EL PADRE DAMIAN Misionero
EL PADRE DAMIAN Misionero
EL PADRE DAMIAN Misionero
MISIONERO
ALGUNAS PERSPECTIVAS
3 DE ENERO, 1990
INTRODUCCIÓN 4
Solidaridad e inculturación 13
Inserción 14
Nuestra tarea 15
Vivir juntos 24
Damián y la vida de comunidad SS. CC. 25
Hermanos y Hermanas SS. CC. que viven solos 27
Tradición familiar 28
Carisma SS. CC. 28
Vida de oración 29
Palabra de Dios y Eucaristía 30
María 31
2
Importancia de la cruz en nuestros días 36
Vida eterna 38
CONCLUSIÓN 52
3
INTRODUCCIÓN
Cuando el Año Centenario toca a su fin, creo oportuno recopilar algunos de los
frutos de la amplia reflexión llevada a cabo durante este año sobre la vida del Padre
Damián. Escribo con la esperanza de que su ejemplo continúe animando a los hermanos
y hermanas de la Congregación de los Sagrados Corazones en todas sus tareas
apostólicas (Carta del Papa Juan Pablo II, 20.03.1989)
No me cabe la menor duda de que esta reflexión sobre la vida de Damián puede
enriquecer nuestra vida interior y estimular un renovado compromiso misionero en la
Congregación. Ya hemos tenido experiencia de ello en las muchas celebraciones
habidas por doquier en la Congregación, durante el pasado año. Esta carta quiere ser una
aportación más en la misma línea: un homenaje a Damián y una palabra de esperanza a
nuestros misioneros extendidos por el mundo.
Damos gracias a Dios por el Padre Damián. Su ejemplo nos obliga a revisar nuestras
vidas. Confío en que la vida de Damián no sólo haga brotar la admiración en nuestros
corazones; debe también conducirnos a un mayor compromiso para vivir más
profundamente el misterio de Jesucristo. Espero asimismo que nos ayude a renovar el
espíritu misionero de nuestra Congregación. Como hermano nuestro, el Padre Damián
es un ejemplo que nos interpela; su figura es cada vez más relevante para nuestro
tiempo. Si celebrar es hacer memoria de un acontecimiento o persona portadores de
vida, tenemos todas las razones para celebrar. De hecho, creo que las celebraciones han
creado en nosotros un nuevo sentimiento de orgullo por Damián, nuestro hermano, y
han renovado el entusiasmo por nuestra vocación: aspectos estos que no queremos
caigan en el olvido.
Damián fue un verdadero hijo de la congregación y estuvo penetrado del espíritu ss.
cc.; por eso nos puede hablar. El Espíritu Santo ha depositado ya la semilla en nuestros
corazones. Algo resuena en nuestro interior, pues tenemos el mismo carisma. Estamos
en sintonía con Damián. Vivió nuestro carisma con tal creatividad y éxito que
contribuye a que apreciemos todavía más nuestra herencia ss. cc. Su ejemplo nos anima
a vivir intensamente, en nuestras propias circunstancias, la misma vocación el mismo
carisma, con fuerza para fructificar en nuevas formas. Necesitamos personas como
Damián, de carne y hueso, que nos indiquen visiblemente lo que es capaz de hacer
alguien que vive nuestra vida.
4
Una idea predomina en mi mente: creo que Damián puede ayudarnos en el momento
en que tratamos de poner en práctica las orientaciones de los Capítulos Generales de
1982 y 1988. La reflexión sobre Damián debe remitirnos a nuestra vocación en el día de
hoy. En mis tres primeras Circulares he presentado y comentado las tres orientaciones
del Capítulo de 1982, bien conocidas ya por todos nosotros, al menos teóricamente. El
Capítulo de 1988, a la vez que las reafirmó, nos exhortaba a profundizar la comprensión
y la vivencia de estas tres Orientaciones desde el punto de vista de su conexión interna,
de su raíz evangélica y de su coherencia con el carisma y los valores espirituales de
nuestra familia religiosa. Para ello se ha de tener presente la prioridad de la Primera
Orientación y la necesidad de la oración y de la reflexión vinculadas a los
compromisos (Cf. Segunda Parte, Recomendaciones del Capítulo General 1988, 1, 3).
Damián fue un misionero que enfrentó la misión con nuestro espíritu peculiar ss.
cc., en solidaridad con los pobres. Fue también una persona muy de comunidad, y llevó
una vida que exigía una continua y profunda conversión, enraizada en el seguimiento de
Cristo. Si Damián, a su estilo, vivió estas orientaciones, su vida puede ser para nosotros
una prueba de que hunden sus raíces en el evangelio y que expresan con propiedad
nuestro carisma y misión ss. cc. Damián puede también ayudarnos a centrar la mirada
en nuestra verdadera misión hoy. Es un hecho que su forma de vivir la misión ha sido
motivo de inspiración para muchos. ¿Cuál es el secreto de que su vida sea tan atractiva
para jóvenes y adultos? Creo que todos admiran la forma tan real y concreta en que puso
en práctica el evangelio. Para nosotros, Damián encarnó el carisma ss.cc.: esto es lo que
nosotros querríamos imitar con todas nuestras fuerzas. En esta Circular quiero dejar
hablar a Damián lo más directamente posible, a través de su vida y escritos.
Si esta carta sirve para proyectar algo de luz sobre nuestra vocación, habrá valido la
pena el trabajo realizado. Para mí es un privilegio poder presentar el fruto de la
meditación de tantos hermanos y hermanas que, de distintas formas, han compartido sus
reflexiones con nosotros a lo largo del Año Centenario. A ellos el tributo de mi gratitud.
5
I NUESTRA TRADICIÓN MISIONERA. DAMIÁN Y SU ESPÍRITU MISIONERO
6
reflejados en el relato de sus aventuras, descritas en cartas dirigidas al Superior General,
hermanos y amigos. Las memorias escritas por nuestros misioneros estremecieron a los
lectores de los Anales de la Propaganda de la Fe, de gran divulgación por entonces. Esta
era la Congregación, rebosante de celo misionero, a la que Damián se incorporó.
Damián acogió su vocación, ante todo, como una llamada de Dios: La voluntad de
Dios es que abandone el mundo para abrazar la vida religiosa... La Divina Providencia
lo quiere... Es Dios quien me llama y tengo que obedecerle... Todos nosotros debemos
elegir el estado al que dios nos ha predestinado para ser eternamente felices.. 1En sus
notas de Retiro, escritas en 1881, describe su vocación religiosa como “un favor de
Dios”. Ya antes de ingresar, tuvo que haber oído hablar a su hermano Pánfilo del
impulso misionero en la vida de la Congregación. Como veremos, desde los primeros
días de su formación, sintió un fuerte amor por las misiones. De hecho, vio la vida
religiosa como el mejor medio de realizar su vocación misionera. Más tarde escribiría a
su sobrino en la Escuela Apostólica: No dudes en entrar a una Congregación religiosa;
mis 12 años de apostolado en la misión me han enseñado que la primera obligación de
un misionero para con los infieles es haberse entregado totalmente en una orden
religiosa.2
Sabemos por su Maestro de Novicios que, durante el noviciado, oraba todos los días
ante una imagen de San Francisco Javier, pidiéndole la gracia de ser enviado a las
misiones.3 Conservó este espíritu durante toda su vida. Al partir de Bremem hacia las
Islas Sándwich, escribía a sus padres: Es grande el sacrificio para un corazón que ama
tiernamente a sus padres, familia, hermanos y a su país natal... Pero nuestro Salvador
nos dice, como en otro tiempo a sus primeros apóstoles: ‘Id y enseñad a todas las
naciones’... 4 El primer año en misión escribía a su Provincial, el P. Modeste Favens:
Pida al Buen Dios me conceda el corazón de un buen misionero, humilde y
desprendido.5 Nunca perdió el entusiasmo o el celo. Animaba a su hermano a que, si él
no podía ir personalmente a las misiones, preparara jóvenes decididos para esta tarea. Sé
siempre misionero en tu corazón, orando sin cesar por nosotros e infundiendo en tus
estudiantes un auténtico celo por la salvación de las almas.6 Al final de su vida
pronunciaría las famosas palabras: Soy el misionero más feliz del mundo.7
SU CELO MISIONERO
Tal vez empleemos hoy diferente terminología, pero es evidente que nuestros
fundadores y la primitiva comunidad estuvieron animados de un gran celo por el reino.
Podemos estar totalmente seguros de que la formación recibida por Damián durante sus
primeros años de vida religiosa, fue muy fiel al espíritu del P. Coudrin. Para nuestro
fundador, el celo era un rasgo tan importante de nuestra comunidad que debía formar
parte de su título y de la fórmula de profesión: Necesitamos un título, decía, que
recuerde a cada instante a nuestros hermanos que deben sacrificarse por celo por el
Señor... un título que les recuerde que faltarán a su voto más esencial apenas quisieran
vivir sólo para ellos y no trabajar en la salvación de sus hermanos (Annales SS.CC.,
1963, pág. 221)
Quizás sea éste el secreto del intenso amor de Dios por la congregación, del gran
celo y profunda espiritualidad que le sostuvieron en su donación. En Lovaina fue
7
orientado por el P. Caprasius Verhaeghe, un hombre de excepcional virtud, autor de
sólidas obras espirituales y muy apreciado como director espiritual. También en
Lovaina, estuvo bajo la influencia del P. Wenceslaus Vincke, hombre lleno de celo y
dinámico, que inició en su tiempo diversas obras apostólicas. El P. Alexandre Sorieul
fue nombrado en Francia, Issy, Maestro de Novicios por el mismo Fundador.
Finalmente hecha su profesión religiosa en octubre de 1860, estuvo bajo la dirección del
P. Euthyme Rouchouze, conocido como “segundo Fundador”. Tanto por sus escritos
como por sus actuaciones como Superior General nos consta que el P. Rouchouze
estaba lleno de celo por el reino de Dios y que concedió una gran prioridad a las
misiones exteriores (Cf. Cor Rademaker ss.cc., Llamados a servir, pág. 118)
La Casa madre de Picpus mantenía estrecho contacto con los misioneros. El obispo
Jaussem, de Tahití, un auténtico héroe entre los misioneros de la Congregación,
conmovió hondamente el corazón de Damián en una de sus visitas, cuando comentaba
los grandes desafíos de las misiones. No es de extrañar que Damián estuviera tan
ansioso por ofrecerse voluntario a la primera oportunidad que se le presentara. cuando
nosotros, en nuestros días, oímos la voz de Damián que nos habla por su vida y escritos
¿no deberían arder nuestros corazones con su mismo celo misionero por el
cumplimiento de nuestra misión?
Aquel celo misionero se hizo todavía más evidente en su dedicación a los leprosos
de Molokai; su enfermedad, su bienestar físico y espiritual, los cuidados que debía
prestarles...: todo ello constituía su única preocupación: Mi mayor felicidad es servir al
Señor en sus pobres y enfermos hijos.9 De hecho, ni siquiera por salvar su propia vida
permitiría interrumpir su trabajo: No quería verme sano, si fuera a costa de dejar la isla
y abandonar mi trabajo.10 Éste es el celo de un verdadero apóstol; todos nosotros
admiramos el espíritu excepcional de Damián. Creo, sin embargo, que se trata del celo
que pertenece a la vocación ss.cc., que forma parte del carisma ss.cc.; y que, por lo
tanto, todos nosotros hemos recibido esa misma gracia. También a nosotros se nos ha
8
conferido la misma misión apostólica de construir el reino de Dios, especialmente entre
los pobres; podemos, pues, contar con ese don, aunque siempre esté en constante
necesidad de renovación. Con el ejemplo de Damián ante nosotros, tal vez sea éste el
momento oportuno de revisar y renovar nuestro compromiso con la Misión de la
Congregación.
Cuando más cansado estoy los domingos por la tarde, más feliz
me siento, sobre todo si alguna oveja perdida ha vuelto al redil
del Señor.14
Sus perspectivas misionera diferían muy poco de las de los demás misioneros de su
tiempo; así, medía el éxito de su misión por el número de conversiones. Escribe, por
ejemplo, a Lovaina.
9
Siempre atribuía el éxito a la gracia de Dios:
Sí, había venido a salvar almas; pero muy pronto descubrió Damián que ello
implicaba el cuidado de los cuerpos, el alimento, vestido, vivienda... Como escribió H.
B. Chapman el 16.10.1986: El P. Damián, además de atender a las necesidades
espirituales de los leprosos, fue, durante años, doctor, enfermero, juez, maestro,
carpintero, pintor, jardinero, cocinero y a veces constructor y sepulturero: en realidad
lo fue todo para aquel rebaño desgraciado.
Aunque Damián nunca pensara en estos términos, ¿no es verdad que vivió y murió
por la “construcción de un mundo más justo en solidaridad con los pobres”? ¿No hizo
10
una verdadera opción por los pobres? ¿No tomó una decisión por la que el clamor de los
pobres iba a ser la primera exigencia de su vida, de su tiempo y recursos, de sus
energías e incluso de su ministerio? Entró libremente en el mundo de los pobres. Como
misionero tradicional, cruzó el océano para llevar la Buena Noticia, pero todavía tuvo
que traspasar barreras mayores – sociales, psicológicas, culturales – para entrar en el
mundo de los realmente marginados de su tiempo. Fue esta una opción consciente por
su parte, una opción religiosa:
EVANGELIZACIÓN INTEGRAL
11
que no se limita a los individuos, sino que se extiende a toas nuestras relaciones y
estructuras de la sociedad.
Podemos afirmar que, como misionero, Damián tuvo esa comprensión integral de la
evangelización. Para él, los leprosos de Molokai eran seres humanos en extrema
necesidad: ésta era toda su preocupación. Sacó fuerza de su fe. Con la ayuda de Dios,
nada le resultaba imposible. Su fe se plasmó en la acción. Era una persona práctica. No
sólo se sintió concernido por las necesidades espirituales de su gente; también se
preocupaba de su bienestar material. Sabía que el Evangelio tenía que ver no sólo con
los enfermos como individuos, sino también con la existencia inhumana y la
marginación, consecuencias de la enfermedad. La evangelización incluía el esfuerzo por
hacer las condiciones en que vivían los leprosos, más acordes con su dignidad de hijos
de Dios.
Molokai fue, en verdad, una colonia de las más pobres entre los pobres, y Damián
optó por vivir en ese mundo. Molokai, hoy, no está muy distante de nuestras puertas.
¡Hay tanta gente viviendo en extrema pobreza! De ella están llenas nuestras ciudades,
incluso en los países ricos; gente materialmente pobre que no puede disponer de su
propio destino, gente sin ayuda y sin esperanza; enfermos, minusválidos, personas solas
en el mundo tan próximas a la marginación; excluidos de la sociedad como alcohólicos,
drogadictos, prisioneros, víctimas del sida quienes, con frecuencia, se consideran
leprosos sociales. Todos y cada uno que, por una razón u otra, se sienten excluidos de la
sociedad, están viviendo su propio Molokai. Hoy somos más conscientes de los
condicionamientos injustos que están en la base de todas estas situaciones. Conocemos
las causas de la marginación. el ejemplo del Padre Damián nos invita a ver en esas
situaciones un reto a nuestra fe y amor cristianos. Como decía el Cardenal Daneels: La
conmemoración de Damián debería invitarnos a poner nuestra atención en los
abandonados de nuestros días, que son los leprosos del siglo XX. Necesitamos unir
nuestras vidas a las suyas.
Como religiosos de los Sagrados Corazones, una vez más nos llega el desafío, a
través de nuestras Constituciones, a hacernos solidarios con los hombres y mujeres
víctimas del pecado del mundo, de la injusticia, del odio. (Nuestra reparación) nos
estimula a colaborar con todos aquellos que, animados por el Espíritu, trabajan por
construir un mundo de justicia y de amor, signo del Reino (art. 4). Nuestra reparación
debería orientarnos efectivamente a los sufrimientos de Cristo. Si no queremos caer en
un falso sentimentalismo, la reparación no puede limitarse a unos momentos de oración
y de adoración, sin duda muy necesarios. Deberemos luchar en forma eficaz contra el
pecado de injusticia, y a favor de las víctimas de la misma, con las que Jesús se
identifica.
12
III EN SOLIDARIDAD CON LOS POBRES
SOLIDARIDAD E INCULTURACION
La famosa expresión del Padre Damián nosotros los leprosos, pronunciada antes de
contraer la enfermedad, nos demuestra hasta qué punto se identificó con los leprosos de
Molokai. Podemos afirmar que se insertó totalmente en su comunidad. ¡Qué
maravilloso ejemplo de solidaridad! Damián entró plenamente en su mundo, un mundo
de sufrimiento y de desecho:
Se identificó totalmente con ellos, los conoció desde dentro. Comprendió su mundo
de miseria, pero supo a la vez reconocer su gran potencial humano y su dignidad.
Paseaba con ellos y compartía su alimento, se alegraba y lloraba con ellos. Y ellos lo
comprendieron. Esta fue la razón por la que su mensaje penetraba en sus corazones;
porque lo trasmitía, no desde fuera, sino desde dentro de su misma situación de
excluidos. Como su Maestro siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros
con su pobreza (2 Cor. 8, 9). No creo que sea exagerado afirmar que se despojó de su
rango y tomó la condición de esclavo... obedeciendo hasta la muerte (Fil. 2, 7).
Verdaderamente llegó a ser con ellos un siervo sufriente.
Fue inmensa la barrera psicológica, social y cultural que tuvo que saltar cuando
llegó a Molokai. Sin embargo, fue su identificación con aquel pueblo de desecho lo que
hizo verdaderamente creíble su anuncio del amor de Dios. Sólo se movía por el afán de
compartir la vida de la gente y contribuir a su bienestar. De hecho, Damián adoptó su
mismo estilo sencillo de vida. Escribiendo a Pánfilo, poco después de su llegada, le
decía:
13
hubiera respondido: ‘Nada Señor’... Llegué aquí sin nada. No
cuento con un céntimo de paga, y sin embargo, no carezco de
nada... ¿Cómo explicar este misterio? Es el secreto de quien
prometió el ciento por uno a los que dejaron todo por Él. 27
Escribía a H. B. Chapman:
Nuestra visión del mundo está condicionada por el grupo social a que pertenecemos.
Cuando entramos en el mundo de los pobres adquirimos una nueva perspectiva.
Tomamos conciencia de la riqueza y valores del pobre y descubrimos que Dios habla
por ellos: Bendito seas Padre, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos, se las has revelado a la gente sencilla (Mt. 11, 25). No cabe la menor duda
de que Damián fue evangelizado, al compartir la fe y oración con los leprosos. Lejos de
rechazar la cultura hawaiana, había conseguido introducirla en sus celebraciones de
Molokai. Como señala la Evangelii Nuntiandi: La religiosidad popular, cuando está
bien orientada, refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden
conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo... engendra
actitudes interiores: ...paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego,
aceptación de los demás, devoción (n.º 48). El Evangelio, hecho vida en los pobres,
encierra una gran fuerza de esperanza y nos llama a la conversión. Damián se identificó
con los leprosos en su forma de orar, compartir y amar. La vida entre ellos, le llevó a
una nueva conciencia de su extrema pobreza y profundo dolor, lo que generó en él un
renovado compromiso con los quienes sufrían y un nuevo sentido de la misión en
solidaridad con ellos. Sabemos que Damián se transformó en un varón de dolores y
recorrió su camino hacia el Gólgota con Jesús, particularmente presente en la vida de
cada día de los más pobres: éste será siempre el lugar privilegiado para encontrarle en el
corazón de la Iglesia.
14
INSERCIÓN
Como Damián, también nosotros necesitamos entrar en el mundo de los pobres con
profundo respeto. Es un mundo del que, posiblemente, no tenemos suficiente
conocimiento. Y, sin embargo, necesitamos hacernos cada vez más accesibles a los
pobres y sus necesidades. El Capítulo General de 1982 estimulaba a todos los hermanos
y comunidades a vivir su seguimiento de Cristo partiendo del mundo de los pobres
(Documento Capitular de 1982, pág. 10). ¿Cuántos de nosotros tenemos contacto real
con los pobres? ¿Qué grado de inserción tienen nuestras comunidades en el mundo de
los que sufren?
Una y otra vez aparece el Evangelio que Jesús se pone del lado de los pobres y
excluidos, incluso cuando esto supone entrar en conflicto con los fariseos y doctores de
la Ley (Cf. Mc. 3, 1-6). No dudó en denunciar su falsa justicia. Su forma de evangelizar,
su opción por los pobres, su estilo de enfrentar los conflictos en la sociedad de sus días,
todos ellos son puntos obligados de referencia para nosotros.
Damián, al hacerse voz de los sin voz, se convierte para nosotros en fuente de
inspiración:
Como para Damián, también para nosotros la causa de los pobres es la causa del
propio Jesucristo y no podemos callarnos ante ningún tipo de indignidad o de
injusticia. Nuestro voto de pobreza debe alcanzar una dimensión social y comunitaria.
La defensa del pobre, de su vida y sus derechos; la denuncia de la injusticia y la
mentira; el anuncio práctico, a partir de nuestros propios bienes, de una economía de
la solidaridad, debe constituir parte integrante de esa dimensión social de nuestro voto
de pobreza. Si es exacto decir que los pobres no pueden esperar, en otro sentido tienen
derecho a esperar de nosotros una actitud clara y coherente en nombre del Dios de los
pobres. (Conferencia de América Latina, 1987)
NUESTRA TAREA
15
Nuestra misión consiste en acompañar a los pobres en su lucha por el cambio.
Podemos prestarles ayuda en el análisis de las situaciones y en la comprensión de los
acontecimientos con sus consecuencias para ellos y para los demás; podemos ayudarles
a conocer y examinar las estructuras sobre las que se basa la sociedad y a prever los
cambios necesarios. Es una tarea en la que podemos ser de mucha utilidad a los pobres,
estando a su disposición, pero sin asumir el control del proceso. A los pobres les
compete ser agentes principales de los cambios, orientados a mejorar su propia
situación: es una exigencia de su propia dignidad. Ellos son los expertos en pobreza: la
soportan 7 días a la semana y 52 semanas al año. sus opiniones son prioritarias, porque
a ellos les toca sufrir bajo el peso de las estructuras.
Sucede, sin embargo, que, con relativa frecuencia, la clase social alta, desde su
propia perspectiva, toma decisiones que afectan directamente a la clase baja. Por falta
de conocimiento directo o de una justa valoración, pueden desconocer los problemas
reales de la gente, por ejemplo, el de la vivienda. Y así, a pesar de la buena voluntad,
inconsciente e involuntariamente, por falta de visión, toman decisiones que van en
perjuicio de los pobres. No comprenden que las estructuras son causa de opresión para
la clase humilde de la sociedad, y con sus decisiones mantienen, y hasta incrementan,
tal opresión.
Podemos trasmitir a los pobres una nueva fe en sí mismos, una nueva confianza, una
nueva esperanza, con tal de que – claro esta – la tengamos nosotros mismos. El reino de
Dios está llegando, es cierto: un reino de paz y justicia, un reino cuya venida está
garantizada por la resurrección de Jesús. Aunque nunca desaparecerá la tensión entre el
reino en este mundo y en el venidero, sabemos por el Evangelio y por la doctrina social
de la Iglesia, que la lucha por un mundo más justo, aquí y ahora, es un elemento
esencial e integrante para el advenimiento del Reino.
En estas mismas iglesias nuestras, debemos estar cada vez más abiertos a las
nuevas urgencias de la evangelización, desarrollando en ello toda la intensidad y
creatividad de este espíritu misionero que nos ha marcado desde nuestros orígenes. Es
probable que esto nos conduzca a la revisión de nuestras obras y a una nueva
estructuración de nuestros servicios en las Iglesias locales. Nuestro inalterable criterio
de acción será siempre el de verificar en los hechos la implantación de la Iglesia de los
pobres (Conferencia Continental de América Latina 1987)
16
IV EL SECRETO DEL APOSTOLADO
Anunciar la buena nueva del amor de Dios no es una simple cuestión de enseñanza
doctrinal; el amor juega un papel fundamental en la trasmisión del mensaje del amor de
Dios, y muy particularmente, cuando queremos trasmitir este mensaje al mundo de los
marginados.
Es un principio que hemos de tener muy presente, allí donde nos encontremos en
misión. Este fue el convencimiento de Damián y el secreto de su éxito evangelizador.
Esta era también su visión. Su amor por la gente no era meramente funcional, fue un
amor muy personal:
Una gran bondad hacia todos, una tierna caridad para con los
necesitados, una dulce compasión para con los enfermos y moribundos,
y junto a ello una sólida instrucción a mis oyentes: ésta ha sido la
pedagogía para introducir buenas costumbres entre los leprosos. 34
El P. Damián, primero, amó a su pueblo, después les habló del amor de Dios: no hay
mejor método pastoral. El Papa Pablo VI dice en la Evangelii Nuntiandi n.º 79: La obra
de la evangelización supone en el evangelizador mismo, un amor fraternal siempre
creciente hacia aquellos a los que evangeliza... ¡Así llevados de nuestro amor por
vosotros...! (1 Tes. 2, 8; Cf. Fil. 1, 8)... ¿De qué amor se trata? Mucho más que el de un
pedagogo; es el amor de un padre; más aún, el de una madre (Cf. 1 Tes. 2, 7-11; 1 Cor.
4, 15; Gal. 4, 18). Tal es el amor que el Señor espera de cada predicador del Evangelio.
En otro lugar, Pablo VI es todavía más directo: La actitud fundamental de quienes
quieren convertir el mundo es el amor. Es el alma del apostolado: saber amar.
17
Damián, por naturaleza, era afectuoso, espontáneo, desinhibido en la expresión de
sus afectos. Todavía joven, expresaba en sus cartas un tierno cariño por sus padres. Les
escribía, como estudiante, desde Braine-le-Comte:
Qué alegría poder decirles de nuevo que les amo, y que mi corazón
nunca podrá olvidar su bondad. 35
Vital Jourdan comenta que Damián tenía un corazón muy tierno. Todos los años
escribía a sus seres queridos de Tremelo, expresándoles su gran afecto. Descendía a
veces a los pequeños detalles de la vida de cada uno, interesándose por su felicidad (o.c.
pág. 71)
Su nuevo destino fue Kohala; al tener que dejarlo, para trasladarse a Molokai,
escribía al P. Marcelin Bousquet, su Superior General:
... ocho años de servicio entre cristianos a los que amas y por los que te
sientes amado crean lazos muy profundos y un gran afecto mutuo. Una
simple broma sobre mi posible isla a Molokai les llenaba de emoción. 40
18
Lo que Damián ofreció a su gente fue la acogida. Reconoció la dignidad de los
leprosos y les trató como a hermanos y hermanas. Tuvo un amor muy fuerte por aquella
gente que sin él nada hubiera contado. Se hizo cercano a las personas, incluso
físicamente, consciente del precio que debería pagar.
El Sr. Mouritz, doctor del lazareto, diría: Si Damián hubiera mantenido la misma
actitud de recelo ante el contacto con los leprosos durante todo el tiempo de residencia
en Kalawao que a su llegada (cuando declinaba vivir en un mismo espacio donde había
leprosos), la historia de Damián ‘el mártir de Molokai’ probablemente nunca se
hubiera escrito. 43
AMISTAD Y HOSPITALIDAD
Comía del mismo puchero del que todos se servían con sus propias manos. Les
permitía fumar su pipa. Un testigo cuenta que “vendaba sus heridas como si de
hermosas flores se tratara”. Les visitaba constantemente, sobre todo a los que estaban
gravemente enfermos; esto no significaba que tenía que olvidar su previa repulsión y
natural repugnancia por el “aire envenenado” que él mismo tenía que respirar, así como
los resultantes dolores de cabeza y su “constante náusea” 46
19
que le pudieran separar de los pacientes del lazareto, a costa de la repugnancia y del
miedo: todo ello hizo de él un leproso y una víctima de la lepra. 48
Les amó hasta el fin, a lo que los leprosos le correspondieron con amor. Moribundo,
siempre tenía a alguien a su lado en la habitación. Era imposible despedirles, decía el
H.º James Sinnott, que le cuidaba durante los últimos días.
Tenía especial cariño a los pequeños. He aquí un relato de la Madre Mariana: Nos
condujo al orfanato de los niños leprosos en Kalawao. ‘Hijas mías’, les dijo, voy a
morir pronto, pero no quedaréis abandonadas, la hermana que está conmigo os
cuidará... Nos llevó también al orfanato de niños. De repente nos preguntó: ¿Cuidarán
de mis niños cuando yo haya partido?. Repitió tres veces la misma pregunta. Nosotros
se lo prometimos y hemos mantenido la palabra. 51
No hay duda, pues, de que Damián tenía un corazón bondadoso, a pesar de que a
veces dejara traslucir una cierta brusquedad de carácter que le produciría
malentendidos: Siempre sentí que puso en mí la más plena confianza y que me tenía un
profundo amor, sin importarme sus apariencias externas, declaraba Joseph Dutton, su
íntimo colaborador en los últimos años. Fue aquel corazón, lleno de un amor que sólo
podía provenir de Dios, el que confirió una nueva dignidad a los marginados de
Molokai.
20
Los efectos inhumanos de su condición y el sentimiento de soledad e inutilidad
experimentado por aquella gente tenían consecuencias más desmoralizadoras que la
misma enfermedad física. El poder curativo del amor fue lo que posibilitó a Damián el
formar una verdadera comunidad. Sus relaciones, envueltas en bondad y cariño,
lograron crear un clima en el que la gente podía crecer y desarrollarse en una actitud de
mutuo respeto. El verdadero pilar de nuestra vida consiste en ser con y para los demás,
en ser una presencia en la vida de los demás que les inspire fe y confianza en sí mismos.
No podemos dar a los demás un regalo mayor que nuestra fe y confianza. Todos
nosotros necesitamos la afirmación que brota de nuestra conciencia del amor de Dios,
pero también la afirmación que nos llega de parte de los demás. Cuando nos aman y
confían en nosotros. 53
Damián fue ese apoyo para los leprosos. Se hacía cargo de todas las necesidades de
su comunidad, desde las más elementales, como alimento, vivienda, vestido, hasta las
más elevadas como la dignidad, los bienes y el amor. Viviendo en el lazareto y
haciéndose uno con los marginados, pudo transformar aquel numeroso grupo de
enfermos y personas amargadas en una comunidad “donde se sentían felices de vivir”.
DIMENSION ESPIRITUAL
Sus liturgias estaban llenas de colorido, con participación y espacio para todos. Un
leproso que tocaba el armonio, sólo contaba con los dedos de su mano derecha. Escribía
Damián a su madre:
Con ocasión de la visita del obispo, los leprosos interpretaron la Misa de Mozart. El
coro de niños era maravilloso; escribía a su hermano:
Fundó una banda; contaba con tres coros – a los hawaianos les gustaba mucho
cantar -; con frecuencia se hacían procesiones. Según la espiritualidad de la
Congregación, organizó la adoración al Santísimo Sacramento, recordando así que Dios
estaba realmente presente entre ellos:
21
Les organizó también para que pudieran prestarse servicios diversos entre ellos:
DIMENSIÓN SOCIAL
Trabajó con ahínco por que la calidad de vida fuera digna de seres humanos. Les
animó con el ejemplo; con su colaboración trazó caminos, construyó casas, condujo el
agua, amplió el hospital, abrió un orfanato para niños y niñas, aró la tierra, plantó flores;
les empujaba a todas estas actividades, convencido de que el trabajo dignifica a las
personas. Se hizo voz de los sin voz, a las autoridades les pedía alimento, apelaba
insistentemente al gobierno a favor de unas condiciones de vida más favorables para sus
leprosos.
Vivió en un mundo lleno de signos de muerte, cuando su misión era dar vida. No
solamente lo proclamaba de palabra, trataba d encontrar la forma de expresarlo en
manifestaciones culturales y festivas. Quería poner alegría en un mundo donde la
tristeza era lo normal. El Dr. Woods diría con ocasión de su visita: Puedo testificar que
en ningún lugar del mundo los leprosos son tan bien atendidos como en las islas
Sandwich. 59 Los obispos de Bélgica, en su carta a los fieles con ocasión del Centenario
del P. Damián, escribe: En Molokai, el sufrimiento, que marca siempre la historia de
los hombres, era patente por todas partes. Todos los días moría alguien. Damián llevó
este sufrimiento en su corazón; más tarde, lo llevó en su propio cuerpo. Con todo, en
Damián y en todos los que le estaba n confiados había un profundo gozo por vivir. De
este modo, en la parroquia de Molokai, incluso los funerales eran verdaderas
celebraciones, signos de esperanza que el Señor resucitado despierta siempre en el
hombre. En efecto, el Amor de Dios penetra hasta lo más recóndito del sufrimiento, y
deja allí siempre una señal de su paz. 60
Damián no sólo tenía corazón de misionero, poseía además una idea muy fija sobre
su “trabajo” misionero. Había “dejado todo” y una vez puestas las manos en el arado,
nunca volvió la vista “atrás” (Lc. 9, 62) Su “tarea” misionera fue construir una “iglesia”,
una comunidad de personas que debían abandonar la violencia, la inmoralidad, la
desesperación... para convertirse en una comunidad de creyentes, capaz de compartir la
vida, de amarse mutuamente los unos a los otros, unidos en el culto y la oración,
perdonándose, curándose, buscando aceptar el dolor y el sufrimiento en un espíritu de fe
y confianza en Cristo. Damián fue capaz de crear una verdadera comunidad cristiana
que, a su vez, se transformó en “heraldo del evangelio”. cumplió el ideal que Pablo VI
nos presenta en la Evangelii Nuntiandi, n.º 21: Supongamos que un cristiano o un grupo
22
de cristianos irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más
allá de los valores corrientes y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar. A
través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes
contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de
esa manera? ¿Qué es o quien es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros? Pues
bien, este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también
muy clara y eficaz, de la Buena Nueva. Estas son las mismas cuestiones que el mundo
se ha preguntado, al conocer el hermoso testimonio personal de Damián y el estilo de
vida de aquella comunidad que pudo vivir con tanta felicidad, en medio de tan gran
sufrimiento.
Damián no sólo logró crear una comunidad en Molokai; vivió también en comunión
con otras comunidades cristianas y personas del mundo entero que, gracias a él,
escucharon el clamor de los pobres y, muy particularmente, experimentaron el dolor de
los leprosos. No fue sólo una opción de Damián por los pobres; su testimonio de vida
misionera inspiraría a otros muchos y les impulsaría a hacer la misma opción. ¡Cuántos
cientos de misioneros, a lo largo de los años, han atribuido su vocación a la inspiración
y ejemplo de Damián! Su vida misionera sigue dando fruto en el entusiasmo que de él
recibimos para entregar nuestras vidas a la extensión del Evangelio.
23
Si podemos decir que Damián trabajó realmente “por construir un mundo más justo
en solidaridad con los pobres”, también podemos afirmar que buscó “desarrollar una
vida de comunidad”, de acuerdo con sus circunstancias. De hecho, ambas orientaciones
están estrechamente relacionadas. Damián lo sabía, pues se había “educado” en la
comunidad. Sabía lo que significaba ser un verdadero hermano para los demás. Su
comunidad religiosa ss.cc. siempre había puesto un gran énfasis en el amor fraternal.
VIVIR JUNTOS
Sin embargo, no hemos de equiparar, sin más, presencia física bajo el mismo techo
y una buena vida de comunidad. Todos nosotros sabemos que podemos vivir juntos, en
la misma casa, y sentirnos psicológica y espiritualmente alienados, hasta el punto de no
vivir una verdadera comunión. Por otra parte, conocemos hermanos que, por razones
justificadas, no viven normalmente en comunidad, y, sin embargo, se sientes muy
vinculados y contribuyen muy positivamente a la vida y misión de la Comunidad. Lo
más importante es la actitud de cada uno hacia la Comunidad.
24
En Molokai, Damián no tuvo experiencia de vida religiosa comunitaria y, sin
embargo, se vio a sí mismo como un misionero ss.cc., y nunca de otra forma. Nos
consta que tuvo una gratificante experiencia de comunidad durante los años de
formación, lo que mantuvo en él el espíritu de la Congregación y un gran aprecio por la
vida de comunidad. Su apostolado (al que se sintió enviado por la Congregación), le
obligó a vivir fuera de las comunidades locales ss.cc. No obstante, tuvo siempre la
preocupación de vivir en comunión con su familia religiosa. Su correspondencia le
mantenía periódicamente en relación con sus hermanos y superiores, a quienes les
expresaba respeto, confianza, cordialidad, abertura y solidaridad. Manifestaba interés
por todo:
Le gustaba encontrase con sus hermanos, cosa que juzgaba vital para renovar su celo
misionero:
Durante los pocos días que cada mes pasamos juntos, nos dejamos lleva,
a veces, de un cierto exceso de alegría; después nos sentimos
fortalecidos para entregarnos de nuevo al santo ministerio. 63
Y a su hermano:
25
Ciertamente los hermanos que vivieron en Molokai en tiempo de Damián no fueron
los más fáciles. También Damián tenía sus fallos. Con todo, la ausencia de hermanos
era su gran dolor.
En 1878 solicitó del Provincial, permiso par actuar con libertad en aquellos caso en
que no pudiera ponerse en contacto con sus Superiores.
Sabemos que las dificultades con sus superiores de Honolulu, en que se vio envuelto
sin saberlo, ni quererlo, fueron para él una pesada cruz. En todos los momentos
importantes de su vida hacía referencia al día en que se había postrado bajo el paño
mortuorio, prometiendo morir a sí mismo y entregarse completamente, y para siempre,
al Señor. Así describía el P. Wendelin su reparación a la muerte: En seguida renovamos
juntos los votos que vinculan a la Congregación. Al día siguiente recibió el Santo
Viático. Todo el día lo paso alegre como de costumbre... su apego a la congregación
fue admirable. Cuántas veces no dijo: ‘padre, usted aquí representa para mí a la
Congregación, ¿no es cierto? Digamos juntos las oraciones de la Congregación. ¡Qué
bueno es morir como hijo de los Sagrados Corazones!’. Varias veces me encargó que le
escribiera a nuestro Reverendísimo Padre para decirle que su mayor consuelo en ese
momento era morir como miembro de la Congregación de los Sagrados Corazones. 70
un teólogo profundo, con mucho celo por el ministerio; conoce muy bien
el inglés y, por encima de todo, es un buen hijo de la Congregación. 71
Contamos hoy con muchos y buenos hijos e hijas de la Congregación que, como
Damián, debido a sus obligaciones apostólicas, no siempre pueden vivir en una
26
comunidad religiosa. El compromiso del P. Damián con la Congregación, su deseo de
mantenerse en estrecha relación con ella y su sentido de verse enviado por la
Congregación, puede ser fuente de inspiración para todos ellos; cuanto más en
comunión vivamos nuestra comunidad religiosa, mayor será el fruto de nuestro
ministerio.
Es importante recordar que Damián vivió una situación excepcional y que tuvo una
misión muy especial. El mismo decía: No es bueno para nosotros estar solos, y hubiera
deseado algo distinto para él mismo. La comunidad religiosa – comunión en la misión –
es un testimonio visible del Evangelio vivido; pero además nos puede proporcionar el
apoyo que necesitamos para vivir auténticamente nuestra vocación. La comunidad, a la
vez que nos mantiene humildes y realistas, puede fortalecer nuestra fe y esperanza,
cuando compartimos nuestras vidas. Por eso, nuestros hermanos, en el Capítulo,
después de intercambiar sobre la situación general de toda la congregación, declararon
que nuestra vida de comunidad se desarrolla normalmente en el seno de una
comunidad local. Tiene su alma en la caridad fraterna y en la voluntad de poner en
común no sólo los bienes materiales, sino también nuestra propia vida personal en una
comunión de espíritu y corazón (Nuevas Constituciones, art. 38). El Capítulo pide a los
Provinciales que tomen medidas para que, dentro de lo posible, las comunidades
cuenten al menos con tres miembros. Si lo juzgan oportuno, agruparán asimismo las
comunidades demasiado pequeñas de manera que constituyan ‘Comunidades de Área’
(Est. 12)
Quienes tienen razones objetivas para vivir solos, han de cuidarse de no aislarse de
la comunidad. De lo contrario, pueden comenzar a perder la capacidad de un verdadero
discernimiento y su sentido de misión congregacional. Todos tenemos tendencia al
individualismo por lo que hemos de reaccionar al aislamiento. Podemos perder nuestra
identidad y los dones que se nos conceden a través de la comunidad. Si nos vemos
obligados a sacrificar las experiencias positivas que conlleva la vida en común, a causa
de una misión especial encomendada por la Congregación, necesitamos descubrir otros
medios de participación en la vida ss.cc.; hemos de procurar aprovechar todas las
oportunidades para hacernos presentes en la comunidad: asambleas, retiros, seminarios,
visitas a hermanos / hermanas; las cartas y publicaciones de la Congregación nos
ayudarán también a mantenernos en contacto con la vida y actividades de nuestra
Comunidad. Esto es vital si queremos experimentar aquella comunión fraterna, que es
parte central de nuestra herencia de familia. El amor fraternal, el afecto, la comunión
son absolutamente fundamentales para nuestra vida y trabajo de evangelización como
misioneros ss.cc.
27
TRADICIÓN FAMILIAR
En 1945 dijo Mahatma Gandhi: “Merece la pena preguntarse por la fuente del
heroísmo del Padre Damián”. Podemos retrotraer esa búsqueda a sus orígenes
familiares. Procedía de una familia piadosa, de fe profunda, donde las oraciones y
prácticas religiosas se vivían con total normalidad. Su hermano Pánfilo y sus hermanas
Eugenia y Paulina abrazaron la vida religiosa antes que Damián. en sus primeras cartas,
previas a su ingreso en la Congregación, existen ya claros indicios de su fuerte fe
personal. Con ocasión de la profesión de paulina, como religiosa ursulina, escribió a sus
padres, desde Braine-le-Comte:
Qué felicidad para ella, queridos padres... Espero que me llegue la vez
de seguir mi vocación. ¿No podría yo seguir los pasos de vuestro hijo
Pánfilo?. 72
CARISMA SS.CC.
28
Los Sagrados Corazones me bendicen con tal alegría y paz de corazón
que me siento el misionero más feliz del mundo. 76
Las gracias que acompañan al misionero son tan grandes que ni las
mayores dificultades u obstáculos me inquietan. 78
VIDA DE ORACIÓN
29
Aunque no podamos seguir materialmente a Damián, hay lecciones que nos
conviene aprender, pues tenemos una misma vocación. Alg8nos párrafos de sus cartas
nos pueden resultar inspiradores:
Así escribía al Ecónomo General, el P. Gabriel Germain. Sabemos que recibió dicho
Comentario y que lo estudiaba regularmente, a pesar de que, entonces, no era tan
frecuente la lectura de Sagrada Escritura.
Predico todas las mañanas después de Misa, y los domingos mis niños
cantan maravillosamente la Misa Mayor, casi como músicos
consumados.85
30
Al pie del altar encontramos la fuerza necesaria en nuestra soledad. Ahí,
cada día, te encuentro también a ti y a todos los buenos Padres de
nuestra Congregación. Sin el santo sacramento, una situación como la
mía sería insostenible. Pero con mi Señor a mi lado, puedo continuar por
siempre feliz y contento; con esta paz gozosa en el corazón y la sonrisa
en los labios trabajo con entusiasmo por el bien de los pobres y
desafortunados leprosos; así, poco a poco, y sin mucho ruido, continúo
haciendo el bien. 88
Y de nuevo:
Me confieso con frecuencia al pie del altar y busco allí alivio en mis
penas interiores. Ante Él y ante la estatua de la Santa Madre me
desahogo pidiendo que me preserven la salud. 90
Este fue el amor por la eucaristía que comunicó a los leprosos. Como ya hemos
recordado, organizaba liturgias, bendiciones con el Santísimo Sacramento y
Procesiones; la participación, particularmente con el canto, era excelente; también los
cojos y lisiados se hacían presentes. Quería que los leprosos vivieran de la Eucaristía, y
en muchos casos lo consiguió. Así pudo escribir al Provincial, el P. Leonor Fouesnel, e
1888:
MARIA
Podemos hacer una síntesis de este breve recorrido por la vida espiritual del P.
Damián, aplicándole las palabras de las nuevas Constituciones:
31
eucarística y la adoración contemplativa le ayudaron a entrar en las
actitudes y sentimientos del Corazón de Cristo ante el Padre y ante el
mundo. En su seguimiento radical de Cristo, María su Madre, modelo de
fe en el amor, le precedió en el camino y le acompañó para entrar
plenamente en la misión de su Hijo (aa. 3 y 5)
32
VII DAMIÁN, UN “HIJO DE LA CRUZ”
Ya hemos visto que el P. Damián vivió y recibió vida del espíritu y espiritualidad de
nuestra Congregación. Cuando se leen los escritos de nuestro Fundador, hay algo que
llama poderosamente la atención: su cristocentrismo. Los textos dejan entrever una
sensibilidad religiosa firmemente centrada en Cristo y en la Cruz: Seremos salvados por
Jesucristo. El solo es el Camino, la Verdad, la Vida. Él solo es nuestra Cabeza, nuestro
Guía y nuestro Modelo; sólo llevando su cruz podemos seguir sus pasos... Oh Cruz de
mi Salvador, seréis en adelante mi único recurso, serviréis a mi alma como un ancla
firme y segura en la tempestad... 94No me limitaré a trazar sobre mí vuestro signo de
bendición: os imprimiré en mis entrañas, os colocaré sobre el altar de mi corazón. Mis
pobres hijos serán siempre hijos de la Cruz, que se irán conformando totalmente al
Corazón de nuestro Buen Maestro. 95
Damián fue consciente de todo esto. Como muy bien señala el P. Juan Vicente
González (Cf. Hemos creído en el Amor), Damián vivió el espíritu del P. Coudrin, como
lo había aprendido en el noviciado del P. Rouchouze. Lo más admirable de Damián es
su continua donación de sí mismo a los demás, a los más pobres, a quienes están en la
miseria. Damián fue heroico en la forma de soportar el sufrimiento diario, no sólo el que
provenía del martirio de 16 años de duración; también el que tuvo origen en la falta de
comprensión, en la injusticia, la crítica y la calumnia. Lo que realmente llama la
atención es el talante con que aceptó el sufrimiento: sin dramatizaciones ni quejas, sin
retraimiento e incluso sin limitar su capacidad de servicio:
No tengas la menor pena por mí, pues cuando uno sirve a Dios, es feliz
en cualquier lugar. 96
Damián siempre vio sus votos como una participación en la muerte de Cristo; a ello
aludió varias veces en relación con el paño mortuorio. Fue su experiencia constante,
desde su primer compromiso hasta su salida para las misiones – momento éste que vivió
como despedida terrenal de sus padres -; después, en su ofrecimiento voluntario para
Molokai, en la aceptación de su condición de leproso y, finalmente, al renovar sus votos
antes de morir. El día de su profesión había entregado su vida al Señor y, a medida que
avanzaba hacia el Gólgota – un recorrido sostenido por una unión cada vez más estrecha
33
con el Señor -, iba revelando esa gran riqueza espiritual que hundía sus raíces en la
pasión y muerte del Señor.
Jesucristo está de forma especial con los misioneros. El dirige todos sus
pasos y los preserva de peligro. 100
Una fe semejante sólo puede ser fruto de una oración constante y de un entrar
profundamente en el misterio pascual. Aceptó la muerte y resurrección de Cristo no
como un acontecimiento puramente histórico, ajeno a su persona, sino como un misterio
que debía vivir en su propio cuerpo: Con el Mesías quedé crucificado y ya no vivo yo,
vive en mí Cristo (Gal. 2, 19) Su vida religiosa fue una gradual y creciente
identificación interior con el Maestro.
Llevó la cruz con paciencia. Pasó por su propia agonía en el Huerto, soportó sus
azotes y corona de espinas. Su vida no fue fácil. Cuando leemos el informe (Disquisitio)
sobre su vida, preparado para el proceso de su beatificación, comprobamos que sus
mayores sufrimientos no provinieron de su enfermedad física de la lepra: su sufrimiento
interior fue mucho más doloroso. Encontró muy difícil soportar la soledad de su
situación, aunque poco a poco, pudo ser capaz de transformar la experiencia sicológica
de soledad con el Señor, profundizando así su unión con Él en la oración y meditación,
especialmente en la adoración ante el Santísimo Sacramento.
Sufrió con mucha intensidad a causa de las incomprensiones y críticas (a veces muy
severas) de sus Superiores:
34
Damián lo pudo entender. Sus superiores no apreciaban la publicidad en torno a sus
actividades, ni la presión que ejercía a favor de los leprosos, motivo éste de tensión con
las autoridades civiles. Tal vez hubiera algo de celos. Por supuesto, Damián tenía la idea
fija del bien de sus leprosos, mientras que los Superiores religiosos pensaban en el
conjunto de la misión de Hawai. La profética defensa de sus intereses colocó a las
autoridades en una actitud defensiva y de cierto resentimiento. Sin embargo, en palabras
de la Disquisitio: En medio de estas dificultades y sufrimientos, la conducta de Damián
fue la de un hombre de gran virtud... No conocemos ningún escrito suyo de este tiempo
en que se permitiera contradecir (a los acusadores) con la menor falta de respeto a sus
Superiores. Cuando creía que una contradicción les iba a molestar o le parecía inútil,
prefería callarse. Ni el más mínimo atisbo de rencor. Continuaba amando a sus
Superiores y les escribía como si nada pasara, sin servilismos ni inflexibilidad, en
simplicidad y obediencia. 103
35
alma cristiana por estar unida lo más pronto posible con Él que es su
vida única. Buen viaje, mi querido amigo, hasta que nos veamos en el
cielo. 108
A pesar de que, en los últimos años, se ha resaltado menos este aspecto de nuestra
vocación, creo que va a ser crucial, si en los años venideros queremos vivir nuestra
existencia con una profunda serenidad. Vivimos en un tiempo en que la mayoría de
nosotros estamos habituados a un alto nivel de confort material, y nos es muy difícil
aceptar cualquier tipo de sufrimiento. Cuando, en el pasado, nos veíamos con
dificultades, tentaciones o tensiones, parecía que teníamos a nuestra disposición reserva
de fe y ascesis. Teníamos una mejor comprensión del lugar del sufrimiento en la vida
cristiana. Habíamos llegado a esa visión por medios, hoy día, poco atractivos: fuerte
acentuación de la misa como calvario, práctica de mortificación, severos ejercicios de
cuaresma, devociones populares como el via crucis, los misterios dolorosos, las siete
palabras... Podemos darle la interpretación que queramos, pero, en todo caso, éramos
muy conscientes de que la Cruz y la Pasión formaban parte esencial de la vida cristiana.
No tendremos recursos para enfrentar las realidades de la vida religiosa y de la misión
36
hoy, si no sabemos acoger las cruces de nuestra propia vida; necesitamos reconocer la
fuerte presencia de la pasión en el mundo, y la realidad de la cruz en la vida de la gente.
Queremos cumplir nuestra misión en un mundo en el que hay una enorme dosis de
sufrimiento, lucha y dolor; necesitamos ser solidarios de tanta gente que soporta pesadas
cruces.
Escuchemos de nuevo a Juan Pablo II: Ante el hermano o la hermana que sufren,
Cristo abre y despliega gradualmente los horizontes del Reino de Dios... Cristo
introduce en este mundo, en este Reino del Padre al hombre que sufre, en cierto modo a
través de lo íntimo de su sufrimiento. En efecto, el sufrimiento no puede ser
transformado y cambiado con una gracia exterior, sino interior...
Cristo no explica abstractamente las razones del sufrimiento, sino que ante todo
dice: ‘Sígueme’, ‘Ven’, toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvación del
mundo, que se realiza a través del sufrimiento... A medida que el hombre toma su cruz,
uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del
sufrimiento... a nivel del sufrimiento de Cristo... Entonces el hombre encuentra en su
sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual. 113
37
proceso una “de las más hermosas páginas de la actividad apostólica de nuestros
tiempos” (Card. Pacelli)
No tenemos que aguar este mensaje cuando invitamos a los jóvenes a seguir tras las
huellas de Damián. Les haríamos un flaco servicio. Les colocaríamos en una situación
insostenible, ya que parece haber disminuido la capacidad de donación, y los términos
como ascesis y negación de sí mismo “suenan mal” en una cultura en que hay aversión a
compromisos de larga duración. Las palabras de Damián son muy apropiadas al
respecto, quizás más que nunca:
VIDA ETERNA
Pidan al buen Dios todos los días por mí, para que persevere hasta el
final y sea un buen misionero; para que, después de trabajar por largo
tiempo en la viña del Señor, pueda llegar en su compañía a contemplar
eternamente al buen Dios. 115
38
vestido, medicina, materiales de construcción, conducción de agua para los leprosos,
etc.; siempre con los pies sobre la tierra. Por otro lado, vemos que la conversión de los
pecadores, la salvación de las almas y su destino eterno constituyen su constante
preocupación. Tal vez nosotros necesitemos tomar una mayor conciencia de que somos
un pueblo en peregrinación, de que la tierra no es lo último y que, por lo tanto, nos
encontramos en camino hacia una “nueva creación”. Esto no significa que debamos
evadirnos pensando en otro mundo o que debamos cesar en nuestro empeño por
construir una nueva ciudad; se trata de que, en cierto sentido, sepamos relativizar
nuestros problemas. Sólo cuando nos sintamos peregrinos, podremos vernos libres del
afán de posesión y disponibles para los demás. Se trata de que vivamos como pueblo
que peregrina, en libertad, pero con los pies sobre la tierra.
Su vida era un “vivir en Cristo” la vida de la gracia, la vida eterna comenzada. Esa
era la razón de su felicidad. Fue Cristo quien dio sentido y marcó el camino a toda su
vida a través de una espiritualidad integrada.
Como Damián, que se hizo leproso con los leprosos, también nosotros hemos de
reconocer la presencia de Cristo en los pobres; entonces, desde la profunda solidaridad
con ellos, nacerá en nosotros un nuevo sentido de nuestra misión. Y nuestras vidas
misioneras serán seguimiento de los pasos de Jesús, el Siervo sufriente. Al “vivir en
Cristo”, experimentamos, es verdad, su muerte, pro también su resurrección; y no como
un apéndice en nuestras existencias, sino como un misterio que ya vivimos como
anuncio de una gran alegría. En efecto, todos sabemos de la gran paz y felicidad que
39
inundaron las vidas de tantos de nuestros misioneros. Esperamos que continúe de la
misma manera.
Y ojalá que el mundo actual – que busca a veces con angustia, a veces
con esperanza – pueda así recibir la Buena Nueva no a través de evangelizadores
tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio,
cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría
de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de
implantar la Iglesia en el mundo (Evangelii Nuntiandi, n.º 80)
40
VIII PERSPECTIVAS DE FUTURO
41
relacionar el Evangelio con la vida actual de los pueblos: ¿Cómo puede proclamarse una
nueva ley, si no promueve el verdadero progreso, en espíritu de justicia y paz? 123 El
Sínodo de Obispos de 1971 contribuyó a esta nueva orientación de la misión de la
Iglesia con su documento “Justicia en el mundo”; en él se afirma claramente que el
compromiso por la justicia es una dimensión constitutiva de la predicación del
Evangelio. La evangelización abarca todos los aspectos de la existencia humana: no es
una simple oferta de sacramentos. El Espíritu de Cristo debe llegar a las grandes
cuestiones de la guerra, la paz y la destrucción del ambiente, así como a los problemas
reales de nuestros días: refugiados, aborto, divorcio, alcohol, drogas, desempleo,
consumismo. Tenemos que ir dando lugar a comunidades donde la dignidad de cada
uno, como hijo de Dios, sea aceptada y respetada, contribuyendo así a un mundo de
justicia y amor. Lo que implica una opción preferencial en nuestro ministerio por los
pobres, marginados y rechazados. No debemos considerar a los pobres como simple
objeto de nuestra evangelización. El Evangelio tiene un especial significado para ellos;
de ahí que puedan tener una mejor comprensión que los demás. Precisamente por ello,
son agentes de evangelización. “Pobres” son quienes se ven privados de los medios
necesarios para una vida en plenitud, normalmente tiene que ver con la falta de recursos
materiales de subsistencia y de los derechos humanos elementales. A veces son
“pobres” también quienes se sienten limitados en sus bienes no-materiales, como por
ejemplo, las mujeres. 124
42
nuestros hermanos y hermanas se trasladaban para anunciar el Evangelio. Hoy es
también “misionero” quien trabaja por eliminar la injusticia estructural de su propio
país, para que los pobres y los oprimidos puedan tener experiencia de la Buena Noticia.
Ser misionero hoy no se aplica exclusivamente a quienes cruzan fronteras territoriales,
para vivir en solidaridad con los pobres y anunciar el Evangelio en países extranjeros:
también son misioneros quienes traspasan fronteras sociales, psicológicas y culturales,
en vistas a la solidaridad con los pobres y no evangelizados de su propia casa. Se dan
situaciones de misión en los seis continentes.
Hoy también, más y más, nuestros hermanos y hermanas siguen cruzando fronteras;
no sólo de tierra y mar, también de raza, clase y confesión; y siempre con el fin de vivir
y dar testimonio de la fe en situaciones misioneras: entre refugiados e inmigrantes,
prisioneros y drogadictos, entre los pobres reales y sin trabajo, especialmente en
América Latina, en el cuarto mundo de nuestros propios países y en el exterior, en
países católicos y no-católicos. Quiero expresar nuestro más profundo agradecimiento a
tantos misioneros y a quienes han optado por situaciones de misión, por su ejemplo y
por su compromiso. Continúan siendo un signo extraordinario del amor de Dios,
auténticos testigos del Evangelio y señal profética de esperanza para muchos.
43
precioso valor a los ojos de Dios. Los Obispos y Superiores Mayores de América
Central (20-21 abril de 1989) describen la vida religiosa inserta como un don del
Espíritu a su Iglesia, y señalan algunos de sus rasgos característicos:
El Papa Juan Pablo II afirma que la solidaridad es más que la presencia entre y con
los pobres; exige también un análisis crítico de las estructuras de pecado y una acción
efectiva para superarlas (Cf. SRS, nn. 35-40). La Iglesia se ha pronunciado a favor de la
persona y de los derechos humanos. En consecuencia, su misión abarca el ministerio
sacramental y el compromiso profético por la justicia basada en el Evangelio. Esto
puede suponernos un desplazamiento, desde la seguridad de nuestros apostolados
tradicionales hacia presencias más proféticas (y vulnerables), en la Iglesia y en el
mundo. ¡De todos es conocido el profundo sufrimiento de Damián, provocado por las
autoridades!
44
Secretariado para los no-cristianos nos indica una cierta dirección: “Los grandes
problemas con que la humanidad se está debatiendo, invitan a los cristianos a trabajar
con otros creyentes, en virtud de sus respectivas creencias... A un nivel más profundo,
las personas arraigadas en sus propias tradiciones religiosas, pueden compartir sus
experiencias de oración, contemplación, fe y moral, así como expresiones y caminos de
búsqueda del absoluto”. 126 No estamos todavía suficientemente comprometidos en el
proceso de encuentro de culturas y religiones no cristianas en el mundo. El misterio de
Cristo nunca será totalmente comprendido o definido. Cada época o cultura tiene
derecho a una mayor profundización y desvelamiento del significado del misterio.
Cristo no es el Salvador Universal, si está culturalmente sometido a la civilización
occidental. La teología de la liberación y la teología negra han hecho grandes esfuerzos
por descubrir el significado de Cristo para un mundo moderno real, de carne y hueso; y
han obtenido excelentes resultados. Si Cristo hubiera sido dado a conocer a Hindús,
Budistas y Mahometanos, ¿qué nuevas dimensiones se habrían añadido a nuestra
comprensión del Señor, pues Él es el Salvador Universal? 127 El memorable encuentro
de Asís, convocado por Juan Pablo II, es un símbolo para nuestros tiempos y nos
recuerda la necesidad de caminar seriamente hacia una comprensión interconfesional e
intercultural de nuestra misión. Necesidad mucho más urgente todavía, si se trata de
colaborar con miembros de otras confesiones cristianas, con quien tenemos tanto en
común. Incluso en tiempo de Damián, cuando el clima ecuménico era tan diferente al
nuestro, el trabajo conjunto entre cristianos dio excelentes resultados.
El Padre Damián supo romper barreras y prejuicios; sin crearse problemas, atendía a
personas de distinta fe e infieles: Voy a visitar a los enfermos, la mitad de los cuales son
católicos. Cuando entro, comienzo por ofrecer la posibilidad de la confesión. Quienes
rechazan esta ayuda espiritual, no por eso rehuyen la asistencia temporal, que es
ofrecida a todos, sin distinción alguna (Kalawao, nov. 1873).
No estoy diciendo que Damián tuviera nuestro mismo horizonte ecuménico. Sin
embargo, a pesar de su tradicional y relativamente estrecha formación, mantuvo un gran
respeto por quienes profesaban otra fe, lo que no era tan común en su tiempo.
Necesitamos, pues, colaborar con todos los que buscan el bien de la comunidad,
cristianos y no-cristianos. Nuestro trabajo por una nueva tierra, donde domine la justicia
y la igualdad, es una de las ideas fuerza que más aglutina los corazones y las mentes de
los hombres de hoy. En nuestro mundo hay muy diferentes organizaciones consagradas
a problemas fundamentales como la paz, el desarme, el respeto de los derechos
humanos, la promoción de la mujer, alimentación en el mundo, salud. Dichos
movimientos, en que creyentes y no creyentes colaboran unidos, pertenecen a toda la
45
humanidad. 128 Cualquier proyecto que afecte al bienestar de las personas debería
encontrar eco en los religiosos y en nuestra Comunidad.
46
con una actitud de disponibilidad o movilidad para servir donde más conviniera a la
misión de la Congregación y de la Iglesia.
E) Como religiosos de los Sagrados corazones, allí donde sea posible, deseamos
colaborar con nuestras hermanas, sobre una base de igualdad y respeto. No queremos
mantener privilegios clericales o distinciones que no ayudan a la misión. También aquí,
nuestra experiencia de los recientes años ha sido muy positiva: encontró su momento
cumbre en el compromiso conjunto asumido por hermanos y hermanas en el Capítulo de
1988, donde el espíritu de nuestro Fundadores – quienes nos legaron un aspecto tan
precioso de nuestra vocación – se hizo vivamente presente entre nosotros. Durante el
Capítulo se expresó claramente el deseo de continuar y profundizar más nuestra
colaboración con las Hermanas y se valoró en su dimensión profética este aspecto
único de nuestro carisma (Cap. Gen. 1988, Documento, pág. 7)
47
familia de Dios -, el derecho a la vida, la justicia o la paz se vean amenazadas. Tenemos
ante nosotros la gran tarea de preparar a los creyentes para que puedan desenvolverse
con normalidad en todos estos nuevos ministerios. La Iglesia tiene que ser signo de un
pueblo que se preocupa del destino temporal y eterno de cada ser humano, y un lugar
donde las personas pueden experimentar el amor, el perdón y el espíritu de familia. El
Capítulo General señaló que estamos necesitados de conversión para que se dé este
nivel de colaboración; si no nos convertimos, la colaboración no pasará de ser un sueño.
G) El Capítulo General de 1988 consideró nuestro ministerio con los jóvenes como
un elemento importante de nuestra misión; después de todo, ellos son el futuro de la
Iglesia y del mundo. En 1985, Año internacional de la Juventud, el Papa Juan Pablo II
nos interpelaba sobre nuestra misión con los jóvenes. Se hacía las siguientes preguntas:
¿Programamos ocasiones d encuentro? ¿Les ayudamos a discernir la voluntad de Dios y
encauzar su inmenso potencial humano? Quizá el miedo a vernos rechazados por ellos
no sea sino el eco de sus miedos a sentirse rechazados por nosotros. Jóvenes, dice el
Papa, buscad lo exigente y lo que os interpela. No tengamos miedo a pedirles
demasiado. Están buscando una alternativa al mundo competitivo, amenazador, incluso
aterrador, injusto.
48
lo veréis; en una actitud de colaboración incondicional con el trabajo de la Comunidad
por las vocaciones. A quienes hemos experimentado la gracia de la llamada del Señor,
que Dios nos conceda la alegría de poder compartir el don de nuestra vocación y misión
con otros jóvenes, durante los próximos años.
Somos muy conscientes de que el Capítulo General pidió que nuestra presencia en
Asia y África fuera apoyada y fortalecida; y que, asimismo, se atendiera particularmente
a la formación inicial de las vocaciones nativas. Gracias a Dios, existen ya metas
conseguidas. El horizonte de nuevas vocaciones en África es un desafío que está
encontrando una generosa respuesta en hermanos y hermanas de diferentes Provincias.
De igual modo, el reciente acuerdo sobre el Proyecto Internacional de Filipinas podría
ser el punto de arranque de colaboración en Asia. En América Latina y en el Pacífico,
están comenzando a surgir vocaciones en lugares donde, hasta el momento presente,
nunca habíamos tenido vocaciones nativas. Tenemos que expresar nuestro
agradecimiento a las Provincias de origen que, a pesar de sus limitados recursos, están
haciendo grandes sacrificios en personal y economía, para dar una repuesta adecuada a
estas nuevas situaciones. Estoy seguro de que su generosidad será fuente de bendiciones
y así, la misión dentro del propio país, lejos de sufrir un deterioro, se verá compensada
con el resurgir de un renovado espíritu misionero.
49
Querría expresar nuestro agradecimiento por el apoyo que se está prestando a
nuestras misiones a través de la red internacional de solidaridad. No es sólo una
respuesta a las necesidades de las misiones actuales; significa también ánimo e impulso
para los misioneros en vanguardia. Se fortalece además nuestro espíritu de solidaridad
mutua; somos una congregación internacional con una misión común en la Iglesia. Es
un signo concreto de que el reino de Dios está ya presente entre nosotros.
La vida religiosa está llamada a ser profética, mediante una especial vivencia de los
valores del evangelio; se convierte así en una interpelación a una sociedad basada en el
consumismo y la injusticia. Como hombres y mujeres de la Iglesia, puede que
necesitemos desafiar el “status quo”, no sólo con nuestras vidas, también con nuestra
actuación. Si la fidelidad al reino de Dios nos lleva a asumir actitudes críticas, no
tengamos miedo, pero hagámoslo siempre de forma constructiva y respetuosa. ¿No
sobresalió en Damián su dimensión profética, al defender los derechos de su gente,
poniendo todos los medios a su alcance para interesar a la opinión pública y crear así
una corriente de solidaridad, incluso a costa de sus conflictos personales que le
originaron ataques e incomprensiones?
Se está configurando nuevas formas de vida religiosa: A vino nuevo, odres nuevos
(Mc. 2, 22). Los viejos moldes tienen que morir, antes de que se desarrollen los nuevos
y creativos. Nuestros Fundadores fueron muy conscientes de las necesidades de su
tiempo. Actualizar nuestro carisma implica conocer la visión de nuestros Fundadores.
Como en la comunidad primitiva, nuestra misión condicionará nuestro estilo de vida.
Puede que tengamos que adaptar nuestra vida de comunidad, si queremos estar en
misión. Nuestra comunidad debe irse configurando en formas de vida y ministerio, que
respondan a las necesidades actuales de la Iglesia y del mundo. Así dará testimonio de
la presencia del Reino y del amor del Padre en el mundo, encarnado en Jesús; y será
signo de una nueva sociedad.
50
Así podríamos visualizar pequeñas comunidades de fe, cuya vida resulta tan
convincente. Son comunidades donde:
CONVERSIÓN CONTINUA
51
corazones deben estar conformados según la mente y corazón de Jesucristo: algo
totalmente imposible, si no desarrollamos la dimensión contemplativa de nuestras vidas.
CONCLUSIÓN
52
Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que
trae buenas noticias, que anuncia salvación (Is. 52, 7) Haciendo la paráfrasis de unas
palabras de Juan Pablo II: Que todos nosotros seamos bendecidos con el don de la
sabiduría, y podamos continuar la misión de la Iglesia, respondiendo a los desafíos de la
evangelización en nuestros días. 134 Para ello, podemos contar con los abundantes dones
espirituales derramados sobre la Iglesia y sobre nuestra Congregación
Superior General
NOTA
Aviso al lector: Normalmente las citas de las cartas del Padre Damián han sido traducidas, de “Le Père
Damien De Veuster”. Documentos en 6 volúmenes, por el P. Odilo Van Geste, 1938. Un número
reducido de citas provienen de la obra de Vital Jourdan sobre el P. Damián, en la edición inglesa, 1955.
en el prefacio de dicha obra, los traductores indican que no han dudado en concederse una cierta libertad,
con dos objetivos en mente: permanecer fieles a las ideas del autor y dar a la traducción un estilo
agradable.
1
Carta a sus padres, 25.12.1858.
2
Carta a su sobrino en la Escuela Apostólica. 15.03.1876.
3
Gavan Daws, Damián de Molokai, Madrid 1984, pág, 32.
4
Carta a sus padres, 30.10.1863.
5
Carta a su Provincial, 15.08.1864.
6
Carta a su hermano Pánfilo, 22.09.1870.
7
Carta a su hermano Pánfilo, 16.11.1887.
8
Carta a sus padres, 23.08.1864.
9
Carta a sus padres y hermanos, 25.11.1873.
10
Carta a Edward Clifford, 26.07.1888.
11
Carta a sus padres, 25.11.1873.
12
Carta a su familia, 30.01.1880.
13
Carta a su hermano Pánfilo, 23.08.1864.
14
Carta a su hermano Pánfilo, 14.07.1872.
15
Carta a Lovaina (P. Superior, P. Caprasius y su hermano Pánfilo), 23.10.1863.
16
Carta a su hermano Pánfilo, 22.12.1866.
17
Carta a su hermano Pánfilo, marzo 1865
18
Carta a su hermano Pánfilo, 23.08.1864 (Cf. Vital Jourdan, o.c., varios textos, pág. 50)
19
Carta a sus padres, 12.10.1869
20
Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 237 (25.11.1873)
21
Carta a su hermano Pánfilo, 25.11.1873.
22
Patrick Bradley ss.cc., Construir un mundo más justo... 1983, pág. 3.
23
Carta su Superior General, agosto 1873.
24
Carta a su sobrino, 15.03.1876.
25
Carta a su hermano Pánfilo, 25.11.1873
26
Carta a sus padres, 22.03.1864.
27
Carta a su hermano Pánfilo, 25.11.1873.
53
28
Carta a su madre, hermano y parientes, 08.12.1874.
29
Carta al Rev. B. Chapman, 26.08.1886.
30
Wendelin Moelleres ss.cc. al Superior General, 17.04.1889.
31
René Obbels ss.cc., en INFO n.º 50, pág. 25.
32
Carta a sus padres, 24.10.1865.
33
Carta a su hermana Paulina, 14.07.1872.
34
Carta al Departamento de Sanidad, 17.03.1886.
35
Carta a sus padres, 01.01.1859.
36
Carta a sus padres, 16.01.1861.
37
Carta a sus hermanos Leoncio y Gerardo, 24.09.1870.
38
Carta a sus padres, marzo 1865.
39
P. Nicaise Ruault ss.cc. al P. Provincial, 11.08.1864.
40
Carta a su Superior General, agosto 1873.
41
Edward Clifford en: Vital Jourdan, o.c., pág. 205.
42
Carta a la Hna. Marie-Gabrielle, 25.03.1886.
43
Dr. Arthur Mouritz en: Vital Jourdan, o.c., pág, 104.
44
Cf. Gavan Daws, o.c., pp. 78-79 y 133-134.
45
Carta a sus padres, 24.10.1865.
46
Cf. Brian Ganly ss.cc., en Info, n.º 50, pág. 22.
47
Dr. Arthur Mouritz en: Vital Jourdan, o.c., pág. 141
48
Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 255.
49
Hna. Crescencia ss.cc., con ocasión de la estancia del P. Damián en el Hospital de Kakaako en 1866;
Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 342.
50
Carta al P. General, 17.12.1874.
51
Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 365.
52
Carta a su hermano Pánfilo, 18.01.1983.
53
Patrick Bradley ss.cc., Comunión en la misión, 1985, pág. 40.
54
Carta a su madre, hermanos y parientes, 02.02.1885.
55
Carta a su hermano Pánfilo, 31.01.1880.
56
Carta a su Superior General, 04.02.1879.
57
Carta a su Superior General, 24.04.1877.
58
Carta a su hermano Pánfilo, 14.07.1872.
59
Informe del P. Corneille Limburg ss.cc. al P. General, 01.12.1889.
60
Carta de los obispos de Bégica, 29.01.1988, pág. 1.
61
Carta a su hermano Pánfilo, 22.09. 1870.
62
Carta a su Superior General, septiembre 1870.
63
Carta a su Superior General, septiembre 1870.
64
Carta al P. Albert Montiton ss.cc., mayo 1866.
65
Carta a su hermano Pánfilo, 26.11.1985.
66
Carta a su hermano Pánfilo, 21.12.1878.
67
Carta al P. J. Wiler ss.cc., (Secretario General), 30.12.1886.
68
Diario espiritual; Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 339.
69
Carta a su Provincial, 08.04.1878.
70
Wendelin Moellers ss.cc. al Superior General, 17.04.1889.
71
Carta a Mons. Hermann Koeckemann ss.cc., 21.07.1886.
72
Carta a sus padres, 17.07.1858.
73
Carta a sus padres, Navidad 1858.
74
Patrick Bradley, ss.cc., Conversión continua, 1987 pp. 60-61 y 70-71.
75
Carta a su sobrino, 15.03.1876.
76
Carta a su hermano Pánfilo, 16.11.1987.
77
Carta a su Superior General, 20.12.1866 y 10.01.1867.
78
Carta a sus padres, 30.10.1863.
79
Carta a su Superior General, 01.11.1864.
80
Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 243.
81
Carta a su hermano Pánfilo, marzo 1865.
82
Carta a su hermano Pánfilo, 31.01.1880.
83
Carta al P. Gabriel Germain, 08.12.1874.
84
Carta a sus padres, 12.10.1869.
85
Carta a su hermano Pánfilo, 31.01.1880.
54
86
Charles Stoddard, The Lepers of Molokai, Notre Dame, Ind., 1885
87
Edward Clifford, Father Damien; London, 1886.
88
Carta a su hermano Pánfilo, 13.12.1881.
89
Carta al Rev. H. B. Chapman, 26.08.1886.
90
Carta a su hermano Pánfilo, 26.11.1885.
91
Carta a su Provincial, 30.03.1888.
92
Aubert Bouillon ss.cc. al superior General, 03.03.1878.
93
Carta a Wendelin Moellers, ss.cc., 15.09.1890.
94
Buen Padre, Sermón sobre el sufrimiento, septiembre de 1797 (Cahiers de Spiritualité, n.º 10; 368)
95
Buen Padre, (Cahiers de Spiritualité, n.º 10; 151)
96
Carta a sus padres, 23.08.1884.
97
Buen Padre, Carta Circular 14.04.1810 (Cahiers de Spiritualité n.º 10; 368)
98
Carta a su Provincial, 23.10.1864.
99
Carta a su Provincial, 23.10.1864.
100
Carta a sus padres, 30.10.1863.
101
Carta a su Superior General, 20.12.1866.
102
Carta a su hermano Pánfilo, 13.12.1881.
103
Disquisitio de quibusdam quaestionibus... Roma 1974, pág. 166.
104
Carta a su hermano Pánfilo, octubre 1867.
105
Carta a la Hna. Marie-Gabrielle, 25.03.1886.
106
Borrador de una carta al Rev. H. B. Chapman, 1889.
107
Carta a Edward Clifford, 21.02.1889.
108
Carta a Edward Clifford, 28.02.1889.
109
Juan Palo II, Salvifici Doloris, 18.
110
Card. Godfried Danneels, 10.12.1988.
111
1 Cor.1, 18-24.
112
Juan Pablo II, Salvifici Doloris, 26.
113
Juan Pablo II, Salvifici Doloris, 26.
114
Carta a su sobrino, 15.03.1876.
115
Carta a sus padres, 23.03.1864.
116
Carta a sus padres, 25.11.1873.
117
Carta a su Superior General, 17.12.1874. (Cf. Vital Jourdan, o.c., pp. 183-184)
119
Carta a sus padres, 22.03.1864.
120
Carta a su hermano Pánfilo, 22.12.1866.
121
Carta a su hermano Pánfilo, 12.02.1889.
122
Cf. “Misión en el Pacífico”, en Evangelitation, vol. 8, n.º 41, pp. 82-83.
123
Cf. Evangelii Nuntiandi (1975) nn. 28, 29, 31.
124
Cf. “Misión en el Pacífico”, en Evangelization, vol. 8, n.º 41, pp. 81 y 83.
125
Cf. “Signum”, vol. 14, n.º 16; Catholic Media Office, Londres W8 5HN.
126
SECRETARIATUS PRO NON-CHRISTIANIS, Reflections and Orientations on Dialogue and
Mission; Pentecost 1984, nn. 32, 35 y 42.
127
Cf. Vincent Donovan, The Crurch in the midst of Creation; Orbis Books, Maryknoll N.Y., 1989.
128
Cf. Missionaries in Today’s World; O.M.I. General Chapter, Roma 1986.
129
Cf. Vincent Donovan, o.c., pág. 16
130
Cf. Vital Jourdan, o.c., pp. 61, 207, 343.
131
Cf. Evangelii Nuntiandi, nn. 41, 76, 69.
132
Cf. Nuevas Constituciones, capítulo IV, art. 73.
133
Regla de Vida, nn.6, 26.
134
Cf. Discurso del Papa Juan Pablo II a los obispos, clero y religiosos de Indonesia, Yakarta,
10.10.1989.
55