad y una goleta un fuego espantoso. Los artilleros no die-
ron un paso atrás, y tuvieron tanto acierto en su puntería, que de cada
cinco tiros no erraron dos. Sufrieron mucho las casas en el fuego ene-
migo; pero no tuvimos un solo soldado nuestro herido. A las siete avanzó
la artillería con 25 hombres de Caracas porque La Libertad y sus bu-
ques compañeros sufrieron muchísimo.
Mientras esto sucedía en las calles que conducen al malecón, La
Prueba ancló frente a las casa de Carbo, arriba de la de las Garaicoas,
y no cesó su fuego ni un instante. Han sufrido muchísimo las casas de la
señora Urbina de Villamil, y casi todas las de aquellas cuadras. Las
lanchas y la Guayaquileña se retiraron batiéndose tras del cerro de
Santa Ana. Era preciso barrenar al nuevo bergantín, que durante el
combate y esta operación fue protegido por Caracas a pesar de la metra-
lla que le prodigaba el Almirante Guise. El General Sandes, con motivo
de un accidente que le acometió al principio del combate, se vio obligado
a retirarse. El Intendente sucedió en el mando militar, y se mostró digno
de mandar tropas tan valientes. Luque se puso a la cabeza de la infan-
tería, y se portó como siempre. En fin, todos los Jefes, oficiales y soldados
se acordaron de que peleaban por la buena causa, por la causa de
Colombia y de su Libertador. Entre los oficiales son muy dignos de re-
comendación los Urbinas. Wright es siempre Wrigth, y Calderón exce-
lente representante del entusiasmo de su familia, Villamil lo mismo.

472
A las once de la noche, Guise mandó una lancha a tierra para tomar
una canoa cargada con el equipaje de Armero y su familia que se ha-
llaba frente a la Intendencia. Acudió un piquete de Caracas con una
pieza de artillería a recibirla. Se permitió que la lancha se acercase a
medio tiro de pistola, y entonces se hizo fuego y cayeron las vicuñas como
pájaros; soltaron los remos, soltaron sus fusiles y soltaron sus vidas; pues
muy pocos volvieron a contar a Guise que había colombianos armados
en la orilla del río.
Desde las diez, por orden del Intendente se emprendió la construcción
de una batería enfrente de la aguardentería, y al rayar el día pudimos
montar un cañón de veinticuatro. La Prueba amaneció varada, pero
por desgracia las lanchas no podían ir a atacarla. Sin embargo el cañón
que se montó en la noche le hizo un daño considerable. ¡Que hermosura
ver las balas entrar por su costado! A las diez y media cuando empezó a
bajar la marea, Guise logró salvar el bajo, y en este momento entraron
en combate nuestras lanchas y tuvieron su parte en el escarmiento de La
Prueba. Esta ha pasado ya las Cruces y todavía no ha anclado.
Todos los buques enemigos han sufrido un daño considerable. Nosotros
hemos visto las averías que han recibido; pero como no tengo conoci-
miento en estas materias me excusaré el clasificarlas.
Los enemigos se hallan ahora más abajo de Cruces. Todo va bien,
vamos a construir otras baterías que nos pongan al abrigo de toda in-
vasión en lo sucesivo.
Me congratulo con U., mi querido amigo, me congratulo con el
Libertador y con Colombia. Los gloriosos combates del 23 y 24 han
redimido el honor nacional: lo admirable es algún perjuicio; una que
otra mujer, uno que otro niño han muerto para gloria de los peruanos.
Por mi parte si yo merezco bien del cielo, invoco de rodillas a los colom-
bianos y al cielo contra el Perú. Bien infame y bien indigno sería ese
colombiano que, indiferente al honor y a la gloria de su patria, piense
siquiera en tranzar con el Perú hasta ver satisfechos los agravios
nacionales.
Guayaquil es ahora el pueblo más entusiasta de Colombia: el ataque
brusco de los peruanos lo ha llenado de la más justa indignación.
(De la Gaceta de Colombia, número 160)”758

758e Memorias del General O´Leary. Tomo XXVI, pp. 525 – 527

473
Más allá de estas palabras triunfalistas, la victoria táctica co-
lombiana en el Combate de Las Cruces solamente había re-
trasado el avance peruano; así que para diciembre de 1828 la
situación de Guayaquil era crítica. En este contexto el 13 de
diciembre el Libertador recomendó al Dr. Castillo Rada –her-
mano del Capitán de Navío Rafael del Castillo Rada, y hom-
bre entendido en asuntos navales– que se nombrase al general
Beluche comandante de la expedición al Pacífico, y al CN. Chitty
como comandante de uno de los buques.759 Evidentemente,
Bolívar desde Bogotá recibía con varios días de retraso las no-
ticias sobre la guerra. Al día siguiente el Capitán de Fragata
Felipe Baptista fue enviado a San Eustaquio en busca de arma-
mento para equipar los buques destinados al Pacífico760, y el 15
Bolívar ordenó a Páez continuar –sin importar los costos– con la
preparación de la expedición al Pacífico, reiterando que Chitty
comandase la Colombia y que Beluche estuviese a cargo de toda
la expedición.761 El 30, Urdaneta escribió a Bolívar informando
que Montilla proponía enviar a la fragata Cundinamarca al
Pacífico en refuerzo de la Colombia, para así ser más útil y evitar
su pérdida en puerto. Montilla además proponía enviar a Joly a
Estados Unidos para reclutar tripulantes, quien después coman-
daría a dicha fragata.762
Ya en 1829, el 22 de enero Bolívar ordenó a Páez –nueva-
mente– enviar al Pacífico al menos una de las dos grandes fra-
gatas, acompañadas por una corbeta o un bergantín.763 El 1º de

759o Documento 1881. Carta del Libertador Simón Bolívar al Señor Doctor José María del
Castillo Rada, fechada en Bojaca, 13 de diciembre de 1828. Disponible en: www.archivodelli-
bertador.gob.ve
760a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 66
761a Carta al General José Antonio Páez. Bojacá, 15 de diciembre de 1828.
762a Carta del general Rafael Urdaneta al Libertador Simón Bolívar. Bogotá, 30 de
diciembre de 1828. Memorias del General O´Leary. Tomo VI, p. 48
763a Carta al General José Antonio Páez. Paniquitá, 22 de enero de 1829. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. III, p. 119

474
febrero el general Renato Beluche fue nombrado Comandante
de la Expedición al Pacífico764, el 11 una tropa de caballería
colombiana al mando del coronel Brown, que había salido de
Arica procedente de Bolivia, pudo desembarcar en Manta,
burlando así el bloqueo peruano,765 y el 15 Urdaneta avisó a
Bolívar que los preparativos para el zarpe de la expedición iban
bastante adelantados. Por su parte, el 27 de febrero el Mariscal
Antonio José de Sucre derrotó al general José de la Mar en la
Batalla del Portete de Tarqui, deteniendo en seco la invasión
peruana al sur de la República. Sin embargo, varios días antes
Guayaquil había sido evacuada por el ejército colombiano y
ocupada por los peruanos.
Para mediados de enero, la flota atacante había sido refor-
zada con el bergantín Congreso, y las corbetas Pichincha (la
que había desertado de Colombia a Perú) y Arequipeña. Tras
la muerte del almirante Guise, el mando pasó al Capitán
de Navío Carlos García del Póstigo, quien fue relevado del
mismo por el Capitán de Navío Hipólito Bouchard, el cual
llegó a bordo de la fragata Monteagudo el 19 de ese mes. Poco
antes, Illingworth se había visto obligado a evacuar Guayaquil
debido al avance de una columna peruana por tierra, al mando
del coronel José Bustamante. Oficialmente la capitulación de
Guayaquil fue firmada el 20 de enero de 1829.766
Illingworth no podía anticipar el venidero triunfo de Sucre
en Tarqui, así que procedió de la mejor manera que pudo: sacó
de la ciudad una imprenta, todos los pertrechos militares, la
artillería de campaña, pertenencias del gobierno y todo lo que
pudiese serle útil a los peruanos. Marchó luego a la villa de
Daule, estableciendo su nuevo cuartel general, desde donde
764i Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 96
765D “División Colombiana auxilia a Bolivia”. Gaceta de Colombia. Bogotá, 22 de febrero de
1829. N° 401, p. 3
766r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., pp. 89 – 90 y “Capitulación de Guayaquil”. Gaceta de
Colombia. Bogotá, 5 de abril de 1829. N° 407, p. 2

475
pudo mantener control sobre parte del Departamento. De
forma brillante se había evitado el desastre de que Guayaquil
fuese asaltada por el enemigo y se perdiese todo.767 Finalmente,
el 28 de febrero se firmó el Tratado Preliminar de Paz entre
Colombia y Perú, también llamado Convenio de Girón.768
En dicho pacto, Perú aceptaba retirar sus tropas del territo-
rio colombiano ocupado, entregar la ciudad de Guayaquil a
Colombia, y devolver la corbeta Pichincha.
El Convenio de Girón fue firmado por Perú debido a la
derrota de Tarqui ante el ejército colombiano. Sin embargo,
este acuerdo no llegó a ratificarse, ni menos aún a llevarse a
la práctica por Perú. El tratado había sido aceptado por La
Mar ante la derrota, pero el contenido del mismo fue recha-
zado por otros jefes. El historiador peruano Jorge Ortiz Sotelo
nos cuenta que el CN. Bouchard y la escuadra que ocupaba
Guayaquil fueron los primeros en oponerse, declarando que no
evacuarían Guayaquil hasta que el congreso peruano ratificara
el tratado. Por su parte, La Mar empezó a retirar muy lenta-
mente sus tropas hacia el sur y desde Panamá zarparon varios
buques corsarios al servicio de Colombia que se aventuraron
sobre las costas peruanas. Contra ellos fueron enviados la fra-
gata Monteagudo, la corbeta Arequipeña, el bergantín Congreso
y la balandra Arequipa. El Congreso y la Arequipeña entraron al
puerto de Panamá, y recuperaron un mercante que había sido
capturado por un corsario colombiano. Más tarde La Mar,
ante la presión de la opinión pública, se vio obligado a con-
tinuar la campaña, enviando al general Neocochea a reforzar

767e Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional


(Tomo IV). p. 164
768r Tratado de Paz Preliminar entre Colombia y Perú. López Domínguez, Luis Horacio
(Compilador). “Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Conve-
nios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible
en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_
La_Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)

476
Guayaquil, donde el 1º de mayo combatió contra las fuerzas
del general Juan José Flores. Para junio, cuando el Libertador
llegó a la zona para dirigir la campaña contra Perú, la situa-
ción había dado un giro, pues el presidente La Mar había sido
derrocado.769
Tradicionalmente la historiografía ha atribuido esta actitud
peruana al “carácter pérfido de los líderes peruanos, que mal
pagaban a Colombia por darle libertad a Perú”. Esta postura
omite, sin embargo, que la victoria de Sucre en Tarqui no ha-
bía sido concluyente. Si bien el Mariscal Sucre había derro-
tado claramente a las tropas del general La Mar, alcanzando
una brillante victoria táctica; también es cierto que a nivel es-
tratégico no se había dado un golpe tan decisivo a los perua-
nos. En efecto, La Mar conservaba aún una parte sustancial
de su ejército, y podía esperar más refuerzos al mando del ge-
neral Gamarra o desde el centro del Perú. Por otra parte, la
escuadra peruana había logrado capturar el importante puerto
de Guayaquil, y había dejado fuera del tablero a la Escuadra
Colombiana del Pacífico, aunque sufriendo un desgaste relati-
vamente alto para lograr ambos objetivos. El no cumplimiento
del Convenio de Girón por parte del Gobierno peruano de-
muestra que la Batalla del Portete de Tarqui no fue tan con-
cluyente como la historiografía tradicional nos dice. Colombia
no iba a poder liquidar victoriosamente la guerra con Perú
hasta que no recobrara el control de su litoral sobre el Pacífico,
y ello no era posible sin el envío de una respetable fuerza naval
a la zona.

3) La conclusión de la guerra y la expedición al Pacíf ico


Narrados hasta ahora los hechos ocurridos hasta poco des-
pués de la firma del Convenio de Girón, nos ocuparemos de

769r Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., pp. 90 – 91

477
abordar el largo y esforzado proceso que tuvo que afrontar la
armada colombiana para enviar a la fragata Colombia y a
la corbeta Urica al Océano Pacífico. La Colombia había zar-
pado de Cartagena el 13 de diciembre de 1828, pero dos días
después debió regresar para reparaciones debido a daños sufri-
dos por un temporal. Zarpó de nuevo el 4 de febrero de 1829,
arribando a Puerto Cabello el 1º de marzo. La Urica le siguió
poco después. A fin de dotar a ambas naves con tripulación y
materiales adecuados, el general Beluche envió a los capitanes
de fragata John Clark y Joseph Swain a Baltimore y Nueva
York respectivamente, para enrolar marineros. También fue
enviada la goleta Independencia a San Thomas a buscar vela-
men para la Urica.770
El 7 y 14 de febrero Soublette despachó cartas al Libertador
en las que describía lo lento y tortuoso que estaba resultando
preparar la expedición.771 Las comunicaciones con el gene-
ral Páez eran lentas también: éste último no recibía todavía
a finales de marzo dos cartas escritas en enero, cuando escri-
bió a Bolívar que los buques no zarparían en abril porque los
tripulantes declaraban que el Cabo de Hornos no podía pa-
sarse hasta octubre. En dichas cartas Páez le decía también al
Libertador que dudaba de la pronta salida de la expedición,
que había instruido a Beluche de parar solo en Río de Janeiro
y de tener precaución ante la posible emboscada de la escuadra
peruana en Chiloé. Soublette también escribió, explicando a
Bolívar que los retrasos se debían a que casi todo debía ser
traído de Estados Unidos, a las varias órdenes y contraórdenes
recibidas, y a la complejidad del carenado de la Urica, conclu-
yendo que no podía contarse con los barcos hasta finales del
770e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 248
771a Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 7 de febrero
de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 81 y Carta del general Carlos Soublette
al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 14 de febrero de 1829. Memorias del General O´Leary.
Tomo VIII, p. 83

478
año.772 Además de esto, tampoco se podía zarpar debido a la aún
presente amenaza de invasión española, y a la ausencia de pago
de medio millón de dólares, lo cual había provocado un fuerte
deterioro en las fragatas Colombia y Cundinamarca el tiempo
que estuvieron ancladas en Cartagena. La corbeta Urica, por su
parte, había sufrido en fuerte desgaste en sus constantes viajes
desde y hacia el Istmo transportando tropas.773
El 4 de abril fueron enviados el CF. Felipe Baptista y el
CF. Thomas Brown, a bordo de la goleta Independencia, a San
Eustaquio, San Bartolomé y San Thomas, en busca de tripu-
lantes y velamen, como ya se explicó. Entre tanto el 12 del
mismo mes se embarcaron en Piura 1.800 infantes peruanos
al mando del general Neocochea para reforzar la ocupación
de Guayaquil, y el 16 el general La Mar partió también hacia
dicha ciudad. Más tarde, el 18 de mayo se daría un nuevo revés
para la escuadra peruana: la explosión de la fragata Presidente
en el puerto de Guayaquil. Este curioso hecho fue reseñado así
por José Manuel Restrepo:

“el incendio repentino y destrucción de la fragata Presidente en la ría


y a menos de una milla distante de Guayaquil. Una vela encendida que
un mozo dejó caer sobre un poco de aguardiente el 18 de mayo fue causa
del fuego, que se descubrió ya muy avanzado. La tripulación abandonó
el buque y este ardió desde la una hasta las cuatro de la tarde, a cuya
hora, prendiéndose el almacén de pólvora hizo la explosión, y abrién-
dose el caso, se hundió. Los habitantes de la ciudad huyeron despavori
dos a los campos, temiendo que esta se arruinara; pero felizmente la
explosión fue menos de lo que se esperaba y se redujo a la destrucción de

772a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Valencia, 7 de
marzo de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 193. Carta del General José
Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 21 de marzo de 1829. Memorias del
General O´Leary. Tomo II, pp. 196 – 197. Carta del general Carlos Soublette al Libertador
Simón Bolívar. Caracas, 28 de marzo de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 84
773e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 247

479
la fragata con todos los aprestos navales que en ella existían, pues nada
se pudo salvar.”774

“[…] el incendio de la fragata Presidente. Era ésta una pérdida irre-


parable para el gobierno del Perú, sobre todo en aquellas circunstancias.
En virtud de las activas providencias del gobierno de la República,
navegaban ya hacia el Pacífico la hermosa fragata Colombia y la cor-
beta Urica. Debían seguir la misma ruta la fragata Cundinamarca y
otra corbeta. No había duda alguna de que con estos cuatro buques y
aun con los dos primeros tendríamos en el Pacífico una superioridad
decidida, si duraba la guerra contra el Perú.”775
Por su parte, el almirante e historiador venezolano Eladio
Jiménez Rattia da más luz sobre el curioso suceso:

“En esta fecha [18 de mayo de 1829] explota la fragata Presidente,


la cual es incendiada mientras se encontraba anclada frente a
Guayaquil, el incendio la consume y la hacer volar cuando alcanza la
Santa Bárbara, todavía, hoy en día, queda la duda para la historia
de cómo se desencadenaron los hechos y quién los originó, si fue un
accidente o fue intencional, sin embargo, en un consejo de guerra cele-
brado en aquel entonces se dedujo responsabilidad del Capitán de
Navío José Bouchard y su segundo comandante el oficial Prunier,
quienes fueron sentenciados.
Con respecto a este hecho, recordemos que en comunicaciones previas
del General Flores con el Libertador, reiteradamente se hace mención de
la existencia de oficiales afectos a Bolívar, más aún, específicamente
Flores le escribe a Bouchard, comandante de la Presidente, cosa que hace
inspirado en la información que le da Bolívar sobre la amistad que les
une, por estos motivos le hace una proposición por éste denegada en un
principio, otro comentario que sale a relucir previamente en las cartas
es la predisposición positiva de Prunier hacia el Libertador, ocupando
éste el cargo de segundo comandante de la misma unidad.
En observancia a lo antes expuesto y dado el resultado que dejó la
investigación de aquel entonces, se puede decir que muy probablemente
774e Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional
(Tomo IV), p. 183
775b Ibídem, p. 185

480
estos dos oficiales efectivamente tengan responsabilidad en los hechos,
como más adelante se deja entrever en otra carta de Flores a Bolívar del
24 de mayo de 1829 donde lo felicita por la explosión de la Presidente
(antes Prueba), lo que aparenta una intervención directa o interme-
diación del Libertador en lo ocurrido.”776

Más allá de las responsabilidades sobre el incendio y pér-


dida de la fragata Presidente, el punto es que dicho incidente
debilitó de forma clave a la escuadra peruana, abriendo así una
oportunidad para la proyectada expedición naval colombiana al
Pacífico. Regresando a ese punto, tenemos que el 27 de mayo
el CF. Felipe Baptista fue enviado nuevamente a las Antillas
en busca de marineros para los buques destinados al Pacífico.
Por su parte, la misión de Clark y Swain en Estados Unidos
no había sido muy exitosa. Clark escribió desde Baltimore, re-
portando que había encontrado la ciudad muy agitada debido
a que el Gobierno norteamericano estaba haciendo cumplir
las leyes que prohibían el alistamiento de marineros al servi-
cio de armadas extranjeras: “Muchos corsarios han sido equipados
aquí, así que las nuevas leyes que prohíben el alistamiento de tri-
pulantes están siendo cumplidas rigurosamente. Esto requerirá la
más grande astucia de mi parte para obtener algunos marineros en
este puerto. Enviaré desde Filadelfia y Nueva York aquellos que el
Capitán Swain haya alistado, pero será imposible obtener tantos
como usted quiere. Desde Nueva York zarparé inmediatamente a
San Thomas con el balance de mis reservas. He sabido que allá seré
capaz de cumplir mi misión.”777
El 1º de junio Bolívar vuelve a escribir a Páez solicitando el
pronto envío de las fragatas al Pacífico, y el 8 se dirige a Urdaneta

776i Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 112 – 113


777e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 248

481
con la misma insistencia.778 El 19 zarpó la fragata Cundinamarca
de Cartagena con rumbo a Bocachica. Llevaba 524 tripulantes,
víveres para 610 hombres durante seis meses, 16.625 pesos, re-
puestos de todo tipo para una larga travesía, y sus tripulantes
habían recibido pagos adelantados. La fragata también llevaba
armamento ligero adicional a petición de su comandante, el
CN. Nicolás Joly, a fin de armar fuerzas sutiles.779
El 20 y 28 de junio el Libertador volvió a escribir a Páez
con insistencia que rayaba en desespero, solicitando el pronto
envío de las fragatas al Pacífico.780 Por su parte, Páez reportó en
cartas fechadas el 21 y 28 de julio, y 7 de julio, lentos avances
en los preparativos y retrasos vinculados a la demora en la lle-
gada de la Cundinamarca.781 Esta fragata zarpó de Santa Marta
el 1º de julio, y arribaría luego a Puerto Cabello tan dañada,
que no pudo ser enviada junto con la fragata Colombia y la cor-
beta Urica. Mientras esto ocurría en el norte, en el sur los dos
países en guerra firmaban un armisticio en Piura, que entre sus
condiciones incluía la devolución de la ciudad de Guayaquil a
Colombia, la suspensión del bloqueo de la escuadra peruana
a puertos colombianos y el compromiso peruano de devol-
ver las armas y buques capturados a Colombia cuando se hu-
biese firmado la paz definitiva.782 En virtud de este acuerdo,

778a Carta al General José Antonio Páez. Riobamba, 1º de junio de 1829. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. III, pp. 208 – 209 y Carta al General Rafael Urdaneta. Riobamba, 8 de
junio de 1829. Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. III, p. 213
779M “Marina de Colombia”. Gaceta de Colombia. Bogotá, 12 de julio de 1829. N° 421, p. 2
780o Documento 2032. Carta del Libertador Simón Bolívar al General José Antonio Páez.
Samborondón, 20 de junio de 1829 y Documento 2037. Carta del Libertador Simón Bolívar
al General José Antonio Páez. Campo de Buijó al frente de Guayaquil, 28 de junio de 1829.
Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
781a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 21 de
junio de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, pp. 199 – 200, Carta del General José
Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 28 de junio de 1829. Memorias del General
O´Leary. Tomo II, p. 201 y Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar.
Caracas, 7 de julio de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 203
782r Armisticio entre Colombia y Perú. López Domínguez, Luis Horacio (Compilador).
“Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 –

482
Guayaquil fue entregada al ejército colombiano el 21 de julio,
entrando a la ciudad el Libertador seis días después.783
Aunque la paz parecía estar llegando, en realidad la guerra
no estaba resuelta, y el envío de la escuadra seguía siendo ne-
cesario. En este sentido, la siguiente carta de Sucre a Bolívar
resulta muy elocuente:

“Ansío por la ocupación de Guayaquil; y más que nada por la llegada


de nuestra escuadra al Pacífico. Sin ella creo que, sea cual fuere la ad-
ministración peruana, todo será alharacas y fanfarronadas, sin que po-
damos llegar a un término final.”784

Por esos mismos días se suceden varias cartas dirigidas al


Libertador donde se informan los hechos relacionados con
la Cundinamarca. El 14 el general Rafael Urdaneta asegura a
Bolívar que la Cundinamarca zarpó de Cartagena en un es-
tado inmejorable, digno del mejor puerto de Europa.785 El 26
es Soublette quien informa que la Cundinamarca aún no llega
a su destino, e insiste en que con dos fragatas y dos corbe-
tas dominarían el Pacífico, sobre todo tras la explosión de la
fragata peruana Presidente.786 El mismo día también escribió
el general Briceño Méndez, señalando que la Cundinamarca
no había llegado, que según el general Beluche se necesitaban
alrededor de 1.000 hombres para dotar a los buques que irán
al Pacífico, habiéndose reclutado apenas 150 tras la última

1856” en Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://


www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_
Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
783e Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional
(Tomo IV), p. 191
784a Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Quito, 21 de
julio de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo I, p. 541
785L “La Cundinamarca”. Gaceta de Colombia. Bogotá, 26 de julio de 1829. N° 423, p. 1
786a Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 26 de julio de
1829. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 89

483
expedición a las Antillas. Briceño Méndez además señala que
tomará 25 o 30.000 pesos de la renta del tabaco para poner-
los a bordo, y que la división naval pueda solventar cualquier
eventualidad.787 Respecto a la escasez de marineros, la historia-
dora Jane Lucas De Grummond nos dice que Clark y Swain
regresaron a Puerto Cabello con menos marineros de los que
necesitaba Beluche. Para finales de julio, la Colombia y la Urica
estaban listas para zarpar, pero Beluche quería esperar por
la Cundinamarca, la cual no llegaría hasta la tercera semana
de agosto, y cuando llegó, necesitaba tantas reparaciones que
Beluche no pudo llevársela. Transfirió entonces ochenta de los
tripulantes a la Colombia y la Urica y esperó alistar cien más en
Río de Janeiro.788
A propósito de la misión de los capitanes de fragata Clark y
Swain en Estados Unidos, la cual chocó con la estricta neutra-
lidad aplicada por el gobierno de ese país; debemos mencionar
otra dificultad más a la que debió hacerse frente, y que explica
en buen parte por qué no pudieron enrolarse más marineros.
En carta dirigida a Bolívar el 14 de agosto, el general Páez re-
porta que el día anterior tuvo noticia de que el CF. Clark había
sido arrestado, embargándosele los 15.000 pesos que llevaba
consigo para el enganche de marineros. El arresto se debió a
un juicio pendiente a causa de una demanda en su contra que
llevaba a cabo el Gobierno de Portugal, acusándole de ataques
a mercantes portugueses desde el tiempo en que Clark era cor-
sario al servicio de Buenos Aires.789 Esta dificultad, totalmente
inesperada, se unió a las de carácter interno que ya hemos ve-
nido exponiendo.

787a Carta del general Pedro Briceño Méndez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 26 de
julio de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, pp. 306
788e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., pp. 248 – 249
789a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 14 de
agosto de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 209

484
Justamente en busca de más marineros fue despachado el 10
de agosto, rumbo a Cumaná, el CF. Felipe Baptista. Finalmente
el 19 de agosto la Cundinamarca llegó a Puerto Cabello, pero en
pésimas condiciones. Ya desde finales de julio Páez había escrito
en varias oportunidades al Libertador que consideraba que la
Colombia y la Urica podían dominar solas el Pacífico, recomen-
dando no esperar a la Cundinamarca.790 Como ya dijimos an-
teriormente, con los tripulantes y armas de la Cundinamarca se
completó la dotación de la Colombia y la Urica.
Según las cartas de varios jefes las fechas varían, pero pode-
mos determinar que entre el 20 y el 25 de agosto zarparon de
Puerto Cabello la fragata Colombia y la corbeta Urica para em-
prender su larga travesía hasta Guayaquil. Informando de esto
y otros aspectos, escribió Soublette a Bolívar una interesante
misiva que vale reproducir para el lector:

“Por fin ha salido la expedición compuesta de la fragata Colombia y


de la corbeta Urica; a esto se han reducido todos los esfuerzos de
Venezuela y Cartagena, y puedo asegurar a U. que a pesar de todo lo que
le digan, todos han tomado un grande empeño en la habilitación de la
escuadra, pero hemos sido contrariados de mil maneras por los resulta-
dos, que no dependiendo de nosotros, ha sido imposible evitar. Quizás
U. no quedará muy contento, mucho menos si los buques llegan en mal
estado, después de una navegación tan larga; pero ellos van en el mejor
estado posible de armamento militar y marinero; todo lo que llevan es
excelente, y la oficialidad es brillante; dudo que podamos despachar otra
expedición en igual estado.
Aquí nos queda la Cundinamarca en hospital, y si el Gobierno no
toma un grande empeño en su composición, puede U. estar cierto de que
no volverá a salir a la mar. La marina, mi General, es por decirlo así,
el lujo del poder nacional, y U. bien ve que no estamos para lujo; pero al
790a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Maiquetía, 27 de
julio de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 206; Restrepo, José Manuel. Historia
de la Revolución de Colombia en la América Meridional (Tomo IV), p. 224 y Carta del General
José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 7 de agosto de 1829. Memorias del
General O´Leary. Tomo II, p. 208

485
mismo tiempo estamos en el deber de dar protección a una inmensa
costa. Lo que acaba de suceder en el Sur ha probado que no podemos
prescindir de la marina, y que si la hubiéramos tenido nos habríamos
ahorrado gastos y sacrificios. Digo todo esto, para recomendar a U. que
no abandonemos la fragata Cundinamarca.
Acabamos de saber el cambio ocurrido en el Gobierno peruano, que yo
considero obra de los amigos de U., y por lo mismo felicito a U. por el
triunfo más completo que podía U. apetecer, - el triunfo sobre la opi-
nión; confundidos en todas partes sus enemigos, y vengado U. de los
ultrajes que quiso hacerle el Perú, por el Perú mismo.
Santander llegó a este puerto en la Cundinamarca [preso tras el
atentado a Bolívar del 25 de septiembre y con la pena de muerte
conmutada por exilio], y en virtud de órdenes del Gobierno, se em-
barcó para Hamburgo el día 27 en un bergantín hamburgués llamado
María. El Coronel Joly, me dice que iba muy contento, porque se le de-
jaba en libertad, pero muy desesperanzado porque parece que no le gus-
taban las elecciones para el Congreso. Aquí no lo ha visto nadie, porque
se prohibió toda comunicación con la fragata hasta que se trasbordó.”791

Ese mismo día también Páez dirigió carta al Libertador, in-


formando que la expedición zarparía el día 23 de ese mes. Páez
explicaba también que había sido imposible poner en servi-
cio a la Cundinamarca, que él había verificado en persona que
los buques zarparían en dos días, y que Beluche debería llegar
a Río de Janeiro para embarcar agua y provisiones.792 Por su
parte, la autora Jane Lucas De Grummond afirma que la ex-
pedición zarpó el 25.793 Concluían así unos prolongados pre-
parativos, que habían sorteado obstáculos tales como la aguda
escasez de recursos materiales, financieros y humanos, así
como el deterioro de los propios buques producto de la prác-
tica disolución de la escuadra desde inicios de 1827.
791a Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Puerto Cabello, 20 de
agosto de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, pp. 90 -91
792a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Puerto Cabello, 21
de agosto de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, pp. 220 – 211
793e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 249

486
Como comandante de la fragata Colombia estaba el Capitán
de Fragata Leonard Stagg, de nacionalidad inglesa. Stagg ha-
bía comenzado su servicio en la armada colombiana en 1822,
estuvo a bordo de la goleta Espartana en la Batalla del Lago de
Maracaibo y había ascendido a Capitán de Fragata en noviem-
bre de 1828. Al mando de la corbeta Urica estaba el Capitán
de Fragata Thomas Brown, escocés. Brown había participado
en el bloqueo de Puerto Cabello en 1823 y en la captura de
la corbeta Ceres en 1824, ascendiendo a Capitán de Fragata
al año siguiente. El segundo al mando de Brown y tres ofi-
ciales más también eran ingleses, siendo colombianos los sub-
alternos, entre ellos el Teniente de Infantería de Marina José
Antonio Cruz y su segundo, Francisco Suárez.794
Tras zarpar el 25 de agosto, a la Colombia y la Urica les espe-
raba un viaje de más de 12.000 millas, prácticamente circun-
navegando Sudamérica. Gran parte de la ruta era desconocida
para el general Renato Beluche, comandante de la expedición
y quizá el marino más experimentado y hábil de la armada
colombiana. Desde Puerto Cabello hasta Natal, los buques
debieron enfrentar vientos y corrientes en contra, mientras
bordeaban la costa caribeña y atlántica del continente. Ya a la
altura de Natal, en el noreste brasileño, la costa tuerce hacia el
sudeste y los buques pusieron proa al sur. El 31 de agosto, seis
días después de zarpar, el CF. Brown señaló a la Colombia que
la Urica estaba haciendo agua. El CF. Stagg lanzó un bote para
inspeccionar de cerca el casco de la Urica, descubriendo que la
misma hacía solo nueve pulgadas de agua por hora y no die-
ciséis, como Brown había declarado con gran alarma. En ese
momento, el general Beluche descubrió la aversión de Brown
a continuar la expedición y su opinión de que la guerra con
Perú era un error. Beluche incluso provocó a Brown diciendo
794d Ídem y Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López
y Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 171

487
que quizá deberían regresar a Cumaná, donde estaba la familia
de Brown.795 Esta actitud del CF. Brown originaría nuevos e
inesperados problemas a la expedición.
Mientras tanto, desde Caracas, el 14 de septiembre Soublette
dirigía una carta al Libertador, señalando la necesidad de po-
ner a punto a la Cundinamarca, agregando que habían rumo-
res de que España había invadido México. Por tal motivo, el
general guaireño insistía en habilitar la fragata y también la
corbeta Ceres. Declaraba también que consideraba posible que
Perú y Chile enviasen al Atlántico sus escuadras para auxiliar
a México, y que la Cundinamarca sería entonces un refuerzo
oportuno.796 Evidentemente, la guerra con Perú había hecho
tomar conciencia al liderazgo de la República sobre la impor-
tancia de la escuadra, así como la propia expedición al Pacífico
había estimulado una tímida recuperación del estado en que la
misma se encontraba. En la misma fecha, Páez también escri-
bió al Libertador; recordándole el penoso estado en que había
quedado la Cundinamarca en Puerto Cabello, y expresando
sus deseos de una pronta llegada de la Colombia y la Urica al
Pacífico.797 Por otra parte, el 22 de septiembre se había firmado
la paz definitiva entre Colombia y Perú, pero obviamente los
protagonistas de la travesía que narramos no podían saberlo.
Mientras que en la Colombia la situación se venía desarro-
llando de forma armónica, en la Urica la actitud de Brown
empezó a despertar las sospechas de los tripulantes colombia-
nos.798 Con viento favorable, los dos buques arribaron a Río
de Janeiro el 16 de noviembre, ochenta y tres días después
de salir de Puerto Cabello. Beluche contrató a todos los

795e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 249


796a Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 14 de sep-
tiembre de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, pp. 92 – 93
797a Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 14 de
septiembre de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 211
798e Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 84

488
trabajadores disponibles en el astillero a fin de reparar la Urica.
Cuando zarparon de nuevo el 28 de noviembre, la Urica ha-
cía solo pulgada y media de agua por hora, pero nueve días
más tarde, Brown reportó alarmado a Beluche que la nave es-
taba haciendo veintidós pulgadas de agua por hora. La Urica
había enfrentado vientos contrarios y corrientes, lo que había
ampliado la fuga en su casco. Luego Brown reportó fuga de
veintiocho pulgadas. Aunque la actitud de Brown, quien había
estado bebiendo fuertemente, causó malestar entre los oficia-
les subalternos colombianos, los marineros y los cien infan-
tes a bordo, guardaron sus impresiones y no dijeron nada a
Beluche. El comandante de la expedición dejó una gran can-
tidad de dinero a Brown para que reparara la nave y se separó
el 7 de diciembre, siguiendo hacia el sur, rumbo al Cabo de
Hornos.799 Los siguientes eventos en la Urica fueron todavía
más desafortunados.
De Grummond expone que el 14 de diciembre la Urica se
encontraba fuera de Río Negro, al sur del Río de la Plata, muy
cerca de donde se había separado la Colombia. Brown le or-
denó al TN. Pedro Lucas Urribarrí (comandante del bergan-
tín Confianza en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo) ir
por un piloto, quien reportó que la corbeta estaba haciendo
demasiada agua para entrar al río, y que no había astillero.
Continuaron y pocas horas después la Urica había encallado,
escorándose tanto que durante doce horas nadie podía estar en
cubierta. Brown entonces –quien seguía ebrio según el testi-
monio de los colombianos– ordenó que los cañones, gran can-
tidad de metal y munición, velas de repuesto y todo el equipo
restante fuera tirado por la borda sin boyas. Seis horas más
tarde la Urica estaba a flote, pero con el timón averiado, cuatro
pernos del timón aflojados, y parte del torno roto. El timón

799e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., pp. 251

489
fue reparado y la corbeta puso proa hacia el estuario del Río de
la Plata. Mientras que los oficiales colombianos creyeron que
irían a Montevideo por reparaciones, Brown les dijo que irían
a Río de Janeiro para una reparación completa, y que luego
regresarían a Puerto Cabello.
Llegado el 23 de diciembre, el Teniente de Navío Pedro
Lucas Urribarrí800, el Teniente de Fragata José Benito
Paredes801, el Teniente de Infantería José Antonio Cruz y el
Segundo Teniente de Infantería Francisco Suárez decidieron
rebelarse; dejando de lado la disciplina militar en nombre del
honor de la República, ya que a sus ojos Brown se estaba com-
portando como un traidor. Aunque desconocían exactamente
las instrucciones que Beluche había dado a Brown, sí sabían
que su comandante debía reparar la nave y seguir rumbo a
Guayaquil. Todo esto bajo las normas navales de la República.
Sólo después de una consulta con sus oficiales, y bajo circuns-
tancias extremas Brown habría podido ordenar el regreso; y
esa no era la situación. Por otra parte, la filtración de agua era
bastante aguda, por lo que la nave zozobraría antes de llegar a
Río de Janeiro. Los oficiales eligieron entonces amotinarse.
El teniente Cruz, vocero de los amotinados, se aproximó a
Brown y le explicó que regresar a Puerto Cabello sería una
deshonra, y que la nave no resistiría como para alcanzar Río
de Janeiro. Brown ordenó entonces el arresto de Cruz, enfure-
ciendo cuando su orden no fue cumplida. Brown disparó con
su pistola a Urribarrí, pero el arma no descargó. Brown disparó
una segunda vez, fallando su arma de nuevo. Entonces, el te-
niente Paredes, líder del motín, ordenó no sólo el arresto de
Brown, sino el de todos los marinos extranjeros a bordo, los
cuales eran un tercio de la tripulación. Cuando Brown trató de

800a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y


Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 133.
801b Ibídem, p. 191

490
escapar del barco, Paredes le puso grilletes y lo obligó a revelar
dónde había escondido el dinero para las reparaciones. Luego,
los amotinados procedieron a redactar y firmar un manifiesto
en el que explicaban los motivos de sus acciones.802
Según el autor Isidro Beluche, el encallamiento de la Urica
fue provocado por Brown para sabotear la misión. Este mismo
autor nos cuenta que los amotinados firmaron su manifiesto
el 23 de diciembre de 1829 frente a Montevideo, acudiendo
luego a las autoridades locales para dirimir el asunto. Sin
embargo, las autoridades uruguayas se abstuvieron de invo-
lucrarse. Se limitaron a dar asilo a Brown y demás marinos
extranjeros y a auxiliar a los colombianos con las reparaciones
de la nave.803 En efecto, la Urica no habría podido llegar muy
lejos sin una reparación exhaustiva.804 Por su parte, el teniente
Paredes aceptó gustoso deshacerse de Brown y de los demás
tripulantes que le resultaban de nula confianza.
Dejamos entonces a la Urica en Montevideo y seguimos
con nuestra narración el derrotero de la Colombia, que había
seguido su travesía el 7 de diciembre. Tras desmontar la arti-
llería y trincar los 64 cañones, la fragata remontó el Cabo de
Hornos. Fue una jornada temeraria, en un mar dominado por
sistemas de baja presión, con tormentas de gran intensidad, ca-
racterizadas por vientos de 40 a 50 nudos y estados de mar en-
tre siete y ocho. No cabe duda de que ésta fue una gran hazaña
para la armada colombiana. La Colombia tenía por estribor al
Cabo de Hornos y por babor, en la lejanía, a la Antártida. Fue
la primera vez que marinos de la República de Colombia na-
vegaban por aquellas latitudes, en práctica circunnavegación
del continente sudamericano.

802e De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., pp. 253 – 254


803b Ibídem, p. 254
804d Ídem y Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 85

491
Según los autores Mariano Sánchez Bravo y José Gabriel
Vargas Molina805, el comandante original de la Colombia era
el Capitán de Navío Walter Chitty Gurling806, quien an-
tes de servir a la República de Colombia, había navegado las
aguas del Atlántico Sur, el Cabo de Hornos, el Estrecho de
Magallanes y el Pacífico Sur, sirviendo en la escuadra argen-
tina. En consecuencia, esta designación habría sido más que
lógica, puesto que ni Beluche ni los demás oficiales conocían
la zona. Sin embargo, el carácter tiránico y despótico de Chitty
provocó que fuese relevado del mando por el ya citado Capitán
de Navío Leonard Stagg.
Tras pasar el Cabo de Hornos, la Colombia entró al Pacífico
y llegó a la isla de Puná, en Ecuador, el 1º de febrero de
1830. Cinco días después el general Juan José Flores avisó al
Libertador de la llegada de la Colombia, y el 8 del mismo mes,
el buque fondeó en el río Guayas, 161 días después de haber
zarpado de Puerto Cabello. El Gobierno decidió ascender in-
mediatamente al siguiente grado a los veintiocho oficiales que
conformaban la tripulación de la Colombia, como justo premio
a su hazaña.
Fue ésta la última travesía del General de Brigada Renato
Beluche al servicio de la República de Colombia, pues declinó
la oferta del general Juan José Flores de quedarse en el sur y
regresó a Venezuela tras una temporada en el Istmo. También
fue la última hazaña de la armada colombiana, que vivió un
postrero momento de gloria antes de desaparecer junto con el
país que defendía. Por esos mismos días Venezuela avanzaba
en su separación, y pronto le seguiría Ecuador. Respecto a un

805á Sánchez Bravo, Mariano. “La fragata Colombia y su navegación por el pasaje Drake
en 1829” en Histarmar. Disponible en: http://www.histarmar.com.ar/Antartida/LaFragata-
Colombia.htm (Revisado On Line el 03 de agosto de 2015 a las 06:28 pm) y Vargas Molina,
José Gabriel. Historia Resumida de la Armada del Ecuador, pp. 90 - 92
806a Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y
Eladio Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), pp. 26 - 34

492
balance general de esta compleja operación llevada a cabo por
la armada colombiana, nos parecen bastante acertadas las con-
clusiones de los autores ya citados José Gabriel Vargas Molina
y Eladio Jiménez Rattia:

“A pesar del gran interés que tenía el Libertador Bolívar de enviar


esta inmensa fragata, como él la llamaba, al Teatro de Operaciones del
Pacífico para controlar las comunicaciones marítimas; la demora
de arribar a Guayaquil fue por dos razones: la primera es el temor del
Gobierno Grancolombiano de que el general Laborde que mantenía la
Fuerza Naval española en aguas del mar Caribe, emprendiera un ata-
que contra las costas de Venezuela y Nueva Granada, y la segunda fue
por falta de recursos económicos para su alistamiento y travesía.
Mediante la lectura de las cartas de Simón Bolívar se puede apreciar
el vivo interés de enviar cuanto antes las dos grandes fragatas y dos
corbetas, pero la situación financiera era muy grave, por lo que fue re-
tardándose mucho tiempo; hasta que finalmente el 1 de septiembre de
1829 salen con destino a Guayaquil desde Puerto Cabello, la fragata
“Colombia” y la corbeta “Urica”, vía cabo de Hornos”807

“Desde el punto de vista político y social, al finalizar oficialmente la


guerra se fortaleció políticamente la Gran Colombia en torno al éxito
de la campaña, mientras que se debilitó la estabilidad política del Perú,
por el tiempo empleado y comprometido en guerra, por la pérdida de la
misma, por la firma del Convenio de Girón y por las intenciones ma-
nifiestas del Presidente en continuar con las hostilidades; estas circuns-
tancias permearon de igual forma hacia la sociedad, donde se percibió
un aumento en la popularidad de los líderes políticos en la Gran
Colombia y se generó un fuerte debate ideológico sobre la suerte del fu-
turo inmediato del Perú.”808

“[…] de acuerdo a como se desarrollaron los acontecimientos el Perú


ejerció un claro e importante control del mar en el Pacífico, por lo que
limitó sustancialmente las acciones navales grancolombianas en la
misma área, esto lo hemos visto reflejado durante el análisis como una
807a Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 90
808i Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 120

493
preocupación permanente en las cartas de los jefes del Sur de la Gran
Colombia.
[…] independientemente de las causas que influyeron en la escasa
reacción naval grancolombiana, se denota una mayor vocación o acti-
tud marinera en la campaña peruana, amén de que la Gran Colombia
tuviese dos frentes navales abiertos, Atlántico y Pacífico, durante gran
parte de la Guerra con el Perú”809

“[…] se puede observar que la campaña naval peruana ejerció un


papel preponderante en el desarrollo de la guerra, de hecho, gracias a su
presencia el Perú pudo extender la guerra más allá del Convenio de
Girón, momento en que ya había capitulado el General La Mar, de lo
contrario hubiese sido imposible extender las hostilidades porque se hu-
biese perdido la plaza de Guayaquil, esto quedó evidenciado consecuen-
temente en diferentes cartas del General Flores al Libertador, enviadas
luego de la firma del mencionado convenio.”810

Durante la guerra entre Perú y Colombia de 1828 – 1829,


el liderazgo político de la República enfrentó las consecuen-
cias de la decisión del Libertador Presidente, consistente en
prácticamente disolver la escuadra a finales de 1826. La larga
demora en poder despachar a la Colombia y la Urica hacia el
Pacífico, indican el estado de abandono y deterioro en la que
se encontraban incluso los buques mayores de la armada. Sin
embargo, el éxito final de la operación y el arribo sin noveda-
des de la fragata Colombia a Guayaquil ponen de manifiesto el
valor del que quizá fue el mayor recurso naval de la República
de Colombia: sus oficiales y tripulantes. En efecto, fue gracias
a la persistencia, abnegación al servicio y alta capacidad de los
oficiales y marineros, que la misión pudo cumplirse con éxito.
Como epílogo, le contamos al lector que la Cundinamarca
fue heredada en 1830 por Venezuela al separarse de la actual-
mente llamada “Gran Colombia”. La Cundinamarca nunca
809b Ibídem, p. 127
810b Ibídem, p. 128

494
pudo ser reparada y fue subastada hacia 1832. Por su parte, la
Colombia estuvo varios meses más en servicio en Guayaquil,
y actualmente sus cañones están exhibidos sobre soportes de
cemento frente al río Guayas, en la ciudad de Guayaquil.811
Un discreto testimonio de la última hazaña de la armada de la
antigua República de Colombia.

811t http://modelshipworld.com/index.php/topic/2578-fragata-colombia-new-info/

495
Índice

PRÓLOGO 11
INTRODUCCIÓN 15

I CONTEXTO MUNDIAL, REGIONAL E INTERNO


DE COLOMBIA HACIA 1823 27
A) Contexto internacional hacia 1823 30
a) Derrotas y retroceso de España 30
1) Las derrotas de España hasta 1820 31
2) El Trienio Liberal y su impacto sobre la guerra en América 32
3) La “Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luís” y los
nuevos esfuerzos bélicos de España 36
b) Surgimiento de nuevos Estados en América y el rol
de Colombia 37
1) Estados surgidos de la Monarquía Española hacia 1823 38
2) Visión general de la guerra en las ex colonias españolas,
1823 – 1830 39
3) Importancia estratégica de Colombia 42
c) Apetencias y maniobras del Imperio Británico 43
1) Objetivos británicos en América 45
2) La deuda colombiana en Gran Bretaña, medio británico
para sus objetivos 46
d) El rol de Estados Unidos 48
1) Objetivos de Estados Unidos 49
2) Impacto de la Doctrina Monroe 51
B) Evolución política y militar interna de Colombia,
1823 – 1830 52
a) Situación política 53
1) Un acercamiento a la formación constitucional de Colombia 54
2) Facciones políticas enfrentadas 65
b) Situación financiera 96
1) Secuelas económicas de la guerra 98
2) Los empréstitos 101
c) Situación militar 116
1) Ejército 118
2) Marina 122
C) La República de Colombia y su potencial como poder
marítimo 128
a) Colombia y su potencial como poder marítimo a la
luz de Mahan 129
1) Concepto de Poder Naval según Mahan y los elementos que
lo condicionan 138
2) Aplicación del concepto mahaniano de Poder Naval a Colombia 146
b) Importancia del poder naval para la seguridad y
defensa de Colombia 148
1) España como amenaza marítima para Colombia 149
2) Otras posibles amenazas marítimas para Colombia 151
3) Posibilidades de comercio marítimo de Colombia 154
c) Importancia del poder naval colombiano en el
escenario internacional, 1823 – 1830 156
1) España vs. Colombia, 1823 – 1830: una guerra marítima 157
2) La posición central de Colombia en América 158
II APOGEO Y DECLIVE DEL PODER NAVAL
COLOMBIANO, 1823 – 1830 163
A) Antecedentes, 1816 – 1823 168
a) Expediciones de Los Cayos, 1816 169
1) Primera Expedición de Los Cayos y el Combate Naval de
Los Frailes 170
2) Segunda Expedición de Los Cayos o Expedición de Jacmel 172
b) Desarrollo naval, 1817 – 1823 174
1) La liberación de Guayana y el control del Orinoco 174
2) Las Cortes de Almirantazgo y la guerra de corso 179
3) La campaña en la costa neogranadina, 1820 – 1821 186
4) El bloqueo a Puerto Cabello y la caída de Maracaibo en
manos de Morales 198
B) Operaciones navales, 1823 - 1830 222
a) La Campaña del Zulia, 1823 222
1) El plan de campaña colombiano y la conformación de la
Escuadra de Operaciones sobre el Zulia 223
2) Un análisis de la estrategia y la táctica colombianas en la
Campaña del Zulia 231
3) Una visión estratégica global. ¿Pudo resolverse la campaña
de manera diferente? 254
4) Impacto de la campaña en el crecimiento de la armada
colombiana 278
5) La toma de Puerto Cabello, fin de la presencia española en el
territorio de la República de Colombia 284
b) Cruceros en el Caribe y la captura de la corbeta
Ceres, 1824 290
c) Operaciones planteadas y ejecutadas, 1825 – 1827 299
1) Apoyo en el asedio de San Juan de Ulúa 300
2) Planes para la liberación de Cuba y Puerto Rico 314
3) Otras operaciones y planes 350
d) Guerra de Corso, 1823 – 1830 355
1) Auge del corso colombiano, 1820 – 1826 358
2) El declive, 1827 - 1829 391
e) Actuación de la Armada Colombiana en la liberación
del Perú, 1823 – 1826 401
1) Antecedentes a la campaña colombiana en Perú 402
2) Inicio de la campaña peruana 405
3) Transporte y escolta de tropas y suministros por la Armada
Colombiana, 1824 417
4) Retorno de tropas a Colombia y bloqueo del Callao,
1825 - 1826 433
f ) La marina colombiana y las amenazas internas 439
1) Acciones frente a La Cosiata 441
2) Patrullaje marítimo y las últimas guerrillas realistas 445
g) Operaciones navales durante la guerra con Perú,
1828 – 1830 450
1) Inicio de la guerra y el Combate de Punta Malpelo 454
2) El bloqueo de Guayaquil 461
3) La conclusión de la guerra y la expedición al Pacífico 478
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DE COLOMBIA 1823–1830 TOMO I
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