Pizzolo - Nueva Jurisprudencia...
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Título: Nueva jurisprudencia de la Corte Interamericana sobre los jueces ad hoc. Algunas consideraciones sobre
la OC-20/09
Autor: Pizzolo, Calogero
Publicado en: Sup. Const- 2010 (febrero), 11/02/2010, 32 - LA LEY2010-A, 441
Cita: TR LALEY AR/DOC/4568/2009
Sumario: I. La solicitud de opinión consultiva hecha por la Argentina. II. Los jueces ad hoc una vieja polémica
dentro del sistema interamericano. III. Dos posturas irreconciliables: a) jueces ad hoc solo para comunicaciones
interestatales, y b) jueces ad hoc también para denuncias de particulares. IV. La opinión de la Corte IDH. V.
Conclusiones finales.
I. La solicitud de opinión consultiva hecha por la Argentina.
El 14 de agosto pasado nuestro país presentó —con fundamento en el artículo 64.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (en adelante CADH) (Adla, XLIV-B, 1250)—, una solicitud de opinión
consultiva en relación al artículo 55 de dicho instrumento internacional que regula la figura del juez ad hoc.
Concretamente, la citada solicitud plantea dos cuestiones. La primera, hace referencia al tercer inciso del
artículo 55 (CADH): "¿ la posibilidad de designar un juez ad-hoc debe limitarse a aquellos casos en que la
demanda interpuesta ante la Corte haya sido originada en una denuncia interestatal? La segunda, alcanza el
primer inciso del citado artículo 55 en relación a aquellos casos originados en una petición individual: "¿aquel
magistrado nacional del Estado denunciado debería excusarse de participar de la sustanciación y decisión del
caso en orden a garantizar una decisión despojada de toda posible parcialidad o influencia?
Al señalar las consideraciones que originan la consulta, la Argentina presenta ambas cuestiones como
cuestiones propias de interpretación. La evolución del sistema —afirma—, "no depende, necesariamente, de la
introducción de reformas normativas. En determinados escenarios, la interpretación del plexo jurídico
disponible por parte de los órganos de la Convención, especialmente por su único órgano jurisdiccional, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, puede constituir una herramienta idónea para enriquecer y perfeccionar
el sistema de protección internacional". (1)
Lo que se buscó entonces es que, vía interpretación, la Corte IDH modifique su lectura del artículo 55
(CADH) en dos aspectos considerados sensibles para la vigencia efectiva del debido proceso en los casos
contenciosos ante el Tribunal originados en peticiones individuales. Hasta ahora la Corte IDH, con fundamento
en el inciso segundo del artículo 55 (CADH), invitaba al Estado denunciado en toda circunstancia, que no
contaba con un juez de su nacionalidad en el Tribunal, a nombrar un juez ad hoc reconociéndole a dicho Estado
un derecho en tal sentido. De igual modo, a diferencia de lo previsto para los integrantes de la Comisión IDH
(art. 17.2.a, Reglamento de la citada Comisión), (2) la Corte IDH consideró que los jueces no tenían la
obligación de excusarse en caso de denuncias contra el Estado del cual son ciudadanos.
Para nuestro país, en el contexto de la CADH, a la luz del estado del derecho actual, "debería re-examinarse
dicha tradicional interpretación" en lo que hace a la primera cuestión. En ese sentido, se mantiene, "parece claro
que la razón de ser que nutre la noción misma de juez ad-hoc, tradicionalmente aceptada en el contexto de los
tribunales internacionales clásicos, esto es, aquellos llamados a decidir una controversia entre Estados, se
sustenta sólo en la medida en que el (...) Tribunal deba resolver un caso sometido a su jurisdicción en el cual un
Estado haya denunciado a otro por el eventual incumplimiento de sus obligaciones internacionales".
Concluyéndose en que, despojado el caso de origen estatal, la justificación jurídica para aceptar la designación
de un juez ad hoc "resulta susceptible de ser puesta en crisis y, eventualmente, de ser descartada, en atención a
que dicho derecho en cabeza del Estado, en el escenario descripto —caso ante la Corte originado en una
petición individual— generaría una palmaria afectación del derecho a la igualdad de armas en el proceso, entre
la presunta víctima —demandante material ante el tribunal—, la propia Comisión Interamericana, demandante
formal o procesal ante la Corte, y el Estado demandado". (3)
Por tanto, para la Argentina, resulta razonable inferir que el ejercicio de este derecho "deba limitarse a
aquellos casos en que se trate de una demanda interpuesta por un Estado contra otro Estado, en cuyo contexto
está cristalinamente claro que ambos podrían ejercer, eventualmente, dicho derecho (...) mas no en casos
originados en denuncias individuales, so pena de afectar gravemente el principio de igualdad de armas, como así
también el derecho de la presunta víctima y de sus familiares a que la controversia sea resuelta por magistrados
independientes e imparciales". (4)
En cuanto a la segunda cuestión, Argentina argumentó que la oportunidad "es propicia para reflexionar
sobre la eventual necesidad de adoptar medidas tendientes a garantizar, en la mayor medida posible, una
decisión exenta de toda influencia, directa o indirecta, que eventualmente pudiera suscitarse en torno a un
determinado caso en virtud de la nacionalidad de un magistrado de la Corte". El Estado argentino entiende que
"sería saludable para el sistema que aquel magistrado nacional de un Estado que fuera parte en una demanda
ante la (...) Corte Interamericana de Derechos Humanos se inhibiera de participar en las deliberaciones y en la
decisión que ésta adopte en relación al caso". En ese sentido, se concluye, el artículo 55.1 (CADH),
"interpretado armónicamente con el resto de las disposiciones del tratado y examinados sus términos a la luz del
criterio contemplado en el artículo 29 de la Convención, parece no dejar dudas de que el derecho del magistrado
nacional del Estado demandado a continuar conociendo del caso se limitaría a las demandas interestatales y no a
los casos originados en una petición individual". (5)
Finalmente, se agrega que resulta claro que el objeto de la solicitud de opinión consultiva elevada por el
Estado argentino, "no apunta a dirimir si en el pasado los jueces ad hoc o los jueces de la nacionalidad del
Estado demandado se han comportado o no en forma adecuada. (...) Se trata de definir si la interpretación que
hasta ahora la Corte Interamericana ha hecho del artículo 55 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos ha sido correcta o, por el contrario, alejada del objeto y fin de la Convención, y debe corregirse". La
interpretación actual, de designar un juez ad hoc en aquellos casos originados en una denuncia individual o la
preservación del juez de la misma nacionalidad supone, se concluye, "una ventaja inaceptable e incompatible
con el objeto y fin de la Convención Americana sobre Derechos Humanos diseñada, precisamente, para proteger
al individuo frente al poder del Estado". (6)
Como se puede apreciar, la cuestión de fondo abordada en la OC-20/09 no es menor para los Estados que
han reconocido la competencia contenciosa de la Corte IDH. No pasa desapercibido, en este sentido, el hecho de
que los interrogantes planteados por la Argentina hayan despertado inquietud en numerosos Estados de la
O.E.A. que se volcaron masivamente a participar del proceso consultivo, haciendo públicas sus opiniones (ver
punto III). Precisamente, dichas opiniones con diversos matices es cierto, dejaron en soledad a la Argentina y
sus ideas de cambio.
Antes de analizar las distintas repercusiones que ha tenido la solicitud de opinión consultiva corresponde, a
nuestro entender, analizar más de cerca la figura del juez ad hoc en disputa. La problemática originada en dicha
figura no es nueva en el sistema interamericano, como vemos a continuación, está presente desde sus propios
orígenes.
II. Los jueces ad hoc una vieja polémica dentro del sistema interamericano.
El artículo 55 (CADH) fue ampliamente debatido en el plenario de la Conferencia Especializada
Interamericana sobre Derechos Humanos —desarrollada en San José de Costa Rica del 7 al 22 de noviembre de
1969— en la que se dio vida a la CADH. El delegado de Brasil entonces propuso su eliminación o su
sustitución por el siguiente texto: "El juez que sea nacional de alguno de los Estados partes en un caso sometido
a la Corte, no debe participar en dicho caso". La delegación de Guatemala insistió en conservar la disposición
cuestionada y señaló que "en la disposición en consideración se había recogido el sistema establecido en el
artículo 31 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia que era, a juicio de personas de reconocida
autoridad y competencia en la materia, el sistema más técnico y jurídico para la designación de jueces ad hoc".
También citó el delegado guatemalteco "la experiencia de la actuación de los jueces ad hoc en la Corte
Internacional de Justicia y manifestó que los argumentos expuestos por las delegaciones de Brasil y El Salvador
no ofrecían consistencia para justificar la supresión o modificación de este artículo". Finalmente, se cerró el
debate y el artículo fue aprobado en su redacción actual. (7)
La locución latina ad hoc (a esto, por esto, para el caso) relacionada a la judicatura, es indicativa como
vemos del juez al que se le confiere un encargo específico, concreto. Buergenthal se pregunta si no hubiera sido
mejor incluir una disposición exigiendo la descalificación automática de jueces que sean nacionales de un país
que tenga un caso ante la Corte IDH. Agregando a ello que: "No sé exactamente cuál política será la mejor, pero
me parece que la tentación de fallar a favor de su propio país sería más grande en el caso de un juez ad hoc. Lo
incuestionable es que los jueces ad hoc son nombrados específicamente por una de las partes en litigio, y esto
puede originar un cierto grado de parcialidad de su parte". (8)
En escritos anteriores (9) referíamos que, a lo dicho, cabe acotar que el problema consiste en las garantías de
imparcialidad que el mecanismo brinda. Por su intermedio al no garantizarse la imparcialidad del magistrado, se
puede generar una desconfianza que deteriore la imagen del tribunal. Con la recepción de la institución de los
jueces ad hoc, mantiene Oteiza, se ha intentado atraer la confianza de los Estados y para ello se ha cedido en la
composición de la jurisdicción, que de este modo ve amenazada su independencia. (10)
El ex juez de la Corte IDH Nieto Navia, por su lado, afirma que es explicable o al menos entendible que en
la Corte Internacional de Justicia (la cual decide problemas entre Estados y relativos a la pura aplicación del
derecho internacional) exista esta institución. Al fin y al cabo, dicha Corte fue creada en 1919 en una época en
la cual el concepto de "soberanía" privaba sobre todo. En una corte de derechos humanos, afirma el citado autor,
"la cuestión es mucho más dudosa". En efecto, los tratados de derechos humanos son aquellos en los cuales los
Estados no reciben una "compensación" a cambio de las obligaciones que asumen y sí aceptan la competencia
de la Corte —lo cual, ciertamente, implica un recorte de soberanía—, pues deberían confiar plenamente en el
Tribunal. Para eso existen requisitos en la designación de magistrados. Si los Estados, no obstante, entendieran
que las personas que escojan para tan delicada función deben reunir las calidades que la CADH exige, y los
escogidos, a su vez, comprendieran que, en virtud de su juramento, son jueces independientes y no abogados del
Estado, la institución, si bien seguiría sin justificarse, no ocasionaría problemas en el seno de la Corte IDH. (11)
Faúndez Ledesma es de la opinión de que la figura del juez ad hoc "no tiene ningún sentido en el campo de
los derechos humanos", especialmente cuando se trata de pronunciarse sobre denuncias pues, como a la
Comisión IDH no se le confiere un derecho semejante, la designación de un juez ad hoc contraviene el
propósito mismo de la institución, que es la de procurar la igualdad entre las partes y no una ventaja para el
Estado demandado. La objeción se funda, pues, en que ni la víctima de la violación de sus derechos ni la
Comisión IDH tienen representación en la Corte IDH, ni pueden tampoco nombrar un juez ad hoc, ni estar
presentes cuando se debatan las cuestiones previas a las resoluciones que se dicten. Este autor ha expuesto una
severa crítica a la institución del juez ad hoc. La califica de "reprochable e inconveniente", pues si la Corte IDH
es un órgano judicial, y sus miembros son elegidos en su capacidad personal, debiendo actuar con absoluta
independencia e imparcialidad, le parece inaceptable que un Estado parte pueda designar a un juez de su
elección para conocer la controversia y participar en la adopción de una decisión, que se supone que debe ser el
resultado de una evaluación imparcial de los argumentos de hecho y de derecho y concluye en que el derecho
reconocido al Estado parte de designar un juez ad hoc no sólo es contrario a la letra y espíritu de la CADH sino,
incluso, a la práctica internacional observada por la Corte Internacional de Justicia, designación que, todo caso,
debe tener un carácter excepcional. (12)
Vidal Ramírez, por su parte, defiende la institución que tratamos. Es indudable, afirma, que la situación del
juez ad hoc es de suma incomodidad, particularmente en los procesos entablados en razón de denuncia por
violaciones a las normas de la CADH. Su designación la hace el Estado demandado y aunque se incorpora a la
Corte IDH a título personal —continua el citado autor— le es difícil sustraerse a sus sentimientos nacionales, a
algún tipo de presión que pueda sufrir en su propio país y a la incomprensión de parte de sus connacionales por
la decisión que adopte. No obstante, considera que es necesaria la presencia del juez ad hoc, aun en los casos de
demandas por violación de las normas de la CADH. La situación de incomodidad en la que puede estar el juez
ad hoc le puede sobrevenir también al juez titular si se procesa al Estado del que es nacional y el juez decide
avocarse al conocimiento de la causa, como es también su deber. El juez titular, entonces, asume funciones
similares a las del juez ad hoc, sea en la asesoría de su legislación nacional o en otras. Por ello, los mismos
argumentos con los que se critica la presencia del juez ad hoc resultan de aplicación al juez titular, quien además
tendrá que igualmente sobreponerse a sus sentimientos nacionales y a la incomprensión de sus connacionales.
(13)
En las ideas de Vidal Ramírez, el juez ad hoc no representa una ventaja para el Estado demandado. Es una
opinión y un voto entre los de los demás jueces que son los titulares y su presencia no afecta la rectitud con la
que debe conducirse el proceso, pues la misma ventaja podría ocurrir con el juez titular que sea nacional del
Estado procesado y que viene conociendo de la causa. Por lo demás, —concluye— lo que la Corte IDH tiene
que hacer es la compulsa de los hechos y fundamentos expuestos por la defensa, luego de merituar los medios
probatorios ofrecidos y las pruebas actuadas, con las normas de la CADH, "de manera objetiva y en base a los
criterios jurisprudenciales que están sentados y que continúan en evolución y desarrollo, con una orientación
teológica, pues de lo que se trata es de la preservación de los derechos humanos y de compeler a los Estados
parte a cumplir con las normas de la Convención. Hasta donde tengo noticia, prosigue el citado autor, la
experiencia con los jueces ad hoc es positiva, pues son los menos los que no han honrado el desempeño de su
función y han faltado a los deberes de actuar con independencia e imparcialidad. Por eso, soy de opinión en
favor del mantenimiento de la judicatura ad hoc, pero que la Corte haga expresa reserva en cuanto a la
aceptación de la propuesta del Estado demandado, integrando a la Corte al juez ad hoc luego de conocer de su
trayectoria y de su vinculación con el Gobierno que lo propone". (14)
La Corte IDH, por su parte, ha marcado que la naturaleza de los jueces ad hoc es semejante a la de los
demás jueces que integran dicha Corte, "en el sentido de no representar a un determinado Gobierno, de no ser su
agente y de integrar la Corte a título personal (...) Los mismos requisitos de los jueces permanentes se requieren
para ser Juez ad hoc. La integración a título personal de todos los jueces, permanentes y ad hoc, de la Corte se
fundamenta y debe atender a la necesidad de proteger la independencia y la imparcialidad de un tribunal
internacional". En consecuencia, el nombrado Tribunal rechazó la sustitución, promovida por el Estado
denunciado, del juez ad hoc nombrado por éste y que ya se había integrado, previo juramento, a la Corte IDH
participando de actos procesales. Más aun, la Corte IDH hace notar respecto del reemplazo que "la persona que
ha sido propuesta por el Gobierno para ser Juez ad hoc, también fue designado agente del mismo para la
audiencia pública sobre excepciones preliminares (...) Este hecho por sí solo representaría una clara causal de
incompatibilidad en virtud del artículo 18, inciso c del Estatuto de la Corte". (15)
III. Dos posturas irreconciliables: a) jueces ad hoc solo para comunicaciones interestatales, y b) jueces ad
hoc también para denuncias de particulares.
Según adelantamos al inicio de estas reflexiones, la Argentina defendió prácticamente en soledad sus
argumentos. Ninguno de los Estados que intervinieron en el proceso consultivo se manifestó abiertamente a
favor de la postura argentina promoviendo un cambio de interpretación en la Corte IDH respecto al artículo 55
(CADH). (16)
En contra de lo argumentado por la Argentina (ver punto I), los Estados participantes del proceso consultivo
manifestaron distintos argumentos. (17)
En relación al artículo 55.3 (CADH), un argumento inicial presenta al juez ad hoc como una garantía
fundamental para que la Corte IDH comprenda las "complejidades y los valores del sistema jurídico de que se
trate" y, por lo tanto, cumpla aquí una función representativa de las distintas tradiciones jurídicas desarrolladas
en el continente americano. A este argumento adhirió Barbados para quien, en las actuales condiciones del
sistema, la ausencia de dicho juez "vulneraría sustancialmente los derechos del Estado al debido proceso".
Bolivia, por su parte, afirma que la figura del juez ad hoc "logra concretar el equilibrio de armas en el proceso
ya que las víctimas o sus familiares cuentan con la posibilidad de participación autónoma en el procedimiento"
y, asimismo, "cuentan con el apoyo de la labor de fiscalía internacional desempeñada por la Comisión
Interamericana". También se manifestó, en este sentido Brasil, quien sostiene que una interpretación del artículo
55 (CADH) "debe orientarse en el sentido de que la designación de un juez ad hoc por el Estado demandado sea
objeto de diálogo con la sociedad civil nacional, en conformidad con el principio de buena fe objetiva".
El Salvador consideró que la figura del juez ad hoc es "parte del debido proceso establecido a favor de los
Estados". Lejos de poner en desventaja a una de las Partes, argumenta dicho Estado, este nombramiento "vuelve
el proceso equitativo y garantiza que las decisiones que adopte la Corte se realizarán contando con todos los
elementos necesarios para que sea fundada en derecho". En el mismo sentido se manifiesta México para quien el
artículo 55.3 (CADH) consagra un derecho que "guarda un justo equilibrio entre la protección de derechos
humanos —fin último del sistema— y la seguridad jurídica y la equidad procesal que aseguran la estabilidad y
la confiabilidad de la tutela internacional".
Guatemala defiende la posición de que estamos frente a una norma de derecho consuetudinario —una
práctica generalizada— que debe reconocerse como tal, y seguir recurriendo a ella. México se manifiesta en
sentido similar, es preciso tomar en consideración —afirma— que ambos elementos de la costumbre
internacional están "plenamente satisfechos": la práctica de los Estados involucrados (State practice) y la
convicción, de esos Estados, de que esa práctica se encuentra en el contexto de una obligación jurídica
internacional (opinio juris sive necessitatis). De igual modo lo hizo notar Venezuela aludiendo a un "derecho de
los Estados" emanado, en primer lugar, de la propia CADH y, en segundo lugar, "de la costumbre jurídica
internacional, constituida por la generalizada y repetitiva práctica de la Corte (...), y el constante reconocimiento
de su validez por parte de los Estados del continente americano".
Para el Estado guatemalteco la participación de un juez de la nacionalidad del Estado demandado, en el
contexto de un caso originado por una petición individual, "es un recurso idóneo y necesario" con el que cuenta
la Corte IDH "para tener elementos suficientes que en su momento le permitan llevar a cabo una valoración
mucho más objetiva y acorde con las circunstancias particulares del derecho interno y el contexto político,
económico y social en el que se encuentra el Estado que está en el conflicto". De igual modo, "resulta benéfica
para las presuntas víctimas (...). Por lo que, en vez de que exista una desigualdad de armas en el proceso, debe
verse como un aporte significativo para el mismo".
La idea de un recurso idóneo y necesario es acompañada por México. Para este último Estado, debido a que
la resolución que eventualmente emitirá la Corte IDH repercutirá inevitablemente en el sistema jurídico interno
del Estado condenado, "el derecho a designar a un nacional independiente e imparcial para que colabore con la
Corte, es un derecho fundamental en el contexto del derecho internacional público".
En cuanto al artículo 55.1 (CADH), la improcedencia de la recusación obligatoria del juez en caso de que
esté involucrado su Estado, es rechazada por afectar la aludida representación que todos los sistemas jurídicos
deben tener en la Corte IDH para un caso en cuestión. Brasil agrega que "la legitimidad de un juez nacional se
deriva de la voluntad conjunta de los Estados miembros que lo eligieron que se la otorgan para conocer todos
los casos presentados a la Corte", a partir del momento en que pasa a ejercer su cargo". Así dicho juez "es de
hecho, el juez natural del sistema y debe, en esa condición, ejercer plenamente su capacidad de decisión".
Colombia, por su lado, defiende la idea de que la función jurisdiccional "goza de la presunción de
independencia e imparcialidad, sobre la base del principio de buena fe" y, en consecuencia, cualquier
observación al respecto "debe probarse, no como una afirmación genérica, sino dentro y para el caso en el que
se alega". Y concluye en que la propuesta hecha por el Estado argentino "crearía una presunción de hecho según
la cual la nacionalidad del juez, ya es por sí sola, un elemento suficiente para considerar su posición como
parcializada y carente de objetividad" lo cual desconoce "el régimen de impedimentos, excusas e
inhabilitación". Por esta razón, finaliza la intervención colombiana, "exigirle a un juez apartarse de la
deliberación y decisión de un caso en el cual su Estado es demandado, desconoce la lógica normativa propuesta
por la Convención y demás normas concordantes, contradice el principio de buena fe, y desconoce las
circunstancias particulares de cada asunto sometido a conocimiento de la (...) Corte, privilegiando conjeturas
generales".
Guatemala afirmó que los jueces permanentes de nacionalidad de un Estado en litigio no debieran excusarse
de conocer un caso, ya que "no pierde su imparcialidad e independencia de sus apreciaciones por el hecho de ser
nacional de un Estado parte en un litigio. Al contrario, en vez de implicar un riesgo para el principio de igualdad
de las partes en los procesos jurisdiccionales, el análisis del caso será más objetivo por estar apegado al contexto
real existente de su país, coadyuvando al mismo tiempo, a promover cambios legislativos, administrativos y
judiciales en el país que lo haya nombrado, en beneficio de todos los actores del sistema interamericano de
derechos humanos". Los jueces, se concluye, "deben de excusarse de conocer determinado asunto no por su
nacionalidad, sino por considerar que tienen causal de impedimento o interés directo en el asunto".
La Comisión IDH, a diferencia de lo que vimos se manifiesta por los Estados, acompañó la posición de la
Argentina. Del artículo 55.1 y 3 (CADH) "se evidencia de manera clara" —dice la citada Comisión— que la
figura del juez ad hoc procede "únicamente en casos de peticiones inter-estatales". Se resalta aquí la aplicación
parcial de esta figura: "en los procesos de derecho internacional en general existen dos partes, que son dos
Estados igualmente soberanos, y ambos tienen derecho a designar un juez ad hoc en el proceso, si ninguno de
los jueces titulares es nacional de dichos Estados. En cambio, en el proceso interamericano de derechos
humanos (...) sólo a una de [las partes] —al Estado— se le ha permitido designar juez ad hoc (...) [lo que]
significa (...) romper el equilibrio frente a una de las partes". (18)
El artículo 55 posee una "redacción modelada en el artículo 31 del Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia" y, continúa la Comisión IDH, "el texto final aprobado no incluyó ninguna provisión autorizando el
nombramiento de jueces ad hoc en casos de demandas presentadas a la Corte por la Comisión Interamericana, y
además mal podría haberlo hecho con base en el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, que (...) tiene
competencia únicamente para conocer de demandas entre Estados". Para finalizar afirmando que, la figura del
juez ad hoc, "es absolutamente excepcional, y como tal, su aplicación debe efectuarse de manera restrictiva".
IV. La opinión de la Corte IDH.
La Corte IDH entiende, al definir su competencia, que su respuesta a la consulta planteada "prestará una
utilidad concreta dentro de una realidad en la cual aspectos del actual funcionamiento del sistema
interamericano de protección de derechos humanos han sido objeto de cuestionamiento".
En primer lugar, la Corte IDH define los métodos de interpretación que va a utilizar para manifestarse sobre
la solicitud de opinión consultiva por parte de la Argentina en relación al artículo 55.3 (CADH). Para ello, como
es común en el Tribunal cuando se trata de materia de interpretación, se siguen los artículos 31 (19) y 32 (20) de
la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados. Así, se mantiene que el "sentido corriente de los
términos" debe analizarse como "parte de un todo cuyo significado y alcance debe fijarse en función del sistema
jurídico al cual pertenece". Todo ello para garantizar una "interpretación armónica y actual de la disposición
sujeta a consulta". (21) En consecuencia, la Corte IDH considera que el análisis del artículo 55.3 (CADH)
requiere la interpretación del artículo 55 "en su conjunto", además del análisis de la conexión con el resto de las
disposiciones del tratado. Lo contrario, afirma la Corte IDH, conduciría a una "interpretación fragmentada de la
norma que desatienda la lógica de la función interpretativa conforme a la regla general contenida en el artículo
31 de la Convención de Viena".
Una interpretación conforme al sentido corriente de los términos del artículo 55 (CADH), en armonía con
otras disposiciones de dicho tratado —sostiene la Corte IDH—, conduce a afirmar que la expresión en plural de
"Estados Partes" contenida en dicho artículo, "es aplicable solamente a casos contenciosos originados en
comunicaciones interestatales". Esta interpretación del citado artículo 55 "es consecuente con el objeto y fin de
la norma en cuestión". (22)
Pero, además, la Corte IDH para afianzar su interpretación recurre a una interpretación histórica al analizar
los antecedentes de la figura del juez ad hoc. Como tal, se afirma, esta institución fue concebida en el derecho
internacional para la resolución de disputas clásicas entre Estados. De hecho, el artículo 31 del Estatuto de la
Corte Internacional de Justicia, establece expresamente esta figura. Dicha disposición, es casi textualmente
reproducida por el artículo 55 (CADH): los Estados, quienes se constituyen en las únicas partes procesales en
las contiendas sustanciadas ante aquel tribunal, pueden designar un juez ad hoc si en su integración no se cuenta
con jueces de la nacionalidad de dichos Estados.
En base a lo dicho, la Corte IDH considera que las diversas disposiciones del citado artículo 55, similar al
citado artículo 31 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, tienen como propósito la preservación del
equilibrio procesal de las partes constituidas por dos o más Estados soberanos iguales en derecho y cuyas
relaciones son gobernadas bajo el principio de reciprocidad. La figura del juez ad hoc adquiere sentido,
entonces, "si se observa en el contexto de los casos contenciosos originados en comunicaciones interestatales, el
cual es marcadamente diferente al que se suscita en los casos originados en peticiones individuales, e inclusive
en otros asuntos conocidos por la Corte Interamericana (solicitud de medidas provisionales y opiniones
consultivas)". (23) En este sentido, no escapa a la Corte IDH que la figura del juez ad hoc, "concebida para
mantener el equilibrio procesal entre Estados Partes iguales en derecho, podría entrar en conflicto con el
carácter especial de los tratados modernos de derechos humanos y la noción de garantía colectiva. El conflicto
en cuestión resulta más evidente cuando los individuos y los Estados se constituyen en partes procesales
opuestas". Por ello, al estar expresamente prevista en la CADH, la Corte IDH "debe dar a la figura del juez ad
hoc una aplicación restringida de conformidad con el propósito del artículo 55 de la Convención". Teniendo en
cuenta lo anterior, la Corte IDH estima que el artículo 55 (CADH) "constituye una excepción a las normas
generales de composición del Tribunal, por ser únicamente aplicable en el ámbito de un caso contencioso
originado en una comunicación interestatal". En tanto excepcional, la intervención del juez ad hoc "no debe ser
extendida a aquellos procedimientos para los cuales no está expresamente prevista". (24)
La Corte IDH observa, por último, que la intención de los redactores de la CADH fue recoger y reproducir
"el sistema establecido en el artículo 31 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia que era, a juicio de
personas de reconocida autoridad y competencia en la materia, el sistema más técnico y jurídico para la
designación de jueces ad hoc". Así, la lectura de los trabajos preparatorios de la Convención confirma la
interpretación hecha conforme al sentido corriente de los términos del artículo 55.3 de la Convención, dentro del
contexto del tratado y teniendo en cuenta su objeto y fin". (25)
Ahora bien, la Corte IDH no escapa a considerar los argumentos vertidos por los Estados participantes en el
proceso consultivo (ver punto III). Muy por el contrario contesta a cada uno de ellos.
El primero de los argumentos rechazados por la Corte IDH es el que considera la designación del juez ad
hoc, vía el artículo 55.3 (CADH), como parte de una costumbre internacional al constituir una práctica
consolidada en el sistema interamericano.El Tribunal sostiene que debe procurar que la interpretación que
realice de las disposiciones de la CADH, "sea efectivamente compatible con la letra y espíritu del tratado, por lo
que, cuando existen fundamentos para ello, la revisión de una interpretación elaborada previamente no sólo
debe ser posible sino necesaria". Así, sentencia la Corte IDH, el acto de informar de manera reiterada a los
Estados Partes demandados sobre la posibilidad de nombrar jueces ad hoc, responde a una interpretación del
artículo 55.3 (CADH) realizada por la propia Corte Interamericana, teniendo como fundamento sus normas
procesales. Como tal, "ninguna interpretación de la Convención realizada por la Corte, inclusive de manera
reiterada, puede entenderse como una práctica de los Estados en el sentido del artículo 38.1 b) del Estatuto de la
Corte Internacional de Justicia, de tal forma que impida al Tribunal modificar sus criterios. Se advierte entonces
que en este asunto no se está en presencia de una costumbre internacional conforme a la cual los Estados hayan
adquirido derecho alguno para el nombramiento de jueces ad hoc en casos contenciosos originados en
peticiones individuales". En todo caso, el Tribunal considera que "no podría sostenerse una interpretación de la
Convención que atente contra el principio de igualdad y no discriminación, el cual subyace a todos los derechos
humanos, y cuya prohibición ha alcanzado carácter de jus cogens". La interpretación reiterada del artículo 55.3
(CADH), "aun si constituyera una norma consuetudinaria internacional, no podría tener efectos obligatorios
sobre una norma imperativa de derecho". (26)
La Corte IDH también contesta el argumento que refiere a la figura del juez ad hoc como un recurso idóneo
y necesario con el que cuenta el Tribunal para hacerse de elementos suficientes que en su momento le
permitirán llevar a cabo una valoración mucho más objetiva y acorde con las circunstancias particulares del
derecho interno y el contexto político, económico y social en el que se encuentra el Estado en conflicto. Ello es
rechazado de plano por la Corte IDH al afirmar que "no corresponde a una Corte recibir informaciones de hecho
o de derecho sin la presencia de todas las partes en el proceso". Lo contrario afectaría "la realización de los
(20) La norma citada dice: "Medios de interpretación complementarios. Se podrán acudir a medios de
interpretación complementarios, en particular a los trabajos preparatorios del tratado y a las circunstancias de su
celebración, para confirmar el sentido resultante de la aplicación del artículo 31, o para determinar el sentido
cuando la interpretación dada de conformidad con el artículo 31: a) deje ambiguo u oscuro el sentido; o b)
conduzca a un resultado manifiestamente absurdo o irrazonable".
(21) Corte IDH, Opinión Consultiva OC-20, ya citada, párrafo 26.
(22) Idem, párrafos 33-34.
(23) Idem, párrafo 36.
(24) Idem, párrafos 37-39.
(25) Idem, párrafo 44.
(26) Idem, párrafos 52-54.
(27) Idem, párrafo 62.
(28) Idem, párrafo 65.
(29) Idem, párrafo 76.
(30) Idem, párrafos 78-79.
(31) Idem, párrafos 84-86.