BOMBINI, G.-El Canon Literario
BOMBINI, G.-El Canon Literario
BOMBINI, G.-El Canon Literario
Las preocupaciones en torno a las relaciones entre literatura y escuela adquieren un sesgo
particular si se trata de la experiencia de lectura de los jóvenes. Si existe –tal la metáfora de
la escritora argentina Graciela Montes- un “corral de la infancia”, resulta más complicado
pensar en alguna forma de encorsetamiento de esas franjas de edad de cambiantes
características que son la adolescencia y la juventud. En torno a la “juventud” se construyen
diferentes imágenes, fuertemente cristalizadas, algunas de ellas, verdaderos estereotipos,
que varían según las distintas épocas y culturas y que, tomándoselo seriamente, desafiarían
a real
realiz
izar
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posi
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blee re
reco
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rrid
ido
o hist
histór
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ico
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quee va
vaya
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loss di
dife
fere
rent
ntes
es
significados asociados al término juventud: “los pasotas”, “la edad del pavo”, “la juventud
dorada”,, “la juventud
dorada” juventud combativa”,
combativa”, “la juventud
juventud rebelde”,
rebelde”, “iconoclast
“iconoclasta”,
a”, “bullanguera
“bullanguera”,
”,
constituyen adjetivaciones posibles que son, en efecto, marcas de valoración para una franja
etariaa que viene provocando
etari provocando los desvelos
desvelos de psicólogos,
psicólogos, sociólogos,
sociólogos, pedagogos, docentes,
bibliotecarios, promotores de lectura y también padres, y madres.
Sin embar
embargo,
go, histór
histórica
icamen
mente,
te, y en funció
función
n de sus objeti
objetivos
vos ideoló
ideológic
gicos,
os, cultur
culturales
ales y
pedagógicos, la escuela secundaria ha establecido un complejo y específico “tutelaje”, en
términos de Jorge Larrosa, de las experiencias de lectura de los jóvenes. Ha optado por un
canon de tipo nacional que organiza un recorrido de lectura en el que se han privilegiado
Inquietud
Inquie tud,, acaso
acaso malest
malestar
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ia de muchos
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bibliotecarios, se ratificó que, efectivamente, ese perfil de lector propuesto transitaba las
bibliotecas cotidianamente. Esta atención centrada en este usuario joven daba cuenta
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sensibili
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dad social
social de estos
estos biblio
bibliotec
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os cordobe
cordobeses
ses que
seguramente no exclusiva de los de esa región argentina.
Decía que abordar el problema de la relación entre los jóvenes y la literatura involucra en
primer lugar a la escuela por lo que tiene de fundante y agrego ahora que la segunda
operación interesante es recortar este problema desde la perspectiva de la práctica de la
lectura. La lectura entre los jóvenes es tema de preocupación de diversas investigaciones
desde
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camp
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Segur
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cont
ntac
acto
to co
con
n lo
loss
inteligentes y originales aportes de la antropóloga francesa Michele Petit, indagando sobre
el efecto de la lectura en las vidas de jóvenes franceses de familia inmigrante. Sin embargo
–y este no es tema de la investigación de Petit- necesitamos saber más acerca de cómo esos
jóvenes se ponen en relación con los textos literarios.
Esta pregunta, que nos
no s hacemos desde la perspectiva de la lectura, desde la necesidad de
conocer acerca de los diferentes modos de leer de los sujetos, pretende complejizar al
la lectura creadora de
creadora de María Hortensia Lacau.
Lo anterior está relacionado con el segundo aspecto que creo importante a la hora de
complejizar este problema de la selección de lectura para jóvenes y es la necesidad de
darle
darle un marco
marco de refer
eferencia
encia más amplio
amplio a la demanda
demanda por la selecc
selección
ión y eventu
eventual
al
recomendación de lecturas que ponga en contexto cualquier recorte: un doble contexto:
uno, en el eje diacrónico que es el de la propia tradición literaria y sus juegos de
tradiciones, rupturas, filiaciones y relaciones intertextuales, y otro, en el eje sincrónico,
referido al horizonte de lecturas posibles y disponibles, a lo que yo llamaría cierto “canon
activo”, sobre el que se recortará el de lectura de los jóvenes.
Lo que quiero decir es que en muchos casos esta cuestión de la selección de lecturas
aparece muy ligada a la promoción editorial y su inserción en el terreno escolar. Pedir
selecciones de lectura suele ser una demanda de los profesores fuertemente
fuertemente influida por los
discursos de la promoción editorial. Y en este sentido los investigadores como parte del
proceso de la mediación cultural y pedagógica debemos evitar quedar atrapados en las
lógicas de la demanda editorial, a las que más bien debemos analizar en su especificidad y
en su incidencia efectiva en las prácticas de lectura en la escuela.
Se trata de hacernos alguna preguntas y a la vez de excederlas; es decir, de construir un
los mandatos históricos, como así tampoco a la novedad editorial como última palabra
respecto de la posibilidad de construir la relación entre los jóvenes y la lectura.
Me voy a detener de manera más específica en los ejes que están en el título de esta
conferencia: por un lado, la idea de canon
c anon escolar y por otra la de canon juvenil.
La noción de canon escolar se ubica y prospera en el marco de la polémica que desata
Harold Bloom en los años ’90 con su libro El canon occidental. Allí donde la discusión va
teniendo sus propias versiones particulares en cada país (¿Existe el canon argentino?), la
pregunta impacta necesariamente en el ámbito escolar,
escolar, el santuario principal del canon,
lugar de circulación del manual, llamado algunas décadas antes “museo”, por Barthes”,
criticado largamente precisamente
precisamente como espacio de consagración
co nsagración y canonización.
Para dar cuenta entonces de este concepto de canon
c anon en el ámbito de la escuela, recurrimos
en nuestra teorización a un artículo de Alistair Fowler en el que se ponen en juego
categorías descriptivas que ayudan a percibir un cierto carácter dinámico del concepto de
canon y a cuestio
canon cuestionar
nar el rasgo
rasgo necesar
necesariam
iament
entee conser
conservado
vadorr y reprodu
eproducto
ctorr que se le
atribuye.
Fowler establece una diferencia entre el canon “oficial”, compuesto por un conjunto de
obras que una nación –en muchos casos con el apoyo de los organismos de gestión de
estado-
estado- consag
consagra
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como represe
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tivas,
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canon “crít
“crítico
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selección de ciertas instituciones prestigiosas, como la universidad, el canon “accesible”
que incluy
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aquella liter
literatu
atura
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disponible
ble,, es decir
decir,, édita
édita y en circul
circulaci
ación
ón y el canon
canon
“personal” referido a las obras que cada individuo “ha tenido la ocasión de conocer y
valorar”. Dada esta clasificación, lo primero que nos preguntamos es por la relación entre
algunas de estas categorías y el llamado canon “escolar”, no considerado por Fowler:
cerca de cuál o en la intersección de cuáles de estas categorías se ubica el canon escolar.
Cierto sentido común reproduccionista acerca de la escuela nos llamaría a ligar el canon
“escolar”
“escolar” con el canon “oficial”
“oficial”;; pero
pero sabemos
sabemos que esta operación
operación es simplificadora
simplificadora en
tant
tanto
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tera
ratu
tura
ra en el si
sist
stem
ema
a de
enseñanza pero sólo eso.
Por nuestra parte, y partiendo de esta clasificación de Fowler y de algunas investigaciones
sociogenéticas, es decir,
decir, en torno a la historia de la enseñanza de la disciplina
La pregunta inminente, y para dar cuenta de la segunda parte del título de esta
Conferencia, es cuál es la relación, cerca de cuál de las categorías de Fowler se ubica el
corpus denominado “literatura juvenil” o cuál sería el análisis posible de la entrada de
esta literatura en términos de procesos de canonización.
Para empezar a responder estas preguntas conviene que nos aproximemos a algunas
definiciones y a algunas posiciones en relación con la literatura juvenil en tanto género de
ascendente evolución en España e Hispanoamérica en la última década.
Podríamos decir que para el caso de la literatura juvenil parece repetirse una pregunta en
cierto sentido radicalizada y muchas veces formulada para la literatura infantil. Digo
radicalizada porque la pregunta no es acerca de la especificidad, una pregunta que está en
el interior y en el origen mismo de la reflexión literaria: qué es literatura, sino una
pregunta de máximo extrañamiento, de carácter ontológico que dice: “¿existe la literatura
infantil?”. En el campo de la llamada literatura juvenil la pregunta parece estar menos
referida a la especificidad que a la existencia misma: esto no es más que un juego de
palabras pues la pregunta por la existencia de la literatura juvenil es en realidad una
Repasando la bibliografía sobre el tema, nos encontramos: por una parte con un concepto
en el horizonte de lectores, subiendo desde las franjas de edad que el mercado venía
definiendo para la literatura infantil, para llegar a la edad de dieciocho. La lectura atenta
de la literatura de Maritano nos llevó a definir el género juvenil –hoy diríamos, al menos
una parte de sus producciones- como: “proyecto de escritura basado en un realismo
simplificador: personajes, circunstancias
circunstancias y conflictos deben reproducir
reproducir el mundo del
lector” (…) “una concepción de la producción
producción literaria basada en determinados “centros
“centros
de interé
interés”
s” o “temas
“temas”
” que se pr
presu
esupon
ponene
ene exclus
exclusivo
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adolescent
entee (el amor
amor, los
conflictos generacionales, la relación con la autoridad, la guerra, los enfrentamientos
generacionales, la justicia, el desarraigo, la necesidad de afecto son algunos de ellos)”.
Un lector construido a partir de un pacto de referencialidad al que, junto con Beatriz Sarlo
e Hilda Sábato, en su análisis sobre las series televisivas “comprometidas” de la televisión
argentina de los años ’80, denominábamos “trivial” pues “se confía en que la mímesis de
la lengua oral es una garantía de representación y que a mayor mímesis mayor triunfo del
verosímil realista”,
realista”, rasgo al que
qu e llamábamos “desficcionalización” Además discutíamos la
Como un caso interesante, pero que permite abrir otra reflexión, quería traer un ejemplo de
homena
homenaje
je a esta
esta lite
litera
ratu
tura
ra hacie
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ndo
o que Rodol
Rodolfo
fo,, un perso
persona
naje
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novel
velaa Tiempo
transcurrido,, descubra su vocación artística cuando en el Colegio de Humanidades le dan a
transcurrido
leerr la novela
lee novela De perfil de
de José Agustín, sintetiza en esta cita el lugar que la novela y la
literatura tenía para la joven generación mexicana de los ’60 frente a otras posibilidades
expresivas: “En México, 300 páginas de irreverencia equivalían a un concierto en un
estadio”.
Pr
Prec
ecis
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amen
ente
te,, eran
eran a prin
princi
cipi
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os de los
los ’90,
’90, los
los pr
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gener
nerac
acio
ional
nalme
ment
ntee
pertenecían a los ´60, los más entusiastas apologetas de la inclusión de esta literatura en la
educaci
educación
ón secunda
secundaria
ria,, deseos
deseosos
os de poner
poner en escena
escena esa intens
intensaa experie
experienci
nciaa cultur
cultural
al y
política.
Podríamos decir que se trata de otra cara de la discusión sobre lo juvenil ligada a este
sentido de legado generacional, sea éste más o menos revolucionario o autocrítico, pero que
en todo caso, carga a la literatura de un mandato que funciona como el reverso de la
moneda de los temas tabú de otras décadas: éstos son los temas políticamente correctos que
la literatura juvenil debe transitar.
Pero lo que quería traer a la discusión para complejizar el tema, específicamente en lo que
hace a la calificación de “juvenil” que recibe esta literatura, y para ponerlo en conexión
con el problema del canon escolar al que referí antes, es pensar la relación posible entre la
llamada literatura juvenil y ese otro fenómeno que se define con el mismo adjetivo ubicado
en otro sintagma que es “cultura juvenil”. Me parecía que entre estos dos términos y
triangulando con el concepto de canon escolar se podía abrir una línea de indagación
interesante en términos de analizar cruces y tensiones que acaso nos muestren un espesor
más complejo del campo que abordamos.
abordamos. Afirmo
Afirmo esto con cierta
cierta seguridad
seguridad porque,
porque, como
veremos, es en el propio terreno empírico de la cultura cotidiana de la escuela y de la
propia producción editorial escolar donde vemos el punto de cruce y controversia que nos
interesa analizar.
Del lado de los estudios culturales y de la tradición de los estudios de las literaturas o los
géneros “menores”, “proletarias”, “sub” o “contra-literaturas”, de las culturas populares, de
las
las cultu
cultura
rass masi
masiva
vass o de la disc
discus
usió
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nteg
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rado
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s” o de
investigaciones más recientes, de donde surgen los conceptos de “géneros impuros” o de
”culturas híbridas”, se propone una nueva agenda teórica al que una didáctica con algún
interés sociocultural no puede dar la espalda ni tampoco lo pueden dar los estudios en el
área de literatura infantil y juvenil.
Al respecto sabemos que diversos productos culturales cruzan el campo de experiencias de
la escuela cotidiana: se escriben graffitis en pupitres y baños, circulan revistas artesanales
producidas por los chicos que contienen tebeos o letras de canciones en abundancia, se
dialoga cotidianamente acerca de series televisivas o películas vistas la noche anterior, se
renarran historias fantásticas y míticas aprendidas en la frecuentación de los juegos de roll.
Frente a este tipo de experiencias culturales, evidentes, visibles, intensas y que desafían
permanentemente los muros de la escuela, ésta va ensayando distintos tipos de respuesta,
más o menos refractarias, más o menos inclusivas. Un tipo de respuesta es la que dan tanto
los libros de texto de lengua, por ejemplo los de orientación comunicativa que han incluido
la hist
histor
orie
ieta
ta (o te
tebe
beo
o o co
comi
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c) co
como
mo pu
pues
esta
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cena
na gr
gráf
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icaa de una
una si
situ
tuac
ació
ión
n
comunicativa, en la que es posible reconocer funciones del lenguaje, actos de habla o reglas
ligados a experiencias individuales y sociales; se vinculan con las preguntas más íntimas
(físicas y metafísicas), con las historias de amor, con las preocupaciones sociales, con los
movimientos juveniles, con los intereses políticos. Se trata de actos de producción y/o
consu
consumo
mo indi
indivi
vidua
duale
less (poem
(poemas
as de amor
amor,, diar
diario
ioss ín
ínti
timo
mos,
s, gr
graf
afit
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tiss “pers
“person
onal
ales
es”)
”) o
colectivos (graffitis “de firma”, bandas de rock, grupos de teatro, bandas de la esquina,
tribus, etc.).
Volviendo a lo que definí antes como una perspectiva desde los lectores, me preguntaba en
qué sentido este tránsito por estas culturas no-letradas definía un modo posible de ser del
lectorr escolar
lecto escolar juvenil. En una educación que apunte a una construcción
construcción cultural inclusiva,
inclusiva,
que reconoz
reconozca
ca la identi
identidad
dad de los sujetos,
sujetos, que piense
piense en sus criteri
criterios
os de rec
recort
ortes
es de
contenidos no solo a partir de tradiciones culturales oficiales, la pregunta en cuestión es por
la lógica de un nuevo curriculum literario que de cuenta, en sutil equilibrio, de estas
culturas “otras” o que más bien cuestione
cue stione las jerarquías, las deconstruya y las revierta.
No se trata de la celebración
c elebración auspiciosa de lo que en lo específico no es la cultura letrada,
humor de la literatura argentina donde es posible que se crucen humoristas puros ligados a
los medios gráficos (César Bruto, Fontanarrosa) con autores consagrados y leidos en la
escuela (Borges y Cortázar) o con otros poco leidos en las aulas (Chamico, Macedonio
Fernández, Girondo). Dos antologías (Teatro Joven y Teatro ’90) reúnen textos teatrales de
puesta contemporánea a la publicación de estos textos. Otro volumen, El gigante Amapolas,
cruza un texto histórico con las ilustraciones del humorista Rep. Dos antologías de rock,
nacional
nacional y extran
extranjer
jero
o (bili
(bilingüe
ngüe),
), un libro
libro de graff
graffiti
itiss con fotos
fotos e il
ilust
ustrac
racion
iones,
es, una
recopilación de adaptaciones de textos literarios a historieta, una antología con muchas
imágenes del surrealismo francés, un antología de textos muy conocidos y no tan conocidos
de Horacio Quiroga y una colección de cartas de amor de artistas, pensadores y hombres de
Estado de todo el mundo completan la propuesta.
El segundo ejemplo es un proyecto editorial producido por la Unidad de Publicaciones de la
Secretaría de Educación Pública de México. Se trata de la Colección “Itacate”, incluida
dentro del proyecto de promoción de la lectura “Libros del Rincón”, desarrollado desde esta
Unidad y que consiste en actividades de edición y distribución de libros para niños y
adolescentes de las escuelas primarias y secundarias. Se trata de antologías, editadas en
número de 48.000, con aspectos de diseño que resultan muy innovadores en cuanto a
diversidad de cuerpos de letras y tipografías lo que provoca un efecto muy impactante y
marca un ritmo de lectura muy dinámico. Entre los título publicados menciono: Almibar de
corazones rotos,
rotos, un antología de textos sobre el tema del amor o de las cuestiones del
“corazón”: loes textos escogidos son literarios y no literarios por lo que la antología incluye
publicidades de época, fotos de amantes antiguas, historietas, poemas de Lucrecio Sor
Juana Inés de la Cruz, de Rosario Castellanos, de Efraim Huerta, de Carlos Drumond de
Andrade, de Miguel Hernández, de Xavier Villaurrutia, de Hoarcio Quiroga, entre otros,
junto a corridos populares de distintas regiones de México, canciones melódicas, boleros,
etc. Estampida
etc. Estampida de rieles es
rieles es una selección de textos que tratan sobre el tren, El libro está
dividido en capítulos que se titulan “La máquina”, “Carro comedor”, “Carro fumador”,
“Carro dormitorio”, “Cargo de carga”, “Guardagujas”, “La estación”, a lo largo de los
cuales
cuales se leen
leen textos
textos de Octavi
Octavio
o Paz,
Paz, Villau
illaurru
rrutia
tia,, Pessoa
Pessoa,, Arreol
Arreola,
a, Agat
Agatha
ha Christ
Christie,
ie,
Handke, Salinger, Highsmith junto a canciones populares y corridos e ilustraciones con
dibujo
dibujos,
s, histor
historiet
ietas
as y fotos
fotos de época.
época. Con el mismo
mismo cri
criter
terio
io se organiza
organiza Sinfonola de
Nos preguntamos también en qué sentido cultura y literatura juveniles se están refiriendo
refiriendo en
cada caso a procesos de ruptura con tradiciones culturales y con modos de producción y
circulación o, por el contrario, si sólo son funcionales al trasvasamiento de mandatos, la
producción de nuevos mensajes en el orden de lo políticamente correcto o la complacencia
con el mercado literario, mediático o de cualquiera de sus formas e intereses. Es decir, en
términos de Jorge Larrosa, nuevas formas del tutelaje.