EL PADRE DAMIAN Misionero

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EL PADRE DAMIÁN

MISIONERO

DE LOS SAGRADOS CORAZONES

ALGUNAS PERSPECTIVAS

SOBRE EL FUTURO DE LA MISIÓN

P. PATRICK BRADLEY, SS. CC.

3 DE ENERO, 1990

150º ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL PADRE DAMIÁN


INDICE

INTRODUCCIÓN 4

I NUESTRA TRADICIÓN MISIONERA. DAMIÁN Y SU ESPÍRITU MISIONERO 6

Nuestra herencia misionera 6


Vocación misionera de Damián 7
Su celo misionero 7

II DAMIÁN Y SU COMPRESNIÓN DE LA MISIÓN 9

Primeros años de Damián 9


Un horizonte más amplio 10
Una opción por los pobres 10
Evangelización integral 11

III EN SOLIDARIDAD CON LOS POBRES 13

Solidaridad e inculturación 13
Inserción 14
Nuestra tarea 15

IV EL SECRETO DEL APOSTOLADO 17

Damián afectuoso por naturaleza 17


Cercano a la gente 18
Amistad y hospitalidad 19
Hacia una verdadera comunidad 20
Dimensión espiritual 21
Dimensión social 22
Heraldo del Evangelio

V DAMIÁN Y SU COMUNIDAD SS. CC. 24

Vivir juntos 24
Damián y la vida de comunidad SS. CC. 25
Hermanos y Hermanas SS. CC. que viven solos 27

VI DAMIÁN Y SUS RECURSOS ESPIRITUALES 28

Tradición familiar 28
Carisma SS. CC. 28
Vida de oración 29
Palabra de Dios y Eucaristía 30
María 31

VII DAMIÁN UN “HIJO DE LA CRUZ” 33

La espiritualidad de los Sagrados Corazones marcada por la cruz 33


Camino espiritual de Damián 33

2
Importancia de la cruz en nuestros días 36
Vida eterna 38

VIII PERSPECTIVAS DE FUTURO 41

Concepto evolutivo de misión 41


Actividad misionera SS. CC. 43
Evangelizar como religiosos SS. CC. 50
Conversión continua 51

CONCLUSIÓN 52

3
INTRODUCCIÓN

Queridos hermanos y hermanas.

Cuando el Año Centenario toca a su fin, creo oportuno recopilar algunos de los
frutos de la amplia reflexión llevada a cabo durante este año sobre la vida del Padre
Damián. Escribo con la esperanza de que su ejemplo continúe animando a los hermanos
y hermanas de la Congregación de los Sagrados Corazones en todas sus tareas
apostólicas (Carta del Papa Juan Pablo II, 20.03.1989)

No me cabe la menor duda de que esta reflexión sobre la vida de Damián puede
enriquecer nuestra vida interior y estimular un renovado compromiso misionero en la
Congregación. Ya hemos tenido experiencia de ello en las muchas celebraciones
habidas por doquier en la Congregación, durante el pasado año. Esta carta quiere ser una
aportación más en la misma línea: un homenaje a Damián y una palabra de esperanza a
nuestros misioneros extendidos por el mundo.

Damos gracias a Dios por el Padre Damián. Su ejemplo nos obliga a revisar nuestras
vidas. Confío en que la vida de Damián no sólo haga brotar la admiración en nuestros
corazones; debe también conducirnos a un mayor compromiso para vivir más
profundamente el misterio de Jesucristo. Espero asimismo que nos ayude a renovar el
espíritu misionero de nuestra Congregación. Como hermano nuestro, el Padre Damián
es un ejemplo que nos interpela; su figura es cada vez más relevante para nuestro
tiempo. Si celebrar es hacer memoria de un acontecimiento o persona portadores de
vida, tenemos todas las razones para celebrar. De hecho, creo que las celebraciones han
creado en nosotros un nuevo sentimiento de orgullo por Damián, nuestro hermano, y
han renovado el entusiasmo por nuestra vocación: aspectos estos que no queremos
caigan en el olvido.

En cierto sentido, Damián resulta fascinante porque fue un hombre apasionado: un


hombre que tuvo que enfrentarse a la soledad, la debilidad, el miedo y a tantas otras
imperfecciones. sin embargo, gozaba de tales recursos espirituales en su interior que
pudo mantener un ritmo constante de crecimiento en su total donación y en la alegría
que nace del amor.

Damián fue un verdadero hijo de la congregación y estuvo penetrado del espíritu ss.
cc.; por eso nos puede hablar. El Espíritu Santo ha depositado ya la semilla en nuestros
corazones. Algo resuena en nuestro interior, pues tenemos el mismo carisma. Estamos
en sintonía con Damián. Vivió nuestro carisma con tal creatividad y éxito que
contribuye a que apreciemos todavía más nuestra herencia ss. cc. Su ejemplo nos anima
a vivir intensamente, en nuestras propias circunstancias, la misma vocación el mismo
carisma, con fuerza para fructificar en nuevas formas. Necesitamos personas como
Damián, de carne y hueso, que nos indiquen visiblemente lo que es capaz de hacer
alguien que vive nuestra vida.

4
Una idea predomina en mi mente: creo que Damián puede ayudarnos en el momento
en que tratamos de poner en práctica las orientaciones de los Capítulos Generales de
1982 y 1988. La reflexión sobre Damián debe remitirnos a nuestra vocación en el día de
hoy. En mis tres primeras Circulares he presentado y comentado las tres orientaciones
del Capítulo de 1982, bien conocidas ya por todos nosotros, al menos teóricamente. El
Capítulo de 1988, a la vez que las reafirmó, nos exhortaba a profundizar la comprensión
y la vivencia de estas tres Orientaciones desde el punto de vista de su conexión interna,
de su raíz evangélica y de su coherencia con el carisma y los valores espirituales de
nuestra familia religiosa. Para ello se ha de tener presente la prioridad de la Primera
Orientación y la necesidad de la oración y de la reflexión vinculadas a los
compromisos (Cf. Segunda Parte, Recomendaciones del Capítulo General 1988, 1, 3).

En lugar de una nueva exposición teórica, he creído más conveniente analizar la


forma en que Damián encarnó dichas orientaciones. No quiero forzar los textos ni
“usar” a Damián de forma inapropiada; estoy convencido de que, a lo largo de su vida
apostólica, Damián vivió e incrementó valores fuertemente acentuados hoy día en la
Iglesia y en la Congregación. Juzgo totalmente honesto resaltar algunos de ellos, pues lo
grande de Damián radica en que los encarnó de tal manera que cautiva nuestra
imaginación, nos conmueve y anima. Esto nos es particularmente provechoso en el
momento presente; escuchamos tantas veces las expresiones “solidaridad con los
pobres”, “comunión en la misión” y “conversión continua”, que corremos el riesgo de
convertirlas en clichés. Tenemos un interés especial en ver si Damián nos puede ayudar
a concretar estas tres orientaciones del Capítulo. Creo sinceramente que tiene mucho
que decirnos al respecto, pues el paso de la teoría a la práctica es una de las mayores
dificultades con que nos estamos encontrando. Tenemos ante nosotros una vida real. Un
ejemplo concreto vale por mil palabras. Damián vivió en otro momento histórico y con
otro marco teológico, pero hemos de reconocer que, en cierto sentido, las tres
orientaciones se vieron encarnadas en la vida de este hombre singular.

Damián fue un misionero que enfrentó la misión con nuestro espíritu peculiar ss.
cc., en solidaridad con los pobres. Fue también una persona muy de comunidad, y llevó
una vida que exigía una continua y profunda conversión, enraizada en el seguimiento de
Cristo. Si Damián, a su estilo, vivió estas orientaciones, su vida puede ser para nosotros
una prueba de que hunden sus raíces en el evangelio y que expresan con propiedad
nuestro carisma y misión ss. cc. Damián puede también ayudarnos a centrar la mirada
en nuestra verdadera misión hoy. Es un hecho que su forma de vivir la misión ha sido
motivo de inspiración para muchos. ¿Cuál es el secreto de que su vida sea tan atractiva
para jóvenes y adultos? Creo que todos admiran la forma tan real y concreta en que puso
en práctica el evangelio. Para nosotros, Damián encarnó el carisma ss.cc.: esto es lo que
nosotros querríamos imitar con todas nuestras fuerzas. En esta Circular quiero dejar
hablar a Damián lo más directamente posible, a través de su vida y escritos.

Si esta carta sirve para proyectar algo de luz sobre nuestra vocación, habrá valido la
pena el trabajo realizado. Para mí es un privilegio poder presentar el fruto de la
meditación de tantos hermanos y hermanas que, de distintas formas, han compartido sus
reflexiones con nosotros a lo largo del Año Centenario. A ellos el tributo de mi gratitud.

5
I NUESTRA TRADICIÓN MISIONERA. DAMIÁN Y SU ESPÍRITU MISIONERO

NUESTRA HERENCIA MISIONERA

Quiero, en primer lugar, hacer un breve comentario sobre nuestra herencia


misionera. En Abril del año pasado tuve la suerte de hablar con el P. Henry Systermans,
poco antes de su muerte, sobre su hermosa carta circular, escrita en 1966, referente a
nuestra vocación ss.cc. y las misiones. Gentilmente me concedió el permiso de utilizarla
con total libertad. Una buena parte de ella es de gran actualidad; describe con mucha
claridad el lugar prioritario que las misiones han ocupado en la Congregación a lo largo
de la historia. Creo que la mayor parte de hermanos y hermanas no habrán tenido la
oportunidad de leer, al menos en su propia lengua, una circular tan inspiradora. Por eso,
aprovecho esta ocasión para poner a disposición de todos este rico resumen de nuestra
herencia misionera. Su lectura nos servirá de acicate e inspiración (Cf. texto adjunto)

No necesitamos repetir aquí lo que el P. Systermans expresa tan elocuentemente.


Baste recordar que nuestra Congregación ha tenido una vocación misionera desde sus
orígenes. La primera idea, en la Motte d’Usseau, había sido ‘llevar el Evangelio por
todas partes’, como decía el P. Coudrin a sus novicios (Juan Vicente González ss.cc.,
Hemos creído en el Amor, pág. 58) El Decreto de Aprobación de nuestro Instituto (10
de enero de 1817) declaraba que imitamos la vida apostólica de nuestro Salvador por la
predicación del Evangelio (en las misiones exteriores) y por las misiones (parroquiales
o populares). Aunque en los comienzos, debido a la situación de Francia, los primeros
hermanos se sintieron absorbidos por las urgentes necesidades locales, sin embargo,
nuestros Fundadores destacaron entre los primeros que, terminada la Revolución
francesa, enviaron misioneros a ultramar, dando así origen a una gloriosa tradición. Las
misiones exteriores ocuparon un lugar tan privilegiado en los últimos años del Buen
Padre, que la Congregación casi se había transformado en una Congregación de
misioneros o un Instituto misionero (Edouard Brion ss.cc., Cahiers de Spiritualité, n.º
14, pág. 78). Asimismo, después de la muerte de los Fundadores y a pesar de los reveses
sufridos, como el naufragio de nuestro navío misionero “Marie-Joseph”, y de los
conflictos que abocarían en el cisma de 1853, el Superior General continuó otorgando
prioridad a las misiones en Oceanía y a las comunidades y trabajos en América Latina.
Cuando el P. Damián ingresó en la Congregación en 1859, ya se había creado una
gloriosa tradición misionera.

Al leer la carta del P. Systermans, creo que podrán vislumbrar el ambiente,


entusiasmo y aliento misioneros que invadían la congregación en aquellos días. Si leen
también la nueva serie Cartas y escritos sobre las Misiones confiadas a la
Congregación de los Sagrados Corazones, que nuestro archivero el P. André Mark está
haciendo accesible, sentirán conmoverse su corazón ante los relatos de los primeros
misioneros sobre sus travesías por los mares del sur, así como sus penalidades y
dificultades de todo tipo. Sentirán admiración por su extraordinario celo y valentía

6
reflejados en el relato de sus aventuras, descritas en cartas dirigidas al Superior General,
hermanos y amigos. Las memorias escritas por nuestros misioneros estremecieron a los
lectores de los Anales de la Propaganda de la Fe, de gran divulgación por entonces. Esta
era la Congregación, rebosante de celo misionero, a la que Damián se incorporó.

VOCACIÓN MISIONERA DE DAMIÁN

Damián acogió su vocación, ante todo, como una llamada de Dios: La voluntad de
Dios es que abandone el mundo para abrazar la vida religiosa... La Divina Providencia
lo quiere... Es Dios quien me llama y tengo que obedecerle... Todos nosotros debemos
elegir el estado al que dios nos ha predestinado para ser eternamente felices.. 1En sus
notas de Retiro, escritas en 1881, describe su vocación religiosa como “un favor de
Dios”. Ya antes de ingresar, tuvo que haber oído hablar a su hermano Pánfilo del
impulso misionero en la vida de la Congregación. Como veremos, desde los primeros
días de su formación, sintió un fuerte amor por las misiones. De hecho, vio la vida
religiosa como el mejor medio de realizar su vocación misionera. Más tarde escribiría a
su sobrino en la Escuela Apostólica: No dudes en entrar a una Congregación religiosa;
mis 12 años de apostolado en la misión me han enseñado que la primera obligación de
un misionero para con los infieles es haberse entregado totalmente en una orden
religiosa.2

Sabemos por su Maestro de Novicios que, durante el noviciado, oraba todos los días
ante una imagen de San Francisco Javier, pidiéndole la gracia de ser enviado a las
misiones.3 Conservó este espíritu durante toda su vida. Al partir de Bremem hacia las
Islas Sándwich, escribía a sus padres: Es grande el sacrificio para un corazón que ama
tiernamente a sus padres, familia, hermanos y a su país natal... Pero nuestro Salvador
nos dice, como en otro tiempo a sus primeros apóstoles: ‘Id y enseñad a todas las
naciones’... 4 El primer año en misión escribía a su Provincial, el P. Modeste Favens:
Pida al Buen Dios me conceda el corazón de un buen misionero, humilde y
desprendido.5 Nunca perdió el entusiasmo o el celo. Animaba a su hermano a que, si él
no podía ir personalmente a las misiones, preparara jóvenes decididos para esta tarea. Sé
siempre misionero en tu corazón, orando sin cesar por nosotros e infundiendo en tus
estudiantes un auténtico celo por la salvación de las almas.6 Al final de su vida
pronunciaría las famosas palabras: Soy el misionero más feliz del mundo.7

SU CELO MISIONERO

Tal vez empleemos hoy diferente terminología, pero es evidente que nuestros
fundadores y la primitiva comunidad estuvieron animados de un gran celo por el reino.
Podemos estar totalmente seguros de que la formación recibida por Damián durante sus
primeros años de vida religiosa, fue muy fiel al espíritu del P. Coudrin. Para nuestro
fundador, el celo era un rasgo tan importante de nuestra comunidad que debía formar
parte de su título y de la fórmula de profesión: Necesitamos un título, decía, que
recuerde a cada instante a nuestros hermanos que deben sacrificarse por celo por el
Señor... un título que les recuerde que faltarán a su voto más esencial apenas quisieran
vivir sólo para ellos y no trabajar en la salvación de sus hermanos (Annales SS.CC.,
1963, pág. 221)

Quizás sea éste el secreto del intenso amor de Dios por la congregación, del gran
celo y profunda espiritualidad que le sostuvieron en su donación. En Lovaina fue

7
orientado por el P. Caprasius Verhaeghe, un hombre de excepcional virtud, autor de
sólidas obras espirituales y muy apreciado como director espiritual. También en
Lovaina, estuvo bajo la influencia del P. Wenceslaus Vincke, hombre lleno de celo y
dinámico, que inició en su tiempo diversas obras apostólicas. El P. Alexandre Sorieul
fue nombrado en Francia, Issy, Maestro de Novicios por el mismo Fundador.
Finalmente hecha su profesión religiosa en octubre de 1860, estuvo bajo la dirección del
P. Euthyme Rouchouze, conocido como “segundo Fundador”. Tanto por sus escritos
como por sus actuaciones como Superior General nos consta que el P. Rouchouze
estaba lleno de celo por el reino de Dios y que concedió una gran prioridad a las
misiones exteriores (Cf. Cor Rademaker ss.cc., Llamados a servir, pág. 118)

La Casa madre de Picpus mantenía estrecho contacto con los misioneros. El obispo
Jaussem, de Tahití, un auténtico héroe entre los misioneros de la Congregación,
conmovió hondamente el corazón de Damián en una de sus visitas, cuando comentaba
los grandes desafíos de las misiones. No es de extrañar que Damián estuviera tan
ansioso por ofrecerse voluntario a la primera oportunidad que se le presentara. cuando
nosotros, en nuestros días, oímos la voz de Damián que nos habla por su vida y escritos
¿no deberían arder nuestros corazones con su mismo celo misionero por el
cumplimiento de nuestra misión?

Al poco tiempo de llegar a Honolulu, Damián escribía a sus padres: He aquí un


sacerdote, mis queridos padres, he aquí un misionero. ¡Qué grandes son mis
obligaciones! ¡Qué grande debe ser mi celo misionero! Y firmaba como lo haría
habitualmente desde entonces: J. Damián de Veuster, sacerdote misionero.8 Así
comenzó su vida misionera. Escuchemos algunos comentarios de sus hermanos: Dicen
que está lleno de fuego (P, Nicaise Ruault, 21.07.1864) Tiene buena salud; como sabes,
está lleno de celo y arde por conocer Puna (P. Charles al P. Modeste, 25.07.1864) La
semana pasada hemos tenido la visita del infatigable P. Damián (P. Nicaise al P.
Modeste, 16.12.1864) Recorría su extensa parroquia de Puna, predicaba, daba
catequesis, bautizaba, escuchaba confesiones, hacía conversiones y administraba los
últimos sacramentos: éste era su trabajo. Un misionero colindante decía de él: Su celo
no le permite quedarse un solo día en el mismo lugar. A pie o a caballo, siempre estaba
visitando a su gente (Cf. Vital Jourdan ss.ss., The Heart of Fr. Damien, pág. 48)

Sus cartas rezuman entusiasmo. En ellas describe su trabajo: bautizos, catequesis,


visitas a enfermos, etc. etc., su vida misionera y sus viajes, sus capillas, sus constantes
solicitudes de ayuda y de materiales de construcción, sus invitaciones a que vengan a
recoger la cosecha con él. Sus cartas rebosan fe y amor por sus queridos Kanakas.
Nunca cesa en su esfuerzo por ganar a todos para Cristo, como escribe en una carta a
Pánfilo. La medida de nuestro celo, dice, debería ser la de Jesucristo.

Aquel celo misionero se hizo todavía más evidente en su dedicación a los leprosos
de Molokai; su enfermedad, su bienestar físico y espiritual, los cuidados que debía
prestarles...: todo ello constituía su única preocupación: Mi mayor felicidad es servir al
Señor en sus pobres y enfermos hijos.9 De hecho, ni siquiera por salvar su propia vida
permitiría interrumpir su trabajo: No quería verme sano, si fuera a costa de dejar la isla
y abandonar mi trabajo.10 Éste es el celo de un verdadero apóstol; todos nosotros
admiramos el espíritu excepcional de Damián. Creo, sin embargo, que se trata del celo
que pertenece a la vocación ss.cc., que forma parte del carisma ss.cc.; y que, por lo
tanto, todos nosotros hemos recibido esa misma gracia. También a nosotros se nos ha

8
conferido la misma misión apostólica de construir el reino de Dios, especialmente entre
los pobres; podemos, pues, contar con ese don, aunque siempre esté en constante
necesidad de renovación. Con el ejemplo de Damián ante nosotros, tal vez sea éste el
momento oportuno de revisar y renovar nuestro compromiso con la Misión de la
Congregación.

II DAMIÁN Y SU COMPRENSIÓN DE LA MISIÓN

PRIMEROS AÑOS DE DAMIÁN

La visión de Damián sobre su misión evolucionó notablemente en el decurso de su


vida. Como es lógico, en un principio, compartió básicamente la concepción de su
tiempo sobre las misiones tradicionales. Vio fundamentalmente su trabajo como medio
para la salvación de las almas, la suya y las de los demás: ganar a todos para
Jesucristo; por esta causa estaba pronto a dejar familia, patria, cultura... y para siempre.
Sus primeras cartas a sus padres expresan con mucha claridad esta actitud:

Tesoros, riquezas, incluso la salud corporal no significan nada, si


no buscamos la santificación de nuestra alma.11

Predico con frecuencia sobre la brevedad de la vida y la


necesidad de tener una muerte santa.12

Dirigiéndose a su hermano Pánfilo, escribía:

Con todo lo que he contado, puedes tener ya una idea de la Isla


de Hawai, a la que el Señor de la viña me ha enviado, para que
trabaje por la salvación de las almas.13

Cuando más cansado estoy los domingos por la tarde, más feliz
me siento, sobre todo si alguna oveja perdida ha vuelto al redil
del Señor.14

Sus perspectivas misionera diferían muy poco de las de los demás misioneros de su
tiempo; así, medía el éxito de su misión por el número de conversiones. Escribe, por
ejemplo, a Lovaina.

Abundantes cruces, pero junto a ellas, también encuentro algunos


consuelos. En esta primera visita he anotado en mi registro más
de 50 bautizos, además de un buen número de apóstatas
reconciliados.15

Un año más tarde describía así la preparación a la Navidad:

He pasado la tarde en el confesionario. La conversión sincera de


algunos de los grandes pecadores me ha causado una gran
alegría... En medio de las privaciones, el misionero encuentra
consuelos de los que es difícil hacerse una idea. 16

9
Siempre atribuía el éxito a la gracia de Dios:

En cuanto al bien que pueda resultar de mis ocupaciones


externas por la salvación de las almas, solo Dios, el Señor de la
viña, puede dar el crecimiento. El misionero es sólo un obrero
que planta y riega. Unas veces brota, otras no. Sólo sabemos que
si no se planta, nada acontece. 17

Consciente de su propia debilidad, no se hacía ilusiones; por eso pedía


frecuentemente en sus cartas que oraran por él y por aquellos a los que había sido
enviado:

Si el buen Dios hubiera enviado aquí un cura de Ars, pronto


hubieran vuelto al redil todas las ovejas extraviadas... Pide para
que Damián se dé totalmente a Dios y se entregue a su servicio
hasta el último momento. No es nada el comenzar, lo difícil es la
perseverancia. Y esto es fruto de la gracia de Dios. Esta gracia
nunca me faltará – estoy seguro -, con tal de que no me resista a
ello. Ruega por mí. Haré cuanto dependa de mí... Pide para que
no caiga en la tentación y para que mis palabras estén
penetradas de la unción del Espíritu Santo. 18

Perseveren siempre, queridos padres, en la oración por la


conversión de los infieles. Probablemente debo sus oraciones el
que este año haya bautizado de 40 a 0 paganos y herejes. 19

UN HORIZONTE MÁS AMPLIO

Damián nunca renegó de sus ideales misioneros originales. Le acompañaron hasta el


fin. Sin embargo, especialmente desde su llegada a Molokai, comenzó a ver su misión
con horizontes más amplios. Se vio envuelto en las duras y urgentes necesidades y en la
situación miserable de los leprosos, ante lo que no podía cerrar los ojos. Con los pies en
tierra, ponía todos los medios imaginables para aliviar los sufrimientos:

De la mañana a la noche, me veo envuelto en una angustiosa


miseria física y moral. 20

Sí, había venido a salvar almas; pero muy pronto descubrió Damián que ello
implicaba el cuidado de los cuerpos, el alimento, vestido, vivienda... Como escribió H.
B. Chapman el 16.10.1986: El P. Damián, además de atender a las necesidades
espirituales de los leprosos, fue, durante años, doctor, enfermero, juez, maestro,
carpintero, pintor, jardinero, cocinero y a veces constructor y sepulturero: en realidad
lo fue todo para aquel rebaño desgraciado.

UNA OPCIÓN POR LOS POBRES

Aunque Damián nunca pensara en estos términos, ¿no es verdad que vivió y murió
por la “construcción de un mundo más justo en solidaridad con los pobres”? ¿No hizo

10
una verdadera opción por los pobres? ¿No tomó una decisión por la que el clamor de los
pobres iba a ser la primera exigencia de su vida, de su tiempo y recursos, de sus
energías e incluso de su ministerio? Entró libremente en el mundo de los pobres. Como
misionero tradicional, cruzó el océano para llevar la Buena Noticia, pero todavía tuvo
que traspasar barreras mayores – sociales, psicológicas, culturales – para entrar en el
mundo de los realmente marginados de su tiempo. Fue esta una opción consciente por
su parte, una opción religiosa:

Mons. Maigret manifestó que no podía imponer este sacrificio a


ninguno. Acordándome que el día de mi profesión me había
postrado bajo el paño mortuorio, me ofrecí a su Excelencia,
dispuesto, si lo juzgaba oportuno, a esta segunda muerte. 21

También nosotros estamos llamados a hacer de la suerte de los pobres y marginados


del mundo, el objetivo primero de nuestro ministerio y servicio. Esto no significa que
nuestro ministerio deba desempeñarse exclusivamente entre los pobres: el Evangelio
nos envía a proclamar la Buena Noticia a todos los hombres. Pero, incluso cuando
trabajamos con los no-pobres de la sociedad, nuestra primera preocupación y el test de
la eficacia de nuestro ministerio será siempre su impacto en las vidas de los pobres. Es
una decisión muy importante para cada uno de nosotros. Necesitamos hacer de ella el
criterio principal de nuestra vida religiosa actual. 22 De tanta importancia consideramos
esta opción que, sin ella, no creemos que sea posible una auténtica inspiración
renovadora de nuestra vida religiosa. (Conferencia Continental de América Latina,
1987). Nuestros Capítulos Generales nos han invitado insistentemente a responder con
la misma generosidad que Damián.

Damián tuvo una profunda comprensión de la dignidad de los pobres:

Heme aquí, dice, en medio de mis queridos leprosos. Son


repelentes a la vista, pero tienen un alma redimida a precio de la
preciosa sangre de nuestro Divino Salvador. 23

Hemos de tener una gran compasión por los enfermos,


especialmente por los leprosos, pues son, en verdad, los
miembros sufrientes de nuestro Señor Jesucristo. 24
Esta fue también la opción prioritaria del mismo Jesús, desde el comienzo de su
ministerio en la sinagoga de Nazaret (Lc. 4, 18-21). En palabras de Juan Pablo II: La
prueba definitiva de vuestra grandeza es la forma en que tratáis a cada ser humano, y
muy particularmente, a los más débiles e indefensos (Detroit, 19.09.1987).

EVANGELIZACIÓN INTEGRAL

La evangelización es una cuestión de salvación integral del pueblo de Dios. La


curación de toda la persona – cuerpo, mente y espíritu – es el corazón del mensaje de
Jesús. Enseñaba, anunciaba la Buena Noticia del reino y curaba toda clase de
enfermedades: ...todos los que tenían enfermos con las más variadas dolencias se los
llevaron, y él, aplicándoles las manos a cada uno de ellos, los fue curando (Lc. 4, 40).
Jesús cura, perdona los pecados y ofrece una salvación que afecta a toda la persona y

11
que no se limita a los individuos, sino que se extiende a toas nuestras relaciones y
estructuras de la sociedad.

Podemos afirmar que, como misionero, Damián tuvo esa comprensión integral de la
evangelización. Para él, los leprosos de Molokai eran seres humanos en extrema
necesidad: ésta era toda su preocupación. Sacó fuerza de su fe. Con la ayuda de Dios,
nada le resultaba imposible. Su fe se plasmó en la acción. Era una persona práctica. No
sólo se sintió concernido por las necesidades espirituales de su gente; también se
preocupaba de su bienestar material. Sabía que el Evangelio tenía que ver no sólo con
los enfermos como individuos, sino también con la existencia inhumana y la
marginación, consecuencias de la enfermedad. La evangelización incluía el esfuerzo por
hacer las condiciones en que vivían los leprosos, más acordes con su dignidad de hijos
de Dios.

Molokai fue, en verdad, una colonia de las más pobres entre los pobres, y Damián
optó por vivir en ese mundo. Molokai, hoy, no está muy distante de nuestras puertas.
¡Hay tanta gente viviendo en extrema pobreza! De ella están llenas nuestras ciudades,
incluso en los países ricos; gente materialmente pobre que no puede disponer de su
propio destino, gente sin ayuda y sin esperanza; enfermos, minusválidos, personas solas
en el mundo tan próximas a la marginación; excluidos de la sociedad como alcohólicos,
drogadictos, prisioneros, víctimas del sida quienes, con frecuencia, se consideran
leprosos sociales. Todos y cada uno que, por una razón u otra, se sienten excluidos de la
sociedad, están viviendo su propio Molokai. Hoy somos más conscientes de los
condicionamientos injustos que están en la base de todas estas situaciones. Conocemos
las causas de la marginación. el ejemplo del Padre Damián nos invita a ver en esas
situaciones un reto a nuestra fe y amor cristianos. Como decía el Cardenal Daneels: La
conmemoración de Damián debería invitarnos a poner nuestra atención en los
abandonados de nuestros días, que son los leprosos del siglo XX. Necesitamos unir
nuestras vidas a las suyas.

Como religiosos de los Sagrados Corazones, una vez más nos llega el desafío, a
través de nuestras Constituciones, a hacernos solidarios con los hombres y mujeres
víctimas del pecado del mundo, de la injusticia, del odio. (Nuestra reparación) nos
estimula a colaborar con todos aquellos que, animados por el Espíritu, trabajan por
construir un mundo de justicia y de amor, signo del Reino (art. 4). Nuestra reparación
debería orientarnos efectivamente a los sufrimientos de Cristo. Si no queremos caer en
un falso sentimentalismo, la reparación no puede limitarse a unos momentos de oración
y de adoración, sin duda muy necesarios. Deberemos luchar en forma eficaz contra el
pecado de injusticia, y a favor de las víctimas de la misma, con las que Jesús se
identifica.

12
III EN SOLIDARIDAD CON LOS POBRES

SOLIDARIDAD E INCULTURACION

La famosa expresión del Padre Damián nosotros los leprosos, pronunciada antes de
contraer la enfermedad, nos demuestra hasta qué punto se identificó con los leprosos de
Molokai. Podemos afirmar que se insertó totalmente en su comunidad. ¡Qué
maravilloso ejemplo de solidaridad! Damián entró plenamente en su mundo, un mundo
de sufrimiento y de desecho:

En cuanto a mí, me hago a mí mismo leproso con los leprosos,


con el fin de ganarlos a todos por Cristo. 25

Se identificó totalmente con ellos, los conoció desde dentro. Comprendió su mundo
de miseria, pero supo a la vez reconocer su gran potencial humano y su dignidad.
Paseaba con ellos y compartía su alimento, se alegraba y lloraba con ellos. Y ellos lo
comprendieron. Esta fue la razón por la que su mensaje penetraba en sus corazones;
porque lo trasmitía, no desde fuera, sino desde dentro de su misma situación de
excluidos. Como su Maestro siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros
con su pobreza (2 Cor. 8, 9). No creo que sea exagerado afirmar que se despojó de su
rango y tomó la condición de esclavo... obedeciendo hasta la muerte (Fil. 2, 7).
Verdaderamente llegó a ser con ellos un siervo sufriente.

Damián sufrió, sin duda, un proceso de inculturación, primero en Puna y Koala y


después en Molokai. Así describe la vida de los isleños de Puna:

No piensan en el mañana. Si tienen ‘taro’ para comer, les es


suficiente... Casi todos van descalzos y sin sombrero. No están
preocupados por los ladrones; todo es común. Si alguien carece
de alimento, pasa a la casa de sus vecinos y come con ellos. Las
cabañas tienen el techo de paja; una estera cubre el suelo y sobre
ella come, duerme y trabaja la familia entera. 26

Fue inmensa la barrera psicológica, social y cultural que tuvo que saltar cuando
llegó a Molokai. Sin embargo, fue su identificación con aquel pueblo de desecho lo que
hizo verdaderamente creíble su anuncio del amor de Dios. Sólo se movía por el afán de
compartir la vida de la gente y contribuir a su bienestar. De hecho, Damián adoptó su
mismo estilo sencillo de vida. Escribiendo a Pánfilo, poco después de su llegada, le
decía:

Si el Señor me hubiera preguntado: ‘Cuándo te envié sin bolsa, ni


alforjas, ni sandalias, ¿acaso te falto algo?’Yo ciertamente

13
hubiera respondido: ‘Nada Señor’... Llegué aquí sin nada. No
cuento con un céntimo de paga, y sin embargo, no carezco de
nada... ¿Cómo explicar este misterio? Es el secreto de quien
prometió el ciento por uno a los que dejaron todo por Él. 27

El Doctor Woods describe su estilo de vida, cuando le visitó en 1876. El mismo le


vio comiendo “poi” de una calabaza colectiva, compartiendo su pipa con los hawaianos,
vendando heridas despreocupadamente y jugando con desenvoltura con los niños
enfermos (Gavan Daws, pág. 160). Trabajaba muy duro, incluso manualmente:

No me avergüenzo de convertirme en un trabajador, constructor o


carpintero, si es para gloria de Dios. 28

Escribía a H. B. Chapman:

Tengo muy pocas cosas para mí, he hecho voto de pobreza. 29

No tenía el más mínimo interés en contar con bienes personales. Leemos en su


reglamento personal de 1880:

Todo lo que tienes es para usarlo, no para poseerlo personalmente.

Justo antes de morir, haciendo testamento, comentó con el P. Wendelin:

Qué feliz me siento de haber entregado todo a Monseñor, ahora muero


pobre, no tengo nada. 30

Murió en total pobreza; apenas unas sábanas para su lecho.

Nuestra visión del mundo está condicionada por el grupo social a que pertenecemos.
Cuando entramos en el mundo de los pobres adquirimos una nueva perspectiva.
Tomamos conciencia de la riqueza y valores del pobre y descubrimos que Dios habla
por ellos: Bendito seas Padre, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos, se las has revelado a la gente sencilla (Mt. 11, 25). No cabe la menor duda
de que Damián fue evangelizado, al compartir la fe y oración con los leprosos. Lejos de
rechazar la cultura hawaiana, había conseguido introducirla en sus celebraciones de
Molokai. Como señala la Evangelii Nuntiandi: La religiosidad popular, cuando está
bien orientada, refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden
conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo... engendra
actitudes interiores: ...paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego,
aceptación de los demás, devoción (n.º 48). El Evangelio, hecho vida en los pobres,
encierra una gran fuerza de esperanza y nos llama a la conversión. Damián se identificó
con los leprosos en su forma de orar, compartir y amar. La vida entre ellos, le llevó a
una nueva conciencia de su extrema pobreza y profundo dolor, lo que generó en él un
renovado compromiso con los quienes sufrían y un nuevo sentido de la misión en
solidaridad con ellos. Sabemos que Damián se transformó en un varón de dolores y
recorrió su camino hacia el Gólgota con Jesús, particularmente presente en la vida de
cada día de los más pobres: éste será siempre el lugar privilegiado para encontrarle en el
corazón de la Iglesia.

14
INSERCIÓN

Como Damián, también nosotros necesitamos entrar en el mundo de los pobres con
profundo respeto. Es un mundo del que, posiblemente, no tenemos suficiente
conocimiento. Y, sin embargo, necesitamos hacernos cada vez más accesibles a los
pobres y sus necesidades. El Capítulo General de 1982 estimulaba a todos los hermanos
y comunidades a vivir su seguimiento de Cristo partiendo del mundo de los pobres
(Documento Capitular de 1982, pág. 10). ¿Cuántos de nosotros tenemos contacto real
con los pobres? ¿Qué grado de inserción tienen nuestras comunidades en el mundo de
los que sufren?

Hago mías las palabras de la Conferencia de América Latina de 1987: Queremos


apoyar con toda nuestra fuerza a aquellas comunidades insertas en sectores populares,
animándolas a vivir intensamente el Evangelio junto a los destinatarios preferentes del
mensaje de Jesús. Queremos estimular a las demás comunidades a buscar diversas
maneras de vivir esta opción, en un espíritu de comunión tal, que impida que estas
iniciativas se conviertan en motivos de fricción o de división entre hermanos.

Una y otra vez aparece el Evangelio que Jesús se pone del lado de los pobres y
excluidos, incluso cuando esto supone entrar en conflicto con los fariseos y doctores de
la Ley (Cf. Mc. 3, 1-6). No dudó en denunciar su falsa justicia. Su forma de evangelizar,
su opción por los pobres, su estilo de enfrentar los conflictos en la sociedad de sus días,
todos ellos son puntos obligados de referencia para nosotros.

Damián, al hacerse voz de los sin voz, se convierte para nosotros en fuente de
inspiración:

Damián opinaba que las circunstancias en que los leprosos vivían en


cuanto a techo, vestido y cuidados médicos eran injustas y que esa
situación debía de cesar. Por eso no dudaba en presionar a la autoridad
blanca de las islas: Damián aprovechaba su renombre mundial. Por ello
sus denuncias cobraban resonancia internacional. Con sus insistentes
llamadas ante el comité de Higiene, en Honolulu, se constituyó en
abogado de los Hawaianos colonizados. 31

Tuvo incluso que enfrentarse con las autoridades religiosas de Honolulu en su


esfuerzo por hacer más humana la vida de los leprosos, tanto en el ámbito individual
como colectivo.

Como para Damián, también para nosotros la causa de los pobres es la causa del
propio Jesucristo y no podemos callarnos ante ningún tipo de indignidad o de
injusticia. Nuestro voto de pobreza debe alcanzar una dimensión social y comunitaria.
La defensa del pobre, de su vida y sus derechos; la denuncia de la injusticia y la
mentira; el anuncio práctico, a partir de nuestros propios bienes, de una economía de
la solidaridad, debe constituir parte integrante de esa dimensión social de nuestro voto
de pobreza. Si es exacto decir que los pobres no pueden esperar, en otro sentido tienen
derecho a esperar de nosotros una actitud clara y coherente en nombre del Dios de los
pobres. (Conferencia de América Latina, 1987)

NUESTRA TAREA

15
Nuestra misión consiste en acompañar a los pobres en su lucha por el cambio.
Podemos prestarles ayuda en el análisis de las situaciones y en la comprensión de los
acontecimientos con sus consecuencias para ellos y para los demás; podemos ayudarles
a conocer y examinar las estructuras sobre las que se basa la sociedad y a prever los
cambios necesarios. Es una tarea en la que podemos ser de mucha utilidad a los pobres,
estando a su disposición, pero sin asumir el control del proceso. A los pobres les
compete ser agentes principales de los cambios, orientados a mejorar su propia
situación: es una exigencia de su propia dignidad. Ellos son los expertos en pobreza: la
soportan 7 días a la semana y 52 semanas al año. sus opiniones son prioritarias, porque
a ellos les toca sufrir bajo el peso de las estructuras.

Sucede, sin embargo, que, con relativa frecuencia, la clase social alta, desde su
propia perspectiva, toma decisiones que afectan directamente a la clase baja. Por falta
de conocimiento directo o de una justa valoración, pueden desconocer los problemas
reales de la gente, por ejemplo, el de la vivienda. Y así, a pesar de la buena voluntad,
inconsciente e involuntariamente, por falta de visión, toman decisiones que van en
perjuicio de los pobres. No comprenden que las estructuras son causa de opresión para
la clase humilde de la sociedad, y con sus decisiones mantienen, y hasta incrementan,
tal opresión.

También podemos ayudar a promover la solidaridad dentro de las comunidades y a


nivel ínter comunitario. La Iglesia considera este trabajo como una contribución a favor
de la justicia (Cf. Laborem exercens, apartado 8, Juan Pablo II). Los grupos pueden
prestarse una gran ayuda mediante el intercambio de conocimientos y métodos en la
forma de afrontar problemas semejantes. Como comunidad religiosa internacional,
tenemos que explorar y desarrollar este aspecto de la solidaridad.

Podemos trasmitir a los pobres una nueva fe en sí mismos, una nueva confianza, una
nueva esperanza, con tal de que – claro esta – la tengamos nosotros mismos. El reino de
Dios está llegando, es cierto: un reino de paz y justicia, un reino cuya venida está
garantizada por la resurrección de Jesús. Aunque nunca desaparecerá la tensión entre el
reino en este mundo y en el venidero, sabemos por el Evangelio y por la doctrina social
de la Iglesia, que la lucha por un mundo más justo, aquí y ahora, es un elemento
esencial e integrante para el advenimiento del Reino.

En estas mismas iglesias nuestras, debemos estar cada vez más abiertos a las
nuevas urgencias de la evangelización, desarrollando en ello toda la intensidad y
creatividad de este espíritu misionero que nos ha marcado desde nuestros orígenes. Es
probable que esto nos conduzca a la revisión de nuestras obras y a una nueva
estructuración de nuestros servicios en las Iglesias locales. Nuestro inalterable criterio
de acción será siempre el de verificar en los hechos la implantación de la Iglesia de los
pobres (Conferencia Continental de América Latina 1987)

16
IV EL SECRETO DEL APOSTOLADO

Anunciar la buena nueva del amor de Dios no es una simple cuestión de enseñanza
doctrinal; el amor juega un papel fundamental en la trasmisión del mensaje del amor de
Dios, y muy particularmente, cuando queremos trasmitir este mensaje al mundo de los
marginados.

Es un principio que hemos de tener muy presente, allí donde nos encontremos en
misión. Este fue el convencimiento de Damián y el secreto de su éxito evangelizador.
Esta era también su visión. Su amor por la gente no era meramente funcional, fue un
amor muy personal:

Quiero muchísimo a mis kanakas a causa de su sencillez, y hago por


ellos cuanto está en mis manos. A su vez, ellos me aman como los niños
a sus padres. Por este afecto mutuo espero convertirles al buen Dios. Si
aman al sacerdote, fácilmente amarán a nuestro Señor, de quien el
sacerdote es su ministro. 32

Y siete años más tarde:

A fuerza de predicar y de preocuparme sobre todo por los enfermos,


creo que un buen número de mis cristianos mueren en buenas
disposiciones. 33

Así resumía su visión del apostolado en el informe a la Dirección de Sanidad:

Una gran bondad hacia todos, una tierna caridad para con los
necesitados, una dulce compasión para con los enfermos y moribundos,
y junto a ello una sólida instrucción a mis oyentes: ésta ha sido la
pedagogía para introducir buenas costumbres entre los leprosos. 34

El P. Damián, primero, amó a su pueblo, después les habló del amor de Dios: no hay
mejor método pastoral. El Papa Pablo VI dice en la Evangelii Nuntiandi n.º 79: La obra
de la evangelización supone en el evangelizador mismo, un amor fraternal siempre
creciente hacia aquellos a los que evangeliza... ¡Así llevados de nuestro amor por
vosotros...! (1 Tes. 2, 8; Cf. Fil. 1, 8)... ¿De qué amor se trata? Mucho más que el de un
pedagogo; es el amor de un padre; más aún, el de una madre (Cf. 1 Tes. 2, 7-11; 1 Cor.
4, 15; Gal. 4, 18). Tal es el amor que el Señor espera de cada predicador del Evangelio.
En otro lugar, Pablo VI es todavía más directo: La actitud fundamental de quienes
quieren convertir el mundo es el amor. Es el alma del apostolado: saber amar.

DAMIÁN AFECTUOSO POR NATURALEZA

17
Damián, por naturaleza, era afectuoso, espontáneo, desinhibido en la expresión de
sus afectos. Todavía joven, expresaba en sus cartas un tierno cariño por sus padres. Les
escribía, como estudiante, desde Braine-le-Comte:

Qué alegría poder decirles de nuevo que les amo, y que mi corazón
nunca podrá olvidar su bondad. 35

Dos años más tarde, desde París:

La gran distancia que nos separa no me permite echarme en sus brazos


para expresarles el amor y la gratitud que invaden mi corazón. 36

Vital Jourdan comenta que Damián tenía un corazón muy tierno. Todos los años
escribía a sus seres queridos de Tremelo, expresándoles su gran afecto. Descendía a
veces a los pequeños detalles de la vida de cada uno, interesándose por su felicidad (o.c.
pág. 71)

Escribía a sus hermanos:

En cuanto a vosotros, mis queridos hermanos, tened presente que, de


entre los ocho hijos, sólo vosotros podéis ayudar a los padres en edad
avanzada. Humildemente os pido que ocupéis mi lugar y les concedáis el
cariño y cuidado que tendrían derecho a esperar de mí. 37

Ya en su primer destino en Hawai, en Puna, encontramos un destello de su afecto


por la gente:

Nuestros pobres insulares se sienten muy felices cuando me ven llegar.


Los quiero muchísimo. Daría mi vida por ellos, como lo hizo nuestro
Señor. No escatimo nada cuando se trata de visitar a enfermos distantes
7 u 8 leguas. 38

No es de extrañar, pues, que el P. Nicaise Ruault ss.cc., escribiendo a su Provincial


comentara: Los cristianos de Puna están encantados con él y el Padre Damián se siente
feliz con ellos. 39

Su nuevo destino fue Kohala; al tener que dejarlo, para trasladarse a Molokai,
escribía al P. Marcelin Bousquet, su Superior General:

... ocho años de servicio entre cristianos a los que amas y por los que te
sientes amado crean lazos muy profundos y un gran afecto mutuo. Una
simple broma sobre mi posible isla a Molokai les llenaba de emoción. 40

Y finalmente, ya en Molokai, contamos con el testimonio de los mismos leprosos a


M. Clifford, pocos meses antes de la muerte de Damián. Se preocupaba de nosotros y
no permite que nos falte nada. No nos gustaría marcharnos, si esto supusiera dejar a
nuestro ‘Makua Kamiano’ (Padre Damián). 41
CERCANO A LA GENTE

18
Lo que Damián ofreció a su gente fue la acogida. Reconoció la dignidad de los
leprosos y les trató como a hermanos y hermanas. Tuvo un amor muy fuerte por aquella
gente que sin él nada hubiera contado. Se hizo cercano a las personas, incluso
físicamente, consciente del precio que debería pagar.

La terrible enfermedad que el Omnipotente ha permitido que aparezca al


exterior en este momento, estaba prevista desde el momento en que puse
el pie en este asilo de leprosos hace 13 años. 42

El Sr. Mouritz, doctor del lazareto, diría: Si Damián hubiera mantenido la misma
actitud de recelo ante el contacto con los leprosos durante todo el tiempo de residencia
en Kalawao que a su llegada (cuando declinaba vivir en un mismo espacio donde había
leprosos), la historia de Damián ‘el mártir de Molokai’ probablemente nunca se
hubiera escrito. 43

Para los hawaianos, a los enfermos de lepra se les forzaba a convertirse en


“leprosos” o “intocables”. Una de las mayores necesidades de los hawaianos es tocar y
ser tocados, afirmar y reafirmar físicamente su vida y su ser-con-otros en una común
comunidad. Un ejemplo de ello fue el Dr. Hermerson: había crecido entre los hawaianos
y era bastante apreciado en el lazareto; sin embargo, había un motivo por el que nunca
fue totalmente aceptado: no tocaba a los enfermos. Por el contrario, la vocación
excepcional de Damián le condujo a encontrar la manera de tolerar la proximidad física
de los leprosos, a pesar de su natural repulsión y a pesar de la lepra moral, que era parte
integrante de su condición. 44

AMISTAD Y HOSPITALIDAD

Trató a los leprosos como a amigos:

A pesar de que estoy totalmente separado de mis hermanos y que tengo


que recorrer 40 o 50 leguas para confesarme, me siento feliz en medio
de mis cristianos a quienes llamo mis hermanos. 45

Comía del mismo puchero del que todos se servían con sus propias manos. Les
permitía fumar su pipa. Un testigo cuenta que “vendaba sus heridas como si de
hermosas flores se tratara”. Les visitaba constantemente, sobre todo a los que estaban
gravemente enfermos; esto no significaba que tenía que olvidar su previa repulsión y
natural repugnancia por el “aire envenenado” que él mismo tenía que respirar, así como
los resultantes dolores de cabeza y su “constante náusea” 46

El Dr. Mouritz nos dice: El Padre Damián no adoptó ninguna precaución.


Bondadoso por naturaleza, nunca impidió a los leprosos su entrada en casa; tenían
acceso a cualquier hora del día y de la noche. Me refería a su casa, denominándola
‘Hotel de la Familia Kalawao y Leprosos’ (descanso, alojamiento y alimento gratis
para todos los necesitados); creo que era un título que respondía con exactitud a lo que
allí acontecía todos los días. 47 Damián estaba dispuesto a acercarse a los leprosos,
incluso a costa de su vida. El Dr. Woods, que le visitó y se hizo gran admirador suyo,
afirmaba: El hecho de exponerme continuamente al contagio de la enfermedad de la
que tenía la convicción de que un día moriría; el cuidado por no adoptar prevenciones

19
que le pudieran separar de los pacientes del lazareto, a costa de la repugnancia y del
miedo: todo ello hizo de él un leproso y una víctima de la lepra. 48

Se entregó, sin desfallecer, a su gente y compartió con ellos el sufrimiento: Durante


su corta estancia en Honolulu sólo habla de sus pobres leprosos. ¡Cómo les amaba!
¡Cómo deseaba ayudarles y aliviar sus sufrimientos!. 49

Así se expresaba él mismo:

Con lagrimas en los ojos siembro la semilla. De la mañana a la


noche me encuentro envuelto en miserias físicas y morales que rompen
mi corazón. Sin embargo, siempre intento aparecer feliz para mantener
el ánimo de mis pobres leprosos. 50

Les amó hasta el fin, a lo que los leprosos le correspondieron con amor. Moribundo,
siempre tenía a alguien a su lado en la habitación. Era imposible despedirles, decía el
H.º James Sinnott, que le cuidaba durante los últimos días.

Tenía especial cariño a los pequeños. He aquí un relato de la Madre Mariana: Nos
condujo al orfanato de los niños leprosos en Kalawao. ‘Hijas mías’, les dijo, voy a
morir pronto, pero no quedaréis abandonadas, la hermana que está conmigo os
cuidará... Nos llevó también al orfanato de niños. De repente nos preguntó: ¿Cuidarán
de mis niños cuando yo haya partido?. Repitió tres veces la misma pregunta. Nosotros
se lo prometimos y hemos mantenido la palabra. 51

Podemos sentir el calor humano de su persona y la facilidad de relación con ellos,


en la carta a su hermano Pánfilo:

Después de la misa me senté a leer tus cartas, sin pensar en preparar mi


café. Como sólo me das buenas noticias, me sentía feliz. Mis huérfanos,
siempre tan curiosos por las noticias, no me dejaban ni respirar. Tuve
que traducirles todo el detalle: la visita del P. Leonor, tus apuntes con
5782 páginas de sermones..., nuestra anciana madre y sus hijos.
Admiraban la bonita escritura de María y Paulina. De esta forma el
desayuno se juntó al almuerzo. Después, bastón en mano, dejé la casa y
salí para visitar a los enfermos. 52

No hay duda, pues, de que Damián tenía un corazón bondadoso, a pesar de que a
veces dejara traslucir una cierta brusquedad de carácter que le produciría
malentendidos: Siempre sentí que puso en mí la más plena confianza y que me tenía un
profundo amor, sin importarme sus apariencias externas, declaraba Joseph Dutton, su
íntimo colaborador en los últimos años. Fue aquel corazón, lleno de un amor que sólo
podía provenir de Dios, el que confirió una nueva dignidad a los marginados de
Molokai.

HACIA UNA VERDADERA COMUNIDAD

20
Los efectos inhumanos de su condición y el sentimiento de soledad e inutilidad
experimentado por aquella gente tenían consecuencias más desmoralizadoras que la
misma enfermedad física. El poder curativo del amor fue lo que posibilitó a Damián el
formar una verdadera comunidad. Sus relaciones, envueltas en bondad y cariño,
lograron crear un clima en el que la gente podía crecer y desarrollarse en una actitud de
mutuo respeto. El verdadero pilar de nuestra vida consiste en ser con y para los demás,
en ser una presencia en la vida de los demás que les inspire fe y confianza en sí mismos.
No podemos dar a los demás un regalo mayor que nuestra fe y confianza. Todos
nosotros necesitamos la afirmación que brota de nuestra conciencia del amor de Dios,
pero también la afirmación que nos llega de parte de los demás. Cuando nos aman y
confían en nosotros. 53

Damián fue ese apoyo para los leprosos. Se hacía cargo de todas las necesidades de
su comunidad, desde las más elementales, como alimento, vivienda, vestido, hasta las
más elevadas como la dignidad, los bienes y el amor. Viviendo en el lazareto y
haciéndose uno con los marginados, pudo transformar aquel numeroso grupo de
enfermos y personas amargadas en una comunidad “donde se sentían felices de vivir”.

DIMENSION ESPIRITUAL

Como hombre de Dios, trasmitía consuelo espiritual durante las celebraciones de la


eucaristía, en las confesiones, por la predicación de la palabra de salvación y demás
sacramentos.

Si no puedo curarles, al menos les serviré de consuelo.

Sus liturgias estaban llenas de colorido, con participación y espacio para todos. Un
leproso que tocaba el armonio, sólo contaba con los dedos de su mano derecha. Escribía
Damián a su madre:

¡Oh, si sólo pudiera escuchar la hermosa música de mi iglesia! 54

Con ocasión de la visita del obispo, los leprosos interpretaron la Misa de Mozart. El
coro de niños era maravilloso; escribía a su hermano:

Mis jóvenes cantan la misa mayor como músicos consumados. 55

Fundó una banda; contaba con tres coros – a los hawaianos les gustaba mucho
cantar -; con frecuencia se hacían procesiones. Según la espiritualidad de la
Congregación, organizó la adoración al Santísimo Sacramento, recordando así que Dios
estaba realmente presente entre ellos:

Hemos establecido la adoración perpetua en las dos iglesias de la


leprosería. Es muy difícil mantener las horas regulares a causa de la
enfermedad de sus miembros. Si no pueden acudir a hacer su media hora
de adoración en la iglesia, me siento muy edificado al verles,
frecuentemente, hacer su adoración, a la hora señalada, en el lecho del
dolor de sus chozas miserables. 56

21
Les organizó también para que pudieran prestarse servicios diversos entre ellos:

Hemos formado en Kalawao dos asociaciones, una para hombres y otra


para mujeres, cuyo principal objetivo es ayudar a los enfermos. 57

Creó también una asociación de sepultureros, una obra corporal d misericordia.


Buscó colaboradores para la catequesis:

He tenido éxito en formar a algunos que predican con cierta elocuencia;


me ayudan mucho a catequizar a los nuevos cristianos. 58

DIMENSIÓN SOCIAL

Trabajó con ahínco por que la calidad de vida fuera digna de seres humanos. Les
animó con el ejemplo; con su colaboración trazó caminos, construyó casas, condujo el
agua, amplió el hospital, abrió un orfanato para niños y niñas, aró la tierra, plantó flores;
les empujaba a todas estas actividades, convencido de que el trabajo dignifica a las
personas. Se hizo voz de los sin voz, a las autoridades les pedía alimento, apelaba
insistentemente al gobierno a favor de unas condiciones de vida más favorables para sus
leprosos.

Vivió en un mundo lleno de signos de muerte, cuando su misión era dar vida. No
solamente lo proclamaba de palabra, trataba d encontrar la forma de expresarlo en
manifestaciones culturales y festivas. Quería poner alegría en un mundo donde la
tristeza era lo normal. El Dr. Woods diría con ocasión de su visita: Puedo testificar que
en ningún lugar del mundo los leprosos son tan bien atendidos como en las islas
Sandwich. 59 Los obispos de Bélgica, en su carta a los fieles con ocasión del Centenario
del P. Damián, escribe: En Molokai, el sufrimiento, que marca siempre la historia de
los hombres, era patente por todas partes. Todos los días moría alguien. Damián llevó
este sufrimiento en su corazón; más tarde, lo llevó en su propio cuerpo. Con todo, en
Damián y en todos los que le estaba n confiados había un profundo gozo por vivir. De
este modo, en la parroquia de Molokai, incluso los funerales eran verdaderas
celebraciones, signos de esperanza que el Señor resucitado despierta siempre en el
hombre. En efecto, el Amor de Dios penetra hasta lo más recóndito del sufrimiento, y
deja allí siempre una señal de su paz. 60

HERALDO DEL EVANGELIO

Damián no sólo tenía corazón de misionero, poseía además una idea muy fija sobre
su “trabajo” misionero. Había “dejado todo” y una vez puestas las manos en el arado,
nunca volvió la vista “atrás” (Lc. 9, 62) Su “tarea” misionera fue construir una “iglesia”,
una comunidad de personas que debían abandonar la violencia, la inmoralidad, la
desesperación... para convertirse en una comunidad de creyentes, capaz de compartir la
vida, de amarse mutuamente los unos a los otros, unidos en el culto y la oración,
perdonándose, curándose, buscando aceptar el dolor y el sufrimiento en un espíritu de fe
y confianza en Cristo. Damián fue capaz de crear una verdadera comunidad cristiana
que, a su vez, se transformó en “heraldo del evangelio”. cumplió el ideal que Pablo VI
nos presenta en la Evangelii Nuntiandi, n.º 21: Supongamos que un cristiano o un grupo

22
de cristianos irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más
allá de los valores corrientes y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar. A
través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes
contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de
esa manera? ¿Qué es o quien es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros? Pues
bien, este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también
muy clara y eficaz, de la Buena Nueva. Estas son las mismas cuestiones que el mundo
se ha preguntado, al conocer el hermoso testimonio personal de Damián y el estilo de
vida de aquella comunidad que pudo vivir con tanta felicidad, en medio de tan gran
sufrimiento.

Damián no sólo logró crear una comunidad en Molokai; vivió también en comunión
con otras comunidades cristianas y personas del mundo entero que, gracias a él,
escucharon el clamor de los pobres y, muy particularmente, experimentaron el dolor de
los leprosos. No fue sólo una opción de Damián por los pobres; su testimonio de vida
misionera inspiraría a otros muchos y les impulsaría a hacer la misma opción. ¡Cuántos
cientos de misioneros, a lo largo de los años, han atribuido su vocación a la inspiración
y ejemplo de Damián! Su vida misionera sigue dando fruto en el entusiasmo que de él
recibimos para entregar nuestras vidas a la extensión del Evangelio.

V DAMIÁN Y SU COMUNIDAD SS.CC.

23
Si podemos decir que Damián trabajó realmente “por construir un mundo más justo
en solidaridad con los pobres”, también podemos afirmar que buscó “desarrollar una
vida de comunidad”, de acuerdo con sus circunstancias. De hecho, ambas orientaciones
están estrechamente relacionadas. Damián lo sabía, pues se había “educado” en la
comunidad. Sabía lo que significaba ser un verdadero hermano para los demás. Su
comunidad religiosa ss.cc. siempre había puesto un gran énfasis en el amor fraternal.

Mantuvo su vinculación con su Comunidad religiosa durante toda su vida.


Experimentó todas las tensiones creativas que pueden provenir de vivir como verdadero
hermano en una comunidad. Llegó a las misiones como miembro de una comunidad
internacional y fue consciente de ello a lo largo de toda su vida apostólica. Todo ello
constituyó una gran riqueza para su tarea evangelizadora. Sin embargo, el hecho de que
Damián viviera fuera de las estructuras normales de la vida religiosa nos sugiere
algunas reflexiones.

VIVIR JUNTOS

En igualdad de circunstancias y si es posible, es preferible que los miembros de una


comunidad religiosa vivan junto y compartan así sus vidas. Cuando un grupo de
hermanos o hermanas tratan seriamente de vivir juntos el Evangelio, tropiezan con la
debilidad y la pobreza humana. Tropezarán con su propia incapacidad para hacerle
frente. Pero, si a pesar de eso, persisten en la fe, ellos se encontrarán con la presencia
redentora y la fuerza de cristo que los sostiene. Esta experiencia de pobreza y
redención es la fuente de su ministerio apostólico. Ellos se identifican realmente con la
pobreza y debilidad humana, y pueden servir a otros y ser apoyados por otros porque
ellos mismos experimentan la presencia de Cristo en su pobreza, haciendo posible lo
imposible. Vivir juntos en una comunidad local, con un compromiso real hacia los
demás en la comunidad, pareciera ser la situación ideal para una experiencia de este
tipo (No se trata de hacer planes apostólicos juntos, aún cuando esto es obviamente
necesario, ni tampoco de ser una fuente de apoyo psicológico mutuo, lo que es
inseparable de esto). Por esta razón, consideramos que, como norma, deberíamos optar
por esta forma primaria de vida religiosa. No deberíamos subestimar el valor de
testimonio que tiene este tipo de comunidad de vida. Una comunidad se hace visible a
través de la interacción de sus miembros. El vivir esta forma de vida en un espíritu de
fraternidad verdadera puede testimoniar más fuertemente que las palabras: ‘Vean, qué
dulzura, qué delicia convivir los hermanos unidos’ (Sal. 133, 1) (Cf. Patrick Bradley
ss.cc., Comunión en la misión, pág. 63).

Sin embargo, no hemos de equiparar, sin más, presencia física bajo el mismo techo
y una buena vida de comunidad. Todos nosotros sabemos que podemos vivir juntos, en
la misma casa, y sentirnos psicológica y espiritualmente alienados, hasta el punto de no
vivir una verdadera comunión. Por otra parte, conocemos hermanos que, por razones
justificadas, no viven normalmente en comunidad, y, sin embargo, se sientes muy
vinculados y contribuyen muy positivamente a la vida y misión de la Comunidad. Lo
más importante es la actitud de cada uno hacia la Comunidad.

DAMIÁN Y LA VIDA DE COMUNIDAD SS.CC.

24
En Molokai, Damián no tuvo experiencia de vida religiosa comunitaria y, sin
embargo, se vio a sí mismo como un misionero ss.cc., y nunca de otra forma. Nos
consta que tuvo una gratificante experiencia de comunidad durante los años de
formación, lo que mantuvo en él el espíritu de la Congregación y un gran aprecio por la
vida de comunidad. Su apostolado (al que se sintió enviado por la Congregación), le
obligó a vivir fuera de las comunidades locales ss.cc. No obstante, tuvo siempre la
preocupación de vivir en comunión con su familia religiosa. Su correspondencia le
mantenía periódicamente en relación con sus hermanos y superiores, a quienes les
expresaba respeto, confianza, cordialidad, abertura y solidaridad. Manifestaba interés
por todo:

No tengo ninguna noticia sobre la marcha de nuestra querida


Congregación. He recibido la carta circular de nuestro M.R.P.
Bousquet; eso es todo. Ponme al día; en tu última carta no me dices nada
ni una palabra sobre Lovaina. 61

Le gustaba saber de la comunidad:

Me daría un gran placer el tener noticias de nuestra querida


Congregación. 62

Le gustaba encontrase con sus hermanos, cosa que juzgaba vital para renovar su celo
misionero:

Durante los pocos días que cada mes pasamos juntos, nos dejamos lleva,
a veces, de un cierto exceso de alegría; después nos sentimos
fortalecidos para entregarnos de nuevo al santo ministerio. 63

Después de que el P. Albert Montiton dejara el lazareto, Damián le escribió y le


decía:

Si lloré cuando te marchaste, fue porque lo sentí y preví la soledad en


que debería pasar el resto de mis días. 64

Y a su hermano:

Nunca me he sentido tan aislado y excluido de toda comunicación con


mis hermanos como desde el pasado mes de marzo, en que Albert se
marchó...; sin embargo, me encomiendo a la Divina Providencia y
encuentro consuelo en el único compañero que no me abandona: Nuestro
Divino Salvador en la Santa Eucaristía. 65

Cuando el P. André Burgerman tuvo dificultades personales con Damián, escribió


éste a sus superiores:
Mi mayor sufrimiento durante todo este año viene de ver el creciente
distanciamiento de mi colega respecto de la Congregación, e incluso de
la misión, de sus Superiores y de su compañero. 66

25
Ciertamente los hermanos que vivieron en Molokai en tiempo de Damián no fueron
los más fáciles. También Damián tenía sus fallos. Con todo, la ausencia de hermanos
era su gran dolor.

El verme privado de la presencia de mis hermanos de nuestra querida


Congregación es más difícil de sobrellevar que la misma lepra... Estoy
feliz y contento de todo lo demás y no tengo ni una sola queja. 67

La ausencia de hermanos fue uno de los factores que influyeron en los


malentendidos con su Provincial. Normalmente Damián quería obedecer a sus
Superiores. En su diario espiritual, se da así mismo esta estricta norma:

Sé minucioso en las más mínimas órdenes y prescripciones. Muerte a


todos los caprichos de tu propia voluntad. Como un cadáver, permite a
los superiores que hagan contigo lo que más les plazca. 68

En 1878 solicitó del Provincial, permiso par actuar con libertad en aquellos caso en
que no pudiera ponerse en contacto con sus Superiores.

Así ya no estaré expuesto a los escrúpulos de conciencia. 69

Sabemos que las dificultades con sus superiores de Honolulu, en que se vio envuelto
sin saberlo, ni quererlo, fueron para él una pesada cruz. En todos los momentos
importantes de su vida hacía referencia al día en que se había postrado bajo el paño
mortuorio, prometiendo morir a sí mismo y entregarse completamente, y para siempre,
al Señor. Así describía el P. Wendelin su reparación a la muerte: En seguida renovamos
juntos los votos que vinculan a la Congregación. Al día siguiente recibió el Santo
Viático. Todo el día lo paso alegre como de costumbre... su apego a la congregación
fue admirable. Cuántas veces no dijo: ‘padre, usted aquí representa para mí a la
Congregación, ¿no es cierto? Digamos juntos las oraciones de la Congregación. ¡Qué
bueno es morir como hijo de los Sagrados Corazones!’. Varias veces me encargó que le
escribiera a nuestro Reverendísimo Padre para decirle que su mayor consuelo en ese
momento era morir como miembro de la Congregación de los Sagrados Corazones. 70

No cabe, pues la menor duda, sobre la identidad ss.cc. de Damián; su corazón


pertenecía a la congregación. Consideraba su pertenencia a la Congregación como algo
fundamental para su misión. La Congregación era su entorno natural, y su herencia
ss.cc. influenciaba su visión del ministerio. Así lo testifican sus cartas. En la
recomendación de su hermano como misionero a Mons. Koeckeman, lo describía como:

un teólogo profundo, con mucho celo por el ministerio; conoce muy bien
el inglés y, por encima de todo, es un buen hijo de la Congregación. 71

HERMANOS Y HERMANAS SS.CC. QUE VIVEN SOLOS

Contamos hoy con muchos y buenos hijos e hijas de la Congregación que, como
Damián, debido a sus obligaciones apostólicas, no siempre pueden vivir en una

26
comunidad religiosa. El compromiso del P. Damián con la Congregación, su deseo de
mantenerse en estrecha relación con ella y su sentido de verse enviado por la
Congregación, puede ser fuente de inspiración para todos ellos; cuanto más en
comunión vivamos nuestra comunidad religiosa, mayor será el fruto de nuestro
ministerio.

Es importante recordar que Damián vivió una situación excepcional y que tuvo una
misión muy especial. El mismo decía: No es bueno para nosotros estar solos, y hubiera
deseado algo distinto para él mismo. La comunidad religiosa – comunión en la misión –
es un testimonio visible del Evangelio vivido; pero además nos puede proporcionar el
apoyo que necesitamos para vivir auténticamente nuestra vocación. La comunidad, a la
vez que nos mantiene humildes y realistas, puede fortalecer nuestra fe y esperanza,
cuando compartimos nuestras vidas. Por eso, nuestros hermanos, en el Capítulo,
después de intercambiar sobre la situación general de toda la congregación, declararon
que nuestra vida de comunidad se desarrolla normalmente en el seno de una
comunidad local. Tiene su alma en la caridad fraterna y en la voluntad de poner en
común no sólo los bienes materiales, sino también nuestra propia vida personal en una
comunión de espíritu y corazón (Nuevas Constituciones, art. 38). El Capítulo pide a los
Provinciales que tomen medidas para que, dentro de lo posible, las comunidades
cuenten al menos con tres miembros. Si lo juzgan oportuno, agruparán asimismo las
comunidades demasiado pequeñas de manera que constituyan ‘Comunidades de Área’
(Est. 12)

Quienes tienen razones objetivas para vivir solos, han de cuidarse de no aislarse de
la comunidad. De lo contrario, pueden comenzar a perder la capacidad de un verdadero
discernimiento y su sentido de misión congregacional. Todos tenemos tendencia al
individualismo por lo que hemos de reaccionar al aislamiento. Podemos perder nuestra
identidad y los dones que se nos conceden a través de la comunidad. Si nos vemos
obligados a sacrificar las experiencias positivas que conlleva la vida en común, a causa
de una misión especial encomendada por la Congregación, necesitamos descubrir otros
medios de participación en la vida ss.cc.; hemos de procurar aprovechar todas las
oportunidades para hacernos presentes en la comunidad: asambleas, retiros, seminarios,
visitas a hermanos / hermanas; las cartas y publicaciones de la Congregación nos
ayudarán también a mantenernos en contacto con la vida y actividades de nuestra
Comunidad. Esto es vital si queremos experimentar aquella comunión fraterna, que es
parte central de nuestra herencia de familia. El amor fraternal, el afecto, la comunión
son absolutamente fundamentales para nuestra vida y trabajo de evangelización como
misioneros ss.cc.

Cuando estaba escribiendo esta carta, tuve la ocasión de pedir la opinión de un


experimentado misionero sobre los aspectos que creía importante fueran subrayados.
Esta fue su respuesta: conviene acentuar el aspecto comunitario de nuestras vidas, la
necesidad de vivir juntos en misión; sin el fuerte apoyo de nuestra comunidad, creo que
no podríamos sobrevivir. Como ya hemos visto, la comunidad fue muy importante para
Damián y, a pesar de todas las dificultades en que se vio envuelto, fue un misionero
ss.cc. hasta el último momento de su vida.

VI DAMIÁN Y SUS RECURSOS ESPIRITUALES

27
TRADICIÓN FAMILIAR

En 1945 dijo Mahatma Gandhi: “Merece la pena preguntarse por la fuente del
heroísmo del Padre Damián”. Podemos retrotraer esa búsqueda a sus orígenes
familiares. Procedía de una familia piadosa, de fe profunda, donde las oraciones y
prácticas religiosas se vivían con total normalidad. Su hermano Pánfilo y sus hermanas
Eugenia y Paulina abrazaron la vida religiosa antes que Damián. en sus primeras cartas,
previas a su ingreso en la Congregación, existen ya claros indicios de su fuerte fe
personal. Con ocasión de la profesión de paulina, como religiosa ursulina, escribió a sus
padres, desde Braine-le-Comte:

Qué felicidad para ella, queridos padres... Espero que me llegue la vez
de seguir mi vocación. ¿No podría yo seguir los pasos de vuestro hijo
Pánfilo?. 72

En Navidad del mismo año les escribía de nuevo:

No crean, mis queridos padres, que abrazo la vida religiosa por mi


propia voluntad. Les aseguro que la Divina Providencia así lo quiere...
Uds. saben, queridos padres, que todos debemos elegir el estado al que
el buen Dios nos ha destinado a fin de ser eternamente bienaventurados.
73

CARISMA SS.CC.

Su sólida fe se fue ahondando y enriqueciendo con la gracia de su vocación en la


Congregación de los Sagrados Corazones. Este carisma no fue sólo un don personal de
nuestros Fundadores; es una gracia compartida por los miembros, que se va
manifestando en nuevas y ricas expresiones; es una gracia que, a lo largo de nuestra
historia, va dando lugar a nuevas concreciones de nuestra Comunidad y misión. El
carisma ss.cc. es como una semilla viva, con plena fuerza renovadora, que engendra
nueva vida y nos capacita para responder a la llamada de Dios; es una gracia particular
que trasmitimos en el apostolado; un don que nos orienta hacia los valores del
Evangelio resaltados por nuestros Fundadores y nos impulsa a vivir la misma intuición
del Evangelio que ellos vivieron. De este carisma, de este don del Espíritu, Damián fue
sacando su fuerza espiritual. Era un carisma vivo en el interior de Damián, que trasmitía
a toda su vida misionera el genuino sabor del espíritu ss.cc. Damián se educó en una
familia religiosa que había heredado de sus Fundadores una clara conciencia del amor
de Dios y una total confianza en su Providencia. De hecho, este gran convencimiento
del amor personal de Dios es el elemento fundamental del carisma ss.cc.; un amor
gratuito especialmente manifestado en el Corazón de Cristo y en el Corazón de María. 74
El continuo sentimiento de ser amado en el “Corazón de este amable Maestro” fue el
mayor soporte de toda la vida de Damián:

Desecha toda duda, toda desconfianza, escribía a su sobrino, y ponte,


como un niño, en los brazos de Jesús y de María. 75

Esta confianza en un Dios cercano y providente es la fuente de su felicidad:

28
Los Sagrados Corazones me bendicen con tal alegría y paz de corazón
que me siento el misionero más feliz del mundo. 76

Fruto de esta confianza en un Dios Amor es su gran libertad interior:

Persuadido que el buen Dios no me pide lo imposible, actúo en todo con


decisión, sin ninguna inquietud. 77

Las gracias que acompañan al misionero son tan grandes que ni las
mayores dificultades u obstáculos me inquietan. 78

En palabras de nuestras nuevas Constituciones: “la fe en este amor llenó a Damián


de celo por nuestra misión” (art. 2) Su experiencia de Dios le remitía a sus hermanos y
hermanas, con especial preferencia por los más débiles, los niños y los enfermos. Dios
se ha revelado como un dios compasivo, un Dios con corazón para cada uno. Vivir la
devoción al Corazón de Jesús significa hacer de su Corazón el nuestro, o como dice San
Juan Eudes: La devoción al Sagrado Corazón no es únicamente una forma de entender
a Dios, es un modo de apropiarnos su Corazón y permitirle que viva de nuevo en una
continua encarnación. Damián tuvo experiencia del amor con que Dios le amaba y
descubrió en el Corazón de Cristo la invitación a acercarse a la gente con un corazón
compasivo, tocando el corazón de los demás con el mismo amor redentor de Jesús.

VIDA DE ORACIÓN

No le resultó fácil a Damián mantener en su vida el equilibrio oración-acción.


Escribía al P. Euthyme Rouchouze:

Lo más difícil es mantener el espíritu de recogimiento y oración en medio


de mil distracciones y miserias. 79

Y sin embargo, tenía el convencimiento de que “si no vivimos en Él, no podemos


dar fruto”. En uno de sus cuatro sermones, escritos de propia mano, cuando habla del
Sagrado Corazón, dice:

El Corazón divino da fuerza al misionero que ha dejado todo... Sabe que,


atravesando los mares, ha traído en su corazón a este Amigo. 80

Es el Amo de la Viña quien da el incremento; el misionero es un simple


trabajador que planta y riega; unas veces crece, otras no. 81

Por eso, procuraba llevar una vida reglamentada, en torno a la meditación, la


Eucaristía y Adoración, el Breviario y Rosario, según la piedad tradicional y las
costumbres de la Congregación en aquel tiempo. Así pudo mantener, durante 25 años de
vida misionera, su gran fe en el Amor de Dios y la repercusión del mismo en un servicio
fiel y constante a los demás.

29
Aunque no podamos seguir materialmente a Damián, hay lecciones que nos
conviene aprender, pues tenemos una misma vocación. Alg8nos párrafos de sus cartas
nos pueden resultar inspiradores:

Como el cementerio, la iglesia y la casa parroquial forman un todo


unido, durante la noche soy el guardián de este hermoso jardín de
muertos – todos mis hijos espirituales -; encuentro mis delicias en ir allí
a rezar el rosario y meditar sobre la eterna felicidad de la que ya están
gozando gran número de ellos. 82

Este es el tipo de “espacio” que todos necesitamos, especialmente hoy día. En un


mundo en continuo movimiento y agitación, una atmósfera de silencio facilita nuestra
vida interior y el encuentro personal con el Señor. Es en la tranquilidad de la oración,
“permaneciendo en su presencia”, donde descubrimos el misterio de Cristo. Es aquí
también donde encontraremos la unidad interior que orientará nuestras vidas y nuestra
misión, ante un mundo amenazado por tantos elementos desintegradores.

PALABRA DE DIOS Y EUCARISTÍA

Su vida interior estuvo alimentada por la Palabra de Dios y la Eucaristía:

Tengo gran necesidad de una buena explicación de la Sagrada


Escritura; la obra de Cornelius a Lapide me sería de gran provecho. 83

Así escribía al Ecónomo General, el P. Gabriel Germain. Sabemos que recibió dicho
Comentario y que lo estudiaba regularmente, a pesar de que, entonces, no era tan
frecuente la lectura de Sagrada Escritura.

Su misa diaria unía su propio sacrificio al del Salvador:

Pongo toda la confianza en el Señor que me acepta como a su servidor y


que me alimenta con su cuerpo y sangre en el Santo Sacrificio de la
Misa. 84

La misa dominical era el punto culminante de toda la semana:

Predico todas las mañanas después de Misa, y los domingos mis niños
cantan maravillosamente la Misa Mayor, casi como músicos
consumados.85

Tanto Charles Stoddard 86 como Edward Clifford 87 nos dejaron descripciones


emocionantes del fervor extraordinario del sacerdote y del pueblo durante la celebración
de la liturgia.

Damián vivió de la Eucaristía, según el espíritu de la Congregación. Fue el secreto


de su vida heroica. Cristo era su compañero y confidente.
He aquí un testimonio de su espontánea familiaridad con el Señor:

30
Al pie del altar encontramos la fuerza necesaria en nuestra soledad. Ahí,
cada día, te encuentro también a ti y a todos los buenos Padres de
nuestra Congregación. Sin el santo sacramento, una situación como la
mía sería insostenible. Pero con mi Señor a mi lado, puedo continuar por
siempre feliz y contento; con esta paz gozosa en el corazón y la sonrisa
en los labios trabajo con entusiasmo por el bien de los pobres y
desafortunados leprosos; así, poco a poco, y sin mucho ruido, continúo
haciendo el bien. 88

Y de nuevo:

Sin la constante presencia de nuestro divino Maestro, nunca sería capaz


de comprometer mi suerte con la de los leprosos. 89

Me confieso con frecuencia al pie del altar y busco allí alivio en mis
penas interiores. Ante Él y ante la estatua de la Santa Madre me
desahogo pidiendo que me preserven la salud. 90

Este fue el amor por la eucaristía que comunicó a los leprosos. Como ya hemos
recordado, organizaba liturgias, bendiciones con el Santísimo Sacramento y
Procesiones; la participación, particularmente con el canto, era excelente; también los
cojos y lisiados se hacían presentes. Quería que los leprosos vivieran de la Eucaristía, y
en muchos casos lo consiguió. Así pudo escribir al Provincial, el P. Leonor Fouesnel, e
1888:

Este es el 15º año en que mantenemos la adoración nocturna...; todos


somos leprosos. 91

El P. Aubert describe el espectáculo edificante que presenció cuando entró en la


capilla de Kalawao: Los adoradores estaban arrodillados delante del Santísimo
Sacramento. Se me advirtió que no era una ceremonia especial, sino una práctica
diaria. Los buenos cristianos de Molokai acudían todos los días a buscar alivio en sus
sufrimientos. No solo esto; se ofrecían además a sí mismos como víctimas, en
reparación por los ultrajes cometidos por los pecadores contra los Sagrados
Corazones. 92

MARIA

¿Y su devoción a María? El P. Albert Montiton hace un excelente resumen:

Prácticamente nunca dejó el rosario. lo tenía consigo en la cama y lo


rezaba día y noche..., en cualquier lugar y siempre que tenía un momento
libre. 93

Podemos hacer una síntesis de este breve recorrido por la vida espiritual del P.
Damián, aplicándole las palabras de las nuevas Constituciones:

Él hizo suyas las actitudes, opciones, y tareas que llevaron a Jesús al


extremo de tener su Corazón traspasado en la Cruz... La celebración

31
eucarística y la adoración contemplativa le ayudaron a entrar en las
actitudes y sentimientos del Corazón de Cristo ante el Padre y ante el
mundo. En su seguimiento radical de Cristo, María su Madre, modelo de
fe en el amor, le precedió en el camino y le acompañó para entrar
plenamente en la misión de su Hijo (aa. 3 y 5)

32
VII DAMIÁN, UN “HIJO DE LA CRUZ”

LA ESPIRITUALIDAD DE LOS SAGRADOS CORAZONES MARCADA POR LA


CRUZ

Ya hemos visto que el P. Damián vivió y recibió vida del espíritu y espiritualidad de
nuestra Congregación. Cuando se leen los escritos de nuestro Fundador, hay algo que
llama poderosamente la atención: su cristocentrismo. Los textos dejan entrever una
sensibilidad religiosa firmemente centrada en Cristo y en la Cruz: Seremos salvados por
Jesucristo. El solo es el Camino, la Verdad, la Vida. Él solo es nuestra Cabeza, nuestro
Guía y nuestro Modelo; sólo llevando su cruz podemos seguir sus pasos... Oh Cruz de
mi Salvador, seréis en adelante mi único recurso, serviréis a mi alma como un ancla
firme y segura en la tempestad... 94No me limitaré a trazar sobre mí vuestro signo de
bendición: os imprimiré en mis entrañas, os colocaré sobre el altar de mi corazón. Mis
pobres hijos serán siempre hijos de la Cruz, que se irán conformando totalmente al
Corazón de nuestro Buen Maestro. 95

Damián fue consciente de todo esto. Como muy bien señala el P. Juan Vicente
González (Cf. Hemos creído en el Amor), Damián vivió el espíritu del P. Coudrin, como
lo había aprendido en el noviciado del P. Rouchouze. Lo más admirable de Damián es
su continua donación de sí mismo a los demás, a los más pobres, a quienes están en la
miseria. Damián fue heroico en la forma de soportar el sufrimiento diario, no sólo el que
provenía del martirio de 16 años de duración; también el que tuvo origen en la falta de
comprensión, en la injusticia, la crítica y la calumnia. Lo que realmente llama la
atención es el talante con que aceptó el sufrimiento: sin dramatizaciones ni quejas, sin
retraimiento e incluso sin limitar su capacidad de servicio:

No tengas la menor pena por mí, pues cuando uno sirve a Dios, es feliz
en cualquier lugar. 96

Había aprendido del P. Euthyme Rouchouze que el espíritu de víctima y de


sacrificio era como la “savia que alimenta el árbol de la Congregación”. Quizá no
sepamos formularlo hoy día adecuadamente; pero la realidad de la cruz sigue siendo
central en nuestra vocación ss.cc., como seguidores de Jesucristo: No olvidemos, nos
recuerda nuestro Fundador, que nuestro Salvador quiere que entremos en la crucifixión
de su Corazón. 97

CAMINO ESPIRITUAL DE DAMIÁN

Damián siempre vio sus votos como una participación en la muerte de Cristo; a ello
aludió varias veces en relación con el paño mortuorio. Fue su experiencia constante,
desde su primer compromiso hasta su salida para las misiones – momento éste que vivió
como despedida terrenal de sus padres -; después, en su ofrecimiento voluntario para
Molokai, en la aceptación de su condición de leproso y, finalmente, al renovar sus votos
antes de morir. El día de su profesión había entregado su vida al Señor y, a medida que
avanzaba hacia el Gólgota – un recorrido sostenido por una unión cada vez más estrecha

33
con el Señor -, iba revelando esa gran riqueza espiritual que hundía sus raíces en la
pasión y muerte del Señor.

Damián, desde el comienzo de su ministerio, fue consciente de que su misión


produciría fruto sólo si él mismo era un hombre de Dios:

Se convertirán los corazones de los habitantes de Puna si, antes, Dios


convierte totalmente el corazón de su pastor. 98

Recorrió un largo e intenso camino espiritual, con conciencia clara de sus


implicaciones:

El haber comenzado no significa nada, lo difícil es perseverar. Esto es


obra de Dios. Tal gracia nunca me fallará. Estoy seguro de ello, con tal
de que no me resista. 99

Su evolución fue un caminar con Cristo:

Jesucristo está de forma especial con los misioneros. El dirige todos sus
pasos y los preserva de peligro. 100

Pudo, incluso, afirmar:

Persuadido de que el buen Dios no me pide lo imposible, actúo en todo


con decisión, sin ninguna inquietud. 101

Una fe semejante sólo puede ser fruto de una oración constante y de un entrar
profundamente en el misterio pascual. Aceptó la muerte y resurrección de Cristo no
como un acontecimiento puramente histórico, ajeno a su persona, sino como un misterio
que debía vivir en su propio cuerpo: Con el Mesías quedé crucificado y ya no vivo yo,
vive en mí Cristo (Gal. 2, 19) Su vida religiosa fue una gradual y creciente
identificación interior con el Maestro.

Llevó la cruz con paciencia. Pasó por su propia agonía en el Huerto, soportó sus
azotes y corona de espinas. Su vida no fue fácil. Cuando leemos el informe (Disquisitio)
sobre su vida, preparado para el proceso de su beatificación, comprobamos que sus
mayores sufrimientos no provinieron de su enfermedad física de la lepra: su sufrimiento
interior fue mucho más doloroso. Encontró muy difícil soportar la soledad de su
situación, aunque poco a poco, pudo ser capaz de transformar la experiencia sicológica
de soledad con el Señor, profundizando así su unión con Él en la oración y meditación,
especialmente en la adoración ante el Santísimo Sacramento.

Al pie del altar podemos encontrar la fuerza necesaria en nuestra


soledad... Con mi Señor a mi lado, puedo continuar por siempre feliz y
contento.102

Sufrió con mucha intensidad a causa de las incomprensiones y críticas (a veces muy
severas) de sus Superiores:

De los extraños oro e incienso, de mis Superiores mirra.

34
Damián lo pudo entender. Sus superiores no apreciaban la publicidad en torno a sus
actividades, ni la presión que ejercía a favor de los leprosos, motivo éste de tensión con
las autoridades civiles. Tal vez hubiera algo de celos. Por supuesto, Damián tenía la idea
fija del bien de sus leprosos, mientras que los Superiores religiosos pensaban en el
conjunto de la misión de Hawai. La profética defensa de sus intereses colocó a las
autoridades en una actitud defensiva y de cierto resentimiento. Sin embargo, en palabras
de la Disquisitio: En medio de estas dificultades y sufrimientos, la conducta de Damián
fue la de un hombre de gran virtud... No conocemos ningún escrito suyo de este tiempo
en que se permitiera contradecir (a los acusadores) con la menor falta de respeto a sus
Superiores. Cuando creía que una contradicción les iba a molestar o le parecía inútil,
prefería callarse. Ni el más mínimo atisbo de rencor. Continuaba amando a sus
Superiores y les escribía como si nada pasara, sin servilismos ni inflexibilidad, en
simplicidad y obediencia. 103

Sólo en un contexto de gracia y conversión continua pudo ir caminando por esta


senda. Ya muy pronto, en 1867, había escrito a su hermano Pánfilo:

En los buenos momentos y en los malos, tenemos que llevar la cruz de


Jesús, no delante, sino detrás de Él, como Simón de Cirene, hasta la
cumbre del Calvario. 104

Esta actitud de aceptación le hizo progresar y madurar en su hombre interior,


entrando más y más en el misterio de Cristo, el Varón de dolores.

En los últimos años de su peregrinación, contraída ya la lepra, Damián, lentamente


pero con paso decidido, adquirió una significativa paz y tranquilidad (Cf. Edouard
Brion ss.cc., Un Entrange Bonheur, 1988)

La aceptación de su condición y de la muerte cercana puede ser para nosotros una


fuente de inspiración:

Espero que, con la ayuda de las oraciones de muchos, nuestro Señor


Jesucristo me dará la fuerza necesaria para llevar mi cruz hasta el
Gólgota de Kalawao..., porque nuestro Divino Salvador me ha llamado a
soportar un doloroso, y tal vez, largo camino. 105

No hay apenas un tenue rayo de esperanza de que pueda recuperarme


sin un milagro, pero en esto no quiero tentar al Señor, pues estoy seguro
de que es su Santa Voluntad que yo muera de la misma enfermedad que
mi rebaño. 106

Trato de recorrer mi vía crucis lentamente y espero que pronto llegaré a


la cumbre del Gólgota. 107

Y finalmente, en la última carta antes de su muerte, dirigida a Clifford, decía:

Hago lo que puedo, sin quejarme demasiado y pensando en la


santificación de mi alma, por soportar las miserias de la enfermedad,
que la Divina Providencia está empleando para desasir mi corazón de
todo afecto terreno y, al mismo tiempo, para incentivar el deseo de toda

35
alma cristiana por estar unida lo más pronto posible con Él que es su
vida única. Buen viaje, mi querido amigo, hasta que nos veamos en el
cielo. 108

En palabras de Juan Pablo II: El sufrimiento humano ha alcanzado su cima en la


pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y
en un orden nuevo... La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan
ríos de agua viva. 109 Damián vivió la kénosis de su Maestro hasta el fin, porque amó a
su pueblo y, voluntariamente, pagó el precio. No es de extrañar que el trabajo de
Damián se haya convertido en una corriente poderosa a la que tanto se le debe en el
mundo entero. 110

IMPORTANCIA DE LA CRUZ EN NUESTROS DÍAS

Leemos en las nuevas Constituciones, art. 3: Hacemos nuestras las actitudes,


opciones y tareas que llevaron a Jesús al extremo de tener el Corazón traspasado en la
Cruz. Quizás este aspecto de nuestra espiritualidad – el lugar de la cruz – tan
gráficamente vivido por Damián, necesite hoy día ser reflexionado y profundizado, no
como un obstáculo para nuestra vida, sino como un medio importante de salvación. En
nuestro tiempo, cuando el consumismo invade la sociedad, no es fácil comunicar este
mensaje, y tampoco a nosotros nos resulta fácil aceptarlo en toda su seriedad. Y sin
embargo, es una constante del Evangelio: Si el grano de trigo una vez caído en la tierra
no muere, permanece él sólo; en cambio, si muere, produce mucho fruto (Jn. 12, 24) Es
un desafío para todos nosotros. La donación total de nuestra vida a Jesucristo exige una
profunda fe personal. En esta época de gratificaciones inmediatas (especialmente en el
mundo occidental), no es fácil encontrar un lugar para la espiritualidad de la cruz de
Jesucristo. Sin embargo, el mensaje de que sólo muriendo a nosotros mismos
encontraremos la verdadera vida, está en el mismo corazón del Evangelio: Si uno quiere
venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga
(Mc. 8, 34) De hecho, el mensaje de la Cruz para los que se pierden resulta una locura;
en cambio, para los que se salvan, para nosotros, es un portento de Dios... Nosotros
predicamos un Mesías crucificado, para los judíos un escándalo, para los paganos una
locura; en cambio, para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Mesías que es
portento de Dios y saber de Dios: porque la locura de Dios es más sabia que los
hombres, y la debilidad de Dios más potente que los hombres. 111

A pesar de que, en los últimos años, se ha resaltado menos este aspecto de nuestra
vocación, creo que va a ser crucial, si en los años venideros queremos vivir nuestra
existencia con una profunda serenidad. Vivimos en un tiempo en que la mayoría de
nosotros estamos habituados a un alto nivel de confort material, y nos es muy difícil
aceptar cualquier tipo de sufrimiento. Cuando, en el pasado, nos veíamos con
dificultades, tentaciones o tensiones, parecía que teníamos a nuestra disposición reserva
de fe y ascesis. Teníamos una mejor comprensión del lugar del sufrimiento en la vida
cristiana. Habíamos llegado a esa visión por medios, hoy día, poco atractivos: fuerte
acentuación de la misa como calvario, práctica de mortificación, severos ejercicios de
cuaresma, devociones populares como el via crucis, los misterios dolorosos, las siete
palabras... Podemos darle la interpretación que queramos, pero, en todo caso, éramos
muy conscientes de que la Cruz y la Pasión formaban parte esencial de la vida cristiana.
No tendremos recursos para enfrentar las realidades de la vida religiosa y de la misión

36
hoy, si no sabemos acoger las cruces de nuestra propia vida; necesitamos reconocer la
fuerte presencia de la pasión en el mundo, y la realidad de la cruz en la vida de la gente.
Queremos cumplir nuestra misión en un mundo en el que hay una enorme dosis de
sufrimiento, lucha y dolor; necesitamos ser solidarios de tanta gente que soporta pesadas
cruces.

Juan Pablo II, en su encíclica Salvifici Doloris presenta admirablemente la riqueza


que puede brotar del sufrimiento. Vale la pena citar aquí sus palabras, que no solamente
nos ayudan a entender a Damián, camino del Calvario; también puede ser luz y fuerza
para nosotros que, más o menos tarde, estaremos invitados a ascender hacia el mismo
monte, animados de una fe que nos conducirá a una vida nueva: En el sufrimiento se
esconde una particular fuerza que acerca interiormente el hombre a Cristo, una gracia
especial. A ella deben su profunda conversión muchos santos, como por ejemplo, San
Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, etc. Fruto de esta conversión es no sólo el
hecho de que el hombre descubre el sentido salvífico del sufrimiento, sino sobre todo
que en el sufrimiento llega a ser un hombre completamente nuevo. Halla como una
nueva dimensión de toda su vida y de su vocación... Cuando este cuerpo está
gravemente enfermo... tanto más se ponen en evidencia la madurez interior y la
grandeza espiritual, constituyendo una lección conmovedora par los hombres sanos y
normales. 112

Quienes han tenido la ocasión de acompañar a un pariente, amigo, hermano o


hermana, cuyo cuerpo se iba desmoronando, pueden dar testimonio de la verdad de las
palabras del Santo Padre. Nos hemos sentido edificados por la entereza y hondura de fe
de quien ha vivido, incluso en su cuerpo, la vida de Cristo crucificado. Tal experiencia,
aunque triste y dura, ha sido, en cierto sentido, un tiempo de fe y de gracia. Nos hemos
sentido más receptivos que donantes, pues la enfermedad y la muerte de un buen
creyente, a pesar del gran sufrimiento y dolor que conllevan, tienen un elemento de
riqueza y profundidad que humaniza y da vida. Es como si ese hermano dolorido, en los
momentos de mayor debilidad, nos tocara con una fuerza extraordinaria. Entonces
comprobamos la estrecha relación entre vida y muerte; que la muerte puede ser fuente
de vida. Reconocemos la cercanía de Dios y de su Espíritu, y podemos creer más
plenamente en la vida eterna.

Escuchemos de nuevo a Juan Pablo II: Ante el hermano o la hermana que sufren,
Cristo abre y despliega gradualmente los horizontes del Reino de Dios... Cristo
introduce en este mundo, en este Reino del Padre al hombre que sufre, en cierto modo a
través de lo íntimo de su sufrimiento. En efecto, el sufrimiento no puede ser
transformado y cambiado con una gracia exterior, sino interior...

Cristo no explica abstractamente las razones del sufrimiento, sino que ante todo
dice: ‘Sígueme’, ‘Ven’, toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvación del
mundo, que se realiza a través del sufrimiento... A medida que el hombre toma su cruz,
uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del
sufrimiento... a nivel del sufrimiento de Cristo... Entonces el hombre encuentra en su
sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual. 113

Todo esto se cumplió en la vida de Damián. Supo llevar la cruz. Su identificación


interior con el Maestro le hizo capaz de enfrentar la muerte misma y escribir en este

37
proceso una “de las más hermosas páginas de la actividad apostólica de nuestros
tiempos” (Card. Pacelli)

No tenemos que aguar este mensaje cuando invitamos a los jóvenes a seguir tras las
huellas de Damián. Les haríamos un flaco servicio. Les colocaríamos en una situación
insostenible, ya que parece haber disminuido la capacidad de donación, y los términos
como ascesis y negación de sí mismo “suenan mal” en una cultura en que hay aversión a
compromisos de larga duración. Las palabras de Damián son muy apropiadas al
respecto, quizás más que nunca:

Recordemos que Jesucristo, el divino misionero, precedió su predicación


con la penitencia y la oración. Así, queridos amigos, comenzad vuestro
apostolado muriendo a vosotros mismos y orando por los pecadores,
especialmente por los leprosos. 114

Como le aconteció al mismo Señor, algunos se marcharán diciendo que es una


afirmación dura, pero otros permanecerán y serán, como Damián, agentes de nueva
vida.

VIDA ETERNA

La fe le permitió a Damián vivir con serenidad en un mundo de sufrimiento, y


mantenerse entero en medio de su sacrificio personal. Creía firmemente en que la
muerte había sido vencida en el cuerpo de Cristo crucificado, y que la vida había
proclamado su victoria definitiva en el cuerpo resucitado del Señor. Creía asimismo en
su destino eterno; a ello se refiere frecuentemente en sus cartas. Escribía, por ejemplo a
sus padres:

Pidan al buen Dios todos los días por mí, para que persevere hasta el
final y sea un buen misionero; para que, después de trabajar por largo
tiempo en la viña del Señor, pueda llegar en su compañía a contemplar
eternamente al buen Dios. 115

La meditación frecuente de la fugacidad del tiempo y de la duración de


la eternidad me anima más y más al servicio de Dios; el hombre no
conoce el camino que conduce a la verdadera felicidad, si no es en el
servicio a Dios durante el breve tiempo de la vida... Trabajemos juntos
por la posesión de la vida eterna en el mundo venidero. 116

Escribía refiriéndose a sus queridos leprosos:

Les presento la muerte como el fin de sus sufrimientos y la entrad en el


cielo, si confían en Dios. 117

Damián era un hombre de su tiempo; entonces los “novísimos” eran un elemento


muy importante en la conciencia de los religiosos; sin embargo, a pesar de su aspiración
a la vida eterna, Damián no dejó de lado sus tareas de este mundo. Fue un verdadero
religioso apostólico. Cuando leemos sus cartas, nos sentimos impresionados: de un lado,
vive realmente inserto en este mundo; discute problemas concretos de alimentación,

38
vestido, medicina, materiales de construcción, conducción de agua para los leprosos,
etc.; siempre con los pies sobre la tierra. Por otro lado, vemos que la conversión de los
pecadores, la salvación de las almas y su destino eterno constituyen su constante
preocupación. Tal vez nosotros necesitemos tomar una mayor conciencia de que somos
un pueblo en peregrinación, de que la tierra no es lo último y que, por lo tanto, nos
encontramos en camino hacia una “nueva creación”. Esto no significa que debamos
evadirnos pensando en otro mundo o que debamos cesar en nuestro empeño por
construir una nueva ciudad; se trata de que, en cierto sentido, sepamos relativizar
nuestros problemas. Sólo cuando nos sintamos peregrinos, podremos vernos libres del
afán de posesión y disponibles para los demás. Se trata de que vivamos como pueblo
que peregrina, en libertad, pero con los pies sobre la tierra.

Damián hizo su opción prioritaria por el reino de Dios y puso en él toda su


esperanza. Podía decir que “el reino de Dios está en medio de nosotros”, pues el
corazón compasivo y la fe esperanzada hacen que el reino de Dios venga a nosotros. La
escatología tiene su comienzo en la historia. Lo definitivo, la acción salvadora de dios,
se hizo presente en la vida de Damián y en su pueblo. En sus primero años escribía a sus
padres:

Es imposible queridos padres, expresar la alegría y felicidad del corazón


de un misionero. 119

En medio de las privaciones, a veces el misionero encuentra consuelos


de los que es difícil hacerse una idea. 120

Al final de su vida pudo decir:

Siempre me siento feliz y contento, y aunque muy enfermo, no deseo sino


cumplir la Santa Voluntad del buen Dios. 121

Su vida era un “vivir en Cristo” la vida de la gracia, la vida eterna comenzada. Esa
era la razón de su felicidad. Fue Cristo quien dio sentido y marcó el camino a toda su
vida a través de una espiritualidad integrada.

A Cristo no se le puede reducir. La conversión de Damián no se vio confinada a su


vida interior. Cristo, para él, estaba presente en su corazón, en la oración, la Eucaristía,
los sacramentos, la cruz; pero también estaba presente en su pueblo, por el que se sentía
evangelizado. En sus pobres leprosos reconocía “los rasgos sufrientes de Cristo el Señor
que nos cuestiona e interpela” (Puebla). Su espiritualidad no le alejó del mundo real; se
apoyaba en la convicción de que la muerte corporal será vencida cuando el
omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en el estado de salvación
(Gaudium et Spes, 18)

Como Damián, que se hizo leproso con los leprosos, también nosotros hemos de
reconocer la presencia de Cristo en los pobres; entonces, desde la profunda solidaridad
con ellos, nacerá en nosotros un nuevo sentido de nuestra misión. Y nuestras vidas
misioneras serán seguimiento de los pasos de Jesús, el Siervo sufriente. Al “vivir en
Cristo”, experimentamos, es verdad, su muerte, pro también su resurrección; y no como
un apéndice en nuestras existencias, sino como un misterio que ya vivimos como
anuncio de una gran alegría. En efecto, todos sabemos de la gran paz y felicidad que

39
inundaron las vidas de tantos de nuestros misioneros. Esperamos que continúe de la
misma manera.

Y ojalá que el mundo actual – que busca a veces con angustia, a veces
con esperanza – pueda así recibir la Buena Nueva no a través de evangelizadores
tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio,
cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría
de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de
implantar la Iglesia en el mundo (Evangelii Nuntiandi, n.º 80)

40
VIII PERSPECTIVAS DE FUTURO

En este último capítulo espero poder ofrecer a nuestros hermanos y hermanas


algunas perspectivas sobre el futuro, en el contexto de nuestra misión. Me gustaría echar
una mirada a los desafíos que se nos presentan a nosotros, religiosos y misioneros de
finales del siglo XX. Antes, apuntaré un breve esbozo sobre la evolución histórica del
concepto de misión.

CONCEPTO EVOLUTIVO DE MISIÓN

A partir del Vaticano II, el concepto de misión ha sufrido una evolución


extraordinaria.

En la Lumen Gentium. el Concilio describe la Iglesia como signo-sacramento de


salvación. en el pasado teníamos más bien una mentalidad estática; la Iglesia era un
santuario, lugar de refugio en un mundo hostil. La misión consistía en comunicar la
riqueza de la Iglesia a todos lo hombres, trabajando para que todos entraran en los
confines de la institución. Ahora, gracias al Concilio, vemos la Iglesia más como signo
que como santuario. La mentalidad “santuario” era necesaria, cuando no había
posibilidad de salvación fuera de sus muros. Hoy día, la Iglesia ha tomado conciencia
del enorme potencial espiritual del mundo exterior. Dios está en todas partes. La Iglesia
es una señal que apunta hacia algo que podría quedar oculto. su misión esencial es llegar
a ser una comunidad que testimonie el amor salvador de Dios extendido a todos los
hombres; descubrir el amor de dios presente y activo en sus corazones. Compartir e
intercambiar con todos los pueblos y culturas integran, pues, nuestra visión de Iglesia.
Una Iglesia humilde y abierta que es enviada a enriquecer y, también, a ser enriquecida.
122

El Concilio reconoció que la Iglesia entera, Pueblo de Dios, es esencialmente


misionera (Cf. Lumen Gentium y Ad Gentes) En efecto, la Constitución pastoral
Gadium et Spes declaró que todos los seres humanos forman parte del plan divino de
salvación en la historia. Tal afirmación amplia considerablemente el concepto de misión
y el campo de la actividad misionera. Cayeron las barreras entre secular y profano. El
mundo entero está habitado por el Espíritu. Gaudium et Spes lo describe en términos
positivos; es un mundo que invita a la confianza. Ya no podemos volver sobre nuestros
pasos. Hemos de estar, más bien, atentos a la vida, que nos deja entrever la presencia de
la Palabra de Dios en el mundo, una presencia que precede a los misioneros. La Iglesia
ha de estar abierta al mundo en vistas a su transformación. Si el kerigma presenta a
Cristo como Camino, Verdad y Vida, el diálogo intenta descubrir su presencia previa al
anuncio. Un diálogo que lleva consigo el humilde descubrimiento de Dios en otras
personas, confesiones y realidades seculares.

Como nos recuerda la Evangelii Nuntiandi, la evangelización incluye el anuncio


profético de otra vida – vocación eterna del hombre -, la proclamación del amor de Dios
por nosotros, el amor fraternal entre los hombres y, por supuesto, la construcción de la
comunidad de fe que denominamos Iglesia. Sin embargo, también tenemos que

41
relacionar el Evangelio con la vida actual de los pueblos: ¿Cómo puede proclamarse una
nueva ley, si no promueve el verdadero progreso, en espíritu de justicia y paz? 123 El
Sínodo de Obispos de 1971 contribuyó a esta nueva orientación de la misión de la
Iglesia con su documento “Justicia en el mundo”; en él se afirma claramente que el
compromiso por la justicia es una dimensión constitutiva de la predicación del
Evangelio. La evangelización abarca todos los aspectos de la existencia humana: no es
una simple oferta de sacramentos. El Espíritu de Cristo debe llegar a las grandes
cuestiones de la guerra, la paz y la destrucción del ambiente, así como a los problemas
reales de nuestros días: refugiados, aborto, divorcio, alcohol, drogas, desempleo,
consumismo. Tenemos que ir dando lugar a comunidades donde la dignidad de cada
uno, como hijo de Dios, sea aceptada y respetada, contribuyendo así a un mundo de
justicia y amor. Lo que implica una opción preferencial en nuestro ministerio por los
pobres, marginados y rechazados. No debemos considerar a los pobres como simple
objeto de nuestra evangelización. El Evangelio tiene un especial significado para ellos;
de ahí que puedan tener una mejor comprensión que los demás. Precisamente por ello,
son agentes de evangelización. “Pobres” son quienes se ven privados de los medios
necesarios para una vida en plenitud, normalmente tiene que ver con la falta de recursos
materiales de subsistencia y de los derechos humanos elementales. A veces son
“pobres” también quienes se sienten limitados en sus bienes no-materiales, como por
ejemplo, las mujeres. 124

Contamos también con los documentos de Medellín (1968) y Puebla (1979); la


Iglesia latinoamericana hizo entonces su opción por los pobres; ello implicaba hacerse
ella misma pobre y llegar a una comprensión del Evangelio desde los pobres y las clases
populares. Surgieron las Comunidades cristianas de base, como nuevos modelos de
Comunidades cristianas para nuestro tiempo. Estas perspectivas misioneras infundieron
un aire de renovación y novedad, incluso en las culturas del primer mundo, a la vez que
abrieron nuevos horizontes de futuro. En 1974, los obispos de Asia recomendaron
insistentemente el diálogo con las antiguas religiones y las culturas del mundo, con el
fin de hacer más aceptable el cristianismo y, además, para prolongar el proceso de
encarnación. Estamos dando pasos adelante en nuestra visión de Iglesia al servicio de la
humanidad y descubriendo nuevos caminos de ser Iglesia, religioso y comunidad.

Evangelii Nuntiandi (1975) nos hizo tomar conciencia de la importancia de la


inculturación, a la hora de proclamar la Buena Noticia. La Iglesia occidental ya no podía
imponer a otros pueblos su propia comprensión del Evangelio. La Buena Noticia debe
verse encarnada en la variedad de culturas, las cuales, a su vez, aportarán a la Iglesia
nueva luz sobre el significado de la misma. De hecho, la expresión “misión recíproca”
fue acuñada en el primer mundo como expresión de la nueva tendencia, según la cual,
los misioneros que habían conocido otras formas de ser cristiano, tenían la
responsabilidad de enriquecer la vida y actividades de la Iglesia tradicional. Los
misioneros y teólogos comenzaron a ver en la política de los gobiernos y de las
multinacionales la causa de la pobreza y opresión que ellos mismos intentaban
erradicar. Llegaron al convencimiento de que, en muchos casos, sus propios gobiernos,
con su política económica, estaban contribuyendo a la pobreza e injusticia en los países
del tercer mundo. De ahí la nueva expresión “misión inversa”, que apunta a la necesidad
de la actividad misionera en los países occidentales. 125

El término “misión” está asumiendo connotaciones nuevas; ya no se refiere


exclusivamente a los países lejanos (antiguamente misiones “ad extra”), a los que

42
nuestros hermanos y hermanas se trasladaban para anunciar el Evangelio. Hoy es
también “misionero” quien trabaja por eliminar la injusticia estructural de su propio
país, para que los pobres y los oprimidos puedan tener experiencia de la Buena Noticia.
Ser misionero hoy no se aplica exclusivamente a quienes cruzan fronteras territoriales,
para vivir en solidaridad con los pobres y anunciar el Evangelio en países extranjeros:
también son misioneros quienes traspasan fronteras sociales, psicológicas y culturales,
en vistas a la solidaridad con los pobres y no evangelizados de su propia casa. Se dan
situaciones de misión en los seis continentes.

El “ius commissionis”, por el que ciertas misiones eran confiadas a una


Congregación religiosa, fue abolido en 1969. Desde entonces, cada Iglesia local es
autónoma, cuenta con su propio obispo; todas las diócesis del mundo están establecidas
sobre la misma base. La presencia de congregaciones religiosas, como la nuestra,
continúa, sin embargo, siendo necesaria en los “países de misión”, pero como religiosos
que están al servicio de la iglesia local establecida. Con este presupuesto, nos hallamos
presentes en la Polinesia Francesa y las islas Cook, en Indonesia y en la India, en
Kinshasa y Kole, en Japón y Bahamas, en Ayaviri y Santo Domingo de los Colorados
en el Ecuador, en Mozambique y Zambia. En línea con la gran tradición misionera de la
Congregación y con un renovado aprecio por la riqueza cultural de estos países.

Hoy también, más y más, nuestros hermanos y hermanas siguen cruzando fronteras;
no sólo de tierra y mar, también de raza, clase y confesión; y siempre con el fin de vivir
y dar testimonio de la fe en situaciones misioneras: entre refugiados e inmigrantes,
prisioneros y drogadictos, entre los pobres reales y sin trabajo, especialmente en
América Latina, en el cuarto mundo de nuestros propios países y en el exterior, en
países católicos y no-católicos. Quiero expresar nuestro más profundo agradecimiento a
tantos misioneros y a quienes han optado por situaciones de misión, por su ejemplo y
por su compromiso. Continúan siendo un signo extraordinario del amor de Dios,
auténticos testigos del Evangelio y señal profética de esperanza para muchos.

ACTIVIDAD MISIONERA SS.CC.

Nuestra nuevas Constituciones definen la Congregación a la luz de la misión; la


Evangelización es su razón profunda de ser. En ellas se contienen las orientaciones
fundamentales de nuestra misión hoy, emanadas del Capítulo General de 1982 y
reconfirmadas por el Capítulo General de 1982 y reconfirmadas por el Capítulo General
de 1988. Como nuestros Fundadores en su tiempo, también nosotros tenemos que
responder a las nuevas urgencias del mundo de hoy, llevando la Buena Nueva de
esperanza y ánimo a los pobres de nuestros días.

A) En el pasado, la acción misionera de la Iglesia era, en parte al menos,


paternalista y colonialista, muy segura de sí misma y con espíritu de superioridad hacia
quienes éramos “enviados”; hoy somos conscientes de que, en cuanto misioneros,
también necesitamos ser evangelizados. Los pobres nos enseñan. Vamos a ellos, no
tanto para convertirles o salvarles – la acción de Dios está presente en todos -, sino para
servirles. Necesitamos hacernos presentes entre la gente de una forma nueva. Podemos
ofrecer a los pobres el testimonio de un Dios que les ama. Tal vez sea nuestra única
oferta posible. Les podemos decir que Dios les ama tanto que nos ha enviado a estar con
ellos, pues sus vidas, tal como son en la realidad, pobres y marginadas, tienen un

43
precioso valor a los ojos de Dios. Los Obispos y Superiores Mayores de América
Central (20-21 abril de 1989) describen la vida religiosa inserta como un don del
Espíritu a su Iglesia, y señalan algunos de sus rasgos característicos:

- presencia pacífica y respetuosa,


- actitud de escucha ante los valores de la gente, en vistas a vivirlos con
ellos,
- vida sencilla,
- espiritualidad encarnada,
- don del Espíritu que supone esfuerzo y conversión,
- proceso continuo,
- los pobres, nuestros amigos,
- enviados en obediencia.

Señalan también algunos aspectos positivos fruto de la inserción:

- es fuente de vocaciones religiosas en sectores pobres;


- hace posible un nuevo estilo de oración, más encarnado;
- favorece la vivencia del don de la fraternidad;
- enseña a hablar con sencillez, de forma asequible a la gente;
- abre el camino a una nueva expresión de los votos religiosos;
- la vivencia de la pobreza da credibilidad a nuestra misión.

El tema de las “comunidades insertas” está necesitado de un atento discernimiento


en nuestras comunidades. Ya existen en la congregación ejemplos de tales comunidades
en situaciones de misión. No creo que sea un tema que ataña únicamente a América
Latina. Todos nosotros, en cualquier situación misionera en que nos encontremos,
necesitamos reflexionar seriamente sobre nuestro estilo de presencia entre la gente. ¿Por
qué fue tan eficaz la presencia de Damián? ¿por la cercanía de su presencia? ¿por su
forma de relación personal? ¿por su estilo de vida?. Seguramente no se puede consagrar
un modelo único de comunidad para toda la Congregación, pero, en todo caso, el
ejemplo de Damián debe iluminar nuestro discernimiento. Un punto es seguro: el tipo
de respuesta que demos puede ser de grandes consecuencias para el futuro de nuestra
vida, como religiosos apostólicos. Sabemos que los pobres nos llaman a la conversión.
En la medida en que profundizamos en nuestra misión hoy, mejor comprendemos que
nos enfrentamos al desafío de nuestra total donación a los pobres y a su causa (Cf.
Conversión continua, pp. 85.86)

El Papa Juan Pablo II afirma que la solidaridad es más que la presencia entre y con
los pobres; exige también un análisis crítico de las estructuras de pecado y una acción
efectiva para superarlas (Cf. SRS, nn. 35-40). La Iglesia se ha pronunciado a favor de la
persona y de los derechos humanos. En consecuencia, su misión abarca el ministerio
sacramental y el compromiso profético por la justicia basada en el Evangelio. Esto
puede suponernos un desplazamiento, desde la seguridad de nuestros apostolados
tradicionales hacia presencias más proféticas (y vulnerables), en la Iglesia y en el
mundo. ¡De todos es conocido el profundo sufrimiento de Damián, provocado por las
autoridades!

B) Como ya hemos visto, nuestra comprensión de la misión en el futuro debe


incorporar el diálogo con los pobres, y además, con otras culturas y religiones. El

44
Secretariado para los no-cristianos nos indica una cierta dirección: “Los grandes
problemas con que la humanidad se está debatiendo, invitan a los cristianos a trabajar
con otros creyentes, en virtud de sus respectivas creencias... A un nivel más profundo,
las personas arraigadas en sus propias tradiciones religiosas, pueden compartir sus
experiencias de oración, contemplación, fe y moral, así como expresiones y caminos de
búsqueda del absoluto”. 126 No estamos todavía suficientemente comprometidos en el
proceso de encuentro de culturas y religiones no cristianas en el mundo. El misterio de
Cristo nunca será totalmente comprendido o definido. Cada época o cultura tiene
derecho a una mayor profundización y desvelamiento del significado del misterio.
Cristo no es el Salvador Universal, si está culturalmente sometido a la civilización
occidental. La teología de la liberación y la teología negra han hecho grandes esfuerzos
por descubrir el significado de Cristo para un mundo moderno real, de carne y hueso; y
han obtenido excelentes resultados. Si Cristo hubiera sido dado a conocer a Hindús,
Budistas y Mahometanos, ¿qué nuevas dimensiones se habrían añadido a nuestra
comprensión del Señor, pues Él es el Salvador Universal? 127 El memorable encuentro
de Asís, convocado por Juan Pablo II, es un símbolo para nuestros tiempos y nos
recuerda la necesidad de caminar seriamente hacia una comprensión interconfesional e
intercultural de nuestra misión. Necesidad mucho más urgente todavía, si se trata de
colaborar con miembros de otras confesiones cristianas, con quien tenemos tanto en
común. Incluso en tiempo de Damián, cuando el clima ecuménico era tan diferente al
nuestro, el trabajo conjunto entre cristianos dio excelentes resultados.

El Padre Damián supo romper barreras y prejuicios; sin crearse problemas, atendía a
personas de distinta fe e infieles: Voy a visitar a los enfermos, la mitad de los cuales son
católicos. Cuando entro, comienzo por ofrecer la posibilidad de la confesión. Quienes
rechazan esta ayuda espiritual, no por eso rehuyen la asistencia temporal, que es
ofrecida a todos, sin distinción alguna (Kalawao, nov. 1873).

Su trabajo generó una corriente de ayuda y simpatía entre los anglicanos. Su


amplitud de espíritu le proporcionó muy buenas amistades con cristianos de otras
confesiones. El 26 de agosto de 1866 escribió a su amigo el Rev. Hugh Chapman,
vicario de la Iglesia Anglicana: ...por favor, permíteme orar todos los días por ti y por
tus hermanos, para que todos tengamos una misma fe, pertenezcamos a la misma
Iglesia Apostólica, Una y Santa, seamos uno en Cristo Jesús, y así recibamos la misma
corona eterna en el cielo. Su biógrafo y amigo, Edward Clifford, que pasó muchas
horas con él, fue capaz de decir, después de su visita a Molokai, en diciembre de 1888:
“Me sentí muy contento al descubrir, en diálogo con él, que no entraba en sus creencias
que los protestantes debían condenarse para siempre”.

No estoy diciendo que Damián tuviera nuestro mismo horizonte ecuménico. Sin
embargo, a pesar de su tradicional y relativamente estrecha formación, mantuvo un gran
respeto por quienes profesaban otra fe, lo que no era tan común en su tiempo.

Necesitamos, pues, colaborar con todos los que buscan el bien de la comunidad,
cristianos y no-cristianos. Nuestro trabajo por una nueva tierra, donde domine la justicia
y la igualdad, es una de las ideas fuerza que más aglutina los corazones y las mentes de
los hombres de hoy. En nuestro mundo hay muy diferentes organizaciones consagradas
a problemas fundamentales como la paz, el desarme, el respeto de los derechos
humanos, la promoción de la mujer, alimentación en el mundo, salud. Dichos
movimientos, en que creyentes y no creyentes colaboran unidos, pertenecen a toda la

45
humanidad. 128 Cualquier proyecto que afecte al bienestar de las personas debería
encontrar eco en los religiosos y en nuestra Comunidad.

C) Hemos de llegar a comprender que la revelación primaria es la creación, el libro


no escrito, pero tan sagrado como cualquier otros publicado. El desarrollo de la creación
se encuentra actualmente en manos del hombre: tal fue siempre la voluntad de Dios.
Necesitamos entrar en diálogo con el mundo de la ciencia y tecnología. Tal diálogo nos
recordará la fe de nuestro Evangelio en lo sagrado de la tierra, y seguramente, el mundo
de la ciencia necesitará saber de la presencia de o divino, inmerso en el mundo de las
realidades concretas. 129 Como hijos de la tierra, estamos acrecentando nuestra
conciencia de la necesidad de trabajar unidos por la promoción de la ecología. Juntos
hemos de resistir a las fuerzas que ponen en riesgo la vida, sea por la destrucción de la
naturaleza o por la contaminación industrial o doméstica. Tenemos que estar dispuestos
a colaborar con los demás – aunque sean diferentes de nosotros -, para enriquecer y
dejarnos enriquecer en la búsqueda común de una mejor calidad de vida. También esto
es parte de nuestro trabajo por la justicia. En efecto, nuestro Capítulo General de 1988
animó a la participación de los hermanos en los Organismos a favor de la Paz, la
justicia y la Defensa de la Creación (Recomendación 6)

D) Otra característica de nuestro servicio ministerial del futuro es la disponibilidad


a la colaboración internacional. El Capítulo General de 1988 pidió intensificar nuestro
compromiso con la dimensión internacional, lo que le permitirá (a la Congregación)
realizar mejor su misión (Recomendación 17). El número creciente de contactos
internacionales en los años recientemente transcurridos ha sido muy enriquecedor;
existen ya comunidades internacionales en varias misiones. Desde el Capítulo de 1988
se ha intensificado todavía más el deseo de una mayor colaboración y distribución de
nuestros recursos en bien de la misión. Esto ha sido palpable en las últimas
Conferencias Interprovinciales y durante el r3ciente encuentro para estudiar el Proyecto
Internacional de Filipinas. No se trata únicamente de una necesidad práctica; puede ser
también un testimonio maravilloso de la universalidad del mensaje cristiano, y de que la
solidaridad internacional es posible en la Iglesia y en un mundo que cambia tan
rápidamente (recuérdense, por ejemplo, los últimos acontecimientos de Europa del
Este). Este aspecto de la vida de la Congregación tuvo una influencia considerable en
el Capítulo de 1982 y ha surgido de nuevo como un elemento de este Capítulo. el
énfasis ha recaído en la solidaridad internacional y en la colaboración en las tareas de
la formación, de la economía y del personal. Resultaba obvio que es posible un nuevo
en la Congregación, e.d. Asia y África; sin embargo, si esto ha de convertirse en
realidad, la colaboración internacional será de primordial necesidad... Esperamos que
este movimiento hacia la internacionalidad se pueda desarrollar mucho más,
respetando siempre las diferentes culturas en las que se encuentra la Congregación
(Cap. Gen. 1988, Documento, p.10). Nuestros Coordinadores de Misiones harán cuanto
esté en sus manos para facilitar este proceso. Estamos muy agradecidos a los miembros
del Comité Permanente de Misiones, que tanto han trabajado por fomentar este espíritu
de colaboración internacional misionera. Sus reflexiones están ayudando a profundizar
la conciencia misionera en toda la Congregación.

Como miembros de una comunidad Internacional, nos sentimos responsables de la


misión de la Congregación; lo que quiere decir que cada uno, en su propia Provincia,
debería verse responsable de la misión desempeñada por las demás Provincias; incluso

46
con una actitud de disponibilidad o movilidad para servir donde más conviniera a la
misión de la Congregación y de la Iglesia.

Cuando hoy día hablamos de la internacionalización de las misiones, no hemos de


olvidar que en Hawai, en tiempos del Padre Damián, colaboraban hermanos franceses,
holandeses, alemanes y belgas. Damián estaba muy abierto a personas de otras
nacionalidades. Era flamenco y acogió con todo cariño, durante su tiempo en Molokai, a
hermanos de diferentes lugares: a los PP. Albert Montiton y Gregoire Archambaux
(franceses), al P. Andrew Burgerman (holandés) y al P. Wendelin Moellers (alemán).
De fuera de la Congregación, estuvo encantado de tener como colaboradores al P.
Lambert Conrady (valón), al H.º Joseph Dutton (americano) y James Sinnot (irlandés).
Aparte de su lengua nativa – el flamenco -, Damián estudió francés, inglés, hawaiano e
incluso algo de portugués y español. No digo que hablara bien todas esas lenguas; lo
que quiero resaltar es que su prontitud para el estudio y sus esfuerzos para hablarlas y
escribirlas son un claro indicio de la apertura de su mente y espíritu. Esta actitud abierta
nos es muy necesaria hoy día para nuestra misión juntos.

E) Como religiosos de los Sagrados corazones, allí donde sea posible, deseamos
colaborar con nuestras hermanas, sobre una base de igualdad y respeto. No queremos
mantener privilegios clericales o distinciones que no ayudan a la misión. También aquí,
nuestra experiencia de los recientes años ha sido muy positiva: encontró su momento
cumbre en el compromiso conjunto asumido por hermanos y hermanas en el Capítulo de
1988, donde el espíritu de nuestro Fundadores – quienes nos legaron un aspecto tan
precioso de nuestra vocación – se hizo vivamente presente entre nosotros. Durante el
Capítulo se expresó claramente el deseo de continuar y profundizar más nuestra
colaboración con las Hermanas y se valoró en su dimensión profética este aspecto
único de nuestro carisma (Cap. Gen. 1988, Documento, pág. 7)

Casualmente, Damián siempre mantuvo muy buenas relaciones con nuestras


Hermanas de Honolulu, desde que las encontró a bordo del R. M. Wood, en su travesía
a las misiones en 1863. Vital Jourdan cuenta que fueron sus más fieles promotoras para
todo tipo de ayuda. Un constante flujo de cajas y paquetes salían del convento hacia
Molokai. Él les recompensaba con sacos de patatas donadas por sus cristianos,
naturalmente con la esperanza de obtener nuevos fondos. 130 La M. Joudith, superiora,
fue su gran amiga y benefactora. Durante la última visita del P. Damián a Honolulu en
1886, fue confidente del gran sufrimiento que embargaba lo más profundo de su alma;
¡esto en un momento en que casi ni se hablaba de la unidad de las dos ramas!

F) Al describir nuestra misión para el futuro, hemos apostado decididamente por el


laicado y por su papel propio en la Iglesia. Hemos de aceptar a los laicos como
colaboradores, de igual a igual, corresponsables en la creación de comunidades
cristianas que vivan no centradas en sí mismas, sino en una entrega generosa de amor y
compasión por el mundo. Tenemos un verdadero desafío en la aceptación de la
responsabilidad de los laicos con poder de decisión y no sólo con el derecho de ser
consultados.

Esta nueva forma de presencia comprometida de los laicos en la evangelización,


presupone una concepción evangelizadora de toda la comunidad: ella es responsable no
sólo de círculos de Biblia, catequesis, ministros de la eucaristía, enseñanza, etc.; tiene
también una responsabilidad en el campo de la promoción humana – miembro de la

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familia de Dios -, el derecho a la vida, la justicia o la paz se vean amenazadas. Tenemos
ante nosotros la gran tarea de preparar a los creyentes para que puedan desenvolverse
con normalidad en todos estos nuevos ministerios. La Iglesia tiene que ser signo de un
pueblo que se preocupa del destino temporal y eterno de cada ser humano, y un lugar
donde las personas pueden experimentar el amor, el perdón y el espíritu de familia. El
Capítulo General señaló que estamos necesitados de conversión para que se dé este
nivel de colaboración; si no nos convertimos, la colaboración no pasará de ser un sueño.

Por el momento, estamos estudiando la forma de garantizar a aquellos laicos que lo


deseen, una integración más específica en la vida y misión de la Congregación; se
trataría de un cierto grado de afiliación. Todo ello en bien de una misión más eficaz y
fructífera.

G) El Capítulo General de 1988 consideró nuestro ministerio con los jóvenes como
un elemento importante de nuestra misión; después de todo, ellos son el futuro de la
Iglesia y del mundo. En 1985, Año internacional de la Juventud, el Papa Juan Pablo II
nos interpelaba sobre nuestra misión con los jóvenes. Se hacía las siguientes preguntas:
¿Programamos ocasiones d encuentro? ¿Les ayudamos a discernir la voluntad de Dios y
encauzar su inmenso potencial humano? Quizá el miedo a vernos rechazados por ellos
no sea sino el eco de sus miedos a sentirse rechazados por nosotros. Jóvenes, dice el
Papa, buscad lo exigente y lo que os interpela. No tengamos miedo a pedirles
demasiado. Están buscando una alternativa al mundo competitivo, amenazador, incluso
aterrador, injusto.

El pensamiento de Juan Pablo II nos invita a detenernos sobre nuestras relaciones


actuales con la juventud – dentro y fuera de la Iglesia -, allí donde se encuentra. El
Evangelio siempre es reciente, nuevo, y goza de fuerza y atractivo para imprimir vida en
los jóvenes de nuestro tiempo. Gracias a Dios, podemos presentarnos en forma abierta y
vulnerable, dando a los jóvenes la oportunidad de que nos sientan cercanos, no distantes
y lejanos, pero para que nos vean rebosantes de la alegría que brota de la vivencia del
Evangelio. Necesitamos encontrar la forma de dar respuesta al hambre profunda que los
jóvenes tienen de lo religioso; hambre que fácilmente puede verse amortiguada en la
sociedad moderna. Quizás, desde nuestros corazones atentos, podemos ayudarles a
encontrar la paz interior, facilitándoles una escucha más rica de la Escritura, como
palabra de Dios, para que así puedan descubrir a Jesucristo.

Al reflexionar sobre nuestra misión con la juventud, hemos de prestar especial


atención al creciente número de jóvenes que vive desorientado por falta de lugar en la
sociedad; jóvenes frustrados, especialmente en zonas rurales y en barios marginados de
las grandes ciudades, donde carecen de posibilidades de formación y de oportunidades
de trabajo. Busquemos con esmero una respuesta al fuerte deseo que los jóvenes tienen
de participar en la vida y de experimentar la verdadera comunidad.

Esperamos también que, a través de nuestra vida y testimonio, podamos atraer a


muchos jóvenes para que se comprometan con nosotros en el “trabajo” por la
construcción del Reino. Gracias a Dios, durante los últimos años, se ha incrementado el
número de vocaciones en algunas provincias. El Espíritu sigue actuando en los
corazones de los jóvenes. Oremos al Señor de la mies para que envíe obreros a su mies
(Mt. 9, 38). Todos nosotros, que creemos en la misión de la Congregación, hemos de
estar dispuestos a invitar y acoger a los jóvenes, siguiendo el ejemplo del Señor: Venid y

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lo veréis; en una actitud de colaboración incondicional con el trabajo de la Comunidad
por las vocaciones. A quienes hemos experimentado la gracia de la llamada del Señor,
que Dios nos conceda la alegría de poder compartir el don de nuestra vocación y misión
con otros jóvenes, durante los próximos años.

H) Como Comunidad, hemos de tener la capacidad de responder a las necesidades


cambiantes del pueblo al que servimos. El Capítulo de 1988 pidió al Gobierno Central
que, en diálogo con las Provincias, elaborara una política misionera. Como ya hemos
recordado, contamos con orientaciones claras, tanto de la Iglesia como de la
Congregación. El Capítulo General nos recordó que debemos tener en cuenta la
situación actual de nuestras misiones; en el pasado hemos estado demasiado extendidos
y dispersos. De ahí que, antes de emprender cualquier trabajo nuevo, debamos analizar
nuestras fuerzas, personas y medios, y clarificar nuestras prioridades apostólicas.

A todas las comunidades mayores se les ha pedido que elaboren un Proyecto de


Provincia, mirando al futuro con realismo, y según sus posibilidades y circunstancias.
Sin duda esto nos ayudará a establecer estrategias misioneras concretas. El Gobierno
General, mediante los Coordinadores de Misiones, prestará atención especial a la
colaboración interprovincial. Si fuere necesario, podrán adaptarse las estructuras
actuales, según la realidad de las comunidades y las necesidades de las misiones.

Somos muy conscientes de que el Capítulo General pidió que nuestra presencia en
Asia y África fuera apoyada y fortalecida; y que, asimismo, se atendiera particularmente
a la formación inicial de las vocaciones nativas. Gracias a Dios, existen ya metas
conseguidas. El horizonte de nuevas vocaciones en África es un desafío que está
encontrando una generosa respuesta en hermanos y hermanas de diferentes Provincias.
De igual modo, el reciente acuerdo sobre el Proyecto Internacional de Filipinas podría
ser el punto de arranque de colaboración en Asia. En América Latina y en el Pacífico,
están comenzando a surgir vocaciones en lugares donde, hasta el momento presente,
nunca habíamos tenido vocaciones nativas. Tenemos que expresar nuestro
agradecimiento a las Provincias de origen que, a pesar de sus limitados recursos, están
haciendo grandes sacrificios en personal y economía, para dar una repuesta adecuada a
estas nuevas situaciones. Estoy seguro de que su generosidad será fuente de bendiciones
y así, la misión dentro del propio país, lejos de sufrir un deterioro, se verá compensada
con el resurgir de un renovado espíritu misionero.

Podemos perder movilidad y libertad, características de todo religioso para poder


cumplir la misión. Podemos “instalarnos” en un ministerio particular o cerrarnos ante
necesidades urgentes, a causa de nuestros problemas locales. Resulta muy difícil
cualquier tipo de planificación a escala provincial, y más todavía a escala general de
Congregación, cuando los hermanos o hermanas manifiestan una disponibilidad
limitada o “con reservas”. Es motivo de gran alegría el testimonio del número creciente
de miembros que están dispuestos a dejar casa y patria por el Evangelio. Nos parece
que, durante los últimos años, estamos consiguiendo en la Congregación una mayor
movilidad misionera. Es extraordinario el espíritu misionero de quienes, como Damián,
están dispuestos a “ser enviados”, allí donde se les juzgue más necesarios. Gozan de una
gran libertad de corazón y poseen una visión amplia y universal. Su espíritu misionero
es contagioso e influye también en sus Provincias de origen, en las que está creciendo
el compromiso por las misiones, y donde los mismos trabajos y obras se ven
positivamente afectados.

49
Querría expresar nuestro agradecimiento por el apoyo que se está prestando a
nuestras misiones a través de la red internacional de solidaridad. No es sólo una
respuesta a las necesidades de las misiones actuales; significa también ánimo e impulso
para los misioneros en vanguardia. Se fortalece además nuestro espíritu de solidaridad
mutua; somos una congregación internacional con una misión común en la Iglesia. Es
un signo concreto de que el reino de Dios está ya presente entre nosotros.

EVANGELIZAR COMO RELIGIOSOS SS.CC.

La vida religiosa es para el testimonio: testimonio de que Dios está presente en


nuestro mundo, testimonio de la presencia de Jesús en su servicio al mundo y haciendo
nuevas todas las cosas, testimonio de la posibilidad de una sociedad alternativa, fundad,
no en la riqueza o el poder, en la influencia o la explotación, sino en la compasión, la
comunión, el sacrificio y el amor. El reino de Dios tiene que ver con las relaciones
justas, la dignidad humana, la libertad y la justicia; podemos decir que la vida religiosa
debe apuntar hacia el Reino. Necesitamos vivir en continua conversión de una
comunidad de fe a una comunidad de testimonio. No importa el número; lo importante
es que llevemos una vida estable de amor y servicio, que haga creíble nuestro anuncio.
Los hombres de nuestros días se sienten más impresionados por el testimonio que por
los maestros y, si les escuchan, se debe a que también dan testimonio... Exhortamos a
los religiosos a que adopten una forma de vida que testimonie las bienaventuranzas
evangélicas... Su testimonio silencioso, a la vez que ofrece una interpelación al mundo y
a la misma Iglesia, es una elocuente predicación... 131 ¿No encontramos en Damián una
prueba extraordinaria de la fuerza del testimonio?

La vida religiosa está llamada a ser profética, mediante una especial vivencia de los
valores del evangelio; se convierte así en una interpelación a una sociedad basada en el
consumismo y la injusticia. Como hombres y mujeres de la Iglesia, puede que
necesitemos desafiar el “status quo”, no sólo con nuestras vidas, también con nuestra
actuación. Si la fidelidad al reino de Dios nos lleva a asumir actitudes críticas, no
tengamos miedo, pero hagámoslo siempre de forma constructiva y respetuosa. ¿No
sobresalió en Damián su dimensión profética, al defender los derechos de su gente,
poniendo todos los medios a su alcance para interesar a la opinión pública y crear así
una corriente de solidaridad, incluso a costa de sus conflictos personales que le
originaron ataques e incomprensiones?

Se está configurando nuevas formas de vida religiosa: A vino nuevo, odres nuevos
(Mc. 2, 22). Los viejos moldes tienen que morir, antes de que se desarrollen los nuevos
y creativos. Nuestros Fundadores fueron muy conscientes de las necesidades de su
tiempo. Actualizar nuestro carisma implica conocer la visión de nuestros Fundadores.
Como en la comunidad primitiva, nuestra misión condicionará nuestro estilo de vida.
Puede que tengamos que adaptar nuestra vida de comunidad, si queremos estar en
misión. Nuestra comunidad debe irse configurando en formas de vida y ministerio, que
respondan a las necesidades actuales de la Iglesia y del mundo. Así dará testimonio de
la presencia del Reino y del amor del Padre en el mundo, encarnado en Jesús; y será
signo de una nueva sociedad.

50
Así podríamos visualizar pequeñas comunidades de fe, cuya vida resulta tan
convincente. Son comunidades donde:

- existe una constante entrega de cada uno a Dios, en discernimiento comunitario


de su Voluntad;
- se lleva un estilo sencillo de vida y se privilegia la comunión, la igualdad y la
participación;
- se comparten no sólo los bienes materiales; también se comparten la fe, la
esperanza y el amor, y se da testimonio de Dios como el único Absoluto;
- florece un espíritu acogedor de familia, y cada uno es valorado por sí mismo;
- se ora con y por el pueblo; la vida está centrada en la Eucaristía, con especial
acento en la Adoración;
- se vive la hospitalidad y se está dispuesto a cualquier forma de relación humana
– aunque sea secular o pasajera -, que contribuya a la dignidad humana y a la
solidaridad;
- se está dispuesto a servir al pueblo, allí donde éste se encuentra, no solamente
donde nosotros estamos;
- se vive el compromiso con Dios, presente en la historia humana, enfrentándose
al materialismo moderno y a todo tipo de opresión;
- se promueve y se interpreta el cambio;
- se ofrece esperanza a los que carecen de ella y ayuda a los indefensos;
- se tiene un sentido auténtico de la misión común.

El testimonio de tal comunidad será la más alta proclamación de la presencia de


Dios en medio de su pueblo; testimonio mucho más necesario en un mundo, con
frecuencia, inhumano y despersonalizado, falto de afecto, y donde las personas
individuales se han convertido en una pieza de un enorme engranaje, especialmente en
el mundo occidental donde parece que se ha resquebrajado la comunidad. (Entre los
bestsellers de nuestro tiempo podemos citar: “The Lonely Crowd” [Multitud solitaria],
“The Pursuit of Loneliness” [Búsqueda de la Soledad], “Alienation in our times”
[Alineación en nuestros tiempos]). Como a religiosos cuya vida está fundada en la
comunidad, ¿no nos estará pidiendo Dios el aporte específico de nuestro testimonio?

CONVERSIÓN CONTINUA

Si queremos adoptar el tipo de vida descrito, necesitamos una profunda conversión


al seguimiento radical de Jesucristo. Es una vida tremendamente exigente, pero parece
ser lo que Dios nos está pidiendo: entregar nuestras vidas por nuestros amigos. Sin
duda, Damián tiene mucho que decirnos sobre la total entrega de nosotros mismos, no
como teoría, sino como vida. Como ya hemos recordad, entró hasta lo más profundo en
la pasión, muerte y resurrección de Jesús. ¿De qué otra forma podríamos explicar que
un hombre como Damián pudiera dejar todo, familia, patria... para ofrecer su vida al
servicio del Reino? ¿Cómo explicarnos que un hombre en plena salud, como Damián,
pudiera vivir tanto tiempo en una situación de marginación? ¿Cómo explicar su
tremenda capacidad de sufrimiento? Es fácil decirlo, pero la soledad interior y la
incomprensión exterior que Damián soportó, requieren una fe firme. Todavía en vida
fue continuamente entregado a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida
de Jesús se trasparentara en su carne mortal (Cf. 2 Cor. 4, 11). Como él, necesitamos
vivir del amor del Padre, totalmente convencidos de su presencia en nosotros. Nuestros

51
corazones deben estar conformados según la mente y corazón de Jesucristo: algo
totalmente imposible, si no desarrollamos la dimensión contemplativa de nuestras vidas.

Elevados pensamientos, programas de acción, nuevas estructuras, nada hará


adelantar verdaderamente el reino de Dios, si no acogemos de corazón la llamada del
Señor: arrepiéntete y cree en el Evangelio. Es una llamada a un profundo cambio de
corazón y a la conversión de vida; una conversión al estilo de la de Damián, que lleva
consigo la donación total de nosotros mismos.

Ayudar a los jóvenes a entrar en el misterio pascual de Cristo, transmitirles nuestra


espiritualidad ss.cc. a la luz de nuestra misión hoy, prepararles a vivir en solidaridad con
los que sufren, acompañarles en la profundización de su fe en la Buena Noticia para que
puedan perseverar en una vida de total dedicación..., todo ello constituye un fuerte
desafío para nuestros formadores. Necesitamos religiosos con un fuerte espíritu
misionero, que deseen entregarse a esa tarea; la calidad de nuestro servicio misionero
del futuro dependerá, en gran medida, de la formación que demos a nuestros candidatos.
De ahí que la formación sea una prioridad absoluta.

Tanto en nuestras nuevas Constituciones como en las recomendaciones del Capítulo


General de 1988, se contienen sugerencias prácticas para la formación inicial y
permanente, en la perspectiva de nuestra misión hoy. Se pone el énfasis en la formación
para una vida comunidad apostólica, como factor número uno de la formación y del
discernimiento. 132 En sentido estricto, todos nosotros somos responsables de la
formación de los jóvenes. La calidad de nuestra vida comunitaria tendrá una fuerte
repercusión formativa, pues la comunidad es el ámbito en que se vive y profundiza
nuestro carisma. Como dice nuestra Regla de Vida, la comunidad hace a Cristo
presente, es su testimonio y proclama el anuncio del Resucitado, en una forma y
lenguaje propios... Jamás debes perder de vista que vivimos en comunidad para
proclamar el Mensaje. Donde quiera que nos encontremos, tenemos que anunciar la
liberación que Cristo trae al hombre. 133

CONCLUSIÓN

El espíritu misionero ss.cc. hizo fructificar el apostolado de nuestros antecesores.


Nos encontramos en una nueva era misionera, pero siempre en línea de continuidad con
el P. Damián y una multitud de celosos misioneros que llevaron la misma Buena Nueva
a un mundo herido. Después de este año de Damián, una corriente de vida inundará la
Congregación entera. Roguemos para que el ejemplo de Damián repercuta reposada,
pero poderosamente, en nuestras vidas. Pido especialmente a los enfermos y mayores de
entre nosotros que oren para que la Congregación pueda experimentar una verdadera
renovación de su espíritu misionero. En la Jornada Mundial de las Misiones de 1989, el
Papa Juan Pablo II nos recordó que la actividad misionera alcanza su plenitud a través
de la oración y el sacrificio. Por el sacrificio y el sufrimiento de aquellos seres humanos
que, olvidándose de sí mismo, en el lecho del dolor, oran: “Venga tu Reino”. Nuestras
misiones están bajo la protección especial de Nuestra Señora la Reina de la Paz.
Invoquemos su intercesión a favor de todos nuestros misioneros del mundo entero; que
la gracia de Dios se haga presente y activa en el corazón de todos ellos.

52
Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que
trae buenas noticias, que anuncia salvación (Is. 52, 7) Haciendo la paráfrasis de unas
palabras de Juan Pablo II: Que todos nosotros seamos bendecidos con el don de la
sabiduría, y podamos continuar la misión de la Iglesia, respondiendo a los desafíos de la
evangelización en nuestros días. 134 Para ello, podemos contar con los abundantes dones
espirituales derramados sobre la Iglesia y sobre nuestra Congregación

Con afecto, vuestro hermano


en los Sagrados Corazones de Jesús y de María

P. Patrick Bradley, ss.cc.

Superior General

NOTA

Aviso al lector: Normalmente las citas de las cartas del Padre Damián han sido traducidas, de “Le Père
Damien De Veuster”. Documentos en 6 volúmenes, por el P. Odilo Van Geste, 1938. Un número
reducido de citas provienen de la obra de Vital Jourdan sobre el P. Damián, en la edición inglesa, 1955.
en el prefacio de dicha obra, los traductores indican que no han dudado en concederse una cierta libertad,
con dos objetivos en mente: permanecer fieles a las ideas del autor y dar a la traducción un estilo
agradable.

1
Carta a sus padres, 25.12.1858.
2
Carta a su sobrino en la Escuela Apostólica. 15.03.1876.
3
Gavan Daws, Damián de Molokai, Madrid 1984, pág, 32.
4
Carta a sus padres, 30.10.1863.
5
Carta a su Provincial, 15.08.1864.
6
Carta a su hermano Pánfilo, 22.09.1870.
7
Carta a su hermano Pánfilo, 16.11.1887.
8
Carta a sus padres, 23.08.1864.
9
Carta a sus padres y hermanos, 25.11.1873.
10
Carta a Edward Clifford, 26.07.1888.
11
Carta a sus padres, 25.11.1873.
12
Carta a su familia, 30.01.1880.
13
Carta a su hermano Pánfilo, 23.08.1864.
14
Carta a su hermano Pánfilo, 14.07.1872.
15
Carta a Lovaina (P. Superior, P. Caprasius y su hermano Pánfilo), 23.10.1863.
16
Carta a su hermano Pánfilo, 22.12.1866.
17
Carta a su hermano Pánfilo, marzo 1865
18
Carta a su hermano Pánfilo, 23.08.1864 (Cf. Vital Jourdan, o.c., varios textos, pág. 50)
19
Carta a sus padres, 12.10.1869
20
Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 237 (25.11.1873)
21
Carta a su hermano Pánfilo, 25.11.1873.
22
Patrick Bradley ss.cc., Construir un mundo más justo... 1983, pág. 3.
23
Carta su Superior General, agosto 1873.
24
Carta a su sobrino, 15.03.1876.
25
Carta a su hermano Pánfilo, 25.11.1873
26
Carta a sus padres, 22.03.1864.
27
Carta a su hermano Pánfilo, 25.11.1873.

53
28
Carta a su madre, hermano y parientes, 08.12.1874.
29
Carta al Rev. B. Chapman, 26.08.1886.
30
Wendelin Moelleres ss.cc. al Superior General, 17.04.1889.
31
René Obbels ss.cc., en INFO n.º 50, pág. 25.
32
Carta a sus padres, 24.10.1865.
33
Carta a su hermana Paulina, 14.07.1872.
34
Carta al Departamento de Sanidad, 17.03.1886.
35
Carta a sus padres, 01.01.1859.
36
Carta a sus padres, 16.01.1861.
37
Carta a sus hermanos Leoncio y Gerardo, 24.09.1870.
38
Carta a sus padres, marzo 1865.
39
P. Nicaise Ruault ss.cc. al P. Provincial, 11.08.1864.
40
Carta a su Superior General, agosto 1873.
41
Edward Clifford en: Vital Jourdan, o.c., pág. 205.
42
Carta a la Hna. Marie-Gabrielle, 25.03.1886.
43
Dr. Arthur Mouritz en: Vital Jourdan, o.c., pág, 104.
44
Cf. Gavan Daws, o.c., pp. 78-79 y 133-134.
45
Carta a sus padres, 24.10.1865.
46
Cf. Brian Ganly ss.cc., en Info, n.º 50, pág. 22.
47
Dr. Arthur Mouritz en: Vital Jourdan, o.c., pág. 141
48
Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 255.
49
Hna. Crescencia ss.cc., con ocasión de la estancia del P. Damián en el Hospital de Kakaako en 1866;
Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 342.
50
Carta al P. General, 17.12.1874.
51
Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 365.
52
Carta a su hermano Pánfilo, 18.01.1983.
53
Patrick Bradley ss.cc., Comunión en la misión, 1985, pág. 40.
54
Carta a su madre, hermanos y parientes, 02.02.1885.
55
Carta a su hermano Pánfilo, 31.01.1880.
56
Carta a su Superior General, 04.02.1879.
57
Carta a su Superior General, 24.04.1877.
58
Carta a su hermano Pánfilo, 14.07.1872.
59
Informe del P. Corneille Limburg ss.cc. al P. General, 01.12.1889.
60
Carta de los obispos de Bégica, 29.01.1988, pág. 1.
61
Carta a su hermano Pánfilo, 22.09. 1870.
62
Carta a su Superior General, septiembre 1870.
63
Carta a su Superior General, septiembre 1870.
64
Carta al P. Albert Montiton ss.cc., mayo 1866.
65
Carta a su hermano Pánfilo, 26.11.1985.
66
Carta a su hermano Pánfilo, 21.12.1878.
67
Carta al P. J. Wiler ss.cc., (Secretario General), 30.12.1886.
68
Diario espiritual; Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 339.
69
Carta a su Provincial, 08.04.1878.
70
Wendelin Moellers ss.cc. al Superior General, 17.04.1889.
71
Carta a Mons. Hermann Koeckemann ss.cc., 21.07.1886.
72
Carta a sus padres, 17.07.1858.
73
Carta a sus padres, Navidad 1858.
74
Patrick Bradley, ss.cc., Conversión continua, 1987 pp. 60-61 y 70-71.
75
Carta a su sobrino, 15.03.1876.
76
Carta a su hermano Pánfilo, 16.11.1987.
77
Carta a su Superior General, 20.12.1866 y 10.01.1867.
78
Carta a sus padres, 30.10.1863.
79
Carta a su Superior General, 01.11.1864.
80
Cf. Vital Jourdan, o.c., pág. 243.
81
Carta a su hermano Pánfilo, marzo 1865.
82
Carta a su hermano Pánfilo, 31.01.1880.
83
Carta al P. Gabriel Germain, 08.12.1874.
84
Carta a sus padres, 12.10.1869.
85
Carta a su hermano Pánfilo, 31.01.1880.

54
86
Charles Stoddard, The Lepers of Molokai, Notre Dame, Ind., 1885
87
Edward Clifford, Father Damien; London, 1886.
88
Carta a su hermano Pánfilo, 13.12.1881.
89
Carta al Rev. H. B. Chapman, 26.08.1886.
90
Carta a su hermano Pánfilo, 26.11.1885.
91
Carta a su Provincial, 30.03.1888.
92
Aubert Bouillon ss.cc. al superior General, 03.03.1878.
93
Carta a Wendelin Moellers, ss.cc., 15.09.1890.
94
Buen Padre, Sermón sobre el sufrimiento, septiembre de 1797 (Cahiers de Spiritualité, n.º 10; 368)
95
Buen Padre, (Cahiers de Spiritualité, n.º 10; 151)
96
Carta a sus padres, 23.08.1884.
97
Buen Padre, Carta Circular 14.04.1810 (Cahiers de Spiritualité n.º 10; 368)
98
Carta a su Provincial, 23.10.1864.
99
Carta a su Provincial, 23.10.1864.
100
Carta a sus padres, 30.10.1863.
101
Carta a su Superior General, 20.12.1866.
102
Carta a su hermano Pánfilo, 13.12.1881.
103
Disquisitio de quibusdam quaestionibus... Roma 1974, pág. 166.
104
Carta a su hermano Pánfilo, octubre 1867.
105
Carta a la Hna. Marie-Gabrielle, 25.03.1886.
106
Borrador de una carta al Rev. H. B. Chapman, 1889.
107
Carta a Edward Clifford, 21.02.1889.
108
Carta a Edward Clifford, 28.02.1889.
109
Juan Palo II, Salvifici Doloris, 18.
110
Card. Godfried Danneels, 10.12.1988.
111
1 Cor.1, 18-24.
112
Juan Pablo II, Salvifici Doloris, 26.
113
Juan Pablo II, Salvifici Doloris, 26.
114
Carta a su sobrino, 15.03.1876.
115
Carta a sus padres, 23.03.1864.
116
Carta a sus padres, 25.11.1873.
117
Carta a su Superior General, 17.12.1874. (Cf. Vital Jourdan, o.c., pp. 183-184)
119
Carta a sus padres, 22.03.1864.
120
Carta a su hermano Pánfilo, 22.12.1866.
121
Carta a su hermano Pánfilo, 12.02.1889.
122
Cf. “Misión en el Pacífico”, en Evangelitation, vol. 8, n.º 41, pp. 82-83.
123
Cf. Evangelii Nuntiandi (1975) nn. 28, 29, 31.
124
Cf. “Misión en el Pacífico”, en Evangelization, vol. 8, n.º 41, pp. 81 y 83.
125
Cf. “Signum”, vol. 14, n.º 16; Catholic Media Office, Londres W8 5HN.
126
SECRETARIATUS PRO NON-CHRISTIANIS, Reflections and Orientations on Dialogue and
Mission; Pentecost 1984, nn. 32, 35 y 42.
127
Cf. Vincent Donovan, The Crurch in the midst of Creation; Orbis Books, Maryknoll N.Y., 1989.
128
Cf. Missionaries in Today’s World; O.M.I. General Chapter, Roma 1986.
129
Cf. Vincent Donovan, o.c., pág. 16
130
Cf. Vital Jourdan, o.c., pp. 61, 207, 343.
131
Cf. Evangelii Nuntiandi, nn. 41, 76, 69.
132
Cf. Nuevas Constituciones, capítulo IV, art. 73.
133
Regla de Vida, nn.6, 26.
134
Cf. Discurso del Papa Juan Pablo II a los obispos, clero y religiosos de Indonesia, Yakarta,
10.10.1989.

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